1 Introducción A lo largo del tiempo, una de las consecuencias de la actividad humana ha sido la degradación y la destrucción de los ecosistemas; la agricultura industrial, la ganadería, la minería o la extracción de combustible provocan la pérdida de los espacios naturales a un ritmo cada vez más alarmante. Como resultado de la devastación y fragmentación del medio, la fauna silvestre autóctona ha ido quedando relegada a espacios cada vez más reducidos y precarios; las especies más vulnerables ven mermadas incluso extintas sus poblaciones, mientras que aquellas con mayor capacidad de adaptación pueden advertir cómo sus poblaciones llegan a crecer de manera descontrolada debido al desequilibrio causado. Es lo que conocemos como superpoblaciones o plagas, aunque no siempre se aplican estos términos de la manera correcta, pues para determinar si hay exceso de población de una determinada especie hay que caracterizarla, cuantificarla y tener en cuenta la capacidad de carga del ecosistema, es decir, el crecimiento límite máximo de una población biológica que puede soportar el ambiente en un período determinado, sin que haya efectos negativos para esa población, ni para el ambiente. Este tamaño umbral máximo de individuos de una población que un determinado territorio puede sustentar depende de los recursos disponibles como agua, alimentos o espacio, entre otros. En cualquier caso, el aumento desmesurado de una determinada población representa un síntoma de que se ha producido una perturbación en un determinado espacio cuya causa última es lo que se debe identificar y corregir, ya sea la mencionada restricción del hábitat o alteraciones de otra índole como una aumento en la concentración de sustancias tóxicas que provoca la desaparición de las especies más sensibles, como es el caso de los anfibios. 2 Grupo familiar de Jabalíes: matriarca acompañada de individuos juveniles El acercamiento de los animales silvestres a las zonas pobladas provoca conflictos entre estos y los seres humanos, principalmente, por daños en los cultivos. La respuesta habitual a los problemas de coexistencia con los demás animales ha sido y es matarlos. Sin embargo, la caza no solo no ha sido solución sino que se ha demostrado como parte importante del problema. Efectos nocivos de la caza La actividad cinegética supone la muerte de millones de animales cada año, lo que justifica sobradamente su repulsa; en efecto, gracias a los conocimientos sobre fisiología, neurobiología y endocrinología de las demás especies animales sabemos que poseen capacidades muy similares a las humanas en cuanto a habilidades cognitivas y complejidad social. Tales facultades han llevado a la comunidad científica a publicar manifiestos como la Declaración de Cambridge, en la que se reconoce la existencia de conciencia en animales no humanos. 3 Según expuso Philip Low en la presentación de la citada Declaración de Cambridge sobre la Conciencia, que tuvo lugar en la universidad del mismo nombre el 7 de julio de 2012, “…Las evidencias convergentes indican que los animales no humanos tienen los sustratos neuroanatómicos, neuroquímicos, y neurofisiológicos de los estados de la conciencia junto con la capacidad de exhibir conductas intencionales. Consecuentemente, el grueso de la evidencia indica que los humanos no somos los únicos en poseer la base neurológica que da lugar a la conciencia. Los animales no humanos, incluyendo a todos los mamíferos y pájaros, y otras muchas criaturas, incluyendo a los pulpos, también poseen estos sustratos neurológicos.» Las destrezas de los demás animales son cada vez más conocidas, hasta el punto de que ya se propuso la catalogación como personas no humanas para determinadas especies, como cetáceos y primates, y solo es cuestión de tiempo que esta consideración se extienda a los demás taxones. Sin embargo, todos los estudios se ignoran cuando se trata de defender la práctica cinegética o bien, aun teniendo en cuenta que se trata de una actividad cruel por tratarse de atentar contra individuos que tienen interés por vivir y por mantener su integridad, se promociona como una especie de mal menor inevitable necesario para regular los ecosistemas, proteger las áreas de cultivo e incluso impedir la propagación de enfermedades como la mixomatosis en los conejos, la sarna en las cabras montesas o las diversas patologías de las que los jabalíes pueden ser reservorios: la enfermedad de Aujeszky o la peste porcina son algunas de ellas. Nada más lejos de la