Subido por IVAN ROMANO

El Testaccio Haliéutico de Gades (1)

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7 metros de la Historia de Cádiz… Arqueología en El Olivillo y en el Colegio Mayor Universitario
7
metros de la
Historia de Cádiz…
Arqueología en El Olivillo y en
el Colegio Mayor Universitario
DARÍO BERNAL CASASOLA, JOSÉ MANUEL VARGAS GIRÓN
Y MACARENA LARA MEDINA (EDITORES CIENTÍFICOS)
7 metros de la Historia de Cádiz…
Arqueología en El Olivillo
y en el Colegio Mayor Universitario
DARÍO BERNAL CASASOLA, JOSÉ MANUEL VARGAS GIRÓN
Y MACARENA LARA MEDINA (EDITORES CIENTÍFICOS)
2019
Contenidos
Introducción del Rector ..................................................................................................
11
Eduardo González Mazo
Introducción del Vicerrector de Infraestructuras y Patrimonio ............................
13
José María Mariscal Chicano
Presentación de los comisarios ...................................................................................
17
Darío Bernal Casasola, José Manuel Vargas Girón y Macarena Lara Medina
Las excavaciones arqueológicas
Capítulo 1. De las excavaciones en el Colegio Mayor Universitario
de Cádiz ..............................................................................................................................
31
Macarena Lara Medina y Darío Bernal Casasola
Capítulo 2. Al otro lado del canal… Arqueología en el edificio de El Olivillo ..........
71
José Manuel Vargas Girón, Darío Bernal Casasola y María Soledad Gómez Muñoz
Novedades de la Historia de Cádiz
Capítulo 3. Geología y geomorfología en el extremo suroeste de Erytheia ..........
121
Francisco Javier Gracia Prieto
Capítulo 4. Evidencias de ocupaciones prehistóricas en el solar urbano
de Cádiz. Contexto histórico de los productos arqueológicos de El Olivillo
y del Colegio Mayor ........................................................................................................
137
José Ramos Muñoz, Sergio Almisas Cruz, Eduardo Vijande Vila
y Salvador Domínguez‑Bella
Capítulo 5. Indicios de la ocupación fenicio-púnica en la isla menor gaditana .......
169
Antonio Manuel Sáez Romero, Macarena Lara Medina y Darío Bernal Casasola
Capítulo 6. El Testaccio haliéutico de Gades ...........................................................
237
Darío Bernal Casasola y José Manuel Vargas Girón
Capítulo 7. El Hospital Real y el Real Colegio de Cirugía en la Edad Moderna ....... 329
Manuel Bustos Rodríguez
Recuperando y conservando el pasado gaditano
Capítulo 8. La musealización del patrimonio arqueológico en la ciudad
de Cádiz: reflexiones y desafíos ..................................................................................
351
Ángel Muñoz Vicente
Capítulo 9. Edificio «El Olivillo», Duque de Nájera, 14, Cádiz. Recuperando el
patrimonio histórico gaditano .......................................................................................
381
Andrés Agudo Martínez y María Dolores Barroso Vázquez
Fichas catalográficas ....................................................................................................... 403
El Testaccio haliéutico de Gades
DARÍO BERNAL CASASOLA Y JOSÉ MANUEL VARGAS GIRÓN
Novedades de la topografía de la Cádiz romana: un excepcional hallazgo
de las excavaciones de El Olivillo
⊳ Sítula crateriforme
reutilizada como
contenedor funerario
en El Olivillo
Cádiz fue en la Antigüedad una de las ciudades más privilegiadas del mundo atlánti‑
co‑mediterráneo. Por su antigua y trimilenaria fundación tiria, unos remotos orígenes
de los cuales pocas urbes podían presumir; por su excepcional importancia portuaria
y para la navegación oceánica, puerta de la ruta atlántica surcada por mercaderes feni‑
cio‑púnicos, consagrada con César e institucionalizada con Claudio, cuya capitalidad
abanderó en época romana al frente del conventus Gaditanus; por la huella notable que
ha dejado en la literatura antigua, legendaria tradición solo comparable a otras ciuda‑
des de la enjundia de la propia Cartago o incluso de Roma; por sus fecundas pesque‑
rías, alabadas por las fuentes grecorromanas y saboreadas en las mesas más pudientes
del Mundo Antiguo, desde Atenas a Roma; por su antiguo taller monetal, modelo imita‑
do por múltiples ciudades del Círculo del Estrecho; y por un sin fin de aspectos que hi‑
cieron de Gadir/Gades un modelo urbano, de convivencia, de transmisión de ideas y de
catalizador para la ósmosis a través de la cual Roma penetró en Iberia (excelente sínte‑
sis en Bendala, 1988; y recientemente Domínguez Monedero, 2012). Pero no es privile‑
giado el grado de conservación de sus evidencias arqueológicas, como consecuencia de
varios aspectos: una topografía singular, que ha provocado que parte de la ciudad an‑
tigua haya sido rebajada por la activa dinámica marina, especialmente en la zona me‑
ridional de la isla larga, erosionada y literalmente fagocitada por el mar desde tiempos
inmemoriales, que provocaron la necesidad en época moderna de la construcción del
Muro de Vendaval, y las conocidas escolleras que aún hoy orlan los bajos del transitado
Campo del Sur; una continuidad como centro urbano desde época fenicia arcaica has‑
ta la actualidad, con los consecuentes cambios de uso y reformas que enmascaran las
fases más antiguas de su Historia; un callejero moderno y muy atomizado, con parce‑
las de reducidas dimensiones, tenues ventanas que tímidamente permiten atisbar las
riquezas del substrato infrayacente a los arqueólogos; y una generalizada ausencia de
237
investigación, mitigada en la última generación pero aún cancerígena, como en tantas
otras ciudades históricas en las cuales se excava profesionalmente —y muy bien— pe‑
ro raramente se contextualiza, estudia y publica lo aparecido. El capítulo de A. Muñoz
Vicente en esta monografía, uno de los grandes conocedores de la arqueología de Cádiz,
ilustra fielmente el descompás existente entre ambas realidades: un fecundo e ilustre
pasado frente a una realidad material que no le hace justicia (cfr. Capítulo 8).
Si para las épocas más remotas los hallazgos fenicios de los últimos años han de‑
mostrado un avance sustancial (síntesis en Botto, 2014, ed.), el urbanismo romano de
Cádiz está precisamente en esta segunda década del siglo XXI dando sus primeros re‑
sultados. Algo de lo que se han lamentado sistemáticamente cuantos autores se han
aproximado con solidez a la cuestión, desde al menos los años ochenta e inicios de los
noventa del siglo pasado con R. Corzo (1980), J. R. Ramírez (1982) o A. Álvarez (1992) a la
cabeza desde la perspectiva arqueológica; y J. Lomas (1991), J. F. Rodríguez Neila (1992)
o J. Fierro (1993) desde la histórico‑documental; por citar únicamente a los principales
exponentes de esta tendencia, ya que al conocimiento de la ciudad romana han dedi‑
cado tinta muchos y reputados investigadores, foráneos y autóctonos. A excepción del
Theatrum Balbi, descubierto en 1980 y con una «dilatada» historia de desparasitación, del
cual se han dado avances (por ejemplo Corzo, 1993) y del que en la última década se ha
actualizado el conocimiento (véanse las contribuciones en Bernal y Arévalo, 2011, eds.),
incluyendo una tesis doctoral sobre su arquitectura y morfología (Borrego, 2013) y que
por todo ello podemos considerar como un monumento bien atendido científicamen‑
te. No obstante, el conocimiento de la ciudad romana ha languidecido hasta fechas muy
recientes, algunas de cuyas causas son atribuibles a la propia concepción y reglamenta‑
ción de la Arqueología Urbana, como se ha planteado hace años (Vallejo y Niveau, 2001)
y en fechas más recientes ha sido re‑evaluado en relación directa con el urbanismo y la
implantación territorial de Gades (Bernal y Lara, 2012). Algo que algunos autores han
reiterado en fechas recientes, con nostalgia (Abad y Corzo, 2017). En el año 2016 se ha
defendido una tesis doctoral sobre esta temática en la Universidad de Cádiz, titulada
Urbs Iulia Gaditana. El urbanismo de Gades a través de su registro arqueológico. Análisis
y propuesta interpretativa, en la cual se ha sistematizado y analizado la documentación
arqueológica, planteando algunas claves de lectura novedosas (Lara, 2016); y sobre to‑
do dotando de accesibilidad pública a una información que había permanecido inédita
y en ámbito exclusivamente administrativo. Los frutos de este trabajo ya están vien‑
do la luz (Lara 2018a y b), y una reciente monografía resume los principales progresos,
que afectan a la zona del pomerium y a las áreas suburbanas, excepto la necrópolis de
238
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
la ciudad (Lara, 2019), ya que esta ha sido tratada también recientemente, con múlti‑
ples novedades (Arévalo, 2016, ed.).
En este contexto se sitúa la aportación que presentamos en estas páginas, que deri‑
va de un hallazgo singular acontecido durante las excavaciones realizadas en El Olivillo de
Cádiz en los años 2016 y 2017 (cfr. Capítulo 2): una gran escombrera romana, de la cual se ha
conservado una pequeña parte en posición primaria (más de 30 m lineales excavados y 6 m
de altura), que interpretamos como parte de una gran montaña artificial, generada en una
zona pública de la ciudad —entorno del denominado puerto exterior— (Bernal, 2008 y 2012)
en la época de los Cornelios Balbos y durante inicios del Alto Imperio romano, destinada a
contener los residuos de las industrias pesquero‑conserveras de Gades, especialmente án‑
foras de garum e ictiofaunas arqueológicas; de ahí que lo hallamos denominado el Testaccio
haliéutico de Gades. A continuación procedemos a sintetizar esta propuesta, de la cual
se han presentado algunos avances: especialmente en el IV Congreso Internacional de la
SECAH‑Ex officina hispana (Valencia, abril 2017), donde se discutió la propuesta interpre‑
tativa del depósito (Bernal et alii, 2019a); ya que los demás trabajos han sido muy específi‑
cos sobre aspectos concretos, como estudios sobre algunas piezas cerámicas singulares,
caso de un posible clíbano/brasero decorado con figura de Apolo, que sirvió para presen‑
tar la secuencia del siglo I a. C. (Bernal y Vargas, 2017); o sobre un sello en ánfora tarraco‑
nense (Berni et alii, 2018); además de un avance sobre los concheros de púrpura (Bernal et
alii, 2017), las ictiofaunas arqueológicas y su problemática (Bernal et alii, 2019b), los restos
de pintura mural, especialmente de la parte baja de la secuencia (Fernández et alii, 2019)
o los análisis de residuos orgánicos en ánforas ovoides (presentados por A. Pecci y otros
autores en el Congreso de la Società Geologica Italiana y la Società Italiana di Mineralogia
e Petrologia —Catania, septiembre de 2018— y en el Congreso Internacional Ex Baetica
Amphorae II. Veinte años después —Sevilla, diciembre de 2018—, en fase de publicación
actualmente). No obstante, se ha decidido concentrar toda la información en esta mono‑
grafía, en la cual se presenta la problemática de la excavación arqueológica (Capítulo 2), y
la interpretación del Testaccio haliéutico (en estas páginas) junto a la publicación en deta‑
lle de una amplia selección de materiales que se presentan en las más de 40 fichas catalo‑
gráficas incluidas al final de este volumen [Fichas 3, 4, 6‑10, 12, 13, 15‑17, 19‑48, 52, 54, 59, 60].
A continuación presentamos, de manera sintética e interpretativa, la problemá‑
tica de este hallazgo siguiendo una lógica deductiva, partiendo de su ubicación, su cro‑
nología, su morfología y dimensiones, su estratigrafía y problemática estratigráfica y su
contextualización general, intentando con ello aclarar al lector la comprensión de los
hallazgos de época romana aparecidos en El Olivillo.
El Testaccio haliéutico de Gades
239
De la paleotopografía: en la playa de Erytheia y a la entrada
del puerto exterior
La localización geográfica del edificio de El Olivillo está directamente relacionada con
la funcionalidad de los hallazgos arqueológicos. Por una parte, la parcela se sitúa a me‑
nos de un centenar de metros de la línea de costa actual, 75 exactamente, muy cerca
de la actual playa de La Caleta (figura 1). Actualmente la consolidación urbanística de
toda esta zona de la ciudad desde el siglo XVIII en adelante genera una imagen diver‑
sa del Paisaje Cultural marítimo de época antigua: la inexistencia del baluarte de Santa
Catalina, la ausencia de los bloques de viviendas frente a El Olivillo —zona del Campo
de las Balas y entorno— y del paseo de circunvalación de La Caleta debían generar un
acceso visual directo de la zona hacia el mar, y una conexión directa, arenosa y posible‑
mente en ladera entre el mar y esta zona de la isla menor de Cádiz. Por tanto, la prime‑
ra idea de interés es el carácter costero y litoral de la zona excavada.
En segundo término, conviene destacar el carácter portuario del área objeto de
atención. Este sector se ubica a resguardo de los dos límites occidentales de la isla ma‑
yor (Cotinusa) y de la pequeña (Erytheia), que se adentraban mucho más en el mar que
actualmente, como verifica tanto la cartografía histórica como las rasas marinas actuales
de todo este sector, enormemente arrasado por la agresiva dinámica del mar y práctica‑
mente horizontalizado, como se advierte en marea baja (figura 2). Según se ha propues‑
to por varios autores, Gades tendría dos ámbitos portuarios: el Puerto Interior, sin duda
el principal, situado a resguardo de vientos y corrientes, en la zona interna de la bahía,
donde se ubica el de época histórica y el actual; y el denominado Puerto Exterior, que
era el primero que se atisbaba al llegar desde el Océano y circunnavegar Cotinusa bus‑
cando la rada interior, y que permitía la entrada de embarcaciones de notable porte por
el canal Bahía‑Caleta (Bernal, 2012, 230, fig. 11.3). Es esta la imagen que tradicionalmen‑
te se ha ilustrado cuando se ha tratado de reconstruir la paleotopografía de las Gadeira,
como por ejemplo en el conocido diseño de Golvin (Reddé y Golvin, 2008, 88), o en los
realizados para época fenicio‑púnica con motivo del Bicentenario de la Constitución,
contando con la asesoría de especialistas (Fernández‑Palacios, 2010, 18‑19). Otro discurso
es el del progreso de progradación de las orillas del canal Bahía‑Caleta, cuyo cegamiento
se habría iniciado en época fenicia y culminado en el Medievo, como se ha mantenido
hasta la actualidad a tenor de las investigaciones geo‑arqueológicas del equipo liderado
por O. Arteaga (Arteaga et alii, 2001; Arteaga y Roos, 2002); y sobre lo cual no entraremos
aquí, aunque los trabajos geo‑arqueológicos realizados recientemente con motivo de
240
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 1.
Localización de
El Olivillo, con la
cercanía a la playa
de La Caleta
Figura 2.
Vista aérea del casco
histórico de Cádiz
desde el noroeste,
con la localización
de El Olivillo en la
embocadura del
Puerto Exterior
la rehabilitación del edificio Valcárcel permitirán en el futuro replantear esta propues‑
ta con argumentos sólidos1. La segunda idea de los hallazgos de El Olivillo es su locali‑
zación en un ambiente portuario, con un continuo fluir de embarcaciones y de trasiego
mercantil, como ilustramos en la recreación de la figura 3, un aspecto importante para
1. Actividad Arqueológica realizada en el verano de 2018 por investigadores del Área de Arqueología de la
Universidad de Cádiz, y actualmente en estudio por parte de D. Bernal, M. Lara y J. J. Díaz, en colaboración con
F. Salomon de la Universidad de Estrasburgo.
El Testaccio haliéutico de Gades
241
Figura 3.
Ubicación del
Testaccio haliéutico
de El Olivillo en la
paleotopografía de
las islas gaditanas
(Elaboración de
A. Álvarez Marsal,
con la asesoría de
D. Bernal Casasola)
la interpretación arqueológica de los hallazgos a tener muy presente. En este contexto,
no debemos olvidar la importancia para la navegación del cercano faro de Gades —o al
menos uno de los dos que se han propuesto debieron existir, uno en cada puerto—, lo‑
calizado al exterior, en el entorno del faro de San Sebastián, que debió haber perpetua‑
do la funcionalidad señalizadora del extremo occidental de la isla mayor (Bernal, 2009).
En tercer lugar, es conveniente reflexionar sobre la ocupación territorial de la
isla menor o Erytheia en época tardorrepublicana y romana, para entender el ports‑
cape en el cual se desarrolló el Testaccio haliéutico gaditano, y que define un ambiente
de carácter artesanal‑industrial, que en su momento fue denominado con el apelati‑
vo de «industrias extra‑radiales» (Ramírez Delgado, 1982, 122‑125). Hace algunos años
se realizó una propuesta que tendía a considerar toda esta zona meridional de la is‑
la menor y de parte de la frontera como vinculada a actividades de carácter industrial
(Bernal, Díaz y Lavado, 2008, 318, fig. 1). Este es el ambiente de carácter artesanal que
rodeaba al Olivillo, y de cuya actividad se nutrió. Por un lado, y mayoritariamente, fac‑
torías de salazón o cetariae, de las cuales se conservan cuatro ejemplos sin problemas
de atribución: dos de ellos muy cercanos —Club Náutico Caleta y Santa Catalina— y
242
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 4.
Yacimientos
arqueológicos en
torno a El Olivillo,
tanto cetariae (1. Club
Náutico Caleta; 2.
Castillo de Santa
Catalina; 3. Calle
San Miguel‑Cine
Cómico; 4. Antiguo
Teatro Andalucía)
como figlinae,
evidenciadas tanto
por estructuras de
producción (5. Calle
Solano, 3), como por
desechos de cocción
(6. Calle Gregorio
Marañón; 7. Calle
Soledad, 30; 8. Calle
Sagasta, 28), según,
Bernal, Díaz y Lavado
(2008, figura 1)
otros dos hacia el este, en la zona más alta de Erytheia, en el entorno de la Torre Tavira
—calle San Miguel‑Cine Cómico y en el antiguo Teatro Andalucía (detalles in exten‑
so en Expósito, 2007 y en las voces monográficas de estos yacimientos en la web de la
RAMPPA)—; y, por otro, alfares romanos, de los cuales el mejor conocido es el horno
cerámico productor de ánforas romanas de garum (Dr. 7‑11) de la calle Solano, 3; ade‑
más de diversos solares que han deparado descargas de materiales anfóricos y cerámi‑
cas comunes defectuosas, que evidencian la existencia de un amplio paisaje alfarero en
las inmediaciones —calle Gregorio Marañón, calle Soledad, 30; calle Sagasta, 28, así co‑
mo restos inéditos de calle San Miguel/Cine Cómico— (Bernal, Díaz y Lavado, 2008).
Como se advierte en el mapa de distribución de estos hallazgos (figura 4) da la impre‑
sión de que estos establecimientos artesanales alternan entre sí, aunque parece definirse
una zona lineal, la de la orla costera meridional de Erytheia, plagada de centros de pro‑
ducción pesquero‑conservera. Además de ellos, contamos con otros yacimientos con
instalaciones productivas cercanas, como las probables estructuras viti‑vinícolas de la
calle Chile, 2‑4/4D esquina con la calle San Rafael, 5, aún inéditas (Pajuelo, 2001; rein‑
terpretado en Lara, 2016, nº 38), a las cuales quizás se asocie el pavimento aparecido en
la calle Benito Pérez Galdós esquina a calle Chile (Lara, 2016, nº 57); la cantera romana
El Testaccio haliéutico de Gades
243
excavada en el subsuelo del actual parking de Santa Bárbara (Pineda, 2012; Lara, 2016,
nº 68) y otras estructuras artesanales pero de funcionalidad indeterminada, caso de las
piletas geminadas de la calle Sagasta, 105, algo más alejadas (Bernal, Díaz y Lavado, 2008,
fig. 1, nº 3; Lara, 2016, nº 53). Estas estructuras alternarían con ambientes destinados a
actividades de carácter agropecuario, como ha podido ser demostrado en la secuencia
romana de las excavaciones en el Colegio Mayor universitario, con estratos sin lamina‑
ciones y con artefactos muy fragmentados, rodados y de varias cronologías que verifi‑
can una amplia roturación del terreno y, por tanto, esta funcionalidad (Capítulo 1); como
también lo ha hecho el estudio palinológico, que ha verificado además la existencia de
cultivo de vino en la Antigüedad [Ficha 3].
