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miguel ángel san martín g. • fidel torres • edgardo anzieta
La poesia en Ñuble
apuntes de un tiempo
Año 3 número 25, julio 2007, distribución gratuíta, prohibida su venta. portada: haydée concha.
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Reportaje
La poesía en Ñuble: apuntes de un
tiempo
Fidel Torres Pedreros
La ciudad se nutre de sus alrededores por
no decir del país entero. Así comprobamos
que la poesía es un fenómeno nacional y
global. La abundante producción poética
en Chillán y sus comunas nos permiten
pensar que la provincia ha sido un espacio
privilegiado.
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Relato
Ñuble, Tierra de acogida
Ángela Gutiérrez Paz
Mi familia, lotina de origen, por
inexplicables pero felices razones eligió
Chillán para vivir. ¿Será por la paz, la
tranquilidad, la historia, el paisaje la
que atrae hacia esta cuna de artistas y
de próceres? ¿Serán sus lugares mas
escondidos pero mas bellos para los ojos
humanos los que hacen de esta ciudad un
lugar de refugio y de placer?
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Homenaje
José Del Canto Pulgar
Miguel Ángel San Martín
No sé si las campanas del carillón de la
Catedral suenan desde hace poco más
desafinadas o es idea mía tras la muerte de
José del Canto, el profesor que sembró de
música todos los rincones de este Chillán
tendido en el valle ñublense. Se me antoja
que son ambas cosas.
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Literatura
Octubre Pleno
Edgardo Anzieta
Esos momentos suelen ser de crisis social,
donde el mundo y su compleja estructura
pone, allí donde había certeza, duda, donde
brillaba la determinación, incertidumbre.
El autor se debate entre la sinceridad y su
propia trayectoria, la configuración de las
cosas, los porfiados hechos, y las ilusiones
del día.
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Destacado
Simplemente ¡inolvidable!
El jueves 5 de julio de 2007 será
para nosotros una fecha inolvidable.
Presentamos nuestro “Número Uno
del Tercer Año”, en un acto en la sala
Andrés Bello del Centro de Extensión de
la Universidad del Bío-Bío, en Chillán. Y
nos consideramos afortunados porque en
dicha ocasión no estuvimos solos. Más de
un centenar de personas acudió a la cita,
llenando la sala y expresándonos al final
una felicitación sincera y emotiva.
sumario
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Comité editorial: Carlos René Ibacache; Alejandro Witker; Luis Guzmán Molina; Raúl Godoy S.; Juan Pablo Garrido.
Director general Raúl San Martín Geisse. Director ejecutivo Miguel Ángel San Martín González.
Director periodístico Daniel Sandoval Maldonado. Director de arte Eduardo Pinto Fernández.
Director cultural Fidel Torres. Colaboradores: Edgardo Anzieta. / Ángela Gutiérrez Paz. / Ninón Jegó .
/ Pablo Torres Muñoz. / Paola Ruz del Canto. Venta publicidad: María José Rioseco, teléfono (42) 23 53 00
Representante legal: Eduardo Pinto Fernández; Domicilio legal: Virrey Don Ambrosio 687 Chillán Viejo;
Correo electrónico: [email protected]
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distribución gratuíta, prohibida su venta. Revista impresa en Concepción por Trama Impresores, quién sólo actúa como tal.
Año 3/ número 26 /Julio 2007
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editorial
S
olemos creer que poesía es aquello que hacen
los poetas y lo vinculamos a la palabra, y,
por supuesto, a la palabra escrita. Quizá, sin
desnaturalizar, debiéramos extender los conceptos y
entender, con Nietzsche, que el arte es la pericia del
hombre. De ser así, la actividad humana toda debiera
comprender vocación por la belleza, por la armonía,
incluso, como buen método y sistema para limar las
asperezas y durezas de la vida y entre los hombres.
Nuestra revista entiende o quiere entender de ese
modo las cosas: por eso, la preocupación por las
artesanías, la predilección por la naturaleza, la
vocación por las actividades del trabajo; no un afán de
pintoresquismo, sino un ahondar en las esencias de lo
vital. Y si tratamos de personajes, es en razón de sus
actividades, multifacéticas, dispares, confluyentes. Si
hemos pecado, es en experticia más no de intención.
Revista Hatuey continuará en su afán de belleza
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Hatuey, revista de la cultura y el arte de Ñuble.
porque creemos, como el poeta, que la belleza es
verdad y que la verdad es belleza. Entendemos que
la poesía está en las cosas y el Hombre, que radica en
lo pequeño y lo grande, en lo escrito y lo hablado: en
lo manufacturado con las manos y en el esfuerzo que
debemos hacer todos para ser felices y hacer felices a
los demás. Nuestra revista se esfuerza en una mirada
local, como una muestra de mundo, no con empeño
cerrado o exclusivista; se afinca en lo cotidiano como
expresión de la vida concreta, pero también ha sabido
soñar lejos y con los que están lejos, así como recoger
nuestras glorias culturales o las que nos han dado el
fundamento de ser.
Por último, nuestra revista sigue acogedora al que
quiera, con la sola condición de amar lo humano, lo
bello, la naturaleza. Convocamos, como siempre, a
participar honradamente y con persistente convicción,
para que hagamos de nuestros días una pericia sobre
la Tierra.
cultura popular
La Fiesta de San Francisco
E
Pablo Torres Muñoz.
l Santo más popular de la religión católica es San
Francisco, nacido en la ciudad de Asís, Italia, un pequeño
poblado de la provincia de Perugia, en la región de
Umbría, en el corazón del país que albergó al mayor
imperio de los tiempos antiguos. Rica en cultura y pasado,
cuenta entre sus ruinas un teatro y un anfiteatro, las termas,
la plaza del senado y el imponente templo, que datan del año
25 de nuestra era. Templo dedicado a Minerva -diosa griega
Palas Atenea- diosa guerrera e inteligente, sabia y de buenas
costumbres, protectora de estados y ciudades, promotora de las
artes, el comercio, la cultura y la salud. Símbolo de paz, a ella se
le atribuye la invención del olivo, gloria perenne de la tierra de
Asís. En la actualidad, es patrimonio de la Humanidad a partir del
año 2000.
San Francisco nace en el año 1182. De vida licenciosa en su
juventud, donde se dedica a gozar de la vida, proveniente de
una familia noble de la región, su padre fue un rico comerciante.
Pero a Francesco como le llamaron a pesar de ser bautizado
como Juan, no le interesaba el dinero familiar, que gastaba con
ostentación, sino más bien el romanticismo de las tradiciones
caballerescas de los trovadores. En la guerra entre Perugia y
Asís, Francisco cae prisionero, lo que soportó alegremente. Al
recuperar su libertad, se viste de ricas armaduras y para evitar
una nueva prisión, intercambió sus atavíos con un caballero
pobre y mal vestido, lo que se considera como la primera señal
del llamado de Dios. En un viaje que realiza, cae enfermo, y
tiene una visión. Una voz celestial le exhorta a “servir al amo
y no al siervo”. Poco a poco, comienza a vender sus bienes y a
través de la oración seguir los caminos del Evangelio. Comienza
a atender y ayudar a enfermos y desamparados, se acerca a los
leprosos y visita hospitales, regalando sus vestidos y su dinero.