realidad. Desequilibrios en las poblaciones En biología se definen dos estrategias reproductivas: la estrategia “K”(capacidad de acarreo) y la estrategia “r” (índice reproductivo), cuyas principales características de exponen en la siguiente tabla: 4 5 En definitiva, los animales que siguen una estrategia “K” tienen un menor número de descendientes y un tiempo prolongado de cuidado de la prole; es el comportamiento habitual de mamíferos superiores, incluido el ser humano; mientras que las especies que han adoptado la estrategia ”r” muestran un elevado número de descendientes a los que los progenitores dedican un breve tiempo de crianza. La adopción de una u otra estrategia depende también de las condiciones del medio, de manera que una situación favorable propicia una estrategia “K”; en cambio, circunstancias adversas pueden hacer que una especie habitualmente “K” se comporte como una especie “r”. El hecho de matar a un determinado número de individuos de un grupo causa una desestabilización, una situación hostil, de modo que se ponen en marcha mecanismos de reproducción compensatorios para paliar el daño sufrido y garantizar, así, la pervivencia del clan. Se amplían los períodos de reproducción, aumenta el número de crías en cada parto y las hembras son fértiles a edades más tempranas. La aparición de esta “maternidad inmadura” hace que las madres y sus crías tiendan al alimento fácil de las tierras de cultivo, haciéndose dependientes del ser humano para su supervivencia. Por otra parte, los animales abatidos suelen ser machos y hembras adultos, lo que provoca el rejuvenecimiento aberrante de las poblaciones y la fractura de las estructuras sociales, imprescindibles para el correcto desarrollo de las especies y del ecosistema. Un caso paradigmático es el del jabalí, una especie que responde principalmente a una estrategia “r”, debido a su gran capacidad de reproducción. No obstante, puede adoptar un comportamiento como especie K debido a su gran plasticidad adaptativa si las condiciones son favorables y el grupo no se siente amenazado. 6 Los jabalíes son animales sociales cuya estructura social básica está formada por varias hembras solas o acompañadas por juveniles de diferentes camadas, guiadas por una matriarca, que se caracteriza por ser la mayor, la más experimentada o la más fuerte del grupo. La eliminación de las matriarcas, más adultas y experimentadas, incrementa el número de jóvenes que vagan erráticos y desorientados con poca capacidad de adaptación a un entorno que les resulta hostil, pues no han aprendido de sus mayores a sobrevivir Pérdida de biodiversidad Según el Convenio de Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (CDB), la biodiversidad o diversidad biológica se refiere a la amplia variedad de seres vivos sobre la tierra y los patrones naturales que la conforman, resultado de miles de millones de años de evolución según procesos naturales y también de 7 la influencia creciente de las actividades del ser humano. Esta diversidad forma la red vital de la cual somos parte integrante y de la que dependemos por completo. Hoy en día, hay un consenso general en cuanto a que la conservación de la diversidad biológica es interés común de toda la humanidad y tiene una importancia crítica para satisfacer sus necesidades básicas: alimento, vestimenta, mitigación del clima, salud y cultura. El doctor J.L. Tellería15, en su artículo titulado «Pérdida de biodiversidad: causas y consecuencias de la desaparición de especies», identifica cinco grupos de impactos de origen antrópico que se manifiestan como importantes amenazas para la supervivencia de las especies: • Pérdida, degradación y fragmentación de los hábitats: expansión agrícola, actividades extractivas (deforestación, minería...), acuicultura industrial, desarrollo urbano, infraestructuras, erosión, fuegos. • Explotación de especies silvestres: caza y recolección, explotación legal e ilegal por encima de la capacidad de reposición de las poblaciones. • Contaminación: uso excesivo de pesticidas, efluentes mineros, industriales y urbanos, exceso de fertilizantes. • Cambio climático: debido al vertido creciente de gases de efecto invernadero resultados de la actividad industrial y de la destrucción de los bosques. • Especies (mal llamadas) invasoras: propagadas inadvertidamente por todo el planeta y que se convierten en competidoras, depredadoras o parásitas de las formas nativas. • Factores intrínsecos de las especies: pobre dispersión, pobre reclutamiento, especialización. 