Subido por Gabriela González

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Docentes
Leer para aprender ciencias
Las razones por las que insistimos tanto en la lectura son tres:
Nuestra inteligencia es lingüística.
Nuestra convivencia es lingüística.
Sólo a través de la lectura podemos aprovechar la experiencia de la humanidad
J. Antonio Marina (2006)
1. ¿Para qué leer en las clases de ciencias?
2. Leer para plantearnos preguntas que posibiliten construir conocimiento
3. Leer para posicionarnos críticamente
4. Reflexiones finales
Autoría: Neus Sanmartí
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Docentes
1. ¿Para qué leer en las clases de ciencias?
Leer forma parte de la actividad científica y también de la actividad científica escolar.
Las personas que trabajan en el campo de la ciencia leen qué han escrito otros
científicos sobre los temas que investigan. Lo hacen tanto para saber los antecedentes
del objeto de estudio como para contrastar sus nuevas preguntas, datos e ideas con
otros puntos de vista. Y también leen sobre los campos de aplicación del nuevo
conocimiento y sobre cómo se divulga. Generalmente ya conocen las grandes ideas en
el que se fundamenta el contenido de las lecturas, es decir, disponen de un modelo
teórico que les posibilita conectar lo nuevo que están investigando con lo ya conocido.
La lectura es, pues, una parte constitutiva de la génesis del conocimiento científico y
tiene valor y sentido en sí misma, ya que posibilita ir más allá de lo que se lee y
generar nuevos saberes.
Del mismo modo, en la escuela la lectura es un componente importante de la actividad
científica escolar. Posibilita plantearse preguntas y acceder a formas de explicar
distintas de las que se generan desde el llamado “sentido común”. También se lee para
identificar nuevas informaciones e ideas e interactuar con las propias para revisarlas o
reforzarlas, para conocer campos de aplicación del conocimiento que se está
aprendiendo y nuevos datos, con la finalidad de ser capaz de intervenir en el entorno y
tomar decisiones fundamentadas y responsables. La lectura no es un simple
instrumento para la transmisión de un saber científico bien establecido, sino que es
una forma de construirlo y utilizarlo (Wellington & Osborne, 2001).
La actividad lectora está en la base de muchas estrategias que son básicas para
aprender ciencias, ya que posibilita establecer relaciones, comparar, generar
preguntas, analizar críticamente, enriquecer el vocabulario, apropiarse de modelos
textuales para la escritura y, muy especialmente, es una fuente de placer. Cuando a
un alumno le gusta leer, difícilmente tendrá problemas de aprendizaje. No es extraño
pues que el análisis de los resultados del informe PISA muestre que una de las variables
que más correlaciona con los buenos resultados sea el gusto por la lectura. Los alumnos
que dicen que una de sus aficiones es leer son los que obtienen mejores resultados.
Pero en cambio, los profesores constatamos que son pocos los alumnos que llegan a
descubrir y experimentar este placer a partir del trabajo que se realiza en la escuela.
Normalmente se considera que la causa se debe al contexto actual, en el la lectura ha
de competir con otros tipo de actividades mucho menos costosas intelectualmente.
Pero también cabría reflexionar sobre si la escuela ayuda a experimentar este placer.
En nuestra experiencia hemos comprobado que a los jóvenes de todos los niveles
culturales les gusta leer, pero no lo que se lee, ni el para qué de las lecturas, ni cómo
se les proponen los textos en las aulas.
La alfabetización o literacidad científica pasa por la lectura. Las personas han de ser
capaces de modificar conocimientos y de apropiarse de nuevos a lo largo de su vida y
esta competencia comporta ser capaz de leer de manera autónoma, significativa y
crítica los distintos tipos de textos que se encuentran en Internet, en periódicos, en
Autoría: Neus Sanmartí
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libros de divulgación científica, en revistas científicas... Es decir, textos no
estrictamente escolares, ya que son los que circulan fuera de la escuela y los que
posibilitan establecer relaciones entre lo que se habla dentro y fuera de las aulas. Esta
formación pasa también por despertar el interés del alumnado por continuar leyendo
sobre temáticas científicas una vez finalizados los estudios.
Actualmente, el uso competente del lenguaje requiere saber interactuar críticamente
con los textos y disponer de criterios para validar su posible interés y la calidad de los
datos e informaciones que aporta. Cualquier escrito responde a una ideología, incluso
los del libro de texto, y se necesita saber leer "tras las líneas" (Cassany, 2006, 2009).
Necesitamos preguntarnos quién lo ha escrito, por qué lo ha escrito y qué pruebas se
aportan de las afirmaciones que se hacen en el texto.
