Subido por Jesús Ramos Brieva

Los sentimientos de los hombres mientras obtienen semen para analizar Un amplio y sistemático estudio descriptivo

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Psiquiatria.com. 2017 VOL 21
Artículo de investigación
Los sentimientos de los hombres mientras obtienen semen
para analizar:
Un amplio y sistemático estudio descriptivo
Jesús Ramos-Brieva a,c, Paloma González-de la Hoz b,c, Sonia Rodríguez-Fiñaga b,c, Mª Cruz
Botas-González.b,c
aServicio
de Psiquiatría (al realizar el trabajo de campo). bLaboratorio de Andrología.
cHospital Universitario “Ramón y Cajal” de Madrid
Resumen.
Introducción: No existen recogidas sistemáticas de datos describiendo los apuros masculinos
al proporcionar muestras de semen.
Metodología: Abordamos a 240 sujetos (y 69 mujeres acompañantes) que proporcionaron
muestras de semen durante el último trimestre del año 2015. Tras aceptar participar,
rellenaron un cuestionario para mostrar su acuerdo/desacuerdo con 190 afirmaciones,
utilizando una escala de siete puntos tipo Likert.
Resultados: Los hombres se sintieron intimidados ante la prescripción (80%), y sintieron
vergüenza cuando personal femenino les guio a la sala de muestras (56%). El 31% (49%, según
las mujeres) expresó malestar por tener que masturbarse. Las mujeres se rieron del
nerviosismo de sus hombres en ese trance (38%); y percibieron risas en su entorno por lo
mismo (33%). Los hombres tuvieron dificultades con la erección (55%). El orgasmo fue débil
(78%). No tuvieron sensaciones eróticas (80%). Actuaron automáticamente para terminar
cuanto antes (67%). Les desconcentró estar pendientes de eyacular, todo, dentro del bote
(63%). Y no olvidaron que una mujer lo recogería, con semen, demostrando haberse
masturbado (33%). Pero no sintieron vergüenza por masturbarse (92%), sino por hacerlo en
público (49%; o 61%, según las mujeres). Ellos opinaron que a nadie interesa el impacto
psicológico ocasionado por el procedimiento, en proporciones mayores, cada vez que
aportaban una nueva muestra (primera: 20%; segunda: 27%; tercera: 38%; la cuarta y
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sucesivas: 54%). También opinaron que la obtención de muestras estresaría menos si no fuera
por masturbación (hombres: 23%; mujeres: 38%); o si fuera la mujer quien masturbara
siempre al sujeto (hombres: 31%; mujeres: 41%). Conclusiones: La obtención de semen por
masturbación agrede psicológicamente a los hombres. Ni el entorno social, ni las condiciones
de colección, les favorecen durante el procedimiento. Y el mundo sanitario no hace nada por
modificarlo.
Palabras-clave: reacciones psicológicas, análisis de semen, actitudes, masturbación,
seminograma, infertilidad.
Abstract
Introduction: There are no previous systematic gatherings of data concerning the bad feelings
of males when providing semen samples.
Methods: We surveyed 240 males (plus 69 female companions) who provided semen samples
during the last quarter of 2015. After agreeing to participate, they filled in a questionnaire
expressing agreement/disagreement with 190 statements using a seven point Likert scale.
Results: Men felt intimidated by the prescription (80%) and ashamed when female stuff
guided them to the sampling room (56%). 31% (49% according to women) expressed
discomfort at having to masturbate. Women laughed at their man’s nervousness during the
process (38%) and perceived laughter in their environments (33%). Men had erection
problems (55%); had weak orgasms (78%); had no erotic feelings (80%); acted automatically
in order to finish as soon as possible (67%); got distracted by the need to ejaculate inside the
bottle (63%); and were unable to forget that a woman 3 was going to collect the semen-filled
bottle that demonstrated that they had masturbated (33%). However, they were not
ashamed of having masturbated (92%), but of having done so in a public place (49%; 61%
according to women). They shared the opinion thatnobody is interested in the psychological
impact of the procedure, in a proportion growing with the number of masturbation events
(one: 20%, two: 27%; three: 38%; four or more: 54%). They also said that the procedure would
be less stressing if it were not by mean of masturbation (men: 23%; women: 38%); or if it were
the partner who always masturbated the patient (men:31%; women: 41%).
Conclusions: Semen sampling through masturbation psychologically assaults men. Neither
social environment, nor sampling conditions are favorable during the process. In addition,
health communities do nothing to change this situation.
Key-word: psychological reactions, semen analysis, attitudes, masturbation, spermiogram,
infertility
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Introducción
La bibliografía sobre las experiencias masculinas en los tratamientos de Reproducción Asistida
(RA) es parca. Una revisión de los 121 artículos publicados entre 1948 y 1985 sobre aspectos
psicológicos de la infertilidad mostró que un 56% se centraban sólo en la mujer, otro 29%
investigaban a ambos miembros de la pareja y, finalmente, un 15% se referían al hombre
exclusivamente1. Los estudios sobre los hombres en tratamiento de RA de tipo psicosocial o
antropológico son mucho más escasos. Para algunas autoras, ese desajuste se debe a que los
hombres son contemplados como meros acompañantes y soporte emocional de las mujeres,
aparte de la función específica de aprovisionarlas de semen2,3,4.
Tal desinterés trasciende al ámbito clínico; pues corre en paralelo con las pocas exploraciones
hormonales y genitales que se realizan a los hombres en los estudios de fertilidad5.
En RA, parece que lo único que interesa conocer de los hombres es la oscilante calidad de su
semen6.
Algunos interpretan que eso es consecuencia de la reducida presencia de
urólogos/andrólogos en los Centros de RA7, mayoritariamente regentados por ginecólogos.
Otros, al papel secundario que se atribuye al hombre en cualquier proceso reproductivo (“una
simple eyaculación” [sic]), aunque se reconozca que de la calidad del semen depende la
orientación terapéutica del problema de infertilidad de la pareja8,9.
Aportar semen parece ser la única función reconocida para los hombres en RA; ya sea para
estudiarlo, para inseminar a la mujer, o para aportar muestras a bancos de semen.
El procedimiento recomendado por la OMS para recoger muestras de semen es la
masturbación en una sala del laboratorio que permita intimidad (aunque muchos centros
ofrecen únicamente sus baños públicos4). Sólo como excepción permite que la muestra se
traiga de casa. Únicamente cuando la masturbación falla, o el sujeto evidencia reticencias
hacia ella, se ofrecen procedimientos alternativos, como utilizar un condón sin espermicidas
durante el coito, o acciones quirúrgicas más invasivas 9,10. Los vibradores específicamente
diseñados para ello y la electroeyaculación no están generalizados en los centros de RA como
opciones alternativas.
