Enero - Diciembre de 1 9 5 6 A d o VI - V o l u m e n 3 M E X I C O , b . t, MEXICO NUEVOS POEIAS ESPAÑOLES PRESENIADOS POU C A R L O S 8 O U S 0 N O G A B R I E L MAX G E l V I C I O R I A N O A . | S E H l [ O P O l D O E U G E N I O B E A S Y A Y M E R I C H I E R DI A L G U N O S R O l U I S DE D E A V A C R E M ( R f I GU f R O A O A U B N O R A O MAS ! E R O FINANCIERA NACIONAL AZUCARERA, S. A. INSTITUCION FINANCIERA Y FIDUCIARIA MEXICO, D. F. B a i .dfras 3fi P lanta P rin cipa l Capital Social Autorizado Capital Exhibido Reserva Legal Otras Reservas T el é fo n o : 18-20-45 10-25 37 $ 5 0 .0 0 0 .0 0 0 .0 0 2 2 .6 0 0 .0 0 0 .0 0 3 .2 5 2 .2 2 8 .3 3 9 9 .7 7 1 ,9 6 \ moii/a< ¡ón île la II. Comisión Nacional v llamaría en su Oficio N" lint II 2.'p9ti7 I D E A S DE M E X I C O Año VI, Epoca II Enero - Diciembre No. 15 Vol. 111 MEXICO, .D. F. 1956 PATRONATO A rturo A r n a u y F reo, A lfonso C aso, E duardo G arcía M aynez , J osé G orostiza , E duardo N icou , A lfonso N órikga , A lfonso R eyes , M anuel S andoval V a lla ría , J esús S ilva H erzog e I nstituto N acional di B illa s A rtes . EDITORA DIRECTOR O felia So to R eyes J osé P ascual B uró CONSEJO EDITORIAL R u bén .Bo s if a z Ñ uño , R aúl I. fiv a , E duardo I jz a id k G Í 8AR.''llor>RÍGUFX C hicha rra . REDACTORES J osé de la C o lin a , J uan E spinosa , J osé L uis G onzález . A rturo Souto A labarle , C arlos V a i .dés. S u m a r i o : Editorial .......................................................................... . .. Max Auh: Algunos portas españolas ................................ Carlos llousoño ..................................................................... Gabriel Celaya ........................................................................ Victoriano Crémor .................................................................. Antonio Fernández Molina ................................................. Angela Figuera Aymeridt ..........................................: ......... [osé Iaiis Gallego ................................................................... José Gíirtía Nieto ................................................................. V'icenle Gaos .......................................................................... Ramón fie Ganíasol ............................................................. Pío Gómez Misa .................................................................... José Hierro ................................................................. Miguel I.abórdela ............................................... I-eopoIdo de Luis ................................................... Agustín Millares Salí ............................................................. Rafael Montesinos ............................................... Eugenio de Nata . . . . . . é. i . ;... . . . . 8 Blas de Otero ................................................... : ............ 95 Salvadáf Éérez Valiente ................................................. José Màfia Valverde ................................................... PAo. 3 5 16 17 34 45 47 53 55 55 57 62 1 64 76 78 83 87 9 104 106 IDEAS DE MEXICO. (Registró en trámite). XX correspondenriit, canje o valores deben ser enviados a nombre de la Re­ vista ¡deas de México, Apartado Postal 19219- Méxicò, D. F. Precio del ejemplar; $2.00, suscripción por seis números $10.00. EDITORIAL Con esta antologia de la nueva poesía española que tan apasionadamente ha preparado Max Aub, concluye la publicación de Ideas de México, en su segunda época. La causa de su desaparición —nosotros esperamos que sea temporal— lo es principalmente aquella penuria económica a la que las revistas literarias de nuestros días suelen verse condenadas desde su comienzo, (¿uizá nues­ tra incapacidad financiera, nuestra reticencia a mendi­ gar ciertas colaboraciones económicas que pudieran ha­ bernos obligado con intereses demasiado personales, hayan sido también motivos suficientes. Por ello, desde ahora, queremos dar nuestro público agradecimiento a instituciones como la Universidad. Nacional, el Instituto Nacional de Bellas Artes, los Ferrocarriles Nacionales de México, la Secretaria de Comunicaciones y Obras Pú­ blicas, el Fondo de Cultura Económica, el Banco Na­ cional de Comercio Exterior, la Financiera Nacional Azucarera y la Radiodifusora X. E. !.. A., que en forma constante o esporádica, pero siempre generosa, hicieron posible nuestra publicación. Pensamos que Ideas de México ha cumplido, aun­ que sea en bien modesta medida, con uno de sus propó­ sitos iniciales: el de ponerjinte el público lector una se­ rie de trabajos cuyos autores, en un futuro cercanísimo, constituirán el núcleo más activo y eficaz de la litera­ tura mexicana contemporánea. Hemos de señalar tam­ bién un fracaso: nuestra pretensión de integrar a los jó­ venes escritores españoles que desde hace veinte años viven desterrados en México ron aquellos que antes men- donábamos, con el único propósito de que esta conjuri' ción fortaleciera humanamente a unos escritores cuya obra, aún hoy, "sigue fundándose en la tradición y en la añoranza. La culpa, de quien la tenga; nosotros ya he­ mos discutido el caso hasta la suciedad. El presente número se integra con un muestrario poético de la España actual y, contra lo que pudiera esperarse, hay en estos poemas aquí incluidos más va­ lentia, más viril desesperación, más decisivo empuje que en muchos otros hombres y poetas que escriben en li­ bertad. El interés que para lodos tiene esta antologia nos parece evidente; los autores agrupados son suficiente­ mente conocidos en España fiero no así fuera de ella; conocidos sí, pero no respetados por quienes hoy gozan del poder y predican la “dialéctica de las pistolas". (¿uizd, para algunos, ciertos floemas que aquí se in­ cluyen carezcan de levedad y de gracia, pero encontrará en todos una lección de lucha y de entusiasmo. “Donde haya vida al desnudo —ha escrito Eugenio de Nora— pasión o entusiasmo, creación y lucha, allí hemos de estar los poetas, viviendo y cantando en las mismas raíces temblorosas de la esperanza, que es la sus­ tancia del hombre". Y, por ahora, eso es todo. Algunos Poetas Españoles presentados por Max A ub Difícilmente lie sabido (aliarme. Aún menos si supongo que puede interesar a los demás. Nunca me ha gustado aprovechar­ me solo de lo aprendido. Mi gusto: compartirlo. I.o que me ha valido no pocos sinsabores. Como cierta poesía española actual me parece del mayor interés, hago lo que puedo para (pie la conozcan más, sobre lodo los jóvenes. • ¿Qué espero? Para mi, nada; para los de allá, lo más: la simpatía, el amor, la ayuda si es posible; el favor, como cayó en olvido decir; tener o tomar parte en el gran duelo español —en el luto y en la lucha— sigue siendo, veinte años después, timbre de hombría de bien: a más de ser sencillo: no cabe duda de quienes son, allí, los buenos y los malos. • No hablo de la poesía, así en general, sin limites: la que me interesa, en España se imprime con dificultad: corre por el aire, preña pocas páginas. De esa quiero decir algo, llamar la atención acerca de ella.El saetazo cine representó para las letras —rio hablo aquí de otra cosa— nace veinte años la guerra civil es­ pañola sigue retemblando porque las fuerzas vencedoras no lian dado su brazo a partir, torciendo los de los demás, sin compa­ sión. Si hay algo (pie desconocen aquellos oficiales cristianos es, en primer lugar, la caridad. Tal vez no fue nunca prenda española. Lo cierto: siguen a|lí, tomo "si fuese ayer”. Fray Luis, que el "ayer” trae a cuento, es buena bandera pata estas notas: tanto que fue el tema que escogió don Dámaso Alonso Fernán­ dez de las Redondas para su discurso en "la solemne apertura del curso académico lí)55-195(i" en la Universidad de Madrid, y no a humo de pajas. Así pues: “decíamos ayer". Los que ayer decían eran Unatiiuno y Machado. Siguen hablando, por otras bocas —¡qué re­ medio’— pero siguen. Ahí están. • Debido,a mi absurda manera de trabajar, a mi desorden, a la necesidad —que tiene de su parte a la necedad—, a la falta de tranquilidad, al tío poder ordenar lidias, a mi memoria siem pie ida, ;i veces recsrribo lo ya dicho, visto desde otro ángulo, por no decir contrario: lo cpie tiene sus ventajas: discuto con­ migo; las cuartillas se amontonan, y faltando ocasión de orde­ narlas, no pocas veces, buscando atajo, tiro lo hecho al cajón del olvido o me doy el triste lujo de publicar dos veces lo mismo udaciado de manera distinta. (Si no es que tenemos una sola' palabra y la vamos diciendo desde que tenemos uso de razón, hasta perderla.) Di cuatro conferencias acerca de los nuevos poetas españoles y amontone'- material para diez. I.o que ahora se publica en IDEAS DE MEXI CO no entre» a formar parte, ni en poco ni en mucho, del cursillo. Puesto a hacer algo distinto, también los poemas aducidos aquí son diferentes; aquel y aquellos han visto la luz, impresos por la Universidad de México, siempre generosa. • Ni antología ni crítica, sólo intenté que se conociera en Mé­ xico, lo poco que me llega de la actual poesía española en España, fiólo lo franu-s, lo inglés, lo comunista, banquean con relativa facilidad los obstáculos que estoy por llamar ya tradicionales. I.o demás, lo misino lo italiano que lo argentino, lo portugués o lo chileno, lo español o lo hindú, permanecen encerrados en espera de no sé qué redentor. Hay sin duda más poetas españoles; existen cien libros, publicados estos últimos años, que no he visto. Hablo de lo poco que con zoco, ayudado por algunas antologías. Es lo malo: no me fío: que he sido a otólogo y sé de qué noventa y nueve pies, de cien, copian o cojean los más. • Estoy en la otra orilla y pocos libros unzan el mar. Además ¿cuántos se publican? Muchos menos de los que se escriben y, dado lo que me interesa, todavía más escasos. Busco lo cjue quie­ ro, la España que todos tenemos en el corazón: grande y liberal, la que quiza nunca fue, la que añoramos en el futuro como si hubiese existido, la que nos encamina, la que dándonos guerra ticas da paz: España cada día más lejana y más entrañable, “hoy miserable, ayer dominadora’’. i xas desterrados dieron de si lo que podían dar, que el re­ cuerdo se ordeña y seta, unos parecen no acordarse ya, otros cantan paz cuando lo que quevemos.es guerra. Otros hablan de oídas. No es de ellos la culpa: no se puede sufrir más que de adentro y hace cien años cpie nos echaron. Eras el dolor de la ruptura - años y años- la poesía española del destierro, vino a ser sólo eso: del destierro, con España vista de afuera y de lejos, seguras las espaldas, ron todas las palabras disponible» a mano, sin que nada impidiera emplearlas donde más convi-íi- niera, en el momento preciso. ¿Compararlo con moverse en las sombras, empleando vocablos de contrabando, diciendo lo cjue se quiere decir con figuras comprensibles sólo en voz baja, a oscuras, con recelo y el mal encima desbordando? Nadie tenia «jue envidiar: el uno deshecho por estar ama­ nado lejos, ansioso; el otro preso, atado por las palabras ihdecibles, ¿Quién gana? Tal vez, sólo y sola, la poesía. Estas páginas - y las otras— pueden considerarse corno un complemento de mi l’oesia española contemporánea publicada por la Librería Universitaria en 1951, aunque la composición y redacción de estas líneas corresponden a otro interés. Hablé allí de un terna que conocía por haber convivido con su desarrollo. Ahora, es distinto: por eso piule hablar allí sin citas. No me hacían falta y menos al público que me escuchó: pisábamos terreno conocido. No son, pues, estas frases más que anuncio, llamada de atención para los que, de este laclo, no tienen si­ quiera las esc asas noticias que me han permitido éstas. ¿Existe ahora en España un ambiente favorable a la poesía, idéntico al que conoció Francia frente a la oc upación alemana? Es posible. Viví aquello, no ésto. La popularidad, entre los que poctían estar ‘'al tanto", de Eluard o de Aragon ¿es semejante a la de Otero o Cielaya? Lo ignoro. Pero, tal vez. Antonio Machado juega el papel que le asignaron a Péguv, en la Francia del 10 al 45. Las razones para equiparat el papel de los poetas en ambas circunstancias, Pirineos y tiempo aparte, es bueno: la Gestapo es la misma, así tenga hoy una nueva piel, quizá algo propicia al engaño de los versos por aquello de la músic a y de las fieras. La identidad nacería sonre todo de las circunstancias adversas, que acendran el canto. El dolor moral es gran escuela de poesía. Todo y todos son ejemplo: quien no ha sufrido no sirve para las historias de la literatura, ni, naturalmente, el mentiroso o el alabador, lo cual es redundancia. La poesía nace siempre en contra; ansia o recuerdo. Cuando no pasa de traducción -figuras, alegorías, pa­ labras cruzadas - es manera, corno cualquier otra, de perder el tiempo. El que nos perdió, en España, por aquello de las cir­ cunstancias. T,o que busco es señalar un hecho evidente: explicar, al tiempo ue su suceder, cómo la poesia española da cuenta, mejor que cualquier estadística, del curso de los acontecimientos que se han desarrollado estos últimos meses en España. Un estudio semejante puede hacerse en cualquier país, pero en ninguna parte veo el fenómeno tan claro, aun sin que entre en juego ni i muy particular interés. De una poesía donde la gracia de la forma era el principal atuendo pasamos a otra donde pesa más la "idea", menos la manera. Lo que tío se puede tener por bueno para la mediocri­ dad porque, .sin duda, es más fácil armar un aceptable soneto, una décima redonda, una quintilla sabrosa otorgando ricas rimas, montadas en el vatio, que no sostener o enmendar una idea, difícilmente original. Asi se desarrolla una poesía de libres y sentimentales pensadores más cercanos a Quintana, Campoamor y Núñcz de Arce de lo que suponen. Otros, más formalistas, por darles algún nombre, se acunan con llécqtter que, dicho de paso, corno pensador no fue gran cosa. El Dios mió ¡qué solos se (¡urdan los murrios! tiene el valor sonoro ele la perogrullada. (Nada tiene de particular que el éxito de Hécqucr irritara a (Jnamuno. Cuenta I.eún Felipe, a propósito del verso citado, una anécdota de don Miguel, basada en rimas semejantes, des­ graciadamente impublicables: —lis como si yo d ije ra...) En el centro de esta evolución queda Antonio Machado. Los que andarnos por el mundo con España a cuestas no podemos hablar más que por referenc ias de lo que sucede hoy e». el ruedo ibérico. Y éstas tienen que ser de nuestro tiempo, ya tan pasado. Nos lo reprochan, sin razón y con ella,'los que allí aguardan. No somos ubicuos. La expresión pública lírica española, de 19-10 a 1950, fue - aparte Los hijos de la ira - incomparable con la obra publica­ da por los desterrados. l)e 1950 acá, el panorama ha variado por completo. • Hay poetas que viven de la poesía, mendigos de su propia enfermedad- Explotándola la ac recientan, con vergüenza publica; la enseñan y enseñan a tender la mano, de rodillas en el atrio de la iglesia o en las antesalas del parlamento, a ver qué sacan limosneando; en ve/ de dar, que es lo del poeta verdadero. Fo­ mentan su lepra —superfie iaf, epidérmica- como si fuese de adentro. Al fin y al cabo, la poesía se ve y se contagia en la juventud. Vicios aparte. Se rascan para hacerla visible, gastaban chalina, chambergo, hoy lame/anca¡canelo se rompen el espinazo en los salones, fachenda para la Academia. Decidieron que la fa­ milia tenía que vivir de los versos (¡lástima que verso y gusano no tengan idéntico son como en francés!) La poesía se mitre de lo cpie rodea al poeta. Se conforma.-. Loma los elementos primordiales del medio social donde *e construye, igual que las religiones. Y va viviendo como puede. Las influencias son muy notadas y notables. La moda influye en las formas poéticas, tíimo como en los trajes femeninos. Un vestido, una noticia, una imagen pueden determinar el atuendo Ue una temporada. Alguna» prendas, romo el soneto o el traje sastre, ‘‘se llevan siempre”. “Como todo ser viviente, elimina poto a poro sus elemen­ tos gastados y muertos, asimila otros, que renuevan su carne y su sangre, por inevitable consecuencia tic la duración, el juego de sus facultades de adaptación, luego se detiene; entonces, se torna incapaz, de desembarazarse de los residuos inertes y noc ivos que en ella se acumulan; incapaz también de nutrirse de la vida, la muerte la invita lentam ente..." como dice Citarles Guignebert de las religiones. Hay poetas, escritores —no es cuestión de verso o prosa—, para quienes lo más importante es cómo escriben y otros para quienes lo que cuenta es para quién escriben. El uno pregunta por qué escribe, el otro para qué. Busca uno su salvación solo, el otro a través de los demás. Estos pueden ser conformistas, los otros no; sí, intercurrentes. Algunos adoptan una u otra actitud, según las circunstancias, como todos tenemos algo del sexo con­ trario. Pero son de sexo contrario. "Han pasado muchos artos -dice Dámaso Alonso hablando de Hopkins—, ) liemos visto muchas quintaesencias de refina­ miento. Sé que todo cansancio es una limitac ión. Pero confieso que estoy cansado. Y no claré ni un paso (salvo, ¡ay!, por deberes profesionales), para salir al encuentro de un poeta por muy ma­ ravilloso técnico, |H)t muy de refinada minoría que nos lo pinten si no me ofrece otra cosa. I.a beatería de las elegancias (como diría Ortega) vieja es ya. Vieja y tocio, aún seduce a algunos jóvenes. Allá ellos; a mí, también, bate años. De este culto críptico aún hay mucho en Europa, en Francia, en Inglaterra, en España. (No escribe en México. porque no venin a m cuso, pero yo lo digo). En estos últimos años nuestro corazón lia la­ tido uemasiado y demasiado de ¡trisa para deleitarnos con meras flores contrahechas. “A un poeta le pido que se apodere de mi alma, con dureza y con ternura, por su triste aroma impregnante o jtor su hiriente brutalidad"... "Hay dos cosas: el Hombre, Hopkins, materia de. entusiasmo, de derrumbamientos súbitos, de ciegos anonada­ mientos, instrumento maravilloso y. detrás de él, Dios, que lo está pulsando. El no creyente, que sustituya ‘Dios’ por lo que quiera, con tal de que sea muy grande: lo mismo da.” Así define Dámaso Alonso la poesía que cuenta para él y nara mí. Y no por capricho —como defendiéndose aseguraincluye sus traducc iones de Hopkins en su tomo de Poetas es­ pañoles contemporáneos. Dámaso Alonso sustituye a Dios por algo muy gránele y la poesía desesperada de Hopkins cobia su sentido cabal a la puerta de esta época: ni en la última congoja del dolor gritaré ¡No puedo más! Si puedo, algo puedo: anhelar, esperar llegue el día, no elegir el no ser. Y he aquí que los poetas españoles di* iioy lian elegido precisa­ mente eso : poder, anhelar, esperando el día, ser lo que hoy no les permiten ser. • 1.a obra de los poetas que se hicieron bajo la dictadura del general Primo de Rivera, a pesar de militar todos ellos en la oposición, no dieron enlomes muestras de ello. Ni Salinas, ni Guíllen, ni Federico García Loria, ni C anuda, ni Aholaguirre ni Prados. Alberto que se iba a ilustrar tanto en la poesía civil, no escribe un verso contra el César ni en Marinero eu liara (1924) ni en Cal y Canto (I92IÍ-I927) ni en Sainé los ándeles (19271928) ni en Sermones y momitas (1929 19^0). Habrá que esperar la República y el Poeta en la Calle (1931-193))) para escuchar sus gritos en pro de un mundo mejor. Hay gran diferencia entre lo que podríamos llamar los pim­ ías de Primo de Hivern y los de Pram iseo Praneo, tal vez mejores aquellos, como puros poetas, pero ya dije que dejé de la mano calidad al entrar en este