Un último elemento que consideramos importante resaltar desde el principio es
la constatación en la cartografía histórica de la imagen fosilizada del Testaccio haliéuti‑
co de Cádiz, de lo cual nos percatamos en el primer trabajo realizado sobre este hallaz‑
go (Bernal et alii, 2019a). Nos referimos a las imágenes de toda una serie de montículos
en la zona más occidental de la isla menor de Cádiz, que sabemos por los estudios de
la geografía urbana de la ciudad que fue la última en ser urbanizada, proceso desarro‑
llado en el barrio del Balón a lo largo del siglo XIX (Ruiz y Jiménez, 2016). Es por ello que
en los planos del siglo XVIII se documenta de manera clarividente cómo se encontraba
la paleo‑topografía original de la zona, de los cuales presentamos una selección en la
figura 5. Se advierte en todos ellos una zona topográficamente plana, plagada de huer‑
tas, viñas y zonas agrícolas de diversa naturaleza, en la cual los topógrafos e ingenieros
militares, españoles y extranjeros, dibujaron en ocasiones varios montículos aislados
entre el Hospital Real y el Almacén de Pólvora, y al sur de ambos. Así es posible visuali‑
zarlo en un plano de 1700 (figura 5,1); unas colinas que se pueden identificar de nuevo,
en cantidad de 4 o 5, en planos de 1762 y 1765 (figuras 5,2 y 4); en otras ocasiones se di‑
bujan de manera difusa, distinguiendo dos montículos y otras zonas con ciertas irregu‑
laridades (figura 5,3), difíciles de detallar.
También en las conocidas imágenes ilustradas de G. Hoefnagel de 1564 adverti‑
mos la existencia de colinas artificiales: en el nº 14 de la vista denominada Gades ab oc‑
ciduis insulae partibus se representa la playa de La Caleta, a cuya derecha se advierte
una zona artificialmente elevada; y a su izquierda, más a lo lejos, es perceptible otra ele‑
vación, siendo interesante la cercana referencia, en el nº 17, a las «ruinas de Cádiz anti‑
qua» (figura 6). También en la otra famosa viñeta de Hoefnagel, alusiva a la almadraba
de Cádiz —sive thynnorum piscatio apud Gades— se ven a lo lejos dos montañas geme‑
las, a la derecha de Santa Catalina.
244
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 5.
Detalle de
cartografía histórica
del siglo XVIII con
ilustración de
montículos entre
el Hospital Real y
La Caleta (1. Plano
francés de la
ciudad de Cádix/Sin
Autor/1700, Institut
Cartogràfic i Geològic
de Catalunya/RM.
24670; 2. A plan of
the city of Cadis/
capitán Clark –
topógrafo John
Rocque/1762, Institut
Cartogràfic i Geològic
de Catalunya/RM.
24341; 3. Plan de la
Ville de Cadix/Sin
Autor/1764/Instituto
Geográfico Nacional/
ING0649_32‑G‑21/
Autor: Jacques
Nicolas Bellin; 4.
Plan de la Ville
de Cadiz/Mr. De
Beaurin/1765/Instituto
Geográfico Nacional/
ING0650_32‑G‑22)
1
2
3
4
El Testaccio haliéutico de Gades
245
Por tanto, parece claro que en el paisaje de esta zona de la isla menor existían al‑
gunas colinas, en un entorno geomorfológico caracterizado por las cubiertas dunares,
tendentes por ello a la horizontalidad. Como luego veremos, parte de una de ellas coin‑
cide exactamente con la zona excavada en El Olivillo, por lo que nuestra interpretación
es que, al menos, algunos de estos montículos constituyen la fosilización de los antiguos
vertederos portuarios romanos. Da la impresión de que existieron varios, o más posi‑
blemente que en el siglo XVIII el Testaccio haliéutico estaba parcialmente desmantela‑
do, habiendo generado varias acumulaciones. Este aspecto deberá ser desarrollado en
el futuro con investigaciones monográficas, pero consideramos interesante realizar es‑
ta reflexión, que había pasado desapercibida a los interesados en la topografía y el ur‑
banismo de la ciudad antigua.
Durante las excavaciones arqueológicas en El Olivillo, se pudo agotar por com‑
pleto la secuencia estratigráfica en los sondeos excavados, por lo que han podido ser
obtenidos datos novedosos de carácter paleo‑topográfico sobre la génesis de estos de‑
pósitos romanos, que sintetizamos a continuación.
En primer lugar, indicaremos que los depósitos arqueológicos superiores se sitúan
en torno a +7/8 m s. n. m., como se verifica en los planos topográficos publicados, con‑
cretamente sobre el del año 1911, que ha servido de base para la ubicación de la eviden‑
cia arqueológica (Ramírez Delgado, 1982, plano I). Precisamente la curva de nivel entre
los +7 y +8 es la que genera una plataforma, que debió ser la superficie horizontal más
amplia en la zona, por ello posiblemente utilizada por los romanos para ubicar sobre
este entorno el gran vertedero haliéutico (figura 7).
246
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 6.
Detalle del plano
ilustrado de
Hoefnagel de 1564
(Gades ab occiduis
insulae partibus), con
las colinas a ambos
lados de La Caleta
Figura 7.
Detalle del plano
topográfico de
Cádiz de 1911 con
las curvas de nivel
y los hallazgos
arqueológicos
(según Ramírez
Delgado, 1982,
plano I), con
ubicación del
Testaccio haliéutico
Previamente al inicio de las excavaciones arqueológicas en El Olivillo contábamos
con los datos de los estudios geotécnicos, realizados por la empresa Arco Tierra, y con‑
sistentes en tres sondeos a rotación con extracción continua de testigo, cuya problemá‑
tica y resultados tratamos en esta monografía [Ficha 4]. Los dos realizados en el patio
trasero de El Olivillo que son los que interesan ahora —SR2 y SR3— presentaron respec‑
tivamente tres niveles geotécnicos: relleno antrópico (4,5‑5 m respectivamente), niveles
de arena con limos, de color ocre/rojizos (1,3 y 1,6 m de espesor, hasta los 5,8 y 6,6 m res‑
pectivamente) y nivel de ostionera con arenas y gravas, el cual se perforó hasta los 18,3 y
los 20,45 m de profundidad máxima (Gómez y Paniagua, 2016). Los nueve sondeos es‑
tratigráficos realizados en la parcela (Capítulo 2) han permitido precisar esta secuen‑
cia, que hacía pensar en una colmatación sedimentaria con entre 5 y 6 m de potencia
antes de iniciar las excavaciones.
Las áreas de trabajo en las tres fases de intervención en el solar han permitido la
excavación de nueve sondeos, de los cuales cinco han sido catas estratigráficas de 4 m2
El Testaccio haliéutico de Gades
247
Figura 8.
Localización de las
catas estratigráficas
(1‑9) y de los sondeos
geotécnicos (SR‑2 y
SR‑3) en la trasera del
edificio de El Olivillo
hasta agotar la secuencia (Sondeos 1, 2, 3, 4 y 5), uno de ellos ampliado (3); dos sondeos
en extensión, con diversas ampliaciones (6 y 7), y dos catas de verificación para permi‑
tir la extracción o finalización de la excavación de depósitos singulares (8 y 9), como se
puede apreciar en la figura 8. El resultado de todo ello es que de los 450 m2 aproxima‑
damente de que disponía la parte trasera de El Olivillo, no edificada, se han peritado
arqueológicamente 231 m2, es decir algo más del 50 % de la superficie del solar ha sido
excavada por medios manuales. Si a ello le sumamos las zonas vacantes perimetrales,
en reserva por motivos de seguridad, o la rampa de acceso al solar durante las obras,
podemos decir que prácticamente se ha excavado el 90 % de toda la superficie suscep‑
tible de serlo, a lo cual hay que sumar el posterior control arqueológico del vaciado del
solar (Vargas y Bernal, 2017; y datos sintetizados en el Capítulo 2 de esta monografía). Si
a dicho parámetro le unimos los casi 900 m3 de sedimento excavado manualmente en
algo más de un año de actividad arqueológica (figura 9), el resultado es un conocimien‑
to bastante detallado de la estratigrafía y problemática de la secuencia de El Olivillo.
En lo que respecta a la zona inferior de la estratigrafía, la misma ha podido ser de‑
terminada en todas las catas estratigráficas a excepción del Sondeo 1, el único en el cual
las estructuras de la fundición de época moderno‑contemporánea habían mutilado la
totalidad de la secuencia de época romana (Capítulo 2, figuras 14 y 15; [Ficha 60]). Los
niveles geológicos infrayacentes, estudiados y muestreados in situ por el doctor J. Gracia,
248
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 9.
Síntesis de la
superficie y
volumetría de las
áreas excavadas
en El Olivillo (sobre
Vargas y Bernal, 2017)
Sondeo
Longitud
Anchura
Profundidad
máxima
Cubicaje máximo aprox.
1
4
4
3
48
2
4
4
5,8
92,8
3
4
4
6,3
100,8
4
4
4
6,6
105,6
5
4
4
4,2
67,2
6
11
10,8
2,5
297
5,8
145
7
4 + 1 (ampliación) 4 + 1 (ampliación)
8
2
2
1,5
6
9
2
2
2
8
Total superficie excavada: 231,8 m²
Total volumen excavado: 870,4 m³
se sintetizan en el Capítulo 3 de esta monografía, y han permitido diferenciar en algu‑
nos casos niveles de arenas rojas del pleistoceno medio (U.E. 2022) directamente so‑
bre la ostionera (U.E. 2023) en el Sondeo 2; depósitos de playa en los niveles basales del
Sondeo 3 (UU.EE. 3024 y 3025), bajo un nivel dunar de génesis eólica (U.E. 3023); y sobre
ellos niveles de suelos con cantos (UU.EE. 3017, 3018, 3020); arenas eólicas (U.E. 4030) en
la base de la secuencia del Sondeo 4; gravas y arenas (4029), arenas y gravilla (4016‑4028
y 4023), todas ellas asociables a niveles de playa en el Sondeo 5 (U.E. 5018); y niveles are‑
nosos con cantos (UU.EE. 7021‑22) bajo un posible nivel de playa (U.E. 7020), con arenas
eólicas en la parte superior (7017) —remitimos al Capítulo 3 para las consultas particu‑
lares, especialmente a la figura 2, donde se correlacionan entre sí todos estos niveles es‑
tratigráficos—. La conclusión de este análisis geomorfológico es que nos encontramos
muy cerca de la zona de transición entre el área continental y la costa, lo que justifica
la presencia de arenas eólicas y niveles de paleoplaya. De ahí que los sistemas naturales
de playas‑dunas debieron ser inmediatos al yacimiento excavado, cercanos en decenas
de metros al Olivillo, máxime si tenemos presente la posible existencia de una peque‑
ña cala al este del actual Castillo de Santa Catalina, ocupada con playas y dunas, como
ha sido propuesto por este investigador, lo que justificaría la presencia de estos depósi‑
tos en la secuencia basal de El Olivillo (Capítulo 3, figura 3).
Por otro lado, y como se aprecia en las figuras 10 y 11, los niveles dunares y asocia‑
bles con paleoplayas son de poca potencia, encontrándose además en contacto directo
con material arqueológico de época romano‑republicana (siglo I a. C.). Reproducimos
la secuencia completa del perfil oriental del Sondeo 4 y del occidental del Sondeo 7, pa‑
ra poder verificar cómo se trata de una constante en la zona excavada, ya que ambos
El Testaccio haliéutico de Gades
249
cortes están notablemente separados entre sí. En ellas, se puede verificar cómo estos
niveles son relictos de dunas y de capas naturales de playa, estando parcialmente des‑
mantelados. Esta reducida potencia de los niveles dunares la interpretamos como resul‑
tado de un desmontado sistemático de las mismas con el objeto de horizontalizar esta
zona previamente a utilizar la misma como zona de vertidos. Posiblemente esta es la
justificación a la práctica total ausencia de evidencias arqueológicas de épocas prece‑
dentes; pues a excepción de los restos puntuales de la Prehistoria Reciente recuperados
en la parte baja del Sondeo 6 (U.E. 6008, [Fichas 12, y 13]), situado en la zona más me‑
ridional del solar, no se han documentado evidencias materiales de época fenicio‑pú‑
nica, más allá de dos fragmentos, uno de ellos un ánfora del siglo V a. C. documentada
en superficie; y otra un salsero de barniz rojo púnico‑gaditano del siglo III a. C., de la
U.E. 4028. tangente con los niveles geológicos de dicho sondeo [Ficha 15]. Ello unido a
algunos residuos cerámicos anteriores al siglo I a. C. —fechas más antiguas de la géne‑
sis de estos estratos como ahora veremos— en niveles romanos del Testaccio haliéutico
permiten considerar que esta zona debió haber tenido una secuencia prerromana pre‑
via, que fue obliterada como resultado de la liberación de sedimento para destinarla a
su uso como vertedero público de la ciudad de Gades. La excavación realizada en 1985
en la cercana calle Gregorio Marañón deparó el hallazgo de varias tumbas en cista de
época púnica (Perdigones y Muñoz, 1985), verificando por tanto la existencia de una se‑
cuencia prerromana precedente.
Otro elemento de interés localizado durante las excavaciones arqueológicas han
sido tres sillares de biocalcarenita, dos de ellos durante la ampliación del Sondeo 3
[Ficha 19], y un tercero durante el control de movimiento de tierras. Aparecen cubier‑
tos por la U.E. 3021, un nivel de un metro de potencia decreciente hacia el este (hasta
contar con 34 cm de altura máxima), fechado en época tardorrepublicana, que verifica
que los mismos fueron abandonados en esta zona en momentos pre‑augusteos, posible‑
mente en los años 50‑30 a. C. El primero de ellos, ubicado en el sector oriental del son‑
deo se introducía en el perfil meridional de la ampliación este de la cata, presentando
una orientación sureste‑noroeste (sillar 2); el segundo, de similares dimensiones que el
anterior (125 × 60 cm y 30 de altura), presentaba una orientación este‑oeste (sillar 1). Por
su parte, el tercer sillar, se recuperó en el transcurso de los trabajos de excavación desa‑
rrollados para la ejecución de los encepados que conforman la cimentación de la cripta
arqueológica. Al igual que los dos anteriores, se trata de un gran bloque pétreo de ro‑
ca «ostionera», con orientación norte‑sur, de dimensiones algo mayores (160 × 60 y 55)
y un poco más irregular (especialmente los lados menores), habiendo aparecido a una
250
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 10.
Fotografía e
ilustración del
perfil oriental del
Sondeo 4, con
indicación del inicio
de la secuencia
romana (flecha)
U.E. 4000
U.E. 4001
U.E. 4002
U.E. 4011
U.E. 4010
U.E. 4013
U.E. 4004
U.E. 4005
U.E. 4009
UU.EE. 4007 y 4008
U.E. 4012
U.E. 4006
U.E. 4013
U.E. 4015
U.E. 4016
U.E. 4017
U.E. 4018
U.E. 4019
U.E. 4021
U.E. 4023
U.E. 4024
U.E. 4025
U.E. 4026
U.E. 4028
U.E. 4027
U.E. 4029
El Testaccio haliéutico de Gades
251
Figura 11.
Perfil oeste del
Sondeo 7 (fotografía
e ilustración)
U.E. 7000B
U.E. 7001
U.E. 7002
U.E. 7004
07
0
U.E. 7
U.E. 7023
005
7
U.E.
U.E. 7006
U.E. 7008
U.E. 7
0
29
U.E. 7010
U.E. 7012
U.E. 7011
U.E. 7013
U.E. 7015
U.E. 7016
U.E. 7018
U.E. 7020
U.E. 7021
252
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
U.E. 7022
Figura 12.
Sillares aparecidos
en la ampliación
del Sondeo 3,
desde el noreste
cota algo más profunda (−6,34, frente a los 6 m del sillar 1). Es posible que a esa cota ha‑
ya más sillares repartidos por el solar, pues durante los procesos de cimentación —mi‑
cro‑pilotado— se advertían irregulares a dicha profundidad.
Dos de estos sillares se localizaron en la zona más oriental del área de excavación
(figura 13A), muy próximos entre sí, prácticamente tangentes; aunque con una orienta‑
ción claramente discordante (figura 12 y 13B), apoyados sobre el nivel sedimentario in‑
frayacente, en el cual no estaban integrados, sino simplemente apoyados (figura 13B).
El tercero se recuperó algo más hacia el noreste. La ausencia de argamasa en los mis‑
mos, y la total inexistencia de otros restos constructivos en la zona permiten descartar
que hubieran sido utilizados. Por el contrario, da la impresión de que fueron apoyados
sobre una superficie seca, situada unos 120 cm sobre el nivel de afloramiento del nivel
del mar actual —que sabemos debió ser muy similar en la Antigüedad—. Estos hallaz‑
gos de sillares son los únicos aparecidos en la excavación arqueológica de El Olivillo,
concentrados espacialmente y fechados en época tardorrepublicana. La interpretación
El Testaccio haliéutico de Gades
253
Figura 13.
Localización general
de los sillares (A) y
sección este‑oeste
de la ampliación
del Sondeo 3 con
la ubicación de los
sillares 1 y 2 (B)
A
SILLAR 1
SILLAR 3
SILLAR 2
B
que hacemos de los mismos es que posiblemente deben corresponderse con elemen‑
tos constructivos acopiados en la zona costera; preparados para su carga en embarca‑
ciones o bien descartados por motivos que no podemos alcanzar a determinar (quizás
concebidos para ser cargados en una embarcación, proceso que no llegó a realizarse
tal vez por sobrepeso u otras circunstancias). No olvidemos que en las inmediaciones
(parking de Santa Bárbara), tenemos constancia de la existencia de frentes de cante‑
ra de bio‑calcarenita activos en época romana, aparentemente amortizados en el si‑
glo II d. C. según los excavadores, incluyendo algunos sillares ya extraídos desechados
254
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 14.
Sillares abandonados
a orillas del Tíber,
junto a estructuras
portuarias
(Pensabene, 2013, 115,
figura 2.2)
(Pineda, 2012). Estos ejemplares de gran peso debieron haber sido llevados a esta zona
cercana al ambiente portuario, para ser cargados en embarcaciones usando posible‑
mente tripastos o ingenios similares con uso de poleas, debido a las notables dimensio‑
nes y excepcional peso, superior al centenar de kilos. Sobre estas máquinas portuarias,
sobre las pérdidas de materiales constructivos, los pecios con cargamento de material
pétreo y la interpretación de los sillares de El Olivillo como material descargado o pen‑
diente de embarque —por ausencia de biomarcadores que hicieran pensar en su pun‑
tual o dilatado enterramiento— remitimos a la ficha 19. Estos hallazgos verifican, por
tanto, dos aspectos de interés. El primero la actividad de carga/descarga de material
constructivo pétreo en esta zona de El Olivillo en época tardorrepublicana —y solo en
estos momentos, pues como indicamos no han aparecido otras evidencias similares a
lo largo de la secuencia—; y el segundo, la inmediatez de la línea de costa a la zona ob‑
jeto del hallazgo, verificando los datos del estudio geomorfológico realizado que, como
ya hemos indicado, propone incluso la existencia de un entrante que habría dejado el
agua prácticamente al pie del Testaccio haliéutico (Capítulo 3, figura 3).
Esta dinámica de bloques perdidos o depositados al aire libre en las zonas de carga
y descarga de la zona portuaria debía ser una imagen habitual del puerto de Gades, como
El Testaccio haliéutico de Gades
255
encontramos en otras ciudades como la propia Roma, donde son muy habituales estos ele‑
mentos, bien conocidos también por ilustraciones de las excavaciones antiguas a las orillas
del Tíber, como sucede con las de P. E. Visconti al pie del Aventino (Pensabene, 2013, 116‑119),
como ilustramos en la figura 14; o cerca del Testaccio en Roma, donde cargaban y descarga‑
ban los barcos, un paralelismo muy cercano a la situación que encontramos en El Olivillo.
