La función del teatro en “Un sueño realizado” de Juan Carlos Onetti: un destino planeado. Salma Valeria Bautista Verduzco Un sueño realizado ¿A quién no le gustaría cumplir sus sueños? Supongo que a todos les encantaría. Y es que a primera vista, el cuento de Juan Carlos Onetti, se ve muy prometedor. Como una de esas narraciones que te alegrarán la vida, que te darán un motivo para vivir, para perseguir lo que tanto quieres. “Un sueño realizado”. Hasta el nombre suena bonito. ¿Y cómo se podrían realizar nuestras fantasías? ¿Qué tal el teatro? Representar, hacer tangible lo que tanto anhelamos, recrear nuestras visiones. Incluso podríamos escoger y planear nuestra muerte: cómo, cuándo, dónde, con quién, por qué, etcétera. Hasta los detalles más insignificantes. ¿Genial? ¿Un poco perturbador? Pues de eso trata “Un sueño realizado” de Onetti, de planear tu destino. Es por eso que en el presente ensayo analizaré la función que desempeña el teatro dentro del cuento ya mencionado, tomando dicha arte como un símbolo, como un medio para planear la muerte del personaje femenino de la historia. Y a través del modelo de análisis simbólico con teoría sobre el teatro de Chevalier y Stanislavski nos adentraremos en las profundidades del texto literario de Juan Carlos Onetti para descubrir si es posible planear tu destino. El sueño de Onetti El escritor uruguayo Juan Carlos Onetti Borges (1909 - 1994) recurría mucho al uso de la ironía para su literatura, y este cuento no es la excepción. Y es que en su Diccionario de retórica y poética, Helena Beristáin (1995: 271) define la ironía como la figura literaria que “afecta a la lógica ordinaria de la expresión [ya que] consiste en oponer, para burlarse, el significado […], declarando una idea de tal modo que, por el tono, se pueda comprender otra, contraria.” Esto es que, en nuestro caso, al leer “Un sueño realizado” tenemos una visión positiva y tierna sobre lo que nos contará y nos imaginamos de todo, menos cuál es el sueño: la muerte. Hasta nos puede resultar inadecuado el título, pero no cabe duda de que fue completamente intencional y bien pensado. Es puramente irónico porque las personas, usualmente, desean ver sus sueños de vida cumplidos, no de deceso, ya que “La muerte designa el fin absoluto de algo positivo y vivo” (Chevalier y Gheerbrant, 1986: 731). Pero, antes de seguir, deberé contarles un poco sobre el cuento. El sueño y el teatro El señor Langman es un director de teatro insatisfecho de su trabajo ya que dice: Y yo me pasé todo ese montón de años aguantando tanta miserable gente, autores y actores y actrices y dueños de teatro y críticos de los diarios y la familia, los amigos y los amantes de todos ellos, todo ese tiempo perdiendo y ganando un dinero que Dios y yo sabíamos que era necesario que volviera a perder en la próxima temporada. (Onetti, 1997: 317). Pero cierto día se le presenta la oportunidad para irse a Buenos Aires, a donde fue su compañía luego de que quebraron. Se le presenta en forma de una mujer sin nombre. Una mujer que rondaba los cincuenta le pidió ayuda para una representación. Y después de muchos peros, Langman termina aceptando, aunque no está muy feliz. Es una obra de teatro basada en un sueño que ella tuvo y quiere recrearlo, y cuando lo logra, ella muere. Entonces, ¿realizó su sueño? Sí, porque “la muerte tiene […] varias significaciones. [Como, por ejemplo] Liberadora de las penas y las preocupaciones.” (Chevalier, op. cit: 732). Y es que además: Todo es un sueño que tuvo, ¿entiende? Pero la mayor locura está en que ella dice que ese sueño no tiene ningún significado para ella, que no conoce al hombre […], ni a la mujer […], ni vivió tampoco en [la] calle [esa] […] ¿Y por qué, entonces? Dice que mientras dormía y soñaba eso era feliz, pero no es feliz la palabra sino otra clase de cosa. Así que quiere verlo todo nuevamente. (Onetti, op. cit.: 327). Ella no sólo anhelaba sentir esa “felicidad”, sino que la necesitaba. Y para satisfacer ese afán recurrió al teatro. Y es que el teatro, en palabras de Chevalier: Representa el mundo. […] La propia expresión de las pasiones y el