8 A tenor de lo expuesto; la caza es, sin duda, un factor causante de pérdida de la biodiversidad debido a que incrementa la presión sobre las poblaciones y favorece la introducción de especies exóticas. La introducción de especies exóticas con fines cinegéticos es una práctica común en España y en muchos otros países del mundo, práctica que puede suponer un problema para la biodiversidad y conservación de los ecosistemas hospedadores particularmente cuando el hábitat ya está ocupado por especies nativas con nichos similares a las introducidas, ya que podrían generarse situaciones de competencia por los recursos. En España destaca el caso del muflón europeo (Ovis aries musimon) y del arruí (Ammotragus lervia), dos especies de ungulados introducidos con fines cinegéticos tanto en áreas naturales protegidas como en fincas de caza. En el año 2013 el arruí fue incluido en el catálogo español de especies exóticas invasoras. Las especies que se encuentran en esta lista, teóricamente, suponen una grave amenaza para la biodiversidad y la conservación del medio ambiente, por lo que no pueden ser utilizadas o explotadas con fines económicos. Sin embargo, lo cierto es que no se ha demostrado que el arruí sea capaz de desplazar a ninguna especie nativa de España, sino que se limita a ocupar zonas montañosas demasiado áridas como para permitir la supervivencia de otras especies. Parece suceder el efecto opuesto, y la cabra montesa desplaza al arruí cuando este se encuentra en el hábitat de la especie nativa, Otro dato interesante, según apuntan quienes han estudiado el comportamiento del arruí en nuestro país, es que no arranca la vegetación de la que se alimenta, volviendo árido el terreno, sino que se limita a mordisquear las hojas dejando las plantas vivas. En ambientes áridos, esto ayudaría a prevenir incendios y favorece la biodiversidad vegetal; por ende, desde diversas organizaciones se reclama que se revise la clasificación del arruí como especie invasora ante la inexistencia impactos negativos de la especie en este Estado. 9 En otras ocasiones se trata de variedades de una misma especie “importada” desde otros países como es el caso de los jabalíes traídos desde Hungría, que pueden hibridarse con los jabalíes autóctonos provocando cambios en el comportamiento y en las características de los individuos en las siguientes generaciones, incluso comprometiendo el acervo genético de las especies. Estrechamente relacionadas con el tema de la introducción nos encontramos con las granjas cinegéticas: Se trata de la cría en cautividad de animales considerados como cinegéticos para su posterior suelta en los cotos de caza. Esta actividad tiene una consecuencia fatídica que resulta del apareamiento entre individuos procedentes de las granjas y los silvestres, pues la hibridación hace que los animales agrestes de las siguientes generaciones carezcan de parte de las características que les permiten sobrevivir en el medio. Hay que tener en cuenta que en ese tipo de instalaciones los animales no tienen la menor posibilidad de desarrollar el comportamiento que les es natural; por el contrario, podrían considerarse perfectamente como animales domésticos. Esta circunstancia provoca que los individuos, generación tras generación, se acostumbren a su condición de animales de granja y pierdan alguna de sus habilidades instintivas, pues no las necesitan en absoluto para vivir en cautividad. Cuando estos animales se cruzan con individuos silvestres y tienen descendencia, pueden transmitir esos nuevos caracteres aberrantes que aparecen a consecuencia de la domesticación, comprometiendo el acervo genético de toda la especie. Curiosamente, el negocio de estas instalaciones ha cobrado un gran auge en los últimos años dando lugar a una paradoja. Por una parte se denuncian presuntas superpoblaciones de determinadas especies, incluso a pesar de que, en muchos 10 casos, no existe un recuento correcto de los individuos ni una caracterización de los grupos pormenorizada que sustente semejantes acusaciones. Hasta se declara la llamada “emergencia cinegética” en diferentes localidades en algunas épocas del año debido a daños agrícolas presuntamente causados por un exceso poblacional de determinadas especies. Sin embargo, por otra parte, se crían animales en las granjas para soltarlos en los cotos y zonas de caza con el fin de que haya suficientes ejemplares para garantizar el éxito de las jornadas cinegéticas entre quienes las