Subido por Gabriela Mir

De Veyga, Los Lunfardos

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«LOS
LUJJFARDOS"
Comunicación he()h'l á l~l Sociedad de Psicologla
POR EL PROFfSOJ(
(De la..
F~ANurSCO
t.~niv~rsi~;c.l de Buenos
---:'?:-
DEl
VEYGA
Aires)
El delito que tielle p\ir móvil inmediato el atentado contm la propi,adad ~~jena, individual ó colect.iva,
compt'ende formas muy diyersas de expresión, que constituyen, tanto del j;>llnt0.de vista, jut'ídico como criminológico, otras ta'nt.as m'odalidades específicas perfec1)0 s~n sólo los hechos en sí los que
tamente definidas.
afectan esta espfj}:Jificidªd, sino los propios agen tes
que los producenjó por ¡pejor deci1~,la especificidad de
estos delitos no estl'ib~: solamente en la calidad del
acto, tomado en sú finalidad como en su intención, sino
en la calidad del j;lutQi', examinado éste conjunta 6
aisladamente del hecho~ocurrido.
Es el rasgo más sl,liente de esta clase de ct'iminalidad y el que lo distingue más netamellte de la clase
J
constituída
ios delitos
sangt'e. "fa
~n estos
en efecto, elporhecho
dominade siempre
escena,Últimos,
eclipsando más ó mellaS la personalidad del actor" mientt'as
que en los primeros son los personajes los que se destacan por en.:ima de todo, relegando á un plan secundario los !lechos. ,Esto es debido al predominio que
tienen en este gl'Up'Olas formas llamadas habitllcdes. El
delito habitual es, por lo general, un acto mecá.nico,
de sencilla ejecución y siempre mot.ivado por una misma tendencia, idéntica en todos los sujetos de la clase.
Los actos así estereotipacl.os resultan pOl' consiguiente
despl'ovistos de iliterés. En cambio, el age.ntp, que -ofrece una fisonomía característica y trae por, lo corntin
una lal'ga historia pl'Ocesal, se impone de Ilello á la
atención del observador.
En el delito pasional, como en el delito de ocasi6n,
todo es dramático, y siempre original, como que cae! a
:m
514
ARCJ;IIVOS
DE PSIQUIATRIA
-~~'
CRIMINOLCGIA
y CIENcrAS
AFINES
515
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hecho tiene un motivo propio.
La acción prima por
su vivacidad clwol yiendo den tro de ella á los protagonistas, que resultan
así ser instl'lllnentos
más que factores de los sucesos que se han desarrollado.
La clasificación de los delitos
contra la pl'opiedad
debe, pues, basarse sobre la clasificación
previa de sus
agentes; y el conocimiento
de estos agentes, lo da la
clínica especial de, la lilateria.
Sin el conocimiento acabado de la clínica es imposible emprender
ninguna obra de aliento en materia
criminoiógica.
Yo creo haberlo pl·obado definitivamente en mis cursos de criminología
profesados en el Depósito de' ContrllYentores
de la Policía, en donde como
es sabido, profeso desde hace lllltS de diez años la enseilar.za práctica do estas cuestiones y de donde he saca
do, lo mismo que Ingegnieros,
allí instalado jUllto conmigo, todo el material de mis estudios criminol6gicos.
Con estos elemento;; de observaci6n
clínica:r t.eniendo presente
!¡ue e'l los delitos contra la p:'opiedad,
que son en ;;'t inml1nsa mayoría
de caráL,ter habitual,
lo que intel'e~a el1 ¡absoluto son lo;; agentes que los
producen, voy;, á ocuparme, lo más someramente
posible, por cier~o, de un género
tan numeroso
como
interesantísim.tl
de ladl·ones, cOllol'idos con el nombee
de -l¡¿nfardos.
El lnnf(~rdo, es; un tipo peofesional
que comprende todas las @.¡3peci~lidades del robo yulgur, ordinario,
especialidadeif
que llevan á su vez designaciones
particulares
indi,~ando,~la clase de operaciones que Ilomportan.
Eutl·;; n ac!ttí el pnn[/ll'ista,
ósea lJ'ic J1ocket,
el cnentel·O ó'.estaI~ldor
ordinario,
especializado
en el
llamado clIenlf¡ del ~ío, el eSCl'llc!wnte, Ó sea lo que los
el ladl'ón de (l?,¡,abato,
franceses
llan~an eqmbl'iolew';
es decir, el e¡fcamoteaclOl' burdo y violento, que arrebata ó escamotea:
el ladr6n de deswido, el laclrón de
7nndrugadrr.,
los tipos UH1S genuinos
del;'atc1"O
Ó
profesional del burto; .é!l cmnpallll, cómplice ó auxilial' de
todos esto;; ntjetosi' y pOI" último el bllrrcro, Ó sea el
ladrón furti vf' cu;'a
paeticulaI"idall
r.'onsitite e~l saquear los l,'ayune;; de mostrador,
en el peqneno comercio (de;;qll'l'o'
;~ajón de mesa l. El té¡'mino es una
crenc.i<'1I1del (Fr/ot del oficio, é indica como en eswmedio se ha ít~eond:jdo,
conjuntamente
con la ef;]Jecificidad del tino, la unidad del grupo
en que se eneuenn"u.
