Subido por Adam Schwartz

Gustavo Pena y Jaime Roos

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Adam Schwartz
El Príncipe Pena y el Rey Jaime
Este trabajo se propone analizar a dos intérpretes uruguayos, de gran riqueza
musical, que tuvieron caminos muy distintos pero que, sin embargo, comparten gran
parte de la esencia del ser uruguayo. En primer lugar pondremos a Jaime Roos, sin
duda uno de los músicos más influyentes y reconocidos de los últimos tiempos, y en
contraposición hablaremos sobre Gustavo “El Príncipe” Pena, de una riqueza
artística ineludible pero con una trascendencia relativa y mucho más reciente. Su
nombre fue conocido por el público uruguayo varios años después de su muerte.
El periodista Federico Frau Barros definió a Gustavo Pena como El Príncipe que no
llegó a rey, con un fallecimiento precoz y una discografía que, en vida, fue de dos
discos. En cambio, Jaime Roos con sus 29 discos, sin contar sus compilados, se
consolidó como un músico reconocido fuera del ambiente meramente artístico.
Ambos contemporáneos, con estilos musicales compartidos y con destinos muy
opuestos.
Poder asegurar los motivos por los cuales algunos artistas llegan a la fama y otros
quedan en el camino es algo imposible. No se vacilará entre interpretaciones, sino
que se van a analizar sus vidas y a compararlas tratando de encontrar los aspectos
en común y diferencia.
Para finalizar esta introducción es interesante comentar que El Príncipe fue
descubierto por los artistas argentinos antes que por el público uruguayo. La
canción ​Cómo que no? ​gozó de una tremenda fama gracias a la interpretación de
Manu Chao. Encontraron en esta canción una descripción asombrosa de lo que es
ser joven y marginado, por lo que los músicos argentinos la reprodujeron. A modo
de reflexión, hay una necesidad de que otros países, otros públicos, validen las
obras de nuestros artistas antes de poder asimilarlo y aceptarlo por nosotros
mismos.
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Punto de partida
Jaime Roos Alejandro nace un 12 de noviembre de 1953, en pleno Barrio Sur. De
una familia convencional con descendencia europea, por parte de los Roos, y
uruguaya por parte de los Alejandro. Su casa siempre fue un lugar de reunión
familiar, donde el baile y la música estaban siempre presentes, siendo el tío y su
madre los protagonistas de estos episodios, por más que su padre también era un
gran bailarín . Los roles en la casa estaban bien definidos, respondiendo a las
pautas culturales de la época. La madre era una ama de casa modelo y el padre era
un trabajador.
En el libro El Montevideano, de Milita Alfaro, Jaime enmarca su infancia en una
familia de clase social media baja, teniendo al “fantasma” del fin de mes siempre
flotando. El matrimonio de sus padres tomó lugar en el año 1952, donde el
“imaginario colectivo hiperoptimista”, así definido por Milita Alfaro, situaba a Uruguay
como la Suiza de América. No obstante, ese imaginario fue desapareciendo y, como
en el caso de los Roos, la realidad era mucho menos dulce. En fin, una familia
promedio, situada en Durazno y Convención, icónica esquina que posteriormente da
nombre a una de las canciones más recordadas de Jaime.
Gustavo Pena nació el 2 de diciembre de 1955, en Cordón. De su niñez se
desconoce más de lo que se sabe. No hay datos sobre el padre y sobre la madre se
sabe que murió cuando Gustavo era un niño. El y su hermana Nilda quedaron a
merced de la tía Aida, una mujer mayor que nunca había sido madre. Nilda Pena
recuerda a la tía como una segunda madre. Tampoco se sabe con exactitud cual es
el parentesco entre Aida y los pequeños Pena, probablemente fuera una tía
segunda.
