Subido por Rhaysmelis Alcala

Writing Mr. Right - T.K. Leigh

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kalired
Leidy Vasco
lipi sergeyev
micafp_2530
Niika
RRZOE
Tessa
Veritoj.vacío
yira patri
Correctoras
Bella’
Cherrykeane
claudiavero
EstherC
vickyra
Lectura Final
Bella’
Diseño
Bella’
Índice
Sinopsis
Capítulo 18
Capítulo 1
Capítulo 19
Capítulo 2
Capítulo 20
Capítulo 3
Capítulo 21
Capítulo 4
Capítulo 22
Capítulo 5
Capítulo 23
Capítulo 6
Capítulo 24
Capítulo 7
Capítulo 25
Capítulo 8
Capítulo 26
Capítulo 9
Capítulo 27
Capítulo 10
Capítulo 28
Capítulo 11
Capítulo 29
Capítulo 12
Capítulo 30
Capítulo 13
Capítulo 31
Capítulo 14
Capítulo 32
Capítulo 15
Capítulo 33
Capítulo 16
Capítulo 34
Capítulo 17
Epílogo
Sobre la autora
Sinopsis
Mi nombre es Molly Brinks, pero la mayoría de la gente me conoce
como Vivienne Foxx, autora exitosa de encuentros fortuitos, miradas robadas
y el muy deseado feliz para siempre. Mis adicciones incluyen café, televisión
para mejorar el hogar y algún cubo de helado. El amor de mi vida es un
labrador retriever de treinta y seis kilos llamado Pee Wee.
A la edad de veintinueve más uno, estoy en la cima de mi juego...
profesionalmente. Mi vida personal es una historia completamente
diferente, una de las mejores no contadas. El éxito tiene sus sacrificios y he
estado más que feliz de dejar mi búsqueda del Príncipe Azul en un segundo
plano mientras creo cuentos ficticios de la virgen ingenua, la chica rota con
un pasado tórrido, y la estudiante decidida que encuentra su propio Sr.
Correcto.
Hasta que un infierno de caso de bloqueo de escritor y un plazo fijado
por mi editor me obliga a salir de mi acogedor apartamento en el centro de
Boston en busca de inspiración.
Armada con una cuenta en cada sitio web de citas, diseño un plan:
Conocer a algunos hombres agradables y profesionales. Salir a un par de
citas esperando que uno de ellos tenga la chispa que necesito para terminar
mi libro. Entonces irme.
Pero los planes están destinados a romperse.
Mi nombre es Molly Brinks, y esta es mi historia acerca de cómo escribí
sobre el Sr. Correcto.
1
Traducido por Tessa
Corregido por claudiavero
Seduciendo a mi jefe
—Date prisa. Date prisa. Date prisa. —Me balanceé sobre mis tacones
en el ascensor lleno mientras veía los números subir a un ritmo lánguido.
Equilibrando cuidadosamente dos cafés, uno encima del otro, verifiqué la
hora en mi teléfono celular. 9:02 lunes por la mañana. Me encantaría tener
un trabajo en el que no fuera gran cosa si me retrasaba unos minutos,
especialmente un lunes.
Particularmente después de tener que detenerme en Starbucks todos
los días para conseguirle a mi jefe su esperado triple venti de soya sin
espuma, la bebida más tonta conocida por el hombre.
Particularmente después de tener que dejar mi apartamento una hora
antes de lo normal, sin paga, para hacer cola en el Starbucks más cercano
a la agencia literaria en el Rockefeller Center donde trabajo para conseguir
esa tonta excusa de café.
Particularmente porque tuve que empezar a pedir el mismo café para
mí en caso de que lo dejara caer, como sucedió una vez. Las consecuencias
fueron algo que me gustaría evitar en el futuro.
Prefería un americano básico con leche de una vaca real, no está
mierda falsa. Sabía todo sobre las alergias de mi jefe. Él no tenía ningún tipo
de intolerancia a los productos lácteos. Solo era un cretino y su elección de
bebida lo demostraba.
Finalmente, el sonido del ascensor me sacó de mis vengativos
pensamientos y corrí a través de las puertas hacia una gran y moderna área
de recepción.
—9:03 —cantó la recepcionista detrás de mí, su voz casi presumida.
—Lo sé. Lo sé. —Pasé rápidamente junto al escritorio con Bartlett,
Derringer y Price en letras grandes y audaces en la pared detrás de este,
como para que nadie que saliera de ese ascensor olvidara dónde estaban.
Me preguntaba si los socios estaban tratando de sobrecompensar algo.
—Y él está de mal humor —agregó en advertencia.
—¿Y qué tendría eso de diferente? —murmuré, mi voz casi inaudible.
Corriendo mientras pasaba cubículo tras cubículo, recé para que hoy
no fuera el día en que resbalaría en las baldosas de mármol y cayera sobre
el café. Desde que comencé aquí hace más de seis meses, he tenido esa
visión en mi cabeza todos los días.
Cuando mi escritorio apareció a la vista, exhalé un suspiro de alivio. Mi
mirada pasó junto a las ventanas de cristal del ventanal que separaba al
lobo feroz del resto de las ovejas. Lo observé hablar por teléfono, paseando
por su oficina, con una expresión feroz en su rostro. Al menos estaba
preocupado. Tal vez ni siquiera notaría que llegué cuatro minutos tarde.
Mientras colocaba mi pesado bolso en el suelo con un golpe sordo y
mi hombro gritó con alivio por la bienvenida falta de peso, me di cuenta de
que mi deseo no se haría realidad.
—¡Avery! —bramó su poderosa voz—. ¡Entra aquí!
—Mierda. —Moviendo los ojos subrepticiamente, abrí el cajón de mi
escritorio para recuperar una pequeña libreta, metiéndola en el bolsillo de
mi saco. Pasé mis manos sobre mi blusa de color crema y la falda gris para
enderezar las líneas, agarré su excusa de bebida matinal. Me detuve justo
afuera de la puerta de su oficina, respiré profundamente, luego entré en la
guarida del diablo.
—Llegas tarde —me ladró en el instante en que mi pie cruzó el umbral.
—Me disculpo, señor Price. —Me encontré con su mirada endurecida.
Todos mis otros amigos podían llegar al trabajo cinco, diez, tal vez hasta
veinte minutos tarde. Cuando llegaban, no se esperaba que llegaran
directamente a trabajar. Podían relajarse para comenzar el día, hablar
sobre sus fines de semana, a qué bares acudieron y qué películas vieron.
Pero yo no.
He considerado renunciar al menos una vez a la semana, pero me
recordaba a mí misma que tenía una rara oportunidad de poner mis pies en
la puerta de una industria que normalmente excluía a la gente. Esta era mi
oportunidad de opinar sobre quién podría ser el próximo Stephen King, Nora
Roberts o J.K. Rowling. Solo necesitaba poner mi tiempo y aprender sobre la
industria. Entonces podría comenzar mi propia empresa y, con suerte, mi
familia.
—¿Cuál es la excusa esta vez, señorita Rollins? —Me arrancó el café
de la mano.
—No hay excusa, señor. Debería haberlo planeado mejor y salir de mi
apartamento más temprano —respondí, demasiado familiarizada con lo
que le gustaba escuchar. Hubiera sido inútil decirle la verdadera razón: que
el barista de Starbucks había estropeado mi orden dos veces. Simplemente
diría que debería haberme preparado para que eso sucediera.
—¿Y dónde vives exactamente? —Vino detrás de su escritorio y se
sentó en la esquina, su expresión y su voz se suavizaron. Eché un vistazo
detrás de mí, preguntándome si no estábamos solos.
Con su voz retumbante, hombros anchos, altura elevada y buen
aspecto impecable, el Sr. Jackson Price tenía una presencia dominante e
intimidante. En el medio año desde que comencé a trabajar como su
asistente, una posición que había sido como una puerta giratoria antes de
que yo llegara, él nunca había exhibido nada más que su lado ególatra. No
solo disfrutaba tener el control, sino que tenía mi ligera sospecha de que
también se complacía en que todos los demás lo supieran.
—¿Señorita Rollins? —Levantó las cejas hacia mí cuando no respondí
de inmediato, sorprendida por su cambio de comportamiento.
—Umm... Queens, señor.
—¿Tienes un compañero de cuarto? —Se alejó de su escritorio,
vagando por su oficina. Cerró la puerta, bajando las persianas. Permanecí
firmemente plantada en mi lugar, su interés en mí era inquietante, por decir
lo menos.
—No podría pagar un departamento en Queens con este salario sin
uno —bromeé, y luego me encogí, preparándome para su respuesta. A
pesar de meses de práctica, todavía tenía problemas para controlar mi
innata naturaleza sarcástica a su alrededor a veces.
Su presencia se alzó detrás de mí, elevándose sobre mi cuerpo de
metro sesenta. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, mi piel hormigueó
poniéndome la carne de gallina. Su aliento cargado de café calentó mi
cuello, todo mi ser estaba en alerta máxima. Mi reacción hacia él me tomó
por sorpresa, confundiéndome. Ciertamente no era la primera vez que
estábamos solos juntos. Pero hoy, mi cuerpo vibró de anticipación y hambre.
Tal vez fue porque me había pasado el fin de semana leyendo un
romance tan mediocre en el que los personajes principales probablemente
pasaban más tiempo desnudos que vestidos. Tal vez fue porque no había
tenido un orgasmo en manos de otra persona en lo que parecía una
eternidad. Tal vez fue porque extrañaba el toque de un hombre, mi novio
de casi cuatro años había roto recientemente conmigo porque siempre
estaba trabajando. Independientemente de la razón, me encontré
inexplicablemente excitada por este completo idiota.
Continué mirando el inmaculado escritorio del Sr. Price. Fantasías de
su ondulante cuerpo inclinándose sobre mí, mientras hacía conmigo lo que
quisiera se filtraron en mi subconsciente. Me imaginé que sería tan exigente
y asertivo como lo era en su vida profesional. Tomaría lo que quisiera y me
enseñaría cosas que nunca creí posibles.
—Lástima. —Su voz profunda y sensual rompió mis perversos
pensamientos. Traté de empujarlos al fondo y olvidar que alguna vez se me
pasó por la cabeza. Este hombre era mi jefe.
Su mano deslizó a un lado mi cabello rubio, exponiendo la parte de
atrás de mi cuello. Tragué saliva, un delicioso temblor se apoderó de mí
mientras su aliento se acercaba más y más a mi piel. Cuando sus acalorados
labios aterrizaron con delicada facilidad sobre mi carne, los fuegos
artificiales estallaron en mi interior. Era confuso, incorrecto y deseado
desesperadamente, todo al mismo tiempo.
Mi deseo por él creció con cada movimiento de su lengua sobre mi
piel lechosa. Una voz en mi cabeza susurró que era una mala idea. Sabía
que sí, pero maldita sea, se sentía bien, como si tuviera un manual de
instrucciones de Avery Rollins y supiera exactamente qué hacer para
volverme loca de lujuria.
Su fuerte mano rozó la parte delantera de mi blusa. La sensación del
material sedoso contra mi carne desnuda aumentó mi conciencia. Agarró
mis caderas, forzándome contra su duro estómago. Su polla se empujó
contra mi espalda, la realidad de la situación me sacó de mi ensueño
erótico.
Me giré, encontrándome con sus ojos azules, mi boca abierta.
—Qué…
—No me digas que no has fantaseado con esto —dijo fríamente. Pasó
sus dedos por mi cabello, tirando, forzando mi cabeza hacia atrás—. Lo has
estado haciendo desde el día que te contraté. Tenías todo lo que estaba
buscando en una asistente. Hermosa. Inteligente. Sarcástica. Pero, sobre
todo, subordinada.
—No soy…
—Lo eres, Avery. Puedes pensar que eres una mujer fuerte, y me inclino
a estar de acuerdo, pero tienes un lado sumiso. Un lado que me interesa
explorar más profundamente.
¿Tenía un punto? ¿Tenía un lado sumiso? No lo sabía, pero la imagen
de este hombre atándome, vendándome los ojos, dejándome
completamente a su merced no me helaba la sangre.
De hecho, me emocionaba.
Pasó su lengua desde mi oreja a mi clavícula, dejando un rastro de
fuego a través de mi carne. Gimoteé, mis ojos casi rodaron a la parte
posterior de mi cabeza. La naturaleza prohibida de lo que estábamos
haciendo hizo que mi hambre por él creciera con cada pinchazo de sus
dientes en mi piel.
Sus manos encontraron su camino de regreso a mis caderas. Con
increíble facilidad, me levantó y me inmovilizó contra la pared. Levantando
mi falda, forzó mis piernas alrededor de su cintura. Cerré los ojos, un gemido
inesperado salió de mi garganta cuando sentí lo que solo podía ser su
enorme erección empujando contra mí. Esclava de mi libido, ya no me
importaba que este hombre fuera mi jefe. Que esto estuviera mal en todos
los niveles. Que esto pudiera poner en peligro todo lo duro que había
trabajado desde mi primer año en NYU. Todo lo que sabía era que ambos
estábamos usando más ropa de la necesaria.
Con avidez, sujeté su rostro con las manos y forcé sus labios contra los
míos, tratando de demostrar que no era la niña sumisa que él creía que era.
Un sexy rugido cayó de su pecho, el beso se hizo más profundo. Su lengua
barrió contra la mía con una pericia alarmante. Las manos estaban en todas
partes, pellizcando, sacando, tirando. Sus dientes mordieron mis labios,
enviando una sacudida directamente a mi centro.
—Avery —gimió, alejándose, su aliento bailando en mi boca. Olía a
combinación de menta, café... y aguas residuales sin procesar.
¿Aguas residuales?
Salí del trance en el que estaba, mirando la pantalla de la
computadora portátil frente a mí, una mirada perpleja en mi rostro. Un hedor
aborrecible flotaba en mis fosas nasales.
—¡Oh, Pee Wee! ¿Qué demonios comiste? —Dirigí mi mirada al
labrador Retriever ligeramente obeso acurrucado junto a mí en mi sofá
grande, sus ronquidos lo suficientemente fuertes como para estremecer
incluso al más profundo durmiente. Me ignoró, sus grandes patas se movían
como si estuviera persiguiendo algo mientras dormía. Cubrí mi nariz con mi
blusa el tiempo suficiente para que el hedor ofensivo se disipara, luego volví
a mirar mi computadora portátil, tratando de recuperar el ritmo.
Observé las palabras que acababa de escribir en el transcurso de las
últimas horas, tratando de averiguar dónde retomar la escena, pero ya no
lo sentía. Era todo lo mismo. Chica se encuentra con chico. La chica no tiene
interés en chico. Chico es sexy, quizás un poco mujeriego. La chica aterriza
en la polla de un chico y milagrosamente se enamora de chico. Chico dice
que no se enamora, pero algo sobre la chica, tal vez su vagina dorada, lo
hace cambiar sus formas de mujeriego.
Luego viven felices para siempre y follan como conejitos hasta bien
entrados los ochenta.
Yo no era desagradecida. Había hecho una carrera usando esta
fórmula, con algunas variaciones para darle más sabor a las cosas. A mis
lectores les encantaba la pasión y la angustia, junto con un macho alfa
caliente, pero esto se sentía como cualquier otro libro. No sabía cuántas
palabras nuevas podía inventar para pene... polla, verga, eje, bastón de
amor, carne de hombre, termómetro de ternera, anaconda, salchicha de
Boloña, paleta de carne, señor Winky. Se me conocía por ser muy creativa,
pero solo había algunas palabras en español para describir a estos
lanzadores de yogur que eran la causa de los orgasmos más placenteros
que mis heroínas habían experimentado.
Era pura fantasía en todos los niveles. Según mi experiencia, la hazaña
de los orgasmos múltiples no era más que una leyenda urbana, una historia
que los hombres le contaban a las mujeres para que mantuvieran las piernas
un poco más extendidas. No era más real que el Monstruo del Lago Ness o
Pie Grande, sin embargo, todos los cohetes de bolsillo que describía en mis
libros eran capaces de ofrecer no solo uno o dos orgasmos por noche, sino
que a veces rozaban los dos dígitos. Eran los medallistas de oro olímpicos de
espadas de carne de cerdo. ¿Cuándo tantos orgasmos se convirtieron en
algo común? ¿Quién querría tener tanto sexo? No me importaba si poseías
el más impresionante de los pipís (Otro modo de decir pene). Ninguna mujer
cuerda querría que sus piernas se extendieran tanto, a menos que le
pagaran.
Frustrada, cerré mi computadora portátil y eché un vistazo al reloj de
mi oscura sala de estar para ver que eran justo antes de las seis de la
mañana. Tomé un suéter de lana de gran tamaño que colgaba del respaldo
del sofá y lo pasé por mi cabeza. Alisé mi cabello rubio ondulado en un
moño desordenado, luego saqué un bote de M & M de la mesa de café,
dirigiéndome a un par de puertas francesas. Al abrirlas, salí a mi balcón que
daba a un estrecho callejón público en North End de Boston, la famosa
sección italiana de la ciudad donde personas de todo el mundo venían a
probar algunos de los mejores platos que había.
Trepé a una pequeña mesa de madera y me senté frente a la ventana
a unos metros de distancia. La luna aún estaba fuera, las estrellas brillaban
en el despejado cielo de abril. Hacía bastante frío como para ver mi aliento
frente a mí.
Me encantaba esta hora del día cuando la ciudad en su mayoría aún
dormía, aparte de los camiones de reparto que comenzaban sus rutas de la
mañana. Los bares habían cerrado, los estudiantes universitarios ebrios se
habían desmayado en alguna parte, y yo solo podía sentarme y disfrutar de
la paz que me rodeaba antes de que nuestro pequeño pedazo de cielo se
infiltrara con turistas que pensaban que Olive Garden servía auténtica
cocina.
Al crecer en una gran familia italiana, me enseñaron dos cosas a una
edad muy temprana. Uno, siempre decir tus oraciones antes de irse a dormir.
Aquello quedó en el camino cuando me echaron de la escuela católica a
la edad de seis años. Dos, nunca salgas con un hombre que considere
auténtica la salsa de un frasco. Había sido capaz de seguir esa norma
bastante cerca. No tenía citas. Punto.
Tomando un chocolate cubierto de caramelo, lo tiré a la ventana del
otro lado del callejón, una sonrisa se dibujó en mi rostro mientras continuaba
con mi implacable acoso al cristal.
Finalmente, una luz hizo clic en lo que sabía que era la mesita de
noche. Segundos después, las sombras se dibujaron y se abrió la ventana.
Una masa de cabello oscuro sobresalió.
—Buenos días, Mols —dijo mi hermano medio dormido, pasándose la
mano por la cara, que probablemente no se había afeitado en tres o cuatro
días. Era dos años mayor y siempre había sido robusto y guapo. La mayoría
de mis amigas en la escuela secundaria probablemente eran mis amigas
solo porque querían una invitación a mi casa para poder tener acceso sin
restricciones a mi hermano. Las adolescentes deben ser institucionalizadas.
—Gracias a ti, nunca tendré que invertir en un reloj despertador.
—Lo que sea, Drew. Como si esas chicas tuyas nunca se despiertan
temprano de todos modos —respondí en el aire pacífico de principios de la
primavera.
—Probablemente tengas razón sobre eso. —Rodó sus ojos, fingiendo
molestia, pero yo sabía que nada podría estar más lejos de la verdad. Alyssa
y Charlotte eran su vida. Ser padre soltero de dos niñas precoces, de seis y
cuatro años, era desafiante, por decir lo menos, pero el amor que mi
hermano tenía por esas niñas era diferente de todos los que había visto—.
¿Otra noche más?
Suspiré, recordando la razón por la que quería hablar con él. Mi
hermano era una de las pocas personas que realmente sabía sobre mi alterego, Vivienne Foxx, autora de romance pecaminosamente sexy. Todos
sabían que yo era escritora, pero tenían la impresión de que todo lo que
escribía eran piezas de humor situacional para una revista de moda. Si bien
eso era cierto, podría sacar esa mierda de mi culo cinco minutos antes de
que se imprimiera.
—Sí. —Tensé mi suéter más cerca cuando una brisa sopló por el
callejón, golpeando botellas de cerveza olvidadas y tazas de café por la
calle dos pisos debajo de nosotros. Nunca entendí por qué la gente
ensuciaba.
—¿Qué es esta vez? ¿Chico malo multimillonario? ¿Motorista tatuado?
¿Estrella de rock atormentado?
—Jefe sexy.
—Esa es nueva —reflexionó, con una sonrisa en sus labios.
—¿No se supone que la variedad es la sal de la vida? —Levanté las
cejas.
—Touché. ¿Entonces cuál parece ser el problema?
Agarré un puñado de M & M y me los metí en la boca, sin importarme
que fueran apenas las seis de la mañana. En mi opinión, el momento
correcto para comer M & M era todo el tiempo.
—¿Cuál no es el problema? Este libro se siente como todo lo demás
que he escrito. —Negué con la cabeza—. Tengo a esta chica saltando sobre
la polla de su jefe en menos de veinte páginas. Me falta algo, pero no sé
qué.
—Romance —respondió Drew rápidamente.
Puse los ojos en blanco.
—El romance está sobrevalorado.
—Dice la escritora romántica.
Dándole una mirada irritada, pellizqué mis labios, tirando de mi suéter
más apretado alrededor de mi cuerpo delgado.
—Te amo, Molly —continuó cuando no respondí—, pero tu falta de
vida amorosa ha sido evidente en tus libros desde el primer día.
—¡Tengo una vida amorosa! —discutí.
—Follarte idiotas cuando te convenga no califica como una vida
amorosa.
—¿En serio acabas de decir follar? —Reprimí una carcajada.
—Te estás desviando.
—Puedo tener una vida amorosa sin elegir porcelana y cortinas. Y uno
de esos tontos resultó ser uno de tus compañeros de equipo. Estaba
escribiendo un libro de hockey, por lo que un jugador profesional de hockey
fue la musa perfecta para mí.
—Y me aseguré de ponerle un ojo morado cuando me enteré. —
Entrecerró su mirada hacia mí.
No era que me acostaba por ahí con cualquiera, aunque estaba
segura de que mi hermano así lo creía. Yo solo prefería mantener mis
llamadas relaciones en el lado ligero y casual.
Era mejor para todos los involucrados.
—No tengo prisa por establecerme. Solo tengo veintinueve más uno...
—Treinta —interrumpió, como siempre. Le disparé dagas por
blasfemar esa palabra con "t”.
—No estoy lista para renunciar a todo aquello por lo que he trabajado
duro y logrado por un hombre que piensa que debería dedicar todo mi
tiempo a cuidar a una docena de niños —le expliqué.
A lo largo de mis veinte, había perdido el contacto con demasiados
amigos para contar porque querían establecerse y tener una familia,
abandonando todas las demás relaciones por una persona y, finalmente,
una manada de mocosos gritando, vomitando y llorando. Me negaba a ser
alguien que sacrificaría todo por un chico y una promesa de felices para
siempre.
—La persona adecuada nunca te pediría que abandonaras tus
sueños solo para poder vivir el suyo. La persona adecuada te alentaría a
perseguir esos sueños, independientemente del costo. —Una expresión triste
cruzó su rostro. Me di cuenta de que todavía estaba herido después de lo
que había pasado con su ex perra, como me refería cariñosamente. En
realidad, perra probablemente era un cumplido para la mujer que era
Carla—. Y estoy bastante seguro de que no te vas a encontrar con él en un
bar en Boylston.
—Esos lugares son una fuente brillante de material —respondí—.
¿Sabes cuántas ideas sobre historias he obtenido simplemente escuchando
conversaciones? Demonios, el libro en el que estoy trabajando ahora vino a
mí después de escuchar a una chica borracha decirles a todos sus
compañeros de trabajo que estaba follando a su jefe.
Negó con la cabeza, riendo.
—Lo que sea, Molly Mae, pero te he visto trabajar en libros basados en
algo con lo que no estás familiarizada. Haces investigación. No te detienes
hasta que no logras entender completamente algo. Quizás necesites hacer
lo mismo aquí.
—¿Aquí? —Arrugué mis cejas—. ¿Qué quieres decir?
—Escribes romance. Quizás finalmente necesites... —hizo una pausa,
encogiéndose de hombros—, ya sabes, investigarlo.
—¿Cómo entrevistar gente sobre su vida amorosa? Suena un poco
como la película When Harry Met Sally, si me preguntas.
La confusión arrugó su frente.
—¿Nunca la has visto? —pregunté, casi horrorizada.
—Soy un chico. A menos que haya tetas, balas o bombas... o sabemos
que están teniendo sexo... no estamos muy interesados.
—Como sea. —Puse los ojos en blanco—. Estoy bastante segura de
haber visto algunas lágrimas cayendo por tus varoniles mejillas cuando vimos
El Rey León con las chicas el mes pasado. Puedes actuar con todas las
fuerzas si quieres, pero eres un completo blandengue por dentro.
—Tener hijos hace eso —me recordó, como lo hacía a menudo. Como
si no hubiera escuchado lo suficiente de mis tías, quienes me advirtieron que
mis ovarios se marchitarían si no tenía un bebé pronto.
Abrí la boca para responder cuando el leve aroma del café se
encontró con mis sentidos. También debe haber golpeado a Drew, porque
sus hombros cayeron un poco.
—Huele a tía Gigi ahí abajo.
Gimió, pasándose una mano por la barba.
—Supongo que debería hacer una aparición.
—Ella actúa como propietaria del lugar y no al revés.
—¿La culpas? Trabajó allí desde que tenía dieciséis años.
La tía Gigi, abreviatura de Georgina, era la hermana menor de nuestro
padre. Nuestro bisabuelo, Alfonso Brincoli (que cambió a Brinks cuando
aterrizó en Ellis Island), comenzó Modern Grounds a principios del siglo XX. En
aquel entonces, era solo un carrito pequeño que empujaba hasta el muelle
donde vendía café y galletas a los pescadores. Ahora era una de las pocas
cafeterías que no pertenecían a cadenas que quedaba en la ciudad y
estaba ubicada en el extremo norte de Boston, el único lugar de la ciudad
donde todavía florecían los restaurantes y cafeterías de mamá y papá. El
café había sido transmitido de generación en generación hasta que nuestro
padre asumió el control hace varias décadas. Casi se arruinó hace unos
años, pero Drew intervino y compró el lugar, manteniendo a flote el negocio
familiar. Más importante aún, manteniendo a Starbucks fuera del North End.
Mi bisabuelo había comprado los edificios en los que vivíamos cuando
mudó su negocio a su ubicación actual. A lo largo de los años, los dos
apartamentos solían alquilarse a los empleados de la cafetería o a sus
amigos. Cuando Carla dejo a Drew, él se mudó al departamento que está
sobre el café, y yo me mudé al edificio al otro lado del callejón para estar
cerca y ayudarlo con las chicas. Además, me encanta estar a pocos pasos
de algunos de los mejores cafés de Boston.
—¡Papá! —Una pequeña voz llamó detrás de Drew. Un desorden de
rizos oscuros apareció a su lado, asomando la cabeza por la ventana, con
una amplia sonrisa en su rostro—. ¡Buenos días, tía Molly!
—Buenos días, Alyssa —respondí con una sonrisa reservada solo para
mis sobrinas.
—¿Quieres venir y hacer gofres?
—Tengo que trabajar hoy, princesa —respondí—. Y estoy bastante
segura de que tu hermana y tú tienen escuela. Tal vez pase esta noche y
podamos hacer algo de pizza.
—¡Pizza! —exclamó entusiasmada—. ¿Y luego ver una película
también?
—¡Por supuesto, tonta!
Oí un ruido dentro de mi apartamento y miré por encima del hombro
para ver una figura alta a la vista. Mis ojos se abrieron ante su desnudez, salté
de la mesa, casi derramando mi M & M.
—¡Me tengo que ir! Hasta luego, Drew. ¡Te amo, Lis!
Abrí las puertas francesas y rápidamente corrí dentro.
—Oye, cariño —dijo Kevin, rascándose mientras yo cerraba las
persianas a toda prisa para no dejar cicatrices de por vida en mi sobrina.
Demonios, estaba bastante segura de que el tamaño de su pene ya me
había marcado de por vida—. ¿Que estás haciendo despierta tan
temprano? Ni siquiera te escuché levantarte.
—He estado despierta por un rato. —Me quité el suéter y lo colgué en
una silla mientras caminaba por la acogedora sala de estar y hacia la
cocina. Revisé la cafetera, me aseguré de que hubiera suficiente agua y
encendí el quemador de gas.
—¿Haciendo qué? —Apoyó su codo en la encimera de cuarzo. Era un
poco desconcertante ver lo cómodo que parecía recorrer mi
departamento desnudo, su gran polla soplando en el viento, por así decirlo.
—No mucho —mentí, vertiendo granos en el molinillo y presionando el
botón de encendido. Yo no era el tipo de chica que le contaba sus secretos
más íntimos al tipo con el que, como dijo mi hermano, estaba follando. Los
detalles de mi vida no estaban relacionados con la capacidad de Kevin
para actuar en el dormitorio. Era una buena distracción y abierto a probar
cosas nuevas, lo que era extremadamente beneficioso en mi trabajo,
especialmente cuando trabajaba en las partes más vaporosas de mis libros.
Aparte de eso, no sentía mucho por él.
—Te levantas muy temprano —gritó prácticamente por el sonido de
los granos de café pulverizados.
—Solo estoy trabajando en algunas cosas para la revista. —Apagando
el molinillo, evité el contacto visual, midiendo los granos de café en la prensa
francesa.
Cruzó sus brazos frente a su pecho, con sus grandes bíceps abultados.
Oculté mi disgusto. Kevin era la fantasía de toda mujer. Músculos tonificados.
Paquete de ocho abdominales. Algunos tatuajes de buen gusto que
salpicaban sus brazos y hombros. Simplemente no era mi hombre de
fantasía. Me gustaban mis hombres un poco blandos con algunas
imperfecciones. Sin embargo, barrigas de cerveza y pelo en la nariz no
vendían libros. La gente lee para escapar, no para recordar sus vidas
ordinarias y mundanas.
Durante los últimos meses, Kevin había sido mi musa desconocida
para un puñado de novios literarios. Era un gran arreglo, incluso si él
permanecía inconsciente de los detalles. Lo usaba como fuente de
inspiración para escribir mis chispeantes novelas enciende ovarios. A
cambio, él tenía una chica que no lo molestaría para que conociera a su
familia y saliera con sus amigos. Una que no se pararía frente al espejo
durante horas preguntándole repetidamente si se veía gorda. Una que no
necesitaba ser agasajada y llevada a cenar para poder tener sexo.
—¿Mols? —La voz de Kevin me hizo arrancar mis ojos de su pecho.
Encontrando su mirada, una sonrisa lasciva cruzó su boca, asumiendo que
me sorprendió comiéndolo con los ojos—. ¿Me oíste?
—¿Qué fue eso?
—Dije... —Dio un paso hacia mí, descansando sus manos en mi cintura.
Su pulgar acaricio mi cadera.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Mentalmente repasé algunas notas
que había hecho sobre algunas posiciones cuestionables. Tirando de mi
labio inferior, traté de recordar cuál quería controlar para asegurarme de
que tenía el bloqueo correcto.
—Parece que trabajas mucho, pero tus columnas no aparecen en la
revista con tanta frecuencia.
Sus labios susurraron contra mi cuello, el toque tan sutil como una
ligera brisa. Cerré los ojos, arqueándome hacia él. Estaba pensando tal vez
contra la pared esta vez. Era alto y musculoso, un marcado contraste con
mi pequeño y esbelto cuerpo. Él podría apoyarme fácilmente con solo la
fuerza de la parte superior del cuerpo, apenas sudando.
—¿Por qué es eso?
—No tengo control sobre lo que publican o no —respondí con voz
entrecortada, repitiendo la misma historia que le cuento prácticamente a
todos.
—¿De qué se trata esta nueva columna? —murmuró, sus manos se
engancharon en la cintura de mi pantalón de pijama de Minnie Mouse y tiró
de ellas hacia abajo.
—Romance en la oficina. —No era una completa mentira.
—¿Qué hay de ellos? —Su lengua rodeó ese punto sensible en el
hueco de mi cuello, un hormigueo calentando mi interior.
—No te interesaría. —Con la esperanza de distraerlo, agarré sus
mejillas, tirando de sus labios hacia mí—. Bésame, Kevin.
Había estado despierta la mitad de la noche escribiendo,
completamente sin inspiración. Tal vez esto era lo que necesitaba para
impulsar este libro. Quizás necesitaba sentir la ilusión del amor y todas sus
falsas promesas.
Mis labios a un aliento de los suyos y él se apartó, su postura se
enderezó.
—¿Por qué haces eso?
—¿Qué? —Lo miré boquiabierta, sorprendida por su repentina actitud
seria.
Pasó su mano por su cabello castaño claro.
—Cada vez que trato de averiguar más acerca de ti como persona,
me empujas.
—No te empujo —argumenté—. Demonios, estaba lista para que me
follaras contra la pared, ¡por amor de Dios! Tú eres quien me empujó.
—No estoy hablando físicamente. —Su estatura muscular se redujo,
haciéndolo parecer vulnerable—. Escucha... —Un suspiro cayó de sus
labios—. Me gustas, Molly. Eres una mujer hermosa que sabe exactamente
lo que quiere. ¿Cómo va a funcionar esta relación si ni siquiera sé quién eres
como persona? ¿Tus sueños y miedos?
—¿Relación? —Prácticamente me atraganté con mi propia saliva, mi
ritmo cardíaco se aceleró al usar la temida palabra con "r".
En los pocos meses que nos habíamos estado viendo casualmente, lo
cual consistía en tomar algo antes de regresar a mi casa, nunca tuvimos un
trato personal. No sabía mucho sobre él, y viceversa. Me gustaba de esa
manera. Él me proporcionaba exactamente lo que necesitaba. Nunca
hubo discusión sobre lo que esperábamos el uno del otro porque tenía la
impresión de que no había expectativas.
—¿De qué estás hablando? —La cafetera comenzó a silbar, pero la
ignoré.
—Nosotros. —Hizo un gesto entre nuestros cuerpos.
—¿Nosotros? —Me sentí como si estuviera en una especie de universo
paralelo.
—¿De qué crees que estaba hablando?
—No lo sé, pero ciertamente no pensé que fuera eso. Kevin, eres un
tipo divertido. Me gusta salir, pero ¿relación?
Dio un paso atrás, su antigua erección masiva ya no estaba en
posición firme.
De todos modos, todavía era impresionante.
—¿Y puedes por favor cubrirte? —Solté una carcajada—. No te puedo
tomar en serio con tu pene flotando alrededor.
Sus ojos se estrecharon, evidente dolor en su expresión.
—Eres todo un personaje —escupió en un tono que enfatizaba que no
era un cumplido. Se retiró de la cocina y se precipitó por el pasillo hacia mi
habitación.
Encogiéndome de hombros, me puse los pantalones de mi pijama
otra vez, luego me volví hacia la estufa. Cerrando el gas, quitando la
cafetera del fuego. Vertiendo el agua en la prensa francesa, permití que los
granos de café se abrieran, sacudiendo la culpa que intentaba penetrar en
mi conciencia. Culpa católica. No era mi culpa que Kevin quisiera cambiar
las reglas después de varios meses.
—Me voy de aquí —gritó. Me volteé para verlo caminar hacia la
puerta principal.
—Está bien —dudé, insegura del protocolo en situaciones como estas.
Nunca me acercaba lo suficiente a alguien para saber cómo actuar
después de un desacuerdo. O discusión. No estaba muy segura de qué era
esto—. ¿Quieres venir más tarde?
Su mano en el pomo de la puerta, se detuvo. Sus hombros se
levantaron y cayeron, luego me miró.
—No, Molly. No voy a venir más tarde. He terminado de poner tiempo
y esfuerzo en algo que no harás.
—Kevin... —Me acerqué a él—. Yo solo... no pensé que esto fuera algo
serio.
—Bueno, lo es... o fue. Para mí de todos modos. Pero está bien. Lo
entiendo. Pensé que eras diferente, pero eres como el resto de las chicas en
esta ciudad. Todo lo que ves son los músculos y nada más. —Se giró y abrió
la puerta, saliendo de mi apartamento.
Me quedé congelada en el lugar, insegura de qué hacer. ¿Debía
correr detrás de él y disculparme?
¿Por qué? ¿Por ser yo? Claro, disfrutaba de su compañía, y él era
bastante bueno en la cama, pero eso era todo.
Como escuché a mi padre decir hace tantos años cuando mi madre
lo dejó porque quería más de la vida que los niños, como me recordó
cuando la ex-perra de Drew, Carla, lo dejó porque ya no era la celebridad
del hockey que alguna vez fue, "el verdadero amor no es la vida real".
No había tal cosa como felices para siempre. Los humanos existían
solo para infligir dolor a otros.
Nada me convencería de lo contrario.
2
Traducido por Tessa
Corregido por claudiavero
Una montaña de envoltorios de kit Kat yacían a mi lado en el sofá, una
prueba contundente de una de mis debilidades... deliciosas galletas y
cremoso chocolate con leche mezclados son una atracción irresistible.
Desde que Kevin se fue, había estado mirando la pantalla de mi
computadora portátil, tratando de volver al ritmo de la historia. Mi mente
seguía vagando por cómo habíamos dejado las cosas y el dolor en su rostro.
En el fondo, puedo haber albergado algunos sentimientos por él. Fui lo
suficientemente inteligente como para nunca actuar a favor de esos
sentimientos. Tenía toda la evidencia que necesitaba de que las llamadas
relaciones comprometidas eran una farsa. Alguien siempre terminaba
lastimado. Me negaba a hacerme eso.
Pero ahora que ni siquiera tenía una aventura casual, me encontraba
sin inspiración.
Las palabras se negaban a fluir. Traté de seguir adelante y trabajar en
una escena entre mi heroína y su BFF extravagantemente gay, pero incluso
eso se sentía artificial y trivial. Por otra parte, incluso cuando estaba
durmiendo con Kevin, el libro se sentía artificial y trivial. Kevin había sido
perfecto para los últimos libros en los que mis hombres principales eran un
chico malo tatuados, una estrella de rock atormentada, un líder de un club
de motociclistas. La personalidad muscular y azul de Kevin era exactamente
lo que necesitaba para inspirar mi escritura. Pero ahora que mi líder era un
empresario multimillonario, el juego había cambiado. Para terminar este libro
antes de mi fecha límite, necesitaba una chispa de inspiración, y rápido.
Agarré el control remoto, encendí el televisor y me hice una bola,
dando vistazos a todas las películas que tenía en mi Apple TV. Eran
principalmente películas de chicas que solían inspirar la ilusión del amor en
mis escritos. El verdadero amor no era la vida real, pero ciertamente podía
ver una versión hollywoodense de un romance cursi.
Justo cuando me decidí por la opción de hoy, (La Propuesta parecía
apropiada para mi argumento) sonó mi celular. Gruñí cuando vi un código
de área de la ciudad de Nueva York en la pantalla.
Aclarando mi garganta, presioné el botón de contestar.
—Habla Molly —dije lo más alegremente posible.
—Molly, es Tara —respondió una voz que evidenciaba una adicción
al cigarrillo de por vida. Más grave, con una tos ocasional que perforaba mis
tímpanos.
—Hola, Tara —canté en un tono más alegre. Sabía exactamente por
qué llamaba. Tenía menos de un mes para enviar el borrador final de mi libro
y aún no le había enviado nada, ni siquiera un capítulo—. ¿Cómo estás?
—Vamos a cortar la mierda. Necesito una actualización de estado de
este libro... ¿Qué es Seduciendo a mi jefe? —Hizo lo que sonaba como un
ruido de arcadas. No podría decir si era natural o intencional. Supuse que
era lo último. Yo también odiaba el título.
—Todavía estoy trabajando en eso. —Mi voz rezumbó toda la
profesionalidad que pude reunir con solo tres horas de sueño.
—Entonces, ¿por qué no he visto nada todavía? ¿Hay algo que deba
saber?
—Todo va bien —mentí. No podía decirle exactamente a mi editor
que había estado experimentando uno de los peores casos de bloqueo de
escritores que había sufrido. Sí, he estado escribiendo, pero para mí, el
bloqueo del escritor no era simplemente ser incapaz de escribir algo. Era
saber que las palabras que escribí eran una mierda, que la historia no tenía
ningún significado.
A decir verdad, hacía tiempo que no me sentía inspirada. Me
preguntaba si alguna vez tendría ese ímpetu y emoción que sentí cuando
comencé a escribir. Cuando lo hacía para mí, no porque tuviera un plazo y
un contrato para escribir una historia en particular cerniéndose sobre mí.
—Genial —respondió con voz entrecortada—. Entonces no será
demasiado problema para ti enviarme lo que tienes hasta ahora.
—¿Por qué lo necesitas? —Me levanté del sofá, dirigiéndome a las
puertas francesas—. Está yendo bien. Cumpliré mi fecha límite.
—No lo dudo, pero solo quiero asegurarme de que estamos en sintonía
con la dirección del libro.
Puse los ojos en blanco, reprimiendo los comentarios sarcásticos
pidiendo ser liberados. Cada uno de los libros con los que tenía contrato
tenía la misma dirección. De hecho, cada lanzamiento era prácticamente
idéntico, con solo algunos pequeños detalles cambiados. Probablemente
podría enviar algunos capítulos de mis libros anteriores, cambiar los nombres,
y ni cuenta se darían.
—Todavía estoy en el proceso de transferir material de mi cuaderno a
mi laptop. —Contuve la respiración, preguntándome si se enamoraría de mi
flagrante mentira. Mientras usaba mi cuaderno para escribir algo de vez en
cuando para ayudar a que mi creatividad fluyera, hacía la mayor parte de
mi trabajo en mi laptop. Demonios, la mayoría de los días, me sentía como
si estuviera encadenada a la maldita cosa. Si no estaba escribiendo, estaba
interactuando con mis lectores en las redes sociales.
—Entonces no tienes nada escrito.
—Sí, lo tengo —le contesté, caminando hacia mi balcón. El sol brillaba,
calentando mi rostro. Me había cansado de los cielos grises que
rutinariamente plagaban a Nueva Inglaterra durante los meses de invierno—
. Tengo la historia en mi cabeza y tengo páginas llenas de notas.
—Las páginas llenas de notas no hacen una historia. —Dejó escapar
un largo suspiro. La imaginé reclinándose en su silla y quitándose un par de
gafas con montura oscura—. ¿Qué está pasando realmente?
—¿Qué quieres decir? —pregunté en un tono incierto, mordiéndome
las uñas.
—Molly, he sido tu editor de contenido ¿por cuánto tiempo hasta ya?
—Cinco años —respondí sin siquiera pestañear.
—El hecho de que nunca nos hayamos encontrado no importa. Me
gusta pensar que te conozco como persona. Algo está pasando contigo.
¿Estás bloqueada?
—¿Qué? ¡No! —respondí, indignada. No sabía por qué mentía. Esta
era una mujer que había estado en la industria editorial casi tanto como yo
había estado viva. Estaba segura de que tenía algunos trucos para
deshacerse del bloqueo del escritor. Por alguna razón, sentí que era algo
personal que necesitaba trabajar sin escuchar los consejos de todos para
superarlo.
—Déjame preguntarte algo.
Permanecí en silencio, esperando.
—¿Eres feliz?
—Has visto el trato que mi agente hizo con tu empresa editorial.
¿Cómo no podría estar feliz con eso?
—No. No con nosotros En general. ¿Eres feliz?
Abrí mi boca, sacudiendo mi cabeza ligeramente mientras mantenía
mis ojos fijos en la calle debajo de mí. Algunos de los lugareños del barrio,
Lenny y Anthony, habían colocado sus sillas de jardín en la acera del otro
lado de la calle. Me saludaron, Anthony me tiro un beso. El hombre de
ochenta años había estado coqueteando conmigo desde que cumplí
dieciocho.
—La razón por la que te estoy preguntando es que siento realmente
como si te conociera, Molly.
—Ya sabes como soy. En realidad, eres una de las únicas personas que
sabe que Vivienne Foxx es realmente una mujer llamada Molly Brinks.
—No es eso de lo que estoy hablando. Puedo obtener una idea de la
mayoría de mis otros autores trabajando en sus libros. Es sutil, pero infunden
pedazos de sí mismos en sus historias. No tú. ¿Por qué?
Tragué saliva, inclinando mi cabeza hacia atrás como si el cielo tuviera
las respuestas. Muchos amigos míos amigos reiteraron la idea de que
“escribes lo que conoces” una y otra vez.
Sin embargo, yo no. Hacía todo lo que podía para escribir la fantasía
de cada mujer, manteniendo mi vida personal fuera de ella.
—Ese podría ser el boleto para superar cualquier obstáculo que estés
enfrentando que te impida trabajar en este libro —agregó Tara cuando
guardé silencio.
Me hundí en una de las tumbonas en mi balcón, respirando
profundamente. ¿Cómo podría decirle a Tara que estaba cansada de
escribir este tipo de historia? Tantos autores matarían para tener el trato que
he podido obtener con este editor, pero después de cinco años y más de
una docena de libros, no podía evitar sentirme un poco insatisfecha. Había
una parte de mí que quería usar mi talento para abordar temas serios, como
el abuso, el alcoholismo, la trata de personas, el racismo, la enfermedad
mental, como esperaba hacer cuando comencé en esta industria. Me
había cansado de tener que escribir siempre lo que otra persona quería que
hiciera, no lo que quería.
—¿Así que quieres que cambie la historia?
—No —respondió ella rápidamente—. Eso no es lo que estoy diciendo.
Aún tienes la obligación de entregar la historia que prometiste. Puedes hacer
algunos pequeños cambios...
—¿Pequeños? ¿Cómo es eso? —pregunté, las ruedas girando en mi
cabeza.
—Sabes lo que vendemos aquí. Vendemos erotismo. Vendemos
pecaminoso. Vendemos seducción. Lo más importante, vendemos felices
para siempre. Mientras tu historia tenga todo eso, junto con el romance
prohibido que prometiste, puedo trabajar con cualquier otra cosa.
Asentí, frotándome las sienes.
—Piensa en tu propia historia de amor.
Tosí, ahogándome.
—¿Qué?
—Estoy segura de que has estado enamorada antes. Úsalo como
punto de partida.
Me mordí el labio, permaneciendo en silencio. No era que no amara
a la gente. Amaba a mi hermano, a mis sobrinas, a mi gran y extensa familia,
a mis amigos. Pero, ¿alguna vez había estado enamorada? Dudaba que mi
enamoramiento por Taylor Bennett en el octavo grado contara. Pensé que
era amor. Me pasaba notas entre clases e incluso convirtió la "o" en mi
nombre en un corazón, enumerando las razones por las que me amaba.
Luego demostró su amor eterno besándose con Gretchen Wells en el baile
del Día de San Valentín. Él había afirmado que había sido golpeado por la
flecha de Cupido cuando me vio. Quise prenderle fuego a esa flecha y
perforar su corazón con ella.
—Eres una maldita buena escritora, Molly, y sé que tienes una
imaginación maravillosa. Estoy segura de que tus libros probablemente son
la razón de docenas de embarazos. —Soltó una risa llena de tos—. Sal de tu
casa y encuentra lo que te inspire para hacer lo que haces tan bien. Espero
ver 20,000 palabras para el lunes por la mañana. —Hizo una pausa,
permitiendo que asimilara lo que consideraba una tarea imposible—. Que
tengas un buen fin de semana. —Entonces la línea se cortó.
¿Cómo diablos iba a encontrar una nueva fuente de inspiración que
funcionara para este libro?
¿Y en solo tres días?
3
Traducido por Tessa
Corregido por claudiavero
—¿Qué hay con esa cara? —dijo una voz, sacándome del trance
hipnótico en que me había puesto el cursor parpadeante.
Había estado mirando la pantalla de la computadora en blanco toda
la mañana. Ni una sola palabra fluyó. En lugar de recurrir a mi antiguo lugar
de caza de musas, también conocido como un bar en Boylston, agarré mi
portátil y me dirigí al café, con la esperanza de que un cambio de ambiente
me ayudara a inspirarme. El olor a café y azúcar, junto con los sonidos de los
ruidosos platos y la conversación amistosa, me daban la sensación de
pertenencia, como seguido lo hacía mi dormitorio de la infancia
Mi dependencia de una musa podría haber sido totalmente
psicológica, pero había escrito mi primer libro porque el chico que estaba
viendo en ese momento encendió una historia. Desde entonces, sentí que
debía tener una musa para escribir. Era como una manta de seguridad...
una manta de seguridad que vivía, respiraba, y era increíblemente sexy.
—¿Qué cara? —Me encogí de hombros fuera de mi sueño y miré a
Brooklyn, tratándola con la peor sonrisa falsa que pude reunir en tan poco
tiempo. Se dejó caer en la silla frente a mí y le hizo señas a mi hermano para
que le trajera la dosis de cafeína por la mañana.
—Esa cara. —Me hizo una mueca—. Te ves como si tu perro acabara
de morir o algo así. —Sus ojos se agrandaron, la compasión cruzando su
rostro—. Oh Dios mío. Pee Wee no...
—¡No! ¿Crees que estaría sentada aquí si fuera así? ¡Sería un completo
desastre! —Llevé mi taza a mis labios, que contenía probablemente mi
cuarto o quinto café del día. Sabía que tenía una seria adicción a la cafeína,
pero no tenía ningún deseo de cambiar eso en este momento—. Me agrada
ese perro más de lo que me agradan la mayoría de los seres humanos.
—Entonces, ¿qué pasa? —Ella había alisado su cabello oscuro en una
cola de caballo resbaladiza que descendía hasta la mitad de su espalda.
Sus vibrantes ojos verdes me miraron intrigados, como si pudieran leer mis
pensamientos más íntimos. Probablemente podrían.
—Nada —insistí. No estaba engañando a nadie, especialmente a mi
mejor amiga desde nuestro primer día de jardín de infantes. Éramos espíritus
afines, forasteras desde el principio. Mirábamos con nostalgia cómo las
mamás adoraban a sus hijos y las lágrimas corrían por sus rostros. Éramos las
únicas dos que no tenían a los padres tomando una foto tras otra mientras
esperaban que nuestra maestra nos escoltara a la escuela. La madre de
Brooklyn había muerto un año antes, asesinada por un conductor ebrio
cuando salió corriendo a buscar leche.
Mi historia era casi la misma. Mi madre también había corrido a buscar
leche, como mi papá me había dicho durante años, y nunca regresó. Sin
embargo, no fue asesinada por un conductor ebrio. Ella nos había
abandonado, dijo que ya no quería cargar con una familia. Aunque, hasta
el día de hoy, todavía recibía un par de horribles pantuflas por mi
cumpleaños cada año.
Se arrepentía de haberse casado con mi padre y formado una familia.
Me recordaba constantemente ese hecho.
Cada.
Maldito.
Año.
—Ella aún es cínica y amargada —interrumpió Drew, colocando la
taza de Brooklyn frente a ella y ofreciéndole una sonrisa, que ella estuvo
ansiosa por regresar. Al igual que prácticamente cualquier otra amiga mía,
no podía ocultar su atracción por mi hermano. Una y otra vez, le dije que, si
quería buscar algo con él, estaría bien con eso. Las hijas de Drew la
adoraban. Tenía la sensación de que Drew también la adoraba. Tenía
sentido. A pesar de todo, ella insistió en que nuestra amistad era más
importante para ella que eso. Brooklyn era una joya rara en un mundo
egoísta. No me merecía su amistad.
—Dime algo que no sepa —respondió, sonriéndome.
—Está bloqueada —explicó Drew, bajando la voz.
Él ya sabía el procedimiento. Las únicas personas que sabían lo que
realmente hacía para ganarme la vida estaban a un metro de mí. No era
que estuviera avergonzada de mi escritura. No tenía un trabajo de tiempo
completo en el que me menospreciaran por escribir libros que empaparan
sus bragas. Simplemente prefiero el anonimato.
Brooklyn se inclinó.
—¿Con qué? ¿Sexy Mr. Price? —Ella leía mis cosas antes que los
demás, incluso la basura absoluta que nunca llegaba a la versión definitiva
y que generalmente era una completa serie de incoherencias. Tenía talento
para ver cosas que yo no podía, ayudándome a descubrir adónde llevar la
historia—. Si tuviera un jefe que se pareciera a él…
—Él no existe —le recordó Drew—. Lo haces sonar como si fuera una
persona real.
Me recosté en mi silla, con una mirada arrogante en mi rostro.
—Esa es la señal de la brillantez pura, Drew —bromeé—. Mi escritura
es tan convincente, que ella cree que él es real.
—Si él fuera real, tal vez no habría telarañas creciendo entre mis
piernas —murmuró.
—Con ese dato... —Drew nos ofreció una sonrisa apretada—.
Regresaré al trabajo.
Eché un vistazo al bar, viendo a la tía Gigi y Dottie, otro elemento
esencial de la cafetería, hablando mientras mi tía limpiaba y reabastecía las
vitrinas. El café era un poco diferente. Tenía los típicos puestos y mesas de
bistró que tenían la mayoría de los otros lugares. Cuando Drew se hizo cargo
de la propiedad, hizo un cambio drástico. Puso un bar de verdad que en
realidad servía alcohol. De acuerdo con Drew, quien había estudiado
negocios en pregrado, el margen de ganancia en alcohol era enorme.
—No estás ocupado —argumenté—. Puedes sentarte con nosotras
por un minuto. Todo lo que haces es tomar fotos y firmar autógrafos para
todos los fanáticos del hockey que entran.
—Eso no es todo lo que hago aquí, Mols. —Me lanzó una mirada de
reojo—. A decir verdad, preferiría que me llamaran para un servicio de
jurado que escucharlas hablar de telarañas en lugares en los que preferiría
no pensar.
Le dio a Brooklyn una pequeña sonrisa, luego se dirigió al bar, con los
ojos pegados en uno de los grandes televisores que estaba sintonizado en
uno de los canales de deportes.
—Como si no pensaras en vaginas todo el día, todos los días —le
contesté. Al instante, docenas de clientes reaccionaron desde sus teléfonos
inteligentes o laptops—. ¡Eres un chico! Desde mi experiencia, los hombres
pasan, como, veintitrés horas del día pensando en la próxima vez que van
a conseguir un coño.
—¡Molly! —me reprendió la tía Gigi, sus ojos oscuros me lanzaron
dagas—. ¡Cuida tu lenguaje!
—La otra hora, en realidad están recibiendo dicho coño. —Crucé los
brazos frente a mi pecho, haciendo caso omiso de mi tía de sesenta y cinco
años—. Estoy bastante segura de que pensar en las vaginas es parte de eso.
—¡Molly! —siseó Drew, dirigiéndose a la mesa—. Vas a darle un ataque
al corazón a Gigi, por gritar —me regañó, incapaz de sofocar la risa que
luchaba por escapar. Drew era el típico hijo mayor: serio, pragmático y
metódico. Siempre fui la salvaje. La que no tomaba nada en la vida
demasiado en serio, incluyéndome a mí misma. Aun así, me encantaba
cuando podía sacarle una carcajada... o a cualquier otra persona, para el
caso.
—Como si nunca antes hubiera escuchado la palabra vagina… O
coño.
Se sentó en la silla junto a mí, acercándose.
—Gracias a ti, estoy bastante seguro de que todos en este momento
lo hemos hecho, junto con demasiadas otras palabras que has almacenado
en tu lengua vernácula para los genitales femeninos. Ningún hermano
debería tener que escuchar a su hermana decir algunas de las cosas que
salen de su boca. Ningún hermano debería tener que leer los libros llenos de
sexo de su hermana, tampoco, pero lo hago.
Le planté un beso en la mejilla.
—Eso es porque eres el mejor hermano en todo el mundo. —Mi voz
rezumbó sarcasmo, aunque dije en serio cada palabra.
A través de todos los altibajos en nuestras vidas, Drew fue mi única
constante. Los hombres iban y venían, pero Drew siempre estaba ahí para
mí, incluso durante su carrera profesional de hockey. Cuando algunos de
mis primos o tíos sabelotodo me dijeron que un título en periodismo era una
pérdida de tiempo, Drew me recordó que era una maldita buena escritora
y que sería un mal servicio si me rendía por unos pocos comentarios
ignorantes de personas que no sabrían cómo abrir un libro si sus vidas
dependieran de ello.
—Entonces, ¿cuál es el problema esta vez, Molly? —preguntó Brooklyn
una vez que Drew cedió y se unió a nuestra discusión.
—Recibí una llamada telefónica de mi editor esta mañana.
Ambos reaccionaron.
—¿Qué tuvo que decir? —preguntó Drew.
—Se preguntaba por qué no ha visto nada de mí, considerando que
el borrador final vence en un mes.
—¿No le has enviado nada? —Brooklyn alzó una ceja—. ¿Qué hay de
todo lo que me has hecho leer? De acuerdo, probablemente he leído unas
veinte versiones diferentes del primer capítulo, pero al menos es algo.
Me hundí en la mesa, jugando con mi taza de café.
—Lo sé. Yo solo... Como le dije a Drew antes, simplemente no se siente
bien. —Reduje mi mirada a mis dos confidentes—. Se siente como cualquier
otro libro escrito bajo la presión de un contrato. Cuando firmé este último
trato, pensé que era perfecto. Todo lo que tenía que hacer era escribir un
romance prohibido entre dos personas que son completamente opuestas...
si pudiera llamarse romance. En realidad, es solo un cretino egoísta usando
su posición de poder para seducir a su asistente. Más como acoso sexual.
Entablar un conflicto, que incluso una persona ciega podría ver desde un
kilómetro de distancia, que nuestra heroína de alguna manera es capaz de
pasar por alto porque no puede soportar no sentir su polla dentro de ella
todos los días, dándole orgasmo tras orgasmo, lo cual no es posible, y
tenemos toda nuestra historia, envuelta en un pequeño y ordenado
paquete, lista para comercializar a las masas. —Apoyé la cabeza en mis
manos—. Me lo comí. Lo hicieron sonar como si este fuera un concepto
completamente nuevo, como no se ha hecho antes. Diablos, lo he hecho
antes... repetidamente. —Dejé escapar un largo suspiro—. Tal vez estoy
agotada. Y mi editor espera ver 20,000 palabras para el lunes.
Brooklyn arrugó las cejas.
—Pero, Molly, es viernes…
Levanté mi mano, interrumpiéndola.
—Para agregar combustible al fuego, Kevin me abandonó esta
mañana. De todos modos, estaba equivocada en este libro en particular,
pero al menos era alguien. Ahora no tengo musa y una fecha límite casi
imposible se cierne sobre mí. —Apoyé la cabeza en la mesa y miré hacia el
techo.
—¿Qué pasó con Kevin? —preguntó Brooklyn, intrigada.
Puse los ojos en blanco.
—Que murió con honor y gloria.
—¿Qué hiciste? —Drew se giró hacia mí, su expresión casi engreída,
como si hubiera estado esperando esto por un tiempo. Sabía que mi arreglo
con Kevin no duraría, pero odiaba la idea de tener que buscar otra musa.
Detestaba tener que ponerme un vestido ajustado y un par de tacones solo
para atraer a un tipo, pero era necesario para mi arte.
—Preguntó qué estaba haciendo tan temprano —le respondí—.
Hablamos sobre el tema de los artículos de mi revista y cómo no hay muchos
de ellos. Luego comenzó a preguntarme qué estaba haciendo realmente
todas las veces que le dije que estaba trabajando en mi columna.
—¿Y qué le dijiste?
—Traté de distraerlo. —Me mordí el labio, sintiéndome extrañamente
culpable por los inesperados fuegos artificiales de esta mañana.
—¿Por qué no solo le dijiste? —presionó Drew—. No entiendo por qué
no quieres que la gente lo sepa.
—Yo sé por qué. —Brooklyn se cruzó de brazos, con una expresión de
santurronería en el rostro.
—Oh, ¿sí, doctor Freud? —Adoraba a mi mejor amiga, pero ella
psicoanalizaba todo. De acuerdo, ella tenía un título en psicología y
trabajaba como terapeuta para el Departamento de Niños y Familias. Aun
así, odiaba sentir como si estuviera estudiando todo lo que hacía y decía.
—Esto no tiene nada que ver conmigo siendo terapeuta. Es porque
hemos sido amigas desde que todavía estábamos orinándonos en nuestros
pantalones. No quieres que nadie sepa lo que realmente haces para
ganarte la vida porque aún no has escrito nada de lo que estás orgullosa.
—¡Estoy orgullosa de lo que he logrado! —respondí—. No todos
pueden decir que han escrito un libro.
—Eso es cierto. —Brooklyn bebió un sorbo de su americano, sus ojos
todavía concentrados en mí—. Pero lo dijiste tú misma. Estás más orgullosa
del acto de publicar un libro que del material contenido en él. Si eres feliz,
¿por qué no utilizas tu nombre real?
—No quiero poner en peligro mi acuerdo con la revista.
—¿Estás bromeando? —se burló Drew. —Su circulación se dispararía si
se corriera la voz de que Vivienne Foxx estaba escribiendo para ellos. Sus
lectores salivarían sobre tus columnas... “Escuchado en el baño de mujeres”,
“Las aventuras de Molly en el transporte público”, “Diez semanas para dar
lo mejor”, “Confesiones de un asesino en serie”. Esas columnas son histéricas
y tienen un gran seguimiento. Imagina si tus lectores lo supieran. Solo
aumentaría tu popularidad.
—Eso no me importa. —Golpeteé la mesa con mis uñas, evitando sus
ojos—. Me gusta vivir en las sombras. No necesito ser el centro de atención.
—Me encontré con su mirada, luego miré hacia las paredes que parecían
ser una exhibición de museo.
Cualquiera podría decir con solo entrar a este lugar lo orgulloso que
estaría mi padre de todos los logros de Drew. Las paredes que una vez fueron
cubiertas con fotos antiguas de mis antepasados, que construyeron el café
cuando ni siquiera tenían dos centavos juntos, fueron reemplazadas por una
historia de la notoriedad de Drew. Aún había recortes de periódicos
enmarcados que relataban su ascenso en el mundo del hockey de la
escuela secundaria a la universidad, lo que lo llevó a su carrera profesional,
que en realidad fue mucho más larga que la mayoría. A menudo veía a
Drew mirándolos cuando no sabía que lo veía. Podía sentir que deseaba
que las cosas siguieran siendo como solían ser, pero nunca lo admitiría. Aun
así, sabía que debía perderse la emoción de atar esos patines, escuchar a
la multitud enloquecer cuando tocaba el hielo, miles de personas cantando
su nombre.
—Sabes que él también está orgulloso de ti, ¿no? —ofreció Drew,
tomando mi mano y apretándola. Aparté los ojos de la imagen enmarcada
de la portada del Boston Globe de hace seis años, mostrando a Drew con
su maillot Bruins, sosteniendo la Stanley Cup, rodeado de sus compañeros y
entrenadores.
—Lo sé. —Incluso un completo extraño podría decir que acababa de
decir eso para poder hablar de otra cosa. Mi padre ni siquiera podía
recordar mi nombre.
Al crecer, Drew tuvo a mi papá y, durante unos pocos años, yo tuve a
mi madre. Después de que ella se fue, mi padre intentó incorporarme a los
deportes, ya que eso era todo lo que él realmente conocía. Le di crédito por
al menos hacer un esfuerzo, pero los deportes no eran lo mío. Con los años,
realmente había celebrado sentada en un rincón oscuro de la pista de
patinaje, con un libro en la mano, mientras mi padre animaba a Drew desde
la primera fila, con el rostro radiante de orgullo. El nombre de Brinks se había
hecho famoso por mi hermano, y mi padre no dudó en contarles a todos
acerca de su famoso hijo, incluyendo a cualquiera que pisara su café. No
me molestaba. Estaba feliz de vivir a la sombra de su éxito. Estaba tan
acostumbrada a como estaban las cosas, a menudo respondía cuando la
gente me gritaba "hermana de Drew" para llamar mi atención.
—Te lo debes a ti misma —interrumpió Brooklyn, sintiendo mi creciente
inquietud—. Has trabajado demasiado para dejar que otra persona se
atribuya el mérito de lo que has logrado.
Al ver a la tía Gigi rondando a nuestro alrededor como un halcón,
tratando de escuchar nuestra conversación, bajé la voz.
—No voy a dejar que otra persona tome el crédito.
—En esencia, lo estás haciendo, Mols —respondió Drew—. Al negarte
a tener tu rostro conectado a tu alter ego, estás dejando que esta persona
que inventaste en tu mente se lleve todo el mérito. Tu agente ha tenido
solicitudes para que vayas a los programas de entrevistas matutinos, para
gritarlo en voz alta. ¿Sabes cuántos otros autores matarían por una
oportunidad como esa? Podría hacerte aún más conocida de lo que ya
eres. Podrías convertirte en la próxima Danielle Steel o Nora Roberts.
—Solo déjalo. —Estaba aburrida con esta conversación. Lo
mencionaban cada tantos meses. No importaba lo que dijera, no podían
entender por qué me negaba a hacer apariciones públicas bajo mi alter
ego.
—No voy a dejarlo esta vez, Molly. —Drew se inclinó hacia mí—. ¿Cuál
es la verdadera razón?
Crucé mis brazos, alejándome de él. Sus ojos se clavaron en mí,
haciéndome sentir incómoda en un lugar que siempre había sido como un
segundo hogar. Estrechando mi mirada hacia Drew, formé mis labios en una
línea apretada.
—Tú lo eres —le contesté con una mirada severa.
Parpadeando repetidamente, su boca se convirtió se frunció.
—¿Yo? —Enderezó la espalda, sorprendido.
—Sí, Drew. —Cerré mi laptop, mi voz firme, aunque apenas más fuerte
que un susurro—. Estuve allí en cada paso del camino. Compartí cada
victoria tuya. Cuando recibiste el premio Hobey Baker en la universidad, me
sentí tan honrada como tú. Cuando todos los entrenadores de la NHL te
buscaron, estaba tan nerviosa sentada en las gradas como en el hielo.
Cuando patinaste para llegar a tu primera Copa Stanley y obtuviste el trofeo
de Conn Smythe por ser el Jugador Más Valioso, lloré contigo. ¡Demonios,
tomamos cerveza de la copa de Lord Stanley juntos cuando fue tu turno de
tenerla! Cada emoción que sentiste a lo largo de tu carrera, también la sentí.
Mis hombros cayeron cuando una expresión de conocimiento cruzó
su rostro.
—Todas las subidas y especialmente las bajadas... las sentí, Drew. Sé lo
que es estar en la cima del mundo, y que luego te lo arrebaten. —Negué
con la cabeza—. Ya he estado allí y no voy a volver. Es por eso que me gusta
mi anonimato. Si mis libros dejan de venderse, no será Molly Brinks quien
habrá fracasado. Será Vivienne Foxx.
Drew y Brooklyn guardaron silencio por un momento. No esperaba
que lo entendieran. La industria literaria ya no era lo que fue. En estos días,
parecía que todo el mundo y su perro publicaban un libro. Los lectores
comenzaban a preocuparse menos por la escritura. Querían más
sensualidad, más picante, más atrevido. Solo contar una gran historia ya no
era suficiente. Tenía que traspasar los límites. Sabía que habría un día en el
futuro cercano en el que incluso mis cosas serían demasiado mansas para
algunos. Quería poder alejarme sin demasiado daño a quien era yo como
persona.
—Además, estoy bastante segura de que la tía Gigi tendría un ataque
al corazón si lo supiera —agregué, aligerando el estado de ánimo. El humor
siempre ha sido mi mecanismo de afrontamiento. Drew decía que
enmascaraba mis verdaderos sentimientos con sarcasmo. No veía nada
malo con eso—. Ella ya vive prácticamente en esa maldita iglesia. Si supiera
las cosas sobre las que escribo en mis libros, comenzaría a dormir en el
confesionario.
—Puede que te sorprendas —respondió Drew con una mirada
petulante—. Esto no se trata de lo que piensa la tía Gigi, Mols. Claro, puede
llegar el día en que tus libros no se vendan, pero eso no significa que seas un
fracaso. Solo significa que te arriesgaste. Me arriesgué en una relación con
Carla, sabiendo muy bien que era una groupie de hockey. Si no lo hubiera
hecho, no habría tenido las dos hermosas hijas que tengo. Es aterrador
exponerse, pero las recompensas que puedes cosechar superan con creces
las caídas.
—Como sea. —No estaba de humor para su charla motivacional.
Nada de lo que él o alguien dijera me convencería de renunciar a mi
anonimato. ¿Para qué? Entonces, ¿mi padre finalmente se daría cuenta de
que también tenía una hija? Ese barco había zarpado hace años.
—¿Entonces qué vas a hacer? ¿Cuál es tu plan? —preguntó,
volviendo al tema en cuestión.
Arrugué mis labios y me encogí de hombros.
—Volver al punto uno. Tratar de encontrar una musa que tenga más
sensación de hombre de negocios en él. No estoy segura de que encuentre
a alguien así en mis lugares habituales.
—¡Oh! ¡Lo tengo! —Brooklyn se quedó sin aliento—. ¡Deberías intentar
citas en línea! ¡Una de las chicas de la oficina conoció a su marido en Tinder
o algo así! ¡Lo haré contigo!
Los ojos de Drew se dispararon hacia ella.
—No lo sé. Hay muchos monstruos por ahí. —Un ceño fruncido cruzó
su cara sin afeitar.
—No somos lo suficientemente estúpidas como para ir a la casa de
alguien apenas conocerlo —le aseguró—. Hay reglas.
—¿Reglas? —Arqueó una ceja.
—Sí. Siempre te encuentras en un lugar público, preferiblemente solo
para unos tragos. La cena es demasiado compromiso. Puedes tomar un
trago en diez minutos, tal vez incluso menos, así que, si él es realmente
aburrido o publicó una foto mejorada con Photoshop, puedes salir de allí
rápidamente.
Drew y yo la miramos boquiabiertos, preguntándonos cómo se le
ocurrieron estas reglas de la nada.
—He hecho lo mismo en línea antes —admitió casualmente.
—¡¿Tú qué?! —exclamé—. ¿Cómo es que no me dijiste nada? Si
estabas buscando conocer a alguien, ¡me habría ido de bar en bar contigo!
Una leve sonrisa cruzó su rostro.
—No estoy interesada en el tipo de hombres que conoces en un bar
ruidoso. No es que haya nada de malo en la forma en que normalmente
haces las cosas. Prefiero tener una conexión con alguien. Las citas en línea
son tan aleatorias como buscar a un chico en un bar, pero al menos no estás
bajo la nube de alcohol o gafas de cerveza. Es más seguro.
—¡Estoy a salvo!
—Sé que lo estás, pero no tengo tu aspecto o personalidad.
—¿De qué estás hablando? Eres una chica hermosa, Brooklyn.
—No. Soy única —enfatizó, señalando su cabello casi negro
azabache, rostro pecoso y estatura esbelta—. Hay una diferencia.
—Si significa algo... —Drew se volvió hacia Brooklyn—. Creo que eres
hermosa.
Intentó ocultar su sonrisa, pero era imposible. Ella había estado
enamorada de Drew desde la escuela secundaria. Tomando aliento,
cambió el tema lo mejor que pudo.
—Entonces está arreglado. Pondremos perfiles en cada sitio de citas
por ahí. Puede que conozcas al indicado. —Me miró con esperanza.
—Ese no es el punto de esto. Solo necesito un chico con un mínimo de
buena apariencia y una personalidad profesional para ayudar a inspirarme
a terminar este romance de empresarios multimillonarios. Todo lo que
necesito es una pequeña chispa. Entonces me iré.
—¿Qué pasa si te gusta el chico?
—Eso no sucederá. —Me estremecí de disgusto ante la idea.
—Actúas como si estar en una relación seria es una maldición —
observó Brooklyn—. La vida no es como Sex and the City, ¿sabes?
—Debería serlo. ¡Piensa en todos los zapatos!
Sus ojos se agrandaron.
—Zapatos... —exhaló con una voz tensa, una expresión de absoluta
dicha en su rostro.
Drew se rio entre dientes, pellizcando el puente de su nariz.
—El género femenino es un completo misterio. Nunca entenderé la
fascinación por los zapatos.
—Pero, ¿qué pasa si te enamoras? —presionó Brooklyn—. ¿Vas a
alejarte de eso?
—He estado haciendo esto por años. Aún no he encontrado a nadie
con quien quisiera elegir cortinas. Y seguro como el infierno, tampoco
sucederá esta vez. El amor no es real.
—No lo sé. —Drew se reclinó en su silla, estudiándome—. Creo que
todo es un frente. Actúas como si no desearas tener una relación
comprometida con alguien, pero en el fondo anhelas que te muevan el piso
completamente, como sucede en todas esas películas que
constantemente ves, supuestamente en nombre de la "investigación". Creo
que las ves porque secretamente crees que tu señor Darcy está por ahí en
alguna parte.
Puse los ojos en blanco, odiando que Drew usara al señor Darcy contra
mí. Orgullo y prejuicio era una de mis debilidades, y él lo sabía.
—Son solo fantasías. Todas esas películas y libros no son más que una
historia cuidadosamente elaborada que se comercializa a las masas que
desean sentirse cálidas y confusas por un minuto. No hay tal cosa como
felices para siempre. Me muestras el feliz para siempre al despertarte una
mañana después de retirarte de la NHL debido a una lesión al descubrir que
la mujer con la que querías pasar el resto de tu vida huyó con un jugador
ileso, dejándote a ti para criar a dos niñas de dos años y seis meses.
Drew entrecerró su mirada hacia mí.
—Que te jodan, Molly.
Sabía que mis palabras lo lastimaron, pero era necesario decirlo. De
todas las personas, Drew debería darse cuenta de que el amor verdadero
era solo una quimera.
Los ojos de Brooklyn se lanzaron entre nosotros.
—El hecho de que algunas relaciones no funcionen no significa que
no esté la persona adecuada. Sí, Drew ha sido herido. —Extendió la mano
por la mesa y apretó sus manos, su severa expresión se suavizó cuando su
mirada se movió hacia ella—. Pero eso no le impide esperar algo mejor. La
mujer adecuada vendrá y aceptará las cicatrices, hematomas, lesiones
cerebrales y todo. —Ella sonrió, rompiendo la tensión construida en la mesa.
Brooklyn tenía un don. Como todos los hermanos, Drew y yo teníamos
nuestra parte justa de discusiones. Agreguen nuestra terquedad italiana
innata, y lo que comenzaba como un simple desacuerdo podría convertirse
en la Tercera Guerra Mundial si no fuera porque Brooklyn intervenía
constantemente.
—¿Carla me rompió el corazón? —Drew me miró una vez más, con los
ojos llenos de tristeza—. Mejor que creas que lo hizo. Pero no me arrepiento
ni un segundo porque, durante un corto período de tiempo, sentí algo. Sentí
la chispa que la gente quiere sentir cuando leen tus libros. —Bajó la voz—. Y
me siento mal por cualquiera que nunca haya experimentado eso. Molly,
tienes treinta años.
Mis ojos se agrandaron mientras le lanzaba dagas.
—¡No digas esa mala palabra!
Sus labios se convirtieron en una sonrisa.
—Bueno. Bueno. Veintinueve más uno.
—Mejor. —Sonreí.
—Harás lo que quieras, independientemente de lo que diga, pero tal
vez sea hora de que pienses en encontrar a alguien que esté interesado en
ti como persona, no solo en ligar contigo. Sé que el abandono de mamá
tuvo un mayor impacto en ti que en mí...
—No lo hizo —interrumpí, pero Drew levantó su mano. Cerré mi boca
—Lo hizo. Y marcó a papá, también. No creo que haya vuelto a salir
después de eso. Recuerdo haberlo escuchado decir: “El verdadero amor no
es la vida real”.
—¿Él dijo eso? —Arrugué mi nariz.
Drew simplemente asintió.
—Debe ser de allí que lo sacaste. Te amo, Molly. Eres mi mejor amiga.
Odio la idea de que nunca abras tu corazón, o al menos tu mente, ante la
perspectiva de conocer a alguien que pueda amarte.
—¡Andrew! —gritó la tía Gigi desde detrás del mostrador—. Se acabó
el descanso. Es casi mediodía y necesito el bar abastecido.
Él rodó los ojos.
—¿A quién pertenece este lugar? ¿A ella o a mí? —Guiñó un ojo y se
levantó cuando la tía Gigi se acercó a la mesa, sosteniendo un pedazo de
papel verde claro que había arrancado del panel de anuncios a nuestro
lado.
—Aquí tienes. —Dejó el periódico sobre la mesa.
—¿Qué es esto? —Lo levanté, leyéndolo.
—Citas rápidas —respondió—. Escuché de lo que estabas hablando.
Mis grandes ojos azules se agrandaron aún más, preguntándome
cuánto había oído por casualidad.
—No nací ayer, Molly. No tienes exactamente la voz más suave,
querida —se inclinó, luego susurró—, y tu tío Leo te lo agradece. Las cosas
se han vuelto... interesantes desde que comencé a leer tus libros.
Cuando se apartó, mi rostro se enrojeció de vergüenza, mi mente
girando, preguntándome exactamente cuál de mis libros había leído mi tía.
Ninguno era lo suficientemente dócil para ella. La Biblia no era lo
suficientemente dócil para ella.
—Empieza aquí. Podría ser divertido. —Miró por encima del hombro—
. Y Drew también irá.
—¿Ir a dónde? —Apartó la mirada del televisor que mostraba los
mejores momentos del juego Bruins de la noche anterior.
—Citas rápidas —respondí con una mueca. Odiaba hacer una
pequeña charla, fingir interés en la triste historia de alguien sobre su
emocionante viaje de fin de semana a Home Depot. Al menos con citas en
línea, podría ocultar mi disgusto detrás de la pantalla de una computadora.
—Estoy ocupado —respondió.
—Ni siquiera sabes cuándo es. —La tía Gigi cruzó los brazos frente a su
pecho—. Y es esta noche.
—No puedo encontrar una niñera con tan poco tiempo de aviso.
—Cuidaré a las chicas.
—No quiero causarte molestias.
—No lo haces —insistió—. Quieres que tu hermana conozca a alguien.
Quiero lo mismo para ti.
—Estoy bien. Estoy feliz. No necesito...
—Ah, ah, ah. —La tía Gigi levantó la mano—. Tú también irás. —No
tenía sentido discutir con ella. Era una batalla perdida—. Esas chicas
necesitan una madre. Yo las cuidaré. Sin discusiones.
—Sí, Drew —le dije—. Sin discusiones. Si tengo que sufrir por esto,
puedes sufrir conmigo.
—No soy yo el que rompe en urticaria ante la mención de una relación
comprometida.
—No rompo en urticaria.
—Hiperventila entonces.
Me mordí el labio, permaneciendo en silencio.
—Te tengo —bromeó.
—¡Vamos! —imploré—. Puedes medir la competencia y golpear a
todos los hombres que me miren mal.
—No estoy tan seguro de que sea una buena forma de encontrar una
nueva musa —agregó Brooklyn—. Drew hará que cada chico corra hacia
las colinas.
Estaba a punto de decirle a la tía Gigi que era una mala idea cuando
me llamó la atención la letra pequeña del volante.
—Puede que no sea una completa pérdida de tiempo. —Levanté el
volante, señalando hacia abajo—. Hay barra libre.
—Bien —cedió Drew.
4
Traducido por Tessa
Corregido por claudiavero
—Hola, Molly —dijo uno de los miembros del personal de recepción al
entrar por las puertas automáticas de un edificio de ladrillo de dos pisos.
—Qué tal, Reggie —le respondí al hombre negro delgado y viejo, el
poco cabello que le quedaba era gris en algunos lugares. Me acerqué al
mostrador, tomando el portapapeles que me entregó, muy familiarizada
con el procedimiento en este momento—. ¿Viste el partido anoche?
—Claro que sí. Ese equipo no ha sido el mismo desde que tu hermano
se retiró.
Una sonrisa tiró de mis labios cuando firmé el registro de visitante.
—Solo dices eso para que te consiga más camisetas firmadas.
—No. Es la verdad —me aseguró—. Pero tampoco rechazaría una
camiseta o dos. Mi hermano es un gran admirador. —Puso una placa de
visitante en el mostrador, la tomé y la prendí en mi camisa.
—¿Cómo está él hoy? —pregunté, mi expresión cayendo.
—Está teniendo un día tan bueno como puede, dadas las
circunstancias.
Cerré los ojos y enderecé mi espina dorsal, armándome de valor por
lo que me esperaba en el pasillo. Drew no entendía por qué venía aquí todos
los días, teniendo en cuenta que no veía tanto a mi padre cuando aún vivía
en la casa en la que crecí. No podía abandonar a mi padre. Odiaba que
incluso tuviéramos que ponerlo en un lugar como este. Me gustaba pensar
que a Vincenzo Brinks le quedaba mucha más vida. Aun así, ya no podía
vivir solo. Si no hiciéramos esto, temía que algún día fuésemos a visitarlo para
descubrir que se había ido por ahí, sin saber quién era y dónde vivía.
—No lo tomes como algo personal. —Reggie me tomó la mano y abrí
los ojos, encontrándome con los suyos—. Él te ama. Es la enfermedad lo que
lo hace así.
Apretando mis labios en una línea recta, sin mostrar ninguna emoción,
simplemente asentí. Había escuchado lo mismo demasiadas veces para
contar.
Me alejé de Reggie y caminé por el pasillo, mis botas hasta la rodilla
haciendo clic en el suelo de linóleo. Este lugar tenía un olor extraño.
Limpiador de limón. Talco para bebés. Almuerzo escolar de pavo. Sin
embargo, era la mejor instalación para enfermedades neurodegenerativas
crónicas. Dio la casualidad de que el neurólogo que había estado tratando
a mi padre los últimos años estaba en el personal de aquí. Eso hizo que la
elección de las instalaciones fuera obvia.
Pasé algunos árboles decorativos, sonriendo a algunas caras
familiares. No importaba cuánto trataban de hacer que pareciera que este
era solo otro complejo de apartamentos. Todavía era un centro de
internación que me recordaba a las casas de convalecientes que visitaba
durante la Navidad cuando fui forzada a cantar en el coro de mi iglesia
cuando era pequeña.
Me detuve frente a una puerta blanca, con el número 127 en una
placa al lado, puse la mano en el pomo y la giré. Al entrar, había una
pequeña sala de estar con un sofá y dos sillas de lectura directamente frente
a un televisor de pantalla plana montado en la pared. Un escritorio
colocado contra la pared opuesta, junto con una estantería con algunos
de los libros favoritos de mi padre. En el otro extremo de la habitación había
una puerta que daba a su dormitorio privado y cuarto de baño privado.
Cuando tuvimos que tomar la difícil decisión de ponerlo aquí, queríamos que
este lugar se sintiera lo más cerca posible de su hogar. Habíamos empacado
todas las baratijas y las fotos que había exhibido prominentemente en la
casa en la que crecí. Echándoles un vistazo ahora, me di cuenta de que
solo estaba en una de ellas.
Caminando hacia la biblioteca, agarré una foto en blanco y negro,
estudiándola. No podría haber tenido más de dos o tres en ese momento.
