Subido por Polillo Polillon

2006 Chac Mool en Martí

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Las esculturas de Chac Mol siguen teniendo tanta vigencia
para el arte y el pensamiento americanos, como las Obras
completas de José Martí. Ambas son ya parte inalienable de
nuestra grandeza y esperanza. La realización del presente
texto, nos ha venido a confirmar lo que ya en gran medida
intuíamos: el Chac Mol que hoy más que descansar parece
levantarse en los jardines de la sede de la Unión de
Periodistas de Cuba, en el habanero barrio del Vedado, es,
en esencia, un proyecto de Martí. Si bien solo lo pudo
concebir como dibujo, lo vio y lo pensó como escultura,
como símbolo escultórico e identitario de las mejores
aspiraciones de vida de nuestros pueblos.
«
J
■ :¥ )Jorge R. Bermúdez. Doctor en Ciencias de la Información
de la Universidad de La Laguna, Tenerife, Islas Canarias.
Licenciado en Arte Latinoamericano de la Facultad de
Artes y Letras de la Universidad de La Habana, profesor de
Arte y Comunicación de la Facultad de Comunicación de
la Universidad de La Habana y presidente de la Cátedra
de Gráfica Conrado W. Massaguer. Es miembro de la
Cátedra Martiana y de la Sociedad Cultural José Martí.
Artículos suyos han aparecido en Unión, Artecubano, Cine
Cubano, Opus Habana, Bohemia, La Gaceta de Cuba, Lúdica...
Ha publicado, entre otros libros, De Gutenberga Landaluce
(Letras Cubanas, 1990), Gráfica e identidad nacional (UAM
Xochimilco, México, 1994), La imagen constante: el cartel
cubano del siglo XX (Letras Cubanas, 2000) y Antología '
visual: José Martí en la plástica y la gráfica cubanas (Letras
SU ¡Bit
Cubanas, 2004).
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ISEN 959-259-211 *
Pablo de la Tornente
Editorial
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en Martí
Jorge R. Bermúdez
/ N Pablo de la Torriente
\ j p Editorial
© 2006Jorge R. Bermúdez
© 2006 Pablo de la Torriente, Editorial
Unión de Periodistas de Cuba
Calle 11 no. 160 e/ K y L, Vedado, La Habana
Diseño: Rafael López Viera
Diagramación: Oladys Armas Sánchez
Corrección: Samuel Paz Zaldívar
ISBfí: 959-259-211-X
¡Robaron los conquistadores una página
al Universo! Aquellos eran los pueblos que
llamaron a la Vía Láctea «e l cam ino de las
almas».
José Martí
«El hombre antiguo de América
y sus artes primitivas».
La América, Mueva York,
abril de 1884.
CHAC MOL, FUENTE
DEL ANTICOLONIALISMO MARTIANO
Quizás una de las esculturas m ás controvertidas y, a
la vez, más admiradas de la estatuaria precolombina sea
la de Chac Mol. Como toda obra de arte verdadera, ella
representa y significa, sugiere y oculta, llama a la reflexión
y a la contemplación. Todo en ella es enigmático... Y, a un
tiempo, benéfico, alentador. Si bien hasta el presente han
sido encontradas más de cien versiones escultóricas de
este dios, la más notoria y, tal vez, una de las más bellas,
es la primera, descubierta aproximadamente en 1879 por
el arqueólogo norteamericano Le Plongeon, durante sus
excavaciones en Chichén Itzá,1 ciudad de la cultura maya
del llamado periodo posclásico (900 al 1500 n.e.).2
Todo indica que el hallazgo de la escultura coinci­
dió con la estancia de Martí en La Habana, entre a g o s ­
to de 1878 y septiembre de 1879. Siempre atento a todo
lo que fuera importante para el enriquecimiento material y
espiritual de los pueblos latinoamericanos, el Maestro no
pasó por alto el acontecimiento. Proveniente de Guatema­
la, tenía aún fresca en su memoria la magnífica impresión
1
Itzá es un compuesto de dos elementos: its + á. El primero, its, lo
tomamos por brujo o mago y á por agua. El nombre Itzá, pues, se
traduce por Brujo-del-agua. «Introducción», El libro de ios libros de
Chilar Balam.
2 Una observación necesaria: el dios maya de la lluvia se ha escrito de
diferentes maneras, a saber, Chac Mool, Chacmol y Chac Mol. Esta
última forma será la empleada por el prologuista y compilador del
presente texto. En los demás casos se respetará la ortografía em ­
pleada por los autores citados.
5
que este pueblo le había causado -recuérdese su folleto
de igual nombre-. Si en México había empezado a cono­
cer su América, en Guatemala amplió y profundizó su sen­
timiento de hijo de un pueblo único y continental. Es en
Guatemala donde por primera vez utiliza el término nues­
tra América, como bien lo ha señalado el poeta y ensayista
Roberto Fernández Retamar.3 De ahí que no sea casual
que el Martí que por entonces reside en La Habana con su
familia, y que ocupa, entre otros cargos, el de secretario
de la sección de literatura del Liceo Artístico y Literario de
Guanabacoa, se haga eco de tal acontecimiento arqueoló­
gico de relieve internacional, citando, como al paso, en
uno de sus apuntes para las conferencias que impartía en
la comentada sociedad, al dios Chac. El hecho merece
toda nuestra atención, ya que en esta, su primera cita
conocida de la deidad representada en la escultura, la cali­
fica de «soberbia y vengativa». Ambos adjetivos, aunque
nunca más los empleó al referirse a Chac Mol, por esta
vez, desmienten la justeza de juicio que siempre caracteri­
zó al Maestio. Intentemos explicarnos. IYes parecen ser
las causas d<- tal Interpretación. Una: su entusiasmo por el
hall.i/go por demás, comprensible- Dos: dejarse llevar
por l.i Información impresa de primera hora, única a mano,
y tal ve/, sin ( alce alguno de información visual, así como
bastante vaga en razón de una inadecuada cobertura pe­
riodística nada especializada. Y tres: el contexto en que
están insertos los dos adjetivos, si bien ajenos al perfil
icleoestético que caracteriza a esta obra escultórica, como
veremos a continuación, sí apropiados para expresar el
deseo de redención de los pueblos indígenas que ya sentía
en lo más profundo de su ser. fie aquí el fragmento: «Pero
de aquella absorción cruenta (se refiere a la Conquista)
algo quedó de la vencida raza: el espíritu, que resiste siem-
-1 Roberto Fernández Retamar. Prólogo «Martí y la revelación de Mues­
tra América», en Nuestra América, p. 10.
6
pre al acero, al hierro y al fuego». Y a renglón seguido,
advierte: «Pero soberbia y vengativa acaba de erguirse,
allá del fondo de intrincada selva, la estatua de Chac-Mool,
y el pozo de los sabios de Chitchen, y las pinturas murales
de Uxmal».4
Otros factores que pudieron incidir en el inicial juicio
que Martí se hizo sobre esta escultura, estarían dados por
las propias circunstancias que rodearon al descubrimiento
en sí. Pongamos por caso, el oportunismo y la vanidad del
arqueólogo norteamericano -bien señaladas por el Maes­
tro-, y la versión que este diera de la escultura, por de­
más, la única autorizada a la sazón, no exenta de cierto
matiz sensacionalista y hasta de desconocimiento sobre lo
descubierto, si se tiene presente que fueron los propios
pobladores del lugar los que le propiciaron su localiza­
ción. (A lo que se sumaría el escaso conocimiento que
todavía se tenía de la sociedad, la religión y el arte de
estos pueblos. Asimismo, los dibujos a partir de los cuales
se hacían los grabados que daban testimonio visual de
algún descubrimiento arqueológico, por lo general, esta­
ban determinados por la subjetividad y la calidad del dibu­
jante, cuyas copias -n o pocas veces- eran imprecisas o se
quedaban a cierta distancia de la realidad. Esta deficiencia
ya se había hecho notar al comparar dichas imágenes con
sus similares correspondientes a los primeros álbumes fo­
tográficos de ruinas precolombinas. El hecho de que los
periódicos y las revistas todavía dieran preferencia al gra­
bado y no a la fotografía, por considerar el juicio estético
dominante más artística la obra hecha a mano y no la
mediada por un aparato de «sacar imágenes», explica, por
último, que el referente visual manejado en un primer
momento sobre la escultura de Chac Mol no fuera el más
idóneo, tratándose, como era el caso, de una obra desen-
*
José Martí. Obras completas, t. 19, p. 443. Las palabras en cursivas
correspondes al autor del presente texto.
7
ferrada y todavía sin memoria visual alguna para periodis­
tas y lectores. Situación, sin duda, que en aras de la primi­
cia periodística, bien pudo llevar a algunos a ilustrar sus
trabajos con uno o más grabados en los que sí se repro­
ducía la imagen de un verdadero dios Tigre).
El Chac Mol al que hace referencia Martí, el de Chichén
Itzá o «pozo de los itzaes», quizás sea una de las pocas
esculturas de bulto -si no la única- del llamado período
posclásico maya que, a los efectos de su percepción, ex­
presa una dignidad y serenidad tales, que llega a atenuar
sus particularidades físicas, refrendadas, a su modo, por
un estilo de fuerte impronta simbólica, pero más o menos
realista, que preferencia la representación antropomórfica.
La escultura de Chac Mol tenía todos los atributos para
que Marti se identificara con ella, tal y como quedará con­
firmado en el presente trabajo. Asimismo, cabe preguntar­
se, si en el momento de hacer referencia al descubrimien­
to de la escultura en la citada nota, Marti -q u e venía de
vivir en México y Guatemala- no la relacionó con ciertos
relieves y mascarones <uya representación escultórica, entre
felin.i y humana, es mi i emitido a un culto más antiguo de
la fecundidad
quizás, de origen olm eca- y, por asocia( ion, de la lluvia. Lo inadecuado del nombre que le dio
Le Plongeon al Chac Mol de Chichén Itzá, trajo aparejado
más de un equívoco desde entonces a la fecha, cuando en
realidad es una escultura -com o las otras de su tipo des­
cubiertas con posterioridad- que se corresponde con un
proceso más reciente de transculturización y mestizaje en­
tre las culturas toltecas y mayas. Si por el momento Martí
no pudo indagar mucho más de lo que la prensa existente
entonces en La Habana publicó sobre el hallazgo, fue, o
porque esta no le dio el seguimiento adecuado a noticia
tan especializada, o porque él mismo estaba inmerso en
afanes conspirativos que, finalmente, lo llevarían a una
segunda deportación a España y más tarde a la tarea ma­
yor, «la guerra necesaria», cuya concepción, no sin orgu­
llo, homologó con una obra de arte, en clara alusión a un
8
criterio sobre el acto creador que iba más allá de los lími­
tes precisos que le otorgaba la época.
