Subido por Sandra Caro

viacrucis

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Viacrucis
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Caballeros de la Virgen
Calle 75 Nº 11-87 — El Lago
Bogotá, D.C - Colombia
PBX: 594 8686
www.caballerosdelavirgen.org
email: [email protected]
1ª edición 95.000 ejemplares - Febrero del 2014
@ todos los derechos reservados
ISBN: 978-958-58298-0-0.
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¿Qué es el Vía Crucis?
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El “Vía Crucis” en latín, o “Camino de la Cruz”,
que también se le llama Vía Sacra o Estaciones de la
Cruz o Vía Dolorosa, se trata de un camino de oración que busca profundizar y meditar la Pasión de
Nuestro Señor Jesucristo en su camino al Calvario.
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El camino se representa con una serie de imágenes de la Pasión o “Estaciones” correspondientes
a incidentes particulares que Nuestro Señor padeció
por nuestra salvación. Las estaciones generalmente
se colocan en intervalos en las paredes de la iglesia o
en lugares reservados para la oración. Los santuarios,
casas de retiros y otros lugares de oración suelen tener las estaciones en un terreno cercano.
La erección y uso de las Estaciones se generalizaron al final del siglo XVII. Al principio el número de
Estaciones variaba pero finalmente quedó en catorce.
La costumbre de rezar el Vía Crucis posiblemente comenzó en Jerusalén. Ciertos lugares de La
Vía Dolorosa (aunque no se llamó así antes del siglo
XVI), fueron reverentemente marcados desde los primeros siglos. Hacer allí las Estaciones de la Cruz, se
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Viacrucis
convirtió en la meta de muchos peregrinos desde la
época del emperador Constantino (Siglo IV).
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La finalidad de las Estaciones es ayudarnos a
unirnos a Nuestro Señor haciendo una peregrinación
espiritual a la Tierra Santa, a los momentos mas señalados de su Pasión y muerte redentora. Pasamos de
Estación en Estación meditando ciertas oraciones. Varios santos, entre ellos San Alfonso María de Ligorio,
Doctor de la Iglesia, han escrito meditaciones para
cada estación. También podemos añadir las nuestras.
Es tradición, mientras se pasa de una estación a la
otra, cantar una estrofa del "Stabat Mater" o algún
canto popular que manifieste el pedido de perdón por
nuestros pecados.
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Nada mejor que meditar los misterios de la Pasión del Señor, para despertar en nuestros corazones
sentimientos nobles y convicciones sólidas que fortalezcan la vida cristiana, imitando así al modelo divino que padeció, murió y resucitó por nosotros. Él nos
antecedió en la misma vía que todos debemos trillar:
las pruebas, la muerte y la resurrección.
Que el Señor muerto y resucitado, por intercesión de la Madre de los Dolores, nos dé la gracia de
una verdadera conversión, es decir, un empeño consecuente de evitar el pecado y de buscar en todo la
gloria de Dios y el bien del prójimo.
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Oración Inicial
“Sin mí, nada pueden hacer” (Jn 15, 5).
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Oh Jesús mío, me preparo en este momento para
acompañarte en tu Vía Crucis. En él voy a encontrarte llagado, sin fuerzas y ensangrentado: “Pero yo soy
un gusano, no un hombre; el oprobio de los hombres
y el deshecho del pueblo” (Sl 22, 7). Es esa la fuerte expresión que utiliza la Escritura al referirse a tu
Pasión.
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Figura tan diferente de la que contemplaron los
Apóstoles en el Tabor, o caminando sobre las aguas,
o curando a los enfermos. En este camino hacia la
Cruz veré estampadas la fealdad, la maldad de mis
pecados y la profunda misericordia del Señor. ¡Ah,
Señor Jesús, perdón! Comienzo pidiéndote perdón
por tanta miseria y por la enorme culpa que tengo en
tus tormentos.
Para eso te pido la intercesión de la Virgen Dolorosa. Que ella me cubra con su maternal manto,
auxiliándome a unirme a ti y también a abrazar mi
cruz. Así sea.
