Subido por Karen Reinaga

Fil Moral..[1]

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UNIDAD DIDÁCTICA N°2: FILOSOFÍA MORAL
DRA. MARÍA CELESTINA DONADÍO MAGGI DE GANDOLFI
CONTENIDO
1. Planteo del problema moral
1.1. Dramaticidad de la libertad
1.2. Es un problema relacional y sutil
1.3. El tratamiento filosófico del problema moral
1.4. Primera noción de moral o ética
2. Qué es la ética
2.1. Justificación epistemológica de la ética
* La cuestión de los principios
* Los principios y la vida moral
* Universalidad, necesidad y certeza
* Ámbito de los principios. Obstáculos
2.2. Definición real de ética o filosofía moral
2.3. Las diversas partes de la ética
* Ética fundamental y ética aplicada
* Ética profesional
* Ética natural (racional) y ética cristiana
* Bioética
* Bioética y deontología
3. La moralidad y sus normas
3.1. La existencia del orden moral. Fundamentos de la moral
* La naturaleza
* Fin y bien
* El finalismo natural
* Persona humana
3.2. La esencia de la moralidad. La moralidad consiste en el 'recto vivir'
3.3. Las normas de la moralidad
* Principios ejemplares y normativos
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* Principios de la Bioética: Primer principio o principio general; Principios
derivados; Principios de resolución ante situaciones de conflicto
3.4. Las fuentes de la moralidad
3.5. Los actos morales indiferentes
4. La conciencia moral y sus problemas
4.1. La noción de conciencia
4.2. Estados especiales de conciencia
4.3. La obligatoriedad del juicio de conciencia
5. Las consecuencias del acto libre y moral
5.1. La imputabilidad moral
5.2. El mal, la falta, el pecado, el vicio
6. Historia del pensamiento moderno y cultura contemporánea
6.1. Panorama general
6.2. Fuentes de la 'nueva moral'
6.3. Consecuencialismo moral
Resumen
Bibliografía
Currículum vitae de la autora
Apéndice: gráficos 1, 2, 3, 4 y 5 (Atención: por cuestiones de formato los gráficos no están
ordenados en orden ascendente)
1. PLANTEO DEL PROBLEMA MORAL
1.1. DRAMATICIDAD DE LA LIBERTAD
El valor moral se evidencia en la vida humana porque el planteo del problema moral es ineludible
para todo ser humano porque hace al ejercicio formal de su capacidad de razonar y de disponer de
su libertad. Incluso más, es el "problema humano" por excelencia porque de él depende el "disponer
de su vida como persona humana". ¿Cómo no preocuparme por mi vida y por el uso de mi libertad
si de ese entretejido de elecciones y decisiones se juega lo más amado para la persona como es su
destino, su fin y su plenitud? ¿Como no preocuparme por el uso que haga de mi libertad si de eso
depende mi propia felicidad? Por lo mismo, no es irrelevante el modo cómo ejercite mi libertad,
sino que ella resulta "exigida" de una determinada manera, por la importancia y la excelencia del fin
al que conduce: mi plena realización como persona.
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Si el problema es la perfección del hombre, entre lo que soy y lo que seré, media una libertad en
"línea recta", porque cada elección, cada decisión, si es "recta al fin", tiene valor en sí misma, es en
sí misma buena. Y sólo la suma de buenas acciones puede augurarnos alcanzar la meta en plenitud.
Este proyecto de vida no desconoce la posibilidad de fallas, de negaciones, de debilidad. No sería,
entonces, una propuesta para el hombre que es un ser finito. Lo que sí se advierte en este panorama,
es que no puede hacerse apología del mal bajo pretexto de "probar", "ensayar" o de una
"espontaneidad de conciencia" que muchas veces dista de ser auténtica.
La tarea existencial del hombre y el bien humano como persona estriba en el compromiso, la
fidelidad y la responsabilidad con este camino recto a la felicidad que consiste en la plena
realización, en la perfección de la persona humana como persona. Y así lo atestigua nuestra
conciencia, pues "haz el bien evita el mal" no es otra cosa en la praxis que un impulso a marchar sin
abdicar del fin. Del amor al bien humano cabal se pasa naturalmente al amor del bien moral, que
son las acciones rectas ordenadas al fin. Pero, lo que es "recto" es "conforme a la regla", a la norma.
El orden normativo, entonces, surge por una exigencia constitutiva de los mismos y de todos los
actos libres frente a sus fines propios. La felicidad es el bien sumo que nadie puede dejar de querer;
es en la esencia humana una inclinación natural, la más digna junto a otras, que hace impostergable
el camino recto. Por ello que la norma no ha de verse primariamente como una coerción o un límite;
mucho menos como una postergación de la persona humana. La norma surge del mismo interés, de
la conveniencia, del amor más radical de la persona humana que es la búsqueda de su plena
realización en la que consiste su felicidad.
La moralidad se ubica en el camino del hombre hacia su felicidad y consiste en el recto uso de su
libertad, porque la perfección de cualquier ente consiste en la perfección de su operación propia.
Téngase en cuenta que "moral", proviene del latín mos-moris que significa "conducta recta" y más
profundamente, "carácter virtuoso". Tiene que ver con la conducta específicamente humana, aquélla
que lo distingue del animal, porque, a diferencia de éste, tiene en su poder su propia operación: el
hacer o no hacer y el hacer esto o aquello. La libertad humana es, ante todo, "autodeterminación" de
operar o no y de qué operar. De allí el sentido de la posibilidad humana de deliberar, elegir y decidir
ante los bienes concretos que se ofrecen a su afectividad.
También observamos en los demás vivientes la atracción hacia un fin en que se logra un estado de
plenitud y acabamiento y el correspondiente proceso de perfeccionamiento a través de su mismo
dinamismo vital. Es una tensión natural, más bien un orden natural, entre un punto inicial y un
punto terminal; entre lo que soy y lo que seré; entre una cuota reducida de ser y un estado de
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mejoramiento que se alcanza a través de la actividad propia. En el buen uso de su operación hacia
sus fines connaturales, todo ente tiene un remedio a su limitación inicial. De la semilla al árbol
pleno, que ha florecido y fructificado; del huevo o del potrillo, al ave o al caballo bien desarrollados
y con sus crías. Hablar de "orden natural" es señalar una tendencia universal, necesaria y cierta, por
lo tanto inexorable. Y, entre los seres de este mundo, la vida es un salto cualitativo en la naturaleza,
porque la automoción (mover-se-a-sí-mismo) vital, que es un modo más perfecto de operación,
responde a un modo más perfecto de ser. Además, un estudio comparativo en este orden, conviene
llevarlo a cabo entre los vivientes; no sólo porque nos interesa especialmente la vida, sino porque el
mundo de los vivientes es fácilmente observable y gozan de una "autonomía" básica que preanuncia
y explica la posibilidad de la autodeterminación libre.
Por su carácter "natural", este orden entre las tendencias y los fines connaturales y perfectivos
resulta universal (comprehende a todos los incluidos en un mismo género y especie), necesario (no
puede no ser de otra forma) y cierto (con juicio firme y clara conciencia de verdad). En el caso de
los vivientes inferiores al hombre, también el proceso hacia el fin goza de universalidad, necesidad
y certeza, salvo que algo exterior lo violente o por la rusticidad de su parte material. Y en esto se
aparta el hombre de los demás vivientes, porque el camino, el proceso hacia su propia perfección, a
la cual es impulsado necesariamente por su amor natural, es hipotético, por el carácter finito y
falible de su libertad que es la tarea propia y específicamente humana. Pero esto debe ser bien
entendido. La libertad de suyo es un don, una perfección, por la cual el hombre excede el
comportamiento animal y goza de una dignidad personal que le permite acceder al méritorecompensa (o en el mal uso, al demérito-castigo) de un destino trascendente. Es el uso de la
libertad humana que es susceptible de desviación del orden natural y por tanto de ausencia de
rectitud moral. De ahí que el hombre no tiene asegurada su marcha hacia el fin último, sino que
exige de una continua rectificación de las elecciones y decisiones frente a la meta.
Entonces, la moralidad se hace problema moral, porque la libertad, de suyo indeterminada e
hipotética, descubre la responsabilidad de proseguir lo que más naturalmente ama, lo cual sólo
depende del propio uso de la libertad que es incierto. Por poseer libertad puede acceder a un fin más
digno, pero, por la falibilidad del uso de la libertad puede apartarse y negar su amor natural más
profundo, el de la propia perfección. La conciencia de mi libertad es conciencia de la excelencia del
fin al que mi propia naturaleza me tensiona y, a su vez, conciencia de la responsabilidad en el uso
de la libertad, porque está en su poder el alcanzar o no su destino. La misma exigencia de alcanzar
el fin connatural se trastoca en exigencia de descubrir un cauce para la libertad, por lo cual la
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responsabilidad natural ante el fin, que es tendencia y amor natural, es también responsabilidad ante
el camino de la libertad. Ahora bien, dicho cauce ha de ser una línea recta entre el punto inicial y el
punto terminal de nuestra vida, ya que todo desvío es desmejoramiento y regresión operativa. De
ahí que lo moral se asocia con regla, por referencia analógica con el instrumento usado para trazar
"rectas" y es norma, en tanto que dicho cauce requiere de una guía, un ejemplar, un modelo de
conducta "ordenada" al fin.
No significa esto que la norma pasa a ser el centro de la moral, sino la conducta libre normada,
ordenada. No significa constreñir o desnaturalizar la libertad, sino ofrecer el espacio apropiado para
que la libertad pueda desplegarse como libertad. Fuera de este espacio, la libertad se vuelve
capricho, mediocridad y superficialidad, lo cual nivela al hombre con lo inferior de su persona; lo
nivela con lo animal. No significa poner un límite a la libertad, sino ofrecer un remedio a la finitud
de la libertad para satisfacerla con el cumplimiento de su amor natural a la felicidad.
Espontáneamente el amor natural pasa a ser amor natural al bien moral. Esta propuesta es
equidistante tanto del formalismo moral, en que lo recto es cumplir la norma por la norma misma
sin ningún deseo del fin, como del emotivismo o pragmatismo en que bueno es lo que suscita una
vivencia afectiva grata o útil.
En esta propuesta, que es la del realismo moral, las normas están fundadas en la misma tensión
amorosa de la naturaleza hacia sus fines propios que, por lo mismo, ama actuar bien para
alcanzarlos. Por eso lo moral no puede ser irrelevante para ningún ser humano, ni para ninguno le es
excesivo a sus fuerzas o capacidades, en cuanto se asienta en la común naturaleza de cada uno. En
esta propuesta, que es la del realismo moral, las normas están fundadas en la misma tensión
amorosa de la naturaleza hacia sus fines propios que, por lo mismo, ama actuar bien para
alcanzarlos..
1.2. PROBLEMA RELACIONAL Y SUTIL
El orden moral es, entonces, un orden relacional y particularmente sutil. Se extiende entre un polo
subjetivo que es la misma naturaleza humana, provista de razón, libertad, sentimientos, y un polo
objetivo, los fines y bienes, especialmente el fin último de la existencia humana. Entre ambos se
despliega la vida moral que es un entretejido de elecciones, decisiones y acciones racionales y
libres. De estas acciones frente a los fines del tránsito, que son dignos por su ordenación a la
auténtica felicidad, depende el destino de los hombres. Y en este escenario, surge y se ha de dar
respuesta al problema moral, porque la moralidad es problema, y por momentos dramático, en tanto
que nuestra misma conciencia nos impulsa a buscar un equilibrio, un ajuste digno entre ambos
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polos. ¿Por qué sino el sentirme urgido en las decisiones morales? ¿Por qué cualquier salida no nos
conforma y por eso deliberamos, elegimos y volvemos a deliberar hasta con angustia? Porque en
cada acto hemos vivenciado que la opción es ante nuestro destino.
La moralidad se extiende entre un polo subjetivo que analógicamente coincide con el hombre
inicial, y que se extiende frente a un polo objetivo, donde puede hallar su plenitud el hombre
terminal. Por ello la moralidad es un orden, una realidad relacional y sutil, que como toda relación
requiere de un fundamento que sustente la conexión entre ambos polos (sujeto y término de la
relación). Este fundamento no es otro que el juicio recto, producto de una razón prudente, por lo que
el bien moral resulta un bien racional y relacional.
- Ver apéndice, gráfico 1-
El polo subjetivo está constituido por el organismo moral, que es la estructura antropológica
comprometida con la conducta libre del hombre, a saber, la razón en su función práctica, la
voluntad como poder de amar y de poner actos libres, la afectividad sensible, con sus emociones de
resistencia o de placer, la razón particular o cogitativa y las potencias motoras. Sin duda es la
persona humana como un todo la que está presente en la moralidad, pero desde esta dimensión
dinámica de su existencia, porque lo que está en juego es el hombre como agente libre, sus
capacidades y su conducta. Así, podemos referirnos a alguien como actor de buenas operaciones o
como poseedor de algunos (pocos o muchos) hábitos virtuosos o más profundamente aún como una
buena persona. Y todo comienza con una idea dinamizada, una idea fuerza de la razón práctica que
estimula intencionalmente a la voluntad libre y cuando ésta lo asume como propósito y proyecto,
incide en la afectividad sensible que es la que inmediatamente puede movilizar a las potencias
motoras para dar a luz el acto.
