EXHORTACIONES DE DISTINTAS RELIGIONES SOBRE EL CUIDADO DEL MEDIO AMBIENTE Papa Francisco Iglesia de Inglaterra Islam Judaísmo Budismo Una de las cuestiones más urgentes a resolver en el siglo xxi es la degradación del ambiente, lo que a su vez incide y agrava otros problemas tan serios como la pobreza y la desigualdad. La destruc­ ción de la naturaleza no es algo nuevo, ni sólo obra de los hombres, pero este proceso se ha acelerado en los dos últimos siglos a causa de ciertos modos de producción y políticas económicas que buscan exclusivamente el crecimiento del pib y el lucro a corto plazo. Medio ambiente y desarrollo socioeconómico no son necesariamente exclu­ yentes; integrarlos a beneficio de todos los seres humanos actuales, sin sacrificar a las generaciones futuras, es la meta de la sustenta­ bilidad.1 El reto inaplazable es el calentamiento global producido por las emisiones de gases de efecto invernadero, cuyo incremento se debe al uso intensivo de combustibles fósiles como el petróleo, particu­ larmente en la industria y el transporte. Situación que se incremen­ Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, Estocolmo, 1972; Cumbre para la Tierra, Río de Janeiro, 1992; Cumbre Mundial Sobre Desarrollo Sustentable, Johannesburgo, 2002; Cumbre de Río + 20, 2012. 1 1 ta por la deforestación, limitando seriamente la capacidad de rege­ neración de la atmósfera. Junto con los bosques desaparecen nume­ rosas especies, los desiertos avanzan y los desastres naturales se vuelven más frecuentes. Las poblaciones asentadas en esos lugares se ven forzadas a migrar, aumentando así los problemas sociales. La comunidad internacional ha llegado a varios acuerdos para reducir significativamente estas emanaciones, como el Protocolo de Kyoto, 1992, y la Conferencia de Nairobi, 2006. Sin embargo, Estados Unidos y China, los países que más contaminan, no ratificaron estos com­ promisos. Las naciones más pobres y vulnerables son las más afecta­ das por el calentamiento global, pero tarde o temprano, el cambio climático nos afectará a todos. Antes de la Conferencia de Durban,2 la onu y representantes de muchas religiones —judíos, musulmanes, cristianos, hinduistas, islámi­ cos, budistas y autoridades del politeísmo africano—, se reunieron en Jerusalén en 2011, donde presentaron una declaración común, la Holy Land Declaration on Climate,3 que fue aceptada, entre otros, por Bene­ dicto xvi, el Dalai Lama, Desmond Tutu, el Consejo Mundial de Iglesias (cmi)4 y, Religiones por la Paz.5 Los firmantes procedían de 21 países de seis continentes. En ella se afirmó que “el cambio climáti­ co no es sólo un síntoma económico o un asunto tecnológico; sino que fundamentalmente es un problema cultural, moral y espiritual”. Para la xxi Conferencia Internacional sobre Cambio Climático (Cop 21) de finales de 2015 en París, más de 1400 organizaciones inter­ nacionales, numerosos pueblos indígenas y miembros de muchas religiones emitieron comunicados con el objetivo de presionar a los gobiernos y crear una mayor conciencia sobre la necesidad de actuar en el cuidado y conservación del ambiente. Atendiendo a estos lla­ mados, Helen Clark, administradora del pnud, se dirigió a París para Sudáfrica 2011. ��������������������������������������������������������������������� Cf. http://citizensclimatelobby.org/files/images/Faith-based%20state­ ments%20on%20climate%20change.pdf 4 Incluye 345 iglesias que representan a unos 560 millones de cristianos en todo el mundo. 5 Coalición interreligiosa con miembros en más de 70 países. 2 3 2 sumarse a los llamados a favor de un acuerdo ambicioso que logra­ ra medidas concretas para reducir las emisiones y limitar el aumento de la temperatura muy por debajo de los 2ºC. Las lecturas que aquí se presentan forman parte de este proceso mundial. Laudato Si (Alabado Seas) Es la segunda encíclica del Papa Francisco; toma su nombre del Cántico de las Creaturas de San Francisco de Asís en dialecto umbro. Pre­ sentada el 18 de junio de 2015; se empezó a preparar desde 2013. Para su fundamentación científica el Papa contó con la asistencia de las Academias Pontificias de Ciencias y de Ciencias Sociales. El Papa afirmó que la Iglesia no pretende definir las cuestiones científicas, ni sustituir a la política, sino que busca ser portadora de la necesidad de cuestionar el significado y propósito de toda actividad humana. La encíclica suscitó numerosos apoyos y comentarios aprobato­ rios de diversos grupos científicos, multiculturales, ideológicos, po­ líticos y religiosos, como Greenpeace, Ecologistas para la Acción y presidentes de países de varios continentes. Sin embargo también las críticas de los sectores más conservadores no se hicieron esperar, como la de grupos fundamentalistas o, la del exgobernador de Florida y po­ sible candidato a la presidencia de Estados Unidos, Jeb Bush. Por iniciativa de dos Academias Pontificias, la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de la onu, la fundación Our Voices6 y la organización Religiones por la Paz, se convocó a miembros de diver­ sas religiones para fortalecer las acciones necesarias para lograr acuerdos vinculantes de todas las naciones participantes en la reunión de París. Organización de grupos marginados y discapacitados que tiene por objetivo ser portavoz de aquellos que no son escuchados, con sede en la ciudad de Nueva York. 6 3 Sínodo Anglicano sobre las acciones urgentes frente al cambio climático Urgió a los líderes mundiales a adoptar compromisos concretos contra el cambio climático El sínodo reafirmó que los científicos tienen razón sobre algunas de las causas de carácter antropogénico en el cambio climático y expresan su interés y participación en la búsqueda del bien común. Para poner el ejemplo anunciaron que venderán 16.3 millones de euros de sus participaciones en negocios basados en combus­ tibles fó­siles y que no contribuirán con inversiones en compañías que generen más del 10% de sus beneficios en la extracción de carbón o producción de petróleo a partir de arenas bituminosas. Declaración islámica sobre el cambio global del clima El 18 de agosto de 2015, en Estambul, Turquía, se reunieron 60 eru­ ditos y líderes islámicos que participaron en el Simposio Islámico Internacional sobre el Cambio Climático y pidieron a los 1,600 mi­ llones de musulmanes del mundo inmiscuirse activamente en estas acciones. Los participantes firmaron la declaración que aquí se pre­ senta y pidieron a los gobiernos “concluir en París, sus discusiones de un modo equitativo y vinculante, teniendo en cuenta el consenso científico sobre el cambio climático”. Carta Rabínica sobre la Crisis Climática Fue promovida por rabinos de Inglaterra, Jerusalén y Estados Unidos, con participación mundial, en ella hacen un llamado para adoptar una acción firme y vigorosa que disminuya la alteración del clima y que se busque la justicia eco-social. Reconoce que la desigual­dad, la con­ centración de la riqueza, del ingreso y del poder político tienen impac­ tos directos sobre la crisis climática. En la reunión, Nigel Savage 7 presentó un plan de acción para los próximos siete años. 7 Ecologista inglés, fundador de la organización internacional Hazon. 4 Declaración budista sobre el Cambio Climático “El momento de actuar es ahora” Desde 2011 líderes budistas se han reunido para considerar los di­ versos estudios científicos, muy especialmente los del Grupo Inter­ nacional de Expertos sobre el Cambio Climático (ipcc), advirtiendo que “cuando la Tierra se enferma, todos nos enfermamos, porque somos parte de ella”. Dicen que, desde una perspectiva budista, “una economía sana y sostenible se rige por el principio de suficiencia. La clave de la felicidad es la satisfacción más que la abundancia de bienes. La compulsión a consumir más y más es una expresión del deseo, si­ tuación que Buda señaló como la raíz del sufrimiento”. De los documentos: Papa Francisco: Laudato Si, http://w2.vatican.va/content/dam/francesco/pdf/encyclicals/ documents/papa-francesco_20150524_enciclica-lauda­ to-si_sp.pdf, Sínodo Anglicano sobre las acciones urgentes frente al cambio climático, https://www.churchofengland.org/media-centre/news/2015/07/ urgent-action-needed-on-climate-change-urges-synod.aspx Declaración islámica sobre el cambio global del clima, http://islamicclimatedeclaration.org/islamic-declaration-on-globalclimate-change/ Carta Rabínica sobre la Crisis Climática, https://theshalomcenter.org/civicrm/petition/sign?sid=17 https://theshalomcenter.org/RabbinicLetterClimateSignatories Declaración budista sobre el Cambio Climático “El momento de actuar es ahora”, http://fore.yale.edu/files/Buddhist_Climate_Change_State­ ment_5-14-15.pdf 5 Academia Pontificia de ciencias8 Es una de las academias pontificias más antiguas, sus antecedentes se remontan a la Academia Nacional de los Linces, fundada en 1603 por el papa Clemente VIII, para proteger a Galileo y sus investigaciones, quien, además, fue su primer director. Después de varias transformaciones y algunas sus­ pensiones esta Academia fue refundada por Pío XI en 1936, siendo uno de sus directores Albert Einstein. Sus estatutos fueron actualizados por Paulo VI y Juan Pablo II. Desde su refundación, el requisito para incorpo­ rar a sus miembros es que sean reconocidos como los más grandes exper­ tos en sus ramas de saber. Su carácter no es sectario, su alcance es interna­ cional, su composición es multirracial, sus miembros tienen diversas ideologías y religiones. Los miembros nuevos son propuestos por los integrantes permanentes. Es una institución autónoma.Incluye, como ramas del saber a especialistas en: ciencias básicas (Astronomía, Química, Física, Matemáticas), ciencias y tecnología de los problemas globales (ciencias del medio ambiente y de la tierra, ciencias de la vida: Botánica, Agronomía, Zoología, Genética, Biología Molecular, Bioquímica, Neuro­ ciencias, Cirugía), ciencias aplicadas, ciencia de los problemas del mundo en desarrollo, política científica; Filosofía e historia de la ciencia y episte­ mología. Entre sus miembros ha contado con más de 68 premios Nobel como: Ernest Rutherford (Premio Nobel de Física, 1908), Guglielmo Marco­ ni (Física, 1909), Alexis Carrel (Fisiología, 1912), Max von Laue (Física, 1914), Max Planck (Física, 1918), Niels Bohr (Física, 1922), Werner Heisenberg (Física, 1932), Paul Dirac (Física, 1933), Erwin Schrödinger (Física, 1933), Otto Hahn (Química, 1944), Sir Alexander Fleming (Fisiología, 1945), Chen Ning Yang (Física, 1957), Rudolf L. Mössbauer (Física, 1961), Max F. Perutz (Química, 1962), John Eccles (Fisiología, 1963), Charles H. Townes (Física, 1964), Manfred Eigen y George Porter (Química, 1967), Har Gobind Khorana y Marshall W. Nirenberg (Fisiología, 1968) Christian de Duve (Fisiología, 1974), Werner Arber y George E. Palade (Fisiología, 1974), David Baltimore (Fisiología, 1975), Aage Bohr (Física, 1975), Abdus Salam (Física, 1979), Paul Berg (Química, 1980), Kai Siegbahn (Física, 1981), Sune Bergström (Fisiología, 1982), Carlo Rubbia (Física, 1984), Klaus von Klitzing (Física 1985), Yuan Tseh Lee (Química 1986), Rita Levi-Montalcini (Fisio­logía, 1986), John C. Polanyi (Química, 1986), Jean-Marie Lehn (Química, 1987), 8 http://www.pas.va/content/accademia/en.html 7 Joseph E. Murray (Fisiología, 1990), Gary S. Becker (Economía, 1992), Paul J. Crutzen (Química, 1995), Claude Cohen-Tannoudji (Física, 1997) y Ahmed H. Zewail (Química, 1999), muchos de los cuales fueron incorpo­ rados como miembros antes de recibir ésta distinción internacional. Entre los 90 miembros actuales destacan Stephen Hawkins, Mario Molina, Tsung-Dao Lee, Yuan Tseh Lee, Jean-Marie Lehn, Pierre J. Léna, Juan Maldacena, Félix Wa Kalenga Malu, Jurij Ivanovič Manin Mambilli­ kalathil, Govind Kumar Menon, entre otros. Pontificia Academia en ciencias sociales9 Fundada en 1994 por Juan Pablo II para “promover el estudio y el progre­ so de las ciencias sociales, económicas, políticas y jurídicas a la luz de la doctrina social de la Iglesia”. La academia es autónoma y al mismo tiempo tiene una estrecha relación con el Pontificio Consejo de Justicia y Paz, fun­ dado por Paulo VI para dar seguimiento a Populorum Progresio. Actual­ mente cuenta con 31 miembros procedentes de 24 países de todo el mundo, independientemente de su confesión religiosa. Económicamente la Academia se sostiene por un Consejo Financiero. Algunos de sus miembros actuales son: Luis Ernesto Derbez (Uni­ versidad de las Américas, Puebla), Michel Schooyans, Hans Tietmeyer (presidente de la Deutschen Bundesbank), Partha Dasgupta (Universidad de Cambridge), el premio Nobel Kenneth Arrow, (Universidad de Stanford), el también premio Nobel Joseph Stiglitz (Universidad de Columbia), HsinChi Kuan, (Universidad China de Hong Kong), Stephano Zamagni (Uni­ versidad de Bolonia) y José Raga Gil (Universidad de Valencia). Entre los temas que se investigan están: trabajo y empleo; democracia; globalización; solidaridad intergeneracional; caridad y justicia; solidaridad y subsidiaridad; derechos humanos; libertad religiosa; crisis de la economía global; y paz en la tierra. http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_academies/acdsoc/ index_social_sp.htm 9 8 CARTA ENCÍCLICA LAUDATO SI’ DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE EL CUIDADO DE LA CASA COMÚN 1. «Laudato si’, mi’ Signore»-«Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual comparti­ mos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con colori­ das flores y hierba». 10 […] CAPÍTULO PRIMERO LO QUE LE ESTÁ PASANDO A NUESTRA CASA 17. Las reflexiones teológicas o filosóficas sobre la situación de la humanidad y del mundo pueden sonar a mensaje repetido y abs­ tracto si no se presentan nuevamente a partir de una confrontación con el contexto actual, en lo que tiene de inédito para la historia de la humanidad. Por eso, antes de reconocer cómo la fe aporta nuevas motivaciones y exigencias frente al mundo del cual formamos parte, propongo detenernos brevemente a considerar lo que le está pasan­ do a nuestra casa común. 