Subido por dinorath.ps

Espacio y Política-H.Lefebvre

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Henri Lefebvre
ESPACIO
EL DERECHO
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POLíTICA
A LA CIUDAD, II
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ediciones península @
Sumario
Introducción.
E¡" especro
5
23
RBPLUXTONN,S SOBRE
La ctuuer Y Lo
43
LA POLÍTICA DEL ESPACIO
63
URBANo
Excrls v l.r uropf,l
73
Lts rusrrrucroNns DE LA socrEDAD
El espagio, la producción
mía política del espacio .
L
II.
III.
(Pos'rgc¡tolÓctcR>
del espacio, la
$
93
93
Crisis de la economía poiítica '
La promoción de lo inmobiliario y la converiión en bienes muebles del espacio
94
Ln SUNCUNSfE Y EL
t
econo-
lntroducción
IV. Hacia la economla política del
V. La producción del esPacio .
Ll
89
CLASE OBRERA
ESPACIO
Y EL
ESPACIO
espacio
98
103
119
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145
La edició_n original francesa fue publicada por Editions Anthropos, de Paris, con el tftulo Espáce et pot¡tique. Le droit d la
ville, II. @ Editions Anthropos, t922.
lntroducción
f,Saiucción de Jrxr¡¡n Mws oe Lr¡nds y Jerur LrmÁs Grncfr
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8?$[f $
r rurudo un texto aspira a tener un alcance teórico y
sl mismo, es que el autor ha pro,, ,lr¡lr, ¡rreviamente a un recorte'montaje, atribuyéndose
,r,,,r t,,u i'cla de un <campo> que trata de delimitar ¡Operar i,rr rk' apropiación privativa asaz tosca, siempre sospe,l¡,'',.r, :u,ln cuando usual y considerada como legítima
¡rir. ,tt) (lrrc la propieclad privada se hace extensiva a las
irlr.r'. y:rl saber! Más de un científico debería disculparse
1,,,r ,.1 ¡ucro hecho de haber colocado una cerca alrededor
jrrrclín para poderlo cultivar a su antojo. Por lo
iirr, r(",¡)('cta a esta obra, el autor ruega se le disculue
,1, l,r,lr):r que ninguno de los artículos recopilados en este
r,,lr¡¡ncrt ¡rucde ser aquilatado debidamente si no se tienen
r r ¡ ur'rlir otros trabajos publicados: sobre la vida cotidiarr,r .,,,1,rr" cl espacio, sobre los diversos oderechos" (el
,1,
',,lr,, ;r la ciudad, el derecho a la diferencia), sobre la
,t r'r,i,lrlt i<5n de las relaciones (sociales) de producción,
,¡rrr' ¡rrr.:lcnde bastarse a
¡ l' ¡ lr'1,t.
| .''. rrrvcsl.igaciones que atañen a la ciudad y a lo urba-
ri' rr,'r r('nl;lcn a aquellas que conciernen el espacio y que
- ,,,r ,,l,jcto de una próxima obra (que será publicada
i.,rf ,, , I tílrrlo: La production de l'espace). Esa teoría del
:r, r¡ r,¡
',.r'ial abarca por una parte el análisis crítico
de
,, rl,,l.rrl rrrl'lana y, por otra, el de la vida cotidiana; en
,l, r¡, l, t'oticliano y lo urbano, vinculados de forma inl.*
Cubierta de Jordi Fornas.
Primera edición: abril de 197ó.
Propiedad de esta edición (incluyendo la traducción v el diseño
de la cubierta): Edicions ó2 sla., Provenza 2?8, Barcélona-8.
Impreso en RIGSA, Constitución 19, Barcelona.
Depósito Legal: B. 13.127 -1976.
ISBN:
8+297-1182-t.
!¡ ,,l,rl'lr'. :r la par producto.'; y producción, ocupan un esf i" ',r i;¡l J'1'¡¿¡¿do a través deellos e inversamente. El
=. ,l¡.r'. .,lr;u'cír el coniunto de las actividades práctico¡,,1,.., lr:rlrirla cuenta de que se intrincan en un espacio
,,,¡,1, ¡,'. rn'l)rno y cotidiano, garantizando, hasta cierto
1,, r,'rrroclucción de las relaciones de producción
,,,r¡,',, ,;oci¿rles). A través de ese espacio actual, de su
!!
crltica y de su conocimiento se alcanzan lo global y la
<
síntesis
>.
Un conjunto en el cual cada ..artículoo contiene una
y que atañe, hasta cierto nivel, a determi"especificidadu,
nado aspecto o elemento, se estructura de esta suerte. Ese
conjunto no tiene nada que ver con un sistema o una
<slntesis> en el sentido clásico de la palabra, a pesar de la
conexión de sus elementos y aspectos. ¿Su sentido? ¿Su
meta? No es el de mostrar una coherencia o cohesión. sino
de buscar, por tanteos sucesivos, dónde puede situarse en
el espacio y el üempo, el punto de no-regraso y de no-re'
culso a escala no de individuos o de grupos, sino global.
Ese momento no depende ya más del pensarniento historial o de una teoría clásica de las crisis; no por esto dejaría de ser menos crucial: metamorfosis o autodestrucción (lo uno no excluyendo lo otro). Sería el momento en
el que cesaría la reproducción de las relaciones de pro
ducción existentes, bien sea que la degradación y la diso'
lución ganasen la partida, bien sea que se suscitasen nuevas relaciones, desplazando y reemplazando las antiguas.
La posibilidad de tal momento (perspectiva que no coincide exactamente con la teoría habitual de la Revolución)
define una hipótesis estratégica. No se trata de una certi'
dumbre bien sentada, de una certidumbre instituida de
manera positiva. No excluye otras posibilidades (la destrucción del planeta, por ejemplo).
Obsesionados por dicho momento, muchos son los
que procuran aplazarlo, ahuyentarlo, exorcizar mediante
la magia ideológica las imágenes evocadas. Se reúnen concilios para disertar sesudamente y mantener las represen'
taciones (ideológicas) que enmascaran los vencimientos
reales. En efecto, la contaminación, el medio ambiente,
la ecologla y los ecosistemas, el desarrollo y su finalidad,
fragmentan y disimulan los problemas del espacio. Otros,
en cambio, ansían un instante fatídico: desearían avivar
el paso del destino, oscureciéndolo lo más posible, nihilistas movidos por lo que ellos mismos denominan upulsión de muerteo. Quizá la elección más acertada, para una
reflexión que querrfa ser al mismo tiempo sapiencia y
6
;rcto, consiste en no ceder ante el catastrofismo, en de'
tlrrninar un punto de ataque, limitado pero bastante pTt
juego una táctica y una estrategia del
, r,.o, ponieodo
"t
¡rcrrsamiento.
Aquf, se procura no dramatizat
la situación, así como
t,,,,, ¡xrcó deidramat izarla esterilizándola. Cabe la posibilr,f ;rtl cle que el momento de noregreso se esté aproximan'
rlue haya que prepararse para su llegada. Hoy en día,
describir las fuer¿as de destrucción; ya no
(junio de 1972) Jeanr r{ ¡rtn, tál como lo escribe en oOpusu
t l.,,.''nce l^ambert, ni nombre ni rostro. Son S[stema, el
rrrr( (), cl de la negación y de la muerte bajo una apariencia
1,,',,ilivá, que socava la existencia propiamente dicha, has,,, ,',, ,* mismísimos cimientos. A veces, en medio de la
¡rr'';¡rcridad que conoce la Francia capitalista, le entran a
,,,,,, l1rr.u, de gritar: <¡Alarrna! [.a revolución o la muerr, ' 1-e cual no significa: uMuramos por la revolució-n-',
'.rr¡,, ¿rl contrariot ,.Si to queréis que muramos, haced la
l r',rlrrción pronto, de forma total.o Dicha revolución
¡rrrrrrrti¿rl y totut debería poner fin al Poder, a ese poder
,¡,,,'.l,,mina a los seres humanos y al ser del uhombren
'.irr llt'gar a dominar ninguna de las fuerzas que ernanan
,1, ,'ll,rs y se vuelven en contra de ellos: ¡ni la técnica,
,,, l.r <lcmografla, ni el espacio! ¿Sobre quién se ejerce,
que podrían apropiars-e de-esas fuer¡,r r,'.. ,' SobrJ aquellos
r ;r ,. r ¡r rt) se han tornado extrañas, de esas realidades letaleS.
tJ,, rlristc abuso de poder, pues siempre y por doquier el
l',,rk'r' ('omete abusos. La Revolución total debería poner
f
.r r'\(' poder abstracto, que tiene fama de utilizar deter'
'r
,!r!il.r(l()s medios con vistas a un fin desconocido, cuando,
,1, lr,'r lro, se ha convertido en su propia meta' Esa revolu, ¡,,r¡ lr' óondrfa fin, sustituyéndolo por los poderes, los
sv
wv'vvPcv de
!t concepto
lEaPruPrdLru¡r' El
y c¡c
ra reapropiación.
de la
,l'l¡ l,r
l,r ;tl)roplaClon
iación y
la
es
finalidad
revolucíón.
Su
'ti,t ¡'t sitín compleia eL de
poder
es
desestatal
,1, . i , r rt cir'¡n de lá polltica, pues todo
Contemplándolo más detenidamente, el primer
poder'
, ,1, t, I r v< ¡ 1*t. alcanzar es ante todo la limitación del
su tode
amenaza
la
t'.,, , 1,,¡,i,r.la resulta imprescindible
sus
limitar
dejó
Iglesia
no
r,rl rL".t|r¡cción. Asf es como la
,1,r,
\.¡r n() cs posible
-1
ambiciones más que ante el atelsmo amenazador y por
EI cientificismo, el tecnicismo no se arredran ante la crítica filosófica, sino ante el ocrrltismo, la magia. Los *derechoso necesarios, desde el habeas corpus hasta el derecho a Ia ciudad, ya no son suficientes. También hace falta
que lo urbano se haga amenazador.
Esa revolución total y planetaria, económica, demográfica, psíquica, cultural, etc., es, hoy por hoy, por excelencia, lo imposible-posible (¡la posibilidad, la necesidad y la
imposibilidad!). Nada más cercano, nada más urgente.
Nada más huidizo, nada más lejano. La idea de la revolución remite de lo mundial a la co5runtura, de lo total a la
práctica inmediata, es decir, a la existencia de una enorrne
mayoría, silenciosa o no, de personas que se adhieren al
presente y llegan hasta el extremo de aceptar el milenarismo, porque deja para más tarde la eventualidad de una
catástrofe. ¡ Después de nosotros, Ia nada ! Así pues, las
personas uconcernidasr, tal como se suele decir, titubean
entre el tono jovial del optimismo forzado y el nihilismo radical , aplazando los vencimientos.
En el centro, señalado aquí y allá, se halla Ia reproducción de las relaciones de producción, proceso que se desarrolla a la vista de todo el mundo, que se realiza en
toda actividad social, incluidas las más indiferentes en
apariencia (los ocios, la vida cotidiana, el hecho de vivir
y el habitat,la utilización del espacio) y que aún no ha
sido objeto de un estudio global. Dicho proceso era inherente a la práctica social y no era considerado como tal.
Lleva las de ganar (¿hasta cuando?) sobre las razones y
causas de disolución. Las parcelas recortadas en ese amplio "campo> por las especialidades
política,
-economía
sociología, democracia, etc.-, implicaban
lo global y lo
dejaban en la sombra, ángulo ciego. Aquí no se enclrentra el análisis crítico de Ia globalidad alcanzada de esta
suerte (que no se puede denominar <sistemao en el sentido usual del vocablo). Sin embargo, los artlculos reco"
pilados en esta obra no se refieren a aspectos de menor
importancia, aun cuando sean parciales, del proceso glo
bal. Ofrecen diversas etapas del descubrimiento. Se inser-
é1.
I
t,rn. con una especificidad ya mencionada, en el conjunto
frririco y en la realidad captada de forma crítica.
l:l hecho de vivir no se reduce a una función asignal,l,', :rislable y localizable, el habitat, más que a tltulo de
rrrr.r ¡rr'/rctica de la que El derecho a Ia ciudad determinó
l,¡'. r;rzones (ler. volumen). El lector volverá a encontrar
¡rilrrí ('stas razones, reconsideradas, quizás aún más ahon,l;¡,1.r:;: la acción de la burocracia estatal, la distribución
,l''l r':;¡racio según las exigencias del sistema de producción
1, .r¡ritllista), es decir, de la reproducción de las relaciones
rl' l)r'o(lucción. Aparecerá un aspecto importante, quizás
,'., rr, i;rl, de esa práctica: la fragmentación del espacio
¡,,,r.r trr venta y la compra (el intercambio), en franca contr;r,lit t'i(¡n con la capacidad técnica y cientlfica de la pro
,lrr, I r(,rr clel espacio social a escala planetaria. Consecuenl' ¡'( nl(', se podrá encontrar aquí el análisis crítico de un
1,r,,, ,'rlir¡licnto corriente y desastroso. Se hacen correspon,1, r trunlLlalmente (punto por punto) las necesidades, las
,rr¡ ¡{)n('s, los lugares, los objetivos sociales, en un espa, i' r,rnSi(lcrado supuestamente neutro, indiferente, objer ir , r ( inoccntemente) ; tras lo cual, se establecen lazos
evi'1, ruurin. Procedimiento que conserva una relación
( ou la fragmentación del espacio social jamás mar,rr
'l¡
rril, ,r.rtl:r como tal, la teoría de la correspondencia puntual
¡,rrrrr l,rs términos (funciones, necesidades, objetivos, lu!:,r, .) .lt'sc:rnboca en proyectos que parecen claros y corrr, r,). rlcbido a que son fruto de proyecciones visuales
,=,,1,r, , f ¡rapcl y sobre el plano de un espacio trucado ya
,1, ,l' rrn ¡rrincipio. La fragmentación se traduce por un
.,,,1r..r.. r'r'róneo, no crítico, que se cree preciso por ser
,, ,¡,¡l.,lt' Ios lugares y localizaciones. Un análisis llevado
r,¡.¡ i l,urrl<l y, sobre todo, más concreto, modifica pará¡¡,, rr¡'. ,¡rrt' parecían positivos, .,roperatorioso; y que lo
=,.,, ,1, utr'() cle determinado .encuadre¡. Dicho análisis
l. r,, ¡., unir operación verdaderamente específica. No se
¡, ¡l r rl,' l,,,'uliz.ar en el espacio preexistente una necesi'
.!...1 ,' ,rrrrr f rrnción, sino, al contrario, de espaciolizar una
- !tr r¡i.r,l ,,ot'ial, vinculada a una práctica en su conjunto,
¡.,...!¡t, ¡¡ ,/,/r) ult espacio apropiado.
¿Qué es, pues, /a arquitectura? Hace ya mucho tiempo que se discute a este respecto: desde que el arquitecto
existe, por tanto la arquitectura como oficio, en la división del trabajo. ¿Acaso un arte? Esta definición ya no
es más que del agrado de aquellos que gustan de übujar
fachadas, que se obstinan en esmerarse en las molduras,
en repartir sabiamente los materiales y en esculpir alfno-
niosamente determinados volúmenes. Los hay. ¿Acaso una
técnica? En tal caso, el ingeniero suplanta al arqui.tecto,
ingeniero del hormigón o especialista en vertederos. ¿Acaso una ciencia? En tal hipótesis, sería menester elaborar
una método-lógica, una epistemología, vrL corpus doctrinal. Ahora bien, la esterilidad de dicha hipétesis resulta
evidente. Suponiendo que se pruebe, ese corpus se bastará a sí mismo, sin ninguna otra eficacia más que su
transmisión. La arquitectura no puede concebirse ya más
que como una práctica social que figura con otras muchas
(por ejemplo, la medicina) en el conjunto práctico que
ileva y que soporta la sociedad actual (el sistema de producción), correlación por discernir. El médico recurre a
varias ciencias, quizás a todas, y utiliza múltiples técnicas. La medicina no puede, por tanto, constituir una ciencia particularizada, específica, puesto que recurre a conocimientos de física, de biología, de fisiología, de matemáticas, al igual que a los de scmiología y sociología.
Abarca numerosas especialidades. Se extiende por un lado
hacia la dietética, la higiene, el control de las actividades
más onormales, tales como el deporte y la medicina preventiva, y, por otro, hacia la medicina llamada mental, lo
que no viene a simplificar para nada la cuestión. El médico utiliza consciente o inconscientemente conceptos muy
generales que tienen relación muy directa con la filosofía: lo norrnai y lo anormal, la salucl y la enfermedad, el
equilibrio y el desequilibrio, el sistema (nervioso, glandular, etc.). Esos conceptos justifican una reflexión teó
rica y, sin embargo, parece difícil y de poca utilidad una
epistemologfa médica. Los médicos dudan entre la utilización de las computadoras para analizar los datos obtenidos, y el uolfato" del ornnidocto que conoce perso10
n¡¡lrncnte a sus pacientes; sea cual sea el camino que es,,,¡:r, el médico no limita fácilmente su saber a una es¡x'r irrlidad muy concreta; no obstante, casi siempre se
r'.¡rt't:ializa y ello cadavez más; si bien parcela su .,catn¡,,r" 1lg experimentación y de aplicación, no tiene más rerrr.tlit¡ que restituir lo global, el cuerpo, el organismo, la
r¡ l.rción con el <medio), la unidad viviente del ser hunr,ur() cn sociedad. E, inversamente. Finalmente, ¿quién
,lrr,r r¡ue la medicina y los médicos no se ven sometidos
t,,,r.r r¡ada a la inlluencia del capitalismo? No cabe la
iur'n{}¡' duda de que existe una práctica médica capitalista
no capitalista, <socialo o osocializadar. Sin eml,,rrlr, cn tanto que práctica, la medicina ha precedido al
, ,r¡rrt;rlismo; se prolongará después de éste, sea cual sea
.r lnr, No es seguro que las relaciones de producción cal,rt.rlr,t:rs estimulen la investigación y la eficacia médicas,
¡r¡rr¡r,r.rrionándoles el impulso y la orientación adecuados;
t:unpu('() t:s seguro que dichas relaciones los frene. Espe, i rlr¡rcntc, según parece, la biología y la bioquímica están
,lrr,l,r l)irsos agigantados, no sin sumar a una lista de
,,rr! r¡.r./.:r:.; ya impresionante otros riesgos, otras inquietu,1, ., , rtros vencimientos. ¿En qué forma puede la medicina
',r .rr.r'r s!: a esa influencia, hallar mejores sistemas de inrr ,tr¡,,rt i<in y de acción? La cuestión se plantea, con ma'¡¡'r ,¡ ilr('llor lucidez. La respuesta queda en el terreno de
l, rr, ¡,¡rt lclo, las soluciones no son nada evidentes.
I trr
(' tiurto sucede con el arquitecto y la arquitectura.
.rr¡rrrt'sl{), la práctica de la arquitectura data de mu,rrrtr'., tlcl capitalismo. Se sometía por aquellos enton'
rt,¡¡1¡l que el urbanismo del que no se distinguía)
,,r,k'ncs de los déspotas ilustrados (más o menos).
ll ,ir,turl('( t(), tan artista como sabio, aceptaba una imi'..¡ | ¡¡rtr" lt:rsc: la monumentalidad, la importancia del edi!¡ i,, r, lr¡,roso o polltico y su prioridad con respecto a sus
,i,,lr' ,,n(':\ dc habitabilidad. Al llegar la era industrial,
l.r .,r,¡rrt('r'lura se sacude esos constreñimientos religio=.¡. ', l,,,lrtit'os, pero los resultados dejan bastante que de=,.r¡ ( ,r(' ('n la ideología, la de las funciones empobreci-
r.rl
,
l1
das; lu ac la.s cstructuras homogéneas, la de
las formas
l'rf¿rs c irrr¡rc'sonarer.-Hoy
dia]-áespués de las revolut:irr¡e.s co'secuencia de Iá "n
era ináustrial, la arq,ri,".r""^
a [rt¡r'da difi cultosamente la era
urbana. nl' a.q.riÉ.i;,-*;_
bién.é1, se ve-obligado a recurrir u todu,
I".;i;;;;;;,;;_
temáticas, informática, física, química,
economía política,
incluso semiolosía,. psicología y so"iotogíu.
Al-;ñ;i;"
el médico, aieuiGcto- tiJne !rl"
en juego roda
9l
lor,",
una sapiencia enciclopédica; y, .ir, é_Uurgo,
il;ilil.
queda neramente circunscrita, ii_ituau
;;;1"d".-;;;;.
Su profesión queda mal definida entre L
a" irrg"ri;;;;
la de dibujante; te cuesta traba:o-hai;;
;;
i"!"r'""ir;
los.promotores, los usuarios, los financieros,
las autoridades. si bien tiene una actividad específica
dentro de ra
división del trabajo (social),
p."h""to ¿" ai.fro-i.u_
"t También ei
bajo no queda bien especificado.
¿irp""""al
algunos conceptos muy generales (inventariados
con sumc)
cuidado: la escala, lás-propor"ior"r,
o.p.rtiáá,r,-;;;.)
que justifican una reflexión que linda.o"
"f U nto.rii", p"ró
que no se bastan a-sí mismos, ni basran
para constituir
un cuerpo doctrinal. Finalmente, Ia arquitectura
difiere
de Ia pintura, de la esculturu, d" i* urtes,
en el hecho de
que estas últimas no se relacionan cori
ia pra.ti.u-.o"ü
más que de forma indirecta y a través d; _"ái""i;;;;
mientras que el arquitecto y Ia arquitectura
ao.r."rrru,
una relación inmediata con él hechode habitar
q.u.e acto social, teniendo la
construcción como"rriu"Jo
."uliru_
cron practtca.
El arquitecto, productor de- espacio (pero, nunca solo)
un espacio específico. y
primera provi_
:1|l?^t?Pre
crencla,
tiene ante é1, bajo-sus ojos, "o*o
_"rá de dibujo, su
hoja en blanco. El enceiadgr p"i.úp*rto,
".,
no ejerce efec_
tos demasiado diferentes. Esa ho¡a de papel
aL ¿it"¡ár,
¿quién no la va a considerar
un-simple
por añadidura, como un fiel espejo?
"o*o Cuand^o, a"'frÉrfrá,
";;;n;;;
es engañoso y q,r.,^ui"-ás, esa
3f"^_":t"lo
per
en bla_nco es algo más y otra cosa que un espejo.
El ar_
quitecto la utiliza para tr_azar sus
u*áblo
f,loror,
q,r"
se debe contemplar en toda su fueÉa: superficie
pfrii",
ú.jr;;;;:
l2
.,obre la cual un lápiz más o menos ágtl y habilidoso traza
lrneas que el autof considera como la reprodrrcción-de las
mundo sensible, cuando, de hecho, dicha suurealr. Con'
¡rcrliiie impone un descifrado-recifrado de lo
n9 pug'
el
arquitecto
cree,
qtre
fácilmer¡te
i¡ uriamenté a lo
úc localiza, su pénsamiento y sus percelrciones sobre.Ia
¡¡rcsa de áiUtt¡o, y visualizar las cosas (necesidades, funcioy pr?'
rrtrs, objeto s), proyectóndolas. Confunde proyección
urealu
v,'r:io sumido en una idealidad confusa, que él cree
t', incluso, rigurosamente concebida, dado que los procerlirnientos dJ cifrado-descifrado mediante el dibujo son
usuales y tradicionales; que, a partir de ese momento' es( ilpan a su influjo. I-a hoJa,-al alcance de la mano del dilrtrjante, bajo sus ojos, queda en blanco, tan blanca como
que ese espaqo
¡rlana. La considera como neutra, cree
de su Lápiz'
trazados
los
pasivamente
que
recibe
ncutro,
que
recibe las
afuera,
de
neutro
espácio
al
,',rrr"rpoitde
nplacosas, punto por punto, lugar por lugar' En cuanto al
papel'
¡¡er, no perrnanece inoceniemente sobre la hoja de
Sobre .i t"rr"to, el bulldozet realiza "planoso'
Y éste es el motivo por el cual el dibujo (y por éste
también se debe interpietar design) no es tan sólo una
prueba de habilidad, una técnica' Es asimismo una torma
i" ,"pr"r"ntación, in saber hacer estipulado, codificado'
pr. iá"to, un filtro, selectivo con respecto a contenidos'
climinando taÍ o cual parte de lo "realo, colmando a su
manera las lagunas del texto. Circunstancia agravante:
csa filtración va más allá de una especialización ideológica
pueo de la ideología de una especialidad' Dicha filtración
de significar iá ocultación de las aspiraciones sociales.
Diló"¿ "t un código? ¿Qué es un cifrado-descifrado?
rudimenou.ño, rápidamente-que aparte de algunos casos
íu.io" (et cOdigo de 1á carietera), un código no consiste en
de"reglas prefabricadas' Todo código define un
;;;ü"
espacio centrado, abriendo un horizonte en torno a un
teito (mensaje), desplegándolo y, c-onsecuentemente' cer;;J.i;, ""rr¿rrdolo.- Es-e texto puedg ser práctico sensible
y social, por tanto no siempre y forzosamente escrito"
comirambiérrlas imágenes se cifran y se descifran! La
(
r).sas,
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- , ';, ." e.
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d-U"l*
ifl,llflt$
.,,i ¡_
¡i FT
i]0tflf,ifiiiTÁtf$
13
plejidad de las operaciones que
llevan a cabo escapa al
entendimiento de l_os lecr"d;
rri,i.n.r"
ta del lenguaje
y de su producción escapa a los
iabtantes.
(en este caso. el delineaniüj
El .,ags¡1g,
el terreno de la orácüi;. ";;;;;;isando únicamenre
cuando, dc
i'ñi.i"'r$roau."
hecho, produce ! Se salta i*
ir,rlÁ"áiarios,
yendo
de un
resultado a otro. Todo.cifrad;;;;#"na
puesra en pers_
pectiva y la uproducción>
;;;;;:entido, que se sus.
tituye al texto en cuestión ""p""á.,V
bien sea valorizarlo.enriquécie"d;ú. b"i"r, ."u depreciarlo,
dad' EI cifrado-des"irruJá-i*püü,ir, b" ahí la ambigüeo efectos de
espejismo, pues la estructura
"r""to
formal-de
;;drr;;;;;
presenta más que
en el momento en que declinál"-;;
ru upuJ.ioo i"r sentido,
¡El co
i,l.j'r:k:,,.:r:TlT"..
digo formulado no pasa ya de
ser;;
ffi#i'?r?
dicen hoy en día los semiólogor
-a. sutiles, viene a ser
una \¡oz y una vía: a partir
del otexto, _del menrui"_
lray varias posibilidad"r,
"l*.i"13,'p"1"ür";i;#;
*á:,-Ui""'""ui"l;q";
un hilo. por tanro,
:]:uf1"rut1du{,
un
determinado
sobre
"rrabajo>
fr""Á":"fqr"J
proporciona sentido partiendo
¿" "j-t"*to de fr;ó;ni;;
Io que suscita
"rUlror,,ato.izaciones
y
"" T_o-*i""to
desvalorizaciones,
"o_lt""lo,
progresos q,re
se topan
";; con obstáculos,
con f ading. Cada .irru-ao
u
.rn esquema pro""n=aJu
esrudiado, abandonado
,i"mpre
al esüdo;e-;;_
lillr"-,
Dozo, que genera un sentido
entre otris muchos. La mano
tantea, eI lápiz duda. La mano
cree-reproducir cuando,
de hecho, r.ritit.rrr". Se pliega
a lás}an¿atos de una voz
que ordena, qtr" é"pr"rá r"?oü;;;r"*reta,
La vol y.la mano, el instrumenro, creyendo
l1l_ru.lu.,
creen <ex.
presar) (reproducir), c-uandó,
¿e. t."iro, actúan, cuando
(_producen>.i pero qué
el p.oJú"to á;;" trabajo no posee
Ias cualidades v las propiedade. qu"
ie atribuye el autor,
Está haciendo álgo áir"."ri- ¿.
ü
dice y cree hacer.
üue
Más de un buen delineante
cierta difi_
cultad en reconocerse en ese irónicL
"*p"=Jl"o,ará
retrato
de
su..vivido¡
profesional. Sin emb-argo,
evidente.
"f A;;j;-"omporta
et de
por
grafismos
dc
i::Ti,11:l_sso,
.una-sustitución
los
objetos y iobre toao,
áTHT:.'.X:
iLi,il
¿"1*;;;,ü
t4
r
f '(f\, l.c'to' y actos. El dibujo es reductor,
inciuso si no lo
r''. Pir'a el-dibujante, en el-transcurso
dó su a".iO". óo"
cl ,lt'sign,la forma significa Ia funciOn, y
a la estructura
v¿r r*¡ lc queda más que inco4rorar
en
una
materia trata-olu"ión
,l¡r rft: fo_*q provechosa,
<signifi.u.rt"_rilrri
lr,.¡rlor. La distancia que media
"* entre esos tres términos:
l¡r f r¡rrt:ión, Ia forma, la estructuru, q.r" permitió
antaño
'rrrr.rrlrs en una unidad orgánica y ,ro
lrl ,¡rrt:dado reducida. Los signos ae tos objetos
"iriUt, d";
"o;;;;.i
l";;;
'-rF,ir¡()s
de
signos,
a una vísualización cadávez más intleru
'f
.,r .rr l¿r que el llmite es alcanzado
cuando las inevitabies
fr¡rrr illu.s entran en escena, encargaüs
ude animar"
t'¡r,¡r¡. lisos inmóviles significantJs de la movilidad, "i"r_
á; lu
;r¡ tr'rrl.d,- atesüguan su
asesinato simbólic" il;;;;
;l
.rli'iento --cifradodescifrado- ocultándolo.'su nii,,t"u ('\ Ia de denunciarlo,
poniendo fin, de otu i""rt", u
rl,,'. ¡¡¡i¡1¡5: la expresión reirodtrcción-y
la creación *uru_
r illr',,.r.
r'r ' 'r
.r lcgibilidad pasa por ser una gran cualidad y
tal
pero se olvida fácilmente q". ird"
. rr¡rl¡,1;r<l liene su
contrapartida y sus defectos. 3"u
ér rr r'l r.ilrirdo utilizado,.la
Jegibilidad se paga a un ",rui
preall9: Ia pérdida.le.una pu.t. d"l;;t*:;"
,l'lj"ll
r.r
rrr(¡r rrr:rc¡ó,' o del contenido. Esa
mengua es inhérente
+l rrr,,r'nr.ricnto que, del caos de los hechoi
,""riUf"r,-r^""
*r ,.r ¡rrrrkr, sólo uno. I¿ em_ergencia de dicho,";;id;'q;i._
I
:1 :1
r','r,rci<in es real,
I'r,r l.¡ r..<f , a menudo muy finá y profusamente
enmaraña_
'l'i 'l¡ rl'rrclc ha salido Ia elaboiaóión. Acaba eliminánJoh
<l ,,'r¡'.¡¡uir otra cosa.-Exjste-, por
tanto y por doquier,
l+.¡,,".11¡11. trampa de la legibiiidad,
tanto más cuando
, l .rilrrilD, cn este caso
el arquitecto, cree estar total_
i+i¡
'l{ nnl)ucsto de la ocosan de la que ha partido, de_
'i¡ ,l lrrlro de morar. ¡Cuando, ¿e hechó, lo ha "s
susti_
*"i'1" | tl habitat r La regibilidad visuar
',,t
es aun *e"l.ui
, i ,'! r.r v rncjor
encep-ada (se debería decir:
, l, ¡iilrilidad gráfica, la de la escritura. encepadora)
,l :,
Ir
r¡'tI ¡,r,r1i1'¡¡s de una pobreza de expresión: f"aa fegiUil
de la reáun_
¡l.ii¡' i , | .r r ic¡ueza del texto y
del espacio en raras ocasio_
,' r,'rr ¡rarcjas con Ia legibilidad.
No existen poesÍa,
15
.'rf
ni arte algunos que obedezcan a ese sencillo criterio. En
último extremo, lo legible es lo blanco, ¡el más paupé.
rrimo de los textos !
Encepada y encepadora, la legibilidad disimula lo que
omite, omisión que puede detectar un <lectorr más aten
to,_analftico y crltico. La homología (homogeneidad) de
todos los espacios representados y plasmados sobre las
5rrperficies, ¿acaso no es la más eficaz de las ideologlas
reductoras? Ideologla sumamente útil para la reproducción de las relaciones sociales existentes, ¡trasladadas en
el espacio y en la reproductibilidad de los espacios !...
Cae por su propio peso el que semejante código ao
puede perrnanecer entre los estrechos límites de la destreza individual. Se convierte en cuestión de oficio. A este
justo tltulo, entra a formar parte del trabajo social y de
la división social del trabajo. por tanto, se transmite y se
difunde al propio tiempo que se perfecciona. Sertránsforma en tradición y en pedagogía. El código visuái, poco
o mal formulado como tal, ha sido la base de la enseñánza
del dibujo, de las bellas artes, de la arquitectura, durante largo tiempo. Aun cuando discutido, no ha" perüdo
toda influencia, se perpetúa como savoir-faire pedágógico,
el único con bases firmes (no úrricamente en Franóia-: en
Italia, igual proceso, y, probablemente, en otros países
también).
- El arquitecto no puede limitarse a dibujar y no puede
dejar de consultar oralmente (por medio de la paÍabra)
a los demás agentes de dicha producción, el espacio.
Y, ante todo, al usuario; pero también al burócrata, al
político, al financiero, y 4 un largo etcétera. Tanto es así,
que va cobrando cuerpo una tendencia que presenta al
arquitecto como a un (hombre de la palabra), y no ya
como a un hombre del dibujo, según rezaba la más pura
tradición. Tesis llena de interés incontrovertible, pues desestima la problemática general del espacio (de su producción) para no tener en cuenta más que, de una problemática particular, la de la arquitectura, el afán de legitimar
la profesión. Por lo demás, todo el mundo sabe que tanto
para el usuario como para el argui.tecto, ni los
"signifi-
I rllrl('s)),
r
ni los usignificadosu, ni sus concatenaciones coin-
trlt'n.
l,rt problemática general del espacio exige que se aborrl''¡r rlc otra fürma las cuestiones específicas, por ejemplo
Lr rk' la profesión. La subordina a las cuestiones general'',. ltcchaza de plano la incompatibilidad entre el arquiIr ( to y el urbanista. Dado que comparten el espacio, que
l,r r'ol[psrten con los demás (agentes)), incluidos entre
,',tr¡s los propietarios, 1o dividen, lo parcelan, cada uno a
'.u nlanera; y a partir de ese momento, la fragmentación
¡,u ('ce teóricamente justificada. A cada uno de ellos cor rr'spoflde su esfera de influencia, su grado de intervenl,rr. S.Sí las cosas, lo global se difumina, desaparece. Cada
rrrlo de ellos opera en un espacio abstracto, dentro de su
¡,,rra de influencia, a escala suya, el arquitecto en lo mi, r,r y el urbanista en lo macro. Cuando el problema, hoy
clía, consiste en superar esas fragmentaciones, dados
'rr
l,,s resultados desastrosos alcanzados; consiste, por con',i¡ltriente, en determinar el punto de unión, la articula, irin de esos dos .niveleso, 1o micro y lo macro, la orderr;rción cercana y la ordenación lejana, la adyacencia y la
,,¡rnunicación,
¿No sería precisamente a esa escala que, hoy en día,
¡'rrcde intervenir el pensamiento y situarse la invención?
lrrr un plano inferior, el del inmueble, todo ha sido dicho,
rt:clicho, desmenuzado, El nivel superior corresponde, por
r'l momento, a los constructores de autopistas, a los in;'t'nieros dedicados a la estructuración de las redes viales.
licl esffcio urbano, harto complejo, apenas si se ha inir i¿rdo la exploración; aún es demasiado pronto para que
lrrs conceptos aplicados sean operativos. No pocas invesligaciones acaban naufragando en el gigantismo al engrosur o engrandecer en demasía el inmueble (Soleri, Aldo
llossi, etc.). La mayoría de los arquitectos hoy en día céIcbres no han roto con la concepción de la monumentalidad. Tratan de hallar un compromiso entre el monurnento y el edificio. Otros, en cambio, dispersan en unidarlcs efímeras, en átr¡mos y flujos de viviendas, el espacio
social. Es a un nivel intermedio donde se sitúa lo que se
t6
17
¡rcs12E2
puede idear y proyectar. Fieles testigos de este hecho
lo
constituyen los proyectos y las inveitigaciones de Constant, de Ricardo Bofill, los trabajos de-Mario Gaviria en
F.spaña, etc. El niv-el inferio, p,r"á"
situarse en el pueblo,
el barrio. El nivel (macro)) es el de lo urbano.^ gntr.
ambos conc_eptos, como punto de partida, tu pobta"iár,
n.a¡a l.a cual se podría intentar, aciualmente, la producción de un espacio apropiado se hallaría
üs dl"z
y los veinte mil habitantes. y esto, por el momento,
"ntre
¡
tanto que etapa! A esa escala, el uderecho a la ciudadu
"n
puede intervenir de forma operativa y estimular la
investigación.
, iQuién puede aún extrañarse de que.el urbanismo no
hay-a podido aún erigirse ni en ciencia ni en práctica y
3o l-raVa logrado más que .instituirser, (a conv:ertirse ei
institución), expandiendo en torno suyo espesas nubes
ideológicas? El urbanismo sólo podía húerarü de ra ideología imperante y constreñidoiu ,"crr..iendo u r'r., p"nsamiento crÍtico sumamente despierto; ahora bien, dicho
pensamiento crítico, tras algunos momentos de esperanzas que muy pronto quedaron frustradas (de esto hace
unos quince años aproximadamente), no ha podido más
que volverse en contra del urbanismo.
Si bien es verdad que los vocablos y conceptos: ociud3{",-..urbanorr, (espacio}, correspondér, u .rriu realidJ
global (que no_puede llegar a confundirse con ninguno de
los niveles definidos anteriormente) y no reflejari un aspecto de menor importancia de la realidad ,oóiul, el de_
recho a la ciudad se refiere a la globalidad así upú"tu¿á.
Por supuesto, no se trata de ur derecho natural, ni si_
quiera contractual. En términos tan <positivos,> como es
posible expresarlo, significa el derecho te ros ciudadanos ciudadanos urbanos, y-de los grupos que ellos constituyen
(sobre la base de las relacionei socialei) a figurar
toáu,
"" je
las redes,y circuitos de comunicación, de iriforma.i¿",
intercambios. Lo cual no depende ni de una ideológía
urbanística, ni de una intervención arquitectural, sñro
de una glidad o propiedad esencial del éspacio r"r.Luro,
la centralidad. No se puede llegar a forjai una realidad
18
y en demás publicaciones, sin la
cncia de un centro: sin un agrupamicnto de todo
' r,rnlo puede nacer en el espacio y producirse en é1, sin
, n, ucntro actual o posible de toclos los
"objetos) y (surrrlr;rnír, afirmamos aquí
¡ rr,,f
l'lrl:;>.
l:l hecho de excluir de lo uurbano)) grupos, clases o
irrtlividuos, viene a ser como excluirlos también de la
, rlilización, si no de la sociedad. El derecho a la ciudad
l, ¡'itirna el rechazo a dejarse apartar de la realidad url,.ru:r por una organización discriminatoria, segregativa.
I ',,' derecho del ciudadano (si de esta forma se quiere
r \l)r'csar: del ohombren) proclama la crisis inevitable de
1,,,, cs¡1... basados en la segregación y estableciéndolo:
' r'nlros de decisión, de riqueza, de poder, de información,
rl¡' t'onociÍliento, que rechazan hacia los espacios perifér r{ ()s a todos aquellos que no tienen participación en
l,r'; privilegios políticos. Estipula igualmente el derecho
,r ¡'oclerse encontrar y reunir; lugares y objetos deben res¡',rrrder a determinadas "necesidadesu por lo general no
llniclas en cuenta, a determinadas ufuncioneso menospre, r.rrlas y, por cierto, transfuncionales: la onecesidad" de
virla" social y de un centro, la necesidad y la función lú,licas, la función simbólica del espacio (rayanas con aquello que se encuentra de una parte y otra de las funciones
r r¡ecesidades clasificadas, con aquello que no puede ob¡r'tivarSe como tal por ser rasgo caracteristico de nuestros tiempos, que da pie por ese mismo hecho a la retórica
v <1ue únicamente los poetas pueden llamar por su nomI'rc: el deseo).
El derecho a la ciudad significa, por tanto, la consti-
lución o Ia reconstitución de una unidad espacio-tempor;rl, de una unión en vez de una fragmentación. No elimi,r:r en absoluto las confrontaciones y las luchas. ¡Muy al
, r¡ntrario! Dicha unidad podría adoptar üferentes nomlrrcs según las ideologías: el (sujeto) (individual y coIt'ctivo) dentro de una morfologia externa que Ie permit;r afirmar su interioridad; la realuación (de sí mismo, del
.,ser>); la vida; el binomio useguridad-dicha", ya defirriclo por Aristóteles en tanto que finalidad y sentido de
19
la polis, En toclos esos casos, bajo
--v¡¡.vr vu, ruo
rr¡uS(rl(r5 han
lr¡irr anuncl
anunciaál
irg-bJ"r, los filósofbs
toclc¡s esos cliver
i-.otumbrado
lejos la reconstitución de lo que.ha sido
fragmentado, di.
sociado, diseminado, a tod.o l; i";;"-;;fhi;ffi;rJáai,
Aun cuando han sabido definir la "meta, t u'
a"t"r*irrááo
erróneamente sus condiciotrc.s, algunas
de las ."ul;;-;;;
políticas (implicando dentro á" ii;h; término
ru .riti.u
de toda política) y otras son morfológicas, espacio_tem.
porales.
El derecho a la ciudad formulado de
plica y aplica un conocimiento que no seesta guisa im.
define como
..ciencia, del espaciou (ecología, geopolÍtic",
;;;;;;;;
como conocimientó cte una irorlu,""¡Jr,-ii
:::é:::1)f,:ino
del espacio.
!n lo¡ tiempos de Karl Marx, la ciencia económica
naufragaba en Ia
-enumeraci ón, la descripción, la contabilización de los objetos
proar"iáár. rart-tvtarx ,;.;it";;
el estudio de las cosas por el análisis crítico
de la actividad productora de las cosas. Tomando como p""iá--¿l
partida los estuclios de los grandes economistai
Ricardo) y sumando a éstos el análisis crítico 1S*lth,
dej sistema de producción (capitalista), elevó los conocimientos
a un nivel superior. Hoy en día, se impone una postura
análoga en lo que concierne al espacio.
La ciencia del espacio se busca vanamente a si
misma
desde hace ya mu.ho, años. No
encontrarse. Se
dispersa-y se pierde en consideraciones
"orr.'igr"diversas
que€n el espacio se puede hallar (los objeto., ,ob;; i;
il;;r;;
o sobre el espacio abstracto (limpio de oü;"tos,
P., el mejor de los casos, dicLa investigación;;";;;íj
describe
lo).
rragmentos de espacio, más o menos repletos.
