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Capítulo 4 Modelos de intervención síntesis lectura

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Lectura 1.
Capítulo 4. Modelos básicos de intervención
1. EL MODELO CLÍNICO O MODELO DEL COUNSELING
Se define como «la utilización hábil y fundamentada de la relación y la
comunicación, con el fin de desarrollar el autoconocimiento, la aceptación, el
crecimiento emocional y los recursos personales». El propulsor de este modelo fue
Carl Rogers, quien, indicó que el foco de atención del asesoramiento se debe
centrar en la persona y no en el problema.
1.1 Fases del modelo clínico
Las fases que caracterizan este modelo son:
1. Inicio y estructuración de la relación de ayuda
2. Exploración.
3. Tratamiento en función del diagnóstico.
4. Seguimiento y evaluación.
1.2. La entrevista en la relación de ayuda
El modelo clínico se concreta en la entrevista como procedimiento característico
para afrontar la intervención directa e individualizada. Toda entrevista supone un
proceso de comunicación, porque se basa en una relación interpersonal, no casual
sino programada, y con la finalidad de facilitar el crecimiento personal de la persona
entrevistada. Actúa básicamente en dos niveles: el cognitivo y el emocional.
Mediante la entrevista, el orientador debe conocer (y hacer conocer) cuál es el
modelo representacional de la realidad que posee el entrevistado, y, partiendo de
dicho conocimiento, orientar al cliente para que pueda cambiar su visión de la
realidad, enfocándola desde otros puntos de vista o aprendiendo a reestructurarla.
En ocasiones las personas comenten una serie de distorsiones cognitivas, que
Marroquín y Villa (995) categorizan de la siguiente manera:
1ª. Polarización: se refiere a la tendencia a evaluar las propias cualidades
personales o las situaciones en categorías dicotómicas extremas (todo o nada).
2.ª Filtro mental: consiste, básicamente, en atender sólo a la información que es
congruente con lo que pensamos.
3.ª Lectura del pensamiento e inferencia arbitraria: se da cuando creemos
adivinar todo lo que los demás están pensando, cuando creemos sus motivaciones
ocultas, cuando predecimos sus futuros comportamientos hacia nosotros, todo ello
teñido de un carácter negativo y distorsionado.
4.ª Generalización excesiva: se llega a una conclusión general a partir de un incidente, que ha sucedido en alguna ocasión o momento dado.
5.ª Razonamiento emocional: consiste en creer que lo que la persona siente,
emocionalmente, es cierto objetivamente.
6.ª Culpabilidad: se atribuye toda la responsabilidad de los acontecimientos bien a
uno mismo, bien a los demás, sin tener en cuenta otros factores que pueden estar
interviniendo.
7.ª Enunciaciones «debería»: consiste en el hábito de mantener reglas rígidas y
exigentes sobre cómo tienen que suceder las cosas. Las consecuencias se
expresarán en términos de amargura, frustración cinismo.
8.ª Etiquetación: consiste en catalogar de un modo simplista y rígido a los demás,
o a uno mismo, a partir de un detalle aislado o parcial.
9.ª Catastrofismo o magnificación: tendencia a expresar siempre lo peor del
futuro.
10.ª Evasión de control: la vida se percibe como algo sobre lo que no se tiene
control (son las fuerzas externas las que controlan nuestras vidas o son los otros
los responsables de nuestros sentimientos).
1.3. Destrezas del entrevistador
Para que una entrevista se desarrolle con éxito, es importantísima la actitud del
orientador. Debe mostrarse como una persona receptiva, acogedora, con capacidad
de escucha, con deseos de ayudar al cliente y de poder asesorarle en la
comprensión de sí mismo y de su vida. Las destrezas y actitudes que debe mostrar
son:
1.° Autenticidad facilitadora: es la capacidad del entrevistador para ser libre y
profundamente él mismo: es el no ser falso, el no parapetarse tras un papel, el no
adoptar una actitud defensiva y el que no haya discrepancia entre lo que se dice y
lo que se experimenta. Es ser genuino y sincero.
2.° Respeto: es el aprecio de la dignidad y el valor del entrevistado; el entrevistador
acepta el hecho de que el orientado tiene derecho a escoger sus propias decisiones.
3.° Empatía: es la capacidad de percibir correctamente lo que experimenta otra
persona y comunicarle esta percepción en un lenguaje acomodado a sus
sentimientos.