mundo castrense. í.a poesía revolucionaria de la época de la Segunda Repúbli­ ca lo es de publicidad y propaganda, l'al vez por eso carece de otras prendas y explica el porqué Alberti deja caer gran parte ele la suya en el olvido. Ahora, el case; es distinto, trágico. No se trata de buscar adeptos, de reírse o de* burlarse toda era entonces poesía de hurlas sino de dolor, ron peligro ele muerte y ansia feroz de libertad. El problema ele la libertad, que tanto se ha discutido estos últimos lustros, no lo fue en los años ele la República, ni siquiera en los ele la dictadura del jerezano. Ahora sí. De ahí la gran influencia ele un solo poema en todo el pats y durante años: Liberté de Paul Eluard lia marcado toda la época. Quién más, quién menos lo ha rcescrito a su manera. Curioso intercambio: al misino tiempo crecía en Francia, múltiple, la ¡nlluenc ¡a ele García Loica. La poesía escrita durante la guerra presenta, como es normal, otros aspectos, que no voy a estudiar ahora. • Puede considerarse que existe tuca generación, es decir, un grupo ele hombres unidos por ideas comunes, cada quince años, í.a de la Dictadura cuyos eorrtponctes vieron la luz alrededor ele 1900 (de 1895 a 1905): Salinas, Guillén, Lorca. Alberti, Cer­ níala, etc ., preceden a estos de que estoy hablando ahora, na­ cidos alrededor de 1915 (ele 1910 a 1920): Celaya, Otero, Crémcr, Hierro, etc. 1.uego vienen los nacidos alrededor de 1930 (de 1025 a 1935), tal como buho antes la generación de los epígonos de la del !)8, la propia del 98, tom ¡munido la de C.aldrts y Menéndez y Pelayo. Suele haber retardatarios, como León Fe lipe para la de 11)00, o Angela Figuera para los del 15; los que nacen equidistantes, si no hacen generación de por sí, quedan un poco al aire. La generación de la Diitaduta vio en su juventud arder la tierra durante la semana trágica dé Barcelona (1909), la huelga revolucionaria de 1917, la matanza de Animal, la rebelión anar­ cosindicalista, la doradura de Primo de Rivera, y dio corno Iruto una literatura alejada en lo posible de lo social. (Menos, ya tarde, Alberli y Sender, por ejemplo. Ll uno fue, el otro volvió.) La de ahora creció con la esperanza de la República, la fero­ cidad de la guerra civil y la represión. Tres años de guerra, quin­ ce de paz impuesta ion plomo, de tranquilidad superficial de lo arrasado. Sin embargo, su mejor producción es revolucionaria y social. Habrá que lntscat la tazón de esta diferencia más adentro, debajo de la corteza de las revueltas. Hasta 19.16, a pesar de to­ dos los pesares que no fueron pocos—, España vive optimista; su industria —de ahí, en parte, el encono de las luchas obrerasno es 'afectada profundamente por depresión económica norteainericana de linos de la tercera década, el problema del campo no ha estallad»' en forma revolucionaria. Pero la República no ofrece soluciones: va tirando —hasta.que la tiraron. lat rebelión militar que culmina con la victoria tic Franco responde -en parte a esa intranquilidad económica que la Re­ pública no supo resolver. No alcanzó ésta a detener la desvaloriza­ ción de ht moneda ni se atrevió a remedios radicales, para los que nio había nacido. La paz muerta que impone el fascismo encubre una inseguridad- de todos los órdenes, económica prin­ cipalmente. El suelo ceniciento, las arenas movedizas en que se alza hoy el régimen español explican la poesía revolucionaria de los que, si bien conocieron la época liberal de la República, no tenían edad todavía para darse cuenta de lo que representaba. Hoy, sí: pero la Historia tío ts. reversible. : 'Nadie les ha enseñado a cantar lo que cantan, ni su modo. No se trata de una poesía angustiada o surrealista, como la fran­ cesa: ni Char, ni Michaux. Ni siquiera los grandes anteriores: Saint John Perse o Claudel. I ai vez, por su luz, Eluard. Pero ni Aragón y su neoclasicismo, ni el simealisino de Betton, revivido en balde. No: la influencia -si la hay—es americana, del Norte y del Sur. Y la raíz, de la tierra: no en balde la abonan tantos asesinados. E, indiscutible, la influencia de las palabras mágicas —mitad sueño, mitad slogan— de los mundos prohibidos: liber­ tad y paz. • La poesía andaluza, por lo meyos desde Bécquer suele ser uña poesía corta. Los poetas de los cuales vamos a hablar no temen el tamaño: muchos han escrito no quiere decir que sean buenos, peto diferenciar las generat iones anteriores de hoy. El hecho de cjue las raíces del en ; Nemda o en Eliot es indiferente. ¡argos poemas. Lo cual señala otro hecho ¡tara a la guerra civil y las cambio pueden hallarse • Otra de las numeras de la poesía de hoy es una vuelta a la sencillo/, del lenguaje, al prosaísmo muchas veces, a la vulga­ ridad, al sentido común, a lo tjue se ha dicho mil veces. Lia desaparecido el relumbrón gongorino, lo ¡turo difícil; cierta chunigttería alejandrina o alexandrina nutrida por una leche surrealista recalentada a través de treinta años de inútiles es­ fuerzos y que todavía se cuece donde menos debiera esperarse, aquí, en el Nuevo Mundo. Los poetas españoles de hoy, los mejores, dicen lo que piensan de la manera más directa posible --lo cual a veces es difícil— con palabras que. cualquiera entiende. El peso es de adentro. Hay, en muchos de los mejores, una invasión de lo cotidiano más inmediato, vulgaridad querida, por ejemplo, por Eliot: Símil / p(tr( my huir lieliiiulf Do 1 dure lo eat a j/each. Cuando-se habla de la influencia de un poeta, de un escritor, se supone que no todo lo escrito por el pesa en el otro. Al con­ trario, el poder siempre es parcial y, a veces, un solo aspecto fuga/, no fundamental, puede transformarse en primordial en el lector; o, a vetes, inlluye lo que el interesado supone dicho o entrevisto por el autor leído, sin que nunca cruzara ese' aite por su mente. Para un escritor, un libro ajeno siempre es semilla; sin eso, no sirve ni vale. O las influencias no son: tnás que sombras, varias en intensidad, distintas en su empla/¡uníento: pertenecen al cuerpo opaco que la proyecta, no a la luz cjue las engendra. I,o que, seguramente, lia seducido a estos jóvenes, o no tan jóvenes poetas, es la libertad formal de los americanos. ¿Cono­ ciéndolos o no? I,o ignoro. Ahora bien: las poetas norteameri­ canos son el alma doliente de su patria; tampoco pueden gran cosa contra la injusticia. Pero se alzan. Algunos se cansaron y descansan de mala maneta en el conformismo. También ellos, los españoles, han tenido que colaborar para poder sobrevivir, cómo muchos yankees: estas circunstancias amar­ gas-pueden explicar correspondencias extrañas entre Archibald MacLeish y Gabriel Gelaya, pongamos por buen caso. Leyéndoles, ¿dónde Juan Ramón? ¿dónde Federico García Lorca? ¿dónde Rafael Álbctti? ¿dónde jorge Guillén? ¿dónde Pedro Salinas? Su rastro está en otros, de los que no voy a hablar aquí. Las voces son distintas; más fuertes, más duras, que parten y se parten el pecho. Antonio Machado, por lo que tiene de castellano, Unamuno por lo mismo, León Felipe porque lo es y Vallejo y N cruda, porque vinieron a sumar y sumir el peso de su sangre en la verdad herida en España. Alguno, tal ve/ muchos, debe ser como Larrea decía de Vallejo: "oscuro héroe de renunciación y vida agarrotada. Mas sólo los que como tú han amado la humanidad hasta el hueso derre­ tido de su desventura, los que han creído en la justicia ele tu causa contra el desencadenamiento de los poderes infernales de destrucción y de muerte, los que se han negado a si mismos para que la verdad, que es de todos, afirme positivamente su presencia, pueden concebir los tesoros espirituales que, frente al esplritualismo huero, egolátrico y criminal, que mueve las hor­ das extermina doras llamadas nacionalistas, guarda ese umbral a que conduce hoy tu gran silencio”. "Esencialmente cristiano en su verdad profunda, era, César, el espíritu de profecía que te inspiraba”. El gran silencio de César Vallejo da hoy sus agrios frutos de esperanza, no en Amé­ rica, sino en España, en la tierra en que se pudrieron asesinados Federico García Lorca y Miguel Hernández; abonándola levan­ ta una todavía semiesrondida cosecha, rala y dura de pelar. Ahí está, deseando lo suyo y lo de los demás. Ahí está; podrán hacer lo que quieran con ella, pero ¿quién se atreve a nagerla? No es milagro. Ahí están los rastros: el de Hopkins en Dámaso Alonso, el de Archibald Macl.eish en Gelaya. El tono coloquial, vulgar, la libertad absoluta, el tratar ni lector como conocido, hasta los encabalgamientos más inesperados, dan razón del prosaísmo del ue nace una poesía más depurada —por no decir más puta. El iamante, en el estiércol, de pronto, más diamante. 3 He prefered n country whvre everiliing carries the nntnr [of a Coynlcss or real kitig or an actual palace or Somethiiig in Prose and the stock pnces. ull ¡n Itu han.. . (Archibald MacLeish "Frescoes for Mr. Rockefeller’s City”). And Man United itilo riten in Philatlelfia Practising prudence on a long-tenu léase: Building liherty to fit the parlar: Bred for cristal on the frontroom shelves: Just and percciving justice by the dollar: Patriòtic with the bond at par (And lheir ch tld ren’s rhildten brug of their deeds fur the Colonies). (Archibald MacLeish "America was Promises"). A veces, en Otero, en Nora y aun en Valverde me parece oir la vo/ de Edgar Lee Masters. Es muy posible que no lo hayan leído, que Celaya lo ignore todo de Wallace Stevens. No im­ porta. ¿Qué los liga'z Desde luego, un terrible desprecio hacia la sociedad en la que andan encajados a la fuer/a. Estamos lejos de la poesía al uso en Francia o en México. V'a Antonio Machado no tenía gran cosa (pie ver con Rilke o con Valéry ni Juan Ramón Jiménez con (ilaudel o Erra Pound, ni Ciarda lam a, Alberti con Dyland Thomas. España es, en el siglo xix, por no halrer hecho su revolu­ ción liberal burguesa, bastante distinta a las de las demás na­ ciones europeas. La derrota de 18(18 ahonda la herida sin pro­ curar remedio. Las olas de fondo salen a luz con la guerra del Rif, las huelgas revolucionarias de 1017 y su cauda del 2.8, la re­ vuelta dictadura de Primo de Rivera, la guerra frenética del 86 al 80. De entonces a 1051, en epte se producen las huelgas de. Barcelona, la expresión española permanece en una hoyanca, en tetrada viva, pisoteada por perturbados cjue creen posible que la escolástica sea todavía la única filosofía. • Hablando de- los libros de poesía publicados el año pasado, José Luis (laño escribe: “Hay quien afirma —lo be escuchado y lo be visto escrito más de una vez- que boy todos los poe­ tas se parecen, y qué el panorama poético actual en España es más bien grisáceo... Pero yo no comparto en absoluto ese juicio. Pienso, por el contrario, con Vicente Alcixandre —re­ cuérdese su reciente discurso académico sobre "Algunos carac­ teres de la joven poesía española”-- que hace falta estar ciego, para no ver en la poesía española de boy, un hervor y una cali­ dad, que pueden aprec iarse a poco que se siga con interés la producción poética de esters años. Yo llegada ít hablar, incluso, usando un adjetivo que hi/o famoso Ortega, de la salud indecen­ te de la lírica española ac tual, que otras líricas europeas quizá secretamente envidien. Cálate) es epte boy pululan en España, mi­ les de poetas chirles como los epte ha habido siempre en nuestro país, desde el siglo xv para acá. fosé María de Cossfo, me ha confiado que, para el libro epte prepara —y que será trascen­ dental- sobre la poesía del período postromántico —fines del siglo XIX—, tiene ordenadas fichas de 3,000 noetas, aunque no bable, claro es. de todos ellos. Pero, volviendo-a vuestra joven poesía y admitiendo que sean demasiados los epte bullen o tí­ midamente se asoman a las revistas de poesía, no creo que puedan negarse personalidad e interés, a la obra de al menos diez o quince poetas de la generación dada a conocer en nuestra post­ guerra." • Ortega y Gnsset dio y ganó su mejor batalla después de muerto. Nunca se enfrentó con tanto valor ron lo estanleeido. Muriendo quedó de ¿1 lo que fue en sus tiempos mejores, en segundos se borraron claudicaciones y se convirtió en bandera de libertad. Su muerte promovió enconadas manifestaciones y vino a ser lo que quiso y no pudo: adalid. Con su muerte cierro, mi decir. Los tiempos vuelven a ser más duros y es de suponer que la censura redoblará sus man­ dobles, y hurgará. Pero la poesía ya está en la calle. Cunde es­ peranza. como una primavera, una primavera difícil. Versos han sido sus ¡trímeros frutos; escasos, escondidos pero sabrosos, sobre lodo para los tjtte tenían tanta sed. De 194!) hasta nuestros días, se multiplicaron las revistas literarias, como las hubo en la otra Dictadura, la blanda, la de la risa, la que derramó ira, bilis, cierta cursilería andaluza no exenta de sal gruesa: una dictadura con participación socialista. Brotaron entontes muchas revistas, de todas calañas, nunca con la mira puesta eu lo social. Ahora lo social está latente en todo, falta el contrapunto de Valle Inclán y sus novelas de ambiente decimonónico, ejue le salieron tan buenas porque tenia el mo­ delo ante sus ojos. Hoy no se puede. Vigila la censura, vigila la policía, vigila Ja iglesia, vigila el Opus Dct. Pero los poe­ tas, por lo visto, eran otra cosa, les "perdonaban la vida", cre­ yéndoles sin importancia. ¿Quién se iba a preocupar por la edición de un libro de versos, hecha en Alicante, a doscientos ejemplares? ¿Quién se iba a desvelar por la tirada de cien ejem­ plares, no venales, de un libro ele poemas impreso en León? O tul vez no se enteraran, quizá correría el librillo de manera sub­ repticia, sin haber cumplido las endones censorias. Por esta jacilla podemos dar cuenta de la realidad española; por ese hilo ¡rodemos sacar el ovillo. Va no hay quién borre ese rastro. Durante estos muy últimos años, a la corta edición ele los libros, han .venido a sumarse las mucho más numerosas de las antologías que -según quién o a pesar de quien las ordena— no han podido menos que dejar trascender lo que hemos visto des­ nudo. Ni la Antologia Consultada, ni el Panorama de la poesía tnodunia española de Aztoaga, ni los Veinte poetas españoles, de Millán, dejan lugar a duelas. • Ojalá los poemas que siguen, escogidos un poco al azar -la casualidad es gran antologa - hablen más claro y más alto que yo. Si quedaran eludas, disípenlas mis lec tores en los libros que cito. Carlos Bousoño TRES POEMAS SOBRE LA MUERTE I Hay veces que los hombres tristemente a la muerte cantamos. Allá en el esqueleto está escondida, dura, fija, agualdando. Pero los hombres nunca saben, lar muerte flota entre sus labios, y mirando los cielos transitorios hablan de amor y eternos cánticos. Mas el hueso en el fondo de sus vidas espera tierra y muerte sin descanso. Está tranquilo (jorque luz no habita su funeral reposo milenario. Yo sé lo mismo que los huesos saben y miro, sin embargo, el viento puro, y sin tristeza suspiro en él, y algunas veces amo. 2 Sólo los huesos son eternos. La muerte son que espera su reinado. La muerte que se sabe victoriosa allá en su fondo solitario. CARLOS HOUSOKO.—NacW rn lloal (Asninas) en 11)23,—Otiras: Subida al amor, "Allouais", Mailriil, 1915: Priituweia de la muette, "Allo­ uais", Muih'itl. 10-10; 1.a poesía de Vicíate Alrxaindre, "Insula”, M«driil, 1950; tlnria olía las, "Insula", Madrid, 1952; Seis atlas en la expresión literaria es/Hifiola (en lolalmiarirtu con Dámaso Alonso), "Credos”, Madrid, 1951; Tanta de la expresión poética, "Credos", Madrid, 1952. Los huesos son antiguos. De su origen nada sabemos los humanos, mas hundido en el cuerpo nos habita lo que seremos bajo el campo. No la semilla de los vientos ni la alegría de lo iluminado, sino un duro esqueleto indescifrable de irredenta mudez bajo los astros. 3 Quizá los huesos fueron roca, montaña, río, fuego o valle antes que el hombre hubiese aparecido como un dolor bajo los aires. Por eso el hueso es el deseo de otra vez ser pura extensión sin nadie, y allá dentro parece un duro otoño, un triste otoño inexplicable. Pero los huesos mandan su ola lenta hasta los ojos, que no saben, y creyendo de cticha su alba espuma morimos bajo el cielo interminable. (De Primavera de la muerte.) Gabriel Celaya A BLAS DE OTERO Amigo Blas de Otero: Porque se que tú existes, y porque el mundo existe, y yo también existo, GABRIEL CELAYA.—Nació en Hernani (Guipúzcoa), en H)|L—Obras: Mo­ ren en silencio, Madrid. I9ÍI-Í: l.n .soledad ceñudo, “Norte”, San Seiuu* porque tú, y yo, y el mundo nos estamos muriendo, gastando nuestras vueltas tomo quien no hace nada, quiero hablarte y hablarme, dejar hablar al mundo de este dolor que insiste en todo lo que existe. Vamos a ver, amigo, si esto puede aguantarse: El semillero hirviente de un corazón podrido, los mordiscos chiquitos de las larvas hambrientas, los días cualesquiera que nos comen por dentro, la carga de miseria, la experiencia —un residuo—, las penas amasadas con lento polvo y llanto. Nos estamos muriendo por los cuatro costados y también por el quinto de un Dios que no entendemos: Los metales furiosos, los mohos del cansancio, los ácidos borrachos de amarguras antiguas, las corrupciones vivas, las penas materiales. . .. todo esto —tú sabes—, todo esto y lo otro. Tú sabes. No perdonas. Estéis ardiendo vivo. 1.a llama que nos duele quería ser un ala. Tú sabes y ttt verso pone el grito en el cielo. Tú, tan serio, tan hombre, tan de Dios aún si pecas, sabes también por dentro de una angustia lampante, de poemas prosaicos, de un amor sublevado. Nuestra pena es tan vieja que quizá no sea humana: Ese mugido triste del mar abandonado, ese temblor insomne de un follaje indistinto, lián, I9ÍM»; TcntáUvas '‘Adán", Madrid, 1910: Atiwhnir.ntps elementa" ¡ti. “(Vtote'', San Sebastián, 1947** TranrfuUotticnle hablando, ''Norte”, San Sebastián. 