Esas des_
cripciones de fragmentos son ellas mismas,
a su vez, fragmentadas,, según los encasillamientos de las
pecializadas (geografía, historia, demografí., "ien"ias e!_
r;;i;i;gi;,
antropología, etc...). Semejante *cienóiao Á" airp"ira,
recortes v en representaciones del espacio, sin
lllil en
Iregar
.¡amás a descubrir un pensamiento que reconozca,
(cf. Filosofía rtel Dericha,,";. lSlj
l?trerenrse
::l: dice,Hegel
ar
a la economía política, los principios del en20
d
llurlilniento que reina en un campo, en medio de la masa
tll¡nita de los detalles.
l)c esa diferencia existente entre rciencia del espacio,>
1' , orrocimiento de la producción del espacio, tanto-su al|,ur((: como su sentido vendrán indicados en otra obra.
lr,' .rlrí la referencia mencionada anteriormente y, por su¡rrr.sto, reiteramos nuestro ruego de que nos discllpe el
l,.r lot'.
l:l
derecho a la ciudad, contemplado en toda su ex_
utopiano (para no de_
y, sin embargo ¿acaso
r, r sc debe inserir dentro de los imperativor, como ,e
...r ¡,'lc
decir, planes, proyectos, programa.? Su precio pue_
rL' l).r€c€r exorbitante, sobre todo si se contabilizan lsos
',)',t()s en los cuadros administrativos y burocráticos ac_
trr,rlt's, por ejemplo poniéndolos en lai partidas de gas_
t,r', tlc las ocomunidades localesu. Resulta clarísimo
lue
l.rrr s(rlo un importante incremento de la riqueza social, al
¡,r,r¡rio tiempo que profundas modificaciones llevadas a
, .rlrr¡ cn las relaciones sociales propiamente
dichas (por lo
rtrt' sc refiere al sistema de producción) pueden peimitir
l.r ¡ruesta en práctica del derecho a la ciudad v de aleu_
rr,,s otros derechos inherentes al ciudadano y ul homb-re.
desarrollo presupone una orientación del cre"r'rrrcjante
nn¡cnto
económico,
orientación que ya no significaría por
'
'.r ¡rrisma su
"finalidadu y no apuntaría ya hacia la acumu.
l.rr irin (exponencial) en sí, sino que serviría <fines> supe_
lf'f l\i(in, aparece hoy en dia como
I rr ¡rcyorativamente: utopista).
rt(,tCS.
A la espera de tiempos más propicios, se puede supo¡r('r'que los costes sociales de la negación al uderechó a
1., r'iudad' (y de algunos otros), siempre y cuando se les
t,r¡ccla cifrar, serán mucho más elevados que aquellos que
lrrlriesen significado su puesta en práctica. El estimar que
l.r ¡rroclamación del oderecho a la ciudadn resultará más
r t'¡lista> que su desistimiento, no constituye
ninguna pa-
¡,rrloia.
Quede bien sentado (implícitamente) que esta obra, y
l,r
que Ia acompañan o la siguen, no anulan en forma
.rl;'¡,nu las anteriores, si no es de forma puramente dialéc-
2l
tica: este libro se basa en ellas tratando de hacerle a
zar niveles más altos. Disertaciones de cierto tipo (anai
tico) se transforman aquí en disertaci""", á"^i;;;ü;
presuntamenre superior. I"os conceptos, otrora
situadts
en espacios abstraüos en cuanto méntales. ," ,it,iu"
áho"
ra en espacios sociales y con respecto a las ,
El espacio "
no puede disociarse de lo social, y jamás lo ha sido Á¿s
que en representaciones (ideológicas). En la
filosofÍa clá.
sica, el <sujeto> y el <objeton p"*un"cían el uno
a¡eno al
otro, sr
vLrv,
el uno
L¡uu (rslarlf,e
delante ael
juntaban en las simas
del otro. 5e
Se Juntaban
si
de
l-o Absoluto, de Ia Identidad ortginal o terminal.
Hov en
Hoy
día, lo mental y lo social coinciáen
ñ;;;i;;;;i
espacio concebido y vivido.
""
l. La exposición de hechos que viene a continuación
',t' sitúa a nivel teórico. Entra en la línea de la filosofía
,rrrn cuando no sea la de la filosofía especulativa, dogmálica y sistematizada. De dicha filosofía clásica retiene el
,rlrin de definir perspectivas y conocimientos a escala glol,rrl. Dado que esos conocimientos ya no están separados
rft' la práctica, se trata de metafilosofía.
Dicha exposición de hechos podría tildarse de <<interrlisciplinariao en el sentido de una crítica de las disciplinas
¡rrrrcelarias. Evita el empirismo descriptivo, pero no coml)()r'ta concepto operacional alguno. Muy al contrario, tral:rrá de subrayar en qué forma tal concepto operatorio
¡rlrrntea interrogantes: ¿para quién?, ¿por quién?, ¿en inIt'r'ós de quién?
2.
Existen diferentes métodos, diferentes enfoques
lo que se refiere al espacio, y esto a diferentes niveh's, de reflexión, de recorte de la realidad objetiva. Por
¡r,rr
. jcmplo, no resulta imposible estudiar lo que algunos derr,rminan el biotopo; no resulta imposible estudiar el es¡,;rcio percibido, a saber, el de la percepción corriente a
,'scala del individuo y de su grupo, la familia, Ia adyacen, i:r, incluyendo en dicho espacio lo que se ha dado en lla| ilar <(entorno" (umvelt).
Ese estudio psicológico y sociológico puede afectar
,'l cuerpo y los gestos, la imagen del cuerpo y el espacio
,lt'la adyacencia. Algunos de esos aspectos resultarían de
r¡rlcrés para la arquitectura y la urbanística; por ejemplo,
l;rs cuestiones relativas a la <lateralizacióno del espacio.
, ()ómo distinguir e indicar en éste las simetrías y las disi
"
n
uSeminarios sobre el espacio>, Nanterre, Oxford, etc.,
1972.
23
metrías? ¿Cómo construir en él una izquierda y una derecha,.una parte superior y una parte iriferior,
pondan a los gestos, a los movimientos, a los á""
".r."rritmos
del
cuerpo?
Es factible elaborar una semántica acerca de los dis_
cursos sobre el espacio. También se podría concebir una
semiología_ del espacio, porción de una semiótica general.
¿Acaso todo espacio es significante?, y en caso afiimativo
¿de qué? Para hablar con mayo, proii"du¿, ¿u"uro io¿o
espacio o fragmento de espacio no .orr"rporrdería a un
texto social, el mismo contexto de textos especific.ados,
es decir, escritos: inscripciones, carteies, et;...? De tai
suerte que se haría necesario bien sea hallar nuevamente,
bien sea elaborar los,códigos de esos diferentes ;;;;l;;
para poder descifrarlos.
Dentro de esta perspectiva ¿acaso el espacio aparentemente insignificante, es decir, neutro, no signifióaría en
primer lugar su insignificancia, su caracterísiica de vacío
y, luego, a través de dicha neutralidad, ese vacío aparente,
algo a nivel de la sociedad enterá, es decir, Ia sociedaá
neocapitalista? En este plano ¿acaso no sería la unidad
propiamente dicha de esa sociedad, su globalidad, las que
surgirían en el seno de semejante orealidadn espacial aia_
rentemente desunida y separada¡ por ejemplo, una ciudad
de nuevo cuño?
3. El interés teórico general de esas investigaciones, el
gestualismo y la lateralización del espacio, la*semiología
y la lectura de los espacios, es el de mostrar el cómJ y
el porqué, hoy en día y ahora mismo, los senticlo, ,. tor_
nan inmediata y directamente teóricos, tal como lo ha
dicho Karl Marx (Manuscritos de IS4q:.
este plano, la relación de la teoría a la práctica no
-En_
es la de una abstracción trascendente a una inmediación
o a un <concreto> anterior. La abstracción teórica ya se
halla dentro de lo concreto. Hay que detectarla en éste.
En el seno_ del espacio percibido y concebido, ya se encueRtran el espacio teórico y la teoría del espacio.
u
,1. Un método presuntamente científico consiste
en
l,l,u¡tcar o en suponer un sistema y una lógica preexisteni,", lli.ho método asevera que el objeto estudiado debe
lr.rllrrrse situado en el seno de una totaliclad presupuesta'
Ahora bien. no tiene uno derecho a postular un sisterr.r ya existente, por ejemplo un sistema social, o un
.,r ,icma
'.1
l (,lll4
Para inserir en él
espacial, vo un siistema urbano, pa
VJP4erarr
(o
irracionaiidad)
' l('nrentos parciales cuya racionalidad
,,' ,lcsprendería de dicha suposición, se deducirÍa del con¡rrrrlo. Ya no tiene uno más derecho a presuponer un sisrt'nla social o político, teórico o ideológico, que una lógica
l'¡('cxistente. En efecto, viene a ser como atribuir a dicha
'.,¡r:iedad, la sociedad neocapitalista, una coherencia ya
.rlcanzada, una cohesión ya realizada. Si es que existe un
',istema, se debe hacerlo patente y mostrarlo en vez de
¡rrrrtir de su base. Si se pa.rte de semejante hipótesis cae
ruro dentro de uua tautología encubierta, pues lo único
(lnc se hace es deducir consecllencias de la presuposición'
olro tanto ocurre con la lógica. Si en algún lugar existe
rrrra lógica e, incluso, üna lógica concreta, por ejemplo la
rlc una estrategia, también hay que hacerla patente, esló'
¡rL:cificarla en tanto y cuanto difiere de tal o tal otra
lógica
una
sentar
¡,ica concreta. El suponerla, por ejemplo
,lcl capitalismo, una lógica de la mercadería, una lógi
, a de la supervivencia, viene a ser como razonat por anaIogía con tal gestión ya realizada y- qrJe apuntando a la
cohesión, se presume la ha alcanzado'
posible que el
¿Por qué esos preliminares? Porque es
decisiva en la
función
papel
una
o
dásempeRé un
"spácio
de un sislógica,
una
de
totalidad,
csinucturaciórr de una
puede deIe
se
por
no
ello
precisamente
tema; entonces,
Se
totalidad'
esa
de
lógica,
esa
de
clucir de ese sistema,
funsu
manifiesto
poner
de
que
tiene, muy al contrario,
ción en dicha intención (práctica y estratégica)'
¡
De igual forma, si bien existe un (punto de- vis-ta
clasista u, re-sulta imposible, metodológicamente hablando,
partir de él; se debe llegar a é1. EI partir del opunto de
vista clasista>, y pre,quponerlo,.a modo de un sistema
.i.,',
: . .. , :::a :ff;i
"
.:r'fií*r***.
f,$
^_
:';;ii;,liL¡tJ46$,
5.
.''
opuesto al sistema exis,tente, viene
a ser como rechazar el
saber existente, como t r"i""ao
fárl" á"f sfrr"_", v
a d¡ en r a den ega ci ón de
"Afñ¿i
uü"r,
:,:t::,f:::":1 :, lT
"ilo",
:
l,'T_Tl:,1?utilizando"u."i"Á"'"J;r;;i.ilá""iJl;
::":1T::'j::.:":,v,ocablosv;;-;il;;,.-",ü;i?
cuando se presenta el dilema, .í
rr"lñ;r;;
s den trá'de ;; ;#;;l'á; I.lJ,i
"* lffi fr n:T.jiff
palabras
:::
son parre integrante d" él : fi
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I^:I:'f
:..:^?T:t]:'
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quebrarlo teóricamen i"
Jti";;";"
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3:.: i: ::: :ialgunos
ill ", ro
{
"-"¡süpone;:l;;;r",d;#;J
"ü;;
to
ito
p-r'e
:_,
l_,:*_:mo
drían sentido alguno.
Jt
r#:
En cuanto al oroyecto de salir de un
sistema clasista
en favor de otro ,i.tá-u
proyecto implica
Ia idea de saltan de un dogmatismo
"fuririul¿iJno
o,.o, dando un brinco verdaderamente fuera de Io común.
"
9: Esta exposi"iól {: hechos parte, por tanto,de una
problemática
bien definida,
a".i., l.r" ro parte de una
definición particular, así como
", tampá"o
de
mática indefinida y demasiado g""ául q"" una probleconciencia, Ia cultura, la ideoloeá,
"á""iJ*""l"
etc. Se t."tu
aá.f, f.ol
blemática del espacio. Sj"
se bace Ia pre_
gunta: <¿qué es el e.spacio-?",";l;;g;,'"o
pregunta que se plantearía
al matemático o, quizás, ul m"iafi-i.o.
u este respecto no exista una interpretación torcicla.e.r"
En un prirr"i-pio.
se trata del espacio ovividoo, en estrecha
..*"ll"i¿"'l."rj
Ia práctica social. La problem¿tic,, .1.r"
,e plantea a partir
de ese espacio abarca un co¡iunto de proble;;;;;¿;";
que tienen, todos ellos, un denominadár
común, iu
cialidad,.
""rfáa) ¿Cuál es el estatuto teórico de la noción del
cio? ¿'cuál es Ia relación exisrente entreli-erñr, espa(percibido, concebido, r"p."r".rtuJo)-5r
el
(construido, producido, piovectad o,'pá, espacio social
tanto el espacio
urbano por excelencia), és decir, la'reLciOn
existente
tre el espacio de la representación y Ia representación en_
del
espacio
-""iii
?
26
b)
¿Cuál es la inserción del espacio (representado,
,'laborado, edificado) dentro de la práctica social, econórr¡ica o política, industrial o urbana? ¿Adónde y cuándo
.rt'túa la concepción del espacio? ¿Cuándo y dentro de qué
lrrnites se muestra efrcaz dicha concepción del espacio?
N.B. Existiría, si se quisiese llevar el análisis
hasta
.rrs últimos extremos, una dificultad análoga a la de la
Itigica y de la reflexión sobre los fundamentos de las matcmáticas. Toda definición del espacio, o investigación sol,r:c el espacio, implica un concepto del espacio, aun cuanrlo no fuese más que para enunciar y clasificar las propo'
siciones. En el campo de dicha problemática, el espacio
('s un <puro> objeto de ciencia. Por lo que se refiere a Io
uvivido>, el espacio jamás es ni neutro, ni opuro'. Lo que
cstablece de buenas a primeras una distancia entre la pro'
blemática del espacio vivido y la del espacio epistemoló'
¡1ico, planteado éste como neutro'
7.
La problemática del espacio vivido es un aspecto
importantJ y, quizás, esencial de un conocimiento de la
."álidud urbana. Mirada bajo ese prisma, la problemática
clel espacio está vinculada a la teoría de lo urbano y a su
ciencia, y, consecuentemente, a una problemática aun más
amplia, la de la sociedad global. Para nosotros, aquí, es
,rni"tgo o un frente a través del que se puede abordar un
conjunto de cuestiones.
De entre esas cuestiones, hay las planteadas anterior'
mente, y estas otras que citamos:
a) ¿Es que nos hallamos dentro de un círcglo cerrado, dentro de un sistema establecido de tal guisa que -su
fuerza recuperadora resulte irresistible hasta su {esplo'
bloq,r", siempre y cuando sea susceptible de
mamiento
"tt
desplomarse?
b) ¿Acaso existe una salida, una abertura, un paso,
la posibllidad de una transición, bien sea para la acción,
bien sea para el pensamiento y la imaginación, bien sea
para ambos?
27
8.
Primera tesis o hipótesis. El espacio es
la forma
li inteligibilidr¿. s"-.á"."ñ;;
li
!lan;nalencia,
ctuye la ideología,^la interpretación, Ia no
sapienáiu. gn
dic.ha hipótesis,la forma pura del
desprendida de
todo contenido (sensible,
"rpu"io,
uiuiáo,
pra.li""l
-materi"ij
una esencia, una idea absoluta
",
análoga a la'cifra pir,O"1ca. La filosofía cartesiana e, inclusol la
crírica fii;;¿á;;
kantiana conservan dicha noción. óuio q,r"
la lógica construye espacios de atributos, dado que los
sabios" c."r;;Szen espacios de configuraciones
t'rn cierto número de
variables y parámetros, el espacio
"or,se presenta
tal como
cohere¡cia y modelo de coherencia. Articula
lo social v '"
lo
mental, Io teórico y lo práctico, lo ideal y l;
'
;;J"'..^
I-os conceptos se van localizando, se sitúan
con sus
concatenaciones, en el seno del espacio intelectual.
igual
ocurre con los objetos, los grupos, Ios individ.ro,
¿"itro
qel espaclo e-tectivo, socialmente realizado.
Lo que permite Ia previa reducción clel caos fenomenal.
Las matemáticas por una parte y, por otra, la
(Ia fenomenología y, sobre todo, Ia"áfistemológía)filosofía
porr"r,
de manifiesto esa esencialidad ó, puá hablar Eol
;;;;;
propiedad, Ia establecen v Ia conitituyen.
La coherencia
del discurso se despliega el el espacio mental qr" gu_
lu
rantiza. La epistemología define ina topía (o se
define- a
través de ella), a saber, un coniunto d"i,rgai", y J;;;;;
rridos, topología abstracta y gáneral qr" lri"rr" completada p_or una topología de las ixistencias concretas.
. He aquí algunos ejemplos. La lingüística de Chomsky
implica un concepto del espacio. Asi pues, Chomrkt
#clara que existe un nivel lingüístico
qú"
p,r"a"
,"
representar cada frase simplemente"r,comó
"l Ia"o
serie finita
de elementos de un
tipo
engendrada
d"
irq.ri"ráu-u
_cierto
derecha mediante algúrn
meianirrio sencillo, ,i.rt qr:" ,"
debe descubrir un conjunto finito de niveles p.r"rü.
.r,
orden de arriba abaio (véase a Structures stntactiques,
página 27).
Sabemos que el psicoanálisis clefine Lrno o varios
tópi_
cos,f)or ejemplo, el oello", el ,.yoo, el osupsrr.r. Buscán_
do'el sentido del discurso filosóhco, f. n¿. Rey escribe: oEl
tffi
una especie de pclder legal de sustituir
la misma cadena horizontal, en el esio
de una coherencia regulada y calculada por adelan¡,.r,
r,rrlo. Es en ese espacio centrado, teológico, donde la
r
'rrrplicidad del significado estaba va establecida, es ahí
,l,rrclc el sentido se precede siempre a sí mismo" (L'ent( u des signes, p. 13).
Corpus, recorte, rnontaje, agrupamiento, emplazamienr,¡, cSoS términos espaciales, considerados no corno metalr..lcr-rs o metafóricos, sino como rigurosos, son de utiliza, rr¡rr corriente en epistemologia (c'J . Michel Foucault, Ar,lt(ologie du savoir, capítulo: oLes unités du discc¡ursr.
r'l. también el libro de Matoré sobre L'espace hunnin, y
lrrrirlrnente, Georges Gusdorf, cuya obra Sciences humaines
t't pensée occidentale, establece un cotejo entre ei espa, io social y el espacio rnental de las diferentes épocas).
O-bjeciones. Esta hipótesis implica la liquidación del
tit:mpo histórico así como del tiempo vivido y, por dernás,
,1,' forma asaz desigual (mucho más en M. Foucault que
, rr G. Gusdorf, por ejemplo). Comporta igualmente una
tt'ndencia hacia el cientificismo abstracto, hacia el saber
,,rrbsoluto> constituido por Lrn inventario del pasado (filo.,o{ía, ideologias, literatura, etc.) e inserido en el espacio
rrctual.
Esa teoría del espacio no se circunscribe únicamente
rrl campo epistemológico; se sale de sus límites de una
rnanera que rnerece ser mencionada; algunos arquitectos
sc consideran aún como arnos y señores del espacio que
conciben y realizan. Se consideran o se hacen considerar
como los demiurgos capaces de poner por obra, en el seno
tlc la sociedad, su concepción y su definición del espacio.
l..l demiurgo platónico se ha encarnado en la materia, las
r:ifras y las proporciones, las idealidades trascendentales.
l)icho espacio tiene las caracteristicas siguientes: vacío y
¡ruro, lugar por excelencia de los números y de las proporciones, del áureo número, por ejemplo; es visual, y,
por tanto, dibujado, espectacular; se puebla tarcllarnente
tle cosas de habitantes y "ds usuarioso; en la medida en
que ese espacio derniúrgico tiene una justificación, linda
., rrticlo se da como
1,r,, significados en
28
29
0820$|9
t
con el espacio abstracto cle los filósofos, de los epistemólogos. El colrfundir ambos espacios entraña cierto peligro.
Repitarnos una vez más que el mayor peligro y la mayor
objeción que se pueclen pre.sentar son la evaóuación del
liernp<r a la vcz histórico y vivido.
9. Segtmda hipótesis. El espacio social es un producto de Ja sociedad, comprobable y que depende ánte
todo de la contrastación, por ende de la descripción empírica, antes de toda teorización.
¿De qué es el resultado? para unos de una cierta
historia, de un pasado general o particularizado. para
otros, de diversas actividades, por ejemplo agrícola, artesanal, industrial, etc. Dicho en otras palabras, el espacio es consecuencia del trabajo y de la división del trabajo; a este titulo, es el punto de reunión de los objetos
producidos, el conjunto de las cosas que lo ocupan y de
sus subconjuntos, efectuado, objetivado, por tanto (funcional,r.
Sea cual sea la conclusión a la cual se llegue, en dicha
hipótesis eI espacio es el objetivo o más bien la objetivación de lo social y, consecuentemente, de lo mental. Su
conocimiento no puede prescindir de la acción descriptiva. Una forma cobra cuerpo o se construye partiendo de
los contenidos que su conocimiento descubre o entresaca.
Se conoce, reconociéndose, bien sea de forma experimental, bien sea a través de la abstracción científica metodológicamente elaborada.
La mayoría de las descripciones analíticas o críticas,
especialmente de espacio urbano, dependen de dicha hipótesis, mal desbrozada como tal y, sobre todo, mal confrontada con las demás hipótesis teóricas.
10. Tercera hipótesis. El espacio no sería ni un punto de partida (mental y social a la vez, como en la hipotesis filosófica), ni un punto de llegada (un producto social
o el punto de reunión de los productos), sino un intermeüario en todas las acepciones de ese vocablo, es decir, un
procedimiento y un instrumento, un medio y una media-
it¡n. En esta hipótesis, el espacio viene a ser un instrunt('nto político intencionalmente manipulado, incluso si
,
l,r intención se oculta bajo las apariencias coherentes de
l,r ligura espacial. Es un proceclimiento cn lnanos "cie ¡r1'
;i,,icno, individuo o colectividad, es decir, de un pocler
t¡ror ejemplo, un Estado), de una clase d<¡minante (la bur¡,rrcsía) o de un grupo que puede en ciertas ocasiones re¡rrcsentar la sociedad global y, en otras, tener sus objeti'
ros propios, por ejemplo los tecnócratas. De ahí los interr'ogantes que no se plantean más que en el caso cle esta
lri¡rétesis: u¿quién pot"e semejante representación del es¡,,icio?, ¿y, pói qué?,. En dicha hipótesis,la representación
,1.:l espácio estaría siempre al servicio de una estrategia,
',icndo a Ia vez abstracta y concreta, pensada y apetecicla,
,'s decir, proyectada.
Semejante espacio se va poblanclo atendiendo a los der rctos déi poder, con cierta arbitrariedad; en su condi, itin d.e instrumento, puede ejercer su acción sobre las
¡roblaciones preexistentes, a saber, las poblaciones hislrl ricas.
En tanto que mediación, semejante espacio instrumentrrl permite bien sea imponer por la fuerza una cierta co'
lr.,sión, bien sea ocultar bajo una aparente coherencia ra, ic¡nal y objetiva las contradicciones de la realidad' En
,'sl-e caso, los términos ocohesión> y (coherenciao signifirrn regulación buscada, ansiada, proyectada, lo cual no
:ignifica obtenida.
A este título, esta hipótesis implica una ambigüedad,
rrna inclusión solapada del saber en el seno de la ideología
v de la ideología en el seno del saber; el espacio definido
rlc esta guisa hace las veces de mediación entre esos tér'¡¡rinos.
Semejante espacio es a la vez ideológico (es. decir, poli
tico) y sapiencial (pues comporta representacrones elaDo,,rclas). Pór tanto, ie le puede denominar racional-funcio,,a1, sín que dichos térmlinos puedan-separarse el unc¡ del
,,tró, y funcional'instrumental, pue-s la función, en el mar,'., gíóbul de la sociedad neocapitalista, implica el ployecto, la estrategia.
at
30
JI
En esta hipótesis; repitámoslo una vez más, el espaci
par funcional e instrumental quecla vinculado a l
a Ia
reproducción de la fuerza de trabaio a través del c
mo. Se puede decir que es a la vez el medio y el proce
miento de una organización del consumo dentro del mal
de la sociedad neocapitalista, es decir, de Ia sociedaci burocrática de consumo dii:igido. La aparente finalidad de
la sociedad, el consumo, se define de hecho a través dc
la reproducción de la fuerza de trabajo, es decir, de las
condicioncs del trabajo productivo.
Las ciudades no vendrían a ser más que unidades de
consumo correlatir¡as de las grandes unidades de produc.
ción. Se puede decir qr.ie esta hipótesis, a su manera. concurre con la teoría de la falsa conciencia Inencionada ya
anteriormente con respecto a la segunda hipótesis. ÉIabría
por tanto:
1. Una conciencia verdadera, la de la clase obrera,
cuando menos como conciencia posible representada por
la filosofía (cf . el pensarniento sobradamente conocido de
G. Lukács).
2. A esa conciencia totalmente verdadera de la totalidad vendría a oponerse una conciencia fajsa. la de la
burguesÍa. Partiendo de esas presuposiciones, Joseph üabel ha desarrollado una tesis, según la cual la oespaciali
zaciónn caracteriza la ufalsa concienciao, una falsa conciencia morbosa, la del enajenado (esquizofrénico), casolímite de la falsa representación. Ese espacio sería el lugar de Ia reificacién, un.lugar al margen del tiempo, de la
vida y de la praxis. Bajo ese prisma, el espacio instrr.mental tendría, por consiguiente, una .,función específica>. En vez de definir la inteligibilidad (primera hipótesis), defi nir ia la realización-reifi cación de las relaciones sociales, al propio tiempo que la falsa conciencia de dichas
relaciones. A la teoría del espacio mental inteligible se
opone la del espacio social encepado. A la teoría del espacio inteligible y de la primacía (filosófica) del espacio
se opone la primacía del tiempo.
I-a trampa que tiende ia burguesia a la clase obrera
ur'uba siendo su propia trampa: espacio enfermo o espar rr¡ de enfermedad social. En cualquier caso, en esta hilr(,tcsis, el espacio no sería una mera repr€sentación ino-
('nte, sino que
nonnas y los valores de
"vehicularían las
lrr sociedad burguesa, y, ante todo, el valor de intercambio
y l¡.r mercaderÍa, es decir, el fetichismo. En el punto límil(', ya no es exactamente la ideología que impera, sino
rrr¡icamente una suerte de falsa conciencia con los dis( lrrsos que ella misma engendra.
Objeciones. Esa vinculación del espacio en general y
rlcl espacio urbano en particular con la producción, im¡rlica únicamente la reproducción de los medios de prorlucción de la que hace parte la fuerza de trabajo. Ahora
lricn, precisamente es esta hipótesis la que conviene al
r':rpitalismo del siglo xlx, al capitalismo competitivo para
t¡uien el problema principal residía en reproducir mater ialmente sus medios de producción (máquinas y fuerza
clc trabajo) y en permitir el consumo de los productos, es
tlccir, su compra en el mercado. El sistema contractual
(cl contrato de trabajo), y el sistema jurídico (el código
eivil y el código penal) bastaban prácticamente para ase'
¡lurar, con la venta de la fuerza de trabajo, esa reproduc'
ción de los medios de producción. Resulta evidente que
r.'u estas condiciones el espacio era entonces simplemente
f'uncional e instrumental. La ciudad tradicional desempeñaba, entre otras, esa función de consumo complementario de la producción. Pero la situación ha cambiado: el
sistema de producción capitalista debe defenderse sobre
r-rn frente mucho más amplio, más diversificado y más
complejo, a saber, la reproducción de las relaciones de
¡rroducción. Esa reproducción de las relaciones de proclucción no coincide ya con la reproducción de los medios de producción; se lleva a cabo a través de lo cotidiano de las cosas, a través de los ocios y de la cultura,
a través de la escuela y de la Universidad,a través de las
extensiones y proliferaciones de la ciudad antigua, es decir, a través de la totalidad del espacio.
|
5J
32
Hcs 128 3
11. Cuarta hipótesis. Del espacio no se puede
decir
que sea un producto como
cualquier otro, un objeto o
una suma de objetos, una cosa
o urru corecóión á" .;;r,
una nercaclería o un conjunto cle
mercaderías. No sc
quc sea simplcnr"nt" r.,,, instrumento,
¡¡lde.decir
cl rnás
tmportante de todos los instrumentos,
prer.rpri";;^1"
el
toda. producción y de todo t"i"r"áÁltb.
mente vinculado con la reproducción d;;;;r;;r"*r"lde
;"i;;;;;;,
(sociales) de produc.io".
ü"h"
Ji'otras
parabras,
'u,
esta
teoría abarca la tercera-hipótesis, il"uurdo
más
adelante
su análisis y modificándoli .r, .il.iu
medida. para comprenderla, se debe tomar como
referencia no la producción en el sentido restringido de los
_es decir, el proceso de la próa,r..iárr-á"economistas
tu,
;;;;;"
consumo-, sino la reproducción de las relacione,n ál :;
¿" pü_
ducción. En esta u*pliu u."p.i¿", ái
de
la producción-implicaría., por tanto, y encerraría
".pu"io
en su seno ra
finalrjtad
a todas ras acti-general, ia orienta.i¿í
vidades dentro
de Ia sociedu¿ ".*n"
nf
constituiríar pü€s, una especie de
""".upitalista.
esqlema en un "rp*i.
sentido
dinámico que sería común a las actividad",
diue.s*";l;,
trabajos divididos, a la cotidiur¡¿uJ, . iu,
urtár;'; i;;
espacios creados por.los arquitectos y
io,
dría a ser una re]ación y un susteniáculo".Uuri;ñ. V;;:
de inherencias
en la disociación, de inclusión
Iu-""paración.
vendría a ser por tanto un espacio
"r,
á ru v", abstractoconcreto, homogéneo- y_desarticulado,
lo q""
reencontrar en la ciudad nueva, en Ia pintuiu, .;-á;ü;;;
lu
y la arquitectura, así como también !n
el saber."r.rrltrr.u
Precisemos debidamente y hagamos
hincapié sobre
este análisis de un espacio homogéieo y
desartic'ulad;:;
trata de Ia producción en el más-amplio sentido;;i;
pál
labra: produción de-las ,ela.ionls ,áiiur", y
reproducción
de determinadas relaciones. E; ;r;;-;"ntido
la totalidad
del espacio se convierte en el lugur-a" esa
reproducción,
incluido el espacio urbano, lo.
¿"
mr;;;:
cios denominados educativos, loi
".!*io,
".iár,
A" lu cotiAia"iáa¿,
é".
Esa reproducción se realiza a través áL
esquema rela_
tivo a la sociedad existente que tiene como
"" característica
¡'.r'rc'iárl la de ser unida-desunida, disociada v, nantenicnrl, unzl unidad, la de la fuerza dentro de ia fragmental,rr irirr. Ese espacio homogéneo-quebrado, no es t¿n sólo
r lr':.¡.racio global de la ordcnación o el espacio parcelario
llrlcllritecto y clc los promotores, sino que es tarnbién
'1,
r I t's¡racio cle las obras de arte, por ejemplo ei
del mobla-
r, y del design. Es el esteticismo el que unifica los frag,r('rtos funcionales de un espacio dislocado, realizando de
{",1:r suerte sus caracteres homogéneos y quebrados.
Ese espacio homogéneo y, sin embargo, dislocado, trorlrdo y, sin embargo, ordenado, desarticulado y, no obsl.ultc,- sujetado, es el espacio en donde el centro se petrilrt ir al propio tiempo que estalla, por ejemplo en los cenIros comerciales, Iugares donde lo monofuncional sisue
,rrr¡rerando pero con un decorado y un esteticismo no firn( r()nales, con simulacros de fiestas y
una simulación de lo
lrrrlico. Es eI espacio en el que la conexión constreñidora
,,,' lleva a cabo merced a intercambiadores
entre las paftes
,lislocadas: el espacio a la vez informe y duramente constrcñidor de las periferias y de los arrabales, donde el
Irrrrraquismo, los bidonvilles, Ios barrios de emergencia
t ompletan los suburbios residenciales; donde reinan norlrlas que imponen determinados modus vivendi, en tanto
(tue se dedica al espacio toda clase de discursos, de inter¡rretaciones, de ideologías y de valores uculturales>, artíslicos, etc.
Los lugares de esparcimiento, así como también las
nLlevas urbes, están disociados de la producción hasta que
lr,rs espacios de esparcimiento aparezcan desligados del
trabajo y .,libresn, cuando, de hecho, están vinculados a
los sectores del trabajo dentro del consumo organizado,
tlentro del consumo estipulado. Esos espacios separados
tle la producción, como si en ellos se pudiese olvidar el
trabajo productivo, son los lugares de recuperación. Esos
lugares a los que todo el mundo se esfuerza en proporcionar un aspecto festivo y de libertad, que se adornan
con signos que no tienen a la producción y al trabajo
como símbolos significativos, esos lugares, precisamente,
es¿án estrechamente relacionados con el trabajo producr
34
35
tivo. Se trata de un ejemplo tÍpico clel espacio a la veu
dislocado- y unificado.- Son pr."ir"*"rrte iugares
¿urrJe
se reproducen las relaciones de producri¿nl lo q""
oo
excluye sino incluye Ia reproclucciln pura y simple
cle la
fuerza de trabajo. Todr¡ .sto ," p""d" leer cn .;r;
;p;:
cios, aun cuando con dificultadj pues el texto
V
texto están emborronados (como un borrador). to
"f "á".
que
se lee con dificultad se puede concebir claramente
si'se
parte del concepto del espacio, por una parte
desarticula.
do y desunidg, y, por otra, organizado y unido nuevamente por el poder.
A este espacio, cuyas opropiedades> se sitúan en la
articulación de la forma y del contenido, correrpo"á" *
Ji.empo que posee idénticas .,propiedaáeso. Ei ü";;;,
bien supremo, mercadería supie-u, ," vende y ," .á*p.ra: tiempo para el trabajo, tiempo para el consumo,
tiempo para el ocio, tiempo para ciriular, etc. Dicho iie#
po se organiza en función del trabajo productivo y
de la
reproducción de las relaciones de práducción dentrt de la
cotidianidad. El tiempo nperdidol no lo es para toao
mundo, pues cuesta muy caro. El supuesto utiempo libreo
"i
es únicamente tiempo incomplero y mantenido iomo
tal
en la coyuntura general. poi lo q,r" ," refiere
;i;;p"
perdido inexorableme_nte, en transportes y formalidadls,
"l
ya
qué
de
forma
está
rigado
dé
manera
disro-sabemos
cada al tiempo dedicado al trabaio.
- El tiempo homogén_eo en tanto que tiempo manipula_
do, organizado en estadísticas bien definidas^er,
tiempo, dislocado, incomplexo, tiempo de trabajo,
"i;;;;
ti""ip;
denominado libre, tiempó perdido iin p.ou".hó,'etc.
Para- comprender ese esquema del- tiempo y d"l
pacio, debe uno remitirse al capítulo po.o corrocido "r_
de
Marx que se halla al final de su obra-El Capital, y que
tiene por título: ..La fórmula trinitaria>. En ese .ó*pfi_cado capÍtulo, Marx explica la sociedad b.rrgrr"ru, u lu_
ber, la conjunción-disyunción de sus elementJs. necordemos rápidamente los térmlnos del análisis; existen, den_
tro de la sociedad en funciones, es decir, dentro de Iá producción y la reproducción de las relaciones:
l. El capital y el beneficio del patrono, es decir, de
l.r lrurguesía.
2. La propiedad del suelo con las múltiples rentas
{¡ue proporcionan el subsuelo, el agua, el terreno edificark¡, etc.
3. El trabajo con el salario correspondiente que va
ir parar a manos de la clase obrera.
Esos tres elementos unidos en la sociedad en funciorrcs están representados como separados, y su separación
ticne un sentido objetivo puesto que cada grupo parece
rccibir una parte determinada de la <renta> global de la
sociedad. Existe, pues, apariencia enajenada de las relat iones sociales, apariencia que desempeña un papel urealn.
lis el espejismo de la separación en el seno de una unidad,
la de la dominación, del poder económico y político de la
burguesÍa.
La separación es, a la par, falsa y verdadera. Los elernentos que figuran separados tienen tendencia en asernejarse a fuentes distintas de la riqueza y de la producr:ión cuando, de hecho, es únicamente debido a su acción
r.:omún que se produce dicha riqueza. En tanto que fuentcs distintas de la riqueza social, parecen recibir la parte
qtre les corresponde de la (rentaD nacional, lo que disirnula el hecho de que la riqueza social coincide con la
plusvalía global. Ese capítulo decisivo de EI Capital puede
cncontrarse en el libro III, sección 7, capítulo 48.
En esta hipótesis, la ideología coincide con la prácti
ca: la separación que reina en el seno de la sociedad burguesa. La ideología consiste en aceptar la disociación y
en considerarla como real. Se abandona entonces la idea
cle unidad concreta que constituye la sociedad burguesa,
y se acepta el espejismo que ésta le sustituye (a la plus.
valía global, la teoría de la renta nacional y de sus diversas fuentes). Una vez que se ha admitido el esquema unido-desunido ctrue caracteriza la práctica de la sociedad
burguesa, se puede aseverar no importa qué cosa. ¿La
ideología? Es mera palabrería que se aparta por completo de los otemaso.
Nuestra hipótesis sobre el espacio unido-desunido se
36
37
relaciona, pues, directamente con el esquema tripartito
utilitario de la sociedad capitalista según Marx. Esta hi.
pótesis se sitúa entre aquélla de la falsa conciencia que
excluye la ideología, y aquélla de la ideologÍa que im.
plica interpenetración de lo verdadero y de lo falso, y
que excluye la falsa conciencia.
Hay, pues, una praxis: las separaciones sostenidas,
mantenidas, por tanto representadas a través de la acción que mantiene hasta en su disociación los elementos
de la sociedad. Esa acción es precisamente el esquema del
espacio, esquema generador ligado a una praxis, a una
realidad y a una verdad dentro de los límites de esa sociedad. Dicho esquema es, por tanto, ideología ligada a
un cierto conocimiento dentro de los límites de una práctica social. Dicha representación es, a la vez, aparente,
puesto que los elementos que disocia están ligados entre
sí, y real, puesto que los elementos que mantiene están
disociados. Da lugar a discursos más o menos aberrantes
cuya relación con el conocimiento o el error varía según
si se toma como referencia la praxis burguesa (separación
y disociación) o cualquier otra praxis admisible.
El espacio arquitectónico y urbanístico, en su condición de espacio, ofrece esa doble faceta: desarticulado e,
incluso, desmenuzado bajo la coherencia ficticia de la mirada, espacio de constreñimientos y de normas dispersas.
Posee ese carácter paradógico que tratamos de definir
aquí: unido y desunido. Es de esta manera que a la vez
se ve dominado (por la técnica) y no es apropiado (para
su utilización). El espacio es inmediato y mediato, es decir, que pertenece a un cierto orden cercano, el orden de
la adyacencia, y a un orden más alejado, la sociedad, el
Estado. El orden cercano y el ordcn más aleiado no tienen más que una coherencia aparente que no impide para
nada la desarticulación.
Este cspacio depende de interc'scs clivergentes y de
grupos diversos los cuales, sin embargo, hallan una cierta
afinidad común dentro del Estado. Depende de una oferta
y de una demanda quc pueden no conservar rclación alguna entre ellas y que, no obstante, tienen un mismo de38
r,,rrrinador común bajo el influjo de tal o cual interés.
I'r¡r'lo que se refiere a la división del trabajo entre aquellos que intervienen en el espacio, a saber, el arquitecto,
r'l ¡rromotor, el urbanista, el contratista, etc., esa división
,1,'l trabajo lleva a cabo esa mezcla de unificación cons'
trcirida y de desarticulación que tratamos de analizat.
Sc podría bien demostrar que el espacio de la pintu,., y de la escultura es precisamente ese espacio desgarrarl,r. troceado y, sin embargo, determinado globalmente.
12. Hagamos nuevamente hincapié en el hecho
de
la totalidad del espacio se convierte en el lugar de la
rr'¡rroducción de las relaciones de producción.
En tiempos pasados, tanto el aire como el agua, la luz
r orrro €l calor, eran, directa o indirectamente, atributos
,lt' la naturaleza. Esos valores de utilización han entrado
.r l'ormar parte de los valores de intercambio; su utiliza'
t irin y su valor de utilización, junto con los placeres nat,,ralés vinculados a la utilización, se van difuminando;
;il propio tiempo que se compran y se venden, se van ha, icndo cada véz más escasos. La naturaleza igaal que el
('spacio, junto con el espacio, se ve a veces destrozada,
lragmentada, vendida bajo forma de fragmentos y ocupa.lrr globalmente. Se ve aniquilada como tal y reorganiza,la iiguiendo las exigencias de la sociedad neocapitalista'
l,as éxigencias de la reconducción de las relaciones sot iales envuelven de esta guisa la venalidad generalizada
.lc la propia naturaleza' La escasez de espacios libres en
l,,s zonal industrializadas y urbanizadas ofrece, por dernás, un fuerte contraste con el vacío de los espacios aún
rro ocupados, los desiertos terrestres y los espacios,inter¡rlanetarios; por consiguiente, el alto precio alcanzado por
i,-,s espacios ocupados y la escasez, cada día mayor, de los
cspacios aún por ocupar, constituye un fenómeno ree:iente cuyas consecuencias son cada vez más graves.
Dicho espacio, al ser lugar y ámbito de la práctica
social en el seno de la sociedad neocapitalista (es decir,
cle la reproducción de las relaciones de producciór-r), marca netamente los límites de dicha sociedad.
,¡rrc,
39
,;ixr"ti..
*'ti*;ru;,
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i.
';:;
s8B0$9
Por mucho que los dirigentes políticos, cuya táctica
expresa hoy en día las alianzas y compromisos entre el
ejército y la tecnocracia, alerten la opinión, formen comisiones y comités de estudios, creen administraciones y
ministerios; por mucho que susciten proposiciones; ya
pueden movilizarse los expertos, movilizar a los sabios,
plantear los problemas del medio ambiente y de la contaminación; ya pueden buscar conscientemente o no a
desplazar en esa dirección tanto los objetivos como las
luchas políticas; ya pueden presentarlos como siendo simples etapas para alcanzar una realidad de mayor categoría, con el concurso de las ciencias humanas o sin su concurso. Ya pueden pretender que los problemas urbanos,
desde ahora mismo, son asunto de todos, o, al contrario,
que es a los técnicos y a los tecnócratas a quienes pertenece resolverlos. Hay que comprender que esa sociedad
no puede salirse de su espacio, que no puede rebasarlo,
aun suponiendo que tal o cual lo proponga. Esta sociedad
no puede más que tender hacia la sistematización de ese
espacio, es decir, hacia una lógica que jamás puede llevar hasta sus últimos extremos.
Se habla de .,producción del espacioo. Esta expresión
marca un paso hacia delante en la reflexión arquitectónica
y urbanística, rebasando esos sectores y haciendo recaer
su peso sobre el conjunto de la sociedad. Significa que no
se considera el espacio como un dato a priori, bien sea
del pensamiento (Kant), bien sea del mundo (positivismo).
Se ve en el espacio el despliegue de una actividad social.
