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resumen neoplasias

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NEOPLASIAS
¿QUÉ SON LAS NEOPLASIAS?
Neoplasia significa, literalmente, «crecimiento nuevo». Una neoplasia, según la definición de Willis, es «una masa anormal de
tejido cuyo crecimiento es excesivo e incoordinado respecto al de los tejidos normales y continúa aún después de interrumpir el
estímulo que indujo el cambio». Para el origen de todas las neoplasias son básicos los cambios hereditarios (genéticos) que
permiten la proliferación excesiva y no regulada, que depende de estímulos reguladores del crecimiento fisiológico. Se dice
que las células neoplásicas se transforman porque siguen replicándose, aparentemente ajenas a las influencias reguladoras
que controlan el crecimiento celular normal. Por lo tanto, las neoplasias disfrutan de cierto grado de autonomía y un
aumento más o menos constante del tamaño independientemente del entorno y del estado nutricional local del huésped.
Sin embargo, su autonomía no es, en modo alguno, completa. Algunas neoplasias necesitan un apoyo endocrino y estas
dependencias a veces pueden estar en contra de la neoplasia. La nutrición y el aporte sanguíneo de todas las neoplasias
dependen del huésped.
En el lenguaje médico habitual, una neoplasia con frecuencia se denomina tumor y el estudio de los tumores se denomina
oncología (de oncos, «tumor» y logos «estudio de»). En oncología, la división de las neoplasias en benignas y malignas es
importante. Esta clasificación se basa en el criterio de la potencial conducta clínica de una neoplasia.
Se dice que un tumor es benigno cuando se considera que sus características microscópicas y macroscópicas son
relativamente inocentes, que se mantendrá localizado, no puede diseminarse a otros lugares y puede extirparse con cirugía
local; el paciente generalmente sobrevive. Sin embargo, debe observarse que los tumores benignos pueden producir masas
no tan bien localizadas y, a veces, pueden causar una enfermedad grave. Los tumores malignos se conocen en conjunto
como cánceres, la palabra derivada del latín cáncer (cangrejo), es decir, se adhieren a cualquier parte donde crecen de forma
pertinaz, de forma parecida al comportamiento de un cangrejo. Maligno, aplicado a una neoplasia, es una lesión que puede
invadir y destruir estructuras adyacentes y extenderse a zonas alejadas (metastatizar) para causar la muerte. No todos los
cánceres siguen una evolución tan mortífera. Algunos son menos agresivos y se tratan satisfactoriamente, pero el nombre
maligno es una señal de alerta.
Todos los tumores, benignos y malignos, tienen dos componentes básicos: 1) la parénquima, formado por células
transformadas o neoplásicas, y 2) la estroma de soporte, derivado del huésped y no neoplásico, formado por tejido conjuntivo,
vasos sanguíneos y células inflamatorias derivadas del huésped. El parénquima de la neoplasia determina, en gran medida,
su comportamiento biológico y es este componente del que deriva el nombre del tumor. La estroma es fundamental para
el crecimiento de la neoplasia, dado que proporciona el aporte sanguíneo y la base para el crecimiento de las células
parenquimatosas.
Tumores benignos. En general, los tumores benignos se denominan añadiendo el sufijo -oma al tipo celular del que se
origina el tumor.
Tumores malignos. La nomenclatura de los tumores malignos sigue, básicamente, la de los tumores benignos, con ciertas
adiciones y excepciones. Las neoplasias malignas que se originan en el tejido mesenquimatoso o sus derivados se
denominan sarcomas. Los sarcomas se denominan según su histogenia (es decir, el tipo celular del que están formados). A
veces, el tumor muestra poca o ninguna diferenciación y debe denominarse carcinoma mal diferenciado o indiferenciado.
Las células parenquimatosas de una neoplasia, sea benigna o maligna, se parecen entre sí, dado que todas derivan de una
única célula progenitora. En efecto, las neoplasias son de origen monoclonal. Sin embargo, en algunos casos, las células
tumorales pueden sufrir una diferenciación divergente, creando los denominados tumores mixtos. El mejor ejemplo es un
tumor mixto de la glándula salival. Estos tumores tienen claros componentes epiteliales dispersados por una estroma
fibromixoide, alojando a veces islas de cartílago o hueso. Se piensa que los diversos elementos derivan de células epiteliales
y/o células mioepiteliales en las glándulas salivales y la mejor denominación para estas neoplasias es adenoma pleomórfico.