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Como se ve, todos estos medios de robo so'n elementales,
es decil', que no exigen ni nete ni esfljIerzo
físico ó mental, pnes ni el CScl"IMJlwnte que emplea 1a
violencia hace más que emplear
cif'gamente
el recurso más primitivo de fnerza, ni el caentero hace otra
cosa que repetir de memoria una histoi'ia que en todos los labios, en todos los países es siempre idéntica.
El ll¿nfarclo representa
así el último escalón en
la serie de su grupO;, en él se palpa realmente
al
hombre rudimentario
dominado
exclusivamente
por el
á las exigencias
instinto, incapaz hasta de acomodarse
profesionales
para aumentar
el usufructo
de su labor.
Es que, en suma, estos sujetos están
dotados
de escasísima capacidad
mental y desprovistos
de todo recurso moral para la lucha por la vida.
Como aptitud mental, en efecto, estos sujetos están
abaio de la media ordinaria
inferior en la escala del
honlbre;
todo es imitación
y repetici6n en ellos, es
decir, automático;
son tan limitadas sus facultades
de
iniciativa, tan pobre su imaginación
que ninguno puede abarcar más de un género de robo al mismo tiempo, de tal modo que el que es cuente'ro ó lYlmguista
no es sino eso. Su incapacidad
lo inhibe de poder
aprender
los demús ramos
del (~1'te. Sus medios de
ejecuci6n demuestran
Ulla sencillez
de procedimientos
propia
de! alma infantil
y, aun
para ponerlos
en
práctica,
tienen siempre
que ayudarse
en la tarea
distribllyéndose
lo" papeles de antemano.
Sus condiciones
de vida responden
así á esta inferioridad
psíquica. El bajo fondo social
es su medio ambiente vital, donde se confunden
con el montón
de elementos
residuarios
de toda especie y de todo
origen, alH reunidos
por el vicio y la miseria. Vh"iendo allí, tienen que ser pobres, inhábiles como son para
USUIl'uctuar de su labor como lo ~Ull1sido pal'a ejecutarb. Su aspecto exterior
lo tra(J¡ic.e daramente;
mal
vestidos, casi andrajosos,
se confunden
con los mendigos, los yagabundos.
desprovistos
de hogar y de Diectos. son en ulla palabra elemen tos erran tes que rIot,an en
su medio sill poder siquiera gal·unt.irse no ya SllS medios [le vida pero ni aun siq niera el resgnardo
.le su
persona,
con"tantemente
amenazada
por la roacdón
del medio en que viYen.
El desprl,eio
eOIl que los mil'u.n las clnmÚs ¡,lases
delincuentes
es conocido. y ellos mismos, que han esta-
516
ARCHIVOS
DE
PSIQUlATRi:A
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:,.I.¡};
blecido una cierta jerarquía entre las diferentes especialidades del oficio, se desprecian del superior al inferior en la misma proporción que es despreciado el
grupo entero, por los otros grupos.
Sili embargo, esto no les impide ser, como factores de delincuencia, de una nocividad extraordinaria.
Su número es imponente. En Bn-enos Aires, alcanza á algunos miles, constituyendo una de las más
graves preocupaciones dé la autoridad policial á cuyo cargo está su vigiláncia y suministrando á la justicia, especialmente á la de instrucción y á la correccional, el mayor contingente de trabajo. En cuanto al
público, lo tiene en continuo acecho, obligándole á cui·
dar ;Q.'Ssu seguridad con continua actividad. En el bajo
{onda su acción es aun más temible; es el alma que
agita á ese medio y le da el carácter agresivo que
reviste. Es su levadura, el fermento que lo agita y
mantiene en efervescencia,. porque, por si sólo, el bajo
fondo es una masa inerme, compuesta de elementos
residuarios como hemos dicho, que se contenta con
pedir para vivil'; pero el l1mfanlo, no pide sino que
toma, y toma por la violencia, representando así un
parasitismo virulento que desvasta el medio en que
vive.
El elemento lunfardo, por otra parte, mantiene por
su cuenta esclusiva, sin aprovechar del fruto, !ina
inmensa cantidad de esos auxiliares del delito de que
he hablado extensamente en un trabajo publicada hace
algún tiempo, auxiliares que no viveu sino á expensas
de esta clase de delincuentes, manteniendo viva su
acción: Son estos auxiliares, en suma, los responsables
de toda esta clase de delitos como los demás auxiliares de esta especie lo son de sus ramas respectivas, pues como he creído demostrado, ni el hurto,
ni el juego, ni la prostitución, ni aun el alcoholismo, pueden subsistir en el medio social actual sin la presencia,de estos usufructuarios, dotados de g-randes aptitudes para el comerdo á la par que de conocimientos
completos en materia legal, por medio (le los cuales
esquivan .la penalidad y se sobrE'ponen ú toda elase
de medidas de prevención.
