El tema de la farsa en El Astillero, de Juan Carlos Onetti La radical operación de fingimiento que representa El astillero en la obra de J. C. Onetti, el imponente montaje fraudulento instalado por Jeremías Petrus y acreditado por Larsen, su gerente general -cuya compleja configuración se remonta a novelas anteriores, para alcanzar ahora el rol protagónico-, produce en estos y en otros personajes un nivel de comportamiento autoilusorio dentro de la ficción narrativa. El mismo, identificable en términos de mentira intersubjetivamente acordada y validada, es una de las manifestaciones del deseo de “convertirse en otro para sí mismo”, condición fundamental que atraviesa de una u otra forma el declinatorio ser de todo personaje onettiano. La desigual urgencia compensatoria que procuran las decisiones farsescas por parte del conjunto mayor de los personajes, quienes por su intermedio buscan un sentido a sus vidas, ofrece una dimensión existencial en la que coexiste una discontinua conciencia del fracaso, sea éste histórico o metafísico, al mismo tiempo que su resistencia mediante el recurso a una “oxidada” mitificación de la realidad. La enunciación novelesca consigue en el destino del personaje Gálvez (quien, por así decirlo, ahoga la farsa en las aguas del río) una inflexión discursiva que describe la intemperie del sentido que le da forma: el desplazamiento imaginario se fractura y el intolerable ideologema enunciativo sale a flote.