¿A CUÁL SECTA ME PASO? Si usted, apreciado amigo, reúne las siguientes condiciones: - Mediano conocimiento sobre las verdades fundamentales de la Iglesia católica. - Suficiente inseguridad, para que alguien le viva su vida y le prometa una salvación automática. - Ingenuidad para no darse cuenta si le están perforando su bolsillo. - Cierto sentido religioso sentimental e impreciso, que no conduce a una amistad personal con el Señor. - Afición por lo extraordinario y misterioso, como anestesia contra los problemas de la vida… ¡Atención! Usted es un maravilloso candidato para ingresar próximamente a una secta. Pero además, si usted cultiva una fe ecléctica, es decir formada por elementos de muchas religiones. - Si posee destreza verbal capaz de engañar a muchos y motivar sus aportes en dinero. - Si a la vez, puede velar sus intenciones, presentando una religión emotiva, fácil y enteramente eficaz. - Si usted esconde en su interior ambiciones de protagonismo… ¡Hermano! ¿Cómo es que todavía no ha fundado su propia secta, para beneficio personal y el de su familia? Lo bueno de las sectas En estos grupos religiosos, aparte de algunas personas de mala fe, encontramos también otras honestas, que han sido engañadas. Es justo además reconocer que muchas sectas acercan a sus adeptos a la Biblia y promueven entre sus afiliados buenas relaciones y un relativo sentido fraterno. En sus cultos se da buena participación de los fieles y música de aceptable calidad. Vale añadir que dichos grupos religiosos logran despertar una dimensión de fe en ciertos cristianos apáticos y rutinarios, quienes confiesan a boca llena que han encontrado a Jesucristo. Aunque uno se pregunta: ¿Cuando pertenecían a la Iglesia buscaron de corazón al Señor? De otra parte, conviene aclarar que con las sectas nuestra Iglesia casi nunca pierde a sus mejores hijos. Se trata de algunos que no vivían su fe de manera consciente y de pronto los atrajo un familiar, algún amigo hacia determinado culto. Lo triste del asunto es que anualmente, en América Latina, abandonan la Iglesia Católica alrededor de 600.00 bautizados, cuya perseverancia en las sectas alcanza un máximo de diez años. Enseguida su fe se disuelve: Ni para Dios ni para nadie. Se explica entonces que en nuestros pueblos y ciudades aparezcan sitios de culto aquí y allá. Pero pasados un tiempo ya no están. En cambio nuestros templos, muchos de ellos centenarios, perduran, a pesar del agravio de la urbanización y las fallas de los hijos de la Iglesia. El sentido de un nombre Lo mismo que sección, sector y segmento, la palabra secta viene del verbo latino secare, que significa separar, cortar, apartar. Ya en la Iglesia primitiva aparecieron grupos que interpretaban las verdades de la fe de manera distinta a la enseñanza de los apóstoles. A fines del siglo l encontramos a los Docetas: Predicaban que Jesús había tenido sólo un cuerpo aparente. Lo cual equivalía a negar la encarnación, la muerte en la cruz y además la resurrección del Señor. Enseguida surgieron los Gnósticos, quienes unieron a la revelación cristiana muchos elementos de la filosofía griega y de las religiones orientales. Identificaban el Evangelio con una ciencia reservada únicamente a los letrados. Por ese mismo tiempo, los Maniqueos enseñaron que existen dos fuerzas poderosas, el Bien y el Mal, que se disputan el gobierno del mundo. Manes, nacido en Persia hacia el 217, contagió a varias Iglesias de su dualismo religioso, cuyos restos perduran en muchas sectas de hoy. Por su parte Montano, en el siglo II, predicaba que ante la relajación de muchos cristianos, el Espíritu Santo le había ordenado regresar a la observancia primitiva. Creó entonces comunidades puritanas donde se prohibía el matrimonio, los negocios y toda clase de diversiones. Partía de una comprensión incorrecta del hombre y de un miedo exagerado a la condenación eterna. En posteriores épocas surgieron otras sectas de gran protagonismo en Europa. Como los Cátaros (Los Puros), muy allegados a los maniqueos. Más tarde se llamaron albigenses por la ciudad francesa de Albi, en la cual se multiplicaron. Y también valdenses, o seguidores de Pedro Valdés. Después de la reforma protestante, algunos cristianos separados de Roma se dividieron y subdividieron, al antojo de sus líderes, formando ya no Iglesias organizadas sino verdaderas sectas. Las cuales con