El fibroadenoma de la mama femenina es otro tumor mixto común. Este tumor benigno contiene una mezcla de elementos
ductales proliferados (adenoma) incrustados en tejido fibroso laxo (fibroma).
Los tumores mixtos multifacéticos no deben confundirse con un teratoma, que contiene células maduras o inmaduras o
tejidos representativos de más de una capa de células germinales y, a veces, de las tres. Los teratomas se originan de células
madre totipotenciales, como las que se encuentran normalmente en el ovario y los testículos y, a veces, de forma anormal
en restos embrionarios de la línea media secuestrados. Estas células tienen la capacidad de diferenciarse en alguno de los
tipos celulares hallados en el cuerpo adulto y, por lo tanto y de forma no sorprendente, pueden dar lugar a neoplasias que
recuerdan, de forma caótica, trozos de hueso, epitelio, músculo, grasa, nervio y otros tejidos.
Un hamartoma es una malformación que se manifiesta como una masa desorganizada de tejidos autóctonos del lugar
concreto. Puede verse como una masa de células hepáticas maduras pero desorganizadas, vasos sanguíneos y, quizá, vías
biliares en el hígado, o puede ser un nódulo hamartomatoso en el pulmón que contiene islas de cartílago, bronquios y vasos
sanguíneos. Otro nombre poco apropiado es el término coristoma. Esta anomalía congénita se describe mejor como un
resto heterotópico de células. Por ejemplo, en la submucosa de estómago, duodeno o intestino delgado puede encontrarse
un pequeño nódulo de tejido pancreático bien desarrollado y organizado. Este resto heterotópico puede estar lleno de
islotes de Langerhans y glándulas exocrinas. El término coristoma, que connota una neoplasia, otorga al resto heterotópico
una gravedad más allá de su importancia normal trivial.
CARACTERISTICAS DE N EOPLASIAS MALIGNAS Y BENIGNAS
Diferenciación y anaplasia. Diferenciación y anaplasia se refieren sólo a las células parenquimatosas que forman los
elementos transformados de las neoplasias. La diferenciación de células parenquimatosas hace referencia al grado en el
que se asemejan a sus antepasados normales, morfológica y funcionalmente. La estroma que proporciona el aporte
sanguíneo es fundamental para el crecimiento de los tumores, pero no ayuda a separar entre benignos y malignos. Sin
embargo, el volumen de tejido conjuntivo de la estroma determina la consistencia de una neoplasia. Algunos cánceres
tienen una estroma fibrosa densa y abundante (desmoplasia), haciendo que sean duros, los denominados tumores escirros.
Las neoplasias benignas están formadas por células bien diferenciadas que se asemejan a sus células homólogas normales.
Un lipoma está formado por células maduras adiposas cargadas de vacuolas lipídicas citoplásmicas, y un condroma está
formado por células cartilaginosas maduras que sintetizan la matriz cartilaginosa habitual, prueba de una diferenciación
morfológica y funcional. En tumores benignos bien diferenciados, las mitosis son escasas y de configuración normal. Las
neoplasias malignas se caracterizan por un amplio rango de diferenciación de células parenquimatosas, desde
sorprendentemente bien diferenciadas hasta totalmente indiferenciadas. Por ejemplo, los adenocarcinomas bien
diferenciados de tiroides pueden tener folículos de aspecto normal; a veces, es difícil diferenciarlos de proliferaciones
benignas. Entre los dos extremos se encuentran los denominados tumores moderadamente bien diferenciados. Cuanto
más diferenciada esté la célula, de forma más completa mantendrá las capacidades funcionales que se encuentran en sus
homólogas normales. Las neoplasias benignas e incluso los cánceres bien diferenciados de las glándulas endocrinas con
frecuencia elaboran las hormonas características de su origen. Los carcinomas espinocelulares bien diferenciados forman
queratina igual que los carcinomas hepatocelulares bien diferenciados forman bilis. En otros casos aparecen funciones no
previstas. Algunos cánceres pueden elaborar proteínas fetales no producidas por células comparables en el adulto. Los
cánceres de origen no endocrino pueden producir las denominadas hormonas ectópicas. Por ejemplo, ciertos carcinomas
pulmonares pueden producir corticotropina (ACTH), hormona tipo paratirina, insulina, glucagón, etc.
A pesar de estas excepciones, cuanto más rápidamente crezca y más anaplásico sea un tumor, menor es la probabilidad de que
tenga una actividad funcional especializada. De las neoplasias formadas por células indiferenciadas se dice que son
anaplásicas. La ausencia de diferenciación o anaplasia está considerada un rasgo fundamental de las neoplasias malignas.