Nos equivocaríamos si pensáramos que se aprende a leer en las clases de lengua, y que
luego se utiliza este saber en las clases de ciencias. Más bien es una relación que
podríamos llamar simbiótica, ya que el objetivo de leer textos en las clases de ciencias
es aprender ciencias, pero no cabe duda que a la vez se aprende a leer. Pero, ¿cómo
enseñar a leer en las clases de ciencias para aprenderlas?
Tal como indican Norris y Phillips (2003), entre otros aspectos, los textos posibilitan
acceder:
- A datos e informaciones,
- al archivo de la ciencia consensuada,
- a las aplicaciones e interpretaciones de las ideas y a cómo se utilizan para
predecir o explicar fenómenos,
- a las evaluaciones y análisis críticos de las ideas y de los datos publicados,
realizadas para personas de cualquier parte del mundo.
Al mismo tiempo, en el marco del aula, una lectura puede proporcionar un contexto
que ayude a que el alumnado encuentre sentido a los contenidos científicos que se le
propone aprender y promueva que se plantee preguntas significativas. A continuación
analizaremos algunas experiencias de distintos usos de los textos en las clases de
ciencias.
2. Leer para plantearnos preguntas que posibiliten construir
conocimiento
Uno de los retos que hoy tiene la escuela es el de ayudar al alumnado a construir un
conocimiento científico significativo, que no se debe confundir con repetir
informaciones y definiciones, y a ser capaces de desarrollarlo a lo largo de toda su
vida. Comporta que quien aprende -junto con los demás- debe poner en acción su
capacidad de razonamiento y de realizar inferencias, aplicándolas a la resolución de
problemas reales, relacionados con vivencias experimentadas, imaginadas o narradas
por otros.
Autoría: Neus Sanmartí
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Un aspecto clave en la construcción del conocimiento es la capacidad de aprender a
formular “buenas” preguntas y la lectura, en el marco del aprendizaje de las ciencias,
adquiere sentido cuando nos hemos planteado algún interrogante. Pensemos, por
ejemplo, en lo que hacemos cuando leemos el periódico. A partir del título y de alguno
de los subtítulos acostumbramos a formularnos una pregunta, algo sobre lo que
queremos saber y que suponemos que el texto informará. Generalmente leemos sólo a
partir de una o dos preguntas, pero a medida que avanzamos en la lectura se generan
otras (o, si vemos que el texto no responde a la pregunta inicial o lo que dice no nos
interesa, dejamos de leer). Y puede ser que leamos inicialmente en diagonal en
función de lo que queremos saber, pero que volvamos atrás cuando surge un nuevo
interrogante.
En cambio, en el contexto de las clases de ciencias, habitualmente la actividad de
lectura se plantea de forma muy distinta. Para empezar, pocas veces promovemos que
sean los propios alumnos que se planteen la pregunta que creen que les interesa
responder leyendo. Y las que les formulamos para que lean acostumbran a ser muchas
y estar orientadas a que el alumno las responda copiando literalmente informaciones
que se dan en el texto. Si el texto tiene 10 párrafos, a menudo planteamos 10
preguntas, para que lean párrafo a párrafo linealmente. ¿A los profesores nos gustaría
leer tal como les pedimos a los alumnos que lo hagan?
Normalmente los alumnos aprenden a responder a dichas preguntas literales sin
esfuerzo, ya que no requieren comprender sino aplicar mecánicamente unas pocas
reglas, tal como demuestra el siguiente ejemplo:
De cranta, un brosqui pidró las grascas y una murolla nascró filotudamente. No lo
ligaron ligamente, pero no la sarretaron tan plam. Cuando el brosqui manijó las grascas,
la murolla drinó priscamente.
1- ¿Qué pidró el brosqui?
2- ¿Cómo nascó la murolla?
3- ¿Cómo lo sarretaron?
4- ¿Quién drinó?
Fuente: Serra, R. & Caballer, M.J. (1997).
La importancia de las preguntas también se destaca desde el proyecto de evaluación
“PISA” en la definición de competencia científica: “Capacidad de utilizar el
conocimiento científico, identificar cuestiones científicas y sacar conclusiones basadas
en pruebas, con el fin de comprender y ayudar a tomar decisiones relativas al mundo
natural y a los cambios que ha producido en él la actividad humana” (PISA-OCDE,
2000). Esta capacidad es una de las que se evalúa.
Pero ¿cuáles podrían ser unas buenas preguntas para promover un aprendizaje
científico significativo?
Autoría: Neus Sanmartí
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En primer lugar, aquéllas que ayuden encontrar sentido a un determinado aprendizaje
y a empezar a pensar en función del conocimiento con el que se quiere conectar el
contenido de la lectura.