1917; Objetos fundiros “Halcón’*, Valladolid, 1918; Ju­ guetes. ‘ F.gan", San Sebastián, 1918; l'.l piincipio sin fin, £upl. de Tantico*', Córdoba, 1919; Se parece af amor, "El Arta”, lois Palmas de Gran (anana, 1949; Jaiiam ralla, S. C. E. do l . , Madrid, 19*19; 1 m cosas como son, 1919 y 1952 (dos ediciones), 1.a Isla de lo* Ra* iones, Santander; Deriva. “IfacK”, Alicante, 1950; fas cartas boca aniba vAllouais", Madrid, 19,51; í.o tiantis es silencio, “El Cocuyo”. Hártelo na, 1952; Ciento volando (en colaboración con Amparo G«M* ton), “Neblí", Madrid, 1953; h*ax y concierto, “El pájaro de Paja*'. Madrid, 1953; Cantos iberos, “Norte ’, San Sebastián, 1955. las montañas convulsas, el éter luminoso, un ave <jue se ha vuelto invisible en el viento, visen, dicen y sufren en nuestra propia carne. Con los cuatro clámenlos de la sangre, los huesos, el alma transparente y el yo opaco en su centro, soy el agua sin forma que cambiando se irisa, la inercia de la tierra sin memoria que pesa, el aire estupefacto que en sí mismo se pierde, el corazón que insiste tartamudo afirmando. Soy creciente: Me muero. Soy materia: Palpito. Soy un dolor antiguo como el mundo que aún dura. He asumido en mi cuerpo'la pasión, el misterio, la esperanza, el pecado, el recuerdo, el cansancio. Soy la instancia que elevan hacia un Dios excelente la materia y el fuego, los latidos arcaicos. Debo salvarlo todo si he de-salvarme entero. Soy coral, soy muchacha, soy sombra y aire nuevo, soy el tordo en la zarza, soy la luz en el trino, soy fuego sin sustancia, soy espacio en el canto, soy estrella, soy tigre, soy niño y soy diamante que proclaman y exigen que me haga Dios con ellos. ¡Si fuera yo quien sufre! ¡Si fuera lilas de Otero! ¡Si sólo fuera un hombre pequen ito que muere sabiendo lo que salte, pesando lo que pesa! Mas es el mundo entero quien se exalta en nosotros y es una vieja historia lo que aquí desemboca. Ser hombre no es ser hombre. Ser hombre es otra cosa. Invoco a los amantes, los mártires, los locos que salen de sí mismos buscándose más altos. Invoco a los valientes, los héroes, ios obreros, los hombres trabajados que duramente aguantan y día a día ganan su pan mas piden vino. Invoco a los dolidos. Invoco a los ardientes. Invoco a los que asaltan, hiriéndose, gloriosos, la justicia exclusiva y el orden calculado, las rutinas mortales, el bienestar virtuoso, la condición finita del hombre que en sí acaba, la consecuencia estricta, los daños absolutos. Invoco a los que sufren rompiéndose y amando. Tú también, Blas de Otero, chocas con tus fronteras, con la crueldad del tiempo, con límites absurdos, con tu ciudad, tus días y un caer gota a gota, con ese mal tremendo que no te explica nadie: Irónicos zumbidos de aviones que pasan y muertos boca arriba que no, no perdonamos. A veces me parece que no comprendo nada, ni este asfalto que piso, ni ese anuncio que miro. Lo real me resulta increíble y remoto. Hablo aquí y estoy lejos. Soy yo pero soy otro. Sonámbulo transcurro sin memoria ni afecto, desprendido y sin peso, por lúcido ya loco. Detrás de cada cosa hay otra que es la misma, idéntica y distinta, real y a un tiempo extraña. Detrás de cada hombre un espejo repite los gestos consabidos, más lejos ya, muy lejos. Detrás de Blas de Otero, Blas de Otero ote mira, quizá me da la vuelta y viene por mi espalda. Hace aún pocos días caminábamos juntos en el frío, en el miedo, en la noche de enero rasa con sus estrellas declaradas lucientes, y era raro sentirnos diferentes, andando. Si tu codo rozaba, por azar mi costado, un temblor me decía: Esc es otro, un misterio. Hablábamos distantes, inútiles, correctos, distantes y vacíos porque Dios se ocultaba, distintos en un tiempo y un lugar personales, en las pisadas huecas, en un mirar furtivo, en ésto con que afirmo: “yo, tú, él, hoy, mañana”, en ésto que separa y es dolor sin remedio. Tuvimos aún que andar, cruzar calles vacías, desfilar ante casas quizá nunca habitadas, saber que una escalera por sí misma no acaba, traspasar una puerta —lo (pie es siempre asombroso—, saludar a otro amigo también raro y humano, esperar que dijeras: Voy a leer unos versos. Daba miedo mirarte solo allá en lo redondo de una lámpara baja y un antiguo silencio. Mas hablaste: El poema creció desde tu centro con un ritmo de salmo, como una voz remota anterior a ti mismo, más allá de nosotros. Y supe —era un milagro—: Dios al fin escuchaba. l odo el dolor del mundo le atraía .1 nosotros. Las iras eran santas; el amor, atrevido; los árboles, los rayos, la materia, las olas salían en el hombre de un penar sin conciencia, de un seguir por milenios, sin historia, perdidos, Como quien dice “sí’’, dije Dios sin pensarlo. Y vi que era posible vivir, seguir cantando. Y vi que el mismo abismo de miseria media como una boca hambrienta, qué grande es la esperanza. Con los cuatro elementos, más y menos que hombre, sentí que era posible salvar el mundo entero, salvarme en él, salvarlo, ser divino hasta en cuerpo. Por eso, amigo mío, le recuerdo, llorando; te recuerdo, riendo; te recuerdo, borracho; pensando que soy bueno, mordiéndome las uñas, con este yo enconado que no quiero que exista, con eso que en ti canta, con eso en que me extingo y digo derramado: Amigo Illas de Otero. A MIGUEL LAliORDETA Desde el asteroide Gc-Celaya-Cincuenta, con cielo despejado y, en mi centro, un bostezo. hoy veintitrés de junio, tan sin pena ni gloria, mientras (on viento fresco me lleva el Nov-Nordeste, te saludo, Miguel, por si acaso aún existes. l.as últimas noticias son normales, muy tristes: Se casan con notarios nuestras fidolc.sccnt.cs; se ríen en mis barbas los hombres de negocios; la brisa sólo es brisa - no un ángel extraviado—; y Dios, allá en su cielo, sigue siendo un Dios mudo. Da miedo ver las gentes (pie pasan por las calles. Si uno les preguntara su nombre no sabrían «pié contestar en serio, qué decir limpiamente. Yo les dejo que pasen bajando la cabeza. No quieto ver. Me asusta que los muertos caminen. Más vale estar callado. No vaya a ser que al ruido de “¿qué tal su familia? La mía, muy bien; gracias”, algunos se den cuenta de que estaban ya muertos, que no tienen sentido, ni un yo con nombre lijo, y entonces se desplomen odiándose a sí mismos. Dejémosles que pasen felices: ‘ l'asen, pasen, señoras, caballeros (y los ancianos, gratis).” Pasen como si nada pues qué vivir es eso. Garantizo la puesta del sol de cada tarde. Garantizo prodigios, bellezas a su alcance. Nosotros, charlatanes, les brindamos sin precio maravillas d e titeo, payasos jm» - sorpresa, animales salvajes que pacan por el aro, equilibrios mortales, versos malabaristas y un mago ilusionista con yo de doble fondo. Quizá, Miguel, debiera callar tanta indecencia, tanta gloria excesiva, tanto día barato, mas me asustan un poco tus tremendas preguntas: “¿De dónde diablos vengo?” y “¿Que hago aquí peti- fsando?" Comprende. Estas son cosas que no deben decirse. Ya sé (pie entré tus cuatro paredes te sublevas, que tus noches son anchas, tus cóleras, abstractas, tus limites absurdos, y tu lima, cuadrada. Ya sé que hay diminutos instantes como selvas donde al perderte piensas quizá que le engrandeces. Ya sé que hablas en serio como un mágico niño, como un hombre excesivo, como un Dios en proyecto. Ya sé que tus bostezos de tarde de domingo desfondan cero a cero tus últimas defensas, te abren los trascendentes c irónicos abismos. T e escuchas a ti mismo creyendo (pie preguntas. Eres un europeo fatalmente enredado en las contra-respuestas de un yo tomado en serio. Treinta siglos y pico de cultura son dentro de ti tan reales como el hambre y la rabia. Pascas corno un traje de gala tus problemas con una larga cola de lujo complicado; pascas por la sala donde los suic idados nos ensenan la lengua, .seriamente absolutos. Impúdico y solemne, me muestras tu intelecto. Ha y músicas que invaden los repliegues secretos, hay movimientos raros del yo y del intestino, hay horrores carnales, y hay tormentos divinos, y hay místicos cansanc ios y hay misterios sexuales que, unidos, se levantan, son la misma pregunta. Tus cuestiones, por simples, resultan excesivas. No deben anunciarse. Son cosas del pasado. Son esa filogenia que llamarnos cultura. Son la historia del hombre qne no se cree finito. Son abismos con eco. Son dioses espejados. Mil huecos, mil cavernas marinas resonantes, mil entrañas confusas donde un pasado Haina, donde rompen las olas, la marea va y viene y tyt anfibio lustroso, pesado, lento, gruñe, sostienen tu pregunta, la vuelven inhumana. Los insectos egipcios, los ciclos naturales, la lógica perfecta de absurdos laberintos e igual, al fin y al cabo, gramófonos con musgo me repiten, mojados, genitales, nocturnos, por todos los suburbios modernos ms angustias. Puede set Jean Paul Sartre, puede set un bolero de moda con su linfa sensual, y densa, y dulce. Somos ya tan, tan viejos que en vano procuramos hacer gestos sencillos, crear música fácil, Cualquier cosa que hagamos se carga de sentido. Aquí estamos, Miguel, sentados frente a frente. Si te miro, si trato de entenderte un poquito me pierdo en tus preguntas y ya no sé qué digo. A teces unos puntos suspensivos a tiempo resultan más profundos que un verso archi-pensado. No te est ribo tratando de ahondar aún más tu abismo. No escupas más: “Decidme, ¿sabéis por qué he nacido?” Mejor es que vayas al cine sin pensarlo ton tu dulce bobita, tiernamente indecente y juegues al amor o a sus equivalentes. Estos actos vulgares nos certifican hombres con sus necesidades de sangre, y semen, y airt: buscadas normalmente conforme a bellas leyes. Si al respirar, cantamos; si al asaltar, amamos, somos hombres cabales que cumplen lo que deben, Me gustas cuando dices “gracias” a cualquier cosa, (hacías al tranviario que te ha dado un billete, gracias a tu bobita, y a un amigo —un don Nadie— que ocupa un lugar cierto como una nube-instante. Me gustas si te noto puntualmente contento. Dejemos las preguntas de ayer para mañana. Gocemos del presente; Ser ahora mismo un hombre. ¡Qué bello es ese tilo dorado que contemplo! ¿Bonito? ¡Sí! Bonito. Simplemente bonito como el mundo evidente cuando miro tranquilo. Ya sé que tu te doblas de ironía, y lo piensas; juegas al escondite poético al nombrarlo; le llamas, por ejemplo, raíz rubia de marzo y al hacerlo te sientes creador trascendente, distante, un poco triste, burlándote a ti mismo. Comprendo como míos todos tus sobresaltos galvánicos de cuerpo mal electrocutado: El tremendo deseo de ser único y solo, anunciar a las cosas que existen porque existes, que cuando Dios se calla, tú lo sostienes todo. Monótona, vacía, doblada de sarcasmos es el alma del mundo dada por absoluta como el mar que repite siempre un único verso mas al repetirlo, le encuentra mil sentidos, mil ecos de vacío que siempre está de vuelta. Los pecados no existen. Son pequeños errores del hombre que no sabe ya qué quiere o no quiere. Dolor sin esperanza, sueños desordenados, espumas luminosas de embates que golpean la roca del yo virgen que pese a todo existe. Existe, mas es raro su modo de existencia: Evidencia inconclusa que mueve su rabiló alegre, impertinente, superfino como un guiño, suspensiva pregunta de sí mismo a sí mismo que ahonda en sus espejos, doblándose fantasma. Tus excesos, Miguel, jxn los despeñaderos del yo crudo y salvaje que se inventa distinto, tus ecos que persiguen verso a verso la nada del lodo de lo inmenso que no se determina, profundos por vacíos, me suenan a Beethoven. La vida se nos vuelve remota en el poema. Ni tú, ni yo, ni nadie somos ya lo que hablamos. Sabemos demasiado. No vemos lo que vemos. Descubrimos sentidos extraños en las cosas que siendo sólo quieren tener nombres no sidos. Sorbo tu poesía, Miguel, como un Martini, un Paul Eluard, un giro que no sé adonde lleva y en su hora pura es sólo como un latido sordo de vena violenta de plata corrosiva en una ganga amorfa que duerme, pasa, duerme. Me encantas. Me fastidias. Me drogas. Me vulneras Son las cóleras dulces del aire sin secretos y es la mujer silvestre que ahora loco y no veo. Son las llamas contrarias de un día violento, las ideas que giran sobre un supuesto centro. Ser único, ser Dios, así como si nada. Ser, pese a lo imperfecto, poeta inevitable. Ser un hombre en el aire que no pesa ni piensa, que burla porque sufre, que llora ¡jorque existe, que, sin culpa, se sabe mortal e inigualable. Pero vuelvo a decitte. Miguel, que aunque compter las risas trastornadas, los ojos agrandados, la lepra de la luna, los daños sin remedio y ese amor que influencia tu vida abierta y loca, me vuelvo-a la materia, me niego a tus incisos. No explico. No discuto. No intento convencerte. No me mido con otros. No lucho contra nadie. No quiero set distinto - ser más, ser, ser matando—. No insisto. Pongo sólo delante de tus ojos mis restos ele alegría salvados del desastre. T'alitas complicaciones, tanta belleza fútil, tantas delicadezas de un don Yo vulnerable, tanta hambre sin sentido que a veces se agiganta y cree que si los otros se achican, don Yo crece, me invitan a ser pobre, batial, mudo, cualquiera. Por lo demás, si quieres saber cómo me arreglo, teniendo siempre en cuenta que encima del tejado maúllan a la luna metafísica y gato, que debemos torcerle el cuello a lo excesivo, te contaré las botas que aún puedo llamar vida. Me gustaría hacerlo como Chctig-Tcheng narraba la historia de su infancia con frases cortas, secas, con las fechas exactas, los nombres adecuados, con cifras que eliminan lodos los adjetivos, con esa sencillez de "así fue: no comento ’. La sed con que he bebido cerveza esta mañana, la muchacha que anoche besé rendidamente con ansia que crecía, y hoy besaré igualmente, y estar en la terraza fumando hora tras hora resumen sin más cuentos mi vida de existente. Si te contara todo, si litera eso posible, si abriera en estos versos un solo instante pleno, si vieras cuánto exaltan los gozos materiales, cuánta vida contienen los hechos más sencillos, Miguel, disfrutarías de set hombre liniio. No luches. No propagues. Gómenle en tu momento. Deja las extensiones a Dios que sabe y calla. Dimite de tu carga de orangután celeste. No charles más. No grites. No hagas versos extraños. No imites al Ausente. Recuerda: Lies un hombre. Vestirse, alimentarse, ganar el pan, morirse, no son cosas vulgares aunque otra cosa dices. Ver a las pobres gentes sonámbulas que pasan es olvidarse un poco de que uno es pobre gente, creer «pie porque mira de lejos es divino. Mas tú también le mueres. Mas yo también me muero. Somos seres cualquiera y hombres extraordinarios capaces de entregarse por una idea, un beso, un pájaro, un absurdo, un mero “eso es posible ", unos preliminares de vida en subjuntivo. Todo esto forma pai te del set mortal que somos. Vivimos de morirnos. Vivimos de entregarnos. Vivimos de ser otros, cambiando, entusiasmados. Somos las disponibles conciencias descentradas, perdidas, extasiadas, en todo lo que existe. Somos seres vulgares y a un tiempo extraordinarios. Vivir corno vivimos, conscientes, limitados, sabiendo tnáS que nadie mas siendo mucho menos, convierte los instintos en ímpetus sagrados, convierte lo que somos-en algo que es sin forma. Si yo vivo al minuto, si no resisto a nada, si lodo lo que absorbo revienta en mí al instante dejando disponible mi sed de cualquier cosa, es claro que esta caita, Miguel, vale tan poco, tan mucho como un rayo y un palpito parado. No sé por qué te escribo. No sé muy bien qué digo. Noto cómo me invade lo oceánico y no acabo. Cada palabra escrita me compromete un tanto por ciento de las aves, hermosas si volando, suciamente expirantes si las guardo en el puño. Si en esta carta larga con más viento que vela no he dicho lo contrario de aquello que be intentado, si no /pasa por ella mi más que pensamiento, Miguel, soporta el fardo de un nuevo amigo inútil, soporta mis fracasos de vuelos vueltos versos. Adiós, Nerón )iméuc/.. de dientes inclementes. Adiós, Valdcmar triste, tan bello entre las nubes que crecen cuando, lenta, la tarde todo olvida. Adiós, Miguel, amigo, pequeño, raro, hermano. Adiós a los enigmas contrarios que tú encierras. (De Las tartas boca arriba.) VIVIR PARA VER A un poeta de ayer ¡Distancias, espejismos!, hablemos despacito del mundo que así cambia, dando'vueltas, brillando del pasado al futuro, del futuro a esa anchura que se mira a sí misma sin decir lo que piensa, propone, indefinida y absuelta, lo absoluto fon forma de muchacha simplemente bonita, con versos simplemente felices que en la nada rubrican la ironía con su líquido brillo. Tal fue la poesía real y delirante que ayer me fascinaba, sorbiéndome en sus giros: Tobogán de caricias verso a verso cruzadas corno una vuelta larga que resbala a ese trozo de pueblo palpitante, voraz, real, violento que hoy recojo caliente y el mar Ixn ra extendiendo, tal fué, nunca mordida, la evidencia increíble (jue se rizaba al rizo con budes de bellsxB* Tales fuisteis vosotros, poetas vanguardistas, rebeldes como un golpe de brisa entre las frondas, levemente rebeldes, levemente reales. apenas comprensibles hoy que vemos tan claro cómo en falso eludisteis lo revolucionario que os tocó y que puntuasteis jugando, no luchando, y a título de bello burlando, no salvando lo bárbaro y sagrado del impulso sin mancha. Helia fué la aventura. Helio fué vuestro impulso. Bejla la irresponsable radiación que exhibisteis. Bellos, vuestros hallazgos. Bellos, los bellos versos que quedan como ruinas de aquel viento de lejos que no entendisteis, quiso set un pueblo concreto clamando en el desierto, llamando en vuestra puerta, mientras, falsoso rebeldes, creyéndolos combatientes, arrojabais las lxrmbas del lirismo absoluto. ¡Oh pura poesía, luciente en lo lejano, ave sobre-real de ojos bien calculados y pupilas redondas de atención delirante! ¡Oh construcción vibrátil de palabras exactas, e imágenes cotí brillo de explosiones de fiesta que al estallar al cero perdían su sentido y al perder su sentido, desvelaban la magia matemática y loca del verbo dicho y hecho! Se desbarata en plumas un ángel positivo al chorar con la esquina de una rima perfecta mas pronto, sin misterios, con un juego de titanos, halláis su equivalencia: lo mostráis recompuesto. Así esa poesía, la vuestra, la que un día llamasteis absoluta, salvasteis de confusa retórica y pecado de emoción sospechosa. ¡Oh poetas mayores que admiro mas no leo! Poca cosa me queda si resto lo que os debo, ruiseñores maestros que os fuisteis por las ramas, mas si tanto, mi cauto residía diferente. No quiero colicuaros ¡ay. todo lo contrario!— Quisiera ser it^Jiijo salvado y bautizado mas pese a mí sucede que os niego en cada verso. 1.0 (¡tic un día intentasteis sigue siendo un comienzo que no puede seguirse. Somos otros, mordientes. A veces me parece que os debo pedir cuentas, no por mí, por aquellos que dejasteis sin habla y estaban ya cargados de terrible evidencia cuando dabais por buenas las técnicas, exactas bellezas de unos versos que ahora nos avergüenzan pues ya entonces lloraban los niños que os callabais, maldecían los hombres que hoy siguen maldiciendo, y vosotros, al margen, os lavabais las manos. Debisteis dar palabras al mundo y al hambriento; debisteis hablar alto por todos los que callan; debisteis ser conciencia que crece cuando choca; y tan sólo escribisteis unos versos neutrales. No hablaría tan alto si no fuera sensible a esas maquinaciones impartiales y bellas. 