Literalmente, el término anaplasia significa «formarse hacia atrás». Implica una desdiferenciación o ausencia de la normal
diferenciación estructural y funcional de las células sanas. Sin embargo, actualmente se sabe que al menos algunos tumores
se originan en células madre presentes ya en los tejidos; estos tumores indiferenciados se explican más por una falta de
diferenciación que por una desdiferenciación de células especializadas. Asimismo, estudios recientes indican que, en
algunos casos, durante la carcinogénesis también puede observarse una desdiferenciación de células aparentemente
maduras. Las células anaplásicas muestran un acusado pleomorfismo (acusada variación de forma y tamaño). Típicamente,
los núcleos de estas células son muy hipercromáticos (se tiñen de oscuro) y tienen un gran tamaño. La relación
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núcleo:citoplasma es a veces de hasta 1:1 (en lugar de lo normal, que es 1:4 o 1:6). En ocasiones se forman células gigantes,
considerablemente más grandes que las células vecinas y compuestas por un núcleo enorme o incluso por varios núcleos. Los
núcleos anaplásicos tienen una forma y tamaño variables y extraños. Su cromatina es de aspecto grueso y forma grumos;
asimismo, los nucléolos pueden alcanzar un tamaño sorprendente. Una característica importante es que en estas células las
mitosis son, con frecuencia, numerosas y manifiestamente atípicas. Además, por regla general, las células anaplásicas dejan
de presentar unos patrones identificables de orientación mutua (es decir, pierden la polaridad normal). A veces crecen
formando láminas, con pérdida total de estructuras comunes (formaciones glandulares o arquitectura escamosa
estratificada). La anaplasia es el peor trastorno del crecimiento celular que puede observarse en los distintos grados de
proliferación celular.
La displasia se encuentra principalmente en los epitelios. Es una pérdida de la uniformidad de las células individuales y de su
orientación arquitectural. Las células displásicas muestran bastante pleomorfismo y con frecuencia núcleos hipercromáticos
anormalmente grandes respecto al tamaño de la célula. Las figuras mitóticas son más abundantes de lo habitual, y con
frecuencia aparecen mitosis en localizaciones anormales del epitelio. En epitelio escamoso estratificado displásico, las
mitosis no están confinadas a las capas basales, donde se producen habitualmente, sino que pueden aparecer en todas las
capas e incluso en las células superficiales. Puede existir una considerable anarquía de la arquitectura. Por ejemplo, puede
perderse la maduración habitual progresiva de las células altas de la capa basal a las escamas aplanadas de la superficie y
ser sustituida por un desorden de células oscuras de aspecto basal. Cuando los cambios displásicos son marcados y afectan
a todo el espesor del epitelio, la lesión se conoce como carcinoma in situ, una fase preinvasiva del cáncer. Aunque con
frecuencia se encuentran cambios displásicos adyacentes a los focos de transformación maligna, y estudios a largo plazo
en fumadores han demostrado que la displasia epitelial casi siempre precede a la aparición del cáncer, el término displasia
sin otros condicionantes no indica cáncer y las displasias moderadas no necesariamente evolucionan hacia un cáncer. Los
cambios de leves a moderados que no afectan a todo el espesor del epitelio pueden ser reversibles y con la eliminación de
las supuestas causas, el epitelio puede normalizarse.