Proporcionar semen en RA es un tema sensible para los hombres, que se muestran reticentes
a comentarlo con extraños. No en vano, esa acción tiene más connotaciones sexuales que
médicas3, aunque los sanitarios implicados directamente en ello pretendan lo contrario 11 y
logren que las parejas no lo vean a su modo12. Cuando los hombres hablan de ello, frivolizan
para reducir la ansiedad, y enmascarar la presión que sienten durante el proceso. Los
hombres lo pasan mal cuando proporcionan muestras de semen, una acción que califican
como innecesariamente pública y sórdida4.
El entorno social en el que lo hacen tampoco facilita las cosas. Los apuros masculinos en este
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proceso son causa recurrente de bromas entre la población general, como reflejan las
películas comerciales y series de televisión que abordan la infertilidad13,14. Igualmente, se
habla de los donantes de semen, por ejemplo, con picardía y mayor desafecto que a las
mujeres donantes de ovocitos15. Ellos son percibidos como meros “pajeros”[sic], según
resume Maggie Kirkman en su investigación; pues la masturbación es evocada
inevitablemente asociada a los aportes de semen (ellas son percibidas más nobles, altruistas
y sufridas en su acción)15. Y esto sucede igualmente entre los sanitarios, que también
bromean cuando hablan del Procedimiento de Obtención de Muestras Seminales por
Masturbación (POMSM)16,17.
Los hombres tampoco encuentran empatía hacia sus dificultades ni en su pareja (“¡sólo tienes
que hacerte una paja!” [sic]), ni entre los sanitarios (“mi función se limita a solicitar el
seminograma y desconozco los aprietos que pasan los pacientes para obtener la muestra”
[sic]; “si los hombres me tienen que proporcionar una muestra de semen, me la dan, sí o sí”
[sic]). Éstos y aquéllas las consideran un tema menor, como su participación en la RA 11,13,15.
Los varones manifiestan sentimientos de vergüenza y humillación por exponer su intimidad
de ese modo18. De hecho, tener que masturbarse “en público” (aunque la muestra se traiga
de casa) es la principal causa referida de inasistencia a las revisiones seminales
postvasectomía (¡hasta un 48% de deserciones!)19,20. En RA, un 42% de los sujetos aduce esa
razón para explicar sus reticencias a aportar muestras de semen 21, lo que ocasiona
discusiones con sus parejas22. Un 30% de hombres manifiesta de forma expresa esa negativa;
de ellos, algo menos de la mitad (12,4%) termina haciéndolo tras mucha persuasión, pero el
resto (17,5%) lo rechaza rotundamente21. Otros autores notifican un 26% de rechazos (11%
entre las parejas persistentes en el tratamiento y 37% entre las que lo llevaban de forma
irregular)23. Hay investigadores, sin embargo, que no han encontrado negativas entre sus
pacientes. Claro que ofrecían condiciones infrecuentes en las demás instituciones: tener
normalizada que las mujeres entren para ayudar, evitar que se sepa que alguien está dentro
de la sala de muestras (próxima al laboratorio), impedir que nadie vea entrar o salir de la
misma al sujeto, y hacer que los sanitarios en contacto con los hombres en ese trance sean
masculinos24.
Los varones se sienten tan incómodos por masturbarse para aportar muestras de semen25
que, si se les da a elegir, prefieren el coito con condón especial, o el masaje de próstata 26,27.
No se sabe nada de la influencia que ejercería sobre el estrés que sienten estos sujetos
durante el POMSM si fueran sus compañeras quienes obtuvieran el eyaculado. La
participación de las mujeres en esta experiencia, no suele ser alentada por muchos
laboratorios, aunque otros la toleran, sin promocionarla, para facilitar las cosas.
Algunos Centros de RA hacen un esfuerzo pedagógico en las consultas para reducir
ansiedades y las prevenciones masculinas hacia esta prueba21. Pese a todo, se sabe poco
sobre la naturaleza de esas dificultades; sobre lo que verdaderamente sienten los sujetos
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durante el POMSM. No se dispone de una recogida sistemática de datos sobre este tema. Y
ese es el objetivo de la presente investigación: saber qué le sucede a los hombres enfrentados
al POMSM (“lo pasan fatal” [sic]).
Hasta donde nosotros sabemos, es la primera vez que se hace una investigación como esta.
MATERIAL Y MÉTODOS.
Sujetos:
Durante el último trimestre del 2015 se atendieron consecutivamente en el Laboratorio de
Andrología (LA) del Hospital Universitario “Ramón y Cajal” de Madrid a 324 sujetos que
acudieron a proporcionar muestras de semen por diversas razones; 78 fueron acompañados
por sus mujeres. De ellos, 51 sujetos y 3 mujeres rechazaron participar; 13 hombres y 2
mujeres no pudieron hacerlo por problemas de idioma; y rechazamos 18 Cuestionarios de
Actitudes frente al Seminograma (CAS) de hombres y 4 de mujeres por estar incompletos. Al
final se dispuso de una muestra efectiva de 240 hombres y 69 mujeres. Para comparar el
grado de ansiedad y depresión de esta muestra, se utilizó, como grupo de control, a 11 sujetos
que acudieron al LA para realizarse una prueba de Inyección Intracavernosa (ICC). Estos
sujetos eran de mayor edad que quienes acudieron para aportar semen (53,09±16,90 vs
36,91±7,50; gl= 249; t= 6,42; p<0,000)
Instrumentos:
El CAS es un cuestionario autoaplicado de 190 ítems donde los sujetos expresan sus opiniones
sobre el POMSM. Tiene una versión masculina y otra femenina. Su validez y fiabilidad, la
forma de cumplimentación, y la corrección de las respuestas, ya se han explicado en otra
parte12.
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También se utilizó la Escala Hospitalaria de Ansiedad y Depresión (EHAD) para evaluar el grado
de estrés general28,29,30,31 de hombres, mujeres y controles.
Escenario:
El LA del Hospital Universitario “Ramón y Cajal” de Madrid está situado en la sexta planta del
bloque izquierdo del hospital. No dispone de una sala de espera propia. Hace las veces de tal,
un lugar de paso de forma rectangular, por donde circulan sanitarios, pacientes y familiares
que van a visitar a los enfermos ingresados en el Servicio de Andrología y de Urología, el
personal de la limpieza, y cualquier persona que necesite utilizar los ascensores abocados a
ese espacio, las escaleras situadas en los laterales, o pasar al bloque Central del hospital (Fig
1). Allí mismo se entregan y recogen los recipientes de la muestra en un mostrador a la vista
de todos. Los pacientes son llamados por sus nombres cuando les llega el turno.
