Subido por Carlos Villa Velázquez Aldana

Composicion de tierras y tendencias de poblamiento urbano en la franja costera de Culiacán y Chiameta Siglos XVII y XVIII

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Composición de tierras y tendencias
de poblamiento hispano en la franja costera:
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Culiacán y Chia-metla, siglos XVII y XVIII. Autor: Gilberto López Castillo.
Culiacán, Sinaloa, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia-Centro INAH
Sinaloa, H. Ayuntamiento de Culiacán- Instituto Municipal de Cultura. 2014.
D.R. © Centro INAH Sinaloa
Calle Ángel Flores #154 oriente,
Col. Centro Histórico.
Culiacán, Sinaloa,
C.P. 80000
Diseño editorial y de portada: Grupo Dual
Imágen de portada: Fredi Arturo Sobampo
Corrección: Alexander Quiñónez
Colección: Culiacán, Ciudad Heroica. No. 3
Impreso y hecho en México
Esta obra fue impresa con aportaciones del H. Ayuntamiento de Culiacán, el Seminario
de Instituciones Novohispanas y Transportadora de Gas Natural del Noroeste (TGNN).
Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta
obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidas la reprografía y el
tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin previa autorización por escrito
de los titulares de los derechos de esta edición.
ISBN 978-607-8039-50-0
Composición de tierras y tendencias
de poblamiento hispano en la franja costera:
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Gilberto López Castillo
75 Aniversario INAH
Edición Conmemorativa
Índice
Prólogo por Rosa Alicia de la Torre Ruiz .............................................................. 13
Introducción ............................................................................................................... 17
Primera parte
Composiciones de tierras
Capítulo I. La composición de tierras como institución .................................. 35
Carácter jurídico sobre el término composición .................................................. 35
La composición de tierras ....................................................................................... 37
Antecedentes en el derecho medieval tardío ........................................................ 40
Leyes en defensa de la propiedad indígena de la tierra....................................... 41
Un proceso legislativo de tiempo largo ................................................................. 43
Establecimiento del Juzgado Privativo de tierras de la Audiencia
de Guadalajara .......................................................................................................... 46
La real instrucción de 15 de octubre de 1754 ....................................................... 47
Mecánica de la institución....................................................................................... 48
Ocupación del suelo ................................................................................................. 49
Denuncio.................................................................................................................... 50
Mensura ..................................................................................................................... 50
Expedición del título de composición ................................................................... 52
La real confirmación ............................................................................................... 53
Relación de estas fases con el proceso de poblamiento ...................................... 54
Capítulo II. Dinámica histórica de las composiciones .....................................57
Los títulos iniciales del suelo ..................................................................................57
La llegada de los jueces de tierras ..........................................................................60
Un primer paso en falso ...........................................................................................61.
Encauzamiento de las vías legales .........................................................................62
Los ritmos del proceso .............................................................................................64
El año inicial .............................................................................................................65
El año de merced ......................................................................................................68
Efectos de la real cédula de 1754: las confirmaciones ........................................72
Segunda parte
Tendencias de poblamiento
Capítulo III. Un lento proceso poblador .............................................................77
Un panorama poco alentador ..................................................................................77
La provincia de Culiacán, frontera del poblamiento hispano .............................83
La antigua provincia de Chiametla ........................................................................88
La crisis demográfica indígena y el proceso poblador hispano .........................90
El testimonio de don Alonso de la Mota y Escobar.............................................92
Evolución de las jurisdicciones ..............................................................................95
Capítulo IV. Un primer balance del poblamiento......................................... 101
Hacia un poblamiento duradero........................................................................... 101
Visita del real y minas del Rosario, 1672 .......................................................... 103
Nueva visita a las alcaldías costeras neovizcaínas, 1678 ................................. 105
El “enemigo inglés” frente a Mazatlán ............................................................... 109
Sobrevivencia de la población nativa ................................................................. 113
El avance del poblamiento rural hacia 1690 ...................................................... 119
La ocupación del suelo previa a las composiciones ......................................... 119
El poblamiento en los distintos distritos ............................................................. 121
Caracterización del tipo de poblamiento ............................................................. 129
Capítulo V. Consolidación del poblamiento.................................................... 133
El avance del poblamiento .................................................................................... 133
Las tendencias del número de la población ........................................................ 133
Culiacán, los límites del despoblamiento indígena............................................ 136
Las alcaldías del sur en época de rebelión .......................................................... 137
Consolidación del poblamiento hispano, 1690-1740 ........................................ 139
Las alcaldías del sur ............................................................................................... 140
La provincia de Culiacán....................................................................................... 145
El Rosario: las comunidades ante el embate de la empresa ganadera ............ 147
Una nueva etapa del poblamiento de la costa: 1741-1790 ............................... 149
Las particularidades locales: las alcaldías del sur .............................................. 149
Las particularidades locales: provincia de Culiacán ......................................... 153
Balance final ........................................................................................................... 157
Bibliografía ............................................................................................................. 163
Índice de figuras ..................................................................................................... 173
Índice de apéndices ................................................................................................ 174
Archivos consultados ............................................................................................. 174
Apéndices ................................................................................................................ 175
Agradecimiento
La concreción de la investigación en este libro ha requerido del apoyo del Instituto
Nacional de Antropología e Historia mediante el proyecto “Minería y configuración
territorial en el Noroeste Novohispano”. Asimismo, he recibido las observaciones de
mis compañeros arqueólogos Luis Alfonso Grave Tirado y Víctor Joel Santos Ramírez;
en tanto que, nuevamente, el director del centro INAH Sinaloa Arq. Fran-cisco N. Ríos
Avendaño ha dado su apoyo incondicional para el trabajo editorial. Agradecemos el
respaldo para nuestro proyecto del “Seminario de Instituciones No-vohispanas” de la
Universidad de Guadalajara, de la Compañía Transportadora de Gas Natural del
Noroeste y por su relevancia específica, la coordinación con el H. Ayuntamiento de
Culiacán, particularmente con el alcalde Sergio Torres Félix y el director del Instituto
Municipal de Cultura Juan S. Avilés Ochoa.
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Prólogo
Pensar el poblamiento hispano más allá de la frontera chichimeca, en tierras de barbarie, fue visualizar el norte de la Nueva España como un espacio abierto a la conquista y fundación de nuevos asentamientos; al ser un territorio hostil, agreste y desconocido, habitado por indios “bárbaros”, animales ponzoñosos, jejenes y mosquitos
costeros, los pocos pobladores hispanos que llegaban al lugar para asentarse terminaban por irse. Sin embargo, la búsqueda de los lugares míticos y su riqueza hicieron de
una frontera hostil una vía de avance rápido hacia el septentrión novohispano. Las
minas de plata, la gran Chichimeca, la fuente de la eterna juventud y las siete ciudades
de Cíbola fueron para los conquistadores -deseosos de riqueza, honor y poder- un aliciente para promover nuevas expediciones y fundar nuevos asentamientos hispanos,
mismos que servían como punto de partida para la avanzada militar a otras zonas.
Fue común que el espíritu aventurero de los conquistadores desafiara a los teú-les
chichimecas y demás indios nómadas que habitaban en la zona; para entonces se trataba
de una diversidad de grupos étnicos dedicados a la cacería y recolección que hicieron
de estas tierras agrestes su territorio, por tanto, ante la conquista hispana el norte se
convirtió en un escenario donde tanto indios como españoles se disputaban el espacio,
un espacio donde cada uno defendía lo propio; es bajo estos generales que se explica
parte del poblamiento hispano en tierras inhóspitas.
Ocupar el territorio conquistado fue más allá de la simple tarea de asentar
gente en el lugar elegido, pues el verdadero reto para las autoridades consistió en
lograr que la población tuviera los recursos naturales y materiales necesarios para
su subsistencia, tal como se planteaba en las “Ordenanzas de pacificación y nuevos
poblamientos” emitidas por Felipe II en 1573; así, con la fundación de pueblos y
villas se lograba el asentamiento humano bajo la apropiación del espacio, el control
del territorio, el subsecuente desarrollo y expansión de una región.
Fue el siglo XVII y específicamente el siglo XVIII, el espacio que representó un
periodo de reajustes en la distribución de la tierra, el poblamiento en tierras recién descubiertas, y de reordenamiento en aquellas zonas consideradas de viejo poblamiento.
13
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Es este periodo cuando la mayoría de los pueblos de indios que habitaban las
provincias de Culiacán y Chiametla obtienen de las autoridades reales los títulos
primordiales del fundo legal con el fin de consolidar el asentamiento y protegerlos
de futuras invasiones y despojos, situación que no se dio en otras regiones del
territorio novohispano salvo que fueran solicitados por los propios indios.
Por otro lado, al realizar un acercamiento a la historiografía sobre el poblamiento en el norte de la Nueva España se observa un proceso de colonización
lento, constante y complejo que implicó el trabajo de conquistadores y particulares,
la presencia de autoridades e instituciones civiles y religiosas que promovieron la
mi-gración y ocupación de aquellas tierras de difícil acceso. Encontramos, además,
las tendencias a explicar la promoción de asentamientos mineros, misiones,
presidios y el desarrollo agrícola y ganadero como un todo que fue conformando el
entramado social y económico que, poco a poco, desplazó a los indios de su lugar
de origen, dando paso a nuevos poblados hispanos.
Actualmente los estudios locales, cuya perspectiva e interpretación se abordan desde
una historia social y cultural, abren la posibilidad de conocer con mayor detalle el
desarrollo de aquellos asentamientos que dieron origen a importantes centros mine-ros,
pueblos, villas y haciendas en el noroeste de la Nueva España, creando vías para
comprender la dinámica poblacional, los diversos medios de acceso a la tierra y la delimitación de los espacios, las formas de apropiación de los recursos y su explotación, así
como la conformación de las economías regionales. Es aquí donde la presente obra de
Gilberto López Castillo adquiere su relevancia al brindar nuevas vetas de investigación e
interpretación sobre la ocupación del suelo en la costa noroccidental novohispana.
Varios años han transcurrido desde que el trabajo original, que da pie al presente texto, fue defendido por Gilberto López Castillo como tesis de Maestría en el
Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán; ahora, después de
haber sido revisada en su forma y contenido, nos comparte a todos los interesados
en conocer las diversas dinámicas del poblamiento hispano en el septentrión de la
Nueva España, un interesante análisis sobre una de las instituciones que actuaron
de manera decisiva en la consolidación de los centros mineros y los pueblos de las
provincias de Culiacán y Chiametla: la composición de tierras.
Son las composiciones de tierra y las tendencias del poblamiento en la zona
costera del septentrión novohispano la temática central que articula la presente obra.
14
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Destaca la institución de las composiciones que encuentra aquí un lugar especial y, más allá
de la discusión, señala la importancia que ésta tuvo como medio para ingresar recursos
económicos a las arcas reales, a la vez que servía como instrumento jurídico para restaurar
la confianza con el monarca y cubrir la necesidad de los súbditos por tener un título que
amparaba el espacio ocupado, dando posesión real sobre el espacio en usufructo.
En diferentes momentos y situaciones la composición aparece como la figura jurídica
que resuelve las irregularidades cometidas en diversos ámbitos sociales, se trata de una
institución medieval utilizada como recurso para el justo arreglo entre las partes, así
encontramos las composiciones de tierras, composición de encomiendas, composición
judicial, composición de extranjeros, composición de pulperías, entre otras que se
generaban con el mismo objetivo: “arreglar las faltas o situaciones irregulares”.
Con la creación de la Superintendencia del beneficio y composición de tierras
en 1692 se abrió el camino a la conformación de un importante registro “catastral”
de las posesiones particulares en todos los reinos de la Corona española, y en cuyos
expedientes –que siempre serán una rica fuente de información primaria para el
his-toriador- quedaron escritos los diferentes procesos y momentos seguidos por
los jue-ces privativos, actividades que iban desde su promoción en los juzgados y
la llegada al campo, el proceso de medición de la tierra, el señalamiento de límites
o términos marcados con el uso de mojoneras, el levantamiento de un mapa que
indicaba el lugar, sus características y los términos exactos, así como la tasación
hecha a partir de la valuación de la tierra.
Uno de los interesados en el estudio de las composiciones y el juzgado de tie-rras
fue Francisco de Solano –un gran historiador del derecho- quien se enfocó en el análisis
jurídico de las reales cédulas que en 1591 reactivaron el proceso de composi-ciones
para todos los reinos castellanos y, por ende, la función de los juzgados priva-tivos de
tierras como fieles ejecutores de la legislación y la regulación del régimen de tierras,
temas que juegan un papel fundamental en la presente investigación.
A pesar de existir pocos estudios dedicados, específicamente, a las composiciones
de tierra como institución y el proceso que éstas conllevan, no es difícil encontrarlas
dentro de la historiografía relacionada con el régimen de tierras, la formación y conformación de pueblos y haciendas, los pueblos de indios y la defensa de su fundo legal, ahora, en el presente trabajo aparecen como una parte fundamental para explicar y
entender el poblamiento permanente en la zona costera de Culiacán y Chiametla.
15
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Basado en fuentes primarias y bajo un análisis detallado de las composiciones, a
través de lo que llama “una historia social de las composiciones de tierras”, López
Castillo pone de manifiesto la dinámica general y particular que dicha institución
imprimió en las localidades costeras del noroeste, los propósitos de la administración
real por lograr una “justa distribución de la tierra”, las funciones ejercidas por las
autoridades, la actitud de los pobladores frente al proceso de regulación de la tierra y el
afianzamiento del poblamiento de una región.
Por tanto, la presente obra pone su cimiento en el desarrollo no sólo del
que-hacer historiográfico, sino también en la construcción histórica del
poblamiento y desarrollo de la costa sinaloense. Todo ello a partir del análisis
de los expedientes que permiten al historiador ver los procesos históricos a
través de los ojos de quienes administraban el ramo de tierras y la postura de
quienes participaban en el proceso de regulación de sus propiedades.
Finalmente, quiero resaltar que Gilberto López Castillo demuestra, una vez más,
su experiencia en la labor histórica a través de la reconstrucción de una región bien
definida como fueron las provincias de Culiacán y Chiametla, y que se trata de un
estudio que viene acompañado de un fundamentado conocimiento sobre la zona
costera, la ocupación y apropiación del suelo, así como el subsecuente poblamiento
definitivo que impuso su propio ritmo al desarrollo económico, político y social.
Dra. Rosa Alicia de la Torre Ruiz
Universidad de Guadalajara
Guadalajara, Jalisco, julio de 2014.
16
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Introducción
El libro que hoy damos a conocer se trata de un documento concebido originalmente para obtener el grado de maestría en historia en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán A.C., cuya primera versión fue culminada en
2002 bajo la dirección del Dr. Oscar A. Mazín Gómez. Por cuestiones de nuestra
formación profesional y por las nuevas investigaciones que emprendí desde aquella
época en que inicié los estudios doctorales, no pude dar seguimiento a su publicación inmediata, a pesar de que el jurado compuesto por los doctores Mazín,
Salvador Álvarez y René García Castro la recomendó en su veredicto.
Sin embargo, a partir de mi ingreso al INAH-Sinaloa en 2004, los requerimientos temáticos sobre la historia de Sinaloa me llevaron en distintos momentos a
investigar nuevamente sobre las jurisdicciones que cubrió la investigación original, hoy en el centro y sur de la entidad. Gracias a ello se ha podido enriquecer el
trabajo, tanto con las publicaciones recientes, que por cierto no han sido abundantes, como por mis propios avances de investigación tocante a lugares específicos
como pueden ser los reales de minas de las Once Mil Vírgenes de Cosalá o San
Nicolás de Pánuco, la Hacienda del Palmito de Verde, el presidio de San Juan Bautista de Mazatlán, o los acercamientos sucesivos al pueblo de San Pedro Comoloto,
conocido al finalizar el siglo XVII como la cabecera del Valle de los Tahues.
Retomar este trabajo es asimismo un acto de reconocimiento a todas aquellas
personas que creyeron en mí desde antes incluso de culminar mi licenciatura en
his-toria en la Escuela de Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa (1994) y
que me apoyaron en los momentos clave. Particularmente rindo homenaje a dos
grandes mujeres hoy ausentes que estuvieron siempre al tanto y dieron lo mejor de
sí mismas para que esta investigación, no exenta de temporales, llegara a buen
puerto, como son la Dra. Carmen Castañeda García y la Sra. Rina Cuéllar Zazueta.
17
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Las composiciones de tierras, una ventana al poblamiento
En esta investigación se conjugan dos elementos que encontramos en la historia novohispana: una institución la composición de tierras, y un proceso histórico, el poblamiento de un territorio. Dos elementos que nos permiten realizar un acercamiento para
la explicación del pasado humano en las alcaldías de Culiacán y Chiametla.
Partimos de la convicción de la validez del estudio de las instituciones en el
campo de la historia. En este caso referido al hecho de que la historiografía de los
antiguos dominios hispánicos tiene todavía mucho camino que recorrer en el conocimiento de los cuerpos constituidos y de las instituciones jurídicas tales como las
composiciones de tierras. De hecho, con esta investigación nos proponemos
realizar una aportación a esa necesidad sentida especialmente en tres aspectos
relevantes: la definición de la institución, su mecánica y aquellos temas de los
expedientes que muestran los elementos de la ocupación social del espacio.
Nos encontramos con una institución que se estableció a escala generalizada
en la monarquía española. Desde Felipe II, la composición de tierras fue uno de los
medios por los que las autoridades trataron de obtener recursos financieros en épocas de crisis. A partir del hecho de que las tierras descubiertas pertenecían al rey,
es decir, eran realengas, los pobladores de los distintos reinos tuvieron que
regularizar su situación mediante el pago de una “moderada composición”. Para
ello se estable-cieron las instancias destinadas a su recolección, como fueron la
Superintendencia para el beneficio y composición de tierras en Sevilla, en 1693 y
en cada reino un Juzgado privativo, del que dependieron los jueces de tierras, que
actuaron en la escala provincial.
Cabe decir que no ha sido nuestra intención realizar un estudio institucional por sí
mismo, sino que, más bien lo que se ha buscado es lograr comprender la lógica de las
composiciones, las distintas etapas de que consta y la dinámica de su estableci-miento,
en búsqueda de ubicarnos en una mejor perspectiva para el estudio del po-blamiento de
nuestra zona de estudio. Las composiciones son pues, fuente y objeto de investigación
y en ambas dimensiones brindan una ventana al proceso histórico.
La idea es mostrar cómo una institución conforma una verdadera fuente que
permite entrever tendencias de poblamiento que pueden ser confirmadas, complementadas o contradichas por otro tipo de testimonios del pasado, aunque en este
18
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
trabajo interesa principalmente la caracterización general de la institución, una caracterización dinámica desde los fines que persigue la historia social. La riqueza de
la institución, en este aspecto, acontece a medida que en su realización participan
múltiples actores históricos que muestran elementos del pasado. El “juez de tierras”
juega un papel protagónico, se trata de la autoridad encargada de ejecutar las reales
disposiciones, es quien recorre las provincias, exhorta a los propietarios rurales a
re-gularizar su situación, realiza las medidas de los predios, escucha los testimonios
de todos los implicados, ya sean propietarios, vecinos, desplazados, autoridades
locales, hasta dejar el trámite listo para la merced. Sus testimonios, así como los de
aquellos a quienes escucha y registra, ya sea del que denuncia, del que presenta
alguna incon-formidad, del que refiere la forma de ocupación y uso del suelo, o
simplemente la descripción de lo que se aprecia en la diligencia de “vista de ojos”,
se convierten en una fuente extraordinaria para el historiador, pues ofrecen diversos
elementos para una historia social de las composiciones de tierras.
Por su parte, la definición de poblamiento es muy amplia y varía de acuerdo al
autor de que se trate. Bernardo García Martínez es muy claro al apuntar que va mu-cho
más allá de “la acción y efecto de poblar”, acepción surgida en torno al proceso de
reconquista de la península ibérica. Así, para este autor poblamiento se define como
“…un conjunto que relaciona los fenómenos demográficos de la población con las
condiciones económicas y sociales en que ésta se desarrolla, con el sistema espacial en
que se desenvuelve y con las relaciones ecológicas que le son inherentes”. Es decir, que
no sólo se trata de llenar un espacio con habitantes, sino también, del proceso “continuo
y cambiante que no cesa en tanto subsista la ocupación humana”. 1
Esta perspectiva, de alguna manera comprehensiva de los diversos elementos
nos da la idea de poblamiento como un proceso permanente y en este sentido nos
brinda la oportunidad de aproximarnos a él y obtener mejores resultados desde un
estudio de tiempo largo, como el que ahora proponemos. El poblamiento tiene
entonces diversos campos. Luis Aboites, por ejemplo, refiere en primer lugar a la
manera como se organiza la ocupación de un medio físico determinado: formas de
1
Bernardo García Martínez, El poblamiento de México. Tomo II, El México colonial, México, Secretaría de
Gober-nación-Consejo Nacional de Población, p. 9. Al respecto, Luis Aboites afirma que el poblamiento
refiere a un proceso de creación, recreación o transformación de una configuración espacial, Norte
precario, poblamiento y colonización en México (1760-1940), México, CIESAS, 1995, p. 18.
19
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
explotación y apropiación de recursos, patrones de asentamiento, rutas de intercambio y delimitación de fronteras o linderos; y en segundo, a la población como
elemento primordial que crea y recrea las configuraciones del espacio a través de
sus actividades cotidianas, formas de apropiación y explotación de recursos,
movimien-tos migratorios, intercambios comerciales, guerras y conquistas.2
Conscientes de esta diversidad temática nos acercamos al poblamiento,
más bien desde una perspectiva restringida. Nos interesa principalmente el
proceso de ocupación del espacio, podríamos decir, de apropiación del suelo,
por un lado de la población indígena, punto de partida para destacar los
cambios, y por el otro, de la población hispana y la interacción entre ambos
procesos. El poblamiento nos permite ubicar el proceso por el que se
conforman y cambian las distintas jurisdic-ciones, en relación a la presencia
humana. También se trata de realizar acercamientos sobre el avance del
proceso demográfico del territorio, aunque a partir de fuentes secundarias.
El estudio del proceso poblador permitirá, asimismo bosquejar los cambios
realizados en la organización del espacio al destacar las actividades económicas en
los distintos momentos del espacio temporal de nuestra investigación.
Historiografía
Quizá el historiador que más contribuyó al conocimiento de las composiciones de
tierras fue Francisco de Solano. En su obra Cedulario de tierras, compilación de legislación agraria colonial (1497-1820),3 encontramos la legislación sobre el tema y su
aplicación al caso novohispano. Un estudio más puntual apareció con el título de “El
juez de tierras y la Superintendencia del beneficio y composición de tierras”, 4 donde
caracterizó a éste, que fue el personaje encargado en cada provincia de ejecutar las
reales disposiciones sobre el tema. Un tercer trabajo de Francisco de Solano sobre esta
temática es el de “Tierra, comercio y sociedad, un análisis de la estructura social
2
Aboites, Norte precario, p. 18.
3
Francisco de Solano, Cedulario de tierras, compilación de legislación agraria colonial (1497-1820), México,
UNAM-Instituto de Investigaciones Jurídicas, serie A. Fuentes b) Textos y estudios legislativos. No. 52, 1984.
4
Francisco de Solano, “El juez de tierras y la Superintendencia del beneficio y composición de tierras”,
Anuario Histórico Jurídico Ecuatoriano, separata del volumen VI, Quito, 1980, 347-360.
20
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
agraria centroamericana durante el siglo XVIII”,5 artículo en el que no sólo
evalúa la aplicación de la institución en la Capitanía General de Guatemala,
sino que también desarrolla algunos de los temas sobre la historia de la
provincia en el marco de las composiciones, como son la evolución
demográfica, las estructuras de propiedad y el desarrollo comercial. De hecho
este trabajo busca enmarcarse en esta forma de abordar el tema, considerando
la institución, sí, pero también los procesos históricos en que se ubica.
Otras investigaciones sobre composiciones en una perspectiva amplia fueron
realizadas por Borchart, quien desarrolló el caso de la Audiencia de Quito en la
mis-ma época.6 Por su parte, Inge R. Schjellerup, en su estudio sobre los
Chachapoya del Perú, refiere los grandes abusos de la población española al
apropiarse de tierras de los indios a partir de la legislación sobre composiciones de
1631, llegándose a esta-blecer un Juzgado de desagravios y quejas de los indios.7
Se trata de una problemática que trascendió al virreinato del Perú, ya que dos
caciques del norte peruano fueron en este contexto al Consejo de Indias para
defender sus derechos, agraviados por las composiciones de los españoles.8
Para Nueva España se han localizado artículos cuyos autores se han propuesto
explicar la aplicación de la institución al nivel provincial, como son los casos de Ma-ría
Cristina Torales Pacheco con el caso de Cholula, Ramón Alonso Pérez Escutia, con la
provincia de Michoacán; Roberto Vélez Pliego, sobre Tehuacán y Rosa Alicia de la
Torre Ruiz, sobre Ávalos.9 Con excepción de esta última, con quien tenemos
5
Francisco de Solano, “Tierra, comercio y sociedad, un análisis de la estructura social agraria
centroamericana durante el siglo XVIII”, Revista de Indias, Instituto Fernández de Oviedo, Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, año XXXI, jul.-dic. 1971, nos. 125-126, pp. 311-365.
6
Christiana Borchart de Moreno, “Composiciones de tierras en el valle de los Chillos a finales del siglo XVIII: una
contribución a la historia agraria de la Audiencia de Quito”, Cultura, Revista del Banco Central de Ecuador, 2 (5),
1979, pp 139-178 y “Composiciones de tierras en la Audiencia de Quito: el valle de Tumbaco a finales del siglo
XVII”, Jahrbuch fur Geschichte Latinoamerikas, No. 17, 1980, pp. 121-155.
7
Inge R. Schjellerup, Incas y españoles en la conquista de los chachapoya, Lima, Institute Français d´Études Andines-Pontificia Universidad Católica del Perú. 2005. Otro trabajo un poco más reciente sobre Perú aborda la
región de Apurímac: Rainer Hostnig, Ciro Palomino Dongo y Jean-Jacques Decoster, Proceso de composición y
titulación de tierras en Apurímac, Perú, siglos XVI-XX, Cusco, Instituto de Investigaciones Jurídicas y
Asesoramien-to, Asociación Kuraka, Instituto de Estudios Históricos sobre América Latina, 2007.
8
Luis Miguel Glave, “Gestiones transatlánticas. Los indios ante la trama del poder virreinal y las
composiciones de tierras”, en Revista Complutense de Historia de América, 2008, vol. 34, pp. 85-106.
9
María Cristina Torales Pacheco, “A note of the composiciones de tierra in the Jurisdiction of Cholula, Puebla
21
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
mayores coincidencias temáticas y temporales, estos casos nos sirven como
referente, ya que se trata principalmente de las composiciones del siglo XVII, que
en general no se aplicaron en nuestra zona de estudio en tanto que los procesos de
poblamiento aún eran incipientes. De hecho, Torales dedicó a este tema esfuerzos
mayores, al desarrollar su tesis de maestría sobre composiciones en la jurisdicción
de Cholula,10 mientras que de la Torre desarrolló su investigación doctoral sobre
Mojoneras de cal y canto. La tierra y los pueblos de indios de la provincia de
Ávalos 1700-1856, que refiere a la jurisdicción de la Audiencia de Nueva Galicia y
utilizó como fuente principal a las composiciones, girando en torno a los ejes
temáticos de historia de la propiedad territorial, la etnohistoria y el proceso de
poblamiento, a la vez de la institución misma.11
Sin embargo, las composiciones de tierras se han utilizado primordialmente como
fuentes para la historia, ya sea para mostrar el crecimiento de las grandes haciendas, 12 o para
hacer un seguimiento de la formación de notables riquezas. 13 También ha sido posible
establecer que, a pesar de que los miembros de los pueblos de indios tuvieron en las
composiciones de tierras uno de sus principales problemas al legitimar los despojos
realizados por los españoles, también lo fue que en regiones como Oaxaca y Michoacán los
pueblos pudieron defender sus propiedades gracias a la composición de sus tierras. 14
(1591-1757)”, en Arij Ouweneel, y Simon Miller (eds.), The Indian Community of Colonial Mexico, Fifteen Essays on
Land Tenure, Corporate Organizations, Ideology and Village Politics, Amsterdam, CEDLA, pp. 90-91; Ramón Alonso
Pérez Escutia, “Composiciones de tierras en la provincia de Michoacán en los siglos XVII y XVIII”, en Tzintzun, Revista
de Estudios Históricos, Morelia, julio-diciembre de 1990, No. 12, pp.5-22; Roberto Vélez Pliego, “Las composiciones de
tierra y agua en la ciudad de Tehuacán y su provincia en 1643”, 1990, pp. 70-80 y Rosa Alicia de la Torre
“Composiciones de tierras en la alcaldía mayor de Sayula. Un estudio de caso sobre el funciona-miento del Juzgado
privativo de tierras”, Letras Históricas, Universidad de Guadalajara, No. 6, 2012, pp. 45-69.
10
11
12
13
14
María Cristina Torales Pacheco, Composiciones de tierra en la jurisdicción de Cholula, siglos XVII y
XVIII, tesis de maestría, Universidad Iberoamericana, 1993.
Rosa Alicia de la Torre Ruiz, Mojoneras de cal y canto. La tierra y los pueblos de indios de la provincia
de Ávalos, 1700-1856, Zamora, El Colegio de Michoacán A.C.-Centro de Estudios Históricos, tesis de
doctorado, 2004. Un trabajo más reciente de la misma autora es Cambios demográficos y de propiedad
territorial en la provincia de Ávalos, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 2012.
François Chevalier, La formación de los latifundios en México, tierra y sociedad en los siglos XVI y XVII,
México, FCE, 1976.
María Vargas-Lobsinger, Formación y decadencia de una fortuna, los mayorazgos de San Miguel de Aguayo y de
San Pedro del Álamo, 1583-1823, México, UNAM, 1992 y Martha Ilia Nájera Coronado, La formación de la
oligar-quía criolla en Ciudad Real de Chiapa, el caso Ortés de Velasco, México, UNAM, 1993.
William B. Taylor, Landlord and peasant in Colonial Oaxaca, Stanford, California, Stanford University Press, pp.
22
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Cabe destacar que la conjunción de las temáticas de composiciones y poblamiento se ha realizado con mayor profundización para el norte de Nueva España,
principalmente para el ámbito de la Nueva Vizcaya. El trabajo de Salvador Álvarez
“Tendencias regionales de la propiedad territorial en el norte de la Nueva España:
siglos XVII y XVIII” se ubica en esta perspectiva. Una investigación panorámica que
cubre el espacio de la Nueva Vizcaya, que precisa la forma en que algunas provincias
(Chiametla, Culiacán y Sinaloa) registraron mayor número de composiciones, explicando que son éstas precisamente las del más antiguo poblamiento hispano. Por otro
lado, haciendo una comparación respecto al tamaño de las propiedades con el resto de
Nueva Vizcaya encuentra que en las provincias de la costa del Pacífico el tamaño fue
generalmente pequeño, perfilándose a mediados del siglo XVIII un incipiente proceso
de concentración de la propiedad territorial en manos de grupos locales y familiares. De
sus conclusiones generales cabría destacar aquella en la que se refiere a que existe una
correlación estrecha entre el poblamiento y la expansión de las unidades territoriales, es
decir, que “es el poblamiento el que impone su ritmo y cronología a la formación de los
latifundios que no fueron, en definitiva, fenómenos propios de zonas marginales, sino
de regiones pobladas”.15 La obra de Álvarez nos brinda la posibilidad de ubicar nuestra
investigación en un amplio marco regional, a la vez que llama nuestra atención respecto
de las posibilidades de estudio del pobla-miento a través de las composiciones. Sugiere,
asimismo, temas en particular, como la conformación de grandes propiedades por
grupos familiares.
Por su parte, en la obra de Saúl Jerónimo Romero, De las misiones a los ranchos
y haciendas. La privatización de la tenencia de la tierra en Sonora, 1740-1860,16
encontramos también la utilización de las composiciones para abordar el poblamien-
78-79 y Felipe Castro Gutiérrez, Los tarascos y el imperio español, 1600-1740, México, UNAM-UMSNH,
2004, pp. 212-216.
15
16
Salvador Álvarez, “Tendencias regionales de la propiedad territorial en el norte de la Nueva España: siglos
XVII y XVIII”, Actas del Segundo Congreso Nacional de Historia Comparada, 1990, Ciudad Juárez,
Chihuahua, México, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 1991, p. 172. Otros autores, como
Francisco de Solano han referido que “existe un extraordinario paralelo entre mano de obra y régimen de
propiedad… porque las propiedades ru-rales poco significaban si carecían de mano de obra necesaria para
su explotación económica”, “Tierra, comercio y sociedad”, p. 318.
Saúl Jerónimo Romero, De las misiones a los ranchos y las haciendas. La privatización de la tenencia de
la tierra en Sonora, 1740-1860, Hermosillo, Gobierno del estado de Sonora, 1995.
23
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
to. A partir de ésta investigación, así como la de Cynthia Radding, 17 Ignacio Almada ha
destacado una presencia notable de “posesionarios del suelo”, en la provincia de
Sonora, más que de verdaderos propietarios de la tierra (Almada 2008, 203-238).
En lo que toca a nuestra propia experiencia, las composiciones se han significado en una fuente primordial para la historia mediante acercamientos sucesivos a diversos ámbitos locales del noroeste novohispano, desde El Rosario
hasta Álamos. El primer acercamiento a esta temática fue mi tesis de licenciatura
Propiedad territorial en la provincia de Culiacán, 1691-1810: la llanura
costera, para cuya realización utilicé las composiciones de tierras, sin embargo,
en aquel momento sólo buscaba explicar los rasgos de la propiedad de la tierra
en un espacio que originalmente había pertenecido a los indios tahues, sin
abordar de forma central, ni a las composiciones ni al poblamiento.18
Un trabajo en el que ya encontramos la utilización consciente de las composiciones como fuente para el poblamiento es El real de las Once Mil Vírgenes y
su distrito, breve historia colonial de Cósala,19 que es una historia panorámica del
proceso de ocupación del espacio en un tenientazgo de las tierras altas de Culiacán.
Al seguir la información de las composiciones de tierras, se realizó un seguimiento
del poblamiento hispano del territorio y su relación con el pobla-miento indígena,
así como la conformación de las jurisdicciones administrativas. En tanto, en “El
Palmito de Verde, una hacienda ganadera en el sur de Sinaloa” el poblamiento de
la hacienda y su entorno es el tema central. Describo desde los orígenes de la
ocupación del suelo, la geografía, el proceso de conformación
17
18
19
Cynthia Radding, Wandering peoples. Colonialism, Ethnic Spaces, and Ecological Frontiers in
Northwestern Mexico, 1700-1800, Durham, Duke University Press, 1997.
Gilberto López Castillo, Propiedad territorial en la provincia de Culiacán, 1691-1810: la llanura costera,
Culiacán, Universidad Autónoma de Sinaloa, tesis de licenciatura, 1994. De esta primera investigación
derivaron dos ar-tículos, “Ranchos de la llanura costera de la provincia de Culiacán (1691-1765)”, en Clío,
Revista de la Escuela de Historia, No. 12, 1994, pp. 53-67 y “San Pedro Comoloto, un siglo de propiedad
territorial (1695-1795)” en Verdugo Quintero Jorge y Miguel Vélez, Víctor A. (Comp.), Historia y región,
Memoria del X Congreso de Historia Regional de Sinaloa, Universidad Autónoma de Sinaloa, Facultad de
Historia, 1996, pp. 67-76. En “Ranchos de la llanura costera” se realizó un primer intento por identificar el
proceso de establecimiento de los pobladores his-panos en el valle de Culiacán, mientras que el referido al
pueblo de San Pedro consiste en el seguimiento a través de un siglo de las propiedades de un pueblo de
indios, así como de las tierras de los Quevedo, indios principales de la comunidad.
Gilberto López Castillo, El real de las Once Mil Vírgenes y su distrito, breve historia colonial de Cosalá,
México, INAH-Ayuntamiento de Cosalá, 1998.
24
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
de la hacienda, la dinámica de los cambios de propiedad y el sistema de comercialización del ganado.20
El trabajo más reciente sobre esta temática es El poblamiento en tierra de indios
cahitas, lleno de vasos comunicantes con la actual investigación al tratarse del proce-so
de transformación territorial de un antiguo territorio indígena, en este caso en el marco
de un nuevo proyecto de poblamiento hispano que tuvo en las misiones jesui-tas su
primer avanzada. De hecho, ante la ausencia de archivos de ayuntamientos de aquella
época, las composiciones se convierten junto con otro tipo de documentos como las
visitas de autoridades civiles y religiosas en uno de nuestros principales referentes
empíricos. Por su aplicación a fines del siglo XVII y el XVIII, e incluso por la
información que sobre el siglo XVII tienen las composiciones del XVIII, nos brindan
una buena oportunidad de acercarnos al pasado.
Si partimos de una premisa, según la cual las alcaldías costeras de Culiacán y
Chiametla, así como del resto del noroeste novohispano en general tuvieron en la escasez de pobladores uno de los problemas principales, cabría preguntarnos en qué medida la toma de conciencia de ello por las autoridades devino en la formulación o no de
una política de poblamiento. De hecho, como han mostrado algunas investigaciones el
establecimiento de pobladores hispanos y su permanencia en la franja costera fue un
problema muy fuerte, sobre todo durante los siglos XVI y XVII.21
Por ejemplo, la villa de San Miguel, primer asentamiento establecido de
los conquistadores en la costa, fue asimismo el único que durante el siglo XVI
se man-tuvo permanentemente habitado, pues otros, como las villas del Espíritu
Santo y San Juan de Carapoa o los diversos asentamientos mineros, fueron
despoblados en distintos momentos.
Es así que a lo largo de la investigación nos propusimos desarrollar algunos de los
problemas relativos a esta temática, como ¿cuál fue la dinámica del proceso de
20
Gilberto López Castillo, “El Palmito de Verde, una hacienda ganadera en la costa de Sinaloa”, en Estudios Jaliscienses, Revista de El Colegio de Jalisco, No. 43, Guadalajara, febrero de 1999, pp. 49-63. Una versión reciente
se encuentra en Luis Alfonso Grave Tirado, Víctor Joel Santos Ramírez y Gilberto López Castillo, Trópico de
Cáncer. Historia y arqueología sobre el sur de Sinaloa, México, INAH-Sinaloa/COECyT, 2012, pp. 137-156.
21
Ver por ejemplo, Luis Navarro, Sonora y Sinaloa en el siglo XVII, Sevilla, Escuela de Estudios
Hispanoamericanos, 1967 y Salvador Álvarez, El indio y la sociedad colonial norteña-siglos XVI-XVIII, Instituto
de Investigaciones His-tóricas/Universidad Juárez del Estado de Durango-El Colegio de Michoacán A.C.,
particularmente el capítulo II “Chiametla: una provincia olvidada del siglo XVI”, pp. 67-100.
25
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
ocupación del espacio en este territorio?, en qué medida la formación de nuevos ámbitos administrativos (alcaldías mayores, tenientazgos) reflejó el establecimiento previo de importantes conglomerados humanos, o fue simplemente el reconocimiento de
puntos de interés fiscal, como pueden ser los reales de minas. Por su parte, en el caso
de las composiciones, igualmente nos enfrentamos al desconocimiento de cuestiones
elementales, como ¿cuáles fueron las características de la aplicación de la institución?,
¿qué rasgos adquirió en una provincia y otra?, o incluso, ¿cuáles fueron los ritmos del
proceso durante el periodo de investigación? Estas cuestiones son asi-mismo
problemas a los que buscamos dar respuesta.
Delimitación cronológica
Hemos realizado una investigación de los temas centrales entre los siglos XVII
y XVIII. Los límites cronológicos toman en cuenta tanto a las composiciones
como al poblamiento, sin embargo, y en la medida en que la investigación
cubre ambos aspectos optamos por seguir la historia de la institución, que sirve
a lo largo del discurso como referente del proceso poblador.
Tenemos entonces tres fechas clave en la historia de las composiciones: su establecimiento en la escala de la monarquía en 1591, su primera aplicación en Culiacán y
Chiametla desde 1691 y 1695, y su culminación un siglo después, en torno a 1790.
Como podemos ver, la institución se comenzó a aplicar en nuestra zona de estudio en
la última década del siglo XVII. Sin embargo, por la información que contienen del
inicio y evolución de los asentamientos, las composiciones dirigieron la investi-gación
del poblamiento hasta los primeros años del seiscientos. Ello fue apoyado por que se
contó con importantes testimonios alternos, como son la Descripción geográfi-ca de
los reinos de Nueva Galicia, Nueva Vizcaya y Nuevo León,22 de Alonso de la Mota y
Escobar (1605) y la Descripción de Nueva Galicia, de Domingo Lázaro Arregui
(1621),23 así como de visitas de autoridades del reino de Nueva Vizcaya.
22
23
Alonso de la Mota y Escobar, Descripción geográfica de los reinos de Nueva Galicia, Nueva Vizcaya y
Nuevo León, México, Editorial Pedro Robredo, 1940, intr. por Joaquín Ramírez Cabañas.
Descripción de Nueva Galicia, Domingo Lázaro Arregui, Guadalajara, Jalisco, Gobierno del Estado de Jalisco,
1980, estudio preliminar de François Chevalier, presentación a la edición mexicana por Carmen Castañeda (1ª ed.
por la Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Universidad de Sevilla, Sevilla, España, 1946).
26
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
El inicio de las composiciones en nuestra zona de estudio por 1690 nos ofrece
un buen momento para la evaluación, al mostrar el estado del poblamiento en ese
momento y convertirse en punto de referencia para el siglo XVIII.
En el caso de las tendencias de poblamiento encontramos cuatro fases, la
pri-mera que va desde la conquista y que culmina en el siglo XVI. La segunda,
entre 1600 y 1670, en que hay todavía un escaso poblamiento. La tercera, en
que hay un vigoroso impulso poblador y que va de 1671 y 1760, y una cuarta
fase en la que hay una tendencia al fin del establecimiento de pobladores en
tierras realengas y de calidad, que se encontraban ya ocupadas.
El final de la investigación lo ofrece la culminación de ambos procesos, en
1790. Es, por un lado, el año en que la administración virreinal logra establecer
con claridad los nuevos canales institucionales de las composiciones, ya que a
partir de entonces la intendencia de Arizpe asume el control en su aplicación. Y
por otro, en el caso del poblamiento se refleja el punto más bajo de la
instalación de nuevos pobladores en tierras realengas.
Secuencia expositiva
Para la redacción de los resultados de investigación se ha optado por dividir el trabajo
en dos partes, que son los principales temas de la misma, la primera sobre composiciones de tierras, y la segunda sobre las tendencias de poblamiento. Ello se debe en
buena medida a la necesidad de conocer y explicar los rasgos característicos de la
institución, como punto de partida previo al estudio del proceso poblador.
Así, al dividir la primera parte en dos capítulos presentamos las
composiciones en dos planos, uno estático, el de su fundamentación legal y la
tradición histórica en que se inserta, así como la descripción de las
características propias de la institución que la convierten en fuente histórica de
calidad. Y otro, el segundo, en el que se pre-senta la institución de forma
dinámica, al desarrollar el tema de su establecimiento y las vicisitudes que
autoridades y pobladores tuvieron en torno a ella a lo largo de un siglo.
La segunda parte, dividida en tres capítulos es, sobre todo, cronológica, pues en
ella se ven precisamente las tendencias de poblamiento en las provincias de nues-tro
interés a lo largo de dos siglos. En el tercer capítulo nos proponemos explicar el
27
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
proceso de formación de las provincias de Culiacán y Chiametla, así como la
delimi-tación de jurisdicciones en su interior. Además, en este capítulo se realiza la
presen-tación del espacio geográfico en el que se desarrolló nuestra historia.
Consta junto con los siguientes capítulos, de una elaboración cartográfica. En el
cuarto capítulo realizamos acercamientos sucesivos a la dinámica pobladora.
Tenemos en primer lu-gar la información de los primeros dos tercios del siglo
XVII y una evaluación de los pueblos de indios, así como de los asentamientos
hispanos existentes hasta la década de 1690, en que inician las composiciones de
tierras. Gracias a ello podemos mostrar las principales tendencias de poblamiento.
Finalmente presentamos el capítulo quinto, en que se estudia las tendencias
de poblamiento en el siglo XVIII. Destacamos en primer lugar la situación
demográfica de los pueblos de indios y su relación con la población hispana. Para
lograr mayor nivel de profundización, en éste, como en el capítulo anterior, se
abordan por sepa-rado las particularidades locales de las provincias originales.
Las fuentes y su utilización
Los expedientes sobre composiciones utilizados en la presente investigación
pro-vienen de dos archivos principales, que son el Archivo Histórico de Jalisco
(AHJ) y el Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa (AHGES). En
cuanto al primero, su ramo Tierras y aguas contiene las mercedes de tierras
que por vía de composición expidió desde 1693 el juzgado privativo de tierras
de la audiencia de Nueva Galicia, con sede en la ciudad de Guadalajara.
Además, en los libros de gobierno del mismo se encuentran las reales
confirmaciones otorgadas por la au-diencia para las mercedes de los
propietarios rurales. Se trata aquí de expedientes de composición cristalizados
en una merced, una confirmación, o ambas cuando la merced se concede por
vía de adjudicación (ya que este tipo de merced eximía de la confirmación).
Por su parte, en el ramo Tierras del Archivo Histórico General del Gobierno del
Estado de Sinaloa se ubican los documentos elaborados por los jueces subdelegados de
tierras. Se trata de las fases iniciales de los expedientes de composición, como son el
denuncio o registro, así como la mensura. Este ramo se complementa con veinte
expedientes de composiciones sobre las alcaldías de Copala, Maloya, El Rosario y el
28
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
tenientazgo de Cósala en el archivo particular de Francisco Javier León Velázquez.
Estos expedientes, aún sin concluir, los remitía el juez subdelegado al juzgado privativo de Guadalajara o al gobernador de Sonora y Sinaloa. Gracias a ello podemos
complementar los expedientes de ambos fondos documentales, pues si en el
AHGES se tienen los pasos iniciales, el AHJ contiene los de la culminación. Esta
información fue procesada en una base de datos.
