1 Con el recuerdo de papá, mamá y el abuelo, quienes me acunaron en mis primeros cuentos e historias. 2 PRÓLOGO PEDRO, SU PAPÁ, SU MAMÁ Y SU FAMILIA Mi esposa María Angélica y yo unimos nuestra vida como esposos al encontrarnos como jóvenes trabajando en la Acción Católica y los Scouts. Desde el primer momento nuestra vida fue tratar de acrecentar nuestro amor, sirviéndonos uno al otro como esposos. Entregándonos plenamente a ser felices no solamente en la intimidad de nuestra casa, sino en el servicio en la Parroquia, en los Scouts, en la Acción Católica, en todo aquello que nos hacía crecer cada día más cristianamente y humanamente con un compromiso de vida. En este tiempo conseguimos compañeros de ruta, amigos, asesores, matrimonios y, finalmente, niños y jóvenes que hoy siguen unidos a nuestras vidas, acompañándonos. De nuestro matrimonio Pedro Agustín fue nuestro primer hijo. Cuando nació estábamos trabajando en el Grupo Scout. Yo estaba en la Manada y mi esposa, sin ser scout, me acompañaba en todo. Esto hizo que seis meses después de nacer Pedro, cuando llegó la fecha del Campamento de Verano, al cual yo tenía que asistir, me pregunté cómo hacer para no dejar a mi esposa y a mi hijo solos. Con Angélica decidimos ir los tres de campamento. Por eso Pedro con seis meses de edad ya tuvo su primer campamento scout. Fue en el Vivero de San Clemente del Tuyú que por aquel entonces se encontraba a un kilómetro del pueblo. Hoy recuerdo con cariño ese Campamento. Puedo decir que por dos cosas que me sirvieron toda la vida: 1. No tenemos límites cuando queremos servir. Siempre hay un camino; donde posiblemente necesitemos ayuda, que deberemos buscar con humildad. 2. Nos mostró a mi esposa y a mí que en nuestra vida podíamos vivir aventuras nuevas en cada día de trabajo dentro del Scoutismo. Estas aventuras podrían formarnos a nosotros y a nuestros hijos -estos fueron cinco. Cuatro varones y una mujer. Hoy siguen unidos y trabajando en aquel ideal de B-P: "Dejar el Mundo mejor de cómo lo encontraron" Pedro, al hacer suyos mis ideales, hoy renueva en mí todo aquello que me llevó a trabajar por muchos años en el Scoutismo, cumpliendo con lo que se me pedía como hermano scout: "Ser Leal" Oso Tranquilo PD: María Angélica no fue scout (por la Promesa) Pero nos acompañaba a todos los Campamentos Scouts que hacíamos. Así, fue Ayudante, Cocinera, Madre, Esposa, Amiga… Siempre silenciosa y prudente. Con una gran sabiduría y una profunda fe en el "Gran Jefe". TE AGRADEZCO 3 Nada nos es completamente propio. Aquello que poseemos, que ideamos o que logramos no solo está delimitado por nuestro propio esfuerzo, capacidades y posibilidades. A cada paso podemos descubrir que surge un condimento que no pertenece a nuestro especiero. En cada acción que emprendemos siempre existe un extra que está en manos de los otros, de las circunstancias e incluso de lo que nos depare la diosa fortuna. Conscientes o no de esta magnífica telaraña de hechos y personajes lo que se cuece en mi olla está sazonado con lo que me dictó el corazón y con lo que descubrí en el corazón de los demás. Por esta razón es que necesito agradecer a todos los que estuvieron presentes cada vez que dibujaba una letra o coloreaba una frase. Agradecer y transmitir con estas palabras mi gran cariño y respeto por el sitio que ocupan en mi vida. Así es que: Te agradezco papá Emilio, Oso Tranquilo, por rodearme de tu amor y el de la Familia, apuntalándome en lo espiritual como en lo económico. Les agradezco Nehuén y Suyai, mis hijos, por mantenerse atentos tanto a mi suerte como a la del libro, y ser constante fuente de inspiración. Te agradezco Eli, compañera fiel, por dar todo sin esperar nada a cambio. Te agradezco padre Francisquito por historias como "La Fiesta de las Lámparas", caldo de mi formación. Les agradezco Jorge, Zorro Azul, y Lucía por ser continua voz de aliento y mesa de discusión. Les agradezco Akela Vilma, Coco Alaniz, Carlitos Fernández, Miguel Carcuro, Carlos Ciotta, Akela Doly, Maestro Mario Arroyo, por ser ejemplo de lo que significa ser Dirigente Scout. Te agradezco Andrés Ambrosetti Kicinski por tu ayuda con el idioma polaco y tu hermandad a la distancia. Les agradezco Craig Turpie, John May, Mario Díaz por conocerlos y al hacerlo, reafirmar mi camino con este escrito. Te agradezco Gustavo Álvarez, por tu interés, por tus buenos consejos, por tu ayuda desinteresada, por tu avidez en la lectura y no hacer nada a medias. Finalmente, les agradezco a ustedes, mis lectores, por ser el fin último de lo que intento transmitir y gusto en brindar. 4 INDICE SER EDUCADOR SCOUT: TAREA Y APRENDIZAJE……………………………7 SIGUIENDO LA HUELLA……………………………………………………………..9 SIEMPRE LISTO………………………………………………...............................15 BUCHIDO, EL CÓDIGO DE HONOR……………………………………………...18 HOY, MAÑANA, EL DÍA DESPUÉS……………………………………………….21 SIEMPRE FIEL……………………………………………………………………….27 DESAFÍO DEL ZORRO……………………………………………………………..30 FIESTA DE CUMPLEAÑOS………………………………………………………...35 SERVICIO DE AVENTURA…………………………………………………………39 UNA BILLETERA…………………………………………………………………….49 DÍA DE PESCA……………………………………………………………………….57 LOS MERODEADORES…………………………………………………………….62 EL SAPO Y EL ZORRO……………………………………………………………..72 NOCHE DE CAMPAMENTO………………………………………………………..80 LA FIESTA DE LAS LÁMPARAS…………………………………………………..87 EL MENSAJE…………………………………………………………………………91 EL ÚLTIMO HITO…………………………………………………………………..102 AKELA……………………………………………………………………………….106 JOSÉ Y SU NIDO…………………………………………………………………..108 5 "La inspiración no es un privilegio exclusivo de los poetas o de los artistas. Siempre ha existido y existirá una categoría de personas que están expuestas a la inspiración. Son, sobre todo, esas personas que han tenido la suerte de poder elegir un trabajo que les agrada; para ellas la vida es una aventura. La inspiración, sea lo que sea esto, nace siempre de un eterno -yo no séIsaac Newton SER EDUCADOR SCOUT: TAREA Y APRENDIZAJE 6 “El que sueña solo, sólo sueña. El que sueña acompañado construye” Hélder Cámara Arzobispo brasileño Soy Dirigente scout. Educador scout. Desde chico viví la aventura del Movimiento y descubrí sus valores. Gracias a ello "soy lo que soy", como dice la canción, si bien eso que soy no siempre fue lo mejor, lo más bueno, ni significó siquiera lo más conveniente. Pero aquí estoy, "re calculando", consiente que mi vida continúa y que todavía tengo tiempo de cambiar y mejorar, de progresar, de alcanzar sueños y cumplir metas. Mi vida scout, como la tuya, se compone de una infinidad de experiencias que fueron y son únicas. Experiencias que nos alegraron, otras que nos entristecieron. Unas que recordamos como positivas y vivificantes y otras negativas o vergonzosas. Buenas o malas, lindas o feas, todas ellas tienen algo importantísimo en común: el sello de ser propias, personales y con el valor agregado que les da lo simple y original. ¡Una auténtica experiencia de vida! Como tales, nuestras experiencias de vida guardan una enseñanza que está a flor de piel, gritándonos toda su verdad, invitándonos a reflexionar, a meditar su trascendencia. Y esto es lo que quiero transmitirte… Y compartir. El método que escogí para hacerlo es simple, intentaré entablar un diálogo en el que podamos reflexionar en voz alta, libremente. Para hacerlo voy a transmitirte una historia de mi vida scout, de nuestra vida scout. Historia que no dejará de entremezclar lo ficticio con lo real. Contarte un cuento de esos que gustamos narrar alrededor del fuego. Quizá coincidas en las conclusiones que desgrane, cuando las haga; quizá solo coincidas en parte. Tal vez, directamente, no coincidas. ¡No importa! Baden Powell decía que para llegar a ser un buen Dirigente scout existe un elemento, un secreto, que está completamente en nuestras manos: la experiencia propia. Tengamos en cuenta que esa experiencia no solo se moldea con lo que hacen nuestras manos. También necesita de nuestros labios, para contarle al otro cómo lo hago. Y por sobre todo necesita de nuestros oídos, para escuchar cómo lo hacen los demás. Uniendo nuestras experiencias y conocimientos, reflexionando libremente lo que vivimos y compartiéndolo, ganaremos en lo que queremos ser: mejores personas, mejores scouts, mejores Educadores. Creo que puedo afirmar que a cualquiera de nosotros nos agrada el trabajo que realizamos en el Movimiento, que tuvimos suerte de elegir ser scouts. 7 Entonces también puedo decir que podemos inspirarnos, que debemos inspirarnos para llevar a cabo esta tarea. Quizá no llegará a ser una inspiración genial como resultó para Newton al "atajar la manzana en su mano" y explicarle luego al Mundo qué es aquello de la gravedad y las leyes físicas que la gobiernan. Tampoco tendrá la emoción, la plasticidad y el final del gol de Maradona a los ingleses en México o la apoteosis de la Novena Sinfonía de Beethoven, pero será la que precisemos para un juego divertido, una narración en el momento justo, un campamento inolvidable o una actividad “copada”. Newton logró la inspiración con trabajo, con estudio, siguiendo sus sueños, queriendo aprender lo que no sabía. Allí estaba su objetivo: conocer, explicar, lograr comprender lo que en primer lugar acepta que no sabe. Crecer, desarrollarse, superarse, madurar nuestra inspiración es el objetivo por el cual integramos el Movimiento, aunque no lo sepamos. El objetivo por el cual participamos de una Experiencia de Formación, aunque solo lo interpretemos en parte. El motivo por el cual compartimos con un amigo, si bien esto es algo que captamos con el corazón y no con el intelecto. También es el objetivo que está detrás de estas historias, aunque tengan una tonada sencilla y parezca presuntuoso su cometido final. Que Aquél a quien debemos la fe sonría con nuestro crecimiento. Que nuestro hermano vele para que ese crecimiento sea posible. Y que nosotros no le tengamos miedo al compromiso que significa participar en el crecimiento de los demás y en aceptar que "yo no sé" PD: Dos de los relato que te comparto ya los incluí en dos libros anteriores. Si leíste alguno de ellos, perdón por reiterarme, pero creo que estas historias se merecían un lugarcito entre estas páginas. [email protected] SIGUIENDO LA HUELLA 8 "¿Por quién es la admiración espontánea de un muchacho de doce años? ¿Por un sabio? -por cierto que no- ¿Por un santo? –tampoco Es por un muchacho un poco mayor o más fuerte que él y que posee ciertas cualidades, con las que jamás soñó la mayoría de quienes están a cargo de su educación" Pierre Bovet Psicólogo, Pedagogo y Scout suizo Estoy nervioso. No tanto como el día que formulé la Promesa de Lobato, creo que ahora se trata más de ansiedad que de nervios. El día de mi Promesa fue imborrable. Me desperté tan temprano como cuando salíamos de Cacería o de Campamento. Los minutos haciéndose eternos, la hora que no pasa nunca. Es día llegué al Grupo, por lo menos, media hora antes que lo habitual para las actividades de sábado; bien peinadito y limpito, la ropa más radiante que nunca y acompañado por la familia en pleno. Ese era el origen de mis nervios aquel día: mamá, papá, los abuelos, los tíos. Sabía la Promesa de memoria; aprendérmela había resultado sencillo, pero tenía que repetirla delante de todo el mundo… ¿Si me equivocaba? "No te preocupes" me dijo Akela, "va a ser como la charla que tenemos ahora, pero con más gente. Vos mírame a mí y va a salir bárbaro" Tuvo razón. Cuando llegó el momento de la Ceremonia solo me preocupé en poner atención a sus palabras. Todo ocurrió como me lo pintara el sábado anterior. Al acercarme delante de Akela ya me había tranquilizado bastante. Y cuando sonrió preguntando "¿Qué deseas?", mucho más. Parecía que estábamos en la Roca del Consejo, así de fácil. En cambio las ansias de hoy en día, con un poquitín de nervios, no lo voy a negar, se debe al Pase a la Unidad. Quiero que todo pase rápido, de la misma manera que siempre deseo que mi cumpleaños llegue pronto, así tengo uno más y soy un poco más grande. Mi paso por la Manada fue genial. Lo más complicado fue mi primer día, en todo sentido: porque fue larga la espera y al llegar, hubo que vivirlo. Ingresé cuando faltaba un par de meses para que cumpla ocho años. No pude entrar al momento de cumplir los siete porque eso ocurrió en noviembre cuando estaban por finalizar las actividades anuales. A papá y mamá les dijeron que no era bueno para mí ni para el resto de los chicos que me integre en ese momento, que regresemos en marzo del próximo año… 9 Pero en marzo yo estaba viviendo en otra ciudad junto a mamá y dos hermanos menores. Mamá y papá no se llevaban bien y nosotros nos mudamos por un tiempo a la casa de los abuelos. Por suerte, para el mes de julio ya estábamos de vuelta con papá, otra vez todos juntos. Durante las vacaciones de invierno viajamos a Córdoba. Era la primera oportunidad que salíamos de vacaciones en invierno. ¡Qué lindo que la pasamos! A mamá y a papá se los veía mejor que nunca. Yo estaba feliz. Más feliz me puso saber que por fin podía ingresar al Grupo Scout, iba a ser el adelantado de la familia, el primero en ser scout. Nunca se lo había dicho a nadie pero yo quería ser como Horacio, un vecino de la otra cuadra de casa que iba al mismo colegio que yo, aunque era más grande, tres o cuatro años más grande. Horacio era scout. En el barrio lo querían todos. Cuando mamá hablaba de él siempre decía cosas lindas. Don José, el quiosquero de la cuadra, comentaba que a Horacio podía fiarle lo que fuere porque sabía que siempre se iba a acordar de pagarlo. En la escuela era la misma historia. Esto lo sabía por una tía maestra de la escuela a la que íbamos con Horacio. Tener una tía en la misma escuela tiene el riesgo que tu mamá se entere de cualquier macana que te mandás…, aunque te enterás de algunos chismes y comentarios de las maestras sobre sus alumnos: de los vagos y maleducados o de los que se destacan siempre por ser buenos alumnos, como Horacio. A diferencia de mamá, de don José o de la tía, Horacio me caía bien por otra cosa. O por varias otras cosas. Por ejemplo, cuando lo veía jugar al fútbol en la escuela o en la canchita que se armaba en la placita del barrio… ¡Qué bien que jugaba! ¡No se la sacaba nadie! Cuando los chicos armaban los equipos siempre lo elegían primero. Además, era rapidísimo, y estoy seguro que no le tenía miedo a nadie. Pero más me llamaba la atención verlo los sábados cuando Horacio iba caminando a los scouts: con el uniforme impecable, sonriente, saludando a todo el mundo. Una vez pude hablar con él. Lo encontré en el quiosco. Estaba comprando galletitas porque, dijo, tenía campamento. "¿No te gustaría ser scout?", me preguntó. "¿Yo? ¿Yo también puedo ser scout?", le respondí asombrado. La verdad, no sabía que yo también podía ser scout. ¡Me encantó la idea! ¡"Claro que podés ser scout!", continuó diciéndome, y me contó un montón de cosas de lo que él hacía en los campamentos y en el Grupo. Desde aquel día me quedó la idea fija en la mente de ser scout. Un scout como Horacio. La tarde que me presenté en el Grupo ya sabía que no iba a estar con Horacio. Me explicó que por su edad él era scout y que estaba en la Patrulla Tigre. Yo, antes de ser scout, iba a pasar por la Manada. "Vas a ver cómo te va a gustar, no te vas a arrepentir" También tuvo razón. Aunque ese primer día, como dije antes, fue un poco complicado... 10 La complicación no se debió a que me falte entusiasmo o cosa por el estilo sino porque aparte de Horacio no conocía a nadie y yo… bueno, soy algo "timidón"… Para colmo, el primer juego en el que participé durante la actividad de la Manada lo perdí por "gil". Se trató de un juego recontra fácil. Lo único que tenía que hacer, cuando escuche pronunciar el número que me había tocado en suerte, era correr hasta dar con un pañuelo que estaba en el medio del patio, y agarrarlo antes que el jugador del otro equipo ¡Súper fácil! Pero, al pronunciar mi número se me pasó por alto. Mis compañeros me avisaron a los gritos que me tocaba a mí, que tenía que correr. Cuando lo hice ya era tarde. ¡Perdí el pañuelo antes de que hubiera podido dar tres pasos seguidos! A diferencia de lo que me pude haber imaginado ninguno de los chicos del equipo me regañó, al contrario, reiteraron las reglas del juego y me pidieron que me mantenga atento a mi número. Los Grandes que dirigían el juego actuaron igual, alentándome con sonrisas. Nadie me molestó. La segunda carrera también la perdí. Pero fue diferente. Cuando escuché mi número corrí tan rápido como pude. Llegué al pañuelo en el mismo momento que mi adversario. ¡Y casi gano el pañuelo! Logré agarrarlo, corría de regreso y en ese instante sentí que el otro chico me tocó la espalda ganándome el pañuelo. Tal como dice el dicho "la tercera fue la vencida". Esta vez fui yo el que toqué al contrario en la espalda cuando él corría de vuelta. Y la cuarta, después de un hermoso amague que hice con el cuerpo, logré llevarme el pañuelo corriendo tranquilamente hasta la hilera de mi equipo. ¡Mis compañeros me vitorearon por lo bien que lo hice! Ingresé a la Seisena Gris. Allí conocí a Osvaldo, el Seisenero. No estuvimos juntos mucho tiempo porque Osvaldo pasó a la Unidad al reiniciar las actividades luego de las vacaciones, en marzo, aunque los pocos meses que tuve la oportunidad de compartir con él fueron muy lindos. Por Osvaldo aprendí mi primer nudo, el llano; y en el Campamento de Cierre, que fue mi debut con los campamentos, me ubicó a su lado para dormir, por las dudas. Además, Osvaldo era el único que mantenía a raya a Roberto. ¡Qué tipo ese Roberto! Era Lobato y siempre estaba molestando a todos: pegaba patadas, se burlaba de cualquier cosa, molestaba. ¡Insoportable! "¿Qué va a pasar con Roberto cuando Osvaldo deje la Manada?" me preguntaba preocupado. Para mi fortuna y para la de los Grises Akela cambió a Roberto de Seisena incorporándolo a los Blancos, y hoy, con el Nombre de Caza de Toomai de los Elefantes, o simplemente Toomai, es uno de quienes pasa conmigo a los Scouts… ¿Quién lo iba a decir? Toomai, Seisenero y pasando a la Unidad… ¡Cómo cambió Roberto! 11 Con el tiempo yo también fui Seisenero. A decir de Akela al hablar de mi vida en la Manada durante el Pase, "un muy buen Seisenero". Alcancé tres Especialidades. La de Cocinero era mi favorita; una noche recibí a Akela en casa, fue algo así como mi prueba final antes de recibir la Insignia. Cociné milanesas al horno con puré de papas y de postre flan con dulce de leche. Akela se "chupó los dedos" de rica que salió la cena. También recibí Nombre de Caza, por supuesto, Won-tolla, "El Lobo que caza solo". Lo recibí en una Cacería de Manada junto a los Viejos Lobos, las Lobeznas y los Lobatos reunidos por la noche alrededor de un fuego. Durante la Ceremonia Akela también habló bien de mí, comentando sobre mis virtudes y mis capacidades… Won-tolla… ¡Qué orgulloso me sentí! Días felices los míos en la Manada, muy felices. Aunque lamenté cuando nos Akela Emilio nos dejó para ser Jefe de Grupo. Fue mi Akela por tres años. ¡Qué bueno que era Akela Emilio! ¡Qué juegos divertidos que nos hacía jugar! ¿Y sus historias? Eran tan lindas y entretenidas que cuando nos sentábamos a escucharlas parecía que todo en derredor se hubiera detenido. Creo que hoy en día soy capaz de recordar cada uno de los cuentos y las historias que nos contó durante esos tres años, es imposible olvidarlos. Hoy, en el momento del Pase, Akela es Vilma, que antes era Raksha. No le fue difícil convertirse en Akela. Fue ella quien nos contó la historia de la llegada de Fao a la Manada y de la muerte de Akela en la batalla con los dholes. Recuerdo especialmente aquel momento porque Won-tolla era el otro gran protagonista de la batalla contra los perros jaros. Akela Vilma nos demostró, con una sola historia, que la Manada "Peña de la Paz" seguía teniendo un Akela tan bueno como siempre. Bagheera y Baloo también eran muy buenos Viejos Lobos. Yo no sabía, pero luego me enteré, que Carlos y Mirta, Bagheera y Baloo, eran esposos, y que tenían un hijo en los Caminantes. Esto lo supe por Horacio que para aquella época también era Caminante. Bagheera era más callado, aunque siempre se lo veía sonriente y nos hacía jugar como nadie. Baloo, por momentos, estaba más seria que Akela, ¡y qué fácil era hacerla enojar! La despedida de la Manada no me pesaba. No es que me iba porque estaba aburrido o porque no la pasaba tan bien entre Lobeznas y Lobatos más chicos que yo, nada de eso. Es que veía a la Unidad… los Rincones de Patrulla… los Banderines… el Trofeo que ganaron los Águilas… quería ser como ellos, estar con ellos. Tengo que prestar más atención a las palabras que está pronunciando Akela en este momento de la Ceremonia de Pase… Cuenta mi historia en la Manada. Comenta, como al pasar, que como buen "Lobo que caza solo" Won-tolla era capaz de disfrutar del juego como pocos, y a la vez, hacer asustar como nadie a los Viejos Lobos… 12 Me vino a la mente ese día del que hablaba Akela… Campamento de Cierre en la Estancia del Arroyo… Verano… Una hora después del almuerzo…Yo que juego de "linyera" y tengo que esconderme en el bosque intentando que la Manada no me encuentre. Si me ven y me "tocan" yo pierdo el juego. La mejor posibilidad para ganar era esconderme tan bien que en los quince minutos de duración del juego nadie me descubra. Solo necesitaba eso, esconderme por quince minutos. ¡Y lo bien que me escondí! Existía una parte del bosque que tenía muchísimas enredaderas que se entrelazaban de tal manera entre los árboles, los troncos caídos y los arbustos, que no dejaban ver la tierra del suelo. Encontré un hermoso escondite debajo de las enredaderas alrededor de un tronco. Metido en aquel hueco acomodé las hojas de la enredadera para que no se note que habían sido separadas y me dispuse a esperar el paso del tiempo. Escuché el silbato con el que se avisaba que se iniciaba el juego. Luego unos gritos lejanos: la Manada que iniciaba la cacería tras de mí. Después, silencio. Pasaron, no sé, cinco o diez minutos cuando escuché las voces de los chicos acercándose. Sabía que estaban cerca por las voces que se escuchaban más nítidas. Por un instante creí que me habían descubierto. Toda la Seisena Roja estaba parada delante de mi escondite mirando sin ver hacia donde me encontraba. Comentaban dónde buscar, hacia dónde ir… Yo estaba completamente inmóvil. De pronto la Seisena Roja decidió que allí no me iban a encontrar y continuaron su camino. Respiré aliviado. Me dolían un poquito las piernas por la tensión y por tenerlas duras en una misma posición. Pero pensé que tenía que mantenerme como estaba si quería que pasen los quince minutos del juego sin que me descubran. Cerré los ojos, me dije que no faltaba mucho tiempo para que termine la búsqueda… Cuando abrí los ojos nuevamente el bosque se había convertido en un lío infernal. Gritos y más gritos que parecían venir de todos lados. ¿Me parece o…? ¡Sí! ¡Gritaban mi nombre! ¡Me estaban llamando con lo que parecían gritos desesperados! Me asusté. ¿Qué pasa? Moví un poco la cabeza, lo suficiente como para sacarla brevemente del escondite y atisbé… ¡Allí estaban los Cocineros llamándome a los gritos! ¡Los Cocineros! Me asusté más. Uno de los Cocineros fue quien me vio salir de entre las enredaderas y empezó a gritar de inmediato: "¡Acá está! ¡Acá está!" Yo no entendía nada. Escuché a Akela culminar la historia en el Pase: "¡Se durmió! Lo estuvimos buscando por una hora. ¡Se durmió!" Las sonrisas que expresamos quienes compartíamos la Ceremonia nos hizo comprender que la búsqueda en el bosque durante aquella tarde memorable fue mucho más que una anécdota risueña y feliz. Era la maravillosa y fantástica vida de la Manada. El Pase llegó a su fin. La Manada formó en Círculo de Parada para dar el "Gran Aullido" en honor de los seis que pasábamos a la Unidad. Uno a uno nos 13 ubicamos en distintos tramos del círculo para desde allí acompañar a Akela camino al Totem. Barasing, Capucha Blanca, Sahi, Ferao, Toomai y yo. Los seis que dejábamos la Manada. El Gran Aullido no sonó tan fuerte como de costumbre. Claro, faltaron las voces de los más grandes y los "chiquitos" que quedaban en la Manada no tenían tanta fuerza. Ya iban a crecer. Fui el primero de los seis en cruzar el puente que me llevó a la Unidad. Lo último que hice como Won-tolla fue saludar a Akela estrechándole la mano izquierda y alzando la derecha para imitar a los lobos con las orejas erguidas y bien abiertas. -¡Siempre Mejor!- le dije con alegría y subí al "puente de mono". Lo hice con más decisión que nunca. No era esta mi primera "cruzada" sobre uno de aquellos puentes hechos con sogas; los conocía, me encantaban. Pero siempre los había cruzado brindándole "más respeto" que aquella tarde. Transité el puente con la misma seguridad que Won-tolla empleó en la lucha con los perros colorados del Dekkan. Al bajar al extremo opuesto encontré a Selene, la Jefa de Unidad, que me recibió acompañada de Diego y de Fernando, sus Ayudantes. Unos segundos antes fue el Saludo de la Manada, ahora, era el Saludo Scout. Lo hice orgulloso. -¡Siempre Listo!- dije fuerte, bien fuerte. En cuanto los seis nuevos integrantes formamos delante de la Unidad Selene dio a conocer a qué Patrulla elegimos ir. Empezó por mí, como en el Pase. Anunció mi decisión… ¡los Tigres! La Unidad ya conocía a qué Patrulla iríamos los nuevos, aunque Los Caminantes, que también asistían a la Ceremonia, no lo sabían. Miré a Horacio, quería descubrir si le interesaba mi decisión. Él también fue Tigre, incluso Guía de Patrulla. Al parecer, estuvo de acuerdo con mi decisión porque sonrió, me guiñó un ojo y movió levemente la cabeza como diciendo, ¡así me gusta, vos sos de los míos! SIEMPRE LISTO "Ustedes y yo somos una sola cosa, no puedo dañarlos sin herirme a mí mismo" Ghandi 14 Existen acontecimientos que pasan a la categoría de "leyenda" en cualquier orden de la vida. Acontecimientos inverosímiles, fuera de lo común. Historias transmitidas de "boca en boca" y que tienen en el tiempo y el espacio el vehículo propicio para perdurar en el corazón y el recuerdo de la sociedad. Algunas de ellas verdaderas, otras simples ficciones que, de tanto relatarlas, e convirtieron en realidad. En todo ámbito, en todo campo, nos encontramos con historias que se convirtieron en leyenda. Si hablamos de las argentinas, por ejemplo, tomemos el caso de San Martín: cruzando los Andes en un brioso caballo blanco, invencible, poderoso, lleno de salud y energía... Cuando en verdad sabemos que el Padre de la Patria debió luchar contra los males de su cuerpo a más que con los realistas, lo que en tantas ocasiones lo obligó a… bajar de la mula que montaba y ser trasladado en camilla por sus soldados. Otra historia, ésta verídica, es la de quien siempre montó en caballitos criollos: el suizo Aimé Tschiffely, jinete de los "mentados" Gato y Mancha, dos caballos del Tehuelche Liempichín del Chubut, con los que unió Buenos Aires con Nueva York. ¡Tres años y 4 meses de marcha recorriendo 21.500 kilómetros! Batieron todos los récords mundiales de cabalgata y fueron recibidos en la "Gran Manzana" como héroes nacionales. Gato y Mancha están embalsamados en el Museo de Luján y las cenizas de Tschiffely permanecen en la estancia "El Cardal" de Solanet, partido de Ayacucho. La religión tiene sus leyendas. ¿Quién no conoce los nombres de los tres Reyes Magos? Aunque en ninguna parte de la Biblia se dice que los "Magos llegados de Oriente" eran Reyes, ni que eran dos, tres o cuatro y menos aún se mencionan sus nombres o el color de su piel. ¿Y qué me dicen del deporte? Uno de los más célebres personajes deportivos es el maratonista etíope Abebe Bikila que ganó la Maratón Olímpica de Roma en 1960 con récord mundial y…, ¡descalzo! El cimbronazo para el mundo deportivo, y para los fabricantes de zapatillas, fue tan grande que el Comité Olímpico Mundial prohibió que los atletas compitan descalzos. Abebe Bikila se calzó, ganó la Maratón Olímpica de Tokyo 1964 y los fabricantes de zapatillas contentos. Las leyendas no son mal intencionadas. Están allí y persisten porque gracias a ellas entendemos mejor un acontecimiento. Lo hacen "más humano", más comprensible, y son los relatos más hermosos para compartir con los demás, a pesar que sabemos resultó la manera de explicar un determinado acontecimiento por parte de un determinado pueblo. También mencioné que una leyenda puede ser un hecho absolutamente verídico y real, como en el caso de Abebe Bikila o de Tschiffely con Gato y Mancha, pero que parece tan poco creíble o es tan trascendental que su 15 significado supera a la propia realidad, y lo que es cierto, auténtico, tiende a convertirse en una historia que "vaya a saber uno si en verdad sucedió". No quiero dejar de mencionar a otras personas que gracias a sus proezas alcanzaron la estatura de leyenda, como es el caso de una mujer como Marie Curie, ganadora de dos Premios Nobel en Ciencias (solo cuatro personas en toda la historia de los Nobel tuvieron logro semejante) O a escaladores como el sherpa nepalés Tenzing Norkay y el neozelandés Edmund Hillary, los primeros en alcanzar los 8800 metros de la montaña más alta del Globo, el Everest. Ser parte de un Movimiento como el Scout, nacido a la sombra de la batalla del sitio de Máfeking (episodio de la guerra anglo-bóer en Sudáfrica en el 1900) Un Movimiento ideado y creado por quien fuera el gran héroe de Máfeking y una de las personas más prestigiosas del mundo de aquel entonces (algo así como el Messi de principios del siglo XX), ayudó en gran medida a que los boy scouts sean asociados como embriones de soldados y futuros conquistadores de tierras desconocidas, si bien es probable que no esté de más aquello de "conquistador de tierras desconocidas" si vemos lo que hicieron posible