El LA tampoco dispone de una sala específicamente diseñada para la obtención de muestras.
Para ello se utilizan los aseos de dos despachos del propio laboratorio (uno de los cuales se
emplea como banco de semen). Su arquitectura y aspecto son los de un viejo cuarto de baño
común de reducidas dimensiones, con la bañera clausurada con un panel de madera sobre su
reborde. En ambos casos, las puertas pueden cerrarse por dentro.
El LA no proporciona material erótico pues carece de presupuesto para ello.
Sólo cuando un paciente abandona esos baños, se recoge su muestra, y se finaliza la recogida
de datos32, es llamado otro para que entre a obtener la suya.
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Procedimiento:
Se explicó a los sujetos la naturaleza de la investigación inmediatamente después de entregar
sus muestras y cumplimentar el formulario sobre las condiciones en las que se obtuvo. Tras
consentir en participar, se les entregó el CAS para que lo cumplimentaran allí mismo, en el
área de espera. Para quienes iban acompañados, también se les entregó la versión femenina
del CAS, si ellas aceptaban participar. Se procedió del mismo modo con el grupo de control;
entregándoles el cuestionario (compuesto sólo por la EHAD) para que lo cumplimentaran
mientras esperaban los resultados de la prueba.
Todos, firmaron un consentimiento informado antes de cumplimentar la encuesta.
El tiempo transcurrido entre el inicio de la estimulación y la eyaculación puede ser otro
indicador de las dificultades de los sujetos durante el POMSM. Por eso se anotó el tiempo
transcurrido entre la entrada en el baño y el momento de la eyaculación. Es una forma
rudimentaria de evaluar esa dificultad. Pero no se midió directamente el tiempo transcurrido
entre el inicio de la estimulación y la eyaculación, por respeto a la intimidad del sujeto.
También se estudiaron los parámetros de calidad seminal de los sujetos, para comparar los
de los eyaculados obtenidos por los propios sujetos (N=208) con los de los obtenidos con
ayuda de sus compañeras (N=10). Tales parámetros fueron evaluados siguiendo los
procedimientos estandarizados por la OMS9.
El protocolo de investigación fue aprobado por el Comité de Ética de Investigación Clínica del
Hospital Universitario “Ramón y Cajal” de Madrid (Referencias números 290.15 y 135-16).
Análisis estadístico:
Las comparaciones se han analizado mediante un Chi-cuadrado (con la corrección de Yates
en tablas 2x2), la “t” de Student, o un Análisis de Varianza de un Factor (ANOVA), según
correspondiera. Los análisis múltiples de medias se hicieron con la prueba post-hoc de
Bonferroni.
Se utilizó el programa de análisis estadístico SPSS (©IBM SPSS Statistics 23, 2015). Y el nivel
de significación estadística mínimo exigido fue siempre p<0,05 para dos colas. Las
comparaciones estadísticamente no significativas se han indicado en el texto como “ns”.
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RESULTADOS
La Tabla 1 refleja algunas características sociodemográficas y clínicas de los probandos. El 90%
de los sujetos obtuvo la muestra en el laboratorio; el resto la trajo de casa. La mayoría acudió
solo al LA (63%). Los más acompañados (84%) fueron quienes asistieron para realizar una
Inseminación Artificial (IAC).
Sólo 10 de las 69 mujeres acompañantes (14%), entraron con los sujetos al lugar de recogida
de muestras. Todas señalaron en el cuestionario que habían masturbado a sus parejas; lo que
confirmaron los hombres.
Como las descripciones realizadas por los diferentes tipos de sujetos de la muestra han sido
semejantes (ya fueran solos o acompañados, o la razón por la que aportaron muestras de
semen), aquí se han presentado conjuntamente, salvo que se diga lo contrario.
Indicación del análisis de semen:
El urólogo indicó el análisis de semen al 73% de los sujetos que acudieron solos, y el
ginecólogo al 60% de quienes fueron acompañados. (gl= 2; χ2= 40,64; p<0,0001).
La mayoría de los sujetos (60%) sabía con anterioridad que habría de masturbarse para
obtener la muestra de semen; al resto se lo dijo el médico que solicitó la prueba (Tabla 2).
Destaca un 25% de sujetos que iban a realizarse un Protocolo de Prostatitis (PP)a a los que
nadie informó que habrían de masturbarse, hasta el mismo momento de hacerse la prueba.
Para tales individuos, la hoja de instrucciones que se les entrega al citarse carece de esa
información, cosa que sí sucede en otras indicaciones.
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Un 14% de sujetos se sorprendió al saber que tendría que masturbarse para hacerse la
prueba; los menos sorprendidos fueron quienes acudieron para realizar una IAC (3%); y los
que más: quienes acudieron a un PP (31%) [gl= 4; χ2= 12,340; p<0,015].
La alternativa de un coito en casa con un condón especial para obtener la muestra sólo fue
ofrecida espontáneamente por el personal sanitario al 8% de los sujetos, aunque ninguno lo
hizo de esa forma.
El 80% de los hombres se sintió intimidado ante la prescripción; aunque las mujeres creyeron
que eso sólo le sucedió al 56% (gl= 1; χ2 Yates= 14,131; p<0,0002). Un 9% de ellos refirió no
haber aceptado bien tener que masturbarse, aunque finalmente lo hicieran; pero las mujeres
afirmaron que eso le ocurrió al 22% de los sujetos (gl= 1; χ2 Yates = 7,418; p<0,0065).
Finalmente, hubo un 34% de hombres que señaló haber aceptado el POMSM porque “era lo
que había, aunque no le hiciera gracia”; pero las mujeres detectaron esa actitud en el 51% de
los sujetos (gl= 1; χ2 Yates = 5,649; p<0,0175).
Pese a todo, el 82% de los hombres refirió que el POMSM no era vergonzoso, ni humillante.
Aunque un 19% de ellos y un 37% de ellas lo encontraron tan “psicológicamente agresivo e
intimidante como las pruebas femeninas” de la RA (gl= 1; χ2 Yates = 8,072; p<0,0045). Y un 23%
de los sujetos (29%, según las mujeres) afirmó que el POMSM hacía “perder la intimidad en
mayor medida que las pruebas femeninas” (ns).