Se establece, pues, un distingo entre el espacio social y
el espacio geométrico, es decir, mental. A pesar de todo,
la expresión no deja de ser ambigua. En efecto, toda socieclad produce (su> espacio o, si se prefiere, toda sociedad produce (un> espacio. ¿Qué ha surgido de nuevo en
la sociedad en la que la mantenencia de las relaciones de
producción se torna determinante, en la que, sin embargo, las técnicas y las fuerzas productoras han alcanzado
un nivel desconcertante? iQué significa la palabra "producir"? ¿Acaso significa ((cosas)), objetos, mercaderías? Hablando en términos marxistas, ¿acaso ese espacio sería
40
la sociedad denominada industrial
la
(( irpitalista o no) tal como lo sugiere la hipótesis de
represen'
l¡rlia conciencia? ¿Acaso sería únicamente una
t:¡c:ión más cercana que las demás de la práctica?
y ese
Será por tanto nácesario precisar esos términos
,,,rrcepto: Ia producción del espacio'
r¡na superestructura de
Espacio y lógica. Semejante ambigüedad vuelve
lógica (plan.r hacer acto de presJn.ia. ¿Dónde se sitúa 1a
día- un soren
r,,oáa, supuestal impuesta)? Existe loy
de lógica.
(mal
elucidada)
;;,;;H"i;u"rá ¿"'ta noción
la "lógica
describe
i 1,, lu.go de no pocos discursos, se (la
epis-temología),
,i"i ,". üvienten, La ulógica del satero
1,,-.lági"u de la ,.rp"tiiu"tt"ia', h "lógica del urbanisf" "i¿gica de lá mercaderíau, la "lógica del Estado"
"t"",
conel del
t'tcétera. Ese abuso fresenta puntos de analogía
que
impiilógica
la
sistema (o las sisteiratizacio-nes con
o
ideológico
político'
o
r:an). ¿Acaso ese abuso es social
inconsciencia?
la
o
t*plicado en el discurso
;;;;ril,
' --iÁ"uÁ" tendría el espacio su lógica? Ora el espacio
,f"p!"á" á" ,rrru lógica freexistente, superior yelabsoluta'
sistema
rruasi teológica; orá es ia lógica personificada'
coherencia'
la
permite
cle la"coherencia; ora' finalmente,
estrate,,.tto.iru"¿o la lógica de la acción (praxeología o el essobre
tesis
diferentes
gia). Se encuentr;n aquí las
i"ái", ort tomado como modelo, ora como instrumento'
.rru .o-o mediación.
Proposiciones. Al no tenct' el cspacio u1a tOS.i¡1 i1la metodolot"rrru y propia, remite a la lógica formal y a,
diversas y
actividades
las
a
n"i"t"l. El espacio común
"iu
impuesto de la sociedad burgueñ;"Ñ;;,
socie"t'*utco
"tt
espacio es un esquema del qrte se sirve esa
iu,
de
fin
el
con
sistema'
"r"
en
clad para intentar ;;nstituirse
sr¡s
la cohcrencia' ¿En qué forma? Camuflandofonesc
"i.á"?ut
contradiccio""., irr.lrridJs las-del propio espacio, La e¡desunido'
unido
pulverizado,
v
;;;ü ";, global v
de
trategia de clases tiata de asegurar la repr-oducción
esa través de la totalidad del
Ias relacior-r",
"="''t"iules
existe espacio absoluto' bien
no
hifátesis,
13.
ñi-^n" "t,a
4l
sea vacío, bien sea lleno,
si no es para pensamiento
filosófico-marem¿it¡ge. nl'erpalio-Lirrtul el
y social es un
espacio especÍfico, por tanto
cualificado, incluso si no se
percata uno de ello. Se
trata de una modalidad d;l; ;;_
ducción en una sociedad ¿eter-lrruaa
en cuyo seno se
manifiestan tanto contradicciones
conflictos.
"á-o
,E*it1:1, pues, contradiccionei áLl
ri
disimula y camufla. En dicha sociedad,
"rpoiio,-i.rii,r.o
.,real,
lo
::
li.
se encuentra al fi¡¿l y no
al principio. A este título, engloba lo
s-e deja integru.
lá, procesos integrado_
.91re
res. Engloba Io qi¡s ." d'"¡u "á-o
reducir, incluido l. il;;l;;rio. Esta sociedad no obedece u .r.ru lógica;
repitámoslo
una vez más: tiende hacia ella.
Esta sócieáad n" ,;;;..
:"ryl Y" sistema; se esfuerza en sérlo, aunando el cons-
treñimiento y la utiiización de lur-i"pr.r"ntaciones.
Las contradiccione-s aA
,on producto de
su. forma racional tal como"spaiiálo
,"
á"rpr""de
en las mate_
máticas; son producto del contenidá práctico
y social y,
más específicamente, del contenido
capitalista. Efectiva_
-.J,
mente, ese espacio- de- la,sociedad
capitalirtu pr"t""J"
racional, cuando, de hecho,
la prírri"u,está
lizado, desmigajado, vendido
"npor'pur."tas. Asícomercia_
a la-vez es global y pulveriza¿". pár"." lógico es como
y está absurdamente recorúd;. Esas contrádicciones
saltan
a la
vista en el plano institucional.
En este plano, se percata
y.o. de que Ia burguesía, clase dominante, dispone de un
poder sobre-el
;;^;;i-", lugar, a través
{ob-le
de 13.nloqiedad privada
"ríu"i";
d"l ;";1.:;r" ," extiende a la
totalidad del-espacio, excepción hecha
de los derechos de
las colectividades
Ert"¿.,-v,-^Jn ,"g.rndo lugar, a
.y,dgl
través_
de_ la globu¡a_ua, u ,ub".,'á
Ia es_
trategia, Ia acción del Estado própi"mente
"oro.irrriento,
dicho. Existen
conflictos inevitables entre esos do, a.pe"tos,
y especial_
entre el esFacio abstracto (concebido
Ttlt:
;'.;";ó;;i,
global y estratégico) y el espaci,o
i"l"áiuto, p".;itii", ;i:
vido, desmigajado y-vendiáo. E"
pr^"r' i"rtii".irir"i,
esas contradicciongs se hacen patentis
"i entre
los planos
generales de
-orden¿sión y los proy".to, parciales de los
negociantes de esp¿sis.
42
Reflexiones
.
sobre la política del esPacio
l(esulta ahora posible echar una mirada retrospectiva
',,,lrle lo que ha siáo dicho y hecho en el transcurso de la
rrllima década. Esa mirada retrospectiva permite estal,lt'cer un balance. Por otra parte, hoy en día, en los albo¡,'s de 1970, algo se está fraguando en las altas esferas :
rrrr cambio de perspectiva, cambio más o menos real que
,lcbemos tratar de comprender y de aquilatar"' Hasta
lr:rce muy poco tiempo imperaba, en materia urbanística,
,'rra teoiía, o más bien una ideología que jamás había
,¡rrcdado completamente expresada. Dicha ideología, sepro¡irin mi punto de vista, podía compendiarse en tres
uosiciones:
1. Existe una acción coherente denominada urbanis,¡ro a veces empírica, a menudo aplicando los conceptos
,, los resultados de una ciencia determinada (demografía,
('eonomía política, geografía, etc'), ora teniendo en cuenta
rcsultados- y datos interdisciplinarios, pero acercándose
rnediante eios diversos procedimientos a una práctica
t ientífica y técnica a sernejanza de tal ciencia ya constitui
rla, por ejemplo la economía política'
t. Eiiste por parte de los urbanistas o de algunos
ile ellos, una reflexión metódica sobre esa práctica,,reflexión de orden teórico que apunta implícita o explícitarnente a la constitución de una epistemología, es decir,
cle una región del saber que contiene núcleos de saber
lclquirido, en resumidas cuentas, lo que designa el térrnino de epistemología.
3. Esta reflexión capaz de elevar hasta el lenguaje
*
Conferencia pronunciada en el Instituto de Urbanismo de
1' noPar"ís, el 13 de enero de 1970. 'Espaces et Sociétésn, núm'
viembre de
1970.
,'ii.,
i{ r:r
¡1
43
teórico y hasta los conceptos la práctica
urbanística, esta
reflexión teórica consiste en unu'.i"n"iu
del espacio,,bi"n
sea global (a escala de la totalidad de
la sociedad),
bien sea local (a escala d.l h"b;;;¡1.'
Hablando de manera más general, recordemos
que en
el curso de esta última décad"a q,r"Jaba
breentendido un poco por doquiár
objeto p.. ;;_
tr" "l"*;;il;;_
celencia de la ciencr.u Jrt
y
no
el tiempo. Esp.r:i? del sabcr y saber del9lespacio,
";;;;.; cientificis*o
u
parejas, a ta icz
"ro"_
pr".ro
:1.,1Í:1":Iiul
-árráll'""
el plano social, dentro de una estructura
"i "r
general. por
consiguiente, se debía llevar, a través de
Iaespacio, Ia práctica y Ia técnica urbanísti.a, "i"".iu ¿"i
husta el ,rlvel general del cientificismo. Dicha posrura
era imprícita
en el caso de numerosos teorizantes-_cite-o,
,irri.uÁ"*
te los notables estudios llevados a cabo por
Robert Auze.
lle y Ionel Schein. Merced a esas .onsiá".a.i.;;;; ;i"';;pacio urbano, otrora integrado bien sea
a la utilización
espontánea del paraje, bien sea a la cultur"
d"t;fá; il
sociedad, quedaba apartado del contexto; se
producía
como un dato, como una dimensión especíd.,
a" i" .rg"]
nización- social; y esto, en primer lugar, en
relación con
una acción concertada al más alto nlvel,
,"g""áo-l.r_
gar, en relación con necesidades socialeá ""
po.,;;iu;;
localizables' Tal era.el postrrrado que se o.^"rtuuo
uu:á-"i
pensamiento urbanístico y la enseñanza. lJn
postuiado
aun más oculto era el siguiente: Ia objetividad
Iu-;;;:
rezao del espacio urbanistico, objeto á. .i"".ii v
l; ;;;
fieren un carácter neutro. El espácio pasaba p";
;;;;_
nocuo, es decir, apolítico. Este iontinente no existiendo
más que por su contenido, no valiendo más que por
dicho
contenido, dependía, pues-, en tanto que
de las matemáticas,. de- la técnica,'y, "b:eii""'V;;;;;
u ,o duáarlo, J"
una lógica del espacio. La ciencia dei espacio debia pues,
a la vez, coronar y contener por sí mismi
p"n.*i*iá
urbanístico. Ahora bien, ahí ernpezaron a"lsurgir las
dificultades. En efecto, si la ciencia es ciencia deirn
formal, de una. forma espacial, implica una logístir;
"rpu.io
ir*
44
¡'llt'able, y Ia ciencia no pocllia consistir más que en unir
,rrrrra de consllcñimientos, ataiiiendo dircct;rmente al con,
l,'rrido (¡la gente !). Hn cambio, si dirigimos la vista hacia
' l cstudio de lo cluc vienc a poblar esa form¿r, o hacia
l;rs necesidades de la gente, o también hacia sus reivinrlit'nciones, si se orienta la reflexión sobre el contenido y
rro sobre la fr¡rma <(pura), ¿qué es lo qtrc garantiza que
rlicho contenido va a entrar dentro de esta forma sin ver',r: sometido a algún que otro agravio? ¿Qué es lo que
¡i:rrantiza que las personas y sus necesidades van a de¡;tr:se inserir sin oponer resistencia en la iogística? Lo
,¡rrc viene a explicar, según nos parece, eue 4 pesar de
l,rs esfuerzos desplegados, aún no existe una epistemolo1iía urbanística. Se ha asistido, pues, a singulares diven
licncias en la elaboración y en la interpretación de los
lrcchos. Unos buscaban un contenido de base, un elemento constitutivo, por ejemplo relacionado con la familia.
l:n dicho sentido, ha habido gran preocupación por averiguar cómo se podría alcanzar la solución óptima para
tlcterminadas necesidades; de ahí partieron no pocos est r-rdios a menudo interesantes : se ha sumado a las necesidades ya clasificadas por la Carta de Atenas, otras necesidades tales como la necesidad de libertad, de creación,
rlc independencia, la necesidad de ritmo, de armonía, de
clignidad, incluso de jerarquía *las voy enumerando segúrn acuden a mi memoria. Esos estudios no conseguían
¡ri hacer surgir una estructura interna de cara a necesidacles muy diversas, ni descubrir la forma espacial capaz de
imponer una estructura a esas necesidades llamadas funcionales. Otros trataban de determinar a mayor escala
(polos vitalizadores> que restituyen una unidad orgánica a los fenómenos urbanos, unidad bien sea interna con
lespecto a la comunidad urbana, bien sea externa, es decir, actuando en el medio ambiente. A veces, los estudios
quedaban lirnitados a examinar las propiedades formales
clel espacio en tanto que vehículo de los bienes materiales o de las informaciones, estudiando, por ejemplo, los
ntaillages a escala del espacio global o a escala local.
En este enfoque, no es que se negase claramente que
45
existiese polÍtica, sino que se la concebía de forma
pe.
culi.a1. Otrora, un otrora no tan lejano, se consideraba
político como siendo un obstáculó a ia racionalidad, lo
al
cientificismo, como introduciendo una perturbaciórr,
r*
suerte de irracionalidad. Los hornbrei políticor, ."gJn
criterio generalizado, proceclían bicn sea al albur de"las
coyunturas, bien sea ciñéndose a intereses particulares,
representados, aun cuando cuidadosam"rrt" diri*ulados
por ellos mismos; al tener una óptica propia y, por de.
más, asaz versátil, al no ver claramente
tu, aliérnativas
ni,los objetivos, esos políticos desbarajustaban
"i
la raciona_
lidad. de la organización urbanística y Ia eficacia de ia
ciencia. En_el mejor de los casos, se consideraba a los
hombres políticos como dependiendo ellos mismos de
una
ciencia de la estrategia; a este tÍtulo se les dejabt"p";;;
arguyendo que un día vendría en que ellos tambi¿" ,"
someterían al carácter cientifico así despejado.
En este enfoque relacionado con lo- p"oliti.o y su in_
tervención urbanística, se seguia conservando
port,rlado del espacio objetivo y neutro. Ahora Ui"","i,J t u."
patente que hoy en día el espacio es político. Ei
espacio
no e,s un objeto científico descarriado por la ideoloiía o
por la política; siempre ha sido político y estratégiJo. Si
bien dicho espacio tiene un asplcto neutro, indilerente
con respecto al contenido, por tanto <puramente> formal,
abstraído de una abstracóión racional, ., pr""iruÁ".,1"
porque ya está ocupado, acondicionado, porque ya es
ob_
jeto de estrategias antiguas, de las q.re no siempre
se consigue encontrar las hrrellas. El espácio ha sido formado,
modelado, a partir de elementos históricos o naturales,
pero siempre políticamente. El espacio es político e ideológico.
.Es_una representación liieralmenie plagada de
ideología. Existe una ideología del espacio,
¿poi qú¿ moti_
vo? Porque este espacio q.re pa."cé fromálenei,
h".há
de una sola pieza dentro ¿e ,,,, objetividad, !, ,r..r fo.-u
pura, tal como lo constatamos, es un producto social.
La
producció-n del espacio no puede equipararse con
la producción de tal o cual objéto particúlar, de tai á""1
mercadería. Y, sin embargo, no de¡a de existir relación
"
46
úl'rrtrc la producción de las cosas y la del espacio. Estaque
trrrrrr producción se la adjudican gmpos particlllares
'.,' ;r¡rropian del espacio para administrarlo, para explot,rrlt¡..81 espacio es Lln producto de la Historia, con algo
,lrlt'r'cntc, y algo más cte lo que entraña en sí la Historia
, rr l¿r ac€pción clásica del término. La ciencia del espa{ r{r debe, pues, repartirse a diferentes niveles. Puede hal,t'r' ciencia del espacio formal, es decir, próxima de las
rr¡;rtcmáticas, ciencia en la cual el conocimiento utiliza
rrrr¡ie¡g5 tales como los conjuntos, las redes, los árboles,
l;r:; alambradas. No obstante, la ciencia no se sitúa a
,'.,r: único nivel, no puede permanecer formal. El análisis
, rÍtico define en qué forma y siguiendo qué estrategia ha
',irlo producido tal o cual espacio comprobable; finalrrrcnte, hay el estudio y la ciencia de los contenidos, de
t st.¡s contenidos que, quizás, ofrecen resistencia a la fornra o a la estrategia: es decir, los usuarios.
Se puede afirmar, situándose uno al nivel más alto,
r¡uc la planificación posee tres dimensiones.
Primera dimensión: la planificación material, <(cuantificable", que se puede evaluar en toneladas de trigo, de
ccmento o de acero. Esta dimensión está en relación di
rccta con la concepción corriente de la economía política
v de instrumentos estrictos de análisis: de matrices.
Segunda dimensión: financiera, en estrecha relación
t:on los balances financieros y que implica el estudio de
los costes de producción al más alto nivel. Sigue siendo
cconomía política, perfilando aun más su noción.
Tercera dimensión: debe ser temporal y espacial. Su¡rone la estructuración de localizaciones, el profundo conocimiento de las redes de intercambio, de comunicaciones, de las fluctuaciones, el estudio de los centros de
producción y de consumo, todo ello realizado sobre el
terreno.
La primera dimensión permite una planificación brutal mediante la utilización de balances-materia; la segunda, mucho más dúctil, permitiría, cuando menos en un
cierto número de países, la utilización de computadoras
electrónicas. En Francia y en un cierto número de paí47
fi'
ses, es siguiendo las pautas que indican los balances
como
nancieros, ateniéndose a las indicaciones bancarias,
se lleva a cabo la planificación llamada "indicativai)' en
tanto cluc en la URSS, aún hoy cn día, la plailificación
autoritária y centralizacla viene dictada tomando como
los balances-materia.
base
- --P";
lo que se refiere a la programación correspondien'
de"it, la temporal y espacial'
te a la tercira dimensión,
",
ésta debería proseguir su curso teóricamente, al propio
ii*p" que Iás derñás, dentro de una simultaneidad; po¿ri, *Á"ter las demás dimensiones a la simultaneidad
gfofruf del espacio..De.hecho, dicha programación prosi'
gue su curso en solrtarlo'
Por demás, cabe preguntarse hasta qtré punto una progr;aci¿" toial de esás tres dimensiones, simultánea-el
es
;i;;;, sería de desear. El tecnócrata consumadosujeta
tendría
programación
Dicha
preconiza.
único que ta
a la toialidui d" la sociedad en la argolla de la cibernética'
planificación de tipo deJNo lmpediría acaso cualquier
irocrático al otorgar una eficacia aterradora al poder exisPor
l"nt" q,r" sabria hacer uso de esos instrumentos?
más
queda
;h;;,-; la planificación democrática no Ie
p.riUifiá"¿ que la de infiltrarse por las resquebrajaduras
áái plu" toáI. No parece qtt" pot el momento el plan
totai represente un peligro inminente; se tiene la irnp.reha lle.i¿" a" i"e la dimensiói espacial-temporal aún no
por
otra
gu¿o u aitic,rlurr" con las otras dos, las cuales'
sino
sí'
entre
;;"; t á "ttat demasiado articulaclas
dimensión
Esa
croniiadas, para decirlo de otra forma'
existe de forma indePencliente.
proPor lo que respecta al espacio, éste posee, pues'
que
perparticulares
piedades formales. Existen técnicas
técnicas
las
especial
*it"r, una cierta programación, en
áe cálculo, de previsió-n. Y también existen los contenidos'
que la cienJó"J "i""" a irobar todo esto? Ya sabemos
no es una
niveles'
óiu d"l espacio, repartida a diversos
existe una
no
vértice'
que,
en
su
ciencia ,rnitutiu y iotal,
más en
algo
ahora
nlirii"u del espacio. Ádentrémonos
del
gsto
contradicciones
hay
clue
prueba
esta cuestiOn.
ls¡racio. El método para abordar el problema del espacio
rlr puede consistir únicamente en un método formal, lóllrc:o o logístico; debe y puede ser igualmente un método
,ltttléctico que analice las contradicciones del espacio denlro de la sociedad y de la práctica social.
Si partinros del concepto de que el espacio es poli
lrt'o, queda supeditado (al igual que su teorÍa y su cien( r¿r) a una doble crítica, ella misma política: la crítica de
,lcrechas y la crítica de izquierdas. La crítica de derechas
('s, a grosso modo, una crítica de la burocracia, de las in'
It'rvenciones estatales, en el sentido de que esas interven, iones estatales obstaculizan la iniciativa <privada', es
rlccir, los capitales. En cuanto a la crítica de izquierdas,
('sta es, asimismo, una crÍtica de la burocracia y de la
rrrtervención estatal, en el sentido de que dicha intervent ión no tiene, o tiene poco en cuenta, a los usuarios, la
¡rráctica social, es decir, la práctica urbana. Quisiera extcnderme algo más acerca de este distingo entre la crítica de izquierdas y la crítica de derechas. Implica y presupone que existen conflictos y contraücciones en el es¡racio, pues de no ser así, no se acierta a comprender los
,'onflicios de la <crítican. Ese distingo ha sido dejado de
lado dirrante ese período en el que todo parecía puramentc formulación epistemológica de una acción técnica. Exarninemos ahora algo más la extensión de ese doble cont:cpto, y apliquémoslo a un ejemplo que puede parecer,
rr primera vista, aun más paradójico que el del espacio:
l¿r naturaleza.
A lo largo de todo el periodo que acaba de finalizar,
la naturaleza etaconsiderada como una suerte de símbolo
poético, negligible o relegado a segundo término, que designaba no se sabe muy bien el qué, un residuo, un algo
q,." apat""ía aquí o allá, escapando a la acción racionalmentJ ilevada. Ahora bien, sabido es que la naturaleza,
también ella, está labrada, modelada, transformada, que
cs, en gran medida, producto de la acción, que la faz mis'
ma dela tierra, es decir, el paisaje, es obra del hombre'
Aún hoy en dfa, la naturaleza es contemplada, en cierta
ideología, como simple materia del conocimiento y como
48
*fr!:"t=
r¡cs
128 4
furi:
{., ,$i so-"rii
;r
ri;;,;;¡¿,5
49
08P{}99
objeto de las técnicas. Está dominada, sojuzgada' Al.ser
domeñada y sojuzgada en su esencia, se aleja' Ahora bien,
clc pronto se cae en la cuenta de que al estar sojuzgada,
upJr".* clevastada, en trance de aniquilamiento, y' ame'
nizando dc paso a la cspecie httmana, todavía estrecha'
rnente tigada a la naturaleza, con verse arrastrada a su
vez hacii el aniquilamiento. De ahí, la necesidad de una
estrategia. He aquí a la naturaleza politizada' Y ello no
¿" r"gi'. a una riflexión puramente técnica o epistemológi.u J filosófica, sino a una doble crítica, la crítica de deiechas y la crítica de izquierdas. ¿En qué consiste la crítica cle derechas?: a sumirse en lamentaciones acerca de
la perdida belleza de los paisajes, acerca de la pureza y
dela inocencia de la naturaleza qve huye de nosotros; un
(rousseauismo)), que parecía trasnochado, recobra actua'
lidad. Se experimentá añoranza de los placeres sencillos
a
v rá"ot, ,e ie"rrerda el tiempo en que, con anterioridad
brindaba
a
ia oarrabalizaciónr,la hermosa lle-de-France
tenido
han
Ya
paisajes'
Ias miradas felices admirables
lugar numerosas campañas en favor de la naturaleza' Una
de* ellas, dirigida por un venerable académico, Georges
Duhamel, en contra del ruido, ha tenido gran resonancla'
Áh"* ", Bernurd Charbonneau quien acaba deLepublicar
Iardin
sobre di.ho tema un hermoso y elocuente libro:
de Babylone.
En una gran
¿En qué va a desembocar todo esto?
sobre
romance
nosialgia'del pasado, en un enternecedor
atrás'
hacia
volver
el
parte,
la natriraleza perdida' Por otra
el retrocecler in el tiempo, resulta imposible' La crÍtica de
izquierdas trata de analizar las implicaciones y las secuelas d" esa devastación de la naturaleza, de esa destrucción'
En efecto, existe una especie de-autodestrucción de la naturaleza áentro y por oel hombre))' que proviene de la
naturaleza, q.re nai" de ella y que se vuelve en contra
suya para exterminarla.
"Y'ron los .elementos>, como se solía decir en la filosofía clásica, el agua, el aire y la !u,2, los que se ven ameVamos ñu.iu ,., inexorable encuentro de venci"uáot.
;;;;tt aterradores. Es imprescindible prever el momen50
I cn que babrá que reproducir la naturaleza. Producir
t;rlcs o cuales objetos, ya no será suficiente; habrá que
rt'¡rroducir lo que fue ia condición elemental de la producr rrill, a saber: la naturaleza. Con el espacio. Dentro del
{ \l)¿rcio. Por cierto, cabe hacerse la pregunta siguiente:
, t'rr eué y por qué esta critica es de izquierdas? No se
¡r ata de una crítica hecha en nombre de un determinado
;,rupo izquierdista, partido o club. No se trata de una
r r íl.ica desarrollada en nombre de una ideología de ten,lcncias consideradas más o menos izquierdistas. Es pre, iso llegar aI meollo del asunto. Cabe pensar que de aquí
:t Lreinta años, o quizás antes, habrá, o cuando menos po,lr h haber (¡seamo,s prudentes !) posesión y gestión colectivas; a) de lo que quedará de Ia naturaleza; b) de la
r cprodución de la naturaleza, del espacio, del aire, de la
Itrz, del agua y, hablando de manera más amplia, de nuevas raridades. Las antiguas raridades, Io fueron el pan,
lr¡s medios de subsistencia, etc. En los grandes países intlustrializados ya existe una superproducción latente de
rlichos medios de vida que, otrora, fueron raros, que dieron pie a terribles luchas en torno a su escasez. Ahora, no
crr todos los países, pero virtualmente a escala planetaria,
existe una producción abundante de esos bienes de consurno; entretanto, las nuevas raridades empiezan a hacer
acto de presencia: el agua, el aire, la luz, el espacio, en
torno a los cuales se desarrolla una intensa lucha. Es en
lunción de dicha lucha que hay que comprender el urbanismo, lo que, pese a sus defectos y debilidades, justifica
cn cierta medida las investigaciones, las inquietudes, Ios
interrogantes. AsÍ pues, se puede prever la gestión y la
posesión colectivas de los medios de producción, así como
la gestión social de la producción en función de las necesidades sociales. Puede preverse, pues, para las postrimerías de nuestro siglo, un socialismo mundial que no tenclrán ya prácticamente nada en común con lo que Marx
denominaba socialismo, y que, sin embargo, será producto de dicho socialismo o conservará con él una relación
más o menos lejana. ¡Esto, haciendo abstracción de la
capacidad de recuperación del capitalismo y de la posibiIr
51
lidad de que se prodtucan catásrofes irrernediables ! Es,
pues, en este sentido en el que la crítica de la política, con
respecto al espacio y a la naturaleza, es una crítica de in
quierdas. Lo que nó estaría de acuerdo en admitir tal o
cual oprospectivista)r. Poco importa. Ya desde este pre"
ciso momento, al igual quc el espacio, la naturaleza está
politizada, porque está inserida en estrategias conscientes
o inconscientes. La creación de parques nacionales, etc.,
representa ya de por sí una estrategia, pero una pequeña
estrategia, más bien una suerte de táctica' Cuando, de
hecho, habría que aspirar a mucho más.
No me resulta difícil imaginar la reacción de los rea'
listas: nUsted nos habla del mañana, del pasado mañana,
pero háblenos del presente.> De acuerdo, hay que mos'
trarse realista. Sin embargo, sucede a veces que el maña'
na sea el presente, y entonces vuestra realidad puede sal'
tar hecha añicos ante vuestras propias narices. Por ejem'
plo, pueden presentarse de repente, de la noche a la mañana, extraordinarios casos de contaminación...
Por tanto, repito que hay una política del espacio, por'
que el espacio es política.
En lo que concierne al urbanismo del presente, la-cri
tica de deiechas pone el acento sobre la vivienda indiviclual y sobre la iniciativa privada. En esta suerte de gran
péndola ó de intenso movimiento de balanceo que arrastra a la sociedad francesa, en la que lo estatal, sorprendentemente denominado .,socialu o <colectivo>, se opone
a lo .,individualu y a lo uprivadou, el fiel de la balanza se
rnclina netamente del lado de lo individual, es decir, de
la iniciativ¿ oprivada" y del capital. La meta de esa cri'
tica es, evidentemente, la de despejar el camino ante
los capitales que están al acecho de las inversiones más
rentables. Dichos capitales buscan afanosamente un cir'
cuito secundario, anexo con respecto al gran circuito
normal o habitual de la producción y del consumo, para
el caso en que dicho circuito perdiese empuje. Inserir del
todo la tieria y el habitaf en el intercambio y el mercado'
tal es el objetivo de dicha polÍtica. Normalizar ese circuito secundario, lo inmobiliario, conservándolo, sin em52
lr;rt'go, tal vez en tanto gue sector compensatorio, ésta
ls la estrategia seguida. Por lo que respecta a la crÍtica
rlc izquierdas, ésta toma como punto de partida al usuar io, al habitante, considerado no tan sólo en cuant<¡ a la
r ¡tttidad, como suele !¡¿ssrse a la hora de cifrar el prolrlcma de la vivienda, si¡¡e en cuanto a la calidad. Dentro
,lt. la práctica urbana.
En el actual estado de cosas, lo que resulta inieresanl(', no es tan sólo la introducción oñcial de la crítica de
,lcrechas, sino también, y no me recato en proclarnarlo
irquí, el fin de un determinado terrorismo. Me refiero a
trn terrorismo intelectual que ha imperado durante mucho
ticmpo. La presión ejercida por la técnica, los técnicos y
Ios tecnócratas, la epistemología, las investigaciones de
orden puramente técnico y epistemológico, desemboca en
un terrorismo intelectual. L¿ burocracia siempre da
¡rie a que reine un cierto estado de terrorismo. Existe
irquello de lo que hay que hablar y aquello de lo que no
sc debe hablar. Durante la última década, había lo que
sc consideraba como serio y lo que no era considerado
como tal. El espíritu de seriedad era y sigue siendo en
rnuchos sitios la expresión de un terrorismo latente, vinculado, por cierto, al sentido de la responsabilidad, al
respeto por la capacidad, cualidades incuestionables de
la tecnoburocracia. Pero era imposible hacerse oír cuando se decÍa, por ejer¡plo, que la gente se aburre. ¿Dóncle? ¿En Suecia, en los Estados Unidos? Tal vez. Pero,
¡no en Francia ! El aburrimiento, por constituir un hecho
mensurable, no debi¿ ser tomado en consideración, a no
ser como tema periqdístico o de chanza. Tampoco era
permitido hablar de espacio represivo; aquello no era
<serio>; el espacio objetivo y objeto de ciencia era neutro,
políticamente...
Esta ventaja, cua¡d6 menos momentánea, de la situación actual no debe hacernos olvidar los riesgos que entraña dicha situación. He aquí uno de ellos: el 5 Plan consideraba el casco antiguo urbano como intocable, como
siendo una valiosa herencia de la Historia, característica
esencial de la ciudad europea y occidental; habría que
53
conservarlo en el urbanismo, sin, por demás, haber llevado a cabo un análisis suficiente de dicho núcleo. Sin
ernbargo, desde hace ya álgún tiempo, se habla de una
crisis de la centralización, de la paulatina languidez que
se va apoderando de esos centros. Resulta evidente que
la centralización urbana desemboca en la saturación. uno
de cuyos inconvenientes es la congestión de la circulación. Entonces, la crítica de derechas augura cl fin de los
centros, la dispersión de las actividades y de la población,
y, por tanto, tarde o temprano una segregación acentuada de las poblaciones.
A la crítica de izquierdas, desde mi punto de vista personal, le toca demostrar quc la centralización es parte
constitutiva de la vida urbana, que si no hay centralización ya no hay vida urbana, que la práctica urbana se ve
herida en pleno corazón por la dislocación de la centralización. En este sentido, la crítica debe demostrar cada
vez con mayor profundidad el superfuncionalismo de los
centros. Por otra parte, no debe disimular las dificultades.
Si existen contradicciones del espacio, también surgen a
este nivel, y la centralización no puede declararse, afirmarse, sin plantear problemas. Se presentan entonces movimientos dialécticos, desplazamientos de la centralización; existe la saturación, la destrucción de la centralización por si misma; de ahí, quizá, la exigencia de una
policentralización, de una concepción policéntrica del espacio urbano. Yo no hago, en este caso, más que marcar
una orientación.
Hoy en día, el ó Plan corre el riesgo de dar al traste
con la centralización del urbanismo oficial. Primera observación: entretanto, centros cornerciales, gigantes, rodeándose, en calidad de anexos, de todo tipo de servicios,
se van erigiendo, aportando una concepción y una práctica del espacio de nuevo cuño; efectivamenle, esos centros
comerciales no están aislados, sino que constituyen auténticas redes comerciales. Segunda observación: lo que va
a subsistir es Ia centralización de las decisiones, es decir,
el centro que concentra en su seno el dominio ,la riqueza,
Ia información, el poder. Por consiguiente, la critica de
54
centralización va a amparar, no la disolución efectiva
,lt: Ia centralización, sino el fortalecimiento de una centralización por partida doble, recusable también a doble
litulo: la redes de centros comerciales, la centralización
,lt: Ias decisiones, auténticas fortalezas del Estado, que
l;r ideología neoliberal va a amparar.
Tengamos el valor de ir hasta el fin. ¿En qué consiste
,'l urbanismo durante esta década? En una operación ext('nsa y polivalente. Una ciencia ambigua en busca de su
,,bjetivo y de su objetividad, no hallándolos ahí donde los
l,rrscaba. Una práctica, ciertamente, pero ¿científica? Esto
,'s harina de ótro costal. A ciencia cierta, una mezcla de
instituciones y de ideología, una forma de enmascarar la
¡rroblemática urbana en su conjunto, y también iuego la
socialización de las pérdidas y de las emergencias, la
t()ma a su cargo por parte del Estaclo y del sector pírblico
tlc un sector retrasado, atrasado, todavía artesano de la
¡rroducción, cuando menos en los principios de la décad-a,
sr:ctor deficitario y, sin embargo, decisivo dentro de la
sociedad. Esos caracteres de atraso de la producción en
t'l campo urbanístico, es decir, habitat y espacio urbano,
c'sos caracteres artesanos y deficitarios habiendo desaparccido, al cambiar, por tanto, las perspectivas, se puede
c'onfiar ese sector al capitalismo privado, ya que se ha
convertido en negocio rentable.
No dejemos caer en el olvido un detalle de carácter
histórico sumamente importante. La propiedad del suelo,
cdificado o sin edificar, es de origen feudal. Para llegar a
comprender perfectamente lo sucedido, resulta preciso
,""oid". que el propietario de bienes raíces, tanto si es
propietario de tierras como de inmuebles, es ,per se
.rr, p"rrotuje de otra índole y diferente del capitalista inclustrial. Ei capital mobiliario y el capital inmobiliario no
son iguales, se administran, por ende, de forma diferen'
te. Brlen ejemplo y prueba de ello es que durante las dos
guerras mundiales hubo moratoria de los alquileres, un
sistema para reportar sobre los propietarios de bienes
raíces pu.t" d" las dificultades engendradas por las contiendas. Jamás, que yo sepa, se ha oído hablar de moral¿¡
55
toria de los dividendos del capital industrial. La movi.
Iización de la riqueza constituida por bien sea bienes raí.
ces, bien sea bienes inmobiliarios, debe ser contemplada
como una de las grandes rarnas del capitaiismo finánciero, desde hace un cierto número de años; la entrada de la
construcción en la órbita industrial, bancaria y financiera, ha constituido, durante esta última década, uno de
los objetivos estratégicos. En la sociedad, tal como la
conocemos, resulta de lo más lógico, de lo más coherente.
Para hablar con mayor propiedad, ese circuito de lo inmobiliario ha sido durante mucho tiempo un sector subalterno, subsidiario ; paulatinamente, se va convirtiendo
en un sector paralelo destinado a su inse¡ción dentro del
circuito normal de Ia uproducción-consumo)). puede, incluso, transformarse en un sector principal aun cuando,
normalmente, sea un sector compensatorio, si el circuito
normal <producción-consurno> se ve frenado, si se producen fenómenos de recesión. En tal caso, los capitáles
hallan en él una suerte de amparo, un terreno s,rpi"mentario y complementario de explotación; las más de las
veces, no se prolonga durante mucho tiempo, pues se
trata de un fenómeno <malsanou. En España se ha podido
ver, en el curso de esos años de rápido desarrollo, durante
esa famosa década, cómo el capitalismo español se iba
atascando en lo inmobiliario y construía una gigantesca
fachada moderna que enmascaraba el subdesarrollo existente. En determinados países, tales como España y Grecia, ese sector se ha tornado esencial, dentro de una economía que requiere intervenciones sobradamente conocidas para el que las quiera aplicar. En otros países, como
en el Japón, por ejemplo, el hecho de recurrir al sector
inmobiliario para compensar las dificultades del circuito
normal uproducción-consumo" y lograr así un nuevo impulso, es un hecho corriente e, incluso, previsto, prácti
camente planificado.
Lo paradójico, lo risible, es que Ia crítica de derechas
que ampara toda una serie de operaciones
habitual de la ideología- esa crítica se las da -papel
de revolucionaria. ¿Qué dice M. Chalandon? Pues que la extensión
5ó
rk' Ia ciudad mediante Ios suburbios cubiertos de torres
rrlodestas, constituye una revolución. A decir verdad, el
ucoliberalismo oficial ampara una concepción usectorial>
rlc Ia gestión económica, una estrategia diversifrcada. Tien(i Llno Ia impresión de que se quiere diferenciar las fórr¡rulas según el sector, campo, irrdustria, inmobiliario. Fár ilmente se podria ver en el campo fórmulas de reagru¡ración de carácter cuasi socialista, en tanto que en el
rt:ctor inmobiliario sería, al contrario, el capital privado
r¡rrien se llevaría el gato al agua.
La pregunta que plantean el éxito o el fiasco de semeiante política viene a ser, más o menos, la siguiente.
I ndudablemente, en la industria se ha constituido Io que
Calbraith denomina una tecnoestmctura, es decir, un gru¡ro de técnicos de una gran competencia, capaces de intcrvenir eficazmente en la gestión. En el sector del urbanismo, ¿i se ha constituido acaso, en el transcurso de esta
riltima década, una tecnoestructura que se mantendría vi¡¡ente al amparo de la ideología neoliberal?...
A fin de cuentas, hemos evocado aquí una suerte de
amplia política del espacio, una planificación que conjeturaría el futuro, es decir, Ia desaparición, la destrucción, Ia autodestrucción de la naturaleza, sin ergotizar,
sin echarse atrás, sin minimizar los peligros. Semejante
política del espacio no procedería simplemente acumulando los constreñimientos ; trataría de aunar la apropiación
clel tiempo y del espacio a través de los usuarios, de los
individuos y de los grupos. Intentaría aunar dicha apropiación del espacio, al más alto nivel, con la organización
socio-económica, teniendo muy en cuenta un factor dejado
de lado por los <prospectivistas>, y de capital importancia, a saber, la cada vez mavor compleiidad de Ia sociedad, el hecho de que la sociedad se torna cada vez
más compleia v diversificada. Seqún mi criterio, éste se-
ría el proyecto o el programa de una izquierda que se
ocuparía, por fin, de esos problemas. Por supuesto, lo
oue digo cae totalmente dentro de lo utópico, va que esto
recabaría no tan sólo una izquierda inteligente, sino también considerables modificaciones tanto económicas como
socio-políticas. Dicho lo cual, traigo a colación una tesis
que ya me ha sido dado sostener aquí y en otras ocasiones: hoy en día, más que nunca, no puede haber pensamiento sin utopía. O, entonces, se contenta uno con constatar, ratificar lo que se le presenta bajo los ojos; no va
más allá, se queda uno con la mirada clavada en lo real,
tal como acostumbra a decirse: se es realista... ¡pero no
se piensa ! No hay pensamiento que no explore una posibilidad, que no trate de hallar una orientación. Ahora
bien, en cuanto se soslaya el positivismo agobiador que
no consiste más que en una falta de pensamiento, pronto
se halla uno ante fronteras bastante difíciles de delimitar
eutre lo posible y Io imposible. Y, sin embargo, no existe
hoy en día, especialmente en el campo qüe nos ocupa, no
existe, repito, pensamiento alguno que no esté acompañado de una utopía. Tanto los arquitectos como los urbanistas están plenamente convencidos de ello.
En lo tocante al espacio francés, se nos presentan, por
demás, como en otros muchos países, tres estratos de
fenómenos: en primer lugar, la naturaleza, lo que nos
queda de las obras y trabajos de los períodos en que
predominaban el campo y la agricultura, es decir,los paisajes, los países, las regiones; luego, un estrato de transformación histórica, en especial durante el período industrial; finalmente, las estrategias actuales que trastocan o que debilitan las producciones anteriores, por lo
que respecta al tiempo y al espacio. El resultado, como
ya bien sabemos, es del todo contradictorio e incoherente. Es, por un lado, el <desierto francés,r, el subdesarrollo
de un buen número de regiones, y no tan sólo al sur del
Loira, ya que se deben incluir entre ellas Bretaña y, hasta
cierto punto, Alsacia, en el desarrollo desigual conocido
por algunas regiones francesas. Por otra parte, la increíble e inaguantable centralización de toda la sociedad francesa en París y en la región parisiense. De ahí la tan
cacareada exigencia de descentralización que guía, hoy en
día, la política del espacio. ¿Descentralización? ¿Cómo es
posible que el Estado, centralizado é1, vaya a hacerse cargo de la descentralización? No pasa de ser una mera fa58
,'llada. una caricatura' En los proyectos de descentrali,lrcióí, las comunidades locales y regionales no dispgnen
rlc verdadera capacidad de gestión; cuando más, pueden
:,cguir paralizando las iniciativas del poder central,--en
, iJrta medida y, Por si esto fuera poco, se trata de hallar
los medios de arrebatarles dicha capacidad. En Francia,
la política del espacio se ve sometida, se quiera o no' a
lrrs exigencias de Ia descentralización, o, mejor dicho, al
¡,''ofunáo conflicto existente entre los imperativos de- la
,,cntralización estatal y las exigencias concretas de la destcntralización. ¡Es que el espacio es política!
Durante la década de los 50, la política del espacio
lue concebida en función de una estrategia europea' Se
llcvaron a cabo estudios muy completos que apuntaban
hacia una descentralización, en función de las grandes
vías europeas, el PADOG. Por espacio de diez años, personas pleiramente capacitadas volcaron toda su actividad
()n esos proyectos; ahora, ya ni tan siquiera se sabe -muy
bien de qué se trata. ¡Es la burocracia y la crítica de la
lrurocracia por sí misma, su autodestrucción !
Asi es como, por ejemplo, hace un par de lustros, se
habló de construir en Estrasburgo un inmenso aeropuerto a escala internacional, que hubiese colocado a Estrasburgo en óptima situación para convertirse de forma efectiuf"n la capital de Europa. Un buen día, sin que mediasen más expiicaciones' se supo que se había abandonado
clproyectodesuconstrucción.Nuncasehasabidoexacdicha
ru*"rri" por qué ni por quién había sido tomada
-sentido
el
fue
que
supo
sí
se
lo
clecisión.-Ahoia bien,
decir, el abandono de
;;iitt". de tal determinación,laes
de la gran vía Medi
idea
1"" pJiti.a: se abandonaba
espacio clyo eie
política
del
la
terráneo - Mar del Norte,
altas esferas' a
las
en
adoptado,
Errropa. Se había
"rr
no me
la
memoria
si
ó0,
los
de
principioi de la década
espacio:
del
estrategia
la
a
ialla, una decisión relativa
nada de Europa, nada de espacio europeo, sino- un espacio francés. Es decir, que se volvía a caer en la centralización y en el centralismo parisiense. Se hacía preciso
pode'
á"á i"tit se convirtiese en un núcleo tan rico, tan
59
08?099
I
roso, como el Ruhr o la megalópolis inglesa. Se trataba
de una decisión política que interesaba la política del
espacio. Por lo dernás, se ha seguido dicha política durante
tola esta década. Fue por aquellos entonces cuando se
iniciaron los estudios del Distrito; y como no era con'
vc'niente que París se convirtiese en el sólo y único cen'
tro de toda Francia, se concibió esa famosa repartición
clel espacio creando unas metrópolis denominadas n de
equilibrio", un medio mecánico de compensar París, sobre el papel, en el espacio francés; cuando, de hecho, Ia
estrategia anterior era de índole totalmente opuesta.