practican. Además, el hacinamiento en las granjas favorece la aparición y dispersión de enfermedades, lo que obliga al uso de antibióticos que pueden acabar liberándose al medio produciendo contaminación de los espacios forestales por compuestos químicos. En el caso concreto de la perdiz roja (Alectoris rufa) se han encontrado tres especies bacterianas potencialmente patógenas en su sistema digestivo: - Echerichia coli: que en altas cantidades produce colibacilosis aviar y altas mortalidades entre las aves de granja. - Campylobacter sp.: bacteria que se encuentra como comensal en el intestino de las aves. - Salmonella sp.: salmonelosis, mortal por deshidratación especialmente en épocas estivales debido a las altas temperaturas. La presencia de estos microbios obliga a la utilización de antibióticos con el consiguiente riesgo de aparición de resistencia por parte de los gérmenes a los principios activos antibacterianos. 11 Las infraestructuras asociadas a la caza tales como vallados, pistas forestales y otras construcciones ligadas a los cotos tienen una influencia directa sobre la destrucción y fragmentación de los hábitats donde tienen lugar las jornadas cinegéticas. 12 Espacios naturales y efecto sumidero Algunos ecosistemas del territorio son zonas declaradas como espacios naturales de interés quedando así amparados por diferentes figuras de protección legal: parques nacionales, parques naturales, áreas integradas en la Red Natura 2000, ZEPA o ZEC; sin embargo y dado que la mayor parte de los espacios silvestres constituyen cotos de caza, en realidad estos lugares se convierten en auténticas granjas al aire libre, pues sin solución de continuidad entre ellos, los animales ven limitada su movilidad. El hecho de estar rodeados de cotos de caza provoca que los animales se refugien en estas áreas cuando empieza la temporada de caza huyendo de los primeros disparos. Sin salida, se agrupan en esta especie de islas seguras hasta el final de la veda, de manera que las zonas protegidas ejercen un efecto sumidero, concentrando a los animales. La leyes de caza autonómicas permiten abatir animales en zonas protegidas si un estudio previo lo justifica, por ejemplo, en caso de superpoblación, pero si los recuentos se hacen tras la temporada de caza los resultados serían engañosos, pues los grupos poblacionales se han incrementado de manera artificial por la llegada de los individuos procedentes de otras zonas sometidas a la presión de los cazadores. Accidentes de tráfico Frecuentemente hay quejas de los agricultores por los daños que sufren los cultivos a causa de los animales; en realidad, no son ellos quienes provocan los daños sino los cazadores, que les impulsan hacia las zonas periurbanas, siendo también causa de accidentes de tráfico. La Ley 6/2014, de 7 de abril, introdujo 13 una serie de reformas en el Texto Articulado de la Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial; la norma correspondiente a la responsabilidad por atropellos de especies cinegéticas, es decir, de animales como ciervos o jabalíes que puedan escaparse de un coto privado de caza e irrumpir sorpresivamente en nuestras carreteras, provocando accidentes por colisión o al tratar de eludirlos, dice lo siguiente:" En accidentes de tráfico ocasionados por atropello de especies cinegéticas en las vías públicas será responsable de los daños a personas o bienes el titular del aprovechamiento cinegético o, en su defecto, el propietario del terreno, cuando el accidente de tráfico sea consecuencia directa de una acción de caza colectiva de una especie de caza mayor llevada a cabo el mismo día o que haya concluido doce horas antes de aquél. También podrá ser responsable el titular de la vía pública en la que se produzca el accidente como consecuencia de no haber reparado la valla de cerramiento en plazo, en su caso, o por no disponer de la señalización específica de animales sueltos en tramos con alta accidentalidad por colisión de vehículos con los mismos." Técnicas de caza como batidas o ganchos provocan movilidad y dispersión en los animales, que tienden a volver a sus parajes habituales tras la cacería originándose en este trance el mayor número de accidentes de tráfico en los que se ven implicados. Esta situación se ve agravada por la falta de previsión de las Administraciones responsables de la construcción y mantenimiento de las vías de circulación, pues en muchas ocasiones se construyen carreteras sin tener en cuenta que puedan ocupar zonas de paso tradicionales para los animales y sin facilitar una alternativa para que puedan desplazarse de manera segura, tanto para ellos como para las personas. A esto puede añadirse la falta del correcto vallado y señalización con el fin de evitar los siniestros. 