Neil Armstrong y Edwin Aldrin, los primeros seres humanos en pisar la luna, scouts los dos. Pero volviendo a lo de "embriones de soldados" podemos decir que a la estela que dejó el sitio de Máfeking en el Movimiento hay que sumarle que pocos años después del nacimiento del Scoutismo estalló la "Gran Guerra", la Primera Guerra Mundial. Aquel momento trágico para la humanidad acabó con la vida de millones de valerosos jóvenes. ¡Cuántos de estos jóvenes eran scouts! Tres de ellos, por ejemplo, acamparon junto a Baden Powell en Brownsea en el año 1907. Y no solo murieron scouts británicos. Los hubo alemanes, franceses, italianos, australianos, americanos, africanos, asiáticos. Generalmente, cuando nos referimos a "dar la vida por la patria" y lo que esto significa y representa, traemos a la mente muertes heroicas en campos de batalla luchando codo a codo junto a los camaradas de armas, como esos jóvenes, como aquellos scouts. Si es que existe una guerra justa morir en combate es "dar la vida por la patria". El hecho de matar o morir adquiere un halo entre romántico y aventurero no solo concebible para los muchachos más aguerridos y audaces: cantidad de jóvenes serían capaces de caer en la tentación de un exquisito momento de gloria en donde la muerte, a pesar de tocarse con las manos, es algo muy lejano, que solo sufren los demás… hasta que se entra en combate. La guerra es el escenario donde el hombre comparte sus más profundas miserias y, aunque suene paradójico, donde es capaz de demostrar sus mayores virtudes, poner en práctica sus creencias más arraigadas y alcanzar sus deseos más elevados; logro que se alcanza sin la necesidad de correr temerariamente ante mil enemigos, soportando una lluvia de fuego, el ensordecedor tronar de los 16 cañones y el lastimero alarido de los compañeros caídos. No, no. Existen otros caminos. En el marco de la guerra los scouts protagonizamos algunas historias que pintan de cuerpo entero lo que es la Hermandad scout, el compromiso, la abnegación y el sacrificio. Instantes sublimes que no se miden por la cantidad de disparos realizados antes de caer abatido o de lanzarse a ciegas encabezando un batallón suicida. Y si bien cada una de estas historias es la experiencia vivida por un scout en concreto nos honra a todos, es de todos. Porque nuestro Movimiento no es algo individualista y elitista. Es una comunidad de vida abierta a todos y para todos. Lo que el otro hace bien o hace mal es tan mío como o lo que yo mismo hago o deshago. Les transcribo estas historias, las cuales, superando la realidad misma, ya son parte de la leyenda que forja el Scoutismo. Y son ciertas. Aimé Tschiffely con Gato y Mancha camino al Norte. Suizo, nacionalizado argentino. Profesor, Aventurero, Escritor y Dirigente Scout del Colegio St George de Quilmes, Buenos Aires BUCHIDO, EL CÓDIGO DE HONOR En 1945, hacia el final de la Guerra del Pacífico, durante la Segunda Guerra Mundial, la batalla se centraba en los archipiélagos de Oceanía. Grandes y pequeñas las islas estaban ocupadas por el Ejército Imperial Japonés que se atrincheraba en ellas dispuesto a todo. Los Aliados las tomaban una a una con la meta final puesta en la isla del Japón. Los japoneses hacían lo imposible para 17 defender cada palmo de tierra. Para ellos era completamente impensado que un ejército enemigo logre pisar el "sagrado suelo nipón". La geografía de las islas complicaba el conflicto para los dos ejércitos por igual: vegetación espesa, sierras pedregosas, falta de agua potable; cientos de pequeños escondites para resguardarse y contraatacar. Además, cañones, ametralladoras y granadas no bastaban para enfrentar al enemigo; la lucha cuerpo a cuerpo, a punta de bayoneta o empuñando una palita "lineman" si fuera necesario, era moneda corriente en el día a día de la batalla. Soldados japoneses y aliados, cargando con el temor de una muerte dolorosa, con la fiereza del combate, con el odio nacido por la propia guerra o por todas estas cosas a la vez, no temblaban al momento de rematar a un enemigo herido y sin posibilidad alguna para defenderse. Pero no todos los soldados actuaron de la misma manera. Luego de un cruento enfrentamiento un infante de marina estadounidense cayó gravemente herido. Rodeado de compañeros muertos sentía que su propia vida se iba consumiendo de a poco. Solo escuchaba el eco de los disparos que resonaban a la distancia cuando un golpeteo en el suelo lo puso en alerta. Pasos. Alguien se acercaba. El marine intentó gritar pidiendo auxilio. No pudo. Ya no tenía fuerzas o su garganta estaba demasiado reseca por la sed. Los pasos se detuvieron a su lado. ¡Lo encontraron! ¡Estaba a salvo! El resplandor del sol le impedía distinguir a su salvador. Con un último esfuerzo alzó la mano como pudo para resguardarse del sol. A pesar del dolor intentó sonreír, feliz. La sonrisa que comenzó a dibujársele en el rostro se congeló con la impresión. Frente a él no se encontraba otro marine, un compañero de armas; estaba un soldado japonés con la bayoneta lista y refulgente por los rayos del sol. El joven estadounidense, a pesar del temor que lo asaltó, contempló los ojos negros y oblicuos del japonés: le recordaron el horizonte inmenso del Pacífico. Se sintió en paz. Su mano, que le brindaba un atisbo de sombra para observar al enemigo, realizó un gesto final, espontáneo, profundo, y se dejó caer por el peso de la inconsciencia. La suave brisa de la tarde acarició el rostro del joven marine. "¿Esto es la muerte?" pensó. "¿Estoy muerto?" El estadounidense se dio cuenta que no estaba muerto. El dolor en todo el cuerpo así se lo anunciaba. Aunque no estaba en el sitio donde había caído y tampoco sentía la garganta abrasada por la sed. Lo habían trasladado unos metros, hasta la sombra de una gran roca. Se tocó la cabeza, la tenía vendada. Intentó erguirse… Imposible. Al intentar levantarse vio un papel, sucio, ensangrentado, con los inconfundibles caracteres del idioma japonés. Con no poco esfuerzo lo agarró con una mano y lo apretó con fuerza. Se volvió a desmayar. 18 Al recuperar la conciencia ya no se estaba en la isla. Se encontraba convaleciente en un barco hospital. "Ahora sí que estoy a salvo" se dijo. En ese instante recordó el papel que atesoró en su mano, allá en la isla. No lo tenía. La enfermera que se le acercó cuando vio que el marine recuperaba la conciencia, la mujer más hermosa que el muchacho hubiera visto nunca, calmó la inquietud del soldado mostrándole el trozo de papel. Le preguntó qué estaba escrito en él. Como el muchacho lo ignoraba le sugirió hacerlo traducir allí mismo, en el barco. Había oficiales que podían realizar la tarea. El joven soldado estadounidense no pudo dejar de emocionarse cuando la dulce voz de la enfermera le leyó la traducción: "Cuando iba a matarte con mi bayoneta inconscientemente me saludaste con el saludo scout y entendí que eras un hermano scout. Yo soy un scout japonés. Somos hermanos, no puedo matar a mi hermano scout. Luchaste valientemente contra mi unidad y resultaste herido. Los soldados heridos se convierten en no-combatientes. Mi País sigue el "BUCHIDO" El Código de Honor del Samurai. Al igual que ustedes, Caballeros de la Edad Media, los Samurai nunca matan a los Samurai heridos. Es increíble que seas un verdadero soldado americano, un enemigo para mí. Curé tus heridas. Lo siento pero no tenía las medicinas necesarias. ¡Buena suerte! En tiempos mejores tal vez nos hubiéramos encontrado en un Jamboree Scout" Al regresar felizmente con vida a casa el scout estadounidense contó la historia a su familia y a sus amigos. Su padre se la contó tiempo después al Sr. Jackson, un Jefe de la Asociación de Boy Scouts. Este la divulgó dentro de la Asociación. Es así que en el año 1967, con motivo de la XXI Conferencia Scout Mundial que se realizó en Estados Unidos, los scouts americanos la dieron a conocer a la Comitiva japonesa. De regreso a su tierra el Jefe Scout Mishima intentó, junto a toda la Asociación de scouts del Japón, dar con aquel soldadoscout desconocido. No lo lograron. Es muy probable que muriera en aquella isla olvidada del Pacífico. Pero la historia de inmediato se propagó entre los scouts japoneses. Resultó un hecho que los llenaba de honra y orgullo. Se creó un fondo con el objetivo de erigir un monumento al soldado-scout desconocido. Al poco tiempo se cumplió el cometido. Un monumento que consta de una gran placa de metal sobre una pared de roca. La placa se compone de una figura de un infante de marina estadounidense recostado en el suelo y un soldado imperial japonés asistiéndolo con afección y respeto. A la izquierda de la placa, y frente a ella, se levanta una figura de bronce en tamaño natural de un scout saludando a ambos combatientes. Y a la derecha de la placa un cartel contando esta singular historia. Quien tenga la fortuna de viajar al Japón puede apreciar el monumento al soldado-scout desconocido en Kodomo-no-Kuni, "El Parque de los Niños" que se encuentra en Kanagawa, cerca de Yokohama. Y quien nunca tenga la fortuna de viajar al Japón recuerde que hoy en día podemos recorrer el Mundo vía Internet. 19 HOY, MAÑANA, EL DÍA DESPUÉS Los scouts polacos son protagonistas de un puñado de historias que también sobrepasan la tragedia de la guerra. Historias, en este caso, que tienen su inicio cuando los ejércitos de Hitler invadieron la Nación polaca para dar comienzo a la Segunda Guerra Mundial. Los alemanes arrasaron con todo a su paso. Para mantener tranquila a la Unión Soviética (a quien tenían ideado invadir posteriormente) Hitler realizó un pacto con Stalin entregándole parte del territorio polaco. Polonia se defendió heroicamente. Con sus Fuerzas Armadas derrotadas el país se transformó en miles de combatientes clandestinos 20 necesitados de exprimir hasta el límite su ingenio y temeridad. Chicos y grandes, mujeres y hombres tuvieron un papel durante la lucha por la libertad. Aquí cabe destacar a un inmenso grupo de jóvenes, 85.000 en toda Polonia, guías y scouts, que pasaron a la historia como los SZARE SZEREGI, los "Filas Grises". También conocidos, tal cual los denominara el autor Roger Faligot, "Los Piratas Grises de la Libertad". Estos "Filas Grises" debían su nombre al color del uniforme guía y scout polaco de entonces: gris, al igual que el empleado por BP en Brownsea. "Piratas de la Libertad" porque eran combatientes clandestinos procurándose su propio destino. Lo primero para destacar de los Filas Grises es que agregaron al Lema scout unas pocas palabras más: "Hoy, mañana, el día después" HOY, para luchar por la independencia de Polonia. MAÑANA, para apoyar la libertad de las Naciones. EL DÍA DESPUÉS, para la reconstrucción de Polonia. Con este espíritu los 85.000 guías y scouts se dividieron en tres secciones de acuerdo a su edad: de 12 a 14 años los ZAWISZA, denominación que hace alusión al "Caballero Negro". Caballero y Patriota polaco de la Edad Media; el más querido y renombrado de la historia de Polonia. Tan respetado que el segundo artículo de la Ley scout polaca dice que "se puede confiar tanto en la palabra de un scout como en la palabra de Zawisza" Los Zawisza, al igual que los Cadetes de Máfeking, cumplían funciones de Correo, brindaban Primeros Auxilios, encabezaban el escape de fugitivos civiles por las alcantarillas de Varsovia hasta el río Vístula (Varsovia fue la ciudad más destruida de la Segunda Guerra) y transportaban armas en secreto de un punto a otro de las ciudades con el consabido peligro que esta actividad "ilícita" acarreaba, la muerte en el acto, no importa la edad que se tuviera. Guías y scouts de 15 a 17 años tenían dos posibilidades. Por un lado formar parte de la BAJOWE SKOLY, la Escuela de Batalla, que adiestraba y coordinaba distintas actividades de sabotaje y desgaste moral como arrojar bombas fétidas en los cines y espectáculos, destruir banderas alemanas, activar alarmas antiincendios y distribuir volantes y diarios clandestinos. La otra opción era trabajar en la WYWIAD INFORMACJA SZARYCH SEREGÓW, EL Servicio de Información de los Scouts Grises que mantenía a sus "espías" atentos por toda la ciudad estudiando al enemigo y buscando información para llevar adelante atentados y sabotajes. Por último, para los mayores de 17 años se formaron los GRUPY STURMOWE, Los Grupos de Choque. Se adiestraban en la clandestina Escuela de Oficiales conocida como "La Agrícola". Estos jóvenes eran quienes empuñaban las armas actuando con temeridad infinita. 21 Quiero remarcar que no se trata de balaceras, corridas y estallidos lo que busco resaltar de los "Filas Grises" si bien la muerte de aquellos chicos y jóvenes que luchaban por su libertad es digna de conocerse y honrarse debidamente. Cuando los alemanes acabaron con la vida pública de los polacos cerrando escuelas, universidades y centros nacionalistas como el Movimiento scout, encerraban y asesinaban a sus líderes para que nadie siga el "mal ejemplo". El Jefe Scout polaco, Florian Marciniak, fue arrestado, torturado y finalmente asesinado en un Campo de Concentración. Pero los scouts no se dejaron vencer. Prueba de ello fue el caso de un scout de 14 años, Jerzy Tomaszewski. Amante de la fotografía tuvo la suerte de emplearse en un importante estudio fotográfico de Varsovia, la casa "Foto Rys". Supervisado por el químico del estudio aprendió a revelar negativos fotográficos. Con ayuda del mismo químico y la de otro amigo del trabajo, el Jerzy formó una red clandestina para sacar copias de las fotos tomadas por los soldados alemanes en donde aparecían las atrocidades que los nazis estaban realizando con los judíos esclavizados y asesinados en Treblinka y Auschwitz (dos Campos de Concentración en Polonia) Las fotos conseguidas pasaban a manos del Servicio de Inteligencia de los Filas Grises y eran enviadas al Gobierno Polaco en el exilio en Londres para que el Mundo supiera lo que estaban haciendo los alemanes. Las Naciones Aliadas no dieron mucho crédito a las fotos. Era bastante difícil creer semejante atrocidad. Los alemanes, metódicos en lo que hacían, siguieron la pista de las fotos y dieron con "Foto Rys". Dos años después de que Jerzy comenzara su labor el estudio fue allanado arrestando y torturando a todos los empleados que encontraron. Jerzy se salvó porque no estaba en el trabajo. Jerzy Tomaszewski no solo "robaba" fotos de los alemanes. Con su cámara a cuestas logró el mejor documento fotográfico de la guerra en Polonia, la destrucción de la ciudad y el famoso levantamiento popular de Varsovia. Retrató a las guías y a los scouts luchando en sus uniformes grises. Pasada la guerra se convirtió en un fotógrafo afamado y respetado. Falleció en Varsovia en el año 2016. Otro afamado Fila Gris que falleció en el año 2017 con la felicidad del deber cumplido es el scout Nazimierz Piechowski. Solo 144 prisioneros pudieron escapar de Auschwitz durante toda la guerra. Nazimierz fue uno de ellos. Tenía 21 años de edad cuando fue capturado por los nazis al querer traspasar la frontera polaco-húngara intentando abrirse paso hasta Inglaterra, donde más tarde se organizó un Gobierno y un Ejército polaco libre y en el exilio. Encerrado en el Campo de Concentración organiza una memorable fuga junto a tres compañeros luego de apropiarse del automóvil del Comandante del Campo y de uniformes alemanes. ¡Escaparon por la Guardia de Auschwitz! Dos 22 libros escritos por él mismo y una película sobre su vida, "La Fuga", retratan a Piechowski y sus increíbles aventuras. En el 2011 los scouts ingleses lo homenajearon en Londres como modelo de scout siempre dispuesto a vencer las dificultades. Lamentablemente para Polonia que Hitler fuera derrotado no resultó el fin del suplicio. Cuando parecía que aquello de estar bajo las botas de un conquistador despiadado había terminado, apareció el "salvador" del pueblo polaco: la Unión Soviética. Los soviéticos fueron mucho más sutiles que los nazis. Colocaron un Gobierno polaco, reabrieron las Fuerzas Armadas bajo su conducción, suprimieron por completo a los Partidos Políticos (solo podía funcionar el Partido Comunista) Prohibieron la salida del país, el libre tránsito dentro de Polonia y, al igual que los nazis, suprimieron las organizaciones nacionalistas y religiosas. Los scouts, por ejemplo, solo podían seguir existiendo siempre y cuando se declaren ateos, sus reuniones contemplen formación ideológica y en sus filas se formen auténticos camaradas comunistas. Los Maestros Scouts que surgieron en la Polonia de entonces no estaban dispuestos a dejarse vencer con facilidad. Las reuniones scouts continuaron alimentando, fortaleciendo y desarrollando los mismos principios de siempre: el amor a Dios, a Polonia y a los polacos. El único cambio, y no menor, es que las actividades debían realizarse en la clandestinidad: los sótanos de las Iglesias, las profundidades de los bosques linderos a los pueblos, las casas de los Maestros Scouts. Los scouts sufrieron engaños y delaciones. Muchos de ellos murieron por algo tan simple como gritar su lema, hacerse la señal de la cruz o ser capaces de recitar de corrido la Ley Scout y la Promesa. La Asociación Scout Polaca existía bajo la dirección soviética que hacía lo imposible para traspasarlos a los "Pioneros", agrupación juvenil similar al Scoutismo pero que sostenía y formulaba las creencias y actividades soviéticas. Ante esta situación la Oficina Scout Mundial desafilió a la Asociación Scout Polaca hasta tanto ella recupere su plena libertad. A principios de la Segunda Guerra ocurrió un hecho muy conocido dentro del Movimiento Scout: la historia del scout polaco que trasladó desde su Polonia ocupada por los nazis hasta Inglaterra la "Flecha Dorada". Símbolo entregado por Baden Powell en el Jamboree de 1929 en Arrowe Park a cada Delegación participante que representaba la libertad y la buena voluntad de las Naciones. Con Polonia sojuzgada y los Filas Grises luchando por la libertad, el traslado de la "Flecha Dorada" representó un grito de lucha y de libertad. El scout que pudo dejar Polonia y cruzar media Europa antes de llegar a Inglaterra con seguridad corrió muchos riesgos y sobresaltos. Nada se sabe de él luego de dejar la Flecha en manos de los scouts británicos, solo se estima que se alistó en las Fuerzas Polacas Libres para seguir peleando con un arma en la mano. 23 La Flecha Dorada fue custodiada por los scouts polacos de Inglaterra hasta tanto Polonia recupere su plena libertad. Esto soñaban los polacos ocurra después de Hitler… Luego, hubo que alimentar el sueño hasta después de los soviéticos… En la década del ´90 la cosa cambió. El Comunismo se derrumbó como un castillo de naipes. Una a una las antiguas Naciones comunistas dejaron de lado el totalitarismo soviético. Polonia fue de los primeros países en hacerlo. El Scoutismo renació plenamente libre aunque nunca, jamás, había dejado de practicarse. La 34 Conferencia Scout Mundial realizada en Noruega en el año 1996 readmite el ingreso de Polonia a la Organización Scout Mundial. ¿Era hora de que la Flecha Dorada que Baden Powell entregó a los polacos en Arrowe Park también vuelva a su lugar? Durante la XXV Conferencia Scout Interamericana de Buenos Aires tuve la posibilidad de participar como un voluntario más de los que allí estuvieron. La última noche del Conferencia, antes de la Cena de Gala, me tocó en suerte recibir a los scouts participantes en la puerta del salón donde se realizaría la fiesta y encuentro final. Se dispuso que las Delegaciones lleguen en colectivos, todas juntas. Mi tarea, simplemente, era recibirlas e indicarles que cuanto allí contemplaban, comida y bebida, era para ellos. Pero somos scouts y tres de nuestros hermanos extranjeros llegaron viajando por su cuenta. Trabé conversación de inmediato, aunque no con los tres, solo con Mario Díaz, scout español. Los dos compañeros de Mario eran, uno noruego y el otro inglés; no hablo inglés y menos aún noruego. Aprovechando que Mario resultó ser un tipo sumamente afable le pedí si podía hacer las veces de traductor. "No hay problema, soy profesor de inglés en la Facultad de León" ¡Genial! ¿Le podíamos hacer una pregunta al inglés? Mi interés estaba justamente en la historia de la Flecha Dorada: ¿Sabía algo de aquello? ¿Era cierta o tan solo se trataba de una leyenda? Al oír las palabras de Mario el inglés sonrió de inmediato. "¡Ya sabía!" me dije, "Esa historia es más fantasía que realidad…" Cuando Mario comenzó a traducirme lo que el inglés respondía casi me caigo de espaldas de la emoción… ¡Estaba hablando con el Comisionado Internacional Británico que devolvió la Flecha Dorada a los polacos en 1996! Su nombre, John May. Mencionaba la Flecha no como Dorada sino la "Flecha de Madera", "detalle menor" pensé. Mario seguía con la traducción: "Si esperas un momento ya está por llegar un scout escocés llamado Craig Turpye que fue el jefe de la Delegación Británica en el Campamento que realizamos con los scouts polacos con motivo de la devolución de la Flecha de Madera" 24 ¡Sensacional! Así fue. Craig llegó con los colectivos. Tuve la oportunidad de escuchar la historia en boca de sus protagonistas. Me sentí… no sé… ¿Cómo decirlo? ¿Más involucrado? ¿Cómo parte de algo maravilloso? No sé… Pero estoy convencido que aquella Cena me resultó muy especial, que de alguna manera yo también era parte de la historia. Lo único que lamenté es no haber conocido antes a Mario a Craig y a John. Y también lamento, pobre Mario, que muy a su pesar tuvo que hablar el triple que nosotros. Durante el verano de 1996 británicos y polacos organizaron un campamento al que denominaron "POLISH PARTENRS", Socios Polacos. Los 450 scouts y guías británicos a cargo del escocés Craig Turpye arribaron a Varsovia para compartir dos semanas de actividades. La primera semana, divididos en cuatro grupos, se dirigieron a cuatro puntos de Polonia donde realizaron distintas acciones y labores en conjunto con sus hermanos polacos. La segunda semana se compartió el Campamento propiamente dicho a orillas del río Vístula. Durante la Ceremonia de Apertura el Comisionado Internacional británico, John May, entregó la Flecha Dorada, esos 40 centímetros de tosca madera inglesa, al Comisionado Internacional polaco, Piotr Borts. Las palabras pronunciadas al momento de la entrega fueron: "Hemos cuidado esta Flecha durante muchos años para ustedes y ahora que volvéis a ser parte de la Hermandad Mundial os la devolvemos" Jerzy Tomaszewski luego de la Segunda Guerra. 25 Las fotos de Jerzy: Szare Szeregi (Filas Grises) Szera Szeregi repartiendo periódicos Nazimierz Piechowski Fotografiado con uniforme de prisionero en el Campo de Concentración de Auschwitz. Mario Díaz, Craig Turpye, John May y Pedro N. durante la XXV Conferencia Interamericana de Scoutismo, Buenos Aires 2013 SIEMPRE FIEL 26 La última historia de este manojo comienza en el Norte de Italia, en una pequeña ciudad de Verona, Carpi. Es la historia de un tal Odoardo Focherini, un hombre nacido a la par del Scoutismo, el 6 de junio de 1907. Desde el seno de su familia Odoardo se educó en la fe católica y la participación activa en la vida social y parroquial de su Ciudad y de su Diócesis. Es así que fiel al espíritu de voluntario comprometido con 16 años de edad actúa como Secretario del Círculo Interparroquial. A los 17 pasa a convertirse en Secretario de la Federación Juvenil Diocesana y a los 19, corre el año 1926, es el Fundador del Primer Grupo Scout de Carpi. Como "Capogruppo" (Jefe de Grupo) asume la tarea que le demanda el Scoutismo tanto entre los "bambini" de Carpi como en la Diócesis, llegando a ser "Commissario" de su Diócesis Scout. Jefe de Sección, Jefe de Grupo, Director de Distrito… Cuando estalla la Segunda Guerra Odoardo, entonces con 33 años de edad, había formado familia con Marie Marcheri y siete hijos. Periodista, administraba el periódico "L'awenire D'Italia". Trabajo y familia no le impedían continuar con su voluntariado, tanto en el Scoutismo como en la Acción Católica, donde se desempeñaba como Presidente Diocesano. Durante el año 1942 llega al Norte de Italia un tren procedente de Polonia transportando judíos a cargo de la Cruz Roja Internacional para ser atendidos por el Arzobispado de Génova. Odoardo, al contemplar el estado de los judíos deportados comienza una incansable labor a favor de los "Hermanos Mayores" en la fe. Al iniciarse la guerra los judíos de Italia disponían de cierta seguridad en sus vidas y sus bienes, pero en cuanto Alemania tomó el control del país la suerte de los judíos cambió por completo. Comenzó a repetirse lo que sucedía en todas las ciudades oprimidas por Hitler: encierro y muerte. La única manera de evitar que los judíos no terminen en un Campo de Concentración era sacarlos clandestinamente hacia un lugar seguro. Suiza, lindante con Italia y país neutral en la guerra, era la mejor solución. La cuestión que se presentaba aquí, como en todo lo que es clandestino, es caer infraganti con los opresores… Odoardo organiza una red para sacar clandestinamente judíos hacia Suiza. Por el término de dos años logra poner a salvo a 105 personas. Organizar la red clandestina suponía contactar con los familiares; obtener documentación, verdadera o falsa; arreglar la financiación necesaria para la huida; dar sobornos, amparar y esconder a la gente hasta hacerlos traspasar la frontera. El accionar de Odoardo es peligroso. Su cuñado, Bruno Marcheri, lo apremia: "Ten cuidado. Tal vez te expones demasiado. ¿No piensas en tus hijos?" A lo 27 que Odoardo le responde: "Si hubieras visto, como he visto yo en la cárcel, lo que hacen padecer a los judíos, no lamentarías más que no haber hecho bastante por ellos, no haber salvado un número mayor" En mayo del '44 un judío llamado Enrico Donati está internado en el hospital de Carpi. Odoardo lo ha visitado varias veces, está organizando su fuga desde el mismo hospital antes de que sea apresado. Los nazis, atentos a que Odoardo algo se traía entre manos, lo arrestan en el hospital cuando visita a Enrico. Lo llevan a un Campo de Concentración que funcionaba dentro de Italia, el de "Fossori y Gries" en Borzano. Al poco tiempo es trasladado a Alemania, a "Hersbruck" sub campo del complejo de "Flossenburg" Lo único que quedó de Odoardo para siempre en Italia fue su sortija matrimonial. Flossenburg era un inmenso Campo de Concentración que usaba la mano de obra esclava para el mantenimiento de la maquinaria de guerra alemana. Odoardo, como los operarios-esclavos trabajaba desde las 3.30 de la mañana hasta la puesta del sol. Quien no resistiera semejante sacrificio terminaba en los hornos crematorios. Odoardo murió en Flossenburg de septicemia, por una herida en una pierna que nadie atendió. Un amigo que compartió con él las desdichas del Campo, Olivetti, guardó una carta que le entregó Odoardo cuando ya se sabía próximo a morir. En uno de los párrafos de la carta escribió: "Mis siete hijos. Querría verlos antes de morir, no obstante, acepta, oh Señor, también este sacrificio, y protégelos Tú, junto a mi mujer, mis padres, a todos mis seres queridos. Declaro morir en plena sumisión a la voluntad de Dios, ofreciendo mi vida en Holocausto por el retorno de la paz al Mundo. Os ruego que digáis a mi esposa que siempre le he sido fiel, que siempre he pensado en ella y que siempre la he amado intensamente" Muere en vísperas de Navidad. El 24 de diciembre de 1944 a los 37 años de edad. Fue inscripto en el "Libro de los Justos de las Naciones" en el memorial YAD VASHEM de Jerusalén. En 1955 su esposa recibe en su nombre la Medalla de Oro que otorga la Unión de Comunidades Judías de Italia. El 15 de junio de 2013 Odoardo es Beatificado por Benedicto XVI en la Piazza dei Martiri de Carpi. Ceremonia a la que asisten sus hijos, nietos y bisnietos. La alianza nupcial, la que quedó en Carpi cuando lo llevaron hacia Alemania, es la reliquia oficial elegida por la Diócesis que se venera en la Catedral. Los scouts del mundo entero podemos pedir a Odoardo interceda por nosotros ante el Gran Jefe, recordando que su fidelidad, es un ejemplo maravilloso que nos guiará "…hasta encontrarnos en el campo del descanso y la felicidad, donde Tú has levantado tu carpa y la nuestra para toda la eternidad…" 28 DESAFÍO DEL ZORRO "Enseña a los muchachos a ser animosos, a entrar en el juego, cualquiera que éste sea, y no a ser simple espectadores y holgazanes" Baden Powell 29 Después de una intensa jornada de campamento aquella noche cenamos temprano y rematamos el día con un juego de poco trajín y mucha diversión: La Ranita. Nos encantaba cambiarnos de ropa entre nosotros; acurrucarnos haciéndonos un gran bollo entre todos, uno arriba del otro, mientras el cazador trataba de descubrir quién es quién para poder eliminarlo. Cuando nos metimos en las carpas no tuvimos más tiempo que el necesario para cerrar los ojos y entregarnos a un sueño reparador y profundo. Pero era noche de "Desafío" Era la noche de mí Desafío con el Zorro. Por eso, cuando me acosté, pensé en descansar un poquito, solo lo necesario para estar bien dispuesto a lo que me esperaba. El cansancio pudo más. En un instante me quedé dormido como un tronco. -¡Rubén! ¡Rubén! La voz de Jorge, el Jefe de Unidad, acompañada por las suaves sacudidas con las que intentaba despertarme me sacaron de mi ensueño recordándome que era la hora del Desafío. Salí de la carpa tratando de hacer el menor ruido posible. Todavía sin poder despabilarme por completo escuché a Jorge que me daba las últimas indicaciones para la ocasión. -Tenés que llegar al puente sin linterna. El Zorro dijo que allá te dejaba el pañuelo que te quitó de la mochila. Una vez que encuentres el pañuelo volvés al campamento y te acostás. -Bueno, bueno- es lo único que atiné a balbucear. Jorge me dejó solo. Se fue al Rincón de Dirigentes donde se veía el resplandor de un fuego, nada más. Ningún sonido rompía la quietud de la noche. El campamento dormía en su reparador descanso. Me refregué los ojos. Miré en dirección al puente que sabía se encontraba en la orilla opuesta al lago al cual acampábamos. La noche estaba completamente oscura. Solo el infinito manto de las estrellas la tachonaba por doquier, sembrándola de millones de puntitos blancos y luminosos. La brisa, suave y fresca, me acariciaba el rostro ayudándome a aclarar las ideas. Busqué a tientas un bidón con agua que sabía que estaba en alguna parte del Rincón. Después de unos pocos golpes menores y de varios tanteos encontré lo que buscaba cerquita del horno que construimos ese mismo día. Tomé un sorbo de agua, me aclaré la garganta. Ya estaba listo para el Desafío con el Zorro. 