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Objetividad y subjetividad en la educación - Hugo Pérez Caal

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UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA
Objetividad y subjetividad en la educación,
¿conflicto o complementariedad?
ENSAYO
HUGO RENÉ PÉREZ CAAL
Guatemala, 2016
Objetividad y
subjetividad en la
educación, ¿conflicto o
complementariedad?
Introducción
Este ensayo ha surgido de la idea fundamental, de que es con el establecimiento
de lazos afectivos, solidarios y comprometidos, entre los seres humanos, entre las
naciones, entre el sujeto y el planeta, que rescataremos el deteriorado mundo en
que vivimos.
Para ello expongo las raíces epistemológicas y prácticas de los términos objetividad y subjetividad, así como su génesis histórica. La objetividad y la subjetividad
son en esencia una contradicción dialéctica entre nuestra dualidad objeto-sujeto,
por lo que debe entenderse que es posible superarla.
He matizado cada una de ellas en cuanto a sus líneas de acción, así como su relación con la grave problemática global, que incluye las divisiones entre pedagogías tradicionales de corte objetivista y pedagogías modernas de corte subjetivista.
Se concluye con la necesidad de abordarlas desde sistemas pedagógicos y curriculares que conceptúen ambas como las dos caras de una misma moneda, cuyo
valor de cambio (en tristes términos capitalistas) se ejerce, solo si la moneda es
una, ni solo cara (objetividad) ni solo escudo (subjetividad).
Desarrollo
Definiré cada uno de los términos clave de este problema, para luego pasar a su
análisis. A pesar de la multiplicidad de conceptos y concepciones de educación,
construiré uno acorde a las necesidades del problema, por lo que educación es
una acción humana que con base en cierta conceptualización pedagógica y cierto
enfoque curricular que instrumentaliza esa pedagogía, permite conformar personas con mayores niveles de conocimiento. Se trata de una definición operativa
pero circunscrita al accionar sistemático, esto es, la educación en una institución
creada para ese fin. No se incluye en este ensayo, otras acciones culturales que
también educan, como las que ejercen los medios de comunicación, los grupos
sociales (familia, trabajo, iglesia, etc.) y otros.
Es necesario definir lo que se entiende por objetividad y por subjetividad. Para
ello, haré un análisis de las mismas que conduzca a su definición pero también a
su caracterización. La educación es esencia un proceso de conocimiento, y por
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ello es una epistemología. En este nivel, el proceso se generaliza como una relación entre un objeto y un sujeto. En un mundo material, todo es objeto, hasta el
mismo sujeto, pero éste último tiene digamos una capa que lo diferencia de los
demás objetos, y es su capacidad de conciencia y apercepción consciente, eso le
da su status de sujeto.
Ambos, sujeto y objeto, gramaticalmente son sustantivos. Cuando se alude a la
objetividad se está adjetivando el objeto, se convierte en característica universal.
Lo mismo sucede con subjetividad, es el adjetivo universal correspondiente al sujeto. Epistemológicamente hay dos posturas frente a la esencia del conocimiento,
o bien se encuentra esa esencia en el objeto, generando así el Realismo, o bien
se encuentra en el sujeto generando así el Idealismo epistemológico.
La objetividad es la característica principal del Realismo y la subjetividad caracteriza principalmente al Idealismo Epistemológico. La educación sistemática es un
proceso epistemológico dado que se ocupa de apoyar al estudiante en su meta de
adquirir conocimiento, y como tal, puede realizarse bajo una concepción Realista o
bajo una concepción Idealista epistémica.
La influencia en el sistema educativo guatemalteco, de los sistemas utilizados en
Europa desde el siglo XV en que se consolidan sus universidades y otras instituciones educativas, es determinante. Con el Renacimiento que en la ciencia y la
filosofía privilegian el cientificismo (Positivismo) de corte objetivista, y el positivismo que elimina la postura subjetivista al fundar el escepticismo metafísico, se colocan las bases de la educación que se extendió en sus dominios conquistados y
a lo largo de los siglos hasta hoy, matizándose por pedagogías como la basada en
el conductismo, o más recientemente, como el e-learning, la pedagogía para el
trabajo, la instrucción programada y otras.
La educación tradicional entonces privilegia el objetivismo, y la objetividad se convierte en su método. La subjetividad se relega a la práctica no científica y con ello
queda fuera de los contenidos del currículum. Las corrientes pedagógicas tradicionales, terminan de fundamentar el uso de la objetividad como método para presentar la realidad. Al final, toda educación es una mediación entre la realidad ob3
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jetiva y el sujeto que desea aprenderla, y para tener éxito en esa tarea, el objetivismo positivista y su instrumental pedagógico-curricular, despliegan un proceso
centrado en la enseñanza de contenidos, con una visión casi angelical de la ciencia y que postula como visión del ciudadano a una persona que percibe objetivamente su realidad y en el mejor de los casos, la transforma para su beneficio.
