Subido por Hector Chincoya

1 Colaboración Héctor Chincoya Teutl

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CRIMINOLOGÍA E INSEGURIDAD EN MÉXICO: LA TESIS DE LA TORMENTA PERFECTA.
Héctor Chincoya Teutli1
Reflexión inicial:
Dice Enrique Krauze2, parafraseando a Octavio Paz y apoyándose en el filósofo español Julián Marías que
sistematizó el método de José Ortega y Gasset para identificar a las generaciones, que una generación se
identifica por sus temas vitales y está separada por quince años, la distancia habitual entre maestros y
alumnos. Aceptando este criterio para diferenciar una generación de otra, en nuestra país tenemos ya, desde
1990, dos generaciones que han nacido, crecido, vivido y muerto con el temor constante de la inseguridad, es
decir, cuyo tema vital ha sido la subcultura de la violencia, del crimen como forma de vida y la presencia de la
muerte; cuyas vidas han estado indisolublemente ligadas a un pasado y a un presente en donde los
homicidios, los secuestros, los feminicidios, las desapariciones, los levantones, las fosas clandestinas, los robos
y, en general, la criminalidad es un tema de un día sí y otro también.
El problema con estas generaciones que han crecido y conviven diariamente con la violencia es que la asumen
como consustancial a la condición humana y la suelen privilegiar como la única forma de resolución de los
conflictos. Los mexicanos mejor que nadie sabemos por dolorosa experiencia propia, que una nación paga un
alto precio3 cuando los hombres y mujeres que la conforman pierden la noción del proceso civilizatorio del que
forman parte y retroceden hacia estadios inferiores, como lo es la utilización de la violencia irracional,
desmedida y exacerbada como forma de solución de los conflictos y los problemas sociales. Violencia y
civilización son dos conceptos antagónicos y excluyentes: a mayor ejercicio de la violencia menor civilización.
Este quizás es uno de los más graves daños que ha causado la violencia, el crimen y la inseguridad en nuestro
país.
Por eso, cualquier reflexión que contribuya a tratar de entender el problema de la violencia y la inseguridad
debe ser siempre bien recibida. Al respecto considero que la narrativa sobre la causa del actual problema de
inseguridad se centra en la idea de que fue consecuencia de la política emprendida por el ex presidente Felipe
Calderón de Guerra contra el Narcotráfico. En la primera parte del presente texto se exponen tres
inconsistencias que habría que tomar en cuenta, antes de seguirla reproduciendo. En tanto que en la segunda
parte se realiza una contribución al análisis de la actual política de seguridad pública desde una perspectiva
criminológica. Si la presente reflexión contribuyera, aunque nada más fuera como una gota en el mar para el
entendimiento y solución del problema de inseguridad que nos aqueja, justificarían plenamente mis desvelos.
PRIMERA PARTE:
INCONSISTENCIAS EN LA NARRATIVA DE LA EXPLICACIÓN AL PROBLEMA DE LA INSEGURIDAD EN MÉXICO.
Se entiende aquí por narrativa un esquema de interpretación que simplifica la complejidad de la realidad para
hacer comprensible los procesos histórico-sociales que de otra manera serían ininteligibles para el imaginario
colectivo. Para que la narrativa cumpla su propósito tiene que ser verosímil, tener cierto grado de coherencia y
lógica, lo que le permite que sea aceptada como la explicación de la realidad. Las narrativas son útiles en el
ámbito de la política porque permiten sostener desde discursos ideológico-políticos hasta políticas públicas sin
mayor discusión, ya que su repetición constante la eleva a rango de verdad. Pero tienden a ser inconsistentes
1
Doctor en Política Criminal, Profesor de la Facultad de Criminología de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, candidato a Investigador
Nacional por el Sistema Nacional de Investigadores y Miembro de Número de la Academia Mexicana de Criminología.
2 Krauze, Enrique, “El método de las generaciones”, en Letras Libres. Consultado el 5 de diciembre de 2019. Disponible en:
http://bit.ly/2RF3NFn
3
Los más de 321 mil 803 homicidios dolosos en los últimos trece años son solamente una parte del doloroso y altísimo precio que ha
tenido que pagar la sociedad mexicana.
1
en el ámbito académico cuando la narrativa, es decir, el fenómeno que se pretende explicar, es contrastada
con modelos teóricos y datos empíricos que aporta el mundo real.
En el ámbito de la seguridad pública la narrativa que se ha empoderado del discurso es que el incremento de
la violencia y la inseguridad en nuestro país fue resultado de la estrategia implementada por el ex presidente
Felipe Calderón Hinojosa a la que se le ha dado en llamar “Guerra contra el narcotráfico”. No obstante, en esta
narrativa se pueden advertir al menos tres inconsistencias importantes.
Primera inconsistencia: Sacar a los militares de los cuárteles para atender el problema de la inseguridad fue
decisión del ex presidente Felipe Calderón Hinojosa.
La frase “sacar a los militares de los cuárteles para atender el problema de la inseguridad” ilustra claramente la
forma como operan las narrativas, a través de metáforas que simplifican la realidad. En este caso
consideramos que hay una inconsistencia entre la narrativa y la realidad porque lo cierto es que la
participación de los militares en tareas de seguridad no está ni cerca de haber sido inaugurada por el ex
presidente Calderón. La podemos rastrear desde la creación en 1946 de la Dirección Federal de Seguridad
integrada por miembros del Estado Mayor Presidencial4, encabezada y dirigida por mandos militares5. La DFS
es un ejemplo emblemático del involucramiento permanente que a lo largo de nuestra historia reciente han
tenido los militares en temas de seguridad. A finales de los años 60’s y principios de los años 70’s la
participación de los militares en temas de seguridad está más que documentada en la lucha contra los
movimientos estudiantiles (1968) y contra los movimientos guerrilleros de Genaro Vázquez (Asociación Cívica
Nacional Revolucionaria), Lucio Cabañas (Partido de los Pobres) y la Liga Comunista 23 de Septiembre.
En la misma década de los 70’s la Operación Cóndor para la erradicación de cultivos de enervantes en los
estados de Chihuahua, Sinaloa y Durango, llevada a cabo en enero de 1977 mediante la acción conjunta de
SEDENA, MARINA y PGR, demuestra que la estrategia de los operativos conjuntos, que tanto se ha criticado
como punta de lanza de la Guerra contra el Narcotráfico, estaba ya presente como esquema de coordinación
interinstitucional en nuestro país cuarenta años antes de ser utilizada y duramente criticada por el ex
presidente Calderón. De hecho la Operación Cóndor no fue una acción aislada, formó parte de una estrategia
más amplia y permanente que incluyó al menos 22 operaciones especiales en las que la SEDENA trabajó en
coordinación con la PGR entre 1973 y 1978. En los años 80’s dejó de llamarse Operación Cóndor para ser
denominada Fuerza de Tarea Marte y ambas instituciones siguieron coordinándose en operaciones especiales
de erradicación de cultivos de mariguana y amapola.6 Un ejemplo destacado de estas operaciones conjuntas
fue la llevada a cabo en Chihuahua el 7 de noviembre de 1984 en el rancho “El Búfalo” propiedad del
narcotraficante Rafael Caro Quintero, en el que se decomisaron dos mil toneladas de mariguana.7
4
En el primer grupo de oficiales del Colegio Militar que se integraron a la DFS estaban: Eliseo Cristiani de la Cruz, Luis de la Barreda
Moreno, Jesús Miyazawa Álvarez, Ramón Herrera Esponda, Manuel Lecuona Ramos, Francisco Quiroga Turrubiates, Fernando Gutiérrez
Barrios.
5
De sus diez Directores Generales, siete fueron mandos del Ejército Mexicano: Teniente Coronal Marcelino Iñurreta de la Fuente
(1947-1952); Coronel Leandro Castillo Venegas (1952-1958); Lic. Gilberto Suárez Torres (1958-1959); Coronel. Manuel Rangel Escamilla
(1959-1964); Capitán Fernando Gutiérrez Barrios (1965-1970); Capitán Luis de la Barreda Moreno (1970-1977); Javier García Paniagua
(1977-1978); Teniente Coronel Miguel Nazar Haro (1978-1982); Lic. José Antonio Zorrilla Pérez (1982-1985) y Capitán Pablo González
Ruelas (1985).