30 Partí hacia el descampado delante del montecito que guarecía mi Rincón. Torcí hacia la derecha y crucé el cerco del campo hasta dar con el camino. Siguiéndolo, luego de haberlo recorrido en todo su trayecto, que era en subida y con varias curvas, me llevaría hasta el extremo opuesto del lago, daría con un arroyo y el puente donde debería encontrar mi Pañuelo. El silencio era absoluto. Ninguna voz. Ningún animal. Ningún ruido, conocido o extraño. Todo era silencio y quietud. Los árboles que bordeaban el camino por ambos lados oscurecían la noche aún más. Pasando por debajo de ellos, en aquellos lugares en que las largas ramas de uno y otro lado del camino se unían entre sí, se formaba un largo túnel donde la negrura era total. Estando en medio de ese túnel arbóreo a tal punto oscuro que tenía miedo de salirme del camino e internarme en el bosque, me pareció escuchar una carcajada lejana: "¡ja, ja, ja, ja, ja!" Me quedé quieto, atento por si se volvía a repetir el sonido. ¿Escuché realmente la carcajada o me pareció escucharla? Esperé un ratito. La carcajada no se repitió. Seguí adelante. Despacio. No quería errar el camino. Cuando finalmente logré recorrer un tramo el camino ascendía abruptamente, tropecé con unas ramas. ¡Salí del camino! No. No erré la marcha. En medio del camino, cruzándolo, unas ramas caídas pasaban completamente inadvertidas dada la oscuridad. -¡Ja, ja, ja! Otra vez la carcajada. Ahora más fuerte, o más cerca, no sé cuál de las dos posibilidades era la correcta. ¡Pero juro que la escuché! Hasta me sonó a una carcajada de "cargada"… Continué la marcha un poquitín nervioso. Había dejado atrás el túnel natural; ahora podía distinguir otra vez el cielo y el manto de estrellas que resaltaba en él. Renové el ánimo. Me veía entusiasmado, y caminé con mayor decisión. Ya estaba llegando al puente. Podía escuchar el murmullo del arroyo con claridad; era el agua que bajaba del cerro rebotando en las piedras del lecho. El sonido del arroyo crecía en intensidad en tanto me acercaba al puente. Iba bien, pero no podía distinguir el puente. Me moví más despacio, consciente que delante no sólo me podía topar con el puente… Me dirigía al Desafío del Zorro, y puede que él también estuviera allí, escondido, acechando, esperándome. Pisé una madera. ¡El puente! Estiré los brazos hacia los costados buscando las barandas. Toqué una de ellas. ¿El Pañuelo estaría atado a una de las barandas? Fui recorriendo el puente muy lentamente, sin quitar la mano de la baranda y esperando que se tope con el Pañuelo. No podía tantear las dos barandas a la vez; tendría que repetir el proceso cuando llegue al extremo del puente. 31 ¡Toqué algo! No, se trataba de un hilo… ¿Estaría realmente el Pañuelo más adelante? ¡Llegué al final del puente! El Pañuelo no estaba. ¿Tendría que regresar tanteando la baranda opuesta? ¿Estaría en la baranda? ¿Tal vez en uno de los pilotes que sostenían el puente? Salí del puente con mucho cuidado, temiendo resbalarme y caer al agua. Fui bajando hacia el arroyo sin quitar la mano de la estructura. Cada paso lo daba apoyando el pie donde notaba el suelo firme y seguro. Mis ojos estaban dilatados al máximo, pero así y todo me resultaba muy difícil distinguir las formas que se presentaban alrededor. Cuando mi cabeza quedó a la altura de la pasarela del puente descubrí una pequeña luz que provenía de debajo de la estructura. La luz de una vela. No la vi antes porque estaba guarecida entre las piedras. Aunque lo importante no era la luz: ¡al lado de ella estaba mi Pañuelo! -¡Por fin! ¡Ahí está!- dije en voz alta. Me acerqué a agarrarlo. Antes de levantarlo vi que junto a él estaba la consabida Z negra escrita sobre un papel blanco. Primero tomé la Z. Cuando estaba por levantar el Pañuelo una carcajada, una carcajada maldita diría, me paralizó por entero, haciéndome marcadamente audibles los latidos del corazón que parecía querer salirse de mi pecho. -¡Ja, ja, ja! Provenía de mi espalda y del otro extremo del puente. Se trataba de la misma carcajada que escuché durante el camino… ¿O esta me sonó un poquito diferente? Me di vuelta. No había nada; mejor dicho, no veía nada. -¡Ja, ja, ja! ¡Bien, bien! ¿El Zorro? Seguro estuvo escondido muy cerca aprovechando la oscuridad. Me escuchó llegar, cruzar el puente, y con la luz de la vela, a pesar de ser tan tenue, me habrá visto agacharme a agarrar el Pañuelo… O quizá escuchó mis palabras… ¡El Zorro! ¡Lo podía atrapar! ¡Está al alcance de mis manos! ¡Lo puedo descubrir ahora mismo! Cuando caí en la cuenta de lo que estaba ocurriendo, que esa carcajada maldita podía ser la del Zorro, y que si era el Zorro estaba al alcance de mi mano, creo que ya fue tarde para hacer nada. Subí al puente con cuidado pero apurándome todo lo que me fue posible hacerlo. Crucé el puente al trote, seguro de dónde pisaba. Pero, ¿y ahora? Estoy convencido de haber escuchado pasos que corrían. En mi estupor no comprendí que el Zorro se me escapaba. Me di cuenta de ello cuando el silencio volvió a reinar en la noche, solo quebrado por el sonido del agua golpeando en las piedras del arroyo. Me puse el Pañuelo al cuello. Lo apreté con decisión y retomé el camino al campamento. Quería apurarme, todavía guardaba alguna esperanza de 32 encontrarme con el Zorro nuevamente, pero me era imposible: tenía miedo de errar el camino y perderme. ¡Lo único que me faltaba! Volví a tropezarme con las ramas. "Por lo menos voy bien", me dije. Llegué al campamento creído de que iba a encontrar algún movimiento; del Zorro que entraba a la carpa o de los Dirigentes que estarían tomando mate en su Rincón comentando la actividad del día… Nada. Solo silencio y quietud. Abrí mi carpa y busqué la linterna que había dejado a un costado. Encendí la luz, y después de quitarme las zapatillas, entré con cuidado para no pisar a nadie. Alumbré en dirección a mi bolsa de dormir y… ¡Otra vez el Zorro! Me había dejado un mensaje que se destacaba sobre el cierre de la bolsa: "MUY BIEN. AGARRASTE EL PAÑUELO PERO YO ME ESCAPE" Z ¿Cuándo puso el Zorro este mensaje? ¿Cuando volvió del puente? ¿Quizá fue el Zorrito, su ayudante, que lo puso mientras el Zorro iba al Desafío? ¿El Zorro o el Zorrito será uno de mis Patrulleros? ¡Qué piolas que son estos tipos! ¿Cómo lo hicieron? En verdad, no pude dedicarle mucho tiempo a mis cavilaciones. Estaba realmente agotado. Después de la desazón inicial al dar con el mensaje del Zorro doblé el papel, lo guardé junto a la Z que encontré con mi Pañuelo en el puente, y me acosté dispuesto a dormir. Lo hice feliz. Feliz porque fui al Desafío del Zorro. Feliz porque vencí mis miedos, que fueron muchos, aunque no lo dije. Feliz porque recuperé mi Pañuelo y podría mostrárselo a todos durante la Formación de la mañana. Finalmente el sueño me venció cuando recordé nuevamente aquella carcajada maliciosa que me acompañó durante el Desafío… ¿de quién era?... ¿de quién era? El ser humano, entre otras razones, debe la condición de tal por su capacidad lúdica, su capacidad de jugar. Es el único ser viviente que juega por el mero hecho de hacerlo (otros animales lo hacen como adiestramiento involuntario: un perro que corre y mordisquea una pelota para utilizar sus músculos y dientes) El juego es una actividad que desarrollamos en momentos de ocio, de la misma manera que miramos televisión, leemos, nos sentamos detrás de la compu, filosofamos o hacemos arte. Jugar, entonces, podemos decir que es una necesidad interior, una necesidad del espíritu. 33 Para nosotros, Educadores scouts, es la mejor arma para educar. En primer término porque un chico, un joven, cuando juega se muestra tal cual es. Nosotros mismos dejamos las "caretas" de lado y nos entregamos como lo que somos, dando aquello que somos incapaces de esconder. Observándonos jugar nos conoceremos mejor. Participando del juego crearemos lazos de unión con los demás. Aceptando sus reglas y condicionamientos aprenderemos a distinguir el mundo que nos rodea y a comportarnos en él. Tomemos el juego del Zorro: Dos Bandos. Por un lado dos o tres personajes (Zorro y Zorritos) que sacarán a relucir todas sus capacidades para hacer la vida imposible al otro Bando. Y en éste, un entusiasta grupo de muchachos que intentan atraparlos para poder desenmascararlos. ¡Hermoso juego! Magnífica oportunidad de utilizar y desarrollar el ingenio, la astucia, el espíritu de lucha, la determinación. Posibilidad cierta para vencer el miedo a una noche cerrada o a un bosque repleto de sombras. Nuestro papel, como en todo juego, es mostrarnos absolutamente justos con uno y otro Bando. En este caso, específicamente, sin utilizarlo para divertirnos con nuestras chanzas, bromas y ocurrencias. Cada vez que nos metemos en el juego como un grandulón tonto, en lugar de hacerlo como un Animador de la diversión y el compañerismo, le robamos al juego todo lo lindo e interesante que pudo haber tenido para los chicos. Dejemos que sea la astucia y el ingenio de los propios chicos lo que dé razón de ser al Scoutismo. Nosotros aprovechemos y utilicemos el juego para ayudarlos a divertirse, a gozar y a crecer. FIESTA DE CUMPLEAÑOS "Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros" Albert Einstein 34 El frío y húmedo clima porteño en una desapacible y ventosa mañana de invierno es una excelente excusa para acurrucarse en la cama, disfrutar la modorra con la tibieza del acolchado e imaginar el grado de locura de quien está dispuesto a pasar una mañana como aquella al aire libre. Para colmo, domingo. ¡Domingo a la mañana en pleno invierno! ¿Quién en su sano juicio quiere pasar un día así fuera de la cama? ¿Existe alguien capaz, en una invernal mañana de domingo, de estar en una plaza, al aire libre, dando saltitos para calentar el cuerpo o ahuecando las manos y soplando dentro de ellas para insuflar un poquito de calor? ¡Pobres los Sin Techo que tienen un banco de plaza como mesa de comedor, sillón de living y cama de habitación! O los canillitas, que no les queda otra opción más que "cantarse" de frío si quieren vender sus diarios para poder vivir. ¡Yo no soy canillita! Y ya tendrán claro que, gracias a Dios, tampoco me falta techo bajo el cual cobijarme. Pero no tuve más remedio que dejar la tibieza de la cama y ponerme en camino a la plaza de Lomas de Zamora acompañando a mi ahijado que pasó la noche en mi casa visitando a su padrino. No me gustan los excesos, de ningún tipo. Y el frío de esa mañana de domingo no puedo catalogarlo de otra manera que de excesivo, la mañana más cruda hasta ese momento del invierno. Gélida y todo, la mañana del domingo de agosto en la plaza de Lomas de Zamora dio lugar a un singular entrevero de gente: canillitas voceando los diarios. Los Sin Techo mirando sin ver, los ojos perdidos. Un montón de chicos, jóvenes y adultos, pañuelos al cuello y sin mucho abrigo, cantando, saltando, festejando. Ahh… agréguenle a esa mezcolanza de gente a personajes como yo, acompañantes por obligación, añorando en cuerpo y alma las sábanas calentitas de la cama. ¡Cuánto puede el amor a un ahijado! Camino a la plaza, sorteando baldosas flojas y traicioneras, las que siempre están dispuestas a saludarte con un salpicón de agua sucia, me pregunté si todavía realmente existía gente que llame festejo a un encuentro en el que no participa el desenfreno, el alcohol o el sexo. Si es verdad que aún hay personas que rezan, que juegan y que sonríen con candidez y pureza… Para ser sincero, no me animé a responderme por temor a lo que significaba la respuesta. Más vale seguir quedándome con la duda. Los canillitas fueron los primeros del gentío formado en la plaza que abandonó el lugar descubriendo que estaban de más: el montón de personas restante no era habitué a comprar el diario o no le interesaba. Así que los diarieros, como vinieron, se fueron. Los Sin Techo tuvieron mejor suerte: la gente uniformada, entre quienes estaba mi ahijado, vino preparada para el frío. Montó una gran carpa donde se servía mate cocido caliente, ¡gratis! Y los Sin Techo la ligaron de rebote. 35 Los uniformados se habían adueñado de la plaza. Ahora eran tantos que la llenaron por completo. Chicas, chicos, adolescentes, jóvenes, adultos. Los cachetes colorados… ¡Qué frío aquella mañana! Las miradas transparentes. Los abrazos de amistad. El murmullo de cientos de voces alzándose al unísono. La música multiplicando el barullo. La masa viva de gente que iba y venía agitada frente a un escenario que presidía el momento y que aún permanecía solo y vacío. El olfato, el instinto comercial, la sabiduría del oficio, a la vez que alejó a los canillitas hacia sus respectivas paradas atrajo a un nuevo segmento comercial: los pochocleros. La ecuación era sencilla: (mucha gente + mucho frío + muchos chicos = mucha venta de pochoclos y garrapiñadas) Pero el olfato de los pochocleros no funcionó, nadie se acercaba a comprar. El escenario se transformó. Se convirtió en un altar. Sobre un extremo de la mesa del altar colocaron una sencilla cruz de madera y en el extremo opuesto un par de velas a las que el viento, después de dos o tres intentos, dio a entender que deberían permanecer apagadas. Un hombre uniformado provisto de micrófono, persona que me pareció conocida de la tele, llamó a silencio sin utilizar el ingenio electrónico: alzó la mano derecha haciendo una seña y el mar de gente respondió repitiendo el mismo gesto y guardando silencio al instante. Recién en ese momento nos saludó a todos sin necesidad de alzar demasiado la voz. Me sorprendí. Me dije, ¿este tipo también es de los uniformados? Quién lo diría… Y por la respuesta de todos en la plaza, ¡qué disciplina! ¡Y sin un solo grito! En el mismo instante que se produjo el silencio un coro ubicado a un costado comenzó un canto en tanto el sacerdote se acercaba al altar y daba inicio a la celebración. ¡Misa! Todos de pie en la plaza. ¡Y yo muerto de frío! Los pochocleros, desanimados, no tuvieron más opción que ir a buscar a sus potenciales clientes a otra parte. Los Sin Techo seguían allí, mirando todo con la misma mirada perdida aunque con la tripa un tanto más calentita. Los 25 o 30 minutos que duró la misa, gracias al frío, me representaron una hora y media, ¡por lo menos! Ya finalizada el tipo de la tele, estoy seguro que era él, actuó de maestro de ceremonias dando lugar a los señores que llegaron a continuación: un funcionario municipal en nombre del Intendente; alguien leyendo el mensaje del señor Obispo; otro uniformado destacando el festejo; la entrega de recuerdos y menciones… ¡Apuren muchachos que hace mucho frío! A pesar del clima y que el festejo ya había llevado su tiempo, las sonrisas no se borraban del rostro. Ese abigarrado grupo de gente irradiaba un especial espíritu de alegría y jovialidad. Transmitía tanto calor que el viento helado cruzando la plaza implacable parecía ni siquiera rozarlos. 36 ¿A qué se debía ese espíritu? Me vi fascinado. Es que esta muchedumbre de pañuelo al cuello, a quienes el común de la gente conoce como boy scouts, que se burlaba del frío, se alegraba por la reunión y se unía en el festejo estaba viviendo un momento importante. ¡Una fiesta de cumpleaños! ¡Cumplían 100 años! Cien años que representan tantos momentos para tanta gente y que se festejan en una sola ocasión, como en esta invernal mañana de agosto de la plaza de Lomas de Zamora. Celebración que se repite en Mar del Plata, Ushuaia, México, India, África, Inglaterra… ¡En todo el mundo! Es cierto que el común de la gente no entendía lo que representaba el festejo, yo era uno de ellos. Mucho menos la manera que los scouts eligieron para celebrar, una misa. Por eso los pochocleros, por ejemplo, rezongaban de lo lindo. Escuché a uno de ellos protestando con un compañero de gremio al que le expresaba con mal tono: "Estos son unos chupa cirios que no gastan un mango… Encima tenés que hablar bajito por la misa…" Mientras tanto, concluido el Acto, -misa, discursos, himno, banderas- la muchachada se reunió espontáneamente a seguir haciendo aquello que tanto amaban: cantar, danzar, jugar, sonreír. La carpa del mate cocido se vio invadida de golpe. ¡Hacía mucho frío! ¿Ya lo había dicho? Parece que todos necesitaban ese maravilloso y mágico elixir para lograr calor. Los chicos estaban provistos de tapers con bizcochuelos, sándwiches y tartas. En cuanto se lo permitieron aquellas delicias fueron el complemento perfecto para el mate cocido dulce y caliente. ¡Cien años! Algo más calentito, y no por haber tomado mate cocido, comencé a deambular por entre tanto jolgorio solo para observar y querer comprender. En un momento vi a una nena, 8 o 9 años, no más, que estoy seguro sabía muy bien lo que significa festejar esto de ser scout: sentadita junto a otro puñado de chicas, cada una de ellas con un jarro de mate cocido a sus pies, abrió con ansias un pequeño taper azul en el que se destacaron de inmediato unas tentadoras porciones de torta de chocolate. Con todo esmero la nena sacó una porción de torta, la envolvió en una servilleta de papel, se puso de pie con cuidado para no volcar el jarro con mate cocido y caminó unos pasos en dirección a los bancos de la plaza. Allí paradita, llena de inocencia y acompañada por una sonrisa tímida le ofreció la porción de torta al señor Sin Techo que estaba sentado en uno de los bancos. El hombre comprendió de la misma manera que comprendí yo. Tomó aquello que le ofrecían con delicadeza, asombrándose de que esa porción de torta de chocolate fuera para él. Sus ojos habían cobrado nueva vida, ahora hablaban ¡Sí, hablaban! Y en silencio, con el alma, dijeron gracias, muchas gracias. 37 SERVICIO DE AVENTURA "Dormía y soñaba que la vida no era más que alegría. Me desperté y vi que la vida no era más que servir… Y el servir era alegría" Rabindranath Tagore Poeta indú La escuela primaria del paraje Pozo del Tigre en cercanía de Santa Victoria Este, provincia de Salta, está enclavada en lo que se conoce como el "Chaco38 Salteño" Chaco, en quechua significa "Lugar de caza o País de Caza" en una zona donde conviven la sugestiva lampalagua de portentoso y fatal abrazo, las más grandes y peligrosas yararás que se puedan encontrar en la Argentina, la huidiza corzuela tan tímida como todos los ciervos, el impredecible tapir de carne apreciada y genio temido, el sigiloso puma señor del monte y maestro del acecho; de grandes aves rapaces y de águilas, el jotes, el gavilanes, caranchos, y otras tantas especies que combinan al mítico "rey de los pájaros" una lechucita llamada pespir; al eterno corredor chaqueño, el suri, al que en las pampas llamamos ñandú y muchos más desconocidos para los sureños como la chuña o la charata. La fauna del chaco-salteño es maravillosa. Algunos llaman poderosamente la atención como el simpatiquísimo oso melero, lo más parecido a un osito de peluche que se pueda ver, siempre detrás de un panal de avispas o de lechiguanas; el magnífico surubí, el "tigre de los ríos", de cuerpo rayado y dos metros de exquisita y sabrosa carne. Tan variada es la vida animal en el ChacoSalteño que, a pesar de compartir su naturaleza por solo una semana y no tener demasiado tiempo para adentrarse en los montes de quebrachos y algarrobos, de palo santo y palo mataco, siempre la vas a escuchar, la vas a sentir próxima, la vas a distinguir en el recodo de una senda, detrás de una enramada espesa y misteriosa, sobre una horqueta rozándote la cabeza o cortando la oscura y rápida correntada del río Pilcomayo. Hacer pie en Pozo del Tigre desde un punto tan distante y diferente como es Mar del Plata alimentó en la mente y los corazones las más atrevidas y extravagantes fantasías. Solo dos de entre los ocho que emprendimos el viaje conocían Salta. Francisco, nuestro Dirigente, y Yagui, uno de los Rovers. Ellos dos fueron los primeros en decirnos que Salta era mucho más que lo poco que sabíamos los seis restantes de la Provincia. Apenas teníamos noción que estaba lejos, muy lejos, que había montañas, se comían buenas empanadas y se tomaba mejor vino; que se escuchaba folklore y se podían conseguir unos lindos ponchos colorados. Francisco había visitado la parte "turística" de Salta: el Tren de las Nubes, Cafayate, el funicular del cerro San Bernardo, los Museos e Iglesias de la Capital. Pero existía todo un territorio que no se promocionaba, o se lo promocionaba muy poco, y que Francisco no tuvo la posibilidad de pisar. Con la Comunidad supimos de este territorio por Yagui, quien dedicó todo un verano a recorrer Salta y Jujuy. Yagui viajó al Norte sin tener en claro su itinerario final. Partió de Mar del Plata pensando en Jujuy y la Quebrada de Humahuaca, La Quiaca, Bolivia, y la ruta que pueda desplegar su estado de ánimo, o quizá la gente con quien se tope en el camino e incluso el contenido que dispusiera en su billetera cuando tuviere que decidir hacia dónde dirigirse. 39 Así, atravesó la Quebrada de Humahuaca y llegó hasta La Quiaca. Antes de cruzar el río Sococha e ingresar a Bolivia por Villazón, se desvió acompañando a dos muchachos que conoció en el hostel donde pasó la noche. Lo invitaron a conocer Yavi, en ruta hacia el Este. Yagui se entusiasmó con lo que encontró a su paso. Siguiendo por la misma ruta de montaña que se internaba en cerros de hasta cinco mil metros de altura dejó Jujuy para ingresar a Salta y dar con la ciudad de Santa Victoria…"Oeste". Llegado a este punto Yagui cambió su itinerario olvidándose por completo de Bolivia y su ruta hacia el Norte. Estacionado en el seco y árido clima de la altura, donde falta el agua y abundan las piedras, vislumbró lo que se abría si descendía hacia el Este: las Yungas. Sierras de mil doscientos, mil trescientos metros de altura pobladas de una flora y fauna increíble. Como pudo, a pie, a caballo, solo, en grupo, por tramos pagando, otras de favor, descendió hacia el corazón de las Yungas. Visitó el Parque Nacional Baritú y siguió bajando. Atravesó la selva en su totalidad y apareció en la localidad de Aguas Blancas, luego en Orán y desde allí, gracias a su incansable sed de conocer gente y lugares nuevos, siguió su ruta hacia Tartagal, Campo Durán y el Chaco-Salteño. Salta es la única Provincia en la Argentina que tiene dos ciudades con un mismo nombre: Santa Victoria. La que está allá arriba, en las montañas, se la conoce como "Oeste". La que está en el Chaco-Salteño cerquita del Pilcomayo y de la Triple Frontera entre Bolivia y Paraguay se la denomina Santa Victoria "Este" En esta Santa Victoria se adentró Yagui. Luego, dar con la escuelita de Pozo del Tigre fue lo más sencillo para el viajero. Transcurría el mes de febrero, por lo que a Escuela se encontraba en receso de vacaciones, pero Yagui encontró a la Directora que se afanaba en medio de los preparativos para dar inicio al nuevo Ciclo Lectivo. Conocer a la Directora le permitió a Yagui saber de las necesidades y de las falencias de la escuela y de las familias que viven a su alrededor. Criollos chaqueños, descendientes de los "blancos" llegados al monte y Wichís, sin duda entre los más necesitados y desposeídos seres humanos que habitan el suelo argentino. Yagui estaba a punto de iniciar su segundo año de Magisterio. La escuelita de Pozo del Tigre y su gente lo cautivaron. Sus últimos días de viaje los dedicó a las necesidades del edificio y a los Wichís. De regreso a Mar del Plata sólo necesitó de su entusiasmo para convencernos que teníamos que "hacer algo" por esa gente de Pozo del Tigre. Y nació el servicio que la Comunidad Rover comenzamos a vivir, desde el primer instante, con plena emoción y dedicación. Ahora que lo pienso me doy cuenta de que Yagui estudió, buscó y encontró el momento exacto para darnos a conocer su proyecto. En un principio nos transmitió sus andanzas por Salta como un viaje de película. Nos habló y nos mostró fotos de la Quebrada de Humahuaca, de su camino hacia La Quiaca y Santa Victoria Oeste. Nadie de la Comunidad tenía idea del Parque Nacional 40 Baritú y del paraíso que representa la Yunga. El marcado contraste entre las alturas de las montañas de Santa Victoria, la Yunga y el Chaco-Salteño nos quedó reflejado con las fotos y con las anécdotas del viaje. Yagui tiene una facilidad de palabra tan especial que logra de cualquier cuento la historia más emocionante que se pueda vivir. Al rato de escucharlo creo que no había uno solo de nosotros que no hubiera querido acompañarlo, especialmente yo, que estuve a punto de hacerlo en enero pero opté por realizar un trabajito temporario. En ningún momento del relato surgieron los Wichís, la escuelita de Pozo del Tigre y mucho menos que podía resultar un hermoso Proyecto para nuestra Comunidad, un Servicio en el cual involucrar a todo el Grupo Scout. Pero en un instante, cuando parecía que ya no había nada nuevo para contar, Yagui abrió su mochilita y empezó a sacar recuerdos traídos especialmente para sus compañeros Rovers: tres yicas confeccionadas en chaguar para las chicas; bolsas que servían de carteras tejidas con la fibra de la planta utilizada por los Wichís para todo aquello que pueda hilarse. Tres figuras de animales talladas en palo santo: un puma, un águila y una lechuza para cada uno de los Totemnizados de la Comunidad. También nos regaló otras tallas con figuras de Wichís con sus implementos de pesca o con una lanza en la mano; de mujeres hilando chaguar, portando bultos de leña y recipientes con agua; de una variedad de animalitos, y un mate precioso con el nombre de la Comunidad tallado que, según Yagui, tuvo que pagarlo con la cortapluma que siempre lo acompañaba en sus campamentos. -¡Qué cosas hermosas Yagui!- exclamamos. -¿Quién hace esto?- preguntó una de las chicas. Pasados los agradecimientos Yagui comenzó a explicar quién hacía las artesanías, cómo las hacía, cuánto se pagaban. ¡El momento preciso para que comience a meternos en su Proyecto! Nos habló de los Wichís, sus necesidades, las capacidades con las que cuentan, de la explotación constante que no dejan de sufrir, de la sumisión ancestral. Por supuesto habló fascinado de la tarea de los Maestros, de la escuelita de Pozo del Tigre… Solo escuchar el nombre del Paraje comenzamos a dar rienda suelta a la imaginación. Nos vimos rodeados de animales salvajes y auténticos aborígenes subsistiendo de la caza y de la pesca. Comenzamos a sentirnos parte de aquella gente llamados a dar a conocer un poco del adelanto de la "civilización" y de todo lo bueno que tiene el siglo XXI. Hoy en día sé que cada uno de quienes integrábamos la Comunidad nos habíamos formado nuestra propia idea de Pozo del Tigre. De lo que podíamos hacer y descubrir una vez que estemos en el lugar y de la aventura que representaba llegar hasta allí después de recorrer 2.200 kilómetros. 41 Al decidir que el proyecto de Yagui sea de toda la Comunidad, a la vez que integrábamos al Grupo Scout para que tengan la posibilidad de participar, se nos fue revelando lo que verdaderamente significaba la aventura, que representaba mucho más que viajar tantos kilómetros para dar con un paraje desconocido y misterioso. El Proyecto Pozo del Tigre abarcó un abanico de actividades. El objetivo final, en lo material, era dar una mano a la escuelita, espacio siempre necesitado de lo que se pueda ofrecer. Una de las tareas que nos solicitó la Directora era terminar de construir una leñera de ladrillos con una puerta ciega de metal. La escuelita contaba con comedor. Nada de cocinar con cocinas a gas envasado y mucho menos gas natural, se cocinaba a fuego de leña. Disponer de leña no era inconveniente. El problema estaba en la leñera: espacio predilecto de la yarará, lo que volvía a la leñera más peligrosa que el monte y a las manos de los desprevenidos el punto frecuente de mordeduras sumamente inquietantes. La leñera de la escuelita estaba a medio hacer y era importante terminarla como corresponde. No era ésta la única labor: existían bancos a la espera de ser reacondicionados, puertas y ventanas a las que mantener constantemente, una pared gritando la necesidad que la pinten, y la misma canchita de fútbol ubicada detrás del edificio escolar precisaba de arcos nuevos. El trabajo material a llevar a cabo en Pozo del Tigre era variado y nosotros sabíamos que podíamos realizarlo. Otra cuestión era lo que se podía organizar y trabajar en Mar del Plata. Eso fue la venta de artesanías Wichís. Los maestros salteños tenían establecida una red de recepción y distribución de las artesanías que confeccionaba la Comunidad Wichí con el objeto de dar una salida laboral genuina con el ingreso de pesos constantes y sonantes. Para ponerlo en la práctica en nuestra ciudad recibiríamos dos grandes encomiendas con las clásicas artesanías Wichís: tallas en palo santo, tanto de figuras decorativas como otras de uso corriente, mates, cucharones y cucharas de cocina; yicas, pulseras, fajas y cinturones de chaguar teñidos con tinturas vegetales. Luego, venderlas. El Proyecto se inició muy bien. Organizamos una Peña Artística con participación de todo el Grupo. Puto indicado para vender las artesanías gracias a la insistencia, simpatía y sencillez de la Manada. El dinero resultante lo giramos a la Directora. La Unidad y los Caminantes diagramaron una Campaña de recolección de útiles escolares (cuadernos, carpetas, hojas, fibras, biromes, lápices, afiches, pegamentos…) La cantidad de útiles reunidos fue formidable. Incluso lograron reacondicionar dos bibliotecas listas para despachar con toda una colección de libros de cuentos, historietas y publicaciones de lo más variadas e interesantes. A los útiles escolares también hay que agregarle una cantidad de víveres perfectamente determinados: leche en polvo, harina, azúcar, arroz, lentejas, porotos, fideos y latas de tomate. La Directora nos especificó claramente qué alimentos reunir, tanto por la facilidad de conservación y transporte como el de su uso en el comedor. 