CUESTIONES ACERCA DEL ESPACIO, por Aritz Martin Bosch (Derio, Bizkaia) El interés del presente artículo no va más allá del presentar una serie de cuestiones referentes al concepto de “espacio”, dejando para un artículo posterior aquéllas otras relativas al “tiempo”. Se trata de un conjunto de reflexiones que hemos desarrollado en el aula, a pesar de que la forma que adoptan aquí sean las de una reflexión más o menos personal. Creemos que el tratamiento dado pueda servir a otros educadores a la hora de acercarse a tal problemática, tan decisiva en ámbitos tan dispares como la metafísica, la astronomía, etc. INTRODUCCIÓN: Es, cuando menos, interesante comprobar cómo en ocasiones lo que nos resulta más difícil de explicar no se corresponde con lo que nos es más ajeno o distante, sino que, paradójicamente, trata de lo más cercano al sujeto que se ve obligado a responder. Dice el proverbio –cuyo origen desconocemos- que lo único que no somos capaces de observar es el interior de nuestro propio ojo. Podemos ordenar el mundo externo, propio de las percepciones y sensaciones, en función de un eje espacio–temporal, pero quizás no seamos capaces de dar una descripción precisa de lo que entendamos por espacio y por tiempo. Por otro lado, las diferentes aportaciones que ofrezcamos para dilucidar su contenido van a implicar una serie de consideraciones ideológicas o metafísicas encubiertas en la propia definición, dando lugar a equívocos irresolubles y a posiciones antagónicas en cada uno de los campos en los que la misma se quiera aplicar. La pregunta acerca de lo que es o entendemos por “espacio” –tema que trataremos en primer lugar- y por “tiempo” –que será analizado a continuación- puede responderse desde diferentes puntos de vista. Pero consideramos que quizás sea la Antropología y la Psicología quien nos pueda acercar más a los porqués de tales definiciones. Nuestro punto de partida, tras presentar algunas cuestiones referentes al tema, va a ser el intento de ofertar una definición precisa de lo que podamos entender por espacio–tiempo, o, más bien, recoger algunas de las definiciones y problemáticas clásicas e históricas en torno a tal cuestión. A continuación nos adentraremos en el “espacio” propio del individuo (Psicología) y de la especie, para centrarnos, más adelante, en las concepciones sociales (Antropología Social y Cultural), concluyendo con cuestiones referentes a las diferentes Ciencias Empíricas (Física y Astronomía). CUESTIONES REFERENTES AL ESPACIO: Abusando de un modo consciente, premeditado y pragmático de la benevolencia del lector o lectora de este escrito, nos vamos a permitir el derecho de formular varias cuestiones que consideramos de máximo interés para nuestra propia reflexión: ¿Qué es el espacio? ¿El espacio es, o lo inventamos? ¿Existe algo fuera de nuestra mente? ¿Podemos probar su existencia? En el caso afirmativo, ¿Cómo podemos probarlo? ¿Es, el espacio, idéntico para el homo sapiens sapiens y para el resto de la cadena evolutiva? ¿Qué queremos significar cuando afirmamos que el espacio se expande con el tiempo? Y, si somos capaces de entender lo anterior, ¿Qué queda fuera del mismo espacio? Y, ¿Hasta dónde se expande, desde cuándo, y qué pasará luego? Es más, si el espacio se expande, lógicamente deberá hacerlo a partir de un punto cero, más, ¿Qué había antes? Y ¿Qué forma tiene el espacio, puesto que se le supone un origen y una posición actual? ¿Puede, acaso, dividirse el espacio, y si es así, en cuantos segmentos? Como vemos, la cuestión acerca del espacio, algo tan cercano a nosotros, implica una serie de preguntas de difícil resolución. No es de extrañar, por tanto, que las respuestas que se den a tales cuestiones influyan en concepciones contrapuestas tanto en el campo de las Ciencias Naturales, cuanto en las especulativas. ALGUNAS DEFINICIONES Y PLANTEAMIENTOS: Posiblemente se deba a ARISTOTELES, el Estagirita fundador del Liceo, la definición más precisa que se ha ofrecido a lo largo del periodo clásico de la civilización grecoromana (periodo que abarcaría desde el siglo –VII hasta la Edad Media) acerca de lo que deba entenderse por “espacio”, y que, aún hoy en día, ha causado más de un problema tanto en Astronomía como en Ciencias afines. Aristóteles define el espacio como el lugar ocupado por alguna cosa, de manera que espacio y lugar quedan equiparados. Espacio y Lugar fungen lo mismo, son sinónimos, o, dicho de otro modo, “espacio” sólo es aplicable a “lugar” cuanto “lugar” lo es a “espacio”: Espacio es igual a espacio, como Lugar es igual a lugar. Cayendo, así, en un círculo vicioso, puesto que lo que definimos entra, de algún modo en la definición (A = A). La definición aristotélica de lo que entiende por “Espacio” ha tenido sus frutos, y sus contradicciones, en Astronomía, Astrofísica y Ciencias afines, dado que si por “Espacio” entendemos por el “lugar ocupado por una cosa”, y si ampliamos tal “cosa” a lo que hay. El “Espacio” debería corresponderse con “lo que hay”, o dicho de otro modo, fuera de “lo que hay o existe” no puede haber “espacio”. Este es el punto de partida de la cosmología moderna que, tras el universo estacionario de EINSTEIN, propone un modelo expansivo del mismo, que conlleva la ampliación del mismo desde un punto inicial (Big Bang) hasta un punto indefinido, que bien pudiera tratarse de una contracción universal (Big Bounce o Big Crunch, o bien expandirse ad infinituum). Más, tal punto de vista, a pesar de las opiniones de los científicos, nos retrotrae a la cuestión acerca del lugar que ocupa el propio “Espacio”: ¿Hemos de situar el Espacio lleno de cosas en un supraespacio vacío? Otra cuestión que surge inmediatamente se refiere al propio origen de tal Espacio, o del Big Bang, como se prefiera, optando actualmente los científicos por la propuesta de una Nada Inestable de difícil comprensión lógica y en la que nos adentraremos en otra ocasión. El caso es que de la Nada (inestable) surge algo (el Big Bang) que permite el estado actual de acontecimientos. Si ARISTOTELES intentó ofrecer una definición exacta sobre lo que entender por “Espacio” (y por “Tiempo”), a AGUSTÍN, el obispo de Hipona nacido en Tagaste, se le debe una formulación más humilde cuando dice que si se le pregunta lo que es (el Espacio o el Tiempo) no puede responder, más, si no se le pregunta sí lo sabe, dando a indicar que tales conceptos son tan cercanos al individuo que no es capaz de definirlos aunque sí sepa de qué se trata. La respuesta dada, no obstante, nos deja perplejos, puesto que no