De la cronología. Un vertedero público periurbano entre época
de los Cornelios Balbos y Nerón
Antes de continuar con la morfología interna del depósito y con su problemática, con‑
sideramos importante centrar la datación del Testaccio haliéutico. El proceso de clasifi‑
cación preliminar y de cuantificación ha permitido advertir una notable homogeneidad
en cuanto a cultura material en la totalidad de la secuencia excavada, habiendo definido
un periodo de actividad situado entre el segundo cuarto del siglo I a. C. y época pre‑fla‑
via o muy cercana al año 70 d. C. para todo el yacimiento.
La secuencia estratigráfica es completa en la parte central del área excavada
(Sondeos 3, 5, 6, 7 y 9), habiéndose advertido un desarrollo del depósito sin solución de
continuidad, ni hiatos perceptibles o periodos de abandono generalizados; por lo que
tendemos a considerar que este gran vertedero de Gades estuvo a pleno funcionamiento
desde su origen hasta al menos los años 60/70 d. C. pues, como veremos a continuación,
la secuencia está cortada en su parte superior, no permitiendo invalidar su continuidad
posterior. Como se ha visto en los Capítulos 2 y especialmente 3, algunos estratos du‑
nares intermedios plantean sensibles momentos de inactividad en el Testaccio haliéu‑
tico, aunque da la impresión de que los mismos responden a episodios muy puntuales
en el tiempo, ya que las diferencias cronológicas de la cultura material entre los estra‑
tos infra y supra‑yacentes es imperceptible desde un punto de vista arqueológico, con
los rangos datacionales que utilizamos (dataciones post quem aportadas por las mone‑
das y por las cerámicas, especialmente por la sigilata itálica, como luego veremos). Se ha
iniciado un estudio de carácter micro‑estratigráfico en la zona suroriental del área ex‑
cavada, en fase de estudio en la fecha de redacción de estas páginas [Ficha 10], del cual
podrán inferirse a medio plazo algunas reflexiones que permitirán avanzar sobre el pe‑
riodo de exposición de las interfacies de los niveles deposicionales.
En aquellos casos de la zona excavada en los cuales la estratigrafía no es conti‑
nua se debe a cuestiones postdeposicionales: caso de la secuencia de la zona oriental
256
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
(Sondeo 1), arrasada por las estructuras de la fragua de época moderno‑contemporá‑
nea (Capítulo 2 y ficha 60); o el sector suroccidental (Sondeo 4), en el cual solamente se
conserva la estratigrafía de época republicana, mutilada por afecciones de época mo‑
derna. Únicamente en los Sondeos 2 y 8 no se documentaron evidencias anteriores a
época augustea, denotando por tanto que la extensión del área de vertidos en época tar‑
dorrepublicana debió haber sido más limitada espacialmente. Remitimos a las descrip‑
ciones de la estratigrafía y de los niveles excavados en la Memoria Final de excavación
(Vargas y Bernal, 2017) y a la síntesis del Capítulo 2 (incluyendo la matriz de correlación
de la figura 11) para la consulta más detallada de la estratigrafía y singularidades de ca‑
da zona de excavación.
Para definir la datación inicial del Testaccio haliéutico, se comenzó publicando con
cierto detalle uno de los niveles basales del Sondeo 7, la U.E. 7011 (cfr. la matriz de corre‑
lación citada del Capítulo 2), cuyo contexto material permitió precisar una cronología si‑
tuada entre el 70/50‑40 a. C., gracias al predominio de la vajilla de mesa en barniz negro
( formas como la L5) junto a engobe rojo‑púnico gaditano, cubiletes de paredes finas itá‑
licas, lucernas tardorrepublicanas (Dr. 3), cerámica común itálica, común de producción
local/regional y ánforas itálicas (Dr. 1a y 1c), africanas antiguas, tardopúnicas gaditanas
del tipo T‑7.4.3.3 y Ovoide 1 del Guadalquivir (detalles en Bernal y Vargas, 2017, 36). Este
tipo de producciones se repiten a lo largo de toda la parte basal de los diversos sondeos
excavados, sin diferencias significativas. Hemos seleccionado únicamente, por cuestión
de espacio, tres ejemplos del Sondeo 7 de manera que sea sencillo visualizar el tipo de
contextos materiales aparecidos en una misma cata estratigráfica.
Para ilustrar la secuencia tardorrepublicana traemos a colación el ejemplo de la
U.E. 7014, que se sitúa bajo la anteriormente comentada U.E. 7011. La vajilla aparece mo‑
nopolizada por producciones en barniz negro de pasta amarilla, con barnices poco ad‑
herentes, entre las cuales destacamos copas Lamboglia 1 con acanaladuras externas bajo
el borde (figura 15, 1 y 2), copas carenadas Lamboglia 2 (figura 15, 3), múltiples páteras
de la forma L5 sin carena exterior (figura 15, 4) y una forma semi‑cerrada con pitorro,
asimilable al tipo L10 (figura 15, 5), repertorio que aporta unas fechas avanzadas del si‑
glo I a. C. A ellas se unen los ungüentarios de tradición helenística, barnizados parcial‑
mente al exterior en color marrón o negro, con cuerpos fusiformes rematados en pies
destacados (figura 15, 6‑9), junto a lucernas tardorrepublicanas con barniz rojo y gló‑
bulos/perlitas o decoración fitomorfa en la orla (figura 15, 10 y 11) y a paredes finas de
pasta muy depurada, importadas, como el asa de skyphos que ilustramos, relacionable
con producciones itálicas (figura 15, 12). Completan este conjunto multitud de cerámicas
El Testaccio haliéutico de Gades
257
Figura 15.
Contexto cerámico
tipo de época
republicana —vajilla—
(Sondeo 7, U.E. 7014),
con formas de barniz
negro (1 - 30, 2 - 31,
3 - 28, 4 - 32, 5 - 91),
unguentaria (6 - 1,
7 - 2, 8 - 77, 9 - 78),
lucernas (10 - 103,
11 - 105) y paredes
finas (12 - 106)
comunes, importadas y locales, que no ilustramos por cuestiones de espacio. En rela‑
ción a las ánforas, que además de su importancia como indicador comercial también
tienen un notable peso a efectos cronológicos, se documentan las series tardopúnicas
del tipo Ramon T‑7.4.3.3 con pastas amarillentas/anaranjadas de manufactura gaditana
(figura 16, 1 y 2), junto a producciones itálicas, tanto Dr. 1 como Dr. 2‑4, como el ejemplar
vesubiano que ilustramos (figura 16, 3); además contamos con Dr. 1C de producción re‑
gional (figura 16, 4), incluyendo un ejemplar con la marca OP.C.AVIENI (figura 16, 5), una
marca bien conocida en los niveles tardorrepublicanos de Baelo Claudia (Bernal, García
y Sáez, 2013, con la problemática general de las producciones de El Rinconcillo y estas
manufacturas análogas); y, por último, ánforas ovoides, entre las cuales alternan las pro‑
ducciones del valle del Guadalquivir —como la Ovoide 5 que ilustramos (figura 16, 6)
y muchas otras con el cuello moldurado (Ovoide 1)— junto a manufacturas gaditanas
del tipo Ovoide 1 (figura 16, 7). No vamos a repetir los argumentos en su momento es‑
grimidos, pues son exactamente los mismos que se han de aplicar a este nivel (Bernal
y Vargas, 2017, 36), y que permiten proponer una datación en época cesariana para este
258
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 16.
Contexto cerámico
tipo de época
republicana
—ánforas—
(Sondeo 7, U.E. 7014),
con ejemplares
del tipo T‑7.4.3.3
(1 - 53, 2 - 52), Dr. 2‑4
itálica (3 - 70), Dr. 1 C
regionales (4 - 100,
5 - 63) y ovoides,
tanto del Guadalquivir
(Ovoide 5; 6 - 9)
como gaditanas
(Ovoide 1; 7 - 15)
estrato, posiblemente en el segundo cuarto del siglo I a. C. (70‑50/40 a. C.): terminus post
quem a partir del 70 por la presencia de ánforas ovoides y claramente anterior a época
augustea por la ausencia de algunas producciones sí documentadas en estratos supe‑
riores (sigilatas itálicas o lucernas de volutas), y por el final atribuido a las manufactu‑
ras de barniz negro identificadas.
Por su parte, las cinco monedas aparecidas en esta fase tardorrepublicana de
El Olivillo cuadran bien en la parte final de este intervalo: dos cuartos y dos octavos de
El Testaccio haliéutico de Gades
259
Gadir de las series V y VI respectivamente (UU.EE. 7013, 7014), fechables entre finales
del siglo II y la primera mitad del siglo I a. C. [Ficha 16]; así como un sexto de Malaka de
la quinta serie (de la U.E. 9002), datada entre el 100/91‑27 a. C. [Ficha 17].
A continuación encontramos estratos fechables con claridad en época augus‑
tea. Dedicamos un trabajo completo a la presentación en detalle de la estratigrafía del
Sondeo 2 en el IV Congreso de la SECAH‑Ex officina hispana en Valencia, en la cual
se definieron estratos pertenecientes a tres momentos: época augustea en la base, ti‑
beriana o julio‑claudia inicial en la parte media, y neroniana en la superior (Bernal et
alii, 2019a). Las descargas más antiguas en el Sondeo 2 son de época medio o tardo‑au‑
gustea (U.E. 2019, 2020): en estos estratos y en los que se fechan en época de Tiberio
(2014, 2015) la vajilla fina está exclusivamente representada por las sigilatas itálicas,
con multitud de formas (Conspectus 12, 18, 23, 35…), destacando algunos sellos que ve‑
rifican estas cronologías, como los de C. Vibienvs, de Arezzo, activo entre el 1‑40 d. C.
(OCK 2000: 473‑474, nº 2373, 25‑26); (Cn.) Ateius Rvfvs, alfarero tardo o post‑augusteo acti‑
vo a partir del 15 d. C. (OCK 2000: 141, nº 310, nº 1); o L. Fastidienvs, cuya actividad también
se fecha a partir del 15 d. C. (OCK 2000: 222, nº 809, nº 9); a ellos debemos unir sellos de
otros contextos de El Olivillo que ratifican estas cronologías, como Q. Arivius (OCK 257,
n. 6), activo entre el 10 a. C.‑15 d. C. [Ficha 38, nº 1], P. Cornelius con su esclavo Anteros
(OCK 627, n. 1) datado en el 5 a. C. [Ficha 38, nº 2] o P. Cornelius, esclavo Iumenus, en car‑
tela doble, de época augustea inicial [Ficha 38, nº 8]; un posible Onesimus (OCK 1323,
n. 1‑2), datado en el 5 a. C. [Ficha 38, nº 6, U.E. 2018]; C. Tettius, de taller indeterminado y
datación entre el 15 a. C.‑30 d. C. [Ficha 38, nº 13, U.E. 3010]; C. Sentius (OCK 1861, n. 1) de
taller etrusco impreciso fechado entre el 20 a. C. y el 20 d. C. [Ficha 38, nº 16, U.E. 7002);
L. Titius, alfarero aretino, y su esclavo Domesticus (OCK 2216, 2094) datado entre el 15 y
el 1 a. C. [Ficha 38, nº 20, U.E. 8006)]; y A. Tittius, también de Arezzo (OCK. 2166, n. 3), con
un periodo de actividad entre el 30 y el 10 a. C. [Ficha 38, nº 22, U.E. 9001].
En estos contextos augusteos y tiberianos las lucernas son todas de volutas, ha‑
biéndose identificado la forma más antigua, la variante A de las Dr. 9, que verifica estas
cronologías; y el repertorio anfórico es asimismo muy representativo, con la presencia de
las últimas T‑7.4.3.3 que llegan precisamente hasta época del Princeps, junto a Haltern 70
con collarín destacado, Dr. 20 arcaicas, Dr. 2‑4 importadas (orientales e itálicas) y Dr. 7‑11.
Un buen ejemplo que traemos a colación para ilustrar esta dinámica es la U.E. 7000b
(figura 17), en la cual contamos con una marca del conocido alfarero Ateius (OCK 267,
n. 18‑24), del taller de Arezzo, con grafitos en reverso, cuya actividad se ha fechado entre
el 15 a. C. y el 5 d. C. [Ficha 38, nº 15]; junto a un repertorio de vajilla fina monopolizado por
260
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 17.
Contexto cerámico
tipo de época
augustea (Sondeo 7,
U.E. 7000b), con
ejemplares de TSI
(1 ‑ 2, 2‑ 21, 3 ‑ 22,
4 ‑ 24), un
ungüentario (5 ‑ 3),
una lucerna de
volutas (6 ‑ 1), y
ánforas del tipo
Haltern 70 (7 ‑ 6),
Dr. 20 arcaica (8 ‑ 8),
Ovoide 5 (9 ‑ 10)
y Dr. 7‑11 (10 ‑ 14)
la sigilata exclusivamente itálica, con formas como las copas campaniformes (figura 17, 1),
características de los horizontes de Dangstetten‑Oberaden de la forma Conspectus 14
(1990, 76, fig. 14); junto a páteras asimilables a la forma Conspectus 21 (figura 17, 2 y 4),
fechadas entre época augustea y primo claudia, además de platos de grandes dimen‑
siones con pie de sección cuadrada, de la forma Conspectus 18, 19 o afines (figura 17, 3).
La lucerna recuperada en este estrato presenta un infundibulum con sección cóncava,
con disco decorado con equipamiento gladiatorio (grebae), cuyo rostrum conserva una
única voluta en la unión con la orla (figura 17, 6), por cuya amplia anchura en relación a
El Testaccio haliéutico de Gades
261
la máxima del rostrum podemos situarla en la variante A de la Dr. 9/Loeschcke IA, con
una cronología por ello de época augusteo‑tiberiana (Morillo, 2015, 351‑352). Tanto el
ungüentario (figura 17, 5) como el contexto anfórico —compuesto por Haltern 70, Dr. 20
arcaicas, Ovoides 5 del Guadalquivir y Dr. 7‑11 (figura 17, 7‑10 respectivamente)— se aco‑
modan bien a una cronología de época augustea.
La parte media de la secuencia excavada en El Olivillo se sitúa entre época tibe‑
riana plena o primo claudia, como ilustran, por ejemplo, algunos estratos del Sondeo 2:
en ellos comenzamos a tener la convivencia de las sigilatas itálicas —aún claramente
mayoritarias— junto a algunas sigilatas gálicas en porcentajes muy reducidos; como su‑
cede en la U.E. 2012, con formas de TSI (como las Conspectus 19, 27 y 52) y algún frag‑
mento informe de gálica, junto a paredes finas o lucernas de volutas, además de ánforas
Dr. 7‑11, Haltern 70B/C o Dr. 20A, estas últimas claramente julio‑claudias, con picos pro‑
ductivos entre los años 30‑40 d. C. (Berni y García Vargas, 2016); o la U.E. 2009, datada
en época julio‑claudia inicial (15/40), en la cual también conviven ambas producciones
(TSI y TSG), junto a un conjunto de ánforas de producción regional —Dr. 7‑11 mayori‑
tariamente, junto a algunas Dr. 20—, junto a puntuales importaciones —especialmente
Dr. 2‑4 itálicas y algunas ebusitanas— (Bernal et alii, 2019a). A lo largo de la parte me‑
dia de la estratigrafía en todos los sectores excavados no resulta fácil atribuir una data‑
ción precisa a determinadas descargas en época augustea, tiberiana o claudia, ante los
fenómenos de residualidad —apreciables en los niveles que presentamos en estas pági‑
nas también— y debido al amplio margen datacional de algunas producciones. Por su
parte, la moneda no aporta grandes precisiones, como ya hemos comentado, ya que la
mitad, la unidad y el cuarto respectivamente de emisiones de la serie VI de Gadir apare‑
cidas (UU.EE. 2016‑2019, 3019) se fechan hasta la primera mitad del siglo I a. C. [Ficha 16];
acomodándose bien a estas dataciones augusteas o algo posteriores teniendo en cuen‑
ta su circulación residual, pero no siendo de utilidad a efectos de precisar la cronología
de los estratos. Las últimas monedas procedentes del Control Arqueológico presentan
una problemática similar2.
Por último, la secuencia alta de El Olivillo ha sido fechada en el tercer cuarto del
siglo I d. C., aunque pensamos que no llega a época flavia, quizás salvo a los primeros
2. Se trata de otras dos unidades de Gadir de la Serie VI.B.1 de Alfaro (procedentes del Rebaje Mecánico, una
de la zona de los encepados junto al Centro de Salud) y un denario de Tiberio (14-37) de la ceca de Lugdunum
—RIC I, n 26— de las UU.EE. 3009‑3010 (recuperado en el área de extracción de panelería, sector del Panel 12A),
actualmente en proceso de estudio por E. Moreno y A. Arévalo, a quienes agradecemos la información.
262
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 18.
Sigilatas gálicas
de El Olivillo,
tanto Drag. 18 en
marmorata (1 ‑ 23)
como Drag. 37
decorada (2 ‑ 4)
años de Vespasiano, teniendo en cuenta varios aspectos. El primero, y que considera‑
mos más importante, es la total ausencia de sigilatas africanas o cerámica africana de
cocina en El Olivillo, donde se han excavado centenares de metros cúbicos de sedimen‑
to y donde han aparecido millares de individuos de diversas producciones de vajilla de
mesa barnizada y cerámicas de cocina, pero ninguno de ellos de producción africa‑
na. Recordamos que el inicio de la manufactura de la producción A de African Red Slip
Ware se sitúa en los años 80/90 d. C. (Hayes, 1972, 20‑37). Tampoco hay sigilatas hispá‑
nicas, cuya producción se inicia, según diversos autores y las investigaciones estrati‑
gráficas más recientes, con Vespasiano, a partir del 69/70 (Bustamante, 2013, 209‑219),
por lo que su ausencia en este contexto gaditano estaría también marcando una data‑
ción ante quem. Y algo similar ocurre con las ánforas, como por ejemplo con las Dr. 20,
pues todas las aparecidas se ajustan a las variantes de borde de época julio‑claudia, no
habiéndose recuperado ninguno con el característico apuntamiento superior y conca‑
vidad media de la pared interna, propias de época flavio‑trajanea (Berni, 1998, 38‑42).
En el caso del Sondeo 2 ya publicado, en los niveles de la parte superior de la estra‑
tigrafía (especialmente UU.EE. 2008, 2010, 2011) conviven las sigilatas itálicas de la forma
Conspectus 25 con gálicas, de la forma Drag. 37 decorada, estas últimas presentes en el mer‑
cado a partir del año 60; junto a cerámica itálica de cocina y engobe rojo pompeyano; y án‑
foras Dr. 20B de época Claudio‑Vespasiano o Dr. 2‑4, junto a Dr. 7‑11 —especialmente las
formas 9 y 10—; siendo especialmente significativa la aparición de las primeras Beltrán IIA y
las variantes más antiguas de las IIB, habituales a partir del 50 d. C. circa (Bernal et alii, 2019a).