Velocidad de crecimiento. La mayoría de tumores benignos crecen lentamente y la mayoría de tumores malignos crecen
mucho más rápido, se extienden a nivel local y a distancia (metástasis) y provocan la muerte. Sin embargo, existen varias
excepciones a esta generalización y algunos tumores benignos crecen más rápidamente que algunos cánceres. Por ejemplo,
la velocidad de crecimiento de los leiomiomas (tumores benignos del músculo liso) de útero está influido por los niveles
circulantes de estrógenos. Pueden aumentar rápidamente de tamaño durante el embarazo y luego dejar de crecer,
volviéndose fibrocálcicos después de la menopausia. La velocidad de crecimiento de los tumores benignos puede estar
sujeta a otras influencias como la adecuación del aporte sanguíneo o limitaciones de presión. Se ha observado una reducción
súbita de adenomas hipofisarios encerrados en la silla turca. Probablemente sufren una ola de necrosis cuando el
crecimiento progresivo comprime su aporte sanguíneo. A pesar de estas salvedades y la variación de la velocidad de
crecimiento de una neoplasia a otra, es generalmente cierto que la mayoría de tumores benignos aumentan lentamente de
tamaño durante meses a años. La velocidad de crecimiento de los tumores malignos se correlaciona, en general, con su
grado de diferenciación. Es decir, los tumores de rápido crecimiento tienden a estar mal diferenciados. Sin embargo, existe
una amplia variación en la velocidad de crecimiento. Algunos crecen lentamente durante años, luego entran en una fase de
crecimiento rápido, que indica la aparición de un subclón agresivo de células transformadas. Otros crecen de forma
relativamente lenta y constante y existen casos excepcionales en los que el crecimiento está prácticamente paralizado. Aún
más raramente, algunos cánceres (en concreto, coriocarcinomas) han desaparecido espontáneamente al estar totalmente
necróticos, dejando sólo implantes metastásicos secundarios. A pesar de estas rarezas, muchos cánceres crecen
progresivamente, algunos lentamente, otros rápidamente, pero el concepto de que «nacen cuando menos se espera» no es
cierto. Muchas líneas de pruebas experimentales y clínicas muestran que muchos cánceres, si no todos, tardan años y, a
veces, décadas en evolucionar a lesiones clínicamente manifiestas. Los tumores malignos de rápido crecimiento con
frecuencia contienen áreas centrales de necrosis isquémica porque el aporte sanguíneo tumoral, derivado del huésped, no
consigue seguir el ritmo de las demandas de oxígeno de la masa celular en expansión.
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Células madre y líneas de células cancerosas. Un tumor clínicamente detectable contiene una población de células
heterogénea y originada a partir del crecimiento clonal de una sola célula primitiva. Se ha emitido la hipótesis de
que esta población celular contiene unas células madre cancerosas que, análogamente a lo que ocurre con las
células madre de los tejidos, presentan la capacidad de dar inicio y sostener el crecimiento del tumor.
Recientemente se han identificado células madre cancerosas (denominadas también a veces «células iniciadoras
de tumores») en el cáncer de mama, el glioblastoma multiforme (un tumor cerebral) y la leucemia mieloide aguda.
Así, unas terapias que aniquilasen de forma eficiente sólo a la progenie de las células madre cancerosas dejarían
intactas células capaces de regenerar el tumor.
Invasión local. Una neoplasia benigna se mantiene localizada en su lugar de origen. No tiene la capacidad de infiltrar, invadir
ni metastatizar a distancia, como la neoplasia maligna. Por ejemplo, dado que fibromas y adenomas se expanden
lentamente, la mayoría se desarrollan en una cápsula fibrosa cerrada que los separa del tejido del huésped. Esta cápsula
probablemente deriva de la estroma del tejido del huésped a medida que las células parenquimatosas se atrofian por la
presión del tumor en expansión. La estroma del propio tumor también puede contribuir a la cápsula. Sin embargo, debe
resaltarse que no todas las neoplasias benignas están encapsuladas. Por ejemplo, el leiomioma de útero está finamente
delimitado del músculo liso circundante por una zona de miometrio normal comprimido y atenuado, pero no existe ninguna
cápsula bien desarrollada. No obstante, existe un plano de escisión bien definido alrededor de estas lesiones. Algunos
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tumores benignos no están encapsulados ni bien definidos; esto es especialmente cierto para algunas neoplasias benignas
vasculares de la dermis. Estas excepciones se señalan sólo para destacar que aunque la encapsulación es la regla en los
tumores benignos, la ausencia de cápsula no implica que un tumor sea maligno. Los cánceres crecen progresivamente por
infiltración, invasión, destrucción y penetración del tejido circundante. No desarrollan cápsulas bien definidas. Sin embargo y
ocasionalmente, un tumor maligno de crecimiento lento aparentemente está recubierto por la estroma del tejido
circundante del huésped, aunque el examen microscópico normalmente muestra unas patas finas tipo cangrejo que
penetran en el borde e infiltran las estructuras adyacentes. El modo de crecimiento infiltrante hace que sea necesario
extirpar un amplio margen de tejido normal circundante cuando se intenta la extirpación quirúrgica de un tumor maligno.
Los anatomopatólogos quirúrgicos examinan cuidadosamente los bordes de los tumores resecados para garantizar que no
tienen células cancerosas (bordes limpios). Después del desarrollo de metástasis, la invasión local es la característica más
fiable que diferencia entre tumores benignos y malignos.