Primitivo en su arte, primitivo en sus medios de
vida, ejerciendo una actividad que como hemos de ver
en seguida, no es el resultado de 1,,\ superioridad vital
sino del automatismo en que se han encuadrado sus
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CRIMI~OLOGIA
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AFINES
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restringidas funciones mentales, elllll1fa7'do repre.sB11t~
como tipo antropológ)co una forma degenerativa de
las más inferiores. Eqj;a forma, por el conjunto de los
rasgos físicos y lllent~les que ofrece: puede sin mayor
esfuerzo referirse á é!3a variedad de ({/')'?:m'adón que
se. llama infant-tlismo; En tal concept.o el lunfardo es
un débil de espíritu, I)nel sentido clínico de la palabra, con todos los es~rgmas que ca¡'actel'Ízan dicho estado. Se sabe que el (1ébil de espí6tu es un degenerado inferior, dementlltidad limitada é instable, colocado
apenas un grado ondjna de la imbecilidad, y el lunfardo no tiene máR dE'erencia que le distin,g:a de aquél
que la de poseer la tendencia al robo en estas formas
elementales en que la ejerce; quitánclole esa tendencia
es simplemente el degenerado subalterno en su más
acabada expresión,
Como aspecto exterior ofrece todos los estigmas
de la falta de madurez orgánica: la cara juvenil, las
formas gráciles del adolescente. lampiño por lo general,
móvil, instable, en una palabra. de ademanE's vivos y
rápidos, siempre indisciplinado, a:tanero é impulsivo.
Como fondo mental, el rasgo más saliente que
ofrece es la falta de tod;;. cultura: sea cual sea el origen que traiga-que muchas veces es elevado-es siempre un individuo ignorante, que ha recibido apenas
los primeros rudimentos de la instrucción común. De
esa manera, la pl'oporci6n de analfabetos que hay entre ellos llega á 70 % en las estadísticas: y aquellos
que por casnalidad han logrado uomplet.ar la enseñanza comÚn, se encuentran en condiciones de volver
otra vez á empezarla. Raramente he podido encontrar
entre estos sujetos quien pudiera escribir una carta}'
mucho menos expresar por escl'ito sus impresiones
sobre las cosas ordinarias de la vida.
y la uniformidad del tipo es tan perfecta, que
estudiado en series, por edades. por nueionalidades, y
por especialidad del oficio, sus resultan tes son siempre
las mismas, siempre el mismo atraso mental el mismo
aspecto pubel"al. la misma ausencia de cultura elemental.
No sólo en los rasgos fisonlÍlllicos y en la estnretura general del cuerpo es donde se nota el r(1tarclo
del desarrollo. Este se advierte también en el funcionamiento mismo de los. úrg-anos de la ;-ida de relación.
El aparato sexual que es en donde se fijan 111Ú8 .. á mi
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ARCHIVOS
DE
PSIQUIATRlA
modo de ver, los estigmas de la degeneración, es aquí
rudimentario. La mayor parte de estos sujetos no llegan sino muy tarde al ejercicio, de estas funciones. El
~amor en enos se inicia siempl'e por la horno-sexualidad, después, cuando han llegado ya á la edad madura,
,buscan la aproximación normal, pel'o más por· interés
biológico que por necesidad genésica; la mujer.representa para ellos una fuen,te de sostén y sobre todo de
amparo. Es la m'ina, según su expresión. No conocen
el afecto ni aun siquiera la amistad, siendo extraños
hasta á las más elementales reglas del trato social entre
ellos mismos. Terminada una emp!'esa delictuosa, el
pl'imel' acto que ejecutan es el de robarse ó tl'aiciol1arse entre sí. El denunciador de un robo es, por 10
general, un cómplice decepcionado que ocnrre á la autoridad pal'a satisfacer su despecho; los hechos de
sangre, por cuestiones originadas en el reparto de bienes, son por eso frecuentísimas entre ellos, á tal punto que la mayor, parte de las lesiones tantas veces
mortales que estos sufren, son provocadas por los
mismos congéne:-es en estas contiendas.
Por S11caracterización antropológica, es decir, biopsíquica e'l lunfardo resulta ser, según se ve, un tipo
específhJo bien caracterizado. Y este tipo es, además,
un tipo de marcadísima uniformidad; siempre repite
la misma modalidad física y mental. La limitación de
conocimientos es la misma, sn modo de expresarse, su
modo de vida y hasta la e'xposición de los agravios
que ellos hacen para excusar su situación, es siempre
idéntica. Las diferencias qne se pueden encontrar son
s610 de tinte y estriban en el mayOl' Ó menor grado
de atraso operado en el desarrollo.
Esta cliferel,lCiade grados, por otra parte, es la
que establece la' especialización en el oficio y le da á
Iits diferentes formas pl'Ofesionales esa situación j'erárquica que ell;os, más que nadie, se encargan de poner de m¡inifiesto. ASÍ,' como desarrollo intelectual, el
cltentero c;cup'a el primer gl'ado, mientnls que el h'l/'J'C/'O
est,l coloéado en el último escalón; en materia
de desart'bllo f¡:~ico, el cscnw!wnte muestra su superioril1ad i,ob!'e fodos los demás, al paso que el e.ampana, es el'mús ::lébil de todos, !lO 08 capaz cle contribuir con otra cosa que su agilidad para moyerse. en el
sitio del delito.
Exis!\en, sin duda alguna, e!ltre estos elementos
CRIMINOLOGlA
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qo
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•••
y
CIENCIAS
AFINES
519
no s610 degenerados de otro orden, vagabundos en
sus diferentes especies y aun alienados, sino 'tam!;¡i~,
individuos de una cierta normalidad, caídos en este medio por la miseria ó la desgracia; pero estos elementos
son raros y generalmente están de paso, porque hay
que hacer notar que el lunfardo típico reside permanentemente dentro de su medio: en él se forma á la vida y en él muerej entra al medio en la juventud y
queda dentro de él y dentro de su especialidad por
el resto de su vida.
