TALLER DE LITERATURA EL ROMANTICISMO INTRODUCCIÓN La literatura del período Romántico comprende desde 1790 a 1830. Después de la Ilustración que privilegió la razón y la búsqueda de la verdad, el Romanticismo llegó cargado de ideas de libertad y con la misión de mantener al hombre, consecuente con sus contradicciones. La palabra romántico como "semejante al romance", se usó inicialmente para referirse en forma despectiva, a la novela de caballerías que estaba de moda en La época. La Revolución industrial con sus efectos deshumanizadores, motivó la reacción contraria produciendo la conciencia romántica que propuso esperar la llegada de un tiempo en el que el hombre tuviera un lugar más importante en la sociedad. El nuevo criterio de belleza y verdad es aquel que proviene del corazón; leer a los románticos significa encontrar un alma que puede - hacernos comprender la propia. La producción romántica es un espejo en el que todos los seres humanos podemos vernos reflejados porque proviene del sentimiento de otro yo semejante. Hada la mitad del siglo XIX, el Romanticismo da muestras de agotamiento y permite el paso a otros movimientos que, tal como sucede con los períodos históricos, son sucedidos por unos de corte opuesto. CONCEPTO DE SU LITERATURA El Romanticismo es un movimiento cultural y político originado en Alemania y en el Reino Unido a finales del siglo XVIII como una reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Clasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Su característica fundamental es la ruptura con la tradición clasicista basada en un conjunto de reglas invariables. La libertad auténtica es su búsqueda constante, por eso es que su rasgo revolucionario es incuestionable. Debido a que el romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo, es que se presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla; incluso dentro de una misma nación se desarrollan distintas tendencias proyectándose también en todas las artes. Se desarrolló en la primera mitad del siglo XIX, extendiéndose desde Inglaterra a Alemania hasta llegar a países como Francia, Italia, Argentina, España, México, etc. Su vertiente literaria se fragmentaría posteriormente en diversas corrientes, como el Parnasianismo, el Simbolismo, el Decadentismo o el Prerrafaelismo, reunidas en la denominación general de Posromanticismo, una derivación del cual fue el llamado Modernismo hispanoamericano. Tuvo fundamentales aportes en los campos de la literatura, la pintura y la música. Posteriormente, una de las corrientes vanguardistas del siglo XX, el Surrealismo, llevó al extremo los postulados románticos de la exaltación del yo. CARACTERÍSTICAS GENERALES Y GÉNEROS LITERARIOS El Romanticismo es una reacción contra el espíritu racional y crítico de la Ilustración y el Clasicismo, y favorecía, ante todo: a --Anhelo de libertad: - Libertad artística: Ser creativos sin necesidades de las reglas reverenciadas por los rígidos neoclásicos. - Libertad en el espacio: Impulsa al autor romántico a buscar la soledad o huir imaginariamente a países lejanos míticos, cuya vida y paisaje se pinta con devoción. - Libertad en el tiempo: Conduce hacia el pasado a través del recuerdo o hacia el futuro por medio del ensueño. - Esto produce al romántico, una ola melancólica "Melancolía porque ya no tiene o melancolía porque aún no se tiene". El romántico se concibe como un ser libre, el cual se manifiesta como un querer ser y un buscador de la verdad. No puede aceptar leyes ni sumisión a ninguna autoridad. Muchos románticos heredaron la crisis de la conciencia europea que la Ilustración provocó al cuestionar, en nombre de la razón, los dogmas religiosos. B—Subjetivismo: Expresa libre y con mucha sinceridad su mundo interior, su yo personal, su ego: emociones, sentimientos, anhelos. Busca su originalidad en su propia