Por ejemplo, es difícil que los alumnos perciban el posible interés de aprender sobre la
función de relación empezando a leer el libro de texto, pero se les puede proponer la
lectura de textos que planteen situaciones o problemas cuya explicación requiera
dicho conocimiento. Los textos pueden ser muy diversos, según sean los temas de
actualidad, intereses o edad, etc. En nuestro grupo, las profesoras Isabel Pérez y Maria
Victoria García utilizaron en 3º de ESO un texto periodístico (“La generación sorda”, El
Periódico, 9.12.05), y en Primaria hemos partido de una adaptación de un cuento de
Mark Twain (La rana saltarina). Como lo que se perseguía era que el alumnado
construyera un modelo teórico sobre la función de relación, las preguntas para orientar
la lectura de los textos se dirigieron a que identificaran estímulos y respuestas, a que
se imaginaran lo que sucede entre un estímulo y una respuesta, y a que se plantearan
algún problema relacionado con una actuación. Los textos no hablan de ello
explícitamente, pero son válidos para despertar interés por el nuevo conocimiento y
las preguntas promueven que se empiece a pensar en función de estas ideas-clave.
Por tanto, en el contexto de la clase de ciencias se necesita que los enseñantes
hayamos reflexionado sobre las ideas-clave más generales sobre el objeto de estudio,
que son las que ayudan a organizar el pensamiento y que se han de poder activar
cuando se lee un texto cuya comprensión necesita de dicho conocimiento. Pero no es
fácil y no se han de confundir con las muchas informaciones que se dan en los libros de
texto. Los textos que leen la mayoría de las personas, aunque hablen de temas
científicos, no acostumbran a explicitar los modelos teóricos de referencia, pero, para
comprenderlos, valorarlos y tomar decisiones a partir de las informaciones que
aportan, es necesario activarlos en la memoria. En cambio, las informaciones
concretas se pueden encontrar en Internet o en los libros, si se dispone de la “buena”
pregunta (figura 1).
Figura 1. (Traducción: Me imagino que aquí hay muchas respuestas. Pero aún no tengo las
preguntas)
En segundo lugar, la construcción del conocimiento exige que el tipo de preguntas que
nos planteemos sean productivas en relación al conocimiento científico que se quiere
promover. Si analizamos las que habitualmente se hacen en el marco escolar,
Autoría: Neus Sanmartí
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podremos comprobar que la mayoría responden a curiosidades que se satisfacen
rápidamente (y se olvidan) -¿qué es?, ¿cómo se llama?, ¿cuánto mide?, ¿cuántos tipos
hay?-. Los chicos y chicas imitan las preguntas que hay en el libro de texto y que a
menudo formula el docente. Son preguntas cerradas, fáciles de responder a partir de
copiar información, y no requieren interrelacionar ideas ni reestructurar el
pensamiento. Lo podemos comprobar revisando las que se plantean incluso en el marco
de muchos proyectos y actividades más o menos innovadoras.
En cambio, pocas veces se formulan las que comportan (Roca, 2005):

Generalizar: ¿en qué se asemeja y en qué se diferencia?, ¿es del mismo tipo?...

Comprobar: ¿cómo se puede saber?, ¿se puede demostrar que...? ¿Cómo podría
comprobar que...?

Predecir: ¿qué podría pasar?, ¿qué pasará sí...?

Gestionar: ¿qué se puede hacer por...?, ¿cómo resolver tal problema?

Valorar: ¿qué será lo más importante?, ¿ésta es la mejor manera de proceder?
Si tenemos como referencia este tipo de preguntas podremos seleccionar
adecuadamente las lecturas, ya que éstas deberán posibilitar que los alumnos pueden
comparar y deducir, comprobar, predecir, valorar…
Hemos utilizado lecturas muy diversas con esta finalidad. Por ejemplo, a partir de la
lectura “¿Google contamina?” 1 , los alumnos pueden comparar y valorar informaciones
y argumentos aplicando y profundizando en sus conocimientos sobre transferencia y
disipación de la energía, pueden buscar cómo comprobar datos, tomar decisiones sobre
cómo utilizar responsablemente el buscador, etc. A veces se puede partir de comparar
la información de dos artículos distintos sobre el mismo tema 2 . Y en otros casos, a
partir de la lectura del artículo pedimos que se sitúen en el rol de una persona
científica y que se planteen qué pregunta o preguntas se formularían al leerlo o cómo
comprobarían quién tiene razón 3 .
En la escuela el alumnado aprende a responder preguntas pero poco a formularlas. En
este sentido, son ilustrativas las palabras de Isidore Rabí, premio Nóbel de física,
cuando le preguntaron qué le había ayudado a ser científico:
1
Ver la actividad en: Oliveras, B. & Sanmartí, N. ¿Google contamina?
http://docentes.leer.es/materiales/page/1?nivel=155
2
Ver la actividad en: Oliveras, B. & Sanmartí, N. Comparación de artículos (sobre el tema de la ingestión de
mercurio). http://docentes.leer.es/materiales/page/1?nivel=155
3
Ver por ejemplo: Oliveras, B. & Sanmartí, N. Continúa la polémica por los bañadores
http://docentes.leer.es/materiales/page/1?nivel=155 o Oliveras, B. Grafitis que no s’esborren. En Márquez & Prat
(2010).