El lunfardo se inicia en la calTera en muy temprana edad. Pero antes de entrar de lleno á su ejercicio ha recorrido dos etapas previas que son otras
tantas fases de preparación profesional.
En efecto, antes de' ser ladrón de oficio, ellunfardo ha sido delincuente ocasional, ha pasado por la
cárcel, ha habitado el medio criminal profesional. Y
antes de pasar por la cárcel ha vivido como prófugo
de la vida característica del va¡rabundo. El verdadedero comienzo de la carrera se efectúa en las ea·
lles, al amparo de la libertad sin control que allí se
goza ..
En todo menor vagabundo, hay, sea dicho de paso, un germen de lunfaedo. Es perfectamente notorio
que la casi totalidad de esos menores, son niños escapados del hogar que se lanzan á la· vida errante,
sosteniéndose con pequeñas comisiones que apenas le
dan para comer; de allí pasan al delito, tomando parte en hechos más ó menos leves, como auxiliares, cuanclo no se adelantan al futuro haciéndose por sí mismos delincuentes. Y entonces, ya sea por su vagabullclaje ó ya sea por su complicidad en hechos delictnosos, este menor no tarda en ser aprehendido, procesado y -condenado y, si al entra!' en la cárcel sus aptitudes para el oficio todavía no se han diseiíado si.no
á título de esbozo, allí ya á sentirse en plena posesión de sn capacidad Y' completae su aprendizaj e.
El lunfardo entra así de joven, 6 por mejor decir, de niño, al medio en que ya á aetual'. En otras
partes, donde el tipo de este profesional es m(ls elevado que entre .nosotros, el ladl'ón profesional entra
adulto á la carrera, y sufre, antes de dar comienzo Ú
sus funeiones un aprendizaje, libre, YOlllntal'io qne 1'e-
520
ARCHIVOS
DE
PSIQUlATRIA
quiere tiempo y entrenamiento;
el futuro ladrón se
prepara así, técnicamente, para la can'era, de modo
que al abrazarla de lleno, se encuentra armado de
los recp.rsos necesarios para su desempeño. Hay en
algunas ciudades escuelas especiales de preparación
p'ara los ladrones. Indiscutiblemente que estas escuelas no están destinadas á la preparación de las bajas
especialidades de que se ocupa nuestrQ lunfardo, pe-··
1'0 con todo hay un aprendizaje del robo, hecho por
maestros que tienen sus programas teóricos y prácticos; bien conocidos. Entre nosotros este aprendizaje
es exclusivamente práctico, y por así decir, forzado,
lo que vale decir que es, al mismo tiempo, penoso y
muy incompleto. Generalmente los principios de esta instrucción se reciben en la calle, pero es en la cárcel, en esta gran escuela del vicio y del delito, donde se decide la vocación y se afianzan las aptitudes
incipientes. En la cárcel es donde el adolescente Yagabundo, recluído allí por algún delito leve, extraño la
mayor parte de las veces á su futura especialidae~,
se pone en contacto con los sujetos ya avezados
al oficio; allí aprende por lo pronto á hablar en lunfardo, lo que comporta la posesión de todo el Yocabulario del robo y el conocimiento de los medios de
ejecución. Allí aprende lo que es el balllTClo, lo que es
la gu-ita1Tita, el billete falso, la ba1'1'eta, la ganzÚa que
después más tarde ha de querer, á la salida, manejar
con sus manos; allí conoce las 11azañas de los hOlllbres de hist01'ia, traba relaciones íntimas con algunos
de ellos y va formando el gusto por esta clase de
actos; allí también comienza á ejercita:r sus manos y
quizá también á meditar sus planes para el futuro.
No tengo necesidad de explayarme mayormente
sobre el rol que la cárcel desempeña, como escuela
de delito. Lombroso resume en dos palabras sus efectos sobre los predispuestos: "El factor más grande
del delito cualquiera que él sea, es 1a cárcel; nosotros
precisamente cuando creemos vengar y defender á la
sociedad, con ella, suministramos á los delincuentes
los medios de conocerla, de instruirse y de asoeiarse,.
Ferri ha dicho algo más: que la cárcel fuera de
ser escuela es un medio de subsistencia eómo¡]o v
-gratuito que aclimata al delincuente al medio criminal. Ya sabemos qué medios ha indicado nuestro' insigne orador de esta noche para desviar al régimen
CRnnNOLOGIA
1
CIEr-¡9JAS
AFINES
521
cai'celario de lbs fllllestos resultados que se palpail"
en la actualidap. Rap,x que, por el contral'io, cree en
los beneficios ·'da la/educación penitenciaria, al estudiar los menOI!~S de~enidos no puede menos que de-
?
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1
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I
¡
-o:J
darar
que esta~
dete.licior.es
prematuras
tienen efectos
deplorables
solii'ela
plOral del
sujeto; <:elpupilo,
agTega, contrae dUl'alite pse período, todos los vicios ele
sus camaradas, tomálldole á uno la pereza, al otro el
talento de mentir; á ese su lenguaje grosero y burlón, á aquel sus aptitudes y habilidades .. .Y Puybarioux, el) su interesante librito sobre los J/wlhcchores
profesfonCtles
de Pct1'ís nos declara que el delito en
banda se efectúa, sobre todo, desde la cárcel y muy
especialmente la falsificación de monedas.