Pero la historia registra también esfuerzos por dar su lugar al subjetivismo epistemológico1, desde una perspectiva fenomenológica, y que busca incorporar la
perspectiva humana de ese sujeto en la acción educativa, surgiendo así pedagogías como la holista de Maturana, la del pensamiento complejo de Morin, las de la
pedagogía de la liberación y de la esperanza de Freire, y otras.
Finalmente es importante destacar lo que incluso algunos científicos expresan de
la propia ciencia y el camino equivocado que ha tomado desde la perspectiva
misma de la ciencia y de su transferencia en la educación. En ese sentido, Bunge
(cf., 1996, pág. 15) indica con relación a la concepción absolutista de la ciencia,
que son dos los grandes errores sobre la concepción tradicional de la misma (propalada desde Aristóteles): el fundamentalismo (que su punto de partida es absoluto independiente del modo en que se aborde) y el infaliblismo (que su conocimiento no tiene falla, es seguro, infalible). En la educación se presenta lo objetivo (la
ciencia como su principal ejecutor) con esas características, que caen en el dogmatismo científico y provocan en el estudiante admiración y pleitesía a la misma.
Hasta aquí, la génesis de las pedagogías objetivistas y subjetivistas. Ahora corresponde formular las definiciones de objetividad y subjetividad. Objetividad es
según Allport (1974, pág. 15) “es el esfuerzo por reducir al mínimo la influencia de
la actividad del observador sobre lo que se observa”. En cuanto a subjetividad, es
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Este subjetivismo epistemológico es distinto del subjetivismo ontológico que junto al relativismo constituyen una de las lacras sociales que actualmente destruyen la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, al
favorecer un escepticismo generalizado por sobre todo el conocimiento, y postular cierto libertinaje en
cuanto a poner la verdad y la realidad misma al servicio del poder.
El subjetivismo epistemológico es una acción un poco más ingenua, que considera que dado que el sujeto
participa del proceso de conocer, es él quien determina, su propia realidad. Lo rescatable en esta postura,
es el hecho de que efectivamente el sujeto participa del conocer, y que su propia constitución perceptiva,
pero también valorativa, contribuye a conceptuar la realidad, bien sea desde su propia razón, bien sea
desde su propia emocionalidad, o de ambas.
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la interpretación que sobre lo que se observa tiene cada sujeto. Ambos se constituyen en métodos de percepción de la realidad, pero la educación es una mediación de la percepción de la realidad, que el currículum prevé y que el docente ejecuta y en el mejor de los casos, el estudiante vivencia.
Es claro que no se pretende desacreditar la objetividad, por cuanto es el mecanismo experiencial que permite el aprendizaje significativo. Esto suponiendo una
institución educativa equipada con un currículum adecuado para tal efecto. En
nuestro sistema educativo, esta objetividad en la mayoría de casos queda relegada por la falta de recursos, convirtiéndose en una descripción insuficiente, que
forma estudiantes espectadores, pasivos y dogmatizados.
La objetividad es necesaria entonces, como mecanismo de demostración de los
principios que la educación imparte, no solo de la ciencia, sino del conocimiento
en general, porque provoca en la mente un universo pensado que es reflejo bastante aproximado del universo real. Como método, su práctica constante se convierte en una actitud. Como actitud, la objetividad tomada de forma radical, puede
convertirse en un serio problema para el conocimiento completo de la realidad incluyendo el autoconocimiento. Se debe estar consciente de que para conocer y
aprender la realidad no basta con saber que es, sino que debe incorporarse el
como parece ser, que es un campo de la realidad subjetiva que también está presente en el proceso epistemológico, se quiera o no.