De la veintena de sellos en sigilatas clásicas aparecidos, solamente uno llega a
época de Claudio, caso de Acutus en TSG de La Graufesenque, fechado entre el 25/50
[Ficha 38, nº 9]. Y el más moderno es un fondo de copa en sigilata gálica con el se‑
llo VIRTH, también de La Graufesenque, datado entre el 45‑85 d. C. [Ficha 38, nº 12], pro‑
cedente de uno de los estratos más modernos de la secuencia romana (U.E. 3009). En la
figura 18 incluimos las dos piezas que consideramos más modernas de todas las de época
romana recuperadas durante las actividades arqueológicas en El Olivillo, procedentes de
El Testaccio haliéutico de Gades
263
labores de limpieza en la ampliación del Sondeo 3 (de los estratos superiores, alterados
posiblemente por las remociones moderno‑contemporáneas en la zona): por un lado,
una Drag. 18 en sigilata gálica, con el característico barniz amarillento de base con jas‑
peados en rojo, definido habitualmente como marmorata (figura 18, 1), pues se entien‑
de que fue este un intento por imitar a los preciados mármoles coloreados. La pieza de
El Olivillo se corresponde con un plato cuyo cuerpo presenta una sección de forma tra‑
pezoidal, siendo por lo tanto de la variante b de la forma Dragendorff 18, fechada entre
el 20/30 y el 110/120 (Genin, 2008, ed.); dentro de este intervalo, al haberse fabricado en
marmorata, es una técnica de manufactura que se ha tenido y se sigue teniendo como de
época neroniana exclusivamente, propia únicamente de los talleres de La Graufesenque
y del suyo satélite en Le Rozier (Morais, 2015, 121), aunque algunos autores hayan pro‑
puesto la continuidad de la misma durante varias décadas después, hasta Trajano3. La
otra pieza, cuyo perfil completo se conserva intacto, es una Dragendorff 37 decorada (fi‑
gura 18, 2), de la variante a, fechada entre el 60/100 d. C. (Genin, ed. 2008). Presenta ovas
en la parte superior —ornamentación que recuerda al estilo decorativo de transición de
las Drag. 29—, con decoración en la banda superior de festones enmarcando una hojas
de vid al interior, con una guirnalda circular de bifoliáceas inferior, bajo la cual se desa‑
rrolla un friso de círculos dobles, el exterior con decoración radial. Encontramos ejem‑
plares similares considerados del estilo decorativo de Germanus, como por ejemplo una
Drag. 29 de Poitiers sellada por OF VITAL (alfarero activo entre Claudio y época flavia),
del periodo neroniano‑vespasianeo, fechable entre el 65/70 y el 80/85 (Tilhard, 2004, 424,
pl. 150‑151, nº 277, con múltiples paralelos ornamentales). Se advierte con claridad que
la pieza procede de un molde muy usado, especialmente por la falta de claridad de las
ovas, muy desgastadas. También de época neroniana es posiblemente una lucerna del
tipo Dr. 20 decorada con un esclavo destapando un ánfora, procedente de los niveles
superficiales de los Sondeos 4 y 5 [Ficha 39].
El contexto cerámico que traemos a colación es el de la U.E. 7000a, el estrato su‑
perior de la secuencia romana del Sondeo 7 (figura 11 del Capítulo 2). Además de bar‑
niz negro residual, y quizás algunas de las ánforas que a continuación citamos, como
3. Existen tanto formas del servicio flavio en marmorata como sellos de alfareros en esta producción que aparen‑
temente no están activos en época neroniana, sino más tarde (Genin, 2006); en Hispania ocurre algo parecido,
como por ejemplo en el pecio de Guadiaro, de inicios de época trajanea, en el cual las marmoratas constituyen
el 4,9 % del total, y donde el sello Amandvs sobre marmorata, esta fechado en dichos momentos finales del si‑
glo I o iniciales del II (Bustamante y Navarro, 2016, 107 y 117). Agradecemos las observaciones al respecto de la
profesora M. Bustamante Álvarez, de la Universidad de Granada.
264
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
por ejemplo la T‑7.4.3.3 gaditana, la Dr. 1 o la Dr. 20 arcaica (figura 19, 13, 12 y 8), y quizás
también la Ovoide 1 (figura 19, 9), pues la producción de la misma se mantiene hasta los
años 20/30 de la Era (González, Almeida y García, 2016). Además aparecen Haltern 70
con borde en collarín (figura 19, 7), más cercanas a la variante A (Augusto‑Tiberio) que
a la B (claudio‑neronianas), además de una Dr. 2‑4 tarraconense (figura 19, 10), compati‑
ble perfectamente con estos momentos (Járrega, 2016), y múltiples Dr. 7‑11 (figura 19, 11).
Además de algunos fragmentos indeterminados de TSG, entre ellos una Drag. 18, con‑
tamos sobre todo con producciones itálicas, como una Conspectus 23.2.2 (figura 19, 1),
propia del segundo o tercer cuarto del siglo I; o la 21.2.1, propia de la primera mitad del
siglo I (figura 19, 4), junto a la forma 14.2.2 (figura 19, 2) y a la 18.2.1 (figura 19, 3), ambas
claramente residuales. Son especialmente relevantes para la datación de este estrato
las lucernas, entre las cuales ha sido posible identificar dos formas de la familia de volu‑
tas: por un lado una Dr. 11, caracterizada por su doble voluta en el rostrum (figura 19, 5),
cuya cronología se suele situar en época tiberiana y finales del siglo I, aunque su perio‑
do de floruit son las décadas centrales del siglo I d. C. (Morillo, 2015, 356‑357); así como
las Dr. 11‑12, lámparas con un elemento de aprehensión de grandes dimensiones (figu‑
ra 19, 6), que en nuestro caso adquiere un carácter cordiforme: estas lucernas con asas‑re‑
flectores se sitúan entre época augustea y finales de época flavia, siendo especialmente
abundantes en la primera mitad del siglo I d. C. (Morillo, 2015, 354‑356). Por todo lo co‑
mentado, da la impresión que este nivel se fecha en momentos avanzados de la prime‑
ra mitad del siglo I d. C., posiblemente en época de Claudio.
Por último, consideramos importante realizar una reflexión cronológica directa‑
mente derivada de la excavación de la parte superior de la secuencia. Como se advier‑
te en la zona en la cual visualizamos con mayor continuidad la secuencia sedimentaria
del Testaccio haliéutico, el perfil sureste de la zona de actuación —integrando los perfi‑
les orientales de los Sondeos 2 y 3, ampliación del 3 y Sondeo 9—, la secuencia está mu‑
tilada tanto en sus dos laterales como en su parte superior (figuras 20 y 21). Hacia el este
la construcción de un gran aljibe contemporáneo secciona la estratigrafía hasta su zona
baja, y hacia el oeste una fosa colmatada en época moderna, junto a episodios dunares
(Capítulo 2). La parte superior de la estratigrafía, en torno a un metro de su potencia su‑
perior, se asocia a la urbanización del entorno especialmente en el siglo XIX, y a la cons‑
trucción de edificaciones vinculadas a la fundición militar instalada en la zona, de época
contemporánea (Capítulo 2). La parte conservada en la estratigrafía ilustra diversas pa‑
vimentaciones superpuestas de cal, junto a infraestructuras con canalizaciones cerámi‑
cas, todo ello sobre un paquete con multitud de cenizas y restos cerámicos de la parte
El Testaccio haliéutico de Gades
265
Figura 19.
Contexto cerámico
tipo de época
neroniana (Sondeo 7,
U.E. 7000a), con
ejemplares de TSI
(1 ‑ 19, 2 ‑ 20, 3 ‑ 22,
4 ‑ 23), lucernas de
volutas (5 ‑ 13, 6 ‑ 60),
y ánforas del tipo
Haltern 70 (7 ‑ 7),
Dr. 20 arcaica (8 ‑ 2),
Ovoide 1 (9 ‑ 57),
Dr. 2‑4 tarraconense
(10 ‑ 53), Dr. 7‑11
(11 ‑ 30), y claramente
residuales del tipo
Dr. 1 (12 ‑ 4), y Ramon
T‑7.4.3.3 (13 ‑ 50)
Figura 20.
Perfil meridional
del área excavada
de El Olivillo
(Sondeos 3 y 9)
Figura 21.
Lectura estratigráfica
del perfil sur del
área excavada
266
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
superior de la estratigrafía romana (figuras 20 y 21). Es decir, que la parte alta de la se‑
cuencia fue seccionada en época moderna (Sondeos 2, 4, 5 y 6) o contemporánea (1, 3, 7
y 8). De ahí que podamos asegurar con claridad que el Testaccio haliéutico continuaba
en altura, habiendo sido amputado por afecciones moderno‑contemporáneas. Lo que no
podemos saber es la entidad de su proyección en altura y tampoco proponer cuanto más
El Testaccio haliéutico de Gades
267
pudo haber continuado en el tiempo. Durante las excavaciones, no han aparecido ítems
posteriores a época pre‑flavia en posición secundaria en otros estratos, aunque es muy
probable que el intenso proceso de rebaje y urbanización de esta zona del barrio del Balón
en el siglo XIX, bien conocido a nivel documental y planimétrico (Ruiz y Jiménez, 2016),
hubiese provocado la regularización y la pérdida de la parte alta de la secuencia.
Por todo lo comentado con anterioridad podemos proponer que la cronología de
la parte excavada del Testaccio haliéutico de Gades se sitúa entre época de César y Nerón,
es decir en un intervalo situado entre el 70‑50/40 a. C. y el 60‑70 d. C. Tenemos constan‑
cia de la continuidad posterior del vertedero urbano, aunque no disponemos de datos
para poder saber durante cuanto tiempo más mantuvo su actividad.
De la morfología y dimensiones del Testaccio haliéutico. Algunos apuntes
Para proponer la forma y tamaño de este mons artificial, en primer lugar disponemos
de sus dimensiones mínimas, proporcionadas por los hallazgos en la zona de interven‑
ción arqueológica. Por un lado, tenemos el perímetro definido por el área de excava‑
ción arqueológica manual (figura 22A). El límite norte del vertedero está definido por
los Sondeos 2 y 9, ambos positivos en hallazgos: a escasos metros hacia el noreste la
construcción de la fundición moderno‑contemporánea obliteró todos los vestigios de
la secuencia romana (Vargas y Bernal, 2017). Por lo que respecta al límite meridional, el
mismo se sitúa en el perfil oeste del Sondeo 6, en cuya esquina noroeste se documen‑
taron niveles de coloración negruzca pertenecientes funcionalmente a esta estructura,
seccionados por unidades negativas de época moderna (figura 23). Como se aprecia en
la propuesta planimétrica que sintetizamos en la figura 22, restos del Testaccio haliéuti‑
co solamente se documentaron en el sector oriental del Sondeo 4, muy alterado en épo‑
ca moderno‑contemporánea. De notable interés resulta la cartografía moderna, como
ya hemos citado con anterioridad, pues en ella aparecen fosilizados una serie de mon‑
tículos que consideramos los restos del Testaccio haliéutico romano. En relación a la de‑
terminación del límite oeste del monte, se ha revelado como especialmente significativa
la georreferenciación de algunos planos, como ya expusimos en otro trabajo (Bernal et
alii, 2019a)4. Ponemos el ejemplo del plano de 1738 de Ignacio Salas, conservado en el
4. Agradecemos muy sinceramente la colaboración de S. Gómez Muñoz en la compilación y georreferenciación
de la cartografía histórica gaditana.
268
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 22.
Planimetría de la
zona excavada
de El Olivillo, con
indicación de la
superficie excavada
manualmente (infra)
y el área del control
arqueológico (supra)
que han deparado
hallazgos positivos
en relación al
vertedero romano
Figura 23.
Límite meridional del
área excavada del
testaccio gaditano.
Esquina noroeste del
Sondeo 6, con los
niveles del vertedero
seccionados por
estratos modernos
El Testaccio haliéutico de Gades
269
Figura 24.
Ubicación de
El Olivillo (polígono
azul) y de la
coincidencia de uno
de los montículos
(silueta roja) con
el límite del área
excavada, a través de
la georreferenciación
del mapa de 1738,
Ignacio Salas (Archivo
General de Simancas,
MPD, 21, 081;
montaje S. Gómez
Muñoz; Bernal et alii,
2019a, figura 12)
Archivo General de Simancas (MPD, 21, 081) en el cual, como se puede apreciar en la fi‑
gura 24, el limite oeste que proponemos para el perímetro del área excavada (Sondeos 4
y 6) coincide milimétricamente con el montículo más occidental de los dibujados en
este plano (en rojo). Un detalle que permite confirmar que las elevaciones marcadas en
la cartografía de época moderna en esta zona son los relictos de la/s antigua/s escom‑
brera/s romanas.
En relación a su límite septentrional, coincide con el vértice noroeste del Sondeo 2,
cuya planta apareció íntegramente cubierta por restos del vertedero (figura 25); y co‑
mo también verifica la estratigrafía norte de la ampliación septentrional del Sondeo 7,
que se proyectaba claramente bajo las estructuras de la parte edificada del edificio de
El Olivillo (figura 26). Hacia el punto cardinal contrario, en dirección a la mediane‑
ría con la Escuela de Náutica, la continuidad también era manifiesta (figuras 20 y 21).
El perímetro comentado define un polígono de trayectoria curva, de unos 30 m en di‑
rección norte‑sur y entre 10 y 14 en dirección este‑oeste, con una superficie aproxima‑
da de unos 360 m2. A ello debemos unir la documentación durante la fase de Control
Arqueológico del vaciado del solar, especialmente durante la ejecución de las labores
270
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 25.
Perfil oriental de
la parte alta del
Sondeo 2 durante
el proceso de
excavación, que
verifica la continuidad
de los vertidos
romanos más allá
del área intervenida
Figura 26.
Perfil norte de
la ampliación
septentrional
del Sondeo 7,
que confirma la
continuidad de
la estratigrafía en
dicha dirección
El Testaccio haliéutico de Gades
271
de encepado de la planta sótano del edificio, de una amplia zona con niveles de verti‑
dos romanos con la misma interpretación funcional (figura 22, supra). Especialmente en
la zona del edificio colindante con el Centro de Salud, hacia el este, definiendo un am‑
plio polígono irregular pero con unas dimensiones máximas de 20 m este‑oeste y unos
15 m norte‑sur, es decir con aproximadamente unos 300 m2. Además, conviene indicar
que ambas superficies son prácticamente tangentes entre sí, verificando que se trata de
un único depósito estratificado romano alterado post‑deposicionalmente y en fechas
recientes (momentos moderno‑contemporáneos).
En lo que respecta a la posibilidad de integrar en la interpretación general del ver‑
tedero datos de hallazgos precedentes en las inmediaciones traemos a colación las co‑
nocidas excavaciones realizadas en la cercana calle Gregorio Marañón, que permiten
ampliar la propuesta de superficie del área del Testaccio gaditano. Son las únicas que
consideramos útiles al efecto, ya que las referencias a los hallazgos del siglo pasado re‑
lativos a «industrias de ánforas» de la plaza del Falla, la «industria romana» del Campo
de las Balas, las referencias de hallazgos de ánforas del Hotel Atlántico o de la posible
factoría de la calle Felipe Abarzuza (Ramírez, 1982, 123‑125, Plano I, K y L) no son con‑
trastables en la actualidad. Como indicamos, hay muchos otros solares en las inmedia‑
ciones en los cuales han aparecido vertederos de época romana, que podrían responder
a similar problemática que el del Testaccio haliéutico de El Olivillo; si bien los datos no
están publicados, por lo que se impone la prudencia al respecto. Nos referimos al ver‑
tedero altoimperial de la calle Chile, 2‑4 esquina con calle San Rafael, 5, conformado
sobre todo por ánforas y otros elementos utilitarios —cerámica de mesa, vidrio— y ar‑
quitectónicos (Pajuelo, 2001); la fosa rellena de ánforas de la cercana calle Chile, 2‑4,
colmatada con vertidos de la industria salazonera (Pajuelo, 2000), aparentemente muy
similar en contenido al solar objeto de estudio en estas páginas; el aparcamiento sub‑
terráneo de Santa Bárbara, utilizado entre los siglos I y III d. C. como vertedero de cerá‑
micas domésticas y ánforas, con algunos niveles de carácter mixto, incluyendo restos de
materiales constructivos procedentes de derribos de edificaciones (Pineda, 2012); el ya
citado vertedero de la calle Sagasta nº 28, fechado entre época claudia y flavia (Blanco
y Alarcón, 1996), muy similar en naturaleza, orientación y composición a los vertidos
de El Olivillo. Al otro lado del canal Bahía‑Caleta —en su orilla sur— contamos con una
dinámica similar, como en la calle Pericón, 10, donde se han excavado vertederos fe‑
chados entre el siglo II a. C. y el IV d. C. (Blanes, 1997); o en la cercana calle Venezuela, 3
(Blanco, 1996), descargas edilicias aparentemente muy similares a las de la fase tardo‑
rrepublicana de El Olivillo. Todos ellos deberán ser estudiados de manera monográfica
272
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
en el futuro, para lo cual se han dado los primeros pasos, como son los relativos a su in‑
terpretación topográfica y funcional (Lara, 2016).
Por lo que se refiere a las campañas arqueológicas realizadas en la calle Doctor
Marañón, colindantes con El Olivillo, se trata de tres actuaciones. En 1985 se pudieron
excavar cuatro tumbas de época púnica (siglos V‑III a. C.) en la parte inferior del deno‑
minado Nivel 6, un nivel de «arena parda‑rojiza muy fina con vetas de arena arcillosa
con abundantes fragmentos cerámicos consistentes principalmente en ánforas roma‑
nas», de unos 1,2 m de potencia y localizado entre los 2,2 y los 3,4 m de profundidad
(Perdigones y Muñoz, 1985, 55), y que estaba compuesto por Dr. 7‑11, de las cuales los in‑
vestigadores publicaron una amplia selección de bordes (Perdigones y Muñoz, 1985, fi‑
gura 3). Es muy probable que estos niveles sedimentarios hubieran formado parte en su
momento del testaccio gaditano.
En 1987 se realizó otra intervención en la zona, en la cual, bajo las zanjas moder‑
nas relacionadas con la famosa «Zanja» o «del Salado» que desaguaba las pluviales del
entorno de la Torre Tavira a La Caleta, se localizó una estructura antigua de fundición de
metal (horno circular), y además una fosa, en los denominados cuadros C2 y C1, interpre‑
tada como la «escombrera de una factoría de salazones ubicada en un solar colindante
que excavamos a principios de 1988» (Perdigones y Muñoz, 1990). El contenido mayorita‑
rio de esta fosa, según los excavadores, eran ánforas tardopúnicas y romanas, las prime‑
ras del tipo T‑7.4.3.3 y las segundas tanto Dr. 1 como Dr. 7‑11, de las cuales se publicaron
algunos ejemplares (Perdigones y Muñoz, 1990, 98, figuras 4 y 5). Nos interesa resaltar es‑
pecialmente tanto la cronología de esta fosa, coincidente con la excavada en El Olivillo,
como especialmente el notable buzamiento y la composición de algunos vertidos (negruz‑
cos), muy similares a los excavados por nosotros (figura 27A). De nuevo es más que pro‑
bable que esta estructura negativa formase parte en su momento del Testaccio haliéutico.
Por último, en la intervención realizada por F. J. Blanco en 1989, hay dos aspectos
de gran interés para nuestra interpretación. Este investigador detectó tanto algunas es‑
tructuras romanas claramente vinculadas con actividades artesanales, concretamente
una gran pileta rectangular (4,7 × 1,37 m) localizada al este del solar (junto a otra apare‑
cida al final, al oeste, junto a la calle, de 1 m de ancho en dirección norte‑sur y longitud
total indeterminada pues no pudo ser totalmente excavada), tres pavimentos con refor‑
mas, y restos de una gran escombrera con planta de morfología piriforme (4,78 × 3,5 m);
estructuras que este investigador fechó con precisión entre el siglo I a. C. —momento
de construcción determinado gracias al barniz negro y ánforas T‑7.4.3.3 localizadas en
un sondeo bajo el suelo de la pileta— y el siglo I d. C. —gracias a las ánforas y sigilatas
El Testaccio haliéutico de Gades
273
A
B
clásicas aparecidas en los niveles de abandono— (figura 27B); interpretando todo el
conjunto como relacionable con una factoría de salazones (Blanco, 1991, 78‑79), como
así ha pasado a la historiografía posterior (por ejemplo García Vargas, 1998, 159‑162).
Funcionalmente los datos proporcionados por el excavador, como por ejemplo el hallaz‑
go «en la parte central de la pileta de gran cantidad de restos conchíferos»; y en el nivel
que cubría al segundo pavimento de «restos de una especie de polvo rojizo de tintura
[en un nivel que correspondía a] […]la primera mitad del siglo I d. C.» (Blanco 1991, 79);
unidos a la morfología de la pileta que invalida su relación con una cetariae y a los res‑
tos de producción de plomo, interpretamos la zona como un área artesanal vinculada
con la producción de púrpura con claridad, de la cual podrían proceder los concheros
excavados en El Olivillo [Ficha 30]. En la reciente tesis doctoral sobre el urbanismo de
274
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 27.