4.° Concreción: es la habilidad de expresar en términos específicos las
experiencias o los sentimientos propios del interlocutor.
5.° Confrontación de las incongruencias: consiste en manifestar al orientado las
discrepancias que se observan entre lo que piensa, siente, dice y hace y suelen
estar relacionadas con los mecanismos de defensa del orientado.
6.° Personalización: con el fin de que el orientado aprenda a apropiarse de su
problema, acepte su grado de control y responsabilidad personal en lo que le
sucede, dejando de considerarlo como algo ajeno a sí mismo o algo debido a
circunstancias ambientales y externas, fuera de su control.
7.° Auto-revelación: es el compartir sentimientos personales, actitudes, opiniones
y experiencias por parte del entrevistador a beneficio del entrevistado; ha de usarse
con discreción y con un sentido exacto de la oportunidad y de la ayuda que el
orientador puede dar así al orientado.
8.° Relación al momento: se verifica cuando el entrevistador interpreta los
sentimientos entre el entrevistado y él mismo en el aquí y ahora.
9.° Autorrealización: implica que uno es capaz de vivir y enfrentarse con la vida
directamente (personas auto dirigidas), son los orientadores que saben expresarse
libre y abiertamente, no emiten juicios y viven de una manera eficaz; suelen servir
de modelo de personas eficaces, capaces de vivir totalmente y con éxito.
2. EL MODELO DE PROGRAMAS
Se entiende por programa «toda actividad preventiva, evolutiva, educativa o
remedial que, teoréticamente fundamentada, planificada de modo sistemático y
aplicada por un conjunto de profesionales de modo colaborativo, pretende lograr
determinados objetivos en respuesta a las necesidades detectadas en un grupo
dentro de un contexto educativo, comunitario, familiar o empresarial.
El programa es una acción continuada, previamente planificada, encaminada a
lograr unos objetivos, con la finalidad de satisfacer necesidades, y/o enriquecer,
desarrollar o potenciar determinadas competencias.
Todo programa implica una actividad planificada, la cual debe encontrar su
fundamento en las teorías previamente desarrolladas. Además, la aplicación del
programa supone una actuación común, colaborativa y abierta a diversos contextos,
donde la finalidad es dar respuesta a unas necesidades previamente detectadas.
La intervención basada en programas se fundamenta en cuatro premisas:
1. Los programas de orientación educativa se conciben con características similares
a las de cualquier otro programa educativo, por lo que deberán contar con parecidos
elementos: objetivos, contenidos, metodología, evaluación, personal profesional,
materiales y recursos, actividades y estrategias…
2. Todo programa de orientación debe ser comprensivo, contando con todos los
elementos del sistema educativo y debe estar basado en la teoría del desarrollo.
3. Los programas han de tener un carácter preventivo. Por ello, se han de centrar
más en desarrollar en el alumnado destrezas y competencias que en remediar
déficits o solucionar problemas.
4. Los programas de orientación han de ser siempre fruto del trabajo en equipo, se
debe contar con todas las personas implicadas en su desarrollo, a fin de que el programa tenga ciertas garantías de éxito. Difícilmente un programa impuesto por un
agente externo, que no responde a necesidades del colectivo a quien se destina ni
ha contado con la participación de los implicados desde un principio, va a ser
acogido para ser posteriormente desarrollado.
2.1. Fases del modelo de programas
1ª. Fase: Evaluación de necesidades. Finalidad, metas y objetivos, Planificación.
2.ª Fase: Diseño del Programa.
3.ª Fase: Ejecución.
4.ª Fase: Evaluación.
Otra clasificación:
1. Análisis del contexto y detección de necesidades
2. Fundamentación teórica
3. Elaboración del plan de actuación
3.1. Formulación de objetivos
3.2. Especificación de los contenidos a trabajar
3.3. Propuesta metodológica
3.3.1. Principios y estrategias
3.3.2. Recursos necesarios
3.3.2.1. Personales
3.3.2.2. Materiales
3.3.2.3. Espaciales
3.3.2.4. Temporales: calendario y horario. Cronograma.
3.3.2.5. Económicos: presupuesto
3.3.3. Actividades
3.4. Propuesta de Evaluación
4. Aplicación y seguimiento del programa
5. Evaluación costes-beneficios-efectividad
6. Toma de decisiones respecto a mantenimiento, supresión, o modificación del
programa.
