Revista trimestral publicada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura con la colaboración de la Comisión Española de Cooperación con la Unesco, del Centre Unesco de Catalunya y Hogar del Libro, S.A. Vol. XLII. núm. 3. 1990 Condiciones de abono en contraportada interior. Redactor jefe: Ali Kazancigil Maquetista: Jacques Carrasco Ilustraciones: Florence Bonjean Realización: Helena Cots Corresponsales Bangkok: Yogesh Alai Beijing: Li Xuekun Belgrado: Balsa Spadijer Berlín: Oscar Vogel Budapest: György Enyedi Buenos Aires: Norberto Rodríguez Bustamante Canberra: Geoffroy Caldwell Caracas: Gonzalo Abad-Ortiz Colonia: Alphons Silbermann Dakar: T . Ngakoutou Delhi: André Bcteille Estados Unidos de América: Gene M . Lyons Florencia: Francesco Margiotta Broglio Harare: Chen Chimutcngwende H o n g Kong: Peter Chen Londres: Alan Marsh Mexico: Pablo Gonzalez Casanova Moscú: Marien Gapotchka Nigeria: Akinsola Akiwowo Ottawa: Paul L a m y Singapur: S. H . Alatas Tokyo: Hiroshi Ohta Túnez: A . Bouhdiba Viena: Christiane Villain-Gandossi T e m a s de los próximos números L a familia Ilustraciones: Portada: Stonehenge. un conjunto de grandes menhires (de 3 a 6 metros de altura). Salisbury. Wiltshire. Inglaterra meridional. Lugar de culto, erigido entre el final del neolítico v el inicio de la edad del bronce (1800-1400 aC). » R A la derecha: Cuadro de Fernand Léger (1881-1955). n.R. REVISTA INTERNACIONAL DE CIENCIAS SOCIALES Septiembre 1990 COL-T X Historias de ciudades 125 Editorial 277 Las ciudad s americanas: planta ortogonal y ética protestante 281 Serviciosfinancierosy comerciales en la ciudad de Nueva York: vínculos internacionales y repercusiones en la ciudad 301 Janet Abu-Lughod Nueva York y El Cairo vistos desde la calle 323 Christian Topalov D e la «cuestión social» a los «problemas urbanos»: los reformadores y la población de las metrópolis a principios del siglo X X 337 Graciela Schneier América latina: una historia urbana 355 Akin L . Mabogunje La organización de las comunidades urbanas en Nigeria 373 Ovsei I. Chkaratan Estructura social de la ciudad soviética 387 Hidenobu Jinnai •Puede revitalizarse la zona costera de Tokio? 399 Balkrishna V . Doshi Planificación de una comunidad: Vidyadhar Nagar 407 Mary Douglas El cuerpo cósmico 415 Richard Sennett Saskia Sassen 276 Debate abierto Peter Lengyel Papel creador de las ciencias sociales. Segunda parte: panorama de oportunidades 421 El ámbito de las ciencias sociales Mattei Dogan y Robert Pahre Notoriedad y obsolencias en las ciencias sociales: la innovación, c o m o deporte de equipo 439 Servicios profesionales y documentales Calendario de reuniones internacionales 453 Libros recibidos 457 Publicaciones recientes de la U N E S C O 459 Números aparecidos 461 Editorial Los espacios urbanos han cambiado considerablemente en los últimos treinta años. La ciudad se ha desintegrado bajo el impacto de los procesos económicos, tecnológicos, demográficos, sociológicos, culturales o étnicos. Las nociones que definían lo urbano, c o m o el centro o los límites de la ciudad, han cambiado de significado. Las grandes aglomeraciones tienen ahora el nombre de conurbación. metrópoli o megápoli. Mientras que la noción de ciudad hace pensar en un centro multifuncional, habitado por gentes de toda condición social, y en su periferia, las conurbaciones y otras megápolis designan una sucesión de espacios urbanos, fragmentados y organizados a m e n u d o por temas: trabajo, servicios, producción material, habitat, ocio. La ciudad en tanto que lugar de sociabilidad y de civilidad, en tanto que centro -polis- y espacio público -res publica- donde nacieron la democracia y la ciudadanía, es difícil de percibir en esas extensiones urbanas tentaculares. Detrás de las transformaciones que afectan los espacios urbanos se encuentra uno de los mayores fenómenos del siglo x x : la explosión urbana, que alcanza todas las regiones del m u n d o y cuyofinal,según las previsiones de las Naciones Unidas, aún es lejano. Según estas previsiones mientras que la población mundial entre 1990 y 2010 aumentaría del 50 %, pasando de 5.200 millones a 7.800 millones, la población urbana crecería de m á s de un 100 %, pasando de 2.000 millones a 4.500 millones. D e aquí al año 2020, la población urbana pasaría del 43 % al 57 % de la población mundial (gráficas 1 y 2). La urbanización galopante atañe sobre todo a las regiones del Tercer M u n d o . Si se cumplen las previsiones, el número de ciudades de 5 millones de habitantes, entre 1950 y 2000. se habrá multiplicado por 3 (de 5 a 15), en los países industrializados, mientras que en los países en desarrollo, se habrá multiplicado por 45. pasando de 1 a 45 (véase gráfica 3). Si se considera las aglomeraciones urbanas gigantes de m á s de 10 millones de habitantes, en el año 2000, 17 de ellas se situarían RICS 125/Set. 1990 en los países en desarrollo de Asia, Africa y A m é rica latina (gráfica 4). E n América latina, la población urbana debería alcanzar el 75 % de la población total, con megápolis de 25 millones de habitantes, c o m o México o Sao Paulo. Actualmente, en estas aglomeraciones urbanas gigantes del Tercer M u n d o , el 50 % de la población vive en suburbios, el 25 % no tiene acceso al agua potable, el 40 % no goza de sistemas de saneamiento, y el 30 % de los residuos sólidos no son evacuados. Tanto en los países industriales c o m o en el Tercer M u n d o la urbanización parece irreversible y las zonas urbanas son por doquier el motor del desarrollo económico. E n los países en desarrollo, la contribución de las ciudades al producto nacional bruto se estima en un 60 %. Es. por consiguiente, en el contexto de una urbanización planetaria -Henri Lefèvbre teme que en el siglo xxi. sobre la superficie de la tierra no haya m á s que una sucesión de desiertos de asfalto que circunden algunas islas de producción agraria- que se transforman las estructuras de las ciudades, se desarrollan nuevas formas de vida y de creatividad, se modifican las relaciones entre el espacio arquitectónico y el espacio cultural/simbólico. Los artículos del presente número de la R I C S analizan algunas de estas transformaciones en toda su complejidad histórica, cultural, religiosa, social y económica. Richard Sennett señala los vínculos históricos profundos entre la planta ortogonal de las ciudades norteamericanas y la ética protestante. Saskia Sassen estudia las repercusiones que tiene sobre Nueva York la mundialización de la economía y el predominio de las industrias de servicios. Janet Abu-Lughod muestra que algunas similitudes observadas a nivel de la calle en N u e v a York y en El Cairo esconden de hecho diferencias estructurales y procesos de denominación económica a escala mundial que configuran las ciudades tanto en occidente c o m o en el Tercer M u n d o . Christian Topalov analiza el papel Editorial 278 CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN URBANA DE 1990 AL 2020 Población por año (miles de millones) 10 8 - 1990 2000 Población total mundial 2020 2010 Población urbana Fuente: United Nations. «The Prospects of World Urbanization», reactualizados en 1984-1985. Population Studies. N u m . 101 St/ESA/SER/lOI. Nueva York, 1987. P R O P O R C I Ó N D E LA POBLACIÓN D E LAS Z O N A S U R B A N A S Regiones desarrolladas/Regiones en desarrollo, 1970-2025 % de zonas urbanas 100 80 60 40 20 ^ _ ^^" 1970 1975 Regiones desarrolladas 1980 1985 1990 1995 K ^ < 3 Rc 6'ones k ä S ä e n desarrollo 2000 2005 2010 2015 2020 2025 Fuente: United Nations. «The Prospects of World Urbanization», reactualizados en 1984-1985. Population Studies. N u m . 101. St/ESA/SER/101. Nueva York. 1987. Editorial 279 REPARTICIÓN DE LAS CIUDADES DE MAS DE 5 MILLONES DE HABITANTES N ú m e r o de ciudades 40 30 20 - 10 - Regiones Regiones desarrolladas en desarrollo rúenle: United Nations, «lhe Prospects of World Urbanization», reactualizados en 1984-1985. Population Studies. N u m . 101. Sl/ESA/SKR/lDl. Nueva York. 19X7 • Aglomeración urbana de 5 a 9.9 millones de habitantes en el año 2000 A Aglomeración urbana de más de 10 millones de habitantes en el año 2000 Regiones desarrolladas Regiones en desarrollo Fuente: United Nations. «The Prospects of World Urbanization», reactualizados en 1984-1985. Population Studies. N u m . 101. St/KSA/SER/101. Nueva York. 1987. 280 desempeñado por los reformadores urbanos de principios de siglo en Inglaterra y en Francia en lo que se refiere a la integración de la clase obrera en las estructuras productivas urbanas, aunque también en la sociedad política. Graciela Schneier nos da a conocer la historia de las ciudades de América latina, «la región más urbanizada del Tercer M u n d o » y «continente de megápolis». Akin L . Mabogunje analiza la organización urbana precolonial y colonial en Nigeria y preconiza soluciones para salir de lo que él llama «la crisis urbana postcolonial». Ovsei I. Chkaratan evoca la crisis social y cultural de las ciudades y de los ciudadanos soviéticos, víctimas del autoritarismo, de la despersonalización y de la pasividad, y la necesidad de desarrollar la participación y la capacidad de autoorganización en las ciudades. Hidenobu Jinnai describe la evolución del urbanismo en Tokio, bajo la influencia de la era postindustrial y de las nuevas aspiraciones de sus habitantes a disponer de un marco de vida más agradable. Balkrishna V . Doshi explica que concibió y construyó los nuevos barrios de Jaipur según los principios religiosos y culturales que gobiernan la vida social india desde hace milenios. Finalmente, Mary Douglas Editorial nos ofrece sus reflexiones de antropología arquitectónica, y muestra las influencias ejercidas por «efectos microcósmicos», es decir la proyección metafórica de la estructura del cuerpo h u m a n o en los conjuntos organizados c o m o por ejemplo las ciudades. Estos artículos son versiones revisadas de algunas de las comunicaciones presentadas en una reunión sobre las ciudades, que tuvo lugar en París el-20 y el 21 de enero de 1989 y que fue organizada Conjuntamente por la U N E S C O y el Consejo Internacional de Ciencias Sociales, y coordinada por Richard Sennet. Después de aquella reunión, se constituyó en Nueva York un « U N E S C O Advisory Committee on Urban Studies», cuyo coordinador es Richard Sennett. U n o de los cometidos de este Comité será contribuir al proyecto sobre «El futuro de las ciudades», que la U N E S C O se propone iniciar a partir de 1992, con el fin de contribuir a la mejora de los conocimientos y de las políticas sobre los sistemas urbanos, la planificación urbana y las condiciones de vida en las ciudades, particularmente en el Tercer M u n d o . A.K. Las ciudades norteamericanas: planta ortogonal y ética protestante Richard Sennett lezas militares o castra. Los campamentos romanos estaban dispuestos en forma de cuadra^ El jeroglífico egipcio w que a juicio del his- dos o de rectángulos. La custodia del perímetro toriador Joseph Rykwert sería uno de los signos del campamento se confió al principio a los soloriginales de alguna ciudad se transcribe c o m o dados, y sólo después, una vez convertido en «nywt» 1 . Se trata de una cruz inscrita dentro de asentamiento permanente, se erigían las muraun círculo y sugiere dos de las imágenes m á s llas. U n a vez construido el castrum se dividía sencillas y perennes. El círculo consta de una en cuatro sectores cruzados por dos calles axiasola línea cerrada e ininterrumpida que hace les, el decumanus y el cardo. E n la confluencia pensar en un recinto, en un m u r o o en el espa- de estas dos calles principales se levantaban las principales tiendas militacio de una plaza pública en res y m á s tarde se instalaba la que transcurre la vida. Richard Sennett es profesor de Socioloal Norte de la encrucijada La cruz es la forma m á s gía en la Universidad de Nueva York, lo que se denominaba foro. simple de líneas compuesen la que también es profesor de H u m a nidades. El interés del profesor Sennett A medida que el asentatas y distintas; puede que se centra en la historia y cultura de las miento era próspero se colsea el objeto más antiguo ciudades. Actualmente es el presidente m a b a n los espacios c o m del proceso ambiental por del Comité de la Unesco para los Estudios Urbanos. Aparte de su labor doprendidos entre el perímeoposición al círculo que recente, es novelista. tro y el centro, repitiendo presenta el límite que defiasí la idea de los ejes y los ne el volumen del medio centros en miniatura. C o n ambiente. Las líneas cruzaestas reglas lo que los romadas representan un medio nos se proponían era crear elemental de trazar calles ciudades a imagen y semedentro del límite y a través janza de R o m a , así, dondede cuadrículas. quiera que el romano se enEn la planificación de las ciudades de la antigüedad, los asirios y los contrara, viviría c o m o en R o m a . egipcios diseñaban calles rectilíneas que se cruEn la historia ulterior del urbanismo occizaban en ángulos rectos para formar bloques dental, la cuadrícula ha servido para abrir nueregulares de suelo para la construcción. Se vos espacios o para renovar los viejos espacios piensa por lo general que Hipódamo de Mileto devastados por alguna catástrofe. Todos los fue el primer urbanista que contempló el plano planos para la reconstrucción de Londres descuadriculado c o m o expresión cultural; a su jui- pués del gran incendio de 1666 (de Hooke, de cio, la cuadrícula expresaba la racionalidad de Evelyn y de Wren) recurrían a la cuadrícula rola vida civilizada. En el curso de sus conquistas mana. Estos proyectos influirían en los procemilitares los romanos hacían resaltar el con- sos norteamericanos que iban a ir fundando traste que oponía a los toscos e informes c a m - nuevas ciudades, c o m o en el caso de William pamentos de los bárbaros con sus propias forta- Penn. El Estados Unidos del siglo xix se ase- Cuadrículas R I C S 125/Set. 1990 282 mejaba a un conglomerado de ciudades creadas con arreglo a los principios del campamento militar romano y el ejemplo norteamericano de ciudades hechas al instante iba a influir a su vez en la creación de otras ciudades en otras partes del m u n d o . En su origen, la cuadrícula establecía un centro espiritual. «El rito de la fundación de una ciudad evoca una experiencia religiosa», dice Joseph Rykwert en su estudio de la ciudad romana. La construcción de todo edificio comunitario o vivienda constituye siempre, hasta cierto punto, una anamnesis, la evocación de un ser divino creador del centro del universo. Por ese motivo, el lugar no puede elegirse al azar ni responder tampoco a motivos racionales: su descubrimiento debe responder a la revelación de alguna divinidad2. El erudito latino Cayo Julio Higinio consideraba que los sacerdotes al inaugurar toda nueva ciudad romana debían encontrar su lugar en el cosmos, y, puesto que «los límites no se establecen nunca sin recurrirse al orden del universo, los dccumani deben estar en armonía con el curso del sol y los cunlines seguir la línea imaginaria del cielo»1. Sin embargo, no hay nunca diseño físico que tenga un significado perenne. C o m o cualquier otro diseño, las cuadrículas se convierten en lo que cada sociedad quiere que represente. Para los romanos, la cuadrícula era un diseño cargado de afección. Los norteamericanos la utilizaron con fines m u y distintos, con objeto de negar la complejidad y la diferencia del medio ambiente. E n la época moderna la cuadrícula parece haber sido un plan establecido para neutralizar al medio ambiente. La ciudad militar romana se concibió de tal manera que pudiera ir creciendo dentro de sus límites, diseñada de tal forma que acabara llenándose gradualmente. La cuadrícula moderna no tiene límites y se extiende por acumulación de los bloques a medida que crece la ciudad. En 1811, los ediles que establecieron el plan cuadriculado que desde entonces ha definido el urbanismo de la isla de Manhattan más allá de Greenwich Village, observaban: «puede que se hagan comentarios jocosos al ver que los ediles han previsto espacio suficiente para albergar a una población m á s numerosa que la existente en cualquier otro lugar al este de China» 4 . Los norteamericanos partían del principio se- Richard Sennen gún el cual el m u n d o natural es ilimitado y no concebían tampoco que su poder de conquista y de asentamiento pudiera tener límites. Los romanos, a partir de la imagen de un todo definido y limitado, concibieron la m a n e ra de crear un centro en la intersección del clecumanus y el cardo para, m á s tarde, crear centros análogos en cada barrio repitiendo ese mismo cruce de ejes principales. Los norteamericanos tendieron en cambio cada vez m á s a eliminar el centro público, c o m o puede verse en los planos del Chicago de 1833 y de San Francisco de 1849 y 1856 en los que, en medio de millares de bloques de edificios proyectados, tan sólo aparecían unos pocos y reducidos espacios públicos. A u n cuando se manifestaba el deseo de contar con un centro, no era fácil deducir dónde se establecerían los lugares públicos y de qué m o d o funcionarán en ciudades concebidas c o m o un m a p a de infinitos rectángulos de suelo. Los espacios cívicos h u m a n o s creados por Penn y Holme en la Filadélfia colonial o, en el polo opuesto, los cuadrados del brutal mercado de esclavos de la Savannah anterior a la guerra de Secesión (ambos, espacios manejables para la vida organizada de la colectividad), acabarán perdiendo su condición de modelos en cuanto se inició la era del desarrollo urbano con las enormes inversiones que serán necesarias. Es cierto que en las cuadrículas de Estados Unidos se observa una clara intensificación de valor en las intersecciones c o m o es el caso de las zonas residenciales del Manhattan moderno con sus edificios elevados en las esquinas, mientras se mantiene una edificación baja en el centro de la manzana. Pero incluso esta pauta, cuando se repite una y otra vez, pierde esa capacidad de «crear imagen» que buscaba el humanista Kevin Lynch, es decir, la capacidad de designar la índole de un lugar específico y su relación con el resto de la ciudad. Las cuadrículas m á s notables así creadas puede que sean los asentamientos meridionales de Estados Unidos de América en las ciudades que progresaron bajo la dominación o la influencia de España. El 3 de julio de 1573, Felipe II promulgó una serie de ordenanzas sobre la creación de ciudades en sus tierras del N u e v o M u n d o conocidas c o m o las Leyes de Indias en las que se disponía, entre otras cosas, la formación simétrica de las ciudades a partir de su centro: Las ciudades norteamericanas: plan/a ortogonal y ética protestante 283 Hancock Building, Chicago. Para los norteamericanos, la planta ortogonal ha sido el m o d o de neutralizar el entorno. Cj. Gerstlcr/Raplio. 284 Se haga la planta del lugar repartiéndola por sus plazas, calles y solares a cordel y regla, comenzando desde la plaza mayor, y desde allí sacando las calles a las puertas y caminos principales, y dejando suficiente espacio libre para que aun cuando crezca la ciudad pueda extenderse siempre en forma simétrica5. Estas ordenanzas estuvieron tres siglos en vigor y se aplicarán por primera vez, en 1565, en San Agustín, Florida, en lo que concierne al actual territorio norteamericano. E n 1781, el plan inicial de Los Angeles habría sido familiar a Felipe II c o m o lo habría sido también, por lo demás, a Julio César. C o n la llegada de los ferrocarriles y la inversión de cuantiosos capitales, en las ciudades norteamericanas de influencia hispánica quedan sin vigor los principios enunciados en las Leyes de Indias. El cuadrado deja de tener un centro y ya no será el punto de referencia de la generación de nuevos espacios urbanos. La cuadrícula desaparece a medida que se repite hasta el infinito, una manzana tras otra, c o m o ocurrirá en 1875 con el plano de Santa Mónica (nueva fracción de Los Angeles) y, una generación m á s tarde, al hacerse realidad la «nueva ciudad de Los Angeles». Estos procesos geográficos inherentes a la cuadrícula tuvieron su culminación en el siglo X X . incluso cuando el desarrollo urbano adopta la forma de millares de casas dispuestas a lo largo de calles construidas c o m o meandros arbitrarios y que podrían ser tomados por «Sendero de sauces» o «Viejos caminos de postas» o cuando se crean parques industriales, bloques de oficinas y centros comerciales pegados a las autopistas. En el desarrollo de la m e galopolis moderna es m á s razonable hablar de «nudos» urbanos que de centros y suburbios. La vaguedad de la palabra «nudo» indica que ya no es posible designar un valor ambiental, mientras que el «centro» está cargado de significados históricos y visuales, por lo que el «nudo» es algo amorfo. Esta pauta norteamericana se concebirá de un m o d o u otro en la configuración extrema a que tienden otras formas de nuevo desarrollo urbano; se crean así asentamientos similares en Italia, Francia, Israel y en la Unión Soviética del otro lado de los Urales. En todos estos proyectos falta la lógica de los límites y la forma definida dentro de los mismos; los edificios amorfos se traducen en la creación de lugares Richard Sennelt sin carácter. N o es la cuadrícula la «causa» específica de esta falta de carácter, ya que la neutralidad persiste aunque se haya abandonado la pauta de ciudad interminable de líneas regulares por el diseño de zonas residenciales sinuosas, centros comerciales y grupos de oficinas o fábricas. Pero la historia reciente de la cuadrícula pone de manifiesto lo que cabría describir c o m o fealdad y que subyace en la falta de carácter; tanto al crear un medio ambiente c o m o al desarrollar una vida, la neutralidad es muchas veces el instrumento de una agresión pasiva. U n a ciudad opaca es, al igual que una vida rutinaria, una manera de rechazar la idea de que también y en última instancia hay otras personas, c o m o también otras necesidades, que n o dejan de tener importancia. En abril de 1791, Pierre Charles l'Enfant, que libraba un combate denodado contra el proyecto de T h o m a s Jefferson de aplicar u n a cuadrícula rígida al diseño de la nueva capital, escribía al presidente Washington; Los planes regulares... resultan en última instancia fatigosos e insípidos; en su origen, la cuadrícula no ha sido m á s que el producto de una imaginación fría carente de sensibilidad ante la verdadera belleza y la auténtica grandeza...6. La capital debe reflejar el poder simbólico. Para l'Enfant, la regularidad de la cuadrícula carece de tal reflejo y no es m á s que un espacio neutro con el sentido de vacío. El siglo siguiente al de l'Enfant demostraría, empero, que esos medios neutrales eran espacios perfectos para poner al orden del día la negación de la diferencia. Los urbanistas norteamericanos se valieron del plano cuadriculado para rechazar incluso las irregularidades elementales de la geografía. En Chicago, c o m o también en otras ciudades, la cuadrícula se aplicó a u n suelo irregular; los bloques suprimían el medio natural y se extendían implacablemente y con toda indiferencia a las colinas, ríos y bosques que encontraban a su paso. Había que nivelar los accidentes naturales y drenar las aguas; había que ignorar los obstáculos que la naturaleza oponía a la cuadrícula y el curso irregular de los ríos o lagos, ya que los planificadores de las ciudades de la frontera parecían no aceptar la existencia de todo cuanto no pudiera ser sometido a una geometría tan mecánica c o m o tiránica. A veces la imposición implacable de la cuadrícula supo- Las ciudades norteamericanas: planta ortogonal y ética protestante nía la supresión voluntaria de toda facultad lógica. En Chicago, la aplicación de la cuadrícula ha creado inmensos problemas al cauce del río que atraviesa el centro de la ciudad; las líneas de las calles se detienen abruptamente en una orilla y prosiguen imperturbables por la otra, c o m o si los extremos estuvieran unidos por puentes invisibles. E n 1797, un visitante de la flamante ciudad de Cincinnati observaba la «inconveniencia» de aplicar la cuadrícula a tales topografías fluviales, y añadía: D e haber trazado una de sus calles principales frente al río y otra en la siguiente cresta del terreno ... la población presentaría una faz noble al contemplarla desde el río7. Se dio a Cincinnati un nombre antiguo sin ser una ciudad griega; esos planes urbanos impuestos de manera arbitraria a la tierra lo que han hecho ha sido establecer una relación interactiva y de apoyo en la misma. A pesar de que Nueva York es una de las ciudades m á s antiguas de la América del Norte, los que se ocuparon de su planificación en el apogeo del capitalismo la trataron c o m o si fuera una ciudad de la frontera, un lugar en el que el medio físico debía contemplarse c o m o enemigo. En 1811, y de un solo golpe, los planificadores impusieron la cuadrícula a la isla de Manhattan desde Canal Street, al borde del asentamiento m á s denso, hasta la calle 155 y luego, en 1870, en un segundo impulso, hasta la extremidad septentrional. En Brooklyn, al Este del antiguo puerto, el plan cuadriculado se impuso de manera m á s gradual. Fuera por miedo o simplemente por codicia, los pobladores de la frontera trataron a los indios c o m o parte del paisaje y no c o m o a seres humanos. En la frontera no había nada, era un vacío que habría que colmar. Ni en Nueva York ni en Illinois los planificadores podían concebir que existiera vida fuera de la cuadrícula. Consideraron que las aldeas y villorrios del Manhattan del siglo xix tenían que ser sencillamente absorbidos a m e dida que la cuadrícula de papel se convertía en realidad edificable. E n ese proceso, el plan no sufriría ninguna modificación, aun cuando una disposición m á sflexiblede las calles hubiera sacado mejor partido de la colina y se hubiera adaptado mejor a los caprichos de la capa hídrica de Manhattan. D e manera inexorable, el crecimiento urbano llevado a cabo con arreglo a la cuadrícula acabaría arrasando todos los asentamientos que encontraba a su paso. E n 285 esa época del neoclásico, los planificadores del siglo XIX podrían haber edificado c o m o los romanos o c o m o , m á s cercano, William Penn trazando las plazas y fijando el lugar que debían ocupar las iglesias, las escuelas y los mercados. Se disponía del suelo para ello, pero los planificadores del siglo XIX no concebían las cosas de ese m o d o . El desarrollo económico y la concienciación ambiental iban inseparablemente unidos a esa concepción negativa de lo neutral. Los ediles de Nueva York declararon que «las casas construidas en ángulo recto eran m á s baratas y m á s cómodas para vivir»8. L o que no se expresa aquí es la idea de que las unidades uniformes del suelo son también m á s fáciles de vender. Esa relación entre cuadrícula y economía capitalista tendrá en Lewis Munford su m á x i m a expresión al decir: ... el capitalismo renaciente del siglo x v n trató la parcela individual, la manzana, la calle y la avenida c o m o unidades abstractas de compra y venta, sin el menor respeto por los usos y costumbres tradicionales, por las condiciones topográficas o por las necesidades sociales9. En la historia de Nueva York del siglo XIX se trataba de algo realmente m á s complejo, dado que la cuestión económica de la venta del suelo era m u y distinta según se tratara del N u e va York de 1870 o del de 1811. A comienzos de siglo, la ciudad era un racimo de edificios construidos en un yermo y el suelo que se ponía en venta era un espacio vacío. A partir de la G u e rra de Secesión ese suelo se ocupó con suma facilidad. Sacar provecho de la venta del suelo en tales condiciones suponía conocer m u y bien los códigos sociales y saber adonde iría a vivir la gente, por dónde pasarían los medios de transporte y dónde se ubicarían las fábricas. El examen del m a p a que consta de una serie de manzanas idénticas no permite responder a muchos de los interrogantes. La cuadrícula no constituía sino un diseño urbano racional en sentido abstracto y cartesiano. Así, al igual que sucedió con la historia de las inversiones ferroviarias e industriales, la historia económica de la cuadrícula en su período tardío registra tanto inversiones desastrosas c o m o ganancias colosales. Los que querían sacar pingües beneficios de un ambiente neutral compartían la misma imagen vacía de la cuadrícula con los que, al igual que l'Enfant, la detestaban10. 286 Negación del significado Richard Sennett mericana, la «Vista del H u d s o n cerca de West Point», de John Kensatt, 1 863, con la «Vista de Volterra» de Corot, 1838, dos lienzos ordenaCuando los norteamericanos de la época del dos con arreglo a unos principios análogos. E n apogeo del capitalismo pensaron en un sucedáel cuadro de Kensatt puede contemplarse un neo para la cuadrícula lo que hacían era pensar en algún alivio de carácter bucólico, en parques espacio ilimitado en el que la visión desborda el marco y el ojo puede desplazarse sin ningún arbolados y paseos, en lugar de imaginar calles, plazas, o centros m á s interesantes donde se sin- obstáculo. Las rocas, los árboles y la gente que figuran en el cuadro carecen de substancia al tiera latir la vida ajetreada de la urbe. La construcción de Central Park en Nueva York puede haber sido absorbidos por la inmensidad. E n el cuadro de Corot, en cambio, sentimos la preser el ejemplo m á s aciago de esta concepción, el sencia viva de cosas específicas que aparecen de un vacío natural cuidadosamente diseñado en una visión limitada; para citar las palabras c o m o centro urbano a la expectativa de que los de un crítico, «... una arquitectura sólida de roagradables terrenos cultivados que lo circundan (ya en sí el escenario m á s bucólico y pla- cas y follaje permite medir la profundidad del espacio»12. Para dominar la amplitud americacentero que el habitante de la ciudad podía na parecía que sólo podría recurrirse a la i m p o imaginar a tan poca distancia de su hogar) serían arrasados con la intromisión de la cuadrí- sición m á s arbitraria, la de una cuadrícula interminable. Pero ese esfuerzo voluntario cula. provoca la reacción contraria: la arbitrariedad Los diseñadores Olmsted y Vaux deseaban perjudica al objeto dominado, la cuadrícula disipar toda idea según la cual Central Park estaba situado en el corazón de una metrópolis priva al espacio de todo su sentido y nos encontramos con un Olmsted en busca del método dinámica, idea que se podía tener, por ejemplo, al oír o ver el tráfico que la atravesaba. Los di- que le permita recuperar el valor de la naturaleza, sólo en apariencia liberada de la presencia señadores norteamericanos procedieron a la inversa del Bois de Boulogne, que consiguieron visible del ser h u m a n o . hacer que resulte placentera la travesía de! misEn el siglo XIX la cuadrícula se aplica en m o incluso paia los que tenían que hacerlo por sentido horizontal; en el siglo x x lo es en sentiobligación. Olmsted y Vaux escamotearon al do vertical. El rascacielos y su neutralidad traspúblico las vías de acceso y confinaron el tráfi- cienden el escenario norteamericano. E n las co a carreteras trazadas a un nivel inferior al ciudades de rascacielos (Hong Kong o N u e v a del parque. Según ellos esas carreteras debían York) no es posible pensar que los segmentos estar que se apilan en sentido vertical a partir de la calle tengan un orden intrínseco c o m o lo tenía ... sumergidas a nivel inferior al del parque... la intersección del cardo y el dcciimanus. N o es bordeadas por muros de unos 2 metros de altura... U n a hábil disposición de plantas posible indicar una actividad que deba realizarse precisamente en el sexto piso del inmueen la cumbre o las laderas ocultarán casi por completo la carretera y los vehículos ble. T a m p o c o es posible establecer una relación visual entre el sexto y el séptimo piso por oposique la recorran de la vista de las personas 1 ción al vigésimoquinto. La cuadrícula vertical que se pasean por el parque '. Es fácil comprobar esa doble negación. Se carece de las definiciones correspondientes a un cierre y una ubicación significante. Y . no construye c o m o se haría en el desierto y. en obstante ello, los historiadores nos dicen que la oposición al m u n d o del constructor, se actúa historia nunca se repite. c o m o si no se viviera en una ciudad. Ese rechazo de lo que significa la ciudad C u a n d o las casas, hogares familiares, se norteamericana se origina específicamente en construyen c o m o cuadrículas verticales c o m el continente y proviene de la impresión visceprenden que han cometido un error. Es cierto ral que todos los viajeros, extranjeros y autócque en Estados Unidos existía en el siglo XIX la tonos, tienen del paisaje natural. Ese m u n d o costumbre de que las familias utilizaran los honatural había sido en su origen inmenso, abier- teles c o m o residencias semipermanentes. Las to e ilimitado. La impresión de un m u n d o ili- familias ocupaban un hotel tras otro; los niños mitado es algo evidente cuando, por ejemplo, jugaban a veces por los corredores y las familias se compara una composición pictórica nortea- cenaban en el comedor en compañía de viajan- Las ciudades norteamericanas: planta ortogonal y ética protestante 287 En la cúspide de un rascacielos en Nueva York: la imposición de la cuadrícula que caracteriza el espacio urbano americano fue una manera de d o m a r el espacio natural que antaño aparecía sin límites, E. iianmann/Magnum tes de comercio, forasteros y mujeres poco recomendables. D e manera m á s general, los planificadores llegaron a considerar que el inmueble de pisos era también una cuadrícula vertical de índole intrínsecamente neutral. El diario de Nueva York The Independent sostenía en un editorial de 1902 concepciones análogas a las expresadas en Inglaterra por el movimiento de las ciudades-jardín y que en Francia y Alemania fueron atributo de los planificadores socialistas interesados por los ideales c o m u nitarios según los cuales los grandes inmuebles de pisos destruyen «el sentimiento de vecindad, la ayuda mutua, las relaciones de parroquia y los intereses comunes que son el fundamento del orgullo y del deber cívico». E n Nueva York este criterio quedará codificado en la Ley de edificios de viviendas múltiples de 1911 en la que se consideraba que todas las viviendas de pisos cumplían una función social análoga a la de los hoteles; la falta de fundamentos en que se basa un hogar se vinculará en 1929, en una de las primeras obras consagradas a la arquitectura de las viviendas de pisos a «... esos edificios de 6, 9 o 15 plantas en los que cada piso es idéntico a todos los demás, por lo que no hay nada que sea prácticamente individual»13. El rascacielos no tiene cabida en el sueño de Ruskin. El sentido c o m ú n nos dice que el cambio interviene cuando uno percibe que algo anda mal y toma medidas para corregirlo. Pero una versión más realista nos dice que se actúa a m e dida que se descubre el mal. Se sabe que lo que se hace está mal, pero se sigue obrando de tal m o d o que éste se produzca para ver si lo que se 288 piensa o percibe es real. En nuestra época esto es lo que hacen los que construyen cuadrículas verticales para las familias. Inquietos por la posibilidad de que en espacios tan neutros e impersonales puedan perderse los valores de la familia, los arquitectos y planificadores de la década de 1930 (por ejemplo, Robert Moses) empiezan a edificar en Nueva York los grandes proyectos de viviendas que acabarán materializando esa posibilidad. Puede ser que los protagonistas del cuento no sean unos malvados y que el sueño de la vivienda sea una utopía reformista que tiene su origen en el siglo XIX y que consiste en edificar viviendas saludables y numerosas para los trabajadores. Pero el vocabulario visual del edificio trasunta un conjunto de valores diferentes que transforma las viejas ideas acerca del espacio ilimitado en nuevas formas de rechazo. Consideremos, por ejemplo, las viviendas destinadas a personas de escasos recursos construidas en Harlem a lo largo de Park Avenue y diseñadas con arreglo a los principios de la cuadrícula amorfa y sin límites. El espacio ha sido aplanado y quedan pocos árboles. Los pequeños espacios de césped están protegidos por cercas metálicas. Esas viviendas presentan una baja tasa de criminalidad, pero sus habitantes se quejan de que constituyen un medio hostil para el desarrollo de la vida familiar. La hostilidad está incorporada a su propia funcionalidad. Los edificios niegan la idea de que ese lugar tenga algún valor. En ese sentido cabe decir que son urbanizaciones construidas por espacios pasivo-agresivos. Es extraño percibir c ó m o se expresa este rechazo en los bares situados en las cercanías de esas viviendas de Harlem. (En el conjunto de torres no hay ningún lugar para beber en público.) Es extraño porque el lenguaje sociable es extremadamente fragmentado. Al principio pensé que esa fragmentación respondía a m i presencia, pero pronto comprendí que en esos bares la gente deja m u y pronto de prestar atención a un blanco calvo y distraído que acaba siendo vagamente familiar. Se trata de bares familiares en los que el servicio y los porteros se reúnen a beber cerveza (los lugares m á s animados están destinados a los que viven a la sombra del hampa). Estos bares de Park Avenue carecen de mostrador y consisten tan sólo en una sala con mesas. E n ellos es c o m o si el tiempo se hubiera detenido. El día flota en el polvo Richard Sennett que levantan los vagones al salir de un túnel próximo a los edificios. D e noche en el bar hay un aparato de televisión encendido pero sin sonido y se oyen las sirenas de los vehículos policiales. E n verano gira un ventilador. Tal es el marco de las conversaciones y llegué a entender que esas gotas de sonido eran suficientes para crear la conciencia de una presencia, una indicación mínima de que allí había vida. Las palabras m e conmovieron m á s que algún discurso político inflamado, por ser la expresión de un deseo de crear un lugar donde importara hablar, aunque no fuera m á s que un espacio someramente equipado con sillas desparejadas y mesas de plástico que la genta llama su bar. Esta construcción se oponía a los lugares funcionales y neutros que se les asignaron, aunque para ellos no representaran nada. E n materia de control social el espacio neutro aparece c o m o la gran diferencia entre la planificación europea del siglo XIX y las distribuciones m á s modernas manifestadas en sentido horizontal en el Estados Unidos del siglo XIX y ahora en todo el m u n d o en forma de rascacielos. El barón Haussman se encargó de la remodelación de París en la época en que era diseñado Central Park. Haussman se encontró con una ciudad milenaria y congestionada, cuyas calles tortuosas eran a su juicio pasto de enfermedades, crímenes y revoluciones. Frente a tales peligros imaginó los distintos m o d o s tradicionales de represión. La apertura de avenidas rectas en el corazón de un París congestionado permitiría respirar mejor a la gente y desplazar más rápidamente a la policía y a la tropa. Sin embargo, las grandes avenidas de la era haussmaniana debían estar bordeadas por edificios de viviendas y comercios elegantes, de m o d o que los burgueses ocuparan los barrios que antes habían ocupado los obreros; esperaba que la vida económica de los trabajadores se centraría en la prestación de servicios a los burgueses que dominaban el barrio. Se trataba de una suerte de colonización de clase en el interior de la ciudad. Al m i s m o tiempo que abría la ciudad al transporte de masas y a una circulación rápida, esperaba que las clases trabajadoras adquirirían una mayor dependencia local. Esta paradoja puede ser reveladora de la contradicción que acucia siempre a la burguesía: el deseo de progreso y de orden. Haussman mezcló los vecindarios y diversificó su población en nombre del restablecimiento de los vínculos locales, co- Las ciudades norteamericanas: plan la ortogonal y ética protesta/île m o si los profesionales y los hombres de negocios respetables pudieran convertirse en una nueva clase de terratenientes. Se propuso crear un París de clientes constantes y exigentes, de porteros espías y de un millar de oficios humildes. El urbanismo norteamericano en su período de florecimiento recorrió un camino distinto consistente en reprimir la definición manifiesta del espacio significativo en el que tendrían lugar la dominación y la dependencia. Prescindió de la forma haussmaniana de la vivienda de pisos con su patio de artesanos, creando en cambio, un desarrollo horizontal y vertical que es la forma más moderna y abstracta de la extensión. Al crear sus ciudades de cuadrícula, los norteamericanos procedieron del m i s m o m o d o que en su relación con los indios, es decir, que borraron la presencia de lo que les era ajeno en vez de colonizarlo. El control no se estableció mediante la jerarquización del lugar, sino m e diante la afirmación de su neutralidad. 