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Los liberales en México del siglo diecinueve y la emancipación de la mujer

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Los liberales en México del siglo diecinueve y la emancipación de
la mujer
Martín Gerardo Ángeles Vera
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
En este trabajo de investigación se indagara la ideología, junto con los argumentos
valorativos, que los liberales mexicanos del siglo XIX tenían sobre el papel de la
mujer en la sociedad de su época. Después de su triunfo militar contra los
conservadores, a mediados del siglo antepasado y el establecimiento del a
República Restaurada encabezada por Benito Juárez, los liberales buscaron ganar
la batalla ideológica estableciendo las doctrinas liberales, entre otros instrumentos,
por medio de la prensa afín a su pensamiento. Uno de los periódicos más
influyentes fue el Monitor Republicano, referente de esta investigación.
¿Cuál era la posición de los liberales frente a la condición social de la mujer? A
pesar de que la igualdad en todos los sentidos entre los miembros de la sociedad
era y es una de las matrices centrales de su ideología, en cuanto a la igualdad de
oportunidades entre los hombres y las mujeres contradiciendo sus doctrinas los
liberales no apoyaron esta igualdad. Sus argumentos no contenían una base
racional, contradiciendo otra de sus matrices, sino se basaban en determinismos
biológicos; esto es, en diferencias naturales entre ambos sexos. Una concesión
que aportaron en esta discusión podría ser su lucha porque las mujeres
participaran en el mercado laboral con remuneración económica, pero en puestos
en donde se explotara su “sensibilidad femeninas” (ejemplo: maestra, enfermera,
cocinara.etc.) sin competir con los hombres en trabajos en donde la fuerza física, y
las decisiones frías y calculadoras, eran un factor decisivo. En un naciente
capitalismo nacional que requería de una fuerza laboral libre era importante para
los triunfantes liberales la participación de la mujer.
Para el análisis de la ideología liberal en el tema (la emancipación de la mujer) se
recurrió al método análisis del discurso semiótico, bajo las siguientes premisas:

Al historificar los contenidos de la prensa no bastan con centrar la atención
en el discurso periodístico aislado, sino es necesario ubicarlo dentro del
marco de la comunicación social de la época a la que pertenece y al
contexto histórico en el cual se da el fenómeno comunicacional.

En cuanto al discurso periodístico en sí, se elaboró una metodología que
permitió conocer realmente la ideología vertida en los textos, mediante un
análisis de los aspectos de la realidad social donde han centrado su
atención; y el tratamiento dado a dichos aspectos de la realidad.

La significación es un concepto fundamental, pues nos permitió la inventio
(selección de los argumentos) utilizados para convencer a su público, sean
de carácter éticos morales, biológicos, etc.
Las palabras claves son: emancipación de la mujer, ideología liberal, historia del la
Prensa, metodología para el análisis de discursos periodísticos
Aspectos Metodológicos
Desde su aparición en el ámbito social en el siglo XV, la labor periodística se
consideró como una más de las fuentes de la disciplina científica de la Historia,
esto es, como una herramienta de los historiadores modernos. Sin embargo, esta
situación impuesta a los acervos hemerográficos que se han formado a través del
tiempo no está libre de problemas para los estudiosos que los han utilizado como
fuente privilegiada de información.
Uno de los problemas más importantes es que la información que han publicado
los periódicos no ha sido imparcial y objetiva (no lo ha sido ni lo será en el futuro).
“Ello es debido a que todos los órganos de prensa poseen un bagaje ideológico
implícito que constituye el código básico de su contenido, por lo cual son medios
de formación y de presión ideológica, o sea instrumentos de persuasión.” (Leo; 4;
1982) Esta situación se agudiza sí la información es de carácter política y estará
condicionada tanto en el plano de la expresión como en el contenido.
La problemática sería: ¿cómo lograr que los mensajes contenidos en los
periódicos se convierta en información viable para el análisis histórico y, además,
que sirvan en la necesidad de historificar las publicaciones periódicas que han
influido política, social y económicamente en el devenir cronológico de las
formaciones sociales?