Cabe preguntarse cuál va a ser la estrategia del espacio que será adoptada ahora. ¿Se seguirá acaso robuste'
ciendo el centralismo parisiense? A pesar de ello, no ha
habido más remedio que enprender una descentralización mitigada, sabiamente dosificada, para no poner en
entredicho los privilegios del poder central.
Si pasamos ahora a considerar la presencia de esos a
quienes se denomina, con un neologismo bastante singular, los ndecididoreso, dichos elementos plantean más de
un problema. ¿Cuál es su capacidad de adaptación? ¿Acaso están ya sus objetivos netamente fijados? ¿Cuál cs su
ideología? ¿Cuál es la arnplitud de autonomía de la que
disfn¡tan? Dicho en otras palabras y repitiendo la pregunta: ¿Acaso se ha instaurado una tecnoestructura en el
transcurso de la década pasada, por lo que a organización
urbana y política del espacio en Francia se refiere?
En cualquier caso, esos "decididores" pueden optar:
les toca escoger entre soluciones contradictorias. Todas
las contradicciones del espacio van cobrando amplitud'
Pueden ellos, bien sea prever una disposición de equilibrio
al proseguir con la política de las metrópolis provinciabien, quien dice equilibrio, dice estabilinai
-ahora
prever y producir lo efímero' Entra densea
dad-, bien
posible
concebir casas, bienes de equipo que
tro de lo
quedarían desechados al cabo de pocos años, de la mis'
ma forma que quedan desechados los platos de cartón o
las servilletas de papel tras su efÍmera utilización. ¿Y,
por qué no? ¿Acaso no fue preciso que las empresas y
ó0
l,rs metalúrgicos del Mosela se sometiesen a los cambios
t" producción? ¿Acaso no hubo que tras.rt'aeciclos
"ir
l;rclarlos a Ia región de Dunquerque, no se sabe exactamen-
tc por cuánto-tiempo? Tenienáo en cuenta los rápidosy
,,,,irt io, expertrneniaclos en el campo de los métodos
,lc las condiciones de producción, se puede prever y dis'
tender a un máximo
l,()netr lo efímero, o, *üy al co¡trariC,
del espacio'
política
la
En
,r" equilibrió y áe
del día'
"ttuúitidud.
orden
la
a
.'sta Ls una opción que se encuentra
con'
las
de
medio
en
que
hacer
r¡na elección qLle se tliene
tr
adicciones.
¡,si pues, elección entre el
equilibrio y lo
*l=:l
.'ión entre la descentralización efectiva y el latsser'¡atre
neoliberal en lo que concierne las tendencias a la centralización política Án Francia; he aquí algunos elementos
tlc- esa problemática.
I-o, problemas están ligados entre sí: caso de laisser'
pode^r' de domiIuire, tindtemos centros de decisión, cle
formaciones
llamados
tiqueza, de información,
"i.,'¿"
centralización
dicha
de
,,cuaternariasu. En la perspectiva
p"a.iu muy bien-quedar fortalecida al
"decisionaln, que
d"^t"t críticas neoliberales de la centrali,,;;;;;;ir*o
,uia*,la política del espacio corre el riesgo de ir a de-
scmbocar en desigualáad"t de crecimiento y de desarrollo
u"*tttuadas y marcadas que en el
todavía mucho
^at
p"tuao. En principio, dichas desigualdades de crecimieni; t á" desairollo han sido combatidas
{; en"ilLt^uTtr::
que drcnas
el día
,o,"subsanadas; podría presentarse
^agrauadas
concertada'
forma
de
clesigualdad", ," lri","t'
así suce;;-a-.;i;, aprovechadat poi el poder central' Sisuerte
d*
una
gravedad:
suma:li";;, ;#riría aigo dó
metrópoli'
la
de
dentro
haciá
traslación del coloiialismo
un semicolonialismo de las regiones y zonas escasamente
decisión' .y'
clesarrolladas con respecto a los núcleos de
ya no exrs'
parisiense;
núcleo
al
cn especial, con respecto
pero ha
en el sentido estricto de la palabra'
i."
"ii""i"s
ya un semicolonialismo metropolitano' que su'
surgiclo
obreros
bc¡rdina a dichos centros a elementos campesinos'
muchos
a
también
y
luego'
gtu;-"ti"'"'o,
extranjeros
"i
""
...
¿'*,iri...":1..
I,lFt¡¡,áq;.¡¡i,. :;,,¡
I
1
iri,i;;;,
.i,*
61
franceses pertenecientes, bien sea a la clase obrera, bien
sea, incluso, a la intelectual, todos ellos condenados a una
explotación coucentrada, en cLlanto a los métodos utilizados, y manteniendo a dichos elementos en un estado de
segrcgación espacial. Lo que viene a justificar y a confirmar esa apreciación es, por lo que a rnÍ concierne, un estudio permanente del complejo Lacq-Mourenx, en los Pirineos, independientemente de una serie de investigaciones
llevadas a cabo en otros lugares, en especial en la región
parisiense. Resulta inútil resaltar el hecho de que tal situación podría llegar a hacerse explosiva. Llegado a este
punto de mi conferencia, ruego encarecidamente a aquellcls que poclrían criticar rni postura, que no confundan la
tempestad con la meteorología. Yo no soy más que el
meteorólogo, no soy yo quien origina la tempestad.
Por otra parte, esta alternativa entre lo privado y lo
colectivo, entre lo individual y lo estatal, puede prolongarse aún durante mucho tiempo. Es una alternancia
propia de la totalidad de la sociedad francesa, neoliberalismo, oneodirigismo)
vez el fiei de la balanza se in-una
clinó de un lado, ahora,
se inclina del otro. Lo que viene
ilustrado de forma caricaturesca sobre el terreno, por el
contraste existente entre Ios grandes complejos urbanos
y los arrabales plagados de modestas torrecitas. Por parte opública>, colectiva, estatal, se incita a la adopción de
grandes complejos urbanos. Por parte .,privadao se quiere hacer prevalecer el sistema a base de modestas torrecitas. Existen otros muchos elementos.
A través de esas contradicciones. el análisis crítico del
espacio político y de la política del espacio señala las tendencias y denuncia los peligros y amenazas que entraña
la situación.
La ciudad
lo urbano
*
1. Et decir que la sociedad
contemporánea se halla
convirtiéndose en
ha
acabado
proceso
mutación
de
en
omutación,
no tiene significa'
El
vocablo
unJ banalidad.
se le utiliza en
cuando
que
biología;
preciso
más
en
do
modo
de imagen, de
6i"t
a
más
es
sociológiio,
,"rriido
metáfora, antes que como concepto. Esa imagen puede,
inclusive, llegar a disimular el interrogante esencial ¡ ¿a
dónde iremos a parar?
No es menos cierto que dicha umutaciónn se ve ca'
ractertzada por múltiples crisis que se intrincan las unas
con las otras, desde las crisis económicas y las de la
economía política, hasta las crisis por las que pasan el
arte, la literatura, el cine, el teatro, la Universidad, la juventud, etc... Dentro de ese intrincamiento y esa interfe¡cncia de crisis múltiples, se plantea un interrogante:
¿hay acaso una crisis y crisis más importantes, más esenciales las unas que las otras? El planteamiento que viene
a continuación se cimenta sobre la hipótesis según la
cual la crisis de la realidad urbana es más importante,
más central que cualquier otra.
Es un hecho de lo más corriente el hablar de la
sociedad industrial. Esa expresión es criticable en el sen'
tido de que no pone de manifiesto determinadas relaciones sociales constitutivas del proceso de industrialización.
Las relaciones de producción requieren un análisis que Ia
expresión osociedád industrial" tiende a eludir, poniendo
el acento sobre la producción material, sobre el desarrollo puro y simple de la producción, y no sobre las relacio'
nes sociales de producción. Respetando esas importantes
2.
*
62
y
oEspaces
et Sociétés", núm. 2, marzo de 1971.
63
r€servas y señalando Llna vcz más cómo un supllesto"con'
cepto puóde llegar a convertirse en imagen y en.metátora'
sociedad industrial'
muño cle la expresión:
"que
""ita.umo,
la sociedad industrial susMtry bien se puede áe"ir
cita la aparición'de t" rrtUu"irución. Tal constatación y-tal
fórmula no pu.u., de s"t, hoy en día, meras banaiidades'
Así y todo, iesulta menos banal preguntarse si las conse'
no cobran
cuencias del proceso,
-mayor a saber, la urbanización, inicial: la
causa
que
su
rápidamente
irnportancia
ináustrialización. La teiis qué presentamos seguidamente se basa en que la problemática urbana desplaza y modifica hondaménte la problemática que tiene su origen en
el proceso de it d.ttitiilización. Cuando la mayoría de los
teórizantes y también de los pragmáticos, que proceden
de forma empÍrica, consideran aún la urbanización como
siendo t.rrru Conr""uencia exterior y de escasa importancia, casi accidental, del proceso esencial, la industriali'
zación, nosotros ur"r,"rurrios todo lo contrario' Sucede en
ese proceso de doble vertiente algo de suma importancia.;
hablando en t¿rminor-"Iásicos ,-un boom cualitativo' El
crecimiento ..turr,iiutiuo de la producción económica ha
suscitadc¡ un fenómeno cualitatilro q.re se traduce él mismo por .rna probü*iti"u nueva: la problemática urbana. Resulta eiencial tomar conciencia y conocimiento cle
ella, con el fin de no perpetuar un error teórico y práctlco;
dicho error consiste en que se pretende sac-ar de la racio"
experiencla de la industrialización'
nahdal de
modelos y "*p."ru, aplicables a la -realidad urbana en
"tq-i"*ui
gestación. se
quiriera iii", esa realidad a la luz de la
empresa y como ,rtu *pt"sa. Ahora bien, la. T:i""1!;
dad de lá empresa, de su organuación, -la divis.iÓn del
trabajo que enlraña, ha constituido una adquisición esen'
al
cial áel período ináustrial, pero que ya no convienepor
elaborar
éste
período iue ahora se inicia por deber
il -is*o una forma nueva ie racionalidad: la raciona'
lidad urbana. El p;;;gi. con la antigua racionalidacl'
ql aplicarla sin ton ni lon, acarrea todo tipo de errores
y dé espeji.^ó, qt" ,t u,r"ln"tt a encontrar en lo que s€
denomina (urbanismo>.
Los términos "sociedad urbanau no pueden aplicarse
rr cualquier ciudad o urbe histórica; en la perspectiva asÍ
rlcfrnida designan una realidad en formación, en parte
r oal y en parte virtual, Io cual significa que la sociedad
rrrbana no ha llegado ni muchlsimo menos al final de su
l)roceso. Se está fraguando. Esta es una tendencia que
t'stá tomando cuerpo y que está llamada a desarrollarse.
Esa ambigüedad terminológica habiendo quedado dilucidada, cabe proponer una (periodización" del tiempo
lristórico que lo divide en tres eras: la era agraria, la
t'ra industrial, la era urbana. Hubo ciudades tanto en Ia
t:r'a agraria como en la era industrial. Pero la era urbana
sc está iniciando ahora y no hace más que comenzar. Re'
¡ritamos una vez más que la nperiodización, no es absoluta; toda división del tiempo histórico en perÍodos distintos es puramente relativa. Se podria decir, recurriendo
l una metáfora de lo más coriente, que lo ourbano" vier¡c a ser un continente que se acaba de descubrir y cuya
cxploración se lleva a cabo edificándolo.
3. La ciudad, desde los principios mismos de la era
rrgraria, fue una creación humana, la obra por excelencia;
su papel histórico es aún mal conocido, especialmente en
oriente, y la teoría del modo de producción asiático nos
¡'cserva todavía alguna que otra sorpresa por lo que se
lcfiere a la relación entre la ciudad y el campo. En Io
tlue concierne al Occidente propiamente dicho, esa relat'ión conflictiva, es decir, dialéctica, es una de las que los
lristoriadores menos conocen. En lo tocante a la ciudad
cn sí misma, tanto la oriental, como la de la Antigüedad,
lir del Medioevo, etc., se han propuesto una extensa serie
tlc conceptos.
es un objeto espacial que ocupa un
Iugar y una situación y que debe, por consiguiente, ser
t'studiado en tanto que objeto a través de diferentes téc-
a) La ciudad
rricas y métodos: económicos, políticos, demográficos, etc.
(lomo tal, la ciudad ocupa un espacio especÍfico totalrnente distinto del espacio rural. La relación entre esos
ó5
64
rrcs 128
5
espacios depende de las relaciones de producción, es de.
cir, del sistema de producción y, a trivés de éste, de Ia
división del trabajo en el seno áe la sociedacl.
b) Desde este punto de vista, la ciudad viene a ser.
una transición entre un orclen próximo y un orden lejano- El orden próximo es el de la campiña circund.ante
que la ciudad domina, organiza, explota, éxtorcándole osobretrabajoo. El orden lejano es d" lá sociedad tomad4
"f capitalista, etc.). En
en su conjunto (esclavista, feudal,
tanto que transición, la ciudad es también el lugar don,de se manifiestan las contradicciones de la
socieáad con"
siderada, por ejemplo, las existentes entre el poder poli
tico y los diferentes grupos sobre los que se ásienta ese
poder.
c) La ciudad es una obra en el sentido de una obra
de arte. El espacio no está únicamente organizado e instituido, sino que también está modelado, configurado por
tal o cual grupo de acuerdo con sus exigenciis, su ét:ica
y su estética, es decir, su ideologÍa. La monumentalidad
representa un aspecto esencial de la ciudad en tanto que
obra, pero el horario que siguen los miembros de la iolectividad urbana no reüste un aspecto de menor importancia. La ciudad como obra debe ser estudiada bajo esa
doble faceta: edificios de toda índole y horario que implican en la vida de los habitantes de las ciudadés v de
todos los ciudadanos en general.
De ahí se desprende que en la ciudad antigua las costumbres y el valor de costumbres caracterizan aún el horario. En las formas tradicionales de la ciudad, el intercambio y el valor de intercambio no han roto todavía
todos los moldes ni barrido todos los usos y costumbres.
Es, miradas en este sentido, que las ciudades antiguas
son y siguen siendo obras y no productos.
4. La violenta dispersión de la ciudad tradicional
constituye un fenómeno que salta a la vista, pero cuyo
sentido no resulta nada evidente. Se hace neiesario el
averiguarlo. Las interpretaciones dadas a este hecho han
66
.,ido y siguen siendo. todavía
múltiples. l_Inos piensan que
lray que hacer prevalecer la oanticiudado sobre la ciudld,
y clue la modernidad se define a través de
la uno ciudad"
(¡r<-¡madismo, o también proliferación
sin límites del haltital). Dicho fenórueno sólo puede queclar esclarecido me_
'liante un análisis dialéctico y recuiriendo ar método dialúctico. La industria se ha revelado, efectivamerrt", .oÁo
sicndo la,,no ciudad, y la <<anticiudad,. Se ha ido iiplantando ahí donde encontraba los recursos que requeria,
rr saber, las fuentes de energÍa, de materiai primas, dé
tuano- de obra, pero ha perjudicado las ciudides en
el
scntido más estricto y fuerte del término, destruyéndolas
v disolviéndolas. provoca su desmedido desarróllo, urrr,
t'¡-rando acompañándolo de la total y violenta dispersión
tlc sus antiguas características (fenémeno de implosiOn_
.'xplosión). Con la industria, se produjo la generjizarción
tlcl intercambio y del,comercio; las costumüres y el valor
cle costumbres han desaparecido casi po,
no
¡rerdurando más que en tanto que exigencia "o-ileto,
del
tlc las mercancías, desaparecienáo .uripo, completo
"orr'r.rrro
la faceta cualitativa de las costumbres. con dicha ^generalización del intercambio, el suelo se ha convertidó en mer_
caderia. El espacio imprescindible para la vida cotidiana,
se vende y se compra. Todo cuanto ionstituyó la vitalidaá
de la ciudad, en tanto que obra, ha desapaiecido ante la
generalización del producto.
¿Acaso significa lo antedicho que Ia realidad urbana
_
ha desaparecido? No, al contrario: se generaliza. La sociedad entera se torna urbana. El proceJo dialéctico es el
siguiente: la ciudad, su negación a través de la industria_
Iizacíón, su restitución a una escala mucho mayor que
antaño, la correspondiente a la sociedad entera. Ér" pio_
ceso se desar¡olla no sin toparse con obstáculos üda
vez más importantes. Las relaciones de producción exis_
tentes se han ido extendiendo, ampliando;
relaciones
"ru, atqayénhan conquistado una base de máyor extensión,
dose simultáneamente la agricultuia y la realidad.rrtárru,
pero al producirse esa ampliación de campo han tropezado también con nuevos obstáculos. por una parte, se ins67
tituyen centros de decisión dotados de poderes aún des"
conocidos, pues concentran la riqueza, el poderío represivo, Ia información; por otra, la violenta dispersión de las
antiguas urbes suscita segregaciones multiformes; los elernentos cle la sociedad quedan inexorablemente separados
los unos de los otros en el espacio, de ahí una disolución
de ias relaciones sociales, en el sentido más amplio de la
palabra, que se suma a la concentración de las relaciones
estrecharnente vinculadas con las relaciones de propiedad.
5. AsÍ es como toma forma ese nuevo concepto: lo
urbano. Es en todo punto preciso establecer un distingo
entre la ciudad y lo urbano. Este se distingue de la cir¡dad precisamente porque aparece y se manifiesta en el
curso de la dispersión'de la ciudad, pero perrnite reconsiderar y comprender determinados aspectos de ésta, aspectos que habían pasado desapercibidos por espacio de
mucho tiempo: la centralización, el espacio como punto
de reunión, Ia monumentalidad, etc. Lo urbano, es decir,
la sociedad urbana, no existe todavía y, sin embargo, existe virtualmente; a través de las contradicciones existen'
tes entre el habitat, las segregaciones y la centralización
urbana
resulta esencial para la práctica social* se
pone de-que
manifiesto una contradicción llena de sentido.
Lo urbano es un concepto teórico desligado y liberado
por un proceso tal como se nos presenta y tal como lo
analizamos. No se trata de una esencia según la acepción
tradicional del término entre los filósofos; no se trata de
una sustancia como tendería a dejarlo creer tal o cual
término aún utilizado de forma laudatoria, por ejernplo,
la urbanidad; es más bien una forma, la del encuentro y
de la reunión de todos los elementos que constituyen la
vida social, desde los frutos que nos da la tierra (trivialmente: los prcductos agrícolas) hasta los símbolos y las
obras llamadas culturales. Lo urbano se manifiesta en el
seno mismo del proceso negativo de la dispersión, de la
segregación, en tanto que exigencia de encuentro, de reunión, de información.
En tanto que forma, io urbano lleva un nombre: es la
68
sirnultaneidad. Esa forma se sitúa entre las tormás que se
¡:ueden estudiar, discerniéndolas de su contenido. Lo que
la forma urbana reúne y torrla simultáneo puede ser muy
rliverso. Tan pronto son cosas, como personas, como signos; lo esencial reside en la reunión y en la simultaneidad.
A este punto de vista se puede decir que el
"vector nulo"
resulta esencial para la definición de lo urbano.
La centralización posee su movimiento dialéctico es¡rccífico. Su presencia se hace imprescindible. No puede
cxistir realidad urbana alguna si no existe un centro, tanf <¡ si se trata del centro comercial (que reúne productos
y cosas), como del centro simbólico (que reúne y torna
simultáneas determinadas significaciones), como del centro de información y de decisión, etc. Ahora bien, todo
centro se destruye a sí mismo. Se destruye por saturación;
se destruye porque remite a otra centralización; se destruye en la misma medida que suscita la acción de aquellos a quienes excluye y a los que expulsa hacia las zonas
rreriféricas.
La forma urbana plasmada de esta guisa es una abstracción, pero concreta. Lo mismo sucede con la forma
del intercambio tal como Marx la plasma en las primeras
páginas de El Capital. Esa forma y su teoría resultan sumamente abstractas y éste es el motivo por el cual su
análisis ha sido tar¡ poco comprendido por espacio de un
siglo; y, sin embargo, dicha forma abstracta es la clave
de lo concreto, de la práctica. Es el punto de partida para
Ia percepción del contenido. Otro ejemplo: las formas de
la propia lógica en tanto que formas de todo pensa-
miento, son muy abstractas, y, no obstante, son las dovelas y el punto de partida de toda reflexión metódicamente
conducida. Se podrían multiplicar los ejemplos de tal
forma abstracta y concreta a la vez (la simetría, la repetición, etc.).
El carácter abstracto cle esta reflexión sobre lo urbano y de esta definición puede considerarse como siendo un
obstáculo, pero en ningún caso como una objeción. Es la
f'orma general la que presta sentido a las constataciones
cmpíricas, y no a la inversa. Por sÍ $olas, Ias constatacio69
no alcanzan la forma general. Sin embargo,
resultan imprescindibles, pues revelan el contenido de la
forma. Permiten estuüar, analizar el proceso, ponerle jalones, resaltar sus puntos importantes. Especialmente, la
segregación, la constitución de estos espacios periféricos
y pobres al permitir la reproducción de las relaciones de
nes empíricas
producción que son relaciones de clase, dicha segregación
constituye una negación teórica y práctica de lo urbano,
pero, en su condición de tal, lo revela. El carácter desértico, abandonado, de las periferias urbanas es muy revelador; lo que revela, para descubrirlo y decirlo, hay
que leerlo. La lectura de los espacios urbanos, periféricos o centrales, no se hace únicamente sobre mapas, elaborando un código abstracto; se trata de una lectura
<sintomal> por excelencia y no literal.
6.
Esa lectura del espacio urbano permite dar una
definición general de éste a través de las contradicciones
y de las negociaciones intrincadas; lo que se constituye
es un tiempo-espacio diferencial. El tiempo y el espacio
del período agrario vienen acompañados de peculiaridades yuxtapuestas, las de los paisajes, de los climas correspondientes a la flora y a la fauna, de las etnias humanas, etc. El tiempo y el espacio de la era industrial han
tendido y tienden aún a la homogeneidad, la uniformidad,
la continuidad constreñidora. El tiempo y el espacio de la
era urbana se tornan diferenciales y dicho carácter queda
evidenciado a través del análisis. Redes y flujos sumamente diferentes se supe{ponen y se intrincan, desde las redes
viales hasta los flujos informativos, desde el mercado de
productos hasta los intercambios de símbolos. La dialéctica de la centralización introduce un movimiento diferencial de una fuerza extraordinaria. Se ha podido proponer, distinguir en dicho espacio <topias>: isotopías (espacios homólogos que poseen funciones o estructuras análogas); hetertopías (espacios contrastantes, conjuntos de
fuerzas repelentes a veces muy considerables y de ten-
el saber y el poder, presentes y ausentes a un
ticmpo, en especial en la monumentalidad).
Este análisis diferencial del espacio urbano se sale
cle los procedimientos analíticos que constatan y gue consagran la homogeneización so pretexto de racionalidad.
lisos procedimientos analíticos no se atienen más que a
los esquemas uniformes, a las homologías. Dichos procetlimientos desembocan en lógicas (la del intercambio, la
clc la planificación, etc.), en vez de poner el acento sobre
<'special
Ias diferencias.
7. De ese error fundamental sobre la racionalidad se
desprende una consecuencia que ya hemos mencionado
anteriormente, pero sobre la que es menester insistir:
lo urbano, esa virtualidad en marcha, esa potencialidad
que ya desde ahora se realiza, constituyen un campo' de
visión ciego para aquellos que se limitan a una racionalidad ya trasnochada, y así es como corren el riesgo de
consolidar lo que se opone a la sociedad urbana, lo que
la niega y la destruye en el transcurso del proceso mismo que la crea, a saber, la segregación generalizada, la
separación sobre el terreno de todos los elementos y
:rspectos de la práctica social, disociados los unos de los
otros y reagrupados por decisión política en el seno de
un espacio homogéneo.
siones a menudo extremas), y utopías (emplazamientos del
<en otra parte> y de lo que no tiene emplazamiento, en
7l
70
Engels
y la utopía
"
Pongamos en el lugar que le corresponde, por cierto
poco importante, la obra de Engels La cuestión de la vivienda. Esta obrita consiste en la recopilación de tres artÍculos escritos por Engels en 1872, <época €n que el maná
de los miles de millones de francos franceses caía sobre
Alemania... en que Alemania hacía su entrada en la escena mundial no tan sólo en su calidad de "imperio unilicado'', sino también en su condición de gran país industrialn.
Se ha tomado la costumbre de presentar esa recopilación de artículos como siendo el último grito del pensamiento marxista por cuanto se refiere a las cuestiones
urbanas. En efecto, el compulsarla y citarla, eximen de
la necesidad de leer y de conocer el conjunto teórico de
obras eütadas a este respecto. Ahora bien, esos artículos
tienen un carácter circunstancial muy acusado, aun cuan'
do el prefacio escrito posteriormente por el propio En'
gels (en 1887) subsana ese carácter y presta a esa compilación de textos más amplitud, al propio tiempo que acrecenta la confusión. En efecto, Engels utiliza en rep€tidas
ocasiones el término (revolución industrial", sin más ni
más, con respecto a lo que aconteció en Alemania en el
curso de aquellos años (período en el que se produjo la
muerte de Marx).
Engels y su camarada de lucha se hallaban, todos nosotros lo sabemos, ante ese problema por partida doble:
la durabilidad del capitalismo, el auge experimentado por
el movimiento obrero. Ya en alguna ocasicm habían au-
* Capítulo destinado a un libro publicado por la editorial 9as'
terman, La pensée marxiste ct la ville, descartado do la publicación debido a su gran extensión. Cf. nEspaces et Sociétés,, núm.
4, diciembre de 1971.
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¿li;r,.
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t:ijf,r,rii,if
¡{i[$ .
gurado el próximo fin del mundo capitalista de producción; e, incluso, en 1887, Engels cometió la imprudencia
de reiterar dicha profecía. Por lo que se refiere al movimiento obrero, éste adopta una forma política que más
de una vez sorprendió tanto a Engels como a Marx. Sabían y eran los únicos en saberlo a ciencia cierta, que el
Estado y sus dirigentes más hábiles (Bismarck) tratarian
de desvirtuar el movimiento obrero y de integrar la clase
obrera en el seno de la sociedad burguesa. A partir de
ese momento, se escinden el pensamiento teórico y la acción política. Por un lado, hay los uderechistaso y, por el
otro, los uizquierdistas>: por una parte, Proudhon y Las'
salle, luego los .,proudhonianos, y los "lassallianos", por
la otra, los "bakuninianoso y los anarquizantes. Marx y
Engels se ven obligados a combatir en dos frentes, sobre
todo después del fracaso de la Comuna, fracaso que no
hacía más que subrayar la amplitud revolucionaria de los
acontecimientos acaecidos en París. Ocupando como ocupaban una posición <central", tanto Engels como Marx
ie negaban a definir una suerte de ucentrismo>, a indicar
un camino intermedio, a jalonar ese camino de componendas. Hecho notable: asestan preferentemente sus gol'
pes a las uderechaso; los más fuertes de ellos van dirigidos a los uoportunistas>, Lassalle y Proudhon, y contra
las brillantes fórmulas, aparentemente "izquierdistas> con
las que enmascaran sus concesiones a la sociedad existente.
En las condiciones en las que se hallaba la Alemania
1872, resultaba irrisorio y ridículo el presentar como
revolucionario el proyecto de abolir el alquiler o de construir alojamientos para obreros con la ayuda del Estaclo.
Semejantes proyectos, tanto para Engels como para Marx,
servían directamente la causa del Estado bismarckiano
y la perpetuación de las relaciones sociales capitalistas.
de la vivienda que afecta a los trabajadores y a
"La c.isis pequeña burguesía de nuestras grandes urbes
parte de la
modernas, es uno de los incontables males de importancia menor y secundaria, consecuencia del actual sistema
de producción capitalista. No es en forma alguna conse-
de
cuencia directa de la explotación de los trabajadores' en
su condición de tales, por parte del capitalismo' Esa exrevolución social
rrtiu"iá" es el mal fundamental que Iaproducción
capita'
de
sistema
el
eliminando
abolir,
luiere
Entanto'
tirtu' 1p. 26, éd'. oClassiques du marxismeo)' Por
exisha
demuestra qué, por una parte, siempre
g"ii
.,crisis de la vivlendao para los oprimidos y los exíido "üt
plotados Y, Por otra, que dicha cuestión de la vivienda
loio po¿iá'r^esolver a tiav¿s de la burguesía; es del todo
lnadririsible el considerarla como esencial'
Para Friedrich Engels, la cuestión de la vivienda no
cs más que un aspect; accesorio de un problema central'
eI de lai relacioñes entre la ciudad y el campo o más
bien el de la exacerbación de su enfrentamiento. Aquellos
para obreros
áu" p.opo"en la construcción de viviendas
de ma'
a
resolver
v-"f i"a¿ttelas, no tan sólo se limitan
transforla
mediante
nera ficticia lá .,cuestión socialo
mación de los trabajadores en capitalistas, sino que propo""" introducir el i<sistema de torrecitas modestaso y el
i" ,rt tipo de cuarteles obreros, organizándolo lo menos
mal posible. Ese reformismo enciena implícitamente una
confásión: uSe recgnoce que la solución burguesa de la
cuestión de Ia vivienda ha fracasado; ha chocado con la
ápisición entre la ciudail y eI campo"'" (subrayado por
Engels)...Y henos aquí en el meollo de la cuestión; sólo
poJrá ser ésta resuelia si la sociedad es lo suficientemente
iransformada como pára que pueda dedicarse a la supreúltimos
riJ" a" dicha oposióión, Iievada ésta hasta susdí1'
en
de
hoy
capitalista
extremos en la iociedad
lvluV
caüot a" poder eliminar d-icha oposición, la sociedad
que
día
cada
a
agudiza
la
piáittu,^ por el contrario,
para Friedrich Engels-' en 1872'
;;;;...,, fp. o¿1. Así pues,(uhotu
diriamos el chalet en los
,rl Iu to.."cita modestu
(diríamos
HLM o grandes
obrero
;;*b;kt), ni el cuartel
paso
alguno
no
dan
edificios de viviendas)
!ra9i1 la.solude la vivienel
que
es
no
fundamental,
problema
á"1
hasta satisnitmero
"iá"
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multiplica
se
si
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reviste un
mismo
objetivo
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transcarácter reformista, pues elude el problema de la
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-*.i;
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formación revolucionaria y lo desdibuja. nl.os primeros
socialistas utópicos modernos, Owen y Fourier, lo habían
admitido ya plenamente. En sus construcciones modelo,
la oposición entre la ciudad y el campo ha dejado de exis'
tir..." (id).
Engels recurre, por tanto, al socialismo utópico, es de'
cir, revolucionario, para combatir la utopía reformista y
reaccionaria. Esta última, aun más <utópica> que la otra,
enmascara la problemática en vez de sacarla a la luz del
día. uUna sociedad no puede existir sin crisis de la vivienda, cuando la gran masa de los trabajadores no dis'
pone, exclusivamente, más que de su salario, cuando crisis industriales violentas y cíclicas provocan, por una
parte, la existencia de un ingente ejército de reserva de
parados, y, por otra,'arrojan momentáneamente a la calle
a la gran masa de trabajadores; cuando éstos se van hacinando en las grandes urbes y ello a un ritmo más acelerado que el de la construcción de las viviendas en las
condiciones actuales... cuando, finalmente, el propietario
de una casa, en su condición de capitalista, tiene no tan
sólo el derecho, sino, en cierta medida, el deber de obte'
ner de su propiedad, sin escrúpulo alguno, los alquileres
más elevados. En semejante sociedad, la crisis de la vi'
viencla no es fruto del azar, sino una verdadera institución.. ." (ibid., pp. 55-5ó).
Tras haber evocado o invocado a Fourier, y siguiendo
con su polémica antiproudhoniana, Friedrich Engels recuerda que las condiciones actuales impíden (y no solamente entorpecen) la exacerbación de la oposición. ¿En
qué consiste la utopía reaccionaria? En una semblanza del
futuro que conserva esas condiciones a la par que representa otra clase de vida, otra sociedad. Así es como Proudhon pretende ..trastocar la actual sociedad burguesa, conservando al campesino tal como esrr. En cuanto a la utopía revolucionaria, ésta posee una .rbase maravillosamente prácticau, cuando se repara en que Londres tira diariamente a la calle, a un alto costo, más abonos naturales
de los que produce Sajonia, de tal suerte que un afamado
sabio, Liebig, solicita del hombre gue éste devuelva a la
76
tierra lo que de ella recibe, "intercambio al que pone
c¡lrstáculo la ciudad industrialn (cf ibid" pp' 113-114)' La
supresión de la oposición ciudad-campo no resulta ser más
utópica (una utopía abstracta) que la.supresión del antagorir*o-q.te exisle entre el capital y el asalariado' Se con'
iierte inciuso, y cada vez más, en una "exigencia práctica>.
Resulta tanto más interesante el escuchar a Engels
cuando defiende la urbanidad mediante la herencia cultural transmitida históricamente y digna de ser conservada (cl. p. 35). Cuando, de hecho, ojamiís han existido
seres tan burdos y mal educados como nuestros burgue'
ses de hoy en díal. Por lo que se refiere a é1, Engels se
da por satisfecho si ha podido demostrar "qYe la producción en nuestra sociedad moderna es lo suficientemente
amplia como para que todos sus miembros di-spongan del
suficiente sustento y pata que existan los suficientes alojamientos para ofrecer, de foryna provisional, un cobijo
Lspacioso y sano a las masas obreras' (p- 120).
Pasemos a estudiar ahora eI Anti-Di¡hring (1878), la
obra magistral por excelencia, eI compendio y la enciclo'
pedia, la referencia perenne, el Libro Santo y la Vulgata,
ia fuente inagotable de las citas, etc. Dicho en otras paIabras: la obra más controvertida, la más vilipendiada,
pero también la más leída y comentada de la literatura
marxista junto con Materialismo y empiriocriticismo de
Lenin.
Los integristas del marxismo, los dogmáticos, hacen
obstinadamente hincapié en la coherencia del sistema. En
efecto, transforma la teoría marxista o '<sistema" dentro
de la acepción tradicional (filosófica) del término. Lo que
coincide con su transformación política en ideología estatal, en pedagogía cultural, en prácti"a institucional. Muy
al contñrio, aquí y acullá, se ha resaltado la originalidad
de Engels, la especificidad de su aportación, su peculiar
introducción dentro del pensamiento revolucionario. No
titubearemos ni un instante en hablar de uengelsismoD a
la par que de ulassallismoo, o de oleninismo) como siendo
coirientes diversas y a menudo divergentes dentro del
77
pensamiento contemporáneo, dentro del movimiento revolucionario. Lo cual no excluye en forma alguna otras
diferencias...
En el At'tti-Dühring, Friedrich Engels ha orientado de
forma muy neta el pensamicnto revolucionario, el de Marx
y el suyo, hacia lf filosofía de la naturaleza. Le ha dado
Ln contenido cosmológico. Lo ha sistematizado intensamente en dicho sentido. Y ¿por qué?, poclrá decirse uno'
Ciertamente, ¿por qué?, pero ¿por qué no? Algunos añadirán incluso: .,Era con Ia entera conformidad de Marx'"
Quizá, pero todo da a entender que los objetivos persegui
dos por Marx no coincidían exactamente con los de Engels. Cuando consultaba a los sabios <naturalist¿5n y las
ób.at científicas (especialmente, sobre la electricidad y
sus aplicaciones), ¿acaso no era para comprender los intercambios energéticos e uinformacionales' entre la socibdad y la naturaleza, más que para extraer de ello una
philosophia naturalis, una <(concepción del mundo>:? Por
tanto, én Marx no se encuentra nada análogo al (mate'
rialismo dialécticon, elaborado por Engels y más adelante
por Lenin.
El Anti-Dühring enfrenta sistema con sistema' A menudo, semejante polémica puede acarrear no pocos ,riesgos; cuantó más-se ensaña, más lleva al terreno del adversario. ¿Cómo se nos revela Dühring a través de esas
controversias? ¿Qué era él? Una mente robusta, un constructor de sistema, en nada despreciable a pesar de los
desdenes con los que Engels le apabulla (y que recuerdan
los de Marx con iespectó a Stirner y Proudhon)' A Dühring no le faltaban ni rigor ni envergadura. La injusticia
de óue era blanco por parte de los exégetas y de-los epi
gotót marxistas naufraga dentro de la más completa irrisión. ¿Acaso habría perdido Engels tanto su tiempo como
su enórgía al emprenderla con un adversario sin mayor
importancia? Al menospreciar tanto a Di.ihring como, a
Stirner o a Proudhon, cónsiderándolos como meros cadáveres ideológicos, se ridiculiza a Marx y a Engels; se les
presenta
como a ajusticiadores de la Historia, verdugos
^del
pensamiento. Tras ese autoritarismo vulgar se oculta
78
una singular filosofía. De hecho, Eugen Dühring fue una
cspecie de <estructuralistan avant la lettre, una merlte me-
tódica y rigurosa que clasificaba y distinguia, quc separaba y recortaba en vez de unir y de marcar las transiciones (dialéctica). Por 1<.r que a nosotros concierne acluí, y
que posee una sigrrificación general, Dühring representa'
ba la separación de la ciudad y del campo como una es'
lructura permanente de las sociedades. Actitud que acarreó gravés consecuencias, postura que explica el- ensañamienio de Engels sin llegar a justificar en nada el menos'
precio pósturno. Engels discierne perfectamente el dogmaiit*o inherente al pensamiento de Dühring cuando, en
sus notas preliminares, cita tal pasaje significativo, acompañándolo de una glosa muy expresiva' "La generación
intelectual de un sistema que asociaba los instintos creadores de la época social en la cual vivimos con la lucidez
de una conciencia rigurosamente científica... ha constituido, ante todo, Ia méta fundamental de los esfuerzos volcados sobre la presente obrao, escribía E. Dühring en el
prefacio de un ó,trto de economía política (187ó). Engels,
al copiar dicho texto, añade: oAsí pues, trabajo modelo,
tras lb cual punto redondoo (cf . Anti-Dühring, edición Bot'
tigelli, p. 400, ..Trabajos preliminares"). En sus notas post"iior"i, Engels explica claramente el cómo y el porqué
quiere dar al traste con ese cientificismo abstracto, siste,iráti"o, antidialéctico, separando el pensamiento y la cultura de la naturaleza, anulando Ia Historia por hipótesis y
decreto (cl.p. 41,4).En vano esa actitud dogmática se zafa
de una apolbgía de Ia violencia. Linicamente la violencia
pura y désatada puede, efectivamente, modificar (estructrtut" de por sí fijas, incluso necesarias, tal vez eternas,
ya que, s"gú.t Dühring, su pensamiento cambia nla coninsién'de lebulosas ideas de conjunto por el sentido de
la disyunción apropiada y de la estricta discriminación de
Ios elLmentos reales de los procesos"'" (p. 402)'
Siendo para Engels la primera gran división del tra'
bajo, la seiaración de la ciudad del campo, según Dühririg ese aniagonismo resulta inevitable (por la naturaleza
misma de la cosao, aun cuando discierna un <cierto gra'
', ff*ffi9
do de constancia en la transición del uno al otro>, a tra'
vés del comercio y cle la industria (en especial, los del
alcohol,-coir-traposicién
apunta irónicamente Engels, pp. 329'330)'"
con la separacién rematada por
En
rigor ciéntífico, entre la ciudad
del
Dühring, en riombre
y el campo, Engels sustenta la opinión de que la supresión
de ese estado de cosas ono constituye una utopía>, aun
cuando la civilización nos haya legado con las grandes
urbes una herencia que requerirá mucho tiempo y esfuerzo eliminar. El concepto infantil, la utopía abstracta y baladí, es aquella segun la cual la sociedad podría llegar a
tomár poiesión dél conjunto de los medios de producción, uiin abolir la antigua división del trabajo>' Hipó'
tesis que Engels atribuye a Dühring y a su socialismo pru'
siano,-a p"tit de su apología de la üolencia revoluciona'
ria. óuhring no ve nada mejor para el futuro que Ia repartición
dé las poblaciones urbanas según las técnicas
^para
alcanru, ,rttá mejor explotación de las materias primas, en resumen, según las unecesidades sociales" (cf'
pp. í3ó, *7 y alz). ¿Di qué sociedad? Por descontado, de
iá qn"'existé: del sistema de producción capitalista'Friedrich Engels, para luchar contra ese intranquilizador reformismo de (audaz) fraseología, recurre a su mentor y arma secreta: Fourier. A este respecto, y de paso,
subiayemos una vez más hasta qué punto el dogmatismo
llegó a falsear el pensamiento engelsiano, al igual que
el te Marx, relegando a un segundo plano a los socialistas franceses, él utopismo, y, especialmente, a Fourier'
Para Engels, ówen y-Fouriei son complemen-tarios' El
la gran industria y el- francés.la
inglés tióne en
"rreniu
*iltipti"idad de los aspectos de la vida, trabajo y disfrute: ol-os utopistas sabían ya perfectamente a qué atenerse con respecto a los efectos de la división del trabajo" (id.. p. 3¡i). Sobre ese punto de capital importancia
lxiste cdmpleta concordanCia de pareceres entre Engels
y Marx. LJ revolución no se define mediante la eliminad" la burguesla en tanto que clase política, sino yen"iót
do más allá de las relaciones socio-económicas que constituyen el armazón de la sociedad burguesa. La separación
de la ciudad del campo forma parte de ese ir más allá. El
proyecto revolucionario, eI de ese ir más allá general,lleva
al primer plano ese ir más allá parcial; de esta suerte,
deja de ser una categoría histórica, rebasada ya ella misrna. Para salir del callejón sin salida capitalista, para acabar con la prioridad de lo económico, se presenta un camino y tan sólo uno: superar la división del trabajo. ul.a
supresión de la oposición de la ciudad y del campo es solicitada por Fourier y por Owen como siendo la principal
y fundamental condición para la supresión de la antañona
división del trabajo en general" (id. p.332). Si bien los
grandes precursores eran meros utopistas, esto no signif ica Ia insustancialidad de sus ideas; ni muchísimo menos; ese término de utopista quiere decir, sencillamente,
que la realización del proyecto revolucionario no era aún
factible. Ahora bien, la gran industria proporciona esas
condiciones, al propio tiempo que eleva <las contradicciones que estaban latentes en el sistema de producción capitalista al estado de antagonismos tan manifiestos que
se puede, por así decirlo, predecir a corto plazo el desmoronamiento de ese sistema de producción; que las
mismísimas nuevas fuerzas productoras no pueden mantenerse y desarrollarse más que merced a la introducción
de un nuevo sistema de producción...u. Esto, Dühring lo
ignora al igual que no reconoce a Owen y, aun menos, a
Fourier, del que tan sólo conoce las elucubraciones noveladas, cuando, de hecho, de cada página de Fourier ubrotan las chispas de la razón...". (Cf .pp. 299,303, 305, etc.)