De esta manera se revisaron todos los expedientes de composiciones que tuvimos
a nuestro alcance y que se refieren a Culiacán y Chiametla, para obtener un primer
punto de referencia. Somos conscientes que existen otros documentos de este tipo en el
Archivo General de Indias, así como en el Archivo de Simancas, España, sin embargo,
no tuvimos acceso a ellos. Tampoco para el conjunto de las mercedes concedidas por
las autoridades de la Nueva Vizcaya, o en el caso de la provincia de Culiacán, por las
de Nueva Galicia previos a la década de 1690, probablemente hoy desaparecidas.
Cabe aclarar que el número de composiciones no refleja el número total de
asentamientos, que debió ser mayor, en la medida en que algunas de composiciones
comprendían varios asentamientos. Queda pues por resolver la cantidad total de
asentamientos de cualquier tipo en los distintos momentos. Por tal motivo, cuan-do
en este trabajo nos referimos a “los asentamientos”, estamos refiriéndonos a los
ranchos, puestos, estancias y haciendas que fueron objeto de una composición y
que aunque pudieron haber sido varios en un mismo trámite, aluden a lo que
podríamos denominar “unidades de composición”.
A pesar de estas dificultades, consideramos que la muestra con que se cuenta
es lo suficientemente confiable para tomarla como un indicador respecto del
proceso de ocupación social del territorio que acontecía en las alcaldías costeras, ya
que de alguna manera los propietarios de asentamientos medianamente importantes
fueron apremiados para que entraran en composición con el rey.
En lo que toca a las tierras de los pueblos de indios, aunque no se encontró
información suficiente, se realizó al menos un trabajo de valoración del número
y ubicación de los existentes en 1690. Además se realizó un seguimiento de sus
comu-nidades a lo largo del siglo XVIII, localizando los cambios y las
permanencias de los asentamientos.
Tenemos pues 247 asentamientos de población hispana registrados, para los
que se inició un trámite de composición. A partir de ellos se realizó un trabajo de
29
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
ordenamiento con vistas a obtener una serie que mostrara la antigüedad
estimada de las unidades de composición y que contribuyera a dar una
explicación sobre las tendencias de poblamiento ocurridas en nuestra zona de
estudio. De éstos, no se consideraron cuatro por no ubicarse entre las fechas
objeto de estudio. Asimismo es preciso aclarar que de los 243 asentamientos
restantes sólo nos consta que 212 recibieron título de merced.
El siguiente paso consistió en ubicar el año inicial de los trámites, de tal
for-ma que al ordenarlos cronológicamente pudiésemos determinar los
momentos en que los propietarios rurales optaron por el registro de sus tierras.
Un tercer punto a considerar ha sido la elaboración de la serie de años en que
los propietarios rurales obtuvieron la merced de sus tierras. Con ésta, podemos
medir la efectividad de las autoridades para lograr que se realizaran las
composiciones, así como, al igual que con el año inicial, los ritmos del proceso.
Como instrumento metodológico para el ordenamiento y análisis de la información se ha elaborado una serie cartográfica que tiene como fondo las cartas de
INEGI. Esta consiste en ubicar en mapas las unidades de composición tomando
como puntos de referencia la antigüedad y el tamaño de las mismas. La serie inicia
en 1690 y se plasman ahí los asentamientos que sabemos existían hasta ese
momen-to, surgidos al menos en 1600 y representados según el tipo en estancias o
ranchos y haciendas, así como el tamaño de los mismos en cuatro rangos. En los
siguientes mapas, correspondientes a 1691-1740, y 1741-1790 se representan sólo
los nuevos asentamientos, su tamaño y los cambios habidos en los ya existentes.
El hecho de que las fuentes de la época se encontraran dispersas me permitió
realizar trabajo de investigación en diversos archivos y bibliotecas, como son el
Ar-chivo Histórico General del Estado de Sinaloa, el Archivo Histórico de Jalisco,
el Ar-chivo Histórico de Durango, el Archivo General de la Nación, así como la
Biblioteca Pública de Jalisco y la “Ernesto López Yescas”, del INAH-Sonora. En
estos lugares recibí un trato cordial y pude acceder a los fondos apropiados.
Debo agradecer a las organizaciones que contribuyeron con su apoyo econó-mico
para que la investigación original llegara a feliz término. En primer lugar al Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología, por brindarme una beca para estudios de maestría
con la que pude cursar un posgrado de excelencia en el Centro de Estudios Históricos
de El Colegio de Michoacán A.C. Luego, en el mismo proceso, recibí el
30
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
respaldo de la Fundación Teixidor, la Academia Mexicana de la Investigación Científica (mediante su III Programa de Residencia Anual de la Investigación Científica), la
Fundación TELMEX y la Diego y Felipe y Tomas de Soberanes Memorial Foundation;
esta última por medio del señor Pedro Cole Soberanes y la señora Rina Cuéllar
Zazueta. La doctora Carmen Castañeda me abrió las puertas de su casa-biblioteca
tapatía y de hecho nos recibió cuando junto con Elda Marisol (y Eric Saúl en el
camino) tuve que hacer temporadas de investigación en Guadalajara, a la vez que me
ofreció toda su experiencia en los archivos de la Nueva Galicia. Asimismo a mis
padres, Ramón López y Francisca Castillo por su respaldo incondicional. Y como no
tener presente a mi esposa Elda Marisol, quien me acompañó desde el inicio de esta
historia, así como a los ya no tan pequeños Eric Saúl y Arantza Marisol, nacidos a lo
largo del proceso investigativo y compañeros involuntarios de estas historias.
31
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Primera parte
Composiciones de tierras
33
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Capítulo I
La composición de tierras como institución
Carácter jurídico sobre el término composición
De acuerdo al Diccionario de la Lengua Española la palabra composición
proviene del latín compositio o compositionis que refiere a la acción y efecto de
componer. Otra acepción general del término es la de ajuste o convenio entre
dos o más personas,1 con lo que se podría afirmar que del origen de la palabra
se desprende una cierta idea de que “componer” precisa organizar dos o más
elementos para lograr una armonía entre ellos.
En la legislación indiana es posible encontrar diversas acepciones del término
composición. Además de la de tierras, el jurista Rafael Altamira y Crevea ha destacado
ocho tipos diferentes. Una de ellas es la composición de encomiendas, de la cual sólo
refiere su existencia en relación a la prohibición dada por Felipe IV en 1625 sobre que
las autoridades que habían tenido facultad de componer encomiendas (por una vida
2
más) ya no la tuvieran, al reservarse el derecho para el Consejo de Indias. La
composición judicial es muy imprecisa para este autor, pues se desconoce su origen y
procedimientos y consigna solamente la ley dada por Felipe III en 1618, que manda a
3
los jueces y justicias que no hagan tal tipo de composiciones. La composición de
extranjeros por su parte se refería a la posibilidad brindada a finales del reinado de
Felipe II para que las personas de ese origen pudiesen legitimar su estancia en Indias
4
mediante el pago de una cantidad monetaria. En tanto la composición de pulperías
1
2
3
4
Diccionario de la lengua española, Madrid, Real Academia Española, vigésima edición, 1984, T. I, p.
348. Cfr. con María Moliner, Diccionario del uso del español, Madrid, Ed. Gredos, 1990, T. I, p. 698.
Rafael Altamira y Crevea, Diccionario castellano de palabras jurídicas y técnicas tomadas de la
legislación indiana, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1951, p. 80.
Altamira y Crevea, Diccionario castellano de palabras jurídicas, pp. 80-81.
Altamira y Crevea, Diccionario castellano de palabras jurídicas, pp. 81-82.
35
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
versaba sobre que “en cada lugar de españoles de las Indias” se permitiera
establecer el número de este tipo de establecimientos que precisamente fueran
necesarios para el abasto, mientras que los demás debían de pagar al real erario
una cantidad determinada anualmente.
Altamira y Crevea acude a León Pinelo al consignar la composición de títulos o
recaudos de oficio, encomienda, merced, venta, transacción u otro cualquier negocio
que lo requiera. Este tipo de composición no aparece consignado en la Recopilación de
leyes de los reynos de Indias de 1681, pero al igual que los anteriores implicó el pago
de una cantidad en compensación por la existencia de una situación irregular. Finalmente trata la composición de delitos, que era un “arreglo, generalmente con indemnización que permitía el derecho antiguo sobre las consecuencias de un delito, entre el
5
delincuente y la víctima o la familia de ésta”.
Otras acepciones del término se refieren a la bula de composición y composición
de aposento o de casa. La bula así llamada era dada por un comisario general de la
santa cruzada, en virtud de la facultad papal para hacer composición sobre los bienes
mal habidos o usurpados, cuando no consta del dueño de dichos bienes, median-te el
6
pago de una cantidad. En tanto, la composición de aposento o casa refería al ser-vicio
que hacía al rey cualquier dueño de casa en Madrid para libertarla de huésped, ya
7
pagando la cantidad que se ajustaba, ya cargando sobre ella una pensión anual.
Silvio Zavala menciona una composición de conciencia, al referirse a los cargos
de conciencia que se “componen” mediante la compra de una indulgencia cuando no es
8
posible la restitución a persona cierta. También hubo la composición de diezmos, que
consistía en un acuerdo entre un causante del diezmo y el clero catedralicio para
5
6
7
8
Altamira y Crevea, Diccionario castellano de palabras jurídicas, p. 83. Cfr. con Diccionario de la lengua
española, p. 348.
Diccionario de autoridades, Ed. Gredos, 1979, (3 volúmenes), V. I, p. 457.
Aniceto de Pages, y Juan Perez Hervás, Gran diccionario de la lengua castellana: de autoridades,
Barcelona : Fomen-to Comercial del Libro, (5 V.), s.f., p. 562.
Parece que con ello se refiere propiamente a la bula de composición, pues remite al acuerdo de cabildo de la
ciudad de México de 1536, por el que se resuelve suplicar al Santo Padre que haga merced a la ciudad y a Nueva
España de una composición (de conciencia), que se aplicaría a lo que se tomó e hubo mal tomado e habido en las
guerras de ella, a los que han llevado demasiados tributos y otras cosas a los indios que han tenido en
encomienda, y a otras cosas en que sean en cargo, de que no haya persona cierta para la restitución y que se
señale la cantidad hasta en cien castellanos de oro de minas y en adelante; se comete la suplicación al letrado.
Silvio Zavala, Las instituciones jurídicas en la conquista de América, México, Porrúa (2ª. ed. 1971), pp. 542-543.
36
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
efectuar el pago anual de ese impuesto. Solía constar de una cuota fijada por
ese acuerdo de antemano sobre la producción. Los beneficiarios de este tipo de
compo-sición eran generalmente las órdenes religiosas. Su existencia ha sido
9
consignada a principios del siglo XVIII en el obispado de Michoacán.
Son pues diversos los significados de la palabra composición, sin embargo
es posible encontrar dos rasgos en común. Si se excluyen las composiciones de
diezmos y delitos, así como la bula de composición, se puede destacar en
primer lugar que en los diversos casos se llega a un arreglo entre la monarquía
y los súbditos respecto de una situación irregular. En segundo lugar
encontramos que tales situaciones irregu-lares permitían al monarca obtener
fondos extraordinarios, al convalidar este tipo de situaciones mediante el pago
de una cantidad por concepto de multa o compensa-ción. Como veremos a
continuación, esta misma lógica fue aplicada en la composi-ción de tierras.
La composición de tierras
Fue ésta una institución establecida por la monarquía española durante el reinado
de Felipe II, con el objetivo explícito de aumentar los ingresos de las arcas reales
para cubrir gastos de guerra. Si bien las reales cédulas que instituyeron las
composiciones datan de 1591, ya en 1578 se perfilaban las intenciones al respecto.
Se trataba de que los propietarios rurales debían presentar los títulos o instrumentos
por los cuales disfrutaban de la posesión de sus predios ante los virreyes y
presidentes de audien-cias. La idea era deslindar qué propietarios tenían un
10
sustento legal de su tierra, para poder disponer del resto.
Fueron cuatro las reales cédulas que en 1591 establecieron la institución de la
composición de tierras, si bien sólo dos de ellas son las más conocidas.
9
10
11
11
La primera
Óscar Mazín, El cabildo catedral de Valladolid de Michoacán, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1996, p. 227.
Recopilación de Leyes de los Reynos de Indias, Madrid, 1681 (ed. facsimilar 1974), Libro 4, titulo 12 (De
la venta y composición de tierras, solares y aguas), ley 14 “Que a los poseedores de tierras, estancias,
chacras y caballerías con legítimos títulos se les ampare en su possessión y las demás sean restituidas al
rey”, Felipe II, noviembre de 1578; 8 de marzo de 1589 y El Pardo, 1º de noviembre de 1591.
Tanto François Chevalier como Enrique Florescano refieren solamente dos reales cédulas que marcaron la institucionalización de la composición de tierras; por su parte, María Cristina Torales menciona cinco reales cédulas,
en tanto que Francisco de Solano cuatro. He optado por este último por ser quien presenta los documentos que
37
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
indicaba las razones por las que era necesario tomar medidas conducentes a la composición de tierras, siendo la principal la de construir una gran flota que se encargara de
defender de los corsarios la “carrera de Indias”; en tanto que en segunda instancia se
buscaría mediante esta institución poner orden en la distribución de tierras.
12
La segunda real cédula de 1591, fue dirigida al virrey don Luis de Velasco.
En ella Felipe II recordó poseer como patrimonio real los baldíos, suelos y tierras
incorporadas por sus antecesores a la monarquía. Ordenó que al estar identificadas
las tierras poseídas sin justos ni legítimos títulos se admitiera a sus propietarios a
una cómoda composición, facultándole asimismo para dar nuevos títulos a quienes
los tuvieran defectuosos. De hecho, su texto repite en gran medida lo mandado en
13
1578, dejando el camino abierto para la ejecución del proceso. En esta real
cédula se daba facultad al virrey para conceder composición en tierras que no
hubieran sido ocupadas, así como para otorgar las que les fueran restituidas por
quienes no se acogieran al ordenamiento.
La tercera real cédula, también de 1591 se dirigía a las autoridades de Indias,
si bien en el texto presentado por Francisco de Solano no refiere exactamente a
14
cuáles de ellas en específico. Un tanto repetitiva, en ella se explicaban los modos
de aplicar la composición: restitución al soberano de las tierras poseídas sin justos
títulos, admisión a composición a quienes así lo quisieran, mediante el pago de una
cantidad en dinero, dejando tierras suficientes para pueblos de indios, así como
para “plazas, ejidos, propios, pastos y baldíos de los lugares y consejos que están
refiere, si bien, en el fondo no se contradice con Cristina Torales, y ambos complementan a los primeros;
François Chevalier, La formación de los latifundios en México, pp. 326-327; Enrique, Florescano, Origen
y desarrollo de los problemas agrarios en México, México, ERA, 1976, pp. 32-33; María Cristina Torales
Pacheco, “A note of the com-posiciones de tierra in the Jurisdiction of Cholula, Puebla (1591-1757)”,
Solano, cedulario de tierras, documentos número 131 al 134, pp. 269-277.
12
Solano, Cedulario de tierras, doc. núm. 131, “Real Cédula indicando las razones por las que son
necesarias me-didas conducentes a la composición de tierras, política que debe seguirse y anuncio de dos
cédulas más sobre el mismo contenido”, Felipe II, El Pardo, 1 de noviembre de 1591, pp. 269-272.
13
Solano, Cedulario de tierras, doc. 132, “Real cédula sobre restitución de las tierras sin justos y verdaderos
títulos”, Felipe II, El Pardo, 1 de noviembre de 1591, pp. 273-274. Se encuentra también en Wistano Luis
Orozco, Legis-lación y jurisprudencia sobre terrenos baldíos, México, Imprenta de El Tiempo, 1895
(Facsimilar por Ediciones El Caballito, 1974), pp. 116-120.
14
María Cristina Torales refiere que a las audiencias y a los cabildos (aunque las considera como la tercera y cuarta
respectivamente), en tanto que considera una quinta, dirigida a la autoridad eclesiástica, misma que De Solano
ubica como cuarta), María Cristina Torales Pacheco, “A note of the composiciones de tierra”, pp. 90-91.
38
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
poblados”. Quienes cumplieran con lo estipulado, se tendrían “por verdaderos
seño-res y legítimos poseedores de lo que no son ahora”.15
Finalmente, una cuarta real cédula de 1591 iba dirigida a la autoridad eclesiástica. En ella se pedía el apoyo en lo que a su ámbito refería, para llevar a
buen término las anteriores disposiciones.16
Si bien la institución tuvo un origen predominantemente fiscal, es preciso
destacar que mediante ella se sancionó el proceso de ocupación del suelo que
por diversos medios se había presentado en los dominios de Indias; es decir que
tuvo también importancia de carácter catastral, al corregir las irregularidades
verificadas al respecto. Su trascendencia movió a José María Ots Capdequí a
considerar que la real cédula de 1591 implicó, de hecho, una verdadera reforma
agraria.17 Francisco de Solano, por su parte, destacó cómo a partir de entonces
se dio lugar a una obse-sión que iría más allá de la Independencia, respecto a la
18
obtención de los títulos de propiedad. Precisamente el carácter catastral de la
composición de tierras permitirá referirnos a un cierto proceso de poblamiento,
con las limitantes que implica hacerlo a través de una institución.
La institución composición de tierras legitimó en su posesión a la población
hispana, sobre todo la de aquellas tierras originalmente propiedad de indígenas y
que habían sido desocupadas por el gran descenso demográfico; o bien de aquéllas
19
que los naturales consideraban como propias pero que simplemente no utilizaban.
15
16
17
18
19
Solano, Cedulario de tierras, doc. núm. 133, “Real cédula solucionando las posesiones de tierras indebidamente
poseídas mediante una composición”, Felipe II, El Pardo, 1 de noviembre de 1591, pp. 274-275.
Solano, Cedulario de tierras, doc. núm. 134, (presenta en este caso la real cédula dirigida al obispo de
Guadala-jara): “Real cédula al obispo de Guadalajara, comunicando la creación de una armada, que sería
sostenida sobre la recaudación de ciertas sumas (composiciones de tierras) y pidiendo su apoyo para que
estas recaudaciones se ejecuten diligentemente y sin oposiciones, pp. 276-277.
Ots Capdequí, España en América, el régimen de tierras en la España colonial, México, F.C.E., 1959, pp.
29-32. De hecho, para este autor, era la “primera reforma agraria”, pues la segunda se presentó con motivo
de la real instrucción de 1754, de la cual se hablará ampliamente en este mismo capítulo.
Solano, Cedulario de tierras, p. 44. Este investigador considera asimismo los dos móviles de las reales
cédulas de 1591, fiscal y catastral.
Borah y Cook refiriéndose al México central muestran cómo la población notablemente densa antes de la con-quista (un
cálculo de 25 millones) disminuyó en más de un 90% entre 1519 y 1607, bajo los efectos de la guerra, los efectos
económicos y sociales (nuevos sistemas de trabajo, congregaciones) y las nuevas enfermedades, Woo-drow Borah, y
Sherburne Cook, “La despoblación en el México central en el siglo XVI” en Thomas Calvo, Histo-ria y población en
México (siglos XVI-XIX), México, El Colegio de México, 1994, (Lecturas de Historia Mexicana, 9), pp. 1-12. Por su parte
Enrique Florescano ha destacado que los dos grandes periodos de extensiva distribución
39
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Asimismo fueron legalizadas las ventas hechas por los indígenas voluntariamente,
20
al igual que las concedidas por autoridades carentes de la potestad para hacerlo.
Esta institución fue sólo uno de los medios de que se valió la Corona para au21
mentar al máximo los ingresos indianos de la real hacienda. Si bien los resultados
no fueron inmediatos, en una fecha temprana como 1630 el jurista Antonio de
León Pinelo destacaba cómo uno de los “arbitrios” de que se había valido el rey
Felipe II para conservar la real hacienda era este tipo de composiciones, de las
22
cuales se había ya obtenido un beneficio financiero considerable.
Antecedentes en el derecho medieval tardío
Al referir la composición de tierras a un proceso previo de ocupación del suelo, es
indispensable incluir en su explicación rasgos sobre el poblamiento, entendido
como un proceso en el que la ocupación del suelo es sólo el primer paso. De ahí
que en cierto sentido sea posible establecer una referencia a las formas originarias
de apro-piación social del territorio de la península ibérica en la Edad Media tardía.
de la tierra (1553-1563 y 1585-1595) estuvieron estrechamente relacionados con las grandes epidemias de
1545-1547 y 1576-1580, Enrique Florescano, “Formación y estructura económica de la hacienda en Nueva
España”, en Leslie Bethell, (ed.), Historia de América Latina Colonial, 3. América Latina Colonial:
economía, Barcelona, Cambridge University Press-Editorial Crítica, 1990, p. 97. Charles Gibson, en su
clásica investigación sobre el valle de México, encontró que hacia 1590 los indios conservaban sólo
pequeñas cantidades de tierras y que sus posesiones restantes eran incultivables, o distantes de los centros
de influencia española. Charles Gibson, Los aztecas bajo el dominio español, 1519-1810, México, Siglo
Veintiuno Editores, 1967, en especial pp. 269-292. Este proceso de cambio de la propiedad de la tierra de
los indígenas a la población hispana fue legitimada por las composiciones de tierras.
20
21
22
Quienes tuvieron facultades para conceder títulos de tierras fueron, en primer lugar el jefe de la expedición
de conquista, así como los cabildos de las ciudades. Desde 1532, con la Segunda Audiencia se ordenó que
fuera sólo el virrey y las audiencias quienes en nombre del rey se encargaran de ello. Sin embargo, como
se verá más adelante, en regiones alejadas como la Nueva Vizcaya, los gobernadores y otras autoridades
menores también se reservaron esta facultad de conceder títulos de merced.
Sobre la política de la utilidad económica véase Carlos Sempat Assadourian, “La despoblación indígena en
Perú y Nueva España durante el siglo XVI y la formación de la economía colonial”, en Manuel Miño
Grijalva, (Intr. y sel.), La formación de América Latina. La época colonial, México, El Colegio de
México, (Lecturas de Historia Mexicana, 8), especialmente pp. 63-98. Respecto a la situación financiera
de la monarquía en tiempos de Felipe II, véase de Peter Pierson, Felipe II, de España, México, F.C.E.,
1984, el apartado específico sobre “Las finanzas de la Corona y las cortes de Castilla”, pp. 143-154.
Antonio de León Pinelo, Tratado de confirmaciones reales de encomiendas, oficios y casos en que se
requieren para las Indias Occidentales, Madrid, Juan González (ed.), 1630, segunda parte, cap. II, pp.
117v. y 118. Véase también Altamira y Crevea, Diccionario castellano de palabras jurídicas, p. 77.
40
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
23
De acuerdo con García de Cortázar, la presura o apropiación del suelo por el
repoblador, fue la institución jurídica que empezó a sancionar el proceso de ocupación del espacio en los territorios ibéricos reconquistados del dominio musulmán.
Posteriormente surgieron nuevas instituciones a medida que el proceso repoblador
se consolidaba. Entonces no era ya simple apropiación, sino que se trataba de una
concesión, en la cual alguien que se ha adueñado de un espacio lo entrega a un repoblador, como lo fueron la misma concesión territorial, las cartas puebla, el fuero
y el repartimiento. De hecho este autor considera que el paso de la forma más pura
de la presura a la más elevada de las concesiones, representada por los
24
repartimientos, constituyó el signo más externo de la repoblación.
Ahora bien, la composición de tierras fue una institución que tuvo un campo de
acción bastante amplio así en Italia como en Indias, y en una perspectiva de larga
duración se puede considerar como un resultado más acabado de aquellas instituciones
de la Edad Media tardía. Así, el estudio de un proceso de apropiación social del espacio
presenta simplemente el paso inicial de un proceso de poblamiento que, en el caso de
nuestra investigación inicia con la simple apropiación y utilización agrícola o ganadera,
desde la conquista armada a partir de 1531. En otras palabras, a la apropiación inicial
siguió un proceso de legitimación de forma institucional a partir de las composiciones
de tierras. Como veremos en los capítulos siguientes, al ofrecer una perspectiva del
conjunto, las composiciones permiten trazar el proceso cronológico de ocupación en un
espacio amplio y a lo largo de un periodo más que secular.
Leyes en defensa de la propiedad indígena de la tierra
Como se ha referido en la tercera real cédula de 1591, una de las preocupaciones de la
autoridad fue la preservación de la propiedad territorial indígena. Una y otra vez se
dictaron disposiciones al respecto, las cuales sin embargo no lograron detener los
abusos, así como el traspaso de la propiedad en detrimento de los indios. Gibson es
bastante elocuente cuando manifiesta que en el valle de México los indios
23
24
J.A. García de Cortázar et. al., Organización social del espacio en la España medieval. La Corona de
Castilla en los siglos VIII a XV, Barcelona, Editorial Ariel, 1985.
García de Cortázar et. al., Organización social del espacio, p. 28.
41
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
25
siguieron vendiendo tierras a los españoles mientras hubo tierras que vender. Desde
fechas tempranas las comunidades vieron afectado su patrimonio, sobre todo con la
gran expansión de la ganadería. De ahí que fueran expedidas diversas leyes tendientes a
26
establecer su control. Se ordenó que las estancias para ganados se dieran apartadas de
pueblos y sementeras de indios, que se levantaron cercas, y se estableció que los
propietarios ganaderos debían contar con suficientes pastores a
27
caballo para evitar la entrada del ganado a los campos de cultivo.
El “no perjuicio de los indios” en el repartimiento y composición de tierras
fue una constante del proceso legislativo desde el siglo XVI. Estas leyes pasaron a
formar parte de la Recopilación de 1681. Ocho de ellas, localizadas en el libro IV,
título 12 referido a la venta de tierras, solares y aguas reflejan esta preocupación de
28
las autori-dades. Se buscaba mantener a los indios como propietarios originales
de las tierras recién descubiertas, siempre y cuando las hubiesen ocupado.
25
26
27
28
Gibson, Los aztecas bajo el dominio español, p. 286.
Recopilación de Leyes de los Reynos de Indias; por ejemplo, Libro 6 (sobre los indios), título 9 (de los encomenderos de
indios), Ley 19, don Carlos, Valladolid, 2 de mayo de 1549, “Que los encomenderos no críen ganado de cerda cerca de
los pueblos y guarden las leyes”; y libro 6, título 3 (de las reducciones y pueblos de indios), Ley 20, dada por Felipe III en
10 de octubre de 1618 “sobre que cerca de las reducciones no haya estancias de ganado”.
Florescano, Formación y estructura de la hacienda en Nueva España, p. 100.
Éstas son la ley 7, “Que las tierras se repartan sin accepción de personas, y agravio de los indios”, Felipe II, El
Pardo, 6 de abril de 1588; ley 9, “Que no se den tierras en perjuizio de los indios, y las dadas se buelvan a sus
dueños” Felipe II, Madrid, 11 de junio de 1594; ley 12, “Que las estancias para ganados se den apartadas de
pueblos, y sementeras de indios”, don Carlos y los reyes de Bohemia, Valladolid, 24 de marzo y 2 de mayo de
1550); ley 14, “Que a los poseedores de tierras, estancias, chacras, y caballerías con legítimos títulos se les
ampare en su possesión, y las demás sean restituídas al rey”, Felipe II, El Pardo, 1º de noviembre de 1591 y
anteriormente noviembre de 1578 y 8 de marzo de 1589; ley 16 “Que se den y vendan las tierras con las calidades
de esta ley, y los interessados lleven confirmación, don Carlos y la Emperatríz Gobernadora, Ocaña, 27 de febrero
de 1531, y Felipe III, El Pardo, 14 de diciembre de 1615 y Madrid, 17 de junio de 1617; ley 17, “Que no se
admita a composición de tierras, que huvieren sido de los indios, o con título vicioso, y los fiscales, y protectores
sigan su justicia”, don Felipe IV, Zaragoza, 30 de junio de 1646; ley 18, “Que a los indios se les dejen tierras”,
don Felipe IV, 16 de marzo de 1642 y Zaragoza, 30 de junio de 1646; y ley 19, “Que no sea admitido a
composición el que no huviere poseído la tierra por diez años, y los indios sean preferidos”, Felipe IV, Zaragoza,
30 de junio de 1646. Sobre las tierras de indios en el norte y noroeste novohispano ver Salvador Álvarez, “El
pueblo de indios en la frontera septentrional novohispana”, Relaciones, estudios de historia y sociedad, Zamora,
El Colegio de Michoacán, No. 95, 2003, pp. 113-164 y Gilberto López Castillo, “Reformas borbónicas y
legislación sobre tierras de indios en el noroeste novohispano: los casos de Álamos y Culiacán”, en Varios
papeles de don Juan Manuel de Viniegra, Zamora, Guadalajara, Jalisco, Universidad de Guadalajara, El Colegio
de Michoacán, El Colegio de Sonora, 2012, pp. 116-139.
42
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Se estipulaba que la venta de tierras en la que pudieran ser perjudicados
los indios se hiciera con citación de los fiscales de las audiencias, quienes
deberían de evitar cualquier abuso en su contra, así como buscar el mejor
servicio a su majestad (ley 16). En casos de despojo consumado se prevenía en
este mismo título de la Re-copilación que las tierras así concedidas debían ser
devueltas a quien pertenecieren en derecho (ley 9). A pesar de este tipo de
leyes, en realidad la institución composición de tierras desde su origen sirvió
para legitimar diversas anomalías en el sistema de propiedad territorial, una de
las cuales fue la posesión de tierras que habían sido de los indios.
Sin embargo, dependiendo de las regiones, es posible percibir diferencias.
La más conocida la presenta William Taylor para el valle de Oaxaca, en donde
la pro-piedad indígena de la tierra logró mantenerse, tanto por las comunidades
como por los cacicazgos, antes de que los pobladores hispanos se interesaran en
ellas.29 Por otro lado, Eric Van Young destaca que en la región de Guadalajara
uno de los rasgos característicos de fines del dominio hispano fue la frecuencia
con que las autorida-des confirmaban los derechos de las comunidades
30
indígenas respecto a la propiedad territorial.
Un proceso legislativo de tiempo largo
La expedición de ordenamientos legales referentes a las composiciones de
tierras continuó hasta fines del dominio hispano. Francisco de Solano ha
destacado cómo los años en que la institución de la composición de tierras se
aplicó con más vigor co-rresponden a momentos en que la monarquía se vio
envuelta en dificultades econó-micas, como lo fueron 1591, 1635, 1645, 1692 y
1754, por mencionar sólo algunos de las más notables.31
En 1631 se expidió nueva real cédula sobre composiciones. El documento
inicia ordenando a las autoridades virreinales que en las tierras compuestas no se
innove, sino que se deje a sus dueños en pacífica posesión, lo mismo para aquellos
29
30
31
William Taylor, Landlord and Peasant in Colonial Oaxaca.
Eric Van Young, La ciudad y el campo en el México del siglo XVIII, la economía rural de la región de
Guadalajara, 1675-1820, México, F.C.E., 1989.
Solano, Cedulario de tierras, p. 23.
43
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
que tuvieran cédula de real confirmación, aunque hubieran recibido sus títulos de
personas que no tuvieron facultad para concederlos. La verdadera novedad era que se
mandaba que las tierras poseídas sin justo título se admitieran a composición me-diante
el procedimiento de vela y pregón, rematándose al mejor postor y dándolas a razón de
censo al quitar; es decir, que quien así las obtuviera no tendría que pagar nada de
contado, sino sólo reconocer el precio sobre las mismas tierras, siendo redi-mible a
voluntad y cuando quisiera el deudor. El rédito del capital adeudado sería de 3% anual,
según las leyes de Castilla, que se mandaban aplicar en el caso.
32
Otro. aspecto en relación a la institución composición de tierras se refería
a la real cédula de 26 de abril de 1618, por la cual se ordenaba a los virreyes y
presidentes de audiencias que no dieran comisiones para composición de
tierras. Esta disposición integrada a la Recopilación de 1681,33 es de mucha
importancia para el espacio de esta investigación, pues las composiciones y
títulos de merced expedidos antes de 169334 fueron invalidados por haber sido
concedidos por personas carentes de la facultad para ello.
Posteriores intentos de realizar las composiciones de tierras en Nueva España en
1635 y 1640
35
carecieron de buenos resultados. Por tal motivo y ante la urgencia con
que la Corona solicitaba los recursos económicos, en 1643 el virrey García Sar-miento
de Sotomayor, conde de Salvatierra, introdujo el nuevo procedimiento de la
composición colectiva. Esta modalidad consistía en que toda una región o provincia
llegaba a un acuerdo (una composición) con las autoridades, mediante el pago de una
cantidad. Así se buscaba evitar las medidas individuales, la revisión de títulos o instrumentos de posesión y el pago a los jueces que ello implicaba.
32
36
Recopilación de leyes de los reynos de Indias, Libro 4, título 12, ley 15 “Que se admita a composición de
tierras, don Felipe IV, Madrid, 17 de mayo de 1631” y Toribio Esquivel Obregón, Apuntes para la historia
del derecho en México, México, Porrúa, 1ª ed. 1937-1947, Tomo I, p. 90.
33
Recopilación de leyes de los reynos de Indias, Libro 4, título 12, ley 21 “Que los virreyes y presidentes no
despachen comisiones de composición y venta de tierras sin evidente necesidad y avisando al rey” don
Felipe III, San Loren-zo, 26 de abril de 1618.
34
Véase el apartado sobre la real cédula de 1692 en este mismo capítulo.
35
36
Solano, Cedulario de tierras, doc. núm. 169, “Real cédula comunicando la urgencia de la formación de una armada que operase y resguardase las costas de Barlovento, para cuyo sostenimiento se requerían capítulos especiales:
de los que procederá activación de la composición de tierras”, Madrid, 4 de mayo de 1635.
Solano, Cedulario de tierras, doc. núm. 169, pp. 50-59.
44
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Las provincias de Chalco, Huejotzingo, Cholula y Atlixco fueron las
prime-ras en componer sus tierras de forma colectiva. Los propietarios rurales
de Atlixco contribuyeron con 20,000 pesos, considerando para el monto
individual la calidad y el número de sus propiedades. En Cholula por el mismo
concepto se ofrecieron 14,000 pesos. Un rasgo característico del proceso fue
que se excluyó a las comuni-dades indígenas.37
Siguiendo la experiencia antes mencionada, en Michoacán sólo los vecinos de
Maravatío se acogieron a la composición colectiva, mediante el pago de 2,500 pesos;
sin embargo, algunos grandes propietarios también compusieron sus tierras, como el
38
caso de Juan de Salceda Andrade para sus haciendas de la Ciénega de Chapala. Cheril
English Martin, quien realizó un estudio para la región de Cuautla-Cuer-navaca, no
menciona las composiciones colectivas, aunque sí consigna montos con-siderables para
propietarios individuales, debido a que las haciendas azucareras ahí ubicadas se
caracterizaron por su gran valor. Las propiedades de los Hermanos de San Hipólito
fueron tasadas en 6,500 pesos y los propietarios de la Hacienda de San Nicolás
Cuatecaco pagaron 4,650 pesos; si bien los propietarios de pequeños trapiches o
ranchos también pagaron composiciones usualmente de 200 pesos o
39
menos.
En las provincias novohispanas de la costa del Pacífico al norte de Acaponeta,
correspondientes tanto al ámbito de la Nueva Galicia (Culiacán), como al de Nueva
Vizcaya (antigua provincia de Chiametla y provincia de Sinaloa) no se efectuaron
composiciones de tierras en la década de 1640, pues el poblamiento del área era débil y la tierra seguía concediéndose ahí por los gobernadores o los alcaldes
mayores, como un incentivo para la atracción de pobladores. De hecho en esa
década apenas empezaba la entrada de los españoles a Sonora.
37
38
39
Torales Pacheco, “A note of the composiciones de tierras”, pp. 91 y 92.
Heriberto Moreno García, Haciendas de tierra y agua en la antigua Ciénega de Chapala, Zamora, El
Colegio de Michoacán, 1989, pp. 189-193 y Ramón Alonso Pérez Escutia, “Composiciones de tierras en
la provincia de Mi-choacán”, pp. 5-22.
Cheril English Martin, Rural Society in Colonial Morelos, Albuquerque, University of New Mexico Press,
1985, pp. 40-41.
45
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Establecimiento del Juzgado Privativo de tierras de la Audiencia de Guadalajara
Fue hasta 1692 en que de nuevo se expidieron reales órdenes sobre las composiciones. Destaca la creación de la superintendencia del beneficio y composición de tierras en las provincias del Perú y Nueva España, con lo que se pretendió la
consolida-ción de la institución. La comisión recayó en don Bernardino de Valdés
y Girón, del Consejo de Indias, quien asimismo recibió la facultad de subdelegar
40
dicha comisión a quien fuese necesario en las distintas jurisdicciones.
En esta real cédula, como en la de 1591, se menciona el motivo de las
compo-siciones, que era la necesidad de mantener los ejércitos de la monarquía
en condi-ciones de acudir a las urgencias que se les presentaran. Francisco de
Solano conside-ra que un resultado trascendente fue que permitió la
elaboración de un verdadero catastro de los territorios indianos.41 Por nuestra
parte, podríamos afirmar que fue ésta una disposición que contribuyó en gran
medida a que las autoridades de la monarquía pudieran conocer las verdaderas
características de la ocupación del suelo en sus dominios, además que les
permitió obtener un beneficio económico para sus necesidades militares.
Se mandó efectuar el cobro en lo que se estuviere debiendo a la corona por
causa de compras de villas, lugares, jurisdicciones, dehesas, tierras, bosques,
plantíos, alcabalas, cientos, pechos o derechos. En general, la real cédula de 1692
se apegó a lo estipulado en el Libro IV, Título 12 de la Recopilación de 1681, que
como se ha visto, trata de la venta y composición de tierras, solares y aguas, con la
salvedad de que la composición de tierras quedaría bajo la privativa jurisdicción de
la recién creada superintendencia del beneficio y composición de tierras,
institución dependiente del Consejo de Indias.
Esta real cédula fue la que marcó el inicio de la sistematización del proceso de
composición de la tierra en la jurisdicción de la audiencia de Nueva Galicia, ya que
40
Antonio Muro Orejón, Cedulario americano del siglo XVIII, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos,
1977, Tomo I, pp. 475-478, “Comisión al licenciado don Bernardino de Valdés y Girón, del Consejo, Cámara y
Junta de Guerra de Indias, para que ponga cobro en lo que estuviese debiendo a la Real Hacienda en las Indias,
por razón de compras y ventas, y asimismo en la composición de tierras en ellas, San Lorenzo, 30 de octubre de
1692, por mandato del rey, don Antonio Ortiz de Otalora”. Un análisis de esta institución y sus objetivos se puede
encontrar en Solano “El Juez de Tierras y la superintendencia”.
41
Solano, “El juez de tierras y la superintendencia”, p. 355.
46
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
a mediados del año siguiente el superintendente, Bernardino Valdez y Girón,
subde-legó en Tomás Pizarro Cortez, Francisco Feixoo y Centellas y en don
Luis Martínez Hidalgo, oidores y fiscal de la audiencia de Guadalajara
respectivamente, el cobro de las composiciones de tierras, con lo cual se
instituyó el juzgado privativo de tierras de la audiencia de Guadalajara.42
En las alcaldías costeras novohispanas de Copala, Maloya, El Rosario y Culia-cán
este proceso inició en 1695, en que el juez de tierras don Juan de Arce y Truxillo
empezó a conceder los títulos de los fundos legales de los pueblos de indios, previo a la
legalización de las propiedades hispanas que continuó el mismo año.
43
La real instrucción de 15 de octubre de 1754
La superintendencia del beneficio y composición de tierras perduró hasta 1754,
en que de nuevo, por medio de una real instrucción, se hizo de la composición
de tierras una actividad privativa de los virreyes y presidentes de audiencias,
inhibiéndose con ello al Consejo de Indias y a sus ministros.44
Con este nuevo ordenamiento se trataba de acelerar el proceso de composición de tierras mediante la amenaza de despojo para aquellos propietarios rurales
que careciesen de sus títulos de merced y confirmación. Se estipuló entonces que a
quienes presentaran títulos expedidos por los jueces subdelegados de tierras con
anterioridad al año 1700 se les dejara en “libre y quieta posesión” aun sin haber
42
“Comisión delegada en Tomás Pizarro Cortés, Francisco Feixoo y Centellas y don Luis Martínez Hidalgo,
oidores y fiscal de la audiencia de Guadalajara respectivamente, para que efectúen el cobro de las cantidades que
se deben a la real hacienda, por concepto de compras y ventas de villas, jurisdicciones, alcabalas, composiciones
de tierras y otras tierras que se hayan enajenado de la corona. Otorgada en San Lorenzo El Real, el 30 de octubre
de 1692”, Guadalajara, julio 17 de 1693, AHJ, Libros de Gobierno, No. 9, Exp. 94, fs. 151v.-154v.
43
La real cédula de 1692 aparece inserta en un expediente sobre composición de tierras de la provincia de Culiacán,
en el cual el gobernador de Sinaloa, don Manuel Bernal de Huidobro, hacía constar cómo sucesivamente había
recibido el nombramiento de juez subdelegado de ventas y composiciones de tierras en los distritos de la gobernación, Archivo Histórico General del Gobierno del Estado de Sinaloa (en adelante AHGES), Ramo Tierras, Vol.
27, “Puesto de Los Ángeles y Paraje de los Mayos”, fs. 3-9. Ver “El sistema de propiedad territorial y los títulos
comunales de San Pedro Comoloto, siglo XVIII”, en Víctor Hugo Aguilar Gaxiola y Rodolfo Anguiano V., San
Pedro, un pueblo en su historia. Historia. Crónica. Testimonio Oral. Museografía. Tradiciones Orales, Culiacán,
Sina-loa, Universidad Autónoma de Sinaloa/PACMYC, pp. 67-76.
44
Solano, Cedulario de tierras, doc. núm. 211, “Real instrucción ordenando nuevas disposiciones sobre
mercedes, ventas y composiciones de bienes realengos, sitios y baldíos”, El Escorial, 15 de octubre de
1754 y “El juez de tierras y la superintendencia”, pp. 355-356.
47
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
obtenido la confirmación. Incluso si no tuvieran títulos, si demostraban su anti-gua
posesión ésta les valdría como “título de justa prescripción”. En cambio, los
propietarios que tuvieran título de sus posesiones obtenido después de 1700, de-bían
acudir ante las audiencias a tramitar su confirmación, pues sólo ello les daría
legitimidad en la “posesión y dominio” de sus tierras. Asimismo, quienes disfrutaran
de tierras en exceso (demasías) o simplemente no tuvieran ningún título, debían de
tramitar su merced y confirmación, pues se ofrecía la oportunidad a terceras perso-nas
de obtenerlas para sí mediante la institución de la composición.
45
La importancia de la real instrucción de 1754 fue general en Indias, pues impugnó a la mayoría de los dueños de tierras tocante a la validez de sus títulos. Fue
46
un verdadero “parteaguas”, como bien lo ha destacado José María Ots Capdequí.
Como veremos, en lo que respecta a las alcaldías de Copala, Maloya, El Rosario y
Culiacán, motivó una intensificación sin precedentes en la composición de tierras.
Mecánica de la institución
En este apartado nos ocuparemos por un lado en describir las fases del
procedimien-to de composición de tierras y por el otro en explicar la forma
cómo se trabajó con la documentación. Buscamos con ello mostrar los diversos
momentos del proceso y dejar claro el procedimiento seguido para la obtención
de los datos en que se apoyará nuestra argumentación.47
45
46
47
Solano, Cedulario de tierras, doc. núm. 211.
Ots Capdequí, España en América, el régimen de tierras, pp. 102-126.
La importancia de que los jueces debían de estar bien instruidos en su labor se puede observar en la “Instrucción
de don Antonio José Álvarez de Abreu, Marqués de la Regalía, a los subdelegados para la superintendencia de la
composición de tierras para la corrección de las tierras indebidamente poseídas en Indias: pudiendo reconocer,
medir, deslindar, amojonar y avaluar las tierras baldías indebidamente habidas, para su enajenación y venta”,
Madrid, 1º de julio de 1746, en De Solano, Cedulario de tierras, doc. núm. 209, pp. 436-445. De hecho, des-pués
de la emancipación, los procedimientos siguieron siendo muy parecidos, véase al respecto Mariano Galván,
Ordenanzas de tierras y aguas, o sea: formulario geométrico-judicial para la designación, establecimiento,
mensura y deslinde de las poblaciones, y todas suertes de tierras, sitios, caballerías y criaderos de ganados
mayores y menores, y mercedes de aguas: recopiladas a beneficio y obsequio de los pobladores, ganaderos,
labradores, dueños, arrendatarios y administradores de haciendas, y toda clase de predios rústicos, de las
muchas y dispersas resoluciones dictadas sobre la materia, y vigentes hasta el día en la República Mexicana,
México, Impr. por Leandro J. Baldés (segunda ed. corregi-da y aumentada, 1844), pp. 116-127. Un buen punto de
comparación que además es cercano al área del presente estudio puede encontrarse en Saúl Jerónimo Romero, De
las misiones a los ranchos y haciendas, especialmente pp. 109-110.
48
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Ocupación del suelo
Los expedientes producto del proceso de composición de tierras constan de varias
partes, y frecuentemente se formaron en años distintos. Sin embargo, la fase inicial
del proceso pocas veces quedó registrada. Se trata de la ocupación del suelo y de su
utilización agrícola y ganadera. Generalmente el nuevo poblador se instalaba sin
contar con algún instrumento legal que lo respaldara como propietario, si bien hubo
casos en que el registro se realizó previo a la ocupación.
La composición de tierras significó la oportunidad de dar un primer sustento,
aun-que no definitivo en la posesión. No obstante, el inicio de un proceso de
composición normalmente era pospuesto por los propietarios hasta después de haber
cumplido con la posesión decenal requerida por la legislación. Al cubrir este requisito e
iniciar el trá-mite de composición de la tierra, el interesado evitaba que se sacara el
48
predio a pregón en subasta pública, siendo preferido a causa de los derechos creados.
Para. los efectos de la presente investigación reviste especial importancia la fecha
probable de ocupación del suelo, pues marca el inicio y el avance del poblamiento es-pañol.
Ésta se ha establecido a partir de la información de las composiciones, utilizando diversas
posibilidades. En primer lugar porque al denunciar la tierra (que es la segunda fase) se
expresaba la antigüedad de la ocupación. Cuando se carece del registro, pero se cuenta con
las diligencias de mensura (tercera fase), la antigüedad del asentamiento se ex-presaba por
medio de testigos, cuya información podía ser exacta o aproximada. Cuando la fecha fue
aproximada se ha precedido al año correspondiente la abreviatura ca., que indica
precisamente la antigüedad estimada. Incluso, cuando no se cuenta con el registro ni con la
mensura, sabemos en primer lugar que si el predio no se llevó a pregones, al menos cuenta
con diez años de antigüedad. Por otro lado, cuando no se cumple con la posesión decenal, el
rango de la posible fecha de ocupación no será mayor a nueve años.