La subjetividad es, desde el punto de vista biológico, el cúmulo de percepciones
de cada persona respecto del mundo, es una estructura de pensamiento que le
permite conceptuar la realidad, e interactuar con ella. Desde su humilde postura,
no pretende en principio, más que cumplir el imperativo fundamental que como
organismo tiene: sobrevivir y pasar a la próxima generación. Desde esa perspectiva, la persona es primero un objeto, un organismo vivo con una base genética
instintiva (el id de Freud). Con la evolución de su conciencia, esa base instintiva
da cabida en su espacio, al bagaje cultural que recibe desde la educación natural
y la educación sistemática (el yo de Freud), que dependiendo de la historia de cada persona, puede suceder que el inquilino (la conciencia relativamente objetiva)
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se convierta en el casero, subsumiendo su subjetividad en parte (subconsciente),
empleando una serie de mecanismos que ya Freud (cf., como se citó en Cohen,
1982, pp. 36-52) señalaba, como la represión (olvide relativo), regresión (uso de
patrones de conducta inmaduros), la sustitución (cambio por un objeto más asequible), la racionalización (uso de una lógica errónea para justificar algo) , la identificación (introyección o proyección de lo no conseguido), la disociación (objetivar
lo subjetivo) y la agresión. Patrones todos ellos que la conciencia (el ego) utiliza
para someter la subjetividad. El superego de Freud, tiene una función sancionadora frente a la pugna objetividad-subjetividad en la personalidad, en la que siempre la subjetividad sale perdiendo, y por la que se usan los mecanismos de defensa señalados. En el superego, parte de la conciencia, puede encontrarse la actitud
de objetividad, desde la cual, dependiendo del grado de apertura mental de cada
persona, puede erigirse también en sancionador de la actividad subjetiva. Queda
claro entonces, que sí existe un conflicto objetividad – subjetividad, que se refleja
en todo el accionar humano, incluyendo la educación.
Las pedagogías de corte subjetivista, tratan de rescatar esa parte de la personalidad, que se ha dado en llamar condición humana, definida esta como,
“…un término que abarca la totalidad de la experiencia de ser humanos y de vivir
vidas humanas. Como entidades mortales, hay una serie de acontecimientos biológicamente determinados que son comunes a la mayoría de las vidas humanas, y
la manera en que reaccionan los seres humanos o hacen frente a estos acontecimientos constituye la condición humana.” (Naranjo, s. f.)
Existen bases biológicas que explican el mecanismo de construcción de la subjetividad, Maturana & Varela (2009, pág. 21) exponen al respecto…
“que los fenómenos asociados a la percepción se entienden solo si se entendía el
operar del sistema nervioso como una red circular cerrada de correlaciones internas, y simultáneamente se entendía que la organización del ser vivo se explicaba
a sí mismo al verla como un operar circular cerrado de producción de componentes que producían la misma red de relaciones de componente que los generaba
(teoría denominada posteriormente como autopoiésis).”
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La autopoiésis constituye el mecanismo por el cual el humano se construye a sí
mismo, desde la percepción, vale decir su experiencia tanto vivencial como especialmente educativa. Va construyendo desde que nace, con ayuda de la subjetividad de sus padres que implica el amor, la ternura, la protección y toda esa gama
de recursos subjetivos que son vitales para acompañar el crecimiento humano,
pero que conforme se crece en edad, en muchas áreas de la vida se va alejando
de ese clima afectivo, para insertarse en la fría sobrevivencia social de la que la
educación se constituye en su principal aliado pero cuyo enfoque pedagógico tradicional, le conduce por los camino de la objetividad, aunque sea solo en el sentido del abandono de la subjetividad, aparentemente “madurando” que de fondo
significa la aceptación de las estructuras sociales y culturales, principalmente de
sus instituciones de control. Esto que en principio no es del todo mal, se constituye en un avasallamiento de la objetividad por sobre la subjetividad, a la que se
prohíbe expresar. Se trata del ejercicio del poder, a nivel de todos los grupos, en
donde la subjetividad pasa a un plano instrumental, donde ya no es el fin sino solo
un medio para manipular al oprimido. Y la subjetividad también se convierte en
una actitud, que desafortunadamente en la mayoría de personas, le conmina a
aceptar su condición humana, a mancillar su dignidad, y a tejer un mundo ajeno
(plagado de mecanismos de defensa freudianos), en el que encuentra magros satisfactores que sobrevalora, y al que recurre en busca de consuelo. Llámese a
veces religión, u otro tipo de filiaciones sociales que solo cierran el círculo de la
subjetividad y no cuestionan críticamente las relaciones de poder y su solución.
Así es como se caracteriza en buena parte, el conflicto objetividad-subjetividad.
He querido hacer un mapa de la subjetividad, a riesgo de no ser totalmente incluyente, pero que en el contexto de este ensayo exploratorio, creo oportuno describir. Una región basta y poco explorada de la mente subjetiva es la que colinda
con la ancestral animalidad, esto es, lo instintivo. Por autopoiésis, el animal se
culturiza y agrega regiones a su subjetividad: la proyección de sus instintos, crea
la región de las emociones y sentimientos; la internalización de su cultura, crea la
región de sus creencias y tradiciones; la vida social traducida en normativas, le
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crea un marco ético (y jurídico, aunque éste es de corte objetivista) del que cada
persona decide qué y por qué obedecer.
