Subido por Valerie Arellano

NORA

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NORA
Emilio Carballido (Obra en un acto)
PERSONAJES
Julio
Silvana (once años)
Laura
Lalo
Chuy
Ramona
Modesta
Teodora
Nora
En la colonia San Bernabé, Mty N.L., febrero de 1990. El espacio fungirá como el patio de
vecindad y como el interior de la vivienda de Julio. Para ésta habrá una mesita y luego
una silla o dos, en primer término izquierda. Hay varios mecates con ropa tendida, al
fondo. Los ocho actores adultos están sentados, siempre, fuera de carácter, en sendas
sillas, 4 y 4, a derecha e izquierda del foro. Levantarse de su silla o volver a sentarse en
ella serán los modos de entrar y salir de escena de los personajes. Las imágenes que se
creen deberían evocarnos la pintura de Rodríguez lozano. En una sillita, al centro del
escenario, Silvana está llorosa, sin moverse. El viento mece las ropas tendidas. Julio
anuncia desde su silla:
JULIO.-Me entero de la desaparición de Nora. (Se levanta, entra en carácter y va
despacio hacia la niña) ¿Y usted qué hace aquí?
SILVANA.-Papá, qué bueno que llegaste.
JULIO.- ¿Por qué no está en su casa?
SILVANA.- Me vine a ver si volvía mi mamá.
JULIO.-¿Dónde fue su mamá?
SILVANA.-Se salió tempranito a comprar pan… pero no regresó.
JULIO.-¿Cómo que no regreso?
SILVANA.-Ni nos llevó a la escuela, ni nos dio de desayunar. Yo les hice a mis
hermanitos unos tacos. Y luego Laurita me convidó frijoles y… Me salí a esperar, por si
llegaba.
JULIO.-Son las tres de la tarde.
SILVANA.-Se fue como a las siete. (Se le abraza al Papá) Ya me dio miedo, papá.
JULIO.-No llores.
SILVANA.-No, no lloro. Ni se me ocurrió dónde buscarla. Y no quise dejar solos a mis
hermanitos.
JULIO.-Vámonos a la casa.
SILVANA.-No hay comida. No dejó centavos mi mamá. Si me das, te hago algo rápido
JULIO.-Sí... No. No sé… ¿A las siete?
SILVANA.-A las siete.
JULIO.-¿A comprar pan?
SILVANA.-Mis hermanitos ya tienen hambre.
JULIO.-Claro. A ver qué traes. (Le da dinero)
SILVANA.-Ve con ellos tantito, no me tardo.
(Sale. Esto es, va y se sienta en una silla de adultos y sale de carácter. Julio, en la casa,
se sienta. )
JULIO.- (Hacia afuera) Usted, Julito, no sea tosco con su hermana, que está chiquita.
Ivonne, límpiate la nariz. Las siete de la mañana. Son las tres y media, casi las cuatro…
LAURA.- ¿Se puede?
JULIO.- Sí, Laura. Pasa.
LAURA.-Julio, ¿qué le habrá sucedido? Fíjate que salía yo del pan cuando entraba Nora.
Nos saludamos y platicamos tantito, había mucha gente. Yo me fui.
JULIO.-¿Qué horas eran?
LAURA.- Lalo apenas iba a desayunar… El entra a las ocho. ¿Quieres comer con
nosotros?
JULIO.- Silvana va a hacer algo, gracias.
LAURA.- Como a las doce fui a preguntar por ahí. Ramona fue también, por su lado. Y
fue Modesta. Figúrate que no la han visto. Es muy raro. Yo pienso, si un despropósito
le hubiera pasado, se sabría. Esas cosas se saben. No te apures, Vuelvo al rato, por si
algo se les ofrece.
Julio.- Gracias. (Sale Laura.)
LALO.- (En su asiento, describe) Vamos a darle ánimo a nuestro amigo.
CHUY.- Hay que hacerlo pensar en otras cosas, distraerlo. (Se levantan, entran en
carácter.)
LALO.- Qué se le va a perder su vieja, ¿o tú qué crees?
CHUY.- Ni que estuviera tan buena…
LALO.- Eh, Julio, no te aplatanes. Mi vieja te invitó a comer.