Ahora bien, este tipo de información no es todo lo precisa que se quisiera;
sin embargo, tomando en consideración las diversas posibilidades, se han
establecido las principales tendencias en el proceso de ocupación del suelo
durante los siglos XVII y XVIII.
48
Al respecto véase Recopilación de leyes de los reynos de Indias, Ley 19, Título XII, Libro IV “Que no sea
admitido a composición el que no hubiere poseído las tierras diez años, y los indios sean preferidos”,
Felipe IV, Zaragoza, 30 de junio de 1646.
49
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Denuncio
La segunda fase es el denuncio o registro. Por éste se da inicio al trámite de
compo-sición y para efectos de nuestra explicación ubicaremos este momento
como el año inicial. Se trata de un escrito que presenta el interesado en adquirir
una propiedad ante la autoridad local, ya sea el alcalde o teniente de alcalde
mayor, o bien ante un juez subdelegado de tierras, el cual era nombrado según
la época por el juez pri-vativo, el gobernador o el intendente. Para las
provincias de nuestra investigación también podía suceder que el denuncio se
realizara directamente ante el juzgado privativo en Guadalajara.
Por medio de este documento el interesado expresaba poseer de buena fe uno
o más predios, los cuales había ocupado por una cantidad determinada de años; en
ocasiones también explicaba si los había adquirido de otra persona y por qué mecanismo, ya sea por herencia, venta o donación. También podía suceder que el
registro se realizara previo a la ocupación del suelo, entonces el interesado
expresaba ante la autoridad la intención de establecerse en un determinado predio,
la ubicación, así como la utilidad que le daría. Se comprometía asimismo a
mantenerlo habitado. Como se ha mencionado, el denuncio ha sido muy importante
para establecer la an-tigüedad de los asentamientos objeto de composición, además
de que nos brinda una primera instancia para la ubicación del año inicial de la
composición. Una segunda nos la brinda la siguiente fase, que es la mensura.
Mensura
Regularmente la autoridad local daba por aceptado el denuncio, pero sólo a los
jue-ces subdelegados de tierras correspondía ejecutar la mensura, que es el
siguiente paso. Casos excepcionales eran aquellos en que mediante un decreto
el juez privativo super-intendente general de ventas y composiciones de tierras
nombraba para la mensura de los predios a una persona de su satisfacción, ya
fuera autoridad o habitante del distrito en cuestión, o de sus cercanías.
La mensura consistía en la verificación de las medidas por el juez subdelegado de
tierras, o por una autoridad nombrada por el juez privativo para un caso es-pecífico.
Podía hacerse a petición del interesado u obligado por requerimiento del
50
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
juez. Éste procedía a citar a los propietarios vecinos y acompañado del propietario
del terreno nombraba testigos para que dieran fe de las medidas. En primer lugar se
realizaba la diligencia de vista de ojos, que consistía en el reconocimiento de la
tierra de que se trata. Estando en el campo listos para la mensura el juez explicaba
la dinámica: se hacía centro en un lugar y mediante un cordel de 50 varas se
medían los cuatro vientos, para posteriormente “cuadrar” el predio marcando las
esquinas, en todas las cuales se mandaba poner mojoneras de cal y canto.
Durante la mensura se estipulaba que el juez subdelegado no aceptara las contradicciones que tuvieran los vecinos respecto de los límites de la propiedad si éstos
no comparecían para defender su derecho con su propio título de merced. Asimismo, se mandaba a los jueces que no despojasen a nadie de la tierra que tuviere. En
el acta de las diligencias se debía asentar también el tamaño del predio, en tanto
que en algunas ocasiones, sobre todo cuando había conflictos de límites entre los
vecinos, se hacía un plano del mismo.
A continuación se procedía a recibir dos informaciones. Una era de oficio, sobre
el valor de la tierra; y la otra de parte, sobre la antigüedad del asentamiento y su
pacífica posesión. Se requería información de oficio porque se trataba de hacer un
cálculo desinteresado sobre el justo valor de la tierra de acuerdo a su calidad y utilidad. En cambio, los testigos de parte eran presentados por el interesado en obtener la
tierra y su testimonio era favorable a éste. En los casos en que la posesión era menor a
los diez años se procedía a rematar en pública subasta la tierra en cuestión. Para ello se
daban treinta pregones en la cabecera del distrito, continuándose en nuestro caso con
tres pregones en pública almoneda en Guadalajara, o el lugar en que estuviera asentada
la capital de la gobernación (Sinaloa, San Pedro de la Conquista, Horcasi-tas), o la
capital de la intendencia (Arizpe), al finalizar el periodo. En cambio, si la antigüedad
sobrepasaba los diez años (posesión decenal), el juez subdelegado remitía directamente
al interesado a tramitar su título.
Se ha anotado cómo el denuncio o registro marca el año inicial de los
procesos de composición. Cabe ahora decir que ante la ausencia de un registro
esta fecha se puede ubicar por la realización de la mensura, en aquellos casos
en que los jueces actuaron, como eran sus facultades, sin que previamente se
hubiera realizado aquel trámite.
51
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Expedición del título de composición
La obtención del título de merced por composición (cuarta fase), se realizaba por
los propietarios en las alcaldías costeras dependiendo de la fecha, pues podía ser
expe-dido por el juez privativo (1693-1754), el gobernador (1733-1754), la
audiencia de Guadalajara (1755-1789 aprox.) o el intendente (1790-1821). De
hecho, hasta an-tes de que los intendentes tomaran el cargo de “jueces privativos
de las dependencias y causas que ocurrieren en el distrito de sus provincias sobre
49
ventas, composiciones y repartimientos de tierras”, era un oidor de la audiencia,
normalmente el más antiguo, quien se encargó del ramo de tierras y aguas.
El procedimiento consistía en que el propietario rural nombraba a un
tercero como su apoderado para realizar el trámite de titulación y éste
presentaba un escrito ante la instancia correspondiente (juzgado privativo de
tierras, gobernación o inten-dencia, según la época) expresando el interés de su
representado en la obtención del documento que legitimaría su posesión.
Normalmente la petición era aceptada y canalizada al asesor fiscal, a quien
correspondía verificar que las diligencias de mensura se encontraban en orden y que se
hubieran cubierto los requisitos ya mencionados: citación de circunvecinos, no
perjuicio a terceros y avalúo conforme a los requerimientos del fisco, principalmente.
Si se había cumplido, el fiscal daba su aprobación para que se admitiera la composición, lo que tocaba ejecutar al juez privativo, al gobernador o al intendente, previo
pago de la tasación correspondiente y del pago del impuesto de media anata, que para
estas provincias fue del 10% hasta 1772, en que disminuyó al 5%. Cuando los trámites
presentaban omisiones o errores en las etapas previas, el asesor fiscal manda-ba
reponer el procedimiento, desde la mensura.
La organización de esta información ha permitido establecer la serie de los asentamientos que fueron sujetos de composición y que alcanzaron un título de merced, gracias a
lo cual se han establecido los momentos en que las autoridades novohispanas ejercieron
mayor presión sobre los propietarios para llevar el proceso hasta un punto culminante, que
no definitivo, pues aún faltaba la real confirmación, que es la siguiente fase.
49
Real ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el reino de la Nueva
España, Introducción de Ricardo Rees Jones, México, UNAM, 1984, (facsimilar de la 1ª. ed. 1786), Art. 81.
52
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
La real confirmación
Para obtener la garantía jurídica de la posesión, los propietarios rurales debían
com-parecer cierto tiempo después de expedido el título, normalmente un año,
ante la audiencia de Guadalajara que tuvo las facultades para conceder la real
confirmación, o a la Intendencia de Arizpe, después de la instauración
50
generalizada del sistema de intendentes.
La real confirmación fue un requisito establecido paulatinamente desde el
siglo XVI en Indias. De acuerdo con Francisco de Solano era como si la
donación se re-cibiese del propio monarca, haciendo al mismo tiempo un acto
de vasallaje, con lo que su significación rebasaba el puro interés fiscal.51 En su
Tratado de confirmaciones reales, Antonio de León Pinelo establece cómo
desde 1531 se requirió a los agracia-dos con mercedes de tierra, para que
52
tramitaran su confirmación, dándose para ello un plazo de año y medio.
Un problema constante para las autoridades fue lograr que los receptores de
mercedes de tierras obtuvieran su confirmación. El principal obstáculo fue que
inicialmente ésta sólo la podía expedir el Consejo de Indias, por lo que se hacía
muy onerosa al tener que acudir a la península Ibérica para ello. Sin embargo hubo
momentos en que se subdelegó en las autoridades de Nueva España la facultad de
53
expedirla, como en 1636, 1656, 1737 y definitivamente en 1754. Sobre todo
50
51
52
53
Desde 1770 fue establecida la intendencia de Sonora y Sinaloa como un primer ensayo en Nueva España. Pedro
Corbalán fue el primer intendente y sus atribuciones fueron de carácter fiscal. Simultáneamente permaneció el
cargo de gobernador. No obstante, en diversas ocasiones el intendente fue gobernador interino. De hecho desde
1787 sólo hubo el puesto de gobernador intendente, que unía las funciones política y administrativo-fiscal, Ignacio del Río y Edgardo López Mañón, “La reforma institucional borbónica”, en Sergio Ortega Noriega e Ignacio
del Río (Coords.), Historia General de Sonora, II. De la Conquista al Estado libre y soberano de Sonora,
Hermosillo, Son., Gobierno del Estado de Sonora, 1985, pp. 235-238 y Sergio Ortega Noriega, El Noroeste de
México, un ensayo de historia regional, 1530-1880, México, UNAM, 1993, p. 105.
Solano, Cedulario de tierras, pp. 28-30.
León Pinelo, Tratado de confirmaciones reales, pp. 168v-170. Véase al respecto Ots Capdequí, España en
América, el régimen de tierras, especialmente pp. 76-81.
Solano, Cedulario de tierras, doc. núm. 171, “Real Cédula permitiendo que las confirmaciones de los títulos de propiedad
sean suficientes las dadas por el virrey, sin necesidad de pedir dicha confirmación al Consejo de Indias” Madrid, 1 de
diciembre de 1636; doc. núm. 177, “Real Cédula al virrey de la Nueva España aclarando algunas dudas que se habían
crecido en el orden de la venta de tierras y en la obtención de la confirmación: disponiendo que las ventas inferiores a 500
pesos, no precisaban del requisito de la confirmación e insistiendo en que si no se cumplían las condiciones en las
compras de tierras realengas fuesen éstas de nuevo vendidas”, Madrid, 29 de
53
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
esta última imprimió un nuevo ritmo al proceso de composición de tierras, pues
llevó a que gran número de propietarios con retrasos en sus trámites lograran
com-poner y confirmar la posesión de sus tierras.
El análisis de los predios cuyos poseedores lograron cumplir con este punto nos
brinda también la oportunidad de evaluar en qué medida se lograron ejecutar las reales
disposiciones en cuanto a esta institución hasta sus últimas consecuencias.
Relación de estas fases con el proceso de poblamiento
Como se puede apreciar, son diversas las relaciones posibles entre las fases de la
institución composición de tierras y el poblamiento, aplicándolo a un determinado
espacio. En primer lugar porque el denuncio normalmente refiere un asentamiento
estable, con al menos diez años de haberse realizado y porque en caso de no ser
así, se expresa la antigüedad del mismo. Incluso cuando no ocurre de esta manera,
como se ha referido en la fase de la mensura, existe la posibilidad de establecer la
fecha estimada del inicio de los asentamientos sujetos a composición.
Por su parte, la fase de la mensura refleja asimismo la capacidad económica del
propietario para erogar los gastos que resultaban del procedimiento, notablemente altos
en relación con el valor fiscal de la tierra. Es poco probable que pobladores cuyo
asentamiento no estuviera aún consolidado pidieran la mensura, y menos probable que
obtuvieran el título de merced, pues para ello debían pagar el valor de la tierra, su
media anata y los costos del trámite mediante un apoderado en la audiencia, la capital
de la gubernatura o de la intendencia. Aquellos casos en que la mensura fue realizada a
instancias del juez de tierras y no por voluntad de los propietarios pueden ser ubicados,
porque no realizaban inmediatamente el trámite posterior para la expe-dición del título,
y con frecuencia dejaban el expediente trunco.
Como se ha referido, en las diligencias de mensura queda asentado un cierto
patrón de poblamiento al referir un número específico de propietarios, establecer
mayo de 1656; doc. núm. 204, “Auto del juez de tierras de Nueva Galicia comunicando que la real confirmación
volvía a exigirse en los títulos de mercedes y composiciones de tierras, con el plazo de cinco años para realizarlo:
revirtiendo al Estado aquellas tierras que no cumpliesen con este requisito”, Guadalajara, 20 de junio de 1738; y
doc. núm. 211, “Real Instrucción ordenando nuevas disposiciones sobre mercedes, ventas y composiciones de
bienes realengos, sitios y baldíos”, El Escorial, 15 de octubre de 1754.
54
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
una cierta jerarquía entre ellos, lazos de parentesco. Asimismo se expresaba la
ubi-cación, el uso y la calidad del suelo. La concreción de la composición en un
título de merced refleja normalmente un poblamiento estable y una capacidad
económica probada, aunque también podía referir en casos más ubicados la
capacidad de ciertos pobladores que buscaron invertir sus activos en tierras. En
lo que atañe a las con-firmaciones, el haberse expedido su mayoría en la etapa
de las reformas borbónicas, parecen responder menos a un aceleramiento en el
proceso de poblamiento, que a la pretensión de las autoridades de obtener un
beneficio pecuniario que equivalía al 5 y 10% del valor fiscal de la tierra.
En fin, nos encontramos ante una institución, la composición de tierras, en cier-to
sentido monótona, pues en cada trámite se repiten fórmulas legales bien definidas, pero
que a la vez ofrece posibilidades de aproximación a una realidad insuficiente-mente
conocida como es la del poblamiento hispano en Indias. El caso de nuestro interés,
ubicado en la costa novohispana noroccidental, permitirá observar la aplica-ción de una
legislación general, elaborada en la metrópoli, a un caso particular con una realidad
propia, pero igualmente susceptible de ser sancionada.
Las fases del proceso de composición de la tierra ocurridas en las provincias
de Chiametla y Culiacán permitirán develar, en conjunto, las etapas de un lento
proce-so de poblamiento, a la vez que darán luces acerca de la efectividad de las
composi-ciones en espacios geográficos tan alejados de los centros de poder
novohispanos. En el siguiente capítulo explicaremos las circunstancias en que se
realizó la instauración generalizada de las composiciones, así como los problemas
que enfrentaron funciona-rios y pobladores para llevarlas a cabo.
55
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Capítulo II
Dinámica histórica de las composiciones
A continuación se expone el proceso dinámico de la composición de tierras, en sus
distintos momentos. Se trata de un proceso paulatino, por lo que partimos de un
apartado denominado “los títulos iniciales del suelo”. Ello nos permite observar
con mayor perspectiva los cambios en cuanto a la expedición de mercedes durante
el si-glo XVII y la nueva etapa de la institución, a partir de 1691. Se estudia el
papel de las autoridades, las distintas vías legales y la forma cómo la legislación a
nivel imperial impactó durante el siglo XVIII en la zona de nuestro estudio.
Fue en la última década del siglo XVII cuando hicieron acto de presencia
los jueces de tierras, personajes desconocidos hasta entonces y que se dieron a
la tarea de poner orden a la ocupación del suelo que se había presentado en
forma arbi-traria. En adelante, quien necesitara un espacio para poner su rancho
o estancia ganadera, debía contemplar que llegado el momento tendría que
pagar ante los funcionarios reales el valor fiscal de la tierra, así como los gastos
que ocasionara el proceso.
Si bien la dinámica histórica de las composiciones fue tardía en relación a
otras regiones de la monarquía hispana, si cumplió, como había ocurrido en otras
partes, con las dos funciones de la institución, por un lado la de poner orden en la
ocupa-ción del suelo y por otro captar los tan esperados ingresos reales.
Los títulos iniciales del suelo
Durante el siglo XVII fueron diversas las autoridades que se encargaron de conceder
mercedes de tierras. Actualmente se cuenta con información para la provincia de
Chiametla, en tanto no existe para Culiacán información de un proceso de lotifica-ción
o de parcelamiento antes de la real cédula de 1692, si bien ello no significa que no haya
existido. En lo que sí coinciden los procesos históricos es en el hecho de que
57
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
la ocupación del suelo fue un proceso lento, pues en ambas jurisdicciones se
careció de una política definida para el fomento del poblamiento.
Durante la primera mitad del siglo XVII no hubo en las alcaldías costeras
sina-loenses intentos de realizar las composiciones de tierras, como en otras partes
de Nueva España. El número de títulos de merced que se conserva —no de
composición— es escaso y se pueden diferenciar por un lado los correspondientes
a la antigua provincia de Chiametla y por otro los de la provincia de Culiacán.
Para la provincia de Chiametla se han consultado directa o indirectamente 19
documentos de este tipo. Se caracterizan por que fueron otorgados por diversas autoridades subdelegadas por el gobernador de la Nueva Vizcaya (teniente de gobernador, visitador general, juez de apelaciones y causas pendientes, alcalde mayor) o por
haber sido expedidos por el mismo gobernador en funciones de visitador o asentado en
la región, como fue el caso de Francisco de Ibarra (ver apéndice 1).
Estos títulos iniciales del suelo se caracterizaron también por el incierto espacio
territorial al que referían, pues antes de otorgarlos no se realizaban medidas de la tierra
en cuestión. Las más antiguas datan de 1565, se trata de un par de sitios de ga-nado
menor, si bien en adelante las principales unidades fueron las caballerías y sobre todo,
los sitios de ganado mayor. Sin embargo, antes de la participación de los jueces de
tierras, regularmente en los documentos sólo se refería a espacios aproximados, sin
tener la seguridad del tamaño, que era un dato irrelevante para este momento en que lo
que sobraba era tierra, ante el despoblamiento indígena y la escasez de pobla-dores
hispanos. Como veremos, esta situación favoreció a algunos descendientes de estos
primeros pobladores, quienes mediante las composiciones pudieron legitimar en el
siglo XVIII espacios desocupados, ubicados en los linderos de sus tierras ya titula-das,
bajo el argumento de que eran demasías.
No se trataba de grandes propiedades de origen, sino que algunos de estos predios se fueron integrando a unidades territoriales mayores que des-pués
de 1695 recibieron un título único de composición. Podemos ubicar este
fenómeno en los distritos de San Ignacio y El Rosario. En el caso de San Ignacio, la familia Loayza fue integrando la Hacienda de La Labor en tor-no al
sitio del mismo nombre, con otras “haciendas” como la de La Ramada, cuya
merced original a nombre de Rodrigo Ruiz de Pardo databa de 1639.
Probablemente este personaje era hijo del capitán Rodrigo Ruiz de Olvera,
58
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
alcalde mayor durante distintos años de la década de 1620 en las jurisdicciones de
1
Maloya, Cacalotán y Plomosas, así como en la de Pánuco y San Bartolomé. En la
jurisdicción de El Rosario el proceso se presentó en torno al núcleo del Potrero del
Palmito, de don Bartolomé Verde de Roxas. Su título original, expedido en 1668
amparaba dos sitios de ganado mayor, doce caballerías de tierra y un po-trero, pero
paulatinamente fue integrando otros como son el sitio de ganado menor de Los Charcos
dado en merced a Antonio de Espíndola en 1652, además del de Maldonado que se
componía de un sitio de ganado mayor y seis caballerías, del que
se vio beneficiado por una merced el mismo Verde de Roxas.2
Finalmente encontramos que por la expedición de este tipo de documentos,
primer punto de referencia sobre la propiedad de los predios, no se pagaba propiamente el valor fiscal del suelo, como ocurrió desde 1691 en los distritos de la provincia de Culiacán, sino que bastaba con el pago de la media anata correspondiente.
En el caso de la alcaldía de Copala, para la que se ha revisado este tipo de documentos, se mandaba por parte del alcalde mayor, que era quien realizaba el trámite, que
se dieran tres pregones en la villa de San Sebastián. Posteriormente el interesado debía
acudir a la ciudad de Durango a pagar la media anata correspondiente, lo cual evoca un
tipo particular de composición en que se daba la tierra a razón de censo al quitar. Sin
embargo no eran propiamente composiciones de tierras, pues a pesar de que se sacaban
los predios a pregón, el objetivo era socializar el registro hecho, para que en caso de
haber una persona que tuviera mayor derecho que el solicitante defendiera su situación.
Tampoco consta que los propietarios pagaran el 3% del valor fiscal de la tierra, como
se mandaba aplicar para estos casos, de acuerdo a las leyes de Castilla.
3
Por su parte los títulos de cualquier tipo correspondientes a la provincia de
Culiacán fueron excepciones antes de 1691, pues sólo se tiene referencia de los
1
2
3
Archivo Histórico de Durango (AHD), exp. 82, casillero 27, Copias de los nombramientos de alcaldes de
la provincia de Nueva Vizcaya por los gobernadores Francisco de Urdiñola, Pedro de Carvajal, Gaspar de
Alvear y Mateo de Vesga.
“Título de composición y nueva merced al capitán don Bartolomé Carrasco de cuatro sitios de ganado mayor, un
potrero y dieciocho caballerías de tierra por haber servido con 110 pesos en reales”, AHJ, Ramo Tierras y Aguas,
Libro 3, exp. 247, fs. 297v.-299. Véase Gilberto López C., “El Palmito de Verde, una hacienda ganadera en el
Mar del Sur”, en Luis Alfonso Grave Tirado, Víctor Joel Santos Ramírez y Gilberto López Castillo, Trópico de
Cáncer. Estudios de historia y arqueología sobre el sur de Sinaloa, México, INAH-COECYT, 2012, pp. 137-151.
Ver las mercedes hechas al capitán Xrisptóbal Gruziaga, del predio del Guatezón y a doña Michaela de
Siqueros en el paraje de La Higuera, AHD, cajón 8, exp. 8.
59
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
expedientes de Vainnueto y San Simón, que otorgó la audiencia de Nueva
4
Galicia. Esta situación refleja cómo la provincia de Culiacán era un problema
administrativo para la audiencia; en primer lugar por la gran distancia que
separaba la ciudad de Guadalajara de la villa de San Miguel y en segundo
porque no hubo aquí perspec-tivas de hacer grandes negocios para los
funcionarios, tradicionalmente dispuestos a ello.
En cambio, el distrito de la antigua provincia de Chiametla fue desde el
siglo XVI tierra prometedora, pues como se sabe ahí desarrolló Francisco de
Ibarra sus empresas mineras y un siglo más tarde las perspectivas de las minas
de El Rosario fueron también muy atractivas para las autoridades, de modo tal
que después de más de medio siglo de no visitar la costa, tenemos en 1672 un
gobernador personalmente encargado de esa labor.
La llegada de los jueces de tierras
Como hemos apuntado en el capítulo I, la real cédula de 1692, que ordenaba el
cobro de las composiciones de tierras, dio lugar al establecimiento de las
instituciones que se encargaron del proceso. En primer lugar la
superintendencia para el beneficio y composición de tierras, instalada en
Sevilla, el mismo año; y posteriormente, en relación con el territorio de nuestro
interés el juzgado privativo de tierras en la au-diencia de Guadalajara, Nueva
Galicia, en 1693. El primer juez privativo de tierras fue don Thomas Pizarro
Cortés, en su carácter de oidor decano. En adelante se con-tinuó con la práctica
de nombrar a los oidores más antiguos como jueces privativos de tierras.5
.De esta forma, en los años siguientes a la creación del juzgado privativo se
nombraron diversos jueces de tierras que pusieron en práctica lo ordenado por la
real cédula de 1692. No obstante, antes de creada la superintendencia de tierras y el
4
La referencia a los títulos antiguos se hace en los respectivos títulos de composición: “Merced de composición de
Vainnueto”, AHJ, Libros de Tierras y Aguas, núm. 12, exp. 1, y “Merced de composición de San Simón”, AHJ,
Libros de Tierras y Aguas, núm. 20, Exp. 21.
5
Es el caso de los siguientes jueces: don Francisco Feixoo Centellas, don Joseph Miranda y Villayzan, don
Pedro Malo de Villavicencio, don Prudencio Antonio Palacios, don Fernando de Urrutia y don Francisco
Galindo y Quiñónez.
60
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
juzgado privativo, hubo entre 1691 y 1692, en la provincia de Culiacán, un primer
intento por realizar las composiciones. Por la importancia que tiene para el estudio
tanto de la institución como del poblamiento, se ha considerado el año de 1691
como el del inicio del proceso en el espacio de nuestra investigación.
Un primer paso en falso
La última década del siglo XVII marcó en Culiacán el inicio de una nueva
época en cuanto a la propiedad territorial. En 1691 encontramos en la Villa de
San Miguel a don Christóbal de Palma y Meza, oidor visitador de la audiencia
de Nueva Galicia, quien recibió comisión para conceder licencias de hierro,
trapiches y mercedes de tierra en la villa de Culiacán y su distrito.6
Para realizar su tarea, el oidor procedió en la práctica de manera similar a
como habían actuado las autoridades que expidieron los títulos de la antigua
provincia de Chiametla, pues no realizó la mensura de las tierras, ni mandó poner
las mojoneras. En cambio, encontramos el claro interés recaudatorio, ya que sí
cobró el valor fiscal de la tierra, además de la media anata correspondiente. Sin
embargo, los títulos expedidos por Palma y Meza fueron invalidados a partir de
1695, debido a que los hizo por comisión que le otorgó la audiencia en un
momento en que precisamente les estaba prohibido, tanto a las audiencias, como a
los oidores conceder mercedes de tierra. Fue, en fin, un paso en falso cuyo costo
recayó sobre los propietarios rurales, que se vieron obligados a realizar nuevos
trámites para subsanar los defectos de los títulos obtenidos.
Como podemos apreciar en el cuadro 2.1, Palma y Meza tuvo como centro
de su actividad la villa de San Miguel, que era donde se concentraba el mayor
número de ranchos en esta jurisdicción, aunque también concedió mercedes en
las de Badira-guato y Cosalá, rumbo a las tierras altas. Para los propietarios
rurales de la provincia de Culiacán, los títulos expedidos por esta autoridad
significaron el punto de partida o al menos la única referencia lejana del inicio
de un proceso que continuó más allá del fin del dominio español en Indias.
6
“Comisión dada al licenciado don Christóbal de Palma y Meza, consejero real y oidor de la real audiencia de
Guadalajara, para conceder licencias de hierro, trapiches, y mercedes de tierra en la provincia de Culiacán y su
jurisdicción, Guadalajara, septiembre 1º de 1691”, AHJ, Libros de Gobierno, Vol. 7, exp. 115, fs. 112v-113.
61
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Cuadro 2.1
Mercedes concedidas por don Christóbal de Palma y Meza, 1691-1692
Año de merced
Nombre del predio
Distrito
1691
San Nicolás
Badiraguato
1691
Las Piedras Blancas
Badiraguato
1691
Las Mesas
Cosalá
1691
San Nico de los Guijotes
Cosalá
1691
San Xavier de Coneto
Cosalá
1691
Macurimí
Culiacán
1691
La Sauceda
Culiacán
1691
San Joseph de Yacobito
Culiacán
1691
San Joseph, El Platanar, Moradito y El Disparate Culiacán
1691
Puesto del Palmar
Culiacán
1691
Vizcaíno
Culiacán
1691
Los Aguapepes, La Isleta y Topirito
Culiacán
1691
Vainnueto y Cahuinaguato
Culiacán
1691
Yraguato
Culiacán
1692
San Simón
Culiacán
Fuente: Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa (AHGES), Ramo Tierras y
Archivo Histórico de Jalisco (AHJ), Ramo Tierras y Aguas.
¿Cuál fue la dinámica mediante la que estos personajes realizaron su
labor?, ¿hubo resistencia de los pobladores para la realización de los trámites?
Veamos el caso de nuestra zona de estudio.
Encauzamiento de las vías legales
Debido a los rasgos propios de la conquista, las provincias costeras del noroeste
novohispano tuvieron distintos canales para la administración real. Por un lado
estaba la jurisdicción de Culiacán, que desde 1531 quedó vinculada a la Nueva
Galicia, y por el otro la antigua provincia de Chiametla que se integró desde 1565
62
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
al reino de la Nueva Vizcaya. Estos lazos institucionales se reflejaron también
en el ámbito económico, pues los pobladores de la provincia de Culiacán
tuvieron relaciones mercantiles con los comerciantes de Guadalajara, actividad
7
que ordina-riamente era fomentada por los alcaldes mayores. Por otro lado, los
mineros, así como algunos propietarios rurales de San Sebastián provinieron de
8
la ciudad de Durango, incluso entrado el siglo XVIII. Caso especial fue el del
real de El Rosa-rio, que a pesar de estar ubicado en la antigua provincia de
Chiametla, se integró al horizonte económico de Guadalajara desde su
descubrimiento, al haber tenido entre sus primeros pobladores a mineros y
comerciantes que provenían de aquella ciudad.
Sin embargo, los títulos iniciales del suelo de las alcaldías de Maloya, Copala
y El Rosario fueron expedidos por las autoridades de Durango y Parral. Esta situación comenzó a cambiar en 1697 cuando se realizaron los primeros trámites por
jueces subdelegados por el juzgado privativo de tierras de Guadalajara. Luego, si
en 1708 todavía ejerció funciones al menos en la alcaldía de Copala el general don
Luis Ruíz de Guadiana como “teniente de gobernador de la Vizcaya y juez subde9
legado para la composición y venta de tierras”, y en 1712 y 1713 el juez don Luis
10
Antonio de Ceballos, este tipo de funcionarios provenientes de la Nueva Vizcaya
no fue visto en años posteriores.
De hecho en 1722 se consideraba que la facultad de otorgar este tipo de
11
mercedes correspondía sólo al juzgado privativo de Guadalajara. El último títu-lo
expedido en el real de Parral que hemos localizado para estas alcaldías data de
7
8
De hecho esta relación se establecía desde antes de la llegada de los alcaldes a su ámbito administrativo,
pues al presentar su nombramiento en Guadalajara ante la audiencia, era un comerciante quien respaldaba
mediante una fianza a la nueva autoridad.
Estos lazos aparecen con claridad en las minas y hacienda agropecuaria de San Nicolás de Pánuco, ver al respecto
“Don Francisco del Valle, residente de esta ciudad de Durango denunciando una mina”, BPEJ, Ramo Civil, 3712-478, 16 fs, Tierras de San Nicolás de Pánuco, AHJ, Ramo Tierras y Aguas, Libro 38, Biblioteca Pública del
Estado de Jalisco-Archivo de la Real Audiencia de Guadalajara (BPEJ-ARAG), Ramo Civil, exp. 22, y AHGES,
Ramo Tierras, exp. 40.
9
“Tierras de Lo de Zabala”, AHJ, Ramo Tierras y Aguas, Libro 14, exp. 41.
10
Ver por ejemplo “Tierras de Lo de Zabala”, “Tierras de los Mimbres”, AHJ, Ramo Tierras y Aguas, Libro
37-1º, exp. 9 y “Hacienda de Piaxtla”, Ramo Tierras y Aguas, Libro 10, exp.80-bis.
11
Ver al respecto el título citado del puesto de Lo de Zavala, realizado por Cevallos que fue invalidado por
don Prudencio Antonio Palacios, juez privativo en Guadalajara, “Tierras de Lo de Zabala”, AHJ, Ramo
Tierras y Aguas, Libro 14, exp. 41, fs. 354-341.
63
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
1721 y fue otorgado por don Antonio Orrantia Santa Coloma, “juez
subdelegado superintendente de Nueva Vizcaya”.12
En adelante tenemos dos instancias donde se realizaron los trámites: el
juzgado privativo de tierras de la Nueva Galicia, en Guadalajara y la gobernación
de Sonora y Sinaloa, cuya sede estuvo sucesivamente en la villa de San Felipe y
Santiago, de Sina-loa y en los presidios de San Pedro de la Conquista y San Miguel
13
de Horcasitas, de la provincia de Sonora. Hasta antes de la real cédula de 1754
ambas instancias tuvieron la facultad de expedir mercedes de composición de
tierras, sin embargo, durante las tres últimas décadas de nuestro periodo de estudio
esta facultad se reservó al juzgado privativo de Guadalajara.
Los ritmos del proceso
El proceso por el cual los propietarios rurales legalizaron su situación fue largo.
Las características de la institución así lo permitieron, pues no se trataba de un
14
trámite definitivo, sino de diversas gestiones ante variadas instancias. Cabe
entonces pre-guntarnos ¿por qué se da la composición de tierras?, ¿cuáles son sus
móviles? y ¿por qué se presenta en una época determinada y no en otra?
.Como se ha referido, para el estudio de la dinámica de la institución se
deben destacar al menos los siguientes momentos: por un lado el año inicial del
trámite, que identificamos como el inicio del proceso legal y por otro el año de
merced, es decir, el momento culminante en que se obtiene la gracia en nombre
del monarca. Estos momentos son indicadores de la actitud de la autoridad
hispana en cuanto al ejercicio o no de la presión sobre los pobladores de las
alcaldías costeras para que entraran en composición.
12
13
14
Tierras de los Mimbres, AHJ, Ramo Tierras y Aguas, Libro 37-1º, exp. 9, fs. 95-108.
Sobre la gobernación, véase María Luisa Rodríguez-Sala, Los gobernadores de la provincia de Sonora y
Sinaloa, 1733-1771, Culiacán, UAS-UNAM, 2000.
Salvador Álvarez ha explicado cómo una de las características más importantes de los sistemas de
propiedad terri-torial en la América española fue que los títulos de tierras, incluidos los de composición,
rara vez eran definitivos, Álvarez, “Tendencias regionales de la propiedad territorial”, p. 145.
64
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
El año inicial
Por un lado el año inicial refiere al primer momento, el del encuentro de la
autoridad y el poblador, que pudo ser provocado por uno u otro. Ya fuera que el
juez de tierras publicara un edicto en la cabecera de la jurisdicción convocando a
todos los posee-dores de tierras para mostrar “los papeles, recaudos o providencias
15
por las cuales las disfrutan”, caso en el que el propietario rural actuaba de manera
obligada; o que el poblador quisiera obtener la seguridad jurídica de tierras
16
ocupadas sin previo título, o con él, al tratarse de demasías, caso en el que se
actuaba de manera voluntaria. Sin embargo, aun en este actuar “voluntario”, la
búsqueda de seguridad en la propiedad tenía también, en el fondo, la presión de que
llegado el momento un juez haría acto de presencia en la casa de la hacienda o
rancho y pediría los reales títulos y de que, en caso de no tenerlos, aun sin su
consentimiento, se iniciaría el procedimiento de la composición.
Si omitimos el primer intento dado por el oidor Palma y Meza entre 1691 y
1692, encontramos que el inicio de las composiciones de acuerdo a los
lineamientos expresados con la creación de la superintendencia general de
composiciones de tierras aconteció en la franja costera en 1695, tras la llegada a la
villa de San Miguel de Cu-liacán del juez don Juan de Arce y Truxillo. Se trataba
en primer lugar de establecer qué tierras eran susceptibles de ser denunciadas, de
modo que los primeros actos de este juez estuvieron encaminados a legitimar a los
pueblos de indios en la propiedad de aquellas tierras que tradicionalmente habían
utilizado como propias. Así, los títulos antiguos de algunos pueblos de indios son
de esta fecha, sin que muchos otros hubie-ran alcanzado ese beneficio.
Conviene destacar que este primer juez de tierras, además del sitio de ganado
mayor que “por razón de pueblo” correspondía a cada pueblo de indios, concedió
también en algunos casos predios de un sitio o mayores para sus tierras de cofradía,
que forman parte de las que anteriormente habían considerado como patrimonio
15
16
Véase por ejemplo “Títulos de composición de Las Trancas y Los Reyes”, AHGGES, Tierras, vol. 9, f. 90.
El primer caso es el más común. Para el caso de tierras excedentes se solicitaba la medida y
amojonamiento de las ya tituladas, así como de las que no lo estaban para las que se solicitaba nuevo
título. Véase por ejemplo “Título de composición de La Labor, El Palmarexo, Cocoyole, Talimán y La
Ramada”, en AHJ, Tierras y aguas, Libro 14, exp. 32.
65
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
común. Son fruto de su labor los títulos de merced de las tierras de Comoloto,
Navolato, Otameto, Bachimeto, Imala y Quilá, en la jurisdicción de la villa de
San Miguel de Culiacán, además de las de Tacuichamona y Abuya,
correspondientes al tenientazgo de Cosalá.
Los títulos expedidos por Arce y Truxillo significaron gran seguridad para
las comunidades beneficiadas, de tal forma que no es extraño el caso de Abuya,
cuyas autoridades todavía un siglo después, en 1791, en pleno conflicto
referente a su propiedad, recordaban el papel desempeñado por éste, el primer
juez de tierras de la provincia de Culiacán.17
A la par de la actividad realizada con las comunidades indígenas, su trabajo
también fue intenso con los pobladores hispanos. Con él se inició de forma
definitiva el proceso de composición de tierras en las alcaldías costeras. Una
actividad similar la desarrolló para el caso de El Rosario don Juan de la Houiela a
partir de 1697, sin embargo este juez no realizó trabajo con los pueblos de indios.
Como se ha referido, la actividad de los jueces de tierras continuó, aunque
con altibajos, a lo largo del siglo XVIII. En cuanto al año inicial, como se
muestra en la siguiente gráfica, las décadas de 1691-1700, 1711-1720, 17411750 y 1761-1770, son aquellas en las que hubo mayor presión por la autoridad
para iniciar las com-posiciones con un promedio cercano a las 40. Se trata de
los momentos de mayor actividad de los jueces de tierras.
Cada una de estas décadas está marcada por el trabajo de ciertos hombres en
particular. Se ha mencionado al oidor Palma y Meza, así como a los jueces Arce y
Truxillo y Juan de la Houiela. También es posible ubicar en la década de 1711-1720 a
don Luis Antonio Cevallos y Ortega, en el ámbito de la antigua provincia de
Chiametla, dependiente aún del gobernador de la Nueva Vizcaya. Los siguientes jueces
se ubican ya plenamente en el espacio de la Nueva Galicia, o de la gobernación de
Sonora y Sinaloa desde su establecimiento en 1732, quienes tuvieron entre sus
responsabilidades la composición de tierras, de tal forma que desde el primero, que fue
don Manuel Bernal de Huidobro (1733-1741) se tomaron las riendas de esta empresa.
Sin embargo fueron sus sucesores, don Agustín de Vildósola (1741-1748)
17
“José Joachin, alcalde de Abuya, por sí y los naturales de dicha comunidad, en el expediente de medidas
del puesto nombrado Ceuta en jurisdicción de Cosalá”, AHGES, Ramo Tierras, Vol. 11, fs. 13-13v.
66
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
y Diego Ortiz Parrilla (1749-1753), quienes se dedicaron con más insistencia a este
rubro. En el caso de Vildósola la responsabilidad se delegó en el juez don García Miguel Ordoñez y Bedoya, mientras que Ortiz Parrilla lo hizo en don Juan de la Vega.
En el capítulo inicial destacamos la importancia de la real instrucción de 15
de octubre de 1754. Sin embargo ésta no tuvo efectos inmediatos, pues fue hasta la
década siguiente en que se presentó un nuevo repunte en los trámites iniciados que
alcanzó los 40 (véase gráfica 2.1). Nos encontramos en pleno reformismo
borbónico y las contribuciones económicas de las composiciones de tierras
significan un ingre-so constante a las arcas reales. Fueron dos los hombres que
marcaron esta fase en la aplicación de la institución, en primer lugar el presidente
de la audiencia de Nueva Galicia don Francisco Galindo y Quiñónez, entre 1758 y
1773 en su carácter de juez privativo de tierras, y en segundo un hombre
igualmente comprometido con los intereses del monarca, don Joseph Álvarez, cuyo
nombramiento de subdelegado general para la gobernación de Sonora y Sinaloa
dado por Galindo significó para los propietarios rurales de la costa que aún no lo
habían hecho, simplemente, la hora de componer. La real instrucción de 1754 fue
todavía, en 1790, al finalizar nuestro periodo de estudio, el referente legal de la
18
autoridad para solicitar a los nuevos pro-pietarios legalizar su situación.
Gráfica 2.1
Unidades de composición (U.C.) según año inicial, 1691-1790
Hubo asimismo otros momentos en los que el proceso de composición referido a
los años de inicio de trámites pasó a un segundo plano, sin que signifique que se haya
interrumpido del todo, como ocurrió en los de 1721 a 1740 y de 1751 a 1760
18
“Títulos de composición de las tierras de Tabiraguato”, AHGES, Tierras, vol. 15, fs. 57-67v.
67
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
en que promedió catorce asentamientos por década. Sólo en la década inicial del siglo
XVIII hubo una baja brusca de trámites iniciados, sin embargo fue un problema generalizado, originado en el juzgado privativo de Guadalajara, debido a las acusaciones
contra el juez privativo sobre el destino impreciso de los ingresos por este ramo.
Por su parte, los veinte años posteriores a 1770 presentan una clara disminu-ción
de los trámites de composición iniciados. Con ello se muestra, por un lado la
efectividad de los jueces en obligar a los propietarios a iniciar sus procesos legales en
las décadas previas, en tanto que por el otro también es palpable la correspondencia
con la escasa instalación de nuevos asentamientos en lugares desocupados.
El año de merced
Otro de los parámetros que hemos considerado para la evaluación de las
composicio-nes lo encontramos al analizar los años en que cada asentamiento
recibió su título de merced. En contraste con el resultado encontrado a partir del
estudio del año inicial, encontramos aquí una mayor homogeneidad en el ritmo,
pues en las siete décadas que van de 1691 a 1760 el número de asentamientos que
obtuvieron su título de merced promedia los 20, con la excepción de la década
inicial del siglo que no tiene ninguno (véase la gráfica 2.2).
Gráfica 2.2
Unidades de composición según año merced, 1691-1790
También se puede observar un gran salto en la década de 1761-1770 en que se triplica
el promedio, para luego perfilarse una clara tendencia al fin del proceso. Se trata entonces
de dos fases de la institución con distintos ritmos. Al comparar ambas gráficas
68
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
encontramos que durante las primeras tres décadas de composiciones de tierras hay una
tendencia marcada para el inicio del trámite. Es cuando se realizan los registros, así
como las medidas de las tierras realengas, en tanto que la expedición de los títulos de
merced se ubica en torno al 50% de los trámites iniciados. Es el momento que he-mos
llamado del encauzamiento de las vías legales, en donde el juzgado privativo de tierras
de Guadalajara desplaza en este ramo a las autoridades de la Nueva Vizcaya.
Gráfica 2.3
Unidades de composición, comparación entre año inicial y año
merced 1691-1790
La década que inicia en 1720 marca un nuevo momento en la relación de ambas variables, pues el número de predios para los que se inició el trámite disminuyó
en torno a los diez, lo que permite que por primera vez haya un mayor número de
predios titulados que el de trámites iniciados. Las tres décadas siguientes muestran
una relación muy pareja en torno a los 20, salvo la de 1740 a 1750 donde el número
de predios que iniciaron el proceso alcanzó los 40.
Tenemos aquí, por un lado la instalación en 1731 del juez privativo de tierras, el oidor don Fernando de Urrutia, en el real de El Rosario, con motivo de
la comisión recibida por parte del virrey para la supervisión del desagüe de las
minas, así como la entrada en escena de los gobernadores de Sonora y Sinaloa,
una de cuyas responsabilidades fue, como hemos visto, la composición de
tierras. En particular, Agustín de Vildósola y su empeño de poner orden en la
propiedad rural de la nueva gobernación que encabezaba.
69
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Encontramos un tercer momento, que es el culminante del proceso de composición de tierras y que está marcado por la real cédula de 1754, cuyos efectos en
las alcaldías costeras se dejaron sentir en la década siguiente. Hay en éste un incremento en cuanto a los trámites iniciados que nuevamente se acerca a los cuarenta,
sin embargo, donde se percibe un gran salto es en los predios titulados con 59. Se
ha llegado a un límite, pues en adelante el número de trámites iniciados disminuyó
drásticamente, ubicándose por debajo de los cinco por década.
Como hemos dicho, la obtención de un título de merced no era fácil. De ahí los
resultados en comparación con el número de unidades que iniciaban el trámite en la
misma década. Sin embargo, paulatinamente los procesos se fueron equili-brando. En
la década de 1730 por ejemplo ya se podía obtener el título de merced en el mismo
territorio. Primero en El Rosario, cuando estuvo el juez subdelegado, y posteriormente
en la villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa, con los gobernadores.
Si recordamos la mecánica de la institución, después de realizado el registro y
la mensura, el juez de tierras remitía el trámite ante el juzgado privativo o el
goberna-dor. De hecho, en ocasiones él mismo recogía las diligencias para que el
poblador se apresurara a saldar su cuenta con el monarca, dándole para ello plazos
de tres o seis meses. Sin embargo, lo costoso del trámite impedía que se acudiera
inmediatamente a la autoridad y con el paso de los años, una nueva visita de un
juez de tierras se con-vertía en un gran problema para quien, habiendo pagado las
diligencias de mensura, carecía de ellas. De esta forma se le obligaba nuevamente a
realizar medidas. Esta situación convertía a los pobladores de menor capacidad
económica en potenciales vendedores de su derecho aún sin legalizar.
Desde principios del siglo XVIII encontramos casos de propietarios que, ante su
imposibilidad para sufragar el trámite, al estar en proceso de componer cedieron parte
de su tierra a algún familiar u otra persona para que hiciera frente a los costos, o que
simplemente cedieron todo su derecho. Así ocurrió en el caso de Lorenza Do-mínguez,
vecina del pueblo de Chiametla, quien cedió a Joseph de Villavicencio 23 cordeles que
representaban la mitad de las tierras de su propiedad.
19
Sin embargo, la tendencia más
fuerte apareció en el marco de los efectos de la real cédula de 1754 y,
19
“Títulos de merced a Lorenza Domínguez y Joseph de Villavicencio, 1714”, AHJ, Tierras y aguas, libro
10, exp. 116, fs. 218-220.