Autoría: Neus Sanmartí
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Al salir de la escuela, todas las otras madres de Brooklyn preguntaban a sus hijos:
“¿Qué habéis aprendido hoy en la escuela?”. En cambio mi madre decía “Izzy, ¿te has
planteado hoy alguna buena pregunta?” (citado por Christine Chin, 2004).
En nuestro trabajo hemos podido comprobar que los alumnos aprenden a formular este
tipo de preguntas si el profesorado las planteamos habitualmente y si posibilitamos
espacios de tiempo para hablar y reflexionar sobre ellas, ya que tienden a imitarnos.
Por ejemplo, es importante que ante un artículo, lean los titulares y las ilustraciones
y, a partir de ellos, expliciten preguntas que creen que responde el texto (eso es lo
que acostumbramos a hacer las personas adultas). Estas preguntas se pueden discutir y
valorar, para mejorarlas. En una actividad de ese tipo 4 , alrededor de un problema
sobre de inundaciones en una zona, la discusión sobre las preguntas iniciales se hizo al
final de la actividad, analizando si eran idóneas y explicitando qué otras se habían
planteado después de leer el texto. En las primeras actividades de este tipo los
estudiantes sólo se formulan preguntas del tipo “qué es… qué quiere decir…”
(generalmente en relación al título). Pero poco a poco van más allá y surgen otras que
proponen “cómo es que…” o “cómo se puede saber o comprobar que…”.
En otra actividad 5 , las preguntas las planteó la profesora, pero se pidió a los alumnos
que analizaran si eran literales, inferenciales, evaluativas o creativas, que
identificaran aquéllas que les había exigido más esfuerzo responder y en qué habían
pensado para responderlas.
 Sin conseguir que los alumnos se planteen “buenas” preguntas, es difícil que
aprendan de una lectura y que disfruten leyendo.
En tercer lugar, mientras se aprende, es útil leer para identificar nuevas informaciones
e ideas, contrastar las propias con las que proporciona el texto y apropiarse de nuevos
términos y formas de expresar dichas ideas. En este caso es importante enseñarles a
ver cuándo puede ser útil leer el libro de texto u otros escritos más académicos y
preparados para comunicar un conocimiento.
Pero no tiene sentido leer estos textos al inicio de un proceso de aprendizaje, ya que,
al ser un resumen de las ideas principales, las palabras y expresiones que contienen
empaquetan mucha información y la etiquetan, de manera que sólo se pueden
entender si anteriormente se ha construido el conocimiento que hay detrás de las
palabras.
En relación a estas lecturas no es útil que las preguntas para orientarlas se centren en
animar a los alumnos a que subrayen las ideas que consideren más importantes, ya que
se ha comprobado que remarcan aspectos triviales que no ayudan a la comprensión
4
Ver un ejemplo en: Montserrat Roca (2006). Aprendre i ensenyar a formular bones preguntes. Memòria llicència
d’estudis. http://www.xtec.es/sgfp/llicencies/200506/memories/1126m.pdf
5
La actividad y sus resultados se pueden encontrar en: Sardà, A., Márquez, C., Sanmartí, N. (2006).
http://reec.uvigo.es/volumenes/volumen5/ART5_Vol5_N2.pdf
Autoría: Neus Sanmartí
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profunda del texto. Tampoco tiene sentido pedirles que resuman lo que dice el libro de
texto, cuando el libro ya es un resumen de las ideas importantes (en cambio sí que es
útil que indiquen la idea principal o que pongan un título al texto, si se omite). En
nuestra experiencia hemos comprobado que las preguntas que más les ayudan son
aquéllas que promueven la comparación entre las propias ideas y las que dice el texto,
así como la metarreflexión acerca de lo que es nuevo para ellos y ellas, ya sea porque
les aporta un nuevo conocimiento, ya sea por las formas de hablar sobre él.
En otros casos, se parte de textos no tan académicos pero que tienen una función
divulgativa sobre algún contenido y se pide a los alumnos que busquen y lean otros
textos en los que se complemente la información que aportan 6 o que organicen las
ideas en un mapa conceptual 7 . También son útiles los que relatan la historia de algún
descubrimiento y las preguntas se orientan a la reflexión sobre cómo se “hace”
ciencia 8 .
