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Cinco Tesis sobre el Estado del Desarrollo de Habilidades de Pensamiento
Crítico en Instituciones de Educación Superior de la Región.
Chapter · January 2005
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Carlos E García
Universidad de Manizales
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Cinco Tesis sobre el Estado del Desarrollo de Habilidades de Pensamiento Crítico
en Instituciones de Educación Superior de la Región.
Resumen
En este ensayo me propongo presentar cinco tesis sobre el estado del desarrollo de
habilidades de pensamiento crítico en instituciones de educación superior de la región y
ofrecer algunas recomendaciones acerca de las estrategias adecuadas para mejorar la
situación que tenemos actualmente. Mi evaluación general al respecto indica que, en
nuestras universidades, estamos bien lejos de conseguir ajustarnos a los estándares
deseables del pensamiento crítico.
Palabras clave: Crítica, racionalismo crítico, pensamiento crítico, argumentación,
universidad.
Five Theses on the State of Development of Critical Thinking Abilities in Local
Higher Education Institutions.
Abstract
In this essay, I Intend to discuss five theses on the state of development of critical
thinking abilities in local higher education institutions. I also want to offer some
recommendations about the strategies to improve our actual situation on this score. My
general evaluation on this topic indicates that in our regional universities, we are far
from being in the position of meeting the desirable standards of critical thinking.
Key words: Criticism, Critical Rationalism, Critical Thinking, Argumentation,
University.
1
Cinco Tesis sobre el Estado del Desarrollo de Habilidades de Pensamiento Crítico
en Instituciones de Educación Superior de la Región.
Carlos Emilio García Duque
Universidad de Manizales
Universidad de Caldas
“Algunos de los problemas más interesantes [de donde proviene la ciencia] surgen de la
crítica consciente a teorías aceptadas hasta ese momento de manera a-crítica o de la
crítica consciente a la teoría de un predecesor.” Popper
Introducción
Resulta difícil encontrar, en los últimos diez años, otro tema que haya despertado tanto
entusiasmo e interés en el campo de la Educación Superior, como el del desarrollo de
habilidades de pensamiento crítico. En efecto, muchas instituciones de educación
superior en el contexto nacional y regional han llegado incluso a consagrar en sus
misiones alguna fórmula concebida para manifestar su decidido acuerdo con la
importancia de promover habilidades de pensamiento crítico, y son también numerosos
los programas de asignatura que implícita o explícitamente señalan que esta actividad
ocupa una parte importante de los enfoques o estrategias mediante los que se
desarrollarán los temas. Tras la ubicuidad de tantas variantes cuyo objetivo final es
contribuir al loable propósito de fomentar y mejorar el pensamiento crítico, uno
esperaría un cambio sustancial en la calidad de la educación superior y alguna forma
visible de progreso hacia la meta final: mejores ideas, expresadas correctamente y
articuladas adecuadamente; más y mejor argumentación en trabajos de grado y
publicaciones universitarias; la consolidación o, cuando menos, la conformación de
comunidades académicas genuinas; el incremento de debates académicos rigurosos de
forma oral o por escrito y, como resultado de todo ello, el mejoramiento paulatino de la
calidad académica. Pero la situación no deja de ser preocupante. El pensamiento crítico
está casi por completo ausente de nuestras instituciones universitarias. Toda la alharaca
acerca de la crítica parece ser una más de tantas imposturas intelectuales, una forma de
hipocresía académica en virtud de la cual acallamos nuestras conciencias, al reconocer y
declarar públicamente que la crítica y el disenso constituyen la esencia de la
universidad, y que los objetivos de fomentar el pensamiento crítico y de desarrollar
habilidades críticas en nuestros estudiantes representan los ejes centrales de nuestro
quehacer académico, de los principios que orientan nuestros procesos de enseñanza y
aprendizaje y, en general, de nuestra vida intelectual; aunque los hechos, es decir,
nuestras prácticas curriculares reales vayan por otros senderos.1
En esta ponencia deseo someter a debate cinco tesis sobre el tema general del seminario
que nos ha reunido, circunscritas al caso de la universidad regional. Con dichas tesis
intento mostrar que la crítica, en general, y el desarrollo de habilidades de pensamiento
1
Es preciso admitir que el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico es una tarea difícil,
y que se requiere tiempo antes de que los resultados sean visibles. Por esta razón, presumo
que muchos de quienes intentamos hacer algo al respecto consideremos la situación con cierta
dosis de pesimismo frente a la lentitud con que se muestran los resultados. Esto muestra la
importancia de examinar permanentemente el asunto, evaluar lo que hemos conseguido y
redoblar esfuerzos de cara al objetivo.
