EL PROYECTO HIDROELÉCTRICO PATUCA III: BENDICIÓN O CONDENA SOCIOECONÓMICA Y AMBIENTAL QUE PENDE DE LOS FLUJOS VARIABLES DEL RÍO Ing. Carlos G. Talavera W. La producción nacional de electricidad: una práctica en necesidad de una política racional La firme decisión gubernamental de impulsar el Proyecto Hidroeléctrico Patuca III refleja un compromiso ya largamente esperado del Estado con la generación de energía a partir de fuentes renovables, y un optimismo renovado hacia la generación hidroeléctrica en particular, ambas cosas muy dignas de encomio. Esta decisión se da en un contexto caracterizado por un cambio en la ‘ortodoxia’ sobre el envolvimiento de actores estatales y privados en el desarrollo de la capacidad de generación de energía, y viene a reafirmar la tesis que el Estado tiene poco o nada que hacer en la provisión directa de servicios públicos, que son mejor manejados por los intereses privados. La crisis en la Empresa Nacional de Energía Eléctrica y la amenaza latente de los apagones – factor que parece ser el ‘elemento motor’ de la práctica de ampliación de la capacidad de generación- hacen notorio que este cambio no ha tenido los mejores resultados. Los agentes económicos privados han optado por alternativas de generación térmicas de cortos períodos de desarrollo que producen rápidas rentabilidades y aseguran la recuperación de las inversiones al más corto plazo –pero que entran en contraposición a las mejores opciones económicas y ambientales para el país y los consumidores. Por un lado, la necesidad de usar de combustibles hidrocarburos que el país no posee para la producción de electricidad, y cuyos precios a corto plazo están sujetos a influencias determinadas por los vaivenes de la política internacional, y a largo plazo, por la inexorable realidad que el petróleo se agota, genera dependencias irónicas sobre combustibles importados para un país con un alto potencial hídrico como el nuestro. Por otro lado, la capacidad de los generadores privados de negociar y agenciarse para sí en algunos contratos precios que lucirían muy por encima de valores de equilibrio, también desdice en buena medida las tesis de mayor competitividad y eficiencia en la provisión de dichos servicios por el sector privado, en tanto la producción eficiente sugiere precios competitivos por el servicio. Esto se ha fundamentado en la dificultad del Estado de promulgar, articular y sostener una política energética nacional coherente, con planes de acción pensados más allá del corto transitar de distintos actores políticos por Casa Presidencial, que a su vez asegure que los fantasmas del racionamiento y la escasez sean adecuadamente conjurados. Si, tal cual sostienen muchos técnicos del sector energético en su aval a la instalación de plantas térmicas como alternativa rápida a la crisis de la escasez, ‘el kWh más caro es el que no se tiene’, una crisis prolongada no es crisis, es incapacidad de tomar las decisiones más juiciosas: deberíamos ya, después de década y media de amenazas de crisis de energía, haber derivado las acciones necesarias para planificar y ejecutar adecuadamente una política de inversión racional en alternativas energéticas que aprovechen más inteligentemente los recursos con los cuales la naturaleza nos ha dotado. No obstante, la planificación se elimina del panorama bajo el fácil supuesto que ‘la magia del mercado’ se encargará de regular la situación por sí sola. 1 Hidroelectricidad, Patuca III y la necesidad de un cambio transparente en la práctica de generación Recientemente, los reportajes en los medios de comunicación parecen sugerir que la piedra angular del cambio de política energética del actual gobierno es el proyecto Patuca III, mismo que se anuncia como un hecho consumado. Los medios de comunicación nos indican que inversionistas taiwaneses habrán de financiar la obra y que éstos ya han llegado al país a proceder con los estudios y diseños que el proyecto requiere. Se nos dice además que el proyecto está en proceso de socialización con la población olanchana. Extra medios, se habla incluso de la posibilidad de construir no sólo una, sino varias represas sobre el Patuca para aprovechar el alto potencial de generación del río más caudaloso del país. Indudablemente que el tema es del interés público y allí debe mantenerse, por privadas que puedan ser las inversiones para ejecutarlo. Por tanto, es