FACULTAD DE PSICOLOGÍA Y RELACIONES HUMANAS Título: “Las estrategias de afrontamiento del estrés frente a la percepción de inseguridad ciudadana en adultos del Conurbano Bonaerense” Alumna: Sofía Vera DNI: Mail: Tutor: Cotutor: Profesor: Título a obtener: Licenciatura en Psicología Sede: Turno: Resumen El afrontamiento del estrés es un concepto que posee un gran interés en el ámbito de la psicología clínica y la psicopatología, ya que es el modo en que el individuo hace frente a las situaciones difíciles. Ahora bien, no hay muchas investigaciones realizadas en los últimos años sobre las estrategias de afrontamiento frente a situaciones de hechos delictivos. En este contexto, el objetivo de la presente investigación fue evaluar la relación entre las estrategias de afrontamiento y la percepción de inseguridad ciudadana en adultos que han sufrido algún hecho delictivo y en otros que no lo han sufrido hasta el momento. Con dicha finalidad, se realizó un estudio cuantitativo, descriptivo, no-experimental, transversal y correlacional. Se utilizó el Cuestionario de Afrontamiento del Estrés (CAE) (Sandín y Chorot, 2003) y el Cuestionario Percepción de Inseguridad (CPI) (Fuentealba Carrasco, Rojas González, Barriga, 2016). Dichos instrumentos fueron acompañados por datos sociodemográficos para describir la muestra en sexo, edad, nivel de educación máximo alcanzado, estado civil, hijos, y vivencia de hecho delictivo. La muestra estuvo constituida por 200 habitantes (de 18 a 60 años) del conurbano bonaerense. Los resultados indican una correlación significativa entre el afrontamiento de estrés y la percepción de inseguridad, siendo está última más alta en las personas que han sufrido un hecho delictivo y menores las estrategias de afrontamiento frente al estrés de los mismos. No se observaron diferencias significativas según variables sociodemográficas. Se concluyo en la necesidad de elaborar intervenciones para favorecer las estrategias adaptativas de afrontamiento frente al estrés en personas que han sufrido un hecho delictivo. Palabras Clave: Percepción, Inseguridad, Afrontamiento, Estrés, Delito. 1 Índice Resumen 1 1. CAPÍTULO I: Planteamiento del problema 4 1.1. Introducción 1.2. Justificación y relevancia 4 6 1.2.1. Relevancia de la Investigación 6 1.2.2. Justificación teórica 6 1.2.3. Justificación práctica 7 1.2.4. Justificación social 7 1.3. Objetivos 8 1.3.1 Objetivo general 8 1.3.2. Objetivos específicos 8 1.4. Hipótesis 9 2. CAPÍTULO II: Marco Teórico 10 2.1. Teorías del Delito 10 2.1.1. Hechos delictivos en Argentina. 13 2.2. Percepción de inseguridad 15 2.2.1 Victima y victimización 18 2.3. Estrés 21 2.4. Estrategias o estilos de afrontamiento del estrés 23 2.5. Estrategias de afrontamiento frente a la percepción de inseguridad ciudadana 3. CAPÍTULO III: Estado del arte 25 27 2 4. CAPÍTULO IV: Metodología 36 4.1 Tipo de estudio 36 4.2 Diseño 36 4.3 Muestra y muestreo 37 4.4 Instrumentos 37 4.5 Variables sociodemográficas 39 4.6 Procedimiento 39 5. CAPÍTULO V: Resultados 40 5.1. Estadísticos descriptivos de las variables 42 5.2. Prueba de Normalidad 43 5.3 Análisis de Comparación 44 5.4 Análisis de Relación 51 6. CAPÍTULO VI: Conclusión 6.1 Discusión Ошибка! Закладка не определена. Ошибка! Закладка не определена. 7. CAPÍTULO VII: Referencias bibliográficas 53 8. CAPÍTULO VII: Anexos 61 8.1 Escala de Probabilidad estimada de ser víctima de delito 61 8.2 Cuestionario de afrontamiento del estrés (CAE) 62 8.2 Consentimiento informado 62 3 1. CAPÍTULO I: Planteamiento del problema 1.1. Introducción En la Argentina, la inseguridad se ha convertido en un problema de gran relevancia social, configurándose así como centro de las preocupaciones públicas, ámbito en el que compite solo con la problemática socioeconómica (Föhrig, 2006; Kessler, 2012). El concepto de seguridad es complejo, su significado depende de la percepción que tenga de ella la sociedad tomando en cuenta diversos elementos como el género, el estrato socioeconómico y las distintas formas de violencia que pueden afectarla. Es por esto que la percepcion de inseguridad presentada por las personas depende de diversos factores que atraviesan a la persona, a su vez, que cada una responde u afronta los escenarios de multiples maneras. Según los autores Pidgeon y Gregory (2008), la percepción de estar en riesgo se encuentra en el campo de la subjetividad donde el grado de confianza o de creencia que un individuo posee ante la ocurrencia de un hecho puede variar de un individuo a otro en relación con el propio conocimiento que dicho sujeto posee de un suceso. Esta investigación buscará evaluar dicha percepción en torno a la inseguridad de las personas, teniendo como componentes de la misma la probabilidad estimada de ser víctima de delito y la preocupación por ser víctima de delito. Se considera que, ante una situación estresante, como lo son los hechos delictivos, los sujetos apelan a diversas estrategias de afrontamiento. Es por ello que, se pondrá en relación la percepción de inseguridad, con los estilos de afrontamiento que cada persona lleva a cabo en las situaciones de estrés. Estas estrategias hacen referencia a los esfuerzos conductuales y cognitivos que lleva a cabo el individuo para hacer frente al estrés; es decir, para tratar tanto con las demandas externas o internas generadoras del estrés, como con el malestar psicológico que suele acompañarlo (Sandín, 1995). El afrontamiento del 4 estrés es un concepto que posee un gran interés en el ámbito de la psicología clínica y la psicopatología, ya que el modo en que el individuo hace frente al estrés puede actuar como importante mediador entre las situaciones estresantes y la salud (Pelechano, 1992). Sin embargo, no hay muchas investigaciones realizadas en los últimos años sobre las estrategias de afrontamiento frente a situaciones de hechos delictivos. Según los datos de la encuesta nacional de victimización realizada por el INDEC (2017), el 85,1% de la población del país considera la inseguridad en su ciudad de residencia como un problema “bastante o muy grave” y menos de la mitad de la población (47,6%) declaró sentirse segura o muy segura caminando sola cerca de donde vive. Algunos de los datos de dicha encuesta son muy relevantes, y desencadenan en interrogantes de este trabajo: ¿Como percibimos las situaciones de inseguridad en el conurbano bonaerense? ¿Qué hacemos para poder afrontarlas? Son variados los discursos que atraviesan nuestra percepción, pero son pocas las herramientas que nos brindan para poder afrontar las situaciones que se nos presentan en la realidad efectiva. En relación a lo antedicho, la pregunta de investigación que guía este estudio es: ¿Cuál es la relación entre las estrategias de afrontamiento del estrés y la percepción de inseguridad ciudadana en habitantes adultos del conurbano bonaerense? 5 1.2. Justificación y relevancia 1.2.1. Relevancia de la Investigación El delito urbano aumentó durante las últimas décadas en muchas de las grandes ciudades de la Argentina y llegó a convertirse en un tema de conversación casi cotidiano. Según Kessler y Bruno, M. (2018), la evolución y aumento del delito urbano mantienen una estrecha relación con las condiciones de vida de la población, que puede abordarse considerando el impacto que tiene la victimización sobre la vida de las personas, ya que ser víctima de un delito es un hecho traumático que conlleva distintos tipos de perjuicios objetivos y subjetivos. Sumado a ese impacto aparece el sentimiento de inseguridad intenso y perdurable, que ligado a la percepción de amenazas de delito (más allá de los hechos objetivos), puede traducirse en estrés cotidiano, restricción de movimientos, erosión de vida comunitaria y relaciones interpersonales, problemas económicos, entre otros. Desde esta perspectiva, el estudio de las estrategias de afrontamiento frente al estrés producido por la percepción de inseguridad que tienen las personas adultas del conurbano bonaerense, cobra relevancia de estudiar en tanto se vuelve menester indagar sobre la amplitud del impacto y presencia de este hecho en nuestra sociedad y como generar estrategias como profesionales de la salud mental para reducir las consecuencias que genera. 1.2.2. Justificación teórica La relevancia teórica del presente estudio consiste en ampliar el conocimiento sobre las estrategias de afrontamiento del estrés en relación a la percepción de inseguridad urbana. A su vez, conocer las estrategias de afrontamiento del estrés frente a la inseguridad, permitirá concientizar acerca de los efectos negativos que genera la inseguridad en la salud mental de la población. 6 1.2.3. Justificación práctica Respecto a la relevancia práctica, esta investigación se realiza porque existe la necesidad de reparar las secuelas psicológicas que dejan en los ciudadanos los hechos de inseguridad, necesitando mejorar el servicio que ofrecen los profesionales de la salud para abordar dicha problemática, para de esta manera, mejorar la calidad de vida de las víctimas de acontecimientos delictivos. Utilizar como muestra a la población general del conurbano bonaerense, permitirá ampliar los conocimientos respecto de las problemáticas acerca de la inseguridad en dicho sector, pudiendo focalizar en el mismo posibilitando la ampliación, mejora y reelaboración de dispositivos terapéuticos en el ámbito psicológico, médicos y de la atención de la salud para fortalecer y optimizar cada situación particular e institucional que se desarrolle en las localidades seleccionadas. 1.2.4. Justificación social La presente investigación, permitirá evaluar cómo se manifiestan las estrategias de afrontamiento en un sentido psicológico y social en la población general, de esta manera se podrá predecir el comportamiento de las personas que han sufrido algún hecho delictivo y las que no. 7 1.3. Objetivos 1.3.1 Objetivo general ● Evaluar la relación entre las estrategias de afrontamiento del estrés y la percepción de inseguridad ciudadana en habitantes adultos del conurbano bonaerense. 