2
crítico, en particular, son etiquetas con las que adornamos discursos o documentos pero
que constituyen la excepción y no la norma en el trabajo que llevamos a cabo en
nuestras aulas, oficinas y salas de reuniones, y en los resultados que divulgamos a través
de nuestros documentos y publicaciones. Además de una caracterización descarnada de
nuestra realidad académica (que muchos seguramente no compartirán) y dado que estoy
convencido de que la búsqueda de la excelencia requiere la crítica fuerte y el debate
permanente, concluiré mi trabajo con algunas recomendaciones generales que espero se
puedan afinar con la discusión de mis ideas.2 Comenzaré con una breve explicación de
la noción de “pensamiento crítico” para pasar acto seguido a presentar y motivar mis
tesis.
Pensamiento crítico
Entiendo por “pensamiento crítico” la aplicación plena del supuesto según el cual toda
teoría, toda tesis, o todo punto de vista son susceptibles de ser examinados críticamente,
al conjunto de aquellas actividades universitarias que requieren el uso de la inteligencia.
Algunas de estas actividades incluyen el descubrimiento, el análisis, la exposición, la
formulación y la solución de problemas. La aplicación del principio anterior nos obliga
a intentar por todos los medios establecer las falencias (sacándolas a la luz) de nuestras
tesis, en lugar de esforzarnos por mostrar sus virtudes. En el desarrollo de este objetivo
podemos fungir como nuestros propios críticos o dejar al escrutinio de los demás el
cumplimiento de tan importante función. Finalmente, se aprovechan los resultados de la
confrontación con la crítica (pues en todo debate siempre es posible argumentar y
contra-argumentar) para replantear nuestras tesis, procurando una versión más
depurada, o para abandonarlas porque no resistieron adecuadamente el examen de la
crítica, en cuyo caso podemos sustituirlas por unas candidatas (mejor calificadas) con
las cuales se da inicio a todo el proceso otra vez. Este principio, que podríamos
denominar “pan-criticismo”, implica que busquemos siempre el debate y la discusión y
que prefiramos la crítica estructurada y demoledora en lugar de la aprobación
complaciente; que las virtudes académicas más importantes sean la inconformidad y el
disenso y no la aceptación ni la reverencia; en últimas, que resulten más productivos el
rechazo y la confrontación –acompañados de razones- y no la aprobación y la adulación.
Mis compromisos epistemológicos: Popper, el racionalismo crítico y la función de
la crítica en el mundo de la Academia.
El punto de vista que acabo de esbozar es tributario de la epistemología falibilista
expuesta desde hace más de cuarenta años por el filósofo vienés Karl Popper.3 Las
2
Si como resultado de la discusión de mi trabajo se logra establecer que estoy equivocado y
que la situación es diferente a como yo la represento, cuando menos habré conseguido el
objetivo de ilustrar “en acción” la importancia de la crítica en un contexto académico.
3
Hay numerosas formulaciones de las tesis básicas del racionalismo crítico en la obra de
Popper, pero todas ellas tienen en común la idea de que sólo es posible progresar en la
búsqueda permanente del conocimiento mediante un proceso ininterrumpido de conjeturas
(que se someten a la crítica más estricta) y refutaciones. Con el fin de ilustrar la función de la
crítica en este proceso consideren las palabras del mismo Popper: “La respuesta adecuada a
mi pregunta ‘Cómo podemos detectar y eliminar el error?’, es, según creo, la siguiente:
‘Criticando las teorías y presunciones de otros y –si podemos adiestrarnos para hacerlocriticando nuestras propias teorías y presunciones’. (Esto último es sumamente deseable, pero
3
particularidades de su teoría de la ciencia son suficientemente conocidas, por lo que no
las expondré aquí. Para mis objetivos actuales basta con recordar que Popper es el
principal exponente del racionalismo crítico, doctrina que podemos considerar una
generalización del punto de vista que acabo de introducir en el párrafo anterior. A lo
largo de toda su obra, Popper defendió la crítica como el mecanismo fundamental para
conseguir el progreso en la ciencia, pero la crítica constituye el mecanismo apropiado
para buscar el progreso en cualquier empresa intelectual. En su opinión, el principio de
que “yo puedo estar equivocado y tu tener la razón y mediante la crítica podemos
acercarnos los dos un poco más a la verdad” constituye un resumen simple de lo que el
racionalismo crítico nos permite alcanzar. Por otra parte, debo advertir que junto con la
formulación popperiana del racionalismo crítico me suscribo a los cuatro lineamientos
fundamentales de su epistemología (anti-inductivismo, falsabilidad, corroboración y
verosimilitud). Sin embargo, mis ideas sobre el rol de la crítica en la academia y el
estado en que se encuentra el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico en las
instituciones regionales de educación superior son independientes de esta teoría. En
otras palabras, aún quienes rechazan la teoría de la ciencia de Popper, pueden concordar
conmigo en la evaluación que hago del estado de la crítica.
