«LOS LUJJFARDOS" Comunicación he()h'l á l~l Sociedad de Psicologla POR EL PROFfSOJ( (De la.. F~ANurSCO t.~niv~rsi~;c.l de Buenos ---:'?:- DEl VEYGA Aires) El delito que tielle p\ir móvil inmediato el atentado contm la propi,adad ~~jena, individual ó colect.iva, compt'ende formas muy diyersas de expresión, que constituyen, tanto del j;>llnt0.de vista, jut'ídico como criminológico, otras ta'nt.as m'odalidades específicas perfec1)0 s~n sólo los hechos en sí los que tamente definidas. afectan esta espfj}:Jificidªd, sino los propios agen tes que los producenjó por ¡pejor deci1~,la especificidad de estos delitos no estl'ib~: solamente en la calidad del acto, tomado en sú finalidad como en su intención, sino en la calidad del j;lutQi', examinado éste conjunta 6 aisladamente del hecho~ocurrido. Es el rasgo más sl,liente de esta clase de ct'iminalidad y el que lo distingue más netamellte de la clase J constituída ios delitos sangt'e. "fa ~n estos en efecto, elporhecho dominade siempre escena,Últimos, eclipsando más ó mellaS la personalidad del actor" mientt'as que en los primeros son los personajes los que se destacan por en.:ima de todo, relegando á un plan secundario los !lechos. ,Esto es debido al predominio que tienen en este gl'Up'Olas formas llamadas habitllcdes. El delito habitual es, por lo general, un acto mecá.nico, de sencilla ejecución y siempre mot.ivado por una misma tendencia, idéntica en todos los sujetos de la clase. Los actos así estereotipacl.os resultan pOl' consiguiente despl'ovistos de iliterés. En cambio, el age.ntp, que -ofrece una fisonomía característica y trae por, lo corntin una lal'ga historia pl'Ocesal, se impone de Ilello á la atención del observador. En el delito pasional, como en el delito de ocasi6n, todo es dramático, y siempre original, como que cae! a :m 514 ARCJ;IIVOS DE PSIQUIATRIA -~~' CRIMINOLCGIA y CIENcrAS AFINES 515 .j hecho tiene un motivo propio. La acción prima por su vivacidad clwol yiendo den tro de ella á los protagonistas, que resultan así ser instl'lllnentos más que factores de los sucesos que se han desarrollado. La clasificación de los delitos contra la pl'opiedad debe, pues, basarse sobre la clasificación previa de sus agentes; y el conocimiento de estos agentes, lo da la clínica especial de, la lilateria. Sin el conocimiento acabado de la clínica es imposible emprender ninguna obra de aliento en materia criminoiógica. Yo creo haberlo pl·obado definitivamente en mis cursos de criminología profesados en el Depósito de' ContrllYentores de la Policía, en donde como es sabido, profeso desde hace lllltS de diez años la enseilar.za práctica do estas cuestiones y de donde he saca do, lo mismo que Ingegnieros, allí instalado jUllto conmigo, todo el material de mis estudios criminol6gicos. Con estos elemento;; de observaci6n clínica:r t.eniendo presente !¡ue e'l los delitos contra la p:'opiedad, que son en ;;'t inml1nsa mayoría de caráL,ter habitual, lo que intel'e~a el1 ¡absoluto son lo;; agentes que los producen, voy;, á ocuparme, lo más someramente posible, por cier~o, de un género tan numeroso como interesantísim.tl de ladl·ones, cOllol'idos con el nombee de -l¡¿nfardos. El lnnf(~rdo, es; un tipo peofesional que comprende todas las @.¡3peci~lidades del robo yulgur, ordinario, especialidadeif que llevan á su vez designaciones particulares indi,~ando,~la clase de operaciones que Ilomportan. Eutl·;; n ac!ttí el pnn[/ll'ista, ósea lJ'ic J1ocket, el cnentel·O ó'.estaI~ldor ordinario, especializado en el llamado clIenlf¡ del ~ío, el eSCl'llc!wnte, Ó sea lo que los el ladl'ón de (l?,¡,abato, franceses llan~an eqmbl'iolew'; es decir, el e¡fcamoteaclOl' burdo y violento, que arrebata ó escamotea: el ladr6n de deswido, el laclrón de 7nndrugadrr., los tipos UH1S genuinos del;'atc1"O Ó profesional del burto; .é!l cmnpallll, cómplice ó auxilial' de todos esto;; ntjetosi' y pOI" último el bllrrcro, Ó sea el ladrón furti vf' cu;'a paeticulaI"idall r.'onsitite e~l saquear los l,'ayune;; de mostrador, en el peqneno comercio (de;;qll'l'o' ;~ajón de mesa l. El té¡'mino es una crenc.i<'1I1del (Fr/ot del oficio, é indica como en eswmedio se ha ít~eond:jdo, conjuntamente con la ef;]Jecificidad del tino, la unidad del grupo en que se eneuenn"u. , ,l :\\ .1 i -LL ;~ :I ,; ., :¡ ;a, Ilir, ,i < ¡ ¡ \ ~ .•.. ,. 1 \ ;, ¡! i1 J '1 \; U' j ;1 ¡¡ i' ~~,.. ~: ..