42 Trasladar lo reunido en la Campaña, en apariencia, podía ser lo más complicado. Sin embargo, gracias a la colaboración de una ONG que asiste y colabora con las Escuelas de Frontera, haríamos llegar la totalidad de las cosas para la misma fecha que viajaríamos con la Comunidad hacia Pozo del Tigre durante septiembre. Elegimos septiembre por dos motivos. El primero de ellos tenía que ver exclusivamente con nosotros: era el mes que quienes trabajábamos podíamos conseguir días de vacaciones sin grandes dificultades y para los que estudiaban tomarse un pequeño descanso por días más tranquilos. El segundo motivo era el clima del Chaco-Salteño en general y la posibilidad que brindaba la escuelita en particular: en septiembre no se sufren los agobiantes 45º del verano ni sus lluvias torrenciales. Eso lo convierte en un excelente momento para trabajar en el edificio y compartir la vida de los alumnos y de los maestros. Además, la semana anterior al día del Estudiante, en Salta se conmemora la Fiesta del Señor y la Virgen del Milagro, la más importante del Norte argentino. En Salta se dan cuatro días de asueto, buen momento para desarrollar todas las tareas necesarias dentro del edificio sin molestar con el dictado de clases. Así lo soñamos. Así lo organizamos. Así emprendimos la aventura. Viajamos cargados de elementos y de ilusiones. Nos esperaba un hermoso trabajo para nuestras manos y un tiempo muy especial dedicado a compartir con los chicos, conocer a sus familias, sufrir su realidad y esperanzarnos con un Mundo mucho más humano y equilibrado. -¿Amtena? ¿Cómo estás?- preguntó Yagui cuando se reencontró con la familia de Martín, un Wichí de unos doce años de edad que lo recibió con el afecto y la ternura que guardamos para quienes apreciamos de corazón. -¡Is! ¡Bien!- manifestó la mamá de Martín sin mirarnos a los ojos, cargando con cientos de años de resignación y abandono. Is. Bien, siempre bien. A pesar de tener que conformarse con casas construidas de enramadas verdes, sin baño, sin agua potable, sin luz eléctrica. Sin trabajo estable que les permita contar con unos pocos pesos. Sin la libertad de cazar y pescar a gusto porque sus cotos de caza se achican, se "privatizan", o la caza desaparece ante el constante avance del "blanco" y sus métodos de agricultura. Sin poder alcanzar lo que tanto se merecen: ser igual a cualquier argentino, con posibilidad de estudiar, de progresar, de mirar al otro a los ojos, de sonreír feliz y dichoso… ¡Qué dura la vida del Wichí! ¿Ocurre lo mismo con los Chorotes, los Pilagá, los Chulupíes, los Tobas? 43 Desde que nos chocamos con la realidad del Chaco-Salteño no dejamos de hacernos esa pregunta, y nos respondíamos: "¡Cuánto hay que hacer por la Argentina! ¡Cuánto! ¿Podemos hacer algo nosotros?" Francisco, nuestro Dirigente, es de esos tipos que arrastran a cualquiera gracias a su espíritu alegre, a la pasión que pone en lo que hace. Cuando los Rovers nos embalamos con el Proyecto de Yagui Francisco pasó a convertirse en ese motor que no deja nunca de impulsar, convencido que no se puede tener otro fin más que lograr la meta propuesta. Llegó a Pozo del Tigre acompañado de ese ímpetu y lo vimos trabajar y jugar con criollos y Wichís con la misma alegría que lo hacía con los chicos del Grupo en Mar del Plata. De barba poblada se ganó el sobrenombre de poseij, que es la palabra Wichí empleada para designar a los barbudos, algo completamente inusual en el rostro de los nuestros Pueblos Originarios. Poseij tuvo como principal tarea animar un Campeonato de fútbol que ideamos para los chicos y los jóvenes. El Equipo que resultó Campeón jugó un partido final con la Comunidad Rover. El momento más gracioso de aquel partido fue el abucheo que recibió Poseij cuando tiró la pelota deliberadamente al córner… ¡Entre ellos esa acción es impensada! ¿Tirar la pelota afuera a propósito? ¡Jamás! ¡Siempre hay que jugar hacia adelante y luchar decidido aunque se esté en inferioridad de condiciones! ¿Quién es el "civilizado"? Nos preguntó Francisco cuando comentamos el hecho. ¡Son tantas las diferencias de cultura! Una tarde, Adriana, la más grande de las Rovers de la Comunidad, estudiante de Servicio Social y de esas minas súper comprometidas con lo que hace, me abrazó con tanta fuerza que me dejó sin habla. No pronunció una palabra, solo me abrazaba con el rostro enterrado en mi pecho. Yo no entendía nada. Después de, no sé…, un minuto, retiró el rostro mientras reflejaba las lágrimas que le corrían por las mejillas. -¿Qué pasó Adri? -Nada, nada. -¿Cómo que nada? ¡Estás llorando! ¿Qué te pasó? -A mí nada… -¿A quién entonces? ¿Qué pasó? -Nada que no hubiera visto en la Villa de Vértiz pero acá… parece más crudo todo… Me senté a charlar con Luisita, la de la cicatriz en la rodilla. Le pregunté por su mamá, por su familia. Me contó que la mamá murió después de tener su octavo hijo, que también nació muerto. Que vio morir a otro hermanito muy enfermo por algo en la panza… Que la cena es siempre escasa… Que tiene dos remeritas, una es esa roja y agujereada que tiene puesta ahora, y que una sola vez usó zapatillas… 44 Adriana volvió a lagrimear. ¡Pero la puta que lo parió! ¿Dónde están todos esos que hablan y hablan desde atrás de un escritorio o tomando cerveza bien fría al lado de una pileta de natación? ¡Vengan acá, por Dios! ¡Vengan acá! Soy consciente que no es mucho lo que pudimos hacer por la gente de Pozo del Tigre. Brindamos todo lo que estuvo de nuestra parte, hicimos el mejor esfuerzo posible. También logramos palpar una realidad hasta ahora desconocida y que nos movilizó de una manera como pocas cosas antes lo habían hecho. Creo que de ahora en más cada quien sabe hasta qué punto esta realidad cambiará su vida o le dará un sentido diferente al que traía al Chaco-Salteño. Personalmente hasta el Proyecto Pozo del Tigre no había participado de una gran cantidad ni variedad de servicios. Los compartí con el Grupo, con la Comunidad, con el Distrito, con la Zona. Los viví durante una tarde, en una actividad de fin de semana, en un Campamento Nacional. Fueron testigos de ellos mi barrio, la ciudad, Instituciones que son de apreciar y a las que es un placer darles una mano…. Pero el servicio a la escuelita, si busco compararlo con cualquiera de los otros servicios, es imposible. Primero porque todo servicio es bienvenido e importante. Sencillo o complicado, breve o de largo alcance, a la vuelta de la esquina o a miles de kilómetros de distancia no admiten comparación. Segundo porque nuestra aventura fue un verdadero viaje de iniciación a la vida, donde nos topamos mano a mano con la esperanza y la desidia, con la alegría y el llanto. Con el que nos fortalecimos y con el que nos preparamos comenzando a entender que la vida está mucho más cerca de la muerte de lo que creíamos en un principio. Cuando llegamos a Mar del Plata Francisco nos entregó a cada Rover una tarjetita. En el frente se podía ver la figura del Parche que confeccionamos para el Servicio. En la parte de atrás aparecía un poema de Rudyar Kipling. El poema se llama "Si" Francisco nos contó que Kipling lo escribió en 1910 para su hijo que por aquel entonces tenía 12 años de edad. Es un poema hermoso. No conozco muchos poemas, en verdad no conozco ninguno más que éste, pero si todos fueran así bien valdría la pena que los conozca. “Si” refiere las palabras que un padre brinda a su hijo antes que ingrese en el mundo de los adultos. Comenta sobre lo que puede esperar de ese mundo y cómo enfrentarlo. Habla de soportar lo malo de la misma manera que la adulación. De ser paciente, de no dejar de soñar y emprender sus caminos. De pensar y actuar. Que Triunfo y Desastre son dos farsantes. De reconstruir lo derruido y no tener miedo al riesgo. De ser firme en la voluntad y saber mantener la virtud. Y que lograr todo eso, agrega con amor finalizando el poema: "tuya es la tierra y todo lo que en ella habita y, -lo que es más-, serás hombre, hijo mío" Es probable que la actividad que mejor nos describe a los scouts y la más apreciada sea aquella que logra aunar la aventura con el servicio. Es así que lo 45 primero que me viene a la mente cuando digo esto es en los Rovers. Contemplo en ellos a las personas capaces de alcanzar mi afirmación simplemente siendo lo que son, sin necesidad de sesudas programaciones o infinitas horas de discusión. Es necesario hacerlo. Es lindo hacerlo. Es bueno hacerlo. Nunca dejemos de hacerlo. La Manada nos reúne como familia: unida, feliz, alegre. Una familia en la que cada integrante juega su rol con la consigna puesta en hacer de cada día de su vida un mejor esfuerzo, una mejor amistad, una mejor ilusión. Dejamos la Manada soñando con ser un buen scout: capaces de asumir responsabilidades que ya no solo me competen a mí mismo; un puñado de amigos está creciendo conmigo y no tiene sentido construir nada si no lo hago con ellos. Me asumo Listo para hacerlo, pero el camino recién comienza. Ahora la senda se dificulta, es más estrecha. Descubro que caminar tiene sus dificultades, sus renuncias, sus opciones. El corazón me palpita con fuerza cuando estoy delante de un logro que conseguí con esfuerzo y dedicación, pero muchas veces se acongoja ante las indecisiones y las renuncias. A pesar de todo camino, no me rindo. Ya aprendí hacia dónde me dirijo. Voy hacia lo que yo mismo me propuse. Voy hacia lo que sigo descubriendo me hace feliz. Voy hacia una meta que está más allá de mi familia, de mis amigos, de mi trabajo o de mi profesión. Una meta que si bien se vislumbra lejana la puedo percibir y la puedo compartir. La comparto y la vivo hoy, lo haré mañana, lo haré pasado. Porque mi meta, como el Scoutismo, es el camino que no dejo de transitar. Es el libro que me sigue entusiasmando, la pala que me sigue ayudando a construir, el amor que me apuntala, la fe que me fortalece. Tengo claro que vivir lo que compartí desde chico: jugar, divertirme, soñar, trabajar, inventar, desafiar, dar, son la consigna y la meta de lo que quiero ser y de lo que soy ahora mismo. Estoy convencido que la aventura es el ingrediente más maravilloso y motivador que tiene cualquier cosa que quiera realizar, y Servir, la expresión más alta a donde me conduce aquello que tengo la posibilidad de hacer bien. Si los uno, si los entrelazo, si soy consciente que puedo llevarlos de la mano, no necesito meses estudiando si es no es factible llevarlo a la práctica. Preciso que el corazón actúe con la misma espontaneidad con la que grito un gol, con la que me fundo en un abrazo o con la que te invito a compartir el mate. El 2 de abril de 2013 la ciudad de La Plata sufrió la peor inundación de la que se tenga memoria. Planificada y fundada en el año 1878 la moderna Capital de la provincia de Buenos Aires se convirtió en la primera ciudad argentina con tendido de luz eléctrica, urbanización ejemplar e infraestructura a prueba de todos los imprevistos meteorológicos capaces de poner en peligro a cualquiera de sus habitantes. Esa era la moderna y pujante ciudad de las "diagonales". Después, fiel reflejo de las improvisaciones argentinas, la ciudad Capital 46 continuó creciendo: más gente, más trabajo, más casas, ¿más obras? Poquísimas con relación a su constante crecimiento. La Obra Pública en la Argentina es un déficit que ojalá algún día podamos dejar atrás. Mientras tanto, crecer sin "ton ni son" nos seguirá llevando a desgracias como la que sufrió La Plata y el Gran La Plata aquel 2 de abril de 2013. Los más memoriosos recordarán situaciones similares a las sufridas por los platenses tanto en Santa Fe, Concordia, Quilmes, Dolores, Guaminí… En montones de Provincias y de Ciudades. Siempre lo mismo: barrios y campos completamente cubiertos por las aguas. Casas totalmente anegadas con el barro impregnándose en las paredes y dejando su indeseada marca allí hasta donde alcanzó la altura de la inundación. Gente ahogada, muertos de pánico, desapariciones. Poco y nada por recuperar y un eterno volver a empezar. Cuando se sufre esta desdicha, al igual que ese 2 de abril en La Plata, escuchamos el comentario de "la gran solidaridad del pueblo argentino" De cómo la gente común, esa que es como uno, que anda a pie, con sus problemas, corriendo tras las cuentas o peleándola con un trabajo mal pago, entrega lo que puede y, a veces, más que eso. Cuántas historias de abnegación, de sacrificios, de horas sin descanso, de labores dejadas de lado para tenderle una mano al necesitado. ¡Qué orgullo poder ser de esos argentinos! ¡Qué honra! Durante las jornadas de la inundación en La Plata los scouts fuimos honra y orgullo. Chicas y chicos, jóvenes y adultos, mujeres y hombres. Hijos y padres, amigos y desconocidos, todos ellos ofrendando su tiempo y su esfuerzo con los inundados de La Plata: acompañándolos y atendiéndolos, trabajando en los centros de distribución de alimentos o de acopio de colchones y frazadas; clasificando ropa y enceres, embalándolos y distribuyéndolos. Y si no era en La Plata podían estar trabajando en Buenos Aires, en Rosario, en Córdoba, en tu Provincia o en tu Ciudad. En todos lados colaborando y haciendo lo que se les pedía. ¿Quién no se sentiría orgulloso y honrado de ser scout en estas circunstancias? Mayra, Mara, Lucas, Homero, Matías, Juan, Lorena, Paulina, Jorge y Hernán son integrantes de la Comunidad Caminante Rosario Vera Peñaloza y del Consejo del Grupo Scout Adesmia Incana de Villa Gesell. Enterados de lo que sufrían los platenses con la inundación ahí nomás programaron la aventura: durante unan semana emprendieron una campaña de recolección de ropa y alimentos. Buscaron un alma caritativa que les facilite un tráiler para enganchar a la camioneta y quizá, de ser posible pero no absolutamente necesario, conseguir unos litros donados de gasoil para hacer el viaje hasta La Plata… ¡Y allá vamos! ¡A lo que nos necesite la gente y la Comunidad! Aprovechando el viaje es fácil que a uno se le cruce por la mente cosas como: ¿se podrá realizar algún paseo, habrá tiempo para un entretenimiento? 47 ¡Sí que se puede! Un paseo a compartir la realidad del que sufre, del necesitado. A entretenerse y nutrirse jugando a dar la mano con tanta fuerza y profundidad como la necesite quien la toma. Para las chicas y los chicos del Adesmia Incana -esa hermosa flor, típica de los médanos geselinos- la aventura del servicio en La Plata floreció a pleno durante el fin de semana que permanecieron trabajando codo a codo con la gente, porque el lunes había que regresar al colegio y al trabajo. Pero el espíritu de aventura que impulsó a estos hermanos scouts a compartir el esfuerzo del viaje y la tarea mancomunada también impulsó a todos aquellos que respaldaron tan hermosa acción al prestar el tráiler, al donar una caja de leche, una frazada o al regalarles el café durante una parada en la ruta. Ese espíritu es el que permanecerá para siempre, crecerá, y cada día será mayor. Año 2020. Epidemia del llamado Coronavirus. ¡Cuántos miles de abnegados voluntarios luchando por el bien común! Quizás no somos uno de ellos. Pero contemplemos el espíritu que los impulsa y hagámoslo nuestro. Nada más hermoso que servir con amor y desinterés. Busquemos la ocasión. UNA BILLETERA "Ayuda a los semejantes a levantar su carga, pero no a llevarla" Pitágoras Un manto de nubes grises cubre los retazos de cielo que escapan a la enmarañada masa de edificios de la ciudad. Los pocos vehículos que circulan por las calles parecen pequeñas motas de polvo en las desiertas lenguas de asfalto. Las persianas de los comercios están bajas; no hay negocios abiertos. La vereda de la Avenida, tropel de colores y movimiento en días laborales, los sábados por la tarde es un espacio vacío y solitario que el gris de las nubes y del asfalto lo tornan más vacío y solitario. Buenos Aires. Caminaba lentamente por la vereda, las manos en los bolsillos, la vista perdida, la mente en blanco. Llegué a la esquina de Moreno y 9 de Julio sin saber hacia dónde me dirigía, sin idea de lo que podía hacer; si quería ver a alguien, si tenía ganas de distraerme con algo o lo que era aún peor, si valía la pena preocuparme por tener alguna actividad o no. 48 La semana, mi semana, de lunes a viernes transcurría rauda como un rayo. Trabajo, gente, movimiento, discusiones, más trabajo… Oficina de ocho a ocho, cuando todo el mundo se iba a las seis. En mi departamento a las nueve, para comer cualquier cosa que había comprado de paso y que engullía mirando la tele. Invitar al sueño con alguna copa. Dormir, despertar en medio de la noche sobresaltado, volver a dormir. A las seis y media el despertador que me pone en aviso para reiniciar el ciclo del día. Lunes, martes, todos los días iguales; por lo menos hasta el viernes, porque el sábado mi vida muere de golpe: se acabó la actividad, el bullicio, la gente, y aunque parezca un contrasentido también se acabó mi tranquilidad. A mi modo de ver tranquilidad no es sinónimo de estar solo, leer, mirar fútbol, tomar mate o no hacer nada. ¡No! Para mí tranquilidad es tener que preocuparme porque se realice el trabajo, discutir con mi jefe, chancerame con un compañero o embotarme con los bocinazos, los gritos, las frenadas y los olores de la ciudad. Es compartir calles repletas de cuerpos apurados, cabecitas que se mueven en una sola dirección con rostros serios y desconocidos. Por eso, cuando descubro que es sábado y que tengo por delante dos días completos para pensar en lo que soy, lo que perdí o lo que nunca alcanzaré a ser, siento el alma tan triste y oscura que no puedo soñar con otra cosa que no sea en una copa que me ayude a que el fin de semana pase pronto; que sea lunes, así vuelvo a vivir. Pero aquí estoy. Parado en la esquina de Moreno y Bernardo de Irigoyen, la cabeza vuelta al edificio del Ministerio de Desarrollo Social que se alza imponente en medio de la avenida 9 de Julio queriendo descubrir si el edificio quedaba mejor antes o después de haber incorporado la imagen de Evita en toda su fachada. Permanezco con las manos metidas hasta el fondo de los bolsillos, descolocado en una ciudad tan gris como la tarde del sábado. -¡Señor, señor! El cantarín acento juvenil me sacó por un momento de mi mundo gris y solitario. Aquella voz, respetuosa y firme a la vez sorprendía por ser la voz de un chico. Miré al muchacho con curiosidad. Estaba parado a mi lado, no lo escuché acercarse. Intenté prestarle atención pero no pude. Sin pensarlo me vi a mismo muchos, muchos años atrás. El muchacho movía la boca y señalaba algo en el suelo, a mis pies. Tuve que emplear toda mi concentración para volver a la realidad y comprender lo que el muchacho quería decirme. -¡Señor! ¡Se le cayó la billetera! Sin esperar a que yo dijera algo me miró a los ojos, se despidió con una sonrisa y continuó su camino hacia el Bajo. Contemplé por un momento la espalda del muchacho, lo suficiente para que renazcan los recuerdos…, recuerdos dichosos y placenteros. Sonreí. Bajé la vista con la mente rebosante de momentos felices… 49 ¡La billetera! ¡No era mía! Quise llamar al chico con un grito mientras alzaba la billetera pero antes de emitir sonido alguno me di cuenta que estaba vacía; el carterista realizó muy bien su trabajo para desgracia de la víctima de turno. Volví a fijarme en el muchacho que caminaba decidido rumbo a su meta. Trece o catorce años. Paso firme, pose erguida y aquel inconfundible uniforme que lo señalaba como scout. Lo seguí con la mirada hasta que el muchacho llegó a la esquina de Tacuarí y dobló hacia Belgrano. No solo lo veía a él: miraba a un muchacho de uniforme que también tuvo una historia con una billetera, y esta vez sonreí con nostalgia. ¿Cuándo ocurrió aquello? ¿Hace treinta años? ¿Cincuenta, un siglo? Fue hace mucho, sin dudas, pero comenzó a cruzar por mi mente como si estuviera ocurriendo ahora mismo. Con mi Patrulla, -existió una época en que también fui scout- volvíamos de Campamento un domingo por la tarde desde la estancia Abril, en Hudson, mucho antes que ni siquiera se piense en que la estancia Abril pudiera llegar a convertirse en un exclusivo barrio cerrado. En la estación Hudson tomábamos el tren que venía desde La Plata. El tren venía lleno; en la ciudad de las diagonales hubo fútbol y los vagones viajaban atestados de hinchas de San Lorenzo que aquella tarde derrotó a Gimnasia. Debido al triunfo en el tren reinaba un clima de fiesta. Era todo canto y alegría. Nosotros, mi Patrulla, nos amuchamos en uno de los pasos que existen entre vagones, apretujándonos a las mochilas para molestar lo menos posible a los hinchas que nos rodeaban. El viaje, aunque apretado, resultó divertido: mi Patrulla comentando las experiencias del fin de semana con las infaltables cargadas para con el "valiente" del juego nocturno o para con el cocinero de turno que nos dio a probar unos "deliciosos" tallarines apelmazados y pasados de sal. Los hinchas de San Lorenzo con sus cantos dedicándoles el triunfo a los de Huracán, que para felicidad completa de los Cuervos fue derrotado en "La Quema" por Argentinos Juniors. El tren estaba llegando a Quilmes. Ya había disminuido la velocidad para entrar a la estación. En ese momento, quizá por el hecho que disminuyó la velocidad quise mirar hacia fuera, para lo que tuve que contorsionarme y estirarme por entre las mochilas y mis patrulleros. Estaba en plena contorsión cuando un hincha me llamó la atención. Parecía cantar, movía los labios y seguía el ritmo del canto pero no cantaba, apenas si acentuaba las últimas sílabas de cada frase. Se movía al compás, saltando y alzando las manos… las dos manos no… una sola… la otra la tenía como escondida a la altura de la cintura… La formación dio un frenazo. La inercia nos llevó de golpe hacia delante, desestabilizándonos. Ese movimiento brusco me permitió ver la mano que 50 escondía el hincha: la estaba queriendo meter en el bolsillo trasero del hombre que estaba a su lado. ¡Un punga! Lo miré a la cara. El carterista también me miraba. Vio que lo había descubierto y con una mirada helada me transmitió su mensaje: "cuidado con lo que hacés" Me asusté. Nunca había visto "trabajar" a un punga pero siempre di oídos a que no lo hacían solos o que iban armados con una "punta" para aplicarla al que "buchonea" Miré al hombre al que estaban por robar. Sonreía y cantaba abstraído y despreocupado de cuanto lo rodeaba. El tren dio otro frenazo, algo común en las formaciones del Roca, volviéndonos a sacudir con la brusca ida y vuelta de la inercia. El punga aprovechó a meter los dedos en el bolsillo de la víctima. Yo estaba fascinado. ¡Un robo! ¡Y en vivo! No sé cómo. De dónde saqué valor. Pero sin pensarlo grité intentando prevenir al hombre que cantaba y sonreía feliz y despreocupado: -¡Señor! ¡Señor! ¡Lo están robando! El hombre me miró con incredulidad. Sin duda escuchó mi advertencia pero parece que no le quedó claro que el grito era para él. Volví a gritar: -¡Le están robando! -a la vez que señalaba el bolsillo de su pantalón. El carterista fue mucho más rápido. Los vagones viajaban con las puertas abiertas y con gente ocupando los escalones. A los empujones y manotazos el punga se abrió paso como pudo y saltó del vagón. Cuando la gente se dio cuenta de la situación el carterista cruzaba el alambrado que separaba las vías de la calle. -¡Hijo de…! Los gritos y puteadas de bronca que le dirigimos al punga fue todo lo que pudimos brindarle mientras lo veíamos correr y perderse velozmente por la calle. -¡Bien pibe! -¡Vos sí que te la bancás pibe! -¡Grande pibe! El hombre al que salvé que le robaran la billetera me daba un apretón de manos mientras el resto de los pasajeros me tributaban su respeto y admiración. ¡Qué fantástico sentirse un héroe! Tenía para mí que lo que había hecho no fue gran cosa: no me jugué la vida ni sufrí ninguna situación de peligro extremo; pero allí estaba, convertido en un héroe tan importante como los jugadores de San Lorenzo que un rato antes derrotaran al Lobo de La Plata. Regresé a mi sábado gris en Buenos Aires. Esa historia con el carterista fue sólo eso, una historia. Una de las tantas que viví como scout junto a los chicos y los muchachos que conocí y con los que compartí momentos inolvidables. Con 51 quienes era capaz de dar todo de mí y no esperaba nada a cambio. ¿Dónde dejé aquella vida? Porque…, ya pasó. ¿Cuándo, por qué? Tal vez por varias causas que fueron entrelazándose: la mudanza de mi familia y no encontrar un Grupo Scout al cual integrarme… los primeros trabajos para tener un mango propio en el bolsillo… el ingreso a la Facultad y el mayor tiempo dedicado a los estudios…, las chicas, una novia…, un casamiento apresurado… La vida que comenzó a golpearme duro: el estudio que dejé trunco, nuevas obligaciones que no deseaba. Más y más trabajo… Y el último golpe, el que pegó donde más duele, en los afectos…, quedarme solo con el trabajo. Nadie y nada con quien compartir lo que era. Me convertí en un ser con una única razón en la vida: el trabajo y la oficina. Allí tenía a mis compañeros, mi distracción, mi alimento, mi religión… En los años transcurridos desde que definitivamente dejé el Movimiento hasta el día de hoy vi y me crucé con muchos scouts. Scouts caminando, jugando, viajando, ayudando. Scouts de siete años, de veinte, de cuarenta. Scouts hombres y mujeres… Pero nunca, en todo este tiempo, ninguna acción ni persona como el muchacho que alzó la billetera a mis pies logró hacerme revivir con tanta intensidad, no un recuerdo, sino un estado de ánimo, una disposición del espíritu. Al volver mis ojos al pasado encuentro a un chico feliz, lleno de sueños y deseos de cambio. Lleno de las posibilidades y capacidades que encierra en su cuerpo y que piden abrirse paso, salir al mundo, enfrentarlo y vencerlo. Aunque vuelvo la vista al presente y choco con este hombre que no es, ni en lo más mínimo, el reflejo de aquel chico. ¿Se puede regresar al pasado? ¿Sirve de algo el recuerdo? ¿Qué fruto se le puede arrancar a lo que uno fue? No llegué a responderme ninguna de las incógnitas. Las meditaba cuando vi la boca del subte que parecía invitarme a entrar en ella para ir detrás de las respuestas. Tampoco me decidí de inmediato. Caminé debatiéndome si ingresaba o no porque íntimamente sabía cuál sería el final del viaje…, y quizá no estaba preparado para transitarlo. Hasta que no transpuse el molinete todos mis actos fueron mecánicos: bajar las escaleras, buscar la tarjeta, pasarla por la máquina del molinete. Pero desde el momento que el brazo del molinete me sacudió la espalda como impulsándome en mi indecisión comenzó a invadirme el ansia y el apuro. En día sábado los servicios del subterráneo son más espaciados. Tuve que esperar tanto la llegada del subte que pensé que había paro o que ocurrió un accidente. Por fin escuché los chirridos y el estrépito que anuncian el paso de la línea C. Arribó el subte, subí apurado, como queriendo ayudar al guarda a que dé pronto la orden de partida y tomé asiento camino a mi destino. 52 Bajé en Constitución. A la carrera salí del subte, recorrí los pasillos y subí la escalera que me depositó en la magnífica estructura de la estación de trenes. El letrero electrónico indicaba que en cinco minutos partía el próximo tren. Con otra corrida saqué boleto, busqué el andén tres y abordé la formación. El tren partió a horario. Las viejas construcciones de Barracas nos acercaron al Riachuelo, hasta cruzarlo, y llegar a Avellaneda cuna de pasadas épocas de glorias futboleras. Más allá, a ocho minutos de la partida, entramos en Gerli, el hogar de mis pasadas épocas de triunfo juvenil. El corazón comenzó a latirme con fuerza. Estaba en la estación de Gerli, origen de tantas correrías y travesuras infantiles. Al cruzar el viejo puente de hierro, símbolo de la entrada a "mi barrio", noté que el cielo ya no estaba tan gris. El sol comenzó a filtrarse de a poco entre las nubes como pidiendo permiso, sin querer arremeter de golpe con su brillante luz. El barrio mostraba cambios: nuevos negocios, las calles mejor asfaltadas, varias casitas bien arregladas. Aunque no ocultaba aquello que continuaba igual a pesar de haber pasado una pila de años: el destartalado cine Amado Nervo, el negocio de lotería, la pizzería El Águila… ¿La panadería El Trigal cambió de vereda? Mis pies se movían sin necesidad de que los guiara. Caminé la cuadra de la avenida Bustamante empachándome con el barrio, descubriendo caras conocidas, si bien profundamente surcadas por las líneas del tiempo. ¡Ahí está Ruscino, como siempre, charlando con el diariero! ¿Aquella señora no es Doña Carmen? ¡Qué viejita que está! Legué a la esquina de Lafayette, ¡qué digo Lafayette!, ya hace rato que cambió de nombre por el de República del Líbano, y miré en dirección al edificio de mi infancia: la escuela General Belgrano. ¡Uhh los recuerdos! La Escuela dejó de existir como tal, aun así conserva la fachada con las mismas letras en relieve y las pesadas puertas de madera y vidrio. Ya no recibe el paso de alumnos pero sigue dando ingreso y cabida a la muchachada que continúa alimentando a mi viejo Grupo Scout, a mi querido Cardenal Ferrari. Entré lentamente, como si ingresara a una catedral, una biblioteca o un museo. Apreciaba lo que veía mientras recordaba cada cosa, cada lugar que tenía por delante. "Aquello no está… esto otro sigue igual… eso lo cambiaron de lugar…" Atravesé el hall, donde no encontré a nadie y llegué al patio interior. Silencio. Qué raro… Me acerqué al patio grande, la canchita, terreno de mil combates y peripecias. Allí estaba yo construyendo un carro romano con sogas y troncos; haciendo un gol imposible de palomita; en plena lucha escalpo para definir al ganador del juego; pintando paredes; gritando "Sí Akela" al formular la Promesa de Lobato… Pero, ¿dónde estaban todos? 