6 Cfr. SEDENA, Informes de Labores (1987-1994), México, SEDENA, en Mendoza Cortés, Alma Paloma, Operaciones del ejército
mexicano contra el tráfico de drogas: revisión y actualidad”, Revista “Política y Estrategia” No. 128, 2016, p. 19
7 “Decomisan 2,000 toneladas de mariguana; hay 500 detenidos”, en periódico Excelsior, 8 de noviembre de 1984, p. 1
2
En los años 90’s la participación de los militares en tareas de seguridad continuó con la creación del Instituto
Nacional para el Combate a las Drogas (1992), integrado por representantes de la SEDENA8; con el Plan Piloto
Chihuahua (1995) que reemplazó en las Subdelegaciones de la PGR a policías judiciales federales por
miembros del ejército; con la incorporación del Secretario de la Defensa y del Secretario de Marina en el
Consejo Nacional de Seguridad Pública (1995), participación que incluso fue legitimada con una jurisprudencia
de la Suprema Corte de Justicia de la Nación9; con la desastrosa incorporación del Grupo Aeromóvil de Fuerzas
Especiales en la lucha contra el narcotráfico (1997), militares de fuerzas especiales posteriormente reclutados
como el brazo armado del Cártel del Golfo; y con la creación de la Policía Federal Preventiva (1999), en cuyo
estado de fuerza se integraron militares de la 3ª Brigada de la Policía Militar. Recordemos también como otra
muestra de la participación de militares en tareas de seguridad pública el nombramiento en 1996 como
Secretario de Seguridad Pública en el Distrito Federal del jefe de la Novena Zona Militar, General Enrique
Salgado Cordero, quién integró a números miembros del ejército como mandos de la policía capitalina.10
Solo para dejar muy en claro cuál era el nivel de participación de los militares en tareas de seguridad basta
recordar que en su Cuarto Informe de Gobierno, el entonces presidente Zedillo señaló que la SEDENA había
coadyuvado en la integración de 31 consejos de seguridad pública estatales y 726 municipales; había
proporcionado instalaciones y asesoría para el adiestramiento y profesionalización de los cuerpos de seguridad
pública del país; controlaba 23 de los 35 aeropuertos internacionales y la totalidad de las delegaciones de la
PGR en la frontera norte.11 Además, entre las principales atribuciones de la SEDENA derivadas del Programa
Nacional para el Control de Drogas mantenía una cooperación permanente con la PGR para la localización y
destrucción de plantíos de enervantes, con el auxilio de fotografía aérea; participaban los mandos de todas las
Zonas Militares en la Campaña Permanente de lucha contra el Narcotráfico, apoyados con recursos aéreos
para reconocimientos; tenía una muy activa participación en la destrucción de pistas clandestinas de aterrizaje
para limitar el tráfico aéreo de enervantes; y había establecido puestos de control y vigilancia aérea en el
sureste del país para transmitir la detección de aeronaves a la Dirección de Intercepción Aérea de la PGR y al
CENDRO.12
El cambio en el partido en el poder que se dio en el año 2000 no varió la participación de los militares en
tareas de seguridad púbica. Incluso Vicente Fox durante su campaña a la presidencia al preguntársele si
consideraba que el Ejército debía seguir participando en la lucha contra el narcotráfico, su respuesta fue: “Por
supuesto que sí, va a estar participando en la batalla al narcotráfico”13. La política de incorporación de
militares en tareas de seguridad no solo no cambio sino que se reforzó con la designación de miembros del
ejército como titulares de instancias estrategias de la seguridad y la procuración de justicia: el general Rafael
Macedo de la Concha, como titular de la Procuraduría General de la República; el general Carlos Fernando
Luquem, como Titular del Centro de Planeación y Control de Drogas; el general Carlos Demetrio Gaytán, en la
Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Contra la Salud (FEADS); y el contraalmirante Wilfrido
8
Uno de sus titulares el general Jesús Gutiérrez Rebollo en 1997 fue detenido, procesado y sentenciado por sus vínculos con el Cartel
de Juárez. Murió en el 2013 purgando su sentencia.
9 La participación del titular de SEDENA y SEMARNAR en el CNSP dio motivo a una Acción de Inconstitucionalidad planteada por 167
diputados en el año de 1996, fundamentada en lo que los promoventes de la acción, consideraron una violación a los artículos 21 y 129
de la Constitución, que no establecen la participación de dichos titularse en la seguridad pública. El Pleno del Máximo Tribunal resolvió
que no era inconstitucional y emitió la jurisprudencia de rubro “EJÉRCITO, ARMADA Y FUERZA AÉREA. SU PARTICIPACIÓN EN AUXILIO
DE LAS AUTORIDADES CIVILES ES CONSTITUCIONAL (INTERPRETACIÓN DEL ARTÍCULO 129 DE LA CONSTITUCIÓN), publicada en el
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Novena Época, Tomo XI, Abril de 2000. Pág. 549.
10 Entre algunos de los jefes militares nombrados como mandos de la policía estuvieron el general José Lamberto Ponce Lara, como
jefe del agrupamiento “Zorros”; el coronel Jesús Alonso Valdés, jefe del agrupamiento Motopatrullas y el teniente coronel Moctezuma
Ilhuicamina Cepeda Rodríguez como jefe del agrupamiento Jaguares.
11 Mendoza Cortés, Alma Paloma, Op. Cit., p. 24
12 Ibidem
13 Garduño Roberto, “Respalda Fox acuerdo de partidos para la reforma del Estado”, en La Jornada, 4 de septiembre de 2000.
3
Robledo Madrid como Comisionado de la Policía Federal Preventiva. Todos ellos apoyados por cuadros de
tenientes coroneles, coroneles, capitanes y almirantes designados en puestos claves.
De lo antes expuesto podemos sacar dos conclusiones: primero, no fue el ex presidente Calderón el que sacó a
los militares de los cuarteles para destinarlos a tareas de seguridad pública; y, segundo, el modelo militarizado
de seguridad pública que representa la participación de los militares en dichas tareas, implementado en forma
más o menos encubierta por el Estado mexicano, no contribuyó sustancialmente a detener el incremento de la
violencia ni de la inseguridad. Nada más hay que recordar la Marcha contra la Inseguridad, que fue organizada
por varias organizaciones de la sociedad civil el 27 de junio de 2004, que ha sido la manifestación tumultuaria
más numerosa en la historia de México, y que fue un reflejo del exasperante clamor ciudadano por el
deterioro que ya existía de la seguridad pública.
Segunda inconsistencia: el incremento en el homicidio doloso en los últimos años está asociado a la
delincuencia organizada y refleja los años más violentos de nuestra historia reciente.
Se ha aceptado practicamente sin discusión la idea de que la política del ex presidente Calderón de Guerra
contra el Narcotráfico” y específicamente la estrategia de captura o abatimiento de líderes de organizaciones
criminales provocó un proceso de fragmentación, atomización y/o escisión de los grandes cárteles dedicados
al tráfico de drogas y la aparición de una numerosa pedacería de pequeñas o medianas organizaciones
criminales que han sido las responsables del incremento de la violencia en la lucha no solo por la línea de
suscesión al mando de la organización, sino por el control de las plazas en disputas micro-territoriales
relacionadas unas veces con el narcomenudeo y otras con la extorsión. Este planteamiento es parcialmente
válido en lo referente al surgimiento de numerosas organizaciones pequeñas y medianas, de tipo parasitario14;
fenómeno que se observa en los últimos años de la primera década del presente siglo, e incluso también
pudiera ser válido para explicar el incremento de la incidencia delictiva en los últimos años. Pero el argumento
es insuficiente para explicar porque en la década de los noventas del siglo pasado, en las que no se dio el
problema de la aparición de organizaciones del tipo parasitario, al menos diez entidades federativas tenían
tasas por cien mil habitantes del delito de homicidio doloso mayores o semejantes a las cifras actuales15. Lo
que probablemente indique que hay otras variables involucradas en el incremento de la violencia relacionada
con el homicidio además de la aparición de organizaciones de tipo parasitario.
En efecto, en al menos seis estados de la República (Aguascalientes, Campeche, Chiapas, México, Oaxaca y
Yucatán), tal y como se advierte en las gráficas I a VI que se insertan infra16, las tasas por cien mil habitantes
del homicidio doloso fueron más altas en los años 90’s del siglo pasado, que las actuales para esos mismos
estados. En otros cuatro estados (Ciudad de México, Hidalgo, Michoacán y Morelos) las tasas eran muy
semejantes a la que tienen hoy en día. Así, CDMX tenía una tasa de homicidios de 15.88 (1995), contra una
tasa de 16.11 (2017) y 14.58 (2018); Hidalgo tenía una tasa de 10.31 (1990) contra 10.38 (2017) y 10.02 (2018);
Michoacán tenía una tasa de 36.61 (1992) contra 36.45 (2017) y 41.41 (2018); en tanto que las tasas de
Morelos eran de 36.21 (1993) contra 33.06 (2017) y 40.89 (2018). Estas cifras nos hablan no solo de otras
posibles variables que inciden sobre el homicidio, diferentes a la atomización de los grandes cárteles y la
rivalidad delincuencial subsecuente, sino a la necesidad de aceptar dos premisas importantes para efectos del
14
Las organizaciones criminales de tipo parasitario tienen como característica principal la obtención de recursos a costa del trabajo
ajeno y de ahí la extorsión, el robo, el secuestro y todos aquellos delitos en los que está de por medio la apropiación de un bien ajeno.
15 Tomamos como indicador el homicidio doloso por ser éste una variable que se ha reconocido internacionalmente para medir los
niveles de violencia e inseguridad existentes en un ámbito territorial determinado por ser la expresión extrema de la violencia. Además
de ser un delito que, por lo menos, hasta fechas recientes, tenía una muy baja cifra negra, es decir, delitos que se cometen pero que no
se denuncian, en parte por ser un delito que se persigue de oficio.