\" I~ Como se ve, todos estos medios de robo so'n elementales, es decil', que no exigen ni nete ni esfljIerzo físico ó mental, pnes ni el CScl"IMJlwnte que emplea 1a violencia hace más que emplear cif'gamente el recurso más primitivo de fnerza, ni el caentero hace otra cosa que repetir de memoria una histoi'ia que en todos los labios, en todos los países es siempre idéntica. El ll¿nfarclo representa así el último escalón en la serie de su grupO;, en él se palpa realmente al hombre rudimentario dominado exclusivamente por el á las exigencias instinto, incapaz hasta de acomodarse profesionales para aumentar el usufructo de su labor. Es que, en suma, estos sujetos están dotados de escasísima capacidad mental y desprovistos de todo recurso moral para la lucha por la vida. Como aptitud mental, en efecto, estos sujetos están abaio de la media ordinaria inferior en la escala del honlbre; todo es imitación y repetici6n en ellos, es decir, automático; son tan limitadas sus facultades de iniciativa, tan pobre su imaginación que ninguno puede abarcar más de un género de robo al mismo tiempo, de tal modo que el que es cuente'ro ó lYlmguista no es sino eso. Su incapacidad lo inhibe de poder aprender los demús ramos del (~1'te. Sus medios de ejecuci6n demuestran Ulla sencillez de procedimientos propia de! alma infantil y, aun para ponerlos en práctica, tienen siempre que ayudarse en la tarea distribllyéndose lo" papeles de antemano. Sus condiciones de vida responden así á esta inferioridad psíquica. El bajo fondo social es su medio ambiente vital, donde se confunden con el montón de elementos residuarios de toda especie y de todo origen, alH reunidos por el vicio y la miseria. Vh"iendo allí, tienen que ser pobres, inhábiles como son para USUIl'uctuar de su labor como lo ~Ull1sido pal'a ejecutarb. Su aspecto exterior lo tra(J¡ic.e daramente; mal vestidos, casi andrajosos, se confunden con los mendigos, los yagabundos. desprovistos de hogar y de Diectos. son en ulla palabra elemen tos erran tes que rIot,an en su medio sill poder siquiera gal·unt.irse no ya SllS medios [le vida pero ni aun siq niera el resgnardo .le su persona, con"tantemente amenazada por la roacdón del medio en que viYen. El desprl,eio eOIl que los mil'u.n las clnmÚs ¡,lases delincuentes es conocido. y ellos mismos, que han esta- 516 ARCHIVOS DE PSIQUlATRi:A ~ :,.I.¡}; blecido una cierta jerarquía entre las diferentes especialidades del oficio, se desprecian del superior al inferior en la misma proporción que es despreciado el grupo entero, por los otros grupos. Sili embargo, esto no les impide ser, como factores de delincuencia, de una nocividad extraordinaria. Su número es imponente. En Bn-enos Aires, alcanza á algunos miles, constituyendo una de las más graves preocupaciones dé la autoridad policial á cuyo cargo está su vigiláncia y suministrando á la justicia, especialmente á la de instrucción y á la correccional, el mayor contingente de trabajo. En cuanto al público, lo tiene en continuo acecho, obligándole á cui· dar ;Q.'Ssu seguridad con continua actividad. En el bajo {onda su acción es aun más temible; es el alma que agita á ese medio y le da el carácter agresivo que reviste. Es su levadura, el fermento que lo agita y mantiene en efervescencia,. porque, por si sólo, el bajo fondo es una masa inerme, compuesta de elementos residuarios como hemos dicho, que se contenta con pedir para vivil'; pero el l1mfanlo, no pide sino que toma, y toma por la violencia, representando así un parasitismo virulento que desvasta el medio en que vive. El elemento lunfardo, por otra parte, mantiene por su cuenta esclusiva, sin aprovechar del fruto, !ina inmensa cantidad de esos auxiliares del delito de que he hablado extensamente en un trabajo publicada hace algún tiempo, auxiliares que no viveu sino á expensas de esta clase de delincuentes, manteniendo viva su acción: Son estos auxiliares, en suma, los responsables de toda esta clase de delitos como los demás auxiliares de esta especie lo son de sus ramas respectivas, pues como he creído demostrado, ni el hurto, ni el juego, ni la prostitución, ni aun el alcoholismo, pueden subsistir en el medio social actual sin la presencia,de estos usufructuarios, dotados de g-randes aptitudes para el comerdo á la par que de conocimientos completos en materia legal, por medio (le los cuales esquivan .la penalidad y se sobrE'ponen ú toda elase de medidas de prevención. Primitivo en su arte, primitivo en sus medios de vida, ejerciendo una actividad que como hemos de ver en seguida, no es el resultado de 1,,\ superioridad vital sino del automatismo en que se han encuadrado sus ... :1 ~I~': ".Ii 'IH ~~J" ,:.~ Jr;! .;-;~ CRIMI~OLOGIA y C¡ENC!