18. A la continua aceleración de los cambios de la humanidad y del planeta se une hoy la intensificación de ritmos de vida y de trabajo, en eso que algunos llaman «rapidación». Si bien el cambio es parte de la dinámica de los sistemas complejos, la velocidad que las acciones humanas le imponen hoy contrasta con la natural lentitud de la evo­ lución biológica. A esto se suma el problema de que los objetivos 10 Cántico de las criaturas: Fonti Francescane (FF) 263. 9 de ese cambio veloz y constante no necesariamente se orientan al bien común y a un desarrollo humano, sostenible e integral. El cambio es algo deseable, pero se vuelve preocupante cuando se convier­ te en deterioro del mundo y de la calidad de vida de gran parte de la humanidad. 19. Después de un tiempo de confianza irracional en el progreso y en la capacidad humana, una parte de la sociedad está entrando en una etapa de mayor conciencia. Se advierte una creciente sensibili­ dad con respecto al ambiente y al cuidado de la naturaleza, y crece una sincera y dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo con nuestro planeta. Hagamos un recorrido, que será ciertamente incom­ pleto, por aquellas cuestiones que hoy nos provocan inquietud y que ya no podemos esconder debajo de la alfombra. El objetivo no es reco­ ger información o saciar nuestra curiosidad, sino tomar dolorosa conciencia, atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar. […] CAPÍTULO CUARTO UNA ECOLOGÍA INTEGRAL 137. Dado que todo está íntimamente relacionado, y que los proble­ mas actuales requieren una mirada que tenga en cuenta todos los factores de la crisis mundial, propongo que nos detengamos ahora a pensar en los distintos aspectos de una ecología integral, que incor­ pore claramente las dimensiones humanas y sociales. I. Ecología ambiental, económica y social 138. La ecología estudia las relaciones entre los organismos vivien­ tes y el ambiente donde se desarrollan. También exige sentarse a pensar y a discutir acerca de las condiciones de vida y de superviven­ cia de una sociedad, con la honestidad para poner en duda modelos de 10 desarrollo, producción y consumo. No está de más insistir en que todo está conectado. El tiempo y el espacio no son independientes entre sí, y ni siquiera los átomos o las partículas subatómicas se pueden considerar por separado. Así como los distintos componen­ tes del planeta —físicos, químicos y biológicos— están relacionados entre sí, también las especies vivas conforman una red que nunca terminamos de reconocer y comprender. Buena parte de nuestra infor­ mación genética se comparte con muchos seres vivos. Por eso, los conocimientos fragmentarios y aislados pueden convertirse en una forma de ignorancia si se resisten a integrarse en una visión más amplia de la realidad. 139. Cuando se habla de «medio ambiente», se indica particu­ larmente una relación, la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impide entender la naturaleza como algo sepa­ rado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida. Estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos interpenetrados. Las razones por las cuales un lugar se contamina exigen un análisis del funcionamiento de la sociedad, de su economía, de su comporta­ miento, de sus maneras de entender la realidad. Dada la magnitud de los cambios, ya no es posible encontrar una respuesta específica e independiente para cada parte del problema. Es fundamental buscar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales. No hay dos crisis sepa­ radas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza. 140. Debido a la cantidad y variedad de elementos a tener en cuenta, a la hora de determinar el impacto ambiental de un empren­ dimiento concreto, se vuelve indispensable dar a los investigadores un lugar preponderante y facilitar su interacción, con amplia libertad académica. Esta investigación constante debería permitir reconocer también cómo las distintas criaturas se relacionan conformando esas unidades mayores que hoy llamamos «ecosistemas». No los tenemos en cuenta sólo para determinar cuál es su uso racional, sino porque poseen un valor intrínseco independiente de ese uso. Así como cada organismo es bueno y admirable en sí mismo por ser una criatura 11 de Dios, lo mismo ocurre con el conjunto armonioso de organismos en un espacio determinado, funcionando como un sistema. Aunque no tengamos conciencia de ello, dependemos de ese conjunto para nuestra propia existencia. Cabe recordar que los ecosistemas inter­ vienen en el secuestro de dióxido de carbono, en la purificación del agua, en el control de enfermedades y plagas, en la formación del suelo, en la descomposición de residuos y en muchísimos otros servi­cios que olvidamos o ignoramos. Cuando advierten esto, muchas personas vuelven a tomar conciencia de que vivimos y actuamos a partir de una realidad que nos ha sido previamente regalada, que es anterior a nuestras capacidades y a nuestra existencia. Por eso, cuando se habla de «uso sostenible», siempre hay que incorporar una consideración sobre la capacidad de regeneración de cada ecosistema en sus di­ versas áreas y aspectos. 141. Por otra parte, el crecimiento económico tiende a producir automatismos y a homogeneizar, en orden a simplificar procedimie­ ntos y a reducir costos. Por eso es necesaria una ecología económica, capaz de obligar a considerar la realidad de manera más amplia. Porque «la protección del medio ambiente deberá constituir parte integrante del proceso de desarrollo y no podrá considerarse en forma aislada».11 Pero al mismo tiempo se vuelve actual la necesidad impe­ riosa del humanismo, que de por sí convoca a los distintos saberes, también al económico, hacia una mirada más integral e integradora. Hoy el análisis de los problemas ambientales es inseparable del análi­ sis de los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos, y de la relación de cada persona consigo misma, que genera un determina­ do modo de relacionarse con los demás y con el ambiente. Hay una interacción entre los ecosistemas y entre los diversos mundos de referencia social, y así se muestra una vez más que «el todo es su­ perior a la parte».12 142. Si todo está relacionado, también la salud de las institucio­ nes de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la ca­ lidad de vida humana: «Cualquier menoscabo de la solidaridad y del 11 Declaración de Río sobre el medio ambiente y el desarrollo (14 junio 1992), Prin­ cipio 4. 12 Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 237: AAS 105 (2013), 1116. 12 civismo produce daños ambientales».13 En ese sentido, la ecología social es necesariamente institucional, y alcanza progresivamente las distintas dimensiones que van desde el grupo social primario, la familia, pasando por la comunidad local y la nación, hasta la vida internacional. Dentro de cada uno de los niveles sociales y entre ellos, se desarrollan las instituciones que regulan las relaciones humanas. Todo lo que las dañe entraña efectos nocivos, como la perdida de la libertad, la injusticia y la violencia. Varios países se rigen con un nivel institucional precario, a costa del sufrimiento de las poblaciones y en beneficio de quienes se lucran con ese estado de cosas. Tanto en la administración del Estado, como en las distintas expresiones de la sociedad civil, o en las relaciones de los habitantes entre sí, se regis­ tran con excesiva frecuencia conductas alejadas de las leyes. Estas pueden ser dictadas en forma correcta, pero suelen quedar como letra muerta. ¿Puede esperarse entonces que la legislación y las normas relacionadas con el medio ambiente sean realmente eficaces? Sabemos, por ejemplo, que países poseedores de una legislación clara para la protección de bosques siguen siendo testigos mudos de la frecuen­ te violación de estas leyes. Además, lo que sucede en una región ejerce, directa o indirectamente, influencias en las demás regiones. Así, por ejemplo, el consumo de narcóticos en las sociedades opulentas provoca una constante y creciente demanda de productos originados en regiones empobrecidas, donde se corrompen conductas, se destru­ yen vidas y se termina degradando el ambiente. II. Ecología cultural 143. Junto con el patrimonio natural, hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado. Es parte de la identidad común de un lugar y una base para construir una ciudad habitable. No se trata de destruir y de crear nuevas ciudades supuestamente más ecológicas, donde no siempre se vuelve deseable vivir. Hace falta Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 51: AAS 101 (2009), 687. 13 13 incorporar la historia, la cultura y la arquitectura de un lugar, man­ teniendo su identidad original. Por eso, la ecología también supone el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad en su sentido más amplio. De manera más directa, reclama prestar atención a las culturas locales a la hora de analizar cuestiones relacionadas con el medio ambiente, poniendo en diálogo el lenguaje científico-técnico con el lenguaje popular. Es la cultura no sólo en el sentido de los mo­ numentos del pasado, sino especialmente en su sentido vivo, dinámi­ co y participativo, que no puede excluirse a la hora de repensar la relación del ser humano con el ambiente. 144. La visión consumista del ser humano, alentada por los en­ granajes de la actual economía globalizada, tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad. Por eso, pretender resolver todas las dificultades a través de normativas uniformes o de intervenciones técnicas lleva a desatender la complejidad de las problemáticas locales, que requie­ ren la intervención activa de los habitantes. Los nuevos procesos que se van gestando no siempre pueden ser incorporados en esquemas establecidos desde afuera, sino que deben partir de la misma cultu­ ra local. Así como la vida y el mundo son dinámicos, el cuidado del mundo debe ser flexible y dinámico. Las soluciones meramente técni­ cas corren el riesgo de atender a síntomas que no responden a las problemáticas más profundas. Hace falta incorporar la perspectiva de los derechos de los pueblos y las culturas, y así entender que el desarrollo de un grupo social supone un proceso histórico dentro de un contexto cultural y requiere del continuado protagonismo de los actores sociales locales desde su propia cultura. Ni siquiera la noción de calidad de vida puede imponerse, sino que debe entenderse den­ tro del mundo de símbolos y hábitos propios de cada grupo humano. 145. Muchas formas altamente concentradas de explotación y degradación del medio ambiente no sólo pueden acabar con los recur­ sos de subsistencia locales, sino también con capacidades sociales que han permitido un modo de vida que durante mucho tiempo ha otor­ gado identidad cultural y un sentido de la existencia y de la convi­ vencia. La desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal. La imposición de 14 un estilo hegemónico de vida ligado a un modo de producción pue­ de ser tan dañina como la alteración de los ecosistemas. 146. En este sentido, es indispensable prestar especial atención a las comunidades aborígenes con sus tradiciones culturales. No son una simple minoría entre otras, sino que deben convertirse en los principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en gran­ des proyectos que afecten a sus espacios. Para ellos, la tierra no es un bien económico, sino don de Dios y de los antepasados que des­ cansan en ella, un espacio sagrado con el cual necesitan interactuar para sostener su identidad y sus valores. Cuando permanecen en sus territorios, son precisamente ellos quienes mejor los cuidan. Sin embargo, en diversas partes del mundo, son objeto de presiones para que abandonen sus tierras a fin de dejarlas libres para proyectos extrac­ tivos y agropecuarios que no prestan atención a la degradación de la naturaleza y de la cultura. […] III. Ecología de la vida cotidiana […] 150. Dada la interrelación entre el espacio y la conducta humana, quienes diseñan edificios, barrios, espacios públicos y ciudades ne­ cesitan del aporte de diversas disciplinas que permitan entender los procesos, el simbolismo y los comportamientos de las personas. No basta la búsqueda de la belleza en el diseño, porque más valioso toda­ vía es el servicio a otra belleza: la calidad de vida de las personas, su adaptación al ambiente, el encuentro y la ayuda mutua. También por eso es tan importante que las perspectivas de los pobladores siempre completen el análisis del planeamiento urbano. 