A juzgar por la aceptación general sobre la importancia del pensamiento crítico en el
mundo de la academia, no parecería necesario decir nada adicional al respecto. Con
todo, considero conveniente reiterar las tres ideas siguientes. (1) la crítica cumple la
importante función de generar nuevas ideas, es decir, de llamar la atención sobre
aspectos que no se han tenido en cuenta, que han sido analizados de manera insuficiente
o incorrecta. En una palabra, la crítica representa el medio más importante para eliminar
el error. (2) la crítica alimenta el debate y al hacerlo saca a la luz las conclusiones
implícitas de nuestras teorías, aquellas consecuencias en las que no hemos pensado
inicialmente; aumenta nuestra comprensión sobre aquellas áreas de investigación que
resultan afectadas por nuestros pronunciamientos; es decir, la crítica promueve el
progreso de la discusión; y (3) la crítica permite la confrontación de ideas que
representan posiciones opuestas y al hacerlo así enriquece la discusión en la medida en
que obliga a los disputantes a asumir posiciones con grados decrecientes de generalidad.
En otras palabras, la crítica nos permite tomar en cuenta los múltiples aspectos de una
cuestión, y generar discusiones con mayor contenido informativo.
Antes de pasar a la exposición de mis tesis, permítanme una brevísima digresión
metodológica. Con toda seguridad ustedes estarán interesados en saber cuál es la fuente
de donde provienen mis tesis; o dicho de otro modo, asumiendo que lo que voy a
exponer en este ensayo constituye algo más que una opinión aislada, querrán saber a
qué tipo de evidencia empírica puedo remitirlos, de modo que puedan considerar el
asunto por sus propios medios. Para responder a esta pregunta debo hacer referencia a
mi práctica docente y a la de aquellos colegas más cercanos con quienes he discutido el
problema durante los últimos años. En concreto me he basado en la consideración
detallada de decenas de trabajos de mis estudiantes, tanto en los niveles de pregrado
como en los de postgrado, incluyendo trabajos de asignatura y tesis de grado, así como
en las opiniones de muchos de mis colegas sobre productos de similar categoría.
no indispensable; pues si nosotros no criticamos nuestras propias teorías, puede haber otros
que lo hagan.) Esta respuesta resume una posición a la que propongo llamar ‘racionalismo
crítico’.” Popper, Karl. Conjeturas y Refutaciones. Barcelona: Paidós, 1983. p. 50
4
También he tenido en cuenta un porcentaje muy alto de artículos de revistas, tanto los
publicados en revistas regionales (e incluso en muchas de nivel nacional) como los que
han llegado a mis manos en calidad de evaluador. Considero una hipótesis razonable la
de que la mayor parte de mis colegas en las actividades docentes podrían aceptar un
juicio similar sobre los trabajos de asignatura, las experiencias en clase y las discusiones
y decisiones que se adoptan en los organismos de dirección universitaria.4 Hecha esta
precisión metodológica, pasemos ahora a la exposición de las tesis.
Tesis uno: en nuestro medio el pensamiento crítico tiende a no ser más que un slogan.
Ya mencioné que la palabra “crítica” o alguna de sus relacionadas aparece por todas
partes en los documentos universitarios. También afirmé que su aplicación es poca. En
el mejor de los casos se observa una confusión de la crítica con la queja. Criticar se
hace, entonces, sinónimo de señalar inconformidades, de ventilar desacuerdos en el
nivel de las actitudes, de expresar rechazo emocional a decisiones o políticas
institucionales, (y a veces a la afiliación a concepciones teóricas) pero hay poco de lo
que representa la crítica genuina. Por ejemplo, no tenemos una tradición de crítica a las
ideas, las teorías o las propuestas, en el único sentido en que la crítica permite progresar
en la discusión, a saber en el de la confrontación de razones y la demostración de las
inconsecuencias, las falencias, las limitaciones o las implicaciones absurdas o
indeseables de los planteamientos de nuestros colegas o de nuestros jefes, de tal modo
que las teorías (o puntos de vista) criticados se puedan replantear y mejorar
“aprendiendo de nuestros errores”. Mediante la aplicación del principio no formulado de
la no agresión recibimos con juicios laudatorios (o con un silencio reverencial) las
propuestas de nuestros jefes y con impasibilidad o pereza las de nuestros compañeros o
las de nuestros estudiantes. Por contraste, cuando se trata de defender los puntos de
vista propios, es común ver que se apele a recursos desesperados y que intentemos
salvar nuestras ideas a cualquier precio. Semejante muestra de terquedad se basa en la
falsa creencia de que quien reconoce que ha cometido un error al defender un punto de
vista o una teoría, no sólo compromete su prestigio y credibilidad, sino que se pone en
una situación de indignidad académica. La misma razón explica la casi absoluta
inexistencia de retractaciones escritas.5
4
Soy perfectamente consciente de que no dispongo de evidencia empírica sistemática (es
decir, obtenida mediante la aplicación de técnicas formales de recolección, procesamiento o
análisis de datos) a favor de mis tesis. Pero esta situación no compromete su corrección o
incorrección. De antemano estoy dispuesto a aceptar está objeción y no encuentro
problemático, en modo alguno, moderar mis tesis y expresarlas como el resultado de una mera
intuición. Por otra parte, es importante captar que ninguna de mis tesis es universal, por lo que
no puede refutarse mencionando la existencia de productos particulares que satisfagan los
criterios de excelencia a los que yo apunto. Para que quede más claro, no niego que hay
ejemplos destacados de trabajos, monografías y publicaciones universitarias realizadas desde
los más exigentes estándares del pensamiento crítico, sino que el conjunto total cumpla tales
estándares.
