ADIÓS A LA MONARQUÍA (LA DESAPARICIÓN DE LAS CASAS REALES EUROPEAS EN EL SIGLO XX) Por Eladio Romero García Introducción Según el diccionario de la Real Academia Española, en su versión on line es, la monarquía es la “forma de gobierno en que el poder supremo corresponde con carácter vitalicio a un príncipe, designado generalmente según orden hereditario y a veces por elección”. En esencia, pues, lo que caracteriza al sistema monárquico es su condición de puesto vitalicio (excepto situaciones que en cada país determinan las leyes) y hereditario (en ningún estado europeo monárquico el rey o el príncipe constituyen cargos electivos). Las casas reales respectivas se convierten así en mundos propios donde la opacidad resulta en algunas ocasiones frustrante para los ciudadanos, y donde todos los parientes del monarca alcanzan en la práctica una serie de prebendas negadas al resto de los mortales. En la actualidad, los estados europeos cuya jefatura del estado la detenta un monarca o un príncipe constitucional son Reino Unido (que incluye Irlanda del Norte), Noruega, Suecia, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, España, Mónaco y Liechtenstein. El principado de Andorra constituye un caso peculiar enraizado con la tradición medieval, pues posee dos jefes de estado (el presidente de la república de Francia y el obispo de la localidad catalana de La Seu d’Urgell, denominados copríncipes) cuyos cargos, en la actualidad, no son hereditarios, aunque en el pasado uno de ellos lo detentó el rey de Francia. Todos ellos tienen su rey, excepto Luxemburgo (un gran ducado), Mónaco y Liechtenstein (ambos principados). En cuanto al Estado de la Ciudad del Vaticano, nos encontramos con un gobierno teocrático presidido por el papa, una suerte de monarca electivo, que gobierna a través de una comisión pontificia. En Italia existe el principado de Seborga (pequeña localidad de la región de Liguria), que declaró su independencia en 1960, aunque no ha sido reconocida por nadie y en realidad no es más que un atractivo folclórico y turístico. Sus príncipes son electivos, y en 2019 se produjo la abdicación en su ex-esposa Nina Daniela Döbler, una alemana asimismo elegida. El asunto no merece mayor comentario. Sin embargo, a comienzos del pasado siglo, concretamente en 1901, los estados cuyo representante supremo era un monarca o incluso un emperador eran bastante más. Así, Islandia pertenecía al reino de Dinamarca, Noruega se mantenía unida al reino de Suecia, toda Irlanda se integraba en el Reino Unido (cuya soberana tenía también la categoría de emperatriz de la India), existían cuatro imperios (ruso, con el gran ducado de Finlandia o el reino de Polonia; austro-húngaro, con diversos reinos, ducados y demás; alemán o II Reich, que a su vez incluía 25 estados, en su mayoría monarquías cuyos soberanos habían jurado fidelidad al emperador o káiser; y por fin el otomano, con tierras en Europa y Asia), además de los reinos de Portugal, España, Italia, Grecia, Holanda, Bélgica, Serbia, Montenegro, Rumanía y Bulgaria, los principados de Candia (Creta), Mónaco y Liechtenstein, el gran ducado de Luxemburgo y el territorio vaticano, bajo soberanía papal, con un estatus que no se definió hasta los acuerdos con Italia de 1922. En 1928 se añadiría el breve reino de Albania, aunque por aquel entonces otras monarquías habían desaparecido ya de Europa. En cuanto a los que se refiere a las repúblicas, en aquel comienzo de siglo solo existían tres reconocidas: Francia, Suiza y San Marino. Y solo en uno caso, solo uno, se produciría una restauración monárquica tras un periodo republicano. Nos referimos a España, que se constituyó en república en 1931 (la segunda, pues en 1873 había pasado por otro breve momento republicano), viviría la dictadura franquista entre 1939 y 1975, y recuperaría su condición de reino en ese mismo año (aunque oficialmente, durante el gobierno de Francisco Franco, el país fuera considerado una monarquía sin monarca). Tenemos además el caso de un rey que tuvo que abandonar su corona y su país, aunque con el tiempo podría