JULIO.- No. mano, gracias. Estoy con los escuincles.
CHUY.- Ganándote tus regalos del día del padre, cabrón.
LALO.- Nació para nano, mírale los ojitos tan tiernos.
CHUY.- Nomás no vayas a darles de mamar.
JULIO.- A ustedes voy a darles, ojetes. Cómo se ve que no son sus viejas las que se
perdieron.
LALO.- ¡Házmela buena!
CHUY.- Ojalá fueran ésas, mano.
LALO.- A ver, échate una cerveza y ya no pienses.
JULIO.- ¿Cómo no voy a pensar?
LALO.- Al rato nos vamos en el carro a buscarla. Por ahí ha de andar.
JULIO.- Tu pinche carro, siempre va uno detrás, empujándolo.
LALO.- Así no se hace smog.
CHUY.- Orale, salud. ¿Viste la pelea de anoche?
JULIO.- No, hermano. Llegué re tarde.
(Improvisación: Lalo y Chuy relatan alternadamente la pelea y la miman, tirándose
golpes con mucha animación. Julio se deja emocionar y lanza exclamaciones también,
mientras bebe. Hasta llega a regar cerveza y mojar a sus amigos. Entra Silvana y se les
queda mirando. Ellos tosen y se cohiben.)
JULIO.- Andele, haga de comer. (Ella sigue viéndolos.)
LALO.- Le estábamos contando a tu papá la pelea.
CHUY.- Mira, vamos por otras cheves y de paso preguntamos si no han visto a Nora.
Andale.
LALO.- En esa tienda se enteran de todo. Me late que hay que ir.
JULIO.- Con suerte… Silvana, dales de comer a tus hermanos y… Háblale a tu abuelita.
Cuéntale todo. A ver si sus patrones le dan permiso de salir. Que venga con ustedes y
nos acompañe tantito. Eso dile, que no sabemos de tu mamá, que venga y me, me…
los acompañe. Haz de comer. No me tardo. (Salen los tres amigos. Silvana asintió a
todo; toma su sillita y se sienta en primer término izquierda. )
LAURA.- (En su silla) Es nuestra amiga. Ahora que se perdió la queremos más.
Pensamos en Nora y hasta temblamos. (Se levanta a recoger ropa.)
MODESTA.- La desaparición de Nora es algo sensacional, que rompe la rutina eterna.
(Se levanta a recoger ropa. Las tres en carácter):
LAURA.- Yo pienso que algo le pasó. No es normal. Habría que hablar a las cruces.
MODESTA.- Accidente aquí cerca, se sabría. Será otra cosa.
RAMONA.- Nora es muy seria. Yo no la he visto haciéndole ojitos a nadie. No es de
pensar que alguno se la hubiera llevado.
LAURA.- (suspira) Con la vida que lleva una… a cualquiera le pasa, de repente, su rato
de estupidez.
MODESTA.- A cualquiera, no.
LAURA.- Mire, Modesta, yo la vi un día con su ahijado, que lo llevaba usted a
comprarle ropa.
MODESTA.- ¿Y qué? ¿Y qué? Era mi ahijado.
LAURA.- Un joven muy desarrollado… (Risita de ella, codazo a Ramona, miradas y
muecas de ambas. Modesta recoge ropa con la cara descompuesta.)
MODESTA.- Me decía madrina. La verdad es que no lo lleve a bautizar, pero tan amiga
de su madre… como hermana casi. Cuando creció el muchacho, le dio por venir más
seguido. Jugaba con mis hijos. Mayorcito que ellos, y a esa edad sucede tanto cambio
en cuatro o cinco años… Se plantaba a mirarme mientras hacía yo mi quehacer, con un
parado de gañancito y unos ojos de…No sé de qué… Muchacho guapo, fuerte. Yo creo
que andaba de caliente, la verdad, porque puras malas ideas me ponía en la cabeza.
Luego me pedía cosas, de regalo. Se me repegaba mucho, todo el tiempo. Un día lo
corrí. Ni loca que estuviera para meterme en rollos con un escuincle. Lo corrí. Dejé de
verlo hasta hace poco…Y está peludo, feo con granos. (Calla un momento) Así que no
tuve mi rato de estupidez, como usted dice. (Se ensombreció. Recoge ropa con furia.)
