Subido por Guillermo Olivera

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DEL SEN. JOSÉ BONILLA ROBLES, DEL GRUPO PARLAMENTARIO DEL PARTIDO
REVOLUCIONARIO INSTITUCIONAL, LA QUE CONTIENE PUNTO DE ACUERDO POR EL QUE
SE EXHORTA AL TITULAR DE LA SECRETARÍA DE LA REFORMA AGRARIA A QUE
RESUELVA LOS ASUNTOS QUE LE HA TURNADO LA COMISIÓN DE REGULARIZACIÓN DE
TENENCIA DE LA TIERRA
PROPOSICIÓN CON PUNTO DE ACUERDO DEL SEN. JOSÉ E. BONILLA ROBLES, DEL GRUPO
PARLAMENTARIO DEL PRI, POR EL QUE SE EXHORTA AL TITULAR DE LA SECRETARÍA DE
REFORMA AGRARIA A QUE RESUELVA LOS ASUNTOS QUE LE HAN SIDO TURNADOS POR LA
CORETT.
El Senador José E. Bonilla Robles, del grupo parlamentario del Partido Revolucionario Institucional,
integrante de la LIX Legislatura del H. Congreso de la Unión, presenta Proposición con Punto de Acuerdo por
el que se exhorta al C. Titular de la Secretaría de la Reforma Agraria, a que resuelva a la brevedad, los asuntos
que le han sido turnados por la Comisión de Regularización de Tenencia de la Tierra.
En razón de los siguientes:
ANTECEDENTES
La tenencia de la tierra en el México de principios del siglo XX tuvo su precedente político, económico y social
en el movimiento revolucionario de 1910 a 1917, del cual se derivó, como estrategia fundamental para la
organización de la vida nacional, un reparto agrario que amén de sus futuras implicaciones, daba respuesta a un
anhelo popular que sintetizaba en ello el establecimiento de un país diferente, sobre bases más humanas y
justas.
Ese México Rural de principios del siglo XX, fue uno muy diferente al México que vio nacer el siglo XXI.
Mientras que en 1900 casi las tres cuartas partes de la población vivían y trabajaban en el campo, (el 72 por
ciento, para ser precisos), en el año 2000 los mexicanos integrantes de la sociedad rural apenas si alcanzaban la
cuarta parte de la población total. Así, de una manera aparentemente lenta, pero progresiva, la población
mexicana fue transitando de una sociedad abrumadoramente agraria, a otra con un claro predominio urbano y
todas las implicaciones que esto conlleva.
Seguimos conservando una proporción alta de mexicanos que viven en el campo, y nos obstante que en los
inicios de la centuria pasada los servicios como electricidad y alumbrado público, agua potable en el domicilio,
drenaje y alcantarillado, pavimentos y transporte público, estaban poco extendidos inclusive en el propio medio
urbano, poco a poco se fue convirtiendo en parámetro para diferenciar formal y sustantivamente al campo y la
ciudad porque esas prestaciones, que ahora son esenciales como indicadores de progreso y bienestar, son
todavía escasas en el primero y normales en los centros urbanos.
Por otro lado, -producto de costumbres ancestrales- la población rural sigue vinculada al sector primario, con
prácticas agrícolas de autoconsumo, en la mayoría de los casos llevadas a cabo en zonas donde la capacidad
productiva de las tierras es muy cuestionable. De esto deviene que las diversas profesiones inherentes a los
empleos modernos, rara vez se asientan en este tipo de áreas, agravando con ello una evidente polarización
social.
Acusando patrones similares a lo descrito, la distancia entre lo rural y lo urbano, sin menoscabo de la
repercusión de las telecomunicaciones que alcanzan una cobertura bastante significativa, se manifiesta de
manera relativa en otros aspectos de la vida social, algunos, como los culturales que sin duda son importantes, y
otros que por ambiguos o contradictorios, tienen menor trascendencia.
La urbanización cobra cada vez más fuerza, pero aparejado a esta tendencia, debido a que los primordiales
fundos legales están estrangulados en sus fronteras por terrenos destinados a las labores agrícolas, el
crecimiento de los asentamientos humanos irregulares es un problema que tiene su origen, cuando menos, en la
falta de previsión por parte del Estado para atender con oportunidad y suficiencia la legítima demanda de los
mexicanos por una vivienda. Al no obtenerla, se ven obligados a establecerse en donde se pueda y como se
pueda, y dado que en la mayoría de los casos las superficies aledañas a las ciudades se encuentran constituidas
por ejidos o comunidades indígenas, respecto de las cuales a su vez, con frecuencia, ocurre que no existe ni en
ejidatarios, ni en comuneros, y tampoco en quienes llegan a asentarse en esos terrenos, el conocimiento
suficiente ya no digamos de las leyes y procedimientos para regularizar este hecho, ni siquiera desde dónde
llega o inicia su heredad, puesto que se trata, como bien sabemos, de una propiedad social, y por tanto, la
superficie parcelaria, y menos la de uso común, es susceptible de comercializarse, como si fuese una propiedad
privada.