289 Las primeras vistas de Manhattan le hicieron ver los prados bucólicos que invadían la isla en 1831, ya que entonces su parte septentrional la constituían unos pocos villorrios dispersos en tierras labrantías. E n el centro de ese paisaje natural experimentó la gran emoción de contemplar una metrópolis que se le apareció com o una erupción súbita. Sintió el entusiasmo del europeo que al llegar a América se imagina asentado en ese paisaje intacto en contacto con una población que tiene de sencilla y placentera tanto c o m o los europeos tienen de rancios y complejos. Pasado ese rapto de entusiasmo juvenil, Nueva York empezará a inquietarle, tal c o m o escribió m á s tarde a su madre. Nadie parecía tomar en serio el lugar en que se vivía ni se preocupaba por los edificios que constituían el marco de su ajetreo cotidiano; para sus habitantes, la ciudad no era m á s que un complicado dispositivo de oficinas, almacenes y cantinas por el que transcurrían sus actividades. A lo largo de su viaje, Tocqueville no dejará de asombrarse por el carácter blando e insulso de las poblaciones americanas. Las viviendas Negación de la diferencia parecían decorados m á s que edificios destinaEvitar y negar son dos formas afines de supri- dos a durar: el centro no ostentaba ninguna mir las diferencias. La primera reconoce la permanencia. Esa escena física tenía conseexistencia de la complejidad, aunque procura cuencias políticas. E n ausencia de cualquier lihuir de la misma. L a segunda lo que hace es mitación física, la gente sentía que podía obrar sencillamente abolir su existencia. En las ciu- a su antojo, y eso fue al menos lo que expresó dades norteamericanas las viviendas son luga- Tocqueville en el primer tomo de La democrares de retiro: las cuadrículas, lugares de recha- cia escrito al calor de sus impresiones de viaje y zo. Los mejores observadores extranjeros del publicado en 1834. Estados Unidos del siglo XIX comprendieron En este primer volumen el joven escritor reesa conjunción de alejamiento y rechazo. flexiona sobre el carácter blando e insulso de Tocqueville formaba parte de una familia América, ya que sigue siendo en gran medida que, junto con otros aristócratas, se negaban a prisionero de su propio pasado. Las masas participar en el nuevo régimen y practicaba americanas disfrutan de la igualdad y son a sus una emigración interna. Alexis de Tocqueville ojos idénticas a esas turbas de la gran revoludecidió hacer su famoso viaje a América para ción que causaron la misma impresión a sus eludir las dificultades inherentes al hecho de nobles padres. La masa, la mayoría, es un órgahaber prestado lealtad al régimen. Desde sus no activo que aplasta las voces discordantes y primeros días en Nueva York vio con toda cla- que no toleraba expresiones contrarias a su voluntad, imponiéndose a la minoría: ridad lo que iba a explicar. En esa época el extranjero llegaba por lo ge- N o conozco ningún país en el que, de manera general, se haga gala de una independencia neral a Nueva York desde el sur. Al acercarse al de espíritu y se goce de menos libertad aupuerto podía contemplar un bosque de mástiles téntica de discusión que en los Estados y una multitud que se afanaba en las oficinas, Unidos... En América la mayoría erige bacasas, escuelas, iglesias. Esta escena evocaba rreras inexpugnables en torno al pensaotras imágenes de prosperidad mercantil con miento. Dentro de los límites asignados, el las que se había familiarizado en Amberes o escritor es libre, pero ¡hay de él si osa trasLondres. Tocqueville llegó a Nueva York desde cenderlos! ... Terminará cediendo bajo el el norte, cruzando el estrecho de Long Island. 290 peso del esfuerzo cotidiano y quedará silencioso, c o m o avergonzado de haber dicho la verdad14. La ciudad contribuye a suscitar la pasión de las masas, tal c o m o observaba Tocqueville en América: La clase baja que vive en estas grandes ciudades constituye una chusma aún m á s peligrosa que en Europa ... Comprende también una multitud de europeos que el infortunio y la mala conducta han arrojado a las playas del nuevo m u n d o , hombres que sólo traen a Estados Unidos nuestros mayores vicios ... 15 Y , c o m o sola respuesta a las turbas, las fuerzas del orden construyen con madera. La blandura del medio urbano norteamericano no era un gran obstáculo al imperio de las turbas. N a da había en el exterior, ni piedras históricas ni formas rituales, que pudiera contener o disciplinar las turbas. El segundo tomo de La democracia en América fue escrito cuando Tocqueville había vivido ya algunos años bajo el nuevo régimen en Francia. Se publicó en 1840 y en él se brinda una visión diferente que corresponde perfectamente a nuestro tema. El autor estaba de regreso en su propia sociedad, y esta, durante el reinado de Luis Felipe, había adoptado c o m o divisa: «¡Enriqueceos!». C o m p r o b ó que toda una generación se apartaba de ese m u n d o cínico y arribista. Fue testigo de la emigración interna de sus amigos de infancia; se trataba de una generación deprimida, desilusionada, más replegada en sí que sarcástica. Esa depresión hizo que se planteara de nuevo su propio pasado. Tamizó sus recuerdos de América a través del prisma presente. América apareció a sus ojos c o m o precursora del nuevo peligro que amenazaba a la sociedad europea; la sociedad con que se encuentra a su regreso a Europa padecía males más actuales que los causados por las turbas sólo contenida por edificios de madera. E n sus notas de viaje Tocqueville había consignado que todos los lugares de América eran parecidos; la economía local, el clima y hasta la topografía parecían influir m u y poco en el aspecto de la ciudad. Al principio se había explicado esta homogeneidad urbana c o m o el resultado de u n a explotación comercial desenfrenada. Ahora optaba por una visión m á s trágica. La fisionomía neutral del medio Richard Sennett urbano era la que imponía la gente, ya que esto era lo que se ansiaba para sí m i s m o . El famoso individuo norteamericano, lejos de ser un aventurero, era con frecuencia un hombre o una mujer cuyo círculo real no trascendía el de su familia y sus amigos. Fuera de ese círculo el individuo carecía de grandes intereses y energía. El norteamericano era un ser pasivo y el espacio monótono era lo que una sociedad pasiva quiere para sí misma. Tocqueville encaja en nuestro estudio de tal manera que llega a concebir el rechazo y el aislamiento c o m o algo complementario. U n a sociedad pasiva tomará las medidas oportunas para neutralizar, es decir, atenuar las asperezas. El que mitiga la discordia por medio de la tolerancia y la comprensión (caso de N o r m a n Mailer con \os graffiti) adopta de forma moderna la posición descrita por Tocqueville. E n el espacio, el centro comercial, la repetición hasta el infinito de rascacielos de vidrio y acero, la cinta de cemento de la autopista, la repetición de almacenes idénticos en los que se venden las mismas mercancías en una ciudad tras otra, el reino del buen gusto discreto y moderado o los perfeccionamientos técnicos a los que en N u e va York se les da el nombre de «eurotrash», todo ello son signos modernos que corresponden a la visión de Tocqueville. U n medio a m biente blando vuelve a dar seguridad a la gente para que crea que «afuera» no ocurre nada perturbador ni exigente. La neutralidad sirve para legitimar el alejamiento. Tocqueville fue el primero en interrogarse sobre la sociedad de masas y en ese sentido precursor de Ortega y Gasset, Huxley y Orwell. C o n d e n ó la neutralidad por considerarla un signo invisible de cansado conformismo m á s que de la voluntad de la masa: L o que reprocho a la igualdad no es que lleve a los hombres por la senda de los placeres prohibidos, sino que los absorba por c o m pleto en esa búsqueda de placeres permitidos. C o n ello podría llegar a establecerse en el m u n d o una especie de materialismo honesto que no corrompería a las almas, sino que las debilitaría y acabaría por aniquilar silenciosamente todos sus resortes16. Ahora bien, al contemplar el cansancio de su propia generación, cada vez m á s pasiva y cuyo rostro se volvía cada vez m á s blando, llegó a una nueva conclusión. En realidad, la psi- Las ciudades norteamericanas: plañía ortogonal}' Ética protestante cología propia del aristócrata hace que esté m u cho m á s cerca del individualista norteamericano de lo que podrían creer los europeos. Tanto el aristócrata c o m o el norteamericano viven aislados y sufren de ese alejamiento. Ajuicio de Tocqueville, cuando una persona consigue neutralizar lo exterior y se repliega en sí misma experimenta una pérdida de su propio control. La guerra, las catástrofes económicas, la violencia delictiva, son siempre experiencias en las que se acaba perdiendo el control. La neutralidad tiene un carácter diferente, más insidioso. En términos físicos es una falta de estímulo y, en términos de conducta, una ausencia de experiencia exigente. Cuando falta el estímulo o la exigencia la persona empieza a sentirse desorientada y acaba por experimentar una disgregación interior. En la debilidad no cabe hablar de coherencia. En Nueva York hay bares por todas partes, bares en los que se acostumbra beber mucho y bares en que la bebida no es m á s que un c o m plemento, c o m o el bar del Museo de Arte M o derno. H a y bares en las discotecas, los bancos y los burdeles, y también bares improvisados en los barrios de viviendas. Los grandes bares están en los hoteles: el Oak Bar del Plaza o el bar del Algonquin, bien decorados, con amplios asientos confortables. Se asemejan a los clubes, pero no tienen su atmósfera silenciosa. En un gran bar hay que gritar para hacerse oír, pero Nueva York carece de ese tipo de bares. Todos tienen un carácter decididamente neutral, sobre todo en los centros del poder, c o m o sucede con el bar del Hotel Pierre, en la Quinta Avenida, justo donde comienza Central Park. El contraste físico entre este bar y el situado en Harlem es tan notable que no parecen tener nada en c o m ú n . El carácter del bar del Hotel Pierre es discreto, con sus amplias mesas, susfloresy su luz tamizada; las personas lo frecuentan para hacer negocios sin que parezca que los hacen, lo que es visible a través de detalles c o m o éste: cuando la gente se reconoce, no se acerca a la mesa del otro, sino que, a lo s u m o , hace un pequeño gesto de reconocimiento. En el Pierre las bebidas sólo sirven para cubrir las apariencias. Las personas pueden pasarse horas enteras sin tocar su vaso y los camareros tienen la costumbre de no molestarlas. La atmósfera es tensa, dado que cada uno presta suma atención a los demás. El bar del Pierre tiene la neutralidad del tablero de aje- 291 drez: una cuadrícula de desafío. Pero en este centro de poder, con todos estos hombres que llevan trajes caros y discretos, que se hunden en sus asientos de cuero, la atmósfera parece estar más cargada de miedo que de afán mercantil. Estos hombres temen mostrar su juego. La palabra control, que carece de sentido en el bar de Harlem, es aquí sinónimo de angustia. H a y que estar m u y atentos a que las cosas no se desintegren. Para el habitante c o m ú n de Nueva York, la realidad de estos temores debe de seguir siendo un misterio; lo único que tiene que saber es que los negocios se realizan en un ambiente neutral de estilo inglés o con muebles modernos y cuya blandura no distrae a los jugadores de sus angustias. Esta escena del bar Pierre no parece ajustarse a la visión de Tocqueville. Nuestro autor imaginó una sociedad de masas constituida por personas iguales y que padecen las mismas vicisitudes que son el producto de esa igualdad. La igualdad (en el sentido de neutralización del ambiente) les hace perder los carriles. A juicio de Tocqueville. esa falta de contención se m a nifiesta en la «inquietud por la muerte» de los norteamericanos, su incapacidad para tomarse la vida en serio y disfrutarla en el instante preciso. Estaban (y están) pensando siempre en moverse, en trasladarse a otros lugares que puede que sean idénticos. E n la moderna Nueva York los males culturales consistentes en neutralizarlo todo o equipararlo son los de una sociedad que, no obstante, padece profundas desigualdades materiales. Al igual que San Agustín, Tocqueville nos enseñó a considerar seriamente la apariencia de las cosas. N o existe coherencia en la blandura y lo m i s m o puede decirse del ansia por ganar dinero y del sufrimiento por la pobreza, aunque el fenómeno de la neutralidad no pueda ser el m i s m o para los ricos y los pobres. Este enigma se podría formular en forma de interrogante: ¿ C ó m o se produce el rechazo cultural de la diferencia en una sociedad en la que son tan tajantes las diferencias sociales y económicas? El avezado hombre de negocios que hace una transacción en el Pierre no acepta que la consiguiente pérdida de miles de empleos forme parte de su realidad. Podemos entender que su ambiente discreto fortalece en él el deseo de proceder c o m o si la única realidad consistiera en trazar números sobre un papel. Al 292 Richard Sennett Pese a ser santo y virtuoso no despreciaba a los pecadores ni se expresaba en términos de soberbia y se mostraba discreto y benévolo en sus enseñanzas17. A partir de este centro moral interno era posible construir una ciudad. Chaucer expresa literalmente el sentido del espacio al decir que las virtudes del sacerdote son las de un buen hombre de iglesia, es decir, las de la parroquia y no las del místico ambulante. Pero, ¿qué ocurre con los consuelos de la fe cuando la humanidad ya no vive en un m u n d o limitado? El problema del ser h u m a n o liberado de sus cadenas y artífice de su propia vida en una sociedad en expansión material y en constante mutación fue estudiado por el sociólogo M a x Weber en su famosa obra sobre la ética protestante. A juicio de Weber los primeros protestantes consideraron la vida cotidiana de forma m u c h o m á s seria que sus predecesores católicos que la confinaron a lo imprevisto y lo caótico. Los protestantes contemplaron la vida de la calle c o m o el lugar en que tiene sentido competir con los otros en aras de la propia estima. Pero este nuevo cristianismo no podrá permitirse disfrutar de lo que había ganado; temía que el placer lo corrompiera. Fue al m i s m o tiempo m u n d a n o y ascético, siendo agresivo cuando se trataba de ganar dinero, para rechazar acto seguido la posibilidad de utilizarlo para lograr bienestar o placer. E n la imagen trazada por Weber de este nuevo hombre de negocios, lo «La guerra civil que llevo dentro» m á s audaz es considerarlo c o m o cristiano. E n El espíritu divino del que se alimenta la convic- La ética protestante y el espíritu del capitalismo ción según la cual es posible disipar las diferen- escribe: cias se manifiesta del m o d o m á s prosaico. H e - Habíamos visto ya que el ascetismo cristiano, m o s observado ya que, a diferencia de sus después de huir del m u n d o hacia la soleprecedentes romanos, las cuadrículas nortedad, había seguido gobernando ese m u n d o americanas son ilimitadas. La era que dio orial que había renunciado a partir del m o gen a las catedrales se interrogaba sobre si el ser nasterio y por medio de la Iglesia. Pero, h u m a n o podía tener un centro ya que no había por regla general, imprimió en la vida cotilímites. La definición de los límites del deseo y diana de su siglo su carácter natural y esdel conocimiento permitió que los seres h u m a pontáneo. H e aquí que, después de cerrar nos se colocaran en la cadena divina del ser setras de sí la puerta del monasterio, se exgún la jerarquía establecida por Dios; Santo pande ahora por las plazas del mercado y T o m á s de Aquino dijo que debemos asumir el trata de impregnar con su método de rutilugar que nos corresponde en la escala divina. na de la existencia y llevar una vida racioEsta teología encerraba una lección psicológinal en este m u n d o , aunque de ningún m o ca: consciente de sus propios límites, el alma do es de este m u n d o ni para este m u n modesta se siente segura; en los Cuentos de do 18 . Canterbury, Chaucer se refiere a la armonía del Así fue c ó m o el cristianismo saldría a la casacerdote con su propia identidad y con el lle dándose cita con sus verdades; la religión m u n d o , en los términos siguientes: perdió su antigua certidumbre sobre la división igual que Tocqueville, Freud nos dice que la gente sufre por lo que rechaza. ¿ C ó m o puede nuestro hombre de negocios llegar a sufrir por el hecho de denegar la importancia de otras vidas? Se trata de un adulto realista que sabe que la justicia retributiva rara vez alcanza a los ricos. Los ediles de N u e v a York tampoco fueron castigados mientras vivieron y su labor fue considerada c o m o un modelo de planificación progresista. Puede que el lector se extrañe de que procedamos ahora a buscar en la historia de la religión la explicación de la persistencia de esa tendencia a negar las diferencias en una sociedad en que son tan grandes las diferencias económicas, culturales y raciales. Cabe, no obstante, señalar que una de las funciones que sigue c u m pliendo la religión en la vida moderna consiste en convencer a la gente de que puede rechazar las penas cotidianas si lo desea. H u b o una época en que la religión ofrecía a las personas un santuario concreto donde refugiarse; el sentimiento religioso latente en la actualidad ofrece un refugio menos material, pero m á s reconfortante, el de la afirmación de que nada de lo que es exterior es real, y que es posible disiparlo. N o es ningún castigo divino que las personas que creen poder disipar la realidad externa acaben por divorciarse de esa realidad. Las ciudades norteamericanas: planta ortogonal y ética protestante que separa este m u n d o del otro. La gente podría acumular ganancias en este m u n d o y éstas incidirán en su vida en el otro. Así, por otra parte, la salvación o la condenación serán tanto más aleatorias cuanto más dependieran de los altibajos de la calle. El título mismo del libro de Weber demostraba la relación que establecía entre la nueva valoración espiritual de la competencia y los orígenes del capitalismo moderno y acabó por expresar esta relación de manera imaginable: la competencia para adquirir bienes, inmemorial y universal en todas las sociedades, era ahora, además, la demostración de la virtud. Sin e m bargo, ese carácter sólo se imprimirá en la m e dida en que sólo siguiera siendo una demostración y no se plasmara en deseo irrefrenado de bienes de este m u n d o . El hedonista es voraz y a la vez carece de disciplina, por lo que puede no verse coronado por el éxito. La negación aparece así en la propia sociedad de competición al m i s m o tiempo que la desigualdad. Los que sean capaces de ocultarse a sus propios ojos tendrán muchas m á s probabilidades de triunfar. La sutileza del análisis de Weber consiste en comprender que la negación es una experiencia de doble filo. La posibilidad de gratificarse inmediatamente se logra al precio de rechazar el valor real de la cosa. La persona que gana dinero no lo gasta, la retención (esos actos a los que damos ahora el nombre de gratificación diferida) neutraliza de manera radical el vínculo emotivo al neutralizar el valor de lo deseado. Es c o m o si esa persona dijera: «lo que obtuve no valía el tiempo que perdí en conseguirlo». La posibilidad de competir es tanto mayor cuanto que se rechaza la realidad del bien por el que se compite. Los protestantes de los primeros tiempos se lanzaron a la gratificación diferida en beneficio de Dios. Dios hacía de la competencia una virtud y de la negación de la realidad una realidad. Por desgracia. Dios es incognoscible y el pecado del ser h u m a n o es infinito. ¿En qué dosis había que combinar el éxito y la negación del m i s m o para demostrar que se es una buena persona digna de salvación? Al no ser posible responder a esta pregunta, la persona se verá impulsada a seguir adelante, a competir cada vez más y a tener cada vez más éxitos, a diferir cada vez m á s la gratificación con la esperanza de que el futuro le daría esa respuesta que nunca llega- 293 ba. Las observaciones de Tocqueville acerca del temor de los norteamericanos, junto con su indiferencia al medio, es el resultado, a juicio de Weber, de esa mezcla religiosa tan fuertemente teñida de negación. Salvar y salvarse; negar el presente para hacerse acreedor del futuro; competir despiadadamente con los demás para probar el propio valor; rechazar lo concreto en aras de lo interior; vivir en un estado de incesante devenir. E n este punto W e b e r se aproxima mucho m á s a Freud que a Marx, ya que su manera de entender la mecánica de la competencia capitalista le sirve para demostrar la tesis de Freud según la cual el ser h u m a n o es víctima de sus propias inhibiciones. Poco antes de escribir La ética protestante y el capitalismo, Weber había viajado a Estados Unidos en una época en que los Vanderbilt ofrecían fastuosos banquetes para 70 comensales. Esos capitalistas amantes del lujo le parecieron una anomalía. Los hombres de poder llegarían con el tiempo a protegerse y a no ostentar su riqueza. A nivel de la cultura tratarían de convertirse «en uno de tantos», procurar no sobresalir. Seguirían, no obstante, siendo enemigos unos de otros. En un rasgo de genio, Weber comprendió que los capitalistas seguirían compitiendo mucho después de haber alcanzado la completa seguridad económica. El hombre que podía tratar a los demás c o m o piezas de un tablero era un hombre que luchaba con sus propios demonios. Su perfil fue visible en el movimiento protestante cuando la conciencia del estado interno se convirtió en centro de la fe. E n un nuevo avatar de esa inspiración genial, W e ber llegó a comprender de qué manera una persona puede tratar de resolver una duda relativa a su valor interno mediante un ejercicio de poder en el que gane pero no disfrute con ello. Esta negación de sí es prueba de que goza de un carácter sólido, más fuerte que el de otros y lo suficientemente enérgico c o m o para resistir a la tentación del deseo. Weber se pregunta qué intenta probar la persona que compite para probarse algo. Para poner de manifiesto en un ejemplo extremo el malestar que subyace en la competencia, examina la relación de la conciencia moral protestante con el m u n d o en el caso de los calvinistas y los protestantes puritanos que hallaron refugio en la América del siglo xvii. Al igual que Tocqueville considera que la forma de vida de ese núcleo h u m a n o en América se anticipó a la que adoptarían los eu- 294 Richard Sennen NEW YORK N E W JERSEY Central Park, en Nueva York: Arriba: el parque fue creado a mediados del siglo X I X adoptando perfectamente la planta ortogonal de Manhattan. Encyclopaedia Britannica. 1973. . I la derecha: el parque fue concebido c o m o un espacio natural aislado, en el corazón de la ciudad cuya cuadrícula tentacular hizo desaparecer los islotes de vegetación, R. Kaivar/Magnum. Las ciudades norteamericanas: planta ortogonal y ética protestante ropeos. A sus ojos los puritanos eran unos neuróticos heroicos, unos seres corroídos por la duda que luchaban denodadamente para probarse que tenían valor. En cierto m o d o , los puritanos no se prestaban a su argumentación. Los lugares en que vivían habrían sido inmediatamente reconocidos por sus contemporáneos c o m o típicas aldeas europeas con su núcleo de casas en torno de un prado y, m á s allá, las tierras labrantías hasta los límites del distrito. Afinalesdel siglo x v n el diseño de esa aldea tradicional comienza a m o dificarse por motivos que seguirán vigentes 200 años. Después de establecerse el núcleo de la aldea, «en la división de la tierra, los recién llegados abandonaban el conservadurismo que había presidido el diseño de sus calles. Para distribuir la inmensidad virgen no eran aplicables los métodos europeos de parcelamiento»'1'. En el siglo x v m esas aldeas de malla prieta se deshilacharon a medida que los habitantes se fueron a vivir a las tierras que trabajaban. Mientras duraron, estas aldeas prietas eran 295 lugares de cooperación m á s que de competición. E n el Pacto Eclesiástico de la aldea de Salem de 1689 se dice: H e m o s decidido con toda rectitud considerar cuál es nuestro deber y convertirlo en nuestra pena, reconocerlo c o m o nuestra vergüenza y definir en qué medida no lo hemos cumplido y pedimos por ello perdón al evocar la Sangre del Pacto Permanente. Y , con el fin de respetar este Pacto y cuantas disposiciones inviolables establece para siempre, habida cuenta de que nada podemos nosotros mismos, Imploramos humildemente la ayuda y la gracia de nuestro mediador 20 . En este Pacto se acepta de manera explícita la consubstancialidad del malestar interno y de la cooperación mutua. La «neutralidad», la «indiferencia para con los demás», no dejan de ser expresiones vanas en estas poblaciones; las diminutas aldeas de Nueva Inglaterra no parecían al principio que iban a ser el ambiente pro- 296 picio para el rechazo social de la ética protestante. Sin embargo, sus habitantes llegaron a vivir el drama de la negación a través de la neutralidad,'y vivirían y padecerían en grado heroico a causa del m i s m o . El puritano se imaginaba que debía alejarse del m u n d o en que había nacido a causa del malestar de la guerra que se libraba en su interior. Su salvación o su condenación estaban predestinadas por Dios, y Dios con un toque de su divino Instrumento, había decretado la imposibilidad de que el puritano supiera si sería salvado o condenado. Estaba obligado, en palabras del puritano norteamericano Cotton Mather, «a predicar las riquezas de Cristo que no es posible buscar», pero era demasiado h u m a n o , era un hombre que quería conocer su destino y buscaba las pruebas21. N o tenía el poder de controlar las tentaciones ni los pecados cotidianos del m u n d o ; carecía incluso del alivio católico de la absolución de sus pecados. N o le era posible tener un conocimiento definitivo, y tampoco obtener la absolución. Su Dios se asemejaba a una fortuna sádica. La conciencia moral y el dolor se convertían así en sus compañeros inseparables. Puede que la expresión m á s gráfica de este conflicto interno sean los versos que George Goodwin escribió a principios del siglo xvii: Canto m i propio ser; mis guerras civiles internas; Mis victorias y derrotas cotidianas; El duelo constante, la lucha incesante, La guerra interminable que durará tanto c o m o mi propia vida22. Para escapar a ese sufrimiento el puritano fue tentado por la inmensidad virgen, por ese vacío que no le impondrá exigencias seductoras y con la visión por remota que fuera de llegar a controlar su vida. El padre de Cotton Mather, Increase Mather, perteneciente a la primera generación de puritanos inmigrantes, escribió en la página inicial de su diario: Espero la llamada de tierras desconocidas donde viviré hasta el término de mi vida y de mis lágrimas23. Los primeros norteamericanos eran seres torturados. Cuando se habla de los «primeros colonizadores» o de los «aventureros ingleses» no se llega a expresar ninguno de los motivos que empujaban a la gente a emprender un viaje peligroso y a instalarse en parajes desolados o infestados de mosquitos. Los puritanos fueron Richard Sennett los primeros norteamericanos que sintieron la doble necesidad de alejarse de todo y de controlar su vida, dualidad que implicaba huir de los demás en nombre del autodominio. Las iglesias construidas en el centro de los poblados tradicionales de Europa señalaban claramente donde había que buscar a Dios. El centro define un espacio de reconocimiento. Dios es legible: está en el interior, en el santuario y en el alma. E n el exterior sólo hay riesgos, desórdenes y crueldades. El interior puritano no era legible, era el sustento de un combate, una conciencia en conflicto consigo m i s m o ; la terrible lucha por encontrarse se agravaría cuando los otros, es decir, el exterior, otras confusiones, hicieran su aparición. El español llegaba al N u e v o M u n d o c o m o un a m o ; la conversión y la conquista eran una sola cosa; llegaba su condición de católico. El puritano venía a un refugio; la conversión era un deber y la conquista una necesidad de supervivencia, aunque ni una ni otra eran el verdadero motivo de su viaje. El lugar al que llegaba tenía que ser contemplado c o m o una tela blanca en la que podía desplegarse esa doble compulsión; recomenzar en un sitio nuevo y lograr así un mayor dominio de sí. C o n frecuencia, quienes se habían embarcado en esta experiencia purificadora encontraban que el lenguaje no bastaba para conjurar sus conflictos internos, y el fracaso fatal llegaría a convertirse en Salem con el silencio, el verdadero castigo de las brujas. D e manera m á s general, en la cultura norteamericana, al fracaso de las palabras para revelar el alma se s u m ó la conciencia exacerbada de sí mismos en un paisaje inmenso y que les era extraño. A falta de un lenguaje adecuado para expresar la experiencia interior, cada uno se replegaría en sí ante la imposibilidad de manifestar su vida, condenado en el mejor de los casos a no dar sino una nueva impresión. El espacio interior del catolicismo medieval tenía un carácter físico, era un espacio que todos podían compartir. El espacio interior de los puritanos era el espacio del Individualismo m á s radical y m á s impalpable. El ojo del puritano sólo podía ver en su interior. Por consiguiente, para el puritano, el vacío tenía un significado espiritual. Incluso en el primer nudo de casas aldeanas se sentirá siempre solo con su conflicto. Observadores posteriores se asombraron de que se lanzaran en for- Las ciudades norteamericanas: planta ortogonal y ética protestante m a incontenible a la conquista del Oeste quienes podían haber llevado una vida más rica y feliz explotando lo que ya poseían. Se trataba de una de las manifestaciones de la ética protestante, esa incapacidad para admitir que lo que existe resulta suficiente. Quien se ve movido por esa disposición interna cree que esa lucha le permitirá encontrarse, que la propia aspereza del combate le otorgará un valor interior. Compite en aras del dolor y, en última instancia, compite consigo mismo. E n un primer m o m e n t o la fe marcó con su sello inconfundible esa lucha interior. El bien combatía al mal. M á s tarde, a medida que sus protagonistas iban deshaciendo el nudo europeo y adquirían más autonomía, los términos de esa lucha interior perdieron nitidez. U n texto clásico de la conquista del Oeste, la novela The little house on the prairie, cuenta c ó m o familia se m u d a cada vez que descubre otro techo en su horizonte. Nadie puede explicar las razones de esa vida errante, pero el hecho es que se sienten amenazados y tienen que alejarse cada vez más. Es un movimiento análogo el que da origen a los suburbios. Cada vez que puedas, aléjate de los demás. La densidad es un mal. Sólo el vacío, en la neutralidad, cuando faltan el estímulo o la «interferencia» de los demás, puede el alma dominarse. Se tiene así la dualidad del alejamiento y de la lucha por el autodominio. Cabe pensar que se trata de una historia puramente norteamericana y hasta que la anécdota se circunscribe a una pequeña secta del siglo xvii. Pero así c o m o nos encontramos a veces con una iluminación en la vida de personas distantes que nunca se propusieron influir en nosotros, la «lucha civil interna» librada en tierras norteamericanas tiene un significado para el presente. Tocqueville se equivocó en cierto m o d o al contemplar el carácter individualista. En efecto, lo tomó c o m o una simple indiferencia con respecto a los otros, lo que constituye un error generoso, si cabe decir, habida cuenta de otras realidades m á s actuales. Lo cierto es que, el código para establecer el autodominio desarrollado por primera vez en Estados Unidos, manifiesta una profunda hostilidad hacia las necesidades de los demás y un resentimiento por su mera presencia. Los demás interfieren; para lograr el control, nada de «lo de afuera» debe importar. Esta hostilidad puede verse ahora en muchas ciudades en la manera en que 297 se trata en la calle a quienes carecen de techo o están sujetos a trastornos mentales. Se les trata con resentimiento, ya que se presentan c o m o verdaderos necesitados y siguen mostrándose a la vista de todos. Y es una lucha contra esa hostilidad la competencia de identidades que se ha establecido para dejar la propia marca en los vagones del subterráneo y los muros de la ciudad. Lo que se pide es el reconocimiento. A la pregunta «¿Ser reconocidos por quién?», el puritano podía dar una respuesta. Aunque nos falte su fe en Dios y no tengamos ninguna respuesta a m a n o , seguimos sintiendo, c o m o él, la necesidad de dudar. Sigue presente la antigua sombra que oscurece la presencia de los demás. E n la historia de Estados Unidos el recurso implacable a la cuadrícula contribuyó a crear laesa sombra. La cuadrícula parecía resolver la amenaza del valor del medio mediante u n acto de represión geométrica. «Allí fuera» no había nada que debiera ser tenido en cuenta al aplicar la cuadrícula. Es sabido que los problemas de la ciudad consisten en su impersonalidad, su escala alienante, su frialdad. A m i juicio, esta descripción es más profunda de lo que parece a simple vista. La impersonalidad, la frialdad y el vacío son términos esenciales del vocabulario protestante sobre el medio ambiente. Estas palabras marcan una cierta dirección de la mirada; la separación, la exclusión, la frialdad son otras tantas razones para buscar los valores internos en el interior. La ética protestante nos habla del avatar desdichado de esta orientación de la percepción. Es una historia de escasez de valores. Es una historia en la que son los propios seres humanos los que crean unas condiciones y circunstancias que inmediatamente después contemplarán c o m o vacías y frías. Esa es la consecuencia perversa de la negación. El que asume una actitud neutral para con el exterior acaba por sentirse vacío. Esta perversión se aplica tanto a la creación del espacio c o m o a la creación del capital. Ahora bien, al haberse incorporado a la trama de la vida cotidiana y secular, esta conciencia protestante del espacio deja de ser una neurosis heroica. V e m o s así que la relación entre espacio cuadriculado y ética protestante es un ejemplo de otra relación más general entre espacio y cultura. Weber no pensó que la religión determinara la economía, sino que existía una interacción entre ambas. Del m i s m o m o d o , también los va- 298 Richard Sennen lores culturales se entrelazan con el orden espacial. Estos lazos han ejercido una gran influencia en la visión moderna c o m o también en la formulación de Weber, las técnicas religiosas de autorregulación siguen vigentes m u c h o después de que desaparece la fe religiosa. En la planificación del espacio visual, la neutralidad crea un campo de competencia en el que los participantes operan un repliegue moral sobre sí mismos. En Estados Unidos, la aplicación de la cuadrícula constituye el primer signo de una forma moderna de represión m u y característica que consiste en negar el valor de los demás y la peculiaridad de cada lugar mediante la construcción de la neutralidad. Traducido del inglés Notas 1. Joseph Rykwert, The Idea of a Town: The Anthropology of Urban Form in Rome, Italy and the Ancient World. (Cambridge. Mass: M . I . T . Press. 