RAMONA.- (Melancólica) Pues pienso a veces que más le vale tenerlo, para quitarse la
tentación de una vez.
LAURA.- Cómo va a ser, Ramona.
RAMONA.- (Cambia aprisa de tema) Nora no andaba bien. Eso del niño último, la puso
fatal. ¿Vieron cómo se tiró por la escalera?
MODESTA.-¿La vez que se cayó?
LAURA.- Se tiró.
RAMONA.-¿Verdad que sí?
LAURA.- No quería tener al niño. ¡Pues ya es el sexto! Y fue al Seguro Social, a ver si se
lo sacaban. Le dijeron que sí, pero que su marido debería de dar permiso. Y Julio no lo
dio.
RAMONA.- Claro que no. Si le encanta llenarla de hijos.
MODESTA.- Mi marido es igual. Dice que tiene razón el Papa. Pero bendita la hora yo
ya no puedo tener más.
LAURA.- Se dejó caer por la escalera de la azotea. Casi se mata…
MODESTA.- La vi muy mal, muy pesimista, antes de que naciera.
RAMONA.- Peor se puso después: triste y nerviosa.
LAURA.- Dicen que a veces el embarazo nos trastorna a las mujeres. Que nos deja
locas, con la razón muy extraviada.
MODESTA.- Les sucede a las primerizas, o a las que ya son muy mayores.
LAURA.- También a otras.
RAMONA.- ¿Están pensando ustedes que Nora se volvió loca?
LAURA.-Pensando no, pero ¿cómo puede faltar así, desde temprano en la mañana?
RAMONA.- Dan arrebatos a veces. Yo un día me harté y empecé a caminar sin rumbo.
No paré hasta la Macroplaza. Allí me estuve y no quería volver a mi casa.
MODESTA.- Sí. A veces dan ganas de largarse.
RAMONA.- ¿Y qué tal si de repente se la llevaron? Vino uno de esos vagos del billar,
compro cervezas y… ¿Cómo pudo convencerla? No sé. Se la quedó viendo, la hizo reír,
la hizo sentirse joven y atractiva, tal vez le dijo una leperada… y la metió al hotel, una
encerrona de dos o tres días. Y luego va a salir la pobre muy humillada y arrepentida, y
el tipo ni la saluda más…
LAURA.- (Observándola) Sí, luego así pasa, ¿verdad?
RAMONA.- Le sucedió a una amiga mía. (Un silencio. Acaban de recoger su ropa. Se
toman de los mecates, ven al cielo.)
LAURA.- No creo que Nora… Ella como que no… Pero yo digo, aquí entre nos.. ¿qué
vida es la nuestra? Vive una con un señor, sirviéndole… Y ya ni nos cumplen bien, para
qué más que la verdad. Con la costumbre, nos ven más feas de lo que estamos. Lavar,
guisar, limpiar… Cuidar los niños… No sabe una ni el año en que está, iguales todos si
acaso cambian por las enfermedades… Diversiones: ay, si, tantas, el cine, las novelas en
la tele, nomás para ver gentes que sí les pasan cosas y viven de otro modo. Digo yo…
Ay no sé ni lo que digo. Pensaba en Nora, la pobre. ¿Pues qué se ha hecho y dónde ha
ido a dar?
MODESTA.- Voy a guardar mi ropa.
RAMONA.- Yo también.
LAURA.- Al rato vemos qué cuenta Julio. (Salen. Teodora desde su sitio, y desde áreas
marginales; es como si reflexionara antes de entrar a escena. Después, durante el
parlamento, avanza al centro.)
TEODORA.-Las viejas fuertes, como yo, siempre hacemos falta. Veo que podría cuidar a
mi familia; con mi experiencia, atender a los niños; aliviar los disgustos de la casa,
creando otros distintos… Porque una siempre se pelea con la nuera, y el hijo tiene que
juzgar y decidir… ¿Pero qué gano? De sirvienta mejor. Así me pagan, por hacer lo que
siempre fue mi rutina y gratis. Sin embargo, no se puede perder de vista al hijo: una es
como la fuerza de la tierra, y siempre debe dar, aunque no le den nada. (Ya está en el
centro, con una bolsa de mandado. La recibe Silvana.)