3. EL MODELO DE CONSULTA
Se define como la relación entre dos profesionales generalmente de diferentes
campos: un consultor (orientador, psicopedagogo) y un consultante (profesor, tutor,
familia)» que plantean una serie de actividades con el fin de ayudar/asesorar a una
tercera persona o institución. Ésta puede ser un alumno, un servicio, una empresa,
etc.
Dos pueden ser los objetivos de las funciones de consulta:
a) La función de consulta como actividad profesional de ayuda a los diferentes
agentes y a la propia institución u organización.
b) La función de consulta como una estrategia de intervención y formación.
Se establece la relación consultor-consultante y el consultante lo hace con el
interesado. Sólo en contadas ocasiones el consultor actúa de forma directa,
precisamente cuando el consultante, después de haber recibido la ayuda, no se
encuentra todavía dispuesto y preparado para afrontar la relación con el sujeto. El
consultante actúa de mediador realizando una intervención directa; mientras que el
consultor presta una ayuda de forma indirecta. Aunque el consultor no entra
normalmente en contacto directo con el interesado, sí que controla y supervisa el
proceso de la consulta.
Dentro del modelo de consulta podemos destacar tres campos:
a) El campo de la salud mental.
b) El campo de las organizaciones.
c) El campo educativo. En este caso, el consultor habitualmente es el orientador;
el consultante es el profesor, que actúa de mediador y el cliente es el alumno.
Entre las funciones más habituales que puede asumir el orientador como consultor
en un centro educativo, destacamos las siguientes:
Respecto del centro: asesorar y colaborar en la programación, identificar al
alumna- do con necesidades educativas especiales, facilitar las relaciones entre el
centro y los familiares.
Con los profesores: identificar y analizar deficiencias en el desarrollo académico y
psicológico de los estudiantes, desarrollar habilidades en la comprensión y manejo
del comportamiento del alumnado en la clase, manejo de las reuniones con
familiares, desarrollo de programas de recuperación, desarrollo de estrategias de
enseñanza más eficaces, desarrollo de la educación para la carrera, desarrollo de
habilidades de estudio, educación para la salud.
Con los padres o representantes legales: fomentar la comprensión padres-hijos,
ayudar a los padres para que estos ayuden a sus hijos en el desarrollo de
habilidades de estudio, así como a modificar el comportamiento de sus hijos en
aquellos aspectos que se considere necesario, facilitar relaciones positivas entre
padres y escuela, orientar respecto a pautas educativas adecuadas y a conductas
a evitar, promocionar una escuela de padres.
Con el alumnado: facilitar la comunicación entre los miembros del grupo, mejorar
el proceso de aprendizaje, potenciar la tutoría de iguales, asesorar en cuestiones
relacionadas con el estudio y con el desarrollo personal y profesional, mediante la
actuación del tutor.
3.1. Fases del modelo de consulta
1ª fase: Establecer una relación entre un consultor (orientador) y un consultante
(por ejemplo el tutor, un profesor, la familia o la institución).
2ª fase: Analizar el conjunto de la situación y clarificar el problema.
3ª fase: Explorar alternativas.
4ª fase: Establecer planes de acción, conjuntamente entre consultor y consultante.
5ª fase: Poner en práctica, el consultante, los planes con los destinatarios últimos
de la intervención.
6ª fase: Evaluación de la puesta en práctica del plan de acción.
3.2. La consulta colaborativa
En la práctica profesional resulta especialmente aconsejable llevar a cabo lo que
denominamos consulta colaborativa. En ella, son varios los profesionales que
intervienen y, una diferencia fundamental con respecto a la consulta anteriormente
expuesta, es que, en ésta, el orientador se implica de forma directa en la
intervención, como un miembro más del equipo educativo.
En este modelo el orientador se convierte en el dinamizador de la acción orientadora
de todo el profesorado, facilitando las competencias adecuadas, la implicación y
formación necesaria a los distintos agentes educativos. A partir de un plano de
igualdad y de la voluntad de participar en un mismo proyecto se establece el
«contexto de colaboración». En la consulta colaborativa sólo cabe la persuasión; la
imposición está fuera de lugar. Por esto, entre los conocimientos y habilidades que
el consultor debe dominar está la capacidad de establecer buenas relaciones con
los demás.
Además de favorecer la implicación del profesorado y del asesor, las actividades de
asesoramiento han de favorecer la implicación de otros agentes sociales de la
comunidad (servicios sociales, sanitarios, educadores sociales...) que también
intervienen en aquello que ha sido objeto del asesoramiento. Han de permitir
avanzar hacia una reconceptualización de la propia actividad asesora y educativa
con la finalidad de favorecer el desarrollo de los recursos personales y comunitarios
y la cohesión social.