1.0 que acuso en vosotros son mis propios pecados. Faltasteis y he faltado. No basta ser poeta. ('amaradas de un día, celestes en la ausencia, la lírica absoluta, la clara permanencia contable y declarada que termina en estrellas disparadas y exactas, ferozmente presentes, no quiero por hermanos trataros con respeto. Valéis, broma do veras, lo que vale un poema, un ave inverosímil cogida no sé cómo con la trampa de un verso, con una burla bella. ¡Olí puras, trasnochadas y absueltas evidencias! ¡Oh vértebras del rayo! ¡OI) pájaro enjaulado que, a fuerza de dar vueltas, termina en transparencia, central vertiginosa de todo lo que tiembla, locura con su eje, vertical esplendente. velocidad inmóvil, proclamación radiante de algo que pese a todo resulta pronunciable como ese telegrama transcrito por el rayol Maestros, me enseñasteis cierta lírica sabia más allá de las reglas del juego planetario: Poemas que funcionaban como una guillotina de dos y dos son cinco, de tres y diecisiete es la hora del Corteo del hastío incontenible. Son hechos fulminantes. Son formas increíbles. Son cosas que suceden mientras en la garganta cerrada gorgotean las sílabas del agua. No obstante, tristemente, quisiera daros cuenta de todo lo que dentro de mí, cambiando, quema. Veinte años nos separan. Chocamos como choca la piedra con la rueda, la rabia con lo terco, lo bárbaro aún no dicho con el justo poema que acaso por logrado nos parece aún más muerto. Óuisiera denunciaros, mas vuelvo a Vuestros versos. Y me muerdo los puños. Comprendo que son bellos. Contáis uno por uno los dientes a la luna magnética y rabiosa de luz mortal e hiriente. Inventáis el milagro con todo lo que cambia. Jugáis al dominó con los huesos impares. Levantáis un penacho casi fosforescente de eléctrica inconsciencia, de foscos y alterados insectos que crepitan en un claro de tierra o libélulas leves que, liberadas, vuelan. Limpiáis esos espejos donde el ala de un ángel quedó cogida en frío, y él mueve todavía melodías, buscando su espacio incalculable con el ala segunda que tiembla inforrnulada. Trastornáis las distancias con metáforas puras. Ponéis a la belleza su nombre intercambiable. Resolvéis lo infinito jugando a cuatro esquinas. Adoráis los excesos del ser uno y distinto. Mas no quiero, no quiero ceder a vuestra magia, ni al respeto que os debo, tú a ese cómodo elogio con que conseguiría la palmada en la espalda. Me recojo en mí mismo y escucho cómo suena la vida ínformulacla que va y viene doliente, me sumerje en mi centro, me convierte en la boca de sombra que formula más de lo que pretendo, me utiliza y explota, me arrebata y me anula. Sois vosotros, vosotros, anónimos hermanos, con la pobre ternura, con la fe sin perdones, con esos violines de luz indeformable de vuestros corazones doliclamente heroicos. Vosotros que aguantasteis sin armas, sin poetas, sin defensa en un mundo que no era mi mundo humano, sin pan, sin ese poto de pan que era obligado, sin la ayuda de aquellos que debieron cantaros. Camaradas, quisiera deciros: No estáis solos. Quisiera que encontrarais en mis versos el eco del latido secreto que a todos nos sostiene, nos salva en el conjunto con una fe y mil rostros. Pueblo es Jmincho lien idi. de profesión piloto, con todas sus virtudes y todos sus defectos. Pueblo es Ricardo Trecu, de oficio carpintero. Y pueblo yo con ellos que se creen traicionados. Charlando en Jas tabernas, viajando codo a codo en tos bamboleantes cajones de tercera, me encuentro con personas que piensan lo que pienso, que sufren lo que siento y agitan lo que incendio, que animan mis canciones, levantan mi esperanza mas callan recelosas, me miran con sospecha, me obligan a valiente y. abriendo en ancho el pecho, a decir que aún hay patria para todos nosotros. Escuchad, camaradas, mis poemas iberos de hombres que, recorrido por vuestras mudas vidas, quisiera con sus versos lograr, no la belleza, sino la acción que pueden y deben los poetas promover con sus versos de conmovida urgencia. Recordad: No estáis solos. Recordad (.pie si canto mal o bien canta dentro de mí, sin nombre, el pueblo, no abstracto, no eludido, ferozmente concreto. Poetas entregados a esa ambigua delicia del agua sin materia, y sin tiempo, y sin forma que agitáis con la oscura lengua carnal que alarga melancólicos peces, barro dulce y sagrado, en el círculo a vueltas de las mil maravillas, levantaos, sed hombres que aceptan sus deberes, escuchad lo que el pueblo con alarma os exige, pensad que ser neutrales es pronunciarse en contra. Cumplid como yo trato de cumplir lo (pie pido con dolores urgentes mi tiempo entrecortado. Pensad que no podríais vivir de otra manera: Que ser es siempre ser ahora mismo y sin vuelta. Y aceptadlo sabiendo que también lo que hoy dama parecerá mañana traición. Por eso canto: ¡Distancias, espejismos!, hablemos despacito del mundo (pie así cambia, dando vueltas, brillando. V ictorian o Cremer CANTO TOTAL A ESPAÑA “Pues sí: soy español de nacimien­ to, de educación, de cuerpo y es­ píritu, de lengua y hasta de pro­ fesión y oficio. . . ” M. de Unamuno. Desde este crudo alcor, que un aire entero ávido pule; que es como la hartura de la Patria distinta, se madura m i pulso más profundo y verdadero. Desde este trozo vivo, en el que muero abrazado al temblor de su estructura, —¡Castilla inevitable!—, se asegura su perfil más gozoso y duradero. Desde este viejo pueblo transparente; entrañable parcela; geografía en plenitud, extiendo la mirada. Y España se me da lluviosamente, en tan perfecto y puro mediodía que el alma se conmueve, rescatada. I ¿Fue el asedio sin tregua de tu grito bebiéndome las venas VICTORIANO C'.RF.MER.—Nació en Burgos, en 1910.—Obras: Teatro: En In escalera, 1919 y to s hombres <e matan, 1945; Poesía: Tacla sonora, "Espadaña", l eón. 1944; Caminos de mi sangre, "Adonals”, Madrid, 1940; I m esjmda y In feurd, "Norte", San Sebastián, 1949; Las horas perdidas, "Halcón", Valladolid, 1949; ,Vtlevos Canto sde Vida y Espe­ ranza (Premio Boscán 1951), "Instituto de Estudios Hispánicos", Bar­ celona, 1951; El l.ibro de Santiago, I cón, 1954; Nuevos Cantos de Pida y Esperanza, II, 1955. hasta dejarme el alma sin pulso, como un pájaro traspasado de estrellas? ¿Fue tu sangre caliente mordiendo mis riberas y haciendo un poco mar de esta mi carne de tierra? ¿O fue el verte perdida como un tigre en bosques de azucenas, acosadas por lunas amarillas y fugitivas nieblas? ¿Fue tu grito, tu sangre o tu presencia colgada como un cielo o como un monte de un firmamento en vela? ¡Sólo sé que empujándome los hombros, te llevo como un orbe de hierro y de tristeza! Desde remotas cimas ignoradas tu voz como una lengua, mansamente desliza su caricia viajera. Tiemblan los altos chopos minerales al viento, que te cerca en rabiosa manada de azulados mastines, y su agonía verde te abandera. Minúscula y violenta Patria, que me naces como un corazón de toro, entre la hierba de furiosas raíces, a la impávida lumbre de un sol de acida fiesta. T u amor —¡oh desmedida! ¡oh irremediable Patria!— me navega, y tu peso y tu filo van abriéndome surcos de luz, que siembras. . . Más que verte, sentirte en las entrañas y asistir, al galope de tu voz en mis venas, y rehogar el alma en tu aceite y tu lumbre mientras los dientes mascan tu resollar de tierra. Pero no basta tu nombre, aunque me azote como un bosque de espadas violentas; ni tu aliento abrasado, aunque derrumbe mis tristes huesos de arena. Que tu nombre, o tu aliento, o tu mirada caminos son que al corazón te llegan; partes crujientes de tu ser más hondo, sosegados perfiles que te muestran. (Así el redondo son, lejano y tímido, no es la campana misma, ni la fiesta: sino su voz tan sólo, su musical presencia.) Te necesito a ti, España, toda; cuarzo gigante, macizo, bosque o piedra: ciclo total de corazones en pena. Te necesito España unánime y entera como un clamor del viento sobre la mar inmensa. No España tuya o mía. ¡España nuestra! Geografía íntegra, trasvasada en halago de materna entereza. Porque todos son hijos de tu carne y tu sangre, sueños de tu vigilia, cuchillos de tu vela. . . - 3(3 - Te necesito a ti, España, toda. Con tu sol desmigajado o tus flotantes nieblas. (¡Ay el sollozo oscuro que quema las guitarras! ¡Ay de tu voz, España, entre furiosas cuerdas... !) Con la roja pasión de tus hombres y tus hondas ojeras a las que látigos y besos y palabras acendran. Te necesito a ti; España misionera; arrebatada España, áspera y espléndida. Con tu sangre de cobre y aceituna y tus Cristos de tierra, brotados, como cardos violentos, de tu sed de Dios vivo. —Pueblo que con los dientes ama y reza—. España de milagros olorosos, de monjas andariegas, de frailes guerrilleros y de navajas lentas abriéndose camino, como bueyes, entre venas. España de anarquistas y de obispos; —Armonía compleja— gran España, insaciable de sí misma; más corazón que cabeza. Te necesito a ti, España, toda. Con tus cantares de arrebato y muerte y el seco abismo de [tu pena Con tu pan y tu vino, como ía sangre, ácido, y el cerco de estameña coñ que el monje-labriego de Castilla —tierra, sudor y sangre—, se pule la pelleja. Con los falsos molinos demudados —¡gigantes son!— y las fingidas ventas sosteniendo tu mágica cordura, España quijotesca. Te necesito así; entera. No España tuya o mía, ¡España nuestra! Como la gran voz de Dios; de Dios ibero para toda la tierra. IV España trotamundos, cubrennmdos. España aventurera quedándose, dejándose, fundiéndose, como una sangre, en veredas, entre labios, y en otras sangres viejas. Euro y amargo mundo que reclama la destinada presa de tus hijos más duros, para el fuego y el agua, el cuchillo y la piedra. Caminos no creados a la luz y el sollozo. Soles de acida llama. Impávidos atletas. Montes frenéticos, naciendo bajo el casco. ¡Oh mares sin riberas! A puñados te diste, gran madraza, por ellos. Y te quedaste seca, como una tierra pobre y despoblada con sus muertos a cuestas, vertiéndote, esparciéndote, en voleo de humana sementera. España de bizarro: (Capitán de ralea, porquerizo eminente, acaudillando Historia para un pueblo exaltado de místicos y hampones; qtie bebe y juega al toro, y mata y reza). Cordilleras de huesos de lo mejor de España. ¡América!. . . Atlántica derrota surcada por la fiebre de una alma en carne viva que navega. ¡Devolved la quel y Ja sangre y los huesos, y el juramento y la oración, sin tregua, y el pudor amarillo y la desolada calavera!.. . ¡Devolvednos el alma de España rebozada, aplastada, fundida entre los grumos de una cansada de engullir años y años [tierra carne gloriosa, muerta! Que no queremos que pisen sus huesos. Que no queremos que nadie la mueva. Que necesitamos tenerla para nosotros, entera. Como un inmenso beso o como un látigo; como un clamor unánime o una selva; como un amor desesperado que se abraza a una muerte, o el crujido estelar de los planetas. ¡No España tuya o mía, España nuestra! V Profunda madre silenciosa, todos tus hijos te rodean, y tu mirada les contiene y tu soplo les recrea. No hay madre más amada que tú sobre la tierra; ni nombre más aclamado, ni ausencia de más pena. No hay abrazo más dulce, ni raíz con más fuerza; ni más amarga lluvia que lus lágrimas, ni gracia más serena. Pero nos diste, madre, un corazón de llama, Nos poblaste de sueño y violencia, y, alguna vez, el beso que te damos es cuchillo de niebla. Nos rompe lu sollozo y, esparcidos, invocamos tu nombre, como la arena ciega en desiertos sin límites: “ ¡España! ¡España!. . Y nadie nos contesta. Y necesitamos tenerte en nosotros, entera. Como una gran tfoz de Dios pata toda la tierra. Para que nuestros pulsos se esgriman a lo alto como hogueras. Para que nuestros viejos hombros empujen las esferas más allá del dolor y de la muerte. Para ser ola inmensa de corazones y cabezas. ¡Para que en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, —España de anarquistas y de obispos, áspera y espléndida, nos tengas en la hora de la muerte a tu diestra!. . . LAS MADRES III ¿Si soy todo de ti, por qué me alejas? ¿Si me pariste, madre, por qué airada, me niegas el fulgor de tu mirada y, entre escombros de luz, solo me dejas? ¿Quién puso en nuestro amor furias y rejas? ¿Quién sembró de cuchillos mi pisada y te colgó de un alba ensangrentada en que, amenazadora, te reflejas? Malmaridada madre, que me diste un padrastro de cólera y de viento, brotado, como un toro, de la nada. No fué entrega la tuya. Te rendiste con tristeza y con sangre, y tu tormento duele como una antigua cuchillada. {De La espalda y la pared.) POEMA DEL IMPOSIBLE SOS1EOO Con tu libro. Miguel González-Garcrs. Así es la vida, amigo: sin sosiego, lejana y sola. (Lo que levantamos al sol claro del día, es lo que queda en nosotros de luz y de esperanza.) El pulso breve de la sangre empuja en dulces avalanchas; la mirada, retenida en el gozo de las cosas, es tan sólo deseo, ansia de vida. Pero no vida entera, tan remota, tan dura y bella siempre entre la niebla. ¿Dónde encontrarla si la furia opone muros de pesadumbre a nuestro paso? Cantamos en la noche; nos abrimos surcos para la sangre, y va quedándonos vacío y seco el corazón; Así la tierra amarillece sin sudor de hombre. A la imposible vida, sin sosiego vamos, con odio; y el camino es largo, y estamos muy cansados, y os muy triste morir sobre las piedras, bajo el viento. Confundimos el tránsito y la vida, a la (|ue vamos —"como al mar los ríos’’— por entre hierros, mármoles, salivas, irremediablemente desamados. ¡No llegar es la metal Sin sosiego el hombre busca, con palabras, vida. Y se llena de voces rencorosas, de amargos ecos. . . (Ataruxo, 5. K1 Ferrol del Caudillo, 1954.) BIENAVENTURADOS LOS POBRES Llegáis de las regiones del salitre, arrancados por vientos y cuchillos, triste carne de ortiga y mordedura, caída como un fruto de pecado. Despavoridas sombras, empujadas continuamente por el sol naciendo; continuamente rotas; de continuo sacudidas por pánitos celestes. Desnacidos clamáis. Buscáis en vano la raíz de la sangre, el hueco oscuro, húmedo y fiel, en que se abrió la estrella que os clavó contra un aire de ceniza. Os contemplo en silencio, reflejados, en los pálidos charcos, que la lluvia alimenta en las calles olvidadas, mordiendo duramente vuestros nombres. Huecos seres de pana rencorosa, despojos sucios de la mar inmensa. ¿Qué recuerdos sostienen en la playa vuestras podridas vigas. . . ? ¿Son alcobas de mármoles y espejos? ¿Pálidas rosas, escarchadas músicas? ¿O las doradas brumas de la autora batiéndose entre sedas y esmeraldas. . .? Es difícil saber si os duele el aire, cuando, con voz de tigre, se acumula. Es difícil saber si en las pupilas tenéis azufre o fuego, o sólo lágrimas. Es difícil llegar por vuestros dedos a un corazón de espanto o de ternura. Es difícil saber... Porque sois pobres, y los pobres son pozos sin medida. Porque ignoráis que hay seres inhalemos ue nacen versos y música; cjue tejen orados sueños para las muchachas y palacios de niebla, inhabitables. 3 No conocéis el esplendor de un alba hecha de luz eléctrica y violóles, crujiente de almidones y de encajes, tutelada por rígidas duquesas. No sabéis del chocar de esbeltas copas rebosantes de vino y de retórica; ni del agrio sabor de los pescados del viejo Volga o del Danubio Azul. Sólo sabéis decir, con roncas voces, que tenéis hambre o frío, y, entre cánticos de ritmo bárbaro, meceros, acunaros, hasta olvidar, dormidos, que sois hombres. No conocéis más flores que los yelos prendidos a la carne: ni más albas (pie la ausencia cruel y despoblada del alto firmamento que os hostiga. Ni sabéis de más vino que la sangre; ni de más alimento que el pan seco roído en despoblado, como perros perseguidos por niños, a pedradas. Vivís, sin primaveras, sobre un húmedo mundo sombrío de azulados limos. Y vuestro pobre corazón de trapo rebota silencioso entre la nieve. Llegáis de las regiones del salitre; de las constelaciones más amargas; del más puro silencio, del más hondo: el silencio del hombre desamado. Sois como una lluvia densa, golpeando el bronce roto de una gran campana colgada de los árboles, en medio un campo rojo y solo. . . l*or eso yo quisiera con mi verso coronaros de yedras violentas, en este día teológico de marzo; transparente como una inmensa pena. Y besaros los ojos de diamante; y los labios de tierra destruida; y entregarme también a vuestras hambres como un pan sin cesar multiplicado. M Porque buscáis en vano las raíces de vuestra muerte oscura, yo quisiera inundaros de auroras o de sangres, y surcaros, desnudo, como un astro. Porque llegáis del más duro silencio, grito a los cielos ¡PIENAVENTURADOS LOS POBRES, porque ellos tendrán la rosa, cuando la tierra sea un apagado eco! (De Las horas perdidas.) A n to n io Fernández Molina EL BAILE Cuando un sol se oculta otro sol se levanta. La muchacha aquella estaba triste porque había perdido una blusa a cuadros y era difícil encontrarla a pesar de haber puesto un anuncio en los periódicos. Ay, madre mía. La muchacha no tiene que ver nada con otra muchacha que estaba bailando, bailaba hábilmente con los chicos en un poblado que no se conoce junto al río Nilo o al Lago Tiberíades donde su abuelo pescaba truchas y las ponía a disposición de los clientes. Pescar un pez grande es peligroso. El anzuelo, la red, ANTONIO FERNANDEZ MOI.1NA -N a d ó en Guadalajara, cu 1927 donde dirige “Doña Endrina". Ha publicado dos libros de versos. F.I último: Una caria de burro. En Venezuela ha aparecido tina antología de sus versos. cl anzuelo, la barca (juc puede zozobrar y se avecina la tormenta. Algunas veces mi padre me decía: “Ve con este dinero a comprar cerillas al estanco, lo que sobre, para ti”. ¿Cuántos globos de goma coloreada rompí? ¿Por qué te estoy viendo dar vueltas una vez y otra frente a la puerta? Tu madre hace grandes sacrificios para que termines los El anzuelo, [estudios, la red. el anzuelo, la barca. Delante de la mesa hay botellas de distintas marcas, algunas pescadas en los mares del japón ^combatiendo al contrabando) con licores que es peligroso derramarlos en las copas. Te doy la información a título de muchacho conocido de familia honorable que no ha dado ningún escándalo desde antes de la guePuedes fiar en mi palabra. [rra. Cuando un sol se oculta otro sol se levanta. Esta música ha reducido a polvo mis cabellos. A una señal convenida se abren las ventanas. Hacía calor pero la oscuridad de fuera puede asustarnos. No miréis “es peligroso asomarse al exterior, coléiquense a ambos lados de las puertas”. F.n un rincón está el amor cerca de la ceniza. ¿Hubo una vez un campamento de gitanos? Un guante a la altura del pecho abre la puerta. No es precipitéis, no hay incendio. Lástima de tiempo perdido. Los trovadores han colocado las escalas y la música también ha pulverizado mis uñas. Las hoces están preparadas para recoger la cosecha. Hay que disponer la comida para los trabajadores. A n g e la Figuera A ym erich EGOISMO Contra el sucio oleaje de las cosas yo apretaba la puerta, ^4is dos manos, resultas, obstinadas, indomables, la mantenían firme desde dentro. Fuera, el naufragio; fuera, el caos; fuera ese pavor, abierto como un pozo, de las bocas que grifan al hambre, al ruido, al odio, a la mentira, al dolor, al misterio. Fuera, el rastro acosado de los hombres sin alas y sin piernas, que se arrastraban, que giran a los vientos que caen, que se disuelven en muerte sorda, oscura, derrumbándose sin asunción posible. Fuera, las madres dóciles que alumbran con terrible alarido; las que acarrean hijos como fardos y las ven secarse ante sus ojos la carne que parieron y renuevan su grito primitivo. Fuera, los niños pálidos, creados al latigazo rojo del instinto, y que la vida, bruta, dejó solos ANGF.LA F1GUF.ROA AYMKRtCH -N ació en Billwo en 1902. Obras: Mujer de barro, Madrid, 1048: Soria pura, "Mensajes”, Madrid, 1949; Vencida por el ángel, "Verbo”, Alicante, 1949; Mujer de barrio y Soria pura (en un sólo volumen), "Más altd”, Madrid: 1951; El grifo inútil. "Ifach”, Alicante, 1952; Víspera de la vida, ‘'Neblí”, Madrid, 195S; Los días duros, "Mis allá”, Madrid, 1953 en este titulo se. incluyen, además, sus tres últimos libros. F.n preparación: Delicia cruel. como una mala perra su camada, y abren los anchos ojos asombrados sobre las rulas áridas, mordiendo con sus bocas sin dulzura los largos días duros. Fuera, la ruina de los viejos tristes que un cuervo desmenuza fibra a fibra en dolorida hilacha, preparando la dispersión desnuda de los huesos. Fuera, el escalofrío que sacude el espinazo enfermo de la tierra con ráfagas de hastío y de fracaso. Fuera, el rostro de Dios, oscurecido por infinitas alas desprendidas de arcángeles sin hiel, asesinados. Yo, dentro. Yo: Insensible, acorazada en risa, en sangre, en goce, en poderío. Maciza, erguida; manteniendo firme, contra el alud del llanto y de la angustia, mi puerta bien cerrada. REBELION Serán las madres las que digan: Basta. Esas mujeres que acarrean siglos de laboreo dócil, de paciencia, igual «pie vacas mansas y seguras que tristemente alumbran y consienten con un mugido largo y quejumbroso el robo y sacrificio de su cría. Serán todas las madres rehusando ceder sus vientres al trabajo inútil de concebir tan sólo hacia la fosa. De dar fruto a la vida cuando saben que no ha de madurar entre sus ramas. No más parir abeles y caíncs. Ninguna querrá dar pasto sumiso al odio que supura incoercible desde los cuatro puntos cardinales. Cuando el amor con su rotundo mando nos pone actividad en las entrañas y una secreta pleamar gozosa nos rompe la esbeltez de la cintura, sabemos y aceptamos para el hijo un áspero destino de herramienta, un péndulo del júbilo a la lágrima. Que