regresar a él y convertirse brevemente en su primer ministro. Nos referimos a Simeón II de Bulgaria, que marchó de allí en 1946 para instalarse en España, regresar definitivamente en 2001, ganar unas elecciones en ese mismo año y ejercer como primer ministro hasta 2005. ¿Por qué tantos estados europeos con régimen monárquico decidieron convertirse en repúblicas? En cada caso, las razones son bien distintas, y nosotros, en este estudio, intentaremos analizar cada una de ellas. Lo haremos comenzando por Portugal, que rompió el fuego en este proceso, y concluyendo por España, ese país siempre tan peculiar. PORTUGAL Regicidio El sábado 1 de febrero de 1908, parte de la familia real portuguesa regresaba de Vila Viçosa para instalarse de nuevo en Lisboa, capital de la monarquía. En Vila Viçosa, destacada localidad del Alemtejo, los reyes portugueses poseían un hermoso palacio perteneciente originariamente a la casa ducal de Bragança, dinastía que gobernaba el país desde 1640, año en que Portugal logró separarse de la monarquía hispánica. Allí solían celebrar cacerías y se relajaban de las tensiones políticas lisboetas. La comitiva integrada por el rey Carlos I, su esposa Amalia de Orleans y el príncipe heredero Luis Felipe cruzó el Tajo en el vapor Dom Luís y desembarcó en Casi do Sodré, embarcadero del centro de Lisboa, donde aguardaban miembros del gobierno junto al infante Manuel para recibir a sus padres y hermano. Allí, todos tomaron un carruaje descubierto, que debía conducirles al palacio de las Necesidades, su residencia lisboeta. Solo un oficial a caballo y varios guardias de corps custodian al cortejo. Poco después de las cinco de la tarde, cuando cruzaban la plaza del Comercio (tradicionalmente conocida como Terreiro do Paço), de entre la multitud arremolinada para saludar a los recién llegados salieron al menos dos hombres, que dispararon a quemarropa varios tiros de carabina y pistola y al instante mataron a Carlos I de un balazo en la nuca. La confusión que se produjo fue enorme, y los datos sobre lo sucedido son distintos en función de quien acabara narrándolos. Manuel Buiça habría disparado con una carabina, mientras que su compañero Alfredo Costa, empuñando un revólver, se habría subido al estribó del landó para rematar la faena. Luego se diría que el hijo mayor y heredero, el príncipe Luis Felipe, se defendió alcanzando con su revólver a Costa, aunque de inmediato Buiça respondería disparándole en el rostro y Costa lo remataría. De resultas, el heredero falleció a los veinte minutos cuando el carruaje se encontraba en el vecino Arsenal de la Marina. A su vez, el infante Manuel sufrió también heridas en el brazo derecho, mientras que la reina Amalia de Orleans, con la intención de defender a sus hijos, parece ser que se enfrentó a los agresores y salió milagrosamente ilesa. Presa de un ataque de nervios, tras el atentado, y según testigos, la reina pasó un buen rato agitando un ramo de flores que le había sido entregado al llegar a la capital. Acompañaban al carruaje real otras dos carrozas con altos cargos del gobierno y parientes de la familia gobernante. La policía que se encontraba por la zona mató a su vez a Manuel Buiça y seguramente a Costa (caso de que este no hubiera fallecido ya) haciendo uso de sus sables y armas de fuego. Luego, ambos serían reconocidos como miembros del Partido Republicano portugués e integrantes de una suerte de sociedad carbonaria de tintes anarquistas. Se sabe que Manuel Buiça, nacido en 1877, era un profesor que también había ejercido como sargento de caballería, destacando por su puntería. En cuanto a Costa, tenía 23 años y era un ex-empleado de unos grandes almacenes del Chiado lisboeta. También hay datos referentes a que entre la multitud había otros grupos de terroristas, dispuestos a actuar si sus compañeros fracasaban. Con todo ello puede decirse que se trataba de un asesinato largamente anunciado. De hecho, días después, el nuevo monarca se quejaría de que, ante la tensa situación política que se vivía en el país, no se había previsto ningún control policial sobre la