Subido por Juan Pablo Rosso

Arca de la Alianza

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EL ARCA DE LA ALIANZA.
Arca de la Alianza
Según la creencia judía y cristiana, el Arca de la Alianza era un cofre sagrado ubicado en el Lugar
Santísimo (en hebreo, Kodesh ha-Kodashím) del Tabernáculo. Más tarde se colocó en el Templo de
Jerusalén construido por Salomón. Según la Biblia fue construida por mandato divino y siguiendo su
propio diseño. Según narra el Libro del Éxodo de la Biblia, dicho cofre contenía las Tablas de la Ley:
tablas de piedra en las cuales Dios le dijo a Moisés que escribiera los Diez Mandamientos fue
entregado a Moisés y él lo enseñó al pueblo en el monte Sinaí. Hay quienes sostienen que se
trataba de las segundas Tablas y los restos de la primera; por otro lado, otros sostienen que además
se guardó un rollo de la Torá.
El Arca de la Alianza: el objeto más sagrado y poderoso del antiguo Israel. Construido con madera
rectangular espolvoreada con acacia de oro.
Diferentes Nombres
Los autores de la Biblia emplearon más de veinte expresiones diferentes para referirse al arca,
siendo las más comunes “el arca de la Alianza” (en hebreo: ʼaróhn habberíth; en griego: kibōtós tēs
diathḗkēs; y “el arca del testimonio”, expresiones que no son privativas de ningún escritor en
particular y que se usan indistintamente. Asimismo es conocida como “arca del Convenio” o “arca
de Yahveh”.
Según la tradición judía, otra expresión o equivalente al Arca de la Alianza, es el “arca del Pacto” (en
hebreo:‫)הברית ארון‬, la cual fue construida para las “Tablas del Pacto”, o bien, también se le
denomina “Arca de Dios”.
Modelo y Diseño
Lo primero que Dios le detalló a Moisés, cuando le dio las instrucciones para construir el
tabernáculo, fue el modelo y el diseño del arca, dado que iba a ser el objeto principal y más
importante no solo del tabernáculo, sino también de todo el campamento de Israel. El cofre en sí
mismo medía 2,5 codos de largo, 1,5 de ancho y 1,5 de alto (111 cm × 67 cm × 67 cm) y estaba
hecho de madera de acacia, revestido de oro puro tanto por dentro como por fuera. Coronaba el
arca un artístico “borde de oro” en forma de guirnalda “sobre ella […] en derredor”. La segunda
parte del arca, su cubierta, estaba hecha de oro macizo, no meramente de madera revestida, y
tenía la misma longitud y anchura que el cofre. Sobre esta cubierta había montados dos querubines
de oro de labor a martillo, uno a cada extremo de la cubierta, con sus rostros vueltos el uno hacia el
otro, las cabezas inclinadas y las alas extendidas hacia arriba “cubriendo la cubierta
protectoramente”. A esta cubierta también se la conocía como “el propiciatorio” o “cubierta
propiciatoria”.
Para transportar el arca, se suministraron largos varales, hechos también de madera de acacia
revestida de oro e insertados a través de dos pares de anillos de oro a ambos lados del cofre. Como
estos varales no se debían quitar de sus anillos, nunca había necesidad de que los portadores del
arca la tocaran. En las esquinas había cuatro “patas para caminar, patas flexionadas como para
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caminar”, para que no se apoyase directamente en el suelo, aunque no se sabe qué altura tenían.
Parece que los anillos estaban montados justo por encima de las patas, o quizás sobre las mismas.