Sin embargo, esto no quiere decir que Martí no le diera
seguimiento al descubrimiento de la escultura del dios
Chac. A un año de establecerse en Mueva York, o sea,
en 1881, volverá tres veces sobre el terna. Las dos prime­
ras, serán a manera de breves comentarios o notas, tal y
como se recogen en los Cuadernos de Apuntes tres y sie­
te. La tercera y última, una más extensa que llegará a
publicar y sobre la cual volveremos más adelante. En la
primera nota o apunte, el interés que le despierta un asunto
colateral al hallazgo arqueológico propiamente dicho, evi­
dencia, por una parte, su gradual acercamiento a los co­
nocimientos atesorados por las culturas indígenas y, por
otra, una mejor información y mayor cautela al referirse a
Chac Mol, ya que encabeza esta nota con la siguiente aco­
tación: «Sobre el descubrimiento de Chacmool: versión
del descubridor»,5 donde hace referencia por primera vez
a Le Plongeon. Mientras que en la segunda, perteneciente
al cuaderno siete, busca homologar el portento de su he­
chura y singular postura con «las voluptuosas esfinges del
S e ra p e u m »,6 el magnífico templo del dios Serapis, en
Alejandría. Esta breve nota, es el primer indicador de que
Martí ya tiene información visual sobre la escultura del dios
Chac, o una escrita más fidedigna, o ambas a la vez, pues
en ella comenta: «Recuerdo a Chacmool: es el paso de la
escultura de la esfinge, a la sentada, a la en pie».7 La visualización y hasta conceptualización de la escultura en esta
breve línea escrita, ya nos confirma el Martí que rinde culto
al hecho de que solo se ve lo que se sabe, y, por igual
razón, el supuesto de que hasta entonces no la había visto.
En pleno conocimiento de la identidad visual de la obra
escultórica descubierta, Martí no dejara pasar la ocasión
5 Id., t. 21, pp. 106-107,
6 Id., p. 206.
7 Ibid.
9
de hacer pública su descripción, lo que sucederá en una
nota más extensa aparecida en la Sección Constante de
La Opinión nacional de Caracas, el 8 de noviembre de 1881.
En ella se lee: «una soberbia estatua recostada sobre el
dorso, con las piernas encogidas, con la cabeza alta, y
vuelta hacia el oriente, y con las manos sobre el seno...».8
Obsérvese, que en esta descripción el adjetivo soberbio
califica a la estatua, para evidenciar su importancia artísti­
ca, dándole otro sentido a la oración. Un año y medio
después, en junio de 1883, esta nota la publicará amplia­
da en la revista La América, de Piueva York, bajo el título
«Antigüedades mexicanas», que bien pudo inspirarle las
dos «antigüedades», la romana y la griega, que recién tra­
dujera para la Casa Appleton. El artículo en cuestión, co­
mienza con un comentario sobre los últimos descubrimien­
tos hechos por Le Plongeon en la zona de Veracruz, y
continúa con lo que ya había escrito sobre Chac Mol en la
Sección Constante. Esta fusión -por demás, válida- no ten­
dría mayor consecuencia, si no hubiera llevado a otro
equívoco, casi un siglo después, cuando, el crítico e histo­
riador del teatro cubano, Riñe Leal, en su magnífico texto
De Abdala a Chac Mool, da por sentado que una de las
esculturas recién descubiertas por el arqueólogo norte­
americano, es Chac Mol. Este error lo inducirá a una suer­
te de cita híbrida, en la que la primera parte, separada de
la otra por tres puntos suspensivos entre paréntesis, se
corresponde con la escultura recién hallada en Veracruz, y
la segunda con la del dios de la lluvia de Chichén Itzá.9
De inesperada puede calificarse la elección de este
artículo para su publicación en La América, si se tiene
presente que ello ocurre en el mes que Martí se incorpora
al equipo de edición de la comentada revista, cuyo perfil
u Id., t. 23, p. 69.
9 Al final de este texto se reproduce la parte correspondiente a Chac
Mol del citado artículo de Riñe Leal, ocasión que tendrá el lector de
verificar la comentada cita. (/Vota del Autor).
10
editorial no se avenía del todo con asunto tan especializa­
do como ajeno a los propósitos comerciales y tecnológi­
cos que la caracterizaban. El artículo parece obrar como
ariete de un primer acto suyo dirigido a darle un vuelco a
la política editorial de la publicación, lo que en parte logró
por un tiempo. Su empeño de hacer La América de propó­
sito para un ingente proceso culturizador y concienciados
explica, por último, la literaturización de los contenidos
científicos y técnicos, y la incorporación de aquellos otros
de real interés para la cultura general del público lector
hispanoamericano, con el doble objetivo de mantenerlo
actualizado y, al mismo tiempo, consciente de su extraor­
dinario pasado y presente, sin merma alguna de sus valo­
res identitarios y posibilidades reales de progreso.
La otra referencia martiana a Chac Mol está contenida
en un esbozo o proyecto de obra de teatro, cuyo guión se
relaciona con los acontecimientos que dieron lugar al des­
cubrimiento de la escultura del dios Chac, en Chichén Itzá.
La pieza llevaría por título el nombre del impar dios; mien­
tras que, no por breves, estos apuntes dejarán de traslucir
el superobjetivo último de su proyectada obra: rechazar la
humillante caricatura que la cultura del colonizador hizo
de su protagonista central: la conquistada y explotada raza
maya y, por extensión, la de todas las razas amerindias y
las que luego poblarían el continente. El proyecto eviden­
cia una novedosa concepción dramatúrgica para el teatro
cubano e hispanoamericano de la época, tal y como lo
hace ver Riñe Leal en su citado ensayo, al sustentar un
criterio actoral que preferencia la acción colectiva de un
pueblo indígena americano por sobre la de individualidades.
Consecuente con su propuesta, Martí propone com o
principal personaje negativo o antihéroe al mismísimo
Le Plongeon: símbolo, para él, del científico al servicio del
creciente saqueo de las culturas más antiguas de la huma­
nidad, que adinerados coleccionistas estimulaban desde
inicio de siglo, así como museos e instituciones con sede
en las naciones de mayor poder económico de la época.
11
i
Este interés de Martí por un teatro nacional de nuevo tipo,
que pusiera en escena «terribles tragedias, con nuevos e
históricos resortes», se correspondió entonces con el que
le había despertado el pueblo de Guatemala y, en particu­
lar, la cultura maya. Y que entre 1877 -año de su estancia
en esta república centroamericana-y 1891, que escribe su
fundamental ensayo nuestra América, medie su asimila­
ción de la vasta y compleja cultura precolombina, o, al
menos, se pusiera al día en cuanto a los textos más im­
portantes escritos sobre el tema. Entre las probables fuen­
tes consultadas por Martí, estarían los libros de los
arqueólogos norteamericanos Stephens, Charnay, Le Plongeon y Brinton, y los del francés Nadaillac. Los artículos
martianos de contenido indígena de La América, abrirán
el comentado cauce en este decenio, convirtiéndose en
uno de sus preferidos para levantar la autoestima de los
pueblos indígenas del continente, así como para expresar
y divulgar su concepción de América como un todo. Estos
son Antigüedades mexicanas (junio, 1883), Arte Aborigen
(enero, 1884), El hom bre antiguo de América y sus artes
primitivas (abril, 1884), Autores am ericanos aborígenes
(abril, 1884), Una com edia indígena (junio, 1884) y R e­
unión próxima de la British Association: apuntes de antro­
pología americana (junio, 1884). Un clásico ejemplo de
los muchos que por entonces utilizará Martí en tal sentido,
es el perteneciente al ya citado artículo El hom bre antiguo
de Am érica y sus artes primitivas, donde se lee: «...no
imaginaron como los hebreos a la mujer hecha de un hue­
so y al hombre hecho de lodo; ¡sino a am bos nacidos a un
tiempo de la semilla de la palma!». Al origen de la criatura
humana más aceptado por la cultura oficial de la época,
Martí le opone la génesis de un pueblo indígena de su
América, como una de las tantas estrategias que seguirá
en lo adelante con el propósito de irle creando una con­
ciencia anticolonialista a nuestros pueblos desde los pre­
supuestos éticos y estéticos de sus mitos y tradiciones más
12
auténticas. Chac Mol no solo está en esta cuerda, sino que
está entre los primeros en iniciar el gran poema martiano
de la primigenia identidad cultural de América. El Martí
que le «descubrió» tal deidad a un lector hispanoamerica­
no, quizás, más atento a las últimas noticias de la bolsa o
a las particularidades técnicas de la máquina que mayor
plusvalía podía sacarle al obrero, un año más tarde cesaría
en la dirección de dicha revista.
II
A falta de otra verdad que no fuera la recogida en perió­
dicos y revistas, donde, por lo general, prevalecieron los
criterios de los arqueólogos extranjeros, en particular, los
de Le Plongeon, descrito por Martí como «anciano activo y
revoltoso», de «indiscreto lenguaje y exagerada ambición»,10
es de inferir, que no pocos hombres lúcidos de su tiempo,
entre los cuales estaría nuestro Hombre Mayor, tuvieron
que conformarse con su versión. Y aún más, que fuera esta
la que prevaleciera hasta mucho después. A la luz de los
nuevos estudios que se han sucedido en el tiempo sobre las
culturas precolombinas, no todo encaja con la primera y
apresurada lectura que sobre el dios de la lluvia hiciera
Le Plongeon. Al igual que tantas otras obras de este
período de la historia del arte americano, los caminos que
llevan a desentrañar el origen y significado últimos de esta
escultura -y de las que se encontraron con posterioridad a
ella- están todavía por desandar en un buen trecho.