1988), pág. 192. Frontier (Cambridge, Mass: Harvard. 1959), págs. 24-25. 2. Rykwert, op. cit.. pág. 90. 9. Lewis M u m f o r d , The City in History (Nueva Y o r k : Harcourt. Brace. Jovanovich, 1961), pág. 421. 3. Rykwert, op. cit.. págs. 90-91. 4. William Bridges. Map of the City of New York and Island of Manhattan (Nueva York: 1811), «Commissioner's Remarks», pág. 30. 5. «Ordenanzas reales sobre descubrimientos nuevos y poblaciones». 6. Pierre Charles l'Enfant. «Note relative to the ground lying on the eastern branch of the river Potomac...» Pese a n o estar fechada debe de haber sido escrita entre el 4 de abril, cuando el Presidente Washington transmitió a l'Enfant las ideas de Jefferson, y el 10 de abril de 1791, fecha en que Jefferson aceptó el control de l'Enfant en materia de planificación sobre la nueva capital de la nación. Texto reproducido en E . L . Kite L'Enfant and Washington. 1791-1792, Baltimore: John Hopkins Press, 1929. págs. 47-48. 7. Francis Baily. Journal of a Tour in Unsettled Parts of North America in 1796 and 1797 (Londres, 1856). pág. 226, citado en Richard W a d e . The Urban 8. «Commissioner's Remarks», op. cit. pág. 25. 10. El lector interesado en conocer concretamente la línea irracional que siguió «la lógica del capitalismo» puede consultar con provecho lo que dice Peter Marcuse, «The Grid as City Plan: N e w York City and laissez-faire planning in the nineteenth century». Planning Perspectives. 2 (1987), págs. 287-310. 11. Frederick L a w Olmsted. «Description of a Plan for the Improvement of the Central Park, 'Greensward', 1858» en Frederick L a w Olmsted, Jr. y Theodora Kimball, Frederick Law Olmsted (Nueva York, 1928), págs. 214-232. 12. John W . McCoubrey. American Tradition in Pai ting (Nueva York: Braziller, 1963). pág. 29. 13. Citado por John Hancock, «The Apartment House in Urban America» en la obra recopilada por Anthony D . King, Building and Society (Londres: Routledge and KeganPaul. 1980), pág. 181. 14. Alexis de Tocqueville. Dela démocratie en Amérique (ed. a cargo de J.P. Mayer), Gallimard. 1961 ; t o m o I. pág. 266. 15. Notadel autor, al pie de las págs. 290-291 de la edición citada. 16. Tocqueville, op. cit.. t. II, págs. 138-139. 17. Geoffrey Chaucer. The Canterbury Tales (Los Cuentos de Canterbury), traducción de R . M . Lumiaiisky (Nueva Yoik, Pocke! Books, 1971), pág. 357 del original y pág. 10 de la traducción. 18. M a x W e b e r , Die protestantische Ethik un der Geist des Kapitalismus. (Existe en español. La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Edicions 62, Barcelona.) 19. Anthony N . B . Garvan, Architecture und Town Planning in Colonial Connecticut ( N e w H a v e n : Yale, 1951), pág. 52. 20. Reproducido en Charles B . Rice, Proceedings at the Celebration of the Two Hundredth Anniversary of the First Parish at Salem Village (Boston. 1874). 21. Citado en Kenneth Silverman, The Life and Times of Cotton Mather (Nueva York: Columbia University Press, 1985), pág. 24. 22. George G o o d w i n , «Auto-Machia» versión Las ciudades norteamericanas: planta ortogonal y ética protestante modernizada, adaptada del original quefiguraen Sacvan Bercovitch. The Puritan Origins of the American 5 W / ' ( N e w Haven: Yale, 1975), pág! 19. 23. Increase Mather. A Sermon Concerning Obedience, en «The Autobiography of Increase Mather», a cargo de Michael G . Hall, Proceedings ol the American 299 Antiquarian Society, L X X I (1961), pág. 352. Servicios financieros y comerciales de la ciudad de Nueva York: vínculos internacionales y repercusiones en la ciudad Saskia Sassen Tras una década en que el empleo ha ido dismi- cera parte de los empleos en el caso de Nueva nuyendo drásticamente en la industria m a n u - York? En el presente artículo se abordarán esfacturera, servicios y administración pública, tas cuestiones y se analizarán las condiciones la ciudad de Nueva York experimenta a partir en las que se han producido la expansión de los de los últimos años setenta un rápido creci- serviciosfinancierosy comerciales, los c o m p o miento de los serviciosfinancierosy comercia- nentes de tal crecimiento, su duración y la conles. La explicación puede residir en el hecho de siguiente distribución de beneficios y costes paque la ciudad ha entrado en la era postindus- ra los diferentes sectores de la economía ciudatrial, lo que constituiría un caso interesante de dana y su fuerza laboral. Para situar los datos renovación económica en contraste con la de- en perspectiva, se compara a la ciudad de N u e cadencia aterradora de la va York con su área metroregión industrial del medio politana y con otras granSaskia Sassen es profesora y miembro oeste. Así. pues, ¿represendes ciudades tales c o m o de la Urban Planning Division, Gratan las formas de creciLos Angeles y Chicago. duate School of Architecture. Planning and Preservation. Columbia Univermiento hoy visibles en la El fondo cultural de este sity. N e w York, E E . U U . Es también ciudad de Nueva York un artículo se encuentra en el miembro de varios grupos de investigamodelo de renovación ecogran n ú m e r o de análisis ción internacionales y de varios proyectos de la O N U . Sus publicaciones m á s n ó m i c a que podría ser que existen sobre el área recientes son The Mobility of Labor and adoptado por otras áreas metropolitana de N u e v a Capital (1988) y The Global Ciiv. New urbanas, una especie de alYork basados tanto en teoYork, London. Tokyo ( 1990). ternativa postindustrial carías sobre el tipo de crecipaz de revitalizar la indusmiento propio de las grantria? O bien, ¿es este tipo des ciudades, c o m o en los de crecimiento una caracprocesos cíclicos de disperterística tan sólo de la gran sión de los componentes de ciudad que es Nueva York? dicho crecimiento. En toda ¿Es eficaz y deseable este tipo de crecimiento? esta documentación relativa a ese fenómeno se ¿Qué repercusiones puede tener en la estructu- pone de manifiesto la función de semillero de ra económica y social de la ciudad? Sabemos las grandes ciudades en un contexto de ciclos que las grandes áreas de la industria manufac- periódicos de superpoblación, congestión y turera del medio oeste produjeron una gran aparición de aglomeraciones antieconómicas cantidad de empleos bien remunerados duran- y de soluciones parciales basadas en la disperte su período de crecimiento con su correspon- sión espacial. Los beneficios y los costes sociadiente efecto multiplicador sobre la economía les de estos ciclos de dispersión y concentraen general. ¿Qué significa para una economía ción están distribuidos de forma desigual entre urbana tener c o m o sector económico de mayor los distintos sectores de la población, la fuerza crecimiento a los serviciosfinancierosy comer- laboral y la economía. A d e m á s , variarán según ciales, un sector que representa cerca de la ter- los diferentes regímenes económicos que caracRlCS 125/Set. 1990 302 Saskia Sassen terizan u n período histórico determinado. ciudades. L a acentuación de la expansión del Si aplicáramos hoy estos principios a la ciu- volumen de transaccionesfinancierasno ha hedad de Nueva York abriríamos un debate que cho sino amplificar las repercusiones de esas incluiría las condiciones y los límites del au- tendencias. mento de los serviciosfinancierosy comerciaPartiremos de la hipótesis según la cual la les, sectores principales del crecimiento de la dispersión espacial de la producción y la reorciudad; el especial papel de la ciudad de Nueva ganización de la industria financiera han creaYork c o m o emplazamiento de tales servicios y do unas formas nuevas de centralización destilos límites de esa función; las formas de inte- nadas a administrar y regular la red mundial de gración en una economía metropolitana m á s los lugares de producción y los mercados finanamplia de, por un lado, estos nuevos sectores cieros1. en crecimiento y el resto de la economía metropolitana por otro, y finalmente, la repercusión a) La dispersión y las nuevas formas de concende su crecimiento o su regresión sobre otros tración sectores de la economía y sobre la fuerza labo- Expresiones clave de la transformación esparal de la ciudad. cial y técnica de la actividad económica son la dispersión geográfica de fábricas, oficinas y servicios, y la utilización m u c h o más generalizada de los servicios altamente especializados, 1. Condiciones que deben darse a lo que se suma con frecuencia el desarrollo de para el crecimiento de los la microelectrónica. La dispersión y la especiaservicios financieros lización de los servicios son dos procesos que y comerciales actúan entre sí y que en algunos casos coinciden. La dispersión de las fábricas y oficinas exiLa posición teórica y metodológica en la que se ge la centralización de la gestión y un control de inspira nuestro debate consiste en la necesidad alto nivel necesarios en la administración y orde examinar determinados aspectos funda- denación del sistema mundial de producción y mentales de la nueva situación económica a la fuerza laboral. Las empresas cuentan cada mundial c o m o requisito previo para entender vez m á s con numerosas fábricas, oficinas y serlos cambios sociales y económicos tan pronun- vicios, por lo que va en aumento la importanciados que tienen lugar hoy en las grandes ciu- cia de las actividades centrales de planificadades. Es difícil explicar esos cambios si sólo se ción, administración y distribución interna, tiene en cuenta el desplazamiento de la produc- comercialización, etc. Se ha fomentado la tención hacia los servicios que se produce en las dencia a desplazar a la sede de las grandes c o m economías desarrolladas. Los avances técnicos pañías toda una serie de actividades que en el de la electrónica y las telecomunicaciones, la pasado llevaban a cabo las compañías independispersión espacial de la producción y la expan- dientes de servicios, ya que hay grandes c o m sión y la reorganización de la industria finan- pañías que se dedican a producir y a vender al ciera internacional constituyen tres series de consumidor los servicios. Lo m i s m o observaprocesos interrelacionados que han contribui- m o s en los gobiernos, esa manera análoga de do a la reestructuración económica de las gran- centralizar las actividades de planificación y des ciudades. La dispersión espacial de la pro- control de alto nivel, lo que se debe en parte a ducción, incluida su internacionalización, ha los avances técnicos que posibilitan la tendencontribuido al incremento de unos servicios cia y, en parte también, a la complejidad cada centralizados en la gestión y regulación de la vez mayor de las tareas de regulación y adminueva economía espacial. Las grandes ciuda- nistración. Por último, una nueva concentrades, y éste es el caso de Nueva York, desempe- ción de un importante componente de inverñan una función cada vez m á s importante co- sión extranjera en grandes ciudades c o m o m o lugares clave de la gestión y coordinación a Nueva York ha nutrido aún m á s ese núcleo alto nivel. Y la reorganización de la industria económico con funciones de control y de servifinanciera ha dado lugar a un rápido incremen- cios de alto nivel. to de la concentración, por lo demás ya m u y Los diferentes emplazamientos manifiestan importante, de dicha industria en las grandes diversos aspectos de estas tendencias. El peso Serviciosfinancierosy comerciales de la ciudad de Nueva York: vínculos internacionales y repercusiones en... o i El área metropolitana Nueva York-Nueva Jersey, D . R . 10 20 30 40 bo i i i u km 303 304 de la actividad económica de los quince últim o s años se ha desplazado en gran medida de los lugares de producción c o m o Detroit a los centrosfinancierosy de servicios m u y especializados. Mientras que la dispersión de las fábricas acelera el debilitamiento de los antiguos centros industriales, la necesidad de centralizar la gestión y controlarla contribuye al crecimiento de ciudades c o m o Nueva York y Los Angeles. Asimismo, en términos generales, la importancia de servicios avanzados para la actividad económica ha desplazado ciertas tareas, haciendo que pasen, del lugar de trabajo, a la sala de diseño, cambiando la gestión y transformándola, de actividad centrada en la producción, c o m o era antes el caso, en actividad centrada en las finanzas. El mantenimiento de una gestión y un control centralizados sobre una serie de fábricas, oficinas y servicios geográficamente dispersos no puede considerarse c o m o algo obvio ni tampoco c o m o la salida inevitable del «sistema mundial». Lo que hay que hacer es posibilitar dicho control centralizado mediante una vasta gama de servicios m u y especializados y de funciones de gestión y control de alto nivel. Estos factores constituyen los componentes de la «capacidad de control mundial», término propuesto y analizado en otro artículo (véase Sassen, 1989) y al que sólo nos referiremos brevemente. El objetivo consiste en dejar de lado la conocida cuestión del poder de las grandes compañías y proponer el examen de la práctica del control mundial: las actividades especializadas necesarias para producir y reproducir la ordenación y administración de un sistema de producción y de una fuerza laboral dispersas por todo el m u n d o . La insistencia en la producción de los productos constitutivos de la capacidad de control global facilita, ante todo, un referente empírico para determinar los modos específicos de integración de las grandes metrópolis en la economía mundial. Se trata de ciudades que, al margen de actuar c o m o astros de un vasto sistema de comunicaciones y de mercado, son además los lugares en que se produce la capacidad del control mundial. En segundo lugar, la insistencia en la producción incorpora al análisis la categoría de fuerza laboral, es decir, la manera de generar empleo de la producción. Cuando se examinan tan sólo las cuestiones de poder, se suele considerar, por ejemplo, a los factores fi- Saskia Sassen nancieros únicamente en términos de instituciones y conocimientos financieros m u y especializados. A fin de generar productos financieros, se precisa una amplia g a m a de puestos de trabajo, incluidos los correspondientes al mantenimiento y conservación de los edificios en que se fabrican tales productos y a los que descargan y almacenan los materiales necesarios, desde el software hasta las bombillas. Así, el crecimiento de la industria financiera equivale a la expansión de una amplia g a m a de puestos de los cuales no todos exigen conocimientosfinancierosaltamente especializados. E n tercer lugar, este enfoque no tiene c o m o unidad de análisis ningún agente poderoso, ya se trate de empresas multinacionales o de gobiernos, sino el lugar de producción y, en este caso, las grandes ciudades. D e este m o d o , pese a que la capacidad de control global sea el mecanismo básico que brinda a las grandes empresas la disposición de un sistema de producción nacional y mundial m u y disperso, no quiere decirse con ello que la producción de esa capacidad tenga que confinarse forzosamente a la empresa. Si examinamos la producción de dicha capacidad, podemos incorporar al análisis el mercado de empresas independientes de servicios especializados en rápida expansión. Se trata de e m presas que constituyen un sector importante de crecimiento en la ciudad de Nueva York y que no se tendrían en cuenta si el centro de atención fuera el poder de las grandes empresas. E n cuarto lugar, al centrar la atención en la producción y en los lugares de producción, se pone en primer plano el papel de unas pocas ciudades clave en la fase actual de la economía mundial y las diferencias que se dan entre las grandes ciudades de los países industrializados. b) Reorganización de la industria financiera H a y cambios importantes acaecidos a lo largo del último decenio en la industriafinancieraen lo concerniente al crecimiento de dicha industria en la ciudad de Nueva York y también en las de Londres y Tokio. Entre esos cambios cabe citar la crisis de 1982 en lo tocante a la deuda, la importancia cada vez mayor que adquieren las instituciones financieras no bancarias, la demanda de valores y el abandono de los préstamos bancários y el crecimiento masivo del volumen de las transacciones financieras. D e 1974 a 1981 se ha producido un crecimiento vertiginoso de capitales debido a la inyec- Serviciosfinancierosy comerciales de la ciudad de Nueva York: vínculos internacionales y repercusiones en... ción de los petrodólares en el sistema financiero internacional. Los grandes bancos comerciales se han convertido en las instituciones dominantes en los mercados financieros internacionales. La crisis de la deuda de 1982 produjo cambios fundamentales en la industria financiera y, sobre todo, la disminución de los préstamos bancários y un rápido aumento del mercado de valores. La amplia producción de innovaciones financieras posibilitó la expansión masiva de la industria mediante nuevos instrumentos negociables y no negociables de crédito y capital, lo que se reflejó en las cifras de la capitalización mundial que pasaron de los 892 mil millones de dólares en 1974 a 5,2 billones en 1986 (en dólares de valor constante). Además del aumento del volumen total se ha producido una transformación importante de los componentes de las finanzas. En los años setenta el componente m á s generalizado del mercado financiero era el préstamo, mientras que hacia 1984 pasaron a serlo los valores y otros instrumentos negociables. Los préstamos bancários pasaron de los 124 mil millones de dólares de 1981 a los 19 mil millones de 1985, cifra ésta la más baja desde 1972. E n 1986, la cuantía de dinero reunida por los bancos de inversión y otros valores aumentó en el 33 % en relación con 1985, siendo m á s de cinco veces superior al volumen de los préstamos bancários. Por último, se empezó a atribuir una importancia menor a los centros regionales, reconcentrándose la actividad en las grandes ciudades. Así, de los 5,2 billones de dólares de capitalización mundial de 1986, el 80 % correspondió a Nueva York. Londres y Tokio. La repercusión del crecimiento del mercado financiero en dichas ciudades viene dado por el análisis del mercado de valores en cada uno de dichos países. Según los datos de Morgan Stanley, en 1985 ese mercado creció en Estados Unidos en el 27,2 %, mientras que en Japón el 13,4 % y en Gran Bretaña en el 17,6 %. T o d o ello m e ha llevado a formular la hipótesis (véase Sassen, 1989) según la cual la pérdida de participación en el mercado sufrida por los bancos comerciales y la importancia creciente de las institucionesfinancierasno bancarias sumadas al mercado de valores (es decir, la transformación de varios tipos de deudas en instrumentos negociables) y a las innovaciones financieras tienen que empujar a los centrosfinancierosa concentrar todavía más esas actividades. 305 En pocas palabras, en los años sesenta y setenta la tendencia era impulsar a los centros regionales y a susfiliales,bajo la dirección de los grandes bancos transnacionales, mientras que a comienzos de los años ochenta surge un nuevo modelo consistente en volver a concentrar la gestión industrial y la producción de innovaciones financieras en un número circunscrito de plazas importantes. La reorganización de la industria financiera se produce c o m o consecuencia de haberse agotado toda posibilidad de crecimiento, y ese fenómeno va unido a la reconversión de los petrodólares mediante préstamos que se conceden sobre todo a los países del Tercer M u n d o . El desarreglo y la internacionalización del sistemafinancierode los principales países desarrollados se ha producido pese a las diferencias existentes entre esos sistemas en lo concerniente al marco reglamentario, la historia y la economía en que se mueven. Es inevitable que persistan muchas de esas diferencias. Además, los principales centrosfinancierosdel m u n d o pueden adoptar formas específicas de incorporación al sistema financiero mundial. Por ejemplo, Japón es hoy el mayor exportador de capitales de todo el m u n d o y Tokio su centro financiero m á s importante, mientras que Estados Unidos es el principal receptor de capitales extranjeros y la ciudad de Nueva York su centro financiero m á s importante. Londres es la plaza más importante del euromercado y cuenta con la red bancaria internacional más vasta del m u n d o . Esta evolución económica, junto con los avances que se han producido en las telecomunicaciones en el último decenio, ha llevado a los gobiernos de los países más industrializados a reexaminar el marco reglamentario del sector financiero. A comienzos de los años ochenta esos países abolieron diversas clases de restricciones, lo que tuvo c o m o consecuencia una m a yor competitividad y diversificación del sistem a financiero. Calificar este proceso de desarreglo es, en términos estrictos, incorrecto, ya que persiste un marco regulador y se han aplicado nuevas normas. Estos cambios form a n parte de la tendencia mundial que está transformando las funciones básicas de las instituciones financieras. El rápido crecimiento de la banca internacional en el último decenio ha resaltado el hecho de que hoy por hoy el sistema financiero mundial interactua con el sis- 306 temafinancieronacional. El éxito del euromercado, un mercadofinancierom u y competitivo y no reglamentado, ha facilitado aún m á s la internacionalización de los distintos sistemas financieros nacionales. Estados Unidos es un país con el sistema de control y restricción de la circulación de capitales internacionales y de banca internacional más abierto, tanto en lo tocante a las institucionesfinancierasextranjeras que operan en Estados Unidos como a las actividades de las instituciones estadounidenses en el extranjero, lo que nos da la explicación de que Estados Unidos sea el mayor receptor de inversiones financieras del m u n d o . Por ejemplo, de los 5,2 billones de capitalización mundial, el 44 % está concentrado en la ciudad de Nueva York. E n el último decenio se ha producido en Estados Unidos u n rápido incremento de las operaciones de bancos extranjeros. A la par que los bancos estadounidenses, la banca extranjera ha seguido en gran medida el movimiento de las compañías de sus países hacia el mercado m u n dial. Los activos de los bancos extranjeros en Estados Unidos han pasado, de los 7 mil millones de 1965, a los cerca de 300 mil millones de 1983. Son alrededor de 300 los bancos extranjeros que disponen de m á s de 600 oficinas en Estados Unidos, incluidas lasfiliales,las oficinas de representación, los bancos subsidiarios y las sucursales. Las operaciones bancarias se concentran en Nueva York, Los Angeles, San Francisco, Chicago y Houston, siendo la ciudad de Nueva York el mayor lugar de concentración, con más de 380 oficinas. El desarrollo de los Servicios Bancários Internacionales (IBF) a partir de 1981 ha sido el mecanismo mediante el cual se ha instalado en Estados Unidos una parte del inmenso mercadofinancierointernacional con más rápido incremento. Se trata de unos servicios que hacen, que los bancos de Estados Unidos o las oficinas de los bancos extranjeros en Estados Unidos puedan realizar negocios de banca internacional sin tener que someterse a la normativa de Estados Unidos ni a las disposiciones de la R e serva. E n otras palabras, lo que hacen es facilitar el desarrollo de la actividad bancaria internacional en Estados Unidos. Los bancos estadounidenses pueden recurrir a tales servicios c o m o el punto de partida de su competición en el mercado internacional de depósitos y préstamos, aunque no cuenten con ninguna fi- Saskia Sassen lial en el extranjero (Cooper y Fraser, 1984). E n 1985, el número de servicios bancários internacionales en Estados Unidos ascendía a 160 y sus activos se elevaban a 261 mil millones, de los cuales 100 mil millones estaban depositados en la ciudad de Nueva York donde el total de depósitos alcanzaba hasta 201 mil millones de activos. Antes de la aplicación de la Ley Bancaria Internacional de 1978, la normativa a la que debían atenerse los bancos extranjeros era la del Estado en el que estaban registrados (Baker, 1978). La finalidad de la Ley era facilitar el marco de la supervisión de la Reserva Federal y la regulación de la banca extranjera, haciendo que los bancos extranjeros se sometieran a las mismas restricciones que los bancos nacionales (Senado de Estados Unidos, Comité de Banca, Vivienda y Asuntos Urbanos, 1978). En virtud de dicha ley los bancos nacionales empezaron a competir mejor con unos bancos extranjeros que hasta entonces escapaban al control federal y para los que no rezaba la prohibición de efectuar operaciones o inversiones en distintos Estados. La Ley contribuyó, además, a reducir las restricciones geográficas de todos los bancos de Estados Unidos (Cooper y Fraser, 1984:98-101). c) Tecnología Los adelantos de la electrónica y las telecomunicaciones han contribuido a convertir las grandes ciudades en centros mundiales de la comunicación y la gestión a larga distancia. A d e m á s , hay otras cuestiones, no tan bien documentadas, que se analizarán en una sección ulterior, y entre ellas la del traslado de algunas actividades que en el pasado eran patrimonio de la industria manufacturera, al campo de los servicios. Lo que hace 15 años era un trabajo especializado de producción en una ciudad industrial es hoy en día una tarea de diseño que se efectúa en Manhattan. La transferencia de técnicas del trabajador a la máquina, caracterizada en otro tiempo por la producción en serie, se efectúa hoy en una gama de actividades que van desde la planta de las tiendas hasta la computadora y su personal técnico y profesional. La especialización funcional de las primeras fábricas tiene su contrapartida contemporánea en la marcada fragmentación del proceso laboral en lo concerniente al espacio y la organización, con la consiguiente necesidad de una mayor centralización y una gestión m á s c o m - Servicios financieros y comerciales de la ciudad de Nueva York: vínculos internacionales y repercusiones en... 307 L a bolsa de N u e v a Y o r k : desde los a ñ o s 1970. el peso del sector financiero en la e c o n o m í a de la ciudad se ha acrecentado, E. Erwui/Mügnum. pleja, además de unos servicios m u y especializados. C U A D R O 1. El empleo en Nueva York, 1987 Industria 2. El lugar de los negocios y las finanzas en la ciudad de Nueva York y su área urbana La ciudad de Nueva York ha sido desde hace m u c h o tiempo un centro de negocios y finanzas. Lo que ha cambiado desdefinalesde los años setenta es la estructura de ese sector, su magnitud y el peso que tiene en la economía urbana. En esta presente sección vamos a examinar el peso de los serviciosfinancierosy comerciales en la economía de la ciudad y área metropolitana, además de los cambios que se han producido a lo largo de los años2. En 1987, último año para el que se dispone de datos, trabajaban en la ciudad de Nueva York 3,6 millones de personas. Los servicios Total Industria manufacturera N o manufacturera Sector privado Construcción Transportes, servicios básicos Comercio F I R E (Finanzas, seguros. y bienes raíces) Servicios Servicios comerciales Servicios jurídicos Gobierno Puestos de trabajo (en miles) 3.611.5 380,8 3.230,7 2.646,1 119,2 217,1 642,3 547,6 1.119,3 305.3* 69.3* 584.6* * Estas cifras no se han ajustado según la estación c o m o se ha hecho con las demás. Fuentes: Year-end Repon on 1987. Oficina de Estadísticas Laborales, Departamento de Trabajo de Estados Unidos, Oficina Regional del Atlántico Medio (Middle Atlantic Regional Office). Employment Review. Estado de Nueva York, Departamento del Trabajo. Saskia Sassen 308 financieros y comerciales empleaban alrededor del millón de trabajadores, mientras que los de la industria habían pasado de 900.000 en 1970 a 380.000 en 1987. Aunque desde muchos puntos de vista la ciudad de Nueva York sea mercado laboral único, son claras las diferencias entre los distintos distritos (boroughs) y, sobre todo, entre Manhattan y los demás. Se podría afirmar que para algunas industrias se trata de mercados distintos o, más bien, de submercados. La distribución de la actividad económica por sectores nos muestra que todas las actividades se concentran en Manhattan de tal manera que su porcentaje se eleva al 66 %. Esta desproporción se acentúa aún m á s cuando se examinan ciertos tipos de actividades: m á s del 89 % de las finanzas, seguros y bienes raíces (FlRE) y casi el 86 % de los servicios comerciales. La concentración de la industria en Manhattan, aunque sea hoy inferior a lo que ha sido hace algún tiempo, sigue siendo m u y elevada ya que se sitúa en el 59 %, sobre todo en lo concerniente a la confección donde llega al 69 %. Esta distribución no ha cambiado prácticamente desde 1970, si se exceptúa el pequeño incremento de la participación de Manhattan en el FIRE y los servicios comerciales, siendo incluso la disminución de la participación de Manhattan en servicios de personal, higiene y educación. La m á s alta concentración producida en Manhattan es la de F I R E con el 23,5 % del total de trabajadores en 1985, mientras que en Brooklyn y Queens es la manufactura, en Bronx los servicios de higiene y en Staten Island la venta al por menor. E n 1970, la industria manufacturera desempeñó un papel m u cho m á s importante en todos los sectores, especialmente en Manhattan, donde alcanzó el 22 %, frente al 17 % de F I R E . Del m i s m o m o do, la participación de la industria manufacturera ascendió en Brooklyn al 40 % de todos los puestos de trabajo, en Bronx el 25 % y en Staten Island el 21 %. El debilitamiento de la industria manufacturera representa una de las tendencias m á s notables de la base económica de la ciudad. Si se recurre a un parámetro regional y temporal m á s amplio, se verá en el cuadro 3 que hace ya 30 años la concentración en Manhattan de puestos de F I R E era desproporcionada. Si t o m a m o s c o m o base (100), la distribución industrial del Area Metropolitana de N u e v a York ( N Y M R ) , según el cálculo de Hoover y Vernon (1962), «el índice de especialización» (cociente de emplazamiento) de Manhattan en lo concerniente a los puestos F I R E de la región metropolitana de N u e v a York era de 169 en 1956. Harris ( 1988) nos demuestra que en I 980 había pasado a ser de 195, lo que representa un cociente sumamente elevado. El resto del núcleo de la ciudad, compuesto en gran parte por C U A D R O 2. Distribución de la actividad económica de Nue' York, por distritos (Boroughs), I984 N ú m e r o de puestos en: Total actividades Construcción Industria manufacturera Confección Transportes, comunicaciones y Servicios públicos ( T C U ) Venta al por mayor Venta al detalle FIRE Servicios comerciales Servicios de personal Servicios sanitarios Servicios de educación Total Bronx Brooklyn (Kings) Manhattan (Nueva York) (en porcentajes) Staten Island (Richmond) 2.953.237 93.241 485.775 125.568 240.422 5,59 9,56 5,01 3.05 3,78 12.38 16,15 18,19 16,04 10,60 66.12 41,54 58,84 69.24 55.74 14.02 29,06 17,25 11.07 28,07 1,89 3.69 0,71 0,60 1,81 226.034 367.977 514.245 264.317 31.573 239.668 96.073 5,78 7,85 1.97 2.07 7,80 14,98 10,80 11.13 16,86 3,86 4.50 22.11 22,09 14,60 68,73 52,30 89,66 85,67 45,39 39.89 63,10 13,50 19,16 3.93 6,80 20,28 18,14 8,98 0,86 3,83 0,58 0,96 4,42 4,90 2,52 Fuente: Bureau of the Census, County Business Patterns 19S4, Nueva York (CBP-84-34) Servicios financieros y comercia/es de la ciudad de Nueva York: vínculos internacionales y repercusiones en... C U A D R O 3. La especialización industrial en el área metropolitana de Nueva York, 1956 y 1980 Distribución porcentual Índice de especialización (NYMR= 100) Manhattan Resto del núcleo de la ciudad de N . Y . 69 145 169 121 83 46 117 68 68 128 45 35 22,1 78 102 110 70 195 144 108 87 86 158 94 101 57 66 104 118 111 81 112 114 75 95 200 97 122 71 78 113 62 85 85 102 4,8 104 117 88 91 100,0 100,0 100,0 100,0 1956 Industria manufacturera Ventas al por mayor Finanzas 28,2 6.8 4,8 Anillo interior Anillo exterior 1980 Industria manufacturera Transportes Ventas al por mayor Ventas al detalle Finanzas Servicios comerciales Servicios de personal Servicios profesionales a particulares Administración pública NYMR 21,5 9,1 5,1 14,1 9,5 5.9 2,6 100,0 Fuentes: Harris (1988). calculado según Hoover y Vernon, Anatomy of a Metropolis, 1962. pág. 248; U . S . Bureau of the Census, Place of Work, Nueva York. 1984. otros distritos urbanos de Nueva York y un condado de Nueva Jersey, había experimentado un descenso del cociente financiero. Hay una segunda tendencia m u y pronunciada y que dimana de esa perspectiva m á s a m plia, de la disminución de la industria m a n u facturera en el resto del núcleo de la ciudad, con un índice de especialización que ha pasado, de 121 en 1956, a 86 en 1980. Si comparamos esas cifras con las de la población y el empleo, es obvio que el resto del núcleo urbano ha sufrido en estos últimos 30 años pérdidas considerables en ambos sectores. En 1956 el área contaba con el 4 1 , 8 % de la población del área metropolitana y el 23,6 % de los puestos de trabajo; en 1985 los porcentajes eran, respectivamente, del 32,4 % y del 16,2 % (Harris, 1988). Por último, las cifras de la población y el empleo nos enseñan además que en 1985 había descendido de manera significativa la cuota general de Manhattan en puestos de trabajo de la región, al pasar del 40,6 % de 1956 al 27,2 % de 1985. Este descenso no hace sino subrayar la concentración desproporcionada de los servicios de FIRE y comerciales en Manhattan, aspecto al que m e referiré una vez más en las secciones siguientes. Aparece claramente que es en el anillo exterior donde ha aumentado en mayor medida el porcentaje de población y de empleo. La expansión de la industriafinancieray los altos rendimientos engendrados en unos m o mentos en que decaía la industria manufacturera, antes tan rentable, contribuyeron a la idea de que hoy la industria manufacturera representa hasta cierto punto una forma caduca de crecimiento económico de las economías de vanguardia. U n a salida a la crisis es la proporcionada por las políticas que propician el crecimiento financiero. Grandes ciudades c o m o Nueva York son las que más se han beneficiado con esa política de crecimiento financiero. Componente importante de la economía urbana de Nueva York es el conjunto que forman la cultura y el arte. El estudio m á s exhaustivo de los últimos años (New Y o r k - N e w Jersey Port Authority, 1983) cifra su volumen en el 309 310 área metropolitana de Nueva York en 5,6 mil millones. Según dicho estudio, en 1982, las artes generaron directamente más de 35.000 e m pleos, hasta alcanzar incluso la cifra de 117.000 si se incluyen los producidos indirectamente. Los ingresos han ascendido a 2 mil millones. Así, pues, las artes constituyen una industria más importante que la publicidad, la hostelería, el asesoramiento administrativo y los servicios de computación y procesamiento de datos. Los mayores beneficiarios por orden de importancia han sido la industria inmobiliaria, los servicios comerciales y profesionales y el comercio al por mayor y al detalle. Para nuestro propósito hemos calculado que la industria de las artes, con sus 5,6 mil millones, consta de cinco segmentos principales, a saber: 1) 1.580 instituciones sin fines lucrativos y que han aportado a la región un total de 1,3 mil millones; 2) el turismo, con una aportación de 1,3 mil millones: 3) las actividades locales del cine y la televisión, incluida la publicidad, el vídeo y la televisión por cable, con 2 mil millones; 4) las galerías de arte y las salas de subastas con 360 millones, sin contar el valor de las obras compradas o vendidas; y 5) los teatros de Broadway y de sus alrededores, con 480 millones, además de las compañías itinerantes con sede en Broadway, con otros 170 millones. La mayor parte del total (2,1 mil millones) de los gastos de la industria corresponde al personal (45 % ) , mientras que la segunda categoría es la de los gastos por servicios comerciales (incluidos los profesionales) con el 20 %, y la tercera, los impuestos por nómina y los beneficios. El modelo es bien distinto si se procede a comparar la contribución de los diferentes servicios al crecimiento del empleo entre la ciudad de Nueva York y Estados Unidos. Del aumento total de 300.000 puestos de trabajo en la ciudad de Nueva York durante la fase de crecimiento, comprendida entre 1979 y 1985, alrededor del 38 % corresponde a F I R E y el 18 % a los servicios comerciales, lo que nos da un porcentaje total del 56 %. Para el conjunto del país las cifras correspondientes son del 13 % para F I R E y el 21,6 % para los servicios comerciales, es decir, un total de 34,6 % de los 6,9 millones de puestos de trabajo entre 1979 y 1985. Entre 1985 y 1987 estas cifras son, en lo que se refiere a la ciudad de Nueva York, del 40,4 % para F I R E y del 22 % para los servicios comerciales, es decir, el 62,4 % del total de 146.700 Saskia Sassen puestos. En pocas palabras, estos últimos años, tanto F I R E c o m o los servicios comerciales han contribuido de manera m u c h o m á s importante a la creación de puestos de trabajo en la ciudad de Nueva York que en todo el país. 3. Componentes del crecimiento de los servicios financieros y comerciales de la ciudad de Nueva York U n gran número de empresas de servicios altamente especializados y de instituciones financieras no bancarias son hoy día el núcleo de ese sector. La rápida expansión que han experimentado desdefinalesde los años setenta radica en algunos de los procesos analizados en las primeras secciones. La reorganización de la industria durante los últimos años ha producido cambios fundamentales caracterizados por una menor reglamentación, una mayor diversificación, mayor competición, crecimiento acelerado, además de la pérdida de cierta participación en los mercados experimentada por los grandes bancos comerciales. Durante el período anterior, los bancos dominaron un mercado cuyas características eran el alto nivel normativo, la poca inflación y la tasa de crecimiento m u y moderado, aunque predecible. El alto índice de inflación de los años setenta, la mayor utilización del euromercado por parte de las sociedades de préstamos y la crisis del endeudamiento del Tercer M u n d o son los factores que han modificado esa situación. Al principio de los años ochenta se concentraban en Nueva York no sólo las empresas nacionales de servicios, finanzas e industria con transacciones internacionales, sino que era también cada vez mayor la concentración de empresas extranjeras. Al ser el principal centro comercial de Estados Unidos y la mayor plaza comercial del m u n d o , la ciudad se presentaba c o m o el emplazamiento clave de las empresas extranjeras en busca de poder acceder al mercado. El fuerte aumento de las inversiones extranjeras directas en Estados Unidos iniciado en 1981 acentuó la magnitud de dichas transacciones internacionales con unas características m u y distintas a las anteriores, operación que se vio facilitada por los vastos servicios de telecomunicaciones y la infraestructura de los transportes. Servicios financieros y comercia/es de la ciudad de Nueva York: vínculos internacionales y repercusiones en... El transporte de un cuadro de Juan Gris ( 1887-1927) en Nueva York, donde el sector de las artes es m á s importante que la publicidad, la industria hotelera o los servicios de informática, E. Arnoid/Magnum. 