LA NIÑA DE LOS GORRIONES (Por: Sara Pennypacker / Yoko Tanaka.) Un día, se declaró una guerra en China. -¡Los gorriones son nuestros enemigos! se comen el grano de nuestras cosechas, ¡Tenemos que eliminarlos! Hermano Mayor mostró la bolsa llena de petardos que su padre le había dado para la guerra contra los pájaros. -Me gustan los gorriones-dijo Ming-Li en vos baja a su hermano mayor, miró hacia el cielo e intentó imaginarlo vacío y silencioso. Sus padres también estaban hablando de aquel plan. -El granero del pueblo ahora está vacío pero ¡el año que viene estará lleno! -Podría ayudarte a plantar más semillas en primavera, Padre-dijo Ming-Li- y a quitar las malas hierbas, y... -Tú no eres una campesina-contestó su padre acariciándole la cabeza. ¡Sólo eres una niña! Aquella noche Ming-Li no podía dormir. Había algo que la preocupaba y no podía dejar de dar vueltas. Se acercó a la estera de su hermano mayor. -¿Y cómo lo sabrán los otros pájaros?- Murmuró, sacudiéndole el hombro. Hermano Mayor se frotó los ojos y frunció el ceño. -¿No asustará nuestra batida a los demás pájaros? ¿Y si se van los ruiseñores? ¿O las golondrinas, o...nuestra Paloma? -¡Hermana Pequeña, tu cerebro es tan pequeño como el de un gorrión!- susurró. Hermano Mayor-. Los planes de nuestro Líder siempre son perfectos. Nos lo han dicho en la escuela. ¡Y ahora vuelve a dormir! A la mañana siguiente, un tremendo alboroto despertó a Ming-Li. Corrió hacia la ventana: una marea de gente inundaba las calles del pueblo, hacían sonar los gongs, platillos y tambores, y vociferaban. Los petardos estallaban como disparos. -Abrigate bien- dijo Madre y le dio una galleta de arroz. Ming-Li y Hermano Mayor salieron. Los vecinos del pueblo corrían por las calles y armaban tanto jaleo que el suelo retumbaba. Solo miraban hacia arriba en busca de sus enemigos los gorriones, sin tener cuidado de no pisotear a una niña. Ming-Li agarró la mano de Hermano Mayor, que la alejo de la muchedumbre y la condujo a la huerta. Hermano Mayor encendió un petardo bajo un albaricoque. ¡PUM! Una nube de gorriones se elevó y voló hacia unos perales. Hermano Mayor los siguió y encendió otro petardo debajo de ellos. Ming-Li se tapó los oídos y cerró los ojos muy fuerte, pero le pareció que estallaban chispas doradas en su cabeza. Quería alejarse volando como una gorrión a algún lugar alto y seguro. Ming-Li salió corriendo, pero cuando llegó al camino vio caer algo del suelo. Un grupo de vecinos también lo vio y se acercó corriendo. -¡Se ha muerto del susto!- gritó Ming-Li -. ¡Debemos parar! -¡Los gorriones muertos no comen grano!- graznó un anciano junto a ella. Cayeron más pájaros del cielo, sin vida. -¡Viva! ¡Estamos ganando la Guerra contra los Gorriones!- exclamaron los demás. Ming-Li corrió hasta su casa, trepó al tejado para ver cómo estaba su Paloma. Pero la jaula estaba vacía: Hermano Mayor debía de haberla dejado salir. De repente una paloma plateada se acercó a ella. -¡Has vuelto! Ming-Li alargó el brazo para que se posara en él. Pero el pájaro solo aleteó un instante, y después cayó sobre tejas. La paloma yacía inerte, solo su corazón latía bajo las nacaradas plumas del pecho. Pero al poco rato también el corazón dejó de moverse. Los ojos de Ming-Li se llenaron de lágrimas. escondió el pájaro dentro de su chaqueta, bajó del tejado y volvió a la huerta. Hermano Mayor estaba debajo de un nogal, a punto de encender otro petardo. -Espera- dijo Ming-Li mostrándole su paloma. A Hermano Mayor se le descompuso el rostro y soltó abatido el petardo. Enterraron la paloma bajo el nogal. -El ruido de la batida matará a todos los gorriones de China. Quizás a todos los pájaros. Tenemos que hacer algo- dijo Ming-Li -. ¿Me ayudarás? Hermano Mayor asintió con los ojos enrojecidos. -Pero nadie puede desobedecer a nuestro Líder. ¿Qué podemos hacer? -Puede que algunos gorriones que han caído estén todavía vivos, como lo estaba Paloma. Podríamos salvarlos. Así pues. Ming-Li corría cada vez que veía caer un pájaro y siempre llegaba tarde. Pero cuando iban a encender las farolas, un pájaro pardo cayó junto a un membrillo y aleteó durante un momento, lo que llenó a Ming-Li de esperanza; corrió hacia el árbol y encontró