ofrece resolución positiva alguna: no podemos saber de qué se trata como no podemos observar el interior de nuestro propio ojo. Tras SAN AGUSTIN y la Escolástica, las Escuelas Filosóficas se vuelven a dividir en función de lo que entienden por “Espacio” y “Tiempo”, de manera que los Racionalistas, y sus derivados Idealistas, pretenderán que tanto uno como otro se deben a las estructuras innatas del pensamiento humano, mientras los empiristas defienden la existencia real, y por tanto espacio – temporal, de las cosas perceptibles. Será KANT, en el siglo XVIII, quien ofrezca una resolución plausible, aunando racionalismo y empirismo, al afirmar que tanto “Espacio” como “Tiempo” son “formas a priori de la sensibilidad humana”, de manera que ambas son necesarias (sin demostración y universales: a priori) para que cualquier percepción humana sea preceptiva. Mientras, el objeto pone lo que es en sí (el ser-en-sí), de tal forma que tanto el sujeto cuanto el objeto toman parte en el proceso perceptivo. Fuera quedará lo propio del sujeto (o subjetivo) en la percepción, e incluso lo no percibido (racionalmente), como la percepción subliminal desarrollada a partir de estudios postreros. Resumiendo, a partir de KANT, podemos decir, el Espacio (y el Tiempo) caen dentro del ámbito del sujeto que percibe: es subjetivo, o, dicho de otro modo, es una gafa a través de la cuál el sujeto sitúa los objetos o actividades. EL ESPACIO INDIVIDUAL: GILBERT DURAND nos llama la atención sobre la importancia que tuvo el bipedismo y la posición erguida del ser humano en su cambio de perspectiva, hasta el punto que su elevación sobre su planta, adquiriendo verticalidad en sus miras, hizo que el horizonte limitado propio de los mamíferos de menor estatura, se organizara en relación a un eje de coordenadas cartesianas en cuyo centro se situaría el propio individuo que percibe el entorno. Dicho de otro modo, G. DURAND nos propone que la posición erguida del homo sapiens sapiens es la que le ha permitido desarrollar las capacidades no sólo de organización del territorio, sino también de su mundo simbólico, en el que la cruz, cuyo centro ocupa uno mismo, es el arquetipo fundamental a través del cual el arriba y abajo, la izquierda y la derecha, el delante y el detrás toman sentido. Llegamos así a la conclusión de que realmente el Espacio debe ser algo diferente en cada una de las especies animales, e incluso en cada uno de los seres humanos, ya que la diferencia de altura existente entre unos y otros debería implicar, al menos de un modo genérico, un tipo de perspectiva distinto. Podemos pensar, al menos por el momento, que cada ser humano pueda tener su propio punto de vista, su propia perspectiva y, por lo tanto, su propia ordenación del territorio, o del espacio ocupado por cosas, más, ¿qué pensar de los invidentes? ¿Se puede explicar a un ciego lo que quienes más o menos aún podemos ver entendemos por perspectiva? ¿O más bien deberemos separar completamente ambos conceptos, el de punto de vista o perspectiva y el de percepción del espacio? Somos de la opinión de que esto último sería lo correcto, ya que una persona incapacitada visualmente no puede ser capaz –si lo es desde nacimiento- de comprender de un modo claro lo que es tal; no negamos que entienda los conceptos e incluso los utilice, sino que no puede hacerse la representación gráfica mental de lo que supone. Pero, entonces, ¿Cómo sueñan los ciegos? ¿Qué “ven” en sus sueños? ¿Qué tipo de sensaciones perciben? ¿Es, acaso, todo el Mundo plano, como dijeran los antiguos, por carecer de perspectiva? Estas son algunas de las preguntas que vamos, por el momento, a dejar en suspenso. Más, si el mundo del subconsciente ya es de por sí de difícil acceso en cualquier caso, y más en particular en el que nos atañe, no ocurre lo mismo con el mundo consciente de los invidentes. JOHN M. KENNEDY, en un excelente trabajo publicado en la revista Investigación y Ciencia1[1] nos muestra diferentes dibujos realizados por personas ciegas representando espacios, perfiles, movimientos, e incluso perspectivas, aunque de un modo diferente a como lo hace quien puede ver. Lo anterior nos lleva a la siguiente cuestión: cada especie percibe el mundo de un modo diferente, y, dentro de cada una de estas, cada individuo también lo hace de un modo diferenciado, entonces, ¿podemos extraer leyes generales de la percepción visual? Ante tal cuestión deberemos ofrecer dos respuestas en función del campo de consciencia o inconsciencia de que se trate, así, en el caso de la percepción visual consciente, psicólogos de las escuelas asociacionista, estructuralista y de la Gestalt han confirmado la existencia de leyes más o menos generales que explicarían incluso las ilusiones ópticas. Por lo que respecta a la percepción subjetiva e inconsciente de las mismas realidades espaciales y o vivenciales, los psicólogos también se han esforzado en hallarlas, más todavía no parecen haber llegado a conclusiones predictivas y determinantes. Existe, en este sentido, un campo abierto para la investigación en torno a la subjetividad del espacio que se ha visto influido, además, por las cuestiones referentes a la percepción subliminal. Otro terreno igualmente fructífero asociado al anterior es el relativo al marketing y la utilización de las grandes superficies, puesto que implica un análisis concienzudo acerca de las preferencias visuales, etc. de los usuarios de tales comercios. La psicología social, y su aplicación al mundo cotidiano y mercantil, adquiere así una relevancia primordial en lo que se refiere al estudio de la concepción social del espacio. Pero todavía queda otro tema en el que el Espacio es fundamental: se trata de la psicología clínica, y más concretamente nos referimos a los estudios realizados en torno a las posiciones relativas que adquieren diferentes personajes en una composición pictórica. El individuo, al solicitarle que realice un cierto tipo de dibujo, tiende a tomar la posición media o central en la hoja, de manera que cualquier desviación hacia arriba o hacia abajo, hacia la izquierda o hacia la derecha, puede – 1[1] KENNEDY, J. M., Así Dibujan los Ciegos, Rev. Investigación y Ciencia, Marzo-1997. que no siempre implica- algún tipo de desviación de la norma, o, lo que es lo mismo, algún tipo de dificultad, trastorno o síntoma de situaciones anómalas. Casos típicos son aquéllos en que el personaje central (el Ego) queda relegado a una esquina apartada del resto del grupo, etc., donde se podría sospechar la existencia de una