En primer lugar, es obligado volver a su condición de
«rey Tigre», nombre con el que la bautizó el arqueólogo
norteamericano, y que desde entonces a la fecha ha dado
lugar a más de una conjetura y especulación. Para la inves­
tigadora francesa Laurette Séjourné, «el tigre ilustra la
10José Martí. Op. cit., t. 8, p. 328.
13
marcha y el com bate».11 Mas, no hay que ser entendido
en arte ni en arqueología para comprender que Chac Mol
no es un dios de la guerra, aun cuando su pectoral en
forma de mariposa sea un remitido al de los atlantes de
Túla, cuya postura erguida sí podría relacionarse con la de
guerreros en guardia. En cambio, «la guardia» del llamado
Templo de los Guerreros de Chichén Itzá, en cuyo pórtico
se ubica Chac Mol, sí se hace expresa en los bajorrelieves
que ornan las columnas que rodean la base de la pirámi­
de, al punto, de darle nombre a este conjunto arquitectó­
nico. Fero este no es el caso de nuestra escultura. La pos­
tura de Chac Mol no evoca siquiera el reposo del guerrero,
pues no tiene donde recostarse. El supuesto descanso que
se infiere de la pose, es su mayor enigma.
En cuanto a las representaciones escultóricas existentes
del dios Tigre, sus características formales y conceptuales
las hace diametralmente opuestas a las del dios Chac. Esta
deidad felina (tigre o jaguar), entendida como uno de los
cultos mayores de la hyhris americana entre animal y hom­
bre, se inscribe entre las grandes constantes míticas de las
culturas precolombinas desde el altiplano boliviano hasta
el mexicano, incluyendo las Antillas. Verbigracia, el hacha
ceremonial taina de la región de Holguín, en Cuba. En la
representación escultórica o en relieve de esta deidad felina,
domina la geometrización, cuando no una figuración en­
tre zoomórfica y antropomórfica, que, en no pocas obras,
sí parece generar una suerte de expresión soberbia y ven­
gativa. Otro tanto sucede con los llamados mascarones en
relieve del dios Chac, de trompa larga y enrollada, cuyo
simbolismo y geometrización no guardan relación estilísti­
ca ni conceptual alguna con las esculturas de bulto de
Chac Mol. La talla y la sensibilidad artística dominantes en
la ejecución de estas esculturas están más en correspon­
dencia con la de la Chalchihutlicue, diosa del agua de
11 Laurette Séjourné. Antiguas culturas precolombinas, p. 263.
14
Teotihuacan, las máscaras de pórfido que reproducen a
maravilla el tipo físico tolteca, y, sobre todo, con la de los
colosales atlantes de TUla o Tollán, heredera cultural de
aquella y centro irradiador del mensaje cultural, artístico y
religioso de Quetzalcóatl por todo el ám bito m esoamericano, que con cualquiera de las obras escultóricas, de
bulto o relieve, relacionadas con el dios Tigre en la región.
Estas diferencias, sin embargo, no cuestionan la posibi­
lidad de una antiquísima relación entre el dios de la lluvia
y cierto culto de la fecundidad regido por una deidad felina,
que parece presidió la teogonia olmeca en el período lla­
mado por los arqueólogos preclásico (1 500 a.n.e. al 200 n.e.),
para luego extenderse por las demás culturas asentadas
en la costa del Golfo (de México) y el istmo de Tehuantepec.
El comentado culto generó toda una iconografía de bebés
tigroides, cuyo origen se explícita sin rodeo alguno en dos
esculturas de la región de Veracruz, que representan la
cópula entre mujer y jaguar. De esta génesis contra natura
se dio otra propiamente artística, que tuvo como asunto
central una divinidad felina cuyas representaciones, «a
menudo naturalistas, se humanizan a veces hasta no guar­
dar más que un solo rasgo de la fiera, entre otros con el
tamaño de la boca o la curvatura de los belfos».12 Pero
solo en este aspecto religioso ancestral propio de los orí­
genes, y que los mitos asocian con el Quinto Sol -era en la
que también hace su aparición el Quetzalcóatl-dios de los
toltecas de Teotihuacan-, se dio la relación. Su permanen­
cia en ciertas comunidades y zonas de la costa este llega­
ría hasta la época de Le Plongeon y el descubrimiento de
la escultura de Chac Mol. Es de presumir, que el incipiente
estado en que se encontraban entonces las investigacio­
nes de campo sobre estas culturas, la deficiente interpre­
tación que de algunos de sus hallazgos arqueológicos hizo
Le Pongleon -em presa, por demás, harto compleja aun
12Id., pp. 187 y 188.
15
para los especialistas de hoy día-, la continuidad de una
fuerte tradición oral entre los pobladores de las zonas donde
excavaba -p o r lo general, su principal fuente referencial
para la búsqueda-, y, por supuesto, las antes citadas re­
presentaciones esculpidas del dios Tigre y los mascarones
en relieve atribuidos al dios Chac, serían los principales
factores que contribuirían a explicar su decisión de identi­
ficar al renovado dios de la lluvia del renacimiento de los
itzaes, con el rey Tigre. Sobre el particular, nada más con­
cluyente que la siguiente cita del arqueólogo cubano-mexicano Alberto Ruz Lhuillier.13 Copiamos in extenso. «Un ex­
plorador del siglo pasado puso el nombre de chacm ol a
este tipo de esculturas, nombre totalmente inadecuado ya
que significa garra roja (uno de los nombres del jaguar).
El error de Le Pongleon quizás se explique por la tradición
de la existencia de un tigre rojo oculto en algún templo de
Chichón ltzá. Til tigre rojo fue efectivamente descubierto
más tarde en el templo situado debajo del actualmente
visible que se conoce como el Castillo. Se trata de un tro­
no de piedra pintado de rojo en el que las manchas del
jaguar están figuradas por placas de jad e y sus ojos por
bolas también de jade. En la mitología maya y mexicana
el jagu a r está asociado al sol y particularmente al sol
nocturno; se suponía que al ser tragado por la tierra al
atardecer, el astro se convertía en un jaguar que andaba
silencioso en las tinieblas de los bosques. El jagu a r se
convirtió en símbolo de realeza y por eso el trono del jefe
estaba cubierto con piel de un jaguar o tallado en forma
13 Alberto Ruz Lhuillier descubrió en el llamado Templo de las Inscrip­
ciones de Palenque, en el verano de 1952, la tumba del gran sobera­
no maya Pacal, primera hallada en América en el interior de la base
de una gran pirámide. A inicios de los noventa, en otro templo
piramidal de dicha ciudad, fue encontrada otra tumba, esta vez per­
teneciente a una mujer, que a falta de identificación, por el momen­
to, se le ha llamado la Reina Roja, por encontrarse su cuerpo untado
con cinabrio (nota del Autor).
16
de felino».14 De la citada versión de Lhuillier, al igual que de
las anteriores, se saca en claro dos cosas: los ya sabidos
errores y arbitrariedades en que incurrió Le Plongeon, y, en
consecuencia, los obstáculos que en relación con nuestro
objeto de estudio todavía quedan por salvar para clarificar
la identidad y función que pudieron tener las esculturas de
Chac Mol en su tiempo. En tanto, volvamos al nuestro, des­
de el descubrimiento de la primera en 1879 hasta hoy. ¿Acaso
no son veneradas por el pueblo e identificadas por los espe­
cialistas como las representativas del dios de la lluvia? ¿rio
siguen ahí, firmes y dignas, en su emplazamiento real o en
uno supuesto, en el pórtico de un templo del posclásico o
en uno más rebuscado de algún importante museo? De
hecho, los valores estéticos, simbólicos y hasta históricos inferidos o reales- acumulados y relacionados con esta dei­
dad, un siglo después de entrar por segunda vez a formar
parte de nuestra cultura, más que desmentir la condición
de Chac Mol, dios de la lluvia, la reafirma, en tanto referen­
te identitario de primer orden entre las imágenes que ha­
cen la visualidad moderna y contemporánea de Nuestra Amé­
rica. ¡A fin de cuentas, qué mejor equívoco -si lo hubo- que
nombrar dios de la lluvia a quien nunca hizo nada por mu­
darse de la intemperie!
III
La otra vía cierta en cuanto al mestizaje estilístico que
finalmente dio lugar a ia(s) escultura(s) antropomórfica(s)
14 Alberto Ruz Lhuillier. La civilización de los antiguos mayas, p. 122.
Hasta cierto punto tampoco faltan a la verdad algunas hipótesis que
dan a entender que las esculturas de bulto de Chac Mol eran brace­
ros, donde se quemaba la sangre de las vírgenes sacrificadas, la que
al ascender convertida en humo alimentaba a los dioses, quienes en
pago propiciaban la lluvia (ilota del Autor).
17
de Chac Mol, viene, por supuesto, de la cultura maya del
período clásico (200 al 900 n.e.). Su precedencia en cuanto
al correspondiente a la construcción de Chichén Itzá y la
comentada pirámide templo donde se ubica, se caracte­
rizó por un arte de los más maduros y refinados del pa­
sado americano, el que dio en expresarse a través de una
figuración más o menos realista, que tuvo en la criatura
humana el primer asunto de elección. Martí dijo de ellos:
«Tienen la frente amplia como los que saben pensar». Y
dijo más, cuando en su artículo Las ruinas indicis, corres­
pondiente al segundo número de La Edad de O ro (1889),
escribió: «Pero las ruinas más bellas de México no están
por allí (se refiere a las del Centro y el Altiplano), sino por
donde vivieron los m ayas...».15 En este último artículo, el
Apóstol evidencia un conocimiento del tema más decan­
tado, dado los seis años transcurridos desde su primer
escrito para la revista La América. Incluso los dos únicos
grabados utilizados en Las ruinas indias corresponden a
las ciudades mayas de Kabah y Uxmal, aun cuando el
artículo se ocupa de toda el área mesoamericana, inclui­
da la guatemalteca. Mientras que de las tres máscaras o
rostros esculpidos que encabezan el texto, una de ellas,
la del centro, parece responder al estilo tolteca de las
antes citadas de pórfido, que, como ya se dijo, por la
cronología, rasgos fisonómicos y técnica escultórica, se
corresponde con la del Chac Mol de Chichén Itzá. Se
sabe, por último, que el llamado Templo de los Guerre­
ros, construcción dominante del paisaje urbano del gran
centro ceremonial yucateco, descansa sobre uno más
antiguo y sólido, el del dios Chac. ¿Quién era en reali­
dad este dios?