70
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
fundamentalmente, ante la presencia del juez Joseph Álvarez, quien, parece ser, estimulaba a los propietarios para adoptar esta salida. Entre 1764 y 1769 hubo cuatro casos
similares en los que el legítimo dueño cedió a otra persona parte de su pro-piedad. Se
trata de viudas pobres “cargadas de hijos”, o del “pobres hombres”, como Thadeo
Pérez, vecino de la jurisdicción de Badiraguato, quien al ser cuestionado por Álvarez
declaró que “…no ha podido de otra suerte proporcionarse a la composición de esta
tierra (del rancho de Yripa) que solicitando la habilitación de los medios ne-cesarios de
un compadre suyo que lo es don Justo de Sepúlveda, con la condición de darle en
recompensa la mitad de dicha tierra mercenada que sea”.
20
La composición representó para los pobladores solventes la oportunidad
para garantizar su derecho, hasta entonces endeble. Para otros, la mayoría, la
aplicación de la institución significó grandes costos en relación a su capacidad
económica. No obstante, el beneficio fue mayor, pues en adelante dejaron de
ser simples ocupantes de tierras realengas para ser dueños en propiedad
privada. Por ello no sólo los jueces buscaron culminar los procesos, sino
también los pobladores hicieron grandes es-fuerzos para legalizar su situación.
Hubo quienes cifraron su esperanza de cubrir bajos costos en una adecuada
gestión de parte de sus apoderados. Así, la pobreza, la “lejanía del país”, el “ser
21
tierra de misiones”, la amenaza de los piratas y la mala calidad del suelo se
convirtieron en los principales atenuantes y eran considerados al establecer el valor
fiscal de la propiedad. Otro de los argumentos a favor de los ocupantes del suelo
tenía que ver con el fomento del poblamiento del territorio, mismo que se convirtió
en nota re-currente al realizar la solicitud. Estos argumentos podrían aplicarse
sobre todo a los habitantes del litoral o las tierras altas, donde, como decía Galindo
parafraseando a la viuda María Candelaria González, dueña del rancho de Los
22
Tarumares “sólo el amor de ser suelo patrio le mueve a solicitar su mercenación”.
20
21
22
“Título de composición de Yripa”, 1769, AHJ, Tierras y Aguas, libro 38, exp. 34, fs. 17-21v. Los otros
casos son San Joseph del Chalate, AHJ, Tierras y Aguas, libro 38, exp. 28, fs. 238-246, y Tierras del
Carrizal, 1767, AHG-GES, Tierras, vol. 19, fs. 1-14v.
Recientemente hemos publicado un recuento sobre este tema en Gilberto López Castillo y María Isabel
Marín Tello, “Piratas en el Mar del Sur: El Rosario y Mazatlán. Estudio de caso en las costas del occidente
novohispano, siglo XVII”, en Gilberto López C., Luis Alfonso Grave Tirado y Víctor Joel Santos Ramírez
(coordinadores), De Las Labradas a Mazatlán. Historia y arqueología, pp. 21-36.
“Tierras de Los Tarumares”, AHJ, Tierras y Aguas, libro 38, fs. 39-46.
71
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Efectos de la real cédula de 1754: las confirmaciones
Se ha mencionado hasta ahora la importancia que para los propietarios rurales
tuvo la real cédula de 1754. Sin embargo poco sabemos de la presión ejercida
al nivel local entre los hombres y mujeres, pobladores y autoridades
participantes del proceso.
Los vasos comunicantes, si bien lentos, eran efectivos. Trece años después de su
promulgación, en 1767, don Julián de Arriaga, del Despacho Universal de Indias,
mandó poner un ultimátum a los propietarios rurales. Este consistió en declarar como
negligentes y con pérdida de los terrenos ocupados a quienes después de tres
requerimientos generales no hubiesen regularizado su situación mediante la obten-ción
de merced por vía de composición, así como la confirmación de sus tierras. Sólo en
caso de tratarse de propiedades con título anterior al siglo XVIII se les exoneraba de
nuevo trámite, con la salvedad de que pasaran a “anotarlos” al juzgado privativo de
23
Guadalajara. Eran los tiempos de Francisco Galindo y Quiñónez. Sin embargo, ¿cuál
era la situación en las alcaldías costeras?
Encontramos que hasta 1754 había al menos 114 asentamientos con título
de merced y el número de éstos para los que se había conseguido la
confirmación apenas alcanzaba los 20. Un rezago notable, en tanto que, de
acuerdo con la anti-güedad estimada de los asentamientos, había en la misma
fecha 215 (ver apéndice 2). Se trataba de un rubro que en la era de los borbones
no podía pasar desaper-cibido.
La real cédula de 1754 y los ordenamientos para hacerla cumplir fueron el
detonante, pues en los años siguientes, hasta 1790, el número acumulado de
asen-tamientos con título de merced alcanzó 217, mientras que al menos para
150 se realizó el trámite completo. A ello contribuyó no sólo el empeño de las
autoridades, sino también la oportunidad ofrecida de obtener merced por vía de
adjudicación, exonerando con ello la obligación de la confirmación.
23
“Lista formada de todos los posehedores de tierras comprehendidas en la jurisdicción del Señor San
Joseph de Copala, en virtud del superior despacho que consta por principio de las diligencias practicadas
en el asunto por el señor don Juan Antonio Cañedo, justicia mayor y capitán a guerra por S.M. (q.d.g.) de
dicha jurisdicción y sus tenientes particulares por sus respectivas jurisdicciones según que por sus
diligencias constará”, AHGES, Tierras, Vol. 68, fs. 1-20.
72
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Sólo conocemos los mecanismos por los que el ultimátum de don Julián de
Arriaga sobre la real cédula de 1754 fue aplicado en la alcaldía mayor de Copala.
Así, en 1768 el juez privativo don Francisco Galindo y Quiñónez expresó que
como ya se habían realizado los tres requerimientos generales (1755, 1762 y 1765),
había que elaborar la lista de los poseedores de cada jurisdicción que ofreciera un
24
estado de la situación. Si partimos del hecho de que las composiciones solo
brindan informa-ción sobre el momento de la merced y los años previos, el
expediente que nos ocupa nos ayuda a realizar una comparación entre los
resultados encontrados a partir de cada composición, de forma individual y el
conjunto reunido en su informe por las autoridades locales.
Se realizaron pues las listas para la alcaldía de Copala, dividida en su cabe-cera
(San Sebastián) y las jurisdicciones de San Francisco Xavier de Cavazán y San Ignacio.
Correspondió a don Juan Antonio Cañedo la ejecución del trámite, quien se auxilió de
sus tenientes don Tadeo Martínez Bernal y don Juan Luis de Elizalde, respectivamente.
La mecánica consistió en dar a conocer lo estipulado a los pobla-dores, solicitando su
presentación ante la autoridad correspondiente con los títulos respectivos legalizados.
El resultado brinda un primer punto de apoyo a nuestra investigación, pues el conjunto
de unidades de composición resultado de estas listas es muy similar al encontrado por
las composiciones en nuestro registro individual.
Así, encontramos por un lado que de acuerdo a los expedientes de
composición individuales había en 1768 al menos 47 unidades, mientras que en
la lista del mismo año aparecen 46, con la salvedad de que al confrontar ambas
fuentes y considerar las diferencias en los nombres resulta un global de 58
unidades de composición, por lo que se estima que en las fuentes individuales
hay, en este caso, al menos un subregis-tro en torno al 20%.
Se presentaron pues los pobladores ante la autoridad, destaca en primer
lugar que los dueños de las principales haciendas, ubicadas en los tenientazgos
de San Ignacio y Cavazán, como El Potrero, Piaxtla y La Labor tenían su
residencia en la misma villa de San Sebastián. Mientras que los demás vivían
en los ranchos de su propiedad o en San Ignacio o Cabazán.
24
“Lista formada de todos los posehedores de tierras comprehendidas en la jurisdicción del Señor San
Joseph de Copala”, f. 2.
73
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Como las listas se realizaron en agosto, tres meses después, el 15 de noviembre se
hizo un nuevo recuento, en el que restaban sólo 17 propietarios de culminar su proceso.
Finalmente el alcalde Cañedo cumplió su amenaza, y los declaró como ne-gligentes y
con su derecho perdido, al haber pasado el plazo de dos meses concedido para tal
efecto. Asimismo les fijó un nuevo plazo de cuarenta días para acudir ante el juez
privativo. En la lista final realizada un mes después sólo quedaban cuatro títulos de
obtener confirmación y todos los dueños declararon estar en espera de su llegada de
Guadalajara. ¿Se había cumplido? Aunque la respuesta es positiva, es significativo que
después de todo el proceso, el juez subdelegado, Joseph Álvarez nombrara un nuevo
juez de tierras de la alcaldía de Copala. Es decir, se reconocía que después del esfuerzo,
la materia de trabajo no terminaba.
En el capítulo siguiente buscamos explicar los diversos elementos que
tuvieron relación con el establecimiento de pobladores hispanos en las alcaldías
de nuestro interés, desde los años iniciales de la conquista. Se trata en primer
término de ana-lizar las características de la geografía física y de ver cómo
influyó para que hubiera un escaso número de nuevos pobladores. A
continuación mostramos las diferencias ocurridas en los procesos históricos de
las provincias de Chiametla y Culiacán que posibilitaron un distinto patrón de
poblamiento en sus territorios, para finalizar con un breve recorrido sobre la
evolución de las jurisdicciones, que culmina en la definición de las alcaldías
mayores de Maloya, El Rosario y Copala, en el caso de la antigua provincia de
Chiametla; y de Culiacán, con sus tenientazgos de Cosalá y Badiraguato.
74
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Segunda parte
Tendencias de poblamiento
75
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Capítulo III
Un lento proceso poblador
La ocupación del suelo como acto previo a la legitimación de la propiedad por parte de
la población hispana se presentó en las alcaldías costeras desde fechas tan tempra-nas
como 1531, luego de la sujeción de la sociedad nativa que logró Beltrán Nuño de
Guzmán y su ejército, y posteriormente en 1565, año en que Francisco de Ibarra realizó el repoblamiento de la antigua provincia de Chiametla. Con altibajos sobre todo en
el siglo XVI, el proceso continuó intermitente a lo largo del dominio hispano y se
acentuó en el último tercio del siglo XVII y primera mitad del XVIII. En este capítulo
se busca explicar cómo se presentó el proceso poblador hispano hasta antes del último
tercio del siglo XVII, que es el momento en que se consolida el establecimiento de
asentamientos rurales, un proceso tardío en relación a otras regiones novohispanas. Un
aspecto relevante a considerar previo al proceso poblador y de ocupación del suelo es el
de la geografía física, cuya comprensión es indispensable tratándose de temática histórica, y sobre todo al abordar un problema como el poblamiento, que ahora nos ocupa.
Un panorama poco alentador
A diferencia del clima templado que había en el altiplano central, en el Pacífico
norte los nuevos pobladores se encontraron con un cálido clima costeño. El
obispo de Gua-dalajara, don Alonso de la Mota y Escobar refirió en estos
términos el clima de la villa de San Miguel en su visita de 1605: “Es el temple
en gran manera cálido desde abril hasta octubre, aunque es seco; viven muy
sanos y con buen color los españoles nacidos y antiguos allí, pero a los recién
entrados es muy penoso y les hace mudar todos los cueros el primer año”.1
En general son las mismas características consignadas en 1778 por el alcalde
mayor de Copala Juan Ygnacio Mayol y Ballesteros en su jurisdicción, comprendida
1
Alonso de la Mota y Escobar, Descripción geográfica, p. 103.
77
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
por el real de Copala, las villas de San Sebastián y Cavazán y el pueblo de San
Ignacio de Piaxtla que era “caliente en mucho grado”, si bien sólo la villa de San
Sebastián era designada como seca, en contraste con la humedad de los otros
asentamientos. Como persona establecida en la zona, Mayol y Ballesteros destacó
la benignidad del clima para los españoles “nativos” de estos territorios, que se
convertía en “extraño” para los forasteros “por los indispensables fríos que se
acomete a su llegada o esta-da”. Sin embargo estos efectos en la salud eran
también comunes en la población ya establecida con motivo de “las entradas y
salidas de aguas”, es decir por los cambios de clima. Es importante destacar
asimismo el hecho de que el clima tendía a ser tem-plado sólo en las estribaciones
2
de la Sierra Madre Occidental, en alturas en torno a los 2,000 metros sobre el
nivel del mar, al límite oriental de las provincias (ver mapa 3.1).
Nos encontramos en general, un clima considerado caluroso cuyas
temperatu-ras en la actualidad alcanzan los 40º C como máxima, si bien con
menos rigor en las zonas altas, en donde se presenta como temperatura mínima
menos uno, con una media de 24º C.3
El relieve de las alcaldías costeras sinaloenses presenta dos rasgos característicos; por un lado, en la antigua provincia de Chiametla frente al mar, la llanura
alternada con pequeñas elevaciones, que tiende al ensanchamiento desde el puerto
de Mazatlán hacia el norte, y por otro las estribaciones de la Sierra Madre Occidental que, después de una amplia zona de transición de pequeñas colinas, alcanza los
1600 metros sobre el nivel medio del mar, donde inicia el bosque de pinos y
4
encinos, alcanzando alturas superiores a los 2,000 metros.
La forma de las alcaldías del rumbo oriente, donde se estableció el límite con la
Nueva Vizcaya, está marcada por una línea poco uniforme, sobre alturas que fluc-túan
entre los entre los 690 y los 2850 metros sobre el nivel del mar. En tanto el litoral
costero se extiende en línea casi recta de sureste a noroeste desde los 22º 30´
2
3
4
“Padrones de la alcaldía de Copala, por don Juan Ygnacio Mayol y Ballesteros, justicia mayor, con intervención
de los respectivos curas párrocos”, Biblioteca Nacional de México, Fondo Reservado, Archivo Franciscano,
93/111, abril-julio de 1778, 55 fs. (en adelante BNM, FR-AF, y el número del expediente).
Héctor R. Olea, Ecología descriptiva de Sinaloa, México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística,
1975 (Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Tomo CCXXII abril-diciembre), p. 24.
José Adrián Beltrán Magallanes, “Bosque de quercus y pinus de Sinaloa”, en Juan Luis Cifuentes Lemus y José Gaxiola
López (editores), Atlas de los ecosistemas de Sinaloa, Culiacán, El Colegio de Sinaloa, 2003, pp. 297-302.
78
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
de latitud, pasando por el Trópico de Cáncer junto a la desembocadura del río de La
Ramada o Los Amoles (conocido actualmente como Quelite), al norte de Mazatlán,
hasta cerca de los 25º, ocho leguas al sur de la desembocadura del río Mocorito,
Mapa 3.1
Relieve e hidrografía.
Culiacán y Chiametla
79
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
donde se ubicó el límite entre la provincia de Culiacán y la de Sinaloa, que a su
vez era el límite entre la Nueva Galicia y la Nueva Vizcaya.
La zona costera fue la que tuvo un mayor poblamiento hasta antes de la llegada de Nuño de Guzmán, ya que los nativos encontraron ahí la oportunidad para
5
desarrollar la agricultura, así como la pesca y la explotación de las salinas . El
largo litoral fue después de la conquista el espacio preferido para la cría de ganado
mayor, con la salvedad de las limitaciones para la adquisición de agua dulce, que
sólo se obtenía de la llovediza, ya fuera mediante la construcción de tanques,
captándola en jagüeyes o mediante la construcción de norias. En el mapa 3.1
podemos ver las largas penínsulas de corta anchura, que permitieron asimismo la
cría de ganado mayor sin la necesidad de construir cercados para su resguardo, ya
que los dueños sabían que los animales que ahí tuvieran no corrían el riesgo de
perderse; tal es el caso de las penínsulas de Lucenilla, Quevedo y Palmito de la
6
Virgen (o de Iribe), así como la isla del Palmito de Verde.
7
Los mosquitos y jejenes fueron uno más de los motivos de que pocos pobladores hispanos se establecieran en estas zonas en contacto directo con el mar. De
manera que tanto la actividad pesquera como la recolección de sal, recayeron en la
población indígena ya fuera por iniciativa propia o mediante el sistema del repartimiento. De los mosquitos nos da su impresión don Domingo Lázaro de Arregui
cuando expresa que “son muy molestos y penosos, tanto que las tierras calientes, con
tener muchas incomodidades, ninguna tienen tan insufrible; y en parte los hay de
5
Ver de Luis Alfonso Grave, “La pesca y las salinas en el sur de Sinaloa”, en Gilberto L. Castillo, Luis
Alfonso Grave y V. Joel Santos R., De Las Labradas a Mazatlán. Historia y arqueología, pp. 217-237.
6
Los nombres de estos lugares datan del siglo XVII y en el caso de la propiedad de los Quevedo de principios del
XVIII. Es digna de destacar su permanencia hasta nuestros días, a pesar de los múltiples cambios de propietarios,
incluso anteriores a la independencia nacional. Ver Gilberto López Castillo, “El sistema de propiedad territorial y
los títulos comunales de San Pedro Comoloto, siglo XVIII”, en San Pedro, un pueblo en la historia. Historia.
Crónica. Testimonio Oral. Museografía. Tradiciones orales. en Víctor Hugo Aguilar Gaxiola y Rodolfo
Anguiano Valenzuela, Culiacán, UAS-PACMYC, 2007, pp. 93-105.
7
Este pueblo, conocido a fines del siglo XVII y principios del XVIII como Auchen fue despoblado y aún en
1762, ya convertido en estancia ganadera, se decía que “por el perjuicio de zancudo (mosquitos) y jején y
otros animales no es posible vivir en Auchen, por lo que no hay ahí casas”, e incluso que “sólo los brutos y
fieras lo habitaban en tiempo de aguas, por lo estéril que es en lo temporal de verano”. Testimonios de don
Joseph León Gómez Truxillo, denunciante de las tierras de Auchen, f. 19v., de don Joseph Álvarez, juez
subdelegado de medidas y de Pedro Joseph Flores, evaluador nombrado, fs. 78-78v. AHJ, Ramo Tierras y
Aguas, expediente 38-bis, “Título de merced del pueblo viejo de Auchen...”, fs. 59-89.
80
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
tres o cuatro géneros”. Del pueblo de “Sonauchen” en las cercanías de Chiametla,
8
Arregui refiere que “es el pueblo de más mosquitos que se sabe en estas costas”.
En el mismo mapa podemos ver que un rasgo característico en las cercanías de
Chiametla que presenta continuidad desde Acaponeta fue que en la zona de las
marismas y esteros había diversas lagunas. Según una descripción de principios
del siglo XIX éstas nacen “de la boca del mar que llaman de Teacapán, tienen
un cuarto de legua de circunferencia y comunican con el estero que llaman de
Auchen, que vacía en las lagunas de Palmillas”.9
Por otro lado, de acuerdo con Héctor R. Olea, las zonas altas del territorio
que nos ocupa son ramificaciones secundarias de la Sierra Madre,10 las cuales
alcanzan incluso el mar a la altura de Mazatlán con elevaciones de hasta 300
metros. Forman pequeñas “serranías” que mientras más se avanza al norte se
van alejando de la costa, de tal forma que la franja costera se ensancha,
ocupando a la altura de la villa de San Miguel de Culiacán la mitad del espacio.
Surgidos en la zona de los altos, “en la división de las aguas de la Sierra Ma11
dre”,
8
los múltiples ríos que atraviesan de noreste a suroeste nuestra zona de estudio
Descripción de Nueva Galicia, pp. 102 y 146.
9
Los nombres que refiere José de Tapia, autor del documento son “de los Zavalas, Mojarras, Melendres, Pochote y
Palmillas”, es decir, sólo cinco. Probablemente alguno de los nombres designe a más de una. “Informes remitidos
al intendente gobernador (de Arizpe) Alexo García Conde por los subdelegados de San Juan Bautista y Fuerte de
Montesclaros, Mazatlán, Hostimuri, Real de los Álamos, Tubac, Culiacán, San Agustín del Tucson, Altar,
Sinaloa, Rosario, Copala y Cosalá; arreglados dichos informes a las nueve divisiones del catálogo de noticias
enviado por el Real Tribunal del Consulado de comerciantes de Veracruz, para la geografía, para lo militar, para
la real hacienda, para lo mercantil, para la agricultura, para el pastoreo, para la industria y ocupaciones. En este
caso Informe co-rrespondiente a la subdelegación de El Rosario, 2 de noviembre de 1804, por José de Tapia,
Biblioteca Nacional de México, FR-AF, 36/819, fs. 51-53. En adelante estos informes serán identificados con la
leyenda “Informe de 1804” y la referencia a la subdelegación correspondiente. El estudio de los ecosistemas
costeros es reciente: ver por ejemplo “Los ecosistemas estuarinos del estado de Sinaloa”, en Cifuentes Lemus y
Gaxiola López (eds.), Atlas de los ecosistemas de Sinaloa, pp. 175-198.
10
Si bien su explicación refiere a la totalidad del actual estado de Sinaloa, no por ello deja de ser ilustrativo. La
explicación es la siguiente: El sistema orográfico del Estado de Sinaloa consiste en un eje montañoso que
asciende desde la extremidad austral, en Escuinapa y Rosario, penetra al Estado que sobre él tiene marcado el
límite con los Estados de Durango y Chihuahua, recibiendo en ellos el nombre de Sierra de Topia, Tepehuanes y
Tarahumara. En consecuencia el sistema orográfico del Estado es secundario, debido a que está formado por los
desprendi-mientos del sistema anterior, serranías de escasa elevación, desligadas en sus formación topográfica,
que forman los extensos valles y la planicie costera sinaloense. Olea, Ecología descriptiva..., p. 21. Véase sobre
este tema a Ángel Bassols Batalla, El Noroeste de México. Un estudio geográfico-económico, México, UNAMInstituto de Investigacio-nes Económicas, 1972, pp. 124-127.
11
La referencia aquí es para el nacimiento de los ríos “de la Villa” o Tamazula y Humaya, que al unirse en la villa de
81
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
fueron de gran relevancia para el establecimiento de grupos humanos desde la época prehispánica, pues permitieron en sus riberas el desarrollo de la agricultura (ver
mapa 3.1). Esta situación fue desde luego percibida por las autoridades, como
pode-mos apreciarlo en el citado Mota y Escobar, quien observó que “este río de
Navito con todos los demás que arriba quedan dichos, hasta Chiametla
inclusivamente, son muy grandes y caudalosos, por que como han corrido muy
largas tierras y sorbido todos los arroyos menudos vienen muy poderosos a entrar
12
en su común sepultura de la mar”. Los otros ríos a que se había referido son el de
Chiametla y Elota (o Río de la Sal); éste último fue el que marcó el límite de la
provincia de Culiacán hacia el sur. En las cercanías de sus desembocaduras se
explotaban las salinas que se formaban en los esteros. Faltan de mencionar el río de
Las Cañas, de escaso caudal, que marcó el límite meridional con la provincia de
Acaponeta, es decir con Nueva Galicia; y los ríos de Mazatlán y la Ramada,
además de los de Piaxtla y Culiacán, de los más caudalosos.
Como queda dicho, estas corrientes fluviales permitieron el desarrollo de la
agricultura ribereña, sobre todo en las zonas de los valles, pues ya que su escasa elevación ofrecía a la población ahí asentada amplias llanuras inundables en la época de
lluvias, que era de mediados del mes de junio a octubre, si bien en los valles ini-cia
hasta julio.
13
Un fenómeno meteorológico característico en general del Océano
Pacífico son las tormentas tropicales y huracanes, que usualmente se presentan en los
meses de septiembre y octubre cuyos fuertes vientos acompañados de lluvias torrenciales causaban graves inconvenientes al poblamiento de la costa. Había también
lluvias en los meses de diciembre y enero, llamadas “aguas nieves” o “equipatas”, cuya
duración podía prolongarse por varios días. Sin embargo, el corto periodo de lluvias y
la falta de represas que mantuvieran el agua almacenada, hacía rigurosa la sequía que
afectaban la cría de ganado por los meses de mayo y junio, y ante la falta de agua los
pastos escaseaban e incluso las norias y pequeñas lagunas se secaban.
San Miguel forman el río Culiacán, si bien puede hacerse extensivo a los otros con excepción de los de
Los Amoles y Las Cañas, “Informe de la subdelegación de Culiacán, 1804”, por Ambrosio Ramón de
Ortiz, BNM, FR-AF, 36/819, f. 23.
12
13
Mota y Escobar, Descripción geográfica de los reinos de Nueva Galicia, p. 93.
Véase al respecto el testimonio de don Ygnacio Mayol y Ballesteros referente específicamente a la villa de
San Francisco Xavier de Cavazán ubicada al pie de la sierra, en los padrones de la alcaldía de Copala,
BNM, FR-AF, 93-111, f. 42.
82
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
El entorno físico de las alcaldías así como su clima representaron un factor
que influyó negativamente en el proceso de poblamiento hispano. Sin embargo las
perspectivas de riqueza minera y posteriormente la ganadería y la agricultura,
fueron los incentivos de atracción de los nuevos pobladores, cuya actividad junto a
la de los antiguos pueblos de indios fue modelando el paisaje rural con campos
sembrados y estancias de ganado mayor diseminadas por el territorio.
La provincia de Culiacán, frontera del poblamiento hispano
Después de su paso por Michoacán en 1530, el ejército de Nuño de Guzmán logró
integrar al dominio de la monarquía un amplio espacio que por la costa llegó hasta
el área de Aztatlán, que comprendía, precisamente los territorios de Aztatlán, Chiametla y Culiacán, es decir, la frontera prehispánica mesoamericana en la costa del
14
Pacífico. Fue éste, asimismo, el extremo septentrional de la jurisdicción de la
15
Nueva Galicia, creada por el conquistador (Ver mapa 3.2).
En el caso de las provincias prehispánicas de Chiametla y Culiacán, habitadas
respectivamente por los grupos indígenas totorame y tahue su tecnología agrícola
les permitió el cultivo aun de las tierras menos productivas hasta alcanzar la
población más numerosa y densa en la costa del Pacífico norte al momento del
contacto con la población hispana; 210,000 habitantes en Chiametla y 200,000 en
16
Culiacán. Los asentamientos estables por parte de la población hispana en el
territorio de la provincia prehispánica de Sinaloa se presentaron hasta después de
1591, año en que inicia la labor misionera de los jesuitas, si bien posteriormente
17
fueron respaldados por un sistema de presidios.
14
15
16
17
Véase Carl Sauer, Aztatlán, México, Siglo Veintiuno Editores-Fundación Ignacio Bórquez Zazueta A.C.,
1998, pp. 1-94. El texto es una compilación de varios artículos cuya edición original en inglés data de
1932, 1933 y 1935.
Ver Luis Alfonso Grave Tirado, “… y hay tantas ciénagas que no se podía andar…” El sur de Sinaloa y el norte
de Nayarit. Una región a lo largo del tiempo, México, INAH, 2012 y de Jaime Olveda Legazpi, La costa de la
Nueva Galicia. Conquista y colonización, Zapopan, El Colegio de Jalisco, 2011, pp. 155-170.
Sauer, Aztatlán, pp. 199-212 y Peter Gerhard, La frontera norte de la Nueva España, México, UNAM,
edición en español corregida 1996, p. 310. De acuerdo con este último autor, Culiacán mismo era un
centro ceremonial de proporciones urbanas, p. 318.
El establecimiento de las misiones ha sido analizado por diversos investigadores; una muy amplia bibliografía se
encuentra en Ortega, Un ensayo de historia regional, pp. 232-244. Aunque hubo desde 1564 intentos por
83
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Mapa 3.2
Provincias de Culiacán y
Chiametla, 1531-1535
Francisco de Ibarra de establecer un poblamiento duradero en la provincia de Sinaloa, las fundaciones realizadas
carecieron de solidez, pues no se logró dominar permanentemente a los grupos indígenas ahí asentados. La crónica de esta
fase del poblamiento al norte del río Mocorito se encuentra en Antonio Nakayama, (ed.), La conquista de Sinaloa. La
relación de Antonio Ruiz, Culiacán, Colegio de Bachilleres del Estado de Sinaloa-Centro de Estudios Históricos del
Noroeste A.C., “Colección de documentos para la historia de Sinaloa, 1992, 5”. Antonio Ruiz, autor del documento en la
última década del siglo XVI, se desempeñó como alcalde mayor de Sinaloa hasta la llegada en 1599 de Diego Martínez de
Hurdaide capitán del presidio de la villa, quien lo sustituyó en el cargo. También Gilberto López Castillo, “Orígenes del
poblamiento hispano del antiguo Fuerte de Montesclaros” en
84
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Los años iniciales de la villa de San Miguel de Culiacán, cabecera de la
provin-cia, fueron de grandes dificultades, sobre todo porque algunos de sus
vecinos dirigi-dos por el alcalde mayor Diego de Proaño se dedicaron a la cacería
de indígenas para venderlos como esclavos. Esto propició un clima de inquietud
18
que puso en peligro la permanencia del asentamiento. Por su ubicación
estratégica esta villa fue el punto de avanzada del poblamiento hispano en la costa
noroccidental. De ahí partieron las expediciones de exploración de los territorios
allende los ríos Mocorito y Sinaloa, destacando las encabezadas por Fray Marcos
de Niza (1539), por el gobernador de Nueva Galicia Francisco Vázquez de
19
Coronado (1540) y posteriormente la de Fran-cisco de Ibarra (1564).
Para mediados del siglo XVI, contamos con la información que sobre los pue-blos
de la provincia de Culiacán se consignan en la Suma de visitas de Nueva España (Ca.
20
1548-1550), editada por Francisco del Paso y Troncoso. De acuerdo con este
documento, la provincia era asiento de una población indígena densa, sobre todo en las
márgenes de los ríos Elota, San Lorenzo y Culiacán. Esta población se encontraba
dividida en 31 encomiendas y en siete corregimientos correspondientes a 51 pueblos
cabeceras y 127 pueblos sujetos, estancias y “estanzuelas”, con algunos barrios. Los
pueblos de Cogota y Bayla localizados al norte del río Elota recién habían pasado a ser
21
corregimientos por haber matado los indios a sus antiguos encomenderos.
.La mayoría de los encomenderos consignados en la Suma formó parte del gru-po
original de pobladores de la villa de San Miguel de Culiacán, o bien de sus descendientes.
22
El tributo que recibían de los indios consistía en maíz, frijol, pescado,
Gilberto López Castillo et. al., El Patrimonio histórico y arqueológico del antiguo Fuerte de
Montesclaros, México, INAH, 2009, pp. 107-125.
18
19
20
21
22
De hecho en 1539 hubo una insurrección encabezada por el cacique Ayapín, la cual sólo pudo ser controlada gracias a la
oportuna llegada a San Miguel de Culiacán del gobernador de Nueva Galicia Francisco Vázquez de Coronado.
Ver Olveda Legazpi, La costa de la Nueva Galicia, pp. 280-284 y María Luisa Rodríguez-Sala, María
Eugenia Cué e Ignacio Gómezgil, Navegantes, exploradores y misioneros en el Septentrión Novohispano,
siglo XVI, México, CONACULTA-Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM, 1993, pp. 89-117.
Francisco del Paso y Troncoso, Papeles de Nueva España, Tomo I, Suma de visitas de pueblos por orden
alfabético (manuscrito 2800 de la Biblioteca Nacional de Madrid, anónimo de la mitad del siglo XVI),
Madrid, Impresores de la Real Casa, 1905, 332 pp.
Sobre los corregimientos de Bayla y Cogota, ver Paso y Troncoso, Suma de visitas de pueblos, pp. 97 y
295 (cédulas 212 y 789, respectivamente).
Cfr. con José López-Portillo y Weber, La conquista de la Nueva Galicia, UDG-INAH, sin lugar y sin fecha, pp.
85
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
ostiones y mantas de algodón. Daban también servicio personal en las casas y
estan-cias ganaderas de los habitantes de la villa, así como en las minas, ubicadas
en la zona de los altos. Asimismo, los frutos de la agricultura indígena ayudaban a
satisfacer la demanda de alimentos para los trabajadores de las minas.
Si bien se percibe una sociedad hispana e indígena en gran parte estable,
había reductos en los que el dominio hispano aún no se consolidaba, como en
el río Elota y en las tierras altas al oriente de la villa, donde se consignan indios
de guerra y otros que “no están bien de paz, no tienen policía, ni quieren
23
servir”; así como al noroes-te de la desembocadura del río Culiacán, espacio
habitado por los indios achires que “nunca han servido, por que la más gente es
huydiza, andan con sus vergüenças de fuera y han estado de guerra”.24
Un relativo progreso económico permitió al alcalde mayor de San Miguel de
Culiacán, don Pedro de Tovar, ofrecer ayuda en 1564 a Francisco de Ibarra en su
paso por la provincia hacia Sinaloa y posteriormente hacia Chiametla, tanto en alimentos como en bienes necesarios para las campañas militares; una ayuda no
desin-teresada, pues con ello se consolidaría la seguridad, frecuentemente
amenazada en esta sociedad, hasta entonces frontera del poblamiento hispano en la
25
costa septen-trional. Un fruto de la campaña de Ibarra fue el establecimiento del
límite entre Culiacán y Chiametla en el río Elota, si bien en la desembocadura la
provincia de Culiacán dominaba ambos márgenes (ver mapa 3.3).
Cabe decir que Culiacán fue el único lugar de las alcaldías del noroeste donde se
estableció y perduró el sistema de las encomiendas, sin embargo al finalizar el siglo
XVI, éstas se caracterizaban por su pobreza, dado el bajo número de indios con que
contaban.
26
A pesar de las insurrecciones el poblamiento hispano de la villa
361-362, quien presenta una lista de pobladores originales.
23
24
25
26
Paso y Troncoso, Suma de visitas de pueblos, p. 48 (cédula 81), pueblos de Apoma y Apaminbo.
Paso y Troncoso, Suma de visitas de pueblos, p. 17 (cédula 387), pueblo de Mayaguato.
De acuerdo con Lloyd Mecham y como se ha mencionado, la hostilidad de los indígenas que habitaban las
tierras fuera del dominio de la villa de San Miguel, se debió al régimen de violencia implantado por Nuño
de Guzmán, que fue continuado por sus subordinados, lo que dejó en los nativos una “herencia de odio y
un agudo deseo de venganza”. Lloyd Mecham, J. Francisco de Ibarra and Nueva Vizcaya, Durkham,
North Carolina, Duke University Press, 1927, p. 136.
Véase al respecto de Rodrigo de Ojeda, Relación de Culiacán, México, Editor Vargas Rea, 1952, (encontrada por
Francisco del Paso y Troncoso, elaborada en 1582), Colección “Relaciones de los pueblos del nuevo reyno de
Galicia, Nº. 6” y Marisela Castro, La encomienda en la provincia de Culiacán, siglo XVI, Culiacán, México,
86
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Mapa 3.3
Provincias de Culiacán y
Chiametla, 1565-1585
de San Miguel se mantuvo firme, si bien estuvo integrado por un escaso
número de personas.
UAS-Maestría en Historia Regional, tesis de grado, 1987. También se repartieron encomiendas en la Villa
del Espíritu Santo (véase párrafos ss.), así como en la provincia de Sinaloa después de la campaña de 1564
realizada por Francisco de Ibarra, sin embargo éstas no tuvieron permanencia.
87
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
La antigua provincia de Chiametla
Entre Culiacán y Chiametla hubo diferencias notables en cuanto a procesos históricos, pues mientras que la primera tuvo un poblamiento español escaso, pero
constante a lo largo del siglo XVI, la segunda mostró dos ciclos de poblamien-todespoblamiento. El primero entre 1531-1535, que es el periodo comprendido desde
la fundación de la villa del Espíritu Santo a la gran epidemia de los indígenas y el
segundo entre 1565-1585, que va del repoblamiento por las tropas de Francis-co de
Ibarra, a una nueva rebelión indígena.
Por orden de Guzmán en 1531 el alcalde mayor de Chiametla, capitán Cristóbal de Barrios, fundó en la provincia la villa del Espíritu Santo a orillas del río de
Chiametla, nombró regidores para conformar un ayuntamiento y repartió los
pueblos de indios en encomienda a los vecinos. Mientras que Culiacán gozaba de
modesta prosperidad, la villa del Espíritu Santo, único asentamiento de españoles
en Chiametla, fue abandonada en 1535, poco después de que Nuño regresara al sur.
Diversas causas influyeron; John H. Parry ha mencionado el clima insalubre, la
pobreza de las encomiendas, la hostilidad de los nativos y las noticias de las minas
de oro en el Perú. Por otra parte, Sergio Ortega ha puntualizado sobre una gran
epidemia ese año y una rebelión de los indígenas, además de una inmigración de
indios xixímes provenientes de la sierra. El despoblamiento hispano fue la premisa
que marcó un posterior cambio de jurisdicción, de Nueva Galicia a Nueva Vizcaya
27
(Cfr. mapas 3.2 y 3.3).
A los ojos de los españoles, Chiametla tenía una gran importancia estratégica, al
encontrarse en el camino costero utilizado por los expedicionarios en la búsqueda de
las legendarias Siete Ciudades, mismo que Sauer ha denominado “el camino a
Cíbola”.
28
Sobre todo, su ubicación permitiría que la villa de San Miguel de Cu-liacán,
que permanecía bajo el poder de la audiencia de Nueva Galicia, pudiese comunicarse
hacia Compostela, a través de una cadena constante de asentamientos.
27
28
John Parry, La audiencia de Nueva Galicia en el siglo XVI, estudio sobre el gobierno colonial, Zamora, El
Colegio de Michoacán, 1993, pp. 137-138 y Ortega, Un ensayo de historia regional, p. 42. Por otra parte,
Salvador Álvarez coincide con Sergio Ortega, en cuanto a la importancia de la gran epidemia de 1535 y de
la rebelión que le siguió. Alvarez, Salvador, “El indio y la sociedad colonial norteña…”, pp. 68-80.
Sauer, The Road to Cíbola, University of California Press, Berkeley, 1932 y Parry, La audiencia de Nueva
Galicia, pp. 54 y 131.
88
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
La tentativa más importante para realizar el repoblamiento de Chiametla
co-rrespondió al licenciado Pedro Morones, quien en 1556 fue comisionado por
el Consejo de Indias para el cargo de oidor alcalde mayor en Compostela. Sin
embargo todavía en 1562, ahora con el carácter de presidente de la audiencia,
Morones trató sin éxito de conseguir un donativo de las arcas reales para este
propósito. Su proble-ma era que para tal empresa, la condición del rey era que
precisamente no se hicieran gastos a expensas del real tesoro. Sin los medios
necesarios, pasó el tiempo y el oidor murió sin hacer nada.29
Correspondió a Francisco de Ibarra, gobernador de la recién establecida
Nue-va Vizcaya, realizar el repoblamiento en 1565, cuando tras el
sometimiento de los naturales fundó la villa de San Sebastián. Pasaron estos
territorios a formar parte de Nueva Vizcaya, aunque fue hasta 1567 que se le
reconoció la nueva jurisdicción (ver mapa 3.3).30
Es conocido el papel fundamental desempeñado por Ibarra como promotor de la
economía en la antigua provincia de Chiametla, sobre todo de la actividad minera, cuya
bonanza se convirtió en el principal incentivo para el poblamiento hispano al atraer una
corriente de inmigración hacia la provincia proveniente de Nueva Galicia, Zacatecas,
Culiacán y el altiplano de Nueva Vizcaya. De acuerdo con los cálculos de Salvador
Álvarez, en un par de décadas la provincia alcanzó una producción de hasta un tercio
de lo que por las mismas fechas se obtenía en Zacatecas. Esta bonanza
29
30
Chevalier, La formación de los latifundios en México, pp. 73-74 y Parry, La audiencia de Nueva Galicia, p. 131.
De este año data una cédula del marqués de Falces, otorgándole el pleno dominio a la Nueva Vizcaya de la provincia de
Chiametla y declarando caducos los derechos adquiridos por el difunto Morones, Alvarez, El indio y la sociedad colonial
norteña, pp. 78-80. Este documento se encuentra publicado en Mecham, Francisco de Ibarra and Nueva Viz-caya, p. 150.
Por su parte Guillermo Porras Muñoz considera como determinante en este sentido el año de 1574, por datar de entonces
la confirmación que hace Felipe II a Ibarra del título de gobernador de Nueva Vizcaya, que incluyó Copala y Chiametla,
Guillermo Porras Muñoz, Iglesia y Estado en Nueva Vizcaya (1562-1821), México, UNAM, Instituto de Investigaciones
Jurídicas, 1980, p. 15. Por otro lado, encontramos que una de los asuntos recurrentes en los cuestionarios remitidos al
cosmógrafo real Juan de Ovando por el oidor de la audiencia de Nueva Galicia Miguel de Contreras y Guevara, fue
precisamente lo tensas que se habían puesto las relaciones entre la audiencia y el gober-nador de Nueva Vizcaya, con
motivo de la anexión hecha por Ibarra de la antigua provincia de Chiametla, Rafael Diego Fernández de Sotelo, La
primigenia audiencia de la Nueva Galicia 1548-1572, respuesta al cuestionario de Juan de Ovando por el oidor Miguel
Contreras y Guevara, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1994. Lo cierto es que desde que Francisco de Ibarra tomó
posesión de la antigua provincia de Chiametla, la audiencia de Nueva Galicia perdió en la práctica lo que en derecho le
había correspondido, ya que no pudo dar marcha atrás a la nueva situación. Por lo demás, el gobernador de Nueva
Vizcaya logró poblar y pacificar la provincia precisamente con la condición que le había sido impuesta al oidor Morones,
es decir, sin utilizar para ello fondos del real erario.
89
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
minera hizo que en 1579 se instalara en San Sebastián una real caja, la cual
entró en funcionamiento al año siguiente.31
Sin embargo, de acuerdo con el mismo autor, la economía minera de la
provin-cia se sustentó en la fuerza de trabajo indígena, cuya resistencia llegó a
un límite en 1585, año en que se presentó otro levantamiento de los naturales
que continuó hasta 1588. De nuevo el despoblamiento español fue casi total,
32
pues las minas dejaron de explotarse y la real caja se trasladó a Durango.
Después de poco más de medio siglo el ciclo se había repetido. No obstante,
cuando la tierra volvió a la calma se inició un nuevo proceso de repoblamiento que,
aunque lento, tuvo una mayor consistencia, pues se sustentó en la actividad agropecuaria, que se desarrolló incluso antes del mayor descubrimiento minero de la
zona, que fue el real de Nuestra Señora de El Rosario, en 1655.
La crisis demográfica indígena y el proceso poblador hispano
Tanto Culiacán como Chiametla presenciaron una vertiginosa disminución de la
población indígena desde los años del contacto con la población hispana, la cual
continuó aunque de forma menos pronunciada hasta principiar el siglo XVIII.
Peter Gerhard estimó para mediados del XVI unas 25,000 personas en la
provincia de Culiacán (15,000 en la planicie costera y 10,000 en las montañas),
mientras que para 1570 sólo quedaban 2,000 “indios de paz”.33 En la provincia
de Chiametla para 1572 calculó solamente 2,000 indígenas “los más de ellos de
guerra”. Estas cifras han llevado a Sergio Ortega a considerar que el más
importante de los acontecimientos ocurridos después de la conquista en el
noroeste novohispano fue el “exterminio” de tahues y totorames,34 lo que no
ocurrió de forma absoluta, como veremos sobre todo en el caso de los tahues.
No es de extrañar el testimonio del clérigo Domingo Lázaro de Arregui, vecino
de Tepic, autor de la Descripción de la Nueva Galicia, quien hacia 1621 afirmó que
31
32
33
34
Álvarez, El indio y la sociedad colonial norteña, pp. 89-93.
Álvarez, El indio y la sociedad colonial norteña, pp. 94-95.
Gerhard, La frontera norte de la Nueva España, pp. 316 y 323.
Ortega, Un ensayo de historia regional, p. 48.
90
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
en la costa de Nueva Vizcaya había menos habitantes de los que por los
nombres de los asentamientos se podría suponer.35 Y es que el número de
pobladores indígenas se ubicaba en un nivel muy bajo: 2,280 en Chiametla
hacia 1624, sin contar los habitantes de los altos, cuyo número se desconoce.
36
En Culiacán sólo habría 1,536 cabezas de familia.
Los datos disponibles para la cuantificación de la población hispana en estas alcaldías costeras son también discontinuos y vagos. En el caso de la villa de San Miguel
37
al momento de la fundación hubo 100 vecinos, de los que un número considerable
optó por retirarse en los años posteriores ante la inseguridad de la provincia y la pobreza de las encomiendas. La Suma de visitas consigna que hacia 1548 había 27 vecinos (encomenderos), en tanto que para 1605 contamos con el testimonio del obispo de
Guadalajara don Alonso de la Mota y Escobar, quien sólo encontró algo mas de treinta
vecinos españoles, de los que unos 4 o 5 eran hijos de conquistadores.
38
Testimonios que consideran el territorio de la antigua provincia de Chiametla
son presentados por Salvador Álvarez, quien obtuvo el número de mineros registrados entre 1582-1587, es decir los últimos años del segundo poblamiento hispano de
la provincia iniciado en 1565. En el mapa 3.3 podemos apreciar algunos de los
lugares que consigna, que son San Sebastián, Cacalotán, Charcas y Copala. Éste
autor encontró que el punto máximo de la producción minera llegó justo después de
que la población española había alcanzado su punto culminante: de 85 mineros en
1582 se pasó a 104 en 1584. Luego, en 1585 a pesar de que el total de mineros se
conservó, hubo un reacomodo en el cual San Sebastián y Copala crecieron a costa
de Cacalotán y Charcas. En 1587, pasados dos años del inicio del levantamiento indígena, hubo un acelerado proceso de despoblamiento el cual se reflejó en el
número de mineros registrados, que sólo fue de 13. Al año siguiente quedaban
39
solamente 10 vecinos en San Sebastián.
La recuperación en los años siguientes fue lenta. De acuerdo con el “Memorial y
relación que da a Su Majestad Francisco de Urdiñola, gobernador y capitán general
35
36
37
38
39
Arregui, Descripción de Nueva Galicia. pp. 146.
Gerhard, La frontera norte de la Nueva España, pp. 316 y 323.
Gerhard, La frontera norte de la Nueva España, p. 323.
Mota y Escobar, Descripción geográfica de los reinos de Nueva Galicia, p. 99.
Álvarez, El indio y la sociedad colonial norteña, p. 95.