menester que dicho carácter se refleje no sólo en un proceso adecuado de información pública sobre todo el desarrollo del mismo, sino en la estricta observancia de los requerimientos que por ley competen a la evaluación de éste, empezando por la evaluación de impacto ambiental, cosa que a algunos oídos puede sonar como sinónimo de burocracia inmovilizante, requerimientos no justificados ante obra de tanta importancia para el país, excusa de cabeza calientes para oponerse y generar controversia, etc. Lo cierto es que no solamente la ley manda que proyectos hidroeléctricos de capacidad de generación superior a los 3 MW sean precedidos de una Evaluación de Impacto Ambiental, sino que el mejor servicio al interés público de todos los hondureños, y particularmente del de aquellos tawahkas, misquitos y ladinos que no sólo en Olancho, sino también en Gracias a Dios han vivido de, y con, el río, demanda que una apropiada evaluación ambiental, social y económica sea realizada y compartida con todos, como un principal mecanismo para asegurar que las decisiones pertinentes al proyecto sean tomadas con la adecuada identificación de los potenciales impactos sobre el medio natural y humano, las medidas de sustentabilidad requeridas para prevenir, mitigar y/o compensar los impactos –o si tal fuere el saldo ambiental último del análisis, no proceder con el proyecto- y a la luz de la transparencia. En guerra avisada no muere soldado. Potenciales impactos ambientales y socioeconómicos de las grandes represas Un documento reciente de técnicos del Banco Mundial (véase Ledec, G. y Quintero, J.D. (2003): ‘Good Dams, Bad Dams: Environmental Criteria for Site Selection of Hydroelectric Projects’, Environmentally and Socially Sustainable Development Department, The World Bank) enfatiza que la medida ambiental más importante en proyectos hidroeléctricos es una adecuada selección del sitio para el desarrollo del proyecto. Existen impactos locales, regionales, nacionales, internacionales y hasta globales asociados al desarrollo de represas hidroeléctricas, tanto negativos como positivos. Los impactos locales característicos de la construcción de represas envuelven: • La inundación de hábitats terrestres y la pérdida consecuente de la vida silvestre en la zona: El desarrollo de una represa grande típicamente implica la inundación de áreas considerables, aunque el cociente área inundada a potencia generada varía ampliamente entre represas. Evidentemente cualquier hábitat terrestre particular allí existente se perderá. El impacto de ello es proporcional al carácter especial y la biodiversidad vegetal y animal que dichos hábitats puedan tener y la extensión afectada. 2 • El desplazamiento, muchas veces involuntario, de los moradores en el área a ser inundada: Este es uno de los principales problemas sociales asociados a este tipo de proyectos. Dada la tenencia de la tierra en nuestro país y los problemas recurrentes de muchos campesinos desposeídos de la misma que entran en relaciones precarias de negociación con los dueños de las tierras para su aprovechamiento, y considerando que los esquemas de indemnización tienden a darse solamente para aquellos que puedan comprobar tenencia legalizada de la tierra, muy probablemente este impacto afecte más a los pobres y desposeídos que puedan estar asentados y usando los recursos en el sitio. Por otro lado, se plantea el tema de los usos productivos actuales del suelo y la forma en la cual los propietarios-usuarios de los recursos podrían tener sus flujos económicos compensados por la pérdida. El reasentamiento podrá engendrar por tanto problemas socioeconómicos, de equidad y tener consecuencias ambientales si los nuevos sitios de asentamiento tienen un alto valor ecosistémico. • La pérdida del patrimonio cultural: Cualquier elemento de valor histórico, arqueológico, paleontológico o demás considerado patrimonial quedará sepultado bajo la inundación, o podría ser dañado por el desarrollo de canteras o bancos de préstamo necesarios para la extracción de materiales. El estudio de impacto ambiental deberá incluir un análisis de la posible presencia de elementos patrimoniales culturales en los sitios a afectar y la adopción de las medidas de rescate necesarias, de considerarse viable proceder con el proyecto. • La sedimentación del reservorio: Este es uno de los mayores impactos potenciales con