así la vida trenza sus caminos en plenitud de días y de pasos hacia la muerte lícita y auténtica, no al golpe anticipado de la ira. ¿Por qué lograr espigas que maduren para una siega de ametralladoras? ¿Por qué llenar prisiones y cuarteles? ¿Por qué suministrar carne con nervios al agrio espino de las alambradas, bocas al hambre y ojos al espanto? ¿Es necesario continuar un mundo en que la sangre más fragante y pura no vale lo que un litro de petróleo, y el oro pesa más que la belleza, y un corazón, un pájaro, una rosa no tienen la importancia del uranio? PRESENCIA DE DIOS ¡Oh Dios, mi pequenez y tu grandeza! ¿Cómo creer que esta menguada forma imagen tuya sea y semejanza? ¿He de soñar tu rostro por el mío y levantarte gigantesco y vasto sobre la báse ruin de mi figura? Yo sé que estás. Y tú presencia enorme de ser único, impar, irrepetible, me llena de terror, señoreándome. En la redonda cárcel que me diste no hay un rincón oscuro y recatado donde sentirme sola, liberada de tu mirar agudo, omnipresente. Aunque quisiera huirte, dispararme en vuelos velocísimos, tenderme en puentes largos, navegando túneles, Tú estás y estás, continuo, inesquivable. Yo siento tu presencia en las raíces más finas de mis nervios, en la tibia corriente de mi sangre y en la médula secreta que mantiene mi esqueleto. A veces, perceptible, te dibujas, agua sin fondo, monte sin ladera, muro sin puerta, torre sin escala. Tu frente dilatada se constela con tus pupilas lúcidas, terribles y el haz profuso de tu cabellera desciende como lava incandescente en lenta ondulación sobre tus hombros. Tus manos se adelantan imperiosas en un perpetuo fíat sobre el caos, y la firmeza de tus pies se asienta, libre de peso sobre la corriente del tiempo en que ni naces ni te agotas. EI, RARRO HUMILDE Porque hoy, Señor, te hablo de esos muertos. De los muertos más muertos, más hundidos; de los muertos del todo. Pasaron muchos, pero muchos quedan en carne viva —suya— demorados. Tú hiciste del aljibe de su pecho polvo y basura, pero ya su sangre, en generoso trance transfundida hacia canales nuevos, permanece. Otros, amordazada ya su boca con lodo espeso, gritan, gritan, gritan. . Y todo los oímos. Tú los oyes. Tú sabes que no están del todo muertos. Y aquellos que apretaban en su mano una semilla rubia, un bulbo henchido, hoy se nos yerguen en presencia plena de espigas o de nardos. No murieron. Y los que caminaban, encendidos los ojos en la almena de la frente, borrachos de una estrella, tan ajenos al suelo que les dabas por apoyo ¡que huellas hondas de contorno puro fueron dejando y cómo se llenaron de agua y de cielo cuando tú lloviste! Sólo por eso, sólo bien lo sabes, esos no morirán enternamentc. Otros murieron. Otros; infinitos como los granos de menuda arena que el viento sopla, escupe y amontona. Arena inútil, inconexa, estéril. Que pierde el agua y ni concibe sueños ni se levanta en torres ni tolera caminos ni grávidas semillas amamanta. Tú los hiciste un día y así fueron. Traídos y llevados, giraron en absurdo remolino entre el cielo y la tierra. Jamás llegaron a tocar las nubes sus cortos brazos ni sus pies cobardes pesaron en el suelo. Vivieron (¿se enteraron?) Eran dulces y mansos. Y también eran amargos y íueron. Porque se encresparon muchas veces en lujurias sin fruto. Y otras tantas ciñeron con un hielo de abstinencia sus castigados lomos. Nada broté) en su tronco. Fue su llanto de lágrimas redondas que corrieron sin trabajar sus almas. Fue su risa espuma derramada. Eran así. Murieron. ¿Lo sabían en el preciso instante?. . . Y hoy ¿lo saben? ¿Lo saben que están muertos, muertos, muertos, borrados, aventados, desnacidos?. . . ¿Saben (pie ya no son, que no serán, que no han sido jamás entre los hombres? Señor, de ellos te hablo. Tú ¿los cuenta? Yo, ni podría imaginar su nombre, ni perfilar la curva de sus labios, ni sospechar, mirando tu arco iris, el color de sus ojos. Conozco que estuvieron. Que ahora esconden en cualquier parte su menguada ruina. Sobre sus tristes miembros disgregados la tierra, eterna parturienta, brota vida infinita en tallos quebradizos. Pero ellos, mudos, torpes, ni en la hierba escribirán sus formas y colores. Ni sombra serán nunca: ni recuerdo. De ellos hablo, Señor. Tú, sin olvido; Tú, centro de T i mismo y tu horizonte, Tú los tendrás los muertos olvidados. Quizá los quieres más por más pequeños. Su barro hum ilde, deleznable, sucio, acaso moldearás con tus pulgares en finos vasos de preciosa forma. El muro de tu mano levantada acaso abrigará piadosamente csa llamila débil de su espíritu. Acaso de tu aliento huracanado un hilo compasivo se adelgace para tañer la flauta de sus huesos. Jo sé L u i s G a l l e g o BOCA DE ARENA V, sin (’inbtirga, vine como luz. Luis Cernada. Ya no soy de la tierra ni del cielo. No se de dónde soy. Y estoy cansado de ver cruzar el mundo por mi lado, y de sentir distinto mi desvelo. ¿Dónde mi patria, dónde. . .? ¡Me rebelo! Tanto desconocido. . . ¿Desterrado por siempre, siempre; nunca acompañado. . . ? Vuelo solo. (Quizá tampoco vuelo). A tai izquierda no hay nadie. A mi derecha no hay nadie. Cierne: nadie. Yo y la gente. Nadie y yo. Ni oasis. Sólo arenas. Y siento, cada vez, que más se estrecha mi sangre en mi garganta y en mi frente, ¡y acabarían soltándose mis venas! JOSE u n s G AI. LEGO.-'N ad ó cu Valladolid, en 1913.—Autor de Noticia dr mi. publicado en la colección "Mensajes” en Madrid. Ha publicado muchas poesías en revistas literarias. Ha perdido la vista casi total­ mente. en el penal de Hurgo». PAISAJE COLEC TIVO ¡Rcsuénanños las venas; la sangre! Como el mar resonaría, si tuviera en cadenas sus aguas noche y día. ¡Día y noche, cargado de agonía! Se nos rompen los ojos!, contra el (río macizo de estos muros, como si fuesen rojos oleajes oscuros batiendo unos cautiles densos, lluros. ¡Se nos secan las manos! port|uc sufren distancias de la esposa, los hijos, los hermanos, los padres; de la rosa de la novia, o la prímula amistosa. ¡Se nos muere el oído!, de no escuchar más que la voz de la corneta, o ese nocturno ruido —¡ay. furiosa corneta!— con que se alertan casco y bayoneta. ¡Y los pies se nos llagan 1, por necias formaciones humillantes, y también cuando vagan por el patio incesantes, pisando sobre losas lacinantes. . . .Sólo a nuestra esperanza nada la rompe, seca ni agonía. A Ella no le alcJhza la miseria. ¡Confía, . . .Y nos devuelve el cuerpo a la alegría! José G arcía N i e t o Recordar. . . recordar. . . Y no es la sida lo que vuelve: es la muerte la que acosa; es el frío de amor de cada cosa ya sin remedio y en la sangre hundida. ¿Por que a la sombra fue la amanecida, a la ceniza el luego de la rosa? ¿cómo no se hizo cierna la afanosa mano en la fruta fácil y prohibida? Recordar. . . recordar. . . Y no podemos volver allí; no somos ni seremos aquella libertad ni aquel abrazo. ¿Por qué no estar en todo todavía hasta morir como se muere el día mirando lo que amó en tan breve plazo? (De Diez poemas.) V icen te Gaos LA TRISTEZA Si no fuera por ti, si no fuera por ti, que cada tarde tuyo me haces, cuando el sol declina, JÓSE GARCIA NIETO.—Nació en Oviedo cu 1914.-O lnas: l'tsptra hacia ti, Madrid, 1940; Poesía (1940-1948) “Garcilaso", Madrid, 1944; Vertíos ¡de un huésped de Luisa Esteban, "Gariibtso", Madrid, 19-14; Tú y yo sobre la tierra, “Entrega de Poesía”, Uáreelona, 1944; Retabto del ángel, el hombre y la fxistora, “Garcilaso”, Madrid, 1945; Toledo, “Fantasía”, Madrid, 1915; Del campo y soledad “Adonais”, Madrid, 1940; Daño y buen año del hombre, 1950 (inédito); Tregua, Madrid, f 1951; Juego de los doce espejos, “Hordino, Santander, 1951; Primer y Segundo libro de poemas (obra* completas hasta 1951, excepto Tre­ gua). “MíU all;F\ Madiid, 1951: Sonetos por mi hijo, Madrid, 1955. VIGENTE GAOS.—Nació en Valencia, en 1919.—Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid. Profesor tic espado! en algunas cuando lodo es tan bello porque es triste, y hundes más mis raíces de hombre en la lierra, de hombre inmensamente solo bajo el poniente en que Dios huye, ;qué sería de todos, qué sería de nosotros? Alt, nunca, nunca hubiéramos visto el secreto misterioso de las cosas Oh, tú, tristeza, madre de toda la hermosura que ha creado el hombre, en el dolor que da tu mano con su dulce castigo. No te apartes de mi, ven cada día a hacerme triste, a hacerme hombre, hijo tuyo. Visítame. (De Sobre la tierra). LUZBEL, Arcángel derribado, el más hermoso de todos tú, el más bello, el «pie quisiste ser como Dios, ser Dios, mi arcángel triste, sueño mío rebelde y ambicioso. Dios eres en tu cielo tenebroso. Señor de la (¡niebla en que te hundiste y de este corazón en que encendiste un luego oscuramente luminoso. Demonio, Señor mío, haz que en mi entraña cante siempre su música el deseo y el insaciable amor de la hermosura, te dije un día a ti, ebrio de saña mortal. Y. luego a Dios también: No creo. Pero velaba Dios desde la altura. univentidade.» nniicainn ¡canas. Ol>r;is: A rainer! de mi noche. Premio "Adonat»" 194S; Sobre lo tierra. "Revinta de Ocridente”, Madrid 1045, v I.u z d en le el M inio, "Halcón". Valladolid 19-17. Profecía del recuerdo, "C'.aiiialapiedia", IH.Ki. R am ón de G arcíasol ¿Que ha pasado, Señor, que se nos quedan pequeños, extranjeros, nuestros padres, que su voz ,sus maneras, su ser físico —jy hay que decirlo!— nos provocan odio, amor de perfección, vergüenza cósmica de no deber decirlo ni callarlo, y los huesos, los nervios y raíces se niegan a cumplir de buena gana lo que el amor filial está obligado, lo que nos pide el Cuarto Mandamiento que se olvidó mandar honrar al hijo. Si tu me has hecho, Dios, ¿por «pié te gozas en este mi martirio vergonzoso? ¿por qué me pones estas inquietudes que derrumban la fe «pie me crecía? ¿Por qué no quieres paz en mis instintos «jue guerrean en mí por ser conciencia? (Pasarás por el fuego, a pie. descalzo, desnudo todo, al paso, bien despierto, besando llamas cual besaras llores, dejando lo postizo entre sus zarzas pasa ser tú, tranquilo, invulnerable, ascua de amor «pie alienta y epte no quema.) Para decir estas palabras bárbaras hay que romper pudores increíbles, enloquecer con lo «pie ve el espíritu, aprender con las fieras de uno propio lo que sabido no consuela y hace, da sentido al sabor fuerte del mundo. RAMON M i GARCIASOl..—Nació cu tiuadalajara cu 1913.—Obras: Vi(id heroica de Miguel Cavantes, Editora Nacional, Madrid. 1944; De­ fensa del hombre, "Adonais". Madrid. 1950; Camiones, "Neblí", Ma­ drid. 1952; Palabras mayares, "Hach”, Alicante, 1953; Vna pregunta mal hechas ¿Qué es la Poesía’. "Ksnilatno", Madrid. 1951. Y hay que decirlas, arrancarlas vivas, de cuajo, como ortigas venenosas, para que nunca vuelvan a escocernos, para dejar en sol, en gracia, el pecho, para salvar al hombre de sus monstruos. Amarga claridad, valor que irrita, ¿para qué tu explosión en mis cimientos, este dolor sin fin de no negarse, esta amarga verdad (pie aburre el suelo? No te entiendo. Señor, y Tú me entiendes, y sabrás perdonar que vea injusto ([lie a unos des el dolor inteligente, a otros la risa sin razón ni espuma, y a nadie nada que no tenga falta. ¿A qué, Señor, por qué tu complacencia en levantar preguntas que destruyen, afirmaciones de podrida entraña, lo que hubiera querido ignorar siempre y me obliga a escupir cuando lo pienso? Tal vez haya venido a ser escándalo, a hablar por los demás que no se saben, a descargar del hombro un peso al hombre, grano de sal que se cayó a la lumbre. (De Palabras mayores) EL M E N U ROSO No han querido dejarme bien los hombres, parecerse al destino que les cumple, aunque negado, vivo fundamento: la perfección y el orden que no saben les pusieron al tiempo que amasaban carne y alma con sal de inteligencia. Pero yo espero aquí. Yo espero siempre. Me pertenece el tiempo, y el futuro tendrá que acomodarse a lo que diga porque yo digo en nombre irresistible. Al final, es más cierto lo que sueño, que los hechos contrarios negadores: la persona hocicada en sus instintos, el sabor temeroso por el aire, o la ceniza en que se van quedando las pobres criaturas heladoras que no dieron, viviendo, con su centro. Iba diciendo las verdades suyas, dándoles bronce eterno y heroísmo, haciendo que sacaran su grandeza debajo de la carga y la injusticia, y se me rebelaron a mordiscos. Dije la palabra enamorada: que tomen estatura los hundidos, los muertos por soberbias cabezudas; que se quiten las hambres milenarias los que van sin cariño, amortecidos, y alumbre en su mirada el fondo claro del espíritu igual y compañero, el arroyo común del primer día: los apesadumbrados por las sombras, que rasguen la cortina cegadoralos que retrocedieron a la selva acorralados por jaurías, hombres, que vuelvan a su sitio entre las gentes; los que llevan boquetes en los ojos y rezuman desprecio de sí mismo, los que se pudren bajo carne amarga y la sangre les dice atrocidades, que vengan a los brazos siempre abiertos. Esto dije, y querían lapidarme. Dijeron que era hurgar en su heridas, perpetuar en viento sus andrajos para pasar por bueno y ganar cruces, indulgencias y títulos; clamaron que iba en nombre y canción de los rapaces, de los que les sorbieron la alegría naciéndoles sin casa y sin rocío. Y hasta mordieron en mi nombre, hermano del suyo, y su agonía, y su mañana, como si la madera que me dice y las mutilaciones que me avalan no fuesen de la misma cruz al hombro. Iba viéndoles dentro, en sus orígenes donde tengo razón y nos hermana el mismo soplo y el común destino. Iba diciendo lo que digo, abriendo desagites al dolor, para que un día amanezcan las bocas sonrientes sin el tachón de niebla que las signa, porque mamaron leche sin canciones, fisiología de retales, brozas, y resultaron frutos indistintos, sin opciones a persona, y sin su culpa. Y yo decía pan, y paz, conocimiento, y oyeron mansedumbre, darse al yugo bocayón y cuadrúpedo: a la bestia. Y dijeron de mí, y aun de mis muertos, Y lloraba el cadáver de mi madre con las madres que dan sombra de vida a unos hijos que maman sal de llanto. Y amanecí Dotando y extranjero entre sentimientos enemigos que no hablaban mi lengua, y aislado, entre muertos que andaban y pisaban mis palabras temblando de sus miedos. Y había en la mirada, más patente que nunca, una gran llama, sin que nadie quisiera deshelarse en ella el odio; títt- había una señal marcando el cielo, más clara que la luz, y nadie pudo recoger su presencia y su mandato. Y volvieron la espalda a mi sangría, a mi súplica, a mí, con abrasados ojos rogando una limosna atenía. un momento inocente y desarmado, porque al principio me dejaron mudo. Había y hay, hermano, aunque me niegues y me quisieras coser a puñaladas mirando desde el hueco de tu vida con un dolor que da razón al filo; había y hay, hermano, y nos aguarda, aunque no me lo creas y maldigas, abandonado, perseguido, solo, aunque me escupas o asesines, hombre, un claro mandamiento en tus raíces. Y hombres que nunca dejan de cantarnos, de revelarnos la persona, y marchan por entre las tinieblas y las ruinas, porque tienen la sangre ruiseñora y saben que la noche no es eterna; trabajadoras gentes de hermosura tpic saben morir bien, junto al arado en el último surco de la tarde. Yo dije: desechad la pena, hermanos, cavaos más adentro, oíd la fuente que alumbra a oscuras su canción sin lengua, derribad las paredes, haya aurora, levantad la cabeza, marchad jumos con la fuerza del mar en las banderas. Pero quisieron que les presentase las cosas aludidas en palabras, que hiciese bueno en obras mis anuncios, que llevase a los justos a su casa, a los hambrientos a su mesa, al padre a la tierra del hijo, y a los vientres de las madres semilla del futuro, y pusiese firmeza al andar ciego de los tristes, que tienen las ventanas con macetas quemadas, y no pude. Y no logré llevarles donde dije, dejarles en sí mismos encontrados, en medio de la plaza de su alma, en la fiesta de todos, en su fiesta. No les bastó creerme, y cuando canto —no puedo desearles la amargura, no plantarles de abril su yermo ahora—, me dicen mentiroso los (pie sufren, sin ver que voy llorando con sus lágrimas. Pío LA CATEDRAL DEL SUEÑO Yo no te canto a ti, sino a cualquiera: hombre, mujer o niño que te lleve. No a una vida que tuvo la muerte a su manera, que buena muerte tiene quien a valor se atreve. Yo piso emocionado la catedral del sueño donde de lluvia suenan lejanas campanadas, donde los ojos son barcas sin dueño en altos mares naufragadas. Oh catedral del sueño en la planicie lisa levantada, afilada en un aire platero. Por el sueño camino batiendo con mi prisa tu silencio de ave dormida en el nevero. no GOMEZ NISA.—Nadd en Se» illa n i lílZS.-Ha e»trito un Kbro de­ dicado a Miguel Hernández y titulado Elegía por uno, Melilla en el uiie, v l’oemns de la amistad de la noche. Hoy subo a ti desnudo de ropaje por el mismo peldaño que hacia los cielos crece, catedral fría del sueño en el blanco paisaje donde ya tiene el hombre la vida que merece. Qué blanca y desusada arquitectura lunar y trabajada por el frío. Por una vez perdiendo batallas con tu albura, aquí el Cid, buen guerrero, abuelo mío. Y allí, san don Quijote, aun loco porque da justiciero a cada estrella un río y ensortija de sueño la mano con que toco. Aquí uno, all otro, cientos, miles, millones, definitivamente muertos, abrasadoramente muertos sin remedio: los truncos de un hachazo en los muñones ya truncos otra vez, dos veces yertos, que enseñan a llevarse toda una muerte en medio del corazón tal si llevaran una corza pequeña y oprimida cuando los cazadores la disparan: el hombre muestra aquí su carne más mordida. ¡Qué triste, Dios, qué triste derramarse (no me oye nadie, ¿sabes?, ahora) y qué triste es sufrir y violentarse, asfixiarse y llorar cuando nadie nos llora! Español y Miguel: el mundo es poco para vosotros, bajo el más profundo abismo, lenta la palabra a que aboco, pero gemís la muerte más terrible, que es matarse yo a ti y tú a ti mismo con la mano más gris e inextinguible. Español que te sueño: español que te nombro. Miguel y otro Miguel: un español cualquiera. Español de la lucha y del asombro, mira: por ti florece más fiel la primavera. J o sé Hierro SOLEDAD La tarde tnuestra una luz pálida <|uc viene de un reino remoto. Muy silencioso y quieto, tiene, lo lejano como lo próximo, no sé qué calidad de sueño que acaso está solo en mis ojos. Voy por los campos que se funden en la gran soledad. Me asomo al agua: tiene a flor de ola su cantar para mí. Y no logro con las manos del corazón tocar su verde misterioso. Busco, detrás de lo evidente, al zumo de los sueños. Rozo con mi mano la yerba fina como un metal maravilloso. Golpeo con el corazón el tronco duro de los olmos. Pido tan sólo una palabra que me salve. Pido tan sólo una palabra. Y así sé que nos vamos quedando solos. Me parece que lodo huye, que se aleja a un galope loco. (Y nos vamos quedando solos.) Pedimos, pero no encontramos lo que ha sido tan de nosotros. (Y nos hemos quedado solos.) JOSK HIKRKO.-Nació en Madrid, en 1922.