1.3.2. Objetivos específicos a. Comparar las estrategias de afrontamiento del estrés en habitantes adultos del conurbano bonaerense que han sufrido algún hecho delictivo y en otros que no lo han sufrido. b. Comparar la probabilidad estimada de ser víctima de delito (dimensión cognitiva) y la preocupación por ser víctima de delito (dimensión emocional) en habitantes adultos del conurbano bonaerense que han sufrieron algún hecho delictivo y en otros que no lo han sufrido. c. Comparar las estrategias de afrontamiento del estrés y la percepción de inseguridad ciudadana en habitantes adultos del conurbano bonaerense según variables sociodemográficas. 8 1.4. Hipótesis a. Existe una correlación significativa entre las estrategias de afrontamiento del estrés y la percepción de inseguridad ciudadana en habitantes adultos del conurbano bonaerense. b. Las estrategias de afrontamiento del estrés en habitantes adultos del conurbano bonaerense que sufrieron algún hecho delictivo son menores que las de habitantes que no han sufrido ningún hecho delictivo. c. La probabilidad estimada de ser víctima de delito (dimensión cognitiva) y la preocupación por ser víctima de delito (dimensión emocional) es mayor en habitantes adultos del conurbano bonaerense que han sufrido algún hecho delictivo que en aquellos que no lo han sufrido. d. Hay diferencias significativas entre las estrategias de afrontamiento del estrés y la percepción de la inseguridad ciudadana en habitantes adultos del conurbano bonaerense según género, edad o tener hijos. 9 2. CAPÍTULO II: Marco Teórico 2.1. Teorías del Delito En primera instancia, cabe mencionar que el rol de la psicología jurídica, a nivel teórico, es un campo de conocimiento basado en los discursos de la psicología y el derecho. A nivel práctico, se trata de una aplicación del conocimiento, las técnicas y los dispositivos psicológicos a distintos ámbitos de aplicación, jurídicamente regulados. Según Varela et al (1993), la función de la psicología, en el entrecruzamiento con el derecho, busca entender aquellos procesos que llevan a un ciudadano a transgredir la ley, en tanto que estamos delimitados por el discurso legal que establece, a través de los distintos códigos y las reglamentaciones vigentes. Se tratará de indagar, a partir de diversos enfoques, sobre la conceptualización del delito en el entrecruzamiento de los discursos jurídicos y de la psicología para abordar la tesis presente. En una primera definición, el código penal de la nación argentina (1984), establece que los delitos son acciones o conductas contrarias a la ley, que afectan bienes que la ley quiere proteger, como la vida, la libertad, la propiedad, etc. Por su parte, Varela (2005) ubica al delito como una conducta humana individualizada mediante un dispositivo legal que revela su prohibición que por no estar permitida por ningún precepto jurídico es contraria al orden jurídico y que por serle exigible al autor que actuase de otra manera en esa circunstancia, le es reprochable. La Teoría del Delito es una parte de la ciencia del derecho penal, que se encarga de estudiar el fenómeno social que es la base de todo andamiaje, por lo que el delito es el centro de todo el sistema penal. Se trata de una teoría de imputación penal, ya que se ocupa de considerar cómo una acción que lesiona o pone en riesgo un bien jurídico, debe ser imputada al sujeto que realiza la misma o que omite ejecutarla. Esta teoría define al delito como una “conducta, típica, antijurídica y culpable” (Varela, 2005). Acorde con 10 Varela (2005), existen dos posturas que dominan la teoría del campo del delito: la teoría causalista y la teoría finalista. En la actualidad, predomina la teoría finalista, según la cual, inspirada en la filosofía aristotélica tomista, todo agente obra para un fin. De esta forma escapa de lo material para adentrarse en lo subjetivo, partiendo de la premisa de que la conducta o accionar de un hombre, no es solo una relación causal, sino que va a ir con ella la finalidad que tuvo en miras el sujeto al desplegar esa conducta. Desde una mirada atravesada por la psicología, particularmente desde el psicoanálisis como una disciplina clínica que también se ha interesado en pensar fenómenos sociales a partir de su especificidad en el abordaje de lo subjetivo, el interés radica en pensar teóricamente el fenómeno del delito como acto simbólico y la posición subjetiva de quien delinque. Freud (1926), teniendo en cuenta relatos de los hechos ocurridos en la juventud de determinadas personas en los cuales informaban acerca de ciertas acciones prohibidas, menciona que los sujetos que consumaban hechos delictivos, lo realizaban sobre todo por el mismo hecho de ser prohibidos y porque a su ejecución iba unido cierto alivio anímico para el sujeto que lo realizaba. Este sujeto “criminal” sufría de una llamada conciencia de culpa, de origen desconocido, que, después de cometer una falta, esa presión se aliviaba, quedando esta misma conciencia de culpa “ocupada”. Es de este modo que Freud (1926) designa a dichas personas con el nombre de delincuentes por conciencia de culpa, a los cuales los caracteriza por la preexistencia del sentimiento de culpa y el recurso a la falta para su racionalización. En otra instancia, Winnicot (1984), desde un enfoque de su trabajo orientado más a los niños y jóvenes, asignaba un valor a la conducta antisocial como reacción frente a la pérdida de los seres queridos y la seguridad cuando no encuentran una respuesta apropiada. El autor, consideraba decisivo el factor ambiental en el surgimiento de la tendencia antisocial y remarcaba permanentemente la necesidad de que el niño tenga un 11 ambiente seguro y estable. Siguiendo esta misma línea, Álvarez (2005) ubica que, si la instancia parental no ha ofrecido un lugar privilegiado en su deseo, si el otro no responde al llamado, la falta de apuntalamiento familiar y social, el desauxilio, la desayuda, provocan fallas constitutivas en la subjetividad. Sostiene que aparecen allí conductas compulsivas que no se ajustan a un modelo de la autoconservación, sino que están tomadas por una cierta voluptuosidad irrestricta. Allí donde no hubo constancia en los vínculos, cuando la violencia y sus excesos perforaron la coraza de la protección antiestímulos y convirtieron el adentro-afuera en algo indiferenciado, al ser interpelados por la cultura, el sujeto responde a veces con un acto delictivo. Por su parte, Mollo (2010) define al delito como la acción que se opone a las leyes establecidas por la sociedad, y al delincuente como aquel que expresa sus tendencias inconscientes sin el freno de los padres, la moral y la ley, entre otras. De esta forma, según el mismo autor, la criminalidad y la delincuencia resultan justificadas parcialmente desde un deficiente sistema de identificación, desde un sistema del superyó debilitado, que conducen a la ausencia de culpabilidad subjetiva. El mismo autor plantea que desde el psicoanálisis cada uno es responsable por sus actos, intencionales o no, y en eso radica su consideración del mismo como sujeto. Sin embargo, no es posible trasladar esta “responsabilidad por el acto” al derecho penal, que está únicamente interesado por la compresión del acusado “en el momento del acto”. Incluso, en sentido jurídico estricto, la responsabilidad penal es el conjunto de las condiciones normativamente exigidas para que una persona sea sometida a pena. Lo que permite distinguir la responsabilidad penal, de la imputabilidad (Mollo, 2010). Por último, desde otro punto de vista, Marchiori (1997) sostiene que una conducta agresiva, en este caso el delito, es la expresión de la psicopatología particular del delincuente, de su alteración física, psicológica y social. Aclara que es una conducta que 12 transgrede las normas de la sociedad a la que ese individuo pertenece, proyectando el delincuente a través del delito sus conflictos, ubicando, de esta forma, a toda conducta delictiva como un vínculo, el cual se refiere a otro. En última instancia, propone que la conducta delictiva es una conducta defensiva del sujeto que utiliza para mantener el equilibrio, logrando a través de este un cierto ajuste, pero sin resolver el conflicto. 2.1.1. Hechos delictivos en Argentina. Según la Dirección Nacional de Política Criminal del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, la cantidad de hechos delictuosos se duplicó en el periodo 1991-2002 y comenzó a bajar paulatinamente luego de la crisis del 2001, punto de mayor virulencia del crimen en el país. En el año 2010, muestran un leve aumento del delito en todas las series relevadas. En febrero de 2016, el ministerio de Justicia dio a conocer nuevos datos sobre el delito. Algunos de los más relevantes apuntan que el 34% de la población mayor de 15 años sufrió algún delito en 2010; y que el 69% de los hechos criminales sufridos no fueron denunciados, es decir, muestra una elevada «cifra negra» del delito ya que 7 de cada 10 delitos no son denunciados. La encuesta muestra que el 29,5% de los casos se trató de robos de los cuales el 9,2% fue con violencia. En el caso de Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, el organismo realizó estudios de victimización entre 1997 y 2010. En ambos casos se observa que, a partir del 2008, los índices de víctimas de delitos fueron creciendo del 25% al 31% en 2010. Más adelante, el INDEC (2017) realiza una encuesta de victimización, en donde se exponen las clasificaciones y principales resultados que esclarecen la situación de victimización actual de la argentina: En primer lugar, se especifican los delitos contra el hogar, estos son aquellos que atentan contra todos los miembros del hogar, hayan estado o no presentes durante el hecho, ya que se ve perjudicado su patrimonio común. En los 13 delitos contra el hogar se encuentran incluidos: el robo o hurto en vivienda; el robo o hurto de automóvil, camioneta o camión; el robo o hurto de autopartes, el robo o hurto de motocicleta o ciclomotor y el secuestro extorsivo de un miembro del hogar. Durante 2016, 13,6% de los hogares del país sufrió al menos uno de estos delitos. El robo o hurto en vivienda presenta la mayor prevalencia: afectó a 8% de los hogares argentinos. La mayoría de estos delitos (61,6%) ocurrieron durante la noche (entre las 20:00 y las 23:59) o la madrugada (entre las 00:00 y las 06:59). Luego, se identifican a los delitos contra la persona, los cuales perjudican directamente la integridad física y/o el patrimonio de las personas particulares. Se consideran tanto delitos violentos (el robo con violencia, la agresión física, la amenaza y la ofensa sexual) como delitos no violentos (el hurto personal, la estafa o fraude, el fraude bancario y el pedido de coimas de parte de agentes estatales). Los resultados muestran que el 19,9% de las personas de 18 años y más fue víctima de al menos un delito de este tipo en 2016. El 7,5% de las personas fueron víctimas del delito de mayor prevalencia: el hurto personal. A su vez, los delitos violentos afectaron a 12,7% de las mujeres, mientras que los varones presentan una prevalencia del 9,3%. 