Ceremonia de Inauguración y Uso
Bezalel y los hombres de corazón sabio que le ayudaban se atuvieron a las instrucciones explícitas
recibidas y construyeron el arca con los materiales con los que el pueblo había contribuido. Un año
después del éxodo, finalizado y erigido el tabernáculo, Moisés puso dentro del arca las dos tablas
de la Ley (Deuteronomio 10:1-5 – Antiguo Testamento – menciona que durante unos pocos meses,
desde el momento en que Moisés recibió las tablas de la Ley en la montaña hasta que se
trasladaron al arca construida por Bezalel, estuvieron guardadas en un arca provisional de madera
de acacia hecha con ese fin). Seguidamente, Moisés introdujo los varales por los anillos del arca, le
colocó la cubierta y la llevó al tabernáculo. Una vez allí, puso en su lugar el velo que separaba el
Santo del Santísimo y después, como parte de la ceremonia inaugural, ungió con aceite el arca y
todos sus utensilios. A partir de entonces, siempre que los sacerdotes desmontaran el tabernáculo
para levantar el campamento, emplearían el mismo velo divisorio, además de una cubierta de
pieles y una tela azul para cubrir el arca con el fin de impedir que el pueblo la mirase ‘el más
mínimo momento, y por lo tanto muriese’.
El Tabernáculo o Santuario, (en hebreo, ‫ן ְׁכשִמ‬,
ָּ Mishkán, literalmente «morada»), según el Tanaj, fue
el santuario móvil construido por los israelitas bajo las instrucciones dadas por Dios a Moisés en el
Monte Sinaí.2 No debe ser confundido con el Templo de Jerusalén o también conocido como el
Templo de Salomón, construido en el siglo X a.C.
El arca hacía las veces de archivo sagrado para conservar ciertos artículos que servían de
recordatorio o testimonio. Las dos tablas del Testimonio o los Diez Mandamientos eran su principal
contenido. También se guardó en ella una “jarra de oro que contenía el maná y la vara de Aarón
que echó botones”, pero más tarde, en algún momento anterior a la construcción del templo de
Salomón, se sacaron de ella. Poco antes de morir, Moisés dio una copia del “libro de la ley” a los
sacerdotes levitas y les dijo que la deberían guardar, no dentro, sino “al lado del arca del pacto de
Yahveh su Dios, […] de testigo contra ti”.
Historia del Arca
La Biblia indica que el arca fue mandada construir por Moisés al orfebré Betzalel y su diseño
ordenado según Dios lo había dispuesto; fue usada en la conquista de Canaán y con ella Josué
consiguió abrirse paso en las aguas del Jordán al contacto de éstas con el arca, y durante siete días
fue paseada en torno de Jericó, que cayó luego en poder de dicho caudillo.
El arca fue fijada en Silo. Durante la época de Elí y Samuel, sucedió uno de los episodios más
impresionantes del que se cuenta acerca del arca de Dios. Durante una cruenta guerra contra los
filisteos fue llevada al campamento israelita con el objeto de levantar la moral de los guerreros.
Pero después de una trágica derrota del pueblo hebreo, donde también murieron los dos hijos del
juez y sacerdote israelita Elí, los filisteos la tomaron como un valiosísimo trofeo, dando lugar a un
verdadero luto en todo el país de Israel. En poder de aquellos estuvo unos meses, aconteciendo
que desde el momento que fue llevada al templo de la gigantesca estatua del dios Dagón en Asdod,
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este quedó dos noches consecutivas postrado delante del arca, solo que la segunda vez decapitado
y sin las manos, a lo que siguió una ola de estragos, desastres y plagas azotando todo aquel país.
Los filisteos, horrorizados por aquellos sucesos, habían dejado que el arca fuese sola en un carro
tirado por dos vacas. Después los animales pararon en Bet Semes: varios habitantes de aquel lugar
murieron por el trato poco reverente que dieron al objeto sagrado.
De allí fue trasladada a Gabaá. Luego Saúl la habría utilizado en la campaña contra los filisteos.
Posteriormente David con un acompañamiento solemne la habría trasladado a Sión. Sin embargo,
de camino a Sión había ocurrido un accidente: Uza, un encargado del arca, quiso sostenerla en un
momento de bamboleo y cayó muerto de repente. David atemorizado la dejó durante 03 meses en
casa de Obededom. Seguidamente, desde Sión la reliquia fue instalada en el majestuoso templo de
Salomón en tiempos de su reinado en Jerusalén.