Por otra parte son interesantes las actividades en las que se anima a los propios
estudiantes a buscar nuevos datos, informaciones o argumentos, en función de un
problema o pregunta inicial. Por ejemplo, los alumnos han aprendido que todos los
seres vivos se reproducen, se nutren y se relacionan, pero no saben como lo hacen en
concreto los corales (u otro tipo de organismo) o qué necesitan para vivir y
desarrollarse sin problemas. Entonces, ellos mimos se tendrían que plantear las
preguntas (y a partir de ellas deducir palabras-clave), en función del marco teórico
estudiado, para buscar las lecturas idóneas (en Internet o en libros) y leerlas (y a partir
de ellas, escribir un texto o preparar una comunicación oral bien argumentada).
 En resumen, algunas ideas y prácticas para tener en cuenta en relación a las
preguntas que normalmente acompañan la lectura de un texto son:
-
Han de ser pocas. Las personas lectoras nunca leen un texto a partir de muchas
preguntas.
-
No se han de poder responder a partir de la lectura literal de una frase.
-
Han de orientarse a que el alumnado haga suyas las preguntas-clave en relación a
los objetivos de aprendizaje. Una misma lectura se puede leer desde referentes
muy diversos y muchas veces es necesario ayudar a “verla” desde el que interesa en
la actividad que se lleva a cabo.
-
Las lecturas al inicio de una unidad didáctica son útiles para que el alumnado se
represente qué va a aprender y su posible utilidad. Son interesantes las que hablan
de situaciones o problemas reales y cercanos a la vida del alumnado, y las
6
Ver por ejemplo: Civil, R. & Prat, A. Meteorologia exótica y lagos en Titán.
http://docentes.leer.es/materiales/page/1?nivel=155
7
Ver por ejemplo: Guillaumes, M. El volcan Krakatoa y “El Grito” de Munch: historia de una casualidad.
http://docentes.leer.es/materiales/page/1?nivel=155
8
Ver por ejemplo: Pedrinaci, E. Demasiadas muertes postparto. Cómo trabaja un científico.
http://docentes.leer.es/materiales/page/1?nivel=155
Autoría: Neus Sanmartí
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preguntas tendrían que ver con las ideas más generales sobre el tema (para orientar
la mirada y el pensamiento) y con estimular que afloren las ideas previas.
-
Las lecturas mientras se está aprendiendo son útiles para que se puedan contrastar
las propias ideas con las de la ciencia, y para apropiarse de las nuevas palabras y
formas de hablar o de hacer. Las preguntas, en este caso, han de favorecer la
comparación y la metarreflexión.
-
Cuando las lecturas tienen como objetivo la ampliación de conocimientos es
importante que sean los propios alumnos los que aprendan a buscar las idóneas, a
partir de formularse las preguntas sobre las que quieren encontrar información para
poder responderlas.
-
También son importantes las lecturas que promueven la aplicación y transferencia
del nuevo conocimiento al análisis e interpretación de nuevos problemas y
situaciones en las que los alumnos han de aplicar los saberes aprendidos. En estos
casos también se recomienda que los propios estudiantes se planteen las preguntas
o, en todo caso, que las del profesorado les ayuden a establecer relaciones con sus
conocimientos y a reflexionar sobre su utilidad para fundamentar actuaciones.
Muchas veces una misma lectura puede ser utilizada con distintas finalidades
didácticas y la actividad que se diseñe en torno a ella puede incluir varias sesiones de
trabajo. En estos casos, normalmente puede combinar objetivos de distinto tipo.
3. Leer para posicionarnos críticamente
Cuando como lectores nos enfrentamos a la lectura de un texto podemos adoptar
diferentes posiciones, pero sin duda la más difícil es la crítica, ya que hay que realizar
un proceso de negociación entre el texto y los propios conocimientos para poder
construir una interpretación.
Estar alfabetizado científicamente implica no sólo comprender las grandes ideas de la
ciencia sino también ser capaz de hablar, leer y escribir argumentando en función de
estas ideas, problematizándolas. Un buen lector es aquél que es capaz de integrar la
información que proporciona el texto con sus propios conocimientos y crear uno nuevo,
una interpretación que vaya más allá del contenido de la lectura en sí, y que tenga en
cuenta las intenciones del autor y lo que había previamente en la mente del lector. No
todas las interpretaciones del texto son igualmente buenas, aunque normalmente
puede haber más de una válida.
Cuando se encuentran el mundo del lector, definido como las creencias conocimientos
y emociones que éste tiene antes de leer un texto, y el mundo del papel,
conceptualizado como la comprensión del mundo que viene definida en el texto
(Olson, 1994), las personas lectoras pueden posicionarse epistemológicamente de
diferentes maneras con respecto a este texto (Norris y Phillips, 1987):
Autoría: Neus Sanmartí
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Docentes
-
Una primera posibilidad es que adopten una posición dominante y permitan que sus
ideas previas condicionen la información del texto, forzando una interpretación que
no sea consistente con su contenido.