Estaba sentada debajo de un gran roble en uno de los parques cerrados de
la ciudad. Mi madre estaba parada detrás de mí, mirando a la cámara. Una
gran sonrisa iluminaba mi rostro. Ella parecía triste, perdida, insatisfecha.
Pasé mis dedos sobre su rostro, mis rasgos eran casi similares a los de
ella. Grandes ojos parecidos a los de una gata, cabello rubio claro con
acentos castaños, pómulos altos, piel clara. Una vez que ella se fue, me sentí
como la paria de la familia. Era evidente que Drew era el hijo de mi padre.
Su piel de tono aceitunado, ojos color caramelo y cabello oscuro eran
idénticos a los de mi padre y al resto de mi extensa familia. Me destacaba
como una monja en un club de striptease. No parecía que perteneciera. A
veces tampoco sentía que lo hiciera.
—Josie, ¿eres tú?
Apreté mi agarre en el marco e inspiré profundamente,
preparándome para otra tarde de confusión. Miré a la infeliz mujer que mi
padre creía que era, luego volví a colocar la foto en la estantería. Cuando
me di vuelta y mis ojos se posaron en mi padre en la entrada, mi mandíbula
se tensó, mis puños se apretaron, mi pulso se disparó. No debería haber
estado nerviosa, pero este hombre frente a mí no era mi padre. Él no había
estado en meses.
—¿Estás bien, Srta. Brinks? —El auxiliar que empujaba su silla de ruedas
me miró con preocupación.
—Por supuesto. —Le di una sonrisa forzada, tragando saliva. Estaba
todo menos bien mientras miraba el caparazón de hombre en el que se
había convertido mi padre. Siempre parecía más grande que la vida, su risa
estridente bramaba por los pasillos de la modesta casa en Somerville a la
que llamaba mi hogar a lo largo de mi infancia. Me lanzaba con poco
esfuerzo y me alzaba sobre sus hombros, corriendo por los pasillos como si no
tuviera cuidado en el mundo. El hombre que me miraba ahora estaba débil
y abatido por la enfermedad de Alzheimer, su cuerpo una vez fuerte, ahora
frágil.
Di un paso hacia la puerta, agarrando las manijas de la silla de ruedas
y empujándola más hacia el área de estar.
—Lo tomaré desde aquí, Jeffrey.
Él levantó una ceja.
—¿Está segura? —susurró—. Ha estado un poco agresivo hoy. Me
puedo quedar, si quieres.
—No me va a hacer daño —respondí en voz baja—. Es mi padre.
—Pero no se da cuenta de eso.
Luché para contener las lágrimas que había mantenido a raya desde
que conocimos el estado de mi padre hace más de tres años. A medida
que la enfermedad continuaba devorando al hombre que una vez fue, se
volvía cada vez más difícil soportarlo.
—Tal vez hoy finalmente lo hará.
Él no había sabido quién era yo desde hace más de un año. Aun así,
mantenía la esperanza de que algo desencadenara un recuerdo al que la
enfermedad no hubiese llegado todavía. Anhelaba escuchar que me
llamara Molly una vez más antes de que me lo quitaran, a pesar de que el
personal médico me había dicho que era muy poco probable que eso
ocurriera. Tal vez era por eso que venía aquí todas las tardes y le leía. Al
perderme en uno de los libros con los que nos habíamos unido cuando yo
era más joven, tal vez finalmente me miraría y vería a su hija, no a su esposa
enemiga o a un extraño que estaba allí para hacerle daño.
—Bien, Srta. Brinks. Llámame si necesita algo.
Asentí, negándome a volverme y enfrentarme a Jeffrey. No quería ver
la preocupación y la empatía en su expresión. Cuando la puerta hizo clic,
solté un suspiro, estacioné la silla de ruedas de mi padre en el área de estar
frente a una de las sillas de lectura.
—¿Te gustaría un poco de agua? —Me dirigí a la pequeña cocina y
abrí la puerta de la mini nevera.
—No tienes por qué atenderme, Josie. Ven y háblame. Desde que
nació el bebé, ya ni hablamos últimamente.
Quise gritar: ¡No soy Josie! ¡Te dejó hace años! ¡Soy ese bebé! Pero no
lo hice. Este no era mi padre hablando. Tal como los médicos y las
enfermeras me habían recordado una y otra vez, era la enfermedad. Sin
embargo, no importaba cuantas veces lo hubiera escuchado, no podía
evitar sentir que había hecho algo para hacer que mi padre me olvidara
por completo. ¿Cómo podría alguien simplemente olvidarse de una persona
a la que bañaron, vistieron, amaron y protegieron durante más de veinte
años?
—Como ya te dije —dije de manera uniforme a través del dolor en mi
pecho—, no soy Josie. —Retiré la tapa del agua, agarré una pajita del cajón
y la metí en la botella. Cuando levanté la vista, noté una sonrisa traviesa
tirando de su boca—. ¿Qué?
—Lo entiendo. —Me guiñó un ojo—. Juego de rol. Me gusta.
Agarré el mostrador, tomando aliento, recordando la directiva del Dr.
McAllister de cambiar el tema si alguna vez me sentía incómoda.
Ignorando su último comentario, me dirigí hacia la sala de estar,
llevándole el agua.
—¿Qué libro te gustaría leer hoy? ¿Quieres otro thriller? ¿O algo
diferente? Siempre has disfrutado los libros militares. Podríamos leer uno de
esos.
Me agarró del brazo mientras yo ponía el agua en la pequeña mesa
junto a él.
—¿Y qué tipo de marido sería si siempre escogiera lo que leemos? No,
Josie. Tú eliges. Cuéntame una historia de amor.
Comenzó a pasar sus dedos por mi brazo de una manera afectuosa.
Lo quité de golpe, deseando que la vida no fuera tan injusta, deseando que
mi padre pudiera recordarme, no que pensara que soy su esposa que lo
dejó hace más de dos décadas porque no éramos lo suficiente para ella. La
mujer que se negó a responder una llamada telefónica cuando intenté
comunicarme con ella sobre el estado de mi padre. La mujer que rompió
todas sus promesas con nosotros.
Me acerqué a la biblioteca, examinando su contenido. Mis ojos se
posaron en el lomo de un libro. Lo saqué del estante, la tapa rota y
desgarrada después de haberla leído y releído innumerables veces durante
mi adolescencia. Recordaba haberme desmayado por el Sr. Darcy antes de
saber qué era realmente el desmayo. En mi mente, ningún hombre podría
compararse con él. Cada vez que tenía una mala experiencia con un chico
hace años, el Sr. Darcy siempre estuvo ahí para mí. Estaba bastante segura
de que me había arruinado para todos los hombres de verdad. Tal vez era
por eso que me escondía detrás de una computadora y escribía relatos
ficticios del hombre de las fantasías de todas las mujeres. Porque la fantasía
siempre era mejor que la vida real.
Me acomodé en la silla de lectura, sutilmente la empujé hacia atrás
un poco para mantener mi distancia de mi padre, y abrí el libro.
—Es una verdad universalmente reconocida, que un hombre en
posesión de una buena fortuna, debe tener una esposa.
Me sentí como si estuviera viendo a un viejo amigo nuevamente por
primera vez en años. Las palabras de Jane Austen me proporcionaron una
sensación de consuelo, y pude olvidarme de todos mis problemas por un
momento mientras volvía a su mundo.
5
Traducido por Niika
Corregido por claudiavero
El sonido de la puerta abriéndose me sacó del hechizo bajo el que me
habían puesto las palabras de Jane Austen. Levantando la vista, vi a Jeffrey
en la puerta.
—El horario de visita se han acabado, Srta. Brinks —dijo—. Sundowners.
Al escuchar el término, el cual hace referencia al aumento de la
irritabilidad en los pacientes con Alzheimer y demencia cuando el sol se
pone, revisé mi reloj, sorprendida de ver que ya eran las cinco. Cerré el libro
y lo coloqué sobre la mesa, levantándome de la silla.
—Te quiero, papá —susurré, me incliné y coloqué un beso en su
frente—. Te veré mañana.
Miré sobre la reducida estatura de mi padre mientras él dormía
desplomado sobre su silla de ruedas. Mi corazón dolió ante su aspecto. Solo
pasaba su septuagésimo cumpleaños por un par de años, y aun así parecía
más viejo que eso. Deseaba que hubiera una pastilla mágica que se pudiera
tomar, que le devolviera al hombre que solía ser. El hombre que tuvo fiestas
de maquillaje conmigo cuando era una niñita. El hombre que pasó
demasiadas noches montando una casa de muñecas que tenía que tener
para mi séptimo cumpleaños. El hombre que asistió a los almuerzos “Mamá
y yo” durante la escuela primaria para que no me sintiera excluida. Los
recuerdos eran tan claros, tan vívidos. ¿Por qué no podían también ser de
esa forma para él?
Un zumbido me sacó de mis deprimentes pensamientos mientras me
dirigía al pasillo, y busqué en mi bolso. Finalmente encontré mi teléfono en
el abismo sin fin que era mi bolso. Vi un mensaje de Drew.
Será mejor que no me dejes tirado esta noche. Si tengo que sufrir
durante toda la cita rápida, tú también tienes que hacerlo.
Escribí apresurada una respuesta mientras bajaba corriendo por el
pasillo.
Acabo de terminar con papá. Llega a mi casa a las siete. Haré que
Brooklyn nos encuentre allí. Asegúrate de llevar puesta una camisa. Y por
favor aféitate. Por más que las mujeres digan que les gusta un poco de
dejadez, esa mierda hace daño cuando nos hacen sexo oral.
Sonreí para mí misma, imaginándome la cara de mi hermano
volviéndose roja mientras leía mi respuesta. Podía escuchar su voz en mi
cabeza gritando: “Jesús, Molly. Suficiente”. Al instante, la contestación de
Drew apareció en la pantalla, haciéndome reír.
Jesús, Molly. Suficiente.
Eché mi teléfono en mi bolso, a punto de doblar en otro largo pasillo
de este laberinto de edificio.
—¡Srta. Brinks! —me llamó una voz.
Deteniéndome, me di la vuelta. Un hombre vestido con una marcada
camisa azul, corbata negra, pantalones negros perfectamente ajustados y
una bata blanca, se apresuraba hacia mí.
—Dr. McAllister —exhalé, arqueando una ceja cuando vi la mirada
preocupada en su rostro.
Siempre me había fascinado que alguien que parecía tan joven
pudiera ser uno de los mejores neurólogos del estado, si no del país. Me
había llevado más de un año sacarme de encima el deseo de llamarle
Doogie Howser1. De hecho, tenía que estar en sus treinta, no en los dieciséis,
pero había esperado que el doctor de mi padre fuera viejo con el pelo
blanco y barriga cervecera, no un chico atractivo y moreno que tenía
perpetuamente la apariencia de ser despeinado por el viento, como si
acabase de bajarse de su velero. Imaginé que se veía tan bien en un par
de pantalones cortos y zapatos náuticos como lo hacía en corbata y
chaqueta.
—Te lo he dicho. Llámame Noah —dijo con una sonrisa que resaltó sus
dientes casi perfectos. Uno de los de la parte inferior estaba un poco torcido,
pero me gustaba. Le hacía verse más mundano y menos divino.
Doggie Howser: Personaje de una serie de TV estadunidense de un adolescente
prodigio que ejerce su residencia como médico en un hospital con solo 14 años de edad.
1
—De acuerdo. Noah.
Teníamos esta conversación cada vez que le veía. Aun así, cada vez
que me pedía que le llamara Noah, todo en lo que podía pensar era en
conocer la historia del Arca de Noé2 en primer grado antes de que una de
las monjas gentilmente le pidiera a mi padre que no me volviera a llevar a
la escuela católica a la que solo había estado asistiendo por unas enormes
tres semanas. No podía evitar imaginar al Dr. McAllister llevando puesta una
túnica negra y teniendo una larga barba, rodeado por una manada de
animales. Le conté el secreto a mi hermano, quien estaba convencido de
que había algo mal en mí. Simplemente era mi mecanismo de defensa. El
Dr. McAllister, o Noah, siempre parecía ser el portador de malas noticias. El
estado de nuestro padre solo podía empeorar con el paso del tiempo.
Imaginar a su doctor en un escenario gracioso evitaba que tuviera un
colapso nervioso total, por lo injusta que era esta situación.
—¿Tienes un minuto? Hay un par de cosas que había esperado discutir
contigo.
Lo analicé. Cualquier cosa sobre la que quisiera hablar conmigo no
podía ser bueno, no después de las seis un viernes.
—Es sobre tu padre —añadió.
Asintiendo, le seguí por varios pasillos, sobrepasando la recepción y a
través de un conjunto de puertas que conducían al ala administrativa.
Finalmente llegamos a detenernos fuera de una puerta metálica. Sacó un
juego de llaves del bolsillo de su pantalón, insertando una en la cerradura.
Abrió la puerta y la sostuvo así podía entrar antes que él.
Las luces cobraron vida, iluminando la pequeña oficina. A la derecha
había un sofá biplaza de cuero y un sillón que estaba en diagonal,
separados por una sencilla lámpara y una mesita. Su escritorio estaba al otro
lado de eso. Revistas médicas y blocs oficiales tapaban la mayor parte de
su superficie utilizable. Una pequeña biblioteca estaba colocada al lado de
la única ventana. En el lado opuesto de la misma había dos diplomas
enmarcados. Uno de la Licenciatura en Ciencias de Harvard, colgado justo
debajo de un incluso más impresionante marco alardeando de un diploma
de la Universidad Johns Hopkins, que atribuye a un Noah Joseph McAllister
el ser Doctor en Medicina. También había vistos los mismos diplomas
enmarcados en su oficina de su consultorio privado. Al parecer los doctores
tenían colgados sus diplomas en cada oficina. Suponía que era una cosa
del ego.
2
Noah se traduce en Noé.
—Siéntese, Srta. Brinks. —Hizo un gesto hacia el sillón, bajé sobre este,
tratando de permanecer quieta, así el cuero no haría ese vergonzoso sonido
que tan a menudo hacen.
—Puedes llamarme solo Molly. —Le sonreí, mirando alrededor de su
oficina mientras se sentaba en el sofá biplaza junto al sillón.
—De acuerdo, Molly. ¿Cómo te va?
—Bien —respondí, regresando los ojos hacia él—. Estoy un poco
ajustada con la fecha límite en el trabajo, pero no es nada que no pueda
manejar.
—Ah, sí. Eres escritora, ¿no?
Asentí.
Sonrió con satisfacción.
—He visto tu nombre en unas cuantas columnas del Metropolitan.
—Oh, claro —me reí cortésmente—. Tú mujer o tu novia deben leerlo,
¿eh?
Estrechó su mirada y sacudió la cabeza.
—No.
—¿Así que tú lo lees?
—No. Lo que quería decir es que no tengo novia.
Alcé las cejas, dándole una sonrisa coqueta.
—Ni novio —añadió rápidamente—. Me refiero a que no tendría un
novio. Quiero decir… no es que haya algo malo en eso. Solo… —Cerró los
ojos, inhalando una nerviosa respiración—. Vamos a empezar de nuevo. Sin
novia. Soy heterosexual. Algunas de las enfermeras de aquí leen la revista y
se parten de risa con tu columna. Las haces sonreír.
—Entonces mi trabajo está hecho. —Un incómodo silencio se dio entre
nosotros. Me avergoncé ante la idea de que haya leído “Diez Consejos para
Darle una Mejor Mamada”. Mis artículos eran muy irónicos, una forma de
airear mis quejas con lo que fuera que me estaba molestando ese día en
particular—. Entonces, ¿qué es lo que querías hablar conmigo? Dudo que
fuera Cómo Dejar A Un Chico De Manera Agradable —bromeé evocando
uno de mis artículos recientes. Evidentemente, no había nada agradable en
el consejo que contenía en él. El artículo habría sido más apropiado titularlo
“Diez Razones Por Las Que Salir Con Alguien Es Para Idiotas”.
—Cierto —se detuvo y su expresión se tornó seria—. Pido disculpas por
el hecho de que no he tenido tiempo para actualizarte sobre la condición
de tu padre por mí mismo.
—Comprendo que estés ocupado.
—Aun así, hay un par de cosas de las que deberías estar al tanto y no
quería esperar hasta la próxima vez que estuviera previsto que tu y tú
hermano se reunieran conmigo.
Permanecí inmóvil, mi cara se calentó, no concordando con los
escalofríos que recorreron mi columna. Aquí me sentía fuera de mi elemento.
Drew era el que tomaba todas las decisiones en relación a los cuidados de
mi padre. Era el que sabía todas cuestiones apropiadas que preguntar. Todo
lo que yo sabía era que mi padre tenía una enfermedad terminal que había
avanzado en los últimos años y ahora requería de cuidados constantes.
Encontrándose con mis ojos, se lamió los labios, como si se preparase
para dar el golpe fatal.
—El estado de tu padre ha empezado a deteriorarse a un ritmo mucho
más rápido.
—Disculpa, ¿qué? —Fruncí el ceño, sacudiendo la cabeza.
—Como sabes, hay siete etapas en el Alzheimer que van desde
sumamente leve hasta a minutos de morir.
Asentí rápidamente. Cuando mi padre tuvo su diagnóstico por
primera vez, adquirí cada libro que pude sobre el Alzheimer. Eso fue lo que
yo hice. Drew fue el práctico, buscando metódicamente a los mejores
neurólogos y centros de cuidados a largo plazo que el dinero podía
comprar, esperando ser capaces de prolongar la sentencia de muerte que
le habían dado a mi padre. Yo hice lo único que sabía hacer. Investigué la
enfermedad y me vi obligada a darme cuenta de que mi padre no solo
pronto olvidaría quién éramos, sino que tampoco sería capaz de bañarse o
ir al baño por su cuenta.
Creí que teníamos tiempo. Ahora, mirando la triste expresión en el
rostro del Dr. McAllister, la cual seguramente reservaba para todas las
familias a las que estaba a punto de dar malas noticias, supe que el tiempo
se estaba acabando. No sabía cuántas personas de la profesión de
asistencia sanitaria se levantaban cada mañana sabiendo que
probablemente tendrían que enfrentarse a miembros molestos y afligidos de
las familias, todos queriendo la respuesta a una pregunta… ¿Por qué?
—Sé todo acerca de las etapas del Alzheimer —espeté antes de
suavizar la voz—. Creía que lo estaba haciendo bien.
—No podemos ignorar las señales, por más que queramos decir que
solo estaba teniendo un mal día. Ha tenido meses de malos días, Molly. Se
está volviendo cada vez más agresivo e irritable. A tal punto que ha tenido
que ser contenido varias veces. El personal le ha revisado constantemente
en busca de infecciones, esperando que explicasen su irritabilidad, pero
está sano, teniendo en cuenta las circunstancias. —Sacudió la cabeza, sus
ojos permanecieron pegados a los míos—. Se confunde con facilidad.
—Siempre se ha confundido con facilidad —defendí, sin querer creer
que mi padre estaba cerca del final—. Cuando fue diagnosticado, dijiste
que podría vivir con la enfermedad hasta entrar en sus ochenta o noventa.
Solo han pasado tres años.
—Es verdad que la esperanza de vida puede ser tan larga como
veinte años, pero cada caso es diferente. Aquí no hay una receta hecha en
serie, Molly. Tu padre tiene muchas más posibilidades de vivir un poco más
dado que lo hiciste una prioridad. Muchos pacientes con Alzheimer
avanzado, como tu padre, tienen una esperanza de vida muy corta debido
a que no hay nadie alrededor que cuiden de ellos. El personal de aquí es el
mejor que hay, y te prometo que haremos todo lo que podamos para
asegurarnos de que los últimos días de tu padre sean tan cómodos y libres
de dolor como sea posible.
—¿Últimos días? —Tragué duro y mi mandíbula se aflojó.
—Desde el principio te dije que no había cura. Ahí afuera no hay una
pastilla mágica que pueda parar y dar marcha atrás a la evolución. —Estiró
el brazo y me tomó la mano. Disparé mis ojos hacia el contacto de su piel
con la mía. Fue extrañamente reconfortante—. No vamos a darnos por
vencidos con él. No quiero que creas que lo estamos haciendo. Seguiremos
haciendo todo lo que podamos para mantener funcionando su cerebro. —
Me dio una pequeña sonrisa, después se recostó en el sofá, soltándome la
mano—. Los estímulos ambientales parecen estar ayudándole a tener más
momentos lúcidos.
—¿Como fotos? —Alcé una ceja.
Asintió.
—Sí, y la lectura. —Las comisuras de sus labios se elevaron—. Según el
personal, parece ser más feliz por las tardes. En algún lugar, dentro de la
confusión de su cerebro, sabe que estarás ahí para leerle.
Mi expresión cayó.
—Eso es porque cree que soy mi madre.
—Nada de eso importa. No te centres en lo que no tienes control.
Disfruta del tiempo que pasas con él. Aprecia el hecho de que es capaz de
escuchar tu voz, de que sigue ahí.
Tomé una profunda respiración, permitiéndome asumir lo que sabía
era la verdad.
—¿Has hablado con Drew sobre esto?
Asintió.
—Temprano esta mañana. Le era imposible venir y reunirse conmigo
porque tenía que cuidar a las niñas, pero me informó que estarías aquí. Pero
tú siempre estás por las tardes, ¿cierto?
Me encogí de hombros tímidamente.
—¿Cuánto tiempo mi padre…?
—Molly —interrumpió, sabiendo exactamente lo que quería decir—,
incluso con los mejores cuidados, podría vivir varios días o podría morir
mañana. No hay forma de saberlo. Pero lo que sí sé es que tu hermano y tú
han hecho todo lo que podían hacer para asegurarse de que su padre
estuviera tan a gusto como puede independientemente del tiempo que le
quede —dudó brevemente, formando con los labios una tensa línea—. Con
respecto a eso último, el director ejecutivo, el Dr. Connors, quiere que hable
contigo de las directivas sobre la asistencia sanitaria de su archivo.
—Estoy informada de ello —respondí rápidamente.
—Solo quiero recordarte que su directiva avanzada es, básicamente,
lo que probablemente conozcas como ONR3. Nosotros preferimos usar el
término PMN, lo cual significa Permitir la Muerte Natural. De acuerdo con
esta directiva, tu hermano firmó un PMN con esta característica bajo el
poder notarial de asistencia sanitaria que tu padre le otorgó. En caso de que
suceda algo, no podemos realizar ningún salvamento o medida de
prolongación. Su directiva abarca una variedad de diferentes situaciones y
qué medidas, si hay alguna, aprueba. Estoy más que dispuesto de revisarlas
contigo, si te apetece.
—Sé lo que dice su directiva.
—Estoy seguro de que lo haces. —Se encontró con mis ojos—. Cuando
llegamos a esta etapa es simplemente protocolo el recordarle a la familia
cualquier directiva en orden.
Bajé la mirada, centrándome en una pequeña mancha de café sobre
la alfombra gris mientras asimilaba todo lo que el Dr. McAllister acababa de
compartir conmigo. Desde hace tiempo sabía que mi padre estaba
enfermo. Simplemente se había convertido en parte de la vida
Ahora que la verdad de la situación colgaba en el aire, no sabía cómo
se suponía que me sintiera. La mayoría de la gente en mis zapatos, habría
derramado algunas lágrimas ante la idea de que podrían estar diciéndole
3
ONR: Orden de no resucitar
adiós a su ser querido en las próximas semanas. Yo no. Exhibir emociones te
hacía vulnerable. No me iba a poner en esa posición.
Con una expresión vacía, me levanté del sillón.
—Tengo que ponerme en marcha. Gracias por la actualización, Dr.
McAllister. —Le tendí la mano. La miró y después a mí.
—Molly, está bien si estas noticias te molestan.
Tiré de mi chaqueta más cerca, mostrándole rápidamente una sonrisa
simpática.
—Estoy bien, Dr McAllister.
—Noah —corrigió.
—De acuerdo, Noah —resoplé—. Como he dicho, estoy bien.
Poniéndose de pie, estrechó su mirada.
—¿Estás segura?
Caminé hacia la puerta, sosteniendo la cabeza en alto—Estoy segura de que tratas con familias molestas todo el día. Gente
preguntándote por qué esta enfermedad tiene que afectar a sus seres
queridos. Por qué su propio padre no puede recordarlos. —Mi voz era
tranquila, totalmente diferente a lo que una persona normal debería sentir
dada la situación. Me había vuelto una experta en ocultar mis sentimientos
a lo largo de los años. Este doctor no sería el que me quebrara—. He tenido
varios años para asimilar el hecho de que mi padre se está muriendo. En lo
que a mí respecta, esta enfermedad ya lo ha matado. Ese hombre al que le
leo cada día no es mi padre.
Giré el picaporte, a punto de abrir la puerta, cuando me estrellé
contra el metal, la puerta seguía firmemente cerrada. Demasiado para una
salida dramática.
—Protocolo de seguridad —explicó Noah, echó la mano,
sobrepasándome, al pomo—. Automáticamente se bloquea de dentro a
fuera. —Presionó un botón en el pomo, luego lo giró y abrió la puerta de un
empujón.
Con la cara ardiendo, entré al pasillo tratando de recuperar al menos
una pizca de autocontrol.
—Molly —me llamó cuando estaba a punto de doblar la esquina que
rápidamente se había convertido en un símbolo de salvación del total
bochorno.
—¿Sí? —A regañadientes me di la vuelta, cubriendo mi cara con una
sonrisa.
—¿Estás bien?
Resoplé, masajeando un punto doloroso justo sobre mi frente.
—Te dije, estoy…
—No. Tu cabeza. —Dio un paso hacia mí, observándome—. Puedo
echarle un vistazo para ti.
Me detuve rápidamente, jugueteé con la cabeza, demostrándole
que seguramente ni siquiera era mucho más que una marca.
—Está bien. No es la primera vez que esto ha pasado.
Sus preocupados ojos se iluminaron mientras cruzaba los brazos sobre
su pecho, ensanchando su postura.
—¿Tienes la costumbre de tropezar con las puertas?
—No. Solo deseo haber tenido una capa de invisibilidad como Harry
Potter, así no tendría que estar preocupada por una cosa tan banal como
abrir las puertas.
Una sonrisa se formó en sus gruesos labios y alcanzó sus oscuros ojos. El
hermoso sonido de su risa hizo eco contra los pasillos.
—Disfruta de la tarde.
Tomando eso como mi señal para irme, caminé apresuradamente por
el pasillo.
—Oh, y, ¿Molly?
Me di la vuelta para encararle una vez más.
—Una capa de invisibilidad no ayudaba a Harry Potter a atravesar las
puertas. —Guiñó el ojo y se retiró de regreso a su oficina.
Mi mandíbula cayó. Mierda santa. Da un excelente guiño de ojos.
Aturdida, continué y salí del edificio. Cuando me apoyé en el volante
del auto, podría haber jurado que un aleteo estalló en mi estómago
parecido a ese sentimiento extraño del que había escrito en mis libros en
más de una ocasión. Así que hice lo que cualquier mujer de veintinueve años
más uno, haría. Le eché la culpa a la comida mexicana que comí en el
almuerzo.
6
Traducido por Niika
Corregido por claudiavero
—¡Ya era hora de que volvieras! —espetó Brooklyn cuando abrí la
puerta de mi apartamento para verla a ella y a Drew sentados en el sofá,
esperando.
Drew había aceptado mi consejo y se había afeitado. Su cabello
todavía estaba un poco mojado por la ducha y lucía muy diferente del
desaliñado jugador de Hockey que sabía que era. Se veía bastante
elegante en sus vaqueros oscuros y su camisa amarilla con las mangas
enrolladas que hacían que su piel olivácea pareciese incluso más oscura.
—Esta cosa empieza en treinta minutos, ¡y todavía tenemos que llegar
a Back Bay! —Brooklyn se puso de pie, los tacones que llevaba puestos
hacían que su ya alta y desgarbada estructura sobrepasara mi metro
sesenta centímetros por unos buenos quince centímetros. Llevaba puestos
un par de vaqueros oscuros y una blusa holgada verde esmeralda que
adornó con un cinturón plateado en torno a su cintura.
—Estaré lista. —Me dirigí hacia el mueble bar y rebusqué a través de
su contenido para hallar el licor más fuerte que tuviera. Si tenía que fingir que
estaba interesada en encontrar a mi alma gemela entre una sala llena de
personas desesperadas, iba a necesitar un zumbido alcohólico aceptable.
Además, el diagnóstico de mi padre recaía pesadamente sobre mi corazón.
Necesitaba aliviar el dolor que hice todo en mi poder por ocultar—. Me
vendría bien una copa después del día de hoy.
Sentí los ojos de Drew sobre mí. Le disparé una mirada lateral mientras
ponía una botella y un par de vasos de whiskey sobre la encimera.
—¿Hablaste con el Dr. McAllister?
Asentí ligeramente.
—Cuando me estaba marchando, Noah… quiero decir el Dr.
McAllister me llevó aparte. —Miré hacia Drew. Mi expresión le dijo todo lo
que necesitaba saber.
—¿Noah? —Brooklyn colocó sus manos en sus caderas—. ¿Llamas por
su nombre al doctor de tu padre?
—Así
es como me pidió que lo llamara —respondí
despreocupadamente, sirviendo un par de dedos de whisky escocés en
cada vaso.
Antes de que empezase a escribir, nunca bebí whisky escocés. Sentía
que necesitaba probarlo con fines de investigación dado que el
protagonista de mis libros solía beberlo. No podría hablar con inteligencia
sobre ello si nunca había tocado la sustancia por mí misma. Había un
montón de mala conducta que repetidamente justificaba llamándolo
investigación. Sin embargo, tenía límites. No estaba dispuesta a usar drogas
solo porque escribía acerca de un adicto a la metanfetamina.
Afortunadamente, la serie Breaking Bad realmente ayudó en ese
departamento.
—¿En serio? —Los ojos de Drew flotan hacia los míos—. A mí nunca me
ha dicho eso.
—Probablemente eso es porque manejas la mierda mejor de lo que lo
hago yo. —Me apoyé en la pared, crucé uno de mis brazos sobre mi
estómago y la otra mano sostenía mi whisky—. Ese chico solo está esperando
a que me quebrara.
—¿Qué quieres decir? —Brooklyn se acercó lentamente a mí,
sacando su vaso de la barra.
—Nada —contesté rápidamente—. Es solo… Cada vez que me da
noticias sobre papá, lo hace de una forma que me hace sentir como si
estuviera esperando a que tenga un colapso total. “¿Estás bien, Molly?
¿Estás segura?” —dije con mi mejor voz grave, imitando el tono dejado de
Noah—. Es como si quisiera que perdiese el control frente a él. Es como si le
excitara esa mierda o algo.
—No le excita esa mierda. —Brooklyn rodó los ojos—. Probablemente
está actuando de esa forma porque nunca le has mostrado alguna
emoción en absoluto. Es un doctor que tiene que decirles a las personas a
diario que sus seres queridos están muertos o muriéndose. Seguramente
puede distinguir cuando alguien está fingiendo que está bien de cuando,
en realidad, no lo está.
—Entonces seguramente también puede distinguir cuando alguien
está bien —bufé, evitando sus ojos. Subí el vaso hasta mis labios, el whisky
pareció tardar una eternidad en llegar a mi boca, mi garganta y después
calentar mi estómago. Una vez que todo el licor se había acabado, dejé de
golpe el vaso, aferrándome a la encimera de cuarzo mientras tomaba
aliento profundamente para calmarme.
—Molly. —Sentí la presencia de Brooklyn tras de mí antes de que
siquiera colocase su mano sobre mi hombro. Me giré y la encaré. Dudó,
jalando su labio interior entre sus dientes mientras analizaba mi expresión. Mi
cara podía estar en blanco y sin emoción, y aun así Brooklyn siempre tenía
la manera de saber exactamente cómo me sentía—. Es malo, ¿no?
—Algunas personas dirían que sí. —Enderecé mi postura—. No es una
sorpresa para mí… para ambos. —Incliné la cabeza hacia Drew, cuya cara
parecía mostrar todo lo que la mía se rehusaba a mostrar: dolor, tristeza,
añorando las cosas de la manera en que solían ser—. Sabíamos que su
tiempo era corto cuando fue diagnosticado. Desde ese día, ha estado en
la prórroga. ¿Eso es malo? —Me encogí de hombros—. ¿Cómo puedo decir
que lo es cuando sabíamos que esta era la ruta que tomaría su
enfermedad?
Me giré sobre mis tacones y me dirigí por el pasillo y cerré la puerta de
mi habitación, así podría tener un minuto para mí misma lejos de sus ojos
fisgones que solo deseaban que finalmente llorase frente a ellos. No sabía
por qué todo el mundo creía que debería estar molesta sobre el predecible
deterioro de la capacidad de funcionamiento de mi padre. Como si, que
exhibiera alguna emoción no tenía peso sobre el tren de mercancías que se
dirigía directamente hacia él. Nada podría detenerlo.
Con una expresión vacía en mi rostro, me senté en el tocador que
estaba en la pared del fondo, mirándome en un antiguo espejo que había
pertenecido a mi abuela. Tomé un tubo de delineador de ojos de la mesa y
comencé a ponerme algo de él, devolviendo mis ojos a la vida. Seguí a
través de los movimientos familiares de ponerme rubor, rímel y brillo de labios,
la simple visión de mí desapareciendo mientras una joven coqueta, sexy y
profesional saliendo para pasar un buen rato un viernes por la noche
ocupaba su lugar. Ya había hecho esta misma canción y este mismo baile
muchas veces, me estaba cansando de él. Odiaba simular interés en la vida
de otro, en sus hobbies, en sus pasiones. Odiaba fingir ser alguien que no era,
incluso alrededor de Brooklyn y de Drew.
—¡Date prisa, Molly! —gritó Brooklyn desde la cocina.
Salí de mi aturdimiento, saltando del banco. Examinando con
detenimientos la ropa en mi pequeño armario, arrugué la nariz, insegura de
qué vestimenta era apropiada para una cita rápida. Me preguntaba si esto
era algo que Google me revelaría. O Siri. Esa perra parecía tener todas las
respuestas. Tampoco tenía ningún problema en recordarme ese hecho con
su petulante vocecita.
Escasa de tiempo, agarré lo esencial en el armario de cada mujer…
un pequeño vestido negro. Subí el cierre del ceñido vestido que me llegaba
a la mitad del muslo, evalué mi reflejo en el espejo, girando y sacando la
pierna para comprobar le hendidura que exponía algo más de piel, pero de
manera elegante. Emparejándolo con unos tacones animal print, que
añadían ocho centímetros a mi corta estatura, terminé mi look con un largo
collar a capas plateado con cuentas y pendientes a juego. Vislumbré mi
reflejo en el espejo y cubrí mi cara con una sonrisa falsa, fingiendo reírme
ante el seco sentido del humor de mi fingida cita rápida. Sabía lo que les
gustaba a los hombres. Sabía cómo comportarme, qué decir, qué vestir
para pescar a cualquier chico que fuese mi inconsciente víctima esta
noche.
Con la sonrisa falsa
tranquilamente por el pasillo.
todavía
cubriendo
mi
cara,
caminé
—Te ves fantástica, Molly —exclamó Brooklyn cuando volví a entrar en
mi salón.
—Como si importara. Todo esto es un chiste.
—Molly —advirtió—, al menos dale una oportunidad. Nunca sabes a
quién conocerás.
Saqué mi abrigo del armario del recibidor y me dirigí hacia la puerta
con mi hermano y Brooklyn siguiéndome.
—Podría equivocarme, pero dudo enormemente que conoceré a
alguien en la cita rápida que hará que mi estómago revolotee.
Me quedé de piedra, recordando al instante la charla de esta tarde
con el Dr. Noah McAllister y en el hormigueo en mi estómago cuando me
guiñó el ojo, sumado a su mención a Harry Potter. Eso ha tenido que ser. Esa
sensación de pequeñas alas revoloteando locamente en mi estómago
cuando me metí en mi auto antes no tenían absolutamente nada que ver
con su adorable sonrisa, sus ojos pecaminosos, o su voz ronca. Siempre había
tenido una debilidad por los hombres que podía hablarme de Harry Potter.
Puede que tenga o no bastantes fantasías inapropiadas en relación con
Neville Longbottom… Con el Neville del séptimo año, no del primero.
—Quizás. O quizás no —añadió Drew dándome un codazo.
Salí de mis pensamientos y continué bajando por las escaleras de mi
edificio, saliendo a la calle. Seguramente él estaba tan escéptico acerca
de todo esto como yo. Por no hablar de que la gente ya sabía quién era. Ya
había tenido el corazón roto por una groupie del Hockey. Odiaba la idea
de que nunca conocería a alguien que quisiera esta con él por sí mismo,
odiaba que todo lo que verían cuando le miraran fuera al famoso jugador
de Hockey.
—Al menos esto va a ser algo de buen material para tu columna.
—Tienes razón en eso. Me pregunto cuántos chicos estarían lo
bastante desesperados para salir con un enfermo mental fugado —les di
una mirada demente. Drew se rio. Brooklyn me disparó dagas.
—Pórtate bien, Molly. Todavía hay algunas personas ahí afuera que
creen en la idea del amor. Tal vez, tres minutos es lo todo lo que necesitan
para saber si conocieron a su elegido.
Rodé los ojos mientras caminábamos fatigosamente por las estrechas
calles de North End, el aroma a ajo, tomates y especias llenaban el aire. Los
turistas deambulaban por las aceras, debatiendo en cuál restaurante
probar para cenar. No podrían equivocarse. Sin importar qué sitio
escogieran, serían obsequiados con auténtica comida italiana diferente a
cualquier cosa que hayan probado. Era un milagro que no pesara ciento
treinta y seis kilos viviendo en una zona rodeada por toda esta increíble
comida.
—Has estado leyendo demasiados de mis libros últimamente, Brooklyn.
—Tiré de mi chaqueta más cerca, el sutil viento entre mis piernas
refrescándome en la fría tarde de abril. Probablemente el vestido no fue la
mejor idea, pero me había depilado las piernas hoy por la mañana. No
podía desperdiciar la oportunidad—. Nadie mira a alguien a los ojos y sabe,
en ese momento, que quieren pasar el resto de sus vidas con ellos.
—Podría ser real —ofreció con voz tranquila—. Mi padre siempre me
contó que se enamoró de mi madre antes de que ella siquiera le dijese una
sola palabra. Entre clases, ella trabajaba en la biblioteca del campus. Él
había ido allí todos los días solo para verla. Le llevó meses finalmente
conseguir el coraje para hablarle. Cuando por fin lo hizo, bueno… El resto es
historia. —Bajó la vista—. Tal vez tengas razón. Quizás el amor a primera vista
no existe. —Sus ojos se encontraron con los míos antes de flotar brevemente
hacia Drew—. Pero quizás la gente que lo cree lo hace porque les da la
esperanza que no estarán solos para siempre.
—¿Qué hay de malo en estar solo? —pregunté cuando llegamos a la
estación de Haymarket T—. ¿Por qué la sociedad pone tanto énfasis en
casarse y tener una familia? Eso no es para todo el mundo. Algunas personas
valoran su independencia y no quieren abandonarla.
—No tienes que abandonar tu independencia para estar en una
relación —defendió, repitiendo como un loro lo que Drew me había dicho
este mismo día.
—Las relaciones cambian a las personas, y normalmente no para
mejor. —No había manera de que alguien me convenciera de otra cosa.
Había estado en mi parte justa de semi relaciones. Todavía había un
pequeño dar y recibir involucrado, incluso en los arreglos casuales que he
tenido—. No estoy dispuesta a abandonar lo que soy solo para hacer feliz a
alguien más. —Escaneamos nuestros pases en el puesto de peaje y bajamos
por las escaleras, el sonido del metal sobre el metal chirriaba a lo lejos. Me
giré para encarar a Drew y a Brooklyn mientras esperábamos el tren.
—Escuchen, sé que sacan este tema porque se preocupan por mí y
quieren que sea feliz. Soy feliz. Un día, puede que encuentre a alguien que
esté tan loco como yo. Quizás no enamoremos locamente y tengamos
montones de sexo salvaje y de bebés. Pero hoy no es ese día. El único motivo
por el que si quiera accedí a esto es porque tengo una fecha límite y
necesito desesperadamente inspiración. Un hombre joven, profesional que
se vea genial en un traje.
—¿No puedes simplemente buscar online la imagen de algún tipo
caliente? —preguntó Drew—. Tienes una imaginación bastante activa. Estoy
segura de que podrías ser creativa.
—Una vez intenté escribir un libro sin una existente y viva musa… y
terminé teniendo que reescribirlo por completo.
—¿Por qué? —Brooklyn arrugó las cejas.
—Porque era basura.
—No. Me refiero a, ¿por qué intentaste escribir sin una musa? Siempre
has parecido bastante insistente en tener una.
—Fue inevitable —mentí, ocultando mis ojos de los suyos.
Juré que jamás le contaría a otra alma lo que había sucedido con uno
de mis arreglos. Si Drew supiera la mierda que el asqueroso político que
estaba viendo intentó hacer, estaba bastante segura de que el cretino
habría necesitado una cirugía de reconstrucción facial. Sabía que mi
enfoque a las citas era inusual, a lo sumo, y que había cierto riesgo
involucrado, pero eso también se podría decir de las relaciones normales.
De todas formas, el incidente me inquietó hasta el punto de descartar
temporalmente todo el asunto de la inspiración.
—Lo pospuse y tuve que escribir un libro en alrededor de cuatros días.
La suerte quiso que fueran los cuatro días en los que la tía Flo decidió venir
de visita —agregué.
Drew me observó.
—No tenemos ninguna tía Flo.
Brooklyn y yo nos reímos. Mi hermano podía ser un poco ingenuo a
veces. Todos los hombres llevan puestas vendas cuando se trata de cosas
en las que prefieren no pensar.
—Usa tu cerebro —le alenté.
Sacudió la cabeza y sus cejas siguieron fruncidas.
—Mi vagina estaba sangrando —dije en voz alta. Las demás personas
que estaban esperando el metro miraron en nuestra dirección—. Así que
nada de echar un polvo. Quiero decir, supongo que podría haberlo hecho,
pero mis sábanas se habrían parecido a la escena de un crimen.
—Jesús Molly. —Drew apartó la mirada, ruborizándose y encogió su
alta estatura—. Un consejo para esta noche. La mayoría de los hombres no
quieren oír acerca de… vaginas sangrantes.
Coloqué una mano sobre la cadera mientras el tren llegaba y se
detenía.
—Eso solo demuestra mi punto. —Entré en el vagón y tomé asiento.
Brooklyn y Drew se bajaron a ambos lados de mí.
—¿Qué punto? —preguntó.
—La gente es forzada a cambiar cuando está en una relación. Yo, por
ejemplo, en hablar de vaginas sangrantes. Me niego a cambiar mis
costumbres solo por un hombre que no lo hace.
Brooklyn se rio.
—Solo tú tendrías en tu lista de rasgos positivos de personalidad: “debe
disfrutar hablando de las sangrantes partes femeninas”.
—La vagina sangrante es solo una parte del panorama completo. No
estoy dispuesta a cambiar quien soy por nadie, sin importar el tamaño de su
pene. El hombre correcto querrá escucharme hablar de mi vagina en todos
sus estados: sangrante, mojada, seca, peluda o afeitada.
—No puedo creer que esté escuchando esto —masculló Drew,
saludando a una pareja mayor del otro lado del pasillo, que le estaban
dando esa mirada a la que todos estábamos muy acostumbrados, de que
le reconocían, pero no estaban seguros de si era alguien que debería
conocer o solo un doble fortuito.
—Bueno, el hombre correcto para mí no tendrá ningún problema en
escuchar esto.
—Estoy bastante segura que el único hombre que no tendrá ningún
problema en hablar contigo de tus partes íntimas será tu ginecólogo —
comentó Brooklyn, entonces sus ojos se iluminaron—. ¡Oye! ¡Quizás conozcas
a un médico esta noche!
Rodé los ojos.
—Puedes esperar sentada.
7
Traducido por Niika
Corregido por claudiavero
—Soy doctor —dijo un hombre moderadamente atractivo después de
preguntarle a qué se dedicaba.
Eché un vistazo a la mesa a mi derecha, dándole a Brooklyn una
mirada irritada. El salón de eventos de la marisquería popular de Boston,
Back Bay, había sido reorganizado para el gran espectáculo de las citas de
esta noche. Pequeñas mesas de dos puestos estaban en aproximadamente
cuatro filas de cinco mesas cada una, la iluminación atenuada. Una única
vela colocada en el centro de cada mesa, brindando un ambiente
romántico para cada sesión de tres minutos. Y así fue exactamente como
me sentí. Algunos de esos hombres tenían serios problemas. Si fuera
psicóloga, iría a las citas rápidas solo para aumentar mi lista de clientes. La
idea de redactar algunas tarjetas de presentación había cruzado mi mente
más de una vez en los pasados diez minutos.
—¿Y qué es lo que haces tú?
Regresé mi atención al hombre del cabello castaño claro, sentado
enfrente de mí. El titileo de la vela sobre su piel lo hizo parecer como si
hubiera sido quemado gravemente de niño y la piel nunca hubiese vuelto a
crecer. Quien organizó este evento estaba claramente esforzándose
demasiado.
—Nada tan emocionante como ser médico —dije con voz dulce,
batiendo las pestañas. Tal vez no me estaba tomando esto en serio, pero,
¿cómo podía hacerlo cuando el maestro de ceremonias llevaba puesto un
enorme y llamativo corazón prendido a la solapa de su chaqueta? Todo era
tan exagerado. Sin embargo, Drew estaba en lo cierto. Había conseguido
algo de buen material para la columna—. Cuéntame más sobre eso. —
Apoyé la cabeza sobre mis manos cruzadas.
Una cosa que había aprendido a lo largo de los años de ser una chica
que sale en citas en serie era cuán fácil era cambiar la atención de mí
preguntándole a quienquiera con el que estuviese algo de sus vidas. Los
seres humanos eran egocéntricos por naturaleza y les encantaba hablar de
sí mismos. Para la mayoría de las personas, su tema favorito de conversación
era yo, yo y más yo. Pero no había nada interesante en Molly Brinks. Tener un
hermano famoso ayudaba. Cuando la gente descubría que era la hermana
pequeña de Drew Brinks, todos querían hablar de él.
—Oh, no es tan emocionante —respondió con desinterés el Sr.
Médico, restándole importancia. Creo que dijo que su nombre era Curt.
Eché un vistazo a la etiqueta que llevaba puesta sobre el pecho de su
camisa, viendo una mancha de mostaza en el cuello. Intenté ignorarla, sin
éxito. Resplandecía contra la luz azulada. ¿No se miró al espejo antes de salir
de casa?
—Oh, vamos —lo persuadí—. Deja de ser modesto. Cuéntame algo
fuera de lo común que te haya pasado hoy. —Alcé la copa de vino a mi
boca, lamiéndome los labios de manera seductora. Sabía cómo conseguir
lo que quería.
Una sonrisa nerviosa tiró de su boca mientras tomaba aliento.
—De acuerdo. Bueno… Vino este chico hoy. Era una cita de urgencia.
Había estado tratando de reacomodar el resorte de la puerta del garaje.
Esas cosas son una labor bastante pesada. De todas formas, explotó y le
abofeteó justo en la boca. Sus seis dientes de la parte delantera estaban
hechos añicos por lo que tuve que extraerlos y después ponerle algunos
implantes.
Enderecé mi columna y después fruncí la frente
—¿Eso no es algo que haría un dentista?
Asintió
—Claro. Es por lo que vino a mí.
—Espera un minuto. ¿Eres dentista? Creía que dijiste que eras doctor.
—Técnicamente, los dentistas también son doctores. Es un campo
increíblemente especializado.
—No estoy subestimando el hecho de que tuviste que estudiar y
trabajar tan duro como un médico de cabecera, pero, ¿qué te poseería
para meterte en una profesión en donde serías despreciado y temido? A
nadie le gusta ir al dentista.
—Eso no es completamente cierto —defendió—. Hay mucha gente a
la que no le molesta.
—Admitiré que no hay nada como esa sensación de frescor en tu
boca después de una limpieza dental, pero no hay nada divertido en
sentarte en esa butaca y soportar todo el raspado, el chirrido y la
perforadora. —Temblé—. Preferiría ir a mi ginecólogo y tener un instrumento
de metal metiéndoseme por la vagina que ir al dentista, si somos totalmente
sinceros con el otro. Por lo menos, eso termina en aproximadamente un
segundo. No el dentista. Oh, no. Esa mierda dura por lo menos una hora.
Suponía que era un departamento en el que la mayoría de doctores
eran mujeres. Aceptémoslo. Si conoces a un completo extraño en un bar o
en la calle, y escuchas que es doctor, eso alzaba su atractivo un par de
puntos. Si no me hubiera vuelto tan cínica cuando se trataba de toda la
farsa de las citas, también podía haber funcionado conmigo. Ese barco
había zarpado hace tiempo.
La campana repicó, señalando que la “cita” había terminado. El Sr.
Dentista-no-Doctor se levantó lentamente de la silla.
—Espero que encuentres a alguien esta noche —dije con voz alegre.
Me miró perplejamente, probablemente todavía en shock ante mi
franqueza. La verdad sea dicha, para un dentista, sus dientes podrían haber
necesitado un pequeño trabajo.
—Tú también, Avery.
—¿Avery? —bufó Brooklyn mientras el hombre se mezclaba en la fila
de mesas y nos quedábamos sentadas. Era un poco anticuado, pensar que
a la mujer no se le debería pedir que se levantara. Habría dado cualquier
cosa por estirar las piernas y darle un descanso a mi trasero de estar sentada
en esta silla dura.
Me giré, así podía ver la etiqueta con mi nombre.
—Hago esto para encontrar una inspiración para mi libro. ¿Por qué no
asumir el personaje de mi protagonista? —Le lancé una amplia sonrisa.
—Pensé que íbamos a tomarnos esto en serio —murmuró.
—Me estoy tomando esto en serio, pero no hay absolutamente nadie
aquí que yo pueda tomar en serio. Es una enorme pérdida de tiempo.
Noté alguien que descendía en la silla enfrente mía. De mala gana,
aparté mi atención de Brooklyn y la dirigí hacia el nuevo hombre de mis
sueños… al menos por los próximos tres minutos. No parecía mucho tiempo.
En alguna compañía, simular interés en su trabajo de alto ritmo como
vendedor de telemercadeo, tres minutos eran una maldita eternidad.
Odiaba a esos cabrones más que a los dentistas.
Durante los siguiente noventa minutos, lo vi y lo escuché todo. Hubo
un maduro agente de inversiones, tras un poco de investigación, que
descubrí que era una adornada forma de decir que había sido despedido
y estaba invirtiendo en la bolsa con su fondo de pensiones. Hubo varios
hombres de mediana edad con sobrepeso que seguían negándose a
aceptar el hecho de que su esposa les había dejado. Después estaba mi
división favorita de hombres… los hípsters. Nunca he entendido la necesidad
de usar gorros en el interior o llevar un par de gafas de montura oscura con
cristales falsos. No engañaban a nadie excepto a sí mismos.
—Esto de las citas es demasiado trabajo —le dije a Drew y a Brooklyn
después de que todas las sesiones habían terminado y la mayoría de los
asistentes estaban bebiendo en la barra libre. Parecía como si se hubieran
hecho un par de vínculos, así que la noche no fue una total pérdida de
tiempo. Pero en mi pequeño grupo, lo fue. No esperaba otra cosa, tampoco
Drew. Brooklyn, sin embargo, parecía un poco frustrada.
—No, no lo es —insistió, dando un sorbo a su gin-tonic.
—Me duelen las mejillas de sonreír y de fingir que estaba interesada
en colecciones de sellos e historias de viajes universitarios a Cancún. —Rodé
los ojos, después me giré hacia la barra, haciéndole una seña al camarero
para que me sirviera otra copa de vino.
Cuando mi mirada se desplazó por la sala, para ver hombres y mujeres
que habían sido completos extraños al principio de la noche, riéndose entre
miradas traviesas y coquetas sonrisas, consideré que, quizás, Drew y Brooklyn
estaban en lo cierto, aunque nunca lo admitiría. Tal vez debería dejar mi
corazón abierto a la posibilidad de que hubiera un chico ahí afuera que
sería feliz con mis rarezas, que no se ofendería por mi ocasional lenguaje
vulgar, que me amaría por ser yo misma.
Solo que no veía cómo le conocería en una cita rápida u online. El
hombre de mis sueños era demasiado bueno para ser verdad, una fantasía,
obra de ficción. Aun así, no podía sacarme de la cabeza la imagen de mi
padre, completamente solo en la residencia. Probablemente tenía más
visitantes que la mayoría de los residentes, pero unas cuantas horas a la
semana no era nada en comparación con los largos periodos de tiempo
que era obligado a mantenerse a sí mismo y a su mente ocupados con
pequeños estímulos externos. No podía evitar preguntarme quién me
visitaría cuando fuera vieja y senil. Si continuaba por este camino sabía la
respuesta. Nadie.
—¡Ahí están los dos! —exclamó una voz, sacándome de mis
pensamientos.
Me di la vuelta para ver al extravagante maestro de ceremonias, a
quien había renombrado como el Anticristo de Cupido, corriendo
directamente hacia nosotros. Le di una rápidamente una sonrisa al
camarero y después alcé el vino tinto a mis labios, reprimiendo el deseo de
garabatear mi número en una servilleta y deslizársela, junto con la propina,
por si alguna vez necesitaba un melancólico camarero como musa.
—Es la primera vez que esto ha sucedido —prosiguió el Anticristo de
Cupido.
—¿Qué cosa? —preguntó Drew.
Con una sonrisa, nos cogió la mano a mí y a Drew, uniéndolas.
—Acabo de revisar todos los cuestionarios que rellenaron al principio
de la noche, ¡y es demasiado bueno para ser verdad! —Rebosaba
entusiasmo, dando saltos en sus mocasines. De verdad llevaba puestos
mocasines. Sin calcetines—. ¡Ustedes dos son la pareja perfecta!
Mis ojos se ampliaron con aversión y repugnancia. Sí, estaba
escribiendo un romance prohibido y la cosa del hermanastro parecía ser
popular últimamente, pero no había un “astro” entre Drew y yo. Con prisa,
ambos retiramos nuestras manos, nuestras expresiones eran casi idénticas.
—¿Qué? —preguntó, mirándonos con desconcierto—. Creía que
estas eran buenas noticias. Verás —nos mostró los cuestionarios que
habíamos rellenado—, Avery Rollins y Jackson Price son compatibles en
cada categoría.
Casi escupo mi vino, rogando que esto fuera un buen presagio para
mi libro.
—Tal vez sobre papel —respondió Drew, salvándome de tener que
contestar—. Pero no siento nada por ella. De hecho… —me miró, sonriendo
animadamente—, me recuerda a mi hermana.
—No voy a obligarlos a hacer nada —suspiró el maestro de
ceremonias—, pero al menos deberían intercambiar números. Nunca se
sabe.
—Nos aseguraremos de hacerlo. —Riendo ante la ridiculez de toda la
velada, prácticamente me bebí de un trago mi copa de vino. Solo el alcohol
podía ayudarme a olvidar que mi pareja perfecta era mi hermano.
—Oh, y una cosa más. —El Anticristo de Cupido se giró, analizando a
Drew—. Estoy seguro de que escuchas esto un montón, pero ¿alguna vez te
han dicho que te pareces a ese jugador de Hockey? ¿Cuál es su nombre?
—Se mordió los labios—. Jugó para los Bruins hace unos años.
—Andrew Brinks —murmuró el camarero, secando un par de vasos de
whisky.
—¡Sí! ¡Ese! —exclamó—. ¿Alguna vez te han dicho que te pareces a
él?
Una trillada sonrisa cruzó la boca de Drew.
—Me lo han dicho unas cuantas veces.
—Lo supongo. El parecido es asombroso. —Le sonrió a Drew, después
hizo un gesto con la cabeza hacia Brooklyn y hacia mí—. Que tengan una
buena noche.
Después de que se marchara, Brooklyn se giró hacia nosotros,
cruzando los brazos al frente de su pecho con los labios contraídos.
—¿Por qué no me incluyeron en su pequeño plan? —resopló.
—¿Qué plan? —pregunté inocentemente.
—Todo esto. —Hizo un gesto entre nosotros, bajando la voz—. ¿Soy la
única que usó su verdadero nombre?
Drew y yo compartimos una mirada traviesa. Era cierto que éramos
compatibles. Crecimos juntos. Hemos sido el apoyo del otro durante todos
los altibajos de la vida. Sabíamos lo que el otro estaba pensando sin que
cualquiera de los dos tuviera que decirlo en voz alta.
—En serio, Brook —comencé—. No planeamos esto.
—No me lo creo. ¿Cuáles son las probabilidades de que ambos usaran
nombres falsos? ¿Además ambos son personajes del libro en el que estás
trabajando en estos momentos?
Drew me codeó.
—Bueno, después de todo, somos la pareja perfecta.
—Enfermo —gemí.
8
Traducido por Tessa
Corregido por claudiavero
Ese maldito cursor se había estado burlando de mí todo el sábado por
la mañana mientras lo miraba con puro odio. Estaba convencida de que los
genios que desarrollaron el software de procesamiento de textos no
incluyeron el cursor parpadeante como una forma de indicar al usuario su
lugar en el documento. Oh, no. Esos bastardos tenían un propósito mucho
más sádico: recordarnos a algunos de nosotros el plazo límite de nuestra
tarea. Había eludido el maldito tiempo de mi continuo aplazamiento. Ahora
era el momento de hacer todo el trabajo mientras lloraba. Aunque estaba
bastante segura que el sonido escapando de mi boca clasificaría más
apropiadamente como una llamada de auxilio.
Tenía cuarenta horas para obtener un borrador de las primeras 20,000
palabras. Si no dormía entre hoy y el lunes por la mañana, tendría que
escribir 500 palabras por hora. No era una tarea imposible, aparte de un
detalle bastante menor. Todavía estaba sin musa. Las palabras que una vez
fluyeron con tanta libertad y facilidad eran difíciles de encontrar. Estaba más
que consciente del hecho de que probablemente todo estaba en mi
cabeza, pero eso aún no me ayudaba a encontrar las palabras. Había
perdido la cuenta de la cantidad de veces que había escrito varios párrafos,
solo para volver atrás y eliminarlos. Era la misma basura que había estado
escribiendo durante años. Estaba cansada de eso.
En un momento de desesperación, me rompí y me inscribí en varios
sitios de citas en línea. Incluso me acerqué a una de mis hermanas de
hermandad, Debra. Tenía un título en mercadeo y ahora trabajaba como
"consultora de citas" en un servicio de citas de alto perfil. Aparentemente,
los hombres extremadamente ricos pagaban el equivalente del salario
anual de la mayoría de las personas para que otras personas pudieran
encontrar citas potenciales. Como había sido dama de honor en su boda,
me debía una y estaba más que feliz de ver si tenía clientes en la zona que
estuvieran interesados en conocerme. Estaba escribiendo un romance con
un empresario multimillonario. ¿Qué mejor fuente de inspiración que ir a una
cita con un hombre de negocios ridículamente rico?
Después de demasiadas horas mirando mi computadora portátil con
frustración, mi objetivo proyectado en la esquina de la pantalla burlándose
de mí con un total de palabras de cien, me alejé. En el pasado, algunas de
mis mejores ideas sobre historias llegaron a mí cuando me aparté de mi
computadora. Necesitaba hacer eso de nuevo.
El sol brillaba, calentando la ciudad, decidí que era el clima perfecto
para recorrer la ciudad y observar a la gente. Mi plan impetuoso de intentar
citas en línea para encontrar una musa no iba a ayudarme a entregar 20,000
palabras para el lunes por la mañana. En este punto, necesitaba considerar
la opción de solo escribir 20,000 palabras de completa basura, luego
reescribirla una vez que tuviera una musa.
Me puse una chaqueta liviana y tomé mi bolso y tiré una libreta y un
bolígrafo dentro. Le di unos besos a Pee Wee, tratando de ignorar la
absoluta desesperación en su rostro al pensar que lo abandonaba, incluso
por un minuto, luego salí de mi apartamento, asegurándome de pasar por
la cafetería a tomar un café para el camino.
—¿Conociste a alguien anoche? —preguntó la tía Gigi antes que
siquiera tuviera la oportunidad de decir hola.
—No —respondí, dirigiéndome detrás del mostrador para servirme un
café—. Pero terminé siendo la pareja perfecta de alguien basado en el
cuestionario de compatibilidad que todos hicimos cuando nos registramos.
—Me volví hacia mi tía, cuya expresión se iluminó.
—¿De verdad? ¿Quién?
—Drew. —Agarré una tapa y un popote para mi café, y luego di la
vuelta alrededor del mostrador.
Su rostro cayó.
—¿Qué tal las citas en línea? ¿Ya has puesto tu perfil?
Tomando un sorbo de mi café, traté de ocultar mi ceño fruncido.
—Estoy trabajando en eso, tía Gigi.
—¿Te aseguraste de incluir una foto?
Arrugué las cejas, preguntándome cómo mi tía de sesenta y cinco
años y pelirroja, podría saber algo sobre citas en línea... o citas en general,
para el caso. Ella había estado casada con mi tío Leo durante cuarenta y
cinco años.
—Investigué un poco por ti, Molly Mae.
Prácticamente escupí mi café.
—¿Investigaste?
—Sí. De acuerdo con algunas citas... ¿Cómo se llaman? ¿Bogs?
—¿Te refieres a los blogs? —le pregunté en un tono levemente
condescendiente. Mi tía tenía problemas para llevar el registro en la
cafetería, deseando que fuera un negocio puramente efectivo, como en
los "buenos viejos tiempos". Me preguntaba cómo diablos sabía encender
una computadora.
—Sí. Eso es. Blogs. Dijeron que para que tu perfil reciba más atención,
asegúrate de tener una buena foto, y no una selfie o una foto en un espejo.
Tu tía Teresa acaba de comprar una de esas sofisticadas cámaras Canon.
Si quieres, puedo llamarla para que venga a tomarte una foto.
Dándole una sonrisa cortante, agarré un panecillo, luego me dirigí
hacia la puerta de entrada.
—Lo tendré en mente.
—Deberías —advirtió—. Si no lo haces, nunca encontrarás a alguien.
No quieres que tus ovarios se marchiten, ¿verdad?
Gruñí, rodando los ojos.
—¿Qué pasa con todos ustedes y los ovarios marchitos? ¡Estoy
bastante segura de que eso ni siquiera existe! —Abrí la puerta de vidrio del
café.
—Que tengas un buen día, Molly Mae —me llamó, algo liviana en su
voz. Sabía lo mucho que odiaba el comentario de los ovarios.
Salí a la acera, el extremo norte floreciendo con la gente en una
hermosa mañana de sábado. Solo en Nueva Inglaterra podría haber treinta
grados un día y nevar el siguiente. Muchos lugareños se quejaban por el
clima, y probablemente habría sido uno de ellos si tuviera un trabajo al que
tuviera que viajar. Me encantaba ver caer la nieve desde la comodidad de
mi sofá mientras me acurrucaba con Pee Wee. No había nada como ver las
hojas cambiar de color en el otoño. Ni siquiera me importaba la humedad
que hacía que el aire se estancara durante los calurosos meses de verano.
A pesar de mi cinismo externo, me gustaba considerarme una optimista...
una basada en el realismo. No me importaba si sonaba contradictorio.
Navegué por las pocas manzanas hasta la estación de metro y bajé
a la plataforma. Me quedé absorta en mis pensamientos, tratando de
encontrar una historia que continuara fuera de mi alcance. En cuestión de
minutos, llegó un tren, lleno de forasteros y lugareños por igual. Entré en uno
de los vagones llenos, agarrada a una baranda mientras aceleraba a través
de los oscuros túneles debajo de Boston. Después de un corto viaje, el tren
se detuvo en la estación Park y salí del abarrotado vagón.
Emergiendo en el nivel de la calle, aspiré el aire de la ciudad y entorné
los ojos, reajustando mis ojos al sol. Me dirigí por un camino pavimentado a
través de Boston Common, esquivando corredores y ciclistas. Los
vendedores callejeros vendían camisetas, bocadillos, agua y otros
recuerdos con el nombre de mi querida ciudad en grandes letras en negrita.
Esta es una de las mayores atracciones de la ciudad, a pesar de ser solo un
poco de espacio verde en la ciudad. Con su ubicación privilegiada cerca
de teatros, hoteles y tiendas, era el lugar perfecto para observar a la gente
e incluso escuchar conversaciones a hurtadillas.
Instalándome debajo de un gran roble en un área con una buena
vista de los sinuosos caminos y el estanque, saqué mi libreta y mi pluma,
garabateando lo que se me vino a la mente. No tenía que tener sentido o
incluso ser una oración completa. Demonios, a veces era solo un montón de
profanidades esparcidas juntas. Es simplemente una forma de escribir algo.
Muchas veces, ese algo resultaba ser todo.
Después de varios minutos y de que mi mano comenzara a tener
calambres, volví a mirar mis pensamientos aleatorios. Abarcaba un espectro
que iba desde por qué alguien querría ser dentista, sobre todo si habían
asistido a una producción mediocre de Little Shop of Horrors, a mi padre y
las noticias que recibí el día anterior sobre su deterioro. Me preguntaba si
tenía algún dolor. Me preguntaba qué se sentiría estar muriendo. Me
preguntaba si deseaba que las cosas hubieran sido diferentes, si lamentaba
haber dejado a la gente fuera de su vida después de que mi madre se fuera.
Me preguntaba si iba por el mismo camino.
Cuando un ruido sordo se desató de mi estómago, metí la mano en
mi bolso, sacando el panecillo de chocolate que había tomado del café.
Casi al instante, al menos media docena de patos, que no me habían
prestado absolutamente ninguna atención, mientras nadaban en el
estanque a unos metros de distancia, descendieron sobre mí, mirando mi
panecillo como si fuera el último bocado de comida en la tierra.
—Atrás —les advertí.
Solo se hicieron más agresivos y se pegaron al panecillo. Las escenas
de esa película de suspenso, The Birds de Alfred Hitchcock aparecieron en
mi mente mientras me paraba, aferrándome a este. Me negaba a
recompensar el comportamiento invasivo de los patos. Había muy pocas
cosas que consideraba tan queridas como para sacrificar mi propia vida. La
comida estaba casualmente en la parte superior de la lista, especialmente
cualquier cosa con chocolate. Era mi debilidad.
Uno de los patos más grandes, al que mentalmente lo había llamado
"El Jefe", agitó sus alas, el sonido ominoso. Nunca entendí la fobia a las aves
hasta ese momento. Atrapada contra el árbol, intenté patear a los patos en
mis pies, pero los bastardos eran implacables. Impulsados por la perspectiva
de entregarse a un panecillo que solo podía describirse como el cielo puro,
se mantuvieron firmes en su asalto, graznándome y picoteándome con la
esperanza de que me rindiera.
Justo cuando consideraba cómo manejar este ataque aleatorio de
pájaros, que era completamente increíble y que solo me pasaría a mí, en
uno de mis libros, los patos se dispersaron. Una figura alta vestida con un par
de pantalones cortos de gimnasia y una camiseta gris manchada de sudor
corrió hacia mí, agitando los brazos mientras ahuyentaba a mis atacantes
que estaban a segundos de matarme. En mi libro, decidí que los patos serían
miembros de pandillas y mi damisela en apuros sería salvada por un mafioso
temido por todos en el inframundo criminal. Probablemente quedaría mejor
que los patos. Cualquier cosa sería mejor que patos.
Alisando las líneas de mi blusa y chaqueta, me encontré con los ojos
de mi supuesto caballero de brillante armadura. Me quedé sin aliento,
desconcertada por los familiares ojos. El azul era tan claro que casi podía
ver el reflejo de patos voladores en ellos.
—Srta. Brinks —dijo, con una sonrisa en su rostro—. Esto es toda una
sorpresa.
—Dr. McAllister. —Con mi cara sonrojada, evité su mirada intrigada y
recogí mi libreta, metiéndola en mi bolso.
Siempre había sido paranoica con que alguien pudiera echar un
vistazo a lo que contenía ese cuaderno. Ni siquiera Drew y Brooklyn podían
leerlo. Era algo que hacía solo para mí. La idea de que alguien leyera tanto
como una oración me revolvía el estómago. Mis pensamientos más íntimos
a veces llegaban a las páginas. Este diario contenía mis verdaderos
sentimientos... sentimientos que a menudo enmascaraba con mi cinismo y
sarcasmo.
—Prometo que no soy la dama de la canción “Feed the Birds” de Mary
Poppins —bromeé.
—Migajas de pan —replicó con un acento británico horrible. No pude
evitar reírme de lo horrible que fue, sin embargo, parecía tan seguro e
inmutable.
Mi risa nerviosa se desvaneció, nos miramos el uno al otro torpemente
bajo la sombra del árbol gigante. Era extraño verlo vestido con algo más
que un traje y bata de laboratorio. Parecía... atlético. Fuerte.
Guapo.
La gente pasaba corriendo, otros volando en esas trampas de la
muerte sobre ruedas, también conocidas como patines. Drew patinaba... y
patinaba sobre hielo, para el caso... parecía muy fácil. Yo, por otro lado, no
tenía coordinación. Tan pronto como estuviera arriba, la gravedad entraría
en acción y mi trasero se encontraría en el suelo de una manera muy poco
atractiva. Era un milagro que nunca hubiera sufrido de un hueso roto.
—¿Qué te trae por aquí hoy? —El Dr. McAllister rompió el pesado
silencio, ampliando su postura. Metió sus manos en los bolsillos de sus
pantalones cortos de gimnasia.
Inspeccioné su aspecto enrojecido. Sus labios estaban ligeramente
separados, sus ojos se clavaron en mí de una manera que me hizo sentir...
No sabía... ¿Deseada?
O tal vez estaba tan desesperada por encontrar una musa, que me
atraía cualquier persona que incluso me prestara un poco de atención.
—Solo estoy tratando de hacer un poco de trabajo —respondí
rápidamente, arrojando mi bolso sobre mi hombro. Necesitaba encontrar
una posición más segura y libre de patos para observar y escribir—. Antes de
que me atacaran sin contemplaciones las alimañas que viven en el fondo,
eso es.
—¿Sabías que los patos son generalmente criaturas monógamas? —
preguntó cuándo estaba a punto de alejarme, hablando a un ritmo
rápido—. Aunque típicamente solo dura un año. —Me ofreció una sonrisa
impresionante, pasándose la mano por su cabello oscuro y azotado por el
viento—. Pero durante ese año, el pato macho, conocido como draque, y
el pato hembra, que se llama hembra o simplemente pato, son
monógamos.
—Interesante —respondí con una voz prolongada, fingiendo interés.
No tenía ningún deseo de escuchar sobre el estado de relación de los
humanos, y mucho menos de los patos.
—Tengo el cerebro lleno de información inútil. —Cruzó los brazos, sus
bíceps estirando la tela de su camisa.
Me quedé sin aliento inesperadamente. Una sensación de calidez
rodó sobre mí. Nunca hubiera imaginado que el Dr. Noah McAllister tuviera
un cuerpo decente escondido debajo del traje y la bata blanca de
laboratorio que usaba cada vez que lo veía. Por supuesto, siempre pensé
que era un tipo apuesto, pero una especie de "chico de al lado", no en una
especie de "átame y azótame". Ahora mi imaginación estaba
sobrecargada. Consideré escribir una historia pecaminosa entre una
paciente y su médico, que sin duda sabía cómo hacer que las cosas se
empañaran en la habitación... o en la sala de examen. No me importaba si
era ético o no. Usualmente no permitía que tecnicismos como ese se
interpusieran en mi camino. A los lectores les encantaba un romance
prohibido, y me encantaba escribirlos.
—¡Deberías ir a concursar en Jeopardy! —le dije, ansiosa por seguir mi
camino.
—Me lo dicen mucho. —Me dirigió una amplia sonrisa antes de que su
expresión jovial se volviera más seria, más comprensiva. Tenía una sospecha
furtiva de que estaba a punto de sacar nuestra conversación de ayer. Antes
de que pudiera continuar donde dejamos las cosas, pasé por su lado.
—Gracias por la ayuda con los patos. Que tengas un buen fin de
semana. —Me dirigí hacia la colina ligeramente crestada y hacia el camino
pavimentado, el sol golpeando mi cara.
Justo cuando estaba a punto de doblar la esquina bordeando el
estanque, su profunda voz gritó de nuevo.
—¡Molly! ¡Espera!
Disminuyendo mis pasos, dejé escapar un suspiro de exasperación y
me volví. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal cuando fui acariciada con
la vista del Dr. Noah McAllister corriendo hacia mí. Sus pasos eran largos,
atrayendo la atención hacia sus piernas tonificadas.
—¿Sí? —Incliné mi cabeza hacia él mientras se detenía, su sonrisa era
amplia y sus ojos brillantes. Podía sentir el calor que fluía de su cuerpo. Sopló
una brisa, recogiendo un aroma que era una mezcla de sudor, menta y
hierba recién cortada. No era este aroma abrumador que muchos otros
hombres habían estado a punto de despedir, un hedor artificial después de
bañarse en un horrendo aerosol corporal que los genios de la publicidad los
convencieron de que los ayudaría a conseguir una cita o, mejor aún,
acostarse. El aroma de Noah era natural... un bienvenido afrodisíaco.
Vacilante, se mordió el labio inferior. Para mi sorpresa, una parte de mí
también quiso morderlo.
—¿Quieres tomar un café o algo así?
Abrí la boca, sorprendida por su invitación. ¿Eso estaba permitido? No
tenía idea, pero sabía una cosa con certeza. No deseaba pasar más tiempo
con el Dr. Noah McAllister de lo necesario. No pude evitar pensar que
analizaría todo lo que dijera y lo que hiciera, simplemente esperando a que
me rompiera bajo el peso de la enfermedad de mi padre. No necesitaba su
voz tranquilizadora diciéndome que estaba bien mostrar mis sentimientos.
—No quiero interrumpir tu carrera. —Giré de nuevo y seguí hacia el
metro—. Fue bueno verte de nuevo.
—No la estás interrumpiendo —me llamó y alcanzó con facilidad. Se
detuvo directamente frente a mí y amplió su postura. Mientras cruzaba sus
brazos, esos entonados bíceps estaban en exhibición una vez más. No eran
enormes, como los de Kevin, pero sí tiraban de la tela de su playera de
gimnasia—. Vine aquí para aclarar mi mente. —Entrecerró su mirada hacia
mí. —Asumo que tú también.
Le lancé una mirada de soslayo.
Se encogió de hombros.
—Puede que te haya escuchado hablar con tu padre una o dos
veces antes de venir aquí.
Parpadeé repetidamente, sorprendida por su admisión. Nunca antes
lo había visto merodeando por la habitación de mi padre o las áreas
comunes del hogar de ancianos. De hecho, no recuerdo haberlo visto
alguna vez fuera de una sala de examen... hasta ayer.
—Eso es cierto, pero realmente estoy en una fecha límite ajustada.
Además, ya he tomado tres tazas de café hoy. Si tengo más, no seré capaz
de mantener firme mi pluma. —Le di una sonrisa de labios apretados—. Que
tenga un buen fin de semana, Dr. McAllister. —Pasé a su lado, consciente
de un conjunto de vívidos ojos azules que seguían cada uno de mis
movimientos.
Justo cuando pensaba que estaba despejado y podía continuar con
mi existencia ermitaña, me llamó una vez más. Ciertamente era persistente.
—¿Qué tal un helado entonces?
Deteniéndome, gradualmente lo enfrenté. Una sonrisa brillante y un
tanto arrogante se dibujó en su rostro. El bastardo conocía mi debilidad.
—¿Helado?
Asintiendo, se acercó lentamente, pasándose la lengua por los labios.
Probablemente no tenía ni idea de que lo estaba haciendo, pero hizo que
se me erizara el vello de la nuca.
—Algunos de los mejores malditos helados que jamás tendrás. —Su
tono bordeaba en seductor. O tal vez simplemente lo imaginé. Tenía una
tendencia a perderme en el mundo y en los personajes que había creado,
a menudo teniendo dificultades para separar los hechos de la ficción. Si esto
era ficción, no quería dejar de leer.
—Me encanta el helado —jadeé.
—¿A quién no? —Me guiñó un ojo, su cuerpo estaba a un susurro del
mío. Me picaba la piel, erizada, a pesar de que el sol me calentaba.
—Está bien —estuve de acuerdo, aunque uno probablemente podría
argumentar que lo hice bajo influencia indebida—. Pero no hablarás de mi
padre —agregué, saliendo de mi aturdimiento, mi voz firme.
—No lo había planeado. —Con una sonrisa, se dirigió por otro camino,
liderando el paso.
—Entonces, ¿por qué quieres tomar un café conmigo? —le pregunté.
—Pensé que sería una mejor manera de pasar la tarde que mirando
los trabajos de investigación de mis estudiantes.
—¿Estudiantes? —Arqueé una ceja, estudiándolo mientras
caminábamos por Boston Common. Era uno de los primeros días de
primavera que teníamos y parecía que la mitad de la ciudad estaba
disfrutando el clima.
—Doy clase sobre trastornos cerebrales degenerativos en Tufts algunas
noches a la semana.
—Por supuesto que sí, Doogie Howser.
—¿Doogie Howser? —Se rio, el sonido fue hermoso, perfecto. Su sonrisa
llegó a sus ojos. Traté de recordar la última vez que alguien me miró como él
lo hacía, como si estuviera realmente interesado en lo que tenía que decir,
no solo mirando mis labios moverse y preguntándose cuándo los usaría en
sus extremidades inferiores.
—¿No recuerdas ese programa?
—No, lo recuerdo. Pero él tenía dieciséis o algo así, ¿no? Yo tengo
veintidós años más que él.
—Hmm —murmuré. Éra más viejo de lo que había pensado
originalmente. Sabía que tenía que estar en la treintena, teniendo en cuenta
que tendría que pasar por la licenciatura, luego la escuela de medicina,
antes de completar algún tipo de programa de residencia.
—Hmm, ¿qué? —preguntó.
—Nada. Te ves joven para tener veintinueve más nueve.
Frunció el ceño antes de que otra risa saliera de su boca, el sonido hizo
que las mariposas en mi estómago, que habían estado dormidas durante
años antes de ayer, agitaran sus alas.
—¿Veintinueve más nueve?
—¿Nadie te lo dijo alguna vez? —Lo miré, mis ojos muy abiertos—. La
palabra con 't' es una mala, muy mala palabra. No la decimos por aquí.
—¿Palabra con “T”? ¿Quieres decir treinta?
Cubrí mi boca con mi mano, fingiendo horror, bajando la voz.
—Cuida tu lenguaje. —Eché un vistazo alrededor y gesticulé con la
cabeza hacia un grupo de chicos que usaban sus estúpidas gorras de
invierno y jugaban al Frisbee—. Hay bohemios de veintitantos años
alrededor.
Negó con la cabeza, todavía riendo.
—No es de extrañar que las enfermeras amen tu columna. Si esto es
solo una muestra de lo que hay allí, no puedo esperar para leer lo que has
planeado a continuación. —Puso su mano en mi espalda, alejándome del
quiosco de música y subiendo por un camino hacia Tremont Street y el
Distrito Financiero.
Después de unos pocos pasos, retiró su mano, un escalofrío recorrió mi
espalda por la falta de contacto. Era algo sobre lo que había escrito en mis
libros, aunque siempre había estado convencida de que tales cosas en
realidad no sucedían en el mundo real. Me dije a mí misma que el escalofrío
tuvo que ser debido a una ligera brisa, no por la ausencia del contacto de
un desconocido en mi espalda baja.
Me negaba a creer que mi cuerpo pudiera tener este tipo de
reacción ante él. No era real. No había tal cosa como una atracción
instantánea hacia una persona. Tenía que desarrollarse con el tiempo.
Nadie miraba a alguien e inmediatamente sabía que era "el indicado".
Nadie sentía chispas y mariposas por la inocente colocación de una mano
en la espalda... a menos que ya tuvieran algunas bebidas en su sistema.
Entonces sería el alcohol el causante de esa reacción, no otra cosa, algo
mucho más petrificante.
No había tocado una gota de alcohol en todo el día, pero aquí
estaba, caminando junto a un hombre que nunca antes había considerado
como algo más que el médico de mi padre. Estaba consciente de todo,
hasta mi patrón de respiración. En los últimos segundos, había aumentado
al imaginar cómo se veía el Dr. McAllister sin una camisa puesta.
—¿Chocolate o vainilla? —pregunté, rompiendo el silencio antes de
comenzar a imaginar otras partes de él sin ropa. Eso hubiera hecho algunas
citas bastante interesantes con mi padre en el futuro.
—¿Qué fue eso? —Me miró. Me pregunté de qué pensamientos lo
había sacado, si él estaba pensando las mismas cosas sobre mí que yo.
—Me preguntaba si prefieres el helado de chocolate o de vainilla. —
Me encogí de hombros—. Solo trato de hacer una conversación, supongo.
—No te gusta el silencio ¿verdad? —Apretó sus labios, una especie
de arrogancia juguetona en su rostro.
—Paso la mayor parte de mis días sola.
—Eso no es lo mismo. Cuando estás escribiendo tus columnas, ¿tienes
que tener silencio o hay ruido de fondo?
—Ruido de fondo. Siempre —respondí rápidamente. No era solo
cuando escribía mis columnas, tampoco. Tenía una lista de reproducción
diferente para cada uno de mis libros. En su mayoría, canciones realmente
intensas en las que mis personajes podrían ensuciarse. Tenía un repertorio
fenomenal de buena música sexual. El silencio me ponía nerviosa. Me
quedaría atrapada en mis propios pensamientos. Nada bueno salía de eso.
—Debes intentar desconectarte —sugirió—. Puede ser útil con esa
fecha límite tuya. —Estrechó su mirada, dándome una mirada de
complicidad.
Abrí la boca para responder que no sabía de qué estaba hablando,
pero la cerré rápidamente. Tal vez tenía problemas para poner palabras en
el papel digital proverbial porque estaba demasiado distraída con todo lo
demás. Quizás necesitaba desconectarme para volver a familiarizarme con
mis personajes y dejarlos contar su historia, y no al revés.
—Solo una sugerencia. Y para responder a tu pregunta, prefiero algo
un poco más... exótico que simplemente chocolate o vainilla. —Su boca se
convirtió en una sonrisa salaz, presentando demasiadas fantasías médicopaciente. Si algo, pasar tiempo con el Dr. McAllister ciertamente hacía que
fluyera mi jugo. Todo lo que podía pensar en este preciso momento era una
aventura prohibida basada únicamente en la atracción física.
—La variedad puede ser la sal de la vida —repliqué—, pero a veces
es bueno seguir con la apuesta segura. Con chocolate o vainilla, sabes lo
que estás obteniendo. No hay riesgo involucrado. Es una cantidad
conocida.
Nos acercamos a un cruce de peatones y esperamos la señal para
pasar. Se volvió hacia mí, estudiándome mientras pasaba un bote, dándoles
a los forasteros un recorrido por la ciudad en el corazón de la American
Revolution.
—No me pareces el tipo cauteloso. Si fuera un apostador, apostaría a
que eres el tipo de mujer que ama la aventura, que no podría estar
satisfecha con lo ordinario y común.