Renunció totalmente a los bienes terrenales para ayudar al
prójimo y servir a Dios, estableció entre sus seguidores el voto
de pobreza, hasta que en 1210, el papa Inocencio III, aprueba
su regla relativa a la pobreza y se establece la Orden de los
Franciscanos.
Su fiesta es el 4 de octubre, día de San Francisco. En ella se
realizan distintas actividades para honrar el nombre de este
popular santo. Estas se han convertido en tradiciones llevadas
a cabo tras el paso de muchas generaciones, tanto en el ámbito
rural como urbano. En nuestra ciudad de Chillán, en la Iglesia
de San Francisco, durante todo el día se desarrollan acciones de
ayuda al desposeído. Entregando alimentos a los más pobres en
un comedor abierto. Pero también se bendice a los animales, ya
que San Francisco es considerado como su protector. Toda clase
de mascotas asisten a la misa donde se les entrega la bendición.
Pero la que realmente es considerada una fiesta, es, en este día,
la dedicada al trigo. La señora Marta y don Juan, vecinos de la
localidad de Yungay, a unos 67 kilómetros al sureste de Chillán,
cada 4 de octubre, salen de su casa en tanto despunta el alba,
encaminándose a sus trigales. Don Juan carga unos bártulos y la
señora Marta una cruz de espino. Gran cantidad de personas que
viven del cereal se reúnen en torno a este trigal. Arman un fuego
donde, en un fondo de cocina, ponen a cocer una “cabeza de
chancho”, la que es acompañada de unos buenos tragos de vino.
Todos los participantes comen y brindan. Pero también destinan
ruegos y oraciones al santo para que su cosecha sea beneficiosa,
y pueda llegar siempre a nuestras mesas el apetecido pan.
La cruz que carga la señora Marta es enterrada en medio del
trigal y prontamente se ve rodeada de coronas de papel de tres
colores: verde, que simboliza el trigo recién brotado; amarillo,
que simboliza la espiga madura y el blanco representa la harina
con la que se hace el pan. Aquí se mezcla lo mundano con lo
religioso, ya que los sacerdotes hacen referencia que la cruz
debe ser bañada en agua bendita, pero la tradición indica que
debe serlo de vino. La fiesta sigue durante todo el día, donde
alegremente los participantes beben, comen y bailan, pidiéndole
al santo que los acompañe en sus cosechas.
De una u otra manera, deberíamos participar de esta fiesta
religiosa, ya que esperamos que nunca nos falte el pan, nuestro
alimento de cada día.
La Cruz del Trigo
(Tonada)
Cantautor: Eduardo Molina Mendoza*
Yo soy el Cristo del Trigo/ Y en una cruz de madera/ Vigilo muy
bien la cosecha
Yo soy la gavilla más fina/ Para trenzar tu chupalla/ Como
queriendo del cielo/
Librarte las llamaradas/ Soy campesino de Chile/ Y seré tu fiel
compaña
(Estribillo)
Al trigo que va naciendo/ Los días van madurando/ Espiga verde
al tiempo/
Mil versos te voy cantando/ Octubre ya somos cuatro/ Francisco
te está cuidando/ Mi pueblo te necesita/ Semilla de los milagros
Yo soy el trigo maduro/ Que en tu mesa se engalana/ Cuando
germino en tus sueños/ Doy vida a tus madrugadas
Yo soy una espiga dorada/ En tu naciente pradera/ Que con el
viento se mece/
Saludando a las estrellas/ Yo soy el pan de la vida/ Que alimenta
tus primaveras
(Estribillo)
*Ganador del festival del Laja 2002
Año 3/ número 26 /Julio 2007
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reportaje
La Danza de las Letras
La poesía en Ñuble:
apuntes de un tiempo
Fidel Torres Pedreros
fi[email protected]
E
n el presente estudio nos hemos propuesto trazar una
primera aproximación al desarrollo poético en Chillán y
sus comunas. La poesía es un continuo que no admite
fronteras de espacio o tiempo; pese a esto y muy
consciente de la arbitrariedad de los límites, no quisiéramos
limitarnos solamente a Chillán, si no que recoger todos los
espacios de nuestra provincia.
La ciudad se nutre de sus alrededores por no decir del país
entero. Así comprobamos que la poesía es un fenómeno
nacional y global. La abundante producción poética en Chillán y
sus comunas nos permiten pensar que la provincia ha sido un
espacio privilegiado. Así lo demuestran los Premios Nacionales
de Literatura, otorgados a dos de nuestros autores, unido a los
encuentros de escritores que siguen: el primero en el año ‘58,
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Hatuey, revista de la cultura y el arte de Ñuble.
creado por Gonzalo Rojas; el encuentro realizado el año ‘70,
organizado por Edilberto Domarchi; los encuentros llevados a
cabo por don Carlos René Ibacache; el Chillán Poesía: creado
y realizado por Fidel Torres y Rodolfo Hlousek, apoyados por el
Grupo Literario Ñuble. Se destaca también la efectiva publicación
de revistas de creación poética, como Tentativa, dirigida por
Antonio Ferrada; Todavía, dirigida por Juan Gabriel Araya; Cauce,
de Ibacache; Filomena, de Héctor Ponce de la Fuente; La Barca,
de Julio Mundaca ; El Pasquín Libidinoso, de Patricio Contreras
Parra; El Glamal, del recordado grupo de poetas, que se reunían
en el restorán “El Glamal”.
Nuestro primer Cantor Épico se relaciona con la presencia de los
jesuitas en la región. Se trata de don Francisco Núñez de Pineda
y Bascuñan (Chillán, 1607-1680), autor del “Cautiverio Feliz”.
La obra, relata las muchas aventuras que le ocurrieron al autor
(autobiográfico) al ser capturado por los mapuches durante siete
meses y ser llevado a la región de la frontera.
Podemos decir - con ciertos temores y arrogancia - que nuestra
modernidad poética comienza con el poema el “Barco Amarillo”,
del poeta Aliro Oyarzún Garcés (1898-1923). Su autor fue un
auténtico precursor de la poesía vanguardista; su único poema
en verso libre es digno de aparecer en la más exclusiva de las
antologías, pero la fatalidad lo acompañó desde siempre. Su
vida fue meteórica y bohemia: “En el cielo muerto se aletargan
los astros vencidos, en el mar de miedo se fatigan danzando los
signos y del viento enfermo se oyen agrios los himnos antiguos”.