SILVANA.-¡Abue, ya llegaste!
TEODORA.- (La abraza) Ya, mi hijita. Me dieron permiso. Aquí les traje un taquito.
SILVANA.- Hice de comer.
TEODORA.-¿Sí? A ver. Déjame probar. Mmm... Está bueno este guiso ¿Qué le pusiste?
SILVANA.-Jitomatitos, chile de árbol, orégano, cebollas, ajo...
TEODORA.-Eso es. ¿Cómo hiciste la sopa?
SILVANA.- Con unos huesos que estaban guardados.
TEODORA.-Eso es, muy bien. ¿Y tu padre?
SILVANA.-El tampoco regresa y ya van a dar las cinco.
TEODORA.- Es verdad. Ya coman.
SILVANA.- Les di a mis hermanos.
TEODORA.- ¿Y tú?
SILVANA.- Estoy esperando a mi papá.
TEODORA.- No mi vida. A comer. Sírvete, yo te acompaño.
SILVANA.- A la chiquita, le he dado su botella y la he cambiado. Me he estado
cuidándola.
TEODORA.- No la cuides tanto porque no es bueno. Se acostumbra. Debe aprender a
estar sola.
(La niña se sirve y empieza a comer. La abuela la observa. La niña come unos bocados,
con desgano. Se queda quieta un momento, luego toma su silla y va con ella al centro
del foro.)
SILVANA.- Juego a que soy grande. A que soy mi mamá, a que mi papá es mi esposo.
Juego a cuidar y castigar a mis hermanos. A que soy mi abuelita y regaño a todos…
Pero con esos juegos me apuro tanto… Me da vergüenza de que andemos con ropa
rota, de que comamos mal y a la carrera, de que llore mamá de que me cuente todo lo
que pasa y yo deba ayudarla. Dice mi abue: esta niña sí es responsable, ésta si sabe
guisar y lavar. Dice mi mamá: ésta sí me ayuda… ¡Y ya no sé jugar, o si juego de veras y
me divierto, siento que me porto mal! Y mejor me regreso a la casa, a cuidar a la
chiquita, o a lavar los trastes. Me duele a veces la cabeza, me siento a veces con ganas
de llorar, porque sí. Y el otro día pensé que ha de ser bonito morirse. No sé por qué se
me ocurriría eso… Pero de todos modos no se puede. Si me muriera yo, no iba a haber
nadie que ayudara en la casa.
(Regresa a su lugar. La abuela no se ha movido. La niña come. Los amigos llevan tres
sillas al centro. Suben un pie en una de ellas, o se recargan contra el respaldo. Se
portan como si bebieran en la acera, a la sombra de algún quicio. Están de carácter,
salen ligeramente, vuelven a estar.)
LALO.- Se nos está poniendo triste…
CHUY.- ¿Pues qué pasó, Julio? Haz de cuenta que eres aguilita y vuelas bien alto.
JULIO.- (Sombrío, Lúcido, algo alcoholizado) La cosa es bien evidente: mi vieja no
aparece. Se perdió todo el día…
CHUY.- No ha de ser grave… Hay que esperarse, y si no…
JULIO.- “No ha de ser grave”, dices. Entonces ya estás claro de algo, ya se te han
ocurrido cosas.
CHUY.- No, pues cuáles, cómo.
JULIO.- Dices, “no ha de ser grave”.
CHUY.- Por decir.
JULIO.- ¿Crees entonces que es grave? ¿O tú? ¿Qué crees? (Los otros se ven, no saben
qué decir) ¿Piensan que se largó con otro?
LALO.- Nora no es de ésas. La conocemos. ¿Qué te pasa?
JULIO.- O entonces, piensan que se largó nomás. ¿Eso piensan?
LALO.-… Hay veces que las viejas se cansan de las vidas que les damos.
CHUY.- Pero nomás les damos la otra mitad de las vidas que ellas nos dan.