151. Hace falta cuidar los lugares comunes, los marcos visuales y los hitos urbanos que acrecientan nuestro sentido de pertenencia, nuestra sensación de arraigo, nuestro sentimiento de «estar en casa» dentro de la ciudad que nos contiene y nos une. Es importante que las diferentes partes de una ciudad estén bien integradas y que los 15 habitantes puedan tener una visión de conjunto, en lugar de encerrar­ se en un barrio privándose de vivir la ciudad entera como un es­ pacio propio compartido con los demás. Toda intervención en el pai­saje urbano o rural debería considerar cómo los distintos elemen­ tos del lugar conforman un todo que es percibido por los habitantes como un cuadro coherente con su riqueza de significados. Así los otros dejan de ser extraños, y se los puede sentir como parte de un «nosotros» que construimos juntos. Por esta misma razón, tanto en el ambiente urbano como en el rural, conviene preservar algunos lu­ gares donde se eviten intervenciones humanas que los modifiquen constantemente. […] 153. La calidad de vida en las ciudades tiene mucho que ver con el transporte, que suele ser causa de grandes sufrimientos para los habitantes. En las ciudades circulan muchos automóviles utilizados por una o dos personas, con lo cual el tránsito se hace complicado, el nivel de contaminación es alto, se consumen cantidades enormes de energía no renovable y se vuelve necesaria la construcción de más autopistas y lugares de estacionamiento que perjudican la trama urbana. Muchos especialistas coinciden en la necesidad de priorizar el transporte público. Pero algunas medidas necesarias difícilmente serán pacíficamente aceptadas por la sociedad sin una mejora sustan­ cial de ese transporte, que en muchas ciudades significa un trato indigno a las personas debido a la aglomeración, a la incomodidad o a la baja frecuencia de los servicios y a la inseguridad. IV. El principio del bien común 156. La ecología integral es inseparable de la noción de bien común, un principio que cumple un rol central y unificador en la ética social. Es «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible 16 a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección».14 157. El bien común presupone el respeto a la persona humana en cuanto tal, con derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo integral. También reclama el bienestar social y el desarro­ llo de los diversos grupos intermedios, aplicando el principio de la subsidiariedad. Entre ellos destaca especialmente la familia, como la célula básica de la sociedad. Finalmente, el bien común requiere la paz social, es decir, la estabilidad y seguridad de un cierto orden, que no se produce sin una atención particular a la justicia distributiva, cuya violación siempre genera violencia. Toda la sociedad —y en ella, de manera especial el Estado— tiene la obligación de defender y promover el bien común. 158. En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres. Esta opción implica sacar las consecuencias del destino común de los bienes de la tierra, pero, como he intentado expresar en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium,15 exige contemplar ante todo la inmensa dignidad del pobre a la luz de las más hondas convicciones creyentes. Basta mirar la realidad para entender que esta opción hoy es una exigencia ética fundamental para la realiza­ ción efectiva del bien común. V. Justicia entre las generaciones 159. La noción de bien común incorpora también a las generaciones futuras. Las crisis económicas internacionales han mostrado con cru­ deza los efectos dañinos que trae aparejado el desconocimiento de 14 Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 26. 15 Cf. n. 186-201: AAS 105 (2013), 1098-1105. 17 un destino común, del cual no pueden ser excluidos quienes vienen detrás de nosotros. Ya no puede hablarse de desarrollo sostenible sin una solidaridad intergeneracional. Cuando pensamos en la si­ tuación en que se deja el planeta a las generaciones futuras, entramos en otra lógica, la del don gratuito que recibimos y comunicamos. Si la tierra nos es donada, ya no podemos pensar sólo desde un crite­ rio utilitarista de eficiencia y productividad para el beneficio indivi­ dual. No estamos hablando de una actitud opcional, sino de una cuestión básica de justicia, ya que la tierra que recibimos pertenece también a los que vendrán. Los Obispos de Portugal han exhortado a asumir este deber de justicia: «El ambiente se sitúa en la lógica de la recepción. Es un préstamo que cada generación recibe y debe transmitir a la generación siguiente».16 Una ecología integral posee esa mirada amplia. 160. ¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo? Esta pregunta no afecta sólo al ambien­ te de manera aislada, porque no se puede plantear la cuestión de modo fragmentario. Cuando nos interrogamos por el mundo que queremos dejar, entendemos sobre todo su orientación general, su sentido, sus valores. Si no está latiendo esta pregunta de fondo, no creo que nuestras preocupaciones ecológicas puedan lograr efectos importantes. Pero si esta pregunta se plantea con valentía, nos lleva inexorablemente a otros cuestionamientos muy directos: ¿Para qué pasamos por este mundo? ¿para qué vinimos a esta vida? ¿para qué trabajamos y lu­ chamos? ¿para qué nos necesita esta tierra? Por eso, ya no basta decir que debemos preocuparnos por las futuras generaciones. Se requiere advertir que lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá. Es un drama para nosotros mismos, porque esto pone en crisis el sentido del propio paso por esta tierra. 161. Las predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. A las próximas generaciones podríamos dejar­ les demasiados escombros, desiertos y suciedad. El ritmo de con­ sumo, de desperdicio y de alteración del medio ambiente ha supe­ Conferencia Episcopal Portuguesa, Carta pastoral Responsabilidade solidária pelo bem comum (15 septiembre 2003), 20. 16 18 rado las posibilidades del planeta, de tal manera que el estilo de vida actual, por ser insostenible, sólo puede terminar en catástrofes, como de hecho ya está ocurriendo periódicamente en diversas regiones. La atenuación de los efectos del actual desequilibrio depende de lo que hagamos ahora mismo, sobre todo si pensamos en la respon­ sabilidad que nos atribuirán los que deberán soportar las peores con­ secuencias. 162. La dificultad para tomar en serio este desafío tiene que ver con un deterioro ético y cultural, que acompaña al deterioro ecológico. El hombre y la mujer del mundo posmoderno corren el riesgo permanen­ te de volverse profundamente individualistas, y muchos problemas sociales se relacionan con el inmediatismo egoísta actual, con las crisis de los lazos familiares y sociales, con las dificultades para el reconoci­ miento del otro. Muchas veces hay un consumo inmediatista y excesi­ vo de los padres que afecta a los propios hijos, quienes tienen cada vez más dificultades para adquirir una casa propia y fundar una familia. Además, nuestra incapacidad para pensar seriamente en las futuras generaciones está ligada a nuestra incapacidad para ampliar los inte­ reses actuales y pensar en quienes quedan excluidos del desarrollo. No imaginemos solamente a los pobres del futuro, basta que recordemos a los pobres de hoy, que tienen pocos años de vida en esta tierra y no pueden seguir esperando. Por eso, «además de la leal solidaridad intergeneracional, se ha de reiterar la urgente necesidad moral de una renovada solidaridad intrageneracional».17 CAPÍTULO QUINTO ALGUNAS LÍNEAS DE ORIENTACIÓN Y ACCIÓN 163. He intentado analizar la situación actual de la humanidad, tanto en las grietas que se observan en el planeta que habitamos, como en las causas más profundamente humanas de la degradación ambiental. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2010, 8: AAS 102 (2010), 45. 17 19 Si bien esa contemplación de la realidad en sí misma ya nos indi­ ca la necesidad de un cambio de rumbo y nos sugiere algunas accio­ nes, intentemos ahora delinear grandes caminos de diálogo que nos ayuden a salir de la espiral de autodestrucción en la que nos esta­ mos sumergiendo. I. Diálogo sobre el medio ambiente en la políca internacional 164. Desde mediados del siglo pasado, y superando muchas dificul­ tades, se ha ido afirmando la tendencia a concebir el planeta como patria y la humanidad como pueblo que habita una casa de todos. Un mundo interdependiente no significa únicamente entender que las consecuencias perjudiciales de los estilos de vida, producción y consumo afectan a todos, sino principalmente procurar que las so­ luciones se propongan desde una perspectiva global y no sólo en defensa de los intereses de algunos países. La interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un proyecto común. Pero la misma inteligencia que se utilizó para un enorme desarrollo tecnológico no logra encontrar formas eficientes de gestión internacional en orden a resolver las graves dificultades ambientales y sociales. Para afron­ tar los problemas de fondo, que no pueden ser resueltos por acciones de países aislados, es indispensable un consenso mundial que lleve, por ejemplo, a programar una agricultura sostenible y diversificada, a desarrollar formas renovables y poco contaminantes de energía, a fomentar una mayor eficiencia energética, a promover una gestión más adecuada de los recursos forestales y marinos, a asegurar a todos el acceso al agua potable. 165. Sabemos que la tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes —sobre todo el carbón, pero aun el petróleo y, en menor medida, el gas— necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora. Mientras no haya un amplio desarrollo de energías reno­ vables, que debería estar ya en marcha, es legítimo optar por la alterna­ tiva menos perjudicial o acudir a soluciones transitorias. Sin embar­ go, en la comunidad internacional no se logran acuerdos suficientes sobre la responsabilidad de quienes deben soportar los costos de la 20 transición energética. En las últimas décadas, las cuestiones ambien­ tales han generado un gran debate público que ha hecho crecer en la sociedad civil espacios de mucho compromiso y de entrega ge­ nerosa. La política y la empresa reaccionan con lentitud, lejos de estar a la altura de los desafíos mundiales. En este sentido se puede decir que, mientras la humanidad del período post-industrial quizás sea recordada como una de las más irresponsables de la historia, es de esperar que la humanidad de comienzos del siglo xxi pueda ser recordada por haber asumido con generosidad sus graves respon­ sabilidades. […] 170. Algunas de las estrategias de baja emisión de gases conta­ minantes buscan la internacionalización de los costos ambientales, con el peligro de imponer a los países de menores recursos pesa­ dos compromisos de reducción de emisiones comparables a los de los países más industrializados. La imposición de estas medidas per­ judica a los países más necesitados de desarrollo. De este modo, se agrega una nueva injusticia envuelta en el ropaje del cuidado del ambiente. Como siempre, el hilo se corta por lo más débil. Dado que los efectos del cambio climático se harán sentir durante mucho tiempo, aun cuando ahora se tomen medidas estrictas, algunos países con es­ casos recursos necesitarán ayuda para adaptarse a efectos que ya se están produciendo y que afectan sus economías. Sigue siendo cierto que hay responsabilidades comunes pero diferenciadas, senci­ llamen­te porque, como han dicho los Obispos de Bolivia, «los países que se han beneficiado por un alto grado de industrialización, a costa de una enorme emisión de gases invernaderos, tienen mayor responsabilidad en aportar a la solución de los problemas que han causado».18 171. La estrategia de compraventa de « bonos de carbono » puede dar lugar a una nueva forma de especulación, y no servir para redu­ cir la emisión global de gases contaminantes. Este sistema parece Conferencia Episcopal Boliviana, Carta pastoral sobre medio ambiente y desarro­ llo humano en Bolivia El universo, don de Dios para la vida (2012), 86. 18 21 ser una solución rápida y fácil, con la apariencia de cierto compro­ miso con el medio ambiente, pero que de ninguna manera implica un cambio radical a la altura de las circunstancias. Más bien puede convertirse en un recurso diversivo que permita sostener el sobrecon­ sumo de algunos países y sectores. 172. Los países pobres necesitan tener como prioridad la erradi­ cación de la miseria y el desarrollo social de sus habitantes, aunque deban analizar el nivel escandaloso de consumo de algunos sectores privilegiados de su población y controlar mejor la corrupción. Tam­ bién es verdad que deben desarrollar formas menos contaminantes de producción de energía, pero para ello requieren contar con la ayuda de los países que han crecido mucho a costa de la contamina­ ción actual del planeta. El aprovechamiento directo de la abundan­ te energía solar requiere que se establezcan mecanismos y subsidios de modo que los países en desarrollo puedan acceder a transferen­ cia de tecnologías, asistencia técnica y recursos financieros, pero siem­ pre prestando atención a las condiciones concretas, ya que «no siempre es adecuadamente evaluada la compatibilidad de los siste­ mas con el contexto para el cual fueron diseñados».19 Los costos serían bajos si se los compara con los riesgos del cambio climático. De todos modos, es ante todo una decisión ética, fundada en la solidaridad de todos los pueblos. 173. Urgen acuerdos internacionales que se cumplan, dada la fra­ gilidad de las instancias locales para intervenir de modo eficaz. Las relaciones entre Estados deben resguardar la soberanía de cada uno, pero también establecer caminos consensuados para evitar catás­ trofes locales que terminarían afectando a todos. Hacen falta marcos regulatorios globales que impongan obligaciones y que impidan acciones intolerables, como el hecho de que empresas o países po­ de­rosos expulsen a otros países residuos e industrias altamente contaminantes. 174. Mencionemos también el sistema de gobernanza de los océa­ nos. Pues, si bien hubo diversas convenciones internacionales y Consejo Pontificio Justicia y Paz, Energía, justicia y paz, IV, 1, Ciudad del Vaticano 2013, 57. 19 22 regionales, la fragmentación y la ausencia de severos mecanismos de reglamentación, control y sanción terminan minando todos los es­ fuerzos. El creciente problema de los residuos marinos y la protección de las áreas marinas más allá de las fronteras nacionales continúa planteando un desafío especial. En definitiva, necesitamos un acuerdo sobre los regímenes de gobernanza para toda la gama de los llama­ dos «bienes comunes globales». 