Las dos anteriores cuestiones plantean un problema metodológico. Éste debe
ayudar a establecer el estudio del periodismo “como una entidad coherente y
suficiente por sí mismo”, (Romero; 100; 2009), y no como se ha hecho hasta la
fecha con la historia del periodismo mexicano: una historiografía o simple
compendio de datos. Es necesario historificar las publicaciones que nos hemos
propuesto estudiar, en el marco más amplio de la comunicación social de la época
a la que pertenecen, para poder evaluar el grado de eficacia que tuvieron en la
difusión de propuestas ideológicas (Moreno; 271; 1989). Esto es, contextualizar a
los medios impresos en su marco histórico, así como sus relaciones con otros
actores políticos, sociales y económicos y la influencia que ejercieron en sus
lectores.
Por otro lado, que nos permita conocer realmente las propuesta ideológicas
vertidas por la publicaciones que estudiemos: “Que nos permita conocer: a) qué
han dicho esas publicaciones, es decir, qué diferente tratamiento se ha dado a
esos diversos aspectos de la realidad social han centrado su atención: b) y cómo
lo han dicho, es decir, que diferente tratamiento se ha dado a esos diversos
aspectos de la realidad social que han destacado…” (idem), así como lo valores y
las lógicas que han utilizado en sus argumentos.
Ambos ángulos de análisis son importantes. Son interdependientes y no pueden
verse como dos entes separados; uno y otro se apoyan mutuamente.
El segundo ángulo es el más importante, tanto para el presente ensayo así como
para hacer viable el periodismo como una fuente útil para la historia moderna. No
tan sólo para tomar el contenido concreto, el dato duro, sino las propuestas de
lectura de la realidad social que esta publicaciones han hecho a sus posibles
lectores; estos es, su ideología.
Sin embargo, esta lectura de la realidad social no debe quedarse en un análisis
crítico por parte del historiador o investigadores sobre la prensa, sino utilizar el
análisis del discurso semiótico, para alcanzar la cientificidad.
Para esta investigación, se tomó la conceptualización de Teun A. van Dijk, quien
define el análisis del discurso en donde no tan sólo debería estudiarse la forma, el
significado y los procesos mentales del discurso sea cual sea presentación, sino
también “como estructura y jerarquías complejas de interacción y prácticas
sociales, incluyendo sus funciones en el contexto, la sociedad y la cultura” (Dijk;
26; 2000).
Entendiendo el discurso como una estructura formada por diferentes elementos y
las relaciones que éstos establecen entre sí, el discurso consta de tres momentos
principales: la inventio (selección de los argumentos), la dispositio (organización
de lo que se dirá) y la elocutio (añadidura de la ornamentación).
Del primero, la búsqueda de los argumentos por parte del emisor tiene dos
objetivos: convencer y conmover. Para lograr el primero se recurre a la lógica y/o a
las evidencias empíricas o pruebas. Para conmover, que es el más socorrido en
la difusión de la ideología, se utiliza los valores morales, el chantaje, la tradición,
etc. (Loe; 7 y 8; 1982) En este trabajo se analizaron los argumentos y sus dos
objetivos: convencimiento y conmover.
Marco Histórico
Como se mencionó más arriba, a pesar de que la doctrina liberal establecía la
igualdad y la libertad individual entre todos los miembros de la sociedad, como
basamentos de su estructura, en cuanto a la relación entre los hombres y mujeres
los liberales mexicanos del siglo XIX, después de su triunfo militar sobre los
conservadores, no apoyaban la emancipación de la mujer de forma completa y
con igualdad en comparación con la de los hombres.
Con esta hipótesis, se tomó como muestra un artículo publicado en el periódico
liberal del siglo XIX El Monitor Republicano, de la edición del 13 de diciembre de
1873, número 298. Aún cuando por sí sólo no sea una muestra representativa
para conocer la posición de los liberales mexicanos sobre la emancipación de la
mujer, sin embargo, las características del mismo pueden representar a
aproximación certera del tema. La primera, es un largo artículo de dos mil 450
palabras, inserto en la página 2 y que ocupa casi la mitad de la plana. Con el título
“La emancipación de la mujer”, está firmado con un seudónimo (Raquel);
costumbre muy arraigada en el siglo XIX a causa de los enfrentamientos entre
liberales y conservadores por imponer un modelo de país (Ángeles; 10; 2003).
Pero en la época en que surge a la luz el artículo esta costumbre pierde vigencia,
a causa del triunfo de los liberales y la restauración de la República.