5
Debo este punto a mi colega Pablo Arango, quien además me recordó como nuestra escasa
experiencia en la crítica genuina nos lleva con frecuencia a ofrecer formas de argumentación
muy pobres para defender nuestros puntos de vista. Entre estas formas de argumentación
positiva cabe mencionar el abuso de las citas; es decir, la apelación a autoridades que suelen
convertirse en fuentes autoritarias.
5
Por otra parte, en las escasas ocasiones donde hay crítica, su ejercicio se ve empañado
por la ignorancia del principio de caridad,6 y la falta de adiestramiento en los aspectos
elementales de la discusión académica de alto nivel. Voy a referirme, en su orden, a
estas dos limitaciones. En su versión más esquemática el principio de caridad establece
que cuando vamos a criticar un punto de vista es preciso examinarlo en su formulación
más fuerte, haciendo todo lo posible por mejorar el punto de vista del autor de modo
que podamos soslayar las objeciones dirigidas a aspectos puramente superficiales, y por
tanto secundarios, (gramática, redacción, estilo) y que en los casos en que sean posibles
varias interpretaciones, examinemos siempre la más sólida. El principio de caridad
también exige que nos abstengamos de discutir las críticas que el autor ya ha anticipado
y resuelto, y las que representan inadecuadamente su pensamiento. Pero cuando nos
fijamos en las pocas discusiones críticas que se conocen en nuestro medio encontramos
precisamente un recurso a la mera reiteración de ideas, a la formulación de críticas
extremadamente elementales (y que en tal condición realmente no comprometen las
posiciones analizadas ni promueven el avance de la discusión) y a la repetición de
críticas que otros ya han presentado, todo ello acompañado de prácticas inadecuadas de
crítica académica. Un aspecto importante que rara vez se discute con la debida seriedad
es la costumbre de relajar los criterios y estándares de excelencia hasta el punto de que
nuestros productos, los de nuestros colegas y los de nuestros estudiantes resultan
siempre de calidad inmejorable.7 En conversaciones informales este fenómeno se
describe como un acuerdo de coexistencia pacífica mediante el cual los docentes
evalúan bien a sus estudiantes y estos los retribuyen de idéntica manera. Para el caso de
la evaluación entre docentes se conforman verdaderas sociedades de mutuo elogio en las
cuales se acostumbra juzgar drásticamente (aunque por las razones equivocadas) a los
pocos que se atreven a marginarse de estas cofradías. Otro error consiste en que se
confunde la crítica académica que por definición se dirige a teorías, ideas, puntos de
vista etc. –y por tanto debe ser impersonal- con la crítica a los autores de dichos puntos
de vista.
Tesis dos: muchos estudiantes y un buen número de docentes muestran baja inclinación
y poca tolerancia ante la crítica.
No es raro en nuestro medio mostrar poca tolerancia a la crítica, y responder a ella
intentando defender por todos los medios la calidad de nuestros trabajos (como si
semejante característica no pudiera evidenciarse a sí misma); minimizando (en las
escasas oportunidades en que aparecen) las observaciones críticas de nuestros lectores o
de nuestros evaluadores, o descalificando a las personas (sobre todo cuando sus
opiniones son desfavorables) en lugar de centrar la atención en las implicaciones de sus
objeciones. He conocido, como seguramente lo habrán hecho muchos de ustedes,
numerosos casos en los que se responde a una crítica planteada por escrito u oralmente
descalificando a su autor mediante argumentos que son casi siempre irrelevantes.
También hay ejemplos en los que la crítica de las ideas se sustituye por la crítica de las
personas, de sus circunstancias, usos o costumbres. Resulta bien curioso que en el
6
Cf. Bierman, A and Assali, R. The critical thinking handbook. New Jersey: Prentice Hall,1996.
7
A modo de contraste, vale la pena recordar aquí la posición de Leonardo da Vinci, quien
acostumbraba siempre a poner su juicio evaluativo por encima de su propia obra como único
mecanismo para acercarse a la perfección.