Ambos mostraban desde niños un fuerte interés por la música. Jaime comenzó sus
estudios musicales a la edad de 13 en el ​Instituto María Angélica Piola​. “​Antes de
cumplir veinte años, el Príncipe se puso a estudiar flauta en el conservatorio
Kolischer ​de Montevideo, el mismo al que fue el gran escritor uruguayo -y también
músico- Felisberto Hernández.” (​Federico Frau Barros)
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El Príncipe, como fue recurrente en su carrera, siempre se caracterizó por ser
autodidacta. Sus estudios en flauta nunca fueron terminados y su instrumento
principal, que fue la guitarra, no tuvo una formación sino que se enseño a sí mismo,
como declaró en una entrevista. Un talento natural, algo intuitivo. Todo lo contrario a
Jaime quien siempre tuvo un carácter formal en cuanto a su proceder artístico. En
una entrevista brindada a TV Ciudad, Roos afirmaba que cuando joven él no admitía
dos errores en un músico, lo que refleja su gran exigencia y su perfeccionismo.
Sobre la niñez de Jaime se conocen más detalles. La vereda fue su segunda casa,
un lugar donde las personas interactuaban despojándose de cualquier status social.
Es interesante contextualizar que Barrio Sur tenía una heterogeneidad cultural, muy
rica y diversa. Los “judios” pobres, refugiados europeos que se instalaban en la
zona, la “pensión de los chilenos pungas”, los rezagos del bajo desplazado y sus
prostitutas características, familia de comerciantes. Esta mezcla luego se ve
reflejado en la obra de Roos.
Otro suceso que marcó la niñez de Roos fue la ocupación del edificio Liberaij, a un
par de cuadras de su residencia. Jaime estaba por cumplir sus 13 años cuando
ocurrió una situación casi surreal. Una persecución entre la policía y unos ladrones
argentinos que se atrincheraron en el edificio Liberaij y dieron batalla. 14 horas de
confrontación. El mito dice que los ladrones, antes de entregarse, comenzaron a
quemar el dinero. Todas estas pequeñeces pertenecían al ecosistema en el cual
Jaime se crió y que posteriormente plasmará en sus obras.
Primeros pasos
Tanto Pena como Roos comenzaron su viaje musical con una guitarra.
Curiosamente, ambas guitarras eran de la misma marca, una Gianini brasilera.
Ambos artistas recuerdan las historias de su primera guitarra, a Jaime se la
regalaron y a Gustavo se la prestaba un amigo de la hermana. Hay una mística
instaurada con la guitarra, es un instrumento fiel y portable que acompaña a los
grandes músicos populares en Uruguay.
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Los dos artistas estaban fuertemente influenciados por la música de ​los Beatles.
Jaime siempre adjudica su inspiración al cuarteto inglés, al carnaval (candombe y
murga) y al rock. El montevideano, referenciando a la biografía de Milita Alfaro, logró
crear y consolidar una hibridación de géneros musicales que, hasta el momento, no
habían sido mezclados. “Candombe, murga y batucada…” como bien menciona
Durazno y Convención​. La fusión musical viene de familia, su tío George, junto a los
hermanos Fattoruso, fueron los pioneros en fusionar jazz y candombe en el país.
Jaime tenía solo ocho años de edad.
Sus primeros pasos, como bien mencionaba anteriormente, se dieron en el ​Instituto
María Angélica Piola​ a sus jóvenes 13 años. En dos años avanzó cinco cursos. Pero
su familia, y respondiendo al pensamiento de la época, asociaban a la música con
una vida bohemia, desprolija. “Y razonaban con la mentalidad típica de la clase
media que quiere ascender: obviamente, es mejor que el nene sea médico y no
músico” (Jaime Roos, El Montevideano).
Acompañando sus progresos musicales, el país avanzaba hacia un destino
truculento. Jaime, al entrar al liceo, se encontró con una realidad ajena, la política,
los movimientos estudiantiles. El vivió el mayo del 68 muy de cerca ya que en su
liceo explotó una bomba molotov. Los aires estaban caldeados. Tan así que Jaime,
de manera suspicaz, fue previendo un devenir no placentero y a sus 20 años decidió
abandonar el país y dirigirse a Europa.
En cuanto al Príncipe, como mencionaba anteriormente, la información no es tan
precisa. Se desconocen muchas cosas. Un acierto es que conoció a su mujer
apenas de adolescente, quien fue la compañera de su vida. Gustavo y Gilda, su
compañera, eran conocidos como los hippies del barrio. Dos personas sumergidas
en una realidad cruda pero ajenas a los problemas. En el documental Espíritu
Inquieto, sus amigos decían que el príncipe vivía en una burbuja. Un flaco de pelo
largo, con una bufanda, que iba por la vida cantando y bailando. De aquí su apodo
“El Príncipe”, referenciando al icónico personaje Saint-Exupéry.