Engels no se limita a oponer el utopismo socialista al
utopismo burgués. Se puede decir que opone la utopía
rettolucionaria y concreta a la utopía reaccionaria y abstracta. La utopía concreta se basa sobre el movimiento
cle una realidad de la que revela las posibilidades. Dialécticamente, lo posible es una categoría de la realidad, a
partir del momento en que se considera en lo real sus
tendencias en vez de fijarlo in situ.
Sin embargo, el lector moderno, que no se atiene ya a
los esquemas del dogmatismo, se pregunta si Friedrich
Engels ha elucidado perfectamente su concepto y su pro81
80
¡¡cs 128 6
yecto. A veces, parece pronunciarse en contra de toda utopía. <La utopía no consiste en aseverar que los hombres
no quedarán totalmente liberados de las cadenas forjadas
por su pasado histórico, más que si la oposición entre la
ciudad y el campo es suprimida; la utopía empieza en eI
momento en que se atreve uno a prescribiru, partiendo
de las condiciones existentes, <la forma en que debe ser
resuelta tal o cual oposición en el seno de la sociedad
actual> (La cuestión de la vivienda, p. 254). ¡Lo que precisamente reprocha a los proudhonianos ! Este texto, entre otros muchos, sirve de referencia para aquellos que'
combaten toda utopía y no importa qué utopismo. De
ser así, cabe reprochar a Engels de pecar.de inconsecuente, cuando se hace eco de las proposiciones <utópicas> de
Fourier y de Owen. .<Para ambos, Ia población debe repartirse por todo el país en grupos de 1.5@ a 3.000 almas;
cada grupo habita en el centro de su cantón territorial
un gigantesco palacio con economía común. Por supuesto, Fourier habla aquí y allá de ciudades, pero éstas no
se componen, a su vez, más que de cuatro o cinco de esos
palacios poco distantes los unos de los otros...> (Anti'
Dühring, p. 322). No cabe duda, Engels prevé, partiendo
de las condiciones existentes, la forma del ir más allá. La
gran urbe desaparecerá. Debe desaparecer. Esta idea, En'
gels la acunó desde su juventud y jamás la ha abandonado. En La cuestión de Ia vivienda, preveía ya, "dándose
por supuesta la abolición del sistema de producción capitalistar, una repartición lo más uniforme posible de la población por toda la geografía del país (p. 114), la solución
de los problemas urbanos excluye la supervivencia de las
grandes urbes modernas (cf . In cuestión de la vivienda,
'p. 65). Friedrich Engels no parece preguntarse sobre si
esa dispersión de ia ciudad en el campo, bajo forma de
pequeñas comunidades, no corre el riesgo de disolver ula
urbanidad", de .,ruralizarr, la realidad urbana. Tampoco
se pregunta si esa <repartición uniforme> responderá a
las exigencias de la gran industria. La multiplicidad de
las posibles comunicaciones r€presenta para él una con'
testación positiva a su punto de vista. Resulta evidente
82
(lue su apego al pensamiento fourierista, apego pasional
v perfectamente comprensible como tal, y tán bien
ex-
¡rresado nredio siglo antes (c1.. Ideología alemana, pp. 5ó4
y ss.), ese apego le impide plantearse determinaáós in-
lcrrogantes. Cincuenta años más tarde, en la URSS, su
¡rctitud tendrá unas consecuencias de extrema gravedad
(cl. A. Kopp, Ville et révolution).
El Anti-Dhüring posee los defectos de sus cualidades,
y en esta obra el pensamiento dialéctico desafía a veces
la lógica (social y política). Se abre sobre el futuro y lo
¡rosible, al propio tiempo que sistematiza y zanja el sistcma. Quiere instaurar una ontología, una contestación
ir los interrogantes:
"¿Qué es ei ser? ¿eué es el ser hur¡rano? ¿De dónde procecle?,r Pero, las respuestas andan
¡r tientas entre la ciencia cierta de lo acontecido v la ex¡rloración incierta del futuro. El concepto de la naiuraleza
irnpera sobre el conjunto. El restituir la sociedad y, con:;ccuentemente, (lo urbanou, como diríamos, en el seno
rlc la naturaleza en tanto que contexto y, aun mejor, en
l¿rnto que fuente y centro original, ¿acaso no sería el sentido del proyecto de Engels y de su inspiración fourierista?
lin este caso, una vez más, la controversia ha podido
;rrrastrar a Engels al terrenc del adversario. Ha combatirlo a Schelling, ese filósofo romántico de la naturaleza, eI
¡rcnsador por excelencia del fundamento ontológico bus, ¡rdo en su verdadero origen: la madre-tierra, la matriz.
lfriedrich Engels no quiere cortar ei cordón umbilical;
tampoco quiere que se seque. La comunicación para éi
tlcbe perpetuarse, seguir siendo o volver a ser otgátrica.
,'Acaso no halla a la vez a Marx y a Fourier dentro de una
t:t.¡ncordancia fundamental ?
Ahora, los interrogantes se acumulan. ¿Acaso son esen, iales para el pensamiento marxista esas afinidades implit'itas o explícitas? ¿Se debe, acaso, hoy en día poner el
;rcento sobre ellas , o sobre el carácter revolucionario de
la gran industria? Caso de que la tesis de la relación viviente y perenne entre lo social y lo,natural presente una
verdad esencial ¿acaso no sería ya deniasiado tarde? ¿De
clónde proviene, pues, el fracaso (cuando menos aparente)
83
el modernismo no consiste en
de esa verdad?
Ia transgresión, quiz^iJ Á l^ ¿"t'rucción
cle dicha verclacl? ¿Acaso
iu-sociedad urbana P3tli:11t-*:
¿Acaso se debe .orrJ"*Ui"
i\ñt á* r,rrg"It, o bien transgredir sus tesis' o compre"
tarlas, o hallar aigo nuevo?
libro de EnUna nueva y a.ít"ia" lectura del célebre
irresoluciones'
g"h-;;;;" ; "á"ntt""i, por asi decirlo' esas
eI concepto de
por
guiada
La sistematización
""giftiu"u,
ordenar' explíla Naturale za (qurzás, el único qt'" pttitlu filosófica) bocita o implícitam";;, ;; ;isteinatización
por Marx'
rra determinados iüü;
l:l:nt'
'"nulu-dot
él'
por
;il;;tf*"n"iut indica?as la producción
Lu ":9":*it:::t::?:
v eI intercam'
de las 1"y", 1"" rigen
".f"*i"
el seno de
s^ubsistenciaLn
de
bio de los bienes -"i;;;É
ya sq envés o
la sociedad rtr*urrJ"-ii' tlg), no implica
política' Todas,Ias
su reverso : Ia crítila f" U uóottomía
sitemas de produclos
todos
Zp"""t, ü¿as las "o"kdud"t,
para
,Engels'
ción poseen una "b;;;" económica' ![ü€' un distingo'
establece
no
tanto,
Por
;ffiJ ""pli;;i;t. lá' categorías (conceptos) h]:tilt::ry
como Marx,
La economia polr"rrtr"
las categorías <conceptosniconómicas'
sí hasta confundirse'
tica y la Historia se Jntretejen entre
u¡ra materia histó
sobre
pues la economía;"lñ;"'"ersa
las leves corresponrica, es decir, en primer lugar' ¡obr.e
;;i;9'9" +",lu,P',:1""^'-i9lli:l
dientes a cada
de dicho estudio que
intercambio, y no ,"t¿ f'ut'u el final totalmente general
i"ves d" concepto
;il;;;;ñi.l;t
caso para la oroducción y el
que son válidas en cualquier
=q""^fu-Ái*ofiu'
lá historia de la
intercambioo. Al igt"f
para Engels'- todo cobra
filosofía y la historil-"t g"""taI'
dentro de la
un cariz económico. La Éistoria se resorbe
en tanto
economía política;-'"1 ptoy""to revolucionario' pierde su
al económico'
que emancipación
"á-t"tp""to
cuando los conserve
Aunsignificado y .r, ""u"'gadura'
del trabajo'
áriJo q"" cóncierne a la divisjón
de la ciudad' cuyo
historia
la
Primera
"ot'""i*"iu:
de Engels' no se ve
estudio captó u ,t ln"" la atención Grundisse' Al poner
í" lg"ur iot*" que en losurbanas' Engeis vincu'
el acento sobre fut tá""""tiaciones
,r";;;;
#;il
lrr Ia historia de la ciudad con la de la técnica, del arn)anrcnto y de la lucha armada: oLas armas de fuego fueron,
rk'sde un buen principio, las armas de las ciudades y de
l:r monarquía oujante, respaldada por las ciudades, en su
lrrcha contra la nobleza feudal' (p. 2@). Debido a este
Irccho, v simultáneamente, Ia infantería vino a reemplazar
l;r caballería en tanto que fuerza principal de los ejércitos:
ln las ciudades, y entre los campesinos libres, fueron tornando cuerpo en el Medioevo las condiciones básicas que
:rsentaban la existencia de una infanterfa agternda (íd.
p. 449\. De esta forma fue como, interviniendo de forma
lrrndamental las ciudades, "el trabajo silencioso de las
nrasas oprimidas" fue minando el statu quo feudal hasta
lrarrerlo por cornnleto. <Ya a partir del siglo xv, los burde las ciudades se habían vuelto más imprescindi'rueses
bles a la sociedad oue Ia propia nobleza feudal... Las ner.c-'sidades de la noblezahabían ido en aumento v se habían
ido trasformando hasta el extremo de que, incluso para
r'lla, las ciudades se habían vuelto indispensableso (pá-
:'ina 443).
El paso de la comunidad original (de sanere, de familia, de costumbres) a Ia comuna urbana, el auge exnerimentado por ésta. su paso de realidad dominada al es'
latuto de realidad dominante, el largo conflicto entre la
ciudad v el campo, son etapas un tanto esouematizadas
nor Enqels, en tanto clue Marx, en los Gtundisse,las había analizado sutil v hábilmente, teniendo en cuenta las
múltinles diferencias v situaciones que se habfan ido oresentando en el transcurso del proceso histórico (global).
Sin embargo, Eneels aporta nuevos datos v completa su
csquerna económico qracias a sus consideraciones sobre
las luchas armadas. Combate la aoología incondicional de
la violencia preconizada por Dühring, situando en el Iuqar que le corresponde, en Ia Historia, esa violencia, en
tanto que mera partera de sociedades. La gran revolución medieval. la de los siervos v la de las comunas, Ia
oue inicia la historia euroDea, aDarece en Engels con toda
su amplitud, como una lucha gigantesca, a veces siJenciosa a r¡eces cruenta. El acento puesto por Engels sobre lo
8-5
84
económico no le arrastra en el torb€llino del economismo.
Paradoja: es quizá Marx quien, llevando adelante la crítica dialéctica de la economía política, no insiste suficientemente sobre las luchas reales y las presenta a todo lo
largo de un proceso de crecimiento orgánico, cuasi espon'
táneo. Por lo que se refiere a Engels, al esquematizar el
proceso, lo "dialectiza> mostrándonos los conflictos gue
alcanza el paroxismo: la guerra.
Segunda consecuencia, aun más sorprendente: cuando lleva Marx hasta su límite extremo su razonamiento
teórico, ¿hacia dónde va y qué es lo que encuentra? El
reino de los fines. Entre dichos fines, y arropándolos, o
suponiéndolos, más allá de los fines parciales, por así de'
cirlo (el del capitalismo del Estado, de la raridad, de la
filosofía, de la historia, de la farnilia, etc.), ya con anterioridad hemos subrayado el del trabaio. El fin del trabajo ¡qué paradoja para aquel que ha descubierto la importancia del trabajo y que pasa, ante todo, por ser el
teorizante de la clase obrera ! Y, sin embargo, ya bien
sabido es, la automatización de la producción permite
conjeturar el fin del trabajo productor. ¿Posibilidad teórica y práctica? No cabe la menor duda. La concatenación
posterior de los descubrimientos técnicos ha venido a con'
firmar plenamente las ideas de Marx. ¿Imposibilidad?
Ciertamente, en los marcos del capitalismo e, incluso, en
el transcurso de la famosa ..transicióno hacia una sociedad socialista o comunista. Así pues, utopía, al fin y al
cabo, pero utopía concreta, posibilidad que arroja luz so'
bre lo actual, y que lo actual rechaza hacia lo irnposible.
Según nuestro criterio, una de las fuerzas mayores del
pensamiento marxista, imposible de reducir, difícil de
..recuperaro radica en esa <<prospecciónn llevada a cabo
por Mirx hacia mediados del siglo xtx. EI trabaio no tiene
otro fin ni otro obietivo que el no trabaio. En comparación con esta tesis, establecida sobre una base sólida, la
de la crítica de la economla política, los fracasos del socialismo que se pretende marxista, no son más que pecca'
ta minuta. ¿Acaso dicha tesis puede arrojar nueva luz sobre el futuro, sobre la realidad urbana, sobre ese ir más
86
allá de la ciudad y del carhpo? Tal vez, ert tanto que punto de partida de nuevas investigaciones. No es éste el momento ni el lugar más oportuno para exponerlas. Lo que
conviene resaltar es que Engels pasa, sin tan siquiera rozar la paradoja del futuro. ¿Qué es lo que puede atenazar
y limitar su pensamiento? ¿Su tendencia a la sistematización? ¿A la ontologÍa? ¿Al naturalismo? ¿A un fourierismo de lo más atractivo? Lo uno no impide para nada lo
otro. El caso es que Engels no enfoca la posibilidad de
superar la división del trabaio a través del no trabajo (la
finalidad del trabaio), sino de hacer el trabajo más libre
y más atrayente. "El trasnochado sistema de produccirin
debe, pues, ser forzosamente trastocado de arriba a abaio
y, sobre todo, debe desaparecer la anticuada división del
trabajo. Lo debe reemplazar una nueva organización de la
producción... en la que, de pesada carga que era, el trabajo pasa a ser un verdadero placerr, (p. 333). La socializ.ación de las fuetzas productoras, la eliminación de las
trabas, perturbaciones, despilfarros, permiten, ya desde
ahora mismo, reducir el tiempo de trabajo v transformar
totalmente las condiciones del trabaio. <Ya no es una
fantasía, un ferviente deseo.o La civilización que, durante
siqlos se distin,guía inevitablemente de la sociedad pro.
piamente dicha, acabaría, finalmente, coincidiendo con
ésta. Una sociedad que organiza humanamente sus fuerlos cauces grandiosos de un
zas productoras,
"siguiendo
plan único), puede perfectamente operar esa transformación y perrnitir "a la industria implantarse por todo el
país, con esa dispersión que resulte la más conveniente
a su propio desarrollo, al sostenimiento o al desarrollo
de los demás elementos de la producción" (p. 335). ¿No
serfa, acaso, en este punto que el pensamiento engelsiano,
así como su reprobado utopismo, volverfan a hallar su
coherencia? ¿'Y que también ese pensamiento difiere, tanto para lo bueno como para lo malo, de su audaz compañero, el "finalisrno) mal'xista, gran utopisrno a largo
olazo?
87
Las instituciones
.
de la sociedad (postecnológica,
En 1971, el Museo de Arte Moderno de Nueva York
tomó Ia iniciativa de una reflexión prospectiva. Como es
cosa ya bien sabida, los más lúcidos de entre los americanos han abandonado la idea de un crecimiento econó'
mico proseguido indefinidamente, idea que sigue siendo la
que sustentan sus dirigentes políticos.'Para esos analistas de la sociedad americana, ésta debe traspasar un umbral (con o sin revolución, en la acepción europea del
término) y acceder a un estadio superior. En la <nueva
sociedadu, el uproductivismo" se vería rebasado y el crecimiento controlado, encauzado, al igual que la utilización de las técnicas (informática, cibernética, misiles y
cohetes, etc.). No es concebible que cada familia americana acomodada posea tres, luego cuatro, más adelante
hasta diez coches, diez y luego hasta veinte aparatos de
televisión, etc. La sociedad futura ya no sería la (sociedad industrialrr, sino ttna sociedad urbana. Empezará por
resolver los problemas de la ciudad americana, en la actualidad subestimados, formulados en términos de entorno...
¿Y por qué el Museo de Arte Moderno? Porque el grupo de intelectuales que depende de la Fundación Rockefeller o que gravita en torno suyo, estima que la Universidad no responde a las necesidades de dicha misión. En
sus proyectos entra, incluso, la creación de una Univer'
sidad de nuevo cuño, centrada en los problemas arquitectónicos y urbanísticos, y que estarla rodeada por una
ciudad experimental.
En I97l,los promotores de dicho proyecto enviaron
*
Simposio del Museum of Modern
9 de enero de
Art de Nueva York (8 y
1972).
89
un
a eventuales clientes interesados en el experimentopresentaban
,roümirroso pliego de condiciones en el que
teórica. El interés de dicho dopiÁ"ra
"laiorución
"""
de que aplica, no sin incurrir
hecho
el
cuménto reside en
los conceptos marxis'
que
confusionismo,
otro
en algrln
al propio.tiempo
etc'),
ideología,
tas (iuperestructura,
(sistema
marxistas
no
y
conceptos
qú;;;;inología
á" oulor"r, etc.). El vocablo design, utilizado a la ameriy de
;;";;;=rá'en dícho docr¡mento cárgado de serrtidoscapaz
. El desígner, 'auténtico demiurgo' sería
"ap"tuttrut
un espacio nuevo, siemde modificar el entJrno, d"
"r"ut
pre y cuando se le proporcionara <valores> nuevos' .cr
'¿Liiá";; t libertad't"ttd.íu una rnisión por cump-lir' la
dichos valores y de restablecer la correlación
á"
"ii"u*ur
las superestructuras y la morfologia espacial de la
entre
sociedad.
En enero d'e 1972, tuvo lugar en el Museum of Modern
Art, un simposio dedicado al examen de dicho proyecto'
ellos
Á1.á¿"ao. de cincuenta invitados, la mayor parte de
entre
ie teprrtución internacional, habían sido concitados'
!Oclor-"tul", filóloeos (Jakobson), escritor-es Y.-!!!ta.s
(Michel
Foufilósofos
paz,
Enzensberger),
N.
H.
iiuio
soBarthes)'
(Umberto Ecco, Roland
asistieron
ellos
de
"á"ftl,-t*-iólogos
etc. Tán sólo una treintena
"iJfoúbt,
al simposio, entre los cuales cuatro educaclores o ex edude la Facultad de Nanterre, U' E' R' de sociología
"udor"s
¿J*; B^"drillard, Manuel Castells, Alain Touraine' Itrenri
Lefebvre).
LaprimerasesiónseinicióconundiscursodeEmilio
Ambasz, director del proyecto, que.lo presentó' Se vio
iiilr"aá por la lecturá de un masníficoypoema de- octapor
,rio Pu, ,bbr" su ciudad, México,leído comentado
prtmer
un
9alugar
tlrvo
ei orooio autor. Sepnridamente'
Ropor
un
iurista'
iel, sobre la Ley y "l Valor, animad-o
,,alh D*orkin, práfesor de iurisprudencia en Oxford' Exse plantea, en los pafses angJosaion-es'
;;;; ;" qué formatraniformación
social: no se puede lle;ñ;;bi#" de la
valor supremo, pero
Ley,
la
a cabo sin cambiar
uá,.
cimientos' ya no
sus
""¿u
sobre
en cuanto la Ley se tambalea
v hay que temer Io
peor. Dicho en otras palabras: imposible cambiar nada,
sin cambiarlo todo. Ahora bien, ¿cómo cambiarlo todo
sin empezar por un principio, sin poner en tela de juicio
Ia dovela de Ia sociedad, por tanto, sin lanzarse a una
empresa revolucionaria no desprovista de riesgos? La im'
perturbable lógica de Anatol Rappoport acentuó el dilema
e hizo aún más patente la alternativa en vez de allanarla.
El segundo panel propició una viva discusión entre
especialistas de las ciencias destinadas a integrarse en el
rnarco de Ia Nueva Universidad v a intervenir en la creación de la ciudad experimental. Los semiúl'ogos (lJmberto
Ecco, Gillo Dorfles, ambos milaneses) fueron obieto de
una acerba crítica y, por otra parte, procedieron (cuando
menos Umberto Ecco) a una especie de autocrítica. uTor'
nar significante Ia naturaleza v tornar naturales los signoso, declaró Dorfles, a modo de consigna. Esa semiología se vio cogicla entre dos fueqos: por una parte, los
.realistas,', de entre los que M. Schapiro, y los economistas, recordaron los datos prácticos de la construcción, de
la constitución de una ciudad; por la otra, <izquierdistas>
v oultraizouierdistasn exnusieron que los signos v signi'
ficados provenían inevitablemente, actualmente, de la socierlad iaída v condenada. Lo que demostró con toda briIlantez fean Baudrillard, no sin añadir algunas observaciones de lo más pesimista sobre la "pulsión de muerten in'
herente a toclo rrrovecto actual. Por Io que se refiere a
Castells. éste deilaró que la intervención masiva, por tanto revolucionaria, del pueblo, resulta imprescindible a
toda transformación social, incluidas las de la forma de
vivir. de la ciudacl y de su espacio.
El tercer panel tuvo como rrlato fuerte el discurso
pronunciado por Christopher Alexander; explicó el mo
tivo por el cual abandonaba sus ambiciones v metás an'
teriores, la arquitectura paramétrica, la aplicació,n de la
cibernética en la constmcción; Ia experiencia decisiva,
para é1. parece haber sido el óonflicto entre los estudian'
ies v el Senado de una ¡pan universidad americana, en
el momento en que é1, arquitecto escogido justamente por
se sabe en absoluto hacia dónde se va
91
90
debía reorganizar el campus'
-iñott"t
Ia audacia de sus criterios,
a los estudiantes y al arqrr"iun
Los dirigent",
división del campus en espacios especiali;;tt;;;;;
espacios
zados,en tanto qt.r"-lot estudiantes,solicitaban
únilugar
un
;;1iil";i."ut", v ,".h azaban especialmente
Deocio'
al
v
co, exclusivamente-cánsagrado ul d"-""uttto
arquitecla
de
,"reuñuao, el joven-v brillhnte teorizante
de ese hecho'
consecuencia
a
tura llegó a la conclusión,
más oue para una
e;;;;;" se puede idear un espacio
?"á"t"pto qu" d"sarrollaría ampli¿cornunidad
"orr"r"iá
de la última sesión)'
K;ü*;;l
mente Suzanne
"ti'o
adopta el buConsecuentemerrte, Christopher Alexander
para ir a
ái;; ; la doctrina- i"n y'abandona América
adecuada
construir en otra pJ; i; morfología espacial
a una vida comunitaria de ese tiPo'
animad-a
A continuaciOo 'e-tutcitó una discusión tan
Hannah
de
discurso
como larga y or""tu,-altt"tió" qtt" el
esclarecer'
-la-rittima
Arendt
'^-"8; no consisuió
sesión se sacarían algunas
ae
de pare"l- "rrrro
sobre el coniunto de los contrastes
perelocuencia
con
tesis
"orr.itriárr"s
;;;";. Alain Touraine exouso suproducir
v
conocimientos
,turiru: la Universidad debe
no
universidad
la
;"p"i;;e, actuaimente'
;;;;;l*r",
más leios' I\¡Iara
á"t"*o"nl lonciencia' Vendo incluso
v
de
tin Pawlev incriminá las maniobras enmanipulación
restanto
-que
i""*nl"ti"ación de las universidades'
de los estunuesta autoritaria á la actitud contestataria
países'
¿iuttt"t,
*^--il;t;.en la mavoría de los
resumen
discusiones, de las que ese sucinto
f ' Taconfusionismo'
el
muestra el qran inter¿s'así como
conclusiones
sacó
Art's)
bibian (California Institute of the
al- devenir del proyecto
áoii-itt". por Io que se refer:'a
N;;;; U;tversidad .v ciudad Experimental'
"-;dl tá"tia" de esas extensas
sesiones cologuiales? Tie-
la.consisna: osalvar la
ne varios. Con toáu tezuridad'
científica' cultural
política'
.rra
do-ült iu "iat
ciudado
que ahora se
período
"
un
de los Estados Unidos durante
(Universidad y- Ciut"t; v qt" ,"r¿ iu'eo' El provecto
económica y
;;á1, del'que se hace cargo una potencia
firianciera, puede tener múItiples incidencias' Ahora bien,
lo que pur.L" resultar de esas controversias, es, ante-todo,
áesñn"ierto, la confesión de impotencia, procedentes
"l
tanto de las ci'encias especializadas y de los sabios (los
economistas, Ios sociólogos, los semiÓlogos) como, de las
autoridades consideradis competentes' En los Estados
Unidos se ha llegado aI extremo de que ya no se sabe cómo
proceder con retpec¡s ¿ "la ciudad", y se está dispuesto
i aceptar todo tipo de sugerencias por parte de los europeos, incluso de los marxistas.
He aquí el texto completo de un comunicado sobre
oel espac-io, la producciOn del espacio, la economía-po]i
ti"a ¿"f espaciolr, del que en el simposio de Nueva York'
debido a la falta de tiempo, no se dio más que un resumen.
EL ESPACIO, LA PRODUCCIÓN DEL ESPACIO,
LA ECONOMÍA POLíTICA DEL ESPACIO
I.
Introducción
Las ciencias específicas (parcelarias) pasan p-or una
crisis debida a numerosas razones' Al estar estrechament"-Ltp""iutizados, sus defensores han tenido que llegar-al
de hallar su justificación en tanto que especia"*trorro
listas, a legitimarse a través de filosofías bien sea im'
prudéntes,li"o ,"u presuntuosas' Dichas ciencias llegan
abstractos:
;l extremo de construir sus objetos (objetos
porque
crítica
la
de
que
salvan
se
modelos, simulaciones)
y
todo'
ante
Finalmente'
," ,utuuo de la confróntaci¿n'
oreal"'
propio
existe una mutación del
soSe trata, por supuesto, a" lat ciencias denominadas
ciales.
amCada una de ellas, a su vsz, abrigaron inmensas
(cf
e-colo'
ciencias
las
de
'La
biciones: erigirse en ciencia
la lin*i. ñif"", iu nirtoriu, la sociolo gía, la psicología,
do
saber
un
de
y
verdad
clave
en
gü,ftú.u...), tonvertirse
93
92
minador, proporcionar la palanca o el eje de una transformación de la sociedad, de una racionalidad nueva.
Los fiascos han sido tan numerosos como los inten'
tos llevados a cabo: fracasos prácticos (en la acción reguladora o transformadora de lo real), fracasos teóricos
fen la constitución de un predominio, en la elaboración de
una coherencia).
La hipótesis que presentamos seguidamente ofrece una
doble vertiente:
a) Lo oreal' social cambia porque las actividades
productoras y las formas de esas actividades se van mo^clificando. pe
ta producción de cosas en el espacio (de
q,le
ef espacio, indirectamente producido, se
tal suerte
constituía en colección, suma o conjunto de objetos), se
pasa a la producción directa del espacio en su condición
de tal.
b) Esta producción ya no queda supeclitada al mismo iaber, dispersado, diseminado en odisciplinaso' Una
ciencia va cobrando forma, ciencia que puede reagrupar
en torno suyo ciencias específicas, modificadas y centradas nuevament€: antropología dei espacio, historia del
espacio (o, mejor dicho, del espacio-tiempo), sociología
del espacio y del tiempo, etc.
II.
Crisis de Ia economía Política
Es hoy en día patente y pública, aun- cuando cui'
dadosamente- disimulada y disfrazada por los interesados: los economistas.
1.
Entraaformarpartedelacrisisgeneralexistentede
las ciencias llamadas sociales. La economía política ha
fracasado tanto práctica como teóricamente, pero dicho
fracaso permite ágr"gur algunos rasgos característicos a
la descripción de la crisis.
Esta crisis difrere de la de la lingüística o de la
historia. La lingülstica ha jugado la baza de una oposi;¿;; ;;"tfot*áda en doepJv centro autoritario de los
2.
rorrocimientos, la oposición "significante/significado"
(Saussure y su escuela). Ahora bien, se cae en la cuenta
rlc que la ioción de valor desempeña un papel de':isivo,
rr,cliso en lingüistica, de forma especificada: el' ttalor se
virrcula a la pó[semia de todas las palabras; la relación
y depende de "va"significante/significado, no es unívoca
krres>> que no son únicamente connotaciones, elementos
rlc un Jegundo grado, sino conjuntos especjficos' Por.lo
(¡re se t"fr"t" a la historia, ésta es blanco de una crítica
activa
¡ cactiva que niega la historicidad, y de una crítica
en
entra
rlue la situa moitrando que el mundo moderno
an'
la
según
rin utiempou mundial que ya no se concibe
rigua hisioricidad, sino según el concepto de <estrategia>'
El conjunto de esas ciencias se situaba sin saberlo
(y era ..lo impensado> de la mismísima reflexión episte)í.iJei"ul ¿Ieitro f,s la Teproducción de las relaciones de
aceptaba
¡,ro,d.ícci4n de la sociedad existente. Cada sabio
insería
se
reproducción,
ial o cual dato parcial de dicha
3.
cn ella, contribu?a a ella. Especialmente el economista, sin
olvidaí los sociólogos desde Max Weber y Durkheim' Por
su parte, la economía política conlel]ía una ideología-e, in-
;1";;; lá iáeotoeia principal de {ic}ro período: productiuir*ó, teoría dJl ciecimiento indefinido dentro del mar'
.o .o"iopolítico del capitalismo, modelos de crecimiento
al capitalismo de Estado y a la política de
"¿uptu¿dt
las brganizacionés nacionales (desde hace poco: internacionalés). La crisis, vista baio ese-dngulo, sig-nifica que.la
ve la luz
üriáií"¡¿n de ias relaciónes de producción
,\iI dia, se rev€la cotno tal. Lo que viene a significar que
el saber se reconstituye sobre nuevas bases' Y ya a través de la crítica raücal de las ciencias existentes, de su
,l"ei-"oit;ibución a la reproducción de las relaciones de
producción...
Esos fracasos de los economistas, contemplados
de cerca, indican aún mejor su significado' De hecho' los
economistas han confundido la economla política en tany la política económica en tanto que prác;;;;;úcia
4.
95
94
tica, técnlca, actos de poder. Sus umodelizacionesu han
sido destinaáas, cada vez rnás conscientemente, cada vez
con un refinamiento mejor ela-boracio, a servir el po-der
estatal, a definir su finalidad (aparente)' Así es corno han
asociado el productivisrno y la hipÓtesis del crecirnrento
índefinido cán h acción clel poder llarnado público (el de
las fuerzas <legítimaso, noción aceptada sin crítica aiguna por parte dÉ ia mayoría de los osabiosu)" En este pla'
oo,-"1 dél gstado, de Ia productividad, del crecimienr<¡ indehnido, la economía po1ítica supuestarnente científica ha
engendrado sus propiás contradicciones; por-ejemplo' la
inóapacidad notbriá de elaborar un (modelo" que ga'
rantizase el crecimiento independienterirente de la inflación y del paro que pudiesen producirse, que estableciese
tu po.iUináad dé un crecimiento (armónicoo dentro del
rnur"o existente. Por añadidura, al crecimiento controlaáá y guru"tizado por el Estado, a la elaboración ideológica-cientinca del Lspíritu de organización y de acometi
miento, corresponde un caos espacial cada vez más eviáente á itttol"iuble. Los economistas no echaban sobre
ese caos más que una ojeada superficial, dejando la mi'
sión de ordenarlo a otros especialistas: geógrafos, organizadores, etc. Así ha sido como modelizaciones y simulaciones han desernbocado en una catástrofe'
5. Al propio ti'empo, el empirismo económico suplantaba li oc]enciao. En el campo económico, tros estu-
áior ¿" mercado y de rnotivaciones han permitido domicierta ,rr"áid", eI mercado. L-a pubtricidad ha per'
,rur,
"., manipular las necesiclades. La prospectiva l'l p?'
."i,i¿o
dido definir Ln horizonte, a carnbio de 1a aceptación de
determinados postulaclos (crecimiento indefinido' conocimiento de lai necesidades, etc')' I-a investigación ope'
t""i"""f y la informática de gestión han perfeccionado
poo.*sos, limitando a un mínimo tanto los esfuerzos
"tot
como las aportaciones de los economistas'
social
Una práctica económica, inherente a la prrictica
socia'
(y
quizti
del
y pátitú" del capitalismo cle Estado
cientifi'
guisa
un
a
í¡i*o de Estadoi se sustituye de esta
cismo vacilante. Posee su cohesión práctica, si no su colrcrencia teórica.
ó. La economfa polltica ha pretendido ser uciencia
dc la producción> a partir del momento en que ya no se
lirnitaba a meros cómputos, comprobaciones accidentales,
rlescripciones más o menos psicológicas (las necesidades,
las (propensiones>, las tendencias de los consumidores).
Ahora bien, no podía constituirse en ciencia de la protlucción, pues las relaciones de producción son ajenas a
su campo de acción, así como también las autorregulaciones (espontáneas, ciegas) del sistema de producción capitalista.
En este punto vuelve uno a encontrarse con la idea
directriz de Marx: el conocimiento científico de la sociedad existente coincide con la crítica de dicha sociedad,
con la refutación de sus ideologías, con el análisis cohercnte de sus contradicciones.
Sin embargo, esta idea, hoy en día, no puede volver
a enfocarse tal cual, puesto que existe una práctica de Ia
¡troducción (que ha permitido a la uproduccióno capitaIista, a las .,empresas) alcanzar una eficacia real, dominando en cierta medida los efectos de los azares y de las
lluctuaciones). Por otra parte, la vulnerabilidad del capitalismo a escala mundial, a nivel de la rivalidad de
los capitales entre sí, del papel desempeñado por el oro,
de la constitución de una tasa de interés medio planetario, sigue siendo importante y mal conocida, ¡incluso
por parte de los econ<¡mistas que se dicen marxistas !
¿Ciencia de la producción? Sí, si se quiere, pero ¿producción de qué? La producción de las cosas (objetos, mercaderías) empieza a ser conocida, pero, al propio tiempo,
el concepto de cosa, de objeto, de producto, se va enturbiando.
7. La <<sectorialización> de lo económico, o, para hablar con mayor propiedad, de la práctica así constituida
(mal unificada a través de una <ciencia, que no por ello
pretende ser menos coherente, lo que le imposibilita ad
97
96
ucs
128 7
mitir la fragmentación) resulta curiosa e interesante. Ha
estallado ei sectores. Todo transcurre como si hubiese
producciones diferentes: la agricultura, Ia producción de
ia industria pesada (acero, petróleo, etc'), la producción
de objetos únicos o raros, producto de una artesanÍa de
altos vuelos: los cohetes y los misiles, los prototipos de
avión, etc., y, finalmente, la producción de objetos para
el coásumo. Lo que corresponde a la vez a una presión
considerable del mercado mundial y a una desagregación
de dicho mercado.
8.
del
¿Acaso una creciente abstracción
"objeto"
ais-
(operatoIado, dé los ..modelos, separados y conceptos
no corre pareja con la aparición de un nuevo co14ir"'tá, el espació, ef conocirniento y Ia práctica .del espacio (con uria dotle faceta: anulación de las distancias
giá"iu, a la instantaneidad de la información -domina,
de los espacios
;iA t reproducción en eI pensamientoanulan:
informáque
los
graciás a esos proceümientos
y comutransmisiones
las
de
iica, cibernéticá, técnicas
nueva y
sn¿
nicaciones)? Lo que augura
"dialectizaciónn
<real))'
y
lo
de
paradójica del saber
rios>>,
La promoción de lo inmobiliario
en bienes muebles del espacio
III.
flo "oni"rsión
l. El análisis
crítico de la reproduccién de las relamuestra cómo el capitalismo conptod.,.ción
ciones á"
de un siglo mantener sus relamás
hace
;tg""- desde
a pe'
;i;;;. específrcas de producción' I-o.ha conseguido
paícuando
sar de ,,r^, fru"uros a-escala estratégica; aun
relaciones
las
de
hayan sido apartados de
r"r
Ctüa'
etc')'
la
"","tos capitalistas (la URSS' China'
pt"¿"".i¿"
países
sigue
maesos
iresiOn del mércado mundial sobre
nifestándose.
en tanto que clase
2. El capitalismo y la burguesía'podido
mantener por
actuando a eicala estraiégica, no han
98
lo eue al esencial se refiere, las relaciones fijadas de pro,lucción más que rnodificándolas. La tesis de una pura
y simple "reduplicación", de una repetición pura y sim¡rle de una simple acentuación de dichas relaciones a
llavés de la ideología y del constreñimiento, no corres¡rt.rnde a los hechos ni los explica. Existió un crecirniento
tlc las fuerzas productoras, a costa de la destrucción de
rrrra parte de dichas fuerzas (en cuanto a (naturaleza>> y
rlcbido a las guerras). EI capitalismo se ha extendido,
rrgenciándose lo que existía antes de su aparición en est cna: agricultura, suelo y subsuelo, bienes inmuebles y
r calidades urbanas de origen histórico. Asimismo, se ha
cxtendido al construir sectores nuevos, comercializados,
irrdustrializados: los ocios, la cultura y el arte llamado
(uroderno), la urbanización. Entre esas extensiones, existcn a la vez concordancias y divergencias, unidad no sin
contradicciones (de nuevo cuño unas, y otras aún por
surgir). Así pues, el capitalisrno no se ha mantenido mris
t¡tte extendiéndose a la totalidad del espacio (rebasando
con creces sus puntos de origen, de desarrollo, de plenitrrd: las unidades de producción, las empresas, las firmas
rracionales y supranacionales).
3. Si así están las cosas, se podrá decir, ya se puede
clccir del espacio (bien sea de un segmento, bien sea de
un conjunto espacial) lo que, de cada cosc producida,
clecía y explicaba Marx: encierra y oculta, en tanto que
r:osa, relaciones sociales. Ese paquete de azúcar no es
tan sólo un paquete que tenga tal peso y que está destinado a endulzar ei café y el té; no es tan sólo una materia pagada con tal suma de dinero. Tanto el paquete como
cl dinero que ha servido para pagarlo, implican relaciorres sociales, entre otras la relación
"trabajo-capital", el
salario y la plusvalía, a la vez expresados, amagados, ena.lcnados (cosificados) por las cosas, el dinero y la rnateria, la abstracción y el hecho práctico. Hoy en día, sucede
otro tanto a través de la tendencia al mínimo espacio (excepción hecha de aquel destinado a la perpetuación de la
(naturaleza> y, así y todo, el sentido de tal reservación
99
vendrla a confirmar, si se le examinase más detenidamente, la apreciación anterior...).
4. Durante mucho tiempo, lo cinmobiliario' no tuvo
dentro del capitalismo más que una importancia menor.
El suelo perténecla a los ultimos representantes de una
clase vencida, los propietarios de bienes raíces, clase que,
como tal, es de origán feudal. La construcción, rama de
producción primero subordinada, casi artesana, revestía
antaño menos im-portancia gue la producción de acero y
de azúcar (pese i1 adagio: Cuando la construcción está
en auge, toáo va bien).-Ahora bien, la situación de dicha
ru-a ha cambiado por completo, y no únicamente en los
poderosos países ináustrializados. No basta con recordar,
iara explicár ese hecho, los fenómenos generales de-urba'
nización, la extensión siempre creciente de las ciudades,
los adelantos técnicos, etc. Hace falta explicar eI cómo y
el porqué el capitalismo ha tomado posesión del suelo,
dei esiacio; de ahí la tendencia de lo que rue otrora lo
.,inmo-biliarior, de ahora en adelante cotwertido en bienes
muebles (construcciones, especulaciones), a convertirse en
centro neurálgico dentro del capitalismo, por ser una in'
dustria t rr"va, menos sometida a trabas, saturaciones, di
frcultades de toda índole que frenan el desarrollo de las
antiguas industrias. Sin embargo, esa tendencia se ve
obstáculizada. Lo uinmobiliarioo recibe un toque de eten'
ción, es decir, se ve relegado a un rango subordinado,
dado que la afluencia de capitales a e-sa rama -así colno
los abusos especulativos- tiende a desajustar los meca'
nismos reguladores más o menos espontáneos o controla'
dos del cápitalismo. De tal suerte que lo uinmobiliariou
(producción y especulación) oscila entre una función su'
üordinada dé nuévo auge económico, una función de di'
versión, una función dé regulación y una función domi'
nante, y eso, según los momentos coyuntylal.es, los paf'
parte de la desigualdad genetal de
Entia
t"t,
"Tot-ut
"i".
de las situaciones eco
crecimientos,
de
los
los sectores,
nómicas.
100
5. Así y todo, ese sector privilegiado tiene tal vez una
función esencial por desempeñar: la lucha en contra de
la tendencia a la baja de la utilidad media mercantil.
La construcción (tanto privada como pública) ha reportado y sigue reportando, beneficios superiores a la meclia. La especulación no entra en ese cálculo, sino que
se superpone a él; dentro de ella y por medio de ella,
¿r través de un vehículo
espacio- el dinero produce
dinero. Lo que suscita, a-el
pesar de los riesgos, el entusiasmo del capitalista, quien mucho quisiera ahorrarse esas
cngorrosas exigencias: producir cosas, venderlas a pesar
de las dificultades.
La inversión en Io inmobiliario y en las construcciones privadas v públicas (en la praducción del espacío) se
revela provechosísima debido a que esa producción conlleva aún, y todavía por mucho tiempo, una proporción
superior del capital variable con respecto al capí.tal constante. Y ello a pesar de las considerables inversiones y de
Ios adelantos técnicos. Las explanaciones y las obras de
cimentación requieren una numerosa mano de obra (y,
especialmente, una mano de obra denominada (extranie¡¿n). De lo cual se desprende una utilidad superior y la
formación de una masa de plusvalía, de la cual una parte
corresponde a las <<empresas>.
En cuanto a las dificultades que provienen de la demasiado lenta obsolescencia de los productos (edificios,
monumentos, .,infraestructuras>, carreteras, autopistas,
pasos elevados y aparcamientos etc.), es decir, la tendencia a Ia ralentización de las vueltas dadas al capital y los
problemas de crédito, dan lugar a múltiples procedi
mientos de gran complejidad, que se gestionan entre lo,s
(agentes> : propietarios, promotores, poderes públicos, colectividades locales, bancos y organismos de empréstito,
arquitectos, etc. Sin dejar totalmente de lado a los <<usuarios
p. . .
6. El espacio instrumentalista (asf es como los espe-
cialistas lo llaman. Cl. Frangoise Choay, Connexions, Paris, 1972, pp. 30 y ss.) es producto y manipulado como
dil,i::,-'
u¡,},,i,*'
r**ol*ü*
d"
tal por los tecnócratas, a nivel-de lo global' d"l,-Et11:'
<orde
estrategias. Lleva el nombre burocrático de
mera abstraciltó" del teiritoriou. No pasa de ser unasobre
c.uvas rui'
hittotico,
lo
;¿;. P"; un hdo, remite á
a Ia
e'
incluso',
antropología
la
t" asienta, así como a
deno'
intereses
los
sólo
"ur
tan
orehistoria. Pero, por otro,
los ban'
i;t,'uá;;;;tiuu¿át", los de los promotores vlodeapropian;
se
práctica:
una existencia
f"
"orifi"r"r,
""r,
tolo ellos, se sirven del.instrumento que eI Esáiüt,1""
cotaiuJo'f"t proporciona; en su condición de amos del
obstácu'
algunos
(a
pesar
de
medios
;;;, d*d""t, d" los
rnal lo.s teoim'¿" iipo institucional). Lo qqe explican
de esta
que
eluden
instiumentalista>,
,irunt", áel..espacio
produc'
Ia
a
referentes
interrogantes
de
;ü;;t";ü
IiO.t a"l espacio y a sus contradicciones i'nternas-externas'
mismísimos upromotores> remiten a algo
¡,rt
"t""ro,-los
las fuerzás- productoras' de las que
-á, r U. técnicas,
üsponen Y son amos ocasionales'
de
üt
La lucha contra la obsolescencia demasiado lenta
las lrreltas
de los productos, contra la ralentización de
de crédito inmobilia'
;;d;t a-l-capital,'"á"liu los riesgos
anteriormen'
;;;;;áu^t,rgut a las prácticas y técnicas
que
esas prácti'
l" ,rr"rróionada-s. Es digno deporsubrayar
ejemplo hasta construc.ár p""¿"" Ilegar muy iejos,
tanto las unas
;i"";t y destrüccionei toialminte inútiles'
en el centro mismo
;;;" Iás otras. Y esto, especialmente
que en París)'
de las ciudades (";Ñ;;t; York aun más
se torna frei;;;;;;rión en'bienes muebles del espacio
pro'
espacios
los
impulsa a la autodestrucción de
pu-eno
capital
" La inversión desencadenada- del
"J,i*
ducidos.
ia ralentización y se ve abocada a buscar sin
il;;;r*
O bien' compen'
tregua terrenos, territorios, nuevas zonas'
7.
saciones.
dicho'
En este punto también, la estrategia o'- mejor
siencomo
revelan
lut ilit"i"eiit á" la clase dbminante se
do peligrosas, est;nd; Ilenas de riesgos' ,$ly::lt-.L"
momentapátiUi""V el iuturo, sometiéndolos a intereses
ireos, intereses a corto Plazo'
ry.