53 De golpe un tropel invadió el patio entre alaridos, corridas y sonrisas. ¡Claro! Estaban saliendo de Misa. Ahora invadían el patio para arriar la Bandera y realizar la Ceremonia de Cierre… como siempre… -¡Rody! -¿José? ¿Sos vos? Un abrazo con más de dos décadas de espera nos unió en el tiempo y el espacio. Las panzas, las canas, las arrugas se entrecruzaron saludándose y contándose cada una de sus historias. -¡Qué sorpresa Rody! ¡Tanto tiempo! ¡Te acordaste del Aniversario del Grupo! ¡Qué bueno que hayas venido! "¿El Aniversario del Grupo? Claro… es hoy…Entonces también es hoy el aniversario de mi Promesa Scout… ¡Hoy!" Mientras el Grupo formaba en semicírculo alrededor del mástil José no dejaba de presentarme a varios de los "nuevos" dirigentes. Parecía estar muy orgulloso de tener a su viejo Guía de Patrulla al lado y les decía: "¿Saben quién es él? Es el que hizo el cuadro de nudos que está en la Jefatura… el que grabó el bordón del Banderín de los Cóndores… el que ganó el Trofeo Distrital de Lucha Escalpo… -Rody -me preguntó con una sonrisa amplia y franca -¿Te acordás del carterista que hiciste correr del tren? ¿Yo era todo lo que contó José? ¿Podía ser cierto? El bullicio trocó en silencio. José, como Jefe de Grupo, presidía el Cierre. Sin tanto aspaviento le comentó a los chicos de mi presencia: un viejo Guía de Patrulla de los Cóndores que vino a festejar el Aniversario del Grupo. ¿Por qué no le pedimos que pase a arriar la Bandera? Casi un centenar de miradas se posaron en mí. Se me aflojaron las piernas. José me llamaba con la mirada. Adelanté un pie. Estaba a punto de cruzar la formación para dirigirme hacia la Bandera cuando recordé una de esas premisas que tenemos los scouts y vamos comprendiendo con el transcurso del tiempo: los scouts no cruzamos la formación; la rodeamos por detrás, y por el camino más largo. ¿Por qué? Quizá para recordarnos que nuestro camino en la vida no es fácil; para tener siempre presente que alcanzar un logro es algo que necesita esfuerzo y constancia. Giré en redondo y emprendí el trote con gracia y soltura. Bueno, eso me parecía a mí. Llegué frente a la Bandera. ¡La última vez que icé o arrié una Bandera Argentina fue en mi vida anterior, cuando participaba del Grupo! 54 Estaba nervioso. Tenía temor de pasar vergüenza, que los chicos que me rodeaban descubran que yo no sabía hacer lo que supuestamente nunca podría olvidar. Me paré firme delante del mástil. Miré a la Bandera; no la divisaba con claridad, la vista se me había empañado por un par de lágrimas que no pude retener. Alcé la mano derecha. ¿Correspondía? ¿Era lo correcto? ¡Sí! Me dije para mí. ¡Era correcto! Ya había perdido mucho tiempo. Estaba dispuesto a volver, y no como un muchacho que empieza a vislumbrar lo que es la vida, no. Iba a hacerlo como un hombre que quiere continuar luchando a pesar de que en algún momento no tuvo claro cuál era el campo de batalla. Como un hombre que quiere seguir compartiendo, si bien hubo un tiempo que no sabía qué compartir o con quien hacerlo. Como un hombre que no quiere dejar de descubrir el mundo a pesar de que en un momento creyó que ya no había nada por descubrir. Como un hombre que quiere continuar soñando, despertar, y ver lo maravilloso que es soñar despierto. Trencé el dedo gordo con el meñique. Erguí los tres dedos restantes con decisión y, colmado de orgullo, realicé el saludo scout. No sólo saludaba a la Patria y al Movimiento: me saludaba a mí mismo y a mi nueva vida, porque ya era hora de volver a vivir. 55 DÍA DE PESCA "El juego, en todas sus formas, es siempre la actividad principal de los grupos de jóvenes. Constituye el aprendizaje de la vida, y los jóvenes se consagran a él con un ardor y entusiasmo inigualable" J. J. Loiseau Autor francés de una afamada colección de juegos para campamentos 56 -¡Picó! ¡Picó! -¡Tirá con cuidado! Despacio…, despacio. ¿Querés que lo saque yo? -¡No! ¡Lo saco yo! Vos quédate atento y lo agarrás en cuanto salga del agua… ¡Ahí está! ¡Agarralo, agarralo! Con dedos temblorosos por la excitación y la inexperiencia tomé la presa como pude. El cuerpo pequeño y resbaloso se me escabulló al primer intento dejándome en las manos un plateado rastro de escamas. Volví a intentarlo con decisión y esta vez sí, para gran satisfacción del grupito que me acompañaba, atrapé al dientudo que seguía luchando por zafarse. La pesca es un arte que se practica con gracia y precisión. Armar la línea, conocer tipos de anzuelos, tener en cuenta la mejor carnada, elegir el lugar más conveniente para arrojar el sedal y disfrutar pacientemente a la espera que un pez se transforme en pescado es un arte, y hay que aprenderlo. Mar, río o laguna, todo ambiente acuático es propicio para el amante de la pesca. Cada sitio, con sus particularidades y características, ofrece al pescador aquello que es necesario para que demuestre su capacidad y conocimiento: los propios peces. Y si hubiere éxito se verá premiado con el sabor de una corvina, un bagre o un pejerrey. Pero no todos son pescadores. La gran mayoría de la gente no lo es. Aunque es claro que para un muchacho de ciudad que solo vio peces en la televisión o sufrió olfatearlos dentro de una pescadería la pesca esconde un mundo entre aventurero y romántico: barro, lombrices, sol en el rostro, libertad de espíritu, fascinación por algo nuevo y diferente. Una tarde en el río, con la consigna de comer durante la cena el fruto de la pesca, despertó un clima de alegría y ansiedad. Pasado el almuerzo Cacho, el dirigente, acompañó a la Unidad a que recolectemos lombrices y con la ayuda de dos chicos conocedores del tema organizó un breve y rápido "cursito" de pesca. La Estancia en la que acampábamos los scouts estaba rodeada por dos ríos, el Quequén Grande y el Quequén Chico. En la horqueta que formaba el punto de unión de los ríos aparecían un par de islas llenas de sauces y álamos. Se podía acceder a las islas traspasando un gran árbol derrumbado desde una de las riberas del Quequén Chico formando un puente natural. El monte, silencioso y tupido, poblaba las márgenes de ambos ríos. Sitios para pescar y permanecer absolutamente solos y tranquilos había a montones. Cada una de las tres Patrullas que formábamos la Unidad iba a poder gozar plenamente de su intimidad. Las Patrullas nos apropiamos de un lugar a orillas del río y allí mismo aprendimos a encarnar un anzuelo, arrojar y sacar la línea, 57 quitar el anzuelo de la boca de un bagre sin pincharnos los dedos y distinguir entre una mojarra y un dientudo. En fin, no nos recibimos de pescadores, pero logramos iniciarnos con las primeras materias. La tarde pasó muy rápido. La emoción, el hecho de lograr varias piezas, la libertad que experimentamos, todo esto unido, hizo posible que el tiempo se comprimiera. Cacho había fijado el regreso al campamento para la hora del Arriado. En ese preciso momento cada Patrulla tenía que estar lista al pie del mástil. Era responsabilidad de la propia Patrulla estar atentos al reloj y regresar al campamento en el instante indicado. A los Cóndores se nos detuvo el reloj… o creímos que regresar al campamento era cuestión de pocos minutos… -¡Rápido chicos que no vamos a llegar a tiempo! Con una caña al hombro y un balde bien completo de pescados el Guía de Patrulla nos apuraba, impaciente. -¡Vamos che! ¡Qué Cacho nos dijo que no nos atrasemos! ¡Dale Oscar, terminá de una vez! ¡Apurate! Oscar, que tenía una caña de más de dos metros de largo, reel y todo un equipo de pesca era el más retrasado de la Patrulla. Último en dejar de pescar ahora luchaba con una "galleta" que se le formó en la tanza mientras intentaba desprender la línea del reel. -¡Ya va! ¡Ya va! No puedo desarmar la galleta. -¡Cortala y listo!- le gritamos los patrulleros. -Dale, apurate que se hace tarde- insistió el Guía. Nuestra tardanza venía acompañada por la puesta del sol. De hecho la falta de luz solar fue lo que nos puso sobre aviso que nos habíamos excedido del tiempo para el regreso. Oscar seguía lidiando con la galleta, cada vez más enmarañada, el incesante "APURATE" que gritábamos, sus propios nervios y la oscuridad que a cada minuto se volvía más densa y molesta. -Bueno. ¡Basta! ¡La llevo así nomás!- gritó de pronto. Con tanza y galleta suspendidas en el aire se puso la caña al hombro y cerrando la fila india siguió detrás de la Patrulla reiniciando el regreso al campamento. Los Cóndores disfrutamos de un rincón en el río que estaba a unos ochocientos o novecientos metros del campamento. El terreno que teníamos que atravesar de regreso era un formidable monte que seguía oscureciéndose con 58 tanta premura como llevábamos para presentarnos al pie del mástil. Pinos, acacias, talas, eucaliptus…, enredaderas que colgaban suspendidas de aquellos árboles añosos para luego multiplicarse en el suelo formando gruesos colchones vegetales. Yuyos y cardos, ramas secas detenidas y atrapadas por otras más grandes que soportaban su peso. De repente el monte se puso muy tenebroso. La veredita por la que llegamos al río desapareció de pronto entre tanta vegetación y las pesadas sombras del atardecer. -¿Por dónde tenemos que ir? Creo que vinimos por acá… Nuestro Guía de Patrulla abría la marcha confiando en su orientación, pero ya comenzaba a dudar. -¿Era por acá? -¡Paren, paren, que se me engancharon los anzuelos! Oscar estaba sufriendo tener que atravesar el monte con la caña al hombro y la línea de pesca colgando de un extremo. Los anzuelos se topaban con innumerables posibilidades donde engancharse y clavarse. Pocos metros más allá del sitio donde decidió continuar adelante a pesar de la galleta volvió a detener a la Patrulla, esta vez con los anzuelos incrustados entre las ramas y las enredaderas. -¡¿Otra vez vos?!- lanzó el Sub Guía. La espesura del monte y la oscuridad que nos envolvía inexorablemente dificultaba la marcha, y encima Oscar con su caña… Explotamos. -¡Cortala de una vez! -¡Ni loco! Ya casi la desengancho, me… ¡Shh! ¡Cállense la boca! ¡Escuchen! El súbito cambio en el tono de la voz de Oscar y la alarma con la que pidió silencio hizo que la Patrulla deje de protestar por un instante y ponga atención en lo que nos pedía. -¿Qué pasa? ¿Qué escuchaste?- preguntó el Guía. -No sé… escuchen… ahí está otra vez… Un fuerte CRACK de ramas rotas cortó el silencio. Otra vez, ¡CRACK! Los muchachos miramos sin ver hacia el lugar donde provenía el ruido. ¡CRACK! Algo o alguien se acercaban… ¡CRACK! -¿Quién será?- Preguntó en voz alta uno de los nosotros. -¿Quién puede andar por acá? Nadie respondió. ¡CRACK! ¡CRACK! El ruido era cada vez más fuerte. Se acercaba. 59 ¡CRACK! Estaba cerca, muy cerca. ¡CRACK! ¡CRACK! -¡¡¡Corramos!!! ¡¡¡Corramos que nos agarra!!! Fue necesario que uno de los patrulleros nos incitara a correr para que todos juntos, sin medir consecuencias ni tener idea hacia dónde nos dirigíamos, comenzáramos una carrera frenética y desesperada acompañada por gritos de angustia y espanto. Oscar perdió sus anzuelos definitivamente. El balde con pescados quedó atrapado entre los yuyos. Los gritos de temor asustaron a los pájaros que tan aterrados como nosotros dejaban los nidos en total desorden y conmoción. El monte era un infierno de alaridos, corridas y aleteos. -¡Paren! ¡Paren!- El Guía de Patrulla, por algo era el Guía de Patrulla, intentaba detener la estampida de sus muchachos. Al dar con un claro en el monte logró frenar el tropel deteniendo su propia carrera y hacerse escuchar por sobre los gritos desesperados: -¡Paren! ¡Paren! ¡Chicos, paren! ¿Por qué tener tanto miedo? ¡Paren! -¡Pero alguien nos sigue! ¿¡Si nos agarran!? -¿Quién nos va a querer agarrar acá? Si estamos acampando nosotros solos. ¿Quién puede andar? -¡Qué sé yo! Alguien que se metió en el campo, un vagabundo o un ladrón. ¡CRACK! ¡CRACK! -¡Ahí está otra vez! ¡Nos está siguiendo! El ruido a ramas rotas se volvió a escuchar, y muy cerca de nosotros. Uno de los chicos amagó con correr pero el Guía se lo impidió. -¡No chicos, no corramos! Juntémonos todos y enfrentemos a quien se aparezca. Sin duda es más fácil transmitir el miedo que la serenidad. Los patrulleros nos apretujaron unos con otros formando un grupito temeroso y bien compacto. Dispusimos las cañas de pescar como lanzas, apuntando hacia el lugar por el que se acercaba el extraño, y esperamos. ¡CRACK! ¡CRACK! ¡CRACK! El extraño ya casi llegaba al claro. El sonido de las ramas secas al quebrarse se confundía con las sacudidas de las plantas al ser desplazadas para abrir paso. Estaba a punto de aparecer… La Patrulla se apretujó aún más. 60 Allí estábamos, seis rostros pálidos con los ojos como platos enfocados hacia una vieja lambertiana por la que se aproximaba vaya a saber quién. ¡CRACK! ¡CRACK! Los corazones palpitaban con fuerza. ¡CRACK! ¡CRACK! El extraño estaba detrás del árbol. Apareció de golpe. Su inmensa cabeza negra coronada por dos protuberancias puntiagudas y torcidas le daba un aspecto fantasmagórico, aterrador. La aparición nos miró con interés, como interrogándose a sí mismo qué debía hacer con nosotros. Luego, con absoluta tranquilidad emitió un profundo y espectral sonido: ¡MUUUU! Emitido el mugido, con total indiferencia, giró lentamente el cuerpo y regresó por donde vino. Tal fue el susto que experimentamos los Cóndores que poco nos importó las bromas y las sonrisas que nos brindó el resto de los Unidad. Cacho mismo, que se había mostrado muy preocupado por la tardanza de los pescadores, no dejó de ofrecernos el toque final al día de pesca: -La gente de la estancia nos invitó a que mañana temprano vayamos a ordeñar las vacas. Les dije que sí…, aunque no creo que los Cóndores tengan ganas de volver a ver una vaca por el resto del campamento. LOS MERODEADORES “La narración oral, como la virtud, no nació para vivir sola. Todo el que la practica, terminará rodeado de buenos vecinos. ¡Sólo ejércela de corazón!, luego nos cuentas.” Armando Quintero Profesor de Literatura y Especialista en narración Oral uruguayo venezolano El sonido del silbato quebró el silencio del campamento. Resultó instantáneo. Tras el silbatazo se desató el pandemónium. Chicas y chicos corrían y gritaban 61 impulsados por una fuerza invisible que los empujaba y alentaba. Dos palomas, que arrullaban desde las altas ramas de un eucalipto, huyeron temerosas en busca de otro árbol lejano y pacífico; mientras un hornero de andar errático, dejó de picotear el suelo y se elevó en raudo vuelo impulsado por la estruendosa carrera juvenil. La Unidad corría presurosa al llamado de Formación. -¡El Banderín! ¡El Banderín!- gritaba Rubén, Guía de los Águilas, pidiendo que alguien de la Patrulla lo agarre por él y lo lleve a la Formación; regresaba del baño y el llamado del silbato lo sorprendió camino al Rincón de Patrulla. La Patrulla Tigre fue la primera en formar debajo del frondoso pino dando el Grito de Patrulla. Tras ellos, en un mismo momento, Panteras y Cóndores se hicieron presentes en una confusión de Lemas y Siempre Listos. Finalmente los Águilas lanzaron el Grito de Patrulla. La Unidad completa formaba en semicírculo y un nuevo silencio invadió el campamento… Silencio de expectativa y curiosidad. -¿Quedaron los Rincones ordenados?- preguntó Jorge, el Jefe de Unidad, quien presidía la Formación. -¡Siempre Listo!- respondieron los cuatro Guías de Patrullas al unísono. -¡Excelentes las milanesas con papas fritas de los Panteras! Hacía rato que no comía tan buenas milanesas en campamento ¡Y las papas fritas no tenían una sola gota de aceite de más! Los felicito. Si bien Jorge había halagado la cocina de los Panteras en privado cuando recorría las Patrullas a la hora del almuerzo junto a Marina y a Cacho, los Ayudantes de Unidad, nunca dejaba de reiterar cualquier logro en público, ante toda la Unidad. Lo hacía como premio hacia la Patrulla en cuestión y a manera de motivación para las Patrullas restantes. Y daba resultado. -¡Ya vas a ver los niños envueltos que vamos a hacer esta noche!- reaccionó Paula, Guía de las Cóndores. -Espero también probarlos, no solo verlos…-chanceó Jorge tal su costumbre. -¿Qué van a cocinar los Tigres y los Águilas? -Hamburguesas- respondió lacónicamente Félix, Guía de los Tigres. -¿Hamburguesas solas?- preguntó Jorge haciéndose el asombrado. -Con tomate y huevo- agregó Félix -¡Cómo se nota que Ernesto no vino al campamento! 62 Ernesto era el indudable cocinero de los Tigres. Preparaba el menú, organizaba quién llevaba los ingredientes necesarios y actuaba como amo y señor del fuego y la cocina; solo se permitía a un Patrullero como ayudante. Si faltaba Ernesto, la Patrulla comía correctamente, como para no pasar hambre, pero no alcanzaban calificativos superiores. -Nosotros vamos a cocinar guiso de carne con papas- comentó Rubén. -¡Bien!- exclamó Jorge -¿Quién cocina? -Adrián y José Luis. -Espero chuparme los dedos- dijo sonriendo Jorge en tanto miraba a los ajos a los cocineros de los Águilas. -¡Sin duda!- afirmó Adrián confiando en la capacidad de los cocineros. -¿Cuidaron que no quede la comida al alcance de los perros? No vaya a ser cosa que esta noche no coma nadie… Tres o cuatro perros daban vueltas por el campamento de vez en cuando. Entre ellos un galgo marrón de fino cuerpo y ojos tristes. La Unidad lo bautizó Coquito y lo convirtió en el preferido de la jauría. Es que Coquito no molestaba en absoluto. Manso como pocos el galgo se echaba cerca de los Rincones de Patrulla a la espera de recibir con placer cuanta migaja le arrojen. Pero el resto de los perros no se comportaba de la misma manera: un paquete de galletitas a medio abrir, dejado sobre un tocón apenas por segundos, terminó entre los dientes de un perro negro y lanudo que desapareció con la misma rapidez con la que se lanzó sobre las descuidadas galletitas. A partir del suceso del paquete de galletitas solo Coquito era bien recibido en el campamento, si bien no existía forma de evitar a la molesta jauría si las Patrullas no estaban en los Rincones. -Dejamos la carne en la conservadora y el resto de la comida en el Cajóncomentó Rubén, y de inmediato los Guías de Patrulla explicaron cómo sus Patrullas guardaron los alimentos. -Muy bien. Ya que no teneos que preocuparnos de los perros, ¿nos sentamos? Jorge se dejó caer al suelo adquiriendo la cómoda posición de sentarse “a la manera india”. La Unidad lo imitó automáticamente sin decir palabra. Todos sabían. Era el momento de calma previo a la tormenta. Cuando el ánimo se predispone favorablemente a la acción pronta a disfrutar. Solo Cacho no se acomodó en el suelo. En lugar de sentarse se disculpó diciendo que “ya volvía” y se encaminó en dirección a los baños, perdiéndose de inmediato detrás de los primeros pinos que bordeaban el caminito. -¿Se dieron cuenta que el campamento está dentro de un monte que a la vez está rodeado por otro monte más grande?- Jorge dejó que los scouts piensen un 63 momentito en lo que acaba de decir. Luego, agregó con la misma voz profunda y medida. –Es muy sencillo que ahora mismo llegue alguien hasta acá y nosotros no nos demos cuenta. El comentario insinuaba situaciones y posibilidades. Varios de los scouts miraron hacia los límites del monte viendo por primera vez la situación del campamento, estudiando la posición en la que se encontraba la Unidad o quizá interesados en descubrir a alguien que en ese preciso instante se dirija hacia ellos disimulado por las sombras que formaban los árboles. -Si quisieran rodearnos e ingresar al campamento sin que nos demos cuenta resultaría muy fácil hacerlo. La única manera que no suceda es vigila en todas direcciones para no ser sorprendidos. -¿Quién puede querer sorprendernos?- preguntó una scout de las Cóndores. -¡Nadie!- se apresuró a intervenir Paula, quien de inmediato volvió su atención hacia Jorge invitándolo a continuar con su relato sin necesidad de pronunciar ninguna palabra. -Mmmmm… Yo sé de alguien que tienen la intención de ingresar al campamento… Alguien que tiene pensado llevarse los Banderines… -¡Cacho! -¡Sí, Cacho! -¡Por eso se fue al baño! ¡Para esconderse en el monte! -¿Cacho contra todos nosotros? ¡Le ganamos fácil! -¿Quién habló de Cacho?- la pregunta realizada por Jorge no buscaba respuesta, lo demostró con una sonrisa amplia y el jovial tono de voz que empleó en la ocasión. -Uno contra todos ustedes es jugar con ventaja ¡Así no se vale! La cosa va a resultar algo más complicada…, y desconocida- agregó Jorge anunciando cierta dificultad futura y un toque de misterio. -¿Cómo van a llevarse los Banderines?- la preocupación y seriedad de Rikki, Guía de los Panteras, dio pie a que Jorge comience con la explicación del juego. Jorge reacomodó la cola en el suelo. Movió el torso hacia adelante en tanto que con la mano derecha arrancaba una brizna de pasto que se llevó a la boca; la mordió brevemente y lentamente la extrajo para juguetear con ella entre los dedos. Miró a la Unidad con un pantallazo de vista que abarcó a la formación completa. A continuación, sin apresurarse, comenzó con lo que todos esperaban. 64 -Tienen que saber que existe un grupito de gente merodeando el campamento, dando vueltas alrededor de nosotros sin que los veamos. Estos merodeadores quieren llevarse los cuatro Banderines y ustedes, claro, van a hacer todo lo posible para impedirlo. -…Los cuatro Banderines van a estar juntos en el centro del descampadoJorge indicó el espacio abierto ubicado a unos veinte metros de donde estaban. No debe haber nadie de ustedes en el descampado. Tienen que mantenerse siempre dentro del monte. Si quieren, disimulados detrás de los árboles mirando hacia los Banderines, pero nunca deben ingresar al descampado. -…Como defensores pueden moverse por el monte del campamento libremente cuidando de no sobrepasar sus límites. Les está permitido caminar, esconderse, hacerlo solos o en grupitos, como quieran ¡Pero recuerden! No deben salir de los límites del monte ¿De acuerdo? -¡Siempre Listo! -Bien- Jorge entendió que la Unidad comprendió la ubicación de los defensores en el terreno de juego, si bien preguntó para que no queden dudas ¿Se dan cuenta cuáles son los límites del campamento? -El alambrado que está detrás de nuestro Rincón- comentaron los Tigres. -El camino que divide al monte del arroyo- agregó Paula. -Así es- afirmó Jorge –Si vemos al campamento como un cuadrado tenemos al camino que lo limita por tres de sus lados- a continuación señaló con el brazo extendido en dirección a los tres lados limitados por el camino para luego señalar el cuarto límite –Y allí atrás está el alambrado. Se darán cuenta que hay puntos del campamento que son más accesibles y otros que no lo son tanto. -Cada Patrulla puede elegir dónde esconderse y si vamos solos o acompañados, ¿no? -Tienen la libertad de hacerlo Rubén, pero mejor esperen a que les hable de los merodeadores y después volvemos sobre el tema …- Jorge se permitió un breve silencio, suficiente para dar a entender que estaba a punto de dar a conocer quiénes eran los merodeadores y cómo las Patrullas defenderían los Banderines. -Los merodeadores son varios y Cacho o es uno de ellos. Los van a distinguir porque son las únicas personas que intentarán ingresar al campamento sin ser descubiertos. La expectativa entre los scouts era creciente. Su atención hacia la explicación del juego, completa. Su interés por lo que estaban a punto de vivir se reflejaba en los rostros ansiosos y en el silencio que acompañaba cada palabra de Jorge. 65 -La misión de los merodeadores es sacar los Banderines del campamento. Para poder hacerlo tendrán que ingresar al monte, atravesarlo y llegar al descampado. Agarrar un Banderín y salir del campamento de la misma manera que ingresaron, atravesando el monte. La misión de ustedes, los defensores, es impedir que saquen los Banderines del campamento. ¿Cómo van a impedirlo? Eliminando a los merodeadores; tarea que tampoco es sencilla… -…Cada merodeador lleva un escalpo en la espalda. Quitándole el escalpo lo eliminan automáticamente. Ellos no pueden eliminarlos a ustedes, pero pueden ingresar y salir del monte cuando quieran… Por ejemplo, si José Luis descubre a uno de los merodeadores y va tras él para quitarle el escalpo, el merodeador puede salir del monte para evitarlo… ¿Se entiende? -¡Siempre Listo! -Si un merodeador corre hacia los Banderines corre hacia los banderines en lugar de salir del monte, ¿podemos seguirlo?- preguntó uno de los chicos. -¡Tienen que seguirlo! ¡Para quitarle el escalpo y eliminarlo! Pero recuerden que no pueden ingresar al descampado. Sí o sí deben quedarse dentro del monte. Y aquí comienza otro momento interesante del juego… Les dije que la misión de los merodeadores es sacar los Banderines del campamento. Como deben cruzar el monte para poder llevárselos, aparecen para ustedes dos nuevas oportunidades para eliminarlos. La primera es como la del principio: quitarles el escalpo cuando corren con el Banderín; si lo hacen, eliminan al merodeador y recuperan el Banderín. -¿Los merodeadores pueden largar el Banderín si ven que les vamos a sacar el escalpo?- preguntó Rikki. -¡Mejor para ustedes! Porque recuperaron el Banderín- respondió Jorge, que de inmediato pasó a comentar la segunda oportunidad de la que disponían los defensores –Si no logran quitarle el escalpo mientras corren pueden intentar tocar cualquier parte del cuerpo del merodeador. Eso ahora les da derecho a una lucha escalpo. Si ganan la lucha escalpo, eliminan al merodeador y recuperan el Banderín. Si pierden, lamentablemente es el merodeador el que se lleva el Banderín. -Quiere decir que los merodeadores saben luchar escalpo… ¿Son scouts?- la perspicacia de José Luis era uno de sus rasgos característicos. -Puede ser, puede ser…- por apenas unos segundos Jorge dejó picando la posibilidad que los merodeadores sean scouts –Puedo asegurarles que saben luchar escalpo ¡Y son rivales de cuidado!- remarcó poniendo en guardia a la Unidad. -¿Quiénes serán? La gente de la estancia seguro que no- agregó José Luis. 66 Tras algunas conjeturas dadas en voz alta por las chicas y los chicos, Jorge retomó el hilo del juego para comentar los últimos detalles. -Solo les resta saber cómo se gana el juego. Es por tiempo; finaliza de la misma manera que empieza: con tres sonidos largos de silbato. Por tener un tiempo determinado el juego puede definirse de distintas maneras. Tengan presente que cada Banderín que los merodeadores saquen del campamento es irrecuperable. Entonces, si los merodeadores consiguen tres Banderines, ganaron el juego a pesar que todavía no se terminó el tiempo de juego. -…Si eso no ocurre y escuchan el silbato que da por finalizado el juego, ustedes ganan el juego si en el campamento quedan los cuatro o tres de Banderines. Y también está la posibilidad de empate: dos Banderines ganados por los merodeadores y dos que permanecieron en el campamento. -Una pregunta Jorge…- Félix esperó a que Jorge le dé su atención –Si escuchamos el silbato en medio de una lucha escalpo, ¿qué pasa con el Banderín? -Ese Banderín está todavía dentro de los límites del campamento, por lo tanto, cuenta para ustedes. -¿Y qué pasa cuando uno de nosotros pierde la lucha escalpo, está eliminado? -No. Los únicos jugadores que quedan eliminados son los merodeadores. Eso es una desventaja para ellos: cuantos menos jugadores sean más difícil les va a resultar ganar los Banderines. -¿Podemos defender cualquier Banderín o solo tenemos que defender el de nuestra Patrulla? -Hay que defender los cuatro Banderines por igual. La Unidad toda es un mismo equipo. ¿Otra pregunta? Chicas y chicos guardaron silencio dando así respuesta a la pregunta. El juego estaba perfectamente comprendido. De inmediato, Jorge y Marina recibieron los Banderines para ubicarlos en el centro del descampado, en tanto las Patrullas se reunían en apretado círculo para decidir la estrategia con la cual enfrentar a los desconocidos merodeadores. Sin emitir ningún sonido cada uno de los scouts ocupó su sitio en el monte, allí donde entendían que podían acechar con sigilo a los atacantes. Cada uno de ellos estaba dispuesto a dejar lo mejor de sí en la lucha que se avecinaba. Prevalecía en sus corazones el espíritu de determinación y confianza. Eran muy capaces de defender los Banderines. Sabían que podían hacerlo bien y ansiaban demostrarlo. 