ciertas variaciones, en sus costumbres y doctrina, han llegado hasta nosotros. Características de las sectas En estos grupos religiosos encontramos casi siempre: - Individualismo, es decir una teología nacida de individuales intuiciones. O «dictada» personalmente por Dios al jefe del grupo. - Separacionismo y autonomía. Cada secta se considera la dueña absoluta de la verdad. Por lo tanto es necesario aislar a sus devotos, para alimentarlos con la religión más pura. - Expectativa apocalíptica: El final catastrófico del mundo se avecina. Lo cual motiva una teología de miedo, y de amenaza para los que abandonen el grupo o no cumplan a cabalidad sus preceptos. - Rigorismo en sus normas y en sus prácticas, como garantía de la salvación eterna. Además obediencia ciega sus dirigentes. - Presencia casi visible del Altísimo entre los miembros del grupo, cuyos efectos son el don de lenguas, curaciones instantáneas (que luego se desbaratan obviamente), desmayos y otros fenómenos extraordinarios. - Marcado interés por colectar dinero entre los seguidores. Algunos grupos organizan periódicos viajes a Tierra Santa. Esto cohesiona a los adeptos y mejora las finanzas de la secta. - No escasean tampoco en las sectas patologías sicológicas, que se aumentan día a día, mediante la alienación colectiva promovida conscientemente por sus líderes. Las hay para todos los gustos No es fácil clasificar todas las sectas que existen en nuestro medio. Aparecen y desaparecen. Cambian de lugar y de nombre. Mudan sus contenidos doctrinales. Algunos nombres: Alfa y Omega, Asambleas de Dios, Avivamiento Bíblico, Ciencia Cristiana, Cruzada Estudiantil y Profesional, Ejército de Salvación, Familia del Amor, Hare Krishna, Iglesia Cuadrangular, Iglesia de Jesucristo de Los Santos de los Ultimos Días (Mormones), Iglesia Bíblica de Cristo, Iglesia de la Luz, Iglesia Nueva Jerusalén, Iglesia del Reino de Dios, La Sana Doctrina, Maran Athá, Misioneros de Betesda, Misioneros Brasileros, Nueva Acrópolis, Oración Fuerte del Espíritu Santo, Testigos de Jehová, etc. La denominación Iglesia abunda, lo mismo que los adjetivos cristiana y misionera. Se dan también muchos grupos que se llaman genéricamente Evangélicos, Pentecostales, Presbiterianos, etc., pero que, de país a país, de ciudad a ciudad, difieren entre sí sobre asuntos fundamentales. Podríamos, sin embargo, intentar una clasificación elemental de las sectas. Sectas seudocristianas Son aquellas que, manteniendo algunas verdades del Evangelio, no están en comunión con la Iglesia Católica. No situamos aquí a los grupos cristianos de oriente separados de Roma: los Ortodoxos. Tampoco a las Iglesias protestantes serias, nacidas de la reforma protestante. Muchas de ellas permanecen dentro de una teología bien estructurada y notable cercanía al Evangelio. Sin embargo estas comunidades cristianas, al no tener una base sólida en la persona del sucesor de Pedro, evolucionan con frecuencia, convirtiéndose en sectas. La mayoría de ellas utilizan la Biblia, interpretada al pie de la letra, como única fuente de verdad. Señalan a Jesucristo como portada en su afán proselitista, pero su comprensión del Señor y de la Iglesia difiere mucho de la teología católica. Sectas filosóficas y científicas Generalmente arraigan en medios intelectuales. Predican un camino hacia Dios por medio de la reflexión filosófica y mística. Presentan un sistema de verdades esotéricas. O sea que los iniciados han de mantener en secreto. Y un conjunto de prácticas para purificarse del mal y alcanzar la «iluminación». Es decir la paz interior y la sabiduría. Sectas de origen oriental Lo oriental en cuestión religiosa está de moda. Si usted no es devoto de algún maestro asiático no está en nada. Vale en verdad aprender de Anthony de Mello, pero comprendiendo que muchas veces nos deja a mitad del camino. El Evangelio está mucho más allá. Decía un sabio conferencista: «Muchos cristianos ignoran que la más hermosa religión oriental es el cristianismo». Su teología se basa en el panteísmo, al no diferenciar entre Dios y el mundo. Promueven además una transformación sicológica de sus adeptos, no siempre sana ni humanizante. Sectas satánicas Freud nos habló del «suicidio simbólico», una actitud asumida por algunos frente a los dolores que los torturan. Sucede lo propio con ciertas personas angustiadas, incomprendidas—especialmente