Nos encontramos -lo manifestamos una vez más- ante un problema toral al que debe dársele una atención que
vaya más allá que acudir al lento trámite burocrático y el temor a las implicaciones políticas que estas acciones
traigan consigo. Datos de Naciones Unidas, nos permiten vislumbrar, merced a la proyección estadística, que
para el año 2030, de una población total calculada en 127 millones, 805 mil 586 habitantes, las zonas urbanas
contendrán, con un escaso margen de exceso, al 17 por ciento. Y sólo uno de cada diez mexicanos formará
parte de la población empleada en el sector primario.
Basados en el escenario descrito, se podría presumir que las tradicionales demandas de clase y la presión por la
tierra tenderán a disminuir, y que el discurso campesinista, que durante décadas ha tenido tanta fuerza, irá
disminuyendo en intensidad.
Cuando los asentamientos humanos irregulares establecidos en terrenos ejidales y comunales destinados
principalmente a la agricultura, se tornaron en un problema nacional, el H. Congreso de la Unión emitió, el 16
de abril de 1971, la Ley Federal de Reforma Agraria, en la que se establece que los poblados ejidales deberían
tener su fundo legal y zona de urbanización, que no podían ser enajenables, pero se establecía asimismo, que "el
núcleo de población podrá aportar tierras del asentamiento al municipio o entidad correspondiente para
dedicarlos a los servicios públicos".
El Ejecutivo Federal creó en 1970 el Programa Nacional de Regularización de Zonas Ejidales (PRONARZUE),
coordinado por el Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización (DAAC) y el Fondo Nacional del
Fomento Ejidal (FONAFE); todo esto, con la finalidad de regularizar la tenencia de la tierra ejidal y comunal
con asentamientos humanos irregulares.
La Secretaría de la Reforma Agraria propició que por Acuerdo Presidencial se emitiera en el D.O.F. el 20 de
agosto de 1973, el surgimiento del Comité para la Regularización de la Tenencia de la Tierra, dentro de la
estructura organizativa del Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, donde intervinieron también el
Instituto Nacional para el Desarrollo de la Comunidad Rural y de la Vivienda Popular y el Fondo Nacional de
Fomento Ejidal.
Su funcionamiento sirvió para percatarse de la magnitud del problema real de los asentamientos humanos en
terrenos ejidales y comunales, de la situación de carácter orgánico y legal que implica extender escrituras de
propiedad para terrenos que corresponden originariamente a la nación; también sirvió para dimensionar la
formulación de un programa y de un presupuesto para llevar a cabo la regularización de la tenencia de la tierra,
a nivel nacional.
Así, por Decreto Presidencial, publicado en el D.O.F. el 8 de noviembre de 1974, se reestructuró el organismo
para constituirse como; Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra, organismo público
descentralizado de carácter técnico y social, con personalidad jurídica y patrimonio propios, con objeto de
regularizar la tenencia de la tierra en donde existan asentamientos humanos irregulares para mejorar los centros
de población y sus fuentes propias de vida.
Las reformas al artículo 27 Constitucional, publicadas asimismo en el D.O.F el 6 de enero de 1992, establecen
que; "se dictarán las medidas necesarias para ordenar los asentamientos humanos y establecer adecuadas
provisiones, usos, reservas y destinos de tierras... a efecto de ejecutar... planear y regular la fundación,
conservación, mejoramiento y crecimiento de los centros de población..."; por ello, fue expedida la nueva Ley
Agraria, publicada en el D.O.F. del 26 de febrero de 1992, la cual establece en el artículo 93, Fracción V, "La
regularización de la tenencia de la tierra urbana y rural", reconociendo personalidad jurídica a los núcleos de
población ejidal y comunal, y a los poseedores, tanto ejidatarios como comunales; los transforma en
propietarios de sus tierras.
La Ley Agraria ha sido normada mediante su reglamento del 12 de enero de 1995 y el Reglamento en Materia
de Ordenamiento de la Propiedad Rural, del 4 de enero de 1996, los cuales orientan a CORETT, para efectuar
los trabajos de regularización de la tenencia de la tierra.
El objeto de la Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra se redefinió nuevamente por
Decreto Presidencial, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 26 de febrero de 1999, a efecto de
contar con un organismo público que además de promover la vinculación del aprovechamiento de terrenos de
origen federal, ejidal y comunal, con la política nacional de asentamientos humanos y de desarrollo urbano de
los centros de población, haga posible la coordinación de estos procesos con los gobiernos de los estados con la
participación de sus municipios, y del Distrito Federal, así como la concertación con los sectores social y
privado, particularmente de los ejidatarios y comuneros.