Es por otra parte la disculpa que dan muchos
lunfardos al hablar de su vida: «la cárcel,-me decía
uno en la memoria que tuvo la amabilidad de ofrecerme-es un sitio en que uno tiene que hacerse ladrón
para
por fuerza, uno entra allí sano de intenciones,
salir un degl'Ctdaclo:>.
Sea lo que fue re, el lnnfa1'Clo aprende entre nosotros por imitación, la Única facultad de la cual puede
hacer uso, y la sola que ejercitará después, por el resto de sus días. Poseyendo esa facultad, podríl1 quizás
ir adquiriendo todas las especialidades del oficio, pero su limitación mental !G impide poder salir d& su fór·
mula cla~la,aqaeHa que pudo dominar desde el comienzo. Así, rara yez el lunfardo podrá cambiar de especialidad; desde que se hace ladrón se radica definitiyamente en un gt'emio, estereotipándose
como un aut(¡mata.
Por otro lado, la cárcel, es no sólo la escuela del
{¡¿nfareto sino á yeces su medio habitual;. allí pasa por
lo meuos la mitad de su vida, sea [JI'ocesado sea C011denado. Sabido es que, como en todas partes, con esta
clase de sujetos la autoi-idad tiene expedientes que le
permiten encenarlos y mantenerlos secuestrados, Ú [.ítulo de sospecha ó simulando contrayenciones policiales sin que se pueda reclamar POt' estas medidas, Es
el gran enemigo qu~ tiene el lnnfnl'do: sino fuera por
esta valla .opuesta
su actividad, sería imposible resguardarse de sus avances con los precarios l'eCUrsos
legales con que contamos.
El! resumen, el lnnfa]'do. inapto df~scie niiio paI'a
la \'ida social y refractario á toda ellltllra y Ú toda
:oí
522
ARCHIVOS
DE
PSIQUIATRIA
disciplina, comienza su carr1'era delictuosa como menor vagabundo para recibir la consagración profesional dentro de la cárcel, vi\-iendo después entre la cárcel y la calle por el resto de la vida, sin modificar su
estado ni sus aptitudes.
_
Pero lo más interesante que ofrece .el lzmfa1'Clo,
por encima de todos los natos señalados, es su rIwntalidad. Un rasgo le caracteriza afectando todas, sin ex·
cepción, sus esferas de actividad, á las cuales imprime Sll sello común de anormalidad; este rasgo es una
absoluta incapacidad para el trabajo reflexivo. Nada,
en efecto, hace ni piensa el lunfardo que tenga la menor sombra de reflexión mental. La atención parece,
por otra parte, estar ausente de todos sus actos. Y
hay, sin duda alguna, una aprosexia bien neta que se
hace manifiesta al examen psicol6gico tan pronto este St;linicia, aprosexia dependiente de la lesión fundamental en ClJ:,¡:lstión,
que es la causa también, como decimos, de tallas las demás anomalías mentales aquí
sentadas.
La inaptitud para el trabajo mental reflexivo es
lo que hace por 10 pronto del l'ltldarcZo el vagabundo
prt;lcoz que hemos ...-isto. POI' incapacidad reflexiva se
alza de la escuela 'primero y del hogar despué.:;; por
esa incapacidad s.e hace sucesivamente vagabundo,
delincuente ,ocasional y delincuente profesional. Por
esa misma inca pacidad queda su mente cerrada á toda ins'trucciéín y 10' que es peor:í toda experiencia.
Pues no por el solo hecho de ser un degenerado puede quedar como queda indiferente á toda enseíianza
técll ica ó empírica, 'ajeno por completo aun en su misma
profesión á lo que ..pasa en torno suyo, ignorante de
su propio pasado iV de su propia familia: es preciso
que haya una lesión tan gl'ave C0l110la indicada r~ara
que tal fenómeno se produzca.
y esta lesión, es, aclcmás, en ellnnf'al'do tan roompleta que afecta como dijimos todas las esfe¡'as del
funcionamiento mci1tal. .o\.sí en lo que toca á su vida
. afecth'a la ha ulliquilado por entero. -La esfera mora]
lo mismo. Ignora por ,eso las nociones m(Ís elementales de solidaridad social, y, io que es aÚn más grave,
desconoce en absoluto el cal'áctel'Clelictuoso Ó siquiem
anómalo de sus aetos.
Como c·.]nseeu~l1cia de esta manera de ser. los aetos habituul~s del lnnlrt/'do tienen un al~enr.uado ca-
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CRIMINOLOOÍA
y
CIENCIAS
523
AFINES
"
rácter automático. Aprendidos por imitacióri, Ui1'ás"YEí
ces y por sugestión atráS, los ejecutan maquinalmente,
mediando apenas la menor orden. Y ásí se conducen
en el delito, ciegamente, sin elegir las circunstancias,
sin tomar las precauciones convenientes para su resguardo y sin medi¡' siquiera los I'iesgos de la empresa.
En suconversaci6n,
siempre pobre, --denotan estos
-sujetos su incapacidad reflexiva 'Por la.instabilidad de
las ideas, la infidelidad en los recuerdos y,. sobre todo,
por la falta de hilación en sus relatos. Naela más impreciso que la narración de uno de ellos. Es una Yerdadera ataxia mental la que tiene en tales casos. DtJ
ahí la tendencia que existe á desfigurar los hechas,
es decir, la propensión constante á cael' en la mentira.