Evidencias
arqueológicas
de la actual calle
Doctor Marañón
relacionables con el
Testaccio haliéutico:
A. Fosa romana
tardorrepublicana
y altoimperial de la
campaña de 1987
(Perdigones y Muñoz,
1990, 97, figura 3),
en la cual se aprecia
el buzamiento
de los estratos;
B. Estructuras
y escombrera
cerámica de la
campaña de 1989
(Blanco, 1991, figura 1)
Gades se decanta la autora por esta misma hipótesis (Lara, 2016, 467-466; Lara, 2019,
187-188); y quizás con otras actividades artesanales indeterminadas, entre ellas con la
producción metalúrgica, pues como indica el excavador localizó «escorias de plomo»
en el quinto nivel de la escombrera (Blanco, 1991, 80), de época republicana. El primer
detalle de interés para nuestra interpretación es que en época republicana esta zona ya
disponía de estructuras constructivas, por lo que el Testaccio no se prolongaba más ha‑
cia el este; y el segundo es que el límite oriental del mismo lo podemos hacer coincidir
con el perímetro de la fosa excavada, rellena de vertidos. También es importante desta‑
car que estos estratos presentaban una inclinación de norte a sur, y que la inclinación
de la «rampa de vertido» era de unos 30° aproximadamente (Blanco, 1991, 79). Lo cual
indica que los vertidos se realizaban desde el norte, encontrándose por tanto el exte‑
rior del vertedero en dicha dirección; aunque al describir la estratigrafía indica luego
que uno de los vertidos —el tercero— presenta una inclinación inversa, de sur a norte
(Blanco, 1991, 80). Los seis niveles que fueron identificados durante la excavación de la
escombrera, presentados en detalle (Blanco, 1991, 80‑81), permiten proponer una poten‑
cia total para la misma de unos 3,5 m, lo cual da una idea de su entidad y envergadura.
Todo ello nos permite realizar dos estimaciones para el Testaccio haliéutico. Una
propuesta mínima de superficie, considerando como límites el perímetro de la fosa de
la calle Gregorio Marañón de la campaña de 1989 al este (dejando fuera las piletas exca‑
vadas), y los hallazgos más septentrionales del Control Arqueológico y el límite del sur
definido por el Sondeo 6, como ilustramos en la figura 28. Un perímetro de forma apro‑
ximadamente circular, que definiría una superficie aproximada de algo menos de media
hectárea (4 415 m2), teniendo en cuenta una planta circular de unos 75 m de diámetro;
aunque en los trabajos preliminares calculamos unos 60 m de lado (Bernal et alii, 2019a),
la finalización con posterioridad del control arqueológico y el estudio integral de todas
las evidencias permite proponer que estas cifras son más precisas.
Por otro lado, y conscientes de que los montículos ilustrados en la cartografía del si‑
glo XVIII relativa a esta parte de la ciudad de Cádiz reflejan la antigua escombrera romana,
hemos procedido a la georreferenciación de un plano en el cual se ven estos montículos con
claridad, que es el ya citado de Ignacio Salas de 1738 (figura 29). En él resulta de gran inte‑
rés comprobar que, si se integran los tres montículos que se visualizan dentro de una mis‑
ma superficie, se obtiene un círculo de mayores dimensiones, con algo más de una hectárea
de superficie (unos 12 266 m2), teniendo en cuenta unos 125 m de diámetro: desde El Olivillo
al oeste hasta un poco antes de la calle Guatemala al este; y desde la parte más septentrio‑
nal del antiguo Hospital de Mora al sur hasta pasada la calle Doctor Marañón hacia el norte.
El Testaccio haliéutico de Gades
275
Figura 28.
Propuesta del
perímetro mínimo del
Testaccio haliéutico
según los hallazgos
arqueológicos
(círculo), con
indicación de
los tres límites
identificados a través
de las excavaciones
(A), del Control
Arqueológico (B), y
de la escombrera
aparecida en 1989 (C)
De manera que, tomando ambos valores, consideramos que en el estado actual de las
investigaciones la superficie del Testaccio haliéutico de Gades pudo haber tenido unas dimen‑
siones aproximadas entre media y una hectárea (superficie circular de entre 75 y 125 m de lado).
Respecto a la potencia que pudo haber alcanzado el vertedero romano de El Oli­
villo, también es posible aportar algunos parámetros. El primero es la potencia máxi‑
ma de la estratigrafía arqueológica excavada. En general, en la parte central del solar
de El Olivillo (Sondeo 2 al noreste y 5 al suroeste) se ha podido documentar aproxima‑
damente un metro de secuencia estratigráfica de época moderna, por lo que en esta
zona la potencia media conservada del mons artificial romano es de unos 5 m (4,8 de
secuencia romana en el Sondeo 2; 5,3 en el Sondeo 3; 3,2 en el Sondeo 5; 5,8 m en el
Sondeo 7), siendo la máxima conservada de casi 6 m en el Sondeo 7 (figura 30); en la
zona noreste de la parcela la secuencia está perdida por la fundición del siglo XIX en
adelante (Sondeo 1); y al suroeste también está muy alterada, presentando su parte su‑
perior mutilada (3,2 m, hasta la aparición de la 4019, cfr. figura 10), y habiendo conser‑
vado únicamente la secuencia republicana (de 3,4 m de potencia), pues la romana fue
276
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 29.
Propuesta del
perímetro según
los tres montículos
semi‑desmantelados
según la cartografía
del siglo XVIII, en
el plano de base
de 1738 ya citado,
de Ignacio Salas
Figura 30.
Detalle del perfil
noroccidental de
la ampliación norte
del Sondeo 7, con
los más de 6 m
de potencia de
secuencia romana
alterada en época moderno‑contemporánea. A estos seis metros de estratigrafía con‑
servada habría que sumarle, al menos, una altura mínima sobre la cota superficial del
entorno en el siglo XVIII de varios metros, que estimamos como poco de 3‑4 m, pues
de lo contrario los topógrafos e ingenieros militares no habrían nunca plasmado en
cartografía estos montículos.
El Testaccio haliéutico de Gades
277
A
Hay que tener presente, además, otros factores que permiten plantear como hi‑
pótesis que la altura del vertedero de El Olivillo fue seguramente mayor. El primero es
la degradación biológica, pues parte de los estratos, como veremos en detalle en el si‑
guiente apartado, eran restos de materia orgánica —ictiofaunas arqueológicas— las cua‑
les progresivamente, por deshidratación y otros factores van perdiendo volumen. Un
fenómeno bien conocido en vertederos de residuos sólidos urbanos contemporáneos,
en los cuales los procesos de lixiviación —generación de residuos líquidos por muchos
fenómenos, entre ellos la presión, la lluvia…— son continuos (Espinosa et alii, 2007). No
es fácil plantear una propuesta para El Olivillo, ya que en él alternaban los residuos or‑
gánicos y los inorgánicos, sin una ciclicidad aparente, aunque sí es evidente que ante
la ausencia de compactación en el vertedero romano, los vertidos originales debieron,
con el paso del tiempo, ir perdiendo volumen y, con ello, altura.
A la hora de proponer una altura mínima, hemos intentado atender a otros in‑
dicadores, como por ejemplo los derivados de la génesis dunar por medios naturales
en nuestra zona geográfica. Estudios recientes basados en una dilatada experiencia de
estudios de campo en los sistemas dunares de la región del estrecho de Gibraltar, alta‑
mente antropizados, permiten aún detectar dunas que oscilan entre los 10 m de altura
en Chipiona/Rota a los 35 m en Valdevaqueros —Tarifa—, una de las mayores de toda
la Península Ibérica, con tasas de migración en torno a 17,5 m/año y una acreción anual
estimada en 140 m3/m (Gracia et alii, 2019, 667‑670). En la zona costera de Erytheia te‑
nemos plena constancia de la existencia de sistemas dunares, actualmente degradados
y prácticamente desparecidos (Capítulo 3). El paralelo nos sirve para entender que acu‑
mulaciones de arena de altura muy notable (entre 10 y 35 m), pueden generarse en la re‑
gión únicamente atendiendo a condicionantes bióticos.
278
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
B
Figura 31.
Vistas aéreas
generales del
monte Testaccio de
Roma (A. Aronson,
1979, n. 291;
B. 1990; cortesía de
Renato Sebastiani,
Segretariato
Regionale del
Ministero dei Beni e
Attività Culturali e del
Turismo del Lazio)
Otro elemento a tener presente es el cálculo volumétrico atendiendo a la pen‑
diente o ángulo de reposo del sedimento, sabiendo que nos encontramos ante materia‑
les arenosos‑arcillosos poco consolidados (cfr. Capítulo 3 y ficha 4). Teniendo en cuenta
una pendiente máxima de en torno al 30 % y el necesario equilibrio del material que lo
conforma, es posible proponer para los dos casos (superficies de 75 o 125 m de diáme‑
tro) una altura máxima respectiva de 22,5 y 37,5 m, siguiendo los parámetros habituales
utilizados para el cálculo del talud natural o ángulo de rozamiento de los sistemas du‑
nares (Botz et alii, 2003; Glover, 1998)5.
Por último, y a efectos volumétricos resta comparar el vertedero gaditano con el
famoso Testaccio de Roma, el gran archivo fiscal de Occidente conformado por ánforas
olearias del Guadalquivir en su mayoría, situado en el Aventino (figura 31). De morfo‑
logía polilobulada, resultado de las diversas plataformas o descargas que lo generaron
entre el siglo I y el III d. C., presenta unas dimensiones aproximadas de unos 22 000 m2
de superficie, con unos ejes mayores de 250 por 180 m, y casi 50 m de altura sobre el ni‑
vel del mar (Blázquez, Remesal y Rodríguez Almeida, 1994, 12), que se reducen a 36 si te‑
nemos en cuenta el suelo que actualmente pisamos (Ramieri, 2007, 384). Si tenemos en
cuenta la superficie del Testaccio haliéutico de Cádiz (entre 4 415 y 12 265 m2, según am‑
bas estimaciones) y la comparamos con la del monte de Roma, el vertedero urbano ga‑
ditano constituiría, aproximadamente, entre el 20 % y el 55,75 %; proporcionalidad que
trasladada a alturas nos daría unas cifras entre 10 y 27,88 m de altura (figura 32).
Evidentemente, todos estos parámetros son teóricos y estimativos, sobre todo si
tenemos en cuenta la antropización del vertedero —como por ejemplo ilustra la cons‑
trucción de muros de abancalamiento [Ficha 20], sobre lo cual volveremos a conti‑
nuación—; pero al menos dan una idea de la factibilidad de la altura propuesta, que
estimamos pudo haber llegado a unos 25 o 30 m.
Antes de finalizar, conviene indicar que la superficie excavada en El Olivillo as‑
ciende a 360 m3 circa. Ello permite indicar que lo que se ha excavado constituye úni‑
camente entre el 2,4 y el 0,3 % aproximado de la superficie total del Testaccio haliéutico
(para 10 y 30 m respectivamente). A pesar de ello, el impacto del vertedero en el pai‑
saje cultural marítimo de la ciudad de Gades tuvo que ser impresionante, siendo posi‑
blemente el hito más elevado de toda la orla litoral de la Isla Menor (figura 33). De ahí
que adicionalmente debió haber jugado un papel no previsto en la navegación, junto al
5. Agradecemos las fructíferas conversaciones al respecto mantenidas con Javier Gracia y Andrés Agudo, de la
Universidad de Cádiz, a efectos de clarificar estos aspectos.
El Testaccio haliéutico de Gades
279
A
B
famoso faro, cuya exponencial altura —si nos guiamos por los 13 pisos escalonados que
figuran en el dibujo a carboncillo de la cisterna del antiguo Teatro Andalucía, junto a la
Torre Tavira (Bernal, 2009)— debía coexistir con la imponencia de esta gran montaña
a la entrada del Puerto Exterior de la ciudad.
280
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 32.
Comparativa
volumétrica entre
el Testaccio de
Roma (imagen de
fondo) y entre las
dos propuestas
métricas del
Testaccio haliéutico
de Gades (rojo),
tanto en sección (A)
como en planta (B).
Ilustraciones de base
según Blázquez y
Remesal, 1999, 13; y
Blázquez, Remesal y
Rodríguez, 1994, 23
Figura 33.
Recreación desde
el sur del canal
Bahía‑Caleta y del
extremo septentrional
de la Isla Menor,
con la localización
del testaccio.
(Elaboración de
A. Álvarez Marsal,
con la asesoría de
D. Bernal Casasola)
De su conformación: secuencia, tipología de vertidos y topografía
A continuación, y siguiendo la presentación deductiva de los hallazgos, vamos a sin‑
tetizar la estratigrafía documentada y la problemática de los vertidos. Para facilitar la
comprensión y por cuestiones de espacio, hemos decidido presentar los niveles docu‑
mentados en El Olivillo agrupados funcionalmente, habiendo podido determinar cin‑
co tipologías, que a continuación detallamos, remitiendo a la figura 34 y a la Memoria
de la Actividad (Vargas y Bernal, 2017) para la consulta de los detalles a título particu‑
lar sobre la atribución de los diversos estratos documentados.
Los mas abundantes y significativos son los dos primeros: vertidos de ánforas
de garum locales/regionales y de ictiofaunas arqueológicas, que son los que han dado
nombre al Testaccio haliéutico, ya que conforman el 85 % del total de restos recuperados.
Vertidos anfóricos: el componente mayoritario
Los estratos con ánforas desechadas constituyen los más abundantes en El Olivillo, ha‑
biendo caracterizado la totalidad de la secuencia. En aquellos casos en los cuales el
El Testaccio haliéutico de Gades
281
Atribución funcional de los vertidos
Anfóricos
Ictiofauna
Haliéuticos
UU.EE.
Julio-Claudia (III A)
Tardorrepublicana (III B)
2009, 2012, 2014,
2019, 2020, 2021,
3009, 3010, 3014,
3016, 3019, 5015,
5017, 6003, 6005,
7000_B, 7001,
7002, 7030, 7026,
8004, 8005, 8006,
8008, 8009, 9001
3020, 3021, 3022,
3029, 4021, 4023,
4024, 4025, 4026,
4027, 4028, 4029,
4030, 5019, 5020, 5021,
5022, 5023, 6004,
7004, 7005, 7006,
7007, 7008, 7009, 7010,
7011, 7013, 7014, 7015,
7017, 7018, 7019, 7024
3016, 3019, 7002
—
Ictiofauna termoalterada 3019, 7003, 2021
7005, 7025, 7029
Concheros
3026
3028, 9002
Vertidos mixtos de demoliciones edilicias
2015, 2017, 2018,
3015, 3017_A, 3027,
7000_A, 9000
3023, 7016, 7028
Vertidos selectivos (común)
2008, 2010, 2011,
2016, 3008
Funerarios
3020
índice de representación de las ánforas es casi equivalente (e incluso menor) a los res‑
tos de cerámicas comunes, pero su abundancia es manifiesta (UU.EE. 3010, 3014, 3021,
3022, 7020), han sido también incluidos en esta categoría. Esta situación, extensible a
la ictiofauna, provoca que algunos estratos estén presentes en varias casillas funciona‑
les (figura 34), como ilustra la U.E. 3019 (anfórico, ictiofauna, ictiofauna termoalterada);
se han diferenciado entre los paquetes sedimentarios con muy poco material anfórico
(menos de una veintena de individuos), no incluidos en esta categoría al no conside‑
rarlos niveles de relleno propiamente dichos (Sondeo 4 y parte baja de la secuencia del
Sondeo 7, UU.EE. 7020‑7023).
La situación más frecuente es que las ánforas aparecieran partidas, aunque en
fragmentos de notables dimensiones y con las fracturas irregulares, lo cual indica que
habían sido fracturadas poco antes de su descarte en el vertedero, posiblemente con
golpes de martillo, tal y como se ha planteado para el caso del monte Testaccio en Roma
(Carreras, 2011, 23). Así se advierte, por ejemplo, en la U.E. 7000B y en otros estratos del
mismo corte, que ofrecieron un conjunto de varios centenares de individuos, con bocas,
cuellos, panzas o pivotes semi‑completos (figura 35A); o en buena parte de estratos ex‑
cavados del Sondeo 3 (figura 35B). En otras ocasiones, claramente minoritarias, se de­
secharon las ánforas completas o prácticamente enteras, como se documenta en el perfil
282
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 34.
Tabla con la
atribución funcional
de los diversos
vertidos de El Olivillo
Figura 35.
Vertidos anfóricos
fragmentados en
el perfil este del
Sondeo 7 (A) y en
el perfil sur de la
ampliación oriental
del Sondeo 3 (B)
A
B
este del Sondeo 8 (figura 36) algunas de las
cuales conservaban restos de paleoconte‑
nido en su interior. A veces en estos verti‑
dos aparecen de manera muy minoritaria
otros elementos de cultura material (cerá‑
mica común a torno, terra sigilata itálica o
gálica o cerámica de barniz negro en los ni‑
veles inferiores, ungüentarios y lucernas…),
que no superan el 5 % del total. Destacan
sobremanera las ánforas locales/regiona‑
les de la familia de las Dr. 7‑11, que son sin
lugar a dudas las más abundantes de to‑
do el vertedero, especialmente en sus va‑
riantes Dr. 7 y Dr. 9 o 10 de cuellos cortos;
a las cuales le hemos dedicado un aparta‑
do concreto en la monografía, al cual remi‑
timos para las consultas a título particular
[Ficha 21]. Algunas de estas ánforas béticas
El Testaccio haliéutico de Gades
283
Figura 36.
Vertido de ánforas
completas de la
familia de las Dr. 7‑11
en el Sondeo 8
Figura 37.
Selección de seis
fragmentos de
ánforas Dr. 7‑11 con
adherencias de
garum (U.E. 3019)
284
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
presentaban restos aún del paleocontenido original de garum en su interior, como en un
ejemplar completo del Sondeo 8. Es muy frecuente la asociación de fragmentos de án‑
foras béticas con restos de peces adheridos —en fase de elaboración de salsas o de pro‑
ductos ya terminados— (figura 37), habiendo interpretado que estos alimentos debieron
haberse corrompido, ensuciado al partirse las piezas o alterado de alguna manera, pues
de lo contrario resulta difícil entender que los mismos fuesen desechados en El Olivillo,
al tratarse de productos caros y muy preciados. En la ficha 22 presentamos una selec‑
ción de algunos de estos conjuntos de paleocontenidos anfóricos, en parte asociados a
los fragmentos, en parte descartados directamente sin contenedor.
También conviene destacar la abundancia de tapones anfóricos en este depósito,
en ocasiones recortados sobre fragmentos de las propias ánforas béticas reutilizadas, y
en otras realizados monográficamente en cerámica común de pasta blanquecina/ama‑
rillenta de producción local/regional, como la selección que ilustramos (figura 38), al‑
gunos de ellos aún con restos de la argamasa y otras adherencias relacionables con el
proceso de hermetización del envase. Su presencia verifica que la última fase de la ca‑
dena operativa en la cual las ánforas eran rellenadas en las cetariae cercanas, taponán‑
dolas y sellándolas para su pronta expedición. Algunas de las cuales debieron partirse
o descartarse con motivos diversos (contaminación…), yendo a parar a los descartes
de la gran escombrera gaditana. Conviene destacar que en la práctica totalidad de los
casos son de producción gaditana, debiendo ser interpretadas como asociadas a estos
procesos de envasado in loco.
Respecto a la cantidad de ánforas aparecidas, es difícil proceder a realizar una
estimación fiable, pues aún nos encontramos en fase de estudio de la totalidad de las
evidencias recuperadas. El único sondeo que ha sido estudiado hasta la fecha con ex‑
haustividad es el 2, que nos puede servir como modelo (Bernal et alii, 2019a, figura 4). En
él se han recuperado un total de 189 ánforas (NMI), de un total de 758 fragmentos de en‑
vases de transporte en 92,8 m3. Teniendo en cuenta el volumen de sedimento excavado
(cfr. figura 9, algo más de 870 m3), la cuantificación serían, aproximadamente 1 740 in‑
dividuos y 7 134 fragmentos. Como hemos indicado, la superficie excavada es de entre
el 0,3 y el 2,4 % del total de la del Testaccio de Roma en función de las dos propuestas de
volumetría; por lo que habiéndose propuesto en el caso romano que la totalidad de án‑
foras que pudo haber contenido es de algo más de 53 millones de envases (53 359 800 en
concreto; Blázquez, Remesal y Rodríguez, 1994, 13), deberían haberse recuperado entre
160 079 y 1 280 635 ánforas si las proporciones fuesen similares; por lo que el porcentaje de
frecuencia de ánforas en El Olivillo es de entre el 1 y el 0,1 % en relación a la densidad del
El Testaccio haliéutico de Gades
285
Figura 38.