LALO.-Bueno, a ellas les toca muy duro lo de los niños. Desde echarlos fuera, criarlos…
JULIO.-Y llenarles la barriguita, nosotros. ¿Y no los cuida uno también? En los días de
descanso, ¿qué hace uno? Enseñarlos a patear la pelota, echárnoslos encima a todos,
para que la vieja descanse. Irnos de vacaciones, a que tantito vean lo que es el mar,
con dos y tres encima, empujando en la bola para que ellos sí vayan bien, cuidando
que se diviertan … Como si no se antojaran otras cosas en los días de descanso.
¿Apoco la gozamos en el taller? Y mira, si el trabajo fuera más grave, si fuera uno
responsable de algo más serio… Puras pinches rutinas, que cualquiera las hace… ¿Por
qué creen que se fue Nora?
LALO.-Yo no creo que se fue, conste. Lo estás pensando tú
CHUY.- Pudo ser accidente.
JULIO.-¿Por qué creen que se fue?
CHUY.-¿Irse? ¿De veras crees que se fue?
JULIO.-Ya no quería tener hijos. Está resentida por el último. Y yo digo… Bueno, miren
pasan cosas como ésta. Venía yo del trabajo. Salía del mercado una marchante, ni sé
qué vendería, prieta, chaparra, chiche caída, que venía de cerrar su puesto… Y nos
vimos y nos reímos, no sé por qué. Y le hice plática, o me la hizo… Ni se crean que
bonita, mujer ya grande, hasta canosa, con sus trenzas y un diente de oro. Pues nos
metimos al hotel. ¡Qué gozadota, no sabes! Y me quedé pensando, qué raro. Cómo.
Con ésta, ¿por qué? Nora está bien, está joven todavía…
CHUY.-Pasa con ellas… La pinche costumbre. A mí me gusta cumplirle a la mía, pero
luego hasta pienso en otra cosa… Tentarla por las noches, sentirla… ¡como si fuera mi
mismo cuerpo!
LALO.-Cuando acababa yo de casarme, tan padre… Coger del diario, sabroso, en mi
mera casa… (Pausa) Se acostumbra uno.
JULIO.-De repente, parece que nada tiene caso. Trabajar, ¿ganar qué? Los niños flacos,
medio encuerados. La vivienda destartalada, con vidrios rotos… No hay tiempo ni
dinero, para que todo se compusiera. Tampoco hay ganas. Tampoco lo advertimos,
más que tarde en tarde, cuando volvemos después de ver una película a colores. ¿Para
qué todo? Y viene otro hijo y eso sí es una ilusión muy fuerte, aunque no se piense:
sientes una especie de esperanza que ni siquiera se sabe bien: como decir “va a ser
mío” como decir “doy algo”, como “voy a ponerle nombre, va a crecer y con suerte…
(Pausa) todo lo que no hago” No lo sabe uno bien, pero es así, como… Digo,
dormimos juntos. Que tenga caso coger, ¿no crees? (Silencio de los tres. Beben)
LALO.-O la encontramos o regresa.
CHUY.-Ya verás que Nora está bien.
JULIO.-Voy a la casa. Con suerte y ya llegó, y nosotros aquí. Ahí nos vemos. (Gestos de
despedida. Los otros dos van con sus sillas a los lados. Julio va al área de la casa.)
JULIO.-Mamá, qué bueno que llegó usted.
TEODORA.- Ya ves, me dieron permiso.
JULIO.-¿Ya le contó Silvana?
TEODORA.-Ya ¿Averiguaste algo?
JULIO.-(Evasivo) Eh, nada.
TEODORA.-Entonces, vas a sentarte a comer. Hueles a borracho. Después, vamos a la
televisión, con un retrato de Nora. Allí anuncian a las personas perdidas, mi patrona
me lo dijo. Luego, ya veremos: las cruces, la delegación. Pero antes, comes.
JULIO.- No tengo hambre.
TEODORA.- Sí tienes. Estás estragado por falta de alimento.
JULIO.-Bueno, como usted diga. (Se sienta. Come)
LAURA.-(En su asiento) Cuando la tarde avanza, vienen peores ideas.
MODESTA.-Está más sucio y pesado el aire de la ciudad.
RAMONA.-Se oyen más las sirenas de las patrullas y de las ambulancias.