Como hemos visto, los tres modelos básicos de actuación son importantes. No son
modelos excluyentes. El profesional de la psicología y la pedagogía ha de recurrir a
los tres y, en función de la demanda, de la situación, de los objetivos, de las
necesidades, etc., utilizar el más apropiado, si bien, el hecho de generar la
implicación de todos los agentes educativos, ha de ser la tónica general a la hora
de intervenir.
Lectura 2.
Capítulo II. La práctica psicopedagógica en contextos de educación formal
Teresa Mauri y Antoni Badia
En primer lugar definiremos la naturaleza y especificidad de dichos contextos
educativos formales para conocer sus implicaciones en la práctica de la intervención
psicopedagógica y, en segundo lugar, nos detendremos a señalar la complejidad
de dicha práctica de intervención, mostrando sus cualidades relevantes y algunos
de los criterios esenciales a seguir en el ejercicio de la misma. La caracterización
de los elementos esenciales del contexto de educación formal y de la práctica
de la intervención se llevará a cabo tomando como referente la influencia en
ambos cambios sociales y su repercusión sobre la educación. Finalmente, nos
referiremos a las relaciones entre contextos de educación formal y no formal como
un continuo del desarrollo de la intencionalidad educativa para responder a las
nuevas demandas sociales que generan los cambios actuales.
1. Naturaleza y características de los contextos de educación formal:
implicaciones para la intervención psicopedagógica
Los contextos de educación formal se caracterizan por la planificación y desarrollo
sistemático y reglado de un conjunto de prácticas educativas específicas por parte
de la sociedad con la finalidad última de facilitar el desarrollo personal y la
integración social de aquellos a quienes intencionadamente se dirige la acción de
educar. A diferencia de otros contextos educativos (como puede ser, por ejemplo,
la familia), un contexto de educación formal, especialmente el contexto escolar,
se caracteriza por efectuar una determinada selección y organización de los
saberes culturales que necesitan ser enseñados y por disponer de un educador
experto, que ejerce específicamente el rol de mediador entre dichos saberes y la
actividad del aprendiz para que consiga necesariamente apropiarse de ellos. La
planificación y organización sistemática y reglada de sus prácticas educativas y
la exigencia de la actuación mediadora del profesor o educador para lograr que
se alcancen las intenciones educativas de la sociedad para con sus miembros más
jóvenes es lo característico de los contextos de educación formal.
La noción de contexto de educación responde a la relación de interactividad entre
profesor-alumno-contenidos, dirigida a promover la construcción personal de
saberes ya conocidos y de forma compartida por parte de todos los implicados en
el proceso de construcción. En contextos de educación formal escolares, la
actividad se desarrolla habitualmente en el aula, pero condicionada por una
serie de decisiones educativas, cuyo origen se sitúa en otros niveles de la
práctica educativa, como, por ejemplo, en el nivel del centro educativo e incluso,
desde una perspectiva más general ,en los niveles más amplios del sistema
educativo, de la organización social o del desarrollo económico y cultural. De
entre todos los contextos de educación formal, podemos diferenciar los orientados
al logro de una serie de finalidades educativas comunes y obligatorias a
todos los jóvenes de una sociedad, de los contextos educativos formales orientados
al logro de objetivos educativos específicos de carácter prescriptivo para un
sector o un grupo determinado de estudiantes que desean obtener un título que
les acredite para proseguir estudios o integrarse laboralmente en la sociedad
(por ejemplo, el bachillerato, la formación profesional, la educación artística, etc.).
Las exigencias del sistema escolar obligan a todos los que se integran en el mismo,
ya que deben seguir una serie de costumbres, normas, procedimientos,
lenguajes, instrucciones, etc., de características definidas y precisas y, en algunos
casos, extremadamente rígidas. Las regulaciones formales generales se modifican
a lo largo dela escolaridad, para adaptarse a cada uno de los niveles o etapas del
sistema educativo en su conjunto. Si bien la naturaleza y las características de
los contextos de educación formal coinciden con las de la educación no formal en
que ambos tienen intenciones educativas, las de los primeros provienen de la cesión
o traspaso de la intención educativa de formar a las nuevas generaciones desde la
sociedad a dichos escenarios. Consecuentemente, condicha cesión se da la
obligación y la necesidad de evaluación y control de los logros educativos
alcanzados y el compromiso de revisar y regular el proceso de educación sino se
consiguen o para ajustarlo convenientemente cuando éstas varían. En cualquier
caso, se trataría de salvaguardar el cumplimiento de una serie de objetivos
necesarios para vivir en sociedad. No se puede olvidar que los fines educativos
socialmente definidos emergen teniendo en cuenta las características de la
sociedad y de sus valores dominantes, es decir, surgen en el marco de los modelos
de producción, de la estructura de clases socioculturales, del papel del conocimiento
y de los valores sociales relevantes.