Luego, desde que Nabucodonosor II, rey de Babilonia, invadió Jerusalén, destruyendo el templo y
saqueando todos los objetos valiosos del mismo, el arca previsoriamente fue llevada y colocada en
un lugar seguro y secreto antes de la invasión y posterior deportación de los judíos. Precisamente en ese tiempo de la destrucción del Templo- Jeremías es el profeta ungido responsable de hablar.
Según el registro de los Macabeos, Jeremías tomó el arca -lo cual representaba el trono de Diospara ocultarla en el Monte Nebo.
Símbolo de la presencia de Dios
El arca representó durante su existencia la presencia de Dios, quien prometió: “Allí ciertamente me
presentaré a ti, y hablaré contigo desde más arriba de la cubierta, desde entre los dos querubines
que están sobre el arca del testimonio”. “En una nube apareceré encima de la cubierta.” (Éx 25:22;
Le 16:2.) Samuel escribió que Yahveh ‘estaba sentado sobre los querubines’ (Sa 4:4), de ahí que
estos sirvieran como “la representación del carro” de Yahveh. (Cr 28:18.) Por lo tanto, “siempre que
Moisés entraba en la tienda de reunión para hablar con Yahveh, entonces oía la voz que conversaba
con él desde más arriba de la cubierta que estaba sobre el arca del testimonio, de entre los dos
querubines; y le hablaba”. (Nú 7:89.) Más tarde, Josué y el sumo sacerdote Finehás también
inquirieron de Yahveh delante del arca. (Jos 7:6-10; Jue 20:27, 28.) Solo al sumo sacerdote le estaba
permitido entrar en el Santísimo y ver el arca un día al año, aunque no con el propósito de
comunicarse con Yahveh, sino para llevar a cabo la ceremonia del Día de Expiación. (Le 16:2, 3, 13,
15, 17; Heb 9:7.)
La presencia de Yahveh representada por el arca resultó en que el pueblo de Israel disfrutase de
otras bendiciones. Cuando el pueblo levantaba el campamento, la costumbre era que el arca y la
nube de Yahveh fuesen delante. (Nú 10:33, 34.) Así, al tiempo de cruzar el Jordán, Yahveh detuvo el
caudal del río cuando los sacerdotes que llevaban el arca pisaron las aguas de la orilla, y de ese
modo se les permitió cruzar por el cauce seco. (Jos 3:1–4:18.) Asimismo, en la marcha alrededor de
Jericó, un contingente militar iba delante, seguido de siete sacerdotes que tocaban el cuerno; luego
iba el arca y por último, las fuerzas de retaguardia. (Jos 6:3-13.) La victoria alcanzada en Jericó
contrasta con la derrota que tiempo atrás habían experimentado, cuando un grupo de rebeldes
intentó temerariamente iniciar la ocupación de la Tierra Prometida, contraviniendo las
instrucciones divinas y sin que ni ‘el arca del pacto de Yahveh ni Moisés se hubiesen movido de en
medio del campamento’. (Nú 14:44, 45.) Hasta los filisteos, un pueblo enemigo, percibieron la
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presencia de Yahveh cuando el arca estuvo en el campo de batalla. Atemorizados, gritaron: “‘¡Dios
ha entrado en el campamento [de Israel]!’ […] ‘¡Ay de nosotros, porque una cosa como esta nunca
antes ha sucedido! ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos salvará de la mano de este majestuoso Dios? Este
es el Dios que fue golpeador de Egipto con toda suerte de matanza en el desierto’”. (Sa 4:6-8.).
La presencia de Yahveh siguió haciéndose manifiesta cuando los filisteos se apoderaron del arca y
se la llevaron a Asdod para colocarla junto a la imagen de Dagón. Aquella noche, la imagen de ese
dios cayó rostro a tierra; a la noche siguiente, la estatua cayó de nuevo delante del arca y quedó
con la cabeza y las palmas de las manos separadas del cuerpo. En el transcurso de los siete meses
siguientes, el arca fue pasando de una ciudad filistea a otra, y según pasaba, plagaba a los filisteos
con hemorroides, y dejó a Eqrón sumida en “una confusión mortífera”, hasta que finalmente fue
devuelta a Israel, junto con la ofrenda por la culpa requerida. (Sa 5:1–6:12.)