--Obras: Tierra .sin nosotros, "Proel", Santander, 1947; Alegría, "Adunáis", Madrid, 1947; Con las I/ledras, con el viento, "Proel" Santander, 1950; Qtiinía riel -12, Editora National, Madrid, 1952: Antología poética, Santander, 1954, Mas aun acecha otra manera de soledad, un doloroso remate de la soledad. Cuando alguien muere, cuando todo confabulado nos olvida y queda nuestro mundo roto; cuando llamamos, cuando no nos resignamos, es hermoso sentir el alma dolorida, porque así sabemos que somos. Pero si el alma se serena entonces sí que acaba todo: nos quedamos sin los que fuimos que no podían vivir solos. Es contemplar sin rebelarse cómo nos roban nuestro oro: el metal que alegra la vida como el fuego alegra el otoño. Y preguntamos y pedimos la palabra que hiere, sólo una palabra, y en el fondo del agua, encima de las nubes, en cada gesto, en cada gozo que levanta la primavera intentamos nuestro retorno. Es imposible conseguir detener lo que pasa en torno. Ríos que trazan nuevos arcos para alejarse de nosotros; nuevas estrellas, nuevos siglos que caen al fondo; nuevas almas, hechas a costa de las antiguas, sones sordos que fueron músicas, mañanas que cifraban lo más hermoso. Irán perdiendo su sentido. Las llevaremos en el fondo eternamente. (Sin los ojos juveniles que las miraban se irán borrando poco a poco). Pero yo trie rebelo y lucho. Yo sostengo mi cruz al hombro. Yo sé así, cuando siento el peso, que no estoy solo. DEMASIADO FARDE Ahora ya es tarde. Quisimos tocar con las pobres manos el prodigio. Ahora ya es tarde: sabemos. (No supimos lo que hacíamos.) Ya no hay caminos. Ya no hay caminos. Ya no hay caminos. Cuando nada se desea todo se posee. (El círculo se ha cerrado. Nos retiene, sin remedio, en su recinto.) Angeles soberbios. Angeles ciegos. Angeles malditos. Ahora ya es tarde. Se apaga el mundo recién nacido. Ya no hay caminos. Ya no hay caminos. Ya no hay caminos. Cuando nada se desea todo se posee. Miro la llama. ¿Quién nos mandó tocar su centro encendido? Al fuego se le posee con los ojos. (Ni sus hijos pueden tocarlo). Ya no hay caminos. Ya no hay caminos. Saltemos. El terso sueño se ha roto. Ya no hay caminos. Desamparados tendemos puentes de espíritu a espíritu. También el cuerpo quería romper su lastre infinito. Las almas a su través se buscaban. Se han hundido para siempre. No se encuentran las almas. Ya se ha cumplido lo fatal. Sabemos. Angeles ciegos. Angeles malditos. Las almas se lian marchitado sobre los cuerpos marchitos. Ya no hay caminos. Ya no hay caminos. Ya no hay caminos. Cuando nada se desea todo se posee. El fino vidrio de la paz se rompe deseando. (Como el río. sólo se para y descansa cuando deja de ser río.) Prisa por llegar. Candentes avideces. Rojos vinos en el que los vencedores se igualan a los vencidos . Oh, cuánta desolación. Qué caída en el vado. Oigo el otoño ventoso tañer su cuerpo amarillo. Aroma de oro, dorado aroma de tierra. Piso la tierra. Miro la tierra hermosa. . . l omo a lo mío: cuando nada se desea todo se posee. (El círculo se ha cerrado.) Todo,en torno es lo mismo y no es lo mismo. Se han borrado para siempre caminos, muchos caminos. Y estamos solos. De pronto nada parece tranquilo. Nuestra voz suena a voz de otros que jamás han existido. Y se cierra todo. Y todo dejando de ser sencillo. Angeles soberbios. Angeles ciegos. Angeles malditos. Y no hay caminos. Y no hay caminos. Y no hay caminos. (De Con las piedras. con el viento. . . 1 PARA UN KSTETA Tú que hueles la flor de la bella palabra, acaso no comprendes las mías, sin aroma. Tú, que buscas el agua que corre transparente, no has de beber mis aguas rojas. Tú, que sigues el vuelo de la belleza, acaso nunca jamás pensaste cómo la muerte ronda, ni cómo vida y muerte —agua y fuego—, hermanadas, van socavando nuestra roca. Perfección de la vida que nos talla y dispone para la perfección de la muerte remota. Y lo demás, palabras, palabras y palabras; ¡ay!, palabras maravillosas. Tú, que bebes el vino en la copa de plata, ignoras el camino de la fuente que brota de la piedra. No sacias tu sed en su agua pura con tus dos manos como copa. Lo has olvidado todo porque lo sabes todo. Te crees dueño, no hermano menor de cuanto nombras. Y olvidas las raíces (“Mi Obra" —dices—); olvidas que vida y muerte son tu obra. No has venido a la tierra a poner diques y orden cu el maravilloso desorden de las cosas. Has venido a nombrarlas, a comulgar con ellas sin alzar vallas a su gloria. Nada te pertenece, l odo es afluente, arroyo. Sus aguas en tu cauce temporal desembocan. Y hechos un solo río, os vertéis en el mar “que es el morir”, dicen las coplas. No has venido a poner orden, dique. Has venido a hacer moler la muela con tu agua transitoria. Tu fin no está en ti mismo (“Mi Obra” —dices—), olvidas que vida y muerte son tu obra. Y que el cantar que hoy cantas será apagado un día por la música de otras olas. (De (¿uiiita del 12) FE DE VIDA Sé que el invierno está aquí,detrás de esa puerta. Sé que si ahora saliese fuera lo .hallaría todo muerto, luchando por renacer. Sé que si busco una rama no la encontraré. Sé que si busco una mano no la encontraré. Sé que si busco al .que fui no le encontraré. Pero estoy aquí. Me muevo, vivo. Me llamo José Hierro. Alegría. (Alegría que está caída a mis pies). Nada en orden, lod o roto, a pcinto de ya no ser. Pero toco la alegría porque autn[ue todo esté muerto yo aún estoy vivo y lo sé. EL INDIFERENTE Ahora seremos felices, cuando nada hay que esperar. Que caigan las hojas secas, que nazcan las flores blancas, qué más da. Que brille el sol o que arpegio la lluvia sobre el cristal, que todo sea mentira o sea todo verdad. Que reine sobre la tierra la primavera inmortal o que declíne la vida, qué más da. Que haya músicas errantes qué más da. Para qué quemaos músicas si no hay nada que cantar. Es esta noche, entre las sombras, mientras la luna se te enciende, es esta noche que comienza cuando mejor podemos verte. Apenas hieren nuestros ojos luces extrañamente verdes, luces extrañamente rojas que nos miran siniestramente. Sube el silencio y nos ahoga, n¿s acomete. Es esta noche, cnLre las sombras cuando mejor podemos verte. Es esta noche, cuando todos participamos de tu muerte; cuando se iunde tu apariencia, tu mar, tus luces, tus relieves; cuando eres sólo un gran silencio que en las entrañas se nos mucre. ¡Qué clara, así, te adivinamos! Ciegos ¡qué nuestra nos pareces! Vamos palpando con el alma; te sentimos sin comprenderte, te llevamos en nuestro canto sin comprenderte; con tu grave peso de siglos sin comprenderte. Es esta noche, entre las sombras, cuando mejor podemos verte, aunque no podamos llamarte ni sepamos decir cómo eres. Es esta noche, entre las sombras. Cuando en el alma te nos mueres. Cuando en la hora negra y densa se apaga lo que tú no eres. UNA TARDE CUALQUIERA Yo, José Hierro, un hombre como hay muchos, tendido esta tarde en mi cama, volví a soñar. (Los niños, en la calle, corrían.) Mi madre me dió el hilo y la aguja, diciéndome: “enhébremela, hijo; veo poco". Tenía liebre. Pensé: “Si un grito me ensordeciera, un rayo me cegara..." (Los niños cantaban). Lentamente, me lité invadiendo un frío sentimiento, una súbita desgana de estar vivo. Yo José Hierro un hombre ■que se da por vencido sin luchar. (A la espalda llevaba un cesto, henchido de los más prodigiosos secretos. Y cumplido, el futuro, aguardándome como a la hoz el trigo.) Mudo, esta tarde, oyendo caer la lluvia, he visto desvanecerse todo, quedar todo vacío. Una desgana súbita de vivir, (" loma, hijo, enhébreme la aguja", dice mi madre.) Amigos; yo estaba muerto. Estaba en mi cama, tendido. Se está muerto, aunque lata el corazón, amigos. Y se abre la ventana y yo, sin cuerpo —vivo y sin cuerpo, o difunto y con vida—, hundido en el azul. (O acaso sea el azul, hundido en mi carne, en mi muerte llena de vida, amigos: materia universal, carne y azul sonando con un nlismo sonido.) Y con todo hay oro, y nada duele ni pesa, amigos. A hombros me llevan. Quién la primavera, el filo del agua, el tiemblo verde de un álamo, el suspiro de alguien a quien yo nunca había visto. Y yo soy arrojando ceniza, sombra, olvido. Palabras polvorientas, que entristecen lo limpio: Funcionario tintero 80 días vista diferencial racionamiento factura contribución garantías. . . Subo niâs alto. Aquí todo es perfecto y rítmico. Las escalas de plata llevan de los sentidos al silencio.' El silencio nos (orna a los sentidos. Ahora son las palabras de diamante purísimo: Roca águila playa palmera manzana caminante verano hoguera cántico. . . . . .cántico. Yo, tendido en mi cama. Yo, un hombre como hay muchos, vencido esta tarde —¿esta tarde solamente?—, he vivido mis sueños —esta tarde solamente—, tendido en mi cama, despierto, con los ojos hundidos aún en las ascuas últimas, en las espumas últimas del sueño concluido. (Antología. "Rdiciours Cantalapiedru". Santader, 1954) EL REZAGADO Te vimos, por última vez, ame el puente que unía tu [reino con este otro reino que sólo verán nuestros ojos. Es duro perderte, saber que ni soles ni siglos ni vientos, saber que ni mares ni noches podrán devolvernos tu [rostro. Te vimos llorar. Te sentaste a la sombra de un árbol. Tus dientes mordían un tallo de verde y de oro. Después nunca más te encontramos. Nos queda de ti, el [rezagado, la imagen de un hombre llevando en su frente la luz del [crepúsculo rojo. Nos duele saber que eres débil, que no te atreviste a [arrojar al olvido. a manchar, al rozarte el dolor, tu sereno tesoro. Desde aquí pensaremos en ti, en tu alegría, (Eras tú el más perfecto de todos; pero yo conozco qué largas cadenas, qué profundas raíces, qué fuertes cerrojos, qué torres, qué ríos detienen tu paso, qué música de otas, qué frutos redondos. Yo sé bien lo que cuesta perder la alegría y volver a ganarla, después del dolor, en un mundo re[moto.) Es duro perderte". Quisiera guardar para siempre tu ima[gen, la imagen que está en mi recuerdo poblado de sueños [su fondo. Pero ya le han llenado las manos de estrellas azules, el pecho de yedra, la frente de mares brumosos. Tan lejos te vemos y extraño, tan de otro planeta, que casi olvidamos que un día viviste feliz con nosotros. M iguel Labordeta SALUTACION AL PUEBLO EN PRIMAVERA En tu luto descalzo en tu soledad de pan quiero hablarte pueblo mío mi pueblo de hombres feos con temple de horizonte y un oculto bramido desgarrado de corazón de toro y desparramada fiebre carcomida bajo tanta bufanda rota tanta gastada pena tanto lecho con chinches tanto sudor esclavo entre los días grises camino de la fábrica o del campo más allá de la muerte herido encadenado fustigado barrido por los soles los hielos el viento inmenso del oeste galopando por llanuras golpeando las losas de adobes pa[ra siglos y entre minuto y tarde de un viejo corno en sueños los implacables plazos al explotador de turno la graciosa novia que espera en los portales la anciana tía [loca un padre embriagado los partos y las muertes que traen a los umbrales un sabor madrugado a cloro* [formo y rosas la vida es eso: lo que acaso dicen los hijos pues que vienen los que se van algún hermano tísico primaveras que pa[san por aceras y campos dejando en los pasillos un triste olor a hermoso a bolsi­ llo vacío a tibia mañana con un reloj parado y las lunas se extienden se derrochan ahorros tan pequey una posible tarde sábado de Agosto [ños te abandonas cansadamente y sucio al margen de tus ríos. Pero tu esposa pena no la lloras no la gimes la escondes con cólera y vergüenza MIGUEL tABORUKTA.—Nadó en Taragoza en 1921.-O bras: Sumido 2), Zaragoza. HM8: t'w lento idílico, "Cuadernos de fócala", Madrid. 1949: Transeúnte centrat. •‘Norte*’. San Sebastián. 1950; Tadlitas: l.os 9 en jruntn, Mrt nll rira y Oficina ilr Uní izante (tragicomedia). como lu amor tan bueno allá en el fondo y tu mendrugo negro cotidiano y tu vieja chaqueta del oficio y el rostro de tu mujer [enferma y los años que huyen por cinemas de barrio donde tiemblas de tniedo y de deseo y la tasca con humo donde el rato te mata sin saberlo. Quiero en los ojos pues mirarte contemplar tu alma sepultada como un león dormido apretar en la mía tu antigua mano ibérica señalar en mi sangre el fuego de tu origen unir a mi esperanza tu infortunio y escuchar la alegre valentía de tu gesto la ternura cruel de tus canciones. Ahora quiero hablarte pues mi pueblo pueblo mío desde el balcón de mi locura hablarte con mi espada en la mano con mis ojos de sacerdote y tigre hallarte en el saludo. Ahora que estoy de pie y miro el porvenir tempestuoso de los hombres ahora que me siento atrozmente avergonzado de que tú que amaste gota a gota de sangre con un sudor de llanto y gloriosa fatiga apasionada el vientre de la tierra y la entrega del mundo hacia un remoto cielo todo azul entre espigas alimentos recocidos pingajos migajas de penuria desnutridos villorrios quimeras para nadie tú olvidada muchedumbre de peones mortales recibe así mi humilde salutación de hombre al estallar la primavera por las amargas lenguas de la patria. L e o p o l d o de Luis LA SANGRE Rajo esta costra oscura en que sembramos grano tacaño y vida gcnefbsa, bajo este duro pecho en que soñamos mientras crece la ortiga con la rosa, ved la latente mano de este muerto conduciendo tristísimos rebaños por el frío absoluto de un desierto de eternidad bajo los duros años. A través de la vida, va la leva humana tras su sangre, tras su rastro. El rojo hierro fratricida lleva como la herida de un errante astro. La sangre manda subterráneamente. Esa sangre vertida a ramalazos arrastra, irrefrenable, honda corriente, a unánimes regazos. Puede ser esa sangre el puro riego que fecunde la entraña de la tierra o sal que torne en un baldío ciego el huerto de la paz y de la guerra. La sangre es cal a veces, no la sacias, diluvio, ni volcanes su ardor tienen. No la sepultan miles de desgracias ni cosechas de llanto la contienen. LEOPOLDO DE LUIS.--Nació en Córdoba en 1918.—Obras: Sonetos de . lllises y de Calipso, "Cardias*)", Madrid, 1944; laurel, "Entregas de Poesía", Barcelona. 194(1; Alba del hijo, "Mensajes", Madrid, 1946; Huésped de un tiempo .sombrío, "Norte". San Sebastián, 1948; Los imposibles pájaros. "Adormís", Madrid, 1949; Los horizontes, "Planas de Poesía", I.as Palmas de Gran Canaria, 1951; Elegia en otoño, “Nelili", Madrid, 1952; El padre, "Mirto y laurel", Melilla, 1954; »! árbol y otros poemas, "'filo Hombre", Santander, 1954; El extraño, 1955. Es cal la sangre derramada, oscura, es cal en nuestros huesos. Cal en el amargor de la amargura, cal en la tierra leve de los besos. Nos da y nos quita luz, nos apacienta esta sangre, pastor, muerto infecundo, Soplo homicida y trágico la avienta en el eterno transitar del mundo. T.A SOMBR A Madeja oscura de silencio y pena que se hila y se deshila tras el cuerpo, que en las agujas de las piernas teje a cada paso su destino ciego. Madeja oscura, sombra. ¿Huella triste del ala del ángel libre que éramos? Huella de opaca tierra; cadena de ancestrales maldiciones atándonos al suelo. El estigma sombrío de la muerte late en su errante hielo. Río que nos refleja en turbia imagen de la humana figura el lado negro. Caminamos llevando como una herida negra de silencio la sombra apuñalándonos la espalda en las encrucijadas solitarias del tiempo. La sombra es el destino que sigue al hombre con su fatal peso. El rencor. La miseria. La pena de sentirse cada día desterrado del sueño. Este errante pasar que nos lacera la planta, el alma. Este caminar, sin sosiego bajo la luz inhóspita, acosados por un sombrío perro. Madeja oscura que devana su hilo con un huso clavado en nuestro pecho. Detrás del hombre silenciosamente la sangre de los días va lamiendo. EL ODIO ¿Somos más que esa bestia ciega y triste? Qué olas de odio se alzan en la sangre. LJn mar sin salvación, un mar de odio por el que vamos, maldecidos ángeles. Mar de odio, cielo de odio, tierra de odio. El odio es nuestra muerte y nuestra cárcel Respiramos, bebemos, escupimos esta saliva, esta agua y este aire y nos crecen sus costras corno lepra por el alma y la carne. Corno una maldición. Mano de hielo, mano de brasa negra por la sangre, agarra las raíces del espíritu, nos voltea, guiñapos en el aire, rojo muñón, harapo de destierro, nos precipita en los sombríos mares de la ira. Al amor roba sus barcos que hunde bajo los .pechos implacables. El corazón, qué combatida guerra, qué tierra entre los dientes que no sacien qué huesos como espinas erizadas que hasta el ojo de Dios quieren alzarse. Odio. Por qué tanto odio oculto enraizado entre los hombres árboles de fiera soledad y de ignominia, como frontera que el amor no pase. De qué hondas catacumbas sube, amarillo hedor, al pecho odiante, sube, saliva negra, al labio impuro, sube, espina de luz, al ojo infame, este rencor, este ancestral cuchillo, esta quijada aún manchada en sangre. Dude tanto rencor, tanta miseria, duelen ya no sé qué negras verdades, ya no sé que terribles maldiciones pesan sobre la humana sombra errante: "Al prójimo odiarás como a ti mismo". Y el amor huye, herida y triste ave. ¿Para este hombre de odio no hay un sueño? ¿Un retorno a la sombra del seno de una madre ¿Unos labios que besen esta lepra? Odio, deten, deten tu impuro avance. UNA VENTANA Dementes artesanos, albañiles locos, enajenados constructores, levantando una tapia, cientos, miles de tapias entre sueños y rencores. ¿Quién dirige esta ciega arquitectura, estas casas de sombra, esta muralla de soledad, la torre de negrura donde la vida el vuelo libre encalla? ¿Quién dibujó la araña de este plano que repite, paredes y paredes? ¿Quién alza estas ciudades, con qué mano se tejen esta niebla y estas redes? Alguien lia emborronado absurdamente en los viejos diseños. Esta puerta no da a ninguna parte. Un muro enfrente ahoga el sol de la ventana abierta. Y cruzamos oscuras galerías que nos devuelven a la misma estancia. Habitaciones múltiples, vacías, repitiendo su inútil resonancia. Y queremos salir, pero buscamos la puerta, recorremos la escalera y no se acaban sus desnudos tramos, ni nada abrimos, porque no hay afuera. No hay afuera, no hay calle, no hay ciudades, no hay mundos; hay esta sola inmensa casa, estas eternas, solas vecindades de corredor donde la vida pasa. No hay más que estos enormes corredores por los que cruzamos ciegamente vecinos de una casa de rencores con la pared de un odio sordo enfrente. No hay más que estas paredes donde deja sus amarillas manchas el olvido como la mano de una humedad vieja en el yeso mortal ment e mordido. No hay más que ciegas puertas que abre el viento descubriendo la sombra desdentada. Los picaportes rompen su lamento y giran las fallebas para nada. Y lo sabemos. Pero nos decimos: “En la otra habitación habrá salida". De portazo en portazo repetimos la esperanza fingida. Porque vamos soñando abiertos muros, grietas en donde el sol se precipite; inventando avenidas y paisajes futuros, tierras feraces que la luz habite. Y sentimos un fuego en nuestras manos, la sangre en nuestras manos, de ansia hechas, para cavar, oscuros artesanos, en las paredes de la casa brechas. Con las manos heridas, la ventana soñamos construir, a la luz pura, que nuestro hijo puede abrir mañana en esta ciega y hosca arquitectura. (Juventud, 597, Madrid, abril 1955) A g u stín M illa res Salí CAUCE NATI IRAI. Porque te olvidas de que el sol existe Porque haces daño a la canción y al hombre Por (jue tu vista el llanto no resiste Porque no ves que la razón embiste Como un loro de luz al falso nombre Que se le da a la vida y la hace triste Porque lastimas desde que aborreces Porque matando el tiempo languideces Porque el misterio tras de ti se cierra Porque no has sido ni serás fecundo Ignorando las cosas de la tierra Porque te crees algo de otro mundo AGUSTIN MILLARES.