16 Las imágenes que se desprenden de las gráficas son muy sugerentes y de ellas se desprenden varias lecturas que nos hablan de una
narrativa diferente a la oficial pero su análisis escapa de los propósitos de la presente reflexión.
4
diseño de políticas públicas en seguridad. Primero, que se trata de estados en los que es posible plantear que
el fenómeno de la violencia vinculada con el homicidio tiene una lógica diferente, seguramente con una propia
y especial dinámica y complejidad. En consecuencia, la segunda premisa nos dice que es necesario pensar
estrategias y acciones diferenciadas de prevención del homicidio, de la violencia y de la delincuencia, para
distintas realidades entendiendo sus particularidades y abandonar la idea de un gran plan maestro (en el
actual Gobierno Federal centrado en la Guardia Nacional y en garantizar empleo, salud, educación y
bienestar17) diseñado para resolver el problema de la misma forma, es decir, en forma genérica, soslayando las
características propias que el homicidio, la violencia y la delincuencia tienen dependiendo del contextos y del
territorio nacional en el que se producen y, sobre todo, con la participación y el involucramiento real de los
gobiernos estatales y municipales en el diseño de las estrategias y en la implementación de las acciones.
GRÁFICAS I a VI18
17
Así por ejemplo parte del plan maestro está contenido en el segundo de los objetivos de la Estrategia Nacional de Seguridad Pública
en la que se dice, con énfasis añadido: “2º OBJETIVO. Garantizar empleo, educación, salud y bienestar. La generación de fuentes de
empleo, el cumplimiento del derecho a la educación para todos los jóvenes del país que deseen ingresar a los ciclos superiores, la
inversión en salud y los programas de desarrollo económico en distintas zonas del país atacarán las causas profundas del auge
delictivo, reducirán en forma significativa la base social que haya podido generar la criminalidad.” Cfr. Decreto por el que se aprueba la
Estrategia Nacional de Seguridad Pública, Diario Oficial de la Federación 16 de mayo de 2019. Sin soslayar que garantizar empleo,
educación, salud y bienestar son políticas sociales y no estrategias de política criminal o política criminológica.
18 Todas las gráficas son elaboración propia con base en datos de mortalidad del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y
proyecciones de población del Consejo Nacional de Población.
5
Tercera inconsistencia: La estrategia del ex presidente Calderón de Guerra contra el Narcotráfico disparó los
niveles de violencia e inseguridad.
De la gráfica VII inserta infra se advierten varias tendencias muy evidentes. La más obvia es la tendencia
decreciente en la tasa del homicidio doloso que va desde 1991 hasta el 2007, es decir, durante 16 años. En
esta serie de datos la tasa de 19.01 que tiene el año de 1991, lo ubica como el octavo año con la tasa de
homicidio doloso más alta en el período de estudio, esto es, en los últimos 29 años. Y esta tasa de homicidios
de 19.01 se da antes de que el país enfrente la gravísima crisis económica, política, social y criminal que se da
en el cierre del sexenio de Carlos Salinas de Gortari en 1994 con acontecimientos que debieron tener un alto
impacto en la tasa de homicidios: la primera captura del Chapo Guzmán (1993); el asesinato del Cardenal
Posadas Ocampo (1993); la muerte de Pablo Escobar (1993); la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio
con América del Norte (1994); el alzamiento zapatista en los Altos de Chiapas (1994); el asesinato de Luis
Donaldo Colosio (1994); el asesinato de José Francisco Luis Massieu (1994); la crisis económica provocada por
el error de diciembre (1994); la extradición de Juan García Ábrego (1996), líder del cártel del Golfo; la muerte
de Amado Carrillo Fuentes (1997), líder del cártel de Juárez, entre otros.
6
GRÁFICA VII
A pesar de los altos niveles de inseguridad, violencia y delincuencia, la tendencia de la que hacemos referencia
nos indica que el Estado mexicano, particularmente el Gobierno Federal, supo enfrentar la crisis de
inseguridad de los años 90’s a partir de una serie de medidas de política criminal que le permitieron mantener
una tasa constante de disminución del homicidio doloso, incluso sorteando la transición política que se dio a
raíz del cambio del partido gobernante en el año 200019. Lo cual hace cuestionable la tesis de que fue la
alternancia partidista en el gobierno federal, en los estatales y municipales de México a partir del año 2000, lo
que perturbó la antigua estructura clientelar creada entre el régimen político mexicano y el crimen organizado,
que permitía contener la violencia y la inseguridad derivada del crimen organizado a niveles tolerables20.
Porque claramente vemos que la tasa del homicidio doloso, principal indicador de la violencia criminal, sorteo
sin dificultad los años de la alternancia política y mantuvo el ritmo sostenido en su tendencia decreciente.
La segunda tendencia que podemos advertir con claridad de la Gráfica VII, es una tendencia de rápido
incremento del homicidio doloso que en solo cuatro años triplicó la tasa al pasar de 8.15 (2007) a 23.59 (2011),
años que coinciden con el sexenio del ex presidente Calderón y su “estrategia” de Lucha contra el Narcotráfico,
a la que se atribuye el incrementó en los niveles de violencia. Se precisa que la referida política fue sustentada
en dos estrategias básicas: llevar a cabo operativos conjuntos (SEDENA, SEMAR, PF, PGR y, en algunas
19
La trascendental reforma constitucional en materia de seguridad pública y justicia emprendida por el presidente Zedillo en 1994; la
entrada en vigor de la Ley General de Bases de Coordinación del Sistema Nacional de Seguridad Pública (1995) que da el marco jurídico
al Sistema Nacional de Seguridad Pública; el inicio de las actividades del Secretariado Ejecutivo del SNSP como órgano operativo de los
acuerdos del CNSP, particularmente en los temas de la coordinación y la homologación entre los integrantes del SNSP (1996); la
entrada en vigor de Ley Federal contra la Delincuencia Organizada en 1996; la creación de la Policía Federal Preventiva (1999); la
creación de la Secretaría de Seguridad Pública Federal (1999), entre otras medidas de política criminal, muestran que el Gobierno
Federal no se quedó cruzado de brazos ante los cambios cualitativos que se advertían en las organizaciones criminales y el incremento
de la incidencia delictiva y ajusto las instituciones del Estado y el marco constitucional y legal a los cambios en el escenario criminal.
20 Cfr. Por ejemplo, Flores Pérez, Carlos Antonio, El Estado en crisis: crimen organizado y política. Desafíos para la consolidación
democrática, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2013, p. 45
7
ocasiones, Policías Estatales) en estados con alta incidencia delictiva; y, como ya se refirió, la captura o
abatimiento de líderes de organizaciones criminales.
La primera estrategia está vinculada con la idea de que durante la administración del ex presidente Calderón
se sacó a los militares de los cuarteles para hacer frente al problema de inseguridad pública, afirmación que
como ya vimos es imprecisa ya que los militares han tenido un mayor o menor nivel de involucramiento en
temas de seguridad pública desde la creación de la Dirección Federal de Seguridad (1946). Pero además,
adviértase como el incremento de la tasa del homicidio comienza con el ex presidente Vicente Fox, en los años
2005 y 2006, aún a pesar de la puesta en marcha en junio de 2005 del operativo México Seguro, debido a los
altos niveles de violencia que se vivían principalmente en los estados fronterizos y que incluso provocó una
reacción del Departamento de Estado del gobierno norteamericano, a través de su titular Condoleezza Rice,
quién calificaba el problema de la violencia en la frontera como "muy serio"21. De hecho con el operativo
México Seguro el entonces presidente Fox inicia el discurso lexicológico de la Guerra contra el Narcotráfico, al
declarar que iba a dar la Madre de todas las Batallas contra el crimen organizado mexicano22, clara alusión
bélica que utiliza la metáfora de la Madre de todas las Batallas, empleada por el líder iraquí Saddam Hussein
en la guerra contra los Estados Unidos durante su primera intervención en Irak (1991).
Tampoco se pase por alto que el primer año de gobierno del ex presidente Calderón (2007) es el que tiene la
menor tasa de homicidio doloso en los últimos 29 años, con una tasa de 8.15 delitos por 100 mil habitantes.
Por lo que si los operativos conjuntos hubieran sido un factor de incremento del homicidio se hubiera notado
en forma automática en el incremento del homicidio en el 2007, y no en una disminución, ya que la estrategia
se implementó en forma inmediata en Michoacán (diciembre de 2006); Guerrero y Baja California (enero de
2007). Aún más, en estos tres estados la tasa de homicidio doloso bajo al año siguiente de la implementación
de los operativos conjuntos: en Baja California de una tasa de 15.82 homicidios dolosos por 100 mil habitantes,
paso a 12.30; en Guerrero de 24.30 a 23.23; y en Michoacán bajo más de diez puntos, de 23.91 a 13.25.
Respecto de la segunda estrategia, si bien es cierto que durante el sexenio del ex presidente Calderón hubo un
número importante de capturas o abatimientos de líderes de organizaciones criminales23, durante la década
de los noventas del siglo pasado y los primeros años del presente, hubo la captura o abatimiento de ocho
líderes vinculados con las grandes organizaciones criminales (Sinaloa, Golfo, Juárez, Tijuana y Zetas), sin que
estos hechos afectaran la tendencia decreciente en la tasa del homicidio doloso que va de 1992 al 2007.
