Subido por Cristina Puican

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¿Cómo definir una idea de negocio?
Analiza: ¿cuántas veces no has escuchado a la gente decir “¡cómo no se
me ocurrió a mí!”? En general, esto se debe a que se cree que pensar un
negocio es cosa fácil; que sólo basta el ingenio, un planteamiento
atractivo y vistoso con sex appeal único cuando se platica. Sí, eso ayuda.
Sin embargo, las ideas de negocio son como el vino: requieren de una
cuidadosa maduración para lograr la aceptación de los comensales y, por
supuesto, un conocimiento de cómo se moldea el gusto del comensal.
Según los expertos consultados para esta nota, una idea de negocio se
distingue porque aparece planteada como hipó-tesis (“qué tal si…” es la
frase más socorrida en estos casos). Y ésta esboza una posible solución
que impactará la vida de las personas y, a largo plazo, la economía de un
sector, región o país. Pero fundamentalmente, significa que alguien
(gobiernos, empresas, consumidores) estará dispuesto a pagar por ella
de modo consistente y constante. El resto de las ideas pueden tener
igualmente un impacto, aunque no necesariamente lo traducen en
dinero para crear más valor, empleos y mercado de forma recurrente.
En suma, una solución que sí es de negocio consiste en conocer una
situación donde: a) se proyectan ciertas problemá-ticas; b) se reconocen
ciertos elementos, agentes, recursos y soluciones vigentes –así como sus
respectivos impactos– involucrados en una dinámica económica; c) se
diseña un nuevo modo de superar las áreas de oportunidad no cubiertas
aún –por medio de know-how, nuevos canales de distribución o venta,
ciencias aplicadas, innovación en productos o servicios, optimización de
procesos o incluso, dándole la vuelta a toda una industria desde su
planteamiento tradicional–; y d) se monetizan dichas soluciones a favor
de sus creadores e implementadores.
La eficacia de la idea, entendida como producto o servicio que el
emprendedor desea ofrecer al mercado, se caracteriza por tomar en cuenta
tendencias y tecnologías existentes para introducirse en un sector. Como
señala Gabriel Charles, director de Wayra México –aceleradora de
negocios pertenenciente al corporativo Telefónica–, “debemos partir de
nosotros mismos. La solución que pretendemos ofrecer, debe ser
congruente con nuestro estilo de vida y con la manera en la que éste va a
incidir en un mercado concreto”.
Para Oliver Camargo, cofundador y director general de WePlann, “toda
idea de negocio tiene como primicia que el cliente pague por ella. Esta es
una prueba irrefutable de que tu hipótesis es viable y va a funcionar”. Y
es que como recuerda el experto, “hay que salir a la calle, escuchar al
mercado –a quienes podrían ser tus clientes potenciales– y estar atentos a
los cambios que se presentan en el ecosistema emprendedor diariamente”.
¿Cómo saber si el impacto devendrá en un buen resultado? La
recomendación de Camargo: recolectar datos macroeconómicos y de
mercado que sirvan para reconocer la factibilidad de que dicha hipótesis
se transforme en una idea sostenible y escalable.
Cómo
crear
valor
Arthur Schopenhauer, filósofo alemán, decía que un genio es capaz de ver
la idea en los fenómenos de la realidad. Y justo detrás de toda gran idea
de negocio se encuentra la observación y el estudio de un modo de
funcionar del mercado —al más puro estilo de los científicos. En
negocios, a este proceso de conjeturar soluciones se le conoce como
generación de valor, señala Federico Antoni, cofundador de Venture
Institute y Venture Partners. “Una idea de negocio deja de serlo en la
medida en que se pormenorizan las razones por las cuales se plantean
soluciones y qué se espera conseguir con ellas”, aclara el también
inversionista de venture capital y profesor en Venture Institute.
Es importante que al momento de formular una hipótesis como una
solución consideres qué tipo de idea piensas desarrollar. A decir de
Antoni, existen fundamentalmente tres tipos de ideas de negocio:
1. Idea de alto impacto. Como su nombre lo indica, son aquellas ideas
pensadas para generar cambios sociales o am-bientales a gran escala y que
eventualmente representan un factor clave en la macroeconomía de un
país o, incluso, a escala mundial.
2. Idea de producto. Son esas ideas donde lo que piensas fabricar es una solución
práctica per se para el consumidor que, como evidencia Camargo, “no siempre coincide
con el usuario final ideal”. Aquí, los productos se caracterizan por ser únicos en su clase
y, aunque repetibles, difíciles de igualar en la anticipación a una problemática.
3. Idea de servicio. El valor agregado de este tipo de ideas se centra en
dar una asistencia y atención directa a un problema mediante
metodologías específicas aplicables por el factor humano o bien, por
medio de tecnologías inteligentes. Generalmente se incluyen en sectores
como el de la salud, la banca, agrícolas, legales, etcétera. “Este tipo de
ideas son valiosas porque, sin llegar a ser de alto impacto, generan valores
como el de comunidad”, define Charles.
Reconocer de dónde nace la idea y hacia dónde se dirige es fundamental
para determinar los beneficios que conseguirán tanto tú (emprendedor)
como el sector de la comunidad (mercado objetivo) para la cual debiera
estar destinada. Para Federico Antoni, toda idea de negocio lo es en la
medida en que se tienen claros 1.- el punto de partida y 2.- el usuario final,
para que este último, en determinado momento, se encuentre dispuesto a
retribuir por el producto o servicio otorgado.
La diferencia entre una idea que sólo da soluciones sin monetizarlas –por
ejemplo, un programa gubernamental para instalar WiFi gratuito en las
escuelas– y una idea de negocios –la instalación gratuita de módulos WiFi
en plazas y mercados a cambio de un plan de renta individual o por
comercios–, consiste, sencillamente, en que la segunda anticipa un
mecanismo para generar riquezas y garantizar su sostenibilidad a lo largo
del tiempo (que se traduce en empleos, impuestos –más tarde WiFi
gratuito en las escuelas–, mayor inversión en innovación, servicio,
etcétera). “Una buena idea de negocio no radica en descubrir el hilo negro,
su pertinencia está en la monetización y el momento adecuado para
insertarla en el mercado”, concluye Antoni.
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