El Monitor Republicano; periódico Liberal
El Monitor Republicano fundado en 1844 y dirigido por el pachuqueño don Vicente
García Torres, fue un innovador del periodismo mexicano, pues trataba de política,
literatura, comercio, sociología y poseía ya publicidad. En él colaboraban muchos
de los que trabajaban también para El Siglo XIX y otros diarios, como: Manuel
Payno, José María Iglesias, José María Lafragua, Vicente Segura, Guillermo
Prieto, Ignacio Ramírez, Manuel María de Zamacona y Francisco Zarco, entre
otros. Era un periódico liberal, tanto por su nombre y, sobre todo, por sus
colaboradores. Dentro del marco histórico donde nace el Monitor, el país se vio
inmerso en una época turbulenta enmarcada en la lucha política-militar que duró
50 años, después de la consumación independencia; el periodismo no estuvo
ajeno a esta situación. El tipo de periodismo que surgió fue uno partidista, ubicado
en uno de los dos bandos en pugna; un periodismo que hizo a un lado la
información para mayoritariamente ser de opinión, en defensa de sus ideales. Tal
como lo propone María del Carmen Ruíz Castañeda en esta etapa histórica de
México fue el periodismo político el predominante.
“Ha quedado demostrada la importancia de nuestro periodismo
político y las posibilidades que ofrece a una investigación
cuidadosa y sistemática”
“Esta género, que en su época llenó una necesidad imperiosa de
orden social, nos pone en contacto directo con la evolución del
pensamiento político mexicano”. (Ruíz; 201;)
Además, agrega la investigadora, fueron los literatos de la época, las grandes
plumas y pensadores los que se pusieron el servicio de las causas, no como un
medio de lucro, sino como un apostolado. Así fue El monitor Republicano que
abrazó las causas liberales y sobrevivió después del triunfo liberal; desapareció,
en 1896 con el surgimiento de El Imparcial, el primer periódico de tipo empresarial
que cambió la forma de ejercer el periodismo en el país, con el cual el primero no
pudo competir.
En el año en que se publica el artículo analizado (1873) el país vivía la etapa
conocida como la República Restaurada. Este periodo histórico comprende de
1867 y hasta que se inicia la dictadura porfirista en 1876. Esta década es
considerada por los historiadores (Daniel Cosío Villegas, Luis González, entre
otros) como la más trascendente para el posterior desarrollo nacional, ya que en
ella se establecieron los cimientos del México moderno. Además de que, después
de vagar por muchos años sin rumbo fijo, la nación tuvo un proyecto definido por
las mentes de los liberales seguidores de Juárez. Durante esos diez años
disminuyeron las pugnas guerreras gracias al triunfo, en el campo militar, de los
liberales. Pero sobre todo, debido al cansancio de la población después de tantos
años de constantes guerras.
Decrecido el ímpetu militarista, las pugnas se constriñeron al campo de la palabra
escrita. Los periódicos se afianzaron como el lugar en donde se dirimieron los
planteamientos ideológicos y los problemas nacionales. Durante la República
Restaurada se vivió un hecho relevante, aunque no inédito hasta ese momento en
la vida pública del país: después del triunfo liberal, la relativa pacificación permitió
que florecieran las ideas en la lucha por el arribo al mandato político y el campo de
batalla fue fundamentalmente en los medios impresos.
Sin embargo, sólo una minoría ilustrada defendía, pregonaba y practicaba la
incipiente democracia y el ideario de las libertades que se expresaban en la
prensa; una inmensa masa de la población mexicana, analfabeta y con
costumbres ancestrales, no participaba en las nuevas reglas democráticas,
haciéndose escuchar por medio de las rebeliones armadas, sobre todo en el
medio campesino e indígena, que les permitiría recuperar sus tierras.