15 José Martí. «Las ruinas mayas», en La Edad de O ro , vol. 1, no. 2,
p. 54.
18
IV
Para los mayas del período clásico, Chac fue el dios de la
lluvia y, por asociación, del viento, el trueno y el relámpago,
así como dios de la fertilidad y la agricultura. Sin embargo,
no es hasta el período posclásico que esta deidad alcanzará
una mayor veneración y hasta popularidad entre las clases
pobres y trabajadoras, como resultado de la migración y
reubicación de esta cultura en el norte de la península de
Yucatán, donde las lluvias son escasas. En los tres códices
que se conservan de la cultura maya, el Códice de Dresde,
el Códice Tro-Cortesiano y el Códice Peresiano, la figura de
Chac aparece 2 18 veces, mientras que la del dios primero y
más importante de este panteón, Itzamná, Señor de los
Cielos e hijo de Hunab Ku, el Creador, solo se represen­
ta 103, y no se encuentra para nada en el códice Peresiano.
Chac es la deidad central de la tríada de los dioses benéfi­
cos mayas: Itzamná, Chac y el Dios del Maíz; es decir, entre
el dios de los cielos y el del cultivo sobre el que se sustenta
toda la civilización americana. Jerarquía que revela su real
importancia, si se tiene en cuenta que esta cultura llegó a
tener a finales del posclásico un estimado de 160 dioses;
mientras que la creación de la criatura humana según el
Popol Vuh o «libro de los quichés», solo se logró -luego de
varios intentos infructuosos por parte de los dioses- a partir
de granos de maíz.
La intervención de Chac fue siempre más requerida por
el maya corriente, que la de todos los demás dioses com­
binados. Su importancia fue tan excepcional, que le dio
nombre a los cuatro puntos cardinales del mundo maya.
Esta singular función hizo que se subdividiera en cuatro
dioses o Chaces: Chac Xib Chac, el Hombre Rojo, Chac del
Este; Sac Xib Chac, el Hombre Blanco, Chac del Norte; Ek
Xib Chac, el Hombre negro, Chac del Oeste y Kan Xib
Chac, el Hombre Amarillo, Chac del Sur. El Chac corres­
pondiente al Oriente (Likin), está asociado con el Sol y,
por extensión, con el color rojo y la sabiduría.
19
1
También a Chac se le identificó con el mes llamado Mol,
octavo del calendario maya. Mol era el mes de la renova­
ción, cuando todo género de utensilios, desde los libros
sagrados hasta las piedras de moler de las mujeres y las
puertas de las casas, se pintaban de azul. Este color, con
el correr del tiempo, dio en llamarse azul maya. Sacerdo­
tes y guerreros, milperos y colmeneros, vírgenes y jóve­
nes, celebraban la ocasión. Para todo maya, Mol era el
mes de «rehacer los dioses», y para ello se escogían, entre
los artistas del pueblo, el escultor que transformaría el
cedro o kuché, cuyo significado es á rb o l b u en o, en
divinidades. Aislado en una cabaña de paja, que la familia
elegida le hacía para la ocasión, esculpía los ídolos de
madera que, por un nuevo período, el cabeza de familia
arroparía con fe inquebrantable en una cesta hecha de
fibras de maguey. Mol, sin dudas, no podía parecerse más
a Chac, y viceversa. La renovación de los ídolos, por últi­
mo, concluía en celebración. Comidas, danzas, cantos y
apareamientos..., contribuirían, una vez más, a hacer del
dios de la lluvia y la fertilidad, iel de la vida!
¿Es esta una versión animada de las posibles obras y
etapas por la que los pueblos mayas llegaron a represen­
tarse sus dioses, o la última de un tiempo primigenio?
Actuales investigaciones creen relacionar los primeros po­
bladores del lugar con determinados restos humanos en­
contrados en el fondo de los cenotes o pozos de la zona
de Chichón Itzá, cuyo ADM mitocondrial no se correspon­
de con el de los hombres que cruzaron el estrecho de
Behring. Martí, al referirse en Las ruinas indias al estado
de abandono de la otrora gran ciudad, escribe: «Pero de lo
que queda en pie, de cuanto se ve o se toca, nada hay que
no tenga una pintura finísima o curvas bellas, o una escul­
tura noble, de nariz recta y barba larga».16 El subrayado
no es gratuito. Su observación, como se aprecia, por una
16Id., p. 56.
20
parte, apunta a un tipo humano cuyos rasgos fisonómicos
bien lo emparienta con el Quetzalcóatl de TUIa, y hasta con
el Chac Mol, y, por otra, con la supuesta raza proveniente
del este y llegada por mar de que hablan los mitos, y que
la ante comentada exploración submarina de los cenotes,
supuestamente, pretende demostrar. Pero ahí no queda
su texto: «En las pinturas de los muros [...] hay procesio­
nes de sacerdotes, de guerreros, de animales que parecen
que miran y conocen, de barcos con dos proas, de h o m ­
bres de barba negra, de negros con p elo rizado ; y todo
con el perfil firme...».17 Esta última observación de Martí,
igual nos sugiere otro éxodo o corriente migratoria prove­
niente del este, pero esta vez relacionada con una de las
culturas más antiguas de México, la Olmeca. En uno y otro
caso, el Maestro aspira a hacer ver la importancia del mar
como camino de contacto entre los pueblos más antiguos,
y no ese obstáculo, a veces insalvable, como se solía pre­
sentar en no pocos libros de texto. En consecuencia, habla
de los mayas de Yucatán, como «del pueblo que echó sus
barcos por las costas y ríos de toda Centro América, y
supo de Asia por el Pacífico y de África por el Atlántico».18 Y
todas estas hipótesis -p or entonces, más que novedosas,
inaceptables- en un artículo para los niños de América,
setenta años antes de la expedición de la ñon Tiki y casi un
siglo antes de la Rá.
Támbién su descripción de Chac Mol es tan vivida como
sugerente. En las dos ocasiones que lo hace, en las notas
de la Sección Constante del diario caraqueño y en el ar­
tículo de la revista La América, no pasa por alto que el dios
yace «con la cabeza alta, y vuelta hacia el oriente».19 Pero,
¿cuál es el oriente de Chac Mol? La ciudad de Chichén
Itzá, ubicada en el extremo norte de la península de
Yucatán, tiene por «oriente» el archipiélago cubano y el de
17 ibid.
18 Ibid.
19José Martí. Obras completéis, t. 8, p. 328.
21
las Bahamas, y, más allá, el Atlántico..., o la Atlántida.
También en esa dirección sitúa el mito la transformación
de Quetzalcóatl en lucero del alba (Venus).
Dos son los mitos a relacionar con este extraordinario
personaje-dios: uno de carácter religioso y otro histórico.
Según la Séjourné, para lograr su fusión, uno y otro de­
ben renunciar a su forma, sufrir el sacrificio y aceptar des­
hacerse para que alguna otra cosa se haga. Ambos, tam­
bién, se complementan, aun cuando la antigüedad del
primero, que nos remite a los orígenes mismos del pueblo
teotihuacano durante la llamada era del Quinto Sol, luego
de que los hombres derrotaran a la raza de los Gigantes,
encerraría tanto una concepción religiosa como una idea
poética. El pájaro (quetzal) simboliza el cielo y, por exten­
sión, el Sol. La serpiente (coatí), la materia, la tierra. Los
dos símbolos se dan en relación con el movimiento. La
relación es dialéctica: en tanto el pájaro aspira al suelo, la
serpiente se levanta al cielo. Cuerpo y alma: alianza crea­
dora entre materia y espíritu. Con la llegada del hombre a
Teotihuacan, centro y origen de las culturas m esoam ericanas y, por extensión, lugar donde los dioses crearon el
mundo, pájaro y serpiente devienen atributos del primer
Señor, Quetzalcóatl. En él se proclama el origen humano
de la divinidad. Es el primer hombre en convertirse en
Dios y, por consiguiente, título de todo gran sacerdote y
soberano reinante con posterioridad a él en la región. La
recurrente omnipresencia de Quetzalcóatl llegaría hasta la
caída del imperio azteca, tal y como lo corrobora el hecho
de que su más alto dignatario sacerdotal también recibía
este título.
Téotihuacan fue abandonada en el siglo vm, hecho que
coincide con el final del período mesoamericano denomi­
nado clásico. Sobre el particular escribe Manuel Galich:
«Hay algo que intriga y sorprende y es que, por la misma
época, se haya operado el mismo abandono en las gran­
des capitales urbanas o ceremoniales de toda el área
mesoamericana, tanto en la costa del Atlántico, como en
22
la zona de Oaxaca, en el altiplano mexicano y en los sun­
tuosos centros mayas de El Petén guatemalteco, como si
toda la extensa región hubiera sido sacudida por un cata­
clismo social que hubiera operado reacciones en cade­
na».20 Dos siglos después, nuevas migraciones e invasio­
nes darían lugar a un reordenamiento de la geografía y la
sociedad mesoamericanas, y, con él, a la fundación de
nuevas ciudades, ligas e imperios. Entre las ciudades del
posclásico, dos centran nuestra atención: la neotolteca TUla
Xicocotitlán o Tollán, como figura en el mapa del imperio
mexica, de Clavijero, en su Historia Antigua de M éxico , y la
neomaya Chichén Itzá, en el extremo norte de la península
de Yucatán. Con TUla Xicocotitlán se identifica el ámbito
socio-cultural de la parte propiamente histórica del otro
mito relacionado con Quetzalcóatl; mientras que, con
Chichén Itzá, el nuevo canon estético que identifica al dios
maya de la lluvia con el singular patrón escultórico repre­
sentativo del Chac Mol.