Evité sus ojos. ¿Por qué siento que ya no estamos hablando de
helado?
—Tomar riesgos nunca vale la pena. Se arriesga, pensando que
valdría la pena, solo para quedar completamente insatisfecho. Evito lo
desconocido.
—Entonces, ¿nunca intentas algo nuevo? —Levantó las cejas,
mirándome mientras la luz cambiaba. Salimos de la acera, siguiendo a una
masa de personas al otro lado de la calle.
—No dije eso. Intento cosas nuevas. Simplemente no me apego
mucho a ellas —respondí, ahora segura de que ya no hablábamos de
helado. No tenía idea de cómo este tipo era capaz de convertir una
pregunta aparentemente inocua, como el tipo favorito de helado, en algo
más, algo más profundo.
—¿Cuándo fue la última vez que probaste algo nuevo? —Abrió la
puerta de vidrio de un pintoresco local, lo que me permitió entrar frente a él.
Traté de ocultar mi sorpresa. No recuerdo la última vez que un hombre me
abrió la puerta.
—Anoche —respondí. El aroma del azúcar, el chocolate y una
docena de otros aromas me golpearon. Me lamí los labios y se me hizo agua
la boca.
—¿Y qué fue eso?
—Fui a una serie de citas rápidas con mi hermano y mi mejor amiga.
Alzó las cejas.
—¿Y cómo fue eso?
Me encogí de hombros.
—Fue. —Ofrecí una amplia sonrisa.
—¿Nuevo material para una columna?
—Eso es todo lo que obtuve.
Manteniendo sus ojos enfocados enervantemente sobre mí, me
condujo a una mesa vacía. Sacó la silla para mí, luego se dirigió hacia un
mostrador largo, docenas de diferentes sabores de helado en exhibición.
—No me preguntaste qué tipo quería —dije detrás de él.
Ni siquiera se dio la vuelta.
—Lo sé.
9
Traducción por micafp_2530
Corregido por EstherC
—Oh, mi Dios —gemí, mis ojos revoloteando en la parte de posterior
de mi cabeza.
—Te gusta eso, ¿no? —La voz de Noah rompió mis pensamientos llenos
de lujuria. No podía recordar la última vez que experimenté tanto placer.
Todo sobre esto estaba tan mal en muchos niveles, pero maldición si no me
satisfacía de una manera que nada había hecho en mi vida recientemente.
—Es increíble. —Mi voz era ronca, mi respiración desigual—. ¿Cómo...?
Necesito más. No puedo obtener suficiente. —El sabor de la menta y el
chocolate hizo bailar a mis papilas gustativas, como si hubieran encontrado
lo que habían estado anhelando durante años. No tenía idea de cómo
terminamos aquí, pero eso no importaba. Todo lo que hizo fue que la alegría
pura fluyera por mis venas.
—A veces vale la pena arriesgarse con algo nuevo, ¿no?
—No sé cómo lo hiciste, pero este es el mejor maldito helado que he
probado. —Puse mi cuchara en el cuenco, el decadente jarabe de
chocolate negro se derramó por los lados y sobre la mesa. No me importaba
lo poco refinada que parecía. Lamí la exquisitez pecaminosa de mis dedos,
sin querer desperdiciar ni una gota.
A menudo había pasado esta heladería en mis viajes dentro de la
ciudad, pero nunca había puesto un pie dentro. Estaría rectificando eso a
partir de ahora. Era un lugar pequeño y discreto, pero la pecaminosa delicia
que bailaba en mi boca me hizo creer que no todos los helados eran iguales.
Sin faltarle el respeto a Ben y Jerry, pero esto ponía sus cosas en evidencia.
—Me alegro de que te guste. —Sonrió, colocando otra cucharada en
su boca. Tenía el sabor de un bastón de caramelo cubierto de chocolate.
Quería más. Mucho más.
Apenas se dijo una palabra mientras nos atiborrábamos de nuestro
helado. Cuando no pude comer otro bocado, me recliné en mi silla,
descansando mis manos sobre mi estómago. Con una sonrisa en mi rostro,
permanecí en un coma inducido por el helado. No podía recordar la última
vez que me había sentido tan a gusto en compañía de un extraño. Desde
que Noah me había salvado del desmembramiento de un grupo de rufianes
despiadados, el estrés de mi plazo imposible había desaparecido.
—Entonces dime, Molly. —Se limpió la boca con su servilleta. Era
agradable escuchar mi nombre en lugar de la formalidad del Srita. Brinks.
Me recordaba demasiado a los héroes en mis libros. A los lectores románticos
eróticos les encanta la formalidad de usar apellidos. A mí también me
gustaba, pero la forma en que mi primer nombre salía de la lengua de Noah
lo hacía sonar como si fuéramos viejos amigos—. ¿Siempre quisiste ser una
escritora?
Consideré su pregunta.
—Honestamente, no puedo recordar una ocasión en que no quisiera
ser escritora, incluso cuando la mayoría de mi familia me dijo una y otra vez
que no era una verdadera profesión. —Puse los ojos en blanco—. Pero,
aparentemente, querer ser una jugadora profesional de hockey lo era. —
Mirando hacia otro lado, tiré de mi labio inferior con mis dientes.
—Eso debe haber sido difícil para ti —comentó, sentándose en su silla.
—Nah. —Me encogí de hombros. No quería que él leyera demasiado.
Todo fue parte de la vida al crecer con un hermano que era bueno en
algo—. No me importaba. En realidad, fue una bendición que toda la
atención estuviera centrada en Drew. Él no podía salirse con la suya con
nada. Mi padre siempre se aseguraba de estuviera despierto al amanecer,
de recorrer los kilómetros que necesitaba para seguir entrenando, incluso
fuera de temporada. —Jugué con el popote en el vaso de agua, moviendo
el hielo—. No tuve que aguantar la supervisión constante como lo hizo Drew.
Miré a lo lejos, mi sonrisa titubeó cuando recordé cómo me sentía
cuando crucé el escenario en mi graduación de NYU, no toda mi familia ahí,
excepto la tía Gigi y Brooklyn, los demás ausentes del momento más
importante de mi vida hasta ese momento. Punto. Los Bruins llegaron a los
playoffs y tuvieron un juego el mismo día de mi graduación. Supuse que estar
en otro juego de hockey era más importante que verme graduarme en la
cima de mi clase. No era la primera vez que mi padre se perdía uno de mis
eventos a favor del hockey de Drew. A menudo me preguntaba si él sabía
que tenía una hija, especialmente cuando llegué a la edad adulta y el
parecido con mi madre se hizo más fuerte con cada día que pasaba.
—¿Molly? —La voz de Noah interrumpió mis recuerdos. Tiré mis ojos a
los suyos—. ¿Estás bien?
Forcé una sonrisa, tomando un sorbo de mi agua para que no pudiera
ver más allá de la fachada.
—Por supuesto. —Tragué saliva, enderezando mi columna vertebral—
. ¿Qué hay de ti? ¿Siempre quisiste ser médico?
Me estudió por un momento prolongado, luego aligeró su expresión.
—No siempre. —Relajé mis hombros, agradecida de que no me
presionara para hablar más sobre cómo fue crecer en la sombra de Drew—
. No puedo decir que quería ser médico cuando tenía cinco años. En aquel
entonces, estoy bastante seguro de querer ser algo ridículo, como un
astronauta o un doble de acción.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión? —Mi voz rezumó sarcasmo—.
Estoy segura de que hubieras tenido una gran carrera como doble.
—Además de que probablemente nunca pueda obtener una póliza
de seguro de vida, mi padre me hizo elegir un camino diferente.
—¿De verdad?
Como escritora, me gustaba considerarme una observadora casual
de la vida. Siempre me ha fascinado cómo algunas acciones pueden influir
en la trayectoria de vida de una persona. Podría haber sido algo tan simple
como decidirse a posponer la alarma un día o un evento importante de la
vida, como la muerte de un ser querido, que puso a alguien en un camino
completamente diferente. Salté de emoción ante la perspectiva,
preguntándome qué eventos en el pasado me habían puesto en el curso
en el que había estado, preguntándome si estaría sentada en este lugar
exacto hoy si algo fuera diferente.
—¿Quería poder jactarse de tener un médico en la familia?
Sacudió la cabeza.
—A mis padres no les importaba lo que hiciera con mi vida, siempre
que fuera feliz. Ni siquiera me presionaron para ir a la universidad. Siempre y
cuando no fuera completo parasito, me apoyaron.
—Entonces, ¿qué te hizo decidir por la medicina?
—Mi papá se enfermó. —Tragó, su expresión ligera titubeó. Jugó con
su taza de café—. Realmente enfermo. —Su voz se volvió suave, casi
inaudible.
—Lo siento. No quise mencionarlo. —Mi corazón se cayó cuando
observé el dolor en su rostro, como si lo que sucedió aún estuviera fresco en
su mente—. Si alguien entiende que no quieras hablar de ese tipo de cosas,
soy yo.
—En realidad... —Encontró mis ojos—. No me importa hablar de eso en
absoluto.
Aparté la mirada, su intensa mirada quemando mi piel. Esperaba que
esta no fuera otra estratagema para que finalmente discutiera mis
sentimientos. Si lo era, nunca perdonaría al Dr. Noah McAllister. Mis
sentimientos no eran de su incumbencia. No eran asunto de nadie.
—Comenzó como lo hace con todos los demás —continuó después
de un prolongado silencio—. Como estoy seguro de que le sucedió a tu
padre.
—¿Mi padre? —repetí en voz baja, regresando mis ojos a los suyos.
—Perdía cosas en la casa, faltaba a citas porque había olvidado qué
día eran. Supusimos que era porque estaba envejeciendo. Mi padre estaba
en sus cincuentas cuando yo nací. Mi madre era veinte años más joven.
—Mi padre era quince años mayor que mi madre —le dije—. Lo
entiendo.
—Un día, nos dimos cuenta de que era algo más que perder sus lentes.
No recordaba los nombres de las personas que veía casi todos los días. Tenía
dificultad para hacer matemáticas simples. No podía recordar lo que había
desayunado. —Sacudió la cabeza—. Su declive fue agresivo. En cuestión de
meses, perdió toda la capacidad de responder y comunicarse. Odié verlo
en esa condición.
—¿Así que decidiste ir a la escuela de medicina y encontrar la forma
de evitar que eso le suceda a alguien más?
Me miró, abatido.
—No soy tan optimista. Con más y más avances en medicina, es
posible que algún día, pero probablemente no en nuestra vida. Después de
que mi padre murió, decidí especializarme en enfermedades neurológicas
degenerativas. El Alzheimer es una perra de enfermedad, si puedo ser tan
directo. —Su voz se volvió más segura, más decidida, más apasionada—.
Como sabes, no hay cura. No es como el cáncer. Incluso cuando se le dice
a un paciente con cáncer que está en la etapa tres o cuatro, todavía hay
opciones de tratamiento. Se les da la esperanza de que el personal médico
hará todo lo posible para forzar la remisión de la enfermedad. Ese no es el
caso con la demencia o el Alzheimer. Afecta el sistema nervioso, el cerebro.
No hay remisión. Lo único que podemos hacer es tratar de mantener a
nuestros pacientes lo más cómodos posible durante el mayor tiempo
posible. Hacemos todo lo que está a nuestro alcance para mantener sus
cuerpos en buena salud física, mantener sus mentes activas. ¿Sabías que la
mayoría de los pacientes de Alzheimer no mueren debido a la enfermedad
en sí? Ellos mueren a causa de infecciones, como la neumonía. Los
afectados por esta enfermedad pierden la capacidad de saber cuándo
está algo mal en su cuerpo, por lo que una enfermedad o infección que de
otra manera no sería mortal termina matándolos. —Sacudió la cabeza,
tomando aire—. Eso es lo que le pasó a mi padre. Tuvo una infección del
tracto urinario que causó sepsis, que terminó matándolo. —Extendió la
mano, a punto de agarrar mi mano y luego se detuvo en seco—. Así que
todo lo que estás pasando, he estado allí, Molly. Solía sentirme tan solo.
Claro, tenía a mis hermanas y mi madre, pero tenía un vínculo, una conexión
con mi padre. Odiaba ser testigo de cómo él ni siquiera podía recordar
quién era yo.
Bajé los ojos, mis manos inquietas en mi regazo.
—Creo que lo que estoy tratando de decir es que, si alguna vez
necesitas hablar con alguien sobre eso, te escucharé y no como el
neurólogo de tu padre. Tampoco como alguien que ha estado en tus
zapatos.
Arreglando mi compostura, le di una mirada en blanco, mis labios en
una línea firme.
—Gracias por la oferta, pero eso no es necesario. Como dije ayer,
sabía que esto era una sentencia de muerte. No esperaba un milagro. —
Permanecí estoica, con la columna recta.
—Molly…
—Estoy bien —respondí con voz entrecortada, con la esperanza de
que captara la indirecta y terminara la conversación.
Me estudió durante un tiempo terriblemente largo, luego suspiró.
—Está bien, pero la oferta está en pie. —Derrotado, se pasó la mano
por su cabello rebelde.
Mordiéndome una de las uñas, miré a todos lados menos a sus ojos,
no queriendo que él viese la verdad que había ocultado a todos durante
años.
***
Cuando dejamos la heladería, había una incomodidad entre
nosotros. Podría haberme dirigido fácilmente a la estación de tren más
cercana, que estaba a una cuadra de distancia. En cambio, me quedé con
Noah, paseando junto a él a través de Common. A pesar de mi reacción
después de su oferta de un hombro proverbial para llorar, me sentí atraída
por su presencia reconfortante.
Cuando pasamos junto a las estatuas de bronce de patos pequeños,
un tributo al notable libro infantil Make Way for Ducklings, que estaba
ambientado en este mismo parque, lo miré. Sus ojos estaban enfocados
hacia adelante, una mirada distante en su rostro, como si estuviese sumido
en sus pensamientos. No quería irme con una nota agria.
Inhalé un soplo del aire primaveral y luego dije:
—El diario de Ana Frank.
Arqueó una ceja, permaneciendo en silencio, su expresión atenta me
animó a continuar.
—Me preguntaste si siempre quise ser escritora. Fue El Diario de Ana
Frank lo que me hizo querer ser escritora. —No estaba segura de por qué me
sentía inclinada a contarle esta historia. Era algo que raramente le decía a
alguien. Ni siquiera estaba segura de que mi hermano o Brooklyn lo
supieran—. Lo leí cuando tenía quizás ocho o nueve años. Estaba tan
impresionada con lo bien escrito que estaba aún a su edad, hice que mi
padre saliera a buscar un diario para poder llevar un diario, al igual que ella.
Drew tenía a mi padre y al hockey para hacerle compañía. Supongo que
siempre me pareció que escribir y leer eran mis compañeros.
—¿Sobre qué escribiste? —Una sonrisa tiró de sus labios.
Me pregunté si ese era el tipo de cosas que Kevin esperaba obtener
de mí. Nunca tuve ningún deseo de compartir estas partes de mí con él.
Noah era diferente de alguna manera. No sentí que me juzgaría o usaría
esta información en mi contra en algún momento después de una
acalorada discusión.
—Nada tan notable como ella. No me ocultaba exactamente de un
gobierno intolerante. —Miré hacia abajo a mis pies vestidos de chancletas,
haciendo una nota mental para conseguir una pedicura, sobre todo porque
finalmente era primavera—. Traté de escribir cosas que cruzaron por mi
mente, hacer comentarios sobre lo que observaba en mi mundo. A veces lo
hojeo y me rio de lo que escribí, lo que consideré importante. Solo puedes
imaginar la misiva que escribí cuando los Backstreet Boys se separaron.
—¿Aún la tienes?
Asentí.
—He guardado todos mis diarios.
—¿Sigues escribiendo?
—Más o menos. Lo uso como una forma de escritura libre.
—¿Escritura libre? —Sacudió su cabeza levemente, un destello de
interés en sus ojos—. ¿Qué es eso?
—Solo escribo lo que me viene a la mente. Puede que ni siquiera sean
oraciones completas o pensamientos, solo palabras. Cuando no sé sobre
qué escribir, escribo libremente.
—¿Ayuda?
Me encogí de hombros.
—A veces. Creo que es algo más cómodo para mí. Mi diario es como
la manta de seguridad de un bebé. He estado escribiendo un diario durante
la mayor parte de mi vida. Cuando me siento estancada, vuelvo a lo que
sé.
—Lo entiendo.
Continuamos caminando a través de Common, pasando la escena
de mi ataque sin ceremonias por una pandilla de habitantes de la ciudad
de baja categoría. Ni siquiera intenté llenar el vacío con una conversación
sin sentido. Por una vez, simplemente disfruté de la tranquilidad.
Demasiado pronto, llegamos al borde del parque por la estación de
Arlington Street. Noah se volvió hacia mí, dejando escapar un suspiro
tembloroso cuando nuestros ojos se encontraron.
—Probablemente debería volver a calificar ensayos.
—Pasamos por Tufts varias cuadras atrás —comenté.
Metió sus manos en sus bolsillos.
—Supongo que solo quería pasar un poco más de tiempo contigo.
Reprimí la sonrisa que quisieron formar mis labios por su admisión. Mi
cuerpo zumbó con felicidad y algo más... algo que no pude describir del
todo.
—Como amigos —aclaró rápidamente, mirando hacia otro lado.
—Por supuesto. —Me sorprendí un poco cuando sentí una pesadez en
mi corazón ante la idea de que nunca más pasaría nada entre nosotros.
Traté de no dejarlo, sonriendo con tanta confianza como pude reunir.
Incluso un completo extraño probablemente podría sentir mi decepción.
Noah volvió su mirada a la mía, la confusión y la inquietud en su rostro.
—Es solo…
—Gracias por el helado —interrumpí, aclarando mi garganta. Sabía lo
que estaba a punto de decir. No quería sufrir esa conversación incómoda—
. Fue... un cambio de vida. —Le guiñé un ojo.
Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa.
—¿Entonces estás de acuerdo en que a veces vale la pena probar
algo nuevo?
—Reconozco que puedes ser algo. —Alisé uno de mis rizos rebeldes
detrás de mi oreja—. Pero necesitaría más pruebas para tomar una
determinación final. Tú eres un científico, después de todo. Sabes todo sobre
la necesidad de probar su hipótesis repetidamente para comprobarla.
Apenas puedo tomar una determinación después de una sola prueba.
Su pequeña sonrisa se iluminó, alcanzando sus ojos. Había escrito
sobre sonrisas pantis antes. No tenían nada que ver con Noah. Tenía una
sonrisa de “vamos a casarnos y tener mucho sexo y bebés”. De hecho, me
gustó. Él no estaba mostrando esos blancos nacarados solo para meterse en
mis pantalones o flirtear conmigo. Era genuina. Todo en él era genuino y real.
Fue un cambio agradable de los otros hombres con los que normalmente
me rodeaba.
—Estaría más que feliz de ayudarte a probar esa hipótesis de nuevo,
Molly.
Dio un paso hacia mí, nuestros cuerpos casi se tocan. Incliné mi
cabeza hacia atrás. Hubiera sido tan fácil ponerme de puntillas y presionar
mis labios contra los suyos. No podía dejar de imaginar cómo sería probarlos.
Lo contemplé, pensando que podría ayudar a romper mi bloqueo. Se
suponía que estaba escribiendo un romance prohibido. Perseguir algo con
Noah estaba ciertamente prohibido.
Entonces una punzada de culpa se formó en mi pecho ante la idea
de usarlo para una historia. ¿Realmente podría poner su carrera en peligro
solo para ayudarme a superar el bloqueo de escritora? No tuve problemas
para usar otros hombres, pero eran diferentes. En su mayoría eran
veinteañeros que estaban contentos con una aventura casual. No conocía
bien a Noah, pero sabía lo suficiente como para darme cuenta de que él
no se parecía en nada a ellos.
—Probablemente debería irme —dije, rompiendo la tensión. Retrocedí
antes de empujarlo a hacer algo de lo que instantáneamente se
arrepentiría... y algo de lo que me arrepentiría.
—Bien. —Relajó su postura—. Y tengo ensayos que necesito revisar.
—Supongo que te veré entonces. —Dudé, luego me alejé de mala
gana de él.
—Fue un placer encontrarme contigo hoy, Molly —gritó.
Miré por encima de mi hombro y le ofrecí una sonrisa agradable
mientras mantenía sus ojos clavados en mí, una brisa me llevó el cabello
delante de la cara.
—Espero tener el placer de encontrarme nuevamente contigo muy
pronto.
Antes de que pudiera responder, me mostró sus dientes casi perfectos,
luego corrió de regreso a través del Common. No pude quitar mis ojos de él
cuando su alto cuerpo se hizo cada vez más pequeño, desapareciendo de
la vista cuando dobló una esquina.
***
Mientras estaba sentada en mi departamento esa noche, leí mensajes
tras mensajes de chicos que habían tropezado con uno de mis perfiles de
citas en línea, pero ninguno de ellos pareció captar mi interés. Debería
haberme centrado en encontrar un hombre atractivo y profesional que
encendería la chispa que había perdido últimamente, pero no lo estaba.
Con una sonrisa permanente en mi cara, traje mi manuscrito en mi
portátil, pensamientos de helados, Anna Frank, y piernas musculosas
bailando en mi cabeza. A pesar de insistir en que necesitaba una musa, hice
algo que no creía posible... escribí.
La tarde dio paso a la noche, sin embargo, todavía escribí. Los bares
se cerraron, pero aun así escribí. Mis personajes se habían apoderado por
completo. Fue mágico, satisfactorio y un tanto aterrador a la vez. No había
experimentado nada como esto desde que comencé a escribir. Cuando
escribía para mí y para nadie más. Cuando nadie sabía quién era yo.
Cuando el sol comenzó a levantarse el domingo por la mañana, tomé
un café, releyendo lo que había escrito. No se parecía en nada a la basura
habitual que producía. Tenía corazón. Tenía alma. Tenía una historia real.
Y tuve la sensación de que mi editor lo odiaría.
10
Traducción por micafp_2530
Corregido por EstherC
Mordí las uñas de mis dedos mientras estaba sentada en el sofá, Pee
Wee se acurrucó contra mí. En realidad, era más como estar encima de mí.
Era un perro pequeño atrapado en el cuerpo de un perro grande y pensó
que podría comprimir sus treinta y seis kilos en mi pequeño regazo. Cada
pocos segundos, miraba a Brooklyn sentada en la silla de lectura frente a mí,
sus ojos pegados a las páginas que había impreso para ella.
Una vez que empecé a poner las palabras, no pude parar. Mil ideas
pasaron por mi cabeza, cada una luchando por mi atención. Mis dedos no
podían escribir lo suficientemente rápido como para plasmarlas. No tenía
idea de en qué dirección iba esta historia, pero ya no dependía de mí.
Había dado control absoluto a mis personajes y les permití contar su historia,
que era a la vez aterradora y satisfactoria. Me encontré completamente
obsesionada con ellos. Las pocas veces que me alejé de mi portátil,
pensaba en ellos, preguntándome cómo iban a encontrar el felices por
siempre que creía merecían.
Con los ojos un poco caídos por haber trabajado toda la noche,
esperé con la respiración contenida. Finalmente, Brooklyn bajó la última
página, colocándola en la parte superior de la pila en la mesa de café. Me
mordí el labio, rezando para que no pensara que había desperdiciado las
últimas dieciséis horas produciendo una mierda absoluta. Sabía que no.
Sabía que esto era diferente de cualquiera de mis otros libros, pero también
sabía que era buena. De hecho, sabía que era mejor que buena. Di un salto
y escribí algo diferente. Me desconcertó y me llenó de una sensación única
de satisfacción al mismo tiempo.
Por primera vez en años, escribí lo que yo quería. Esta historia era
trágica, real y desgarradora, pero estaba desesperada por contarla. La vida
no siempre es fuegos artificiales y cuentos de hadas. La vida puede ser real.
La vida puede hacernos tropezar, hacernos trizas y acabar con nosotros.
Independientemente de los golpes que lanza la vida, todavía logramos
alejarnos y seguir adelante. La vida es dura, pero negarse a vivir es aún más
difícil.
—Vaya —dijo Brooklyn, su mandíbula floja.
—¿Te gusta? —La miré, esperanzada.
—Cielos.
—¿Eso un sí?
—Eso es un ¡demonios sí! —Saltó de la silla y me abrazó. Pee Wee nos
lamió la cara a ambas, pensando que Brooklyn también tenía la intención
de abrazarlo. Riéndose, se alejó—. Este libro es increíble. Pobre Jackson. Oh,
solo quiero abrazarlo y juntar todos sus pequeños pedazos rotos. —Agarró
sus manos, desinflándose con un suspiro—. Es muy conmovedor que hayas
usado tus propias experiencias de vida con tu padre.
—¿De qué estás hablando? Yo no hice eso. Su mamá…
—Es esquizofrénica, ¿no? —interrumpió.
—Sí —respondí. Agregué una capa compleja a la historia. La madre
de Jackson era una actriz que desapareció de la faz de la tierra hace
décadas. Ahora no sabía quién era su propio hijo, pensando que era un
espía del gobierno que la buscaba. Pero la esquizofrenia era muy diferente
de la enfermedad de Alzheimer. Al menos en mi cabeza,
independientemente de los paralelismos con mi propio padre—. Esto no es
sobre mí.
Puso los ojos en blanco, levantando la comisura de sus labios.
—Sí. Bueno. Lo que sea que digas, Molly.
—No lo es. —Mi voz fue firme—. Ni siquiera cerca. Mi papá no es
esquizofrénico.
—Lo sé, pero hay una similitud muy grande entre la dinámica de
Jackson y su madre y la de tu padre. No puedes negarlo.
—Yo no…
—¿Por qué su madre cree que Jackson murió? Necesito saber más
sobre este accidente. —Brooklyn se acomodó en el sofá a mi lado, poniendo
su brazo sobre su cabeza—. Dios mío, mi mente está girando con mil
escenarios diferentes. —Se animó, sus ojos se centraron en mí una vez más—
. ¿Y a quién conociste?
—¿Conocer? —Fruncí el ceño.
—Sí. Conocer. —Instó—. ¿Cómo milagrosamente escribiste más de
10,000 palabras de la noche a la mañana sin haber conocido a tu propio
Jackson Price? —Bajó la voz—. ¿Llamaste a alguien de citas rápidas? ¿O
alguien respondió a uno de tus perfiles en línea?
Me encogí de hombros.
—Ninguna de las anteriores. —Mis mejillas se sonrojaron cuando
recordé mi encuentro bastante agradable con el Dr. Piernas Largas, ya que
había cambiado el nombre de Noah en mi mente. A pesar de no querer
admitirlo, él fue el motivo de mi repentino estallido de inspiración.
Simplemente fue para demostrar que no necesariamente necesitaba un
hombre en mi vida para escribir lo que sabía que iba a ser una historia
desgarradoramente hermosa. Simplemente no sabía cómo iba a convencer
a mi editora de que esto valía la pena publicarlo cuando eran conocidos
por su vaporoso, sexy y bajo drama. Esto no era ninguno de los anteriores.
—Tonterías —respondió Brooklyn con los ojos muy abiertos—.
Conociste a alguien. ¡Estas brillando!
—¡No estoy brillando! ¡Y no he conocido a nadie! —argumenté,
estirando la verdad.
No era como si algo malo hubiera sucedido entre Noah y yo.
Simplemente no quería que Brooklyn hiciera un gran tema al respecto, lo
que sin duda haría. Fue simplemente un encuentro casual entre amigos.
Nunca podríamos ser nada más, no con él siendo el neurólogo de mi padre
y yo como una de las partes a las que se le permite tomar decisiones de
atención médica por él. Puede que lo haya investigado cuando volví a mi
apartamento ayer.
—¿Cómo podría haberlo
escribiendo aquí el último día?
hecho
cuando
estuve
encerrada
Me estudió con los ojos entrecerrados y sus labios apretados.
—Bien. Dejaré que guardes tus secretos... por ahora.
—¡No guardo ningún secreto, Brooklyn! No he conocido a nadie. De
hecho... —Me levanté del sofá y agarré mi portátil, buscando un correo
electrónico que había recibido esta mañana.
Me senté en el sofá, mostrándole a Brooklyn el perfil que Debra me
había enviado.
—Tengo una cita con él el jueves por la noche. Una de mis hermanitas
es una casamentera profesional, aunque se llama a sí misma una "consultora
de citas". Ella lo preparó todo. Realmente será bueno para fines de
investigación. Todos los hombres que ella establece son extremadamente
ricos. Creo que el salario mínimo anual para usar este servicio está en algún
lugar de las siete cifras. Jackson Price es un hombre de negocios adinerado,
así que esto es algo bueno.
Me pareció un poco desagradable que todo el asunto sonara más
como una transacción comercial que como una cita, pero de inmediato
me recordé que este no era un servicio de citas típico. Los hombres ricos y
poderosos lo usaban para encontrar a la mujer de sus sueños... o al menos
un pequeño caramelo para presumir en cualquier evento público al que
tuvieran que asistir.
Entrecerró su mirada hacia mí.
—Y dado que un personaje de tu libro es un hombre de negocios
adinerado, ¿decidiste que salir en una cita con este pobre tipo sería una
gran “inspiración”? —preguntó en un tono condescendiente, incluso
añadiendo comillas al aire.
Había tres cosas que detestaba en este mundo. El primero eran las
serpientes. No hay explicación necesaria. No puedes confiar en nada sin
brazos y piernas. El segundo era un hombre con un bigote rizado. Todavía
estaba traumatizada después de acordar una cita a ciegas que había
establecido un compañero de trabajo en la revista. Sonaba como un gran
tipo... hasta que apareció con un gran bigote tupido que se hacía cada vez
más pequeño hacia los extremos, y se convertía en pequeñas puntas.
Estaba bastante segura de que los años 1860 llamaron porque lo
necesitaban para luchar por la Unión.
Eso nos lleva a la tercera violación, y la más letal, en mi libro: Comillas
al aire. Mi compañera de cuarto durante mi primer año en la universidad las
usó incesantemente, sobre todo cuando me informaba que tuvo "sexo" con
la mitad del equipo de lucha libre para fines de "investigación". Me
preguntaba si ella ponía clamidia en comillas al aire cuando tenía que
decirles que ella era la razón de la infección recién contraída que parecía
plagar al equipo esa temporada.
—No es justo jugar con las emociones de personas como tú. —Brooklyn
se levantó del sofá y se dirigió a la cocina, agarrando un par de botellas de
agua de mi refrigerador.
—No estoy jugando con las emociones de nadie —respondí.
—Tal vez no en este momento, pero te conozco, Molly. Vas a hacerlo.
Siempre lo haces. Conoces a un chico y lo haces para que no te puedan
decir que no, y una vez que ya no te sientes inspirada, los pateas a la acera.
—Colocando las botellas sobre la mesa de café, se dejó caer en el sofá—.
Yo solo... —Negó con la cabeza, luego se enfrentó a mí, agarrando mis
manos en las suyas.
He pasado por muchas cosas con Brooklyn. Habíamos sido la roca de
la otra casi todas nuestras vidas. Cada vez que miraba hacia atrás a los
momentos decisivos que componían mi vida, ella estaba a mi lado. Cuando
la mayoría de mi familia decidió faltar a mi graduación universitaria, ella
estaba allí con la tía Gigi, sin importar el hecho de que estaba en medio de
estudiar para su propia final. Ella había sido testigo del lento declive de mi
padre y estuvo en la mesa con Drew y conmigo cuando tuvimos que tomar
la difícil decisión de ponerlo en un hogar. Brooklyn no era solo una amiga.
Ella era familia.
—Solo estoy preocupada por ti, Molly. Quiero que seas feliz. Quiero
que puedas experimentar todo lo que una relación real tiene para ofrecer.
Evitas la idea, pero creo que te estás perdiendo tanto. Si dejaras tu mente y
tu corazón abiertos a una relación real, tal vez no la evitarías como la peste.
Quiero que vayas a lugares con alguien, que te tomen de la mano en
público. Las cosas que hacen las parejas reales.
—He hecho ese tipo de cosas. Kevin y yo fuimos al cine un par de
veces. —Me sacudí el cerebro, tratando de pensar en otras cosas que
habíamos hecho fuera de la habitación—. Me llevó a ver a U2 cuando
estuvieron en la ciudad.
—Pero nunca ibas a ningún lado donde solo pudieras sentarte y
hablar.
—Hablar está sobrevalorado —insistí, apartando mis manos de las
suyas—. Como viste la otra noche en las citas rápidas, todo lo que alguien
quiere hablar es sobre ellos mismos. Confía en mí, nadie allí tuvo algo
interesante que decir.
—Muchos de ellos lo hicieron. Simplemente te niegas a escuchar.
—Oh, escuché. ¿Quieres escuchar mi evaluación del dentista o del
contador? O, mejor aún, ¿qué hay del destinatario de servicios de bienestar
desempleado que espera un puesto en uno de esos estúpidos programas
de telerrealidad? Ahora hay un verdadero ganador. —Fingí entusiasmo de
una manera demasiado dramática—. ¿Crees que debería llamarlo? ¿Crees
que le gustaría sentarse y hablar?
Brooklyn resopló, apretando los puños. Esta no era la primera vez que
teníamos esta conversación, y tuve la sensación de que no sería la última.
—Te estás perdiendo el punto —replicó, levantando la voz tanto como
lo haría, que no era más fuerte que un nivel ligeramente superior al de un
habla normal—. Has hecho todo lo posible para mantener a la gente a
distancia, incluyéndome a mí. —Hasta ahora, ha sido un buen plan. Respiró
hondo y sonrió—. Todo lo que pido es que dejes de jugar con las emociones
de las personas para escribir un libro que pareces poder escribir sin una
musa.
Aparté mis ojos de los de ella, tragando mi agua.
—¿De verdad quieres terminar sola, como tu padre? —me preguntó
cuándo guardé silencio.
—¡No está solo! —dije, mis ojos se clavaron en los de ella—. La única
razón por la que está en ese hogar es por su propia seguridad. ¡Lo voy a ver
todos los días!
Brooklyn negó con la cabeza.
—No tengo hijos, así que no puedo hablar por experiencia, pero estoy
segura de que no hay nada como el amor de un padre por un niño. Aun así,
está en nuestro ADN querer compartir nuestras vidas, nuestros sueños,
nuestros triunfos, nuestros fracasos con alguien... alguien por quien no
podemos esperar para ir a casa todas las noches.
—Ese tipo de amor no existe en el mundo real.
—No estoy hablando del tipo de amor perfecto sobre el que
normalmente escribes. Estoy hablando del tipo áspero de amor. La gente
tiene que trabajar duro por el amor. El amor que te duele y te parte en dos,
pero de alguna manera eres capaz de reconciliarte con la esperanza de
encontrar ese mismo amor otra vez. El amor sobre el que parece que estás
escribiendo en este momento... sin una musa o fuente de inspiración, si te
creo, de lo que no estoy demasiado segura para empezar.
Me enfrenté a Brooklyn, abriendo la boca, las palabras evadiéndome.
Sentí como si las paredes de mi departamento se estuvieran cerrando sobre
mí, sofocándome. Esta mujer era mi mejor amiga. Debería haberle contado
todo. Cómo había pasado el día anterior con el Dr. McAllister y nunca antes
me había sentido tan inspirada. Cómo no sentía que necesitaba una musa,
pero todavía iba a buscar una con la esperanza de que me ayudara a
olvidar la forma en que mi corazón se saltaba un latido cada vez que Noah
sonreía, la forma en que mi piel hormigueaba cuando colocaba su mano
en mi espalda, la forma en que me dolía el pecho ante el conocimiento de
que nunca podríamos perseguir algo más.
Había salido con una buena cantidad de hombres. Ni uno solo me
atrapó como lo hizo Noah, especialmente después de pasar solo unas horas
juntos.
Levantándome, me dirigí a la cocina, lanzando mi botella de agua
ahora vacía a la papelera de reciclaje.
—No sé lo que pasó entre la noche del viernes y el día de hoy, pero
sea lo que sea ha tenido un efecto dramático en tu escritura. —Brooklyn me
siguió a la cocina—. Es bonito. Es conmovedor. Es mucho más apasionante
que cualquier cosa que hayas escrito. Solo leí unas cuarenta páginas y no
hubo una sola mención de sexo o incluso un beso. Los personajes están tan
bien desarrollados, y una parte de mí piensa que es porque... —Se detuvo
en seco, con los ojos fijos en mí, como si estuviera repasando algo en su
cabeza.
—¿Por qué? —presioné, mi voz temblorosa.
—Porque eres Avery —susurró, dándose cuenta de ella.
Mi corazón latía en mi pecho ante la perspectiva de que cualquiera,
incluso mi mejor amiga, descubriera lo que estaba escondiendo.
—No lo soy…
—Lo eres. —Corrió a la sala de estar y agarró el manuscrito de la mesa,
hojeándolo mientras caminaba de regreso a mí—. Su personaje ha
cambiado desde sus borradores anteriores. Ella solía ser una especie de
heroína débil que acababa de salir de una relación comprometida. Estaba
un poco impulsada por su carrera, pero esperaba tener una familia algún
día. —Entrecerró los ojos hacia mí, sosteniendo el manuscrito—. No es la
misma Avery de la que acabo de leer. Avery prefiere una aventura casual
a corto plazo con un chico que entiende que su vida profesional es lo
primero. Si me preguntas, Avery se parece mucho a alguien que ambas
conocemos.
Me aparté de ella, no queriendo que viese la verdad en mis ojos.
—Escribes lo que sabes. No es un gran problema.
—Tal vez sí. Tal vez no. —Frunció los labios, estudiándome—. No puedo
evitar preguntarme quién es tu Jackson y si estás usando el libro como una
forma de finalmente sacar tus verdaderos sentimientos de tu pecho. —Me
dio una mirada de complicidad y empujó la última página hacia mí,
señalando la última línea.
Tragué saliva, leyendo mis palabras una vez más.
¿Por qué el único hombre que me hizo reconsiderar mi opinión sobre
las relaciones era el único hombre que nunca podría tener?
11
Traducción por micafp_2530
Corregido por EstherC
Caminé hacia el sencillo edificio de ladrillo, bebiendo los restos de otra
taza de café. Había perdido la cuenta de cuántas había consumido en las
últimas veinticuatro horas. Estaba corriendo en los humos, sin tener idea de
cómo había hecho el viaje a la residencia de ancianos sin conciliar el sueño.
Antes, después de que Brooklyn se fue, traté de tomar una pequeña
siesta, pero el sueño me evadió. Ella tenía razón. Algo había cambiado en
mí desde ayer. Todo en mi vida había sido exactamente como yo quería
que fuera. Ahora, todo era diferente. No estaba segura de nada. Todo lo
que sabía era que debía permanecer lo más lejos posible del Dr. Noah
McAllister. Él había despertado sentimientos que nunca supe que tenía
dentro de mí. Necesitaba cortarlos de raíz para poder continuar con un
problema mucho más urgente... escribir la historia que esperaba mi editor.
Me detuve justo afuera de las puertas principales, dudé, mirando mi
reflejo débil en el cristal. Hice todo lo que pude para que pareciera que no
era un extra de Breaking Bad, pero los ojos cansados forzados por la gran
cantidad de cafeína que había consumido me hicieron parecer una adicta
a la metanfetamina, con la excepción de los dientes malos. Por mucho que
temiera ir al dentista, iba religiosamente. Creía firmemente en la higiene
dental adecuada. Incluso usaba hilo dental a diario.
Alisando mi cabello y pellizcando mis mejillas, abrí la puerta y me dirigí
al escritorio de visitantes.
—¿Estás un poco retrasada hoy? —Reggie levantó una ceja mientras
me acercaba.
—Un poco. —Agarré el portapapeles e inicié sesión. Día diferente.
Misma rutina.
—¿Te divertiste el sábado por la noche?
—Supongo.
Contuve una sonrisa, pensando que mi sábado por la tarde fue
mucho más agradable que cualquier sábado por la noche en la historia
reciente... o nunca, para el caso. Mi pulso se aceleró al pensar en Noah,
pero lo reprimí. Necesitaba hacer todo lo posible para renunciar al hechizo
que sus ojos vívidos, su voz suave y su sonrisa desgarradora me habían
echado ayer.
—Simplemente me quedé e hice un poco de trabajo. —Agarré la
placa de visitante y la puse sobre mi blusa.
—¿En la columna? —Se sentó en su silla, cruzando los brazos sobre su
esbelta cintura—. ¿Qué has planeado esta vez?
—Otra entrega en la serie “Confesiones de un Dater Serial”4 —
respondí, aunque eso no estaba ni cerca de lo que se suponía que era mi
columna de este mes. Creo que tenía algo que ver con por qué las ceras
brasileñas eran un dispositivo de tortura inventadas por los hombres. Estaba
convencida de que agregaron algún tipo de medicamento a la cera que
se filtró en el torrente sanguíneo a través de las paredes de la vagina para
alentar a las mujeres a seguir volviendo por más. A los chicos no les
importaba si el coño de una mujer se rasuraba o no. Podría haber sido el
primo de las vaginas, pero mientras pudieran meter su pene en ellas, estarían
felices.
—No puedo esperar a leerlo.
—Yo también —murmuré, luego giré hacia el pasillo, navegando por
los pasillos que conducían a la habitación de mi padre. Eché un vistazo a la
pantalla de mi teléfono celular, acelerando mis pasos mientras luchaba
para no bostezar. Una opresión se formó en mi pecho cuando pensé en mi
padre sentado solo, preguntándose si alguien lo visitaría hoy. Odiaba haber
llegado aquí casi una hora después de lo habitual. No quería que nadie lo
mirara nunca con lastima, pensando que estaba solo, que no le quedaba
nadie.
Al abrir la puerta de su habitación, me detuve en seco,
completamente desconcertada por la vista que me saludó. Esperaba ver a
mi padre viendo televisión o haciendo un acertijo. Nunca pensé que Noah
estaría sentado con él. Él me miró, dándome una sonrisa reconfortante,
luego volvió su atención al libro que había comenzado a leerle a mi padre
el viernes.
—Elizabeth vio lo que estaba haciendo y en la primera pausa
conveniente, se volvió hacia él con una sonrisa y dijo: ¿Quiere asustarme,
señor Darcy, al venir en todo este estado a escucharme? Pero no me
alarmaré, aunque tu hermana juega muy bien.
Los ojos de Noah se fijaron en los míos mientras continuaba leyendo.
4
Dater Serial: Persona que tiene muchas citas
»Hay una testarudez en mí que nunca puede tener miedo de la
voluntad de los demás. Mi coraje siempre se eleva con cada intento de
intimidarme.
Incapaz de apartar la mirada, entré lentamente en la habitación y me
senté en la silla vacía junto a mi padre. Estudié a Noah mientras leía con
facilidad, como si hubiera estado leyendo novelas del siglo XIX durante años.
Estaba vestido casualmente con un par de jeans y una camiseta, y no pude
evitar preguntarme por qué estaba allí. Por lo que yo sabía, hacía sus rondas
en la residencia de ancianos los viernes. Pasaba el resto de su tiempo en su
propia consulta por el Massachusetts General en Boston, donde nos
conocimos.
Captó mi mirada una vez más. Mi estómago se calentó, borrando
toda la resolución que tuve para evitarlo. Sabía que debía apartar la vista,
salir de la habitación y mantenerme alejada de él, pero no podía obligarme
a hacerlo. No sabía mucho en ese momento, pero sabía que estaba
inexplicablemente atraída por este hombre que no podía tener.
Bajé las piernas y me senté en la silla en la que mi padre siempre veía
en la televisión en nuestra casa. Apoyé mi cabeza contra la gastada tela
azul y cerré los ojos, el timbre de la voz de Noah era la canción de cuna
perfecta para cantarme hasta dormir.
***
Un toque en mi brazo me sobresaltó. Desorientada, abrí los ojos y
observé lo que me rodeaba. Una luz tenue brillaba desde una lámpara en
una mesa lateral a mi izquierda, el resto de la habitación en la oscuridad
ahora que el sol se había puesto. Estiré mi cabeza hacia la fuente de lo que
me había movido. Noah se alzaba sobre mí, una suave sonrisa en su rostro
ensombrecido.
—Oye —susurró con cariño.
—Oye —respondí, estirándome, todavía un poco atontada.
—Lo siento, te desperté. Esperé todo lo que pude, pero son casi las
seis. Las horas de visita terminaban a las cinco.
—¿Lo son? —Me lancé hacia arriba, agarrándome a la silla para
estabilizarme de la punta de la cabeza—. ¿Mi papá comió? —le pregunté
con preocupación, mis ojos escudriñaron frenéticamente la habitación.
—Relájate, Molly. —Noah me tranquilizó, pasando sus manos por mis
brazos. Inmediatamente me detuve, un calor acumulándose en mi
estómago cuando volví a mirarlo—. Una asistente vino a llevarlo a cenar a
las cinco. Ahí es donde está ahora. —Hizo un gesto hacia la entrada de su
habitación—. Volverá pronto, y no puedes estar aquí. Dormilona.
Asentí con la cabeza, alejándome. Pasé mis manos por mis ondas
rubias y luego las recogí en un moño desordenado.
—¿Cuándo me dormí?
—Casi en el momento en que te sentaste. En un momento, escuchaste
a Elizabeth Bennett darle al Sr. Darcy el por qué. Al siguiente, estabas
profundamente dormida. Pensé en despertarte antes, pero parecías
exhausta, como si no hubieras dormido en días. —Dio un paso hacia mí, solo
un susurro separándonos. El latido de mi corazón aumentó cuando me miró
con sinceridad—. ¿Está todo bien?
Abrí la boca, buscando palabras que simplemente no vinieron. Su
calidez y compasión hechizaron sobre mí... un hechizo que me recordé a mí
misma que necesitaba romper.
—Todo está bien. —Me volví y crucé rápidamente la habitación,
agarrando mi bolsa que había dejado caer junto a la mesa de café—.
Tengo que irme. Drew probablemente esté preocupado.
Corrí al pasillo. Las luces brillantes me obligaron a entrecerrar los ojos
momentáneamente mientras mis ojos se reajustaban.
—Está bien. Yo lo llamé.
Dando vueltas, prácticamente me estrellé contra Noah.
—¿Por qué lo llamarías? —exigí, buscando en sus ojos. Sabía que se
vería mal. Drew insistiría en el tema, preguntándose si había algo que no le
estaba diciendo.
—Sé que tienes una cena familiar todos los domingos. No quería que
se preocupara.
Incliné la cabeza, frunciendo el ceño, estudiando su rostro.
—¿Cómo podrías saber sobre nuestras cenas familiares? —Levanté la
voz—. ¿Y qué haces aquí un domingo de todos modos?
El Dr. Connors, el director ejecutivo de la instalación, eligió ese
momento preciso para doblar la esquina, mirándonos a Noah y a mí. Dando
un paso atrás, Noah se aclaró la garganta. Su expresión se volvió seria,
profesional.
—Gracias por tomarse el tiempo de venir hoy, Sra. Brinks. —Su voz ya
no era suave y tierna, sino firme y exigente, como si fuéramos completos
extraño. ¿No era eso lo que quería?—. Desafortunadamente, las horas de
visita son…
—Lo tengo. —Puse mis labios en una línea firme, mis ojos duros. No
sabía por qué su repentino cambio de actitud me había vuelto tan fría. Tal
vez quería creer que sintió la misma conexión que tuve ayer. O tal vez me
había sentido tan consumida por el mundo de fantasía que había creado
entre Avery y Jackson, tuve dificultades para separar lo que era real de lo
que era ficción. Tal vez simplemente me había imaginado todo ayer—. Que
tenga una buena tarde, Dr. McAllister.
Me giré y seguí por el pasillo, corriendo por las puertas delanteras y
hacia mi SUV plateado, el único artículo de lujo que me permití comprar
después de que mi primer libro se convirtiera en un éxito de ventas. No quería
nada más que volver a la familiaridad de mi apartamento y mi familia.
Necesitaba escuchar las historias de Alyssa sobre ver los animales en el
zoológico. Necesitaba escuchar a la tía Gigi quejarse de las otras mujeres
en su iglesia que trataban de mostrarse trayendo el mismo plato que ella a
la comida. Necesitaba mirar a Drew a los ojos y decirle que tenía una cita el
jueves por la noche, lo que me emocionaba mucho. Recé para que me
ayudara a sacudir lo que pensaba que sentía hacia Noah.
Justo cuando estaba a punto de ponerme al volante, una voz familiar
me llamó. Dirigí mi cabeza hacia las puertas del edificio para ver a Noah
corriendo por las escaleras. Mi expresión endurecida se suavizó
involuntariamente cuando asimilé su forma. Había algo que encontraba
extremadamente sexy y primitivo sobre él corriendo hacia mí.
Al llegar a mi auto, se tomó un segundo para recuperar el aliento, su
pecho subía y bajaba. Pude distinguir la sutil definición de sus pectorales a
través de su camiseta.
—Sí, ¿Dr. McAllister? —Traté de exudar todo el profesionalismo que
pude, reflejando su actitud hacia mí en el pasillo hace unos segundos.
Pasó una mano por su cabello.
—Mira. Lamento eso. No quise actuar como un idiota allí. Yo solo... —
Contuvo el aliento, sacudiendo la cabeza—. ¿Quieres saber la verdadera
razón por la que estoy aquí hoy?
Permanecí en silencio, como si hubiera olvidado las miles de palabras
que había acumulado en mi vocabulario. Dio un paso hacia mí, el calor
saliendo de su cuerpo calentándome en el fresco aire de abril. Mi corazón
se aceleró. Traté de pensar en algo más que la proximidad de Noah para
detener la impetuosa respuesta de mi cuerpo hacia él. Se suponía que no
debería estar enamorada de este tipo. Se suponía que no tendría ningún
tipo de reacción con este hombre... este hombre hermoso y entrañable.
—Esta tarde, entré en mi auto para correr a la tienda y recoger
algunas cosas. De alguna manera, me encontré conduciendo aquí en su
lugar. Fui a mi oficina primero, luego comencé a deambular por los pasillos,
terminando en el ala de tu padre. Entré a su habitación y vi que no estabas
allí. —Tragó saliva mientras cerraba la distancia entre nosotros, sus ojos se
clavaron en los míos—. Sé que siempre estás aquí a las dos, así que decidí
leerle, como siempre lo haces. Pensé que alguien debería hacerlo.
Por mucho que quisiera derretirme en un charco por su sinceridad y
compasión, no podía. Necesitaba mantenerme fuerte y olvidar que ayer
sucedió alguna vez.
Me enderecé, mirándole a los ojos con una mirada endurecida.
—Gracias por eso, Dr. McAllister. Eso no era necesario. Me aseguraré
de llegar aquí a tiempo para que no sientas que tienes que quedarte. —
Volví a mi automóvil, a punto de subirme al asiento del conductor.
—Molly —dijo con voz suplicante.
De mala gana, me enfrenté a él. Pude haber subido fácilmente a mi
automóvil y haberme ido, pero algo sobre cómo acariciaba mi nombre me
hablaba de una manera que no entendía del todo.
—No debería haberte dicho todo eso.
Cerró los ojos brevemente, con un adorable aire de frustración
mientras pasaba la mano por su cabello oscuro, tirando de este. Cuando
volvió su mirada a la mía, sus ojos eran intensos, ardientes, una mirada
completamente nueva. Se pasó la lengua por los labios y dio un paso hacia
mí otra vez. Parecía un juego gigante de gato y ratón. Sabía que yo era el
ratón. Aunque no sabía si era el tipo de ratón que estaría feliz con el mismo
tipo de queso por el resto de su vida.
—¿Alguna vez te has sentido como si estuvieras perdiendo el control
total de todo, pero de la mejor manera posible? Como si tuvieras estas
creencias firmemente arraigadas de las que juraste que nunca te alejarías,
entonces casi de la noche a la mañana, estás listo para tirar todo por la
ventana porque quieres saber... —Se detuvo.
—¿Porque quieres saber qué? —Me incliné hacia él, mi pecho subía y
bajaba a un ritmo más rápido. Mis acciones ya no eran por mi propia
voluntad.
—Porque realmente quieres conocer a esta persona que está
equivocada en todos los niveles, pero no puedes dejar de pensar en ellos.
Se me cortó la respiración y tragué saliva ante su admisión.
—Porque realmente quiero conocerte, Molly, aunque sé que no
debería.
Jalé mi labio entre mis dientes, luego miré hacia otro lado.
—Noah, yo…
—¿Alguna vez has visto una película en un cementerio? —interrumpió,
sintiendo mi inminente rechazo.
—No puedo decir que lo he hecho —le respondí con voz
entrecortada. Incliné mi cabeza hacia un lado y arrugué mi nariz, curiosa de
dónde iba esto. Su admisión quedó en el aire entre nosotros. A pesar de lo
que dijo, no veía cómo podía salir nada bueno de nuestra amistad... o lo
que fuera.
—Cuando estaba en Harvard, comencé a ir como una manera de
aclarar mi mente. En aquel entonces, solo lo hacían de vez en cuando, pero
a lo largo de los años ha crecido en popularidad. Ahora lo hacen todos los
jueves de abril a octubre.
—Como la temporada de béisbol —murmuré.
—Exacto. —Una sonrisa se extendió por sus labios—. Una vez que
regresé a Boston, continué la tradición que comencé en Harvard y sigo
yendo todos los jueves. Creo que esta semana van a presentar Un Romance
Para Recordar, si estás interesada en unirte a mí. —Levantó una ceja, con la
esperanza creciendo en su mirada.
Abrí la boca, dudando. Hubiera sido muy fácil aceptar su invitación,
independientemente del hecho de que ya tenía planes esa noche.
—Como amigos, por supuesto —agregó rápidamente—. No estoy
tratando de engañarte. No quiero que te hagas una idea equivocada o...
Cerré los ojos, sus palabras como agua helada, apagando las llamas
que habían comenzado a crecer. Eso era todo lo que necesitaba escuchar
para recordarme por qué debería mantener la distancia. Noah era un
experto en enviar señales mixtas.
—Por supuesto. —Levanté la barbilla, haciendo que pareciera que no
había dolor en mi pecho ante la idea de no saber nunca cómo serían los
labios de Noah en los míos. No podía dejar que eso me afectara. Estaba a
punto de perder mi contrato con mi empresa editorial si no entregaba el
manuscrito que le había prometido antes de su fecha límite—. Lo siento,
pero tengo una cita este jueves —dije con orgullo. Necesitaba una nueva
musa, una nueva fuente de inspiración, alguien más que el Dr. Noah
McAllister. Si aprendí algo de la evaluación de Brooklyn anterior y esta
conversación actual, fue que tenía que dejar de pensar en este hombre.
Con suerte, conocer a alguien más ayudaría con ese fin.
—Oh. —Dio un paso atrás—. ¿Con alguien de citas rápidas? —Metió
las manos en sus bolsillos y se balanceó sobre los talones. Noté una mirada
de desilusión en su expresión.
Negué con la cabeza.
—Es por una historia en la revista —mentí—. Estoy investigando citas en
línea, así que...
—No digas más. —Levantó sus manos, mostrándome esa misma
sonrisa que hizo que un pequeño revoloteo estallara en mi estómago—.
Cuando salga tu columna, espero con ansias leer todo al respecto.
Mantuve su mirada mientras permanecíamos en completo silencio.
Me preguntaba si los dos estábamos pensando lo mismo... que deseábamos
que las cosas fueran diferentes, que él no fuera el médico de mi padre y yo
no fuera la hija de uno de sus pacientes.
—Bueno, que tengas buena noche. —Me volví hacia mi automóvil y
me deslicé en el asiento del conductor.
Puso sus manos en la parte superior de mi SUV, su camiseta levantada
ligeramente para revelar una línea de músculos firmes.
—Si cambian tus planes, la invitación sigue en pie. Cementerio de
Forest Hills. Siete en punto. —Me mostró una sonrisa brillante, luego cerró la
puerta de mi automóvil. Lo vi trotar hacia la residencia de ancianos.
Una vez que desapareció a través de las puertas de vidrio, apoyé mi
frente contra el volante y solté un gemido, más confundida de lo que había
estado alguna vez en mi vida. A menudo me quejaba de algunos de los
personajes de mis libros que parecían cambiar de opinión en un abrir y cerrar
de ojos. Estaban calientes, luego fríos. Eran azúcar, luego especias. Eran
negros, luego blancos. Ahora sabía cómo se sentían. Un minuto, me dije a
mí misma que necesitaba mantener mi distancia de Noah y centrarme
únicamente en encontrar una nueva fuente de inspiración. Al siguiente, no
quería apartarme nunca de su lado.
Recé porque esto fuera solo una infatuación temporal, el resultado de
la falta de sueño y una fecha límite inminente. Solo podía esperar que mi
cita del jueves por la noche me levantara por completo, así nunca pensaría
en el Dr. Noah McAllister como otra cosa que no fuera el médico de mi
padre otra vez.
12
Traducción por micafp_2530
Corregido por EstherC
—¿Estás emocionada por tu cita de esta noche? —preguntó Brooklyn
el jueves por la noche, dejándose caer en mi cama mientras miraba en mi
armario. Ni una sola prenda de ropa que poseía se destacaba como
apropiada para mi cita en la cena.
El arrepentimiento se formó en la boca de mi estómago ante mi
apresurada decisión de ir a esta cita. Culpé a la desesperación y la falta de
sueño en mi momentáneo lapso de juicio. No solo al aceptar esto, sino a
todo lo relacionado con las citas en línea, en general. Pareció una gran idea
cuando Brooklyn lo planteó, particularmente debido a la improbabilidad de
encontrar un buen hombre profesional en un bar. Sin embargo, a medida
que se acercaba el jueves, la emoción que la mayoría de las mujeres solía
experimentar ante la perspectiva de ir a cenar con uno de los solteros más
deseados en el área metropolitana de Boston había faltado.
Timothy Vandersmith era todo lo que había estado buscando...
asquerosamente rico, guapo y adicto al trabajo, por eso había pagado el
equivalente de lo que ganaba la mayoría de la gente en un año para que
otra persona lo encontrara como una posible cita. Me recordó demasiado
a ser una acompañante... y una no remunerada. Esto era solo una prueba
más de mi creencia de que el verdadero amor no existía.
—Es solo algo que tengo que hacer. —Miré hacia Brooklyn—. El Sr.
Jackson Price es ridículamente rico —le recordé, encogiéndome de
hombros—. Esta cita podría ser algo bueno.
Brooklyn me lanzó una sutil mirada de desaprobación, luego agarró el
último ejemplar de la revista Metropolitan de mi mesita de noche,
hojeándolo. Había escrito una columna particularmente fascinante sobre los
beneficios para la salud de tener un orgasmo a diario. Incluso revisé una
variedad de novios operados con baterías para mis lectores interesadas. Era
un trabajo difícil, pero alguien tenía que hacerlo.
—Hablando de eso, ¿qué dijo tu editor sobre las páginas que le
enviaste? ¿Has oído algo?
Me hundí en una silla de lectura en la esquina de mi habitación y la
miré a los ojos. Mi postura encogida y la expresión floja en mi cara le dijeron
todo lo que necesitaba saber.
—¿Así de mal?
Tiré de mis piernas debajo de mí.
—No dijo que era horrible, pero me recordó que son sensuales, dulces,
pecaminosas y, sobre todo... felices. —Puse los ojos en blanco, mi irritación
evidente.
—¿Qué vas a hacer?
—Haré exactamente lo que dije que haría la semana pasada. Iré a
algunas citas con hombres guapos y profesionales, y espero que alguien
tenga ese cierto algo que hace que mi estómago revolotee y mis rodillas se
debiliten, inspirándome a escribir un romance sexy, pecaminoso, con poco
drama y alegre optimismo. Para siempre. —Le mostré mi mejor sonrisa falsa.
—¿Vas a descartar todo lo que escribiste el último fin de semana? —
Demostró su decepción en cada centímetro de su cuerpo.
—No todo —le aseguré—. Mi editora quiere que me deshaga de la
historia de la madre de Jackson. Ella dijo que tener un padre que no pudiera
recordarlo era demasiado deprimente. —Me mordí el labio, mis hombros
cayeron momentáneamente antes de que me recuperara—. También tenía
un puñado de otras sugerencias. Afortunadamente, extendió mi fecha límite
para darme tiempo a trabajar en ello.
Brooklyn abrió la boca, su expresión distante, como si acabara de
decirle que su cachorro murió.
—Pero fue realmente bueno.
—Lo sé. —Aparté mi mirada de la suya.
Sentí que tenía que cortar parte de mi alma para rehacer las páginas
que había escrito tan febrilmente después de toparme con Noah. La
advertencia de mi editora de que las páginas que había enviado no eran
lo que publicaban fue todo el aliento que necesitaba para mantenerme
alejada de él y concentrarme en encontrar una nueva fuente de
inspiración. Tenía una fecha límite que no podía perder y un libro que tenía
que reescribir.
—Qfortunadamente este chico con el que me encontraré esta noche
me va a quitar de en medio y me inspirará. —Mi voz se volvió brillante, alegre,
enmascarando mi propio desánimo al arrojar lo que creía que era una
buena historia.
—Sigo pensando que conociste a alguien más y simplemente te
niegas a admitirlo por la razón que sea. —Brooklyn suspiró. Pude sentir que
ella me estudiaba. Ella siempre había sido capaz de ver a través de mí y
todas mis mentiras. Cuando el silencio en la habitación llegó a un nivel casi
ensordecedor, ella señaló mi armario—. Pruébate el vestido rojo. A los chicos
les encanta el rojo.
Caminé hacia allí y saqué el vestido, mirándolo. Tenía un escote
corazón con mangas fuera del hombro. El corpiño se ajustaba a la cintura,
luego se acababa un poco. Era la combinación perfecta de sexy y de buen
gusto.
—Tengo un buen estante —dije sin mirar como si llevara un top varios
tamaños demasiado pequeños.
Siguiendo el consejo de Brooklyn, me puse el vestido y lo combiné con
tacones negros de Jimmy Choo. Raramente los usaba, pero pensé que ir a
cenar con un hombre que ganaba más dinero en un día que la mayoría de
la gente en un año era una justificación lo suficientemente buena para
hacerlo.
Reenfocando mis pensamientos en mi fecha inminente, intenté todo
lo posible para reunir algún tipo de entusiasmo sobre lo que me esperaba.
Nada funcionaba, ni siquiera la promesa de una botella de vino realmente
fantástica. Me ocupé de aplicar mi maquillaje y fijar mi cabello hacia atrás
para mantener las olas rebeldes fuera de mi cara. Justo cuando me miraba
por última vez en el espejo, sonó el timbre.
—Él está aquí —cantó Brooklyn. Seguí mirando mi reflejo. En lugar de
mariposas revoloteando en mi estómago, me sentí mal. No me sentía como
yo. Odiaba la idea de pretender ser alguien que no era. No sabía por qué
me molestaba ahora. Durante años, presenté un espectáculo,
generalmente tomando la personalidad de cualquier tipo de heroína sobre
la que estaba escribiendo en ese momento. Pero después de probar lo que
era ser yo misma, atacar a los patos y todo, me encontré con hambre de
más.
—¿Qué hago? —Me giré para mirarla, mi corazón acelerado.
—Contestas a la puerta, Molly. —Se rio del pánico en mis ojos. Respiré
profundamente, no queriendo que el Sr. Timothy Vandersmith me viera tan
nerviosa, luego me puse de pie.
El timbre sonó de nuevo, haciendo eco a través de mi pequeño
departamento.
—Será mejor que te vayas. —Brooklyn saltó de la cama y me empujó
por el pasillo, dándome mi espacio—. Espero escuchar todo al respecto
mañana. —Abrió la puerta y prácticamente me echó de mi propio
departamento.
La enfrenté, luchando por encontrar una excusa de por qué no
debería ir. ¿Cómo qué? ¿Porque no podía dejar de pensar en el doctor de
mi padre? Quería mantener todo lo que pensaba que ocurrió el fin de
semana pasado entre Noah y yo. No importaba de todos modos.
—Molly, ¿qué es? —Entrecerró su mirada hacia mí.
Traté de relajar mi expresión nerviosa.
—¿Puedes llevar a Pee Wee a caminar antes de irte?
Me estudió con escepticismo, luego devolvió una pequeña sonrisa.
—Por supuesto. Que tengan una buena noche. —Cerró la puerta,
dejándome sola en el rellano.
Tomando aliento, di vuelta, estabilizándome antes de bajar los
escalones. Salí a la acera, mi frente se arrugó cuando mis ojos se posaron en
un hombre de unos cincuenta años con el pelo canoso parado allí. Un SUV
oscuro se detuvo justo detrás de él. No se parecía en nada a la foto que
Debra le había enviado.
—Buenas noches, Sra. Brinks —dijo—. Soy Brody, el conductor del Sr.
Vandersmith.
Lo miré boquiabierta, como si mis oídos me estuvieran jugando una
mala pasada. Elegí exactamente el mismo nombre para el chofer de
Jackson Price en mi libro. Tal vez era una señal de que este era el camino
que se suponía que debía tomar. Quizás este hombre con el que estaba
programado encontrarme esta noche era exactamente lo que necesitaba
para volver a encarrilarme.
—El señor Vandersmith se disculpa por no poder recogerla él mismo.
Se retrasó en la oficina esta tarde. La acompañaré a cenar. Él la encontrará
allí.
Dio un paso hacia el auto y me abrió la puerta de atrás. Lo seguí
ciegamente, permaneciendo en silencio mientras me deslizaba dentro.
—Estaremos en el restaurante en breve —dijo Brody al sentarse en el
asiento del conductor, y luego se detuvo en el tráfico. Observé cómo los
edificios se acercaban mientras navegaba por las estrechas calles del North
End, conduciendo hacia el área de Back Bay. Era una noche clara, la luna
hermosa en el contexto de los grandes rascacielos. Mi mente se desvió hacia
Noah otra vez. Hubiera sido la noche perfecta para sentarse bajo las estrellas
y ver una película.
Cuando el automóvil se detuvo a unas pocas cuadras del Common,
miré por la ventana un edificio de ladrillo de dos pisos, sin señal en el frente
que indicara lo que era. Brody me abrió la puerta, tomando mi brazo para
ayudarme a salir del SUV.
—Por aquí, Srita. Brinks.
Tengo que admitir que fue agradable ser mimada. Sin duda podría
acostumbrarme a que un conductor me escoltara por la ciudad, aunque
echaría de menos el metro.
Cuando Brody abrió la puerta sencilla de madera, entré en un
comedor apenas iluminado, con una docena de mesas llenando el
pequeño espacio. Velas adornadas mesas cubiertas con paños blancos. Los
camareros, todos hombres, vestían esmoquin formal y usaban guantes
blancos. Un hermoso piano de media cola estaba sentado en la esquina, un
hombre con un traje oscuro tocando música ambiental, creando un
ambiente romántico. Inmediatamente me sentí como Julia Roberts en Mujer
Bonita. Estaba completamente fuera de mi zona de confort en un lugar
como este. Solo esperaba que el hombre que me esperaba fuera mi
Edward... al menos hasta que terminara de escribir este libro.
Casi al instante, un hombre de pelo oscuro se puso de pie, se encontró
con mi mirada y abrochó la chaqueta de su traje gris carbón. Tenía un brillo
en sus ojos verdes, un mentón cincelado, pómulos definidos y una sonrisa
impresionante. Había visto su foto, pero la realidad era mucho más atractiva
que cualquier instantánea bidimensional que hiciera justicia.
—Molly. —Se acercó y colocó un beso inesperado en mi mejilla,
demorándose un poco más de lo que esperaba, convirtiendo el gesto
amistoso en uno que era mucho más íntimo, más sensual. Sus labios
calentaron sobre mi piel, un sutil escalofrío recorrió mi espalda—. Eres aún
más hermosa en persona. —Su voz era tierna, profunda y seductora—.
Espero que tengas hambre. —Se retiró, una sonrisa diabólica en su rostro.
—Estoy hambrienta —chillé.
Me guiñó un ojo, luego me llevó a la mesa, tirando de mi silla hacia
mí. Era el caballero perfecto, todo lo que esperaba basándome en lo poco
que sabía de él. Era uno de los solteros más buscados en Boston. Comenzó
a hablar sobre cómo su compañía de seguridad informática ganó millones
cuando aún asistía al MIT. Dijo que mientras tenía casi todo lo que podía
desear, algo faltaba.
—¿Y qué es eso? —pregunté mientras el camarero colocaba ostras
crudas frente a mí. No podía recordar a nadie tomando nuestro pedido.
Sospeché que Timothy había ordenado antes de llegar. Aun así, traté de no
dejar que eso afectara mi opinión, especialmente porque este tipo podría
ser el que me ayudaría a volver a encarrilar este libro. En el papel, él era
Jackson Price. Rico. Hermoso. Exitoso. No podía dejar que sus pequeñas
fallas me distrajeran.
—Una mujer hermosa. —Enfocó sus ojos hacia mí, tratándome con una
sonrisa.
Quería pensar que sus palabras eran genuinas, pero sabía mejor que
eso. Estuve haciendo este baile por mucho tiempo. Sabía que era falso
cuando veía uno, y el Sr. Timothy Vandersmith definitivamente era falso.
Claro, tenía dinero, encanto, buen aspecto, pero me preguntaba si una sola
palabra que pronunció era sincera. La semana pasada, no me hubiera
importado. Pudo haberme dicho que entrenó unicornios en Oz y aun así
dejaría que me llevara a su habitación. Algo era diferente ahora... por culpa
de Noah. Dudaba que tuviese un hueso insincero en su cuerpo.
Perdida en mis pensamientos, apenas noté cuando Timothy
contestaba su teléfono en medio de nuestra excusa para una conversación
que carecía de profundidad. Me había estado contando todo sobre sus
planes de llevar su yate a Newport el siguiente fin de semana. La mayoría
de las mujeres pueden haber quedado impresionadas por su riqueza; los
barcos, las numerosas propiedades que poseía, el jet privado. No yo. Una
polla todavía era una polla, sin importar si se orinaba en un baño dorado o
en un orinal.
Miré las ostras crudas que estaban asentadas frente a mí, sintiéndome
como si me estuviera entrometiendo, como si no debería estar aquí. Ni
siquiera me gustaban las ostras. ¿Por qué las estaba comiendo? ¿Para
impresionar a un chico? ¿Para qué? ¿Porque él tenía potencial para ser un
material realmente bueno para musa? ¿Qué pasa si ya había encontrado
mi musa?
Como si fuera una señal, el pianista comenzó a tocar una canción
diferente. Casi escupí la ostra salada. Escuché la melodía inquietante, mi
respiración cada vez mayor. Cuando escuché el nombre del conductor,
esperaba que fuera una señal de que estaba exactamente dónde se
suponía que debía estar. Pero mientras escuchaba al pianista tocar el tema
de Un Romance Para Recordar, Noah volvió a la vanguardia de mi mente...
si alguna vez se hubiera ido. Eché un vistazo alrededor del restaurante, una
sensación indescriptible se apoderó de mí. Mientras estudiaba a una
docena de otras parejas que simulaban interés mutuo, me encontré
cansada de poner la misma farsa que había sido durante años.
La realización me golpeó, dejándome sin aliento, vertiginosa,
emocionada. Brooklyn tenía razón. No necesitaba que Timothy fuera mi
musa. Ya había encontrado una en Noah. Él me había inspirado más que
nadie que hubiera conocido. Pude escribir a diferencia de hace años, si es
que alguna vez lo hice. Avery y Jackson saltaron de las páginas, su historia
viva en mi mente. Tenía profundidad. Tenía dolor de corazón. Tenía dolor,
todas las cosas que sabía que mi editor nunca acordaría lanzar. Ya no me
importaba lo que querían. Por primera vez en años, iba a escribir la historia
que quería contar.
Abruptamente, me puse de pie. Mi movimiento repentino captó la
atención de Timothy.
—Espera un segundo —le dijo a quién estaba hablando por teléfono.
Tanto para él siendo el caballero perfecto que pensé que era—. ¿Está todo
bien, Molly?
Abrí la boca, analizando todos los pensamientos conflictivos que
giraban en mi cabeza. No sabía lo que me pasó en ese momento. Tal vez
fue la ridiculez de la situación en la que me encontraba. Usar un vestido,
fingir ser alguien que no era. ¿Y por qué?
—¿Molly? —Entrecerró sus ojos hacia mí.
—Me tengo que ir —le expliqué, riendo levemente, con una amplia
sonrisa en mi rostro.
—¿Irte? —Colgó el teléfono y se levantó—. ¿Irte a dónde? Pensé que
realmente lo estábamos consiguiendo.
Mi sonrisa creció aún más. No había sentido así de viva en años, la
promesa de hacer algo por mí y por nadie más me vigorizó.
—Esta no soy yo. —Hice un gesto hacia mi vestido, luego los
alrededores tapados—. Seré completamente honesta contigo. No solo
escribo columnas atrevidas para una revista, como Debra probablemente
te haya dicho cuando organizó esta cita. También escribo novelas
románticas realmente calientes y humeantes. Hice que mi amiga manejara
algunas cuerdas para poder conocer a un hombre rico y millonario, ya que
el héroe en mi libro es precisamente eso. Definitivamente eres realmente
caliente. Hace una semana, probablemente habría sufrido toda esta
pequeña y estúpida charla solo para llevarte a la habitación.
Sus ojos se abrieron ante mi confesión antes de que su mirada se
encapuchara.
—Estoy más que feliz de complacerte en eso. Podemos irnos ahora
mismo. —Una sonrisa carnal creció en sus labios.
Negué con la cabeza, sintiéndome mareada, pero de la mejor
manera posible.
—Finalmente me di cuenta de que puedo inspirarme sin tener que
quitarme la ropa.
Giré en redondo, salí corriendo del restaurante y salí a la calle, mis pies
no me llevaban tan rápido como quería. Corrí a la esquina y llamé a un taxi
que pasaba.
—Al cementerio de Forest Hills —le dije mientras me deslizaba dentro,
incapaz de ocultar la sonrisa en mi rostro. Reboté mis piernas, el tráfico
parecía arrastrarse mientras el conductor navegaba hacia la interestatal. Al
menos una docena de veces durante el viaje de veinte minutos, casi me
convencí de regresar. Mi plan original para esta noche había volado por la
ventana en segundos. Esperaba poder olvidarme de Noah y encontrar una
nueva musa. Pero no pude. Peor aún, no quería hacerlo,
independientemente de las consecuencias. Se suponía que estaba
escribiendo un romance prohibido. ¿Qué mejor fuente de inspiración que
pasar tiempo con alguien que no debería tener? Me negaba a creer que
hubiera alguna otra razón por la que me sintiera obligada a pasar tiempo
con el Dr. Noah McAllister.
Cuando las puertas de entrada al cementerio finalmente aparecieron
a la vista, el taxi disminuyó la velocidad hasta detenerse. Le di el efectivo al
conductor y cuidadosamente pisé la acera. Mientras subía por la pendiente
hacia los pilares de piedra que marcaban la entrada al histórico cementerio,
la voz de Cary Grant llegó a mis oídos. Crucé la pequeña colina, viendo una
gran pantalla de proyección instalada en la distancia.
Parecía extraño albergar películas en un cementerio. Sin embargo, a
juzgar por el número de personas que asistieron, aparentemente era
bastante popular. Pensé que sería irrespetuoso con las familias de los que
están enterrados aquí, pero a medida que me acercaba, me di cuenta de
que la película se proyectaba en un área del cementerio donde no había
tumbas.
Acercándome a un área cubierta de hierba, me puse de puntillas,
preguntándome cómo encontraría a Noah entre la numerosa multitud.
Como si fuera capaz de sentir mi presencia, un par de llamativos ojos azules
se movieron hacia mí desde diez metros de distancia. Se puso de pie,
ignorando por completo todos los gritos de los demás en la audiencia para
que saliera del camino.
Lentamente caminé hacia él, tomándome mi tiempo para no
tropezar cuando mis tacones se hundieron en la hierba.
—Estás aquí —declaró, tragando saliva. Sus ojos se clavaron en los
míos, su amplio pecho jadeando.
Asentí, emocionada, nerviosa... feliz.
—¿Qué pasó con tu cita?
—No quería estar allí y fingir ser alguien que no soy —admití
sinceramente, sorprendiéndome a mí misma.
Sonrió, su sonrisa llegó a sus ojos, iluminando toda su cara.
—Vamos. —Me tendió la mano—. Siempre puedes ser tú misma a mi
alrededor.
Tomé su mano, sus grandes dedos se entrelazaron con los míos, y le
permití que me llevara a una manta extendida sobre la hierba. Después de
quitarme los zapatos, me dejé caer al suelo. Un pequeño cosquilleo viajó
desde la cabeza hasta los dedos de mis pies cuando Noah colocó una
manta extra sobre mis hombros, sus brazos me mantuvieron calientes en el
vigoroso aire primaveral.
13
Traducido por lipi sergeyev
Corregido por EstherC
—Entonces,
¿qué
pensaste
de
tu
primera
experiencia
cinematográfica en un cementerio? —preguntó Noah mientras seguíamos
a la multitud por las puertas de entrada. Algunos cruzaron la calle hacia un
estacionamiento improvisado en la hierba, otros bajaron la manzana hacia
la estación de metro más cercana.
Le di una mirada de reojo, sonriendo.
—Estás cerca de probar tu hipótesis de que realmente vale la pena
probar cosas nuevas.
Esta noche era exactamente lo que necesitaba. Sentarme bajo las
estrellas y ver una de mis películas favoritas con alguien que se estaba
convirtiendo rápidamente en una de mis personas favoritas fue un
agradable giro de los acontecimientos. Apenas habíamos hablado, pero en
ese silencio, sentí que Noah compartía conmigo partes de sí mismo.
Demasiadas veces, le había robado una mirada para verlo articulando las
palabras en algunas de las líneas... las mismas que yo había articulado.
—Bien —dijo y luego se enfrentó a mí, ambos ralentizamos nuestros
pasos. Como si pudiera leer mi mente, me preguntó—: ¿Estás cansada?
Negué con la cabeza, manteniendo mis ojos pegados a los suyos.
Sus labios se convirtieron en una sonrisa.
—¿Dónde te estacionaste?
—Tomé un taxi.
—Bueno. Vamos. —Tomó mi mano y tiró de mí. El calor irradió por todo
mi cuerpo mientras saboreaba la sensación de mi mano envuelta en la de
Noah con nuestros dedos entrelazados.
—¿Ir a dónde?
—Ya lo verás. —Me guiñó un ojo—. Todavía no estoy listo para que
esta noche termine.
Luché por seguir el ritmo de sus largos pasos. Al darse cuenta de mi
dificultad, disminuyó la velocidad, sonriéndome mientras caminábamos por
las filas de autos. Me llevo hacia un Mercedes negro y abrió la puerta del
pasajero, ayudándome a entrar. Mi cuerpo zumbaba de excitación, una
ligereza en mis piernas.
Cuando me estaba preparando esta noche, si me hubieran dicho que
terminaría abandonando mi cita, quién valia por lo menos ocho cifras, para
ver una película en un cementerio con el neurólogo de mi padre, me habría
reído. Juré hacer todo lo posible para olvidarme de Noah. Esto se sentía bien,
independientemente de lo mal que estaba para mí tener algún tipo de
relación física con este hombre.
Después de un viaje silencioso pero cómodo, Noah se detuvo en un
modesto edificio de ladrillo a pocas cuadras del Massachusetts General. Un
valet se acercó al auto y abrió mi puerta, ayudándome a salir. Noah corrió
a mi encuentro, luego tomó el boleto del asistente. Observé el edificio de
una planta frente a mí. No parecía mucho, pero la música de jazz que venía
de dentro captó mi atención.
—¿Qué es este lugar? —pregunté mientras Noah me tomaba del
codo y me guiaba hacia un par de puertas manejadas por dos porteros muy
grandes. Asintieron con la cabeza, permitiéndonos entrar.
—Mi compañero de cuarto de la universidad me habló sobre este
club. Estudió ingeniería mecánica, pero tocaba en un cuarteto de jazz en su
tiempo libre. Después de que una noche vine con él, inmediatamente lo
preferí al resto de los bares de la universidad en esta ciudad. —Me condujo
al interior oscurecido. El sonido de una trompeta y un saxofón tocando
increíbles riffs de jazz se hizo más fuerte. A pesar de todo, Noah todavía
podía hablar sin tener que gritar—. Solía ser una taberna clandestina durante
la prohibición. Afortunadamente, alguien sintió la necesidad de preservar su
historia. Me sorprendió que todavía estuviera aquí cuando regresé. Las cosas
parecen cambiar demasiado rápido por aquí. Algunos de mis restaurantes
favoritos en la universidad ahora son todos salones de manicura o tiendas
de comestibles.
—¿Cuándo regresaste? —Lo seguí hacia una de las pocas mesas
vacías en un rincón escondido.
—Hace unos ocho años. —Sacó una silla para mí y luego se sentó en
la suya través de la pequeña mesa. —Acababa de terminar mi residencia y
me ofrecieron una beca de neurología geriátrica en Tufts Medical. Eso me
impulsó a hacer nuevamente de Boston mi hogar. Cuando mi beca terminó,
me uní a una práctica de neurología que buscaba expandirse al campo del
trastorno degenerativo. He estado allí desde entonces.
Le ofrecí a Noah una sonrisa apretada, sin querer presionar más. No
quería que me recordara que era el médico de mi padre. Por una sola
noche, quería fingir que era un extraño guapo que no tenía ninguna
conexión con mi familia en absoluto.
Una mujer joven vestida de negro se acercó a nuestra mesa y colocó
una servilleta de cóctel frente a cada uno de nosotros.
—¿Puedo conseguirles algo para beber?
Noah me miró, permitiéndome ordenar primero.
—Manhattan.
Asintió, luego se volvió hacia Noah.
—Escocés. Limpio.
Tuve que reprimir mi risa. Por supuesto, él pidió un whisky escocés.
—¿Qué hay de ti? —preguntó Noah una vez que la camarera fue por
nuestras bebidas—. ¿Has vivido aquí toda tu vida?
Froté mis manos húmedas sobre mi vestido, jugueteando con el
dobladillo. La mirada inquisitiva de Noah me desconcertó. Nunca me había
sentido cómoda hablando de mí misma. Normalmente, encontraría una
manera de cambiar el tema. Todo era diferente con Noah. Ya sabía sobre
mi padre. Sentí como que ya me conocía a mí también.
—Crecí en las afueras de Boston en Somerville, pero siento que crecí
en el Extremo Norte. —Puse mis manos sobre la mesa y jugué con la servilleta
de cóctel—. Mi padre era dueño de este café que ha pasado de
generación en generación. Cuando se enfermó, Drew se lo compró.
Prácticamente viví allí cuando era una niña.
—¿Así siempre has vivido en esta zona?
—Sí. Además de los cuatro años que pasé en NYU.
Su interés despertó un poco, sus cejas levantadas.
—¿NYU? ¿Cuál fue tu especialidad?
Bajé la mirada, encogiéndome de hombros tímidamente.
—Periodismo.
—Esa es una gran escuela para eso.
—Supongo.
Inclinó su cabeza, estudiando mi expresión.
—¿Qué pasa?