situación angustiosa, de retraimiento, introversión, timidez, etc. mientras que un personaje central excesivamente resaltado pudiera ser expresión de lo contrario. Así pues, la posición que cada individuo tome dentro del dibujo (de la familia, del grupo de amigos...) puede indicar un estado de ánimo de quien lo realiza. Es más, aún cuando sólo deba aparecer un sujeto, su localización dentro de la hoja es, o puede ser, significativa del momento emocional por el que está pasando. El Espacio, entonces, es fundamental a la hora de estructurar nuestra propia mente, y variará conforme al mundo simbólico en que nos encontremos, y, de un modo más preciso, al estado de ánimo en que nos hallamos. También el Espacio, su concepción y su encarnación en el test del dibujo, puede indicarnos la vida social de cada individuo, no sólo por lo anteriormente dicho, sino también mediante la siguiente práctica: se solicita al “paciente” (entendido como persona que tiene la paciencia suficiente como para aguantar nuestras impertinencias) que dibuje su casa y su entorno con el mayor número de detalles posible (su casa, las calles, tiendas, plazas, fuentes, ayuntamiento, iglesias, estancos, puestos de policía, etc.), aunque sólo se le indica que sea lo más fiel posible con la realidad. Evidentemente, si le pedimos que haga lo mismo frente a un plano o un mapa la respuesta va a ser diferente, más, si se lo solicitamos de un modo memorístico podremos comprobar cuáles son los lugares que para él tienen mayor importancia, aquéllos en que realiza su vida. Así es como cada individuo percibe su entorno (familiar mediante el test de la familia; social en el test de representación del propio Yo y sus amistades; o cívico, al representar su vivienda dentro del conjunto urbanístico, etc.). En cualquiera de los casos enunciados más arriba podremos comprobar que el individuo tiende a ocupar un “centro” a partir del cuál desarrolla en resto de los elementos. La “centralidad”, la ocupación del Centro, parece ser, así, una característica propia del ser humano en su nivel más elemental, que varía en función del nivel cultural del mismo. EL CENTRO: A lo largo de lo expuesto anteriormente hemos tenido ocasión de comprobar cómo el Centro ocupa un lugar primordial a la hora de analizar la ordenación posterior de los objetos. No es de extrañar, por tanto, que los grupos humanos hayan optado por partir del mismo, que puede incluso ser múltiple, a fin de organizar su propio Mundo. El “mirarse al ombligo” parece ser la conclusión más racional a la hora de establecer nuestras relaciones con el entorno, y el antropocentrismo, geocentrismo (en tanto que nuestro planeta ha de ser el Centro del Universo), el etnocentrismo y otras visiones por el estilo encuentran aquí su razón de ser. Una vez más MIRCEA ELIADE2[2] es quien nos resalta la importancia que ha adquirido la posición central en las culturas tradicionales. No es cuestión de enumerar siquiera las citadas en dicha obra, pero sí, sin embargo, debemos ofrecer algunos ejemplos que aclaren lo que queremos indicar dando paso a nuevas preguntas. 2[2] ELIADE, M., El Mito del Eterno Retorno, Alianza, 1982. En la Grecia Clásica se creía, por ejemplo, que en Delfos se juntaron las palomas enviadas por Zeus desde los confines del universo, lugar en el que incubaron un huevo que dio lugar a la raza humana (griega). En Mesopotamia, con anterioridad, decidieron que cada ciudad era el Centro Universal, que unía los tres Mundos (el humano o central, el inframundo infernal, y el supramundo celeste). Entre los Judíos se considera el Golgota como el Centro del Mundo, lugar en el que muere Jesús el Cristo o Salvador. El Golgota, además, es el punto de unión entre las generaciones pretéritas y las actuales, ya que en dicho montículo, el Calvario, fue enterrada la calavera de Adán. Con la muerte de Jesus se establece un vínculo entre el inframundo, donde pasa tres días, el mundo “mundano” representado por su reencarnación, y el supramundo celestial al que accede tras su verdadera “muerte”. En otros pueblos también se parte de un Centro Simbólico a partir del cuál se estructura toda la realidad conocida. LOS MAPAS Si aplicamos el antropocentrismo al tema de la configuración de Mapas podremos comprender cómo éstos se han realizado siguiendo unas pautas muy determinadas. En el Mundo Clásico Occidental se le atribuye a ANAXIMANDRO DE MILETO, el discípulo de TALES, la creación de la primera cartografía, seguida de la de HECATEO, quien ponía a Grecia en el centro de la Tierra (conocida), hecho que, como hemos visto más arriba, no tiene por qué extrañarnos, ya que implica una posición privilegiada para el Pueblo que lo realiza. A continuación, los diferentes viajeros y cartógrafos fueron extendiendo cada vez más los límites de dicho Mundo, teniendo por costumbre el colocar en sus confines la leyenda “habitan monstruos” queriendo significar que el más allá era ignoto. Aunque en esta primera etapa en la confección de mapas ya se tiende a la división geométrica, no hay acuerdo sobre la posición que deba ocupar el Norte o el Sur geométrico ni, mucho menos, el magnético. No será hasta el siglo XV o XVI cuando los estudiosos e investigadores no se pongan de acuerdo en torno a cómo estructurar los mapas. Hasta el momento éstos se establecen a partir de la posición relativa del observador que los dicta. Ni el Norte se halla en la parte superior de la hoja, ni el Sur en la inferior. Cada viajero establece sus propias pautas a fin de orientar al siguiente en su búsqueda. Debemos a MERCATOR (1569) la creación de un mapa universal que localiza el Norte Geográfico en la parte superior de la lámina, mientras el Sur se encuentra en la inferior; lo que no es de ningún modo evidente, así como la utilización de la proyección cilíndrica en sus representaciones. Es interesante comprobar cómo la lectura de uno de estos mapas conlleva una ideología no aclarada. Si observamos un mapamundi clásico de proyección cilíndrica, que es el que más habitualmente encontramos en nuestros centros de enseñanza, comprobamos que el centro del mismo sigue estando ocupado por Europa y, más concretamente, por el Mediterráneo cual si del propio Ecuador se tratara. Es más, teniendo en cuenta que el sentido de lectura europeo va de izquierda a derecha y de arriba abajo, nos encontraremos privilegiando al denominado Primer Mundo (EE.UU., Canadá, Europa Occidental) relegando a un lugar más marginal –si cabe- al Tercer Mundo (Sudamérica, Africa, Asia). El etnocentrismo ha calado hondo también