Por lo expuesto y
CONSIDERANDO
Primero.- Que la Comisión para la Regularización de la Tenencia de la Tierra, (CORETT), es un organismo
público descentralizado del Poder Ejecutivo Federal, de carácter técnico y social, con personalidad jurídica y
patrimonio propio, cuyo objeto principal es regularizar la tenencia de la tierra urbana, en los asentamientos
humanos irregulares ubicados en predios de origen social (ejidal y comunal) y de propiedad federal.
Segundo.- Que la Comisión, que forma parte de la administración pública paraestatal del gobierno federal, por
razones de su función, es un organismo integrado al Sector Social, que coordina la Secretaría de Desarrollo
Social.
Tercero.- Que el objetivo social de la Comisión está orientado a la regularización de la tenencia de la tierra en
asentamientos humanos irregulares de origen ejidal, comunal y de propiedad federal en centros de población,
mediante la realización de diferentes procesos de desincorporación agraria, o adquisición de suelo para reservas
territoriales para el desarrollo urbano y la vivienda, y la consecuente enajenación y titulación de los lotes en
favor de sus ocupantes.
Cuarto.- Que el artículo 93 de la ley agraria señala en su fracción V que los bienes ejidales y comunales podrán
ser expropiados, entre otras causas de utilidad pública, por la regularización de la tenencia de la tierra urbana y
rural;
Quinto.- Que el artículo 60 del Reglamento de la Ley Agraria en Materia de Ordenamiento de la Propiedad
Rural señala los requisitos que se deben cumplir para ser expropiados los bienes ejidales o comunales, siendo
aquéllos:
I. Nombre del núcleo agrario, Municipio y Entidad Federativa a la que pertenecen;
II. Régimen de propiedad ejidal o comunal;
III. Superficie analítica que se solicita expropiar;
IV. Plano informativo de la superficie solicitada;
V. Causa de utilidad pública invocada y destino que se pretenda dar a la superficie;
VI. Documentación que justifique la causa de utilidad pública;
VII. Si existe ocupación previa del predio a expropiar, el convenio que al efecto se hubiere celebrado. De no
existir éste, la descripción de los acuerdos sobre los cuales se pactó la ocupación. En ambos casos, la
descripción de las obras realizadas y superficie ocupada;
VIII. En su caso, dictamen técnico o estudio de impacto ambiental, de las Secretarías de Desarrollo Social y de
la de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, según se trate. Además, cuando la promovente sea un
particular, dictamen de factibilidad de la autoridad competente, y
IX. Compromiso de la promovente de pagar el avalúo y la indemnización que se establezca, así como la
constancia de la autorización presupuestal correspondiente.
Sexto.- Que lamentablemente es en esta fase del proceso de expropiación para regularización del ordenamiento
de la propiedad rural donde se encuentran la gran mayoría de los expedientes;
Séptimo.- Que enviados por CORETT desde el año 2001, existen expedientes en la Secretaría de la Reforma
Agraria en espera de resolución; y en lo que va del año en curso, no se ha emitido Decreto Expropiatorio
alguno.
Octavo.- Que se encuentran en poder de la Secretaría de la Reforma Agraria 46 expedientes en espera de
resolución, 3 de los cuales sólo requieren de la firma del Secretario del Ramo.
Noveno.- Que es urgente que la Comisión de Regulación de Tenencia de la Tierra tenga de regreso los
expedientes en comento, para que ésta a su vez pueda emitir las escrituras correspondientes.
Décimo.- Que los documentos en tránsito mencionados amparan en total 2,402 hectáreas, 28 áreas y 71
centiáreas; y al regularizase definitivamente estos terrenos, beneficiarían a 100 mil familias.
Undécimo.- Que es facultad del Secretario de la Reforma Agraria emitir los decretos de expropiación;
Con fundamento en los artículos 71, fracción II; y 72 y 73, fracciones XX y XXX de la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos; 55, fracción II; 56, 60 y 64 del Reglamento para el Gobierno Interior del
Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, someto a consideración de este Honorable Pleno, la
siguiente:
PROPOSICIÓN CON PUNTO DE ACUERDO
Exhorte esta H. Cámara de Senadores al ciudadano Titular de la Secretaría de la Reforma Agraria, a que
resuelva a la brevedad, los asuntos que le han sido turnados por la Comisión de Regularización de Tenencia de
la Tierra.
Dado en la Cámara de Senadores, México, D. F., el 6 de octubre de 2005.
Sen. José E. Bonilla Robles.
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