Metástasis. El término metástasis connota el desarrollo de implantes secundarios discontinuos con el tumor primario, en
tejidos alejados. Las propiedades de invasión y, aún más, de metástasis, identifican de forma inequívoca una neoplasia
como maligna, como ninguno de los demás atributos de un tumor. Sin embargo, no todos los cánceres tienen la misma
capacidad para metastatizar. En un extremo se encuentran los carcinomas basocelulares de la piel y la mayoría de tumores
primarios del sistema nervioso central que son muy invasivos en el foco primario de origen, pero que raramente
metastatizan, y en el otro extremo, los sarcomas osteógenos (hueso) que normalmente ya han metastatizado a los
pulmones cuando se descubren por primera vez. Aproximadamente, un 30% de los pacientes recién diagnosticados con
tumores sólidos (excluidos cánceres de piel distintos a los melanomas) presentan metástasis clínicamente manifiestas, otro
20% tiene metástasis ocultas en el momento del diagnóstico. En general, cuanto más anaplásica y grande es la neoplasia
primaria, mayor es la probabilidad de que se produzcan metástasis; sin embargo, abundan las excepciones. Se sabe que
cánceres extremadamente pequeños metastatizan y, por el contrario, algunas lesiones grandes y de mal pronóstico pueden
no diseminar. La diseminación perjudica claramente, si no excluye, la posibilidad de curación de la enfermedad, de forma
que es evidente que, a falta de prevención del cáncer, no hay nada que beneficie más a los pacientes que los métodos para
prevenir las metástasis. Las neoplasias malignas diseminan por una de tres vías:
1.
2.
3.
Siembra en cavidades corporales: se produce cuando las neoplasias invaden una cavidad corporal natural. Esta
forma de diseminación es característica de los cánceres de ovario, que con frecuencia afectan extensamente las
superficies peritoneales. Los implantes literalmente pueden anidar en todas las superficies peritoneales, aunque
sin invadir el parénquima subyacente de los órganos abdominales. Éste es un ejemplo de la capacidad de
reimplantarse en otra parte que parece distinta de la capacidad de invadir. Las neoplasias del sistema nervioso
central, como un meduloblastoma o un ependimoma, pueden penetrar en los ventrículos cerebrales y ser
transportados por el líquido cefalorraquídeo para reimplantarse en las meninges, del cerebro o la médula espinal.
Diseminación linfática: más típica de los carcinomas. Sin embargo, existen numerosas interconexiones entre los
sistemas linfático y vascular, de manera que todas las formas de cáncer pueden diseminarse por uno o los dos
sistemas. El patrón de afectación de los ganglios linfáticos depende, principalmente, del origen de la neoplasia
primaria y de las vías naturales de drenaje linfático de la zona. Los carcinomas pulmonares que se originan en las
vías respiratorias metastatizan primero a los ganglios linfáticos bronquiales regionales, luego a los ganglios
traqueobronquiales y perihiliares. El carcinoma de mama normalmente se origina en el cuadrante superior
externo y primero se disemina a los ganglios axilares. Sin embargo, las lesiones de la mama interna pueden
drenar a través de la pared torácica a los ganglios a lo largo de la arteria mamaria interna. En ambos casos,
después pueden extenderse a los ganglios supraclaviculares e infraclaviculares. En algunos casos, las células
cancerosas parecen atravesar las cadenas linfáticas en los ganglios más próximos para quedarse atrapadas en
ganglios linfáticos posteriores, las denominadas metástasis en salto. Estas células pueden atravesar todos los
ganglios linfáticos para alcanzar el compartimento vascular a través del conducto torácico. Se denomina
«ganglio linfático centinela» al primer ganglio linfático afectado, entre una agrupación regional de ganglios que
drenan la linfa procedente de un tumor primario. La biopsia de los ganglios linfáticos centinela permite
determinar el grado de extensión del tumor y también se utiliza para planificar el tratamiento.
Diseminación hematógena: de los sarcomas. Es la consecuencia más temida del cáncer, y la vía preferida por los
sarcomas, aunque también se observa en los carcinomas. Como podría esperarse, la penetración en las arterias es
más difícil que en las venas. Con la invasión venosa, las células transmitidas por sangre siguen el flujo venoso que
drena el lugar de la neoplasia, y con frecuencia las células tumorales se detienen en el primer lecho capilar que
encuentran. Dado que todo el drenaje del área porta fluye hacia el hígado y todo el flujo sanguíneo de la cava fluye
hacia los pulmones, el hígado y los pulmones son los focos secundarios afectados con mayor frecuencia en la
diseminación hematógena. Los cánceres que se originan cerca de la columna vertebral embolizan con frecuencia
a través del plexo paravertebral; esta vía se afecta probablemente en las frecuentes metástasis vertebrales de los
carcinomas de tiroides y próstata.
