05-24-15 Juan 16 5-15 El proposito de l[...]

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05-24-15
Mensaje: Juan 16:5-15 –día de pentecostés: “El
Propósito de la Promesa del Espíritu Santo”
Cada uno de nosotros en nuestra niñez tuvimos aventuras,
corriendo y jugando por el vecindario. Me acuerdo que
nosotros nos reuníamos para retarnos a hacer ciertas
travesuras y retar a los demás a hacerlo. Por ejemplo,
brincar desde un árbol, o cruzar de un árbol a otro. Y
cuantas otras travesuras que se hacen o se hacían en la
niñez. Pero había momentos que no podíamos hacer las
cosas solos. Sino que necesitábamos la ayuda de otros
compañeros o compañeras. Simplemente porque no
podíamos hacerlo solo, y teníamos que contar con la
ayuda de esa persona o personas que estaba con nosotros.
Recuerdo que en una ocasión estábamos en un precipicio
corriendo y jugando cuando uno de mis primos se paro en
una roca y esta se movió y él se cayó. La piedra le se le
vino encima sobre su brazo y le rompió el hueso en tres
partes. Estábamos lejos de la casa y entre todos tuvimos
que ayudarlo a subir porque él no podía hacerlo solo.
Necesitaba la ayuda de los demás que estábamos con él.
Esa es una valiosa lección para todos nosotros. Porque a
veces luchamos solos o solas durante los tiempos
difíciles. Tratamos de hacerlo nosotros mismos, sin ayuda
de nadie, con nuestras propias fuerzas. ¿Cuántas veces en
nuestras dificultades en la vida no hemos aprovechado al
máximo la ayuda de nuestro compañero el Espíritu Santo?
La palabra griega que se usa aquí significa intercesor,
para resolver un conflicto, para resolver un problema, que
interceda para intervenir en nombre de otra persona. Este
mismo Espíritu Santo es nuestro compañero en la
actualidad.
El Espíritu Santo nos ayudará a pasar por situaciones que
no podemos cambiar, y hacer cosas que no podemos hacer
por nosotros mismos. El Espíritu Santo nos revelará la
verdad. Eso significa que Él nos ayudará a cambiar las
cosas que se pueden cambiar. Pero también nos guiará
para que podamos saber la diferencia entre algo que se
puede cambiar y nos dan fuerza para saber la diferencia
entre esas cosas que no se pueden cambiar. Pero, lo
importante es saber que nosotros no estamos solos ni
solas, sino que tenemos la ayuda de Dios a través del
Espíritu Santo.
Fíjese en las palabras de Jesús en el verso 7, “Les
conviene que yo me vaya porque, si no lo hago, el
consolador no vendrá a ustedes.” Así que era necesario
que Jesús ascendiera al cielo, como lo vimos la semana
pasada, para abrir paso al Espíritu Santo, para entrar y
habitar entre nosotros. Y fijémonos que el Espíritu Santo
venia con el propósitos de convencer al mundo de su error
en cuanto a pecado, justicia y juicio. En otras palabras no
íbamos a estar solos ni solas sino que teníamos la ayuda y
compañía del Espíritu Santo. El propósito de la promesa
del Espíritu Santo, o que éste viniera a morar entre
nosotros fue para que tuviéramos un Consolador mientras
Jesús moraría a la diestra del Padre. En otras palabras,
tendríamos con nosotros la presencia Divina de la tercera
persona de la Trinidad para guiarnos, consolarnos y
enseñarnos de acuerdo a la voluntad de Dios. A través del
Espíritu Santo tenemos contacto y comunicación con el
Padre y el Hijo. Pero, está de parte de nosotros que
tengamos, o queramos tener esa relación con Él.
Como seres humanos, nos sentimos tristes y dolidos
cuando alguien muy querido de nosotros se aleja de
nuestro lado. Cuando la persona que queremos y
apreciamos se va de nuestro lado para siempre,
experimentamos dolor y tristeza. En el evangelio de Juan
la esencia del amor es estar conectados y conectadas y
compartir en unidad el trabajo y la presencia de Jesús.
Pero se había llegado el tiempo de Jesús partir de entre
sus discípulos. Jesucristo quiere que nos mantengamos en
conexión con él y por eso les habla de la promesa del
Padre, y les envía al consolador. Jesús no deja de anticipar
la tristeza y el dolor que sufrirían los discípulos al él irse,
y es por lo tanto que les dice, “que conviene que se vaya
para que el consolador, la promesa del Padre pueda
entonces cumplirse y ellos recibir ese precioso regalo que
es presencia y promesa del Espíritu Santo. Es el
consolador quien mantendría la relación entre el Padre y
nosotros activa. El Espíritu Santo conecta al Padre con el
amor redentor del Hijo y la iglesia y el evangelio.
Nosotros como pueblo escogido y redimido, hemos sido
llenos del poder del Espíritu Santo, y por lo tanto es
nuestro llamado y nuestra misión no solo mantener esa
relación, sino, proclamarla y enseñarla a la humanidad.
En otras palabras, no estamos solos ni solas sino que
tenemos al Espíritu Santo con nosotros.
¿Cuál es nuestra contribución al respecto?
Necesitamos ser los portavoces de este evangelio, para
que el Espíritu Santo pueda hacer la obra de “convencer al
mundo de su error en cuanto al pecado, a la justicia y al
juicio.”
Pero no se cumple, si nosotros no ponemos de nuestra
parte.
Ese es el propósito de la promesa del Espíritu Santo.
Equipar a la iglesia en una relación con Dios a través del
Espíritu Santo y llevar el evangelio a toda persona que no
tiene esa relación con Dios. Los discípulos iban a pasar
por momentos difíciles que les costaría hasta la vida, y
muchos serian torturados por causa del evangelio de
Cristo. Por lo tanto, necesitarían la presencia del Espíritu
Santo para darles las fuerzas para soportar la persecución
y aun la muerte. Por lo tanto la presencia y llenura del
Espíritu Santo viene a ser el paracleto o el refuerzo que
necesitarían los discípulos para mantenerse fuertes ante la
oposición del mundo.
Hoy nosotros no enfrentamos tan grave persecución, y en
países como este mucho menos. Pero, si estamos
expuestos y expuestas a momentos difíciles y
enfermedades que nos quieren destruir nuestra fe. Y para
eso tenemos al Espíritu Santo. Para fortalecernos y
ayudarnos a mantenernos firmes en Cristo.
También para capacitarnos y darnos la voluntad y el
deseo de llevar el evangelio a donde no lo han recibido.
Quizás, pensamos que seria a lugares remotos donde
todavía no ha llegado el evangelio. Pero, tenemos
personas entre nosotros que todavía no tienen la esperanza
y muchos, ya no quieren ni tienen deseo de vivir. A esas
personas nos envía Dios y nos llena del Espíritu Santo
para que podamos compartir el evangelio con ellas. No lo
podemos hacer solos o solas, pero tenemos al Espíritu
Santo, que nos ayuda y nos da la fuerza para hacerlo.
Ese es el propósito de la Promesa del Espíritu Santo.
Por lo tanto, cumplamos su llamado.
Amén.
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