El polo objetivo está constituido por los fines y bienes que tensionan y perfeccionan al agente
moral, principalmente el fin último de la vida humana. En realidad, fin y bien se identifican, porque
la movilización del bien es como causa final y lo propio del fin como causa, es causar por vía de
afectividad. Sin embargo, reparar en esta distinción sólo lógica, nos permite descubrir dos
contenidos muy importantes de la vida moral. Por el fin, el carácter tensional, la salida del hombre
inicial, haciéndose cargo de su perfección cabal que sólo puede concebirse como algo a darse, como
algo a ser hecho por la conducta libre. Por el bien, el contenido sustancial de valor del fin, como una
perfección que se difunde, es decir, que brinda la cualidad que posee. Este es el carácter perfectivo
del bien que sustenta su apetecibilidad. Los bienes no son tales por ser queridos, sino que son
queridos por ser bienes, o sea porque brindan una perfección que ya poseen constitutivamente.
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Sobre esta base puede hablarse de "objetividad" y "no relatividad" de los bienes y fines. En la
realidad moral también intervienen las circunstancias, porque son fuente de la moralidad junto al
bien y al fin, pero lo hacen como condiciones o accidentes, que influyen supuesta la regulación de
las mismas por el juicio prudencial. Ninguna circunstancia por sí sola, sin su previa consideración
moral, altera un bien o un fin. De otra manera la rectitud moral permanecería en el ámbito de la
determinación subjetiva de cada uno. Una moral de la situación o de las circunstancias fagocita todo
el orden moral y entrega el bien moral a la sola decisión de la conciencia personal. No existirían
bienes o fines, al menos algunos, de carácter absoluto y no relativo, sino que pasa a ser un "bien"
aquello que estimo como bueno y "fin" la mera intención presente en mis propósitos o proyectos.
1.3. EL TRATAMIENTO FILOSÓFICO DEL PROBLEMA MORAL.
La moralidad nos exige encontrar en cada acto algo en sí (polo objetivo) para mí (polo subjetivo).
Todas las opciones morales se perfilan por la actitud que se asuma ante ambos polos. Desde los
fines, ¿se reconocen principios absolutos o todo es relativo? Desde el sujeto, ¿se busca una armonía
o se postula una total prevalencia? La guía de las acciones libres, ¿son "juicios" o "prejuicios"
morales de lo que el hombre debe "hacer" y "ser"? La relación con las normas y los fines rectos, y
de éstos con el fin último de la existencia humana, ¿es una relación real y fundada o todo depende
de la urgencia de las circunstancias? Y no es de poco peso el sentido que se dé a estas repuestas,
porque del perfil de hombre y del destino humano que se proponga, dependerá el tipo de sociedad y
de cultura; o se invertirán los términos de la relación, y la cultura de hecho -que no necesariamente
respeta la persona humana y sus fines- presione, coaccione y desvirtúe lo propio de la naturaleza
humana. De igual forma, las distintas corrientes de la filosofía moral, si no buscan el mencionado
equilibrio, sin duda caen en opciones unilaterales, que mutilan la riqueza de la existencia humana y
de sus fines. Así todos los individualismos -y de allí el subjetivismo y el positivismo-, dejan al
sujeto humano aislado frente a su conducta que decide en el vacío. Todos los totalitarismos -y de
allí el idealismo y el mesianismo utópico- proponen un paraíso fantasma que diluye a los
individuos. Ni unos ni otros se ocupan de la persona humana real y concreta que se juega día a día,
decisión tras decisión, frente a lo que más profundamente ama como persona.
Por todo ello advertimos que el fin último de la persona como persona que consiste en su perfección
cabal, está en su poder como proyecto en la medida que está en su poder el ordenar rectamente su
libertad. Sin embargo, el ordenar "rectamente", es decir "moralmente", su libertad exige hacerlo
conforme a los auténticos principios de la moralidad: la naturaleza y la persona humana, desde el
polo subjetivo de la conducta humana, y los fines y bienes, desde el polo objetivo de la misma.
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1.4. PRIMERA NOCIÓN DE MORAL O ÉTICA.
La moralidad es un orden racional que se ofrece a la libertad humana para que alcance
adecuadamente su perfección cabal en la que consiste el fin último de la existencia humana. El
camino hacia tal fin no puede no ser libre (porque éste es el modo específicamente humano de
obrar), pero el alcanzarlo depende de una libertad racionalmente ordenada. La libertad es una
cualidad de la voluntad, que es el poder de afectividad superior en el ser humano y de naturaleza
espiritual, por el que la voluntad resulta indeterminada ante los bienes concretos y finitos y así el
querer del bien es por autodeterminación. Esto es lo fundamental de la libertad: el potenciar a la
voluntad para que ella misma se determine ante el bien. Por ello que la libertad es una cualificación
de los actos volitivos y la capacidad de elección es una consecuencia de esta propiedad de
autodeterminación y no lo primero. Ahora bien, tal propiedad de la voluntad es resultado de que el
querer volitivo es espiritual y supone un conocimiento también espiritual (de la inteligencia o razón)
que formule la propuesta de los posibles bienes apetecibles, es decir, una idea fuerza o dinamizada
que contente a la voluntad de un objeto bueno. Como la inteligencia está abierta a un horizonte
infinito, al estar abierta al ser, la voluntad resulta abierta al bien y no a tal o cual bien concreto, y
así la voluntad "actúa bajo la razón de bien". Así, no puede no querer sino "lo que tiene razón bien",
pero de hecho, en la realidad de las cosas, sólo se dan bienes concretos, frente a los cuales,
entonces, ha de desplegar su autodeterminación.
De este modo, se explica también la posibilidad de error o desviación moral por la finitud y la
falibilidad del hombre que afecta inexorablemente sus capacidades de acción. Tal falibilidad lo es
en el ejercicio, no en la esencia de la libertad y mucho menos en la naturaleza del hombre, por eso
se hace preciso una ordenación racional de la conducta humana, es decir, descubrir un orden
racional verdadero práctico-moral, partiendo de los niveles más universales de las tendencias
naturales, donde opera la ley natural que rectifica la misma naturaleza de la razón práctica, hasta el
nivel singular y particular de la realidad, donde opera la virtud de la prudencia. A su vez, aquel
nivel universal es perfeccionado por un saber racional que es la Ética o Filosofía moral. De esta
forma, podemos ofrecer una primera definición de ética o filosofía moral como un saber racional
que perfecciona cualitativamente la inteligencia del hombre, para aprehender y justificar la verdad
universal para la acción.
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2. QUÉ ES LA ÉTICA
2.1. JUSTIFICACIÓN EPISTEMOLÓGICA DE LA ÉTICA
La cuestión de los principios
La reflexión sobre los principios a nivel de las éticas especiales o "aplicadas" suele surgir -y cada
vez más a menudo en la cultura contemporánea- para resolver los conflictos en la decisión y en la
acción o para superar la ausencia de acuerdos de comportamiento. En tales casos, se trata
simplemente de una necesidad pragmática de ciertos principios, como recursos que proporcionen
una referencia práctico-conceptual para atender problemas morales determinados, más o menos
generales o particulares, de los distintos sectores de la vida humana, en nuestro caso, de la vida y la
salud. Así sucede con ciertos "paradigmas" o "modelos" de la Bioética que en realidad son un
conjunto de "reglas formales" desprovistas de todo contenido de valor propiamente normativo. No
obstante esta endeble estructura epistemológica, se ofrecen como sistemas éticos de referencia para
la justificación racional de valores, principios o normas. Por eso, una reflexión sobre los principios
de la bioética no puede suponer cuál sea el lugar y la función de los mismos en una ciencia; muy
por el contrario, debe comenzar por tomar una posición al respecto.
En el movimiento de una ciencia, son los principios el punto "desde" el cual se develan o iluminan
nuevas conclusiones y el punto "hacia" el cual se busca fundamentar y justificar las mismas. Pero
ambas funciones pueden ser cumplidas por la calidad epistemológica de los principios, tanto en el
orden teórico como en el práctico-moral. En primer lugar, la función "develadora" refiere a su
índole de verdades primeras, que en el orden ético se trata de verdades "prácticas" primeras, es
decir, la mostración evidente de un valor que llama al interior de la persona con una exigencia de
ser realizado. En segundo lugar, la función "justificadora" es la que fundamenta las conclusiones
morales que son normas generales o singulares de conducta.
A su vez, tales principios serán primeros si nos encontramos en el ámbito de una ciencia autónoma,
o sea de una ciencia que cuente con principios propios a pesar de estar subordinada y subalternada a
otra, como es el caso de la ética o filosofía moral que guarda relaciones insoslayables con la
metafísica y con la antropología filosófica. Esto último significa que la ética, en dichas relaciones,
habrá de reconocer los principios metafísicos o antropológicos que gravitan en aquellos asuntos en
que se registra la dependencia.
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En cuanto a la bioética, por atender a determinados problemas morales en el área de las ciencias de
la vida y de la atención de la salud, resulta una parte de la ética -que en este punto llamaríamos
"general"- , vale decir que es una ética especial. Sus principios, en consecuencia, habrán de
armonizar los propios de la ética, con la inclusión de la metafísica y la antropología según los
problemas, con los códigos éticos pertinentes a las ciencias de la vida y la salud, porque su finalidad
es fomentar y garantizar el ethos profesional, es decir, la conducta bio-médica moralmente correcta.
Sin duda la bioética es una tarea interdisciplinaria que convoca a las ciencias bio- médicas por una
parte y a la ética o filosofía moral por la otra, pero los principios rectores, como luz en el
descubrimiento y fundamento en la justificación, son los de la ética general. No es éste un planteo
de competencias, sino una exigencia que surge de la dignidad del objeto: la moralidad en la
conducta humana en vistas a su realización cabal como persona. El carácter totalizante de la ética es
una consecuencia necesaria del fin al que se ordena, el cual no puede ser soslayado por ningún
sector, actividad, técnica o ciencia que haga referencia al hombre. Y algo más. La necesidad de
nivelación e interdependencia de los principios práctico-morales no resulta de una exigencia interna
para la configuración de las ciencias morales, sino por el papel que dichos principios cumplen en la
vida moral concreta de las personas.
Los principios y la vida moral
Los principios práctico-morales cumplen un papel medular y sustantivo en el funcionamiento del
organismo moral de las personas. Si la moralidad consiste en encarnar en los actos, en los poderes y
en el mismo carácter moral de las personas, el principio máximo de haz el bien, evita el mal, esto
significa que la moralidad es una tarea en que lo universal se realiza en lo particular y lo necesario
en lo contingente y circunstanciado. ¿Por qué sino el drama moral en las elecciones y decisiones
cotidianas? ¿Por qué se viven con riesgo las opciones? ¿Por qué la libertad no puede desentenderse
de la responsabilidad? ¿Por qué la conciencia no cesa de atestiguar? Porque la moralidad es vivida
como la posibilidad humana de realizar algo en sí, desde lo universal y necesario, para mí, en lo
particular y contingente.
Universalidad, necesidad y certeza
La referencia a los principios práctico-morales hacen de la ética un saber universal, necesario y
cierto. La universalidad refiere al carácter develador de los principios como verdades y luces
primeras en el discernimiento moral, porque en toda estimación concreta de los valores morales está
implicada una estimación universal del valor en sí mismo. Esto significa que hay verdades morales
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universales y que el hombre tiene una inteligencia abstractiva capaz de trascender la coyuntura
moral de las elecciones para guiar rectamente su decisión en cada caso. A su vez, que dichas
verdades universales son también normativas por ser prácticas, es decir, son reglas determinadas,
ciertas y necesarias. La necesidad de los principios morales es consecuencia de la misma necesidad
de realización del bien moral en la conducta en vistas al fin cabal de la existencia humana. De esta
forma, los principios práctico-morales son, por una parte, la formulación ejemplar, como verdades y
valores primeros, de la ordenación de la naturaleza humana a su fin propio y, por otra, como
imperativos últimos son el contenido de la ley natural.
