Diacronía del sufrimiento Cuando el olvido no cesa es la palabra la que ensalma. Mauricio Rojo. - “Corresponde al analista no empujar demasiado lejos un psicoanálisis de manera que cuando el analizante piensa que le es dichoso vivir, es suficiente”. J. Lacan. Conferencias en las Univ. Americanas No hay sufrimiento que no atraviese por la ausencia, de un vínculo u objeto en el sujeto aún y cuando este haya o no formado parte de su historia. Puntualizaré con mesura, que aún y cuando ese algo sea meramente especulativo (imaginativo) y se encuentre en el orden de la fantasía o narraciones que pueden o no ser “reales” para el individuo; dicha ausencia, tiene el poder de ausentar de la vida anímica/psíquica al sujeto. No es propio ser tan radical, en el hecho de que puede o no desconocerse, que bajo lo que uno padece se trate o no de instancias falsas, la experiencia y si en el caso de quien me lee, no me dejará mentir del todo, que lo que nos arroja, es que son las palabras no dichas, las que se anudan, aferran y se insertan de forma repetitiva en la voz de nuestro pensar; las que tiene el estatuto de encarnarse en la historia y cuerpo del sujeto. Es cuando el olvido no hace acto de presencia, donde el sufrimiento nos compromete como sujetos, bajo la óptica en la cual miramos o sentimos las palabras o imágenes de ese objeto u Otro que se instauran en nuestro ser, no nos es inevitable negar que toca, en orden del lenguaje algo, dicho padecer; porque al ser enunciado por un Otro algo, de cualquier índole, sus palabras contienen la suficiente carga de forma especulativa o de carácter en tanto verdadero (no del todo) para generar un compromiso sea conciente o inconciente con aquel que recibe el decir. Por qué, cuando uno desmenuza toda esa verborrea que pretendamos o no ignorar, las palabras me permitiré redactar, son cosa seria, puesto que hacen, deshacen, atan y desatan nuestro cuerpo. Ya Lacan tomando sus palabras, hablaba de lo caótico y las consecuencias que puede acarrear consigo, la enunciación de algo que trastoque el orden de la verdad. "Nada más temible que decir algo que podría ser verdad. Porque podría llegar a serlo del todo, si lo fuese, y Dios sabe lo que sucede cuando algo, por ser verdad, no puede ya volver a entrar en la duda".1 Cuidaré mi decir, porque en plena modernidad el sufrimiento se acompaña por la interrogante de la justificación del mismo, es decir, en forma de duda o pregunta. Y, las respuestas que se han atrevido a ofrecer las diversas terapéuticas o predicadores de la “verdad” se han jactado hoy lamentablemente de poseer el instituto de “veracidad Lacan, J., 2009. La dirección de la cura y los principios de su poder. In: J. Lacan, ed., Escritos 2, 3rd ed. México: Siglo XXI, P.587. 1 universal” del sufrimiento y más preocupante aún la “cura” misma para la universalidad/generalización de todo padecer. Como si el sufrimiento fuese general para cada individuo y la historia de cada uno, que la atraviesa como parlamento constitutivo de su singularidad, fuese arrojada en un plano especulativo de una bolsa con agujero dirigido a la poca importancia. Sin embargo, en algunos casos hablando con delicadeza, es la demanda del saber acerca del padecer que queda arraigada en el sujeto, que es víctima de su sufrimiento, demanda que no es satisfecha por las universidades médicas, psicológicas y que jamás será satisfecha incluso por el sujeto mismo, puesto que el saber sobre cualquier índole no es suficiente para querer dar cuenta de un “vivir ideal”, la vida sin placeres y sufrimientos solo pueden dar cuenta de ello, los no vivos. Estatuto que deja al descubierto, de forma gradual, que es no es necesario conocer un saber general o particular para sufrir, es ahí, donde la duda, se instala como forma de repetición en la cual merma y golpea la búsqueda por una verdad universal, que dé cuenta, al porqué del padecer, sin embargo como ya ha sido mencionado, falla