Selección de
seis opercula del
Sondeo 3 (1. 3008,23;
2‑3. 3014, 15, 16;
4‑6. 3019, 10, 11, 14).
286
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Testaccio. Cifras que se incrementan al doble si tenemos en cuenta las propuestas más
recientes que consideran que en el Mons de Roma quedan unos 25 millones de ánforas
(Remesal, 2018, 81), pero que en cualquier caso ilustran el porcentaje mucho menor de
ánforas en El Olivillo, a pesar de su elevada representatividad, ya que en el depósito ga‑
ditano las mismas alternan con otro tipo de evidencias, sobre todo arqueo‑ictiológicas.
En lo que respecta a la representatividad porcentual de las diversas familias an‑
fóricas, y siempre a tenor exclusivamente de los datos cuantificados del Sondeo 26, po‑
demos indicar que el 93,1 % está constituido por ánforas béticas; de ellas el 69,8 % lo
representan las salsarias béticas (prácticamente todas de la familia Dr. 7‑11 a excepción
de algunas de sus antecesoras ovoides gaditanas en los niveles republicanos y puntuales
Beltrán IIA y B aquí referidas); y el otro 23,3 % aparece ilustrado por los envases del valle
del Guadalquivir (sobre todo Haltern 70 y Dr. 20 arcaicas como ya hemos indicado). El
restante 6,8 % se lo reparten sobre todo ánforas itálicas (Dr. 1 y Dr. 2‑4), además de algu‑
nas orientales (Dr. 2‑4 casi con exclusividad) y tarraconenses (Dr. 2‑4 y Pascual 1; Berni
et alii, 2018) y otras formas minoritarias. Estos datos han de ser, como decimos, tomados
con cautela, y serán completados en el futuro cuando se ultime el estudio de materiales
en curso de desarrollo en la actualidad. Como también convendrá realizar estimaciones
sobre el peso de las ánforas por metro cúbico, para contrastar si las estimaciones de en‑
tre 600 a 1000 kg/m3 del Testaccio (Remesal, 2018, 81) son similares a las de El Olivillo.
Por último, resaltamos el singular hallazgo de una lucerna de disco en los niveles
superiores, que ilustra un esclavo destapando un ánfora [Ficha 39]; quizás este tipo de
piezas fuesen habituales en la zona portuaria y comercial de Gades, pues su ornamen‑
tación recuerda fielmente el tipo de actividades desarrolladas en el entorno.
Vertidos haliéuticos
El segundo tipo de depósitos sedimentarios más frecuentes en El Olivillo es lo que he‑
mos considerado descartes de la explotación de recursos marinos. En la categoría de
ictiofauna se han incluido también aquellos vertidos anfóricos donde su presencia es es‑
pecialmente significativa (UU.EE. 3016, 3019 y 7002), los cuales figuran en ambos grupos.
En el apartado de ictiofauna termoalterada se han integrado tanto aquellos paquetes
6. 635 (NF)/132 (NMI) de ánforas salsarias béticas, 91/44 de envases del Guadalquivir y 32/13 de ánforas de otras
procedencias.
El Testaccio haliéutico de Gades
287
Figura 39.
Huesos de peces
y ánforas en el
perfil norte de
la ampliación
del Sondeo 3
con sedimento negruzco resultado de actividades de quema (cremación de los restos in
situ, presencia de carbones, cenizas y piñones) como otros contextos donde la presen‑
cia de restos óseos de peces termo‑alterados es especialmente significativa (UU.EE. 3019
y 2021). También figura en algún caso un nivel sedimentario con huesos ícticos con sig‑
nos de haber sido expuestos a actividades con fuego (U.E. 2021).
Son depósitos muy frecuentes, pues su presencia es prácticamente consustan‑
cial al 90 % de los estratos excavados, pues como hemos indicado en el caso anterior,
casi todos los vertidos anfóricos aparecieron asociados a restos de pescado (figura 39).
Hemos dedicado un apartado importante en las fichas de la exposición a presentar de‑
talladamente la problemática de los recursos marinos, a las cuales vamos a remitir a
continuación para evitar innecesarias repeticiones. Comenzando por los peces, destaca
sobremanera la abundancia de restos de atunes, de los cuales han aparecido centenares
de partes de raquis más o menos conexionados, siendo miles las vértebras recuperadas.
En la ficha 23 incluimos una selección de casi cincuenta agrupaciones óseas de atunes
de los niveles tardorrepublicanos y julio‑claudios de la secuencia, que ilustran con clari‑
dad la importancia de los hallazgos (figura 40). A tenor de los registros arqueo‑ictiológi‑
cos conocidos en todo el Mediterráneo occidental, recientemente sintetizados (García
Vargas et alii, 2019), podemos concluir que los hallazgos de El Olivillo constituyen uno
288
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 40.
Vértebras de atunes
de la U.E. 3019
(nº 5789‑5844 de
la Base de Datos;
foto R. Marlasca)
de los conjuntos más significativos de toda Hispania, por el momento sin parangón co‑
nocido (Bernal et alii, 2019b). El estudio tafonómico de los cortes en las vértebras de los
túnidos ha permitido reproducir con claridad y precisión las fases del proceso de «ron‑
queo» o corte selectivo, sobre todo en época altoimperial [Ficha 24]. De especial interés
para la reconstrucción de los procesos acontecidos en El Olivillo ha sido la constatación
de que la mayor parte de los restos osteológicos de atunes estaban termo‑alterados, pro‑
cedentes de estratos cenicientos o negros, presentes a lo largo de toda la estratigrafía,
de reducida potencia (figura 41). El atento estudio de todos ellos ha permitido verificar
que se corresponden con niveles de quema in situ de despojos de atunes, una costum‑
bre atestiguada por la etnografía —como sucede por ejemplo en la conocida estampa
de Hoefnagel en el siglo XVI de las almadrabas de Hércules en Cádiz— y por otros yaci‑
mientos arqueológicos como el caso de las llamadas fosas profilácticas tardopúnicas
El Testaccio haliéutico de Gades
289
Figura 41.
Nivel con restos
óseos quemados
(perfil sur del
Sondeo 3), según
Bernal et alii
(2019b, figura 7)
del antiguo Teatro Andalucía de Cádiz, que es otro paralelo conocido en la bahía gadi‑
tana; para evitar problemas higiénico‑sanitarios se quemaron in situ los despojos pis‑
cícolas, utilizando como combustible piñas y ramas de pino [Ficha 25]. Unas prácticas
con similar finalidad se han constatado en el Testaccio de Roma, donde se han hallado
en las excavaciones arqueológicas capas de cal sobre los vertidos anfóricos para evitar
el mal olor generado por la putrefacción del aceite (Carreras, 2011, 23).
Son bastante frecuentes los niveles de cenizas en otros contextos del entorno
geográfico más inmediato al Olivillo, como se verificó en las excavaciones del Club
Náutico La Caleta (Expósito, 2007, 130), en la calle Chile, 2 y 4 (Pajuelo, 2000), en la ca‑
lle Benito Pérez Galdós esquina con la calle Chile o en la calle Sagasta nº 28 (Blanco y
Alarcón, 1996), entre otros solares, lo cual denota que el hecho de quemar los restos de
pescado generados en las factorías de salazones tuvo que ser una práctica habitual y
regulada en este tipo de vertederos romanos, tratándose estos de los primeros datos al
respecto, junto a los ya publicados de la calle Sagasta (Bernal et alii, 2014).
Además de los atunes, el estudio arqueozoológico de los restos ha permitido do‑
cumentar el aprovechamiento de otro tipo de recursos ícticos (figura 42): caballas y
jureles, habiéndose detectado un singular patrón de corte en bisel del cráneo de los pri‑
meros escómbridos, destinado a la extracción de sangre por presión, posiblemente para
la confección del famoso garum haimation tan apreciado en la Antigüedad, siendo esta
290
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 42.
Selección de
ictiofauna de la
U.E. 3019 (Muestra 8).
Residuo antes
del triado (A);
vértebras (B) y
otros restos de
carángidos (C); y
detalle de los restos
de sardina (D),
según Bernal et alii
(2019 b, figura 7).
Fotos R. Marlasca
la primera atestación hispanorromana conocida de dicha práctica [Ficha 26]. Junto a
una abundantísima cantidad de clupeidos y en menor medida de engráulidos, que han
sido identificados en dos tipos de depósitos: interior de ánforas y muestras de sedimen‑
to [Ficha 27]. Esta generalizada presencia de sardinas y de boquerones en los prepara‑
dos piscícolas gaditanos es una novedad para los estudios sobre las pesquerías de época
tardorrepublicana y altoimperial del Círculo del Estrecho, ya que no estaba constatada
dicha presencia en la zona.
El Testaccio haliéutico de Gades
291
Además de ello es de gran importancia la constatación en Gades del aprovecha‑
miento de cetáceos en época julio‑claudia, ya que han podido ser recuperados restos de
una veintena de restos óseos de una ballena en la U.E. 7000A, cuya presencia en El Olivillo
deriva del aprovechamiento cárnico y posiblemente de sus subproductos [Ficha 28]; el
estudio biomolecular realizado ha permitido determinar que el ejemplar se correspon‑
de con una ballena franca (Eubalaena glacialis), la cual constituye un taxón actualmen‑
te extinto en el Mediterráneo, si bien se ha demostrado recientemente que el mismo sí
transitaba estas aguas en época romana, gracias a evidencias arqueo‑zoológicas de Baelo
Claudia, Septem y Tamuda (Rodrigues et alii, 2018). El hallazgo de restos de una ballena
en El Olivillo es de gran interés por varios motivos: verifica el procesado de estos gran‑
des mamíferos marinos en Gades, ya que los restos han aparecido en un depósito con‑
formado mayoritariamente por descartes de la industria pesquero‑conservera; es uno
de los primeros hallazgos de cetáceos en estratos de época julio‑claudia, pues los publi‑
cados con antelación son normalmente o anteriores o de época tardorromana (Bernal
et alii, 2016); y por último, constituye el primer hallazgo en la bahía de Cádiz de restos
de ballena en un yacimiento arqueológico, augurando interesantes líneas de investiga‑
ción sobre la pesca —quizás activa como ha sido propuesto en los últimos años— y el
procesado en las cetariae gaditanas, una novedosa línea de investigación.
Aparte de lo comentado, se han documentado restos de malacofauna, concreta‑
mente diez especies de bivalvos y catorce de gasterópodos marinos, que a pesar de su
diversidad son muy poco representativos estadísticamente, a excepción de los muríci‑
dos, las ostras y un tipo de almeja [Ficha 29]. Es decir, que su presencia en el vertedero
de El Olivillo deriva de aspectos accidentales en los demás casos, resultado del empleo
de redes donde quedarían incidentalmente atrapados estos restos marinos; como tam‑
bién los cefalópodos y algunas púas de erizo que han sido documentadas cribando con
mallas muy finas, además de algunos restos de ramas de coral no trabajadas y de una
esponja [Ficha 31]; todos ellos presentes en el gran vertedero por los mismos motivos
accidentales, posiblemente la pesca con redes de arrastre y otros aparejos de fondo,
técnicas perceptibles gracias al escaso instrumental pesquero recuperado [Ficha 32]
en combinación con la fauna marina.
De gran interés ha sido el hallazgo de dos grandes concheros compuestos por de‑
cenas de miles de murícidos machacados, que han sido interpretados como residuos de
talleres de producción de púrpura (figura 43). Se cumplen en El Olivillo todos los indica‑
dores arqueológicos y arqueozoológicos de la cadena operativa para demostrar que nos
encontramos ante artesanías de los muryleguli encaminadas a la obtención del preciado
292
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 43.
Detalle del proceso
de excavación
de uno de los
concheros, de época
tardorrepublicana
tinte violáceo: una presencia mayoritaria de especies de malacofauna productoras de
púrpura, que en El Olivillo se concentran en el Hexaplex trunculus o cañaílla basta, y
que alcanza un porcentaje superior al 95 % [Ficha 30]; un patrón de fracturación sis‑
temático, que en nuestro caso se concreta en la completa rotura de la concha del gas‑
terópodo marino por machacado; y los restantes elementos propios de estos talleres
como restos de termo‑alteración (escasas conchas quemadas y algunos fragmentos de
carbones), como sucede en la vecina Carteia (Bernal et alii, 2008) o en la propia Gades
(Bernal et alii, 2014); y además hemos evidenciado restos de virutas de plomo entre las
conchas, procedentes de los calderos fabricados con este metal usados para la precipi‑
tación de las glándulas cnidamentarias para su conversión en colorante. Y, por último,
restos físicos de pigmentos rojos y colorantes, algunos tintando las propias cañaíllas,
que completan la cadena operativa de estos talleres artesanales [Ficha 44]. Este hallaz‑
go es asimismo de gran interés a escala regional, pues completa nuestro conocimiento
de los talleres del púrpura conocidos en la bahía gaditana, que únicamente son dos y
además de cronologías tanto anteriores, como sucede con el de la calle Luis Milena en
San Fernando, de época tardopúnica; y el reiteradamente citado de la calle Sagasta de
la segunda mitad del siglo I d. C.
El Testaccio haliéutico de Gades
293
Todo lo indicado confirma que la razón de ser prioritaria del vertedero de El Olivillo
fuese la concentración y abandono de residuos de la pesca y de la industria conservera,
muy activa en Gades en estas fechas (Expósito, 2007). La cantidad y diversidad de los res‑
tos aparecidos convierten a este yacimiento en clave para el estudio de la explotación de
los recursos marinos en la bahía de Cádiz entre época de César y mediados del siglo I d. C.
Vertidos mixtos, procedentes de demoliciones edilicias
Se han documentado algunos niveles de escombrera generados por desechos de materia‑
les de construcción, procedentes de destrucciones y/o reparaciones de edificios cercanos.
Son poco abundantes en El Olivillo, y aparecen puntualmente de manera monográfica,
con placas de opus signinum, sillarejos y ladrillos exclusivamente, como la U.E. 2017 de
época julio‑claudia (figura 44). Son mucho más abundantes los vertidos mixtos, en los
cuales alternan los objetos utilitarios, normalmente cerámicos y principalmente anfóri‑
cos, con materiales constructivos de diversa naturaleza. En algunos casos su contenido
corresponde en un 90 % a fragmentos de ánforas salsarias en su mayor parte, si bien tam‑
bién han aparecido numerosos fragmentos de opus signinum así como de roca ostione‑
ra, a lo que tenemos que sumar algunos trozos de enlucidos con pintura mural y restos
de tabiques demolidos (UU.EE. 2019, 3017A y 7000A). En otros casos sucede lo contrario,
constituyendo niveles de vertido donde aparecen mayoritariamente nódulos de argama‑
sa, placas de opus signinum, fragmentos de pintura mural y ripios de roca ostionera, todo
ello asociado a escasos restos cerámicos, minoritarios (U.E. 3015). Esta última dinámica
es la tónica habitual de los niveles más antiguos, especialmente documentados en la se‑
cuencia tardorrepublicana del Sondeo 7, donde los estratos basales se caracterizan por
la abundancia de material edilicio desechado (figura 45). Cabe destacar en este sentido,
los numerosos fragmentos de pintura mural recuperados (figura 46), especialmente en
la U.E. 7016/3023, donde se han recuperado las primeras evidencias de pintura del I Estilo
Pompeyano en Baetica (Fernández et alii, 2019; ficha 43). La pintura también alterna con
restos pavimentales, destacando las placas de opus signinum, algunas de ellas con moti‑
vos florales teselados (en blanco y negro), y manufacturadas integrando conchas macha‑
cadas en el mortero, un síntoma de arcaísmo en nuestra región [Ficha 42].
Este tipo de restos edilicios desechados se han documentado asimismo en otras ex‑
cavaciones del entorno, como por ejemplo en el nivel 5 de la escombrera de la cercana ca‑
lle Gregorio Marañón, en el cual las ánforas tardopúnicas alternaban con tégulas y ladrillos
294
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 44.
Relleno de fosa con
material constructivo
(U.E. 2017)
(Blanco, 1991). Restos de pintura parietal también se han recuperado en los denominados ni‑
veles 2 y 4 de la escombrera citada anteriormente, así como en prácticamente todos los sola‑
res de las inmediaciones ya citados en este trabajo en los cuales han aparecido fosas rellenas
de residuos y/o vertederos, como es el caso del Club Náutico La Caleta (Expósito, 2007, 131), la
calle Chile, 2 y 4 y este mismo solar esquina a calle San Rafael, 5 (Pajuelo, 2000, 2001), así co‑
mo en el aparcamiento subterráneo de Santa Bárbara (Pineda, 2012); o, al otro lado del canal,
en la calle Pericón de Cádiz, 10 (Blanes, 1997) o en el nº 3 de la calle Venezuela (Blanco, 1996).
Resulta muy difícil determinar en El Olivillo la funcionalidad de las estructu‑
ras de las cuales proceden estos restos edilicios, especialmente los de la secuencia
basal del Sondeo 7, en el cual alternan restos pictóricos con paramentos estucados.
Apriorísticamente se podría pensar que estas estructuras no deberían corresponder a
instalaciones fabriles debido a su refinamiento, por lo que quizás procedan de casas y
otros edificios ciudadanos en los cuales piezas delicadas como el brasero de tradición
helenística con decoración de Apolo (Bernal y Vargas, 2017; ficha 36) encontrarían mu‑
cho mejor acomodo que en cetariae o en talleres artesanales.
El Testaccio haliéutico de Gades
295
Figura 45.
Perfil oeste del
Sondeo 7, con
los estratos con
restos edilicios en
la parte baja de la
secuencia (U.E. 7016)
Figura 46.
Fragmento de pintura
mural de los niveles
tardorrepublicanos
de El Olivillo
(U.E. 7016), con la
representación de un
pájaro sobre fuente
296
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Descargas selectivas: cerámicas comunes de artesanías indeterminadas
En la parte superior de la secuencia de los Sondeos 2 y 3 se han documentado algunos
niveles arqueológicos monopolizados por la elevadísima frecuencia de cerámica común
romana, especialmente jarras (UU.EE. 2008, 2010, 2011 y 3008). Estos recipientes para
verter líquido se caracterizan por la presencia de filtros en el cuello en su mayor par‑
te, y son bien conocidos en el entorno (Bernal, Díaz y Lavado, 2008, 321, figura 4). Los
análisis de residuos orgánicos realizados en algunos ejemplares de época julio‑claudia
avanzada han verificado que no se relacionan con la industria pesquero‑conservera, co‑
mo inicialmente pensábamos, sino con el procesado de aceites vegetales o productos
cárnicos [Ficha 6]. El interés de estos vertidos en este apartado es que verifican el des‑
carte en El Olivillo de mobiliario relacionado con actividades artesanales diversas di‑
fíciles de rastrear, tratándose de vertidos selectivos que también fueron integrados en
esta escombrera urbana. Posiblemente a esta categoría pertenecerían otros vertidos de
carácter selectivo, procedentes de actividades concretas, cuya visibilidad en el registro
arqueológico es muy baja o inexistente.
Actividad funeraria puntual
Por último, ha sido documentado en El Olivillo un enterramiento, localizado en la par‑
te baja de la secuencia del Sondeo 3 (U.E. 3020), fechado en época tardorrepublicana.
Se trata de una niña de unos 4 o 5 meses de edad, como ha verificado el estudio antro‑
pológico [Ficha 34], la cual fue introducida en una sítula crateriforme de cerámica (fi‑
gura 47), procediendo al enterramiento de la misma, sin ninguna estructura particular
ni cuidados especiales, no habiéndose documentado tampoco restos de ajuar que pu‑
dieran asociarse a dicha sepultura [Ficha 33]. Esta constatación permite interpretar es‑
te enterramiento como un hecho totalmente casual y puntual, posiblemente por parte
de un marinero, pescador u operario sin recursos, quien habría recuperado una pieza
de notable calidad y la habría reutilizado como urna funeraria. No se trata esta de la
única tumba localizada en esta zona de Erytheia, ya que tenemos datos que verifican
un uso funerario episódico en la zona, como atestigua el posible columbario del Campo
de las Balas (Ramírez, 1982, 102‑103); la tumba del solar del Tenis o los ejemplos aislados
del Baluarte de Santa Bárbara (Pineda, 2012), entre otros. Este tipo de constataciones
no son infrecuentes en época romana (Arce, 2016), y la asociación que hacemos de este
El Testaccio haliéutico de Gades
297
Figura 47.