Estas tres propiedades objetivas de los principios suponen determinadas actitudes y condiciones en
los sujetos que a ellos se enfrentan, sin las cuales el agente moral queda ciego ante los valores y las
normas. Con respecto a la universalidad vale lo mismo que en cualquier conocimiento de tipo
universal. Ante todo, reconocimiento de la capacidad abstractiva del hombre, o sea el poder de
"abstraer" de lo singular y así conocer lo que es inteligible y universal, además del conocimiento
sensible y circunstanciado de la realidad. De esto debemos estar muy conscientes porque el avance
de las ciencias positivas y empíricas ha gestado una mentalidad que niega valor epistemológico a
toda propuesta que quiera ir más allá de lo "experimentable" y "verificable" por los sentidos. En
segundo lugar, la universalidad pide el reconocimiento del carácter abstractivo de la realidad
objetiva, o sea que en toda circunstancia particular existe una dimensión permanente, un contenido
esencial y universalmente válido para todo hombre y que todo hombre puede detectar. Las esencias
y los valores son los objetos apropiados de cualquier inteligencia y no están restringidos a una
"elite" de privilegiados, como lo atestigua el uso cotidiano en nuestras expresiones verbales o
escritas de conceptos, juicios o silogismos. No todo hombre puede o quiere ser metafísico o filósofo
moral, pero todo hombre hace un uso irrenunciable del pensamiento, y al hacerlo hace un uso
espontáneo de esencias, valores y normas.
En segundo lugar, la necesidad de los principios práctico-morales alude a esa propiedad por la que
"algo no puede ser de otra forma de como es" y así se diferencia de lo contingente. Lo necesario en
el orden moral surge de las exigencias e imperativos naturales con los que se enfrenta la libertad
para alcanzar el fin último de la existencia humana. Tales exigencias lo son primeramente de los
principios, que son la formulación imperativa a la conciencia del mismo amor natural a su propia
perfección cabal y, por naturales, son normas primeras y necesarias. Además, siendo que esta
necesidad natural resulta insuficiente para ordenar la conducta concreta de los hombres, surge la
necesidad de realizar el bien moral, como moralidad vivida, para solucionar el drama de la libertad
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de autorectificarse en cada caso concreto a la vista de los principios morales. Los valores morales
son intrínsecamente operativos, hacen un llamado desde dentro a la persona, con exigencia de
realización en cada acto del hombre como la mejor forma de llevarlo a cabo frente al fin. La
necesidad moral, lejos de ser una violencia a la libertad, surge de la misma necesidad de realizar el
bien moral, por la necesidad de alcanzar el fin último de la existencia humana.
Por último, la certeza que es la deseable actitud ante la verdad. Una primera actitud es cuando estoy
en potencia ante la verdad sin alcanzarla o poseerla. El estar en potencia de alguna verdad, sin la
capacidad de llegar a ella, se llama "nesciencia", pero si tengo la capacidad y estoy privado de la
verdad, incurro en "ignorancia". Una segunda actitud es cuando estoy en acto y obtengo la verdad
de alguna forma, según cuatro posibilidades. a) "Error", estoy privado de la verdad como en la
ignorancia, pero hago un juicio falso. b) "Duda", estoy colocado en igual posición frente a una
posición contradictoria entre verdadero y falso. c) "Opinión" o "Probabilidad", cuando tengo una
evidencia parcial, imperfecta o probable. d) "Certeza", estoy en acto pleno ante la verdad,
cumpliéndose dos condiciones: la evidencia objetiva de lo conocido y el asentimiento seguro y
firme.
Si el obstáculo ante la universalidad es el movilismo o funcionalismo, que no acepta nada de
permanente bajo la realidad cambiante; ante la necesidad, el relativismo, pues todo se cree
contingente y circunstanciado; ante la certeza es el escepticismo. El escepticismo como actitud es la
abstención de todo juicio; como doctrina es la duda metódica, es decir, hacer de la duda la
metodología del conocimiento por lo que se incurre en criticismo. El escepticismo es
intrínsecamente contradictorio, porque la "necesidad de dudar de todo" es una verdad de la que se
tiene certeza. Además, los primeros principios son "verdades primeras", por lo que son "evidentes
por sí mismas" y no requieren demostración, sólo requieren de ciertas disposiciones subjetivas para
el asentimiento, las mismas que el escéptico confiere a la duda con total contradicción de lo mismo
que sostiene.
Esto nos permite afirmar que en el orden moral se registra, como en otras ciencias naturales o
sociales, verdad y falsedad morales y, por lo tanto, que los juicios de valor moral como los juicios
normativos, son susceptibles de verdad o falsedad moral. Sin duda que el orden moral, por ser el del
individuo humano en el uso de su libertad, es afectado por la relatividad y la circunstancia, pero,
incluso ahí es posible que la razón humana debidamente ordenada pueda descubrir la verdad
práctica singular para cada caso. Una actitud objetiva ante la moralidad real puede detectar y
asegurar en cada elección y decisión concreta su proporción de universalidad, necesidad y certeza
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morales. Una moralidad realista ha de garantizar a todo agente moral concreto un equilibrio entre
los principios imperativos y la situación; entre el formalismo de las normas y los valores; entre la
autonomía de la decisión y el universalismo prudencial.
Ámbito de los principios. Obstáculos.
El carácter medular de los principios práctico-morales para la vida moral y para las ciencias morales
no significa que cubran todas las funciones del organismo moral ni que elaboren todas las instancias
del discernimiento y la decisión. Tal insuficiencia de los principios en el campo moral refiere a
límites no a imperfecciones, porque no pueden ir racionalmente más allá de la naturaleza, el ser, la
vida, el bien, y no pueden descender a la praxis sino hasta las puertas de la conciencia y del juicio
prudencial que atienden las circunstancias de cada caso. No obstante ello, por universales,
necesarios y ciertos no pueden dejar de ser principios prácticos, es decir, destinados a estructurar los
conceptos, juicios y razonamientos particulares y a encarnarse en las mismas elecciones, decisiones
y acciones de la conducta moral de las personas.
En este punto, es preciso señalar aquello que no pueden representar los principios práctico-morales,
sobre todo tomando en cuenta los principios más difundidos en la bioética contemporánea:
beneficencia, autonomía y justicia. Los principios: a) No son un tratado de moral más una casuística
incorporada, como código de reglas generales y particulares, porque se incurriría en el
"principalismo" al salir de los cánones de la ciencia y sumergirnos en los casos singulares perdiendo
la fundamentación y justificación de los valores y normas (beneficencia). b) No pueden disolver
todos los conflictos, salvo que optemos por una moral de la situación que prescinde de los
principios como tales. Este enfoque sostiene la incompatibilidad entre la naturaleza y la cultura, al
asignar a aquélla el orden biológico y a ésta la libertad (autonomía). c) No pueden ofrecer un
recurso justificatorio de tipo matemático, reducidos a medidas, pérdidas y ganancias, porque han de
encarnarse en un objeto plural y cambiante como es la libertad humana individual y social (justicia).
Al respecto, esta tarea ha de limpiar el campo moral de los condicionamientos provenientes de los
sujetos individuales o sociales y de aquellos doctrinas o modelos éticos que fuerzan los principios
para justificar determinadas conclusiones preestablecidas. a) Desde los sujetos. Se ha de tener en
cuenta que los principios al ser evidentes por sí mismos no requieren fundamentación, por lo tanto,
la negación de tal evidencia se debería a ciertas actitudes previas del orden del conocimiento, como
es la falta de develación del objeto mismo, o actitudes del orden moral, porque implican la
responsabilidad del sujeto libre, como son el orgullo radical, el hedonismo o una combinación de
ambos. Estamos en el caso de la "ceguera valorativa", que puede ser agravada por convicciones,
13
usos o estilos de vida socio-culturalmente admitidos, que perturban la debida captación y
disposición ante los valores y normas. b) Desde los modelos éticos. Ciertos modelos éticos
contemporáneos de gran vigencia, o sería mejor decir de gran prensa, niegan una fundamentación
real y objetiva en los principios, por el interés de obtener determinadas conclusiones que
lógicamente no podrían ser deducidas de aquéllos. De forma tal que se postulan unos "paradigmas"
vacíos de valor, pero cuya virtud epistemológica es gozar de un alto nivel de plasticidad para
extraer de ellos las conclusiones deseadas. Es lo que en la literatura anglosajona y particularmente
en la bioética estadounidense, citaba antes, se ha difundido como "principalismo", y que consiste en
la postulación de los principios de beneficencia, autonomía y justicia. ¿En qué medida aseguran esa
exigencia de plasticidad? En cuanto su formulación posibilita el reinado de sólo dos valores: la
libertad y la utilidad, y porque el último criterio de legitimación lo constituye el consenso y la
convención entre los que instituyen los códigos bioéticos.
2.2. DEFINICIÓN REAL DE ÉTICA O FILOSOFÍA MORAL
La éticaa) es una filosofíab) segundac) prácticad) que se ocupa de la moralidad e) humanaf)
conforme a los principiosg) de la razón práctico-moralh).
a) "Ética" deriva de la voz griega "êthos" y "moral" de la voz latina "mos". Êthos, de designar el
lugar o la morada pasa a significar la morada interior del hombre que es el principio de nuestros
actos, y de allí el "carácter" adquirido por hábito ("éthos", costumbre). Por su parte Mos designa tres
niveles de posesión: los sentimientos ("pathos"); la costumbre; y el carácter que es el nivel más
profundo y fundamental. Tanto en la versión griega como latina, el vocablo designa el carácter
moral que cualifica al hombre mismo en su personalidad moral, que se obtiene por la repetición de
actos (costumbre) que generan hábitos. Si los hábitos son en línea positiva tendremos las virtudes
que van logrando una personalidad moral digna.
b) La ética es "ciencia filosófica", donde el concepto de "ciencia" es tomado en su sentido pleno de
"conocimiento perfecto de todas las cosas por sus últimas causas". Recordemos que cuando nace la
ciencia en Grecia, nace como filosofía, como conocimiento de totalidad, lo cual llega hasta
avanzada la modernidad en que la fascinación por el modelo físico-matemático y la especialización
del trabajo, separa a las ciencias positivas de aquel tronco sapiencial. No sólo eso, sino que la
14
presión de ese modelo o bien desvaloriza el saber filosófico o bien lo desvirtúa sometiéndolo a su
propia configuración.
c) La ética es "filosofía segunda" en cuanto, como el resto de las partes de la filosofía, guarda una
subalternación con la metafísica o filosofía primera, que se ocupa del ser y de sus causas. Por de
pronto se registran una serie de nociones y juicios que son supuestos metafísicos altamente
gravitantes: nociones de bien y bien moral, fin, finalismo, naturaleza, orden natural, persona,
espíritu, etc. Además, si los principios de la ética son atacados, es la metafísica la única que puede
actuar en su defensa y justificación.
d) La ética es "filosofía práctica" porque se ocupa de un operable que es la conducta libre del
hombre y lo considera en tanto que es operable. Es este segundo momento reflejo el propiamente
práctico, pues el saber vuelve sobre el operable, en nuestro caso la conducta libre, para incidir de
alguna manera, sea como estímulo de la acción, orientación, regulación, etc. Comparte esta
dimensión práctica con el arte y la técnica (poíesis), pero difiere de ambas en que tiene por objeto la
perfección del mismo agente moral y no de la obra externa, bella o útil. En el orden práctico-moral
se cumple el sentido fuerte de praxis porque tiene un ámbito totalizador en la medida que se ocupa
del fin cabal de la vida humana, frente al cual todo otro fin será intermedio y le estará subordinado.
En este sentido, la ética resulta una ciencia que versa sobre fines y bienes. Por una parte, el fin
último de la existencia humana y los fines morales que ordenan la libertad a aquel fin; por otra
parte, el bien cabal en el que se consuma toda búsqueda de perfección y los bienes morales que son
valores realmente sustantivos, independientemente del placer que susciten o de la utilidad que
brindan. En este sentido, se entiende el adagio que en el orden moral el fin no justifica los medios,
en cuanto la "intención" del fin no puede ocupa o suplir el real valor de la acción virtuosa. Cuando
se pierde este parámetro se opta por la moral de la situación, o de la intención de conciencia, o del
consenso, porque se ha perdido el fundamento en los fines y bienes, reales y objetivos.
e) Hasta aquí el género de la definición real de ética, el resto corresponde a la diferencia específica
constituida por los "objetos" de la ciencia: material, formal y formalísimo. El objeto material es la
zona de la realidad de la que un saber se ocupa, en nuestro caso el hombre como agente libre. Si
bien todas las dimensiones del hombre se ponen en juego en cualquiera de sus intervenciones, el
organismo moral, propiamente, lo constituyen: la razón práctico-moral, la voluntad, la afectividad
sensible y la cogitativa o razón particular. La tarea moral apunta a perfeccionar este organismo,
desde la conducta libre, con la formación de hábitos virtuosos que van configurando el carácter o
personalidad moral del ser humano.
f) Siendo el objeto formal el aspecto particular que considera una ciencia dentro de su objeto
material, la ética se ocupa formalmente de la "moralidad", entendida como "moralidad vivida" en
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que se da el sentido propio de lo moral. En verdad, "moral" hace referencia a varios órdenes que lo
son por las relaciones que guarden con el sentido propio, que es el de moralidad encarnada en los
actos, en las potencias y en la persona. Así se da el "orden moral natural", que es un orden de
tendencias y de principios naturales que fundamentan todo acto moralmente digno. El "orden moral
ejemplar", cuyo contenido son las normas como modelos del accionar libre del hombre ante el fin.