desde el momento que ha sido enunciada. Prosiguiendo con el decir, es de ser un tanto lamentable que hoy en día, en plena modernidad y gozo de los hombres persigan una cientificidad universal y se enorgullezcan de avances milagroso vía las clasificaciones y evidencias empíricas. El discurso médico e incluso de forma lamentable el psicológico, se haya endeudado de forma vanagloriosa, con el deber de brindarle un estatuto biológico u orgánico a todo padecer; como si fuese un libro de generalidades, el que demanda o toca la puerta de un consultorio determinado acerca de un saber sobre el sufrimiento que le aqueja y anuda al sujeto. Sin embargo, los sufrimientos aquejados por el sujeto, poco arrojan de su relación secundaria con la anatomía u organicidad con el cuerpo. Es ahí, donde el saber psicologico y medico se ha encargado de descubrir de forma repetitiva hasta el cansancio lo ya descubierto, jactándose de forma tan tajante la relación primera de lo biológico con el padecer. Cuando, es la relación con la palabra encarnada, anudada, enroscada del Otro la que engloba lo orgánico, puesto que sin palabra no sería posible cualquier instancia relacional, las cuales son encargadas de la construcción y deconstrucción del cuerpo. Dejando un poco desempolvada, la iluminada vitalidad de los padeceres nos rodean y aquejan. Son aquellas demandas de sufrimiento, que se enganchan en las palabras atravesadas lanzadas por un Otro, cuya significación no tocada por la comprensión total, opera con voluntad propio las palabras enunciadas fuera del cuerpo del enunciante, llegando así de forma dispersa; es de tal índole, ilusorio pensar en un discurso continuo y razonado por el interlocutor y el receptor. Tomando de nuevo la idea, son las palabra no dichas o mal entendidas las causantes de forma inevitable de la opresión en la vida psíquica de cada individuo; somos cuerpos formados de palabras, palabras que han pasado por más de un individuo,cultura, cuya transitoriedad no podemos modificar o alterar, pues mantienen el estatuto de ser transindividuales. Es así, como presuponer una verdad de que lo enunciado llegará de forma plena y continua dejaría a la evidencia de que entonces no habría padeceres por causa de las palabras del otro. Y retomando las palabras de lacan sobre el decir inconsciente: El inconsciente es aquella parte del discurso concreto en cuanto transindividual que falta a la disposición del sujeto para restablecer la continuidad de su discurso consciente. Así desaparece la paradoja que presenta la noción del inconsciente, si se la refiere a una realidad individual.2 Dejamos poco a poco un descubierto a cerca de la iluminación, de que no es una Organicidad la que gobierna el padecer o peor aún, una generalidad de un manual que da cuenta de la “Verdad” que encubre el sufrimiento. Cuando es la cultura y las palabras del Otro, que aún y cuando la significación sea siempre fallida al ser escuchada por un sujeto, poseen y los padeceres lo comprueban, de tener el estatuto de avivar o llevar a lo inanimado la vida del sujeto. Existen y la medicina o psicología de forma despachante y poco encargada por el pasar de la historia devela, que hay cuerpos que no necesitan estar capturados y enganchados al dolor por algo visible o archivado en un saber de libros o manuales. Sufrimientos donde el sujeto grita las marcas del lenguaje del Otro, cuya vía de salida no se encuentran a veces en condición de apalabramiento y cuyo escape para enunciarse es gritado por la piel de los cuerpos, justo donde lo boca no alcanza a hacerse presente. Es justamente ahí, donde queda en evidencia que no existe, ni existirá un saber que englobe la universalidad en los padeceres o la vida misma. vía ética para la individualidad (Búsqueda y armadora del sujeto) - Lacan, J., 2009. Función y Campo de la palabra en psicoanálisis. In: J. Lacan, ed., Escritos 1, 3rd ed. México: Siglo XXI, P.251. 2