Tener que realizar el POMSM produjo en el 21% de los sujetos (el 24%, según las mujeres [ns])
un aturdimiento que les hizo actuar durante todo el proceso “como autómatas”. El 7% afirmó
que se habría sentido menos abochornado al pedir la cita en el LA, si el personal receptor
hubiera sido masculino. Algo difícil de conseguir, puesto que los sanitarios implicados desde
la prescripción hasta la recogida y análisis de la muestra eran mujeres en el 73% de los casos.
Por todo ello, quizás, el 19% de los sujetos y de las mujeres necesitaron “aparentar
naturalidad” durante todo el proceso (ns).
“Nadie entiende los apuros masculinos con el POMSM” como los propios afectados”, admitió
el 44% de los sujetos y el 65% de las mujeres (gl= 1; χ2 Yates = 9,248; p<0,0024).
aPP= análisis fraccionado de orina inicial, de orina media, y de orina postmasaje prostático;
más análisis del exudado prostático, y examen del semen.
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Entre la indicación y la obtención de la muestra:
El 31% de los hombres expresó su malestar, mientras esperaban en sus casas, por tener que
aportar semen “de esa manera” (masturbándose); algo que las mujeres percibieron en el 49%
de los varones (gl=1; χ2 Yates = 22,342; p<0,0001). El 26% (aunque las mujeres decían que el
39%) estuvo tenso, durante la espera, por temor a “no dar la talla” en el momento de
proporcionar la muestra (gl= 1; χ2 Yates = 4,241; p<0,0401).
Hombres y mujeres estuvieron de acuerdo con la afirmación: “Las mujeres, que suelen
mostrarse reticentes para reconocer que se masturban, parecen no entender que a los
hombres les resulte embarazoso masturbarse en público para analizar su semen” (29% vs 33%
[ns]). Así como con esta otra: “Las mujeres están socialmente acostumbradas a «convivir» con
la masturbación masculina. Se habla de ello en todas partes y a todas horas. Por eso no les
impresiona que ellos tengan que hacerlo para la prueba del seminograma, y no entienden que
le den tanta importancia” (45% vs 58%; gl= 1; χ2 Yates = 2,912; p<0,0879 [ns]). Del mismo modo
estuvieron de acuerdo con que: “Los hombres se pasan toda la vida hablando alegremente de
masturbación, y cuando tienen que hacerlo por una buena causa (estudiar su fertilidad, por
ejemplo) les entra el pánico escénico y ponen pegas” (36% vs 39% [ns]).
El 29% de ellos y el 14% de ellas también afirmaron, que “los hombres nunca necesitan ayuda
para eyacular” (gl= 1; χ2 Yates = 5,429; p<0,0198). Pese a lo cual, señalaron que todo sería
menos estresante si la mujer masturbara al sujeto en la sala de muestras (hombres: 31%;
mujeres: 41% [ns]).
El 38% de las mujeres se mofa del nerviosismo de los hombres por tener que masturbarse en
esas circunstancias; aunque “sólo” adviertan esas risas el 22% de los sujetos (gl= 1; χ2 Yates =
5,961; p<0,0146). Esa actitud femenina “mosquea” [sic] al 5% de los sujetos (9%, según las
mujeres [ns]). El 33% de ellas también perciben risas en su entorno por la forma de obtener
las muestras seminales; y el 17% de los hombres hacen la misma observación (gl= 1; χ2 Yates =
7,201; p<0,0073). Las parejas también llegan a bromear entre ellas por esa causa (hombres
41%; mujeres 48% [ns]). Porque, afirman, no resulta fácil olvidar que para realizar este tipo
de prueba los hombres han de masturbarse (hombres 30%; mujeres 41% [ns]); y la
masturbación, admiten, no deja de ser una actividad sexual muy privada (hombres 63%;
mujeres 65% [ns]) de la que aún resulta vergonzoso hablar (hombres: 67%; mujeres: 68%
[ns]).
El 10% de los hombres intentó aliviar su tensión hablando con algún amigo. Una cifra
semejante de sujetos (10%), sintió que los comentarios irónicos sobre el POMSM habían
atentado contra su pudor. Y una proporción similar de mujeres observó ese sentimiento en
los hombres.
Muchos admiten que masturbarse por placer, en la intimidad, es una actividad sexual muy
personal y común (hombres: 92%; mujeres: 91% [ns]). Y numerosos hombres (82%) y mujeres
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(74%) entienden que masturbarse para proporcionar muestras seminales es “una
masturbación más” en la vida de los sujetos (ns). También entienden que esa forma de
obtener muestras seminales no es una actividad sexual, sino una tarea mecánica destinada a
provocar una eyaculación (hombres: 69%; mujeres: 68% [ns]).Pese a ello, bastantes hombres
(42%) y mujeres (46%) señalan que el POMSM transforma “una actividad sexual que es
privada en algo público” (ns). No en vano, el 49% de hombres y el 61% de mujeres están de
acuerdo en que “no da tanto apuro obtener una muestra de semen por masturbación, como
tener que hacerlo sabiéndolo tanta gente” (ns).
Aspectos sobre su sexualidad:
Respecto a su sexualidad, el 22% de hombres y el 30% de mujeres (ns) señalaron que sus
relaciones sexuales se habían transformado en una tarea para tener hijos. Pese a lo cual, el
83% de ellas y el 87% de ellos (ns) sentían orgasmos en la mayoría de sus coitos. Igualmente,
un 36% de los sujetos y un 28% de sus acompañantes femeninas (ns) señalaron que habían
olvidado que existían otras actividades sexuales de pareja diferentes a la cópula. Pocos
afirmaron obtener más placer masturbándose que durante el coito con sus parejas (hombres:
7%; mujeres: 9% [ns]). Asimismo, el 19% de hom10 bres y el 9% de mujeres sospechaban que
sus parejas obtenían más placer masturbándose que durante la cópula (gl= 1; χ2 Yates = 3,323;
p<0,0683).
Un 34% de ellos y un 33% de ellas (ns) afirmaron que les “resultaba vergonzoso que su pareja
les viera masturbándose”. Aunque el 40% de los sujetos afirmó que “su mujer se había
masturbado frente a ellos sin avergonzarse”; algo que confirmaron hacer el 42% de ellas (ns).
Sólo confesó masturbarse el 65% de las señoras; muy por debajo del 85-93% de la población
general femenina que reconoce hacerlo34 (gl= 1; χ2 Yates = 9,627; p<0,0019).