efectos no sólo ambientales, sino sobre la viabilidad del proyecto, de tal forma que bajo condiciones particulares éste puede dejar de ser estrictamente renovable. La sedimentación está íntimamente asociada al mal manejo de las cuencas río arriba de los cauces que nutren un reservorio. La medida de sustentabilidad más apropiada es una preventiva, que enfatiza la articulación de esquemas de manejo de cuencas para minimizar la erosión y sedimentación. Ello implica coordinación entre los actores sociales que realizan distintas actividades en éstas, incluyendo la agricultura, el aprovechamiento forestal, las actividades mineras, el desarrollo de infraestructura carretera y demás, cosa muchas veces difícil de lograr en ausencia de un ambiente habilitador para la concertación social que la gestión integral de los recursos requiere. Los impactos extra-locales (regionales y demás) se pueden materializar como: • Deterioro de la calidad del agua: Tanto los efectos asociados a la inundación y deterioro de la vegetación originalmente presentes en el sitio si ésta no es removida, como los vinculados al vertido de sustancias contaminantes aguas arriba del reservorio tienden a alterar la calidad del agua represada por la pérdida en la oxigenación a consecuencia de un relativo estancamiento del agua, y concentración de los contaminantes por efectos de la evaporación de una superficie considerable ocasionada por el reservorio. La estratificación del embalse en una capa superior aerobia y una inferior anaeróbica está también asociada con impactos a la calidad del agua y depende de la profundidad, longitud y tiempo de residencia del agua en el embalse. • Impactos sobre peces y otras formas de vida acuática: Aunque los reservorios pueden afectar positivamente a ciertas especies de peces por incremento del área disponible para hábitats acuáticos, los efectos netos tienden a ser negativos puesto que las represas impiden la migración de peces aguas arriba del reservorio, porque muchas especies adaptadas a las 3 condiciones ribereñas no pueden sobrevivir en los lagos artificiales, porque los cambios en los patrones de flujo río abajo afectan a muchas especies, y porque el deterioro en la calidad del agua en, o aguas abajo de, los reservorios (bajos niveles de oxígeno disuelto, supersaturación con gases) son dañinos a los peces. Adicionalmente, muchas veces los proyectos de esta naturaleza envuelven la introducción, voluntaria o accidental, de especies nuevas, que modifican el balance depredador-presa, usualmente en detrimento de las especies nativas. • Eutrofización y desarrollo de vegetación acuática: La acumulación de aguas ricas en nutrientes revierte la condición oligotrófica (pocos nutrientes) típica de un cuerpo de agua sano a una condición eutrófica (muchos nutrientes) consecuente con la producciones de vegetación acuática flotante y el desarrollo de poblaciones grandes de algas. El desarrollo de vegetación acuática conlleva la degradación de los hábitats para peces, el desarrollo de condiciones favorables para la reproducción de zancudos y vectores, posibles obstáculos a los dispositivos electromecánicos y mayores pérdidas de agua de la superficie del embalse por evapotranspiración vegetal. Estos efectos son usuales en embalses construidos en zonas de baja elevación o, en todo caso, en áreas de hábitats usuales para la vegetación acuática emergente. • Emisión de gases de invernadero: La descomposición de la materia orgánica que puede permanecer en el sitio de inundación conlleva la producción de gases de invernadero, notablemente el dióxido de carbono y el metano, y su emisión a la atmósfera; esto puede suscitarse también rápidamente en un escenario en el cual la vegetación es quemada en lugar de ser extraída del sitio. Usualmente el balance de este impacto, comparado con la emisión de gases de invernadero de las centrales térmicas para la generación de la potencia equivalente por dichos medios, es más bien positivo. Este efecto es particularmente preocupante en condiciones en las cuales las áreas inundadas son grandes y la vegetación nativa no es removida antes de la inundación. • Modificación de los patrones de flujo río abajo de la represa: Quizá el impacto ambiental más significativo de la construcción de una represa sobre un río se vincule a la modificación de los patrones de flujo de éste y los efectos que sobre los