Otro poeta modernista, nacido en Quirihue (1877-1933), fue
Francisco Contreras que se estableció en Paris en 1905. Autor de
numerosos libros y crítico del Mercure de France, recientemente
traído desde Riberac a su natal Quirihue. Sus libros: “Toisòn”,
“Romances de hoy”, “Luna de la Patria”, “Valery Larbaut”,
“Esmaltines”, entre otros. Su creación estética el “Mundonovista”,
fue apreciada por destacados estudiosos de la literatura. En
“Luna de la Patria” queda establecida esa condición de nuestros
escritores, que nacen y se van no regresando jamás a su patria
chica: “un día te dije adiós, abracé a mi madre y hacia otros
mundos, en pos de un loco sueño partí”.
Otro poeta, que caminó prematuramente hacia la muerte es
Joselin Robles (Chillán 1894-1916). El modernismo en su fase
Rubendariana, tuvo en Robles a su máximo exponente, su obra
Año 3/ número 26 /Julio 2007
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está dispersa en el Diario La Discusión, la revista Primerose y
en revistas de Santiago. Gabriela Mistral le rinde un póstumo
homenaje al chillanense, futura promesa de la poesía. Otro que
escribía en Primerose era el poeta nacido en Chillán Viejo Arturo
Gardoqui (1898-1948), con el seudónimo de Absalon Baltasar,
fue reconocido en innumerables revistas y diarios de la época. Su
vida bohemia llena de anécdotas e historias quedó registrada en
el libro “Animales Literarios Chilenos”, de Enrique Lafourcade.
No hay que olvidar que el chillanense Volodia Teitelboim (Chillán
1916), junto a Eduardo Anguita, se autoselecciona en su
recordada e influyente “Antología de Poesía Chilena Nueva”
(1935), entre los diez mejores poetas nuevos de entonces. De
él son estos versos: “Camaradas, partículas misteriosas acuden
de todas partes Y fundan en silencio la ciudad del hambre.
Levantémonos para defender nuestro metro de vida y de
muerte”.
Un Poeta que merece ser rescatado del olvido es Benjamín
Velasco Reyes (Santiago 1889-1957) enterrado en Chillán. En
1922 estuvo temporalmente recluido en el Manicomio y allí
escribió su libro “Desde el Manicomio”, después publicó “Música
Lejana” y “Elegías del Sur”. De él se dice que fue un poeta
maldito criollo, conoció la soledad y la tristeza; su obra fue
recogida en Selva Lírica, especialmente su Arte Poética. El (anti)
poeta Nicanor Parra le dedicó unos versos en homenaje. Ante el
terremoto del ‘39, el poeta escribió: “Aquí el dolor santificó esta
tierra. Entra pero en silencio caminante, y que se sienta apenas
tu pisada.”
Esta primera selección la hemos presentado pensando en un
futuro estudio que recoja de manera más cabal la enorme
tradición poética de Ñuble. Ahora nos interesa señalar que el
punto de partida de la poesía contemporánea chilena tiene
necesariamente que recoger a tres poetas nacidos y avecindados
en Ñuble, nos referimos a: Nicanor Parra, San Fabián de Alico
1914. Violeta Parra, San Carlos 1917-1967 y Gonzalo Rojas,
Lebu, 1917.
Nicanor Parra vivió sus primeros años en el barrio llamado Villa
Alegre, sector de Ultra Estación, fue allí donde alimentó gran
parte de su producción poética: los giros lingüísticos propios de
la Antipoesia vienen de su paso por el barrio; es el espíritu del
barrio que esta profundamente asociado a su poética:
“Afortunados los niños silvestres / Que se criaron en los
alrededores de Chillán / Entre el canal de la luz y la vía férrea
/ En las puertas de la ciudad/ A pocas cuadras del cementerio
/ Merodeando como gorriones golosos en torno / A las carretas
cargadas de trigo”
Después de la publicación de la “Miseria del Hombre” (1948), los
poemas de Gonzalo Rojas fueron decisivos en la transformación
del ambiente poético de Chile. La Realización del Primer
Encuentro de Escritores realizado en la Sala Schäfer de Chillán,
fue esencial para el surgimiento de las nuevas voces poéticas de
la región. Su permanencia en la ciudad ha sido relevante para el
surgimiento de nuevos poetas. Su poema “Quien dijo videncia”
crea esa amarra con la ciudad.
“Quien dijo videncia; la película está en la calle / Y es la calle,
justo en el roble / Con la 42 de las putas por estridente / Que
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Hatuey, revista de la cultura y el arte de Ñuble.
parezca mezclar villorrio con villorrio, Chillán / Con Nueva York
en el ejercicio, un aroma / Si se quiere fuerte, para hombres, sin
confundir / Fascinación con unción, útero / Con rascacielos”
Esta presencia del poeta en la ciudad tiene enormes
significaciones para este rincón del mundo.
Nuestra Violeta Parra Sandoval desde su muerte en 1967
ingresará en la leyenda que acompañó su canto. Se le ha
conocido mundialmente como compositora, intérprete y
guitarrista excepcional, no así como la gran poeta que fue,
ocupando un lugar controvertido y de difícil delimitación; su
canto poético parece discurrir por cauces más escondidos. La
academia no se ha ocupado de su poesía tal vez porque el
carácter popular de su escritura construye sus versos a partir de
modelos populares que Violeta reelabora y hace suyos, el edén
el paraíso perdido, la inocencia, etc., vividos en su infancia en
Chillán.
“Yo canto a la chillaneja / Si tengo que decir algo / Y no tomo la
guitarra / Por conseguir un aplauso / Yo canto la diferencia /Que
hay de lo cierto a lo falso / De lo contrario no canto”
Es a partir de esta enorme tradición poética que surge un
importante grupo de poetas nacidos o avecindados en nuestra
provincia, nos referimos en primer lugar a Pedro Lastra (Quillota,
1932), profesor, ensayista y por sobre todo poeta. Su texto
“Noticias del Extranjero” apela al constante ir y venir del poeta
entre Estados Unidos y Chile, particularmente Chillán Viejo:
“Estoy solo en la casa / Mi padre mira un árbol en el patio / Las
flores / Pienso en la primavera / Y se que es en Chillán, Isla
negra, Santiago / Que no haya tristeza”.
Nacido en la comuna de Bulnes, nos emociona la presencia de
Fernando González Urízar (1922-2003); desde su primer libro
la “Eternidad Esquiva” hasta “Pasión de los Signos”, el poeta
mantuvo inalterable su pasión por el oficio mayor, de él dan
cuenta 30 libros y una seria vocación por la poesía. “Esto he
querido ser y así quiero morir: cantando como el mar o como el
viento”.
Con su poema “Me Persigue Chillán”, el poeta Sergio Hernández
(Chillán, 1931), ha reconocido como suyos los espacios de San
Bartolomé de Chillán; sus recorridos por la ciudad lo invitan a
otra época, a otra circunstancia. Sus textos abordan la condición
humana en su atmósfera de carencia, invalidez, enfermedad
y agonía; la experiencia del desamparo. En “últimos deseos”
nos refiere esta situación: “Antes de dejar de respirar, antes de
retirarme definitivamente de este juego, no pongan ni siquiera
un Cristo entre mis manos, pon tu sonrisa y tu mirada y que esto
sea el paraíso”.