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Primera Estación:
Jesús es condenado a muerte
+ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Que por
tu santa Cruz redimiste al mundo.
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“Pilato continuó: «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?». Todos respondieron: «¡Que sea
crucificado!». El insistió: «¿Qué mal ha hecho?».
Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: «¡Que sea
crucificado!».” (Mt 27, 22-23)
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Breve reflexión:
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Considera cómo Jesús, después de haber sido
azotado y coronado de espinas, fue injustamente sentenciado por Pilato a morir crucificado.
Mi adorado Jesús: más que Pilato, fueron mis pecados los que te sentenciaron a muerte. Perdón por
todos ellos, te agradezco por tu misericordia, ayúdame con tu gracia a no volver a pecar.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
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Birmingham
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Segunda Estación:
Jesús carga con la Cruz
+ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Que por
tu santa Cruz redimiste al mundo.
“Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en
hebreo «Gólgota».” (Jn, 19, 17)
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Gustavo Kralj,
Considera cómo Jesús, recorriendo este camino
con la cruz a cuestas, pensaba en tí y ofrecía a su Padre por tí la muerte que iba a padecer.
Amabilísimo Jesús: quiero abrazar, hasta el fin de
mis días, todas las tribulaciones que me tienes destinadas. Te ruego, por los méritos de la pena que sufriste en este paso de la Pasión, me ayudes a llevar mi
cruz con ánimo, paciencia y resignación.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
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Breve reflexión:
Cadavid
Catedral
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Madrid,
España
Gustavo
Kralj,
Juan Pablo
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Tercera Estación:
Jesús cae por primera vez
+ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Que por
tu santa Cruz redimiste al mundo.
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“Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el Señor hizo
recaer sobre Él las iniquidades de todos nosotros”.
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Breve reflexión:
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(Is 53, 6)
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Considera esta primera caída de Jesús debajo de
la cruz. Sus carnes estaban despedazadas por los azotes, su cabeza coronada de espinas, y había derramado mucha sangre, por lo cual estaba tan débil, que
apenas podía caminar. Mientras llevaba aquel enorme peso sobre sus hombros, los soldados le empujaban; de modo que muchas veces cayó en este camino.
Amado Jesús mío: más que el peso de la cruz,
son mis pecados los que te hicieron sufrir tantas penas. Por los méritos de esta primera caída, líbrame de
caer en pecado mortal.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
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Cuarta Estación:
Jesús encuentra a su Madre
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Que por tu
santa Cruz redimiste al mundo.
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“Simeón, después de bendecirlos, dijo a María,
la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará
el corazón. Así se manifestarán claramente los
pensamientos íntimos de muchos».” (Lc 2, 34-35))
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Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
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Considera el encuentro del Hijo con su Madre en
este doloroso camino. Se miraron mutuamente Jesús
y María, y sus miradas fueron otras tantas flechas que
traspasaron sus amantes corazones.
Jesús mío: por el dolor, y también por el consuelo que sentiste al encontrar la mirada compasiva de tu
madre, te pido ser siempre motivo de consuelo y alegría
para ti. Y tú, madre dolorosa, alcánzame con tu intercesión, una continua y amorosa memoria de la Pasión de
tu Hijo.
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Breve reflexión:
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Quinta Estación:
Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la Cruz
+ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Que por
tu santa Cruz redimiste al mundo.
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“Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón
de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la
cruz, para que la llevara detrás de Jesús”. (Lc 23, 26)
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Considera cómo los verdugos, al ver que Jesús
iba desfalleciendo cada vez más, temieron que se les
muriese en el camino y, como deseaban verle morir
infamado en la cruz, obligaron a Simón de Cirene a
que le ayudara a llevar la cruz.
Dulce Jesús mío: no quiero rehusar la cruz, quiero llevarla contigo, quiero ayudarte a llevarla como
lo hizo el Cirineo. Lo haré sobrellevando digna, virtuosa y cristianamente los deberes que mi estado de
vida me exigen.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
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Sexta Estación:
La Verónica enjuga el rostro de Jesús
+ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Que por tu
santa Cruz redimiste al mundo.
