LA ORACIÓN EN LA BIBLIA INTRODUCCIÓN Cuando Dios creó al hombre lo llevó a la insigne dignidad de hijo suyo y quiso, por lo mismo entablar y mantener con él un diálogo de amor Eso precisamente es la oración. La Sagrada Biblia que ha sido el gran regalo que el Padre celestial ha hecho a sus hijos contiene el mensaje de salvación y de amor que El ha querido enviarnos bajo la inspiración de su Santo Espíritu. Allí podemos aprender hasta dónde llega el amor de Dios al hombre y conocer las normas y lecciones que El ha dado a sus hijos para que vivan como corresponde a su dignidad y puedan alcanzar la salvación eterna. Una de las lecciones principales que encontramos en la "Palabra de Dios" es la que nos enseña el valor, la necesidad y la fuerza de la oración, y la manera cómo debemos orar en las diferentes circunstancias de la vida. En esas páginas sagradas hallamos las oraciones de los santos del Antiguo Testamento, las oraciones y lecciones de Jesús, nuestro Maestro divino, y la conducta de la Iglesia primitiva en este campo de la oración. Hoy, después de una crisis bien dolorosa, estamos redescubriendo la necesidad y el valor de la oración y, gracias a la Renovación Espiritual estamos valorando mejor la oración a la luz de la Palabra de Dios Nuestra pastoral diocesana busca durante este año despertar en unos e incrementar en otros el amor a la oración en todas sus formas, y con este ánimo presenta estas ideas acerca de la oración en la Biblia. Que el Espíritu Santo nos muestre la grandeza de la oración y anime y oriente la nuestra. JESUS NOS ORDENO ORAR "Es preciso orar siempre sin desfallecer (Le 18.1) "Vigilad y orad para que no entréis en tentación" (Le 22,46). Y Yo os digo: "Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persigan" (Mt. 5,44). JESUS NOS DIO EL EJEMPLO "Cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración bajó sobre El el Espíritu Santo" (Le. 3,21). "Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía a El para oirle y ser curados de sus enfermedades. Pero El se retiraba a los lugares solitarios donde oraba" (Le. 5,15). "Por aquellos días se fue al monte a orar y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también Apóstoles" (Le. 6,12). "Mientras El estaba orando a solas, se hallaban con El sus discípulos" (Le. 9,18). "Unos ocho días después, tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar y mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó..." (Le. 9,28). "Estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: "Maestro, enséñanos a orar" (Le. 11,1). San Juan nos invita a pedir en nombre de Jesús. "Todo lo que pidáis en mi nombre yo lo haré" "Yo os aseguro Lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará Pedid y recibiréis para que nuestro gozo sea pleno" (Jn. 16,23-25) "Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo: "Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Le 22,41). "Y sumido en angustia, insistía más en su oración" (Le. 22,44). En la cruz ora por sus verdugos y en el cielo, "está siempre vivo para interceder en nuestro favor" (Hb. 7,25) ORACIONES DE JESUS Por el Santo Evangelio conocemos algunas de las oraciones que hizo Jesús. El Padrenuestro. Todos conocemos y hemos recitado muchas veces la oración que compuso Jesús a petición de sus apóstoles: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal (Mt. 6,9-13). En el Evangelio encontramos una hermosa oración de Jesús, llamada su Magníficat, en la cual bendice a su Padre con estas palabras: "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: ¡Dichosos los ojos que ven lo que veis!" (Le. 10,21-23). "San Juan trae el texto de la hermosa oración sacerdotal que pronunció Jesús en la Ultima Cena". Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: "Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a tí. Ya que les has dado poder sobre toda carne, que dé también vida eterna a todos los que tú les ha dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a tí, el único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre glorifícame tú, junto a tí, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los que has dado sacándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de tí; porque yo les he comunicado lo que tú me comunicaste; ellos han aceptado verdaderamente que vengo de tí, y han creído que tú me has enviado. Por ello ruego yo; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos, todo lo mío es tuyo y lo tuyo mío; y yo he sido glorificado en ellos. Ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a tí. Padre Santo, cuida en tu nombre a tos que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a tí, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como yo no soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me consagro a mí mismo, para que ellos también sean consagrados en la verdad. No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos, que por medio de su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en tí, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que yo les he amado a ellos como tú me has amado a mí. Padre, quiero que donde yo esté estén también conmigo los que tú me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos". (San Juan Cap. 17) En el huerto oró repetidas veces "puesto de rodillas", así: "Padre, si quieres aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Le. 22,41). Y en la cruz oró así por sus verdugos: "Padre perdónales porque no saben lo que hacen" (Le. .23,33). Murió pronunciando esta oración: "Padre, en tus manos pongo mi espíritu" (Le. 23,46). LA ORACION EN LA IGLESIA PRIMITIVA Los Hechos de los Apóstoles nos enseñan el aprecio que tenían los primeros cristianos por la oración y la manera como oraban. La preparación de Pentecostés se hizo con intensa ora ción: "Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, do María, la Madre de Jesús, y de sus hermanos" (Hch 1,14). Los miembros de la primera comunidad cristiana "acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la tracción del pan y a las oraciones" (Hch. 2,42). Pedro y Juan efectúan la curación de un tullido cuando "subían al templo para la oración de la hora nona" (Hch. 3,1). Cuando Pedro y Juan son liberados de la prisión y vinieron a los suyos, todos elevaron su voz a Dios y dijeron: "Señor tú que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, tú eres el que has dicho por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David, tu siervo: ¿A qué esta agitación de las naciones, estos vanos proyectos de los pueblos? Se han presentado los reyes de la tierra y los magistrados se han aliado contra el Señor y contra su Ungido. "Porque verdaderamente en esta ciudad se han aliado Herodes y Poncio Pilato con las naciones y los pueblos de Israel contra su santo siervo Jesús, a quien has ungido, para realizar lo que en tu poder y en tu sabiduría habías predeterminado. Y ahora Señor, ten en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos que puedan predicar tu Palabra con toda valentía, extendiendo tu mano para que realicen curaciones, señales y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús". Acabada su oración, retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y predicaban la palabra de Dios con valentía. La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma, nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo lo tenían en común" (Hch. 4,24-32). Mientras el diácono San Esteban era apedreado oraba así "Señor Jesús, recibe mi espíritu Señor, no les tengas en cuenta este pecado" (Hch 7,60) Del Centurión Cornelio nos dice lo siguiente: "Había en Cesárea un hombre, llamado Cornelio, centu rión de la cohorte Itálica, piadoso y temeroso de Dios como toda su familia, daba muchas limosnas al pueblo y continuamente oraba a Dios. Vio claramente en visión, hacia la hora nona del día, que el Angel de Dios entraba en su casa y le decía: "Cornelio" El le miró fijamente y lleno de espanto dijo: "¿Qué pasa, Señor?" Le respondió: "Tus oraciones y tus limosnas han subido como memorial ante la presencia de Dios. Ahora envía hombres a Joppe y haz venir a un tal Simón, a quien llaman Pedro" (Hch 10,1-5) Cuando San Pablo y su compañero Silas fueron azotados y metidos en el cepo del calabozo "hacia la media noche estaban en oración cantando himnos a Dios" (Hch. 16,25). En la isla de Malta "el padre de Publío se hallaba en cama atacado de fiebre y disentería. Pablo entró a verle, hizo oración, le impuso las manos y le curó" (Hch. 28,8) LA ORACION EN SAN PABLO En las cartas del apóstol San Pablo encontramos textos preciosos