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En la sala de espera:
Mientras esperaban en la sala de espera, el 20% de ellos y el 18% de ellas (ns) necesitaron
aparentar una naturalidad que no sentían, pese a reconocer que “es un consuelo pensar que
el personal sanitario relacionado con el estudio del semen son profesionales serios
acostumbrados a ver esto todos los días” (hombres: 86%; mujeres: 94% [ns]).
Un 66% de los sujetos, y el 54% de las mujeres, consideraron que la zona de espera contaba
con adecuadas condiciones de intimidad (ns). Pero al 20% de ellos y al 22% de ellas (ns) les
resultó incómodo que se llamara a los sujetos por su nombre en voz alta, para señalarles su
turno (para masturbarse), delante de todos los presentes.
Algunos tuvieron ocasión de presenciar situaciones chistosas comentadas en la sala de espera
por algún sujeto o su acompañante (hombres: 18%; mujeres: 21% [ns]). Allí, el 34% de
hombres y el 72% de mujeres estuvieron de acuerdo con que “las mujeres están
acostumbradas a convivir socialmente con la masturbación masculina, por eso no les resulta
incómodo estar en la sala de espera con hombres que esperan su turno para hacerlo” (gl=1;
χ2 Yates = 30,098; p<0,0001). Pese a lo cual, el 94% de ellos (y el 99% de ellas) afirmaron no se
sentirse intimidados por su presencia.
En la sala de muestras:
Un 15% de las señoras afirmó haber excitado al hombre en casa “para motivarlo”. Un 21% no
vio la necesidad de entrar para ayudarles “porque ellos ya tienen experiencia”. O, menos
cínicamente, “porque les dio vergüenza” (13%).
Pocas mujeres entraron para ayudar a los sujetos (14%). Quienes lo hicieron tuvieron su
propia percepción de las reacciones fisiológicas masculinas mientras les ayudaban a eyacular
(Tabla 3). Al comparar sus respuestas con las equivalentes de los hombres a los que asistieron,
se apreció que ellas parecen bastante optimistas sobre las reacciones de sus hombres durante
el POMSM. No obstante, la pequeñez de la muestra aconseja no sacar inferencias
concluyentes al respecto.
Aunque el 80% de los hombres afirmó estar mentalizado para hacerlo, el 56% sintió mucha
vergüenza contenida al ser acompañados por una enfermera, mujer, al baño (Tabla 4).
El 75% no sintió allí dentro la excitación sexual que es habitual en este tipo de prácticas. Más
de la mitad (59%) ni lo pasó bien, ni se excitó, en contra de lo que señala el tópico; al contrario,
sintieron que todo fue muy mecánico. Tanto las sensaciones eróticas como la eyaculación
tardaron en llegar pese a la estimulación del pene en el 35% de los casos. Un 55% obtuvo la
erección con dificultades. Y pese a mantenerla, el 57% de ellos no se sintió psicológicamente
excitado. Quizás por eso, la eyaculación tardó en llegar más de lo habitual (51%). El 78% de
los hombres afirmó que el orgasmo sentido en esa eyaculación fue menos intenso de lo
habitual.
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Las sensaciones eróticas propias de la masturbación, como actividad sexual privada realizada
en la intimidad, no estuvieron presentes en el 67% de los casos. Y para el 80% de los sujetos,
la masturbación realizada en ese baño no fue igual, en cuanto a su ejecución y placer, a las
realizadas en privado.
Un número importante de los hombres (64%) señaló que había intentado olvidarse de todo y
acabar cuanto antes.
El 65% de ellos manifestó que la ausencia de estímulos eróticos (pornografía) dificultaba
alcanzar la eyaculación. Así como estar pendientes de eyacular todo el semen, dentro del
bote, y sin perder nada (63%).
Para un 33% no fue fácil olvidar que les esperaban fuera para recoger el bote con semen,
demostrando así que acababan de masturbarse. Un 11% pensó que obtener semen por
masturbación, a la vista de todos, era algo “sórdido y bochornoso”. El 12% señaló que nunca
se había sentido tan presionado como estando encerrado en ese cuarto para proporcionar
semen.
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Para el 44% de los hombres, el POMSM, desnaturaliza una actividad sexual muy personal e
intima (masturbación), y la transforma en una simple recolección de una muestra de
laboratorio; como la saliva o la orina.
El 28% de sujetos sintió que “a nadie parece interesar el impacto psicológico que ocasiona esa
forma de obtener muestras de semen”. Opinión que se consolidaba, significativamente, en
cada ocasión que proporcionaban otra muestra seminal (primera ocasión: 20%; segunda:
27%; tercera: 38%; cuarta y siguientes; 54% [gl= 18; χ2= 30,310; p<0,035]).
Pero no todo es negativo. Se instó a los sujetos a que expusieran cómo se sintieron en la sala
de muestras, mostrando su grado de acuerdo o desacuerdo con varios adjetivos calificativos
utilizando una escala de siete puntos tipo Likert. Una proporción importante de ellos (≥14%)
señalaron haber estado avergonzados, presionados, agobiados, tensos, etc (Tabla 5). Pero
también manifestaron haberse sentido (≥18%): orgullosos, indiferentes, cómodos, relajados,
comprendidos y seguros (Tabla 5). Probablemente, estos últimos sentimientos podrían estar
ocasionado por el buen trato y la profesionalidad del personal del LA (ut supra), como
admitieron expresamente los sujetos (96%).
El tiempo medio transcurrido entre el momento de cerrar la puerta del baño por dentro y
obtener la eyaculación fue de 15 minutos (14,57±7,02), siendo la media geométrica de 13,13
minutos. Un 12% tardó menos de 10 minutos y el 23% de ellos tardó más de 20, llegando
algunos hasta los 30 y 50 minutos. Si se tomase esa medida de 15 minutos como el tiempo
que los hombres demoran en eyacular en el laboratorio, se encuentra que tardan más que
cuando, sujetos de la misma edad, lo hacen en casa: seis minutos (5.89±4.19) [gl= 233; t=
5,0073; p<0,0001]34,35. Afirmación que hay que tomar con cautela, pues en aquellos 15
minutos se incluye, también, el tiempo que el sujeto tarda en prepararse y arreglarse; no sólo
es tiempo de estimulación.
Una mayoría de los hombres (64%) se mostró insatisfecho o muy insatisfecho con los baños
donde proporcionaron las muestras, por ser “viejos y tétricos” [sic].