-
Otra posibilidad es que los lectores permitan que el texto condicione sus ideas
previas y hagan interpretaciones en contra de ellas.
-
Finalmente, pueden adoptar una postura crítica e iniciar una negociación
interactiva entre el texto y sus creencias u opiniones para lograr una interpretación
que sea lo más consistente y completa posible y, al mismo tiempo, que tenga en
cuenta sus ideas previas y la información del texto. Ésta es la posición que más nos
interesa en el aula.
La mayoría de estudiantes acepta las afirmaciones del texto, implícitamente confían
en los autores y en raras ocasiones cuestionan su autoridad. Pocos evalúan el contenido
del texto contrastándolo con sus ideas previas. Esto explica que las ideas que tenían
antes y después de leer cambien muy poco. Para una gran parte de los alumnos el
texto tiene un peso más importante que sus propias creencias o, lo que es lo mismo, el
mundo del papel es más importante que el mundo propio. Pero ello no comporta
necesariamente que deje de pensar de manera alternativa, ya que, al no interaccionar
los dos mundos, éstos continúan existiendo de forma separada. Por ejemplo, ante una
pregunta planteada para comprobar si se habían superado concepciones alternativas,
un alumno pidió si tenía que responder según lo que decía el libro de texto o según sus
ideas.
La comprensión crítica de muchos textos supone asumir que el discurso no refleja la
realidad con objetividad, sino que ofrece una mirada particular y contextualizada. El
lector crítico examina la información y el conocimiento que aporta el texto desde su
perspectiva, lo discute y propone alternativas (Cassany, 2006). Para construir esta
interpretación crítica, el lector realiza inferencias pragmáticas, estratégicas o
proyectivas. Estas inferencias requieren disponer de recursos cognitivos, son
conscientes y no se aplican forzosamente durante la lectura propiamente dicha.
Pero para poder analizar, interpretar y criticar un texto de contenido científico se
necesita haber integrado en la memoria conocimientos abstractos y complejos. No se
puede interaccionar con un texto que hable de mecánica cuántica si no se ha
aprendido sobre ella, de la misma forma que los estudiantes no pueden interaccionar
con lo que dice el libro de texto, si no tienen conocimientos previos sobre lo que está
escrito. Al leer encontramos unas pistas que nos llevan a conectar con un determinado
modelo teórico -o maneras de mirar el mundo- almacenado en la memoria, a partir del
cual realizamos inferencias, evaluamos y aprendemos, estableciendo relaciones entre
lo que conocemos y las nuevas ideas. Sin activar un conocimiento, o bien la lectura no
tiene sentido, o bien adquiere sentidos que no posibilitan conectar con los del autor.
Tanto si la lectura la usamos en la clase de ciencias para profundizar en un saber
abstracto como para valorar interpretaciones de hechos y actuaciones, debe poder
conectar con algún conocimiento previo, aunque sea muy general. Pero no es fácil
activar el modelo o modelos teóricos asociados a la lectura de un texto con contenido
Autoría: Neus Sanmartí
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científico ya que generalmente son implícitos, lo que dificulta la comprensión y
valoración del texto. Por eso es importante trabajar la lectura de textos científicos en
la misma clase de ciencias, para poder ayudar al alumnado a conectar su contenido
con los saberes que dan sentido a lo que se lee y aprender a hacer las inferencias
necesarias.
Pero no es suficiente leer y comprender un texto sino que, como hemos dicho, hay que
ser capaz de leerlo críticamente e inferir, por ejemplo, la credibilidad de los datos y
argumentos que aporta. Desde esta perspectiva, leer supone reconocer que el texto es
un instrumento cultural, con valores y situado en una época histórica. Es decir, que su
autor no es una persona neutra, sino que tiene unos conocimientos, una cultura y unas
intenciones que se plasman en el texto (incluso el libro de texto) y que el lector debe
llegar a interpretar. Así, en un texto hay que reconocer la ideología y el estatus y
grado de certeza de los argumentos científicos que aparecen en él, diferenciando
entre afirmaciones, hipótesis, especulaciones, predicciones...
Un tipo de cuestionario que valoramos como muy útil es el que propone Bartz (2002).
Este cuestionario, que responde al acrónimo C.R.I.T.I.C., busca promover que el
alumnado identifique las principales afirmaciones del discurso y los intereses que
mueven al autor a construir el punto de vista que adopta, valore la solidez, fiabilidad y
validez de las pruebas y argumentos aportados, y detecte incoherencias,
imprecisiones, errores y/o contradicciones. El tipo de cuestiones que plantea se
recogen en el cuadro 1.
C
Consigna o afirmación que expone el texto. ¿A quién va dirigido?
R
Rol del que hace la afirmación. ¿Quién ha escrito esta noticia, anuncio, artículo...?