El "orden moral conocido", que es la presencia de dichos ejemplares y exigencias en la inteligencia,
que es la encargada de elaborar los juicios morales (de valor y normativos) como propuestas para el
querer que moviliza la conducta.
g) El objeto formalísimo son las primeras y básicas luces de inteligibilidad que se desprenden del
objeto y que manifiestan lo más profundo de su naturaleza. Sobre esas luces, que brotan de su
esencia, se debe sustentar todo conocimiento posterior que se posea del objeto. Por ejemplo,
cualquier ciencia humana o social, debe manejar alguna noción de lo que sea el hombre y la
sociedad, caso contrario tendrá que remitirse a la antropología o a la filosofía social o a la ética o, a
la postre, a la metafísica. Pues las luces "primeras" de inteligibilidad, en el sujeto cognoscente,
constituyen los principios de un saber, desde donde se estructura todo el perfil epistemológico y
metodológico de una ciencia. Es en este punto al que hace referencia la subordinación de las
ciencias y, por ende, su grado de autonomía. Los principios de la ética son los propios de la razón
práctico-moral.
h) La razón práctico-moral se ocupa del orden práctico (al que ya se hizo referencia) en el sentido
fuerte de "praxis", diferenciándola de la "poíesis". La razón en esta función, a diferencia de la razón
teórica, tiene por objeto la verdad práctica que estimula y ordena la conducta libre hacia sus fines
dignos y, así, bien se ha dicho que el bien moral es un bien racional. Ahora bien, entre la razón y la
libertad media la voluntad que consiente o no la propuesta del bien racional, por eso que sólo se
dará
"verdad" práctica cuando la razón se adecue a una voluntad recta.
2.3. LAS DIVERSAS PARTES DE LA ÉTICA
La ética es una ciencia que engloba a las conductas humanas en todos sus diferentes matices.
Ética fundamental y ética aplicada
La ética comprende dos partes esenciales: La ética fundamental, dentro de la cual se analizan los
fundamentos o principios generales de orden moral, aquellos basamentos primarios donde se apoya
el sistema moral. La ética aplicada: consiste en la aplicación de los principios fundamentales a
situaciones concretas de la conducta moral y de la actividad humana en general, quedándose dentro
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de un cierto grado de abstracción, a diferencia de la prudencia y del juicio de conciencia, que son la
aplicación de las normas a los casos concretos y particulares.
Ética profesional
Analiza las cuestiones morales suscitadas en el ejercicio de una profesión. También se la denomina
deontología profesional. En el caso de la Bioética, trata el conjunto de cuestiones éticas planteadas
por el desarrollo biológico.
Ética natural (racional) y ética cristiana
Estudian las conductas humanas desde dos campos distintos pero complementarios que proceden de
dos fuentes específicamente diferentes, la luz de la razón ética y la de la Revelación divina o de la
fe.
Etica natural o filosófica
Para su conocimiento y desarrollo depende de conocimientos estrictamente científicos y filosóficos,
como ejemplo podemos citar la ética aristotélica, que nos prueba la posibilidad de una ética
racional, común a todos los hombres, sin distinción de credos. Cada sistema ético dependerá de la
concepción antropológica y metafísica que sostenga quien lo propone. Aquí queda abierto un campo
para el diálogo y la polémica, pero resulta indiscutible la legalidad de la ética científica. Podemos
citar algunos negadores de la posibilidad de realización de una ética racional:
Luteranismo: Como consecuencia del pecado y la corrupción ontológica del hombre, resulta
inconcebible la existencia de un orden natural y, en consecuencia, las leyes de la naturaleza, razón
por la cual queda abolida la ética científica. Lo intrínsecamente corrupto no puede ser norma de
nada, no puede existir moral sin revelación ni fe (fideísmo).
Iuspositivismo moderno: Niega la existencia de una ley natural y, por lo tanto, de una moral
jurídica, universal e inmutable, inferida por la razón de la misma estructura ontológica de la
naturaleza humana. La ética sería un conjunto de posturas relativas que se originan en las
costumbres familiares, tradiciones sociales, fenómenos culturales o circunstancias históricas; es un
terreno inestable y cambiante (situacionismo). Niega la existencia de leyes naturales o reducen su
aplicación a la conciencia particular de cada individuo (subjetivismo).
Criticismo biologista: La moral durante largo tiempo consistió en respetar el orden natural, con
pretensiones de una norma objetiva, principio de interpretación ética y teológica de la creación. La
naturaleza del hombre, su racionalidad su capacidad de conciencia y su sentido de racionalidad
están genéticamente inscriptos en el individuo y en la especie. (Destaca la naturaleza autopoiética
del hombre, su capacidad de autoconstruirse).
Ética cristiana
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La teología moral emana de los datos de la revelación sobre el hombre y su destino (antropología
teológica) inasequibles a la sola razón natural sin ayuda de la fe. La idea de un Dios legislador no se
opone a la ética racional, sino que se yuxtapone perfeccionándola y completándola con una nueva
verdad que integrará los principios racionales. La ética cristiana reclama la fe y sólo el que la posee
está dispuesto a aceptar en forma integral todas sus exigencias. La mayor parte de las opiniones
teológicas se basan sobre argumentos que pueden ser válidos o no. La autoridad, el consenso, la
tradición son las bases para que estos argumentos sean tomados por verdaderos. El creyente debe
adecuar sus respuestas en razón de su fe.
Bioética
Origen del término. El Dr. Van Renselaer Potter, oncólogo, fue la primera persona que utilizó este
término en 1970 en un artículo titulado: Bioethics: The Science of survival. Un año más tarde, en su
libro: Bioethics: Bridge to the future, en el cual ofrece una invitación para construir un puente entre
las ciencias y la ética, sostiene que no se puede hacer ciencia sin ética ni ética sin ciencia. Los
valores éticos no pueden separarse de los biológicos. En 1978 apareció la primera enciclopedia de
Bioética.
Nueva disciplina. Se impone para contrarrestar racionalmente los posibles desequilibrios de tipo
antropológicos y éticos; progreso tecnológico y respeto por la vida, libertad personal y
responsabilidad. Otra razón decisiva a favor de su adopción se halla en la necesidad de afrontar los
retos humanos de la reflexión ética en el campo del progreso científico. Se presenta como respuesta
a la pregunta sobre la licitud moral del dominio del hombre sobre el hombre en el campo de la
medicina y la biología. Se presenta como posible solución que evite una posible catástrofe
biotecnológica.
La bioética tiene que dar respuesta a estas cuestiones desde la perspectiva de una ética
normativa y no meramente descriptiva de los hechos humanos. Tiene que apoyarse en la
realidad objetiva del hombre, de su vida, sus valores. No puede sustraerse de la filosofía
moral o ética, ya que está en cuestión la vida misma del hombre sobre la tierra, y el
respeto por su dignidad.
Definición de Bioética
La bioética debe entenderse como la parte de la ética que estudia la licitud o no de las
intervenciones sobre la vida del hombre, particularmente de aquellas relacionadas con la práctica y
desarrollo de las ciencias médicas y biológicas. Pilares de la bioética son:
* Respeto absoluto de la vida física y mental de las personas;
*Voluntad e intencionalidad formalmente terapéutica por parte de los profesionales de la salud;
18
* Respeto de los derechos y deberes fundamentales de la persona humana;
* Aceptación del hombre como sujeto.
Las distintas referencias éticas son:
Liberalismo moral: Es moralmente aceptable todo aquello que el hombre realice como respuesta
ante una opción libre.
Relativismo: Lo moralmente lícito varía de acuerdo a las situaciones históricas y geográficas.
Cientificismo: Es lícito lo técnicamente factible o razonablemente realizable.
Distintas escuelas en Bioética.
Agnosticismo: División entre ciencia y ética. Por la ciencia se percibe la verdad; no se descubre el
bien. “Los microscopios y telescopios no revelan partes éticas”.
Socio- biologismo (pragmático- utilitarismo): La sociedad, en su evolución, propone y cambia
valores y normas, las cuales son funcionales para su desarrollo. En consecuencia, la moral
evoluciona junto con el cosmos, manteniendo un equilibrio dentro de las mutaciones del
ecosistema. La moral se resuelve en el tiempo.
Subjetivismo (liberalismo- radical): La moral no se puede fundamentar ni en los hechos ni en los
valores objetivos o trascendentes; solo en la opción autónoma del sujeto. La autonomía, la
autodeterminación y la libertad son el punto de referencia de la licitud del obrar humano.
Pragmatismo –utilitarista (subjetivismo práctico): La bondad o malicia de un acto la determina la
sociedad. La moral se basa en el cálculo de costos-beneficios (se busca el mayor placer por un
mínimo dolor para la mayor cantidad de personas- concepto de calidad de vida).
Personalismo: Dentro de esta escuela podemos encontrar una triple división, que se establece de
acuerdo a la definición de persona que se acepte: 1. Personalismo relacional (el valor personal por
excelencia es la capacidad de comunicarse). 2. Personalismo hermenéutico (conciencia subjetiva es
la capacidad de un sujeto de interpretar la realidad). 3. Personalismo ontológico (la conciencia y la
subjetividad encuentran su fundamento en la unión de un cuerpo con un alma).
El hombre es el ser que tiene la capacidad de captar y descubrir el sentido de las cosas, de darle
sentido a sus expresiones y lenguaje consciente.
Bioética y deontología.
Deontología: Establece los deberes y derechos de los profesionales de una ciencia.
Bioética: Considera las respuestas teniendo en cuenta al ser personal a la luz de los valores morales.
3. LA MORALIDAD Y SUS NORMAS
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3.1. LA EXISTENCIA DEL ORDEN MORAL. FUNDAMENTOS DE LA MORAL
* La naturaleza
En todo ente, su esencia es el principio estructural y configurativo que determina al ente en su
especie, en el caso de la persona humana lo determina como "animal racional". Pero, al mismo
tiempo, la esencia es el principio radical de operaciones, por lo que la esencia hace que el ente "sea
tal" y que "actúe de tal manera". En este segundo sentido, la esencia es naturaleza, es decir, es el
impulso más profundo que proyecta al ente hacia su propio perfeccionamiento a través de su
actividad, en el caso de la persona humana, a través de su libertad. La naturaleza es la fuente de
todas las inclinaciones naturales, del llamado amor natural, porque al término se encuentra ella
misma en estado perfecto. El amor natural no es otra cosa que el amor de toda naturaleza a su
perfección cabal y es la raíz que sustenta el finalismo natural presente en todo ente. Por lo tanto, el
finalismo natural resulta un remedio a la imperfección del ente.
Entre las tendencias naturales y sus fines propios se establece un orden natural, que es un orden
necesario y universal. En el caso de los entes inferiores al hombre, también son inexorables las
actividades que llevan a estos fines (salvo que algo externo al ente mismo lo obstruya o aborte).
Empero, en el hombre, como el actuar que cumplimenta el impulso natural es libre, la realización de
sus fines propios no es necesaria sino hipotética. Quede claro que no es por la libertad, sino por ser
la libertad de un ente finito y por ello potencial y falible. En el caso del hombre, el orden natural de
su amor a los fines propios ha de ser ratificado por un compromiso libre de la persona, por el amor
de la voluntad al camino recto en que consiste el bien moral. De ahí que del mismo orden natural a
la perfección, surja el orden moral de la libertad y en ambos casos hablamos de amor natural,
porque en ambos se trata de una "tendencia al bien", al bien que es la perfección cabal y al bien que
es la libertad recta.
* Bien y Fin
La actividad humana registra un doble tipo de finalidad: fines naturales y fines voluntarios; los
segundos son los que quedan en el poder de la libertad y su dignidad surgirá de que ratifiquen los
primeros, porque la misma voluntad libre supone una naturaleza y una finalidad propia que es la
que auténticamente puede moldear a la persona humana. Lo cierto es que bajo cualquier búsqueda
de fines se evidencia el realismo del finalismo natural, a saber que "todo agente obra por un fin que
es un bien", porque el bien es aquello conveniente, por ser perfecto y perfectivo de otro a modo de
fin. Ninguna actividad se desataría, nadie obraría, nadie saldría de su inercia, si no encontrara en el
20
término algo que satisfaga su carencia inicial, algo que por ser perfecto pueda perfeccionarlo. Y
esto es el bien.