1.
Hacia la economla política del espacio
La crftica de la economía política, en Mam, no
se
limita a unas pocas observaciones despreciativas; los
.clásicos>, con Smith y Ricardo en primera fila, han in-
tentado un análisis teórico (científico) de la ubaseo de la
sociedad burguesa; no han ido hasta el final de su intento; sus sucesores han rebajado el nivel del pensamiento
hasta la apología de la sociedad existente, hasta la ideología disfrazada de ciencia.
Marx ha ido aun más lejos en dicha crítica. La economía política, tal como se constituye en el marco de la
sociedad existente, reviste una honda significación. Si
existiese abundancia de bienes, no habría economía política. Deseando ser estudio objetivo del consumo, o de
las necesidades, incluso de la producción, la economía
política no es jamás análisis de la producción, pues eso
llevaría a los economistas a concebir las condiciones de
la abundancia en otro tipo de sociedad. Según Marx,
los economistas son los hombres de la penuria; estudian
raridades (relativas, por supuesto): los .,bieneso. Contri'
buyen a la repartición de dicha penuria; su seudociencia
abarca un conocimiento concreto, que interesa los bienes raros, momentánea o duraderamente; es el conocimiento, mal elaborado aun cuando útil, de las insuficiencias de la producción, de sus limitaciones. La economía
es política en ese sentido, que permite a los hombres
de Estado repartir las penurias, de forma y manera que
dicha udistribución' se lleve a cabo al amparo de los antifaces de la justicia, de la igualdad, de la libertad, e, incluso, de la fraternidad. De esta guisa, los economistas,
voluntariamente o no, conscientemente o no, completan
los efectos espontáneos y ciegos de la ley dei valor: la
repartición (en el espacio) de Ias fuerzas procluctoras
aún limitadas en el seno de la sociedad (burguesa, capitalista). La gestión tiende aI crecimiento, pero bajo el
control de la burguesía, disimulando las facetas negativas
de la situación, haciéndolas aparecer como positivas y
constructivas. De cualquier forma, los bienes abundantes
103
102
sin que
no están supeditados a la economía: se les utiliza
en el
Dosean ni valor a. t*Lq"" ni *valor" de utilización'
tuz'
ra
aire'
;;;;tJ;^;#;; á. la ialabra: el agua, el
el espacio.
los
Ahora bien, ¿qué ha sucedido de nuevo desde
de
fundamental
tieÁpos en que Uat" escribla su crítica
enEsto'
en
día?
política? ¿Qué ocurre hoy
iu
raros
otras -u"hua cosas: los bienes que otrora eran
tre"ó"o*ía
abunque
eran
y
los
i" *Ju"" cada vezmás abundantes
éste un prodantes empiezan a escasear' No deja de ser
El pan' que'
irreversible'
e
;;; "" mircha, pero poderoso y
países podeterminados
ár, nntopu y en iiertás épocas
ti*uolo áel alimento v de bien precioso.(".d1;;;;;;
esa calidad'
nos eI pan nuestro J. tu¿u díaoj, ha perdido
en los
agrícolas'
productos
Los
o oráoi"¿ud: la raridad'
superabun'
o
abundantes
vuelven
se
;#;;;;;.üá;t,
a veces
á;;t* (es decir, en estado de superproducción'
destruccioalmacenamientos'
:
iul""r",'u-""c", d""lutado
a escala
*t-. átl.ndidas o no)' Esta situ,ación evidente
centenares
de
sufrimiento
al
mundial no aporta solución
viven en los países
á"-*itton". á" ,",", humanos quesufren
de hambre en
á""á*i""¿ás usubdesarrollados,;
humbres específi'cas-(proteínas' etc')' La es;;;;f;;
que explica la reconcasez persiste en aquelloi países' Lo
problemas que tienen
á;;¿" de un cieito número depolítica
y que
"clásicau
relación directa con la economía
Perroux'
hallar en la notable obra de FranEois
;;;;t
empieSimultáneamente, los bienes antaño abundantesEl agua,
por supuesto.
zan aescasear. De iorma desigual,
es preciso racionarla;
lugáres'
muchos
plt
1,,
":"Áplo.suoterráneas se van agotando' el manto freálas reservas
aparenteti"o tt:.; o bien igualmente, las aguas' inclusolugares del
algunos
i" lo"tu*ittutt' En
á""üi¡ilrt"gi¿u.,
"preciso
producir agua sometiendo a trata'
.s
;i;;;d
mar. En nuestras latitudes, el agua se
ffi;;;i;ó;á"
ripl¿u*""te en un producto industrial (asuas
;;;;;
ti:
minerales, aguas de mesa) debido. a su:
naturales
va no son
;ñ;;;;.*ionadas por los medios
2.
iil"::i:
aptas para su consumo. Muy cercanos estamos del mornento en que el aire será fihrado encima de los núcleos
de poblacién, alrededor de las ciudades. De hecho, ya
cxisie un producto industrial que es oel aire acondicionadoo. Lo mismo ocurre con la luz. Esos bienes, cada día
obligados a producir'
que pase
-Br" nos veremos mayormente proporciones, Ias fu'
fenómeno de incalculables
ür.
turas raridades, es aún muy poco conocido. Fenómenos
importantes, aun cuando superficiales (polución, deterio'
r.u.-iór, del .,entorn6o y de la naturaleza) ocultan modificaciones futuras aún de mayor alcance. Los uelementos>
pierden su naturaleza.
3. Los uelementos)), con sus envolturas espaciales,
cobran, pues, valor (de intercambio y de utilización)' Entran en los circuitos de los trueques: producción-repartición-distribución. Forman parte de las riquezas del país
y, consecuentemente, conciernen a la economía po-lítica'
lhoru bien, ya no se trata de la economía política cldsica,
la que se oóupaba de los <productoso en el sentido habitual del término: cosas, mercaderías, objetos relacio'
nados con necesidades ficticias o reales. Las penurias de
hoy en .día no se asemejan en nada a las raridades de
antaño, pues su origen y su Iugar en el espacio tienen
mucha-riayor importancia de la que otrora tuvieron las
(materias primaso; al estar dichas nuevas penurias mucho menos- localizadas, se sitúan en la totalidad del espacio, ese espacio que, por otra parte, está enteramente
b"rrpáao pof lu reproducción de las relaciones de producción.
- --Examinemos
ahora ese espacio. Tomado de forma abpuede hablar de raridad? No, en absose
soluta, ¿acaso
luto. Es-tá abierto por todas partes' Las técnicas permiten que.,se constrr-iyan todo cuanto apetezca, tanto en la
,.rp"ifi.i" como en él fondo de los mares, en los desiertos
y ias montañas, incluso en los espacios interplanetarios.
Las informaciones y datos acerca de no importa qué zona
pueden concentrarse en cualquier punto donJ"i
"tpu.i"
de se instale una computadora programada para este me105
104
nester; y se podrá transportar adonde sea necesario el
u"átt v not*igón preóisos. No se observa verdadera
"f espaciá *át qt en ulugaresu bien definidos:
perrrrriá de
" que-sigrlen manteniéndose
los ceitro.s
il;;iltd;lá;
núcleos históricamente iealizádos o se establecen
"o-lo,
en sus inmediaciones.
de fácil so'
4. La cuestión de Ia centratización no esteóricamente'
lución. Para comprenderla, para resolverla
llevado a un
;;tu"d;i"""ttit a un áétodo dialéctico
(entiempos de
elevado que anterior:nente
de ese
burda
"i""f--*¿t
en suma
ü"*1.-i" "o"¿"ou prematura yniega
de es'
clase
a toda
;A;d" más sutil qüe h lógica,
(y.lo
oecialistas, que se creen sumamente competent€ldelicados
más
;;;,;;-;á""tu), el acceso a fenómenos que tienen.la
y masivas cohesiones
;; bt agobiantes
es, pues, la centralización
maneiar.
clstumbrJ de
¿Qué
(urbana, social)? Una forma,la del reagrupamrento' cte Ia
to,tti11":
iü"""i0", de la simultaneidad' ¿De oué?.De
l-a rorma
reunirse'
llo iue puede agruparse, conjuntarse,
cada
época
cada
como
Así es
;;" ÑáL y aJu"it",,ui'"'producción
' (prosuscitado
ha
sistema de
;;;;;.í;; ;"da
comer'
á""iáál't" propia centraliiación : centro político'aspira
a
centralismo
el
.éligio.o,ltc. Actualmente,
del
medios
poder'
los
el
"id,
ser total. Concentralu, tiqo"'us,
(<cultura>'
pá¿"ti", f. información, lós conocimientos' la
las centra'
etcétera. En una palabia: todo' No obstante'
y
desaparepareciendo
lizaciones siempre han acabado
decir'
es
exceso,
bien sea por
PoI "tulltillói],
de hacerse con tal
"i""¿o,
Ct* ;¿" ;;, ¿"f"ito, por incapacidad
bien sea,- finalmente' debido al asalto por
""i"*""tó',
quedado relegados a
;;.r;.á; los excluido. q,.r" habían
bien' tal o cual de esos pro'
il;;;;;"¡f¿¡"ut. Ahora
pueda producir tal o cual
cesos no es óbice para que se
la Ro*u de la Antigüedad' r - ,r^^:
áitá,
de deci":"*plo,
La tendencia actual en constituir <centrosterritorial
zona
sión> que quieren abarcarlo todo en una
que
suscita la rala
es
esencial
tendencia
restringida, esa
penuria
tia.¿ J"l "spu"io en el territorio en cuestión' La
106
por tanto, nuevas caracterlsticas; es,
de un proceso ciego,
r
-resultado
consentida, digamos
y
mantenida,
tle origen hiitóricocte espacio ofi'ece,
la iez, (espontáneau
trata, pues,
y posipasada
abundancia
la
entte
tle una
por
Esa
otra.
efectiva,
y
parte,
raridad
la
por
una
ble
de
sociales
relaciones
quóda
a
las
ajena
cont?adicciórrno
implicual
la
su
reproducción,
a
menos
aun
producción,
ca estrategias políticas. No se reduce a esas contradiccio'
nes oclásiias); es una contradicción del espacio.
Las contradicciones y conflictos en eL espacio (con
sus implicaciones tácticas y estratégicas) no han desaparecidoi ni muchísimo menos . Las contradicciones del es'
pacio los envuelven, los llevan hasta un grado superior,
tos reproducen al mismo tiempo que los van ampliando'
De igual forma, la producción de las cosas en eI espacio
no há desaparecido, así como tampoco un cierto número
de problernas que plantea dicha producción (no ya la raridad de los bienes producidos, sino la gestión y la posesión de los medioi de producción); no obstante, las
nuevas producciones, las de los "elementos", incluidas
como lo podremos ir viendo cada vez con mayor
-tal
claridad- la del espacio propiamente dicho, envuelven y
amplían los problemas de la producción de las ucosas"'
a veces expresamente organizada. Se
clcseadá,'contradicción
He aquí una contradicción sorprendente, digna de
,"rult". entie todas. El espacio es conocido, reconocido,
explorado, balizado, elaborado a escalas colosales, en tanto que conjunto que engloba la tierra y casi todo el siste'
ma solar. I Su ,tátt haciendo cada vez más patentes las
posibilidades de ocuparlo, de- conv-ertirlo en bien mue'
ü1", d" colmarlo, de producírlo ! Afluyen 1a-s info'naciomisión sabémos es 1a de anular las distancias
,r"r,
y el
"rryu
v á" a"r¿"ñar la materialidad dispersa en el espacio el
artificialmente
rarifica
sepropio
tiempo,
ii"*po. Al
;;;;;ü con el hn de que uvalga" más caro; se ve frag'
*átrtu¿o, pulverizado, putu su venta al por mayor y- al
detall. Es terreno abonado para las segregaciones' Las
.i"""iut parcelarias lo desmiembran (y, ante todo, la eco-
5.
t07
sociologÍa' la
nomía política, pero también la historia' la
unidad más
la
hallar
a
demografía) y no se pu"de volver
interdisciplinarios'
montajes
ñ;';;;;ár' i"- uuótiosos
jamás' dado que
ólt":"t ai"no, t.o se vuelve a recobrar
más que
<recentrarseo
pueden
las ciencias parcelarias no
programa, a su
a costa de modifrcaciones aportadas a su
metodología, a su ePistemología'
ti lut que se desenvuelve el
Es en
"rru, "orrii"io""'
mencionado: "lo inmobiliarioo y
p.ot"ro anteriormente
secundarios y
la <.construccióno clejan de ser, circuitos
para
tl*"t """:as del capiialismo industrial iev financiero'
forma desigual
pasar a un primet iü1o' Aun cuando
gran
e incorrmovible
la
con
(lo que tiene relacrátt'áit"ttu
desarrollo.desiguai)'
de
i;;,=h*i; ¿onocida,
presenLa conversión en bienes muebles del espacio
que'
ta exigencias muy severas. Se inicia con elalsuelo'
de
influjo
como primera prouid""cia, se debe sustraer
sin
No
de bienes raíces tradicionales'
i;;^;;;;;ios
conversión en
y
dificultades concesiones (las rentas)' La
totalidad del espabienes muebles se extiende luego a la
(incluso
cio. Este debe recibi, "" valoi de intercambio
a
respecto
con
ápto*i*uao, incluso si los precios varían implica y-supoiJ, "uuf"t"r";. lho.u bten, él intercambio de un lugar'
n" ¡ntir"o*b¡oAil¡dod. La ..cambiabilidad"
cantidad de
que hace d" ei .tnJmá'"u""iu análoga a una
otros lugaa
azicar o de acero, exige que sea comparable
característimismas
res, e, incluso, u toáoJ loi l"gutes deen
de iniercamblo] Mut* lo ha demostrado
Éf
Endinero'
en
""ror
"átl
el caso de los productos-cosas, se €xpresa la concatenaen
;;;;t, cada lrrgar intercambiable figura
los.prepudiendo
no
¿L la oferia y de la demanda'
producción''
(coste
de
"iJ"
;;;;;;.i"r toda íelación con el social (medio) nece;á":"i;, con los tl"ápot de trabajo
marxista'
sario, para expre'utttót según la terminología
espeoDeraciones'
otras
il""'"'t u"rdaá que intervienen
de
precios
los
putu
cialmente t"
-distanciar(la del valor'- la
"rp.J,it*iá",
leyes
los valores, tutr"a-,*J-ñ$ de las
apetencia' para hade ula oferta v l"'iáá"á;; ; la de tá
términos no marxistas)'
blu,
"r,
108
I
ll
La ocomparabilidad, indispensable ha sido alcanzada
a través dela producción de ucélulas> prácticamente i¡tercambiables. En un punto límite, 1o son. <Al pasar cte
un alojamiento a otro, siempre tiene uno la impresión de
ha[aró en su propia casa' (comentario de un (usuario))'
La teorla y la pueita en práctica de los <módulosu permiten repetir indefinidamente la célula tomada como <mG'
delou.ia independencia de los volúmenes con respecto aI
suelo original ha sido literalmente "producida> a través
de la conitrucción sobre zampas y pilares (Le Corbusier)'
Pero, aI propio tiempo, se da al volumen el mismo trato
que a una superficie, como un apilamiento de "planosn,
sin tener en cuenta para nada el tiempo' Las "necesidadeso, de las que se habla mucho, tienen que pasar baJo
ese yugo del espacio; de hecho, son sus productos en se-
grrtráo grado, mucho más que sus razones de ser' La <cam-
y
sus constreñimientos no interesan únicamente las superficies y los volúmenes edificados, sino también los reürridos. Todo eilo se justifica a través del
plano y del dibujo, a través de una supuesta "síntesis
y de las
iráfrcai, del cuerpó y del movimiento, del espacio
áctividades ("f . Á. de Villanova, en <Espaces et $ociétés"'
núm. 3, p. Zbá). Esos grafrsmos familiares para los arquitectos y-urbanistas (planos, cortes, alzados, dibujos, -represeniaciones visualés animadas con siluetas y figurillas'
intervienen en tanto que reductores de Ia realidad
"tc...)
qn" pt"t""den representar, y que lo es, po¡ d9pás'
áer qtt" una imagen del osistema' de vida, admitido y'
po,
impuesto, en eI habítcf (complejos 9e torrecitas
'modestaé,
"rid", o edificaciones ttcolmena> nortnales' es decir'
normalizádas). Los volúmenes son tratados de una forma
que reduce el espacio a la superficie de suelo que se por"", á tit"lo de iropiedad privada, a pesar. de los esfuerzos llevados a cabo para establecer un distingo entre ampor
bos. Las supuestas ioluciones de ordenación hacen'
necelas
a
personas,
tanto, exteniivas a los lugares, a las
sidadls, los constreñimientos de la ucambiabilidad"' pre'
sentados como constreñimientos técnicos, y, a veces, como
exigencias de la moralidad pública. Lo económico siem-
Éiabiti[ad,
109
pre ha tenido una vinculación con el orden moral' La
intercambiabilidad acaÍrea, pues, una severa cuantificación, que se extiende en los entornos deL habitat (espacios
inteimed.iarios, recorridos, bienes de equipo,- "medio am-
bienteo). Las peculiaridades llamadas naturales desaparecen en medio de la homogeneización: los lugares, pero
también los cuerpos y la realidad física de los uusuariosu'
iLa cuantificaciSn, áput".tt"*ente técnica, es, de hecho'
financiera !
¿Acaso iría a desaparecet el valor de utilización?
Esa homogeneización de los fragmentos dispersos y comercializaáos del espacio ¿acaso supondría la prioridad
absoluta del intercambio y del valor de intercambio? ¿Acaso éste quedaría reducidó a signos de prestigio y de,standing, diierencias internas del sistema, superpuestT hu:l1
absórberlas, a los ..valores,, producidos por la venta, a Ios
costes de pioducción? No. El adquisidor de espacio sigue
comprandó valor de utilización. No tan sólo compra un
luol,-r?nen habitable (más o menos), convertible y conmutable con otros, y únicamente marcado semiológicamente
los signos visibles
;;; i; ptopujuttda publicitaria o por
es comadquisidor
El
..distinciónu.
ie una-deierminadi
alojamiento.
que
su
une
;;"d"; de una distancia,la (de comercio, de ocio'a dide
ierentes lugares z los centoi
hacen
distancias
Esas
decisión).
de
de'trabajo,
",ttt.t.u,
que tal o cual lugar sea, más o menos atrayente; pero no
permi'
es exactamente esa.deseabilidad> o atractivo (que
psicológicas-,
imágenes
aquí
tiría introducir
"marginalis'
mosu) 1o que desámpeña el papel principal' El consumo
áLi-"ápu"ió difiere dé1 consumo de-lus cosas, no tan sólo
pot .,, dimensión y cantidad,- sino también por caracteies específicos. De hecho, el tiempo entra ahora en esce'
u"^" cuando el espacio a la par programado y fragmen'
"u, tienda a eliminárlo. Se compra un horario' es decir' a
ááo
y un
li i.z un ahorro de tiempo (distancia corta o larga) quie'
ptu""t. El espacio envuelve el tiempo' Por mucho,que
ia omitirse Este, no se deja domeñar' A través del espacio'
ptodú"" y reproduce es un tiempo social'
6.
i; il; ;
La teoría según Ia cual el intercambio suplanta ia utilización hasta absorberla no se basa más que sobre ei
cxamen de un sector muy reducido de la producción, ia
clc objetos para el consumo (sobre todo los coches y los
rnuebles, así como también en menor medida, la vestimenta y la alimentación) en los que los signos y significaciones han ido adquiriendo una importancia cada vez más
acrecentada. ¿Signos de qué? De prestigio, de situación
social, de diferencias en el seno de la sociedad burguesa.
¿Signos para quién? Para la fracción de las clases meclias, denominadas superiores, que practica el consumo
ostentativo, que gusta de admirarse y de hacerse admirar,
que cree imitar a Ia alta burguesía y que es imitada por
parte de las clases menos oacomodadasr'. Esos estratos
poseen una influencia y una realidad socio-económicas incuestionables, pero el estudio de sus costumbres y de sus
instituciones específicas no puede generalizarse más que
en nombre de un espíritu de sistema que va más allá del
conocimiento. A resultas del estudio de un sector, Jean
Baudrillard (cf , Pour une critique de l'économie politique
du signe, Gallimard, lg72,recopilación de artículos pubiicados con anterioridad) llega a conclusiones de tipo general, según el procedimiento de los sistemas (reducciónextrapolación). Procedimiento gue, por añaüdura, propone sustituir una lógica (social o de cualquier otro tipo) al
pensamiento dialéctico, liquidando éste. Salta a la vista
que los demás sectores, especialmente la producción de
la industria pesada y la de los "objetos> de tipo superior
(cohetes, misiles, etc...) no entran dentro de dicha racio'
nalización. La mismo sucede con la economía política del
espacio. Con respecto a ésta, la (economía política del
signor, cuando se guiere considerar como general y dog'
mática, no presenta más que una desviación. Apenas menos gravosa gue la plomífera sistematización intentada
por la escuela estructural-funcional-marxista (L. Althus'
ser) acerca del usistema de producciónrr, zanjado por mediación suya. No existe más que una clase de lógica, la
lógica formal. La "lógica de clase" no existe; no hay más
que estrategias, llevadas a la práctica con más o menos
111
110
lr
I
'l,rl
, ! -para "q"ili
signos'
de-los
espacio
Uát üi"" la fórrrula--el
"o :91
I"tlbb::?,tillb-t"
pi"tot"t"i
rnás que el aspecto
-visible, y cte realloacres
bleu, lor tanto risible- de operaciones
rigor y fortuna. Los signos del
espacio
muchó más dilatadas Y dramáticas'
se vuelven
Valor de intercamUi" y uutot de utilización que ya no
a encontrar dentro de una relación dialéctica
polar "clásicao ana'
;"i;;id. con la relación de oposición
por Marx en
ú;;;;";s*itrt v Ricardo, v, sobre todo'
se torna
relación
i* ptiL"tas páginas de Et Capital',La
el esen
se
sitúan
dll valor
;r:;pleja, tós áL. potor del
correlatiy
de
su
centro
la
pacio. La forma
"tpá"iáf,
La referencia al tra'
papel'
¿d;p;l".un
í;:iln"lir".i',
de producción'
costes
;;i;;;i;l i*á¿i.1,-"i decir,. a- lós razón
del carácter
persiste pero va pétai"ttao iigid"t-"t'
qu9
el volumen
de
hecho
especulativo que pioui"tt" del
de
depende
cual
el
suelo'
construido ,iglr" uitt""iuáo ut
basta
ya
no
competitivo
un <propietario>. El elemento(valor-es' (a la
de
"verdad
para ajustar Ios p*"i"t fos
"
desaparehaya
efi'cacia
su
io, pté"iotu) sin que por ello del suelo' por ende' del
cido por compt"tol}l-monopolio
monopoliespacio, suma t"t;l;;;; a i"s det capitalismo
tal'
,ido, "tt tn condición de
se
Lo que ." pugu, tanto ventajas como desventajas'
refiere a las rentís lJe sit"acián' de equipamien':J
^17
d:l t:."1:'
J"p""¿u" a"l"t'"io v de. ia. propiedad.
lnsu
el precio del suelo' ni con
;;;;üinciden ni con
Por añadiduterés, ni con int"tZs á"t "ápit"t prestador'
puede'
"t
v"ij-"^il:
adqulrido
*"n
;;,; "iiritu"i¿" ¿"iuott
cargarse de
estricta'
monetaria
;iift;-i;-"uuttifi"ución
tal guisa que el
tig"rn""*.""t d" i;á;; semántico' Decon
respecto a los
insignificante
espacio se torna
y simbolismos. .(naturales' estéticos' re'
á"Iü"át "imbolos";;;¿;
(superobjeto) con
ligiosos o morales)', y- iip"rttgnit'icante
semiológicos de los obje;'5i;;;."i'i".-""éi';t aspectosproducidos
extensión
;;;: El t""tido de iot "tp*l"S tel espacio-la
a la vez
es
a iá-to'uu¿ud
á"1
el "supersignificanteu' El
""piürismo
ó"
;;td;;;;;
je'
"rtr,
"rnurotlih".
u"aUu por definirse en términos
valor de utilización
;;;il
larquizados: ventajas, capacidad de poderío y de relaciones con el poder, ámbitos y lugares más o menos prestigiosos. No por ello dicho valor va a desaparecer. Nuevas
contradicciones surgerr: entre centralización y periferia.
[ntre lo que está en estrecha relación con un poder y lo
(lue se escapa al influjo de éste, entre los azares de la utilización y las necesidades del intercambio, etc... Y todo
cllo, dentro del marco controlable y controlado de la perruria de espacio, en parte ficticia. Si bien la extensión y
la raridad del espacio pueden figurar en el seno de una
rnisma estrategia, también es posible que puedan entrar
cn conflicto entre sí.
7. La economía política del espacio es, de hecho, una
cconomía que implica una política, a saber, una estrategia o varias estrategias. No se halla aún más que en sus
inicios tanto teóricos como prácticos; pero la práctica,
aquí como en otros muchos sitios y cosas, se adelanta
a la teoría. Nada más normal que esto: así es como la teoría y los conceptos posen un contenido y se verifican a sí
mismos (¡es decir, que legitiman su contenido y su alcance crítico !).
Dicha economía política del espacio se distingue aún
mal
críticos incluidos- de .,la economía ur-conceptos
bana".
Ésta no representa más que un caso de la economía clásica y de la política económica tradicional. Estudia,
sabido es, diversas cuestiones cuyos lazos de unión escapan a su control: costes, transportes, bienes de equipo,
ctc... Esfudios a menudo objetivos y válidos, pero que no
Iogran traspasar el umbral que separa una ciencia en
pleno retroceso de un conocimiento renovado de continuo.
La economía política del espacio parece expresándolo con
las preocupaciones que son de rigor, destinada a desarro.
llarse. ¿Permitirá intervenir? ¿Proporcionará acaso conceptos ooperatoriosn? Con toda seguridad. Lo que hace doble el interrogante ya presente y acuciante: <¿para quién
y por qué?r, en otras palabras, la cuestión del poder.
Cae por su propio peso (¿acaso es necesario insistir
una vez más sobre ese extremo?) que esa economía políti,fJ..t'i 1,1rr'-',
ll2
$jíÍ
¡¡cs
I
it
l,'l
..i!;:,,.i, ,'l
I
128 8
:¡.r,;^;,r,,,
-.a.-
113
r, ¡r-'A
teórica y- crítica de
ca del espacio, en tanto que expresió¡
de la.sociedad existente
"imutó
"r,
capitalistas) no anula.}u p{o(relaciones a" prod"c"ión
consumo (duradeducción c1e los bi";á;;;minadot de
se re'
ni los problemas inherentes' E' inclusive'
r.r á
desplazar
a
esos probl"t*; uftora bien'.tiende
fiere a"tl,
los
il;tu.if,;io"iur
á, m"¡ot dicho' a mostrar
las cuestion", "r"o.lut"t,'llevan
-á-ititozo*¡entos
a cabo efectivamente en
gue se
habituala práctica, con los procedimientos y resultados
personas'
de
v
i"t:';';;ü¿r,-s*bstiiuciones de . agentes
usurpaciones de comt"tpo".utilidades,
de
transferencias
ü; ;';.ü * i:':Í
nes Y estrateglas o
?*:'
**
il los
$i T l5i1l;'"'tT?lT: ::.
medios de producción sigue
sión y de la gestió;d"tplt"udo hacia la producción'
incólume, urrr,
que agranda el
"rrá,tdola gestión, tu orgut^i^'l"ionáef espacio' Lo
términos más
en
problema en vez á" t"toft"tto' bi"ho
en vez de
adecuados, ¡to qrr" umplía las contradicciones'
eliminarlas !
pes.o el que- la economía
Cae igualmente por su propio
la crítica
política del espacio:;;;f nrutig téorico' implica
conceptos' glevapor
los
de la realidua
Marx'
"*ptltio,-captada
af ig"át que- el El Capital deespacio'
da a nivel teórico.
el
en
cosas
las
a"
análisis crítico ¿" fu pto?""ió"
elaborados por Marx
;;;;;;i; rro ¿"rnuJ" io, "orr""ptosvalor
de intercambio)'
(tal como: valor i" "irrütú; t
transfiriéntransforma'
así como tampoco t" *Lto¿o; los
Marx' el
Para
nivel'
a-otro
clolos a una más uÁpUu-"'"ala'
de una realidad'
poner el acento ttü;;i;t;;;;"áicciones
un
constituvenclo
í*"" "^ rig"in""t ;;;L "rítica
-si.g"," La crítica interna
ente interno dentrJ de dicha realidad'
filantrópica o
no tiene nada de ."tu "tlli"u moralizadora'
lado a los "hombresu)'
humanística (incluso*ti;; d"t;¡e
científico;
cono"imiento
el
t;n
Está en estrecha t;i";ió"
y
únicamente
la ciencia que quiei" ser "posititlu comprobación"positide la
Stttél;
vao, excluy"r,ao
y de la lógica' el
"r,'pt;;""i';
coherencia
la
constut'i",-4"
lo
y
de
tica
ciencia se car'
alcance crítico v ¿i"iJáti"o del saber'.dicha
tal'
s" d;ia""logía no conocida como
114
8. El concepto de composición orgánica del cap¡¿"1
(proporción de capital variable y de capital constante) u.
uno de los rnás importantes y de los peor conocidos ¿"¡
¡rcnsamiento marxista, La teorfa de una cornposició\ de:;igua! de los capitales, de una composición nrcdia, de rrna
tcndencia al acrecentamiento de la composición, hace p¿._
tc de las teorías y de las leyes tendenciosas descubie¡1u,
¡ror Marx.
La economía política del espacio contempla dicha 196_
ría en su doble faceta: a escala local, a escala planetq¡i¿
(la del mercado mundial). A nivel local, al igual que 1q¿.
industria, la de la construcción --€n el amplio sentidq ¿"
la palabra, no únicamente la construcción de edificios,
sino también de las oinfraestructuras>: can'eteras, autopistas, aeródromos, etc...- ha aumentado considerq[1.mente la composición orgánica de su capital. Otro tq¡16
sucede con la agricultura. Sin embargo, las inversio¡sg
masivas y la introducción de técnicas modernas no ¡an
llevado a esa industria hasta el rango de las industria5 ¿"
prirnera fila. Ya sabemos que la mano de obra sigue q.rservando una gran importancia (capital variable enorrne.
trabajos de explanación, utilización de mano de obr¿
tranjera). De ahí la producción masiva de plusvalÍa y"*el
efecto considerable ya comprobado: en contra de la l¿¡¿
(tendenciosa) de la tasa de interés. Lo que otorga a dicüa
producción un carácter específico y una entidad espeqi¿1.
cn comparación con la producción agrícola ¡t la de lo,
demás sectores anteriormente mencionados (economí¿ ¡opesadu .,,
lítica de los productos industriales
-industria
de medios cle producción- producción de los bienes dL
consumo, etc...).
Sin embargo, hay algo aun más importante. La noq¡ó¡
de composición (orgánica) media del capital no concie¡-¡s
únicamente las empresas, las ramas de industria tor¡¿¿^"
por separado. Se extiende a las regiones, a los países y o
las naci.ones. Aun cuando en contadísimas ocasione5- u"
repare en ella en tanto que criterio del "desarrolloo y ¿"1
osubdesarrolloo, no cabe la menor duda de Qu€ es ssn
noción la que proporciona de ella las características ¡16,
115
situado- tiene un carácter inmediato. A nivel global, por
pertinenteS.Enefect<¡,rinc1ecuentasirnultáneamentedel
-pro""so(tendencia iJi¡e;lal acrecentamiento de la com-
;;",;;tó"'',sáT:,?-{"tiÍ'i::Z':':f:{:!?ff
tación' P"t""11:1:1",
l:l""iffiüllse'
d" composiciór, *"¿iu desigual'
e capitales
iu' t'u"'terencias ddesempeñan
i1':ni"f 'l?';;).
a otro'
(de plusvalía) de ot'noá ? t'" t::ltoi
mundral'
pup"f constante a escala
(cf H'Le'
"" Sin que uuyu*u'-u '"tá"'i¿"tuT'"'t" análisis
que abaroarte)'
d'':t;';;;;;1isÁe' rrtima
^
*f
febvre, Au-tleld'
áctualidad' i*:;
ca las cuestiones -á""tu'lu' !19 Tuyotconcepto:
dicho
de
'Ia
nros subraru' unt'i'i^- "-tp"i¡oUao¿l
a un el9:
corresponde
No
media'
composició, o'ga);;
modo del "valoro (de
abstracto.a
extracspaciai,
En
rnento
sino. a una localización'
ináicá*Uio¡'
"las'relaciones'
y
a"
utilización
confrontacioncs'
ei mercado *""oi]i''1"
a esa cscala'
qtl"^I" fá'*u" o se desarrolian
pcrecuacio,'"'
-inv
-oigánica
j.sibles,¿if
i'irmJi#i*'urJ'tl,:T^:10:ig";:J::i3tT
u'ru¡''vr,*v
lnvlslDles'
rnedia pt"p:^1:l':
otTti¿"
v apremiantes, la cc
ii "tt"ul"::T:t una comparaclon
iru él hito, tu ."r"'"ttiI'
del cala composición orgánica
con los Estados r¡"1-á*'
o.'ic América Latina es
oital en tal o cual ;;;'d" Aflcá ! Las relaciones entre
taja. ¡De ahí, "t Jilti'obl"rnut
concretrzan de esta
sectores y países t;;;;l;i"3:'^1.::,
espacia'fi;Lil:3;:i:llT
suerte en tanto q.," i"la"iónes
ccc
cs'pacio
del
^i"'
clo cl espacio geográhco
t
-De;;;.1i'
io p o t it i. o, : I l:i
3
¡, 3 ?"."'.',';::
t
gutsa'
4
esta
" ; i" osocio-político''
;
A esas alturas' er
diniensión'
su
del espacio "ou'u'óáa
se torna político'
t¡alor de utilización"¿"f ltputio
de un campues' con el cambio-de escala'
:;;:
g.
Se trata,
bio cualitativo..A
:;;;;;i;"
J
J;l"i;;i' tiemPo
":ryll',:ff
cot:
se hace con un
netario, el poder
se
¿"'"ütiuit;;? d"Ttna un espacio
o' p o derí o " i"" J' *'"á*
-u:::9;
rano
y placeres'
.
-horario
"rt"if"."t
T')
h
uo"
"
* Repartición equitativa' (N' del
116
T #tJiTil
ii;i3.il|'á
#
lanto estratégico y político, el espacio tiene una utilización
inmediata, dlrectá (beneficios) e indirectas (estrategias).
A ese nivel, a esa escala, las estrategias polític-as se sirven
<lel espacio por partida doble: utilizan todos los recursos
uricoso y se despliegan por todos los es,lc los
"rpuóio,
existentes.
¡lacios
Las diferencias económicas en las composiciones de
los capitales se ven abocadas a soportar diferencias amplificaclas. Es decir, contradicciones a nivel de las estrat"giut. El mercado mundial, que no se reduce al de las
¡n"r.urr.íu, v de las cosas y objetos, que abarca el de los
capitales e, incluso, nosee en éste su principal comoonente, el mercado munclial adguiere una existencia concreta'
.n cuanto la econornía política del espacio pone de -uT:
liesto sus disnositivos sobre la superficie terrestre. El
mercado rnunclial ocupa el espacio v se reparte en espa'
cios bien determinadoi. Sn teoría entra a formar parte de
la economía política del esPacio.
10. Esa teorla reconsidera a un nivel diferente
unas
clistiriciones ya conocidas: centros y periferias, significaciones v no significaciones. Las cosas y nroductos estudiados por la economía clásica cobran distancia v abstracción con respecto al esoacio así determinado al con'
creto espacial. Las categorías económicas vuelven a cobrar entonces, en gran medida' el carácter concreto del
nue disfmtaron .tttuño, cuando se vinculaban con las
f.t"ttut desnlesadas en la historia con la ciudad' la plaza
del mercado, el mercado central v el camparario' Ese congeo'
cepto, el de concreto espacial, suvera el del espacio
esoecializ.ado
métri'co, el de espacio t}sual. el de espacio
(económico; geográfico, etc..'). Pero a ese nivel,las oposi.iarr"* revelan las contradicciones que entrañan v tlisimutotalidadi.l^ ii"i"*ambio.utili zación, centro_neriferia, y,
quizá:
desmenuzamiento, homogeneidad-diferencia,
producción-autodestrucción)'
tL7
V.
de
con ninguno
11. El espacio concreto no coincide
el analista'
cabo
a
lleva
él
q""
Ios recortes o divisiJi"t
""
sucesivos'
1. No es exacto que se tenga que escoger entre la
reconducción pura y simple de todos los conceptos marxistas y su abandono puro y simple (alternativa propuesta por los dogmáticos, de entre los cuales destaca Paul
Matick en su libro recientemente traducido: Marx et
Keynes). El rnarxismo no constituye un bloque homogéneo. No más que el hegelianismo.
¿Acaso se debe escoger entre una noción de miras estrechas y mezquina precisión tal como la producción (producir toneladas de acero) y una noción amplia pero indecisa (producir signos, lenggaje, ideología)? No. De igual
forma, ¿acaso se debe optar por un concepto riguroso,
pero limitativo del trabajo (el trabajo mannil, eI trabajo
productor de cosas, de plusvalía, etc.) o por un concepto
o seudoconcepto mal definido (el trabajo intelectual, el
trabajo ideológico, el trabajo político)? Tampoco. Finalmente, no es real que cada uno de nosotros tenga que
optar por el conservadurismo o por el ..revolucionarismo". (¡Todo o nada ! ¡Todo y de inmediato !) ¿Ha muerto Marx? Pues, ¡viva Marx!...
de niveles
se concibe como "tt ""uoluimiento
de producción
unidades
las
En el nivei elemetttuf iÁi"to)'
su importancia' {n el
v las áreas de consumo conservan
pllTh;t;i*"i"udo mundial (el espacio
;'á,
(capaíses
m.a1¡róimos' los
-"o*posición
tario) con sus co-pon"ntes
capital)'
del
orgánica
racterizados por "-tu
tlitiutt las ciudades v las grandes
#;;1,
il;;;;;;r-"iu"r"t,
'"
urbanas.
zonas
'"'T;;l;;
como las zonas urbanas desempetodo punto
iudu u"' más importante desde
ñ." #;tñ "i,'dud"'
Considerade vista, y sus prool"Áu' '" "oé1u""-"t*nciales'para esLirnuproductoras'
dos con respecro t^i*-}""ttas
urbanos revisten una
espacios
los
ffi* ; páiu rt""urlas,
puede hacerse ex-
importanciu d"ci'iua'-ista observación
i""tiuu a los problemas políticos',
en los Estados Unidos son
Las dificultu¿"tlt"p"*ntes
^"t'
g'u"- parte de las ciudades: inmúltiples; proui"t""
cotidiana insoportacontrolabler, iogoú"tttablás, de vida
convertido en la conble. o ¡ Salvar h. ;i"d;des !o se ha
ilq"en Bala,cada día más los dos
;t;;; ñiiil¡ ;" ú n"" cadu
uno. de ellos pretendiendo
partidos
"rrt.",,tuáot, estrategia para conseguirlo' Los
ár"rt* f*-Á"dio!l'la
toda seguridad'
problemas ,,o ,""i"i'o; 6;;i;ti;'' "ot'las relaciones de
en
en eI marco ,o"'uil iorli"o u"t"ul:
sobre el conjunto de la
produción
""i,teniá¡-repercuten
i" it vida cívica v social' de
iociedad, ¿"gtuauJil;
creciy.de ias tasas 'tendencia a la baja de h ;;dJividadpóderes políticos siguen
miento, cuando, áJ ftJo' los
ináefi¡ida del crecimiento'
apuntando . h ;;4;ié"
ante t9t E:li1:t
Si Europa pJ';;ü"er mejor-papel de años' ¿acaso
uniáo, J"f-que hacía hace unas.decenas
estado (relativamente) de sus
no sería debido ñ;;;r"r
¿^"
el
J1' fue13s
ciudades, I" ¿;;;;i;;il en .eipacio'
" V *ááiot de producción' en definitilat a una
productora,
Lo que
2. La exposición de las razones que motivan una
(economía política del espacio> viene a formar parte de
una teoría más amplia: la de la producción del espacio.
Puntualicemos: "producción del espacio,r, y no de tal o
cual objeto, de tal o cual cosa en el espacio. El análisis
o exposición de dicha producción difiere radicalmente de
los estudios que pululan, que se las dan de ser <ciencia
del espacio> y que, consecuenternente, no conciernen más
que representaciones del espacio (incluidas en ellas las
representaciones matemáticas) o fragmentaciones del espacio (el espacio institucional, el espacio de esto o de
aquello, incluido el uespacio epistemológicoo). La teoría
de la producción del espacio puede utilizar esos estudios
divisorios y divididos, eü€ tan pronto tienden hacia el
empirismo, como hlcja la abstracción; de igual forma, Ia
economía política del espacio puede recurrir a Ia econo-
¿"i-Ltpu"io' más halaeüeña?
f,"I;ffi; óritüf";u
uiguttu zafarse de las consecuen'
;;ñ;i;;;"
.1"J d; h
ley de desarrollo desigua^'
La producción del espacio
;l
118
;l
119
general' etc"' siemmía urbana, a la geografía regional-o
de un cambio
fun-ción
;;" ;-;""áo ." ias inodifiqtt"
^centro'
"tt
se ha dicho
Tal
como
"J""":";;;, ."bt"-i"á;, de
del
antropología
concebir,una
va anteriormente, se f""a"
una sociología del espacio (v
del espacio
á"f ii"*üo), una arqueologia' una historia
reserconsabidas
las
con
uso'
;;"i'tü;'á, etc., haci"ttdo
de la sociología'
antropología'
la
de
i;;;l;*Jtá¿.t
sobre el camde la historia. Conviene ahora hacér hincapié
centro de la
bio de escala y ,oU.*-"i desplazamiento del cJ'
Hall:
r"i-"ió". Ci"Ut" tu ^"ttopológía del e-spacio' de E'I'
(olsesas
Ninruna
L,a dimension cachéc, pp' 129 y ss')
frevocabulario
ciplinas,,, ateniénÁ"n#ui á"áugradablá
enmascarar
a
;;;¿*;"te utilizado, tiene derecho alguno
más arnPlia'
la exigencia
-*
-ia"producción
tiende hov en dja a dome'
á"1
"tputio
las relacioñar la práctica social, sin conseguirlo' dadas corresponestrecha
Está en
;;; á; producción existentes' productoras.
supone la utifuerzas
las
de
nivel
;;;"i; a
técnicas exisy
de
las
lf"""iá" ¿.las fuerzas producloras
deintervecapaces
l"rrt"r, la iniciativa cle grupos_ o-clases
individuos
de
;icula, ie"urñi""t la intervención
;;;;
actuando
escala'
a .di,cha
capaces ¿"
portado"orr."üi,-obj"ti't'ot
determinado'
dentro de un -u."o tá"'tit""ional
rep'resentaciones'
y
de
,"r, i"""ituUlemente, de ideologias espaciales. Tanto las
¿" ,Jpresentaciónes
;;;iil;;i"las representaciones torresponden a los
como
ideologías
sociales
iot -ende' a las relaciones
que
levantan
se
obstáculos
á"lioal."i¿rr, e, á"óir, a losy
posibilidades que ateante las fuerzas productoras las
soran éstas.
