Decálogo para no formar lectores (desde el hogar) Eduardo Campech Mirandai Los siguientes puntos son aplicables a aquellos individuos y hogares con el poder económico necesario para hacer de la lectura una posibilidad más de esparcimiento y recreación. Uno: Mientras usted está al pendiente de la programación televisiva, en particular de los últimos acontecimientos de Triunfo del amor, La fuerza del destino, Entre el amor y el deseo, Cuando seas mía, por mencionar sólo algunas telenovelas. O de los actos protagónicos de la Selección Nacional de Futbol (primordialmente los acaecidos fuera de la cancha); haga valer su incuestionable autoridad y envíe a su hija o hijo a leer. No tome en cuenta ni sus gustos, ni sus opiniones, mucho menos sus intereses. Escoja, preferentemente, ese libro grueso, con letra pequeña a doble columna. Dos: Una vez tomada la decisión de implementar el punto anterior, apele a su experiencia: recuerde el libro que le regalaron en su juventud. Sí, ese del que todo mundo le decía “esta lectura te servirá para toda tu vida”, el que es necesario para adquirir una sólida formación cultural, el imprescindible en las conversaciones (uno no puede quedar mal confesando no haber leído esa obra maestra y exponerse a la exclamación: “¿cómo?, ¿no lo has leídoooo?”). Sí, ese libro que usted nunca leyó, porque lo encontró aburrido, tedioso, sin nada que decirle. Ahora, al pasar de los años, con su vida (des)hecha, está en condiciones de heredar gustos, disgustos, anhelos, traumas… y ese libro o esas lecturas. Tres: En caso de no contar en su vida con experiencias como la anterior. Y teniendo conocimiento de la existencia de una literatura infantil y juvenil. Acuda a una librería o una biblioteca pública o una biblioteca escolar o una biblioteca de aula. Tome el libro que más le llamó la atención a usted y déselo a leer a su vástago. ¡Qué importa que no lo atrape!, lo importante es leer los veinte minutos que recomiendan en la televisión y otros medios masivos de comunicación. Si lo anterior funciona, no deje pasar la inercia de la oportunidad. Aplique otros veinte minutos para que su hijo resuelva problemas de matemáticas (usted decidirá si es Aritmética, Álgebra, Cálculo, Trigonometría, Geometría, Estadística, etc.). Tal vez, con la siembra de este “hábito”, él sea “matemático autónomo”. Cuatro: Las ocasiones que la escuela deje como tarea la lectura en voz alta de alguna lección en particular o cualquier texto, no preste atención. Es decir: pida que el chico o la chica realicen la lectura en el momento de más bullicio (a la hora de preparar los alimentos, cuando se transmite el partido de futbol) y si esto no es suficiente, interrumpa sin pudor alguno con la más estéril de las conversaciones. Su hijo notará que su voz no es importante, y lo mejor, que leer no sirve para mucho. Cinco: Haga énfasis en esta última idea. Pida que se preparen y se esfuercen en bailar y cantar (no digamos bien, sino medianamente aceptable bajo determinados efectos). La farándula asegura el éxito, la fama y el dinero. Ponga a Ninel Conde como ejemplo de que no hace falta la lectura para tenerlo todo en la vida. Seis: Privilegie los beneficios de la lectura contra los videojuegos o el internet, u otras actividades de distracción. Descalifique sus momentos de ocio, así irá cultivando una hermosa animadversión por la lectura. No se le ocurra insinuar que los pasatiempos de su hijo pueden ser complementados, e incluso, enriquecidos con los libros (y también viceversa). Más aún, cuando le pida que le compre un libro, evite complacerle a toda costa. Dígale que mejor le regala un videojuego. Éste pude utilizarse muchas veces, y el libro sólo se lee una vez (finalmente, su hijo irá por la vida con la misma experiencia y los mismos conocimientos). Siete: En el hipotético caso que le ofrezca un libro lleno de sentido del humor y él realice la lectura delante de usted, no obstante las carcajadas que surgen naturales, elabore una batería de preguntas para evaluar la comprensión lectora. Pregúntele por los personajes principales, la idea y el mensaje del autor, la corriente literaria a la que pertenece la obra (utilice su ingenio para engrosar el cuestionario). Pero jamás, jamás, jamás tome en cuenta su opinión, ni deje que él le manifieste cuáles fueron los pasajes que más le agradaron (al fin y al cabo el goce estético no es evaluado por la SEP). Ocho: Integre a la lista de correctivos la lectura. Ante una falta de conducta o de cualquier otra naturaleza, no dude en implementar la siguiente recomendación: coja un libro “interesante” (el interés estará en función del grosor, sugiero El Quijote, La guerra y la paz) y pídale que no sólo lo lea, y le entregue un resumen del mismo, sino que además, lo traiga consigo todo el tiempo. Es necesario aprovechar cualquier momento para leer. Nueve: Censure todo soporte textual que no sea un libro impreso. Háblele de la pérdida de tiempo que es el internet y las redes sociales. De lo costosa que es la tarifa de celular; de lo frívolo que son las publicaciones rosas y deportivas; de lo morboso de las amarillistas. Imponga su criterio de selección, así asegurará la perpetuidad de la especie y de su noción estética y escala moral. Diez: Y lo primordial: que nunca lo vea leyendo. i Por algún extraño motivo sus padres no aplicaron este decálogo (o al menos no lo recuerda), pero tampoco hicieron lo contrario. Sería la radio quien le abrió las puertas a la lectura.