91
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
de la Nueva Vizcaya, de todos los vecinos y moradores de ellas...” hacia 1604 había 10
40
vecinos en las minas de Copala, similar número en Maloya y 26 en San Sebas-tián.
41
Entre 1625 y 1645 las minas de Maloya se consideraron como despobladas. Un
incentivo para un nuevo repoblamiento de la zona (el tercero) fue la crea-ción de un
presidio militar en San Sebastián, que de acuerdo con Salvador Álvarez se convirtió en
el centro de la vida social en la provincia. Siguiendo al mismo autor sabemos que
Copala experimentó un cierto resurgimiento minero a finales de la década de 1630,
42
mientras que Charcas sólo se reabrió en forma en la segunda mitad del siglo. En
cuanto al pueblo de Chiametla sólo contamos con la información de Mota y Escobar,
quien encontró que además de los 40 indígenas, había “ocho o diez
españoles vecinos”.43
Como se puede apreciar, el número de habitantes corre en distintas direcciones.
Por un lado la población indígena de ambas provincias tiende a disminuir hasta niveles
ínfimos; y por otro la población hispana presenta altibajos; en la provincia de Culia-cán
su número disminuyó en los años siguientes a la conquista hasta mantener una relativa
estabilidad, mientras que en Chiametla se presentaron los dos ciclos de po-blamientodespoblamiento en forma total. Sin embargo ya en el siglo XVII se puede considerar
que sus procesos históricos se “emparejan” y ambos muestran una tenden-cia al
crecimiento demográfico hispano y a la disminución de la población nativa.
El testimonio de don Alonso de la Mota y Escobar
Los datos del obispo don Alonso de la Mota y Escobar, quien recorrió el área
en 1605 acompañado de sus criados y de dos compañías milicianas, son muy
impor-tantes. En ellos consta el despoblamiento indígena de que habían sido
objeto las costas, así como el lento proceso poblador hispano, con sus vaivenes
producto de la actividad minera.
40
41
42
43
Publicado en José Ignacio Gallegos, Historia de Durango 1563-1910, Torreón, Coahuila, BANAMEX, pp.
183-195. Cfr. con Luis Navarro García, Sonora y Sinaloa en el siglo XVII, Sevilla, Escuela de Estudios
Hispanoameri-canos, 1967, pp. 48-50.
Gerhard, La frontera de la Nueva España, p. 327.
Álvarez, El indio y la sociedad colonial norteña, p. 98.
Mota y Escobar, Descripción geográfica de los reinos de Nueva Galicia, p. 86.
92
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
En este sentido destaca los nombres de algunos de los primeros centros mineros
de la provincia de Culiacán: Las Vírgenes, San Hipólito y Las Vegas a once, quince y
veinte leguas de la villa de San Miguel. Estos asentamientos (probablemente “las
minas” a que constantemente se hace referencia en la Suma de visitas) fueron despoblados en 1602 debido a una rebelión de los indios acaxee, aunque ya en 1605 se
notaba nueva actividad de la población hispana, desplazándose en busca de metales
preciosos. La configuración de la provincia “de la villa de Culiacán al norte cuarenta
leguas” se debió precisamente al descubrimiento de minas en el valle de Carantapa:
Tienen la doctrina de este valle padres de la Compañía y hay grandes esperanzas que
han de ser ricas estas minas, con cuya codicia se irán poblando aquellos valles de
espa-ñoles, y los indios bárbaros se vendrán a la conversión y reconocimiento de la
ley evan-gélica, por que ya parece que se tenía determinado para la vocación de estos
pobres, y para llamarlos pueblo suyo que hasta ahora no lo eran...
44
Gran optimismo se desprende de las palabras del obispo al vislumbrar que los
grupos indígenas serranos, aun fuera del dominio hispano, entrarían a formar parte
de la iglesia; concede asimismo importancia primordial al descubrimiento de minas
en el proceso poblador. Sin embargo el testimonio de Arregui, dieciséis años más
tar-de, confirma el ciclo tantas veces repetido del despoblamiento de las minas; en
esta ocasión con motivo de haberse acabado los metales en Carantapa. Las minas
de San Ignacio, en sus cercanías, no corrieron con mejor suerte, pues fueron
45
despobladas en 1617 con motivo de la rebelión tepehuana.
Mota y Escobar es asimismo preciso cuando se refiere a la pobreza de la villa
de San Miguel, patentizando la conciencia del despoblamiento indígena: “Está muy
arruinada esta villa, así de casas como de vecinos. La causa de ésto es la muerte de
los indios, cuyo sudor hace ricos a los españoles y también por la gran distancia de
comercio que hay para ninguna parte que sea de cercanía”.
44
45
46
46
Mota y Escobar, Descripción geográfica de los reinos de Nueva Galicia, pp. 110 y 111.
Arregui, Descripción de la Nueva Galicia, pp. 148-149.
Mota y Escobar, Descripción geográfica de los reinos de Nueva Galicia, p. 104. La cuestión de la dificultad del
co-mercio por las largas distancias, la falta de caminos adecuados, los problemas de los múltiples ríos que bajan
de los altos y la carencia de un tráfico costero fue una constante en los testimonios de la época.
93
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Aprovechando la información precisa de tan agudo observador, de cuyo
tipo no se cuenta para el resto del siglo, retomaré su apreciación acerca de las
activi-dades económicas. Además de lo dicho para Culiacán, Mota y Escobar
refiere el decaimiento de la minería de la antigua provincia de Chiametla,
notorio por la miseria de los vecinos de la villa de San Sebastián y en la
pobreza de los minerales de Pánuco y Materoy.47
La pesca era una actividad muy importante en ambas provincias. En lo
que a Chiametla toca se encargaban de ella los indígenas del pueblo del mismo
nom-bre, quienes vendían el fruto de su trabajo a los vecinos españoles ahí
asentados.48 Éstos también se encargaban de comerciar con la sal producida en
los esteros, que era llevada a “muchas y diversas partes para el uso humano”.
Su importancia en la minería seguramente fue más notoria, pues para acarrearla
se utilizaban hasta mil mulas anualmente.49
En cuanto a la actividad ganadera, se ha destacado la importancia de los
hatos que acompañaron a los conquistadores y expedicionarios del siglo XVI,
pues éste se multiplicó con rapidez de forma natural.50 Con este inicio, la
actividad ganadera fue notable a mediados del siglo XVI. Sin embargo debido
a causas desconocidas, a principios del siglo siguiente había disminuido al
menos en Culiacán, donde los vecinos al igual que los naturales criaban
caballos, pues las vacas que antaño pro-liferaban ya no se criaban, lo mismo
que las ovejas —en opinión de Mota—, por el calor de la tierra. Avanzado el
siglo XVII nuevamente se desarrolló la ganadería bovina y mular.
Un testimonio que nos puede ayudar a comprender el papel de los los
asen-tamientos de milicianos en el proceso de poblamiento lo encontramos en
el mismo autor. Refiere cómo los antiguos soldados, destinados originalmente
a la defensa de la provincia de Chiametla, al no haber más enemigo, se dedican
a diversas activida-des como cualquier otro poblador,
47
48
49
50
No deja de ser extraño que durante el siglo XVII algunas referencias a este real lo mencionen como minas
de “Pánico”, incluso designando a principios de siglo una alcaldía.
En su clásica obra, Bakewell apunta cómo de Chiametla se llevaba a Zacatecas róbalo y camarón seco, Bakewell,
P.J., Minería y sociedad en el México colonial: Zacatecas, 1546-1700, México, F.C.E., 1976, p. 108.
Arregui, Descripción de la Nueva Galicia, pp. 146-147.
Mecham, Francisco de Ibarra and Nueva Vizcaya, p. 58.
94
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
tres leguas de esta villa (de San Sebastián) está un poblezuelo que llaman de los
Mula-tos, por que todos ellos lo son, procediendo de negros y de indias y serán
hasta veinte vecinos; su oficio es pescar, sembrar y vaquear y traen todos ellos
armas de lanza y arcabús, por causa de los muchos indios de guerra que en otro
tiempo había en esta comarca, y hanse quedado ahora en tiempo de la paz con
estas armas, aunque son gente pacífica y obediente a las justicias reales...
51
Los naturales de ambas provincias cultivaban maíz, calabaza, chile, frijol
y algodón, y complementaban su economía con la pesca, la venta de gallinas y
sal. Seguramente también pudieron disfrutar de más tierra para sus actividades
agríco-las, pues como veremos en el siguiente capítulo el número de pueblos
disminuyó notablemente. Además, participaban de la actividad económica de
los españoles mediante la institución del repartimiento de trabajo, que se
utilizaba para la reco-lección de sal y el trabajo de las minas.
Evolución de las jurisdicciones
A partir de las autoridades existentes en los distintos momentos es posible
acercarnos al conocimiento de las jurisdicciones que se formaron en el espacio
que cubre nues-tra investigación, hasta ahora insuficientemente conocidas.
Al revisar este tipo de información Luis Navarro ha mostrado cómo a principios
del siglo XVII en el territorio de la antigua provincia de Chiametla las alcaldías fueron
creadas y desaparecieron con la misma facilidad con que surgieron y terminaron las
51
Mota y Escobar, Descripción geográfica de los reinos de Nueva Galicia, p. 90. El obispo de Guadalajara
consigna también la existencia de un pueblo de indios llamado Mazatlán. Me parece muy probable que éste y el
de los mulatos se hayan unido, o que el de Mazatlán haya desaparecido y el “poblezuelo” haya tomado el nombre
de Mazatlán. Lo cierto es que en adelante no se tiene noticia de un pueblo de indios con este nombre. En cuanto al
de los Mulatos, su apariencia no debía ser la de un presidio formal, pues Mota no lo considera como tal, a pesar
de haber sido fundado en 1576 con una guarnición de 25 presidiales mulatos, Ortega, Un ensayo de historia
regional, p. 46. Un testimonio muy parecido lo encontramos en Chiametla, donde el capitán dirigía tanto a la
población hispana como a los indígenas en la pesca de camarones, Álvarez, Salvador, El indio y la sociedad
colonial norteña p. 99. En verdad fue hasta fines de siglo cuando los servicios de los milicianos se requirieron
nuevamente, con motivo de la presencia del enemigo inglés frente al puerto de Mazatlán: Gilberto López Castillo
y María Isabel Marín, “Piratas en el Mar del Sur. El Rosario y Mazatlán”, pp. 13-36.
95
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
52
bonanzas mineras. Por ejemplo entre 1614 y 1623 el gobernador de Nueva Vizcaya
proveía anualmente los puestos de alcalde mayor para las jurisdicciones de “Pueblo y
salinas de Chiametla”, “Minas de Pánuco, Copala y Charcas”, “Río y pueblo de
Piastla”, “Puerto y pueblo de San Juan de Mazatlán” y “Minas del real de Maloya,
Plomosas y Cacalotán”. Sin embargo en 1623 el gobernador, almirante Mateo de
Vesga, consciente de la dificultad para cubrir los salarios de estas alcaldías, decidió
unir la de Mazatlán con la de Maloya, Cacalotán y Plomosas, pues los vecinos “son
pobres y no pueden sustentar en tan corta jurisdicción dos alcaldías mayores”.
53
Después de medio siglo del que carecemos de este tipo de información, la
encontramos para el año de 1672. Había entonces dos autoridades en esta jurisdicción. En primer lugar un “alcalde mayor y teniente de capitán general de este real
(El Rosario) y sus fronteras”, cargo que ocupaba don Francisco García de
Dicastillo y Azcona, y en segundo lugar un alcalde mayor del “real de Copala y
provincia de Maloya” en el capitán Pedro de Yriarte. Según parece, la jurisdicción
del primero incluía Copala y Maloya, ya que además de alcalde mayor era
“teniente de capitán general”; destacando asimismo una misma autoridad para
Copala y Maloya, cuyo probable asiento era el real de Copala.
Para 1678 ya no se menciona algún “teniente de capitán general”, como seis años
antes, sino solo un par de alcaldes mayores y capitanes a guerra en los reales de Copala
(capitán don Simón de Padilla y Córdoba) y El Rosario (general don Francisco de la
Concha y Rebollar). Sobre la provincia de Maloya no hubo men-ción. Lo cierto es que
a lo largo del último tercio del siglo XVII, Maloya tuvo una menor importancia,
comparada a los reales de Copala y El Rosario, de tal forma que de nuevo en 1685
aparece supeditada, si bien ahora a El Rosario que por entonces ha desplazado a los
antiguos centros poblacionales de Copala y San Sebastián.
52
53
54
54
Navarro, Sonora y Sinaloa en el siglo XVII, pp. 71-73.
Archivo Histórico de Durango (AHD), exp. 82, casillero 27, Copias de los nombramientos de alcaldes de
la provincia de Nueva Vizcaya por los gobernadores Francisco de Urdiñola, Pedro de Carvajal, Gaspar de
Alvear y Mateo de Vesga, fs. 196-197.
“Residencia que se tomó a don Francisco López Portillo del tiempo que administró justicia en la provincia
de Ma-loya”. El nombramiento de la autoridad en El Rosario era de “alcalde mayor y capitán a guerra del
real y minas de Nuestra Señora del Rosario, con agregación de la provincia de Maloya”, Archivo Histórico
de Parral (en adelante AHP), Microfilm, año de 1685. El juez que le tomó la residencia fue precisamente
don Juan Bautista de Esparza y Bentemilla, alcalde mayor de El Rosario.
96
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Nuevamente en 1693, la jurisdicción de Maloya aparece como parte integrante
de la alcaldía mayor de Copala.55
Mapa 3.4
Jurisdicciones y asentamientos
hispanos en 1690*
55
“Título de alcalde mayor y capitán a guerra de Copala y Maloya a don Luis de Palma y Meza, Durango, 14
de mayo de 1693”, AHP, Rollo 271.
97
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Así, con variaciones a lo largo del siglo, encontramos que las jurisdicciones
que hubo entre 1614 y 1623 fueron perfilando las que quedaron al finalizar el siglo.
La del “pueblo y salinas de Chiametla” correspondió desde 1665 a la alcaldía de El
Rosario; la de las “minas de Copala, Pánuco y Charcas” a la alcaldía de Copala; la
del “río y pueblo de Piastla” al tenientazgo de San Ignacio de Piastla y la de las
“minas del real de Maloya, Cacalotán y Plomosas” a la alcaldía de Maloya. Por su
parte, el presidio de Mazatlán se integró a la alcaldía de Copala. Para los fines de
esta investi-gación se ha optado por considerar que desde 1690 existía el distrito de
Maloya, que pudo haber estado supeditado a Copala o El Rosario, pero que tenía
una identidad territorial propia (ver mapa 3.4).
En la jurisdicción de Culiacán los cambios fueron menos drásticos, debido a que
la villa de San Miguel fue permanentemente la sede de la alcaldía mayor. En cambio,
no fue sino hasta la segunda mitad del siglo XVII en que se consolidaron los distritos
mineros de Cosalá y Badiraguato, que adquirieron el rango de tenientazgos.
El asiento original de población hispana en Cosalá fue el real de Las
Vírgenes, surgido en la década de 1540. Si bien éste fue despoblado al principiar el
siglo XVII con motivo de las rebeliones acaxee-xixíme y tepehuana, fue hacia
1670 cuando consolidó su permanencia con el establecimiento de ranchos y
estancias ganaderas en sus contornos. En 1691, el real de Las Vírgenes de Cosalá
56
estaba ya considerado como un tenientazgo de la alcaldía de Culiacán.
El espacio que a fines del siglo XVII fue reconocido como tenientazgo de Badiraguato tuvo un desarrollo impreciso, ya que durante este siglo tanto las autoridades de la Nueva Vizcaya, como las de Nueva Galicia lo reivindicaron como propio.
De acuerdo con Luis Navarro, desde 1603 diversos pobladores provenientes de la
villa de San Miguel habían establecido un real en Vacapa, 20 leguas al oriente de
la villa de Sinaloa y 40 al norte de la de San Miguel, de tal forma que la audiencia
de Guadalajara mandó un teniente de alcalde mayor con el objetivo de tomar
57
posesión de los descubrimientos, nombrados Santiago Carantapa y San Juan.
Por su parte el gobernador de Nueva Vizcaya, Francisco de Urdiñola emprendió una campaña legal con el objetivo de recuperar para ese reino aquel territorio,
56
57
“Tierras pertenecientes al real de Las Vírgenes, jurisdicción de Cosalá, año de 1765”, AHGES, Ramo Tierras, vol. 8.
Navarro, Sonora y Sinaloa en el siglo XVII, pp. 22-23.
98
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
misma que fue atendida, pues conocemos que al menos desde 1614, se proveía el
cargo de alcalde mayor de las minas de Santiago de los Caballeros y San Ignacio
58
por parte de las autoridades de Durango. Si bien se desconoce qué autoridad
mantuvo el control posteriormente, es de suponerse que haya sido el gobernador de
Nueva Vizcaya, ya que todavía en 1695 se nombró desde Parral un “alcalde mayor
y capitán a guerra” para el “real y minas de Santiago de los Caballeros, Santa Cruz
de Strema-dura y San Ygnacio Carantapa”, que correspondió al capitán Ygnacio
59
Zavala Yra-mendi. Paulatinamente el pueblo y misión jesuita de Badiraguato se
convirtió en cabecera del tenientazgo del mismo nombre, plenamente integrado a la
jurisdicción de Culiacán (ver mapa 3.4).
Como hemos podido apreciar, el proceso de poblamiento y de conformación
de las alcaldías costeras fue lento, tuvo sus vaivenes, pero finalmente en la última
década del siglo XVII se había consolidado. En el siguiente capítulo nos
proponemos realizar un primer balance del proceso poblador, tomando como fuente
básica de información las composiciones de tierras.
58
Se pueden consultar al respecto las provisiones de capitán y alcalde mayor dadas por los gobernadores de Nueva
Vizcaya a Vernabé Perez (1614), Lucas Blanco (1616), Gerónimo de los Reyes (1619), Diego Clemente García
(1620), Pedro de Cárdenas (1622 y 1623) y Juan de Encinas (1624), en AHD, casillero 27, expedientes 81 y 82.
59
“Título de alcalde mayor y capitán a guerra del real y minas de Santiago de los Caballeros, Santa Cruz de
Stre-madura y San Ygnacio Carantapa en el capitán Ygnacio de Zavala Yramendi, Parral, 18 de noviembre
de 1695”, AHP, Rollo 271, fs. 134-135v.
99
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Capítulo IV
Un primer balance del poblamiento
En el presente capítulo buscamos realizar una aproximación del tipo de poblamiento
ocurrido en las alcaldías costeras objeto de investigación a lo largo del siglo XVII. Para
ello nos hemos propuesto mostrar las tendencias en cuanto a cuáles y qué tipo de
asentamientos rurales había en la zona de nuestro estudio a fines del siglo y cuál fue la
dinámica más general en la que aconteció su establecimiento. Se inicia el capí-tulo con
la revisión de tres expedientes que nos han permitido bosquejar la situación en los años
previos a 1691, año en que se dan los primeros pasos por parte de la burocracia
virreinal para realizar las composiciones en esos territorios. Un siguiente paso es el de
hacer una revisión del cambio ocurrido en los pueblos de indios a lo lar-go del siglo,
con motivo de mejorar nuestra comprensión del elemento humano en-contrado por los
pobladores hispanos, ya que un aspecto clave de esta investigación es demostrar que las
alcaldías costeras no fueron un territorio vacío, de tal forma que a partir de la ubicación
de los espacios ocupados por la población indígena podremos ofrecer nuestra propuesta
tocante al proceso poblador hispano.
Hacia un poblamiento duradero
Si los testimonios sobre el siglo XVII en general para las alcaldías costeras son vagos,
después del memorial de Urdiñola (1604), y de las descripciones de Mota y Escobar
(1605) y de Arregui (1621) carecemos hasta el momento de un conjunto documen-tal
que cubra el vacío de información que va desde la visita de Arregui a la del gobernador de Nueva Vizcaya, don Joseph García de Salcedo en 1672. Fue precisamente
durante estos años de disminución de la población indígena que paulatinamente los
pobladores hispanos encaminaron sus esfuerzos hacia la actividad agropecuaria. 1
1
Al referirse a la antigua provincia de Chiametla, Salvador Álvarez muestra su extrañeza al no haber obtenido
101
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Eran ya otros tiempos, pues la población indígena había sido finalmente
controlada; de tal forma que al amparo de los presidios de San Sebastián y
Mazatlán, nuevos pobladores pudieron asentarse sin mayores problemas de
seguridad, ni de disponibi-lidad de la tierra. Por lo demás, un futuro promisorio
se abrió tras el descubrimiento en 1655 de las minas de El Rosario junto al río
de Chiametla, en un lugar cercano a donde estuvo la villa del Espíritu Santo.
Para el caso del territorio de la antigua provincia de Chiametla se pueden ubicar dos focos que incentivaron el poblamiento hispano; por un lado los presidios de
San Sebastián y Mazatlán, y por el otro el real de minas de El Rosario. La
provincia de Culiacán, mientras tanto, continuó con una dinámica propia al estar
ubicada en el límite del área misionera a la cual abasteció inicialmente,2 y con el
surgimiento de reales de minas en la zona serrana de Badiraguato y Cosalá.3
A lo largo del siglo XVII es posible percibir un aumento de la población hispana, la cual se ubicó en los centros antiguos como las villas de San Sebastián y
San Miguel de Culiacán. El real de las Once Mil Vírgenes de Cosalá fue
despoblado al iniciar el siglo y no fue sino hasta el último tercio en que de nuevo
presentó un establecimiento permanente.4 También el presidio de Mazatlán
adquirió un nivel notable en cuanto al número de pobladores, así como el real de
minas de El Rosario, que además de los que ya estaban, paulatinamente vio surgir
en sus cercanías labores de maíz, ranchos y haciendas ganaderas. Fue en estos
lugares donde el proceso de poblamiento hispano adquirió fuerza y a partir de
donde se extendió a lugares menos atractivos.
información sobre haciendas o actividades agrícolas de los españoles. Por otra parte, en el informe
presentado por Urdiñola sólo se consignan tres estancias ganaderas en la provincia. Ello apoya sus
apreciaciones en el sentido de que la bonanza minera en Chiametla estuvo sustentada en el trabajo de la
población indígena, Álvarez, “El indio y la sociedad colonial norteña”, p. 16.
2
3
4
Miguel Othon de Mendizábal, La evolución del noroeste de México, México, Publicaciones del
Departamento de Estadística Nacional, 1930, p. 101.
Gerhard, La frontera norte de la Nueva España, p. 324.
Gilberto López C., El real de las Once Mil Vírgenes, pp. 29-40.
102
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Visita del real y minas del Rosario, 16725
Después de un vacío de información tan grande en cuanto a las fuentes de la
ad-ministración civil, y que son las privilegiadas en nuestra investigación, es
muy satisfactorio encontrar de nuevo documentos referidos a la zona de nuestro
interés, sobre todo cuando son de carácter uniforme, como las visitas de 1672 y
de 1678; además debido a que proporcionan información que actualmente no se
puede loca-lizar por otros medios. La visita del gobernador maestre de campo
Joseph García de Salcedo al real de minas de Nuestra Señora del Rosario
ocurrió 17 años después de su descubrimiento. Había pasado más de medio
siglo desde que alguna autoridad de tal investidura visitara estas alcaldías de la
antigua provincia de Chiametla, lo que seguramente representaba un
reconocimiento de la importancia que para la Nueva Vizcaya habían retomado.6
El documento refleja una cierta rutina para la realización de las visitas. Se
ini-ciaban con el pregón del anuncio y motivos en la plaza pública de la
cabecera de la jurisdicción. Consistía en hacer un reconocimiento del estado de
la administración civil, de las actividades económicas y del trato dado a los
indígenas empleados por la población hispana en sus empresas. Asimismo, se
hacía un reconocimiento de los “recaudos e ynstrumentos” mediante los que las
haciendas disfrutaban de la posesión de sus tierras. De tal forma que la
utilización de esta información es de utilidad para realizar una valoración del
estado de la jurisdicción en cuestión, en este caso la de El Rosario.
García de Salcedo acudió en primer lugar a las minas del real, lo que en cierta medida denota el interés que lo llevó a la costa. Sólo cinco se encontraban en
explotación: Las Ánimas, de Nicolás López Portillo; la mina del Rosario o El Tajo
(que dio su nombre al real) y La Cruz, de Francisco de Roxas; y la Mina del Oro y
otra de nombre desconocido del capitán Francisco Carrasco.7 Es decir que apenas a
5
“Visita del real y minas del Rosario hecha por el maestre de campo don Joseph García de Salcedo,
caballero del orden de Santiago, gobernador y capitán general de este reino de la Nueva Vizcaya”, Archivo
Histórico de Parral, microfilm 216, año 1672 (En adelante “Visita del real y minas del Rosario, 1672”).
6
Refiriéndose a Sonora y Chiametla, Navarro García ha afirmado que desde principios del siglo XVII ningún
gobernador de Nueva Vizcaya pasó la sierra para visitar aquella parte de los territorios bajo su mando. Navarro,
Sonora y Sinaloa en el siglo XVII, p. 112.
7
Visita del real y minas de El Rosario, 1672, f. 4.
103
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
cinco minas en manos de tres personas se debía la prosperidad económica que
el real había alcanzado. Sin embargo, a diferencia de la del siglo XVI esta
bonanza sería de tiempo largo, pues al menos Las Ánimas y El Tajo siguieron
en explotación durante el XVIII.
Tocante. a los pueblos de indios sólo consta el mandamiento de reubicación del
pueblo de Guaynole, cuyo establecimiento en la sierra de Maloya se contraponía a las
pretensiones de las autoridades encaminadas a lograr su mayor control. La falta de
instrucción religiosa y el riesgo de que “todos los días estén ydolatrando” fue el motivo
explícito, si bien se mostraba con ello el vigor que el dominio hispano había alcanzado,
pues se eliminaría uno de los pocos focos de indios dispersos, además de que se les
haría participar en la actividad agropecuaria, minera y comercial de los nuevos
pobladores. Al utilizar las mercedes de tierras y aguas para lograr el arraigo de los
naturales de dicho pueblo, se estableció desde el principio del asentamiento la garantía
en cuanto a la propiedad del suelo en que se habrían de instalar. El lugar al que fueron
destinados es el de “Santa María la Vieja”, donde “antiguamente estu-vieron
poblados”, es decir, que era un grupo verdaderamente reacio a integrarse al control
definitivo por parte de la autoridad española.8
Cabe decir que García de Salcedo realizó visitas a otros pueblos, así como a
ranchos y haciendas. Sin embargo en el informe tales visitas no se mencionan por
separado. En cuanto a los ranchos y haciendas, dentro de los antecedentes de las
composiciones sólo consta en tres casos la expedición de mercedes por esta autoridad, dos de los cuales formaron parte de grandes haciendas: el sitio y seis caballerías de “Maldonado” en el caso de “El Palmito” otorgado al capitán Bartholomé
Verde de Roxas9 y el sitio de “Chele”, de la Hacienda de Santa Cruz de Chele y
Cieneguillas a don Juan Carrasco.10 En ambos casos se trataba de familias dedicadas a la minería que adquirieron propiedades rurales, además de que emparentaron
entre sí; los Carrasco incluso aparecen como comerciantes del real. Por otro lado el
rancho de Las Mesillas del capitán don Francisco Peraza, compuesto de un sitio de
ganado mayor y de dos caballerías de tierra pertenecía a un miliciano, el prototipo
8
9
10
“Visita del real y minas del Rosario, 1672”, f. 9.
Archivo Histórico de Jalisco (en adelante AHJ), Ramo Tierras y Aguas, libro 3, expediente 247.
AHJ, Libro 35, expediente 52.
104
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
de los pobladores del norte en general,11 y para el caso de San Sebastián en
especial, del siglo XVII.12
Dentro de sus actividades, el gobernador visitó también el archivo del real
que se encontraba bajo la custodia del alcalde mayor. Asimismo recibió quejas
de los vecinos sobre el repartimiento de mercancías que anualmente les hacía
don Lorenzo de Cárdenas, cura beneficiado del real, con lo que se puede
apreciar que las jurisdicciones norteñas tampoco eran ajenas a prácticas como
ésta, tan comunes en Nueva España.13
El número de tiendas quizá sea más expresivo en cuanto a la verdadera actividad económica del real de El Rosario. Al momento de la visita del gobernador
había nueve tiendas y cinco “tendajones”,14 sin duda más de las que necesitaría un
establecimiento de modestas proporciones, pero que dista aún de acercarse al
centro comercial en que se convirtió un siglo más tarde, ya que fue un importante
centro de consumo para el comercio proveniente de las ciudades de México y
Guadalajara. Sus funciones fueron también las de centro redistribuidor a los reales
de Maloya y Copala y más al norte, a las alcaldías de Culiacán, Sinaloa, Ostimuri y
Sonora. Lo importante de este dato es que las 14 tiendas y tendajones de 1672 son
iguales en número al de comerciantes en el periodo 1582-1585, es decir, de la
denominada por Salvador Álvarez como la “época de oro de Chiametla”.15
Nueva visita a las alcaldías costeras neovizcaínas, 1678
Las múltiples ocupaciones de su cargo impidieron que don Lope de León y Sierra,
gobernador y capitán general de Nueva Vizcaya, realizara personalmente como su
11
12
François Chevalier, La formación de los latifundios en México, pp. 215-219.
AHGES, Ramo Tierras, vol. 30.
13
La orden de García de Salcedo al respecto buscó ser terminante, pues estableció que en caso de continuar con esta
práctica se debía cobrar una pena de 500 pesos, no sólo para el cura, sino también para el alcalde mayor, con lo
que se deduce que el negocio era por cuenta de ambas autoridades, “Visita del real y minas del Rosario”, 1672,
documento citado, f. 9. Por esos años era particularmente importante el repartimiento de los alcaldes mayores de
Oaxaca, véase Brian R. Hamnett, “El comercio de la grana y la actividad de los alcaldes mayores”, en María de
los Ángeles Romero Frizzi, Lecturas históricas de Oaxaca, época colonial, México, INAH, 1986, pp. 345-346.
14
“Visita del real y minas del Rosario”, 1672, f. 6.
15
Álvarez, El indio en la sociedad colonial norteña, p. 90.
105
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
antecesor la visita a la jurisdicción de la antigua provincia de Chiametla, por lo
que nombró para ese efecto como teniente de gobernador a don Joseph
Fernández Canal. El expediente formado con motivo de la visita permite
confrontar la infor-mación con la de 1672. La principal diferencia es que el
expediente de 1678 es más completo, ya que contiene información tanto para
Copala y Maloya, como para El Rosario.
Los nombres que consigna el título de la visita son más una enumeración de
lugares que una lista de verdaderas jurisdicciones bien delimitadas: “Visita general de
los reales de minas de San Bartolomé de Copala, provincia de Nuestra Señora del
Rosario, Chametla, Maloia y sus jurisdicciones”,16 a los cuales hay que agregar “Milpillas”, lugar que se menciona en el nombramiento original. Para evitar confusiones, el
nombramiento estuvo precedido de los límites jurisdiccionales, por un lado “hasta el
río de Piaxtla y por el otro lado hasta la jurisdicción de Acaponeta”.17
Durante esta nueva visita resultaron en el real de El Rosario sólo tres
minas, donde destaca la incursión del alférez Juan Bautista Gambino, quien
pasó de la actividad comercial en 1672 a la minera seis años más tarde, como
propietario indi-vidual en un caso y en sociedad en el segundo.
Un caso similar de control de la explotación minera por parte de un número
restringido de personas lo encontramos en el real de Copala, donde las tres minas
pertenecen al capitán don Pedro Bernal Barraza y a don Juan de Zavala.
Individual-mente poseían una cada uno y otra en sociedad, que era la de Las
Ánimas, si bien era la única en funcionamiento, pues las otras dos se encontraban
inundadas. En cuanto a las haciendas de sacar plata encontramos que se repiten los
nombres de los propietarios de minas (tres en El Rosario y dos en Copala), si bien
poseían una cada uno. Sólo se suma a esta lista el capitán don Juan de Saravia, con
la hacienda de San Nicolás de Pánuco. Todas eran del beneficio de azogue.
16
Si bien el nombre moderno del encabezado reza “Expediente formado con motivo de la visita que se practicó en
el real de San Bartolomé y Copala por el señor gobernador José Fernández Canal, 1678”, resulta estar errado,
pues Fernández Canal era sólo teniente de gobernador. Para evitar confusiones me referiré a este documento
como verdaderamente debió de ser llamado, es decir “Visita general de los reales de minas de San Bartolomé de
Copala, provincia de Nuestra Señora del Rosario, Chametla, Maloia y sus jurisdicciones, 1678”, AHP, 1678. En
cuanto al límite, en la práctica se ubicaba en un punto medio entre los ríos Piaxtla y Elota.
17
“Título de visitador del Rosario, Copala, Chametla y Maloya a don Joseph Canal, AHP, microfilm 233,
año de 1677”. Fue dado por don Lope de León y Sierra, gobernador y capitán general de Nueva Vizcaya.
106
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Cuadro 4.1
Minas de las jurisdicciones de Copala, Maloya y El Rosario, 1678
Nombre-mina
Propietario
Distrito
Estado físico
Las Ánimas
N. S. de Guadalupe
El Tiro o El Tajo
Br. Andrés López
Alf. Juan B. Gambino
Alf. Juan B. Gambino
y Francisco de Roxas
Cap. Francisco Carrasco
Cap. Pedro Bernal B.
y don Juan de Zavala
don Juan de Zavala
Cap. Pedro Bernal B.
Cap. don Juan de Saravia
Rosario
Rosario
labrada y limpia sí tiene
buen estado
sí tiene
Rosario
Cacalotán
buen estado
sí tiene
limpia y labrada no tiene
Copala
Copala
Copala
Copala
labrada y limpia
inundada
derrumbada
buen estado
San Nicolás Obispo
Las Ánimas
San Joseph
San Juan
Minas de Pánuco
Hacienda
de sacar plata
ambos tienen
no tiene
no tiene
sí tiene
FUENTE: “Visita general de los reales de minas de San Bartolomé de Copala, provincia de
Nuestra Señora del Rosario, Chametla, Maloia y sus jurisdicciones, 1678”, AHP, 1678.
La ruina de las minas del real de Copala se reflejaba en el número de
estableci-mientos comerciales, que sólo ascendía a tres. En tanto la
permanencia y aun ligero incremento de éstos en El Rosario (15) podría parecer
como un signo de estabilidad económica, sin embargo al comparar los nombres
de los dueños el resultado es sor-prendente, ya que sólo dos de los catorce
comerciantes de 1672 han permanecido, en tanto que los otros trece son recién
llegados. ¿Inestabilidad de la economía?, pro-bablemente, aunque no como
para ahuyentar la participación en el ramo por otras personas.
En el presidio de la villa de San Sebastián el teniente de gobernador encontró
sólo cuatro soldados de los seis de que se debería componer, además del capitán
Domingo Romero. Ello se debía a que los otros dos habían sido enviados a Parral,
donde residía el gobernador, quien habría dispuesto de sus servicios. Esta
circunstan-cia manifiesta la sensación de seguridad que se había logrado en estas
alcaldías, que podían prescindir de los servicios de defensa sin mayores problemas.
La visita de los ranchos y haciendas fue más detallada que la de 1672, aunque
parece ser que en ella sólo se anotaron aquellos predios que tenían sus títulos de
107
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
merced en forma, si bien no de composición. Además, el número de predios
que consta estar poblados por entonces era mayor, pues no todos habían
obtenido aquel respaldo jurídico.
El trabajo de minas, haciendas y ranchos ganaderos es lo más notable, aunque
había “haciendas” como la de Tepustla y San Marcos, de Juana de Lizárraga, vecina de
la villa de San Sebastián, donde el trabajo familiar era fundamental, ya que sólo se
utilizaba mano de obra de los vecinos de la villa en temporadas de mayor necesidad. 18
Cuadro 4.2
Predios rurales visitados por Fernández Canal, 1678
Nombre
Propietario
Instrumento
Distrito
Rancho Los Pozuelos
Hacienda de Tepustla y
San Marcos
Francisco de Peraza
Merced
S. Sebastián
Juana de Lizárraga
Merced
San Sebastián
Palmito de Yribe
Hacienda (entre Rosario
y San Sebastián)
San Francisco Xavier
“sitios de ganado mayor”
“sitios de ganado mayor”
“rancho de ganado mayor”
Hacienda de don Juan
Carrasco: La Bega,
La Sieneguilla, El Palmito,
Sitio El Carrizalejo,
Sitio Los Corrales y otros
de demasías
Francisco de Yribe
Merced
Rosario
?
?
Nicolás de Medina
Antonio de Espíndola
Francisco de Roxas
Merced
Merced
Merced
Merced
Merced
Rosario-Copala
San Ignacio
Rosario y Copala
Rosario
Rosario
Don Juan Carrasco
Merced
Rosario
FUENTE: “Visita general de los reales de minas de San Bartolomé de Copala, provincia de
Nuestra Señora del Rosario, Chametla, Maloia y sus jurisdicciones, 1678”, AHP, 1678.
18
“Visita general de los reales de San Bartolomé de Copala”, f. 9v.
108
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
No deja de ser frustrante la falta de información respecto al número de
pobladores y su distribución, sin embargo percibimos que el cambio demográfico
se encuentra en proceso. La zona se ha pacificado completamente y las alcaldías
coste-ras al sur del río Mocorito se han convertido en lugar de paso hacia las
alcaldías de Sinaloa, Ostimuri y Sonora, zona donde realizan su labor misionera los
jesuitas y en donde la minería ha despuntado.19 Es muy probable que algunos de
aquellos hom-bres que se dirigían más al norte se hayan establecido en estas tierras,
donde la paz y la actividad minera y agropecuaria ofrecían la seguridad de que
carecían las zonas de poblamiento reciente.
El “enemigo inglés” frente a Mazatlán20
Sin embargo apenas una década más tarde, uno de los elementos mencionados para la
instalación de los piratas ingleses en la costa de la antigua provincia de Chiametla fue
precisamente la fama de la riqueza minera del real del Rosario, lo que trajo consigo que la
paz existente desde la tercera década del siglo se convirtiera en una tensa alarma para los
pobladores de toda la jurisdicción. Lo cierto es que desde fines del siglo XVI los corsarios
habían frecuentado el Océano Pacífico en su búsqueda de realizar acciones de pillaje, pero
sobre todo para asaltar la Nao de China, como hicieron con el galeón “Santa Ana” en 1587.
21
En esta ocasión los piratas saquearon diversos puntos de la costa, como Sentispac en
1686, Navidad en 1687 y Acaponeta y el real del Rosario, un año después. 22
Debido a las incursiones de pillaje realizadas en las costas de Nueva Galicia al sur
de El Rosario, el sargento mayor don Juan Ysidro de Pardiñas Villar de Francos, gober19
20
21
22
Navarro, Sonora y Sinaloa en el siglo XVII, pp. 41-43 y Ana María Atondo Rodríguez, “Entrada de los colonos
es-pañoles en Sonora en el siglo XVII”, en Sergio Ortega Noriega, Historia General de Sonora, T. II, De la
conquista al estado libre y soberano de Sonora, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1985, pp. 79-110.
Este capítulo de la presencia pirata lo hemos desarrollado en equipo con María Isabel Marín Tello acentuando nuestra
atención en el contexto internacional y la caracterización de la piratería en esa época, en Gilberto López Castillo, Luis
Alfonso Grave y V. Joel Santos R., De Las Labradas a Mazatlán, Historia y arqueología, pp. 21-38.
Michael Mathes W., Sebastián Vizcaíno y la expansión española en el Océano Pacífico 1580-1630,
México, UNAM, 1973, pp. 26-29.
Michael Mathes W., Piratas en la costa de Nueva Galicia en el siglo XVII, Guadalajara, Jalisco, 1976,
“Documen-tación Histórica Mexicana, Nº. 6”, pp. 17-19. La información documental de que disponemos
refiere a piratas de distintas nacionalidades, dirigidos por holandeses y un piloto inglés, si bien la mayoría
eran de origen francés. Michael Mathes refiere a las acciones del francés Charles Swan.
109
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
nador de Nueva Vizcaya, mandó hacer informes detallados de la situación que preva-lecía
en estas jurisdicciones en cuanto al número de personas y sus armas, así como de las
necesidades de avituallamiento.23 Estos acontecimientos permiten obtener valiosa
información sobre el poblamiento y las actividades económicas en Copala y El Rosario.
El estado de alarma fue general, pues uno de los “designios del pirata”
que mucho cuidado tuvo en precisar el oidor de la audiencia de Guadalajara,
don Chris-tóbal de Palma y Meza, fue el de tomar cautivos para obtener rescate
a cambio, y posteriormente “robar el real del Rosario, Tepique y Zacatula”. 24
Además, el peligro se acercó al norte, al instalarse al menos desde 1687 los
piratas en las islas del Venado y los Lobos frente al puerto de Mazatlán.
Ante esta situación, el gobernador giró instrucciones tendientes a la expulsión
del enemigo de la costa. Lo más importante es que dio su impresión del estado de
las actividades económicas, puntualizando en primer lugar no poderse trabajar las
minas por estar ocupados los hombres en actividades de vigilancia. Además de los
atrasos que ello traía a los dueños al suspender la producción, las minas estaban expuestas a inundaciones, lo cual afectaba finalmente los ingresos de la monarquía al
dejarse de utilizar azogue y dejar de percibir los quintos reales.
Se trastocaba asimismo la economía de las comunidades indígenas, al verse
obligados los varones adultos a acudir a la costa, interrumpiendo así el cultivo de sus
parcelas “dejando casas, hijos y mujeres en mucha necesidad, por no tener medios con
qué queden socorridos”. Se suspendía el trabajo de las salinas, al ser “imposible sacar
el grano de sal”, así como la actividad pesquera, por no poder salir al mar. Fi-nalmente
era de considerar el hecho de que tanto los naturales, como los vecinos de origen
hispano se retiraban a los montes, ante el miedo de ser atacados. 25
Las instrucciones del gobernador de Nueva Vizcaya, Pardiñas Villar de Francos, enviadas desde Parral el 14 de julio de 1689 al teniente de El Rosario, capitán
23
Diligencias realizadas con motivo de la invasión de los piratas en el puerto de Mazatlán y los reales de
Copala y El Rosario, 1689”, AHP, microfilm 265. El expediente inicia con un despacho del virrey de
Nueva España don Gaspar de Sandoval Cerda Silva y Mendoza conde de Galve para que el gobernador
asistiera a los alcaldes de Copala y El Rosario con las armas, municiones y personas que pidiere, así como
con bastimentos de maíz y carne, México, a 7 de mayo de 1689.
24
Testimonio de Juan Díaz, español; Martín Casillas y Matheo Hernández, mulatos, quienes escaparon en las Islas
Marías y llegaron a Chamela, en “Diligencias realizadas con motivo de la invasión de los piratas”, 1689, f. 10.
25
“Diligencias realizadas con motivo de la invasión de los piratas”, 1689, fs. 3-3v.
110
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Francisco López Portillo y al alcalde mayor de Copala, capitán don Marcos de Veitia,
se referían fundamentalmente a solicitar a los vecinos que no condescendieran a las
peticiones que les hiciera el enemigo, así como a estar preparados por sí mismos para
cualquier ataque, debido a que en caso de ser secuestrados, no les sería permitido pagar
rescate alguno, ya que precisamente era ese el motivo de que permanecieran frente a las
costas. Asimismo ponía énfasis en no permitir que se les suministrara carne, ni
bastimentos, ni plata. También mandaba instalar vigías en toda la costa, con el objetivo
de no permitirles bajar, de forma que, al comerse los bastimentos de su navío, se verían
precisados a irse a otra parte.
Finalmente mandaba reconocer todas las armas y pólvora que hubiera en ambas
jurisdicciones, formándose una reseña muy pormenorizada de ellas, así como de los
vecinos que las poseían. Esta cuestión es la que nos permitió encontrar datos sobre el
poblamiento, al consignarse los nombres de las personas de la alcaldía de Copala.
Las mayores concentraciones de población se encontraban en la villa de
San Sebastián con 81 personas en edad de portar arma, así como en el presidio
de Maza tlán donde había 49. Destaca asimismo la proporción de 2 a 1 de
mestizos y mulatos respecto a la población considerada como española.
El tipo de armas de que cada persona disponía es un indicador de diferencia-ción
social, pues de los 35 españoles de la villa de San Sebastián y del real de Copala, 22
poseían un arcabuz, 4 “armas varias” y 8 carecían de cualquier tipo de arma. En
cambio, de los mestizos y mulatos de San Sebastián y del presidio de Mazatlán, la gran
mayoría (58) no tenía ningún arma; 26 poseían una lanza (si bien su situación era muy
semejante a los anteriores, ya que el alcalde mayor expresaba que no eran “más de un
pedazo de hierro estirado, sin temple ni hierro para ofender”) y sólo 19 poseían un
arcabuz, lo que manifiesta una situación nada bonancible, sino al contra-rio, pobre. En
el real del Rosario se habían recibido de Guadalajara al principiar el año 65
“mosquetes”, si bien no se presentaron listas de personas.
En fin, la presencia de piratas en la costa nos refiere acerca de las posibilidades
económicas de la provincia, que ofrecía perspectivas de riqueza en caso de atacar el
real de El Rosario, como de hecho lo hicieron, pero también y parece que era una razón
de más peso, de la posibilidad de obtener bastimentos para realizar la espera de la “nao
de China”. Las islas del Venado y Lobos, ubicadas a dos leguas del puerto de Mazatlán,
ofrecían al enemigo agua, caza de venados, conejos y lobos marinos,
111
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
mezcales, “jocoistes” y mucho pescado, y sobre todo, la cercanía de Chiametla,
de la isla del Palmito y de “todas las demás estancias confinantes con la mar,
en la costa”, que a decir por el tono de la expresión eran numerosas.26
Cuadro 4.3
Número de personas con sus armas, alcaldía de Copala, 1689
Armas varias
Presidio de Mazatlán
(vecinos y moradores)
Villa de San Sebastián
(españoles)
22
Villa de San Sebastián
(mestizos y mulatos)
Arcabuz
Lanza
Nada
12
18
19
Total
0
3
25
9
8
39
56
49
Real de Copala
(españoles)
4
1
0
5
10
Totales
4
44
26
66
140
FUENTE: Diligencias realizadas con motivo de la invasión de los piratas en el puerto de
Ma-zatlán y los reales de Copala y El Rosario, 1689”, AHP, microfilm 265.