ecosistemas ribereños y comunidades aguas abajo de la represa ello tenga. Este tema se discute en más detalle a continuación. Los ríos son entes vivos en cíclica variación En su obra ‘Rivers for Life’, los autores Postel y Richter (véase Postel, S. y Richter, B., (2003) ‘Rivers for Life: Managing Water for People and Nature’, Island Press, Londres) discuten la ecología ribereña y resaltan la importancia de entender ésta apropiadamente antes de tomar las decisiones referentes a la modificación de los caudales que la construcción y operación de represas implica. Un río, en su condición natural, tiene una ‘huella de flujo’ propia que está determinada por el clima (particularmente la precipitación), la geología, la topografía, la vegetación y otras características físicas de la cuenca donde se encuentra. Las huellas de flujo se registran a través de hidrogramas, gráficas del caudal diario contra el día del año. Se distinguen en los hidrogramas eventos de flujos naturales bajos, flujos naturales altos y flujos de inundación. En ciertos círculos técnicos se plantea el tema del caudal ecológico, entendido como aquel caudal mínimo necesario para mantener la viabilidad de la vida acuática y demás asociada a un río. Dicho 4 concepto puede ser engañoso, pues sugiere que la totalidad de los fenómenos naturales que se dan en un río diverso y rico, como es el Patuca, puede seguirse reproduciendo a partir de un único caudal mínimo. Cada componente del hidrograma de un río, flujos bajos, altos e inundantes, es importante para la salud ribereña y tiene efectos fisiográficos, ecológicos y hasta socioeconómicos. Un río grande y caudaloso, que desemboca al mar a través de planicies costeras, del cual el Patuca es un símbolo, presenta episodios de desbordamiento e inundaciones cíclicas. En los eventos de inundación un río forma físicamente las llamadas planicies de inundación, que vienen a definir los límites de crecida del río, pero también a incorporarse a, y tener relevancia para, los ecosistemas acuáticos. Los eventos de inundación estimulan las migraciones de los peces y les permiten a éstos y otras criaturas acuáticas móviles desplazarse a las áreas mayores de la planicie de inundación, de aguas cálidas y ricas en nutrientes y alimentos, para comer y desovar. De hecho, los flujos altos son una señal natural para muchas especies para iniciar sus procesos reproductivos. Las aves acuáticas a su vez se alimentan de peces y plantas en las áreas inundadas poco profundas. Las inundaciones y los episodios de flujos altos nutren el manto freático de la planicie de inundación. Con ello se asegura la manutención de la vegetación ribereña. Estos flujos también reemplazan y re-establecen la calidad del agua, conforman el canal de flujo principal del río, y transportan materiales (arena, grava y cantos) que serán importantes para la producción de nichos y cuevas para el desove de los peces. El material orgánico también transportado por los torrentes altos nutrirá dichas planicies elevando su productividad y permitiendo la producción de alimentos para las especies acuáticas. Por otro lado, el transporte de material orgánico por el río viabiliza las prácticas agrícolas en la planicie de inundación para cuando las llenas ceden, a partir de la fertilización natural del suelo, cosa que actúa como una ventaja para los agricultores ribereños. Represas y patrones modificados de flujo del río Una represa grande tiene la capacidad de modificar los patrones naturales de flujo del río y alterar ostensiblemente las funciones de, o destruir completamente, los ecosistemas ribereños que dependen de las inundaciones periódicas. Pueden también exacerbar la polución del agua en los eventos de flujos bajos y aumentar la intrusión salina en las desembocaduras de los ríos. Los flujos disminuidos aumentan la erosión de los cauces a consecuencia de la no reposición de sedimentos; la reducción en el transporte de nutrientes disminuye la productividad biológica de los ecosistemas e impacta la productividad económica de la agricultura en las planicies de inundación por el mismo motivo. Cómo y hasta que punto los flujos naturales de un río se alteren a consecuencia de la operación de una represa hidroeléctrica es algo que depende en gran medida del ‘despacho’ de energía, proceso mediante el cual el administrador de la red (en este caso la ENEE) decide, de cara a