Debemos evitar el reduccionismo que supone asimilar el contexto de educación
formal exclusivamente a escenarios academicistas tradicionales y, por contraste,
hacer lo propio con el contexto de educación no formal, vinculándolo en su
caso únicamente a la innovación o, probablemente también en ocasiones, a la
improvisación, ya que todos los contextos, formales o no, siguen una serie de
regulaciones o reglas, para alcanzar unos fines o intenciones educativas. En
resumen, es el carácter social y necesario de las intenciones educativas y la
regulación formal de las prácticas educativas que se planifican para lograrlas
lo que caracteriza a los contextos de educación formal.
Los psicopedagogos intervienen en este proceso al servicio de la selección,
elaboración y desarrollo de las ayudas educativas. En términos generales, su
función consiste en intervenir sobre la actividad de construcción de las ayudas
educativas que los profesores y otros miembros de la comunidad educativa llevan
a cabo a diferentes niveles para que éstas se ajusten al máximo a las necesidades
de los alumnos y también, como en el caso de la educación secundaria, en la que
intervienen además como docentes, su función consiste en prestar directamente
esas ayudas a los alumnos, enmarcadas en un cuadro general de medidas
educativas previstas en el centro y desarrolladas conjuntamente con otros
educadores.
2. Intencionalidad
psicopedagógica
educativa
y
dimensiones
de
la
intervención
La concreción y el despliegue de la intencionalidad educativa es un proceso
complejo que posee una clara dimensión contextual, social y colaborativa. En
consecuencia, la intervención psicopedagógica deberá desarrollarse de acuerdo
con estas características.
Para comprender la intencionalidad educativa es necesaria una representación
compartida del cambio de los alumnos en contextos de la práctica educativa y de
las relaciones existentes entre los procesos que se generan en los diferentes niveles
enunciados, que se expresa a diferentes niveles de amplitud y de profundidad. En
este marco, las dificultades de desarrollo y aprendizaje se valoran en el marco
de la interacción, tomando en consideración todos los ámbitos que intervienen en
su caracterización de modo global y conjunto.
El cambio de los alumnos es posible por la participación en prácticas
específicas que se generan en contextos educativos escolares. En dichas
prácticas el alumno despliega una actividad mental constructiva dirigida a elaborar
personalmente los significados de la cultura. Esta apropiación la lleva a cabo
contando con la ayuda o mediación del profesor ajustada a la actividad mental que
personalmente despliega a lo largo del proceso de apropiación de los saberes
culturales. Alumno, profesor y contenidos –sus relaciones mutuas y
necesariamente complejas– definen una unidad de práctica educativa. La calidad
de la relación de la interacción entre profesor y alumno –o entre alumno y los otros
del grupo clase más competentes– es lo que resulta más relevante para el logro de
los objetivos educativos de inserción social-cultural. Ésta consiste en el despliegue
por parte del profesor de una serie de mecanismos o dispositivos de ayuda
educativa, de naturaleza muy variada y en grado muy diferente, pero ajustado
al proceso deconstrucción del conocimiento. La creación y despliegue de las
ayudas, su organización, variación, sostenimiento o retirada a lo largo del proceso
es, como decíamos hace unas líneas, lo que plasma la intencionalidad educativa de
logro de los objetivos.
La calidad de la interacción educativa depende precisamente del ajuste de las
ayudas al proceso de construcción que despliega el alumno y se concreta en el
despliegue o modificación de las mismas a lo largo del proceso de enseñanza y de
aprendizaje y, a diferentes niveles o ámbitos de la práctica educativa. El logro
último de la construcción es el incremento de la autonomía del alumno para el
desarrollo de actividades o tareas en el propio contexto y en otros contextos, ya que
revela, en definitiva, la funcionalidad de los aprendizajes adquiridos en otros
escenarios o contextos diferentes a los propiamente escolares al ejercitarlos de
modo autónomo o sin ayuda.