en la cartografía. Será PETERSEN quien, ya durante el siglo XX, denuncie tal ideología subyacente a la estructura gráfica de los mapas de proyección cilíndrica o de MERCATOR. El nuevo mapa procurará mantener en su lugar y extensión geográfica los diferentes países. Sin embargo las zonas polares, debido a la curvatura de la Tierra, se verán distorsionados, y aún se situará América a la izquierda del resto del Mundo. Un mapa que, utilizando la proyección de PETERSEN pusiera en el centro superior el Estrecho de Bering quizás nos hiciera reflexionar más sobre la importancia de las zonas más necesitadas del planeta. Antes de dar por terminada la cuestión acerca de la cartografía quisiéramos hacer notar dos cuestiones: ¿se han planteado ustedes si los mapas a pequeña escala se han realizado cuando estaba la marea alta o cuando estaba baja? Y, ¿Han pensado lo diferente que se ve desde el Espacio exterior los contornos continentales según sea de día o de noche? Si un extraterrestre viajara a la Tierra y llegara de noche, la idea que se hiciera de la misma tendría muy poco que ver con la realidad. ESPACIALIDAD Y MODUS VIVENDI Otra de las cuestiones que nos ha llamado la atención cuando nos hemos querido acercar a temas relacionados con el Espacio ha sido el hecho de que no sólo cada individuo percibe el mismo desde diferentes puntos de vista, tal y como se puede comprobar en los test psicológicos, sino que cada Pueblo puede llegar a tener un punto de vista particular al respecto. Podemos imaginarnos las diferentes concepciones espaciales que han de poseer gentes de tierra adentro y poblaciones asentadas en la costa de un país o continente. Para los primeros el océano carece de sentido, puesto que no entra a formar parte de sus experiencias más cotidianas; los segundos, por el contrario, notarán la carencia de éste si se asientan en ciudades o pueblos que carecen del mismo. Han de ser, por fuerza, dos concepciones diferentes, dos cosmovisiones, y dos modos de comprender la propia vida y las relaciones con los demás. Hace tiempo se nos propuso escribir un artículo que tratara sobre las danzas tradicionales vascas para el público japonés3[3]. El tipo de problema al que nos enfrentamos en aquélla ocasión no fue únicamente la de dar sentido a las diferentes coreografías, etc. sino más bien el intentar penetrar en la mente de una gente acostumbrada a vivir en una isla o una serie de islas interconectadas o no por líneas ferroviarias o de otro tipo. ¿Cómo hacer entender a un isleño lo que puede entender o vivir alguien, incluso de la costa, de un continente? Los parámetros difieren inevitablemente. Traemos a colación el caso japonés, por un lado por tratarse de una cultura isleña frente a otra continental, pero, y no es menos importante, por ser dos sociedades similares en ciertos sentidos y antípodas en otros. 3[3] En Annals of Foreign Studies, Vol. XLIII, Cultura Popular Vasca y Deporte, Kobe City University of Foreign Studies, 1998. Ver el artículo titulado Danzas Vascas. Supongamos el caso de una sociedad marítima del Mediterráneo y otra del Cantábrico. Evidentemente las diferencias surgen entre ambas y quizás, como realmente ocurre, las relaciones sociales y de parentesco puedan diferir (familia extensa en el Mediterráneo, mientras la vivienda y la tierra ocupa el lugar central en el Cantábrico); más, las relaciones que puedan establecerse con el entorno, o lo que es lo mismo, con su propio espacio, pueden no ser tan distantes: ambos orientan sus vidas hacia el mar, mientras tierra adentro deja de tener sentido. Pensemos ahora en una población isleña mediterránea y otra de la costa del Cantábrico. Evidentemente ambas poblaciones pueden, aunque no necesariamente, poseer cosmovisiones diferenciadas, ya que la primera se ve impelida a salir de la isla mientras la segunda puede todavía ir hacia adentro. En tercer lugar podemos plantearnos la cuestión acerca del cómo conciben el Espacio grupos sociales isleños alejados del continente y aquellos otros continentales. ¿Qué tipo de diferencias conceptuales pueden encontrarse? Antes, incluso, de responder a la pregunta anterior podemos formular otra, que ahondará más en la problemática que nos hemos propuesto. Entre las diferentes islas de Micronesia, cultura estudiada entre otras por la Doctora TERESA DEL VALLE, existen dos estructuras geográficas: las islas, propiamente dichas, que constituyen un continuo territorial, un bloque; y los atolones más o menos abiertos, con un lago interno al que accede la pesca, de manera que, conjeturamos, mientras los primeros, posiblemente conciban el mar como un ente dual, amigo en tanto que de él se adquiere el sustento, y enemigo ya que se “traga” a los marineros; en el segundo caso el mar abierto será entendido, pensamos, como enemigo más que como amigo, ya que es fuente de muerte más que de vida, al lograr los alimentos en el interior del propio atolón. Además, podemos incluso pensar que las relaciones sociales y de parentesco que se establezcan en ambos sistemas deban ser diferentes, y de hecho, al inquirir a la Doctora TERESA DEL VALLE al respecto, nos indicó en cierta ocasión que aquélla población originaria de atolones coralíferos, centrada en sí misma, al ser desplazada a islas grandes a fin de realizar las pruebas nucleares de las diferentes potencias, incrementó considerablemente el índice de suicidios, posiblemente debido a la incomprensión de las relaciones sociales que debían adoptar. Los recién llegados no entendían nada: su cosmovisión, orientara hacia el centro, ahora se desplazaba hacia el exterior, sus relaciones sociales comunales se volvían individualistas, su economía centrípeta se hacía centrífuga, etc. Quizás sea un ejemplo dramático de la incomprensión de ciertos Estados para con los habitantes de poblaciones minoritarias, pero tal y como lo hemos entendido lo exponemos. Los ejemplos que hemos citado nos muestran cómo el lugar de origen de un ser humano puede determinar en cierto sentido su propia concepción del Espacio. LA VIVIENDA Del mismo modo que el territorio puede marcar diferencias conceptuales acerca de lo que se entienda por Espacio, la propia vivienda y su construcción, creemos, puede establecer otro tanto. Veamos algunos ejemplos: Algunas poblaciones inuit acostumbran edificar sus viviendas de forma más o menos circular, constituyendo los conocidos igloo con un pasillo que les defiende de las ventiscas. Para estas sociedades, de familia limitada, de grupo social acotado, las relaciones sociales se establecen primariamente