las variaciones en la demanda diaria de potencia, qué centrales productoras habrá de incorporar al suministro. Típicamente las centrales hidroeléctricas grandes se ‘despachan’ (o se deberían ‘despachar’) para la producción de la potencia base, que representa la demanda continua de electricidad a lo largo del día, mientras que las estaciones térmicas entran en operación para suministrar las demandas pico de energía. Ello permite que las centrales hidroeléctricas así operando puedan mantener flujos diarios de agua más constantes río abajo, en tanto evitan las fluctuaciones fuertes en emisión de agua asociadas a ciclos diarios de operación-no operación. 5 No obstante, ésto no es algo obligatorio. Al final, a mayor despacho, mayor facturación por generación, pudiéndose dar entonces algún nivel de competencia por ser despachado. Estos detalles deberán esclarecerse a efectos de asegurar un entendimiento claro de las posibles variaciones circadianas en los flujos de salida de la represa. Río de montañas, río de llanuras, río de gentes… Río Patuca, Patuca Río De las áreas más montañosas de su cuenca alta en Olancho, el Patuca, justo arriba de la boca del Río Wasparasní, entra a un estrecho valle que se abre a la llanura costera cerca de la comunidad de Wampusirpi, dejando atrás la Montaña de Patuca, las Montañas de Colón y la Sierra de Warunta. Allí, y hasta su desembocadura al mar, cerca de la comunidad de Barra Patuca, se convierte en un meandreante curso fluvial de tierras bajas. Recorre las tierras planas de La Mosquita, rodeado de su amplia planicie de inundación, humedales, lagunas costeras, cauces abandonados del río y canales construidos por los habitantes locales que son navegables en época lluviosa. Adyacentes al río en su recorrido por tierras bajas existen cuanto menos 11 comunidades misquitas desde Barra Patuca hasta Kurpa y cuanto menos 5 comunidades tawahka desde Krausirpi hasta Kamakasna, que han vivido en estrecha relación con el río y los ecosistemas a los cuales da vida. Cochran ha estudiado las prácticas de agricultura rotativa de las comunidades misquitas ribereñas (véase Cochran, D., (2005): ‘The Sustainability of Shifting Cultivation in Rainforest Conservation’, Universidad de Kansas, Lawrence). Los agricultores de la zona dependen del barbecho como estrategia fundamental para garantizar la fertilidad del suelo, que auxilian con la quema como mecanismo para la incorporación de nutrientes y la prevención de pestes y control de malezas. El uso de agroquímicos es sumamente inusual o sencillamente inexistente. La producción agrícola en la planicie de inundación del río es posible tras períodos de descanso del suelo previamente cultivado que no exceden de tres a cinco años; no obstante en áreas fuera de dicha planicie, los agricultores estiman necesarios períodos de descanso de entre diez a veinte años para poder asegurar el sostenimiento de la productividad agrícola, debido a la ausencia del efecto nutriente de las llenas del río sobre esos suelos. Preguntas para un saldo ambiental Ledec y Quintero (2003) resumen algunos indicadores generales de riesgo ambiental para represas, notando que las más riesgosas son aquellas que: (a) implican la inundación de un área grande con mucha pérdida de hábitats y vida silvestre; (b) pueden producir impactos sobre un río grande con mucha biodiversidad; (c) tienen un reservorio poco profundo, sujeto a rápida sedimentación, con vidas útiles cortas; (d) se construyen en ríos con pocos o ningún río tributario aguas abajo del punto de embalse; (e) se ubican en tierras bajas tropicales o subtropicales, con un potencial alto para la generación de vectores transmisores de enfermedades o hábitats para vegetación acuática; (f) tienen mayores tiempos de retención del agua en el embalse, y presentan estratificación de sus aguas, significando agua menos fresca y menos oxigenada en la salida. Cómo se ha argumentado antes, quizá la medida de prevención de impactos ambientales más importante es la ubicación de la represa. Aun cuando la información técnica abiertamente disponible sobre el proyecto Patuca III es penosamente escasa, sabemos que se pretende desarrollar en el sitio denominado ‘Piedras Amarillas’ a escasos kilómetros aguas abajo de ‘Los Encuentros’, lugar donde convergen los ríos Guayape y Guayambre, los principales pero no únicos 6 afluentes del Patuca, donde este