Verso cuarto ¿Cómo dirás? Cf. Luc. 6: 42. Déjame sacar. Este ofrecimiento no se debe tanto al deseo de ayudar como al deseo de atraer la atención al hecho de que la paja está en el ojo del otro, y a la supuesta sabiduría y habilidad de quien ofrece sacar la paja. La viga. Olvidando completamente las veces que él mismo se ha equivocado y sus propias debilidades, el hipócrita se impacienta con su hermano que ha errado. Con cuánta frecuencia los así llamados cristianos expresan profunda indignación por la conducta de otros o quizá por lo que suponen haber sido las actitudes ajenas, y después se llega a saber que ellos mismos son culpables de los pecados de los cuales han acusado a otros. Así había ocurrido en el caso de los fariseos que llevaron a Jesús a la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8: 3-11; DTG 425-426) y en el caso de Simón que condenó a María (Luc. 7: 36-39; DTG 519). El cristiano que descubre la falta de su hermano, debe restaurarlo "con espíritu de mansedumbre", considerando que también él puede haber sido tentado y puede haber caído en el mismo pecado o puede hacerlo en el futuro (Gál. 6: 1). Verso quinto ¡Hipócrita! La persona criticona y censuradora es siempre hipócrita, y sus críticas en parte tienen el propósito de cubrir su propia hipocresía (ver com. cap. 6: 2). Verás bien. Sólo cuando una persona está dispuesta a sufrir, si es necesario, a fin de ayudar a su hermano descarriado, puede ver con suficiente claridad como para ayudarle (DMJ 109). La intervención más delicada en el área de las relaciones humanas, la que requiere visión más clara y discernimiento más agudo de parte de quien se propone realizar la intervención, es la de ayudar a otros a ver y quitar los defectos que tienen en su carácter y en su vida. Verso sexto No deis. Después de hablar acerca de los errores minúsculos o imaginarios en la vida y en el carácter de otros, Jesús se pronuncia sobre la actitud del cristiano para con los que evidente y completamente están en el error y no desean escapar del pecado. Lo santo. Probable referencia a ofrendas o sacrificios llevados al templo y consagrados a un uso santo. Dice un rabino en la Mishnah: " "Las ofrendas animales no pueden redimirse para usarlas como alimento para perros" " ( Temurah 6. 5; ver también Talmud Behoroth 15a). Quien predica el Evangelio no debe perder tiempo con los que " "consideran el Evangelio como tema de contención e ironía" " (DMJ 110; 1JT 396). Perros. Aun hoy en algunos lugares del Cercano Oriente los perros vagabundos son los basureros de los pueblos y las ciudades. Para los judíos el perro era también un animal inmundo según las leyes ceremoniales. Por no ser de mayor utilidad doméstica, se lo consideraba con sumo desprecio (ver com. Job 30: 1). Perlas. Gr. margarít ' s , de donde proviene el nombre Margarita. Es posible que Jesús se estuviera refiriendo a las perlas pequeñas que por su tamaño y color podrían confundirse con el grano usado para alimentar a los cerdos. Verso séptimo Pedid. Después de exponer los altos ideales del reino de los cielos (cap. 5: 21 al 7: 6), Jesús dedica el resto de su sermón a presentar los medios por los cuales los ciudadanos de su reino pueden hacer que estas nobles virtudes sean parte de su vida (cap. 7: 7-12). Conduce a sus oyentes al punto donde los caminos se dividen y les llama la atención al hecho de que la ciudadanía del reino divino exige gran sacrificio personal (Mat. 7: 13-14; cf. Luc. 14: 27-33), y no debiera tomarse livianamente. Advierte contra la filosofía y el consejo de los que pretenden ser dirigentes religiosos, pero son lobos vestidos de ovejas (Mat. 7: 15-20), y termina con una fervorosa exhortación a vivir según los principios del reino (vers. 21-27). Reconociendo la imposibilidad de que los pecadores por sí mismos puedan ordenar su vida según los principios de la ley divina, Cristo indica a sus oyentes la fuente de poder para la vida cristiana. Todo lo que los ciudadanos del reino necesitan pueden recibirlo con sólo pedirlo. Comprendiendo su propia incapacidad, piden a Dios fuerza y él los colma del poder divino necesario para vencer. Los que piden no serán chasqueados (vers. 9-11). Dios no es mezquino con los dones del cielo. No trata con los hombres como ellos se tratan entre sí (vers. 1-6), sino que es bondadoso y misericordioso. Verso noveno ¿Qué hombre hay? Ningún padre presente en el público habría sido tan cruel y despiadado. Si ellos, a pesar de sus imperfecciones humanas, no se rebajarían a tal proceder, mucho menos