78,1% de los delitos contra la persona tuvieron lugar en la vía pública o el transporte público. La encuesta muestra que el 34,5% de los delitos contra el hogar y el 34,7% de los delitos contra la persona no fueron denunciados por la desconfianza en las autoridades es el principal motivo de no denuncia de los delitos. El principal motivo de insatisfacción con la denuncia es la percepción de que las autoridades competentes “no se interesaron o no hicieron lo suficiente”, declarado en el 63,2% de las denuncias insatisfactorias de delitos contra el hogar y el 67,6% de aquellas de delitos contra las personas. Por otro lado, la misma encuesta ubica que el 85,4% de los hogares argentinos cuentan actualmente con alguna medida de seguridad, con el objetivo de protegerse de la 14 delincuencia. De estos, un 15,5% instaló al menos una medida de seguridad durante 2016. Las rejas en las ventanas son la medida de seguridad de la vivienda más difundida entre la población. Por último, cabe destacar para esta investigación que el 85,1% de la población del país considera la inseguridad en su ciudad de residencia como un problema “bastante o muy grave”; y menos de la mitad de la población (47,6%) declaró sentirse segura o muy segura caminando sola cerca de donde vive. 2.2. Percepción de inseguridad Más allá de las cifras de delitos oficiales y de victimización, la sociedad se ve afectada cuando la preocupación por el delito se extiende promoviendo una creciente percepción o sentimiento de inseguridad. Son diversos autores los que han investigado sobre la temática de percepción de inseguridad y que han aportado definiciones para la misma. En principio, Allport (1974) define la percepción como el proceso cognitivo de la conciencia que consiste en el reconocimiento, interpretación y significación para la elaboración de juicio en torno a las sensaciones obtenidas del ambiente físico y social, en el que intervienen otros procesos psíquicos como el aprendizaje, la memoria y la simbolización. Por su parte, Stanko (1995) considera que la percepción de inseguridad representa un sentimiento individual de peligro, por haber sido maltratados físicamente o por ser producto de violencia criminal, es decir, lo remite a una experiencia relacionada con el delito. El mismo autor, refiere que la percepción de inseguridad puede ser independiente de la victimización y que, ésta, también se encuentra en relación con un sentimiento de vulnerabilidad, asociada a la preocupación por estar fuera de la casa, probablemente en una zona urbana y potencialmente vulnerable a daños personales. Desde una perspectiva psicológica, Ute y Werner (2003) puntualizan que el miedo al delito o la percepción de inseguridad está constituido por componentes afectivos, 15 cognitivos y conductuales. Además, estos componentes, influyen en la intensidad con la que es percibida la inseguridad. La dimensión emocional es la sensación generalizada del miedo al delito que tienen las personas; la dimensión cognitiva es la probabilidad estimada por el individuo de ser víctima de delitos y la dimensión conductual referida como la tendencia a la acción. Según los autores Pidgeon y Gregory (2008), la percepción de estar en riesgo se encuentra en el campo de la subjetividad donde el grado de confianza o de creencia que una persona posee ante la ocurrencia de un hecho puede variar, de un individuo a otro, en relación con el propio conocimiento que dicho sujeto posee de un suceso. De esta manera, el análisis de la percepción de inseguridad no permite la adopción de una mirada estática, ya que se inscribe en un contexto dinámico socio–político, psicológico–social y geo– espacial determinado (Farral y Lee, 2009). Por su parte, Vozmediano, San Juan y Vergara (2008) conciben el miedo al delito como: una experiencia de naturaleza emocional, suscitada por la posibilidad de ser víctima de un delito, siendo, esta experiencia, el resultado de una determinada manera de procesar la información e interpretar la realidad a partir de los elementos que nos proporciona el entorno, en forma de noticias, discursos políticos, rumores, etc. y que, en última instancia, darán lugar a diversas respuestas conativas por parte de los ciudadanos. Más adelante, Kessler (2009) hace referencia a la percepción de inseguridad como una respuesta emocional a la percepción de símbolos relacionados con el delito. El autor señala que la percepción de inseguridad es una emoción que requiere una base cognitiva y un juicio axiológico en el sentido de que se debe considerar que lo temido es algo peligroso o amenazante. A su vez, el mismo autor, refiere que el sentimiento de inseguridad, de dimensión cognitiva, alude a qué tanto los sujetos se estiman expuestos a las amenazas. Si bien pueden influir las agendas mediáticas, su fuente es la experiencia 16 local, de orden ecológica, que se verifica en los espacios sociales en que se desenvuelve. Por otro lado, la dimensión emocional, hace alusión a qué sentimientos y emociones experimenta el sujeto. Estos sentimientos no se reducen únicamente al miedo, sino que pueden conocerse y transitarse por emociones tan distintas como la compasión, la ira, la vergüenza, entre otras. Esta dimensión está gobernada por reglas sociales que definen qué se experimenta y cuáles emociones son válidas de expresar. El temor al delito surge como parte significativa del conjunto de incertidumbres contemporáneas. La globalización del crimen se ha instalado en todos los rincones del mundo, y referirse hoy al problema de seguridad ciudadana es hablar de un indicador que, según la ONU, permite visualizar la calidad de vida de las personas y de sus comunidades (Kessler 2006). Asimismo, el autor Perdomo (2010) hace referencia al concepto de percepción de inseguridad y la define como una perturbación del ánimo que deriva de la diferencia entre el riesgo percibido por una persona de ser víctima de un crimen y la victimización de hecho, es decir, la percepción que un individuo tiene de ser víctima de un delito, independientemente de la probabilidad de serlo. En otras palabras, Perucci (2012) considera que la inseguridad no es simplemente equivalente al miedo sino que comienza a adquirir una especificidad que está dada por el modo en que articula: a) un estado de ánimo caracterizado por la angustia ante la probabilidad real o imaginaria de sufrir un daño; b) la percepción de la existencia de otro amenazante; y c) una situación de desamparo por parte de la entidad responsable de brindar protección frente al peligro (el Estado), debido a la ineficiencia de las fuerzas de seguridad y su ausencia física. El mismo autor, agrega que, mientras el miedo parece una experiencia generalizadora, hablar de “inseguridad” en general, y de “inseguridad vecinal” en especial, supone recortar y priorizar un campo de la experiencia, elegir una perspectiva desde la cual percibir los acontecimientos y realzar los aspectos emocionales 17 como determinantes de las cogniciones y los actos; y supone una serie de operaciones de división que no están dadas de antemano, en este caso entre saqueados (propietarios) y saqueadores (desposeídos), entre vecinos (habitantes de los barrios) y depredadores (habitantes de las villas), entre los integrados a la sociedad y quienes viven en sus márgenes, en definitiva entre víctimas (amigos) y victimarios (enemigos) (Perucci, 2012). 2.2.1 Victima y victimización Las Naciones Unidas (1985) manifiestan que se entenderá por víctimas a las personas que, individual o colectivamente, hayan sufrido daños, incluidos lesiones físicas o mentales, sufrimiento emocional, pérdida financiera o menoscabo sustancial de sus derechos fundamentales, como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los estados miembro, incluida la que proscribe el abuso de poder. Según lo propuesto por Marchiori (1997), la víctima es la persona que padece la violencia por causas del comportamiento del individuo -delincuente- que trasgrede las leyes de su sociedad y cultura. Toda victimización produce una disminución del sentimiento de seguridad individual y colectivo, porque el delito afecta profundamente a la víctima, a su familia y a su comunidad social y cultural. La trasgresión del sentimiento de inviolabilidad, porque la mayoría de las personas tienden a tenerse por inmunes a los ataques delictivos, crea una situación traumática que altera, en muchas ocasiones definitivamente, a la víctima y a su familia. La misma autora remarca que el delito crea una verdadera situación de estrés porque significa un daño y un peligro que representa para la víctima y para la familia vivir con miedo, angustia y la posibilidad de ser victimizada nuevamente. La sensación de inseguridad se acentúa generalmente debido a que la víctima no recibe la atención, información y respuesta adecuadas a su grave 18 situación individual, familiar y social. El estrés y la conmoción que representa la agresión en la persona de la víctima y en su familia dependen del tipo del delito, la personalidad de la víctima, las características del delincuente, las circunstancias delictivas y los daños sufridos. Pero es evidente que el impacto producido por el delito significa una nueva situación para la víctima: humillación social. Rubio (2010), menciona que la víctima es definida como aquella persona que sufre un daño o perjuicio, ya sea como consecuencia de un delito, accidente o desastre natural. menciona que suele utilizarse el termino victima delimitado por una marcada heterogeneidad en relación al contexto, la situación y las relaciones en las que se producen los daños que afectan a las víctimas. Sin embargo, el mismo autor, plantea desde un punto de vista psicoanalítico, que, si consideramos la relación con el otro como constituyente de la subjetividad, el termino víctima, en tanto concepto pierde su sustento desde la noción de sujeto de lo inconsciente. Desde