Hace más de treinta años que el poeta Ramón Riquelme
(Concepción, 1933), vive en la aldea de Quinchamalí, desde
allí, reconstruye una vida poblada de recuerdos y experiencias
vividas en el Concepción del ‘60; Riquelme pertenece a la
generación de poetas, integrada por Jaime Quezada, Floridor
Pérez y Gonzalo Millán, entre otros. El poeta pasó largos dos
años en la Cárcel de Chillán, injustamente acusado de quemar
el Teatro Concepción; estas experiencias conforman el libro “Los
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playas, tu mar, tus lobos, a la muerte?”.
Procedente de su Linares natal nos acompañó más de medio
siglo el poeta Edilberto Domarchi, (Linares, 1924-2000). Sus
libros siempre causaron sensación por los títulos que el poeta
imaginaba para cada uno de ellos: “Caballo Cojo Arrienda
Fonógrafo” y “Los Esclavos del Faraón Cheops”. Se ha dicho
que hay secreta resonancia surrealista en sus versos y cierta
trascendencia más allá de la muerte: “Cuando muera, he de
nacer a otra existencia, viviendo por los otros, sin protestas,
alegre, liviano, liberado, rogando siempre por los desamparados”.
El poeta Edgardo Anzieta (Chillán 1954), a partir su primer titulo
“Poesía Precaria”, ha venido señalando caminos y haciéndose
cargo de nuestra historia reciente, tomando distancia de aquellos
sucesos ominosos que deterioran la vida humana. Su segundo
libro, “Prólogo Imposible para un Centenario”, fue el justo y
necesario homenaje al poeta Pablo de Rokha, que el año 1994,
cuando se conmemoraba su Centenario; en “Ideario de un
Territorio” el poeta nos indica:
“Muchachos, suerte en la navegación y no olviden las leyendas
de los viejos capitanes náufragos, o sea, las tablas que el mar
arrojó contra la opinión pública: merezcan vivir, no soliciten, y
lleguen a feliz puerto hondamente”. Su lirismo histórico, atrapa,
interroga y conforta.
Fue a partir de “Referencia” que el profesor y poeta Juan
Gabriel Araya (Iquique 1937), comenzó a escribir. Sus primeros
textos fueron publicados en la antología 30 años de poesía en
Concepción, de Giordano y Faundes. Sus poemas recogidos
en “Memoria del Tiempo” testimonio de un hablante que ha
visto, oído y vivido la historia de su país. La historia individual
y colectiva, la distancia entre la presencia y la ausencia en el
tiempo, que ha causado ciertas trizaduras en el poeta autor de
“Volcán Chillán” y las novelas históricas: “1891: Entre el fulgor
y la agonía”, “Tragar saliva” y “Primera Dama”. Nuestro autor
es profesor titular de la UBB. En su poema “El Primer día de
Bernardo” ajusta cuentas con el país:
“Día lluvioso de cristales perfumados, Chillán dormido entre
carretas, De vez en cuando el sonido empolvado, de una
carroza principal suave aliento de Rosas, Rumores, Apagadas
conversiones de poncho roto, Una noche larga, Cubriendo casa
de dientes rojos y adobes con intestinos dorados”
Castigos”:
“Castigo por mis deseos, Soy un árbol joven, que vive en
compañía de mujeres núbiles, de mujeres frígidas, de aquella
cuya semilla, ha sido secada por el viento”.
Desde Cobquecura, nos llega la poesía de Fidel Sepúlveda (19362006), poeta que descansa frente al mar de su Cobquecura
natal. Ensayista, crítico, profesor, estudioso de la cultura popular,
en su libro “Geografía Poética de Ñuble”, nos deja estos versos:
“Cobquecura, ¿con qué se cura esta locura? ¿Con qué se cura
esta locura que te condena a muerte Cobquecura? ¿Con qué
se cura esta locura que te encadena tu suerte, tus vegas, tus
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Hatuey, revista de la cultura y el arte de Ñuble.
Luis Contreras Jara, (Colchagua 1953). Su libro “Desde el Muro”
fue concebido entre diciembre del ‘73 y enero del ‘74. El autor
estuvo recluido en la cárcel de Chillán, allí escribió: “Desde el
muro que fluye, desde el redil que habito, transitado de hoscas,
horas sin nombre y mudas, estoy de pie a la oscura densidad de
la noche, para hablarte en silencio”.
Para finalizar nuestro trabajo mencionaremos a los poetas de la
llamada generación de los noventa, Héctor Ponce de la Fuente,
Andrés Rodríguez Aranis, Jorge Rosas Godoy, Patricio Contreras
Parra, Hugo Quintana, Gustavo Arias, Rodolfo Hlousek, Roberto
Aedo, Jorge Luis Muñoz, Abigail Soto.
Mención aparte para el poeta más novísimo de Chillán: Nicolás
Barría.
relato
Ñuble, Tierra de acogida
Ángela Gutiérrez Paz
E
n mi aún corta experiencia, y mi poco vivir, me di cuenta
que mientras más pasa el tiempo, más profundas son
las raíces que van creciendo en esta pequeña pero gran
provincia.
Mi familia, lotina de origen, por inexplicables pero felices razones
eligió Chillán para vivir. ¿Será por la paz, la tranquilidad, la
historia, el paisaje la que atrae hacia esta cuna de artistas y de
próceres? ¿Serán sus lugares mas escondidos pero más bellos
para los ojos humanos los que hacen de esta ciudad un lugar
de refugio y de placer? Mi gente, cuando decidió romper con
las raíces de su árbol de origen, encontró paz y prosperidad
en esta provincia… No ahondemos, pero hay en el fondo una
larga y triste historia de aflicción, de pesares, de angustias…
Justamente, al huir de ese dolor, Dios puso en la mente y en el
futuro de una mujer -hoy avejentada con sus 73 años- la palabra
“Chillán”. Dentro de lo que vivía, ella se preguntó donde está esa
ciudad… sin saber ni imaginarse que allí le esperaba una nueva
vida. Siguió valientemente este imán natural, llevando a cuestas
a siete hijos, sin apoyo alguno. Pero aquí encontró la mano
tendida, el corazón abierto. Y conoció el cariño profesado por los
chillanenses, lo cual constituyó el abono más que suficiente para
que esta familia simple y sincera comenzara a echar raíces.
Una vez le pregunté a un extranjero qué fue lo que le imantó
a esta ciudad. Su respuesta fue similar a mi propia historia:
“amor… desde el mismo momento en que bajé del bus, me
enamoré de Chillan… conocí lo hermoso de sus paisajes… y,
como sazón a la vida, conocí a una chillanense. Su familia me
acogió como uno más de ellos”.