6
mundo de la academia se abuse de la muy conocida falacia ad hominem en todas sus
variantes.8 Cuando los lectores no pueden decir nada sobre la calidad de un texto, o la
consistencia de una propuesta académica, confunden el sano y necesario ejercicio de la
crítica con la censura a las personas. Entonces se crítica al autor por ser disoluto, por
compartir ideales que nos disgustan, defender una política determinada, o muchas otras
razones tan irrelevantes como las que acabo de mencionar. En casi todos estos casos, la
crítica se reduce a la difusión de especies o a la maledicencia. Por otra parte, es
importante señalar la nefasta costumbre de repetir las pocas críticas reales que se
pueden encontrar en la literatura, sin siquiera considerar las razones por las cuales tales
críticas podrían resultar devastadoras para el asunto bajo examen, ni intentar especular
sobre la manera como el autor podría responder a tales críticas desde el punto de vista
que defiende, práctica que de ningún modo beneficia el cometido que persigue la
discusión racional.
Tesis tres: muchos de quienes realmente tienen una actitud favorable hacia la crítica
presumen que ésta puede hacerse sin preparación adecuada, sin el empleo de
herramientas formales o sin un mínimo entrenamiento en nociones de Lógica básica.
La creencia de que es posible adelantar la crítica académica sin tener que recurrir a
ninguno de estos tres elementos está más difundida en nuestro medio de lo que cabría
suponer. Por ejemplo, he escuchado a algunos de mis colegas más serios oponerse a la
oferta académica generalizada de asignaturas como Lógica, o Principios de
Razonamiento con el argumento de que la lógica no puede enseñar a “pensar”, de donde
parecen inferir que es posible desarrollar habilidades de pensamiento crítico sin tener
que recurrir a los elementos que estas asignaturas (u otras similares) podrían
proporcionar, o, en los casos en los que recomiendan taxativamente renunciar a ellas,
sin incorporar en sus posibles sustitutas los elementos formales y prácticos que nos
capacitan para distinguir los buenos argumentos, de los mediocres y de los de mala
calidad. Esta posición ha prosperado porque a pesar de constituir ella misma un ejemplo
de razonamiento inadecuado, parte de una premisa verdadera que es difícil no
compartir. También yo estoy de acuerdo en la idea de que la Lógica per se no enseña a
pensar a nadie. Pensar es un asunto complejo que requiere una gran cantidad de
ingredientes entre los cuales se destacan la motivación que uno tenga para hacerlo bien,
el interés en emplear patrones de pensamiento estructurados que faciliten la expresión
de nuestras ideas y que sean claramente reconocibles, de modo que otros puedan captar
fácilmente el curso de nuestras ideas; la sensibilidad que uno tenga acerca de la
importancia de evitar y eliminar el error, la capacidad de emplear habilidades metacognitivas para auto-monitorear y corregir nuestros propios patrones de pensamiento, y
sobre todo mucha práctica, ojalá enriquecida con el análisis juicioso de nuestras propias
objeciones y las de otros. El argumento en el que descansa esta posición presupone que
la Lógica (es decir el entrenamiento formal en Lógica) es condición necesaria y
suficiente del pensamiento correcto En realidad la tesis que los lógicos contemporáneos
defienden va en una dirección opuesta. En primer lugar porque ninguno de ellos quiere
elevar la Lógica al estatus de condición necesaria y suficiente del pensamiento correcto.
En segundo lugar porque lo que los teóricos de la Lógica afirman es que los patrones
correctos de razonamiento que se emplean en los lenguajes naturales, por parte de los
8
Para una definición de esta falacia ver: Copi, Irving. Introducción a la Lógica. Buenos Aires:
EUDEBA, 1974. pág. 85
7
buenos razonadores, corresponden aproximadamente a los patrones de razonamiento
formales. Pero la analogía se detiene allí, habida cuenta de que mientras en los lenguajes
artificiales –tales como los sistemas Lógicos- el contenido es completamente irrelevante
como criterio de corrección, en los lenguajes naturales este factor puede llegar a ser
decisivo. Hay, sin duda, un error adicional en los cuestionamientos sobre el papel que la
Lógica formal puede jugar en el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico.
Consiste en desconocer la enorme influencia de lo que alguna vez Popper denominó
“las fuentes de la ignorancia y del error” en nuestros procesos cognitivos y de
descubrimiento, en olvidar que nuestra ignorancia supera con creces a nuestro
conocimiento y en el hecho de que la inmensa mayoría de nuestras creencias,
incluyendo las más sofisticadas y las que pertenecen al mundo de la cultura son falsas.
También resulta llamativo el hecho de que no se hayan adelantado investigaciones
educativas serias para evaluar la posible correlación entre las clases de Lógica y las
habilidades de pensamiento crítico, y determinar de una manera más adecuada si la
Lógica contribuye a promover dichas habilidades o no.