\S AFINES 517 r A L ,¡'1 ,,1 ,,;·.1 ~;;. ~h . ¡ ~ L r~ I ..J- J. restringidas funciones mentales, elllll1fa7'do repre.sB11t~ como tipo antropológ)co una forma degenerativa de las más inferiores. Eqj;a forma, por el conjunto de los rasgos físicos y lllent~les que ofrece: puede sin mayor esfuerzo referirse á é!3a variedad de ({/')'?:m'adón que se. llama infant-tlismo; En tal concept.o el lunfardo es un débil de espíritu, I)nel sentido clínico de la palabra, con todos los es~rgmas que ca¡'actel'Ízan dicho estado. Se sabe que el (1ébil de espí6tu es un degenerado inferior, dementlltidad limitada é instable, colocado apenas un grado ondjna de la imbecilidad, y el lunfardo no tiene máR dE'erencia que le distin,g:a de aquél que la de poseer la tendencia al robo en estas formas elementales en que la ejerce; quitánclole esa tendencia es simplemente el degenerado subalterno en su más acabada expresión, Como aspecto exterior ofrece todos los estigmas de la falta de madurez orgánica: la cara juvenil, las formas gráciles del adolescente. lampiño por lo general, móvil, instable, en una palabra. de ademanE's vivos y rápidos, siempre indisciplinado, a:tanero é impulsivo. Como fondo mental, el rasgo más saliente que ofrece es la falta de tod;;. cultura: sea cual sea el origen que traiga-que muchas veces es elevado-es siempre un individuo ignorante, que ha recibido apenas los primeros rudimentos de la instrucción común. De esa manera, la pl'oporci6n de analfabetos que hay entre ellos llega á 70 % en las estadísticas: y aquellos que por casnalidad han logrado uomplet.ar la enseñanza comÚn, se encuentran en condiciones de volver otra vez á empezarla. Raramente he podido encontrar entre estos sujetos quien pudiera escribir una carta}' mucho menos expresar por escl'ito sus impresiones sobre las cosas ordinarias de la vida. y la uniformidad del tipo es tan perfecta, que estudiado en series, por edades. por nueionalidades, y por especialidad del oficio, sus resultan tes son siempre las mismas, siempre el mismo atraso mental el mismo aspecto pubel"al. la misma ausencia de cultura elemental. No sólo en los rasgos fisonlÍlllicos y en la estnretura general del cuerpo es donde se nota el r(1tarclo del desarrollo. Este se advierte también en el funcionamiento mismo de los. úrg-anos de la ;-ida de relación. El aparato sexual que es en donde se fijan 111Ú8 .. á mi ¡¡18 ARCHIVOS DE PSIQUIATRlA modo de ver, los estigmas de la degeneración, es aquí rudimentario. La mayor parte de estos sujetos no llegan sino muy tarde al ejercicio, de estas funciones. El ~amor en enos se inicia siempl'e por la horno-sexualidad, después, cuando han llegado ya á la edad madura, ,buscan la aproximación normal, pel'o más por· interés biológico que por necesidad genésica; la mujer.representa para ellos una fuen,te de sostén y sobre todo de amparo. Es la m'ina, según su expresión. No conocen el afecto ni aun siquiera la amistad, siendo extraños hasta á las más elementales reglas del trato social entre ellos mismos. Terminada una emp!'esa delictuosa, el pl'imel' acto que ejecutan es el de robarse ó tl'aiciol1arse entre sí. El denunciador de un robo es, por 10 general, un cómplice decepcionado que ocnrre á la autoridad pal'a satisfacer su despecho; los hechos de sangre, por cuestiones originadas en el reparto de bienes, son por eso frecuentísimas entre ellos, á tal punto que la mayor, parte de las lesiones tantas veces mortales que estos sufren, son provocadas por los mismos congéne:-es en estas contiendas. Por S11caracterización antropológica, es decir, biopsíquica e'l lunfardo resulta ser, según se ve, un tipo específhJo bien caracterizado. Y este tipo es, además, un tipo de marcadísima uniformidad; siempre repite la misma modalidad física y mental. La limitación de conocimientos es la misma, sn modo de expresarse, su modo de vida y hasta la e'xposición de los agravios que ellos hacen para excusar su situación, es siempre idéntica. Las diferencias qne se pueden encontrar son s610 de tinte y estriban en el mayOl' Ó menor grado de atraso operado en el desarrollo. Esta cliferel,lCiade grados, por otra parte, es la que establece la' especialización en el oficio y le da á Iits diferentes formas pl'Ofesionales esa situación j'erárquica que ell;os, más que nadie, se encargan de poner de m¡inifiesto. ASÍ,' como desarrollo intelectual, el cltentero c;cup'a el primer gl'ado, mientnls que el h'l/'J'C/'O est,l coloéado en el último escalón; en materia de desart'bllo f¡:~ico, el cscnw!wnte muestra su superioril1ad i,ob!'e fodos los demás, al paso que el e.ampana, es el'mús ::lébil de todos, !lO 08 capaz cle contribuir con otra cosa que su agilidad para moyerse. en el sitio del delito. Exis!\en, sin duda alguna, e!ltre estos elementos CRIMINOLOGlA c> - qo -0--.• ••• y CIENCIAS AFINES 519 no s610 degenerados de otro orden, vagabundos en sus diferentes especies y aun alienados, sino 'tam!;¡i~, individuos de una cierta normalidad, caídos en este medio por la miseria ó la desgracia; pero estos elementos son raros y generalmente están de paso, porque hay que hacer notar que el lunfardo típico reside permanentemente dentro de su medio: en él se forma á la vida y en él muerej entra al medio en la juventud y queda dentro de él y dentro de su especialidad por el resto de su vida. El lunfardo se inicia en la calTera en muy temprana edad. Pero antes de entrar de lleno á su ejercicio ha recorrido dos etapas previas que son otras tantas fases de preparación profesional. En efecto, antes de' ser ladrón de oficio, ellunfardo