En oposición a las apreciaciones iniciales del gobernador, el teniente de El
Ro-sario, Francisco López Portillo destacó que permanecían todos los pueblos
habitados, incluso el de Chiametla, que “estando tan cercano a la mar, tienen y
an tenido tiem-po los naturales para sembrar y cojer, sin que nadie los moleste,
y nosotros siempre (hemos permanecido) con las armas, esperándolos con
vigías, algunos de los cuales se han ido, por necesitarlos en las minas”.27
Es decir que la economía tendía a su restablecimiento, si bien puntualizaba que
los naturales habían padecido las mismas necesidades que la población hispana. Pasado
el mes de agosto, al fin fueron enviadas a defender la costa tres naves, las cuales
recorrieron el área y pasaron a la zona de la desembocadura del Piaxtla. Al
26
“Diligencias realizadas con motivo de la invasión de los piratas”, 1689, f. 16.
27
“Diligencias realizadas con motivo de la invasión de los piratas”, 1689, f. 9.
112
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
finalizar 1689, López Portillo expresó su convicción de que los piratas se habían
marchado definitivamente sin llegar a California a invernar, como acostumbraban.
Paulatinamente podemos apreciar una cierta especialización de los asentamien-tos
de la alcaldía de Copala. Por un lado, San Juan Bautista de Los Mulatos o el “presidio”
de Mazatlán fue desde su origen un establecimiento defensivo, sin embargo tuvo al
menos desde inicios del siglo, importancia agropecuaria. El real de Copala, con apenas
10 personas españolas, fue el asiento de mineros y de sus familias, en tanto que la villa
de San Sebastián fue más bien asentamiento de rancheros circunvecinos, bajo el
amparo del pequeño presidio apenas desaparecido. Por su parte, según apreciamos en la
Visita de 1678 había en el distrito de San Ignacio un asentamiento agropecuario
llamado San Francisco Xavier, quizá el origen de la villa del mismo nombre.28
Pero ¿cuál era la distribución geográfica de la población?, ¿cuáles y qué tipo de
asentamientos rurales existían?, ¿acaso los visitados por Fernández Canal eran todos? y
mientras tanto, ¿cuál era el proceso del poblamiento rural en Culiacán? Para res-ponder
a estas cuestiones se utilizará la documentación de las composiciones.
Sobrevivencia de la población nativa
Los años que siguieron a la fecha de la Descripción de Arregui en 1621 fueron
de continua disminución de la población indígena en la provincia de Culiacán.
Luis Navarro, quien ha estudiado este proceso, encontró que de 1,136
tributarios que ha-bía en dicho año, en 1671 sólo quedaron 336.5;29 un número
por lo demás expresivo de la catástrofe demográfica, pues en promedio a cada
pueblo correspondían sólo 12 tributarios.
De los 28 pueblos de la lista de 1671, en 1690 al menos cuatro (Camanaca,
Conimeto, Mojolo y El Vizcaíno) ya no existían como asentamientos de población
indígena. De éstos El Vizcaíno fue convertido en rancho ganadero hacia 168030 y
Conimeto, en la jurisdicción de Badiraguato, fue despoblado, pues de acuerdo a la
28
29
30
“Visita general de los reales de San Bartolomé de Copala”, f. 9v.
Navarro, Sonora y Sinaloa en el siglo XVII, pp. 55-58.
AHGES, Ramo Tierras, Vol. 27 y “Título de merced de El Vizcaíno”, 1766, Ramo Tierras y Aguas, Libro
35, exp. 44, f. 2v. El cálculo se hizo a partir del año de 1691, en que don Christobal de Palma y Meza
concedió el primer título de merced a don Joseph Verdugo y Chávez.
113
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
“voz pública y tradiciones ciertas” la población indígena fue asolada por el goberna-dor
de Sinaloa después de una insurrección.31 Es difícil comprender una situación de esta
naturaleza cuando en 1671 el pueblo apenas contaba con seis tributarios. 32
Cuadro 4.4
Pueblos indígenas de la provincia de Culiacán en 1671
Badiraguato
Alicama
Cósala
Abuya
Culiacán
Aguaruto
Badiraguato
Cariatapa
Conimeto
Guaténipa
Alayá
Conitaca
Tabalá
Tacuichamona
Bachimeto
Camanaca
Capirato
Comanito
Morirato
Vinapa
Comoloto
Culiacán
Imala
Mojolo
Navito
Navolato
Quilá
Tepuche
Vizcaíno
Yacobito
Yevabito
FUENTE: Navarro García, Luis, Sonora y Sinaloa en el siglo XVII, p. 57.
Sin embargo el número de pueblos en la provincia hacia 1690 alcanzaba los 32, y
más que un aumento del número de asentamientos consideramos que la diferencia
31
32
“Testimonio de don Joseph Gabriel Serrano, 1720”, en “Título de merced de Conimeto”, AHJ, Ramo
Tierras y Aguas, Libro 27-1, exp. 6, f. 1. Sobre los movimientos indígenas rebeldes de estos años
consúltese a Luis González Rodríguez, “Las guerrillas de resistencia étnica en el noroeste (1690), un
análisis de la documentación oficial”, en Felipe Castro Gutiérrez, Virginia Guedea y José Luis Mirafuentes
Galván (ed. e intr.), Organización y liderazgo en los movimientos populares novohispanos, México,
UNAM, 1992, pp. 37-114. Si bien nuestra zona de estudio es marginal a aquellos movimientos.
Navarro, Sonora y Sinaloa en el siglo XVII, p. 56.
114
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
se encuentra en la fuente de Navarro, del que nos expresa que estaba desorganizado en
varias hojas sueltas.33 Como podemos ver en el cuadro 4.5 los pueblos faltantes en la
lista de 1671 son Bamopa, Santa Cruz, Soyatita, Bayla y Elota, además de tres de
origen mayo, que son Otameto, Bachigualato, y Sanalona los cuales es muy probable
hayan existido en 1671. Es decir que el total de pueblos en esta fecha debió ser de 36.
Cuadro 4.5
Estimación de pueblos indígenas de la provincia de Culiacán en 1690
Badiraguato
Cósala
Culiacán
Alicama
Abuya
Aguaruto
Badiraguato
Bamopa*
Alayá
Bayla*
Bachigualato*
Bachimeto
Cariatapa
Conitaca
Capirato
Guaténipa
Elota*
Comanito
Morirato
Tabalá
Comoloto
Santa Cruz*
Tacuichamona
Culiacán
Soyatita*
Vinapa
Imala
Navito
Navolato
Otameto*
Quilá
Sanalona*
Tepuche
Yacobito
Yevabito
* Estos pueblos no aparecen en la lista de 1671, sin embargo es muy probable que hayan existido.
En el Mapa 4.1 queda consignado que la mayor concentración de pueblos
indígenas se presentó bajo la jurisdicción directa de la villa de San Miguel, con 16,
33
Es posible deducirlo en la medida en que afirma que el documento utilizado se encontraba desorganizado
en varias hojas sueltas.
115
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
sobre todo río abajo en el área conocida como “Valle de los tahues”, en tanto que
las jurisdicciones de Badiraguato y Cosalá sólo contaron con 8 pueblos cada uno.
Los correspondientes a Badiraguato, al igual que toda la jurisdicción, se
encontraban en alturas cercanas a los 1,000 metros sobre el nivel del mar. De éstos,
sólo Soyatita, en el extremo norte alcanzaba los 2,000 metros. En Cosalá, donde la
sierra alternaba con la costa, los pueblos indígenas se ubicaron al pie de monte.
Todos contaban en sus cercanías con una corriente fluvial de consideración.
Para la jurisdicción de Copala, Maloya y El Rosario, es decir, el área correspondiente a la antigua provincia de Chiametla, carecemos también de un punto de
comparación cercano a 1690, por lo que utilizaremos igualmente el testimonio de
Arregui, de 1621. En esta fecha los pueblos indígenas eran Auchen, Escuinapa y
Chametla en la costa; Maloya, Atotonilco y “dos o tres pueblecillos pequeños”
cercanos a éstos rumbo a la sierra, y al norte de Copala los de Castilaba
(Castilaha), Ispalen (Ixpalino), Huimino y “otros pueblecillos” de indios serranos.34
Ante la imprecisión de la fuente, sólo resta destacar la informalidad de los
asen-tamientos que, a diferencia de los de la jurisdicción directa de la villa de
San Miguel, se ubicaron en la zona de transición entre los valles y las tierras
altas, sin ocupar las tierras del litoral (ver mapa 4.1). El número de pueblos en
1690 era de 18, por lo que no hubo un cambio pronunciado como en Culiacán,
si bien por ese año Atotonilco, Castilaba, Ispalen y Huimino habían dejado de
existir al menos como asentamientos indígenas.
En el cuadro 4.6 podemos apreciar los cálculos que Peter Gerhard ha
reali-zado sobre la población indígena entre 1682 y 1680 para el caso de la
alcaldía de Copala. Al utilizar los padrones de las misiones jesuitas de San
Ignacio y Santa Apolonia, sus resultados nos muestran en general, una
tendencia a la disminución de la población, si bien el número de indígenas en
San Sebastián y Copala podría encontrarse sobrevalorado, pues como se ha
mencionado éstos eran asentamien-tos de hispanos y, aunque es muy probable
que haya habido naturales su número debió ser menor.
34
Arregui, Descripción de la Nueva Galicia, p. 146.
116
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Mapa 4.1
Asentamientos
indígenas en 1690
117
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Cuadro 4.6
Población indígena aproximada de Copala, 1662-1680
Lugar/Año
Santa Apolonia
1662
320
1678
139
1680
260
San Ignacio
560
342
260
San Sebastián
[445]
[247]
[206]
Copala
[465]
[252]
[210]
Total
[1800]
[980]
816
FUENTE: Gerhard, La frontera norte de la Nueva España, p. 316.
Asimismo, al observar los pueblos de la antigua provincia de Chiametla (ver
mapa 4.1) encontramos una permanencia menor a la de Culiacán. Esta
situación fue más evidente en la alcaldía de El Rosario, donde sólo
permanecieron tres pueblos de indios.
Debido a este distinto patrón de asentamiento indígena ocurrido entre las alcaldías de Copala, Maloya y El Rosario, por un lado, y Culiacán del otro, la población hispana tuvo asimismo oportunidades de asentamiento notablemente distintas,
al disponer en las primeras de amplios espacios en los valles y tierras ribereñas
bajas, en tanto que en Culiacán estas últimas estaban casi totalmente ocupadas.
Cuadro 4.7
Estimación de pueblos indígenas en 1690, Copala, San
Ignacio, Maloya y El Rosario
118
Copala
Carrizal
Santa Lucía
San Ignacio
Ajoya
Cavazán
Maloya
Cacalotán
Maloya
El Rosario
Auchen
Escuinapa
Jacobo
Guásima
Santa Catarina
San Agustín
Santa Apolonia
San Ignacio
Matatán
Otatitán
Santa María
Chiametla
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
El avance del poblamiento rural hacia 1690
La ocupación del suelo previa a las composiciones
Como hemos adelantado en la introducción, gracias a la serie brindada por las composiciones para los siglos XVII y XVIII y al conocimiento que existe sobre el XVI, encontramos que en nuestra zona de estudio se presentaron cuatro fases de poblamien-to a
lo largo del dominio español. La primera, que inicia en 1530 con la llegada del ejército
de Nuño de Guzmán y que culmina con el siglo XVI, para la que carecemos de
información adecuada como para mostrar sus rasgos particulares. Una segunda fase que
inicia por 1600 y culmina en 1670 en la que la antigüedad de las unidades de
composición refiere a un proceso de poblamiento aún escaso. Una larga tercera fase
que inicia en 1671 y culmina en 1760 y que se caracterizó por el aceleramiento del
impulso poblador. Y una fase final en la que hay una tendencia a la culminación del
proceso de establecimiento de pobladores en lugares deshabitados, de tal forma que es
posible considerar que a continuación aconteció lo que podría denominarse un proceso
de colonización interna en lugares ya establecidos.
Para los fines de esta investigación se han dejado fuera tanto la primera
fase, es decir, los años correspondientes al siglo XVI, como las últimas décadas
de la cuarta que van de 1791 a 1820, debido a que durante estos años se carece
de un conjunto documental que permita siquiera bosquejar las características o
la evolución del po-blamiento (ver apéndices 2 y 4).
Así, encontramos que el establecimiento de ranchos, estancias y haciendas fue
esporádico entre 1601 y 1670 y que correspondieron principalmente a la antigua provincia de Chiametla. De las 19 unidades de composición registradas hasta 1670, sólo
tres fueron de Culiacán, mientras que el número de las de Chiametla ascendió a 16.
En la misma lógica, podemos apreciar en la gráfica 4.1 que en los años comprendidos entre 1670 y 1690, es decir, los previos al proceso de composiciones, se
presentó un acentuado proceso de ocupación del suelo. Cabe destacar en primer lu-gar
que mientras que en los distritos de la antigua provincia de Chiametla el número de
unidades de composición fue igual al del periodo precedente con 16, los correspondientes a Culiacán se multiplicaron hasta alcanzar los 35. En segundo lugar es
posible apreciar que al distrito directamente dependiente de la villa de San Miguel
119
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
correspondió la mayor concentración con 21, mientras que el resto de los
distritos, excepto Maloya que no tiene ninguna fluctuaron entre 3 y 9.
Llegados a este punto, es necesario aclarar que la particular naturaleza de
las fuentes de información utilizadas establece para la provincia de Culiacán
una ten-dencia muy marcada en la antigüedad de las unidades de composición
hacia el par de décadas previas a 1691. Esto se debe a que los expedientes más
antiguos son los que con más frecuencia carecen del año inicial y por tanto para
ellos se realizó un cálculo similar, que consistió en restar al año de merced los
años correspondientes a la posesión decenal. Obviamente hay el problema de la
fuente, por lo que ante la imposibilidad de acercarnos a la dinámica del proceso
poblador por otros medios, sobre todo para la provincia de Culiacán, tendremos
que conformarnos con el re-sultado final, es decir, la totalidad de las unidades
de composición a las que tuvimos acceso para 1690.
Las cifras acumuladas son de 38 para la provincia de Culiacán (incluidos
Ba-diraguato y Cosalá) y 31 para la antigua provincia de Chiametla (incluidos
Copala, Maloya, San Ignacio y El Rosario), es decir, 69 unidades de
composición ubicadas en toda la zona de estudio (ver apéndice 5).
Gráfica 4.1
Unidades de composición, según la antigüedad
estimada, zona de estudio, 1601-1790
¿Qué indican estas 69 unidades de composición? El resultado, a la vez que permite evaluar el proceso poblador previo, nos brinda un punto de partida que será el
120
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
referente para los años posteriores en que se podrá determinar con mayor grado de
certeza la fecha de antigüedad de los asentamientos. Sin embargo, esta cifra no
indica la cantidad de ranchos, estancias o haciendas, ya que algunas unidades de
composición se integraban por distintos asentamientos, más bien refiere a gran
parte de aquellos para los que posteriormente se realizó un trámite de composición.
De ahí que debamos aceptar que tanto el número de unidades de composición,
como el de asentamientos debió de ser mayor, y que los datos aquí manejados son
sólo una muestra que contribuirá a la explicación del proceso poblador.
El poblamiento en los distintos distritos
La historia de la apropiación inicial del suelo referente a la antigua provincia de
Chiametla se remonta a los años de la conquista armada. Como capitán del contin-gente
al servicio de la monarquía, correspondió a Francisco de Ibarra tomar posesión del
nuevo territorio. Fue él quien repartió indios a sus soldados en encomienda, así como
35
tierras. Es claro que a los soldados de alta jerarquía correspondió la mejor parte de
aquel premio. Sólo se conocen al respecto las mercedes concedidas por Francisco de
Ibarra a su primo Martín López de Ibarra, tesorero de la expedición; al principiar 1565
de un sitio de ganado mayor y dos de ganado menor ubicados preci-samente junto al
pueblo de Chiametla, que dio su nombre a la provincia.
36
En particular, el distrito de El Rosario, ubicado en el extremo sur, en el límite
con Nueva Galicia, tuvo un poblamiento temprano de la zona costera. Como podemos ver en la gráfica 4.2, correspondió a este distrito el 17% del total de la zona
de estudio, con 12 unidades de composición, sólo por debajo de Culiacán, con la
diferencia de que en relación con éste, las de Rosario eran más antiguas.
35
36
Baltasar de Obregón, Historia de los descubrimientos antiguos y modernos de la Nueva España, escrita
por el conquis-tador el año de 1584, México, Ed. Porrúa, 1988, “Biblioteca Porrúa, No. 92”, p. 119.
Estas mercedes fueron otorgadas por Francisco de Ibarra en la villa de San Sebastián, en su carácter de “goberna-dor y
capitán general de Copala, Chiametla y otras provincias de Nueva Vizcaya”, en “Título de merced a Nicolás de Zavala,
vecino del pueblo de Chiametla de un sitio de ganado mayor y otro de menor en dicha jurisdicción, 1715”, AHJ, Tierras y
Aguas, Libro 10, exp. 130, fs. 268-272v. Esta información se complementa en el “Traslado del inventario de bienes de
Martín López de Ibarra, hecho por el escribano de Durango y enviado por el alcalde mayor de Chiametla (1583)”,
publicado por Chantal Cramaussel, “Evolución de las formas de dominio del espa-cio colonial, las haciendas de la región
de Parral”, en Actas del Segundo Congreso Nacional de Historia Comparada,
Ciudad Juárez, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 1991, pp. 115-140.
121
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Gráfica 4.2
Unidades de composición por distrito. 1601-1690
Por otra parte, en el mapa 4.2 podemos ver cómo a lo largo del siglo y
hasta 1690 el litoral costero de El Rosario empieza de nuevo a poblarse, sobre
todo gracias a la actividad ganadera. En efecto, estos espacios fueron paulatinamente ocupados por la población hispana incluso antes del descubrimiento de
las minas de El Rosario en 1655. Vale destacar que la misma circunstancia del
descubrimiento fue realizada en una zona previamente utilizada como estancia
ganadera, pues según la tradición oral recordada en 1731, el filón inicial fue
descubierto por el caporal Bonifacio Rojas, quien se encontraba en busca de
ganado extraviado.37
37
Antonio Nakayama, ed., Documentos para la historia de El Rosario, Sinaloa, Culiacán, Sin., Universidad Autóno-ma de
Sinaloa, IICH, 1982, pp. 7 y 13. Este caso de poblamiento agropecuario previo a las minas de El Rosario es posible
compararlo con los descubrimientos mineros de Santa Bárbara y San Felipe de Cuéllar en la región de Chihuahua
ocurridos a principios del siglo XVIII, debido a que ésta región se caracterizó precisamente porque al menos en el medio
siglo anterior se había presentado una lenta ocupación del suelo y su explotación agropecuaria por personas provenientes
de las provincias de Santa Bárbara y Ostimuri. Por otro lado, en el caso de las provin-cias de Sinaloa, Ostimuri y Sonora,
¿acaso no fue la previa ocupación por los jesuitas del territorio lo que permitió el control de la población nativa y un
amplio desarrollo agropecuario, mismo que fue previo a la proliferación de las minas en el siglo XVII? Para el caso de
Chihuahua ver Salvador Álvarez, “Colonización agrícola y colonización minera: la región de Chihuahua durante la
primera mitad del siglo XVIII”, en Relaciones, estudios de historia y
122
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Mapa 4.2 Unidades
de composición
en 1690
En el mapa 4.3 podemos apreciar las haciendas que tuvieron un desarrollo ganadero desde el siglo XVII, que son El Palmito de Verde, El Palmito de Iribe, La Bayona,
sociedad, núm. 79, verano de 1999, vol. XX, pp. 27-82. Sobre la costa del noroeste novohispano véase Ortega,
Un ensayo de historia regional, op. cit. y López Castillo, El poblamiento en tierra de indios cahitas, pp. 86-117.
123
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Mapa 4.3
Haciendas de
Chiametla, 1690
El Sauce y Chele, en el entorno de El Rosario, mientras que en el área de las misiones
jesuitas de San Ignacio estaban Piaxtla, Ponce y La Labor. La Bayona fue precisamente
el límite jurisdiccional de las alcaldías costeras de Nueva Vizcaya con Nueva Galicia.
El Palmito de Verde perteneció inicialmente a don Bartholomé Verde de
Roxas, minero y comerciante de El Rosario que se desempeñó también como
administrador de las reales salinas de Chiametla. Con una antigüedad estimada
apenas un año posterior al descubrimiento de las minas de El Rosario, esta
hacienda tuvo las condiciones óptimas para la cría de ganado mayor, debido a que
por ser una isla contó con el aislamiento del resto de las estancias, además de
38
pastos de calidad superior. A medida que se consolidaba, sólo el problema de la
escasez de agua marcó límites a su producción, lo que se subsanó en parte con la
construcción de tanques para el almacenamiento. Sin embargo, las sequías fueron
38
“Título de merced de las demasías del potrero de El Palmito”, AHJ, Ramo Tierras y Aguas, libro 17, exp.
20, testi-monios del avalúo.
124
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
el único problema verdaderamente insalvable, como ocurrió al iniciar la década
de 1690 en que al ensuciarse el agua de los tanques, al no tener para reponerla
hubo una epizootia que afectó a una gran parte del ganado, lo que llevó al
endeudamien-to a don Juan Carrasco, su dueño, quien la había heredado de
Verde de Roxas en 1683.39 Por lo demás, ésta fue la única hacienda que
registró ante la audiencia de Nueva Galicia partidas de ganado durante el siglo
40
XVII para su venta en la Nueva España.
Por su parte, La Hacienda del Sauce de los mismos propietarios tuvo una
evolución significativa en cuanto al tipo de poblamiento. Ubicada entre el real de
El Rosario y los pueblos de Escuinapa, Matatán y Cacalotán, El Sauce fue originalmente una hacienda de sacar plata; sin embargo, como en muchos otros lugares
del norte novohispano, un inestable poblamiento minero dio pie cuando éste se
41
agotó a una nueva riqueza, pues el predio “quedó poblado de ganados mayores”.
Además de otras unidades de composición en la zona del litoral y de las
lagu-nas, el resto se localizó en las cercanías de El Rosario y disfrutó de tierras
de buena calidad, con acceso al agua. Los pueblos de Chiametla, Escuinapa y
Auchen no sig-nificaron un problema para la apropiación inicial del suelo por
parte de la población hispana.
En el distrito serrano de Maloya, ubicado al norte y al este de El Rosario hubo
una mayor permanencia de comunidades indígenas, lo que refleja la tendencia de
los naturales durante el siglo XVI de replegarse hacia las montañas para evitar su
domi-nio por los españoles. Permanecieron aquí los pueblos de Maloya, Matatán,
Cacalo-tán, Otatitán y Santa María (probablemente el del Guaynole). Por otro lado,
además de los reales mineros de Panales y Plomosas, sólo encontramos aquí dos
unidades de composición que son la hacienda de Chele y Cieneguillas y El Corral
de Tierra y El Tamarindo, ambos en las cercanías de El Rosario (ver mapa 4.2).
Por su parte, el real de minas de San Joseph de Copala, así como la villa de San
39
“Testimonio de don Bartholomé Carrasco”, en “Título de merced de las demasías del potrero de El Palmito”.
40
Véase AHJ, Libros de Gobierno, desde 1671 y sobre el tema en particular López Castillo, “El Palmito de Verde,
una hacienda ganadera en el sur de Sinaloa”, pp. 61-63. Para el comercio de ganado en Nueva Galicia, Van
Young, La ciudad y el campo en la historia de México y Ramón María Serrera, Guadalajara ganadera, estudio
regional novohis-pano (1760-1805), Guadalajara, Jalisco, México, H. Ayuntamiento de Guadalajara, 1991.
41
AHJ, Ramo de Tierras y Aguas, Libro 10, exp. 158, Título de las demasías del Potrero de El Palmito,
testimonio de don Bartholomé Carrasco, 1725.
125
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Sebastián fueron el centro de la actividad económica de la antigua provincia de
Chia-metla previo al descubrimiento de las minas de El Rosario. Como se ha
mencionado, otro de los focos iniciales de población hispana fue el asentamiento
de milicianos de San Juan Bautista de los Mulatos, o de Mazatlán, erigido para la
defensa de la costa en 1576. Éste recibió el resguardo de sus tierras por un
mandamiento de amparo dado por el virrey duque de Albuquerque, que se refería
42
al Bajío de Zacanta, lugar de su primera fundación.
Encontramos para Copala once unidades de composición, que representan el 16%
del total de nuestra zona de estudio (ver gráfica 4.2 y mapa 4.2). Éstos eran en su
mayoría ribereños y se hallaban alternados con los pueblos indígenas en las cercanías
de la villa de San Sebastián y del real de Copala, con grandes espacios desocupados en
la costa y en las partes más altas de la sierra, hacia el altiplano de Nueva Vizcaya.
Sin embargo, la producción agropecuaria de estos asentamientos no alcanzaba
a satisfacer la demanda de los mineros de la misma jurisdicción, como se quejaba
el capitán Xrisptóbal Gruziaga, dueño de la mina de San Rafael, al tramitar la
43
merced del puesto de Guatezón en 1690. Para ello se requería tanto la producción
de los presidiales mulatos de Mazatlán, como la llegada de productos agrícolas de
Acaponeta, así como del entorno de Guadalajara.
Como hemos apuntado, en la zona del río Piaxtla se nombraba un alcalde
mayor a principios del siglo XVII. A lo largo del siglo, los pocos pobladores
hispa-nos aprovecharon que el espacio de la costa y del pie de monte se
encontraba casi despoblado y establecieron ranchos y haciendas ganaderas. De
las seis unidades de composición previas a 1691, las más antiguas son las
haciendas de La Labor y La Ramada, surgidas cerca de 1630. Ello fue posible
en buena medida gracias a la llegada de los misioneros jesuitas, que desde
principios del siglo se encargaron de la cristianización, así como del control de
los indios serranos que permanecían insumisos.
Así, con los indígenas establecidos en pueblos de misión y un proceso de poblamiento hispano que avanzaba, aunque lentamente, la zona del Piaxtla tuvo un
teniente en San Ignacio, que era el representante del alcalde mayor de Copala y que
42
43
Título de merced de las tierras del “pueblo” de Mazatlán, AHJ, Ramo Tierras y Aguas, Vol. 19, exp. 16.
Merced del predio del Guatezón al capitán Xrisptóbal Gruziaga, AHD, cajón 8, exp. 8.
126
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
se encargaba de cobrar impuestos e impartir justicia en el distrito.
En la provincia de Culiacán la situación fue muy distinta, pues a diferencia de
los distritos de la antigua provincia de Chiametla, aquí permaneció habitado un
número mayor de pueblos que marcaron límites al establecimiento de ranchos y
estancias por los pobladores hispanos. Esta situación se aprecia claramente en el
distrito de Culiacán, sede de la alcaldía mayor.
Ubicada en la confluencia de los ríos Humaya y Tamazula la villa de San
Miguel de Culiacán tuvo en sus alrededores la mayor concentración de pueblos
tributarios. De la villa hacia el mar, precisamente donde el río toma el nombre
de la provincia, se localizó lo que todavía a fines del siglo XVII se denominaba
como el “Valle de los tahues”, es decir, del grupo indígena dominante al
momento del establecimiento de la dominación hispana. Fue en esta zona
donde las comunidades pudieron mantener la propiedad de sus tierras con gran
éxito, incluso entrado el si-glo XVIII.
Encontramos un total 22 unidades de composición hasta 1690, es decir, casi un
tercio del total de toda la zona de estudio. Sin embargo, como se puede apreciar en el
mapa 4.2, en las tierras bajas sólo pudieron establecerse un par de ranchos en tierras
ribereñas, pues las tres unidades de composición restantes ubicadas en el valle se localizaron en tierras que si bien eran de buena calidad, carecían de acceso propio al río.
.Aquí, con apenas dos predios, el poblamiento hispano del litoral fue
escaso y como en El Rosario, el hombre aprovechó las condiciones naturales
para la cría de ganado mayor; en este caso en la península de Lucenilla, de
características geográfi-cas semejantes a la isla de El Palmito.
Las unidades de composición restantes se ubicaron en las tierras ribereñas
al pie de la sierra, en alturas inferiores a los mil metros sobre el nivel del mar,
donde pudieron alternar con los pueblos de indios. También se ubicaron en las
cercanías de la villa de San Miguel y del camino real que, proveniente de la
ciudad de México, enlazaba a las alcaldías costeras sinaloenses con las de
Ostimuri y Sonora. Fueron éstas en general tierras de buena calidad utilizadas
como estancias ganaderas y con posibilidades para el cultivo de granos.
En el caso de Badiraguato, donde se ha encontrado el problema de la
sobreposición de jurisdicciones, los documentos de tierras refieren con precisión a
un territorio dependiente de la provincia de Culiacán, del reino de la Nueva
127
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Galicia. Había aquí una situación parecida a la del distrito de Copala, pues era
una jurisdicción predominantemente serrana, si bien no hubo como allá
concentraciones importantes de población hispana (ver mapa 4.2). Los pueblos
de indios eran administrados por misioneros de la Compañía de Jesús y había
bastantes tierras de buena calidad desocupadas. Sin embargo sólo localizamos
seis unidades de composición que, a diferencia de las de Culiacán, sí pudieron
establecerse en tierras ribereñas. El pueblo y misión de Badiraguato, que dio su
nombre al distrito, fue el centro de reunión de los pocos rancheros y pobladores
circunvecinos, si bien el teniente carecía de una sede permanente. En estas
tierras altas el cultivo de maíz y de caña dulce de Castilla fue alternado con la
cría de ganado mayor.
Por último tenemos al distrito de Cosalá, con 10 unidades de composición. Este
había surgido a mediados del siglo XVI con la fundación de las minas del real de las
Once Mil Vírgenes y tuvo un poblamiento inconstante. De hecho, desapareció buena
parte del siglo XVII al ser presa de insurrecciones indígenas. No fue sino después de
1670 en que dicho real se convirtió en un asentamiento estable, sin embargo el nú-mero
de pobladores no era elevado. En 1691 había sólo quince vecinos considerados como
españoles, además de algunos de color, cuyo número se desconoce, explotándose
asimismo varias haciendas de sacar plata por los beneficios de fuego y azogue.
44
Dependiente de la alcaldía mayor de Culiacán, Cosalá tuvo bajo su jurisdicción un amplio espacio que incluía parte de la llanura costera y de las tierras
altas que eran administradas por un teniente (ver mapa 4.2). Aquí, como en el
distrito de Culiacán, al finalizar el siglo los pueblos de indios se mantuvieron
en la propiedad de sus tierras. Por ejemplo en la zona baja del río Elota no se
estableció ningún asentamiento de población hispana, pues el único predio
además de las tierras de comunidad pertenecía a indios del pueblo de Conitaca.
Las nueve uni-dades de composición restantes correspondieron a la zona del
piedemonte, y a las tierras altas de la sierra en torno del real.
44
“Tierras pertenecientes al vecindario del real de las Vírgenes, Cosalá”, AHGES, Ramo Tierras, Vol. 8, f.
80v., testimonio de don Francisco Xavier de Zeballos, uno de los vecinos más ancianos, 1765.
128
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Caracterización del tipo de poblamiento
El rasgo distintivo más importante de la primera parte del siglo XVII fue que
sur-gieron los asentamientos originales de las principales haciendas del área de
nuestro estudio, que son la de Cieneguillas, punto de partida de la de Chele
(Ca. 1621), La Labor (Ca. 1628) y la de El Palmito de Verde (Ca. 1656). Estos
asentamientos se localizaron en los distritos meridionales, precisamente en
tierras costeras o de escasa altura, que como se ha mencionado fueron las más
pobladas por la sociedad indígena hasta antes de la conquista y también donde
aconteció la más violenta baja demográfica en el siglo anterior.
De acuerdo con Peter Gerhard, durante el siglo XVII continuó la tendencia a la
45
disminución de la población nativa, mientras que la población hispana au-mentaba.
Este fue el motivo por el que la mayor parte de los pobladores que se interesaron en
iniciar establecimientos rurales pudieron obtener tierras con gran éxito. En todos los
distritos, con excepción de la llanura costera de Culiacán y de la zona costera y ribereña
de Cosalá, los asentamientos de población hispana pudieron alternar con los pueblos de
indios, lo que además les permitió contar con fuerza de trabajo cercana a sus
establecimientos. Sólo en el Valle de los tahues, en las tierras ri-bereñas bajas de
Culiacán, se dio una notable permanencia de los pueblos de indios; de modo que los
casos de nuevos asentamientos hispanos fueron excepciones.
Al finalizar el siglo la zona de nuestro estudio había cambiado notablemen-te,
pues si bien quedaban grandes despoblados, encontramos concentraciones de
ranchos y estancias ganaderas en torno a los antiguos centros de población de San
Miguel de Culiacán, las Once Mil Vírgenes de Cosalá, la villa de San Sebastián y
finalmente el real de minas de El Rosario. En unas décadas éste pasó de ser un
asentamiento dependiente de Copala y Chiametla a constituir el asiento de las autoridades del conjunto de ésta antigua provincia.
Respecto a las tierras de uso comunal anteriores a 1691, tanto de indígenas como
de la población hispana no tenemos información de carácter serial como la encontrada
en las composiciones de tierras, sino sólo referencias vagas de su existen-cia. De hecho
los títulos correspondientes al fundo legal de los pueblos del área de
45
Gerhard, La frontera norte de la Nueva España, pp. 310 y 316.
129
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
esta investigación no comenzaron a expedirse sino hasta 1695, precisamente
como un paso previo a las composiciones. No obstante la carencia de títulos de
merced, todos los pueblos debieron disfrutar de sus tierras de comunidad, pues
en éstas se sustentaba su sobrevivencia.
En el caso de las villas y de los reales de minas, si bien sabemos que tenían sus tierras
de ejidos, desconocemos cuál era el sustento jurídico, más allá del uso tradicional. Tenemos el caso del conflicto por las tierras del vecindario del real de las Once Mil Vírgenes de
Cosalá, en que el capitán don Antonio Vélez de Arce se había establecido, al igual que el
resto de los vecinos. Dijo aquel ante el alcalde mayor de la provincia de Culiacán, don
Domingo Oxea de Bóveda, que “...el título con el que ocupa su güerta y su casa es el de
averse avecindado en este r(ea)l de minas, poblado de españoles y ser cabeza de partido o
curato...”;
46
es decir que no hubo un reparto de solares a los vecinos respaldado por un
instrumento jurídico, sino sólo sustentado en el uso consuetudinario del suelo.
La utilidad de las tierras en la gran mayoría de los predios privilegió desde el
inicio la cría de ganado mayor, aunque es muy probable que en todos ellos se
dedica-ra una pequeña parte al cultivo de maíz y frijol, aunque normalmente no
quedaba re-gistrado. Al menos desde principios del siglo XVII se establecieron
siembras de caña dulce de Castilla en las tierras altas de Copala y Culiacán,
mientras que el cultivo de trigo al sur de la provincia de Sinaloa continuó como
una actividad excepcional en la hacienda de La Labor. Los asentamientos ubicados
junto al litoral disfrutaron asimismo de los productos marinos obtenidos por medio
de la pesca, además de la recolección de ostiones y sal.
Durante estos años aún se consideraba de relevancia el carácter para el que las
tie-rras fueron originalmente destinadas, como se muestra por el testimonio de
Balthazar González, vecino del pueblo de San Ignacio, en el caso de la Hacienda de la
Labor. En 1653 compareció ante Juan Fernández de Morales, teniente de gobernador,
“... expresando que en conformidad de ella (la merced) avía poblado los sitios mencionados y
lavrado y cultivado las tierras de ellos en que avía tenido excesivos costos y gastos para su
mejor beneficio y no había podido conseguir fruto alguno, p(o)r lo que pidió se le concedie46
“Tierras pertenecientes al vecindario del real de las Vírgenes”, Cosalá, AHGES, Ramo Tierras, Vol. 8, f. 80v.
130
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
se licencia para que pudiese poblar d(ic)ha tierra de ganado mayor, supuesto que estaba en
parte distante de poblado, que con efecto se le concedió y por esta gracia no sirvió con
cosa alguna, despachándosele nuevo título con inserción al primero citado...” 47
Se destacan dos aspectos en este testimonio. En primer lugar la clara expresión de
que la actividad económica que podría dejar beneficios económicos notables era la
ganadería, ya que la ausencia de un mercado para granos era una limitante para su
producción. El ganado, en cambio, podía ser trasladado a los lejanos centros de con48
sumo en grandes cantidades, como ocurrió décadas más tarde. En segundo lugar, el
hecho de que los títulos de merced se concedían por las autoridades sin costo alguno,
único signo del estímulo al poblamiento de las provincias.
De forma paulatina, en un proceso imposible de rastrear cuantitativamente, las
costas y tierras al pie de la sierra se volvieron a poblar, no ya de indios, cuyo número
seguía a la baja, sino de especies de ganado mayor. Grandes penínsulas como El Palmito de Verde, El Palmito de Iribe, Lucenilla y espacios cercanos al litoral como las
haciendas de La Bayona, El Sauce, Chele, El Potrero y La Labor fueron los lugares en
los que el ganado bovino, caballar, mular y asnal pudo reproducirse y multiplicarse,
hasta influir notablemente el paisaje rural, sobre todo en las zonas de mejores pastos.
También consideramos importante destacar que, contrario a lo que hubiera podido
esperarse, después del descubrimiento de las minas de El Rosario en 1655 no se presentó un
proceso inmediato de establecimiento de nuevos asentamientos, sino que ocurrió de forma
paulatina, desde antes de mediar el siglo y continuó en su segunda mitad.
Finalmente, ¿cuál es la situación de las alcaldías costeras al sur del río Mocorito
el año previo a las composiciones? Por poco precisa que pudiera ser nuestra idea, creo
que lo más notable es que después de más de un siglo y medio de la instauración del
dominio hispano, había aquí una sociedad consolidada, que sustentaba su per-manencia
en la pacificación del área y en su dedicación a las actividades agrícola y ganadera, en
primer lugar, y en menor medida a la minería y al comercio. Para 1690 es claro que la
minería por sí sola no ha logrado el establecimiento de asentamientos
47
48
El testimonio aparece como parte de los antecedentes del título de composición de la hacienda de La
Labor, 1721, AHJ, Tierras y Aguas, Libro 14, Exp. 32, f. 287.
Es difícil precisar la fecha en que los ganaderos de la antigua provincia de Chiametla empezaron a vender su
producción en la ciudad de México, sin embargo se puede adelantar que al menos este comercio existió desde la
década de 1660, ver al respecto los años iniciales de los Libros de Gobierno de la Real Audiencia de Guadalajara.
131
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
de población de proporciones urbanas y que gran parte de estas personas se
ubicaron de forma dispersa en el campo circundante a las villas y reales de minas.
Por su parte, como hemos visto, se han dado los pasos iniciales mediante
los que la administración virreinal llevará a cabo el cobro a los propietarios
rurales de las tierras que han ocupado.
A la par de las composiciones de tierras, el ritmo poblador se mantuvo
vigoroso durante la primera mitad del siglo XVIII. Precisamente al estudio de
las tendencias del poblamiento dedicamos el siguiente capítulo.
132
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Capítulo V
Consolidación del poblamiento
Los veinte años previos a 1690 estuvieron marcados por un ritmo poblacional más
intenso. Forman parte de la tercera fase del poblamiento que hemos referido y que se
extiende hasta 1740 en la antigua provincia de Chiametla y a 1760 en la de Cu-liacán.
En esta fase el número de asentamientos por década se multiplicó y ante la inexistencia
de tierras realengas en espacios como la desembocadura del río de Chia-metla, en El
Rosario, las preferencias de asentamiento se fueron extendiendo a otras tierras antes no
consideradas, como son las partes altas de la sierra de las alcaldías de Copala y
Culiacán y los espacios intermedios entre los diversos ríos. También se presentaron los
primeros conflictos abiertos entre los hacendados y los indígenas por la tierra, así como
entre aquellos y los vecinos españoles. Sin embargo los procesos no fueron
simultáneos, pues mientras que en El Rosario pronto se llegó a una situación límite en
cuanto al establecimiento de nuevos pobladores en tierras desocupadas y de buena
calidad, en el distrito de Culiacán todavía podían establecerse con cierta libertad en las
tierras ribereñas al norte y oriente de la villa.
En el presente capítulo en que se estudia el poblamiento a lo largo de un
siglo, se ha optado por considerar dos grandes cortes de cincuenta años, desde
la instaura-ción de las composiciones hasta 1740, y desde éste, hasta los años
finales del proceso en torno a 1790, que nos permitirán puntualizar en
momentos y lugares con mayor precisión.
El avance del poblamiento
Las tendencias del número de la población
Sigue siendo particularmente difícil referirse al número de la población, su evolución y
características en el espacio de nuestro interés, cuando las cifras de finales del siglo
XVII o principios del XVIII son escasas. Por tal motivo, ante la ausencia de fuentes
primarias se ha optado por utilizar los resultados de Peter Gerhard, que hasta hoy
133
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
han sido aceptados por los historiadores. Encontramos en él dos premisas que
po-demos retomar.
De entrada tenemos que el número de la población indígena disminuyó todavía a
fines del siglo XVII y las primeras dos décadas del XVIII, para luego presentar una
ten-dencia al crecimiento, con marcadas diferencias entre las alcaldías del sur y
Culiacán. De acuerdo con las cifras en Copala, El Rosario y Maloya este proceso
estuvo marcado por fluctuaciones relativamente leves en los años extremos, pues de
3,500 habitantes indígenas con que contaba esa provincia en 1660, en 1720 había 3,000
y 3,300 en 1760 en que hubo cierta recuperación. Sin embargo en la alcaldía de
Culiacán los cambios fueron muy drásticos, pues se pasó de 4,000 en 1660 a sólo 1,200
1
en 1720, y a 4,400 en 1760. Los años finales del siglo presentan una clara tendencia al
crecimien-to de la población indígena. Durante la primera mitad del siglo debió haber
procesos muy distintos en estos distritos, problema que trataremos de resolver.
Cuadro 5.1.
Población indígena, Culiacán y Chiametla, 1660-1790
Jurisdicción/Fechas
Antigua provincia de Chiametla
1660
1720
1760
1790
(Copala-Maloya-El Rosario)
3,500
3,000
3,300
3,400
4,000
1,200
4,400
5,000
Culiacán
(Culiacán-Cosalá-Badiraguato)
FUENTE: Sergio Ortega Noriega, Breve historia de Sinaloa, México, FCE, Fideicomiso
His-toria de las Américas, “Serie Breves Historias de los Estados de la República
Mexicana”, pp. 105-140.
Fue precisamente durante los años iniciales del siglo XVIII que aconteció el
abandono de dos pueblos de indios: Yevabito, correspondiente a Culiacán, y Auchen, en El Rosario. Yevabito fue abandonado en 1707, debido a que la mayoría
1
Estas cifras han sido sistematizadas por Sergio Ortega Noriega y provienen de la obra citada de Peter
Gerhard, La frontera norte de Nueva España; Sergio Ortega, Un ensayo de historia regional, pp. 86-87.
134
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
de sus habitantes murió, probablemente por alguna enfermedad, mientras que los
pocos que quedaron se integraron a los pueblos vecinos de San Pedro Comoloto y
2
San Francisco de Navolato. Por su parte el despoblamiento de Auchen ocurrió en
3
una fecha aún no precisada posterior a 1714 y anterior a 1731. Este fue el fin de
un proceso iniciado en el siglo XVI. En adelante el número de este tipo de
asentamien-tos permaneció constante, si bien algunos pueblos como San Pablo de
Culiacán y San Pedro de Comoloto mostraban al finalizar el siglo XVIII un
4
avanzado grado de mestizaje, en detrimento de la población de origen indígena.
Después de los testimonios sobre la población hispana referidos en el capítulo
anterior a Copala, San Sebastián y Mazatlán en 1687, carecemos de información
general que sirva como punto de referencia para valorar puntualmente su evolución. Sin embargo, si atendemos a las cifras de las composiciones, además de las
que contamos para mediados del siglo XVIII, encontramos que la tendencia debió
ser al incremento, hasta superar incluso al número de la población nativa.
La única cifra general y confiable es de 1759, año para el que sabemos que en
las alcaldías de Copala, El Rosario y Maloya había 9,642 individuos y en Culia-cán
5,083. Es decir, que en todo el espacio de nuestro estudio hubo un total de 14,725
personas de origen hispano, mientras que el total de indígenas en 1760 era de
5
7,700. Tres décadas más tarde, en 1790, la población no indígena había aumentado a 12,539 en Copala, El Rosario y Maloya y a 9,389 para el caso de Culiacán.
2
3
4
5
“Títulos de las tierras de la comunidad de San Pedro Comoloto”, BPEJ-ARAG, Ramo Civil, exp. 19-9262, f. 20v. Ver Gilberto López C., “San Pedro Comoloto”, pp. 67-76.
En 1714 y previa convocatoria, los naturales de Auchen comparecieron ante el juez de tierras junto con los
de Escuinapa a causa de su inconformidad respecto de las medidas del puesto de San Joseph del Platanal.
Expresaron que no eran afectadas sus tierras con las medidas de aquel, mientras que la fecha de 1731 se ha
estimado como la del inicio del asentamiento de población hispana. Véase al respecto los títulos de merced
de San Joseph del Platanal en el AHJ, Ramo Tierras y Aguas, libro 10, exp. 128 y los correspondientes al
“Pueblo viexo de Auchen”, en AHJ, Ramo Tierras y Aguas, libro 39, exp. 8-bis.
Aunque el testimonio es de don Miguel de Yturríos, quien mantenía con los naturales un conflicto de
tierras, era ésta una idea aceptada en la época. Ver “Diligencias practicadas a pedimento de don Ignacio
Tadeo Yturríos contra los naturales del pueblo de San Pedro Comoloto sobre las tierras del pueblo de
Yevabito, en AHGES, Tie-rras, vol. 27, fs. 82-130v. Por su parte, el subdelegado Ambrosio Ramón de
Ortíz refería que en 1804 había en el partido de Culiacán “de 14 a 15 mil almas”, siéndolos 4 mil de ellas
de indios, aunque algunos se nombran tales no siéndolo por estar mezclados con otras castas”, “Informe de
la subdelegación de Culiacán, 1804, por Ambrosio Ramón de Ortiz”, BNM, FR-AF, 36-819, f. 23.
Ortega, Un ensayo de historia regional, p. 87.