#tffi^¿;;;i;;i'o),
ñffi;"^-i;; .i;;',
3.
en su conSe descubrió la producción-del. espacio'
confusa, hacia el año 1920 o' me-
di.iJr, á" of v á" fotmu
como
i;;;;h;, ánia dé.ada de los 20' tanto en Europael des-
Hrr"lgu extendernos nuevamente sobre
época' de los antiguos
moronamiento, ya total en aquella
óomún, el espacio abslntido
del
cár".rpá"lo
la perspectiva y
soluto de los geómeiras y de los físicos'
:,;A*;;¿".
i4iíiliiiÁ
sin olvidarse de Dios v el Diablo,
del Hombre, de Ia Ciurlad ¡r la Historia, del Padre v la
Familia, etc.). Hacia 192A, ernpieza la búsqueda de un
nuevo referencial: Io .surrealr:, el lenguaje, el puro saber, el nartido nolítico...
Sirnultáneamente, surgen clos escalas: el Bauhaus en
Alemania, v la escuela arquitectónica en la Rusia soviética
como dos hombres prácticamente únicos en su gé-así
nero: Le Corbusier v F. Ll. Wright- columbran Ia pro'
r]ucción del esnacio. Secrrndados por artistas (Kandinski,
la línea
cle horizonte,
Klee), ellos mismos artistas v filósofos. los teorizantes del
Bauhaus van más allá que los demás. Conciben Ia idea de
aue los obietos (arquitectónicos, urbanísticos, pero también ornuebles") no nueden va ser producidos aisladamente, siendo el conjunto el resultado de un encuentro
azaroso, cuando más. de una cuestión de gusto. Cada
.obietoo (monlrmento o edificio, mueble o inmueble)
debe ser percibido en su totalidad, en el seno del espacio,
clando vueltas en torno suvo. captando detenidamente todos sus aspectos. Lo cual exige que el mismísimo espacio
sea percibido y concebido, captado v ensendrado como
si dé un todo se tratase. Los niveles v dimensiones del
espacio, desde 1o global hasta lo más local (lo mueble)
quedan suneditados a una concepción unitaria y una misma actividad productora. Gropius y Mies van der Rohe
no realizarán más que obietos arouitectónicos (casas-torres) rrero han presentido las posibilidades nuevas que entrañan las técnicas (modernas". Hacia aouella misma época, los grandes arquitectos soviéticos suputan oue Ia Revolución va a producir un esfracio nuevo y, dentro de
dicho esoacio, relaciones sociales totalmente nuevas, li'
bres de los constreñimientos estatales, relaciones que nrG'
ponen <condensar', unir a espacios eJaborados por ellos
mismos. Su fi:acaso, es bien sabido, fue rotundo. ¿Acaso
no lo barruntaban va ellos mismos cuando establecían un
distingo, tal como nos lo muestra A. Kopp' entre lo que
depenáe de la vida privada y lo que depende del, trabajo,
de la vida pública v política, al proyectar esos elementos
en lugares separados? ¡Esa vanguardia no proponla ni
t2L
120
lo que llega'
más ni menos que *trabajo-familia-patria,,
de diversas maneras imprevistat' -y'.Bot
;;"
bien se habían
"--;";lir"rse
;i"t;":;;-;;;o" ¿" "ttou ! sin embargo'
ttuv q:::o3bi?l
ta
percatado de que p;;-;;*t;r
"idi
social)'.Pol 1"
ii "tp".l" (s.t^o"upación y su morfología
solitario' éste
genio
Wright'
i'ftv¿
Frant
q"" J" i"nere a
un esproducienrlo
il"ii-"r"o, relaciones sociáles nuevas'
(Broada*"tioiogiu espacial inédita
pacio original n
"""
descubridores del espai""ooado--res'
cre). De toclos
el menos
",o'
cio, el rnenos imporiante' el menos interesante'
Corbusier'
Le
simpático, es, sin ;i;gd sénero de .duda' reaccionario
autoritario Y
,u
cuya retóri.u
"t-"uti"t"t
""t
al que se amoldará plecarácter
rt"""át",
f'i;:;;i;áta
cle- la línea recta' riginamente: rigor d"i;;ói; recto v
incluido: el sentido del
dez en la verticalid;;:';L*illismo
so
;t;.d., d"l orden -átol establecido o por establecer'
;;;r*t;
P";"ó; de racionalidadá"esPacial'
esu prodisiosa efervescencia?
;"t1;;-;;;;;
teórico' el de la producción
Cuando menos,
"Á""p'o
""
*-" espacio.
del
ha ido acre'
{u'iupu"idad de produ-cir e1 espacioel se
SiemBauhaus'
desde
centando d" for*a "xiraordinaria
espa'
determinado
un
hu" p'od''cido
;;;l;; J";;¡;e";
cirTal
suelo'
del
cio, el ,ryo p,opi"; ;; it superficie meior' ¿ la luz del
h;;" día
cunstancia ."
Un boom dt: las
"o-it"-";;
concepto clue de tui h""ho '" d"'p'"ttde'
producir esfuerzas prodrr"toris p"tt"it" v-erdaderamente
a toda clase de
pacio. Dicha p'o¿*ii¿" p""<te recurrir
aouellas que captan
técnicas y a todas las ciencias'
y aquellas que estudian o
v utilizan las energías masivas'
cibernética). La desutilizan enersías ,iiili", il"formáticá,
ese anverso y esa contra'
;;;;i¿" de la naturaleza¿*tiene
espacio' La automatización'
#ü;t l. pt"¿""J¿" ptóattctoras
v la alta tecnici|*.'ll*"i"-d; l;t-tu;t'ut
con la producción 'del
i"a,
"ít" "i"*f"1"-ediatámente
moáento, más bien servirfa para contro;;"i;;"po,
lai el esPacio"lexistente'
siggue-oscuro para no pocas
Según parece, el concepto
varias razones de existir'
personas. r,'" ot"lrrJáu¿ ii"o"
Parece como si el espacio estuviese únicamente marcado:
jalonado mecliante iu ocupación y la población que lo
utiliza. Lo que reduce el espacio social a la extensión arcaica del unólo, el de los pastores y de los nómadas, aquel
que estudian los antropólogos, el que está poblado de
especies animales. Esto viene a ser como hacer caso omiso
de la transformación de la naturalezz y del espacio en el
transcurso de la Historia, y de la importancia del fenómeno urbano. Viene a ser como ignorar la esencia del
dominio sobre la naturaleza, dejándola reducida a determinados signos de dicho dominio (él mismo reductor v
destructor, de ahí una reducción al segundo grado).
Tanto en la práctica como en la representación,-la
producción del eipacio conoce trabas procedentes- de las
ielaciones de producción, y, especialmente, de la pro'
piedad privadi del suelo. ¡La propiedad estatal no vale
mucho más ! Es la sociedad entera, práctica y teoría, saber e icleología, la que queda retenida, comofrenada' El
examen crítico v detenido de actividades que parecen, a
primera vista, prácticas, a saber, la, construcción, la arquitectura, el urbanisrno, muestra bien a las claras en
qué forma actua la reducción: Todo se reduce al suelo,
ál plutto, al dibujo, a la provección sobre la superficie,
ae ani aplanamiento e insipidez. Los famosos "partidos>
arquiteciónicos, las supuestas opciones, implican esa previa reducción, puesta en evidencia por un análisis crítico
y' no por una sistematización de orden "epistemológi-co"'
L; propiedad del suelo trae consigo ese efecto sobradamenie conocido y sobre el cual no nos cansaremos de
insistir: las rentas de alquiler. Tienen una repercusión
en los puntos céntricos de las ciudades a veces realmente
,otpr"nd"rrte. En el corazón mismo de París, los inquilito. d" inmuebles, muy habitables a pesar de la ausencia
de confort llamado *modernoo, ven cómo personas com'
petentes y enteradas, les reprocha-n n9 pagar la "renta de
situaciónl, ¡debido a que sus alquileres siguen siendo
bajos ! Lo que justifica, según parece, el derribo de dichos
inmuebles y su sustitución por edificaciones con despachos o con apartamentos de alquiler elevado. Lo que sig123
122
de fructuosas
nifrca que los terrenos o solares son objeto
tema' ¿Acaese
sobre
insistir
inútil
Resulta
"""tá"io"us.
de la propiedad del suelo' el más
ciudad en el
p"tiiroro, no sería la ururallzación' de la generalizada?
curso de su e*tensi¿,, y de la urbanización
tu""t"d urbanan más o menos tupida
En los arrabales,
"r,
puntos más apartados de Ia
1"" * ""if""¿"'huttu lospioductoras
se ven demasiado
campiña, tu,
más
"upuJá"des
;;iáil;;nte reducidu. u^po"u cosa. La rentabilidad
fuerzas
las
de
;il;-;;;tponde al subempleo, irrisorio
Las técp..¿""t"t"i, u tu caricatura-de las posibilidades'
que
f9r1 la circunicas ..modernas> no son utilizadas más
el objeto-rey'
h;¿;: para abrir camino al objeto-piloto'
las obras
menudo
q-ue
a
el automóvil. Bien es verdad
admiraresultan
coches
pu'o de los
construidas para
"1
prop.orcion*
nT-*:^':::
ro q"i podría
lt provrenen
que
á"i-átpu"io liberadá de las contradicciones y
las relacio"
del conflicto entre las fuerzas productoras
que
amplia
más
mucho
¿" producción, ¡a una "'calu
""r
en tiemPos de Marx !
ili;E;;'Áat]"".t"
;i;;,;;;"áo
4.Lacontradicciónsevaahondando,pugs,entrelo
pensamiento <utot,o l"ul.^ro que da lugar aI
áploraóion de Io posible
pianoo, p"ro
potiüfü
"orrt"i";di;ht
que no posee por,cierto' eI positivisun caráctet concreto
de
;;tra de ñ";;;]u abstracción' Eseenvuelco
;,;;
muchas
u hu""t mella todavía
situación no ha [";;;
decir'
suele
s.e
como
á" b,t"ttu-fe, tal
;;;;;;
--ll"át"
efectivo sigue siendo un espacio
euclidiano' lleno
"l "rpu"io
homogéneo, vacÍo, u-*o¿o de1 espacio
ptttot'u* .To' Ese espacio ins'
de objetos, d"
de Ia répresentación' 'el de los tecnóti"itáii"t¡íto, .l"osu!,-á"
En tanto que
cratas, no es un espa,cio iocial realizado'
restringirse' a encerrarse sobre
-m¿t
instrumentalista, tiáá" u
q"e lo reiterati"ol l:^1t*i:
sí mismo, . oo "iililit
embargo' en tanto que espaclo
á;;;;"ánocido. sinproducido
como tal' posee caracpráctica social,
á.
choque entre
""u
v detárminados' Si bien el
;;;;t;""íficos
clágeométrico
t el espacio
esos caracr"r".
"rfJ.ifi;;;
t24
sico (euclidiano) llega a producirse, si bien está permiticlo en el espacio soc]al, nb po. ello 1o define' ¿Cómo definir, pues, dlicho espacio? Es visual y fdlico' La dictadura
J"f' á:o: el de Dios y del Padre, dcl Maesro y del Jefe'
clel Pátrono y del Policía. Miradas soberanas cle la presencia estatal. Óontrol. Dominación abstracta de Ia naturailru qr" implica y clisimula la dominación concrcta sobre
los séres humanos hacinados en sociedad. Espacio y len;
g""i" ¿"f Poder y de la Voluntad de poderío' Espacio civii
Imágenes y musculatuI *ltitut, *ur",riino y estratégico.
mutuamente' se
sostienen
se
y
Fálico
lo
ias. Lo Visual
pues lo Fálico
conflicto,
de
ricsgo
sin
complementan, no
lo Visual se
de
hecho,
cuando,
brutalidad,
inteiviene con
imágenes'
de
forrna
trajo
representación
contenta con la
los
por
encima.de.
crigen
se
moiumentos
Las torres, los
y
para
decir
llo
insipideces,
las
de
,rr"lo, y zuperficies,
il";"; u .ub"o alguna otra cosa, sino para poder controlar
y vigilar mejor. Esas fuerzas rigurosas y vigorosas manii"nár, de esta guisa un tiernpo, el del ordcn (moral)'
Transparente en apariencia, especular, especulativo'
no tiene tudo d" inocente' También es él pro"rpuúo
"u"
según las miras y los intereses de los "productoilucidá,
."r", .íunáo, de hecho, dá la sensación de surgir del suelo
Innatural para reemplazar equitativamente la naturaleza'
cluso, u'u"".r, tieie las trazas de un espacio-de la energía
vital y del deseo, cuando, en realidad, es el de las necesiclades filtradas Y cifradas.
Las posibilidades frenadas, reducidas' no por ello
dejan de eriocar otro sistema de producción' Ese término
va recobranclo un vigor que tratan en vallo de restituirle
pro'
los dogmatizantes dél már¡smo' ¿Ctro sistenta de
como
ducciól? Sí, la producción de espacios tan diversos
y
los espacios naturales, diferentes los unos de los otros
la
peso
el,que
de su-matriz originaria. Cae por su propio
p."a"."i¿" de oÉ¡etos en,el espacio no por ello -desaparepetirlo? Sin nin'
i""". j¡."uto será necesario tener que<sistema
de producde duda. Ahora bien, el
;;;;;;;;
iión'"transformado no comportaría irnicamente la trans'
5.
125
producción' incluidas entre
formación de las relaciones de
propiedad del suelo' No
éstas aquellas que ;;;;t;;;; ia
y la gestión
-áecle la-propiedad
se define tan sólo u-i*u¿t
prodtocción' sino también a
colectivas de los ;di;t
del estravés de la gestid;i; proiucción.*colectivasu
en éste la
pacio propiamen," ¿itttl'-rru"iendo intervenir
en espacio social'
natur al eza,r"p.oo.,Jiiu ; ;;itt-^da
declaración en tanto qu'e
integrada b ,éint"gtuda iras su
por tanto' de otra forma de
fuerza productora. Se trata,'d;i
de los
nerfeccionamiento
producir y no únicf;;;;;
g:tll.li
su
y de
medios ¿" proa'-'"tiát',;; t" posesiónel nuevo (sistema
Eil; lruia" ¿" i"t-ituttocariientos'
sin el trastode producciOt' "o-po"áe llevarse 1- "ubo
del escamiento de las reláciones' y' consecllentemente'
pacio existente.
puede
La producción rlel espacio no que nt"-1^tt:::^?*
su redlrccron'
a
debido
Elló'
quJ'"tfi"íi ailerenciat'
desemboca en el espacio
la que afecta" t";';;;;tilü;a;'
6.
o d i f e re n c i al' :l " tl ?: i
otro que eI cspacto
".
neo específl.o tuittai fatico-) Io" "t fuerzas procluctoras'
de las
d.e muer te. n"at"Jü]t' tt*ttuí
Destrucción de la ry::'"totiuf'
pia"titu
Retroceso a" fu
un espaclo
"d" se dispersa en
leza en tanto qut ü urbanidad
Reproductoras'
i"; fuerias
seudonaturur. p"'ti'íáió;
como
prcsentada
cuanto es anterior'
üilñ;"-!"a"
Autodestrucción de la
<(neo>. Autodestru;tó" nuclear'
(estraproo""t o de ias potencias políticas
vida social
"r,
o"u*'intiv'o" cansas de muerte'
tégicas). f,"
de los realistas' EI es"*p-Jt;o-re'
Y, no obstante, #';ü it-1*."t'sentencia de muerte del
pacio visual-fálic;, ;;;""ttia la
i* Historia" clc Dios' ¿LleL.,"rpo tras la d;'f;;;;;''J"
de su sentencra'
ejecución
qará acaso et esfacio hasta la
é*p"to significada?
n
"
tt
?r"
iir";
r
o ut
espaci
:,"n:ri;
La burguesía y el esPacio
.
Ante todo deseo precisar que no hablo en tanto que
representante de la Universidad francesa, aun cuando tenga la cátedra de sociología de esa Universidad parisiense
ha
cle Nanterre que, araiz de los acontecimientos de 19óB'
rec-oragradaría
cobrado ,ro po.u fama. De pasada, me
darles que lós estuüantes dé sociología de Nanterre habian recibido una enseñanza marxista' A resultas de la
enseñanza que les había sido impartida, había quedado
claro en sus mentes que no debían replegarse sobre una
microsociedad contesátaria, a imagen y semejanza de los
estudiantes de otros países, sino que debían atacat a la
conjunto y, como cabeza visible'
sociedad burguesa
"rrlu
al Estado. Eitimo que esa enseñanza marxista ha revestido una importancia decisoria en el curso de los acontecimientos que se produjeron en Francia en 1968'
turrto que miembro cle la Universidad
No hablo
"n
francesa, ni en tanto que delegado de una determinada
institución, sino en nombre propio. ¿A título de qué me
hallo aquí en estos momentos para di.rigiries la palabra?
l;;"t un filósofo, pero no un filósofo en eI sentido en
q"" fá filosofía se pretende ^(pura), asi como también
plácáutosuficiente. Para mí, la filosofía interroga la
el n!
ii." to"iut y política; se esfuerza en auparla hasta
.rr"t ¿"t leng.ta¡e, del concepto, de la teoría' En esa práctica actuallla arquitectura, el urbanismo, el problema de
y el áe la ciudad, revisten gran importancia'
iu
"iui""¿u
el nivel actual de las fuerz-as producAun hay már,
",
tivas y á" trrt posibilidades lo qrle es menester interrogar'
* IntervenciÓn en el Congreso Internacional de la Vivienda'
y el en XXIII
Santiago áe Cnl" ("i fi á"-ttpti"ryb¡e^de 1972)' (Caracas' el 20
Sociologla
de
t.tt"*u"iottul
Instituto
del
Consreso
de ñoviembre de
1972).
r27
126
En pocas palabras es en mi condición de marxista
que me dirijo a este digno auditorio; quiero exponer un
unálisir teórico del capitalismo moderno, análisis basado
en el estudio de los países desarrollados y centrado en los
problemas
del espacio. (Les ruego me disculpen que no
-hable
de Chile, de la América Latina: no estoy lo suficien-
temente documentado acerca de sus pecuiiaridades.) Ante
todo, deseo rememorar cuál era el método utilizado por
Marx. Partía de los rasgos dominantes, los más generalizados de la época, de los rasgos más acentuados, para
ir captando seguidamente las diferencias existentes. Partía dá los conflictos fundamentales para determinar y justipreciar los conflictos secundarios, derivados y coyuntutáI"r. Dicho método, que pongo yo en aplicación, queda
arnpliamente justificado, por demás, debido a que este
Congreso es un congreso internacional'
Tiatando de expresarme con la mayor sencillez, me
cabe informarles que deseo hablar brevemente acerca de
!-rancia y de Europa, y lo quc altá ha acontecido de nuevo, y de algunas enseñanzas que se pueden sacar de tales
Dejaré que ustedes saquen las conclusiones
"orriirrg"o"ias.
más pértinentes. Mi misión no consiste en dar lecciones
a nadie.
Francia, sobradamente lo saben ustedes, es un país
industrial desarroilado, es decir, que las fuerzas produc'
tivas han alcanzado en él un alto nivel, en el marco del
sistema de producción capitalista. Y sin embargo, Francia no figura en Ia lista de los más poderosos países industriales. Tanto es verdad esta aseveración, que está en
curso una modernización (económica, tecnológica, institucional), que permite estudiar y definir partiendo- de un
buen ejempto ét neocapitalismo, dicho en otras palabras,
el capiialismo de organización. No digo ei capitalismg 9rganiádo, y, posteriormente, se podrá apreciar que dicha
diferencia reviste gran importancla'
Francia también tiene carácter de imperialismo' No
es el más poderoso. Desde los inicios del siglo xx, el imperialismo ha sido presa de- imperialismos más fuertes :
inglés, alemán, americano. El rasgo más característico de
Francia es Ia profunda contradicción existente entre la
revolución democrátrca,Ia gran Revolución Francesa (con
sus consecuencias: los derechos del hombre), por ,rnu
parte, y, por otra, el imperialismo, la burguesia
án tanto
que clase dominante hábil y muy á.rra,
el-Estado policiaco, la explotación de los trába¡aáore, frurr""r"r,1"-;;;;;explotación de los tr,abajadorei extranje.or,
númlro,
en Francia, rebasa los tres millones y medio.
",ryóEste conjunto de contradicciones quedó puesto de manifiesto en
19ó8. Aho¡a bien, he aquí otros aspectos de la realidad
francesa. Existe en Frarrcia una capital enorme, demasiado grande para el país: parÍs. ta c itar atrae iodo hacia
ella: los_hombres, los cerebros, la riiueza. Viene a ser un
centro de decisión y- de opinión. En torno a parís, se
extienden espacios subordinados, jerarquizados;
pacios están a la vez dominados y expiotado, po,
"ro,
"r_
parís.
f a Francia imperialista ha perdidt
sus coloniai, pero en
ella se ha instaurado una suerte de neocoloniaÍiJmo. La
Francia actual abarca zonas superdesarrolladas, ,"p"ri*
dustrializadas, superurbanizada-s. y buen número' tamb]e¡r de zonas cuyo subdesarrollo va en aumento, espe_
cialmente en Bretaña, y €t la zona meridional del pais.Examinemos ahora el problema de la vivierida en
Francia. Dista mucho de estar resuelto por completo, dentro del sistema capitalista, tal como fo había'ap.rátuáo
Engels en un famoso libro. Sobre todo de cara a^ los tra_
bajadores extranjeros. Siguen existiendo ,ro pá"á, cuchi_
triles, tanto en el centro de las ciudades ant^iguas,
en los arrabales. A pesar de ello, una parte imfortante
"o*o
de
Ia clase obrera francesa está rerativañente bien alojada;
en los suburbios, con casitas individuales (utorrecitu,
-odestas") y en lo que se podría denominar los ugrandes
complejos" (grupos importantes de inmuebles co]r apartamentos de alquiler) que se alzan alrededor de las liudades de nuevo cuño y en los arrabales de las ciudades
antiguas. En el curso del proceso acelerado de urbanización que tiene,lugar desde hace veinte años, gran parte
de los trabajadores y de las clases medias hañ sidó alo_
jados de forma relativamente aceptable, pero sin inven-
128
¡rco üE 9
al contrario' esa
üva arquitectónica o urbanística' Muy
la
conlleva una degradación de
de las
expansión
personas que-
marco urbanístico'. Las
i-áJ"i"áud"'
trabajadoles' 1"11*:
clan desperaiea¿a,, s;ütá i"¿t los
imperado'."tt' ot"l^u
ha
que
l'o
I"-r.t á""trÁ ,,'Utt'os'
económica' so-
;ñi;;;;
extensión de las
es lá segregación
de la economÍa
"itláá"t,
cial, cultural. EI "t""i*ié"to ""ultitutivo
pt-;a;t;;;s no ha provocado un desa-
v
de las fuerzas
un menoscabo de la vida
i;ü" ,"oá;ñil ;i;;;trario'
a ser ciudades que han.esta-
;;;1.;;arrabales
vienen
trata únicamente de
llado y se han ruáizado' Y no se- siempre va acomParís. La urbanizu"lO" d" ia sociedad
urbana: desgapañada de una ¿"i"ti"t*iJn de- la vida
¿"-io, ;;;tt";, Privados a Partir d"repartloas
:::-,T::
mento de todo aipo a" vi'dá social -Dersonas
Eiste en este u:p-":::
de forma segregati;;'"i"'pu"io'
v" la llamo y""."o:::":':
una verdad"r.
"o"iiu¿l""io"'
la clase dominante v'el
espacio.
i;;;;;;;rte'
ción del
ql:.:"11t:,9;.n:t*::
Estado refuerzan i" "i"á"¿ en tanto irinio de dicha cl a s e
do
;'i3 :"Jt:ffi ítirii"", i "i; t'r'
"I
crucaq'
Ia
estallar
hace
y d" to Estado
ftuUituttt"t de los suburbios' en
Es al pensu,
"o-"ll'
por l-o ql" hablo-en un
la segregación, en uiáitfu*i"nto'
No se trata de
libro acerca ¿et "deie"ho a la ciudadu'
sino de un
fu u"""p""ü" j;ídi"," del término'
un derecho
estipulados en la-cé"n
derecho análogo u-to' qt'" eryda1 Hombre' base consdel
Iebre Declaración ¿" fot^O"t""hos
no son jamás
titutiva de la demi";i":-E;;s derechos
uno constante'
literalmente ",,mpl1dot, pero .se r3fere
Ia sociedad' La
de
mente a ellos putt'ii"n"iiia situación se ha visto comdel Hombre
Declaración a" los O"t"chos
del niño' etc' Yo he
ia
pletada con los ¿"t""ttát-¿t mujer'
uel derecho a la
u
propuesto que se;;dÑ
a la diferencia"'
eI"'u"lista:
'd"recho
ciudadu, uri
diferentes pue'
los
y
en
"o*o'iuliülZ"
etnias
árr"*ntes-"r
ü]fiffi"iá,
las sociedades mo
blos que .orr.r,,"y"l', ""
"'ptóio'
á;;-nai t la socieáad a escala- planetaria'
cleciente malestar que se
del
Pasaré ahora u htblar
Ft;"i;'-A ttuu¿t ¿" la prosperidad capita'
ffiil;;
manifiesta
130
""
lista relativa y en el acrecentamiento de la proclucción
(lo que se denámina: la sociedad cle consumo)' existe mu.io'd"r.otttento; innumerables personas se han puesto
a habtar acerca de la ucalidad de la vidao, tanto en-las
iilui a" la oposición como en los qartidos que se-hallan
pode.' Algunas de éuas hablan de la cali;"p"ilt;il
de querer
¿a.á det espacio; otras, liegan hasta el extremo
(cambiar
-*JV Ia vidar.
q"¿ significa la calidad del espacio? Esa idea reo,r"luu li antilr.ra idea de una calidad arquitectónica'.de
una calidad de la construcción; ha adquirido un sentido
es la idea de un espacio social elaborado'
"rat ^-pfio:
y logrado, en una palabra, apropiado' Y lo tlt
".*pi":á
por la técnica y por el influjo político' lo
"alá'¿i*¡"adó
que correría paiejo con ei "cambiar ia vidau' A la espera
il-";; caU¿a¿ déI espacio, imperan una inquietud'.una
el antiguo
n.ut or"o"upación que ya no se contenta con noticia,
de
y
una
ahora
aqui
sran
há
iiu"rut.
f,;;ñ;
e¡no estoy seguro, dado que algunos
lrryu
""""lencia
incluso, qn" á t'átu dt una mala noticia' El
pueden
"rrárrtrun,
crecimiento económlico y el desarrollo social no
h.a vese
f""¿irse entre sí. Durante largo tiempo
Va
direcciones
íi¿o"oti¿""tificando el crecimiento en todas sus desarroeconómico, tecnológico- con el
-áL-ogtafico,
llo sociil cualitativo. Se les ha identificado el uno con el
Loo, p""tundo que el crecimiento aportaría el desarrollo'
o temprano Io. cualiá"" i; cuantitaúvá aportaría tarde
áti"o. Ahora bien, lo iuantitativo no aporta lo cualitativo
de drsmás que tras puesta en tela de juicio y en estado
decir'
es
¡punto
ro secuela de una crisis;
po"iUifi¿u¿,
'y
"ót ! La ideología del crecimiento se ha vis'
umbral
de muerte; otrora, se creía, con optimismg teio herida "iíti"o.
crecimiento indefinido de la produccign L-* la
"f
""
""t,
productividad: siempre mayor número de automovrles'
siempre
li"-or" mayor número de aparatos de otelevisión'
de
máquinas
de
de.lavar
¿" máquinai
;;;;ilÉ;;
que
optimismo'
mismo
el
Se conjeturaba, con
o tempra"ulá"tut.
dicho crecimiento económico aportaría, tarde
y
materiales
nicesidades:
;;;-t loi""io" de todas las
131
(espiritual€s), tal como se suele decir' Ese crecimiento
debía verse amparado por los partidos de izquierdas,-caso
de que la burfrresfa y los partidos en el poder-tuviesen
siempre siguiendo la misma
queieder ,r, p,r"tto. 5"
"t"ñ,
*tá"ter favorable de las empr€sas gigan'
üeologla,
y
"tt-"I
tes, en-el'carácter benéfico del crecimiento demográhco
desmova
se
técnico. Esta vasta construcción ideológica
ronando lenta, pero implacablemente. ¿Debido .a qué?
como consecuencia del malestar urbano, de la destruc¿e la naturaleza y de sus recursos, debido a los-blo"iJr,
qrráo. de todo tip-o qúe paralizan eI desarrollo social' inno impiden eI crecimiento económico'
dl,rro
".r"rrdo
De tal suerte que desde,hace algún tiempo' algunos
meses, uno o dos inos cuando más, el antiguo optimisrno
ha da'do paso a una ideología milenarista, apocalíptica'
angustia si alcan¡No pocas personas se preguntan con
!
zaremos el año 2000
Sumad a esas preocupaciones las del medio ambiente'
reales, aun cuando secunde la polución
-Jenómenos
a echar mano para ca'
que
acostumbra
se
dariosi de los
*"nui lo esenc-ial. Pensad en la crisis del productivismo,
en el hecho de que la ideología productivista va a acabar
desapareciendo en los países "desarrollados'' Proceso
procontiadictorio, pero no es menos cierto que se está
duciendo como un cambio de dirección, una suerte de
ya es
inflexión. El crecimiento por el mero crecimiento,
ahora, en estos momentoJ, un criterio ampliamente rebasado. Y ya se producen transformaciones de gran i*po-ttancia, más o menos relacionadas con ese cambio de
orientación.
-en una teoría de 1a
¿La economía política? Consiste
prof,ucciOn industiial, del c-recimiento, de la repartición
economisi-¿" tu transformacidn de los productos. Los
logramenos
modelos de crecimiento más o
i"t
diferentes
los
"f^U"tun
a trancas y barrancas
;;t,;;;izando
el equilibrio monetario' la exupleno
empleou,
t"-atot"t,-"f
pansión. ¿Qué es ahora de la economía política? EIIa tamde
bién atravi"ru po, una verdadera crisis' Los modelos
se
política
crecimiento se desacreditan' La economía
132
transforma en una economía política del espacio. Deseo
hacer hincapié sobre estas últimas palabras. No se trata
ya de una aplicación al espacio geográfico o geométrico,
ambiente vacfo, de modelos económicos abstractos que
afectan a la producción de las cosas, de las mercaderías,
de los bienes de consumo. La economfa polftica se va
convirtiendo en economía polftica del espacio. ¿eué significa esto? En primer lugar, Ia conversión en bienes muebles del suelo, del espacio, cuando, antaño, se hablaba
de la riqueza uinmobiliaria". El mercado de la vivienda se
está generalizando. EI espacio, es decir, el volumen, es
tratado de forma a convertirlo en homogéneo, a que sus
partes sean comparables y, por ende, intercambiables. La
construcción deja de ser una rama de industria secundaria, un sector subordinado de Ia economía. Se convierte
en sector primordial, de primera fila. Ya no desempeña
únicamente el papel de feed-bacft, de equilibrio, de nuevo empuje, sino también un papel estimulante en el seno
de la economía capitalista actual; se convierte en una
rama esencial de la producción.
Me permito insistir en cada uno de esos diversos aspectos. Digo que el mercado de la vivienda se va generalizando en Ios grandes países capitalistas; eso viene a significar que el espacio, en esas zonas, es tratado con miras a hacerlo homogéneo. Y ¿por quién? Por los constructores, los arquitectos, Ios promotores (llamamos de
esta guisa a los individuos que disponen de capitales y
toman la iniciativa de llevar a cabo construcciones rentables). Las partes del esoacio que quedan desmigajadas
de esta suerte se convierten en intercambiables. La subordinación del espacio al dinero y al capital acarrea una
cuantificación que se extiende desde la evaluación monetaria y Ia comercialización de cada parcela hasta la totalidad del espacio. La proptedad del suelo, de origen
feudal, tanto en Francia como en el resto de Europa, se
vio otrora desquiciada en tanto oue propiedad feudal por
Ia gran Revolución Francesa (1789). Desde entonces, vuelve a constituirse en tanto que propiedad capitalista del
suelo agrícola. Ese proceso se acelera y se convierte en
133
at
propieclad capitalista de la totalidad del espacio' Al-proaún se dice en Franiioii"*po,ló uinmobiliarioo -como
es decir, se conmuebles,
ii^- t"- convierte en bienes
vierte en riqueza mobiliaria, arrastrado Pol eI $ujo de
los interca*iior, por los flujos y reflujos dei dinero.y
áel capital. A la ve? tambiétt,io q-,t" complica no poco la
cuestién, el espacio edificable, otrora abundante' se tor'
na cada vez rnás escaso en la proximidad de los centros
o núcleos de población. El espacio pasa a formar parte
de las nuevas y modernas raridades' Esa raridad, mante'
iiA" v utilizada, en torno a los núcleos urbanos permite
.m. *tp""*lación desenfrenada' ¿Acaso es necesario añaáir q"; h rariclad del espacio corre pareja con la cre;i;"¿ escasez de recursoJ y de bienes antaño abundantes: el agua, el aire, e, incluso, La !uz?
Por supuesto, semejante análisis debería tener en
Cetárminados faclores demográficos y técnicos, así
""""iu to¿. tipo de fenómenos. Dejémoslos por ahora al
"tÁ.
*urg"tt de lá cuestión. Llegamos a una idea esencial:
se ha mantenido a través de la conquista
ya mucho tiempo
"ípitutitmo
"l
V ¿"-fu integración del espacio' Hace
di ser un ámbito geográfico paá".1i "tpucío ha dejado
áuo o ,rri á*bito gebmétrico vacío' Se ha convertido en
instruntentalista.
Por descontado, no hablo en estos momentos de los
cosmonautas; la conquista del espacio interplanetario
anui"á u renglón seguidd de la del espacio terrestre; eI
globo
del
límites
helo de cánquistá ha desbordado los
t"rráq.r"o. hiiistamos sobre dicho punto para que qrrede
adelanilufr"""," esclarecido: en los países industriales
apoderáninicialmente
;i capitalismo se mantuvo
;;á;;;'¿"
lai formaciones precapitalistas' enajenándose
áái"
,rr-"spu"io al amparo cle sui puntos de apoyo: las grani"¿"tttiales. No existen, jamás han cxistido'
á;t-"-;;;tut
^*itt"tttut
de producción simultáneos' tal como Io
varios
;;;;;;rü escuela eistructural-funcionalista de Althusser.
persisHa habido y aún hay, en el seno del capitalismo'
vinculadas
precapitalistas'
t"""ia de rllaciones' sociales
p-pi"áu¿ privada del suelo; ha habido' aún hav'
;;ñ
134
integración de esas relaciones precapitalistas aI capitaIismo, tomando siempre Ia propiedad privada del suelo
como medio y base. Consideremos ahora la cuestión de la
agriculttrra. En los tiempos de Marx, únicamente Inglaterra posela una agricultura capitalista. Hoy en día, en
Francia y en otros muchos pafses, basándose en el fundamento iurídico y práctico de la propiedad del suelo,
Ia producción agrícola se ha transformado en un sector
de la producción industrial, por tanto capitalista. fnversamente, ésta tiene muy en cuenta el conjuntó del suelo
cultivado y se adapta tanto a los recursos económicos
como a las necesidades técnicas de dicho conjunto. La
integración de la agricultura no se ha operado únicamente a través de la constitución de grandes explotaciones
destinadas al cultivo de los cereales o a la cría de ganado; también se ha realizado a través de numerosas explotaciones pequeñas, en cuanto a superficie, pero que
precisaban no pocas inversiones: fruta, productos lácteos, hortalizas, productos tempranos y viñedos.
Examinemos ahora la cuestión que atañe a las ciudades. En ellas imperó también una realidad histórica, una
formación social precapitalista: parémonos un momento
a pensar en Ia urbe antigua, en la ciudad del Medievo.
El capitalismo se ha apoderado de ella, maneja a su
antojo la ciudad histórica según sus exigencias económicas, políticas y uculturaleso. La ciudad, actualmente desperdigada en arrabales, en zonas periféricas, en aglomeraciones satélites, se convierte a la vez en centro de poder y en fuente de inconmensurables beneficios. La aglomeración urbana ha dejado de ser tejido intersticial, contexto pasivo de las grandes empresas: de hecho, es parte
integrante de éstas: proporciona los incontables servicios, transportes y medios de acción de los que no pueden
prescindir dichas empresas. En la ciudad moderna existe
un verdadero consumo productivo del espacio, de los medios de transporte, de las edificaciones, de las carreteras
y calles. En dichos menesteres se utiliza una inmensa fuerza de trabajo destinada a la conservación y a la constante
alimentación de las máquinas. Descle mi punto de vista,
135
de este
éste es uno de los secretos, si me puedo expresar
de
fuerza
La
cápitalista'
prosperidad
;;á;, ¿"-iu u"t,tul
espadel
conservación
pioducción.y.
ia
i."ü"iÑtmada en
decio, en ios transportes', en la muliitud de actividades
pot lo general, mal retribuida
useriicioso,
"r,
capital
"oái"u¿"t
v. por demás, escasa la composición orgánica. del
de la
partiendo
cabo
a
aún
lleva
se
ello
invertido. Todo
proAl
il"t" i"ti¿i"a y práctica de la propiedad del suelo'
va
queda
se
nio tiempo, tó que de la ciudad his,tórica
correspon'
á"etu¿utdó; el cbnsumo del espacio. histórico
capr'
á"-" l" producción del espacio capitalista' pero,el
a
condic'tón'
.
talismo ?estruye de esta guisa su propia
contradicción
;;t;;;1" ;t"daá como centio de decisión'
eépacio, ya lo he dicho anteriormente'
del
--¿ü
la
;;tí"rrttrrtu *ás Ia ciudad? Esto representa ya
y.la
conquista
la
totalidad del espacio. Esa tesis sobre
del espacio puede controlarse a través del
lenguaje marxis"toJ""li¿"
il;ilit-'á; tut r,r"t,ut productorasto(elquedan
vinculadas
l"l. E*t fuerzas produ^ctoras.yt
aull
empresas'
las
a puntos determinados y aislados:
gran
imporl"I"á" ái"fr" localización siga conservando la totalidai
iá""iá. Las fuerzas productoras conciernen primas' influjos diu""o', energía, materias
üó;"tt:
iott"óio""r, ,"'d", de distribución-de los productos'siguienPlanteemos, si me lo permiten, el interrogante
manhay-a
se
capitalismo
el
te: <¿Cómo es posible [ue
clase
industriales',cuando.la
pui'"t
tenido en los gtu"á"t
y
las
crisis
las
cuando
suya,
obrera estaba en contra
destruirle?"
a
tendían
ip.t ¿r desencadenadas)
;;;;
claros:
Dicho en otras putubtut y en términos marxistas
reproducción
la
en
opera
se
y
cómo
;;C¿;; se ha operado
Digo bien:
de las relaciones ,á"íuler de próducción?oproducción
y
t"pt.á*"ión de las relaciones sociale's dey- humanos de
no reproducción de los medios materiales plantead-a más
oroá,i".i0". Esta Á t'ou cuestión capital'
de
ü publicación de un capitulo inéditopro;i;#;;;'d;;á;
este
columbrado
ni-c"p¡lil, á" "l ",,ál Muo habla su
vez.otla pr:qP?
a
encierra
pregunta
tí"*". Dicha
jcuándo
v cómo deja de existir la
lu ,igui""i":
il;;;
reproducción de esas relaciones sociales? ¿Cuándo )'cómo
se producen nuevas relaciones sociales?
A esos interrogantes existen ya respuestas sobradamente conocidas. Unos opinan todavía que el capitalismo se sostiene gracias únicamente a la presión ideológica, gracias a aquello que algunos denominan: el aparato ideológico de Estado. Otros afirman que las nuevas
relaciones de producción se instauran a través de la vía
política y están constituidas por medios políticos. Ninguno de esos razonarnientos llega a satisfacerme plenamente y rogarla que reflexionásemos acerca de ellos. Según mi criterio personal, las relaciones sociales en el
seno del capitalismo, es-decir, las relaciones de explotación y de dominio, se mantienen por y en la totalidad del
espacio, por y en el espacio instrumental. Volveremos sobre esta cuestión más adelante. Por lo que se refiere a la
política en tanto que tal, ésta jamás ha constituido y
mantenido más que relaciones políticas y, en modo alguno, relaciones sociales; ésta es la esencia misma de ]a
crítica marxista de la filosofía hegeliana del Estado y de
la tesis heggliana sobre la clase política.
Limitemos nuestro examen al capitalismo. No se ha
contentado únicamente con integrar el espacio previo, insiriéndolo dentro de su extensión; ha instituido sectores
de nuevo cuño, insiriéndolos dentro de su expansión. El
ocio se ha convertido en Europa y en los grandes países
industrializados y en vanguardia del progreso, en una
industria de importancia capital. Se ha conquistado para
satisfacer el ocio el mar, las montañas e, incluso, los desiertos. l,a industria del ocio se conjuga íntimamente con
la de la construcción con el fin de prolongar la ciudad y
la urbanización a todo lo largo de las costas y en las regiones montañosas. En estos precisos momentos, estoy
.éntregado al estudio, en colaboración con Mario Gaviria,
de esie conjunto de fenómenos en España, y tengo el firme propósito de proseguir dicha investigación en otros
m,tctoJ palses. Esa industria del ocio se extiende al espacio no ocupado por la agricultgra y la producción ináustrial clásicas. De cara tanto a los arquitectos como a
137
13ó
los urbanistas, dicha industria del ocio reviste un interés
que queda aún por evaluar. El ocio requiere determinadas
cualiáades por parte del espacio. Decenas de millones de
europeos, entre ellos un gran conting€nte de obreros, se
dsplizan'desde el norte hácia el sur de Europa, teniendo
por objetivo España, Italia, la zona meridional de Franiiu. S"-ptt"de décir con visos de raz6n que abandonan el
espacio dedicado al consumo, a saber, los puntos.de riqi"ru capitalista (I-ondres, Hamburgo, París, etc') para
átr"gutt" al consumo del espacio: la playa, el mar, el
sol, la nieve... Esa exigencia cualitativa acarrea una consestrencia de sumo interés tanto para los arquitectos como
para los urbanistas: da la impresión que -sea sobre todo
án las ciudades dedicadas al ocio donde la arquitectura
y el urbanismo modernos hayan producido realmente
álgo ,r.t"rro; no gran cosa, y más caricaturesco que log*do, pero, así y todo, se puede apreciar en esos lugares
ún intento de apropiación cualitativa del espacio que entra en abierta contraposición con el carácter cuantitativo
que domina Por doquier.