En efecto, se da la primera captura del Chapo Guzmán (1993), líder del Cartel de Sinaloa y de su principal
lugarteniente, Héctor el Güero Palma (1995); la captura y extradición de Juan García Abrego (1996), líder del
Cártel del Golfo; la muerte de Amado Carrillo Fuentes (1997), el Señor de los Cielos, líder del Cártel de Juárez;
la muerte de Ramón Arellano Félix (2002) y la captura de su hermano Benjamín (2002), ambos líderes del
Cártel de los Arellano Félix; la captura de Osiel Cárdenas Guillén (2003), sucesor de García Abrego como líder el
Cartel del Golfo; la captura de Armando Valencia Cornejo, “El Maradona” (2003) líder del cártel del Milenio; y
la captura de Carlos Rosales Mendoza, “El Tísico” (2004), líder fundador de la Empresa, antecedente inmediato
de la Familia Michoacana; dejando hasta el final y sin dejar de mencionar por su importancia el abatimiento de
Arturo Guzmán Decena (2002) nada menos que el líder fundador de la organización criminal de Los Zetas.
21
Cfr. “Muy sería la violencia en la frontera: Rice”, El universal, México, D.F., 17 de junio del 2005.
“Fox declara la «madre de todas las batallas» contra el crimen organizado mexicano”, en ABC Internacional, 23 de enero de 2005.
Consultado el 5 de diciembre. Disponible en http://bit.ly/36gprnw
23 Entre los principales líderes de organizaciones criminales que fueron capturados o abatidos están: Arturo Beltrán Leyva (abatido,
2009); Edgar Valdez Villarreal (2010); Sergio Villareal Barragán (2010); Ezequiel Cárdenas Guillén (abatido, 2010); Nazario Moreno
González (abatido, 2010); José de Jesús Méndez Vargas (2011); Vicente Carrillo Leyva (2009); Teodoro García Simental (2010); Vicente
Zambada Niebla (2009); Ignacio Coronel Villarreal (abatido, 2010); Miguel Ángel Treviño Morales (2012); Heriberto Lazcano Lazcano
(abatido, 2012); Iván Velázquez Caballero (2012); Jaime González Durán (2008); Salvador Alfonso Martínez Escobedo (2012).
22
8
Reiterando que estamos hablando no de criminales menores sino de capos nivel Dios, es decir líderes
principales y cabezas de las más importantes organizaciones criminales existentes en México en los años 90’s y
principios del presente siglo, sin que ello afectara la tendencia decreciente en la tasa por 100 mil habitantes
del homicidio doloso que duró hasta el 2007. Entonces, si no fue el proceso de democratización que vivió el
Estado mexicano con la alternancia del partido en el poder en el año 2000, ni la política del ex presidente
Calderón de Guerra contra el Narcotráfico lo que incrementó la violencia, la inseguridad y la delincuencia en
nuestro país, la pregunta es ¿en dónde debe de buscarse la explicación?
A mayor abundamiento, si las causas para el incremento del homicidio doloso, de la inseguridad y de la
incidencia delictiva hubiera sido exclusivamente la política de Guerra contra el Narcotráfico del ex presidente
Calderón, no podríamos explicar con ese argumento el incremento que tuvo el homicidio en los cuatro últimos
años del ex presidente Enrique Peña Nieto, ni en el presente año del presidente López Obrador, en los que
oficialmente se renunció a seguir la estrategia de los operativos conjuntos y la captura o abatimiento de capos.
A la luz de varios acontecimientos que ocurrieron durante los primeros años del presente siglo me parece que
tiene más fuerza heurística para explicar el incremento de la violencia, la delincuencia y la inseguridad la Tesis
de la Tormenta Perfecta24 a partir de una principio básico en ciencias sociales: depositar en los operativos
conjuntos o en la captura o abatimiento de capos, es decir, en una o dos variables las causas de un fenómeno
tan complejo como es la violencia, la delincuencia y la inseguridad, es proponer una causalidad simple (si A
entonces B) que hace de la realidad una caricatura, ignorando la complejidad de tramas, mediaciones,
variables y hechos históricos que determinan la aparición de los fenómenos sociales.
La Tesis de la Tormenta Perfecta hace énfasis en la acumulación de una serie de factores de índole coyuntural
que se conjuntaron con factores de tipo estructural que maduraron durante el sexenio del ex presidente
Calderón. Entre los que podemos identificar se encuentran los siguientes.
La corrupción de funcionarios públicos en los más altos niveles del gobierno y sus vínculos con el narcotráfico,
particularmente en instituciones federales vinculadas con la seguridad pública y la procuración de justicia25; la
posición geopolítica de México que le hace tener como vecino al país con la mayor población consumidora de
drogas en el mundo, fenómeno que va aparejado de la aparición, durante la primera década del presente siglo,
de nuevas drogas sintéticas altamente rentables que incrementaron la demanda de drogas en el mercado,
recordando que mientras haya mercado habrá competencia y enfrentamientos entre organizaciones
criminales por apoderarse del mismo; el fácil acceso al mercado de armas automáticas a raíz del vencimiento
de la prohibición de venta de armas de asalto (Assault Weapons Ban) en el año 2004, que permitió el
incrementó de la venta de este tipo de armas por las miles de armerías instaladas en la frontera entre México
y Estados Unidos, situación que fortaleció al brazo armado y la capacidad de fuego de las organizaciones
criminales; la imposibilidad del Estado mexicano para crear instituciones fuertes, profesionales y capaces en el
ámbito de la seguridad pública, la procuración de justicia y el sistema penitenciario, con controles internos y
contra pesos capaces de volverlas impenetrables a la corrupción, así como policías especializados en la
investigación y combate al crimen organizado; el muy pobre desarrollo económico del país y la incapaciad del
24
Héctor Aguilar Camín en su artículo La captura criminal del Estado, publicado en la revista Nexos el 1 de enero de 2015 utiliza el
concepto de Tormenta Perfecta, aunque con diverso propósito. Aquí se retoma el concepto y se desarrolla desde otra perspectiva y con
más evidencia estadística que la utilizada por el prestigiado historiador. Cfr. Aguilar Camín, Héctor, “La captura criminal del Estado”, en
Revista Nexos, 1º de enero de 2015. Consultado el 5 de diciembre de 2019. Disponible en: https://www.nexos.com.mx/?p=23798
25 La detención de Genaro García Luna el 10 de diciembre de 2019 en Estados Unidos, Secretario de Seguridad Pública Federal durante
el sexenio de Felipe Calderón, por cargos de conspiración para tráfico de cocaína (aunque se menciona que detrás de su detención está
el hecho de haber aceptado dinero a cambio de protección al Cartel de Sinaloa) y falso testimonio; y la renuncia el 3 de octubre de
2019 del Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Eduardo Medina Mora, Procurador General de la República en el mismo
sexenio, por presuntamente no comprobar el origen lícito de sus recursos, son ya fuertes indicios de la corrupción en los más altos
niveles de las instituciones de seguridad pública y procuración de justicia de la que hablamos.
9
Estado para generar fuentes de empleo dignas, fomentando el subempleo y el desempleo, como condiciones
que permiten que haya una abundancia de jóvenes dispuestos a incorporarse en las filas del crimen
organizado y, aparejado con ello, la nula existencia de programas, estrategias y acciones dirigidos a evitar el
reclutamiento de jóvenes en grupos, células u organizaciones criminales.
Dentro de este conjunto de factores tres hay que mencionarlos aparte. Por un lado, el paulatino cierre de la
frontera con EU a raíz de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, que cambia el negocio del
narcotráfico de solo comprar, transportar e introducir droga hacia el vecino país en manos de los grandes
cárteles que conocíamos de finales del siglo XX (Sinaloa, Juárez, Golfo, Tijuana, Guadalajara); a las pequeñas
organizaciones dedicada a vender al menudeo, es decir, de ser exclusivamente traficantes, surgieron muchas
pequeñas organizaciones que pasaron a ser narcomenudistas, cambiando la dinámica de la violencia en
disputas micro territoriales por el control de los puntos de la venta de drogas.