Tesis cuatro: se considera una práctica inaceptable someter a la crítica los temas,
autores, y teorías que están de moda.
Aunque casi nadie se pronuncia abiertamente a favor de esta tesis, la costumbre
académica ha terminado por fortalecerla. Para no herir susceptibilidades no acudiré a
ningún ejemplo concreto y discutiré el asunto en términos abstractos, primero
describiendo lo que ocurre y luego ofreciendo una explicación sociológica de este
fenómeno. Por lo general, los autores y teorías que están de moda gozan del doble
privilegio de la aceptación amplia y la percepción favorable. Quizá se trata de autores y
teorías que ofrecen alternativas frente a ideas viejas y gastadas o simplemente falsas e
inadecuadas. Cualquiera que sea el caso, grupos significativos de estudiantes y docentes
siempre están ansiosos por conocer teorías nuevas (sobre todo si son más simples y
fáciles de asimilar) y por rechazar los puntos de vista caducos y reaccionarios que
algunos de sus colegas o maestros sostienen.9
Es muy curioso que se pueda apelar a las categorías de la sociología de la ciencia para
explicar, por igual, el conservadurismo más férreo (que, como se sabe, también es
incompatible con la crítica) y el snobismo que caracteriza las ansias desmedidas por la
novedad. Por ejemplo, podemos explicar el primero recurriendo a planteamientos como
los que inspiran la obra de Thomas Kuhn. Sin proponérselo, este filósofo mostró el
acentuado conservadurismo presente en diversas tradiciones culturales, incluyendo a la
ciencia. La noción de conservadurismo puede entenderse en términos de resistencia al
cambio, fervor por las ideas bien establecidas, acompañados de sumisión a la presión
de grupo. En el caso de una noción como la de paradigma, es evidente que la teoría de
Kuhn demanda de las comunidades académicas aglutinadas a su alrededor, que dirijan
sus mejores esfuerzos y empleen todos los medios a su disposición a asegurar su
mantenimiento. También podemos explicar el segundo, apelando a otra noción
kuhniana, la de crisis. En momentos de crisis algunos de los miembros de una
comunidad científica están mejor dispuestos a considerar favorablemente alternativas
9
Esta es una consecuencia indirecta de la necesidad irresistible que tienen algunos de
encontrar un mentor intelectual, alguien cuyas ideas puedan seguir de modo que resulte
posible evitar el pensar por sí mismos.
8
distintas. La otra cara de la moneda sociológica aconseja a recibir con entusiasmo
desmedido ideas o teorías que se perciben como novedosas. Una interpretación
plausible de este fenómeno consiste en tomar las ideas que están de moda, como la
expresión de puntos de vista que han recibido el aval de la comunidad académica (por
esa razón se están discutiendo y extendiendo) y que constituyen los nuevos paradigmas
a los que vale la pena suscribirse.
Por otra parte, las modas académicas suelen calar hondamente en los gustos y
preferencias de buena parte de los universitarios. Pienso en movimientos filosóficos o
ideológicos que han inspirado reformas curriculares y ofertas académicas que se
vuelven masivas. Ayer fueron el positivismo y la metodología de la investigación, hoy
son la post-modernidad, el relativismo epistemológico y otras propuestas de similar
laya. Ahora bien, es natural que una nueva teoría despierte interés en el mundo de la
universidad. También es posible comprender que se requiere algún tiempo y mucho
esfuerzo mientras la teoría es asimilada, y profesores y estudiantes se familiarizan con
ella lo suficiente como para aplicarla o desarrollarla, y que debido a ello unos y otros
tengan que dejar de lado el escrutinio racional. La dificultad radica en nuestra tendencia
a aceptar a-críticamente dichas teorías, a defenderlas sin más, y a buscar confirmaciones
de su corrección por todas partes. Incluso la posibilidad de una posición crítica frente a
estas teorías tiende a ser neutralizada por la enorme presión que se ejerce a su favor,
traducida en recursos (por ejemplo se prefiere invitar a quienes divulgan dichas
doctrinas), inversiones (en libros y capacitación) y una fuerte dosis de propaganda
positiva.
Naturalmente, no deseo sugerir que haya que oponerse a las nuevas teorías, o cuestionar
las modas académicas porque sí. Mi punto de vista es distinto y sostiene que en el
mundo de la academia la edad de una teoría no constituye un argumento a su favor. Una
antigua tesis puede ser correcta o incorrecta, como también puede serlo una tesis
novedosa. Lo que yo planteo es que toda teoría, vieja o nueva, olvidada o popular, debe
ser examinada de manera crítica, y que es nuestro deber promover siempre su análisis
más riguroso.
Tesis cinco: en los casos esporádicos en los que hay confrontación crítica de teorías o
puntos de vista opuestos, los disputantes se esfuerzan por encontrar un “justo medio”
cuando la posición correcta sería rechazar una de las dos tesis, o incluso ambas.