311 312 C o m o resultado del aumento masivo de los servicios comerciales y del volumen de las transaccionesfinancierasy servicios afines en 1980 el número de puestos de esos sectores superó al de la industria. En 1984 los servicios financieros y comerciales empleaban a 576.000 trabajadores, unos 140.000 más que la industria. E n 1977 había 120.000 puestos industriales m á s que en los serviciosfinancierosy comerciales, con lo que se reflejaba, no sólo el desplazamiento hacia la economía de servicios, sino también la recomposición m u c h o más especializada de la base económica de lo que en otro tiempo había sido el principal centro de la industria ligera. En cuanto a la nómina del sector privado, FIRE aportó en Manhattan el 30 %, comparado con el 23,5 % de los puestos, mientras que los servicios de higiene contribuían con el 4 %. Por otra parte, la nómina de la industria manufacturera de Manhattan pasó del 2 0 % de 1977 al 13,7% de 1985. Entre 1977 y 1985 tan sólo otros dos sectores aumentaron su nómina: los servicios comerciales, del 8,4 al 10,6 %, y los servicios jurídicos, del 2 al 3,4 %. Estas cifras muestran además que el conjunto de los serviciosfinancierosy comerciales es un sector clave del crecimiento y contribuye en el 44 % a la nómina de Manhattan. Además, el papel de la ciudad de Nueva York c o m o centro esencial del comercio internacional de importación y exportación contribuye al crecimiento de las ventas al por mayor. Por último, todos esos sectores tienen un efecto multiplicador que estimula el crecimiento de otros sectores que no se consideran esenciales para la economía de finanzas y servicios, pese a que son alimentados por éstos de m o d o indirecto. El sector más importante del crecimiento de todo el sectorfinancierolo constituye la industria de valores. El volumen de las emisiones de valores efectuadas por empresas de Estados Unidos pasó de 82,4 mil millones en 1984 a 286 mil millones en 1986. N o cabe, por ello, sorprenderse de que los puestos creados por esta industria en la ciudad de Nueva York pasaran de 70.200 a 90.000 en 1980. para alcanzar la cifra de 119.000 en 1985 y la de 156.000 en 1987. El importe de los bonos del Tesoro de Estados Unidos comprados por extranjeros pasó de 12,8 mil millones, cifra que reflejaba un rápido crecimiento en comparación con años anteriores, a 24,2 mil millones en 1985 y 50 mil millones en 1986. Otro tipo de mercado en ple- Saskia Sassen na y rápida expansión es el de los accionistas particulares de sociedades cotizadas en bolsa. D e 30 millones en 1980 se pasó a 47 millones en 1985, lo que en gran parte se debió al crecimiento de la inversión institucional; caso de las cajas de pensiones. El hecho de ser el principal centro financiero de un país con la moneda internacional clave en una época de rápido crecimiento en cuanto al volumen de la industriafinanciera,ha sido un factor que ha alimentado su importancia en el mercado internacional. N o es sorprendente que la combinación de esas condiciones haya contribuido a la producción acelerada de innovacionesfinancierasque desempeñaron u n papel tan crucial en la expansión de la industria. Probablemente haya sido ésta una de las funciones clave que ha cumplido la ciudad durante el período actual. Es un componente del cometido mucho m á s amplio que desempeña Nueva York c o m o principal exportador de servicios especializados. Por último, el papel de la ciudad de Nueva York c o m o principal centro de importaciones y exportaciones en Estados Unidos en momentos en que tales actividades alcanzan un gran volum e n , ha alimentado el rápido crecimiento de una amplia gama de servicios afines. El 20 % como mínimo de las importaciones por barco y el 40 % de las que se hacen por avión pasan por la ciudad de Nueva York. Estas cifras representan un volumen considerable de actividad, dado que las importaciones representan en Estados Unidos el 20 % de las mundiales, mientras que las exportaciones se cifran en el 15 %. Los servicios afines abarcan desde los industriales hasta losfinancieros,c o m o sucede con los depósitos, transportes, empaquetados, ventas al por mayor, distribución, servicios contables y jurídicos especializados en transacciones internacionales yfinanciación.Después de todo, éste había sido en su tiempo el papel de Londres como centro del comercio internacional que alimentó su función de plazafinancieraen épocas anteriores. La internacionalización de la producción, los servicios y las finanzas han dado a Nueva York un mayor peso c o m o plaza donde se tom a n las decisiones clave en materia de producción, comercio, inversión y finanzas, tanto por parte de Estados Unidos c o m o de las e m presas extranjeras. Se concentra en una plaza determinada la combinación estratégica de Servicios financieros y comerciales de la ciudad de Nueva York: vínculos internacionales y repercusiones en... 313 empresas, personas y recursos. La importancia del mercado y de la m o n e d a de Estados Unidos hace de la plaza de la ciudad de N u e v a York el centro de las inversiones internacionales al que acuden los inversionistas nacionales y extranjeros para invertir sus fondos, ya sea propiamente en Estados Unidos o en el extranjero. El nivel de especialización de m u c h o s de esos servicios ha experimentado un gran aumento, por lo que en la actualidad las grandes empresas suelen acudir a los servicios de las diversas empresas jurídicas especializadas. Asim i s m o , el nivel de especialización orientado a la inversión institucional ha desempeñado u n papel esencial en el incremento del asesoramiento administrativo. D e este m o d o , y pese a que ciudades c o m o Boston y Los Angeles disponían de unos sectores de asesoramiento administrativo comparables a los de Nueva York, han sido los cambios de la industria financiera los artífices de esa función específica de la ciudad de N u e v a York, habiéndose apropiado de una gran parte del crecimiento industrial de los últimos años. C o m o consecuencia de ese alto nivel de especialización es necesario combinar otros servicios y recursos indispensables. H a y una gran interrelación entre las empresas en la fase de producción. Esas empresas pueden disponer de mercados regionales, nacionales e internacionales m u y dispersos, pero en la fase de producción son m u y numerosas las economías de aglomeración (Sassen, 1988). Por consiguiente, la ciudad de N u e v a York se presenta c o m o una plaza indispensable, y ello a pesar de los costos m u y elevados de funcionamiento. Cabe preguntarse si las empresas de la ciudad de N u e v a York difieren de las de otras grandes ciudades c o m o Los Angeles y Chicago en cuanto al tipo y nivel de especialización. Por ejemplo, las investigaciones efectuadas por Mollenkopf demuestran que las sociedades de la ciudad de N u e v a York tienen un alto nivel de especialización y cuentan con ciertas ventajas en lo concerniente a las actividades internacionales. H a y grandes empresas en Los Angeles y Chicago que están ampliando sus mercados y han abiertofilialesen la ciudad de N u e v a York y en centros regionales de gran crecimiento. Las grandes empresas de la ciudad de N u e v a York, por otra parte, han creadofilialesen otros importantes centros internacionales extranjeros de finanzas y también en Washington D . C . , ya que esta ciudad constituye un eslabón en la cadena internacional de transacciones. L a fuente de crecimiento de estos servicios en la ciudad de N u e v a York ha sido el aumento de la banca de inversiones. N u e v a York contribuye en un tercio en el empleo brindado por los servicios jurídicos de Estados Unidos y en el 5 0 % de sus beneficios. El Martindale-Hubbell Law Directory nos ofrece la posibilidad de calcular el n ú m e r o de empresas jurídicas confilialesextranjeras que hay en Manhattan, Los Angeles y Chicago. Se trata de 78 en Manhattan, 39 en Los Angeles y 11 en Chicago. La rapidez con que se ha producido ese eremiento consecutivo a la evolución descrita y la intensidad del m i s m o son propios de esta fase económica y no la simple continuación de tendencias anteriores. C o n ello se han creado fuertes presiones sobre el espacio en todas sus form a s : vivienda, oficinas, ventas al por menor, industria manufacturera y espacio de circulación, llegándose a una marcada transformación de la organización espacial y de las construcciones de la ciudad. Ello ha significado a su vez que la ciudad se convirtiera en la meta ansiada de los inversionistas, extranjeros y nacionales. Las construcciones de comercios, oficinas y viviendas se han convertido en una inversión cotizada. Gran parte de esta actividad se concentra en una zona de Manhattan relativamente pequeña. Se está abriendo paso un modelo diferente de Manhattan c o m o plaza clave para los servicios financieros y las sociedades y c o m o sede de empresas con mercados internacionales, mientras que la sede de los mercados nacionales pasa a otros lugares m á s baratos del área metropolitana. El distrito central del comercio de Manhattan ( C B D ) se extiende desde la Calle 60 hacia el sur hasta la punta de la isla y en él se concentra el 58 % de los puestos de trabajo de la ciudad, con una superficie de 6 0 0 millones de pies cuadrados de carácter no residencial, lo que representa una de las mayores densidades en ciudades importantes. E n esa zona se concentran m á s de la mitad de las oficinas de bancos extranjeros en Estados Unidos. Según la Regional Plan Association, en 1987, las 454 sedes situadas en Manhattan y cotizadas en la bolsa controlaban 770 mil millones de ventas (en dólares de valor constante de 1982). Entre ellas figuran 38firmasfinancierasy de valores con unos 100 mil millones de ventas. E n con- 314 Saskia Sassen traposición, las 54 sedes cotizadas en la bolsa y situadas en el resto de la ciudad controlan 3 mil millones de ventas. En resumen, gran parte de lo que constituye el principal centro internacional de las finanzas, sedes de empresas multinacionales y servicios especializados se sitúa en una zona relativamente pequeña. Esa máxima concentración geográfica se produce en un m o mento de gran auge de las telecomunicaciones. Al repetirse el m i s m o modelo en Londres y T o kio, puede verse en él una muestra de lo que son las nuevas formas de centralización, necesarias para las nuevas formas de descentralización (véase Sassen, 1990). acentúan aún m á s . Al m i s m o tiempo, y dado que no se trata de servicios destinados al cons u m o interno, sino fundamentalmente a la exportación, cualquier ciudad que disponga de un conjunto determinado de recursos p o dría producir tales servicios. En efecto, estos servicios se han incrementado en Chicago, principal centro industrial del Medio Oeste e importante plaza en lo concerniente a empresas industriales multinacionales. Entre 1977 y 1984, el índice medio de crecimiento anual de los diversos servicios especializados era comparable a los de la ciudad de Nueva York. La diferencia radicaba en la importancia de algunos grupos industriales. Tal c o m o puede verse en el cuadro 4, la diferencia entre Nueva York y Chicago puede explicarse 4. Nueva York y otras grandes en parte por las repercusiones m á s o menos imciudades portantes de la reorganización de la industria Así, pues, cabe considerar que las grandes ciu- financiera. dades son los lugares en que se produce un tipo Con objeto de basar la comparación en una de nueva industria básica. E n efecto, mien- serie más amplia de industrias nos hemos atetras que todas las ciudades poseen u n núcleo nido a la categorización de la industria de la de industrias de servicios, los cocientes de información propuesta por Noyelle, procedienubicación en áreas metropolitanas normali- do a comparar tres grandes ciudades, lo que zadas de diferente superficie muestran clara- nos lleva a agregar el grupo de comunicación mente que la concentración de las m á s impor- (SIC 48) a F I R E , los negocios y los servicios tantes es desproporcionada en lo concernien- jurídicos. La parte correspondiente a la ciudad te a negocios e industrias de servicios de Nueva York se cifra en el 26,3 % y es m u c h o (Stanback y Noyelle, 1982). Los rasgos que más elevada que la de Los Angeles, el 18 %, y caracterizan la producción de tales servicios Chicago, el 20,2 %. propician la concentración del emplazamienTodas estas cifras son, no obstante, superioto, mientras que las economías de aglomera- res en el 15 % a las de Estados Unidos tomados ción derivadas de dicha concentración la en su conjunto. C U A D R O 4. Ciudad de Nueva York y Ciudad de Chicago, 1977-1984 índice de incremento del empleo, servicios del productor Clasificación tipo por rama de Sector actividad 60 61 62 63 64 65 73 81 86 89 Banca Organismos de crédito Valores Aseguradoras Agentes de Seguros Propiedad inmueble Servicios comerciales Servicios jurídicos Organizaciones por cuotas Servicios varios Nueva York 20,98 36,62 71,49 11,24 16,15 1,57 36,92 50.34 7,04 28,15 Chicago 18.27 17.99 73.17 -11.91 14.89 1.70 53,01 65,79 0,41 19,39 Fuente: U S Bureau of Census, County Business Patterns. Illinois. 1977. 1984, N e w York, 1977, 1984 Servicios financieros y comerciales de la ciudad de Nueva York: vínculos internacionales y repercusiones 315 en.. C U A D R O 5. El empleo en 1a industria de la información. 1985 Ciudad de Nueva York Empleo total SIC Industria Condado de Los Angeles N' % 3.488.100 100.0 48 Comunieaeión ( 1 ) 77.800 60-69 FIRE 507.600 73 Servicios comerciales 273.700 81 Servicios jurídicos 60.100 Participación de la industria de la información en el número total de los puestos de trabajo Chicago Condado de Cook N° % N- % 3.345.520 100.0 2.187.992 100.0 81.119.257 100.0 10,2 N° % Conjunto de EE.UU. 22 14.0 61.928 268.379 1.9 8.0 31.697 223.501 7.9 226.346 6,8 162.264 1.7 37.542 1.1 26.092 26.4 17,7 1.5 1.282.616 6.004.136 1.6 7,4 7,4 4.272.201 5,2 1,2 685.456 0.9 20,3 15.1 Nota: 1 La comunicación comprende: comunicaciones telefónicas, comunicaciones telegráficas, radio y televisión, servicios de comunicación. Fuentes: County Business Pattern. I985, varios números. Ministerio de Comercio de Estados Unidos líinploymenl Review, enero ¡9X7, Estado de Nueva York, Ministerio de Trabajo. La concentración geográfica de estos sectores de crecimiento explica la concentración masiva de grandes edificios de oficinas en los grandes centros urbanos y también el hecho de que el gran número de puestos de trabajo bien remunerados contribuya a la edificación masiva de inmuebles lujosos y residenciales y al desplazamiento de las personas con bajos ingresos. Sin embargo, a la par que otros sectores de la economía urbana, los sectores dominantes generan además la demanda de bienes y servicios producidos por empresas cuya capacidad es m u y inferior a la de las que constituyen el núcleo económico. Esa categoría oscila entre las pequeñas e m presas manufactureras en busca de una clientela específica y la amplia gama de los que denomino «servicios industriales»: depósito, trabajos de acabado, diversos servicios de entrega, transportes y embalajes. A d e m á s , tanto los sectores económicos d o minantes c o m o los servicios auxiliares crean una serie de puestos mal remunerados, lo que condiciona a su vez la demanda de viviendas de bajo costo y de artículos comerciales. A continuación analizaré algunas de estas cuestiones. 5. Distribución d e los beneficios y costes sociales ¿Hasta qué punto la distribución profesional y de los ingresos refleja el elevado índice de crecimiento de la economía de la ciudad y una mejora general en las condiciones socioeconómicas de la fuerza laboral? Son diversos los aspectos que encierra esta pregunta. El número de puestos de trabajo representado por los sectores avanzados, por una parte, y su conexión con el resto de la economía de la ciudad, por otra, son dos aspectos importantes. En tercer lugar están los ingresos generales y la distribución profesional de la fuerza laboral. El último aspecto concierne la manera en que las distintas etnias y razas que participan en la fuerza laboral en Nueva York interactúan con las grandes tendencias del crecimiento económico. Para documentar estas tendencias nos hemos basado principalmente en el censo decenal de población y. sobre todo, en los datos del Public Use Muro Sample ( P U M S ) , de la Oficina de Estadísticas Laborales, datos del Ministerio de Comercio de Estados Unidos y County Business Patterns, servicios del Estado de Nueva York y del Ministerio de Trabajo. 316 C o m o se observó anteriormente, el 28 % de los puestos y el 30 % de la nómina de la ciudad de Nueva York corresponden a F I R E y a los servicios comerciales. En Manhattan estos porcentajes se elevan al 36 % para el empleo y el 41 % para la nómina. Otros componentes importantes son los servicios de higiene, ya que contribuyen con el 8 % al empleo; la industria manufacturera con el 15 %, y el comercio con el 2 0 % . El conjunto de los tres últimos corresponde prácticamente a la mitad del empleo y al 38 % de la nómina de la ciudad. Aunque el crecimiento de algunas de esas industrias vaya unido al sector de servicios financieros y comerciales, no deja de ser obvio que éste es el caso de algunos componentes importantes de la estructura del empleo de la ciudad. N o obstante, se trata de tres sectores cuya participación es mucho m á s baja proporcionalmente. La dispar proporción nómina/empleo de esos grupos de industrias es hoy m u c h o m á s acentuada que hace diez años. En 1977 FIRE representaba en Manhattan el 23 % de la nómina y el 21 % del empleo: en 1985 esas cifras habían pasado a ser del 30 % y el 23 %. lo que representa una diferencia del 7 % y el 2 %. Por otra parte, en 1977, la parte de los servicios en la nómina era en Manhattan del 27 % y del 30 % del empleo, cifras que en 1985 pasarán a ser del 30 % y del 35 %, cifras reveladoras del declive relativo de la participación general en la nómina. D e todo ello se desprende que la participación en la nómina fue superior en lo que respecta a F I R E e inferior en lo tocante al sector de servicios. Los datos de County Business Patterns sobre los pagos semanales abonados por la industria revelan dos tendencias. E n primer lugar, esos pagos varían considerablemente de un grupo industrial a otro. E n segundo lugar, los puestos de trabajo son mejor remunerados en Manhattan por término medio y en lo concerniente a los principales grupos industriales que en los restantes distritos de la ciudad. E n 1985 el pago nominal semanal variaba en el sector de la construcción desde los 689 dólares abonados en M a n h a t t a n hasta los 4 6 8 dólares de Brooklyn (King County). En lo tocante a la industria manufacturera, iban de 577 en Manhattan a 342 en Brooklyn. E n F I R E , de 732 en Manhattan a 344 en Bronx. En el sector de servicios, de 487 en Manhattan a 314 en Staten Island (Richmond County). En el sector de servicios, los de índole comercial variaban de 501 Saskia Sassen en Manhattan a 242 en Staten Island; los servicios de personal eran uniformemente bajos, fluctuando entre 257 en Manhattan y 176 en Staten Island, mientras que los servicios jurídicos iban de 729 a 405 en Queens. Según los datos de los sueldos por oficios e industrias, la remuneración de puestos técnicos, administrativos y de oficina, los que se abonan en la industria no manufacturera suelen ser m á s bajos que los de la industria m a n u facturera, transportes y servicios. Así, la tendencia actual de la ciudad de Nueva York a experimentar pérdidas en el sector manufacturero y ganancias en algunas industrias de servicios apunta a la pérdida de los puestos bien remunerados. Al m i s m o tiempo, m á s de la mitad de los nuevos puestos creados en la ciudad están altamente remunerados. Si estos datos se combinan con los de la participación en la nómina y el empleo, parecería, por un lado, que gran parte del aumento del empleo que se produce en la ciudad de Nueva York lo ha sido en las industrias que abonan sueldos inferiores por el desempeño de un oficio determinado que en las industrias en declive, y, por otro, hay sectores importantes, sobre todo FIRE, en los que se concentran los puestos mejor remunerados y que a la ve? acusan un descenso de los ingresos del personal cuyos sueldos o salarios son ya los m á s bajos. Las proyecciones de la Secretaría de Trabajo del Estado de Nueva York sobre el crecimiento del empleo en esa ciudad son las siguientes. Del total de los cuatro millones de puestos que había en 1988, los de oficina representarán m á s del millón, los profesionales m á s de 800.000. los administrativos 400.000, los de servicios 700.000 y los de artesanos, operarios y obreros 780.000. M á s de la mitad de los nuevos puestos que se han creado en los cinco últim o s años gozan de sueldos altos. Dada la concepción c o m ú n de la ciudad postindustrial, cabe observar que, según las previsiones, las tres últimas categorías suministrarán unos 108.000 puestos al año, lo que representa la sexta parte de los nuevos puestos y es revelador de una elevada cifra de negocios. D e ello se desprende que serán muchos los puestos bien remunerados y muchos también los mal remunerados. Es importante señalar a este respecto que desde 1977, año en que se inicia la actual fase económica, el principal aumento de la fuerza laboral de la ciudad de Nueva York correspon- Serviciosfinancierosy comerciales de la ciudad de Nueva York: vínculos internacionales y repercusiones en... 317 Los muelles de Nueva York. Foto Benaroch/Sipa de a mujeres y a trabajadores pertenecientes a alguna minoría étnica. E n 1970, el 39 % de la fuerza laboral eran mujeres, cifra que en 1986 ascendió al 45 %. Distintas proyecciones muestran que para 1990 la proporción de mujeres en la fuerza laboral será mayor que la de h o m bres. En la actualidad, los negros y los hispanos constituyen la mitad de la fuerza laboral. Entre 1977 y 1986, la fuerza laboral aumentó en 169.000. Los trabajadores pertenecientes a alguna minoría étnica aumentaron en 237.000, es decir, el 30 %, mientras que los blancos disminuyeron en 68.000 personas. Se calcula que la fuerza laboral de origen hispano aumentó en el 2 0 % . D e 3,2 millones de trabajadores, 1,6 millones son blancos no hispanos, 663.000, es decir, el 20,5 % son hispanos (hayan o no nacido en Estados Unidos), y 928.000, o sea, el 28,8 %, negros y pertenecientes a grupos étnicos no hispanos. U n análisis m á s detallado de estas cifras nos enseña que la proporción de la población minoritaria que ocupa puestos de trabajo ascendía al 50,1 %, comparado con el 54,7 % de los blancos no hispanos. Dentro de la población minoritaria, el 51 % corresponderá a los negros y otras razas, y el 47,2 % a los hispanos, cifra ésta que revela el mayor número de hijos de las familias hispanas. Mientras que los trabajadores pertenecientes a alguna minoría étnica representan en la actualidad casi la mitad de la fuerza laboral, sólo alcanza al 10 % de los 700.000 trabajadores que diariamente van a trabajar a la ciudad. Según la B L S , los trabajadores que van a trabajar diariamente a la ciudad representan menos de la tercera parte del total. Aunque anticuados, los datos del censo permiten desglosar la distribución industrial y profesional según sus orígenes nacionales. E n tre 1970 y 1980 el número de trabajadores blancos nacidos en Estados Unidos pasó de 1,8 a 1,4 millones, y el de blancos nacidos en el extranjero de 417.000 a 315.000. Los negros, 318 Saskia Sassen asiáticos e hispanos nacidos fuera del país re- cinco residentes comprendidos entre los 20 y presentan el mayor número de trabajadores3. los 44 años, es decir, la edad m á s productiva, lo Los trabajadores pertenecientes a minorías constituía un inmigrante llegado después de étnicas siguen estando poco representados en 1964. La repercusión que ello tiene en la fuerza los cargos de alto nivel. E n 1986, el 16 % de los laboral puede verse en el hecho de que en 1980 hispanos y el 21 % de todos los negros y otras uno de cada cuatro niños menores de 10 años razas ocupaban puestos auxiliares -adminis- residía en viviendas para inmigrantes. trativos, profesionales o técnicos- mientras La indicación de la situación relativa a la que el porcentaje de blancos ascendía al 36 %. fuerza de trabajo desfavorecida puede verse en Las cifras correspondientes a los blancos están los datos sobre educación. Según el censo de infravaloradas, ya que no incluyen a los traba1980, el 4 2 % de los negros y el 6 0 % de los jadores que van diariamente a trabajar a la ciu- hispanos de más de 25 años de edad no tenían dad. En Nueva York, tan sólo el 30 % de los ningún diploma escolar. D e los 50.000 jóvenes trabajadores se desplaza diariamente de la peri- de 16 a 19 años de edad que abandonaron la feria al centro, cifra m u y inferior a la de otras escuela, cerca del 80 % pertenecía a alguna migrandes ciudades; el 99 % son blancos, y m u - noría étnica. Los datos de que se dispone nos chos ocupan cargos de alto nivel. Los hispanos dicen que las personas que no terminan el basiguen estando excesivamente representados chillerato suelen acabar desempleadas u ocuen la industria manufacturera. En 1986, el pando cargos mal remunerados. 23 % de hispanos, en contraste con el 12 % de Las cifras correspondientes a la población no hispanos, trabajaba en la industria m a n u - de la ciudad de Nueva York nos enseñan de la facturera, y de ellos, el 14 % eran operarios de manera m á s clara los datos correspondientes a máquinas, ensambladores y supervisores semi- la profesión y los ingresos, según los cuales el cualificados o sin ninguna cualificación. En ci- crecimiento acentuado de los sectores de servifras absolutas, no cabe duda de que la gran m a - cios financieros y comerciales de la ciudad no yoría de trabajadores hispanos no trabaja en la se han plasmado en unas mejores condiciones industria manufacturera. socioeconómicas de grandes segmentos de la 1 as cifras correspondientes a inmigrantes y población. Los ingresos personales per capita trabajadores pertenecientes a minorías étnicas aumentaron en la ciudad de Nueva York cinco son importantes, ya que constituyen una gran veces m á s que en el resto del país, aunque la parte de la población, y su número no hará sino repartición de esos ingresos sea m u y desigual. aumentar. Hacia 1990 casi todas las proyeccio- Desde 1977, los ingresos reales se incrementanes estadísticas cifran la población pertene- ron en el 50 % en lo concerniente a las clases ciente a alguna minoría étnica en el 60 % apro- más altas y, dentro de éstas, el aumento m á s ximadamente. E n lo tocante a grupos de edad importante sólo afecta al 25 % de las mismas, considerados jóvenes, la cifra es mucho m á s mientras descendía en lo tocante a otros gruelevada y asciende al 80 % para los menores de pos. Entre 1980 y 1984, el porcentaje de la po4 años, al 73 % para las personas de 5 a 19 años breza crecía al ritmo del 20 % (Tobier, 1985). y al 66 % para las personas de 20 a 24 años. En En 1985, el 24 % de la población de la ciudad 1984, m á s de las tres cuartas partes de los alum- de Nueva York era pobre, es decir, que los innos de la escuela pública pertenecían a alguna gresos de 1,8 millones de personas eran inferiominoría étnica. U n o de los pocos grupos de res a los parámetros federales de 1986, situánedades de la población blanca residente cuyo dose en los 11.203 dólares para una familia de número es esta vez mayor corresponde a la cuatro personas. Según datos fragmentarios, el comprendida entre los 30 y los 40 años; este número de los pobres disminuiría estos últimos grupo constituye, además, uno de los más re- años. Sin embargo, el índice de participación presentativos de los nuevos trabajadores con de la fuerza laboral en la ciudad de Nueva York seguía siendo del 52,4 %, es decir, 10 % por dealtos ingresos. Según el censo de 1980. casi el 25 % de la bajo del índice nacional. población urbana había nacido en el extranjeLos pobres son en su mayoría hispanos y ro. Si se hubiera incluido a los indocumenta- negros. E n 1985, el 32 % de los negros y el 44 % dos, esta cifra sería m u c h o mayor. Tal vez sea de los hispanos vivía por debajo del umbral de aún m á s importante señalar que uno de cada pobreza. Además, se concentraban en hogares Servicios financieros y comerciales de la ciudad de Nueva York: vínculos internacionales y repercusiones en... cuyo cabeza de familia era una mujer. En 1982, afectaba al 25 % de los hogares de la ciudad de Nueva York, comparado con el 15% a nivel nacional. E n 1982, cerca del 42 % de los niños hispanos y negros de la ciudad de Nueva York vivía sólo con la madre, lo que es un signo m á s de lo que representa la pobreza. U n dato reciente nos dice que la mayoría de los pobres está compuesta por niños, situación ésta que hace pensar en las ciudades del Tercer M u n d o . En resumen, el crecimiento razonable de los principales sectores económicos de la ciudad de Nueva York pueden producir alguno de los siguientes efectos en la economía de la ciudad: ageste crecimiento puede ser neutral con respecto al empleo y los salarios de otros sectores de la economía; h) puede producir un crecimiento en otros sectores bajo los niveles existentes de salarios y empleo, o aumentarlos; c) producir un crecimiento en otros sectores pero en condiciones que representen un deterioro de los niveles de empleo y salarios, y, d) reducir, impedir o dificultar el crecimiento en otros sectores. Lo evidente de Nueva York es que, c o m o mínimo, el crecimiento de los sectores principales ha dejado intacto un gran número de trabajadores poco favorecidos y, en el peor de los casos, ha hecho que su número aumente. Se puede afirmar que la existencia de un amplio y próspero sectorfinancieroy de servicios no ha contribuido a reducir la proporción de trabajadores poco favorecidos. 