probable era que el Padre celestial lo hiciera. Verso once ¿Cuánto más? Al enseñar, Cristo muchas veces empleó el método de ir de lo menor a lo mayor. En este caso, del amor de los padres humanos al amor infinitamente mayor del Padre celestial (cf. cap. 6: 30). Jesús toma lo mejor de la naturaleza humana y luego señala a los hombres el carácter incomparablemente mayor de Dios. Dará buenas cosas. Por lo general los niños no se sienten cohibidos cuando quieren pedir algo. No debemos vacilar al acercarnos al Dador de "toda dádiva y todo don perfecto" " (Sant. 1: 17). Verso doce Así que. Ver com. Mat. 7: 7; cf. Luc. 6: 3l. La prueba de la autenticidad de la religión es la manera como el cristiano trata a sus prójimos (1 Juan 4: 20; cf. Mat. 25: 31- 46). La regla de oro resume las obligaciones de la segunda tabla del Decálogo y es otra expresión del gran principio de amar al prójimo (Mat. 19: 16-19; 22: 39-40; cf. 1 Juan 4: 21). Los ciudadanos del reino de la gracia han escogido vivir según esta norma divina y sin duda en el reino de la gloria seguirán haciéndolo. La actitud que asumimos para con nuestros prójimos es la medida infalible de nuestra actitud para con Dios (1 Juan 3: 14-16). Los grandes pensadores de otros tiempos y de otras culturas han descubierto y expresado la sublime verdad presentada en la regla de oro, pero por lo general lo han hecho en forma negativa. Se le atribuye a Hillel, famosísimo rabino de la generación anterior a Jesús, la siguiente declaración: " "Lo que te resulte odioso a ti, no se lo hagas a tu prójimo; en eso consiste toda la Torah, y lo demás es comentario acerca de esto" " (Talmud Shabbath 31a). La regla de oro aparece también en el libro apócrifo de Tobías (cap. 4:15): " "No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan" (BJ). En la Carta de Aristeas se lee: "Así como no deseas que te sobrevenga el mal, sino que deseas participar en todo lo bueno, así debieras tratar con los que te están sujetos y con los transgresores". Debe notarse que Jesús transformó un precepto negativo en una regla positiva. En esto está la diferencia esencial entre el cristianismo y todos los sistemas religiosos falsos, y entre el verdadero cristianismo y aquella religión que tiene las formas pero niega el poder vital del Evangelio. La regla de oro toma el egoísmo supremo, lo que querríamos que otros hicieran por nosotros, y lo transforma en suprema abnegación, lo que hemos de hacer en favor de otros. Esta es la gloria del cristianismo. Esta es la vida de Cristo vivida en los que le siguen y llevan su nombre (ver com. cap. 5: 48). Esto es la ley. Cristo niega enfáticamente que el principio enunciado en la regla de oro sea algo nuevo; es la esencia misma de la ley tal como fue dada mediante Moisés (la Torah), y lo que escribieron los profetas. Es decir, todo el AT (ver com. Mat. 5: 17; Luc. 24: 44). Los que afirman que la ley de amor sólo pertenece al NT y relegan el AT al olvido, como un sistema religioso obsoleto, se constituyen en críticos del Maestro quien declaró específicamente que no había venido a cambiar los grandes principios expuestos en " "la ley o los profetas" " (ver com. Mat. 5: 17-18; Luc. 24: 27, 44). Todo el Sermón del Monte, desde Mat. 5: 20 hasta 7: 11, ilustra esta gran verdad. Después de haber afirmado que no había venido a abolir las enseñanzas de Moisés 347 y de los profetas, Cristo expuso con detalles su actitud para con la ley al manificarla y honrarla (cf. Isa. 42: 21). Verso trece Entrad. En los vers. 13-14 Jesús extiende a su auditorio una invitación formal para aceptar sus principios como norma para regir la vida y les señala la manera de comenzar y por dónde empezar. El es la "puerta" " (Juan 10: 7, 9) y el "camino" (Juan 14: 6). El que desee entrar en el reino de los cielos, el que quiera tener vida y tenerla "en abundancia" debe entrar por medio de Cristo; no hay otro camino (Juan 10: 7-10; cf. Luc. 13: 24). Estrecha. Gr. stenós , "estrecho", "angosto". La puerta está al comienzo del camino y no al fin. Es estrecha y por ella podrá pasar sólo lo que sea esencial para el viaje. Los que escuchaban a Jesús bien podían comprender la figura. Estaban acostumbrados a los caminos sinuosos, angostos y escarpados de su montañoso país. Las ciudades y los pueblos tenían puertas que se cerraban generalmente a la puesta del sol, y algunas veces había que esforzarse (Luc. 13: 24) por llegar a tiempo. Espacioso es el camino. El concepto de los dos caminos aparece con frecuencia (Deut. 11: 26; 30: 15; Jer. 21: 8; cf. Sal. 1).