Muchas observaciones sugieren que la simple localización anatómica de la neoplasia y las vías naturales de drenaje venoso
no explican totalmente la distribución sistémica de las metástasis. Por el contrario, los músculos esqueléticos, aunque con
abundantes capilares, raramente son el foco de depósitos secundarios.
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EPIDEMIOLOGÍA
La epidemiología del cáncer puede contribuir en gran medida a los conocimientos sobre el origen del cáncer. Pueden
obtenerse importantes conocimientos de las causas del cáncer de estudios epidemiológicos que relacionen influencias
concretas ambientales, raciales (posiblemente hereditarias) y culturales con la aparición de neoplasias concretas. Ciertas
enfermedades asociadas a un riesgo aumentado de desarrollar cáncer (trastornos preneoplásicos) también aportan claves
a la patogenia del cáncer.
Variables geográficas y ambientales. Aunque se han realizado muchos e impresionantes adelantos en el conocimiento de
la patogenia molecular del cáncer con el análisis de cánceres hereditarios, es justo mencionar que los factores ambientales
que dan lugar a mutaciones somáticas son la causa principal de los cánceres esporádicos más comunes. Este concepto se
confirma con las diferencias geográficas en las tasas de mortalidad de formas específicas de cáncer. No son pocos los
carcinógenos ambientales. Acechan en el medioambiente, en el lugar de trabajo, en la comida y en los hábitos personales.
Pueden ser tan universales como la luz del sol, pueden encontrarse especialmente en ámbitos urbanos (p. ej., asbesto) o
limitarse a ciertas profesiones. Ciertas características de la dieta se han visto implicadas como posibles influencias
predisponentes. Entre las posibles influencias ambientales, las más estresantes son las relacionadas con los hábitos
personales, especialmente el tabaquismo y el consumo crónico de alcohol. El riesgo de cáncer de cuello de útero está
relacionado con la edad de las primeras relaciones sexuales y el número de parejas sexuales (que señalan hacia un papel
causal de la transmisión venérea de un virus oncogénico).
Edad. En general, la frecuencia de cáncer aumenta con la edad. La mortalidad por cáncer se produce con mayor frecuencia
entre los 55 y 75 años de edad; la tasa disminuye, junto con la base de la población, después de los 75 años. El aumento de
la incidencia con la edad puede explicarse por la acumulación de mutaciones somáticas asociadas con la aparición de
neoplasias malignas (descrito más adelante). El descenso de la inmunidad que acompaña al envejecimiento también podría
ser un factor. El cáncer causa un poco más del 10% de todas las muertes en niños menores de 15 años. Los principales
cánceres mortales en niños son la leucemia, los tumores del sistema nervioso central, los linfomas, los sarcomas de tejidos
blandos y los sarcomas óseos.
Herencia. Las pruebas ahora indican que existen no sólo influencias ambientales, sino también una predisposición
hereditaria para muchos tipos de cáncer, incluidas las formas más comunes. Las formas hereditarias de cáncer pueden
dividirse en tres grupos:
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Síndromes hereditarios de cáncer. incluyen varios cánceres bien definidos en los que la herencia de un único gen
mutante aumenta en gran medida el riesgo de desarrollar un tumor. Los tumores de este grupo con frecuencia se
asocian a un fenotipo de marcador específico. Pueden existir múltiples tumores benignos en el tejido afectado
Cánceres familiares. Prácticamente todos los tipos comunes de cánceres que se producen esporádicamente tienen
lugar en formas familiares. Los ejemplos incluyen carcinomas de colon, mama, ovario y cerebro. Las
manifestaciones que caracterizan los cánceres familiares incluyen edad de inicio temprana, tumores que se
originan en dos o más familiares del caso y, a veces, tumores múltiples o bilaterales.
Síndromes autosómicos recesivos de reparación defectuosa del ADN. Además de los trastornos precancerosos
heredados de forma dominante, un pequeño grupo de trastornos autosómicos recesivos se caracteriza
globalmente por una inestabilidad cromosómica o del ADN.