319 va York supera a todas ellas. Los datos relativos a los distintos subsectores y a las características de las empresas muestran que las diferencias fundamentales entre la ciudad de Nueva York por un lado y las de Los Angeles y Chicago por otro son: a) un mayor número de empresas con un mercado internacional y, b) un m a yor número de empresas extranjeras. E n pocas palabras, las grandes ciudades representan un emplazamiento clave para los servicios financieros y comerciales, c o m o puede verse por los índices de concentración de tales actividades. Pero la ciudad de Nueva York es cuantitativa y cualitativamente diferente a las otras por la mayor concentración de esos sectores y su carácter m á s internacional. D e todo ello podemos deducir que en las grandes ciudades, sobre todo en Nueva York, las condiciones son propicias para fomentar esas formas concretas de crecimiento y, lo que es todavía m á s importante, para la innovación en dichos sectores. Todo ello genera beneficios y requiere tanto un alto nivel de concentración c o m o unos recursos propios de las grandes ciudades y su integración en el mercado internacional. La segunda serie de cuestiones se refiere a la persistencia de las aglomeraciones en una época en la que el gran desarrollo de las telecomunicaciones y de la informática podría en principio facilitar y promover la dispersión espacial. A mi juicio, la gran aglomeración en Nueva York es en gran parte resultado de la formación de una red global de lugares de producción y de mercados financieros, facilitado por los avanConclusiones ces en las telecomunicaciones y la informática. Los serviciosfinancierosy comerciales son par- Precisamente es esta descentralización espacial te considerable de la fuerza laboral de la ciudad posible gracias a los avances tecnológicos la de Nueva York. También han sido los sectores que ha creado nuevas formas de centralización de mayor crecimiento tras la crisisfinalde la administrativa tanto al más alto nivel ejecutivo ciudad en los años 1975-76, hecho que plantea c o m o de control, diseño y prestación de servicios. Y tanto el ritmo acelerado de avances técvarios interrogantes. El primero se refiere a si ese crecimiento nicos c o m o el crecimiento económico han estaproduce una diferenciación entre la base eco- do favorecidos por la producción de innovacionómica de la ciudad de Nueva York y la del nes. conjunto del país y otras grandes ciudades. La El tercer conjunto de cuestiones se refiere a localización de los FIRE y de los servicios co- la integración de este núcleo de gran crecimienmerciales indican que hay una mayor concen- to económico con: a) el resto de la economía de tración de dichas empresas en la ciudad de la ciudad y, b) el resto de la región. Los datos Nueva York que en el resto del país. En segun- que se exponen en este artículo nos muestran do lugar, si bien la concentración también es una integración limitada dentro del área m e mayor en las grandes ciudades c o m o Chicago o tropolitana. H a y una gran concentración de firLos Angeles que en el resto del país, la de N u e - mas con mercados internacionales en Nueva 320 York y especialmente en Manhattan, mientras que las empresas con mercados nacionales se concentran en la periferia del área metropolitana. Gran parte de los serviciosfinancierosy comerciales de la ciudad de Nueva York se orientan hacia el mercado internacional o hacia las empresas extranjeras que operan en Estados Unidos. En cuanto a la integración con otros sectores de la economía de la ciudad, una evaluación de ciertos datos (véase Sassen, 1990) sugiere que en realidad la integración es superior a lo que se cree aunque se caracterice por la segmentación socioeconómica. Por lo que puede decirse que varios sectores de la zona interior de la región -parte del Bronx, Brooklyn y Queens- son, en realidad, el refugio de sectores de la economía y el trabajo, del m i s m o m o d o que lo son las áreas más pobres de Manhattan. Es decir, que varios sectores de la economía y de la fuerza laboral proporcionan bienes y servicios al complejo de las finanzas y los servicios financieros, pero tienen características ocupacionales, industriales y de ingresos que son m u y diferentes de las anteriores. Ejemplo de ello son lo que denomino servicios industriales, c o m o almacenamiento, transporte, imprenta y embalaje. U n a diferencia importante es el que muchas de estas firmas no pueden competir en la adquisición de espacio en la ciudad de Nueva York y menos en M a n hattan. A d e m á s , tanto los sectores económicos importantes c o m o los servicios auxiliares crean una oferta de puestos de trabajo de bajos ingresos que a su vez repercute en la demanda de viviendas y locales comerciales de bajo costo, difíciles asimismo, entre el escaso espacio disponible en Manhattan. ¿Hasta qué punto esta oposición social y espacial alcanza un nivel a partir del cual la única solución viable es la dispersión espacial a gran escala de un número determinante de empresas en el sector dominante? H a y indicios de que este punto ha sido alcanzado. Las pérdidas resultantes de la caída de los valores en la bolsa en octubre de 1987, puede haber previsto, hasta cierto punto, ésta dispersión. E n cualquier caso, la consecuencia sería una significativa contracción en muchas industrias, desde financieras, hasta artes gráficas y restaurantes. U n ciclo análogo ha ocurrido anteriormente c o m o evidencia la concentración de las sedes de las empresas comerciales nacionales en la periferia Saskia Sassen de la región metropolitana. E n Manhattan se concentran las sedes de los negocios internacionales y las empresas orientadas hacia la exportación, así c o m o los serviciosfinancieros.Parece c o m o si la crisis que motivó esta primera dispersión hubiera contribuido, o bien facilitado específicamente, el desarrollo de los negocios orientados hacia la exportación y los serviciosfinancierosy la producción de innovaciones en estos sectores. Esto sugiere, además, que si la ciudad de Nueva York tiene un débil vínculo con su periferia, esto no afecta el crecimiento de sus sectores principales c o m o porque están orientados hacia la exportación. El crecimiento de Chicago, por ejemplo, fue afectado negativamente por la decadencia de las principales industrias de su región, la de automóviles y la de maquinaria agrícola. Es cierto que la reorganización de la actividad financiera, la producción de innovaciones y el incremento significativo en el volumen de las transacciones financieras han impulsado a s i m i s m o el crecimiento del sector financiero de Chicago. Sin embargo, la menor incidencia del complejo financiero y de los servicios comerciales en Chicago puede estar ligado, por un lado a su mayor integración en la economía regional y, por lo tanto, una mayor sensibilidad a sus fases de crecimiento y debilitamiento; y, por otra parte, un proceso de internacionalización que es m á s bien función de la internacionalización de la economía regional que de su integración en el mercado mundial de las finanzas y de actividades de servicios. U n a cuarta serie de cuestiones es la referente a la distribución de las cargas y beneficios sociales que corresponden a este modelo de crecimiento. Los datos relativos a las condiciones socioeconómicas generales de la ciudad de Nueva York demuestran que su ventaja c o m parativa en materia de serviciosfinancirosy comerciales y el crecimiento masivo de dichos sectores no se ha convertido en un aumento de nivel de bienestar para la mayoría de los trabajadores. Hay sólidas indicaciones de que este tipo de crecimiento se produce a costa de otros sectores de la economía y de la fuerza laboral. Ciertos sectores han sufrido incluso un desplazamiento físico a consecuencia de la terrible competencia por los espacios comerciales y residenciales, especialmente en Manhattan. E n segundo lugar este tipo de crecimiento ha acen- Servicios Jinuncieros y comerciales de la ciudad de Nueva York: vínculos internacionales y repercusiones321 en.. tuado la desigualdad en la capacidad de oferta de las diversas clases de empresas y en la estructura de los ingresos. En tercer lugar, ha perjudicado a sectores económicos necesarios para el funcionamiento de los sectores más avanzados pero que no pueden competir dado el alto nivel de los precios en la ciudad. En cuarto lugar, dicho crecimiento no ha contribuido a m e jorar de manera general los ingresos ni tampoco las condiciones socioeconómicas de amplios sectores de la población, sino más bien al con- trario, la situación ha ido deteriorándose a lo largo del último decenio. Los datos sugieren la necesidad de adoptar políticas gubernamentales que apoyen a los sectores menos rentables y que redistribuyan parte de los enormes beneficios obtenidos por los sectores más avanzados hacia los segmentos de población y fuerza laboral que m á s han sufrido con este modelo de crecimiento económico. Traducido del inglés Notas 1. Las principales fuentes de información son: a) la documentación y publicaciones especializadas sobre la industria financiera y la internacíonalización de la producción, publicadas por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Ministerio de Comercio de Estados Unidos y el Banco Federal de Estados Unidos; b) las publicaciones especializadas que tratan distintos aspectos de la industria financiera, c o m o Earomoney, Bank of England Quarterly Bulletin. The Banker, las publicaciones de instituciones c o m o Nomura Research Institute y Morgan Guarantee Trust: c) un gran número de obras especializadas sobre estos temas. 2. Las principales fuentes de información en que se documentan estos tres aspectos, analíticamente distintos, proceden de las fuentes gubernamentales antes mencionadas, los informes publicados por empresas especializadas tales c o m o Salomon Brothers, Data Resources. Morgan Stanley Capital, las obras especializadas, y, en particular, las de Thierry Noyelle, de Conservation of H u m a n Resources (Columbia University). Mathew Drennan de N e w York University, John Mollenkopf de City University of N e w York, Regina Armstrong de Regional Plan Association y también mis propias investigaciones sobre las ciudades de Nueva York y Londres (Sassen, 1988; 1990). 3. La proporción de negros nacidos en Nueva York ha bajado ligeramente, pasando de 462.700 a 440.200, mientras aumentaba la de negros nacidos en el extranjero, pasando de 55.500 a 170.300. La proporción de asiáticos en Nueva York nacidos en Estados Unidos pasó de 8.000 a 10.500, y la de asiáticos nacidos en el extranjero, de 30.800 a 108.700. Por último, la proporción de hispanos en Nueva York nacidos en Estados Unidos ha pasado de 242.000 a 232.600, y la de hispanos nacidos en el extranjero, de 132.700 a 205.500. Bibliografía B A K E R , J A M E S C , International Bank Regulation. Nueva York: Praeger, 1978. City of Detroit, Annual Overall Economic Development Program Report and Program Projection, Planning Department. 1963. City of N e w York, Economic Conditions in New York City, Ene/Abr. 1986. N e w York City: Office of Management and Budget, 1986. COOPER, KERRY y D O N A L D R. FRASER, Banking Deregulation and the New Competition in Financial Services. Cambridge, M A : Ballinger, 1984. FEAGIN, JOE R . y M I C H A E L PETER S M I T H , «Cities and the N e w International Division of Labor: A n Overview. 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Nueva York y El Cairo vistos desde la calle Janet L. Abu-Lughod Desde el año pasado resido en Nueva York, nos intervalos y estudiado durante unos 25 después de haber vivido 20 años en un subur- años, y El Cairo, cuyo carácter desconcertante bio de Chicago. Desde mi primera visita a El traté de comprender a lo largo de un período de Cairo en 1957 nunca m e había sentido tan des- tiempo semejante2. Parecía entonces que, m e lo concertada y estimulada por una ciudad. Por propusiera o no, m i «mirada incontaminada» consiguiente, pecaría de presuntuosa si m e de- de Nueva York había pasado inevitablemente finiera a mí misma c o m o una «especialista» de por elfiltrode mis vivencias de El Cairo y ChiNueva York. Ahora bien, es posible que pueda cago. compensar mi falta de conocimientos con una Lo mejor será, pues, intentar explicar estas «mirada incontaminada», ya que todos sabe- comparaciones, y esto es lo que voy a procurar m o s que damos muchas cohacer en este artículo. Llesas por sentadas cuando cogada a N u e v a York en Janet L . Abu-Lughod enseña sociología e historia en la Graduate Faculty, N e w nocemos un lugar. Tal vez 1986 para ser entrevistada School for Social Research, de Nueva resulte útil señalar lo que con el fin de obtener una York, donde también dirige un centro de no saben ver aquéllos cuyo plaza en la N e w School, investigaciones urbanas que se ocupa esconocimiento es m á s propecialmente de la parte baja de Manhatsentí una profunda sensatan. Abu-Lughod es urbanista y ha pufundo. ción de déjà vu al caminar blicado muchos libros, monografías y por la calle 14, con ese baHay otra razón que m e artículos sobre las ciudades norteamericanas. Entre sus obras dedicadas a las zar que tanto recuerda impulsa a hacerlo. Nuestra ciudades de fuera del m u n d o occidental cualquier otro bazar de una visión de los lugares depenpueden citarse sus libros sobre El Cairo y ciudad del Tercer M u n d o , de de lo que W . I . Thomas' Rabat y antología urbanística del Tercer y traté de explicarme el oriM u n d o . Sus libros m á s recientes son: llamó «masa de percepcioBefore European Hegemony: The World gen de esa sensación mía nes», es decir, esa constelaSystem A.D. ¡250-1350(Oxford Univerque m e llevaba a relacionar ción organizada de inforsity Press) y Changing Cities (Harper & El Cairo con m i vida en maciones ya asimiladas en R o w , de próxima aparición). Nueva York y no con mis las que introducimos las nuevas informaciones y que serán el punto de vivencias de Chicago. Voy, pues, a hacer de partida que nos llevará a valorarlas. Todos los manera que mis comparaciones sean m á s explí3 eruditos han acumulado accidentalmente unas citas . «masas de percepciones» de m u y diversa índoEn términos generales podríamos pensar le, lo que significa que cada uno de nosotros que Chicago y Nueva York, dos ciudades de la damos un sentido algo distinto incluso a cada misma cultura y del mismo nivel de tecnología una de nuestras nuevas experiencias «objeti- y desarrollo, tendrían muchas m á s cosas en covas». m ú n que lo que pudiera ser el caso entre una y La masa de percepciones urbanas de que otra y una ciudad del Tercer M u n d o que se ha dispongo para captar las características de desarrollado a lo largo de más de mil años en el Nueva York es m u y intensa y esto lo debo a dos marco de una tradición cultural y religiosa tolugares. Chicago, en donde he vivido con algu- talmente distinta. Por otra parte, cabría pensar R I C S 125/Set. 1990 324 que, de establecerse algún paralelo, lo m á s plausible sería hacerlo entre Chicago y El Cairo -dos ciudades del interior situadas sobre vías fluviales internas- que entre El Cairo y un puerto internacional abierto como es Nueva York. Además, tanto El Cairo c o m o Chicago son considerablemente más pequeñas que Nueva York, cuya área urbana es la más vasta del m u n d o después de Tokio. ¿Por qué entonces veo tantas concomitancias entre Nueva York (me refiero sobre todo a Manhattan) y El Cairo? Janet L. Abu-Lughoii que resalta en el paisaje urbano. N o pretendo decir que las diferencias de clase y de raza sean más perceptibles en Chicago que en El Cairo o Nueva York. En realidad, en estas dos últimas ciudades, el problema puede m u y bien ser m á s grave al respecto. T a m p o c o quiero afirmar que la relación entre clases y razas sea peor en Chicago que en las otras dos ciudades. La división del espacio urbano en sectores aislados los unos de los otros alcanza proporciones terroríficas. Chicago posee un índice de segregación m á s elevado que cualquier otra ciudad norteamericana y casi tan alto c o m o el de las ciudades sudafricanas. Sin embargo, lo que un índice de segregaTejido urbano ción no revela es la amplitud de las zonas resery vida callejera vadas a las razas, y en este sentido Chicago es En primer lugar, contempladas desde la calle, por excelencia una ciudad dual que incluso en lo que sorprende en cada una de estas dos ciu- nuestros días cuenta con dos barrios comerciadades es el desmenuzamiento del tejido urba- les importantes, uno reservado a los «blancos» no, la diversidad, la yuxtaposición compleja de y otro a los «negros». Son muchas las razones distintos modos de utilización del suelo, la que hacen que la situación sea más parecida a mezcla de gentes de orígenes imprevisibles, y la la de las ciudades duales que contraponían a animación callejera. Tanto El Cairo c o m o Nue- colonizadores y colonizados, y que caracteriza va York son ciudades en las que da gusto pa- a El Cairo de la primera mitad de nuestro siglo searse y en que nunca estamos seguros de lo que y no al que hoy conocemos. encontraremos a la vuelta de la esquina4. A m Pero lo que nos proponemos es comparar bas ciudades producen cierta excitación visual. El Cairo con Nueva York. El Cairo ha perdiHay detalles arquitectónicos que atraen nues- do gran parte de su carácter «dual», al menos tra mirada y, sobre todo, en los barrios de « m a - en lo que se refiere a una sociedad no clasista, la fama» de la ciudad. También los peatones pasando a convertirse en una ciudad más hollaman nuestra atención, ya que cada uno de mogénea desde el punto de vista étnico. N u e ellos tiene algo especial que lo caracteriza, ya va York rechaza la simple bifurcación (pese a sea su vestimenta, su fisonomía, el color de la que tenga, c o m o es sabido, sus barrios segrepiel y otras muchas cosas. gados) ya que su diversidad étnica «encaja» Si el objetivo de la división en zonas físicas perfectamente con los espacios sociales (y a fuera crear vastos sectores especializados con veces también con los espacios físicos) que se un único tipo de actividad de costumbres pecu- sitúan en el lindero que separa a los blancos liares y uniformes, entonces esa división zonal de los negros y que nadie se esfuerza por bohabrá sido un fracaso tanto en Nueva York co- rrarlos. En cambio, la segregación entre clases es m á s pronunciada en estas dos ciudades que m o en el Cairo. Y si el objetivo de la segregación social la segregación étnica. fuera crear vastos sectores enteramente reAunque parezca superficial, hay otra c o m servados a determinadas gentes, se puede de- paración que todavía puede hacerse, y es la uticir que también hubiese fracasado en una y lización de la calle, tan intensa en Nueva York otra ciudad. c o m o en El Cairo y tan escasa en Chicago. N u e Chicago, tal vez debido a su desarrollo más va York y El Cairo, por su gran densidad y, tardío, por el hecho de haber sido destruida por puede que por el hecho de compartir un clima el incendio que la asoló a finales del siglo XIX y más benigno que el de Chicago, así c o m o tampor haber conocido su máxima expansión en la bién por el hecho de desarrollar su propia miépoca que siguió a la división en zonas, posee crocultura, se permiten y realizan muchas m á s una textura mucho más marcada. El esquema actividades en los espacios públicos. Así, por de su segregación económica y racial es algo ejemplo, sucede con la comida y con las c o m - Nueva York y El Cairo vistos desde la calle Nueva York, calle 100, en Manhattan. Bruce David son/Magnum. 325 326 pras, y también con la mendicidad y hasta con el sueño, por circunscribirme a cosas que no dejan de ser agradables. Se trata de actividades que no sólo despiertan el interés de los espectadores sino que también son objeto de su rechazo y no queda m á s remedio que admitir en definitiva que tanto N u e v a York com o El Cairo son ciudades m u c h o m á s sucias que Chicago. Sería, no obstante, erróneo hablar únicamente de la «microcultura» si se quieren explicar las diferencias. Es obvio que los mecan i s m o s q u e gravitan son las leyes q u e prohiben, inhiben, regulan o propician el uso de la calle. Por consiguiente, la existencia de vendedores ambulantes de alimentos son un estímulo y una invitación a que se com a en la calle. Los reglamentos de Chicago impiden manifiestamente toda venta en las calles; en Nueva York, la legislación intenta sin éxito regular esas ventas5, mientras que los esfuerzos periódicos que se hacen en El Cairo para autorizarlas y controlarlas nunca reciben el apoyo de nadie. D e la misma manera que la calle es el lugar donde se realizan toda clase de actividades en Nueva York y El Cairo, y no en Chicago, también los barrios son m á s reducidos en Nueva York y El Cairo, pese a que sea difícil trazar sus límites. En cierta medida ello se debe a la utilización hetereogénea del suelo en estas dos ciudades. Debido a la densidad y diversidad del suelo -la duplicación y proliferación de los pequeños negocios que ofrecen al público servicios m u y diferentes-, el hecho de mudarse de un sitio a otro sólo separado por unas diez manzanas, equivale a redefinir lo que es el «barrio»6. La vasta extensión de Chicago hace que los desplazamientos sean mucho mayores, tal vez porque es una ciudad de automóviles, lo que. aunque parezca paradójico nunca podrá decirse de Nueva York y El Cairo, puede que por lo intenso de su tráfico. Los «barrios» de Nueva York y El Cairo, al no poderse definir de manera concreta ni completamente «exclusivos», no servirán nunca de parámetros para la identificación social7. Así se explica sin duda ese desfile pintoresco de personas que a todos nos impresiona en lo concerniente a Nueva York y El Cairo. En cambio, ese despliegue suntuoso apenas tiene vigencia en Chicago. Según la teoría de Sjoberg, en las ciudades Janet L. Abu-Lughod industriales en las que no hay segregación de clases desde el punto de vista de la residencia y en que han tenido lugar tantas actividades en los espacios públicos, el domicilio o «dirección» no era nunca un indicador social importante8. E n estas circunstancias, el «domicilio» era menos importante que la «vestimenta»*, es decir, la exhibición del consumo 9 . E n cambio, en las ciudades industriales con una fuerte segregación de clases es menos necesario distinguirse por la forma de vestir, ya que el solo lugar en que se vive es por sí solo revelador de la clase social a que se pertenece. Sigue sorprendiéndome que en Nueva York y El Cairo la vestimenta sea utilizada c o m o un emblema mucho m á s que en Chicago. Tal vez porque en esas ciudades la gente es m á s atractiva. D e todas maneras, Simmel 10 no ha dado una solución adecuada al problema que él mism o planteó. N o sólo hay que valorar la diversidad sino también la autenticidad de lo que es distinto. En El Cairo la adopción reciente de la vestimenta islámica por muchas mujeres tiene un significado claro. El aspecto moderno de Nueva York puede ser sólo una m o d a y no una declaración de principios. N o es el signo de ninguna individualidad sino de la pertenencia a un grupo dado. Los barrios heterogéneos exigen también que se preste más atención a la seguridad. E n Chicago, la distancia que separa las razas y las clases evita la existencia de los porteros, excepto en ciertas zonas fronterizas peligrosas. Pero en Nueva York y El Cairo esos mecanismos no bastan. E n estas dos ciudades, el espacio está dividido en pequeñas unidades de defensa1 ' : en los barrios antiguos de El Cairo, el harah o callejón sin salida constituye una de esas unidades12; en los barrios de las clases m á s altas, el acceso a los departamentos está protegido por un portero (el bou 'ab, que significa literalmente el «fabricante» de la puerta), mientras que se suelen contratar guardianes para la protección de las mansiones privadas. A pesar de que en Nueva York no existan los harah, la mayoría de sus vastos edificios de departamentos están construidos para limitar el acceso a los mismos y el portero no sólo es un símbolo de prestigio sino que cumple la función claramente defensiva del guardián. * Juego de palabras, en inglés, entre address (dirección) y dress (vestimenta). (N. del T.) 327 Nueva York y El Cairo vistos desde la calle La economía La naturaleza de sus economías visibles hace también que El Cairo y Nueva York se parezcan m á s entre sí que cada una de ellas con Chicago. Nueva York es una ciudad de servicios públicos - d e mayor o menor importancia- y de pequeñas industrias (tradición que ya se manifestó a comienzos de este siglo). Chicago, a pesar de seguir inevitablemente la tendencia de Estados Unidos en materia de servicios públicos, conserva m á s elementos de su pasado com o centro de una industria a gran escala, pese a que las industrias que habían hecho de Chicago la «ciudad de hombros anchos» hayan ido tambaleándose. Las fábricas de acero siguen tan limpias e inmóviles, mientras que los corrales de ganado ya no son lo que eran. N o obstante, solemos asociar la ciudad con instalaciones fabriles en plena expansión. N o sucede lo m i s m o con Nueva York ni con El Cairo. En estas dos ciudades siguen las pequeñas explotaciones fabriles y la pequeña empresa étnico-familiar constituye la esencia de las nuevas compañías. Sigue también vigente un sólido elemento artesanal (en lo que respecta a El Cairo) o bien dicho elemento ha vuelto a incorporarse a la actividad urbana (los inmigrantes en el caso de Nueva York). Los bazares de Chicago han desaparecido y el mercado de Maxwell Street es un pálido reflejo de la época de los «nuevos inmigrantes» de últimos del siglo pasado. E n cambio, en El Cairo y Nueva York, tienen vida toda clase de bazares estables o itinerantes y nacen c o m o hongos en las calles, aunque sea alejados de los barrios de la élite. C o n estas percepciones fugaces hemos ofrecido apenas algunas descripciones, sin dar una verdadera explicación. Para ello tendremos que analizar lo que no permanece oculto a nuestros ojos y desentrañar el elemento constitutivo de la forja de una ciudad. sugerir que, hasta cierto punto y fudamentalmente, Nueva York y El Cairo hayan podido forjarse gracias a procesos jurídicos, sociales y políticos que les eran análogos (aunque, ciertamente, no fueran idénticos). C o n ello podrem o s explicar ese tejido m á s denso que caracteriza al suelo y a las clases sociales y que, a su vez, de ser cierta la teoría de Lyn Lofland13, hace que una y otra ciudad dependan m á s de la semiótica del vestido que de la seguridad del domicilio. Sin embargo, una vez que se ha llegado a esa conclusión, hay que profundizar m á s en ella si se quiere refutar lo que yo sustento y afirmar que la metrópolis de cuño al parecer tan tercermundista c o m o es Nueva York sólo lo es si se contempla superficialmente, dejando de serlo cuando se va a la esencia de las cosas. N o ha sido accidental que la Facultad de Sociología Urbana llamada Escuela de Chicago se desarrollara en la región del medio oeste de Estados Unidos, ya que se basó en unos presupuestos dados, el principal de los cuales fue el mercado libre del suelo14. (Entre las otras hipótesis posibles pueden mencionarse: a, una historia breve, es decir, una época limitada durante la cual se aplicaron imperativos tecnológicos y ubicacionales similares, y b, el sueño del geógrafo de una llanura indiferenciada, es decir, de un suelo sobre el que se aplican imperativos tecnológico-ubicacionales similares.) E n idénticas condiciones, y dado el libre interjuego de las fuerzas de mercado, el uso que se hace del suelo es espontáneo y, de forma similar, las personas se manifiestan a tenor de sus ingresos o por su tipo de consurfto. N o s será necesario entonces estudiar el mercado de la vivienda, ya que es este mercado el que da la pauta de la manera importante en que se desarrollan los procesos de la reproducción urbana en El Cairo y Nueva York y no en Chicago. El mercado de la vivienda Las ciudades y las fuerzas en ellas subyacentes Mientras que en las tres ciudades se estableció el control de los alquileres (constituido durante la Las ciudades son el resultado material, social y Segunda Guerra Mundial en el caso de las ciuh u m a n o en constante evolución de procesos dades norteamericanas y en la época de Nasser subyacentes que no se remiten tan sólo a la de- en el de Egipto), Chicago no se atuvo a esa reglamografía y la economía, sino también a las ins- mentación en la postguerra, pero en El Cairo y tituciones jurídicas y sociales. Propongo for- Nueva York seguía vigente, aunque con impormular algunas hipótesis sobre esas nociones y tantes modificaciones a la larga. Actualmente en 328 Janet L Ahu-Lughod Vendedores de alimentos ambulantes. Arriba: Manhattan. Nueva York. G uernn/Ciamma. . 1 la derecha: El Cairo. M Bar.Am/Magnum ambos casos, el mercado de la vivienda constituye a la vez algo estricto y distorsionado. Creo que nadie puede decir cuántas unidades de vivienda hay en El Cairo, entre los 2 millones con que cuenta, sometidas al control de los alquileres. Sin embargo, son tan numerosas las nuevas construcciones no sometidas a control alguno (en los dos sentidos del término) que es m u y posible que el control se limite a la cuarta parte de las viviendas. N o obstante ello. El Cairo ha promulgado reglamentaciones m u y severas para proteger a los inquilinos, impidiendo así a los propietarios aumentar los alquileres (cuando están bajo control) o que puedan desahuciar a los inquilinos una vez que ocupan su vivienda. Por ello, y pese a la enorm e escasez de viviendas, han dejado de construirse nuevas viviendas de alquiler, aunque la ciudad, tal c o m o ocurre con Nueva York, cuente con un porcentaje m u y alto de unidades de alquiler. H e oído decir que el número de departamentos «reservados» de la ciudad se eleva al cuarto de millón, aunque es difícil comprobar este dato. Es corriente que permanezcan a la espera de futuros arrendatarios, y ello se debe a que. una vez arrendados, el propietario no puede recuperarlos para habitarlos. Es tan endémica la ezcasez de viviendas que los padres tienen que comprarlas para alojar a sus hijos y mantenerlas vacías durante años hasta que éstos se casan. Los departamentos nuevos son casi exclusivamente de tipo cooperativo, sobre todo los construidos por el gobierno. La situación de Nueva York no deja de ser distinta, pese a lo cual no es menos grave la escasez de viviendas. En un artículo publicado por el New York Tiines]y se decía que 1,9 millones de unidades de viviendas de alquiler de la ciudad, m á s de la mitad (1.090.734) estaban sometidas al control de los alquileres (155.361) o a la congelación de los alquileres (935.373). Prácticamente no se construyen nuevas viviendas de alquiler; las que existen siguen convirtiéndose en cooperativas, y los nuevos edifi- ,\'iií'\'u York y El Cairo vislos desde la calle cios, en su gran mayoría, comienzan a desarrollarse c o m o cooperativas o condominios. D a dos los elevados impuestos que gravan la propiedad, no resulta fácil «reservar» en N u e v a York unidades vacías para su uso futuro, aunque haya «bancos» de apartamentos que m a n tienen un número indeterminado de viviendas al margen del mercado, cuando menos temporalmente. ¿Cuáles son las repercusiones de estas insuficiencias en el mercado? Es interesante c o m probar que son similares en El Cairo y N u e v a York. E n a m b o s casos se fomenta la inmovilidad residencial. Las viviendas de alquiler no sólo no quedan libres a la muerte de las personas de edad que las ocupan, sino que se transfieren a los hijos; en algunas ocasiones, hay personas en El Cairo que han dejado libres sus viviendas desde hace m u c h o tiempo y siguen pagando sus alquileres nominales, m u y bajos, para conservarlas por si acaso. El subarrendamiento ilegal no constituye en El Cairo una op- 329 ción, c o m o sucede en Nueva York, puesto que no existe ningún mecanismo para desalojar al subarrendatario en el caso de que el arrendatario decida volver a ocupar el piso. E n estas dos ciudades, el mercado de la vivienda está rigurosamente dividido entre los que tienen derechos prioritarios y los que acaban de entrar en el m i s m o , ya sea c o m o efecto de la inmigración o por constituir una nueva formación familiar. E n ambas ciudades esta situación hace que grandes sectores de la población se mantengan aislados del mercado de la vivienda. E n El Cairo los matrimonios se aplazan hasta poder alquilar un piso y los matrimonios desunidos siguen viviendo juntos ya que ninguno de los esposos quiere (o puede) mudarse. E n N u e v a York p o d e m o s citar entre los efectos de esa situación la duplicación de los precios de los alquileres sometidos a una inflación artificial en un mercado de la vivienda no reglamentado, el traslado a los suburbios o, sencillamente, el hecho de permanecer sin vi- 330 vienda alguna. E n ambos casos la coexistencia en el m i s m o barrio de viviendas de alquiler controlado y no controlado conduce a una diversidad m u y compleja que es el resultado accidental de dos (o más) mercados de la vivienda segmentados que gravitan al m i s m o tiempo. E n cambio, se puso trabas a la otra cara de la m o n e d a , es decir, a la movilidad fácil. L a libertad de movimiento en Chicago no tuvo ningún obstáculo para que los blancos abandonaran los barrios a los que se habían trasladado los negros, puesto que, salvo en el caso de que fueran propietarios, el haberse quedado no hubiese supuesto ningún beneficio económico. Esta falta de trabas contribuyó a la pronunciada separación de razas y clases en Chicago. La segunda variante primordial es la que afecta a la división en zonas. Al introducirse en el segundo decenio del siglo x x la normativa sobre zonas, que los tribunales respaldarían en 1916a raíz de u n proceso m u y célebre que tuvo lugar en Nueva York, se modificó profundamente el mercado libre, quedando segmentado en una serie de mercados monopolistas de estructura, pese a todo, bastante amplia. Seguían subsistiendo, no obstante, usos y costumbres poco conformes con lo establecido cuyo arraigo venía de m u y atrás con lo que, cuanto m á s compleja era la trama de la ciudad y cuanto más vieja era ésta, tanto m á s fácil era la supervivencia de muchas de esas costumbres. Por ello, N u e v a York será desde sus orígenes una ciudad m u c h o m á s heterogénea que Chicago, siendo menos fácil imponer en ella, sobre todo en lo que respecta a Manhattan y a los antiguos distritos, el grandioso proyecto de división en zonas. Quizás el éxito de Chicago resida paradójicamente en su fracaso. Tal vez no sea accidental que Nueva York haya sido la primera ciudad que abandonó esa división en zonas, por lo menos en su forma original. Y a a comienzos de los años sesenta, con el nuevo enfoque de la división en zonas de Nueva York, la economía de bazar vio surgir nuevas posibilidades en materia de utilización del suelo, su edificación, inmuebles no alineados con la calle, altura de los edificios, etc., que hoy están en pleno apogeo. A este respecto Nueva York se distingue m u c h o m á s de las otras ciudades norteamericanas. La división en zonas tenía por objeto reemplazar la autoridad del hombre por la autoridad de una ley previa; en Nueva York, las discusiones sobre la divi- Janet L. Abu-Lughod sión en zonas devolvió la autoridad a los h o m bres, y a las mujeres. E n El Cairo nunca se logró establecer u n control sobre la utilización del suelo, a pesar de que los ingleses, inmediatamente después de imponer su autoridad a finales del siglo XIX, prepararan una legislación que contenía u n Plan Básico para ejercer ese control. Teóricamente en El Cairo se necesita una autorización previa para construir o alterar los edificios, aunque, según cálculos recientes, el 80 % de todas las construcciones que se realizan es ilegal, puesto que lo han sido sin obtener previamente dicha autorización, incluso en los barrios en que la construcción es lícita (es decir, en zonas distintas de las ocupadas ilegalmente). En Egipto los constructores suelen ser h o m bres políticos (por ejemplo, el ex Ministro de la Vivienda fue director de la empresa de construcciones m á s importante del país) y, c o m o sucede en N u e v a York, es m u y íntima la relación entre Gobierno y urbanizadores. Por cierto, algo diferente es el hecho de que, tal c o m o en muchos países del Tercer M u n d o , el Estado sea el principal urbanizador, recurriendo a e m presas privadas de construcción para la élite. Se observa en esto un profundo contraste con Chicago donde la unión entre la municipalidad y los promotores para el desarrollo del centro de la ciudad, que alcanzó su apogeo durante la administración de Jane Byrne, fue interrumpida al acceder a la dirección municipal los negros. D e haberse mantenido la unión, se habrían proseguido los planes para una Feria Mundial que tenía que celebrarse en un lugar al sur del Loop, lo que habría incrementado considerablemente el valor de las propiedades en esa parte de la ciudad y permitido incursiones en la «Ciudad Negra». La elección de un alcalde negro rompió esa unión y ahora, muerto el alcalde, los políticos de Chicago están tratando de reconstituirla16. T o d o lo que antecede m e lleva a la conclusión de que, debido al control sobre alquileres, el alto porcentaje de la inmigración, la ausencia o el fracaso de una división previa en zonas, etc., todo ello hace que los procesos que provocaron la producción y reproducción del tejido espacial y social de la ciudad sean análogos en Nueva York y El Cairo y tan distintos de los de Chicago. ¿Podemos, no obstante, afirmar lo m i s m o en lo concerniente a las semejanzas aparentes y Nueva York y El Cairo vistos desde la calle superficiales entre las economías de El Cairo y Nueva York? Tengo ciertas dudas al respecto. Podría tratarse de un caso en el que los resultados, en apariencia análogos, provinieran de procesos m u y alejados unos de otros. Economías subyacentes La economía de Nueva York se suele definir c o m o «Tercermundista». La idea es interesante, aunque a medida que reflexiono sobre ella m e resulta cada vez menos convincente. Podem o s hallar un indicio de la verdadera diferencia de la economía subyacente en una de las muchas comparaciones que antes he propuesto. Matthew Edel17 sugiere llamar a N u e v a York Switz-Kong (Suiza y H o n g Kong). La semejanza con Hong Kong reside en las empresas industriales de pequeña escala. E n una época tan próxima a nosotros como es la de los años cincuenta, la «estructura industrial de Nueva York se caracterizaba por lo numerosas que eran las pequeñas fábricas y empresas y no por los pocos conglomerados gigantescos que dominaban los centros del acero y los automóviles del medio oeste». Pero aun antes se había observado la semejanza con Suiza. Afinalesdel siglo pasado, «lasfinanzas,m á s que las m a n u facturas, llegaron a ejercer una influencia predominante». Si nos alejamos aún m á s en el tiempo, observaremos que Nueva York alcanzó su preminencia en el siglo XIX como ciudad industrial que manejaba la venta del algodón del sur; el paralelo es obvio, puesto que El Cairo debió parte de su prosperidad del siglo XIX a la misma planta. Si El Cairo y Nueva York se parecen en los «aspectos Hong Kong», sus diferencias se manifiestan al compararlas con Suiza. El Cairo carece de todo parentesco con ese país, por supuesto, como ocurre con casi todas las ciudades del Tercer M u n d o . Los parecidos entre Nueva York y una ciudad del Tercer M u n d o como El Cairo demuestran en último análisis que sólo lo son de m a n e ra superficial. Las estructuras profundas de ambas ciudades son m u y diferentes, cosa que puede comprobarse a simple vista con detenerse en el cometido marcadamente distinto que tuvo cada ciudad en la economía internacional y mundial. El Cairo es capital de un país pobre y m u y 331 endeudado que sobrevive gracias a lo que he denominado en alguna otra parte la «forma caritativa de producción»18. La supervivencia de El Cairo depende de dos hilos m u y tenues, los subsidios del Gobierno de E E . U U . , «ganado» por Sadat al firmar el primer tratado de paz con Israel y tan sólo superado por el que recibe Israel del erario norteamericano, y, en segundo lugar, las remesas que envían a su patria los, aproximadamente, tres millones de trabajadores egipcios que están en el extranjero y que contribuyen tal vez hasta con el 20 % a los recursos que sostienen la economía, pero cuyo número disminuye de manera drástica. Entre los trabajadores expatriados hay desde los profesionales altamente capacitados hasta los simples peones agrícolas. Los profesores egipcios dirigen las universidades de Arabia Saudita; los mecánicos, electricistas y fontaneros egipcios mantienen en funcionamiento las instalaciones de las «nuevas ciudades» del Golfo (mientras que en El Cairo, que se está cayendo a pedazos, se echa mucho a faltar esa m a n o de obra); los campesinos egipcios se ocupan de la cosecha en Iraq, país que carece de m a n o de obra a causa de la guerra, y Jordania, donde también se echan en falta y cuyas remesas son m u y elevadas, lo que permite contratar a tabajadores pagándoles menos. C o n sus ganancias, estos trabajadores pueden mantener a sus familias en su patria, y el dinero que envían se convierte en bienes de consumo, es decir, que no se ahorra ni se