El desgarramiento de las ciudades históricas corre
parejo, de hecho, con la urbanización generalizlda- 91e
,ro tlpt"t"nta más que la degradación de la ciudad histórica y a la que se puede clenominar su nruralizaciónu'
La urbanizacién generalizada no ha generalizado únicamente la especulación llarnada inmobiiiaria; no únicamente ha ,"ruüo para respaldar la comercialización del es'
pacio; ha provocado, en el lugar mismo del rebasamiento
áe la'relación ciudad-campo, un magma, un caos e:r los
qrre la ciudad y el campo llegan a intrincarse de forma
harto confusa. Es, por tanto, trna rterdadera conquista
del espacio terrestre lo que se lleva a cabo, pero partiendo ile la propiedad del suelo y de la manera prescrita
por dicha propiedad dentro de la descomposición'
De tal éstado de cosas, se desprende una consecuen'
cia, o, para hablar con mayor prop-iedad, una implicación
de'suma importancia: una nueva forma de planificación'
la planificaclón espacial. Dicha forara de pla'ificación va
más allá de los antig.tos sistemas de ptranificación a tra-
vés de las materias y balances-materias; va más allá de
las técnicas de planificación a través de balances financieros; se integra dentro de una estrategia y de una práctica más globales. Esa estrategia de planificación está
bastante avartzada en Francia. Se calcula con cierta precisión las trayectorias y los flujos de las materias primas,
de la energía. Las máquinas dedicadas a la misión informática permiten igualmente prever las redes de evacuación delos productos. Se pueden localizar de esta suerte
las empresas tras investigaciones operacionales llevadas
*,ry ulotdo, por ejemplo en Fos-sur-Mer, cerca de MarseilL, en Dunkerque a orillas del Mar del Norte. Sobre
todo, se reparte la clase obrera según cánones espaciales;
se la manipula de esta guisa de una forma que hasta estos momentos resultaba inconcebible. Yo podría demostrar cómo los mecanismos y las trayectorias de la plusvalía se van tornando más y más complejos' La plusva'
Iía no se realiza ya allí donde se produce, se reparte
a escala mundial en función de la estrategia de las po'
tencias económicas, financieras y políticas. La producción,
la realización y la repartición de la plusvalía conciernen
de esta forma el'espacio planetario entero.
Por tanto, es bien de una economía política del espacio de lo que se trata. Las cuestiones que conciernen -la
produccióf de cosas en el espacio no han desaparecido,
ni mucho menos, pero los problemas se desplazan' Se
pasa de la producción de las cosas en eL espacioa la producción del espacio planetario, esto envolviendo, supo'
niendo aquello. Se pása de la contemplación clásica de
los lugareis de implántación industrial a la totalidad del
espacio. De ello se desprende que el espacio se torna estrátégico. Por estrategia entendernos que- todos.los rede un determinado espacio dominado políticamen",rrro--,
te sirven cle medios para apuntar y alcanzar objetivos a
escala planetaria e, incluso, más allá de ésta' Las estrategias llobul"t son a La vez económicas, científicas, culturales, militares Y Políticas.
.Antaño, se creía con Marx que el capitalismo toparla
con las trabas opuestas a las fuerzas productoras a tra139
138
-
vés de las relaciones de producción y de propiedad' Se
creía que los capitalistas eran incapaces de asegurar el
crecimiento económico y de proporcionar a la producción industrial el menor atisbo de organización' El pensamiento y la acción inspirados por el marxismo se proponían uriutt"a. de manos de la burguesía la producción
industrial con el fin de asegurar el crecimiento'
Hoy en día, la burguesía no ha logrado, en forma aIguna, tonstituir una sociedad capitalista coherente a esóala hundial, un verdadero capitalismo organizado; sin
embargo, ha logrado establecer un capitalismo de organizaciones que consigue, en gran medida, dominar y mantener un mércado mundial, frágil, amenazado en el plano
monetario, pero siempre presente e, incluso, henchidor'
A modo de base para su acción, la burguesía y el capi
talismo tienen una forma de propiedad inherente a las
relaciones de producción: la propiedad del suelo' Muy
iejos de constiiuir un obstáculo para el crecimiento dentá ¿et marco del capitalismo, la propiedad del suelo ha
supuesto su punto de apoyo y, no obstante, destina- dicha
so"i"dud a tr, .uos espacial acerca del cual mucho desearía yo se parasen ustedes a reflexionar'
Las clasei actualmente en el poder tratan hoy en día
por todos los medios de servirse del espacio como si de
un instrumento se tratase. Instrumento con varios fines:
dispersar la clase obrera, repartirla en los lugares asignalos diverso-s flujos, subordinándo. pa.a ella
-organizar
doloi a reglas inStitucionales-, subordinar, consecuenel espacio y retemente, efespacio al poder
-controlar
la sociedad entecnocrática
gir de fórma ibsolutamente
capitaproducción
de
relaciones
las
í"ru,
"orrr"rvando
listas.
dominantes? Yo
¿Acaso lograrán su objetivo las clases
aparecen nueque
constantemente
a
digo que no, debido
yo
que
denomino las
aquellas
Son
va"s cóntradicciones.
exactamente
que
son
ya
y
no
espacio
contradicciones del
por
analizado
histórico
el
tiempo
err
iur q"" imperaban
¡ufá.*, desples de Hegel. Existe una auténtica contradicción entré la capacidad técnica de tratar el espacio de
140
forma global y el desmenuzamiento del espacio bajo forma de parcelas tanto para su venta como para su intercambio. Es la forma tomada actualmente por la contradicción existente entre las fuerzas productoras y las re"
laciones de propiedad. Otro tipo de contradicción del
espacio, que ápenas si ahora se empieza a poner al d9scribierto,-es lá contradicción entre el movimiento, los
flujos, lo efímero, por una parte, Y, Por otra, las consistencias, Ias estabilidades, Ios equilibrios buscados delibe-
i
radamente.
¿Es posible que se pueda arrebatar a las clases dominantes ese instrumento: el espacio? Quizá sea posible,
pero siempre y cuando se plantee la cuestión con toda
ilaridad. y abiártamente, es decir, en función de realidades nuevas y no en función de los problemas de Ia producción industrial planteados hace ya más de un siglo'
Quizá, digo yo, pero siempre con la condición de elaborar una estrategia adecuada.
Y ahora, he aquí algunas conclusiones inherentes a
dicho análisis. La cuestión de la vivienda tratada por Engels, hace de ello más de un siglo, se ha ido modificando no poco; se convierte en una parte de la cuestión
tlrbana,-la cual a su vez, se transforma en una parte de la
cuestión del espacio. Todas esas cuestiones no pueden resolverse más que a través de una cuestión y a través de
una apropiación colectiva del espacio. Lo que queda ligado, por una parte, a la propiedad del suelo, y, por otra,
bien tenemos que reconocerlo, a la gran estrategia planetaria.
Los movimientos de diversas Índoles de los usuarios
(incluidos entre ellos, según los países, las reivindicaciones referentes a los alquileres, los transportes, las expropiaciones, etc.) forman parte integrante del movimiento
político general; sus problemas forman' por tanto, palte
ie los póbl"mut políticos inherentes al poder' ¿Quién detenta el poder? ¿Y con qué fin? Estoy, por consiguiente,
de acueráo con que todo movimiento de usuarios contribuya a la toma del poder por parte del pueblo, en nombré del pueblo. Pero, ¿el poder para hacer qué? ¿Acaso
t4t
trata únicamente de llevar a buen término, para y con
Ia clase obrera, Ia lucha de clases? De acuerdo' por supuesto, pero, ¿y después? ¿Es que tan sólo se va a tratar
á" i""i"*"tti.i lu pioducción, de repartir mejor las oren'
la
i*', t"f ;.*o ,.rá" decirse i,oy "t día,.de planificar
pero
el
es'
así
Sí,
producción con respecto al consumo?
su
finalidad'
á;;;;;u;-no conlÉva en sí su verdadcra
se
sentido real. ¿Detener el crecimiento pura y simplemente?
Esto resulta imposible. Lo que sí es necesario' es orienlarlo al propio tiempo que se- trata de limitarlo; se le
i"U" oti*tai hacia el desarrollo social cualitativo' hincaYa sabemos -eIme permito repetirlo, haciendo
-y desarrollo y el crecimiento no siempié en eilo- q.te
ire coinciden, que el crecimiento no significa. automática-la
mente desarro[o. Por lo que se refiere al desarrollo'que
op"ti"""iu y la historia nos enseñan sobradamente soy de relaciones
no^ existe créación de formas sociales
apropiado'
espacio
un
sin creación de
ciales
---
forma de vivir?
¿"1-.-"uliau¿ de la vidáo? ¿Otrapero
ello no puede
por
supuesto,
Sí,
¿.c"urnüiut ia vida'?
espacio
enfocarse más que to-*¿o en consideración el
aquí y
la
creación
excluir
sin
planeta,
| ü i.t"fidad áel ^apropiados,
cuya apropiación a| su.s;
acuilá de espacios
oe
traerse a la propiedad podría servir pertectamentepuno"ntio ie una éstrategia, opuesta en todo
"l"*"it.
;ü^il;;i;"ñ'Ñf;,
podría ei'o?'t'u' favorable acosida un provecto global' En Francia' la CFDT se-muesqlue la cGT a esas cuestiones' lo que
;;;;;
de
auforiza a decir q"" a movimiento obrero dispone
";;"ibi" y que dicha vanguardia afronta ya' no
"u"g"ardia
""u
¿igclltádes, los nuevo-s problemas' .
ri" gtá"á"s
colectivas del espacio planIá posesión y la g"tiiótt
-una
condición -previa :-la supresión
tean, e'viclenteménte,
Todavía no
á;l; ;;";ie¿a¿ deÍ suelo. ¿En qué- forma? La
socializa'
adecuada'
;;; i.gü¿" dar con la fóirnula
desastrosos' dado
;td;;;;;rt" d"l nitua" da resultados absolutos
clel prout Brtu¿o los derechos
ñ;;;;íili"
bien
mostrado
ha
s.uelo
ñ;"ñ. La municipalización.del
limitaciosus
como
inconvénientes
$
'¡
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g
v
4
ti
a las claras tanto sirs
$
142
,ü
::
,iü
nes. QuedarÍa, por descontado, la socialización, es decir,
que el pueblo en su totalidad, transgrediendo las relaciones de propiedad, ocupase y se apropiase del espacio
social. ¿Acaso serfa, hoy en día, una consideración utopiana? (llamo yo utopiano, poniéndolo en contraposición
con utópico, lo que no resulta factible hoy por hoy, pero
que puede llegar a serlo el üa de mañana). Partiendo de
dicha perspectiva, ¿cuál es el papel que deberá desempeñar el arquitecto y cuáI será el dei urbanista? Tanto
el uno como el otro son productores de espacios. No me
refi.ero aquí a uproducción arquitectónicau. Lo que quiero dar a entender es que no son únicamente abastecedores
en el rnercado y para el mercado de la construcción. No
pierdo de vista, desde luego, que no son los únicos en
producir espacio; existe todo tipo de agentes de dicha
producción, desde los planificadores, los banqueros, Ios
promotores, hasta las autoridades administrativas y po'
líticas, hasta los obreros de la construcción y los usuarios. Tanto los arquitectos como los urbanistas operan
en el marco del sistema de producción existente, pero
desernpeñan en éste un papel esencial; sobre elios descansa el futuro del principio según el cual el espacio tiene un valor de utilización y no únicamente un valor de
mero cambio.
Hoy en día se va esbozando una posibilidad: la de
una intervención del arquitecto relativamente bien deíinida. Entre el inmueble y la casa o la torrecita, la parce'
la de terreno como encuadre &¿ la construcción, por
una parte, y, por otra, el conjunto urbano'ampiio y complejo a cuya escala intervienen los ingenieros, los especialistas técnicos de la circulación, existe un nivel intermedio. Es el nivel macroarquitectónico y microurbanístico; ya no es exactamente el del pueblo, y aún no ha
alcanzado todavía el de la gran urbe. A este nivel se pueden situar los estudios e investigaciones llevados a cabo
por algunos de los arquitectos, desde mi punto de vista,
más eminentes de nuestra época (por ejemplo, Constant
en Amsterdam, Ricardo Bofill en España) y los de los sociólogos, tal como Mario Gaviria. Tengo interés en hacer
143
7
La clase obrera y
resaltar el hecho de que esas experiencias arquitectónicas
no hacen ascos a los procedimientos antiguos, artesanos
y tradicionales de la lonstrucción. Los materiales tales
lo*o la piedra y el ladrillo, las técnicas tradicionales siguen siendo utilizados por ellos. ¿Prefabricación? ¿Coor'
áinación modular? De acuerdo, pero, ¡mucho cuidado !
No utilizar a no importa qué precio y bajo no importa
qué condiciones, so pretexto de modernidad las técnicas de más reciente creación. Me parece primordial el
hacer hincapié sobre este particular.
el espac¡o "
l
!
1.
¿En qué situación se encuentra hoy en día la
clase obrera en Francia? La respuesta a este interrogante
no resulta fácil más que para aquellos, aún bastante nu-
merosos, para quienes ula clase obrera> es uoa entidad
socio-polítrca abstracta. Creen conocer a fondo eI con'
cepto de dicha entidad, cuando, de hecho, no poseen de
ella más que una mera representación. Para dar una cumplida respuesta a dicha pregunta si es que desea uno
contestarla, nada mejor que las investigaciones <sobre
el terrenou, las comprobaciones auténticas empÍricas.
Sin embargo, tanto la descripción empírica como eI
análisis estadístico implican o introducen siempre conceptos. La discusión de siempre: el positivista más es'
tricto posee un concepto, inexpresado como tal. La investigación que pretende limitarse a comprobaciones auténticas supone una hipótesis teórica e, incluso, una hipótesis estratégica, inexpresadas com^ I"les. Empecemos,
por tanto, por expresar el concepto y Ia iu¡útesis. Me
refiero explícitamente al pensamiento marxista, a los con'
ceptos y teorías que provienen de Marx. Digo bien <teo'
ríao, pues ei conjunto de hechos y de conceptos elabora'
do por Marx se sitúa a nivel teórico en la acepción más
fuerte de dicho término. Lo cual no significa que Marx
y el mamismo hayan aportado verdades intangibles.Muy
al contrario: las grandes teorías científicas no se inmovilizan jamás; van modificándose de continuo; no alcanzan una cohesión monolítica más que después de su muerte, en su tumba; en tanto están vivas, varían y no esca'
par a la obsolescencia
alcanza también las ideas,
-que
*
Association Frangaise de Sciences Politigues, 3 de noviem'
L972, Parls.
bre de
145
t44
rrcs
128
l0
los conceptos, las teorías-, más que transformándose'
Cotrtl"""" contradicciones que pasan inicialmente desa-
Io-
el velo de una cierta
;;;;;¡td"t dado que les envrielvJ
y llevan la teorfa bien
luegrr
gica, ¡rero que s€ manifiestan
'Iodo esto'
razonamiento'
su
a
sea
!"u l r., ol."o, bien
asi y
por otra pane, no nos aporta ningq dato nuevo; que
iodo, r"rulta necesario reiterar su afirmación' para
conserve su significado.
oobre2. Marx estableció un distingo entre la clase
sí y la clase de por sí, introduciendo de esta suer,uo
"t te-rurinología hágeüana y un pensamiento dialecte una
tico dentro de una teorización dirigida de hecho en con-
¿"f hegelianismo, ñlosofla de la historia y del Estado'
sistematizada Por Hegei.
sí? Esas palabras desig¿En qué cdnsiste iá clase en
objetivas, rasgos distintivos' indepen,ruJ
por tan"u.u"terísticas
de la conciencia y de la voiuntad. Pueden,
dientes
espoto, pertenecer a gnrpos iestringitlos, desperdigados'
aistomado
rá¿i"ot +, incl-usó, a tal o Jual i,ndividuo
grupo
cual
o
tal
ladamente. b,l q,t" tál o cual indi'¿iduo o
de pro;;;ü;j" (produica), utilizando para ello medios
conservarlduccián (instrumentos) que no le pertenezcatr'
libertad física, que se vea, por consiguiente' a la
á"
"""
que es parte integrany dominado, significa
-Muo,
clasificado den""r
queda
iu clase óbrera; según
t" ¿""*ptotudo
de ello como
percata
;;" á;i proletariado, ttttto si se
si no. Históricamente, esos rasgos característicos hiciela clase en
;;;;" aparición desde el mismo origen deprimeras
mastls
condición de tal, con sus gérmenes, con
tanEn
(no
desarrolladas)'
nifestaciones aún .,u.ropuáut"
un aspecto o eleconstituyen
rasgos
esos
que
tales,
to
para iuego
virtual,
*"rito de un <sistema->, inicialmente
tiempo:
de
lapso
realizarse en el transcurso de un cierto
el sistema de producción capitalista'
por sí? Esas palabras de¿En qué cdnsiste la clasi de
pero
sigri.n ,i.got a la vez cuantitativos y cualitativos'
la
predominio:
cierto
;;?;l.t q:ue lo cualitativo tieneque suma a los case
el carácter subjetivo
"onci"ncia,
ir"
146
racteres objetivos y los transforma. La claúe sc oponc
como tal a la clase contraria, constituida ésta en unidad
socio-política. La clase obrera alcanza, do esta forma, su
unidad, su actividad socio-política desar-rollada. Deja de
ser una simple fuema productora, tomada en la división
uiel trabajo, y un obieto político. Llega simultáneamente
a la autonomía, a la autodeterminación. Se erige en suieto
(sujeto de Ia historia, sujeto político). Se podría sumar a
Ia autodeterminación, la autogestión, que es parte integrante de ésta. Pero, ¡mucho cuidado ! Para Marx, la autodeterminación incluye la autonegación y casi casi Ia autodestrucción. En efec.to, para Marx, la urisión llarnada
histórica de la clase obrera se define a través de una doble
negación: niega la burguesía y niega el capitalismo; se
niega a sí misma en tanto que esencia y pilar (a través
de la plusvalía) del sistema de producción capitalisftr.
Sólo es totalmente revolucionaria si destruye Ia sociedad
de clases, si va más allá de sí misma en tanto clue clase.
3.
Consideremos detenidamentc este esquerna, o más
bien ese movimiento dialéctico entre dos polos, dos límites: el extremo objetivo y el extremo subjetivo. Resulta
evidente que toda clase y todo fragmento de clase obrera, todo grupo obrero puede situarse entre esos dos polos. Lo que permite e incluso exige estudios empíricos
sin por ello autorizar una cuantificación brutal, ulla represlntación en un espacio mental, epistemológico o formalizado. No se trata en forma alguna de una escala que
iría desde un cero de subjetividad hasta un cien por cien
de conciencia, o inversamente.
En la vasta corriente de pensamiento que se inspira
en Marx, ese movimiento dialéctico ha sido muy a menudo incomprenüdo, mutilado, aplastado.
a) Se le ha dejado de lado, dada su condición de dialéctico, en nombre de un estructural-funcionalismo' Entonces, la clase obrera se define bien sea a nivel de las
determinaciones económicas (en tanto que fuerza productora, en tanto que pilar de la división técnica del tra-
determinabajo), bien sea a nivel cle relaciones sociales bien sea'
plusvalía)'
la
de
das (en tanto que productora
v superdeterfiá;;"l;;-u oiu"t^áe tas superestructuras
y de
ideología-s
las
minaciones poytica;iá;i estado,,de
esta
de
pretende
se
ffi;;;;iliá"*, a" ios partidos)'
tanto
en
producción
de
suisa una concepcrón del iistema
toda aprensióu
:ii;.;lid"d--il"-rt!"rto, se le segmenta' vlondición
de tal'
obreia
-up""tu ""
lX".riitl""ii?;?iu
"tut"
a las ideas
obras
las
a
v
gr,u
;";ñá;:
-f^-ñtú"sser, "titi*
de N. póulantzas y de algunos otros.
á"
de imporLa discusióo o¿r,,¡"to o sistema?).no carece atribuye
se
Si
metodológico.
turJü ,"Ori.u "i á" i"i"tás
privilegio filosóa la cohesión, por ende, al sis,tema' ún
sujeto se desmorona con
n* iiUu a decii: metafísico) el así
las cosas' la clase en
1
"
las contradi..iorr"r--n'ttfocaáas
tienen ni
;;;;i t i;-.ur""áu*ta-en patticular' va no
ni estatuto.
cabida
*"
el movimienb)- E;itt"" varios medios para disociarDe
esta suerte
y
aplastarlo'
to dialéctico, para reducirlo
histórica: la
se le puede ,"¿,-,"it á-"oá-tttétu utttgaridad
mundo v prosigue
;i".; ;il;a ha hecho irrupcion en el
t" tralectoria' Pasa de manera irreá;f;;;t;"rittiui"
alcanzál9gt"
versible de la inconl"l"""iu u la conciencia'
á"ti"idad y representación política
ésta en cuanto
"¡tt" Entonces, la, clase alcanza su ma;;l;t tiába¡adores.
Tiende' sin
,o áJ.rt"", sr{ edad adulta' la
;;;6;du"d,
eventual
hacia
correr el peligro i;-;;;;'tiibu'udu'
Gramsci'
de
historicista
hesemonía. Este
-Garaudv;-ahora bien' esa con";i;tq"ema
eco
iecho
ili";;;;'ha
r.ryn:oltral
cepción un tanto trasnochada se la Brlede histórico";
más allá (o más uJl A" h tesis.del "bloquede lugar cosirve
*ot ftltta tal "*i*o vulgarizada'
polftico-burocrá'
"i
mún a no pocas ;;;;;"t y ?i""*tos
ticos.
a un
El movimiento puede iinalmente reducirse
;
subjetivi
la
de
tln punto extremo
situado
caso llmite,
-n"tÁ""es,
"n
define a través de una
lfut"
la
á"¿.
"Ui"ta-se
incólume' E'sta
pt""u.como
iu"
conciencia a" ,i
La
conciencia de
'ii-Jmu,
tukucsiana'
es la defini"i¿n ¿"lu
"tl"ála
148
I
ciase implica entonces una comprensión de la Historia y
un proyécto de transformación del munclo. Resulta interesánte resaltar que Lukács y su escuela no conceden más
que una mlnima iontingencia a la autonegación de la clase obrera. Ponen el acento sobre la autonomía, la autodeterminación. Como ya lo dije anteriormente, se puede
sumar la autogcstión a esos atributos de la clase plena
e incólume. El error no radica en dicha insistencia reiterativa, sino en un cierto confusionismo entre lo posible
y 1o real. El concepto de la clase obrera coincide con el
á" .rrru posibilidadi su victoria total. De ahí a reprocharle
el no cónformarse a su concepto, definido por los teorizantes, no hay más que un paso, rápidamente salvado
por los acusadores : degenerescencia, corrupción, integración, etc.
Contentémonos con entresacar del esquema dialéctico algunas conclusiones (provisionales):
Ia clase 'obrera no se halta por encima y a salvo
de -las contradicciones, a semeianza de una coherencia o
de una cohesión suPerior;
sLt concepto abarca los dos polos, tos dos límitesy la totalidad iet intervalo que media entre ellos (con eI
inovimiento y la reversibilidad siernpre al estado latente
de d.ich,o movimiento).
El dilema: nO bien el Suieto o bien el Sistema'u ¿'Acaso no sería éste un falso dilema, una falsa alternativa
teórica? Yo propongo una relación más compleja, "dialectizada".
Si el proletariado flojea, el sistema de producción tien'
de a situarse en tanto que sistema y en tanto que coherencia. Contrariamente, si la clase obrera sienta sus reales, el sistema se desmorona. No existe, por tanto, incom'
puiibilidud abstracta en el plano científico, teó-rico y qeiodológico, entre el sistema y el suieto, sino alternancia'
iá"¿""liu hacia el uno o haóia el otro. Alternancia, más
que alternativa.
149
al rebasamien4. Se dirá, por ejemplo' con respecto
o¡Qué perspectiva de
to, con respecto u fu'ut'tát'"!ación:p-ensamiento maniista !
la mente ! ¡ Es puti-*á""i ¿"t lu diul¿"tica he geliano d".'ut"u'i;;;i"t^u^
¡ Tratando
que-comprometerla un poco mas
marxista, no nacels más
que una (po'
clase oo p''"de afi'rmar más
;;;;á'u;a
de hecho y dc dcrecho'
sitividad,, ,:.o n'''"t1"""ñÁáit*'
que como "Positividadu"'
más
comporta
"";ü;;-b;;r
Étu r-tq"idación de la.dialéctica
que deslo
es
erro]:'-¿Qué
a la par tn "up"3i'mó y un
iorizontel'La automatización' ena
punta, hoy en ¿iu,
""'It
de los conocimientos
ianto que futuro ¿" f"-"pfi"u.tió1
convertido (f órmula
la producción, la "i""lil'ft"Ui¿n$os9
t" obra cle Marx) en fuercélebre que va t";;;;;tt
""Entre la infor- '
za productora, diriciu "-i"*"¿iatarnente'
j"lá¿"'liJ";t"ll-;i"^11""'Hi:l1""i"t',1ñli.
fi
^:i;;,;;
l"-""u estrécha relación' aun clranop^:"r'^": 'j"til"r
.r.
a la par' sosLa inforrnática y-ü-aJLÁa.tnación^andan
en
Así ?11es' 1o que d-esnu¡t1
11
teniéndose *""'o*""te'
el trabajo prohorizonte
únicamentc a la clase
"' "l 'ü--t'abajo' Yo{ '"",lado'
ductivo ya no p"Ja" t"t Ll'ibt'ido la función y Ia estrucobrera. Po. ot'o'"Iá-tiuttá"¿""cia' se van modificando detura social aa tt"ü"it-nt"á""-ti1i por el trabajo manual
bido a que el pupái ¿"i"mpeñado
disminuvenclo'
i.}*prÉ;, u"gúti-Moi*) YJ
au.toml!21::iLt:
l;
claro
,":liiiSi
al control
a la gestion v ]l
"'ta, '""ri" ";
?T# Jil^i.iu"^J'i;"*.il
De tat
producción'
""
(iunto con la inforliáticá) q"" a la oue eliminar cons- II
más
:'#; ;;;f *u"t'vl" iÁ"ii"u'i;tremeitarlos'
Y' sin emtreñimientor, Io-q"u'hJc;;;
el ries- t
corre
tal
de
*
ñ
clase
la
bargo,
"o"ái"i¿"
o temprano, su negación'
"o'"i" táta"
eo de tener que "r;;;;,
dicha poprepa.rar::
e^?lu afrontar
puede
qué
forrna
os; En
tendencia' de forma harto
siUitiáaaf ¿Acaso ¡o tL"i'que en negarse a sí misma' a
cura, en rechazarta más y cle ci.encia ficción?
relegarla al rango á"'"'pá
la desvalorización
Sea lo que sea,;;t-;"á;d" ^t]:^ttt^,"
obrera' De esta
ul""á-d"-lu'p'opt1':lut"
trabajo
del
"t "f
ftáriut explicación una situación
guisa únicamt"'" p"*iJt
¿
&
¡n
150
de la
y un conflicto, ambos'de nuevo cufio: la formación esmúltiples
en
hasta
ideología del ocio, ;;;t;i*"ión,
(exaltación' valorl
li*Íogfa
ü
d"
¿"oii
tratos obreros,
-táu"i -i*"tr"'"";ia ? Sustitución ? No' o
¿
o.
;;;tó;i á;i
se traduce por
conflicto'
ff;;í;;ñü":Yá-ü;;;h;;;i¿; de -oue
las vacaciones' más
la tendenciu u u-pii;
semana laboral)
bien que u ,"a,r"i, "i^#;;;"0-t*u.d? "
de su prod-uctividad'
il;;üi;en tunciónt"l"-áUiigt¿u
a--enfrentarse a inconout"*
La clase
tal como se
tables contradiccio""t.lA"uú ttu lleeado'clara conciena-una
acostumbra a decir frecuenternente-'
llegado a tener
il;Jil;xplotación ti" pol el-lo--haber
diría más bien todo
olena conciencia d;-i" ;;;"tión?,Yo
ár ru-"rp]otación no significa coi"
A'lgunos
"r"t'r'"ñ..-ó.""i1"ür
a" to' *""Ju;i;"; ag h olusvalía'ellos'
nocimiento
Lo
entre
distinio
filósofos no estable-c;il;-;i;;o
qL" ti"*Uta desconcierto en los conceptos'
(que no coinciLa clase obrera y el proletariado procedentes del
den), que ,on o,"'íá"'l;t "ttit*&cciones
historia' también son
tiempo, de la HistJrf" y J" * n¡9eia
pr"ru de las contradicciones del espacrc'
a
5.
t*""iá -¿quiln puede ignorarlo?ru
-Francialiáo'
segunda mitad del siglo xry' q"
El asunto tt
la
a la coen
París-y'?#oáTi"
C' Chevalier en su
"o,'"$-á"áiu-"t'
nocida desc¡pcioi-t"ufi"u¿" por -J'
En el caslibro c/ass es labo;ic;;;;;i "ati"t darleereusas'
alquiler'
de
" co antiguo de la
úistórica' en lás casas
(Le
Marais)'
"itá"J
a veces en los "i"Ñ;;;os arís-tocráticos
en
obreros
los
v los obreros: inferiores' AI;.i;;"b".]" u"itett"tiu U"tg"eses.-en
ios
los pisos superioreJv-üt
ejemplos que
convivencia'
u" ómejante
ñil;";"ptt
aún vipasa'
sif+ren
que
van desapar".r",,d'o u toáo día
lo que
es
ttitt¿titos' iQué
gentes en los
avenidas
amplias
"J;t';;;ig"*
Abrir
quiso llevar
""üt"rfu"'!*utttZ
"
coches y- de los-batalos
de
la;i;i;tó"
ouru p"r-itir
J tir" ¿" las ametralladoras.de Ylatamciudel centro
bién para alejar ;il trabajadoreslos futuros ar¡abales'
dad, hacia rt'
clase obreru
ffiH;;"T"ihri",
'J#'";;;túñ;t'
151
Así es ! A partir de -ese rno¿Contradicción del espacio? ¡
centro
Láio, la estrategia apunta al robustecimiento del
propio
A1
decisiones'
las
;;b;;; ;"litico,""l c"nt'o de
Ya
il*po, io deteriora, 1o degrada" en tanto que centro'
adel
Haussmann lru ,",q""Urajádo irremediablemente las cade
dirección
doble
la
mirable espacio o"ti'i"ttté:
de merii;; ó;; il u"hí.t'lo' privados, los dedetraslado
las aceras (prov
;;;.r; t ios d" transporte pír.blico)
roáacla y reservadas a los tranffiiá;;'u la
"ir..rlación
partiendo. de
La Comuna d" pa'í' puede interpretarse
partienlas contradicciones del espacio' y no únicamente (patriohistórico
do de las contraiicciones del iiempo de
las clases diriantipatriotismo
tismo cle las *",",- f
¡opular a la
gentes). Esta vino *t ti"u suerte de réplica
"
expr-llsados hacia
estrategia d" g",rt.*ann' Los obreros'periféricas-se-volvieron a apropiar
los barrios y
seúntes Y Paseantes).
"o,"""^'
q," les había excluido el bonapartismoen-v
d"l
de volver a
ü*^";;i;r"gta de ios dirigentes' Trataronatmósfera
festiva
trar en posesión J" ¿tL,"¿"ntro- de una
;;;;;tt
ig""tt"á,
Pero llena de colorido)'
Desde
hut'u'*uttttiana
se ha
ido
ur"tt*itgi"
"rrton""J,ll
o ug'áuundo (en América' los fenómenos y
extendiendo
franceses
fenómenos
U""i.ii""t difieren mucho de los
sometida a manivisto
ha
t"
;;ü;;t. i" "1"*-tut"tu
una política
existe
pue-q
rJáir""ét "n lu''o"u espacial'
consciente
más
vez
á;ü;ñ,-"u¿u u"' mát u"tiva'iada
instrumentalista'
iornado
v deliberada. El espacio se ha
estrategias'. dond-espliegan
se
;;f;;e
lü;;'**t;
tanto
de ser neutro'
de se afrontan, el t'putio ha dejado
hace ya mucho
desde
g"o*étricamente'
geográfica
"o-o
tiemPo.
"^--Ei
r ----r¿rr^ ^^*^
pncomo ñ.'
espacio instrumentalista ha oermitido'
los
de
la
gJneralizada'
mera provia",ttü,lu segregación
contraste
El
lueares'
y
los
de
-tl*i f" de las-iuncioñes ¿" tot'"titut modestas v los
A;i""i;;;táuái"t ""ui"ttot los centros que subsisten'
;;;;;á;; ".*pr":"t" -entre que se consolidan en tanto
;i";;;;;'u-l* i"g¡uaación'
v las ionu' periféricas desurba-
il::Hil il;;;tt¿;'
152
nizadas- salta a la vista. La clase obrera se halla repartida entre las torrecitas modestas, los ogran-des cornplejos
con- una
urbantstico5r', las ciudades nuevas y satélites'
modesta'
torrecita
por
lra
de preierencia subjetiva
,rr"r,"
-- -n"t"ttu
pefácil el establécer un distingo entre varios
naussespecíficamente
ríodos. En primer lugar, el período
siglo xrx' así
;;;;l;ñ !s de"ir,L'segunda mitad del
aburguesamiento
xx:
;;; tambi¿n los ínicios-del siglo y segregac-ión de,los
de la ciudad histó;i; expulsién
Mundial se
trabajadores. Despuét d" lu Primera Guerra
modestorrecitas
tt;;";il^" los súburbios cubiertos {e
y que
tiempo
hacía
i"r, "tt"Utles preparados ya 9"*".
a la propiedad y
ñfi."fr^" "t u"""ro-Je los"trabajadores
Finalmente' desla funcionalizacionlo*"tt del habitat'Estado
adopta la
el
Mundial'
C"uttu
;il;;-s"g""¿u
de
urbanístico5"'
complejos
iJ"iuti"u de"los "g.u"a"t
pomuY
Es
oficial'
urbanismo
im-"i"¿"."s satélitJs, del
en otro período'
sible que hoy en día hayamos -entrado
t"t"*o a la iniciativa llamada "pricaracterizado por
"i
Por supuesde los promotores y de los bancos'
y- esa claotros'
con
"l
unos
"^¿"1,
;;, ;t;t perlodoi se imbrican
ser meramente aproximada'
sificación
"---l"iá no pasa deunas
veces neoliberales' otras tecnotparilncias
desa-
*
profundos
cráticas, no sin q"" t; produzc-an a veces
So'
y
estableciendo'
urdiendo
tu
t"
cuerdos, algo n.,wo
(algunos
dirán'
breviene una extensión v una acentuatión
socio-po1ítica-m'enincluso, ,rtu ug,u"ución) de la práctica
la hainstrumentalista'
espácio
cionada anteriorml"lá'' "f
poli¡ización
la
bliie;;; utilización de dicho instrumento' por-todo el esdesplegándose
;;T;;;"i;, lu. "Jtui"gias que
se está desarrollando pueesp*iiul
práctica
;;;i.i"
según sus aspectos' U-1a
ü;"o,J.diferentá "o*bt"t'
de objetivo-s mucho más amplios
planificació,
"rpá'i¡ot
Se refiere impli
que ..el ,rrUanismo"-"u "ottu"do forma'
espacio' ciencia
del
política
citamente u ,"'u'-"tonomía
y
tiende a reemmundial
oue trata de situaise a t"uiu
quedado anti'
que
han
de crecimiento
:;;i;:;á;1;;
cuados.
"**ü"ihnificación
espacial vuelve a echar mano' pulién153
lrl
dolos, de Ios antiguos procedimientos de planificación,
semijlanificación ó phnificación indicativa, a.saber, los
balances-materias (suputaciones de producción) y los ba'
lances financieros (operando sobre los costes de los pro
ductos, sobre sus precios y los valores). Insistamos sobre la planificacióriespacial, dejando de lado (aqul y ahora) la economía política del espacio'
La planificación espacial trata acerca de los fluios'
Cada fluio tiene un punto de origen, un recorrido, un
punto final. Existe un sinfín de flujos: bienes, personas,
bb;"to. (los automóviles, por ejemplo), materias primas,
próductos acabados, dinero, moneda, capitales' info-rmay conocimientos, signos y símbolos, etc' Los fluios
"iorr"u
se estudian, se miden, se regulan' La mano de obra forma parte áe los flujos, a igual título que los objetos
transportados por las carreteras y autopistas, las vías
férreás o ttuviáles. Existen (Yacimientos de mano de
obra, ¡r lugares donde la fuerza de trabajo encLrentra su
utilizaóión, se consume de forma productiva' El tratamiento de los flujos da lugar a guiones diversos, prospecciones o proyecciones meior fundamentadas que la
futuro.
irospectiva y loi dir"nrsos habituales acerca del
(esa
inheque
relación
peso
esa
el
propio
Cae por su
hallado
ha
no
social
espacio
con
el
rencia) del tiempo
su formulación ánalltica v su exposición de conj'ntos
comnletos. Quizás el análisis y la exposición sean enigmáticos o, quizá, pertenezcan ocultos ¡en tanto que secretos de Estado! El caso'es que, tanto estratégica como
prospectivamente, la clase obrera queda repartida en- el
v los
irpuii" según lai exigenciry d9 lo-s demás flujos
de las redes de distribución (de llega"o.rrtr"ñi-ientos
da de las materias primas, de la energía' de despacho de
l,o. ,o1odr"tos, tanto acabados como no). De esta forma
es como se proyecta sobre el terreno la división del trabajo, técnica y social, determinada a escala planetaria'
ü iÉf mercadó mundial. determinarrte con respecto a las
locales, regionales, nacionales' continentales'
---ln"uto
"t"ulut
se quieren hechos? ¿Pruebas? Tanto los he.ho's como las pmebas abundan y todo eI mundo tiene
*i
conocimiento de ellos. Lo único que falta es la síntesis
que no aparece como conocimiento, sino como secreto de
Ériu¿o. ¿Los hechos? El devenir de la cuenca de Lorena'
la edificición de Fos-sur-Mer' ¿Las pruebas? El traslado
materiales
a Dunkerque, junto con el material (los medios
L1
miner:?
los
trabajo,
de
il;iü;c?á"1 d" la tuerza
el
desde
que
\ra
farnoso
el
repártición sobre el eje,
-eje
Ia
clase
de
Mancha'
la
de
canal
UéJit"tt¿"eo hasta ei
habida cuenta del crecimiento de las ciudades v
"f.".u,
áá l"l ciudades satélites: cergy-pontoise, Evry-PetitBourg, etc.
Esás fenómenos de nuevo cuño resultan tan imporque conservar
tantes que cabe preguntarse si se tiene
de la
fundamento
y
como
teórico
como base del analisis
Yo
,"cial, la unidad de pioducción, la empresa.
punto
el
".á"ti""
de que la empresa. va no es
;;;;;;;"""i4"
simultáneartente la rique'
.o,"iitt'yen
,*
donde
de-producción' el
"""it^f
;;, i;I".;uiiu, lut ."laciánes sociales
Determi,iJr"H^á" proiuc"i¿n en tanto que totalidad.
durante
vez
tal
nados dogmáticos sostienen y sostendrán
y
marxi.stas'
mucho tiempo esa tesis' Pienso en algunos
ressólo
tan
no
en Charles Bettelheim' 'oue
".p""*fÁ""ie
#" ;; Ju*ti¿" fá áxtiende al análisis
tesis,
palda esa
Yo estoy convencido de
ili;; sociedades no capitalistas,'
las unidad"t d" producción' las empresas' va
;;";;;
tejido intersticial'
asrupadas en cent;;; de producción'.el
producción ia,ué
en.l.a
párticipa
lJniilñiléste?"ttu"o,
In;;;érables servicios' entre ellos los
contiene
los distribuidores, y-otros muchos'
i.""tp.tt"t,
-;;;;¡ucción
ináustrial v Ll capitalismo se han ido
las
d" lu.-".bes hiitóricuJ. Et capitalismo
según
aún
transformando
"""¿lrá"á"
u lu, sigue
;ilüi;il;;;opolíticas' culturales' etc')' La
(".ottá*ical
r* ".i*"""1u.
mese ha ido ampliando en menor o mayor
glomeraciones
a
periféricas'
"i"¿"á,'q"e
;;";"do arrabale','otat
áte;,
decisiones y
sa,Jirüt ." convierte á lu put en cento de
Nb únicamente a través de la
-construcción
en fuente ¿" pt*""fto'
denominadas todavía ninl"
el espacio se esté convirtiendo
".o"""f'rcró;l
mobiliarias)), alln
""á"at
155
154
en bienes muebles. Existe en los tejidos urbanos, a tra'
vés de su caos, un consL¿mo productor, el del espacio, de
las vías de comunicación, de las edificaciones. Ahí se utiliza una inmensa fuerza de trabajo, tan productora como
la utilizada en la conservacíón y en la alimentación de las
máquinas. Aun más: en el tejido urbano que prolifera
alrededor de los centros (de forma desordenada y verdaderamente irracional), existe una tenue composición orgánica del capital, por tanto, hablando en términos marxistas, una gran formación de plusvalía.
Una contradicción del espacio se esboza y se precisa
entre lo efimero y lo estable. Por una parte, flujos, movilidades; se prefabrican ciudades nuevas, cuya vida no
rebasará unos pocos años (¿qué será de Fos-sur-Mer cuando surgirá petróleo en el mar del Norte?). Por otra, existen estábilidades, consistencias: las instituciones, la burocracia, los centros, la propiedad de suelo, etc. ¿Acaso
no sería debido, entre otros motivos, a esa contradicción
el caos espacial que se produce? Ese caos se asemeja al
envés y el revés de la planificación espacial- Algunos lo
explican por la multiplicidad de los parámetro,s existentei, por lá complejidad de las situaciones. Yo lo explico
de giado,por las contradicciones del espacio.
Es de iesaltar la importancia y el interés, en el espacio estratégico, de las relaciones de fuerza: entre las nautoridadesr, los grupos, las administraciones, los capitales
y capi'talistas, las instituciones, los pueblos, los Estados,
Zi"éi"ru. La inherencia de lo económico a lo político (y
recíprocamente) cobra de esta suerte todo su alcance y
sentido.
¿En qué situación se encuentra la clase obrera? Su
locilizacibn (provisional o duradera) está estrechamente
supeditada a estudios empíricos que tan sólo un aparato
co^nceptual y una hipótesis teórica pueden orientar debidameñte. ¿Acaso esá implantación territorial no reviste
tanta impo-rtancia e interés como el trabajo, los lugares y
condicioires de trabajo? De hecho, la localización forma
parte, hoy en día, de las condiciones del trabajo proáuctor, dá h utilización social de las fuerzas productoras,
156
de la práctica social. Entra a ser parte integrante de la
socialización de las fuerzas productoras.
En 1968, la clase obrera francesa llegó casi hasta sus
extremas posibilidades objetivas y subjetivas. Afirmándose en tanto que sujeto social y político, consiguió hacer
tambalear (tan sólo por un momento) el Sistema, dentro
de lo que éste había conseguido enraizarse; la clase obrera lo dejó agrietado, desmenuzado en subsistemas dificiles de unir nuevamente. ¿El motivo? La acción emprendida por los estudiantes no ha podido servir más que de
catalizador, de analizador-iconógeno. ¿Acaso la clase obrera no elevaba ya sus protestas en contra de las disposiciones y dispositivos especiales que se iban implantando? ¿En contra de las manipulaciones? Esta es una hipótesis qLre acercaria, teórica y políticamente, acontecimientos separados por más de un siglo.
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