LAURA.-Y se ocurren, de pronto, cosas como ésta: si en el plano de la ciudad buscamos
bien, hallaremos entre sus líneas el dibujo de nuestras vidas…(Se levanta)
RAMONA.-… Y podremos seguirlo con un lápiz… (Se levanta)
LAURA.-… Como en esos rompecabezas-laberinto que las revistas traen a veces. (Se
Levanta permanecen congeladas unos segundos. Luego, entran en carácter y van al
centro del patio. Observan a la familia.)
MODESTA.- Pobres.
LAURA.-(Suspira) Sí pobres.
RAMONA.-De veras que pobres.
MODESTA.- En esta ciudad, puede pasar de todo. Que la asalten a una y para que no
grite le claven el cuchillo o le den el varillazo.
RAMONA.-Y todo por 20 o 30 pesos.
LAURA.-Eso sí está barato, la vida de uno. Hasta por cinco pesos te matan.
RAMONA.- Y en los camiones de pasajeros, ya traen sus instrucciones los choferes: que
si te atropellan, mejor te rematen. Y te pasan dos veces por encima, porque les sale
más barato un muerto que un inválido.
LAURA.-Luego, te traga el suelo. Estás de pronto en un hoyo en tinieblas, entre varillas
y cables y basura. Ni quien oiga los gritos.
MODESTA.-También secuestran.
LAURA.-A las muertas de hambre como nosotras, no.
MODESTA.-A las muertas de hambre como nosotras, sí. Pandillas de viciosos: abusan
de la infeliz y la matan luego, para que no hable.
RAMONA.-Todo eso pasa. Y luego pienso, vivir como vivimos, ¿para acabar así…?
MODESTA.-Así sucede. Así se ha vuelto nuestra ciudad. Porque antes era de otro
modo.
LAURA.-Antes. Aquí, ¿quién se acuerda de antes?
(Retroceden al fondo. Se quedan congeladas, pero en carácter. Lalo y Chuy se levantan:
avanzan ligeramente hacia el centro. Julio termina de comer. Él, Teodora y Silvana se
levantan y ven al centro con expectación. Se levanta Nora: abraza contra sí una bolsa
que trae. Camina despacio al centro)
NORA.-Yo soy Nora. Son las 6:25 de la tarde y vengo llegando a mi casa.
(Improvisación: Se animan todos. Hablando a la vez, van a Nora y la rodean, la
abruman, le cuentan el día que han pasado, hacen bromas, comentan entre sí, felicitan
a Julio y a Teodora. Julio habla poco y ve feo a su mujer. Nora logra hacerles entender
que debe hablar con su marido. Se van calmando. Uno a uno se van todos, menos la
familia, diciendo al salir alguna frase que resume a su personaje. Nora va a la vivienda,
se sienta ante la mesa. Teodora queda frente a ella, Silvana de pie, en un rincón. Julio
se pasea.)
JULIO.- Quién no la ve tan mustia, pinche Nora. ¿Por qué no habló a ver? ¿Dónde
carajos estaba? Uno aquí de tarugo pensando lo peor, tronándose los dedos… Por
respeto a mi madrecita no te doy unos cabronazos. Nunca te he levantado la mano,
pero ora sí sería el momento.
NORA.- Sí me la has levantado.
JULIO.- Andaría yo borracho y ni sabía. ¿Qué no hiciste todo el día? ¿Qué modos son
esos? Ahí estaban tus pobres hijos chillando, que si no es por Silvana y por mí y por mi
madrecita santa, se los lleva la chingada. ¡Pero hable usted y diga algo, carajo! Vieja
desobligada. ¿Dónde no anduve preguntando por usted? Ahí va el pendejo de tienda
en tienda…
TEODORA.- Si sigues gritándole, ¿cómo quieres que diga dónde estuvo? Ya cállate.
¿Qué pasó, hija?
NORA.- Siéntese, doña Teo. Y tú, Julio, trae tu silla y siéntate. Es un poco largo lo que
vamos a hablar.
JULIO.- ¿Qué tanto te sucedió?
NORA.- No me pasó nada en realidad. Aunque a decir verdad, ahora se me hace
mucho. Si quieres que lo diga, siéntate y óyeme. No te vayas, hijita, tienes derecho a
estar con nosotros. (Pausa) Qué chistoso, verlos así esperando a que yo hable. Siempre
son ustedes los que discuten y deciden, y yo la que oye, sirviéndoles la mesa o
recogiendo los trastos.