acerca de la oración: Su lectura podrá servirnos de precioso material para la reflexión que nos haga apreciar mejor la importancia y la necesidad de la oración. A los Romanos les dice que en sus oraciones hace siempre mención de ellos (1,9) y que "deben ser constantes en la oración" (Rom. 12,12) Cuando en la Carta a los Efesios el apóstol nos habla de las armas que debemos emplear en el combate espiritual con las fuerzas del mal nos invita a "vivir siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos" (6,18) A los Colosenses les escribe "Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias" (4,2). "Orad constantemente" escribe a los Tesalonicenses (I Tes. 5,17). En la primera carta a Timoteo le escribe: "Ante todo, recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad" (2,1) y añade: "Quiero que los hombres oren en todo lugar elevando hacia el cielo unas manos piadosas" (2,8). El apóstol Santiago, insiste también en la necesidad de orar y de hacerlo con fe. ¿Sufre alguno entre vosotros? que ore. ¿Está alguno alegre? que cante salmos. ¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados le serán perdonados Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder Elias era un hombre de igual condición que nosotros, oró insistentemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses Después oró de nuevo y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto. Si alguno de vosotros, hermanos míos se desvía de la verdad y otro le convierte, sepa que el que convierte a un pecador de su camino desviado salvará su alma de la muerte y cubrirá multitud de pecados" (Santiago 5,13-19) San Juan escribe en su primera carta "En esto está la confianza que tenemos en El En que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos enseguida lo que le hayamos pedido" (5,14-16) LA ORACION EN EL ANTIGUO TESTAMENTO Los libros sagrados del Antiguo Testamento contienen textos preciosos acerca de la oración y de la manera tan espontánea y filial como se dirigían al Señor los justos que vivieron antes de la venida del Señor. El primer texto que encontramos en la Biblia acerca del poder y de la necesidad de la oración está en el Génesis. "Y le dijo Dios en sueños a Abimelek: Devuelve la mujer de ese hombre porque es un profeta; él rogará por tí para que vivas" (20,7) Abraham rogó a Dios y Dios curó a Abimelek y a su mujer" (Gen. 20,17) Después es Isaac que ora por su mujer que era estéril y el Señor la sanó (Gen. 25,2) Moisés es un hombre de profunda fe y cuando ora consigue del Señor grandes favores como aparece a lo largo del libro del Exodo Un ejemplo de su manera de orar es la siguiente: "Pero Moisés, trató de aplacar a Yahveh, su Dios, diciendo: Por qué, oh Yahveh, ha de encenderse tu ira contra tu pueblo, el que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y mano fuerte? ¿Van a poder decir los egipcios: Por malicia los has sacado, para matarlos en las montañas y exterminarlos de la faz de la tierra? abandona el ardor de tu cólera y renuncia a lanzar el mal contra tu pueblo Acuérdate de Abraham, de Isaac, de Israel, siervos tuyos, a los cuales juraste por Tí mismo: Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo; toda esta tierra que os tengo prometida la daré a vues tros descendientes, y ellos la poseerán como herencia para siempre Y Yahveh renunció a lanzar el mal con que había amenazado a su pueblo Volvióse Moisés y bajó del monte, con las dos tablas del Testimonio en su mano, tablas escritas por ambos lados; por una y otra cara estaban escritas" (Ex 32,11-15). "Me postré, pues, ante Yahveh y estuve postrado estos cuarenta días y cuarenta noches, porque Yahveh había hablado de destruiros. Supliqué a Yahveh y dije: Señor Yahveh, no destruyas a tu pueblo, tu heredad que tú has rescatado por tu grandeza y que has sacado de Egipto con mano tuerte Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob, y no tomes en cuenta la indocilidad de este pueblo, ni su maldad ni su pecado, para que no se diga en el país de donde nos sacaste "porque Yavhéh no ha podido llevarles a la tierra que les había prometido, y por el odio que les tiene, los ha sacado para hacerles morir en el desierto Pero ellos son tu pueblo, tu heredad, aquellos a quienes tú sacaste con tu gran poder y tenso brazo" (Dt. 9,25-29). El