14 A continuación se exponen tablas de datos procedentes del informe de la compañía de seguros AXA realizado entre el 1 de noviembre de 2017 y el 31 de octubre de 2019 que demuestra la mayor siniestralidad en épocas y días de caza: 15 Contaminación por plomo y plásticos La temporada de caza siembra los montes de muerte y de plomo. La Ley 42/2007, de 13 de diciembre, del Patrimonio Natural y la Biodiversidad incluye entre sus preceptos la prohibición de la tenencia y el uso de munición que contenga plomo durante el ejercicio de la caza y el tiro deportivo cuando estas actividades se ejerzan en zonas húmedas incluidas en la lista del Convenio relativo a humedales de importancia internacional (Convenio Ramsar), en las de la Red Natura 2000 y en las incluidas en espacios naturales protegidos. El 14 de marzo de 2008 la Junta de Castilla y León presentaba recurso de inconstitucionalidad contra este y otros artículos de la mencionada ley. Finalmente, el Tribunal Constitucional ha ratificado la prohibición de usar munición de plomo en humedales y en la red Natura 2000. En la sentencia, el TC entiende que la prohibición de la tenencia y uso de munición con plomo establecida por el Estado es constitucional y se desprende con toda claridad del preámbulo del Real Decreto 581/2001, de 1 de junio, según el cual "la intoxicación por plomo es responsable de una creciente mortalidad de aves acuáticas, debido a la ingestión por éstas de perdigones procedentes de las actividades de la caza y el tiro deportivo". Este impacto es "especialmente acusado en las zonas húmedas de nuestro territorio, estimándose que cada año se produce una elevada mortandad de ejemplares por dicha causa, que es especialmente grave en el caso de algunas de las especies afectadas por estar incluidas en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas". 16 Recuerda el tribunal que los humedales cumplen funciones ecológicas fundamentales, como reguladores de los regímenes hidrológicos y como hábitat de una flora y fauna características, singularmente de las aves acuáticas, que, por sus hábitos migratorios, tienen la consideración de recurso internacional. El plomo es ingerido por las aves, bien porque lo confunden con semillas o pequeñas piedras que utilizan para facilitar la digestión de los alimentos o bien porque es ingerido directamente por aves rapaces o carroñeras, algunas amenazadas como el águila imperial ibérica o el quebrantahuesos, que se alimentan de otros animales que han sido disparados y albergan en su interior munición con este metal pesado. Esta contaminación produce intoxicaciones por plumbismo que les puede causar la muerte. Con esta sentencia, queda demostrado, una vez más, el daño que la contaminación por plomo causa en los espacios naturales y en sus habitantes, algo totalmente contrario a la preocupación medioambiental que debe regir la gestión de los ecosistemas. 17 Apropiación del territorio La práctica de la caza secuestra la mayor área del espacio forestal durante gran parte del año contando la temporada oficial, la media veda y otras jornadas como batidas, esperas o declaraciones de emergencias cinegéticas privando a la población general de disfrutar de desarrollar actividades como el senderismo, el ciclismo o un simple paseo por el monte. Este monopolio ha contribuido decisivamente a vaciar las zonas rurales, que tanto se lamenta ahora, debido a la imposibilidad de acceder a los espacios naturales en el amplio período de duración de la actividad cinegética a realizar actividades deportivas, lúdicas, incluso económicas lo que hace que las estancias en las zonas rurales se limiten a determinados días del año y que no se emprendan iniciativas empresariales que podrían revitalizar estas zonas que quedan en el abandono. Influencia de la caza en los niños Para los niños es vital aprender la empatía, es decir, la habilidad para ponerse en el lugar de los otros. La empatía tiene una base biológica; radica en las llamadas neuronas espejo, de manera que cuando contemplamos el dolor ajeno se ponen en marcha los mismos mecanismos fisiológicos que cuando sufrimos el propio, Esta es una facultad innata que debe trabajarse a lo largo del proceso educativo al igual que otras capacidades como el aprendizaje del lenguaje o del cálculo matemático. Promocionando la caza enseñamos a los niños y a los jóvenes la falta de respeto hacia la naturaleza y la dignidad de otros seres vivos. Una práctica en la que los animales son abatidos a tiros enseña totalmente lo contrario a la solidaridad porque en la ética no puede haber excepciones. 