En lo que concierne a la etapa de Tula, el mito adquiere
matices legendarios: este se inicia con la infancia, adoles­
cencia y primeros años de madurez de Quetzalcóatl. En
apretada síntesis, el joven Topiltzin (nom bre del futuro
Quetzalcóatl), descendiente de la antigua estirpe de los
toltecas de Teotihuacan, queda huérfano de padre, al mo­
rir este a manos del usurpador de su trono en Culhuacán.
El joven se cría y educa con la familia materna hasta llegar
a alcanzar la jerarquía de sacerdote del dios Quetzalcóatl.
Ya adulto e investido de tal dignidad, parte hacia Culhuacán,
donde combate y venga la muerte del padre, el príncipe
Mixcóatl, y se convierte en señor supremo de su pueblo.
En el 980, funda TUla Xicocotitlán, nueva capital de los
toltecas. Durante su reinado le enseñó a estos el arte del
tejido, la escritura, el calendario, la medicina y el movi­
miento de los astros... Y repudió los sacrificios humanos.
20 Manuel Galich. nuestros primeros padres, p. 94.
23
Pero, como bien escribió Martí, «El hombre en cuanto des­
cubre una fuerza, la ataca». Y la de Quetzalcóatl era la
fuerza suprema, la del amor en su acepción más amplia.
De ahí que los mitos relacionados con los toltecas hagan
referencia al conflicto entre cultos, simbolizado por la lu­
cha entre Quetzalcóatl y los dioses guerreros de las tribus
recién llegadas del Norte. Un culto ilustre sustentado en la
naturaleza, y un origen y dios únicos, cedieron su lugar a
uno o varios de carácter politeísta, con los cuales los pue­
blos llegados últimos legitimaron su poder sobre los ya
existentes en la región, previo sometimiento por la guerra
y posterior apropiación de los conocimientos acumulados
durante siglos. Estos hechos devienen un mito en extremo
poético -tal vez, por humano-, cuando dan en expresarse
desde el propio martirio del soberano o sacerdote supre­
mo Quetzalcóatl. Tentado por sus opositores a embriagar­
se y yacer con mujer, el sumo sacerdote y rey quebranta el
código moral y ritual del antiguo culto quetzalcotliano...
Confrontado por su propia imagen, expiará su falta con el
destierro. Al frente de sus seguidores, inicia el éxodo hacia
el oriente, hacia la costa del Golfo (de México). Allí, levanta
la hoguera purificadora que lo elevará al espacio, para en­
cender con su luz, hecho lucero, las tardes y amaneceres
del hombre.
Este magnífico mito, como puede verse, tiene un final
abierto, contiene una promesa tan vasta como el firma­
mento. Quetzalcóatl, antes de elevarse, promete volver.
Quetzalcóatl era blanco y barbado. En ello hay total acuer­
do. Tál final e identidad, unido a malos augurios y dudas
interminables, le facilitaron a Hernán Cortés -aunque aje­
no a ello en un principio- la conquista del imperio azteca;
a Moctezuma, la caída. Y a Le Plongeon, según nos refiere
Martí, que los indígenas le indicaran el lugar donde estaba
la escultura del dios Chac, «merced a la semejanza» que
su rostro tenía con otra que representaba a un supuesto
Mesías, que regresaría a redimirlos. El mito, de esta for­
ma, interviene de manera directa en el hallazgo de Chac
24
Mol. Pero, siete siglos atrás, aproximadamente, ¿qué o
quiénes propiciaron el encuentro entre el personaje cen­
tral del mayor de los mitos del humanismo mesoamericano
y el más venerado de los dioses mayas?
«Los teotihuacanos -dice Qalich- fueron más filósofos
que guerreros, y su dominio fue religioso y cultural. Y el
comercio su vehículo».21 Martí, por su parte, habla de Tula,
«como la ciudad de la gran feria».22 El mito del éxodo de
Quetzalcóatl desde el altiplano a la costa del Golfo, aun
cuando se sustenta en un hecho histórico ocurrido a fines
del 900, por su particularidad de potenciar el poder de la
poesía como una forma de salvación del mundo, bien pue­
de interpretarse como una suprametáfora de aquellas olea­
das migratorias que, al igual que en los inicios del período
clásico, llevó a Adrián Recinos a decir, en su versión del
Popul Viih, que los antiguos toltecas, en su unión con los
mayas del sur, habían dado origen a las naciones indíge­
nas en Guatemala. La versión de Recinos se reeditará en el
posclásico: período con el que se relaciona la llegada de
los toltecas y su caudillo Quetzalcóatl a Yucatán, Campeche
y Quintana Roo, y la fundación por aquel de la ciudad
estado de Mayapán, que terminó por darle nombre a la
gran Liga constituida por dicha ciudad, más las de Uxmal y
Chichén Itzá. Sin pasar por alto guerras e invasiones -q u e
las hubo, en tanto otra vía, aunque cruenta, igual de
propiciatoria para el mestizaje cultural-, es un hecho que
el distanciamiento y la enemistad entre los pueblos mayas
y los de la meseta quedaron superados -una vez m ás- en
razón del intercambio comercial y cultural. En este nuevo
contexto y en una situación geográfica que devino enton­
ces cruce de culturas, floreció Chichén-Itzá, «La Meca del
nuevo imperio», como la llamó Morley. Quetzalcóatl fue
incorporado, como deidad máxima, a la teogonia maya
21 id., p. 96.
22 José Martí. «Las ruinas indias», p. 54.
25
con el nombre de Kukulkán, a cuyo culto debió estar dedi­
cada la estructura piramidal de nueve pisos conocida en la
actualidad como El Castillo. Otros edificios notables son
El Caracol u observatorio astronómico y el Templo de los
Guerreros. Es en este último templo donde m ejor se
mestizan las concepciones arquitectónicas mayas con las
del altiplano mexicano, en particular, las de Tula Xicocotitlán
o Toilan, capital de los nuevos toltecas, cuyo supremo sa­
cerdote y soberano fuera Quetzalcóatl. En razón de tan
soberano mestizaje, las columnas del templo que remata
esta estructura piramidal tienen por diseño el de la Ser­
piente Emplumada. Pero, ¿por qué Chac Mol y no otra
deidad preside la entrada al templo?
En principio, digamos que también aquí está presente
el mestizaje cultural, al corresponderse el dios de la lluvia
y la fertilidad mayas con el bien mayor que el Quetzalcoátl
otro, en su condición primera de divinidad de Teotihuacan,
le legó a los pueblos del altiplano mexicano: la agricultura.
A nadie escapa que en estadios civilizatorios como el que
da origen al extraordinario mito-personaje, el conocimiento
y desarrollo de la agricultura implica la liberación del hom­
bre de la incesante búsqueda de alimentos. En América,
como en cualquier parte, este paso permitió la base mate­
rial necesaria para el surgimiento y florecimiento de ma­
nifestaciones supraestructurales como la religión, el arte y
la arquitectura, entre muchas otras. También la especialización de los individuos según sus habilidades. Al domi­
nar la agricultura, el hombre americano no solo miró a la
tierra, sino también al cielo. Todo o casi todo se hizo en­
tonces sagrado... Alcanzó un espíritu. El poder de las cas­
tas sacerdotales toltecas y mayas -com o las de cualquier
otra cultura en tal estadio de desarrollo- se sustentó des­
de entonces en sus conocimientos sobre el movimiento de
los astros, y su aptitud para asentar en listas o libros datos
astronómicos y calendáricos, predecir eclipses y aparicio­
nes y desapariciones de Venus, etc. Sirva de ejemplo el
siguiente dato: la duración del año, según la astrología
26
moderna, es de 365, 2422 días, mientras que la del año
maya es de 565, 2420 días (500 d.n.e.), cómputo que
resultó más exacto que el de la reforma del calendario
introducida por el papa Gregorio XIII, mil años después
(1582). A los ojos del pueblo maya, estos conocimientos
eran la mejor prueba del poder de las castas sacerdotales
y su íntima comunión con las deidades más prominentes
de su panteón, identificadas con el Sol, la Luna, Venus, etc.