ha sido delincuente ocasional, ha pasado por la cárcel, ha habitado el medio criminal profesional. Y antes de pasar por la cárcel ha vivido como prófugo de la vida característica del va¡rabundo. El verdadedero comienzo de la carrera se efectúa en las ea· lles, al amparo de la libertad sin control que allí se goza .. En todo menor vagabundo, hay, sea dicho de paso, un germen de lunfaedo. Es perfectamente notorio que la casi totalidad de esos menores, son niños escapados del hogar que se lanzan á la· vida errante, sosteniéndose con pequeñas comisiones que apenas le dan para comer; de allí pasan al delito, tomando parte en hechos más ó menos leves, como auxiliares, cuanclo no se adelantan al futuro haciéndose por sí mismos delincuentes. Y entonces, ya sea por su vagabullclaje ó ya sea por su complicidad en hechos delictnosos, este menor no tarda en ser aprehendido, procesado y -condenado y, si al entra!' en la cárcel sus aptitudes para el oficio todavía no se han diseiíado si.no á título de esbozo, allí ya á sentirse en plena posesión de sn capacidad Y' completae su aprendizaj e. El lunfardo entra así de joven, 6 por mejor decir, de niño, al medio en que ya á aetual'. En otras partes, donde el tipo de este profesional es m(ls elevado que entre .nosotros, el ladl'ón profesional entra adulto á la carrera, y sufre, antes de dar comienzo Ú sus funeiones un aprendizaje, libre, YOlllntal'io qne 1'e- 520 ARCHIVOS DE PSIQUlATRIA quiere tiempo y entrenamiento; el futuro ladrón se prepara así, técnicamente, para la can'era, de modo que al abrazarla de lleno, se encuentra armado de los recp.rsos necesarios para su desempeño. Hay en algunas ciudades escuelas especiales de preparación p'ara los ladrones. Indiscutiblemente que estas escuelas no están destinadas á la preparación de las bajas especialidades de que se ocupa nuestrQ lunfardo, pe-·· 1'0 con todo hay un aprendizaje del robo, hecho por maestros que tienen sus programas teóricos y prácticos; bien conocidos. Entre nosotros este aprendizaje es exclusivamente práctico, y por así decir, forzado, lo que vale decir que es, al mismo tiempo, penoso y muy incompleto. Generalmente los principios de esta instrucción se reciben en la calle, pero es en la cárcel, en esta gran escuela del vicio y del delito, donde se decide la vocación y se afianzan las aptitudes incipientes. En la cárcel es donde el adolescente Yagabundo, recluído allí por algún delito leve, extraño la mayor parte de las veces á su futura especialidae~, se pone en contacto con los sujetos ya avezados al oficio; allí aprende por lo pronto á hablar en lunfardo, lo que comporta la posesión de todo el Yocabulario del robo y el conocimiento de los medios de ejecución. Allí aprende lo que es el balllTClo, lo que es la gu-ita1Tita, el billete falso, la ba1'1'eta, la ganzÚa que después más tarde ha de querer, á la salida, manejar con sus manos; allí conoce las 11azañas de los hOlllbres de hist01'ia, traba relaciones íntimas con algunos de ellos y va formando el gusto por esta clase de actos; allí también comienza á ejercita:r sus manos y quizá también á meditar sus planes para el futuro. No tengo necesidad de explayarme mayormente sobre el rol que la cárcel desempeña, como escuela de delito. Lombroso resume en dos palabras sus efectos sobre los predispuestos: "El factor más grande del delito cualquiera que él sea, es 1a cárcel; nosotros precisamente cuando creemos vengar y defender á la sociedad, con ella, suministramos á los delincuentes los medios de conocerla, de instruirse y de asoeiarse,. Ferri ha dicho algo más: que la cárcel fuera de ser escuela es un medio de subsistencia eómo¡]o v -gratuito que aclimata al delincuente al medio criminal. Ya sabemos qué medios ha indicado nuestro' insigne orador de esta noche para desviar al régimen CRnnNOLOGIA 1 CIEr-¡9JAS AFINES 521 cai'celario de lbs fllllestos resultados que se palpail" en la actualidap. Rap,x que, por el contral'io, cree en los beneficios ·'da la/educación penitenciaria, al estudiar los menOI!~S de~enidos no puede menos que de- ? --- 1 li .i I ¡ -o:J darar que esta~ dete.licior.es prematuras tienen efectos deplorables solii'ela plOral del sujeto; <:elpupilo, agTega, contrae dUl'alite pse período, todos los vicios ele sus camaradas, tomálldole á uno la pereza, al otro el talento de mentir; á ese su lenguaje grosero y burlón, á aquel sus aptitudes y habilidades .. .Y Puybarioux, el) su interesante librito sobre los J/wlhcchores profesfonCtles de Pct1'ís nos declara que el delito en banda se efectúa, sobre todo, desde la cárcel y muy especialmente la falsificación de monedas. Es por otra parte la disculpa que dan muchos lunfardos al hablar de su vida: «la cárcel,-me decía uno en la memoria que tuvo la amabilidad de ofrecerme-es un sitio en que uno tiene que hacerse ladrón para por fuerza, uno entra allí sano de intenciones, salir