Previo al triunfo de los liberales y la consolidación de la República Restaurada, los
medios impresos jugaron un papel importante en el enfrentamiento entre ambos
grupos políticos. En plena República, el periodismo tomó un rol preponderante en
la lucha ideológica. Tan es así, que durante los gobiernos juaristas surgieron más
periódicos que en cualquier época anterior. (Ruíz; 201- 205)
Análisis Semiótico
Al revisar las bases fundacionales de la doctrina liberal (Reyes Heroles; el
liberalismo Mexicano) no se encuentra una referencia específica sobre la igualdad
en hombre y mujeres. Sin embargo antes del mencionado artículo ya existían
discusiones sobre el tema en la sociedad mexicana. “Tradicionalmente se
sostiene que las mujeres no tienen capacidad para los estudios profundos, como
los de la filosofía” (Hierro; 56; 1981). En el artículo analizado se menciona, en el
primer párrafo, antecedentes:
“Hace tiempo que algunas amigas me piden escriba algo sobre este
asunto, lectoras mías, pero como son tantos hoy los partidarios
intransigentes de la emancipación femenina, siempre he rehuido
decir mi opinión y he guardado prudente silencio. Mas hoy, me ha
ocurrido escribir el folletín sobre este asunto y no vacilo un instante
en hacerlo, á pesar de tener tantos contrarios, pues esgrimiendo el
arma poderosa de la verdad, no temo sus injustos y apasionados
ataques”.
Para el análisis del discurso periodístico fueron dos los sintagmas utilizados: ellos
son los argumentos (inventio), uno es para convencer y el otro para conmover. En
el siguiente cuadro se enumerar los seleccionados:
No
1
Sintagmas
Argumentos
Convencer
“Es injusto esclavizar la mujer, negarle sus derechos, y sumirla
en las tinieblas de la ignorancia, pero debe cada una ser educada
según la esfera en que ha de vivir y no entregarla al estudio de la
ciencia que seca la rica savia de su corazón.”
2
“No pretendo negar que el sexo femenino sea apto para los
estudios serios y que su inteligencia es vasta y capaz de
comprender como el hombre las más obscuras y difíciles
cuestiones; no niego su inspiración, su talento, su despejo, pero
sí que haya nacido para echar a borbotones la erudición y la
ciencia.”
3
“Dirán que han existido célebres reinas, mujeres extraordinarias
por su saber y su inteligencia, famosas guerreras y heroínas
admirables; es cierto, pero son excepcionales y si las admiro, si
las aplaudo, no por eso quiero que tengan imitadoras.”
4
“Emancipar a la mujer es lo mismo que destruir la familia.”
5
“Para la mujer emancipada no habría esposos. Ningún hombre
querría declinar sus derechos, …”
1
Conmover
“No se niegue la debilidad de la mujer, porque es evidente que
existe; su organización es delicada, su corazón más sensible, su
alma mucho más tierna, y Dios la formó toda para el amor, para
la poesía, para la vida del hogar.”
2
“El tipo de la mujer varonil me es altamente repulsivo y
antipático.”
3
“… la mujer de talento quiere que su marido valga más que ella
para ser la primera que le tribute culto silencioso de admiración,
y si a esta mujer la llenan de ciencia, si son sus conocimientos
tan castos como los del hombre, ¡a quién hallara digno de su
amor?”
4
“Pues bien, dejémosla que asista a cátedras, que eleve su
acento sonoro en las salas del congreso (esto sería divino), en
los tribunales de justicia, muy bien; ¿y qué será del hogar, del
marido, de los hijos?...”
5
“El hombre, ( ) ¿verá gustoso que su consorte esté en la calle
todo el día, porque así lo reclamen sus deberes, salga y entre a
cualquiera hora del día y de la noche para visitar enfermos o para
discutir trascendentales y áridas cuestiones económicas, políticas
y sociales? ¿no morderá su corazón el gusano de los celos? ¿no
hallará desierto y frio aquel ligar que debe ser santuario del amor
y puerto de reposo en las tempestades de la vida?”
“¿No valía más que la dejasen gozar de su libertad y de su
tranquilo sosiego, que consumirla en vigilias y afanes que para
nada la han de servir luego, gracias al egoísmo del hombre que
no le agrada separarse de ella ni verla consagrada a otros
trabajos que los de su familia?”
“Y este egoísmo es el que creo más justo y disculpable.”
6
“¿Y los hijos? ¿qué será de las pobres criaturas entregadas al
cuidado frio y mercenario de una mujer indiferente, lejos del seno
materno, sin el calor de su ternura, sin la dulce vigilancia de su
amor? ¿Qué será de esos ángeles sin protección, sin apoyo,
educados por mujeres groseras y torpes, escuchando un
lenguaje vulgar y adquiriendo sentimientos e ideas mezquinas y
sucias?”
7
“Pretenden muchos que la mujer emancipada no tendría una
necesidad, de casarse y que tal vez la ciencia secaría en su
alma la fuente inagotable del amor. Esto sería lo más cruel que
pudiera sucederle; ¿negar a la mujer las gratas delicias amor,
que es su vida?... ¿Privarla de unir su suerte a un hombre y
crearse una familia solo por saber un poco más?”