La intencionalidad educativa se plasma, en el suministro deliberado de ayudas
educativas a lo largo del proceso de enseñanza y de aprendizaje para lograr los
fines educativos. Su concreción es el resultado de un proceso de interacción
personal y de actuación grupal y conjunta desarrollado por la implicación de todos
los agentes educativos que actúan a diferentes niveles y en diferentes ámbitos de
la práctica educativa, dirigidos al logro de los objetivos educativos.
La capacidad de innovación del equipo del centro como medio para adaptarse a las
nuevas necesidades educativas que se van generando mediante la creación de
proyectos de cambio significativos y eficientes. Estos cambios se concretan en la
promoción de relaciones entre subsistemas del centro, y entre el centro y
otros centros que tienen las mismas inquietudes, de modo que favorecen el
intercambio de las ideas y el desarrollo de nuevos proyectos. Esa capacidad de
cambio está relacionada con la de establecer retos equilibrados, capaces de
comunicar a todos los que se implican en los mismos expectativas de mejora
asequibles, que traigan como consecuencia el incremento del autoconcepto y de la
autoestima positivos y el avance en el desarrollo de posiciones de responsabilidad
y control del propio trabajo.
Situados en el nivel de desarrollo de la intencionalidad educativa de aula, citaremos
los criterios de valoración de la calidad de la intencionalidad educativa a este nivel
y que son los siguientes : tener en cuenta todas las dimensiones del desarrollo de
los alumnos; planificar las actividades del aula de acuerdo con los objetivos
deseados; partir de los conocimientos previos; provocar su implicación y
participación activa; dar mayor responsabilidad progresiva al alumno y al grupo;
promover actividades de grupo colaborativo; tener en cuenta los aspectos
psicosociales; llevar a cabo una evaluación para individualizar la enseñanza y
comunicarla a los alumnos para que logren ajustar su propia actividad.
La escuela en particular, y en general los contextos de educación formal, no actúan
de modo aislado, sino vinculados a otros contextos educativos directamente
ligados a los fines de la educación formal; como, por ejemplo ,el familiar y a otros
que genera la sociedad actual, como los lúdicos o culturales, los de integración
social o laboral, entre otros.
3. Finalidades y condiciones de la intervención psicopedagógica
Profundizaremos en las dimensiones de la intervención psicopedagógica,
estructurando el tratamiento del tema en torno a cuestiones básicas que
respondan a las que habitualmente se plantean los psicopedagogos que se inician
en la práctica de la intervención y que son las siguientes:
¿Para qué intervenir psicopedagógicamente?
La finalidad de la intervención es la de contribuir a que el contexto logre los objetivos
educativos socialmente previstos o de desarrollo de las capacidades de los
alumnos, ayudando a que se den las condiciones necesarias para alcanzarlos
o de potenciación de la intencionalidad educativa.
¿Dónde intervenir?
El carácter contextual de la intervención psicopedagógica requiere que ésta
se desarrolle tomando en cuenta la estructura, el funcionamiento y la
organización del sistema educativo general, del centro y del aula. La intervención
en entidades o sistemas es compleja y debe ser abordada de forma global e
integrada, a la vez que relacionada e interdependiente, debido a su naturaleza
sistémica y a las características de las relaciones existentes entre ambos elementos
del sistema, y entre uno y otro sistema.
¿Cuándo intervenir psicopedagógicamente?
Cuando se genera una demanda o un problema y cuando, desde la perspectiva de
la actuación preventiva, hay que responder a lo que se considera un problema o a
lo que puede convertirse en uno. En cualquier caso, el psicopedagogo no ha de
intervenir necesariamente como respuesta a una demanda y con carácter
puntual, sino que, guiándose por criterios preventivos y/o contextuales o sistémicos,
su intervención ha de tener un carácter continuado y desarrollar cuando lo considere
oportuno iniciativas de intervención.
¿Cómo intervenir psicopedagógicamente?
El psicopedagogo no siempre interviene directamente con los alumnos, sin pasar
o contar con el profesor. El eje fundamental de la decisión y desarrollo de medidas
de ayuda educativa o el ejercicio de la intencionalidad se basa en la capacidad
de establecer contextos de colaboración con otros para el desarrollo de una
educación formal de calidad.