invierte en operaciones productivas en el país de origen. M á s recientemente, la disminución del precio del petróleo ha sido causa de importantes restricciones en los gastos gubernamentales de los Estados del Golfo, iniciándose la repatriación de los «trabajadores huéspedes». El doble efecto de la disminución de las remesas y la densidad cada vez mayor de El Cairo adonde retorna la mayoría de los emigrados, incluso los que no provenían de allí, será sin duda desastroso para la ciudad. Hay poco que decir sobre el papel de Egipto en la economía internacional. E n el apogeo del imperialismo, El Cairo fue una «ciudad m u n dial» en el sentido de que sus decisiones económicas y políticas ejercían un impacto seguro sobre la economía mundial. El algodón, tan primordial para la producción mundial en una época en que las fibras textiles impulsaban la industrialización, ha sido desplazado cada vez más por las fibras sintéticas y, al mismo tiem- 332 po, el Canal de Suez, de tanta importancia estratégica para la navegación mundial en su apertura en 1859, ha perdido toda significación cien años después, primero debido a su cierre y segundo al entrar en acción los gigantescos barcos petroleros. Sin embargo, lo que Egipto y El Cairo hayan perdido en términos mundiales siguen conservándolo en tanto que centros simbólicos, culturales y económicos de la región árabe. A u n q u e también ésta es una idea que va siendo caduca. El boicot de los árabes a Egipto después de la iniciativa de Sadat, aunado al desarrollo de los centros culturales y económicos alternativos en el m u n d o árabe, han descalificado El Cairo, y esta ciudad ha pasado a ser una simple capital nacional, m á s aún. una capital pobre. D e esta manera, en Egipto, el sector terciario o de servicios no contribuye ni controla las funciones y tampoco constituye la otra cara de un sector indusrial avanzado y de servicios de información; ya no es totalmente preindustrial (porque gran parte del m i s m o se propone reciclar los residuos de la sociedad industrial), sin vincularse tampoco orgánicamente a algún sector industrial que, pasados los comienzos prometedores de la época de Nasser, ha ido deteriorándose hasta acabar siendo tan sólo un conjunto de fábricas multinacionales. Incluso la producción que sustituía a las importaciones y que floreció en la época del socialismo árabe se desintegra por falta de importaciones proteccionistas y de restricciones monetarias. E n El Cairo, la persistencia del sector terciario es sintomática de la involución económica que padece y de una ruptura radical de la estructura de clases propia de aquella pequeña aristocracia privilegiada en materia de consumo que c o m praba a los norteamericanos (o a los ingleses o franceses, etc.) lo que le era necesario y un mercado de masas replegado en sí m i s m o y que sólo tiene acceso a las mercancías artesanales m á s baratas. C o m p a r e m o s esta situación con la de N u e va York. La ingeniosa designación de SwitzK o n g es m u c h o m á s idónea de lo que Edcl sugiere porque se muestra claramente que una economía está encerrada dentro de la otra. Y es esta característica lo que hace que N u e v a York sea m u y diferente de El Cairo, a pesar de las semejanzas superficiales. Si El Cairo ha sido excluido de la economía mundial, volviendo a una situación si no preindustrial por lo menos Janet L. Abu-Luglwd periférica y marginal, N u e v a York ha incorporado la división internacional del trabajo a su propio centro, síntoma del carácter absolutamente intercambiable del espacio al que se refiren los teorizadores de la ciudad postindustrial recurriendo para ello a unos términos que pueden considerarse abstractos. Algunos urbanistas se han referido a esta situación c o m o a un proceso de «repatriación del Tercer M u n d o » , pero creo que la situación es m u c h o m á s dramática y tiene que ver con una reorganización total del espacio. En las primerísimas etapas de la integración mundial (por ejemplo, aquéllas que he tratado en el libro reciente que dedico al sistema mundial durante el siglo Xlll)iy. las materias primas y otros productos manufacturados se movían a través de un circuito comercial internacional que, contrariamente a la opinión popular, era m u c h o m á s extenso y complejo de lo que se ha dicho. Las principales ciudades mundiales eran entonces a la vez depósitos y centros de producción. La segunda división internacional del trabajo (a lo largo del colonialismo y el imperialismo del siglo XIX) tendió a arrancar las materias primas de los lugares de su producción y llevarlas al centro del país, para acabar reexportando los productos fabricados a los mercados del Tercer M u n d o , rompiendo para ello la columna vertebral de los sistemas de producción locales y exacerbando así la división entre el primer m u n d o y el tercer m u n d o . D e ahí se llegó a la división urbana del trabajo a escala mundial, con los centros de producción diferenciados entre capitales políticas y económicas, situadas en el centro, y las ciudades autóctonas, distintas de los puertos m e tropolitanos de transbordo, en la periferia. U n poco m á s tarde la integración revestirá la forma de movimientos de capital del primer m u n d o hacia el tercer m u n d o , tendencia que Lenin ya había identificado en la segunda década del siglo x x . Esta es la situación que iba a agravar la crisis de la deuda internacional m e dio siglo m á s tarde. Pero a mediados de siglo se habría reestructurado la división internacional del trabajo. A la descolonización siguió de cerca el m o v i miento de los propios lugares de producción bajo los auspicios de las corporaciones transnacionales que coordinaban la producción de objetos c o m o , por ejemplo, el automóvil mundial. Durante este período también se inició lo que sería una solución m á s c o m ú n , es decir, la i m - Nueva York y El Cairo vistos desde la calle 333 A El zoco khan-el-Khalili, El Cairo. V;iuihc>'S>gm;i 334 portación, no de materias primas del Tercer M u n d o , sino de «personal elaborado», los llamados «trabajadores huéspedes», cuyos costos de reproducción habían sido sufragados por el país pobre de origen y cuyo valor productivo aprovecharía la sociedad destinatária. M á s recientemente estas notorias divisiones geográficas del trabajo a escala mundial se han ido deteriorando. El resultado es un fino tejido heterogéneo de lugares dispersos dentro de los cuales se producen mezclas que hubieran sido inconcebibles en las condiciones anteriores. E n algunos lugares, como en los países recientemente industrializados de la costa del Pacífico, el capital invertido (en parte internacional, pero sobre todo local y privado o, incluso más, acumulado por el Estado) se combina con una m a n o de obra barata afinde producir al mismo tiempo para el mercado local y para la exportación. En otros lugares, com o Los Angeles, Londres y Nueva York, la m a no de obra barata es importada, con lo que se facilitan las operaciones que exigen m u c h o trabajo y una técnica mediocre, y que asociamos con la producción del Tercer M u n d o . Sin e m bargo, en este caso, ese tipo de trabajo se convierte en un mecanismo fácilmente adaptable a las necesidades específicas de los mercados al contado y que satisface los gustos fácilmente previsibles del consumidor del mercado local20. Este proceso es el punto de partida del fenóm e n o denominado postindustrial (podemos ver ahora que se trata de una designación manifiestamente errónea) y que contribuye a que por lo menos las principales ciudades mundiales se parezcan superficialmente a los centros del Tercer M u n d o . E n un último análisis, sin embargo, las diferencias entre Nueva York y El Cairo son mucho m á s importantes que las analogías superficiales que saltan a la vista y son presagio de las relaciones futuras por lo que es m u c h o más interesante analizarlas. El proceso que algunos han denominado «caída en el tecermundismo de las ciudades norteamericanas» debe volverse a conceptuar. La división internacional del trabajo que se des- Janet L. Abu-Lughod arrolló con la integración de un sistema m u n dial centrado en Occidente alcanza su punto culminante afinalesdel siglo XIX y comienzos del X X -el período que H o b s b a w m , entre otros, llamó «La Edad del Imperio»- imponiendo una acentuada división espacial entre el primer m u n d o y el tercer m u n d o y sus ciudades respectivas. Es importante recordar que durante este período la forma de «ciudad dual» alcanza su máxim a expresión en muchas partes del Tercer M u n do: la ciudad de los gobernantes extranjeros y la ciudad explotada de los servidores locales. Esta dualidad ha pasado ahora a las «ciudades m u n d o » de Occidente en las que, en una aparente reversión, las élites locales cosechan los beneficios de la m a n o de obra extranjera sin los inconvenientes que acarrea vivir en el trópico. Si esta situación se parece tanto a la del Tercer M u n d o es que, a pesar de haber cambiado el marco, los subordinados y los que los supervisan siguen conservando los genotipos y las funciones que tenían en la ciudad colonial a la antigua usanza: lo que solía producirse fuera del país se produce ahora en el m i s m o país. N o cabe duda de que ésta puede ser la explicación m á s plausible de por qué hoy en día ciudades tales c o m o Nueva York y El Cairo han acabado pareciéndose tanto. N o obstante, lo que la historia nos enseña es que no hay estructuración social alguna que dure eternamente. N o se puede predecir con certeza el carácter futuro de las ciudades del m u n do; en este m o m e n t o todo lo que podemos predecir es un proceso constante de di versificación interna a nivel local y una especialización cada vez mayor a escala mundial. A medida que esto ocurre, los tipos de ciudades pueden evolucionar al revés, a la manera de la pescadi11a que acaba mordiéndose la cola. Las ciudades m á s avanzadas pueden reproducir en parte las características de las menos desarrolladas, c o m o también las ciudades m á s evolucionadas incorporan elementos del Tercer M u n d o . Traducido del inglés Nueva York y El Cairo vistos desde la calle 335 Notas 1. W . I . T h o m a s , «Assimilation of Old World Traits», extracto de Old World Traits Transplanted, reproducido en W.I. Thomas on social Organization and Social Personality, redactado por Morris Janowitz (Chicago: University of Chicago Press, 1966), págs. 199-200. 2. M i primer intento de entender la complejidad de El Cairo m e llevó 12 años y c o m o resultado de ello escribí la obra Cairo: 1001 Years of the City Victorious (Princeton University Press, 1971 ), en la que se describe la ciudad hastafinalesde la década de 1960. Desde entonces han ocurrido tantas cosas en esa ciudad que se justificaría plenamente otro libro. 3. Poco después de trasladarme a Nueva York conocí a un arquitecto argentino que acababa de instalarse allí procedente de Columbus, Ohio. M e confió que tenía la m i s m a sensación que yo: Nueva York se parecía m u c h o m á s a Buenos Aires que a Columbus. M i nieta, que tiene en parte sangre india, realizó hace poco su primer viaje a Manhattan desde Chicago para visitarme; la conclusión espontánea que sacó esa niña de nueve años de edad, después de caminar por Greenwich Village, fue que N u e v a York no se parecía a Chicago sino a B o m b a y . alimentos en manzanas tan congestionadas que interferían el tránsito peatonal. Las protestas organizadas por los vendedores que levantaron barricadas con sus carros en una demostración de fuerza recordaban las que se producen cuando los gobiernos del Tercer M u n d o pretenden reglamentar el sector terciario. Los vendedores ganaron su partida. 6. Los que conocen París entenderán inmediatamente esta comparación. 7. N o pretendo decir que Nueva York carezca de sectores «buenos» o «malos» ni que los barrios de El Cairo no se distingan según las clases sociales. E n realidad lo que quiero decir es que en El Cairo y Nueva York son m u c h o menos los barrios marcados inequívocamente por la impronta de la clase social que en Chicago, por lo que el domicilio es m e n o s definitorio en Nueva York y en El Cairo que en Chicago, donde las importantes diferencias de clases aparecen de manera más homogénea. En Chicago, cuando se dice que alguien habita «en el sur», suele bastar para significar que se trata de una persona venida a menos. 8. Véase Gideon Sjoberg, The Pre-Induslrial City (Glencoe: The Free Press, 1960). 4. A mi parecer, sólo hay una definición de la ciudad que siga vigente desde el punto de vista funcional, dejados de lado el tamaño, la época y la esfera cultural: una ciudad es el lugar en que hay que esperar que ocurran cosas inesperadas donde, a la vuelta de cada esquina, no sabemos lo que vamos a econtrar. En este sentido, tanto El Cairo c o m o Nueva York son m á s urbanas que Chicago. 9. En las ciudades-estado de la italia del siglo xix había reglamentos que regían la forma de vestir de 14 categorías sociales diferentes y que imponían unas distinciones m u c h o m á s sutiles de lo que podría ser hoy el caso. En cambio, en las ciudades de la era industrial, el aspecto y las distinciones vestimentarias han ido perdiendo su importancia, mientras que el lugar donde se vive ha acabado por ser el principal distintivo social. 5. El año pasado hubo en Nueva York un breve intento de limitar el número de vendedores de 10. En su ensayo «The Metropolis and Mental life», Simmel sostiene que el anonimato de la vida metropolitana hace que cada individuo subraye sus características personales a través de una forma de vestir llamativa; parece ignorar una fuente anterior de la diversidad del vestir, es decir, el hecho de subrayar la característica étnica o de clase para fortalecer la solidaridad social. 11. La obra de Oscar N e w m a n es a este respecto particularmente pertinente. Véase su Defensible Space: Crime Prevention through Urban Design (Nueva York: T h e Macmillan C o m p a n y , 1972). 12. Véase la obra de Nawal El-Messiri sobre el harah o barrio. 13. Véase Lyn Lofland, A World of Strangers: Order and Action in Urban Public Space (Nueva York: Basic Books, 1973). 14. La fuente clásica es la obra repertoriada por Park, Burgess y McKenzie: The City (publicada por primera vez en 1925). 15. New York Times, domingo 13 de marzo de 1988. 16. En marzo de 1989 parecía que iba a volver esa coalición, puesto que el hijo del ex «jefe» (Daley) que había sido alcalde, y que había dirigido el desarrollo de la coalición de los blancos durante 20 años, derrotó al alcalde negro interino en las elecciones democráticas preliminares. 17. Véase Matthew Edel, «The N e w York Fiscal Crisis: Lessons for Latin America» (Bildner Center for Western Hemisphere Studies, Urban Policy Paper Series, n u m . 6, 1986). 18. Janet Abu-Lughod, «Culture, M o d e s of Production and the Changing Nature of Cities in the Arab World», en The City in Cultural Context, compilado por John A g n e w , John Mercer y David Sopher (Boston: Allen and U n w i n , 1984, págs. 94-I19). 336 19. Before European Hegemony (Oxford University Press, 1989). Janet L. Abu-Lughod 20. Omito entrar en detalles ya que se trata de aspectos m u y bien desarrollados, entre otros, por Saskia Sassen y Roger Waldinger. D e la «cuestión social» a los «problemas urbanos»: los reformadores y la población de las metrópolis a principios del siglo XX Christian Topalov La idea de que hay «problemas urbanos» es re- cífico. E n 1907, William Beveridge prepara la ciente. Tiene su origen a comienzos del siglo X X creación de las oficinas públicas de colocación en los reformadores de la vivienda y los primeros y el seguro de desempleo que se instaurarían urbanistas, losfilántroposy los trabajadores socia- pocos años después en el Reino Unido. Beveles que tenían que enfrentarse con la realidad de ridge, que en el decenio de 1940 llegaría a prolas grandes metrópolis del m u n d o industrial. poner el sistema de seguridad social caracterísCambiar la ciudad para cambiar la sociedad y, en tico del »welfare state» y acabará en la C á m a r a particular, el pueblo, tal era su visión estratégica. de los Lores, no era entonces sino un modesto El movimiento de reforma urbana que en- trabajador social. En los años de depresión que tonces se inicia simultáneamente en Europa y acababa de vivir su país había dirigido una insAmérica del Norte no es un titución pública de asistenfenómeno aislado, sino que cia en u n barrio de L o n Chrislian Topalov es el Director de Inse vincula, tanto por los dres. D e esa experiencia savestigación en el Centro de Sociología h o m b r e s c o m o por las có una interesante lección Urbana. Centre National de la Recherche Scientifique, París. Francia. H a ejerideas, a un proyecto multique expondrá ante la C o cido actividades docentes en la Univerforme de reforma social misión Real encargada de sidad de Columbia, Nueva York, y en el que se definirá y ampliará a la reforma de la Ley de PoKing's College, Cambridge y en la New School for Social Research, Nueva York. partir de 1880. Aquí m e bres con estas palabras: Ahora está investigando la historia c o m propongo examinar la hi«El problema del exceso de parativa de las reformas sociales y urbapótesis según la cual en esa m a n o de obra se m e hizo nas en París, Londres y Nueva York. E n tre sus m á s recientes publicaciones se época se asentaron las baevidente hace tres años en cuentan Le logement en France. Histoire ses del nuevo ordenamienStepney, durante mi primed'une marchandise impossible (1987) v to del sistema de poder que ra experiencia c o m o admiVilles Ouvrières 1900-1950 (éd. con Sua la vez pone frente a frente nistrador de un fondo de sosanna Magri. 1990). y une clases dominantes y corro. El que se proponía clases subalternas. ayudar a trabajadores ocaAl proponer la sociedad y la ciudad como objetos sionales quedaba m u y pronto desbordado, puesde la acción racional, los movimientos de reforma to que el número era incesante. Los hombres no prepararon el surgimiento de las políticas sociales estaban desocupados todo el tiempo, ya que de y urbanas modernas, cuyas consecuencias han otra forma hubieran muerto de hambre, salvo marcado profundamente nuestro tiempo. que fueran mantenidos por sus esposas, lo que sólo se puede hacer hasta cierto punto. Era obvio que conseguían algún que otro trabajo (...). Comprendí que el hecho de obtener algún trabaDos eminentes reformadores jo de vez en cuando era m á s importante que el Escuchemos en primer término a dos persona- hecho de no trabajar en otros momentos. Había jes de comienzos de siglo que ambos formula- que subrayar el hecho positivo de que bastaba ron un «problema social» aparentemente espe- alguna actividad para que se mantuvieran a floR I C S 125/Set. 1990 338 te en el m i s m o lugar, aunque, eso sí, en condiciones m u y poco satisfactorias»1. E n estas observaciones se encierra a m i juicio el núcleo inicial del pensamiento reformador en que se inspirarán los conceptos modernos de d e s e m p l e o y trabajo asalariado 2 . Beveridge se refiere a los estibadores del East End, aunque sus observaciones se pueden aplicar a u n sector m u y amplio de la población de las grandes ciudades. Estas personas que en plena metrópolis sobreviven trabajando un día sí y otro no, hay que hacerlas desaparecer. Charles Booth, observador infatigable de las masas laboriosas de Londres, había dicho ya veinte años antes que esos asalariados intermitentes constituían «el grano del problema social»3. Beveridge prosigue su discurso y llega a una conclusión sorprendente: el problema no reside en que no hay trabajo para esos obreros, sino en que lo hay. E indica la operación, verdaderamente quirúrgica, que corresponde efectuar de urgencia: L a bolsa de trabajo no resultará conveniente para el hombre que quiere trabajar u n día por semana y descansar los restantes, ni tampoco, a largo plazo, para quien desea contratarse en forma ocasional. E n estos casos la bolsa de trabajo tomará ese día semanal para darlo a otro trabajador que ya tiene cuatro días a la semana, de m o d o que pueda ganarse correctamente la vida. Corresponderá a usted (Beveridge se dirige al profesor Smart) tomar a ese primer h o m b r e y educarlo para que llegue a tener mejores costumbres 4 . Se trata así de transformar a los trabajadores intermitentes, ya sea en asalariados regulares, ya sea en desocupados completos. Beveridge lo admite claramente cuando dice que el sistema, en u n principio, «aumentará el n ú m e ro de quienes carecen completamente de trabajo, convirtiendo lo que es una reserva en u n excedente» 5 . Esta estrategia del reformador arroja una luz propia sobre los puros conceptos del economista. L o que Alfred Marshall califica de »desempleo sistemático»13 y Beveridge de «subempleo» no son otras tantas categorías de análisis sin m á s . Se trata de conceptos que describen prácticas de los obreros y de los empleadores que hay que combatir y designan algunos sectores populares que simplemente deben desaparecer. El «desempleo involuntario», el desempleo moderno, parece tener su origen en la Christian Topalov generalización forzada de una relación salarial estabilizada, nuestro trabajo m o d e r n o . Volvamos ahora a otro país y a otro «problema». Henry Sellier, alcalde socialista de u n suburbio de París, desempeña en los años 1910 un lugar importante en la reforma de la vivienda en Francia. Poco antes de la Primera Guerra Mundial sostiene que hay que crear una oficina pública de viviendas económicas en el departamento del Sena: La ciudad (...) y las condiciones de alojamiento ejercen u n a influencia decisiva sobre la • mortalidad y la educación del pueblo. H a y que arrancar a los obreros de los placeres groseros de la ciudad y de la fascinación de la calle, la taberna y el café concierto7. La frase recuerda el moralismo tradicional, pero es también reveladora del hecho de que, para este socialista, la educación es el requisito previo de la emancipación colectiva del proletariado. El progreso social exige u n cambio radical de las costumbres obreras, y ese cambio no depende sólo del alojamiento, sino también de las condiciones globales de la vida urbana. Sellier expresa aquí una evolución característica del proyecto reformador de la ciudad. H a pasado la época de las intervenciones aisladas y las viviendas modelo, incluso la época de las primeras experiencias del Garden City M o v e ment. Lo que hay que hacer entonces es racionalizar la expansión m i s m a de los suburbios8. E n el marco de esta visión de una ciudad planificada, la construcción de ciudades-jardín es considerada c o m o « u n factor esencial de la educación popular en la lucha contra la vivienda insalubre, la tuberculosis y el alcoholismo»9. Y Sellier formula así el principal concepto operatorio de la reforma y que, al m i s m o tiempo, constituye el principio que la legitima: L o que distingue el concepto de ciudad-jardín de la fórmula hasta entonces en vigor en materia de vivienda urbana es la percepción clara y nítida no solamente de las necesidades del individuo m a s también de la necesidad de unas relaciones comunitarias10. Para Sellier, al igual que para sus equivalentes británicos o estadounidenses, aunque n o compartan sus convicciones políticas, la acción reformadora tiene bases científicas que corresponden al enunciado objetivo de ciertas necesidades del individuo y de la sociedad: el aire, la luz, la belleza y nuevas relaciones sociales. De la «cuestión social» a los «problemas urbanos»: los reformadores y la población de las metrópolis... 339 La ciudad-jardín de Suresnes, un proyecto de viviendas a buen precio, cuyo promotor fue Henri Sellier, alcalde socialista de esta ciudad del cinturón de París, D . R Pero surge un problema: los propios trabajadores no comparten esas preocupaciones. Sellier comprueba en 1922: D e b e m o s luchar contra la tendencia generalizada de nuestros obreros a ignorar el valor de la vivienda y el hecho de que se satisfacen con cobijos insalubres, negándose a hacer los sacrificios necesarios para conseguir una vivienda digna del ser h u m a n o " . Esta observación, confirmada por las estadísticas del presupuesto de las familias obreras analizadas en especial por el sociólogo Maurice Halbwachs 12 , discípulo de Durkheim, recuerda lo que unos años antes decía Lawrence Veiller, dirigente de los housing reformers de tradición filantrópica en Estados Unidos de América: La idea de que miles de personas viven en las condiciones que se observan en las grandes ciudades estadounidenses porque no hay otro lugar donde puedan vivir resulta injustificada y no corresponde a los hechos. Debemos, pues, reconocer francamente que una parte importante de la po- blación acepta vivir de cualquier manera por atroces que sean las condiciones higiénicas13. Veiller tenía un conocimiento directo de la situación. Inspirador de la ley de regulación de las viviendas obreras de 1901 en el Estado de Nueva York, lucharía en la Charity Organisation Society y luego en la National Housing A s sociation por el cumplimiento de la ley y su extension a otras grandes ciudades norteamericanas. En todas partes tropezó con la oposición de los propietarios de tugurios y también con la de las familias populares. Podemos ver así que dos políticas sociales progresistas (el seguro de desempleo y la reform a de la vivienda) tienen su origen en un proyecto educativo relativo a los trabajadores urbanos y no en las exigencias de estos últimos. Esas políticas sociales contrariaban dos hábitos bien arraigados en las clases populares: la m o vilidad e intermitencia del empleo asalariado y la preferencia por las viviendas baratas de sus barrios tradicionales. 340 Trabajadores y reformadores La relación entre los trabajadores y las reformas n o se puede resumir en una sola frase. Sin embargo, las explicaciones simplistas abundan. La epopeya progresista ha sido escrita ante todo por los propios reformadores y atribuye a éstos la iniciativa: en esa epopeya, los reformadores, ilustrados por la ciencia, libran un c o m bate justo contra la ignorancia y los intereses creados y hacen posibles los cambios necesarios para la modernización de la sociedad14. Este mito fundador ha dado origen a otros dos que lo contradicen en formas diversas. L a tradición «radical» se s u m a a la idea de progreso, aunque presenta las cosas en un orden diferente: las reivindicaciones y luchas populares habrían obligado a la burguesía a establecer gradualmente el sistema de bienestar social que el capitalismo necesitaba15. Por su parte, los teóricos del control social están desilusionados y consideran que todas las políticas inventadas por los reformadores son formas cada vez m á s refinadas de dominación, una extensión sin fin de las ramificaciones del poder16. El inconveniente de todas esas interpretaciones en sus formulaciones más rígidas (no obstante los aportes considerables de las dos que h e m o s mencionado en último término) es que no llegan a tener en cuenta que en los procesos históricos mencionados intervienen por lo menos dos elementos, los de arriba y los de abajo, donde ambos cambian al m i s m o tiempo que el sistema de poder que los une. E n otras palabras, ambos términos son el resultado de una interacción, marcada por vacilaciones y sorpresas, entre prácticas y movimientos populares e iniciativas de las clases dirigentes (empresarios, expertos y gobierno). Por supuesto las modalidades de esta relación varían según los países, los ámbitos de la reforma, las épocas históricas y los grupos obreros. E n todo caso, desde hace unos 20 años, se acumulan elementos historiográficos que indican que al menos antes de la Primera Guerra Mundial los obreros se mostraban reticentes y a veces francamente hostiles a muchas medidas de política social elaboradas en los medios reformistas y aplicadas por políticos liberales progresistas o solidaristas. Henri Pelling fue uno de los primeros que sembró dudas en un artículo iconoclasta que publicó en 1968 ' 7 ; después de esa fecha, otros autores han explorado Christian Topalov las cuestiones planteadas por la quiebra de las certidumbres que compartían los progresistas de todos los horizontes teóricos y que habían sido consolidadas en tres cuartos de siglo de actividad e historiografías reformistas. Naturalmente, sería posible estudiar históricamente ese cambio radical de criterios, coincidente con la crítica de los sistemas de bienestar social formulada por los teóricos de enfoque «radical», marxista o libertario de la década de 1970 que, curiosamente, siguió de cerca el movimiento conservador, al proponerse eliminar todas esas «conquistas sociales». Pero esta es otra historia. Circunscribiéndonos al ámbito elegido, hay que sintetizar los resultados de algunos estudios sobre el comportamiento de los trabajadores en los dos ámbitos de reforma mencionados18. E n materia de colocación y seguro de desempleo, la iniciativa corresponde claramente al c a m p o de los reformadores. «Organizar el mercado de trabajo», lograr que la contratación deje de estar en manos del capataz, el sindicato o la oficina privada parasitaria, racionalizar la movilidad de los obreros, tales son las misiones que se confía a las oficinas públicas de colocación. Por su parte, el seguro de desempleo está destinado a diferenciar los verdaderos desempleados, trabajadores regulares que se encuentran provisionalmente sin trabajo y serán indemnizados, de los falsos desocupados, asalariados intermitentes y pobres crónicos que habrá que tratar por otros medios. Pero sucede que los reformadores encuentran un modelo: las organizaciones mejor establecidas de obreros especializados se ocupan desde hace tiempo de encontrar trabajo a sus miembros y paliar la ausencia de salario. Esas organizaciones procuran ubicar a sus m i e m bros en los talleres, prolongando así las tradiciones de aprendizaje y contratación en el seno de familias, equipos profesionales y grupos de origen. E n cuanto a sus sistemas de out-of-work benefits o secours de chômage (subsidio de paro), m á s o menos antiguos y desarrollados según la industria y el país, no hacen m á s que institucionalizar una práctica informal m u y conocida: la colecta, «passing the hat round». Estos dispositivos están destinados sin duda a aliviar las dificultades de la vida obrera, pero son sobre todo elementos de una estrategia que se propone controlar la contratación19. De la «cuestión social» a los «problemas urbanos»: los reformadores y la población de las metrópolis... D e la lucha despiadada contra los rompehuelgas, decisiva para el éxito inmediato de la acción colectiva, a la reivindicación del »closed shop», las prácticas de los sindicatos franceses, británicos y estadounidenses de comienzos de siglo son coincidentes al respecto, pese a las diferencias ideológicas que puede haber entre ellos y la disparidad entre los resultados obtenidos. Desde esta perspectiva, la colocación por el sindicato y el subsidio de desempleo son prácticas íntimamente vinculadas entre sí. El subsidio permite sobrevivir al trabajador sindicado hasta que encuentre trabajo, pudiendo así rechazar las ofertas de salarios inferiores a la tarifa sindical o provenientes de un empleador que constará en la «lista negra» o estará sometido al boicot de la organización. El subsidio incita al obrero a formar parte del sindicato, con lo que éste fortalece su control sobre la oferta de m a n o de obra. El subsidio contribuye también a centralizar el mercado en un sitio único, local sindical, bolsa de trabajo o cantina, donde se intercambian informaciones sobre los puestos de trabajo, las condiciones laborales y otras cuestiones, siendo el lugar desde el que se propaga la doctrina sindical o las ideas revolucionarias, aunque también allí puede afianzarse el poder del dirigente sindical corrompido, pero eficaz. A ese respecto, los nuevos trabajadores pueden ser dados de alta en la organización o eliminados sin apelación de un mercado de trabajo bien controlado. Esas diferencias no interesan a nuestro estudio. Lo que importa es observar que el subsidio de desempleo no constituye tanto un mecanismo de previsión c o m o un a r m a de combate y un medio para afianzar la solidaridad de u n grupo obrero. 341 formarse y adecuarse a las funciones que les asignaban sus nuevos amigos. Contemplar los subsidios sindicales de desocupación c o m o una forma de «seguro» implica ya una intervención, consistente en otorgar a una práctica obrera un significado que le es ajeno. T o m e m o s dos índices de esa distorsión característica del pensamiento reformador. E n primer lugar, los sindicatos «confunden» a m e nudo las diversas circunstancias que acarrean la pérdida del salario: la huelga, el lock-out, la falta de trabajo y a veces la enfermedad y la invalidez. En todos estos casos se otorgan subsidios y en las cuotas sindicales rara vez distinguen la parte destinada afinanciarespecíficamente los subsidios de desempleo. El «seguro» que no define los riesgos cubiertos y que no exige el pago de una prima es evidentemente algo raro. A d e m á s , el pago de la prima por desempleo debería interrumpirse cuando desaparece la desocupación o ésta deja de ser involuntaria. Desde el comienzo todos los sistemas públicos se basaron en esta regla: quien rechazaba un empleo propuesto por la oficina de colocación perdía automáticamente el subsidio. Los subsidios sindicales funcionan de manera completamente distinta y van acompañados de la prohibición de aceptar un empleo cuyo salario sea inferior a las normas sindicales o proporcionado por un empleador quefiguraen la lista negra. El subsidio de desempleo ofrece así la posibilidad de rechazar un empleo disponible. Cabe comprender así la reacción de muchos sindicatos a los proyectos de estatización de esos sistemas. N o es sólo que no lo hayan pedido, sino que además temen perder con su independencia un medio de acción que para algunos tiene una importancia capital. Exigen en La observación de esta experiencia llevó a cambio que el Estado o las municipalidades los reformadores de comienzos de siglo a ima- proporcionen trabajo en los períodos de depreginar instituciones públicas que duplicaran, in- sión cíclica y cuando ello n o es posible que se tegraran o reemplazaran los mecanismos sindi- les otorguen subsidios públicos sin condiciocales. Los reformadores incorporaron a su nes: «Work or Maintenance» pasa a ser a partir proyecto el modelo creado por los sindicatos, de 1906-1907 la consigna de los laboristas briaunque cambiando su significado. Era necesa- tánicos. Sin embargo, los que manifiestan alguria una cierta dosis de audacia para hacer caso na vacilación son los sindicatos de obreros omiso de la actitud combativa de los patronos y poco calificados, cuyos salarios son demasiado considerar que las organizaciones sindicales n o bajos para poderfinanciarun sistema de subsieran ya una amenaza, sino uno de los elemen- dios mutuos. Los acuerdos a que se llega en tos de un nuevo orden político en el que los Francia en 1905 yen Inglaterra en 1911 permiobreros dejarían de ser los bárbaros que acam- ten que los sindicatos intervengan en la gestión pan a las puertas de la ciudad. Para ello, natu- de los sistemas públicos, lo que acalla su oposiralmente, los propios sindicatos debían trans- ción inicial. 