Representación del Dios Filisteo Dagón.
La relación del arca con la presencia de Yahveh exigía que se la tratase con el debido respeto y la
más alta consideración. Debido a esto, tanto al ponerse en marcha el arca como al posarse, Moisés
pronunciaba expresiones de alabanza a Yahveh. (Nú 10:35, 36.) Por otra parte, tal fue la impresión
que causó en el sumo sacerdote Elí oír que los filisteos se habían apoderado del arca, que perdió el
equilibrio, cayó de espaldas y se desnucó. Por el mismo motivo, cuando su nuera estaba en la
agonía de la muerte, dijo: “La gloria se ha ido de Israel al destierro, porque el arca del Dios
verdadero ha sido tomada”. (Sa 4:18-22.) Posteriormente, el rey Salomón afirmó: “Los lugares a los
que ha venido el arca de Yahveh son cosa santa”. (Cr 8:11.)
El arca no era un amuleto mágico, su sola presencia no garantizaba el éxito; más bien, las
bendiciones de Yahveh dependían de la condición espiritual y de la obediencia fiel de los que la
poseían. Por esta razón, los israelitas, acaudillados por Josué, sufrieron una derrota en Hai debido a
su infidelidad, a pesar de que el arca estaba en el campamento. (Jos 7:1-6.) De manera similar,
aunque los israelitas estaban confiados porque el arca se hallaba entre sus fuerzas de combate, los
filisteos mataron a 30.000 soldados de Israel y hasta se apoderaron de ella. (Sa 4:1-11.) La
recuperación del arca de manos de los filisteos fue una ocasión de gran regocijo, en la que se
ofrecieron sacrificios y se expresaron gracias, lo que no impidió que Yahveh ‘derribara al pueblo con
gran matanza’. ¿Por qué? “Porque habían mirado el arca de Yahveh”, una violación de su mandato
expreso. (Sa 6:11-21; Nú 4:6, 20.) No se sabe con exactitud cuántos murieron en esa ocasión. El
texto masorético dice: “De modo que derribó entre el pueblo a setenta hombres —cincuenta mil
hombres—”. Esta construcción tan ambigua hace pensar que la expresión “cincuenta mil hombres”
es una interpolación. La Versión Peshitta siriaca y una versión arábiga dicen que fueron derribados
“cinco mil setenta hombres”. El Targum de Jonatán relata: “Y él derribó a setenta hombres entre los
ancianos del pueblo, y a cincuenta mil entre la congregación”. La Versión de los Setenta dice que “él
derribó a setenta hombres entre ellos, y a cincuenta mil de los hombres”, mientras que Josefo
menciona solo a setenta hombres. (Antigüedades Judías, libro VI, cap. I, sec. 4.).
En cuanto a la existencia histórica del Arca de la Alianza, desde principios del siglo XXI se ha
producido un auténtico debate historiográfico para tratar de averiguar cuál fue la naturaleza de
este importante objeto de culto. Por una parte, los conocidos como historiadores minimalistas,
encabezados por los arqueólogos israelitas Finkelstein y Silberman, autores de La Biblia
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Desenterrada, rechazan la propia existencia de la reliquia, al negar, entre otras cosas, el carácter
histórico del Éxodo y buena parte de los hechos narrados en la Biblia sobre la Monarquía Unificada.
Por otra parte, autores más sensacionalistas como Graham Hancock, autor de Símbolo y Señal, se
alinean con los biblistas, que basándose en una interpretación demasiado literal del Antiguo
Testamento, la interpretan tal y como la describe el Libro Sagrado. Una postura intermedia la
representa el profesor español Javier Martínez-Pinna, autor de Operación trompetas de Jericó,
quien no parece dudar de la existencia histórica del Arca, después de estudiar el registro
arqueológico y descubrir artefactos con las mismas características, en el mismo contexto geográfico
y temporal del pueblo israelita a comienzos del primer milenio antes de Cristo.