—Nada. —Me recuperé rápidamente—. NYU tiene un gran programa
de periodismo. Las personas con las que me gradué han seguido
escribiendo para el New York Times, el Wall Street Journal, el Washington Post.
Es muy prestigioso tener un título de periodismo de allí.
—Pero no es lo que querías, ¿verdad? —Entrecerró su mirada hacia
mí.
Mordiéndome el labio inferior, sacudí la cabeza lentamente,
sorprendiéndome con mi honestidad. Demonios, la mayoría de los chicos
con los que había salido nunca sabían a dónde iba a la universidad, y
mucho menos cuál era mi título.
—Quería estudiar literatura inglesa, pero mi padre me guio en una
dirección diferente. No veía cómo un título en inglés sería útil. No me
malinterpretes —agregué rápidamente—. Le encantaba leer y realmente
valoraba la importancia de los libros a una edad temprana. Simplemente
no veía cómo alguien podría hacer una carrera estudiándolo.
Evitando los ojos de Noah, escaneé el salón. Estaba relativamente
oscuro, las luces tenues iluminaban las pocas docenas de mesas. En el
centro había un pequeño escenario en el que solo podían caber cinco
músicos. Las paredes eran de ladrillo expuesto y mostraban impresiones de
famosos músicos de jazz, algunos de ellos firmados. Todo el lugar no podría
haber sido más grande que mi apartamento, pero me gustaba. Era
pequeño e íntimo.
La clientela abarcaba todas las categorías de edad. Había algunos
que parecían estar en la puerta de la muerte. Había otros que supuse
asistían a una de las muchas universidades que formaban la ciudad de
Boston. A pesar de todo, parecían estar disfrutando de la música, el
ambiente era adictivo. Cada otro bar en esta ciudad parecía ser iguales...
las mismas personas, las mismas bebidas, la misma música que apenas se
podía escuchar debido a lo distorsionados que estaban los altavoces. Aquí
no. La música fue la razón por la que la gente vino, no la promesa de
encontrar a alguien borracho que estaría más que dispuesto a tomar una
decisión realmente mala.
Cuando Noah permaneció en silencio, me volví hacia él.
—Definitivamente fue un punto de contienda entre nosotros.
—Pensé que tenías una buena relación con tu padre.
La camarera se acercó con nuestras bebidas, Noah sonrió en
agradecimiento. Las colocó en la mesa y luego se retiró. Agarrando mi copa
de Martini, lo levanté a mis labios. Necesitaba el alcohol para calmar los
nervios en mi estómago. No sabía qué me ponía más nerviosa... compartir
algunos de mis secretos más íntimos con Noah, o el hecho de que quería
que él conociera este lado de mí.
—Lo hago —dije, tomando un sorbo de mi Manhattan—. O lo hice
cuando era más joven. Cuando llegué a la adolescencia, fue difícil para él
encontrar cosas en común conmigo. Lo intentó, pero hay algunas cosas que
una chica no se siente cómoda compartiendo con su padre. —Golpeé las
uñas sobre la mesa—. Por lo general solía, pasar todo ese tiempo y esfuerzo
ayudando a Drew con su hockey. Supongo que me sentí excluida. Entonces,
cuando finalmente se interesó en lo que iba a estudiar en la universidad, se
sintió un poco demasiado tarde, ¿sabes?
—¿Aun así lo visitas todos los días? Si me preguntas, eso no suena
como alguien que tenga una mala relación con su padre.
—Supongo. —Me moví nerviosamente con el tallo de la copa de
Martini—. Odio la idea de que esté solo en un asilo de ancianos. Cuando
era más joven, me forzaron a cantar en el coro de la iglesia. Durante la
Navidad, íbamos a todas estas casas de convalecientes del área y
cantábamos villancicos a los pacientes allí. Todos se veían tan tristes y solos.
Cuando Drew y yo tuvimos que tomar la decisión de poner a papá en un
hogar, juré que nunca se volvería como todas esas personas que vi cuando
era más joven.
—¿Qué hay de tu madre? —presionó—. Nunca la he visto pasar por
aquí.
Mis ojos se encontraron con los suyos.
—Ella se fue cuando yo tenía cuatro años.
Comprensión mezclada con simpatía se apoderó de su expresión.
Extendió la mano por encima de la mesa, agarrando mi mano.
—Lo siento. No quise mencionarlo.
—No es un gran problema. Yo era muy joven, ni siquiera puedo
recordar cómo era ella. Es difícil extrañar a alguien que nunca conociste. —
Aparté mi mano y tomé otro sorbo de mi Manhattan.
—¿Ni siquiera conoces a tu madre?
—No la he visto desde que se fue.
Noah negó con la cabeza, lamiéndose los labios.
—¿Por qué no? Si tuviera hijos, no podría imaginar abandonarlos,
incluso si no estuviera en los mejores términos con su madre.
—No sé muchos detalles. Nunca se discutió mucho, al menos no
extensamente. Todo lo que sé es que mi madre no estaba contenta con la
vida que mi papá le dio. Un día, ella decidió dejarlo todo atrás. Todavía me
envía un par de pantuflas cada año para mi cumpleaños. Tengo una caja
llena de ellas.
—¿Las has guardado?
—Sé que no tiene ningún sentido, pero no las puedo tirar. Esta es una
mujer que nunca hizo ningún esfuerzo por estar en mi vida, en ninguna de
nuestras vidas. Debería odiarla, pero una pequeña parte de mí siente lástima
por ella.
La banda terminó de tocar, la multitud aplaudió a su increíble talento.
Aproveché la oportunidad para apartar mi mirada de Noah y unirme a la
audiencia para aplaudir. Pude sentir el calor de su mirada quemándome la
piel por un momento. Luego él se unió, también.
Cuando los aplausos cesaron, el saxofonista contó y luego comenzó
a tocar una canción más lenta. Era una que reconocí de la música que a la
tía Gigi le gustaba poner en el café por la mañana. Estándares del jazz que
consisten principalmente en Frank Sinatra y sus contemporáneos.
Algunas parejas se levantaron de sus mesas y se dirigieron a un poco
de espacio libre frente al escenario. Se balancearon hacia la melodía
cuando una joven mujer negra se acercó al micrófono y cantó la primera
línea de la canción.
—Puse un hechizo en ti…
La voz conmovedora definitivamente me hechizó a mí y a todos los
que estaban aquí.
Sus ojos se pegaron a mí, Noah se levantó y extendió su mano.
—¿Quieres bailar? —Se pasó la lengua por los labios, con la esperanza
construida en su mirada—. Sería una pérdida terrible de un vestido tan
impresionante si no te lo pidiera. —Guiñó un ojo.
Nada bueno podría venir de bailar con una canción tan sentimental
y sensual con un hombre tan atractivo y cautivador como Noah.
Simplemente no me atrevía a decir que no. Sin decir una palabra, puse mi
mano en la suya, levantándome de la silla. Mi piel picaba de calor, la mirada
disoluta de Noah hizo que mi corazón se acelerara.
Siempre había tenido el control total de mis facultades en torno a los
hombres. Había sido la que estaba a cargo, la que decidía si bailamos o
volvimos a mi casa. Ponía todas las reglas. Con Noah, estaba fuera de mi
elemento. Este hombre estaba fuera de los límites, pero maldición si no
quería sentir su cuerpo balancearse y moverse junto al mío.
Una vez en la pequeña pista de baile, rodeados por un puñado de
otras parejas encerradas en el cálido abrazo del otro, mientras se movían
por la canción lenta, Noah puso una mano sobre la parte baja mi espalda,
uniendo mi mano con la que tenía libre. Poniendo mi brazo sobre su hombro,
me encontré con sus ojos y le permití liderar. Pude sentir que había cientos
de cosas que quería decir, pero su cerebro no lo permitió. Sabía
exactamente cómo se sentía. Estábamos caminando una fina línea de
integridad.
Me gustaba pensar que tenía principios, a pesar de mi patrón de
utilizar mis aventuras pasadas como musas desconocidas para mis libros. No
veía el daño en ello. Nunca hice ninguna promesa de sacar juntos una
hipoteca y vivir felices para siempre. No había discusiones sobre compromiso
o relaciones. No había etiquetas en su mayor parte, habían estado más que
satisfechos con nuestro acuerdo. Había algo diferente acerca de Noah.
Ni siquiera me di cuenta cuando comencé a jugar con algunos
mechones de su cabello que colgaban sobre el cuello de su camisa. Se
sentía tan normal, tan perfecto, tan correcto. Podía bailar con él durante
horas y nunca cansarme de la forma en que su cuerpo se movía con tanta
fluidez contra el mío. Bailar era follar con la ropa puesta, un acto de
seducción tentadora donde el seductor daba un adelanto de lo esperado
una vez que estuvieran solos.
Cuando empezamos, mi cuerpo estaba a una distancia respetable
de Noah. Mientras la canción continuaba, su mano en mi espalda me tiró
más y más cerca. Bajó su cabeza y nuestro aliento se mezcló.
La música se hizo más intensa, el cantante cantó las letras con más
poder, más vigor, más furia. Hipnotizados, dejamos de balancearnos al ritmo
de la música y simplemente nos miramos el uno al otro, nuestros cuerpos se
fusionaron. Tragué con fuerza, mi pecho tembló, cuando Noah se lamió los
labios y lentamente se inclinó hacia mí. Sus ojos eran cautivadores, vívidos,
audaces, como en trance... como si alguien lo hubiera hechizado.
Mis labios se separaron, levanté mi barbilla. El vello en mis brazos se
erizó, mi piel hormigueó. Estaba aturdida, sin aliento, caliente y una docena
de otras emociones que no podía articular en ese preciso momento.
Justo cuando sus labios estaban a punto de encontrarse con los míos,
un cuerpo chocó contra mí por detrás, tomándome por sorpresa. Me
tambaleé sobre mis tacones demasiado altos, luchando por recuperar el
equilibrio. Noah rápidamente se puso en acción y jaló mi cuerpo al ras con
el suyo antes de que cayera al suelo.
—Oh Dios mío. Lo siento mucho —dijo una mujer. A juzgar por el vestido
negro y la pequeña bandeja que llevaba, supuse que ella era uno de las
meseras—. ¿Está bien?
Le ofrecí una sonrisa apretada mientras Noah me soltaba.
—Por supuesto. No te preocupes. Al menos no tenías una bandeja
llena de bebidas.
Si escuchar el tema de Una Noche Para Recordar en el restaurante
antes era una señal de que debería ir a Noah, no pude evitar pensar que
esto era una señal para que pisáramos el freno. Por mucho que quisiera
saber a qué sabían sus labios, cómo besaba, cómo se sentiría su lengua
enredada con la mía, no podría vivir con la culpa si lo empujaba a esa
situación poco ética.
Me alejé de él, estudiando su comportamiento. Su expresión era difícil
de leer.
—Se está haciendo tarde —le dije—. Probablemente debería irme a
casa. —Me di la vuelta y me dirigí a la mesa, la banda ahora tocaba un
número de jazz más alegre.
—¿Puedo llevarte? —Noah me alcanzó y arrojó unos billetes sobre la
mesa para cubrir nuestra cuenta y una propina generosa.
—Eso no es necesario. —Agarré mi cartera de mano, alisando las
líneas de mi vestido—. Puedo tomar un taxi. —Me apresuré a bordear las
mesas y salí a la acera, inhalando el aire fresco. La temperatura había
bajado, mi aliento era visible cuando exhalaba. Me abracé a mí misma,
pasando mis manos arriba y abajo por mis brazos desnudos.
—Déjame llevarte —gritó Noah. Me giré para verlo acercándose a mí,
confusión en su mirada—. Hace mucho frío aquí y no tienes abrigo. —Se
quitó la chaqueta y la colocó sobre mis hombros.
—No tengo uno que combine con este vestido.
Me miró por lo que pareció una eternidad antes de que su expresión
se aclarara.
—No puedes visitar a tu padre si te enfermas —me recordó.
Estar sola en lugares cerrados con Noah probablemente era una mala
idea, pero la perspectiva de esperar un taxi o caminar hasta la estación de
trenes más cercana era mucho menos atractiva.
—Bien —resoplé después de un breve momento de vacilación—.
Puedes llevarme a casa.
Me ofreció una sonrisa apretada. Una vez que el valet llegó con el
auto de Noah, me ayudó a entrar.
En segundos, lo dirigí hacia mi apartamento. No hablamos mucho
durante el corto trayecto en las calles prácticamente desiertas de la ciudad
de Boston a la una de la madrugada. Consideré sacar nuestro casi beso
para que no hubiera esta incomodidad entre nosotros. Tenía la sensación
de que eso empeoraría las cosas. Probablemente era mejor que
olvidáramos que sucedió alguna vez.
—Puedes dejarme aquí —le dije una vez que dobló la esquina a unas
pocas cuadras de mi apartamento.
Redujo la velocidad y se detuvo al costado de la carretera.
—¿Vives en una licorería? —Arqueó una ceja, mirando hacia el
edificio a mi derecha.
—No. —Me reí—. Vivo unas pocas cuadras arriba. —Abrí la puerta, a
punto de pisar la acera.
—Entonces, te llevaré a tu casa.
Suspiré, mi expresión se volvió seria.
—Aprecio la oferta, pero vivo al otro lado de en un callejón estrecho
de mi hermano. Probablemente sea en nuestro mejor interés que camine
sola a casa. No debería verte cuando me dejes caer fuera.
—Solo somos amigos, Molly. No hay nada de malo en que tu amigo te
deje en tu casa. ¿A quién le importa si soy el médico de tu padre?
—Mira, esa es la cosa, Noah. —Me mordí el labio—. No me conoces
como mi hermano lo hace. No soy exactamente el tipo de chica que se
junta con chicos solo como amigos. Incluso si lo fuera, no vale la pena el
dolor de cabeza potencial. Esta parte de la ciudad está llena de italianos
que son curiosos. Todos aquí conocen los asuntos de todos los demás.
Me estudió por un momento prolongado, luego cerró brevemente los
ojos, con sus hombros desplomados.
—Bien, probablemente tengas razón. Para que conste, solo estoy
haciendo esto bajo protesta y por necesidad. Preferiría llevarte a tu edificio
y caminar hasta la puerta.
—Debidamente anotado. —Le guiñé un ojo, luego me encogí de
hombros de su chaqueta, a punto de devolvérsela.
—Quédatela —dijo—. Si no puedo llevarte de vuelta a tu casa, lo
menos que puedo hacer es asegurarme de que estés caliente. Puedes
devolvérmela mañana.
—¿Mañana?
—Supongo que, técnicamente, sería hoy.
—Me gusta más como se escucha hoy —admití, sorprendiéndome a
mí misma. Por mucho que sabía que debía mantener la distancia, una fuerza
externa estaba en juego, atrayéndome hacia él cada vez que intentaba
alejarme.
—A mí también.
Envolví su chaqueta en mis hombros y salí del auto. Justo cuando
estaba a punto de cerrar la puerta, me incliné.
—Gracias por esta noche —murmuré en voz baja—. Por dejarme ser
yo.
Ofreció una sonrisa, una tranquilidad inundaba su rostro.
—Me gustas como tú, Molly.
14
Traducido por lipi sergeyev
Corregido por EstherC
—¿Por qué estás usando maquillaje? —preguntó Drew desde detrás
del mostrador mientras irrumpía en el café un cálido sábado a principios de
junio.
Las últimas semanas habían sido las mejores que había tenido en años.
Me había establecido una nueva rutina, una que implicaba pasar más
tiempo con Noah de lo que probablemente debería. Cada jueves, me
encontraba con él en el cementerio, donde vimos cualquier película clásica
que estuvieran mostrando esa noche. De vez en cuando, hacíamos arreglos
para encontrarnos en Common, donde eventualmente íbamos a la misma
heladería a la que me había llevado después de haberme salvado
heroicamente de una pandilla criminal de motociclistas llamada The
Mallards... a medida como la historia había evolucionado en mi cabeza.
Con cada encuentro, me sentía cada vez más cómoda con él, casi
hasta el punto en que sentía que nos conocíamos desde hacía años. Él me
hablaba sobre cómo fue crecer con cuatro hermanas. Yo compartía
historias sobre mi propia infancia.
Todas las tardes, cuando le leía a mi papá, solía esperar que Noah me
sorprendiera con una visita. Lo había hecho unas cuantas veces. Sonreía
mientras se sentaba a mi lado, escuchándome leerle a mi padre. Lo que sea
que estaba sucediendo entre nosotros se había convertido en algo más que
una amistad basada en una lucha compartida, aunque seguía
recordándome a mí misma que solo pasaba tiempo con él debido a mí libro.
Cuando no estaba con Noah, estaba pegada a mi portátil, la historia
de Jackson y Avery sangrando por las yemas de mis dedos. Se había
convertido en mi inspiración desprevenida para Jackson, y con cada
encuentro, me preguntaba cómo influiría Noah en la siguiente parte de su
historia. Era como si alguien hubiera cortado las cadenas que me habían
encadenado a la misma trama repetitiva. Por primera vez en años, escribí la
historia que quería contar. Nunca me había sentido tan realizada y
satisfecha con mi escritura.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Me detuve en la puerta, maldiciendo
mi suerte. Drew típicamente no trabajaba los sábados—. ¿Quién está
cuidando a las niñas?
Todavía tenía que contarle a Brooklyn o a Drew sobre Noah. Odiaba
esconder secretos de ellos, pero no podían saber la verdad... que
esencialmente estaba usando al médico de mi padre para escribir un
romance prohibido desgarrador. Por lo que sabían, las cosas con Timothy
habían ido muy bien y él era mi nueva inspiración. En algún momento, sabía
que tendría que decirles la verdad, pero todavía no estaba preparada para
eso. No necesitaba su recordatorio de que no debería estar jugando con las
emociones de alguien. Sabía que estaba mal, pero no podía dejar de ver a
Noah más de lo que un alcohólico podría dejar de beber.
—¡Hola, tía Molly! —Una cabeza con rizos castaños apretados
apareció desde el otro lado del mostrador—. ¡Estamos jugando aquí antes
de que papá nos lleve al acuario! —explicó Alyssa cuando una cabeza más
pequeña y casi idéntica apareció a su lado.
—¡Sí, tía Molly! ¡Ven a ver los peces con nosotros! —suplicó Charlotte.
Abrí la boca, a punto de darles la misma excusa que siempre tenía...
que ya tenía planes. Sus rostros cayeron antes de que tuviera la oportunidad
de pronunciar una sola palabra, como si ya supieran lo que diría.
—Vamos, Mols —dijo Drew en voz baja—. Solo por media hora.
Entonces puedes irte. Siento que no te he visto en todo un mes.
Miré mi reloj, viendo que ya había pasado la una de la tarde.
—Estará bien si hoy llegas un poco tarde.
Me llevé el labio entre los dientes, odiando la desilusión grabada en
las caras de mis sobrinas. No recuerdo la última vez que salí con ellas y mi
hermano. Claro, nos reuníamos todos los domingos por la noche para una
cena familiar y una película, pero había pasado un tiempo desde que los
cuatro pasamos juntos un tiempo significativo.
—Bueno. Iré por un rato. —Le guiñé un ojo.
—¡Sí! —Alyssa y Charlotte aplaudieron con entusiasmo, corriendo
alrededor del mostrador y arrojando sus pequeños brazos a mi alrededor.
—¿Podemos irnos ahora, papi? —suplicó Alyssa.
—Por supuesto, munchkin5. Tomó un pastel de chocolate con
avellanas y me lo entregó, conociendo mi placer culposo.
5
Munchkin: En español significa enana.
Agachándose bajo el mostrador, lanzó a Alyssa y Charlotte en sus
brazos con facilidad, llevándolas fuera del café. Sus risas hicieron que mi
corazón se derritiera. Me quedé inmóvil en el lugar, viéndolo reír e
inventando canciones con sus dos hijas. Me encantaba ver a Drew como
padre. Solía pensar que lo pusieron en esta tierra solo para jugar al hockey.
Tenía un talento increíble sin igual en la pista, y no solo lo decía porque era
mi hermano. Aun así, sus habilidades en el hielo no podían competir con el
talento que tenía para ser padre. Amaba a esas dos chicas más de lo que
amaba a nada y se notaba.
Drew se dio la vuelta, estudiándome.
—¿Vienes, Molly?
—Lo siento. —Salí de mis pensamientos y los alcancé—. Estaba
perdida en mi cabeza por un minuto.
—¿Pensando en el libro? —preguntó Drew mientras Alyssa y Charlotte
debatían sobre lo que deberíamos ver primero en el acuario. Alyssa quería
visitar las tortugas marinas y Charlotte prefería los pingüinos.
—¿Qué más? —Un silencio se instaló entre nosotros mientras
paseábamos por Christopher Columbus Park, el olor del océano cada vez
más fuerte.
—Nunca respondiste por qué llevas maquillaje —comentó Drew.
—Llevo maquillaje todo el tiempo —insistí.
—¿Para visitar a papá? —Bajó la voz—. ¿Tienes planes de ver a
Timothy esta noche?
—No —respondí con sinceridad, aunque probablemente debería
haber mentido.
—¿Está todo bien con él?
—Por supuesto. Ha estado abrumado por el trabajo y yo he estado
ocupada escribiendo. En realidad, es una bendición disfrazada que esta tan
orientado a su carrera profesional. Entonces no quiere verme todo el tiempo.
—Le ofrecí una sonrisa a Drew, esperando que no fuera capaz de ver a
través de todas las mentiras que le había estado diciendo.
—No sé por qué piensas que necesitas salir con este tipo.
Aparentemente, estás escribiendo bien este libro por tu cuenta. Viste a Kevin
por lo menos cuatro veces a la semana. Puedo contar con una mano la
cantidad de veces que has visto a este tipo y nunca ha ido a tu
departamento.
Suspiré, cruzando mis brazos frente a mi pecho.
—No lo entenderías, Drew.
—Porque te niegas a hablar de ello.
Miré hacia adelante, permaneciendo en silencio. Podía sentir sus ojos
estudiándome. Todo esto era una bomba de tiempo. Eventualmente
descubriría que le había estado mintiendo a todos sobre salir con Timothy.
Solo necesitaba terminar este libro, y pronto.
—¿Alguna vez te has sentido atraído por alguien que sabías que no
podrías tener? —dejé salir cuando nos acercamos a las puertas del acuario,
las chicas estallaron de emoción.
—¿Por qué estás preguntándolo? —Me miró sospechosamente—.
¿Está pasando algo que yo debería saber?
—No —respondí rápidamente. Probablemente demasiado rápido—.
Es solo este libro. —Pasé mis manos por mi cabello ondulado—. Creo que
estoy tratando de entender qué es lo que haría que alguien sacrificara todo:
su carrera, su integridad y su reputación, por otra persona.
Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios antes de suspirar,
encontrando mí mirada.
—Te sorprendería que la gente está dispuesta a renunciar cuando
están enamorados.
—No estoy escribiendo una historia de amor —le recordé—. Estoy
escribiendo un romance caliente y humeante. Al menos eso es lo que se
supone que debo escribir. —Giré mi cabeza.
—Pero no lo es —dijo Drew—. He visto lo que has escrito hasta ahora.
Ni siquiera está cerca de ser caliente y humeante.
—Simplemente no lo sentía —admití sinceramente—. Así que escribí
algo que estaba sintiendo. Hay más que solo una atracción superficial
basada únicamente en las miradas. Hay una conexión.
—Entonces creo que ya tienes tu respuesta —respondió Drew.
Lo miré con mi ceño fruncido.
—No te sigo.
—Toma a las chicas, por ejemplo. —Hizo un gesto hacia Alyssa y
Charlotte mientras caminábamos detrás de ellas, más allá de la entrada
principal y hacia una exhibición de pingüinos. La cara de Alyssa rebosaba
de emoción—. ¿Qué pasaría si tuvieran alguna enfermedad terminal que
requiera un trasplante? ¿Qué pasa si encontramos un donante, pero él solo
estuvo de acuerdo con la condición de que renunciaras a tu escritura, que
nunca publiques otro libro por el resto de tu vida? ¿Estarías de acuerdo?
—Por supuesto que sí —respondí sin dudarlo—. Haría cualquier cosa
por esas niñas.
—Porque las amas.
—Sí, pero este del que estoy hablando es un tipo diferente de amor.
—Puede que sea así, pero el principio sigue siendo el mismo. La raza
humana es, generalmente de buen corazón. La mayoría de nosotros
gustosamente sacrificaríamos todo por aquellos que amamos, sin importar si
ese amor se basa en una conexión mutua, atracción, o si es el amor de la
familia. —Apartó su mirada de mí, un destello en sus ojos mientras miraba a
sus hijas una vez más—. No tenía idea de qué esperar cuando Carla me dijo
que estaba embarazada y estaba asustado cuando ella me dejó para criar
a dos niñas por mi cuenta, pero haría cualquier cosa para mantenerlas a mi
lado.
Agarré su mano, dándole una sonrisa tranquilizadora mientras
seguíamos a las chicas a través del acuario, riendo mientras apretaban sus
caras contra el cristal de algunas de las peceras.
—Creo que estoy tratando de entender las motivaciones de estos
personajes —dije, rompiendo el silencio que me hizo sentir como si mi
hermano supiera que esto no tenía nada que ver con mi libro—. Tendría que
sacrificar todo para estar con ella. ¿Y por qué? ¿Por la ilusión del amor?
Incluso si existiera algo así como el amor... que, solo por razones de discusión,
admitiré que puede existir... ¿cuál es su motivación? Ella no está sacrificando
nada. Debería encontrar a alguien más y olvidarse de él.
—Parece que lo que su cerebro quiere y lo que su corazón quiere son
dos cosas diferentes, Molly.
Me llevé el labio inferior entre los dientes, mirando a mi alrededor, sin
ver nada. Mis pensamientos estaban por todas partes.
—¿Estás segura de que todo está bien? —preguntó Drew en voz baja.
—Por supuesto. —Me volví hacia él, pegando una sonrisa falsa en mi
cara—. Estoy bien. Lo prometo.
—Está bien —suspiró—. Solo ten cuidado con lo que sea que estés
haciendo.
—Que…
Levantó su mano, deteniéndome.
—No sé qué es, pero algo me dice que no me estás dando toda la
historia. Simplemente no quiero ver que te lastimes, ya sea por Timothy o por
alguien más. —Me dio una mirada de complicidad.
En lugar de alimentarlo con la misma mentira que había tenido en las
últimas semanas, simplemente asentí. Ese único gesto le dijo todo lo que
necesitaba saber.
—No lo haré —le aseguré—. Mi corazón es una fortaleza de hierro.
Deberías saber eso ahora.
—Incluso el hierro se puede derretir si se calienta lo suficiente.
15
Traducido por lipi sergeyev
Corregido por EstherC
Estacioné mi auto fuera del hogar de ancianos, luego revisé mi reflejo
en el espejo retrovisor. Rápidamente apliqué un poco de brillo labial antes
de salir del auto y correr por el estacionamiento. Reggie levantó la vista de
su libro mientras entraba por la puerta principal, en dirección al formulario
de registro de entrada.
—Espera un segundo, Molly. —Se levantó rápidamente con inquietud
en su rostro.
Fruncí el ceño, confundida por este cambio inesperado en el
protocolo. Venía a ver a mi padre todos los días desde que tuvimos que
mudarlo aquí. Esta era la primera vez que alguien trataba de impedir que
firmara.
—¿Qué pasa?
Dejó salir un suspiro inquieto.
—Me han indicado que tu padre no puede tener visitas en este
momento.
—¿Por quién?
—El Dr. McAllister —respondió cautelosamente—. El Dr. Connors,
director ejecutivo, también estuvo de acuerdo con esta decisión.
—Eso es una mierda. —Levanté la voz, con el calor en mi cara ante la
idea de que Noah emitió esta orden.
No era el hecho de que alguien intentara evitar que viera a mi padre
lo que me molestaba. Era la idea de que estuviera solo con el personal de
enfermería para cuidarlo. Esta era precisamente la razón por la que luché
en contra ponerlo en un hogar todo el tiempo que pude. Ahora su propia
hija estaba siendo mantenida lejos de él.
—¿Por qué? —Pasé mis manos por mi cabello, estaba hirviendo.
—Es un problema de seguridad —respondió Reggie en voz baja,
simpatía grabada en las líneas de su rostro—. Si fuera por mí, te dejaría entra,
pero podría perder mi trabajo si lo hiciera y te sucediera algo.
—¡No me va a pasar nada! ¡Él es mi padre, por el amor de Dios! ¡Nunca
me dio una paliza cuando estaba creciendo! ¡Siempre ha sido el hombre
más dócil y agradable que conozco!
—Puede ser —dijo una voz áspera. Me giré para ver a Noah
acercándose a la recepción—. Pero ya no es el mismo hombre. Lo sabes tan
bien como yo. Tú misma lo has dicho.
—¿Por qué no puedo verlo?
—No eres solo tú, Srta. Brinks —respondió con voz formal, un completo
ciento ochenta de la versión divertida y despreocupada de Noah con el
cual había estado pasando el tiempo durante las últimas semanas. Sirvió
como un recordatorio más de nuestra amistad... Ni siquiera estaba segura
de poder llamarlo así en este punto... yo siempre estaría por detrás de su
carrera—. Incluso el personal de enfermería no puede verlo sin la presencia
de seguridad.
—¿Seguridad? ¿Qué diablos está pasando? —Miré de Noah a Reggie,
luego de nuevo a Noah, queriendo que alguien me dijera qué había
pasado.
—Estaría encantado de discutir esto en privado. —Me fulminó con la
mirada, obviamente molesto por que levanté mi voz.
—No quiero discutir esto en privado. Quiero que me digas qué
demonios pasó en las últimas veinticuatro horas que ahora mantienes a mi
padre completamente aislado. —Tomé aliento, caminando hacia Noah.
Con mi voz apenas en un susurro, agregué—: Sabes muy bien cómo me
siento sobre esto.
Suspirando, su actitud severa se quebró y corrió los dedos por su
cabello.
—Entiendo. —Cerró la distancia entre nosotros. Su mano tembló,
como si quisiera extenderla y tocarme, pero no lo hizo. Me preguntaba si
siempre sería así entre nosotros. Si intentaría ocultar nuestra amistad de todo
el mundo. No sabía por qué me importaba tanto. Nunca antes había
necesitado la seguridad de los sentimientos de un hombre hacia mí. ¿Por
qué lo necesitaba ahora?
—Él ha tomado un giro, Molly —explicó tranquilamente—. Lo has visto
con tus propios ojos en las últimas semanas. Su discurso se ha deteriorado.
Está teniendo tantas dificultades para comunicarse, se ha vuelto cada vez
más violento, arremetiendo contra todos, especialmente durante las horas
de la tarde. No tengo motivos para creer que actuará de manera diferente
a tu alrededor. No estoy dispuesto a ponerte en ese tipo de situación.
—Bueno, estoy dispuesta a correr ese riesgo —respondí—. Es mi padre.
No me iré sin verlo. Tendrás que tener a seguridad para echarme. —Lo
fulminé con la mirada por varios segundos, luego suavicé mi expresión—. Por
favor. Ni siquiera está cerca de la puesta del sol. Tal vez solo necesita saber
que hay alguien por ahí que todavía se preocupa por él. —Me incliné hacia
Noah, mi voz apenas audible—. ¿Qué hubieras hecho para tener solo cinco
minutos más con tu padre?
Odiaba usar su información personal contra él, pero no sabía qué más
hacer. Mi padre necesitaba saber que no estaba solo, incluso si no supiera
quién era yo en este momento.
Noah se pasó la mano por la cara, con los hombros caídos en la
derrota.
—Bien —cedió—. Puedes tener diez minutos.
—Dos horas. Como de costumbre.
—Una hora y eso es todo.
—Bien. Una hora. —Retrocedí hacia la recepción y escribí mi nombre
en la hoja de registro mientras Reggie nos miraba con intriga. Sonriendo por
mi victoria, tomé la tarjeta de visitante y me dirigí hacia el pasillo.
—Un asistente y un guardia de seguridad estarán presentes —gritó
Noah.
Solté un bufido, dándome la vuelta, mirándolo acercarse con una
mirada furtiva.
—¿Qué podría haber pasado para hacerte pensar que necesito
protección de mi propio padre?
—No sabe que es tu padre. —Su tono era uniforme—. Ha estado
atacando, negándose a comer, gritando pensamientos incoherentes.
—¿Y cómo es eso diferente de cualquier otro día?
Respiró a través de su nariz, frunciendo sus labios mientras me miraba,
fuego en su mirada.
—Uno de los asistentes lo estaba ayudando a ir al baño después del
almuerzo. Ahora tiene cinco puntos de sutura en la frente.
Mis ojos se abrieron ampliamente cuando negué con la cabeza.
—Eso no suena como él.
—Es la enfermedad. Estos episodios violentos nunca tienen ninguna
advertencia, así que tengo que hacer todo lo posible para mantener a salvo
a quienes lo rodean. —Bajó la voz—. Sé por lo que estás pasando. He estado
allí. No quería pensar que mi padre alguna vez me lastimaría. La
enfermedad hace estragos en él. No sabe en dónde está y eso le asusta.
Tanto es así, que no tiene más remedio que tratar de protegerse de lo que
percibe como una amenaza potencial.
—Solo quiero leerle.
—Y puedes hacerlo. —Tomó mis manos en las suyas. Lo miré,
sorprendida por el cambio repentino. Cada vez que estaba en el hogar de
ancianos, Noah siempre había hecho un esfuerzo consciente para evitar
acercarse a mí—. Pero con personas que están entrenadas para lidiar con
este tipo de comportamiento cerca en caso de que te ataque.
—No me gusta…
—Sé que no —respondió rápidamente. Un hormigueo se extendió a
través de mí cuando acarició mis nudillos—. Pero en este momento, esta es
la única forma. Espero que mañana sea diferente.
—¿Es por eso que estás aquí en tu día libre? —pregunté.
—Me despedí de la idea de los días libres, en el segundo que decidí
entrar en este campo. Mis pacientes son mi prioridad. Siempre lo han sido. El
personal llamó y dijo que tu padre estaba teniendo un día inusualmente
malo. Es mi trabajo mantenerlo a salvo, incluso los fines de semana.
Unos pasos sonaron desde el pasillo y rápidamente retiró sus manos de
las mías, dando un paso atrás. No sabía por qué esperé algo diferente, pero
todavía me dolió.
—Dr. McAllister —dijo un hombre grande con uniforme de seguridad—
. ¿Ha solicitado ayuda?
—Sí. Larry, esta es Molly Brinks. Le gustaría pasar alrededor de una hora
visitando a su padre. Me gustaría que permanezca en la habitación con ella,
junto con Brian. —Asintió al asistente a su lado.
—Por supuesto, señor. Nos aseguraremos de que todos estén a salvo.
—Gracias.
—Por aquí, Srta. Brinks —dijo Larry.
Me obligué a apartar los ojos de los de Noah y seguí a Larry por los
pasillos familiares hacia la habitación de mi padre. Abrió la puerta y me
permitió entrar primero, permaneciendo al alcance de mi brazo todo el
tiempo. Todo esto se sintió como horas de visita en una prisión, pero reprimí
cualquier comentario despectivo. Si esta fuera la única forma en que
pudiera ver a mi padre, sufriría.
—Hola, papá. —Le di una sonrisa agradable mientras estaba sentado
en su silla favorita, un seleccionador de formas sobre la mesa a su lado. Me
recordaba a el juguete de un niño. Me dolió el corazón pensando en lo bajo
que había caído en tan poco tiempo. No era justo.
Sus ojos se encontraron con los míos y por una fracción de segundo,
creí ver un indicio de reconocimiento en su cálida mirada.
—Escuché que estás teniendo un día difícil. —Traté de fingir que nada
había cambiado, que era como cualquier otro día—. Pero ahora estoy aquí.
—Me senté en la silla junto a él, agarrando su mano con la mía.
Cuando Larry comenzó a caminar hacia mí, lo miré con ira. Se detuvo,
todavía revoloteando por si necesitaba desactivar rápidamente la
situación.
—Todo estará bien —le aseguré, luego volví mi atención a mi padre.
Observando un nuevo libro en la mesa auxiliar, como si fuera una
instrucción silenciosa para leerlo, lo levanté. Los recuerdos de la clase de
inglés de décimo grado se apresuraron mientras hojeaba las páginas.
Pasando al primer capítulo, me aclaré la garganta y luego comencé a leer.
Un calor cayó sobre mi piel, como si alguien me estuviera mirando. Levanté
la vista. Noah se apoyaba contra el marco de la puerta, con una expresión
que no podía entender. Devolviéndole su apretada sonrisa, continué
leyendo.
—Incluso entonces, él era la figura más llamativa en Starkfield, aunque
no era más que la ruina de un hombre.
Noah continuó sosteniendo mi mirada, una punzada se formó en mi
corazón cuando recordé la historia de Ethan Frome y los afectos prohibidos
de la señorita Mattie Silver uno hacia el otro, su fallido intento de encontrar
la manera de pasar la eternidad juntos, y el triste resultado del accidente
del trineo que causó que tantas chicas en mi clase de inglés de la escuela
secundaria derramaran algunas lágrimas. Yo no lo hice. Vi el libro como lo
que era... una alegoría de que la ilusión del amor podría destruir tu vida,
aunque mi profesora de inglés no estaba muy de acuerdo.
—Sigue. —La voz de Noah interrumpió mis pensamientos mientras
contemplaba si mi maestra de inglés tenía razón. Tal vez la lección de Ethan
Frome no era que el amor podía destruir tu vida, sino que la vida era
demasiado corta para no correr riesgos. Según ella, el amor no destruyó la
vida de Ethan. Fueron las limitaciones de la sociedad las que forzaron su
deseo de abandonar las cargas que se le imponían. Era imposible ignorar
los paralelismos entre este libro y la historia que estaba escribiendo
actualmente... y la vida.
Dirigí mi mirada a mi padre.
—¿Tú lo...? —le pregunté con un temblor, preguntándome si él dejaría
este libro después de escucharme decirle lo que estaba trabajando. Pude
sentir tres pares de ojos en mí.
Probablemente no era nada, pero mi corazón se llenó de esperanza
de que la condición de mi padre no estaba progresando tan rápido como
todos creían. En mi alma, sabía que me había escuchado contarle la historia
de mi libro y lo recordó lo suficiente como para querer leer otro romance
prohibido. Él todavía tenía algunos recuerdos. Todavía no era una esperanza
perdida.
Volviendo la vista a la página, me perdí en la trágica historia de Edith
Wharton, pensando en mi propio libro y en el destino que aguardaba a
Avery y Jackson. No sabía muy bien cómo terminaría su historia. ¿Serán
capaces de superar las limitaciones y expectativas que les impone la
sociedad? ¿O se estrellarían y arderían como Ethan y Mattie Silver?
Consumida con la historia, perdí la noción del tiempo. Justo cuando
las cosas habían empezado a calentarse, tanto como podían a principios
de la literatura del siglo XX, un fuerte sonido de garganta me arrancó del
libro.
—Lo siento, Srta. Brinks. —Larry se cernió sobre mí, Brian junto a él—.
Órdenes del doctor. Se acabó el tiempo.
Eché un vistazo alrededor de la habitación para ver la puerta ahora
vacía. Asintiendo de mala gana coloqué el cordón entre las páginas del
libro. Una sonrisa tiró de mis labios cuando recordé que mi padre siempre
usaba un viejo cordón para mantenerlo su lugar... un hábito que ahora uso
en mi vida.
Dejé el libro en la mesita y luego encontré los ojos de mi padre. Hubiera
dado cualquier cosa para rebobinar el reloj a aquellos días en que leeríamos
juntos todas las noches. Nunca olvidaré la decepción en sus ojos cuando,
cuando me acercaba a la adolescencia, le dije que prefería leer sola. No
debería haberlo excluido como lo hice. Debería haberle concedido lo único
que tenía en común conmigo... amor por la palabra escrita.
—Me tengo que ir, papá —le dije poniéndome de pie—. Pero volveré
mañana y leeremos un poco más, como cuando era pequeña.
Me dio una sonrisa torcida, luego murmuró algo incoherente.
Estaba a punto de darle un abrazo cuando el guardia de seguridad y
el asistente se precipitaron hacia mí. Retrocedí sorprendida, mis ojos feroces.
—¿Qué demonios? Solo le estoy dando un abrazo.
—Solo una medida de precaución, señorita —explicó Larry.
—Entiendo eso —siseé en voz baja, esperando que mi papá no
entendiera lo que estaba pasando—. Pero él es mi padre. Como han visto
con sus propios dos ojos, ha estado tranquilo todo el tiempo que he estado
aquí. Puede estar confundido, pero sabe que no estoy aquí para causarle
ningún daño. Estaré bien.
Antes de que pudieran detenerme, me di la vuelta y abracé a mi
padre, deseando que pudiera entender que no estaba solo.
—Te quiero papá.
—Te quiero, Josie —murmuró arrastrando las palabras.
Tomé un aliento. Estas eran las primeras palabras reales que lo
escuché decir en más de una semana. Mis dientes se tensaron. Odiaba la
idea de que este hombre muriera pensando que yo era la mujer que lo
había abandonado a él y a su familia, no a la hija que lo idolatraba.
—No soy Josie. Soy Molly, tu hija.
—¿Molly? —dijo, sonando casi como un niño aprendiendo a hablar
por primera vez.
Retrocedí, buscando sus ojos, rezando por un toque de
reconocimiento.
—Sí, papá. Soy Molly.
En un instante, su expresión serena se puso furiosa. Antes de que
pudiera reaccionar, envolvió sus manos alrededor de mi garganta, su fuerza
sorprendente por su frágil condición. Todo lo demás fue borroso mientras yo
luchaba por capturar un bienvenido aliento de oxígeno. En un momento,
estaba siendo asfixiada por el hombre que me dio la vida; al siguiente, fui
empujada violentamente. Incapaz de mantener el equilibrio, retrocedí y me
golpeé la cabeza contra la esquina de la mesa de café.
Desorientada, parpadeé, las luces brillantes de la habitación
oscurecían mi visión. Una figura oscura se inclinó sobre mí, la cara de Brian
apareció a la vista. Por el rabillo del ojo, noté que el guardia de seguridad
inmovilizaba los brazos de mi padre detrás de su espalda.
—¡Detente! ¡Lo vas a lastimar! —grité, mi corazón latía con fuerza—.
¡No sabe lo que está haciendo! —Traté de sentarme e ir hacia él, pero la
habitación giraba.
Una ráfaga de personal médico descendió en la habitación,
acompañando a mi padre desde la sala de estar hasta el dormitorio. Casi
de inmediato, sus gritos de ira cesaron.
—¿Estás bien?
Miré a mi izquierda, sorprendida de ver a Noah agachado a mi lado.
Sus grandes ojos recorrieron cada centímetro de mí, con la respiración
irregular.
—Por supuesto que sí —respondí, rápidamente poniéndome de pie.
Me sentí mareada y perdí el equilibrio. Noah reaccionó rápidamente y
agarró mi cintura, evitando que me cayera.
—Consigue una silla de ruedas —le ordenó a Brian.
—Ya la consigo. —Salió corriendo de la habitación.
—No necesito una silla de ruedas —insistí, tratando de alejarme de
Noah, pero era demasiado fuerte para mí en mi estado de nerviosismo—. Es
solo un poco de adrenalina. Estoy bien.
—Si no te importa, Molly, dejaré que un profesional tome esa
determinación. —Con su mano sobre mi codo, me bajó lentamente a una
de las sillas.
—¿Quien? ¿Tú? —Levanté una ceja cuando se arrodilló frente a mí,
estudiando mi rostro intensamente. Mis manos todavía temblaban por el
ataque inesperado. No quería creer que mi padre tuviera odio en su
corazón.
—Tengo un título de médico. —Noah esbozó una sonrisa compasiva,
luego alcanzó mi cuello, presionando ligeramente contra él.
Me estremecí cuando tocó un punto sensible.
—¿Eso duele?
—No —mentí. No quería que sintiera más culpa por lo que había
sucedido de lo que ya lo hacía. Él no tenía la culpa. Había tratado de
advertirme, pero había sido demasiado terca para escuchar. Lo había
presionado. Utilicé información personal que conocía sobre su historia
familiar para convencerlo de que me permitiera ver a mi padre cuando él
insistió en que no era seguro.
—Buen intento, Molly. No puedo dejar que te vayas hasta que te
revise.
Levanté mis cejas, mi ritmo cardíaco lentamente volviendo a la
normalidad. Desde el primer día, Noah tuvo una extraña habilidad para
calmarme. Lo mismo era cierto hoy, también.
—¿Funciona esa línea en todas las mujeres? —Necesitaba reírme
sobre la ridiculez de la situación actual en la que me encontraba. No quería
pensar en las posibles ramificaciones de lo que había sucedido. Temía que
nunca más volvería a ver a mi padre sin supervisión. La enfermedad ya lo
aisló. No poder ofrecerle ningún tipo de amor o compasión solo empeoraría
las cosas.
La cara de Noah se puso roja de la manera más adorable.
—No como pensarías.
Brian regresó, empujando una silla de ruedas hacia nosotros.
—Gracias, Brian. —Noah se puso de pie, alejándose de mí, su voz
exigiendo una vez más—. Por favor lleva a la Srta. Brinks a una sala de
examen abierta. Ya iré para allá.
Brian tomó mi codo y me ayudó a subirme en la silla de ruedas.
Mientras me sacaba de la habitación, miré por encima del hombro hacia la
puerta abierta de la habitación de mi padre. Podía verlo sentado en su
cama con lo que parecía un viejo álbum de fotos extendido en su regazo.
Había una sonrisa en su rostro.
16
Traducido por lipi sergeyev
Corregido por EstherC
Tiré mi cárdigan fuertemente a mí alrededor mientras esperaba en la
fría sala de examen. Me preguntaba si esto era algo que enseñaban en la
escuela de medicina. Todas las salas de examen en las que había estado
alguna vez estaban sub congeladas... o tal vez eran simplemente mis nervios
los que causaron escalofríos en mi columna vertebral.
Paseándome por la habitación, estudié los diagramas del cerebro, el
sistema nervioso y el corazón que estaban colgados en la pared. La ciencia
nunca había sido mi fuerte en la escuela secundaria o la universidad. En lo
que a mí respecta, estos diagramas podrían haber estado en un idioma
extranjero. Algunos de los términos eran familiares, debido a la cantidad de
lectura que había hecho sobre la enfermedad que ahora plagaba a mi
padre. Aun así, me sentía intimidada por Noah y sus logros en lo que
consideré una edad temprana para el campo de la medicina. Tenía una
lista de credenciales de una milla de largo. Todo lo que tenía a mi favor era
mi habilidad para escribir una escena de sexo asesina. Las diferencias en
nuestros logros eran asombrosas.
—¿Qué estás haciendo de pie? —La voz exigente de Noah
interrumpió mis pensamientos. Ni siquiera escuché la puerta abrirse.
Girándome, parpadeé ante su alta figura de pie en la puerta.
Inmediatamente me sentí mareada, lo cual no tenía nada que ver con mi
reciente caída. Había algo en su vista, el poder y la compasión en su mirada,
que me dejaba sin aliento.
—Te dije que estoy bien. —Sonreí un poco, recuperando la
compostura—. Hacer que Brian me empujara en una silla de ruedas fue un
poco exagerado de tu parte.
—No hay tal cosa cuando se trata de ti.
Contuve el aliento, sus palabras me tomaron por sorpresa... en el buen
sentido.
—Necesito asegurarme de que nada se sacudió —explicó—. Es el
protocolo.
—Por supuesto. —Mis hombros cayeron.
—Adelante, siéntate. —Hizo un gesto hacia la mesa acolchada, con
una sábana de tejido que la cubría.
—¿Ahí? —pregunté con una mueca.
—¿Dónde más?
—En cualquier otro lugar.
Me miró intrigado.
—¿No te gustan los doctores?
—No es necesariamente eso, pero soy una mujer.
—Lo he notado —respondió con una sonrisa.
Me mordí el labio inferior, completamente aturdida por su proximidad
tan cerca en tan estrecho espacio. Moviendo las manos, le expliqué:
—Cada vez que me obligan a sentarme en una mesa de examen, me
empujan un instrumento de metal frío en mi hooha. Y el sonido de ese papel
arrugado es peor que las uñas en una pizarra. Prefiero no tener que subirme
a ese dispositivo sádico que llamas mesa de examen. —Crucé los brazos.
—Está bien. Soy flexible. —Me guiñó un ojo.
Una pequeña hada seductora que se había establecido en mi
estómago, comenzó a batir sus alas mientras me preguntaba cuán flexible
era verdaderamente el Dr. Noah McAllister. No debería haber tenido estos
pensamientos, pero solo era humana... y tal vez estaba un poco cachonda.
Había algo en él; su alta estatura, la aspereza de sus manos, la vivacidad y
la sinceridad en sus ojos cuando me miraba, que se había vuelto cada vez
más imposible de ignorar en las últimas semanas.
—He oído hablar de ti —bromeé en voz baja, sentándome en un
taburete con ruedas frente a la mesa de examen.
—Te das cuenta, técnicamente, esa es mi silla, ¿no?
Asentí, sonriendo mientras cruzaba mis brazos sobre mi pecho.
Dejando escapar un suspiro, mantuvo sus ojos pegados a los míos, con
falsa irritación en su rostro. Se sentó en otra silla, luego enganchó su pie en
el fondo de la mía, arrastrándome hacia él.
El movimiento repentino me tomó desprevenida y me agarré a los
lados de la silla. Un segundo, estaba en mi pequeño mundo. Al siguiente,
estaba en la atmósfera de Noah. Inhalé rápidamente, su aliento de menta
y su aroma almizclado invadieron mis sentidos, embriagándome. Un golpe
de eso y estaba completamente perdida. Un dolor sordo se instaló entre mis
piernas de una manera tan inconveniente. Quería gritarle a mi furiosa libido
que se calmara, pero tenía la sensación de que la ninfómana privada de
sexo no tenía intención de escuchar.
—No sé por qué estás haciendo una gran cosa sobre esto —dije,
luchando por reprimir la multitud de pensamientos inapropiados que
rodeaban mi cabeza en ese momento. Tenía una imaginación bastante
vívida, que estaba actualmente en sobremarcha—. Estoy bien.
Honestamente, fue solo la conmoción lo que me desequilibró.
Sacó una linterna del bolsillo de su bata de laboratorio y la encendió.
—Solo mira hacia adelante.
Resoplé, siguiendo su orden mientras iluminaba mis ojos con la luz. No
sabía lo que estaba buscando, pero ya no me importaba. Haría lo que
quisiera para que permaneciera cerca de mí. No habíamos estado tan
cerca el uno del otro desde ese casi beso. El calor que salía de su cuerpo
era un afrodisíaco.
—Por lo que Brian y Larry me dijeron, sufriste una caída bastante
desagradable —dijo con una voz suave y uniforme, iluminando su luz en un
montón de ángulos diferentes mientras seguía mirando al frente—. Solo me
estoy asegurando de que no tengas una conmoción cerebral.
Apagó la luz y se sentó en la silla, levantando la mano.
—¿Cuántos dedos estoy sosteniendo?
—Te daré un dedo.
—Tan original. —Bajó su brazo—. No eres la primera en decirme eso.
Recuerda, trato con pacientes con Alzheimer y demencia a diario. Algunos
de ellos son bastante sarcásticos. De hecho, la mayoría de ellos
probablemente podría superarte.
—¿Superarme? ¿Es esa una verdadera palabra?
—Ahora lo es.
—No estoy segura —le dije con reproche—. Debería consultar
Merriam-Webster, solo para verificar.
—Haz eso. Ahora, ¿cuántos dedos? —Levantó su mano.
—Tres.
—Bien. —Puso sus manos sobre sus piernas y me estudió de una
manera desconcertante—. ¿Cómo te sientes?
¿Cachonda? Pensé.
—Bien.
—Escoge una palabra que no sea bien. Eres una escritora, estoy
seguro de que tienes un tesauro almacenado en ese herm... —Se detuvo,
luego continuó—: Gran cerebro tuyo.
Lo miré a los ojos, preguntándome si simplemente había imaginado
que casi me llamaba hermosa. Imaginado o no, había algo en el aire entre
nosotros esta noche que estaba mucho más cargado de lo que había
estado en el transcurso de las últimas semanas. Pasé una gran cantidad de
tiempo con él, pero mantuvimos las cosas ligeras y fáciles. No me había
mirado con esta clase de hambre en los ojos desde que compartimos ese
baile.
—Es la verdad. Me siento bien.
—Siempre dices que estás bien. Nada más y nada menos. Dame algo
más.
—Dame algo más para continuar aquí. ¿Qué quieres saber
específicamente?
—¿Cómo está tu cabeza? ¿Tiene dolores de cabeza o rigidez? —
Ahuecó mi rostro justo debajo de mi mandíbula e inclinó mi cabeza de un
lado a otro, buscando alguna indicación de que el movimiento me causara
dolor.
—Mi cabeza está excelente. —Sonreí, evitando el uso de “bien”.
—Mejor. —Retiró sus manos de mi cara—. ¿Qué hay de náuseas?
Negué con mi cabeza.
—Ninguna.
—Bueno. ¿Puedes ponerte de pie para mí?
Al mirarlo, lentamente me levanté de su silla.
—Camina en línea recta.
—¿Es esto un puesto de control de alcoholemia? ¿Quieres que recite
el alfabeto hacia atrás mientras estoy en eso?
—No. —Sonrió—. La mayoría de la gente ni siquiera puede hacerlo de
forma sobria.
—Y la mayoría de la gente realmente no puede caminar en línea
recta sobria, especialmente cuando usan zapatos gruesos. —Hice un gesto
hacia las sandalias de cuña con un tacón bastante impresionante que
usaba para darle a mi escasa estatura un impulso adicional.
—Bueno. Te dejaré pasar. —Se puso de pie, mirándome—. ¿Algún
mareo?
Sacudí mi cabeza, mi pecho comenzó a subir y caer en un patrón más
rápido.
Acercándose más, continuó su interrogatorio.
—¿Entumecimiento?
—No —susurré, un fuego apagado se encendió en mi torrente
sanguíneo.
—¿Algún hormigueo en tus extremidades? —Su voz se calmó, ahora
serena. Pasó su lengua por sus labios, sus ojos se encontraron con los míos.
Aturdida, negué con la cabeza otra vez.
—¿Te sientes cansada o somnolienta?
—No, respiré. —Una fuerza externa me hizo acortar la distancia entre
nosotros. Debería haber hecho algo, cualquier cosa, para romper la tensión
del edificio. Esto estaba mal. Era egoísta de mi parte traspasar los límites con
los que obviamente Noah había estado luchando, pero nunca antes me
había sentido tan inspirada—. Me siento…
Se inclinó, su dulce aliento se mezcló con el mío, nuestros labios a un
susurro de distancia. Una voz en mi cabeza me gritó que me fuera, pero
físicamente no podía hacerlo. Estaba congelada en el lugar, incapaz de
frenar. Noah era como una droga a la que me había vuelto adicta. Estaba
desesperada por pasar tiempo con él para poder ir a casa y escribir hasta
que mis dedos sangraran. Esperaba que esa fuera la única razón por la que
no podía dejar de pensar en él de todos modos. No quería considerar la
posibilidad de que hubiera una razón más profunda y aterradora para mi
encaprichamiento.
—¿Sí? —Se inclinó más cerca, su boca casi rozando la mía.
Mis labios hormigueaban, la anticipación y el anhelo burbujeaban
profundamente en mi interior. Imaginé los besos de Noah. Incluso traté de
usar eso para escribir el primer beso de Jackson y Avery. No importa cuántas
veces lo hubiera imaginado, las palabras que escribí parecían deficientes.
No estaba bien. No había ninguna chispa, ni electricidad, ni sensación de
euforia que sintiera por todas partes de ellos finalmente actuando en sus
impulsos después de semanas de acumulación tortuosa. Si pudiera probar,
podría hacerlo bien. Entonces estaría satisfecha y podría seguir adelante.
—Bien —terminé mi pensamiento.
Una sonrisa apareció en sus labios. Antes de que tuviera la
oportunidad de retirarse, agarré sus mejillas con mis manos, forzando su
boca a la mía. Un escalofrío me recorrió cuando mi lengua trazó sus labios,
pidiendo permiso para entrar, instándolo a soltar todas sus aprensiones.
Después de esto, no había vuelta atrás. Entendía por qué Adán y Eva
comieron la fruta prohibida.
Ahora que finalmente había probado algo que se suponía que no
debía tener, quería más.
Un gemido bajo escapó de su garganta mientras profundizaba el
beso. Me acercó, envolviendo mi cabello alrededor de su mano, felizmente
atrapándome con él. Su lengua exploró mi boca, como si imprimiera cada
grieta y profundo, examinando minuciosamente todo lo que tenía para
ofrecer. Una parte de mí deseaba poder tomar notas de todo lo que
pensaba y sentía para poder consultarlas más adelante. La otra parte se
perdió en el momento. Mi cuerpo se arqueó hacia él, un fuego furioso dentro
de mí. Semanas de anhelos reprimidos; miradas de reojo, insinuaciones
ocasionales, el roce al azar de nuestras manos, habían culminado en este
beso. Era más apasionado, más sensual, más acalorado de lo que podría
haber imaginado.
Movió sus manos hacia mis caderas y me levantó con extraordinaria
facilidad, forzando mis piernas alrededor de su cintura, apoyándome en la
mesa de examen. Pequeñas sinapsis entraron en erupción en mi núcleo
mientras suavemente pulsaba contra mí. La sensación de su excitación entre
mis piernas me hizo desear más de él. Más de sus besos. Más de la sensación
de su cuerpo contra el mío. Más de sus callosas manos rozando mi piel de la
manera más reverente, pero lasciva. Sus movimientos eran medidos,
contundentes y codiciosos. No importaba, quién había iniciado el beso
entre nosotros. Dejó en claro que estaba a cargo. Me hizo arder por él de
una manera que no creía posible. Mi mente estaba en blanco, mi cerebro
en silencio por primera vez en años. Todo lo que podía escuchar era una voz
dentro de mí pidiendo más. Dios, quería más de él, más de esto, más de todo
lo que me hacía sentir viva.
Tomé su cinturón, tirando de este. Nuestro beso se volvió frenético
mientras descuidadamente intentamos eliminar todas las barreras entre
nuestros cuerpos. Cuando estaba a punto de pasar mi blusa sobre mi
cabeza, un fuerte pitido perforó el sonido de nuestra respiración pesada.
Noah saltó hacia atrás, saliendo del trance en el que se encontraba.
Sus amplios ojos se encontraron con los míos, con el horror pegado en las
líneas de su rostro. Congelado en su lugar, simplemente me miró.
No tenía idea de qué hacer. Debería haber dicho algo, pero ¿qué?
No te preocupes por eso. Te besé porque te estoy usando para mi libro. Tenía
la sensación de que no me iría bien en absoluto.
Cuando su teléfono sonó de nuevo, lo sacó del clip alrededor de su
cinturón. Mirando la pantalla, frunció el ceño.
—Me tengo que ir —dijo rápidamente, evitando mis ojos. Se reajustó a
sí mismo, luego se dirigió a la puerta.
—Noah, espera. —Salté de la mesa de examen que solía odiar. Sin
embargo, ahora tenía algunos recuerdos bastante agradables. Nunca
volvería a mirar una mesa de examen de la misma manera.
Se detuvo justo cuando estaba a punto de girar la perilla. Miró por
encima de su hombro, mirándome como si tuviera una enfermedad
infecciosa. Una punzada de culpa se filtró en mi pecho cuando vi la
confusión que irradiaba cada centímetro de su cuerpo.
—Esto no debería haber sucedido. —Su voz fue firme. Enderezando su
columna vertebral, alisó las líneas de su camisa y sus pantalones, luego salió
de la habitación, cerrando la puerta detrás de sí.
17
Traducido por yira patri
Corregido por EstherC
—¡Ahí está! —exclamó Drew mientras me apresuraba a entrar en el
café la tarde siguiente. Quería borrar la sonrisa de su rostro. Me sentía peor
que preparándome para una clase de ocho a.m. un viernes después de
haber estado bebiendo hasta la madrugada. Sin embargo, esta vez no
había tocado ni una gota de alcohol.
Había dado vueltas toda la noche. No importaba lo que hiciera, no
pude dejar de pensar en mi beso con Noah. La sensación de sus labios
estaba quemada en los míos. Cada vez que cerraba los ojos, casi podía
imaginarlo a mi lado, besándome con una sed insaciable.
Utilicé mi insomnio a mi favor y trabajé en mi manuscrito. La
incertidumbre que la reacción de Noah me dejó me había consumido. Al
leerlo más temprano esta mañana, no sabía qué pensar de todo. Era como
si un extraño lo hubiera escrito, los pensamientos ajenos a todo lo que creía.
Seguí viendo la última frase que había escrito delante de mí y me ponía
enferma del estómago.
Era el conocimiento de que, a pesar de los años de pensar que el
amor verdadero no existía en la vida real, me había enamorado del único
hombre que nunca podría tener.
Me negaba a creer que algo de eso fuera mi subconsciente
asomando su fea cabeza. Era una obra de ficción, nada más. Entonces,
¿qué pasa si Jackson se enloquece después de su primer beso con Avery?
¿Y qué si dijera que no debería haber sucedido igual como paso con Noah?
Avery y Jackson no eran reales. Eran simplemente productos de mi
imaginación.
—Me preguntaba cuándo mostrarías tu cara. Ya pasó la una.
—Lo siento —ofrecí—. Supongo que últimamente he estado un poco
distraída. —Evité los ojos de Drew, agarrando la taza de café de papel que
me tendía. Miré por las ventanas delanteras del café. Inmóvil, tomé un largo
sorbo, tratando de ocultar la amarga expresión de mi cara por el enfermo
sabor en mi boca. No tenía nada que ver con el café y todo que ver
conmigo.
Odiaba engañar a mi hermano. Nunca le había ocultado algo antes.
Cuando tuve relaciones sexuales por primera vez, él fue la primera persona
a quien le conté... antes de que él amenazara con ir a la casa del pobre
chico y hacerle desear que nunca hubiera escuchado el nombre de Molly
Brinks. Cuando entré en la casa después de una fiesta de la escuela
secundaria durante mi primer año, me retuvo el cabello mientras rezaba al
dios de la porcelana toda la noche y luego nunca volvimos a decir una
palabra sobre eso ni a mi padre. Cuando pensé en elegir una carrera
diferente, fue él quien me convenció para continuar, quien me dijo que
ignorara a todos, insistió en que tenía un talento que no debía
desperdiciarse. Tal vez fue por eso que este actual engaño me desgarraba.
—¿Qué pasa?
Dirigí mi mirada hacia él.
—¿Cómo que qué pasa? —Tragué saliva.
—Estás actuando... raro.
—No, no lo estoy —discutí, riendo nerviosamente—. Tú eres el que está
actuando raro. Solo estoy cansada. Este libro me está pateando el culo.
—Ah, ¿sí? —Cruzó los brazos frente a su pecho—. ¿Tienes más páginas
para que las lea?
Metí mi labio inferior entre los dientes. Mis piernas se pusieron nerviosas
ante la idea de que alguien leyera lo que había escrito anoche,
especialmente Drew o Brooklyn.
—No exactamente.
—¿Entonces qué estuviste haciendo toda la noche?
—¿Cómo…?
—Solo sé estas cosas, Molly. Así que confiesa.
Me aleje de él, dejándome caer en una cabina vacía. Drew me siguió,
deslizándose frente a mí. Golpeé la tapa de mi café, sin saber cuánto
decirle.
—Antes de decir algo, no puedes decirle a un alma.
Abrió la boca, pero lo interrumpí.
—Ni siquiera estoy segura de decírselo a Brooklyn.
Estrechó su mirada, sabiendo que debía ser serio.
—¿Qué está pasando, Mols? —Extendió la mano por la mesa y tomó
mi mano con la suya, impidiéndome que me moviera—. Sea lo que sea,
puedes hablarme sobre eso. No te juzgaré.
Negué con la cabeza, tratando de ordenar mis pensamientos. Recé
para que me sintiera menos culpable si le dijera a alguien lo que estaba
sucediendo. Mis ojos se enfocaron en Drew, finalmente rompí el rígido
silencio.
—El día después de las citas rápidas, cuando fui a Common para
aclarar mi mente, me encontré con alguien.
—¿Quien?
Mordí el interior de mi mejilla, sin saber cuánto revelar. Una cosa era
segura. No quería ver a Noah herido en todo esto.
—Un tipo con el que trabajo —mentí.
—¿En la revista?
Asentí levemente.
—No sabía que hubiera chicos trabajando allí. Al menos no los
heterosexuales —bromeó.
—Hay algunos.
—¿Qué tiene que ver él con algo?
Dejé escapar un profundo suspiro.
—Es con quién he estado pasando el tiempo estas últimas semanas,
no con Timothy. Esa cita había terminado incluso antes de que comenzara.
Drew me miró, con la boca abierta. Luego se inclinó hacia atrás en la
cabina, negando con la cabeza.
—Tenía la sensación de que algo estaba pasando, algo que no
querías decirme. Estoy asumiendo que esta relación está mal vista.
—Por supuesto. No me siento cómoda al decir quién es todavía, así
que no quiero revelar su título exacto. Es alguien que decide qué se publica
y qué no. —Esperaba que no viera esta mentira también.
—Entonces es similar a la relación prohibida sobre la que estás
escribiendo en tu libro. —Sus labios formaron una línea tensa, dándome una
mirada endurecida.
—Esa no es la única razón por la que comencé a pasar tiempo con él
—insistí, aunque no estaba segura de si eso era cierto—. Su padre también
tenía Alzheimer, así que supongo que es refrescante pasar tiempo con
alguien que lo entienda, además de ti y de Brooklyn. —Al menos eso tenía
algo de verdad.
—Eso explica las extrañas preguntas de ayer.
—Dijiste que no me ibas a juzgar.
Tomando una respiración profunda, mantuvo sus ojos enfocados en
mí, desconcertándome. Esta era su mirada de hermano mayor, la mirada
que dice: No voy a decirte qué hacer, pero probablemente no deberías
estar haciendo lo que estás haciendo. Sonrió a una pareja mayor cuando
pasaron junto a nosotros, luego volvió su atención hacia mí, bajando la voz.
—¿Has dormido con él?
—No —respondí apresuradamente—. Quiero decir, quería hacerlo,
pero recibió una llamada en su teléfono antes de que las cosas fueran más
lejos.
—¿Qué tan lejos fueron las cosas? —preguntó en un tono cauteloso.
—Nos besamos.
—¿Eso es todo?
—Sí. —Levanté mi mano cuando vi la incredulidad en su rostro—. Lo
juro, Drew. Nos besamos durante dos minutos. —Me llevé el café a los labios
e intenté ocultar mi sonrisa—. Unos jodidamente buenos dos minutos —
murmuré.
—¿Y luego qué pasó?
Reproduje en mi mente los detalles de la tarde anterior ... desde el
beso hasta un beso aún más profundo, luego la interrupción del teléfono y
el repentino escalofrío que pareció sobrepasarme.
—Cuando se fue, me dijo que el beso no debería haber sucedido.
—Y tiene razón, Molly.
Me mordí el labio inferior. No recuerdo haberme sentido tan mal.
—No me di cuenta de que realmente fuiste a la oficina —comentó
Drew después de un prolongado silencio—. Creí que enviabas todo tu
trabajo a distancia.
Alejé mis ojos de los suyos, un trueno sonando mientras una tormenta
de lluvia caía sobre la ciudad. La gente en la acera comenzó a inundar el
café para mantenerse seca.
—Oh, nos hemos encontrado fuera de la oficina.
—A excepción de anoche. —Entrecerró su mirada hacia mí,
haciéndome preocuparme de haber sido atrapada en mi mentira.
—Obviamente. —Me preguntaba si ya había dicho demasiado. No
me importaba que Drew pensara que estaba teniendo una aventura con
uno de mis compañeros de trabajo, pero no podía averiguar acerca de
Noah. Podría causarle muchos problemas.
—¿Mi consejo, Molly? —dijo Drew mientras se levantaba de la cabina
para darle una mano a la tía Gigi con repentina prisa—. Déjalo ir. Este no es
tu trabajo a tiempo completo como el de este tipo. Sin mencionar que hay
un doble estándar en este tipo de cosas. Asumirán automáticamente que
usó su posición de poder para tentarte a intimar, sin importar el hecho de
que fue solo un beso. Encuentra otra musa. Tal vez llama a Kevin y
discúlpate.
—Kevin es incorrecto para este libro. Necesito un joven profesional.
—Entonces, dales otra oportunidad a las citas en línea. Si crees que no
puedo leer entre líneas aquí...
—¿De qué estás hablando?
—Eres Avery —acusó, como si fuera de conocimiento público.
—No, no lo soy. Jackson es el que tiene una madre con problemas de
memoria, no Avery.
—Eso es un mero tecnicismo. Siempre has rechazado expresar tus
verdaderos sentimientos, excepto a través de tu escritura. Es un poco
sospechoso que esta historia tomara un tono completamente diferente al
mismo tiempo que parece que comenzaste a acercarte a este tipo en el
trabajo. Es un maldito buen libro, no me malinterpretes, pero no es tu típico
estilo. Demonios, he leído ¿cuántas páginas ahora? No ha habido muchos
besos entre estos dos. ¿Y por qué? Porque sigo leyendo sobre la
preocupación de Avery de que arruine la carrera de este hombre. Eres
Avery.
—No, no lo soy —argumenté, poniéndome de pie y enderezando mi
columna vertebral, aunque mi exigua figura de cinco pies y tres pulgadas
no podía competir con su intimidante estatura de seis pies y dos pulgadas.
—Te gusta esconder todos tus sentimientos, colocarlos en una
pequeña caja y hacer todo lo que esté a tu alcance para asegurarte de
que estén bien cerrados. Es por eso que escribes. Entonces nunca tendrás
que admitir que eres nada más que buena, lo que no podría estar más lejos
de la verdad.
—Así que solo porque no me desmorono todos los días con la idea de
que mi padre ni siquiera puede recordar mi nombre y trató de estrangularme
ayer por la tarde, ¿crees que no estoy bien? —dije furiosa.
—Espera... ¿qué? —Frunció el ceño.
Me quedé sin aliento, dándome cuenta de lo que acababa de decir.
—Pensé que ayer estabas en la revista.
—Sí. —Alejé mis ojos de los suyos—. Pasé por la oficina después de salir
de la residencia de ancianos.
Me miró, escéptico y luego preguntó:
—¿Qué fue lo que pasó?
—¡Drew! —gritó la tía Gigi. Ambos giramos nuestras cabezas en su
dirección.
—¡Solo un segundo! —gritamos al unísono. Un niño pequeño estaba
de pie junto al mostrador con un disco de hockey y un marcador en la mano,
obviamente queriendo un autógrafo.
Abrió la boca para responder, pero la cerró cuando vio las
expresiones acaloradas en nuestras caras.
Drew se volvió hacia mí, colocando su mano sobre mi bíceps, sus ojos
inundados de compasión.
—¿Estás bien? —Examinó mi cuerpo, como buscando un moretón o
rasguño.
—Estoy bien. Es la enfermedad lo que lo hace actuar a veces. El Dr.
McAllister me revisó y se aseguró de que no hubiera daños. Es mi culpa. Me
habían advertido. Ellos intentaron rechazarme. Dijeron que no era una
buena idea que tuviera visitantes, pero ya sabes lo terca que puedo ser.
Empujo y no lo suelto. Cuando fui a darle un abrazo a papá antes de irme,
algo se rompió, haciéndolo sentir vulnerable, y él apretó sus manos
alrededor de mi garganta.
—¿Quién te dejó verlo? —Una vena en el cuello de Drew latió, una
señal reveladora de su ira.
—Honestamente, Drew, no es gran cosa. El hombre es nuestro padre
y no iba a dejar que nadie me dijera que no podía verlo. El Dr. McAllister se
aseguró de que hubiera seguridad en la habitación, solo por precaución.
Negó con la cabeza, molesto.
—Nunca debería haber sucedido en primer lugar. Todo tiene sentido
ahora.
—¿Qué lo hace? —Fruncí el ceño.
—Recibí una llamada telefónica del Dr. McAllister esta mañana
informándome que ya no sería el neurólogo de papá.
—¿Él qué? —No pude enmascarar la sorpresa en mi voz.
—Parecía poco ortodoxo para mí, pero dijo, basándose en el hecho
de que el Alzheimer de papá ha avanzado tan rápidamente, era en su
beneficio que el Dr. Farell se hiciera cargo de su cuidado. Ahora tengo la
sensación de que tiene algo que ver contigo.
Mi corazón saltó, toda la sangre corriendo a mi cara ante la idea de
que Drew estaba delante de mí y de mis mentiras.
—¿Algo que ver conmigo? —repetí, tragando saliva.
—Después de que papá te atacó, ¿qué otra explicación hay?
Abrí la boca, sin palabras, y luego giré sobre mis talones.
—Tengo que irme. —Había una explicación completamente
diferente, una que tenía mucho más sentido que la enfermedad de
Alzheimer avanzada de mi padre que provocó un ataque físico.
—¿A dónde vas? — gritó Drew.
—¿A dónde piensas? —respondí—. Son casi las dos.
—Molly. —Corrió para alcanzarme, agarrándome del brazo y
girándome para enfrentarlo—. ¿Crees que es una buena idea?
—Por supuesto que sí, Drew. Él es nuestro padre —escupí—. No voy a
ignorarlo simplemente porque él no es la misma persona que era cuando
éramos niños. Tal vez hoy esté teniendo un buen día.
Me soltó y entrecerró los ojos.
—¿Cuándo fue la última vez que tuvo un buen día? Ni siquiera puedo
llevar a las niñas a verlo porque le tienen miedo.
—Pero yo no. Puede que haya pasado un tiempo desde que tuvo un
buen día, pero no voy a abandonarlo. No voy a dejarlo morir pensando que
no queda nadie a quien le importe una mierda. Entiendo que debes poner
a tus niñas primero, pero estaría condenada si papá piensa que ya no le
queda nadie.
***
Cerré con fuerza la puerta de mi auto y corrí por el estacionamiento.
La lluvia me picaba en la cara, me apreté más el abrigo. Sin embargo, aún
no era rival contra el fuerte aguacero. Noah no solía ir a la residencia de
ancianos los domingos, pero algo me decía que estaría allí. Subiendo los
escalones, me dirigí al escritorio de seguridad, sin importarme que estuviera
goteando agua por todas partes.
—Tengo que hablar con el Dr. McAllister de inmediato —le grité a
Reggie, que parecía un poco alarmado de verme en ese estado.
—Lo siento, Molly. El Dr. McAllister no ve a nadie hoy. Sin embargo,
puedes ir a visitar a tu padre si lo deseas. Está teniendo un día mucho mejor
que ayer.
Intenté calmar mi temperamento, no queriendo que Reggie
sospechara de mi reacción.
—Esto es realmente importante. —Debería haberme ido, pero
necesitaba ver a Noah.
—Está bien, Reggie —dijo una voz. Dirigí mis ojos a la puerta que
conducía al ala administrativa. Noah estaba allí, vestido informalmente—.
Solo serán unos minutos.
—Sí, Dr. McAllister. —Me miró mientras me dirigía hacia Noah y lo seguí
por los pasillos iluminados.
El silencio se extendió entre nosotros mientras pasamos por varias
habitaciones oscuras y entró en su oficina. En lugar de cerrar la puerta para
darnos privacidad esta vez, la mantuvo abierta, casi como si no confiara en
sí mismo... o, peor aún, en mí. Dio un paso detrás de su escritorio
desordenado y se sentó, haciendo un gesto a una de las sillas en el otro lado.
Me senté con las piernas inestables, sin saber qué decir. Había sido
impulsiva cuando exigí hablar con él. Ahora me encontraba sin un plan.
La voz de Noah rompió el silencio.
—Supongo que estás aquí porque tu hermano te informó que el Dr.
Farell ahora atenderá a tu padre.
Crucé mis brazos sobre mi pecho.
—Asumes bien.
—Como le dije a tu hermano... —continuó, exudando todo el
profesionalismo que pudo reunir.
Apreté los puños ante su tono. Odiaba todo sobre esto. Quería el
hombre cariñoso y carismático que me hizo reír. Quería a Noah, no al Dr.
McAllister. Tenía la sensación de que no habría más Noah. Sentí que estaba
de luto por la muerte de un amigo, sabiendo que no habría más helado, no
habría más películas clásicas en el cementerio, no más rescates audaces de
patos asesinos. Por una vez, había formado una relación con un hombre
basado en algo más que el sexo. La idea de ese final me hizo sentir vacía.
—La progresión de tu padre ha sido tan agresiva, que creí necesario
transferir su atención al Dr. Farell. Es uno de los mejores neurólogos del país.
Por lo general, toma seis meses incluso conseguir una cita con él. Él también
está en el personal aquí.
Enojada, pregunté:
—¿Es esa la única razón?
Su mirada endurecida encontró con la mía. Después de lo que
pareció una eternidad, su expresión se quebró, una suavidad regresó a sus
ojos.
—Sabes que esa no es la única razón. —Sacudió la cabeza, su voz
apenas era un susurro—. Algo horrible podría haberte pasado ayer. Mi juicio
se nubló debido a nuestra amistad. —Cerró los ojos con fuerza y su postura
se relajó—. Debería haberme ido cuando te vi en Common —murmuró. Me
preguntaba si quería que lo escuchara.
—Pero no lo hiciste. —Extendí la mano sobre el escritorio y tomé la
suya.
Sus ojos se abrieron y rápidamente la retiró de mí, dejándome con frío,
indeseable y abatida.
—No, pero puedo arreglar las cosas en el futuro. —Su voz se volvió
decidida una vez más.
—¿Qué quieres decir?
Revolvió algunos de los papeles en su escritorio, luego se levantó.
—Estoy seguro de que encontrarás que el Dr. Farell es una maravillosa
incorporación al equipo de cuidados de tu padre.
Mirándolo con ojos fríos, me levanté de la silla, la vena de mi frente
palpitando. Me di la vuelta y me precipité por el pasillo, sin querer que viera
cuánto me lastimaron sus palabras y acciones.
Acercándome al mostrador, hice todo lo posible por ocultar mi enojo
con una sonrisa forzada cuando me registré. Estaba agradecida de que mi
padre haya podido recibir visitas hoy. No sabía cómo reaccionaría si ese no
fuera el caso. No sabía si podría manejar más malas noticias en un día.
***
Cuando llegué a casa después de ver a mi padre, me senté frente a
mi portátil y miré la escena que había escrito la noche anterior. Un nudo se
formó en mi garganta con el recuerdo de los vividos ojos azules de Noah, su
cálido abrazo y su beso debilitante. Continuar con el manuscrito en mi
estado actual me obligaría a recordar todas esas cosas y más cada vez que
lo mirara. No podría hacerme eso. No tenía otra opción que borrar a Noah
de mi vida, tal como me había borrado de la suya.
El latido de mi corazón resonó en mis oídos mientras mi dedo se movía
sobre el mouse. Dudé, debatiendo si este era el curso de acción correcta.
Alcanzando mi copa de vino, tomé un sorbo abundante, luego cerré los
ojos, haciendo clic con el mouse.
Cuando volví a mirar mi computadora portátil, intenté calmar mi
respiración aterrorizada. Acababa de borrar hasta el último rastro de Avery
y su Sr. Jackson Price. Esperaba no llegar a arrepentirme de esta decisión.
18
Traducido por yira patri
Corregido por EstherC
Me tiré en la cama cuando la puerta de mi apartamento se abrió de
golpe, pasos pesados pisotean el pasillo. Mi feroz perro yacía roncando a mi
lado, obviamente listo para atacar a mis intrusos en cualquier momento.
Pero sabía que no había intrusos, al menos no en el sentido criminal. Solo por
el sonido de sus pasos, siempre podía decir cuándo Drew y Brooklyn
entraban a mi apartamento.
Aparecieron en la entrada, sus ojos recorriendo el desastre en que se
había convertido mi habitación durante las últimas dos semanas. Mi cubo
de basura rebosaba de contenedores de comida para llevar, envoltorios de
caramelos y botellas de agua vacías. Prometí comprar algunas
compensaciones de carbono para compensar la cantidad de plástico que
arrojaría a un vertedero.
—¿Qué está pasando contigo? —preguntó Brooklyn, su tono severo.
—Nada —respondí, como si fuera completamente normal para mí
estar descansando en la cama a las cinco de la tarde de un viernes.
—No. Está sucediendo algo —presionó, entrando violentamente en mi
habitación y dejándose caer en mi cama—. Como enfrentabas una fecha
límite, lo dejé pasar en las últimas semanas, pero esa fecha límite vino y se
fue.
—Y tocó una melodía tan hermosa que flotó justo a mi lado —repliqué
con una mirada soñadora en mi rostro.
Brooklyn arrugó las cejas.
—¿Qué quieres decir?
Drew suspiró, caminando hacia la cama y sentándose al otro lado de
mí.
—Te perdiste tu fecha límite, ¿no?
Fruncí mis labios, asintiendo levemente.
—¿Cómo? —preguntó Brooklyn—. Pensé que el libro iba genial.
—Lo iba. —Me encogí de hombros—. Pero no era la historia que mi
editora quería. Lo tiré todo.
—¿Tú qué? —Saltó de la cama, con los ojos en llamas—. ¿Estás loca?
Esa historia era fenomenal. Me moría por saber qué pasaba entre Avery y
Jackson. ¡Necesito saber si son felices para siempre!
Agarré mi control remoto, subiendo el volumen de mi televisor.
Esperaba que algo me inspirara a escribir de nuevo, manteniendo mi
televisor sintonizado al canal de películas clásico casi las 24 horas en las
últimas semanas. Ahora, como la suerte, o tal vez el destino, lo tenía, estaba
mirando a Deborah Kerr y Cary Grant mientras decían su último adiós antes
de desembarcar del barco, prometiendo encontrarse en la parte superior
del Empire State Building. Un Romance Para Recordar solía ser una de mis
películas favoritas. Ahora solo me recordaba al estúpido Noah. Y estúpidos
cementerios. Y estúpido baile. Y estúpidos besos. No me importaba si sonaba
como un niño petulante.
—No tienen su feliz para siempre —respondí, mi voz monótona—. No
existe tal cosa, no con la dirección en que se dirigía su historia. Mi editora
necesita felices para siempre, así que estoy empezando desde cero.
Me miró con cautela, sentándose de nuevo en la cama.
—¿Puedo leer lo que tienes hasta ahora?
Una sonrisa de esperanza cruzó mi rostro.
—Por supuesto. Me encantaría saber lo que piensas. Podría usar
algunos comentarios. —Recogí mi portátil y la abrí—. Déjame encontrarlo...
Aquí está. —Le di mi computadora a Brooklyn.
Frunció el ceño.
—¿Qué es esto?
—Mi manuscrito. ¿Qué piensas? He estado trabajando en eso por dos
semanas ahora. Es realmente convincente, ¿verdad?
—Molly... —dijo Brooklyn en un tono cauteloso—. Está en blanco.