La primera función de Gustavo como solista fue en la Alianza Francesa, en 1978. El
guardia de seguridad no lo quería dejar ingresar ya que tenía una prominente
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melena. Tras una serie de desencuentros con el mundo artístico uruguayo, la pareja
decide probar suerte y se van a San Pablo en el año 1980. Es interesante ver como
la peregrinación es un punto común en ambos artistas. Jaime en el 75 y pena en el
80.
“La música se manifestaba para él (Gustavo Pena) desde la infancia no ya como un
hobby, ni un trabajo, ni siquiera como una vocación, sino más bien como una
misión. Una labor nítida, única, intensa e ineludible.” (Pilar Safatle, Quién fue “El
Príncipe”). Aquí radica, en mi opinión, un punto de inflexión sustancial para
diferenciar a ambos artistas. Jaime quiso y supo cómo vivir de la música, encontró
en el arte una profesión, mientras que Gustavo encontró su vida, muy alejado de
una búsqueda hacia la sustentabilidad económica.
En palabras del Príncipe: “Siempre que dejé la música se me vacía todo o me va
mal. Con la música puede ser que me vaya mal, pero me siento re bien y la gente
también entonces me parece que es la forma más útil que tengo de servir”. En
cambio Jaime tuvo una mentalidad bajada a tierra, concreta y accionable. De la
utopía a la realidad.
Es en San Pablo donde el Príncipe comienza a ser “descubierto”. Son los brasileños
quienes descubren el talento y el potencial de Gustavo. El siempre menciona que
sus conocimientos musicales los adquirió con los maestros de Brasil, músicos de
Bossa Nova y Samba. Y aquí es donde comienza a crear su identidad musical.
Mucha Bossa, candombe, rock, jazz y algunas transformaciones. Vale aclarar que la
primera canción que tocó en la guitarra fue una de los Beatles.
Peregrinaje
La salida del país en busca de nuevos horizontes, y también escapando de la
realidad del país, es un factor común en muchos artistas. La carrera musical de
Jaime nace en Europa. Antes de su viaje, Jaime sólo había tocado con
agrupaciones de “cuarta división”, así referenciado por el mismo. Sin embargo,
estas bandas le sumaron experiencia y también unos buenos pesos. Sin ser
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reconocido, estas primeras experiencias funcionaron, más que nada, como
convencimiento para sus padres. Tal vez el sueño de ser músico no es tan utópico
como pensaron.
En el Montevideo de los 70, las llamadas “cuevas” eran escenarios fundamentales
para los músicos emergentes. Lugares ocultos a la vista donde los jóvenes podían
expresar sus sentimientos. Los primeros años de Jaime fueron en este tipo de
recintos. Guilherme de Alencar Pinto define al inicio de la dictadura como un apagón
cultural. Sin embargo, Jaime asegura que existen generaciones artísticas cada cinco
años, y que la generación del 73, a la cual pertenece, tenía una fuerza asombrosa.
Volviendo al tema del peregrinaje, es interesante saber que Roos no escapó del
país por motivos políticos, o por una búsqueda de libertad. A él le apasionaba la
idea de viajar y conocer Europa, y sin dudas que el contexto sociocultural lo impulsó
a tomar esta decisión a una joven edad. Y también, la idea de Jaime fue la de ir para
volver. “La lejanía ayuda a descubrir la propia identidad” (Jaime Roos, El
montevideano)
Jaime viajó con la idea de consolidarse como bajista de alguna banda, sin embargo,
al llegar a Madrid se encontró con una fuerte inspiración y comenzó a componer,
algo que le era imposible en tierras montevideanas. Esa necesidad de alejarse para
ver el objeto con mayor claridad. No solo abandonó su inocencia en montevideo
-como bien plantea en varias entrevistas- sino que también se deshizo de sus
alergias y de su tartamudeo.