allí, plantea Rubio, debe considerarse la posición que asume el sujeto en relación a su fantasma, ya que, si el sujeto no puede implicarse, estar activamente, en la situación que se encuentra, volverá a recrear la situación de víctima con otra persona. Por otro lado, en lo que hace a la investigación criminológica, durante muchos años se asumió que el miedo al delito era una clara consecuencia de la victimización (Amaya, Espinosa & Vozmediano, 2011). La victimización, entendida como “el acto en el cual una persona es objeto del uso de la fuerza, que le produce un daño físico o psicológico” (Muratori & Zubieta, 2010), puede afectar múltiples dominios de la vida de una persona. Así, Hanson, Sawyer, Begle y Hubel (2010) en una exhaustiva revisión teórica, destacan cómo el haber sido víctima de delitos de distinta índole puede generar una disminución en las habilidades parentales, una alteración de las relaciones íntimas, un aumento de relaciones interpersonales conflictivas, dificultades para conseguir y/o 19 mantener un empleo y problemas en el funcionamiento y actividades sociales, entre otros factores. Asimismo, puede conllevar una serie de consecuencias psicológicas tales como estrés psicológico, desórdenes postraumáticos y bajos niveles de bienestar. Sin embargo, se ha encontrado que el miedo al delito ha probado ser tan significativo como el delito mismo configurándose como un problema en sí mismo (Koskela, 2011). Así, como señala Kessler (2009), el sentimiento de inseguridad no guarda correspondencia con el delito y presenta una relativa autonomía respecto a este dado que el miedo puede incrementarse aun cuando el delito decrece. Un ultimo papel que cabe destacar en la construcción de roles y de incremento de la percepción de inseguridad, es el de los medios de comunicación. Focas (2016) nombra que los medios juegan un rol central en la construcción del pánico moral al colocar en primer plano ciertos temas o estereotipar situaciones o grupos que encarnan “un peligro para la sociedad”. La autora refiere que, a la hora de analizar el impacto de los temas de seguridad, una primera cuestión que surge, es que los medios contribuyen a crear una agenda social sobre delitos existentes y riesgos posibles, contribuyendo a la consolidación de una «cultura del miedo», ya que, tanto en el nivel del discurso como de la imagen, la construcción del acontecimiento esta signada por un tono entre alarmista y conservador. Ubica que este escenario permitiría inferir, a modo de hipótesis, que la alta exposición mediática de lo criminal y de lo inseguro podría tener alguna incidencia en la expansión del sentimiento de inseguridad, siempre que exista una “consonancia intersubjetiva”, es decir que aquello que aparece en los medios tenga algún tipo de confirmación con lo que las personas perciben a su alrededor y amplifique el temor u otros sentimientos (Kessler, 2009). 20 2.3. Estrés Existe gran amplitud de lo que se entiende por estrés. La Organización Mundial de la Salud (1994) define al fenómeno del estrés como las reacciones fisiológicas que en su conjunto preparan al organismo para la acción. A su vez, Selye (1955) habla del estres como una reacción de alarma. Este activa un conjunto de reacciones que implican respuestas conductuales y fisiológicas (neuronales, metabólicas y neuroendocrinas) que permiten al organismo responder al estresor de la manera más adaptada posible. Otro autor refiere que el estrés puede ser definido como una emoción negativa que está acompañada por un cambio bioquímico, fisiológico y de comportamiento, que es predecible y dirigido hacia la adaptación de una experiencia, para alterar la situación estresante o ajustarse a ella y minimizar sus efectos negativos (Baum, 1990). En otras definiciones de estrés, el autor McEwen (2000) define el estrés como una amenaza real o supuesta a la integridad fisiológica o psicológica de un individuo que resulta en una respuesta fisiológica y/o conductual. Por su parte, Rowshan (2000), piensa el estrés como el fruto de la interacción entre una persona y su entorno. Este entorno puede ser tanto interior, como exterior. El estrés aparece cuando existe discrepancia entre las demandas que experimenta una persona y la capacidad de ésta para responder a ellas. De esta manera, la percepción que el individuo tiene del estrés y su actitud ante él, son fundamentales para hacerle frente. El estrés supone una reaccion habitual de la vida del ser humano, ya que cualquier individuo, lo ha experimentado en algún momento de su existencia. Se tomará, en esta tesis principalmente los aportes de Lazarus y Folkman, los cuales comprenden el estrés como una relación entre la persona y el ambiente, en la que el sujeto percibe en qué medida las demandas ambientales constituyen un peligro para su bienestar, si exceden o igualan sus recursos para enfrentarse a ellas (Lazarus y Folkman, 21 1984). Existen dos tipos generales de estrés, el estrés agudo y el estrés crónico. El estrés agudo es la respuesta fisiológica a un estímulo adverso o amenaza que provoca un estrés a corto plazo, el cual se prolonga hasta la culminación del evento de estrés (Selye, 1984). El estrés crónico puede ser definido como un estrés excesivo que no puede ser resuelto, que es constante, persiste a largo plazo y puede extenderse por meses o años hasta que el estresor deja de afectar al individuo (Mariotti, 2015). Selye (1984), refiere que en el proceso de adaptación por parte del organismo se distinguen las fases de alarma, de adaptación y de agotamiento. En la fase de alarma, frente a la aparición de un peligro o estresor se produce una reacción de alarma durante la que baja la resistencia por debajo de lo normal. Esta primera fase supone la activación del eje hipofisosuprarrenal; existe una reacción instantánea y automática que se compone de una serie de síntomas siempre iguales, aunque de mayor a menor intensidad: se produce una movilización de las defensas del organismo, aumenta la frecuencia cardiaca, se contrae el bazo, liberándose gran cantidad de glóbulos rojos, se produce una redistribución de la sangre, que abandona los puntos menos importantes, como es la piel (aparición de palidez) y las vísceras intestinales, para acudir a músculos, cerebro y corazón, que son las zonas de acción, aumenta la capacidad respiratoria, dilatación de las pupilas, aumenta la coagulación de la sangre y el número de linfocitos (células de defensa). En la segunda fase de adaptación o resistencia, el organismo intenta superar, adaptarse o afrontar la presencia de los factores que percibe como una amenaza, produciendo que los niveles de corticoesteroides se normalicen y dándole lugar a la desaparición de la sintomatología. Por último, la fase de agotamiento, ocurre cuando la agresión se repite con frecuencia o es de larga duración, y cuando los recursos de la persona para conseguir un nivel de adaptación no son suficientes. 22 2.4. Estrategias o estilos de afrontamiento del estrés El estudio de los estilos y estrategias de afrontamiento ante situaciones de estrés es un área de interés fundamental, siendo que estas pueden actuar como facilitadoras o suponer un obstáculo para el individuo a la hora de hacerle frente a una situación generadora de estrés. Lazarus y Folkman (1986) definieron el afrontamiento como aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas, externas e internas, que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo. Desde el modelo transaccional del estrés, Lazarus (1990) sugiere que ante una situación de estrés hay que tener en cuenta, la valoración o apreciación que la persona hace de los estresores, las emociones y afectos asociados a dicha apreciación y, por último, los esfuerzos conductuales y cognitivos realizados para afrontar dichos estresores. Por lo tanto, el afrontamiento puede estar orientado hacia la tarea, centrándose en resolver el problema de manera lógica, las soluciones y en la elaboración de planes de acción o también, estar orientado hacia la emoción, centrándose en respuestas emocionales, en la evitación, la preocupación y las reacciones fantásticas o supersticiosas (Endler y Parker, 1990). Esta última estrategia de afrontamiento es la más desadaptativa en situaciones de estrés, ya que un método de afrontamiento incorrecto y pasivo puede aumentar la intensidad de la respuesta de estrés percibida y provocar repercusiones negativas en el aspecto emocional y en el rendimiento (Lazarus, 1990). Algunos autores han propuesto la existencia de una tercera dimensión funcional. Esta tercera dimensión, es la evitación, la que se relaciona con aquellas acciones que se utilizan para desentenderse de la situación de estrés y prestar atención a estímulos no relevantes para 23 la tarea. Esta incluye estrategias tales como la negación, el retraimiento o el uso de alcohol y drogas (Endler y Parker, 1994). Asimismo, según el aporte que realiza Fernandez (1997), los estilos de afrontamiento se refieren a predisposiciones personales para hacer frente a las situaciones y son los responsables de las preferencias individuales en el uso de unos u otros tipos de estrategias de afrontamiento, así como de su estabilidad temporal y situacional. A su vez, las estrategias de afrontamiento serían los procesos concretos que se utilizan en cada contexto y pueden ser altamente cambiantes dependiendo de las situaciones desencadenantes. El afrontamiento eficaz depende de tener determinados recursos preparados para alimentar el esfuerzo. Estos recursos pueden ser rasgos personales, sistemas sociales o atributos físicos. Entre los rasgos personales más importantes se encuentran la autoeficacia, el optimismo, la percepción de control y la autoestima. Los recursos sociales incluyen la familia, los amigos, el trabajo y los sistemas oficiales de ayuda. Los recursos físicos incluyen una buena salud, adecuada energía física, alojamiento funcional y un mínimo de estabilidad financiera (Rice, 1999). Según Pelechano (2000), los estilos y estrategias de afrontamiento son conceptos complementarios, siendo que los estilos de afrontamiento son formas estables o consistentes de afrontar el estrés y que las estrategias de afrontamiento serían acciones y comportamientos más específicos de la situación. Por lo tanto, acorde con el autor, cuando hablamos de afrontamiento hacemos referencia a los esfuerzos tanto cognitivos, como conductuales que realiza la persona para manejar el estrés psicológico, independientemente de sus resultados. Por último, Sandin y Chorot (2003), autores del cuestionario de afrontamiento de estrés utilizado en esta tesis, consideran que, en términos generales, el concepto de «afrontamiento» del estrés hace referencia a los esfuerzos conductuales y cognitivos que 24 lleva a cabo el individuo para hacer frente al estrés; es decir, para tratar tanto con las demandas externas o internas generadoras del estrés, como con el malestar psicológico que suele acompañarlo. En este sentido, los estilos de afrontamiento se pueden considerar como disposiciones generales que llevan a la persona a pensar y actuar de forma más o menos estable ante diferentes situaciones (Sandín, Chorot, Santed y Jiménez, 1995). 