342 En cuanto a la reforma de la vivienda, también resulta claro que la doctrina higienista no nace en el seno del movimiento obrero y éste tarda m u c h o en llegar a considerar favorablemente (y bajo condiciones) la hipótesis de la construcción de viviendas públicas. Es sabido que, al menos hasta elfinalde la primera guerra, las acciones colectivas de los inquilinos iban dirigidas contra las expulsiones y el aumento de los alquileres, especialmente en los períodos de escasez aguda de viviendas obreras20. Por otra parte, el lenguaje y las formas de estos movimientos revelan un odio profundo hacia los propietarios y hacia sus representantes: los porteros y los administradores. En las viviendas modelo de losfilántroposse observan muchos ejemplos de negativa a aplicar los reglamentos de los inmuebles, y en los casos en que una reglamentación pública impone a los inquilinos ciertas normas de utilización, los inspectores sanitarios deben librar una guerra de desgaste que con frecuencia pierden. Este tipo de resistencia y de reivindicación tiene su origen en las prácticas cotidianas de los habitantes en relación con la vivienda. Quedar en el barrio es la exigencia m á s habitual, pues en el barrio encuentran los trabajos (muchas veces precarios), los numerosos recursos de la gran ciudad y la solidaridad entre pares, indispensables a la economía doméstica. Dentro de los límites estrechos del barrio popular, la m o vilidad de residencia es intensa. Se observan con frecuencia mudanzas precipitadas cuando no es posible pagar el alquiler o cuando se han acumulado deudas. La gente se m u d a con frecuencia en la m i s m a calle e incluso en el m i s m o edificio, para adaptar el alquiler a los recursos del m o m e n t o . Alquilar una vivienda más pequeña o ceder una pieza o una cama constituyen un medio habitual para reducir los gastos. D e todos modos, buena parte de las actividades cotidianas se desarrolla en espacios públicos: el patio, la calle, la taberna. Y nadie piensa en reclamar las «habitaciones sanas» de las lejanas ciudades-jardín de los reformadores; la oposición es total, aunque raramente tenga resultados cuando los especuladores o los municipios se han propuesto demoler los «sectores insalubres». Los obreros que tienen un trabajo m á s fijo y unos ingresos más elevados y regulares comienzan a emigrar hacia los suburbios, se organizan en sociedades mutuas de ahorro y recu- Christian Topalov rren a la autoconstrucción: esos métodos permiten mantener las solidaridades del barrio de origen o de oficio y proporcionan además una vivienda propia de la que nadie podrá pedirles cuentas. El silencio prolongado de las organizaciones obreras sobre el problema de la vivienda tiene todo su significado a partir de estas c o m probaciones. E n distintos momentos, aunque raramente antes de 1914, los partidos, sindicatos o asociaciones adoptan el lenguaje del higienismo; ese cambio de actitud va siempre unido directamente a la presencia de elementos reformadores procedentes de las clases medias. Su apostolado tropieza con frecuencia con el recelo de una parte de los dirigentes y la «pasividad» de los trabajadores, por lo que se producen prolongados eclipses en la reivindicación de «alojamientos salubres». A d e m á s , la posición de los sindicatos difiere en algunos puntos esenciales de las propuestas de los reformadores. Para los dirigentes obreros, denunciar los «tugurios» constituye ante todo un argumento adicional para reivindicar salarios decentes y una negociación colectiva. También se observa con frecuencia un rechazo del paternalismo y de la injerencia de las autoridades; ese rechazo reviste por supuesto formas diversas de expresión política. E n todos los países están rechazadas las «company towns» y las viviendas obreras construidas por las empresas; pero hay m a tices diversos en cuanto a la intervención estatal. La American Federation of Labor de G o m pers aceptó oficialmente en 1914 el principio de la intervención pública, pero sólo en forma de préstamos a bajo interés destinados a que los trabajadores o que las cooperativas sindicales construyeran las viviendas según sus criterios21. E n cambio, la Confédération Générale du Travail de Francia reivindicó en 1918 un vasto programa de construcciones públicas exigiendo al m i s m o tiempo que la mayoría de representantes de los comités se atribuyera a los sindicatos, las asociaciones de inquilinos y las municipalidades, socialistas naturalmente22. La exigencia de autonomía obrera, ya se exprese en el lenguaje del individualismo o del pansindicalismo, es una constante que se extenderá cuando m e n o s hasta pocos años después de la Primera Guerra Mundial. En a m b o s asuntos (seguro de desempleo y vivienda) las cosas siguen evolucionando. T a n to en Francia c o m o en Gran Bretaña la fuerza De la «cuestión social» a los «problemas urbanos»: los reformadores y la población de las metrópolis... 343 creciente, a partir de 1910, de sindicatos y parti- «clases peligrosas» al referirse a los habitantes dos obreros, la creación de instituciones públicas de los barrios obreros de las grandes ciudades. de seguros o de ayudas, de oficinas de colocación, Esta representación permitía describir a una de constructores públicos y, sobre todo, la expe- masa h u m a n a poco diferenciada que habitaba riencia decisiva de la economía de guerra impri- en espacios urbanos precisos en los que se sum e n una evolución rápida a las posiciones de las ponía que se concentraban los flagelos sociales organizaciones obreras. E n Estados Unidos se y de donde en cualquier m o m e n t o podía surgir observan tendencias idénticas en la misma épo- una amenaza: crímenes, epidemias, violencia, ca, pero el cambio decisivo sólo se producirá con insurrección. Esa mirada coexiste y entra en el N e w Deal. D e ese m o d o , una parte de las pro- competencia con otra visión pintoresca del puestas de los reformadores se convierte en rei- pueblo, según la cual, aplicando a la ciudad m é vindicación obrera. Hay distorsiones importan- todos similares a los de los folkloristas, se contes entre las primeras y las segundas, aunque esta sidera con una mezcla de curiosidad y de temor evolución será el indicio de la afirmación de u n a los personajes de la calle. Ahora bien, en nuevo sistema de poder. cuanto se produce una crisis social, los matices desaparecen, y la cuestión es reprimir a las «masas» consideradas c o m o criminales. E n el curso del siglo XIX, en cuanto una parte de los Ciencias y administración trabajadores empieza a organizarse en sindicaLas estrategias de reforma que se insinuaron a tos y agrupaciones políticas, los problemas papartir de los años 1890 prefiguraron así un giro san a pertenecer a una categoría única, la «cuesimportante en la relación de poder entre domi- tión social». Esta configuración de las nantes y dominados. Para que se establecieran representaciones coincidió con la práctica baverdaderamente sería necesario que todos los sada a la vez en la violencia del Estado con resparticipantes cambiaran. Pero, previamente, pecto a la conducta de rebelión individual o copara elaborarlas, hubo que remodelar las repre- lectiva y en dispositivos de asistencia y de sentaciones de los problemas e inventar nuevos represión destinados a actuar directamente sobre los individuos y las familias. Podemos dar a instrumentos de intervención. Las representaciones del otro son insepara- este sistema de poder el nombre de modelo disbles de las técnicas de acción sobre el prójimo. ciplinario-represivo. Las categorías que permiten pensar la realidad A partir de 1890 se produce una doble social, y las prácticas destinadas a modificarla transformación de la mirada y del proyecto (saberes y poderes), forman todo un sistema. práctico sobre el pueblo. Por una parte, las Los manuales de ciencias sociales procuran bo- «clases peligrosas» dejan de contemplarse en rrar esta historicidad radical al omitir toda re- bloque. Se empieza a distinguir entre «clase ferencia a las relaciones prácticas de los «clási- obrera respetable» y masas empobrecidas, a las cos» con la sociedad de su tiempo, a los autores que se clasifica progresivamente en categorías, que retrospectivamente se consideran menores cada una de ellas sujeta a un tratamiento partiy a las disciplinas «precientíficas» del pasado. cular y adaptado a su situación. Así, los clientes Ahora bien, a comienzos de siglo, las na- habituales del hospital, del workhouse (asilo) o cientes ciencias sociales inician una profunda de las instituciones de asistencia comienzan a transformación de las representaciones del ser tratados de forma diferente según se los siotro, el obrero, el pobre. Se trata de una de esas túe en las categorías de los viejos indigentes, de remodelaciones periódicas de la visión de los las madres y niños sin recursos, de los desocudominados por los dominantes que se produ- pados, de los vagabundos, de los débiles mentacen en función de las dificultades con que tro- les y de los delincuentes juveniles. Al m i s m o pieza el propio ejercicio de la dominación. Ese tiempo, la «cuestión social» se fragmenta en «otro» al que nos referimos es el pueblo de las una serie de «problemas sociales», con la intenciudades, aunque se pueden observar evolucio- ción de hacerla desaparecer. A cada uno de esnes análogas, por ejemplo, en lo que concierne tos problemas debe corresponder un ámbito de saber, una especialidad profesional y unas técal indígena o al loco. Desde los comienzos de la revolución in- nicas específicas de intervención. D e este m o dustrial, la burguesía utilizaba la categoría de do se autonomizan por ejemplo los problemas 344 del alcoholismo, la tuberculosis, la escolarización, el aprendizaje, la vivienda, el urbanismo y el desempleo. El sentido c o m ú n de las clases medias con respecto al obrero sufre entonces una transformación y adquiere una configuración nueva que se revelará sumamente sólida y durable. L a literatura naturalista y populista, las revistas ilustradas, el discurso político neoliberal, progresista o solidarista y, m á s tarde, el gran giro plasmado en la «unión sagrada» de la Primera Guerra Mundial, desempeñan un papel importante en la difusión de este cambio de mirada. E n ese doble proceso de descomposición y recomposición de las representaciones y, según se espera, de la realidad, aparece una novedad de peso, y es que la ciencia y la administración, estrechamente asociadas, empiezan a desempeñar u n papel esencial. Las evoluciones de una y otra están vinculadas históricamente. L a sociología empírica nace de las encuestas obreras y urbanas realizadas por los misioneros de lafilantropíaque poco después empezarán a ser llamados trabajadores sociales, o por los administradores de las instituciones de supervisión de las familias populares. La etnografía científica y la geografía h u m a n a están directamente asociadas a la actividad de las administraciones coloniales de ultramar o de los gobiernos militares en los territorios de la frontera estadounidense. L a estadística social acumula datos y afina sus m é todos en las nuevas administraciones laborales y de salud pública, mientras el urbanismo se afirma c o m o disciplina y profesión en el marco de las municipalidades o de los grupos cívicos locales. Estas diversas ciencias construyen secuencias causales objetivas, a m e n u d o m e n s u rables, entre los elementos que extraen de la realidad social y, en especial, las prácticas p o pulares, con unafinalidadde transformación. Es lo que se produce, por ejemplo, cuando se supone una relación entre las condiciones de vivienda y la mortalidad o entre el empleo intermitente y la pobreza o la desmoralización. Enunciar una relación causal equivale a designar un ámbito de reforma. Las ciencias delimitan así sus objetos, de manera que las a d m i nistraciones especializadas existentes o por crear puedan administrarlos racionalmente. C u a n d o la filantropía tradicional se muestra incapaz de transformarse en función de los nuevos objetivos, unos reformadores terminan Christian Topalov por recurrir a soluciones municipales o estatales. Y cuando las administraciones públicas resisten a su remodelación necesaria, son objeto de críticas severas: subordinación en grado excesivo a los azares de la política y las instituciones representativas o demasiado ligadas a las redes de clientelismo, llegan a ser consideradas ellas mismas c o m o objeto de la reforma. E n el proceso de constitución de la mayoría de los nuevos ámbitos de la actividad reformadora se observa una característica segmentación: lo que ocurre en el lugar de trabajo queda fuera de la cadena de determinaciones. E n efecto, las intervenciones se especializan. Mientras unos se ocupan de la empresa y, especialmente, de las condiciones de trabajo, otros definen su terreno fuera del ámbito de trabajo; se establecen así las condiciones necesarias para la intervención de una «cuestión urbana». D e este m o do, la etiología oficial de la tuberculosis y las construcciones estadísticas que proporcionan su «prueba» ignoran los daños inherentes al trabajo y sólo retienen la falta de higiene y la promiscuidad en las viviendas21. La larga tradición de las encuestas de barrio y, m á s tarde, la ecología urbana parten de la m i s m a premisa. Cada disciplina retiene, del encadenamiento causal, los elementos transformables por la práctica reformadora especializada a la q u e proporciona un lenguaje, y deja fuera los elementos que escapan a su ámbito. Esta división implica a la vez un conocimiento y un enmascaramiento de las realidades de la vida popular. Esta doble operación de saber y n o saber desarticula las prácticas que tienen una coherencia para los diferentes grupos populares y asigna a los elementos, convertidos en autónomos, un sentido ajeno. T o m e m o s la noción de alcoholismo. El lugar esencial de sociabilidad popular que es la taberna o el «pub» se convierten en «L'assommoir». D e la m i s m a manera, las diversas formas que reviste el crédito m u t u o obrero vinculadas a los rituales familiares del consumo son pensadas dentro de la categoría de ahorro, del m i s m o m o d o que las transmisiones del saber y la técnica que d a n origen a las dinastías obreras y los grupos de originarios son pensadas en función de esa categoría que es la formación profesional. Se observa una paradoja. La ciencia debe ser lo suficientemente «verdadera» c o m o para localizar objetos pertinentes con miras a r e m o delar la vida popular; al m i s m o tiempo, no pue- De la «cuestión social» a los «problemas urbanos»: los reformadores y la población de las metrópolis... 345 ÏÉtïi «Quartier populaire», barrio popular, montaje fotográfico de Robert Doisneau, 1960. Doisneuu/Rapho. 346 de corresponder con la realidad, ya que su finalidad social consiste en ejercer una acción sobre sus objetos. Sin embargo, a veces la cosa marcha. H e m o s visto que los reformadores adoptaron el modelo del subsidio sindical de desempleo para concebir las instituciones públicas de seguro obligatorio que hacen funcionar el dispositivo en dirección contraria a sus objetivos. En otro registro se observa que no era necesario determinar todas las significaciones sociales de lafiestaritual, el «potlatch», para comprender que su prohibición destruiría las capacidades de resistencia de los indios de Columbia Británica. Fue, sin embargo, necesario su estudio por toda una generación de etnólogos24. La ciencia y la administración modernas están en manos de hombres nuevos. El notable ilustrado, generalista de la reforma social, cede su lugar al experto. Cada nueva profesión elabora una tecnología que le es propia, reivindica una legitimidad científica específica y se afirm a con la creación de asociaciones que pregonan su autonomía y de institutos de formación que organizan su reproducción. A partir de los años J910 se produce el giro anunciador en la desaparición de la precedente generación de reformadores y que marcará los años inmediatamente consecutivos a la Primera Guerra M u n dial. H a y que observar algunos matices, ya que considero que la historiografía tiende con frecuencia a sobreestimar la autonomía de esas nuevas profesiones tanto en relación con la burguesía reformadora tradicional c o m o en lo concerniente a las relaciones entre ámbitos especializados de reforma25. Claro que los nuevos expertos proyectan una imagen de sí mismos que es la de la independencia, que da a entender que no hablan y actúan para defender los intereses particulares de ningún grupo, sino en nombre de los intereses superiores de la sociedad. Esta pretensión se basa en la objetividad de la ciencia a la que sirven. Los profesionales de la reforma procuran alcanzar unos objetivos que les son propios y, para empezar, el hecho de que son imprescindibles al progreso: proceden muchas veces de un medio modesto y su jerarquía social pasa por ese reconocimiento. D e esa forma entrarán en conflicto con unos intereses económicos m u y precisos, los de los propietarios de tugurios, de las compañías de servicios urbanos y de los industriales, grandes o pequeños, que abu- Christian Topalov san de la m a n o de obra femenina, del trabajo a domicilio y del trabajo intermitente. Pero al m i s m o tiempo necesitan mantener vínculos privilegiados con los medios de la burguesía reformadora que pueden legitirmarlos socialmente y con unos padrones que le serán tanto más útiles cuanto que no existen los aparatos administrativos que puedan recibirlos. A b u n dan los estribillos que cantan al unísono el magnate y el reformador: Robert W . DeForest y Lawrence Veiller o Henry Morgenthau y Benjamin C . Marsh en Nueva York, Charles Booth y el joven Llewellyn Smith en Londres, M a x Lazard y Louis Variez en Paris y Gante. Colectivamente, los primeros urbanistas y planificadores urbanos están inmersos en un medio que les permite frecuentar la gran burguesía, los filántropos y los industriales ilustrados. La epopeya de la «reforma cívica» en Estados Unidos y, m u y particularmente, la historia de la National Conference on City Planning nos hacen ver c ó m o los medios empresariales necesitaban disponer de un personal reformador independiente capaz de proporcionarles la legitimidad científica que no tenían para partir a la reconquista de un poder municipal que habían perdido a manos de «political machines» populistas y, al m i s m o tiempo, q u e los nuevos profesionales eran incapaces de prescindir de la base social que les brindaba dicha alianza. E n Francia, el m i s m o proceso queda ilustrado por el surgimiento, en el M u s e o Social, del grupo que en 1919 constituirá la Sociedad Francesa de Urbanistas. Por otra parte, a pesar de la segmentación cada vez m á s clara de los ámbitos de la reform a , los lazos entre unos y otros seguirán vigentes al menos durante los dos primeros decenios del siglo. Existe una estrecha red de organizaciones a la que cabe dar el nombre de «nebulosa de la reforma», cimentada por algunas instituciones clave y muchos hombres polivalentes. Es m u y revelador al respecto el estudio de la genealogía y la topografía de los diferentes grupos y la biografía y trayectoria de las distintas personalidades. Se puede ver así la unidad del campo de la reforma, muchas veces ignorada por una historiografía que considera c o m o algo natural la división de las políticas sociales que obedecen precisamente al trabajo histórico que se realiza en ese período. Los «problemas sociales» así construidos por los nuevos profesionales adquieren la cali- De la «cuestión social» a los «problemas urbanos»: los reformadores y la población de las metrópolis... dad de realidades objetivas, c o m o puede c o m probar cualquier mente libre de prejuicios. Quedan de este m o d o despolitizados y escapan al ámbito de las controversiasficticiasy peligrosas del enfrentamiento democrático. E n poco tiempo, personajes situados en puntos diferentes e incluso opuestos del abanico político o social adoptarán un lenguaje c o m ú n que delimitará el terreno de sus enfrentamientos. Ese consenso reúne en ciertos ámbitos y ciertos momentos a los conservadores, los liberales y los representantes del movimiento obrero, aunque la permeabilidad de estos últimos para con los temas de la reforma se produzca de manera desigual según las profesiones y los países sobre todo antes de la Primera Guerra Mundial. Los diferentes participantes adoptan a menudo un lenguaje opuesto con respecto a los medios y, especialmente, el cometido del Estado en la aplicación de las reformas. También difieren, c o m o es natural, en cuanto a la formulación de lasfinalidadesúltimas. Pero comparten una visión fundamental de las necesidades, de las normas de comportamiento más convenientes y de las técnicas de gobierno de lo social. Cabe citar las convergencias entre Sellier y Siegfried o entre Veiller y Stein en lo concerniente a la vivienda, entre W e b b y Churchill en lo relativo a la asistencia o de Jaurès y Lyautey en su visión de lo que debe ser el ejército moderno-16. Esta superación de lo político se manifiesta en el pragmatismo de muchos reformadores por las modalidades institucionales de su acción. Para Unwin o Abercrombie da francamente lo m i s m o que las ciudades-jardín sean construidas por los empleadores, por las cooperativas o por los municipios. Es algo que dependerá de las circunstancias, principalmente políticas. Lo esencial es crear un nuevo tipo de espacio urbano. A d e m á s , se observa una característica com ú n a muchos autores: la impaciencia ante los obstáculos que tienen su origen en la irracionalidad de las instituciones representativas y la lentitud de la burocracia. Y a no están lejos la tentación tecnocrática e incluso autoritaria. ¿Un giro estratégico? Cabe preguntarse c ó m o se articulan representaciones y acción en el nuevo sistema de poder que gradualmente relega a un segundo plano el modelo disciplinario represivo. 347 La ciencia define las regularidades y el encadenamiento de las causas y los efectos y procura formular predicciones. Por ejemplo. Park y Burgess afirman en su manual de 1921 que: Al parecer, la sociología... podría convertirse de algún m o d o en una ciencia experimental y llegará a ello en la medida en que sea capaz de definir los problemas existentes de tal manera que los resultados obtenidos en un caso demuestren lo que podría y debería hacerse en otro27. En un sistema causal de ese tipo no hay lugar para las determinaciones individuales. Está de m á s echar de lado el moralismo. La mayoría de los individuos no son culpables de su pobreza ni de sus defectos, atribuidos con frecuencia cada vez menos a la herencia social. Se difunde la convicción de que el medio produce la degeneración y que es posible transformarlo m e diante la reforma urbana. El desempleo, por su parte, será un «problema de la industria»28 y obedecerá por tanto a unasfluctuacioneseconómicas sobre las que no pueden ejercerse influencias y a la desorganización del mercado laboral que ésta sí puede corregirse. Sin embargo, la nueva representación de la causalidad no lleva a la desaparición de la anterior. Si se considera que el tugurio o la congestión urbana son las causas principales de los males sociales, hay que admitir sin embargo que algunas familias no pueden por menos que engendrar la degradación de su medio ambiente: también la eugenesia es una ciencia. Y si las causas del desempleo son industriales y sociales, se procurará corregirlas con las nuevas tecnologías de la reforma, ya que hay también causas cuyo origen es individual. Las primeras explican su magnitud estadística y las segundas su incidencia individual. Aparece así un residuo incomprensible que legitima la permanencia de dispositivos verdaderamente disciplinarios que habrá que racionalizar e incorporar a un todo y cuya función será secundaria, aunque sólo los soñadores podrán pensar que pueden ser erradicados. En efecto, se plantea un problema delicado cuando se procura comprender la especificidad de las políticas sociales del siglo X X . El modelo de poder dominante se modifica, pero hay rasgos esenciales del modelo disciplinario-represivo que subsisten. Estos últimos pueden ser considerados c o m o arcaísmos y, en especial, c o m o testigos de la resistencia de los propios grupos 348 dominantes a modernizarse. Cabe recordar también que una sociedad es siempre múltiple y que en su seno se articulan sistemas sociales que parecen pertenecer a épocas diferentes de la historia: las manufacturas y los trabajadores libres de la Europa del siglo xvni implicaban la esclavitud en el N u e v o M u n d o , c o m o la tecnología avanzada del actual Los Angeles coexiste con los inmigrantes clandestinos de los talleres de piezas electrónicas de Orange County. Sería demasiado fácil decir que esos desniveles obedecen a resistencias a la modernización. Su reaparición es una prueba de que guardan relación con las desigualdades espaciales de la acumulación del capital y con la transformación de las formas productivas y urbanas y. por consiguiente, con la estructura del poder29. Christian Topalov nen elaborar tecnologías científicas de gestión de los pobres (en la antigua nomenclatura) saben m u y bien que siempre tendrán necesidad de la política. A pesar de esto, se observa un cambio: ser reconocido c o m o alguien que tiene derecho a un subsidio no es la m i s m a cosa que recibir una limosna; ocupar una vivienda administrada por unas autoridades municipales a las que se ha contribuido a elegir con su voto no es lo mism o que depender de la voluntad de u n propietario privado. Al contemplar las políticas sociales modernas c o m o una ampliación indefinida del control social, se dejan de ver esas diferencias importantes: un concepto que pretende explicar todo acaba por n o explicar nada. Ahora bien, a comienzos de siglo tiene lugar un giro y el modelo disciplinario-represivo se atenúa y deja paso a una nueva estrategia de alcance reformador. Las tecnologías de lucha cuerpo a cuerpo en el propio terreno del adversario dejan paso a las que cabría denominar de tecnologías de la norma objetivada. Por lo tanto, la permanencia de los dispositivos represivos no representa sólo una reminiscencia del pasado, y la articulación del sistem a m o d e r n o de poder con el sistema disciplinario no es algo accidental. Los dispositivos se apoyan sigilosamente en la vigencia del sistema disciplinario, sea ésta discreta o eviLa norma formaliza una necesidad objetiva dente. El orden social reconciliado a que tien- del individuo y de la sociedad y al m i s m o tiemden las nuevas técnicas de poder se extiende sin po también el medio racional de satisfacerla. duda a espacios sociales cada vez m á s amplios, La ciencia permite enunciar esa necesidad graaunque no está al abrigo de los fracasos locales cias a un método experimental que puede aplini tampoco de fisuras globales. Por ese motivo, carse a todos los aspectos de la vida social. es posible que afloren los métodos represivos John Nolen, importante figura de la planificahasta hacerse visibles de manera permanente ción urbana en Estados Unidos, se refiere en en algunos sectores de la población y en algunas los siguientes términos a uno de los principales coyunturas de importantes crisis a m á s amplia resultados del gigantesco laboratorio de moderescala. Desde esta perspectiva son comprensinidad que fue la Primera Guerra Mundial: bles las posiciones de Sydney W e b b , uno de los « H a y leyes por las que se rige el bienestar huprimeros teóricos de la gestión moderna de lo m a n o , leyes científicas, y ahora sabemos social y socialista por añadidura. A partir de mejor que nunca que conviene respetarlas. 1900, Sydney W e b b lucha denodadamente por La vivienda no es una excepción. H a y que desarticular la ley de pobres en Gran Bretaña, respetar ciertas normas en materia de vipor suprimir el worklioit.se y por crear unos sisvienda y también en materia de alimentatemas racionales de asistencia y formación. Sin ción, vestido, navios, municiones, consembargo, proclama al m i s m o tiempo. trucción de fábricas, automóviles, aviones «[...] la necesidad de contar en la base del sistey toda la compleja maquinaria del m u n d o m a de provisión pública con alguna instimoderno» 1 1 . tución en la que la gente pueda ser relegaLa norma es abstracta y no ha sido formulada y mantenida por la fuerza. [...] U n a da para tal o cual grupo particular, para tal o experiencia de reforma penitenciaria de cual clase social, sino que su valor es universal. ese tipo resulta absolutamente indispensa- C a d a sistema normativo crea su nomenclatura ble para la eficacia de un plan relativo al estadística capaz de clasificar a los individuos desempleo» 10 . de manera unívoca y señalando la medida en N o creo que en este caso se trate de mero que deben modificarse las condiciones que los arcaísmo, de un residuo Victoriano en el seno caracterizan. Citemos al respecto la invención del pensamiento moderno. Quienes se propo- de la llamada por Charles Booth «poverty line» De la «cuestión social» a los «problemas urbanos»: los reformadores y la población de las metrópolis... afinalesde la década de los años 1880, la definición de los criterios de la superpoblación de las viviendas por las oficinas de censos y la definición, a últimos de la década de 1920, de las normas por las que debían regirse los equipos colectivos por los teóricos de la «idea de unidad vecinal». Los aparatos encargados de la observación de las poblaciones y de poner en práctica las normas no tienen por qué conocer a los grupos reales, les basta con hacer caso de las categorías que nacen de su propia intervención. Cada individuo se sitúa en una serie de posiciones independientes unas de otras construidas por varios sistemas de clasificación práctica. Mientras las leyes científicas ignoran al individuo concreto, las normas que las ciencias permiten establecer reconstruyen a un individuo diferente, que se convierte en sujeto de la administración. La norma queda objetivada en reglamentos administrativos o espacios construidos en los que la racionalidad se impone a todos independientemente de las voluntades individuales, tanto de los gobernantes c o m o de los gobernados. La norma es la segunda m a n o invisible, la izquierda tal vez. Su m o d o específico de operar consiste en que de ella arrancan las formas sociales aulorreguladas. Mencionaré dos formas esenciales: el individuo racional y la comunidad primaria. El pensamiento económico neoclásico acaba de inventar los conceptos de consumidor racional y de trabajo c o m o factor de producción. T o d o el m u n d o busca lo óptimo. Esta construcción reemplaza ventajosamente la representación formulada por Marx de una fuerza trabajo-mercancía obligada a venderse a su precio de reproducción. Pero los reformadores tienen un sentido pragmático y saben que el homo œconomicus todavía no ha nacido y habrá que fabricarlo a partir de un material difícil. Los c o m portamientos de maximización implican que se trabaje cada vez más y mejor, se consuma para mejor producir y se ahorre. Hay que crear las condiciones para que el modelo llegue a ser realidad. Alfred Marshall no sólo dotó a la ciencia económica de los instrumentos formalizados que tal vez le eran necesarios, sino que además militó activamente para que se enviara a las «labour colonics» a los trabajadores que constituían el «residuum» de lo que ya no era posible ocupar32. Los esfuerzos para «organizar el mercado de trabajo» que se realizan en todas 349 partes a partir de 1900 son el rostro oculto de los nuevos manuales de economía política de Cambridge y de Yale. Los primeros arquitectos del movimiento moderno y los urbanistas funcionalistas traducen a su manera el m i s m o sueño en el espacio: la ciudad industrial de Tony Garnier es testigo de ello, y lo m i s m o puede decirse de la m á x i m a de Léon Jaussely en la postguerra: «Hay que producir mejor para vivir mejor y hay también que vivir mejor para producir mejor: he aquí el axioma del día, cuya solución es el problema que atañe a la sociedad moderna» 31 . C o n todo, esta visión de una sociedad atomizada de productores eficaces y de consumidores racionales suscita una inquietud importante expresada por Durkheim con el lenguaje de la anomia y que las representaciones de la sociedad c o m o organismo tienden a superar. La armonía del todo implica la integración de las partes, y esta integración tiene que llevarse a cabo a través de grupos de dimensiones limitadas en los que la norma se imponga eficazmente sin que haya ninguna intervención externa. Se trata esencialmente de la familia y del barrio. La visión de este último cambia de signo. Liberada de su definición clasista, la comunidad local reconstituida sobre nuevas bases puede convertirse en el vector fundamental de la acción reformadora gracias a los planificadores y a los servicios sociales. E incluso, y en la m e dida en que las organizaciones sindicales sean ya un hecho, habrá reformadores que acaben considerándolas c o m o uno de los instrumentos posibles de la reconstitución del vínculo social. Los dos ámbitos de la reforma evocados en el presente artículo (los sistemas de asistencia y la vivienda popular) permiten ilustrar algunos aspectos de la ruptura estratégica inaugurada por las políticas sociales modernas. Después del giro liberal que tiene lugar en tiempos y grados distintos según los países, y desde la nueva ley de pobres de Gran Bretaña de 1834, los sistemas de asistencia se basarán en dos elementos complementarios, el enclaustramiento público y la caridad privada. Toda la gente del pueblo sabe que, trascendido cierto límite cuyo contorno es confuso, puesto que, en cada caso, lo fijarán las autoridades, la coerción directa puede recaer sobre sus espaldas y hacer que acaben en la cárcel, en el hospital o en la workhouse. Antes de llegar a ese extremo 350 pueden recurrir a losfilántroposy éstos responderán a las demandas de cada individuo, a condición de comprobar si hay necesidad de una ayuda y después de aceptar una manera idónea de utilizarla. Es sabido que en la práctica y a pesar de los esfuerzos de la «filantropía científica» las lógicas del clientelismo y las coyunturas de las crisis periódicas recreaban lo que los racionalizadores denunciaban sin respiro c o m o una caridad indiscriminada. U n o de los principales aspectos del seguro de desempleo elaborado en 1909-1911 por Beveridge y Churchill consistía en sustituir la arbitrariedad por la norma. El subsidio será un derecho ganado gracias a u n trabajo regular realizado con anterioridad al momento del paro. « N o m e gusta m e z clar la moralidad con las matemáticas», dijo Churchill a este respecto y c o m o corolario de las palabras siguientes ligeramente provocadoras: « N o estoy convencido de nuestro derecho a rehusar el subsidio a un hombre calificado que pierde su puesto de trabajo debido a la embriaguez. Ese hombre ha pagado ya su contribución [...] y hay que recompensarlo sin tener en cuenta la causa del despido. Es indiferente que éste se deba a su propia inclinación a la bebida o a la de su empleador»34. Naturalmente, hay que decidir quiénes son los que merecen la ayuda y quiénes son los que no la merecen, sin hacer intervenir la incertidumbre propia de una decisión individual. Llewellyn Smith, que preparó la legislación de 1911, lo expresó con claridad: «El propio funcionamiento del sistema excluirá automáticamente al ocioso»35. El seguro de desempleo se basa en una selección automática de los que tienen derecho y de los que no lo tienen y se supone que consigue aislar a los desempleados ocasionales de los sistemáticos. La clasificación teórica definida por Alfred Marshall algunos años antes puede convertirse entonces, gracias a un mecanismo administrativo, en el principio de la clasificación real de los grupos sociales. Se puede decir así que el concepto moderno de desempleo preexistió históricamente a la realidad que debía designar. Cabe examinar otro capítulo de la lucha disciplinaria: la intervención sobre las familias en su vivienda. Al principio se trató de combatir directamente las formas de utilización del espacio doméstico consideradas c o m o negativas Christian Topalov desde el punto de vista moral o sanitario: el hacinamiento y m u y especialmente la práctica de subarrendar a otros, la irregularidad en el pago de las mensualidades y el trabajo a domicilio. Durante esta época, se utilizaron técnicas de intervención sobre todo represivas y generalmente ineficaces, ya sea ejerciendo u n control directo sobre las familias a través de «friendly visitors» a la manera de Octavia Hill o de los «social settlements», o aplicando a través de los inspectores sanitarios un estricto reglamento. Los reformadores m á s progresistas propugnaron también la construcción de viviendas obreras por constituir un marco de vida higiénico y de control más hacedero. Pero esta intervención queda concebida hasta alrededor de 1900 en términos de operaciones aisladas. Las viviendas modelo de losfilántroposn o eran en verdad sino islotes de reeducación construidos en medio de un océano de inmundicias de los barrios populares. Pese a la estricta selección de los inquilinos y a los reglamentos a que se los sometía, la influencia del medio externo tendía a transformarlos a su vez en tugurios. El Garden City M o v e m e n t proponía otra solución: crear un medio radicalmente nuevo en comunidades autocontenidas y alejadas de la ciudad. Pero el sueño de detener el crecimiento de las metrópolis tropezaba con la realidad de la urbanización. C o n todo, a pesar de los fracasos prácticos de ambos enfoques, las experiencias realizadas permitieron que se empezaran a definir normas científicas de habitación a las que se atribuía por sí solas un efecto reformador y que se materializaron en edificios y espacios. A partir de 1910, con el movimiento de planificación urbana, se abre una nueva etapa. Se considera entonces que es toda la ciudad la que tiene que reformarse. Las cosas tienen que estar en su sitio, según la expresión pintoresca de los autores del Plan Regional de N u e v a York: «[...] La atribución de la tierra según sean los distintos usos parece haber sido obra del sombrerero loco de "Alicia en el País de las Maravillas". Personas m u y pobres viven en tugurios situados en terrenos centrales de elevado precio. [...] A pocos pasos de la Bolsa se percibe el aroma del café tostado; a unos cientos de metros de Times Square, el hedor de los mataderos. [...] La situación contraría todo el sentido del orden. Las cosas están fuera de su lugar natural. Habría que corregir esta confu- De la »cuestión social» a los «problemas urbanos»: los reformadores y la población de las metrópolis... sión para que las actividades se realicen en lugares apropiados»36. La división en zonas será instrumento privilegiado de este esfuerzo por separar el espacio reservado a las finanzas del de la industria, los lugares de trabajo de las viviendas de los trabajadores. La planificación del desarrollo de los suburbios tiene por objeto evitar que se reproduzcan las mescolanzas características de la antigua ciudad, ya que es de eso de lo que se trata, eliminar los barrios populares tradicionales y crear unidades vecinales en las que se prohiba rigurosamente trabajar y en las que cada aspecto de la vida cotidiana tenga lugar en un sitio determinado. El urbanismo funcionalista de los congresos internacionales de arquitectura moderna llevará a su paroxismo, sobre todo al suprimir