intimidad. Manifiesta tristeza, melancolía y desesperación, porque el romántico es un ser fantasioso, cuyos deseos e ilusiones chocan constantemente con la realidad. c--Predominio del sentimiento sobre la razón: Pone mayor pasión antes que racionalidad. d-- Nacionalismo: No solo exalta el yo personal, sino también el yo colectivo, "la religión de la patria". Surge así el interés y el gusto por las leyendas y tradiciones, de ahí su predilección por el Medioevo, por lo popular y por todo lo que encarna más vivamente el espíritu nacional. e-- Revaloración de la naturaleza: Uno de los rasgos principales del romanticismo fue su preocupación por la naturaleza. El placer que proporcionan los lugares intactos y la (presumible) inocencia de los habitantes del mundo rural se observa por primera vez como tema literario en la obra ' Las estaciones' (1726-1730), del poeta escocés James Thomson. Esta obra se cita a menudo como una influencia decisiva en la poesía romántica inglesa y su visión idílica de la naturaleza, una tendencia liderada por el poeta William Wordsworth. El gusto por la vida rural se funde generalmente con la característica melancolía romántica, un sentimiento que responde a la intuición de cambio inminente o la amenaza que se cierne sobre un estilo de vida. f-- Valoración del medioevo: Se valoran los ideales medievales de honor caballeresco, de aventuras y de fe cristiana y figuración de la mujer amada. g-- Abarcó todos los géneros: Como corriente literaria encontró su expresión en la poesía, el teatro, la novela pero también renovó todos los géneros, como la historia, la música y la crítica, extendiéndose así mismo al campo de las bellas artes. Esa revolución literaria es Europea. h-- La pasión por lo exótico: Imbuidos de un nuevo espíritu de libertad, los escritores románticos de todas las culturas ampliaron sus horizontes imaginarios en el espacio y en el tiempo. Regresaron a la edad media en busca de temas y escenarios y ambientaron sus obras en lugares fantásticos. La nostalgia por el pasado gótico se funde con la tendencia a la melancolía y genera una especial atracción hacia las ruinas, los cementerios y lo sobrenatural. i-- El amor y la muerte: El romántico asocia amor y muerte, como ocurre en el Werther de Goethe. El amor atrae al romántico como vía de conocimiento, como sentimiento puro, fe en la vida y cima del arte y la belleza. El romántico ama el amor por el amor mismo, y éste le precipita a la muerte y se la hace desear, descubriendo en ella un principio de vida, y la posibilidad de convertir la muerte en vida: la muerte de amor es vida, y la vida sin amor es muerte. En el amor romántico hay una aceptación de la autodestrucción, de la tragedia, porque en el amor se deposita la esperanza en un renacer. En el amor se encarna toda la rebeldía romántica: "Todas las pasiones terminan en tragedia, todo lo que es limitado termina muriendo, toda poesía tiene algo de trágico" (Novalis). En la muerte, el alma romántica encuentra la liberación de la finitud. j-- El elemento sobrenatural: El gusto por los elementos irracionales y sobrenaturales figura entre las principales características de la literatura inglesa y alemana del periodo romántico. Esta tendencia se vio reforzada en un sentido por la desilusión con el racionalismo del siglo XVIII, y en otro por la recuperación de una abundante cantidad de literatura antigua (cuentos populares y baladas) realizada por Percy y los eruditos alemanes Jacob y Wilhelm Karl (Grimm) y el escritor danés Hans Christian Andersen o el español Gustavo Adolfo Bécquer, que tanto influyó en los poetas hispanoamericanos. La coincidencia del periodo romántico con la revolución de independencia en Hispanoamérica favoreció la importación y amplia difusión del movimiento, pero no fue de "las ideas sino de los tópicos, no del estilo sino de la manera, del subjetivismo