Otra afuerina me dijo en una sola palabra lo que era para ella
Ñuble: “un vergel”. Y habló después de la simpleza que lo
abarca todo… de la paz, de la tranquilidad… y de la exquisita
cultura gastronómica, con variedad de comidas, artesanía,
paisajes… de cordillera y de mar, ambos a sólo una hora de
camino.
Más allá, un nuevo amigo, recién regresado, me dijo con ojos
húmedos de recuerdos: “Residí más de 30 años fuera del país,
viviendo otras culturas y otras lenguas. Y como me había ido
muy jovencito de Chillán a Santiago, por razones de estudios
y profesionales, había residido solamente 12 años de mi vida
en Chillán. Sin embargo, las raíces, los ancestros, los paisajes,
olores y colores de la infancia se grabaron tan profundamente,
que los recuerdos de esta tierra se acrecentaron en mis
añoranzas y me obligaron a volver. Volver para quedarme,
para disfrutar de los paisajes, de las familias, de las gentes. De
la gastronomía y de las costumbres. De la hospitalidad, de la
generosidad, de la sinceridad del hombre de esta tierra. De la
historia, de la tradición, del caminar tranquilo por calles llenas
de recuerdos. Cobijarse del sol bajo los árboles de las plazas.
Respirar el aire cordillerano y escuchar el rumor cristalino de las
aguas que bajan cantando por los faldeos de los cerros, hasta
besar el mar. Ampliar tertulias junto a un brasero o a una estufa
de leña en los días de invierno.”, terminó con un suspiro de
poeta.
Hace poco tuve una conversación con un chileno que está
lejos de aquí por diversas razones: “aún me duele el alma
por haberme marchado de este vergel. Pero me conforta
saber que mi ciudad no se olvidará de mi, porque mi tierra no
olvida a sus hijos que algún día han de volver para quedarse
definitivamente”.
Año 3/ número 26 /Julio 2007
11
homenaje
José Del Canto Pulgar
Miguel Ángel San Martín
[email protected]
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Hatuey, revista de la cultura y el arte de Ñuble.
N
o sé si las campanas del carillón de la Catedral suenan
desde hace poco más desafinadas o es idea mía tras
la muerte de José del Canto, el profesor que sembró
de música todos los rincones de este Chillán tendido
en el valle ñublense. Se me antoja que son ambas cosas. Que a
las campanas les falta la fuerza del maestro y a mi me falta el
paisaje que describían las manos siempre inquietas del Director
amante de sus coros. Bueno, no sólo a mí, sino que a Chillán
entero, a Ñuble entero… a Chile.
Se fue físicamente del paisaje campestre y provinciano. Y ese
paisaje se puso mustio. Porque las plantas, las flores, los ríos, los
pájaros… el viento… todos cantan. A su manera, pero cantan. Y
José del Canto tenía la virtud de unirles en un gran coro, un coro
cuyas voces se esparcían por los potreros, escalaban montañas
y se refugiaban entre los mantos de nieve. Y luego sobrevolaban
los valles sobre las alas de los cóndores y las águilas, o se
deslizaban hacia los poblados montados en las aguas de los
ríos. Eran las voces del pueblo, afiatadas y cultas, que se
transformaban en acuarelas, en óleos, en pinturas de salones
fecundos.
José del Canto amaba lo que hacía. Y ese amor lo transmitía
con sus manos, con los arabescos dibujados en el aire por sus
manos que delicadamente interpretaban partituras. Partituras
imaginadas por otros grandes que soñaban con pentagramas,
con corcheas difusas, con sonidos armónicos. Transmitían pasión
y pasiones despertaban en los afortunados que las escuchaban.
Quizás si es por eso que las campanas de la Catedral se me
antojan diferentes desde que no está el maestro, el profesor, el
músico.
José del Canto transmitió lo suyo a generaciones de jóvenes. Lo
hizo desde las aulas, desde los escenarios, desde las plazas…
desde cualquier sitio donde las voces pudieran ser escuchadas.
Era feliz con su música, con su vida en familia, con cinco hijos,
cuatro varones y su regalona que siguió sus pasos. Y feliz
rodeado de naturaleza. Le gustaba crear vida y es por eso
que se entregaba con pasión al cultivo de una huerta. Una
pequeña huerta donde las hileras de tomates, de porotos, de
ajíes o cebollas, debían tener la misma precisión que las notas
musicales de un pentagrama. Es decir, cultivaba con la misma
meticulosidad armónica los huertos y los coros. Los campesinos
disfrutaban viéndolo trabajar la tierra. Los ciudadanos
disfrutaban escuchando sus coros. Y él disfrutaba haciendo
disfrutar.
Era, sin duda, generoso. Generoso y modesto. Alejado de los
halagos, cuidaba con esmero sus álbumes de fotos, de recortes
de periódicos, de saludos manuscritos que le enviaban caballeros
Año 3/ número 26 /Julio 2007
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y cortesanos, líderes y anónimos. Protestaba en familia, casi a
media voz, cuando un comentario publicado no se ajustaba a la
realidad. Guardaba silencio incómodo ante el halago diletante.
de su obra, y la alabaron. Los grandes músicos del país llegaban
hasta su casa. La cultura musical brilló como nunca en este
Chillán que ahora duerme.
Cuando vivía en el campo, era feliz. Allí, en el silencio sólo
roto por la vida libre de la naturaleza, escuchaba su música y
preparaba sus clases con el mismo esmero con que cuidaba su
huerta. Cuando la insuficiencia renal comenzó a afectarle, debió
venirse a la ciudad. Y ya no era tan feliz. Pero luchó contra
esa adversidad desarrollando una actividad
incesante, grande, reconocida.
Arrau y Vinay supieron
y disfrutaron
El maestro no desperdiciaba momentos para escuchar música.
Podía ser Beethoven, Verdi o Vivaldi; Mendelsohn o Schubert…
pero siempre terminaba escuchando la polifonía coral. Las
grandes masas de voces, con orquestas sinfónicas, la grandeza
del sonido. Por eso dejó en el segundo plano de su aceptación
al gregoriano, tan monocorde, tan simple, tan reiterativo,
tan ajustado a los fríos pasillos de los conventos. El era puro
brío, pura ondulación creciente, puro brillo cromático de voces
entrelazadas. Era pura fuerza del sentimiento volcado en sonidos
armoniosamente encabritados. Y también podía ser tan suave
como el terciopelo, cuando el sentimiento lo requería.
Nació el 27 de noviembre de 1926,
en Los Ángeles. Pero muy niño
llegó a Chillán. Estudió en la
recordada Escuela Normal, donde
aprendió a amar la docencia,
por lo cual continuó formándose
universitariamente en Educación
Musical.
Amó a la música y esparció su amor
por generaciones completas. Y fue
amigo de sus alumnos, quienes le
llamaron con cariño “Pepe Corchea”.
Varias de esas generaciones hoy sienten
el frío de su vacío, sólo llenado con
el recuerdo de quien elevó la cultura
musical de nuestra tierra y sacó brillo a
Chillán con voces sencillas de gentes del
pueblo.
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Hatuey, revista de la cultura y el arte de Ñuble.
