Subido por Celeste Arbeleche

Maquiavelo en el aula

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Maquiavelo en el aula:
La política como herramienta didáctica.
“Tenemos tanta prisa por hacer,
escribir y dejar oír nuestra voz en el silencio
de la eternidad, que olvidamos lo único
realmente importante: vivir”.
R. L. Stevenson
Durante los últimos 5 años, la materia Formación Ética y Ciudadana se basó en
crear las condiciones para que nuestros estudiantes tengan una formación político
filosófica que les facilite ingresar a la esfera política con un mayor caudal formativo e
informativo. Uno de los puntos básicos de trabajo, en el primer trimestre de cursada, ha
sido el libro “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo. La importancia de la lectura de este
libro radica en su particularidad: se considera a Maquiavelo como uno de los teóricos
políticos más notables del Renacimiento, pues con su aporte se abre camino a la
modernidad en su concepción política y a la reestructuración social.
Esta obra nos propone cuál ha de ser el príncipe o gobernante ideal. Su correlato
en los hechos de la época en la que fue escrito nos lleva a ver como Maquiavelo se
obsesiona sobre todo con cómo ha de ser el caudillo que logre la unidad e
independencia de Italia, víctima de numerosas intrusiones exteriores y divisiones
internas en múltiples repúblicas que luchan celosamente entre sí.
El término del sentido común “maquiavélico” remite generalmente a una
concepción negativa de la política. Es injustamente sindicada a Maquiavelo la frase “El
fin justifica los medios”, cosa que nunca ha sido mencionada por el autor. Es
mundialmente conocida la recompensa que está dispuesto a brindar el semiólogo
italiano Umberto Eco a quien logre encontrar dicha frase en cualquiera de las obras del
florentino.
La contribución fundamental del pensamiento de Maquiavelo a la doctrina
política, sea de su época y por añadidura a la posteridad, fue la separación de la ciencia
política de la moral y la religión. Establece que la conducta práctica del político se ha de
desarrollar al margen de consideraciones teóricas fuera de la realidad. La obsesiva
persecución del poder y del prestigio costara lo que costara, con independencia de
consideraciones éticas que se posponen a ese fin, ya que el fin importa más que los
medios.
El político, para gobernar a los hombres, ha de disciplinarlos. Para ello debe
conseguir prestigio y autoridad mediante el uso la fuerza, lo que exige prescindir de
consideraciones éticas y usarlas solamente como apariencia, de forma que se establece
como principio supremo la razón de estado: el objetivo del Estado es su propia
supervivencia, y ésta puede llegar a legitimar un mal menor a costa de evitar un mal
mayor. Eso viene a suponer que la mentira es la conducta política menos mala y que el
asesinato político queda autorizado si es encubierto y con ello se logra que un número
mayor de personas no muera.
Al proyectar el espectro de un florentino del siglo XVI a las aulas del siglo XXI,
nos encontramos con un pensamiento político que goza de una actualidad por momentos
aterradora. Esto conduce directamente al juego con la cotidianeidad de nuestros
estudiantes. Nos permite reeditar en las aulas el dilema ético que representa la obra, la
polémica de cómo debe ser la nación ideal, como las instituciones deben actuar, siempre
en constante contacto con la realidad.
Es así como hemos seleccionado diferentes sucesos contemporáneos –que, en
líneas generales, coexisten con el momento de la cursada de la materia- en donde no
cabe otra posibilidad que hacer a nuestros estudiantes trabajar con fuentes primarias,
como lo son los diarios y revistas.
Uno de los principales objetivos de trabajar “El Príncipe” ha sido mantener la
dinámica de la vida fuera de la escuela adentro del aula. Entendiendo esto como la
posibilidad de traer a clase las vivencias y estrategias cotidianas frente a los temas
políticos de la sociedad en la que nos desenvolvemos.
Uno de los ejemplos citados ocurrió durante la elección del sucesor del Sumo
Pontífice Juan Pablo II. En general, nuestros estudiantes desconocían las estructuras de
la Iglesia Católica, con lo que se hizo necesario entender los entramados de poder
existentes para poder llegar a aplicar la lógica de Maquiavelo al caso mencionado. Las
dudas, las votaciones y el rol estratégico del Príncipe de la Iglesia nos llevó
directamente al análisis de los Principados Eclesiásticos que propone Maquiavelo, así
como también su visión de la política temporal de la Vicaría de Roma en la época en la
que “El Príncipe” fue escrito, plasmado en el Capítulo XI.
La influencia política del pensamiento maquiavélico llega hasta nuestras costas,
cuando analizamos los sucesos del 22 de mayo de 1810, en donde el Obispo Lué y
Riega, máximo representante eclesiástico en el Virreinato del Río de la Plata sopesa las
posibilidades de mantener el poder de la Corona Española en estas tierras, frente a la
ofensiva rousseauniana de patriotas como Moreno, Castelli, Paso o Belgrano, que
acosaban con dejar sin efecto el poder religioso. Trabajamos para ello con el “Decreto
de Supresión de Honores” de Moreno, para poder ejemplificar y tomar ciertos puntos de
contacto, logrando un ida y vuelta histórico entre el pasado -1513 para “El Príncipe” y
1810 para Argentina- y el entonces presente –la elección del sucesor de Pedro.
Como ha sido habitual en esta materia, el cine nos presta ayuda para poder
plasmar la historia, la política, la épica y la identidad en imágenes. Películas como V de
Venganza, El Ciudadano Bob Roberts, Juego de Poder, Equilibrium, Enrique V o El
Ciudadano nos facilitaron las líneas de continuidad requeridas para el anclaje preciso
con el texto del ilustre pensador del Siglo XVI.
Nuestros estudiantes encuentran en este recurso las herramientas necesarias para
comprender mejor las páginas de “El Príncipe”, por momentos plagadas de ejemplos
históricos que dificultan la simple lectura de la fuente elegida. El rol del docente,
entonces, consiste en articular las películas y el libro, diferenciando los ejemplos de los
conceptos, de manera de poder facilitar el aprendizaje y el reconocimiento de la
importancia de formarse políticamente, ya que, como plantea Maquiavelo, el vulgo –por
definición, desinformado y no participante- está allí esperando para ser dominado.
Finalmente, nuestra vocación última es concientizar a nuestros estudiantes de la
necesidad de informarse y sentirse partícipe de la suerte política de su terruño.
Lic. Martín Leguizamón – Lic. Juan Pablo Todaro
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