8
“¿Qué os agrada más? Una joven de veinte años linda, fresca y
risueña que canta al niño de su amor para que duerma en sus
brazos, o un pedagogo con faldas que ensaña el griego y el
latín?...”
9
“En vez de pedir para ella lo que no se puede conseguir, clamad
para que el hombre le ceda algunas ocupaciones propias de ella
y no de él. Que venda ropa, flores, sederías; que se dejen los
trabajos sedentarios, y no se usurpen hasta la tarea propia de
ella, de lavar y aplanchar la ropa, …”
10
“Creo haberos demostrado suficientemente amigas mías, que no
es posible la emancipación de la mujer; que necesitamos el
apoyo del hombre, y que nuestra misión es la de embellecer su
vida y ser buenas y santas madres de familia.”
Como se puede apreciar, los argumentos para conmover son los predominantes
en el artículo. Además en ellos se utilizan valores, tales como: la maternidad, el
amor de las mujeres, dándole a ellas la capacidad en exclusiva de amar, la
necesidad del matrimonio como la plenitud de la mujer, en este punto, sobre todo,
se establece la necesidad de buscar la protección del hombre.
Un argumento que llama la atención es el que, defendiendo el amor maternal, se
ataque a otras mujeres, calificándolas con adjetivos tales como: mujeres groseras
y torpes, escuchando un lenguaje vulgar y adquiriendo sentimientos e ideas
mezquinas y sucias?”, indudablemente refiriéndose a las trabajadores
domésticas, que en aquella época, y actualmente, eran de las clases populares
y/o indígenas. Lo anterior presupone que sus lectores eran la clase ilustrada
liberal mexicana, los cuales sentían un desprecio hacia la indígena y popular, por
considerarlos atrasados y retrógradas.
Bibliografía
Varios Autores. Metodología de la Historia de la Prensa Española.1982, Edit.
Siglo XXI, España.
Varios autores. Historia General de México. 1986, II tomo 3° reimpr, El Colegio de
México, México.
Teun A. van Dijk. El discurso como interacción social. Vol. 2, 2000, Editorial
Gedisa, S.A., España.
Ruíz Castañeda, María del Carmen. Periodismo Político de la Reforma en la
ciudad de México 1854-1861. col. Cuadernos de Sociología, Instituto de
Investigaciones Sociales, UNAM, octubre-marzo, 1977, México.
Reyes Heroles, Jesús. El Liberalismo mexicano. 1985, FCE-SEP, Lecturas
Mexicanas 100, México.
Hierro, Graciela. De la domesticación a la educación de las mexicanas. 2° edición,
Editorial Torres Asociados, 1981, México.
Anexo
Emancipación de la Mujer
Autora: Raquel
Publicación: El Monitor Republicano. No. 298, Año XXIII, Quinta época
Página: 2
Hace tiempo que algunas amigas me piden escriba algo sobre este asunto, lectoras mías,
pero como son tantos hoy los partidarios intransigentes de la emancipación femenina,
siempre he rehuido decir mi opinión y he guardado prudente silencio. Mas hoy, me ha
ocurrido escribir el folletín sobre este asunto y no vacilo un instante en hacerlo, á pesar de
tener tantos contrarios, pues esgrimiendo el arma poderosa de la verdad, no temo sus
injustos y apasionados ataques.
Sobre la emancipación femenina he tenido largas discusiones con algunos amigos míos, y
nunca hemos podido convenir, aunque algunas veces les hemos visto vencidos.
Me preguntáis que pienso sobre ella y casi es inútil una larga explicación, porque mis
escritos os lo han dado a comprender cien veces. Voy sin embargo, á dedicar á esta cuestión
algunas páginas.
Yo no creo que la mujer deba ser emancipada y vivir libre, independiente, sin apoyo
alguno; ni soy tampoco partidaria de los que la relegan á la nulidad y la ignorancia, y la
condenan á pasar la vida entre la rueca, la aguja y la escoba. ¡No!… Por mas que algunos,
muy ligeramente por cierto, me llamen retrógrada y digan que por mis ideas pertenezco al
siglo XV, yo no quiero á la mujer ineducada, ignorante que apenas sabe leer y que no ha
sido enseñada á pensar y sentir yo no la quiero sabia, pero tampoco me agrada autómata,
necia, sin ilustración alguna.