un degl'Ctdaclo:>. Sea lo que fue re, el lnnfa1'Clo aprende entre nosotros por imitación, la Única facultad de la cual puede hacer uso, y la sola que ejercitará después, por el resto de sus días. Poseyendo esa facultad, podríl1 quizás ir adquiriendo todas las especialidades del oficio, pero su limitación mental !G impide poder salir d& su fór· mula cla~la,aqaeHa que pudo dominar desde el comienzo. Así, rara yez el lunfardo podrá cambiar de especialidad; desde que se hace ladrón se radica definitiyamente en un gt'emio, estereotipándose como un aut(¡mata. Por otro lado, la cárcel, es no sólo la escuela del {¡¿nfareto sino á yeces su medio habitual;. allí pasa por lo meuos la mitad de su vida, sea [JI'ocesado sea C011denado. Sabido es que, como en todas partes, con esta clase de sujetos la autoi-idad tiene expedientes que le permiten encenarlos y mantenerlos secuestrados, Ú [.ítulo de sospecha ó simulando contrayenciones policiales sin que se pueda reclamar POt' estas medidas, Es el gran enemigo qu~ tiene el lnnfnl'do: sino fuera por esta valla .opuesta su actividad, sería imposible resguardarse de sus avances con los precarios l'eCUrsos legales con que contamos. El! resumen, el lnnfa]'do. inapto df~scie niiio paI'a la \'ida social y refractario á toda ellltllra y Ú toda :oí 522 ARCHIVOS DE PSIQUIATRIA disciplina, comienza su carr1'era delictuosa como menor vagabundo para recibir la consagración profesional dentro de la cárcel, vi\-iendo después entre la cárcel y la calle por el resto de la vida, sin modificar su estado ni sus aptitudes. _ Pero lo más interesante que ofrece .el lzmfa1'Clo, por encima de todos los natos señalados, es su rIwntalidad. Un rasgo le caracteriza afectando todas, sin ex· cepción, sus esferas de actividad, á las cuales imprime Sll sello común de anormalidad; este rasgo es una absoluta incapacidad para el trabajo reflexivo. Nada, en efecto, hace ni piensa el lunfardo que tenga la menor sombra de reflexión mental. La atención parece, por otra parte, estar ausente de todos sus actos. Y hay, sin duda alguna, una aprosexia bien neta que se hace manifiesta al examen psicol6gico tan pronto este St;linicia, aprosexia dependiente de la lesión fundamental en ClJ:,¡:lstión, que es la causa también, como decimos, de tallas las demás anomalías mentales aquí sentadas. La inaptitud para el trabajo mental reflexivo es lo que hace por 10 pronto del l'ltldarcZo el vagabundo prt;lcoz que hemos ...-isto. POI' incapacidad reflexiva se alza de la escuela 'primero y del hogar despué.:;; por esa incapacidad s.e hace sucesivamente vagabundo, delincuente ,ocasional y delincuente profesional. Por esa misma inca pacidad queda su mente cerrada á toda ins'trucciéín y 10' que es peor:í toda experiencia. Pues no por el solo hecho de ser un degenerado puede quedar como queda indiferente á toda enseíianza técll ica ó empírica, 'ajeno por completo aun en su misma profesión á lo que ..pasa en torno suyo, ignorante de su propio pasado iV de su propia familia: es preciso que haya una lesión tan gl'ave C0l110la indicada r~ara que tal fenómeno se produzca. y esta lesión, es, aclcmás, en ellnnf'al'do tan roompleta que afecta como dijimos todas las esfe¡'as del funcionamiento mci1tal. .o\.sí en lo que toca á su vida . afecth'a la ha ulliquilado por entero. -La esfera mora] lo mismo. Ignora por ,eso las nociones m(Ís elementales de solidaridad social, y, io que es aÚn más grave, desconoce en absoluto el cal'áctel'Clelictuoso Ó siquiem anómalo de sus aetos. Como c·.]nseeu~l1cia de esta manera de ser. los aetos habituul~s del lnnlrt/'do tienen un al~enr.uado ca- iI 1 1 l. t¡ [. 1: '1 1: I -t- I ! j 1 ! CRIMINOLOOÍA y CIENCIAS 523 AFINES " rácter automático. Aprendidos por imitacióri, Ui1'ás"YEí ces y por sugestión atráS, los ejecutan maquinalmente, mediando apenas la menor orden. Y ásí se conducen en el delito, ciegamente, sin elegir las circunstancias, sin tomar las precauciones convenientes para su resguardo y sin medi¡' siquiera los I'iesgos de la empresa. En suconversaci6n, siempre pobre, --denotan estos -sujetos su incapacidad reflexiva 'Por la.instabilidad de las ideas, la infidelidad en los recuerdos y,. sobre todo, por la falta de hilación en sus relatos. Naela más impreciso que la narración de uno de ellos. Es una Yerdadera ataxia mental la que tiene en tales casos. DtJ ahí la tendencia que existe á desfigurar los hechas, es decir, la propensión constante á cael' en la mentira. El lunfa1'Clo ha lleQ'ado á ser el mentidol' clásico, hecho al caso por ias necesidades del oficio, siendo ci0l·to solamente que es un mistificador in voluntario é inconsciente de su falta. Este hábito de mentir, eso sí, es en él inveterado, constituyendo una- segunda naturaleza. Es uno de los rasgos más visibles que ofrece. El lunfardo miente en su conversación, inyentanda é desnaturalizando siempre los