Síndromes paraneoplásicos adquiridos. Además de las influencias genéticas descritas anteriormente, ciertos procesos
clínicos son claros predisponentes del desarrollo de neoplasias malignas y se conocen como síndromes paraneoplásicos.
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Replicación celular regenerativa persistente (p. ej., carcinoma espinocelular en los bordes de una fístula cutánea
crónica o en una herida cutánea no curada y crónica; carcinoma hepatocelular en la cirrosis hepática).
Proliferaciones hiperplásicas y displásicas (p. ej., carcinoma endometrial en la hiperplasia endometrial atípica;
carcinoma broncógeno en la mucosa bronquial displásica de fumadores habituales).
Gastritis atrófica crónica (p. ej., carcinoma gástrico en la anemia perniciosa o después de una infección crónica por
Helicobacter pylori).
Colitis ulcerosa crónica (p. ej., incidencia aumentada de carcinoma colorrectal en la enfermedad crónica).
Leucoplasia de la cavidad bucal, vulva o pene (p. ej., riesgo aumentado de carcinoma espinocelular).
Adenomas vellosos del colon (p. ej., riesgo aumentado de transformación en un cáncer colorrectal).
La vascularización de los tumores es esencial para su crecimiento y se halla controlada por el equilibrio entre los factores
angiogénicos y antiangiogénicos producidos por las células tumorales y de la estroma.
Capacidad para invadir y metastatizar. La diseminación de los tumores es un proceso complejo que comporta una serie
de pasos secuenciales. De manera previsible, esta secuencia de pasos puede ser interrumpida en cualquier etapa por
factores relacionados con el huésped o con el tumor. Para el objetivo de la discusión, la cascada metastásica puede dividirse
en dos fases: invasión de la MEC y diseminación vascular, y alojamiento de células tumorales.
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Invasión de la matriz extracelular. Un carcinoma, primero, debe romper la membrana basal subyacente, luego
atravesar el tejido conjuntivo intersticial y, por último, acceder a la circulación por penetración en la membrana
basal vascular. Este ciclo se repite cuando embolias de células tumorales se extravasan en un foco a distancia. Por
lo tanto, para metastatizar, una célula tumoral debe pasar por diferentes membranas basales celulares, además
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de sortear al menos dos matrices intersticiales. La invasión de la MEC es un proceso activo que requiere cuatro
pasos:
o Separación de células tumorales entre sí por la cadherina-E
o Degradación de la MEC
o Unión a nuevos componentes de la MEC.
o Migración de células tumorales.
Diseminación vascular y alojamiento de células tumorales. En el torrente circulatorio, algunas células tumorales
forman embolias al agregarse y adherirse a los leucocitos circulantes, especialmente plaquetas; por lo tanto, las
células tumorales agregadas adquieren cierta protección frente a las células efectoras antitumorales del huésped.
La extravasación de células libres de tumor o embolias tumorales comporta la adhesión al endotelio vascular,
seguido de la salida a través de la membrana basal hacia el parénquima orgánico por mecanismos similares a los
incluidos en la invasión.
ASPECTOS CLINICOS DE LAS NEOPLASIAS
Aunque los tumores malignos son, desde luego, más amenazadores que los benignos, cualquier tumor, incluso benigno,
puede causar morbimortalidad. En efecto, unos y otros, pueden causar problemas por: 1) localización y compresión de
estructuras adyacentes; 2) actividad funcional como síntesis de hormonas o desarrollo de síndromes paraneoplásicos; 3)
hemorragia e infecciones cuando el tumor ulcera a través de estructuras adyacentes; 4) síntomas por rotura o infarto, y 5)
caquexia o deterioro progresivo.
Efectos del tumor sobre el huésped. La localización es fundamental en los tumores benignos y malignos. Se observa
producción de hormonas en neoplasias benignas y malignas que se originan en las glándulas endocrinas. Un tumor puede
ulcerarse a través de la superficie, con la hemorragia consiguiente o una infección secundaria.
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Caquexia del cáncer. Muchos pacientes con cáncer sufren una pérdida progresiva de grasa corporal y masa magra,
además de debilidad profunda, anorexia y anemia, conocido como caquexia. Existe cierta correlación entre el
tamaño y el grado de diseminación del cáncer y la gravedad de la caquexia. Sin embargo, ésta no está causada
por las demandas nutricionales del tumor. Aunque los pacientes con cáncer con frecuencia están anoréxicos, las
pruebas actuales indican que la caquexia es consecuencia de la acción de factores solubles, como las citocinas
producidas por el tumor y el huésped más que de una reducción de la ingesta alimentaria. En pacientes con cáncer,
el gasto calórico sigue siendo alto y el ritmo metabólico basal aumenta, a pesar de una menor ingesta de alimentos.