—Nació en t as P a lm a s <le Gran Canaria, en 1917 Obras; Sueño a la deriva, 1944; En el deshielo de la noche, 1945; la sangre que me hierve, 1946; El grito en el cielo, 1946; Antologia ce­ rrado, 1947; 1.a estrella y el corazón, 1949; El tiempo difícil, Poesia unánime, De la ventana a la ralle, Poema de la creación y Ofensiva de Primavera, Porque tu odio no oye la esperanza Y no eres ojo que descubre estrellas Porque tu sangre con el mar no avanza Porque como montaña no descuellas Porque en el suelo fértil no floreces Porque la Paz te llama y no apareces Porque vives de espaldas al momento Porque no sabes el valor del día Y quieres crear sin claridad ni viento Porque no tienes pena ni alegría Porque ni un canto a tu país ofreces Te invito a razonar algunas veces Porque eres hoy la negación del Arte Maltratando la letra y la pintura Porque en tu horror pretendes recrearte Porque admiras y elogias la locura Porque ante el mal no sientes ni padeces Porque al margen de todo permaneces No me cansa decirte muchas veces: Tú que has nacido para dar aliento Tú que has nacido cuando queda poco Para que el sol nos ilumine a todos Y el hombre pueda realizar sus sueños Tú que has nacido cuando el puño ha roto Los muros que se alzaron contra el tiempo Tú que te agitas pretendiendo el vuelo Y puedes ser útil de un momento a otro Tú que has nacido para ser el pájaro Y servir de guía Tú que has nacido para ver el día En que el amor presida los espacios Tú que has nacido para amar la vida Y para ser ainado Tú que has nacido para unir las cosas: Para juntar las manos desnudas Y las palabras rotas Para fundir una canción en otra Las divorciadas brisas Las diferentes razas y las bocas Que devoradas por la sed se oxidan Debes saber que el mundo hoy te reclama Que hoy los brazos se mueven como el trigo Que el pez continuamente rompe el agua Que el corazón se nutre de sus ríos uc el alba que acaricia los caminos iene el mismo color de la manzana ? Debes saber que hoy manda un nuevo siglo Que la canción invade el universo Que hoy por hablar nos habla hasta el silencio Que hoy hasta el ser que prefirió el olvido Pone el grito En el cielo Que hoy además acechan mil peligros Y que se encuentra en juego —Yo puedo hablarle porque tengo un hijo— El porvenir del niño Has de saber que hoy debe la palabra Clausurar para siempre el edificio Que no tiene ventanas Hacer correr el vino Volcar la catarata De la lhz sobre todos los sentidos Y enardecer el viento y las campanas Debes saber que tú no serás nada Lejos del hombre y de la primavera Lejos del norte y del solar qqe canta Donde se puso la primera piedra Donde se ha abierto la primera página de una existencia nueva Vuelve tus ojos a lo verdadero Deja de blasfemar No te dediques A falsear los sueños Canta la realidad de un mundo libre Libre de monstruos que asesinan cisnes Y de presagios insaciables dedos Canta el martillo de los carpinteros Canta el empeño de los albañiles Canta el proyecto de los arquitectos Canta los bosques Canta los jardines Canta el navio y los ferrocarriles Canta el laboratorio y el colegio Canta el trabajo que ha de echar raíces Pinta el minuto (pie vivir nos toca La hiel (pie pasa por tu propia calle Pinta la angustia y la alegría rota De las pobres madres Pinta también la luminosa sangre Que contribuye a aproximar la aurora Expresa los deseos que hay de paz Haz (pie proyecte luz la poesía Explica a donde va la humanidad Canta en fin que debe ser la vida Con naturalidad T u vida misma La cosa es sencilla: LA VERDAD. HORIZONTE No es verdad que el momento tenga una salida, es mentira que el hombre cantina hacia la muerte y que ya no es posible darse al mar de otra vida. Existe un horizonte que cambia nuestra suerte, un espacio infinito que nos abre sus puertas y un eterno futuro de esperanzas abiertas. Existe un horizonte que cambiará nuestra suerte, de júbilos que aguardan en estado salvaje, de terrenos propicios para audaces acciones y de cumbres que cambian de continuo el paisaje. El día va cediendo, más el sol no se apaga. Un nuevo día habrá que hará pie en otra orilla, cuando la noche lenta por la acción se deshaga de la luz que en las alas de los pájaros brilla. Montaremos el viento mensajero del alma, viajarán nuestros ojos en la rápida estrella, llegaremos'a tiempo de ver como se salva la Humanidad que en ríos adversos se atropella. Se va a marchar el miedo definitivamente y el peligro no puede resucitar mañana. Vamos a disfrutar la vida inmensamente, el cielo siempre azul, la tierra toda llana. Rafael Montesinos EL POEMA DE LAS COSAS PERDIDAS EL COLEGIO Recreo en el jardín, de cuatro a cinco, (|Ay mi infancia perdida! Por la escalera glande del colegio, RAFAEL MONTES!NOS.~Nadú en Sevilla en 1920.—Obra*: Hatada dut amor primero, 1944; Canciones perversas fuira una nido tonta, "Carcllaao", Madrid, 1946; F.l libra de las cosas perdidas, "Halcón”, Va­ lladolid, 19-16; f.as Incredulidades, "Insula”, Madrid (Prosas en me­ moria de la nlfter); 1952; Cuaderna de las últimas nostalgias, "Neblí", Madrid, 1954; País de la espernnxa, "Cantalapledra", 1955. quiero bajar en lila.) Yo rnc acuerdo de un niño diferente a los otros. Vivía siempre dentro de el, siempre soñando las cosas que podía. Tengo un rumor confuso del Rosario rezado en la capilla. (Amor, amor, amor, no me distraigas... Dios te salve María. . . ) Mi corazón nació cuando mis ojos. (Los padres Jesuítas, paseando de arriba para abajo, de abajo para arriba). Entonces dos y dos eran ya cuatro, y la vida, la vida. A UN AMIGO “Me acuerdo mucho de vosotros, y de ti. Montesinos. Ya nunca más veré có­ mo nacen tus poemas.’’ (De una carta) Ramón Camblor, amigo; la palabra más bella te doy. amigo. ¿Miras solitario tu mar? Violento partidario del pobre y de la estrella, ¿guardas la misma forma de pensar? ¿Recuerdas que decíamos: “El mundo está mal hecho’’, ai desde la violencia, yo desde el alma triste? Con tu bomba de mano y el dolor de mi pecho, ¿no hemos soñado un mundo que no existe? De allá, de San Lorenzo, vendrán las brisas leves buscando la montaña de Santa Catalina, y tú estarás en medio, corazón que te atreves a gritar tu verdad en cada esquina. Y te irás por las olas de tu Gijón nativo con alguien que* remando se gana su dinero. Y volverás, más solo, amargo y pensativo. Y dirás las tristezas del barquero. Llueve sobre Madrid. 1.a tarde mucre ahora. Ramón, estoy pensando que nada nos separa. Esa mujer que pide y ese niño que llora, buscan mi corazón que los ampara. ¿Y cjué voy a contarte que no sepas de mí? Anduvo triste un tiempo mi alma enamorada. Algo he sacado en limpio: llegué, besé y perdí. Pasa la vida y no me pasa nada. En amistad le quedas con tus sueños diversos mientras los otros —¡déjalos!— por su miseria luchan. Con tus libros de química y mis libros de versos, nuestras almas mirándose se escuchan. Todos aquí aguardamos a que regreses. Mira a tu ciclo nativo, espera en Dios, no lemas a la vida; no es mala, después de todo. Mira, mira cómo me nacen los poemas. E u g e n io de N ora OTOÑO ¡Tenaz maraña! ¡Símbolos! ¡Resonancias opacas! LoS frutos ya podridos del tiempo que decae nos acercan y sepultan. Es otoño. Aquí estamos, batida la bandera celeste del amor por un viento EUGENIO 1)E NORA.—Nació cu /.accn (León) en 102-1.—Obras: Cantos <11 destino, "Ademáis", Madrid, 1045; Amor prometido, "Halcón", Va­ lladolid, líMfi; Contemplación del Tiempo, HM8; Siempre, "Insula", Madrid, 1050; España, pasión de vida, Instituto de Estudios Hispá­ nicos, Barcelona. 1953. de ceniza y desánimo. No sabemos quién somos; no sabemos a dónde hemos llegado. ]Muerte lenta del hundido en la nicvcl ¿Con nosotros se apagará el mensaje?... Pero, ¿cuál? Y ¿a quién iba? Es hermoso que el héroe llegue a la cima, y vea de Galaad hasta Soar, la tierra florecida, y el pueblo la vea también, y aun El que Es declare: “Sacia tus ojos, aunque nunca llegues”. .. .Nosotros no tenemos fin, ni promesa, ni quizá quien siga nuestras pisadas, hasta hacer camino. Sólo, como el que siente amanecer creíamos poder daros, nuncio del hombre nuevo, unas pocas palabras que dijeran lo indecible, a rechazos: “Eso no somos, eso no queremos. . . ” y así seguir. Pero ¿seguir, a dónde, negando sólo?. . . ¡Desolado otoño, eco glacial! ¿Negar? ¡Y entre lo dicho y quien nos oye hay ruina y tiempo hueco, y muerte, y sobremuerte, y tantos mares, y el silencio, y el ruido de las armas. .. ! (De Las horas perdidas.) - yo - LA NOCHE “¡Cuánto penar para morirse uno!’ Comprobándome estoy cómo es herida ya, toda nuestra carne. Y que consiste el alma en el dolor. Y el tiempo existe para alejar la libertad perdida. Porque al pensar las cosas de la vida, la fe en derrota, el entusiasmo triste, la virtud muerta. . . el corazón resiste apenas, ay, ¡a penas!, la embestida. Cuando me paro a contemplar el mundo; cuando sin verlo dejo arder mi fuego, ¡qué amargo siento el corazón profundo! ¡Y ni un dios breve, ni*un destino ciego podrán salvarte!.. . ¡'Trágico errabundo! ¡Tanto penar para morirnos luego! (De España, pasión de vida, ESPAÑA MIA I Presencia Como el amor se calma sólo con la presencia de la amada, antes que el sol me he desvelado por ver tu rostro hermoso, España. Pues más que nunca el autor duele si lo aprendemos y nos falta. Mas la noche es soledad. Tiene, indiferentes o lejanas, estrellas, sombras, luna o sueño. Sólo un olor a tierra brava hace sentir que el suelo es barro de amor, de origen y esperanza. Lenta, la luz da al lin tu lorma. Miro a lo lejos las montañas de nieve y aire frío ceñidas. Veo la planicie dilatada, con pinos verdes en un cuesto, la tierra ocre y entreparda, y los caminos que se pierden, como el deseo, en lo que aman. Pero aquí cerca. . . Veo tu tierra aún violada por las zanjas que tu pasión pobló de odio y amor feroz. Miro las casas sólo habitadas por el cielo que ahonda de azul cada ventana. Y no es la ruina lo visible. Algo más hondo hay en tu entraña de carne viva, de hombres vivos. Algo más duro te amenaza. Sacio mi vista en tu presencia, mi hermosa, mi gozosa España, pero dueles, patria de pechos mutilados, de boca pálida: Porque se odian y te odian hijos que tú igualmente amas. ¡Me dueles, sí! Por eso quiero cantar tu gloria y tu esperanza; tu gloria cegadora, limpia, tu esperanza desesperada. Deja, España, que te defienda, que arroje a tu amor mis palabras, sin odio, puras y sin muerte, pero tibias de sangre cálida. ¡Diga mi voz lo que fe quiero como un eco de cuantos te aman! En tus planicies y en tus dos, en tus bosques y tus montañas, pero más en tus hombres muertos y vivos, en las nobles almas, sobre las hondas ruinas, veo un rostro hermoso. ¡España, España! ¡Pasión de sangre sumergida! Amor de libertad te canta en una aurora del Destino. Amor amargo de la patria. HOMBRE SIN ESPERANZA ¡Vorágine insaciable del recuerdo! Remoto está el mundo, y su luz. Un hombre, un hombre solo. ¡Qué profunda ternura lo invade! Hay en su rostro, la pasión misma, que hace al gran mar misterioso. Quizá algo bello huye para siempre en sus ojos; algo invisible besan sus labios, algo hermoso. ¡Qué coro de apariencias lo apremia! ¡Qué abandono poblado con recuerdos, triste, triste hombre solo! Tú ves en aquel cielo feliz y sin retorno qué forma tiene el hombre que aún bebes; o aquel otro que aún significa un fruto gustado con sollozo por dos bocas fundidas; tú miras, hombre solo, eso, que fué tu vida, hecho sombra en lo hondo. Tú ves y amas tus muertos; tú preguntas qué pozo profundísimo y negro los exhala. Y borroso de relámpago interno se ilumina tu fondo; un gran final sin nada. (Pero aún el mundo es pródigo en vida. ¡Salta, huye al inundo!) F.l mundo, sordo, está en su sitio, es eso: indiferencia y odio. Y tú huyes aún más lejos. Más lejos, alto y solo, como tú gime o canta quizá un pájaro. Y loco ya, aún huyes de ti, aún clamas con voz de sangre: ¡todo gira; cuidado, oh sombras; los astros crujen, rotos! No sientes más, no miras; tú en tu dolor. Tú en todo. Y siguen tus recuerdos en torno a ti -r-jtú en todo!—, casi muerto, habitante de espacios misteriosos. ¡Perdido! ¡Pozo humano alucinante y hondo! ¡Vorágine insaciable del recuerdo! Remota está el mundo y su luz. Perdido en ti; cercado de indiferencia y odio —¡oh Dios!— no esperas nada. Y sufres, y estás solo. B1 as d e O t e r o NI UNA PALABRA . . hoy no tengo una almena que pueda decir que es mía. (De un romance viejo) N i una palabra brotará en mis labios que no sea. verdad. Ni una sílaba, que no sea necesaria. Viví para ver el árbol de las palabras, di testimonio del hombre, hoja a hoja. Quemé las naves del viento. Destruí los sueños, planté palabras vivas, Ni una sola sometí: desenterré BLAS DE OTERO.—Nació en Bilbao en 1916.—Obra»; Cántico espiritual, Bilbao, 1942; Angel fieramente humano, "Insula", Madrid, 1950; R e ­ doble de conciencia, Instituto de Estudios Hispánico*, Barcelona, 1951; Pido la pac y la ¡xtlnbra, 1955. silencio, a pleno sol. Mis días están contados,. uno, dos, cuatro libros borraron el olvido, y paro de contar. Oh campo, oh monte, oh río Darro: borradme vivo. Alzad, cimas azules de mi patria, la voz. Hoy no tengo una almena que pueda decir que es mía. Oh aire, oh mar perdidos. Romped contra mi verso, resonad libres. EN EL PRINCIPIO Si he perdido la vida, el tiempo, todo, lo que tiré, como un anillo, al agua, si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra. Si he sufrido la sed, el hambre, todo lo que era mío y resultó ser nada, si he negado las sombras en silencio, me queda la palabra. Si abrí los labios para ver el rostro puro y terrible de mi patria, si abrí los labios hasta desgarrármelos, me queda la palabra. POSICION Amo a Wall Whitman por su barba enorme y por su hermoso verso dilatado. Estoy de acuerdo con su voz, conforme con su gran corazón desparramado. Escucho a Nietzsche. Por las noches leo un trozo vivo de Sils-María. Suena a mar en sombra. Mas ¡qué buen marco, qué sombra tan espléndida, tan llena! FIDELIDAD Creo en el hombre. He visto espaldas astilladas a trallazos, almas cegadas avanzando a brincos (españas a caballo del dolor y del hambre). Y he creído. Creo en la paz. He visto altas estrellas, llameantes ámbitos amanecientes, incendiando ríos hondos, caudal humano hacia otra luz: he visto y he creído. Creo en ti, patria. Digo lo que he visto: relámpagos de rabia, amor en frío, y un cuchillo chillando, haciéndose pedazos de pan, aunque hoy hay sólo sombra, he visto y he creído. VIVO Y MORTAL Sé que hay estrellas, luminosos mares de fuego, inhabitados paraísos, cadenas de planetas, cielos lisos, montañas que se yerguen como altares. Sé que el mundo, la Tierra que yo piso, tiene vida, la misma que me hace. Pero sé que se muere si se nace, y se nace, ¿por qué?, ¿por quién que quiso? Nadie quiso nacer. Ni nadie quiere morir. ¿Por cjué matar lo que prefiere vivir? ¿Por qué nacer lo que se ignora? Solo está el hombre. El mundo inmenso, gira. Sobre su gozne virginal, suspira lo que, vivo y mortal, el hombre llora. ¿Callaremos ahora para llorar después? D. R. Mis ojos hablarían si mis labios enmudecieran. Ciego quedaría, y mi mano derecha seguiría hablando, hablando, hablando. Debo decir “He visto’’. Y me lo callo apretando los ojos. Juraría que no, que no lo lie visto. Y mentiría hablando, hablando, hablando. Pero debo callar y callar tanto, hay tanto que decir, que cerraría los ojos, y estaría todo el día hablando, hablando, hablando. Dios me libre de ver lo que está claro. Ah, qué tristeza. Me cercenaría las manos. Y mi sangre seguiría hablando, hablando, hablando. SOBRE ESTA PIEDRA EDIFICARE Testigo soy de ti, tierra en los ojos, patria aprendida, línea de mis párpados, lóbrega letra que le entró con sangre a la caligrafía de mis labios. Y digo el gesto tuyo, doy detalles del rostro, los regalo amargamente al viento en estas hojas. OH piedra hendida. Tú. Piedra de escándalo. Retrocedida España, agua sin vaso, cuando hay agua; vaso sin agua, cuando hay sed. “Dios, qué buen vassallo, si oviesse buen. . SILENCIO ". . .porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más. . Sancho (Quijote, II, 74). Me llamarán, nos llamarán a todos. Tú, y tú, y yo, nos turnaremos, en tornos de cristal, ante la muerte. Y‘ te expondrán, nos expondremos todos a ser trizados ¡zas! por una bala. Bien lo sabéis. Vendrán por ti, por ti, por mí, por todos, Y también por ti. (Aquí no se salva ni dios. Lo asesinaron) Escrito está. Tu nombre está ya listo, temblando en un papel. Aquel que dice: ahel, abel, abel. .. o yo, tú, é l . .. CRECIDA Coa la sangre hasta la cintura, algunas veces con la sangre hasta el borde de la boca, soy avanzando lentamente, con la sangre hasta el borde de los labios algunas veces, voy avanzando sobre este viejo suelo, sobre la tierra hundida en sangre, soy avanzando lentamente, hundiendo los brazos en sangre, algunas veces tragando sangre, voy sobre Europa como en la proa de un barco desmantelado que hace sangre, voy mirando, algunas veces, al cielo bajo, que refleja la luz de la sangre roja derramada, avanzo muy penosamente, hundidos los brazos en espesa sangre, es como una esperma roja represada, mis pies pisan sangre de hombres vivos muertos, cortados de repente, heridos súbitos, niños con el pequeño corazón volcado, voy sumido en sangre salida, algunas veces sube hasta los ojos y no me deja ver, no veo más que sangre, sangre siempre sangre, sobre Europa no hay más que sangre. Traigo una rosa en sangre entre las manos ensangrentadas. Porque es que no hay más tjue sangre, y una horrorosa sed dando gritos en medio de la sangre. LO ETERNO Un mundo como un árbol desgajado. Una generación desarraigada. Unos hombres sin más destino que apuntalar las ruinas. Rompe el mar en el mar, como un himen inmenso, mecen los árboles el silencio verde,las estrellas crepitan, yo las oigo. Sólo el hombre está solo. Es que se sabe vivo y mortal. Es que se siente huir —ese río del tiempo hacia la muerte—. Es que quiere quedar. Seguir siguiendo, subir a contra muerte, hasta lo eterno. Le da miedo mirar. Cierra los ojos para dormir el sueño de los vivos. Pero la muerte, desde dentro, ve. Pero la muerte,'desde dentro, vela. Pero la muerte, desde dentro, mata. . . . El mar —la mar—, como un himcn inmenso, los árboles moviendo el verde aire, la nieve en llamas de la luz en vilo. .. • Arboles abolidos, volveréis a brillar al sol. Olmos sonoros, altos álamos, lentas encinas, olivo en paz, árboles de una patria árida y triste, entrad a pie desnudo en el arroyo claro, fuente serena de la libertad. • Infatigable látigo famoso, firma del pueblo: fe golpeadura, sembradora del sol de cada día, dánosle boy, ¡ay, (pie la sombra es brava y brama el viento! • F.n el nombre de España, Paz. El hombre está en peligro. España, España, no le aduermas. Está en peligro, corre, acude. Vuela el ala de la noche junto al ala del día. Oye. Cruje una vieja sombra, vibra una luz joven. Paz para el día. En el nombre de España, paz. IGUAL QUE VOSOTROS Desesperadamente busco y busco un algo, qué sé yo qué, misterioso capaz de comprender esta agonía que me hiela, no sé con qué, los ojos. Desesperadamente, despertando sombras que yacen, muertos que conozco, simas de sueño, busco y busco un algo, qué sé yo dónde, si supieseis cómo. A veces, me figuro que ya siento, qué se yo qué, que lo alzo ya y lo toco, que tiene corazón y que está vivo, no sé qué sangre o red, como un pez rojo. Desesperadamente, le retengo, cierro el puño, apretando el aire sólo. . . Desesperadamente, sigo y sigo buscando, sin saber por qué, en lo hondo. He levantado piedras frías, faldas tibias, rosas, azules, de otros tonos, y allí no había más que sombra y miedo, no sé de qué, y un hueco silencioso. Alcé la frente al cielo: lo miré y me quedé, ¡por tjué, oh Dios?, dudoso: Desesperadamente, esa es la cosa. Cada vez más sin causa y más absorto qué sé yo qué, sin qué, oh Dios, buscando lo mismo, igual, oh hombres, que vosotros. Salvador P érez V alien te MUER TE MIA Sert' cuerdo, buena gente, seré cuerdo. Llamare al jazmín, jazmín, al sol, sol, al cielo, cielo. No soñaré los balcones clarísimos de la luna; no querré ser marinero en la llanura. Colgaré del pino tierno —verde olor—, Colgate del pino tierno rosas de mi desazón. Y sin oficio y sin nombre —os tuve que dar las cosas que no son— me marcharé cualquier día muy rígidamente cuerdo. 