al gorrión que intentaba incorporarse. Recogió al pájaro y lo metió dentro de su chaqueta. -Ahora estás a salvo, amiguito- le murmuró. La gente estaba regresando a sus casas, felicitándose por el éxito: "¡Dos días más y no quedará ni un gorrión en toda China!" Ming-Li se cruzó un poco más la chaqueta. Sentía el pequeño corazón del pájaro latir contra el suyo. "Si que quedarán", se prometió Encontró a Hermano mayor entre la muchedumbre. -Sólo uno- le dijo, dejándole echar un vistazo dentro de la chaqueta. Llevaron al pequeño gorrión a la jaula de la Paloma. Ming-Li llenó el tarrito con agua y troceó su galleta de arroz. Al día siguiente Ming-Li y Hermano Mayor salieron corriendo para salvar más pájaros. Si aparecía algún vecino cerca cuando Ming-Li corría a rescatar un gorrión, Hermano Mayor lo distraía -¡Mira! ¡Al oeste ! Una bandada de enemigos! Durante todo el día cayeron gran cantidad de pájaros. -Parecen gotas de lluvia- dijo Hermano Mayor-. ¡Están lloviendo pájaros! -No- dijo Ming-Li-. Son como lágrimas. ¡El cielo llora pájaros! Al caer la noche habían rescatado cuatro gorriones más. Al tercer día, el cielo estaba casi estaba vacío. Aún así, la gente seguía haciendo sonar gongs, platillos, tambores, y vociferando. Ming-Li y Hermano mayor solo encontraron dos pájaros más con vida. -Siete gorriones- dijo Hermano Mayor- pero podía no haber ningún. Aquella noche Ming-Li no podía dormir. Sus gorriones pronto necesitarán espacio para volar. Pero sí los soltaba, los vecinos del pueblo los cazarían. Al día siguiente, se levantó antes del amanecer. Subió corriendo al tejado, agarró la jaula y, cruzando los campos, se dirigió al granero del pueblo. Allí soltó a los gorriones: - Algún día volveréis a volar bajo el sol- les prometió. Cada día, después de la escuela, Ming-Li visitaba a los gorriones. Los observaba mientras volaban entre las vigas del techo y bajaban en picado para atrapar insectos y gusanos. Pero al llegar la primavera, Ming-Li empezó a preocuparse. Tan pronto se recogiera la primera cosecha, los granjeros abrirían el granero ¿dónde esconderían a los gorriones entonces? Padre y Hermano Mayor habían empezado a sembrar. Ming-Li deseaba acompañarlos. -Dejadme ayudaros- les rogaba todos los días. -Tú no eres una campesina- contestada su padre sonriendo-. Sólo eres una niña. Un día de verano, Ming-Li se dio cuenta de que su padre parecía preocupado al volver del campo. -Mañana- dijo- habrá una reunión de todos los granjeros enfrente del granero del pueblo. ¡El granero del pueblo! ¿Qué pasará si entran? A la mañana siguiente, Ming-Li siguió a su padre. Se escondió detrás del granero. Los campesinos estaban sentados en círculo, con cara sería. -No tendré grano este año- dijo uno-. Las langostas se lo están comiendo todo. -¡Las ciruelas de mi huerta están llenas de gusanos! -exclamó otro. -Los gorgojos se están comiendo mi arroz- añadió un terceroY los saltamontes están atacando los tallos de la soja. - Habrá hambruna- dijo el padre de Ming-LiNuestras familias pasarán hambre. Y entonces se quedaron en silencio mientras iba calando en ellos la realidad, fría y oscura como una noche de invierno. Ming-Li no pudo contenerse, y salió de su escondite, -¡Es porque no hay gorriones! ¡No hay gorriones que se coman los insectos! -¡Ming-Li , vete a casa!- gritó su padre. Pero el mayor de los campesinos levantó la mano. -Tiene razón-dijo- Los gorriones nunca han sido nuestros enemigos. -¿Qué importa eso ahora?- dijo otro campesino-. Lo que está hecho, hecho está. Ming-Li susurró algo al oído de su padre. Éste se levantó -Enséñanoslo. Ming-Li condujo a los campesinos hasta el granero y abrió la puerta. Contuvo la respiración. ¿Cuál será mi castigo? Tan pronto se abrieron las puertas se fueron volando los siete gorriones. Los granjeros dieron un grito ahogado de asombro. -¡Tu hija nos ha traído un milagro!- dijeron-. ¡Siete milagros!. A partir de hoy, los gorriones estarán a salvo en nuestro pueblo. Y a toda la gente de otros pueblos que encontremos, les contaremos la sabiduría de la Niña de los Gorriones. -Si- asintió el padre de Ming-Li . Mi hija es la Niña de los Gorriones. Pero es algo más. La alzó en brazos. -Ming-Li es una verdadera campesina.