2.5. Estrategias de afrontamiento frente a la percepción de inseguridad ciudadana En la Argentina, la inseguridad se ha convertido en un problema de gran relevancia social, configurándose, así como centro de las preocupaciones públicas, ámbito en el que compite solo con la problemática socioeconómica (Kessler, 2009). Según Maslow (1954) la seguridad personal es considerada como una de las necesidades básicas orientadas al orden, la estabilidad y la protección. Dentro de estas necesidades se encuentra la seguridad física, de empleo, de ingresos y recursos, familiar, de salud y contra el crimen de la propiedad personal. De esta manera, la seguridad personal se ubica dentro de la categoría de necesidades psicológicas, considerándose como un impulso del organismo a activar y orientar la conducta hacia metas que, al ser satisfechas, contribuyen no sólo a la supervivencia y bienestar, sino también a la salud (Páez, Morales y Fernández, 2007). Las experiencias de inseguridad tienen diversas consecuencias vinculadas al estrés, provocando en la persona tanto un daño físico como psicológico. No es necesario protagonizar eventos tales como robos, accidentes, abusos, entre otros hechos delictivos, sino que también ser testigos de estos hechos puede resultar tan estresante y traumático, como protagonizarlo. Según Marchiori (1997), el impacto y el estrés que significa la agresión en la persona de la víctima son muy difíciles de establecer en su verdadera dimensión. El estrés delictivo puede conducir a conductas posdelictivas desencadenantes 25 de nuevos comportamientos: temor a salir cotidianamente de su hogar, imposibilidad de desempeñar sus labores, enfermedad física, trastornos psíquicos, problemas sociales, desintegración familiar, alcoholismo, conductas autodestructivas, encierro, intento de suicidio, suicidio. Las consecuencias pueden parecer inmediatamente después del hecho delictivo, en el caso de las lesiones físicas, mientras que las consecuencias psicológicas y sociales tienen una resonancia muy posterior a la fecha del delito. Son las secuelas, en general extremadamente graves, que deja el delito, y que para la víctima implican perturbaciones en su desarrollo psicológico y social. Estos aspectos se deben comprender inmediatamente en la asistencia, tomando las medidas pertinentes para poder acompañar a la persona que ha sufrido el hecho delictivo y darle las herramientas necesarias para afrontar el estrés producido por la vivencia de vulnerabilidad atravesada. El afrontamiento resulta el proceso a través del cual el individuo maneja las demandas de la relación con el ambiente que evalúa como estresante a través de las emociones que ello le genera (Belloch, Sandín y Ramos, 1995). Frente a una situación de vulnerabilidad como la que provoca el delito la asistencia victimológica requiere en sus pautas básicas la comprensión, la consideración prioritaria de la vivencia de pánico que sufre la víctima, el miedo a la repetición del delito -hecho traumatizante-, la sensación de encontrarse aún inmerso en la situación agresiva, pánico por la persistencia de estar reviviendo una situación de peligro y por el desamparo individual y familiar, y una percepción de inseguridad y desprotección, de sentirse vulnerable y expuesto ante el delincuente, viéndose disminuidas sus estrategias para afrontar otras situaciones estresantes y focalizarse en la resolución de problemas. 26 3. CAPÍTULO III: Estado del arte Se realizó un relevamiento de investigaciones previas sobre la temática estudiada a través del buscador Google Académico, estableciendo como parámetros principales los conceptos de: “estrés”, “percepción inseguridad” y “estrategias afrontamiento”, incorporando también los términos “hechos delictivos”, “victima”, “preocupación” y “probabilidad”. Luego se aplicaron filtros de búsqueda en torno a la fecha de publicación con un intervalo desde 2010 a 2020, y se indagó especialmente sobre los estudios 27 realizados en España y América. Los trabajos seleccionados son los que aparecen como los más significativos para esta investigación: En principio, se toma una investigación de Vilalta (2012) quién realiza un estudio a partir del interrogante sobre qué determina la sensación de inseguridad frente al delito y qué podemos hacer al respecto. El estudio se propuso y puso a prueba un modelo correlacional que combina diferentes determinantes teóricos de la inseguridad y el miedo al crimen. El objetivo central de este estudio fue detectar los determinantes de la sensación de inseguridad en las esferas sociales más cercanas al individuo : la localidad (en el caso de las áreas rurales), la colonia y la unidad habitacional (en el caso de las áreas urbanas). La prueba se realizó en México y en dos ámbitos espaciales diferentes: el ámbito nacional y el ámbito del Área Metropolitana de la Ciudad de México. Se utilizó como metodología la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) de 2011 y la Encuesta de Victimización y Eficacia Institucional (ENVEI) de agosto de 2010 y enero de 2011. Los resultados del análisis estadístico mostraron que los determinantes que incrementaron significativamente la sensación de inseguridad de forma independiente y en ambos ámbitos espaciales, fueron los siguientes: Las señales locales de incivilidad, definidas como la presencia de comportamientos antisociales, la cooperación entre vecinos para protegerse de la delincuencia, la baja confianza en la policía local, el estatus de haber sido víctima directa y/o indirecta del delito y, por último, el sexo femenino del encuestado. Los hallazgos le permitieron concluir al autor en la necesidad de implementación de acciones de mayor civilidad en los ámbitos de la colonia y la localidad y el impulso de una relación de mayor confianza con la policía local para reducir significativamente la sensación de inseguridad. 28 Ese mismo año, se realizó una investigación a cargo de Galeano (2012) con el objetivo de este trabajo es identificar si existen diferencias significativas en los factores generadores de estrés, los recursos de afrontamiento y los rasgos de personalidad en sujetos universitarios y no universitarios con ocupación laboral. Se tomó una muestra no probabilística accidental simple de 259 sujetos de la Ciudad de Buenos Aires (55,2%) y del Gran Buenos Aires (44,8%). El 52,9% es de sexo masculino y el 47,1% femenino, con una edad promedio de 31,78 años (DT=9,728; Mediana= 29 años). Se administraron el Inventario de Estrés Ocupacional (OSI) (Osipow & Spokane, 1987; versión adaptada: Leibovich de Figueroa & Schmidt, 2004), Cuestionario de Evaluación de Riesgos Psicosociales en el Trabajo ISTAS21 (CoPsoQ, 2002; Versión adaptada para la Argentina; Ferrari & Córdoba, 2012) y el Big Five Inventory (BFI, 1993 versión adaptada: Casullo & Castro Solano, 2000). Se encontraron diferencias significativas que reflejan mayor grado de estrés ocupacional, pero más empleo de recursos de afrontamiento y altos niveles de extraversión y apertura a la experiencia en los trabajadores universitarios que en los no universitarios. Con respecto a las dimensiones de personalidad, los trabajadores con mayor extraversión, presentan más recursos de afrontamiento para mitigar el estrés, que aquellos con mayor neuroticismo. Se concluyó que existen diferencias en los factores psicosociales que impactan en los niveles de estrés entre universitarios y población general no universitaria con ocupación laboral, como así que, entre ellos, se presentan diferencias en el uso de estrategias de afrontamiento. En otra investigación, la autora Ponce (2015) tuvo el obejtivo de establecer un acercamiento cuantitativo a la relación que existe entre la experiencia del miedo al delito y la adopción de estrategias de afrontamiento en la población que residen en el cercado de la ciudad de Juliaca. Las perspectivas teóricas que guíaron el trabajo fueron la teoría del orden social de Durkheim, el miedo al delito y las estrategias de afrontamiento frente 29 al crimen. El estudio comprendío la aplicación de encuestas estructuradas con formato cerrado a 172 pobladores del cercado de la ciudad de Juliaca. Los resultados obtenidos permitieron sostener que no existe evidencia empírica que corrobora altos niveles de miedo al delito. En cambio se ha logrado determinar que el nivel de miedo al delito es predominante “medio” que representa el 52%. Mientras que el nivel de adopción de estrategias o acciones de afrontamiento es igualmente medio, alcanzando un 56%. Se concluye que la respuesta frecuente al miedo al delito genera una reducción de la interacción social, y que esta a su vez contribuye a reducir las oportunidades para el delito, lo que constituye un mecanismo auto estabilizador del orden social. También para ese año, los autores Romero, Salinas, Salom, Sánchez y Espig (2015) indagaron sobre la victimización y percepción de inseguridad en estudiantes de medicina. Los autores consideran a la victimización como el sufrimiento causado a una persona por un crimen o delito, que puede afectar también por la percepción del riesgo a que ocurra. El objetivo fue analizar la problematica de victimizaciones en estudiantes de Medicina en Valencia, Venezuela. Metodológicamente el tipo de estudio fue descriptivocorrelacional con diseño observacional, transversal. La población estuvo constituida por 922 estudiantes de tercer y quinto año de medicina de la que se obtuvo una muestra no probabilística de voluntarios de 527 estudiantes. La