El lunfa1'Clo ha lleQ'ado á ser el mentidol' clásico, hecho al caso por ias necesidades del oficio, siendo ci0l·to solamente que es un mistificador in voluntario é inconsciente de su falta. Este hábito de mentir,
eso sí, es en él inveterado, constituyendo una- segunda naturaleza. Es uno de los rasgos más visibles que
ofrece. El lunfardo miente en su conversación, inyentanda é desnaturalizando siempre los hechos que narra; miente en sus ademal)es, simulando ú disimulando
actitudes y miente, finalmente, en sus expresiones cenestésicas, fingiendo siempre algún estado de alma muy
di verso der que lo domina. Que se le interrogue fami·
liarmente, á objeto de obtenel' sus antecedentes personales; que se le haga relatar cualqui.er aventura
en que haya sielo autor ó testigo, que se le deje, sobre
todo, riencla suelta pal'a habiar, y la mentira brotará
inmediatamente en sus labios. alterando hasta su fisonomía. Aun examinándole en ia enfermería por afecciones reales se encuentra en ellos la tenclencia inr.ont.l~nible á la falsed ad. Ante la justicia, sobre todo, su
actitud ray.a en lo increíble: dejiindolos hablar hasta
se acusan de hechos imaginal'Íos. Es indudable .que por
el hábito de la mentira es que pueden aborclár las formas de delito en lfts cuales este recurso es primorrlial:
plo'ro e11 esos casos justamen te su 111811 til'a es tan infantil, tan burda, que la mayol' parte de las veces los que
quieren realmente hacer yaler este recnrso supremo,
les resulta ineficaz; la' mayor parte de los CUCIl{¡J.q fracasan precisamente por efecto de la grosería con que
presentan los hechos.
r
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ARCHIVOS
DE
PSIQUIATRIA
Dada la mentalidad del lz¿nfctrdo es fácil figura¡;'se bajo que régimen puede estar regulada su existencia. Vicioso, pródigo é imprevisor, pasa alternativamente de la abundancia de -un día, á la miseria del
siguiente; feliz en la orgía, sufre de l1ambre habitual·
mente; un día se nutre á saciarse, mientras que al
día siguiente le faltan los elementos indispensables
para su subsistencia ..
El lunfardo carece en ahsoluto de las más elementales nociones de sentido industrial; todo lo que
roba lo negocia á vil precio, sin fij arse en el monto.
De ahí la fortuna de esos auxiliares que viven á expensas de estos pl'oduc:tos. .Negociado el robo, la gran
preocupación del lunfardo es gastar su dinero; lo
invierte en el día mismo si es posible, lo dilapicla ciegamente, no pOl- generosidad sino simplemente por
falta de conocimiento de su \'"alor. La previsión les
es totalmente desconocida; guardar para mañana y
sobre todo para los días de penuria que han de venir, es para ellos un absurdo, Un lunfardo que ha
llegado á conservar dinero es simplemente porque
alguien se lo ha manejado ó porque no era precisamente un profesional de vocación, sino simplemente
un ocasional de paso en la carrera.
Es esa, por otra parte, la situación de los grandes
delincuentes de esta espr.c.ie,que llegan á la celebl'idad;
algunos de ellos han podido hasta ostentar situaciones
fi?-stuosas, pero en seguida de ello, antes mismo de
ser descubiertos en sus supercherías, han caído de
nuevo en la miseria .
. Les falta" por otra parte, el discernimiento para
dar á sus empresas el éxito necesaJ'io; de ahí sobre
teclo sn afligente miseria. Ellos creen ser psicólogos y
conocer desde lejos al otario, como ellos llaman á la
presunta víctima, pero preparan sus golpes sin astucia
de ningún género, sin destreza ni habilidad. La experiencia de los anos no les aporta gran enseñanza,
como en ninguna otra materia. Pobro como lo forj6
la primera hOI'a de su infortunio así quedará por el
resto de la ·dda. Los efectos del vicio no los comprencle 6 no los siente. Por otra parte. los goces que
en él experimenta, son limitados: la bebida lo pone,
generalmente, triste J' le embarga su actividad, porque la eml1riaguez del ladrón-lo
dicen ellos claramente-es
la de un imbécil, desprovista de su-
CRIl\IINOl.OGIA
~. CIENCIAS
AFINES
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gestione,; ímp¡¡.lsivas ó de afectiva locuacidad. Sin
decir gU? sean· dados al alcoholismo, ll1UC~OSde estos
sujetos ,¡on bel)edores y saben perfectamé'hte ·la.¡¡,cpnsecuench¡.s fun~:stas que la embriaguez les produce;
así, sllell~n ha~ta evitar las ocasiones de embriagarse
donde p~eclani:lstar al alcance de la autoridad, porque
la babid" les ;hace' inermes é indiscretos, al mismo
tiempo. intre \~l1oshay un aforismo que expresa bien
claro el peligr~; que incurren en este estado: el alcohol
-dicen-.;·ata l?;~ manos y sueha' la lengua.
No ~Dlo pQ,r miseria sino por ausencia de afectividad, el?lunfárdo está también desprovisto de hogar.
C0l110 tal nO l~fl conocido sino "la calle. Pero
la idea
de confort est:;t igualmente ausente de su espíritu. En
general, 'ja cas¡¡. del lunfardo es la de su compañera,
cÓlllp1icede suj; hechos ó por lo menos usufructuaria.