dentro de su propio círculo y ordenan todos sus enseres (familiares) según tal estructura. Otras sociedades también han adoptado la estructura circular para la construcción de viviendas, entre las cuales podemos citar las de los indígenas de algunas tribus pobladoras de la cuenca del Amazonas. En este caso la estructura circular puede referirse a grupos sociales locales en que las relaciones sexuales no son entendidas en el sentido occidental del término, es decir, donde la “familia” como tal –en la acepción occidental- quizás no exista. En el primer caso (el de los inuit) la familia cumple una función que en el segundo (por ejemplo los Yanomami o Yamonamo) pierde su sentido. En el caso de los inuit el núcleo es la familia, en el de los indígenas del Amazonas, lo es la tribu o grupo social al que se pertenece. Como cultura intermedia quizás podamos intercalar la celta, donde, junto a edificaciones circulares se encuentran también aquéllas de planta cuadrada. ¿Puede esto suponer un cambio de cosmovisión? Realmente no podemos dar una respuesta segura, pero, curiosamente la Cultura Celta la hallamos también como intermediaria entre las Mitologías Patriarcalistas y las Matriarcalistas. Por último, aunque no entendido de un modo lineal, encontramos la estructuras cuadriculadas en la construcción de los edificios. Los habitáculos clásicos en la Europa Occidental responden a tal estructura. En ella situamos nuestras pertenencias, hacemos economía del espacio y nos desenvolvemos habitualmente, pero, y no debemos olvidarlo, implican una ideología propia: la de las sociedades que ahorran en el espacio, las que priman los ejes cartesianos sobre la circularidad de otras sociedades diferentes, las que desarrollan conceptos de individualidad (familiar o personal) frente a la colectividad, etc. Hoy en día, sin embargo, existe una tendencia urbanística que favorece la sociabilidad mediante la creación de plazas públicas o zonas de recreo compartidas, o, al menos, así nos lo creemos. Más, ¿Puede el urbanismo poseer tanta influencia sobre la mentalidad del individuo? Vamos a dejar la cuestión en el aire por el momento. EL HABITAT: Como hemos visto, la posición dentro de un entorno climático puede condicionar el tipo de mentalidad o cosmovisión que a desarrollar por un individuo que habite zonas costeras o de interior, más, si apuramos un poco, dentro de cada uno de los terrenos en que hemos dividido la investigación pueden establecerse nuevas estructuras. Vamos a comenzar por el estudio de las edificaciones propias de los Pirineos. Encontramos la vivienda resguardada en las laderas de las montañas, hasta el punto de denominar tales vertientes de manera similar a como llamaríamos a las propias paredes del hogar: “horma”, como es el caso de “horma-artea” o entre paredes tal y como hallamos en los Pirineos navarros. La pared de la casa y la vertiente inclinada o perpendicular de la montaña parecen haber utilizado el mismo vocablo durante mucho tiempo. Tal relación ha dado lugar a una literatura tal que ha pretendido derivar las primeras construcciones habitables de las condiciones geográficas enunciadas. Más, aunque tengamos en consideración la posibilidad desarrollada más arriba, aún podemos comprobar, en el mismo Pirinéo, la construcción de poblaciones con bases diversas, algunas de las cuales presentan una planta circular, tal y como hemos desarrollado más arriba, mientras otras son cuadrangulares, y todo ello siendo partícipe de lo que se ha denominado como cultura Celta. Si bien no hemos de olvidar que los orígenes del Pueblo Celta, o Kelta, son aún desconocidos, aunque, curiosamente intermedio entre el Norte, indoeuropeo, fuente de divinidades masculinas dominadoras y guerreras, y el Sur, agrario y fervoroso de las Diosas de la Naturaleza y las cosechas como tendremos ocasión de comprobar. Así pues, podemos suponer de algún modo, el paso de vivir al raso a hacerlo en refugios naturales, como pudieran ser las cuevas -sobre las que volveremos más adelante- y los sobresalientes naturales que pudieran ofrecer piedras específicas propicias para el resguardo. De ahí, quizás, pasaron nuestros antepasados pirenaicos –y nos centramos únicamente en éstos por el momento- a construir edificaciones más permanentes, como las chabolas o casas de temporada, tal y como tenemos entendido que existen entre los ganaderos trashumantes astur-leoneses. Más adelante, aunque no podemos asegurarlo con certeza, el tipo de construcción de la vivienda se redujo al modelo cuadrangular, más propio de las organizaciones militares impositivas del Imperio Romano y sus edificaciones militares, relegando a un segundo plano aquéllas otras de planta circular o indistinta, que implicaban otro tipo de defensa diferente. Más, con la imposición de dicho criterio no sólo se daba pié a asumir la dependencia del imperio, sino que además se establecía, indirectamente, un modo de pensar completamente diferente del anterior. Si revisáramos la historia del occidente europeo, creemos, deberíamos tener en cuenta tales diferencias, ya que pudieran explicar la visceralidad de las luchas de varios Pueblos ante el dominio Romano, o quizás no. Lo cierto es que las edificaciones tradicionales, y hablamos del País Vasco o de la zona Pirenaica, como se prefiera, han acabado por optar generalmente por las construcciones geométricas de estructura o base cuadrangular. El caserío toma, por regla general, una base cuadrada sobre la que eleva sus paredes dando lugar a las “casas torre” tan abundantes en nuestra geografía y que se fueron estableciendo a lo largo de toda la Edad Media Europea. El mismo caserío adoptó igualmente tal estructura, que, al ampliarse según las necesidades de cada familia, buscó siempre una simetría: si el tronco central debía ampliarse, se hacía en primer lugar hacia un lado y luego hacia el otro, pero nunca dos veces hacia el mismo lugar. Más, el caserío no siempre ha sido suficiente para abarcar al conjunto social que debía albergar, dando lugar a la construcción de otras viviendas adyacentes, formándose así verdaderos pueblos, generalmente asociados a una iglesia, de manera que pasan a denominarse “anteiglesia” o poblaciones situadas junto o frente a la misma, teniendo privilegios diferenciados. Así, en el País Vasco, diferenciamos entre el bosque (baso) y sus pobladores (baserri: gente del campo o bosque, o caserío) y el pueblo (herri: pueblo o grupo local que posee calles, karrika o kaleak). El hecho de pertenecer o habitar en uno u otro grupo, en el caso del País