¿Qué intereses puede tener? ¿Por qué lo ha escrito? ¿Estará de acuerdo con lo que ha
escrito?
I
Ideas. ¿Qué conocimientos o creencias hay detrás de las afirmaciones expresadas?
T
Test. ¿Se podría hacer una prueba o experimento para comprobarlas? ¿Los datos que
aporta son suficientes y válidos?
I
Información. ¿Qué evidencias o pruebas se exponen o podrían exponerse para apoyar
la afirmación? ¿Hay incoherencias, errores o contradicciones?
C
Conclusiones. ¿Te convence lo que afirma el texto? ¿Da argumentos suficientes? ¿Está
de acuerdo con el conocimiento científico actual? ¿Has aprendido algo?
Cuadro 1: Cuestionario C.R.I.T.I.C. (adaptado de Bartz, 2002)
Hemos comprobado que el cuestionario es una guía utilizable para el análisis de todo
tipo de textos, adaptándolo según las necesidades (Márquez y Prat, 2010). En el diseño
de las actividades es importante tener en cuenta las tres fases del proceso lector: fase
previa (relacionada con la activación de ideas previas y la formulación de hipótesis
Autoría: Neus Sanmartí
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iniciales), fase de lectura (que conlleva la regulación del proceso de lectura) y fase
post-lectura (de evaluación e investigación de implicaciones):
a) Cuando se elige un texto como parte de una actividad de aprendizaje, antes de la
lectura propiamente dicha es importante compartir con el alumnado su propósito, cuál
es el producto final esperado y el proceso para llegar a él, así como las razones de
todo ello. Sin este conocimiento es difícil que los que aprenden puedan regular su
aprendizaje, ya que les es imposible encontrar sentido a todo lo que se les pide que
lleven a cabo.
Puede ser a partir de leer el título y las imágenes y responder preguntas orientadas a
activar posibles representaciones sobre el autor o autora, el contenido y las razones de
leer el texto en el marco del aprendizaje de una temática científica. También, como
se ha dicho, promover que los propios alumnos formulen preguntas que creen que el
texto responde. Los diferentes puntos de vista expresados se comparan, discuten y
regulan siempre que sea necesario. Hemos podido comprobar que esta fase es esencial
para promover el deseo de leer, centrar su objetivo y empezar a despertar el espíritu
crítico.
b) Durante la lectura se promueve que la persona lectora identifique el problema que
plantea el texto o sobre qué quiere convencer, las soluciones que defiende el autor o
autora, las evidencias y todo tipo de argumentos que aporta, las conclusiones, los
valores asociados a su contenido...
En nuestra experiencia hemos verificado que es mejor realizar la lectura en el marco
de pequeños grupos. Por ejemplo, durante la lectura todos los miembros del grupo
leen el texto completo pero en función de una pregunta diferente y posteriormente
ponen en común las diversas respuestas. Así, por ejemplo, un alumno o alumna lee con
el fin de identificar el problema que se discute y el objetivo con que posiblemente el
autor escribió el texto, otro los argumentos y evidencias que aporta y su posible
interés, otro las conclusiones y otro los valores asociados al problema planteado.
Otras veces el texto se divide en partes y cada estudiante del pequeño grupo lee una
de ellas y resume su contenido para los demás, que lo discuten. Y otras veces leen
todos a la vez, pero comparando qué entienden y las ideas que extraen. Cuando ya
tienen experiencia en diferentes formas de organizar la lectura, los mismos alumnos
pueden elegir el método que creen que les funcionará mejor. Hemos constatado que
leen y participan incluso los alumnos que no muestran interés habitualmente.
Los alumnos tienden a creer que el autor es una persona bien informada y a no
cuestionar las afirmaciones que se hacen en el texto, especialmente si incluye
términos que les parecen del campo de la ciencia o si se hace referencia a algún
estudio, aunque no quede claro quién lo ha hecho ni cómo. También tienen muchas
dificultades para relacionar el problema que se presenta con los conocimientos
aprendidos y tampoco evalúan el contenido del texto contrastándolas con sus ideas
previas. Todo ello requiere un aprendizaje a medio plazo, pero poco a poco van
apropiándose de estrategias para leer más críticamente.
Autoría: Neus Sanmartí
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Docentes
En general tienen una visión pesimista de los problemas que tratan los artículos que les
hemos propuesto leer cuando los analizan desde su vertiente social y de actuación
colectiva: en cambio, demuestran una confianza plena en que los avances científicos
podrán resolverlos.
c) Después de la lectura se anima a los estudiantes a establecer relaciones entre lo
que han leído y la producción final que se espera de ellos. Habitualmente las tareas se
orientan a profundizar en el rol científico y en el rol comunicador.