175. La misma lógica que dificulta tomar decisiones drásticas para invertir la tendencia al calentamiento global es la que no permi­ te cumplir con el objetivo de erradicar la pobreza. Necesitamos una reacción global más responsable, que implica encarar al mismo tiempo la reducción de la contaminación y el desarrollo de los países y regio­ nes pobres. El siglo xxi, mientras mantiene un sistema de gobernan­ za propio de épocas pasadas, es escenario de un debilitamiento de poder de los Estados nacionales, sobre todo porque la dimensión eco­ nómico-financiera, de características transnacionales, tiende a pre­ dominar sobre la política. En este contexto, se vuelve indispensable la maduración de instituciones internacionales más fuertes y eficaz­ mente organizadas, con autoridades designadas equitativamente por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar. Como afirmaba Benedicto XVI en la línea ya desarrolla­ da por la doctrina social de la Iglesia, «para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para pre­ venir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos mi­ gratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, [san] Juan XXIII».20 En esta perspectiva, la diplomacia adquiere una importancia inédita, en orden a promover estrategias internacionales que se anticipen a los problemas más graves que terminan afectando a todos. Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 67: AAS 101 (2009), 700. 20 23 II. Diálogo hacia nuevas políticas nacionales y locales […] 178. El drama del inmediatismo político, sostenido también por poblaciones consumistas, provoca la necesidad de producir creci­ miento a corto plazo. Respondiendo a intereses electorales, los go­ biernos no se exponen fácilmente a irritar a la población con medidas que puedan afectar al nivel de consumo o poner en riesgo inversio­ nes extranjeras. La miopía de la construcción de poder detiene la integración de la agenda ambiental con mirada amplia en la agenda pública de los gobiernos. Se olvida así que «el tiempo es superior al espacio»[130],que siempre somos más fecundos cuando nos preocu­ pamos por generar procesos más que por dominar espacios de poder. La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación. 179. En algunos lugares, se están desarrollando cooperativas para la explotación de energías renovables que permiten el autoabaste­ cimiento local e incluso la venta de excedentes. Este sencillo ejemplo indica que, mientras el orden mundial existente se muestra impoten­ te para asumir responsabilidades, la instancia local puede hacer una diferencia. Pues allí se puede generar una mayor responsabilidad, un fuerte sentido comunitario, una especial capacidad de cuidado y una creatividad más generosa, un entrañable amor a la propia tierra, así como se piensa en lo que se deja a los hijos y a los nietos. Estos valores tienen un arraigo muy hondo en las poblaciones aborígenes. Dado que el derecho a veces se muestra insuficiente debido a la corrup­ ción, se requiere una decisión política presionada por la población. La sociedad, a través de organismos no gubernamentales y asocia­ ciones intermedias, debe obligar a los gobiernos a desarrollar norma­ tivas, procedimientos y controles más rigurosos. Si los ciudadanos no controlan al poder político —nacional, regional y municipal—, tampoco es posible un control de los daños ambientales. Por otra parte, las legislaciones de los municipios pueden ser más eficaces si hay acuerdos entre poblaciones vecinas para sostener las mismas po­ líticas ambientales. 24 180. No se puede pensar en recetas uniformes, porque hay pro­ blemas y límites específicos de cada país o región. También es ver­ dad que el realismo político puede exigir medidas y tecnologías de transición, siempre que estén acompañadas del diseño y la acepta­ ción de compromisos graduales vinculantes. Pero en los ámbitos nacionales y locales siempre hay mucho por hacer, como promover las formas de ahorro de energía. Esto implica favorecer formas de producción industrial con máxima eficiencia energética y menos can­ tidad de materia prima, quitando del mercado los productos que son poco eficaces desde el punto de vista energético o que son más con­ taminantes. También podemos mencionar una buena gestión del transporte o formas de construcción y de saneamiento de edificios que reduzcan su consumo energético y su nivel de contaminación. Por otra parte, la acción política local puede orientarse a la modifi­ cación del consumo, al desarrollo de una economía de residuos y de reciclaje, a la protección de especies y a la programación de una agricultura diversificada con rotación de cultivos. Es posible alentar el mejoramiento agrícola de regiones pobres mediante inversiones en infraestructuras rurales, en la organización del mercado local o na­ cional, en sistemas de riego, en el desarrollo de técnicas agrícolas sostenibles. Se pueden facilitar formas de cooperación o de organiza­ ción comunitaria que defiendan los intereses de los pequeños pro­ ductores y preserven los ecosistemas locales de la depredación. ¡Es tanto lo que sí se puede hacer! […] III. Diálogo y transparencia en los procesos decisionales […] 186. En la Declaración de Río de 1992, se sostiene que, «cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza cien­ tífica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la 25 adop­ción de medidas eficaces»21 que impidan la degradación del medio ambiente. Este principio precautorio permite la protección de los más débiles, que disponen de pocos medios para defenderse y para aportar pruebas irrefutables. Si la información objetiva lleva a prever un daño grave e irreversible, aunque no haya una comprobación indiscutible, cualquier proyecto debería detenerse o modificarse. Así se invierte el peso de la prueba, ya que en estos casos hay que aportar una demos­ tración objetiva y contundente de que la actividad propuesta no va a generar daños graves al ambiente o a quienes lo habitan. 187. Esto no implica oponerse a cualquier innovación tecnoló­ gica que permita mejorar la calidad de vida de una población. Pero en todo caso debe quedar en pie que la rentabilidad no puede ser el único criterio a tener en cuenta y que, en el momento en que aparez­ can nuevos elementos de juicio a partir de la evolución de la infor­ mación, debería haber una nueva evaluación con participación de todas las partes interesadas. El resultado de la discusión podría ser la decisión de no avanzar en un proyecto, pero también podría ser su modificación o el desarrollo de propuestas alternativas. 188. Hay discusiones sobre cuestiones relacionadas con el ambien­ te donde es difícil alcanzar consensos. Una vez más expreso que la Iglesia no pretende definir las cuestiones científicas ni sustituir a la política, pero invito a un debate honesto y transparente, para que las necesidades particulares o las ideologías no afecten al bien común. IV. Política y economía en diálogo para la plenitud humana 189. La política no debe someterse a la economía y ésta no debe some­ terse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana. La salvación Declaración de Río sobre el medio ambiente y el desarrollo (14 junio 1992), Prin­ cipio 15. 21 26 de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema, reafir­ ma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro y que sólo podrá generar nuevas crisis después de una larga, costosa y apa­ rente curación. La crisis financiera de 2007-2008 era la ocasión para el desarrollo de una nueva economía más atenta a los principios éticos y para una nueva regulación de la actividad financiera especulativa y de la riqueza ficticia. Pero no hubo una reacción que llevara a repen­ sar los criterios obsoletos que siguen rigiendo al mundo. La produc­ ción no es siempre racional, y suele estar atada a variables económi­ cas que fijan a los productos un valor que no coincide con su valor real. Eso lleva muchas veces a una sobreproducción de algunas mer­ cancías, con un impacto ambiental innecesario, que al mismo tiempo perjudica a muchas economías regionales.22 La burbuja financiera también suele ser una burbuja productiva. En definitiva, lo que no se afronta con energía es el problema de la economía real, la que hace posible que se diversifique y mejore la producción, que las empresas funcionen adecuadamente, que las pequeñas y medianas empresas se desarrollen y creen empleo. 190. En este contexto, siempre hay que recordar que «la protec­ ción ambiental no puede asegurarse sólo en base al cálculo financie­ ro de costos y beneficios. El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promo­ ver adecuadamente».23 Una vez más, conviene evitar una concepción mágica del mercado, que tiende a pensar que los problemas se resuel­ ven sólo con el crecimiento de los beneficios de las empresas o de los individuos. ¿Es realista esperar que quien se obsesiona por el máxi­ mo beneficio se detenga a pensar en los efectos ambientales que dejará a las próximas generaciones? Dentro del esquema del rédito no hay lugar para pensar en los ritmos de la naturaleza, en sus tiempos de degradación y de regeneración, y en la complejidad de los eco­ sistemas, que pueden ser gravemente alterados por la intervención Cf. Conferencia del Episcopado Mexicano. Comisión Episcopal para la Pastoral Social, Jesucristo, vida y esperanza de los indígenas y campesinos (14 enero 2008). 23 Consejo Pontificio Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 470. 22 27 humana. Además, cuando se habla de biodiversidad, a lo sumo se piensa en ella como un depósito de recursos económicos que podría ser explotado, pero no se considera seriamente el valor real de las cosas, su significado para las personas y las culturas, los intereses y necesidades de los pobres. 191. Cuando se plantean estas cuestiones, algunos reaccionan acusando a los demás de pretender detener irracionalmente el pro­ greso y el desarrollo humano. Pero tenemos que convencernos de que desacelerar un determinado ritmo de producción y de consumo puede dar lugar a otro modo de progreso y desarrollo. Los esfuerzos para un uso sostenible de los recursos naturales no son un gasto inútil, sino una inversión que podrá ofrecer otros beneficios econó­ micos a medio plazo. Si no tenemos estrechez de miras, podemos descubrir que la diversificación de una producción más innovativa y con menor impacto ambiental, puede ser muy rentable. Se trata de abrir camino a oportunidades diferentes, que no implican detener la creatividad humana y su sueño de progreso, sino orientar esa ener­ gía con cauces nuevos. 192. Por ejemplo, un camino de desarrollo productivo más creati­ vo y mejor orientado podría corregir el hecho de que haya una inver­sión tecnológica excesiva para el consumo y poca para resolver problemas pendientes de la humanidad; podría generar formas inte­ ligentes y rentables de reutilización, refuncionalización y reciclado; podría mejorar la eficiencia energética de las ciudades. La diversi­ ficación productiva da amplísimas posibilidades a la inteligencia humana para crear e innovar, a la vez que protege el ambiente y crea más fuentes de trabajo. Esta sería una creatividad capaz de hacer florecer nuevamente la nobleza del ser humano, porque es más digno usar la inteligencia, con audacia y responsabilidad, para encontrar formas de desarrollo sostenible y equitativo, en el marco de una noción más amplia de lo que es la calidad de vida. En cambio, es más indigno, superficial y menos creativo insistir en crear formas de expolio de la naturaleza sólo para ofrecer nuevas posibilidades de consumo y de rédito inmediato. 193. De todos modos, si en algunos casos el desarrollo sostenible implicará nuevas formas de crecer, en otros casos, frente al crecimien­ to voraz e irresponsable que se produjo durante muchas décadas, 28 hay que pensar también en detener un poco la marcha, en poner algu­ nos límites racionales e incluso en volver atrás antes que sea tarde. Sabemos que es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana. Por eso ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo apor­ tando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes. Decía Benedicto XVI que «es necesario que las sociedades tecnoló­ gicamente avanzadas estén dispuestas a favorecer comportamientos caracterizados por la sobriedad, disminuyendo el propio consumo de energía y mejorando las condiciones de su uso».24 194. Para que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos «cambiar el modelo de desarrollo global»,25 lo cual implica reflexio­ nar responsablemente «sobre el sentido de la economía y su finali­ dad, para corregir sus disfunciones y distorsiones».26 No basta con­ ciliar, en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta financiera, o la preservación del ambiente con el progreso. En este tema los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrum­ be. Simplemente se trata de redefinir el progreso. Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso. Por otra parte, muchas veces la calidad real de la vida de las perso­ nas disminuye —por el deterioro del ambiente, la baja calidad de los mismos productos alimenticios o el agotamiento de algunos recursos— en el contexto de un crecimiento de la economía. En este marco, el discurso del crecimiento sostenible suele convertirse en un recurso diversivo y exculpatorio que absorbe valores del discur­ so ecologista dentro de la lógica de las finanzas y de la tecnocracia, y la responsabilidad social y ambiental de las empresas suele redu­ cirse a una serie de acciones de marketing e imagen. 195. El principio de maximización de la ganancia, que tiende a aislarse de toda otra consideración, es una distorsión conceptual de Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2010, 9: AAS 102 (2010), 46. Ibíd. 26 Ibíd., 5: p. 43. 24 25 29 la economía: si aumenta la producción, interesa poco que se produz­ ca a costa de los recursos futuros o de la salud del ambiente; si la tala de un bosque aumenta la producción, nadie mide en ese cálcu­ lo la pérdida que implica desertificar un territorio, dañar la biodiver­ sidad o aumentar la contaminación. Es decir, las empresas obtienen ganancias calculando y pagando una parte ínfima de los costos. Sólo podría considerarse ético un comportamiento en el cual «los costes económicos y sociales que se derivan del uso de los recursos ambien­ tales comunes se reconozcan de manera transparente y sean sufra­ gados totalmente por aquellos que se benefician, y no por otros o por las futuras generaciones».27 La racionalidad instrumental, que sólo aporta un análisis estático de la realidad en función de necesi­ dades actuales, está presente tanto cuando quien asigna los recursos es el mercado como cuando lo hace un Estado planificador. 