Vasco, puede llegar a implicar la prevalencia o no en el ritual de difuntos. El propio caserío había establecido una serie de espacios propios para cada uno de los géneros, dejando al varón el externo al mismo, el cuidado de animales mayores, como son el caso de las vacas, caballos, etc., dejando a la mujer el cuidado y animales cercanos a la vivienda, gallinas, patos, conejos... huerta.... descendencia... etc. El espacio se divide, entonces, en virtud, también, del género. Si hemos dado una línea única en el desarrollo evolutivo de las poblaciones pirenaicas no es porque pensemos que la misma se dé de un modo unilineal, sino más bien porque pensamos que puede ofrecernos una visión más global del tema que tratamos. PUEBLOS Y CIUDADES El siguiente paso, entonces, se centraría en aquellas poblaciones ya instituidas como “pueblos”, que, establecidas en torno a una Iglesia, adquieren una forma peculiar. No es el momento, creemos, de adentrarnos en las diferentes maneras en que tales sociedades se han asentado. Y sí, sin embargo, en cómo lo han hecho cuando han querido crear o edificar ciudades. En este caso, por lo general y en el País Vasco, que es el que más conocemos, han optado por enclavar dos iglesias, una en cada extremo o límite que ha de ocupar la población, entre las cuales se edifica una muralla, de manera que la defensa militar e ideológica queda salvaguardada. Así y todo se establecen los “humilladeros” o cruces ante los que todo caminante deba postrarse a fin de reconocer, desde la población, que se trata de un “buen cristiano” y no de un “judío converso”. Con la creación de las ciudades propias de la Revolución Industrial los papeles propios de cada uno de los géneros varía ostensiblemente. La mujer entra a formar parte de las fuerzas productivas, abandonando las tareas propias del hogar, y aporta un sustento nada despreciable a la unidad familiar. El espacio femenino, relegado anteriormente a la casa y sus aledaños, pasa a ampliarse al terreno de la competitividad más abrupta y salvaje. Hombre y mujer se equiparan en trabajo, aunque no siempre en sueldo, y sus funciones se ven cada vez más imbricadas. Más, las urbes no se van construyendo sin ton ni son, sino que más bien van respondiendo a patrones previamente establecidos, aunque no especificados, dando lugar a barrios de chabolas, de gente acomodada, de funcionarios, etc. Así, a la hora de planificar la construcción de una gran ciudad, lo mismo que sucedía en la Edad Media en que se procuraba la defensa espiritual y militar de la misma, se incide en la defensa militar de ésta, de manera que los Cascos Viejos, o Zonas Viejas de las mismas se constituyen mediante calles angostas y entrelazadas, permitiendo la defensa más holgada a la población civil y militar del siglo XVIII – XIX y comienzos del XX. Las ciudades construidas a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, y más concretamente a partir de los levantamientos estudiantiles de finales de los 60, optaron por asfaltar las calles (frente al adoquinado anterior), y estructurar las ciudades de un modo cartesiano, es decir, cuadriculado, evitando las estructuras propias del régimen anterior, en el que los estudiantes y sus clases adyacentes podían adquirir no sólo adoquines sino también lugares defensivos apropiados. Las ciudades, a partir de entonces, se construyen de un modo cuadrangular. Las revueltas obreras del siglo pasado bien pudieron dar lugar a la reedificación de los Cascos Antiguos, evitando las calles angostas de difícil acceso para los nuevos carros de combate o de represión policial, las estudiantiles de la década de los 60, entonces, pudiera haber encontrado solución con la edificación de sus centros de enseñanza a las afueras del centro urbano. No creemos estar muy lejos de la intención de los promotores de la edificación de Universidades alejadas de las poblaciones civiles cuando pensamos que las mismas fueron ideadas en tales espacios a fin de que las revueltas estudiantiles, habituales a partir de la década de los 60, no pudieran extenderse más allá de los límites de su propio campus. El control de la población estudiantil, ahora apartada del centro urbano y, más concretamente de los núcleos obreros, es más fácil. Crear campus apartados del núcleo social no es, entonces, tan inocente como en primera instancia pudiera parecer. LAS PLAZAS Y LOS PUENTES: Tampoco los espacios comunes se hallan exentos de consideraciones ideológicas soterradas. Así, la doctora en Antropología TERESA DEL VALLE en cierta ocasión nos llamaba la atención sobre la división de género en la utilización de las plazas públicas, de tal manera que existen diferencias de percepción del propio espacio según se trate de un hijo o de una hija pequeña la que se pretenda “vigilar”. En el primer caso, el del varón, la plaza es el lugar de esparcimiento donde puede jugar a sus anchas, sin otros límites ajenos. Sin embargo, en el caso de tratarse de una niña el control es más férreo, sobre protegiéndola incluso al no dejarla alejarse de sus cuidadores. Si más arriba hemos tenido ocasión de ver cómo la plaza es un lugar masculino, frente a la casa, de ámbito femenino, ahora comprendemos que desde la más tierna infancia hemos ido relegando a la mujer a un lugar más retraído, más protegido, que la plaza en la que no sabemos qué pueda suceder. También el poblado se ha visto influido por las divisiones de género a nivel simbólico, tal y como lo indica MIRCEA ELIADE, correspondiendo a las figuras femeninas ciertas partes del mismo toda vez que en otras se hallan más figurillas asociadas a los varones. Otra cuestión que también nos ha llamado la atención acerca de la utilización de espacios comunes y el subconsciente es aquélla opinión que asume como menos conflictivo el lugar más iluminado, hasta el punto de sobrevalorar el número de bombillas o lámparas que deban ponerse por metro cuadrado. Estudios realizados en EE.UU. así lo indican: la gente piensa que contra mayor sea la iluminación de las calles más deberá descender el índice de criminalidad, algo que contrasta con los datos policiales. Existe un gasto inútil de iluminación en las ciudades, lo que se ha pretendido componer mediante las “farolas inteligentes” que se encienden en función del número de viandantes que se encuentre en sus aledaños. Por último, también las carreteras, los puentes, las vías ferroviarias de trazado ancho o estrecho y ciertas industrias se han ido construyendo siguiendo más unos criterios políticos que sociales objetivos. Autores como JACQUES