Esoterismo del Arca de la Alianza

Los dos Querubines Alados
En cada extremo se alzaban dos querubines. Las alas de aquellos seres mágicos se tocaban para
formar el trono de Dios.
Con relación a estas misteriosas figuras, algunos biblistas relacionan el término KERUVIN con la
palabra acadia “KARIBU”; que según la iconografía oriental eran genios de figura semihumana o
semianimal que velaban a las puertas de los palacios.
Es cierto que los asirios hacían representaciones de criaturas aladas, especialmente de toros o
leones. Las encontramos entre los egipcios y también entre los hititas. El trono del rey de Hirán en
Biblos estaba soportado por dos criaturas de rostro humano, cuerpo de león y grandes alas. Pero en
realidad, nada se sabe del formato de los Querubines tallados en el propiciatorio. El historiador
Josefo nos dice:
“…y tenía dos figuras que los hebreos llamaban Querubines; y que son criaturas aladas, pero en su
forma nada parecida a ninguno de los seres contemplados por los hombres, y que Moisés asegura
haber visto en el trono de Dios”
Esta mención ambigua, nos muestra que las ideas que estaban en boga en el primer siglo y en la
época talmúdica se hallaban bastante divididas. La confusión parte lógicamente, porque ninguno de
los judíos de la era post-exílica y cristiana habían visto los utensilios originales, ni del Tabernáculo
mosaico, ni del edificio salomónico. Además las tradiciones del Antiguo Testamento nos silencian
muchos de los detalles que hoy intentamos reconstruir.
Después que los judíos regresaron del cautiverio en Babilonia, levantaron un segundo templo bajo
el mando del gobernador Zorobabel. Para entonces el Arca ya no estaba. Parte del mobiliario fue
repuesto, fueron modelados nuevos candelabros de siete trazos, conocidos como los Menorah.
Según el profeta Zacarías simbolizaban “los siete ojos de Dios” (Zac 4:10). La opinión de Josefo y de
Filón, era que representaban los siete días de la creación; parecer que se trasladó a los autores
midrásticos (Siglos l-II).
Uno de ellos, aparece grabado en la parte superior del Arco de Tito, que conmemora la destrucción
de Jerusalén en el año 70 EC. Al pie del Menorah, se puede hacer una observación interesante. Allí
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se estampan dos figuras híbridas enfrentadas, parecen que son leviatanes o serpientes mitológicas
hebreas. Según se pensaba eran mensajeros de Dios, cuya efigie coronaban el Arca de la Alianza.
Otra tradición talmúdica, cuenta que se prohibió las representaciones de dicha iconografía por
considerarlas idolátricas. Si bien, no se puede llegar a una conclusión definitiva, lo más probable es
que hayan sido figuras de aspecto humano. La excesiva tendencia al antropomorfismo que
caracterizó al culto temprano de Yahvé, nos hace realmente dudar que los querubines de la
cubierta se muestren como figuras grotescas hechas a imitación de monstruosas imágenes aladas
de otras naciones. Sumado a esto, la creciente necesidad de dicha etnia de mostrar una marcada
diferencia con la religión de sus contemporáneos.
¿Fueron objetos idolátricos propios de un culto primitivo? ¿Habrán sido una amenaza
contradictoria al característico monoteísmo hebreo? Hay quien ha visto en los querubines una
manifestación totémica, evocando las costumbres semitas de guardar los ídolos domésticos o
máscaras cúlticas en las arcas familiares. Sin embargo, no hay evidencia de ello, ya que el Decálogo,
que el Arca misma guardaba, prohibía expresamente cualquier representación física de Yahvé (Ex
20:4). Además, no estaban expuestas a los ojos del pueblo. Por lo tanto, no parece verosímil que
hayan sido utilizadas con ese propósito.
Su Ubicación y Contenido
En el interior del Arca se guardaban las dos tablas de piedra con los diez mandamientos mosaicos
(escritos por el dedo de dios), el maná en un jarrón de oro, la vara florecida de Aarón y un libro de
la ley.