hechos que narra; miente en sus ademal)es, simulando ú disimulando actitudes y miente, finalmente, en sus expresiones cenestésicas, fingiendo siempre algún estado de alma muy di verso der que lo domina. Que se le interrogue fami· liarmente, á objeto de obtenel' sus antecedentes personales; que se le haga relatar cualqui.er aventura en que haya sielo autor ó testigo, que se le deje, sobre todo, riencla suelta pal'a habiar, y la mentira brotará inmediatamente en sus labios. alterando hasta su fisonomía. Aun examinándole en ia enfermería por afecciones reales se encuentra en ellos la tenclencia inr.ont.l~nible á la falsed ad. Ante la justicia, sobre todo, su actitud ray.a en lo increíble: dejiindolos hablar hasta se acusan de hechos imaginal'Íos. Es indudable .que por el hábito de la mentira es que pueden aborclár las formas de delito en lfts cuales este recurso es primorrlial: plo'ro e11 esos casos justamen te su 111811 til'a es tan infantil, tan burda, que la mayol' parte de las veces los que quieren realmente hacer yaler este recnrso supremo, les resulta ineficaz; la' mayor parte de los CUCIl{¡J.q fracasan precisamente por efecto de la grosería con que presentan los hechos. r 524 ARCHIVOS DE PSIQUIATRIA Dada la mentalidad del lz¿nfctrdo es fácil figura¡;'se bajo que régimen puede estar regulada su existencia. Vicioso, pródigo é imprevisor, pasa alternativamente de la abundancia de -un día, á la miseria del siguiente; feliz en la orgía, sufre de l1ambre habitual· mente; un día se nutre á saciarse, mientras que al día siguiente le faltan los elementos indispensables para su subsistencia .. El lunfardo carece en ahsoluto de las más elementales nociones de sentido industrial; todo lo que roba lo negocia á vil precio, sin fij arse en el monto. De ahí la fortuna de esos auxiliares que viven á expensas de estos pl'oduc:tos. .Negociado el robo, la gran preocupación del lunfardo es gastar su dinero; lo invierte en el día mismo si es posible, lo dilapicla ciegamente, no pOl- generosidad sino simplemente por falta de conocimiento de su \'"alor. La previsión les es totalmente desconocida; guardar para mañana y sobre todo para los días de penuria que han de venir, es para ellos un absurdo, Un lunfardo que ha llegado á conservar dinero es simplemente porque alguien se lo ha manejado ó porque no era precisamente un profesional de vocación, sino simplemente un ocasional de paso en la carrera. Es esa, por otra parte, la situación de los grandes delincuentes de esta espr.c.ie,que llegan á la celebl'idad; algunos de ellos han podido hasta ostentar situaciones fi?-stuosas, pero en seguida de ello, antes mismo de ser descubiertos en sus supercherías, han caído de nuevo en la miseria . . Les falta" por otra parte, el discernimiento para dar á sus empresas el éxito necesaJ'io; de ahí sobre teclo sn afligente miseria. Ellos creen ser psicólogos y conocer desde lejos al otario, como ellos llaman á la presunta víctima, pero preparan sus golpes sin astucia de ningún género, sin destreza ni habilidad. La experiencia de los anos no les aporta gran enseñanza, como en ninguna otra materia. Pobro como lo forj6 la primera hOI'a de su infortunio así quedará por el resto de la ·dda. Los efectos del vicio no los comprencle 6 no los siente. Por otra parte. los goces que en él experimenta, son limitados: la bebida lo pone, generalmente, triste J' le embarga su actividad, porque la eml1riaguez del ladrón-lo dicen ellos claramente-es la de un imbécil, desprovista de su- CRIl\IINOl.OGIA ~. CIENCIAS AFINES 525 .1 I r ~ 1 , I 1 t f: 1; ~, ·t i I gestione,; ímp¡¡.lsivas ó de afectiva locuacidad. Sin decir gU? sean· dados al alcoholismo, ll1UC~OSde estos sujetos ,¡on bel)edores y saben perfectamé'hte ·la.¡¡,cpnsecuench¡.s fun~:stas que la embriaguez les produce; así, sllell~n ha~ta evitar las ocasiones de embriagarse donde p~eclani:lstar al alcance de la autoridad, porque la babid" les ;hace' inermes é indiscretos, al mismo tiempo. intre \~l1oshay un aforismo que expresa bien claro el peligr~; que incurren en este estado: el alcohol -dicen-.;·ata l?;~ manos y sueha' la lengua. No ~Dlo pQ,r miseria sino por ausencia de afectividad, el?lunfárdo está también desprovisto de hogar. C0l110 tal nO l~fl conocido sino "la calle. Pero la idea de confort est:;t igualmente ausente de su espíritu. En general, 'ja cas¡¡. del lunfardo es la de su compañera, cÓlllp1icede suj; hechos ó por lo menos usufructuaria. Es todo un nómade que se mueve de un lado á otro de la ciudad sin encontrar paradero donde asentarse en sus buenos ni en sus malos momentos. Desprovisto hasta de bagaje, vive como un fugiti 1'0, sin más esperanza de fortuna que la protección in teresada que le prestan sus auxiliares profesionales, Ó mejor dicho, que le prestan ciertos auxiliares de entre ellos, pues no todos en la especie son capaces de arriesgar crédito á estos