multitud que abarrotaba la plaza. El mismo Manuel II acusaría directamente al primer ministro y dictador João Franco. Carlos I y la dictadura portuguesa Efectivamente, se trataba de un asesinato anunciado. La casa real portuguesa estaba en el punto de mira de buen número de conspiradores republicanos y anarquistas. Carlos I de Sajonia-Coburgo-Gotha Bragança reinaba desde 1889, granjeándose pronto la antipatía y el odio de numerosos sectores del país. Un país cuya política se basaba en un sistema rotativo de dos partidos monárquicos (el Regenerador y el Progresista), apoyado en caciquismos locales, en cierta manera similar al régimen de la Restauración que en aquellos momentos funcionaba en la vecina España. Las ideas republicanas, extendidas desde mediados de siglo y aglutinadas en el partido Republicano Portugués, cuajaron definitivamente durante este reinado. En primer lugar, se produjeron disturbios en el país a causa del ultimátum presentado por el gobierno británico en relación con las colonias africanas (11 de enero de 1890). El gobierno luso había enviado tropas en el territorio situado entre Angola y Mozambique con intención de unificar ambas posesiones, pretensión a la que se opusieron los británicos. Esto provocó manifestaciones republicanas en Oporto, más un intento de sublevación militar en dicha ciudad, acaecida el 31 de enero de 1891 y pronto reprimida, siendo juzgados 505 militares. Las fronteras de aquella región africana no serían definidas hasta 1895 en favor de los ingleses, cuando el descontento luso ya era general. Para contrarrestar la mala imagen ofrecida por la situación colonial, el rey desarrolló una gran actividad diplomática, visitando diversos países europeos y recibiendo a diversos monarcas. Además, la prensa divulgó sus habilidades como tirador, ornitólogo, pintor, músico, oceanógrafo aficionado y escritor. Entre sus obras conocidas tenemos los siguientes títulos: Yatch Amélia: campanha oceanográfica de 1896, Resultado das investigações científicas feitas a bordo del yatch Amélia e sob a direcção de D. Carlos de Bragança: pescas marítimas (2 vols. Publicados entre 1899 y 1904. Vol. I: A pesca do atum no Algarve em 1898; vol. II: Esqualos obtidos nas costas de Portugal durante as Campanhas de 1896-1903) y Bulletin des campagnes cientifiques accomplies sur le yatch Amélia (1902). Las cesiones coloniales en África ante los ingleses, bancarrotas económicas del Estado y amoríos extraconyugales provocaron un desprestigio de su persona cada vez más acentuado y numerosas críticas entre los políticos. A causa de ello, en 1906 el rey nombró a João Franco como presidente del consejo de ministros. Se trataba del principal dirigente del Centro Regenerador Liberal, agrupación política de carácter liberal y anticlerical, fundada por el propio Franco en 1901 al escindirse del oficialista partido Regenerador. Carlos I pretendía con su nombramiento contentar a una parte de la población, por lo que se dictó una amnistía. Sin embargo, los republicanos siguieron organizando disturbios y criticando a la monarquía, de forma que pronto se reinstauró la censura. Franco, además, en noviembre expulsaría del parlamento a los cuatro diputados republicanos, que criticaron la figura del monarca por haber ultrapasado los gastos dispuestos en el presupuesto destinado a la corte. Por último, al no contar con mayoría suficiente en el parlamento, en abril de 1907, y con el beneplácito del rey, João Franco suspendió las dos cámaras legislativas, iniciando una etapa de gobierno claramente autoritaria dictando todo tipo de decretos represivos. Además, la Carta Constitucional de 1826 vigente hasta aquellos momentos y base de la monarquía constitucional portuguesa, fue suspendida en buena parte de su articulado. La tensión está servida. El 28 de de enero de 1908 se produce una frustrada intentona republicana en Lisboa, y hasta 93 miembros del partido insurgente y de otros grupos de oposición son detenidos. Entre ellos, los diputados republicanos António José d’Almeida, João Chagas y João Pinto. Por la noche, el ministro de Justicia