Es todo un nómade que se mueve de un lado á otro
de la ciudad sin encontrar paradero donde asentarse
en sus buenos ni en sus malos momentos. Desprovisto hasta de bagaje, vive como un fugiti 1'0, sin más
esperanza de fortuna que la protección in teresada que
le prestan sus auxiliares profesionales, Ó mejor dicho,
que le prestan ciertos auxiliares de entre ellos, pues
no todos en la especie son capaces de arriesgar crédito á estos desvalidos.
La existencia del lunfardo, según lo que ha podido comprenderse, no es de las que puedan llnmarse
felices. No es que el oficio deje de ser lucrativo, ni que
las dificultades de su ejercicio sean considerables; las
persecuciones policiales mismas que son el motivo más
importante de queja, son llevaderas ú por lo menos pueden contt'arrestarse en forma que las haga
tolerables. La cárcel, es sólo un accidente del ot"icio,
según la declar-acióll de aquel ladr6n fl'al1cés c~quien
el juez pretendía hacer comprendel' que dedicÚnc!ose
á algún trabajo menos aleatorio, poclría obtener una
mejor situación pecuniatia. De otro lado, sabemos bien
que el lunfardo, conocedor del Código mejor que los
mismos magistrados, en la parte que le concierne, se
arregla siempre de manera á encuadntrse dentro de la::
penalidades que puede soportal'. El ladr61l. pues. no
sólo podría ganar para vivir y aun hacer fortuna, sino
que tiene los medios de poder atemperar la aceión legal ejercida contra él. Sin embarg9. su existéllGia es
la de un miserable; vive al azar de J·a vida, persegui-
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"'{l!'"'
ARCHIVOS DE PSIQUIATRL'I.
do, aislado, luchando con la miseria y con la opresión
que le domina. Además, la mayor parte del tiempo
está enfermo, enfermo no tan sólo pOI' efecto de las
privaciones que pasa, sino afectado por alguna grav~
lesión orgánica que va minando su existencia; la tuberculosis, .sobre todo, hace estragos en ellos, dando
bien pronto· fin del sujeto. Es raro el lunfardo que
llega á la edad madura, la mayor:parte mueren jóvenes, víctimas de estos accidentes patológic0S,. cuando
no por efecto de lesiones corporales pt'oducidas el! las
frecuentes riñas que ocurren entre e\1os. Es un ser
desgraciado que si siente satisfacción en el delito ó en
la ol'gía, en cambio sufre continuamente, moral y físicamente: la muerte viene á ser así, para e\1os, la
solución más feliz de su desdichada carrera.
Siendo el lunfarr10 un delincuente iaconegible, debe
procederse con ellJ:s en .fOl'ma diferente de la que
hasta ahora la autoridad judicial ejerce contra esta clase de sujetos. La policía no tiene recursos legales para proceder contra ellos; los tiene-á
estos
incliYiduos-ins~riptos
en" su l'egistro, fotografiados, J'
prontuariados,
corno se dice ahora; conociéndolos los
persigue en los pUl'ajes públicos donde ellos act.úan,
usando de medíos repI'esivos que son completamente
arbitriarios; al efedo, donde quiera que los encuentra
los al'l'esta, inculpándoles cualquier contrn vención vulgar: ebl'iedad, escándalo, pode de armas, y bajo este
pretexto, puramente simulado, los mantiene en el Depósito de CcintravelltOl'eS dUl'ante el tiempo que prescriben los reglamentos policiales, y digo 10l>reglamentos polioiales, pOl'qUf·,hasta.ahora no existen penalidades
legales efltl'e n030tJ'D3, que: castiguen las contl'a \'enciones; el código cJe"policía todavía no ha sido dictado.
Hace un año el COllsejoMunicipal de Buenos Aires
sancionó un códiQ'o de cañ.tru venciones en el cual estaban incll1íc1as 'ía8 faltas de esta naturaleza, como
simples inrl'acciolles'de on1.en .lllllnicipal; pel'o tal código qne no 'puede sel' pnestd en Yigencia por las razones
que son de pÚblica natol'jedac!' no tenía en manel'a alguna el alcance repl'l~sivo que exige esta matel'ia. Esta;;
faltas debcn ser ins~riptat; en el código penal ó bien
sel' moti YOde un C(\\iigo43pecial, como existe en ot.ras
partes)' como se ha tentarlo establec8l' entl'e 110S0t['OS
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pero sin haberse llegado á fOl'malizar la idea. Sea lo
que fuere, la policía procede con estos sujetos 4e una
manera arbitraria, inculpándoles hechos imagillar'ios'!
para tener derecho de secuestrados durante un tiempo
y evitar por la prisión la acci6n de estos individuos;
es una fórmula preventiva que á más de ser ilegal
es complet.alll('\lite ineficaz ó por lo menos de un carácter apen.as paliativo.
El lunfal'do yive siempre creyéndose libre de ejercer su profesión y !la mira la acción policial sino C01110
un expediente velante que debe mantenerse s610 des·
plegando rara actividad y exigiendo grandes erogaciones al presupuesto policial.