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Estrés general:
Utilizando la EHAD como medida de estrés psicológico general28, no se encontraron
diferencias estadísticamente significativas entre las puntuaciones totales de los sujetos y las
mujeres en relación con el grupo de control (Tabla 6). Éstos se sitúan en una posición
intermedia, entre sujetos y parejas (excepto en depresión, que puntúan más alto). Las
mujeres puntúan más alto que los hombres en la puntuación total y en la dimensión
“ansiedad”; divergencia que también se encuentra en la población general 29. Las diferencias
entre las dimensiones ansiosa y depresiva, más intensa la primera que la segunda, son
estadísticamente significativas, tanto para los sujetos (gl= 470; t= 11,3479; p<0,000) como
para sus parejas (gl= 134; t= 7,2829; p<0,000), pero no para los controles (gl= 20; t= 1,6716;
p<0,20 [ns]). En cualquier caso, las dos dimensiones, ansiosa y depresiva, y la puntuación
total, se encuentran incluidos entre los rangos medios de la normalidad29,30,31.
Los sujetos que fueron ayudados a eyacular por sus compañeras obtuvieron una puntuación
total en la EHAD menor que los sujetos que lo hicieron por sí mismos (4,78±1,92 vs 8,22±5,53;
gl=216; t= 1,95; p<0,06). Estaban, pues, menos estresados, con una diferencia estadística muy
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próxima al límite asumido de p<0,05. Los parámetros de calidad seminal (volumen [ml],
concentración espermatozoides [x106/ml], total espermatozoides [x106/ml/eyaculado],
movilidad total [%], móviles progresivos [%], móviles no progresivos[%], inmóviles [%],
morfología normal [%], y células redondas por campo) fueron similares en ambos grupos.
Había una tendencia no significativa a alcanzar un promedio de mayor de motilidad total
(52,50% ± 12,94 vs 48,80% ± 20,48) y mayor proporción de espermatozoides móviles
progresivos (41,67% ± 11,46 vs 36,83% ± 17,13), en las eyaculaciones obtenidas por las
mujeres, respecto a las que los hombres conseguían por sí mismos.
Propuestas de mejoras:
En cuanto a las mejoras propuestas por los sujetos y sus compañeras, un 5% de ellos y un 10%
de ellas (ns) señalaron que todo sería menos tenso si los sanitarios fueran hombres. También
expresaron que el POMSM estresaría menos si los sujetos estuvieran solos en la sala de
espera, o con su acompañante (hombres: 44%; mujeres: 64%; gl= 1; χ2 Yates = 7,367; p<0,0066).
Las condiciones del POMSM serían mejores con una buena provisión de material erótico
(hombres y mujeres: 68% [ns]). El 23% de los hombres y el 38% de las mujeres estuvieron de
acuerdo con que la obtención de la muestra estresaría menos utilizando un método diferente
a la masturbación (gl= 1; χ2 Yates = 4,856; p<0,0276). Un 31% de hombres y un 41% de mujeres
(ns) también señalaron que el POMSM estresaría menos si la mujer masturbara siempre al
sujeto. El 24% de ellos y el 29% de ellas (ns) señalaron que el POMSM agobiaría menos
utilizando, por protocolo, el coito con condón especial, en casa o en el laboratorio. Un número
menor, pero no despreciable, de sujetos (12%) y mujeres (10%) estuvieron de acuerdo con
que el POMSM sería menos tenso si una máquina masturbara a los hombres utilizando un
condón especial. En cualquier caso, el 28% de hombres y un 48% de mujeres afirmaron que
si el POMSM resulta violento para ellos, habría que cambiarlo por otro procedimiento menos
expuesto e incómodo (gl=1; χ2 Yates = 9,028; p<0,0027). Y dan por hecho que los médicos
investigan cómo limitar la agresión psicológica que sufren los varones durante el POMSM
(56% vs 67% [ns]).
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DISCUSIÓN
Es la primera vez que se tiene una visión tan amplia de las dificultades que tienen los hombres
sometidos al POMSM, como la que se presenta aquí.
La experiencia de los hombres con el POMSM es contradictoria. Probablemente por el
contraste existente entre la necesidad de realizar una prueba médica (aportar una muestra
seminal) y la obligación de practicar en público una actividad sexual privada.
La escasa presencia de hombres que traen el espécimen de casa, entre los sujetos de esta
muestra, no se debe a restricciones del LA, que las admite, aunque lo desaconseje la OMS9.
Más bien se explica, en este caso, por la situación geográfica del hospital, alejada de la
mayoría de la población que atiende; lo que obstaculiza llegar al LA en menos de una hora.
Las mujeres tienden a acudir solas a las consultas de RA; y la principal razón aducida para
justificar la ausencia masculina, aparte su desinterés, son sus compromisos laborales13. Pero
a los hombres les pasa algo parecido. Una mayoría (63%) acude sola al LA. Los más
acompañados son quienes acuden por una IAC (84%); por lo que, más que acompañados,
acompañan a sus mujeres para aprovisionarlas de semen y ser inseminadas 12. Es posible que
esta soledad esté relacionada con la idea de que esta prueba es exclusivamente masculina,
donde las mujeres no pintan nada. Pero al realizar el trabajo de campo en plena crisis
económica, no puede descartarse que ellas no acompañaran a sus hombres, igualmente, por
dificultades laborales.
Llama la atención ese 25% de sujetos que acudieron a hacerse un PP y no sabían que habrían
de masturbarse en una parte de la prueba (25%, en términos epidemiológicos, es mucho36).
Porque refleja descuido o vergüenza del personal sanitario que se la indicó, al no informarles
adecuadamente. Y otro descuido del LA al no advertirlo en la hoja informativa entregada en
el momento de la citación, como se pudo constatar “in situ”. En contraste: los sujetos que
acuden para hacerse seminogramas, por cualquier razón, reciben instrucciones en tal sentido,
tanto verbalmente como por escrito, en el LA. Este es, pues, un punto a mejorar en la
asistencia de esos sujetos.
En líneas generales, el POMSM intimida a los varones bastante más de lo que suponen sus
mujeres (80% vs 56%). Aunque ellas detectan en mayor medida las reticencias que éstos
manifiestan en realizarlo (49% vs 31%).
Curiosamente, las mujeres empujan a sus consortes a realizarse esta prueba, minimizando su
impacto psicológico (“sólo tienes que hacerte una paja” [sic])13,21,37, al considerarlo como otro
análisis cualquiera (95%). Sin embargo, el 49% de ellas rechaza hacerse una prueba que
exigiera masturbarse12. Algo que también sucede con los sanitarios: un 62% rechazarían
hacerlo (varones: 57%; mujeres: 65%)11. Ambas actitudes indican que la pretendida
normalidad del POMSM es más aparente que real; y encubre, más bien, una necesidad
femenina de cumplir su sueño de ser madres biológicas a toda costa21, y del mundo sanitario
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de obtener de forma cómoda y barata muestras seminales. El costo económico de esa forma
de obtener muestras de semen en los hospitales públicos es de “cero euros”38.