Vista general de la
sítula crateriforme
reutilizada como
contenedor funerario
en El Olivillo
(U.E. 3020)
enterramiento con un individuo de baja extracción social y recursos deriva de la com‑
plejidad para un personaje con estas características de pagar el ritual y los derechos de
enterramiento en la necrópolis de Gades, situada como sabemos en la zona central de
Cotinusa (Niveau y Gómez, 2010, eds.; Arévalo, 2016, ed.).
Este enterramiento casual permite dos observaciones de interés. La primera, que
el control sobre el vertedero no era férreo —o al menos que era posible realizar excepcio‑
nes al uso habitual del sector—, ya que fue posible proceder a la inhumación y al ente‑
rramiento de la crátera, la cual quedó rápidamente cubierta por vertidos. La pobre niña
298
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 48.
Modelos broncíneos
en los cuales
se inspiraron
los alfareros
gaditanos para la
elaboración de las
sítulas dionisíacas,
procedentes
de Mehrum
(A. Menzel, 1986,
193‑194 Taf. 164,
nº 533) y de
Pompeya
(B. Tassinari, 1993,
nº 1115)
enterrada en El Olivillo de manera cuida‑
da debió haberlo sido por algún familiar
bondadoso que a escondidas procedió al
enterramiento en una zona no reglada, no
habilitada para ello. La enterró en una pie‑
za singular, decorada con máscaras dio‑
nisíacas, posiblemente con el objetivo de
utilizar tanto un receptáculo funerario no‑
ble, ricamente ornamentado, como con‑
siderar que Baco y todas las divinidades
vinculadas al mundo del vino pudieran
protegerla en la vida de ultratumba. El vaso
fue posiblemente reutilizado, ya que con‑
servaba únicamente uno de los apliques
decorados y el fondo estaba partido; lo que
justifica que se haya conservado asimismo
otro ejemplar muy similar, seccionado por
su mitad superior [Ficha 35], habiendo si‑
do ambos desechados en El Olivillo por su
de‑funcionalización.
La segunda cuestión de interés, de‑
rivada de la anterior, es haber permitido
descubrir un tipo de recipiente cerámico
totalmente desconocido en Gades hasta la
fecha, sumamente singular: una pieza con
forma de crátera, pero cuya asa superior
obliga a considerarlas bien calderos —op‑
ción que excluimos al no estar destinados
a su uso en el fuego en nuestro caso— o
bien sítulas (cubos), denominación defini‑
tiva por la cual hemos optado: sítulas cra‑
teriformes. Remitimos al estudio realizado
para los detalles formales y compositivos
[Ficha 33], así como para verificar su pro‑
cedencia del taller alfarero del Cerro de los
A
B
El Testaccio haliéutico de Gades
299
Mártires, en la isla de San Fernando [Ficha 9]. Interesa recordar aquí que estas sítulas cra‑
teriformes constituyen una copia milimétrica en cerámica de vasos de bronce. Los mo‑
delos son piezas metálicas conocidas sobre todo en Centroeuropa, como por ejemplo
en la excepcional colección de Mehrum (por ejemplo Menzel, 1986, 19, nº 531‑533), a una
de cuyas piezas de mediados del siglo I d. C. copia perfectamente (figura 48A); o las de
Pompeya (Tassinari, 1993, nº 1115), que además de los citados en la ficha 33, constituyen
los mejores paralelos (figura 48B). Se trata de piezas pompeyanas consideradas en el gru‑
po de los «secchie e vasi globulari e ovoidali», de las cuales se conocen dos ejemplares en
muy buen estado de conservación, dentro del grupo de las piezas de grandes dimensio‑
nes (Tassinari, 1993, 108‑109, Grupo X1100, nº 1115 y 18677). A excepción de la decoración
de los apliques de las asas son idénticas a las de El Olivillo: asa de cordón circular rema‑
tada en extremos apuntados simulando la cabeza de anátidas —cisnes posiblemente—,
con un elemento circular central perforado para permitir su aprehensión con ganchos
(anillo de suspensión), detalle también simulado en el ejemplar de sítula fragmentada de
El Olivillo; borde decorado al exterior, también en el aplique inferior de las asas y cuerpo
ovoidal y pie destacado de fondo plano o cóncavo. Estas sítulas fueron fabricadas en el
Cerro de los Mártires en San Fernando [Ficha 9], única figlina gaditana en la cual se co‑
noce la manufactura de estas carátulas figuradas (Sáez, Díaz y Sáez, 2011). No nos parece
casual la cercanía de este taller al islote de Sancti Petri, donde se ubicaba el famoso tem‑
plo de Hercules Gaditanus, el viejo Herakleion que se mantuvo en actividad hasta al me‑
nos el siglo III d. C. (García y Bellido, 1963). Apenas 6,5 km separan a este taller del tempo
hercúleo y, como decimos, es la alfarería más cercana al mismo, posiblemente produc‑
tora de este tipo de sítulas con finalidad religiosa. A Gades también llegaron las mismas,
quizás usadas asimismo en ámbitos religiosos y/o suntuarios. De ser así al Olivillo tam‑
bién llegaron escombros y residuos procedentes de los santuarios cercanos, ubicados en
las inmediaciones, como el conocido a la Venus Marina (Corzo, 1980; Álvarez, 1992). Es
esta una sugerente línea de investigación a desarrollar en el futuro.
Por último, el estudio realizado ha permitido advertir varios aspectos topográfi‑
cos de interés sobre el Testaccio haliéutico, a investigar en los próximos años. El prime‑
ro es el posible aumento progresivo de la superficie del vertedero en clave diacrónica.
Algo lógico, que además parece haber quedado patente en el registro arqueológico. La
evidencia más clara es la ausencia de restos de época tardorrepublicana en la parte in‑
ferior de la secuencia del Sondeo 2, cuyos niveles basales son de época augustea y se
asientan directamente sobre la roca madre (Bernal et alii, 2019a). No olvidemos que es
el único caso de cata que ha conservado la secuencia de época antigua que no presenta
300
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
secuencia de época pre‑augustea (figura 11 del Capítulo 2). De ahí que tendamos a pen‑
sar que el vertedero urbano se centró en época tardorrepublicana en la zona sur y su‑
reste del área excavada, proyectándose con seguridad hasta el sureste, como demostró
la campaña de 1989 en la calle Gregorio Marañón. A partir de época augustea, y como
resultado de la intensificación productiva, el mismo no solamente siguió creciendo en
altura, sino que también se desarrollaría hacia el noroeste, desde el punto definido por
el Sondeo 2 en dicha dirección.
En segundo lugar, es posible definir la altura mínima aproximada que tenía el mons
artificial en época tardorrepublicana, si atendemos a la parte superior de la secuencia
de esta época en los sondeos excavados. Aparte de los Sondeos 8 y 9, ambos realizados
únicamente sobre niveles altoimperiales y en los cuales no se agotó la secuencia (Vargas
y Bernal, 2017), por lo que no son útiles a estos efectos, la interfaz de conexión entre los
niveles tardorrepublicanos y altoimperiales aporta los siguientes datos sobre la poten‑
cia de la secuencia pre‑augustea, siguiendo la secuencia de suroeste a noreste: 3,6 m
en el Sondeo 4, en la zona de contacto entre las UU.EE. 4018 y 4019, con pendiente cre‑
ciente hacia el noreste (figura 10); 1 m conservado en el Sondeo 6‑interfaz entre la 6003
y 6004; 2 m circa en el Sondeo 5 (figura 49A), de trayectoria rectilínea; unos 3 m en el
Sondeo 7, considerando la zona de contacto entre las UU.EE. 7003/7000B y la 7004 (fi‑
gura 49B); y 2,5 m en el Sondeo 3‑Ampliación Este Sondeo 3, como marca el contacto
entre las UU.EE 3019‑3020, con pendiente positiva hacia el noreste (figura 49C). Lo que
podemos inferir de estos datos es que el vertedero a finales de época republicana tenía
unos 3 o 3,5 m de potencia máxima, sobre todo hacia el noroeste, descendiendo suave‑
mente en ladera en dirección sur y sureste, hacia La Caleta. La lectura de las interfacies
superiores de estos estratos no marca con claridad una tendencia creciente o ascen‑
dente, ya que se advierten ciertas irregularidades (sobre todo en los Sondeos 4 y 7), re‑
sultado del progresivo relleno de residuos. A estos datos debemos sumarle la potencia
máxima comentada de la escombrera excavada en 1989 en la calle Gregorio Marañón
—actual Doctor Marañón—, estimada en 3,5 m, sumando los diversos niveles estratigrá‑
ficos definidos por su excavador (Blanco, 1991, 80‑81), como hemos comentado.
Otro aspecto que consideramos importante destacar es un posible cambio de
funcionalidad del vertedero a partir de época de Augusto. En los diversos estratos ex‑
cavados advertimos una mayor concentración de escombros relacionados con demo‑
liciones de edificaciones en la parte tardorrepublicana de la secuencia, y una cierta
«especialización» a partir de época de Augusto, momentos en los cuales da la impresión
de que las descargas se centran, mayoritariamente, en el acopio de ánforas y desechos
El Testaccio haliéutico de Gades
301
A
B
U.E. 5000
U.E. 5002
U.E. 5004
E8
U.E. 5001
U.E. 7000B
U.E. 5003
U.E. 7000A
U.E. 5005
U.E. 5006
U.E. 5007
U.E. 7005
U.E. 5010
U.E. 7004
U.E. 7027
U.E
.
U.E. 5008
U.E.
7
U.E. 5009
009
U.E. 5014
U.E. 5015
U.E. 5017
U.E. 7008
U.E. 5018
U.E. 7013
U.E. 5019
U.E. 5016
U.E. 5020
U.E. 5021
U.E. 7010
U.E. 5022
U.E. 7014
U.E. 5023
U.E. 7016
U.E. 5024
U.E. 7020
U.E. 7018
U.E. 7021
D
U.E. 3017
ALJIBE
U.E. 3019
U.E. 3020
U.E. 3022
SILLAR 1
U.E. 3021
C
U.E. 3029
SILLAR 2
U.E. 3029
U.E. 3024
U.E. 3024
302
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
U.E. 7002
70
03
Figura 49.
Interfacies superiores
del vertedero en el
tránsito de época
tardorrepublicana a
momentos augusteos
(líneas rojas) en el
Sondeo 5 (A. Perfil
Norte), 7 (B. Perfil
N) y 3 (C. Perfil N
del Sondeo 3 y de
la ampliación este
del Sondeo 3),
con la ubicación
de todos ellos en
planta incluyendo
la trayectoria del
muro de ánforas
—líneas rojas— (D)
Figura 50.
Planimetría del muro
de contención de
ánforas localizado
entre el Sondeo 3
y el Sondeo 3
ampliación, con la
numeración de las 5
ánforas (A1‑A5)
pesquero‑conserveros, existentes antes, como se ha dicho, pero mezclados con residuos
de otra naturaleza. Ello permite proponer una progresiva especialización del vertedero,
de carácter general en principio (residuos sólidos urbanos en sentido amplio) y de tipo
haliéutico mayoritariamente en época julio‑claudia.
Un elemento de gran interés documentado durante el transcurso de las excavacio‑
nes en El Olivillo ha sido la verificación de sistemas de contención de las descargas. Nos
referimos a la localización y excavación de un muro realizado con ánforas en disposición
vertical, localizado durante la excavación del Sondeo 3, y al cual hemos dedicado una ficha
en esta monografía [Ficha 20]. Se compone de al menos 5 ánforas completas en disposi‑
ción vertical, todas ellas de la familia de las Dr. 7‑11 (figura 50). El mismo se ha excava‑
do en dos tramos, ya que tres de las ánforas (A1, A2 y A3) fueron documentadas durante
la excavación del Sondeo 3, junto a su vértice nororiental (figura 51A); para continuar su
trayectoria fue ampliado el sondeo hacia el este, llegando a documentar dos ejemplares
más de la misma familia tipológica (figura 51B). La estructura presenta una alineación
noreste‑suroeste, y es probable que continuase hacia el este, aunque no es posible ase‑
gurarlo (figura 49D, con el tramo excavado en línea roja contínua y su proyección en dis‑
contínuo). Las ánforas presentaban la boca intencionalmente fracturada, y estaban llenas
de sedimento para generar estabilidad entre ellas, así como calzadas con piedras y frag‑
mentos cerámicos para permitir que mantuviesen la verticalidad. Durante la excavación
El Testaccio haliéutico de Gades
303
A
B
304
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 51.
Detalle del muro
de contención, con
las tres ánforas
documentadas en
el Sondeo 3 (A)
y las dos de la
ampliación del corte
estratigráfico (B)
fue posible verificar los vertidos de ánforas directamente arrojados sobre la estructura
(figura 52A), y la aparición de varias ánforas en posición horizontal más o menos com‑
pletas en la zona (figura 52B), posiblemente como resultado de la menor compactación
del sedimento por el citado muro, lo que permitió que las mismas no se fracturasen más
post‑deposicionalmente tras su descarte. Es importante destacar que esta estructura se
fecha en los primeros niveles de época augustea (U.E. 3019), tratándose de una medida
de regularización y control por parte de la autoridad gestora del vertedero.
El mejor paralelo que tenemos para esta medida de contención de las descargas es,
de nuevo, el Testaccio de Roma (figura 53). En él, las excavaciones hispanas recientes han
documentado estructuras destinadas a generar plataformas con ánforas Dr. 20, a las cua‑
les se fragmentaba su base y se rellenaban, para hacerlas más sólidas; luego se colmataba
la parte trasera, a continuación de lo cual se levantaba una plataforma siguiente, gene‑
rando una estructura con unos 45° de inclinación aproximada (Remesal, 2018, 80‑81, figu‑
ras 6 y 7). Además, y en el caso romano, gracias a los tituli picti de las Dr. 20 se ha podido
fechar la progresión de dichas plataformas, como se advierte en el croquis de síntesis publi‑
cado recientemente por Remesal, que permite detectar la existencia de varias estructuras
abancaladas, con una distancia entre ellas en altura variable, de entre 2 y 7 m (figura 53C).
En El Olivillo, el hallazgo de la estructura con ánforas del Sondeo 3 permite ve‑
rificar el empleo de este tipo de bancales artificiales en el gran vertedero urbano de
Gades, con unos 3 pies romanos (unos 90 cm), si consideramos la altura total conser‑
vada de las ánforas. Estos bancales tendrían una única altura, al menos en la zona ex‑
cavada, y se situarían en la parte central del monte, desarrollada hacia el sur y hacia el
este. Constituyen, además, un elemento clave para determinar cómo tras estas descar‑
gas de vertidos existió una planificación, que únicamente es posible atribuir al ordo de‑
curionum, que debía estar tras este tipo de obras de planificación urbana.
La reutilización de ánforas en ámbito gaditano como material constructivo es
bien conocida: desde las estructuras a varias alturas del taller de Villanueva en Puerto
Real a múltiples alineaciones con finalidades diversas en la propia ciudad y en la necró‑
polis de Gades, recientemente sistematizadas (Lara, 2016). Las más cercanas al Olivillo
son las dos alineaciones del siglo I d. C. ya citadas de la calle Chile, 2‑4 esquina a calle
San Rafael, 5, también en disposición vertical y calzadas, que aparentemente sirvieron
para similares actividades de contención de residuos (Pajuelo, 2001).
Un último aspecto que consideramos importante destacar es el marcado buza‑
miento que presentaban algunos de los vertidos. La variabilidad es notable, y no parecen
ajustarse a un patrón predefinido. En algunos casos la tendencia de los estratos genera
El Testaccio haliéutico de Gades
305
A
B
306
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 52.
Vertidos apoyados
sobre el muro de
ánforas (A. Sondeo 3,
ánfora A3; B. Proceso
de excavación
de la ampliación
del Sondeo 3)
A
C
B
Figura 53.
Muro de contención
realizado con ánforas
en el Testaccio,
documentado en
la campaña de
1992, con detalle
de la excavación
(A. Blázquez y
Remesal, 2001, 25,
lám. 21) y de la
planimetría del
mismo (B. Blázquez y
Remesal, 2001, 37, fig.
5); y propuesta de las
diversas plataformas
fechadas (Remesal,
2018, 81, fig. 7).
cierta horizontalidad, sobre todo en los niveles inferiores de la secuencia, como por
ejemplo en el Sondeo 5 (figura 49A). Aunque la tónica habitual es que los vertidos se‑
dimentarios presenten interfacies superiores con notable pendiente, que oscila entre
los 10 y los 20° en el Sondeo 4 (figura 10B), en torno a los 20‑25° con picos hasta 40° en el
Sondeo 7 (figura 49B), o entre los 25 y los 35° en el Sondeo 7 (figura 26 y 49B), por citar al‑
gunos casos significativos. Estos ejemplos ilustran que cuando se procedió a la ejecución
de estos vertidos, existía notable pendiente en la zona, habiendo posiblemente procedi‑
do a la regularización de las capas intencionalmente, pues de lo contrario no tendrían
una potencia tan homogénea, como sucede en el Sondeo 7 (figura 54). Posiblemente
esta debió ser una tendencia buscada, que permitía la existencia de superficies planas
a través de las cuales facilitar el vertido de residuos (figura 55), que en el caso de la zo‑
na excavada han permitido verificar una dirección prevalente suroeste‑noreste, como
El Testaccio haliéutico de Gades
307
Figura 54.
Vista cenital del
Sondeo 7, en la
cual se aprecia la
notable pendiente
de los vertidos
Figura 55.
Detalle del proceso
de excavación
del Sondeo 7, en
el cual se verifica
la pendiente de
las superficies
de vertido, que
facilitarían el trabajo
308
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 56.
Recreación de la
zona excavada
del Testaccio
haliéutico de Gades
(Elaboración de
A. Álvarez Marsal,
con la asesoría de
D. Bernal Casasola)
se indica en la figura 49 ( flechas). Una orientación similar se ha podido determinar en
el caso de la excavación en 1989 en la calle Gregorio Marañón, habiendo generado los
vertidos tirando los residuos desde el suroeste (Perdigones y Muñoz, 1990, 95, lámina 4,
cuadro C2, estratigrafía B‑C), teniendo en este caso una pendiente incluso mayor que
en El Olivillo (figura 27A). El otro ejemplo gaditano de niveles sedimentarios con simi‑
lar funcionalidad y tal grado de buzamiento es el de la calle Sagasta, 28, destinado en tal
caso a ganar posiblemente terreno a la orilla norte del canal, debido a la ubicación geo‑
gráfica de esta parcela (Bernal et alii, 2014, 301, figuras 1‑2; 304, figuras 5‑6).
Otra inferencia que es posible realizar es que en la zona excavada nos encontra‑
mos posiblemente ante una de las laderas de la colina, sin duda la suroccidental; pues
de lo contrario los estratos no presentarían tal buzamiento. Como se ha indicado con
antelación, la georreferenciación de la zona excavada con los planos del siglo XVIII, es‑
pecialmente el de Ignacio Salas de 1738 ha permitido verificar que el límite oeste del
montículo más occidental de los ilustrados coincide con el final excavado del Testaccio
haliéutico (figura 24), confirmando este particular.
Esta es la imagen que representamos en la reconstrucción de la zona: la ladera su‑
roccidental del monte (figura 56). En ella se pueden visualizar con claridad los vertidos
El Testaccio haliéutico de Gades
309
de pescado siendo quemados in situ, posiblemente movidos en superficie por opera‑
rios para generar la anchura máxima conveniente para que pudiesen ser procesados
con efectividad, como ya hemos indicado. Con evidencias de caminería perimetral, no
documentada en El Olivillo, pero necesaria para acceder a plataformas de tamaño por‑
te y altura: no olvidemos el sistema de acceso actual al Testaccio de la Urbs, necesitado
de estos caminos para poder acceder a la cumbre (figura 31).