libro I de Samuel nos describe la manera como ora Ana para que el Señor le conceda un hijo y la respuesta favorable de Dios (Leer el capítulo I) El cántico de Ana que encontramos en el capítulo II es admirable y con razón es llamado el prototipo del magníficat. En el capítulo 22 del segundo libro de Samuel hallamos el hermoso cántico de David para alabar al Señor Meditemos algunos versículos: "Dijo: Yahveh, mi roca, mi baluarte, mi liberadorjmi Diosjla peña en que me amparo, mi escudo y cuerno de mi salvación, mi altura inexpugnable y mi refugio, mi salvador que me salva de la violencia Invoco a Yahveh que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos. Las olas de la muerte me envolvían, me espantaban las trombas de Belial lazos de seoi me rodeaban, delante de mi trampas de muerte Clamé a Yahveh en mi angustia, a mi Dios invoqué y escuchó mi voz desde su templo resonó mi llamada en sus oídos La tierra fue sacudida y vacilo las bases de los cielos retemblaron Vacilaron bajo su furor" (USam 22,2-8) "¡Viva Yahveh y bendita mi Roca, el Dios de mi Salvación sea ensalzado! el Dios que me concede la venganza y abate los pueblos a mis plantas Tú me salvas de mis enemigos me exaltas sobre mis agresores, y me libras del hombre violento Por eso Yahveh quiero alabarte entre los pueblos y cantar su nombre Hace grandes las victorias de su rey y muestra su amor a su ungido a David y su linaje para siempre" (USam 22 47 511 Salomón pronuncio una hermosa oración cuando consa gró el templo que construyó en Jerusalén Parte de esa oración es la siguiente "Oye, pues, la plegaria de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren en este lugar Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde el cielo escucha y perdona" "Cuando un hombre peque contra su prójimo y éste pronuncie una imprecación sobre él haciéndole jurar delante tu altar en esta casa escucha tú desde los cielos y obra, juzga a tus siervos declarando culpable al malo, para hacer recaer su conducta sobre su cabeza, y declarando inocente al justo para darle su justicia" "Cuando tu pueblo Israel sea batido por su enemigo por haber pecado contra ti. si se vuelven a ti y alaban tu Nombre orando y suplicando ante tí en esta Casa escucha tú desde los cielos y perdona el pecado de tu pueblo Israel y vuélvelos a la tierra que diste a tus padres Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia porque pecaron contra ti. si oran en este lugar y alaban tu Nombre y se convierten de su pecado porque les humillaste escucha tu desde los cielos y perdona el pecado de tu siervo y de tu pueblo Israel, pues les enseñarás el camino bueno por el que deberán andar y envía lluvia sobre tu tierra la que diste a tu pueblo en herencia" "Cuando haya hambre en el país, cuando haya peste tizón, añublo, langosta o pulgón, cuando su enemigo le asedie en una de sus puertas, en todo azote y toda enfermedad, si un hombre cualquiera, experimentando remordimiento en su corazón, eleva cualquier plegaria o cualquier súplica y extiende las manos hacia esta Casa, escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, perdona y da a cada uno según sus caminos, pues tú conoces su corazón y sólo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres, para que te teman todos los días que vivan sobre la faz de la tierra que has dado a nuestros padres "También al extranjero que no es de tu pueblo, que viene de un país lejano a causa de tu Nombre" (I Reyes 8,30-41) El Rey Ezequías "que estaba enfermo de muerte, ora con fe y el Señor le devuelve la salud" (11 Reyes 20,1 -12). En el libro II de las Crónicas encontramos esta afirmación: "Y oyó Yahveh a Ezequías y dejó salvo al pueblo" (30,20). Esdras, uno de los reconstructores de Jerusalén después del destierro de los judíos a Babilonia, fue un hombre de profunda oración En el capítulo 9 encontramos la bella oración que dirige al Señor "de rodillas y con las manos extendidas hacía su Dios"(V 5). Hermosa es también la oración que Nehemías dirige al Señor y que encontramos en el Cap. I de su libro. En el Cap. 9 encontramos el sublime cántico que entonaron los israelitas durante la ceremonia expiatoria. Ojalá lo leamos con mucha atención En el libro de Tobías leemos la oración que "con gemidos" dirigió al Señor en medio de su dolor (3,1 -7). El joven Tobias y su esposa hicieron una hermosa oración la noche de sus bodas que es sabia lección para todos los esposos. "¡Bendito seas, tú, Dios de nuestros padres, y bendito sea tu Nombre por todos los siglos de los siglos! Bendígante los cielos, y tu creación entera, por siglos todos Tú creaste a Adán, y para él creaste a Eva su mujer, para sostén y ayuda y para que de ambos proviniera la raza de los hombres. Tú mismo dijiste: No es bueno que el hombre se halle solo; hagámosle una ayuda semejante a él. Yo no tomo a esta mi hermana con deseo impuro, mas con recta intención. Ten piedad de mí y de ella y podamos llegar juntos a nuestra ancianidad. Y dijeron a coro- "Amén, amén" (Tobías 8,5-8). En el Cap. 9 del libro de Judit leemos la hermosa oración que esta piadosa mujer dirige al Señor en favor de su pueblo. Y en Cap. 16 hallamos el himno de acción de gracias que entonaron después de la victoria sobre el ejército de Holofernes. En el libro de Ester podemos ver la conmovedora oración que Mardoqueo dirige al Señor en favor de su pueblo y la que hace la Reina Ester las encontramos en el Cap. 4. Los dos libros de los Macabeos nos muestran como aquellos valientes guerreros consiguieron tantas y tan admirables victorias debido a su fe en el Señor y a su oración, aún en el combate. Así oraban por ejemplo: "Tú, soberano, enviaste tu ángel a Ezequías que dio muerte a cerca de ciento ochenta y cinco mil hombres; ahora también, Señor de los cielos, envía un ángel bueno delante de nosotros para infundir el temor y el espanto. Que el poder de tu brazo hiera a los que han venido blasfemando a atacar a tu pueblo santo" Luchando con los mansos, pero orando a Dios en su corazón abatieron no menos de treinta y cinco mil hombres regocijándose mucho por la manifestación de Dios" (II Mac 15,22-28) JOB El libro de Job contiene una serie de diálogos entre Dios que permite el mal y el justo que lo padece Allí encontramos oraciones preciosas como por ejemplo, la del Cap 10 y el himno al poder de Dios del Cap 25 LOS SALMOS Es tan evidente la riqueza religiosa de los Salmos que no son necesarias muchas palabras Ellos fueron la oración del Antiguo Testamento, en la que el mismo Dios inspiró los sentimientos que sus hijos deben albergar con respecto a él y las palabras de que deben servirse al dirigirse a él Los recitaron Nuestro Señor y la Virgen, los Apóstoles y los primeros mártires La Iglesia cristiana ha hecho de ellos, sin cambiarlos su oración oficial Sin cambios Esos gritos de alabanza de suplica o de acción de gracias arrancados a los salmistas en las circunstancias de su época y de su experiencia personal, tienen un eco universal, porque expresan la actitud que todo hombre debe adoptar ante Dios Sin cambios en las palabras pero con un enriquecimiento considerable del sentido en la Nueva Alianza, el fiel alaba y agradece a Dios que le ha revelado el secreto de su vida íntima, que le ha rescatado con la sangre de su Hijo que le ha infundido su Espíritu, y en la recitación litúrgica, cada salmo concluye con la doxología trinitaria del Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto Las viejas súplicas se hacen más ardientes una vez que la Cena, la Cruz y la Resurrección han enseñado al hombre el amor infinito de Dios, la universalidad y la gravedad del pecado, la gloria prometida a los justos. Las esperanzas cantadas por los salmistas se realizan; el Mesías ha venido y reina, y todas las naciones son llamadas para que le alaben. (Biblia de Jerusaléni (introducción a los Salmos). Ojalá que aumente el número de personas que oren diariamente con la liturgia de las horas para que enriquezcan su vida de oración privada y comunitaria. EL ECLESIASTICO En el capítulo 51 de este hermoso libro encontramos este himno de acción de gracias. "Quiero darte gracias, Señor, Rey, y alabarte, oh Dios mi salvador, a tu nombre doy gracias. Pues protector y auxilio has sido para mí, y has rescatado mi cuerpo de la perdición, del lazo de la lengua insidiosa, de los labios que urden mentira; frente a mis adversarios has sido auxilio y me has rescatado, según la abundancia de tu misericordia y la gloria de tu nombre, de las dentelladas de los dispuestos a devorarme, de la mano de los que buscan mi alma, de las muchas tribulaciones que