Deficiencia Intelectual word (19068)

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Deficiencia Intelectual
Retraso mental
El retraso mental se designa con distintos términos, tales como oligofrenia, déficit
intelectual o debilidad mental, y se clasifican según el grado o importancia del déficit.
A principios de siglo, Binet creó su escala métrica de la inteligencia para clasificar a los
niños, Stern estableció la noción de cociente intelectual (C.I.) y, poco después, Terman
lo aplicó en su adaptación del test de Binet, fijando la cifra de 70 como límite de la
debilidad mental.
El C.I. es un cociente de edades: la edad mental, obtenida con un test de inteligencia,
y la edad cronológica o real. Este índice se multiplica por 100, obteniéndose la cifra
correspondiente. En un individuo con una edad mental igual a la edad cronológica el
C.I. será de 100. En realidad los límites del C.I. establecidos por Terman para la
debilidad mental corresponden a una definición pedagógica de la misma, si se tiene en
cuenta que el desarrollo mental termina alrededor de los 15-16 años. En efecto, se
define como débil mental al sujeto capaz de llegar al final de su desarrollo intelectual
habiendo adquirido la lectura y la escritura (nivel correspondiente a un escolar de siete
a ocho años), pero incapaz de llegar al pensamiento abstracto (nivel que se alcanza
aproximadamente a partir de los 11 años de edad mental).
Definición y clasificación
1.
Inteligencia inferior a la media (retraso mental demostrable)
2.
Factores etiológicos precoces, que han actuado antes del nacimiento o durante
la primera infancia.
3.
Dificultad para el aprendizaje escolar.
4.
Dificultad para la adaptación social.
Quedan excluidas las demencias, porque se originan en edades ulteriores, y los
fracasos escolares y de adaptación social debidos a otras causas.
La clasificación de mayor interés es la etiológica y la psicopedagógica o psicométrica.
La primera es útil para prevenir y tratar oportunamente una serie de casos concretos,
si bien una misma causa puede producir cuadros diferentes, con la consiguiente
dificultad pronóstica e indicación psicopedagógica adecuada.
La clasificación psicométrica o psicopedagógica se basa en los niveles de inteligencia,
valorados con pruebas psicométricas, y en lo que los pedagogos esperan conseguir de
estos niños con los métodos psicopedagógicos disponibles. Es eminentemente
práctica, ya que permite agrupar según las aptitudes, con el consiguiente mejor
aprovechamiento de las enseñanzas escolares y profesionales. También es útil para
poder emitir un pronóstico, aunque siempre en términos de aproximación.
La propuesta por la Asociación Americana para Deficiencia Mental clasifica a los
retrasos mentales en 5 grupos:
1.
Limítrofes o border-line: C.I. 70-85.
2.
Leves: C.I. 55-70.
3.
Moderados: C.I. 40-55.
4.
Graves: C.I. 25-40.
5.
Gravísimos: C.I. menor que25.
Las clasificaciones no se deben de tomar al pie de la letra. No existen fronteras reales
en las que aparezca la normalidad o la genialidad. Hay personas con un C.I. de 115
que dan en la vida más rendimiento que otras con un C.I. de 150. Así mismo, hay
otras con un C.I. de 65 que consiguen una independencia laboral e incluso llegan a
fundar una familia, mientras que algunas con un C.I. de 80 no logran el ajuste
adecuado.
Es importante tener en cuenta que el rendimiento intelectual tiene una estabilidad real,
aunque sometida a fluctuaciones temporales. Si dicho rendimiento variara de forma
apreciable, no se podrían hacer predicciones en el campo pedagógico y vocacional.
En las fluctuaciones temporales del rendimiento intelectual o del C.I. influyen factores
de tipo personal y ambiental. El desarrollo mental, como el somático, está sometido a
períodos de aceleración y enlentecimiento, que a última hora dependen del ritmo de
crecimiento de cada niño. Por otra parte, el rendimiento intelectual está influenciado
por la cantidad y calidad de los estímulos que recibe el niño y su valor emotivo.
El C.I. presenta su mayor inestabilidad por debajo de los 2 años. El principal valor
pronóstico se obtiene a partir de los 6 años.
No obstante, si un niño, por pequeño que sea, da una edad de desarrollo mental
inferior a la cronológica, se debe de tener en cuenta e investigar sobre los posibles
factores causales y poner en marcha la actuación terapéutica adecuada. De esta
forma se pueden solucionar algunos casos que, dejados a su evolución espontánea,
llegarían a ser irreversibles. Es quizás este valor práctico del C.I. lo que más puede
interesar al pediatra. Así mismo, es interesante el hecho de que es más seguro un
buen rendimiento obtenido en una situación de prueba, que un mal resultado, que
puede ser debido a no establecer una adecuada relación con el psicólogo o por
encontrarse en malas condiciones físicas o emocionales. El psicólogo clínico cuenta
con estas posibilidades como causas de error y las soslaya o difiere la exploración.