Carta reconocimiento
a don José del Canto Pulgar.
Estimado don José, sabíamos de su enfermedad y no nos
acercamos, ahora ya es tarde. Sin embargo queremos hacer
un público reconocimiento a su dilatada y destacada labor,
especialmente en lo que guarda relación con la música coral…
“canto de ángeles” la llamaba usted. Esta sensibilidad y amor por
la cultura no dudamos fue producto de su formación normalista
¿cómo si no comprender su dedicación más allá de la búsqueda
de honores y privilegios? Acá vemos el sello de don Raúl
Cabrera López, distinguido maestro de tan aventajado alumno.
En 1946 cuando usted se tituló de profesor normalista, se entregó
de inmediato a su pasión por el canto coral. Nadie en nuestra
ciudad, su ciudad, puede olvidar el reconocido Coro Polifónico
de Chillán de larga y notable trayectoria. En reconocimiento la
ciudad de Chillán lo distinguió con el Premio Municipal de
Arte en 1957, distinción que le entregara el alcalde don Leoncio
Sepúlveda Leal. Su talento musical fue reconocido también por
el maestro Claudio Arrau León.
Esta, su gran obra, el Coro Polifónico, recorrió todo el país
recibiendo los más calurosos aplausos en todos sus conciertos,
usted contaba con emoción que los dos conciertos realizados en
el Salón de Honor de la Universidad de Chile y el realizado en
la Universidad de Concepción lo obligó a salir nueve veces al
escenario para agradecer al público que lo ovacionaba.
Maestro, como Consejo Provincial de la Cultura de Ñuble, nos
hubiese gustado haber destacado su legado y presencia en vida,
hoy sólo nos queda comprometernos con que su enorme obra
maestro chillanense de la música, será preservada y difundida
entre nuestra juventud, así su memoria será honrada y su legado
no caerá en el olvido.
Confiamos en Dios, y por lo mismo creemos que volveremos a
escuchar su coro de ángeles.
Adiós Maestro, descansa en paz.
Ninón Jegó
Consejo Provincial de la Cultura Ñuble.
Año 3/ número 26 /Julio 2007
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literatura
Octubre Pleno
Edgardo Anzieta
H
ay momentos en la literatura en que los autores
muestran su yo más íntimo. Entonces, nos permiten
asomarnos a sus conciencias y se nos revela o confirma
algo que, muchas veces, permanecía oculto, otras,
latente. Asistimos, de ese modo, a una sensibilidad que quiere
ajustar y reajustar mundo. Son instantes de profunda reflexión,
y de honda síntesis: apreciamos al artista que con todo su
ser, cavila sobre la naturaleza de las cosas y sobre su propia
naturaleza, con una sinceridad que va más allá de los resguardos
psicológicos, más lejos de los eventuales resultados estéticos. Un
poco, la sinceridad y esencialidad se vuelven el estilo.
Esos momentos suelen ser de crisis social, donde el mundo y su
compleja estructura pone, allí donde había certeza, duda, donde
brillaba la determinación, incertidumbre. El autor se debate
entre la sinceridad y su propia trayectoria, la configuración de las
cosas, los porfiados hechos, y las ilusiones del día. “Memorial de
Isla Negra” es un libro de la edad madura de Neruda, un extenso
recorrido sobre su vida, donde la rememoración confronta la
esencia de aquellos días, la década de los sesenta del siglo XX
que pasó. Década en que ya están más o menos claros los límites
de la epopeya socialista, manchada por el llamado culto a la
personalidad y su larga cadena de sufrimientos y genocidios: la
extenuación de una experiencia que sufre la ambivalencia del
mundo, puesto que la injusticia señorea en todas partes. Otras
ilusiones jóvenes hacen su entrada, y parecen querer renovar
la sed de justicia en América latina, y en Chile: es la edad de
la Revolución Cubana y la forja de partidos y fuerzas sociales
que conducirán a los primeros años de la década del setenta y
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Hatuey, revista de la cultura y el arte de Ñuble.
sus prolongadas consecuencias, en nuestro país. Neruda se ve
tocado por la crisis del estalinismo, que, como ahora sabemos,
es una crisis que va más allá de un sistema y un símbolo: el
poeta, desde un profundo romanticismo que le era tan propio
desde sus primeras obras, inicia una navegación poética que es
intento de recuperación de vida, de reconstitución de ilusiones y
verdades, de avistamiento de otras conductas vitales, y por qué
no, poéticas. El libro, siendo disparejo, contiene parte de lo mejor
nerudiano, en donde la soledad, el sentimiento de extrañamiento
y velada pérdida parecen venir desde su ya remoto fondo
poético: es como redescubrir el viejo dolor del niño que un día
fue.
Pocos poemas tan condensados como “Pleno octubre”: tanto la
nostalgia como el sentido de la crisis hacen sus reales; y asoma
un Neruda que parece develarnos su interioridad más secreta,
que, quizás, siempre estuvo a la mano, pero que no podíamos
ver a cabalidad, cegados por las magnificencias de su obra,
a veces, o por el entramado andamiaje de su mito personal
político, en otras. El poema abre con severos compases: “Poco
a poco y también mucho a mucho/ me sucedió la vida/ y qué
insignificante es este asunto/ “... advirtamos que el poeta de
inmediato nos introduce en un clima de desencanto; frente a
la acumulación de lo poco (lo cotidiano, lo infinitesimal) y lo
mucho (los grandes períodos, la sucesión del tiempo), percibe
la vida como un asunto, y, más, insignificante. Pero, como
constataremos, adentrándonos en la lectura, es el yo el que está
puesto en cuestión, es el yo con todas sus raíces lo lesionado:
“estas venas llevaron / sangre mía que pocas veces vi, / respiré
los parra
el aire de tantas regiones / sin guardarme una muestra de
ninguno / y a fin de cuentas ya lo saben todos: / nadie se lleva
nada de su haber / y la vida fue un préstamo de huesos.”
Los símbolos personales están bien puestos: la presencia de
la madre es la sangre que pocas veces vio, sabiendo que ella
muere al poco tiempo del nacimiento del poeta; el aire de
tantas regiones se relaciona con los viajes y las estadías del
Neruda joven, y que ahora recuerda, en ese no guardar que
amenaza a la vivencia entera, incluso, que amenaza el sentido
de la vivencia: debemos advertir que el cambio de género
aparente, de femenino (las regiones) a masculino (ninguno)
establece una ambivalente vacilación, extremadamente radical,
dado que el sujeto que nos dice es un sujeto, también, de
extrema preocupación social, y que no obstante, se sostiene,
en medio de la añoranza, en no haber guardado - ni siquiera
– la muestra de ninguno. Para sostener concordancia de sujeto
con género, debemos interpretar que el poeta se refiere – en
lenguaje de metáforas, es claro - que ya no guarda para sí el
aire (masculino) de tantas regiones. Mas ello no altera el sentido
del texto, y en su extraña construcción, puede que lo agrave
y ahonde en la anomalía: el aire, con toda su vitalidad, no
obstante, es un elemento menos totalizador que las regiones,
por cuanto dice menos de la índole del habitante, dice menos
de sus peripecias y circunstancias, que es lo que podríamos
suponerle y pedirle a un poeta social, y, por el contrario, en su
naturaleza casi imperceptible – casi sin crónica – refuerza el tono
de desasimiento en que se construye el poema. La individuación
se ve reforzada en el final de la estrofa: todos sabemos que nada
podemos llevarnos...y que la vida fue un préstamo de huesos,
lo que establece el sentido general de desencanto en que se
despliega el poema, el poeta.