entre los jóvenes—, las cuales proyectan su vida hacia un ser superior y poderoso, así sea malvado, del cual esperan una transformación en su vida. Surgen entonces las sectas satánicas —no extrañas en Colombia— que integran ritos de inmolación, donde la droga realiza sus efectos y también de víctimas humanas y de suicidio. «Cuando el hombre deja de creer en Dios, dice un autor, es capaz de creer en cualquier cosa». ¿Qué podemos hacer? La actitud de muchos frente a las numerosas sectas que nos rodean es casi siempre de extrañeza y lamento. Pocas veces encaramos esta realidad de manera realista y evangélica. Los hijos de la Iglesia hemos de actuar con caridad evangélica, pero sin dejarnos engañar ni explotar. «Se complace en la verdad» enseña san Pablo a los corintios (1,l3-6), hablando del amor cristiano. Podríamos entonces: 1. Profundizar en los contenidos de nuestra fe, por medio del estudio personal, la asistencia a cursos bíblicos y a grupos donde se viva un cristianismo más comprometido. Cuántos de nosotros —aun quienes nos quejamos de las sectas— nos quedamos con un Catecismo de Astete, medio asimilado allá en los bancos de la escuela. Jamás leímos algo actualizado sobre la fe que decimos profesar. 2. Participar de buena gana en la preparación a la Confimarción, al Matrimonio, al Bautismo y a la Primera Comunión de los hijos. Es la oportunidad para avanzar en nuestro compromiso con la Iglesia, la comunidad de los discípulos de Cristo. 3. Motivarnos a vivir en forma comunitaria nuestra dimensión religiosa. La fe se fortalece dándola. Lo cual se realiza en el hogar, en los grupos apostólicos y en las llamadas Comunidades Eclesiales de Base. 4. Orientar, de acuerdo con nuestros pastores, la rica religiosidad popular que nos rodea, dándole a las costumbres y devociones del pueblo un sólido contenido de Evangelio. 5. Cultivar una devoción a la Santísima Virgen según las orientaciones de la Iglesia, alejándonos de toda superstición y maravillosismo. 6. Mantener una fe simple y profunda, abierta al diálogo y a la comprensión de los demás. Una fe comprometida con los necesitados, lejos de algunos grupos elitistas que se presentan como los mejores y los únicos. 7. Tratar amablemente a quienes han emigrado a las sectas, dándoles ejemplo de honradez. Esquivando discusiones contagiadas de fanatismo que no aportan ningún fruto. 8. Sentirnos comunidad universal, despertando en nosotros mismos y en los demás un auténtico sentido misionero. 9. Instruirnos debidamente sobre los contenidos y objetivos de las sectas más próximas a nosotros. Conociéndolas a profundidad, podremos distinguir entre el buen trigo y la cizaña. 10. Promover en nuestras celebraciones una participación «plena, consciente y activa», como pide el Concilio Vaticano II. Mejorar la calidad y la oportunidad de los cantos religiosos. Tener en cuenta especialmente las Eucaristías para los niños y para los jóvenes. 11. Procurar, por medio de los grupos apostólicos, los líderes, los ministros laicales, que ningún ámbito de las parroquias, ninguna comunidad estén abandonados. Ninguna familia desamparada. Ningún hermano sufra en solitario. El sueño de Jesús Durante la despedida en el cenáculo, Jesús rogó a su Padre del Cielo que todos sus seguidores viviéramos en unidad y concordia. Sería la condición para que el mundo lo aceptara como Redentor del mundo: «Padre: Que todos sean uno para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,21-22). Es triste el panorama de un Evangelio (la Buena Noticia de Dios) fraccionado y falsificado en el corazón de muchos de nosotros. Cristo nos convoca alrededor de aquellos dos mandamientos esenciales, explicados por Jesucristo: Amar a Dios «como a un Padre» y amar al prójimo «como yo os he amado». Al finalizar este segundo milenio, conviene ahondar en nuestra fe dentro de un profundo respeto al prójimo y a sus circunstancias. Pero sabiendo separar lo esencial y lo secundario, el plan de Dios de las fallas humanas, la revelación de Cristo y los caprichos de los hombres. Fuentes: CABRAL, J., Religiones, sectas y herejías, Miami, 1982. CELAM, «Cristianos divididos en un continente de cambio», n.º 84, Santafé de Bogotá, 1987. SAMPEDRO NIETO, F., Sectas y otras doctrinas en la actualidad, Santafé de Bogotá, 1995. Aportes: PP. Pablo Villegas, Carlos A. Arboleda, Carlos Mario Posada - Medellín