TEODORA.- Ya no des largas, hija, y cuéntanos. O más trabajo te va a dar explicarte.
NORA.- Es muy poco para tanto alboroto: me fui a trabajar.
JULIO.- ¡¿Trabajar?!
NORA.- Llegué a la panadería, a las siete de la mañana. Había muchísima gente.
Carmelita me hizo lugar en el mostrador, junto a ella. Ni allí nos atendían. Me contó
entonces de un hotel que abrieron allá por la Del Valle, para turistas y gentes de dinero.
Allí está ella desde hace un mes, y me dijo que andaban buscando más señoras
trabajadoras, y que no es muy difícil y que se gana bien… (Calla) Y que por qué no iba
yo. Silvana, sírveme un poco de lo que sea, no comí en todo el día. Digo, nada más me
comí todo el pan, porque si fui con Carmelita y si me dieron el trabajo. Muy fácil,
tender camas, limpiar los cuartos y arreglar. ¡Hay hartos aparatos, para hacer todo! Me
explicaron cómo les gusta que se vea y es rete fácil. Al ratito, ya lo hice muy bien. Y allí
me pasé el día, trabajando. Fue mucho más sencillo que cuando me vine a vivir
contigo.
TEODORA.- Cuando te casaste, porque no eres arrimada.
NORA.- Eso. (Se encoge de hombros)
TEODORA.- Entonces, nada sabías hacer. Tuve que enseñarte.
NORA.- Será.
JULIO.- ¿Por qué no hablaste?
NORA.- Me daba pena usar los teléfonos. Y… la verdad… Pensé primero: “para qué
hablo; soy tan taruga, van a regresarme, a decir que los niños y que mi casa y que …”
No llamé por eso: para pasar a gusto mi primer día de trabajo.
JULIO.- Primero y último. Tú allí no vuelves.
TEODORA.- ¿Cuánto pagan?
NORA.- Seis mil pesos.
JULIO.- ¿Cuánto?
NORA.- Lo que oíste.
JULIO.- Ni yo gano eso.
NORA.- Ya lo sé. (Un silencio Nora come.)
JULIO.- No me importa. Tú no regresas. Y menos allí. No es cosa de que sepan las
gentes que trabajas en un hotel. Ya me imagino lo que iban a decir.
NORA.- (Sonríe) Es que… ya no me importa lo que digan las gentes.
JULIO.- ¿Cómo que no te importa?
NORA.-Me pasó algo y… por eso…
TEODORA.- ¿Te pasó algo? Dinos qué te pasó.
NORA.- Poco. Nada más que… estuve tranquila y feliz. Y me di cuenta entonces… que
es bonito sentirse feliz y tranquila. Que es necesario sentirse así, porque si no, dan
ganas de morirse. Y me acordé que antes, hace años, a mí me gustaba mucho estar
viva.
JULIO.- ¿Te sentías muy tranquila y no sabías nada de tus hijos, ni de tu casa?
NORA.- Tú tampoco lo sabes en todo el día y muy a gusto estás.
JULIO.- Es distinto. Soy hombre y estás tú en la casa.
NORA.-Pues ahora no voy a estar.
JULIO.- (Alterándose más) Ya te dije…
TEODORA.- Julito; yo trabajé para ayudar a tu papá, por eso pudimos educarlos mejor
a ustedes.
JULIO.-No quiero que digan que no mantengo a mi mujer.
NORA.- Ya lo dicen.
JULIO.-¿Quiénes?