67 Volvió a escucharse el arrullo de las palomas. Apareció nuevamente el hornero picoteando cerca de los Banderines. En ese instante Jorge hizo sonar tres veces el silbato señalando que daba comienzo el juego y la fantasía se convirtió en realidad. La narración es un rasgo humano universal desarrollado a través de la historia y de la cultura. Es un arte, una habilidad, y de igual manera, un procedimiento completamente artesanal de comunicación. La maestría de contar un suceso, de esclarecer un tema o de facilitar mediante la palabra el logro de un fin, nos lleva a establecer una peculiar relación entre lo que somos como Educadores y aquello que transmitimos a los chicos y jóvenes que integran el Movimiento Scout; únicos sujetos de la misión que los adultos tenemos para cumplir dentro del Scoutismo. El Educador, cual Maestro, supone ser capaz de dar a conocer, de contagiar, de motivar, de invitar. Pero es aquí donde el Maestro (con M) corre el riesgo de convertirse en maestro…, con minúscula. ¿Cuántas veces, en cualquier actividad o profesión, escuchamos la frase: “sabe un montón, pero no sabe transmitirlo”? En el Movimiento Scout a esta frase la podríamos enunciar más o menos así: “es un buen tipo, muy bueno, pero no le llega a los chicos… le falta algo” Es probable que ese “algo” que falta tenga su raíz en un pobre manejo del diálogo y la comunicación. Siendo el adulto quien siempre da el primer paso al entablar relación con el joven, es preciso que maneje con pericia el arte de narrar como expresión verbal y vehículo idóneo de comunicación. Gracias a esa capacidad logrará transmitir con profundidad lo que es, lo que siente, lo que sueña y, sin imaginarlo, mostrarse como legítimo Guía y Maestro. Maestro de la lengua, el mexicano Octavio Paz expresó que “la palabra es el hombre mismo. El hombre es un ser de palabras” El ser humano es el único ser viviente capaz de traducir sus pensamientos en palabras. A no dudarlo, tiene en el lenguaje a su mejor creación. Desde los primeros sonidos guturales lanzados en las cavernas hasta la ciencia de la lingüística moderna, la palabra es el hilo conductor de la expresión del pensamiento humano. Palabra que enmarca las relaciones cotidianas, palabra que es sinónimo de encuentro, palabra que es método de enseñanza, palabra que es vía de comunicación por excelencia. Palabra que expresa lo que somos y nos permite descubrir a quienes nos rodean. ¿Cómo iniciamos una actividad scout, un juego por ejemplo? Formamos a la muchachada y comenzamos diciendo: “ustedes –señalando a uno de los equipos- son los merodeadores. Y ustedes –señalando a otro equipo- son los 68 defensores. Los merodeadores tienen que ingresar al campamento para llevarse comida. Los defensores tienen que impedírselo…” ¿Lo hacemos así? ¡Claro que no! ¡Por supuesto que no! No solo me refiero a la explicación del juego en sí mismo. Me refiero, principalmente, a todo aquello que antecede la actividad propiamente dicha: el ambiente, la motivación, la magia que rodea, alienta e invita a comprometerse con un personaje o con una situación. Todo ello también es parte de la narración, una parte sumamente importante ¿A caso no es la noche, con sus sombras y misterios, y la atrapante calidez del crepitar de los leños al fuego el ámbito perfecto para contar historias en campamento? Ser Educador Scout es un título que puede resultar rimbombante si no tenemos en claro lo que ello significa: una persona con una gran dosis de entusiasmo, otra mayor de trabajo y la suma del compromiso auténtico y la convicción plena en dar lo mejor de nosotros a cada paso de la caminata… Lo que también supone crecer, desarrollarnos, aprender lo que nos falta y mejorar lo que ya tenemos. ¿El resultado de todo esto? convertirnos en Maestros capaces de emplear adecuadamente las herramientas que nos brinda el Movimiento y de perfeccionarlas constantemente. La narración es una de ellas. Y no es “una más”. Es, a mi entender, la primera, la que vamos a utilizar siempre, la que no puede faltar. Personalmente tuve la dicha de mamar desde chico mucho del “oficio” del narrador. Extasiado con el relato dedicado a hijos y nietos de la misma manera que deslumbrado por las historias y aventuras vividas en el Movimiento Scout, disfruté en plenitud a mis Maestros de turno; aunque también conocí a otros adultos a quienes designo sin la M mayúscula… Gracias a los auténticos Maestros fui aprendiendo lo que significa ser Dirigente Scout, lo que se espera de él y qué es aquello que lo convierte en Educador. Comprendí lo hermoso de la misión y descubrí que nada duradero se logra solo con el sonido estridente del silbato, una garganta potente y un montón de órdenes para dar a la espera que se cumplan al pie de la letra. Al contrario, es mucho más lo que permanece gracias a la palabra justa, al tono de voz adecuado e incluso, a los silencios profundos y medidos. En definitiva, al poder mágico del narrador. Narrar es mucho más que “contar cuentos e historias”. Es equivocado pensar que la narración solo es entretenimiento, pasar un lindo momento. Narrar es conducir al ensueño y una posibilidad de interactuar con los demás, de aprender costumbres y reglas sociales, de descubrir mundos nuevos, todos ellos increíbles y maravillosos. Narrar es tener la capacidad de transmitir lo mejor de mí y del mundo que me rodea en provecho de quien me escucha. De ser yo mismo, a la vez que soy otros cien personajes. De vivir el hoy y el aquí, al igual 69 que experimentar las Cruzadas, desafiar la Selva o sentir el aroma de una flor cuando no hay ninguna alrededor. Narrar es sumergirnos en la fantasía haciéndola realidad y contemplar en los asombrados ojos de nuestro auditorio aquello que está diciendo mi corazón. Pintor y scout estadounidense del siglo XX 70 EL SAPO Y EL ZORRO "No existe duda respecto que, a los ojos de los muchachos, lo que cuenta es lo que un hombre hace y no tanto lo que dice" Baden Powell Cuenta la leyenda que los animales de la Mapu, la Tierra, pasaban gran parte del tiempo alardeando de sus logros y cualidades. Cada uno de ellos se veía mejor que el otro cuando se trataba de comparar virtudes. "Nadie mejor que yo para saltar a gran distancia", sentenciaba el puma. "A mí nadie me gana corriendo", decía el guanaco. "Ninguno de ustedes es capaz de esconderse como yo", les gritaba el pudú en la cara. "Jamás verán alguien tan fuerte como yo", se pavoneaba el tigre. Todos los animales tenían alguna cualidad con la que alardear y por supuesto, siempre había materia para discutir. Nunca lograban ponerse de acuerdo. Que 71 el puma era mejor que el tigre, que el huemul más ágil que el guanaco, la mulita más sigilosa que la vizcacha, el tero más avivado que el chajá o el salmón más vistoso que la trucha. Hasta que apareció el zorro. Decía no existía nadie tan astuto e inteligente. Y menos aún alguien tan rápido de sesera como para encontrar una solución a tamaña discusión en la que se habían enfrascado los animales desde hacía tanto tiempo. Decidido, se plantó delante de todos y dijo: -¡Yo sé cómo resolver la cuestión! -¿De verdad existe alguna manera?- preguntó la comadreja, desconfiada, porque conocía al zorro y sabía que nunca hacía nada sin dejar de pensar en su propio provecho. -¡Pero mi compadre comadreja! Usted va a ser la primera en entenderme. El zorro, astuto, trataba a todo el mundo como verdaderos amigos, haciendo muy difícil resistirse a sus encantos. Continuó abarcando a todos los presentes haciendo gala de toda su elocuencia y dramatismo: -Yo sé que muchos de los aquí presentes disponen de capacidades únicas y que no siempre son bien valoradas por el resto de los animales… Con lo que yo les propongo podrán demostrar a todo el mundo lo que son y a nadie le quedará ninguna duda de sus logros. Los animales dispusieron todos sus sentidos en prestar atención a las palabras del zorro. Quizá el zorro fuera un tanto atorrante, todos los animales sabían que para él toda ocasión era propicia para sacarle provecho. Pero tal vez, y por eso valía la pena escucharlo, cada uno de ellos tendría la oportunidad de demostrar lo que era capaz de realizar. -¡Cuente don zorro, cuente!- lo animó la mara impaciente. -¡Queremos escuchar su propuesta! -¡Excelente! ¡Mi idea es excelente!- sin pizca de humildad el zorro alababa su propia ocurrencia muy seguro de tener al auditorio a sus pies. -Mi idea es muy sencilla, y por eso es excelente. No cualquiera tiene la capacidad de conjugar una genialidad, que aparenta una gran complejidad, con algo tan simple como… -¡Bueno, basta!- lo interrumpió el puma harto de tantos aspavientos y un poquitín nervioso para el gusto del zorro. -¡Cuéntenos de una buena vez cuál es su idea o voy a comerme un montón de carne charlatana! -Nooo, no te…te…, no tenés, po…po…porque eno, enojarte, no tenés porque enojarte pumita- la posibilidad de terminar en la panza del puma puso tan 72 nervioso al zorro que no pudo vencer el tartamudeo. Aunque se rehízo con prontitud al darse cuenta que el puma también alardeaba, y continuó: -Mi idea es la siguiente: Vamos a realizar una gran competencia. Va a ser algo parecido a la que realizan los Mapuches. Pruebas de fuerza y de agilidad. Carreras, acecho, nado, vuelo y por supuesto, una gran prueba de ingenio para finalizar la competencia de la mejor manera. -¡Qué bueno! ¡Bárbaro!- las voces de aprobación coronaron la idea del zorro. No hubo un solo animal de la Mapu que no estuviera de acuerdo con realizar la competencia. Tal el barullo y los comentarios que se sucedieron que resultó imposible entender las preguntas y sugerencias que realizaban todos queriendo ser parte de tan ingeniosa propuesta. El mismo zorro fue el que zanjó la cuestión llamando a silencio y proponiendo crear algo así como un Comité que estipule y organice las pruebas a realizar. Él mismo, si nadie se oponía, sería el principal responsable del Comité. Y con la venia de los presentes, proponía que lo integre los animales más respetables de la Mapu: el búho y el chajá. Así, con aprobación por unanimidad, quedó constituido el Comité que de inmediato se lanzó a organizar las competencias. ¡Tantas cosas para tener en cuenta! ¡Infinidad de detalles! Pruebas para animales terrestres, voladores y acuáticos. Distancias de las competencias. Lugares donde realizarlas. En qué momento, quiénes participarían y un montón de otras consideraciones. El trabajo fue arduo pero tanto el búho como el chajá estuvieron a la altura de las circunstancias y realizaron su trabajo con esmero y responsabilidad. El zorro, que inició la labor de presidir al Comité con todo ímpetu poco a poco, como era típico en él, se fue aburriendo de cumplir sus funciones y delegó en las dos aves todo el peso de la tarea. -Total- pensó el zorro. -Ellos saben qué tienen que hacer y yo fui quien dio la idea… Cuando todo estuvo concluido, estipulada la fecha de las pruebas, los escenarios aprobados, las pruebas reglamentadas, el Comité dispuso que el tero, la laucha y la mojarrita propaguen la noticia de las competencias. No quedó nadie en la Mapu sin ser avisado del gran acontecimiento que se avecinaba. A partir de ahora era cuestión de inscribirse y participar. El hornero, tan escrupuloso como al construir su nido, anotó pacientemente la extensa lista de participantes y las distintas pruebas en las que se inscribía cada uno. Ya confeccionadas las listas respectivas se procedió a nombrar a los jueces. Esta era una tarea muy delicada que fue preciso realizar con tino y cautela. Aquí el búho y el chajá se encontraron con tanto trabajo como al organizar las competencias. De nada servía que un animal que no tuviera buena fama fuera 73 nombrado juez. Por esta razón la yarará, el bagre y la cotorra no estuvieron entre los árbitros; los competidores no tenían confianza en ellos. Por fin quedó todo listo. Sólo restaba competir. Días anteriores a las pruebas los animales, como nunca antes, se dedicaron a prepararse para el momento de la verdad. Nadie tenía experiencia en lo referente a entrenarse para una competencia, pero así y todo, por mero instinto, dedicaron un tiempo especial para acondicionar su cuerpo: cuidarse las patas, comer en forma medida, alisarse las plumas, practicar nado contracorriente. Cada animal hacía lo que creía mejor para rendir más cuando fuera el momento de competir. El gran día amaneció espléndido. Hasta antü, el sol, parecía querer ser partícipe de la fiesta que iban a compartir los animales de la Mapu. Con cierto nerviosismo de parte de competidores y organizadores se dio inicio a las pruebas. El único temor era el del debut, nada más. Luego, bajo la atenta mirada de los jueces, el aliento de los espectadores y la entrega sin límites de los competidores se venció cualquier inquietud inicial. No existió un solo inconveniente. La justa fue tranquila y llena de entusiasmo, y si bien se dieron competencias bastante peleadas no hubo mayores sorpresas: el ñandú ganó la carrera de velocidad, el guanaco en resistencia, el puma salto en alto, el tigre salto en largo. La lisa conquistó el título de salto en el agua y el lenguado el de mejor nadador. El halcón triunfó en velocidad libre, la paloma en larga distancia y el colibrí la prueba de slalom. La mulita fue clara ganadora en excavaciones. La langosta, luego de dura batalla con el grillo, ganó en salto corto y la mara compitió con la perdiz en acecho y encubrimiento, gran encuentro, que ganó la perdiz por muy poquito. Fueron tres días extenuantes y magníficos en los que se hizo imprescindible respetar una "tregua deportiva": los animales carnívoros debían cuidarse de no querer clavarle los colmillos a ningún contrincante con la intención de molestarlo o algo peor, alimentarse en plena competencia. Todo resultó bien. Al puma y al tigre se les hacía agua la boca cuando veían correr al huemul o al venado, pero así y todo vencieron su instinto y esperaron hasta el fin de las pruebas. La noche anterior a la finalización de la gran justa deportiva de animales el Comité organizativo explicó qué era lo que faltaba por hacer y cómo se llevaría a cabo. Reunidos todos los participantes, el zorro procedió a explicar lo que quedaba por delante: -Queridos amigos. Esta competencia fue un gran éxito. Ya ven que yo estaba en lo cierto cuando dije que sabía cómo lograr que cada animal pueda demostrar, delante de todos los demás, cuáles son sus cualidades. Mi idea fue excelente. ¡Sin duda!- el zorro no perdía oportunidad en alabarse haciendo mención en el éxito que tuvo el evento a pesar de que fue muy poco lo que hizo él para que resulte de esa manera. 74 Los animales, atentos y corteses, satisfechos por la competencia sin par, dejaron que el zorro se vanagloriase a sus anchas. Ninguno tenía apuro luego de haber sabido ganar su lugar en la Mapu. Nadie dejó de prestar atención al zorro. -Como bien dijeron el búho y el chajá, solo resta una competencia para realizar mañana. No es otra competencia del montón… ¡Es la prueba más importante! La prueba de ingenio. Y es la única competencia en la que se inscribieron apenas dos participantes… Y me temo que eso se debe a que no cualquiera es capaz de demostrar sus capacidades intelectuales… El zorro continuaba con su aire sobrador. Claro, uno de los dos participantes era él mismo. Para colmo, cuando el zorro se enteró quién era su contendiente de turno inmediatamente pensó que era imposible perder… ¿A caso un sapo, sí un sapo, podía decirse que era inteligente? ¿Un sapo que no es capaz de salir del camino cuando cruza un guanaco y muere aplastado, por tonto? ¿Un sapo, todo arrugado y feo porque no supo montarse en la cigüeña, perdió el equilibrio y cayó desde muy alto sobre las piedras dañándose la piel para siempre? ¿Un sapo, que solo sabe alimentarse de moscas y bichitos porque no tiene la capacidad de atrapar otra cosa? Si ni siquiera se anotó para competir en salto o en nado… ¿Un sapo? -"Nunca voy a tener una competencia más fácil"-, se dijo el zorro. El zorro no olvidó en remarcar que la prueba más importante era la que cerraba el torneo, el momento culminante, el más sublime y maravilloso de los tres días vividos y, bla, bla, bla, bla… Por fin el búho y el chajá lograron hacerlo callar y pudieron explicar en qué consistía la competencia: -Debido a que los dos participantes inscriptos pertenecen al reino de la tierracomenzó el chajá con su graznido áspero y potente, -hemos decidido con el señor búho que la prueba se realice por la mañana, cuando antü, comienza a iluminar a nuestra madre Mapu. En este instante el chajá guardó silencio dando paso al búho que miraba a los animales desde lo alto de una gruesa rama del pehuén en el que se habían congregado. El búho giró la cabeza abarcando al círculo de animales que se encontraba a sus pies queriendo significar que se dirigía a todos por igual. El Comité deseaba que no quede nadie sin comprender con exactitud de qué trataba la prueba y que cualquiera pudiera testificar quién sería el ganador de la competencia: -Como dijo el señor zorro esta es la prueba más importante y que cerrará las competencias. Paso a explicar… Pero antes, por favor, señor sapo, señor zorro, acérquense para que los pueda ver bien y me asegure que interpretan correctamente las reglas a seguir. 75 El zorro fue el primero en acercarse hasta el sitio indicado por el búho. Lo hizo pavoneándose y dándose más importancia que la prueba misma; la cola lustrosa y bien paradita, la cabeza erguida, el hocico brillante y una sonrisa de lo más canchera. Se abría paso por entre los animales sin siquiera chistar. El sapo necesitó croar varias veces "permiso, permiso" antes de poder llegar al mismo lugar en el que estaba el zorro. Bajito, moviéndose casi al ras del suelo, pasaba desapercibido a las docenas de patas y manos por las que tenía que moverse para dar con el lugar indicado por el búho. Una vez instalado al lado del zorro la diferencia de tamaño se volvía notable. Incluso al contemplar la cara de los dos competidores se apreciaba una gran diferencia: el zorro resplandecía, sonriente y confiado, sin ningún temor aparente por lo que pudiera resultar la contienda. El sapo parecía mirar sin ver; los ojos perdidos en dirección al búho y falto de expresión alguna que pudiera denotar su estado de ánimo. Con los contendientes listos el búho continuó su explicación: -Señores. La prueba se desarrollará al amanecer. Y es muy simple. Triunfará el primero de ustedes en descubrir la salida del sol. Cuando descubran la salida del sol sólo deben gritar: "¡Salió el sol!", e indicarlo con la mano. -¿Nada más que eso?- preguntó jocoso el zorro y no solo por lo aparentemente simple de la prueba. La diferencia de altura era tan significativa que incluso sentado, para no cansarse, el zorro era mucho más alto que el sapo. -¡Nada más que eso!- confirmó el chajá para luego continuar lo que empezó el búho. -El escenario donde vamos a desarrollar la prueba será al pie de la sierra. Allí tenemos espacio para ubicarnos todos cómodamente, participantes, jueces y testigos. ¡Pero atención! Hay algo más a tener en cuenta durante la competencia: los participantes deberán mantener las cuatro patas en el suelo en lo que dure la competencia. No es válido subirse a ningún lado. ¿Entendido? La carcajada que lanzó el zorro luego de escuchar las últimas consideraciones del chajá fue de lo más ampulosa, y gritó agrandado: -¡Esta competencia ya tiene un vencedor! Cualquier animal con dos dedos de frente, que no sé si será el caso del sapo, sabe de qué lado sale el sol, y yo, que soy mucho más alto que él, sin dudas que lo voy a distinguir primero. El murmullo que se alzó de entre los animales que asistían al momento de la explicación de la prueba confirmaba los dichos del zorro. Incluso los más enérgicos elevaron su voz haciendo saber que aquello era una ayuda encubierta del Comité para que gane el zorro. Las protestas se alzaron con insistencia escuchándose continuamente las palabras injusticia y acomodo. El búho y el chajá, haciendo oídos sordos al descontento de los animales, recordaron el momento y el lugar de la prueba y se marcharon sin más. El sapo, 76 supuesta víctima del complot del Comité, inescrutable, partió a los saltitos en busca de su agujerito a esperar la hora señalada. Las estrellas aun refulgían en el cielo cuando los animales se fueron reuniendo al pie de la sierra para asistir a la finalización de la contienda. Si bien la tarde anterior varios amenazaron con no asistir a la competencia por la evidente ventaja que tenía el zorro, parece que las ganas de presenciar el cierre de aquel memorable evento pudieron más que la bronca por el favoritismo del Comité. El búho y el chajá esperaban pacientemente, en silencio. El búho sobre un árbol, como es su costumbre; el chajá posado en el suelo y señalando el sitio exacto donde debían colocarse los competidores. En primer término llegó el sapo. Cuando se instaló en el sitio que le señaló el chajá se sentó sobre sus poderosas patas traseras e inmediatamente quedó inmóvil, tan quieto como las piedras del lugar. El zorro, tal cual su costumbre, hizo desear su llegada. Fue el último en aparecer por la sierra. Tampoco se presentó así nomás, todo lo contrario, su entrada al escenario fue semejante al ingreso triunfal de un gran Cacique a su Tribu luego de una épica batalla al frente de sus guerreros. -¡Abran paso! ¡Abran paso!- vociferaba el zorro. -¡Dejen que llegue a mi lugar! ¡Y abran cancha para que todos puedan presenciar la prueba! Una vez ubicados los contendientes el búho recordó los detalles finales de la competencia: -¡Señores! Cuando la calandria cante el inicio de la prueba ustedes quedarán atentos a la salida del sol. El primero que descubra su luz deberá gritar: "¡Allí salió el sol!" Y señalará su presencia. Si es correcto lo que indica ganará la prueba. ¿Comprendido? Ambos participantes hicieron saber que habían entendido correctamente. El silencio era total. Se palpaba la excitación de los animales que presenciaban la competencia. Las estrellas ya habían desaparecido. Ni el sonido del viento se animó a deslucir el momento. La claridad del nuevo día era evidente. El melodioso canto de la calandria resonó con fuerza. Las paredes de piedra de la sierra actuaron como inmensa caja de resonancia aumentando su volumen, esparciéndolo en todas direcciones. ¡Comenzó la prueba! El zorro, sonriente, deleitándose por anticipado de su triunfo, giró el cuerpo con displicencia hacia el Este pronto a distinguir a antü que aparecería de un momento a otro. Al girar distinguió al sapo que se mantuvo tan inmóvil como cuando se ubicó para esperar el inicio de la prueba. 77 -Je, je, je. ¡Sapo ignorante!- chanceó el zorro en voz alta para que lo escuchen todos. -Ni siquiera sabe de dónde sale el sol No se habían acallado las palabras del zorro cuando el croar del pequeño animalito, al igual que el primer día de lluvia después de una importante sequía, brotó con mayor intensidad que el propio canto de la calandria. -¡Salió el sol!croaba el sapo en tanto señalaba con una de sus manitos en dirección a la sierra. Las voces de asombro que dieron los animales allí presentes fueron el mejor testimonio de la veracidad del sapo. Hasta el zorro, incrédulo, quedó boquiabierto asistiendo a su propia e inaudita derrota. El búho y el chajá por primera vez a lo largo de la competencia esbozaron algo parecido a una sonrisa. Quizá porque en aquel preciso instante los animales de la Mapu caían en la cuenta que en ningún momento el Comité benefició al zorro. O tal vez porque esta derrota, mejor dicho, este triunfo del sapo, es lo que íntimamente todos deseaban. Hacia el Este todavía no podía verse a antü propiamente dicho, pero hacia el Oeste su luz bañaba la pared gris de la sierra. En aquel hecho, que el sol inunde con su luz la punta sobresaliente de la roca antes de poder ser descubierto, se traslucía cómo la sagacidad del sapo le había dado el triunfo sobre el agrandado zorro. Desde aquella mañana el zorro, al contrario de lo que él creía, perdió el poco prestigio que le quedaba. Así es hasta el día de hoy, y es por esa razón que no existe hombre o animal que quiera acercársele. También con motivo de la prueba final el sapo, aunque parezca un animalito tonto y algo lento, fue reconocido como el único que enfrentó y derrotó al zorro y así, se transformó en uno de los animales más apreciados y respetados por toda la Mapu. 78 NOCHE DE CAMPAMENTO "Ustedes y yo somos una sola cosa, no puedo dañarlos sin herirme a mí mismo" Ghandi El sol, luciendo un majestuoso manto anaranjado, cubría las copas más altas de los árboles arrancándoles su último brillo del día mientras el monte, profundo y oscuro a la hora del crepúsculo, contrastaba nítidamente con los tenues rayos de luz que acariciaban a los pinos y eucaliptus. Los pájaros ya habían anidado. Solo alguna paloma retrasada cruzaba raudamente el cielo en búsqueda de su albergue de hojas y ramitas trenzadas. La quietud del atardecer daba inicio a su reinado. Todavía no era la hora de grillos y ranas; ellos esperaban la oscuridad total para comenzar sus cantos y dar las primeras notas de la eterna serenata en la sosegada paz del campo. Era el momento y la forma perfecta para que los sentidos estén prontos a dejarse atrapar, para que los corazones se abran sin necesidad de palabras o exteriorizaciones. Es el instante mágico y más preciso para que un paño celeste y blanco deje traslucir toda la trascendencia de su significado mientras desciende lentamente, haciéndose uno con el sol y logrando que las chispeantes miradas de un puñado de chicos se posen amorosamente sobre ella. 79 Marcos, el scout que recibía la bandera en tanto era arriada, desató los nudos que la sostenían a la driza, la plegó cuidando que el sol que de cara al cielo y, ceremoniosamente, la entregó a Susana, uno de las Dirigentes, antes de regresar a la formación con presteza propia de quien está acostumbrado a realizar aquella Ceremonia. En cuanto Marcos, Soledad y Joaquín, los tres scouts que realizaron el Arriado, estuvieron formados en sus Patrullas un breve gesto que realicé a continuación como Jefe de Unidad, fue suficiente para que el religioso silencio de la tarde se transforme en un juvenil canto a la vida. -¡Patrulla Guanay! -¡Volando hacia el Gran Jefe! -¡Scouts siempre! -¡Listas! -¡Patrulla Lobo! -¡Astutos y vigilantes! -¡Scouts siempre! -¡Listos! -¡Patrulla Puma! -¡Fuertes y valientes! -¡Scouts siempre! -¡Listos! Los Gritos de las tres Patrullas se sucedieron con exactitud y espíritu auténticamente inflamado. Guanays, Lobos y Pumas competían, sin proponérselo, en quién era capaz de dar el Grito de Patrulla con más fuerza y entusiasmo. Y si bien las Guanays no lograban alcanzar la potencia de las voces masculinas, remarcaban su saludo con la gracia y el candor que solo siete chicas podían brindar con tanto esmero. -¡Unidad Impeesa! ¡Scouts siempre! -¡Listos! El Grito final, tres veces más potente y deseado, ahondó el silencio posterior del campo y acentuó la espesa oscuridad del monte. El sol desapareció por completo y el cielo comenzó a transformarse en un inmenso manto negro donde, 80 tímidamente empezaban a resplandecer los infinitos puntos blancos de las estrellas. El Campamento, con el inicio de la noche, se zambullía en el reino de las sombras, del misterio y de la leyenda… -¡Chicos! ¡Rápido a los Rincones! A encender las luces y preparar todo lo necesario para la cena- Comencé a dar las indicaciones para realizar las distintas actividades que restaban del día. -Imagino que habrán hecho una buena provisión de leña… -Nosotros no- me interrumpió Mauro, Guía de los Pumas, sin ocultar su fastidio y mirando fijo a uno de los patrulleros. -Era tarea de Federico y no trajo nada. -¡Sí que traje!- Federico, sintiéndose injustamente atacado tenía que defenderse de alguna manera. -¿Qué trajiste? ¡Eso no alcanza para nada!- continuó Mauro con el mismo fastidio. -¡Bueno, bueno, bueno!- Medié al instante. -Ahora se vuelven a organizar… y vayan a buscar leña. Aparte de la leña, ¿falta algo más, está todo bien? -No sé… ¿Trajiste la sal y el aceite?- Mauro no quedó completamente conforme con mi mediación y siguió dirigiéndose a Federico con cara de pocos amigos. -¡Sí!- la lacónica respuesta de Federico buscaba poner fin a la situación y yo no dudé en que así sea. Continué preguntando al resto de las Patrullas: -Muy bien. ¿Y ustedes chicos? Guanays y Lobos coincidieron en que tenían todo en orden, que no les faltaba nada. Sólo Carla, Guía de las Guanays, se permitió recordarme una pequeña tarea que les prometí durante la mañana cuando armábamos el campamento. -Carlos, acordate de devolvernos la palita.. -Sí, sí. ¡Ya mismo!- respondí de inmediato. -¡Bueno chicos, cada uno a lo suyo y rápido que se hace de noche! A su manera cada Patrulla preparó la comida, cenó y quedó pronta para uno de esos momentos tan esperados que tiene todo campamento: los Juegos Nocturnos. El misterio, el desafío e incluso el temor que llega a despertar la oscuridad de la noche y los secretos del monte es lo que mantiene a cada chica y a cada chico en un absoluto estado de expectativa. Todos, de una u otra manera, esperan ansiosos el inicio del juego; no importa que éste sea algo sencillo o que contemple ingredientes que lo tornen difícil y complejo. Importa jugar… de noche. 81 Reunimos a la Unidad alrededor del fuego. Conocedor de lo que representa el clima previo y dispuesto a dar lo mejor de mí en lograrlo apagué la luz y pedí a Susana que mantenga el fuego iluminado lo justo y suficiente como para que puedan verse los rostros que formaban el círculo alrededor de las llamas. Más allá del círculo, apenas unos pasos detrás, la negra pared del monte no dejaba ver absolutamente nada. El sitio en el que acampábamos era conocido por casi todos los chicos reunidos en aquel círculo. Varios de ellos, que pertenecieron a la Manada, y un puñado que ya habían acampado en el lugar sabían, y nunca faltaba quien lo recordase, la vieja historia de lo que le ocurrió a un Cacique Pampa que habitó junto a su Tribu el mismo suelo que estábamos utilizando para armar las carpas de la Unidad. La historia recordaba las tropelías del "civilizado" hombre blanco: siempre pronto a tener más y más, y muy capaz de hacer lo que fuere necesario para lograrlo, aunque ello suponga el engaño, el robo o el asesinato. ¿A quién robar, engañar y asesinar? A los "incivilizados" indios. Aquellos Pampas que señoreaban en la inmensa llanura de nuestra patria y a quienes el destino les deparó un final sangriento en la desigual lucha contra el blanco, sus mentiras y sus fusiles. El campamento se alzaba en el mismo lugar donde se asentara la Toldería del Cacique de la historia. Un Pampa que, engañado arteramente, murió defendiendo a los suyos con bravura. Su cuerpo, cruelmente lacerado, fue arrojado al arroyo para que dieran cuenta de él los peces y el olvido. Ningún blanco imaginó lo que sucedería después: que el ánima del Cacique buscaría vengar la desaparición de su Tribu sin reparar a quién dirigir su rencor. ¡Sólo le interesaba que fuera blanco! Podía tratarse de un chico o un grande, no importa. ¡Y que estuviera invadiendo su monte! -Carlos, ¿es verdad que el Cacique se les apareció la última vez que vinieron a acampar?