Tal comportamiento parece mostrar que una cosa es pedir a otros que se masturben para una
prueba y otra diferente hacer lo mismo en un momento dado. Podría atribuirse esta actitud
dual a que no es fácil olvidar la dimensión sexual que tiene esta prueba, por mucho que se
pretenda ignorar. Tal vez esto explique los pocos avances que se han hecho en buscar
métodos para obtener muestras seminales de un modo menos vergonzoso para los hombres.
El entorno de los sujetos no entiende esas cuitas, pues un número destacado de hombres y
mujeres (17% vs 33%) han notado risas en el suyo. Las propias mujeres se ríen de tales apuros
en proporciones nada despreciables (38%), sin entender que los hombres den tanta
importancia al POMSM (58%). Una incomprensión probablemente auspiciada por su situación
de emergencia reproductora; porque ya se ha visto que si se tratara de ellas, el 49% rechazaría
masturbarse en una situación similar12.
La incomprensión del entorno social podría estar ocasionado porque los hombres no son
socialmente percibidos como sujetos enfermos3 y porque la sociedad tiende a observar sus
problemas de salud (genital o reproductora, en este caso) con mayor ironía que en las
mujeres39 (se percibe diferente la ausencia de lubricación vaginal en el coito que la falta de
erección del pene; la ausencia de ovarios que la de testículos, un golpe en los genitales
femeninos que en los masculinos, etc.). Algo especialmente cierto al proporcionar muestras
seminales15. Las bromas de las que es objeto el POMSM en películas y series televisivas
prueban el ambiente social burlón que existe en torno al mismo14; burlas en las que también
incurren los sanitarios (ut supra)17. Y a todo ello se añade el aún mal resuelto interdicto social
que tiene la masturbación; inevitablemente ligada a los análisis de semen33. Queda mucho
trabajo pedagógico por hacer para normalizar la percepción social y sanitaria del POMSM y
sus repercusiones psicológicas sobre los hombres.
Sin embargo, los datos aquí expuestos no sugieren que los apuros masculinos se deban a una
actitud reticente hacia la masturbación, como han señalado otros autores25. Al contrario: la
mayoría de hombres y mujeres (92%), la consideran una actividad sexual natural y común;
aunque aún dé vergüenza hablar de ella (68%). Lo que más parece afectar al 49% de los
sujetos es tener que hacerlo con conocimiento de otros (las mujeres señalan que eso le
sucede al 61% de los varones). Lo que les hace sentir que pierden intimidad40,41. Un grupo
nada desdeñable de hombres y mujeres (23% vs 29%) señaló explícitamente que el POMSM
atenta contra la intimidad de los sujetos, desnaturalizando una práctica sexual que es muy
íntima (44%), transformándola en un acto público (42%). Lo que completa los hallazgos de
otros investigadores, cuando comunicaron que los hombres califican el procedimiento como
innecesariamente público y sórdido4.
Otro objeto de reflexión sobre lo que se está ofreciendo a los pacientes, es que un número
importante de hombres y mujeres se duele de que nadie entienda los apuros que ellos pasan
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durante el POMSM (44% vs 65%). Algo que concierne directamente a los sanitarios implicados
en la prescripción y análisis del semen, que son los menos empáticos con tales apuros11.
Resulta alarmantemente llamativo que a cada muestra proporcionada, los sujetos tengan la
creciente sensación de que “…a nadie le interese el impacto psicológico” ocasionado por esa
forma de aportar semen. Esta certeza va en contra de lo que suele suponerse: que los
hombres asumen paulatinamente tener que hacerlo a cada muestra que proporcionan. Esa
percepción debería hacer reflexionar al mundo sanitario implicado, para mejorar las
condiciones masculinas en los tratamientos de RA; algo que está bastante descuidado13.
Sobre todo porque preservar la intimidad de los pacientes es un derecho amparado por la
legislación vigente42; un derecho que se descuida43. Y los derechos de los pacientes no sólo
son algo que los sanitarios tienen obligación de custodiar, sino que también es una cuestión
de calidad asistencial44. Algo habría que hacer al respecto.
El POMSM es especialmente estresante para los sujetos, según sus respuestas, aunque
tengan la puntuación EHAD en rangos normales. A pesar de que a la mayoría de hombres y
mujeres (95% vs 90%) no parece importarles que el personal que les atiende en RA sea
femenino, lo cierto es que más de la mitad (56%) de los varones confesó haber sentido mucha
vergüenza contenida al ser acompañados por una mujer al baño donde habrían de obtener la
muestra. No parece tan difícil allanar este momento haciendo que el “guía” y el receptor de
la muestra pertenezcan al género masculino, como han indicado otros autores24.
Y la situación dentro del baño, no parece que fuera mucho mejor. Las condiciones en las que
se obtienen las muestras ocasionan sus propios problemas, pues generan estímulos
inhibidores que condicionan negativamente el proceso.
El trabajo allí realizado, sin estímulos eróticos específicos y sin excitación sexual psicológica
(57%), fue una tarea mecánica (59%) que consiguió despertar, a duras penas, tanto el reflejo
medular de la erección (55%) como el de la eyaculación (51%); bajo el influjo de no pocos
estímulos inhibidores como saber que hay gente afuera al tanto de lo que están haciendo allí
dentro (42%), que tienen que entregar la muestra demostrando así que lo han hecho (33%),
etc. Lejos de lo que suelen señalar jocosamente quienes empujan a estos hombres a realizarse
estas pruebas, hay poco placer (80%) en ella, y una dilación de la eyaculación más allá de lo
habitual (51%). Algo que no percibieron las mujeres que entraron a ayudar a sus hombres
(Tabla 3); si bien, es esos casos, tales inhibiciones podrían no haber acontecido dada la
presencia de las compañeras. Lamentablemente, esta investigación no estaba diseñada para
responder a esta interrogante.
Existen datos confirmando que visualizar videos pornográficos favorece la producción
satisfactoria de todos esos fenómenos físicos (erección, orgasmo, satisfacción…) y mejora la
calidad espermática45. Pero el LA no ofrecía esos estímulos.
Bastantes sujetos (23%, y un 38% de sus mujeres) propusieron que la obtención de muestras
seminales se haga con un procedimiento diferente a la masturbación. Añadiendo que, de
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tener que seguir obteniéndose por masturbación, se protocolizara que fuera la mujer quien
ayudara en la obtención del eyaculado (31% vs 41%). No es mala idea, si eso facilita el proceso.