Teixeira d’Abreu se presenta en Vila Viçosa y pide al rey la firma en el decreto de expulsión de todos ellos a las colonias de ultramar (concretamente a la isla de Timor). Una disposición que significaba la práctica pena de muerte para los reos, y que se hizo con carácter retroactivo y sin necesidad de juicio. Para entonces ya estaban presos los diputados republicanos António José d’Almeida, João Chagas y João Pinto, junto a otros opositores. Carlos I no sospechaba lo que se le avecinaba, o al menos no lo dejaba traslucir públicamente. Poco tiempo atrás había declarado al diario parisino Le Temps que todo está en calma en Lisboa y en el país, solo los políticos agitan. El 1 de febrero ni tiempo tuvo de cambiar de opinión. Manuel II, el último rey portugués Manuel II, el nuevo monarca, infante de Portugal y duque de Beja, había nacido en Lisboa el 19 de marzo de1889 en Lisboa. Su nombre completo era el de Manuel Maria Filipe Carlos Amélio Luis Rafael Gabriel Gonzaga Francisco de Assis Eugénio de Sajonia-Coburgo-Gotha Bragança. Llegó casualmente al trono cuando su padre y su hermano mayor cayeron ante las balas republicanas ese trágico 1 de febrero. Una de las primeras medidas adoptadas por el monarca fue la de forzar la dimisión del presidente de gobierno João Franco y de todo su gabinete en 1908. Los culpaba de no haber evitado el asesinato de su padre gobernando sin parlamento. Nombrado el 3 de febrero, el nuevo presidente del consejo de ministros, el almirante Francisco Joaquim Ferreira do Amaral (un hombre que ya había ocupado algunos ministerios), contará con ministros progresistas y regeneracionistas y manifestará su intención de observar estrictamente la constitución del país. Se declaró asimismo una amnistía para los presos políticos y se convocaron elecciones para el 5 de abril. Durante la celebración de las mismas, se produjeron graves altercados en Lisboa entre la guardia municipal y el pueblo, falleciendo catorce personas y resultando heridas más de cien. Los republicanos obtuvieron siete diputados. En las elecciones municipales posteriores, los republicanos vencerían en Lisboa. Hasta 1910, hubo gobiernos inestables. El rey procuró ocuparse personalmente del gobierno, no dejando de asistir a ninguna de las reuniones del consejo de ministros. El principal problema interno a que tuvo que enfrentarse fue el derivado del escándalo financiero en torno al monopolio del azúcar y del alcohol de la isla de Madeira, en el que estaban implicados personajes muy próximos al monarca. En noviembre de 1908, Manuel realizó un viaje por el país, recorriendo Oporto, Braga, Viana do Castelo, Guimares, Santo Tirso y otros lugares, visitando fábricas y manteniendo contactos con los socialistas. En diciembre cayó el gobierno de Ferreira do Amaral, siendo sustituido por el del regeneracionista Campos Henriques, que ejerció una férrea defensa de la monarquía. En febrero de 1909, Manuel II mantuvo un encuentro con el monarca español Alfonso XIII en Vila Viçosa, lo que desencadenó las protestas de un cada vez más amplio sector republicano. El enfrentamiento entre monárquicos y republicanos se reflejaba en las tumultuosas sesiones parlamentarias y en la caída de Campos Henriques, sustituido sucesivamente por Sebastiao Teeles, Venceslao de Lima y Veiga Beirao. En noviembre, el rey realizó viajes oficiales a España e Inglaterra entrevistándose con sus respectivos reyes. En Windsor, donde el objetivo era establecer una alianza con los ingleses que amparara el precario trono, fue condecorado con la Orden de la Jarretera. En las elecciones generales del 28 de agosto de 1910 la representación republicana se duplicó (14 diputados, 10 de ellos por Lisboa). Por fin, el 4 de octubre de ese año estallaba la sublevación republicana, que comenzó con una pequeña revuelta militar en Lisboa, la cual se amplió a unidades de la marina de guerra, Estas bombardearon el palacio real desde el estuario del Tajo. Aunque la revuelta no disfrutaba de un apoyo popular masivo, los monárquicos tampoco gozaban de simpatías suficientes para una oposición armada