sentimental". L0S TEMAS ROMÁNTICOS -- La libertad de los pueblos, el deseo de no estar sujetos a las convenciones y el gran valor dado a la dignidad del ser humano, hicieron que la política y los temas sociales fueran claves en la producción literaria romántica. -- La naturaleza se convirtió en preocupación importante del movimiento romántico. El placer que produce el contacto con un ambiente no contaminado con las máquinas urbanas y la concepción de que los habitantes del campo tienen una pureza e inocencia originales, le producen al romántico la sensación de que ese idílico estilo de vida está bajo amenaza. -- El gusto por lo exótico surgió del sentimiento de libertad que los llevó a buscar nuevos temas en lugares distantes en el tiempo y en el espacio. La Edad Media, el Oriente, las leyendas y las tradiciones del pasado hicieron parte de la nueva forma de expresarse. Existe una nostalgia por el pasado que produce melancolía y una especial atracción por las ruinas, los cementerios y los Lugares solitarios. -- El elemento sobrenatural surgió como tema romántico debido a la desilusión que causó la racionalidad del siglo XVIII y a la recuperación de temas literarios antiguos. PRINCIPALES GÉNEROS DEL ROMANTICISMO En los diversos géneros literarios se manifestó un deseo inmenso de afirmar la individualidad, es evidente la presencia del subjetivismo en las diferentes obras y el deseo imperante de subvertir todo los valores establecidos. LA POESIA: Fue el género por excelencia del Romanticismo pues era el que mejor expresa los sentimientos y las emociones personales. Como manera de atacar la frialdad del clasicismo se llega al realce de lo instintivo y sentimental. Si antes se adoraba la razón ahora se rinde culto al sentimiento, se valora lo natural y el corazón humano. El yo individual surge al contemplar un paisaje, una sensación, una circunstancia especial y se convierte en música poética. Lo popular, lo autóctono, lo espontáneo, ofrecieron nuevas posibilidades de inspiración para los poetas. Los poetas más destacados de este período fueron: F. Von Schiller, Lord Byron y W. Whitman. TEATRO: En la mayoría de las obras teatrales románticas se reflejó un deseo por destacar los elementos sentimentales. Los temas tratados fueron las convenciones sociales y el conflicto que le producen al individuo; también el amor desde distintas perspectivas: idealizado e imposible o el del seductor insensible. Dentro de las características del teatro romántico se destacan: -- La mezcla de la prosa y el verso. -- La presencia de temas relativos a la muerte. -- EL gusto por temas relativos a la leyenda o pertenecientes a La historia nacional. -- La abolición de las normas neoclásicas. EL teatro romántico alemán comparte algunas temáticas con otros géneros, sin embargo, da una gran importancia a la concepción del espíritu humano como algo inmenso, dotado de poder a pesar de las adversidades diarias, el dolor y las frustraciones a que se ven sometidos los seres humanos. LA NARRATIVA: Este género se manifestó en relatos de temas medievales y fantásticos así como aquellos de tipo fantasmagórico y siniestro; los escritores también hicieron crítica social y filosófica en los periódicos con lo que se consolidó el ensayo como subgénero de la prosa. EL tema central de la novela fue el amor. En muchas obras se hizo evidente el gusto por la aventura, la leyenda y todo aquello que tuviera que ver con el pasado. Se destacan Víctor Hugo y ALejandro Dumas. Con Walter Scott, prototipo del poeta romántico irrumpió la novela histórica: Ivanhoe y Quintín Durward, sobre la Francia de Luis XVI. Aunque se escribieron diversas novelas de tema patriótico que intentaban realzar los valores propios de la nación, el amor, concebido como una pasión, ocupó las páginas centrales. Durante esta época se incluyen en los periódicos las llamadas