18 Lo habitual es que enseñemos a los pequeños a respetar a los demás animales, especialmente a aquellos con los que solemos convivir como perros o gatos; no les permitiríamos pegarles ni causarles daños; sin embargo con la actividad cinegética los pequeños aprenden a despreciar los sentimientos, necesidades y derechos de otros seres vivos, aprenden que puede haber excepciones a hacer lo correcto. Todo centro educativo cuenta con un claustro docente cuya responsabilidad es establecer los objetivos de su programa y dotar a los alumnos de las mejores herramientas disponibles para lograrlos. Es desde estas instancias donde se debería discutir qué tipo de educación y valores se mostrará a los niños y cómo actuar para conseguir estas metas. Respecto a los espacios naturales y los demás animales, el respeto debe ser la directriz educativa, porque un niño que empatiza con los demás difícilmente será un adulto que cometa abusos. 19 Alternativas éticas a la caza La convivencia entre los seres humanos y las demás especies animales es perfectamente posible; por ende, la gestión de los espacios naturales debe estar orientada a hacer compatible la actividad humana agrícola, así como los usos lúdicos del territorio, con el respeto al medio y a sus habitantes. La conservación o repoblación, según el caso, de las especies botánicas propias de los espacios naturales primigenios es una herramienta fundamental para posibilitar el apropiado desarrollo de todo el ecosistema con el fin de que los animales permanezcan en sus hábitats sin desplazarse hacia las zonas donde se puedan originar conflictos, como las tierras cultivadas. En realidad, no sobran animales, falta vegetación. La preservación de las fuentes y manantiales, de manera que haya disponibilidad de agua y alimento suficientes en lo profundo del bosque evita la salida de los animales de lo profundo del ecosistema, pues los animales se acercan a áreas pobladas empujados por el hambre y sobre todo, la sed. Ante la presencia masiva de animales en un determinado lugar pueden ser necesarias otras disposiciones, siempre previos catalogación y recuento para identificar correctamente el problema, tales como vallar las plantaciones; el establecimiento de cultivos alternativos, tanto anejos como en círculo, que consiste en la siembra de sembrados menos apetecibles en el borde de la plantación con el fin de proteger aquellos más vulnerables y sabrosos, localizados en el interior. Otras medidas a tener en cuenta: + Habilitar suficientes corredores y pasos naturales de fauna para que los animales silvestres puedan evitar los viales transitados y los entornos más humanizados. 20 + Desfragmentar hábitats mediante la restauración de espacios rurales y boscosos que han sido roturados, provocando desconexión con el consiguiente aislamiento de la fauna y aumento de la incidencia de las colisiones con los vehículos. + Distanciar los cultivos de las masas forestales. Es fundamental la ordenación de sistemas rurales teniendo en cuenta la incidencia de los daños agrícolas y forestales producidos por la coexistencia entre el ser humano y las demás especies animales. La distribución, composición y caracterización de los medios agroforestales pueden influir directamente en la conformación y desarrollo de la fauna; por enede, es tarea de la planificación contemplar el ecosistema (humanizado, pero ecosistema, en definitiva) en su conjunto, como cabría esperar en una correcta gestión del mantenimiento y conservación del medio basada en el respeto a los demás animales y al entorno, hogar de todas las especies que viven en él. Bibliografía http://fcmconference.org/img/CambridgeDeclarationOnConsciousness.pdf http://www.curtisbiologia.com/node/1827 http://www.facultad.efn.uncor.edu/webs/departamentos/divbioeco/anatocom/B iologia/Ecologia/estrategasrepro.htm Brown, K., Turner, R., Hameed, H. and Bateman, I. (1997). Environmental carrying capacity and tourism development in the Maldives and Nepal. Environmental Conservation, 24(4), 316-325. 21 https://www.un.org/es/observances/biodiversity-day/convention Santos T., Tellería J.L. 2006. 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