Distante de las supuestas grandes verdades de sus sacer­
dotes, el maya común siempre se sintió más cerca del
único gran dios que podía palpar, interpretar y hasta dis­
frutar: el de la lluvia. En el posclásico este culto alcanzó su
más solemne estado, como ya se explicó, al asociarse Chac
con el supremo Quetzalcóatl o Kukulkán. A partir de este
momento las relaciones entre ambas deidades se sucedie­
ron y fortalecieron. La renovación del templo de Chac Mol
aconteció en el mes Yax, cuyo patrono era Venus. Igual de
sorprendente es la relación simbólica que con el oriente
identifica a am bas divinidades. Quetzalcoátl viaja hacia el
este de México para su purificación, y Chac dirige su mira­
da en esa dirección. El mito quetzalcoátliano tiene su ori­
gen en el origen mismo del mundo americano. Así lo evi­
dencia el templo dedicado a esta divinidad en Teotihuacan,
el más antiguo del grandioso centro ceremonial de los
toltecas clásicos, civilización gestora de gran parte de los
conocimientos que atesoraron los pueblos que le sucedie­
ron en la región. Este templo, sin embargo, lo comparte
Quetzalcóatl con otra deidad: Tlaloc, el dios tolteca de la
lluvia y, con posterioridad, de los aztecas. Tlaloc fue a
toltecas y aztecas, lo que Chac a los mayas. En alfardas y
tableros Quetzalcóatl (la serpiente-la tierra) alterna con
Tlaloc (la lluvia). Los espacios que deja su cuerpo ondu­
lante al simular su eterno recorrido por la pirámide, lo
llenan conchas de mar traídas del Caribe (el primer mar
del oriente maya). Una de las escalinatas centrales del tem­
plo piramidal El Castillo, de Chichón Itzá, simula el movi­
miento de una serpiente al caer sobre ella la luz solar
27
durante el equinoccio de primavera. ¿Casualidad o univer­
salidad? Digamos que lo último. La conexión, como se
infiere de estos datos y relaciones, y tal y como había
ocurrido en el plano económico y social representativo de
los períodos de las grandes m archas migratorias, se
extraterritorializa, para involucrarse con un espacio histó­
rico y cultural más universal, en el entendido de uno con­
tinental o precolombino, que en los casos de Quetzalcóatl
y Chac Mol, tiende a darse por la materialización simbólica
de un «oriente» propiamente mexicano. En consecuencia,
las correspondencias apuntadas se confirman sobre una
tierra cargada de sentido. El Quetzalcóatl que promete volver
antes de elevarse desde la hoguera purificadora, lo hace
frente al mismo mar hacia donde mira Chac. Los dos son
dioses benéficos, imprescindibles... Uno se eleva al cielo
para convertirse en lucero, el otro cae de él convertido en
lluvia. Los dos se realizan p o r y para el hombre. Mirar los
mitos de soslayo, como a veces acostumbran algunos es­
tudiosos, es dejar de ver una parte importante de la histo­
ria que trataron de contarnos nuestros más jóvenes ante­
pasados. El adjetivo no es gratuito. En términos culturales,
cada nueva generación es más vieja que la precedente,
porque es portadora y responsable de una mayor expe­
riencia acumulada. De ahí que las conclusiones que poda­
mos sacar de los mitos relacionados con dos de los dioses
mayores de la teogonia y el humanismo americanos, en
cierta medida estén ya expuestas en el siguiente párrafo
de la arqueóloga francesa Laurette Séjourné: «La historia
de la arqueología mexicana de los últimos cuarenta años
no es más que el descubrimiento progresivo de las rela­
ciones que mantenían entre sí los diferentes grupos étnicos
desde lejanas épocas y de la universalidad de un pensa­
miento que cada grupo expresa mediante un estilo perso­
n a l» .23 De esta suerte renacería Teotihuacan en Tula
23 Lauretté Séjourné. Op. cit., p. 245.
28
t
Xicocotitlán, y el mito genésico de la Serpiente Emplumada
en el Quetzalcóatl histórico. Y, de am bo s, de Tula y
Quetzalcóatl, la renovada Chichón Itzá y el nuevo culto al
dios de la lluvia.
IV
Estas relaciones simbólicas entre am bas deidades m a­
yores debieron de atrapar a Martí. De ahí que entre 1885
y 1891, ya convencido de lo impostergable del deber con­
traído con su apostolado, se dé en proyectar una obra de
teatro que recree la esperanza recién nacida en el pueblo
maya con el reencuentro de la escultura del dios Chac. El
contexto político y cultural que caracteriza por entonces a
su América, es propicio. Más que una coincidencia, el des­
cubrimiento de la escultura debió de interpretarlo como
un aviso o llamado de la historia americana y de los am e­
ricanos todos que la habían engrandecido. El ser y el sen­
tir martianos no podía asumir de otra forma tal hallazgo.
Así se trasluce de los apuntes para el guión de dicha obra
teatral. También, por entonces, lo dibujará. Su duende
pintor lo había llevado cuando joven a matricular en la
escuela de arte de San Alejandro, la que dejó un mes más
tarde. En el destierro, realizó más de una pintura de paisa­
je. Además de darse «un día de cuadros cada mes», como
se lo expresó a Miguel Tedín, en carta de 1889. Asimismo,
en reuniones partidistas o en congresos relacionados con
los cargos diplomáticos que ostentaba, o en algún mo­
mento de reflexión o exaltación íntima, se había hecho a la
costumbre de aplacarse, dibujando sobre el papel que tu­
viera a mano, justamente, aquellos asuntos o personajes
que mejor y más armoniosamente atraían hacia su interior
su sed de conocimiento, justicia y amor, rio es de extrañar,
que del nervio de estos momentos naciera su retrato de
Bolívar y sus autorretratos a plumilla, como una forma
29
más de verse a sí mismo, de reconocerse en lo que era y
podía ser... Y, también, el de Chac Mol.
El Martí que se autorretrata como Chac Mool, no es el
Martí que todos conocemos, sino el que él creyó conocer
para sí. Su ágil y brevísima interpretación, propicia el tras­
lado de la fisonomía de su rostro de una edad agónica -e n
el sentido martiano del término- a una juvenil. Pero, ¿con
qué lugares y recuerdos puede asociarse esta etapa de la
vida del Apóstol? ¿Con La Habana de sus días de discípulo
de Mendive o con la Zaragoza de sus estudios universita­
rios? ¿Con la Guatemala de María Granados o, tal vez, por
el texto que acompaña al dibujo, con el México donde co­
noció y am ó a Carmen Zayas Bazán? La vestidura, la pos­
tura y los dones de Chac, no descartan la posibilidad de
tales regresiones en el tiempo. Poseedor de la lluvia, lo es
también de la primavera, y del caudal fecundo y renovador
que esta estación proclama cada año desde la noche de
los tiempos. ¿A quién le puede disgustar tales ideas? Me­
nos a Martí, que es toda acción y sueños. La línea, cual
lazo, aprehende la edad soñada, y la viste con el ropaje del
dios que, a su benéfica condición, suma el enigma de un
descanso sospechoso... «Martí no se cansa», dijo de él, en
un momento difícil. «Está quieto pero no en reposo», o b­
servó Ezequiel Martínez Estrada, al estudiar sus fotos.24 Su
mayor culto es la patria; sus ídolos, los que la hicieron y la
hacen. Chac Mol entre ellos.
En la historia de la representación de la América, Chac
es de esas imágenes que siempre se corresponden con un
mejor conocimiento de su realidad... Imaginada o real, es
parte esencial de ella y de la vida. No del todo atractiva
para los medios de comunicación, sí lo ha sido para el
mejor arte de vanguardia del pasado siglo. Si Gauguin
alcanzó un estilo pictórico original en contacto con la na­
turaleza incontaminada de los habitantes de la Polinesia, y
24 Ezequiel Martínez Estrada. Marti revolucionario, p. 435.
30
Las Señoritas de Avignon fue resultado de la impresión
que le causó a Picasso las máscaras africanas, las reclined
figures del mayor escultor inglés de la pasada centuria,
Henry Moore, tiene por referente el mítico dios maya de la
lluvia. Las esculturas de Chac Mol siguen teniendo tanta
vigencia para el arte y el pensamiento americanos, como
las Obras com pletas de José Martí. Ambas son ya parte
inalienable de nuestra grandeza y esperanza. La realiza­
ción del presente texto, por último, nos ha venido a confir­
mar lo que ya en gran medida intuíamos: el Chac Mol que
hoy más que descansar parece levantarse en los jardines
de la sede de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), en el
habanero barrio del Vedado, es, en esencia, un proyecto
de Martí. Si bien solo lo pudo concebir como dibujo, lo vio
y lo pensó como escultura, como símbolo escultórico e
identitario de las mejores aspiraciones de vida de nuestros
pueblos. Así se dibujó él en el benéfico dios: hijo de sus
dones, de su arte y de su pueblo. Y así lo vemos ahora,
ocupar su postura, vestir su traje, proyectar sus sueños.
La Habana ya tiene su Chac Mool en Martí, con su mirada
dirigida hacia el oriente, tal y como Chichén ltzá tiene el
suyo en el pórtico del Templo de los Guerreros.
31
DE ABDALA A CHAC MOOL (FRAGMENTO)25
Riñe Leal
Su interés en la dramática americana (se refiere a José
Martí), en la expresión teatral de los pueblos precolombi­
nos que ofreció como un espejo a los europeos y norte­
americanos, está confirmado en su «tragedia simbólica de
los tiempos presentes» (véase siempre la actualidad que
confiere a la cultura indígena) con motivo del descubri­
miento del dios maya Chac Mool.
La estatua había sido hallada alrededor de 1879 por el
arqueólogo yankee Le Plongeon, quien trató de robar el
ídolo ocultándolo en los bosques hasta que el gobierno
mexicano se apoderó de la reliquia impidiendo el saqueo
cultural. La figura es:
una colosal piedra, en la que en perfiles huecos está
esculpida una gran figura de indio, que tiene al p ie un
p esca d o y un conejo, c o m o en sím bolo de la caza y de la
pesca, y en la m ano la flecha tendida [...] soberbia estatua
recostada, sobre el dorso, con las piernas encogidas, con
la cabeza alta, y vuelta hacia el Oriente, y con las m anos
sobre el pecho, sosteniendo un plato lleno de piedras pre­
ciosas, según se afirma.26
2' Riñe Leal. «De Abdala a Chac Mool», pp. 90-93.
26 Tal y como se explica en el texto introductorio Chac Mol: fuente del
anticolonialismo martiano, la primera parte de esta cita, dividida por tres
puntos suspensivos entre corchetes, no se corresponde con la escultura
de Chac Mol, sino con una nueva descubierta por Le Plongeon en la zona
de Veracruz. Confírmese en el artículo de Martí «Antigüedades mexicanas»,
publicado en junio de 1883 en la revista La América, de Nueva York, y que
se reproduce más adelante en los contenidos recogidos bajo el título
Textos martianos relacionados con Chac Mol. (7Y. del A.).
32
La estatua se llamó Chac Mool, el «Rey tigre» y sobre
ella volvió Martí en varias ocasiones su pensamiento, pues
era la obra más importante de la arqueología indoamericana
hasta ese momento. Sus ideas de un teatro nuevo, dife­
rente del europeo, van de nuevo a tomar forma en sus
apuntes finales de la década del 80 a comienzo del 90:
Chac Mool. Tragedia sim bólica de los tiem pos presen­
tes. Espíritu del país, dorm ido aparentemente, pero capaz
p o r su propia energía, de surgir y obrar en un m om ento
crítico.
Síntesis de la Civilización Americana. (Mexicana)
Fara hablar de las diversas tribus de América, consejo
indios, donde cada uno cuente, (varias palabras ininteligi­
bles) de una raza distinta. Consejo en la selva. Solem ni­
dad épica.