- preguntó una de las chicas nuevas de la Unidad. -¿Sí? ¿Es cierto?- interrumpió Tomás, quien fuera Lobato y nada sabía del Cacique aunque ya había acampado en el lugar. -Yo no lo vi- dije como para traer un poco de tranquilidad. -Aunque hay quien dice haberlo visto… no sé…- dejé la cosa ahí, como el pescador arrojando el sedal -¡Contá la historia! ¡Contá la historia!- me pidieron todos al unísono. Yo no me hice rogar, al contrario, si eso era lo que estaba esperando: que los chicos me pidan les cuente la historia del Cacique Pampa. Como todo instante mágico la narración fue acompañada por el silencio y la expectativa pintada en cada rostro. Nadie se perdía palabra alguna; y ante mi requerimiento como 82 narrador los chicos que ya conocían el cuento recordaban en voz alta algún detalle especialmente importante o significativo. El ambiente para el juego cambió. Había chicos que miraban hacia la profundidad del monte queriendo descubrir una figura moviéndose entre las sombras… otros hacían bromas sabiendo que en el monte no deambulaba ningún alma en pena acechándonos… ¿O sí? De pronto, justo antes de iniciar el juego, entre los Patrulleros no faltó a quien se le iluminara la lamparita y expresara que, realizar un juego de acecho en aquel monte oscuro, sin la ayuda de una linterna, no era misión para llevar a cabo en soledad. Es por ello que se invitaban mutuamente a ir juntos "para tener mejores posibilidades de ganar". También estaban los que no pronunciaban palabra; sólo disponían de ánimo para esperar que se desarrollen los acontecimientos, pasare lo que pasare. Y existía un tercer grupo: quienes más allá del Cacique Pampa no pensaban en otra cosa que en jugar y demostrar que podían vencer cualquier dificultad que presente la noche, el monte o sus adversarios. Mauro, Guía de los Pumas, resultó ser el vencedor del juego sin atenuantes. El resto de los jugadores pidió la revancha, y si bien las Guanays no estaban muy seguras de repetir la experiencia, se dieron ánimo mutuamente para volver a jugar: preferían ir agarraditas de los brazos, bien juntitas, a tener que soportar las burlas de los varones por su supuesta falta de valor. Pero esta vez, para no repetirse, Susana propuso un nuevo juego: Guanays y Lobos defenderían la isla que se alzaba en el centro del lago de la estancia. La sequía de los últimos meses había convertido el lago en un manto de tierra barrosa con un pequeño hilo de agua bordeando la isla. Existían varios pasos posibles para tomar la isla por asalto, lo que hacía difícil su defensa, pero a la vez, la vegetación tupida y enmarañada brindaba cientos de escondites, y esto volvía complicado el ataque. En el centro de la isla una linterna servía como punto de referencia y como meta para los atacantes: aquel que llegue con vida hasta la luz ganaba el juego. En esta oportunidad ni Mauro o ninguno de los Pumas fue capaz de disfrutar del triunfo. Lobos y Guanays los eliminaron sin misericordia; en particular Yamila, que escondida detrás de una enredadera, demostró vista de rapaz: ella sola eliminó a media Patrulla Puma. La expectativa, el misterio, el interés habían iniciado el camino. La isla, las estrellas, el silencio lo completaron: lograr que el espíritu del juego supere los temores. 83 El regreso al punto de partida para encontrarnos con el descanso de la carpa y el calor de las bolsas de dormir era un conjunto de sonrisas y expresiones de placer. A la Unidad ya no les importaba demasiado el Cacique, aunque varios se apretaron unos con otros al cruzar el monte, y no faltó quien creyó "ver algo que se movía por allá". -Hasta mañana chicos. Que duerman bien y descansen más, que mañana a las ocho llamamos a Formación en el mástil- despedí a todos con emoción. Los cuchicheos y sonrisas, propias de los chicos al acostarse y hacer los últimos comentarios y chistes de la jornada, se fueron acallando poco a poco. Con Susana nos dimos tiempo para una última pava de mate hasta entender que las carpas se sumergían en un sosegado silencio. En ese mismo instante distinguimos a la luna, con su brillante y plateado disco, que se erguía más allá de la copa de los árboles iluminando el maravilloso escenario de paz en el que se convirtió el campamento. Grillos y ranas, como queriendo ser parte de ese momento fugaz, dieron por finalizada su función. Todo era silencio. Todo era quietud. Todo era el Campamento. Si alguien, desde una estrella o transportado por la suave brisa que acariciaba la noche pudiera contemplar las carpas, el monte, el silencio, afirmaría que aquellos quienes ahora dormíamos y descansábamos lo estábamos haciendo con el corazón fundido en plenitud con la eternidad de la naturaleza y con el triunfo de la paz… aunque no lo supiéramos. Es probable que la experiencia del Campamento expresada en el deseo de aventura de una chica o de un chico, vivida en la entrega del Educador, compartida en las sonrisas, los esfuerzos, los desafíos, los frutos, el aprendizaje y por supuesto, la Naturaleza, sea la más maravillosa y placentera práctica de vida de cualquier hombre o mujer. Los scouts lo hicimos carne desde el inicio mismo del Movimiento. Y estoy convencido que en cada oportunidad que traemos a la mente un recuerdo feliz de nuestra vida scout éste tiene que ver con un Campamento: cuando alcanzamos la cima del López o del Champaquí; cuando se nos mojaron los fósforos y atrasamos el desayuno por más de dos horas; cuando se nos reveló que la profundidad del monte solo conserva nuestros secretos más íntimos; cuando el barro y la lluvia pasaron a convertirse en condimento en lugar de impedimento; cuando descubrí un cielo nuevo, único, y que solo pude contemplar desde la enramada de mi refugio. "Cómo olvidar esos Campamentos de vida sin igual" dice la letra de la canción de Sergio Varela. En verdad, ¿cómo olvidarlos? Es imposible. Porque aquellos 84 Campamentos no fueron cosas del pasado, inútiles palpar en el presente, menos aún que continúen señalando mi futuro. ¿Por qué? Porque mis Campamentos son mis amigos: mis compañeros de carpa, aquellos que se convirtieron en mis hermanos de la vida. Mis Campamentos son mis sueños: los que comenzaron a moldearse detrás de una birome al descifrar un mensaje, al acomodar las gasas del botiquín de Patrulla o al asistir a la familia del camping vecino después de una tormenta. Mis Campamentos son mis logros: haber encendido el fuego y cocido mi cena o construir el Rincón, que se tradujo en carácter y voluntad para enfrentar mis desafíos. Mis Campamentos son oración, respeto, gratitud y la presencia infinita de la Bondad y el Amor, a quien aprendí a llamarlos… Dios. ¿Por qué?, me pregunto, después de haber compartido la Fuerza Creadora del Campamento no siempre logramos actuar en consecuencia… ¿Por qué sigo viviendo las miserias que es capaz de engendrar mi corazón? ¿Por qué me planto como el centro del universo y me olvido con tanta facilidad que los demás "son el Universo"? ¿Por qué el orgullo y el halago que representa ocupar un cargo o una función me conducen a olvidar mis raíces, las que forjaron un árbol frondoso, y me instala en las ramas, lejos de todos? ¿Por qué mi palabra vale más que la del otro o mi trabajo es más importante solo porque estoy, hoy, un escalón más arriba en la estructura? Porque somos personas, somos imperfectos, somos peregrinos. Pero no somos seres acabados, terminados, finitos ¡No! Quien diga que no tiene cambio o solución creo que olvidó otra de las enseñanzas del Campamento: que el próximo será el mejor, el que más disfrutaré, el que será un éxito porque participó mi hermano y porque participé yo. Los dos, como el nudo llano, logramos ser uno. 85 LA FIESTA DE LAS LÁMPARAS "Trata de dejar este mundo un poco mejor de como lo has encontrado y cuando te llegue el momento de morir, podrás partir feliz, sintiendo que, en todo caso, no has malgastado tu tiempo sino que has hecho todo lo posible" Baden Powell En una pequeña casita vivían dos amigos muy diferentes uno a otro a pesar de tener la misma profesión. El trabajo de los amigos consistía en alumbrar y permitir que los dueños de la casita puedan ver cuando la oscuridad comenzaba a invadir cada uno de los rincones de su morada. Uno de los amigos era un moderno velador: pies de hermosa y fina cerámica; tronco y cabeza de vistoso vidrio blanco y una magnífica bombita de luz de alta luminosidad y bajo consumo. Su amigo, mejor dicho, su amiga, era una sencilla y común vela de parafina. La vela, que solo tenía trabajo los días más tormentosos, estaba depositada en un candelero de madera tan simple y sencillo como ella. Si bien la diferencia entre el velador y la vela era notoria ellos no lo tenían en cuenta. Se llevaban muy bien y siempre compartían sus sueños y sentimientos. Así fue que una tarde, presa de una gran excitación, el velador le contó a la vela: -¡Voy a ir a una fiesta de lámparas! ¡Será una fiesta sensacional! Creo que van a asistir todas las lámparas del barrio. ¿Te imaginás cómo nos vamos a divertir? -¿Y yo no podría ir?- preguntó la vela con timidez. -Me gustaría tanto… -No… ¡Qué lástima! Es una fiesta exclusiva para aparatos eléctricos de luz. A mí me encantaría que pudieras ir pero… no será posible. 86 -Está bien, está bien. No te preocupes por mí. Vos andá y divertite a lo grande. Yo te voy a imaginar desde acá y también lo voy a pasar bien. Además… no nos podemos escapar los dos de la casa, quizá los dueños nos necesiten. Así fue que el velador, brillante como el día que apareció por primera vez en la casita, partió muy alegre y feliz hacia aquella fiesta tan original. El salón donde se organizó la reunión, el living de una hermosa casa del barrio desocupada por el fin de semana, ya estaba casi repleto cuando se hizo presente el velador. Había todo tipo de lámparas: de pie, muy señoriales y circunspectas; de techo, amplias y pomposas. Lámparas modernas, en colores vistosos y chillones; arañas antiguas con hermosos tocados de bronce. Veladores, apliques, las últimas de las bombitas incandescentes con lo mejor de las leds y las bajo consumo guarecidas en plástico, metal o madera. No faltaba nadie. ¡Qué fiesta! Todo brillo, color y alegría. Era tanta la luminosidad del ambiente que la noche parecía no existir. Resultó hermoso ver como grandes y chicos, jóvenes y viejos, todos, se unían por medio del canto y del baile. Sin duda, era una noche en donde reinaba el gozo compartido entre las lámparas. Pero existen ocasiones en que hasta las cosas mejor organizadas, aquellas en las que no dejamos ni siquiera el más pequeño detalle librado al azar, aquellas oportunidades que creemos perfectas o que por lo menos a simple vista así lo parecen, hasta en ellas, muy a nuestro pesar, puede darse algún imprevisto que tira por la borda todo lo preparado e ideado en un solo momento. Y esta maravillosa fiesta no fue la excepción… En el momento en que la diversión se encontraba en su punto más alto. Cuando nadie podía pensar en otra cosa que no sea en divertirse, en ese preciso instante… ¡Zas!... ¡Se cortó la luz! -¡¿Y ahora?!- el grito de decepción, de bronca, de impotencia, surgió de todos y cada uno de los presentes en la fiesta. -¡Se acabó la fiesta!- maldijo una gruesa farola. -¡Se acabó la fiesta! Y estaba tan linda… -¡No! ¡No! Tenemos que hacer algo- protestó una pizpireta lamparita de color rojo subido. -No podemos terminar la fiesta así. -Es verdad pero, ¿qué podemos hacer? El silencio que embargó a las lámparas fue la mejor respuesta a la situación. El ambiente de sano jolgorio y alegría se transformó en tristeza y frustración. Por un momento las lámparas habían vivido una experiencia totalmente diferente y original. Durante unas horas tuvieron la oportunidad de dejar su tediosa labor diaria para poder disfrutar, en "carne propia", lo que ellas hacían posible en la vida de sus dueños. 87 -¡Maldito corte de luz! Ahora de vuelta a casa- sentenció resignada la farola. Se disponían a marchar cada uno hacia su hogar cuando nuestro amigo el velador los detuvo con un fuerte grito: -¡Esperen! ¡Esperen! ¡Tengo una idea! Las lámparas se detuvieron expectantes. La sola posibilidad que la fiesta pudiera continuar era motivo suficiente para escuchar atentamente al velador. -Estoy seguro que mi idea les va a encantar- comenzó diciendo el velador. Tengo una amiga que gustosamente vendrá a la fiesta, nos alumbrará y continuaremos con la diversión como si nada hubiera pasado. -¿Quién es?- preguntaron. -Mi amiga y compañera de trabajo, la vela- respondió orgulloso el velador. -¡Bárbaro! ¿Qué esperás para ir a buscarla? ¡Apurate, apurate! El velador, todo lo rápido que se lo permitía el cable que llevaba arrastrando por el suelo, partió hacia su casa como una tromba. Cuando entró en la habitación se topó de frente con su amiga. -¡Eh! ¿Qué pasa? ¿Por qué tanto apuro?- dijo la vela asustada. -Te vengo a buscar a vos. -¿A mí? ¿Para qué? -¡Para que vengas a la fiesta! Lleno de excitación el velador se apresuró a contarle a la vela sobre la fiesta: el baile, la diversión, la alegría… y el corte de luz que acabó con todo. -Por eso es que te necesitamos. ¿Podés venir a alumbrarnos? -¡Por supuesto que sí!- exclamó la vela colmada de gozo. De inmediato estuvieron en la fiesta. Escogieron un lugar bien alto y despejado del salón para que la vela pueda alumbrar mejor y… ¡Nuevamente a bailar y divertirse! La alegría renació al instante en cada una de las lámparas, y a la servicial amiga se la vio como la vela más feliz del mundo. Así pasó aquella inolvidable noche. Tanta fue la dicha que reinó en el salón que nadie se dio cuenta de la salida del sol, y que sus rayos, todavía tibios, comenzaron a inundar la habitación. -¡Qué bien que la pasamos! ¡Qué hermosa fiesta!- dijo una voz. -¡Sí, sí! ¡Hermosísima! ¡La tenemos que repetir!- gritó otra voz. 88 -¡Fue una noche sensacional!- comentaban todos. -¡Qué lástima que terminó!- se lamentaba una vieja araña de techo. -Pero nos vamos muy contentos. ¡Y no tenemos que olvidar a la vela! ¡Sin ella no hubiéramos podido terminar la fiesta! Les propongo a todos un "muchas gracias" bien fuerte para nuestra amiga. Un "Sí" atronador fue la respuesta de las lámparas. Rebosantes de alegría giraron todas hacia donde estaba ubicada la vela para dar un fuerte y merecido grito de agradecimiento. Al mirar la alta esquina de la habitación donde se colocó la vela para alumbrar con su mejor intensidad un asombro mayor a todos los vividos durante la fiesta dejó mudas a todas las lámparas… La vela ya no estaba… El sencillo candelero de madera estaba vacío… En su noche más feliz la vela se fundió completamente. 89 EL MENSAJE "La música necesita la oquedad de la flauta; las cartas, la blancura del papel; la luz, el hueco de la ventana; la santidad, la ausencia del yo" Tony de Melo Sacerdote jesuita, escritor y psicoterapeuta indú Ignacio, cual Guía competente y respetado, designó a dos Patrulleros para que vayan al frente de la Patrulla abriendo el camino e indicando la mejor ruta posible hacia el Cerro de La Cruz. Los Cóndores no estaban siguiendo la senda comúnmente transitada entre el Campamento y el Cerro; eligieron un trayecto inhóspito que bordeaba serranías, atravesaba montes y cruzaba los pequeños arroyos y vertientes que bajaban de la cima de los cerros. El motivo de la ruta era que los Cóndores estaban en fuga. Corrían temerosos que los atrapen en su huida, por lo que se desplazaban con sigilo, atentos a no ser descubiertos, y con toda la rapidez permitida por las circunstancias, ya que era imperioso estirar la distancia que los separaba de sus perseguidores. Ignacio conocía mejor que nadie las implicaciones de lo que hacían y por esa razón eligió a Modesto, el Sub Guía de Patrulla, para que junto a Cachito se ayuden a ubicar el rumbo certero hasta el punto donde les sería posible parapetarse y hacerse fuertes ante el consabido ataque del que serían objeto. Para sí mismo se guardó la tarea de moverse detrás de la Patrulla haciendo lo necesario para que la huella que dejaban a su paso no fuera mal interpretada por sus perseguidores -acción nada fácil de realizar con exactitud en plena carrera- y así, lograr conducirlos hacia donde los Cóndores más lo deseaban. Mientras tanto, otros dos Patrulleros, el "Negro" Osvaldo y el "Chino" Fernando, hacían las veces de ayudantes del Guía manteniéndose atentos a sus pedidos y recomendaciones. Los dos Patrulleros restantes de los Cóndores, Chirola y Cascone, tenían la misión de "bombear" el tramo recorrido con anterioridad buscando distinguir la aparición súbita de sus perseguidores; si descubrían algún movimiento extraño era necesario que de inmediato den la voz de alerta para prevenir y organizar a la Patrulla en su defensa. 90 -Chino, alcánzame esas piedras para ponerlas acá arriba. Osvaldo, ¿te queda alguna rama gruesa? -Ya me fijo Ignacio, creo que sí… Osvaldo rebuscó en una de las mochilas con las que partieron cargados con todos los víveres y materiales que les fueron posibles transportar. La cuestión de las ramas de las que se podían valer era importante porque sabían que reunirlas en el camino, a pesar de tener que cruzar por un par de montes, no sería sencillo y les haría perder un tiempo precioso. -¿Qué te parece ésta? Quedan dos o tres más. -¡Perfecto! Creo que nos van a alcanzar. Si faltan, usamos piedras, esas sobran. -¡Ignacio! ¡Creo que vi algo! La voz de alerta de Chirola puso a toda la Patrulla en tensión: Cascone hizo detener la marcha de Modesto y Cachito, quienes se frenaron en seco y adoptaron una posición rígida en el mismo punto en el que se detuvieron. El Negro Osvaldo y el Chino Fernando se agacharon de inmediato, puro instinto. Los Cóndores bien sabían qué tenía que hacer ante esta situación. -¿Dónde Chirola? Ignacio se mantuvo erguido, apuntando la vista en dirección al sitio que le indicaba Chirola, una pequeña ondulación del terreno a unos 1000 metros atrás. -No veo nada… -¡Ahí! ¡Mirá! ¡Son los Tigres! El Banderín destacaba nítido en las manos del "Indio" Tomí, un Guía de Patrulla decidido y emprendedor como nadie. Su Patrulla le pisaba los talones en correcta formación. Andaban con la vista fija en el suelo que se abría delante de ellos en busca de las huellas dejadas por los Cóndores. -¡Vamos chicos! ¡Vamos!- apuró Ignacio a la Patrulla. -Podemos llegar al Cerro más rápido si evitamos el bosquecito… -Pero nos van a descubrir más fácil- comentó Chirola preocupado. -No importa. Cuando ellos lleguen al Cerro nosotros vamos a estar escondidos al pie de la Cruz. -¿Y los Signos de Pista? -No hay que dejar de ponerlos. -¡Negro! Dame esas piedras que vamos a dejar un "Camino a Seguir" sobre esa roca- solicitó Ignacio. 91 El Negro Osvaldo entregó las tres piedras pedidas. Ignacio ya había elegido la roca donde, una piedra sobre otra, dejaría un clarísimo Signo de Pista para que los perseguidores conozcan con precisión el camino elegido por la "Patrulla Fugitiva". La Patrulla Fugitiva era uno de los juegos más deseados y esperados del Campamento. Las tres Patrullas que integraban la Tropa del Grupo Cardenal Ferrari que aquel verano acampaban en la estancia San Simón de Napaleofú, ansiaban ganar la posibilidad de ser los fugitivos, quienes dejarían el Campamento por la madrugada, con la salida del sol, para partir hacia un punto solo conocido por ellos y por su Jefe de Tropa. La noche anterior al inicio del juego el Maestro Scout Rafaelli, Jefe de la Tropa, organizó un sorteo con la presencia de los Guías de Patrulla: Ignacio de los Cóndores, Jorge de los Panteras y el Indio Tomí de los Tigres. El sorteo estableció cuál sería la Patrulla Fugitiva y cuál el orden de partida de las Patrullas Perseguidoras. La Patrulla Fugitiva tenía tres horas de ventaja y la obligación de hacer dos Pistas, una de ellas de distracción. La otra Pista, la que conducía al Punto Final del juego, culminaría con un enfrentamiento entre Perseguidores y Fugitivos, si es que éstos últimos no eran eliminados antes. Durante las dos primeras horas que la Patrulla iniciaba la fuga, los Patrulleros podían constituirse en dos grupitos si así lo querían: un grupito para construir la Pista Falsa y el grupito restante para dejar demarcada la Pista Verdadera. Pasadas esas dos horas el grupito de la Pista Falsa debía unirse con la otra parte de la Patrulla. Una vez reunidos se dedicarían a desayunar. Los Fugitivos disponían de treinta minutos para hacerlo. Mientras tanto, a la misma hora, estarían desayunando sus futuros Perseguidores. El sorteo favoreció a los Cóndores como Fugitivos. Los Panteras ganaron el derecho de elegir si partir primeros en la persecución, que es lo que decidieron. Los Tigres serían los últimos en partir, lo harían 15 minutos después que los Panteras. Finalizado el sorteo comenzaron los preparativos para el juego. Rafaelli, el Jefe, y Miguel Caride, su Ayudante de Tropa, distribuyeron los víveres que transportaría cada Patrulla: chocolate en barra, carne enlatada, dulce de membrillo, fruta, galleta, yerba y azúcar. El juego suponía incorporar el almuerzo durante la persecución y cuando ésta hubiere finalizado, ya por la tarde, la Tropa merendaría en los alrededores del Cerro de La Cruz. Los Cóndores podían, si así lo deseaban, cargar con algunos elementos que les ayudaría a construir las Pistas con mayor presteza: ramas cortas y rectas, hilo chanchero y varios carbones para ser utilizados como marcadores. Nada más. El resto de lo que pudieran precisar había que recogerlo e improvisarlo durante la marcha, mientras jugaban a fugarse. 92 Pasada la cena los Cóndores se dedicaron a preparar el equipo y distribuir la carga en las mochilas que decidieron transportar. También idearon el itinerario y la formación de los dos grupitos que llevarían a cabo la primera instancia del juego, las dos Pistas. Ignacio quedó a cargo de la Pista Falsa y Modesto del grupito de la Pista Verdadera. Con todo charlado y organizado se acostaron antes que las otras dos Patrullas. Debían descansar bien y levantarse antes que el resto de la Tropa. Tigres y Panteras, que prepararían sus equipos por la mañana, tuvieron la ocasión de un último juego nocturno y de una actividad un tanto diferente que los sorprendería durante las horas de sueño. Esa noche Alguien intentaría llegar al Campamento sin ser visto ni escuchado. Los scouts no tenían idea de quién podía ser esa persona: ¿Don "Canaleta", el Cocinero o su Ayudante Don Villagra? ¿El Padre Gustavo? ¿Rafaelli, Caride? Quizá Pagano, el Jefe de Grupo que venía de visita… Tal vez gente de la Estancia. La Tropa no recibió ningún indicio, solo se les informó que la Guardia -de la que no participarían los Cóndores aquella noche- debía estar atenta a descubrirlo. -Modesto, a esta altura los Tigres ya tienen una idea de hacia dónde vamos ¿Qué te parece si hacemos dos bifurcaciones que los obligue a retrasarse? -¿Dos? -Sí. Una que vaya hacia el Dique y la otra hacia el Puesto de La Blanca. Después de 15 o 20 minutos colocamos un "Camino Equivocado" y los que hicieron la Pista pueden cortar camino por en medio del campo directo al Cerro. No será necesario que vuelvan por donde iniciaron la bifurcación, aunque correrán el riesgo de que los descubran y queden eliminados por estar lejos de la Pista... -¿Y quiénes te parece que hagan las Pistas? Uno puedo ser yo. ¿El otro puede hacer Chirola? -Sí, justo pensé en vos y en Chirola pero tienen que ir acompañados. Vos andá con Cachito y que Chirola vaya con Cascone, como estamos ahora. -¿Crees que llegarás bien?- se preocupó Modesto por la suerte de su Guía. -Si los Tigres deciden no tomar las bifurcaciones y seguir tu Pista…, -la vamos a pasar mal, sin dudas. Pero hay que intentarlo. ¡Cóndores! Tenemos una idea. Escuchen. El juego establecía que si la Patrulla Fugitiva arribaba al sitio designado de antemano con la Jefatura y colocaba el signo de "Fin de Pista" podía esconderse 93 en un radio de unos 50 metros a su alrededor. Desde los distintos escondites elegidos por los fugitivos tenían la mejor posibilidad y oportunidad de eliminar a sus Perseguidores. Cada uno de los Perseguidores llevaba dos cartelitos. Uno en el pecho y otro en la espalda. El del pecho tenía una letra en mayúscula. El de la espalda un número de dos cifras. Para eliminar a cada jugador había que distinguir correctamente los dos cartelitos y gritarlo en voz alta. El Perseguidor que escuchaba su nombre y el contenido de los dos cartelitos, si era correcto, quedaba eliminado del juego. Pero el método empleado por los Perseguidores para acabar con la Patrulla Fugitiva era mucho más sencillo y expeditivo: alcanzarlos y tocarlos. Además, los Fugitivos no podían separarse a más de 10 metros hacia los costados de la Pista, si lo hacían, con solo nombrarlos estaban eliminados. Entonces, para la Patrulla Fugitiva era muy importante lograr esconderse alrededor del Fin de Pista: desde allí, tenían la ventaja de no delatarse hasta haber dejado a los Perseguidores que ingresen tranquilamente al radio letal. Cualquier otra posibilidad estaba a favor de los Perseguidores. -¡Allá van los Cóndores!- alertó Emilio a sus compañeros de la Patrulla Tigre. -¿Dónde? ¡No los veo!- quiso saber Tomí al instante. -Están bajando al arroyo. -¿Va toda la Patrulla? -No sé. Vi a dos. Uno creo que era Modesto. -¿Se habrán separado?- preguntó Leonardo. -¿Por dónde sigue la Pista?- gritó Tomí a la su Patrulla alentándolos a que busquen el próximo Signo de Pista. -¡Ahí hay un Camino a Seguir!- descubrió Luis. -¡Vamos! La Pista también baja hacia el arroyo. -¡Van hacia el dique! -¡Los tenemos! ¡Vamos los Tigres Durante la mañana los Tigres habían visto partir a los Panteras anhelando estar en su lugar y poder ser los primeros en salir en persecución de la Patrulla Fugitiva. Los 15 minutos de espera los dedicaron a ajustar sus cartelitos al cuerpo, asegurarse que las cantimploras estén llenas de agua y que los alimentos que transportaban no les impidan moverse con comodidad. 94 El Padre Gustavo fue quien les dio la orden de partida ya que Caride salió detrás de los Cóndores y Rafaelli detrás de los Panteras. El Padre seguiría a los Tigres de la misma manera que lo harían los otros Dirigentes con sus Patrullas, a una distancia que permita distinguirlos pero lo suficientemente separados para que la Patrulla se sienta en completa libertad. Sin que los Tigres lo supieran, a diferencia de los Panteras, cuando dieron con el primer Signo de Bifurcación eligieron seguir la Pista Verdadera, la que los Cóndores dejaban en su camino hacia el Cerro de La Cruz. Se movían a ritmo firme, sin llegar a correr. Dos Patrulleros al frente haciendo de los dos primeros buscadores de los Signos de Pista, luego la Patrulla en hilera y otro Patrullero cerrando la fila y que nunca se movía del último Signo descubierto hasta que los buscadores encontraban el próximo. Tomí, cada tanto, indicaba los cambios de buscadores y el del guardia que cerraba la marcha. Baqueano en la tarea el Guía sabía que la mejor manera de mantener la calma y controlar la excitación que producía la persecución era rotar los roles entre todos los Patrulleros. A Tomí le gustaba especialmente la tarea de descubrir los Signos de Pista; cuando le tocaba el turno lo hacía solo, pero cuando no era él quien los buscaba designaba a dos Patrulleros a la vez. -¿Cuánto falta para comer Tomí?- preguntó Luis, constantemente el más hambriento de los Tigres. -15 minutos. Ya vamos a comer. -Tenemos que buscar algo de sombra… ¡Qué calor! Diez minutos más adelante se encontraron con dos arbolitos que crecían solitos, como vigías aislados en el campo. Tomí no lo pensó dos veces. Prefería perder 5 minutos de marcha pero ganar la frescura de la sombra. Los Tigres se ubicaron alrededor de los arbolitos y a las 12 en punto, ni un segundo después, abrían las latas de carne y cortaban la galleta. En ese preciso momento los Panteras también se sentaban a comer pero con un ánimo bien diferente. Después de mucho trajinar dieron con un signo de Camino Equivocado y cayeron en la cuenta que habían tomado la Pista Falsa. Desanduvieron el camino recorrido con decisión pero sabían que a esta altura del juego los Cóndores se habrían separado demasiado y como no se toparon con los Tigres, señal de que habían seguido la Pista correcta, estaban detrás de quienes ahora pasaban a tener mejores posibilidades de ganar el juego. -¿No podemos comer rápido y seguir la Pista?- preguntó un Patrullero. -No. Tenemos que detenernos durante treinta minutos. No vale la pena comer a las apuradas- Jorge, el Guía, recalcó las reglas del juego consciente que era la única manera de jugar limpio. 