La segunda estrofa apela a la belleza (“Lo bello fue aprender a
no saciarse / de la tristeza ni de la alegría, / esperar el tal vez
de una última gota, / pedir más a la miel y a las tinieblas.”) ,
en donde la sensualidad construye al sujeto, le establece su
esperanza, pero, más, le constituye su ser, su modo de estar
en el mundo, en un despliegue de elementos simbólicos tanto
sexuales como románticos (última gota-miel-tinieblas), que, de
paso, nos recuerdan a Darío, tanto en tono como en postura
vital. Por otra parte, es notorio el esfuerzo del hablante lírico por
sostener una cierta dialéctica que sostenga la trayectoria vital del
hombre-poeta Neruda, en ese juego de pares opuestos que se
quiere hacer convivir: tristeza-alegría, miel-tinieblas.
La tercera estrofa, y su apertura, es decidora: “Tal vez fui
castigado: / tal vez fui condenado a ser feliz. / “; es obvio que
hay allí una manifiesta contradicción, más allá del artificio propio
del poema: es la confesión de una conciencia que admite que
en ella hay un castigo y una condena, que lo separará de los
demás hombres, como ya se puede intuir y como se comprueba
con la continuidad de la lectura. Ser feliz es la máxima
aspiración humana, pero en ese anhelo nos extraviamos; el
poeta parece querer exculparse (“Quede constancia aquí de
que ninguno / pasó cerca de mí sin compartirme....() metí la
cuchara hasta el codo / en una adversidad que no era mía, /
en el padecimiento de los otros...”), pero (no) se percata que
es él el que se comparte en vez de empeñarse por compartir
a sus semejantes; que su yo admite que la adversidad de los
demás no es la suya y que el padecimiento es el de los otros,
lo que violenta nuestra percepción del poeta en tanto hombre
social. Esa es la confesión, el castigo y la condena: una felicidad
conseguida sin los otros y que se insinúa proveniente desde lo
orgánico, la naturaleza (fui castigado), una fatalidad que el poeta
admite pero, que resulta evidente, quiere desprenderse y evitar
en sus consecuencias práctico-morales. Dicha clave se acentúa
gradualmente en texto en el texto, al punto que se termina por
consentir, que en medio de esa felicidad, la presencia desdichada
de los otros fungía de verdaderos espectros concienciales, “No
se trató de palma o de partido / sino de poca cosa: no poder /
vivir ni respirar con esa sombra, / con esa sombra de otros como
torres, / como árboles amargos que lo entierran, / como golpes
de piedra en las rodillas”. Y, sin embargo, insiste en que aquello
es poca cosa, como cuando aseveraba la insignificancia de (todo)
este asunto. Resulta obligado, natural, que el poeta busque un
escape a la aporía en que (ya) está encerrado: anhela entender
que la herida propia se cura (se ha curado) con llanto y con
canto - hablamos de la cuarta estrofa – pero que en su misma
puerta se desangra la viuda, el indio, el pobre, el pescador y el
hijo del minero no conoce a su padre entre tantas quemaduras...
Destaquemos que “palma” y “partido” bien nos pueden decir
de religión y política, como dos opciones de lo humano y que,
eventual, el poeta desdeñaría o a lo menos, atempera; las
palmas, como símbolo de celebración religiosa y partido – aún en
sus minúsculas – en tanto asociación con la militancia concreta
o en cuanto a tomar una opción, por genérica que sea: y eso
destaca más, si cabe, la raíz orgánica y personalísima, egoísta,
de su felicidad.
Entonces, llegado el instante de la conciencia última, el poeta
conoce y reconoce su interioridad e intenta refugiarse en ella,
“Muy bien, pero mi oficio / fue / la plenitud del alma: / un ay
del goce que te corta el aire, / un suspiro de planta derribada /
o lo cuantitativo de la acción”. Obsérvese que ese “muy bien” es
un verdadero adversario de la desgracia humana previamente
encarnada en la viuda hasta el hijo del minero, dado que define
su “oficio” como la plenitud del alma y en donde ese oficio
no es – sencillamente – la poesía, sino el goce al extremo de
cortar el aire. Aún más, dicha plenitud de alma se configura en
lo cuantitativo de la acción, no necesariamente en la condición
cualitativa de ella. Repárese en la profundidad de eso, toda vez
que estamos tratando de un poeta que por sus opciones sociales
y políticas debe conocer el lenguaje de las dialécticas: sostiene
su vida en el suceder – acumulado – más que en la dirección
finalista de las intenciones.
El final del poema es proverbialmente hermoso y revelador, “Me
gustaba crecer con la mañana, / esponjarme en el sol, a plena
dicha / de sol, de sal, de luz marina y ola, / y en ese desarrollo
de la espuma / fundó mi corazón su movimiento: / crecer con el
profundo paroxismo / y morir derramándose en la arena”.
Un ambiente de dicha y melancolía gravita; el poeta habla ya en
tiempo pasado, cuando todo es irremediable y la personalidad
está formada: entonces podemos verle su corazón sensual,
preparado para el paroxismo del goce – hasta lo sexual incluso
- y sobre el cual se yergue su verdadero ser, un ser que ha
incluido al romántico y al niño, el que restó en los abandonos.
Una vida sensual y un extenso yo (in)discriminado, apto para sí,
perplejo ante los otros, encerrado en un egoísmo autopreservado
y notable... por momentos brutalmente exquisito. Sí, hecho para
el goce: temeroso del dolor, al que puso distante y a distancia.
Lo suyo es el alejamiento allí. Todo el poema, todo el libro, en
verdad, es el esfuerzo del niño por volver, el que busca en la
primavera simbólica que es octubre la promesa (inocente) de la
plenitud.
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destacado
Simplemente ¡inolvidable!
Fotografía: Paola Ruz Del Canto
E
l jueves 5 de julio de 2007
será para nosotros una fecha
inolvidable. Presentamos nuestro
“Número Uno del Tercer Año”,
en un acto en la sala Andrés
Bello del Centro de Extensión de la
Universidad del Bío-Bío, en Chillán. Y nos
consideramos afortunados porque en
dicha ocasión no estuvimos solos. Más de
un centenar de personas acudió a la cita,
llenando la sala y expresándonos al final
una felicitación sincera y emotiva.