196. ¿Qué ocurre con la política? Recordemos el principio de sub­ sidiariedad, que otorga libertad para el desarrollo de las capacidades presentes en todos los niveles, pero al mismo tiempo exige más res­ ponsabilidad por el bien común a quien tiene más poder. Es verdad que hoy algunos sectores económicos ejercen más poder que los mismos Estados. Pero no se puede justificar una economía sin po­ lítica, que sería incapaz de propiciar otra lógica que rija los diversos aspectos de la crisis actual. La lógica que no permite prever una preo­ cupación sincera por el ambiente es la misma que vuelve imprevisi­ ble una preocupación por integrar a los más frágiles, porque «en el vigente modelo “exitista” y “privatista” no parece tener sentido inver­ tir para que los lentos, débiles o menos dotados puedan abrirse camino en la vida».28 197. Necesitamos una política que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálo­ go interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis. Muchas veces la misma política es responsable de su propio descrédito, por la corrup­ ción y por la falta de buenas políticas públicas. Si el Estado no cumple 27 Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 50: AAS 101 (2009), 686. 28 Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 209: AAS 105 (2013), 1107. 30 su rol en una región, algunos grupos económicos pueden aparecer como benefactores y detentar el poder real, sintiéndose autorizados a no cumplir ciertas normas, hasta dar lugar a diversas formas de criminalidad organizada, trata de personas, narcotráfico y violencia muy difíciles de erradicar. Si la política no es capaz de romper una lógica perversa, y también queda subsumida en discursos empo­ brecidos, seguiremos sin afrontar los grandes problemas de la hu­ manidad. Una estrategia de cambio real exige repensar la totalidad de los procesos, ya que no basta con incluir consideraciones eco­ lógicas superficiales mientras no se cuestione la lógica subyacente en la cultura actual. Una sana política debería ser capaz de asumir este desafío. […] V. Las religiones en el diálogo con las ciencias […] 201. La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran cre­ yentes, y esto debería provocar a las religiones a entrar en un diálo­ go entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad. Es imperioso también un diálogo entre las ciencias mismas, porque cada una suele encerrarse en los límites de su propio lenguaje, y la especialización tiende a convertirse en aislamiento y en absolutiza­ ción del propio saber. Esto impide afrontar adecuadamente los pro­ blemas del medio ambiente. También se vuelve necesario un diálogo abierto y amable entre los diferentes movimientos ecologistas, donde no faltan las luchas ideológicas. La gravedad de la crisis ecológica nos exige a todos pensar en el bien común y avanzar en un camino de diálogo que requiere paciencia, ascesis y generosidad, recordando siempre que «la realidad es superior a la idea».29 29 Ibíd., 231: p. 1114. 31 CAPÍTULO SEXTO EDUCACIÓN Y ESPIRITUALIDAD ECOLÓGICA 202. Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero ante todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. Esta conciencia básica permitiría el desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida. Se destaca así un gran de­ safío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos proce­ sos de regeneración. I. Apostar por otro estilo de vida 203. Dado que el mercado tiende a crear un mecanismo consumista compulsivo para colocar sus productos, las personas terminan sumer­ gidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios. El con­ sumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómi­ co. Ocurre lo que ya señalaba Romano Guardini: el ser humano «acepta los objetos y las formas de vida, tal como le son impuestos por la planificación y por los productos fabricados en serie y, después de todo, actúa así con el sentimiento de que eso es lo racional y lo acertado».30 Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que de­ tenta el poder económico y financiero. En esta confusión, la huma­ nidad posmoderna no encontró una nueva comprensión de sí misma que pueda orientarla, y esta falta de identidad se vive con angustia. Tenemos demasiados medios para unos escasos y raquíticos fines. 204. La situación actual del mundo «provoca una sensación de inestabilidad e inseguridad que a su vez favorece formas de egoís­ mo colectivo».31 Cuando las personas se vuelven autorreferenciales y se aíslan en su propia conciencia, acrecientan su voracidad. Mien­ 30 Das Ende der Neuzeit, Würzburg 19659, 66-67 (ed. esp.: El ocaso de la Edad Moderna, Madrid 1958, 87). 31 Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1990, 1: AAS 82 (1990), 147. 32 tras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir. En este contexto, no parece posi­ ble que alguien acepte que la realidad le marque límites. Tampoco existe en ese horizonte un verdadero bien común. Si tal tipo de sujeto es el que tiende a predominar en una sociedad, las normas sólo serán respetadas en la medida en que no contradigan las propias necesi­ dades. Por eso, no pensemos sólo en la posibilidad de terribles fe­ nómenos climáticos o en grandes desastres naturales, sino también en catástrofes derivadas de crisis sociales, porque la obsesión por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando sólo unos pocos puedan sostenerlo, sólo podrá provocar violencia y destrucción recíproca. […] 208. Siempre es posible volver a desarrollar la capacidad de salir de sí hacia el otro. Sin ella no se reconoce a las demás criaturas en su propio valor, no interesa cuidar algo para los demás, no hay ca­ pacidad de ponerse límites para evitar el sufrimiento o el deterioro de lo que nos rodea. La actitud básica de autotrascenderse, rompien­ do la conciencia aislada y la autorreferencialidad, es la raíz que hace posible todo cuidado de los demás y del medio ambiente, y que hace brotar la reacción moral de considerar el impacto que provoca cada acción y cada decisión personal fuera de uno mismo. Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio impor­ tante en la sociedad. II. Educación para la alianza entre la humanidad y el ambiente 209. La conciencia de la gravedad de la crisis cultural y ecológica ne­cesita traducirse en nuevos hábitos. Muchos saben que el progreso actual y la mera sumatoria de objetos o placeres no bastan para darle sentido y gozo al corazón humano, pero no se sienten capaces de renun­ ciar a lo que el mercado les ofrece. En los países que deberían 33 producir los mayores cambios de hábitos de consumo, los jóvenes tienen una nueva sensibilidad ecológica y un espíritu generoso, y al­ gunos de ellos luchan admirablemente por la defensa del ambiente, pero han crecido en un contexto de altísimo consumo y bienestar que vuelve difícil el desarrollo de otros hábitos. Por eso estamos ante un desafío educativo. 210. La educación ambiental ha ido ampliando sus objetivos. Si al comienzo estaba muy centrada en la información científica y en la concientización y prevención de riesgos ambientales, ahora tiende a incluir una crítica de los «mitos» de la modernidad basados en la razón instrumental (individualismo, progreso indefinido, compe­ tencia, consumismo, mercado sin reglas) y también a recuperar los distintos niveles del equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el es­ piritual con Dios. La educación ambiental debería disponernos a dar ese salto hacia el Misterio, desde donde una ética ecológica adquie­ re su sentido más hondo. Por otra parte, hay educadores capaces de replantear los itinerarios pedagógicos de una ética ecológica, de ma­nera que ayuden efectivamente a crecer en la solidaridad, la res­ ponsabilidad y el cuidado basado en la compasión. 211. Sin embargo, esta educación, llamada a crear una «ciuda­ danía ecológica», a veces se limita a informar y no logra desarrollar hábitos. La existencia de leyes y normas no es suficiente a largo plazo para limitar los malos comportamientos, aun cuando exista un con­ trol efectivo. Para que la norma jurídica produzca efectos importan­ tes y duraderos, es necesario que la mayor parte de los miembros de la sociedad la haya aceptado a partir de motivaciones adecuadas, y que reaccione desde una transformación personal. Sólo a partir del cultivo de sólidas virtudes es posible la donación de sí en un com­ promiso ecológico. Si una persona, aunque la propia economía le permita consumir y gastar más, habitualmente se abriga un poco en lugar de encender la calefacción, se supone que ha incorporado convicciones y sentimientos favorables al cuidado del ambiente. Es muy noble asumir el deber de cuidar la creación con pequeñas accio­ nes cotidianas, y es maravilloso que la educación sea capaz de mo­ tivarlas hasta conformar un estilo de vida. La educación en la respon­ sabilidad ambiental puede alentar diversos comportamientos que 34 tienen una incidencia directa e importante en el cuidado del ambiente, como evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consu­ mo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utili­ zar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias. Todo esto es parte de una generosa y digna creatividad, que muestra lo mejor del ser humano. El hecho de reutilizar algo en lugar de desechar­ lo rápidamente, a partir de profundas motivaciones, puede ser un acto de amor que exprese nuestra propia dignidad. 212. No hay que pensar que esos esfuerzos no van a cambiar el mundo. Esas acciones derraman un bien en la sociedad que siempre produce frutos más allá de lo que se pueda constatar, porque pro­ vocan en el seno de esta tierra un bien que siempre tiende a difun­ dirse, a veces invisiblemente. Además, el desarrollo de estos compor­ tamientos nos devuelve el sentimiento de la propia dignidad, nos lleva a una mayor profundidad vital, nos permite experimentar que vale la pena pasar por este mundo. […] 215. En este contexto, «no debe descuidarse la relación que hay entre una adecuada educación estética y la preservación de un am­ biente sano».32 Prestar atención a la belleza y amarla nos ayuda a salir del pragmatismo utilitarista. Cuando alguien no aprende a detener­ se para percibir y valorar lo bello, no es extraño que todo se convierta para él en objeto de uso y abuso inescrupuloso. Al mismo tiempo, si se quiere conseguir cambios profundos, hay que tener presente que los paradigmas de pensamiento realmente influyen en los compor­ tamientos. La educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza. De otro modo, seguirá avanzando el paradigma consumista que se transmi­ te por los medios de comunicación y a través de los eficaces engra­ najes del mercado. 32 Id., Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1990, 14: AAS 82 (1990), 155. 35 LA IGLESIA DE INGLATERRA EL SÍNODO APREMIA A REALIZAR URGENTEMENTE ACCIONES NECESARIAS CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO33 13 de julio de 2015 En una amplia moción que reconoce cómo el cambio climático está afectando desproporcionadamente a los más pobres del mundo, el Sínodo General declaró hoy que, para afrontar el cambio climático es necesario tomar medidas urgentes. De manera abrumadora, los miembros respaldaron el llamado de los líderes mundiales para buscar limitar el incremento global en las temperaturas promedio a un máximo de 2o C, el umbral que, como generalmente se admite, de ser traspasado haría que el cambio cli­ mático acarreara los más severos efectos. Esta moción, la cual abarca el combate el cambio climático, la conferencia de París sobre cambio climático y la misión de la Iglesia, incluye una petición para llamar la atención acerca de una iniciativa para hacer ayuno y oración por el éxito de las conversaciones que tendrán lugar en París. Nicholas Holtam, obispo de Salisbury, principal obispo de la Iglesia de Inglaterra en materia de cambio climático, dijo al presen­ tar la moción: “En los últimos 150 años hemos quemado los combus­ tibles fósiles que tomó mil millones de años depositar en la tierra. La tierra no puede mantener este nivel de consumo. Se trata de ‘leer los signos de los tiempos’ y de ‘buscar el bien común’.” Recuperado de la página https://www.churchofengland.org/media-centre/ news/2015/07/urgent-action-needed-on-climate-change-urges-synod.aspx el día 18 de septiembre del 2015. 33 37 “La ciencia, la economía y la política apuntan juntas en la misma dirección.” “El cambio climático afecta desproporcionadamente a los más pobres. Ellos son más vulnerables a las tormentas más fuertes, la ele­ vación del nivel del mar, los cambios en los patrones de lluvia, las inundaciones y las sequías. Nuestras vidas están interconectadas. Lo que es malo para el prójimo es malo para nosotros.” Al intervenir en el debate, el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, hizo un llamado a la Iglesia a mirar hacia afuera para afron­ tar el cambio climático. El arzobispo Justin declaró: “Contamos con acceso sin paralelo a redes por todo el mundo. ¿Cómo vamos a utilizarlas para mirar más allá de nuestras propias fronteras como Iglesia de Inglaterra, de manera que podamos apli­ car los recursos de la Comunión completa? Este no es momento para ensimismarnos.” Negociadores de más de 190 países concurrirán en París en diciem­ bre para discutir un nuevo acuerdo global sobre cambio climático, el cual tendrá como objetivo limitar las emisiones de gases de inver­ nadero para 2020, cuando vencen los compromisos vigentes. 