Amo el término medio
No se niegue la debilidad de la mujer, porque es evidente que existe; su organización es
delicada, su corazón más sensible, su alma mucho más tierna, y Dios la formó toda para el
amor, para la poesía, para la vida del hogar, y aunque la educación pueda robustecerla y
darle fuerza y valor, aunque su corazón por la ciencia árida y fría, solo se alcanzará hacerle
perder su ventura y su tranquilo reposo.
Una distinguida escritora española ha consagrado un libro á este asunto y ha probado lo
ridículo de ese tipo que con razón se vitupera. Sí, lectoras, la emancipación de la mujer no
es más que un sueño.
Es injusto esclavizar la mujer, negarle sus derechos, y sumirla en las tinieblas de la
ignorancia, pero debe cada una ser educada según la esfera en que ha de vivir y no
entregarla al estudio de la ciencia que seca la rica savia de su corazón.
No pretendo negar que el sexo femenino sea apto para los estudios serios y que su
inteligencia es vasta y capaz de comprender como el hombre las más obscuras y difíciles
cuestiones; no niego su inspiración, su talento, su despejo, pero sí que haya nacido para
echar a borbotones la erudición y la ciencia.
El tipo de la mujer varonil me es altamente repulsivo y antipático.
Dirán que han existido célebres reinas, mujeres extraordinarias por su saber y su
inteligencia, famosas guerreras y heroínas admirables; es cierto, pero son excepcionales y si
las admiro, si las aplaudo, no por eso quiero que tengan imitadoras. Más que Juana de Arco,
ya os lo he dicho, Vale a mis ojos una humilde hermana de la caridad.
La mujer mientras es más ilustrada desea con más ardor que su marido sea inteligente y
lleno de erudición; quiere tener que admirarle, que respetar en él cierta superioridad natural
que no es tiranía ni despotismo cuando la suaviza el amor; quiere verlo grande, elevado,
digno, y no pretendo en manera alguna igualarle, porque es muy dulce la dicha de ser
protegida y muy árida la misión de protectora; la mujer de talento quiere que su marido
valga más que ella para ser la primera que le tribute culto silencioso de admiración, y si a
esta mujer la llenan de ciencia, si son sus conocimientos tan castos como los del hombre, ¡a
quién hallara digno de su amor? ¿Quién tendrá sobre ella ese dulce dominio que busca, que
ama sin cesar y sin el cual no puede ser dichosa?
Emancipad a la mujer; abridlo el templo de las ciencias; dejadla escalar los más altos
puestos de la sociedad y convertidla en médico, abogada, ingeniera o política. Esta mujer
así, educada, al verse con una carrera, un título adquirido después de tanto trabajo y
afanosas vigilias, es natural que quiera lucir, tender las alas de ese ingenio a que ha dado
completo desarrollo el estudio; querrá ejercer su profesión, y pretender que no lo haga, es
una injusticia notoria. Pues bien, dejémosla que asista a cátedras, que eleve su acento
sonoro en las salas del congreso (esto sería divino), en los tribunales de justicia, muy bien;
¿y qué será del hogar, del marido, de los hijos?... ¿quién se cuidará de los trabajos
domésticos que exigen continua vigilancia si se quiere evitar ruinas, dispendios y
desórdenes...?
Que lo entregue al cuidado de sus domésticos, me han dicho algunos. ¿Y esto será
conveniente? ¿Queréis que hagan los servidores asalariados, por interés, lo que las madres
no hacen por deber? Estas gentes despilfarrarán vuestros caudales, lo mirarán todo con
indiferencia y desvío, y cuando queráis pedirles cuentas de tal desorden, hallaréis que sois
los mayores culpables.
El hombre, que después de las borrascas de la sociedad, de la agitación, de la política, de
los negocios, viene a su casa y se refugia en ella como en un templo de santa paz, el
hombre, que busca el amor de una esposa y las caricias de sus hijos como alivio de sus
trabajos y penalidades, ¿verá gustoso que su consorte esté en la calle todo el día, porque así
lo reclamen sus deberes, salga y entre a cualquiera hora del día y de la noche para visitar
enfermos o para discutir trascendentales y áridas cuestiones económicas, políticas y
sociales? ¿no morderá su corazón el gusano de los celos? ¿no hallará desierto y frio aquel
ligar que debe ser santuario del amor y puerto de reposo en las tempestades de la vida?