Fin y bien se convierten, porque más profundamente bien y ser se convierten, ya que el bien es el
mismo ser en cuanto perfecto y perfectivo de otro a modo de fin y apetecible. El bien es lo máxime
amable, porque es ser perfecto, mientras que el mal es privación de ser; el mal es nada. Pero en el
orden moral pareciera que esta regla ontológica no siempre se cumple, ya que no necesariamente
cuando la libertad hace que algo sea obtiene que ese tal sea bueno. Porque en el orden moral entre
la libertad y el ser bueno media la debida relación a la razón recta, de forma tal que el bien moral
es lo producido por la libertad con ser debido y el mal moral, en consecuencia, es la privación del
ser debido. Además, como la rectitud de la razón se determina con referencia a los auténticos bienes
y fines de la conducta libre, que lo son por su consonancia con el fin último de la vida humana,
resulta que la recta razón pone en consonancia la libertad con la perfección de la persona. Y esto no
es otra cosa que la moralidad encarnada en la conducta y en la persona misma.
Es éste un auténtico proyecto de vida humana, en que la propuesta de los fines voluntarios y libres
ratifica y asiste el impulso de las tendencias naturales a sus fines propios. La moralidad aparece así,
no como un límite o una restricción, sino como un encauce libre hacia la plenitud cabal de la
persona. También se despeja la objeción malintencionada de estimar este proyecto como un
sometimiento de la libertad a la naturaleza física o biológica de la persona. Mal se entendería el
concepto de "naturaleza", porque desde la misma naturaleza (que es más profunda que lo físico o
biológico) se sustenta la libertad y el destino libre y pleno de la persona.
-Ver apéndice, gráfico 2* El finalismo natural
En el orden práctico, los fines son los principios de acción, ya que el fin siendo lo primero en la
intención del agente, es lo que desata el proceso causal. De esta forma, el fin como causa final
resulta la primera de las causas, la causa de las causas. Ahora bien, en el orden natural es la misma
naturaleza de cada ente el agente dinamizador hacia sus fines connaturales y perfectivos. Esto es lo
que se denomina el finalismo natural, cuya fórmula es la siguiente: "toda naturaleza obra por un fin
que es su bien". Aristóteles enuncia tres argumentos en la Física (libro II, cap. VIII), recurriendo a
los vivientes inferiores al hombre para que la manifestación del fin no pueda ser de origen
voluntario.
1er. argumento:
21
La actividad del viviente se puede explicar por la casualidad (azar) o por la causalidad (fin).
La casualidad no explica lo constante como es lo natural, sino lo extraño o monstruoso, por
desconocimiento de su causa natural.
... La actividad del viviente sólo puede ser explicada recurriendo a la causalidad final.
2do. argumento:
Se registran procesos en plantas y animales dirigidos a lo que es mejor para el agente natural.
Lo mejor para un agente natural son sus fines naturales.
... Los fines naturales constituyen lo que es mejor para el agente natural.
3er. argumento:
En plantas y animales se dan movimientos dirigidos a la plenitud del ente.
La plenitud del agente natural está en la consecución de sus fines naturales.
... Los fines naturales van dirigidos a la plenitud del agente natural.
Naturaleza y finalismo natural son dos conceptos que se implican mutuamente, por eso que
en el relativismo o subjetivismo moral la negación de la primera es consecuencia de la
inconveniencia de los segundos. Pues, la aceptación de una naturaleza en cada ente viviente, plantas
animales, hombres, y de sus fines connaturales, conlleva la aceptación de un orden natural a nivel
físico, biológico, psíquico y espiritual que se ha de desarrollar dentro de ciertos parámetros. Hay un
orden natural de la razón y hay un orden natural de la voluntad, y lo mejor para la razón y para la
libertad es alcanzar sus fines connaturales porque en ese punto cada una logra su estado de plenitud.
No es necesario aceptar la existencia de Dios para hablar de finalismo natural, aunque sea ésta una
de las vías para probar su existencia. No hay incompatibilidad esencial entre naturaleza y libertad,
aunque muchas veces la libertad atenta contra su propia naturaleza. Porque del finalismo natural en
el plano ontológico, se pasa inexorablemente a la ley natural en el plano racional y normativo, y a
muchas posturas éticas esto suele no convenirles. En verdad, transgredir el finalismo natural es
transgredir la ley natural, porque un proyecto moral digno es intrínsecamente natural, racional y
finalista.
* Persona humana
Además de los fundamentos antropológicos, que se exponen en otra asignatura, es conveniente
hacer aquí algunas precisiones que interesan a la bioética.
a- Ni materialismo ni angelismo. El ser humano es por su esencia específica un animal racional,
con una composición esencial de cuerpo y alma espiritual, que se dan en una unidad integral sin
fracciones. Pues, todo el hombre es persona humana; todo el hombre piensa y siente; come, camina
y elige; ama y se apasiona; razona, fantasea y es libre. Porque el cuerpo no es una "cosa", ni un
22
mero "instrumento" del que se puede disponer de cualquier forma, sino un verdadero principio
coesencial, parte constitutiva de la naturaleza de la persona. Y, por lo mismo, el ser humano desde
su esencia (y no sólo como un agregado biológico) es sexuado, varón o mujer. Si esto es la persona
humana, toda reflexión ética sobre la misma, no puede caer en las aberraciones de concebirla, ni
como una porción de materia en la que un intelecto superior, que en ella se aloja, la gobierna a su
antojo; ni tampoco como una suerte de ángel prisionero en un cuerpo que le es ajeno.
b- Ni individualismo ni colectivismo. Por su alma espiritual, la persona humana es capaz de
entender y de elegir libremente, lo cual la hace dueña de sí misma y de sus actos. En verdad, al
tener la posibilidad de un pensamiento reflexivo no sólo es individuo -como sucede con todo lo que
existe en el universo-, sino que se reconoce como individuo, y así resulta sujeto de atribución de lo
que hace y puede objetivar todo lo que la rodea. De esta forma, es ella, como sujeto, la que
"responde" por su persona y por su conducta, y es esto lo que llamamos responsabilidad. Este
fenómeno es intrínseco a la persona misma, por lo que ningún hombre puede ser "a-responsable",
en tanto que si al actuar es consciente y libre, hará siempre algún uso de la responsabilidad, bueno o
malo, pues la responsabilidad no puede no ser una categoría moral.
Por otra parte, el reconocerse como sujeto que se hace cargo de su persona, si bien la recorta del
resto de las personas, no por ello no las necesita. En cada individuo humano anida una tendencia
natural a la vida social, porque, primero, tiene necesidad de los otros, tanto biopsíquica como
espiritualmente; segundo, porque posee un impulso racional y afectivo de con-vivir, de vivir en
comunidad; y, por último, porque descubre la exigencia moral de compartir la misma ley natural. La
comunidad, el orden social, está al servicio de las personas, pero, a su vez, las personas se
perfeccionan en la medida que realicen su felicidad como un bien común. Es éste el sentido más
profundo de la sociabilidad natural, que el bien común de la persona humana es más perfecto y por
ello más saturante que su bien particular, en tanto que éste sólo atañe a una "parte" de la persona.
En este panorama, la comunicación y la cultura representan el "instrumento" y el "producto" de la
vida comunitaria para lograr los legítimos valores humanos de todas y cada una de las personas.
Porque, sin duda, el orden social no hace sino favorecer el cumplimiento del orden moral, como
éste lo hace respecto del orden natural. Veamos. El orden natural es el orden de todas y cada una de
las naturalezas de las personas hacia su plena realización y felicidad; el orden moral encauza la
libertad de las personas a marchar rectamente a tal destino; y en el orden social se asume que esta
marcha de la libertad necesariamente debe ser compartida y auxiliada por otros y entre todos. En
23
síntesis, es el despliegue de un mismo orden natural, en distintas órbitas concéntricas, frente a los
legítimos fines de la persona humana.
-Ver apéndice, gráfico 33.2- LA ESENCIA DE LA MORALIDAD. La moralidad consiste en el "recto vivir"
Según Aristóteles, la perfección del hombre consiste en la perfección de su función propia, es decir
la perfección de la vida práctica del hombre en cuanto posee razón. El actuar conforme a la razón es
la vida honesta, la vida moral, el recto vivir, en lo que consiste el bien vivir del hombre. Por todo
ello, la perfección del hombre es el bien vivir que es el vivir moralmente, lo cual supone la rectitud
de la razón, es decir el saber vivir, porque para que algo querido por el hombre sea considerada
"bueno" debe serlo tanto en la realidad como para la recta razón que evalúa los objetos y fines, las
intenciones y la situación concreta.
Para muchos, el saber no tiene conexión alguna con la vida (irracionalismo) porque el saber es
considerado como mero cálculo de la razón o teoría académica. O bien, entienden (pragmatismo,
marxismo) que el conocimiento deshumaniza al hombre y apelan a la liberación del mismo por vías
afectivas, emotivas o voluntaristas. No faltan quienes niegan la posibilidad de un saber práctico
normativo (positivismo lógico), desvinculando, así, el deber ser de la realidad objetiva y librándolo
al juicio de cada individuo o de la sociedad. Por debajo de todo esto, subyace el relativismo moral,
que es una forma de escepticismo ante el ser y los valores objetivos y permanentes, de modo que el
conocimiento moral nunca puede ser universalmente verdadero, cierto y necesario, sino solamente
materia de opinión adaptado a circunstancias varias.
Volvamos a Aristóteles y a su visión certera de la moralidad. No hay forma de atender a la salud y a
la perfección del hombre si no se atiende a la salud de su razón, porque ésta es su función propia
que lo distingue sobre todo lo existente. La razón en cuestión es la razón práctica que busca
proponer una idea motriz al querer libre para estimular, ordenar y encauzar la conducta humana por
vías de esa misma afectividad. Y si su juicio es recto tendremos verdad práctica, la cual tiene por
fin querer obrar rectamente y encarnarlo en la misma libertad.
"Moralmente bueno" es lo que agrada al animal racional, mientras que lo "moralmente malo" es lo
que le desagrada, y es en este orden en que se cualifica a la persona como persona y no sólo a algo
de ella. Porque el saber vivir permite a la persona que se autogobierne, en la medida que los valores
o disvalores morales hacen un llamado a la conciencia. El transgredir el llamado de los valores
24
morales por no seguir el juicio recto, trae una desarmonía interior como no sucede con otros
valores, sean intelectuales, económicos, técnicos, etc. Porque, precisamente, sólo ellos hacen un
llamado interior, a la conciencia de la persona misma. El orden moral es materia de libertad y
responsabilidad y por eso enaltece o derrumba a la persona en su totalidad, ya que la moralidad es
un orden objetivo que la razón como órgano de la verdad descubre como lo más conveniente a toda
naturaleza humana. Porque la razón práctica descubre la bondad o malicia de los objetos y acciones
al proponer a la libertad el orden natural a los fines legítimos y rectos en cada caso.
La moralidad es, entonces, el orden racional de la libertad, al ajustar la pluralidad y diversidad de la
conducta libre a los auténticos fines y bienes morales. Como ajuste, adecuación y equilibrio, el
orden moral es norma de acción; como forma encarnada en los actos libres de la persona es virtud.
El sujeto de la moralidad es primeramente la conciencia y la razón práctica, una evalúa la conducta
por hacer o ya realizada y la otra propone una idea motriz en colaboración con la estimación
concreta de la sensibilidad. En segundo lugar, las potencias afectivas que impulsan a la acción, tanto
la voluntad libre como la afectividad sensible. Por último y como sustento de todos estos juicios,
decisiones, elecciones y tendencias, la persona misma. De este modo, al calificar moralmente nos
encontramos con niveles cada vez más profundos de rectitud o bondad moral: los actos o la
conducta recta, la virtud que es la perfección moral de las capacidades de acción y la honestidad de
la persona.
3.3. LAS NORMAS DE LA MORALIDAD
* Principios ejemplares y normativos
El orden moral, por la ya expuesto, es un orden de normas, pero cuyo destino es encarnarse en la
conducta, en las potencias y en la persona misma, para convertirse en bien moral, que es el sentido
propio de moralidad. Por eso que las normas son, ante todo, principios ejemplares de conducta en
orden a los auténticos fines y bienes de la vida práctica de las personas. Las normas son ejemplares
de acción que marcan una exigencia de realización, porque al seguirlas los mismos valores morales
se encarnan en la realidad concreta de la persona. De ahí que las normas morales vayan de un nivel
de máxima universalidad, pasando por niveles generales o comunes a un grupo humano, hasta
alcanzar el plano concreto de la realidad moral en que se cumple la conducta de los hombres.
En el nivel de máxima universalidad, tenemos los principios práctico-morales, contenidos en la ley
natural, los cuales son una participación especial de la razón práctica en la divina razón de gobierno.
El contenido de la ley natural son verdades y normas primeras de acción que exigen
25
obligatoriamente el cumplimiento del orden de la naturaleza. Cabe aclarar que las leyes son normas
obligatorias porque implican coacción racional: una exigencia compulsiva sobre la libertad sin
anularla. Tan es así, que tenemos conciencia de "transgredir" las leyes, a pesar de la coacción
racional que suponen. Por el contrario, el que "podamos" transgedirlas no significa que nos "sea
lícito". Entonces, a la luz de las leyes naturales, todo grupo humano, va descubriendo las leyes que
responden a cada contexto socio-histórico, amparadas en la universalidad de aquéllas. Estas son las
leyes humanas, como determinaciones de las mismas leyes naturales, que orientan y articulan las
culturas concretas en base a los valores objetivos y perennes contenidos en la naturaleza del
hombre.