La intervención es una tarea colaborativa y estratégica, de clara dimensión social,
por medio de la cual es posible elaborar una representación conjunta de la
situación de intervención que se comparte y lograr paulatinamente cotas de
autonomía progresivamente más altas en el desarrollo de la labor educativa de los
profesionales de la educación.
La labor del psicopedagogo es doble, ya que, por una parte se dirige a la tarea y por
otra a crear el contexto de colaboración que hace posible el abordaje real del mismo
en el contexto de educación formal.
Las tareas de asesoramiento que el psicopedagogo desarrolla en contextos
de educación formal suelen presentarse en forma de planes, proyectos,
programas y demandas.
4. Contextos formales y contextos no formales e intencionalidad educativa
Los cambios sociales actuales nos permiten ver que el desarrollo de la
intencionalidad educativa no se agota en los contextos de educación formal. La
nueva sociedad de la información y del conocimiento o aprendizaje ha traído
cambios como la globalización de la cultura, la política y la economía –ligados al
uso de las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información, cuyo lenguaje
básico es Internet– y el alargamiento de la expectativa de vida. Todo ello, como
hemos afirmado hace unas líneas, ha situado la necesidad de aprendizaje y de
educación en el centro mismo de la vida de las personas. En efecto, a lo largo
de la vida y, mucho más actualmente, debido a las novedades citadas, será
preciso el desarrollo de proyectos o programas educativos de los tipos siguientes:
Inserción personal, que preparen para vivir nuevos períodos vitales que
comportan cambios globales presumiblemente mucho más largos de lo que
era posible prever hasta el momento.
Inserción laboral, que nos ayuden a adquirir nuevas competencias laborales que
se generan debido a cambios de orientación de la economía, la propia vida
o, sencillamente al cambio de las oportunidades laborales en la sociedad.
Inserción social, que nos prepare para desarrollar nuevos proyectos vitales o
reconducir los propios en una sociedad en cambio.
Dichos proyectos o programas se dirigen a colectivos muy variados, que pueden ser
agrupados, según su pertenencia a períodos vitales diferentes, grupos sociales
distintos, grupos culturales diferentes, grupos de personas de distinto género.
Los contextos formales tienen la necesidad prioritaria de definir sus intenciones
educativas y de desarrollar la intencionalidad educativa característica en
consecuencia.
Las intenciones educativas de los contextos de educación no formal pueden surgir
como medio para responder a sus finalidades específicas. La educación se
revelará como una de los elementos de prevención más efectivos y, en
consecuencia, como una de las intenciones de actuación de los agentes implicados
en el contexto. La intencionalidad o la prestación de ayudas educativas
ajustadas para lograr tales fines puede ejercerse de modos muy diversos. El
desarrollo de la intencionalidad educativa puede basarse en el uso de un
discurso diferente y de una forma de generar la información también diferente.
Los profesionales se verán abocados al cumplimiento de nuevas tareas, en este
caso educativas, y/o a la reorientación de las que ya llevan a cabo hacia el
cumplimiento, entre otras, de finalidades educativas.
Mientras algunos contextos de educación no formal aprovechan los recursos
que poseen para el desarrollo de políticas educativas más allá de la escuela y en
colaboración con la misma, otros, como los que constituyen las comunidades
de aprendizaje virtual, dan a la escuela la posibilidad de salir de sus paredes y
trascender el tiempo mediante el establecimientos de relaciones asincrónicas y
alejadas geográficamente y de ampliar el lenguaje habitual que ésta emplea
para conocer e informarse.
Tanto la orientación de las finalidades y funciones de contextos ya existentes al
logro de finalidades de educación no formal, como la creación de nuevos contextos
en este sentido contribuirán a redefinir las políticas educativas que se han
dado hasta el momento y, como consecuencia, modificará el papel de los agentes
implicados en la mismas y, muy probablemente, el que desarrollan los servicios
de intervención psicopedagógica.
La educación formal deberá redimensionar su alcance. De hecho, tendrá que estar
mucho más abierta a las posibilidades educativas de otros contextos de lo que ha
estado hasta el momento. Además, debe estarlo con relación al desarrollo
colaborativo de los fines educativos previstos en cada período de la vida de las
personas.
Los psicopedagogos tienen la oportunidad de sumarse a la creación de
posibilidades de optimización de la influencia educativa y de creación de nuevas
formas de desarrollo de la intencionalidad educativa en otros contextos diferentes a
los de los de la educación formal.
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