a la sublevación. Ante la falta de soportes fiables, Manuel, refugiado en el palacio de Mafra, se embarcó en el Amélia rumbo a las Ericeira (norte de Lisboa) y Oporto, desde donde huiría con toda la familia real el 5 de octubre para recalar en Gibraltar. Aquí supo que las guarniciones de Oporto y el norte de Portugal, tradicionalmente monárquicas, habían acatado la recién proclamada república, por lo cual el ex-monarca se dirigió a Gran Bretaña, donde fue recibido por el rey Jorge V. Un año después, la constitución aprobada por los portugueses sancionaba la creación de la primera república portuguesa. Su nueva bandera rojiverde abandonaba los tradicionales blanco y azul. El país nunca más tendría a un rey como jefe del estado, aunque sí algún que otro dictador, a pesar de se organizaron algunos intentos de restauración. Así, desde 1911, las fuerzas de los monárquicos exiliados se concentraron en Galicia, con la aprobación del gobierno español, para entrar en Portugal y restaurar devolver la corona a su monarca. Fueron encabezados por el carismático militar y diputado Henrique de Paiva Couceiro, veterano de las campañas africanas y único funcionario que luchó con audacia por el régimen durante la sublevación del 4 de octubre, y por el periodista y su mano derecha Álvaro Pinheiro Chagas. Creía De Paiva que bastaba una demostración de fuerza para que los campesinos portugueses se levantaran en apoyo de la restauración. Los hechos demostraron que estaba equivocado, porque además de estar mal preparado y mal financiado, la apática reacción del pueblo no estuvo a la altura de las expectativas. Gracias a ello, el gobierno republicano portugués logró rechazar las primeras incursiones monárquicas, y los rebeldes tuvieron que regresar a Galicia. Manuel apoyó como pudo estas incursiones, aunque sus recursos económicos, en los primeros años del exilio, fueron bastante limitados. Además, la primera incursión se realizó bajo la tradicional bandera azul y blanca, aunque sin la corona, y fue precedida por un manifiesto de De Paiva Couceiro que identificó al movimiento como neutral, y por el que se convocaba a un referéndum para decidir la forma del régimen. Una propuesta rechazada por Manuel, quien, como monarca constitucional legalmente jurado, no aceptaba ser sometido a referéndum. Solo tras intercambiar correspondencia y aceptar que la restauración se basaría en su persona y en la constitución de 1826, el rey depuesto comenzó a apoyar a los exiliados de Galicia. La segunda incursión tuvo lugar en 1912 y, aunque mejor preparada, no tuvo mayor éxito. Esto se debió a que el gobierno español, cediendo a las presiones diplomáticas ahora que la república portuguesa gozaba de un mayor reconocimiento, obligó a los conspiradores a elegir entre entrar en Portugal o ser desarmados. Tras el fracaso y la retirada, el gobierno español desarmó al resto de combatientes, cuya presencia en Galicia era, además, ilegal. Vida y muerte en el exilio El 13 de noviembre de 1913 Manuel II casó con la princesa Augusta Victoria de Hohenzollern y ambos fijaron su residencia en Twickenham (cerca de Londres). El depuesto rey jugó, ferviente anglófilo, hizo campaña entre los monárquicos de su país para que este entrase en la Primera Guerra Mundial del lado de los aliados. Durante su estancia en Twickenham dedicó su tiempo al disfrute de la música (llegó a ser un buen organista) y al estudio de la literatura. Mantuvo frecuente correspondencia con los doctores Jose Maria Rodrigues y Antonio Baiao, manifestando un gran interés por la historia de la literatura portuguesa. Escribió un enorme tratado sobre libros antiguos titulado Livros Antigos Portugueses, 1489-1600, Da Biblioteca de Sua Majestade Fidelíssima, descriptos por S. M. El-Rei don Manuel, publicado en Londres entre 1929 y 1935. Manuel II murió en su residencia inglesa el 2 de julio de 1932 a causa de un edema de garganta, sin dejar descendencia. Sus restos mortales fueron trasladados a Portugal ese mismo año, donde fueron enterrados tras un imponente funeral de estado en el panteón de la casa de