Por todo esto, una ley humana, por más amparada que esté en una costumbre o en una cultura, si
transgrede la ley natural, no es justa y, en consecuencia, no es verdadera ley. Porque la
determinación de una ley "humana", o la aplicación de una ley a una conducta concreta, exige de un
juicio prudencial, es decir, un juicio iluminado y estructurado por la virtud de la prudencia. Así, la
prudencia juega un papel "arquitectónico" como plenitud de la naturaleza, en tanto que conjuga la
iluminación de la ley natural y la experiencia objetiva y veraz de la situación moral concreta. No
hay ley humana justa ni juicio moral recto, si la prudencia no inspira y ordena el juicio prácticomoral. A su vez, las restantes virtudes morales (justicia, fortaleza y templanza), virtudes de la
acción misma, disponen al organismo moral de la persona para que los juicios rectos de la
prudencia se encarnen realmente en cada conducta, en cada persona y en cada cultura.
-
Ver apéndice, gráfico 4* Principios de la Bioética
Se transcriben a continuación la redacción final de los Principios de la Bioética, conclusiones del
Simposio organizado por el Instituto de Ética Biomédica de la Pontificia Universidad Católica
Argentina, en "La Armonía", Cobo, Buenos Aires (17-19/04/98).
Cf. Principios de Bioética, Instituto de Ética Biomédica, UCA-Fundación Roemmers, Buenos
Aires, 1998.
1. Primer principio o principio general
Toda persona interviniente en una práctica biomédica, cualquiera que ella sea, debe obrar
respetando siempre las exigencias de la ley natural en torno a la vida humana, la salud y la
sexualidad.
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Principios derivados
2.1. Dignidad. Todo ser humano, con la justicia que le compete, tiene derecho y debe ser tratado en
cualquier intervención biomédica en la que participe, que afecte su presente o el de las
generaciones futuras, como una persona dotada de una dignidad integral, bio-psico-espiritual,
desde su concepción hasta la muerte.
2.2. Defensa de la vida. La vida humana debe ser promovida y defendida como un bien humano
básico en todas sus dimensiones y funciones. Nunca es lícito, en toda intervención biomédica,
causar daño o atentar contra la vida humana.
2.3. Relación médico-paciente. Toda relación médico paciente necesita de una empatía y un
respeto por el que sufre, a fin de consolidar una actitud de confianza en la vida y de sana
dependencia hacia el médico.
2.4. Identidad. Toda intervención biomédica debe respetar la identidad biológica y espiritual de la
persona humana, obedeciendo/honrando la legítima libertad del paciente, del equipo de salud y del
investigador.
2.5. Justicia. En la distribución y asignación de recursos para el cuidado de la vida y la salud
deberán respetarse los principios de justicia social, solidaridad y subsidiariedad.
3. Principios de resolución ante situaciones de conflicto
3.1. Principio de lo intrínsecamente malo. Nunca es lícito por ninguna razón, intención,
circunstancia o consecuencia, realizar un acto intrínsecamente malo en virtud de su objeto.
3.2. Principio del mal menor. No se habla de mal menor cuando debe optarse entre dos males
morales, ya que el mal nunca puede ser objeto de elección, sino cuando se trata de un mal físico y
una acción u omisión de la cual se seguirá accidentalmente un efecto malo, aunque menos grave
que el que se seguiría de otro modo. Si a veces es lícito tolerar un mal menor para evitar uno
mayor, no lo es, ni aún bajo razones gravísimas, el hacer el mal para conseguir el bien.
3.3. Principio de la acción de doble efecto o voluntario indirecto. Cuando de una acción se siguen
dos efectos, uno bueno y el otro malo, es lícito llevar una acción bajo las siguientes condiciones: a)
Que la acción buscada sea, en sí misma, buena o, al menos, indiferente. b) Que el efecto malo no
sea querido, sino sólo tolerado. c) Que el efecto bueno sea el que especifique la acción o, por lo
menos, que no dependa del malo como su causa inmediata necesaria. d) Que el daño producido no
supere el bien buscado con la acción. Para permitir el efecto malo debe darse una causa
proporcionalmente mala. Cuando se habla de efecto malo debe tratarse de una consecuencia no
previsible o, al menos, no necesariamente vinculada, ya que nunca es lícito permitir un mal para
obtener un bien.
27
3.4. Proporcionalidad de medios. No es moralmente obligatorio para conservar la salud recurrir a
medios extraordinarios. La proporcionalidad o desproporcionalidad de medios varía de acuerdo a
las circunstancias particulares (situación histórica, económica o social).
3.5. Objeción de conciencia. Se llama objeción de conciencia a todo testimonio pacífico y apolítico
que repruebe una conducta socialmente permitida, ya sea por motivos morales o religiosos. Es la
resistencia a una orden superior que la conciencia opone, por fidelidad a sus propias convicciones
religiosas o morales.
3.4. LAS FUENTES DE LA MORALIDAD
Se entienden por fuentes de la moralidad a los elementos del acto humano de donde emanan la
conveniencia o no del mismo con las normas de la moralidad. Se consideran tres fuentes: objeto, fin
y circunstancias de un acto moral.
Moralidad por parte del objeto: El objeto es la cosa exterior conocida por la inteligencia y querida
por la voluntad. De este objeto, valorado por la inteligencia y buscado por la voluntad, procede la
primera y esencial entidad moral del acto.
Moralidad por parte del fin: El fin es la intención de aquel que obra. El problema de la
especificación del acto moral depende de establecer un principio por el que se resuelvan las
diferentes oposiciones entre objetos y fines; y para resolver éstas, basta con recurrir a la analogía
bien- ser. Así como el ser natural depende de la forma del agente, el acto depende del objeto y del
fin. El fin es el acto interior de la voluntad. Cuando objeto y fin son uno bueno y el otro malo, el
acto es malo. Por esto se dice que ni el fin justifica los medios, ni los medios al fin.
Moralidad por parte de las circunstancias. Las circunstancias son los detalles que rodean un acto
moral; sin ser el objeto del acto, son aquellos elementos accidentales que lo sostienen. En la
moralidad del acto entran en juego aquellas circunstancias que lo rodean, la presencia o ausencia de
algunas de ellas determina la bondad o malicia moral en forma gradual, aumentando o
disminuyendo la misma especie del acto. Es por esta razón que al juzgar la especie moral de un acto
hay que estar atento a las circunstancias.
3.5. LOS ACTOS MORALES INDIFERENTES
El acto moral se divide en dos especies, buena y mala. Un acto indiferente abstracto sólo existe en la
mente, no en la realidad. Apenas ese acto se concrete deja de ser indiferente, porque está rodeado de
circunstancias referidas a él y tiene un fin determinado. Cada acción humana es moralmente digna o
indigna. Tanto el acto humano no puede dejar de libre, como no puede dejar de tener cualificación
moral.
28
4. LA CONCIENCIA MORAL Y SUS PROBLEMAS
4.1. LA NOCIÓN DE CONCIENCIA
El juicio prudencial no se ejerce en el vacío ni tampoco como un silogismo racional ajeno a la
persona, sino que es una perfección virtuosa de la conciencia moral espontánea. Para aclarar esto,
debemos reparar en el concepto de conciencia moral. Esta es un movimiento intencional de la
subjetividad que favorece o contraría el movimiento espontáneo (conciencia espontánea) por la cual
el agente moral debe ser promocionado a un estado superior (conciencia virtuosa). Como otros
modos de conciencia, psicológica o artística, es "teórica"; pero, a diferencia de ellas no es objetiva
sino "subjetiva" como la conciencia religiosa. Es un acto, un juicio enunciativo, valorativo, previo a
la elección que se aplica a algún acto especial de la persona para aprobarlo o desaprobarlo. No es
develadora de valores, sino que funciona respecto de lo que es moralmente malo. Por eso sus límites
son la perfección y el vicio y puede operar el pasaje entre la conciencia espontánea y la conciencia
virtuosa bajo la ordenación de la prudencia.
La conciencia moral tiene un papel de mucha gravitación en el organismo moral de la persona,
porque es la apreciación del yo personal de cada momento de la vida moral. Por eso, el peligro de
ser devorada por las circunstancias en la formulación de su juicio o que el relativismo moral y la
cultura disolvente pueda dejarla sin rumbo. Así es que ningún planteo moral deja de lado la
necesidad de su formación, porque de una forma u otra actuará como norma subjetiva de la
moralidad. En esta tarea se han de tener en cuenta todos los factores que intervienen en el
funcionamiento de la conciencia moral, particularmente cuando un obstáculo provoca la aprobación
moral.
FACTORES: a) los sentimientos, que son morales al ser asumidos por la voluntad; b) las
intenciones e ideas morales, que son juicios de dignidad o indignidad sobre nuestra colaboración
ante la crítica, el desmentido o el cuestionamiento; c) las voliciones morales, que es el
funcionamiento de la voluntad "refleja" sobre la voluntad "primitiva", para conducir la energía
(sentimientos), por un cauce (intenciones) para llegar a un fin.
Toda esta tarea sobre el organismo moral busca el apuntalamiento de la responsabilidad moral en
su sentido pleno y profundo. "Responsable" es la persona "dueña de sus actos" y que puede
"responder" por ellos en orden a la vida honesta. En este sentido descartemos lo que "no es
responsabilidad", por no ser un fenómeno propiamente "moral". a) No es el ejercicio de la
conciencia y la libertad como mera energía natural; b) ni un atributo intrínseco de los actos por el
29
solo hecho de ser humanos; c) ni un atributo inalienable de la persona sin importar su rectitud de
vida. La responsabilidad es una cualidad de la operación libre que se obtiene al obrar de una
determinada manera. No se "es" responsable sino que a partir de la conciencia espontánea la
persona "se hace responsable" por libre elección ante un valor moral.
La responsabilidad moral es un juicio voluntario que busca ordenar las tendencias naturales del
individuo y de la sociedad, para practicar una vida digna en orden a los auténticos fines de la
existencia de la persona. Supone la perfección virtuosa del organismo moral, sobre todo de la
conciencia y de la razón práctica. La perfección moral de la primera la hace "conciencia virtuosa" y
por eso puede funcionar como norma próxima de la moralidad subjetiva; la plenitud de la segunda
la hace "razón prudente" y así norma próxima de la moralidad objetiva. El "juicio responsable"
tiene por objeto la educación de la conciencia, a través de dos movimientos conjuntos: a) el de la
conciencia hacia la inserción en la razón práctica prudente, movimiento hacia el "verdadero bien" y
b) de la voluntad hacia el hábito virtuoso, movimiento hacia la "tendencia amorosa de la virtud".
Porque una conciencia "educada" es una conciencia "responsable", o sea virtuosamente ordenada al
verdadero bien de la conducta y de la persona, en su vida individual y social.
Cuando la conciencia moral se desvía de la responsabilidad y queda aislada a los impulsos de cada
circunstancia, es devorada por la moral de la situación. Por eso requiere, por una parte, la
formación de la prudencia. Esto supone, el conocimiento de los principios de la ley natural, la
iluminación de las intenciones y la rectitud teórica del juicio espontáneo de conciencia, para
despejar las dudas y las objeciones de la conciencia. El objetivo de una conciencia plena es la
seguridad en la apreciación de cada situación y la habilidad en la aplicación de la regla general al
caso particular. En segundo lugar, la conciencia exige la formación de la voluntad recta que permita
llevar debidamente sus elecciones y decisiones a la conducta concreta. Para eso, es preciso rectificar
virtuosamente los sentimientos morales en la humildad, la posternación, el sacrificio, la valentía que
sostienen el amor al bien recto.
Una conciencia formada y plena no es otra cosa que una conciencia virtuosamente amante del bien
moral. Por eso que la tarea moral es una tarea sobre la persona misma y sobre su conducta. Parte de
una iluminación y rectificación de las intenciones y de la cultura, pero sobre todo debe superar el
miedo de la decisión personal. Esto significa no esconder la responsabilidad detrás de reglas
objetivas pero no depuradas moralmente que suprimen el riesgo, el esfuerzo de la decisión o la
valentía de la invención justa. Una conciencia formada asegura en cada situación un juicio
30
personal (conciencia plena) y verdadero (prudencia), que se plasma en la conducta para hacer
buena a la persona (virtud moral).
4.2. ESTADOS ESPECIALES DE CONCIENCIA
Las diversas especies de conciencia se distinguen del modo siguiente:
a) Según el momento del acto conciencial: antecedente, concomitante y consecuente.
b) Según el objeto: recta o errónea.
c) Según el sujeto del asentimiento: cierta, que juzga la moralidad de un acto sin temor de errar;
dudosa, que suspende su adhesión porque carece de motivos determinantes tanto en un sentido
como en otro; probable, que forja una "opinión" sobre el valor del acto, con asentimiento, pero con
cierto temor a equivocarse.
d) Según la actitud habitual: ansiosa, escrupulosa, perpleja, lata, relajada.