El consejo puede ser pa. determinar sobre el deseo de
Le P de llevarse a Chac Mool. Divisiones. Unos, los más
rencorosos, quieren engañarnos p o r Chac M ool que les
prom ete venganza, que su estatua irá a pedirle a otros
pueblos venganza, que volverá a echar a los blancos del
país.-Escena gigantesca. Lo que hará la estatua en lle­
gando al otro país. Se levantará. Se le caerán las ligaduras
de las sandalias. Les enseñará el corazón roto.
Los más, los cuerdos, vem os en el consejo-se callan, y
son los que avisan a las tribus que se juntan y van a
buscar al blanco bueno (varias palabras ininteligibles).
A cto /. Aparición de la estatua. Júbilo, frenesí, (palabra
ininteligible) de los indios.
Fanatismo. A besar la mano. Le P.
A cto II. A la guerra llaman. Intervención de la raza del
te para su p ropio provecho. Rapiña. (Palabra ininteligible).
Acto ¡II. El indio se despierta. Las razas se levantan.
El canto, (varias palabras ininteligibles).
El indio se despierta.
Un verso silbante, singular, distinto.-Verso de acento.
33
Todo lo que los indios ignoran, verso de acentos gra­
ves, ligeros: poesía nueva. (Variaspalabras ininteligibles).27
La lectura de estos apuntes o notas apresuradas, reali­
zadas en momentos en que la actividad central de Martí
era organizar la revolución, demuestra que no había olvi­
dado al teatro y que seguía buscando no solo una forma
nueva, un contenido diferente, sino también un lenguaje
adecuado para ese pasmoso teatro que intuyera. Así habla
de un verso distinto, singular, silbante, versos de acento,
separado el tipo de lenguaje de acuerdo con los persona­
jes o situaciones, encaminado a crear una «poesía (dramá­
tica) nueva».28
Esta tragedia simbólica es de tal modernidad en su con­
cepción que ha llevado a un investigador a establecer aproxi­
maciones entre Martí y Artaud29 en su rechazo al mundo
europeo, aunque desde luego las ideas teatrales de ambos
autores son más que disímiles y nada posee en común
Martí con el teatro de la crueldad. Lo que interesa señalar
es que Chac M ool es el punto máximo de la expresión
escén ica en Martí, la q ue unifica su co n cepto del
anticolonialismo cultural, la más combatible de su reper­
torio, especialmente en el conflicto que Le R (Le Plongeon)
plantea al intentar robar la estatua maya que volverá para
echar a los blancos del país, y la intervención de «la raza
del Norte» con su secuela de rapiña, así como el despertar
final del indio y el triunfo de Votán. «Que sea el Canto de
América» (varias palabras ininteligibles) con el despertar
del indio y «los niños van cantando a la escuela».
¿Formaría parte Chac-Mool del «teatro en escenas» que
proyectaba Martí cuando nos habla de él a propósito de la
27 José Martí. Obras completas, t. 21, pp. 359 y 360.
28 Riñe Leal. Op. cit., p. 92. Aparece la siguiente cita del autor del
artículo: «Debo esta aguda observación a Tina García Marruz y Cintio
Vitier, así como el detalle de la atracción que la estatua ejerció en
Martí, quien se autorretrato como Chac-Mool».
29 Leonardo Acosta. José Martí, la América precolombina y la conquista
española, pp. 129-133. Cita de Riñe Leal en el correspondiente artículo.
34
comedia? Sabemos que en carta-testamento a Gonzalo de
Quesada y Aróstegui dice que «mis Escenas, núcleos de
dramas, [...] andan tan revueltas, y en tal taquigrafía, en
reversos de cartas y papelucos, que sería imposible sacar­
las a la luz».30 Esos núcleos de dramas que son un buen
núm ero ¿estaban destinados a independizarse o por el
contrario formarían parte de una especie de teatro breve
que siguiese su deseo de 1874 de no cuidar entradas o
salidas de personajes o trabazón argumental?
El cuidado de su albacea literario ha salvado fragmentos
y notas, así como escenas o núcleos que corresponden a
sus recuerdos y estancia en España, Guatemala y Estados
Unidos pues plantean problemas conyugales, un areíto con
su ambiente indígena, la tiranía americana, el rechazo al
gringo, y hasta los rasgos apresurados de una mujer «la de
los grandes ojos, fea infeliz en el almacén de Front St.».31
Como muchos aparecen escritos a máquina (Martí fue
uno de los primeros autores americanos en adoptar la
máquina de escribir) datan de la década del 80 o princi­
pios del 90, el mismo período que Chac-Mool. Martí com­
pleta su teatro con apuntes que pueden clasificarse como
otros núcleos de su Teatro en Escenas y que fueron publi­
cados entre sus Cuadernos de apuntes y Fragmentos, lo
que demuestra que durante su vida el teatro fue una cons­
tante en su creación.
10 José Martí. Obras completas, t. 21, p. 400.
31 Id., t. 18, pp. 179-183.
35
TEXTOS MARTIANOS RELACIONADOS
CON CHAC MOL
(Orden cronológico)
1.
Las notas catalogadas bajo el rubro Apuntes varios, se
corresponden con la estadía de José Martí en Cuba, en parti­
cular, con sus actividades como secretario de la Sección de
Literatura del Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa, entre
enero y septiembre de 1879; mes este último, en que es
detenido por las autoridades coloniales y deportado de nue­
vo a España. Es en una de ellas (la número 4), donde Martí
hace por primera vez alusión a la escultura de Chac Mol. El
descubrimiento de la escultura por el arqueólogo norteame­
ricano Le Plongeon, en Chichón Itzá, península de Yucatán,
se ubica alrededor de 1879. De todo lo cual se infiere, que
Martí haya tenido conocimiento del hallazgo arqueológico
por la prensa periódica, dada la trascendencia que tuvo este
hecho para el mundo científico de la época.
Apuntes varios.
En ninguna parte se hallará que los O bisp os en aque­
llos tiem pos desarmaron los leños de la Cruz para hacer
con ellos teas con que quem ar las m em orias vivas y elo­
cuentes de la civilización más original, genuina y autóctona
que ha alcanzado p u eb lo alguno de la tierra. ¡Criminal
incienso de aquellas sacrilegas ofertas! -íd o lo s, libros, al­
tares, vasos y maravillas del arte hierático, todo vino a los
p ies del cisolador D iego de Landa, y así en Chiapas, y así
en Texcuco. Pero de aquella absorción cruenta algo quedó
de la vencida raza: el espíritu, que resiste siem pre al ace­
ro, al hierro y al fuego.
36
Y así en Cholula. -Pero soberbia y vengadora32 acaba
de erguirse, allá del fon d o de intrincada selva, la estatua
de Chac-Mool, y el p o z o de los sabios de Chitchén, y las
pinturas murales de üxmal, y ya manos activas arrancan
sus techos de tierra y árboles a los labrados edificios,
libros magníficos, de piedra, reseña digna, única, de aque­
llos pueblos ciclópeos y titánicos, mercantiles, creyentes,
luchadores, agrícolas y artistas.33
2.
En el caso de la presente nota, la hemos ubicado
segunda no solo por el orden numérico del Cuaderno de
Apuntes al que corresponde, sino también por su conteni­
do y posible datación: 1881. El interés que despierta en
Martí un asunto colateral al hallazgo arqueológico pro­
piamente dicho, evidencia su gradual acercamiento al o b­
jeto central de su atención: las culturas indígenas con las
cuales contactó en México y Guatemala y, por extensión, a
Chac Mol.
Cuaderno de Apuntes 3
Sobre el descubrim iento de C h a cm ool-versión del des­
cubridor.
En Ezpita, al E. de Yucatán, hallaron al viejo Chab-lé,
de 150 años cuyo m enor hijo tiene 90. Chab-lé dijo a Le
Plongeon que un am igo suyo, Alayon, barbero en Valladolid, m uerto hacía 40 años, tenía un libro en el cual sólo él
podía leer, y que en este libro se decía que en un edificio
de Chichen-ltzá había un escrito en el que se anunciaba
que llegaría un día en que p o r m edio de un cordel la gente
de Valladolid y Mérida se comunicarían, y que este cordel
se estrecharía p o r gente que no era del país. Efectivamen­
te encontraron el Alcabsib, escritura corriendo, escritura
violenta (traducción de la Sra.) o Acabsib,-versión de Le
Plongeon.En la esquina derecha hay zigzags, y de ahí sale una
línea blanca que atravesando otros jeroglíficos corre de­
32 Las palabras en redondas son del compilador.
33 José Martí. Obras completas, t. 19, p. 443.
37
clinando hasta la oreja de una cara grotesca. Valladolid 34
está más alto que Mérida.35
3. La presente nota corresponde a los Apuntes varios.
Por las características de la escritura, el papel y la tinta, las
investigaciones también la ubican en 1881. En ella ya se
evidencia un conocimiento pleno de la escultura de Chac
Mol por parte de Martí.
Las voluptuosas esfinges del Serapeum .-Recuerdo a
C hacm ool:-es el paso de la escultura de la esfinge, a la
sentada, a la en pie.-Posición que recuerda el origen. Tono
general, que da aun en el contorno del hombre, el esfingeo
con torn o.36
4. Presumiblemente, meses después de las dos anterio­
res notas (2 y 3), en la Sección Constante de La Opinión
nacional de Caracas, del 8 de noviembre de 1881, José
Martí, ya con pleno dominio del tema, hace su primer
comentario sobre los hechos que acontecieron alrededor
del descubrimiento de la escultura de Chac Mol, así como
de su descubridor el antes citado Le Plongeon.
El Dr. Le Plongeon es anciano activo y revoltoso, que
se está haciendo notorio p or la buena fortuna con que
persigue y descubre ruinéis de m onum entos y estatuas de
los mayas, y p or el indiscreto lenguaje y exagerada am bi­
ción que acompañan a sus descubrimientos. C om o cua­
tro años hace, descubrió, y quiso apropiarse, una colosal
estatua de un personaje indio, que él llamó Chac-Mool, el
«Rey Tigre», una soberbia estatua recostada, sobre el dor­
so, con las piernas encogidas, con la cabeza alta, y vuelta
hacia el oriente, y con las manos sobre el seno, sostenien­
do un plato lleno de piedras precioscis, según se afirma,-que
las piedras no han aparecido,-y de una sustancia extraña,
34Se refiere a la Valladolid de Yucatán, al este de Mérida (Nota del Comp.).