ELLUL, LANGDON WINNER o JAVIER BUSTAMANTE han tratado estas cuestiones con gran profundidad, por lo que nos remitimos a sus obras respectivas a fin de no agotar la paciencia de los lectores. EL CASERIO VASCO: El caserío también se ha ido construyendo en función del clima, las necesidades económicas y los gustos artísticos de sus habitantes. La planta suele ser simétrica, de manera que, si se ven en la obligación de ampliar el habitáculo, se realiza en ambos sentidos, manteniendo la simetría inicial. Se puede constatar en general una diferencia estructural en virtud de la zona a la que se pertenezca, de manera que aquellas regiones con vertiente fluvial cantábrica optan por edificaciones más altas, a fin de mantener los animales y la cocina en el piso inferior, calentando así la vivienda, mientras que en los pisos superiores se encuentran las habitaciones y, por último, el lugar donde guardar los aperos y herramientas de trabajo. En la vertiente Mediterránea, por el contrario, las viviendas son más bajas, contando con una edificación aparte destinada al ganado e incluso otra para los cereales y cosechas. En ambos casos, sin embargo, las puertas y ventanas orientadas hacia el Sur, aquéllas que son más soleadas, son también más abiertas que las del norte, que en ocasiones desaparecen o son diminutas. Más, aunque la estructura propia de las edificaciones en sí es importante, cobra relevancia mayor el papel social que cumple la misma en la concepción del Espacio. Por un lado, y como curiosidad o paréntesis aparte en nuestra exposición, cuando la mujer entra a formar parte del caserío del marido ha de completar una serie de vueltas alrededor de la vivienda y dentro de la misma a fin de que sus genios congenien con la misma, o al menos así lo recoge J. M. DE BARANDIARAN. Por otro lado, y siguiendo al autor, la mujer encinta no puede abandonar el recinto –que llega a considerarse como sagrado- de manera que si tiene la necesidad de realizar alguna visita tomará una teja del tejado y se cubrirá con ella la cabeza, indicando así que aún se halla bajo techado; y el recién nacido, si muere, deberá ser enterrado bajo el alero del caserío, de forma que el agua (¿De San Juan?) caiga sobre su tumba y lo bendiga. No es, sin embargo, esto lo que por el momento nos interesa. Es, por el contrario, la relación establecida con la Muerte la que nos inquieta. Al morir el dueño de la vivienda, la mujer deberá notificárselo a la “primera puerta” o vecina contigua, aún antes que a los parientes cosanguíneos del difunto que hallan establecido su residencia en otros valles o localidades. El espacio, es entonces, quién establece el rango en las relaciones sociales, y no el parentesco. A continuación, un hombre irá a notificar el trágico suceso a las colmenas. Más adelante se extraerá el cuerpo del recinto siguiendo unas pautas determinadas, y se le trasladará en su momento a la iglesia. Pues bien, el camino que va desde la vivienda hasta el templo es tradicionalmente considerado como propiedad de la familia, con el derecho de paso correspondiente. ¿A qué se debe esto? LAS ERMITAS: Ya hemos tenido ocasión de observar cómo los diferentes templos han ido constituyendo otros tantos Centros del Mundo alrededor de los cuales se han elaborado leyendas fundacionales y construido edificaciones de diversa índole. Hay autores, como J. G. FRAZER, que opinan que fueron los bosques los primeros lugares de culto. No vamos a entrar en tales cuestiones. Pero lo que sí parece cierto es que la actividad social se ha visto por doquier necesitada de espacios específicos que les permitieran alejarse de sus actividades cotidianas. Así, las ermitas no sólo han cumplido el papel de ahuyentar a los espíritus perversos de religiones caducas, de manera que quizás fueron edificadas en las cumbres montañosas a fin de acometer su labor con mayor facilidad y extensión territorial, sino que, por el contrario, han sido utilizadas también con el fin de unir a las poblaciones alejadas por la propia montaña: existe una especie de principio en Antropología que afirma que mientras los ríos desunen o separan, puesto que el ganado no los atraviesa, las montañas unen y establecen lazos duraderos, toda vez que el ganado de un lado pasa al otro sin traba alguna. Esto, si es así, nos empuja a revisar el concepto de frontera y de límite, puesto que las primeras no podrán ser establecidas de un modo perenne en las cumbres montañosas, y sí en los ríos procelosos. Más, entonces, la ermita, más que desunir a los moradores de diversas poblaciones, como suele suceder a la hora de decidir a quién protege, también los aúna, pues les muestra el camino, la peregrinación, la advocación y la romería, para establecer relaciones sociales, sentimentales y amorosas. LAS IGLESIAS: Un estudio exhaustivo de los templos debería tratar no sólo el caso de las Iglesias cristianas, menos aún el de las católicas, y aún en menor medida las prácticas concretas establecidas en el País Vasco-Navarro, pero nuestros intereses pedagógicos se hallan en contradicción con tales visiones, y nos obligan a centrarnos en las cuestiones anteriormente citadas, dejando para posteriores estudios los casos particulares de otras regiones. La Iglesia ha ocupado tradicionalmente el punto Central en el culto de la comunidad, además, ha establecido el nexo primordial entre los tres niveles de realidad (CieloTierra-Infierno) de manera que, construyéndose sobre la Tierra, ha establecido mediante las catacumbas relación con el inframundo, y, por otra parte, ha sido el edificio más alto de cada población, significando así su unión celestial. Además, al menos en un principio, parecen responder a una simbología de tipo solar, estableciendo la ubicación del altar en función de unas coordenadas precisas asociadas al solsticio veraniego. LOS CAMPOSANTOS: Parece ser, tal y como hemos indicado más arriba, que los familiares fallecidos eran enterrados en el propio habitáculo del grupo social, práctica habitual entre los primeros cristianos que llegaron a tierras vascas, tal y como se atestigua en varias fosas cavadas en diferentes cavernas, y que puede rastrearse hasta el Hombre de Neanderthal. Con la construcción de viviendas refugiadas en las laderas de las montañas quizás se mantuvo la misma práctica, aunque hoy en día se duda que tuviera una significación religiosa centrada en la vida en el más allá. Los cadáveres encontrarían sepultura en la misma vivienda o sus aledaños. Más tarde, los cuerpos pasaron a encontrar su descanso definitivo en los