El Arca de la Alianza simbolizaba la presencia de Dios. Poseía también el carácter de talismán en la
batalla, como en la conquista de Jericó. Era muy potente y debía ser envuelta en velos antes que la
levantaran. Sólo el sumo sacerdote podía acercarse al Arca misteriosa y resplandeciente, y
únicamente una vez al año, en el día de la expiación. Era tan sagrada el Arca que el sólo tocarla
ocasionaba la muerte inmediata. Luego de que los hebreos se establecieron en Canaán, el arca
permaneció en el tabernáculo en Silio. Luego estuvo en el Templo de Salomón. Y luego
desapareció…Hoy es una reliquia religiosa desaparecida, lo que mantiene vivo el interés por su
misterio tanto entre estudios de la Biblia como entre arqueólogos que desean hallarla para
demostrar definitivamente su existencia histórica.
Traspasando la pesada cortina de hilo azul, estampada con figuras de querubines de oro,
penetramos en el lugar más recóndito y santo del templo de los israelitas: el sanctasanctórum. Este
era un compartimiento de forma cúbica, cuyas medidas significaban perfección y simetría a grado
superlativo. Como tipo del cielo, morada de Yahvé, compartía el simbolismo de “centro”. En el
corazón del recinto se hallaba el artefacto más sagrado, la incontemplable y resplandeciente Arca
de la Alianza.
El Arca como Tipo de Salvación
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La totalidad de sus partes, contenía una altísima densidad simbólica. Sombra del trono de Dios, el
Arca era su estrado. Jehová sentado sobre los querubines en medio del campamento del antiguo
Israel, gobernaba y emitía su legislación, la Alianza.
Como elemento santo, fue el más completo tipo de salvación ante la condición de muerte que
padece la humanidad. En ella se conjugaba un mensaje ambivalente. Era como si estos espíritus que
coronaban el cofre tuvieran la facultad de dar muerte al pecador en cumplimiento de la sentencia
divina, como de permitir el acceso a la vida. Según el mito de origen, el jardín de Edén era como un
tabernáculo natural; contenía la provisión de vida eterna, representada en el árbol sagrado.
Cuando la primera pareja infligió la ley de Dios fueron exiliados del Jardín y condenados a muerte.
Querubines ardientes, con una espada de fuego, flanqueaban la entrada. Custodiando e camino al
Árbol de la Vida. Esto nos retrotrae a varios mitos en los que se hallan motivos de monstruos o
grifos vigilando y montando guardia frente a un árbol de la inmortalidad. El desafío es vencer a los
custodios. Hércules, para apoderarse de las manzanas de oro, debió reducir al dragón. No desde la
lucha heroica, ni desde la magia, sino desde la súplica y comprensión, Abel debe conquistar el
beneplácito de Dios. Debe comprar el acceso con su propia sangre o vida. Para que ello no ocurra
ofrece un valor equivalente, la sangre de un torillo sacrificial. Sólo pagando el precio se obtiene el
pasaje al árbol deseado. Si bien Jehová aceptó dicho acto consumiendo la ofrenda con una
aterradora llamarada que provenía desde la espada, el hecho de que Abel no obtuviera el paso
demostraba que el sacrificio o pago no era suficiente. La madera con la que estaba construida el
Arca, tiene su correspondencia en el Árbol de la Vida del que habla el mito. El propiciatorio, al
puente de entrada de Edén, lo que separaba lo divino de lo profano.
Durante
el
día
de
la
expiación,
el
Sumo
Sacerdote
en
representación
del pueblo, rociaba la sangre de un toro delante del Arca. Una vez del lado oriental y otra del lado
occidental de la cubierta, en símbolo de muerte y resurrección. Se pagaba con una vida (sangre
animal) por la vida que le correspondía dar a Israel. En cambio por el rescate se obtenía perdón por
el lapso de un año. El ritual fue reinterpretado en la literatura apocalíptica temprana. Ahora la
madera del Arca tenía una nueva correspondencia a escala mayor, al madero de Cristo y su
sacrificio, dado a cambio no sólo por los pecado de un pueblo sino abarcando a toda la humanidad.