información se recolectó mediante interrogatorio utilizando encuestas con modalidad de cuestionario. Los resultados señalaron que: 67,7% son femeninas, el promedio de edad 21,45 ± 1,98 años (18 a 41 años). Pertenecen al estrato socioeconomico medio-bajo 56,5% y 56,3% utiliza el transporte público. Un 75% usan internet para informarse sobre inseguridad. El robo entre frecuente y muy frecuente (89,9%) y en el edificio de Ciencias Biomédicas un 87,4%. Han sido víctimas 50,5% y 44,6%, respectivamente, por hampa común. El robo es lo que más ocurre (31,6%) y entre frecuente y muy frecuente en el edificio de Ciencias 30 Biomédicas con 26,8%. Un 68% consideran que ninguna medida de prevención es aplicada y un 53.5% opinan que ningún organismo brinda seguridad. Se concluye la existencia de un nivel de victimización que afecta a la mitad de los estudiantes, con una percepción alta. Las medidas de prevención no son efectivas y los cuerpos de seguridad competentes no brindan una seguridad acorde con las necesidades. Un años más tarde, Ávila, Martínez-Ferrer, Vera, Bahena y Musitu (2016), realizaron una investigación sobre victimización, percepción de inseguridad y cambios en las rutinas cotidianas en México. El objetivo de la investigación fue analizar las relaciones existentes entre victimización, percepción de inseguridad y cambios en las rutinas. Para ello, utilizaron como metodología el instrumento de medida fue una adaptación de la Encuesta Nacional de Victimización y Seguridad Pública. Participaron en este estudio 8,170 sujetos de ambos sexos (49.9% mujeres y 50.1% hombres) de entre 12 y 60 años, seleccionados a partir de un muestro estratificado proporcional. Los resultados evidenciaron diferencias significativas en cuanto a victimización y sexo con respecto a percepción de inseguridad, restricciones de actividades cotidianas y medidas de protección. Un 13.1% de las personas entrevistadas afirmaron haber sido víctimas de un delito en los últimos doce meses. El 52.7% de las mujeres consideraron su municipio como inseguro o muy inseguro. En el caso de los hombres, este porcentaje fue de 58.2%. Las mujeres víctimas señalaron restricciones en la vida cotidiana significativas en comparación con las no víctimas. Con relación a los hombres, el porcentaje de víctimas con un alta restricción de actividades fue mayor en los hombres víctimas que en los hombres no víctimas. En el grupo de mujeres victimizadas, el segmento de mujeres que optaron por mayores medidas de protección frente a la delincuencia fue mayor de lo esperado, mientras que las mujeres no víctimas que asumieron menores medidas de protección fue menor de lo esperado. Estos mismos resultados se observaron en el grupo 31 de los hombres. Se concluyó que la experiencia de victimización lleva implícita una mayor percepción de inseguridad. Sin embargo, el clima de inseguridad se encuentra diseminado en gran cantidad de la ciudadanos. Las diferencias de género en un clima de alta criminalidad muestran la importancia de investigar a profundidad los roles de ambos sexos en la percepción de inseguridad y los cambios en las rutinas. Ese mismo año, Galiani y Jaitman (2016) realizaron un estudio con el objetio de analizar si el crimen o el miedo alteran las decisiones óptimas de movilidad de las mujeres, en qué medida y qué políticas podrían mejorar esta situación. Se estudió la seguridad en el transporte público utilizando una metodología innovadora al considerar tanto a usuarias como no usuarias del transporte público en Asunción (Paraguay) y Lima (Perú), para no sesgar los resultados como en otros estudios existentes. A su vez, tomó una Encuesta de Victimización en el se Transporte considerando como población objetivo a mujeres jefas de hogar o esposas del jefe de hogar que usan o no el transporte público y que se encuentran en un rango etario de entre 18 y 65 años, inclusive. La muestra fu e de 1 . 200 mujeres, 600 en cada ciudad (Lima y Asunción), estratificadas por nivel económico. Los resultados más significativos muestran que el 78% de las mujeres que usan habitualmente el transporte público en Lima y el 24% de las usuarias en Asunción fueron víctimas o presenciaron un delito en el transporte en los últimos 12 meses y que las ofensas sexuales representan un problema presente en la vida cotidiana de las mujeres. Por último, es significativamente alto el subreporte de delitos contra la mujer en el transporte público, ya que más del 70% no denuncia el hecho. Se concluye que tanto la percepción como la situación de inseguridad de la mujer en el transporte público, especialmente en Lima, se encuentran entre las más altas de América Latina. Esto condiciona las opciones de las mujeres acerca del transporte 32 público, afectando directamente su movilidad y causando mayor pérdida de tiempo y mayores costos. Luego, Valera y Guàrdia (2017) investigaron sobre la vulnerabilidad y percepción de inseguridad en el espacio público de la ciudad de Barcelona con el objetivo de presentar algunos de los resultados obtenidos a partir de un cuestionario sobre percepción de inseguridad en ocho espacios de la ciudad de Barcelona. Se analizó la relación entre las variables género y edad y los factores del cuestionario vinculados al modelo de vulnerabilidad (afrontamiento, experiencias previas y representación social), desorden (calidad ambiental percibida y tolerancia hacia conductas incívicas) e integración social (satisfacción/identidad y cohesión social). Los resultados apuntan a una mayor incidencia del modelo de vulnerabilidad y desorden sobre la percepción de inseguridad en el caso de las mujeres mientras que en la gente mayor la no diferencia con otros grupos en percepción de inseguridad se asociaría con una mayor incidencia del modelo de integración social. Las autoras concluyeron que la potenciación de la cohesión y la integración social, y el favorecer una identificación positiva con el barrio y un incremento de la percepción de satisfacción residencial son, en nuestros contextos, las herramientas más potentes para mejorar la percepción de seguridad en el espacio público urbano. Más adelante, la autora Abel (2018) ralizó un estudio con el objetivo de conocer los cambios en el comportamiento habitual que los sujetos víctimas de un delito de bajo impacto, sufren en el Perfil Básico de la Personalidad (CASIC). Se estudió a 175 víctimas de un delito mediable, que pusieron una denuncia en el Centro de Orientación y Denuncia (CODE) N° 8 Zona Sur de la Procuraduría General de Justicia de Nuevo León, utilizando como instrumento una encuesta diseñada ad hoc. Como resultado se obtuvo que a partir del hecho delictivo las victimas sufren cambios en su comportamiento habitual en las siguientes áreas: Funcionamiento conductual (sueño, trabajo, uso tiempo libre y 33 malestares fisicos), Funcionamiento somático (sentirs tenso) Funcionamiento interpersonal (cambios en sus relaciones con sus amigos, con los vecinos, y con su pareja). El estilo personal de respuesta durante el tiempo de crisis, el 52% respondió con aislamiento, el 46% con agresividad, y el 32% rechazante. Luego, se obtuvo que el 83% acepta tener un encuentro restaurativo, para hablar sobre lo ocurrido, las consecuencias y la posible reparación del daño; y, que, el 77% autoriza ser contactado para un posible encuentro restaurativo. Con base a los resultados se concluye que un alto porcentaje de los sujetos víctimas de un delito de bajo impacto presentan un cuadro clínico de Trastorno por estrés postraumático (TEP) según los criterios del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-TR). En otro trabajo de investigación, realizado por Urbano (2019), tuvo como objetivo general, conocer la relación entre los estilos de afrontamiento al estrés y el bienestar psicológico en un grupo de adolescentes escolares pertenecientes a la Escuela de Líderes de Lima Norte- 2017. La muestra estuvo formada por 237 estudiantes de ambos sexos quienes cursaban el 5to año de educación secundaria y se encontraban entre los 16 y 17 años de edad. Se utilizó el Cuestionario de Estilos de Afrontamiento al Estrés COPE de Carver, 1989 adaptado por Casuso 1996, el cual nos permitió evaluar los estilos de afrontamiento que utilizan las personas frente a situaciones de estrés y la Escala de Bienestar Psicológico - BIEPS-J, creada por Casullo y Castro adaptada por Casullo, Martínez y Morote (2002) para evaluar la satisfacción con la vida de los participantes. Los resultados indican que existen correlaciones altas entre los estilos de afrontamiento al estrés y el bienestar psicológico así mismo existen correlaciones altas entre el estilo de afrontamiento al estrés enfocado al problema y el estilo de afrontamiento enfocado en la emoción y el bienestar psicológico mientras que encontramos correlaciones moderadas entre estilos de afrontamiento adicionales y bienestar psicológico. Se concluyó que existe 34 una alta correlación entre los estilos de afrontamiento al estrés y el bienestar psicológico en adolescentes de la Escuela de Líderes de Lima Norte. Por último, se toman los aportes de Hernández (2019), quién investgia sobre lso costos sociales de la victimización en América Latina en relación a la percepción de inseguridad, el capital social y la percepción de la democracia. El autor menciona que América Latina es la región más afectada por la delincuencia en el mundo, pero que, sin embargo, se sabe poco sobre los costos sociales que esta genera. Con el objetivo de estimar el costo de la victimización sobre la percepción de inseguridad, capital social y percepción de la democracia para 16 países de la región se emplearon, en este estudio, seis rondas del Barómetro de las Américas (2004–2014) y el método de emparejamiento estadístico. Los resultados muestran que el costo de la victimización se expande a diversos aspectos sociales, afectando en mayor proporción a las mujeres. Además de incrementar la percepción de inseguridad y reducir la legitimidad y confianza en las instituciones encargadas de luchar contra la delincuencia, la desconfianza se desplaza a instituciones sin este rol, a terceros y afecta la propia percepción del barrio. En lo positivo, la victimización incentiva la participación en organizaciones, aunque especialmente en los grupos de menores ingresos y mayores recursos comunales. Por último, se concluye que ser víctima de un delito no sólo genera mayor percepción de inseguridad para uno mismo y para su familia, sino que altera la propia percepción de lo que sucede en el barrio. Afecta, además, la confianza depositada en instituciones ligadas a la prevención, sanción y control del delito, pero también se desplaza a instituciones sin relación con este rol. 35 4. CAPÍTULO IV: Metodología 4.1 Tipo de estudio Dado que se la relación entre las estrategias de afrontamiento y la percepción de inseguridad ciudadana en adultos que han sufrido algún hecho delictivo y en otros que no lo han sufrido, en un solo momento temporal, la presente investigación fue de tipo transversal. Esta investigación se centra en analizar cuál es el nivel o estado de una o diversas variables en un momento dado, o bien en cuál es la relación entre un conjunto de variables en un punto en el tiempo. Según Hernández (1997), en estos casos el diseño apropiado (bajo un enfoque no experimental) es el transversal o transeccional. 