desvalidos. La existencia del lunfardo, según lo que ha podido comprenderse, no es de las que puedan llnmarse felices. No es que el oficio deje de ser lucrativo, ni que las dificultades de su ejercicio sean considerables; las persecuciones policiales mismas que son el motivo más importante de queja, son llevaderas ú por lo menos pueden contt'arrestarse en forma que las haga tolerables. La cárcel, es sólo un accidente del ot"icio, según la declar-acióll de aquel ladr6n fl'al1cés c~quien el juez pretendía hacer comprendel' que dedicÚnc!ose á algún trabajo menos aleatorio, poclría obtener una mejor situación pecuniatia. De otro lado, sabemos bien que el lunfardo, conocedor del Código mejor que los mismos magistrados, en la parte que le concierne, se arregla siempre de manera á encuadntrse dentro de la:: penalidades que puede soportal'. El ladr61l. pues. no sólo podría ganar para vivir y aun hacer fortuna, sino que tiene los medios de poder atemperar la aceión legal ejercida contra él. Sin embarg9. su existéllGia es la de un miserable; vive al azar de J·a vida, persegui- 526 "'{l!'"' ARCHIVOS DE PSIQUIATRL'I. do, aislado, luchando con la miseria y con la opresión que le domina. Además, la mayor parte del tiempo está enfermo, enfermo no tan sólo pOI' efecto de las privaciones que pasa, sino afectado por alguna grav~ lesión orgánica que va minando su existencia; la tuberculosis, .sobre todo, hace estragos en ellos, dando bien pronto· fin del sujeto. Es raro el lunfardo que llega á la edad madura, la mayor:parte mueren jóvenes, víctimas de estos accidentes patológic0S,. cuando no por efecto de lesiones corporales pt'oducidas el! las frecuentes riñas que ocurren entre e\1os. Es un ser desgraciado que si siente satisfacción en el delito ó en la ol'gía, en cambio sufre continuamente, moral y físicamente: la muerte viene á ser así, para e\1os, la solución más feliz de su desdichada carrera. Siendo el lunfarr10 un delincuente iaconegible, debe procederse con ellJ:s en .fOl'ma diferente de la que hasta ahora la autoridad judicial ejerce contra esta clase de sujetos. La policía no tiene recursos legales para proceder contra ellos; los tiene-á estos incliYiduos-ins~riptos en" su l'egistro, fotografiados, J' prontuariados, corno se dice ahora; conociéndolos los persigue en los pUl'ajes públicos donde ellos act.úan, usando de medíos repI'esivos que son completamente arbitriarios; al efedo, donde quiera que los encuentra los al'l'esta, inculpándoles cualquier contrn vención vulgar: ebl'iedad, escándalo, pode de armas, y bajo este pretexto, puramente simulado, los mantiene en el Depósito de CcintravelltOl'eS dUl'ante el tiempo que prescriben los reglamentos policiales, y digo 10l>reglamentos polioiales, pOl'qUf·,hasta.ahora no existen penalidades legales efltl'e n030tJ'D3, que: castiguen las contl'a \'enciones; el código cJe"policía todavía no ha sido dictado. Hace un año el COllsejoMunicipal de Buenos Aires sancionó un códiQ'o de cañ.tru venciones en el cual estaban incll1íc1as 'ía8 faltas de esta naturaleza, como simples inrl'acciolles'de on1.en .lllllnicipal; pel'o tal código qne no 'puede sel' pnestd en Yigencia por las razones que son de pÚblica natol'jedac!' no tenía en manel'a alguna el alcance repl'l~sivo que exige esta matel'ia. Esta;; faltas debcn ser ins~riptat; en el código penal ó bien sel' moti YOde un C(\\iigo43pecial, como existe en ot.ras partes)' como se ha tentarlo establec8l' entl'e 110S0t['OS i! ." ~:' r I tt'f..·...' ~' ~.~ 1 I l· l ~.'. r l'"'. ~1 'T ":I,;~IlNOLOGiA y CIENCIAS AFINES 527 pero sin haberse llegado á fOl'malizar la idea. Sea lo que fuere, la policía procede con estos sujetos 4e una manera arbitraria, inculpándoles hechos imagillar'ios'! para tener derecho de secuestrados durante un tiempo y evitar por la prisión la acci6n de estos individuos; es una fórmula preventiva que á más de ser ilegal es complet.alll('\lite ineficaz ó por lo menos de un carácter apen.as paliativo. El lunfal'do yive siempre creyéndose libre de ejercer su profesión y !la mira la acción policial sino C01110 un expediente velante que debe mantenerse s610 des· plegando rara actividad y exigiendo grandes erogaciones al presupuesto policial. La única medida legal y eficaz que podría tomarse contra los 1unfardos, conociendo suinconegibilidad,sería la secuestración definitiva; tal medida debería tener además, como complemento, la privaci6n de los derechos civiles del sujeto, es decir, su declaración legal de incapacidad. La privacion del goce de la capacidad civil la he pI'opuesto en genel'al, como un medio único y específico, por así decir, de repl'esión pv,ra el delincuente habitual de todo orden, dándole al Estado la tutela que va apal'ejada ti. la supresión de la capacidad; esta medida ha de ser, seguramente, considerada dentl'o de bre\'e plazo en el mundo entero, como la única solución