Porqué se produce el retraso mental
Se describen más de doscientas formas etiológicas de déficit intelectual. Sin embargo,
en muchas ocasiones es difícil llegar a conocer la etiología específica, sobre todo en
los niños menos afectados (C.I.mayor que 45). Pero la mayoría de las veces se puede
relacionar con factores prenatales, perinatales y postnatales. Este enfoque etiológico
conlleva la doble ventaja de una actuación preventiva y terapéutica precoz, que sería
la solución ideal del problema planteado por el retraso mental.
Causas:
1.
Genopatías y Cromosomopatías
2.
Embriopatías y fetopatías
Infecciones (embriopatía rubeólica, listeriosis, citomegalovirus…)
Factores endocrinos (embriopatía tiroidea)
Factores metabólicos (embriopatía diabética)
Alteraciones nutritivas y vitamínicas
Tóxicos
Factores mecánicos, radiaciones y perturbaciones psíquicas
3.
Causas perinatales y neonatales
Prematuridad y recién nacidos de bajo peso
Hipoxia perinatal y postnatal
Trauma obstétrico
Hemorragia intracraneal
Hiperbilirrubinemias (enf. hemolítica, otras…)
Hipoglucemias, hipernatremia, acidosis, infecciones (meningitis, encefalitis…)
4.
Factores postnatales
Infecciones (meningitis, encefalitis, vacunaciones…)
Metabolopatías (hipoglucemia, hipernatremia, hipercalcemia)
Endocrinopatías (hipotiroidismo)
Convulsiones (síndrome de West)
Hipoxia (cardiopatías congénitas, parada cardíaca, aspiración)
Intoxicaciones (monóxido de carbono, plomo, mercurio)
Traumatismos craneoencefálicos
Carencia afectiva (estimulación ambiental deficiente).
Acerca de la influencia de los factores psicológicos ambientales (socioculturales y
familiares) en el desarrollo de la inteligencia, parece bien establecido que existe una
correlación positiva entre las categorías socioprofesionales y los C.I. medios de los
niños procedentes de ellas, encontrándose más deficientes mentales en las clases
más inferiores. El C.I. medio es menor en el ambiente rural que en el urbano y está
más dudosamente en razón inversa del número de hermanos, con incidencia algo
mayor de deficientes mentales en las familias numerosas, aunque en la experiencia
personal predominan más en hijos únicos, ya que muchas causas prenatales van
ligadas a la hipofertilidad.
Cómo darse cuenta
Deben considerarse los aspectos que dependen del déficit intelectual, los signos
físicos o morfológicos asociados y las manifestaciones derivadas de la personalidad y
conducta del oligofrénico.
Síntomas de déficit intelectual:
Varían en función de la edad del niño y de la gravedad o grado del retraso. Estos
datos se obtienen de los familiares, de la escuela y de la observación de la conducta
del niño. Comprenden, desde un estado de vida vegetativa con la persistencia de
reflejos primarios y otras alteraciones neurológicas, en los casos más graves, hasta los
niños afectos de retraso escolar, sin que hayan llamado la atención en ningún otro
aspecto. En casi todos los casos hay un retraso psicomotor o adquisiciones del niño
en la primera infancia (mantener la cabeza, quedarse sentado, deambulación y
locución).
También suele existir retraso en el control de esfínteres y realizaciones prácticas, tales
como autoalimentarse, vestirse, asearse… Otros datos hacen referencia a dificultades
en los juegos: en el uso de los juguetes, no saben jugar solos, mayor o menor torpeza
en la coordinación dinámica general (grandes movimientos) y en la manipulación fina,
no entienden las reglas de los juegos más elementales y no comprenden bien las
órdenes. En definitiva, el comportamiento general es como el de un niño de menor
edad.
En los casos graves la afectación del lenguaje es constante y en los más graves no se
llega a adquirir. Sin embargo, en los medios y leves puede ser casi normal. Por tanto,
una valoración superficial del desarrollo psicomotor y del lenguaje no es suficiente
para detectar un caso de retraso mental.
Diagnóstico
El diagnóstico inicial de las oligofrenias lo orienta el pediatra y se basa en las
características clínicas anteriormente descritas y en los datos obtenidos mediante una
historia clínica muy detallada, que haga referencia al desarrollo psicomotor del niño, al
ambiente familiar y socio-cultural, embarazo, parto, período neonatal y enfermedades,
accidentes o posibles intoxicaciones del niño. Sospechado el retraso mental, la
confirmación se obtendrá mediante una correcta exploración por parte de la unidad
mental de psiquiatría conjuntamente con psicología, que preferentemente realizará un
psicólogo clínico.
Asesoramiento familiar
Al pediatra le corresponde la misión de orientar e informar adecuadamente a los
padres, teniendo en cuenta las características particulares de cada familia, sus
actitudes, personalidad, nivel sociocultural y socioeconómico, exigencias y nivel de
aspiraciones de los mismos.
Además, ha de continuar resolviendo los diversos
problemas que plantea el niño y su familia en las distintas edades: lactancia, edad
preescolar, edad escolar, pubertad y adolescencia, con la ayuda del equipo
colaborador.
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