38 DECLARACIÓN DEL ISLAM SOBRE EL CAMBIO CLIMÁTICO GLOBAL34 En el nombre de Alá, el Clemente, el Misericordioso Preámbulo • Dios (a quien nosotros conocemos como Alá) ha creado el uni­ verso en toda su diversidad, riqueza y vitalidad: las estrellas, el sol y la luna, la tierra con todas sus comunidades de seres vivos. Todo esto refleja y manifiesta la misericordia y gloria ilimitadas del Creador. Por naturaleza, todos los seres creados sirven y glo­ rifican al Hacedor, todos reverencian la voluntad del Señor. No­ sotros los seres humanos hemos sido creados para servir al Señor de toda criatura, para colaborar de acuerdo con nuestra capacidad al mayor bien de todas las especies, individuos y generaciones de las criaturas de Dios. • Nuestro planeta ha existido por miles de millones de años; por sí mismo, el cambio climático no es una novedad. El clima de la tierra ha pasado por numerosas fases, húmedas y secas, calientes y frías, como respuesta a diversos factores naturales. La mayoría de estos cambios han sido graduales, de manera que las formas y grupos de seres vivientes se han ajustado progresivamente. Si bien ha habido cambios catastróficos en el clima, los cuales han acarreado extinciones en masa, con el paso del tiempo la vida ha logrado ajustarse incluso a esos impactos, volviendo a florecer conforme surgen ecosistemas balanceados como el que atesora­ mos en el presente. En el pasado, el cambio climático también sirvió Recuperado de la página de internet http://islamicclimatedeclaration.org/ islamic-declaration-on-global-climate-change/ el 18 de septiembre del 2015. 34 39 para acumular los inmensos depósitos de combustibles fósiles que actualmente nos benefician. Irónicamente, como resultado de usar necia y ciegamente esos recursos, puede sobrevenir la destrucción de las condiciones que hacen posible la vida sobre la tierra. • Hoy en día, el ritmo del cambio climático global es de un orden de magnitud diferente al de los cambios graduales que ocurrieron con anterioridad, durante la era más reciente, el Cenozoico. Más aún, está siendo inducido por el hombre: nos hemos convertido en una fuerza que domina a la naturaleza. Con cada vez mayor frecuencia, en términos geológicos se hace referencia a la época en la que vivimos como el Antropoceno, la Era del Hombre. Nuestra especie, aunque ha sido elegida para guardar y cuidar (para ser khalifah) de la tierra, ha causado sobre ella tal corrupción y devastación que corremos el peligro de poner fin a la vida tal como la conocemos sobre nuestro planeta. El ritmo actual del cambio climático no puede ser sostenido, por lo que el preci­ so equilibro de la tierra (mīzān) puede llegar a perderse. Como seres humanos formamos parte del tejido del mundo natural, sus dones son para que los disfrutemos. No obstante, aquellos com­ bustibles fósiles que nos han servido para lograr casi toda la pros­ peridad que ahora vemos son la causa principal del cambio cli­ mático. El exceso de contaminación producto de los combustibles fósiles amenaza con destruir los dones que nos ha concedido Dios, a quien conocemos como Alá: dones como un clima funcional, aire saludable para respirar, estaciones regulares y océanos vivos. Sin embargo, nuestra actitud hacia esos dones ha sido miope, pues hemos abusado de ellos. ¿Qué dirán de nosotros las generacio­ nes futuras, a las cuales dejamos en herencia un planeta degradado? ¿Cómo hemos de mirar a la cara a nuestro Señor y Creador? • Tomamos nota de que la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio (pnuma, 2005), que cuenta con el respaldo de más de 1300 cientí­ ficos de 95 países, encontró que “en lo general, el ser humano ha causado mayores cambios a los ecosistemas en la segunda mitad del siglo xx que en cualquier otro momento de la historia[…] Si bien estos cambios han incrementado el bienestar humano, han venido acompañados de la degradación creciente [del medio ambiente].” 40 “La actividad humana pone tal presión sobre las funciones de la tierra que ya no está garantizada la capacidad de los ecosistemas del planeta para sostener a las generaciones venideras.” • Más de diez años después, a pesar de las numerosas conferencias que han tenido lugar en busca de acuerdos para sustituir el Pro­ tocolo de Kioto, el estado general de la tierra se ha venido dete­ riorando de manera constante. Un estudio del Grupo Interguber­ namental de Expertos sobre el Cambio Climático (ipcc por sus siglas en inglés), el cual está compuesto por representantes de más de 100 países, que fue publicado en marzo de 2014, presenta cinco motivos para la preocupación. En resumen, estos son: •Los ecosistemas y las culturas humanas peligran a causa del cambio climático. •Se están incrementando los riesgos resultantes de eventos adversos que emanan del cambio climático, tales como olas de calor, precipitaciones extremas e inundaciones costeras. •Estos riesgos están distribuidos de forma irregular, pues por lo general son mayores para las comunidades pobres y des­ aventa­jadas de cada país, sin importar su grado de desarrollo. •Los efectos predecibles impactarán de forma negativa sobre la biodiversidad terrestre, sobre los bienes y servicios que pro­ porcionan nuestros ecosistemas y sobre la totalidad de la economía global. •Los principales sistemas físicos de la tierra corren el riesgo de sufrir cambios abruptos e irreversibles. A partir de estas advertencias, nos vemos llevados a concluir que hay serios defectos en la manera en que hemos utilizado los recursos naturales, fuente de la vida sobre la tierra. Se impone la necesidad de una revaloración urgente y radical. La humanidad no puede permi­ tirse ni los lentos avances que hemos visto en el proceso de las cop (Conferencias de las Partes sobre Cambio Climático) a partir de la publicación en 2005 de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio ni el marasmo presente. 41 • En el breve periodo desde la Revolución Industrial, en nombre del desarrollo económico y el progreso humano, los hombres han consumido buena parte de los recursos no-renovables que tomaron 250 millones de años para que la tierra los produjera. Notamos con alarma que los efectos combinados de un creciente consumo per cápita y una población humana en crecimiento. También no­ tamos con alarma la lucha multinacional que tiene lugar por los depósitos de combustibles fósiles debajo de mantos de hielo que se derriten en las regiones árticas. A través de estos procesos nos encaminamos con mayor velocidad hacia nuestra destrucción. • Importantes científicos expertos sobre el clima han llegado a creer que es muy poco probable poder evitar un incremento de dos grados centígrados en la temperatura global, lo que se con­ sidera “punto de inflexión”, si continuamos con este estado de cosas; otros científicos consideran que 1.5 grados centígrados se acercan más al “punto de inflexión”. Este es el punto considerado como el umbral para un cambio climático catastrófico, que expon­ dría a todavía más millones de personas e incontables criaturas de otra índole a la sequía, el hambre y las inundaciones. La peor parte tendrá que ser soportada por los pobres, conforme la tierra experimenta, a partir del periodo que marca el inicio de la Revo­ lución Industrial, un incremento drástico en los niveles atmosfé­ ricos de carbono. Resulta alarmante que, a pesar de todas las advertencias y predicciones, el sustituto del Protocolo de Kioto, que debió haber aparecido en 2012, haya sido pospuesto. Resulta imprescindible que todos los países, en especial los más desarrollados, redoblen sus es­ fuerzos y adopten el enfoque proactivo que se necesita para dete­ ner y, ojalá, revertir con el paso del tiempo los daños que hemos provocado. Afirmamos • Afirmamos que Alá es Señor y Sustento (Rabb) de todos los seres 42 Alabado sea Alá, Señor y Sustento de todos los seres Corán 1: 1 Él es el único Creador— Él es al-Khāliq. Él es Alá: el Creador, el Hacedor, el Dador de la Forma. Corán 59: 24 Él es Quien perfecciona todo lo creado por Él. Corán 32: 7 Nada de lo que Él crea carece de valor: cada cosa ha sido creada bi ’l-haq, en verdad y por justicia. Nosotros no hemos creado los cielos y la tierra y lo que hay entre ellos como por juego. Nosotos no los hemos creado sino por verdad. Corán 44: 38 • Afirmamos que Él abarca toda Su creación. Él es al-Muhīt. Todo lo que está en cielo y en la tierra pertenece a Alá. Alá abarca todas las cosas. Corán 4: 125 • Afirmamos que: •Dios creó la tierra en equilibro perfecto (mīzān); •Por su inmensa misericordia hemos recibido tierra fértil, aire fresco, agua limpia y todas las cosas buenas sobre la tierra que hacen nuestra vida posible y deleitable. •La tierra funciona el ritmos, ciclos estacionales y ritmos na­ turales: el clima en el cual prosperan los seres vivientes (los hombres inclusive). 43 •La actual catástrofe del cambio climático es resultado de los trastor­nos que el hombre ha provocado en este equilibro. Él estableció los cielos y cimentó el equilibrio para que ustedes no transgredieran el equilibrio. Él le dio su justo valor: no escatimen nada al equilibrio. Él tendió la tierra para todas las criaturas vivientes. Corán 55: 7-10 • Afirmamos el estado natural (fitrah) de la creación de Dios. Así que vuelvan el rostro con firmeza hacia el Camino (natural) como fieles puros y naturales sigan la trama natural de Alá con la cual Él creó a la humanidad. No cambien la creación de Alá, ese es el Camino (natural) aunque muchos no lo saben. Corán 30: 30 2.5. Admitimos la corrupción (fasād) que los hombres han causado sobre la tierra por culpa de nuestra incesante búsqueda de crecimien­ to económico y consumo. Las consecuencias han sido: • El cambio climático global, preocupación que ahora nos ocupa, a la cual se suman: •La contaminación y degradación de aire, suelo, aguas dulces y marinas. • Erosión del suelo, deforestación y desertificación. 44 •Daños a la salud humana, incluyendo multitud de enfermedades modernas. La corrupción se hace presente en mar y tierra por causa de lo que el hombre ha hecho con su propia mano, de manera que puedan probar por sí mismos el sabor de lo que han hecho, con la esperanza de que enderecen sus pasos. Corán 30: 41 • Reconocemos que no somos sino una porción minúscula del orden divino, si bien dentro de ese orden somos criaturas excepcional­ mente poderosas y tenemos la responsabilidad de establecer el bien y evitar el mal de todos los modos posibles. También reco­ nocemos que: •No somos sino uno entre la multitud de seres vivientes con los que compartimos la tierra; •No tenemos derecho a oprimir al resto de la creación ni de causarle daño; •Inteligencia y conciencia nos obligan, conforme lo manda la fe, a tratar a todas las cosas con cuidado y temor (taqwa) del Creador, con compasión (rahmah) y máxima benevolencia (ihsan). No hay bestia sobre la tierra ni pájaro que vuele por los aires que no sea, como tú, una comunidad. Corán 6: 38 La creación de los cielos y la tierra sobrepasa por mucho a la creación de los hombres aunque muchos hombres no lo saben. Corán 40: 57 45 • Reconocemos que somos responsables por todas nuestras acciones. Aquel que haya cometido un ápice de bien lo verá, aquel que haya cometido un ápice de mal lo verá. Corán 99, 6-8. 2.8. En vista de estas consideraciones afirmamos que nuestra res­ ponsabilidad como musulmanes es actuar de acuerdo con el Profeta Mahoma (con quien esté la paz y la bendición de Dios), quien: • Declaró y protegió el derecho de todos los seres vivientes, proscri­ bió la costumbre de enterrar vivas a las niñas pequeñas, prohibió la muerte por diversión de los seres vivos, instó a sus compañeros a cuidar el agua incluso en las abluciones previas a las oracio­ nes, ordenó a un hombre que había tomado las crías de un nido que las devolviera a su madre, y cuando se topó con un hombre que había encendido fuego sobre un hormiguero le ordenó: ¡Apágalo, apágalo!” • Estableció zonas inviolables (harams) alrededor de La Meca y Medi­ na, dentro de las cuales no se podían cortar árboles ni cazar ni perturbar a los animales. • Estableció áreas protegidas (himas) para la conservación y el uso sustentable de tierras de pastoreo, cubierta vegetal y vida salvaje. • Vivió con frugalidad, libre de excesos, derroches y ostentaciones. • Renovaba y reciclaba sus escasas pertenencias reparándolas o re­ galándolas. • Tomaba alimentos simples y saludables y solo ocasionalmente comía carne. • Se deleitaba en el mundo creado, y • En palabras del Corán, era “piedad para todas las criaturas”. 46 Llamamos 3.1. Llamamos a la Conferencia de las Partes (cop por sus siglas en inglés) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (unfccc por sus siglas en inglés) a la Reunión de las Partes (mop por sus siglas en inglés) del Protocolo de Kioto que tendrá lugar en París en diciembre de 2015 a finalizar sus discusio­ nes con una conclusión equitativa y obligatoria, tomando en con­ sideración: • El consenso de los científicos sobre el cambio climático, según el cual hay que estabilizar la concentración atmosférica de gases de invernadero en un nivel que evite los peligros de la interfe­ rencia antropogénica en los sistemas climáticos; • La necesidad de definir con claridad objetivos y sistemas de supervisión; • Las graves consecuencias para el planeta Tierra si no se actúa de esta manera; • La enorme responsabilidad que pesa sobre los hombros de la cop por parte del resto de la humanidad, la cual incluye condu­ cir al resto de nosotros hacia una nueva forma de relación con la tierra del Señor. 