Resulta llamativo encontrar que cuando hay confrontación de teorías opuestas se ejerce
una especie de cortesía argumentativa en cuya aplicación cada una de las partes concede
algo a la otra y busca persuadirla de que la solución correcta se encuentra en el centro,
en una suerte de lugar equidistante de las dos posiciones. Esta costumbre, que parece
inspirada en las técnicas de solución de conflictos sociales, presupone que en cada
posición hay algo correcto y que si se negocia de manera adecuada es posible hallar la
mejor solución; entendiendo por tal, la solución que concilia intereses plurales. Aún
aceptando la legitimidad de semejante visión para el caso de las disputas que tienen
lugar en la vida ordinaria, conviene explicar por qué sus principios no se deben emplear
en el campo de la argumentación crítica. Trasladar el punto de vista del “justo medio” al
campo de la argumentación crítica (excepto cuando el objeto de disputa es el ya
señalado) requiere un conjunto de presuposiciones epistemológicas claramente
inadecuadas. Para comenzar, presupone que la verdad puede ser objeto de negociación,
9
lo cual la convierte en mera convención.10 Por otra parte, nos obliga a aceptar que
ninguna discusión acerca de teorías o puntos de vista radicalmente opuestos versa sobre
el problema de la verdad o falsedad de las teorías, sino que abarca criterios epistémicos
menos urgentes.
Por otra parte, el punto de vista del “justo medio” presupone una concepción relativista
de la verdad que considero epistemológicamente inadmisible. Nos hace creer que dos
teorías incompatibles pueden tener su “parte de verdad” y que la negociación de puntos
de vista opuestos consigue sumar esas verdades parciales para obtener una verdad
mayor al final. Nada más equivocado que esta interpretación. Si dos tesis son realmente
opuestas, entonces puede ocurrir que ambas sean falsas, o que una de las dos sea falsa y
la otra verdadera, pero no ocurrirá –por razones lógicas- que ambas sean verdaderas, ni
siquiera parcialmente verdaderas en el único sentido que podría ser epistémicamente
útil.11 Es claro que mi quinta tesis no se refiere al caso de puntos de vista que son
simplemente divergentes, sin que sean opuestos, porque en tal caso la teoría del “justo
medio” podría resultar fértil. Pero no conviene emplear este caso para moderar la crítica
radical con cuya ayuda debemos enfrentar a todas las teorías.
Recomendaciones
Como lo anuncié al comienzo de mi ponencia, deseo concluir estas líneas con algunas
recomendaciones provisionales que espero puedan ser mejoradas como resultado de la
crítica de mi auditorio y de mis eventuales lectores. Es probable que muchos de ustedes
acepten algunas de mis tesis, y seguramente, casi todos estarán convencidos de la
importancia que tiene el pensamiento crítico en la educación superior. Pero este
consenso no es suficiente para que el pensamiento crítico florezca y, en consecuencia,
es necesario introducir algunos cambios en nuestras prácticas académicas cotidianas si
queremos que el problema fundamental no siga siendo abordado y resuelto únicamente
a nivel retórico. Para facilitar la discusión, propongo dividir mis sugerencias en tres
grupos según el área a la que están dirigidas. Comenzaré con las recomendaciones
relativas al desarrollo y mejoramiento de habilidades de pensamiento crítico en nuestros
estudiantes. Para desarrollar estas habilidades es preciso ofrecer las herramientas que
requiere el pensamiento crítico y que incluyen, entre otras, nociones básicas de lógica y
un mínimo entrenamiento en la construcción de argumentos correctos; la habilidad para
reconocer falacias, y formación sobre los estándares de argumentación crítica y
racional. A los anteriores elementos ha de agregarse una visión crítica de nuestra ciencia
y de nuestra cultura la cual puede promoverse por medio de la historia de la ciencia y de
la discusión epistemológica seria. Si la tesis general que inspira mis ideas es correcta,
una buena parte de la causa de nuestra endeble tradición crítica debe acreditarse a una
epistemología incorrecta. Como ofrecer la epistemología adecuada podría sonar
presuntuoso (y tal vez no sea posible) resulta aconsejable exponer los errores
10
Ni la verdad ni el conocimiento pueden ser objeto de “negociación”, salvo en un sentido
trivial y metafórico.
11
Es importante no confundir el caso de dos teorías opuestas –e.g. contradictorias- con el de
dos teorías distintas que pueden ser ambas falsas (parcialmente verdaderas) y que en tal razón
pueden mezclarse para producir una tercera teoría mejor que las dos anteriores. También es
importante no confundir esta tesis con la teoría de la verosimilitud y la noción de que las teorías
científicas pueden ser parcialmente verdaderas.