Particularmente importante fue el reclutamiento que se dio por las organizaciones criminales de integrantes
de fuerzas especiales tanto del ejército mexicano como del ejército guatemalteco. Como sabemos a finales del
siglo XX Osiel Cárdenas Guillén logró que desertaran integrantes del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales
del Ejército Mexicano, a quienes integró como parte de su brazo armado y escolta personal, quienes
comenzaron a identificarse como Los Zetas. Cárdenas Guillén fue capturado en el 2003 y extraditado a Estados
Unidos en el 2007, dándole a Los Zetas la libertad de poder operar por su cuenta. Pero si el Cártel del Golfo
había reclutado a integrantes de fuerzas especiales del ejército mexicano, el Cártel de Sinaloa hizo lo propio
cuando Joaquín El Chapo Guzmán, a través de su socio guatemalteco Otto Roberto Herrera García, logró
también el reclutamiento de los temibles Kaibiles, considerados como entre los mejores soldados de élite y
fuerzas especiales del mundo, aprovechando la crisis presupuestal durante el mandato del ex presidente de
Guatemala Óscar Berger (2004-2008), quién redujo en 50 por ciento su plantilla militar. El recorte de personal
dejó a muchos militares y kaibiles en la calle, algunos de los cuáles se convirtieron en los primeros reclutados
por la delincuencia organizada.26
La circunstancia de haberse integrado por una parte ex GAFES, con el Cártel del Golfo y ex Kaibiles con el
Cártel de Sinaloa, es decir, ex GAFES peleando contra ex Kaibiles; y luego, con Heriberto Lazcano Lazcano, la
monstruosa fusión de ex Gafes con ex Kaibiles, permitió que apareciera en el escenario de la guerra entre
organizaciones criminales los profesionales de la violencia: soldados de élite, expertos y altamente entrenados
en el uso de armamento bélico; estrategias y tácticas militares; operaciones psicológicas; guerras de baja
intensidad; así como acciones de inteligencia, contrainteligencia y operaciones de contrainsurgencia. Lo que
explicaría la metamorfosis que se dio en el ejercicio de la violencia y la aparición del fenómeno de las
decapitaciones, descuartizamientos y acciones de exterminio masivo.
Hay todavía otro factor que tiene mayor fuerza para explicar el incremento de la violencia y el homicidio que la
política de Guerra contra el Narcotráfico (operativos conjuntos y captura o abatimiento de capos), las luchas
internas en la organización criminal de Los Zetas (ex militares) por el control de la organización y el cambio en
sus actividades criminales. En efecto, si el abatimiento de líderes criminales hubiera sido un factor importante,
la muerte de Arturo Guzmán Decena (2002) líder fundador de Los Zetas, hubiera tenido algún tipo de impacto
en la tendencia nacional decreciente del homicidio doloso, lo que no ocurrió. De hecho quién hereda el mando
de la organización a la murte de Guzmán Decena fue Heriberto Lazcano Lazcano y no fue sino hasta la
extradición de Osiel Cárdenas Guillén (2007), cuando se da la separación definitiva de Los Zetas del Cártel del
Golfo e inician las guerras entre golfos y zetas, es decir, entre Ezequiel Cárdenas Guillen (Tony Tormenta) e
Iván Velázquez Caballero (El Talibán), por un lado; contra Heriberto Lazcano Lazcano (El Verdugo) y Miguel
Ángel Treviño Morales (El Z-40), por el otro. Aún más, el 21 de enero de 2008 fue detenido por el Ejército
26
Ana Lilia Pérez, “, en Red Voltaire, 23 de enero de 2007. Consultado el 5 de diciembre de 2019. Disponible en http://bit.ly/343HA6v
10
Mexicano Alfredo Beltrán Leyva “El Mochomo”, un evento que ha sido considerado como la ruptura definitiva
entre el Cártel de Sinaloa y los Beltran Leyva porque éstos acusaron al Chapo de filtrar la información que llevó
a su captura, iniciándose una cruenta guerra entre ambas organizaciones. Obsérvese que el año de la
extradición de Cárdenas Guillén (2007) es precisamente el año en el que comienza el incremento del homicidio
doloso en México, tendencia que se refuerza con el enfrentamiento en el 2008 entre los chapos y los beltrán
leyva. La hipótesis de las guerras entre organizaciones criminales por venganzas o por las plazas y las rutas, me
parece que tiene mayor fuerza y lógica para explicar el incremento de los homicidios que la sola explicación de
los operativos conjuntos y el abatimiento y captura de capos.
Dentro de este escenario que combina causas estructurales y coyunturales, otros tantos factores que
contribuyen a crear la Tormenta Perfecta en materia de violencia e inseguridad son algunos que ya
conocemos: a) la fragmentación, atomización o escisión de las organizaciones criminales, con la consiguiente
diversificación predatoria de sus actividades criminales; b) la deficiente implementación de los operativos
conjuntos, al no sopesar el poder de fuego que tenían las organizaciones criminales, ni llevar a cabo una
desarticulación estratégica de las mismas; c) la lucha por la línea sucesoria en el control de las organizaciones
criminales como resultado de la captura o abatimiento de sus líderes; d) el proceso de democratización del
Estado mexicano, que le hace perder al titular del Poder Ejecutivo Federal concentración de poder para
controlar a los principales actores políticos, incluyendo por supuesto a la criminalidad; e, indudablemente, e)
la incapacidad del Estado mexicano de entender el problema y diseñar e implementar una política pública de
seguridad focalizada en el deber ser del Estado, que es la protección del ciudadano y no la protección del
Estado contra el crimen organizado.
Un último factor que se debe considerar en el incremento de la violencia es la implementación que se dio a
partir del 2008 en forma paulatina del Sistema Procesal Acusatorio y particularmente del principio de
presunción de inocencia, que restringió el uso de la prisión preventiva y, al mismo tiempo, permitió un proceso
acelerado de despresurización del sistema penitenciario. Adviértase en la Gráfica VIII como existe un notable
paralelismo entre el porcentaje de sobrepoblación de las cárceles en nuestro país y el incremento del
homicidio doloso que ya vimos en la Gráfica VII. En los años 2007 y 2008 sube el porcentaje de sobrepoblación
penitenciaria y en el año 2008 comienza a subir el homicidio doloso. Pero luego, en el 2009 cae 9 puntos
porcentuales la sobrepoblación penitenciaria, es decir, hay más delincuentes en las calles, y sube la tasa del
homicidio de 12.69 a 17.67. En los años que van del 2011 al 2014 sube la población penitenciaria (menos
delincuentes en las calles) y tiene un significativo descenso la tasa del homicidio doloso.
GRÁFICA VIII27
27
Ángel, Arturo, “Baja la cifra de penales estatales sobrepoblados y los federales están a la mitad de su capacidad”, en Animal Político,
Consultado el 5 de diciembre de 2019. Disponible en: http://bit.ly/2rIFpZ0
11
Pero luego del año 2015 a la fecha se incrementa notablemente el homicidio casi en la misma proporción en la
que cae dramáticamente la sobrepoblación penitenciara (más delincuentes en las calles). Como ya dijimos, en
ciencias sociales no podemos establecer relaciones causales para fenómenos complejos, pero el hecho es que
existe una correlación muy fuerte e inversamente proporcional entre la variable independiente población
penitenciaria con la variable dependiente incremento del homicidio doloso, es decir, a mayor población
penitenciaria menor número de homicidios dolosos. Corroborar con estadística paramétrica esta correlación
escapa de los propósitos de esta reflexión.
En suma, sin que lo antes expuesto represente una defensa partidista a la política de seguridad del ex
presidente Calderón, lo cierto es que no hay una sola variable que tenga la suficiente fuerza explicativa para
que podamos entender el incremento de la violencia y la inseguridad en Méxcio. Se requiere la necesaria
vinculación existente entre todas las partes de un conjunto y su cohesión articulada, es decir, de todas las
variables integradas que hemos mencionado y no de fragmentos aislados del rompecabezas (la Guerra contra
el Narcotráfico), para tener una visión más clara de los factores involucrados en el incremento de la
inseguridad, la violencia y la delincuencia que nos aqueja, porque solo así podremos empezar a buscar sus
posibles soluciones, atendiendo al principio metodológico de que un problema bien planteado tiene la mitad
de resuelto. En la segunda parte de este texto, analizaremos si el actual Gobierno Federal ha planteado y
entendido bien el problema.
SEGUNDA PARTE. PERSPECTIVA POLÍTICO CRIMINAL AL PROBLEMA DE LA INSEGURIDAD EN MÉXICO.
Hasta aquí hemos podido corroborar que el tema de la violencia, la delincuencia y la inseguridad no es un
tema de años recientes, sino que son temas con los que hemos vivido los mexicanos en los últimos 29 años. Y
esta situación es más que preocupante ya que la idea que la raíz fundacional del Estado, la principal
justificación de su existencia y su rasgo definitorio es su obligación de garantizar al gobernado no solo la
seguridad de su vida e integridad personal, sino todo aquello que haya podido adquirir para sí mediante su
legítimo trabajo, es una idea que entendía Hobbes como una función básica del soberano desde 1651, año en
que publica El Leviatán:
La función del soberano, ya sea éste un monarca o una asamblea, consiste en el fin para el cual
fue investido con el poder soberano, a saber, procurar la seguridad del pueblo (…). Pero por
seguridad no debe aquí entenderse una mera preservación, sino también todas las demás
12
satisfacciones de la vida que cada hombre, mediante su legítimo trabajo y sin peligro o daño para
el Estado, adquiera para sí.28
Efectivamente, la seguridad del gobernado como derecho humano fundamental, es un concepto que rebasa la
protección que le debe de garantizar el Estado contra el delito; representa un piso mínimo indispensable para
el ejercicio de todos sus derechos y libertades que le permitan tener una vida digna y en paz. Sin embargo, los
esfuerzos del Estado mexicano para darle solución al problema han sido claramente insuficientes, porque lejos
de disminuir la inseguridad, aumentan los homicidios, los índices delictivos y la violencia Lo que demuestra
que desde hace varios sexenios, con independencia del partido en el poder, no se ha entendido el problema ni
en consecuencia la forma como se puede resolver. En lo sustantivo, la explicación de la inseguridad del actual
Gobierno Federal, plasmada en la Estrategia Nacional de Seguridad Pública (DOF 16-05-2019), toma en cuenta
dos factores importantes para explicar la inseguridad: la deficiencia técnico-organizativa de las policías y la
presencia de factores estructurales de índole socioeconómico en su raíz.