3.2. Particularmente llamamos a las naciones prósperas y a los Estados productores de petróleo para que: • Sirvan de guía en el camino para disminuir gradualmente las emi­ siones de gases de invernadero tan pronto como sea posible y no después de mediados de siglo; • Proporcionen ayuda técnica y financiera a los menos favorecidos para que pueden alcanzar la disminución gradual de los gases de invernadero tan pronto como sea posible; • Reconozcan la obligación moral de reducir el consumo de manera que los pobres puedan beneficiarse de los restos de los recursos no-renovables de la tierra; • Se mantengan dentro del límite de “dos grados” o, de preferencia, en el de “1.5 grados”, considerando que dos tercios de las reservas 47 probadas de combustibles fósiles aún se encuentra dentro de la tierra; • Reconsideren sus intereses, pasando de lucrar sin ética con el ambiente a conservarlo y mejorar las condiciones de los pobres del mundo; • Inviertan en la creación de una economía verde. 3.3. Llamamos a los pueblos y naciones y a sus dirigentes a: • Proponerse disminuir las emisiones de gases de invernadero tan pronto como sea posible, con el fin de estabilizar la concentración atmosférica de estos gases; • Se comprometan tan pronto como sea posible con las energías 100% renovables y/o una estrategia de cero emisiones, para así mitigar el impacto ambiental de sus actividades; • Inviertan en energías renovables descentralizadas, que es la mejor manera para reducir la pobreza y alcanzar el desarrollo sustentable; • Cobren conciencia de que no es viable perseguir el crecimiento económico ilimitado en un planeta finito y de por sí sobre-explo­ tado. El crecimiento se debe buscar con sabiduría y moderación, colocando como prioridad incrementar la capacidad de resistencia de todos, pero en especial de los más vulnerables, con respecto a los impactos del cambio climático que ya se hacen sentir y que, se espera, continuarán en años venideros; • Poner en marcha un nuevo modelo de bienestar, basado en alter­ nativas al actual modelo financiero que agota los recursos, degrada el medio ambiente y agudiza la desigualdad; • Dar prioridad a los esfuerzos de adaptación con ayuda adecua­ da a los países vulnerables con menor capacidad de adaptación. Y a los grupos vulnerables, incluyendo pueblos indígenas, muje­ res y niños. 3.4. Llamamos a los sectores corporativo, financiero y empre­ sarial a: • Asumir las consecuencias de sus actividades lucrativas y tomar un papel notablemente más activo al reducir la huella de carbono y otras formas de afectación sobre el ambiente natural; 48 • Con el fin de mitigar el impacto ambiental de sus actividades, se comprometan tan pronto como sea posible con las energías 100% renovables y/o una estrategia de cero emisiones y que di­ rijan sus inversiones hacia las energías renovables; • Modifiquen el actual modelo de negocios, basado en un crecimien­ to económico insostenible, en favor de una economía circular total­ mente sustentable; • Pongan mayor atención a sus responsabilidades sociales y eco­ lógicas, en particular a la manera en que extraen y utilizan recur­ sos escasos; • Apoyen el desistimiento de una economía impulsada por combus­ tibles fósiles, en favor de la construcción de alternativas ecológicas como las energías renovables. 3.5. Llamamos a todos los grupos a unirse a nosotros en esta tarea, para colaborar y cooperar en competencia amistosa; asimismo, damos la bienvenida a las valiosas contribuciones realizadas por otros credos, pues todos podemos ser vencedores en esta prueba. ِ Él (Dios) quiere ponerte a prueba considerando aquello que ha puesto en ti. Compitan unos contra otros en hacer el bien. Corán 5: 48 Si cada quien ofrece lo mejor de su propia tradición, será posible encontrar la salida para nuestras dificultades. 3.6. Por último, llamamos a todos los musulmanes dondequiera que se encuentren: Jefes de Estado Líderes políticos Comunidad empresarial Delegados a la unfccc 49 Líderes y doctores de las religiones Congregaciones y mezquitas Fundaciones islámicas (awqaf) Educadores e instituciones educativas Líderes comunitarios Activistas de la sociedad civil Organizaciones no-gubernamentales Medios de comunicación No se pavoneen con arrogancia sobre la tierra. No quebrarán la tierra en dos ni alcanzarán jamás la estatura de las montañas. Corán 17: 37 Guardamos en la memoria las palabras del Profeta (para él paz y bendición): El mundo es dulce y verde y ciertamente Alá los ha hecho sus guardianes y observa cómo es que merecen ser absueltos. 50 AL PUEBLO JUDÍO, A LAS COMUNIDADES EN EL ESPÍRITU, Y AL MUNDO: CARTA RABÍNICA SOBRE LA CRISIS CLIMÁTICA35 Como judíos y rabinos nos aproximamos con profundo respeto a lo que enseñan los científicos, pues tal como entendemos sus enseñan­ zas, tratan sobre la revelación del misterio de la Presencia de Dios en un universo que se sigue desenvolviendo y, en especial, sobre la historia y el futuro de nuestro planeta. Si bien aceptamos el relato científico de la historia terrenal, la seguimos comprendiendo como creación de Dios, y celebramos la presencia de la mano divina en toda criatura terrenal. No obstante, en nuestra generación el asombro y la belleza han sido profanadas, y no solamente en un lugar sino por toda la Tierra. Así pues, en esta crisis, unánimes nos unimos con toda la Tierra para cele­ brar el Aliento de Vida que nos compenetra a todos: Alaben al Señor desde la tierra, monstruos del mar y todos sus abismos, fuego y granizo, nieve y neblina, huracán que ejecuta su palabra. (Del Salmo 148) Sabemos que la Tierra no nada más necesita del canto gozoso del hombre, sino también de su mano sanadora. Nos conmueve especialmente que las más profundas y antiguas intuiciones de la Torá acerca de cómo sanar las relaciones entre la Tierra y los terrícolas humanos, adamah y adam, encuentran eco en los hallazgos de la ciencia moderna. Recuperado de la página https://theshalomcenter.org/torah-pope-crisisinspire-400-rabbis-call-vigorous-climate-action el día 18 de septiembre del 2015. 35 51 Los textos de la Torá que quizá aborden de manera más directa la crisis actual son Levítico 25 y 26 y Deuteronomio 15. Esos textos orde­ nan que un año de cada siete sea Shabbat Shabbaton (o año sabático) y Shmittah (un año de descanso liberador para la tierra y sus trabaja­ dores en el que no tendrán que laborar y año también cuando se libera a los deudores de sus deudas). En Levítico 26 la Torá nos advierte que, de negarnos a darle des­ canso a la Tierra, esta “descansará” de cualquier modo, a pesar nues­ tro y en contra de nosotros, por medio de la sequía, la hambruna y el exilio que convierte en refugiados a todo un pueblo. Esta antigua advertencia, escuchada únicamente por el pueblo indígena de una delgada franja de tierra, ahora se ha convertido en una crisis para todo el planeta y para la totalidad de la especie humana. El comportamiento de los hombres al sobreexplotar la Tierra (en especial la quema excesiva de combustibles fósiles) culmina en una respuesta planetaria sistémica que pone en peligro a las comunidades humanas así como a otras formas de vida. Ya estamos viendo inundaciones, sequías, derretimientos, heladas, olas de calor, elevación de los mares, tifones y expansiones de insec­ tos portadores de enfermedadas desde las zonas “tropicales” a las regiones “templadas”, fenómenos que no tienen precedente. Levítico 26 encarnado. Las proyecciones científicas sobre el futuro dejan claro que algo peor llegará a suceder si seguimos igual con este asunto de quemar carbono. Como judíos, preguntamos si las fuentes tradicionales de la sabi­ duría judía pueden ofrecer una guía para los esfuerzos políticos que buscan prevenir el desastre y sanar nuestras relaciones con la Tierra. La sabiduría primera y fundamental está expresada en la Sh’ma y reforzada por aquella enseñanza según la cual a través de la Shekinah la Divina presencia habita tanto dentro como más allá del mundo. La Unidad de todo significa no meramente que toda la vida está com­ penetrada, sino que también una parte del Ser de Dios interviene en esa compenetración. Reconocemos que durante siglos, la atención de nuestro pueblo (que no solo fue exiliado de su país de origen sino que después fue refugiado en otros lugares, de manera que careció de vínculos físicos 52 o políticos con una tierra específica) se ha alejado de este sentido de interconexión entre adam y adamah, para buscar remedio a la injusti­ cia social. Por causa de esta historia, estábamos tan preocupados por nuestra propia supervivencia que eramos incapaces de volver nues­ tra atención a la crisis más profunda, de la cual siempre ha estado consciente nuestra tradición. No obstante, la justicia y la terrenalidad no pueden destrabarse. Nuestos textos antiguos enseñan esto, al enseñar que cada séptimo año debe ser Año de Liberación, Shmittah, Shabbat Shabbaton, cuan­ do no solo se libera a la Tierra durante un año del trabajo excesivo, sino que también es un año para que toda la sociedad comparta la abundancia que crece libremente de la Tierra, y un año para liberar a los deudores de sus deudas. Es más, estamos especialmente conscientes de que este preciso año, de acuerdo con la cuenta antigua, es año de Shmita. La unidad entre justicia y sanación de la Tierra también es algo que nos enseña la experiencia que vivimos. La desigualdad en aumento de riqueza, ingreso y poder político tiene dos efectos directos sobre la crisis climática. Por un lado, las grandes Corporaciones del Carbono no solo obtienen enormes ganancias al herir la Tierra, sino que utilizan estas ganancias para comprar elecciones y financiar pseudociencia que evita las acciones del público que pudieran curar las heridas. Por otro lado, los pobres de Estados Unidos y del mundo son los primeros en sufrir las peores consecuencias de los tifones, las inundaciones, las sequías y las enfermedades que acarrea el caos climático. Así pues, convocamos a un nuevo sentido de justicia eco-social, a un tikkun olam que incluya un tikkun tevel, la curación del planeta. Urgimos a los que se han abocado a la justicia social para que abor­ den la crisis climática, y a aquellos que se han abocado a la crisis climática a abordar la justicia social. Aunque como rabinos estamos bebiendo de las prácticas especí­ ficas por las cuales nuestra Torá hace posible la justicia social, reco­ nocemos que en todas las culturas y en todas las tradiciones espiri­ tuales hay enseñanzas que prescriben la necesidad de separar tiempo y espacio para la celebración, el descanso y la reflexión. 53 No obstante, nos percatamos de que, durante 200 años, las insti­ tuciones y culturas más poderosas de la especie humana se han ne­ gado a permitir que la Tierra y los terrícolas humanos tengan tiempo o espacio para descansar. Al quemar en exceso bióxido de carbono y metano que se depositan en el aire del planeta, hemos perturbado el equilibro sagrado en el cual inhalamos lo que exhalan nuestros árboles, que inhalan lo que exhalamos. Resultados: abrasamiento global, crisis climática. La crisis empeora debido a la difusión de la extracción exagerada de combustibles fósiles, lo cual no solo calienta el planeta como un todo sino que daña a las regiones directamente afectadas. § Extraer petróleo y “gas no natural” de esquistos bituminosos por medio del fracking envenena los yacimientos de agua regionales e induce la circulación de “trenes bomba” volátiles y explosivos por todo el país. § La combustión del carbón no solo impone el asma en la vecindad de las plantas carboníferas (a menudo donde viven los afroamericanos y los pobres) sino que destruye las hermosas montañas de Virginia del Oeste. § La explotación y bombeo de arenas alquitranadas amenaza a las co­ munidades nativas de la Nación Original en Canadá y los Estados Unidos, a la vez que pone en peligro a granjeros y vaqueros que habitan por donde se supone deberá tenderse el ducto KXL. § La perforación de pozos profundos en el Golfo y el derrame de petró­ leo del Valdez en la Bahía del Príncipe Guillermo en el Pacífico signifi­ có la muerte para obreros y vida marina, así como un desastre finaciero para las comunidades aledañas. Las amenazas que significaría la perfo­ ración de pozos en el Ártico y el Atlántico serían todavía peores. Esta es la sobreexplotación de la Tierra, precisamente lo que no debe hacerse según la enseñanza de la Torá. Así es que ahora nos toca dejar descansar al planeta del trabajo excesivo. Para el Israel de la Biblia, esta era una cuestión fundamental en la relación con el Santo. Y para nosotros, para nuestros hijos y para sus hijos, esta también es la pregunta fundamental de nuestra vida y de nuestro Dios. ¿cómo? —esta es la pregunta que debemos responder. De esta manera, a partir de nuestra sabiduría heredada nos pre­ paramos para la acción en nuestro presente y nuestro futuro. Una manera de asumir la responsabilidad que nos corresponde sería la 54 acción política por parte de hogares, congregaciones, denominacio­ nes y federaciones— podemos dejar de gastar nuestro dinero en aquello que ayuda a los faraones modernos a quemar nuestro plane­ ta para gastarlo en aquello que ayude a sanarlo. A manera de ejemplo, algunas de estas acciones podrían ser tanto prácticas como efectivas: § Utilizar en nuestros hogares, sinagogas y centros comunitarios ener­ gía eléctrica producida por el viento en lugar de la producida por el carbón. § Organizar nuestras grandes Federaciones para que ofrezcan présta­ mos y subsidios para las organizaciones judías que quieran instalar paneles solares en sus edificios. § Cerrar nuestras cuentas bancarias en aquellos bancos que invierten en la fatal combustión del carbón, para abrirlas en bancos comunales y uniones de crédito que inviertan en los barrios locales, en especial aquellos donde habiten comunidades pobres, negras o hispanas. § Aplicar nuestros fondos de dotación para apoyar empresas estables, lucrativas y vivificantes, en vez de colocarlos en el carbono que acarrea la muerte. § Insistir en que nuestros impuestos dejen de subsidiar a las enorme­ mente lucrativas compañías petroleras, para que empiecen a ser utili­ zados para apoyar la pronta implementación de energías renovables —con la misma celeridad que a comienzos de 1940 sirvió para trans­ formar la manufactura de automóviles en