La situación del Príncipe es similar. Es en San Pablo donde comienza una carrera
fluctuante entre distintas bandas, todas de poca escala. Su primer encontronazo con
el ecosistema cultural de Brasil fue en un teatro. Había una orquesta ensayando que
no podía resolver un arreglo musical. El Príncipe escuchó y les dio una respuesta. El
arreglo quedó perfecto y Gustavo comenzó a tocar con Paulinho Boca de Cantor.
Lo más destacable que le ocurrió a Gustavo en San Pablo fue poder crecer
musicalmente, incorporar la riqueza musical de los estilos brasileños. Como bien se
afirmó varias veces, el Príncipe no logró generar mucho dinero. Fue una experiencia
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casi que de mochilero, sin ninguna aspiración económica. Es así que al año
siguiente vuelve a montevideo.
Su regreso fue corto ya que por primera vez el Príncipe viajó a Buenos Aires para
acompañar a una orquesta de poca monta llamada Pareceres. Unos años después,
en el 90 graba su único disco solista de estudio conocido como ​La fuente de la
Juventud.​ Un proyecto que costó más de diez mil dólares y que no fue
comercializado. Al transcurrir 14 años, el sello ​Ayuí/Tacuabé p
​ ublicó el álbum y lo
comercializó. Toda esa gestión la realizó Eli-U, la hija de Gustavo. El Príncipe nunca
llegó a ver su disco editado y fue su hija quien revalorizó su obra.
La suerte de Jaime corrió por otros caminos. Es en Europa donde se consolida
como músico profesional. En París graba sus primeras cuatro canciones que luego
se publicarán en el disco ​Candombe del 31, ​que será editado en el año 77 tambien
por el sello ​Ayuí/Tacuabé. E
​ n el 78 se establece en Amsterdam, donde
posteriormente nacerá su hijo Yamandú. Desde Holanda edita dos discos, además
de participar en distintas bandas como bajista y segunda guitarra.
Retorno al barrio
Se podría seguir hablando sobre las aventuras en el extranjero, pero lo real es que
ambos músicos volvieron al país. Jaime en el 84 y Gustavo en el 81, por más que
viajo a Buenos Aires al instante. Aquí se podría instalar una discusión interesante
que aplica a la obra de Jaime: ¿porque Jaime escribe sobre su barrio si hace
muchos años que no vive aquí? Mismo en el libro ​El Montevideano,​ él reflexiona
sobre encontrarse en una realidad que desconoce, con otras reglas. Su barrio ya no
es el mismo que hace diez años atrás y Roos desconoce las reglas.
El ejemplo más notorio es la carátula del disco “Hermano te estoy hablando” del año
2009. Por más que sea uno de sus discos más recientes, la caricatura muestra a
Jaime caminando por las calles de montevideo, reflexionando sobre cómo estas
calles no responden a la ciudad que conoció. Este sentimiento se ve reflejado en
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distintas etapas artísticas de Jaime. En primera instancia, cuando retorna al país,
por haber estado alejado de la realidad montevideana, y en segunda instancia
cuando entra en los 50s, edad que también lo fue alejando del Montevideo crudo y
de la vereda.
Volviendo a los 80s, Jaime retorna a montevideo y se consolida como un artista
reconocido. Saca una innumerable serie de discos exitosos, nos regala obras
icónicas que definen la identidad de muchos uruguayos. Toca con los músicos de
mayor renombre, se codea con Lazarof, con los hermanos Ibarburu, con el letrista
Raúl Castro.
En cambio, Gustavo Pena se encuentra en una experimentación constante.
Comienza a divagar entre distintos grupos experimentales como ​Buraco Incivilizado​.
Sigue viajando a pequeños festivales para tocar con bandas brasileñas pero
siempre sin asentarse dentro de la cultura uruguaya. Continúa siendo un
desconocido para el público promedio,aunque dentro del sector musical gozaba de
cierto reconocimiento.
Las giras de Jaime por latinoamérica fueron constantes, llegó a viajar como
representante de la música uruguaya. En cambio, El Príncipe viajaba como artista
invitado en espectáculos under. Mientras Jaime grababa discos, Gustavo creaba en
silencio una larga obra que permaneció oculta hasta después de su muerte. En una
entrevista al Príncipe en el año 2000, le preguntaron cuantas canciones había
compuesto. El respondió que más de 400. Una fonografía extremadamente extensa.