Eché mi cabeza
incontrolablemente.
hacia
atrás
en
mi
almohada,
riendo
—Lo sé.
—¿Es por ese chico de la revista? —preguntó.
Disparé mis ojos hacia ella, luego a Drew. Me dio una mirada
petulante.
—Le dije todo.
—No sé por qué te digo algo cuando obviamente no puedes
mantener la boca cerrada. Eres peor que una adolescente.
No sabía por qué no le había contado a Brooklyn sobre mi supuesto
compañero de trabajo. Tal vez estaba preocupada de que ella pudiera leer
entre líneas y descubrir que era una mentira. Drew era un hombre
inteligente, pero a menudo estaba demasiado distraído por su propia vida
loca como padre soltero para prestarle demasiada atención. Brooklyn no
tenía ese problema. Temía que, si le decía demasiado, eventualmente
descubriría la verdad.
—Y no sé por qué no me hablas de estas cosas también. —Brooklyn
colocó su mano sobre mi brazo, llamando mi atención—. Entiendo que tú y
Drew tienen un vínculo extraño. No sé cómo es eso. —Apartó la mirada antes
de recuperar la compostura—. Y, para ser justos, Drew hizo una pelea
perversa, pero eventualmente le saqué la verdad. —Ella le guiñó un ojo,
sonriendo y luego se enfrentó a mí—. ¿Has hablado con este compañero de
trabajo desde que lo besaste?
Negué con la cabeza.
—Cuando entré al día siguiente, me enteré de que se estaba
tomando unas vacaciones y había decidido trasladarme a un
departamento diferente —les dije, ampliando la verdad de una manera
enorme. No sabía cuánto tiempo más podría mantener mí historia en orden.
Brooklyn me estudió por un momento prolongado, sus brillantes ojos
verdes me desconcertaron.
—Te gustaba, ¿verdad? —dijo finalmente.
—¿Qué? ¡No! —Tomé una barra de Snickers de mi mesita de noche y
quité la envoltura. El chocolate era lo único que me ayudaría a manejar esta
conversación. En verdad, el alcohol habría sido mejor, pero el chocolate era
más accesible en este momento. Tendría que caminar unos treinta pies
dentro de la cocina por alcohol—. Me gusta como persona, pero no como
piensas.
—Entonces, ¿por qué sigues colgada de él? —Los ojos de Drew
estaban llenos de escepticismo.
—Eso es ridículo. No estoy…
—Es por eso que borraste el manuscrito —declaró Brooklyn con
naturalidad. Esta era la razón precisa por la que no quería contarle todo.
Tenía una extraña habilidad para descubrir la verdad... la verdad que había
pasado dos semanas convenciéndome que era todo lo contrario.
—No, no lo es. ¡Estoy empezando de nuevo porque no es el tipo de
historia que quiere mi editora! —argumenté.
—No. Es porque realmente tienes sentimientos verdaderos, honestos,
novio/novia por este hombre.
Salté de la cama.
—Eso es ridículo.
—Entonces, ¿por qué has estado encerrada en tu apartamento,
viviendo de comida para llevar y caramelos?
—No tiene nada que ver con tu absurda idea de que tenía
sentimientos por este tipo. —Fui al baño y me salpiqué agua en la cara—. La
única razón por la que decidí pasar todo el tiempo con él fue porque pensé
que era necesario para el libro que se supone que estoy escribiendo. —
Reaparecí en la puerta—. Pude canalizar los pensamientos de mis
personajes tan fácilmente. Esa es la única razón por la que lo besé. Debería
haber escuchado a mi editora hace semanas. Pero ahora la estoy
escuchando y estoy empezando de nuevo.
Drew puso los ojos en blanco.
—La vieja Molly habría estado en el bar el mismo día en busca de una
nueva musa.
—Tú fuiste quien me dijo que tenía que dejar de buscar en las barras
fuentes de inspiración, que ya estaba demasiada vieja para eso.
—Y lo estás —estuvo de acuerdo Brooklyn.
Los miré por un largo rato, mi mandíbula apretada, mis puños
apretados
—Entonces, ¿cuál es tu plan para terminar el libro? —Drew levantó una
ceja.
Suavizando mi expresión, volví a la cama, me detuve entre Brooklyn y
él.
—Mi editora extendió mi fecha límite, pero solo porque utilicé el
deterioro de la condición de papá como una excusa. Odié hacerlo, pero
solo necesito un poco más de tiempo para retomar el rumbo. Toda esta
experiencia me ha enseñado que debería apegarme a la forma en que
siempre he hecho las cosas. —Aparté la vista, mi voz no estaba
entusiasmada—. Encontrare una musa. Escribiré mi libro. Me alejaré.
—Entonces, ¿de vuelta a los bares?
Solté un largo suspiro.
—No voy a encontrar el tipo de chico que necesito para este libro en
un bar. He estado enviando mensajes a algunos de los perfiles en línea que
configuré hace unas semanas. Tienes razón. Me estoy volviendo demasiado
vieja para la escena del bar. Nadie quiere ser esa anciana arrugada de
cabello gris que aún se viste con minifaldas y deja los labios flojos para que
todos la vean.
—Oh, Jesús —gimió Drew, empujándome juguetonamente—. Eres
repugnante.
—Si los labios de tu hooha son visibles debajo de tu falda, tienes
mayores problemas —agregó Brooklyn.
—Ni siquiera puedes decirlo, ¿verdad?
—¿El qué?
—Vagina.
—Puedo. —Sus mejillas se pusieron rojas mientras evitaba mis ojos.
—Pruébalo.
—No necesito probarlo. Leo tus libros. Eso debería ser una prueba
suficiente.
—Siempre que me das retroalimentación, nunca dices vagina.
Siempre dices algo como hooha, partes de chica o cualquier frase delicada
que se te ocurra. Nunca te escuché decir vagina.
—¿Qué diferencia hace? ¿Y qué? Prefiero llamarlo hooha. Eso no
tiene nada que ver con nuestra conversación en este momento.
—Dilo —presioné.
—¿Por qué? —gimió Brooklyn.
—Solo quiero escucharlo. Eso es todo. Puede que sea la causa del
bloqueo de mi escritura —dije con sarcasmo.
—No. Tus problemas son mucho más profundos —bromeó.
—Probablemente tengas razón. —Acercándome más, la miré,
esperando a que lo dijera.
—¡Bien! —exclamó finalmente, su cara se puso roja—. ¡Vagina! ¿Estás
feliz ahora?
La habitación estalló en carcajadas, sobresaltando a Pee Wee de su
sueño. No me había reído tanto en semanas. Fue increíble cómo algo tan
simple como una risa podría hacerte sentir como si pudieras superar todos
tus problemas. Me dio un impulso renovado para encontrar una nueva musa
y escribir el libro que debería haber estado escribiendo antes de que un Dr.
Noah Joseph McAllister arruinara mis planes.
—¿Alguna vez pensaste que tal vez el bloqueo de tu escritura está en
tu cabeza? —preguntó Drew una vez que nuestra risa se calmó—. Tal vez
deberías detener esta inútil búsqueda de alguien que te inspire a escribir una
historia en particular. Tal vez solo necesites encontrar a alguien que te inspire.
—Hizo una pausa mientras solo lo miraba—. A menos que ya lo tengas...
19
Traducido por yira patri
Corregido por Cherrykeane
—¿A dónde vas vestida así? —preguntó Drew mientras entraba en su
apartamento una semana después. Había sido una semana
sorprendentemente productiva, al menos en términos de escritura. Si bien
las palabras que terminaron en mi manuscrito fueron, en mi opinión, una
mierda, a mi editor le encantó. Era exactamente lo que querían... una
heroína débil e inexperta que tenía una conexión con su jefe en el momento
en que se conocieron, pero un compañero de trabajo con un resentimiento
amenazaba con destruirlos a los dos si alguna vez actuaban por su
atracción. No era lo que quería escribir, pero tenía un contrato en el que
pensar.
—A una cita —respondí con un tono práctico, como si fuera algo
cotidiano. En verdad, no sabía qué era lo que me había llevado a estar de
acuerdo, especialmente después de haber rechazado a docenas de
posibles pretendientes durante las últimas semanas.
Tengo algo de trabajo. Me voy a ir de la ciudad. Hice un voto de
celibato.
—¿Con quién? —Drew bajó la voz mientras buscaba en su
refrigerador, sacando un poco de queso rebanado.
—Un chico. —Me dirigí hacia su bar y me serví un vaso de cabernet, el
rojo con cuerpo exactamente lo que necesitaba esta noche.
—No jodas. ¿Con quién?
—Alguien que conocí en línea.
—¿Así que sigues bloqueada? —Agarró un poco de pan, puso una
rebanada de queso entre dos pedazos, luego se volvió hacia la estufa,
encendió uno de los quemadores y colocó una sartén encima.
—En realidad no. Quiero decir, este libro no me va a hacer ganar un
Pulitzer, pero al menos estoy escribiendo. —Me senté en uno de los taburetes
de la isla de la cocina y tomé un largo sorbo de mi vino, el olor a queso
asado se dirigió a mis sentidos. Una parte de mí consideró cancelar y pasar
la noche con las chicas y Drew.
—Entonces, ¿por qué la cita?
Evité sus ojos, jugando con mi copa de vino.
—He estado hablando con este hombre por un tiempo. —Me encogí
de hombros—. Supuse que finalmente era hora de encontrarnos.
Entrecerró sus ojos.
—¿Y no tiene nada que ver con la pelea con tu compañero de
trabajo?
—Por supuesto que no. No me pasó por la cabeza toda la semana. —
Me enderecé la columna vertebral. Me negué a reconocer la probabilidad
de que hubiera aceptado esta cita porque todavía me encontraba
pensando en Noah.
—Molly —dijo Drew, su voz suave—, está bien admitir que fuiste herida
por el rechazo de ese tipo.
—Él no me rechazó. Todo lo que hicimos fue besarnos, y la única razón
por la que incluso hice eso fue por mi libro. No sentí nada —insistí, mirándolo
con odio. No sabía si lo dije por Drew o por mí. Quizás esperaba que cuanto
más lo dijera, más lo creería.
Después de un momento de calor, él suspiró.
—No voy a presionarte.
Levanté mi copa de vino hasta mis labios, prácticamente bajando
todo de un trago.
—Entonces, ¿se reúnen para tomar algo? —preguntó.
—Cena, en realidad —respondí, limpiándome la boca—. Si él es un
completo aburrido, al menos solo desperdiciaré una hora más o menos de
mi vida. —Regresé al bar y me serví otro vaso.
—Lo bueno es que no solo te estás reuniendo para tomar algo. Al ritmo
que vas, estarás dos hojas al viento cuando llegues allí.
—Solo resolver mis nervios. Los perfiles en línea pueden engañar. Este
tipo podría ser un asesino en serie. Son los buenos que tienes que cuidar.
Podrían ser psicópatas completos. Toma a Ted Bundy. Él era bastante
encantador carismático, ya sabes.
—Es una forma de hacer que me sienta bien con esto —bromeó,
volteando los sándwiches antes de revolver una olla de sopa de tomate que
había comenzado a burbujear.
—En cualquier momento. —Forcé una sonrisa falsa hacia él, luego
tomé varios sorbos más de vino, el alcohol comenzó a funcionar.
—¡Tía Molly! —exclamaron dos pequeñas voces. Me giré cuando
Alyssa y Charlotte llegaron corriendo por el pasillo y envolvieron sus brazos
alrededor de mis piernas.
—¡Te ves tan bonita! —dijo Alyssa, mirando mi vestido azul claro que
caía hasta las rodillas con mangas onduladas. Pensé que no podía
equivocarme con un vestido informal que hice parecer más formal al
agregar piezas de joyas bien equipadas: pulsera de diamantes, collar de
perlas y pendientes de perlas en forma de lágrima.
—Gracias, Alyssa.
—¿Por qué estás tan elegante? —preguntó Charlotte.
—Me voy a encontrar con un amigo para cenar.
—¿Quién? ¿Tía Brook?
Negué con la cabeza.
—No. Alguien que aún no conoces. Un chico.
—¿Cuál es su nombre? —presionó Alyssa.
—Sí. —Drew caminó alrededor de la isla, llevando dos platos con
queso a la parrilla hacia la mesa del comedor—. ¿Cuál es su nombre?
—Paul —respondí.
—¿Es agradable? —preguntó Charlotte, permitiendo que Drew la
ayudara a subir a su asiento elevado. Alyssa se dejó caer en la silla junto a
ella, mordiendo su sándwich.
—Sí, lo es. Él se ocupa de los niños todo el día.
—¿Es un profesor? —murmuró Alyssa con un bocado de comida.
—No. Es pediatra. —No fue una coincidencia que decidiera romper
mi relación de citas acordando cenar con un médico.
—¿Qué es eso?
—¿Sabes cuando tu papá te lleva a ver a alguien cuando no te
sientes bien? —Asintió—. Eso es un pediatra. Es un tipo especial de médico
para niños pequeños.
—Oh —dijeron al mismo tiempo.
—No me gusta el pelidiata —dijo Charlotte, incapaz de pronunciarlo
correctamente—. Ella me pone agujas.
—Es solo para mantenerte saludable, Char —le recordó Drew—.
Ahora, come.
—En ese sentido, probablemente debería irme. No quiero llegar tarde
a mi cita. —Puse una cara exagerada y nerviosa, mordiéndome las uñas.
Drew se rio entre dientes y le di un beso en la mejilla—. Te veo luego.
—¡Quiero un informe completo mañana! —llamó cuando comencé a
caminar hacia la puerta principal.
—¿Estás seguro de que querrás un informe completo? —Moví las cejas
hacia él.
—Pensándolo bien, absolutamente no. Solo tomaré los puntos clave.
—Eso es lo que pensé. —le di a Drew y a las chicas un último beso,
luego cerré la puerta detrás de mí.
Las mariposas revoloteaban en mi estómago mientras bajaba las
escaleras hacia la calle. La idea de volarme esta cita cruzó mi mente
cuando miré la puerta de mi edificio al otro lado del callejón. Una noche de
sábado pasado en un par de pantalones de pijama de gran tamaño en mi
sofá mientras miraba la televisión las mejoras para el hogar y me atiborraba
de helado sonaba tan atractiva. Pero algo me alejó de la familiaridad y la
comodidad de mi apartamento y me llevó a un taxi.
—Las cosas que hago por mi arte —murmuré.
***
—¿Molly? —preguntó una voz cuando entré en el vestíbulo de un
restaurante de sushi y tapas a pocas cuadras de Boston Common. Parecía
una combinación extraña, pero la comida era fantástica. Si iba a hacer la
cosa de la “cita real”, pensé que podría hacerlo con tapas. No sabía si podía
sentarme a una cena de cinco platos, teniendo en cuenta que la última vez
que tuve un plan similar, de forma poco ceremoniosa había dejado la pobre
savia. Tapas era un buen compromiso.
—¿Pablo?
Un hombre con cabello oscuro y ojos color chocolate se dirigió hacia
mí. Iba vestido con un par de pantalones grises y una camisa azul claro con
botones. Un ramo bastante grande de flores en la mano prácticamente
oscurecía su rostro. Tuve que luchar contra mi instinto natural para poner los
ojos en blanco. Odiaba las flores. Nunca entendí por qué las mujeres
enloquecían cuando su pareja las enviaba. Todo lo que podías hacer era
verlas morir lentamente. Prefería obtener algo útil, algo que realmente dijera
cuánto le importaba a un hombre... como un vibrador. No hay mayor regalo
que el de un orgasmo a batería.
—Estas son para ti. —Me entregó las flores y las tomé con aire
vacilante, sintiéndome como una dama de honor fuera de lugar llevando
su ramo. Casi podía escuchar Canon en D en el fondo. Tuve que luchar
contra mi impulso de dar un paso, detenerme, dar un paso, detenerme
como había aprendido a hacer cuando mi hermana, Debra, había
decidido vender su alma al diablo y casarse. Accedí a ser una dama de
honor, pensando que todo lo que implicaba era un montón de fiestas,
incluyendo un viaje de despedida de soltera a Las Vegas. No podría haber
estado más equivocada. Las películas mentían. Esperaba una versión
femenina de Qué pasó ayer. Todo lo que obtuve fue una versión atenuada
de Magnolias de acero.
—Te ves hermosa —comentó.
—Gracias. —Ofrecí una sonrisa forzada—. Las flores son hermosas. —
Era cierto. Simplemente no era una niña de flores.
—¿Tienes hambre?
—Estoy famélica.
—Bien. —Hubo un brillo en su ojo cuando me guiñó un ojo.
Colocando su mano en mi espalda, me condujo más allá del puesto
de la recepcionista y hacia el comedor. Tenía un toque moderno, la
decoración angular y brillante. Los puestos se alineaban en las paredes con
mesas en el centro, la mayoría de ellos ocupados con otros clientes que
parecían disfrutar de sus comidas y bebidas.
Sacó una silla para mí en una de las mesas en el centro. Le ofrecí una
sonrisa antes de sentarme, luego coloqué las flores en la silla vacía a mi lado.
Se sentó frente a mí, mirándome a los ojos antes de volver su atención al
menú.
Pasó un silencio incómodo, acompañado por los sonidos
estereotípicos de un restaurante: una conversación de fondo aburrida,
tenedores tocando platos, música baja. Tocando con los dedos la mesa
blanca, eché un vistazo alrededor, tratando de encontrar algún tipo de
conversación apropiada para una primera cita. No creía que los vibradores
calificaran... al menos no todavía.
—Tengo que decir —comencé cuando él continuó mirando su menú,
como si lo interrogaran más tarde—. En realidad estoy un poco aliviada.
Él ladeó la cabeza.
—¿Por qué?
—Es un poco un juego de dados, ¿no? ¿En línea? Podrías ser un
asesino en serie.
—O peor —agregó con una sonrisa—. Un demócrata.
Arrugué mi nariz. Podía estar equivocada, pero estaba bastante
segura de que dos temas que nunca deberían discutirse durante las
primeras citas, o nunca... eran sobre religión y política.
—Es bueno saber que la persona coincide con la foto —continué,
haciendo caso omiso de su comentario. Ahora, probablemente, no era el
momento adecuado para decirle que normalmente elegía un Demócrata,
aunque yo era una Independiente registrada.
—De igual manera —afirmó con una sonrisa, justo cuando se
acercaba una camarera.
—¿Puedo ofrecerles algo para beber primero? —Ella me miró.
—Estoy contento con solo agua —dijo Paul—. ¿Qué hay de ti? ¿Te
gustaría un té helado o algo así?
—Tenemos un menú de bebidas bastante extenso —me dijo la
mesera, aunque había estado allí varias veces para saber de memoria su
lista de vinos—. Incluso ofrecemos un menú degustación de varios vinos
diferentes.
—Eso no es necesario —interrumpió Paul—. No bebemos.
Levanté las cejas, sorprendida por su audaz suposición. Parecía
bastante seguro en su declaración y me pregunté por qué pensaría que eso
era cierto. Más intrigada que cualquier cosa, decidí seguir el juego por el
momento. Me volví hacia la camarera.
—Agua con gas, por favor.
Una vez que se fue, miré a Paul, tratando de recordar con precisión
en qué página web lo había visto. Me había registrado en demasiadas para
recordar con exactitud.
—¿Me disculpas? Solo necesito ir a la habitación de las chicas. —Le
sonreí.
—Por supuesto.
Empujé mi silla hacia atrás y me dirigí hacia la zona del comedor,
pasando la barra, y bajé unas escaleras hacia los baños. Sacando el
teléfono de mi bolso, escaneé mí correo electrónico. Después de varios
minutos, finalmente encontré los mensajes entre Paul y yo, que se originaron
en un sitio web llamado Soul Mate.
Parecía lo suficientemente inocuo. Nada en él me dio ninguna pista
de por qué asumiría que no bebía el néctar de los dioses... o alcohol, como
se le mencionaba más comúnmente. Luego hice clic en el enlace al sitio
web. No era uno de los sitios más populares, pero apareció cuando realicé
mi búsqueda inicial de citas en línea. Se jactaba de una cantidad
significativa de suscriptores, pero más allá de eso, realmente no lo había
investigado. Mientras navegaba hacia la sección "Acerca de" del sitio,
instantáneamente supe por qué Paul no creía que bebía.
Soul Mate es un servicio de citas mormón. Encuentra la pareja eterna
para tu alma hoy.
Negué con la cabeza, la risa incontrolable consumiéndome. ¿Cómo
podría haber hecho un perfil en un sitio como este sin darme cuenta? Nunca
había tocado una Biblia, y mucho menos leí una. Demonios, después de
haber sido expulsada de la escuela católica a la edad de seis años, mi única
exposición a esas historias vino en la forma de ver a Jesucristo superestrella
hace años. Para mí fue una sorpresa total que, justo antes de la crucifixión
de Jesús, Judas no volviera a la vida acompañado por un grupo de
cantantes de respaldo con el que cantó la canción del título con un alma
increíble. Ni siquiera me hagas hablar de Joseph y su abrigo. ¿Y un mormón?
Tendría problemas para no descifrar líneas del Libro de Mormón, y no estaba
hablando del libro real, sino del musical irónico que iba a ver cada vez que
llegaba a Boston.
Tratando de calmarme, tomé aliento y volví a colocar el teléfono en
mi bolso. Por lo menos, esto podría constituir una anécdota divertida si
alguna vez escribiera una comedia romántica.
Volví a subir las escaleras, vacilando mientras miraba fijamente entre
la salida del restaurante y el comedor. Hubiera sido tan fácil salir por esas
puertas ahora mismo. Podría imaginarme la cara de Paul si divulgara lo que
hago para ganarme la vida. Como era, obviamente no me había buscado
en Google. Si lo hubiera hecho, habría encontrado las columnas que había
escrito para Metropolitan, cada una con no menos de una docena de
improperios.
Decidiendo cortar mis pérdidas y marcar esta cita como un fracaso,
di un paso hacia la salida cuando el rumor de una risa familiar llegó a mis
oídos. Mi ritmo cardíaco se aceleró de inmediato, un calor me picó en la
piel. Las mariposas que habían estado ausentes durante las últimas semanas
reaparecieron cuando lentamente volteé. Mis ojos se posaron en un hombre
alto con cabello oscuro y labios llenos y besables sentados en una mesa
frente a una rubia bastante atractiva. Parpadeé en estado de shock hacia
el doctor Noah McAllister.
Aturdida por mi increíble suerte, opté por la puerta número tres: el bar.
Hice una señal al barman, pedí un whisky, luego procedí a tragarlo en el
instante en que apareció frente a mí, todo el tiempo haciendo lo posible
para mantenerme fuera de la vista tanto de Paul como de Noah.
Ni siquiera había visto a Noah en el asilo de ancianos en las últimas
semanas. Ahora, mientras lo veía interactuar fácilmente con una mujer tan
hermosa, un dolor se formó en mi pecho. ¿Qué hubiera pasado si no lo
hubiera besado? ¿Seguiríamos siendo amigos? ¿Nos habríamos besado
eventualmente de todos modos? ¿Qué hubiera pasado si hubiera esperado
que él lo iniciara? ¿Habría reaccionado de la misma manera?
Odiaba admitirlo, pero realmente me perdí de pasar tiempo con él.
Echaba de menos su sonrisa cuando me sorprendía en el Common.
Extrañaba escucharlo reírse de alguna historia que conté sobre un extraño
encuentro en el metro. Extrañaba sentarme en completo silencio y mirar
películas clásicas en un cementerio.
Todo esto fue solo otro recordatorio de por qué necesitaba estar en
esta cita. Necesitaba fingir que no tenía esos sentimientos, fingir que nunca
había besado a Noah, fingir que no significaba nada para mí.
Armada con una dosis de valor líquido, me metí una menta en la boca
y me dirigí al comedor.
—Lo siento —le dije a Paul mientras me acercaba a la mesa y me
sentaba.
—¿Está todo bien?
—Sí. Estoy bien. Acabo de ver a alguien que conozco —respondí
honestamente mientras llevaba el agua con gas a mis labios. Esperaba que
Paul no hubiera notado mi piel enrojecida o mis manos temblorosas—.
Entonces... —Inhale, tratando de calmar mis nervios—. ¿Siempre has querido
ser pediatra?
—Dios, sí. Siempre me han gustado los niños. Cuando decidí ir a la
escuela de medicina, sabía que quería centrarme en la pediatría. ¿Qué hay
de ti? Eres escritora, ¿verdad?
—Sí.
—¿Y es algo a tiempo completo?
—Puede ser.
—¿Has escrito algo de lo que haya oído hablar?
—Nah. Solo un montón de mierda y sexo sin mucha historia. —Le doy
una amplia sonrisa.
Frunció el ceño, estudiándome, luego soltó una carcajada.
—Eres graciosa, Molly. Después de leer tu perfil, tuve la sensación de
que tendrías sentido del humor.
Llevé el vaso a mi boca y murmuré:
—No tienes idea.
Continuamos teniendo una pequeña charla, discutiendo cuánto
tiempo habíamos estado en la ciudad, nuestras familias, lo que hacíamos
por diversión, aunque dejé que Paul hablara la mayor parte del tiempo.
Todo el tiempo, era consciente de la presencia de Noah. Traté de pasarlo
por alto, pero fue imposible. Sentí que apenas estaba prestando atención a
lo que decía Paul, como si estuviera en un universo alternativo. No sabía
cuánto tiempo más podría fingir interés. Justo cuando debatía la posibilidad
de irme, nuestra mesera apareció llevando algunos platos pequeños.
—Espero que no te importe que me haya encargado de ordenar
algunas cosas —explicó Paul—. Mencionaste que estabas hambrienta. Te
dejaré elegir la próxima ronda.
—Está bien —le aseguré. Tome una de las bolas de arancini, luego
puse un poco de marinara en mi plato para evitar la primera metida de pata
en una cita de doble caída.
—Qué tonto —Paul interrumpió cuando estaba a punto de morder el
risotto frito y el nirvana de queso—. Olvidé la bendición.
—¿Qué? —Lo miré, el aroma del arancini se burlaba de mí. Mi
estómago gruñó, sonando como el rugido de un león. Estar tan cerca de
probar la dicha pura me tenía nerviosa.
Entrecerró su mirada hacia mí, como si fuera completamente ajeno a
que quisiera poner estas deliciosas bolas en mi boca sin bendecirlas primero.
Estaba bastante segura de que sabrían lo mismo, bendecidas o no.
—Oh, por supuesto.
Siguiéndole la corriente, bajé el tenedor a mi plato. Frotándome la
falda con las manos, no estaba segura de lo que se suponía que debía
hacer. Mi tía Gigi iba a la iglesia semanalmente, algunas veces diariamente.
Pero dejó sus creencias en la puerta, sin tratar de adoctrinarme ni a mí ni a
nadie más. Ella siempre dijo que no era quién para juzgar, pero que tendría
que tratar con Dios, o algo con ese fin, mientras señalaba con el dedo hacia
el cielo.
Si hubiera un Dios, me encantaría que alguien me explicara su
propósito para la enfermedad de mi padre.
Al examinar a Paul, seguí su ejemplo y doblé las manos sobre la mesa
que tenía delante. No pude evitar sentirme como si la gente nos estuviera
mirando. Comí en innumerables ocasiones y nunca, en todos mis veintinueve
más un año, había visto rezar en un restaurante, excepto por una vez en un
pequeño pueblo de Georgia. Por otra parte, ni siquiera podía conseguir una
margarita allí un domingo, así que pensé que los clientes rezaban por algo
un poco más fuerte que el dulce té.
Abrió la boca, luego la cerró abruptamente, sus ojos se encontraron
con los míos.
—Lo siento. Que grosero de mi parte, ¿te gustaría decir la bendición?
Visiones de la senil tía Bethany de Vacaciones de navidad
aparecieron en mi cabeza. Quizás también nos lleve a una interpretación
conmovedora del Juramento a la Bandera.
—Oh —comencé, jugando—. No me gustaría quitarte el honor. —Me
importaba un carajo si orábamos o nos quemábamos en el infierno. Con
mucho gusto aprovecharía esa oportunidad para finalmente poder tener la
boca llena de bolas... deliciosamente cursi bolas de risotto.
—Me sentiría mejor si te permitiera la oportunidad.
Dispuesto a hacer cualquier cosa para poder comer, bajé los ojos.
—El diablo apesta. Amén —dije con fuerte determinación en mi voz,
imitando al predicador en Footloose. Fue la única exposición reciente que
tuve a alguien rezando.
Antes de que Paul pudiera responder, me metí una bola de risotto en
la boca y relajé mis hombros. Acabo de experimentar cómo se sentían las
bolas azules.
Ladeó su cabeza, mirándome mientras cuidadosamente cortaba su
propio arancini en cuatro cuadrantes precisos.
—Eso fue interesante.
—Gracias. —Aparté la vista, alcancé a ver a Noah en el momento
exacto en que extendió la mano sobre la mesa y agarró la mano de su
compañera de cena. Casi me atraganté con mi comida.
—¿Estás bien? —preguntó Paul.
Rápidamente volviendo mi atención hacia él, asentí y tomé un sorbo
de agua. Culpé a la pesadez en mi pecho por un poco de gas
acumulándose en mi esófago por la inhalación de bolas de arancini. Noah
ya no importaba.
—Eres muy diferente de la mayoría de las mujeres a las que he tenido
el placer de conocer a través de Soul Mate —comentó Paul después de
haber pasado por otra ronda de tapas.
—¿Por qué lo dices?
—Tú comes. —Se rio—. Es refrescante salir con alguien que va a comer
más que una ensalada.
—He sido bendecida con un metabolismo rápido —le expliqué—. Y,
quiero decir, no es ningún secreto que todos comen. Sin comida, mueres,
¿verdad?
—Es correcto. Solo hay una persona que puede sobrevivir sin una
nutrición adecuada.
—Mi punto exacto. —Metí una fritura de tortilla en el fondue de pollo
búfalo. Y sí, era tan delicioso como sonaba.
—¿Paul? —interrumpió una voz cuando estaba en medio de un
gemido inducido por el fondue.
Levanté la vista, el queso cubriendo mis labios. Mi cara se sonrojó
cuando vi a Noah y a su cita de pie junto a nuestra mesa. La mujer tenía una
sonrisa agradable, su atención dedicada a Paul. Ella no notó a su cita
mirándome.
—¡Qué mundo tan pequeño! —dijo ella.
Paul se levantó y besó la mejilla de la rubia. Noah y yo nos miramos
boquiabiertos con inquietud. Antes de que el beso se escuchara en todo el
mundo, o al menos se escuchara alrededor de mi boca, por lo general
podía predecir lo que estaba pensando solo con la expresión de su rostro.
Ahora, estaba perdida.
—No es tan pequeño el mundo, Piper. Tú me enseñaste este lugar.
—Es el secreto mejor guardado en esta área, aunque Noah diría que
es la tienda de helados a pocas cuadras de aquí. —Le dio un codazo a
Noah en el estómago. Apartó sus ojos de mí, mirando con cariño a la mujer.
—Oh, entonces eres Noah. —Paul le tendió la mano—. He escuchado
mucho de ti.
Observé toda la interacción con intriga y confusión. Noah nunca me
había mencionado a una Piper. Tal vez me había equivocado, sobre todo.
Tal vez la razón por la que quería mantener su distancia conmigo era porque
él tenía novia, aunque había dicho que no. Tal vez había estado viviendo
en el mundo de fantasía de mis libros tanto tiempo, que imaginé su interés
en mí.
—Hola. Soy Piper. —La voz suave cortó mis pensamientos y giré la
cabeza hacia ella, sin darle la cortesía de ponerme de pie.
—Molly. —Estrechamente le di la mano antes de volver mi atención a
la comida que teníamos enfrente, que se estaba enfriando. Había un lugar
especial en el infierno para las personas que interrumpían la cena.
—Piper y yo trabajamos en el mismo complejo médico. —Paul sonrió,
obviamente sintiendo la incómoda tensión en la mesa—. Ella es
Ginecobstetra. En realidad, ella ha traído a varios de mis pacientes.
—¿Te gusta mirar vaginas todo el día? —pregunté, incapaz de
evitarlo. Era algo que siempre me había preguntado, pero nunca había
tenido a nadie para preguntar. No podía dejar pasar esta oportunidad.
—Ser una Ginecobstetra es mucho más que solo mirar el órgano
reproductivo femenino —respondió con una voz irritantemente agradable.
Paul frunció el ceño hacia mí, luego miró a Piper y a Noah. El nombre
de su pareja sería "Noper". O "Pipah". ¿Qué nombres de pareja de mierda?
—Noah, tengo entendido que eres un neurólogo. ¿Trabajas
principalmente con pacientes con Alzheimer y con demencia?
—Así es —respondió. Sus ojos se cruzaron nerviosamente con los míos,
un toque de diversión en las líneas de su rostro.
—Bueno, me siento con un bajo rendimiento rodeada por médicos —
murmuré. Habría pagado una pequeña fortuna por tomarme una copa de
vino.
—¿Y qué haces? —preguntó Piper con una sonrisa tensa.
—Molly es una escritora —respondió Paul rápidamente, con una
expresión nerviosa en su rostro mientras se pasaba las manos por los
pantalones, alisando las líneas. Tenía la sensación de que le preocupaba
que dijera algo que lo dejara con una mala reputación. Él estaba en lo
correcto.
—¿Y eso es exitoso para ti?
—Solo me prostituyo en la calle para compensar cualquier déficit
cada mes —le respondí alegremente.
Noah negó con la cabeza, conteniendo una sonrisa. Calentó mi
corazón que aún pudiera hacerlo reír.
Paul miró entre Piper y yo, balanceándose sobre sus pies, y luego forzó
una risa falsa.
—Molly tiene bastante sentido del humor.
—Te dejaremos continuar con tu noche —dijo Noah, sus ojos se
entrecerraron hacia mí—. Fue un placer verte.
Su mirada se detuvo en mí por un momento prolongado, luego colocó
su mano en la espalda de Piper y la sacó del restaurante. Justo antes de
doblar la esquina y desaparecer de la vista, miró por encima de su hombro,
nuestros ojos se encontraron una vez más. Un agujero se formó en mi
estómago ante la incertidumbre que vi. Era como si estuviera tratando de
decirme algo. Simplemente no supe qué.
20
Traducido por yira patri
Corregido por Cherrykeane
—Así que... —Paul se volvió hacia mí después de salir del restaurante.
—Gracias por esta noche —dije en una voz más alegre. Algunas gotas
de lluvia comenzaron a caer, así que saqué el paraguas de mi bolsa,
agradecida de haber prestado atención al meteorólogo local que
mencionó la posibilidad de una tormenta eléctrica esta noche.
—Realmente disfruté pasar tiempo contigo. Eres diferente a la mayoría
de las chicas que he conocido. —Arrastró los pies, metiendo las manos en
los bolsillos de sus pantalones. Parecía adorablemente nervioso—. ¿Te
gustaría ir a la iglesia conmigo mañana?
Una vez que el impacto inicial de su invitación se desvaneció, mi
expresión cayó, mis hombros se desplomaron. Después de toda la mierda
que hice y dije durante toda la noche, pensé que nunca me volvería a ver.
—Paul, escucha...
—Esas no son buenas palabras —comentó, evitando mis ojos.
Negué con la cabeza, suspirando profundamente.
—Voy a ser completamente sincera contigo, que es algo que
normalmente no hago con los hombres que conozco. —Aparté la vista
momentáneamente, recogiendo mis pensamientos, y luego volví a mirarlo—
. No sé por qué me siento mal al decir esto, pero... no soy mormón. De hecho,
ni siquiera soy religiosa. En lo absoluto. Estoy bastante segura de que
vomitaría sopa de guisantes si alguien tratara de arrojarme agua bendita
sobre mí o alguna mierda. No me di cuenta de que el sitio de citas era para
mormones.
—Está bien —dijo Paul, haciéndome sentir aún peor. Era cierto lo que
decían sobre los mormones. Todos eran realmente jodidamente amables—.
Nunca es demasiado tarde para abrir los brazos al amor de Dios.
—Mira, esa es la cosa. Cuando la gente se vuelve “Dios y religiosa”
para mí, me inquieta.
—¿Eres... —Tragó saliva, luego bajó la voz, como si hablara una
verdad horrible—… atea?
Forcé mis labios en una línea tensa, una expresión contemplativa en
mi rostro.
—No sé lo que soy, pero sí sé que no voy a cambiar lo que soy por otra
persona.
Cerrando brevemente los ojos, asintió, llamando a un taxi. Cuando
uno se detuvo, me agarró de la mano y me condujo, abriendo la puerta
trasera del acompañante. Mantuve mis ojos pegados a él todo el tiempo. Si
estaba molesto, por darle por su lado durante todo el curso de nuestra cita,
él no lo dejó ver.
Me ayudó a subir al asiento trasero, luego se inclinó y me dio un suave
beso en la mejilla.
—Te sorprendería lo que eres capaz de sacrificar cuando conozcas a
la persona adecuada. —Se apartó, una pequeña sonrisa tirando de las
comisuras de sus labios, luego cerró la puerta. Lo miré a través de la ventana,
considerando sus palabras.
—¿A dónde? —preguntó el conductor.
Desviando la mirada de la de Paul, le dije mi dirección. El conductor
se detuvo en el tráfico cuando me apoyé contra la ventana, mirando la
lluvia que caía. Las palabras de Paul parecieron repetirse a lo largo del viaje.
No quería creer que había algo de verdad en ellas. Nunca podría sacrificar
quién era como persona por un momento temporal de supuesta felicidad.
Un rayo brilló en la distancia, haciéndome recordar cuánto amaba las
noches de tormenta cuando era niña. Desde la comodidad de nuestro
porche trasero oculto, Drew, papá y yo contemplábamos los rayos en el
cielo, el aire lleno de humedad. Comíamos malvaviscos y escuchábamos el
sonido de la lluvia. Tener que criar dos hijos solo no fue fácil, pero mi padre
nunca lo admitió.
Por mucho que me decía una y otra vez que su condición no me
afectaba, lo hacía. Ojalá pudiera recordar algunos de estos momentos que
compartimos. A veces quería sacudirlo y obligarlo a recordar. ¿Cómo podría
alguien simplemente olvidar estos recuerdos que tenía tan queridos para
mí? Momentos a los que siempre volvía cuando tenía un día particularmente
difícil y solo quería sentir como si a alguien le importara.
Después de un viaje más largo de lo normal debido al momentáneo
diluvio, el taxi disminuyó la velocidad hasta detenerse frente a mi edificio.
Metí la mano en mi bolso y le di al conductor el dinero suficiente para cubrir
mi tarifa y la propina. Dejando las flores en el asiento, pisé la acera mojada
y miré hacia arriba. La lluvia había disminuido por ahora. Ojalá pudiera
rebobinar los relojes a esas noches de tormenta que pasé de niña con mi
padre. Era cierto lo que decían. Nunca apreciamos realmente lo que
tenemos hasta que se va.
Con un profundo suspiro, me voltee hacia mi edificio, buscando mis
llaves. Consideré dirigirme a la de Drew, pero hablar era lo último que quería
hacer en este momento. Noah parecía tener una extraña influencia sobre
mí. Necesitaba superarlo. La única forma de hacerlo era volver a lo que
sabía... escribir. Quemaría el aceite de medianoche escribiendo una farsa
historia de amor porque eso era todo en lo que era buena.
Al insertar mi llave en la cerradura, casi me muero del susto cuando
una voz me sobresaltó.
—¿Cómo estuvo la cita?
Me giré, mi corazón latía aceleradamente, la adrenalina aumentaba.
Puse mi mano sobre mi pecho, luchando por calmar mi respiración cuando
puse los ojos en el alto cuerpo de Noah apoyado contra el costado del café.
—¿Qué estás haciendo aquí? —siseé—. ¿Cómo supiste en donde
vivía?
—Está en nuestros archivos. —Se despego de la pared y comenzó a
caminar hacia mí.
—Te dije que mi hermano vive al otro lado del callejón. —Asentí hacia
las ventanas que estaban sobre el café, con mi voz apenas por encima de
un susurro—. Podría vernos.
Noah continuó caminando hacia mí, cada paso que daba
aumentaba mi ritmo cardíaco. Permaneció callado, como un león
acechando a su presa.
—A menos que la única razón por la que te preocupe que alguien
descubriera lo que pasó entre nosotros sea por tu novia, no por tu relación
con mi padre. —Dio un paso más hacia mí, su mirada astuta me
desconcertó—. No es que sea de mi incumbencia. Solo fue un beso.
—¿No significó nada para ti? —Tenía un aire de confianza en él, una
ligera sonrisa dibujada en aquellos labios que tuve el placer distintivo de
saborear durante dos dichosos minutos. “Siete minutos en el cielo” no le
pedía nada a “Dos minutos con Noah”.
—Realmente no creo que sea tan importante. —Con cada paso que
daba, mi ritmo cardíaco se incrementaba hasta que estuvo parado a unos
centímetros de mi escalinata delantera. Atrapada, mi respiración se volvió
irregular, un sutil revoloteo comenzando en mi pecho—. Fue
completamente olvidable, si estamos siendo completamente honestos el
uno con el otro.
Se alzó sobre mí, apoyando su mano en la puerta detrás de mí.
—¿Olvidable?
Mis labios se separaron cuando le di un pequeño asentimiento, mis
rodillas se debilitaron bajo su intensa mirada.
La decepción cayó sobre todo su cuerpo, el calor en sus ojos
desapareciendo.
—Lamento que te sientas así. —Bajó la cabeza.
Cuando comenzó a alejarse, abrí mi boca para detenerlo. Antes de
que pudiera, sus labios se encontraron con los míos, tomándome por
sorpresa. Presionó su cuerpo contra mí, inmovilizándome contra la puerta.
Me puse rígida, mil pensamientos diferentes girando alrededor de mi
cabeza. Noah me estaba besando. En mi porche delantero. Donde
cualquiera podría ver.
Después de que el shock inicial se desvaneció, me puse de puntillas y
me fundí con él. Sus suaves labios moviéndose contra los míos se sentían tan
bien, tan cálidos, tan perfectos. Pasé mis dedos por su cabello, tirando de él
hacia mí, profundizando el beso. No importaba cuán cerca estuviéramos,
no era suficiente.
Demasiado pronto, Noah se apartó y me miró, su expresión ilegible.
Me preocupaba que tuviera la misma respuesta que hizo todas esas
semanas atrás.
—¿Qué dijiste? —dijo finalmente, acariciando mi cuello—. ¿El beso fue
bastante olvidable?
Asentí, tragando saliva.
—Sí.
—Quizás para ti, pero no lo fue para mí. Eso es todo en lo que he
podido pensar.
Bajé hasta mis talones, recordando la actitud desinteresada con la
que me había tratado.
—Tienes una forma divertida de mostrarlo.
—Y me disculpo por eso. Fui estúpido.
—Puedes decir eso de nuevo —murmuré.
—Nunca había permitido que mis sentimientos interfirieran con el
cuidado de mis pacientes.
—Fue solo un beso. —Me volteé, girando el pomo de mi puerta para
revelar una oscura escalera. No quería que Noah viera la verdad en mis ojos.
Que su beso fue la culminación de algo que había estado creciendo dentro
de mí desde que me salvó de los patos asesinos genéticamente modificados
en Common.
—No fue solo un beso para mí. Y podría estar equivocado, pero estoy
bastante seguro de que tampoco fue solo un beso para ti.
Lo enfrenté, a punto de protestar, pero él me interrumpió.
—Sé que esto está mal... —pasó su mano por mi mejilla, el contacto
hizo que el vello de mi nuca se levantara. Una corriente fluyó por mis venas,
encendiendo un fuego que había estado ardiendo durante semanas—,
pero estar contigo, pasar tiempo contigo, reír contigo... Se siente muy bien.
—¿Qué tal tu novia?
Una sonrisa brillante cruzó su rostro.
—¿Te refieres a Piper? —Asentí—. Ella no es mi novia.
—¿Quieres decirme que saliste a cenar un sábado por la noche con
una mujer que no es tu novia?
—Estabas cenando también —me recordó.
—No funcionó —respondí—. ¿Cuál es tu excusa?
—Sin excusas. Pero nunca podría salir con Piper.
—¿Por qué no? Ella es muy bonita. Y es doctora. Estoy segura de que
se llevarían muy bien.
—Sería ilegal.
—¿Ilegal? —Arrugué mis cejas.
—Piper es mi hermana. Entonces, sabes... —cerró la distancia entre
nosotros otra vez, quitándome algunos mechones de cabello de la cara—
…ella no es mi novia.
—Oh. —Tragué saliva, mordiéndome el labio—. Y Paul es, como,
realmente mormón, entonces...
Noah alzó las cejas.
—Eso explica la oración durante la cena.
Una tímida sonrisa tiró de mis labios.
—El diablo apesta. Amén.
—¿Eso fue lo que dijiste?
Me encogí de hombros.
Me estudió un momento, luego se echó a reír. Me quedé quieta por
un momento, y luego hice lo mismo, la ridiculez de la noche poniéndome al
día. Debería haber salido de ese restaurante en el momento en que me di
cuenta de que el sitio web en el que conocí a Paul estaba destinado a los
mormones. Pero entonces no habría notado a Noah, y él no me habría visto.
Probablemente no estaríamos aquí, disfrutando de la conversación fácil que
había faltado durante las últimas semanas.
Cuando nuestra risa finalmente se calmó, se inclinó hacia mí, su
expresión se volvió seria.
—Extrañaba esto.
—Yo también.
Tomando su tiempo, bajó su boca a la mía, a un aliento de distancia.
—Dios, Molly, no tienes idea de cuánto me he extrañado esto.
Dicha me envolvió cuando nuestros labios se encontraron de nuevo.
Apretando su rostro entre mis manos, lo jalé más cerca, profundizando el
beso. Lo que comenzó como un intercambio dulce se convirtió en un
momento cálido de intensidad y éxtasis incomparables mientras
intentábamos febrilmente compensar la falta de contacto en las últimas
semanas.
Desesperada por sentir más de él, le pasé las uñas por el cabello y tiré
de él. Gimió, el beso se volvió más primitivo y animal. Sus labios nunca
dejaron los míos, me empujó hacia la oscura escalera de mi edificio.
Nuestras lenguas continuaron su baile bien coreografiado, como si hubieran
sido hechas para hacer precisamente esto. Mi corazón anhelaba sentir sus
manos sobre mi piel, para que sea delicado y dominante, dulce y
pecaminoso, para sentir placer y dolor. Quería todo lo que él podía darme.
Incluso cuando terminara, no sería suficiente. Cada movimiento de su
lengua, cada golpe de su dedo, cada tirón de mi cabello hacía que mi
hambre por él se acumulara hasta que nada lo satisficiera.
Mareada, me deshice del beso y luché por recuperar el aliento.
Mirándolo con lujuria, comencé a subir los escalones, luego me detuve para
mirar por encima de mi hombro.
Una expresión acalorada creció en su rostro mientras estudiaba todos
mis movimientos, un cazador dispuesto a matar. Continué subiendo las
escaleras, esperando que él captara la indirecta y viniera a pasear detrás
de mí. Un fuego ardía dentro de mí que no pensé que nadie pudiera
apagar, pero esperaba que Noah estuviera a la altura del desafío.
Abrí la puerta de mi apartamento, luchando por recoger las tazas y
envoltorios de caramelos esparcidos en mi mesa de café. Justo cuando
arrojaba la evidencia de mis habilidades domésticas menos que estelares a
la basura, escuché crujir las tablas del segundo piso.
Febrilmente inspeccionando mi sala de estar para asegurarme de que
no había nada que no quisiera que Noah viera, me detuve en seco cuando
apareció en la puerta. Su presencia fue formidable. Sin decir una palabra,
entró y cerró la puerta, sus ojos se clavaron en mí. Un escalofrío rodó por mi
espina dorsal.
Agitada, me dirigí hacia el refrescante bar, tratando de mantener la
calma.
—¿Bebida? —Vertí whisky en dos vasos, llevándome uno a los labios.
Me detuve cuando levanté la vista y vi a Noah a pocos centímetros de mí.
Agarró mi vaso y lo dejó sobre la barra. Mi lengua salió disparada, lamiendo
mis labios, el sabor a whisky escocés y a Noah aun persistiendo.
Con los ojos inquebrantables, se quitó la chaqueta del traje, y luego
la colgó sobre la parte posterior de uno de los taburetes de la isla. El silencio
se extendió entre nosotros. No fue incómodo ni cómodo. Era algo
completamente diferente... cargado, intenso, electrizante.
Siempre tuve la ventaja en todos mis arreglos anteriores. Siempre fui yo
quien decidía cuándo nos veríamos, cómo follaríamos y cuándo
terminaríamos. Sin embargo, con Noah, me sentía completamente fuera de
mi zona de confort. No era la que tenía la última palabra. Simplemente
estaba siguiendo su ejemplo, lo que permitía a mi cerebro dejar de pensar
por una vez, capaz de actuar solo por impulso.
Colocando su mano sobre mi espalda, forzó mi cuerpo contra el suyo,
nuestros ojos se cerraron. Envolvió mi cabello alrededor de su mano libre e
inclinó mi cabeza hacia atrás. Estaba felizmente atrapada en sus brazos, sin
poder escapar. Bajó sus labios a los míos, este beso tan emocionante y único
como todos los que habían precedido. Él era reservado, la forma en que su
lengua se sumergió en mi boca reservada, controlada, restringida. No fue
suficiente para mí. Necesitaba la intensidad, la pasión, el fuego. Traté de
profundizar el beso, pero él luchó con movimientos medidos, su lengua
apenas rozó la mía, provocándome. Cada pulgada de mi cuerpo estaba al
borde, el simple acto de su boca moviéndose tan delicada y suavemente
contra la mía me ponía mareada. Una sed insaciable ondeó en mi núcleo,
en mi corazón, en mi alma.
—¿Habitación? —murmuró, sus labios no se separaron de los míos.
—Al final del pasillo —respondí con voz ronca. Mi corazón latió en mi
pecho, mi respiración aumentando. Nunca había estado tan nerviosa
cuando traje a otros hombres a mi habitación. Pero esos otros hombres no
eran Noah. En ese momento, supe que la conexión que sentí con él desde
el primer día no fue simplemente porque me ayudó a superar el bloqueo de
escritor. Esto era algo más grande.
En un movimiento rápido, me tomó en sus brazos, llevándome por el
pasillo. Cuando colocó su mano en el pomo y comenzó a girar, un ladrido
feroz nos sobresaltó a los dos. Casi me había olvidado de Pee Wee en mi
deseo inducido por Noah.
—Mierda. —Luché contra Noah para que me bajara. Puso mis pies en
el piso—. Déjame moverlo. Espero que no te importen los perros. —Cuando
abrí la puerta, los ladridos de Pee Wee se detuvieron cuando se dio la vuelta,
esperando que le frotase el vientre.
—De ningún modo. Si no tuviera un horario tan ocupado, tendría uno
yo mismo.
Le ofrecí una sonrisa, luego abrí la puerta cerrada a la derecha de mi
habitación. Encendí la luz y llamé a Pee Wee a su cama. Cuando Noah se
colocó detrás de mi perro, mi corazón cayó sobre mi estómago mientras
estudiaba las estanterías que contenían docenas de copias de cada uno
de mis libros esperando ser firmadas y enviadas.
Con el ceño fruncido, continuó pasando las estanterías hacia la pared
del fondo, una copia enmarcada de la lista de best sellers del New York
Times desde la primera vez que apareció uno de mis libros. Acompañaron a
eso varios anuncios de acuerdos editoriales: traducciones de idiomas
extranjeros, opciones de cine y televisión, y cosas similares.
Se giró, mirándome en una luz completamente diferente.
—¿Qué es todo esto?
—Soy yo —respondí encogiéndome de hombros. Pude haber
inventado una mentira, pero por alguna razón, no me importó que supiera
acerca de esta parte de mí—. Vivienne Foxx es un seudónimo bajo el que
escribo.
Sus ojos se agrandaron, se giró, estudiando cada fotograma. Cuando
llegó al último, se detuvo y luego lo leyó en voz alta:
—Así son las cosas.
—De Matadero cinco6 de Vonnegut —expliqué—. Siempre he
encontrado esas tres palabras entrelazadas en ese orden tan inquietante.
Ocurren cada vez que hay una muerte en el libro, el final de algo. Hay tanta
emoción y falta de emoción al mismo tiempo. Supongo que es solo un
Slaughterhouse Five Matadero cinco o La cruzada de los niños, es una novela
satírica escrita por el autor estadounidense Kurt Vonnegut acerca de las experiencias y
memorias de un soldado llamado Billy Pilgrim durante el fin de la Segunda Guerra Mundial.
6
recordatorio de que nada dura para siempre, de que todo finalmente
llegará a su fin... Incluyendo todo esto. —Hice un gesto a mí alrededor.
Considerando mis palabras, sus ojos vagaron de regreso a las
estanterías.
—¿Así que escribiste todo esto?
—Realmente no es la gran cosa. —Intenté sacarlo de la habitación—
. Están etiquetados como romance, pero es más erótico que cualquier otra
cosa. Eso es lo que le gusta a mi editor. Corto, sexy, pecaminoso, seductor.
—Pero, ¿qué le gusta escribir a Molly? —Levantó las cejas.
No pude evitar pensar en el manuscrito que había desechado. Cómo
era cualquier cosa menos corto, sexy, pecaminoso y seductor. Claro, hubo
algunos momentos sensuales entre mi héroe y la heroína, pero era una gran
diferencia con respecto a lo que normalmente escribía. Y era mi mejor
trabajo hasta la fecha.
—Todavía estoy tratando de resolver eso.
—¿Por qué nunca me contaste algo de esto?
—Como dije, no es la gran cosa. Además, no me gusta que mucha
gente lo sepa. —Agarré su mano y lo saqué de la habitación, cerrando la
puerta detrás de mí—. Entonces, ¿podemos olvidarnos de eso por ahora?
Sacudió la cabeza. Temía que quisiera pasar la tarde discutiendo
sobre por qué no me gustaba que la gente supiera acerca de mi alter ego.
Entonces sus ojos se volvieron intrigantes.
—Cuéntame más sobre esta llamada erótica.
Me puse de puntillas.
—Bésame y te daré una lección. —Agarrando la parte posterior de su
cabeza, obligué sus labios a los míos, un bajo gemido retumbó en su pecho.
Era un orgullo saber que le causé este tipo de reacción primaria y gutural.
Me empujó a mi habitación, pateando la puerta detrás de él. La
emoción burbujeaba en mis venas. Cuando la parte posterior de mis piernas
golpeó la cama y él pausadamente se retiró del beso. La sensación de sus
labios todavía se detenía en la mía. Manteniendo mis ojos bloqueados con
los suyos, alcancé la cremallera en la parte posterior de mi vestido.
—Espera un momento —dijo Noah con voz suave.
Sonriéndome con una sonrisita lasciva, me hizo girar, así que me
enfrenté a él. Sus dedos hábilmente barrieron mi cabello sobre un hombro,
exponiendo mi nuca, su aliento bailando sobre mi piel. Temblores me
recorrieron, la humedad acumulándose entre mis piernas. Cerrando mis ojos,
apreté cada músculo de mi cuerpo. Estaba desesperada por liberarme de
la presión que se acumulaba en mi interior. No podía recordar haber
necesitado un orgasmo tanto como lo necesitaba en ese momento.
Sus labios colocaron besos en mis omóplatos mientras murmuraba:
—Ese es mi trabajo.
Mis ojos revolotearon a la parte de atrás de mi cabeza, cada segundo
que pasaba mientras bajaba la cremallera de mi vestido con tortuosa
apatía un segundo más cerca de mí quemándome por toda la tensión
sexual. Noah no necesitaba una lección de mí. Era un maestro en el arte de
la gratificación retrasada, capaz de ayudarme cuando todo lo que quería
era sentirlo dentro de mí. Imaginé que follaba como parecía hacer todo lo
demás en la vida... con intensidad, pasión y una sofisticación increíble.
Deslizando el vestido de mis hombros, dejé que se juntara a mis pies, y
luego, laboriosamente, volteé a enfrentar a Noah una vez más. Sus ojos
recorrieron mi cuerpo mientras estaba parada frente a él con un sujetador
de encaje blanco, bragas a juego y un par de tacones negros ridículamente
caros. Nunca me había sentido tan expuesta, pero tan segura con un
hombre.
Volviendo sus acalorados ojos a los míos, pasó un dedo por mi
clavícula.
—Eres aún más impresionante de lo que imaginaba.
Me levanté en los dedos de mis pies. Apretando mis labios contra los
suyos, murmuré:
—¿Lo imaginaste?
Sentí una sonrisa recorrer su boca.
—Desde el primer día que puse los ojos encima de ti. Luché por tanto
tiempo, pero ya terminé con eso. Algo me atrae hacia ti. Necesito probarte,
sentirte, devorarte. —Su voz era un gruñido, tan primitivo y desenfrenado. Me
recordó que, cuando eliminas toda la sofisticación que la raza humana ha
desarrollado durante siglos y siglos, todavía somos animales impulsados por
una sola cosa: satisfacción.
Agarré la parte de atrás de su cuello. Movió sus labios contra los míos
con una pasión sin igual que ninguno de sus besos anteriores. No sabía
cuánto tiempo más podría sobrevivir sin sentirlo dentro de mí, encima de mí,
debajo de mí. No me importaba la logística, siempre que lo sintiera. Nunca
quería dejar de sentirlo. Estaba intoxicada por sus besos lujuriosos y su cuerpo
sensual presionado contra el mío. Necesitaba más.
Con increíble facilidad, me bajó a la cama. Quitándome los zapatos,
me alejé del borde, nuestros labios permanecieron unidos como si
hubiéramos hecho esto antes cientos de veces. Podíamos leer el cuerpo del
otro sin decir una palabra, sin mirar. Se sentía tan bien, tan perfecto, tan
natural. Envolví mis piernas alrededor de su cintura en un intento de voltearlo
y clavarlo debajo de mí, pero él no se movía de su posición cerniéndose
sobre mí.
—Quiero probarte —susurró con voz entrecortada. Su boca vagó de
mis labios a mi clavícula. Cuando tiró de mi lóbulo de la oreja, eché la
cabeza hacia atrás, incapaz de concentrarme más allá de las miles
sensaciones que fluían a través de mí. Ni siquiera podía decir con precisión
en dónde estaban sus manos, cada centímetro de mi piel en llamas.
Su lengua continuó su lento y agonizante viaje por mi cuello,
deteniéndose para saborear mi piel en todos los lugares correctos. Sabía
exactamente en dónde besarme para volverme aún más loca de deseo y
necesidad. Había escrito sobre orgasmos sin contacto en mis libros,
pensando que simplemente eran un mito, pero Noah me estaba
demostrando que estaba equivocada. Ni siquiera me estaba tocando por
la cintura, pero sentí que estaba a punto de romperme en un millón de
pedazos. No quería pensar en lo rápido que me desmoronaría cuando
finalmente lo sintiera entre mis piernas.
Con increíble agilidad, extendió la mano detrás de mí y desabrochó
mi sujetador, deslizándolo por mis brazos y tirándolo al piso.
—¿Practicas mucho?
Una sonrisa segura de sí misma se formó en sus labios.
—Actualmente, sí. Como todo, tiendo a pensar que la práctica hace
al maestro. —Bajó su boca hacia mi pecho, su lengua continuó su tentadora
exploración de mi cuerpo—. Cuando tenía doce años, robé uno de los
sostenes de mi hermana mayor y practiqué desenganchándolo durante
horas. Ahora puedo hacerlo con los ojos vendados en algunas posiciones
bastante incómodas.
Le sonreí antes de echar la cabeza hacia atrás mientras su lengua
trazaba mi pezón, tirando de él con los dientes. Él sabía exactamente qué
hacer para hacerme estallar.
—Tengo muchas ganas de poner a prueba tus habilidades —
comenté, con curiosidad sobre cómo era capaz de formar palabras en el
estado de hiper excitación en el que me encontraba en este momento.
Mi respiración se hizo más rápida y desigual mientras viajaba por mi
cuerpo, tomándose su tiempo para saborear cada zambullida y valle,
seduciéndome a un ritmo lento. Un delicioso escalofrío recorrió mi espina
dorsal con cada lamida, cada pinchazo, cada mordisco. Sabía que estaba
a punto de perder el control, pero eso no lo desconcertó. Había dejado en
claro desde el principio que él estaba a cargo. No tuve problemas para
someterme a su talentosa lengua y manos.
Finalmente, sus dedos se engancharon en mis bragas. Levanté mis
caderas de la cama.
—¿Ansiosa? —Sonrió entre mis piernas.
—No estoy ansiosa, pero si no sigues adelante, voy a jodidamente
perder la cabeza. —Suspiré.
Una risa retumbó en su pecho mientras lentamente bajó las bragas
por mis piernas.
—Buen trabajo de cera. —Lanzó mis piernas sobre sus hombros, su
boca solo a un suspiro lejos del lugar donde lo necesitaba. La sinapsis disparó
por todas partes mientras luchaba por no retorcerme bajo su toque.
—Fue para mi columna —le expliqué en voz baja.
—Lo sé. Lo leí.
—¿Lo hiciste? —Levanté una ceja, estirando mi cuello para mirarlo a
los ojos.
Asintió.
—Pensé que leería todo lo que has escrito. Creo que estaba
equivocado. Planeo rectificar eso pronto. —Su lengua presionó contra mi
clítoris, la calidez de ese músculo tan talentoso causó que todo mi cuerpo
se pusiera rígido—. Eres increíble, Molly —murmuró, la vibración de su voz
seductora contra mí casi insoportable.
No tenía idea de quién era Molly. Mi cerebro estaba hecho papilla,
incapaz de forzar a mi boca para formar palabras. Estaba motivada
únicamente por el efecto que el golpe de su lengua, la caricia de sus manos,
la calidez que su cuerpo tenían sobre mí.
Demasiado pronto, mi estómago se contrajo. Sabía que mi ruina era
inevitable. Probé todos los trucos que sabía para prolongar el inmenso
placer que fluía a través de mí.
—Cachorros muertos. —Respiré—. Los Yankees ganan la Serie Mundial.
Cerrando Disney World.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Noah con una sonrisa.
Lo miré, mi corazón se saltó un latido ante la adorable mirada cómica
en su rostro.
—Tratando de no venirme —respondí—. Quiero que esto dure. —
Extendí la mano, pasando los dedos por su cabello sedoso.
Me sonrió maliciosamente.
—Oh, no te preocupes. Durará absolutamente. —Volvió con la
lengua. Dejé escapar un suspiro por la gentileza con que me adoraba.
Luego su ritmo y ferocidad aumentaron, tomándome por sorpresa. Mi
cuerpo se convulsionó, olas de increíble placer rodando sobre mí. Luché por
respirar mientras arqueaba mi espalda fuera de la cama, envolviendo mis
piernas alrededor de su cuello.
Con el corazón acelerado, regresé lentamente del planeta Orgasmo
y abrí los ojos. Desenganché mis piernas y las dejé caer sobre la cama. No
tenía idea de lo que acababa de pasar, aparte de tener una experiencia
de borrado mental, pero quería más, el dolor aún se acumulaba en mi
núcleo.
Tirando de su corbata azul, lo llevé de vuelta a lo largo de mi cuerpo,
forzando su boca a la mía.
—Llevas demasiada ropa —comenté, mordisqueando su labio inferior.
—Estoy totalmente de acuerdo con usted, señorita Brinks —respondió
con una voz astuta.
Con dedos torpes, tiré de los botones de su camisa, solo queriendo
cortarle la maldita cosa. Cuando aflojó la corbata, la arranqué, a punto de
tirarla a la esquina de la habitación. Agarró mi mano, previniéndome.
—Esto puede ser útil. —Guiñó un ojo.
—Oh, doctor McAllister... —le di una mirada tímida—. ¿Tienes un lado
un poco travieso?
—Prefiero pensar que es saber lo que me gusta y estar seguro de mi
sexualidad. —Entrecerró su mirada hacia mí—. Algo me dice que lo mismo
vale para ti. ¿Estoy en lo cierto?
—Tal vez. —Agarré la parte de atrás de su cuello, llevando sus labios a
los míos—. Si estás interesado en algo realmente divertido, tengo un cofre
de juguetes. —Lancé un tiro a la esquina de la habitación donde estaba un
simple cofre negro. Siguió mi mirada, luego se encontró con mis ojos una vez
más—. Investigación —expliqué encogiéndome de hombros.
Gimió, besándome con codicia y lujuria mientras deslizaba su
pantalón por las piernas sin romper el contacto.
—Creo que realmente me va a gustar la investigación —murmuró
contra mis labios.
—Creo que tú también lo eres.
—Sin embargo, vamos a guardar eso para más adelante. Solo quiero
sentirte ahora mismo. A no ser que…
—Eso es lo que quiero, también —dije rápidamente. Por alguna razón,
no pensé que necesitaba ninguna de esas campanas y silbatos que
encontré necesarios con todos los otros hombres. Si la forma en que el
doctor Noah McAllister usó su lengua en mí era una indicación, tenía la
sensación de que me esperaba bastante, sin juego de palabras.
—Bien. —Respiró, alejándose. La pérdida de contacto me provocó un
escalofrío, pero mi momento de tristeza pronto fue reemplazado por un
deseo absoluto cuando miré la forma desnuda de Noah arrodillado en la
cama. No tenía abdominales de ocho paquetes, pero aún conservaba
cierto tono y definición en el pecho y el abdomen. Era humano, sus
pequeñas imperfecciones eran perfectas en mi mente.
Metiendo la mano en el bolsillo de sus pantalones desechados, sacó
un paquete de papel de aluminio. Abriéndolo, lo deslizó sin romper el
contacto visual. Había algo en ese momento, ninguno de nuestros cuerpos
tocándose, que era tan íntimo, tan puro, tan carnal. Estaba prolongando lo
inevitable y disfruté cada segundo de la anticipación.
Se situó entre mis muslos, flotando. Se frotó contra mí, provocando,
una expresión tímida en su hermoso rostro. No pude evitar reírme. Estaba
seguro de que la mayoría de los hombres con los que tenía arreglos en el
pasado se sentirían incómodos, tal vez incluso molestos si reía cuando
estaban a punto de follarme los sesos, al menos esperaba que eso fuera lo
que Noah intentaba hacer. Esto fue diferente nuestra relación se había
construido sobre algo más que la atracción física. Hubo un entendimiento
compartido entre nosotros, una amistad. A pesar de que solo lo conocía
como Noah, a diferencia del doctor McAllister, durante unos meses, sentí
que tenía conciencia de quién era él como persona. Y tenía la sensación
de que él sentía lo mismo por mí.
—Provocador —murmuré.
Mordisqueó mi oreja.
—Oh, cariño, todavía no has visto nada. Puedo hacer esto por horas.
Trabajarte hasta el punto de deshacerte completamente, luego retroceder.
Mis ojos rodaron en la parte posterior de mi cabeza. No sabía lo que
esperaba de él, pero no anticipé que tuviera esa forma de hablar en el
dormitorio. La mayoría de los hombres con los que había estado
necesitaban aliento y una pequeña dirección en ese departamento. No
Noah. Él era uno de mis protagonistas traídos a la vida. Era todo lo que me
hacía desmayar, eso que hacía que mis rodillas se debilitaran. La verdad me
llamó la atención... Tal vez había encontrado a mi hombre de fantasía. Mi
cuerpo inmediatamente se tensó.
Noah se echó hacia atrás, notando mi reacción.
—¿Estás bien? —preguntó en voz baja.
Busqué en sus ojos, abrumada, y luego lo atraje hacia mí.
—Sí.
Levanté mis caderas hacia él, necesitando volver a la familiaridad del
aspecto físico del sexo. Era a lo que estaba acostumbrada. Podía
permanecer distante durante tanto tiempo, sabiendo que el amor real no
era la vida real. No podía permitir que unas pocas palabras eróticas
debilitaran mi resolución en ese asunto. El amor era una locura temporal, y
no iba a dejar que su ilusión me atrapara.
Sintiendo la intensidad de sus ojos, se deslizó dentro de mí,
llenándome. La tensión envolvió mi cuerpo. Necesitaba esto, el simple acto
de usarnos el uno al otro para encontrar ese momento de felicidad que
impulsaba a todos los humanos a comportarse como lo hacían. Enfrentando
su empuje corporal, mordisco por mordisco, gruñido por gruñido, podía
olvidar todo lo demás. Eso, en el fondo de mi mente, sabía que Noah era
tan diferente de todos los demás hombres. Que realmente me preocupaba
por él.
Que esto no iba a terminar bien.
Clavando mis uñas en su espalda, envolví mis piernas alrededor de su
cintura, la sensación de él dentro de mí con empujones suaves pero
decididos empujándome más y más. Un hormigueo bajo se acumuló dentro
de mí y se me cortó la respiración.
—No luches —gruñó al notar mi cuerpo contraerse. Aumentó su
ritmo—. Déjate llevar.
Negué con la cabeza.
—No es posible —Respiré.
—No pienses. —Arrastró su lengua por mi clavícula—. Solo siente. —Sus
dientes rozaron mi piel, luego se aferró a mí, alentándome. Un orgasmo
como ninguno que yo haya experimentado, devastó a través de mí, mi
cuerpo se retorció debajo de Noah mientras él continuaba empujándome,
sus dientes se aferraron a mi cuello.
—Dios, Molly... —gimió, luego su propio cuerpo se meció y se sacudió
encima de mí cuando encontró su propia liberación, el placer rodando
sobre él.
Finalmente, su rígido cuerpo se aflojó. Me besó dulcemente, pero
todavía lleno de tanta pasión. Apartándose, retiró el condón y lo tiró en la
basura. Volvió a la cama, tomándome en sus brazos y arrojando el edredón
sobre nuestros dos cuerpos.
—Pensé que era un mito. —Respiré, mi mente todavía giraba.
Una baja risa escapó de él.
—¿Qué? —Salpicó de besos mis omóplatos.
—Tener más de un orgasmo. Yo escribo sobre eso demonios, en uno
de mis libros, mi heroína tiene, como cuatro o cinco orgasmos seguidos, pero
no pensé que fuera algo que sucediera en la vida real.
Me obligó a estar de espaldas, revoloteando sobre mí mientras me
miraba a los ojos.
—Entonces has estado con los chicos equivocados, Molly. Y eso es
precisamente lo que eran. No digo que soy un regalo de Dios para las
mujeres. Estoy seguro de que todavía hay muchas cosas que no sé, pero
creo que tener una relación saludable comienza por estar abiertos a lo que
nos gusta y lo que no. Y me encanta verte venir. —Una sonrisa diabólica tiró
de sus labios—. Así que voy a hacer todo lo que pueda para ver eso tanto
como sea posible.
—¿En serio? —Moví mis cejas hacia él.
—De verdad. —Se dejó caer a mi lado y me atrapó en sus brazos, de
espaldas a su frente—. Pero Sir Braveheart necesita un descanso.
Rápidamente rodé para enfrentarlo.
—¿Nombraste a tu palo de amor Sir Braveheart?
Me tiró contra su pecho, arrastrando su dedo hacia arriba y hacia
abajo por mi costado.
—Él es bastante guerrero, ¿sabes?
Riendo, me acurruqué contra él, el ritmo constante de su corazón
palpitante arrullándome para dormir.
21
Traducido por RRZOE
Corregido por Cherrykeane
El brillante sol que pasaba a través de las cortinas de mi habitación me
obligó a abrir los ojos.
Los destellos de la noche anterior se hicieron pedazos mientras
escaneaba el estado actual de mi dormitorio.
Mi estómago se contrajo. La evidencia de mi conquista sexual estaba
en el piso, coronada con la pieza de resistencia... el paquete de condones.
No sabía si debía sentirme aliviada u horrorizada por saber que estaba sobria
anoche. Bueno, al menos lo suficientemente sobria como para saber que mi
juicio no había sido perjudicado por el licor. En cambio, la causa del
deterioro de dicho juicio radicaba únicamente en un par de ojos azul cristal,
una lengua talentosa y una erótica voz que me hizo salir de mis bragas y
abrir las piernas más rápido que la puta de la escuela en la noche de
graduación.
Me quedé completamente quieta durante varios segundos, tal vez
incluso minutos, atenta a cualquier respiración que viniera de mi cama
extragrande. No sabía si estaba lista para darme vuelta y mirar a Noah a los
ojos. No es que lamentara lo que sucedió anoche. Fue muy divertido. Me
había hipnotizado por completo, me hizo querer darle mi alma.
Ningún hombre había sido capaz de atravesar la fortaleza que había
erigido. Esta era precisamente la razón por la que necesitaba mantener
distancia. Me gustaba la intimidad sin compromiso. Me gustaba el sexo sin
las trampas del amor. Me gustaba follar sin expectativas. Nunca me había
desviado de mis reglas bien establecidas en todos mis veintinueve años más
uno. No podría hacerlo ahora.
Apreté mis piernas, mi vejiga suplicándome que la vaciara. Me apoyé
cautelosamente en lo que creía eran movimientos sigilosos, pero
probablemente eran convulsiones irregulares que lo hacían parecer como
si sufriera un ataque.
Mis ojos aterrizaron en el lado opuesto de mi cama. Solté un enorme
suspiro de alivio cuando vi que estaba vacío. No sabía si era posible dar un
paseo de la vergüenza desde mi propia casa, pero estaba preparada para
hacerlo para evitar tener que enfrentar a Noah a la luz del día.
Corriendo al baño, me ocupé de mis asuntos, luego me eché un poco
de agua en la cara y volví lentamente a la tierra de los vivos. Regresé
tambaleándome a mi habitación, me puse una camiseta y un par de
pantalones cortos, luego bajé por el pasillo con pies ligeros para ver si Noah
todavía estaba allí. Afortunadamente, mi sala de estar y mi cocina estaban
tan vacías como mi dormitorio.
Mientras preparaba mi café de la mañana, un pedazo doblado de
papel en la isla de la cocina me llamó la atención, sobre todo una vez que
vi mi nombre garabateado en el exterior.
No lo abras. No lo abras. No lo abras, se burló una voz en mi cabeza.
Nunca fui buena escuchando. La levanté.
Molly
Por mucho que me hubiera gustado quedarme contigo todo el día,
me llamaron del hospital. Pasaré a las siete para llevarte a cenar. Hasta
entonces, estaré pensando en ti y en esa boca increíble.
Me hundí en uno de los taburetes, enterrando la cabeza en mis
manos. No podía hacer esto.
Noah era todo lo que había imaginado que sería el hombre de mis
sueños: guapo, inteligente, divertido, sexy, cariñoso y genuino. Pero el
compromiso era un juego perdido. Mi madre dejó a mi padre. Carla dejó a
Drew. No tenía ningún deseo de poner mi corazón en peligro con alguien,
particularmente con Noah, un hombre que podía decidir en cualquier
momento poner su carrera por encima de mí, lo que debería haber hecho
de todos modos.
Mientras esperaba que la tetera hirviera, preparé un nuevo plan. Evitar
a Noah. Olvidar a Noah. Esconderme para poder concentrarme en terminar
mi nuevo manuscrito. Entonces, la próxima vez que lo viera, decirle que era
mejor seguir nuestros caminos por separado y pretender que lo de anoche
nunca había sucedido.
Pero sabía muy bien que los planes estaban hechos para romperse.
Solo me preguntaba cuánto tardaría antes de volver a experimentar esa
sensación incomparable que sentí anoche cuando me quedé dormida en
el cálido abrazo de Noah.
***
Tras finalmente haber lavado las indiscreciones de mi cuerpo, agarré
mi bolso y arrojé mi diario en él. No podría estar en mi apartamento ahora
mismo. Donde quiera que volteara, me encontraba con otro recuerdo de
Noah. Incluso se había infiltrado en una de las habitaciones de mi casa, a
nadie más, aparte de mi hermano y Brooklyn, se le había permitido entrar.
Mi oficina ya no era el refugio seguro que había sido una vez. El aroma de
Noah estaba arraigado en mi nariz. Sus manos ásperas estaban impresas en
mi piel. Sus besos estaban grabados en mi memoria.
Necesitando hablar con alguien, corrí por las puertas de cristal del
café, buscando cualquier señal de Drew. Había intentado contactar a
Brooklyn antes, pero ella estaba en el campo todo el día, acompañando a
algunas trabajadoras sociales en visitas a domicilio. Fue solo mi suerte
Cada vez que realmente necesitaba hablar sobre problemas con
hombres, mis confidentes habituales no se encontraban por ninguna parte.
—Buenos días, Molly Mae —gritó la tía Gigi desde detrás del
mostrador—, ¿cómo estuvo la cita?
—Estuvo... —me detuve, vacilando brevemente—… bien —terminé
con una voz insegura—. ¿En dónde está Drew?
—Llevó a las chicas al Museo de Ciencias. —Salió de detrás del
mostrador y tiró de mí hacia una cabina. Se deslizó dentro, luego me miró,
esperando que yo hiciera lo mismo—. Quiero saber acerca de esa cita tuya.
De mala gana, me senté en el reservado y eché un vistazo al
ajetreado café, muchos clientes se detenían para tomar sus pasteles del
domingo después de salir de la iglesia.
—¿Cuál es su nombre?
—No... Paul.
—¿Nepal? —Ella entrecerró su mirada inquisitiva—. ¿Como el país?
Además de mi hermano y Brooklyn, la tía Gigi me conocía mejor que
nadie. Diablos, ella había intervenido y ayudado a mi padre con nosotros
después de que mi madre se fue. Cuando llegó hora de «la charla», fue la
tía Gigi quien tuvo el placer de tenerla conmigo. Cuando le dije a mi padre
que tenía mi período, estuvo en el teléfono en un instante, llamando a Gigi
para que viniera.
—Solo Paul —corregí.
—Mmmm. —Inclinó su cuerpo lejos de mí, entrecerrando los ojos—. ¿Y
qué hace Paul para ganarse la vida?
—Es doctor. —Froté las manos húmedas sobre mis jeans. Al crecer,
Drew y yo a menudo bromeábamos diciendo que la tía Gigi tenía ojos en la
parte posterior de la cabeza. Ahora comenzaba a creer en la validez de
nuestra creencia infantil.
—¿Qué tipo de medicina practica?
Me recordé responder a sus preguntas como si estuviera hablando de
Paul, no de Noah. No podría ser demasiado difícil, ¿verdad?, diablos,
inventaba historias para ganarme la vida.
—Es pediatra —respondí con confianza.
—Mmm-hmm. —Se cruzó de brazos, pellizcándose los labios—. Ahora,
dime por qué estabas tan desesperada por ver a Drew. Pareces un poco
sonrojada esta mañana, Molly.
Mordí mi labio inferior, evitando su mirada.
—Ya veo. —Se formó una leve sonrisa—. ¿Así que invitaste al doctor
Nepal a tomar una copa?
—Se podría decir. Y su nombre es Paul —agregué rápidamente.
—Por supuesto que sí, querida. ¿Y cuándo planeas volver a ver a Paul?
—Con suerte nunca —murmuré.
—¿El ñaca-ñaca fue tan malo? ¿No te satisfizo?
—¡Tía Gigi! —exclamé, con la cara ardiendo—. ¡No voy a discutir esto
contigo! ¡Y nadie dice ñaca-ñaca ya! Lo llamamos por lo que es. Sexo. Follar.
Coger. Hacerlo.
Esperaba obtener una reacción de ella. En cambio, su expresión
permaneció inquietantemente compuesta.
—He leído tus libros, querida. —Colocó su mano sobre la mía—. Nada
de lo que digas puede impresionarme. Entonces dime qué sucedió que
hace que no quieras volver a verlo, incluso después de hacer el amor.
Mis ojos se agrandaron, mi corazón acelerado.
—Oh no. No hicimos el amor. No, no, no, no, no.
Un suspiro escapó de la tía Gigi mientras me miraba con cariño.
—Sabes que te quiero como a mis propios hijos, ¿verdad?
—Por supuesto. Y te amo como si fueras mi madre —respondí.
—Tu padre amaba mucho a tu madre.
—Lástima que le devolvió ese amor al destrozarlo por completo.
—No, Molly. —Negó con la cabeza—. Ella te hizo añicos. Eras tan joven
cuando se fue, te afectó más que a Drew o incluso a tu padre. Todavía la
echaban de menos, pero no actuaron como tú. —Soltó una pequeña risa—
. Al principio, tu padre simplemente pensó que se trataba de tu
personalidad, pero hubo muchas ocasiones en que se inventó excusas
cuando recibía una llamada telefónica del director de tu escuela alegando
que habías estado molestando a otros niños que habían sido dejados por
sus madres, a veces hasta el punto de los altercados físicos.
Me mordí el labio, recordando eso como si fuera ayer. No fue mi
momento de mayor orgullo, pero odiaba escuchar cómo todos los otros
niños de mi clase podían hacer cosas divertidas con sus madres cuando ni
siquiera sabía dónde estaba la mía.
—Finalmente tomamos la decisión de ponerte en terapia.
Mis ojos se agrandaron.
—Espera. ¿Qué? ¡Nunca fui a terapia! —Recordaría haber estado en
el sofá de un psiquiatra, derramando las entrañas, preguntándome
constantemente cómo me hacía sentir todo.
Ella sonrió.
—Los psicólogos infantiles son un poco diferentes, Molly. ¿Recuerdas
cuando solías ir a ver a la señorita Margaret?
Asentí.
—Era mi niñera. Papá me llevaba allí para poder ir a la práctica de
hockey con Drew. Jugábamos con los juguetes y ella me preguntaba
acerca de... —Me detuve a medida que la comprensión se apoderaba de
mí—. ¿Ustedes me engañaron?
—Hiciste un progreso increíble en tan poco tiempo conforme la
señorita Margaret te ayudó a resolver todos tus problemas de abandono.
Ella fue capaz de dirigir toda tu ira hacia algo que te hizo feliz.
—¿Qué fue? —Sentí como si la tía Gigi estuviera hablando de un
completo extraño, no de mí.
—Leyendo y escribiendo. Cuando tenías ocho o nueve años, te envió
a casa con El diario de Ana Frank.
Miré a lo lejos, luego volví a mirarla, fruncí el ceño.
—¿Qué tiene esto que ver con papá y mi mamá?
—Molly, tu padre los ama a ti y a Drew más que a nada, aunque
probablemente ya no recuerde qué es el amor. Cuando tú y Drew eran más
jóvenes, él realmente no salió con nadie porque no quería hacerte sufrir más
dolores de cabeza. Tu bienestar siempre fue su prioridad. Salió casualmente,
pero nunca se lo tomo en serio, aunque había bastantes mujeres con las que
quería llevar las cosas al siguiente nivel.
—¿Entonces me estás diciendo que soy la razón por la que mi padre
se volvió cínico sobre el amor?
La tía Gigi negó con la cabeza.
—Tu padre nunca fue cínico sobre el amor.
—Entonces, ¿por qué decía el verdadero amor no es la vida real todo
el tiempo?
—Era algo que tu madre solía decir.
Arrugué mi frente, esta nueva información convirtió todo lo que pensé
que era cierto en su cabeza. Todas mis creencias, todas mis acciones ahora
fueron puestas bajo un lente diferente.
—¿Sabes cómo se conocieron? —preguntó Gigi, con una sonrisa
nostálgica en su rostro.