Bragança, sito en el monasterio lisboeta de São Vicente de Fora. Al no dejar descendencia, la sucesión en los derechos al trono portugués pasó a la persona de Duarte Nuño de Bragança, primo de Manuel y descendiente de la línea dinástica tradicionalista nacida con Miguel I en 1828 y forzada al exilio en 1834. Duarte Nuño pasó a ostentar el título de duque de Bragança, reconocido por la república portuguesa. De hecho, Duarte Nuño pudo instalarse en Portugal del dictador António de Oliveira Salazar en 1952, falleciendo en 1976. Le sucedió en las pretensiones al trono Duarte Pio de Bragança, nacido en Berna en 1945, quien, a día sigue conservando las pretensiones al trono portugués. EL IMPOSIBLE REINADO DE TOMISLAV II DE CROACIA Rodeada y dependiente económicamente del III Reich, Yugoslavia se vio presionada dada vez más por Hitler para suscribir el Pacto del Eje (firmado en septiembre de 1940 por alemanes, italianos y japoneses), alternativamente mediante amenazas veladas y ofrecimientos diversos. Con su suministrador habitual de armamento (la fábrica checoslovaca Škoda) en manos alemanas, sin alternativa para abastecerse de armas, con una industria propia insuficiente para hacerlo y unas comunicaciones deficientes, el ejército yugoslavo se encontró en una situación desesperada ante las amenazas alemanas. Su despliegue era además inadecuado, extendiéndose por las fronteras de acuerdo a motivos políticos y no estratégicos. Ante esta situación, el 25 de marzo de 1941 el gobierno del regente firmó el Pacto en Viena, con las salvedades logradas de los alemanes, que incluían el compromiso de no estacionar tropas y ni de utilizar el territorio yugoslavo para la campaña contra Grecia. Sin embargo, el descontento serbio ante lo que se consideró una capitulación se tradujo en el golpe de estado del 27 de marzo, encabezado principalmente por algunos oficiales de las fuerzas aéreas. El general Dušan Simović, jefe de la aviación yugoslava, formó un nuevo gobierno. Mientras la multitud celebraba el golpe en las calles de Belgrado, en Ljubljana y Zagreb esta acción se veía sin entusiasmo como la decisión unilateral serbia de entrar en guerra. El regente se exilió (fallecería en París en 1976), proclamándose la mayoría de edad del rey Pedro II. A pesar de la impresión en la calle y en el extranjero, Simović trató desesperadamente de calmar a los alemanes, declarando su intención de mantener los compromisos del país, incluido el pacto recién rubricado, y nombrando un ministro de Asuntos Exteriores teóricamente pro-alemán. Hitler, enfurecido y dispuesto a destruir Yugoslavia, rechazó no obstante los intentos de conciliación del nuevo gobierno, ordenando a las pocas horas del golpe la invasión del país, que comenzó el 6 de abril de 1941 con un brutal bombardeo de Belgrado. El día anterior, el gobierno yugoslavo, tratando de reforzar su posición, suscribió un acuerdo de amistad y no agresión con la Unión Soviética, que finalmente no le reportó ayuda ninguna. El país se vio invadido por todas sus fronteras, salvo la que compartía con Grecia. El ejército real yugoslavo únicamente resistió once días. El 17 de abril se firmó la capitulación, e inmediatamente el rey Pedro II y su gobierno se exiliaron en Londres, mientras que Yugoslavia era inmediatamente desmantelada según los deseos de Hitler manifestados en sus órdenes de ataque del 27 de marzo. Así, Italia ocupó el sur de Eslovenia con Ljubljana, parte de Dalmacia, Montenegro —teóricamente independiente como reino, aunque sin rey— y, por el sur, junto a la Albania que habían anexionado anteriormente, Kosovo y el oeste de Macedonia. Alemania se apoderó del norte de Eslovenia y del Banato (noreste de Serbia), ante la negativa rumana a que Hungría se hiciese con el control de la región, que contaba con una minoría rumana. Se creó el Estado Independiente de Croacia (NDH), que incluía Bosnia y Herzegovina y la Sirmia (Serbia centro-oriental), aliado con la Alemania nazi. El nuevo país quedaba bajo ocupación militar conjunta italo-germana, con una línea de demarcación entre las ambas zonas. Serbia, que