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Breve reflexión:
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“Sin forma ni hermosura que atrajera nuestras miradas, sin un aspecto que pudiera agradarnos. Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores
y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se
aparta el rostro”. (Is 53, 2-3)
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Una santa mujer llamada Verónica, al ver a Jesús
tan fatigado y con el rostro bañado en sudor y sangre,
quiso consolarlo ofreciéndole el lienzo que tenía en sus
manos. Jesús, aceptándolo, limpió con él su divino rostro dejándolo estampado en el lienzo.
Amado Jesús mío: en otro tiempo vuestro rostro
era hermoso, pero en esta vía dolorosa fue perdiendo su
hermosura por causa de las heridas y la sangre que lo
han desfigurado. ¡Ah Señor mío!, también mi alma fue
hermosa cuando recibió tu gracia en el Bautismo, mas
yo tal vez la haya desfigurado con mis pecados. ¡Oh Redentor mío!, solo tú puedes restituirle con tu perdón y
tu divina gracia, su belleza pasada: hazlo por tu Pasión
y por los ruegos de tu Santísima Madre.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
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Séptima Estación:
Jesús cae por segunda vez
+ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Que por
tu santa Cruz redimiste al mundo.
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“Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera
abría su boca: como un cordero llevado al matadero,
como una oveja muda ante el que la esquila, él no
abría su boca”. (Is 53,7)
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Breve reflexión:
Considera la segunda caída de Jesús debajo de la
cruz, en la cual se le renueva el dolor de las heridas de
su cabeza coronada de espinas y de todo su cuerpo.
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Mi adorado Jesús. ¡Tu que tantas veces me has
perdonado, y yo he vuelto a caer y a ofenderte! Ayúdame a no desanimar cuando me vea caído por tierra,
agobiado por mis pecados o por las dificultades de la
vida. En este paso de tu Pasión me enseñas a pedir
fuerzas cuando haya caído y a levantarme una vez
más. Sé que tu gracia y ayuda nunca me faltarán.
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Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
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Octava Estación:
Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén
+ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Que por
tu santa Cruz redimiste al mundo.
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“Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por Él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les
dijo: «¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren
más bien por ustedes y por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá: “¡Felices las estériles,
felices los senos que no concibieron y los pechos que
no amamantaron!”. Entonces se dirá a las montañas:
“¡Caigan sobre nosotros!”, y a los cerros: “¡Sepúltennos!”. Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será
de la leña seca?».” (Lc 23, 27-31)
Breve reflexión:
Considera cómo algunas mujeres, viendo a Jesús
en tan lastimoso estado, lloraban de compasión; pero
Jesús les dijo: no lloréis por mí, sino por vuestros
hijos.
Jesús mío: lloro afligido por las faltas con que te
he ofendido y por los castigos que me han merecido,
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pero mucho más por el disgusto que te he producido,
aún sabiendo lo mucho que me amas. No es tanto el
miedo del infierno el que me hace llorar mis pecados,
sino el infinito amor que me tienes.
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Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
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Novena Estación:
Jesús cae por tercera vez
+ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Que por
tu santa Cruz redimiste al mundo.
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Breve reflexión:
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“El fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da
la paz recayó sobre Él y por sus heridas hemos sido
curados”. (Is 53, 5)
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Considera la tercera caída de Jesucristo. Extrema
era su debilidad y excesiva la crueldad de los verdugos que querían hacerle apresurar el paso, cuando
apenas le quedaba aliento para moverse.
Jesús mío: por los méritos de la debilidad que
quisiste padecer camino al Calvario, te ruego la gracia de levantarme siempre que haya caído, desfallecido bajo el peso de mi cruz. Te pido la gracia de
seguir mi camino con ánimo y confianza, pues sé que
me acompañas con tu mirada, me asiste tu amor y
protección.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
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Décima Estación:
Jesús es despojado de sus vestiduras
+ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Que por
tu santa Cruz redimiste al mundo.
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“Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes,
una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como
no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza
de arriba abajo, se dijeron entre sí: «No la rompamos.