novelas por entregas. EL ROMANTICISMO FRANCÉS El Romanticismo se desarrolló en Francia después de haber cobrado vigencia en Alemania e Inglaterra. Manifestó una tendencia liberal, que insistió en la revolución y la libertad y, en contraposición, una tendencia conservadora o tradicionalista, que reclamó un regreso a las tradiciones patrias. Francia había impuesto el Neoclasicismo a Europa y, ahora, sería más difícil abandonar estas ideas para dar paso a una renovación romántica. • El liberalismo. Dentro de las ideas del Romanticismo liberal sobresale la figura de Víctor Hugo (1802-1885). En su obra los elementos sociales son preponderantes, su preocupación va desde los derechos de la mujer hasta la paz universal o el derecho al voto. Su novela Los miserables refleja el mundo de los seres oprimidos que habitan París. En 1827 se publicó el drama Cromwell, en el que el autor se opone a la unidad de tiempo y lugar y, en general, a las normas clásicas proponiendo unos nuevos principios que deberían regir la obra dramática. • El tradicionalismo. Una de las figuras claves de las ideas románticas liberales fue F.R. De Chateubriand (1768-1817) quien, junto a la escritora Stael recorren los primeros pasos del Romanticismo. Fue ella quien, a través de su libro De la Alemania, dio a conocer a Goethe, Schiller y la filosofía alemana de la época. En su libro De la literatura ella manifiesta la existencia de dos tipos de literatura: las del mediterráneo (orden, mesura, razón), y las nórdicas (sentimiento, euforia). Chateubriand manifestó interés por el cristianismo reflejado en su texto El genio del cristianismo, en el que hace una apología de las ideas cristianas frente a Voltaire y los enciclopedistas. De igual manera, existe atracción por América, por sus habitantes y sus costumbres, que se manifestó en su obra Átala, en la que describe la relación amorosa que sostienen dos aborígenes americanos. TALLER 1. Completa y termina el siguiente esquema sobre la literatura romántica. 2. Responde las siguientes preguntas: a. ¿Qué condiciones sociales se presentaron durante el Romanticismo? b. ¿Qué ideas influyeron en el surgimiento del movimiento romántico? c. Investiga de que trata los siguientes conceptos el Parnasianismo, el Simbolismo, el Clasicismo, el Decadentismo o el Prerrafaelismo en la literatura 3.. El siguiente fragmento hace parte de la obra Las penas del joven Werther, publicada en el año de 1774 y que alcanzó un gran éxito debido no sólo a su riqueza literaria, a sus descripciones de los sentimientos y del paisaje, sino a la sintonía que logró con el nuevo sentir romántico. En esta obra de W. Goethe se narra la relación del joven Werther con Carlota, de quien se enamora sin importar que ella se encuentre casada con Alberto. El protagonista decidirá no seguir viviendo pues es consciente, primero, de que no va a ser posible gozar del amor de Carlota y, segundo, que no es posible acomodarse a una sociedad con tal pobreza espiritual y carente de metas claras. Un torrente de lágrimas, que brotó de los ojos de Carlota, desahogando su oprimido corazón, interrumpió la lectura de Werther. Este arrojó a un lado el manuscrito y, apoderándose de una de las manos de la joven, vertió también amargo llanto. Carlota, apoyando la cabeza en la otra mano, se cubrió el rostro con su pañuelo. Victimas él y ella de una terrible agitación, veían su propio infortunio en la suerte de los héroes de Ossian, y juntos lo lloraban. Sus lágrimas se confundieron. Los ardientes labios de Werther tocaron el brazo de Carlota; ella se estremeció y quiso alejarse; pero el dolor y la compasión la tenían clavada en su asiento como si una masa de plomo pesase sobre su cabeza. Ahogándose y queriendo dominarse, suplicó, sollozando, a Werther que prosiguiese la lectura; su voz rogaba con un acento celestial. Werther, cuyo corazón latía con