se mantuvo bajo control alemán, fue reducida más o menos a sus fronteras anteriores a 1912 bajo un gobierno militar colaboracionista. Vojvodina quedó en su mayor parte bajo control húngaro. Bulgaria ocupó, aunque sin poder anexionarla formalmente, la parte oriental de Macedonia. En Croacia, los alemanes ofrecieron en primer lugar el poder a Maček, el jefe del mayoritario Partido Campesino Croata. Este último, miembro del Gobierno camino del exilio, declinó la propuesta, aunque regresó a Croacia y reconoció al nuevo estado independiente, que quedó en manos de Ante Pavelić y sus ustaše, aunque oficialmente se constituyera como una monarquía. El monarca elegido fue Aimon de Saboya-Aosta (nieto del rey de España Amadeo de Saboya), que adoptó el muy emblemático nombre de Tomislav II aunque, por motivos de seguridad, nunca pusiera un pie en sus posesiones. La jerarquía católica, con el arzobispo de Zagreb monseñor Aloysius Stepinac a la cabeza, aceptó de buen grado la independencia de Croacia bajo la égida nazi. Estos reconocimientos se explican por el hecho de que Yugoslavia representaba para gran parte de los croatas un estado opresor, y que la autodeterminación de Croacia respondía a sus deseos. El nuevo estado croata fue dividido en zonas de influencia alemana e italiana. El régimen dictatorial de Ante Pavelić (titulado Poglavnik, palabra croata que viene a significar jefe del clan) comenzó por abolir el parlamento croata y proscribir toda oposición a su política. Desde la toma del poder por los ustaše, algunas unidades especiales sembraron el terror en las ciudades y pueblos de mayoría serbia asesinando a su población. La doctrina de los ustaše establecía que los únicos auténticos croatas eran los católicos y, en menor medida, los musulmanes. Los serbios, de religión ortodoxa, quedaban excluidos. Además, a imitación de la Alemania nazi, la nueva Croacia promulgó leyes raciales contra judíos y gitanos. Muchas iglesias ortodoxas de la región serbia incorporada de Sirmia fueron destruidas. En agosto de 1941 se establecía el campo de concentración de Jasenovac, donde fueron asesinados decenas de miles de miles de serbios, judíos y gitanos. Tras las primeras matanzas de serbios, los chetniks intervinieron en su defensa. Los italianos pronto llegaron a acuerdos con fuerzas chetniks, que quedaron bajo su protección y utilizaron los territorios bajo su control para atacar a croatas y musulmanes. Los mandos italianos los utilizaron contra los partisanos y como contrapeso a los ustaše. Las fuerzas armadas croatas se mostraron incapaces de proteger a la población de los ataques de los insurrectos, y Pavelić no detuvo las persecuciones de la población ortodoxa que alimentaban la revuelta. Los continuos desmanes de Pavelić provocaron un empeoramiento de sus relaciones con los mandos militares alemanes de la región. Un movimiento de resistencia de obediencia comunista, los partisanos antifascistas, emergió durante el verano de 1941, dirigido por el croata Josip Broz, conocido como Tito, un comunista ya organizador de las Brigadas Internacionales que lucharon en España. En 1943, de un total de 26 divisiones de partisanos, 11 se encontraban en Croacia. Los partisanos se abrieron ampliamente a los serbios perseguidos por los ustaše, aunque como estos fascistas locales y los alemanes eran cada vez peor vistos por muchos croatas y musulmanes, muchos de ellos se unieron igualmente a los partisanos, capaces ahora de liberar amplias zonas del territorio. En definitiva, un complejo entramado que daría lugar a una elevada proporción de víctimas mortales, calculadas en torno al millón de muertos en Yugoslavia durante todo el conflicto. La guerra, como vemos, dejó un saldo espeluznante. Entre la invasión de Yugoslavia en abril de 1941, y su completa liberación en mayo de 1945, además de los enfrentamientos estrictamente militares, el país quedó marcado por una serie de matanzas de una considerable magnitud que dejaron una huella de odio muy duradera. En primer lugar, destacamos las masacres de serbios cometidas por los ustaše, en el momento