1res curas y cuatro grillos gori, gori, gori. gori. . . Qué alegría! Metidos en traje negros en todas voces diréis: —Pobre muchacho! Tan bueno! Me reiré. sobre la caja de cedro, los puñaditos de tierra sonarán. F,1 viento se irá llevando: “ Tan sencillo!! Tan correcto!” SALVADOR l’KRLZ VAI.IKN t lí.-N au ó en Murcia en 191!).—Obra»: Poesiux de (in tim e de. Celina iselección y prólogo), 1942; Cuando ya no htix m tu ilio . "Halcón", Valladolid, 1917; Libio de Elche, 1949: Por In en a ve-., "Adunáis", Madrid, I9">5, Y yo, solo. Como antes* Como siempre, siempre, siempre! Muerto. UN POEMA DE AMOR SIN PRECEPTIVA No he de callar, oh cisne, blanco engaño que a un silencio de mármoles condenas. No he de callar, oh Dios pluscuamperfecto, ¿ha de morir la voz con que me ordenas? Si hay un río de sangre desquiciada, un temblor, una rabia en cada mano, amor sin estrenar, amor pensado, donde, por donde, adonde la alborada. Si una furia encornada ya deshace el talle ligerísimo del viento, si un acento tenaz, si un loco acento vuelve y vuelve a empezar y si es mi vida pensarte y repensarte en la nacida angustia de tro estar, ¿quieres que calle? HOMENAJE A MI TIEMPO No me compadezcáis. Oídme. Tensad la cuerda poco a poco. Pisotead lo que me queda, porque mantuve un corazón loco. Es por el pan por lo que grito, por sólo el pan y los zapatos, por respirar, por ir muriéndome tan duramente solitario. Hacéis las cárceles, los premios, lleváis la cuenta de la rosa, asesináis tan lentamente que oigo mi sangre gota a gota. Es por el pan, es por la luz que milagrosa se derrama. Nace mi voz entre fusiles; alguien la esposa y la amordaza. Llegará el día de los hombres, de los que mueren cara a cara, desnudos, altos como torres. J o s é M aria V a l v e r d e SKIS SONE ros I Van madurando aquellos viejos días que me aleja el silencio y el reposo; va fermentando el más querido poso en mis bodegas quietas y sombrías. Ya soti carne las muertas bords mías, ya me aploma su apoyo nebuloso y en la boca las siento, con untuoso regusto de primeras poesías. Madurar es sentir en la mirada un aire, espeso y dulce como un> vino, que eterniza en su niebla lo fluyente. Y es entreoír la voz. llana y velada del conocido pájaro divino en la jaula del pecho, nuevamente. JOSE MARIA VAl.VKROE.-Nació en Extremadura en 15*28.—Obras: Hom­ bre He Dios, Madrid, 1948; Salmos, elegías y oraciones, 1947; La e* peía, "I m enana y el mar", Madrid, 1949; Versos Hel domingo. "Edi­ ciones Barna”, Barcelona, 1934. n Hoy vuelves como siempre, primavera, cuando a tu luz ya había renunciado y el corazón está desconcertado por este gozo nuevo que le altera. Casi siente que le redimas. . . ¡Era tan bello su rincón iluminado) en que, triste, se había refugiado para vivir tan sólo con su hoguera! ¡Estar en primavera y sin amores! Mas, sí, rebosaré por tu sendero, que, aunque tú vuelvas siempre, me iré un día y sin mí brotarán igual las flores. Pero el gozo de estar lleno y entero al subirme a la boca se me enfría. . . III Miro cantar.la vida como fuente al pie de mi ventana desdeñosa; miro estallar las gracias de la rosa y no embriago en su olor mi triste frente. Está el mundo lejano en mi presente doliéndome y latiendo, cosa a cosa, y toda la tristeza misteriosa de la vida me embriaga en el poniente. ¿Y eso es todo: mirar, sentir la vida? ¡Qué más quisiera yo, en la primavera! Mas ¿qué hacer, en las manos del mandato, sinó servir? Y ya, orden cumplida y muerto tras mi voz, sólo me espera esta paz orgullosa de algún rato. ¡Oh amor desconocido, amor lejano, ijue ya no sé esperar como solía!, ¿me guarda Dios la aurora todavía y al despertar te encontraré en mi mano? Ay, para que se cumpla algo en lo humano, ¡cuántas casualidades en un día se tienen que juntar en armonía: cuántos intentos mueren en lo vano! Mas ¿no existe sencilla c inexplicable, la rosa? ¿Es ¡xn' difícil menos bella? ¿No es difícil el ser, y es verdadero? Tú también puedes set con la inefable solución de la planta y de la estrella; y alzándome otro trecho, espero, espero. V Mírame tras tu noche, oh Dios nublado, desangrarme sin llanto por tu hueco; oye mi voz, que por faltarle el eco me hace creer que .estoy muerto y callado. Un día, ya no estabas a mi lado. La fe. el amor, me dejas todo seco y ya no sé escarbar tu recoveco ni llamar, ni gemir, desvertebrado. No acierto a poner sitio a tu alto muro, a obligarte con gritos a que acudas, a quererte, con puño y voz de acero. Sólo me queda un ciego empuje oscuro debajo de mí mismo y de mis dudas; yo tío acierto a quererte, pero quiero. He muerto lentamente y hora a hora bajo la losa quieta de mi cara, y sin que nadie me lo adivinara, me he quemado en mi entrega absorbedora. Sólo (¡ueda de mi una voz sonora, como un fantasma insomne que cantara, y esta gloria por fuera que depara la llama celestial que me devora. Yo no soy yo: soy hoja seca al viento, un espectro inflamado c impreciso, un pretexto de Dios, que en mí está hablando. Mí gloria es ser tan sólo un instrumento en las manos de Dios, muerto y sumiso, y a costa de no set ardo cantando. LIBROS " F U E N T E A B E J A " . —'Novela,—Elido Muñoz Gnlachr.—E d i t o r i a l Grijalbo.—México, t). F . I,a eterna hambre <te tierra del campesino castellano ha sido ramada muc has veces en. poemas y en obras teatrales, pero esta vo/ de protesta suele ir mitigada casi siempre por tonos de lirismo, cpie la hacen menor. Y si llega a nosotros envuelta en este velo engañoso, su semilla es estéril, ya que la vo/. que pa­ rece denunciar un estado de cosas inhumano, no señala solu­ ción que acabe con la injusticia. El caso de “Fícente Abeja" es distinto. En este libro de Filie io Muño/ Caladle se señala el mal, pero también se indica la forma de acabar con él. Esto es lo epte hace a "Fuente Abeja" diferente a otras narraciones o novelas que sobre el campesinado español liemos leído a lo largo de nimbos años. En "Fuente Abeja ", un español de buena cepa, que se crió entre las gentes sencillas del campo, Elido Muño/ Calache, mi­ ta de expresar lo que es la tierra para el campesino. Y lo con­ sigue. Para ello no liare más que ahondar en sus recuerdos de juventud, recuerdos cpie a través de la distancia, se hacen más claros y puros; y en posesión de ellos, levanta un tinglado lite­ rario, en el que poco esfuerzo tiene que hacer la imaginación, ya que el drama de las pobres gentes castellanas cpie entresaca de sus recuerdos Muño/ Calache, borda por sí mismo la novela de cada día en el paisaje que sirve de fondo a la historia. Fuera de los nombres imaginarios del pueblo y de los per­ sonajes de la obra, todo es realidad en “Fuente Abeja": reali­ dad el clima fuerte de la tierra; realidad el .caciquismo bárbaro, bajo el que se debate la poblac ión rural; realidad las venganzas mezquinas de los de arriba ante, el movimiento (que apenas es un balbuceo) de emancipación de los de abajo. Todo ocurre en un jmeblccito castellano, pero igual po­ dría suceder en un pueblo andaluz o manchego. En “Fuente Abeja” claman justicia los campesinos de otros lugares de Es­ paña. de cualquier parte de la España tpee conocimos hace vein­ te años. "Los Chamorros", "El Marqués", Rafael y los ham­ brientos labriegos que le siguen, son seres que poblaban el campo español hace años, y que hoy, ba/o la dictadura más feroz que lia padecido España, habrán sentido aumentar el atibar de su vida, ya que actualmente los ‘‘Chamorros’’ son "alcaldillos” de toda la nación española. Pero vayamos al asunte) que hace brotar de un montón de cuartillas a "Fuente Abeja”, recuerdo en la mente y el cora­ zón de un hombre bueno, de un español cabal: F.licio Muñoz Calache. "Fuente Abeja", como decimos, es un pueblo de Castilla, donde el pobre trabaja de sol a sol, por uno* cuantos «íntimos; donde la tierra e* labrada por generaciones de una misma fa­ milia, con amoroso afán, como cosa propia. A la tierra se la ve crecer con la ilusión que se ve crecer a un hijo, y, durante las sequías o las heladas, que la hieren, el campesino sufre so­ bre ella, como padece sobre la cuna rústica del hijo al que ve enfermo, a punto de morir. El campesino sueña tpie la tie­ rra es suya, pues de un erial ha hecho un vergel durante toda su vida, después de haberla recibido de sus abuelos y padres. Pero la tierra no es suya; apenas es tierra prestada. Sólo la tie­ ne arrendada, y, si el propietario, que es quién disfruta la ri­ queza trabajada por otros hombres, se encapricha en arrebatár­ sela, lo hará, porque la justicia del pueblo está de su parte; porque la justicia en "Fuente Abeja", como en todos los píte­ nlos de España, ayer y hoy, está de parte de los ricos y en contra de los pobres. Por eso, a la hora de la verdad, cuando el campesino trata de salir de la senda de humillación en que ha vivido durante siglos, y se acerca a su vecino, hambriento y explotado como él, para constituir el instrumento que ha de liberarle de “Los Chamorros" y de otros caciques semejantes: la modesta Casa del Pueblo, surge el drama. Arrebatar la tierra definitivamen­ te a los epte la han trabajado por generaciones, es el primer naso de los parásitos de "Fuente Abeja". Arrancar la tierra a los que con su sudor la hicieron fructificar; anular a los que piensan por su cuénta, son cosas epte están en la mano del que en “Fuente Abeja” domina cu vidas y miserias. “Chamo­ rros" y escoltas pagadas, mandan en este pueblo y en otros pueblos españoles. Escopetas contra hombres y mujeres que no se dobleguen al dominio del cacique. Surge el drama, pero el sacrificio no es estéril. La Casa del Pueblo de “Fuente Abeja” mostrará a otros pueblos españoles, a otros campesinos hambrientos de tierra y sedientos de agua y de justicia el camino de su liberación. Que si es laTgo y pe­ noso, no por ello es menos inevitable. He aquí en síntesis el problema epte plantea "Fuente Abe­ ja ”, el libro editado recientemente en México por el impresor español Elido Muñoz Calache. Sin pretender realizar una gran obra literaria. -Elido ha escrito un libro sencillo y profunda­ mente humano y generoso, dando ejemplo con su labor españolísima a aquellos epte, a veces con bien ganado renombre de literatos, buscan caminos de evasión intelectual, que los ale­ jan de la tragedia viva de nuestra hora, que, para los españoles, debe radicar esencialmente en nuestra patria: en España. L. C. Ultimas publicaciones ele |a LIBRERIA UNIVERSITARIA J iiski Sierra l<) \ Ciudad l niveisit.nia. Mrxúo, 1>. F. Max Aul): l ’nn nuet’tt ¡roería cs/tañolu. + Henri l-cíebvre.: Lògica formal y lógica del derecho. Nútn. 11 ile "Filosofía y l.ctras”. ♦ Af¡miel Rueño.: Reflexiones en lomo de la cultura. Ntim. 16 ile "Cultura Mexii anana". ♦ Victor Manuel Villegas.: El «ron signo formal de barroco. + Francisco cíe la Maza.: Arquitectura de los coros de monjas en Afdxirn. Instituto de Investigaciones Estéticas. ♦ Guia de Hacas. La Obra Constructiva de los Gobiernos de la Revolución en el Ramo de Caminos El Iitg. D. Walter Buchanan, Subsecretario de Comunicaciones y Transportes, Encargado det Despacho pronunció el dia 17 de octubre el «lisciirso que transcribimos a continuación, en la ceremonia efectuada dentro del Auditorio de la SCOP para conmemorar "El día del Caminero"; "I.as actividades de la Dirección Nacional de Caminos, han sido un factor decisivo en la integración de nuestro sistema de comunicat iones. Kn los años ant-erioics a 192.7, la tarea de construir y de mantener en buen estado los camino», estuvo a caigo de una pecpicña dependencia denominada Oficina de Puentes y (alzadas. Kl 2í¡ de agosto de esc año y, por Decreto del Ejecutivo Federal, se expidió la ley del impuesto al consumo ele la gasolina y W 17 de nctiloc ve <nn\fihtvi! la Comisión Kacional tli’ Caminos, primer organismo que inicia formalmente la construcción ele las carreteras epte el desarrollo económico ele la Nación y de la Industria Automotriz demandaba sa en esa óptica. Es este; el aniversario que hoy es­ tamos celebrando. No es sino basta ti 10 de septiembre» de lililí, fecha en que se rescinde el contrato a tina empresa constructora extranjera, que el camínelo mexi­ cano asume ante su l’atiia la responsabilielade plena de construir ta red n a­ cional de ramirms. —siempre creciente a partir de enlomes-- v que consti tuse ahoar uno de nuestros mayores y más legitimo.» orgullos. Kn el año de VÍÏS2. por Decreto del Ejecutivo, fue' creada la Dirección Nacional de (laminera como una dependencia de la S4XM* y en ese mismo año, amoldándose |>or primera vea a las exigencias qnc plantea la vida moderna, amplió sus ctividades mediante la promulgación de la Ley de ( empente ión. con lo que su acción se ^extendió de manera muy considerable y sus beneficios se deja usent¡r en todos los Estados de la República. Finalmente, en 1947 cobra nuevo vigor la construcción de caminos y surge el Departamento ele (.omunicaciones Vecinales como una modalidad capaz de satisface! nuevas necesidades. ASIGNACIONES PRESUPl-FS TACES SIEMPRE EN • AUMENTO A lo largó’ de las tres últimas décadas, los gobiernos surgidos de la Re­ volución lia mmpulsado la construcción de los nuevos caminos que reclama el desarrollo constante de la nación, con asignac iones presupuéstales siempre en, aumento. ’t Eos promedios anuales de obra y de inversión, d r 192,7 « 1928, re­ presentaron una crugacróu de H millones y un avance de 174 Mlómctfi». En el lapso de 1929 a 1951, se erogaron 12 millones, y se logró un avance de' fiüH kilómetro» por año. En lo» año» de 1954 a 1940, comiua erogación promedio de 40,' millones se construyeron 944 kilómetro» poi arto. De 1940 a HH/>, la inversión pi tañedlo aimai fut1 de I II millones. cotmiruyiüidose 1,440 kilómetro». En cl lapin tic los artos 104/11952. con un gasto tic 289 injllcme», se registró un avance promedio anual de 1.339 kilómetros. I’ov último, la construít íón de camino* en el acutí régimen y, hasta la lecha, ha represen la do tina erogación promedio de .533 millones por arto, y es muy satisfactorio cnmprobai que se ha obtenido un avance promedio de 2.502 kilómetros por arto, no obstante el Incremento de los roclos unitarios de construcción. SK CONül RDVKRON M AS lili 1H>S Mil. KILOMETROS KILOMETROS l'OK \SiO 11 pcoiiiedio de 2.502 kms |an arto que a partir de 1952 hemos al­ canzado, comprende 1.100 Kms. de rain ¡no* federales y por cooperación. V 1,102 de (autillos cecínales de i, s | h c ilicationes modesta* v bajo costo, cifras que- responden a los lineamieiilos señalados a esla dependencia riel t-.¡ectiiito. por el seiim Presidente de- la Heprthlira. Ifiiacerias ( ánimos federales » put cooperación Cuinhwrs urin ales Revestí miento l’avi mentación <189 Kms. 883 Kms. 17/HI .. 1000 „ fiKt'i Kms. 225 Vele-más de la cimsltilición de caminos, nuestra preocupación se hit provee lado a iuc reineutai los lec ntsos correspondientes a su conservación que. e ueste uno. con 113 pollones de pesos, ha contado ton una asignación pirmpiiesial que, put su aniplilud. im tiene precedente. VI.CKSll» Al> DI ( OMI N K T R MICHAS ZONAS l'RODl C I OR \S 1 si amos convint idos de que _es peresailii emismifr nuevas obras. C onservaren laten estado las va c'sninqios es oua de las. responsabilidades de mayót im ptibam ia que nos tu enfregado la ilación .(lacla nueve aóos, México logra duplicar sus índices rje producción»de bienes > servicios, V es muy .satisfactorio comprobar que la címiitriiCiión de caminos no lia que­ dado atrás, licitemos reconocer, sin embargo, que son todavía numerosa» las «toas del pais que canteen de láminos cpie les permítan suma i su pío clnnlón al desaiictllo icoiiómiio de-.Ta República. H recomaimietito, de Cstr hecho, redama que pueblo y gobierno redoblen sus csfuei/os pam logiai la inregiución cabal de nuestra red de commur.ac iones. En esu gran latea istmos unidos. El pueblo de México aporta lo» reçut nos con que se timsi luyen sus caminos. Ica a a la Secretaría de Co­ municaciones tumplii con la honrosa obligación de planeados > construirlo» Reconocemos la lalioi «fita/, silène insu y muchas vetes abnegada «le nuestros trabajado!es ilc caminos. La elevación «le ,*u« niveles «Je vida ton» liinye una de nuestras más ingentes pieouqsttrimies. Con el fin de lograr su mejoramiento económico y el de sus familias, en este arto se fian clevaito diversas prestat iones y jkii acuerdo expteso det señor Presidente de la Rcpóblita, se han concedido aumentos en sus per­ cepciones. El incremento «le un 10% en sus «alarios significó, sólo pata los trabajadme* de Caminos, un incremento anual «le más «te cuatro millo­ nes de prv is. Eos sobresiielilos aprobados. s«‘ tratlnten e nona erogcióii atlúional dé lili iiiilhiu de pesos al ano Se lia iniciado la construtilóu «ir cinto hospiiales fpráums ipie se cons­ truyen con la a pentatlón «le los trabajadores, a liases «le los excedentes de las reseñas del seguro SC.OI*. (iiiediuán terminados y en servicio en 11157. El nueso lluspli.il SCO!*, «pie représenla una ¡incisión de más de m an o millones de pesos, abrirá sus p u m as en los meses iniciales del año próximo. I’or «tira parle, cu esle año el monto de las pólizas individuales que ampara el Seguro SCOI* se aumentó a doce mil pesos, en benefjxio de los n a b a |a*loves «pie cobran en las Lisias «!«• Raya, los cuales siguen |k *i i í hiendo, además, el Seguí o de Relíio. Esas medulas colunias, esta» mejoras tangibles, son un lesiiiiumio rio Cliente del reconocimiento ipie el (iobicrnn.de la Repñlilica lia ipievidfl expresar a los millares de hombres vigorosos que, a lo largo y a lo gocho de mieslio territorio, nabajan, ron Impetu «lula «lia mayor , por aliriv nuevos caminos al progreso econóniico y cultural tic la Nación. F ONDO DE C U L T U R A E C O N O M I C A \v, cíe la Universidad 1175 .%I». Oosul 25075 M c\un 12, I). F. Breviarios de l.iteratuta 1. —Botera, ( i . Hi.il m la de lu literatura griega $ ft.50 d.--Ustarpii, K. O.: HisUnin de l/i literatura ¡rntuesa 0.00 7 .- Murray, (i.: I\ ti lipides y su época 0.00 2-}.- Sthii<king, !.. I..: A7 gusto literario 0.00 .11. -Millares íáirlo, Historia de la litrratuia latina B.fiO 4 I P le itf e r , [.: 1.a poesía (>.00 ■10.. Murray, |. M,: Elestilo literario íMHÍ 5.1.- Borges, J. I..: Antiguas literaturasgermánicas (¡.00 SO. -Torri, ( s la literatura española 11,00 71.- 1‘eyre, H„: ¿ihte es el clasicismo> 11.00 79.- Sii'atmiaon, 11.: La literatura norteamericana en el siglo X X H.M) Sí). Anderson Imbert, t'„: Historia de la literatura Irispanoanm ¡cana 11.r>0 %, S.i|>¡r, K.: El lenguaje II.00 100. Reyes, A.: Trayectoria de Goethe 8.SO 100.-l'.iUvvisllc, VV. H. y (.illett, I:'..: Historia de la lite­ ratura inglesa, 15.00 I I2.-Keenc. I).: l a literatura japonesa 7..r>0 • Oficina de ventas directas Sv Jli.Srr-/ 12. FOiOrki H ‘.ÍIKi leí. 21 25 82 DU 830 Kcs B U E N A MUSI CA EN M E X I C O BANCO NACIONAL DE COMERCIO EXTERIOR INSTITUCION DE DEPOSITO Y FIDUCIARIA F undada C.AI’ l I Al h L’ df [ u i .io df 11)37 V K K S 1 R V A S : S 201.07H . H i n . 7S • ATIENDE Al. DESARROLLO DEL COMERCIO DE IMPORTACION Y EXPORTACION ORGANIZA LA PRODUCCION DE ARTICULOS EXPORTABLES Y DE LAS EMPRESAS DEDICA­ DAS AL MANEJO DE DICHOS PRODUITTOS,-FI­ NANCIA LAS IMPORTACIONES ESENCIALES PARA LA ECONOMIA DEL PAIS.-ESTUDIA E INFORMA SOBRE LOS PROBLEMAS DEL CO MERCK) INTERNACIONAL • Vi m m ia ñ o C arranza N° 32 MEXICO I. D. F, (l’ulrliiac ¡ón auiiir¡/;i<la por la H. ('.omisión Nacional Hawai ia c*o O f i c i o V ' c»01 II •lór>72)