tal violencia que parecía querer salirse del pecho, temblaba como un azogado. Cogió de nuevo el libro y leyó con insegura voz: "¿Por qué me despiertas, soplo embalsamado de la primavera?". Tú me acaricias y me dices: "Traigo conmigo el rocío del cielo; pero pronto estaré marchito, porque pronto vendrá la tempestad que arrebatará mis hojas. Mañana llegará el viajero; vendrá el que me ha conocido en toda mi belleza; su vista me buscará en torno suyo, me buscará y no me encontrará". Estas palabras causaron a Werther un profundo abatimiento. Se arrojó a los pies de Carlota completa y espantosamente desesperado, y cogiéndole las manos las oprimió contra sus ojos, contra su frente, Carlota sintió entonces el vago presentimiento de un siniestro propósito. Turbado su juicio, cogió, a su vez, las manos de Werther y las colocó sobre su corazón. Inclinóse hacia él con ternura, y sus abrasadas mejillas se tocaron. El mundo desapareció para ellos; él la estrechó entre sus brazos, la apretó contra su pecho y cubrió de frenéticos besos los temblorosos labios de su amada, que balbucían palabras entrecortadas. "¡Werther!", murmuraba ella con voz ahogada y desviándose; “¡Werther!", repetía, y con suave movimiento trataba de alejarse." ¡Werther!", exclamó por tercera vez, ya con acento digno e imponente. Él se sintió dominado; la soltó y se arrojó al suelo como un loco. Carlota se levantó y, completamente turbada, indecisa entre el amor y la cólera, le dijo: "es la última vez, Werther; no volveréis a verme". Y lanzando sobre aquel desgraciado una mirada llena de amor, corrió a la habitación inmediata y se encerró en ella. Werther extendió las manos sin atreverse a detenerla. En el suelo con la cabeza apoyada, en el sofá, permaneció más de una hora sin dar señales de vida. Al cabo de este tiempo oyó ruido y volvió en sí. Era la criada que venía a poner la mesa. Se levantó y se paró a pasear por la habitación. Cuando volvió a quedarse solo, se aproximó a la puerta por donde había aparecido Carlota y exclamó en voz baja: "¡Carlota! Carlota! Una palabra sola, un adiós siquiera...". Ella guardó silencio. Esperó, suplicó, esperó de nuevo... por último, se alejó de la puerta gritando: "¡Adiós, Carlota..., adiós para siempre!". Llegó a las puertas de la ciudad; los guardias, que estaban acostumbrados a verle, le dejaron pasar. Caían menudos copos de nieve; él, sin embargo, no volvió a la población hasta una hora antes de medianoche. Cuando llegó a su casa, el criado notó que no llevaba sombrero, pero no se atrevió a decírselo. Le ayudó a desnudarse: toda la ropa estaba calada. Más tarde, encontraron el sombrero en un peñasco que destacaba sobre todos los de la montaña, y que parece va a desgajarse sobre el valle. No se comprende cómo en una noche lluviosa y oscura pudo llegar a aquel punto sin despeñarse. Se acostó y durmió largo tiempo; cuando el criado entró en el cuarto al día siguiente para despertarle, le halló escribiendo. Werther le pidió café, que se le sirvió en seguida. Entonces, Werther, añadió estos párrafos a la carta que tenia empezada para Carlota: "Esta es la última vez que abro los ojos; la última, ¡ay de mí! ya no volverán a ver la luz del sol; estarán cubiertos por una niebla densa y sombría. ¡Sí, viste de luto, naturaleza! Tu hijo, tu amigo, tu amante se acerca a su fin. ¡Ah, Carlota!, es una cosa que no se parece a nada y que sólo puede compararse con las percepciones confusas de un sueño, el decirse:"¡Esta mañana es la última! "Carlota, apenas puedo yo darme cuenta del sentido de esta palabra: "¡La última!” yo, que ahora tengo la plenitud de mis fuerzas, mañana rígido y sin vida estaré sobre la tierra. ¡Morir! ¿Qué significa esto? Ya lo ves los hombres soñamos siempre que hablamos de la muerte. He visto morir a mucha gente; pero somos tan pobres de inteligencia, que no sabemos nada del principio