El Arca no estaría en medio de Israel para siempre, su destino y significación aún encierran muchos
enigmas de orden histórico y religioso. El oráculo de Jeremías había predicho que llegaría un tiempo
en el que ya no habitaría en un templo terrestre (Jer. 3:16,17). Una vez cumplida su función típica,
sería una sombra que se proyectaría en una verdadera realidad. En una visión, Juan, el apostol,
contempla la Jerusalén Celestial y el verdadero templo de cristal. Sobre un trono relumbrante la
difusa figura como de un hombre, era la mismísima persona de Yahvé. En medio de densas nubes
se epifanizó el Arca: ” Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el Arca de la Alianza en
el Santuario, y se produjeron relámpagos y truenos”. (Apocalipsis: 19)-Nueva Biblia de Jerusalén.
Para la interpretación cristiana, su paradero era evidente. Dios mismo la hizo desaparecer para
transferirla a esferas celestes. ¿Será esto un símbolo de que el trono de Dios ya no regiría más
sobre la tierra? Pero más allá de la historia de Israel y de la teología cristiana, herméticos secretos
rodearon a este fabuloso artefacto de factura humana pero de diseño divino. ¿Qué reflexión
finalmente podemos hacer de él? El Arca fue parte del pasado religioso de un pueblo. Mientras el
historiador empírico y pragmático emprende su búsqueda bajo tierra, el creyente lo hace más
arriba de ella, en los cielos. Para él su destino es claro, ya no pertenece a este mundo. Símbolo del
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dios hebreo que mediatizó su presencia, seguirá impartiendo esperanza de redención a los que hoy
contemplan con fe el Arca de la Alianza.
El Arca y la Arqueología
El destino del Arca de la Alianza, representa uno de los grandes misterios de la historia y la
arqueología. Nadie sabe cuándo, ni en qué circunstancias desapareció.
La última referencia que dan las fuentes bíblicas nos llevan al año 642 aC., durante el reinado de
Josías de Judá. Ni en los anales testamentarios, ni en los registros de Nabucodonosor II, existe
mención alguna que haya sido llevada a Babilonia después de la destrucción de Jerusalén. Tampoco
que haya sido traída del exilio y colocada en el segundo templo o reemplazada por otra. Entonces,
¿qué pasó con el Arca? Examinemos algunas de las tantas respuestas que ha intentado darnos la
ciencia. Por mucho tiempo se pensó que el faraón Sisaq (conocido en los textos egipcios como
Sesonq 1 y fundador de la dinastía libia) era una posible respuesta. En el año 1~8 a C, invadió Judá
con una poderosa fuerza militar, capturó varias ciudades fortificadas y luego dirigió su atención
hacia Jerusalén.
El registro de 2 Crónicas 12:1-12, dice que Egipto despojó a la ciudad santa de sus tesoros, lo que
supone que Sisaq profanó el Templo. Esto ha llevado a los investigadores a pensar que el Arca fue
trasladada a lo que fue la antigua Libia, donde actualmente se encontraría sepultada. Pero dicha
suposición desconoce un elemento fundamental, que existe una mención de ella trescientos años
después en 2 Cro 34:8-35:19. Ahora si Sisaq penetró en el templo, ¿por qué no capturó el cofre?
¿Acaso había sido escondida en algún cuarto secreto?
Esta es la posibilidad que actualmente se está considerando, que esté:


Eenterrada bajo el monte Moría. Lamentablemente las excavaciones en el lugar son
prácticamente imposibles, debido a que allí se levanta un lugar sagrado para los musulmanes,
la cúpula de la Roca y la Mezquita de Al-Aqsa, construida a principios del siglo VII eC.
Otro lugar donde se dice que es posible que esté el Arca es en Etiopía. En la antiguedad
funcionaba el gran reino de Meroe. La línea real sólo era por vía materna y data del siglo VII
a.C., pero según la leyenda, el fundador de esa dinastía fue el mítico hijo de Salomón y la reina
de Saba. De ahí que la fe de muchos atestigüe que Etiopía es el actual depositario del cofre
sagrado, aunque sus antiguos habitantes no adoraban a Yahvé, sino a Amón e Isis.