Que elija esa mujer su profesión me han dicho otros, y esto ¿no es injusto? ¿por qué ha de
renunciar a una cosa que con tantos afanes y desvelos le hicieron adquirir? ¿para qué
estudió tantos años y vio marchitarse las flores de su hermosura y de su juventud más grata
en las salas de los hospitales, en los bancos de la Universidad o en el taller de la industria?
¿No valía más que la dejasen gozar de su libertad y de su tranquilo sosiego, que consumirla
en vigilias y afanes que para nada la han de servir luego, gracias al egoísmo del hombre que
no le agrada separarse de ella ni verla consagrada a otros trabajos que los de su familia?
Y este egoísmo es el que creo más justo y disculpable.
¿Y los hijos? ¿qué será de las pobres criaturas entregadas al cuidado frio y mercenario de
una mujer indiferente, lejos del seno materno, sin el calor de su ternura, sin la dulce
vigilancia de su amor? ¿Qué será de esos ángeles sin protección, sin apoyo, educados por
mujeres groseras y torpes, escuchando un lenguaje vulgar y adquiriendo sentimientos e
ideas mezquinas y sucias? Sus primeras sonrisas, sus primeras palabras, sus gracias
infantiles no serán para su madre, y su corazón en vez de formarle ésta, le formará una
criada zafia y tonta. ¿Creéis que aunque luego los eduquen los brillantes colegios, perderán
sin trabajo los malos hábitos adquiridos?... ¡No!... no alejéis por piedad a los niños del
regazo materno, porque serán como pobres avecillas que perdieron su nido y que quedan
expuestos a caer en garras del fiero milano.
Tan ridículo sería ver al hombre barrer, coser y dormir los chicos con su monótono canto,
como a la mujer (…) o espada, porque Dios ha puesto a cada uno en su esfera, les ha dado
sus atribuciones; les a señalado sus deberes desde el Paraíso…. Sí dijo al hombre que
trabajase, y a la que le prestase su obediencia; le formó a él fuerte, poderoso, enérgico, y a
ella dulce, amorosa, semilla, y luego los unió con el lazo indestructible del amor, aura del
cielo, flor encantadora de los obscuros desiertos del mundo.
Emancipar a la mujer es lo mismo que destruir la familia.
Para la mujer emancipada no habría esposos. Ningún hombre querría declinar sus derechos,
admitir que su mujer guiase un tren de ferrocarril, un barco; no permitiría que saliese a
cualquiera hora de la noche para visitar un enfermo, ni estaría satisfecho de verla entregada
a trabajos tan rudos como los suyos; no, lectoras mías, si algunas abrigan ilusos sueños
irrealizables de emancipación desechadlos como peligrosos para vuestra dicha, aunque
aquellos partidarios más decididos de la emancipación femenina, no quieren para esposa
una mujer varonil que maneje una espada y goce más de andar en los cafés hablando de
política que arreglar su casa y cuidar sus hijos.
Después de una larga y acalorada discusión con un joven que defiende valientemente y
palmo a palmo, como se dice vulgarmente, la emancipación de la mujer, le he preguntado.
-Y bien amigo, ¿sería vd. esposo de una señorita que pusiera en práctica sus teorías y que
en tanto que vd. escribiera versos y artículos, fuera a la audiencia a defender un pleito, o
hiciese operaciones quirúrgicas, etc?
-No! me contestó resueltamente; pero todas no habían de ser así.
-Entonces, ¿es claro que vd. buscaría un ángel del hogar, como yo las quiero, ¿no es así?
-Justamente, amiga mía.
Ya veis, pues, caras lectoras, que en vez de ganar con ser emancipadas, ibais a perder; los
hombres huirían de vosotras y tendríais que renunciar a los dulces goces del hogar.
Pretenden muchos que la mujer emancipada no tendría una necesidad, de casarse y que tal
vez la ciencia secaría en su alma la fuente inagotable del amor. Esto sería lo más cruel que
pudiera sucederle; ¿negar a la mujer las gratas delicias amor, que es su vida?... ¿Privarla de
unir su suerte a un hombre y crearse una familia solo por saber un poco más?...Oh!...
monstruosa idea!... El amor es la luz el consuelo, la mayor ventura del corazón de la
mujer!…
Ya veis que me he ocupado seriamente de este asunto y que no he buscado su lado ridículo
todavía. Es tan fácil combatirlo de ese modo!...