ni del fin de la vida. En este momento todavía soy mío..., todavía soy tuyo, sí, tuyo, querida Carlota; y dentro de poco..., ¡separados..., desunidos, quizá para siempre! ¡No, Carlota, no! ¿Cómo puedo dejar de ser? Existimos, sí. ¡Dejar de ser! ¿Qué significa esto? Es una frase más, un ruido vano que mi corazón no comprende. ¡Muerto, Carlota! ¡Cubierto por la tierra fría, en un rincón estrecho y sombrío! Tuve yo en mi adolescencia una amiga que era apoyo y consuelo de mi abandonada juventud. Murió y la acompañé hasta la fosa, donde estuve cuando bajaron el ataúd; oí el crujir de las cuerdas cuando las soltaron y cuando las recogieron. Luego arrojaron la primera palada de tierra y la fúnebre caja produjo un ruido sordo; después, más sordo, y después, todavía más sordo, hasta que quedó completamente cubierta de tierra. Caí al lado de la fosa, delirante, oprimido, y con las entrañas hechas pedazos. Pero no supe nada de lo que me aconteció, de lo que me acontecerá... ¡Muerte! ¡Sepulcro! No comprendo estas palabras. "¡Oh ¡Perdóname, perdóname! Ayer... aquél debió ser el último momento de mi vida. ¡Oh, ángel! Fue la pri- mera vez, sí, la primera vez que una alegría pura y sin límites llenó todo mi ser. "Me ama, me ama... Aún quema mis labios el fuego sagrado que brotaba de los suyos; todavía inundan mi corazón estas delicias abrasadoras. ¡Perdóname, per- dóname. Sabía que me amabas; lo sabía desde tus pri- meras miradas, aquellas miradas llenas de tu alma; lo sabía desde la primera vez que estrechaste mi mano. Y, sin embargo, cuando me separaba de ti o veía a Alberto a tu lado, me acometían febriles dudas. "¿Te acuerdas de las flores que me enviaste el día de aquella enojosa reunión en que ni pudiste darme la mano, ni decirme una sola palabra? Pasé medía noche arrodillado ante las flores, porque eran para mí el sello de tu amor; pero, ¡ay estas impresiones se borraron cómo se borra, poco a poco, en el corazón del creyente el sentimiento de la gracia que Dios le prodiga por medio de símbolos visibles. Todo perece, todo: pero ni la misma eternidad puede destruir la candente vida que ayer recogí en tus labios y que siento dentro de mí. ¡Me ama! Mis brazos la han estrechado; mi boca ha temblado, ha balbucido palabras de amor sobre su boca. iEs mía! ¡Eres mía! Sí, Carlota; mía para siempre. ¿Qué importa que Alberto sea tu esposo? ¡Tu esposo! No lo es más que para el mundo; para ese mundo que dice que amarte y querer arrancarte de los brazos de tu marido para recibirte en los míos es un pecado. ¡Pecado!, sea. Si lo es, ya lo expío. Yo he saboreado ese pecado en sus delicias, en sus infinitos éxtasis. He aspirado el bálsamo de la vida y con él he fortalecido mi alma. Desde este momento eres mía, ¡eres mía, oh, Carlota! voy delante de ti; voy a reunirme con mi Padre, que también lo es tuyo, Carlota; me quejaré y me consolará hasta que tú llegues. Entonces volaré a tu encuentro, te acogeré en mis brazos y nos uniremos en la presencia del Eterno; nos uniremos con un abrazo que nunca tendrá fin. No sueño ni deliro. Al borde del sepulcro brilla para mí la verdadera luz. ¡Volveremos a vernos! ¡Veremos a tu madre y le contaré todas las cuitas de mi corazón! tu madre! ¡tu perfecta imagen!" A las once llamó Werther a su criado y le preguntó si había regresado Alberto; el criado contestó que le había visto pasar a caballo. Entonces le mandó una esquela abierta que sólo contenía estas palabras: "¿Quieres hacerme el favor de prestar tus pistolas para un viaje que he proyectado? Consérvate bueno. Adiós". La pobre Carlota apenas había podido dormir la noche anterior. Su sangre pura, que hasta entonces había corrido tranquilamente por sus venas, se agitaba en curso febril. Mil sensaciones distintas conmovían su noble corazón. ¿Era que le abrasaba el seno el calor de las caricias de Werther o que estaba indignada de su