4.3. LA OBLIGATORIEDAD DEL JUICIO DE CONCIENCIA.
La función de la conciencia es mediadora entre la ley general y la acción particular, y a diferencia
de la prudencia que es norma próxima de la moralidad objetiva, la conciencia es norma próxima de
la moralidad subjetiva. En este sentido, es un acto por el cual se interiorizan y se personalizan los
conocimientos generales de la inteligencia práctica, cuando en una situación que es "mía" me
enfrento a un valor que ha de encarnarse en mi conducta. Es el acto de evaluación de una persona
individual que se construye en el esfuerzo y la fidelidad o en el desgarramiento de la falta. Porque la
conciencia moral puede equivocarse ya que carece de la objetividad de la sindéresis (hábito de los
primeros principios práctico-morales) o de la recta razón (razón práctica perfeccionada por la virtud
de la prudencia). Incluso puede ser falsa creyéndose en la verdad.
El error puede provenir de un vicio de forma en el razonamiento o de la falsedad en el punto de
partida o de incidencias socioculturales. En estos casos es sin culpa de parte del que formula el
juicio de conciencia. Empero, hay otras causantes del error de conciencia que son por su propia
culpa: por haberse habituado al mal moral, por ceguera personal, por ignorancia consentida y
alimentada por una libertad que convive con la culpa. Esto ocasiona en el agente moral una suerte
de doble personalidad, porque a nivel superficial pareciera una conciencia conforme con las normas
morales, pero a nivel de la intención esta apegada a la transgresión moral. En este punto surgen
inexorablemente dos cuestiones: si la conciencia errónea obliga y si la conciencia errónea excusa.
31
Primero, se ha de sostener que la conciencia moral, incluso errónea, obliga, porque siendo que lo
que ordena es hacer un bien o evitar un mal (aunque el mal considerado sea un bien y el bien un
mal), contradecirlo implicaría obrar el mal y evitar el bien. Recordemos que la conciencia juzga el
valor moral del acto y contradecirla es optar por el mal moral. No obstante, la conciencia errónea y
la conciencia recta no obligan de igual manera. La conciencia recta obliga "absoluta y
esencialmente" y la conciencia errónea "condicional y accidentalmente", porque obliga mientras
dura, pero es un deber rectificarla siempre que sea posible hacerlo. En segundo lugar, se ha de
sostener que la conciencia errónea no siempre excusa, pues que sea una falta no seguir la
conciencia, no significa que siguiéndola se obre bien. Para precisar esto, ha de distinguirse entre el
error vencible y el error invencible, el error voluntario el error involuntario, pues la moralidad de un
acto se mide por el grado de voluntariedad que lo configura. Así, si el error es involuntario e
invencible, si no hay negligencia alguna del agente moral, esta conciencia errónea excusa la falta, y
la voluntad consecuente no es mala. Por el contrario, la ignorancia voluntaria es sin duda vencible y
por lo tanto no excusa porque es querida; la voluntad que se conforma con esta conciencia es
culpable, en tanto que es culpable del error. Sin embargo, no hemos de simplificar la realidad moral,
porque una ignorancia invencible puede arrastrar gravísimas consecuencias, como alejar al agente
moral del esfuerzo, marcar una orientación falsa y crear hábitos opuestos a la perfección de la vida
virtuosa. En todos los casos, nadie duda que la espontaneidad de su conciencia no necesariamente
orienta rectamente, por lo cual se impone la educación de la conciencia con la práctica de la
prudencia y de todo el organismo virtuoso.
5. LAS CONSECUENCIAS DEL ACTO LIBRE Y MORAL
5.1. LA IMPUTABILIDAD MORAL
La materia propia de la moralidad es el actuar libre del hombre, precisamente porque sólo hay
predicación moral de los actos que dependen de la autodeterminación personal, de los cuales "da
respuesta" el mismo sujeto personal que los realiza. De allí, la "responsabilidad". El hombre es
responsable porque es libre y los valores morales piden una respuesta de todo agente moral. Sin la
responsabilidad restaría una libertad en el vacío; la libertad por la libertad misma, lo que es muy
cercano al libertinaje.
Jurídicamente suele distinguirse "imputabilidad" de "responsabilidad", refiriendo la primera a
atribuir la realización de un acto a una persona, mientras que la segunda alude a la persona que
asume o no la realización de un acto. Sin embargo, distinguir no debe significar "separar", como si
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la responsabilidad fuese libre de toda imputación. En este caso, la responsabilidad haría referencia
al ejercicio de los actos y no a la "persona responsable", por lo que la responsabilidad sufriría
distintos condicionamientos socioculturales hasta llegar a hablar de "niveles" de responsabilidad
conforme a supuestos niveles de libertad. La libertad puede disminuir en solo dos casos: la
enfermedad física o psíquica y el vicio, e incluso de la primera se puede ser responsable, y por
consiguiente culpable. Lo cierto es que una responsabilidad que tratase de eludir la imputabilidad
que le cupiere, no sería una auténtica responsabilidad, pues la persona es responsable de la
imputabilidad moral de sus actos.
La índole de la responsabilidad se mide por la naturaleza de los valores morales frente a los que la
persona "responde". En primer lugar, los valores morales son inmanentes pues, por una parte,
responden a ciertas aspiraciones de la persona: son apreciables, buscados, goza ante ellos, gestan
una verdadera armonía con su espíritu. Por otra parte, son inmanentes porque los valores morales
sólo existen a condición de encarnarse, de hacerse real en la conducta humana. Por eso son los
únicos que hacen una llamada a la conciencia personal y negarse a la llamada del valor trae una
profunda desarmonía interna, un desgarramiento muy particular que sólo ellos provocan, por lo cual
la conciencia se enfrenta a la falta moral. Traen aparejados así, necesariamente, premio o castigo,
porque hacer el bien moral "agrada al animal racional", mientras que transgredirlos "desagrada y
nos hiere".
En consecuencia no puede disociarse la responsabilidad de la imputabilidad y cuando se lo hace, se
fuerza por sostener una determinada concepción de la moralidad: liberada de principios y normas
universales y, sobre todo, de las fuentes de la moralidad, a saber, objeto, fin y circunstancias. No se
habla de "actos puestos por la persona" conforme a ciertos fines y bienes dignos, sino de "la persona
que pone actos" conforme a su propia intención y circunstancia. El parámetro pasan a ser los
sentimientos, la utilidad, la oportunidad, el éxito, en el marco de una moral de la situación que
devora y relativiza todo el orden moral.
5.2. EL MAL, LA FALTA, EL PECADO, EL VICIO
Siendo que el mal moral no tiene entidad propia sino con referencia al bien moral, y que se da una
inexorable conexión de los valores morales con el premio y castigo, por ello la ética también ha de
ocuparse del mal. El mal moral consiste en la negación o privación de la rectitud debida en la
conducta libre, y siendo que el hombre sólo puede obrar bajo la razón de bien, por estar ordenado a
la felicidad, el mal se ocasiona al buscar desordenadamente el bien. El mal no tiene una causa
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eficiente sino "deficiente" por ello nunca puede agotar el bien que es el sujeto en que se sustenta. El
mal es un querer malicioso del bien moral, es una "aversión" como "apartamiento" del bien debido,
por querer desordenadamente otro bien y a esto lo llamamos falta moral o pecado. No hay una
búsqueda del mal por el mal mismo, pero se da algo bastante próximo a ella: el sentimiento del
poder maléfico por la soberbia de la aversión. Pues, por una parte, el pecador no puede hacer lo que
debe lo cual provoca un sentimiento de caída e impotencia; por otra, experimenta un sentimiento de
preferencia decidida por el mal, de "poderosidad", como estando en posesión del poder maléfico.
La distinción entre "falta moral" y "pecado" se sustenta en el sujeto de la aversión. Si el
apartamiento o violación lo es de la ley moral tal como lo dicta la recta razón, se trata de falta
moral; si tal transgresión lo es en cuanto dicho orden es creado y querido por Dios, se trata del
pecado. Pero ambas nociones se envuelven mutuamente, porque bajo la aversión el bien moral se da
la aversión de Aquél en quien se sustenta todo bien. En este punto, es cuando se hace preciso
señalar las relaciones entre ética y teología, entre moralidad natural y moralidad cristiana, entre
moral y religión. Porque el hombre es un habitante de dos mundos y porque todo el empeño por
recorrer debidamente el camino de la libertad es con aspiración de una felicidad trascendente a este
mundo. De igual manera, el apartarse de ese camino, si bien en sí mismo es una desviación moral,
sin duda involucra a Dios, creador del orden moral, supremamente providente y el único capaz de
asistirnos en ocasión de subsanar todos los pecados.
Cuando la incursión en el pecado se hace habitual, el resultado son los vicios, que son hábitos
obtenidos por una conducta libre reiterada, constante y permanente en la búsqueda desordenada del
bien. Por ellos el hombre se apropia de la posibilidad del mal, porque convierte al mal en un poder
que se apodera de él. El vicioso es un pecador habituado a serlo, y, al igual que en el pecado,
experimenta un sentimiento de "impotencia", de no poder hacer lo que le requiere el auténtico bien
moral, y un sentimiento de "poderosidad", de preferencia deliberada por el mal, aunque siempre
bajo la razón de algún bien. El primer caso, es propio del vicioso por fragilidad, por la debilidad de
no mantenerse en el bien, por seguir arrebatos afectivos intensos aunque insustanciales. El segundo
caso, es el vicioso perverso, que desencadena deliberadamente el mal por incurrir en la soberbia de
ser como Dios. El ateísmo contemporáneo formula una propuesta nihilista y simultáneamente
titánica y soberbia, de llegar a ser santo sin Dios, es decir, si no se puede ser santo, si no se puede
ser Dios, por lo menos que no exista Dios.
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6. PANORAMA DEL PENSAMIENTO Y CULTURA CONTEMPORÁNEOS
6.1. PANORAMA GENERAL.
El enfoque ético ofrecido en los puntos primeros, es solidario de un filosofía moral realista que en
el mundo contemporáneo convive con diferentes respuestas al problema moral y a la busca de la
felicidad. No necesariamente todas son objetivas y realistas, sino que se observa una alta
gravitación del relativismo y del pragmatismo morales. Las corrientes más influyentes son
reediciones de viejas posturas. Así el emotivismo moral es una presentación contemporánea del
"hedonismo"; la ética de la falacia naturalista se sustenta en el "escepticismo"; el
consecuencialismo y el proporcionalismo son variantes del "utilitarismo". Pervive el amoralismo
solidario de la "muerte de Dios" en el posmodernismo, heredero de Nietzsche y Sartre. Por último,
de una forma u otra y en todos estos enfoques, tiende a dominar la ética analítica que se presenta
como "científica" porque se legitima en los puros "hechos morales", negando las verdades o valores
morales. Este enfoque inspira las llamadas "éticas aplicadas" o "éticas particulares" que regulan la
conducta humana en las múltiples ciencias, estudios e investigaciones particulares en que se ejercite
el intelecto y que inciden en la cultura contemporánea.
6.2. FUENTES DE LA 'NUEVA MORAL'
La nueva moral que se ha instaurado en la cultura contemporánea no es tan "nueva" como propuesta
en la historia del siglo XX, sino que comparte su conformación con tantas otras que pretenden ser
"revolucionarias". Esto es, asumen un punto de partida crítico, generalmente crítico de teorías
inmediatamente anteriores y de las cuales son, simultáneamente, significativamente deudoras, por
más que se presenten con ropajes o disfraces innovadores o inéditos. Lo que resulta es una suerte de
caricatura, un "universalismo pragmático" (Kant); o una "comercialización del inconformismo
radical" (Nietzsche); o una "sofística cientificista" (Comte). Siguiendo este esquema, la nueva
moral hace uso del "método trascendental" y del "método analítico", optando por uno u otro o
combinando ambos.
- El método trascendental. Sus antecedentes filosóficos son Kant y Heidegger. El punto de partida
de esta moral es la condición de existencia del hombre en el mundo y no una obligación del hombre
de someterse a alguna norma moral. Por eso que cumplir el fin moral es tomar conciencia de su
condición originaria de "ex-sistente" (=de estar aquí y ahora siendo) y en ese devenir del
pensamiento se constituye como persona. La conciencia es un termómetro fenomenológico de esa
apertura del hombre al mundo y así la persona depende de la historia y la cultura.
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El método trascendental es "hermenéutico", porque se expresa en el lenguaje que va determinando
la comunicación, a través de la cual se gestan los valores y la cultura. Todo esto revierte sobre la
constitución de la persona y la moral. Si se trata del yo, el bien y el mal moral dependen de la
autocomprensión; si se trata de los otros, es fruto de la interpretación. De forma tal que la
conciencia se impregna de los valores epocales y la sociedad con los valores epocales hace que la
conciencia elabore estimaciones conforme a la cultura.