135
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Cuadro 5.2
Población no indígena, Culiacán y Chiametla, 1759-1790
Jurisdicción/Fechas
Antigua provincia de Chiametla
1759
1790
(Copala-Maloya-El Rosario)
9,642
12,583
5,083
9,389
Culiacán
(Culiacán-Cosalá-Badiraguato)
FUENTE: Sergio Ortega Noriega, Breve historia de Sinaloa, p. 105.
Pasados los trastornos de los siglos XVI y XVII, por fin las tendencias se
empa-rejaron, pues los dos grupos de población aumentaron en número, si bien
la diferen-cia fue irreversible, pues como muestra Sergio Ortega, al mediar el
siglo XVIII había dos personas de origen hispano (españoles, mestizos,
mulatos), por cada indígena (Cfr. cuadros 5.1 y 5.2).
Culiacán, los límites del despoblamiento indígena
Después de la rebelión de los indígenas de Conimeto en la última década del siglo XVII
(una excepción dentro de la jurisdicción de Culiacán que no se caracterizó por este tipo de
acontecimientos), a lo largo del XVIII éste sector de la población se man-tuvo en paz.
Habían sido sometidos al control hispano y su bajo número no significó para los nuevos
pobladores un verdadero problema en cuanto a la elección de los lu-gares de asentamiento.
Si bien es cierto que los naturales ocupaban la mayoría de las tierras bajas del río Culiacán,
la población hispana tenía suficientes opciones en las riberas del Humaya y el Tamazula,
sobre todo de la villa rumbo a las tierras altas. Un testimonio de 1703 refiere que la gran
mayoría de las tierras “del contorno y distrito de Culiacán están yermas y despobladas”.
6
Como podemos ver en el mapa 5.1, esta situa-ción era más evidente al interior de los valles,
entre los ríos de Culiacán, Navito y Elota.
6
“Título de merced de las tierras de Sataya a don Nicolás Verdugo, vecino de Culiacán”, AHJ, Ramo
Tierras y Aguas, libro 14, exp. 49, f. 400v.
136
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
A diferencia del resto de las alcaldías del noroeste novohispano, en las que los
indígenas no pagaban tributo, los nativos de la jurisdicción de Culiacán los
entregaban anualmente. La costumbre local era que cada año, por el mes de abril,
se pagara la deu-da del anterior, que correspondía en dinero y en especie a 10
reales, una fanega de maíz y una gallina, es decir a dos pesos, si consideramos que
7
la fanega de maíz valía cuatro reales y la gallina dos. Como se dijo en el capítulo
anterior, es de suponerse que todos los pueblos de indios disfrutaran de las tierras
de uso común, que era una premisa que garantizaba su existencia como tales,
además que de los frutos de su trabajo debían cubrir su tasación anual.
Se desconocen las cifras correspondientes a los individuos por cada pueblo,
pero suponemos que era ínfimo, sobre todo en torno al año de 1720, considerado
como el de mayor descenso del número de la población indígena. Por ejemplo, en
1714, San Pedro Comoloto, pueblo considerado como cabecera del Valle de los
tahues y que jun-to con el de Navolato tuvo tradicionalmente el mayor número de
8
habitantes, apenas alcanzaba 46 tributarios. Si era el más poblado, ¿cómo estarían
los demás? En 1725 los naturales de las comunidades de Tepuche y Sanalona no
enviaron indios de reparti-miento al cura de la villa de San Miguel, bachiller don
Francisco Xavier Páez Guzmán y Sotomayor al argumentar que los pueblos eran
9
muy “cortos”, es decir, integrados con muy poca gente.
Las alcaldías del sur en “época de rebelión”
El de 1740 es el año de la rebelión de los indios yaquis contra los pobladores, los
10
misioneros y las autoridades hispanas en las provincias al norte de Culiacán.
Sin
7
“Francisco Fernández Roxo con los naturales del partido de Culiacán sobre pago de tributos, incluye una real
provisión dada al respecto por la audiencia de Guadalajara el 12 de agosto de 1701, que fue añadida en 24 de
diciembre de 1764”, BPEJ-ARAG, Sección de Fondos Especiales, Ramo Civil, exp. núm. 65-4-805.
8
“Títulos de las tierras de la comunidad de San Pedro Comoloto, integrados a los autos de don Ygnacio
Thadeo Yturríos y los indios de Comoloto, sobre tierras”, BPEJ-ARAG, Fondos Especiales, Ramo Civil,
exp. núm. 19-9-262, f. 15.
9
“Autos seguidos por los naturales del pueblo de San Juan de Ymala, Santiago de Navito y San Pedro
Quilá, juris-dicción de Culiacán, sobre quejas contra su alcalde mayor don Pantaleón de Palazuelos y su
cura”, ARAG, Ramo Civil, exp. 36-7-460, fs. 2v-3.
10
Luis Navarro García, La sublevación yaqui de 1740, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1967.
137
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
embargo, se ha encontrado que también en el sur, en los distritos de El Rosario
y Maloya, hubo manifestaciones de descontento por la población nativa,
aunque se desconocen lazos concretos entre ambos conflictos.
Los escasos testimonios refieren una época de represión de parte de los pobladores y autoridades hispanas. Como antaño, seguramente muchos de los habitantes
de origen indígena huyeron hacia las tierras altas, lo que explica, junto con una epidemia, el panorama desolador que presentaron algunos pueblos en esta década. En
Cacalotán, alcaldía de Maloya había en 1745 sólo seis tributarios y dos viudas,
junto a los caciques Hernando Ramos y Juan Nicolás. Además de éste, sólo dos se
encon-traban casados, pues tres eran solteros y había dos viudos. También se
consideraban integrantes del pueblo cuatro tributarios ausentes (dos casados y dos
solteros). No había, pues, sino sólo tres familias completas y de acuerdo al
testimonio de los natu-rales “Dios envió una enfermedad (por lo que) los
habitantes se murieron”, incluso el alcalde del pueblo falleció después de haberlo
apresado el alcalde mayor Antonio Fernández Chasco.
El panorama en el pueblo de Chiametla no era mejor, ya que después de la
enfermedad “muchos años ha que no quedan más que sólo el re(gi)dor y otro
na-tural que sirven de todo”.11 Pero, ¿cuáles eran las fuerzas externas a la
comunidad que influían sobre ellos?, el mismo testimonio de los indígenas
sugiere la respuesta, pues además de la naturaleza, que por la acción de una
tormenta tumbó ambas iglesias,
... vino (un) señor cura y se llevó nuestra imagen milagrosa y la de un Santo
Christo y otras alajas de la iglesia y las campanas, (además) luego que murió
nuestro alcalde an corrido a (o)tros naturales, tirando a que se demuela (el
pueblo), disiéndonos que nos va(lla)mos y) amenassá(n)donos con asotes y así se
han ido algunos naturales i viudas de temor i (somos pocos) los q(ue) nos
q(ue)damos fomentando este pueblo i qüidan(do) el ganado de la cof(r)adía, sin
tener alcalde que nos gov(iern)e. No se qué razón tienen, (quizá) será por las
tier(r)as para (utilizarlas) en las aciendas (de) alguno de los vecinos...
12
11
Medidas del pueblo de San Juan Cacalotán, “testimonio de los caciques y común para que se les haga
merced de tierras en razón de pueblo”, 1745, AHGES, Ramo Tierras, vol. 51, fs. 3-4.
12
“Medidas del pueblo de San Juan Cacalotán”, f. 3v.
138
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Consideramos que un análisis del poblamiento rural de la zona nos puede
ayu-dar a explicar este problema, en donde queda una cosa clara: se buscaba
terminar con estos pueblos de raíz, ya que caídas las iglesias y con muchos indios
muertos y otros errantes, los rancheros y hacendados encontraron una oportunidad
para aprovechar las tierras en su beneficio, en un momento en que, como veremos,
la población his-pana había encontrado un límite en cuanto a la disponibilidad para
el cultivo y la cría de ganado, sobre todo en el distrito de El Rosario.
Consolidación del poblamiento hispano, 1690-1740
Durante estos años el poblamiento avanzaba y se consolidaba en distintas jurisdicciones del norte novohispano. En las provincias de Sinaloa, Ostimuri y Sonora
eran cada vez más comunes los conflictos entre los misioneros jesuitas y los pobladores civiles, debido a que el número en aumento de estos últimos requirió de la
fuerza de trabajo indígena que tradicionalmente había sido controlada por los mi13
sioneros. Este problema terminó hasta la expulsión de la orden, en 1767. Por otro
lado, la jurisdicción de Chihuahua consolidó la actividad agropecuaria iniciada en
el siglo XVII, ahora en el marco de los descubrimientos mineros de Santa Eulalia
de Mérida y San Francisco de Cuéllar en 1707 y 1709 respectivamente, convirtiéndose, de acuerdo con Salvador Álvarez, en la región más opulenta de Nueva
14
Vizcaya. Hasta entonces en Sonora, como en Chihuahua, los pobladores llegaron
de forma natural, atraídos por la actividad económica, sin que participaran las
autoridades novohispanas. Caso distinto es el de la costa paraguaya en el ámbito de
la monarquía española, donde las autoridades dispusieron de la fundación de
“villetas” o pequeños centros de población que fomentaron el establecimiento de
15
pobladores hispanos.
.Mientras tanto, el poblamiento de las alcaldías costeras de Copala, Maloya,
El Rosario y Culiacán, en el noroeste novohispano, continuó con el ritmo que había
tomado desde el último tercio del siglo XVII, que consistió en la paulatina
13
14
15
Ortega, Un ensayo de historia regional, pp. 71-93.
Álvarez, “Colonización agrícola y colonización minera”, pp. 27-82.
Rafael Eladio Velázquez, La fundación de la villeta del Guarnipitán y el poblamiento del litorial
paraguayo, folleto, s.p.i.
139
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
ocupación de tierras despobladas. Aquí, como en Sonora y Chihuahua, se careció
de una política definida de fomento al poblamiento. A lo largo del siglo que inicia
con la instauración de las composiciones de tierras podemos apreciar dos
momentos en la ocupación del suelo. El primero, que como se ha mostrado tiene
sus orígenes en las décadas de 1671 a 1690, se extiende hasta 1740-1760 y se
caracterizó porque en él se presentó el ritmo poblador más intenso registrado en las
alcaldías objeto de nues-tra investigación. En esta primera mitad del siglo XVIII el
proceso de poblamiento rural se consolidó y alcanzó su auge. En segundo lugar
tenemos las décadas de 1760 a 1790 en que el ritmo de la ocupación del suelo
disminuyó notablemente, debido a que la mayor parte de los espacios de buena
calidad se encontraban ocupados. Pero veamos en detalle este proceso.
Las alcaldías del sur
El procedimiento metodológico consiste en la evaluación de la información cada medio
siglo. Por un lado nos permite apreciar las tendencias del poblamiento con cautela
(recordemos que las cifras que manejamos no son del total de asentamientos, sino sólo
de unidades de composición registradas) y por otro nos brinda la posibili-dad de hacer
un alto en 1740, año clave en la historia del noroeste.
Si consideramos que para el distrito de El Rosario durante el periodo de 1691
a 1740 solo hemos encontrado nueve unidades de composición, podría parecer extraño que haya sido en este distrito donde se presentaron los conflictos más graves
por la apropiación del suelo. Sin embargo existen algunas premisas que ayudan a
explicar este problema, fundamentalmente el importante proceso de poblamiento
acontecido en este espacio geográfico desde principios del siglo XVII.
Por un lado se habían establecido grandes haciendas ganaderas que ocuparon
junto con diversos ranchos las tierras ribereñas y de marismas; las de mayor utilidad para la cría de ganado mayor. Por otro, el real de El Rosario se había convertido en un asentamiento de proporciones considerables, pues en 1720 vivían en él
16
cerca de 2,000 individuos, y dos décadas más tarde la cifra alcanzó los 3,000. El
Rosario era, junto con la villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa y el real de
16
Ramírez, “Minería y espacio económico”, p. 36.
140
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Álamos, uno de los centros poblacionales más importantes de las alcaldías
costeras, aunque todavía estuviera lejos de alcanzar los 25,000 habitantes que
tenía la re-gión de Chihuahua por la misma época.17 No debemos olvidar que
en las alcaldías costeras del noroeste no hubo asentamientos que se
18
consideraran como ciudades durante la época colonial.
Así encontramos que a las 12 unidades de composición previas a 1691 se suman en el distrito de El Rosario nueve del medio siglo siguiente con lo que se
alcanzó el número de 19 y que representan el 7% del total del subperiodo de
estudio (ver mapa 5.1 y gráfica 5.1); una cifra que no es grande si la comparamos
con las de otros distritos, pero que en las condiciones propias de El Rosario
significó una verdadera limitante al establecimiento de nuevos predios.
Para cuatro de los nueve asentamientos no se anotó el nombre, lo que
indica que no eran unidades que se pudieran caracterizar como importantes en
relación a otros predios. Se trata de pequeñas labores para las que solamente se
buscaba tener la garantía de un sustento jurídico de su posesión. Se ubicaban en
las cercanías del río de Chiametla, donde incluso se encontraban pobladas
pequeñas islas formadas entre los brazos del río. De las otras unidades de
composición, dos eran ribereñas y cercanas al real (Tonahuastla y La Loma del
Reparito), mientras que El Monte y El Monte Alto se encontraban también
cerca de El Rosario, rumbo a las marismas. Auchen, como se ha mencionado,
fue despoblado por los indígenas y repoblado por españoles hacia 1731.
Es muy sintomático que siete unidades de composición refieren una antigüe-dad
igual o mayor a 1715, mientras que en el cuarto de siglo previo a 1740 sólo
encontramos dos. Ello muestra el problema que se encontraron los pobladores para
establecerse en espacios desocupados y de calidad, pues de hecho en El Rosario ya no
los había. Se explica así la presión ejercida sobre la población nativa para apropiarse de
sus tierras. En los años previos a 1740 era una verdad reconocida que en este dis-trito
no había tierras con agua y pastos suficientes para la cría de grandes cantidades de
ganado; incluso tampoco en las colindancias con el distrito de Maloya, como se
17
Álvarez, “Colonización agrícola y colonización minera, p. 29.
18
Sobre el tema se puede consultar de Ignacio del Río, “Las efímeras ‘ciudades’ del desierto sonorense”, en
La ciudad y el campo en la historia de México, Memoria de la VII reunión de historiadores mexicanos y
norteamericanos, México, UNAM, 1992, T. II, pp. 673-685.
141
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
quejaba amargamente don Diego García Rodríguez, minero llegado en 1730
para el desagüe de las minas. Él se había visto precisado a rentar pequeñas
porciones de tie-rra a los propietarios ya establecidos y no solucionó su
problema hasta que en 1734 se le dio cabida a su mulada, que sobrepasaba las
mil cabezas, en un extremo de la isla de El Palmito de Verde.19
La concentración de tierras en unos cuantos propietarios fue el motivo de
que se produjera tensión social incluso entre los mismos pobladores hispanos,
pues de hecho la casi totalidad de vecinos del real de El Rosario había entrado
en conflicto con don Bartholomé Carrasco y los miembros de su familia por las
tierras bajas del río. Muchos de los vecinos establecieron pequeñas labores en
20
estas tierras que los Carrasco reputaban como propias. Por su parte, Carrasco
era el prototipo del hacendado poderoso, en el puesto de Nepantla, que los
naturales de Escuinapa re-clamaban como suyo, recalaba el ganado “alzado” de
las haciendas y ranchos vecinos rumbo a los altos, y los vaqueros de los dueños
debían pedirle permiso para entrar a buscarlo, pues a pesar de que carecía de un
título que sustentara la propiedad, “como don Bartholomé Carrasco era rico,
siempre decía que todo era suio y se sujetaban todos a lo que él decía”.21
A diferencia de lo ocurrido en El Rosario, en el distrito de Copala el
proceso de establecimiento de nuevos asentamientos fue intermitente y no se
detuvo sino hasta 1741, lo que indica que existían aún bastantes espacios
desocupados. Las unidades de composición fueron 13 y representan un 10%
del total porcentual de este subpe-riodo (ver mapa 5.1 y gráfica 5.1).
Si bien se había suprimido el presidio de San Sebastián desde 1687, las perspectivas del poblamiento eran optimistas. Por ejemplo el real de Pánuco, que había
19
“Autos de don Diego García Rodríguez, minero del real de Rosario y diputado de su minería” (sobre
registro de los realengos que pudiera haber en la Hacienda de El Palmito de Verde), AHJ, Legajo núm. 60,
f. 1. García Ro-dríguez decía llevar 6 años desde su arribo al real en que “no he dejado rincón, ni paraje en
toda esta jurisdicción y fuera de esta en donde no aya solicitado a costa de muchos pesos paraje cómodo
para la manutención de la mulada”, de tal forma que incluso la había remitido a la jurisdicción de
Acaponeta, a los potreros de Chilapa y Chimapa.
20
“Expediente sobre las tierras del pueblo de Chiametla, 1715-1759”, Archivo Particular de Javier León,
exp. 2, 44 fs.
21
“Testimonio de Joseph de Bracamontes, vecino y criollo de la jurisdicción de El Rosario”, en los autos que siguen
los naturales de Escuinapa con don Bartholomé Carrasco sobre el derecho que cada uno tiene sobre los sitios y
parajes de Jarretadera y Nepantla, con título, Archivo Particular de Javier León, exp. 3, fs. 15-15v.
142
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
sido explotado con interrupciones desde el siglo XVI, reinició su producción
tras el arribo de Durango en 1711 de un nuevo propietario, don Francisco del
Valle, quien envió un año después las primeras remesas de plata a la real caja
de Durango, tendencia que no se interrumpió al menos hasta 1722. De acuerdo
a las declaracio-nes del minero, su mayor problema era la escasez de indios
trabajadores, por lo que solicitó en ese año a la audiencia de Guadalajara mano
de obra por el sistema de repartimiento de los pueblos circunvecinos de La
Guásima, El Carrizal y Jacobo, la cual le fue concedida.22
Como podemos apreciar en el mapa 5.1, los pobladores de Copala pudieron
establecerse en tierras ribereñas, pues los pueblos indígenas eran sólo cinco. De tal
forma, la parte media del curso del río de Mazatlán presenció la creación de
diversos ranchos agrícolas y ganaderos que contribuyeron a satisfacer las
necesidades de la actividad minera. Estos asentamientos se establecieron en las
tierras bajas y al pie de la sierra, en alturas menores a los mil metros sobre el nivel
del mar. Mientras tanto, al interior de la misma alcaldía de Copala el proceso de
poblamiento se desplazó hacia el norte, situación que se reflejó en el
establecimiento de nuevas unidades de composición en la jurisdicción de San
Ignacio. Aunque se desconoce la fecha de fundación de la villa de San Xavier de
Cavazán, ubicada en la ribera del río de Piaxtla, consideramos que fue durante
estos primeros años del siglo XVIII cuando el asentamiento se fortaleció, frente al
pueblo de indios de San Ignacio que era una misión de jesuitas. San Xavier en
cambio, se caracterizó por ser asentamiento para la población de origen hispano.
En conjunto encontramos 14 nuevas unidades de composición (número mayor
que la alcaldía de origen), que como podemos ver en el mapas 5.1 se encontraban en su
mayoría en la zona del piedemonte, aunque también los hubo en las tierras ribereñas
altas, donde la principal utilidad, además de la consabida cría de ganado mayor, era el
cultivo de caña dulce de Castilla. No obstante, la parte oriental de la jurisdicción siguió
prácticamente despoblada, como refería en 1724 el juez comisio-nado don Bartolomé
Urbano de Llerena, en la mensura de las tierras del pueblo de San Jerónimo de Ajoya,
pues —decía— por lo intrincado de la sierra se carecía de
22
“Don Francisco del Valle, residente de esta ciudad de Durango denunciando una mina”, BPEJ-ARAG,
Ramo Civil, exp. 37-12-478, 16 fs.
143
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
vecindario español, de tal forma que “no hay haciendas, ni pueblos en ocho
leguas a la redonda, ni dueños de estancias, ni ranchos a quien citar”.23
Mapa 5.1
Unidades de composición,
1691-1740
23
“Tierras del pueblo de San Jerónimo de Ajoya, jurisdicción de Copala, 1724-1768”, AHJ, Ramo Tierras y
Aguas, Libro 37-1º, exp. 5, f. 5v.
144
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Gráfica 5.1
Unidades de composición según antigüedad estimada, 1691-1740
Mientras que la administración civil se consolidaba, al igual que las de
Cosalá y Badiraguato, las misiones jesuíticas del Piaxtla se caracterizaban por
su pobreza, en relación a las de las provincias de Sinaloa, Ostimuri y Sonora.
La principal diferencia radicaba en el escaso número de indígenas que impedía
llevar a cabo grandes empre-sas agrícolas o ganaderas.24
La provincia de Culiacán
Es preciso destacar que desde 1690 el territorio de la provincia de Culiacán
(que incluía las jurisdicciones de Badiraguato y Cosalá) había superado al
número de unidades de composición correspondientes a las alcaldías del sur,
que son los de la antigua provincia de Chiametla. Esta superioridad numérica
continuó ampliándose a lo largo del siglo XVIII (ver apéndices 4 y 5).
El distrito cabecera de San Miguel de Culiacán se caracterizó por el intermiten-te
asentamiento de nuevos pobladores que a diferencia de El Rosario o Copala, no tuvo
años de interrupción. Aquí, si bien el número de comunidades se mantuvo (con la
excepción de Yevabito), la caída demográfica de la población indígena llegó a su fin en
1720. Además, este sector de la población permaneció en paz.
24
Ortega, Un ensayo de historia regional, pp. 64-65.
145
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Como podemos apreciar en la gráfica 5.1, el número de nuevas unidades de
composición representó la tercera parte de toda la zona de estudio. El matiz importante de este distrito consiste en que muy pocos (sólo cuatro) pudieron establecerse
en las tierras ribereñas bajas, donde permanecieron firmes los pueblos indios (ver
mapa 5.1), de tal forma que hubieron de extenderse a las zonas ribereñas altas de
los ríos Humaya y Tamazula así como hacia las márgenes del camino real de la
costa, al norte y oriente de la villa de San Miguel de Culiacán. Algunos de estos
ranchos refie-ren antiguos pueblos indígenas, como los de Tomo y Ayuné, lo que
indica que estos espacios, que habían sido desocupados por la población nativa en
la anterior fase de poblamiento, fueron repoblados por personas de origen hispano.
En el distrito de Cosalá, el año previo al establecimiento de las composiciones
de tierras había al menos una decena de unidades de composición. Sin embargo, a
lo largo de las cinco décadas siguientes se presentó un proceso de poblamiento
muy importante, pues encontramos 31 nuevos asentamientos. ¿Cómo podemos
explicar este fenómeno si lo comparamos, por ejemplo, con lo que sucedía en las
mismas fechas en los distritos de El Rosario y Copala?
Destaca en primer lugar la disponibilidad de tierra que había en Cosalá, que
contrasta con la situación de El Rosario, en el mismo periodo. Así, mientras que en
este último sólo hubo dos nuevos predios entre 1716 y 1740, los de Cosalá
sumaron 18. Había pues, en este distrito, oportunidades para el establecimiento de
nuevas unidades agropecuarias; si bien, como las del resto de la provincia de
Culiacán, se caracterizaron por ser de una importancia menor, ya que no eran del
tipo de las grandes haciendas ganaderas de El Rosario y San Ignacio, o de las del
25
altiplano de Nueva Vizcaya, sino que se trataba de ranchos y estancias donde se
desarrollaba el cultivo de granos, caña dulce de Castilla y la cría de ganado mayor.
Aquí la minería influyó indirectamente en el poblamiento, ya que ante las
fluctuaciones de la actividad, los mismos mineros aplicaron sus esfuerzos al
26
cultivo de caña, que procesaban en pequeños trapiches. No hubo, como en El
Rosario y Copala, problemas con los pueblos de indios, pues de hecho había
suficientes tierras para unos y otros.
25
26
Álvarez, “Tendencias regionales de la propiedad territorial”, pp. 141-179.
José Antonio de Villaseñor y Sánchez, Theatro Americano, descripción general de los reynos y provincias
de la Nueva España y sus jurisdicciones, México, de. facsimilar, 1952, T. 2, p. 381.
146
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Como se puede apreciar en el mapa 5.1, en el distrito serrano de Badiraguato
se siguió el patrón general de la provincia de Culiacán: se trata del establecimiento
intermitente y notable de pobladores en los dos afluentes del río Humaya y su localización alternada con los pueblos de indios. La más importante variante quizá sea
el hecho de que en el inicio de este subperiodo, entre 1691 y 1715, sólo hubo tres
nuevas unidades de composición, lo que habría tenido relación con la insurrección
de los indios de Conimeto, referida páginas atrás.
Tenemos que al mediar el siglo el proceso de poblamiento se ha
consolidado, por lo que se han requerido cambios en la administración civil
tendientes a un me-jor control del territorio, como es el caso del
establecimiento de un teniente en San Xavier de Cavazán, del mismo modo que
décadas atrás se había nombrado para Las Once Mil Vírgenes de Cosalá. La
consolidación del poblamiento dio asimismo lugar a la aparición de conflictos
por el control y uso de la tierra, si bien fue un fenómeno muy localizado.
El Rosario: las comunidades ante el embate de la empresa ganadera
Para el caso del distrito de El Rosario se ha mencionado el problema del pueblo de
Escuinapa con don Bartholomé Carrasco tocante a la propiedad del puesto de
Nepantla. En el mismo caso se encontraba el de La Jarretadera, apenas en los límites del fundo del pueblo. El problema de origen de los pueblos de indios de este
distrito fue, por una parte, su escaso número (al iniciar el siglo sólo había tres) y
por otra la especialización ganadera de las unidades de poblamiento hispa-no, pues
sobre todo los hacendados buscaron terminar con esta supervivencia, más que
fomentarla, para integrar a los indios plenamente en sus sistemas productivos.
A pesar de la distancia que separaba a El Rosario de la ciudad de Guadalajara
(120 leguas), donde residía la audiencia, vale la pena destacar que los indios no se
amedrentaron por los abusos cometidos por los vecinos en colusión con las autoridades
en la escala local. En el caso en cuestión, el pleito inició en 1731 con motivo de las
medidas de la hacienda de Santa Cruz y Buenavista, en la que don Bartholomé trató de
incluir La Jarretadera y Nepantla. Sin embargo, una averiguación ordenada por don
Fernando de Urrutia, oidor y juez privativo de tierras en la audiencia de Guadalajara
puso en claro que estos predios no eran de Carrasco, en tanto que no
147
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
demostró su establecimiento anterior al existente por los indios con casas, hombres
y ganados, ni tampoco presentó títulos que avalaran la propiedad, de tal forma que
27
volvieron a poder de la comunidad ahora sustentados en un título de merced.
La situación del pueblo de Chiametla no fue más optimista, ya que al estar
ubi-cado precisamente en la parte del río más ambicionada por los vecinos del real
se tu-vieron que realizar diversas medidas para dejar en claro las tierras que les
pertenecían. Así, además de las del fundo, en 1716 resultó otro sitio de ganado
mayor, mientras que en 1725 sólo contaban con las tierras del fundo y medio sitio
y dos caballerías, es decir que el desplazamiento había avanzado notablemente. La
presión por sus tierras no terminó aquí, sino que en los años siguientes, los indios
permanecieron en su defensa, de forma que en 1759 lograron mantener el mismo
28
tamaño que en 1725. En el caso de las tierras del antiguo pueblo de Auchen, no
hubo impedimento para apropiarse de un espacio desocupado.
Todo parece indicar que en los demás distritos no hubo problemas duran-te
esta etapa entre los pobladores hispanos y las comunidades indígenas. Lo nor-mal
era que quienes llegaban a realizar la ocupación del suelo encontraran un lu-gar
apropiado para ello, alternando así con las comunidades que seguían mermadas en
el número de sus habitantes. Sólo en las desembocaduras de los ríos Chiame tla,
Elota, San Lorenzo y Culiacán hubo límites para quienes desearon instalar-se en
tierras desocupadas, pues por lo general no las había, al haber permaneci-do los
mismos indios en poder de las que pertenecieron a pueblos desaparecidos.
Para 1740 el poblamiento rural de las alcaldías costeras se había
consolidado. Durante los años siguientes el ritmo de establecimiento de nuevos
ranchos y estan-cias ganaderas disminuyó notablemente.
27
“Título librado a los naturales del pueblo de Yscuinapa, jurisdicción de El Rosario, por servir con cuarenta pesos,
Guadalajara, 8 de septiembre de 1735”, AHJ, Ramo Tierras y Aguas, Libro 20, exp. 16, fs. 124v.-130 y “Autos
que siguen los naturales de Escuinapa con don Bartholomé Carrasco sobre el derecho que cada uno tiene sobre los
sitios y parajes de Jarretadera y Nepantla, con título”, Archivo particular de Javier León, exp. 3, fs. 15-15v.
28
“Expediente sobre las tierras del pueblo de Chiametla, 1715-1759”, Archivo Particular de Javier León,
exp. 2, 44 fs.
148
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Una nueva etapa del poblamiento de la costa: 1741-1790
Nos encontramos en un nuevo momento en cuanto a la ocupación del suelo.
Paulatinamente vemos cómo, primero en las alcaldías del sur (Copala, Maloya y El
Rosario) se ha llegado a un límite en cuanto al asentamiento de nuevos pobladores en
tierras realengas, en tanto que en la alcaldía de Culiacán este proceso continuó, aunque
con una tendencia cada vez menos intensa, hasta declinar en las últimas dos décadas.
La segunda mitad del siglo XVIII tuvo en el norte novohispano dos grandes
movimientos de población. Por un lado nos encontramos con la colonización del Nuevo
Santander, encabezada por el coronel José de Escandón. En este caso, gracias a la
política de atraer pobladores que participaron en la fundación de una serie de vi-llas de
29
españoles, se logró poblar un amplio espacio del noreste del virreinato. Una situación
similar aconteció en el último tercio del siglo, en la colonización de la Alta California.
Se trata de un proceso igualmente dirigido desde la ciudad de México, pero en el que
30
participaron principalmente pobladores de la gobernación de Sinaloa y Sonora.
Tenemos un indicador de una nueva etapa. No se trata ya, como en los siglos anteriores
de un proceso intermitente de llegada de nuevos pobladores, sino de un proceso
colonizador dirigido desde el centro del poder virreinal.
Para las jurisdicciones del noroeste novohispano, Saúl Jerónimo Romero ha encontrado por ejemplo un fuerte proceso de poblamiento en la provincia de Sinaloa, sin
embargo en la parte final del siglo éste avance se ubicó más allá del río Fuerte, y sobre
todo en territorio sonorense. La expulsión de los jesuitas de sus misiones en 1767 se
convirtió en una verdadera oportunidad para aquellos pobladores que, hasta entonces
no habían podido adquirir tierra de calidad para su beneficio.
31
Las particularidades locales: alcaldías del sur
Si volvemos a la gráfica 3.1 podremos ver en toda su perspectiva cómo después
de 1740 el ritmo de establecimiento de nuevas unidades de composición bajó
29
30
31
Patricia Osante, Orígenes del Nuevo Santander 1748-1772, México, UNAM-UAT, 1997.
Ortega, Breve historia de Sinaloa, pp. 141-144.
Romero, De las misiones a los ranchos y haciendas.
149
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
notablemente. Sólo en las décadas de 1740 a 1760 se reflejó aún cierto vigor, sin
embargo, los lugares donde se establecieron los pobladores son muy ubicados.
Así, al comparar los territorios de las antiguas provincias (ver gráfica 5.2),
en-contramos que la de Culiacán es la que muestra un claro dinamismo con
84% de las nuevas unidades de composición, mientras que para la antigua
provincia de Chia-metla hubo un 16% (ver apéndice 7).
Gráfica 5.2
Unidades de composición según antigüedad estimada, 1741-1790
Como se puede apreciar en el mapa 5.2, los nuevos asentamientos en Co-pala,
Maloya, El Rosario y San Ignacio fueron muy escasos. Buena parte de éstos se
ubicaron en tierras ribereñas del Piaxtla, en alturas cercanas a los 2,000 metros
sobre el nivel del mar, como Istitán, Tecomate y Los Brasiles, o del río de
Mazatlán en el distrito de Copala, como Sierra Madre y Puesto de los Frailes y Los
Coyotes. Se trata de tierras dedicadas al cultivo de caña dulce de Castilla y que
tuvieron el incentivo del florecimiento de la actividad minera en Guarisamey, San
32
Dimas y San Vicente, en los límites de la intendencia de Durango.
32
Carta de don José Fruto Romero a don Miguel Gerónimo de Figueroa, juez comisionado por el subdelegado
150
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Mapa 5.2
Unidades de composición,
1741-1790
de El Rosario, en “Expediente de tierras formado a denuncio de don Antonio Fernández del paraje nombrado
Tenchoquelite, jurisdicción de San Ignacio de Piaxtla”, 1790, AHGES, Tierras, vol. 67, fs. 15-17.
151
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
También en el distrito directamente dependiente de Copala aconteció un auge de
la actividad minera, escenificado una vez más en el real de Pánuco. En esta bo-nanza,
iniciada a mediados de la década de 1750, participaron don Francisco Xavier Vizcarra
y don Manuel Calixto Cañedo y se prolongó al menos hasta 1790, en que aconteció la
muerte del primero. Vizcarra y Cañedo nacieron en el real de El Rosario en 1729 y
cristalizaron en los negocios sus relaciones de amistad ya iniciadas con el
compadrazgo. El éxito de la empresa fue tal que muy pronto Vizcarra y Cañedo se
convirtieron en los personajes más acaudalados de estas alcaldías, de forma que
33
lograron integrarse a la oligarquía tapatía. El caso de Francisco Xavier Vizcarra fue
el más notable, pues gracias a sus riquezas obtenidas pudo acceder al título de Primer
marqués de Pánuco y Vizconde de la Casa Vizcarra.
34
En el caso de El Rosario nos referimos a pequeños espacios de uso agropecua-rio.
La descripción de los predios nos ayuda a hacernos una idea de la actividad de los
pobladores. Tenemos en primer lugar al “Realengo entre los dos brazos del río”
ubicado en los ejidos del real al oriente del mismo, frente a la Mina del Marqués y que
se caracterizaba por ser “muy contingente la existencia de dicho terreno por las creces e
35
inundaciones de los dos ríos que la abrazan”. Por su parte, La Hacienda Vieja, con
apenas dos caballerías “cercada de palos toda la tierra en forma de labor” y su uso
36
agrícola evocaba en su denominación un pasado minero.
En sus cercanías, del lado de Maloya encontramos el Puesto del Rincón y Abrevaderos de San Antonio, vecino del real de Los Panales. También se caracterizaba por
ser de uso agrícola, pues incluía labores de huertas y hortalizas. Por su buena calidad,
estas tierras fueron reclamadas por los naturales de los pueblos de Otatitán, Santa
María y Matatán, sin embargo, como en otras ocasiones, un plazo puesto por
33
Véase Richard Lindley, Las haciendas y el desarrollo económico, Guadalajara, México, en la época de la
independen-cia, México, FCE, 1987, pp. 54-55 y 91-93. Otros autores que tratan el tema son Van Young, La
ciudad y el campo en el México del siglo XVIII, pp. 160 y 173 y Jaime Olveda, La oligarquía de Guadalajara: de
las reformas borbónicas a la reforma liberal, México, CONACULTA, 1991, pp. 31 y 58-61.
34
“Título de Marqués de Pánuco y Vizconde de Casa Vizcarra, concedidos por el rey don Carlos III a don Francisco Xavier
de Vizcarra, en El Pardo, a 11 de febrero de 1772”, Ricardo Ortega y Pérez Gallardo, Historia genealógica de las familias
más antiguas de México, México, Imprenta de A. Carranza y Compañía, 3ª ed. 1907, s.n.
35
Testimonio de don José Lorenzo de Murúa, alcalde mayor del Rosario, en el “Título de merced del Realengo
entre los dos brazos del río de Rosario, 1758-1789”, AHJ, Tierras y Aguas, libro 45, exp. 54, f. 372.
36
“Título de merced del puesto de La Hacienda Vieja”, AHJ, Tierras y Aguas, libro 41, exp. 6, fs. 42-45v.
152
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
el juez para presentarse en el juzgado privativo de Guadalajara significó el fin
de sus aspiraciones al no presentarse a defender su derecho.37
Las particularidades locales: provincia de Culiacán
Por su parte y como hemos apuntado, la provincia de Culiacán mantuvo, al menos
durante el par de décadas posteriores a 1740, un ritmo fuerte de instalación de nuevos pobladores en tierras desocupadas. El rasgo más notable, como podemos
apreciar en el mapa 5.2 es que paulatinamente los pobladores tuvieron que ocupar
lugares más alejados de los antiguos centros poblacionales como son el real de las
Once Mil Vírgenes y la villa de San Miguel de Culiacán.
Sobre todo en el primer bloque, que va de 1741 a 1765, las tierras altas de Badiraguato se convirtieron, en lugares de concentración de buena parte de los nuevos
asentamientos. Algunos como La Dispensilla y Laguna de Guacharabito así como
Batopito y Ayometo se localizaron en las inmediaciones del pueblo y misión de
Badiraguato. Sin embargo el proceso de ocupación del suelo se dirigió claramente
hacia las tierras altas, por encima de los mil e incluso los 2 mil metros sobre el
nivel del mar, donde se había desarrollado desde el siglo XVII una tradición minera
(ver mapa 5.2). El puesto de Surutato, de don Joseph López Portillo surgió
38
posterior a la explotación de la mina del mismo nombre y Santiago de los
39
Caballeros adquirió su nombre del antiguo mineral. En el mismo mapa podemos
apreciar que la mayor concentración de esta etapa aconteció en el extremo norte de
la jurisdicción, en los afluentes de los ríos Sinaloa y Humaya, en donde hasta 1740
se habían establecido algunos ranchos cercanos a los pueblos de Guaténipa,
Morirato, Bamopa y Soyatita, pero en donde al aprovechar la disponibilidad de
tierras ribereñas se asentaron nue-vos pobladores.
Seis de estos nuevos ranchos se establecieron en el entorno del nuevo real de San
Xavier Alisos, en “serranía áspera e intransitable”, pero también con la ventaja de ser
tierras ribereñas y de estar en el camino de la costa hacia Parral, en los límites
37
“Títulos del puesto del Rincón y abrevaderos de San Antonio, jurisdicción de Maloya, 1780-1784”, AHJ,
Tierras y Aguas, libro 45, exp. 19 y Archivo Particular de Javier León, exp. 18.
38
“Diligencias de medidas del puesto de Surutato, 1767”, AHGES, Tierras, vol. 12, fs. 1-18v.
39
“Diligencias de medidas del puesto de Santiago de los Caballeros”, 1747, AHGES, Tierras, vol. 12, fs. 43-55.
153
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
con la Nueva Vizcaya.40 La utilidad fue normalmente para el cultivo, pero
como se ha mencionado también se desarrolló la ganadería de forma alterna.
Aunque los pobla-dores se referían a estas tierras como llenas de tigres, leones
y lobos que impedían que crecieran sus hatos, éste era un problema de toda la
zona serrana, que por otro lado brindaba la posibilidad de la caza de conejos,
liebres, venados y una gran diversidad de aves.
En el caso de Cosalá el poblamiento se dirigió también hacia las tierras
mar-ginales y con un ritmo notablemente menor al cuarto de siglo anterior. Los
nuevos asentamientos se ubicaron en el litoral, en tierras carentes de corrientes
permanentes de agua, como Limontita, el puesto contiguo a las reales salinas
de Ceuta y Llano Redondo; o en el curso alto del río de Navito como Amata y
Simón Votas, San José de la Ciénega y Piaba.41
En Badiraguato y Cosalá, como había ocurrido en las alcaldías del sur, los 25
años que van de 1766 a 1790 significaron el declive del proceso de ocupación del
suelo, con apenas dos nuevas unidades de composición en cada caso.
Finalmente nos encontramos con el distrito cabecera de San Miguel de Culiacán,
en donde podemos destacar una mayor permanencia del ritmo en el establecimiento de
nuevas unidades de composición. Sin embargo los lugares preferidos para los nue-vos
asentamientos fueron también muy precisos y los espacios ribereños, excepciones. Se
trata de la consolidación de los espacios en torno al camino real hacia Sonora, tanto al
42
sur como al norte de la villa de San Miguel.
Entre 1766 y 1790 destaca la instalación de pobladores en la zona del litoral, en la
margen derecha de la desembocadura del río Culiacán, como La Bandera y Altata, así
como en sus cercanías, en el caso de Lo de Cabrera. Salvo este último, no se trata de
unidades agrícolas, como en El Rosario, sino de ranchos ganaderos cuyos dueños
40
41
42
Son los de El Saucillo (AHGES, Tierras, vol. 21, fs. 48-94), San Xavier (AHJ, Tierras y Aguas, libro 32,
exp. 8), Santa Bárbara (AHGES, Tierras, vol. 12, fs. 27-42v.), San Juan de los Tarumares (AHJ, Tierras y
Aguas, libro 38, exp. 8, fs. 39-46), San Antonio Vacoragua (AHJ, Tierras y Aguas, libro 39, exp. 5, fs. 7077) y San Miguel de las Palmas (AHGES, Tierras, vol. 7, fs. 14-48v).
Limontita (AHGGES, Tierras, vol. 21, fs. 1-17v), Puesto contiguo a las reales salinas de Ceuta (AHJ,
Tierras y Aguas, libro 33, exp. 87, fs. 355-356), Llano Redondo (AHGES, Tierras, vol. 72, f. 15-22),
Amata (AHJ, Tierras y Aguas, libro 35, exp. 32, fs. 112-115) y Simón Votas, San José de la Cénega y
Piaba (AHJ, Tierras y Aguas, libro 35, exp. 3 ½, fs. 29v-30).
San Antonio de los Vecos, Carrizal y Llano Grande, así como los puestos de Platanar y Plantanar
surgieron en este periodo.
154
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
desarrollaron paralelamente la actividad pesquera gracias a su cercanía al mar.
Aleja-dos como estaban de los pueblos de indios se enfrentaron al problema de
encontrar la fuerza de trabajo para el desarrollo de sus unidades de producción,
un problema que les resultó difícil de resolver.
Durante estos años aconteció también el inicio del poblamiento del interior
del valle de Culiacán, con la instalación de don Juan Agustín de Villavicencio en el
puesto del Potrerillo del Guayacán, así como de don Francisco Liencles en Alimaneto y Capule Viexo. De hecho, el rancho de Los Pericos, surgido a principios del
siglo XVIII al norte de la villa de San Miguel aparece en 1772 como la Hacienda
de Nuestra Señora de las Angustias, que incluía además de aquel a los puestos
43
previa-mente titulados de Palo Blanco y Ocuto.
Los únicos dos ranchos ribereños del valle tuvieron un poblamiento de origen
indígena. Por un lado el de San José de la Cruz, ubicado entre los pueblos de Quilá
y Navito, que perteneció a Ygnacio José de Osuna y a Diego Felipe, indios
principales de ambos pueblos. Por su parte, Yevabito fue registrado como estancia
al finalizar nuestro periodo por don Joseph Thadeo Yturríos. Recordemos que la
comunidad de Yevabito se había quedado sin población indígena al comenzar el
siglo, sin embargo, sus tierras fueron repobladas por los naturales de San Pedro y
Navolato. Al no haber legitimado éstos su posesión, estas tierras fueron concedidas
44
a los descendientes de Yturríos tras su muerte.
Los últimos 25 años de nuestro periodo marcan claramente el final de una épo-ca,
pues salvo el distrito de Culiacán los nuevos asentamientos se convirtieron en excepciones. Mucho debió influir en las decisiones personales el momento que se vivía en
cuanto a la situación legal de las tierras, pues se trata de los años en que con mayor
vigor se aplicó el cobro de las composiciones, en atención a la Real Cédula de 1754.
Uno de los rasgos característicos en cuanto al poblamiento de las alcaldías objeto de nuestra investigación consiste en la colonización interna de los territorios
ocupados y en muchos de los casos legalizados en las décadas anteriores. La salida
de los jesuitas, no afectó de la misma forma nuestra zona de estudio. Aquí, donde
43
Gilberto López C., “Del rancho de los Pericos a la Hacienda de Nuestra Señora de las Angustias: los
inicios de la familia Peyro en la provincia de Culiacán”, Boletín informativo, INAH-Centro Sinaloa,
Mazatlán, junio de 1998, pp. 11 y 12.
44
Gilberto López C., “San Pedro Comoloto”, pp. 69-72.
155
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
su presencia desde principios del siglo XVII fue escasa, se procedió a
secularizar las misiones en 1753, marcándose así algunos cambios en cuanto al
poblamiento, aunque también se encontraban en zonas muy localizadas de
Badiraguato, San Ignacio y Cosalá.
Así, tenemos que con motivo de la secularización de las misiones jesuíticas de la
sierra, fue enviado el reverendo padre Manuel Ygnacio de Cartagena, “diputado de los
superiores de su religión”, con el objetivo de hacer la entrega formal de la misión de
Badiraguato, entre otras. Por esta razón sabemos que entre los bienes de aquella
estaban los puestos de Batopito y Ayometo, del que había recibido merced el padre
Pedro de Robles para la misión, con la condición de que al dejar ésta de serlo (es decir,
al secularizarse), debía acudirse ante las autoridades para obtener nuevo título. Así, en
dicha fecha se realizó un cambio del tipo de poblamiento, pues se pasó de la
administración por parte de la Compañía de Jesús, a la de pobladores hispanos; en este
caso, de don Prudencio y doña Ygnacia de Uriarte.
45
Por su parte, el mismo acontecimiento en las misiones del río Piaxtla
significó que la administración religiosa quedó bajo la responsabilidad de los curas
clérigos residentes en la villa de San Francisco Xavier de Cavazán, así como en el
pueblo de San Ignacio. Según parece, fue el principal impulso de ésta villa, que ya
en la década de 1760 tuvo de forma regular un teniente dependiente de la alcaldía
de Copala, en similares condiciones que San Ignacio.
Nos encontramos pues, en la segunda mitad del siglo XVIII con un punto
culminante en los dos aspectos objeto de nuestra investigación. Por un lado en
el segundo capítulo referíamos a la aplicación de las composiciones, llevadas
hasta sus últimas consecuencias por la burocracia de la monarquía y por el otro
llegamos tam-bién a un punto culminante en cuanto a la disponibilidad de
tierras de buena cali-dad en las alcaldías costeras, pues sobre todo en las
cercanías de las antiguas centros poblacionales ya no las había.