inmediatamente posterior a su toma del poder, en mayo de 1941. En su zona de ocupación, el ejército italiano se opuso frecuentemente a esas atrocidades. Las víctimas de los campos de la muerte, como el mencionado de Jasenovac, afectaron a los judíos yugoslavos, serbios y gitanos, de forma que, ya en el periodo final de la guerra, muchos croatas acabaron oponiéndose a los ustaše. A su vez, los chetniks serbios asesinaron también a musulmanes y especialmente a croatas, principalmente en Bosnia-Herzegovina y en el Sanjacato. Los partisanos ejecutaron igualmente a muchos de sus adversarios políticos. Tras la liberación, los británicos entregan a Tito los restos del ejército y de los funcionarios de Pavelić (que logró huir con algunos seguidores a Argentina y acabaría falleciendo en Madrid, donde se encuentra enterrado, en 1959) que se les habían rendido, junto con sus familias, en el pueblo fronterizo austríaco de Bleiburg. En total, algunas decenas de miles de personas, casi todas exterminadas en las posteriores marchas de la muerte, por las que se recorrieron centenares de kilómetros hasta su agotamiento. Y lo mismo sucedió con unos 10.000 eslovenos de la guardia blanca, soldados bajo mando alemán que combatieron a los partisanos y que en mayo de 1945 fueron devueltos desde Austria por los británicos para ser ejecutados. Rusia Imperio austrohúngaroTerritorios del Imperio austríaco[editar • editar código] Imperio Austriaco (Cisleitania): 1. Reino de Bohemia, 2. Ducado de Bucovina, 3. Ducado de Carintia, 4. Ducado de Carniola, 5. Reino de Dalmacia, 6. Reino de Galitzia y Lodomeria, 7. Reino de Iliria, 8. Baja Austria (Archiducado de Austria), 9. Margraviato de Moravia, 10. Ducado de Salzburgo, 11. Ducado de Silesia, 12. Ducado de Estiria, 13. Condado del Tirol, 14. Alta Austria (Archiducado de Austria), 15. Estado de Vorarlberg; Reino de Hungría (Transleitania): 16. Reino de Hungría 17. Reino de Croacia y Eslavonia; Condominio austro-magiar: 18. Bosnia y Hercegovina. Reino de Bohemia (Königreich Böhmen) Reino de Hungría (Königreich Ungarn) Reino de Iliria (Königreich Illyrien) Reino de Dalmacia (Königreich Dalmatien) Reino de Galitzia y Lodomeria (Königreich Galizien und Lodomerien) Reino de Croacia y Eslavonia (Königreich Kroatien und Slawonien) Reino de Lombardía-Venecia (Lombardo-Venezianisches Königreich) Archiducado de Austria (Erzherzogtum Österreich) Ducado de Carintia (Herzogtum Kärnten) Ducado de Carniola (Herzogtum Krain) Ducado de Salzburgo (Herzogtum Salzburg) Ducado de Silesia (Herzogtum Schlesien) Ducado de Estiria (Herzogtum Steiermark) Ducado de Bucovina (Herzogtum Bukowina) Ducado de Serbia y Tamis Banat (Woiwodschaft Serbien und Tamisch Banat) Banato de Temesvar (Temescher Banat) Gran Principado de Transilvania (Großfürstentum Siebenbürgen) Margraviato de Moravia (Markgrafschaft Mähren) Condado del Tirol (Gefürstete Grafschaft Tirol) Condado de Gorizia y Gradisca (Grafschaft Görz und Gradisca) Estado de Vorarlberg Margraviato de Istria (Istrien) Ciudad Libre Imperial de Trieste Provincia imperial de Bosnia y Herzegovina Imperio alemán (Hohenzollern y casas gobernantes en los reinos alemanes del Imperio). La composición del Imperio Alemán de 1871 era la siguiente (25 Estados): Rno. = Reino; G.D. = Gran Ducado; D = Ducado; Pr. = Principado; C.L. = Ciudad Libre 1. Rno. Prusia 2. “ Baviera 3. “ Sajonia 4. “ Württemberg 5. G.D. Baden 6. “ Hesse-Darmstadt 7. “ Sajonia-Weimar 8. “ Oldenburg 9. “ Mecklenburg-Schwerin 10. “ Mecklenburg-Strelitz 11. D. Braunschweig 12. “ Anhalt 13. “ Sajonia-Altenburg 14. “ Sajonia-Coburgo-Gotha 15. “ Sajonia-Meiningen 16. Pr.Schwarzburg-Rudolstadt 17.” Schwarzburg-Sondershausen 18. “ Waldeck 19. “ Reuss/Línea Antigua 20. Pr. Reuss/Línea Joven 21. “ Lippe 22. “ Schaumburg-Lippe 23. CL Hamburg 24. “ Bremen 25. “ Lübeck Montenegro Imperio otomano-Turquía España. Único caso de restauración monárquica. Albania Islandia (reino de Islandia, existió hasta 1944) Irlanda Yugoslavia Vaticano 1922 Croacia Italia (el principado curioso actual) Hungría Rumanía Bulgaria Grecia Finlandia Irlanda