Lentamente sacudí mi cabeza. No sabía mucho sobre mi madre o su
romance efímero con mi padre.
—Se conocieron aquí.
—¿De verdad?
Gigi asintió.
—Acababa de hacerse cargo del café. Ella trabajaba como
camarera en uno de los restaurantes de los alrededores y venía todos los
días a tomar un café antes de su turno. Una cosa llevó a la otra y, bueno...
Terminó embarazada aproximadamente seis meses después. Antes de eso,
ella era un poco salvaje, un espíritu libre. —Sus labios se convirtieron en una
pequeña sonrisa—. Veo mucha de ella en ti.
Fruncí el ceño, no queriendo ser comparada con la mujer que rompió
el corazón de mi padre... que rompió mi corazón
—Ahora, puedes imaginar que fue todo un escándalo, especialmente
teniendo en cuenta que ella tenía veinticinco años y tu padre tenía quince
años más que ella. Claro, eran los años ochenta, por lo que tener un bebé
fuera del matrimonio no era un gran problema, pero ella pertenecía a una
familia católica romana bastante devota, como en la que tu padre y yo
crecimos. Su padre estuvo en la marina, un veterano de Vietnam, que era
increíblemente estricto. Para tus padres no había más opción que casarse.
Fueron al Ayuntamiento y se casaron con el Juez de Paz. Cinco meses
después, nació Drew. —Dejó escapar un suspiro—. Creo que tu padre
esperaba que una vez llegara el bebé, las cosas mejorarían, pero nunca lo
hicieron. Ella nunca brilló cuando sostuvo a Drew en sus brazos. Era casi
como si no pudiera soportar mirarlo, y mucho menos tocarlo. Puedes
imaginar nuestra sorpresa cuando, dieciocho meses después, anunció que
estaba embarazada otra vez.
—Espera. —Tomé una fuerte bocanada de aire, parpadeando
rápidamente—. Si ella no estaba feliz con mi padre, entonces...
—No te preocupes —respondió la tía Gigi rápidamente, obviamente
consciente de lo que pensaba—. Se aseguró de que él fuera el padre.
Incluso si no lo era, no le importaría. Él todavía te amaría como si fueras suya.
Drew y tú son las razones por las que nunca se arrepintió del tiempo que
pasó con su madre. Después de que ella se fuera, él no pensó que volvería
a saber de ella nunca más. Un día, ella llamó y pidió verte a ti y a Drew.
Mi boca se abrió.
—¿Lo hizo?
—Y tu padre, siendo el hombre compasivo y comprensivo que era,
estuvo de acuerdo. Ella nunca apareció. Llamó una semana después con
alguna excusa. Esto sucedió una y otra vez. Cada vez, él trató de
convencerla de volver, tratar de resolver las cosas. Tu madre simplemente
decía que sus sentimientos por ella no eran reales, que el verdadero amor
no es la vida real. De todos modos, él la amaba. Cuando estuvieron juntos,
la adoró, le dio todo lo que siempre había deseado. Él miró su embarazo
como una bendición. Ella lo miró como una prisión.
Me recliné en mi asiento, procesando toda esta información. La
mayoría de las decisiones que tomé a lo largo de mi vida adulta, en relación
con mis arreglos, se basaban en la idea de que no quería terminar herida
como mi padre y Drew. No estar románticamente involucrada parecía ser
la única solución. Nunca en un millón de años habría pensado que me había
convertido en mi madre... una mujer que huía del amor.
Abruptamente de pie, agarré mi bolso.
—Tengo que irme.
Gigi se deslizó fuera de la cabina y se paró frente a mí, colocando sus
manos sobre mis hombros.
—Entiendo que esta es una gran cantidad de información para
procesar, pero pensé que deberías saber antes de tomar una decisión que
lamentarás.
—Estoy asustada —admití a través de la pesadez en la garganta. Fue
la primera cosa real que dije en años, si es que alguna vez lo hice.
—Sé que lo estas, Molly Mae. —Me apretó los brazos—. Si no lo
estuvieras, no sería amor.
Nausea se formó en mi estómago ante esa palabra blasfema. Me giré
y salí corriendo del café. Sintiendo grandes y pesadas gotas de lluvia
comenzar a caer, saqué el paraguas de mi bolso. Eché un vistazo a la puerta
de mi edificio. Los recuerdos de Noah besándome allí hace menos de
veinticuatro horas se precipitaron hacia adelante. Traté de reprimirlos,
necesitaba aclarar mi mente y ordenar toda esta nueva información. Tenía
un plan antes de hablar con la tía Gigi. Ahora no sabía mucho de nada
22
Traducido por RRZOE
Corregido por Cherrykeane
Un poco de sol se asomó detrás de densas nubes, iluminando con un
pequeño rayo de luz los altos edificios detrás de mí que conformaban la
ciudad de Boston. Había perdido la noción del tiempo había, encerrada en
mis propios pensamientos durante todo el día mientras caminaba de un
lugar a otro. No importa a dónde fuera, algo me hacía pensar en Noah.
¿Cómo podría averiguar qué hacer con él si constantemente lo recordaba?
Una pequeña voz en mi cabeza me dijo que, eso en sí mismo, debería
haber sido mi respuesta, pero la ignoré, como haría cualquier persona en su
sano juicio. Eran más de las seis de la tarde y finalmente encontré un lugar
que no había sido marcado, un lugar donde podía pensar con claridad... o
lo más claramente posible con mi libido que me recordaba el éxtasis que
había experimentado la noche anterior.
Mirando el puerto desde mi banco en el parque Christopher
Columbus, a unas pocas cuadras de donde comencé esta mañana, vi un
avión que aterrizaba en el aeropuerto Logan. Pensé en ir a casa, empacar
y saltar en el próximo vuelo a algún lugar exótico.
Mis pensamientos estaban dispersos. En un minuto, no quería volver a
ver a Noah, a pesar de la improbabilidad de que eso sucediera. Al siguiente,
recordaba la noche anterior y lo perfecto que se sintió tener sus brazos
envueltos alrededor de mí.
La historia de la tía Gigi había arrojado todo por la borda. El lema con
el que había vivido: “El amor era simplemente una ilusión”, había sido
aplastado en pequeños pedazos por todo el piso del café. Estaba más
confundida que nunca. Incluso poner todos mis pensamientos en mi diario
no ayudó.
—Allí estás —me llamó una voz profunda y entrecortada,
interrumpiendo mis planes de escape sobre vivir en una isla remota,
completándola con un sirviente nativo para traerme tragos.
Giré la cabeza a la derecha. Cuando observé a Noah trotar por el
puerto hacia mí, mi corazón cayó a la boca de mi estómago. Aunque
estaba a unos metros de distancia, sus vibrantes ojos se destacaban.
Rápidamente me levanté, mis miembros nerviosos.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Miré a mí alrededor, sintiéndome
expuesta—. ¿Cómo sabías que estaría aquí?
Se detuvo frente a mí.
—Cuando no pasaste por el asilo esta tarde, estaba preocupado.
Me mordí el interior de la mejilla, evitando la expresión de
preocupación en su rostro.
—He estado un poco preocupada hoy —admití sinceramente.
Cuando dio un paso hacia mí, retrocedí. Quería escapar. Al mismo
tiempo, anhelaba la sensación de sus brazos a mí alrededor. Si esto era lo
que se sentía estar en una relación, me alegraba de haberme mantenido
alejada de ella. Me sentía bipolar, tal vez incluso maníaca. El sube y baja de
mis altibajos era amplio y sin previo aviso.
—¿Esto es por lo de anoche? —Levantó una ceja, su voz suave,
amable, hermosa.
—No —respondí rápidamente—. Solo tengo mucho que procesar. Ya
tuve que pedirle a mi editor una extensión para terminar este libro. Todavía
estoy atrasada.
—¿Así que viniste aquí? —Inclinó su cabeza, mirándome.
Mordí mi labio inferior.
—Bueno, primero fui al Common. Luego a una cafetería. Luego a un
bar. Esa resultó ser una muy mala idea, así que terminé aquí.
Mi ritmo cardíaco se aceleró cuando mi vista recorrió sus labios
carnosos, sus ojos vivos pero incómodos, su leve sonrisa.
—Pero realmente tengo mucho que hacer, así que tengo que irme. —
Salí del hechizo de la presencia de Noah y me giré sobre mis talones,
lanzándome por el camino.
—¿Por qué tengo la sensación de que estás huyendo de mí? —gritó.
El calor se apoderó de mí, me detuve. Sabía que mi comportamiento
no tenía sentido para alguien como Noah, que probablemente nunca tuvo
dificultades para formar relaciones fuertes y duraderas con la gente. Yo, por
otro lado, solo había salido casualmente, y usé la palabra “cita” muy
vagamente. Una cita siempre había sido un medio para un fin para mí, no
un dispositivo para soportar mi alma. Nunca había habido una conexión...
hasta Noah. No estaba demasiado orgullosa de admitir que todo esto me
asustaba. Antes que esto comenzara, tenía un plan, y enamorarme de Noah
no era parte de él.
—No estoy huyendo de ti —respondí en voz baja, frente a él.
Dio varios pasos deliberados hacia mí. Por mucho que quisiera
retirarme, una fuerza fuera de mi control me mantuvo pegado a ese punto.
—Lo estás, Molly. Después de lo de anoche, pensé... —Pasó la mano
por su cabello oscuro, tirando de él ligeramente mientras intentaba ordenar
sus pensamientos. Se acercó aún más, el calor de su cuerpo me envió una
onda. Él inclinó mi barbilla, forzando mis ojos a los suyos—… Pensé que
estábamos en la misma página —dijo en voz baja.
—Noah, yo... —Parpadeé repetidamente, incapaz de mirar hacia otro
lado—. No soy la mujer que crees que soy.
Una suave sonrisa dividió sus labios.
—¿Y qué mujer crees que es esa?
—No lo sé. —Tragué saliva—. Pero puedo asegurarte, no soy ella. —Me
aparté de él—. No soy el tipo de chica con la que un tipo como tú sale.
Diablos, le pregunté a tu hermana si alguna vez se cansaba de mirar vaginas
todo el día. No soy exactamente alguien que te gustaría presentar a amigos
y familiares.
—¿Por qué no? —Cerró la distancia entre nosotros de nuevo—. ¿Por
qué haces las preguntas que nadie más hace? Ese es un rasgo de carácter
positivo, si me preguntas.
—Eso es lo que dices ahora, pero en algún punto, ya no te gustará
más —le expliqué, con una urgencia en mi tono—. Y la falta de filtro es solo
una de mis muchas peculiaridades que deberían enviarte a correr por las
colinas. Hay muchas otras mujeres por ahí. Mujeres qué no pondrían en
peligro tu trabajo. —Mi expresión se volvió seria—. Tal vez es mejor que
olvidemos que anoche pasó. Puedes buscar a alguien que esté al menos en
la misma esfera intelectual que tú... tal vez otra médica. Entonces puedes
tener muchas relaciones sexuales con las médicos y pequeños bebés
doctores.
Una risa retumbó desde su pecho. Deslizó sus manos por mi cuerpo,
aterrizando en mi cintura, jalándome hacia él.
—Pero no quiero tener relaciones sexuales con médicos. —
Lentamente negó con la cabeza, su voz sensual.
Mi resolución de alejarme se derritió en un charco en medio del
parque Columbus. Fui masilla en sus manos. Su toque era todo lo que
necesitaba para aceptar lo que quisiera.
—Quiero tener sexo con Molly. Mucho y mucho sexo con Molly.
—Pero ¿cómo me presentarías a tus amigos? “Hola, esta es Molly. Ella
escribe smut7?”. —Puse los ojos en blanco—. Estoy segura de que va a ir bien
en todos tus círculos y fiestas de médicos.
—Deja de etiquetar todo. Deja de ponernos en categorías. Eres una
escritora brillante, y decidí tomar una decisión financiera realmente mala y
me convertí en médico. Cómo nos ganamos la vida no nos define. Solo
intentas encontrar todas las excusas sobre por qué no deberíamos estar
juntos.
—Y hay muchas cosas, Noah. Estoy segura de que podría llenar
páginas con todos los motivos por los que no deberíamos estar juntos, el más
apremiante es el hecho de que eres el médico de mi padre.
—¿Qué pasa si tus páginas llenas de razones por las que no
deberíamos estar juntos no pueden competir por la única razón por la que
deberíamos? ¿Qué pasaría si todas tus razones, tomadas en conjunto,
palidecen en comparación?
Mi corazón tamborileó por la sinceridad en sus ojos, su rostro, su
cuerpo.
—¿Y cuál es? —Tragué saliva.
Pasó su dedo sobre mis labios, enviando un temblor a través de mí.
—Ese algo sobre ti me atrajo desde el día en que te vi leer a tu padre
por primera vez. Eso, a pesar de intentarlo, no he podido dejar de pensar en
ti durante meses. Que creo firmemente en que el destino intervino y nos
obligó a estar juntos ese día hace unas semanas cuando te salvé de una
pandilla de malvados despiadados.
—También conocidos como patos —murmuré, una ligereza en mi
pecho.
—Solo un detalle pequeño e insignificante. —Llevó sus labios hacia los
míos—. Sabía que me arrepentiría todos los días de mi vida si no decía “al
carajo” y simplemente estar contigo, a pesar de todas las complicaciones
que rodean una posible relación contigo. Nunca he sido tan feliz en mi vida
como lo soy contigo... incluso cuando estamos completamente vestidos.
Permití que una risa escapara de mi garganta.
—Pero me gusta cuando no hay ropa, también.
—Al igual que a mí. —Hizo una pausa para un latido, sus labios un
susurro lejos de los míos—. Así que…
Smut: Termino que surge en Gran Bretaña para designar contenido que es
sugerente y que raya en lo pornográfico.
7
—Entonces... —respiré.
—Así que…
—Entonces. —Enredé mis dedos en su cabello, tirando de él hacia mí.
Suavemente, presionó su boca contra la mía, su beso sin prisas. Incluso con
los besos más inocentes, parecía invadir cada centímetro de mí. Lo sentí en
mi piel, en mi núcleo, en mi corazón.
Apoyó su frente contra la mía, lamiéndose los labios.
—Lo entiendo, Molly. —Con un agarre firme, ahuecó mis mejillas. La
intensidad en sus ojos era inquebrantable—. También tengo miedo. Es difícil
para mí describirlo. He salido con muchas mujeres diferentes en todos mis
treinta y ocho años…
—Veintinueve más nueve —corregí.
—Sí. Veintinueve más nueve —dijo con una sonrisa antes de que su
expresión se volviera sería una vez más—, y ninguna de ellas me ha dejado
la misma huella que tú. No solo estoy diciendo eso para meterme en tus
bragas de nuevo. —Hizo una pausa, sus ojos se volvieron oscuros—. Aunque
real, realmente me gustaría volver a meterme en tus bragas.
Me reí, mi corazón rebosaba por su habilidad para hacer bromas
durante una conversación seria, como si supiera que lo necesitaba. Era
como si siempre supiera exactamente lo que necesitaba.
—Real, realmente me gustaría eso también.
Una sonrisa tiró de su boca.
—Molly, lo que estoy tratando de decir es... —respiró profundamente,
humedeciendo sus labios nuevamente—… quiero poder llamarte mi novia y
tener una mirada petulante cuando todos mis amigos descubran que
puedes escribir una escena de sexo increíble y usarme como un conejillo de
indias muy dispuesto.
Hice un puchero juguetonamente.
—¿Me estás usando por mi porno de “mamá”?
—No. Nunca. —Sonrió—. Quizá solo un poco.
Arqueando mi cuerpo contra el suyo, forcé su cabeza hacia mí.
—Puedes usarme en cualquier momento que quieras —murmuré
coqueta.
Gruñendo, su boca se movió contra la mía una vez más. Todas mis
preocupaciones momentáneamente me abandonaron. A menudo había
puesto los ojos en blanco en novelas románticas, incluidas la mías, cuando
la heroína afirmaba que todos sus temores habían sido borrados
milagrosamente después que el héroe la tocara o la besara, pero ahora lo
entendía. No era que no tuviera más preocupaciones o inquietudes. Era el
conocimiento de que no estaba sola en mi miedo, de que estábamos en
esto juntos.
—Entonces... ¿Cena? —Levantó una ceja, mirándome.
Hice un gesto hacia mis jeans y mi raída camiseta, sin mencionar el
cabello que había anudado al azar en un moño sobre mi cabeza.
—No estoy exactamente vestida para eso.
—No te preocupes por eso. —Guiñándome un ojo, agarró mi mano y
tiró de mí con él—. Conozco el lugar perfecto.
Se me revolvió el estómago cuando me miró con más adoración de
la que nunca me habían mirada. No recordaba a alguien que me mirara
con tanta devoción.
—Entonces... nunca respondiste mi pregunta —le dije, rompiendo el
silencio mientras me conducía hacia Hanover Street y North End—, ¿cómo
supiste dónde estaba?
Sonrió.
—Tu hermano.
Me detuve en seco, apartando mi mano de la suya.
—¿Drew? ¿Pero no pensará que algo está pasando entre nosotros?
Noah sostuvo mis brazos, una expresión de satisfacción en su rostro.
—Quiero que piense que algo está pasando entre nosotros. Dije que
quería estar contigo, Molly, y no solo tras la puerta cerrada. Quiero salir en
público contigo. Quiero sostener tu mano a donde quiera que vayamos.
Quiero que todos sepan lo increíble que eres. No voy a esconderte como un
secreto del que no quiero que alguien se entere.
Tiré mi labio entre mis dientes.
—Pero ¿qué pasa si te metes en problemas? ¿No es desacertado que
un médico forme una relación íntima con alguien involucrado en el proceso
de toma de decisiones de uno de sus pacientes?
Ladeó la cabeza.
—Google. —Me encogí de hombros.
Una mirada pacífica cruzó su rostro.
—Es así, por lo que ya no soy el neurólogo de tu padre. Como es un
área gris, busqué la opinión de la junta médica. Mientras me proteja de
cualquier cosa que tenga que ver con el cuidado de tu padre, no sería
antiético para mí estar involucrado contigo, considerando que ahora es un
paciente anterior.
—Pero cuando nos besamos la primera vez, eras el médico de mi
padre. ¿Qué pasa si alguien se entera?
—Trataré con eso si llega el momento. En este momento, solo quiero
estar contigo. Nadie sabe lo que depara el futuro. No voy a preocuparme
con un montón de qué pasaría si. No ahora. Solo quiero tomar tu mano
mientras caminamos por las calles de la ciudad, luego cenar contigo. No
me importa quién nos vea. De hecho, quiero que todos nos vean —declaró
con tanta alegría, con tanto fervor, con tanto celo. Nadie había peleado
tanto por mí antes y rompió otra parte de la pared que había erigido
alrededor de mi corazón—. ¿De acuerdo?
—Está bien —le dije en voz baja, y le permití ciegamente que me
guiara por algunas calles laterales que conocía como la palma de mi mano.
Aturdida, no me di cuenta cuando bajó por mi calle hasta que el
aroma familiar del café de mi familia llegó a mis narices. Le di una sonrisa a
Noah, agradecida de que supiera que mi idea perfecta de la cena era un
aperitivo de comida para llevar con él como plato principal.
Busqué en mi bolsa, buscando mis llaves.
—No vamos a ir a tu casa. —Agarró mis llaves, arrojándolas de nuevo
a mi bolso.
Agarrando mi mano, él continuó más allá de mi porche delantero,
arrastrándome por los escalones del edificio de apartamentos de Drew.
Mis ojos se agrandaron.
—¿Qué estamos haciendo aquí?
—¿No haces una cena familiar todos los domingos?
—Sí, pero…
—Sé lo importante que es para ti la familia. No me interpondría en eso.
—¿Crees que esta es una buena idea? Quiero decir... —Evité sus ojos,
sin saber cómo reaccionaría Drew a este cambio bastante drástico de los
acontecimientos. Sabía que tendría algunas explicaciones serias que hacer,
pero todavía no estaba segura de estar preparada para eso.
—Lo estoy. Tu hermano también. Él fue quien me invitó, aunque me
advirtió que si alguna vez hacía algo para lastimarte, se asegurará de que
lo pague caro.
—Eso suena como Drew —murmuré, náuseas llenando mi estómago,
mi boca de repente seca.
—Está bien —alentó Noah—. Todo estará bien. —No tenía idea de por
qué me estaba tranquilizando cuando esta era mi familia. Uno pensaría que
habría sido al revés. ¿No se suponía que él era quien debía estar nervioso?—
. Esto es parte de estar en una relación. Pero si no estás lista, podemos hacer
otra cosa.
Suspiré.
—Entonces nunca escucharé el final por parte de Drew y Brooklyn.
Drew simplemente me perseguiría y me arrastraría por aquí de todos modos.
—Miré hacia la puerta y puse mi mano en el pomo—. Solo necesito
advertirte. Mi familia puede ser un poco... ruidosa.
—No esperaría nada más.
—Al menos sé que Drew tiene un montón de vino.
Noah se rio entre dientes cuando abrí la puerta, el sonido de voces
bulliciosas llenando el hueco de la escalera. Mientras subíamos las escaleras,
pude escuchar a mi tío Leo contar otra de sus historias de pesca. Quería
darme la vuelta y huir, la posibilidad de presentar a Noah a mi familia como
mi novio me revolvía el estómago. No veía cómo podría ir bien esto. Peor
aún, sabía que Drew y Brooklyn juntarían dos y dos y descubrirían que no
había ningún compañero de trabajo. Se darían cuenta que fue Noah todo
el tiempo. Temía que uno de ellos resbalara y Noah descubriera que al
principio solo quería pasar tiempo con él para usarlo como inspiración.
Por primera vez desde que podía recordar, en realidad quería estar
con él. Nunca había sentido una punzada en el pecho ante la perspectiva
de que alguno de los hombres con los que salía me abandonara. Con Noah,
no era solo una punzada. Era un dolor agudo y completo.
Tomando aliento, empujé para abrir la puerta del departamento de
Drew. El silencio cayó sobre la sala mientras estábamos parados en la
entrada. Me sentí como si acabara de aparecer en una fiesta desnuda. Bajé
la mirada para asegurarme que ese no era el caso.
—¡Molly Mae! —rugió mi tío Leo, rompiendo el rígido silencio—. ¡Entra
aquí, maní! Estás dejando entrar una corriente de aire.
Soltando una sonrisa, llevé a Noah a la modesta sala del
departamento de mi hermano, cerrando la puerta detrás de nosotros. Solo
mi tío Leo se quejaba de dejar pasar una corriente de aire en junio. Con
cuidado de evitar los juguetes de las niñas desperdigados por todas partes,
llevé a Noah hacia la península donde todos estaban congregados, riendo
con los aperitivos de calamares y bocadillos de champiñones.
—No seas grosera, Molly —dijo Gigi. Una expresión engreída pero
satisfecha estalló en su rostro—. ¿No nos presentarás a tu amigo?
—Como si incluso necesitara una presentación. Estoy bastante segura
de que todos lo conocen ya. —Miré todas las caras familiares. Durante años,
había sido una tradición reunirnos en casa de Drew todos los domingos con
una pequeña parte de mi gran familia, que consistía en Drew, las niñas, la
tía Gigi, el tío Leo, Brooklyn y yo. Ella no estaba emparentada por sangre,
pero era parte de nuestra tribu.
—Es un gusto verle, doctor McAllister —dijo Drew, rompiendo la
tensión, tendiéndole la mano a Noah, quien la tomó, sonriendo a mi
hermano.
—Es Noah. Por favor, solo llámame Noah.
—Estoy segura de que recuerdas a la tía Gigi y al tío Leo. —Hice un
gesto a un hombre bajo y calvo con gafas, y luego a la pequeña morena
canosa de sesenta y cinco años a su lado.
—Por supuesto. Es un placer volver a verlos a ambos —respondió Noah
con una sonrisa.
—Oh, el placer es todo nuestro. —La tía Gigi le guiñó un ojo.
—Y esta es Brooklyn. —Asentí hacia mi mejor amiga, que parecía tener
mil preguntas que estaba a punto de hacer. Quise cavar un hoyo y
enterrarme en él.
—Encantado de conocerte —dijo Noah cordialmente.
Brooklyn simplemente lo estudió, con los labios tensos. Esperaba que
Drew estuviera preocupado con este arreglo. No anticipé que Brooklyn
tuviera reservas.
—Si nos disculpas por un minuto. —Ofreció una sonrisa rígida, luego me
agarró del brazo y tiró de mí.
Miré por encima de mi hombro mientras ella me guiaba desde la
cocina hacia el pasillo.
—Vuelvo enseguida.
Noah me dio una mirada comprensiva. La relevación se apoderó de
mí cuando Drew colocó su brazo sobre su hombro y lo condujo hacia la
barra húmeda, preguntando qué le gustaría beber.
Brooklyn me empujó hacia la habitación de Drew, y prácticamente
cerró de golpe la puerta. Se dio la vuelta.
—¿Qué demonios está pasando, Molly?
—Es una especie de larga historia, Brook. Una en la que preferiría no
ahondar esta noche.
Se cruzó de brazos, parada frente a la puerta para evitar que me
fuera.
—Me enfocaré en los puntos clave. ¿Cómo pasaste de perseguir a un
compañero de trabajo de la revista, ir a una cita anoche con un chico que
conociste en línea, y ahora salir con el médico de tu padre? —Entornó los
ojos—. ¿Es por esto por lo que el hombre en el trabajo te rechazó? ¿Y qué?
¿Has encontrado a alguien más que está fuera de los límites para usar como
musa?
—¡Shh! —La alejé de la puerta y la guíe hacia la cama de Drew—. No
es así.
—Entonces dime exactamente cómo es. Desde donde estoy parada,
parece que estás dispuesta a dejar que ese pobre tipo ponga en peligro su
carrera solo por un estúpido libro. Me he mantenido callada durante años,
pero he terminado, por lo que es mejor que tengas una maldita buena
explicación de qué diablos está pasando.
Dejándome caer sobre la cama, abracé una de las almohadas de
Drew, tratando de ordenar mis pensamientos.
—Nunca hubo un compañero de trabajo. —Eché un vistazo por
encima de la almohada.
El silencio sonó en la habitación.
—Ese día en Common, cuando estaba tratando de superar el
bloqueo de escritor, fue Noah quien me salvó de ser atacada por un
puñado de malvados salvajes.
—O patos —Ella se sentó en el borde del colchón.
—Detalles. —Le disparé una sonrisa, una mirada soñadora cruzando
mi rostro—. Pasamos horas hablando de lo que fuera que se nos ocurriría.
Después de irme, no podía esperar para llegar a casa a escribir. Nunca me
había sentido tan inspirada, y fue entonces cuando mi libro adquirió una
sensación diferente. —Suspiré—. Tal vez mis razones para pasar tiempo con
él fueron egoístas al principio. Muchas veces cuando escribo, me distraigo
por todo lo demás. Después de pasar tiempo con Noah, no cedí a esas
distracciones. No pude detener la historia que salió.
—Fue un libro malditamente bueno, uno que nunca debiste descartar
—admitió Brooklyn—. Entonces cuando dijiste que besaste a tu compañero
de trabajo y él te apartó... —Ella alzó la ceja.
—Fue Noah. —Negué con la cabeza—. Después que mi padre se
volvió violento conmigo esa vez, Noah quiso asegurarse de que no había
sufrido una conmoción cerebral o algo por la caída y el golpe en mi cabeza.
Me llevó a una de las salas de examen. —Un hormigueo se extendió por mis
miembros cuando recordé nuestro primer beso, la adrenalina de que estaba
mal, la plenitud en mi corazón me hizo sentir más satisfecha que nunca.
—¿Así que aprovechó tu estado convaleciente? —siseó, su expresión
fría, sus labios apretados—. Qué tipo más caballeroso.
—No se aprovechó de nada, Brook. Yo fui quien lo besó. Lo inicié.
Claro, él me devolvió el beso, y fue increíble, pero recuperó los sentidos y
salió de la habitación. Lo confronté al día siguiente cuando descubrí que
había transferido la atención de mi padre a un neurólogo diferente. No lo
volví a ver... hasta que salí con Paul anoche. Por cierto, ¿sabías que Soul
Mate es un sitio web de citas mormón?
Sus ojos se abrieron con sorpresa mientras me estudiaba, luego se
echó a reír.
—¿Saliste con alguien de allí?
—No tenía ni idea. Él no fue más santo que otros cientos cuando nos
enviábamos mensajes. Pero cuando la camarera vino a tomar nuestros
pedidos, él dijo que no bebíamos. Sabía que algo estaba pasando, así que
me escondí en el baño para averiguar en dónde lo había conocido. Brook,
él me pidió que dijera la bendición antes de comer.
Brooklyn se rio.
—Hubiera pagado para ver eso. Estoy bastante segura de que una
iglesia estallará en llamas si alguna vez cruzas las puertas.
—Bueno, la cita definitivamente estalló en llamas.
—¿Cómo se enteró Noah de todo esto? —Se inclinó más cerca,
envuelta en la historia. Su furia de antes había comenzado a menguar, y fue
reconfortante ver la versión de mi amiga a la que estaba acostumbrada.
—Estaba en el mismo restaurante con esta preciosa rubia, que
también era doctora y conocía a mi cita. Cuando se iban, se detuvieron en
nuestra mesa.
—¿Qué hiciste? —preguntó, su atención absorta.
—Estaba rodeada de todos estos doctores inteligentes perversos, así
que hice lo que siempre hago cuando me siento incómoda. —Me encogí
de hombros.
—Oh Dios mío. Hiciste una broma de mal gusto —dijo Brooklyn,
horrorizada. Ella me conocía mejor que yo misma a veces.
—La rubia era ginecóloga, así que le pregunté si alguna vez se
cansaba de mirar vaginas. Honestamente, tenía curiosidad. No sé si podría
lidiar con mirar a los castores8 todo el día.
Ella se echó a reír, sacudiendo la cabeza.
—Típico de ti.
—No sabía qué más decir. Noah estaba a menos de un metro de mí
con esta doctora alta y sorprendentemente bella. No podría competir con
eso.
La expresión jovial de Brooklyn cayó cuando colocó su mano sobre la
mía.
—Tú también eres una mujer hermosa e inteligente, Molly. ¿A quién le
importa si no fuiste a la escuela de medicina?
Sonreí, ofreciéndole un silencioso agradecimiento.
—Entonces, ¿qué pasó después? —preguntó después de una larga
pausa.
—Como dije, la cita fue un fracaso, aunque él quería que fuera a la
iglesia con él esta mañana. —Me encogí de hombros—. Debatí acerca de
darle el número de la tía Gigi para ver si ella estaría interesada en convertirse
al mormonismo.
Me golpeo juguetonamente, se rio entre dientes.
—Para.
—Cuando volví a casa y comencé a caminar, oí una voz que me
llamaba.
—Awww —arrulló Brooklyn, descansando una mano sobre su corazón
mientras caía sobre la cama de Drew. Rodó sobre su costado, apoyándose
sobre en el codo. Me recordó todas las noches que pasamos durmiendo en
la casa de la otra en la escuela secundaria, chismeando sobre los chicos—.
Qué romántico.
—Me dijo que no podía dejar de pensar en mí. Que lamentaba
haberme ignorado las últimas semanas, pero estaba asustado. Luego lo
invité arriba.
Ella entornó los ojos.
Castores: En inglés, es una forma para referirse a la vagina, se dejó la versión original para
respetar el juego de palabras.
8
—Respóndeme esto. Después de que se disculpó y probablemente te
derramó su corazón, a pesar de que convenientemente estás dejando esos
detalles fuera de este relato, ¿cuál era tu intención?
—¿Qué quieres decir? ¿Qué intención?
—Sabes exactamente de lo que estoy hablando. ¿Solo lo invitaste
arriba porque te inspiró a escribir? ¿Planeas tirarlo cuando ya no sea ese el
caso?
—¡No! —exclamé, y luego respiré profundamente—. Quiero decir,
cuando lo invité arriba, podría haber sido así.
—Comprendes que este hombre arriesga potencialmente su carrera
solo para estar contigo, ¿cierto?
Su tono era directo, áspero, abrasivo, en desacuerdo con la iluminada
y la despreocupada Brooklyn a la que estaba acostumbrada.
—¡Entiendo eso! Pero algo cambió. De hecho, sentí algo cuando
estaba con él.
—¿Un orgasmo?
—No, Brook. Algo. Fue hermoso, maravilloso y todo lo que imaginé que
sería. Así que, naturalmente, a la luz del día, me di cuenta de que anoche
fue un error monumental.
—Oh, Dios —murmuró Brooklyn, poniendo los ojos en blanco—.
¿Entonces que hiciste? ¿El camino de la vergüenza desde tu propia casa?
—Afortunadamente, no tuve que hacerlo, aunque había planeado mi
escape. Cuando finalmente reuní el coraje de darme vuelta en mi cama,
estaba vacía. Lo llamaron del trabajo. Pasé todo el día pensando cómo
evitar verlo de nuevo.
—Bueno, por lo que se ve, hiciste un gran trabajo.
Me reí.
—Fue a mi casa a buscarme cuando no fui a visitar a papá hoy.
—¿No fuiste a ver a tu papá? —Sus ojos casi se salieron de sus órbitas.
Mordiéndome el labio, negué lentamente con la cabeza.
—Nunca he permitido que un hombre se interponga entre mis amigos
o familiares y yo. No tenía ganas de ver a Noah, así que abandoné a mi
padre para evitar encontrarme con él. No sé lo que estaba pensando, pero
sabía que anoche fue una mala idea. Al menos pensé que lo era... hasta
que hablé con la tía Gigi esta mañana.
—Espera un minuto. —Brooklyn saltó de la cama—. ¿Hablaste con tu
tía sobre el sexo con el médico caliente y no conmigo?
—¡Estabas trabajando! —argumenté en mi defensa, jalándola hacia
la cama—. Y ella no sabía que era sexo caliente con el médico. Quiero
decir, no creo que haya mencionado el sexo. Quizás lo hice. No lo sé. De
todos modos, ella me contó sobre mi mamá y mi papá. Dijo muchas cosas
que tenían sentido... —Aparté la vista—. Demasiado sentido. Ahora me
pregunto si desperdicié los mejores años de mi vida colgando de algún lema
loco que pensé que mi ídolo, mi padre, vivía. No era un lema en absoluto,
sino un recordatorio de por qué el amor de su vida, la madre de sus hijos, no
lo quería. Por eso había dicho “el verdadero amor no es la vida real”. No fue
porque creía que las palabras eran verdad. Fue porque mi madre le había
dicho esas mismas palabras todas y cada una de las veces que intentó
convencerla de volver. Ella le rompió el corazón, pero ¿sabes qué? Él nunca
se dio por vencido con ella. —Me moví nerviosamente con las manos en mi
regazo.
»Entonces, cuando Noah me encontró en el parque Columbus
jugando con la idea de meterme en un avión... No sé. Tengo miedo, pero
como Gigi dijo, tal vez así es como sé que es real.
Brooklyn suspiró, luego apretó mi mano en la de ella.
—Honestamente, nunca pensé que vería el día en que Molly Brinks,
columnista de Metropolitan Magazine, se asentaría.
—¡Oye! ¡No me estoy asentando! Sigo siendo la mismo Molly. Estar con
Noah no va a cambiarme.
—Creo que ya lo hizo. —Ella guiñó un ojo justo cuando un suave golpe
sonó en la puerta.
Drew asomó la cabeza.
—¿Todo está bien aquí?
—Por supuesto. —Alisé mis jeans y me levanté de la cama—. Lo siento.
Nos dejamos llevar.
—No lo sientas. —Me ofreció una sonrisa—. La cena está casi lista.
Miré a Brooklyn.
—¿Estamos bien?
Se levantó de la cama y me abrazó.
—Por supuesto que sí. —Me apretó con fuerza, luego salió de la
habitación. Drew y yo la seguimos por el pasillo. Cuando estábamos a punto
de unirnos a la multitud, él me llevó aparte.
—Estoy feliz por ti, Molly —ofreció, sorprendiéndome.
—No deberías haberlo descubierto así. Debería haberte dicho la
verdad desde el principio.
Él levantó una ceja, sonriendo.
—¿De verdad piensas que me creí tu pequeña historia sobre un
compañero de trabajo del que nunca hablaste?
—¿Lo sabías? —Mis ojos se abrieron—. ¿Por cuánto tiempo?
—Suficiente tiempo.
—¿Por qué no dijiste nada?
Metió sus manos en sus bolsillos.
—No lo sé. Pensé que si no curioseaba, si no presionaba, tal vez este
sería diferente a todos los demás. —Una amplia sonrisa cruzó su rostro—.
Creo que tuve razón.
Agarró mi codo y tiró de mí hacia la sala de estar. Mi corazón se
calentó cuando mis ojos se posaron en Noah sentado en el piso con Alyssa
y Charlotte, fingiendo una fiesta de té.
—No dejes que se te suba a la cabeza —murmuré.
—Demasiado tarde. —Me tendió una copa de vino mientras me
inclinaba contra la isleta, sin querer quitar mis ojos de lo cómodo que estaba
Noah rodeado de extraños. Era como si él perteneciera aquí.
23
Traducido por RRZOE
Corregido por Cherrykeane
—Probablemente tenía cuatro o cinco en ese momento —dijo Drew
con voz bulliciosa, tratando de contener su risa—, ¡Dios, ella estaba tan
enojada! Estaba bailando Air Supply en el sótano, construyendo algo con
sus bloques. No tengo idea de qué.
—Era un muro para mantener alejados a los hermanos malhumorados
—respondí con una sonrisa, atrapando la mirada enamorada de Noah por
el rabillo del ojo.
—Ella nunca lo vio venir. Como estaba en mitad del giro, derribe todo
su duro trabajo. Me persiguió por todo el sótano y me gritó: ¡Dámelo!
Aunque todos sabían la historia, todos se rieron... excepto Noah. Su
mano rozó mi pierna debajo de la mesa.
—¿Dámelo? —reflexionó en una voz sexy, levantando la ceja.
Me encogí de hombros.
—Fue antes de ser tan elocuente con las palabras. —Tomé un sorbo
de mi vino.
—Después de todos estos años, cada vez que me enojo con él,
todavía digo eso. —Le guiñé un ojo a Drew, quien tenía una expresión de
satisfacción en su rostro mientras nos miraba a Noah y a mí.
—Aunque estos dos apenas pelean —intervino Brooklyn—. Tienen una
relación extrañamente cercana. —Hizo una breve pausa—. ¿Y tú, Noah?
¿Algún hermano o hermana?
—Cuatro hermanas —respondió—. Molly conoció a una de ellas. Piper.
—Ella es doctora, también. Ginecóloga —agregué.
Los ojos de Brooklyn se clavaron en los míos mientras ponía dos y dos
juntos.
—¿A quién le preguntaste...?
Asentí. Sintiendo la mirada de Noah sobre mí, me volví hacia él.
—Le conté lo relevante sobre anoche.
—Eso pensé. —Me guiñó un ojo.
—¿Te criaste en Boston? —preguntó el tío Leo.
—No, señor —respondió Noah con respeto. Me maravillé de lo
educado que era. Me había retirado la silla mientras me sentaba a la mesa,
incluso en la atmósfera relajada de mi familia. Era una cosa tan pequeña,
pero hablaba mucho del tipo de hombre que era, de lo diferente que era
de todos los demás que habían venido antes que él. Nunca me habían
sostenido ni abierto la puerta. Nunca me habían compartido el paraguas
cuando nos atrapó
la lluvia y olvidé el mío. Nunca habían pensado en alguien más que
en ellos mismos. Supuse que yo tampoco... hasta ahora.
Mientras contemplaba la silueta de Noah, sin que se diera cuenta,
consideré la posibilidad de que había una razón por la que nunca quise
nada más que una aventura ocasional. Quizás sabía que esos tipos no eran
suficientes para mí. Tal vez había estado inconscientemente esperando
encontrar a un hombre que me tratara como una mujer merece ser
tratada... como una reina en público y una diosa en privado. Anhelaba el
momento en que Noah me adoraría en mi altar otra vez.
—Crecí en Nueva York.
Gigi jadeó, como si hubiera confesado haber asesinado niños.
Agarrando la mano del tío Leo, miraron a Noah.
—¿Nueva York? No eres... —Se detuvo, incapaz de terminar las
palabras.
—No, señora. No soy fan de los Yankees.
Ella exhaló un gran suspiro de alivio, haciendo la señal de la cruz. El
béisbol era tan sagrado como la religión en nuestra familia.
—Gracias a Dios.
—¡Sí! —dijo Alyssa, finalmente tomando un descanso de rellenarse la
cara con espagueti casero—. No se permiten fanáticos de los Yankees aquí.
Papá ya me dijo que nunca me permitirá salir con alguien que sea fanático
de los Yankees... o canadiense.
—Nunca se te permitirá salir, punto —corrigió Drew con una sonrisa—.
Pero si lo haces, no a todos los canadienses. Son los fanáticos de Montreal
Canadien. —Volvió su atención a Noah, encogiéndose de hombros—. Las
viejas rivalidades del hockey nunca mueren realmente.
—Hablando de eso... —Noah se llevó la copa de vino a los labios y
bebió un sorbo para acompañar la abundante comida italiana. No pude
evitar pensar que había algo increíblemente erótico en la forma en que
giraba su vino, saboreando el robusto cabernet sauvignon que eligió para
combinar con su Braciole, la especialidad de mi tía Gigi—. ¿Alguna vez
pensaste en volver al juego?
Drew bajó la cabeza, mirando su plato mientras jugueteaba con los
fideos, girándolos alrededor de su tenedor.
—He tenido algunas ofertas para entrenar, pero tengo que poner a
mis chicas primero. Entrenar significaría estar fuera de casa por semanas…
—No si entrenas en la universidad —interrumpió Gigi.
Drew le lanzó dagas con la mirada. Tenía la sensación de que tuvieron
esta conversación muchas veces antes. Drew era tan terco como yo. Era
casi imposible convencerlo para que cambiara de opinión una vez que se
había decidido. Su amor por sus chicas no tenía rival, pero estaba claro lo
mucho que echaba de menos la emoción de estar cerca del hielo, aunque
nunca lo admitiría. Le había comprado el café a mi padre cuando ya no
podía hacerlo por su cuenta debido a su enfermedad. Drew realmente no
lo hacía más de lo que lo hizo mi padre. Eso era todo la tía Gigi.
—Todavía tendría que estar lejos de las chicas. Tal vez no por semanas
a la vez, pero aún más de lo que me gustaría. El entrenamiento está fuera
de discusión. —Miró a Gigi, silenciosamente diciéndole que lo dejara estar.
Luego se volvió hacia Noah, ansioso por cambiar de tema—. ¿Tus padres
todavía viven en Nueva York?
—Mi madre sí. —Apuñaló su tenedor en su ensalada—. Mi padre
falleció cuando yo estaba en la universidad.
—Lo siento —ofreció Drew.
—Alzheimer —agregó Noah. Cada par de ojos en la habitación se
lanzó en su dirección—. Él es la razón por la que elegí el camino que tome.
—¡El abuelo también tiene la vejez! —La voz de Alyssa cortó el aire
solemne en la mesa, una sonrisa en su rostro. Deseaba que pudiese ser joven
e inocente por siempre, la crueldad de la facilidad con que la gente podía
irse y olvidarte nunca la afectaba realmente como a mí—. Olvida muchas
cosas y lo enoja —inclinó la cabeza hacia Drew—, ¿no es así, papi?
Drew asintió con los labios apretados.
—Eso no quiere decir nada. Es solo la forma en que su cerebro está
conectado.
—¿Mi cerebro está conectado de la misma manera? —Sus ojos se
agrandaron, su suave mentón tembló—. No voy a olvidar y ser mala
también, ¿verdad?
—Por supuesto que no, Calabaza.
—¿Promesa? —Sus cejas se fruncieron, la preocupación grabada en
su rostro—. Porque realmente no quiero olvidarme de ti o la tía Molly. O la tía
Brook o Charlotte.
Noah apretó mi mano debajo de la mesa, capaz de sentir mi
inquietud al dar testimonio del intercambio de Drew con Alyssa.
Constantemente había estado detrás de Drew porque no visitaba a nuestro
padre lo suficiente. Esta conversación puso todo en perspectiva para mí. No
tenía a alguien a quien tuviera que explicar el deterioro de la salud de mi
padre. Todos los que estaban cerca entendían lo que estaba pasando.
Alyssa y Charlotte eran demasiado jóvenes para entender realmente el
concepto. Para ellas, su abuelo ya no era el mismo hombre de antes. Ya no
estaba allí para llevarlas al parque y empujarlas en el columpio. Ya no
estaba cerca para jugar al “veo, veo”. Ya no estaba allí para llenarles el
estómago con gelato y otras golosinas azucaradas. Mi corazón cayó por
Drew por lo que le esperaba en algún lugar del camino: tener que explicar
qué era la muerte a dos almas bellas e inocentes.
—Lo prometo. —Drew se inclinó para besar a Alyssa en la frente, luego
se levantó de su silla, haciendo lo mismo con Charlotte. Caminó hacia el
minibar y agarró unas cuantas botellas más de vino. Tenía la sensación de
que cada adulto en la mesa no rechazaría más alcohol, ya que todos, en
silencio, consideramos la probabilidad de que el tiempo de mi padre se
acercaba al final.
—Oye, Alyssa. —La voz de Noah atravesó la pesada atmósfera
mientras todos miramos nuestros platos, evitando la mirada del otro.
—¿Sí? —Ella se animó.
—¿Te gustan los chistes?
—Sí, señor —respondió educadamente.
—¿Por qué Peter Pan siempre está volando?
Alyssa lo contempló por un minuto, luego negó con la cabeza.
—No lo sé.
—Porque él nunca aterriza.
Soltó una risita, su expresión se iluminó.
—Dime otro.
—Bueno.
Eché un vistazo a Noah, que parecía tan cómodo como si estuviera
interactuando con dos niñas que había conocido toda su vida. Nunca lo
identifiqué como el tipo de hombre que era fanático de los niños, no con la
personalidad intelectual que tendía a exudar, pero era natural. En mi
opinión, él hubiera sido un infierno de pediatra.
—¿Qué corre pero no llega a ningún lado?
Alyssa puso los ojos en blanco.
—Todos saben eso doctor Noah. ¡Un refrigerador! —Ella y Charlotte se
echaron a reír.
—Eres demasiado inteligente para mí —respondió Noah—. Quizás
puedas enseñarme algunas bromas.
Alyssa arrugó la nariz y miró hacia el techo, como si un chiste estuviera
garabateado en él. Finalmente, después de pensarlo mucho, miró a Noah,
sonriendo.
—¿Por qué no puedes escribir con un lápiz roto?
Noah colocó su brazo sobre el respaldo de mi silla, sus dedos rozando
mi hombro ligeramente. El contacto sutil me calentó, mi cara se sonrojó. Me
guiñó un ojo, luego volvió su atención a Alyssa.
—No lo sé. ¿Por qué no puedes escribir con un lápiz roto?
Sentí una patada desde el otro lado de la mesa. Gire mis ojos a
Brooklyn, quien simplemente gesticulo: Oh. Mi. Dios, luego fingió
desmayarse. Reprimí mi sonrisa. Absolutamente adoraba a Alyssa y
Charlotte, las consideraba como mías. Mi corazón se llenó mientras veía a
Noah interactuar con ellas. Su interés en mi familia atravesó la armadura
alrededor de mi corazón.
—¡Porque no tiene punta!9 —exclamó Alyssa, sus risas resonaban en la
habitación.
—Recibiste todas esas bromas de Molly, ¿no? —le preguntó Drew a
Noah.
Frunció el ceño, mirándome y luego a mi hermano.
—No. ¿Por qué?
—¿En serio? —Drew se sorprendió—. Ustedes dos están hechos el uno
para el otro. —Sacudió la cabeza, riendo—. Molly tiene algo por el humor
tonto. Ella lo obtuvo de mi padre. Además de su amor por la lectura, lo otro
que tienen en común son las bromas. A veces tenían conversaciones
enteras con estúpidos de una sola línea.
Punta: En inglés, en el original, ella dice pointless que puede interpretarse como “sin punta”
o “sin sentido”, es un juego de palabras que al traducirse al español pierde significado.
9
Noah me miró.
—¿De verdad?
Me mordí el labio inferior, luego me encogí de hombros.
—Síp.
—¡Papi! —dijo Charlotte—. ¡Es tu turno! ¡Dices una broma!
Mientras Drew intentaba inventar una broma apropiada para su edad
en el acto, Noah se inclinó hacia mí, su aliento caliente en mi cuello.
—Quizás he encontrado a mi pareja.
Cuando pasó un dedo ligeramente por mi brazo, mi cuerpo
prácticamente se fusionó en la silla.
Quizás lo hayas hecho, pensé.
***
Al caminar en la acera, inspiré profundamente el aire húmedo de la
noche de Boston. Una sonrisa incontrolable se formó en mis labios mientras
el calor irradiaba cada centímetro de mi cuerpo. Esta noche fue mejor de
lo que podría haber imaginado. Ver a Noah conversar sin esfuerzo con las
personas más importantes de mi vida significó más para mí de lo que él
notaba.
Mis dedos se entrelazaron con los de Noah mientras avanzábamos
arrastrando los pies desde la puerta de entrada del edificio de
apartamentos de Drew, pasando por la entrada del café, y hacia mi
departamento. Abrí la puerta, tirando de Noah a mi lado. Para mi sorpresa,
él retiró su mano, vacilando en mi porche delantero.
—¿Qué pasa? —Me volví para mirarlo, fruncí el ceño.
—Molly... —Subió al mismo escalón que yo, peinando un rizo errante
detrás de mi oreja. Me encantaba la sensación de sus dedos sobre mi piel.
Me hacía sentir viva. Lo miré a los ojos, una mirada de completa satisfacción
mirándome—. No me gustaría nada más que entrar, pero no creo que deba
hacerlo.
—¿No quieres dormir conmigo? —Tragué saliva, preguntándome si
Brooklyn o Drew habían dicho algo para cambiar su forma de pensar desde
nuestra conversación en el parque.
—No es eso. —Arrastró mi cuerpo al suyo. Inclinándose, suavemente
tiró del lóbulo de mi oreja con sus dientes. Su lengua trazó círculos,
encendiendo el fuego en mi núcleo—. No quiero nada más que acostarme
contigo, hacer que tu cuerpo haga cosas que nunca creíste posibles. —Se
retiró abruptamente. Su tono sensual se volvió entrañable—. Pero quiero
demostrarte que te quiero por ti, no por alguna otra razón.
—Lo sé —respondí—. No tienes que demostrarme nada. —Envolví mis
brazos alrededor de él, jalándolo más cerca. Sus labios estaban a un susurro
de distancia y estaba desesperada por probarlos de nuevo, para probar
cada centímetro de él.
—Déjame hacer esto. —Me miró con seriedad. Esto obviamente era
importante para él—. No quiero que pienses que solo estoy pasando tiempo
contigo con la esperanza de terminar en la cama. Quiero demostrarte que
podemos divertirnos tanto fuera como dentro del dormitorio. —Se retiró,
agarrando mis manos con las suyas—. No quiero solo tener una aventura
contigo. Quiero salir contigo. Entonces, déjame salir contigo.
Una sonrisa de satisfacción cruzó mi boca cuando me puse de
puntillas. Encontrando sus ojos azules, hice algo que nunca había hecho
antes. Le di un beso de buenas noches a un hombre muy guapo después
que él me acompañó a la puerta de mi casa. Me fui a la cama más
satisfecha con solo un beso de lo que alguna vez pensé posible.
24
Traducido por RRZOE
Corregido por Cherrykeane
—Luces tan frustrada. —Una voz interrumpió mis pensamientos
mientras estaba sentada debajo del mismo árbol que había sido la escena
de mi ataque de patos sin miramientos hace unas semanas. Aparté mis ojos
de la aburrida historia que intentaba escribir en mi portátil. Cuando me
encontré con la imagen de Noah caminando hacia mí, no pude contener
mi emoción.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Arrugué la nariz, luego verifiqué la
hora. Teníamos planes de reunirnos para la cena. Si bien no era imposible
para mí estar tan ocupada con la escritura que perdía la noción del tiempo,
sabía que ese no era el caso aquí. Esta historia simplemente no se sentía
bien. Me encontraba pensando constantemente en el borrador original de
la historia de Jackson y Avery.
—Pude mover algunas de mis citas más temprano para poder
sorprenderte. —Cuando se sentó junto a mí, cerré mi computadora,
queriendo dedicarle toda mi atención. Se inclinó más cerca, sus labios a un
susurro de los míos. Su voz se volvió ronca—. No podría soportar estar lejos de
ti un segundo más de lo necesario.
Cerré los ojos, permitiendo que la sinceridad de sus palabras me
bañara con calidez.
Pasé mis manos por su cabello, lo jalé hacia mí, nuestras bocas se
encontraron. Habían pasado menos de veinticuatro horas desde que me
dio un beso de buenas noches en mi puerta, pero se sentía como una
eternidad sin su toque. No me importaba que estuviéramos en público,
profundicé el beso, nuestras lenguas se enredaron.
—Me gusta a dónde va esto —gimió, su mano agarrando mi cadera.
No sabía si él estaba hablando sobre el beso o nuestra relación.
Imaginé que eran las dos cosas.
Lo besé de nuevo, con más fuerza, deseando que supiera cuánto lo
necesitaba, cuánto lo ansiaba después de pasar la noche sin él. Nuestros
cuerpos cayeron sobre la hierba. Se alzó sobre mí, deslizando
delicadamente su mano arriba y abajo por la carne expuesta de mis
piernas.
Con cada viaje, subió mi falda un poco más, sus dedos acercándose
cada vez más al punto que quería que tocara. Por un momento me olvidé
de dónde estábamos, la sensación de la boca de Noah en mi boca, su piel
en mi piel intoxicando mis sentidos. Estaba completamente desorientada,
pero de la manera más satisfactoria y deliciosa.
Cuando unos pocos transeúntes silbaron, sentí que Noah sonreía. Se
apartó de mala gana.
—Continuara —murmuró, luego se tumbó en la hierba a mi lado,
mirando las nubes.
—¿Cuándo? —le pregunté, mi pecho todavía agitado.
—Pronto.
—Sabes que me estás volviendo loca con todo esto de citas y nada
de sexo ¿cierto?
—También me está volviendo loco —admitió Noah, enlazando sus
dedos con los míos.
—¿Entonces por qué no solo tenemos sexo? —Lo miré—. Ya lo hemos
hecho. No es un gran problema.
—Pero debería serlo, Molly. —Hizo una pausa, su voz se volvió sincera—
. Eres un tesoro y planeo tratarte como tal.
—Podrías tratarme como un tesoro y todavía follarme los sesos. —
Sonreí. Su expresión era ilegible, luego estalló en carcajadas, el sonido
tirando de las cuerdas de mi corazón.
—Me encanta tu boca. —Se inclinó hacia mí, su aliento caliente en mi
cuello—. Y planeo follarte los sesos, Molly, pero todavía no.
—¿Entonces cuándo? —me quejé.
—Todo a su tiempo. —Sonrió tímidamente, guiñando un ojo.
Solté un bufido de juguetona molestia.
—Dame algún tipo de marco de tiempo. Necesito saber si debería
abastecerme de baterías. Solo tener esta conversación me está mojando.
—¿De verdad? —Arqueó una ceja, lamiendo sus labios. El calor en sus
ojos era carnal. Tenía la sensación de que la mayoría de las mujeres con las
que Noah estuvo saliendo en el pasado probablemente no eran tan
abiertas acerca de su sexualidad como yo. ¿Qué esperaba? Él sabía mi
secreto. No podría haber esperado nada menos de mí.
—Realmente. —Asentí lentamente—. Así que creo que deberíamos
salir de aquí, regresar a mi casa... o a la tuya... y hacer una pequeña
investigación. —Sacudí las cejas—. Puede ayudar con este libro. Estoy en
una especie de bache.
Se acercó a mí, sus dedos rozando mi costado.
—Nada me gustaría más que ayudarte, Molly. —Su lengua trazó
círculos contra mi cuello—. Pero no todavía. Como dije... —Tiró del lóbulo de
oreja, sus dientes mordisquearon mi piel, enviando chispas a través de mí—
… Todo a su tiempo. —Se apartó, dejándome increíblemente frustrado.
—Eres el peor —gemí, poniendo mi mano sobre mi cabeza—. Tengo
un caso de frijol azul, pero no estás haciendo nada para ayudar.
Estuvo en silencio por un momento.
—¿Frijol azul?
—Sí. El equivalente femenino de bolas azules.
Noah me miró fijamente, luego se rio, su sonrisa llegó a los ojos
diabólicos de él.
—Tengo la sensación de que añadiré muchos términos nuevos a mi
lengua vernácula cuando pase tiempo contigo. —Volvió la vista al cielo,
una mirada serena cruzó su expresión. Por mucho que no hubiera amado
nada más que llevar a Noah de regreso a mi apartamento y sentir su cuerpo
retorciéndose encima o debajo de mí, este momento era perfecto.
Simplemente contemplamos las nubes flotando sobre nosotros, disfrutando
de la sensación de la hierba debajo de nosotros, los sonidos de la ciudad
como la música ambiental perfecta.
—Esto me recuerda a mi niñez —comenté después de una larga
pausa.
—¿Cómo? —Noah me miró brevemente.
—Recuerdo que Drew y yo yacíamos en el césped de nuestro patio
trasero o en uno de los parques del vecindario en North End y mirábamos las
nubes. A veces, señalábamos las diferentes formas que veíamos. Otras
veces, simplemente nos sentábamos en silencio, especialmente si uno de
nosotros estaba teniendo un mal día. Hubo momentos en que llegaba a
casa de la escuela y él podía adivinar que tuve un día difícil. Todo lo que
tenía que hacer era tomar mi mano y llevarme afuera. Al instante, las cosas
mejoraban.
—Ustedes son muy cercanos, ¿no?
—Supongo. —Me encogí de hombros—. Papá trabajó mucho cuando
éramos niños, por lo que algunas veces sentimos que solo éramos nosotros
—Tragué saliva—. Entonces, cuando Drew comenzó a ser bueno en hockey,
era solo yo. —Mi voz se apagó, pero rápidamente reajusté mi compostura—
. ¿Qué hay de ti? ¿Eres cercano a tus hermanas? —Miré a Noah.
—Tan cercano como cualquier hombre puede estar en una casa llena
de mujeres.
—¿Qué lugar ocupas? ¿El mayor? ¿El más joven?
—Justo en el medio. Mi hermana mayor tiene cuarenta y seis años y la
menor tiene treinta. Hay una gran diferencia edad entre todos nosotros.
—¿Piper es mayor? ¿Más joven?
—Más joven —respondió—. Por dos años.
—Tu madre debe estar orgullosa con dos médicos en la familia.
—Está orgullosa de todos nosotros.
Asentí y miré hacia el cielo, una de las nubes se parecía demasiado a
un pene.
Incluso las nubes se burlaban de mi libido hambriento.
—Entonces, ¿por qué estás en un bache con tu libro? —preguntó
Noah de la nada.
Lo miré, exhalando.
—No es nada. Solo algo por lo que tengo que trabajar.
—¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?
Le di una sonrisa lasciva.
—Excepto eso —respondió, riendo levemente—. Niña traviesa.
—Si solo estuvieras interesado en descubrir lo traviesa que puedo ser.
—Lo estoy, pero solo cuando sea el momento correcto.
Suspiré.
—No creo que haya nada que alguien pueda hacer para ayudarme
con este libro. Simplemente se siente como cualquier otro libro que he escrito
para esta editorial. —Negué con la cabeza, mi frustración regresó—.
Cuando comencé, tenía todas estas nociones grandiosas sobre cómo
podría usar mi talento para llamar la atención sobre los diferentes problemas
que están sucediendo en el mundo de hoy. Después de todo, tengo un título
en periodismo.
—¿Qué tipo de problemas?
—No lo sé. —Me acosté de lado y me apoyé en el codo—. Tráfico
humano. Abuso. Adicción. —Tiré de algunas briznas de hierba—. Lo que es
tener un padre que no puede recordarte.
—Molly... —Pasó su mano por mi brazo, consolándome.
—Estaba trabajando en algo así —agregué rápidamente—. Todavía
era un romance, pero el centro de atención no estaba en qué tan
pervertido podía ser el sexo. En cambio, era una historia de amor entre dos
personas que la sociedad decía no deberían estar juntas.
—¿Cómo nosotros? —comentó Noah.
—Sí. Como nosotros. —Mis labios se curvaron ligeramente en la
esquina, un hormigueo recorriendo mi espina dorsal de placer con la
sensación de sus dedos trazando círculos en mi carne—. La madre de uno
de los personajes era esquizofrénica y estaba convencida de que su hijo no
era quien decía ser. No es lo mismo que tener un padre con Alzheimer, pero
estuvo cerca.
—Parece que te apasiona esa historia.
—No puedo dejar de pensar en eso.
Noah se sentó y yo lo seguí.
—¿Por qué dejaste de trabajar en eso?
Dudé. Consideré decirle la verdad, que lo había usado como mi musa
inconsciente durante semanas, pero dudaba que todo fuera bien.
—Cuando le envié los primeros capítulos a mi editor, ella me recordó
que no era el tipo de historia que publicaban. —Me encogí de hombros,
concentrando mi atención en la hierba frente a mí—. Afortunadamente,
algún día, finalmente podré escribir algo de lo que pueda estar orgullosa,
pero en este momento, estoy bajo contrato para entregar cinco libros con
historias previamente aprobadas. Hasta que lo haya hecho, tengo la
obligación de escribir lo que he acordado.
Podía sentir la mirada de Noah estudiándome, escudriñándome,
desconcertando. Cuando el silencio llegó a un nivel ensordecedor, lo miré.
Se puso de pie, tendiéndome la mano.
—Vamos.
Arrugué mis cejas.
—¿A dónde?
—Ya verás.
Con cautela coloque mi mano en la suya, permitiéndole ayudarme a
ponerme de pie. No lo interrogué, ya que me llevó a la estación T más
cercana y abordamos un tren que parecía estar lleno de gente con
parafernalia de los Medias Rojas. Después de algunas paradas,
desembarcamos, siguiendo la pandilla de fanáticos del béisbol, obviamente
yendo a Fenway para el juego de esta noche. Seguía pensando que nos
alejaríamos de la multitud en algún momento, pero continuamos por
Commonwealth Avenue, giramos en Brookline y nos dirigimos colina arriba
hacia Fenway Park. Al acercarse a Yawkey Way, Noah sacó su billetera y le
dio dos boletos al encargado de la entrada. Mil preguntas estaban en la
punta de mi lengua, pero permanecí en silencio.
Seguí a Noah debajo de la tribuna de uno de los parques de béisbol
más antiguos que aún se conservan.
Varios años atrás, la ciudad propuso derribar Fenway. Los fanáticos se
sublevaron, la idea de demoler este parque era similar a arrancar el corazón
de la ciudad. Cuando pasé por puestos de comida, el olor a salchichas y
pretzels dirigiéndose a mis sentidos, no pude imaginarme viendo un juego
de los Medias Rojas sin Fenway Park.
Curiosa, le eché un vistazo a Noah. Parecía saber exactamente hacia
dónde se dirigía, como si ya hubiera recorrido este camino cientos de veces.
Nunca lo identifiqué como fanático, pero creo que aprender todas estas
peculiaridades e idiosincrasias era parte de estar en una relación real.
Bordeando las multitudes de personas, me condujo por una rampa y
me puso la mano en la espalda baja. Sin decir una palabra, me dirigió a dos
asientos en el pasillo, a unas cinco filas de la tercera línea de base. Hizo un
gesto hacia uno de los asientos. Me incliné hacia él, mirándolo con intriga
mientras se sentaba en el que estaba al lado.
Después de varios momentos intensos de aún más silencio, finalmente
abrí mi boca.
—Noah…
—Está en nuestro ADN tratar de llenar cada momento de vigilia con
cosas que hacer —interrumpió, mirando al frente. Parecía que estaba
viendo el juego, pero tenía una sospecha que no podía estar más lejos de
la verdad—. Los humanos tendemos a estar tan ocupados con el trabajo y
las familias, que nunca nos tomamos el tiempo para hacer lo que queremos,
¿verdad? —Me miró y enarcó una ceja.
Arrugué la nariz, insegura de hacia dónde se dirigía esta conversación.
Todo lo que sabía era que Noah me había llevado a Fenway Park para ver
un juego de los Medias Rojas. Por la forma en que encontró sin problemas
estos asientos sin siquiera mirar las señales direccionales o los números de las
filas, llegué a la conclusión de que probablemente tenía entradas para la
temporada.
—Todos somos culpables, incluido yo. —Bajó la voz—. Especialmente
yo. —Volvió su atención al juego—. Mi padre estaba muy orgulloso cuando
me aceptaron en Harvard. Mi familia no tenía mucho dinero. Mis padres
tuvieron que trabajar muy duro para llegar a fin de mes. Solicité Harvard solo
para ver si podía entrar. Era el mejor alumno de mi clase, tenía una lista de
actividades extracurriculares de un kilómetro de largo. Incluso si ingresaba,
sabía que mis padres no podían permitirse el lujo de enviarme allí. Fui el
tercero en ir a la universidad. Ni siquiera sabía cómo pudieron permitirse el
lujo de enviar a las das primeras.
Lo miré con gran atención. Por lo que sabía, estábamos en mi
departamento con el juego encendido de fondo. Tenía curiosidad de por
qué me arrastró hasta aquí, pero sabía que tenía que haber una razón.
—Cuando le mostré a mi padre esa carta de aceptación, no hubo
discusión. Iba a Harvard. No le importaba si tenía que sacar una segunda
hipoteca de la casa en la que crecí, iba a asegurarse de que tuviera la
oportunidad por la que la mayoría de la gente mataría. Nunca olvidaré la
expresión de orgullo en su rostro cuando nos despedimos después de que
me ayudara a mudarme a mi departamento en mi primer año. —Miró hacia
abajo.
Oí el crujido del bate en algún lugar a lo lejos, pero no pude apartar
los ojos de Noah. Los fanáticos que nos rodeaban se pusieron de pie, sus
gritos se hicieron cada vez más fuertes, pero mantuve mi mirada pegada a
la confusión y el remordimiento cubriendo la cara de Noah. Casi me rompió
el corazón.
—Vinimos aquí ese fin de semana. Siempre había querido ver un juego
en Fenway, pero nunca tuvo la oportunidad. Cuando era pequeño, él
siempre estaba tan ocupado con el trabajo que rara vez pasábamos
mucho tiempo juntos. Ese fin de semana, ese juego, fue una de las pocas
veces que pudimos disfrutar como padre e hijo. Ojalá hubiera sabido
entonces lo que sé ahora, que sería la última vez que vería sonreír a mi
padre. Que sería la última vez que sabría quién era yo. —Inhalando un largo
suspiro, sacudió la cabeza.
»Estaba tan preocupado por estudiar y acostumbrarme a la vida
universitaria, que ignoré todo lo demás, incluidas a las personas que estaban
haciendo grandes sacrificios solo para yo pudiera estar allí. Mi padre siguió
acercándose a mí, diciendo que esperaba tomarse un tiempo del segundo
trabajo que tenía para poder pagar mi matrícula, y visitarme para poder ver
otro juego juntos. En lugar de estar de acuerdo, hice excusas. Tenía que
estudiar. Tenía planes. Tenía una cita. Tenía que trabajar. Lo vería durante el
próximo receso escolar. —Se pasó la mano por la cara—. Entonces dejé de
responder a sus llamadas por completo.
»Había creado una nueva vida para mí aquí arriba. Tenía nuevos
amigos, un trabajo en un laboratorio de investigación, una novia con la que
pensé que pasaría el resto de mi vida. Esas fueron mis prioridades cuando
debería haber sido mi familia. Tomó el diagnóstico de mi padre hacer que
me diera cuenta de que tenía todo al revés. —Me miró, con fiereza en su
expresión.
»Cuando volví a casa el verano siguiente, la enfermedad había
comenzado a pasar factura. Él estaba confundido. No sabía quién era yo.
Todas las cosas que dije que haríamos finalmente fueron tiradas por la
ventana. —Volvió su atención al juego—. Ese octubre, recibí la llamada
telefónica que temía. Recuerdo estar sentado en mi habitación, sin saber
cómo debía sentirme. Sabía que tenía que ir a casa para estar con mi madre
y mis hermanas, pero de alguna manera me encontré deambulando por
esta zona de la ciudad. Fue casi como si una fuerza externa me atrajera
aquí. Compré dos boletos de un revendedor y vi a los Medias Rojas jugar
contra los Yankees en los playoffs. Puede sonar extraño, pero sentí a mi
padre conmigo durante ese juego. Vengo aquí todo lo que mi agenda me
permite porque es el único lugar donde todavía puedo sentirlo.
Extendí la mano y agarré la suya. Me ofreció una pequeña sonrisa,
luego sus ojos se volvieron intensos, casi suplicantes.
—Siempre habrá una excusa de por qué no puedes hacer algo, de
por qué tienes que esperar. Puedes decirte que lo harás eventualmente, que
lo conseguirás algún día. ¿Qué pasa si no hay mañana? —dijo
apasionadamente.
Fruncí el ceño, confundida.
—Daría cualquier cosa por poder sentarme aquí con mi padre y ver
jugar a los Medias —agregó con una sutil carcajada. Tomando una
respiración profunda, sus intensos ojos se encontraron con los míos—. Lo que
trato de decir es que creo que te debes a ti misma hacer lo que te hace
feliz, no a otra persona. Si volver al borrador inicial de tu libro es lo que te
hace feliz, eso es lo que debes hacer. Hay demasiadas personas que han
sido golpeadas por sus trabajos y otras responsabilidades. —Se inclinó hacia
mí, la profundidad y el fuego en su mirada me pusieron los vellos de punta—
. No cometas los mismos errores que yo, Molly.
***
—Voy a hacerlo —le dije a Noah mientras él me guiaba por los
escalones de la entrada de mi edificio.
Nos quedamos por el resto del juego, la pesadez entre nosotros fue
reemplazada por la atmósfera divertida del estadio. De todos modos, su
ruego consumió mis pensamientos toda la noche. A menudo sentí que
escribir ya no tenía la pasión y el celo que tenía cuando comencé. En aquel
entonces, no podía esperar para escribir frente a mi computadora. A
menudo me despertaba en el medio de la noche solo para obtener unos
cientos de palabras más. Ahora, todo se sentía forzado... a excepción del
borrador anterior de la historia de Avery y Jackson. Esa fue la primera cosa
real que había escrito en años. La chispa y la emoción que sentí cuando
comencé a escribir habían vuelto.
—¿Hacer qué? —Noah inclinó la cabeza hacia mí.
—No debería esperar para escribir lo que hay en mi corazón. Escribiré
lo que quiero escribir, no lo que mi editor quiere. Nunca se sabe —me encogí
de hombros—, tal vez una vez que vean el borrador final, realmente les
guste. —Solo esperaba poder encontrar el borrador en uno de mis respaldos
de disco duro. Incluso si tuviera que empezar de nuevo desde cero, valdría
la pena finalmente escribir algo real.
Una sonrisa brillante cruzó su rostro cuando me tomó en sus brazos.
—No puedo esperar a leerlo.
—Yo tampoco —respondí, menos que con entusiasmo. No veía cómo
podría compartir esta historia con Noah. Sería claro como el día en que lo
usé como mi inspiración.
Se retiró, estudiándome.
—¿Está todo bien? —preguntó con cautela.
Puse una sonrisa falsa.
—Por supuesto.
—¿Estás segura?
Levanté la mano y jugueteé con los pequeños mechones de cabello
que caían sobre su cuello.
—Es un poco de miedo al empujar los límites.
—Si nadie empujara el límite, todavía estaríamos viviendo en la edad
oscura. Solo recuerda eso.
—No estoy segura de poder sobrevivir sin internet —respondí,
aligerando el estado de ánimo.
—¿Podrías imaginar un mundo sin teléfonos celulares?
—O teléfonos en general.
—Ciertamente no es un mundo en el que me gustaría vivir. —Sonreí,
mirando a Noah durante varios momentos prolongados. Entonces mi
expresión se volvió seria—. Gracias por esta noche, por compartir todo eso
conmigo, por abrir mis ojos.
—Has abierto mis ojos más de lo que crees —murmuró. Sus palabras
saltaron a otra parte de la pared alrededor de mi corazón.
Me puse de puntillas y nuestros labios se encontraron, un beso suave,
sin prisa, perfecto. Nunca me habían besado como Noah me besaba... con
ternura, pasión y corazón. No solo me estaba besando como un medio para
un fin. Me besaba de una manera que me hizo pensar que no podría ir ni un
segundo sin darme la calidez y el cariño que solo sus besos podían dar.
—¿Quieres venir? —pregunté con voz entrecortada.
Cerró los ojos, apoyando su frente en la mía.
—Sabes muy bien que quiero, Molly. —Soltó un profundo suspiro—.
Pero no esta noche.
Arqueando mi cuerpo hacia el suyo, tiré de su cinturón.
—No puedes pararte ahí y decirme que no me quieres —murmuré
mordiendo su labio inferior—. Puedo sentir cuánto lo quieres. —Mi mano rozó
la erección que se formaba en su pantalón.
Agarró mi muñeca y me forzó contra la puerta, presionando su cuerpo
contra el mío.
—No estás jugando limpio. —Sus ojos se oscurecieron.
—He sido una mala chica. Creo que necesito una paliza. —Levanté
las cejas.
—Joder
—exhaló
entre
extremadamente difícil para mí.
dientes—.
Estás
haciendo
esto
—¿No es un juego de palabras? —Tracé círculos alrededor de su
cuello con mi lengua, saboreando la pequeña barba de su mentón.
—Un juego definitivamente apropósito.
—Puedo ayudar a resolver ese pequeño problema —le recordé con
una dulce voz—. O, si la memoria me sirve correctamente, no es un
problema tan pequeño.
—Y quiero que lo hagas. —Empujó suavemente contra mí, su
respiración cada vez más irregular—. Pero no esta noche. —Dio un paso
atrás, liberándose de mí. Me sorprendió la fuerza de su resolución.
—¿Por qué?
Él me estudió, y pude sentir su renuencia.
—Lo que dije anoche es cierto, pero no es la única razón —admitió
finalmente—. Quiero salir contigo sin que pienses que espero algo a cambio.
Tu presencia y compañía es todo lo que siempre quiero.
—¿Cuál es la otra razón?
Hizo una pausa y luego se pasó la lengua por los labios.
—No quiero que corras de nuevo —respondió en voz baja.
—No lo hice.
—Lo hiciste, Molly —interrumpió—. Algo te asustó ayer a la luz de la
mañana. Tanto así que no fuiste a visitar a tu padre. Nunca te has perdido
un día en todos los meses que ha estado en la casa. Llámame loco, pero
tengo la sensación de que tuvo que ver con lo que sucedió entre nosotros.
—Estrechó mis manos en las suyas, mirándome con seriedad—. No quiero
que te asustes otra vez. Necesito que sepas que este es el verdadero asunto,
Molly. Tengo los dos pies adentro.
Los restos de esa pared alrededor de mi corazón se derrumbaron. Lo
rodeé con mis brazos, feliz de permanecer en su abrazo. Me maravillé de lo
diferente que era todo con él. Era extrañamente refrescante poder pararme
frente a mi puerta, los brazos de un hombre hermoso envolviéndome, sin
expectativas de algo más que un beso impresionante.
Antes de Noah, me sentía como una turista en mi propia vida, cada
tipo con el que dormía era solo otro sitio para ver en mis viajes. Ahora,
mientras disfrutaba en el calor del abrazo de Noah, sentí que finalmente
había encontrado el camino de regreso a casa.
25
Traducido por kalired
Corregido por Cherrykeane
Un sutil golpe sonó en la puerta de mi apartamento y corrí por el
pasillo, llevando un par de tacones de tiras. Miré mi reflejo en el espejo, mi
sonrisa se amplió. Esta noche se cumplía el aniversario de un mes de “citas,
sin follar” con Noah. Tenía un buen presentimiento de que finalmente sería
la noche en que accedería. No importaba que Noah y yo ya hubiéramos
tenido relaciones sexuales y hubiéramos estado haciendo muchas otras
cosas en las últimas semanas para saciar nuestra sed. Emoción había
burbujeado en mis venas todo el día mientras escribía la primera escena de
sexo de Avery y Jackson. Afortunadamente, pude encontrar una última
edición reciente de mi borrador original en una de mis copias de seguridad.
Girando frente al espejo y alisando las líneas de mi sedoso vestido rojo,
un largo corte que mostraba mi pierna, abrí la puerta. Sentí que me faltaba
la respiración cuando me maravillé con imagen de Noah con un esmoquin.
Lo había visto con trajes casi a diario, pero había algo en las líneas nítidas y
el contraste entre el intenso negro y el blanco absoluto que me debilitó por
completo las rodillas. Llevaba “alto, oscuro y guapo” al siguiente nivel.
—Cieelos —exhalé.
Una sonrisa tiró de sus labios carnosos mientras sus ojos recorrían mi
cuerpo.
—Podría decir lo mismo de ti. —Se inclinó hacia mí, su aliento
calentando mi cuello—. Te ves lo suficientemente bien como para comerte.
—La Casa del Coño de Molly está abierta las veinticuatro horas del
día —murmuré, perdida en la sensación de sus labios sobre mi piel. Estaba
lista para quemarme con la cantidad de tensión sexual que se había
formado entre nosotros durante el último mes. Me sentía como una virgen
que estaba a punto de ofrecer su cuerpo y su corazón al hombre con el que
pensaba que pasaría el resto de su vida. De hecho, no podía recordar estar
tan ansiosa cuando tuve relaciones sexuales la primera vez. Por otra parte,
no había nada romántico en perder mi virginidad en una casa de la
fraternidad en mi último año de la escuela secundaria. Él pensó que éramos
almas gemelas. Yo solo lo usé para una identificación falsa.
—Lo tendré en cuenta. —Se retiró, guiñando un ojo, y luego me tendió
una caja larga y estrecha.
—¿Qué es esto?
—Solo un poco de algo que pensé que deberías tener.
Tiré de la cinta y abrí la caja, mis ojos cayeron sobre el sedoso material
azul rey. Lo saqué, dándole a Noah una tímida mirada.
—¿Pensaste que debería tener tu corbata?
—Esto no es solo una corbata —me recordó.
—Oh, lo sé. Tengo una memoria impecable. —Nunca olvidaría que
quería tirar de esta corbata exactamente la noche en que dormimos juntos.
Se lamió los labios.
—Entonces deberías recordar que quería guardar eso para más tarde.
Asentí, mi ritmo cardíaco aumentó por el hambre y el anhelo en sus
claros ojos azules.
—Creo que más tarde ha llegado, señorita Brinks.
Un coro en mi cabeza comenzó a cantar “¡Aleluya!” mientras la
electricidad me atravesaba. Quería hacer un baile feliz y decirle al mundo
que finalmente estaría follando esta noche.
Agarré su mano y comencé a caminar a la habitación. No me
interesaba la cena de alguna fundación de la que él formaba parte. No
quería perder un segundo.
—¡Vaya! —Noah retiró su mano de la mía, entonces me encerró en un
abrazo—. Lo primero es lo primero. —Me dio un beso compasivo en los
labios—. Tenemos que pasar esta velada.
—¿Por qué? —gemí—. ¿Tienes alguna idea de lo frustrada que he
estado?
—Todo forma parte de mi plan maestro.
—Tu plan maestro apesta.
—Tal vez, pero solo imagina lo increíble que se sentirá más tarde esta
noche. —Agarró mi mano de nuevo, tirando de mí hacia la puerta de
entrada. Al ver mi bolso, agarró la manija—. ¿Lista? —Levantó una ceja.
—Más frustrada que nada —resoplé.
—Así que somos dos. —Guiñó, dio un paso fuera de mi apartamento.
Me puse mis zapatos y encontré mi bolso, luego cerré la puerta detrás de
nosotros. Lo seguí a la calle donde esperaba una limusina, para mi sorpresa.
Pensando en toda la diversión que podríamos tener en el asiento
trasero, ni siquiera me di cuenta cuando casi choqué con alguien.
—Mierda. Lo siento —me disculpe, luego mire dos veces—. ¿Drew? —
Arqueé una ceja, estudiando su apariencia. Su cabello normalmente
desaliñado estaba corto y bien arreglado, su barba se había ido. Vestía un
traje hecho a la medida que parecía impecable. No lo había visto así de
elegante desde sus días de hockey—. ¿Qué estás haciendo con traje?
—Molly. —Dio un suspiro tembloroso—. Yo... —tartamudeó—… solo
tengo algunos asuntos que atender. —Arrancó su expresión preocupada de
la mía—. Es bueno verte, Noah.
—A ti también, Drew.
—¿Estás seguro de que todo está bien? —le pregunté. Se sentía como
si no lo hubiera visto mucho últimamente. Entre mi fecha límite, pasar tiempo
con Noah, y las chicas no asistiendo a la escuela durante el verano, nuestras
vidas habían sido agitadas.
—Sí. Todo está estupendo. Mejor que bien. —Sonrió, tranquilizador—.
Escucha, hay algunas cosas que tengo que hablar contigo.
Me cortó la respiración, el malestar visible en mi cara.
—No es nada grave —interrumpió Drew rápidamente—, pero
tratemos de juntarnos para tomar algo durante la próxima semana, ¿de
acuerdo?
Mis hombros se relajaron, me puse de puntillas, depositando un beso
en su suave mejilla.
—Muy bien. Te quiero, Drew.
—Te quiero, también, Molly Mae. Luces muy bien esta noche —
susurró—. Noah te sienta bien.
—Pienso que sí, también. —Le sonreí, luego caminé a la limusina que
esperaba.
—¿Lista? —preguntó Noah.
—Sí —le respondí, aunque realmente quería terminar esta cena para
poder pasar la noche en una lujosa habitación de hotel donde Noah y yo
haríamos cualquier otra cosa que no fuera dormir.
Me ayudó a entrar en la limusina, luego se deslizó a mi lado. Una vez
resuelto, el conductor se adentró en el tráfico.
Cuando Noah me pidió que lo acompañara a esta gala, mi instinto
fue decirle que no. Estaría rodeada de personas en un nivel intelectual
completamente diferente al mío. No pude evitar pensar que traerme a algo
como esto haría que Noah se diera cuenta de que no era lo suficientemente
buena para él. Afortunadamente, Brooklyn vino al rescate y me convenció
de que nada podría estar más lejos de la verdad. Ahora, mientras miraba
hacia abajo a mi vestido, me encontré reconsiderando.
—¿Todo bien? —preguntó Noah, cortando mis pensamientos.
—Por supuesto —respondí rápidamente.
—Molly... —contestó, una pizca de precaución en su tono. A pesar de
que solo habíamos estado saliendo durante un mes, de alguna manera
siempre sabía cuándo estaba mintiendo. Aparentemente, tenía una cara
de póquer realmente de mierda—. ¿Qué es? —Unió sus dedos con los míos.
El contacto me consoló, pero fue efímero.
—¿Estás seguro de que realmente quieres llevarme a esto? Puedes
dejarme en mi apartamento. Lo entendería completamente.