último forma una garganta, cosa que sugeriría que se construiría una represa de no poca altura. Esta variable, como también la referente al área a ser inundada, la capacidad de almacenamiento de sedimentos, la longitud total de cauce a inundar, y otras básicas no se han publicado aún, mientras asumimos que los estudios proceden. Desde ese punto hasta su desembocadura en el Mar Caribe, el Patuca recorrería unos 580 kms aproximadamente y sus caudales río abajo serían nutridos por cuanto menos nueve ríos adicionales. Se indica una capacidad de generación de 100 MW, tres veces inferior a la de la represa de El Cajón. La ubicación propuesta del proyecto, a distancias considerables de la llanura costera y sus ecosistemas, la presencia de varios tributarios significativos aguas abajo del embalse propuesto y la existencia de regímenes muy generosos de precipitación en la cuenca baja del río pueden verse como factores atenuantes de los potenciales impactos del proyecto. No obstante, la importancia socioeconómica y ecológica del río y la biodiversidad propia de sus ecosistemas, al igual que la dependencia de éstos de una conducta variable de sus caudales no puede menos que enfatizarse, como re-afirmarse la importancia de una evaluación técnica de los posibles efectos que la forma de operar la central hidroeléctrica pudiese tener sobre éstos. Entre otros, ello implicará la necesidad de analizar hidrogramas en las condiciones con y sin proyecto, para puntos significativos a lo largo del trayecto hasta la desembocadura, que debieran dar la pauta en la proyección de los posibles impactos en términos de alteración de caudales, particularmente en la llanura costera, que a primera vista luciría como el área mas frágil de toda la cuenca. La elección no solo del sitio sobre el río, sino del río mismo, debe también ponderarse. Si bien el Río Patuca es el más caudaloso del país, y su cuenca la más extensa- cosas que abonan a su atractivo hidroeléctrico- por su propia formación quizá contenga los ecosistemas ribereños más sensibles de todo el país, al tiempo que alberga poblaciones étnicas asentadas desde sus orígenes como tales en las áreas que ocupan. Ambos dependen de la preservación de la variabilidad en los caudales del río. Esto complicaría potencialmente los impactos ambientales y socioeconómicos del proyecto propuesto y sugiere la importancia, como es habitual en los estudios de impacto ambiental, de valorar las opciones de ubicación, en este caso fuera de dicho cauce. Ello es particularmente relevante a la luz de la existencia de varios otros sitios con potenciales interesantes de generación hidroeléctrica y a la vez de posibles menores riesgos ambientales, como, entre otros, varios sitios identificados en la cuenca del Río Ulúa. Estos están mucho más cerca de los centros de alta demanda energética, cosa que abarataría la inversión en líneas de conducción y reduciría las pérdidas por la distancia de transporte; se encuentran en un río que riega una cuenca mucho más intervenida, donde la transformación significativa de los ecosistemas originales a agro-ecosistemas data de casi un siglo, y mucho más densamente poblada, con una real necesidad de control de inundaciones. Existe una propuesta interesante y a la fecha poco valorada de generar electricidad en la Bahía de Chismuyo aprovechando la fuerza maremotriz, que el país debería considerar seriamente y que podría ofrecer, según estudios preliminares, hasta el doble de la potencia propuesta para Patuca III. Un proyecto de generación eólica se encuentra empantanado en avatares legales. Muchas preguntas se desprenden de los potenciales impactos de represar el Patuca. Plantearlas no es proponer de antemano una tesis de inviabilidad del proyecto, pero sí enfatizar la importancia de una evaluación de impacto ambiental y socioeconómico con fundamento científico, realizada con un enfoque integral en todo el sistema del río, no sólo el sitio de construcción del proyecto y sus alrededores, imparcial y transparente, apropiadamente socializada con los actores que tienen intereses y riesgos tanto asociados al proyecto como al río en su estado actual, y 7 necesariamente realizada por un equipo multidisciplinario, idealmente de expertos nacionales en evaluación de impacto ambiental acompañado de expertos temáticos internacionales, con experiencia reconocida en este tipo de proyectos. 8