El Gobernador de Ñuble, Ignacio Marín
Correa; la Directora Regional de la Cultura
y las Artes, Lucy Neira, junto a Elicia
Herrera, entregaron espontáneamente
sus saludos y compartieron con nuestro
Director General, Raúl Andrés San Martín
Geisse; con el abogado y ex Alcalde
chillanense, Eduardo Contreras Mella; con
el eximio guitarrista Patricio Henríquez; y
con el pintor Luis Guzmán Molina; todos
protagonistas de un acto necesario.
Nuestro Director General hizo una
descripción de cómo nació Hatuey y cómo
ha sido nuestra andadura en estos 25
meses de vida. Fue una charla coloquial,
sencilla, apoyada en proyecciones donde
18
se vieron y vivieron las portadas de una
revista cultural que poco a poco se va
imponiendo en la provincia.
La sorpresa vino a continuación, porque
en nuestro Consejo de Redacción
planeamos rendir un homenaje no
anunciado a Carlos René Ibacache,
académico y permanente colaborador
de nuestras páginas. Una persona
entrañable, un verdadero amigo-sabio,
que aporta conocimientos y sencillez en
cada línea de sus escritos.
Más adelante, el prestigiado abogado
chillanense, de trascendencia
internacional, Eduardo Contreras Mella,
presentó oficialmente en nuestra ciudad
su libro “El Desaforado”. Su intervención,
culta y repleta de datos, fue escuchada
con una atención inmaculada que sólo fue
rota al final con un prolongado aplauso
admirativo.
Y subió al escenario la música, muy bien
representada por el guitarrista clásico
Patricio Henríquez. Su virtuosismo,
reconocido en el mundo de la cultura de
nuestra región, también fue premiado al
final con un aplauso prolongado y también
Hatuey, revista de la cultura y el arte de Ñuble.
con citas de los oradores.
El final del acto estuvo marcado por el
color de la emoción: se proyectó el video
con la obra de Luis Guzmán Molina y con
comentarios de eminentes personajes
que dan lustre a la cultura de nuestra
provincia y del país. Fue tal la emotividad
causada por un trabajo audiovisual
del máximo nivel, que el gran pintor
chillanense no pudo casi articular palabras
para agradecer el justo homenaje.
Tras la “foto de familia” de quienes
hacemos desinteresadamente Hatuey,
un Vino de Honor fue el brindis más que
adecuado para aclarar las gargantas, tras
tanta emoción vivida.
Finalmente, la Dirección de la Revista
quiere agradecer a través de estas
páginas la gentileza del Centro de
Extensión de la UBB, que dirige Ninón
Jegó; a su personal auxiliar que estuvo
siempre atento a cualquier circunstancia;
a quienes nos acompañaron en esta cita
y a la veintena de personas que nos
enviaron desde distantes puntos de todo
el mundo, mensajes cargados de afecto y
estímulo.
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artista de portada
Haydée Concha Sanhueza
Texto: Miguel Ángel San Martín ([email protected])
Fotografía: Paola Ruz
S
“
oy pintora emergente”, me dice con una sonrisa
ingenua. Me deja pensativo y, ante mis dudas, le
pregunto en forma de leve discrepancia: “¿Emergente…
por qué? ¿Acaso un pintor deja de aprender algún día?
¿Acaso en cada obra no se aprende algo nuevo?”… Entonces me
asiente, dándome la razón con una amplia sonrisa.
Personalmente, no creo en aquello de ponerle apellidos al talento
de un pintor. Y menos cuando estoy frente a Haydée Concha
Sanhueza, que ha perfeccionado sus virtudes artísticas con
Carmen Luz Concha, en pintura decorativa; con Mabeth Acuña,
Esperanza Herrán, Patricia Alcayaga y Benjamín Escalona, en
óleo; y con el propio Escalona en dibujo y pastel. O sea, buenos
guías para una artista con dotes especiales para transformar
realidades en colores de indudable belleza plástica.
Es expresionista en su arte y sencilla en su humanidad.
Porque ambas cosas son notables en esta mujer que comparte
esfuerzos culturales en el desarrollo cultural de nuestra ciudad.
Participa en exposiciones colectivas y se siente muy a gusto
compartiendo espacios, en especial, con Marta Argo Eyzaguirre
y con Teresa Caridi Vásquez. Solamente ahora va a responder
afirmativamente a las peticiones de un salón de Santiago para
montar una exposición individual. Es que sus obras gustan y
mucho. Seguramente será porque pinta con sentimiento, con el
alma inspirada, con vista honrada y profunda. Por eso trasciende
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Hatuey, revista de la cultura y el arte de Ñuble.
su trabajo más allá de la provincia para ser vista también ahora
en la capital.
Haydée Concha tiene inquietudes de grupo, de sociedad. Es así
como igualmente empuja el carro del rescate del patrimonio
arquitectónico tradicional de Ñuble y en 2004 inscribe su nombre
en artes visuales con tal objetivo. Y lanza su mirada de mujer,
este mismo año, en un proyecto del Valle del Itata. Además, se
sumerge en la misma dirección para rescatar la arquitectura y la
cultura del Chillán antiguo.
Todo lo cuenta con simpleza, con una sonrisa cautivadora que
deja entrever un gramo de timidez. Sus manos son también
bellas y pienso que es por eso que los pinceles miman los colores
y se deslizan por la tela con delicadeza, con definida ternura.
Pero ella busca el anonimato en los rincones insospechados de
su hogar o compartiendo el taller que une en Corporación a las
Mujeres por el Arte. No logra su objetivo: no puede ser anónima
su obra ni emergente su talento. Ni nosotros lo vamos a permitir,
por lo que la llevamos en portada como ejemplo para otros
talentos que surgen por doquier en este Chillán tendido sobre el
valle verde de nuestro Chile.
(Cautivada también por el halo de serena belleza que se respira
en el ambiente, Paola Ruz, nuestra fotógrafa, sigue captando
imágenes de la artista y de su obra).
guia profesional
Año 3/ número 26 /Julio 2007
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participamos
Realizado el viernes 29 de junio:
Deslumbrante Concierto de
Patricio Henríquez en Sala Schäfer
El chillenense demostró estar en su mejor nivel musical
Con una Sala Schäfer llena de tope a tope, el eximio guitarrista local, Patricio Henríquez, deleító a los asistentes del concierto que
ofreció en Sala Schäfer de Extensión UBB en la tarde del viernes 29. El músico demostró que está en su mejor nivel, llevando
a cabo un recorrido musical que abarcó ritmos latinoamericanos contemporáneos, baladas frances, y culminando con una
brillante interpretación de la opereta de tango compuesta por el legendario compositor argentino Astor Piazzolla. Al término de su
presentación, Henríquez fue largamente ovacionado por el público.
hatuey en el mundo
Sonia López chilena residente en Canadá, en el estadio de
Edmonton, sede del recientemente finalizado Mundial Juvenil de
Fútbol Sub 20.
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Hatuey, revista de la cultura y el arte de Ñuble.
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