- El método analítico. Es el propio de la Filosofía Analítica de habla inglesa. Se caracteriza por su
oposición crítica al ideal moral clásico de "vivir conforme a la razón", ideal que sobrevive, a pesar
de sus desvíos y exageraciones, hasta la modernidad y que aseguraba y protegía lo específico de la
moralidad y de la ética. En la modernidad pudieron objetarse los fundamentos reales y objetivos,
como la naturaleza, el ser, Dios, un universo real de bienes y fines, pero, sin embargo, la razón
buscaba algún sustituto, llámese, creencia en la libertad o en el Estado o en la Historia, en la
Humanidad o el Partido. La ausencia de los fundamentos pudo prostituir la moral; la ausencia de
una razón práctico-moral la aniquila. Y con esto nos encontramos en el siglo XX.
El método analítico es una combinación de semántica lingüística y positivismo lógico, de forma tal
que no se abordan los problemas morales sino los problemas del lenguaje. El objetivo del moralista
es analizar el discurso moral para descubrir su coherencia o incoherencia con los hechos morales
(=el lenguaje en acción), para disolver los conflictos del lenguaje y establecer la comunicación. Lo
comunicado no son valores o normas, ni personas o cosas, sino elementos del mismo lenguaje (el
significado). La teoría analítica más influyente es la del "lenguaje como herramienta", para la cual
el lenguaje se intercala con nuestras actividades vitales favoreciendo o moderando la vida en
sociedad conforme al mayor bienestar para el mayor número.
- Observaciones críticas. El método trascendental y el analítico: a) Niegan la metafísica clásica por
sus implicancias con el pensamiento griego al que consideran racionalista e idealista. b) La persona
es reducida al intelecto concebido como razón calculadora, y el cuerpo es naturaleza biológica,
como una "cosa" que ha de ser manipulada por la ciencia para humanizarla. c) La verdad queda a
expensas del lenguaje según su impostación en cada contexto socio-cultural. Se incurre en
relativismo y ateísmo crítico. d) Se niega toda norma objetiva, absoluta y universal. El lenguaje,
como comunicación intersubjetiva, es una estructura fundamental de la sociedad y de la cultura que
trasmite verdades y normas. e) La filosofía moral busca disolver los conflictos del lenguaje,
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denunciando los dogmatismos subyacentes y buscando el consenso en base a la tolerancia y a costa
de cualquier valor o verdad.
6.3. CONSECUENCIALISMO MORAL
Es la última versión de la "nueva ética". Sus características son las siguientes:
1) Reedición del utilitarismo. La moral es un juicio técnico sobre las consecuencias premorales o
extramorales del acto. El "juicio técnico" es lo formalmente moral y consiste en un acto interior
("intención del fin útil y beneficioso").
2) Método teleológico. Se da prioridad al fin del sujeto (intención) sobre la realidad de la operación
humana y sus objetos (bienes o males realizados). El bien moral es un "instrumento" para legitimar
las circunstancias, conforme a la intención ("interés de utilidad") del hombre.
3) Consecuencialismo: una acción es correcta si produce (o es probable que produzca) tanto bien
como cualquier otra acción posible; y obligatoria si produce (o es probable que produzca) más bien
que otra acción posible.
4) Proporcionalismo: una acción es buena si los valores premorales que promueve preponderan
sobre los disvalores premorales que promueve. El criterio es el cálculo de pérdidas y ganancias.
RESUMEN
"FILOSOFÍA MORAL"
El valor moral se evidencia en la vida del hombre en el planteo del problema moral, ya que es
ineludible para el ejercicio formal de su capacidad de razonar y de disponer de su libertad. Incluso
más, es el "problema humano" por excelencia porque de él depende el "disponer de su vida como
persona humana". ¿Cómo no preocuparme por mi vida y por el uso de mi libertad si de ese
entretejido de elecciones y decisiones se juega lo más amado para la persona como es su destino, su
fin y su plenitud? ¿Como no preocuparme por el uso que haga de mi libertad si de eso depende mi
propia felicidad? Por lo mismo, no es irrelevante el modo como ejercite mi libertad, sino que ella
resulta "exigida" de una determinada manera, por la importancia y la excelencia del fin al que
conduce: mi plena realización como persona.
La tarea existencial del hombre y el bien humano como persona estriban en el compromiso, la
fidelidad y la responsabilidad con este camino recto. El orden En esta propuesta, que es la del
realismo moral, las normas están fundadas en la misma tensión amorosa de la naturaleza hacia sus
fines propios que, por lo mismo, ama actuar bien para alcanzarlos. Por su carácter "natural", este
orden resulta universal (comprehende a todos los incluidos en un mismo género y especie),
necesario (no puede no ser de otra forma) y cierto (con juicio firme y clara conciencia de verdad).
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A su vez, aquel nivel universal es perfeccionado por un saber racional que es la Ética o Filosofía
moral, que en una primera aproximación significa un saber racional que perfecciona
cualitativamente la inteligencia del hombre, para aprehender y justificar la verdad universal para
la acción. En este contexto, la bioética debe entenderse como la parte de la ética que estudia la
licitud o no de las intervenciones sobre la vida del hombre, particularmente de aquellas relacionadas
con la práctica y desarrollo de las ciencias médicas y biológicas.
Los principios práctico-morales cumplen un papel medular y sustantivo en el funcionamiento del
organismo moral de las personas. Si la moralidad consiste en encarnar en los actos, en los poderes y
en el mismo carácter moral de las personas, el principio máximo de haz el bien, evita el mal, esto
significa que la moralidad es una tarea en que lo universal se realiza en lo particular y lo necesario
en lo contingente y circunstanciado. ¿Por qué sino el drama moral en las elecciones y decisiones
cotidianas? ¿Por qué se viven con riesgo las opciones? ¿Por qué la libertad no puede desentenderse
de la responsabilidad? ¿Por qué la conciencia no cesa de atestiguar? Porque la moralidad es vivida
como la posibilidad humana de realizar algo en sí, desde lo universal y necesario, para mí, en lo
particular y contingente.
La materia propia de la moralidad es el actuar libre del hombre, precisamente porque sólo hay
predicación moral de los actos que dependen de la autodeterminación personal, y de los cuales "da
respuesta" el mismo sujeto personal que los realiza. De allí, la "responsabilidad". El hombre es
responsable porque es libre, y los valores morales piden alguna "respuesta" de todos los agentes
morales. Sin la responsabilidad restaría una libertad en el vacío; la libertad por la libertad misma, lo
que es muy cercano al libertinaje.
El organismo moral de la persona funciona desde los niveles de máxima universalidad,
perfeccionado por la LEY NATURAL y la ÉTICA como saber, hasta los de máxima singularidad,
perfeccionado por la PRUDENCIA. Pero el juicio prudencial no se ejerce en el vacío ni tampoco
como un silogismo racional ajeno a la persona, sino que es una perfección virtuosa de la
CONCIENCIA MORAL espontánea. No es develadora de valores, sino que funciona respecto de lo
que es moralmente malo. Por eso sus límites son la perfección y el vicio y puede operar el pasaje
entre la conciencia espontánea y la conciencia virtuosa bajo la ordenación de la prudencia.
Este enfoque ético es solidario de una filosofía moral realista, que en el mundo contemporáneo
convive con diferentes respuestas al problema moral en la búsqueda de la felicidad. Las corrientes
38
más influyentes son reediciones de viejas posturas. Así el emotivismo moral es una presentación
contemporánea del "hedonismo"; la ética de la falacia naturalista se sustenta en el "escepticismo";
el consecuencialismo y el proporcionalismo son variantes del "utilitarismo". Pervive el amoralismo
solidario de la "muerte de Dios" en el posmodernismo, heredero de Nietzsche y Sartre. Por último,
de una forma u otra y en todos estos enfoques, tiende a dominar la ética analítica que se presenta
como "científica" porque se legitima en los puros "hechos morales", negando las verdades o valores
morales. Este enfoque suele inspirar las llamadas "éticas aplicadas" o "éticas particulares" que
regulan la conducta humana en las múltiples ciencias, estudios e investigaciones particulares en que
se ejercite el intelecto y que inciden en la cultura contemporánea.
-Ver apéndice gráfico 5BIBLIOGRAFÍA
1- ARANGUREN, J. L. L.: Etica, Rev. de Occidente, Madrid, 1965.
2- BASSO, D.: Los fundamentos de la moral, Centro de Investigaciones en Etica Biomédica,
Buenos Aires, 1990; Nacer y morir con dignidad, Depalma, Buenos Aires, 1991.
3- BLÁZQUEZ, N.: Bioética fundamental, BAC, Madrid, 1996.
4- DE FINANCE,J.: Ensayo sobre el obrar humano, Gredos, Madrid, 1966.
5- DERISI, O.N.: Los fundamentos metafísicos del orden moral, Instituto "Luis Vives" de Filosofía,
Madrid, 1969.
6- DURAND, G.: La bioética, Desclée de Browuer S.A., Bilbao, 1992.
7- HILDEBRAND, D.: Etica cristiana, Herder, Barcelona, 1962; Moral auténtica y sus
falsificaciones, Guadarrama, Madrid, 1960.
8- LÓPEZ MORATALLA, N.; RUÍZ
RETEGUI, A.; LLANO CIFUENTES, A. et alter:
Deontología biológica, Fac. de Ciencias, Univ. de Navarra, Pamplona, 1987.
9- MARITAIN, J.: Lecciones fundamentales de la filosofía moral, Buenos Aires, Club de Lectores;
Filosofía Moral, Madrid, Morata.
10- MESSNER, J.: Etica general y aplicada, Madrid, Rialp.
11- SGRECCIA, E. : Manual de bioética, Diana, México, 1996.
12- SIMON, R.: Moral, Barcelona, Herder.
13- STEINBÜCHEL, Th.: Los fundamentos filosóficos de la moral, Gredos, Madrid, 1959.
14- VEATCH, H.B.: Etica del ser racional, Barcelona, Labor.
39
Se agradece la colaboración de la profesora María de los Ángeles Sonnet en la redacción de los
puntos 2.3. / 3.4. / 3.5., que estuvieron a su cargo en el dictado del curso.
40
APÉNDICE DE LA UNIDAD DIDÁCTICA N° 2: FILOSOFÍA MORAL
GRÁFICO N° 1
1. PLANTEO DEL PROBLEMA MORAL
1.2 PROBLEMA RELACIONAL Y SUTIL
POLO
SUBJETIV
O
HOMBRE
INICIAL
ORDEN MORAL
POLO OBJETIVO
HOMBRE TERMINAL
41
GRÁFICO N° 2
3. LA MORALIDAD Y SUS NORMAS -3.1 LA EXISTENCIA DEL ORDEN MORAL. FUNDAMENTOS DE LA MORAL
* FIN Y BIEN
Bien en
Bien en sí
relación a otro
(absoluto)
calma la sed a otro
es bebible
a modo
VERDAD
“intencional”
es alimento
el
bien
Acto de ser
(igual a
ser)
alimenta a otro
en cuanto
perfecto
(igual a acto)
a modo de fin BIEN
perfectivo
(igual a
difusivo)
y apetecible
moral= perfección
debida
los
bienes
entes
perfectible
apetente
consumado
por el fin
ordenada
al fin
GRÁFICO N° 3
último
4. LA MORALIDAD Y SUS NORMAS
-3.1 LA EXISTENCIAadecuada
DEL ORDEN MORAL. FUNDAMENTOS DE LA MORAL
hambre y sed
* PERSONA HUMANA
ACTO:
conocimiento
práctico
INTELECTO PRÁCTICO (IDEAS
FUERZA)
ESPIRITU
AL
OBJETO:
Verdad práctica
AMOR
(acto)
VOLUNTAD –
AFECTIVIDAD
Espiritual
LIBERTAD
(acto interno)
BIEN
ELECCIÓN
DECISIÓN
42
su objeto: la LIBERTAD misma
Conocer: razón particular
(cognitativa)
Bienes arduos
FORTALEZA
SENSIBLE
AFECTIVIDAD
SENSIBLE
(amor)
Bienes fáciles
TEMPLANZA
apetito irascible
apetito
concupiscible
GRÁFICO N° 4
3.LA MORALIDAD Y SUS NORMAS -3.3 LAS NORMAS DE LA MORALIDAD.* PRINCIPIOS EJEMPLARES Y NORMATIVOS
ORDEN NATURAL
ORDEN MORAL
EJEMPLAR
CAUSA FORMAL
EXTRÍNSECA
Norma
Actos libres ordenados
NATURALEZA
Fin Último
BIENAVENTURANZA
Orden Moral Fundamental
MORALIDAD
ORDEN MORAL ENCARNADO
43
44
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