4.2 Diseño Se aplicó el enfoque metodológico cuantitativo ya que este tipo de estudio es secuencial y probatorio. Se plantea un problema concreto y delimitado. Parte de una idea, y, una vez delimitada, se derivan objetivos y preguntas de investigación, se revisa la literatura y se construye un marco o una perspectiva teórica. De las preguntas se establecen hipótesis y determinan variables; se desarrolla un plan para probarlas (diseño); se miden las variables en un determinado contexto; se analizan las mediciones obtenidas (con frecuencia utilizando métodos estadísticos), y se establece una serie de conclusiones respecto de la(s) hipótesis. El presente trabajo fue una investigación no experimental debido a que no hubo manipulación de la variable independiente. Según Hernández Sampieri (1997) la investigación no experimental también se conoce como investigación ex post-facto (los hechos y variables ya ocurrieron), y observa variables y relaciones entre éstas en su contexto natural. 36 A su vez, la investigación tuvo un alcance correlacional, descriptivo y exploratorio. Correlacional ya que se pretendió establecer relaciones entre las variables de estudio desde un abordaje cuantitativo; descriptivo, ya que se buscó especificar propiedades, características y rasgos importantes del fenómeno a analizar; por último, el carácter exploratorio se debe a que fue una investigación sobre un tema poco conocido y que aún se está estudiando en profundidad. 4.3 Muestra y muestreo Se tomó una muestra no probabilística según muestreo subjetivo por decisión razonada: las unidades de la muestra se eligieron en función de algunas de sus características, el proceso de elección se realizó aplicando criterios racionales, sin recurrir a la selección causal (Corbetta, 2007). Se detalló como criterio de inclusión tener en cuenta a sujetos que sean residentes del conurbano bonaerense y, que sean adultos dentro de un rango etareo de 18 a 60 años. No se contemplaron criterios de exclusión. La muestra se obtuvo durante el mes de julio del año 2020. La misma estuvo conformada por 200 sujetos, 34 hombres y 166 mujeres. De los 200 participantes, 175 habían sufrido un delito y 25 no habían atravesado esa situación, 123 participantes no tenían hijos, mientras que las 77 personas restantes si tenían. 4.4 Instrumentos Para la presente tesis, se utilizaron dos cuestionarios: El Cuestionario de Afrontamiento del Estrés (CAE) (Sandín & Chorot, 2003) y el Cuestionario Percepción de Inseguridad (CPI) (Fuentealba, Rojas & Barriga, 2016). El Cuestionario de Afrontamiento del Estrés (CAE) es una medida de auto informe diseñada para evaluar siete estilos básicos de afrontamiento: (1) focalizado en la 37 solución del problema, (2) auto focalización negativa, (3) reevaluación positiva, (4) expresión emocional abierta, (5) evitación, (6) búsqueda de apoyo social, y (7) religión. Los coeficientes de fiabilidad de Cronbach para las 7 subescalas variaron entre 0,64 y 0,92 (media = 0,79). Un análisis factorial de segundo orden evidenció una estructura de dos factores, que representaban los estilos de afrontamiento racional y focalizado en la emoción. Las mujeres informaron usar más las estrategias de afrontamiento que los varones. El cuestionario de percepción de inseguridad (CPI) (Fuentealba, Rojas & Barriga, 2016), está compuesto por 8 reactivos con respuesta tipo Likert y evalúa la probabilidad estimada de ser víctima de delito (dimensión cognitiva) y la preocupación por ser víctima de delito (dimensión emocional). La probabilidad estimada de ser víctima de delito, se relaciona con la dimensión cognitiva o racional de la percepción de inseguridad. El entrevistado debe indicar la probabilidad calculada de ser víctima de alguno de los 9 tipos de delitos de alta connotación social, durante los próximos 12 meses con cinco categorías de respuesta (Muy Baja= 1 hasta Muy Alta= 5), por ejemplo, robo en el domicilio, robo del vehículo, de algún objeto dejado en el vehículo, robo con violencia, robo por sorpresa, delito sexual, hurto, homicidio o asesinato y, finalmente, delito económico común (pequeñas estafas). Luego, debe responder entonrno a la preocupación por ser víctima de delito. Es la dimensión emocional o afectiva del constructo medida a través de 9 reactivos tipo Likert en los que el entrevistado debe indicar su nivel de preocupación por ser víctima, en su vida diaria, ante los mismos 9 delitos propuestos en la dimensión anterior, con cinco categorías de respuesta, (Nada Preocupado 0 hasta Muy Preocupado= 5). Posee alta confiabilidad: Probabilidad de ser asaltado/robado (Alfa de Cronbach= .90), Percepción Inseguridad (Alfa de Cronbach= .90), y la suma de ambas: Preocupación + Percepción de Inseguridad (Alfa de Cronbach= .91) para esta muestra (N= 100). 38 4.5 Variables sociodemográficas Se utilizó un cuestionario estructurado el cual describió a la muestra según: Sexo, edad, localidad, nivel de educación máximo alcanzado, estado civil, hijos, y vivencia de hecho delictivo. 4.6 Procedimiento Se elaboró y envió una encuesta a través de la plataforma google forms para que los participantes, luego de aceptar el consentimiento informado, pudieron completar los datos sociodemográficos y los cuestionarios CAE y CPI. Ambas técnicas se tomaron a lo largo del mes de Julio de 2020 de manera virtual, luego de haber solicitado la participación a través de redes sociales. Se procedió a bajar los datos en una planilla de excel para su mejor manejo y carga de base estadística. Luego fueron cargados y procesados mediante el paquete estadístico SPSS 25. Se realizó un análisis descriptivo de los instrumentos empleados, para obtener frecuencias y porcentajes de las respuestas. Se llevó a cabo un contraste de hipótesis sobre la normalidad de las variables estudiadas mediante un análisis de Shapiro-Wilks o Kolgomorov- Smirnov, según corresponda. Se aplicó estadística paramétrica o no paramétrica acorde a los resultados de la normalidad de las variables, se compararon los grupos y correlacionaran las variables en torno a los objetivos establecidos del trabajo para corroborar o rechazar las hipótesis de trabajo mencionadas. 39 5. CAPÍTULO V: Resultados A continuación, se expondrán los resultados más relevantes para esta investigación, a partir de la presentación de tablas de datos y gráficos realizados tomando como material las respuestas extraídas de la encuesta realizada. Gráfico 1. Distribución por edad de la muestra Al caracterizar a la población según la edad, se dividió a la misma en 5 grupos, quedando delimitados de la siguiente forma: 18-25 años; 26-33 años; 34-40 años, 41-50 años, 51-60 años. El grupo en el que se halló mayor cantidad de personas fue el compuesto por personas de 26-33 años, con un 39% de la muestra (79 personas). Luego, le siguió el grupo de 18-25 años comprendiendo un 31% de la muestra (63 personas), seguidos de el grupo de 41-50 años con un 13% (25 personas), luego el grupo de 34-40 años con un 11% (22 personas) y, por último, el grupo de 51-60 años con un 6% (11 personas). 40 Gráfico 2. Distribución por género de la muestra Al caracterizar a la población según el género, se tomaron los valores de género masculino y femenino. Se hallaron que, de la muestra presentada, 83% de sujetos de género femenino (166 personas), y 17% de género masculino (34 personas). Gráfico 3. Distribución por presencia de hecho delictivo de la muestra 41 Al indagar sobre si la persona sufrió o no un hecho delictivo, se halló que el 88% de los sujetos (176 personas) habían sufrido un hecho delictivo, y el otro 12% restante (24 personas), contestó que no había sufrido un hecho delictivo. 5.1. Estadísticos descriptivos de las variables El análisis estadístico de las variables se realizó con el programa SPSS, para obtener los estadísticos descriptivos de las variables utilizadas. Tabla 1 Estadísticos descriptivos de las variables utilizadas. Media Desvío Std. Mínimo Máximo Cuestionario de afrontamiento frente al estres (CAE) 82,94 19,478 35 136 Cuestionario percepción inseguridad (CPI) 55,98 15,342 25 89 de de Tabla 2 Estadísticos descriptivos de las sub-escalas del CAE Media Desvío Std. Mínimo Máximo 14,01 5,788 0 24 8,00 3,763 0 22 Reevaluación positiva (REP) 16,07 3,810 4 24 Expresión emocional abierta (EEA) 11,17 4,753 0 21 Evitación (EVT) 13,29 4,738 0 24 Focalizado en la solución del problema (FSP) Autofocalización negativa (AFN) 42 Búsqueda de apoyo social (BAS) 14,77 5,796 0 24 Religión (RLG) 5,64 6,956 0 24 Tabla 3 Estadísticos descriptivos de las sub-escalas del CPI Probabilidad estimada Media Desvío Std. Mínimo Máximo 26,96 7,502 12 45 29,02 9,288 11 45 de ser víctima de delito (PEVD) Preocupación por ser víctima de delito (PSVD) 5.2. Prueba de Normalidad Se realizó la Prueba de Normalidad para las variables del total del cuestionario de afrontamiento frente al estrés y el cuestionario de percepción de inseguridad, así como de sus sub-escalas. Se utilizó para la misma la prueba de Kolmogorov-Smirnov, obteniéndose los siguientes resultados: Tabla 4 Prueba de normalidad Sig. Total CAE ,004 Sub-escalas: FSP ,001 AFN ,000 REP ,000 EEA ,000 EVT ,000 43 BAS ,000 RLG ,000 Total CPI ,000 Sub-escalas: PEVD ,000 PSVD ,000 Nota: Se utilizó el estadístico Kolgomorov – Smirnov. Se obtuvo como resultado de la prueba de normalidad Kolgomorov-Smirnov que para el total de las variables, el CAE, las subescaslas del CAE y el cuestionario de percepción de inseguridad y sus subescaslas, la significación fue menor de 0,05, lo que indica que la distribución es anormal. 