La única medida legal y eficaz que podría tomarse
contra los 1unfardos, conociendo suinconegibilidad,sería
la secuestración definitiva; tal medida debería tener
además, como complemento, la privaci6n de los derechos
civiles del sujeto, es decir, su declaración legal de incapacidad. La privacion del goce de la capacidad civil
la he pI'opuesto en genel'al, como un medio único y
específico, por así decir, de repl'esión pv,ra el delincuente habitual de todo orden, dándole al Estado la
tutela que va apal'ejada ti. la supresión de la capacidad; esta medida ha de ser, seguramente, considerada
dentl'o de bre\'e plazo en el mundo entero, como la
única solución posible para el grave problema de la
delincuencia habitual pOI' más que nadie, hast.a ahora,
haya quel'ido asociarse tÍ. esta idea. ::'-Tada.más sencillo ni más legal, al mismo ·tiempo, que considerar nI
delincuente habitual como un incapaz é inapto para
el ejel'cicio de la viela civil, como lo es para la vida
social; esta incapacidad es de hecho para todo individuo
secuestrado en una cárcel, porque sabemos que el condenado está pI,¡,rado de los ejercicios de estos derechos;
pel'o aquí se trata de ext.ender esta medida al individuo salido de la cál'cel dándole una situación de incapacidad pe¡'mallente Ó por lo menos in definiera; .. así.
bastaría sólo que los medios de vid a del sujeto fuesen
sospechosos ó que su condl1cta fuese il'l'egl1lar, aun cuando no delinquiera, para inmediatamente y por la sola
acción policial, volver al secuestro. Ahora tendl'Íamos
que cOllsiderar si esta clase de delincuentes recluidos
por condena 6 por la solrr acciÓn le la autoridad
polieial, pOcll'ía beneficiar de algÚn tratamiento que
mejOl'::tra su situación y, si fuera posible, los colocal'a
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en condiciones de 1'011'81'algún día á reconquistar su
capacidad perdida. Yo el'eoá ese respecto que todo
tratamiento educativo resultaría completamente ineficaz; el lunfardo es un degenerado inferior, por 10 pronto;
con estos sujetos, poco puede la educación y esto lo
sabemos pOI' todas las tentati\ras hechas en este sentido, en diferentes partes del mnndo y por diversos
medioB; después este degenerado es un maníaco, obra
como tal, su acthriclad se ejerce bajo una forma illlpulsi,ra, de tal manera, como lo hemos dado ya á entender, que su tendencia al robo no es más que una
impulsión mórbida sistematizada¡ pretender dominar
estos impulsos, borrar de la mente de estos maníacos
su idea, su obsesión, es una utopía,
En la misma condición que se encuentra el lunfa¡'·
do, se encuentran todos los sistematizados, degenerados
ó no, que entran á los asilos y se sabe cuan poco puede no ya el tratamiento coercitivo y el tratamiento
educativo, pero ni siquiera los numerosos medios psicoterápticos_ iniciados con este fin; habría indiscutiblemente, dado el númel'O enorme de estos sistematizados,
que establecer asilos especiales para ellos. De modo que así 10 único que cabría es discutir este punto
bajo su fase exclusivamente financiera y ver si resulta
más económico para el estado (no ya para la sociedad
que sufre directamente la acción nociva de toda esta
clase de malhechores) el proveer ú su sostellimiento en
establecimientos especiales que en tenedos, periódicamente ó por fracciones, detenidos y alimentados sin
usufn1Cto alguno; el personal de policía encargado e1e
la vigilancia y de la repI'esión de estos sujetos, se encontraría, por lo pronto, enormemente aliviado en sus
tareas no teniendo esa cUl'ga onel'osa que pesa sobre
él, pudiendo una buena pal'te de ese personal encargarse de la admillistl'acióll y custodia de los establecimien tos que se c.:l'ea!'anpara el secuestro definitiyo
de tales delincuentes; falta~'ía ver si fuera posible aprovechar del trabajo de esos sujetos, lina "ez encerrados
en la forma mús cOll\'eniente pal'a su propio sostenimiento, tal como se hace con los penados y con los alienadas crónicQs. Mi opinión es que de estos individuos,
e1ada su falta absoluta de e1ii'ciplinamiento y de apego
al trabajo, poca cosa se pO'Jría obten el': sin contar que
POl' su notoria in yalidez mental, los oficios 6 funciones
á que se les pucliel'a dedicar, serían muy reducidos ú
..
la par que (le mUJ(reducido apro\'echamiento. Pero de '
todos modo¡" la r~cJusión perpetua, pl'evia declaración
·de incapaci(lad ci)ii~, ~s la única solución legal y eficaz
del pl'oblemjl profJlactlCo que he sentado.
Es natural qu,~ á la acci6n directamente ejercida
contra estos\sujet~s, por cualquier medio que se opte,
debe ir api,fl'ejad~ la acción. vigilante y coercitiYa
contra los atlxilial'es de esta clase de delitos, Ya hemos
dicho que ei' robo~:habitual. lo mismo que otros delitos
de este misI¡lo o1'(~en,lo mismo que todas las formas
de vicio, están ret<lmente entretenidas en el ambiente _
social por esta clase de criminoides que hemos llamado
los profesionales, Sobre este punto me parece inÚtil
insistir mayorIllente, habiéndome ocupado extensamente
de esta cuestión en un trabajo anterior; y hemos dicho
también que toda pl'Ofilaxia del vicio y del delito debe
tener por punto demira la agravación de las penalidades
contra los tales auxiliares. Contra ellos, pues, es con tra
quienes debe ejercerse la coerción pÚblica, si se q uierc
hacér obra eficaz y definitiva de profilaxia criminal.
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