Así es, por un lado se considera que la inseguridad es resultado de una deficiencia técnica-organizativa del
aparato de Estado responsable de la seguridad pública: las policías y, en consecuencia, para recuperar la
seguridad se debe eliminar la corrupción que en ellas existe y mejorar su formación y profesionalización. Por
ello, en la Estrategia Nacional de Seguridad Pública se dice, con énfasis añadido:
“Cuando se involucró a las Fuerzas Armadas en el combate a la delincuencia (…)
se argumentó que era una medida temporal en tanto se lograba el saneamiento, la
capacitación y la profesionalización de las corporaciones policiales de los tres niveles de
gobierno. Pero en este lapso los gobernantes no avanzaron ni mucho ni poco en tales
objetivos y hoy las fuerzas públicas civiles se encuentran tan incapacitadas para cumplir
su tarea de prevenir y combatir el delito como en 2006.
Resulta ilustrativo a este respecto el caso de la Policía Federal (…) es en la actualidad un
agrupamiento con déficit de disciplina y profesionalización; (…) Desde su fundación esta
corporación no ha sido dotada de equipo suficiente ni de instalaciones y cuarteles (…)
Lo mismo sucede con los agentes ministeriales y las policías estatales y municipales: en
general carecen de profesionalismo, protección o apoyo y son, en muchos casos,
dominados por la delincuencia y movidos por el interés y la corrupción y no por el deber
del servicio público (…)
(…) dada la descomposición y la ineficacia de las corporaciones policiales de los tres
niveles de gobierno, es necesario trabajar a través de las leyes secundarias en
la arquitectura de la Guardia Nacional (…)”.
Generalizar es incurrir en el error. Cuesta trabajo aceptar la afirmación de la corrupción y la deficiente
profesionalización de las policías en los tres órdenes de gobierno. Máxime con todo el trabajo de certificación
de competencias y evaluación que ha venido haciendo muy eficientemente el Centro Nacional de Certificación
y Acreditación del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública y los 40 Centros de
Control de Confianza (36 centros estatales y 4 federales, todos acreditados)29; y el encomiable y muy
28
Hobbes, Tomás. Leviatán o la materia, forma y poder de una república, eclesiástica y civil. Trad. de M. Sánchez Sarto. Madrid, Alianza
Editorial, 2009, p. 2
29 Al 31 de octubre de 2019 han sido evaluados 340 mil 301 elementos de seguridad pública estatales y municipales (99% del estado de
fuerza) y 62 mil 334 del orden federal (100% del estado de fuerza), lo que representa un universo total de 402 mil 635 elementos de
seguridad pública; de los cuáles han sido aprobados el 89% de los elementos estatales y municipales y el 95% de los elementos
federales. Cfr. Centro Nacional de Certificación y Acreditación, “Informe de la Evaluación de Control de Confianza y Certificación del
personal del Servicio Profesional de Carrera de las Instituciones de Seguridad Pública”, México, SESNSP, 2019, octubre 2019. Consultado
el 5 de diciembre de 2019. Disponible en http://bit.ly/34vW8Ms
13
esmerado trabajo de formación y profesionalización que llevó a cabo la Coordinación del Sistema de
Desarrollo Policial de la Policía Federal.30 No obstante, lo cierto es que el argumento de la ineficiencia,
corrupción y falta de profesionalización de las policías de los tres niveles de gobierno, ha permitido justificar el
llamado recurrente a las fuerzas armadas a desempeñar un papel preponderante en la seguridad pública,
fórmula que ahora el actual Gobierno Federal reproduce en la Guardia Nacional, que aparece en la
Constitución Federal como una institución de seguridad pública de carácter civil, pero que en los hechos y en
su ley y reglamento, mando, estructura, organización, operación y despliegue, son de tipo militar.
Desaparecer a la Policía Federal y dar paso a una Guardia Nacional militarizada es un error histórico, porque el
esfuerzo del Estado mexicano debió de haberse concentrado en fortalecer las capacidades que ya había
desarrollado la Policía Federal y separar de una vez por todas a las fuerzas armadas de la función de seguridad
pública, dejando a los militares y a las policías cada una en su respectivo ámbito de función: seguridad nacional
y seguridad pública. Una acción que hubiera permitido fortalecer al Estado de Derecho, al hacer de la
seguridad pública una función exclusiva de las policías, es decir, de corporaciones civiles. No hacerlo fortalece
el modelo militarizado de seguridad pública y sigue dejando abierta una caja de Pandora a los posibles excesos
por parte de las fuerzas armadas, que no han sido específicamente entrenadas en tareas de seguridad pública,
tal y como ha sido documentado por diversas organizaciones de defensa de los derechos humanos.31
El otro factor que se encuentra en la raíz del problema de la inseguridad, de acuerdo a la Estrategia Nacional
de Seguridad Pública, son factores estructurales de índole socioeconómico. Así se dice, con énfasis añadido:
En esta circunstancia de violencia e inseguridad confluyen factores muy diversos,
empezando por los de índole económica y social como la falta de empleos de calidad y la
insuficiencia del sistema educativo, la descomposición institucional, el deterioro del tejido
social, la crisis de valores cívicos, el fenómeno de las adicciones, disfuncionalidades y
anacronismos del marco legal e incluso la persistencia de añejos
conflictos intercomunitarios, agrarios y vecinales.
(…)
Así, si la persistencia y el incremento de la pobreza, la marginación y la falta de servicios
educativos y de salud se encuentran en la base del auge delictivo que enfrenta el país, la
corrupción prevaleciente es la razón primaria de su descontrol, de su crecimiento y de la
imposibilidad de contrarrestarlo e incluso de contenerlo (…) “…es prioritario poner en
práctica una estrategia integral que permita (....) atacar el origen estructural de la
delincuencia,…”
(…)
Más allá del narcotráfico y el crimen organizado, la vida del ciudadano está impactada por
los delitos del orden común.
30
Basta solo con mencionar el trabajo de formación realizado por la Academia Superior de la Policía Federal en San Luis Potosí y su
excelso programa de Técnico Superior Universitario en Función Policial de donde salían con un alto grado de especialización técnica
para la función policial los cadetes para integrarse a las Divisiones de la Policía Federal; y los programas de licenciatura en Ciencias
Policiales, Especialidad en Inteligencia Policial, Especialidad en Inteligencia y Maestría en Seguridad Hemisférica, todos con registro
ante la Secretaría de Educación Públcia que le permitieron a SIDEPOL obtener el reconocimiento de la propia SEP como una institución
de educación superior.
31 En el 2011 Human Rights Watch publicó su informe “Ni Seguridad, Ni Derechos: Ejecuciones, desapariciones y tortura en la ‘guerra
contra el narcotráfico’ de México”, en el que recopiló indicios que responsabilizaban a las fuerzas armadas en por lo menos ciento
setenta casos de tortura, treinta y nueve desapariciones y veinticuatro ejecuciones extrajudiciales desde diciembre de 2006. “México:
Abusos generalizados en la ‘guerra contra el narcotráfico’. La impunidad de torturas, ‘desapariciones’ y ejecuciones amenaza la
seguridad pública,” noviembre 9, 2011. Consultado el 5 de diciembre de 2019. Disponible en: http://bit.ly/2YmxOez.
14
Resulta altamente preocupante que el actual Gobierno Federal encuentre en factores de índole económico y
social (falta de empleo, educación, falta de valores cívicos, falta de servicios de salud, incremento de la
pobreza y la marginación) la “base del auge delictivo” y minimice el peso que tiene el crimen organizado al
señalar que más allá del crimen organizado la vida del ciudadano está impactada por los delitos del orden
común. Un planteamiento de esta naturaleza lo que demuestra es desconocimiento de la forma como en el
mundo real funciona la criminalidad y el peso específico que en el submundo criminal tiene la delincuencia
organizada.
En efecto, pensar que en la pobreza y en la marginación se encuentra la “base del auge delictivo” es considerar
que de los grupos de población pobres y marginados se nutre la criminalidad, lo que implica la criminalización
de la pobreza y permite considerar que cualquier persona pobre o marginada pueda ser identificada como un
potencial delincuente y sujeta a la vigilancia y a los controles del Estado. Si el Estado tiene la idea de que el
sujeto que delinque lo hace determinado por su situación de pobreza y marginación, entonces resulta
evidente que no entiende que la delincuencia que más daño le hace a la sociedad, a las instituciones del propio
Estado, a la gobernabilidad y al Estado de Derecho, no es el primo delincuente ni el delincuente ocasional ni la
delincuencia convencional; es la delincuencia organizada que está dentro y fuera del estado, que no tiene nada
que ver con la pobreza o la marginación, es decir, la criminalidad de los poderosos (políticos y empresarios); y
los criminales organizados: criminales reales, profesionales, habituales, prolíficos y violentos: criminales por
convicción y decisión propia que delinquen como forma de vida a traves de organizaciones altamente
eficientes y especializadas para hacerlo.