35 José Martí. Obras completas, t. 21, pp. 106 y 107.
36Id., p. 206.
38
c o m o polvo, que Le Plongeon supone que fuera sangre
del m ism o personaje en cuyo honor se erigió esta esta­
tua, que es la pieza más com pleta y grande que se conoce
de la escultura mexicana. El descubridor quiso quedarse
con el descubrimiento y lo ocultó en los bosques; p ero el
gobierno, en virtud de la ley que prohíbe la extracción en
país mexicano de ningún tesoro histórico ni artístico de
México, se apoderó de la valiosísima reliquia, que, luego
de haber sido llevada en tiem po a la capital de Yucatán,
fue transportada con gran ira de los yucatecos, que la
querían para su Museo particular, al m useo nacional de
México.
Mas Le Plongeon, quien acompaña en sus exploracio­
nes su esposa, joven , sabia y discreta dama inglesa, ha
vuelto de las islas de la costa mexicana donde andaban
desenterrando tem plos y viviendo en cabañas de palma
en el fondo de los bosques o a la orilla de los mares, a
Uxmal, la ciudad magnífica de los mayas, cuyos con tor­
nos están llenos de maravillas de incalculable valía para la
historia americana. Allí, excavando, ha encontrado un
busto del dios Cay, con una inscripción en lengua maya,
en la que se lee, que el Dios es ¡x-Azal. Cerca del busto
estaba un altar con signos cabalísticos. Otros m uchos res­
tos históricos, ha hallado el intrépido norteamericano, que
a su ju ic io se asemejan m ucho a las reliquias encontradas
en lieliópolis y Memphis. Le Plongeon cree haber hallado
vestigios de palabras caldeas en las inscripciones de una
piedra que hoy figura en una logia m asónica.-Los indios,
con los cuales está el d octor en riña permanente, y que
creen una profariación digna de la muerte, que se atente a
los restos, propiedades y viviendas de sus mayores, le
amenazan y le han atacado alguna vez; pero el d octor ha
puesto en torno de los lugares en que excava, y de los en
que guarda sus m onum entos, minas de dinamita. Harto
crédulos, sin em bargo, son los indígenas. Le Plongeon
m ism o asegura que pudo inducirles a que le revelaran el
lugar donde estaba enterrada la colosal estatua de Chac 39
Mool, m erced a la semejanza que con su larga barba y
perfil correcto tenía a un guerrero barbado esculpido en
una de las piedras de un m onum ento indio, cuya reapari­
ción, co m o la de un profeta de quien habría de venirles
redención, aguardaban pacientem ente los indígenas de las
cercanías de esas dos grandes ciudades desaparecidas,
Uxmal y Chichén.57
5.
A un año y siete meses de su comentario sobre la
escultura en la columna la Sección Constante de La Opi­
nión nacional de Caracas, José Martí retoma el tema y lo
amplía con información sobre nuevos hallazgos arqueoló­
gicos, en el que sería su último y más amplio artículo
sobre Chac Mol, publicado en junio de 1883 en La Am éri­
ca de Nueva York.
Antigüedades mexicanas
Un hallazgo notable tiene en regocijo a los arqueólogos
de M éxico;-se ha descubierto en un pueblo de Veracruz
una colosal piedra, en la que en perfiles huecos está escul­
pida una gran figura de indio, que tiene al pie un pescado y
un conejo, co m o en sím bolo de la caza y de la pesca, y en
la mano la flecha tendida. Pronto estará la monumental
reliquia en el valiosísimo Museo mexicano, que publica ahora
m uy ricos Anales, donde en lengua galana cuentan los
estudiadores de México ya los libros del Padre Sahagún,
que a no haber sido benemérito de la iglesia, lo fuera de la
historia mexiccina; ya las reirás bellezas de aquellcis ruinas
misteriosas de Xochicalco, que unos tienen p or templo, y
p o r un fuerte otros; ya las venerandas profecías de aquel
moisíaco apóstol que fue com o el Confiicio de los yucatecos,
Chilam Balam, anciano virtuoso.
Muy rico en ruinas es este suelo de Yucatán, donde los
descubridores afortunados hallan piedras cuyos je ro g lífi­
cos extraños parecen decir que en los tiem pos en que las
vírgenes de Chichén se arrojaban alegremente, al compás
37 Obras completas, t. 23, pp. 68 y 69.
40
de las plegarias de los sacerdotes, al p o z o sacro cuya
boca m ortal escondían humos aromáticos, los hombres
acaso conocían ya el modo de usar de la electricidad para
cruzar mensajes: dos figuras de iguales arreos y aparien­
cia, háblanse en una piedra de Chichén, a poca distancia,
mas no con inscripciones en figuras sino con rayos, que
salen de los labios de am bo s.38 Y los palacios de Chichén,
todos están llenos de figuréis murales, de armoniosas lí­
neas curuets, ricamente coloreadas.
Débese buena porción de estos hallazgos a un hom bre
enferm o que parece caballero em pobrecido de las Edades
Medias, y es herm ano de un poeta eminente, que teje
lindos dramas: José Peón Contreras;-y al Dr. Le Plongeon,
anciano activo y revoltoso, que se está haciendo notorio
p or la buena fortuna con que persigue y descubre ruinas
de m onum entos y estatuas de los mayas, y p o r el indis­
creto lenguaje y exagerada am bición que acompañan a
sus descubrimientos. C om o cuatro años hace, descubrió,
y quiso apropiarse, una colosal estatua de un personaje
indio, que él llamó Chac-Mool, el «Rey Tigre», una sober­
bia estatua recostada, sobre el dorso, con las piernas en­
cogidas, con la cabeza alta, y vuelta hacia el oriente, y
con las manos sobre el pecho, sosteniendo un plato lleno
de piedras preciosas, según se afirm a,-que las piedras no
han aparecido,-y de una sustancia extraña, co m o polvo,
que Le Plongeon supone que fuera sangre del m ism o per­
sonaje en cuyo honor se erigió esta estatua, que es la
pieza más com pleta y grande que se conoce de la escul­
tura mexicana. El descubridor quiso quedarse con el des­
cubrim iento y lo ocultó en los bosques; p ero el gobierno,
en virtud de la ley que prohíbe la extracción del país m exi­
cano de ningún tesoro histórico ni artístico de México, se
M Las palabras en redonda son del compilador. En esta parte del texto
Martí hace alusión a la nota del Cuaderno de Apuntes 3, de 1881,
donde asienta la versión de Le Plongeon sobre lo escuchado a! an­
ciano maya Chab-lé, por entonces con ciento cincuenta años de edad.
41
apoderó de la valiosísima reliquia, que, luego de haber
sido llevada en triunfo a la capital de Yucatán, fue trans­
portada con gran pena de los yucatecos, que la querían
para su m useo particular, al m useo nacional de México.
Poco hace volvió Le Plongeon, a quien acompaña en
sus exploraciones su esposa, jo v e n , instruida y discreta
dama inglesa, de Icis islas de la costa mexicana donde
andaban desenterrando tem plos y viviendo en cabañas de
palma en el fon d o de los bosques o a la orilla de los
mares, a Uxmal, la ciudad magnífica de los mayas, cuyos
contornos están llenos de maravillas de incalculable valía
para la Historia americana. Allí, excavando, ha encontra­
do un busto del dios Cay, con una inscripción en lengua
maya, en la que se lee, que el dios es ¡saa. Cerca del
busto estaba un altar con signos cabalísticos. Otros m u­
chos restos históricos, ha hallado el intrépido norteam e­
ricano, que a su ju ic io se asemejan m ucho a las reliquias
encontradas en Heliópolis y Memphis. Le Plongeon cree
haber hallado vestigios de palabras caldeas en las inscrip­
ciones de una piedra que hoy figura en una logia masónica.
-L o s indios, con los cuales está el doctor en riña perm a­
nente, y que creen una profanación digna de la muerte,
que se atente a los restos, propiedades y viviendas de sus
mayores, le amenazan y le han atacado alguna vez; pero
el d octor ha puesto en torno de los lugares en que excava,
y de los en que guarda sus m onum entos, minas de dina­
mita. Harto crédulos, sin embargo, son los indígenas. Le
Plongeon mismo asegura que pud o inducirles a que le
revelaran el lugar donde estaba enterrada la colosal esta­
tua de Chac-Mool, m erced a la semejanza que con su lar­
ga barba y perfil correcto tenía a un guerrero barbado
esculpido en una de las piedras de un m onum ento indio,
cuya reaparición, co m o la de un Mesías de quien habría
de venirles redención,39 aguardaban pacientem ente los
39Se retoma el mito de Quetzalcóat. (ñota del Comp.).
42
indígenas de las cercanías de esas dos grandes ciudades
desaparecidas, Uxmal y Chichén.40
6.
Luego del artículo de La América, Martí volverá en
dos ocasiones a retomar el tema entre 1885 y 1895: la
primera vez, con un proyecto de obra de teatro, que no
llegó a culminar; la segunda, cuando se autorretrato como
Chac Mol. El proyecto de la obra de teatro se reproduce
con anterioridad inserto en el artículo de Riñe Leal, D e
Abdala a Chac Mool. Mientras que el autorretrato de Martí
como Chac Mol, se reproduce a continuación, con el breve
texto donde lo dibujara el Apóstol.
producida en oportuno instante. Pero ésa es la grande­
za humana, que ni a ti ni a m í nos hostiga. Otra gen era­
m os, ¿verdad, esposa mía? La convicción del bien obrar
sin tacha y sin som bra, leída cada mañana en los o jo s de
nuestro lindo pequeñuelo.-¿Rafael? 41
w José Martí. Obras completas, t. 8, pp. 327 y 328.
41 Id., t. 22, p. 248.
43
Chac Mol descubierto por Le Plongeon.
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A tf^íaxthiián
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Parificó
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49
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