El Enigma de la Reina de Saba
“Y vino a Jerusalén con un séquito muy grande, con camellos cargados de especias, y oro en
abundancia, y piedras preciosas; y cuando vino a Salomón, le expuso todo lo que su corazón tenía”.
Libro 1 Reyes 10.
Esta extraña reina, que llegó a Jerusalén cargada de presentes para el rey Salomón, también
aparece mencionada en el Corán; así como en el Kebra Nagast, que es el libro sagrado de Etiopía
donde se relata la historia de todos sus reyes.
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EL ARCA DE LA ALIANZA.
Hipotética Ubicación del Reino de Saba
En las escrituras sagradas etíopes se cuenta que la reina de Saba, conocida también por los
nombres de Makeda o Balkis, fue la primera soberana de aquel reino: un territorio lleno de jardines
y muy rico en oro, plata, piedras preciosas, especias, incienso y mirra.
Parece que no hay lugar a dudas sobre la existencia de los sabeos, antiguas tribus ampliamente
reseñadas en la historia, que se cree ocuparon, entre los siglos XII y X a.C., los territorios de las
actuales naciones Etiopía y Yemen.
El Kebra Nagast narra que la reina de Saba regresó de Jerusalén embarazada y tuvo un hijo al que
puso por nombre Menelik, que quiere decir el “hijo del sabio”, el cual, llegado el momento, asumió
la jefatura del reino como Menelik I.
Cuando el hijo de Makeda fue hombre, quiso conocer a su padre; como prueba de que era hijo de
Salomón llevó un anillo que éste le había regalado a su madre al partir, por lo fue recibido con
mucho afecto y tratado como un príncipe en Jerusalén.
Pero lo más sorprendente de lo que se encuentra escrito en los libros sagrados de Etiopía, es que
Salomón entregó a Menelik, antes de que éste regresara a su tierra, el Arca de la Alianza.
Los Templarios
El 25 de octubre de 2016 el Vaticano hizo público un documento que había permanecido oculto
durante 700 años y que revela la investigación oficial de la Iglesia sobre las actividades de los
Caballeros Templarios. Como consecuencia de sus actos, los templarios fueron encontrados
culpables en el 1306 por idolatría, blasfemia y herejía; con el castigo de disolver la orden. Se cree
que el papa Clemente V condenó a la Orden para hacerse con sus tesoros, gran parte de ellos del
templo de Jerusalén.
Según la leyenda, los templarios regresaron a Inglaterra en el siglo XII portando reliquias sagradas
de gran valor. Entre ellas se encontraría el Arca de la Alianza.
La falta de pruebas alimenta día a día el mito y creencias sobre el Arca de la Alianza, sus poderes
extraordinarios y su ubicación.
¿Existió realmente el Arca en tiempos bíblicos? ¿Qué extrañas circunstancias rodearon a su
desaparición? ¿Qué piensa la arqueología en estos últimos tiempos? y ¿Cuál es el simbolismo que
encierra?
En épocas antiguas, era costumbre entre los seminómadas que vagaban por la creciente fértil,
conservar dentro de ataúdes o arcones documentos importantes para la comunidad; ya sean títulos
de propiedades o ídolos familiares conocidos como “terafines”. Existen referencias, que otros
pueblos como los fenicios, arameos, acadios, árabes y egipcios usaran estas arcas con fines
domésticos o comunitarios.
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EL ARCA DE LA ALIANZA.
La originalidad del arca de los hebreos, radicaba en que contenía evidencia de los hechos de
redención de Dios. Era un memorial que hacía de archivo sagrado para la conservación de artículos
que servían de recordatorio o testimonio (Los diez mandamientos). Esto la convertía en un
artefacto religioso, ya que era un emblema del culto primitivo; un símbolo de la soberanía y de la
presencia divina.
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