posible para el grave problema de la delincuencia habitual pOI' más que nadie, hast.a ahora, haya quel'ido asociarse tÍ. esta idea. ::'-Tada.más sencillo ni más legal, al mismo ·tiempo, que considerar nI delincuente habitual como un incapaz é inapto para el ejel'cicio de la viela civil, como lo es para la vida social; esta incapacidad es de hecho para todo individuo secuestrado en una cárcel, porque sabemos que el condenado está pI,¡,rado de los ejercicios de estos derechos; pel'o aquí se trata de ext.ender esta medida al individuo salido de la cál'cel dándole una situación de incapacidad pe¡'mallente Ó por lo menos in definiera; .. así. bastaría sólo que los medios de vid a del sujeto fuesen sospechosos ó que su condl1cta fuese il'l'egl1lar, aun cuando no delinquiera, para inmediatamente y por la sola acción policial, volver al secuestro. Ahora tendl'Íamos que cOllsiderar si esta clase de delincuentes recluidos por condena 6 por la solrr acciÓn le la autoridad polieial, pOcll'ía beneficiar de algÚn tratamiento que mejOl'::tra su situación y, si fuera posible, los colocal'a 528 _"RC1HVOS DE I'SIQlilATRIA :*,,: í!e-' 'Ji:; ,',':_: §E,-.- ~' i ¡¡ ~.-. {lf 'i~l 'ij- f;l.-.- •. ' _~s, :'!J ,~ ~~, ~~!~;) ... ... f 1 t ~ ~ f , 1 1 1 "': -::RIlI1INOLOGl;' y CI~:NC1AS 529 AF1;>;ES " .. , " en condiciones de 1'011'81'algún día á reconquistar su capacidad perdida. Yo el'eoá ese respecto que todo tratamiento educativo resultaría completamente ineficaz; el lunfardo es un degenerado inferior, por 10 pronto; con estos sujetos, poco puede la educación y esto lo sabemos pOI' todas las tentati\ras hechas en este sentido, en diferentes partes del mnndo y por diversos medioB; después este degenerado es un maníaco, obra como tal, su acthriclad se ejerce bajo una forma illlpulsi,ra, de tal manera, como lo hemos dado ya á entender, que su tendencia al robo no es más que una impulsión mórbida sistematizada¡ pretender dominar estos impulsos, borrar de la mente de estos maníacos su idea, su obsesión, es una utopía, En la misma condición que se encuentra el lunfa¡'· do, se encuentran todos los sistematizados, degenerados ó no, que entran á los asilos y se sabe cuan poco puede no ya el tratamiento coercitivo y el tratamiento educativo, pero ni siquiera los numerosos medios psicoterápticos_ iniciados con este fin; habría indiscutiblemente, dado el númel'O enorme de estos sistematizados, que establecer asilos especiales para ellos. De modo que así 10 único que cabría es discutir este punto bajo su fase exclusivamente financiera y ver si resulta más económico para el estado (no ya para la sociedad que sufre directamente la acción nociva de toda esta clase de malhechores) el proveer ú su sostellimiento en establecimientos especiales que en tenedos, periódicamente ó por fracciones, detenidos y alimentados sin usufn1Cto alguno; el personal de policía encargado e1e la vigilancia y de la repI'esión de estos sujetos, se encontraría, por lo pronto, enormemente aliviado en sus tareas no teniendo esa cUl'ga onel'osa que pesa sobre él, pudiendo una buena pal'te de ese personal encargarse de la admillistl'acióll y custodia de los establecimien tos que se c.:l'ea!'anpara el secuestro definitiyo de tales delincuentes; falta~'ía ver si fuera posible aprovechar del trabajo de esos sujetos, lina "ez encerrados en la forma mús cOll\'eniente pal'a su propio sostenimiento, tal como se hace con los penados y con los alienadas crónicQs. Mi opinión es que de estos individuos, e1ada su falta absoluta de e1ii'ciplinamiento y de apego al trabajo, poca cosa se pO'Jría obten el': sin contar que POl' su notoria in yalidez mental, los oficios 6 funciones á que se les pucliel'a dedicar, serían muy reducidos ú .. la par que (le mUJ(reducido apro\'echamiento. Pero de ' todos modo¡" la r~cJusión perpetua, pl'evia declaración ·de incapaci(lad ci)ii~, ~s la única solución legal y eficaz del pl'oblemjl profJlactlCo que he sentado. Es natural qu,~ á la acci6n directamente ejercida contra estos\sujet~s, por cualquier medio que se opte, debe ir api,fl'ejad~ la acción. vigilante y coercitiYa contra los atlxilial'es de esta clase de delitos, Ya hemos dicho que ei' robo~:habitual. lo mismo que otros delitos de este misI¡lo o1'(~en,lo mismo que todas las formas de vicio, están ret<lmente entretenidas en el ambiente _ social por esta clase de criminoides que hemos llamado los profesionales, Sobre este punto me parece inÚtil insistir mayorIllente, habiéndome ocupado extensamente de esta cuestión en un trabajo anterior; y hemos dicho también que toda pl'Ofilaxia del vicio y del delito debe tener por punto demira la agravación de las penalidades contra los tales auxiliares. Contra ellos, pues, es con tra quienes debe ejercerse la coerción pÚblica, si se q uierc hacér obra eficaz y definitiva de profilaxia criminal. .:;<g;~??::, .' ..~~~;~~::: - ..