Estamos en un problema si pretendemos explicar el problema de la delincuencia y la inseguridad a partir de
generalizaciones vagas, falsas y tendenciosas y el uso de lugares comunes, como depositar en factores socio
económicos el auge del incremento del delito, porque eso lo único que muestra es la incapacidad del Estado
para entender el problema y plantear soluciones de acuerdo a la correcta comprensión del mismo.
Aquí se considera que la realidad de nuestro país en materia de inseguridad está marcada por tres tendencias
convergentes que se nutren recíprocamente: a) la amenaza creciente de las organizaciones criminales; b) el
cambio en los patrones de violencia; y c) una comprensión precaria por parte de los tomadores de decisiones
al interior del Estado de los factores que inciden en el problema de la inseguridad y en la dinámica de la
delincuencia, que lleva a una definición errónea de políticas, programas, estrategias y acciones, es decir, de la
forma como se debe enfrentar y resolver el problema.
En relación con la primera tendencia resulta totalmente claro que actualmente se advierten manifestaciones
cualitativamente distintas del crimen organizado, en virtud de cambios que han operado en sus estructuras
organizativas, modus operandi y tipo de actividades criminales. Hemos pasado de organizaciones con
liderazgos verticales y estructuras rígidas y monolíticas, a organizaciones criminales con estructuras
horizontales, conformadas por células simples o complejas, con más independencia operativa, más
descentralizadas, dispersas y tendientes a funcionar con base en esquemas de subcontratación criminal, es
decir, en criminales o grupos de criminales independientes para llevar a cabo actividades que demandan alta
especialización o conocimiento del oficio. Organizaciones precisamente organizadas; con sistemas o brazos
desarticulados y compartimentados; bien disciplinadas, bien entrenadas y mejor armadas; con mucha
experiencia acumulada de la forma como funciona el sub mundo criminal y las reglas de calle que le son
inherentes; con la capacidad de poder someter, controlar y extorsionar a la delincuencia convencional, urbana
o callejera. De esta manera, los delitos que la Estrategia Nacional de Seguridad Pública llama del orden común,
como el robo en sus diferentes modalidades y la extorsión, debe entenderse que en el actual estadío de
desarrollo del crimen organizado, han quedado articulados en su órbita de influencia y con una estrecha
conexión, por lo que no se pueden prevenir ni combatir al margen del crimen organizado.
15
Adicionalmente a lo anterior, hemos visto el surgimiento de organizaciones criminales de tipo paramilitar, que
utilizan armamento bélico, estrategias y tácticas militares, con expertos en sus filas que hacen trabajo de
inteligencia y contrainteligencia y que han mostrado su capacidad para, en algunos casos, desafiar al Estado y,
en otros, someterlo. Por lo que no considerar en el centro de la Estrategia Nacional de Seguridad Pública a la
delincuencia organizada o pretender enfrentarla sin saber antes cómo está organizada la delincuencia
organizada, es un sesgo de la mayor relevancia que nos habla de una errónea comprensión de los verdaderos
factores que se encuentran en la raíz del problema de la inseguridad. O dicho en otras palabras, el Estado no
podrá disminuir la incidencia delictiva ni garantizar el derecho a la seguridad del gobernado si enfrenta
desorganizadamente a un adversario organizado, disciplinado, fuertemente armado, financieramente sólido,
que cuenta con una amplia base social que lo protege y con vínculos tanto con los poderes fácticos locales
como con los poderes establecidos.
La segunda tendencia que advertimos son los cambios evidentes en los patrones de la violencia. Se trata de un
patrón que representa un escalamiento de la violencia, un estadío avanzado de la violencia: más dañino,
porque la violencia se ejerce con más saña; más generalizado, la violencia se hace extensiva a prácticamente
todo el territorio nacional; y más perceptibles en otros espacios de la vida cotidiana como la familia, la
escuela, la calle, la pareja. En este nuevo patrón, la violencia aparece como un factor disruptivo de las
relaciones sociales y como un elemento catalítico en la descomposición del tejido social.
Indicadores claros de este nuevo patrón de violencia son: la nueva cifra histórica del homicidio doloso a la que
se llegó en el 2018 y que, por los datos con los que se cuenta al mes de noviembre, se volverá a rebasar en el
2019; la tendencia creciente e imparable de feminicidios; el incremento en el número de masacres y
matanzas32 y ya no solo de asesinatos individuales que ocurren entre organizaciones criminales, sin importar si
con ello se calienta la plaza, una frase que ha dejado de tener sentido en el contexto de la pérdida de la idea
de la violencia como un recurso que se debe de dosificar; la desaparición de los códigos de la violencia entre
criminales, que antes respetaban a mujeres y niños, esposas e hijos; la forma como ahora se ejerce la
violencia, ya no solo con un tiro de gracia, sino por medio de decapitaciones, descuartizamientos,
colgamientos y otro tipo de expresiones ejemplificantes propias de la época premoderna; la proliferación de
los fenómenos de linchamientos colectivos; la aparición de los asesinos justicieros en los transportes públicos
que asesinan sin contemplación a delincuentes; la proliferación de homicidios por cuestiones absolutamente
triviales, en el que los asesinatos se cometen ya no digamos por pleitos de cantina, sino que la gente es
asesinada por dar un balonazo33 o por recargarse en la camioneta de otra persona.34
Se podría decir entonces que si el entorno social se enrarecerse por el incremento de la violencia en múltiples
espacios de la vida social, es porque la violencia tiende a generar más violencia. Y esto es así porque la
violencia no solo tiene un efecto directo sobre las personas, tiene también efectos sobre sí misma. Cada acto
de violencia social que se manifiesta en el espacio público, ejerce una influencia que incide, dinamiza y
multiplica otras manifestaciones de violencia, contribuyendo, no solamente a su reproducción en diferentes
espacios sociales, sino que abre además un ciclo, una espiral, que potencializa e incrementa la violencia.35 Se
puede señalar que la violencia es un fenómeno que se multiplica en sí misma y al hacerlo abre nuevos ámbitos
32
Lantia Consultores define a una masacre cuando un grupo criminal asesina a un grupo de cuatro o más personas. De acuerdo al
periodista Héctor de Mauleón, de 2017 a enero de 2019 habían ocurrido 728. Cfr. De Mauelón, Héctor, “728 masacres en dos años:
4,469 muertos”, en El Universal, 14 de marzo de 2019; en tanto que Eduardo Guerrero Gutiérrez afirma que el fenómeno de las
masacres estuvo presente en 16 de las 32 entidades de la República durante el 2018. Cfr. Guerrero Gutiérrez, Eduardo, “Las masacres
de vuelta”, en El Financiero, 6 de mayo de 2019.
33 “Es asesinado por dar un balonazo”, en La Policiaca, 20 de febrero de 2017
34 “Lo asesinan por recargarse en la camioneta”, en La Policiaca, 28 de abril de 2017.
35
Piper, Isabel (et al.), “Los discursos de la violencia y la violencia de los discursos”, en Voces y ecos de violencia: Chile, El Salvador,
México y Nicaragua, Santiago de Chile, Instituto Latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos/ Ediciones Chile América
CESOC, 1998, p. 107
16
para su ejercicio.36 Todo ello provoca un cambio en el patrón de la violencia, sube a otro nivel, otro estadío,
más agresivo, dañino y generalizado que el anterior.
La última tendencia que advertimos en el ámbito de la seguridad pública es una deficiente identificación de los
factores que inciden en el problema de la inseguridad y de la dinámica de la delincuencia, lo que conlleva a
una deficiente definición de las políticas y de las estrategias para atender el problema.
Como ya se ha mencionado, una parte importante en la comprensión del problema tiene que ver con
identificar a factores de índole estructural como las causas profundas del auge delictivo y generadoras de
conductas antisociales, así se dice en la Estrategia Nacional de Seguridad Pública, con énfasis añadido:
La generación de fuentes de empleo, el cumplimiento del derecho a la educación para
todos los jóvenes del país que deseen ingresar a los ciclos superiores, la inversión en
salud y los programas de desarrollo económico en distintas zonas del país atacarán
las causas profundas del auge delictivo.