Frunció el ceño.
—¿Por qué dices eso? Eres mi novia, Molly. Como te dije antes, quiero
que todos te conozcan.
—Pero esto es diferente a ir a cenar con tus amigos de la universidad.
Estás en el consejo de esta increíble fundación que tanto ha hecho para
avanzar en la investigación para tratar de prevenir el Alzheimer. Has hecho
tanto con tu vida. —Bajé los ojos, evitando su mirada—. No puedo competir
con eso. Todo lo que he hecho es escribir un montón de libros que están
llenos de un montón de sexo pervertido.
—Oh, ¿eso es todo? —Pude escuchar el sarcasmo en su voz—. La
mayoría de la gente ni siquiera puede ser capaz de hacer lo que tú haces.
Hacer que la gente se enamore de tus palabras, sentir lo que sienten tus
personajes, llorar, reír y alegrarse con ellos. —Se inclinó hacia mí, sus labios a
un aliento de los míos—. A sentirse tan excitados, que saltan sobre sus
cónyuges. Es un maldito regalo. —Pasó sus dedos por la línea de mi cuello,
su contacto ligero como una pluma—. Eres un jodido regalo.
Los labios de Noah se encontraron con los míos, su beso fue suave,
reverente. No sabía cómo lo hacía, pero siempre parecía saber
exactamente lo que necesitaba escuchar. Durante años, enmascaré mis
miedos e inseguridades en mi sarcasmo y en mis escritos. Era liberador poder
finalmente dar voz a todas estas cosas que había mantenido encerradas.
—¿Estás seguro de que no puedo persuadirte para que te saltes esta
noche y solo vayas directamente a la habitación del hotel? —Mordí su labio
inferior.
—¿Y perderme de un vestido tan deslumbrante? —Su mano rozó mi
estómago, haciéndome desesperar por más de él—. He estado esperando
bailar contigo toda la semana.
—Sé que podemos hacer algunos movimientos de baile horizontal en
su lugar. —Moví las cejas.
Se rio, su sonrisa llegó a sus ojos.
—No lo dudo. Créeme, llegaremos a esos. Todo a su debido tiempo,
señorita Brinks.
26
Traducido por kalired
Corregido por Cherrykeane
—Por aquí —indicó Noah mientras me conducía al lobby de un lujoso
hotel al otro lado de la calle Common. Mis talones hicieron clic en las
baldosas de mármol de la enorme entrada, me rodeaba gente vestida con
ropas de diseñador. Me condujo por un largo pasillo hacia un salón de baile
lujoso. Lámparas de cristal colgaban sobre las cabezas, los camareros
deambulaban por la habitación llevando champagne en las bandejas, y los
invitados que vestían hermosos vestidos y esmóquines perfectamente
adaptados se agrupaban.
Al ver el sector de baños al pasar la entrada, me volví hacia Noah.
—¿Me disculpas un minuto?
—¿Estás bien?
—Por supuesto. Solo necesito volver a pintarme los labios que besaste
en la limusina, demonio.
—No creo que te quejes sobre eso más tarde esta noche.
—O antes, si por mi fuera. —Le guiñé un ojo.
—¿Eso un desafío?
Le di una mirada pudorosa, luego me alejé. Capaz de sentir un par de
ojos azules llenos de lujuria observando cada uno de mis movimientos, moví
mis caderas un poco más de lo necesario y me deslicé en el baño. Una vez
dentro, me encerré en un cubículo, saltando del par de bragas de seda
rojas. Sonreí mientras consideraba cómo reaccionaría Noah cuando
descubriera que no llevaba nada debajo de mi vestido.
Arrugué mis bragas en mi mano y salí del baño, viendo a Noah
charlando con un grupo de personas. Cuando me vio caminar hacia él, su
sonrisa se iluminó y se excusó de quien le estuviera hablando.
—¿Qué sucede? —preguntó, notando la expresión intrigante en mi
rostro.
—Que comiencen los juegos, doctor McAllister —susurré, empujando
mis bragas en su mano.
Miró hacia abajo, jugando con la suave tela, y luego dirigió su mirada
hacia mis ojos. Colocándolo en el bolsillo de sus pantalones, se mordió el
labio, sus fosas nasales se ensancharon. Atrajo mi cuerpo contra el suyo,
agarrando mi cadera con fuerza—. ¿Me estás diciendo que no tienes nada
debajo de este precioso vestido?
—Muy observador.
Su agarre en mi cadera se apretó más y dejó escapar un profundo
suspiro.
—Me estás matando, Molly.
—Esa es la idea. —Sonreí.
—Pagarás por esto más tarde. —Su tono era profundo, gutural,
hambriento.
—Eso espero.
—¡Doctor McAllister! —gritó una voz.
Noah giró la cabeza en dirección a la voz, ajustándose a escondidas.
Se aclaró la garganta.
—¡Daniel! —Puso su mano sobre mi espalda y se inclinó hacia mí—. Me
ocuparé de tu problema con las bragas más tarde —murmuró—, por ahora,
hay alguien a quien me gustaría que conozcas.
—Genial. —Puse una sonrisa en mi rostro. Una vez que le di a Noah mis
bragas, esperaba que corriéramos al piso de arriba. No tuve suerte. Iba a
tener que mejorar mi juego.
Rodeando las mesas y los cientos de invitados, Noah me condujo por
el piso hacia un hombre de estatura media de hombros anchos, cabello
rubio y ojos almendrados. Cuando sus rasgos se volvieron más claros, inhalé
rápidamente, mi corazón cayo al fondo de mi estómago. La bilis subió a mi
garganta.
—Es bueno volver a verte, doctor McAllister —dijo, sacudiendo la
mano extendida de Noah.
—A ti también, Daniel. Agradezco que el alcalde se tome el tiempo
de hacer algunos comentarios aquí esta noche.
—No hay de qué. Como sabes, su madre sufrió de esta horrible
enfermedad. —Ofreció una tensa sonrisa.
—Daniel, esta es Molly Brinks. Molly, este es Daniel Cardiff, el jefe de
gabinete del alcalde.
Todo pareció moverse en cámara lenta cuando Daniel se volvió hacia
mí, su sonrisa se volvió lasciva. Quise sacársela de la cara.
—Molly. Qué gusto verte de nuevo.
Noah enderezó su columna vertebral, cambiando su mirada entre
nosotros.
—¿Ustedes dos se conocen?
Parpadeé, deseando poder encontrar un agujero en donde
enterrarme. Me preocupaba que este día finalmente llegara. Que me iba a
encontrar con alguien con quien solía tener un acuerdo. Había ignorado
esos miedos lejanos. La mayoría de los hombres con los que me acosté
andaban por diferentes círculos. Ahora me enfrentaba a un fantasma de mi
pasado, y ni siquiera a uno bueno. La idea de que Noah conociera todas
mis indiscreciones anteriores me enfermó.
—Oh, sí —respondió Daniel, seguía siendo el sinvergüenza que
recordaba cuando había sido mi musa para un libro acerca de un joven
senador prometedor que se enamoró de la hija de su oponente. Las cosas
dieron un giro hacia el final, haciéndome intentar escribir mi próximo libro sin
una musa para evitar pasar por el mismo drama con otro hombre más.
»Conozco a Molly bastante bien —continuó. La arrogancia en sus ojos
grises me puso la piel de gallina.
—Sí —dije rápidamente—, hace algunos años. ¿Cómo está su esposa?
—Traté de ocultar la irritación en mi voz—. ¿Está aquí esta noche?
Si bien mi enfoque de las citas podría haberse descrito como poco
convencional, en el mejor de los casos, me negaba a involucrarme con un
hombre casado o por lo demás ocupado. Daniel me mintió, insistiendo en
que no tenía tiempo para un compromiso o cualquier otra distracción seria.
Creí en su palabra. No usaba un anillo, y no había una marca de bronceado
donde debería estar. Nunca me había sentido tan humillada y culpable
como cuando lo vi un día, con su esposa y dos hijos a cuestas.
—Desafortunadamente, ella no pudo venir —respondió, reuniendo
toda la profesionalidad que era capaz. Este hombre era la razón por la que
odiaba a los políticos.
—Por favor, dele a ella y a los niños mis saludos. El Museo de Ciencia
acaba de abrir una exhibición de un jardín de mariposas. Debería llevarlos.
Sus labios formaron una línea recta, su irritación con mis comentarios
era fuerte y claro.
—Lo haré. —Ajustándose el cinturón, miró de mí a Noah, ofreciéndole
un breve asentimiento—. Espero que los dos disfruten la velada.
—Igualmente —respondió él, sonriendo mientras Daniel se alejaba.
Una vez que estuvo fuera del alcance del oído, Noah se volvió hacia mí.
—¿Qué fue eso?
—Nada —insistí—. La exhibición de mariposas es realmente genial.
Pensé que sus hijos lo disfrutarían. Alyssa y Charlotte lo hicieron.
ÉMe estudió.
—¿Estás segura?
Mi respuesta a ver a Daniel probablemente no fue la mejor. Aun así,
no sabía cómo decirle a Noah toda la mierda que había hecho en mi
pasado, todos los hombres con los que me había acostado. Los hombres
pueden follar con una chica diferente cada noche de la semana y ser
alabados como un semental. Si una mujer durmiera con el mismo tipo
durante un largo período de tiempo, pero se negara a tener una relación
comprometida, como lo había hecho durante años, sería etiquetada como
una zorra. No podía soportar la idea de que Noah pensara en mí de esa
manera.
—Por supuesto.
—¿Me dirías si algo te pasara? —La compasión en sus ojos me hizo
querer llorar.
Sin embargo, mentí.
—Sabes que lo haría. —Queriendo seguir adelante y olvidar el ver a
Daniel, me puse de puntillas, mordisqueándole el lóbulo de la oreja—. Dime
—le dije con voz gutural—, ¿cómo están mis bragas? Parece que te estás
quedando con la mano en el bolsillo esta noche.
—¿Me culpas? —Su voz se volvió ligera—. No voy a mentir, Molly.
Realmente quiero llevarte arriba.
—No protestaré. Solo un rapidito, luego podemos volver y puedes
charlar con todos tus doctores.
—No existe tal cosa como un rapidito contigo. Te dije antes que eres
un regalo. Mereces ser mimada, para tener todos tus deseos y fantasías
atendidas. Necesito toda la noche para hacer eso.
—¿Toda la noche? —Levanté una ceja.
—Así es. —Me besó suave, dulce, libremente, sin reservas sobre quién
estaba mirando—. Toda. La. Noche.
—Espero que Sir Corazón Valiente esté amable y descansado.
Echó la cabeza hacia atrás y se rio.
—Vamos. Están a punto de servir la cena.
—Comer. Vas a necesitar la energía. —Puso su cálida mano sobre mi
espalda baja y me condujo hacia una mesa.
***
A medida que la velada transcurría, había podido relajarme y olvidar
el hecho de que una huella de mi pasado estaba sentada en la mesa
directamente detrás de mí. Noah tenía razón. Sus amigos y colegas se
impresionaron al escuchar que era escritora. Varias de las mujeres en la
mesa habían oído hablar de mí y leían mi columna regularmente.
Mirando a Noah para ver el orgullo en sus ojos mientras discutía sobre
mis escritos, me sentí fortalecida y animada. Tanto es así que incluso
mencioné mi alter ego, Vivienne Foxx. Para mi sorpresa, bastantes personas,
tanto hombres como mujeres, conocían mis libros. Una vez que se corrió la
voz, la conversación en nuestra mesa tomó un camino que no había
esperado. Si bien la mayoría de las otras mesas probablemente discutieron
los avances en la investigación de la enfermedad de Alzheimer, el propósito
de la noche, nuestra conversación había estado un poco en el lado más
travieso. Antes de que Noah entrara en mi mundo, nunca consideré lo que
hacía como una profesión de verdad. Él cambió todo eso. Empecé a darme
cuenta de que Noah había cambiado todo.
—Vuelvo enseguida —le dije mientras nos juntamos cerca al bar con
algunos de sus socios después de terminar nuestra cena decadente de
cordero asado. Si no creyera que me vería incivilizada, habría lamido ese
plato.
—¿Estás bien? —preguntó Noah. Me encantaba lo preocupado que
estaba con mi bienestar durante toda la noche, incluso hasta mantenerse
lo más alejado de Daniel.
—Estoy genial, pero la naturaleza llama.
—No vas a volver y darme un sujetador, ¿o sí? —Levantó las cejas.
—No. —Me incliné hacia él—. Lo único que queda es el vestido —
murmuré—, los zapatos y las joyas, por supuesto, pero ¿qué hay de divertido
en eso?
—Trata de mantener el vestido puesto. —Me guiñó el ojo.
—No puedo hacer ninguna promesa.
Gimiendo, dio un paso atrás.
—En ese caso, te dejaré hacer lo que tienes que hacer.
Besé su mejilla, luego me dirigí hacia los baños. Después de dedicarme
a mis asuntos, me revisé en el espejo y volví a aplicar más brillo para que mis
labios volvieran a la vida. Una vez satisfecha con mi apariencia, volví al salón
de baile. Por mucho que quería finalmente tener un tiempo a solas con
Noah, me encantaba cómo me presumía, cómo me miraba con tanto
orgullo y adoración, cómo su mano siempre parecía encontrar la mía.
Una ligereza en mi corazón, escaneé la zona en su búsqueda y lo
encontré de pie junto a la barra. A punto de hacer otro intento por atraerlo
hacia el piso de arriba, caminé hacia él, con la cabeza en alto, cuando la
voz nasal de Daniel llegó a mis oídos. Me detuve en seco, mi pecho se
apretó mientras lo veía acercarse a Noah.
—Entonces, ¿tú y Molly? —comentó Daniel sobre el sonido de un
quinteto de jazz interpretando una melodía—. ¿Es algo?
—Sí, lo es —respondió Noah.
Daniel silbó.
—Ten cuidado con eso.
—¿Qué quieres decir? —preguntó secamente.
—Conozco a Molly. —Hubo una especie de insinuación en su tono.
—¿No estás casado? —replicó Noah, retomando lo que dedujo
—Mi esposa y yo tenemos un acuerdo. A veces tienes que ir a otro
lugar para satisfacer tus antojos, especialmente cuando tu esposa es
bastante vainilla en el dormitorio. Y Molly ciertamente fue buena para
ampliar mi paladar, pero no para mucho más. Es ese tipo de chica.
Cuando levantó las manos a la defensiva, solo pude suponer que
Noah le lanzó puñales.
Al menos yo esperaba que lo hubiera hecho. A decir verdad, hubiera
preferido que Noah le diera un rodillazo en las pelotas, pero él no era del
tipo para entrar en una pelea rodeado de colegas.
—Escucha, hombre. No quiero insinuar nada. Solo estoy cuidando de
ti. Te conozco desde hace unos años y he visto la clase de mujeres con las
que sales. Molly no es así. Espero que no esperes algo más que un momento
divertido en la cama. Ella no está en las relaciones.
—No es que sea de tu incumbencia, pero las cosas son diferentes con
nosotros.
Un dolor creciendo en mi pecho, me acerqué, sus voces se hicieron
más fuertes.
—Puedes decirte a ti mismo todo lo que quieras. Una puta puede
ponerse un bonito vestido y joyas caras, pero al final de la noche, ella
todavía te follará por dinero. Como siempre dije, algunas mujeres son con
las que sales, otras mujeres con las que follas. Te dejaré decidir a qué
categoría pertenece la mujer que piensas que es tu novia.
Incapaz de escuchar nada más, giré sobre mis talones, saliendo del
salón lo más discretamente posible. No pude evitar pensar que había algo
de verdad en las palabras de Daniel. Tal vez me estaba engañando a mí
misma por creer que podía tener una relación normal y saludable con
alguien como Noah. Tal vez no era el tipo de chica con la que debería estar.
Saliendo del vestíbulo, aspiré el aire de la ciudad. Era un sábado por
la noche a finales de julio y el centro de la ciudad estaba lleno de gente en
busca de una buena comida, un trago fuerte o algo en el medio. Yo estaba
en busca de algo, también. Simplemente no sabía qué. ¿Claridad?
¿Respuestas? ¿Confianza?
Mi cerebro repitiendo las palabras de Daniel, estaba perdida en mi
mente mientras mis piernas me llevaban al otro lado de la calle hacia
Common. Era como si estuviera en piloto automático, llevándome
exactamente a donde necesitaba estar en ese preciso momento. Justo
como lo había hecho en abril cuando me encontré con Noah en este mismo
parque. Me detuve debajo del mismo árbol y bajé a un banco cercano.
Un movimiento repentino por el rabillo del ojo captó mi atención y, al
igual que ese día semanas atrás, tuve el placer de ver a Noah corriendo
hacia mí. Esta vez, parecía frenético, agitado y preocupado.
—Noah. —Me levanté, mordiendo mi labio inferior entre mis dientes.
No esperaba que me encontrara aquí. Tenía toda la intención de volver a
la gala. Solo necesitaba un minuto para encontrar la manera de hacer que
me viera como la mujer que había llegado a conocer los últimos meses, no
la mujer que describió Daniel—. ¿Cómo supiste dónde estaba?
—Te vi salir de la sala de banquetes e intenté alcanzarte. Una de las
mujeres que conociste antes, Karen, estaba afuera fumando un cigarrillo y
notó que cruzaste la calle. —Se encogió de hombros—. Una vez que
escuché eso, tuve la sensación de que estarías aquí.
—Supongo que este lugar me ayuda a pensar.
—¿Sobre qué? —Dio un paso hacia mí, la preocupación grabada en
las líneas de su rostro.
—Nosotros —respondí honestamente, luego me detuve, evitando sus
ojos—. Escuché lo que te dijo Daniel. —Lo miré, preparándome para que
terminara con todo esto.
Su expresión se suavizó.
—Simplemente estaba hablando estupideces, como un típico
político.
—Aun defendiendo mi honor, ¿verdad, doctor McAllister? —pregunté
en voz baja.
—Siempre, Molly. —Tomó mi mano en la suya y colocó un suave beso
en mis nudillos—. Siempre.
Encontré su mirada compasiva, perdiéndome dentro de su sinceridad.
Luego me alejé, bajé hasta la banca, mirando lo que había estado
llamando "nuestro árbol".
—Había algo de verdad en lo que dijo —admití. Noah se sentó a mi
lado, estudiándome.
»Antes que ti, no salía con nadie. Supongo que nunca vi el propósito
en eso. No tenía ganas de pasar por la molestia de conocer a alguien
cuando nunca funcionaría. Así que solo tenía aventuras casuales.
—¿Quién no ha hecho eso? —argumentó—. La mayoría de los adultos
que conozco pasan por esa etapa. Es parte de descubrir quién eres como
persona.
Arqueé una ceja.
—Noah McAllister, no te imaginaba como un mujeriego.
Negó con la cabeza, un rubor en sus mejillas.
—No me llamaría mujeriego, pero la escuela de medicina puede ser
un poco agotadora. Era imposible tener una relación real con alguien, pero
aún necesitaba desahogarme. Muchos de mis compañeros estudiantes de
medicina hicieron lo mismo.
Mi tono se volvió serio una vez más.
—No estaba en la escuela, pero todavía tenía estos arreglos.
—¿Y Daniel fue uno de tus arreglos?
—No tenía idea de que estaba casado. Lo conocí en un bar cerca
del Ayuntamiento —le expliqué, dejando de lado el hecho de que lo usé
como musa—. Pensé que era guapo, maduro. —Negué con la cabeza—.
No podría haber estado más equivocada sobre él. Un día, cuando estaba
en el Museo de Ciencias con Drew y las chicas, lo vi ahí con una mujer y dos
niños pequeños. Entonces noté un anillo en su dedo, que nunca usó cuando
estaba conmigo. La siguiente vez que planeamos juntarnos, lo confronté y
lo terminé. Aparentemente, nunca nadie le dijo que no antes. —Puse los ojos
en blanco—. Digamos que tenía algunas palabras para decirme.
Vislumbraste un poco de lo que era antes. —Hice un gesto al otro lado de la
calle hacia el hotel.
—Entonces, ¿es por eso viniste aquí?
—Creo que me preocupa que me mires de manera diferente ahora
que sabes la verdad sobre mi pasado. La Molly que él conocía no es la
misma Molly que tú conoces, ¿sabes?
—Eso ya lo sé.
—¿Lo sabes?
—Por supuesto. —Envolvió sus brazos alrededor de mí, jalándome
hacia su pecho y plantando un suave beso en mi cabeza—. ¿Crees que
podría tirar lo que tenemos porque un imbécil pomposo comenzó a lanzar
acusaciones sobre la chica que solías ser? No soy tan superficial. Entiendo
que tengas un pasado. Yo también. No me importa nada de eso. Demonios,
una de tus columnas se titula “Confesiones De Una Cita En Serie”. Sabía en
lo que me estaba metiendo cuando comencé a salir contigo, Molly.
Lo miré, encogiéndome levemente.
—Mira, esa es la cosa. Realmente no salí con esos tipos. Solo nos
juntamos, ya sabes...
—Eso no importa —me aseguró—. Todo lo que has hecho en tu vida,
incluidos los chicos con los que tenías esos llamados arreglos, te llevó a este
mismo lugar ese sábado de abril. Milagrosamente, mi pasado me llevó a
este mismo lugar. Todo lo que sucedió antes de ese momento es
intrascendente. Lo único que importa es el ahora. Nada más. Y ahora mismo,
solo te quiero.
Apretando sus mejillas en mis manos, rocé mis labios con los suyos, mi
cuerpo se relajó ante el contacto.
—¿Incluso si descubres algo horrible sobre mí?
—¿Como qué?
—No lo sé. —Mordisque mis labios—. Como que tuviera una extraña
fascinación con los payasos y tuviera una habitación entera en mi
apartamento dedicado a esos espeluznantes hijos de puta.
—Entonces te conseguiré un par de zapatos de payaso para agregar
a tu colección.
—¿Qué pasa si soy en secreto una de esas personas en Acaparadores
que tienen un ático lleno de cadáveres de animales?
—Entonces contrataría un camión de basura para limpiar todas esas
cosas para que puedas empezar de nuevo.
—Pero, ¿y si tuviera un horrible gusto musical y te hiciera escuchar las
baladas poderosas de los ochenta las veinticuatro horas del día?
—Molly, ya escuché la historia sobre ti bailando Air Supply en tu
juventud, pero todavía estoy aquí.
Le di una mirada indignada.
—No puedes sentarte allí y decirme que no disfrutas los tonos sensuales
de Russell y Graham.
Él se encogió.
—Estoy un poco asustado de que sepas sus nombres.
Sonreí, decidiendo que ahora era el momento perfecto para una
serenata a Noah con unos pocos compases de All Out of Love.
—¡No! ¡Para! —Se cubrió los oídos, su rostro se contorsionó de dolor. No
hizo nada para disuadirme. Canté más fuerte y con más convicción. Los
transeúntes nos miraron fijamente, pero no me importó. Noah me derribó, así
que mi espalda quedó acostada contra la banca, pero aún canté.
—¡No puedo soportarlo más! —gritó.
Riendo incontrolablemente, finalmente dejé de cantar cuando no
pude recordar más letras. Noah se alzó sobre mí, sus dedos rozando mi
frente. Su sonrisa se desvaneció, una cálida expresión cubriendo su rostro
mientras parecía estudiar cada centímetro de mí.
—Oye. —Respiré, la atmósfera entre nosotros se volvió cargada.
—Oye —respondió.
—No llevo ropa interior —le recordé.
Gimió, enterrando su cabeza en mi cuello.
—¿Crees que no lo sé? Eso es todo en lo que he podido pensar desde
que la colocaste en mi mano.
—Tal vez es hora de que dejes de pensar en ello y realmente hacer
algo al respecto.
Sus dientes rozaron mi carne, el fuego ardía a su paso.
—¿Sabe qué, señorita Brinks? —Se inclinó hacia atrás—. Creo que
tiene razón.
27
Traducido por kalired
Corregido por Cherrykeane
Cada centímetro de mi cuerpo estaba en estado de máxima alerta
mientras Noah me llevaba por el pasillo al último piso del hotel, llegando a
pararse frente a la última puerta a la derecha. Retirando una tarjeta de su
billetera, la insertó en la puerta. Cuando zumbó, la abrió, revelando una
gran sala de estar, con poca iluminación.
Permitiéndome entrar primero, pasé por un exuberante sofá y una silla
de lectura, en dirección al ventanal. Observé la vista del horizonte de
Boston. Las luces de la ciudad eran magníficas desde esta altura.
Noah se acercó, su aliento caliente en mi piel.
—Hermosa —murmuró, pasando su brazo por mi cintura y tirándome
contra él. Pude sentir su erección en mi espalda.
—Lo es, ¿no? —respondí, apoyando mi cabeza en su pecho. Cerré los
ojos, perdida en la sensación de sus dedos acariciándome delicadamente
sobre el material sedoso de mi vestido.
—Estaba hablando de ti, Molly. —Apartó los rizos rubios de mi cuello,
exponiendo la carne sensibilizada de mi nuca, mis vellos erizados. Un
escalofrío me recorrió, la tensión que se había ido acumulando toda la
noche me hizo sentir como si estuviera lista para desmoronarme incluso de
los toques más virtuosos de Noah—. Eres hermosa.
Me hizo girar y, antes de que pudiera responder, capturó mi boca con
un beso. Su lengua se deslizó contra la mía, sus movimientos medidos,
premeditados, resueltos. Respiró dentro de mí, haciéndome sentir viva. Pasé
mis manos por su cabello oscuro y sedoso, jugando con los pequeños rizos
en los extremos.
Sus labios viajaron de mi boca por mi mandíbula, mordisqueando
ligeramente. Estiré mi cuello, dándole un mejor acceso. Tomó mi lóbulo entre
sus dientes, su lengua trazando círculos sobre la carne detrás de mi oreja. Mi
interior se encendió en el fuego del contacto.
—Este es el lugar, ¿no? —murmuró, con voz ronca.
—Sí. —Le pasé los dedos por la espalda. Mi mente estaba en blanco...
aparte de pensar que ambos usábamos demasiada ropa—. Vamos al
dormitorio —supliqué.
—Todavía no. —Puso su mano sobre mi espalda y me presionó contra
él—. Me prometiste un baile.
—Pero no hay música.
—Siempre hay música cuando estás cerca.
Suspiré, derritiéndome en su abrazo. ¿Cómo podría negarle cualquier
cosa que quisiera cuando decía cosas tan cautivadoras? Nunca había
conocido a un hombre que pudiera ser tan romántico en un minuto, y luego
decirme todas las cosas lascivas y sin sentido que quería hacer después. Y
me encantó cada palabra sincera y erótica que salía de esa sugerente
lengua suya.
Balanceó sus caderas, y yo seguí su ejemplo. Esto se sintió tan natural,
tan correcto. Nuestros cuerpos se movieron juntos en perfecta armonía, casi
como si supiera qué canción estaba en su cabeza... y corazón.
Comenzó a tararear, trayendo una sonrisa a mi cara. Era gutural,
masculino y profundo. Cuando finalmente puso palabras a la música,
descansé mi cabeza contra su pecho, perdida en el tamborileo de su
corazón. Escucharlo, rodeada en su abrazo, hizo feliz a mi alma.
—¿Hechizado, preocupado y desconcertado? —Levanté una ceja—
. ¿Alguna razón para esa elección en la canción?
—Parecía apropiado para lo que siento por ti... —Se inclinó más
cerca—. Completamente y sin lugar a duda hechizado.
Me encontré con sus ojos, tragando saliva.
—¿Recuerdas la primera vez que bailamos juntos?
Sus movimientos se hicieron más grandes y más seguros mientras
giraba y se balanceaba conmigo a través de la suite. Me maravillé de lo
bien que bailaba, entonces recordé que tenía cuatro hermanas. Estaba
segura de que se había visto obligado a bailar con ellas más de lo que le
gustaría admitir.
—¿Cómo puedo olvidarlo? —Se pasó la lengua por los labios—.
Llevabas un impresionante vestido rojo. Tu perfume olía a lilas y talco para
bebés. Todo lo que podía pensar era en lo mucho que quería besarte y lo
injusta que era la vida que esta hermosa y extraordinaria mujer que nunca
podría tener se cruzara conmigo. Me fui a dormir esa noche soñando con el
sabor de tus labios, pensando que nunca tendría la oportunidad de
probarlos. —Sus palabras me quitaron el aliento—. Nunca podría haber
imaginado que saben tan dulces y perfectos.
Nuestros labios se besaron mientras me conducía hábilmente al
dormitorio, con una mano sobre mi espalda baja y la otra enredada en mi
cabello, sosteniendo mi cabeza. Era un detalle tan insignificante, pero
mostró cuánto realmente me atesoraba. Con todos los otros hombres, no
había pasión, ni hambre, ni romance. Yo nunca lo quise, pero con Noah,
tenía todo eso y más; sin embargo, aún no era suficiente para satisfacer mis
deseos.
—Tus labios son tan suaves —tarareó, trazando un pulgar contra mi
boca—. No puedo tener suficiente de ellos. Tan dulce. Tan embriagador. Tan
fascinante.
—Mierda. —Me estremecí, arqueando mi cuerpo en el suyo—. Creo
que me corrí solo con tus palabras.
—Me alegra saber que puedo excitarte —dijo tímidamente.
—Haces más que excitarme, Noah. Me haces sentir como si hubiera
estado varada en el desierto por días sin agua. Y ahora veo el espejismo de
una fuente tan cerca, estoy desesperado por ella. —Me puse de puntillas—
. Estoy desesperada por ti. —Pasé mi lengua por su cuello, inhalando su
embriagador aroma.
—Me tendrás. La seducción es un arte, una ciencia. Una que no debe
ser apresurada. —Sus labios rozaron los míos, el cosquilleo de su aliento en mí
piel enviando temblores en todo mi cuerpo. Nunca me había sentido tan
lista para caer por el precipicio en toda mi vida.
Me hizo girar, bajando cautelosamente la cremallera de mi vestido.
Salpicó besos en mis omóplatos.
—Miguel Ángel se tomó su tiempo para pintar su obra maestra en el
techo de la Capilla Sixtina, al igual que yo me tomo mi tiempo contigo. —
Tiró hábilmente de las correas de mi vestido por mis brazos. El calor de sus
dedos sobre mi piel envió una corriente a través de mí—. Cuando termine
contigo, quiero ser lo único en lo que piensas por semanas. —Mi vestido se
cayó de mis caderas y se acumuló a mis pies—. Cuando te duches, quiero
que desees que estuviera ahí contigo. —Sus manos vagaban por mi cuerpo
mientras estaba desnuda... a excepción de mis joyas y mis zapatos—.
Cuando te duermas, quiero que me imagines junto a ti.
Apoyé la cabeza contra su pecho, perdida en la sensación de sus
manos y su lengua erótica. Mi ritmo cardíaco aumentó cuando sus dedos
rodearon mi estómago, lenta y pausadamente avanzando hacia el sur.
Traté de alejarme, pero me jaló contra él, manteniéndome felizmente
encerrada en su lugar. En el instante en que me tocó entre las piernas, temí
que me rompería en pedacitos.
Su aliento bailaba en mi cuello, haciendo que mi núcleo doliera. Su
mano continuó vagando más allá de mi cintura. Mi pecho se agitó, el calor
de su piel tan cerca me deshacía. Presionó su boca contra el hueco de mi
cuello.
—Cuando te toques, quiero que pienses en todas las cosas que te hice
esta noche.
Antes de que pudiera reaccionar, sus dedos encontraron mi centro.
Cada terminación nerviosa en mi cuerpo se disparó al mismo tiempo.
Empujé contra su mano, un esclavo para mi placer.
—Dios, he querido hacer esto toda la noche. —Su voz se volvió áspera,
brutal, sus movimientos cada vez más implacables. Mis labios se separaron y
solté un jadeo—. Toda la noche, todo en lo que podía pensar era en lo fácil
que sería deslizar mi mano debajo de la mesa y hacer que te corrieras.
—¿Por qué no lo hiciste? —Moví mis piernas más separadas,
persiguiendo el orgasmo que veía en mi punto de mira.
—Porque nadie va a ver lo malditamente hermosa que te ves cuando
te corres excepto yo, Molly. Quiero cada uno de tus orgasmos, incluido este.
Deslizó un dedo dentro y me apreté a su alrededor, mis gritos de alivio
resonaron en la lujosa habitación. Sus palabras y tonos lujuriosos me
excitaron de una manera que no esperaba. Noah tenía razón. La seducción
era un arte, y él era un maldito maestro.
Me di vuelta y aplasté mi boca contra la suya. Excitada, bajé la
chaqueta de esmoquin por sus brazos, entonces luchó con los botones de
su camisa. Agarró mis muñecas, impidiéndome arrancarle la ropa de su
cuerpo.
—Paciencia —canturreó con voz astuta. Levantó mis brazos sobre mi
cabeza, cerrando sus labios con los míos. Me empujó hacia la cama.
Cuando mis rodillas golpearon el colchón, liberó su agarre de mis muñecas,
apoyando mi espalda cuando me baja. Pateando mis tacones, me arrastré
hacia la cabecera, manteniendo mis ojos pegados a los de Noah.
Se pasó la lengua por los labios y aflojó la corbata de moño, luego se
desabrochó la camisa pausadamente. Sabía que estaba nervioso,
desesperado por sentir, pero sus movimientos se mantuvieron sin prisas.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, se quitó la camisa y
fui complacida con la vista del pecho definido de Noah. No podía creer que
este exquisito hombre fuera todo mío. Noah era el paquete completo. No
solo era bastante guapo para mirar, tenía un hermoso corazón.
Se trepó al colchón, deslizándose a lo largo de mi cuerpo. Para mi
sorpresa, sacó la corbata azul de su bolsillo, una expresión coqueta en su
rostro.
—Te dije que estaríamos usando esto. —Me guiñó un ojo, y luego bajó
la cabeza, besándome. Confirmando mis sospechas que había hecho este
tipo de cosas antes, sin esfuerzo aseguró mis muñecas con la corbata y las
levantó sobre mi cabeza. Abrió el cajón de la mesita de luz y sacó una
máscara para los ojos—. Me alegro de haber planeado esto antes —
murmuró mientras deslizaba la máscara sobre mi cabeza, ocultando mi
mundo en la oscuridad.
Dicen que cuando uno de tus sentidos se daña, aumenta el resto. Eso
es sin duda cierto. Mi sentido del oído y tacto se amplificaron cien veces a
medida que el sonido de nuestra respiración se hacía más marcado, la
sensación de sus dedos recorriendo delicadamente mi cuerpo haciéndome
saltar y retorcerme. Estaba expuesta, vulnerable, completamente a merced
de Noah... y era la mejor sensación del mundo.
No poder ver hizo que mi piel cobrara vida con sensibilidad. Podía
sentir el calor del aliento de Noah contra mi carne mientras parecía viajar
alrededor de todo mi cuerpo, un susurro. La anticipación me hizo querer
quemarme.
Sus labios se posaron sobre los míos, haciéndome cosquillas en la
boca.
—Vuelvo enseguida.
—¿Vuelvo? —le dije con sorpresa—. ¿A dónde vas?
Me besó suavemente.
—A buscar algo que creo que realmente vas a disfrutar.
—Tu polla es algo que realmente disfrutaría. No necesito nada más
—jadeé con desesperación.
—Eres mi obra maestra, Molly. Necesito tomarme el tiempo para
saborear tu perfección.
—Joder. —Respiré, retorciéndome en el colchón—. Estoy bastante
segura de que acabo de correrme otra vez.
Se rio.
—Mi plan es hacer que te corras una y otra vez durante toda la noche.
—Me dio un beso rápido en los labios, luego sentí el movimiento del colchón.
Sus pasos se silenciaron, seguidos por el sonido de nuestra suite abriéndose
y cerrándose. No tenía idea de cómo podía permanecer tan sereno cuando
estaba lista para desmoronarme. Junté mis piernas apretadamente,
moviéndome y retorciéndome para encontrar algún tipo de alivio del sordo
palpitar. No funcionó. Dudaba que algo extinguiera el fuego que Noah
había encendido con sus palabras, su cuerpo y su seducción.
Finalmente, escuché que la puerta se abría y se cerraba de nuevo, los
pasos se acercaban. Casi al instante, una boca familiar estaba de vuelta en
la mía, su lengua me invadió.
—Te ves increíble así —susurró Noah—. No puedo creer que seas toda
mía. —Colocó algo pesado sobre la mesita de noche. Oí el sonido del roce
de ropa, luego se subió encima de mí otra vez. La sensación de su piel sobre
la mía me elevó al máximo.
—Di que eres mía —dijo, con voz ronca.
—Soy tuya —murmuré.
—Dios, me encanta escucharte decir eso. —Me besó de nuevo, la
pasión en ese único gesto robó todo mi oxígeno. Demasiado pronto, se
alejó, el sonido del traqueteo del hielo llegó a mis oídos. Entonces sentí el
calor de su aliento en mi pecho. Arrastró su lengua a través mi piel, tirando
de un pezón entre los dientes.
—¿Confías en mí? —me preguntó en voz baja, tirando y chupando mi
pezón.
—Sí —respondí. Hubiera confesado secuestrar al bebé Lindbergh10
solo para sentir a este hombre.
—Bien. —Pude escuchar la sonrisa en su voz. Instantáneamente,
presionó un objeto frío contra mi otro pezón, su lengua todavía estaba
trabajando en el que tenía en la boca. Gemí, arqueando mi espalda del
colchón. No tenía idea de qué hacer con todo. Había algo sobre la frialdad
del hielo en un pezón y el calor de la boca de Noah en el otro que hacía
que cada centímetro de mi cuerpo se apretara con anticipación.
Noah era un ángel y un demonio. Era fuego y hielo. Era mi comienzo
y mi final.
Recorrió con el hielo mi cuerpo, su talentosa lengua siguiéndolo,
calentando el frío. Mi mente estaba en blanco mientras sucumbía a la dicha
pura que recorría mi cuerpo.
—Noah, por favor —le supliqué—. Necesito sentirte.
—Me sientes. —Trazó su lengua alrededor de mi ombligo.
Bebé Lindbergh: El secuestro del hijo del famoso aviador Charles Lindbergh fue uno de los
crímenes más publicitados del siglo XX en Estados Unidos.
10
—No. Dentro de mí. No puedo soportarlo más. —Cada segundo que
transcurría sin que me diera lo que necesitaba era pura tortura. Un dolor que
no pensé que pudiera quedar satisfecho alguna vez me consumió.
Cambió su peso y escuché el glorioso sonido de un paquete
abriéndose. Finalmente, lo sentí acomodarse entre mis piernas, presionando
su erección contra mi carne excitada. Me preparé. Su boca encontró la mía,
entonces se introdujo en mí. Juré que escuché a los ángeles cantando. O
tal vez estaba gimiendo.
Sus movimientos eran suaves mientras empujaba dentro, y luego se
retiró. Hubiera dado cualquier cosa por alcanzarlo y tocarlo, por deslizar mis
dedos por su espalda, sentir sus músculos mientras se ondulaban bajo mis
manos.
—Eres increíble, Molly. —Enterró su cabeza en mi cuello, sus dientes
rasparon mi piel—. Dios, no tienes idea lo difícil que ha sido este último mes.
—Creo que lo sé —jadeé, envolviendo mis piernas alrededor de su
cintura—. Podríamos haber hecho esto hace semanas —le recordé.
—No, no podíamos. —Se retiró, continuando su movimiento. Sus dedos
trazaron mi rostro. Cuando me quitó la máscara, me deleité con la visión de
Noah sobre mí, una mirada de adoración en su mirada—. No habría sido así,
y esto es jodidamente increíble.
Su boca capturó la mía mientras extendía la mano, aflojando la
corbata alrededor de mis muñecas. Pasé mis dedos por su espalda,
clavando mis uñas mientras profundizaba el beso, siguiendo su movimiento.
Apretando mis piernas alrededor de su cintura, lo obligué a ponerse de
espaldas, sus ojos momentáneamente se ensancharon con sorpresa, luego
cambié mientras aumentaba el ritmo.
Me incliné hacia atrás, perdida en la sensación que me llena hasta el
borde, una corriente fluyó a través de mí. Mis ojos rodaron hasta la nuca, y
estaba cerca del borde del precipicio.
—Mantén tus ojos en mí, Molly —murmuró, su tono provocador.
Devolví mi mirada a la suya. Extendió la mano, rozando su mano
contra mi mejilla. Me fundí con él, maravillándome en lo diferente que era
de cualquier otro hombre con el que había estado alguna vez. Era generoso
en el dormitorio, asegurándose que yo sentía tanto placer como él. Sabía
exactamente qué hacer para hacerme desmoronar, tal como estaba a
punto de hacer en ese momento.
Mi respiración se detuvo cuando luché contra mi orgasmo inminente.
Noah lo sintió y se apoderó de mis caderas, penetrando en mí con más
intensidad. Presionó su pulgar contra mí. La sensación de que me frotara y
se moviera dentro de mí fue mi perdición. Gemí su nombre justo cuando
encontró su propia liberación.
Caí encima, nuestros cuerpos resbaladizos por el sudor, dolor de
piernas. Mi respiración aún agitada, me pasó los dedos por el cabello,
salpicando besos a través de su línea de la mandíbula.
—Maldición, Molly —dijo finalmente. Nuestros pechos se movieron, el
único sonido en la habitación era de nuestra respiración agitada y el
zumbido del aire acondicionado. Me levanté y me acosté junto a él en la
cama. Me tiró contra su pecho y jugué con los pequeños mechones de
vello—. Espero que no sea grosero de mi parte decirlo, pero realmente me
gusta follarte. No tienes idea lo difícil que fue para mí no correrme en el
segundo que estuve dentro de ti.
Encontré su mirada y sonreí, mareada, aturdida y saciada.
—Lo tomaré como un cumplido.
28
Traducido por kalired
Corregido por Cherrykeane
El olor del tocino y el café recién hecho invadieron mis sentidos y abrí
los ojos. Un resplandor sutil llenó la moderna habitación de muebles simples.
Mi ropa yacía arrugada en el suelo, los recuerdos de anoche brillaron en mi
mente. Nunca pensé que alguna vez me cansaría de dormir junto a Noah...
y todos los beneficios que lo acompañaban.
Mi estómago gruñó, el aroma del cerdo frito me hizo salivar. Por
mucho que no quisiera salir de la cama, estaba hambrienta. Al pisar el suelo
de madera, encontré la camisa de Noah y me la puse. Nadaba en ella, pero
como aprendí en los últimos meses, él amaba cuando usaba su ropa. Me
encantaba usarlas, también, disfrutando de su aroma que era como un
afrodisíaco para mí.
Salí de su dormitorio y bajé las escaleras de un impresionante estilo
colonial que poseía en el suburbio de Melrose en Boston. Era septiembre y
nos habíamos vuelto inseparables. Nos quedábamos en mi departamento
algunas noches, pero prefería la casa de Noah. Al igual que Pee Wee, a
juzgar por la forma en que mi baboso perro actualmente seguía a Noah por
la cocina, pidiendo migajas.
—Pee Wee, abajo —amonestó. Mi perro simplemente levantó una
pata, dándole a Noah esa mirada triste a la que nadie con alma podría
negarse. Sacudiendo la cabeza, Noah agarró uno de los trozos de tocino y
se lo arrojó. Ni siquiera pensé que el perro lo masticara antes de tragarlo.
Me apoyé en la puerta, solo mirando a este hermoso hombre
maniobrar alrededor de la cocina. Era realmente un espectáculo digno de
mirar. No había nada más sexy que un hombre sosteniendo una espátula,
usando solo un par de calzoncillos.
Antes que Noah entrara en mi vida, habría rechazado las cosas
estúpidas que hacían las parejas: desayunar juntos, tomarse de las manos
en público, alimentar a los patos en el parque, fingir que eran turistas en la
ciudad a la que llamaban hogar y planear fines de semana con un
desayuno en la cama. Ya no era así. Nos convertimos en esa pareja cursi por
la que solía sentir pena. Había estado convencida que se estaban
perdiendo tanta diversión y emoción al comprometerse entre sí. Había
evitado la idea de tener una relación seria porque pensé que terminaría la
aventura. Estaba tan equivocada. Nunca me había sentido tan satisfecha
como lo había hecho estos últimos meses.
Noah era mi pareja perfecta en todo el sentido de la palabra. Nunca
ponía mala cara cuando le sugería que hiciéramos algo loco, como asistir
al azar a casas en venta donde podríamos usar los términos que habíamos
aprendido de mi completa obsesión por los programas de televisión de
mejoras para el hogar para comentar sobre cada casa.
—Es una hermosa entrada, ¿no es así, pastelito? —me diría.
—Sin duda, lanza un mensaje, pero yo había esperado algo un poco
más grande, al igual en nuestra casa de verano en los Hamptons.
—¿Cuántas
habitaciones
tiene?
—preguntaría
al
agente
inmobiliario—. Debido a que mi esposa tiene bastante apetito, si sabes a lo
que me refiero.
Por primera vez en mi vida, estaba con alguien que entendía todas
mis rarezas y manías. No éramos una de esas parejas aburridas que veía
sentados uno frente al otro en los restaurantes, discutiendo el episodio de
anoche de la Rueda de la Fortuna, sin darse cuenta de que no tenían
absolutamente nada en común. Noah y yo nos divertíamos y realmente
disfrutábamos de la presencia del otro. No teníamos que sentarnos en un
aburrido restaurante y charlar un rato para conocernos. No había
conversaciones triviales sobre nuestro enamoramiento de la escuela
secundaria o nuestro momento más embarazoso. Nada de eso importaba.
Todo lo que me importaba era vivir el momento, no sobre lo que me
esperaba en la siguiente hora, semana o año.
Noah se volvió hacia la cocina, y aproveché la oportunidad para
entrar en silencio. Acercándome sigilosamente detrás de él, me puse de
puntillas y envolví mis brazos alrededor de su torso desnudo, plantando besos
en sus anchos omoplatos. Pude sentir su sonrisa por la forma en que su
cuerpo se relajó al mío. Estar en una relación era algo divertido. Había
pasado tanto tiempo con Noah, que podría decir qué expresión llevaba sin
siquiera mirarlo. Y sabía, en este momento, que tenía una expresión de
absoluta paz y satisfacción en su rostro.
—Buenos días —murmuró, luego lentamente se dio la vuelta.
—Buenos días.
—Espero no haberte despertado. Pensé que estarías hambrienta
después de las actividades de anoche. —Me guiñó un ojo.
—Pensaste bien. —Puse mis labios contra suyos—. Aunque preferiría
tener otra probada de ti primero.
Gimió, profundizando el beso.
—¿Qué tal después?
—Puedo vivir con eso.
—Bueno. Ahora, ve a sentarte. La comida está casi lista. —Su mano
vagó por mi costado, luego aterrizó en mi culo, dándole un inesperado
apretón. Chillé, luego me dirigí a un rincón de la mesa del comedor justo
pasando su gran cocina. Me senté en una de las sillas, sonriendo al ver que
ya había preparado mi café como a mí me gustaba... solo un toque de
crema y sin endulzante.
Noah se acercó, llevando dos platos de comida. Colocó uno delante
mío, y luego se sentó frente a mí.
—Gracias por cocinar.
—Me encanta prepararte el desayuno. Espero que los huevos sean de
tu gusto.
Agarré mi tenedor y corté el huevo, la yema se extendió por todo mi
plato.
—Extra cremosos, como me gustan.
Apenas hablamos mientras comíamos nuestro desayuno de huevos,
tocino y patatas. Una vez que terminamos, Noah colocó su servilleta en su
plato y se encontró con mis ojos. Extendió la mano por la mesa, agarrando
mi mano. Había algo nuevo en su mirada. Una bola de inquietud se formó
en mi estómago.
En los últimos meses, mantuvimos todo casual y divertido. No hubo
conversaciones serias acerca de hacia dónde iba nuestra relación. Ahora,
cuando vi la sinceridad en su expresión, sentí la delicada forma en que su
pulgar acariciaba mis nudillos, temía que nuestra relación estuviera a punto
de tomar un camino para el que no estaba preparada.
—Molly —comenzó, una expresión de paz en su rostro, en desacuerdo
con el horror que me llenaba—. Hay algo que he querido decirte desde
hace un tiempo, pero yo…
—Mira la hora. —Salté de la mesa, apartando mi mano de la suya—.
¿No tienes que ir pronto a trabajar? Tú cocinaste. Yo limpiaré. —Despejé
rápidamente los platos, sintiendo el calor de la mirada de Noah estudiarme
mientras corría a la cocina.
Encendí el grifo, esperando que el sonido del agua corriendo ahogara
cualquier cosa que quisiera decirme. Sabía lo que era. En las últimas
semanas, utilicé todos los trucos de mi libro para evadir esta precisa
conversación. Lo veía en sus ojos. Lo sentía en la forma en que me abrazaba.
Lo escuché en su voz. Simplemente no pensé que podría soportar escuchar
esas palabras caer libremente de sus labios. Cambiaría todo. Esas dos
palabras tenían una tendencia a destruir personas.
Cuando comencé a verlo, sabía que esta era una probabilidad.
Simplemente esperaba que no sucediera por un largo tiempo. ¿No había
algún tipo de requisito de tiempo antes de poder decir esas palabras? Unos
meses no han sido suficientes. ¿Cómo podría alguien desarrollar sentimientos
tan fuertes en tan poco tiempo?
Después de enjuagar los platos y ponerlos en el lavavajillas, limpié el
mesón. Pero aún podía sentir los ojos de Noah observando cada uno de mis
movimientos. Levanté la vista para verlo apoyado contra la isla, con el ceño
fruncido.
—Molly —repitió, su voz suave.
Me mordí el labio, desesperada por salir de esta conversación una vez
más. En mi experiencia, había una cosa que siempre funcionaba.
Una sonrisa maliciosa se arrastró a través de mis labios, tiré el paño de
cocina en la encimera, y luego caminé hacia él, el calor en mi mirada.
Levantándome sobre mis dedos del pie, rocé mis labios contra los suyos. Él
gimió, escondiendo su mano debajo de la camisa que llevaba,
presionándome contra él. Pasó su mano arriba y abajo por mi costado con
dedos ligeros. Mi carne se erizó como la piel de gallina.
—Necesito ducharme —murmuré—. ¿Me acompañas? —Levanté una
ceja, luego me alejé, balanceando mis caderas mientras salía de la cocina
y subía las escaleras. Cuando desaparecí en el baño principal, suspiré de
alivio, agradecida de haber esquivado con éxito la conversación que no
pensé que estaría lista para tener.
Quitándome la camisa de Noah, di un paso hacia la ducha de vidrio,
en la que fácilmente podían caber al menos seis personas, y encendí el
agua. Sabía que no podría evitar esta conversación por mucho más tiempo.
Solo necesitaba tiempo para entender lo que esto significaría.
Perdida en mis pensamientos, ni siquiera oí acercarse a Noah mientras
estaba de pie con los ojos cerrados, todo mi cuerpo se tensó. Su mano rozó
mi cadera, luego me dio la vuelta, su expresión todavía demasiado tierna
para mi gusto.
—Molly, yo…
Antes de que pudiera decir algo más, empujé mi boca contra la suya.
Se puso rígido momentáneamente antes de fundirse en el beso. Me atrajo
hacia él, nuestros cuerpos desnudos se alinearon entre sí con el cuarto de
baño lleno de vapor.
Con cuidadosos pasos, me hizo retroceder a la ducha. Nuestras bocas
nunca rompieron el contacto. La sensación de los labios de Noah sobre los
míos y el agua en cascada que nos rodeaba hizo que lo anhelara aún más.
Profundicé el beso, mis uñas clavándose en su espalda.
Se apartó de mí, su pecho jadeando. Cuando se acercó, con una
expresión lujuriosa y ardiente en su rostro, mi corazón se aceleró. Con cada
paso que daba, me aparté hasta que mi espalda golpeó la pared de
azulejos. La frialdad calmó momentáneamente el calor que ardía en mi
interior.
Con los ojos entrecerrados, agarró mis caderas, y luego me levantó,
forzando mis piernas alrededor de su cintura.
—¿Esto lo que quieres?
Asentí, las palabras escaparon de mí.
—Eres insaciable —murmuró, sus labios se encontraron con los míos
una vez más mientras se deslizó en mí.
Cerré los ojos, disfrutando la sensación de plenitud mientras se movía
en mi interior. No importaba cuántas veces habíamos hecho esto, cada vez
era nuevo, incomparable, más placentero que la anterior. Estar con Noah
era toda una experiencia. En un minuto, era el hombre cariñoso y compasivo
que conocí como el médico de mi padre. Al siguiente, estaría hambriento,
ansioso, voraz, su tono lujurioso y sus manos ásperas y callosas me llevarían
más alto de lo que creía posible. Su apetito era tan insaciable como el mío,
y siempre parecía saber exactamente lo que necesitaba. Noah era una
droga y yo una adicta que suplicaría, robaría o mutilaría a alguien solo para
conseguirlo.
Solía tener un plan, un programa, una rutina. Me levantaba,
despertaba a Drew, tomaba un café, luego escribía hasta la hora de visitar
a mi padre. Por la noche, si me daba la gana, me gustaría ver a quien era
mi inspiración en ese momento. Desde Noah, todo había cambiado. No
había llamada para despertar a Drew. No tomaba café sola. Raramente
entraba a la cafetería últimamente. Incluso me autoconvencí que no era el
fin del mundo si pasaban un día o dos sin visitar a mi padre.
Me convertí en todo lo que juré que nunca sería... una mujer que
tomaba todas sus decisiones basándose en otra persona. Siempre he sido
ferozmente independiente, pero durante los últimos meses, me volví
dependiente de Noah por mi felicidad.
—Mírame, Molly —dijo Noah, sacándome de mis pensamientos. Su voz
era suave, pero exigente.
Me encontré con su mirada. Sus movimientos eran suaves y bien
coordinados, la emoción y la profundidad en sus ojos era demasiado para
manejar. Forcé sus labios con los míos mientras empujaba contra él, tratando
de seguir el ritmo. Mi cuerpo y mis movimientos suplicaron que me diera algo
más, algo menos significativo, algo menos aterrador.
—Más despacio —dijo—. Quiero que me sientas, Molly.
—Lo hago, Noah. —Pasé mis manos por su cabello mojado, tirando de
él, incapaz de dar sentido a todas las sensaciones y pensamientos que
corrían a través de mí en ese preciso momento—. Dios, te siento. Te siento
mucho.
—También, te siento mucho. —Sonrió, luego se humedeció los labios
antes de besarme. La forma en que su lengua acarició la mía fue tierna,
contenido y compasivo.
Abrí la boca, una pequeña exhalación de aire escapó de mis
pulmones. Nunca entendí como alguien podría causar que te sintieras tan
emocionado durante el sexo que llorarías. En este instante, lo hice. No era
que mi corazón estuviera tan lleno que iba a explotar. Solo sentí tanto que
la única manera de calmar el fuego en mis venas, el dolor en mi centro, el
cosquilleo en mi carne era con lágrimas.
—Oh, Molly —gimió Noah, besando mi cara, mi cuello, mi pecho.
Mi respiración aumentó, todo acerca de este momento era mucho
más de lo que nunca pensé que la intimidad podría ser. Estaba muy
apretada, mi cuerpo elevado peligrosamente en la cima, a la espera del
empuje final para derrumbarme ante el talentoso cuerpo de Noah.
Agarrándome la cara con sus manos, mantuvo mi cabeza, sin
permitirme esconderme. El simple hecho de nuestros ojos fijos el uno en el
otro era más penetrante, más sensual, más erótico que moverse en mi
interior. Cavó sus manos en mis mejillas con más vigor, su mirada ardiente.
—Dios, te amo, Molly —gritó, temblando en mi interior. Aplastó sus
labios contra los míos, su declaración y la repentina invasión de su lengua en
mi boca mi perdición. Dejé ir, mi mente esclava del resto de mi cuerpo.
Después de eso, cuando regresé lentamente a la tierra, no supe qué
pensar. Permanecí inmóvil, con los ojos fijos en la pared opuesta de la
ducha, deseando que simplemente hubiera imaginado esas palabras fluir
casualmente de su boca... pero sabía que no lo había hecho.
Un fuerte sonido resonó en el baño.
—Mierda —gimió Noah. Dejando escapar un aliento con ofensas, de
mala gana me ayudó a encontrar mi equilibrio—. Tengo que contestar.
Evitando sus ojos, asentí, agradeciendo a los dioses por intervenir.
—Por supuesto. Seguro. —Me dio la espalda, agarrando una toalla.
—¿Molly? —Su voz estaba llena de preocupación—. ¿Te pasa algo?
—No. No —respondí en un tono cortado—. Estoy bien.
Sentí sus ojos en mi espalda por lo que probablemente fue solo un
segundo, pero me parecieron horas. Finalmente, la puerta de la ducha se
cerró y me dejó para responder su teléfono.
Solté el aliento que había estado conteniendo, mirando hacia abajo
a mis manos temblorosas. La mayoría de las mujeres estarían en la luna si el
hombre con el que habían estado saliendo durante los últimos meses
finalmente dijera esa palabra de tres letras. Yo no. No importaba que supiera
la verdadera historia detrás de la consigna que había puesto en una
dependencia poco saludable a lo largo de mi vida. Una gran parte de mí
todavía creía que el amor no era real, que destruía todo. ¿Por qué muchas
de mis amigas dejaron sus matrimonios? ¿Por qué algunos de sus maridos las
habían engañado? ¿Por qué las habían abandonado para cuidar a sus
hijos? ¿Por qué mi hermano tenía que sacrificar todo lo que alguna vez
había soñado porque la mujer que prometió estar a su lado en la salud y
enfermedad no tuvo intención de soportar su parte del trato? No me
importaba que mi padre y mi hermano eligieran mirar más allá de todo eso,
sin dejar de tener la esperanza de encontrar el amor otra vez. No quería que
eso. No quería que el amor me destruyera a mí también.
La puerta de la ducha se abrió y me giré para ver a Noah
completamente vestido, con un aire frenético.
—¿Está todo bien? —le pregunté.
Abrió la boca, luego la cerró, confusión en sus ojos azules de acero.
—¿Noah?
—Me encanta verte desnuda —dijo finalmente, una sonrisa
formándose en sus labios—. Tengo que ir al trabajo. Puedes quedarte todo
el tiempo que quieras. Te llamaré más tarde. Te amo, Molly. —Me besó en la
mejilla, deteniéndose por una respuesta. Cuando permanecí en silencio,
soltó un suspiro y luego se fue.
Me quedé quieta, escuchando el débil sonido de la puerta de
entrada cerrándose. Una vez que pasó el tiempo suficiente y supe que
estaba sola, me hundí en el piso, dejando que el agua corriera, a pesar de
que mi piel había comenzado a arrugarse.
Tirando mis piernas a mi cuerpo, hice algo que no había hecho en
años. Lloré. Y no solo unas pocas lágrimas. Lloré grandes, pesadas, y feas
lágrimas, jadeando para respirar a través de mis sollozos.
Siempre pensé que era una mujer independiente de veintinueve años
que rehuía las relaciones tradicionales para poder experimentar todo lo que
la juventud podía ofrecer. Ahora la realización de que era cualquier cosa
menos normal se apodero de mí.
Nunca derramé ni una sola lágrima cuando mi hermano resultó
herido, cuando los miembros de la familia fallecieron, incluso cuando mi
padre recibió su diagnóstico y tuve que observar el deterioro de su cerebro
en los últimos años. Nada de eso me rompió. La única cosa que finalmente
terminó siendo mi perdición fue un hombre que me importaba más de lo
que debería diciéndome que me amaba.
29
Traducido por Leidy Vasco
Corregido por vickyra
Frenéticamente subí corriendo los escalones hacia mi apartamento.
Todo lo que quería era rodearme de algún tipo de normalidad para ayudar
a ordenar los pensamientos caóticos que rodaban en mi cabeza. El dolor en
mi corazón solo se había vuelto más fuerte cuando la voz de Noah repitió
esas tres pequeñas palabras una y otra vez en mi mente. ¿Estaba tan
traumatizada por mi madre que me quedé quebrantada ante la idea de
que alguien me amara? No tenía ningún problema para decirle a Drew,
Brooklyn, mi papá y mi familia que los amaba. Me decían lo mismo todos los
días. Nunca me hizo tener una completa crisis. ¿Por qué no podía dejar que
alguien que no era de la familia me amara también?
Abriendo la puerta de mi apartamento, dejé entrar a Pee Wee, luego
me dejé caer en el sofá con él. Esto era exactamente lo que necesitaba en
este momento… la devoción incondicional de mi amigo peludo. Los perros
eran los compañeros perfectos. Nunca prometerían estar siempre a tu
disposición, luego simplemente decidirían que no eras suficiente y se
dirigirían en busca de pastos más verdes. Siempre te saludarían con una
sonrisa y más emoción de la que probablemente mereces.
Nunca se aburrirían contigo. Los hombres harían todo eso y más. No
tenía miedo de estar sola. Estuve sola toda mi vida. Simplemente no quería
pasar por el mismo dolor que pasaron mi padre y Drew.
Mi teléfono sonó y hurgué a tientas mi bolso, buscándolo. Mi pulso se
aceleró cuando vi que era el hogar de ancianos. Lo dejé ir al correo de voz.
No podría hablar con Noah en este momento. Su declaración había
cambiado el curso de nuestra relación. Todo había sido perfecto. Nos
divertimos. Bromeamos. No nos tomamos a nosotros mismos ni a los demás
demasiado en serio. Al menos yo no. Todo eso se había ido ahora.
Me acurruqué como una pelota en el sofá. Capaz de sentir mi
angustia, Pee Wee me lamió la cara, dándome la tranquilidad que sabía
que necesitaba. Solo había una cosa más que haría que mi momento de
revolcarme en un pozo de desesperación fuera aún más patético y cliché…
chocolate.
Busqué el recipiente de M&Ms. Cuando estaba a punto de abrirlo, mi
teléfono volvió a sonar. Le disparé una mueca de enojo. Mi expresión
cambió cuando vi que no era Noah, sino mi editor. Casi había olvidado que
había programado una llamada conmigo esta mañana para analizar el
manuscrito final que le había enviado la semana anterior después de
obtener algunas extensiones más.
—Hola, soy Molly —respondí, tratando de sonar lo más profesional
posible, no como si estuviera en medio de un ataque de nervios.
—Molly, es Tara. —Tosió, haciendo que retirara el teléfono de mi oreja
mientras eliminaba toda la mierda de sus pulmones—. Escucha, leí lo que
enviaste. De hecho, lo leí todo de una vez. No pude dejar de leerlo.
Me puse de pie, mi pulso se aceleró. Había trabajado con Tara en más
de una docena de libros a este punto. Ella nunca había alabado nada de
todo lo que le había enviado antes. Fue brutalmente honesta hasta el
extremo. Sus primeras palabras para mí eran generalmente como: “Tiene un
buen esqueleto, pero necesita mucha ayuda. ¿Y te das cuenta de que para
lograr algunas de las escenas del dormitorio, tu héroe necesitaría cultivar
uno o dos apéndices adicionales?”
—Gracias, Tara —respondí.
—No me des las gracias —me ladró—. Lo envié al jefe del equipo
editorial y ella está de acuerdo con mi evaluación. Es una maldita buena
historia. —Hizo una pausa mientras me preparaba para el final que sabía
que vendría—. Pero, como te dije hace meses, simplemente no es lo que
publicamos aquí. Ya te hemos otorgado algunas extensiones, así que
tendremos que trabajar casi las 24 horas para darle la vuelta a esta historia.
Verás mis ideas en el manuscrito cuando lo envié de vuelta esta mañana.
Sus palabras me dejaron sin aliento, aunque sabía que ésta era una
gran probabilidad. Me habían cargado con reescrituras casi completas
antes y nunca me sorprendió. Lo vi como un desafío. Pero no quería volver
a escribir esta. Podría aceptar algunos ajustes menores para hacer que la
historia sea más convincente, más emocional, más apasionante. Esta era
personal para mí, una historia que sentía con mucha fuerza.
—Sigue siendo un romance, Tara —le supliqué—. Creo que todavía
hay algunas escenas de dormitorio realmente buenas.
Tara suspiró.
—Eso es cierto, pero simplemente no hacemos este tipo de historias en
esta imprenta particular. Nuestro objetivo aquí es ofrecer algo que sea
pecaminoso, sexy y sensual.
—¿Entonces es solo sexo? —contesté, sintiéndome indignada.
—No. Puedes hacerlo pecaminoso, sexy y sensual sin siquiera entrar en
el dormitorio. Un poco de angustia está bien, pero aquí hay mucho dolor. ¿Y
dónde está el feliz para siempre? No tengo cierre.
—No estoy segura de cómo termina la historia todavía. Esta es solo la
primera parte.
—¿La primera parte? —respondió.
—Sí.
—Son más de 90,000 palabras, que son aproximadamente 10,000 más
de lo que nos gustaría, ¿y me estás diciendo que hay más?
—Sí. Estoy pensando que será más una bilogía o una trilogía.
Tara suspiró de nuevo, más fuerte esta vez, mostrando su evidente
irritación con esta noticia.
—Escucha, Molly. Esta es una buena historia, o supongo que es el
comienzo de una buena historia. Pero no podemos seguir adelante como
está escrito. No hacemos drama. No hacemos desamor. Y ciertamente no
hacemos series. Puedes mantener los personajes y la premisa original, pero
todo lo demás debe irse. Estoy segura de que quedará suficiente para
reconstruir esta historia una vez que nos deshagamos de la mayor parte del
drama.
Tiré de mi labio entre mis dientes.
—¿Qué pasa si no quiero hacer los cambios que estás sugiriendo?
—Entonces no publicaremos este libro. Perderás cualquier avance
que hayas recibido y anularás el resto de los libros que hemos contratado
contigo.
Consideré lo que dijo. Este era mi tercer contrato con esta editorial.
Este manuscrito en particular era el primer libro en un trato de cinco libros.
Perdería prácticamente todo. Tener que devolver el fuerte anticipo casi
agotaría mis ahorros.
—Sé que es mucho para asimilar —dijo Tara, rompiendo el silencio—.
Enviaré el manuscrito con mis sugerencias para que puedas ver de lo que
estoy hablando. Revísalo durante el fin de semana. Te llamaré el lunes para
discutir esto más a fondo.
La línea se cortó y me hundí en el sofá. La estúpida declaración de
amor de Noah era ahora lo más alejado de mi mente. ¿Podría tirar por la
borda todo mi duro trabajo en los últimos meses solo para publicar otro libro
con la misma historia regurgitada y escenas sexuales repetitivas? ¿O debería
defender mi trabajo y condenar el contrato de publicación?
Busqué a través de los contactos en mi teléfono a mi agente, luego
me detuve. Sabía lo que ella me diría que hiciera. Recomendaría darle a mi
editor exactamente lo que les había prometido, así no destruía la relación
que había ayudado a cultivar en los últimos años. Sin mencionar que podría
obtener una considerable suma de este trato que su participación de
derechos de autor le garantizaba. Sabía que tenía interrupciones en mi
agenda de publicación que me permitirían lanzar un libro de forma
independiente sin violar ninguna cláusula de no competencia en mi
contrato. Podría reescribir el libro con diferentes personajes y soltarlo luego.
Odiaba esa idea, también.
Salté del sofá, agarré mi bolso y bajé corriendo los escalones.
Necesitaba el consejo de Drew. Él siempre había sido práctico, y necesitaba
que me dijera qué hacer. Mi cabeza decía que hiciera lo que mi editor
quería. Mi corazón decía que me mantuviera firme y abandonara el
contrato. Mi cabeza generalmente ganaba, pero esta vez, mi corazón era
mucho más ruidoso.
Pasé a través de las puertas de cristal del café y me dirigí directamente
al mostrador.
—Molly —dijo la tía Gigi. Frunció el ceño ante la frenética expresión de
mi rostro—. ¿Está todo bien?
—¿Dónde está Drew?
Apartó sus ojos de mí, escaneando las vitrinas para ver si necesitaba
reponer algo.
—Él no está aquí.
—Eso veo. ¿Dónde está?
—Fuera —respondió evasivamente.
—¿Fuera dónde?
—¿Por qué no lo llamas y preguntas? No soy su secretaria.
—Eso es cierto, pero tú sabes los asuntos de todos. Solo dime dónde
está.
Dejó escapar un suspiro y colocó un trapo en el mostrador,
limpiándolo.
—Ha estado tratando de hablar sobre esto contigo por un tiempo,
pero has estado un poco… ocupada.
Me encogí, una punzada de culpa fue hacia mi pecho. Este fue otro
recordatorio de cuánto había cambiado desde que comencé a salir con
Noah. Había descuidado a todos los que una vez tuve cariño. Todo por un
chico. Drew se había acercado a mí varias veces durante las últimas
semanas, quería reunirse para tomar una copa, pero siempre surgía algo…
como la erección de Noah.
—¿Hablarme sobre qué?
—Compró una casa en Needham. Cierra el trato hoy.
Mis ojos se agrandaron.
—¿Qué pasa con el apartamento?
—Molly, tú y yo sabemos que ese lugar es demasiado estrecho para
esas dos chicas. Necesitan un lugar para correr y jugar afuera.
—¡Hay parques vecinales por todos lados!
La idea de que Drew se fuera de Boston me hizo sentir pánico.
Teníamos el arreglo perfecto. Ahora parecía que todo estaba terminando.
—¿Y por qué iba a viajar tan lejos cuando podía caminar hasta el
café?
La tía Gigi me estudió de nuevo, deteniéndose, con los labios
apretados.
—No ha estado trabajando aquí el pasado mes.
—¿Qué? —mi mente corrió—. ¿De qué estás hablando?
—Tu hermano quería ser el que te dijera, pero parece que ese barco
ha zarpado. —Respiró hondo, soltándolo mientras hablaba—. Finalmente
tomó el puesto de entrenador que le ofrecieron en la Universidad de Boston.
—¿Qué hay de las chicas? —argumenté. Este cambio era demasiado
para mí. Me había acostumbrado a tener a Drew y las chicas al lado.
Durante los últimos años, había sido una de las pocas constantes en mi vida.
La idea de que ya no sería capaz de bajar las escaleras de mi apartamento
y entrar al café para verlo era más de lo que podía manejar.
—Encontró una niñera que estará con ellas cuando él no pueda.
Tendrá la mayoría de los veranos libres, salvo algunos viajes de
reclutamiento. Cuando esté fuera de la ciudad, ellas se quedarán con Leo
y conmigo. O contigo, si estás cerca.
Negué con la cabeza, tratando de procesar todo.
—Molly… —Gigi colocó su mano sobre mi brazo, dándome una
mirada compasiva—. No puedes esperar que Drew se quede aquí para
siempre. Era un gran arreglo mientras volvía a levantarse después de Carla,
pero esas chicas necesitan algo mejor que un apartamento de la ciudad
que tiene solo 30 metros cuadrados. Se quedó estos últimos años por ti.
—¿Por mí?
Ella asintió.
—No sabía cómo reaccionarías si se fuera, así que se quedó. ¿De
verdad crees que necesitaba vivir en un departamento tan pequeño
cuando sin duda podría permitirse algo mucho más grande con el sustancial
salario de hockey que había acumulado durante años? —Se encogió de
hombros—. Ahora que parece que has encontrado a alguien, ya no siente
la presión de quedarse.
—¿Qué pasa si esto con Noah no funciona? ¿Qué pasa entonces?
—Estarás bien. —Me miró con cariño—. Pero no creo que tengas que
preocuparte por eso, querida. He visto cómo te mira ese hombre. Lo tiene
mal.
La miré boquiabierta e inmediatamente recordé la palabra de tres
letras que Noah me había dicho antes. Esta mañana ahora parecía una
eternidad atrás. Mucho había sucedido en tan poco tiempo. Todavía no era
mediodía, y no solo estaba lidiando con la idea de que Noah me amaba,
sino que ahora mi hermano había aceptado un nuevo trabajo y se estaba
mudando. Todavía no tenía ni idea de qué hacer con mi libro.
Eran días como hoy los que me recordaban por qué odiaba ser un
adulto.
—Me tengo que ir. —Me giré abruptamente y salí corriendo del café,
ignorando las garantías de la tía Gigi de que todo estaría bien. No veía
cómo.
El sol calentó mi piel mientras pisoteaba la acera, sin saber a dónde ir.
Eché un vistazo por las calles del North End, un aroma decadente exclusivo
de este vecindario muy unido que se filtraba de los restaurantes que
bordeaban la calle. ¿Cómo podría Drew dejar todo esto? Este no era solo
un lugar para vivir. North End era casa.
Saqué mi celular y marqué el número de Drew, escuchándolo sonar
varias veces, solo para ser saludada por su mensaje de voz. Era consciente
de que este no era un problema tan grande como lo hacía ver. Aún lo vería.
Tenía el trabajo más flexible del mundo. Fácilmente podría hacer el viaje de
veinte o treinta minutos a Needham y trabajar allí, las chicas corriendo
furiosamente en el fondo. Demonios, probablemente podría convencer a
Drew para que se asegurara de que hubiera una habitación de invitados
para mí.
No fue la idea de que él estaba avanzando lo que me puso inestable.
Fue la realización de que me negaba a hacer lo mismo. Me volví tan
determinada en mis formas, no quería cambiar por nada ni por nadie.
Cambiar me asustaba. Siempre lo hizo. Me pregunté si la tía Gigi estaba en
lo cierto al pensar que no había superado mi miedo al abandono porque
aquí estaba, deambulando por las calles de Boston, casi teniendo un
ataque de pánico ante la idea de perder a Drew y las chicas.
Mi teléfono sonó, sacándome de mis ansiosos pensamientos.
Esperando que fuera Drew, lo arrebaté de mi bolso, casi dejándolo caer en
la acera. Un ceño fruncido cruzó mi rostro cuando vi que era el asilo de
ancianos una vez más. Solo podía lidiar con un problema a la vez. En este
momento, mi problema más acuciante no era mi carrera de escritor o la
idea de que el hombre con el que había estado saliendo casualmente me
amaba. Estaba perdiendo a Drew.
Entré en Columbus Park y me dejé caer en un banco vacío, finalmente
dejé escapar un suspiro. Cerré los ojos, aprovechando el tiempo para
pensar. Cuando mi teléfono volvió a sonar, eché un vistazo a la pantalla.
Alivio se apoderó de mí cuando vi aparecer la foto de Drew.
—Drew —respondí—. Qué…
—Molly —interrumpió, un temblor en su tono.
—¿Drew? —repetí, el temor se formó en la boca del estómago—.
¿Qué pasa?
—Es papá.
30
Traducido por Leidy Vasco
Corregido por vickyra
Apenas capaz de respirar a través del nudo en mi garganta, corrí al
asilo de ancianos, haciendo caso omiso de Reggie en el escritorio, y corrí
frenéticamente por el laberinto de pasillos. Había recorrido este mismo
camino innumerables veces antes. Nunca pareció tomar tanto tiempo
como lo hizo esta tarde. Dudando brevemente cuando finalmente llegué a
la habitación de mi padre, presioné mi mano contra la puerta cerrada, sin
saber qué esperar una vez cruzara el umbral.
Con manos temblorosas, empujé la puerta para abrirla y entré al salón.
Lucía exactamente como lo había hecho la última vez que vi a mi padre.
Una copia de El Gran Gatsby se asentaba en la mesa auxiliar, una marca
del cordón donde habíamos parado cerca de dos tercios del camino.
Continué más allá de la sala de estar y me acerqué al dormitorio.
Cuando vi al equipo de cuidados paliativos de mi padre rodeando su cama,
mi corazón se atrapó en mi garganta. Dirigí mi mirada al cuerpo de mi padre
mientras yacía allí, su piel era de un tono azulado, su respiración superficial.
Negué con la cabeza, limpiándome la nariz. Nada tenía sentido.
Hace cinco días, el director ejecutivo, el Dr. Connors, nos había
avisado de que mi padre había contraído gripe. Estaba preocupado,
particularmente por su estado frágil, pero me aseguraron que era leve y que
respondía bien a los antibióticos. Desafortunadamente, debido a su gran
vulnerabilidad a contraer otra infección o enfermedad, no se le permitió
ningún visitante mientras seguía su curso. Ayer, el Dr. Connors llamó a Drew
con una actualización e indicó que mi padre se sentía mejor, que solo
podrían pasar unos días más antes de que pudiera recibir visitantes otra vez.
¿Cómo pudo haber pasado de mejorar a apenas vivir en menos de
veinticuatro horas?
Solté un pequeño grito. La cabeza de Drew se disparó
inmediatamente desde donde estaba sentado en una silla, sosteniendo la
mano de mi padre.
—Molly.
—¿Qué pasó? —chillé, encontrándome con los ojos inyectados en
sangre de Drew.
Se limpió las mejillas, luego se aclaró la garganta.
—Es su hora, Molly.
El color se drenó de mi cara. Escuché lo que dijo Drew. Simplemente
no pude registrar lo que significaban sus palabras. Él podría haber estado
hablando en chino. Miré alrededor de la sala, esperando que alguien me
explicara cómo un hombre que parecía sano y normal hace una semana
podría ahora estar luchando para respirar
—Señorita Brinks. —El doctor Connors, un hombre mayor con el cabello
canoso, se acercó a mí, simpatía grabada en las líneas alrededor de sus
ojos. No lo compré por un segundo. A él no le importaba. Este era solo otro
día en la oficina para él. Se iría a casa esta noche, probablemente se serviría
una copa de vino, vería los programas de televisión que le gustaban, y
olvidaría que una familia había sido destrozada hace solo unas horas.
—Ayer estaba mostrando signos de mejora. Un asistente trató de
despertarlo para el desayuno esta mañana, pero no pudo. Se dio cuenta
de que estaba teniendo dificultad para respirar. Creemos que contrajo
neumonía. Ha estado en fallo respiratorio agudo toda la mañana. —Sacudió
la cabeza—. Debido a que su cuerpo ha estado luchando contra la gripe
durante la última semana, no le quedaba nada cuando se produjo la
neumonía. Su sistema inmune estaba demasiado débil.
—¡Entonces dele algo! ¡Más antibióticos! ¡Algo! —grité.
—Más antibióticos no ayudarán en este punto —dijo el Dr. Connors
con total naturalidad—. Tratamos de proporcionar oxígeno sin el uso de
medidas extraordinarias, pero no es suficiente. El nivel de oxígeno en su
sangre es demasiado bajo. Como usted sabe, su padre tiene un DNR, o AND,
de acuerdo con su testamento vital, por lo que no podemos intubar. Todo
lo que podemos hacer es tenerlo lo más cómodo posible.
Sacudí la cabeza, luchando por contener las lágrimas que querían
liberarse. Me sentía mareada. Cada vez que trataba de respirar, mis
pulmones se estrechaban, sin permitirme suficiente oxígeno. No podía
imaginar lo que mi padre estaba soportando.
—Estoy seguro de que a ambos les gustaría despedirse. —Asintió al
equipo de atención y salieron de la habitación, dejándome sola con Drew
y nuestro padre.
Quería pellizcarme a mí misma para despertar de esta pesadilla en la
que me encontraba. Esto no se suponía que sucediera. Sabía que el
Alzheimer era una enfermedad terminal, pero había una pequeña parte de
mí que pensaba que, al brindarle la mejor atención posible, no sería terminal
para él. Él era mi papá. Él era invencible. Se suponía que debía vivir para
siempre.
Drew se levantó y me llevó a una silla, ayudándome a sentarme.
—¿Qué pasa con la tía Gigi? —Lo miré. Había estado tan angustiada
después de su llamada que ni siquiera pensé en pasar por el café para
contarle
—La llamé después de ponerme en contacto contigo. Ya lo sabe.
—¿Está viniendo?
Sacudió la cabeza.
—Ya hizo las paces con eso. Dijo que preferiría recordar a papá, como
la última vez que lo visitó y le trajo algo de su Braciole. —Una pequeña sonrisa
apareció en su rostro. Mi padre amaba el Braciole de Gigi.
Volviendo mis ojos a mi padre, traté de evitar que mi barbilla temblara.
Leí su directiva de asistencia sanitaria una y otra vez. Quería morir con
dignidad, no mantenerse vivo durante días o semanas debido a una
máquina que ayudara a sus pulmones a respirar o a su corazón a latir.
Cuando fue diagnosticado, conocía los riesgos asociados con esta
enfermedad. Esto era lo que él quería. No lo hizo más fácil.
Sabía que era egoísta, pero no me importaba si mi padre no quería
estar conectado a las máquinas. Tal vez todo lo que necesitaba era un poco
más hasta que pudiera respirar por sí mismo. Sabía que me estaba aferrado
a un clavo ardiendo, pero no podía aceptar la idea de despedirme de él.
¿Qué se suponía que debía hacer sin él?
Enganché mis dedos a través de su mano fría y frágil, reservando una
esperanza de algún signo de vida sostenible.
—Despierta, papá —le supliqué en voz baja, limpiándome las lágrimas.
Inclinándome, puse un beso en su pálida mejilla—. Todavía no hemos
terminado de leer El Gran Gatsby.
Envolví mis brazos alrededor de su cuerpo quieto. El arrepentimiento
me llenó. Hubiera dado cualquier cosa por retroceder en el tiempo y
abrazarlo un poco más, decirle que lo amaba unas cuantas veces más,
pasar un poco más de tiempo con él en lugar de salir corriendo a cualquier
cita que hubiera planeado esa noche.
—No te vayas —susurré.
Un movimiento por el rabillo del ojo captó mi atención. Levanté mi
cabeza para ver a Noah corriendo hacia la habitación, su mirada frenética.
—Vine tan pronto como pude —dijo, sin aliento.
Me levanté y me tomó en sus brazos. Enterré mi cara en su pecho. A
pesar de mi confusión con respecto a mis sentimientos hacia él, esto era lo
que necesitaba. Solo sus brazos podían darme la seguridad que necesitaba
para ser lo suficientemente fuerte como para superar el peor día de mi vida.
Todo parecía derrumbarse.
El Dr. Connors entró en la habitación.
—Dr. McAllister, no creo…
—No estoy aquí en función oficial —interrumpió Noah, con el rostro
sonrojado—. Firmé como visitante.
El Dr. Connors formó sus labios en una línea apretada.
—Él puede quedarse —insistió Drew—. Mi padre me otorgó un poder
legal. Se me permite tomar decisiones de atención médica en su nombre
que no están cubiertas en la DNR o en su testamento vital. Este hombre es
parte de nuestra familia.
—Esta instalación dicta nuestra política de visitantes, no cualquier
poder legal que pueda tener.
—¿Realmente va a discutir sobre esto cuando nuestro padre esté a
punto de tomar su último aliento? —El temperamento de Drew se encendió.
El Dr. Connors lo miró con odio, luego exhaló un suspiro de frustración,
su irritación con la situación era clara.
—Bien. —En lugar de retirarse, se quedó, probablemente preocupado
porque Noah estuviera presente. En unos instantes, algunos miembros del
equipo de cuidados paliativos regresaron, un misterioso silencio cayó sobre
la habitación.
—¿Le duele? —Mi voz rasgó la quietud. Miré a Noah. Abrió la boca
para responder, pero el Dr. Connors lo interrumpió.