Yo veo también mucho egoísmo en ese empeño con que se quiere emancipar a nuestro
sexo, por más que algunos lo hacen con la mejor buena fe. Es efecto, lectoras; quizás en su
interior dice el hombre; “la mujer es una carga pesada; enseñémosla a trabajar, y que
comparta nuestras fatigas y penalidades, en vez de gastar nuestras rentas en ponerse bonita
de cintas y de moda.”
Por otra parte, ¿creéis, partidarios de la mujer emancipada, que salvo rarísimas
excepciones, ame ella el estudio de las ciencias? A los trece o quince años es la edad
conveniente para empezar a estudiar seria y formalmente; hasta entonces solo ha hecho
prepararse para empezar una carrera etc. Pues bien, a esa edad detesta los libros, piensa en
bailes, en paseos, en modas y en novios; prefiere hablar de amor y preparar la corona de
desposada a estarse estudiando matemáticas, física y otras ciencias; en fin, quiere adornar
gorritos y envolturas, extasiarse en la contemplación de una cuna que encierra sus ilusiones,
y no hojear libros de filosofía y resolver difíciles problemas.
¿Qué os agrada más? Una joven de veinte años linda, fresca y risueña que canta al niño de
su amor para que duerma en sus brazos, o un pedagogo con faldas que ensaña el griego y el
latín?...
Sería cosa de ver, dice un escritor francés, oír estas palabras “no puede darse mañana la
batalla que se tenía preparada, porque la señora generala a dado a luz un niño.”
Ya he dicho que con el ridículo, a que tanto se presta, sería muy fácil, muy fácil tarea herir
la emancipación femenina, pero no quiero hacerlo, y he preferido decir mi opinión y probar
con razones las inconveniencias que ofrece.
Educad a la mujer para esposa y para madre; si tiene talento y aplicación, si lo desea, al par
que sus deberes y tareas domésticas, que estudie música, dibujo, idiomas, historia; pero
olvidad las ciencias y dejádselas al hombre, que vale más una sabia madre que sabe coser,
bordar, amar a su esposo y educar a sus hijos, que una bachillera que hable de astronomía y
de política
En vez de pedir para ella lo que no se puede conseguir, clamad para que el hombre le ceda
algunas ocupaciones propias de ella y no de él. Que venda ropa, flores, sederías; que se
dejen los trabajos sedentarios, y no se usurpen hasta la tarea propia de ella, de lavar y
aplanchar la ropa ¿No es ridículo, no es injusto, que aprendan los hombres estas cosas y las
pobres mujeres no tengan nada que hacer?
Además de esto, que se les distribuya su trabajo con equidad y justicia, porque es duro que
un hombre gane dos duros cosiendo una pieza, y a la mujer no se le dé más de la mitad,
cuando quizás lo haga mejor que él.
Oh! cuántos oficios e industrias pudiera sin perjuicio ceder el hombre a la mujer!
E Pero si queréis una prueba más, oíd a Mad Stael, que hablando de dos apasionados suyos
dice, por boca de su Corina:
“El primero me agrado, inspirándome la alta estimación de sus excelentes prendas, pero
poco a poco fui conociendo, que no era grande ni su instrucción, ni su talento: hablando con
él, no me atrevía a manifestar todos mis alcances, temiendo deslucirle en todo; así pues,
conocéis que la estimación que me tenía, disminuía necesariamente, el día en que dejase
aquella especie de miramiento, y cierto es que a las personas que se les trata as, no se les
puede mirar siempre con entusiasmo.”
“El otro tenía mucha gracia y no menos la lento; pero, en una ocasión muy importante,
conocí que su alma carecía de fortaleza, y que en ciertas circunstancias la vida, me vería
obligada a animarle y casi a defenderle; desvanecióse con esto mi amor; pues necesitando
la mujer de ser constantemente amparada y defendida, no hay cosa que más enfríe su
pasión; que el ser preciso suceda lo contrario.”
“Cuando el espíritu fuerte, el carácter varonil y el profundo talento de Luisa Germana de
Stael, razonaban así cerca de la posición de nuestro sexo, dice una distinguida escritora,
nada tengo yo que añadir.”
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