-
Desde el rol científico se promueve que piensen cómo se plantearía el problema
una persona científica, cómo planificaría la búsqueda de soluciones o comprobaría
las tesis del autor o autora del artículo, qué conocimientos se necesitan para poder
elaborar la producción final y cómo encontrar la información necesaria.
-
Desde el rol comunicador se discuten las características del tipo de texto o del
modo comunicativo elegido para dar a conocer su punto de vista, cómo planificar su
realización, y los criterios de evaluación que han de posibilitar valorar la calidad
del producto final. Pueden ser textos de diferentes tipos -un artículo para la revista
de la escuela u otras, una carta al periódico, un PowerPoint para dar a conocer el
tema a alumnos de otros cursos, una participación en debates en foros o en blogs,
etc-.
En el desarrollo del pensamiento crítico es básico ayudar a aprender a participar
críticamente en la propia comunidad y en sus prácticas sociales. Un texto no se puede
analizar si no se establecen relaciones entre la comunidad del autor y la del lector y,
por tanto, los temas de las lecturas que se elijan deben escoger de manera que
posibiliten a los estudiantes tomar decisiones y responsabilizarse.
En nuestra experiencia hemos constatado que la mayoría de los textos elaborados son
coherentes, aunque hay una gran tendencia a argumentar en función de sólo alguna de
las variables posibles. Cuando la actividad conlleva comparar la información recogida
en diferentes artículos o fuentes, a partir de incidir en la lectura y reflexión en torno a
parámetros diversos, normalmente se cuestionan más su contenido y los textos
elaborados son más ricos y críticos.
También hemos comprobado que si el grupo-clase está más acostumbrado a trabajar en
equipo y a contrastar y discutir los puntos de vista, los textos elaborados reflejan un
pensamiento crítico de nivel más alto que cuando el tipo de trabajo en el aula está
más centrado en metodologías transmisivas, centradas en el profesorado. Y también
que los valores, los sentimientos y las emociones forman parte de la actividad de leer y
condicionan los resultados.
Tras la realización de este tipo de actividades el alumnado manifiesta tener más
interrogantes que al inicio en relación a los temas científicos estudiados, ya que les
posibilita reconocer dudas y plantearse preguntas nuevas. También piden más
actividades similares, poniendo de manifiesto que la lectura les interesa siempre que
Autoría: Neus Sanmartí
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Docentes
tenga sentido para ellos tanto su contenido como aquello que se les propone realizar a
partir de ella. El amor por la lectura se contagia.
Un gran componente de la lectura crítica es la capacidad de autoevaluación. Como
dice J.A. Marina en La Vanguardia (01/05/2010) "La inteligencia humana juega con dos
funciones. La primera es la producción de ideas, de cálculos, de programas, de
proyectos. La segunda y definitiva es la evaluadora. De nada nos sirve que tengamos
mucho para escoger si no sabemos separar el grano de la paja". Por tanto, no se trata
sólo de detectar que hay diferentes maneras de interpretar un hecho o el contenido de
un texto, sino de tener criterios para evaluar cuál es la mejor.
Es importante promover que los alumnos aprendan a reflexionar metacognitivamente
tanto sobre cómo leen como sobre cómo evalúan sus conclusiones y cómo se
autorregulan. Por ello, toda actividad de lectura debería concluir con un proceso de
autoevaluación, muchas veces a partir de estimular la co-evaluación entre los propios
estudiantes.
Tanto en el Centro Virtual www.leer.es, como en el libro coordinado por Márquez y
Prat (2010) se pueden encontrar muchos ejemplos de actividades de este tipo.
4. Reflexiones finales
En estos momentos que se pide que ayudemos a los alumnos a desarrollar
competencias, no se puede obviar un trabajo en las aulas orientado a la formación de
lectores y lectoras críticas, que les posibilite discutir con argumentos científicos
problemas de relevancia social y actuar de forma fundamentada, reflexiva y
responsable.
El tipo de actividades que se analizan en este escrito se han realizado en el marco de
las clases de ciencias, pero también se hubieran podido plantear de manera conjunta
con las de lengua, para profundizar más en la lectura y escritura del texto; con la de
ciencias sociales para analizar los problemas teniendo en cuenta conocimientos de esta
área; con las de matemáticas, cuando se necesita comprender datos o reelaborarlos,
etc. En estos casos, la acción docente es mucho más rentable, porque el tiempo se
utiliza de una manera más eficiente y se puede profundizar mucho más en los distintos
aprendizajes.
Sin olvidar que como dice Paulo Freire, "No leemos ni comprendemos significados
neutros; leemos discursos de nuestro entorno y comprendemos datos e informaciones
que nos permiten interactuar y modificar nuestra vida".
Autoría: Neus Sanmartí
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Docentes
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Autoría: Neus Sanmartí
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