10
epistemológicos ya identificados y promover una verdadera discusión permanente que
nos permita mejorar cada vez más nuestra formación en epistemología. El punto de
partida ha de ser, entonces, el reconocimiento de que, con frecuencia, hacemos
presuposiciones epistemológicas erradas, de las cuales ni siquiera somos conscientes.
Por lo que respecta a los trabajos escritos, incluyendo las tesis de pre y postgrado, es
imprescindible superar el nivel expositivo o erudito que comúnmente caracteriza a esta
clase de documentos. Profesores y estudiantes por igual deben reconocer que los
resúmenes, por interesantes que sean, no aportan casi nada a la discusión de un
problema y que la erudición (incluso entendida como un nivel alto de familiaridad sobre
un tema) puede a veces ser una condición necesaria para poder hacer aportes sobre el
problema pero nunca constituye una condición suficiente. Por esta razón lo realmente
importante son los argumentos, lo que los estudiantes y profesores tienen que decir
sobre las cuestiones que examinan; sus reacciones, hipótesis, tesis, argumentos y contraargumentos y no lo que piensan o lo que saben al respecto.
Para finalizar, nos queda el caso de las publicaciones académicas, principalmente de los
artículos de revista, pues ellos son el medio a través del cual se espera que el estado de
la discusión de un problema progrese.12 En esta clase de productos es imperativo que el
autor esté siempre dispuesto a presentar una tesis y entre más provocadora y atrevida
tanto mejor, pues sólo esta clase de tesis despierta suficiente interés como para iniciar
una discusión crítica de cuyo desarrollo se beneficia el estado de la cuestión. Los
editores de nuestras revistas deberían adoptar como norma la exigencia de que todo
artículo tenga que presentar una tesis, o cuando menos contrastar o controvertir una. En
este orden de ideas, sería recomendable rechazar todos aquellos artículos de índole
expositivo o erudito. Pero mi recomendación más importante atañe a los mecanismos
para lograr este cometido y fomentar una verdadera cultura crítica en nuestro medio.
Para convertir la retórica en hechos necesitamos, entre otras: (a) Eliminar la endogamia,
es decir, la práctica de publicar los trabajos de nuestros amigos y colegas –salvo en los
casos en que su calidad supere la de otros articulistas externos-. Una forma de lograr
este objetivo consiste en hacer convocatorias a nivel nacional e internacional para
recoger posibles artículos. (b) Delegar la aprobación de la publicación de un ensayo en
evaluadores anónimos externos, cuyo fallo debe considerarse inapelable. En el caso del
proceso de evaluación, tanto los autores de los trabajos evaluados como los evaluadores
deben permanecer anónimos, con el fin de asegurar objetividad e independencia.
Además, los editores y directores de las revistas tienen que evitar cualquier tipo de
injerencia en el proceso de selección de artículos. (c) Mantener estándares mínimos de
calidad, los cuales deben incluir límites mínimos y máximos de la extensión de las
contribuciones (expresados en términos del número de palabras, por ejemplo),
tratamiento adecuado de los temas incluyendo originalidad, la exigencia de que se
presente una tesis, y respeto absoluto a las prácticas normales del trabajo académico
(créditos adecuados y formas generalmente aceptadas de citar). (d) Promover la
discusión crítica, invitando a expertos reconocidos a que respondan puntos de vista, o
invitando a autores que defienden puntos de vista opuestos a que escriban sobre el
12
En este ítem he dejado de lado a los libros (incluyendo los de texto), de manera deliberada,
pues aunque una buena dosis de crítica en ellos resulta un excelente ingrediente, siempre es
posible relajar un poco la demanda debido a los propósitos que ellos cumplen. Por lo general
los libros de texto son principalmente expositivos. De todas maneras, lo que afirmo sobre los
artículos de revista se puede trasladar sin mayores cambios al caso de los libros.
11
mismo tema. Los editores no sólo deben dar prioridad a los artículos que responden
críticamente a contribuciones previamente publicadas en sus revistas sino que deben
incluso propiciar la aparición de estas respuestas. Una forma de hacerlo consiste en
aprovechar los eventos académicos (congresos, seminarios, foros etc.) para que alguien
responda a una tesis propuesta por alguno de los participantes y luego el primero pueda,
a su vez, responder.13 Esta última recomendación es particularmente importante para
conseguir el propósito de asegurar el progreso de la discusión crítica de los problemas.
Aunque mis recomendaciones tampoco constituyen condiciones necesarias y suficientes
para garantizar el desarrollo de la crítica en general, y de las habilidades de pensamiento
crítico, en particular, tengo la plena confianza de que si las incorporamos en nuestro
quehacer cotidiano, conseguiremos dar los pasos decisivos que nos acercarán
paulatinamente a la situación ideal.
13
Me refiero a la técnica conocida como “reply” (respuesta) y “rejoinder” (contra-respuesta) tan
común en muchas revistas académicas que se publican en inglés.
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