El legado
Finalmente, me parece pertinente generar un apartado sobre el legado de Gustavo
Pena, ya que Jaime aún está vivo y goza de una gran popularidad. El Príncipe
falleció el 13 de mayo de 2004 a causa de una diabetes que nunca controló. En vida
sólo publicó dos discos:​ Amigotez (​2001-2002)​, ​con Nicolas David y ​El Recital
(2002-2003). Este último fue una grabación en vivo de su más grande y último
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espectáculo, que tuvo lugar en la Sala Zitarrosa. Un show muy recordado por
aquellos pocos que pudieron presenciarlo en vivo.
En cambio el disco Amigotez no tuvo ninguna significancia. El resto de su obra
permaneció inédita. No obstante, dentro del archivo personal del Príncipe se
encontraron cientos de grabaciones analogicas que permitieron recopilar albumes
de sus canciones grabadas por el mismo. En 2005 se dio a conocer La fuente de la
Juventud, aquel disco grabado en Buenos Aires y guardado hasta esa fecha.
Podríamos seguir enumerando los siguientes discos póstumos, pero creo que el
más completo es ​Archivo 1​. Una recopilación de canciones que se encontraron en
cassetes grabados entre el 78 y el 80.
Su arte
En este apartado me propongo comparar a gran escala los estilos artísticos de
ambos músicos. Como mencionaba al inicio, el Príncipe tiene fuerte influencia en la
Bossa y el Samba, en el candombe, también en los beatles y finalmente encontró
inspiración en Spinetta . Él realizó varios covers de las canciones del Flaco, como
es el caso de ​Yo quiero ver un tren, o
​ bra de Spinetta que fue interpretada por el
Príncipe y mezclada con la canción ​Blackbird​ de Los Beatles. En el disco
Autobombo p
​ odemos escuchar otras hibridaciones, una versión del Pericón jazzera
y una mezcla de ​Stairway to Heaven​ con ​Insensatez​, una bossa nova brasileña
Una onda espiritual, hippie, energética. Es así que en época de dictadura, aquellos
que conocían su obra le criticaban que tenía postura ajena al contexto. En ​Archivo 1
podemos apreciar un hilo conductor intencionado que va reflexionando sobre la
situación del país. También se plantean situaciones como el racismo y la
discriminacion. Canciones de amor, candombes nostálgicos, invitaciones para huir
de la ciudad. Este álbum póstumo nos afirma que el Príncipe tenía preocupación por
la realidad del país, solo que no lo planteaba de manera tan evidente.
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Jaime Roos se dedicó a cantar y narrar sobre temas similares con letras más
concretas. El carnaval como evento céntrico en muchas de sus canciones, un canto
a los barrios de Montevideo, muchas veces ejemplificados. Un estilo menos
metafórico y “volado”, pero sin embargo compartiendo una esencia de lo que es ser
montevideano y uruguayo. El candombe, el rock y la murga como pilares
fundamentales de su obra. Algún tango, alguna milonga, algún vals.
A modo de conclusión, dos músicos de una excelencia artística que tuvieron
distintos caminos. Uno famoso en vida, el otro reconocido en la muerte.
Contemporáneos, compartiendo la misma ciudad, las mismas inquietudes pero con
distintas perspectivas. Un músico utópico y el otro un artista de lo concreto.
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Bibliografía:
● Jaime Roos, El Montevideano;​ Milita Alfaro; 2017
● El Príncipe que no llegó a rey​; Federico Frau Barros
(​https://www.nodalcultura.am/2017/12/el-principe-que-no-llego-a-rey/​)
● Quién fue “El Príncipe”: vida y obra de Gustavo Pena, el último músico
uruguayo de culto​; Pilar Safatle; 2020
(​https://www.infobae.com/cultura/2020/04/07/quien-fue-el-principe-vida-y-obra
-de-gustavo-pena-el-ultimo-musico-uruguayo-de-culto/​)
● Espíritu Inquieto; Eli-U Pena, Documental
● https://imaginandobuenas.com.uy/
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