manufactura de tanques de guerra. § Convencer a nuestros legisladores de instituir un sistema de tarifas y dividendos públicos para el carbono, de manera que la sociedad se vea recompensada por abandonar la economía del carbono. Estos no son más que ejemplos, pues en días y años venideros, se nos ocurrirán otros enfoques para lograr estos fines ecológicos. Estados Unidos es uno de los contribuyentes que más influyen en el cambio climático y por ello tienen una responsabilidad particu­ lar al momento de actuar. Aunque en Estados Unidos ya somos vulnerables ante el caos climático, otros países lo son todavía más —la solidaridad judía debe tomar muy en serio esta verdad. Por ejemplo, científicos israelís aseguran que se el mundo sigue utili­ zando el carbono como lo ha venido haciendo, el Desierto del Negev 55 podría tragarse la mitad del Estado de Israel, y que el aumento en el nivel del mar podría sumergir bajo el agua buena parte de Tel Aviv. Por sí mismo, Israel es demasiado pequeño para aplacar el calor que azota al ancho mundo. El innovador ingenio de Israel, que ha construido plantas de energía solar y eólica, podría ayudar a buena parte del mundo; sin embargo, sería necesario que Estados Unidos y otros países financiaran la ayuda para los países pobres que quieran utilizar las nuevas tecnologías para generar energía renovable crea­ das por innovadores de Estados Unidos e Israel. Creemos que, en la sociedad estadunidense actual, hay tanto pe­ ligro como esperanza, y que toca a la comunidad judía estadunidense, en concierto con nuestras hermanas y hermanos de otras comuni­ dades del Espíritu, afrontar este peligro y albergar esta esperanza. El peligro es que Estados Unidos es el principal contribuyente para al abrasamiento del planeta. La esperanza es que, una y otra vez a lo largo de nuestra historia, cuando nuestro país ha debido realizar cambios profundos, han sido nuestras comunidades de compromi­ so moral, alianza religiosa y búsqueda espiritual las que se han levan­ tado para satisfacer la necesidad. Así sucedió hace cincuenta años durante el movimiento por los derechos civiles, y así debe suce­ der de nuevo. Conforme vivimos este Año de Shmittah, estamos especialmente conscientes de que la Torá convoca a la Hak’heyl —la asamblea de toda la comunidad que conforma el pueblo de Israel, reunida durante el Sukkot al finalizar el Año de Shmittah, para escuchar las enseñanzas principales de la Torá y confirmar nuestra fidelidad a ellas. Así pues, alentamos a los judíos de todas nuestras comunidades a que se reunan el 4 de octubre de 2015, el Domingo de Sukkot, para que juntos exploremos nuestras responsabilidades hacia la Tierra y hacia la humanidad, en esta generación. Nuestra sabiduría terrena ancestral enseña que la justicia social, la prosperidad sustentable, una Tierra saludable y la plenitud espi­ ritual son inseparables. Hoy debemos escuchar esta enseñanza en un contexto mundial, aprovechando nuestra característica capacidad para ayudar a conformar las políticas públicas de una gran nación. Llama­ mos al pueblo judío a que vuelva a aceptar el desafío que nos pre­ senta Dios. 56 AHORA ES EL TIEMPO DE ACTUAR36 DECLARACIÓN BUDISTA SOBRE EL CAMBIO CLIMÁTICO37 Vivimos tiempos de crisis profunda, pues nos confronta el reto más grande que jamás haya enfrentado la humanidad: las consecuen­ cias colectivas de nuestro karma colectivo. El consenso de los científicos es sobrecogedor: la actividad humana está provocando el colapso ambiental a escala planetaria. En particular, de manera más eviden­ te en el Polo Norte el calentamiento global está ocurriendo mucho más rápido de lo que se había predicho. Por cientos de miles de años, el Océano Ártico ha estado cubierto por una superficie de hielo marino del tamaño de Australia; ahora esta superficie se derrite velozmente. En 2007, el Grupo Intregubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (ipcc por sus siglas en inglés) predijo que el Ártico podría quedar sin hielo en los veranos para el año 2100. Ahora parece ma­ nifiesto que esto podría ocurrir dentro de una década o dos. La vasta capa de hielo de Groenlandia también podría derretirse mucho más rápido de lo esperado. El nivel del mar aumentará por lo Declaración budista sobre el cambio climático. La presente declaración mani­ fiesta un punto de vista espiritual único acerca del cambio climático y acerca de la urgente responsabilidad que tenemos para poner en práctica las soluciones. Surgió a partir de las contribuciones realizadas por más de 20 maestros budistas de todas las tradiciones que conformaron el libro A Buddhist Response to the Climate Emergency. “Ahora es el tiempo de actuar” fue compuesta a manera de declaración unificada por parte de los budistas por el maestro zen Doctor David Tetsuun Loy, maestro Thera­ vada Ven, Doctor John Stanley, científico budista y Bhikkhu Bodhi. El Dalai Lama fue el primero en firmar esta declaración. Invitamos a todos los miembros interesados de la comunidad budista internacional a estudiar este docu­ mento y a unir su voz, firmándola al calce. 37 Recuperado de la página http://www.ecobuddhism.org/bcp/all_content/ buddhist_declaration/ el día 18 de septiembre del 2015. 36 57 menos un metro durante este siglo, lo suficiente para inundar nume­ rosas ciudades costaneras y zonas arroceras como el Delta del Mekong en Vietnam. Los glaciares del mundo están retrocediendo con celeridad. De pro­ seguir las actuales políticas económicas, los glaciares de la Meseta Tibetana, fuente de los grandes ríos que proporcionan agua a miles de millones de personas en Asia, podrían haber desaparecido para mediados de siglo. Australia y el norte de China ya padecen sequías severas y cosechas fallidas. Importantes informes (del ipcc, la onu, la Unión Europea y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) concuerdan en que, sin un cambio de dirección colectivo, las mermadas reservas de agua, alimentos y otros recursos podrían crear condiciones para la hambruna, guerras por los recursos y mi­ graciones en masa para mediados de siglo (posiblemente para 2030, de acuerdo con el principal asesor científico del Reino Unido). El calentamiento global desempeña un papel primordial en otras crisis ecológicas, incluyendo la pérdida de especies vegetales y ani­ males que comparten con nosotros la Tierra. Informes oceanográficos revelan que la mitad del carbono liberado al quemar combustibles fósiles ha sido absorbido por los océanos, lo cual ha incrementado su acidez en 30%. La acidificación afecta la calcificación de conchas y arrecifes marinos; también amenaza el crecimiento del plancton, primer eslabón de la cadena alimenticia para casi toda las formas de vida en los mares. Biólogos eminentes son de la misma opinión que informes de la onu donde se dice que de seguir las cosas igual la mitad de todas las especies de la Tierra se habrán extinguido al terminar este siglo. De manera colectiva, estamos violando el primer precepto, “no las­ timarás a los seres vivientes”, en la mayor escala posible. Y somos incapaces de prever las consecuencias biológicas para la vida huma­ na cuando se hayan desvanecido de la faz de la tierra tantas especies que de manera invisible contribuyen a nuestro bienestar. Numerosos científicos han concluido que la civilización huma­ na está en peligro. Hemos alcanzado una coyuntura crítica en nues­ tra evolución biológica y social. Nunca antes hubo un momento más importante en la historia para sacar a la luz los recursos del budismo 58 para dar una respuesta en nombre de todos los seres vivos. En tanto que las amenazas y desastres que enfrentamos surgen de la mente humana y, por lo tanto, requieren de un cambio profundo de men­ talidad, las cuatro nobles verdades proporcionan el marco para diag­ nosticar la situación actual y formular los lineamientos apropiados. Si el sufrimiento personal brota de la codicia y la ignorancia (de los tres venenos que son la avaricia, la ira y el delirio), lo mismo vale para el sufrimiento que nos afecta a escala colectiva. Nuestra emergencia ecológica no es sino una versión aumentada del perenne predicamen­ to humano. Como individuos y como especie, estamos sufriendo de un sentido del ser que no solo está desconectado de otras personas sino también de la Tierra misma. Como lo dijo Thich Nhat Hanh: “Estamos aquí para despertar de la ilusión de estar separados.” Ne­ cesitamos despertar y darnos cuenta de que la Tierra es nuestra madre y nuestro hogar, y que en este caso el cordón umbilical que nos une a ella no puede ser cortado. Cuando la Tierra se enferma nos enferma­ mos nosotros, porque formamos parte de ella. Nuestras relaciones económicas y tecnológicas con el resto de la biósfera son insostenibles. Para sobrevivir las duras transiciones que nos esperan, deben cambiar nuestro modo de vida y nuestras expec­ tativas. Esto implica nuevos hábitos así como nuevos valores. La enseñanza budista de que la salud plena del individuo y de la socie­ dad dependen de nuestro bienestar interior, y no solamente de indi­ cadores económicos, nos ayuda a discernir los cambios personales y sociales que debemos realizar. En lo individual, debemos adoptar conductas que incrementen a diario la conciencia ecológica y reduzcan nuestra “huella de carbono”. Aquellos de nosotros en economías avanzadas necesitamos equipar y preparar nuestros hogares y lugares de trabajo para la eficiencia energética; bajar el termostato en invierno y subirlo en verano; usar focos y electrodomésticos de alta eficiencia, apagar los aparatos que no se usan, conducir los automóviles que mejor aprovechen el combustible, y reducir el consumo de carne en favor de una dieta saludable basa­ da en vegetales que sea amable con el medio ambiente. Estas actividades personales por sí solas no serán suficientes para evitar la calamidad futura. También debemos realizar cambios insti­ 59 tucionales, en lo tecnológico y en lo económico. Debemos “descarbonizar” nuestros sistemas energéticos tan rápidamente como sea viable, para sustituir los combustibles fósiles con fuentes renovables de energía, ilimitadas, benignas y armónicas con respecto a la natu­ raleza. En especial, debemos detener la construcción de nuevas plantas de carbón, puesto que el carbón es la fuente de carbono atmosférico más contaminante y peligrosa. Si se utilizan sabiamente, la energía eólica, la energía solar, la energía geotérmica y la fuerza de las mareas pueden proporcionarnos toda la electricidad que necesitamos sin per­ judicar a la biósfera. Puesto que una cuarta parte de las emisiones de carbono son resultado de la deforestación, debemos revertir la des­ trucción de los bosques, en especial del cinturón de selvas tropicales, que es vital en tanto que ahí habitan plantas y animales. Desde hace poco tiempo también salta a la vista que se necesitan cambios significativos en la manera en que está estructurado nuestro sistema económico. El calentamiento global está íntimamente rela­ cionado a las cantidades ingentes de energía que devoran nuestras industrias con el fin de proporcionar los niveles de consumo que muchos de nosotros hemos aprendido a esperar. Desde el punto de vista del budismo, una economía prudente y sustentable sería goberna­ da por el principio de suficiencia: la clave de la felicidad yace en la satisfacción, más que en una abundancia siempre creciente de bienes. La compulsión de consumir más y más no es sino expresión de codicia, la cosa misma que el Buda señaló como la raíz de todos los sufrimientos. En vez de una economía que enfatiza el lucro y requiere de un crecimiento perpetuo para evitar el colapso, necesitamos movernos juntos hacía una economía que proporcione un nivel de vida satisfac­ torio para todos, a la vez que permite el desarrollo pleno (que incluye lo espiritual) de nuestro potencial, en armonía con la biósfera que sostiene y nutre a todos los seres, incluyendo a las generaciones fu­ turas. Si los dirigentes políticos son incapaces de reconocer la urgencia de nuestra crisis global, o si carecen de voluntad para poner el bien duradero de la humanidad por encima del lucro inmediato para las empresas de combustibles fósiles, necesitamos confrontarlos por medio de campañas sostenidas de acción ciudadana. 60 El doctor James Hansen de la nasa, junto con otros científicos, recientemente ha definido objetivos precisos para evitar que el calen­ tamiento global alcance un “punto de inflexión” que podría resultar catastrófico. Para que la civilización humana pueda sostenerse, lo seguro es mantener los niveles atmosféricos de bióxido de carbo­ no cuando mucho en 350 partes por millón (ppm). Este objetivo ha sido respaldado por el Dalai Lama, junto con otros ganadores del Premio Nobel y distinguidos científicos. La situación presente es particular­ mente preocupante pues el nivel actual ya llega a las 387 ppm y se incrementa en 2 ppm por año. El reto no solamente consiste en reducir las emisiones de carbono, sino en retirar grandes cantidades de gas carbónico que ya se encuentran presentes en la atmósfera. Como signatarios de la declaración de principios budistas, reco­ nocemos el desafío imperativo del cambio climático. Nos unimos al Dalai Lama en respaldar una meta de 350 ppm. De acuerdo con las enseñanzas budistas, aceptamos nuestra responsabilidad individual y colectiva para lograr esta meta por cualquier medio, incluyendo las respuestas personales y sociales ya mencionadas, y sin perjuicio de incluir otras. Contamos con una breve ventana de oportunidad para actuar, para salvar a la humanidad del desastre inminente y para ayudar a la supervivencia de numerosas formas de vida diversa y hermosa que existen sobre la Tierra. Las generaciones venideras y las otras especies que comparten la biósfera con nosotros carecen de voz para suplicar nuestra compasión, nuestra sabiduría, nuestro liderazgo. Debemos escuchar su silencio. Debemos también ser su voz y actuar en su nombre. 61