Racismo a la chilena: La emoción del discriminado. Migrantes en busca del sueño Al llevar unos cuantos días en esta sociedad, en esta cultura, en Chile, por lo tanto aún no conozco sus costumbres, aún me confunden los precios y las denominaciones monetarias. Un suceso se reproduce constantemente en los diferentes programas de la Tv abierta, se habla sobre un acto de discriminación en el Lollapalooza: “Un asistente al concierto de Ana Tijoux le grita: cara de nana”. Es esa misma falta de conocimiento sobre la cultura, sobre las palabras que discriminan, que dañan, no entendí el problema y sobre todo trato de imaginar la cara que tienen las nanas, al menos allá no sería una noticia que los telediarios le darían importancia. Pero poco a poco voy asimilando, un insulto racista, un acto de discriminación, el estigma. Caminando por la calle, buscando los vegetales, empujando el carrito medio lleno, pensando en la comida… era de las primeras excursiones hacia La Vega Grande cuando escucho a una vendedora decir: “No te alcanza, es muy caro para ti, ¡peruana! Había escuchado que en Chile existía el racismo, pero esta fue la primera vez que estuve presente. El impacto fue extraño, hasta el día de hoy me pregunto ¿por qué alguien que vive de las ventas, trata de esa manera a un posible cliente?, y sobre todo ¿qué sentirá la persona que sólo deseaba saber el precio de un producto? Los siguientes actos de discriminación hacia los peruanos ya no fueron tan llamativos, con excepto del caso de María; una mujer que labora como “asesora del hogar” sirvienta, que debe mantener el aseo de la casa, así como preparar las comidas y estar al pendiente de la señora de la casa, Iri una mujer de 70 años aproximadamente, se encuentra relegada a la cama y casi al encierro en su cuarto por su edad y la enfermedad. A pesar de que tiene una gran fragilidad en su cuerpo, saca de su boca un sinfín de insultos racistas, de la casa es quien más discrimina a María. Palabras taladro, expresiones balas, términos detonantes que penetran en la persona, en la empleada, en la trabajador que calan/corroen en lo más hondo de su ser y estalla/exterioriza con llanto, con lágrimas y corre a encerrarse en su pieza y tratar de convertir el coraje en fuerza, para seguir aguantando, en oraciones y suplicas a Dios pare que le de fuerza y paciencia para seguir aguantando. Tres casos, tres impactos, tres, siempre la triada. Poco a poco fui conociendo el asunto, la migración a Chile, la región atractiva económicamente, posibles comerciales en el exterior vendiendo a Chile como el país donde se obtiene buena plata (omitiendo lo caro de la vida en el país). A causa de la prosperidad económica que presento Chile a finales del siglo XX, más específicamente en la década de los ochenta, donde se ha logrado una tasa promedio de “crecimiento anual de 4,1%, lo que se ha traducido en que el PIB del país se ha triplicado, pasando de 4.703 dólares EE.UU. en 1990 a 14.510 dólares EE.UU. en el año 2008” (Gallego y Loayza, 2002; Jélvez y Alvarado, 2009; Schmidt-Hebbel, 2006: 7) A la vez se comenzó a producir un rápido crecimiento de los inmigrantes peruanos en la zona central del país. Siendo la mayoría de origen socioeconómico bajo, mismos que buscaban una nueva oportunidad para sus familias. La gente buscando un mejor futuro, padres llegando para crearles un futuro digno a sus hijos. El país como generador de futuros/esperanza/bienestar. Los migrantes como soñadores/deseosos/creyentes, por lo que se desempeñaban en oficios de bajas remuneraciones, como obreros o asesoras del hogar (hasta hace poco pude confirmar que cada nacionalidad va definiendo su ocupación; aquellos como obreros, aquellas como prostitutas y las de allá como sirvientes), dichos ingresos eran enviaban a sus familias en sus ciudades de origen en Perú. Todo esto cambio con la crisis asiática de 1998 que al igual que al resto del mundo, afectó a Chile y que provoco un alza en el desempleo, superando el 12 %, mientras la inmigración peruana aumentaba. La causa anterior tuvo en la sociedad chilena un efecto, poner como tema principal en la opinión pública la discusión sobre la situación de la colonia peruana en Chile, mientras muchas personas afirmaron que los inmigrantes estaban quitando los empleos de los chilenos. El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) menciona que en el 2014 se encuentran en Chile 441.000 extranjeros peruanos, esta cantidad representa únicamente un 2, 7% de la población nacional. Además únicamente 140.000,9 extranjeros peruanos residen en Santiago de Chile. La gastronomía peruana también ha alcanzado un aumento, pues con el progreso y poder adquisitivo de los peruanos, han podido instalar en Chile 400 restaurantes peruanos, de los cuales 150 se encuentran en Santiago. Ya hace tiempo que había descubierto que los peruanos formaban una de las principales colonias extranjeras en el país. Pues observe un oasis, la apropiación del centro histórico, instalación de la Pequeña Lima, la Plaza de Armas, como centro de reunión los fines de semana. La vida, la sociabilidad, una banqueta convertida en buffet; comida con sabor a hogar/patria, algunas mujeres ofrecen diferentes platillos peruanos en la informalidad, niños avisando sobre la llegada de la policía y todas corren, todas ocultan su producto para transformarse en un transeúnte más, en un peatón sin rostro, sin delinquir. Pasa la policía, el pasillo de comida variada vuelve a la normalidad. Posiblemente aquí sea uno de los pocos lugares donde los peruanos no sean discriminados, donde realmente sea un oasis, una parte de su patria y se queden fuera de la zona delimitada el estigma donde: “…la palabra “peruano” que contiene características físicas, relacionadas con la historia racial de la dominación…” desaparece para convertirse en paisano, compañero, compatriota.