Fue esta la época en que se dio el poblamiento de otros espacios, hasta
entonces poco considerados. Los puntos intermedios entre las zonas ribereñas y
las partes altas de la sierra se convirtieron en los lugares a los que se dirigieron
los nuevos poblado-res.
45
“Tierras de Batopito y Ayometo”, AHJ, libro 30, exp. 17, fs. 431-433.
156
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Balance final
Debemos reconocer que nuestros planteamientos iniciales estaban dirigidos principalmente a la institución de la composición de tierras, mientras que el poblamiento
sólo recibía una atención marginal. Sin embargo, a medida que nos adentramos en
el tema de las composiciones, tomamos conciencia de las grandes posibilidades que
ésta institución nos ofrecía como fuente del proceso poblador. De ésta forma la redacción del primer capítulo, donde se estudia la composición como institución nos
permitió precisamente ubicar las posibilidades y las limitantes de la fuente. Desde
un primer momento fuimos conscientes de que aunque fueran objeto de estudio las
haciendas, los ranchos, las estancias y las villas, no se podrían abordar en su
funcionamiento interno, sino que más bien, sólo podríamos realizar a partir de ellos
acercamientos sucesivos a las tendencias de poblamiento.
.La “dinámica histórica de las composiciones”, nos permitió abordar a la
ins-titución en su aplicación local. Más allá de lo que conocemos de su
realización en otros ámbitos nos encontramos con el procedimiento de su
instauración en las al-caldías costeras, donde se destaca en primer lugar un
desfase temporal de un siglo. Así, mientras que la institución se aplicó, en
general en Nueva Esáña desde la última década del siglo XVI, nos encontramos
aquí con la aparición tardía de los jueces de tierras.
Ésta situación permitió que el proceso de poblamiento acontecido a lo largo del
siglo XVII, de parte de individuos que tuvieron la oportunidad de establecerse en
tierras desocupadas, pudiera ser sancionado inicialmente por las autoridades regionales, sin tratarse propiamente de composiciones de tierras. Posteriormente, estos
títulos iniciales del suelo tuvieron que recibir un nuevo reconocimiento en el marco de
la creación de la Superintendencia para el beneficio y composición de tierras.
.El estudio de la dinámica histórica de las composiciones nos ha permitido establecer los distintos momentos de su aplicación local, a la vez que ubicar los canales
institucionales de la administración civil. Estos canales (entre las jurisdicciones de la
Nueva Galicia y la Nueva Vizcaya), todavía entrecruzados a principios del siglo
157
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
XVIII fueron clarificándose a medida que el Juzgado privativo de tierras de
Guada-lajara adquirió las riendas en la materia.
El. proceso poblador del siglo XVII se caracterizó por el establecimiento paulatino de personas que realizaron la ocupación del suelo por sí mismos, con sus
familias y otros parientes, así como sus bienes semovientes en las cercanías de los
antiguos centros poblacionales de San Sebastián y San Miguel. Aunque creemos que
este proceso debió ocurrir primero en la provincia de Culiacán, carecemos de información que nos ayude a comprobarlo. Mientras tanto, encontramos para la zona de
Chiametla, un inicial desarrollo ganadero, previo incluso al descubrimiento del
principal asentamiento minero, que fue el real de El Rosario en 1655.
.La mayoría de los asentamientos sobre los que tenemos información más antigua refieren a las haciendas de la provincia de Chiametla, cuyo establecimiento fue
posible gracias al abandono de las tierras de parte de los indios, o simplemente por la
gran baja demográfica del siglo de la conquista. Aunque inicialmente algunas haciendas recibieron títulos para tierras de labor, su verdadera riqueza fue el desarrollo de
la ganadería bovina, que las enlazó con las zonas mineras de los altos y, principalmente, con las redes comerciales hacia la ciudad de México. Otro de los incentivos al
desarrollo ganadero fue la necesidad de mulas en el trabajo de la minería, así como
para las recuas, único transporte de carga en la época.
Pero más allá de la importancia de las haciendas, las unidades típicas del poblamiento de la costa fueron los ranchos y las estancias, cuyo paulatino establecimiento
ocurrió, en gran medida, entre la segunda mitad del siglo XVII y la primera del XVIII.
Poco a poco, en un proceso paulatino y sin seguir una política definida estos
asentamientos se ubicaron en las cercanías de las villas y los reales de minas, en la
zona del litoral, y por último en la serranía. Entreverados con los pueblos, primero en
tierras ribereñas y después en otras de no tan buena calidad, sus pobladores se
dedicaron a la ganadería y a la agricultura, generalmente por medio del trabajo familiar, aunque también recibieron cuando fue necesario la fuerza de trabajo indígena.
La llegada de los jueces de tierras a fines del siglo XVII significó para muchos de ellos un problema, pero también una oportunidad. Problema porque el
trámite era oneroso y oportunidad porque les daría seguridad en la propiedad de la
tierra que habían ocupado generalmente sin un sustento legal. Aunque inicialmente
no todos pudieron acceder a una “moderada composición” con el
158
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
monarca, a lo largo del siglo siguiente, ellos mismos o sus descendientes
tuvieron que hacerle frente y culminar el proceso.
.Aplicar las composiciones fue uno de los ordenamientos que las autoridades de la
costa tuvieron presente permanentemente. En los años iniciales del proceso se realizaron las medidas de los fundos de algunos pueblos de indios. Esta actividad fue un
punto de partida necesario, pues como los mismos jueces de tierras anotaban, precisaba saber las que ya estaban ocupadas y regularizadas para conocer las realengas, es
decir, las tierras que eran susceptibles de ser denunciadas. Tenemos aquí el carácter
catastral de la institución. Por otro lado encontramos el carácter recaudatorio que tuvo
desde su origen, un carácter que se hacía más evidente en los momentos que desde la
Superintendencia de composiciones en Sevilla se ordenaba un renovado vigor en su
cobro. En este aspecto, la real cédula de 1754 se convirtió en el referente obligado
durante el resto del siglo XVIII. En un par de décadas (1755-1775) la ma-yoría de los
trámites de composición pendientes se llevaron a su punto culminante.
Entre. los cambios ocurridos en la franja costera durante el periodo de investigación encontramos el ensanchamiento de algunas propiedades. Sin embargo,
cabría preguntarnos ¿Qué tan grande es la proporción de unidades territoriales que
pueden considerarse en este concepto, en relación al total de composiciones
disponibles? Se ha anotado como El Palmito y La Labor fueron dos haciendas que
a lo largo del siglo XVII se consolidaron como centros cohesionadores de otros
predios de su entorno, titulados en distintos momentos. Un caso similar lo
encontramos en el rancho de Los Pericos, en la jurisdicción de Culiacán, que a
mediados del siglo XVIII pasó a ser considerado como el centro de la hacienda de
Nuestra Señora de las Angustias (única de la provincia de Culiacán) que incluyó
otros predios ya titulados. Sin embargo, ésta no fue una tendencia generalizada
.Más bien podemos destacar aquellos predios cuyo tamaño creció a partir de la
ocupación del suelo colindante, es decir, de las demasías, que en la mayoría de los
casos referían a tierras realengas. El Palmito y La Labor participan también de este
proceso, pues a los títulos iniciales sus propietarios anexaron nuevos títulos de
composición que los ubicaron en el rango de los mayores propietarios de la región con
12 y 36 sitios de ganado mayor respectivamente. Se trata de los grandes establecimientos ganaderos, a los que habría que agregar El Sauce, que a principios del siglo
XVIII pertenecía a don Bartolomé Carrasco, que a la vez era dueño de El Palmito.
159
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Sin embargo, este proceso no sólo ocurrió en las grandes haciendas sino que
también otras como El Potrero crecieron en menor proporción, aunque en manera
suficiente como para mantener su principal actividad, que fue la cría de ganado ma-yor.
Es también el caso de los ranchos de La Noria, Cachagua y Las Mesas, ubicados al pie
de la sierra de San Ignacio y Cósala. Otros se caracterizaron por la expansión agrícola.
Se ubicaron en el rango de las propiedades menores a dos sitios de ganado mayor y su
crecimiento fluctuó entre unas cuantas caballerías y poco más de medio sitio, como
ocurrió en el caso de tierras ribereñas ubicadas en la antigua provincia de Chiametla, o
en sus linderos, del lado de Cosalá, en el caso de Ceuta.
.Si consideramos que nuestra muestra se compone de 243 unidades de
com-posición los pocos casos que aumentaron su tamaño (17) por este medio,
son una parte poco significativa (7%) del total, lo que indica en primer lugar
que las com-posiciones no fueron –en general- la oportunidad para quienes ya
tenían legalizada su posesión, aunque sí podríamos referir que en algunos casos
posibilitaron ampliar propiedades ya notables. Habría que aclarar que son éstos
los casos en que el creci-miento quedó registrado, ya sea por unificar predios
ya titulados o por componer demasías. Sin embargo, un problema mayor lo
representa establecer los casos en que los pobladores hispanos pudieron
acceder a la situación de propietarios rurales gracias a la ocupación de tierras
que alguna vez los indios de las comunidades con-sideraron como suyas.
Desplazamientos de este tipo ocurrieron a las comunidades de Tacuichamona,
Abuya y Conitaca, incluso estableciendo pleitos legales para su defensa.
Sin embargo otros cambios en la propiedad acontecieron con la simple ocupación de tierras que fueron de antiguas comunidades desaparecidas en épocas tempranas. La etimología de los ranchos revela estos traslados. Nombres como “Pueblo
Viejo”, o registros de ranchos que ostentan el nombre y se establecieron donde antes
estuvieron las comunidades tienen una importante presencia: Vizcaíno, Las Flechas y
Ayune, sólo por mencionar algunos atestiguan este proceso.
.Resta decir que el nuestro ha sido sólo un esfuerzo por acercarnos a las tendencias de poblamiento de Culiacán y Chiametla a partir de una fuente muy precisa, las
composiciones de tierras. Sin embargo, al asumir las limitaciones consideramos
necesario la realización de nuevos estudios a partir de fuentes que apenas inician a
utilizarse sistemáticamente, como son los archivos parroquiales y su cúmulo de in160
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
formación sobre la demografía de los asentamientos, o la información de diezmos
y visitas eclesiásticas, proveniente del Archivo del Obispado de Durango.
.También es deseable la localización de otras fuentes de la administración
civil de los cabildos de las villas hasta hoy desconocidos. Todo ello, sumado a
las fuentes europeas de las que carece esta obra dotará a la historiografía
colonial del noroeste novohispano un complemento notable a esfuerzos como el
que hoy damos a cono-cer.
161
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
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172
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Índice de figuras
Mapas
3.1. Relieve e hidrografía, Culiacán y Chiametla ................................................ 79
3.2. Provincias de Culiacán y Chiametla, 1531-1535 ......................................... 84
3.3. Provincias de Culiacán y Chiametla, 1565-1585 ......................................... 87
3.4. Jurisdicciones y asentamientos hispanos en 1690 ........................................ 97
4.1. Asentamientos indígenas en 1690 ................................................................ 117
4.2. Unidades de composición 1600-1690 .......................................................... 123
4.3. Haciendas de Chiametla, 1690...................................................................... 124
5.1. Unidades de composición 1691-1740 .......................................................... 144
5.2. Unidades de composición, 1741-1790 ......................................................... 151
Cuadros
2.1. Mercedes concedidas por don Cristóbal de Palma y Meza, 1691-1692 ... 62
4.1. Minas de las jurisdicciones de Copala, Maloya y El Rosario, 1678 ....... 107
4.2. Predios rurales visitados por Fernández Canal, 1678 ................................ 108
4.3. Número de personas con sus armas, alcaldía de Copala 1689 ................. 112
4.4. Pueblos indígenas de la provincia de Culiacán en 1671 ........................... 114
4.5. Estimación de pueblos indígenas de la provincia de Culiacán en 1690 .. 115
4.6. Población indígena de Copala, 1662-1680.................................................. 118
4.7. Estimación de pueblos indígenas en 1690, Copala, San Ignacio,
Maloya y El Rosario ...................................................................................... 118
5.1. Población indígena, Culiacán y Chiametla, 1660-1790 ............................ 134
5.2. Población no indígena, Culiacán y Chiametla, 1759-1790 ....................... 136
Gráficas
2.1. Unidades de composición según año inicial, 1691-1790 ............................ 67
2.2. Unidades de composición según año merced, 1691-1790 .......................... 68
173
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
2.3. Unidades de composición, comparación entre año inicial y año merced,
1691-1790 .................................................................................................... 69
4.1. Unidades de composición según la antigüedad estimada, zona de estudio,
1601-1790................................................................................................... 120
4.2. Unidades de composición por distrito, 1601-1690..................................... 122
5.1. Unidades de composición según antigüedad estimada, 1691-1740............. 145
5.2. Unidades de composición según la antigüedad estimada, 1741-1790......... 150
Índice de apéndices
1. Asentamientos con título de merced anterior a 1691, zona de estudio........... 175
2. Lista de asentamientos según su antigüedad estimada, zona de estudio,
1601-1790 .................................................................................................. 177
3. Comparación entre la documentación de composiciones individuales
y la lista de predios de 1768, alcaldía de Copala........................................... 181
4. Unidades de composición por distrito, zona de estudio, 1601-1790 ............. 184
5. Unidades de composición, Culiacán y Chiametla, 1601-1690 ...................... 185
6. Unidades de composición, Culiacán y Chiametla, 1691-1740....................... 188
7. Unidades de composición, Culiacán y Chiametla, 1741-1790....................... 193
Archivos consultados
AGN. Archivo General de la Nación, México, DF.
AHD. Archivo Histórico de Durango, Durango, Dgo.
AHGES .Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa, Culiacán,
Sinaloa. AHJ. Archivo Histórico de Jalisco, Guadalajara, Jalisco.
AHP . Archivo Histórico de Parral, Hidalgo del Parral, Chihuahua.
APJL. Archivo Particular de Javier León Velásquez, Culiacán,
Sinaloa. BNM. Biblioteca Nacional de México, México, DF.
BPEJ-ARAG. Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Archivo de la Real
Audiencia de Guadalajara, Guadalajara, Jalisco.
174
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Apéndices
Apéndice 1
Asentamientos con título de merced anterior a 1691, Culiacán y Chiametla
Nombre del Jurisdicción
Propietario
predio y Año
Cañada de
Chiametla
Martín López de
Thomas Anton, (Corresp. El Ibarra
1565
Rosario)
Coacoyolitos y
Laguna Larga,
1565
La Barrigona,
1619?
San Nicolás de
Malpica, 1623
Vainnueto,
1629
San Gerónimo,
1632
Sieneguilla ,
1632
Corral de Tierra, 1634
La Ramada,
1639
La Labor, 1644
El Palmito (de
Yribe), 1651
Tamaño
Autoridad que expidió
el documento
1 sitio de Francisco de Ibarra, gobernador
ganado
mayor
(sgm)
1 sitio de Francisco de Ibarra, gobernador
ganado
menor
1 sgm
Lic. Gabriel de Egurrola, teniente de gobernador
Chiametla
(Corresp. El
Rosario)
Chiametla
(Corresp. El
Rosario)
Copala
Martín López de
Ibarra
Culiacán
Copala
Matheo Hernán- ?
dez de Meza
Juan de Zamudio 1 sgm
Maloya
?
1 sgm
Maloya
Pedro Rodríguez
Barrón
Rodrigo Ruiz de
Pardo
Baltasar González
?
Francisco de
Ulabarrieta
1 sgm
Copala
Copala
Chiametla
(Corresp. El
Rosario)
Alfonso Delgado
Juan de Pardo
1 sgm
2 caballerías
1 sgm
Martín de Veitia, teniente de
gobernador y capitán general
Audiencia de Nueva Galicia
Antonio de Oca Sarmiento,
gobernador
Gaspar de Quezada, teniente de
gobernador
Cap. Juan de Eguiluz, juez de
apelaciones y causas pendientes
Bartholomé Sarmiento, juez
visitador general
Joseph Prado, teniente de
gobernador y capitán general
Diego Negrete Cortés, teniente
de gobernador y capitán general
de la provincia de Chiametla
175
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Desconocido
(Antecedente
del Palmito de
Verde), 1652
Santa Clara del
Agua Caliente,
1652
Potrero del
Palmito, 1668
Chiametla
(Corresp. El
Rosario)
Antonio de
Espíndola
1 sgm
Diego Negrete Cortés, teniente
de gobernador y capitán general
Chiametla
(Corresp. El
Rosario)
Rosario
Juan de Osuna
1 sgm
Diego Negrete Cortés, teniente
de gobernador y capitán general
Santa Cruz de
Chele, 1672
Maldonado,
1672
Maloya
Las Mesillas,
1672
Copala
Rosario
La Higuera (de Copala
la Embocada),
1689
Guatezón, 1690 Copala
Fuente: AHP, AHJ, AHGES.
176
Cap. Bartholomé 2 sgm, 2
Verde de Roxas caballerías y un
potrero
?
3 sgm
Cap. Bartholomé 1 sgm, 6
Verde de Roxas caballerías
Cap. Don Fran1 sgm, 2
cisco de Peraza
caballerías
Doña Michaela
1 sitio, 2
de Ziqueros
caballerías
Xrisptobal de
1 sgm
Gruziaga
Juan de San Martín y Vertis,
teniente de gobernador
y capitán general
Joseph García de Salcedo,
gobernador
Joseph García de Salcedo,
gobernador
Joseph García de Salcedo,
gobernador
Cap. Marcos de Veitia,
alcalde mayor
Cap. Marcos de Veitia,
alcalde mayor
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Apendice 2. Lista de asentamientos según antigüedad
estimada, zona de estudio, 1601-1790.
1
Ca. 1608
Barrigona, La
29
Ca. 1680
Mesas, las
2
Ca. 1618
Vainnueto y Cahuinaguato
30
Ca. 1680
Mezcales y lo de Duarte
3
Ca. 1621
Corral de Tierra y Tamarindo, tierras
del
31
Ca. 1680
Palmar y puesto del
Palmito de Yribe y Orillas
4
5
Ca. 1623
Ca. 1625
32
Ca. 1680
Santa Cruz del Chele y Cieneguillas,
Hacienda Malpica, San Nicolás de
34
Ca. 1680
Piedras Blancas
Gerónimo, S.
35
Ca. 1680
San Joseph de Yacobito
Sauce, el
6
Ca. 1628
Labor, Hacienda de la
36
Ca. 1680
7
Ca. 1641
Aguacaliente, Puesto de Santa Clara del
37
Ca. 1680
Sauceda y Saucito
Palmito, Potrero del; Los Charcos y
Maldon.
38
Ca. 1680
Vizcaíno
39
Ca. 1680
Yraguato
8
Ca. 1641
9
Ca. 1645
Agua Caliente y Acatitán , puesto del
40
Ca. 1680
Acatita
10
Ca. 1650
Chilmole
41
Ca. 1681
Simón, san
11
Ca. 1657
Ygueras y Puyeque, puesto del
42
Ca. 1682
Acatitán puesto de
12
Ca. 1660
Nicolás, San, (II)
43
Ca. 1683
Caxón, puesto del
13
Ca. 1661
Mesillas, Las (a) Lo de Peraza
44
1683
Cedros, los
14
Ca. 1661
Tepustla
45
Ca. 1684
Agua Blanca y Sotagua
15
Ca. 1665
Potrero, Hacienda del (a) San Francisco
de E.
46
Ca. 1684
Antonio, puesto de san
47
Ca. 1684
Areola, lo de
16
Ca. 1667
Ystapilla, Palmillas, Chalcos, Llano la
Marima
48
Ca. 1684
Arroyo de Tepuche y Piedras de Amolar
17
Ca. 1667
Pánuco, Hacienda de San Nicolás
49
Ca. 1684
Babaraguel
Platanal, San Joseph del
50
Ca. 1684
Carrizal, el
Ceuta
18
Ca. 1671
19
Ca. 1675
Guzmanillo
51
Ca. 1684
20
Ca. 1677
Camerata, puesto de
52
Ca. 1684
Chiquiquititan y La Pitahaya
21
Ca. 1677
Zabala Lo de
53
Ca. 1684
Coacoyole, puesto del
Ballona estancia de la y puesto de la
Punta
54
Ca. 1684
Pilares y Tanaxuela
55
Ca. 1684
Potrero de Vinapa
56
Ca. 1686
Higueras
57
Ca. 1686
Otates, puesto los
58
Ca. 1686
Amole, puesto del río del
59
1687
Cerro, el
60
Ca. 1687
Coacocoile, puesto del
61
1688
Noyaquito
22
Ca. 1679
23
Ca. 1679
Huanacastle y Humaya, puesto de
24
Ca. 1680
Aguapepes, la Isleta y Topirito
25
Ca. 1680
Coneto, San Xavier de
26
Ca. 1680
Güijotes, San Nico de Los
27
Ca. 1680
Joseph S., Platanar, Moradito, El
Disparate
28
Ca. 1680
Luzenilla, Isla de y Oricuto
177
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
62
1689
Higuera de la Embocada
94
Ca. 1702
Vallecitos de Tolosa
63
1689
Macurimí
95
Ca. 1703
Desconocido
64
Ca. 1690
Amatán, Lo de Bartholo, Limón y Las
Flechas
96
Ca. 1703
Desconocido
97
Ca. 1703
Desconocido
98
Ca. 1703
Reyes, los
99
Ca. 1703
Trancas, las
100
1704
Cayetano, S.
101
1704
Nico, San Francisco Xavier de lo de
102
Ca. 1705
Agua escondida, San Joseph del, (a)
Las Ta.
103
Ca. 1705
Cuacoyonqui y Palmarito del Jinete,
puestos
65
1690
Guatezón, puesto del
66
Ca. 1690
Güijala (a)Los Naranjos
67
68
1690
Ca. 1960
Laguna, la
Llano, Las Habas, El Chiquero y Los
Puieques
69
Ca. 1690
Tiburón y Bathaoto
70
Ca. 1693
Charco Hondo, puesto del
71
Ca. 1693
Tenuspa y Comiva
72
Ca. 1694
Aguacaliente, Puesto del
104
1705
Espinal, El
73
1694
Batequitas
105
Ca. 1705
Jesus Maria (a) La estancia Vieja
74
Ca. 1694
Piaxtla, Hacienda del
106
Ca. 1705
Tecomate, puesto y pescas del
75
1695
Desconocido
107
1706
Mimbres,Los
76
Ca. 1697
Alcoyonque
108
1706
Sirgüelos, San Pedro de los
77
Ca.
Tagarete, Caballerías en la desembocadura del
109
1706
Taopo, Santo Domingo de
110
Ca. 1707
Sabanilla y Carrizalejo
111
Ca. 1709
Santa Ana, Hacienda y Paraje
112
Ca. 1709
Tolosa, lo de
113
1710
Humaya, Nuestra Señora de los Dolores
de
78
1698
Toiagüeto, Laguna del
79
Ca. 1699
Annita, Santa
80
Ca. 1699
Higueras San Joseph de las
81
Ca. 1699
Santa Fee, puestO del
82
Ca. 1700
Álamo, el y Agua Salada
114
Ca. 1710
Nicolás, San
83
Ca. 1700
Cogota, San Juan de
115
Ca. 1710
Ocuto
84
Ca. 1700
Desconocido
116
1710
Olimpo
85
Ca. 1700
Guayabas, Isla de
117
Ca. 1710
Palmar
86
Ca. 1700
Taltacuiloli
118
1710
Palmarito, puesto del
87
Ca. 1700
Tonahuastla, San Joseph, P. Arroyo Seco
y Urraca
119
1710
Verdugo, lo de
120
1711
Monte Alto, Puesto y Sitio el
88
1701
Colina y Vanicori, (a) San Joseph
121
Ca. 1712
Tasajera
122
1712
Valle de Ceuta y Talchichilte
123
Ca. 1712
Ypucha
124
Ca. 1713
Tamiapa y San Atonio de La Palma
125
1714
Alicama y Estancia Vieja
126
1714
Guajino
89
1701
Comedero, el
90
Ca. 1701
Estevan S.
91
1701
Sataya
92
93
178
Ca. 1701
Ca. 1702
Yetato
Espiritu Santo, Tenchoquelitita, y A.
los Frailes
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
127
1715
Angeles, Puesto de Los y Parage de los
Mayos
162
Ca. 1730
Mezquite, San Antonio del (a) Toraguaruto, S.
128
Ca. 1715
Chapotilo
163
Ca. 1730
Tamba
129
Ca. 1715
Matadero y Ciruelos
164
Ca. 1730
Ylama, Veinticuatro y Jacopa
130
Ca. 1715
Mezcaltitan
165
Ca. 1731
Auchen, puesto del pueblo de
131
Ca. 1716
Tetas, Potrero de las
166
Ca. 1731
Habal, Puesto del
132
Ca. 1718
Amoles y el Pulgatorio
167
1731
Itaje
133
1718
Conimeto
168
Ca. 1732
Bacamacari
134
Ca. 1719
Copaco
169
Ca. 1732
Carrizal
135
Ca. 1719
Ziqueros
170
Ca. 1732
Puerta, puesto de la
136
1720
Estancia Vieja y Aoso
171
Ca. 1733
Coyotitan, puesto de
137
Ca. 1720
Guamuchil, San Joseph del
172
Ca. 1733
Destierro, puesto de
173
Ca. 1735
Caxon, San Joseph del y San Xavier de
Teniaquis
174
Ca. 1735
Timaques
175
Ca. 1735
Ybonia
176
Ca. 1736
Chalate, San Joseph del
177
Ca. 1736
Comoa, Potrero de
178
Ca. 1736
Espinal de María Regina, el
179
Ca. 1736
Limón, el
180
Ca. 1736
Noria y el Ginete
181
Ca. 1736
Palmar
182
1736
Ruacho, San José de
183
Ca. 1736
Salto, el
184
Ca. 1736
Tecuio
185
Ca. 1736
Zoquitán
186
1737
Tecuseapa, San Antonio de
187
Ca. 1739
Buenavista
188
Ca. 1739
Cabeza de Caballo
189
Ca. 1740
Ayuné
190
Ca. 1740
Bichy, Potrero del
191
1740
Ciénega, San Antonio de la
192
1740
Mimbres, San Miguel de los
193
Ca. 1740
Potrerillo, El Alazán y Mesteña de los
Machados
194
Ca. 1740
Sabinos, Puestos de los
195
Ca. 1740
Tapacoya
138
Ca. 1720
Martin, San
139
Ca. 1720
Ponce, Hacienda de lo de
140
1720
Reparito, Puesto la Loma del
141
Ca. 1720
Tomo y San Quintín
142
Ca. 1721
Maturipa y Atotonilco
143
Ca. 1722
Felipe, S.
144
Ca. 1722
Milpa Viexa
145
1722
Palmar, San Diego del
146
1722
Tepeguaxes, San Ygnacio de los
147
148
Ca. 1723
Ca. 1723
Cachagua
Colompo, Puesto de
149
Ca. 1724
Serrano, lo de
150
Ca. 1725
Topirito y Tocayagüeto
151
152
Ca. 1725
Ca. 1726
Vigias, Potrero de los
Jacola, Potrero de
153
Ca. 1726
Jurisdicción, la
154
Ca. 1727
Salitral (a) La Lima
155
156
1728
Ca. 1728
Maria, Santa
Soledad, San Joseph de la
157
Ca. 1729
Casas Viejas y Palos Blancos
158
1729
Pericos, Los
159
1730
Agua Blanca
160
Ca. 1730
Anna, Santa
161
1730
Chiviricoque (a) la Lagunita
179
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
196
Ca. 1740
Yripa
230
Ca. 1766
Palmarito y Pataguito, puestos del
197
Ca. 1741
Potrero
231
1767
Saucito, Santa Bárbara del (a) Baburica
198
Ca. 1741
Sierra Madre y Puesto de los Frayles
232
1779
199
1744
Palmas, San Miguel de las
Rincón y Abrevaderos de San Antonio,
puesto de
Ca. 1744
Simón Votas, P. de; San J. de la Ciénega
y Piaba
233
200
1779
Monterey y Soledad, Nuestra Señora de
las Nieves de
Ca. 1746
Cruz, San José de la
234
201
Ca. 1780
Brasiles , los
1747
Gracia, San José de y Santa Bárbara
235
202
1782
Oba, Potrero de
236
Ca. 1785
Sauce, puesto de
237
1786
Alimaneto y Capule viexo
238
1786
Altata, San José de Altata
203
204
1747
Ca. 1747
Palmillas, Puesto de las
Realengo entre los 2 brazos del Río del
Rosario
205
1747
Santiago de los Caballeros, puesto de
239
1786
Buenavista, puesto de (a) La Bandera
206
Ca. 1747
Tarumares, San Juan de los
240
Ca. 1788
Lo de Cabrera
207
1749
Vecos, San Antonio de los
241
Ca. 1788
Isleta
208
Ca. 1750
Dispensilla y Laguna de Guacharabito
242
1790
Llevabito
209
1750
Vacacoragua, San Antoio de
243
1790
Tenchoquelite (a) Tecomate
210
1751
Platanar, Puesto del
211
1753
Batopito y Bayometo
212
Ca. 1753
Plantanar
213
Ca. 1753
Ystitán, puesto de
214
1754
Amatta
215
Ca. 1754
Carrizal y Llano Grande
216
Ca. 1755
Carrizal, el
217
1755
Limonitita
218
1755
Llano redondo
219
1755
Pueblo Viejo
220
1755
Saucillo, paraje del (a) San Javier
221
Ca. 1755
Tabiraguato
222
Ca. 1755
Tierra contigua las Reales salinas de
Ceuta
223
1758
Antonio, S
224
Ca. 1758
Coyotes, puesto de los
225
Ca. 1758
Vainilla, San Joseph de la
226
1758
Xavier San
227
1761
Surutato, Puesto de
228
1765
Guayacán, Potrerillo del y Los Dinolos
229
Ca. 1765
Hacienda Vieja, puesto de la
180
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Apéndice 3
Comparación entre la documentación de composiciones y mercedes de tierras
individuales y la lista de predios de 1768, alcaldía de Copala
Núm.
Jurisdicción
Nombre del Predio
(Mercedes y Composiciones individuales)
Nombre del predio
(lista de 1768)
1
Copala
San Nicolás de Malpica
Malpica
2
Copala
Sierra Madre y puesto de Los Frayles
Los Frayles
3
Copala
El Limón
Limón
4
Copala
La Noria y El Ginete
Guasimillas y Ginete
5
Copala
San Martín
(No se consigna)
6
Copala
Chiviricoque (a) La Lagunita
Chiviricoque
7
Copala
Tamba
Tamba
8
Copala
Puesto del Charco Hondo
(No se consigna)
9
Copala
Las Mesillas (a) Lo de Peraza
Mesillas
10
Copala
Ziqueros
Ziqueros
11
Copala
Puesto del Guatezón
Guatezón
12
Copala
Buenavista
Buenavista
13
Copala
Potrero de las Tetas
Las Tetas
14
Copala
Puesto del Coacoiole
Coacoiole
15
Copala
Tepustla
Tepustla
16
Copala
El Espinal
(No se consigna)
17
Copala
San Jerónimo y El Sapote
San Jerónimo y El Sapote
18
Copala
Lo de Zabala
Lo de Zabala
19
Copala
Paraje de la Higuera de la Embocada
Higuerita y Embocada
20
Copala
Puesto de San Antonio
(No se consigna)
21
Copala
Puesto del Habal
(No se consigna)
22
Copala
Puesto de Los Coyotes
(No se consigna)
23
Copala
Desembocadura del Tagarete
Tagarete
24
Copala
Puesto del Río del Amole
(No se consigna)
25
Copala
Puesto de Santa Fee
Santa Fee
26
San Ignacio
Puesto de Colompo
Colompo
181
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
27
San Ignacio
Tenchoquelite (a) Tecomate
Tecomate
28
San Ignacio
Puesto de Huanacastle y Humaya
Güinacastle
29
San Ignacio
Hacienda del Potrero (a) San Francisco
de Borxa
Potrero
30
San Ignacio
Los Mimbres
Los Mimbres
31
San Ignacio
Puestos del Cuacoyonqui y Palmarito
del Jinete
(No se consigna)
32
San Ignacio
Puesto del Destierro
(No se consigna)
33
San Ignacio
San Pedro de los Sirgüelos
San Pedro de los Sirgüelos
34
San Ignacio
Puesto del Palmarito
(No se consigna)
35
San Ignacio
Hacienda de Lo de Ponce
Lo de Ponce
36
San Ignacio
Puesto de Ystitán
Ystitán
Hacienda de La Labor, La Ramada,
La Ramada, Talimán,
37
San Ignacio
Talimán, Tacuitapa y Lo de Zamora,
Las Campanillas.
Tacuitapa,
Las Campanillas
(San Francisco)
38
San Ignacio
Puesto del Aguacaliente y Acatitán
Agua Caliente y Acatitán
39
San Ignacio
Espíritu Santo y Tenchoquelitita
Espíritu Santo
40
San Ignacio
Hacienda de Piaxtla
Piaxtla
41
San Ignacio
Puesto del Coacoyole
Coacoyole
42
San Ignacio
Hacienda y Paraje Santa Ana
(No se consigna)
43
San Ignacio
Puesto de Acatitán
(No se consigna)
44
San Ignacio
Puesto de Los Sabinos
Los Sabinos
45
San Ignacio
Puesto de Coyotitán
Coyotitán
46
San Ignacio
San Miguel de los Mimbres
Los Mimbres
47
San Ignacio
Vallesito de Tolosa
Tholosa
48
No se consigna (NSC)
Agua Caliente y Río Verde
49
NSC
Agua Caliente de los Pardos
50
NSC
San Marcos y El Palmar
51
NSC
Agua Caliente de los Osunas
52
NSC
Platanar y Las Nanches
53
NSC
Lo de Porras
182
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
54
NSC
Ceboruco
55
NSC
Guayusa
56
NSC
Guaracha
57
NSC
Los Bastidas
58
NSC
Chaco
Fuente: AHJ, AHGES, AHD, AHP.
183
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Apéndice 4
Unidades de composición por distrito, zona de estudio, 1601-1790.
Distrito
Badiraguato
184
1601-1690
1691-1740
1741-1790
Suma
6
17
15
38
Cosalá
10
31
8
49
Copala
11
13
2
26
Culiacán
22
42
16
80
Maloya
2
1
1
4
San Ignacio
6
14
3
23
Rosario
12
9
2
23
Totales
69
127
47
243
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Apéndice 5
Unidades de Composición, Culiacán y Chiametla, 1601-1690.
A) Culiacán
Antigüedad estimada
Nombre del predio
1
1618
Vainnueto y Cahuinaguato
2
1675
El Guzmanillo
3
1680
La Sauceda y Saucito
4
1680
San Joseph de Yacobito
5
1680
S. Joseph, Platanar , Moradito, El Disparate y C..
6
1680
Puesto del Palmar
7
1680
Vizcaíno
8
1680
Yraguato
9
1680
Los Aguapepes, La Isleta y Topirito
10
1680
Ocurito e Isla de Lucenilla
11
1680
Los Mezcales y Lo de Duarte
12
1680
Acatita
13
1681
San Simón
14
1683
Los cedros
15
1684
Arroyo de Tepuche y Piedras de Amolar
16
1684
Lo de Arreola
17
1684
Agua Blanca y Sotagua
18
1687
El Cerro
19
1689
Macurimí
20
1690
La Laguna
21
1690
El Tiburon y Bathaoto
22
1690
Lo de Bartholo, Amatan, Limón y Las Flechas
B) Badiraguato
Antigüedad estimada
Nombre del predio
1
1660
San Nicolás (II)
2
1677
Puesto de Camerata
185
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
3
1680
Las Piedras Blancas
4
1684
Babaraguel
5
1684
Los Pinares y Tinaxuela
6
1688
Noyaguito
C) Cosalá
Antigüedad estimada
1
16650
Chilmole
2
1680
Las Mesas
3
1680
San Nico de los Güiotes
4
1680
Coneto, San Xavier de
5
1684
El Carrizal
6
1684
Chiquiquititan y La Pitahava
7
1684
Ceuta
8
1684
El Potrero de Vinapa
9
1690
Güijala (a) Los Naranios
10
1690
El Llano , Las Habas, El Chiquero, y Los puieques
D) Rosario
Antigüedad estimada
186
Nombre del predio
Nombre del predio
1
1608
La Barrigona
2
1641
Puesto de Santa Clara del Aguacaliente
3
1641
Potrero del Palmito, Los Charcos y Maldonado
4
1657
Puestos de Ygueras y Puveque
5
1667
Ystapilla, Palmillas, Chalcos , Llano de Marisma…
6
1671
San Joseph del Platanal
7
1679
Estancia de La Ballona y Puesto de La Punta
8
1680
Palmito de Yribe y Orillas
9
1680
El Sauce
10
1683
Puesto de Caxon
11
1686
Puesto Los Otates
12
1686
Higueras
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
E) Copala
Antigüedad estimada
Nombre del predio
1
1623
San Nicolas de Malpica
2
1625
San Jerónimo
3
1661
Las Mesillas (A) Lo de Peraza
4
1661
Tepustla
5
1667
Hacienda de San Nicolás de Pánuco
6
1677
Lo de Zabala
7
1684
Puesto de San Antonio
8
1686
Puesto del Rio del Amole
9
1687
Puesto del Coacoiole
10
1689
Puesto de la Higuera de la Embocada
11
1690
Puesto del Guatezón
F) San Ignacio
Antigüedad estimada
Nombre del predio
1
1628
Hacienda de La Labor
2
1645
Puesto del Agua Caliente y Acatitan
3
1665
Hacienda del Potrero (a) San Francisco de Borxa
4
1679
Puesto del Huanacastle y Humava
5
1682
Puesto del Acatitán
6
1684
Puesto del Coacoyole
G) Maloya
Antigüedad estimada
Nombre del predio
1
1621
Hacienda de Santa Cruz de Chele y Cieneguillas
2
1621
Corral de Tierra y Tamarindo
187
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
Apéndice 6
Unidades de composición, Culiacán y Chiametla, 1691-1740.
188
A) Culiacán
Antigüedad
estimada
Nombre del predio
1
1693
Tenuspa y Comiva
2
1694
Puesto del Aguacaliente
3
1697
Alcoyonque
4
1698
Laguna del Toiagüeto
5
1700
Desconocido
6
1700
Taltacuiloli
7
1700
El Álamo y Agua Salada
8
1701
San Esteban
9
1701
Yetato
10
1701
Sataya
11
1701
San Joseph (A) La Colina y Vanicori
12
1703
Las Trancas
13
1703
Los Reyes
14
1704
San Francisco Xavier de Lo de Nico
15
1704
San Cayetano
16
1705
San Joseph del Agua Esondida (a) Las Tapias
17
1705
Jesús María (a) La Estancia Vieja
18
1706
Santo Domingo de Taopo
19
1707
La Sabanilla y Carrizalejo
20
1710
Lo de Verdugo
21
1710
Lo de Verdugo
22
1710
El Olimpo
23
1710
El Ocuto
24
1714
Alicama y Estancia Vieja
25
1715
Puesto de los Angeles y Parage de Los Mayos
26
1719
Copaco
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
27
1720
Tomo y San Quintín
28
1722
San Ignacio de los Tepeguaxes
29
1722
San Diego de El Palmar
30
1724
Lo de Serrano
31
1725
Topirito y Tocayagüeto
32
1727
Salitral (a) La Lima
33
1728
San Joseph de La Soledad
34
1729
Casas Viejas y Palos Blancos
35
1729
Los Pericos
36
1730
Agua Blanca
37
1731
Itaje
38
1736
San Joseph del Chalate
39
1736
El Palmar
40
1736
San José de Ruacho
41
1740
Ayuné
42
1740
San Antonio de la Ciénega
B) Badiraguato
Antigüedad
estimada
Nombre del predio
1
1694
Batequitas
2
1710
San Nicolás
3
1713
Tamiapa y San Antonio de la Palma
4
1718
Los Amoles y El Purgatorio
5
1718
Conimeto
6
1720
San Joseph del Guamuchil
7
1721
Maturipa y Atotonilco
8
1722
San Felipe
9
1722
Milpa Viexa
10
1727
La Jurisdicción
11
1728
Santa María
12
1730
San Antonio del Mezquite (A) Toraguaruto
189
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
13
1732
Puesto de La Puerta
14
1732
Carrizal
15
1732
Bacamacari
16
1737
San Antonio de Tecuseapa
17
1740
Yripa
C) Cosalá
Antigüedad
estimada
190
Nombre del predio
1
1699
Santa Annita
2
1699
San Joseph de las Higueras
3
1700
Isla de las Guayabas
4
1700
San Juan de Cógota
5
1701
El Comedero
6
1705
Puesto y Pescas del Tecomate
7
1710
El Palmar
8
1712
La Tasajera
9
1712
Ypucha
10
1712
Valle de Ceuta y Talchichilte
11
1714
Guajino
12
1715
Mezcaltitán
13
1715
Chapotillo
14
1720
La Estancia Vieja y Aoso
15
1723
Cachagua
16
1725
Potrero de Los Vigias
17
1726
Potrero de Jacola
18
1730
Santa Anna
19
1730
Ylama, Veinticuatro y Jacopa
20
1735
San Joseph del Caxon y San Xavier Teniaquis
21
1735
Timaques
22
1735
Ybonia
23
1736
Zoquitan
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
24
1736
Potrero de Comoa
25
1736
El Salto
26
1736
El Espinal de Maria Regina
27
1736
Tecuio
28
1739
Cabeza de Caballo
29
1740
Tapacoya
30
1740
Potrero del Bichy
31
1740
Potrerillo, El Alazán, y Mesteña de Los Machados
D) Rosario
Antigüedad
estimada
Nombre del predio
1
1695
Desconocido
2
1700
Tonahuastla, San Joseph, P. Arroyo Seco y Urraca
3
1703
Desconocido
4
1703
Desconocido
5
1703
Desconocido
6
1711
Puesto y Sitio El Monte Alto
7
1715
El Matadero y Ciruelos
8
1720
Puesto La Loma del Reparito
9
1731
Puesto del Pueblo de Auchen
E) Copala
Antigüedad
estimada
Nombre del predio
1
1693
Puesto del Charco Hondo
2
1698
Caballerías en la desembocadura del Tagarete
3
1699
Puesto de Santa Fee
4
1705
El Espinal
5
1716
Potrero de las Tetas
6
1719
Ziqueros
7
1720
San Martín
8
1730
Tamba
191
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
9
1730
La Lagunita (a) Chiviricoque
10
1731
Puesto del Habal
11
1736
La Noria y El Ginete
12
1736
El Limón
13
1739
Buenavista
F) San Ignacio
Antigüedad
estimada
Nombre del predio
1
1694
Hacienda de Piaxtla
2
1702
Espiritu Santo, Tenchoquelitita, y A. Los Frailes
3
1702
El Vallecito de Tolosa
4
1705
Puestos del Cuacovonqui y Palmarito del Ginete
5
1706
Los Mimbres
6
1706
San Pedro de los Sirgüelos
7
1709
Hacienda y Paraje Santa Ana
8
1710
Puesto del Palmarito
9
1720
Hacienda de Lo de Ponce
10
1723
Puesto de Colompo
11
1733
Puesto del Destierro
12
1733
Puesto de Coyotitán
13
1740
Puesto de Los Sabinos
14
1740
San Miguel de Los Mimbres
G) Maloya
Antigüedad
estimada
1
192
1709
Nombre del predio
Lo de Tolosa
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
Apéndice 7. Unidades de composición, Culiacán y Chiametla, 1741-1790
A) Culiacán
Antigüedad estimada
Nombre del predio
1
1746
San Jose de la Cruz
2
1749
San Antonio de Los Vecos
3
1751
Puesto de El Platanar
4
1753
Plantanar
5
1754
Carrizal y Llano Grande
6
1755
El Carrizal
7
1755
Pueblo Viejo
8
1755
Tabiraguato
9
1765
Potrerillo del Guayacán y Los Dinolos
10
1766
Puestos del Palmarito y Pataguito
11
1786
San José de Altata
12
1786
Alimaneto y Capule Viexo
13
1786
Puesto de Buenavista (a) La Bandera
14
1788
Lo de Cabrera
15
1788
La Isleta
16
1790
Yevabito
B) Badiraguato
Antigüedad estimada
Nombre del predio
1
1741
El Potrero
2
1744
San Miguel de Las Palmas
3
1747
San Juan de Los Tarumares
4
1747
San José de Gracia y Santa Bárbara
5
1747
Puesto de Santiago de Los Caballeros
6
1750
San Antonio de Vacoragua
7
1750
La Dispensilla y Laguna de Guacharabito
8
1753
Batopito y Ayometo
9
1755
Paraje del Saucillo (A) San Javier
193
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano en la franja costera:
10
1758
San Joseph de La Vainilla
11
1758
San Xavier
12
1758
San Antonio
13
1761
Puesto de Surutato
14
1767
Santa Bárbara del SaucitO (a) Baburica
15
1779
Nuestra Señora de las Nieves de Monterrey
y Soledad
1
C) Cosalá
Antigüedad estimada
1744
2
1747
Puesto de Las Palmillas
3
1754
Amatta
4
1755
Limonitita
5
6
1755
1755
Llano Redondo
Tierra Contigua a Las Reales Salinas de
Ceuta
7
1782
Potrero de Oba
8
1785
Puesto del Sauce
1
D) El Rosario
Antigüedad estimada
1747
2
1765
E) Copala
Antigüedad estimada
P. de Simon Votas, San J. de La Cienéga y
Piaba
Nombre del predio
Realengo entre los dos brazos del Río del
Rosario
Puesto de La Hacienda Vieja
Nombre del predio
1
1741
Sierra Madre y puesto de Los Frayles
2
1758
Puesto de Los Coyotes
F) San Ignacio
Antigüedad estimada
194
Nombre del predio
Nombre del predio
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII
1
1753
Puesto de Ystitán
2
1780
Los Brasiles
3
1790
Tenchoquelite (a) Tecomate
G) Maloya
Antigüedad estimada
1
1777
Nombre del predio
Puesto del Rincón y Abrevaderos de San
Antonio
195
Composición de tierras y tendencias de poblamiento hispano
en la franja costera: Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII.
Se terminó de imprimir en los talleres de Imprejal S.A. de C.V. en la
ciudad de Guadalajara, Jalisco, en el mes de septiembre de 2014. Su
tiraje consta de mil ejemplares en pasta rústica y 500 en pasta dura.
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