—No, Sra. Brinks.
Dirigí mi atención hacia él.
—¿Cómo lo sabe?
—Le han dado algo para que se sienta cómodo.
—¿Eso es todo? ¿Le das drogas para que se sienta cómodo, pero no
hace nada para combatir la infección o ayudarlo a respirar?
—Sra. Brinks —comenzó—, hemos hablado de esto. Le hemos dado
todos los antibióticos que podemos. Su padre dejó instrucciones específicas
sobre qué medidas de salvamento desea. Nuestras manos están atadas. —
Sacudió la cabeza—. No podemos ir en contra de sus deseos.
Un aliento tembloroso hizo eco en la habitación y todos los ojos se
volvieron hacia mi padre. Me aparté del abrazo de Noah y corrí a la silla
junto a la cama, tomando la mano de mi padre en la mía. Jadeó, el personal
miraba como si esto fuera normal.
—¿Podría alguien hacer algo? —grité, mirando hacia arriba a través
de mis ojos llenos de lágrimas—. Se está muriendo. —Disparé mi mirada
hacia Noah—. Por favor —supliqué en voz baja—. No lo dejes ir.
Pellizcó sus labios, las líneas alrededor de sus ojos se arrugaron con
preocupación. Lentamente negó con la cabeza, luego abrió la boca.
Habló, pero no pude entender las palabras. Todo lo que sabía era que se
negaba a intervenir. En ese momento, lo desprecié.
Lágrimas implacables corrían por mis mejillas, apoyé mi cabeza en la
mano de mi padre, agarrándola con fuerza mientras Drew me frotaba la
espalda. No me importaba que una habitación de extraños en su mayoría
fuera testigo de mi crisis. No podía soportarlo por más tiempo.
No sabía cuánto tiempo estuve allí sentada, tratando de consolar a
mi padre mientras su respiración se hacía cada vez más superficial. Una
película de todos los momentos divertidos que compartimos pasó en mi
mente: los viajes a la playa, ir en trineo por las empinadas colinas del parque,
nadar en la piscina de la ciudad durante el verano, leer. ¿Con quién iba a
leer ahora?
Una mano sacudió mi hombro. Me senté y miré los ojos de Drew
mientras estaba parado sobre mí, las lágrimas le manchaban las mejillas.
Noah se paró justo detrás de él, inquietud en su rostro. Parpadeé varias
veces, dándome cuenta de que la habitación se había vuelto silenciosa.
Demasiado silencioso.
—Se ha ido, Molly —dijo Drew.
Un escalofrío goteó por mi columna ante esas palabras. Volví a mirar
a mi padre, sin poder ver su pecho subiendo y bajando a través de mi visión
borrosa.
El Dr. Connors se acercó y presionó su estetoscopio contra el pecho
de mi padre, escuchando durante demasiados segundos ansiosos.
Enderezándose, consultó su reloj y luego miró a una de las enfermeras, que
sostenía un portapapeles.
—Hora de la muerte: 12:39, seis de septiembre.
Aturdida, miré al frente, apenas procesando lo que acababa de
pasar.
—Tómese su tiempo —dijo el Dr. Connors con sinceridad—. Cuando
esté lista, alguien estará esperando para discutir los próximos pasos. —Asintió
al equipo de atención y salieron de la habitación.
Miré a Drew, aterrorizada ante la idea de que él era todo lo que me
quedaba. Me tocó el codo y me ayudó a salir de la silla.
—Es mejor que termine con esto y hable con alguien sobre lo que
tenemos que hacer ahora. —Pasó su mano sobre su cara cansada—.
¿Estarás bien por un minuto?
Todavía aturdida, simplemente asentí.
Me dio un suave beso en la frente.
—Vuelvo enseguida. —Se retiró de la habitación, con los hombros
ligeramente caídos.
Una vez que Drew se fue, Noah dio un paso adelante.
—Molly, estoy tan… —Trató de abrazarme, pero me escabullí.
—No quiero tus condolencias.
La traición fluyó a través de mi torrente sanguíneo cuando todas las
piezas encajaron en su lugar. La llamada telefónica que recibió Noah esta
mañana. La vacilación en sus ojos. La simpatía grabada en su rostro. No
pude evitar pensar que fue por eso que se fue tan abruptamente. Sabía que
mi padre estaba en la puerta de la muerte cuando me besó y juró que me
amaba, pero no había dicho nada. Girando sobre mis talones, salí corriendo
de la habitación, por el laberinto de corredores, y salí del edificio. La tristeza
que me había consumido mientras veía al hombre que me dio la vida
esbozar sus últimas respiraciones fue reemplazada por una ira sin igual,
oscureciendo mi visión. Mi sospecha de que Noah era muy consciente de la
condición de mi padre esta mañana hizo que el dolor en mi corazón fuera
aún más pronunciado.
—¡Molly! ¡Espera! —gritó
estacionamiento hacia mi auto.
una
voz
mientras
corría
por
el
Me detuve justo fuera de la puerta de mi coche, fuego en mi mirada.
—¿Qué quieres, Noah? —Me hubiera gustado que viniera un tornado
y me llevara a Oz o a algún lado. Tuve suficiente drama en las últimas horas
para durar toda la vida. Seguí repasando todas las bromas estúpidas que mi
padre solía contar y que me hicieron reír hasta que lloré. Ahora solo me
hicieron enojar más. Todavía podía escuchar su cálida voz en mi cabeza
contando bromas y chistes, a pesar de que ya los había escuchado miles
de veces.
¿Por qué los melones no se casan? Porque ellos cantan.
¿Has oído hablar del tipo que se rompió tanto el brazo izquierdo como
la pierna izquierda? Él está derecho ahora.
La gente se pregunta por qué llamo a mi baño Jim en lugar de John.
Así puedo decir que voy a al Jim a primera hora de la mañana.
Luchando por contener mis lágrimas, respiré profundamente, mis ojos
se convirtieron en estrechas hendiduras.
—Ni siquiera puedo soportar mirarte, Noah. —Me callé—. ¡Acabas de
verme despedirme de mi padre y no has hecho nada!
—Molly… —Extendió la mano hacia mí, pero evité su contacto.
—¡Te lo supliqué, Noah! Viste lo molesta que estaba, pero lo dejaste
morir.
—¿Crees que quería estar en esa posición? No estuve aquí hoy como
médico. Vine a ofrecerte apoyo —explicó, con los hombros caídos—. Incluso
si estuviera aquí como médico, todavía no podía ir en contra de los deseos
de tu padre solo porque querías que lo hiciera.
—Lo entiendo. Tus responsabilidades laborales son lo primero. Ahora
sé por qué no dijiste nada cuando recibiste esa llamada telefónica esta
mañana. Sabías que mi padre se estaba muriendo y no dijiste nada. —Me
giré, abriendo la puerta de mi SUV. Sabía que sonaba completamente
irracional, pero estaba molesta, enojada, perdida. Necesitaba sacarlo con
alguien.
—¡Sabes muy bien que no es cierto, Molly! —su voz era fuerte, casi
violenta. Me agarró del brazo y me obligó a mirarlo—. ¡No tenía ningún
conocimiento de la condición de tu padre hasta que Drew me llamó! —Se
soltó, bajando la voz—. Me llamaron al hospital por un caso de
emergencia… una mujer joven que tenía ataques inexplicables. Cuando
Drew me llamó para decirme lo que estaba pasando, vine rápidamente
hacia aquí.
—Sí. Claro —me burlé.
—¡Maldita sea! ¡Es la verdad! —Agarró mis bíceps una vez más, fuego
y dolor en sus ojos.
—¿Molly? —gritó una voz—. ¿Está todo bien?
Soltando su agarre sobre mí, Noah saltó hacia atrás cuando ambos
volteamos la cabeza para ver a Drew dirigiéndose hacia nosotros, con los
ojos abiertos de preocupación. Aproveché la oportunidad para escapar.
Salté a mi auto, di un portazo y salí del estacionamiento. Mirando por el
espejo retrovisor, pude ver sorpresa y confusión en sus rostros.
31
Traducido por Leidy Vasco
Corregido por vickyra
—Molly —susurró Drew, empujándome mientras estaba sentada en
una silla incómoda, mirando una foto gigante de mi padre que había sido
colocada en un caballete. Sus ojos oscuros tenían tanta vida. Su sonrisa era
contagiosa. Cualquiera podría ver cuánto carisma tenía. No se parecía en
nada al hombre en el que se había convertido en sus últimos días.
Una expresión en blanco en mi rostro, me volví hacía Drew.
—Tenemos que comenzar. No podemos esperar más.
—¿Cinco minutos más? —supliqué.
—Ya hemos esperado cinco minutos más… varias veces.
Mordiéndome el labio, cerré los ojos.
—Si no te sientes cómoda hablando, puedo hacerlo por ti —intervino
Brooklyn, agarrando mi mano.
La miré y le di una pequeña sonrisa. No pensé que hubiera podido
pasar los últimos días sin Drew y Brooklyn. Prácticamente había estado
viviendo en mi apartamento mientras hacía los preparativos para
despedirme de mi padre. Incluso se había tomado la molestia de alejar a
Noah cada vez que venía a verme. Ella nunca me presionó cuando me
negué a hablar con él, aunque sabía que no estaba exactamente de
acuerdo con cómo lo estaba tratando. Era una buena amiga… mejor de lo
que alguna vez fui para ella.
—Puedo hacerlo —le aseguré, luego volví a mirar a Drew—. Podemos
comenzar. —Eché un vistazo más allá de él a una silla con un cartel
reservado. No sabía por qué esperaba que mi madre estuviera aquí. Nunca
se había presentado a nada más en nuestras vidas. ¿Por qué empezar
ahora? Supuse que tenía una esperanza errónea de que todavía se
preocupaba por mi padre. Creo que estaba equivocada.
Drew me ofreció una sonrisa apretada, luego asintió hacia el
sacerdote. El padre Russo había dudado en aceptar dirigir el servicio
conmemorativo ya que se celebraba en local de los Hijos de Italia, no era
una iglesia, y mi padre había sido incinerado, pero la tía Gigi trabajó su
magia, como siempre lo hacía, y el padre había aparecido.
Cuando el padre Russo se acercó al podio y comenzó el servicio, me
desconecté, como lo había hecho a menudo en los últimos días. Había
perdido la cuenta de la cantidad de veces que Brooklyn me sorprendió de
pie en el pasillo de mi apartamento, mirando al vacío. Hubiera dado
cualquier cosa por tener unos pocos días más con mi padre. Pasar más
tiempo con él mientras estaba creciendo. Para hablar más con él, en lugar
de encerrarme en mi habitación.
Después de escuchar a varias personas decir algunas palabras, sentí
un apretón en mi brazo. Le disparé mis ojos a Drew.
—Es hora, Molly —dijo.
—Oh. —Miré el pequeño escenario, los ojos del padre Russo me
animaron. Me levanté cautelosamente sobre mis piernas inestables y subí al
podio. Escaneé la gran cantidad de personas que habían venido a
presentar sus últimos respetos. A juzgar por el tamaño de la multitud, era más
que aparente que Vincenzo Brink, o Enzo, como la mayoría de la gente lo
llamaba, era muy querido en nuestra muy unida comunidad.
—Cuando tenía ocho años, mi padre me compró mi primer diario —
comencé en voz baja—. Necesitaba una forma de expresar mis
sentimientos, y ser una niña de ocho años sin madre limitaba mis opciones.
Entonces comencé a tener un diario. Y todavía escribo en el hasta el día de
hoy. —Agarré el podio, mirando hacia abajo antes de volver a mirar a los
amigos y a la familia de mi padre.
—Hace cuatro días, después de ver a papá exhalar su último aliento,
volví a mi apartamento, sintiéndome perdida. Nunca había conocido un
mundo sin mi papá. —Luché por contener las lágrimas—. Necesitando la
comodidad de un viejo amigo, saqué mi diario y comencé a escribir. Pero
solo podía pensar en cinco palabras… Mi padre se ha ido. Escribí esas
palabras una y otra vez. —Mordiendo mi labio tembloroso, sacudí la
cabeza—. Incluso después de ver páginas y páginas de esa única línea, no
la asimilo la verdad. De pie aquí, puedo admitir que aún no lo he hecho. No
sé si alguna vez lo haré. Cada vez que he bajado a nuestro café, lo siento
allí. Puedo escucharlo cantar mientras limpia los mostradores. Puedo verlo
interactuando con los clientes, contando esos chistes estúpidos una y otra
vez. Y puedo sentir el amor que tuvo por la vida.
»Mi padre no lo tuvo fácil. No podría imaginar tener que criar a dos
niños por mi cuenta. —Miré a Drew, Alyssa y Charlotte a su lado—. Pero todo
sucede por una razón. Mi tía Gigi siempre dice que Dios no nos da nada que
no podamos manejar. Y mi padre se encargó de criarnos con más
entusiasmo de lo que creo que merecíamos… al menos del que yo merecía.
Todas las niñas miran a sus padres. Él es nuestro punto de comparación para
todos los hombres que conocemos en nuestras vidas. Aunque no me di
cuenta en ese momento, mi padre puso el listón muy alto. Desearía haberle
dicho eso.
Miré alrededor de la multitud, viendo lágrimas cayendo por las caras
de muchas personas. No pude evitar pensar que mi padre habría odiado
esto. No quería que la gente llorara su muerte. Hubiera querido que
celebraran su vida.
—Si alguna vez estuvieron en el café, saben que mi padre amaba sus
bromas. Cada vez que alguien entraba y parecía que tenían un día difícil,
él hacía su magia. —Sonreí cálidamente a mis recuerdos de estar sentada
detrás del mostrador con él, mirándolo interactuar sin problemas con
todos—. Ciertamente tengo algunos de mis favoritos. Estoy segura de que
todos ustedes también lo hacen. ¿Quién quiere compartir uno? —pregunté,
interrumpiendo por completo mi discurso preparado.
Un hombre mayor en la parte de atrás alzó la mano, luego se levantó.
—¿Cuál es la diferencia entre la carne asada y la sopa de guisantes?
—Hizo una pausa—. Cualquiera puede asar carne, pero nadie puede hacer
sopa de guisantes.
Una pequeña risa se extendió entre la audiencia. Calentó mi corazón.
Cuando la risa se calmó, alguien más se puso de pie. Luego otro. Y otro…
hasta que casi todos compartieron una broma, incluyendo a Alyssa y
Charlotte.
—¿Por qué los osos de peluche nunca ordenan el postre? Porque
siempre están llenos.
—¿Por qué el espantapájaros siguió siendo promovido? Porque fue
sobresaliente en su campo.
—Si el dinero no crece en los árboles, ¿por qué cada banco tiene
tantas ramas?
—Dos hombres irrumpieron en una farmacia y se robaron todo el
Viagra. La policía debe estar al acecho de dos criminales endurecidos.
Con cada broma, la risa se hacía cada vez más fuerte.
La tía Gigi se puso de pie, las lágrimas que fluían libremente fueron
reemplazadas por una sonrisa brillante.
—¿Qué auto conduce Jesús? Un Chrysler.
Drew se levantó de su silla. Siempre odió las bromas de mi padre.
Ahora creo que se dio cuenta de la importancia de ellas.
—Es el séptimo juego de la Copa Stanley. Un hombre se dirige a su
asiento en el hielo central. Se sienta y se da cuenta de que el asiento al lado
de él está vacío. Se inclina y le pregunta a la persona del otro lado del
asiento vacío si hay alguien sentado allí. El hombre le dice que no, el asiento
está vacío. “Eso es increíble”, dice el hombre. “¿Quién tendría un asiento
como este para la Copa Stanley y no lo usaría?” El otro hombre responde:
“El asiento me pertenece. Se suponía que mi esposa estaría aquí conmigo,
pero falleció.” “Lamento mucho escuchar eso”, dice el hombre. “¿No
podrías encontrar a alguien más para tomar asiento? ¿Un pariente o amigo,
tal vez?” El vecino niega con la cabeza. “No. Están todos en el funeral”.
La audiencia rugió de risa. Una vez que todo se calmó, me acerqué
al podio nuevamente.
—Cuando era más joven, recuerdo haberle preguntado a papá por
qué las personas mayores tenían tantas arrugas. Me dijo que era una forma
de demostrar que vivían una buena vida. Cada arruga era un recuerdo que
querían tener cerca para cuando tuvieran problemas para recordar. Mi
papá tenía muchas arrugas. —Tragué saliva más allá del nudo en mi
garganta—. Por eso, sé que tuvo una buena vida. Gracias por ser parte de
esto.
Le ofrecí a la multitud una pequeña sonrisa, luego volví a mi silla. Drew
colocó su brazo sobre mi hombro, plantando un suave beso en mi cabeza.
—Estoy orgulloso de ti, Molly Mae. Papá también estaría orgulloso de
ti.
Lo miré a los ojos, luchando por no desmoronarme.
—Gracias, Drew.
—Desde luego, niña.
Me acurruqué en su pecho y agarré la mano de Brooklyn,
deleitándome con su calidez, amabilidad y apoyo. Era más de lo que
merecía, pero estaba agradecida por ello.
Después de que terminó el servicio, interpreté a la hija responsable,
mezclándome y compartiendo historias con el resto de los amigos de mi
padre. Algunos de los miembros del personal de enfermería incluso
aparecieron. Me preocupaba que Noah apareciera. No sabía si podría
soportar verlo. Hoy no. No pensé que pudiera hacerlo nunca después de
todo.
Mientras escuchaba a uno de los amigos de la infancia de mi padre
deleitar a la multitud con una historia humorística de mi padre robando los
sujetadores de las tendederas del vecindario e izarlos en el asta de la
escuela secundaria a la que asistían, un movimiento en la entrada de la sala
llamó mi atención. Giré mi cabeza hacia la entrada, mi espalda se puso
rígida. El aire salió de mis pulmones cuando vi a Noah parado allí con un
traje oscuro y esa maldita corbata azul.
Parpadeando repetidamente, volví al pequeño grupo.
—¿Podrían disculparme por favor?
El amigo de mi padre asintió, luego continuó con su historia, lágrimas
de risa salpicaron los ojos de todos.
Me escabullí, deslizándome en el baño de mujeres. Sabía que era
infantil de mi parte, pero no tenía ganas de hablar con Noah. Todavía no
podía olvidar su mirada vacilante cuando le supliqué y le supliqué que
hiciera algo para mantener vivo a mi padre. No podía evitar pensar que, si
hubiera puesto mis necesidades primero, mi papá aún podría estar aquí.
Cuando estaba a punto de cerrar la puerta, se abrió de golpe. Noah
entró corriendo y me sorprendió.
—Noah, ¿qué estás…
—Necesito hablar contigo, Molly, y parece que esta es la única forma
en que va a suceder. —Amplió su postura y cruzó los brazos, bloqueando la
salida.
Mis ojos se achicaron.
—Ahora no es el momento. Este es el funeral de mi padre —dije entre
dientes.
—Entonces, por supuesto, ¡dime cuándo será el momento adecuado!
Esperé hasta que el servicio terminó para venir aquí. ¡He tratado de verte
innumerables veces en los últimos días! ¡Apenas he podido comer! ¡No
puedo dormir! He estado muy preocupado por ti, pero sigues
manteniéndome fuera. —Se acercó a mí, colocando su mano sobre mi
bíceps—. Por favor, háblame —suplicó, su voz suave—. Me estoy
desmoronando sin ti.
Cerré los ojos, sacudí la cabeza, luchando por resistir la impetuosa
reacción de mi cuerpo contra su piel en la mía.
—Te amo, Molly.
Abrí mis ojos. La misma sensación inestable que se formó en la boca
del estómago la primera vez que dijo esas palabras regresó.
—No, no lo haces —respondí, liberándome de su contacto—. Lo que
sientes por mí… No es amor. El verdadero amor no existe en la vida real. Si
realmente me amaras, hubieras hecho algo para mantener vivo a mi padre,
pero no lo hiciste.
Apretó la mandíbula mientras se pasaba las manos por el pelo con
evidente frustración.
—Sabes muy bien que no pude intervenir. Estás tratando de encontrar
alguna razón para alejarme. Te duele y tienes miedo, pero no puedes
pararte ahí y decir que lo que siento por ti no es real. —Sus ojos se
estrecharon—. Nunca he sentido algo tan real en toda mi vida, Molly.
—¿Es cierto? —lo miré con ojos curiosos y di un paso mesurado hacia
él. Una mirada serena pasó por su cara, nuestros pechos casi tocándose.
—No lo diría si no fuera así. —Bajó la cabeza hacia mí y se lamió los
labios—. Sé que sientes lo mismo por mí. Es por eso que me has estado
cargando de tu pena y enojo. Porque tú también me amas.
—Noah —exhalé, y luego cerré los ojos. Sus labios casi rozaron los míos
antes de que mi expresión se endureciera. Siseé, empujando contra su
pecho—. ¿Crees que esto es real?
Cada voz en mi cabeza me gritaba que detuviera lo que estaba a
punto de hacer, pero todavía me dolía. Y quería que Noah sintiera el mismo
dolor que me estaba desgarrando.
—Por supuesto que lo es.
—Nada sobre nosotros es real. Los sentimientos que piensas que tienes
por mí se basan en una mentira —confesé, un dolor en mi garganta.
—¿De qué estás hablando?
—Te usé —me burlé, mis labios formando una línea apretada. Traté de
contener las lágrimas rodando por mis mejillas. Me dolía hacer esto, pero no
pude evitar las palabras que salieron de mi boca—. El libro en el que he
estado trabajando es un romance prohibido. Tenía bloqueo de escritor.
Nada ayudaba. Intenté todo lo que había funcionado en el pasado, pero
todavía no estaba inspirada… hasta que comencé a pasar tiempo contigo.
Sus ojos se agrandaron, su mandíbula cayendo mientras absorbía lo
que le estaba diciendo.
—Es por eso, que pasé tiempo contigo. Porque pude escribir de nuevo.
Es por eso, que te besé. Es por eso, que me acosté contigo. Y ahora que mi
libro está hecho, ya no te necesito. —Me atraganté entre lágrimas, apenas
capaz de decir las palabras.
—Tú… No es verdad. Lo dices porque estás enojada.
Negué con la cabeza.
—Todo es verdad. Hasta la última palabra. —Evité su mirada, no quería
que él viese a través de mis mentiras, para ver que había desarrollado
sentimientos por él… sentimientos más fuertes de lo que jamás había creído
posible.
—Puedes pensar todo lo que quieras, pero tus ojos no mienten, Molly.
Veo el amor en ellos. Veo el deseo. Veo la pasión, el anhelo, el hambre. No
puedes fingir eso.
—Todos los hombres con los que me acosté antes, incluso tu amigo,
Daniel… los usé también. He estado haciendo esto por años. No sabes lo
bien que he llegado a hacer que la gente crea que siento algo por ellos. Y
eso es todo lo que hice contigo. —Tragué saliva, mi barbilla tembló ante la
idea—. No es mi culpa que estés demasiado ciego para ver lo que ha
estado justo frente a ti todo el tiempo.
—No estoy ciego en absoluto, Molly. Te veo. Te veo tan jodidamente
claro. Veo a una mujer tan asustada de estar enamorada, que se miente a
sí misma sobre sus sentimientos. Incluso si lo que dices es cierto, me importa
un bledo que te hayas acercado a mí por un libro. Si esa es la razón, estoy
agradecido. Por mucho que quieras que piense lo contrario, en algún
momento, esto dejó de ser sobre tu libro y se convirtió en algo más grande.
Sacudí mi cabeza, negando vehementemente su acusación.
—Sabes muy bien que te preocupas por mí, que me amas.
Empecé a negar con la cabeza otra vez, sorprendida por completo
cuando Noah la acunó entre sus manos. Aplastó sus labios contra los míos,
atrapando mi cuerpo contra el suyo. Traté de luchar contra él, golpeando
mis puños contra su pecho, pero no podía competir con su fuerza.
Se retiró del intercambio apasionado que me dejó sin aliento y
aturdida.
—¡Dime que no sientes nada! —rugió. Mis rodillas casi se doblaron por
el hambre en sus ojos. La gente probablemente podía escucharnos, pero
ninguno de nosotros hizo un intento por repasar nuestras emociones
sobreexcitadas—. Dime que no sientes siquiera un hormigueo o chispa cada
vez que nuestra piel se encuentra.
Simplemente lo miré fijamente, incapaz de formar ninguna palabra.
Esta vez, mi cerebro se negó a dejarme admitir algo que no era cierto.
—Dime que cada vez que nuestros labios se tocan, no te hace desear
más. —Rozó sus labios suavemente contra los míos. Una corriente corrió por
mis venas, mi cuerpo traicionándome—. Dime que nunca te di un orgasmo
tan intenso, que malditamente lloraste.
Los recuerdos de la última vez que estuvimos juntos volvieron. La
pasión. La emoción. El poder. La ternura. Noah tenía razón. Estaba asustada.
El miedo siempre hacía que la gente hiciera cosas que lamentarían. Al igual
que el miedo me hizo empujar a Noah cuando debería haber estado
corriendo hacia él.
—Dime que no te importo y me iré —susurró la voz ronca de Noah—.
Dime que prefieres tirarlo todo.
Mordiéndome el labio inferior, respiré profundamente, apartándome
de su abrazo.
—No hay nada que tirar. —Me encontré con sus ojos, luchando por
pronunciar las palabras—. Porque no siento nada. —Giré sobre mis talones y
salí corriendo del baño.
Mientras atravesaba el salón, Drew y Brooklyn intentaron detenerme,
pero no los escuché. No podría estar más allí. Solo quería hacerme un ovillo
y hacer que mi papá me asegurara que todo estaría bien. Pero eso ya no
era posible. Las lágrimas corrieron por mis mejillas y salí del edificio.
—¿Sabes qué, Molly? —gritó la voz de Noah mientras me apresuraba
por la concurrida vereda. Era un perfecto día de septiembre. El sol brillaba y
había una nitidez en el aire. Era el tipo de día que mi padre siempre amó.
Me detuve y lo enfrenté, permaneciendo en silencio. Dio un paso
hacia mí, y enderecé mi columna, haciendo todo lo posible para reconstruir
la pared que había desmontado, ladrillo por ladrillo, en los últimos meses.
—Pensé que eras esta hermosa mujer con un alma aún más hermosa.
Muchos de mis pacientes son abandonados en hogares de ancianos, su
familia se olvida de ellos. Aquí estaba esta mujer joven y vibrante que se
aseguraba de tomarse el tiempo para visitar a su padre todos los días.
¿Dónde está esa mujer? Porque esa es la Molly con la que he estado
saliendo estos últimos meses, no la Molly que veo hoy. La que está tratando
de herir a otras personas como ella lo está.
—Esa mujer era una mentira, Noah. —Me di la vuelta, sintiéndome
como si alguien acabara de arrancarme el corazón mientras miraba con
morbosa curiosidad.
—No te creo.
Con una respiración profunda, lo miré por encima del hombro.
—Así son las cosas.
Sacudió su cabeza, su nuez de Adán se balanceaba en su garganta.
—Tú no…
Al observar la expresión desanimada de su rostro, supe que recordaba
nuestra conversación esa primera noche juntos, el significado que tenían
esas tres palabras.
—Así son las cosas —repetí, más firmemente esta vez. Luego seguí por
la acera hacia mi apartamento. Esperaba que corriera detrás de mí. Nunca
lo hizo.
32
Traducido por Veritoj.Vacio
Corregido por vickyra
Probé mi café mientras miraba a Brooklyn sentada en la silla de lectura
de mi sala de estar, sus ojos escaneando la última página de mi manuscrito.
Habían pasado tres semanas desde la última vez que vi a Noah. Intenté no
pensar demasiado en él. En cambio, me escondí en mi departamento y
reescribí completamente la historia de Jackson y Avery en lo que mi editor
quería… sexy, pecaminosa, sensual, sin amor. Era ahora una historia del
despertar sexual de Avery en lugar de uno emocional.
Suspirando, Brooklyn colocó la última hoja de papel sobre la pila que
se había acumulado a lo largo de la mañana mientras leía los últimos tres
capítulos del libro que había terminado a la mitad de la noche.
—¿Y? —Levanté las cejas, ansiosa por su opinión.
—Es bueno, Molly.
—¿Pero? —Podía sentir que había más.
Frunció el ceño.
—Pero no es de cerca tan bueno como la historia original. No hay
conexión aquí. Es más o menos un montón de sexo pervertido. No creo que
vuelva a mirar una engrapadora de la misma manera otra vez. Aun así, no
es nada especial. El original estaba lleno de tanto amor y pasión, salté las
páginas y me mantuvo cautiva. Sentía que era parte de su historia. Me fui a
la cama soñando con ellos. No lo hice aquí. —Encontró mis ojos, con una
expresión cautelosa en su rostro—. Quiero sentir su amor otra vez.
—Su amor era una farsa —discutí, sin saber si estaba hablando de mi
o de los personajes que había creado.
—No puedes creer eso sinceramente.
—¿Por qué todos dicen eso? —Me hice hacia atrás saltando del sofá.
Caminé frente a ella—. No había nada real en los sentimientos de Avery y
Jackson el uno por otro. Avery simplemente se sentía mal por él por el estado
mental de su madre. Jackson usó eso para meterse en sus pantalones.
—Pero en algún momento en el camino se enamoró de ella. Era una
conexión real que yo sabía que ambos personajes sentían,
independientemente de lo que se intentaran convencer a sí mismos y a
todos a su alrededor. Tú… quiero decir Jackson y Avery se aman el uno al
otro. Y no solo estoy hablando de un tipo de amor pasajero de preparatoria.
Estoy hablando de un gran amor, satisfactorio y conmovedor. Un amor que
pone en vergüenza a otros amores. Un amor incomparable incluso para
Elizabeth Bennet y el Sr. Darcy. —Estrechó su mirada hacia mí, después
suavizó su voz—. Solo eres demasiado orgullosa para admitirlo.
—Si realmente me amaba, ¿cómo pudo dejar que mi padre muriera?
Brooklyn saltó del sofá.
—¡No tenía elección! ¡Está atado a la ética de su profesión, Molly! Solo
estás usando esto como excusa para alejar a Noah. Estás asustada,
entiendo eso, pero no tires algo por lo que muchos de nosotros haríamos
cualquier cosa para tener. —Bajó los ojos—. Incluyéndome a mí.
La fulminé con la mirada, mi mandíbula apretada. Parecía haber
tenido esta conversación con todos últimamente… Drew, Tía Gigi, Brooklyn.
Estas eran personas que se supone me apoyarían sin importar nada. Todo lo
que habían estado haciendo era tratar de convencerme de que estaba
equivocada. Quería rodearme de personas que me alentaran, no que me
dijeran que estaba jodiéndola en grande. Quería personas que estuvieran
de acuerdo conmigo, de que tal vez, solo tal vez mi madre había tenido
razón todo el tiempo. Que tal vez pudo haber estado en algo cuando insistía
que el amor verdadero no era la vida real.
Cansada de sentirme como una intrusa en mi propia vida, agarré mi
bolso y me dirigí hacia la puerta.
—¿A dónde vas? —Brooklyn llamó.
—A ver a alguien que no va a regañarme por ser yo —respondí, mi
rostro enrojecido por la ira—. Voy a ver a mi mamá.
Azoté la puerta de mi apartamento y me lancé a las escaleras antes
de que pudiera decirme o darme algo de sentido común. Trague fuerte
cuando casi choco contra un camión de mudanza estacionado en la calle.
Seguí por delante, haciendo mi mejor esfuerzo por ignorarlo. No podía
soportar otro recordatorio de que todos me habían abandonado.
Saltando en mi automóvil, arranqué el motor, introduje la última
dirección que tenía de mi madre en el GPS, después entre al tráfico. Era
algún lugar en el oeste de Massachusetts, a unos noventa minutos de
distancia. Solo esperaba que no se hubiera mudado desde mi cumpleaños
en febrero.
No supe lo que me poseyó para pensar que era una idea inteligente.
Tuve poca o ninguna comunicación con esta mujer desde que nos dejó
hace ya tantos años. ¿Qué me hizo pensar que querría verme ahora? ¿Qué
me hizo pensar que la necesitaba ahora, especialmente cuando mi familia
real no había sido nada más que solidaria a lo largo de los años?
Casi regresé a mis sentidos varias veces durante el viaje,
especialmente después de cometer el error de leer un poco de los mensajes
de texto de Dew cuando me detuve para obtener gasolina. Me decía que
visitar a nuestra adorable madre era lo último que necesitaba hacer. Mi
orgullo y terquedad me impidieron escucharlo. Necesitaba algún tipo de
confirmación de que no había permitido que mi miedo arruinara una de las
mejores cosas que me habían pasado, que el amor que Noah juró tener por
mí no era real.
Al sacar el auto de Mass Pike, seguí el GPS a través de lo que parecía
ser una agradable comunidad de clase media. Tal vez mi madre no era esta
mujer horrible como el resto de la familia la hizo ver. Las historias que seguían
contando sobre lo que estaba haciendo con su vida pintaban una imagen
espantosa, pero no había nada ofensivo en este encantador suburbio.
Conduje más allá de un campus universitario, después a través de un
centro histórico que era típico de tantos pueblos de Nueva Inglaterra.
Mientras seguía el GPS, el paisaje suburbano dio paso a una sección más
deteriorada, pasé por lo que en algún momento fue una fábrica, pero había
sido abandonada desde hace algún tiempo, y las puertas de entrada
colgaban de clavos oxidados. Autos deteriorados cubiertos de mugre
estaban estacionados en las entradas. Intenté no ser demasiado critica. Tal
vez el vecindario había estado plagado por la crisis de la vivienda e
hipotecas todos estos años.
Cuando mi GPS me indicó que había llegado a mi destino, frené hasta
detenerme aprensiva. Puse mi Audi en el estacionamiento de una casa de
un piso con revestimiento de vinilo que probablemente no había sido lavado
a presión en más de una década, el techo necesitaba en serio una
reparación. Una voz dentro de mí me gritó que regresara a casa, pero no
podía ignorar mi curiosidad. No había visto a esta mujer desde que era una
niña pequeña. Me preguntaba si se parecía en algo a la imagen en mi
cabeza.
Saliendo de mi auto, un olor que me recordó a un viejo patio de
chatarra me golpeo fuerte. Me aseguré de cerrar el auto, después caminé
por el camino de grava hasta la entrada. Era la una de la tarde del jueves,
una hora en la que la mayoría de las personas estarían en el trabajo.
Consideré la probabilidad de que mi madre ni siquiera estuviera aquí. Tal vez
era una bendición disfrazada, realmente no había pensado en esto. La
última cosa que probablemente necesitaba era ver a esta mujer, una mujer
que no me quiso todos estos años. ¿Por qué querría verme hoy?
Cuando estaba a punto de tocar el timbre la puerta de mosquitero,
que no tenía mosquitero, se abrió. Me sorprendió que no se cayera de sus
goznes.
—Bueno, jódeme la vida —murmuró una mujer con cabello rubio
rizado y brillantes ojos azules.
Salió de la oscura casa y se dirigió hacia el porche. Su piel anaranjada
y parecida al cuero hacia evidente que había pasado demasiado tiempo
al sol o en camas de bronceado durante toda su vida. Era delgada, aunque
ninguna cantidad de buenos genes podían ayudar cuando la gravedad se
hacía cargo. Llevaba una camiseta negra, apretada sin mangas y un par
de pantalones cortos de mezclilla cortados. Todo acerca de su apariencia
y elección de ropa me hacía sospechar que estaba desesperadamente
intentando pretender que estaba en sus veintes, no en sus cincuenta.
—¡No puedo creer que estés aquí!
Para mi sorpresa me tomó entre sus brazos. Regresé su abrazo
débilmente, insegura de lo que estaba sucediendo. El leve aroma del
alcohol se abrió paso hasta mis sentidos. Junto con su habla arrastrada, tuve
la sensación de que había estado dándole a la botella hoy. Eso
probablemente explicara la cálida bienvenida.
—Dios, Molly. —Dio un paso atrás manteniendo la distancia.
Mi estómago se revolvió ante la idea de que podría estar mirando mi
futuro. Éramos de la misma altura, teníamos el mismo color y estilo de
cabello, los mismos ojos azules. Al crecer, siempre había sentido como si no
perteneciera, el resto de mi familia tenía el cabello oscuro con piel color
oliva. Yo no. Siempre me habían dicho que me parecía a mi madre. Ahora
lo veía. Éramos gemelas, separadas por varias décadas.
—¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Veintiséis años —murmuré.
Frunció el ceño, después se recuperó rápidamente.
—Bueno, será mejor que recuperemos el tiempo perdido. —Agarró mi
mano y me llevó a su pequeña casa. Una nube de humo parecía colgar en
el aire, ceniceros llenos con cigarrillos viejos en cada superficie utilizable.
Probablemente tendría cáncer de pulmón si pasara demasiado tiempo en
esa casa.
Se sentó en un sofá marrón y palmeó el cojín junto a ella. Jalé mi labio
entre mis dientes, sintiendo como si las paredes se estuvieran cerrando sobre
mí. Consideré irme y olvidar que había venido, pero una fuerza externa me
empujó hacia adelante.
Cuidadosamente me acomodé en el borde del sofá, evitando lo que
parecía una cuestionable mancha en el cojín. A pesar de su entorno menos
que optimo y su cuestionable adicción a los cigarrillos, esta mujer seguía
siendo mi madre. Sentía la necesidad de darle una oportunidad de
redimirse, a pesar de que el único interés que me había mostrado era
mantener mis pies calientes con un par de pantuflas de mierda cada año.
—Así que, ¿qué te trae por aquí Molly Mae?
Mi corazón se calentó con el uso de mi nombre con voz cantarina. Se
deslizó de su lengua con tanta facilidad, como si el tiempo no hubiera
pasado desde que me tomó en sus brazos y me cantaba para dormir por
las noches.
—Solamente necesitaba alejarme —confesé, jugueteando con las
manos en mi regazo—. Nadie en casa parece apoyarme.
—Estoy segura de que no es verdad —insistió—. ¿Qué hay de Drew?
Siempre ha sido un apoyo increíble para ti, ¿no? Por lo menos eso es lo que
tu padre siempre me dijo.
—No esta vez. —Puse los ojos en blanco. Luché para esconder mi
disgusto cuando noté una envoltura de condón desgarrada debajo de la
mesa de café, una goma crujiente usada debajo de ella. Ningún niño
debería enfrentarse a la idea de que su madre tenga relaciones sexuales.
Por lo que sabía, era resultado de una inmaculada concepción. Pero no
sentía que esta mujer fuera mi madre. No sentía ninguna conexión con ella.
—Dime lo que realmente está pasando.
Tomé una respiración, después me lancé con todo. Le mencioné la
velocidad de mi escritura y como me rehusaba a apegarme demasiado a
cualquier hombre, simplemente usándolos como inspiración. Entonces le
conté todo sobre Noah. Como era el doctor de papá y empecé a pasar
tiempo con él porque estaba trabajando en un romance prohibido, pero las
cosas cambiaron entre nosotros.
—Nadie me escucha cuando digo que nunca lo amé —dije,
terminando mi historia—. Supongo que solo quería hablar con alguien que
me creyera cuando digo que nada de esto es real.
—Así que déjame ver si entiendo esto. —Mi mamá ladeó la cabeza—
. Escribes romances realmente sensuales y tienes que salir con chicos con el
único propósito de utilizarlos como inspiración para tus escritos, pero este
último chico parece haberse enamorado de ti.
Asentí.
—Hasta que dije que no era real.
Me estudió, con una expresión seria en su rostro. Por un minuto,
esperaba que se pusiera del lado de Drew y Brooklyn. Entonces se echó a
reír, una amplia sonrisa creció en su rostro. Jalándome hacia ella, inhalé la
combinación de gel de baño de vainilla, cigarrillos y laca para el cabello.
—Ciertamente, la manzana no cae demasiado lejos del árbol
¿verdad? —Se levantó y se dirigió a la cocina que probablemente no había
sido actualizada desde la década de 1970—. No importa que no estuviera
cerca para criarte. Lo averiguaste todo por tu cuenta. —Regresó con dos
vasos de chupitos conteniendo algún liquido oscuro, entregándome uno.
—¿Averiguar qué? —Había venido aquí para obtener un consejo no
para emborracharme.
—Tienes razón. Este hombre posiblemente no podría amarte.
—¿Por qué? —pregunté, mi corazón se hundió en mi pecho para mi
sorpresa. La idea de que Noah no me amara dolía más de lo que pensé que
haría.
—Lo que la gente cree que es amor no es real. Es un sentimiento
temporal causado por las hormonas y nada más. Como siempre he dicho…
—Levantó su vaso y renuente la seguí—. El verdadero amor no es la vida real.
—Se bebió el trago. Simplemente la observé, con mi estómago revuelto.
Cuando vio que no había bebido mi trago, lo agarró de mi mano y se
lo bebió también. Su rostro hizo una mueca antes de recuperarse.
—Vamos. —Saltó del sofá, tirando de mí.
—¿A dónde vamos?
—Vamos a recuperar el tiempo perdido. No todos los días aparece tu
hija distanciada en la puerta de tu casa y te das cuenta de que es
exactamente como tú. —Colocó su brazo sobre mi hombro—. Esa es una
maldita buena razón para celebrar. El mundo necesita más personas
inteligentes como nosotras, que vean toda esta mierda por lo que es.
¿Puedes imaginar despertar junto a la misma persona por el resto de tu vida?
—Hizo un falso sonido de nauseas mientras una expresión de absoluto
disgusto cruzaba su rostro.
Todo lo que podía pensar era que no sería tan malo despertar junto a
Noah el resto de mi vida, considerando que había probado ser un gran
fanático del sexo matutino. Ahora que lo piensaba, despertar en los brazos
de Noah había sido una de las cosas que había extrañado las últimas
semanas.
—No —continuó mamá—. Somos las listas, Molly. La variedad es la sal
de la vida, después de todo. —Me arrastró fuera de la casa.
No tenía idea de lo que estaba pasando, pero de alguna manera
terminé detrás del volante de mi auto, conduciendo de vuelta a la ciudad.
—Gira a la izquierda aquí —ordenó cuando llegué a una señal de alto
al final de su calle.
—¿A dónde vamos? —pregunté encendiendo mi indicador.
—A uno de mis lugares favoritos. —Guiñó un ojo—. Hay un beneficio
de vivir en una ciudad universitaria.
Mi cerebro me gritaba que diera vuelta y la dejara en su casa,
después regresara a Boston, pero mi intriga me mantuvo en movimiento.
Seguí sus direcciones, y en diez minutos, me detuve frente a un bar en el
centro de la ciudad. Parecía extraño ir a un bar un jueves por la tarde, pero
cuando entramos, el lugar estaba lleno de estudiantes universitarios
observando el juego de los Medias Rojas, parecía que llegábamos tarde a
la fiesta.
Un grito colectivo de “Josie” resonó cuando entramos, debí haberme
ido entonces, pero no lo hice. Era como observar un auto fuera de control
dirigiéndose a la multitud. Por mucho que supieras que deberías de hacer
algo para detenerlo, estabas atada al lugar, observando.
Escuché un crujido bajo mis pies y bajé la vista, notando que el piso
de linóleo oscuro estaba cubierto de cascaras de maní. Me rehusé a ir a
estos lugares cuando yo estaba en la universidad. ¿Qué me poseyó para
querer estar aquí ahora?
—No me llames mamá ni nada de esa mierda —me susurró al oído
mientras yo intentaba entender el hecho de que la mujer que me había
dado a luz era frecuente en un bar universitario—. Solo llámame Josie. Nada
más. ¿Entiendes?
Me di vuelta hacia ella, con mi mandíbula floja, pero antes de que
pudiera responder, un chico que no parecía lo suficientemente mayor para
beber se aproximó, deslizando su brazo sobre su hombro.
—¿Quién es tu amiga, Josie?
—Es una vieja conocida de cuando vivía en Boston —respondió,
agarrando mi brazo con fuerza, sus uñas clavándose en mi piel—. Molly.
El Señor Apenas Legal me sonrió.
—Un placer de conocerte Molly. —Tomó mi mano, lamiendo sus labios
mientras me miraba de arriba abajo. No pude evitar sentirme increíblemente
asustada—. Ciertamente cualquier amiga de Josie es amiga mía. Ustedes
dos parece que podrían ser hermanas.
Aparté mi mano, sintiendo escalofríos.
—Gracias. —Me di vuelta hacia mi mamá, solo para darme cuenta de
que me había abandonado.
—Si te preocupa hablar conmigo por Josie, no lo estés. —Deslizó su
dedo por la parte de atrás de mi vestido de verano—. Solo salimos de vez
en cuando. Le gusta batear y correr.
Me enfrenté a él, con los ojos muy abiertos. Las náuseas se asentaron
en mi estómago.
—¿Cuántos años tienes? —pregunté con incredulidad. Todo se sentía
como un mal sueño.
—Veintidós. —Sonrió radiante, como si se enorgulleciera de haber
sobrevivido tanto tiempo—. ¿Qué puedo decir? Tengo algo por las MILFS11.
Bueno supongo que en caso de Josie es cougar12 ya que no tuvo ningún
hijo.
—¿Qué? —Mi voz se elevó, el calor estrellándose contra mi cuerpo. No
sabía porque estaba tan herida cuando me di cuenta de que mi madre le
había estado diciendo a la gente que no tenía hijos. Nos había
abandonado hace años. Aun así, una parte de mi quería pensar que había
alguna cualidad redimible dentro de ella.
—No te preocupes. También me gustan las mujeres de mi edad.
Sacudí mi cabeza, tragando fuerte. Examiné el bar, viendo a mi mamá
a través de la habitación, riendo y sonriendo con otro grupo de estudiantes
universitarios apenas mayores de edad. Con fuego en mi mirada, irrumpí
hacia ella.
—¿Le dices a la gente que no tienes hijos? —exigí enojada.
Irritación cubrió su rostro. Agarró mi brazo y me llevó a una esquina
vacía, obviamente no queriendo que alguien escuchara nuestra
conversación.
—¿Qué importa? —siseó.
—¡A mí me importa! ¿Cómo pudiste dejarnos tan fácilmente?
—Porque fue un momento de mi vida que prefería olvidar —dijo de
golpe, con tono duro—. No quería ningún recuerdo de eso.
11
12
MILFS: Mother I´d Like Fuck, Madre que me gustaría follar.
Cougar: Mujer mayor que tiene relaciones con jóvenes mucho menores.
Desafortunadamente, di a luz a dos de esos recordatorios. Así que sí, me fui,
y no miré hacia atrás.
—¿Es por eso, que no fuiste al servicio funerario de papá? Te esperé.
¡Creí que tal vez te había importado lo suficiente para aparecer!
Con una mirada presumida, cruzó los brazos sobre su pecho.
—Tu padre estuvo muerto para mí al momento que me alejé de esa
casita horrible. Como dije, corté todos los lazos de esa época de mi vida.
Abrí la boca, el calor desvaneciéndose de mi cuerpo.
—¡Pero me enviste pantuflas! ¿Por qué hiciste eso si no te importaba?
Frunció el ceño.
—¿Pantuflas? ¿De qué demonios estás hablando?
—Cada año en mi cumpleaños, me enviabas un par de pantuflas.
¡Todavía las tengo todas!
Sacudió la cabeza.
—No fui yo Molly. Si la memoria no me falla, Drew fue el único que
siempre te regaló pantuflas en tu cumpleaños. —Se bebió la copa que
contenía un líquido ámbar—. Nunca te envié nada —se burló, luego pasó a
mi lado, reuniéndose con sus supuestos amigos.
Un nudo se formó en mi garganta mientras miraba a esta mujer que
me había cargado en su vientre por nueve meses. Estaba convencida de
que había resultado ser exactamente como ella. Ver lo que me deparaba
mi futuro si seguía por el mismo camino fue la bofetada que necesitaba. Me
negaba a creer que era eso en lo que me convertiría.
33
Traducido por Veritoj.Vacio
Corregido por vickyra
El sonido de las delgadas cuchillas cortando el hielo encontró mis
oídos en el momento en que entré a la pista. No había estado cerca del
hielo desde que mi hermano resultó herido. Se sentía extrañamente
reconfortante estar aquí.
Me dirigí más allá de las gradas, algunos estudiantes observaban al
equipo practicar. Tenía la sensación de que solo querían echar un vistazo
de Drew. A menudo olvidaba que todavía era una celebridad. Siempre
había sido solo mi hermano… la misma persona que puso goma de mascar
en mi cabello, que atropelló a mis Barbies con sus Hot Wheels, que puso
gusanos bajo mi blusa.
Mis ojos se posaron en el hielo, una pequeña sonrisa construyéndose
en mis labios. El hecho de que estuviera cubierto en acolchado y con un
casco no importaba. Pude ver a Drew por la forma en que patinaba a través
del hielo impecablemente. Aquí era donde pertenecía, no pasando el rato
en algún café o bar, deseando que las cosas siguieran como solían ser.
Subí por el pasillo al centro de la pista. Un silbato sonó, deteniendo a
los jugadores. Drew los convocó hacia él. Probablemente debí haber
esperado hasta que la practica terminara, pero no sabía en cuanto tiempo
sería eso. Parada en una fila de gradas para que me viera, grité:
—¡Drew! —Mi voz resonó contra las vigas.
Drew levantó los ojos, examinando la pista. Cuando me vio, relajó los
hombros.
—Está bien, todos. Tomen cinco minutos. Vamos a hacer esto otra vez,
así que sea lo que sea que tengan que hacer para sacar la cabeza del culo
en los próximos minutos, háganlo.
Quitándose el casco, patinó hacia el borde de la pista, abriendo una
pequeña puerta y saliendo del hielo. Me apresuré hacia él. Por el rabillo del
ojo, noté que algunos de los jugadores me examinaban. Drew debe haberse
dado cuenta también.
Los enfrentó.
—Esta es mi hermana, idiotas. Si alguno de ustedes la mira de una
manera que no me guste, necesitaran permanentemente una bolsa de
hielo en sus bolas.
—Drew —siseé, golpeándolo—. Eres el entrenador. ¿Tienes permitido
decir mierda como esa?
Sonrió.
—Mis entrenadores decían muchas peores.
Sacudí la cabeza.
—Los hombres son neandertales.
—Pero no pueden vivir sin nosotros.
—Esa no es la verdad —señalé, abrazando mi cuerpo para intentar
calentarme. Un vestido de verano no era exactamente el atuendo
adecuado para una pista de hielo.
—Es bueno verte Mols —dijo estudiándome—. Te ves… mejor.
—Acabo de regresar de ver a mamá —solté.
Cerró brevemente los ojos.
—Así que lo hiciste.
—No sé qué estaba pensando. En el momento en que subí a mi
automóvil, supe que era una idea estúpida, pero algún tipo de curiosidad
morbosa me hizo seguir. —Miré hacia abajo, mordiendo mi labio inferior—.
Debí haber dado la vuelta.
Drew tiró de mí contra su pecho acolchado, besando la parte superior
de mi cabeza. Permití que la calidez de mi hermano me consolara, como lo
había hecho a lo largo de mi vida.
—Entiendo más de lo que creo que te das cuenta, Mols. —Sentí su
pecho subir y bajar—. He estado ahí también.
Estiré la cabeza, mirando sus ojos oscuros. Levantó las cejas, como si
tratara de decirme algo.
—Tú…
—Cuando papá obtuvo su diagnóstico. —Apartó la mirada, bajo la
voz—. Imaginé que querría saberlo. Ya que había dado luz a sus hijos, pensé
que al menos merecía escucharlo en persona y no por teléfono. —Regresó
la mirada hacia mí—. Dios, estaba equivocado.
Me separé de él, sin saber cómo sentirme acerca de esta nueva
información. ¿Por qué no me lo dijo? ¿Por qué no me llevó con él?
—¿Qué dijo?
—Probablemente puedes adivinarlo. —Sacudió la cabeza—.
Prácticamente dijo que no era de su interés. Solo quería olvidarse de esa
parte de su vida y todo lo que eso implicaba… —Se detuvo—.
Incluyéndonos a nosotros. Es por eso, que no quería que fueras allí, Molly. No
quería que tuvieras que experimentar de primera mano el frío corazón de
esa mujer.
—¿Cómo puede tener tanto desdén?
Drew vaciló, luego se apartó de mí.
—¡Scully! —gritó. Uno de los chicos que patinaba en el hielo miró en su
dirección. Parecía mayor, así que supuse que también formaba parte del
equipo de entrenadores—. Encargarte de la practica por unos minutos,
¿quieres?
—Lo tienes, entrenador.
Drew agarró mi mano y me guio a las gradas. No tenía idea de cómo
caminaba con los patines puestos, pero ni siquiera se inmutó. Una vez que
estuvimos acomodados, me miró.
—¿Alguna vez alguien te habló de la familia de mamá?
Pellizqué mis labios.
—Realmente no. Solo que eran bastantes religiosos, por lo que papá
se casó con ella cuando se embarazó.
—Sin duda eso es cierto, pero eso es solo parte de la historia. —Hizo
una pausa mirando a lo lejos, después se volvió hacia mí—. Su padre era un
oficial de los Marines. Sirvió en Vietnam. Dirigía a su familia de la misma
manera en que dirigía a su unidad… con orden, disciplina y por lo que he
podido averiguar, algunas veces con mano de hierro. Las cosas que había
presenciado en Vietnam lo cambiaron. Cuando regresó a casa no era el
mismo hombre que cuando se fue. Estaba derrotado. Y terminó derrotando
a su familia también. —Me dirigió una mirada reveladora. Mis ojos se abrieron
ante la conclusión oculta.
—Su esposa, que alguna vez estuvo llena de vida y amor, se convirtió
en una mujer demasiado asustada para abrir la boca.
—¿Cómo te enteraste de esto?
—Por un capricho, la busqué en Google un día. Encontré algunos
viejos artículos de la época en que nací. Había una gran historia aquí en
Boston… una mujer disparó y mató a su esposo, un veterano de Vietnam. Su
nombre era Molly Micelli.
—Me puso el nombre de su madre.
—De acuerdo con varios reportes, después de que le disparó, llamó al
911, después se dedicó a limpiar la casa.
Arrugué la frente, sin entender.
—Los oficiales reportaron que cuando preguntaron por qué,
respondió que porque sabía que tendría compañía y su esposo se molestaría
si alguien viera la casa en el supuesto estado de desastre en el que se
encontraba. No importaba que su esposo yaciera en un charco de sangre
en la bañera. La policía reportó que la casa estaba casi inmaculada, como
un museo, pero ella no lo veía de esa manera.
»Después de una investigación más profunda, encontraron tanta
evidencia de abuso psicológico, que nunca fue acusada de su asesinato.
Ningún jurado la habría condenado basados en todo lo que ella y sus hijos
habían soportado. Imagina cómo te habrías sentido si hubieras crecido en
una casa donde era más importante que la cama estuviera hecha cada
mañana con una norma precisa que si entrabas a una buena universidad.
Esta familia vivió así por años. No es de extrañar que mamá realmente nunca
se haya preocupado por nosotros. Nunca supo cómo se sentía ser amada.
Sacudí mi cabeza con incredulidad.
—¿Por qué no me dijiste esto antes?
—Supongo que quería protegerte de descubrir la verdad.
—¿Como con las pantuflas? —Le lancé una mirada de reojo.
—¿Lo averiguaste?
Asentí lentamente.
—Cuando le pregunté a mamá por qué no había estado en el funeral
de papá, me dio el mismo discurso que aparentemente te dio a ti. Que
prefería olvidarse de ese capítulo de su vida. Así que le pregunté por qué
me había enviado las pantuflas cada año cuando todo lo que quería era
olvidarse de papá, de ti… —tragué fuertemente—, y de mí. —Encontré los
ojos de Drew—. Fue entonces cuando me dijo que no había enviado las
pantuflas y que probablemente fuiste tú.
—Fuimos los dos: papá y yo. Aparentemente, cuando eras un bebé,
tus pies siempre estaban fríos —recordó, con un brillo en los ojos—. Pero
odiabas los calcetines. Según la historia que papá me contó, cuando tu
primer cumpleaños llegó, preguntó que quería darte, así que dije un par de
pantuflas. A medida que pasaron los años, pensaste por alguna razón que
eran de parte de mamá. Cuando papá y yo vimos lo feliz que eras ante la
idea de que mamá aún se preocupaba por ti, no tuvimos corazón para
decirte lo contrario. Pensamos que seríamos capaces de detenernos a
medida que creciste. Cuando cumpliste dieciséis. Papá se detuvo. —Hizo
una pausa, sacudiendo la cabeza—. Esa noche, te escuché llorar en tu
habitación. Al día siguiente, salí, conseguí un par de pantuflas y las envié a
nuestra casa, para que pareciera que mamá las envió. Lo he estado
haciendo desde entonces.
Limpié la lagrima cayendo por mi mejilla.
—No merezco un hermano como tú, Drew.
—Sí, lo haces. —Me cubrió los hombros con el brazo, y descansé la
cabeza contra su pecho.
—No, no lo hago. Soy una persona horrible. Mamá dijo que resulté ser
como ella. No puedo evitar pensar que hay algo de verdad en eso. Me alejé
de lo que probablemente fue la mejor cosa que me haya pasado. ¿Y por
qué? —Sacudí la cabeza, incapaz de recordar como todo en mi vida se
había trastornado tan rápidamente.
—Todos hacemos cosas de las que no estamos orgullosos cuando
estamos enojados, cuando estamos afligidos. Créeme, no te pareces en
nada a la mujer que nos dio a luz. Eres amable. Eres cariñosa. He visto cómo
eres con Alyssa y Charlotte. Eres hermosa por dentro y por fuera. No dejes
que nada de lo que te haya dicho mamá te haga pensar lo contrario. No
te conoce, no como yo lo hago… como lo hace Noah.
Apartándome de su pecho, miré hacia el hielo, soltando un profundo
suspiro. Estar aquí con Drew me trajo tantos recuerdos de nuestra infancia
cuando solía pasar horas en la pista durante su práctica, leyendo libro tras
libro. Después de eso, papá nos llevaba a un restaurante del vecindario
donde ordenábamos el plato más grande de patatas fritas con queso que
tenían. Deseaba haber apreciado más esos momentos.
—Entonces, ¿qué vas a hacer? —preguntó rompiendo el silencio.
Me encogí de hombros.
—¿Pedir perdón?
—Suena como un buen plan. —Me ofreció una pequeña sonrisa,
luego se levantó. Me ofreció su mano y la agarré, permitiéndole ayudarme
a levantarme. Mientras nos aproximábamos al hielo, me dio un ligero beso
en la frente, después se volvió a poner el casco—. Solo prométeme una
cosa.
—¿Qué?
—Sé sincera. No más juegos. No más mentiras.
—Puedo hacer eso.
—Bien. Estaré más tarde por si necesitas hablar. Las chicas también
quieren mostrarte sus nuevas habitaciones uno de estos días.
—Suena bien, Drew. Gracias.
—En cualquier momento, Molly Mae—. Empezó a alejarse patinando.
—¡Oye Drew! —lo llamé. Se detuvo, mirándome—. Esto te queda bien.
Perteneces al hielo.
Sonrió.
—Gracias, Mols.
34
Traducido por Veritoj.Vacio
Corregido por vickyra
Moví nerviosamente la falda de mi vestido mientras caminaba por el
pavimento y bajo el arco del cementerio Forest Hill. El temprano sol otoñal
casi había desaparecido más allá del horizonte, pero seguía proyectando
un hermoso resplandor sobre el paisaje. Mientras subía la cima de la colina,
casi reí cuando vi la película que estaban mostrando esta noche… El
Apartamento. Era la historia de un hombre obligado por los altos ejecutivos
de su oficina a permitirles usar su apartamento para que pudieran continuar
con sus aventuras ilícitas. Lleva el romance prohibido a un nivel
completamente diferente.
Después de que dejé a Drew, sabía exactamente lo que tenía que
hacer. Necesitaba hablar finalmente con Noah. Era jueves por la noche, así
que tuve la sensación de que estaría en el mismo lugar que estaba cada
jueves en la noche.
Aproximándome al área acordonada donde todos habían colocado
sus mantas, examiné a la multitud. Noah debe haber sentido mi presencia.
Justo como la primera noche todos esos meses atrás, sus ojos se clavaron
directamente sobre mí, haciendo que mi respiración se dificultara.
Consideré la posibilidad de que me ignorara, pero no era el tipo de persona
que corren cuando las cosas se ponen difíciles. Encaraba sus problemas de
frente, algo que prometí empezar a hacer.
Con su expresión que no delataba nada, se levantó y lentamente se
abrió paso hacia mí.
—Molly —dijo en un tono uniforme—. ¿Qué estás haciendo aquí? —
Miró hacia atrás hacia su manta en la hierba.
—Yo… —Miré su cabello oscuro azotado por el viento, la intensidad
en sus ojos, la plenitud de sus labios. Se veía tan bien. Tan guapo. Tan
hermoso. Tan perfecto. ¿Por qué me permití huir de él?
—¿Tú? —Levantó una ceja, cruzando los brazos sobre su pecho.
Mirando hacia abajo, arrastré los pies, masticando el interior de mi
mejilla. Volví a mirarlo a los ojos, todo lo que planeaba decir salió volando
por la ventana proverbial. En cambio, hice algo que raramente había
hecho, si es que alguna vez lo hice. Hablé con mi corazón.
—Hoy vi mi futuro —admití en voz baja—. Y tenía piel de cuero por
tanto sol, fumaba demasiados cigarrillos, y usaba ropa demasiado
inapropiada para su edad.
Noah arrugó la frente. Su expresión era una mezcla de diversión y
confusión.
—No estoy seguro de entender.
—Yo tampoco estoy segura. —Me reí nerviosamente. Mis
pensamientos eran un desastre, caminé por la hierba de un lado a otro,
abriendo y cerrando los puños—. Mi madre casi tiene sesenta años, pero
todavía actúa como si tuviera veinte.
—¿Fuiste a ver a tu madre? —Sus ojos se abrieron con sorpresa y un
toque de preocupación.
—Estaba tan cansada de pensar que nadie me apoyaba. En
retrospectiva, fue probablemente una de las peores decisiones de mi vida.
Esta mujer que vive a menos de dos horas de distancia, aun así, nunca hizo
el esfuerzo de intentar y ser parte de mi vida. —Dejé de caminar, después di
un paso hacia Noah—. No sé qué esperaba. Supongo que esperaba ver que
tenía una buena vida, que su decisión de dejar a mi padre y a su familia fue
la correcta para ella. —Sacudí la cabeza, apartando la vista.
—¿Y lo fue?
—Nunca lo admitirá, pero está tan sola que se arrojará contra
cualquier hombre que la mire. Es una completa broma. No quiero
convertirme en ella. —Lo miré con ojos de disculpa—. Ya no quiero huir del
amor.
—Pero pensé que el amor no existía. —El dolor que le había causado
aún era visible en cada centímetro de él—. ¿Sigues creyendo eso?
Inhalé profundamente, decidiendo responder honestamente por una
vez.
—Toda mi vida, había mantenido esa creencia firmemente, que no
había tal cosa como el amor verdadero, eso que todos los demás
consideraban amor no era más que una ilusión, el resultado de las
hormonas. Para mí, el amor verdadero no era la vida real.
Los hombros de Noah cayeron.
Extendí la mano y rocé su brazo. Encontró mis ojos, un brillo de
esperanza en su mirada.
—Pero creo que puede ser, si me das otra oportunidad.
Me miró por varios minutos insoportables, mientras mi corazón
permanecía completamente expuesto y yacía desnudo para que lo
destruyera o lo reparara. Él tenía todo el poder.
—¿Molly? —dijo finalmente con un suspiro, dando un paso atrás—.
Quiero creerte, pero ¿cómo puedo? Cuando te miro, no veo a una mujer
enamorada. Veo a una chica tan asustada de estar sola, que está dispuesta
a hacer cualquier cosa para asegurarse de no estarlo. —Sacudió la
cabeza—. No estoy interesado en estar con alguien solo por conveniencia,
solo porque vio lo que le depara el futuro y no le gusta. Quiero estar con
alguien que quiera estar conmigo, que no huya cuando las cosas se ponen
difíciles, que no tenga problemas para decirme que me ama.
Abrí la boca, buscando las palabras que necesitaba. Me ganaba la
vida sabiendo que decir siempre y cuando decirlo, pero cuando se trataba
de mi propia vida, tenía bloqueo de escritor permanente. Noah siempre
tenía una forma de dejarme sin palabras, pero sabía que esta era mi única
oportunidad de convencerlo de que ya no era esa chica que lo alejó para
proteger su corazón.
—Tuve una caída y descubrí que podía sangrar —confesé—. Debí
haberte dicho como me sentí cuando me dijiste que me amabas, pero no
lo hice. Tienes razón. Estaba aterrada. Mi madre abandonó a mi padre
cuando yo tenía cuatro años. La ex de Drew lo abandonó cuando Alyssa
tenía dos años. Dicen que las cosas pasan de tres en tres. Estaba tan
preocupada de que me ocurriera, que hice todo lo que podía para
asegurarme de nunca estar en esa posición. —Me acerqué lentamente
hacia él, desesperada por sentir el calor de su cuerpo, de inhalar su aroma
almizclado, de estar en su universo.
»Durante las últimas dos semanas, cada vez que cerraba los ojos, veía
los tuyos devolviéndome la mirada. He extrañado todo acerca de ti… Desde
la manera en que me abrazas cuando voy a dormir, hasta la manera en que
besas mi cabeza a primera hora de la mañana. Extraño la manera en que
siempre sostienes mi mano en público, la forma en que apartas el cabello
de mi rostro para que puedas ver mis ojos, la manera en que me besarías en
medio de un ascensor lleno de gente sin ninguna razón en absoluto. —Una
lagrima solitaria goteó por mi mejilla mientras todos los maravillosos
recuerdos que había compartido con Noah se precipitaron—. La manera en
que me hiciste sentir más apreciada y valorada de lo que probablemente
merecía. La manera en que bailamos cuando la única música estaba en
nuestros corazones. —Tragué por el nudo en mi garganta—. Me negaba a
admitirlo a mí misma porque estaba tan jodidamente asustada, pero la
verdad es que estoy completa y absolutamente enam….
—¿Noah? —Una rubia alta usando un top blanco flotante y vaqueros
oscuros se aproximó, colocando su mano en su hombro.
Mi mandíbula cayó, mis ojos parpadearon repetidamente. Luchando
por recuperarme, puse una falsa sonrisa en mi rostro, mi corazón
rompiéndose en pequeños pedazos cuando me di cuenta de que él ya
había seguido adelante, de que todo lo que acababa de confesar había
sido por nada.
Giré sobre mis talones, mi rostro ardiendo de vergüenza mientras corría
por el paso de peatones hacia el estacionamiento. Alcancé mi bolso,
buscando torpemente mis llaves. Mis ojos se llenaron de lágrimas y tragué
las palpitaciones de mi pecho. Quería gritar y llorar ante la idea de que era
demasiado poco, demasiado tarde. El arrepentimiento llenó mi corazón, y
me dolió. Debí decirle a Noah como me sentía hace semanas. En el minuto
que me dijo que me amaba, debí haber regresado el sentimiento con
entusiasmo. En cambio, retrocedí y permití que mis miedos me consumieran.
El miedo me costó el único hombre con el que sabía que podría pasar
el resto de mi vida.
—Molly —gritó Noah mientras continuaba buscando mis llaves.
—¿Qué? —Me giré, frustrada de que mi escape hubiera sido
desbaratado por el pozo sin fondo de mi bolso.
Antes de que pudiera reaccionar, sus labios estaban sobre los míos,
quitándome el aliento. Me puse rígida, confundida, excitada, y cientos de
diferentes emociones que mi cerebro no podía describir adecuadamente
en ese momento. Sus dedos se enredaron en mi cabello, su agarre se apretó,
como si no quisiera dejarme ir nunca. No tenía idea de lo que estaba
pasando, porque me estaba besando a unos cuantos metros de otra mujer,
pero en ese momento, eso no importaba. Si esta era la última vez que
besaba a Noah, quería recordar cada movimiento de su lengua, cada roce
de su mano, cada latido de su corazón contra el mío.
Con increíble facilidad, lentamente separó su boca, lamiendo sus
labios. Lo miré, desconcertada.
—¿Qué…
—Dime —dijo, con el pecho agitado.
—¿Decirte que? —pregunté.
Tragó con fuerza, su mirada intensa.
—Dime lo que ibas a decir.
Me tensé, tirando de mi labio inferior entre mis dientes. Esta era una de
las cosas más difíciles que tendría que hacer. La mayoría de las personas
que conozco dieron su amor libremente sin reservas. Yo no. Mantenía mi
corazón protegido, siempre al acecho de alguien que usaría mi amor contra
mí.
—Por favor. —Rozó sus labios contra los míos otra vez antes de
encontrar mi mirada—. Por favor Molly. Dilo.
—Te amo —gimoteé en voz baja.
El alivio bañó su rostro y me trajo de vuelta a sus brazos, cubriendo mi
boca con la suya. Su beso fue suave, reverente… amoroso.
—No fue tan difícil, ¿verdad?
—Fue más fácil de lo que pensé que sería —admití, después incliné la
cabeza—. Todo es más fácil contigo.
Se inclinó hacia mí.
—Y todo es más fácil contigo, Molly Mae. —Ahuecó mis mejillas,
bloqueándome en el lugar. No correría incluso aunque pudiera. Estaba
exactamente donde quería estar—. Es posible que me hayas utilizado como
inspiración para tu libro… —Tragué duro mientras pasaba su pulgar por mis
labios—. Pero tú me inspiras. —Su boca encontró la mía otra vez y me perdí
en él, sin importarme que estuviéramos besándonos en un cementerio
donde cientos de personas podían vernos. No me importaba que la muñeca
rubia con la que probablemente había dormido nos observara. Sin
importarme nada más que el amor que tenía por este hombre.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —siseó una voz femenina.
Ambos saltamos lejos el uno del otro, girando alrededor.
—Morgan… —empezó Noah. Parecía un ciervo atrapado en los
faros—. Esta es Molly.
Ella puso las manos en sus caderas, mirándome de arriba abajo.
—¿Molly? —Se aproximó a mí. Antes de que supiera que estaba
sucediendo, envolvió sus brazos a mi alrededor, abrazándome fuerte—.
¡Noah me ha contado mucho sobre ti!
Mis ojos se agrandaron, confundidos. Dio un paso atrás, manteniendo
sus manos sobre mis hombros.
—¿Te unes a nosotros para la película? Noah no lo mencionó. Pero ha
estado un poco… distraído últimamente. Trajimos la cena con nosotros.
También tenemos lo suficiente para ti, si quieres.
Miré de ella a Noah, esperando que uno de ellos explicara lo que
estaba pasando.
—Morgan es mi hermana. —Sonrió—. Ella y su esposo acaban ser
trasladados aquí desde Nueva York.
—Noah me ha estado contando sobre la noche de película en el
cementerio durante años. Tengo que decir, estoy enganchada. —Guiñó un
ojo, entonces se detuvo, mirándonos a los dos—. Les voy a dar a ustedes
tortolitos unos minutos. —Se dio vuelta y corrió por el camino hacia la gran
pantalla de proyección—. ¡Pero John dijo que te apresures o se va a comer
toda la comida! —gritó antes de desaparecer entre la multitud.
—Entonces… —empecé mientras me daba vuelta hacia Noah—. No
es tu novia.
Sonriendo, negó con la cabeza.
—Definitivamente no. Pero estoy un poco asustado, parece que
siempre asumes que estoy saliendo con mis hermanas.
Me eche a reír.
—¿No estás viendo a nadie?
Su sonrisa se hizo más grande mientras sacudía la cabeza otra vez.
—¿Cómo podría salir con alguien cuando estoy enamorado de otra
mujer?
—¿Incluso después de todo lo que te dije?
Envolvió sus brazos a mi alrededor, asintiendo.
—Eso es lo que es el amor verdadero. Es saber que la otra persona está
completamente llena de mierda, perola dejas que lo resuelva por su cuenta.
—Guiñó un ojo—. Es por eso que te di espacio estas últimas semanas. Fue la
cosa más difícil de hacer para mí, pero sabía que, si tenía alguna
oportunidad contigo, necesitabas tener este tiempo para ti.
—¿Entonces todo lo que dijiste antes acerca de no saber si podrías
creerme? —Incliné la cabeza mis ojos se fijaron en los de él.
Se encogió de hombros, con un brillo en la mirada.
—Solo quería finalmente escuchar las tres letras saliendo de tu boca.
—Dejo salir un suspiro satisfecho—. Y fue más hermoso de lo que pude haber
imaginado.
La sinceridad de su voz convirtió mis piernas en gelatina. No creí que
la gente se embelesara en la vida real. Estaba tan equivocada porque este
hombre me embelesó…. Y me embelesó tan malditamente duro.
Puso un ligero beso en mis labios, después agarró mi mano,
guiándome por el camino.
—Ya que estamos superando nuestros miedos… —Me miró, con una
sonrisa traviesa en su rostro—. ¿Qué tal si dices la otra palabra también?
Arrugué la nariz por un momento, entonces me di cuenta a cuál
palabra se refería. Sacudí la cabeza con vehemencia.
—No. ¡Nunca lo haré!
Se detuvo en seco, tirando de mi contra él. Enterró la cabeza en mi
cuello mordisqueándome el lóbulo de la oreja.
—Por favor, Molly —dijo con tono seductor.
Todo lo que tenía que hacer era presionar su cuerpo contra el mío,
murmurar con si voz sensual, usar su lengua en mi piel, y era masilla en sus
manos. Sus grandes, ásperas, talentosas manos.
—Tengo treinta años —dije con un temblor.
Un ruido bajo escapó de su garganta, el sonido de su risa trajo una
sonrisa a mi rostro. Puso su brazo sobre mis hombros y continuamos de
regreso hacia su manta.
—No fue tan difícil. ¿Verdad?
—Definitivamente ese dolió un poco.
Me enfrentó, sosteniendo mis manos entre las suyas.
—Te amo, Molly Brinks, con tus locas tendencias y todo.
—Y yo te amo, Noah McAllister, incluso si eres una completa basura en
la cama.
Inclinó su cabeza, dándome una tímida mirada.
—¿De verdad?
—Oh sí. He tenido que fingir cada orgasmo contigo. —Evité sus ojos.
—Bueno, supongo que tendré que seguir practicando contigo. ¿Es
algo que te interesaría? —Rodeándome la cintura con un brazo, bajó su
boca a la mía. Mordisqueó mi labio superior, el gesto causo una chispa de
electricidad que recorrió mi cuerpo.
—Dios, sí —respiré. No tenía idea de cómo este hombre sabía
exactamente cómo hacer que lo deseara más, pero lo hacía.
—Bien, porque realmente quiero practicar contigo. —Se separó
bruscamente—. Continuará. —Me guiñó un ojo, tirando de mí hacia la
multitud.
Fruncí el ceño juguetonamente.
—Eres un corta rollo. —Había pasado mucho tiempo desde que
estuve con Noah. Hubiera dado cualquier cosa por sentirlo de nuevo.
—¿Corta rollo? —Levantó una ceja.
—Es el equivalente femenino a una calienta pollas. Tú, Noah McAllister,
estás cortando rollo conmigo ahora mismo.
—Tal vez —murmuró, su aliento caliente en mi cuello—. Pero solo
piensa que tan increíble será ese primer orgasmo, que afirmas que fingirás,
después de horas de frustración sexual reprimida. Toda la noche, con cada
roce de mis dedos en tu pierna, cada apretón de mi mano en tu cadera,
cada pinchazo de mis dientes en tu piel, estarás pensando en lo que te
espera más tarde.
—Dios te he extrañado. —Jadeé sus eróticas palabras me dieron una
subida que ninguna droga podía replicar.
Sonrió.
—Yo también. —Me envolvió en un abrazo, dejando un suave beso en
mi nariz—. Te amo, Molly.
—Y yo te amo.
—Ya era hora de que entraras en razón.
Epílogo
Traducido Veritoj.Vacio
Corregido por vickyra
Nueve meses después…
—Knock Knock —gritó la voz de Noah desde el pasillo antes de abrir
la puerta de mi oficina.
Mis ojos ardían por estar pegada a la computadora por quien sabe
cuántas horas, pero mi último libro estaba casi terminado. Dándole la
bienvenida a la distracción, levanté la vista de mi portátil para ver a Noah
cargando dos grandes cajas.
—¿Parece que necesito más cajas aquí? —Señalé alrededor de la
habitación.
Cajas estaban apiladas casi en cada esquina de mi nueva oficina en
la casa de Noah. Me había estado molestando acerca de si alguna vez iba
a llegar a desempacar. Simplemente respondía que desempacaría cuando
surgiera la necesidad.
Decidir dejar mi apartamento en Boston y mudarme con Noah no fue
un gran ajuste como pensé que sería. Había estado prácticamente viviendo
en su casa de todos modos. Esto lo hacía oficial. No podría haber sido más
feliz que pasar los domingos perezosos en el sofá con Noah, de darle la
bienvenida a casa después de un duro día de trabajo con una comida
casera, ropa opcional.
—No, pero creo que querrás estas. —Guiñó un ojo y mis ojos se
agrandaron.
Salté de mi silla, corriendo hacia él mientras colocaba las cajas en el
piso. Agarrando una navaja de mi escritorio, hice un trabajo rápido con la
cinta adhesiva de una de las cajas cerradas, arrojando el material de
empaque por todos lados.
Una sonrisa de satisfacción y logro tiró de mis labios mientras sostenía
mi libro en mis manos. Había estado escribiendo y publicando por cinco
años. Nunca olvidaré como me sentí cuando sostuve mi primer libro. Había
estado tan orgullosa de finalmente tener un libro con mi nombre en él, o mi
seudónimo, en cualquier caso, que no reflexioné sobre todo. En lugar de
escribir lo que estaba en mi corazón, seguí a la manada y escribí lo que era
popular, lo que estaba en tendencia. No había sustancia en él. Pero el libro
que tenía en mis manos ahora era diferente. Este era todo yo, una historia
que quería contar.
Había escrito mi historia de amor.
Después de una considerable reflexión y apoyo de Drew y Noah,
decidí renunciar a mi contrato con mi editor. No quería escribir lo que
alguien más me decía. Quería escribir lo que estaba en mi corazón. Por
mucho que quisiera publicar la primera versión de Avery y Jackson por mi
cuenta, después de hablar con mi agente y pedirle a un abogado que
revisara mi contrato con mi editor, sentí que era mejor posponer el libro por
ahora para que no se presentara cualquier problema legal en el camino.
Al principio, estaba enojada por la idea de que nadie jamás leyera su
historia por lo personal que era para mí. Entonces Noah dijo algo que me dio
esperanza.
—Pueden retener a Avery y Jackson como rehenes, pero nunca
podrán quitarnos nuestro amor. Eso es lo más importante.
Fue ahí cuando supe cómo arreglar esto. No necesitaba a Avery y
Jackson, no cuando mi propia historia de amor era incluso mejor.
Me acurruqué en el hueco del brazo de Noah mientras mirábamos la
portada de mi libro, mi nombre real en grandes letras negritas. Capaz de
sentir lo que estaba pensando, susurró:
—Hubiera estado orgulloso de ti.
—Lo sé —respondí a través del nudo de mi garganta.
Si sabía algo de mi alter ego, a menudo me preguntaba si mi padre
se hubiera jactado de mí de la manera como lo hizo Drew… si hubiera
recordado quién era yo incluso durante aquellas semanas posteriores.
—¿Cuándo cambiaste el título? —preguntó Noah, tomando uno de
los libros de pasta blanda de la caja—. Creí que ibas a llamarlo Confesiones
De Una Ligona Reformada.
—Lo iba —admití—. Pero creo que el nuevo es mucho más apropiado.
Escribiendo al Sr. Correcto.
—Estoy de acuerdo. —Acarició mi cabello con su nariz, inhalando mi
aroma. Hemos estado viviendo juntos durante casi tres meses, pero todavía
sabía como debilitarme las rodillas hasta el punto de arrástralo al dormitorio
para otra ronda de “investigación”.
—Léeme —murmuró, descansando las manos en mis caderas mientras
nos balanceábamos ante el sonido de nada y todo a la vez.
Cerré los ojos, perdida en la sensación de su cálido cuerpo contra el
mío. Me salpicó besos en el cuello y por la nuca mientras comencé a recitar
de memoria las primeras líneas de mi libro.
—No —murmuró—. Se cómo empieza. Quiero saber cómo termina.
—Ya era hora de que entraras en razón —le dije, recordando la última
línea en el libro.
Noah sacudió la cabeza.
—No estoy hablando de eso Molly —respondió con tono sensual
mientras continuaba balanceando su cuerpo contra el mío. Cuando de
repente ya no sentí sus brazos a mi alrededor, un vacío cayó sobre mí.
Abrí los ojos de golpe. Todo el oxígeno dejó mis pulmones y mi corazón
se hundió en el hueco del estómago cuando lo vi en una rodilla frente a mí.
Metió la mano en el bolsillo y sacó una caja de terciopelo negro. Abriéndola
reveló un impresionante diamante de corte redondo.
Mis manos temblaron, sacudí la cabeza.
—Noah, por favor… —Agarré su codo y lo levanté de nuevo,
implorándole con mi expresión.
—Molly, pensé… —La confusión cubrió cada centímetro de su cuerpo,
con la boca abierta, sus ojos muy abiertos con preocupación, las líneas de
su rostro fruncidas.
—Noah. —Suspiré, después mis labios se convirtieron en una sonrisa
brillante—. No quiero que me mires hacia arriba y no quiero mirar hacia
abajo por ti. Por el resto de mi vida, quiero mirar a un lado y verte ahí. —
Sostuve mi mano izquierda hacia él. Una lagrima escapó, mi corazón casi
estallando de amor ante la idea de levantarme cada mañana con este
hermoso, cariñoso y apasionado hombre a mi lado, apoyándome,
enriqueciéndome y amándome… ataques de patos y todo.
El alivio lo inundó, relajando los hombros.
—Tenía todo un discurso planeado, y esto es sorprendente.
—He aprendido una cosa muy importante durante el año pasado —
empecé mientras él ponía el anillo en mi dedo. Bajó sus labios a los míos y lo
deslizó en su lugar. La mayoría de las mujeres probablemente estarían
molestas por no obtener algún elaborado discurso con una declaración de
amor eterno e interminable de un hombre en una rodilla frente a ellas. Yo
no. Este momento era exactamente como soñé que sería.
—¿Y qué es eso?
Agarrando sus mejillas en mis manos, con el brillo del diamante
atrapando mi mirada, murmuré:
—Los planes están destinados a romperse.
Fin
Sobre la autora
T.K. Leigh, también conocida como Tracy Leigh Kellam, es la autora
del bestseller USA Today de la serie Beautiful Mess, además de varias otras
obras. Originaria de Nueva Inglaterra, ahora reside en el soleado sur de
California con su esposo, su hermosa hija y tres gatos. Cuando no está
plantada frente a su computadora, escribiendo, se la puede encontrar
entrenando para su próxima maratón (de la cual ha corrido más de veinte
veces y demasiadas mitades para recordar) o persiguiendo a su hija por
toda la casa.
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