he sufrido, del ahogo del fuego que me envolvía, de entre el fuego que yo no había encendido, de la hondura de las entrañas del seol, de la lengua impura, de la palabra mentirosa, calumnia de lengua injusta ante el rey. Cerca de la muerte estaba mi alma, mi vida estaba junto al seol, abajo. Por todas partes me asediaban y no había quien auxiliara, volví los ojos a un apoyo humano y no había ninguno. Entonces me acordé de tu misericordia, Señor, y de tu actuación desde la eternidad, que tú levantas a los que en tí esperan, y los salvas de la mano de enemigos. Y elevé de la tierra mi plegaria, supliqué ser librado de la muerte. Clamé al Señor, Padre de mi Señor: "No me abandones en días de tribulación, en la hora de los orgullosos, cuando no hay socorro. Alabaré tu nombre sin cesar, te cantaré en acción de gracias". Y mi oración fue escuchada, pues tú me salvaste de lo perdición, y me libraste del momento malo. Por eso t« daré gracias y te alabaré, bendeciré el nombre del Señor Siendo joven aún, antes de ir por el mundo, me di a buscar abiertamente la sabiduría en mi corazón" (Eclesiástico 51,1-13). LA SABIDURIA Otra oración que ojalá recitemos con frecuencia es la qu<; encontramos en el libro de la Sabiduría para pedir esto precioso don. Su texto es el siguiente: "Dios de los Padres, Señor de la misericordia, que con tu palabra hiciste el universo, y con tu sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre los seres por ti creados, rigiese el mundo con santidad y justicia y ejerciese al mando con rectitud de espíritu, dame la sabiduría, que se sienta junto a su trono, y no me excluyas del número de tus hijos. Que soy un siervo tuyo, hijo de tu sierva, un hombre débil y de vida efímera, incapaz de entender la justicia y las leyes. Pues, aunque uno sea perfecto entre los hijos de los hombres, si le falta la sabiduría que de tí procede, en nada será tenido. Tú me elegiste para reinar sobre tu pueblo, para regir a tus hijos y a tus hijas; tú me ordenaste levantar un Templo en un monte santo, un altar en la ciudad donde tienes establecida tu morada, imagen de la tienda santa que preparaste desde el principio. Contigo está la sabiduría que conoce tus obras, que estaba presente cuando hacías el mundo, que sane lo que es agradable a tus ojos, y lo que es conforme a tus mandamientos. Envíala de los cielos santos, mándala de tu trono de gloria para que a mi lado participe en mis trabajos y sepa yo lo que a tí te agrada, pues ella todo lo sabe y todo lo entiende. Ella me guiará prudentemente en mis empresas y me protegerá con su gloria. Entonces mis obras te serán agradables, regiré a tu pueblo con justicia y seré digno del trono de mi padre. ¿Qué hombre, en efecto, podrá conocer la voluntad de Dios? ¿Quién hacerse idea de lo que el Señor quiere? (Sabiduría 9,1-13). ISAIAS En la profecía de Isaías encontramos el conmovedor cántico del Rey Ezequías para alcanzar del Señor la salud. "Cántico de Ezequías, rey de Judá, cuando estuvo enfermo y sanó de su mal. Yo le dije: a la mitad de mis días me voy; en las puertas del seol se me asigna un lugar para el resto de mis años. Dije: No veré a Yahveh en la tierra de los vivos; no veré ya a ningún hombre de los que habitan en el mundo. Mi morada es arrancada, se me quita como tienda de pastor. Enrollaste como tejedor mi vida, del hijo del tejido me cortaste. De la noche a la mañana acabas conmigo; grité hasta la madrugada: Como león tritura todos mis huesos. De la noche a la mañana acabas conmigo. Como grulla, como golondrina chirrío, zureo como paloma. Se consumen mis ojos de mirar hacia arriba. Yahveh, estoy oprimido, sal por mí. ¿Qué diré? ¿De qué le hablaré, cuando él mismo lo ha hecho? Te glorificaré todos mis años a pesar de la amargura de mi alma. Señor, por ello te glorifico y se eleva rrii espíritu y consolado vivo. Entonces mi amargura se trocará en bienestar, pues tú preservaste mi alma de la fosa de la nada, porque te echaste a la espalda todos mis pecados. Que el seol no te alaba ni la muerte te glorifica, ni los que bajan al pozo esperan en tu fidelidad. El que vive, el que vive, ése te alaba, como yo ahora. El padre enseña a los hijos tu fidelidad. Yahveh, sálvame y mis canciones cantaremos todos los días de nuestra vida junto a la casa de Yahveh". (Is. 38,920).