NORA.- Yo y tus hijos. Lo que vestimos, lo que comemos. Todo eso habla, Julio, ni te
enojes. No sé cómo explicarlo, porque es muy raro: como si me hubiera yo vuelto otra
persona, haz de cuenta. Desde que hiciste a fuerza que naciera la niña, la chiquita, yo
no pensaba en nada, ni deseaba ya nada… Como si la vida se hubiera quedado sin
jugo y sin colores. Y ya con ella nacida… fue peor. ¡Si ni lugar tenemos! Y a cuidar otra
vez a una recién nacida… Como si fuera siempre el mismo niño, terco en nacer y nacer
una vez tras otra… No sé como decirlo, vi todo de repente como un borrón sin fin: a
mis hijos, y a ti. Educarlos, cuidarlos… Igual que gatos. Nomás fijarme que traguen y
estén limpios y que no rompan cosas. ¿A poco eso es educar? Así crecí yo, por eso soy
una bruta. ¿y tú? ¿Ayudarme? Si ya tenías pretexto para largarte más tiempo fuera,
dizque por no oír chillar a la criatura. Un borrón todo. Y yo, una gata, una perra. Y me
daban ganas de llorar y me iba yo a esconder al excusado y ahí me estaba encerrada,
llore y llore. Entoces, Julio, no voy a perder lo que he sentido hoy. Tú ya no puedes
prohibirme nada. Mírame bien; ¿te figuras que voy a obedecerte?
JULIO.- Te trastornaste, eso te sucedió. Tú estás desequilibrada. Tiéntele la frente,
mamá. Ha de estar enferma, mírele los ojos.
(Teodora suspira. Le toca la frente.)
TEODORA.- No, hijo. No está enferma. Llévame a mi camión.
JULIO.- ¿Y quién se va a ocupar de la casa si tú te largas? ¿Quién me va a atender? ¿Y
los niños, qué?
NORA.- Ya no es asunto mío. Voy a ganar más que tú: cuida los niños y la casa.
JULIO.-No me contestes de ese modo, que no respondo.
NORA.- Yo tampoco, ¿eh?, yo tampoco respondo.
SILVANA.- Papá; yo hago bien el quehacer y… la chiquita… Pues yo la cuido, pero
también puede llevársela mi abue. Sus patrones son buenas gentes.
JULIO.- Usté cállese . Nadie le ha preguntado nada.
TEODORA.- Vamos, hijo, ya es muy tarde. Y es bueno que te dé el aire, para que mejor
pienses en tu problema. Silvana es una niña muy lista. Nora, eres una atrevida. Siempre
lo noté.
NORA.- Pues yo hasta ahora me doy cuenta.
TEODORA.- Ayudaré en lo que pueda, como siempre.
NORA.- Gracias, doña Teodora. Calme pues a su hijo, mas le vale.
TEODORA.- (Maliciosa) Ya lo pondrás más en razón, cuando vayan a dormirse.
NORA.- Fíjese que no ¿eh? Yo me voy al catre, sola. Julito se va a dormir, desde ahora,
con su papá. (Quedan viéndose. La vieja suspira, sale al patio. Espera al hijo.)
JULIO.- Ya acabaremos de hablar cuando regrese.
NORA.-¿Qué más hablar? Julio, no sigas, porque además te conozco: no tienes ya nada
que decirme.
JULIO.- Una cosa, y muy grave: si te largas a trabajar todos los días, en esta casa vas a
ser una extraña, de visita.
NORA.- ¡Eso es! ¡Y qué alegría va a darme! Qué grandísimo gusto, ser aquí una extraña,
de visita.
(Julio la ve. Sale con su madre. Se quedan tomados del brazo observando a Nora.
Todos los personajes se van levantando y quedan de pie, observando a la madre y a su
hija. Luz a estas dos, penumbra a los demás. Silvana va hacia Nora.)
NORA.-Hoy ayude a una señora a cerrar su maleta, que la muy tonta no podía. ¡Me
regaló cincuenta pesos! Y varios botes de cremas para la cara y de champú, que ya no
podía llevarse. Mira, ten, para que se te ponga muy lindo tu pelo.
SILVANA.- (Lo huele) Qué rico. Qué bonitos frascos.
NORA.- Hijita, no sé si entiendas esto: una mujer infeliz y bruta, no puede ser una
buena madre. ¿Te das cuenta?
SILVANA.- Sí. Creo que sí. No sé. Pero mamá, no te apures. Yo ya sé cocinar, y sé cuidar
a mis hermanos. Y si papá viene de malas, pues me callo y lo distraigo y hasta lo
pongo contento. Sé ir al mandado, sé barrer y lavar ropa…
NORA.- Es verdad, mi vida. Todo eso sabes.
(La acaricia)Ya eres una mujer.
Oscuridad. Quedan viéndose.
TELON
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