Toda persona vista como organismo, conoce la realidad por su percepción. Ambas metodologías, la objetividad positivista y la subjetividad fenomenológica, construyen la imagen pensada del universo real. Esto significa que en la conciencia y
la memoria, existe un edificio cognitivo de información, de ideas, de las cuales hay
un amplio espectro que van desde aquellas altamente objetivas hasta otras totalmente subjetivas. La proporción entre unas y otras determina el tipo de persona:
desde fríos científicos o individuos calculadores, hasta pusilánimes seres presa de
sus propios miedos, fantasías, angustias, etc. Entre esos extremos, estamos usted lector y yo. Aunado a eso, sucede que todos tenemos claro que en algunos
contextos y tipos de experiencia, la objetividad es indispensable (como el estudiar,
desempeñar un trabajo o emprender una investigación, etc.), y en otras situaciones la subjetividad es el justo método (al amar al otro, al disfrutar de una obra de
arte, o al alertarnos frente a una agresión).
Buena parte de la extensa e intrincada problemática que el humano enfrenta actualmente, es debido a que algunas se han ido a uno de dos extremos:
1. Al extremo de la objetividad que desprecia lo subjetivo, como la educación
tradicional fundada en el autoritarismo, y que ha producido ejércitos de individuo sin mayores lazos afectivos con otros, ni con su labor, ni con el planeta, y que por ello no adquieren compromisos serios con la solución de los
problemas.
2. O al extremo de la subjetividad que rechaza lo objetivo por considerarlo
opresor, incomprensible y dictatorial, como el dogmatismo religioso, y que
ha producido ejércitos de individuos ajenos de los otros, que instrumentalizan la subjetividad para manipular a otros, o que son manipulados con extrema facilidad dado su tendencia conformista y creyente.
Dada nuestra dualidad objeto-sujeto, que aunque conflictiva como toda contradicción dialéctica, también tiene la oportunidad de resolverse para pasar a otro estadio del desarrollo de la materia, en el que la característica principal será la visión
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de complementariedad entre la objetividad y la subjetividad, en la que el sujeto es
capaz de conocer el mundo y así mismo, con objetividad; pero que también es
capaz de manifestar su subjetividad frente a esa realidad, asumiendo emocionalmente compromisos para con los otros (algo que la objetividad no comprende),
uniéndose con lazos afectivos a esa realidad, de manera que luche no por egoísmo, sino por amor a todo.
Por ello, es ingente asumir una educación más integral, que rescate la objetividad
como posibilidad de racionalizar la imagen del mundo en nuestra mente, y que la
integre a nuestra condición humana subjetiva por excelencia, para abordar esa
realidad objetiva, además, con ojos afectivos, con acciones amorosas y creativas,
con un protagonismo que busque la dignificación del otro, bajo la óptica de una
nueva ética producto de normar en solidaridad y cooperación para la felicidad total
y de todos. Observen la cantidad de términos subjetivos empleados en este párrafo, y que ubicados en el contexto adecuado, con la complementariedad de la objetividad, deben producir una verdadera humanidad.
Conclusiones
Tanto la objetividad como la subjetividad son formas de percepción de la realidad,
también son métodos pedagógicos, y se convierten también en actitudes frente a
la vida.
Vistas aisladamente, la objetividad y la subjetividad son perspectivas mutuamente
excluyentes, contradictorias y en conflicto.
Dada nuestra dualidad sujeto-objeto, es posible conciliar las posturas antagónicas
de la objetividad y la subjetividad, comprendiendo que lo que la objetividad desdeña, es la llave que abrirá las puertas al compromiso profundamente arraigado en
las más puras emociones que son capaces de unir al mundo.
La realidad actual con su problemática, requiere un abordaje educativo para las
presentes y futuras generaciones, que sea integral, holista o de pensamiento
complejo, porque desde estas perspectivas pedagógicas se logra superar el conflicto y llegar a comprender la necesidad de conceptuarlas y practicarlas como
complementarias.
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El problema inicial de este ensayo, la objetividad y la subjetividad en la educación
¿conflicto o complementariedad?, se resuelve con la tesis, con la síntesis: Objetividad y subjetividad son conflicto y son complemento. Basta con educar incluyendo a ambas, para mejorar la calidad de la condición humana.
Referencias
Allport, F. (1974). El problema de la percepción (Vol. 33). Buenos Aires, Argentina: Nueva Visión.
Bunge, M. (1996). Intuición y razón. Buenos Aires, Argentina: Sudamericana.
Cohen, J. (1982). Psicodinámica de la personalidad. Temas de Psicología (9). México: Trillas.
Maturana, H., & Varela, F. (2009). El árbol del conocimiento, las bases biológicas del entendimiento
humano. Santiago de Chle: Universitaria.
Naranjo, B. (s. f.). Calameo. Obtenido de http://es.calameo.com/books/0005321338aab6a4b0450
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