(…)
Durante esta administración se efectúa un esfuerzo de inversión presupuestal
histórica, para atender las causas generadoras de las conductas antisociales
En el planteamiento antes expuesto se considera que hay dos errores de concepción. El primero tiene que ver
con abordar el problema a partir de pretender identificar causas profundas o causas generadoras para
explicar el auge delictivo. Este enfoque tiene dos trampas cognitivas mayúsculas. Si hay un error en la
identificación de las causas, de nada servirá la inversión millonaria de recursos económicos y humanos y de
nada servirá el pensar, diseñar e implementar los programas, estrategias y acciones porque no se resolverá el
problema al tratar de incidir en una causa que no está determinando el auge delictivo; y, segundo, es un hecho
que hay tantas causas en la base de la comisión de delitos como factores de riesgo podamos encontrar y, en
tal caso, pretender buscar las causas del delito es tanto como querer analizar las causas de cada uno de los
delitos que se encuentran en los códigos penales lo cual no solo es un trabajo de Hércules, sino que es un
trabajo estéril e inservible que nos lleva a un punto muerto; porque vamos a encontrar tantas causas como
maneras de pensar tienen los delincuentes en relación a sus motivaciones para delinquir.37
Por las razones expuestas, en el actual contexto de inseguridad, parafraseando a Carol Smart, parece que a los
criminólogos no nos queda más que rendir la plaza, aceptar que nos hemos perdido en discusiones teóricas de
la criminalidad y arrodillarnos a ayudarle al Estado a aceitar la maquinaria del control social,38 es decir:
empezar a preocuparnos menos por las causas y más por controlar los efectos; centrando el esfuerzo en
reducir la dañosidad del impacto de los delitos y de la violencia; ayudarle al Estado y a la sociedad a reconocer
de una vez por todas, que el delito es consubstancial a cualquier estructura social, que no lo vamos a poder
erradicar, que la tasa cero de incidencia delictiva no existe en ningún país del mundo ni existirá jamás en el
nuestro; y, en consecuencia, diseñar programas, estrategias y acciones que permitan mantener al delito
dentro de limités socialmente tolerables; y, lo más importante, enseñarle a la sociedad a convivir con el delito,
no solamente para evitar que sea víctima, sino para que aprenda la importancia de que es parte de la solución
ya que al delito se le previene y se le combate con cohesión social, con cultura de la denuncia, con cultura de
la legalidad y con cultura de la paz y no con pasividad, individualismo, atomismo social y estrategias de
enclaustramiento y refedualización.
36
Ibídem, p. 90
Larrauri, Elena, La herencia de la criminología crítica, México, Ed. Siglo XXI, 1992, 201
38 Smart, C., 1990. Feminist approaches to criminology, or postmodern woman meets atavistic man. En L. Gelsthorpe, & A. Morris
(Eds.), Feminist perspectives in criminology. Milton Keynes: Open University Press, p. 493.
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17
El segundo error de concepción en el diseño de las políticas públicas de seguridad tiene que ver con seguirlas
entendiendo como estrategias y no como políticas públicas de Estado contenidas en el Plan Nacional de
Desarrollo. Hoy tenemos una Estrategia Nacional de Seguridad Pública pero no tenemos en el Plan Nacional de
Desarrollo (PND) una Política Criminal y menos una Política Criminológica de Estado. Hay en el PND las
siguientes políticas de Estado: Política Social, Política Exterior, Política Económica, Política Fiscal, Política
Monetaria, Política Energética, Política Educativa, Política de Salud y Política Migratoria. Con mayor o menor
desarrollo las anteriores políticas están expresamente mencionadas y contenidas en el PND, pero el Estado
mexicano no ha entendido la importancia de los conceptos de Política Criminal y de Política Criminológica,
como políticas de Estado contenidas en el PND.
Aun más, el problema de la inseguridad, de las violencias y de la delincuencia, no solo se sigue abordando
como una estrategia y no como una política de Estado; sino que se sigue abordando desde la perspectiva
reduccionista de la seguridad pública, por eso se reitera hoy tenemos una “Estrategia Nacional de Seguridad
Pública”, contenida incluso en el artículo 21, párrafo doce de la Constitución Federal, es decir, elevada a rango
constitucional por la reciente reforma del 26 de marzo de 2019; pero no tenemos políticas públicas en
seguridad contenidas en el PND y menos en la Constitución, lo que permitiría diseñar una Política Criminal y
una Política Criminológica; entender la diferencia conceptual que hay entre la seguridad pública y la seguridad
ciudadana39; entre la prevención del delito y la prevención social de la delincuencia; entre los controles
sociales duros (mano dura) y los controles sociales blandos (mano suave) del Estado para la prevención.
Esta distinción permitiría diseñar programas, estrategias y acciones a corto, mediano y largo plazo, es decir,
por fases; diferenciadas y apropiadas para cada delito (de alto y bajo impacto), las delincuencias (convencional
y no convencional; callejera, de cuello blanco, organizada y la criminalidad de los poderosos) y las múltiples
violencias (escolar, social, familiar, urbana, de género, de odio, comunitarias, religiosas, política, etc.);
tomando en cuenta los contextos y particularidades en las cuáles se desenvuelve el problema de inseguridad;
implementadas por territorios prioritarios, en forma gradual, integral y sistemática; por niveles y tipos de
prevención (situacional, social, comunitaria, psicosocial o policial); con un acertado cálculo estratégico, tácticooperativo y logístico en su ejecución; sin descuidar el rol protagónico que indudablemente deben de tener las
comunidades y la participación ciudadana en los programas, estrategias y acciones; desarrollando acciones de
monitoreo, seguimiento y evaluaciones de proceso y de impacto de los programas a través de indicadores
robustos que permitan mediar la incidencia real de los programas en la disminución de la incidencia delictiva y
de las violencias. Y lo más importante de todo: políticas, programas, estrategias y acciones implementadas por
criminólogos, es decir, por profesionistas formados expresamente en el conocimiento y prevención del
fenómeno criminal y no por gente improvisada. Si el Estado mexicano quiere seguir prescindiendo de los
criminólogos en la implementación de sus políticas de prevención, entonces debe de aceptar los resultados
que se dan cuando un abogado entra a un quirófano a realizar una operación; un arquitecto presenta una
demanda de amparo; o un químico quiere hacer los planos para construir una casa. La improvisación de
profesionistas en el tema de las políticas en seguridad y de prevención, como responsables de su diseño o
implementación, también ha sido parte del problema.
En suma, como hay errores de concepción en el diseño de las políticas públicas en seguridad, una especie de
visión de túnel que solo permite analizar el problema desde la óptica de la seguridad pública, el Estado
mexicano sigue echando mano de la principal herramienta que cree tener para resolver el problema de la
inseguridad: los militares, reconceptualizando a la seguridad pública como un tema de militares y no de
policías y a pesar de que la experiencia histórica nos demuestra que si el modelo militarizado de seguridad
pública, es decir, la mano dura del Estado, fuera la solución al problema de la inseguridad, ésta ya se hubiera,
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Es tal la confusión conceptual que incluso se ha ido desdibujando la Política de Seguridad Nacional para subsumirse en las
estrategias de seguridad pública. Tan es así que en el PND, arábigo primero, romano octavo, se plantea articular la seguridad nacional
con la seguridad pública, es decir, la función de los militares con la función de las policías.
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al menos, controlado. Más de 321 mil 803 homicidios dolosos en los últimos trece años nos demustran que no
es así.
Reflexiones Finales.
En nuestro país durante varios sexenios ha prevalecido un pensamiento que ha creado narrativas incompletas
y visiones simplistas del problema de la inseguridad, que han privilegiado como respuesta la actuación del
sistema de justicia penal y la participación de los militares en tareas de seguridad pública, aún más que las
policías como instituciones responsables de la función de seguridad pública. El propósito de las narrativas es
darle sentido a la realidad para el hombre de la calle. Pero una cosa es simplificar la complejidad de la realidad
para hacerla más inteligible y otra muy diferente es que los tomadores de decisión al interior del Estado
confundan la narrativa con la realidad y por ingenuidad o incompetencia, la eleven a rango de verdad,
confiando en que la narrativa nos permite saber cuál es la causa del incremento de la violencia y la
inseguridad: la estrategia de Guerra contra el Narcotráfico del ex presidente Calderón, y a partir de ahí diseñar
la nueva “estrategia” de seguridad, cuando en realidad la respuesta a la pregunta de ¿por qué existe la
violencia, la delincuencia y la inseguridad en la sociedad? es una respuesta de una complejidad mayúscula, que
no ha podido responder el hombre en sus diez mil años de historia escrita y que definitivamente no es una
simple causalidad de si A entonces B.
Para romper el ciclo de violencia, una violencia que parece que se retroalimenta sin fin, resulta indispensable
abandonar la idea de que el delito es un problema que se puede solucionar a partir de un gran plan maestro,
es decir, desde una única respuesta político criminal y comenzar a explorar la articulación de políticas públicas
de seguridad que contemplen una relación armónica entre políticas criminales, de mano dura, indispensables
en la lucha contra el crimen organizado; y políticas criminológicas, de mano suave, con participación
ciudadana, que permitan la reconstrucción del tejido social y la conversión del capital social negativo en
capital social positivo, es decir, una población que entienda la importancia de vivir dentro de una cultura de la
legalidad y en el respeto al Estado de Derecho. Y se requiere, además, colocar en su justa dimensión lo que
representa el estadío actual de desarrollo del crimen organizado en el crecimiento de la inseguridad y la
violencia y diseñar políticas públicas de seguridad para hacer frente a este tipo de criminalidad.
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