Síndromes paraneoplásicos. Los complejos de síntomas que se producen en pacientes con cáncer y que no
pueden explicarse fácilmente por la diseminación local o a distancia del tumor o por la elaboración de hormonas
naturales al tejido de origen del tumor se conocen como síndromes paraneoplásicos. Aparecen en el 10-15% de
los pacientes con cáncer y es importante identificarlos por varias razones:
a. Pueden ser la primera manifestación de una neoplasia oculta.
b. En pacientes afectados, pueden ser un problema clínico significativo e incluso pueden ser mortales.
c. Pueden parecer una enfermedad metastásica y confundir el tratamiento.
Los síndromes más comunes son hipercalcemia, síndrome de Cushing y endocarditis trombótica no bacteriana;
las neoplasias asociadas con mayor frecuencia a estos y otros síndromes son los cánceres de pulmón y mama y las
neoplasias hematológicas. La hipercalcemia en los pacientes con cáncer es multifactorial, pero el mecanismo más
importante es la síntesis de proteína relacionada con la paratirina (PTHrP) por las células tumorales. También
intervienen otros factores derivados de los tumores, como TGF-_, un factor polipeptídico que activa osteoclastos,
y la forma activa de la vitamina D. Otro posible mecanismo de la hipercalcemia es una enfermedad ósea
metastásica osteolítica, pero debe observarse que la hipercalcemia debida a metástasis óseas no es un síndrome
paraneoplásico. El síndrome de Cushing como fenómeno paraneoplásico suele relacionarse con la producción
ectópica de ACTH o polipéptidos similares a ACTH por las células cancerosas, como sucede en los cánceres de
células pequeñas de pulmón. A veces, un tumor induce varios síndromes a la vez. Por ejemplo, los carcinomas
broncógenos pueden elaborar productos idénticos o que tienen los efectos de la ACTH, vasopresina, paratirina,
serotonina, gonadotropina coriónica humana y otras sustancias bioactivas. Los síndromes paraneoplásicos
también pueden manifestarse como una hipercoagulabilidad que produce trombosis venosa y endocarditis
trombótica no bacteriana. Otras manifestaciones son acropaquia y osteoartropatía hipertrófica en pacientes con
carcinoma de pulmón. Otras se describen al considerar los cánceres de varios órganos del cuerpo.
Gradación y estadificación del cáncer. La gradación de un cáncer intenta establecer cierto cálculo de su agresividad o nivel
de malignidad según la diferenciación citológica de las células tumorales y el número de mitosis en el tumor. El cáncer puede
clasificarse como de grado I, II, III o IV, según el grado creciente de anaplasia. Los criterios de los grados individuales varían
con cada tipo de neoplasia, por lo que no se detallan aquí. Los problemas para establecer criterios claros han dado lugar en
algunos casos a caracterizaciones descriptivas (p. ej., «adenocarcinoma bien diferenciado sin signos de invasión vascular o
linfática» o «sarcoma muy anaplásico con invasión vascular extensa»). La estadificación de los cánceres se basa en el tamaño
de la lesión primaria, su grado de diseminación a los ganglios linfáticos regionales y la presencia o ausencia de metástasis.
Esta evaluación normalmente se basa en el examen clínico y radiológico (tomografía computarizada y resonancia
magnética) y, en algunos casos, la exploración quirúrgica. Actualmente se utilizan dos métodos de estadificación: el sistema
TNM (T, tumor primario; N, afectación de ganglios linfáticos regionales; M, metástasis) y el sistema AJC (American Joint
Committee). En el sistema TNM, T1, T2, T3 y T4 describen el tamaño creciente de la lesión primaria; N0, N1, N2 y N3 indican
la afectación ganglionar progresiva; y M0 y M1, ausencia o presencia de metástasis a distancia. En el método AJC, los
cánceres se dividen en estadios 0 a IV, que incorporan el tamaño de las lesiones primarias y la presencia de diseminación
ganglionar y de metástasis a distancia. En capítulos posteriores se citan ejemplos de la aplicación de estos dos sistemas de
estadificación. Merece la pena mencionar que en comparación con la clasificación, se ha demostrado que la estadificación
tiene un valor clínico mayor.
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