5.3 Análisis de Comparación Se realizó comparación de las distintas variables presentadas según las dsitintas características de la muestra: haber presentado un hecho delictivo, si tiene hijos y por último, en relación a la variable género. Debido a que las variables utilizadas demostraron ser no paramétricas, se utilizó la prueba U de Mann Whitney para las variables bicategóricas y la prueba de Kruskal Wallis para las variables poli-categóricas. Tabla 5 Comparación de las variables según haber sufrido un hecho delictivo Sig. Total CAE No Si FSP No Si Media/Rango Promedio 127,43 ,006 ,000 95,75 148,20 92,08 44 AFN No ,001 Si REP No 105,94 ,009 Si EEA No No ,071 No ,019 No ,000 No ,189 No ,000 No Si 58,18 107,97 ,000 Si PSVD 112,73 98,34 Si PEVD 137,97 93,89 Si Total CPI 123,20 96,49 Si RLG 118,02 97,41 Si BAS 126,00 96,00 Si EVT 69,67 62,02 107,29 ,000 61,48 107,39 Nota: Se utilizó U de Mann Whitney. Al comparar las variables según haber sufrido un hecho delictivo, se obtuvo que, para el total de ambos cuestionarios, la significación fue menor a 0,05, lo que implica que hay diferencia significativa de grupos. En relación al CAE (Cuestionario de afrontamiento al estrés) se observa que el grupo con mayor afrontamiento frente al estrés es el grupo que no sufrió un delito, obteniendo un rango promedio de 127,43 frente a un 95,75 de los que sí lo han sufrido. Por su parte, se obtuvo que en el CPI (Cuestionario de percepción de inseguridad) el grupo que tiene mayor percepción de inseguridad es el grupo que si sufrió un hecho delictivo, con un rango promedio de 107,97, frente a un rango promedio de 58,18 de los que no han sufrido un hecho delictivo. Con respecto a las sub escalas de 45 los cuestionarios, los únicos grupos que no presentan una diferencia significativa es en torno a las estrategias de afrontamiento EEA (Expresión emocional abierta) y RLG (Religión). Tabla 6 Comparación de las escalas según genero Sig. Total CAE Femenino Masculino FSP Femenino Femenino ,112 Femenino ,176 Femenino ,194 Femenino ,471 Femenino ,949 Femenino ,066 Femenino ,782 Femenino ,093 Femenino Masculino 100,01 103,61 85,31 ,511 Masculino PSVD 103,89 102,90 Masculino PEVD 100,38 83,94 Masculino Total CPI 99,17 101,07 Masculino RLG 102,89 107,00 Masculino BAS 98,00 88,81 Masculino EVT 97,57 112,69 Masculino EEA 105,78 114,82 Masculino REP Promedio 99,42 ,559 Masculino AFN Media/Rango 101,72 94,56 ,037 104,36 81,68 Nota: Se utilizó U de Mann Whitney. 46 Al comparar las variables según género, se obtuvo que, para el total de ambos cuestionarios, la significación fue mayor a 0,05, lo que implica que no hay diferencia significativa entre grupos. Con respecto a las sub escalas de los cuestionarios, los únicos grupos que presentan una diferencia significativa es en torno a la PSVD (Preocupación por ser víctima de delito) siendo el género femenino el que obtuvo un mayor rango promedio de 104,36 frente al género masculino quien puntúo con 81,68. Ninguna de las sub escalas del cuestionario de afrontamiento obtuvo una diferencia significativa con respecto al género. Tabla 7 Comparación de las escalas según la variable hijos Sig. Total CAE No Si FSP No No ,059 ,000 No ,233 No ,815 No ,145 No Si 99,73 95,69 107,86 ,386 Si BAS 104,42 101,68 Si EVT 87,53 94,49 Si EEA 110,06 120,36 Si REP Promedio 94,26 Si AFN Media/Rango 103,36 96,13 ,999 100,50 100,49 47 RLG No ,001 Si Total CPI No 117,27 ,443 Si PEVD No No 103,03 96,62 ,532 Si PSVD 89,55 102,56 97,34 ,270 Si 104,14 94,92 Nota: Se utilizó U de Mann Whitney. Al comparar las variables según si la persona tiene hijos o no, se obtuvo que, para el total de ambos cuestionarios, la significación fue mayor a 0,05, lo que implica que no hay diferencia significativa entre grupos. Con respecto a las sub escalas de los cuestionarios, los únicos grupos que presentan una diferencia significativa es en torno a las estrategias de afrontamiento FSP (Focalizadas en la solución del problema), y RLG (Religión) en las cuales el grupo con hijos obtuvo un rango promedio mayor (FSP: 120,36; RLG: 117,27) que los que no tenían hijos (FSP: 87,53; RLG: 89,55). Ninguna de las sub escalas del cuestionario de percepción de inseguridad obtuvo una diferencia significativa con respecto a la variable hijos. Tabla 8 Comparación de las escalas según edad Sig 18-25 años 26-33 años Total CAE FSP Rango Promedio 97,49 ,841 102,14 34-40 años 98,32 41-50 años 110,08 51-60 años 88,55 18-25 años ,117 88,31 48 AFN REP EEA EVT BAS 26-33 años 101,98 34-40 años 108,02 41-50 años 104,54 51-60 años 135,45 18-25 años 103,89 26-33 años 103,21 34-40 años ,736 89,59 41-50 años 99,90 51-60 años 84,82 18-25 años 93,03 26-33 años 103,41 34-40 años 108,27 ,609 41-50 años 96,06 51-60 años 116,95 18-25 años 110,56 26-33 años 106,51 34-40 años ,024 73,39 41-50 años 93,92 51-60 años 68,86 18-25 años 102,57 26-33 años 105,95 34-40 años ,380 97,09 41-50 años 94,44 51-60 años 70,09 18-25 años ,058 107,24 49 26-33 años 97,50 34-40 años 115,77 41-50 años 99,08 51-60 años 56,14 18-25 años 92,56 26-33 años 91,84 34-40 años RLG Total CPI PEVD PSVD ,001 97,34 41-50 años 144,24 51-60 años 115,09 18-25 años 102,31 26-33 años 99,39 34-40 años ,563 116,50 41-50 años 90,32 51-60 años 89,23 18-25 años 100,39 26-33 años 102,47 34-40 años ,726 111,09 41-50 años 89,22 51-60 años 91,45 18-25 años 104,63 26-33 años 96,67 34-40 años ,419 118,64 41-50 años 91,32 51-60 años 88,91 Nota: Se utilizo H de Kruskal Wallis. *Se utilizó Anova de un factor. Al comparar las variables según si la edad de la muestra, se obtuvo que, para el total de ambos cuestionarios, la significación fue mayor a 0,05, lo que implica que no hay diferencia significativa entre grupos. Con respecto a las sub escalas de los cuestionarios, los únicos grupos que presentan una diferencia significativa es en torno a las estrategias 50 de afrontamiento EEA (Expresión emocional abierta) y RLG (Religión). Con respecto a la EEA, las personas más jóvenes obtuvieron un rango promedio mayor que las personas mayores, siendo el grupo que mayor rango obtuvo el de 18 a 25 años con 110,56, y el que menos puntúo el grupo de 51 a 60 años con 68,86; por su parte, en la subescala de RLG las personas mayores presentaron un rango promedio mayor que las personas jóvenes, siendo el grupo de 41 a 50 años el que más puntúo con 144,24 y el grupo de 26 a 33 años el que más bajo estuvo con 91,84. Ninguna de las sub escalas del cuestionario de percepción de inseguridad obtuvo una diferencia significativa con respecto a la variable edad. 5.4 Análisis de Relación Se realizó correlación de la variable percepción de inseguridad con el afrontamiento del estrés. Para ello se utilizó Rho de Spearman ya que la variable percepción de inseguridad tiene distribución no paramétrica. Los resultados obtenidos son los siguientes: Tabla 9 Correlación del Cuestionario de Afrontamiento del Estrés (CAE) y el Cuestionario de Percepción de Inseguridad (CPI) CPI Coeficiente Correlación - ,451 CAE Sig. Bilateral ,000 Nota: Se utilizó Rho de Spearman para la correlación. Acorde con los resultados, la variable percepción de inseguridad se asocia de manera inversa con el afrontamiento del estrés, ya que la significación es menor a 0,05 y 51 el coeficiente de relación indica un efecto grande de forma descendente, es decir, que, a mayor percepción de inseguridad, menores son los recursos de afrontamiento de la persona. 52 Referencias bibliográficas Allport, F. H. (1974). El problema de la percepción: su lugar en la metodología de la ciencia. Buenos Aires: Nueva visión. Alvarez, L. (2005). De jovenes, actos delictivos y responsabilidades. Estudos e Pesquisas em Psicologia, 5(2), 96-106. Recuperado de: https://www.redalyc.org/pdf/4518/451844610010.pdf Amaya, L., Espinosa, A. & Vozmediano, L. (2011). Relaciones entre el Miedo al delito y el Autoritarismo de Derecha en estudiantes universitarios de Lima-Perú. Boletín de Psicología, 103, 7-28. Ávila, M. E., Martínez-Ferrer, B., Vera, A., Bahena, A., & Musitu, G. (2016). 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Se lleva a cabo la administración de dos técnicas: Cuestionario de afrontamiento del estrés (CAE) y Escala de Probabilidad estimada de ser víctima de delito con fines académicos. Estos serán evaluados, junto con las variables sociodempográficas, mediante un Google Form. LaLa información será utilizada para un trabajo titulado “Las estrategias de afrontamiento del estrés frente a la percepción de inseguridad ciudadana en adultos, del Conurbano Bonaerense” para la Universidad Abierta Interamericana, Facultad de Psicología y Relaciones Humanas. 2. Los datos que se obtengan de su participación serán utilizados únicamente con fines académicos, guardándose siempre sus datos personales en un lugar seguro de tal manera que ninguna persona ajena pueda acceder a esta información. En ningún caso se harán públicos sus datos personales, siempre garantizando la plena confidencialidad de los datos y el riguroso cumplimiento del secreto profesional en el uso y manejo de la información y el material obtenidos. 3. Si, en el caso de decidir participar y consentir la colaboración inicialmente, en algún momento de la intervención usted desea dejar de participar, rogamos que nos lo comunique y a partir de ese momento se dejarán de utilizar las mismas. 4. He leído el consentimiento informado, he comprendido las explicaciones en él facilitadas acerca de la grabación de las entrevista y he podido resolver todas las dudas y preguntas que he planteado al respecto. También comprendo que, en cualquier momento y sin necesidad de dar ninguna explicación, puedo revocar el consentimiento que ahora presento. También he sido informado/a de que mis datos personales serán protegidos y serán utilizados únicamente con fines de formación académica. Tomando todo ello en consideración y en tales condiciones, consiento participar de la investigación y que los 63 datos que se deriven de mi participación sean utilizados para cubrir los objetivos especificados en el documento. Será considerado como otorgado mi consentimiento con el acto de completar y enviar el Google Form. 64