También se han documentado durante el estudio arqueozoológico restos de équi‑
dos en las excavaciones: concretamente dos fragmentos de caballo, quince indeter‑
minados de équido y nueve de asno, que técnicamente pertenecerían al menos a dos
individuos adultos teniendo en cuenta la cuantificación total; sin trazas perceptibles de
haber sido usados para consumo cárnico, por lo que han sido interpretados como posi‑
bles animales de carga [Ficha 8]. Contextualizando los restos, para época romana altoim‑
perial contamos con las siguientes evidencias: una pelvis de asno de un estrato augusteo
(U.E. 2019); un diente superior de un caballo (U.E. 3014); una vértebra, una costilla y una
falange primera de asno en la U.E. 7000A; quince vértebras de équido en la U.E. 7002; y
en la secuencia republicana contamos con un calcáneo de asno (U.E. 3021); una ulna de
équido en la U.E. 7023; y una costilla, un radio y un metatarso de asno en la U.E. 7028. Es
decir, restos de al menos siete équidos, de los cuales han podido ser identificados cua‑
tro asnos y un caballo. La interpretación más coherente es el habitual empleo de estos
équidos como animales de carga para el transporte de residuos, en serones o mediante
carretas, tal y como indicamos en la recreación anteriormente aludida; siendo este sis‑
tema posiblemente el más habitual si tenemos en cuenta el volumen de las descargas
(metros cúbicos de cañaíllas para los concheros o centenares de kilos en el caso de las
ánforas, por ejemplo). Asimismo, es interesante recordar que se ha recuperado un hú‑
mero de ave, que parece relacionarse con una gaviota, procedente de niveles de época
altoimperial [Ficha 8]; un animal de hábitos carroñeros cuya presencia cuadraría muy
bien en un vertedero periurbano de estas características.
También, los restos aparecidos en El Olivillo permiten, de manera indirecta, reali‑
zar un catálogo del artesanado urbano de Gades. Evidentemente incompleto, pero de mu‑
cho interés para reflexionar porque permite saber qué tipo de industrias existieron en las
inmediaciones, cuyos restos descartados fueron a parar al vertedero (figura 57). Además
de las industrias haliéuticas, que como sabemos fue la actividad principal en el entorno,
se han documentado restos de las siguientes actividades artesanales. Alfarería, aunque
a pequeña escala, siendo ínfimos los restos recuperados de escorias cerámicas que tes‑
timonian indirectamente la producción de ánforas salazoneras [Ficha 48], necesarias en
310
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 57.
Ejemplos de
residuos de algunas
de las artesanías
urbanas localizadas
en El Olivillo:
alfarería (1. Escoria
cerámica de ánfora,
U.E. 3019), venta de
esponjas marinas
(2. Fragmento de
porífero, U.E. 7013),
telares (3. Pondus
circular, U.E. 3019),
producción de
púrpura (4. Conchero
tardorrepublicano,
U.E. 3028;
5. Pigmentos rojos
tintando Bolinus
brandaris) y cuencos
con pigmentos,
quizás asociables a
talleres de pintores
(6. Cerámica
común, U.E. 7011)
1
2
4
3
5
6
El Testaccio haliéutico de Gades
311
la industria conservera, y que evidencian que en el entorno cercano a las cetariae exis‑
tieron talleres productores de ánforas, como ilustró en su momento el horno de la calle
Solano, 3 (Bernal, Díaz y Lavado, 2008). Esponjas, de las cuales se ha recuperado un ejem‑
plar [Ficha 31], y que constituye el segundo conocido en el Cádiz romano tras el ya publica‑
do de la calle Sagasta, 28, posiblemente vendidas cotidianamente en las tiendas litorales,
como sabemos ha sido una constante en las ciudades ribereñas del Mediterráneo hasta
hace pocas décadas; aunque sería tentador decir lo mismo de las ramas de coral apare‑
cidas [Ficha 31], interpretamos las mismas como descartes de redes, ya que no han apa‑
recido restos de la cadena operativa de producción de ornamentos de coral durante las
excavaciones. Diversas evidencias de una intensa actividad textil en las inmediaciones de
Erytheia, que incluyen distintas fases del proceso: restos físicos de telares, rastreables a
través de las pesas circulares y troncopiramidales [Ficha 47]; fibras trenzadas de carrizo,
documentadas gracias a su carbonización [Ficha 7], que evidencian la existencia de estas
plantas ribereñas en las inmediaciones y, además, su empleo para tareas de cestería o pro‑
ducción de tinte púrpura en grandes cantidades, como confirman los miles de cañaíllas
machacadas desechadas, generando concheros de notable entidad [Ficha 30]. Además,
han aparecido pigmentos relacionables posiblemente con esta sustancia y con otras, que
testimonian la existencia de tintorerías en las inmediaciones [Ficha 44]. También han apa‑
recido restos de azul egipcio en bolas durante las excavaciones, que han de relacionar‑
se con lavanderías o fullonicae [Ficha 45]. Algunos de estos pigmentos, ocres y sustancias
colorantes han sido recuperados en cuencos cerámicos, habiéndose hallado incluso una
posible paleta pétrea de pintura, que tendemos a relacionar con los restos de los conoci‑
dos talleres de pintores, que almacenaban su materia prima coloreada en estos cuencos
de cerámica común, como conocemos en Pompeya [Ficha 44]. En esta misma línea se si‑
túan los interesantes restos de pintura mural recuperados, especialmente de época tar‑
dorrepublicana [Ficha 43], con los cuales tal vez podrían haberse relacionado. También
es interesante destacar los restos de fauna terrestre, con marcas de corte en muchos ca‑
sos, que testimonian el consumo de vaca, ovicáprido, cerdo, conejo, gallina y hasta ciervo
[Ficha 8], debiendo proceder en parte de las carnicerías existentes en la zona. Y la ela‑
boración de productos cuya naturaleza precisa se nos escapa (¿aceites vegetales o gra‑
sas de rumiantes?), redistribuidos en jarras cerámicas con filtro, cuya ingente cantidad
en El Olivillo permite plantear que no se trata de una actividad doméstica sino artesanal
[Ficha 6] y también restos de industria ósea [Ficha 40] y de vidrio romano [Ficha 41], aun‑
que sin evidencias de su procedencia de talleres de fabricación. Unas interesantes pers‑
pectivas sobre el paisaje del artesanado gaditano, muy mal conocido aún.
312
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Perspectivas: el Testaccio haliéutico, una nueva pieza del urbanismo
de Gades
Las excavaciones arqueológicas realizadas durante los años 2016 y 2017 en el edificio
de El Olivillo de Cádiz, han permitido exhumar parte de los restos de una gran escom‑
brera, por cuyas dimensiones y altura descomunales se ha relacionado con el famoso
Testaccio de Roma: un vertedero situado a escasas decenas de metros de la costa, jun‑
to a la actual playa de La Caleta, en la cual se vertieron durante algo más de un siglo
(75/50‑40 a. C.‑60/70 d. C.) los residuos de las industrias haliéuticas situadas en las in‑
mediaciones, sobre todo ánforas y restos piscícolas. Efectivamente, El Olivillo estaba
localizado entre una línea costera de cetariae —representadas sobre todo por el Club
Náutico La Caleta, activas en estos momentos, y por los hallazgos de piletas en Santa
Catalina (Expósito, 2007, 123‑138)— (figura 58) y un cinturón productivo constituido por
alfares y fábricas salazoneras que se encontraban diseminadas por toda esta zona de
la Isla Menor, orientándose hacia el canal Bahía‑Caleta (Bernal, Díaz y Lavado, 2008).
Otro elemento de conexión con el Mons romano, situado cerca del Tíber, pero algo se‑
parado de su orilla por los conocidos horrea, tinglados portuarios y otras estructuras
(Aguilera, 2002).
Una posible localización «periurbana», con la complejidad que conlleva el empleo
de este término para una ciudad cuyos límites físicos legales —pomerium, definido por
la muralla— aún no se conocen (recientemente se ha interpretado toda esta zona co‑
mo suburbana, al hilo del análisis en detalle de las evidencias arqueológicas conocidas,
estudio al cual remitimos para ampliar los datos al respecto: Lara, 2016 y 2019); y que
consideramos como ya se ha dicho a lo largo de este y otros trabajos previos (Bernal et
alii, 2019a) un área pública, al ubicarse en ámbito portuario que, por naturaleza, lo es.
Un espacio ordenado y mantenido, como verifica el muro de contención aparecido en
su interior, reflejo del interés por generar un basurero ordenado, que además creció en
altura notablemente, hasta alcanzar los 25 o 30 m de altura, en función de los cálculos
que hemos podido aplicar, como se ha detallado en los capítulos precedentes. Ya se ha
comentado cómo el estudio cartográfico realizado ha permitido detectar la existencia
de unos montículos, dibujados de manera recurrente en los planos del siglo XVIII, que
parecen responder al Testaccio haliéutico parcialmente desmontado, lo que habría ge‑
nerado tres montículos, relictos de la montaña artificial original.
Este tipo de vertederos periurbanos debió haber sido muy habitual en el ports‑
cape de las ciudades atlántico‑mediterráneas del mundo antiguo, a pesar de que los
El Testaccio haliéutico de Gades
313
A
B
paralelos son tremendamente reducidos, aparte del modelo de Roma7. Tenemos cons‑
tancia de la existencia de grandes escombreras portuarias en algunas ciudades me‑
diterráneas, como por ejemplo el depósito ingente de malacofauna, de varios metros
de potencia, en el ámbito portuario de Narbona (Port‑la‑Nautique), relacionado con
7. Agradecemos las fructíferas conversaciones al respecto con P. Arnaud, J.‑P. Brun, C. Sánchez, N. Carayon,
S. Keay y muchos otros colegas, relativas a esta cuestión en diversos foros a lo largo de estos últimos dos años.
314
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 58.
A. Ubicación de
El Olivillo (Polígono
amarillo, foto
LABAP‑UCA) y de
las estructuras
haliéuticas del Club
Náutico Caleta
(polígono azul) en
la topografía actual
de Cádiz; B. Detalle
de las estructuras
aparecidas en los
años ochenta en
primera línea de
costa (cortesía de
A. Muñoz Vicente y
J. A. Expósito Álvarez)
actividades haliéuticas y excavado solo parcialmente (cfr. las contribuciones en Sánchez
y Jézégou, 2016, eds.), pero no comparables en dimensiones a estas montañas artificia‑
les costeras. Solamente casos como los concheros no antropizados de Djerba nos re‑
cuerdan el paisaje irregular que debieron tener muchas zonas litorales dedicadas a
actividades industriales. Quizás una de las explicaciones que esté detrás de todas estas
ausencias sea el vertido en ámbito portuario de los residuos, que habría enmascarado
en buena medida los mismos y aliviado la dificultad de su gestión urbana, lo cual ha‑
bría generado potentes depósitos portuarios marítimos y fluviales. Uno de los mejores
ejemplos es el del Ródano cerca de Arlés, gracias a las recientes actividades subacuá‑
ticas, que han permitido la localización de multitud de depósitos cerámicos, además
de los pecios (Djaoui, Greck y Marlier, 2011, eds.), a los cuales debemos sumar la mate‑
ria orgánica, descompuesta y desaparecida en buena medida. En dicho sentido, con‑
viene traer a colación las conocidas inscripciones de Éfeso, fechadas a mediados del
siglo II d. C., alusivas a las multas por los vertidos incontrolados de basuras al puerto.
Como por ejemplo el conocido decreto del procónsul L. Antonius Albus durante el reina‑
do de Antonino Pío, relativo a la prohibición de cortar piedra y almacenar madera en el
entorno portuario, pues los residuos colmataban la dársena portuaria (contexto gene‑
ral en Zabehlicky, 1995; Arnaud, 2015; recientemente Kokkinia, 2014)8. No olvidemos la
importancia de cargos como los curatores ripae baetis y los alusivos al Tíber que debie‑
ron encargarse, entre muchas otras funciones, de evitar estos aspectos.
Y es que, a pesar de los numerosos esfuerzos realizados en los últimos años sobre
la problemática de la gestión de los residuos urbanos en época romana, esta faceta de los
residuos comerciales en ámbito portuario y fluvial no ha sido tratada monográficamente.
Desde la conocida reunión de Roma (Dupré y Remolà, 2000) pasando por la problemáti‑
ca general de la gestión de residuos sólidos en Hispania (Remolà y Acero, 2011, eds.) has‑
ta desembocar en la reciente tesis doctoral sobre Mérida que ha evaluado esta temática
en profundidad, a escala global (Acero, 2018, 41‑44). Resta para el futuro pues desarrollar
la problemática de la gestión de residuos en los ámbitos portuarios, con vinculación a la
problemática de las industrias o artesanías, de manera monográfica.
Esta línea de investigación, a desarrollar próximamente, es un aspecto del paisaje
cultural marítimo que ha caracterizado a muchas de las ciudades atlántico‑mediterráneas
8. Agradecemos a P. Arnaud habernos permitido la consulta de su manuscrito titulado «Municipal authority, cen‑
tral authority, and euergetists at work at the port: Layers of activity and interplay – The case‑study of Ephesus»,
en cual será editado próximamente en el volumen sobre epigrafía portuaria en el marco del proyecto Portuslimen.
El Testaccio haliéutico de Gades
315
Figura 59.
Vista aérea de
Ceuta, en la cual
se aprecia el gran
montículo junto al
mar generado por el
vertedero de Santa
Catalina (cortesía
de J. L. Gómez
Barceló, 2004)
hasta época contemporánea, cuando se ha regularizado el reciclado de los residuos sóli‑
dos y se han apartado de la ciudad los problemáticos y voluminosos vertederos urbanos.
El caso más visible en el Círculo del Estrecho es el de la Ciudad Autónoma de Ceuta, cuyo
vertedero de Santa Catalina, iniciado en los años 30 del siglo pasado, clausurado defini‑
tivamente en 2017 y reconvertido actualmente en parque periurbano, generó una autén‑
tica montaña de residuos, de casi 40 m de altura, visible desde la costa y, constituyendo
sin duda, y de manera involuntaria, un hito importante para la navegación (figura 59).
Por tanto, estamos muy satisfechos por haber tenido la fortuna de excavar, estu‑
diar e interpretar preliminarmente este elemento importante de la Historia de Cádiz,
totalmente desconocido hasta la fecha. Queda mucho por andar en el futuro, para de‑
sarrollar algunas de las claves citadas en estas páginas y para explorar otras. Como por
ejemplo el tratar de dar explicación a la curva que se genera precisamente en esta zona
de confluencia de la avenida Doctor Gómez Ulla con la avenida Duque de Nájera, que
es mucho mas pronunciada que en otras zonas del casco histórico, y cuya razón de ser
puede ser la fosilización de la montaña artificial del Testaccio haliéutico cuando se urba‑
nizó la zona en el siglo XIX. O investigar sobre la interesante nomenclatura de algunas
parcelas de la zona, como la llamada «Huerta de la Tinaja» —calle Doctor Marañón—,
en la documentación histórica consultada (Capítulo 2, nota 1), quizás también un relic‑
to de la abundancia de ánforas en el subsuelo.
Consideramos importante destacar el enfoque que ha sido aplicado a la inves‑
tigación de El Olivillo, claramente interdisciplinar (arqueobotánica, arqueozoología,
antropología física, arqueometría de pastas cerámicas y de residuos, palinología…).
De ahí la cantidad de datos novedosos que van mucho más allá de la caracterización
316
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
A
Figura 60.
Perfil arqueológico
continuo de El Olivillo
en la medianería
sur del solar (A),
con las tareas
de conservación
preventiva para
garantizar su
conservación (B)
B
del Testaccio haliéutico. Nos referimos a detalles tales como la constatación del culti‑
vo de la vid en la isla roja según Plinio, cuyo color quizás tomó de la púrpura o de las
arcillas con esta coloración que tanto caracterizan los paleosuelos ocupados en épo‑
ca fenicio‑púnica (Capítulo 1, figuras 13, 15, 20, 21). O la verificación de la existencia en
época romana de tupidos bosques de pinos, que se combinaban con los de acebuches
[Ficha 3], estos últimos sí conocidos a tenor de los datos citados por los autores clási‑
cos al referirse a Cotinusa. Habrá que esperar a contar con los resultados del estudio de
El Testaccio haliéutico de Gades
317
la micro‑morfología de detalle de los suelos para reflexionar sobre el hiatus entre unos
estratos y otros, aspectos que intuimos a partir de los ya citados episodios dunares. Y
aplicar esta técnica en otros solares colindantes en el futuro, conscientes de su poten‑
cialidad. Otros aspectos deberán ser desarrollados publicando próximamente la docu‑
mentación, como es el caso de las ánforas y los contextos cerámicos; o los grafitos, pues
además de los incluidos en la ficha 38 hay más, denotando un elevado grado de alfabe‑
tización de los operarios y artesanos gaditanos de la época. Hallazgos previos en el en‑
torno, como el de un ancla grabada en una copa de TSI en la calle Gregorio Marañón
(Perdigones y Muñoz, 1990, fig. 4, nº 6) o el localizado en una pátera de barniz negro en
el solar colindante excavado en el año 1989 (Blanco, 1991, 79, figura 3), son buena prue‑
ba del interés de este futuro trabajo.
Por último, queremos terminar este capítulo compartiendo una notable satisfac‑
ción de carácter patrimonial: vista la entidad de los hallazgos, la Universidad de Cádiz,
en colaboración con la Junta de Andalucía, decidieron preservar una parte del yaci‑
miento para las generaciones venideras, de manera que se optó por reservar un perfil de
unos 15 m lineales, el coincidente con la zona oriental del área de excavación —el oriental
del Sondeo 3 y de la ampliación del Sondeo 3— para que el mismo pudiese ser museali‑
zado (figura 60A). Para ello, y tras ultimar las excavaciones, se procedió a su conserva‑
ción in situ, habiendo sido respetado durante la ejecución de la obra de rehabilitación
del inmueble (figura 60B). Como parte del proyecto de edificación se ha diseñado una
cripta arqueológica, la cual permitirá la conservación y disfrute en el futuro de parte del
yacimiento arqueológico por parte de los ciudadanos interesados. El proyecto de mu‑
sealización y de puesta en valor ha sido complejo, y han sido varias las modificaciones
que ha sufrido el mismo a lo largo de estos dos años de trabajos (figura 61). Un proyec‑
to en fase de ultimación en las fechas de redacción de estas páginas, por lo que no con‑
viene aún presentarlo en detalle; una asignatura pendiente para el futuro cercano, de la
cual se dan algunas pinceladas en el Capítulo 9 de esta monografía por Andrés Agudo,
arquitecto y director del Área de Infraestructuras de la Universidad de Cádiz. Sí quere‑
mos destacar que nuestra universidad ha apostado claro y fuerte por la recuperación y
disfrute público de unas estructuras, las habituales en Arqueología de la Producción, que
no son ni espectaculares ni monumentales: pero sí expresivas de la realidad cotidiana
de la ciudad antigua, cuyo conocimiento y transmisión a las generaciones venideras es‑
tá garantizado, por lo que la institución universitaria ha cumplido, una vez más, con los
cometidos para los que fue creada: la promoción del saber y su salvaguarda. Para la ciu‑
dad de Cádiz este yacimiento arqueológico es importante, pues entre los musealizados
318
darío bernal casasola y josé manuel vargas girón
Figura 61.
Una de las
propuestas de
musealización de la
cripta arqueológica,
realizada por los
arquitectos de Planho
no hay ninguno que permita metabolizar con claridad la importancia portuaria y co‑
mercial de la ciudad, como ha sido sabiamente indicado por Ángel Muñoz Vicente en
el Capítulo 8 de este libro; por lo que el mismo podrá ser integrado en el circuito de vi‑
sitas y en las rutas patrimoniales sobre el Cádiz antiguo en breve.
Cádiz siempre ha sido una caja de sorpresas para los arqueólogos desde la época
de Pelayo Quintero. Y sigue asombrándonos con la riqueza e importancia de su patri‑
monio arqueológico soterrado, a cuyo conocimiento El Olivillo ha aportado su grani‑
to de arena.
El Testaccio haliéutico de Gades
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7 metros de la Historia de Cádiz… Arqueología en El Olivillo y en el Colegio Mayor Universitario
7
metros de la
Historia de Cádiz…
Arqueología en El Olivillo y en
el Colegio Mayor Universitario
DARÍO BERNAL CASASOLA, JOSÉ MANUEL VARGAS GIRÓN
Y MACARENA LARA MEDINA (EDITORES CIENTÍFICOS)
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