desarrollo de las situaciones lo liberan [al espectador] de lo que permanecía encerrado en él: se produce el fenómeno bien conocido de la catharsis. El espectador es purgado, purificado de aquello que lo esclavizaba. El teatro contribuye así a desanudar complejos. Este efecto se acrecienta en la medida en que el espectador desempeña el papel de actor y se implica en una situación dramática imaginaria. (op. cit.: 981-982). Ella al final logró recrear esa sensación, planeó su destino, sólo que no sabía cuál era porque, como el actor “pensa[ba] a cada instante solamente en la tarea, la acción, el sentimiento o la idea más próximos, sin tener relación con todo el conjunto ni con la perspectiva que desvela la obra.” (Stanislavski, 2009:220). Pero una parte suya lo supo desde el principio. Así también le pasó a Langman, que su inconsciente sabía que algo no estaba bien y ahora que recuerda se da cuenta de ello: No voy a decir que a la primera mirada […] yo adiviné lo que había adentro de la mujer […]. Pero había, sí, algo en la sonrisa de la mujer que me ponía nervioso […] aquel aire de jovencita de otro siglo que hubiera quedado dormida y despertara ahora un poco despeinada, apenas envejecida pero a punto de alcanzar su edad en cualquier momento, de golpe, y quebrarse allí en silencio, desmoronarse roída por el trabajo sigiloso de los días. Y la sonrisa era mala de mirar porque uno pensaba que frente a la ignorancia que mostraba la mujer del peligro de envejecimiento y muerte repentina en cuyos bordes estaba, aquella sonrisa sabía, o, por lo menos, los descubiertos dientecillos presentían, el repugnante fracaso que los amenazaba […] estaba loca […]. Olvidé que había algo con olor a estafa en todo aquello y una sensación de negocio normal y frecuente pudo dejarme enteramente tranquilo […] Pero fue entonces que, sin que yo me diera cuenta de lo que pasaba por completo, empecé a saber cosas y qué era aquello en que estábamos metidos, aunque nunca pude decirlo, tal como se sabe el alma de una persona y no sirven las palabras para explicarlo […] “No se da cuenta que está muerta […]”. Me quedé solo, encogido por el golpe, y […] comprendí qué era aquello, qué era lo que buscaba la mujer, lo que había estado buscando Blanes borracho la noche anterior en el escenario y parecía buscar todavía, yendo y viniendo con sus prisas de loco: lo comprendí todo claramente como si fuera una de esas cosas que se aprenden para siempre desde niño y no sirven después las palabras para explicar. (Onetti, op. cit.: 318, 319, 322, 324, 328, 330). La función del teatro En suma, el teatro tiene un efecto purificador y permite la eliminación de los males que aquejan a las personas y la realización de los sueños. Como es el caso de la susodicha mujer. A ella le permitió llegar a un nivel elevado de satisfacción, de hecho podría decirse que es el nivel más elevado que una persona puede alcanzar: el fin de las penas de este mundo. Cumplió su sueño, su sueño de obtener aquello que va más allá de la felicidad. Y tuvo, además, el privilegio de diseñar su fin pero sin preocuparse por los pormenores que pudieran arruinarlo. Ella sólo dijo cómo y así se hizo. Ella perseguía una meta y llegó. Fue en lo único que pensó y descansó hasta realizarlo. En consecuencia, creo que puedo decir, sin temor a equivocarme, que el teatro en particular, pero el arte en general, es un gran camino que nos guiará y nos ayudará a cumplir nuestros deseos. Porque permite una limpieza de adentro hacia afuera, un proceso pulidor y refinador, como un fuego purgatorio, para que al final podamos decir: yo tengo un sueño realizado. Bibliografía consultada Beristáin, H. (1995) Diccionario de retórica y poética (7ª ed.). México: Editorial Porrúa. Chevalier, J. y Gheerbrant, A. (1986). Diccionario de los símbolos. España: Editorial Herder. Onetti, Juan Carlos (1997). Un sueño realizado. En Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs (eds.), Antología del cuento triste (pp. 317-330). México: Alfaguara. Stanislavski, K. (2009). El trabajo del actor sobre sí mismo en el proceso creador de la encarnación. España: Alba Editorial.