atrevimiento? ¿Era que le mortificaba el comparar su situación del momento con su vida pasada, con sus días de inocencia, sosiego y confianza? ¿Cómo presentarse a su esposo? ¿Cómo confesarle una escena de que ella misma no quería darse cuenta, por más que no tuviese nada de qué avergonzarse? Mucho tiempo hacía que marido y mujer no hablaban de Werther, y precisamente ella debía romper el silencio para hacerle una confesión no menos penosa que inesperada. Temía que el solo anuncio de la visita de Werther fuese para Alberto una gran mortificación. ¿Qué sucedería cuando supiese todo lo ocurrido? ¿Podría esperar que juzgase las cosas sin pasión, y las viese tales como habían pasado? ¿Podría desear que leyese claramente en el fondo de su alma? Y, por otra parte, ¿cómo disimular ante un hombre para quien su pecho había sido siempre un transparente cristal, y a quien ni había ocultado ni quería ocultar nunca el menor pensamiento? Estas reflexiones la abrumaban, abismándola en una cruel incertidumbre, y siempre su pensamiento se volvía hacia Werther, que la adoraba; hacia Werther, a quien no podía abandonar, y a quien era preciso que abandonase. ¡Ah! ¡Qué vacío para ella! Aunque la agitación de su espíritu no le permitiese ver claramente la verdad de las cosas, comprendió que pesaba sobre ella la fatal desavenencia que separaba a su marido y a Werther; dos hombres tan buenos y tan inteligentes que, empezando por ligeras divergencias de sentimientos, habían llegado a una mutua reserva y a una indiferencia glacial. Cada uno se encerraba en el círculo de su propio derecho y de los errores del otro. La tirantez había aumentado por ambas partes, llegando a ser tal la situación que ya no podía despejarse sin violencia. Si una dichosa confianza los hubiera unido más en los primeros momentos; si la amistad y la indulgencia hubieran abierto sus almas a algunas dulces expansiones, acaso hubiera sido posible salvar al desgraciado joven. Una circunstancia particular aumentaba la perplejidad de Carlota. Werther, como hemos visto en sus cartas, no ocultó nunca su deseo de abandonar el mundo. Al contrario había combatido esta idea muchas veces, y con frecuencia había cuestionado sobre ella con su mujer. Impulsado por una instintiva repugnancia hacia el suicidio, Alberto había dado a entender a menudo, con una especie de ligereza de su carácter y hasta se había permitido alguna burla sobre el asunto, haciendo así que su incredulidad se reflejase tanto en Carlota. Esto la tranquilizaría un poco cuando en su espíritu aparecían siniestras imágenes; pero esto mismo le impedía que participara sus temores a su marido. No tardó Alberto en llegar, y ella salió a recibirle con una solicitud no exenta de embarazo. Alberto parecía disgustado. No había podido terminar sus negocios por ciertas dificultades, hijas del carácter intratable y minucioso del funcionario. El mal estado de los cami- nos había acabado de ponerle de mal humor. Preguntó lo que había sucedido durante su ausencia, y su mujer se apresuró a decirle que Werther había estado allí la víspera, por la tarde. Informado después de que en su cuarto tenía algunas cartas y paquetes que había llegado para él, dejó sola a Carlota. La presencia del hombre por quien sentía tanto cariño y tanto respeto, operó una nueva revolución en el espíritu de ésta. El recuerdo de su generosidad, de su amor y de sus bondades, le devolvió el sosiego. Experimentó un secreto deseo de seguirle y, decidida a ello, hizo lo que hacía muchas veces: ir a buscarle a su cuarto. Le encontró abriendo y leyendo cartas; algunas parecían preñadas de noticias desagradables. Le hizo preguntas sobre esto, y él contestó lacónicamente, poniéndose luego a escribir. Durante una hora permanecieron silenciosos, uno enfrente del otro. El ánimo de Carlota se ensombrecía por momentos. Comprendía que, aunque su marido