Vamos a sortearla, para ver a quién le toca.» Así se
cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica”. (Jn 19, 23-24)
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Breve reflexión:
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Considera cómo al ser despojado Jesús de sus
vestiduras por los verdugos, estando la túnica interior
pegada a las carnes desolladas por los azotes, le arrancaron también con ella la piel de su sagrado cuerpo.
Sintamos compasión del Señor y digamos: Inocente Jesús mío, por los méritos del dolor que entonces
sufriste, ayúdame a desprenderme de todos los afectos
y cosas que me separan de tí. Que pueda yo poner todo
mi amor en tí, que tan digno eres de ser amado.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
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Décima Primera Estación:
Jesús es clavado en la Cruz
+ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Que por tu
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“Cuando llegaron al lugar llamado «Calvario», lo
crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».” (Lc 23, 33-34)
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Breve reflexión:
Considera cómo Jesús, tendido sobre la cruz, alarga
sus manos y ofrece al Eterno Padre el sacrificio de su
vida por nuestra salvación. Le enclavan aquellos bárbaros verdugos y después levantan la cruz en alto, dejándole morir de dolor, sobre aquel patíbulo infame.
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¡Oh Jesús mío!, estás clavado en la Cruz. Es la
Cruz redentora, vencedora del demonio, de la muerte y
del pecado. Desde ese momento, esa Cruz será para el
mundo el símbolo de vuestra victoria, y en ella quiero
ver siempre la señal del perdón y el fundamento de mi
confianza, pues fue por mí que en ella te dejaste clavar.
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Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
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Décima Segunda Estación:
Jesús muere en la Cruz
+ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Que por tu
santa Cruz redimiste al mundo.
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Breve reflexión:
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“Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la
oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde.
El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con
un grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo
mi espíritu». Y diciendo esto, expiró”. (Lc 23, 44-46)
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Considera cómo Jesús, después de tres horas de
agonía, consumido de dolores, inclina la cabeza y expira en la cruz.
¡Jesús mío, beso con ternura esa cruz en la que yaces muerto por mí! Ya no temeré la muerte, pues tú me
enseñaste a morir aceptando mansa y confiadamente la
voluntad del Padre. Tú me has precedido en ese camino que un día yo y todos recorreremos. Por los méritos
de tu muerte, concédeme la gracia de llegar al fin de
mis días abrazado a tus pies y que lleno de confianza
en tu amor y perdón, en vuestras manos encomiende
mi alma.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
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Décima Tercera Estación:
Jesús es bajado de la Cruz
+ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Que por
tu santa Cruz redimiste al mundo.
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“Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, que había disentido
con las decisiones y actitudes de los demás. Era de
Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de
Dios. Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Y lo bajó de la cruz”. (Lc 23, 50-53)
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Breve reflexión:
Considera cómo, habiendo expirado ya el Señor,
le bajaron de la cruz dos de sus discípulos, José de
Arimatea y Nicodemo, y le depositaron en los brazos
de su afligida Madre, que le recibió con ternura y le
estrechó contra su pecho.
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¡Oh Madre afligida!, por el divino Hijo que tienes en tus brazos, pídele a Él por mí, por mis familiares, por todos los hombres, para que seamos fieles a
las gracias que nos consiguió con su Pasión, para que
de esa manera lleguemos a la santidad y después de
nuestra muerte, al cielo.
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Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
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Décima Cuarta Estación:
Jesús es colocado en el sepulcro
+ Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Que por
tu santa Cruz redimiste al mundo.
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Breve reflexión:
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“Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en
una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo
que se había hecho cavar en la roca. Después hizo
rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se
fue”. (Mt 27, 59-60)
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Considera cómo los discípulos llevaron a enterrar a Jesús, acompañándole también su Santísima
Madre, que le depositó en el sepulcro con sus propias
manos. Después cerraron la puerta del sepulcro y se
retiraron.
¡Oh María Santísima!, llena mi alma de una confianza inquebrantable en la victoria de Jesús y desde
ahora, sé que nada debo temer, pues el Rey de la Gloria murió por mí, es mi padre, está siempre conmigo
y su victoria es mi victoria.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria.
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