95 -¿Te parece que los podremos alcanzar? -Si no los alcanzamos mientras construyen la Pista los atrapamos cuando lleguen al Final del juego. No te preocupes. -¿Y los Tigres? -No podemos hacer otra cosa que seguir la Pista y esperar que los Tigres no lleguen mucho antes que nosotros, nada más. ¿Cómo están de agua? Las tareas del Guía eran varias. Uno bueno tenía la mejor oportunidad de lograr una excelente Patrulla. Y su mayor preocupación no era si se ganaba o se perdía un juego. Lo que importaba era que el grupo actúe unido y siempre dispuesto a dar lo mejor de cada uno. No era tarea sencilla pero la única posible si quería mantener el espíritu de Patrulla intacto. El cierre del juego fue verdaderamente emocionante. Los Perseguidores, a diferencia de los Fugitivos, en ningún momento del juego podían separarse de su Patrulla por lo que ante un signo de Bifurcación, sí o sí debían elegir una dirección y recorrerla juntos. Los Tigres tomaron la Pista que dejaron Modesto y Cachito hacia el Dique. Cuando los distinguieron a la distancia apuraron el paso sin apartarse de los signos dejados por los Fugitivos. Lograron atrapar a Cachito justo después de alcanzar el Dique. Pero él como Modesto fueron astutos: entre los dos eliminaron a tres de los Tigres y se organizaron para que Modesto pudiera seguir escapando ayudado por su facilidad y agilidad para moverse en la sierra y nunca separarse más de 10 metros de la Pista que habían trazado. Una vez que logró alejarse no volvieron a verlo hasta el enfrentamiento final. Los Panteras, superado el trance de errar la Pista Verdadera, tuvieron la suerte de continuar la dejada por Ignacio y sus ayudantes hacia el Cerro de La Cruz. A ellos tres no los descubrieron, antes se toparon con el signo de Fin de Pista, si bien en el camino eliminaron a Chirola y a Cascone, a los que descubrieron más allá de los 10 metros salvadores. Ignacio, Modesto, el Negro Osvaldo y el Chino Fernando lograron esconderse en cuatro sitios equidistantes uno del otro. Los cuatro pasaban absolutamente desapercibidos. El signo de Fin de Pista lo habían colocado al pie de la Cruz perfectamente trazado con carbón en la base de cemento. Los Panteras dieron con el signo unos pocos minutos antes que los Tigres. En cuanto lo divisaron se arrojaron al suelo, conscientes que los Cóndores los estarían observando desde sus escondites. La táctica de los Cóndores resultó excelente: dos de ellos se dedicaron a estudiar las letras y los otros dos, los que quedaron detrás de los Perseguidores sin que ellos lo supieran, a recordar los números que tenían en la espalda. 96 Cuando los Panteras se tiraron de cara al suelo comenzó a escucharse, en forma sistemática, el nombre, letra y número de cada uno de los Perseguidores. ¡Los Panteras eliminados por completo! A todo esto los Tigres ingresaban en el radio de los 50 metros fatales cuando presenciaron cómo los Panteras se tiraban al suelo y eran eliminados por los Cóndores. Esto les permitió no ser eliminados de la misma manera. Lamentaron la pérdida de dos Patrulleros perfectamente detectados pero allí mismo comenzó una danza entre los cuatro Cóndores y los tres Tigres que se mantenían con vida. Alertados de las posiciones que ocupaba cada uno de los Fugitivos los Tigres, a pesar de contar con un jugador menos, pudieron rodearlos y eliminarlos tocándolos uno por uno. El festejo del Indio Tomí junto a los Tigres despertó al Cerro con la noticia que allí estaban los scouts: un Grito de Patrulla dado con toda la fuerza y emoción del momento. La tarde en el Cerro resultó de total esparcimiento, disfrutando con el arroyo y la frescura del agua. Las "batallas" para hundir a los Dirigentes y al Padre Gustavo. Los clavados a la hermosa olla que se formaba en un recodo del curso de la corriente. Nadar, jugar y tomar sol desparramados sobre las rocas. El esfuerzo físico entregado durante el recorrido de la Pista lograba su merecido reposo con el arroyo y la abundante merienda consumida a la sombra de los sauces que crecían a la orilla. En ese instante, de satisfacción y gozo, Rafaelli aprovechó para comentar lo que la Corte de Honor propuso antes del Campamento. El Campamento en la Estancia san Simón del año 1944 coincidía con el 10º Aniversario de la creación del Grupo Scout. Los Guías de Patrulla comentaron la posibilidad de algo especial, más allá del mes de acampe que disfrutarían en aquel verano. El Mundo estaba en guerra. Europa desbastada por los combates y las matanzas desde hacía unos cuantos años atrás. En Oriente la lucha se propagaba por las selvas, islas y ciudades. Argentina se mantenía neutral aunque muchos argentinos sabían de las desgracias de la guerra por la gran masa de italianos que vivía en el País y que mantenía sus lazos con la parentela que residía en Italia. Alfonso Rafaelli, Águila Azul, era uno de ellos. Llegado a la Argentina en la década del 30´ como Laico Consagrado de la Obra de San Pablo, Institución creada en Milán por el entonces Cardenal Carlos Andrés Ferrari, encontró en la barriada de Gerli, Lanús, a la misma muchachada alegre y entusiasta con la que compartía desde chico, los scouts. Pero acá la cosa tenía sus particularidades y Águila Azul puso manos a la obra en pos del cambio… Los Lobatos, por ejemplo 97 no se llamaban Lobatos y no formaban una Manada. Era una "Bandada" y se decían "Aguiluchos". Otro tanto la Tropa que en lugar de Scouts se designaron "Adalides", aunque utilizaban el Sistema de Patrullas. Tampoco tenían claro como era el Uniforme, no conocían la Canción de la Promesa y otras varias tradiciones scouts que entendió había que poner en práctica de inmediato. Rafaelli, junto a otro Paulino, Miguel Caride, los primeros scouts "grandes" de entonces como Lorenzo Del Valle o Mario Pagano, el Padre Hércules Galone y un afamado Ingeniero Naval de la Armada Argentina, Armando Fischer, fueron los artífices del cambio. En unos meses los Pañuelos Azules con los que se identificaba a Lobitos, Scouts y Rovers inundaron la Capilla de chapa de San José de los Obreros de Gerli. En poco tiempo más la Manada cantaba "Rubiecito y bien peinado" y la Tropa hacía sentir su voz con la letra de "Avanzan las Patrullas", "Blanca Senda" y otras tantas canciones que Rafaelli traía desde su infancia italiana. En esos diez primeros años de Scoutismo en Gerli se vivieron cosas muy lindas y los chicos del Grupo soñaban con vivir muchas más. Quizá, una de ellas, fuera cambiar el Mundo de tal manera que los hombres no tuvieran que volver a sufrir guerras como la que padecían en aquellos años. Con la Tropa formando un semi-círculo debajo de los sauces Rafaelli se dirigió a la muchachada explicando la idea de la Corte de Honor para realizar durante el Campamento del 10º Aniversario: -La Corte de Honor decidió que escribamos un mensaje para los scouts del futuro. Que coloquemos el mensaje dentro de una botella y lo enterremos en el mismo sitio en el que plantemos un árbol. El día que ese árbol tenga que ser talado o que se caiga de viejo allí estará el mensaje que ustedes le escribirán a los futuros scouts. -¿Cuántos años pueden pasar, Maestro? ¿Veinte o treinta? -Ojalá que más… Quizá cincuenta o cien. Vamos a plantar un roble que es un árbol que vive muchos años, y si no tienen necesidad de talarlo puede pasar mucho tiempo hasta que descubran el mensaje. -¿No se romperá la botella cuando empiece a crecer el árbol? -Las raíces van a rodear a la botella porque no la pueden atravesar. En la medida que crece hacia abajo ellas mismas van a protegerla. -¿Cómo van a saber los scouts del futuro que nosotros vamos a dejarle un mensaje enterrado? -De dos maneras. Primero tenemos que mantener viva la historia en el Grupo. Vamos a notarlo en los Libros de Patrulla y recordarlo todos los años. Por otro 98 lado vamos a dejar una plaquetita de metal en la Estancia señalando el árbol donde está el mensaje. -¡Qué bueno! ¿Qué vamos a escribir? -Eso sería lindo que lo hagamos entre todos… -¿Podemos poner algo más adentro de la botella? ¿Una Insignia de Grupo o una lista con nuestros nombres? -¡Buena idea, me gusta! ¿Qué les parece a los demás? El fresco de la tarde, el grato pasar debajo de los sauces, la alegría del campamento, la imaginación transportando a los scouts varias generaciones hacia el futuro comentando cómo serán los scouts del mañana y qué podían decir de lo que son los scouts de 1944… La Tropa estaba atrapada por completo. Caride, que nunca dejaba de lado sus lápices y cuadernos siempre pronto a escribir sus experiencias, aportó los elementos para que los scouts le den forma al mensaje final. De regreso al Campamento el Padre Gustavo celebró Misa haciendo hincapié en la experiencia del juego y en las palabras que aquella muchachada le brindaba a los chicos del mañana que, quizá fueran sus hijos, quizá sus nietos. Para rubricar el sermón el Padre invitó a los Guías de Patrulla a que coloquen el mensaje dentro de la botella. Junto al mensaje también ubicaron un listado de la Tropa, una Insignia de Grupo y la primera página del diario La Nación que tuvieron que conformarse sea de dos días atrás porque fue el único que pudieron conseguir en el boliche donde hacían las compras para el Campamento. El Encargado de la Estancia proveyó la botella, una botella cuadrada de ginebra Llave, a la que taparon con un corcho embadurnado con lacre para impedir la entrada de aire. El altar, armado al inicio del campamento, estaba ubicado a un par de metros del punto elegido para enterrar el mensaje y plantar el roble. Los mismos Guías cavaron el hoyo necesario, enterraron la botella, dejaron caer algo de tierra encima de ella y, finalmente, plantaron el roble. Un arbolito que ya tenía un par de años de vida, regalado por Don Canaleta, el Cocinero, que retiró con gran cariño del terrenito del fondo de su casa. Durante los quince días posteriores que quedaron de acampada todos los scouts de la Tropa se hicieron cargo de regar el pequeño roble. Al cerrar el Campamento la Ceremonia final se realizó delante del significativo arbolito y allí, con reconocida esperanza en el futuro, todos los acampantes lanzaron sus sombreros al aire invocando un vibrante ¡Salve, salve, salve! En honor a Santa María. 99 ¿Qué imaginás de lo que será el Scoutismo dentro de setenta o de cien años? ¿Cuáles serán los juegos que ayudarán a desarrollar la confianza en sí mismo, el amor al prójimo, la lealtad o el espíritu de servicio? ¿Cómo estará presente el Jefe-Maestro-Dirigente-Educador? ¿Qué cosas estarán en sus manos, serán su responsabilidad? ¿Qué te gustaría decirle o dejarle a aquellos que hoy en día ni siquiera existen en la mente de nadie? Los scouts del 44´quizá hablaron de paz; que su Grupo exista para siempre; que todos tengan la oportunidad de detener el tiempo durante un mes para poder acampar con los amigos… Los últimos de aquellos Cóndores, Tigres y Panteras de Cardenal Ferrari (que yo sepa en 2020 solo dos) todavía recuerdan a la Patrulla Fugitiva, al Cerro de La Cruz, a la Estancia San Simón, al mensaje debajo del roble de Napaleofú. Quizá vos, por una de las tantas circunstancias de la vida seas quien desentierre la botella con el mensaje dentro… Quizá sea yo, ¿por qué no? Mientras tanto voy a seguir imaginando qué fue lo que escribieron esos scouts, y si lo que soñaron se habrá hecho realidad. 100 EL ÚLTIMO HITO "¡Cuánto quisiera hacer, cuánto hay que hacer por la patria! Pero, ¿cómo, cómo? Tengo sesenta y seis años y ni un centavo. ¡Cuánto valen los centavos en estos casos! Yo, que he dado 1800 leguas a mi patria y el parque nacional… no dejo a mis hijos un metro de tierra donde sepultar mis cenizas…" Francisco "Perito" Moreno Fundador de la primera Asociación Scout de Argentina El tren partió a la hora exacta. Un silencio solemne acompañaba el trepidar de la potente locomotora a vapor. Las gruesas columnas de humo negro que despedía la máquina se convirtieron en el saludo final que la ciudad de Buenos Aires le brindaba a un magnífico hombre que, casi 25 años después de fallecido, desandaba el camino hasta su morada final. Perito Moreno murió el 22 de noviembre de 1919. Su cuerpo fue depositado en el cementerio de La Recoleta pero, empeñados en cumplir la última voluntad de don Pancho, sus hijos y el Gobierno Nacional deciden el traslado de sus restos al Parque Nacional Nahuel Huapi. La primera etapa de dicho traslado reunió a miles de porteños que vieron pasar en procesión la cureña con el féretro de Moreno desde La Recoleta hasta Plaza Constitución. Alumnos de los colegios de Buenos Aires, "boy scouts" y soldados del Ejército Argentino formaban su escolta. El pueblo de la ciudad, ubicado a ambos lados de las adoquinadas calles y avenidas, la cadena humana que flanqueó el recorrido. La línea del Ferrocarril del Sud, por la que tanto insistiera Moreno cuando Diputado Nacional para que se extienda hasta Bariloche, ahora se convertiría en la huella por la que marcharía Don Pancho hasta su último hito mientras el incesante traqueteo del tren sonaría como el canto final a un enamorado del desafío ante los imposibles y la constancia hasta lograrlo. En 1944 ser maquinista de locomotora de trayectos de larga distancia representaba el mayor sueño y aspiración de todo ferroviario. El maquinista era la estrella del progreso: tanta la importancia del ferrocarril que un maquinista era tratado con el mayor de los respetos y deferencias. Se lo veía como a un héroe de la patria, dispuesto a batir récords de velocidad medidos a nivel internacional (hecho que los maquinistas de los ferrocarriles argentinos lograban de continuo) El maquinista era un trabajador especializado al que se recogía en la casa, a cargo de la Empresa, y se lo llevaba cómodamente a que ocupe su puesto 101 delante de la locomotora. En aquellos años el maquinista de ferrocarril era una de las personas más importantes, necesarias y populares con la que contaba una Argentina ávida de trenes para crecer como país. Juan Brignolo era un tucumano como los que había pocos. Hijo de un ingeniero italiano llegado a Tucumán para ayudar a desarrollar la industria azucarera compartió sus primeros años de infancia entre máquinas a vapor y vagonetas cargadas de caña de azúcar, las ranas que deleitaba atrapar en los arroyos, y su pandilla de travesuras, con las que exploraba incansable los tupidos cerros de su tierra. La dulce felicidad tucumana de Juan duró hasta que el ingenieri Brignolo cambiara las pequeñas máquinas del Ingenio azucarero por las cada vez más sofisticadas locomotoras del Ferrocarril del Sud. Así fue que Juan, junto a toda su familia, se trasladó a Banfield, en el Gran Buenos Aires. Para Juan el cambio no fue fácil. Si bien jamás protestó, le costó bastante adaptarse a su nueva vida, en especial por la cantidad de chicos ingleses que habitaban el barrio; aunque nunca dejó de mencionar, y con gran satisfacción, que fue por ellos que conoció lo que era el fútbol y la pasión que este deporte le despertaba. Así y todo seguía añorando a sus viejos compinches de aventuras y los hermosos cerros donde correrlas. Una tarde se le acercó el más grande de los chicos del barrio, Arturo. Lo invitó a participar de algo que, como el fútbol, nunca había escuchado hasta entonces. Arturo se lo nombró en inglés, "boy scout", le dijo. La primera respuesta de Juan fue "yo no hablo inglés. Sé algo de italiano aprendido de mis Viejos, pero de inglés, nada". Arturo le explicó que no era necesario saber hablar inglés. Que tenía ese nombre porque era algo que creó un señor inglés, pero no por otra razón. Tenía que probar. Le aseguró que no se iba a arrepentir. Interesado, luego de la descripción que le hizo Arturo sobre alguna de las cosas que podía hacer como boy scout, Juan se informó para saber hacia dónde dirigirse. Resultó que tenía que ir al terreno de Daniel Moreno que quedaba cerquita de su casa. También supo que se reunían los sábados por la tarde, día que no había colegio y poco por hacer. Decidió acercarse el sábado próximo. De esta manera fue como Juan Brignolo se convirtió en boy scout de la Compañía Juan Galo Lavalle de Banfield. ¡Cuántas cosas vivió junto a su amigo Arturo y a todos los chicos que conoció desde el día que ingresó en una de las Patrullas de la Tropa! Paso el tiempo. Juan era un boy scout con todas las letras. También era hijo de un empleado del ferrocarril, y no de un empleado cualquiera. Su padre llegó 102 a convertirse en un ingeniero importante de la Empresa. Por esa razón, cuando el muchacho tuvo la edad requerida le fue sencillo ingresar al Ferrocarril del Sud. Aplicado, con alguna experiencia por las maquinitas del Ingenio, y con tantas ganas como demostraba, la carrera de Juan en el ferrocarril fue meteórica. Debió dejar de lado cosas que le gustaban, y mucho, como la Compañía y los scouts, pero lo hizo con agradecimiento y felicidad, porque sabía que lo que había vivido como scout lo acompañaría para siempre. Más de treinta años después de haber pisado los terrenos de Daniel Moreno por primera vez, de formular la Promesa Scout y de recibir el Pañuelo, Juan, vueltas del destino, era el maquinista de la formación que salía de Constitución hacia la última morada de don Pancho Moreno. Todo estaba organizado para que el tren arribara a Bariloche hacia la misma fecha que lo hiciera Moreno por vez primera pero, ¡68 años después! Resultó tal cual fuera planeado: el arribo a la ciudad; la Ceremonia final en el Centro Cívico; el ataúd del Perito recubierto por la Bandera Argentina y los ponchos de los Caciques Sayhueque, Catriel y Pincén; el traslado hacia la "Modesta Victoria", la lancha que lo haría navegar hasta su último hito, la isla Centinela. Hubo mucha gente en Bariloche aquel 22 de enero, el pueblo entero. Pero muy pocas fueron las personas que pudieron embarcar hasta la isla Centinela: familiares del Perito o de su amigo entrañable, el naturalista Onelli; autoridades de las más copetudas y alguien en quien nadie había pensado pero que, al expresar su genuino interés de ser de la partida, se lo permitieron con gran orgullo: Juan Brignolo, el maquinista de Ferrocarril del Sud. Ese instante final en el mausoleo de la isla Centinela resultó breve y sentido. Se depositó el ataúd en el fondo de la tumba y, uno a uno, los deudos fueron acercándose para arrojar un terrón de esa tierra patagónica que tanto amó el hombre. El rito lo inició uno de los hijos de don Pancho. A continuación el resto de los familiares y las autoridades. Dos personas quedaron para el final: un descendiente del naturalista Onelli, que en lugar de un terrón de tierra arrojó un pequeño y brillante ramo de flores azul y blanco y, detrás de él, y sin que nadie lo notase, Juan Brignolo, el maquinista. Juan se acercó lentamente hasta el borde la fosa. Se detuvo un instante, como lo hicieron todos, y lanzó su ofrenda a Moreno. Una vez, Juan ya no recordaba cuándo ni quién se lo dijera, le contaron que el Perito, el Primer Presidente de los scouts argentinos y fundador de la Compañía 3 de Barracas "Coronel Pringles", nunca había realizado su Promesa Scout. Juan tenía sus dudas en la veracidad de la historia, le parecía algo difícil de creer, pero le habían asegurado que era así, que el Perito Moreno era un "Scout sin Pañuelo" 103 El solo recordar la historia, durante la noche anterior a la partida del tren hacia Bariloche, lo decidió. Se dirigió al desván de la casa, donde conservaba sus mejores recuerdos, y buscó el Pañuelo de su Promesa Scout. Allí estaba, viejo, algo deshilachado, pero lleno de la vida que dan los buenos momentos. En la mañana, cuando partió hacia Plaza Constitución, llevaba el Pañuelo Scout dentro de su maletín de viaje. Al rato, ya metido en el uniforme de maquinista, controlando las palancas y los relojes de la locomotora, colgó el Pañuelo de la cuerda del silbato de presión de vapor: cada vez que lo accionara haciendo escuchar su paso, de elevar al cielo el humo de su presencia, lo haría con el Pañuelo Scout en la mano. No le resultó complicado hacerse un lugar en la comitiva que se embarcó en la Modesta Victoria. Incluso le hicieron sentir que era un honor contar con él entre los pocos elegidos para participar del momento final en la isla Centinela. Más complicado le resultó a Juan pasar desapercibido y perderse entre los últimos del grupo de los deudos de Moreno: quizá no vieran con buenos ojos lo que tenía ideado; por eso necesitaba ubicarse atrás. Observó como el descendiente del naturalista Onelli ofrecía su ramo de flores con los colores de la patria. "Que hermoso gesto para quien luchó tanto por su querida Argentina", se dijo Juan a sí mismo. Cuando el hombre que lo antecedía se encaminó detrás de quienes ya se embarcaban para emprender el regreso Juan Brignolo, el maquinista, el scout, ocupó el sitio en el borde de la fosa. Dedicó una última mirada a la profundidad de la tumba. Lo hizo el tiempo suficiente para tener presente quién era y qué le restaba hacer en tanto scout y argentino. Luego, con un movimiento lento y sentido, arrojó su deshilachado Pañuelo Scout hacia el ataúd del Perito. "Ahora sí", se dijo. "Perito, aquí tienes tu Pañuelo" Después, sólo atinó a rezar: -¡Siempre Listo Don Pancho! ¡Siempre Listo! 104 AKELA "Aquel que procura el bien ajeno ya tiene asegurado el propio" Confucio -¡Akela!- Escuchar pronunciar tu viejo nombre cerca de las doce de la noche. En una de esas ventosas noches invernales que acostumbramos a padecer en Mar del Plata, estando solo, dando saltitos en el lugar y haciendo lo imposible para que el refugio de la parada de colectivos te ayude a mitigar el frío, aunque parezca mentira o extraño, ese simple hecho, el que te nombren, pone todo en un contexto diferente. En primer lugar, algo obvio, desaparece la soledad de la Avenida Luro y el temor que te da una moto que pasa sospechosamente cerca del cordón de la vereda, vaya a saber con qué intenciones. En segundo término juraría que la sensación térmica también cambia… no se siente tanto frío… como que las entrañas segregan algo calentito que asciende por dentro del cuerpo y se instala en el pecho. No sé qué será, pero juro que ya no se siente el mismo frío. Dejé para el final otra obviedad que, sin lugar a dudas, quien pronunció tu nombre te conoce. Entonces, depende de quién sea esa persona, puede resultar un encuentro feliz e inesperado, quizá postergado desde hace mucho tiempo pero bienvenido, tal vez hasta soñado y deseado. Esta puede ser la frutilla del postre. Aunque aquella helada noche, esperando en soledad el colectivo 541 después de un extensísimo Consejo de Distrito no escuché, exactamente, pronunciar mi viejo nombre. Escuché decir "Akela" que, es cierto, en una época era lo mismo que escuchar mi nombre. Es por esa razón que junto a las "tres experiencias de cambio" se me sumaron una infinidad de nuevos ingredientes: incredulidad, desconcierto, recuerdos, asombro… "¿Quién es este hombre que me llama Akela? Tengo que conocerlo. Él me conoce. ¡Hace veinte años que dejé de ser Akela!" -¿No se acuerda de mí Akela? Soy Maxi… -¿Maxi? -¡Sí, Maxi! Ahora estoy gordo y pelado. ¡Y apenas tengo 35 Akela! ¡Pero usted está como siempre! 105 -¿Te parece? Te engañás porque el gorrito no te deja verme las canas… ¡Vos tenés la misma sonrisa de siempre! La verdad, te saqué por la sonrisa. -¡Qué alegría verlo Akela! ¡Cuántos años que pasaron! ¿Sigue en el Grupo? -Sí, sigo. Pero hace rato que ya no soy Akela. ¿Vos dejaste en los scouts, no? -Cuando estaba por pasar. Tenía 13 creo y había empezado a jugar al rugby, y como se juega los sábados. Después también dejé el rugby pero ya estaba en otra cosa… ¿Y sus hijos Akela? ¡Ya deben estar enormes! ¿Se acuerda cuando los llevaba de campamento? ¿Cuándo su hija se escapó de la carpa a la hora de la siesta y no la encontrábamos por ningún lado? Ahora, mirando y escuchando a Maxi, a Kotick, veía todo claro, como si nunca hubieran transcurrido los veinte años en los que dejé de ser Akela. Allí estábamos los dos, inmunes al frío y a los pocos vehículos que transitaban la Avenida: La Foca Blanca y el Solitario Lobo Gris unidos como pueden estarlo una foca y un lobo, en apariencia solo en la fantasía y la imaginación, pero en nuestra realidad, unidos en ese espíritu que nunca, jamás, nos dejará solos. En cierto momento, no recuerdo si al charlar con Kotick o después, cuando me arrebujé en el asiento del colectivo y seguí rumiando aquel encuentro, capté que si bien los scouts no buscamos recompensas, delante de mí tenía una de ellas. Mejor dicho: UNA DE ELLAS, así, con mayúsculas. Porque Maxi, Kotick, me representó cariño, agradecimiento, ternura, sinceridad, hermosos recuerdos, sentimientos lindos, buenos, vivificantes. Los scouts no buscamos recompensas, no digo que en ciertos momentos las merezcamos por cierto, pero no las buscamos; no somos scouts para el día de mañana cambiar figuritas con Dios en el Cielo. Pero la noche invernal en medio de la Avenida Luro estaba Maxi, Kotick, entibiándome del frío, resguardándome de mis temores, alegrando mis desdichas. Un hombre que veinte años después de haberlo despedido como Lobato seguía llamándome Akela JOSÉ Y SU NIDO 106 "Da el primer paso en la fe. No necesitas ver toda la escalera; solo dar el primer paso" Martin Luther King El campo proclamaba un nuevo amanecer con todo su esplendor. El trinar de los pájaros, las sacudidas de los patos en el agua, las flores abriéndose al sol, el rocío adherido a la tierra y a los pastizales. Todo acto, toda criatura, por pequeña que fuera, se hacía eco del milagro de la vida. José, un pichón de hornero, andaba de salto en salto queriendo atrapar algún bichito para llevarse al buche. No estaba solo. Sus padres, atentos y vigilantes, no se perdían el espectáculo que les brindaba su hijo en tanto comentaban que ya era tiempo de que aprenda el arte de los horneros, construir el nido. Así comenzó el aprendizaje de José. Aquel aprendizaje ancestral sumamente importante que tienen los horneros desde siempre. Papá hornero inició la enseñanza: saber usar el pico como pala y balde, mezclar la tierra con agua, transportar el barro desde el suelo hasta lo alto de una rama… Los días pasaban lentos y apacibles, de la misma manera que el aprendizaje de José. Pero un imprevisto cambió la vida del pichón: un muchachito con su gomera nueva utilizó su puntería en los cuerpos de papá y mamá hornero. El nido tampoco se salvó, fue a parar a una repisa de madera en la casa del muchachito. José se salvó porque estaba a los saltos detrás de los gusanos y las lombrices, pero en cuanto comprendió su soledad lo invadió una profunda tristeza y un total abandono. Por un momento su mundo se tornó oscuro y tenebroso. Venciendo su mala estrella se elevó hacia el cielo; enfiló su cuerpo hacia otro bosque que aparecía en el horizonte y con un vigoroso movimiento de sus jóvenes alas se dirigió hacia él. Nunca había recorrido tan largo trecho, volar tanta distancia fue realmente agotador. Ahora lo esperaba un nuevo esfuerzo, construir su nido. Puso pico y alas a la obra y comenzó la tarea. Hasta ese momento José no estaba enterado que su padre no le había dado dos lecciones fundamentales en la construcción del nido: dónde y cómo ubicarlo para que no corra peligro con el viento, y cuál era el barro más resistente a la lluvia. A la larga, la ignorancia del pichón también le jugó en contra… Entusiasta, José terminó el trabajo rápido. Se sentía orgulloso por lo que había logrado: un hermoso nido que construyó sobre la rama más alta del eucalipto 107 más grande del monte. Pocos hubieran logrado lo mismo que José, sin padre, sin madre, un pichón todavía que no había concluido con las enseñanzas de un hornero y que ya tenía su propio nido. ¡Qué orgullo! El color negro del cielo anunciaba tormenta. Una grande se dijo José, que se deleitó pensando lo calentito que estaría dentro del nido y se metió dentro del horno en el preciso momento que unas gotas de lluvia le mojaban la cola. Primero fue una sensación fría y húmeda… Después una manchita de barro que le cayó sobre los ojos… ¡El nido se estaba desmoronando! Intentó apuntalarlo con los trocitos de paja que le servían de cama. ¡Imposible! La furia del viento irrumpía por la puerta. El barro se escurría. El agua, imparable, destruyó la última resistencia que pudo oponer José. Un viejo y sabio hornero, de esos que recorrían e monte después de una tormenta, encontró a José tirado al pie del eucalipto. Con gran sacrificio, el físico ya no le respondía como en sus años mozos, cargó a José hasta un claro entre los árboles para que se caliente con los rayos del sol. Juntó varios bichitos y los metió directamente en el buche, como lo hacen las mamás horneros, y esperó. José reaccionó de a poco. Al principio se encontró totalmente desanimado. Sentía una infinita frustración por haber cometido el error más grande que pudiera cometer un hornero, hacer mal su nido. Nada lo consolaba. Cuando se calentó lo suficiente y los bichitos que ya tenía en la panza renovaron su vigor el viejo hornero supo que era el momento exacto para intentar por otro camino. -Quizá no te habían enseñado dónde construir el nido y que no se usa la tierra blanda de un hormiguero para preparar la mezcla de barro. -No. Eso papá nunca llegó a decírmelo. -¡Claro! Eso se enseña al final del aprendizaje, cuando se conoce todo lo demás. Vos aprendiste lo que había que aprender, a moldear el barro y a transportarlo. ¡Y a tu edad, construir un nido! ¡Qué bárbaro! ¡Ni mis nietos serían capaces de hacerlo! Podrías aprender lo que te falta saber y construir tu nido otra vez… -¿Quién me enseñaría? -Yo. Si vos querés. -¡Por supuesto! ¿Cuándo empezamos? Nuestra fe es como el nido de José. Para que no la derribe la tormenta de la duda y la furia del egoísmo tenemos que construirla día a día, con paciencia. Por medio de la oración, por un lado. 108 Por otro, conscientes que lo scouts contamos con algo que solo tenemos que poner en práctica: cumplir la Promesa, vivirla Ley Scout, realizar con alegría la Buena Acción. Y por qué no, tener siempre a mano la ayuda de un Viejo Hornero que esté a nuestro lado. 109
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