templos, de forma que el camino que iba del hogar al mismo era considerado como una prolongación del terreno. Las lápidas y lechos mortuorios se establecían dentro de las iglesias, sobre los cuales asentaban sus reclinatorios los miembros de las familias. Tras la Revolución Francesa, sin embargo, pienso que se optó por extraer dichos cuerpos y acabar con tal práctica al considerarla insalubre. Los difuntos pasaron a ocupar lugares todavía protegidos por su fe y se crearon cementerios contiguos a los templos. Quizás podamos observar un paso posterior al alejar dichos emplazamientos de los lugares de culto frecuentados por los feligreses, edificando camposantos en los límites o lindes municipales. Posteriormente, la relación con los difuntos se ha alejado aún más, situándolos en otras poblaciones. Por último, la práctica de la incineración parece ser la más habitual o la que se va imponiendo sobre los rituales tradicionales. Un estudio en este sentido lo realizaron alumnas del Instituto Txorierri de Bachillerato, y fue publicado en La Caverna de Platón. De aquellos estudios podemos deducir que en las poblaciones más cercanas a la gran urbe que es Bilbo, tal y como pudiera ser Sondika, el hecho de que el templo e incluso el camposanto que se encontraba a su lado desapareciera y fuera trasladado a otro lugar con el fin de facilitar las obras de creación del aeropuerto no ha supuesto una quiebra social de ningún tipo. Sin embargo, cuanto más nos adentrábamos en el valle del Txorierri el abandono de los intereses mercantilistas a favor de la familia, primero, y del caserío, por último, daban que pensar sobre la variación de concepciones sociales, plasmadas en el terreno, de las poblaciones que las crearon. Trabajos comparativos que hemos realizado desde el mismo Instituto, ahora centrados en la utilización del euskara en base a los datos aportados por el EUSTAT nos han confirmado en nuestra sospecha inicial, a saber, que la cabeza de valle ha mantenido la cosmovisión tradicional hasta una época muy reciente, y que dichos cambios pueden observarse de un modo más o menos gradual conforme nos acercamos a la metrópoli. LOS DÓLMENES: Hasta el momento los Dólmenes han sido considerados de modo genérico, como construcciones megalíticas asociadas a rituales funerarios. Sin embargo no siempre se han hallado restos humanos enterrados o incinerados en su interior. Esto ha dado lugar a diferentes especulaciones, entre las que resaltamos las siguientes: Que realmente se trate de construcciones funerarias, lo que no descartamos a priori, pero que ponemos en duda toda vez que no siempre se han hallado huellas suficientes que lo confirmen. Que fueran estructuras asociadas a la ganadería, tales como chabolas u otras construcciones que permitieran establecer habitáculos a los pastores, algo que, si en ocasiones ha sido así, no explica la proliferación de tales edificaciones en lugares tan concretos. Que indicaran, por su orientación, algún punto relevante para la actividad económica en boga, como pudieran ser pasos, etc. Lo que no siempre parece corresponderse con la realidad. Por último, que estén orientados hacia un punto más lejano, como pudieran ser las estrellas, de forma que pudieran establecer el tiempo de cosecha o de subida del ganado a las montañas, etc. Cuestión que está aún en estudio. EL ESPACIO DE DANZA Otro de los espacios sagrados citados por MIRCEA ELIADE con insistencia es aquél que sirve para la realización de ceremonias y, más concretamente, las danzas. Estas, en opinión del ilustre historiador de las religiones rumano, debieron poseer un origen divino, puesto que tradicionalmente nada es realizado sin comprender tal devenir: todo lo que se hace lo es porque anteriormente otros hicieron igual hasta remontarnos al ser primigenio, y de ahí a la divinidad. No nos vamos a adentrar aquí y ahora ni en las diversas clasificaciones que se han dado de las coreografías, ni en sus significados, cuestiones que pueden ser analizadas más en profundidad siguiendo a autores como CURT SACHS, VIOLET ALFORD, LUCILE ARMSTRONG, JUAN IGNACIO IZTUETA, JUAN ANTONIO URBELTZ, etcétera, etcétera, etcétera. Sin embargo sí nos parece interesante reseñar cómo la escenificación de las mismas tienen algo que decir en virtud del espacio que cubren y desarrollan. En primer lugar nos podemos centrar en el lugar ocupado por los danzantes: la plaza del Pueblo, verdadero hervidero o corazón del grupo social, donde habitualmente se celebran las ferias, mercados y mercadillos, se cierran y conciertan negocios, etc. Más aún, es el Centro de ese Centro social donde se ejecutarán las exhibiciones. El grupo coreográfico encarna el Centro vivo de ese otro Centro social que es la Plaza, Centro geográfico, en innumerables ocasiones, del quehacer cotidiano. Más aún, al menos así parece ocurrir en el caso del País Vasco, que ha sido el que ha centrado nuestro interés, las danzas tradicionales parecen haber optado en su mayoría o bien por ocupar dicho Centro y desarrollarlo hacia los cuatro puntos cardinales, como es el caso de las danzas cerradas de varones con instrumento diverso (palos, bastones, espadas, arcos...), o bien han circulado en su derredor, como en las danzas circulares, que mantienen el Centro como punto de referencia primordial. Vuelve a aparecer el simbolismo del Centro y su importancia a nivel social, ahora encarnada en las coreografías. Antes de concluir con este apartado dedicado a las danzas quisiéramos resaltar otro dato curioso señalado por el propio CURT SACHS en el sentido de que aquéllas danzas que ejecutan sus movimientos siguiendo las agujas del reloj, coinciden en su desarrollo con el deambular del astro diurno en el Hemisferio Norte, de manera que puede considerarse que las mismas fueron creadas en honor al Sol, mientras aquéllas otras que lo hacen en sentido inverso, y por tanto, contrarias al sentido de las agujas del reloj, pueden ser interpretadas como lunares, ya que nuestro satélite, si bien sigue en su deambular al astro, día a día se encuentra cada vez más rezagada, por lo que su movimiento aparente le hace ir de derecha a izquierda. Curiosamente, en el País Vasco-Navarro únicamente existe una danza que claramente se ejecuta siguiendo las agujas del reloj (solar): la de Agurain celebrada durante el solsticio (fiesta solar) de verano; el resto parece más acorde con los rituales lunares y, por lo tanto, referidos a la Madre Tierra (recordemos que Mari, o sus diversas acepciones locales, es un ser femenino representante de la Naturaleza).