estuviese del mejor humor del mundo, iba a verse apurada para darle cuenta de lo que sentía su corazón, y cayó en un abatimiento que se hacía más profundo a medida que se esforzaba por ocultar y devorar sus lágrimas. La llegada del criado de Werther aumentó la turbación que experimentaba. Aquel entregó la carta de su amo, y Alberto, después de leerla, se volvió, indiferente hacia su mujer, diciéndole: "Dale las pistolas". Dirigiéndose luego al criado, añadió: "Decid a vuestro amo que le deseo un buen viaje". Estas palabras hicieron en Carlota el efecto de un rayo. Apenas tuvo fuerzas para levantarse. Se dirigió lenta- mente a la pared, descolgó las armas y las limpió con mano temblorosa. Estaba indecisa, y hubiera tardado largo rato en entregárselas al criado, si Alberto, con una mirada interrogadora, no la hubiese obligado a obedecer al punto. Carlota entregó las pistolas al criado sin poder articular una sola palabra. Cuando este hubo salido, Carlota volvió a coger su labor y se retiró a su cuarto, presa de una turbación espantosa y con el corazón agitado por siniestros presentimientos. Tan pronto quería ir a arrojarse a los pies de su marido y confesarle la escena de la víspera, la turbación de su conciencia y sus terribles temores, como desistía de hacerlo, preguntándose de qué serviría aquel paso. ¿Podía esperar que su marido, atendiendo a sus ruegos, corriese inmediatamente a casa de Werther La comida estaba en la mesa. Llegó una amiga de Carlota, que, no llevando otro objeto que el de verla, y temiendo importunar, quiso retirarse. Carlota la retuvo en su compañía. Esto dio margen a una conversación que animó la comida, y, aunque esforzándose, se habló y, al cabo, se dio todo al olvido. El criado de Werther llegó a su casa con las pistolas y las entregó a su amo, que las tomó con una especie de placer cuando supo que venían de las manos de Carlota. Mandó que le llevaran pan y vino y, encargando a su criado que fuera a comer, se puso a escribir: "Han pasado por tus manos; tú misma les has quitado el polvo; tú las has tocado..., y yo las beso ahora una y mil veces. ¡Ángel del cielo, tú favoreces mi resolución! Tú, Carlota, tú eres quien me presentas esta arma destructora; así recibiré la muerte de quien yo quería recibirla. ¡Me he enterado por el criado de los menores detalles! Temblabas al entregarle estas armas..., pero ni un "adiós" me envías. ¡Ay de mí!, ni un "adiós". ¿Acaso el odio me ha cerrado tu corazón por aquel instante de embriaguez que me unió a ti para siempre? ¡Ah, Carlota!, el transcurso de los siglos no borrará aquella impresión; y tú, estoy seguro de ello, no podrás aborrecer nunca a quien tanto te idolatra. W. Goethe, España, Salvat editores, 1969. 4. Nivel literal a. Completa las siguientes oraciones de acuerdo con la información que aporta el texto. • La lectura de Ossian causó en Werther un profundo abatimiento porque • Carlota no tenía nada de qué avergonzarse ante su esposo Alberto, sin embargo, • Carlota se encontraba confundida por lo sucedido con Werther, además, b. En la expresión, temblaba como un azogado, la palabra subrayada significa: c. El enunciado, “y lanzando sobre aquel desgraciado una mirada llena de amor, corrió a la habitación inmediata y se encerró en ella,” hace parte de una reflexión de: --- Carlota -- Werther --- El narrador -- Alberto 5. Nivel inferencia Escribe V, si el enunciado es verdadero y F, si es falso a. La relación entre Alberto y Werther era cordial y respetuosa. ………………………………………..…( ) b. Werther solía ocultar su deseo de abandonar el mundo. ………………………………………………( ) c. Carlota temía hablar con Alberto sobre la visita de Werther. ……………………………………………... ( ) d. Carlota sentía pena por la desavenencia que separaba a su esposo y a Werther. …………...… ( ) e. Alberto solía expresar repugnancia frente a la idea del suicidio. ……………………………………….…( )