Sobre todo, si se tiene en cuenta, como se ha visto, que los parámetros de calidad seminal
son similares sea quien sea quien obtiene el eyaculado (el hombre o su pareja), y que los
sujetos que son ayudados por sus mujeres puntúan más bajo en la EHAD; están menos
estresados. Aunque se necesita más investigación, con muestras más amplias, para confirmar
este último dato. Igualmente, hay que asumir con cautela ese 41% de mujeres que aceptarían
masturbar a sus hombres; pues es una proporción extraída de las mujeres que acompañan a
los hombres al laboratorio. Nada se sabe de lo que responderían las que no les acompañaron.
Es evidente que el POMSM genera dificultades en bastantes de los hombres sometidos a él (y
preocupación en sus mujeres, pese a las risas previas y a ser sus principales impulsoras13,21,37).
A pesar de ello, o, quizás debido al escaso conocimiento de tales dificultades, el POMSM sigue
haciéndose exactamente igual desde hace cinco décadas. No se ha hecho gran cosa para
mejorar el procedimiento41. Quizás, el POMSM resultaría menos psicológicamente agresivo
para ellos, si las mujeres les ayudaran siempre a eyacular en el cuarto reservado para hacerlo.
Otros autores han comunicado estas preferencias a entrar juntos entre el 53% y el 60% de las
parejas que estudiaron46,47.
Por otra parte, tener que estar pendientes de eyacular dentro del bote, sin perder nada,
también obstaculiza el proceso (63%). A lo que habría que añadir que han de tomar nota de
la hora de la eyaculación, para decírselo al sanitario que le recoja la muestra (habitualmente,
mujer). Este problema podría resolverse proporcionando un condón especial para que ellos
eyacularan, por masturbación, pero sin tener que estar pendientes de dónde cae el semen, y
cuánto semen recogen. Así, sólo tendrían que mirar el reloj en el momento de eyacular. Es
una solución unos céntimos menos barata que la actual, según han calculado los autores, pero
posible. Después de todo, ya se utilizan condones para las ecografías transvaginales y
transrectales, y entran cómodamente en los presupuestos habituales de los hospitales
públicos.
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CONCLUSIONES
Tener que proporcionar muestras de semen ocasiona discusiones entre la pareja 13,21,37,
porque el POMSM es un acto difícil para los hombres. Y lo es por masturbarse, pero, también,
por tener que hacerlo “a la orden”, bajo presión, con el fantasma de lo que sucedería en la
relación de pareja si “fallaran”, y por tener que hacerlo en el frío contexto de un hospital con
varias personas al tanto de lo que hacen. Esta presión es enormemente significativa para los
hombres, como se ha visto, mientras que las mujeres tienden a banalizarla y a considerarla
una parte menor del proceso, sobre todo comparándolo con lo que ellas asumen (“…es lo
único que tienes que hacer”48). Los varones sienten, además, que los sanitarios piensan de
forma semejante, y los datos que existen sobre las actitudes de éstos lo confirman11. La
soledad psicológica de estos hombres es completa21; y su desatención sanitaria al respecto,
también.
Marcia Inhorn ha señalado que en la RA no sólo se violentan los cuerpos femeninos, sino,
también, los masculinos; aunque se piense menos en ellos. La agresión a los hombres es
psicológica al forzarles a masturbarse, en condiciones poco propicias, para obtener las
muestras de semen49.
Parafraseando a las sociólogas Nicky Hudson y Lorraine Culley, podría afirmarse que: “el
mundo sanitario debe explorar activamente nuevas formas de mejorar la calidad de la
atención a los hombres de las parejas infértiles. Entre otras cosas, para reducir sus
sentimientos de marginación en todo el proceso terapéutico, así como mejorar su experiencia
sobre el tema de la colección de semen”13.
Quizás mejorasen las condiciones del POMSM si, además de hacer una provisión inteligente
de pornografía al sujeto50, con el fin de conseguir la excitación que los LA estiman que mejora
la calidad seminal32, éste pudiera recibir un estímulo pasivo de su pene con vibradores
diseñados para este órgano. Podría utilizarse, igualmente, un condón específico; por higiene
y para la recogida completa del eyaculado, sin estar pendientes de que la muestra sea
completa o parcial. El uso de objetos interpuestos en la masturbación es mejor tolerado por
los sujetos, y se admite mejor ante terceros; pues esa actividad se transforma en algo
instrumental, y adquiere un significado menos personal que con el uso de las manos33.
Se entiende por ofrecer pornografía inteligente utilizar aquella que puede mejorar la calidad
espermática más allá de la simple excitación sexual45. Se ha comprobado que presentando
reiteradamente fragmentos con varias actividades sexuales interpretadas por la misma pareja
de actores, al cambiar a la actriz en la última presentación, la calidad seminal mejora respecto
a la obtenida en los primeros fragmentos. Bien podría programarse un video que tuviera estas
características51.
Los autores de este artículo, sin embargo, son pesimistas. No esperan que los cambios surjan
espontáneamente de los sanitarios específicamente dedicados a la RA. Han comprobado su
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falta de sensibilidad hacia estos problemas11. Por otro lado, se sabe que el mundo sanitario
está poco capacitado para autocriticar sus procedimientos con fiabilidad. Y que tiende,
igualmente, a sobrestimar la importancia de los que utilizan, así como el control que ejercen
sobre ellos. Por lo que su tendencia es a no ver las razones que puedan existir para
cambiarlos52,53.
Ojalá que la lectura de estos resultados consiga que modifiquen sus procedimientos por el
bien de estos pacientes. Aquí se han propuesto algunas sugerencias que podrían ser útiles al
respecto.
AGRADECIMIENTOS
Estamos en deuda con las personas que aceptaron colaborar en esta investigación en
momentos tan delicados para ellas.
CONFLICTO DE INTERESES
Los autores declaran no tener conflictos de intereses relacionados con el tema de la presente
investigación. Las tres últimas autoras están directamente implicadas con el trato de estos
pacientes, así como con la recepción y el análisis de sus muestras de semen.
NOTA
Las frases literales [sic] reflejadas en el texto son expresiones recogidas de los pacientes de
RA y de los profesionales sanitarios entrevistados por los autores en relación con el tema de
esta investigación. Se han respetado las expresiones populares utilizadas en algunas de ellas,
porque manifiestan, muy gráficamente, la dimensión real del contexto en el que se
desenvuelve el POMSM; bastante alejado de los eufemismos que habitualmente se utilizan
en ambientes clínicos.
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