las calles, esta visión compartida por sus oponentes, los nostálgicos del pasado. Se parte del supuesto de que el nuevo orden social será engendrado por este nuevo orden urbano pensado al m i s m o tiempo c o m o organismo en el que cada elemento contribuye a la vida de todo el conjunto y c o m o fábrica racionalizada en la que cada función se realiza en el lugar adecuado y de la mejor manera. Jaussely propugnó la «organización económica de las ciudades c o m o una especie de taylorización de un taller m u y grande»17, mientras que en el plan regional de la Russell Sage Foundation se afirmaba que «el área de Nueva York y de sus alrededores puede compararse con el terreno de una fábrica. La planificación regional decide la mejor manera de utilizar el terreno y adapta las zonas a su utilización»38. Si esta estrategia de reforma tiene lugar con los ojos puestos en una reorganización importante de las relaciones de poder, la pregunta que puede hacerse es ésta: ¿por qué ese cambio y por qué en ese m o m e n t o ? Se trata de una pregunta difícil que nos obliga a relacionar las representaciones y las políticas con las realidades sociales a las que se aplican. A d e m á s , m á s allá de las especificidades culturales e institucionales de cada una de las naciones interesadas, los rasgos comunes del proceso invitan a interrogarse sobre las modificaciones que se producen a comienzos de siglo en los grandes países industrializados, que pueden explicar el surgimiento del moderno proyecto de reforma. Volvamos, empero, a los diagnósticos y las recetas de Beveridge y Sellier, ya que son otros 351 tantos jalones del proceso. Estos autores fueron ambos gente práctica y enunciaron problemas precisos, proponiendo medidas circunscritas a las circunstancias. N o sería correcto atribuirles retrospectivamente unos objetivos exclusivamente basados en nuestra lectura de la historia ulterior. Sólo podemos restituir su propio lenguaje, que es uno de los modos de expresión consciente de la sociedad de su tiempo y de los conflictos que la agitaron. Ahora bien, Beveridge y Sellier enuncian «hechos» en forma de problemas cuya solución daría origen a una nueva configuración tanto de la industria (lugar donde tiene su origen la «cuestión social») c o m o de la sociedad política. Por una parte, estos reformadores expresan con una precisión cada vez mayor las exigencias que a su juicio planteará el futuro orden productivo. Descubren que los trabajadores de las grandes ciudades no poseen las condiciones que requiere la nueva revolución industrial iniciada en algunos sectores desde 1880-1890 y cuyo desarrollo desean. Sueñan con un obrero nuevo, estabilizado en el empleo asalariado, móvil en un espacio urbano ampliado y cuyos m o d o s de consumo tengan c o m o único fin la productividad. Sin duda, cuando los reformadores formalizan esta visión se adelantan a las realidades industriales, cuya remodelación por el sistema de la fábrica y la organización científica del trabajo será m u y lenta, sobre todo en las metrópolis, objeto privilegiado de su atención. Por otra parte, la experiencia reciente de la gran depresión y el presentimiento de que el régimen de acumulación, cuya crisis se ha expresado de ese m o d o , han alcanzado sus límites, son elementos esenciales que explican su explosión reformadora definalesde siglo. Pero lo que se expresa no es tanto una visión nítida de la nueva sociedad industrial por nacer, que una serie de diagnósticos precisos sobre los obstáculos que se oponen a su advenimiento. Los obreros reales, en efecto, resisten con éxito a los cambios que en ese m o m e n t o se gestan en el capitalismo. Los m o d o s de vida que los reformadores condenan les permiten defenderse tanto de la precariedad de los ingresos en metálico c o m o de la dependencia del vínculo salarial. Tienen éxito porque los caracteres del proceso de trabajo lo permiten y porque la ciudad y el barrio están ahí para proporcionarles, aunque de forma irregular, los recursos que necesi- Christian Topalov 352 tan. Recíprocamente, sus prácticas de resistencia eternizan las estructuras productivas y urbanas en que se basan. Sellier y Beveridge c o m prendieron que ese círculo vicioso debía ser atacado en su raíz, a pesar de la obstinación del pueblo y de los empresarios miopes. Por otra parte, el orden político basado en la exclusión de las masas (de hecho o de derecho), la legitimidad de los notables y la represión de la combatividad obrera también está tocando a sufin.A partir de 1880 se desarrolla una nueva generación de sindicatos y los grupos políticos socialistas o populistas utilizan las posibilidades que brindan las instituciones para partir a la conquista del m u n d o obrero. El sufragio universal masculino se impone en Europa, mientras que en Estados Unidos tiene com o consecuencia la derrota de los proceres locales en los municipios de las grandes ciudades. Esta evolución exige la creación de ciudadanos, lo que a su vez implica profundas modificaciones del comportamiento de las clases dirigentes y también de las subalternas. L a «cuestión so- cial» de ayer expresaba un hecho basado en la idea de que los obreros eran extranjeros a la nación; su entrada con todos los derechos en la sociedad política irá de par con la renovación de las bases de esta última y una reformulación de las demandas por parte de las masas. Sólo con la condición de que todos compartan los objetivos comunes será posible que el vínculo social se establezca sobre nuevas bases, que no serán ni el patronato ni las comunidades cerradas y hostiles de antaño, sino la participación en las mismas instituciones políticas. Beveridge y Sellier son demócratas conscientes de las precondiciones de la democracia. Losfinescomunes necesarios al organismo social deben ser proclamados y compartidos. Los ideales científicos de los reformadores proporcionan una parte de esosfinescomunes y el patriotismo la otra. C o n la Primera Guerra Mundial, progreso social y patrioterismo cerril revelan con toda claridad su conexión íntima. Traducido del francés Notas * Este artículo partió del contenido de una ponencia presentada a la Conferencia «Espacio, poder y representación». Departamento de Antropología, de la Universidad de California, Berkeley, en diciembre de 1986. Agradezco a Paul Rabinow el haber creado ese fructuoso lugar de debate y a Gérard Mauger (París) sus estimulantes comentarios. 1. Royal Commission on the Poor L a w and the Relief of Distress, Appendix vol. 8, House of C o m m o n s Paper C d 5066/1910. Q . 7 8 1 2 0 . pág. 33. 2. Véase Christian Topalov. «Invention du chômage et politiques sociales au début du siècle». Les Temps Modernes 43, 496/497, noviembre-diciembre 1987, págs. 53-92. 3. Charles Booth, Labour and Life of lhe People, vol. 1, Londres: Williams & Norgate, 1889, pág. 596. 4. Royal Commission on the Poor L a w , Appendix vol. 8, Q.78153. pág. 35. 5. Royal Commission on the Poor L a w , Appendix vol. 8, Q.78049. pág. 31. 6. Alfred Marshall a Percy Alden, 28 enero 1903, en A . C . Pigou (ed.), Memorials of Alfred Marshall, 1925. págs. 446-447. 7. Henri Sellier. «Résolution relative à la création d'un Office départemental d'habitations à bon marché», en Conseil général de la Seine, Procès verbaux et délibérations, 1914, pág. 333. 8. Véanse Susanna Magri y Christian Topalov, « D e la cité-jardin à la ville rationalisée: un tournant du projet réformateur. Etude comparative France, Grande Bretagne. Italie, Etats Unis», Revue Française de Sociologie 28, 3, julio-septiembre 1987, págs. 417-451. 9. Henri Sellier, La vie urbaine 3. 1919. 10. Henri Sellier, Rapport au Conseil d'administration de l'Office public d HB Mde la Seine. Le rôle et les méthodes de l'Office public d'HBM de la Seine, 1919. 11. Henri Sellier, «Conférence à l'Assemblée générale de la Société Française des H B M ( 1922)», La Vie Urbaine 19. 1923. 12. Maurice Halbwachs, La classe ouvrière et les niveaux de vie, Paris: F. Alean, 1913. 13. Lawrence Veiller, «Housing Reform through Legislation», Annals of the American Academy of De la «cuestión social» a los «problemas urbanos»: los reformadores y la población de las metrópolis... Political and Social Science 51, enero 1914, pág. 71. 14. Es la tesis de la mayoría de los «policy studies», desde los de W e b b hasta 1960, e incluso después. Véase, para el problema de la vivienda: R o y Lubove, The Progressives and the Slums: Tenement House Reform in New York City, 1890-1917, Pittsburgh. University of Pittsburgh Press, 1962; Henri Guerrand, Les origines du logement social en France, Paris: Editions Ouvrières, 1966: Enid Gauldie, Cruel Habitations: A History of Working-Class Housing, 1780-1918, Londres: Allen & U n w i n , 1974; A . S . W o h l , The Eternal Slum: Housing and Social Policy in Victorian London, Londres: Edward Arnold, 1977. En cuanto a la desocupación: Robert H . Bremner, From the Depths: The Discovery of Poverty in the United States, Nueva York: N e w York University Press, 1956; R o y Lubove, The Struggle for Social Security, 1900-1935, Cambridge, Mass., Harvard University Press. 1968; John A . Garraty, Unemployment in History: Economic Thought and Public Policy, Nueva York: Harper and R o w , 1978. 15. Véanse G . D . H . Cole y R a y m o n d Postgate, The Common People. 1746-1946, Londres: Methuen, 1949, págs. 542-567 y, m á s recientemente, N o r m a n Guinsburg, Class, Capital and Social Policy, Londres. Macmillan, 1979. Acerca de la vivienda, véanse Marc Swenarton, Homes Fit for Heroes: The Politics and Architecture of Early State Housing in Britain, Londres: Heinemann, 1981. Acerca de la desocupación, interpretaciones m á s sutiles: Frances F. P¡ven y Richard A . Cloward, Regulating the Poor: The Functions of Public Welfare, Nueva York: Pantheon Books. 1971 ; Alexander Keyssar, Out of Work: The First Century of Unemployment in Massachusetts, Cambridge: Cambridge University Press, 1986. 16. Véanse los numerosos autores que siguen las ideas de Foucault: Lion Murard y Patrick Zylberman, «Le petit travailleur infatigable ou le prolétaire régénéré. Villes-usines, habitat et intimités au xixe siècle». Recherches 25, noviembre 1976; Jacques Donzelot, La police des familles, Paris: Editions de Minuit, 1977; Gwendolyn Wright. Moralism and the Model Home: Domestic Architecture and Cultural Conflict in Chicago, 1873-1913, Chicago, University of Chicago Press, 1980; M . Christine Boyer, Dreaming the Rational City: The Myth of American City Planning, Cambridge, Mass., M I T Press, 1983. 17. Henry Pelling, «The Working Class and the Origins of the Welfare State», en Popular Politics and Society in Late Victorian England, Londres: Mcmillan, 1968, págs. 1-18. 18. N o es posible citar sistemáticamente todas las fuentes originales en que se basa este pasaje. E n cuanto a la historiografía reciente, véanse en especial: Alain Cottereau, «Les débuts de la planification urbaine dans l'agglomération parisienne». Sociologie du Travail 18, 4 , octubre-diciembre de 1970, págs. 362-392 y «Vie quotidienne et résistance ouvrière à Paris en 1870», introducción a Denis Poulot, Le sublime, ou le travailleur comme il est en 1870, et ce qu 'il peut être, Paris: Maspéro, 1980, págs. 7-102; Gareth Stedman Jones, Outcast London: A study of the Relationship Between Classes in Victorian society, Oxford, Oxford University Press, 1971; Michelle Perrot, «Les ouvriers, l'habitat et la ville au xixe siècle», en La question du logement et le mouvement ouvrier français, Paris: Editions de la Villette, 1981, págs. 18-39; Pat Thane. «The Working Class and State 'Welfare' in Britain, 1880-1914». Historical Journal 27, 4, 1984, págs. 877-900. 19. Véase Peter Schöttler, Die Entstehung der «Bourses du 353 Travail»: Sozialpolitik und französischer Syndikalismus am Ende des 19. Jahrhunderts, Francfort del M e n o : C a m p u s Verlag G m b H . 1982; Robert M . Jackson, The Formalion of Craft Lahor Markeis, Orlando, Fl.: Academic Press, 1984; Christian Topalov, «Aux Origines de l'assurance chômage: note sur les secours de chômage syndicaux. U n e comparaison Grande Bretagne, France et Etats Unis», en Pierre Bouvier y Olivier Kourchid (eds.), France-USA. Les crises du travail et de la production, Paris: Méridiens Klincksieck, 1988, págs. 49-66. 20. Susanna Magri, Le mouvement des locataires à Paris et dans la banlieue parisienne, 1919-1925. Première approche, Paris: Centre de Sociologie Urbaine, 1982 y «Le m o u v e m e n t des locataires à Paris et dans sa banlieue, 1919-1925», Le Mouvement Social 136, octubre-diciembre 1986. págs. 51-72; Ronald Lawson y M a r k Naison (eds.), The Tenant Mouvement in New York City, 1904-1984, Nueva Brunswick, N . J . Rutgers University Press, 1986. págs. 39-93. 21. American Federation of Labor, Report ol Proceedings of the Thirty-Fourth Annual Convention, Washington. D . C . . L a w Reporter PrintingCo., 1914. pág. 263. 22. Véanse el «Programa mínimo» de la C G T francesa en 1918 y sus comentarios en la prensa sindical. Estas referencias proceden de los estudios que está efectuando Susanna Magri. 23. Véase Alain Cottereau, «La tuberculose: maladie urbaine ou maladie de l'usure au travail? Critique d'une epidemiologic officielle: le cas de Paris», Sociologie du travail 20, 2 , 1978, págs. 192-224. 24. Véase Eric R . Wolf, Europe and the People Without History, Berkeley: University of California Press, 1982, págs. 184-192. 354 25. Véanse las fuentes de la tradición: Richard Hofstadter. The Age of Reform: From Bryan lo F.D.R., Nueva York, Vintage Books, 1955. 26. Acerca de este ultimo punto, véase Paul Rabinow, French Modern: Norms and Forms of the Social Environment, Cambridge, Mass.: M . I . T . Press, 1989. págs. 118-123. 27. Robert E. Park y Ernest W . Burgess, Introduction to the Science of Sociology. Chicago: University of Chicago Press, 1921. pág. 45. 28. William Beveridge, Unemployment: A Problem of Industry, Londres: Longmans, Green and C o . 1909. 29. Véase David Harvey, The Urbanization of Capital, Oxford: Basil Blackwell, 1985. 30. Sydney W e b b y Beatrice Christian Topalov W e b b , The Prevention of Destitution, Londres: Longmans, Green and C o . . 1911, págs. 150 y 151. 31. John Nolen, « T h e Housing Standards of the Federal Government», en National Housing Association, Housing Problems in A merica. Proceedings of the Seventh National Conference on Housing, Boston, November 25-27, 1918, Nueva York: National Housing Association. 1918, págs. 118-127. 32. Alfred Marshall, «The Housing of the L o n d o n Poor», Contemporary Review 45. febrero 1884, págs. 226-232. 33. Léon Jaussely, «Avertissement», en R a y m o n d U n w i n , L'étude pratique des plans de ville, Paris: Librairie Centrale des Beaux-Arts, 1922. 34. W . S . Churchill y Llewellyn Smith, «Notes on Malingering», 6 junio 1909, Beveridge M S S , citado en Bentley B . Gilbert, «Winston Churchill versus the W e b b s : T h e Origins of British Unemployment Insurance», American Historical Review 71, abril 1966, pág. 856. 35. Hubert Llewellyn Smith, «Economic Security and Unemployment Insurance», Economic Journal 20, diciembre 1910. 36. Committee of the Regional Plan of N e w York and Its Environs, Regional Survey of New York and Its En virons, Nueva York: Regional Plan of N e w York and Its Environs, vol. 1, 1929, Pág. 31. 37. Jaussely, «Avertissement», op. cit. pág. 111. 38. Committee of the Regional Plan of N e w York, Regional Survey, vol. 1, op. cit., pág. 18. América latina: una historia urbana Graciela Schneier A primera vista, estas metrópolis son del Tercer M u n d o , ya que reúnen tres característiU n crecimiento acelerado, metrópolis gigantes- cas: pertenecer a zonas de economía dominada, cas, un sector terciario desproporcionado, in- explosión demográfica y proliferación de fornumerables suburbios, barracas y ocupaciones m a s de habitat precario. ilegales de tierras...: estas son, tanto para el Pero si se observa la realidad con más detesimple observador c o m o para el especialista, nimiento, el carácter específico de las ciudades las características de la urbanización latinoa- latinoamericanas se hace evidente: un pasado mericana. Difundida por los medios de c o m u - colonial c o m ú n , una industria producto de la nicación, esta visión simplista es corroborada urbanización y un efecto de atracción y repulpor ciertas investigaciones sión económica y cultural y alimentada por la acción respecto del gran vecino Graciela Schneier, arquitecto y geógrade los principales actores del norte. fa argentina, es investigadora en el Cen(promotores, planificadotre de Recherche et Investigation sur En primer lugar, en lo l'Amérique Latine ( C R E D A L / C N R S ) , res y políticos). que se refiere a la explosión París, Francia. También es profesora de urbana, las cifras son eloLas ciudades latinoaurbanismo en el Institut des Hautes Etudes de l'Amérique Latine. Sus m á s cuentes: estos países pomericanas se presentan hoy recientes publicaciones son: Buenos Aiseen la mayor proporción en día c o m o modelos de res: port de l'extrême Europe (1987) y de población urbanizada una gestión imposible, que Rio de Janeiro: la beauté du diable (1990). de los países del Tercer pretende garantizar la difíMundo (41 % en 1950, cil coexistencia de la mise69% en 1985 y más del ria y la opulencia y de las 75 % a fines de siglo) y los culturas indígenas, africaíndices de urbanización nas y europeas con un frágil son considerables (4 % por arte de la vida. Esta violenaño entre 1950/65 y 3 % cia de lo urbano llega hasta nosotros en forma de imágenes fuertes, casi in- entre 1970/85). Las aglomeraciones del subsoportables: escenas de revueltas, de represión continente figuran entre las principales del y pillaje, bandas de niños perdidos -«gamines» m u n d o (México 20 millones, Sao Paulo 17 m i de Bogotá o «pixotes» brasileños- que pueblan llons, Río de Janeiro 11 millones, Buenos Aires 10 millones). Otra manera de aprehender esta la mala conciencia de los telespectadores occirealidad: en 1980, 26 metrópolis tenían 100 dentales... En medio de este desorden, una mitología millones de habitantes, o sea, un 43 % de la poreductora brinda un embrión de identidad a los blación urbana y más del 28 % del conjunto de habitantes de estas ciudades: Río de Janeiro es la población. «la ciudad más bella del m u n d o » , México «la La importancia de estas concentraciones más grande» o Sao Paulo «la que crece más rá- metropolitanas es tal que se produce una auténpido»... tica asimilación ciudad/país que se refleja en el Introducción RICS 125/Set. 1990 356 Graciela Schneier En Buenos Aires, c o m o en ludas las ciudades latinoamericanas de origen hispánico, la organización espacial, se basa en la m a n z a n a , o bloque cuadrado de casas. i-'rn-Tchunu.cMraido de Argentina, hduoml Publicaria, S.A.. i yxn lenguaje corriente: Caracas es Venezuela, Santiago es Chile. Ciudad de México es México. Sin embargo, hay notables diferencias regionales: el Caribe y los países de América Central se encuentran relativamente poco urbanizados, mientras que los países templados de América del Sur tienen niveles de urbanización superiores al 80 %, comparables a los de los países desarrollados. Durante mucho tiempo, esta «paradoja de la hiperurbanización» sirvió para caracterizar la urbanización latinoamericana, percibida c o m o un reflejo deformado del proceso de urbanización de los países desarrollados. Otro rasgo característico, aunque no necesariamente específico, es la existencia de un sector informal considerable en la economía urbana. Cabe recordar que, aun cuando entre 1950 y 1980 el sector industrial (en particular en Brasil y México) fue el elemento m á s diná- mico de la economía, esta evolución se a c o m pañó del mantenimiento e incluso de u n aumento de las actividades llamadas informales (contrariamente al modelo de desarrollo industrial de los países desarrollados)'. Se estima que hoy en día el 30 % de la población urbana económicamente activa está empleada en dicho sector. La economía de las ciudades latinoamericanas se caracteriza hoy en día por la presencia de un sector informal importante: en Bogotá, los trabajadores informales representan un tercio de la fuerza de trabajo urbana: en Lima, ya no se habla del sector informal, puesto que es el sector formal el que constituye la excepción de la regla. Estos datos están directamente relacionados con la extensión de la pobreza urbana que afecta a vastos sectores de la población en las ciudades latinoamericanas. 357 America latina: una historia urbana J L c A LL e CALLS 1 JL -J L i r i r La m a n z a n a , unidad básica de las ciudades hispánicas en A m é r i c a latina. Dibujo de Graciano Gaspanni. extrai Jo de Urbanismo Español en America, \rcbi\o General de Indias. Sewlla. I spaña. 1473 El concepto de marginalidad, que alimentara numerosos debates durante los años sesenta, aparece ilustrado hoy con mayor fuerza: ya sea por una segregación espacial brutal que estratifica la sociedad desde el «country club» al «rancho» o desde el «condominio fechado» a la «favela» 2 , por la crisis generalizada de las infraestructuras urbanas y por la incapacidad que se comprueba en todos los países para brindar servicios colectivos y viviendas sociales en cantidades suficientes para satisfacer una dem a n d a no solvente (y aun parcialmente solvente). N o es sorprendente que en todas partes el sector popular este «hambriento de tierra» y se exprese en múltiples procedimientos ilegales o paralelos para acceder a ella (autoconstrucción, ocupaciones colectivas de tierras, apropiación ilegal de solares, etc.). D e hecho, y al margen de las reglas de gestión de la ciudad y de sus mecanismos institucionales, los habitantes toman a su cargo un auténtico «desarrollo» popular de la ciudad. Sin embargo, la referencia a un modelo «tercermundista» o a una especificidad latinoamericana no basta para explicar esta realidad urbana. Legados culturales múltiples se entrecruzan o se yuxtaponen creando sociedades originales: los dameros de la ciudad colonial hispánica son atravesados por ferrocarriles ingleses que llegan a estaciones construidas «a la francesa», cuyo carácter monumental no tiene nada que envidiar a sus modelos europeos. El urbanismo «a la Haussmann» sirve de base para rascacielos, automóviles y m o d o s de vida calcados o reelaborados de una «amcrican way of life» que se extiende también a las periferias lejanas donde proliferan las antenas de televi- 358 sión y los «blue jeans», o donde el quechua se mezcla con los «okeys» y el rock con la salsa1. En algunos casos, estas ciudades se asemejan m á s a las metrópolis de los países occidentales desarrollados. «Hija de Nueva York y de Houston, a las puertas de la tecnología de los Estados Unidos y la m á s histórica de las grandes ciudades latinas»4, México puede considerarse el paradigma de la América latina contemporánea, así c o m o Sao Paulo, primer centro industrial de América del Sur, es el paradigma del Brasil contemporáneo, verdadero laboratorio de su proyecto de «país del futuro». Buenos Aires o Montevideo tienen, por su parte, un capital urbano fantástico de la primera mitad de este siglo, sólo comparable con París o Londres, pero que no logran adaptar a las exigencias del desarrollo moderno. M á s allá de esta originalidad, el continente ha sido innovador al crear modelos que hicieron época, c o m o Brasilia, verdadera civilización «extra-territorial»5, modelo de lo que constituye hoy la creación de una civilización urbana. Graciela Schneier ron destruidas y reemplazadas por establecimientos coloniales. La destrucción de las viejas culturas era una condición esencial para crear la nueva Europa en un espacio considerado vacío. Basta con evocar los nombres que se dieron a los territorios (Nueva España, Nueva Granada...) y sobre todo a las ciudades, que fueron a menudo bautizadas c o m o sus homologas de la metrópoli (Valencia, Córdoba, Medellín, La Rioja, Cartagena). La vida colonial portuguesa fue m á s pragmática y se organizó en torno a las plantaciones y a los ingenios de caña de azúcar. Factorías c o m o las de Bahía, Recife, Olinda o Río no se desarrollan y adquieren autonomía hasta el siglo xviii, en contacto con el m u n d o europeo, y sólo en el siglo XIX adquirirán una importancia comparable a la de las regiones hispánicas. E n estas últimas, la nueva sociedad fue, desde sus orígenes, una sociedad urbana. D e México a Santiago de Chile o a Buenos Aires, el imperio colonial español fue constituido por una red cuya función era la de asegurar el control territorial y el mantenimiento de vínculos con la metrópoli. La mayoría de los centros urbanos de la América hispánica actual I. El orden histórico fueron construidos en el siglo xvi. M á s que un hecho físico, la ciudad fue el La historia del continente latinoamericano se confunde en gran parte con la de sus ciudades. instrumento de un proyecto colonial asentado El modelo urbano que prevalece hoy día es un sobre bases jurídicas y teológicas. U n m i s m o producto compuesto de todas estas herencias marco institucional -las leyes de Indias- asegusucesivas. Su adaptación a las condiciones del ró la unidad del modelo y los principios de una m u n d o contemporáneo ha sido por ende m u y nueva sociedad «compacta, homogénea y milirápida y, desde muchos puntos de vista, m á s tante». Las actas de fundación, la distribución de tierras y la organización municipal en cabilbrutal e improvisada. dos trazaban una ciudad destinada a servir de apoyo a una sociedad dual, la de los conquistaLa ciudad, instrumento de creación dores y la de los conquistados. La plaza central, de un m u n d o nuevo plaza de armas rodeada por los símbolos del Desde el «descubrimiento» y durante todo el poder -la catedral, el fuerte, el cabildo y las casiglo x v , la América que en el siglo XIX se lla- sas de los «vecinos propietarios»- es de por sí mará «latina» se constituye c o m o una réplica la encarnación del modelo. de! m u n d o europeo - u n m u n d o de ciudades-, Todas las ciudades latinoamericanas de oripero una réplica amplificada y deformada... gen hispánico llevan la impronta de estos prinLa América indígena era un m u n d o esen- cipios de organización espacial. Extendido (cocialmente rural. Sólo en las sociedades alta- m o en Buenos Aires), o limitado (como en mente desarrolladas y estructuradas hubo algu- Caracas) el trazado colonial proporciona las nas grandes ciudades -Tenochtitlán (el México unidades de la urbanización (la manzana) y del actual) y Cuzco, capital del imperio inca- que habitat (dimensión de las parcelas). Algunos superaban en población y complejidad urbana centros de ciudades c o m o los de Lima (que fue a numerosas ciudades europeas contemporá- la capital del virreinato). La Habana o Quito, neas. La mayoría de las ciudades indígenas fue- conservan aún toda su riqueza. 359 América latina: una historia urbana Concebidas para asegurar la homogeneidad del imperio, las ciudades van a sufrir un proceso de transformación y serán intermediarias entre la metrópoli y las colonias y se convertirán en lugares de producción de nuevas ideas y de formación de sociedades locales. Estas evoluciones divergentes en ciudades de idéntico origen es un aspecto esencial y original de la urbanización latinoamericana. D e la ciudad «ideal» a la ciudad «real» Durante el siglo xvili se consolida en las ciudades un poder mercantil fuerte. Los sectores comerciales yfinancierosy las actividades de intermediación d o m i n a n economías que se reorganizan para adaptarse a las transformaciones del sistema mundial. Las ciudades se diversifican en función de sus actividades económicas y políticas, ya sean capitales (México, Lima y Bahía) u otras aglomeraciones (Guatemala, Bogotá, Caracas, L a Habana, Buenos Aires, Río de Janeiro). Paralelamente, se consolidan centros con vocación militar, administrativa, universitaria y cultural. Esta evolución coincide con el surgimiento de una burguesía criolla (los hijos de españoles nacidos en América) que transformará el orden formal de la ciudad de Indias y le imprimirá un nuevo sello. Se trata de burguesías urbanas que constituyen las primeras élites sociales: son las que imaginarán las independencias y las llevarán a cabo a través de revoluciones urbanas a lo largo del siglo XIX. Durante los años posteriores a los movimientos de emancipación, se forman nuevas ciudades: Tampico (México), Colón (Panamá), Barranquilla (Colombia) -«frutos espontáneos del comercio»-, mientras que otras ciudades se transforman consolidando la diferenciación entre el centro reservado a las familias «de la plaza» y la «gente decente» y los suburbios destinados al «populacho». Los procesos de desarrollo de los diferentes países latinoamericanos se inscriben en el m a r co de las transformaciones económicas de E u ropa y Estados Unidos. A u n cuando movimientos regionales dirigidos por grupos rurales lograron dominar la escena política y militar, las nuevas élites contribuyen a insertar las ciudades en una especialización internacional. Abiertas a la influencia extranjera, las ciudades se enriquecen y transforman logrando dominar los problemas sociales y políticos. La centralización de las economías favoreció a las capitales y a los puertos: Buenos Aires, Montevideo y, sobre el Pacífico, Valparaíso (Chile). Durante todo este período, en el cual continuaron siendo los focos de actividad comercial e intelectual, el rol de las capitales fue decisivo. Río de Janeiro es el ejemplo m á s elocuente. Tras la instalación de la corte de Portugal, fue la primera ciudad en la que se operaron c a m bios importantes en su fisonomía, gozando de un esplendor evidente debido a su papel de capital imperial y portuaria. A ú n hoy subsisten huellas de la influencia europea en la arquitectura y en el carácter monumental del trazado del centro, así c o m o en la vida cotidiana (como el «five o'clock tea» que acompañó a las inversiones inglesas en los ferrocarriles, los tranvías o la electricidad y que se encuentra frecuentemente en América latina). El surgimiento de la ciudad burguesa Bajo la influencia de la división internacional del trabajo, América latina se organiza c o m o periferia del m u n d o industrial, a la vez productora de materias primas (café, caña de azúcar, salitre, caucho, carne o trigo, etc.) y consumidora potencial de productos manufacturados. Los cambios económicos y sociales que se producen en algunas ciudades atestiguan claramente de esta transición del m u n d o colonial a la metrópoli moderna: crecimiento y di versificación de la población, multiplicación de las actividades, transformación del paisaje urbano, cambio en las costumbres y en los m o d o s de pensar, etc. A la influencia europea viene a sumarse ahora, en el Caribe y en América Central, la de Estados Unidos. E n las capitales portuarias es donde se puede observar mejor la prosperidad y los cambios que caracterizan este período: Río, Montevideo, P a n a m á , La H a bana, Buenos Aires e incluso Caracas y L i m a (con sus puertos de La Guaira o El Callao). Empero, no todas estas capitales tuvieron el m i s m o esplendor: Buenos Aires, que tenía en ese entonces la mayor población (dos millones de habitantes en 1920), fue sin lugar a dudas la que experimentó la evolución m á s compleja, con el aporte de la inmigración europea, un desarrollo industrial considerable y grandes inversiones urbanas. Casi todas estas metrópolis duplicaron o tri- 360 Graciela Schneier plicaron su población en los cincuenta años que de propiedades rurales, al m i s m o tiempo que se siguieron a 1880. Lugar de actividad de h o m - forman parcelas menores en los barrios para las bres de negocios e intermediarios, estas ciuda- clases medias o modestas, deseosas de ascendes fueron el escenario de una lucha cruenta sión social y poseídas por el sueño de la «casa por el poder. La nuevas burguesías, en plena propia». Y a desde comienzos del siglo, la espeascensión social y económica, dominan la polí- culación inmobiliaria y la autoconstrucción tica y configuran las ciudades a su imagen. E n son aspectos primordiales de la urbanización pocos años, 20 o 30 ciudades constituyen la ar- latinoamericana. mazón de una nueva sociedad y engendran una C o n la instalación de tranvías por empresas nueva cultura urbana en torno a la «ideología extranjeras con amplios intereses (compra de del progreso». Esta imagen del progreso, que terrenos, construcción de infraestructuras, etc.) provenía de la Inglaterra victoriana, de la Fran- se favorece la construcción de nuevos barrios y cia del Segundo Imperio y m á s tarde de la Ale- la implantación de industrias que extienden las mania imperial, dio una cohesión indudable a zonas periféricas y modifican la escala de la esta nueva clase dirigente que estaba decidida a ciudad. Muchas de ellas mejoraron sus infraesresponder al desafío del exterior y a asumir la tructuras y rápidamente se instalaron los prinmisión tradicionalmente atribuida al «hombre cipales sevicios en las m á s importantes. blanco». Sin embargo, en la mayoría de las aglomeraU n aspecto característico de este período, ciones menores la estructura colonial se mantuque adquirió mayor o menor amplitud según vo casi sin cambios. Citando a un viajero de la los casos, es el lanzamiento de programas de época, José L. R o m e r o señala «en Argentina ... renovación urbana. Los centros tradicionales pasar de la capital a la provincia equivale prácfueron objeto de proyectos de ordenamiento ticamente a retroceder de la nación a la colourbano inspirados en mayor o menor medida nia». A su juicio, esta afirmación es válida para en la transformación de París bajo el prefecto toda América latina. Haussman. El trazado de avenidas y la construcción de edificios públicos y de residencias particulares de gran lujo son los símbolos de II. La explosión urbana del siglo XX esta modernidad monumental de comienzos de siglo. La crisis de los años treinta contribuyó en gran Transformadas por el aporte de inmigracio- medida a unificar los destinos de los pueblos nes diferentes (europeas, en combinación con latinoamericanos. En ella radicaron cambios la población mestiza, indígena o negra) y por el fundamentales y variados en sus economías, en desarrollo del trabajo industrial y de los servi- sus sociedades y en la organización del espacio. cios urbanos6, las clases populares afirman pro- Los distintos países iban a promover políticas gresivamente su presencia y se registran las pri- de industrialización, un modelo de sustitución meras tentativas de organización social y de las importaciones y la idea de un Estado resindical. gulador, promotor del desarrollo y planificaEl fenómeno más significativo fue sin lugar dor, cuyo objetivo sería consolidar la soberanía a dudas el crecimiento y la formación de las nacional y garantizar la cohesión interna. clases medias (comerciantes, profesiones libeLas profundas modificaciones en el sector rales, burócratas, militares, etc.) que provocó el primario de la producción provocaron un éxosurgimiento de nuevas modalidades de partici- do rural que encauzó hacia las ciudades a granpación política y la formación de partidos que des sectores de la población en busca de empleo desafiaron el poder de las viejas oligarquías en y mejores condiciones de vida. Y a con anteriobusca de democracias más amplias. Todo ello ridad, la revolución mexicana de 1910 había corresponde a un cambio esencial: la ciudad se desencadenado un proceso de desarraigo rural ha transformado en una «ciudad de masas». que en 1920 había dado lugar a una «marcha En la mayoría de ellas, el centro cambia de hacia las ciudades». E n Perú, los «serranos» función: en Buenos Aires, Santiago de Chile, (habitantes de los Andes) bajaron hacia la cosMontevideo, Caracas o México las familias «de ta, atraídos por el desarrollo industrial de L i m a la plaza» (la clase superior) emigran hacia ba- y otros centros. La crisis del salitre precipitó a rrios m á s elegantes, nacidos de la parcelación miles de desempleados sobre las ciudades chi- 361 . ¡mérica launa: una historia urbana 1930 - .•¿•W ^ 'À* 1972 \L ú. v 1 • " - ^ \^ IB^^H^^^^T' "•«H Ur*:--' El c r e c i m i e n t o extraordinario d e S a o P a u l o . Bulletin d'Informalions architecturales. Institut Trançais d'architecture, suplemento del n ú m e ro lf>. no\ lembre de 1987. lenas, y lo propio ocurrió con las ciudades brasileñas c o m o consecuencia de la sequía y la crisis del café. El despoblamiento de las áreas rurales y el deterioro de numerosos centros urbanos fueron una consecuencia del cese de la explotación de los recursos agrícolas y mineros. En las ciudades sufrieron una explosión demográfica y social, acompañada del desempleo y la miseria. Mientras que a comienzos del siglo X X sólo 10 ciudades superaban los 100.000 habitantes y Buenos Aires era la única que alcanzaba el millón, en 1940 otras tres ciudades habían rebasado dicho umbral (México, Sao Paulo y Río de Janeiro). Desesperados o esperanzados, los inmigrantes inundaron las ciudades y comenzaron su «larga marcha» para su inserción en la sociedad urbana. Aunque la Segunda Guerra Mundial causó una cierta mejoría en las condiciones de vida a causa del desarrollo económico que trajo consigo y de las medidas sociales de algunos gobiernos de corte populista (Cárdenas en México, Vargas en Brasil, Ibáñez en Chile, Perón en Argentina, etc.), el cambio esencial radica en el papel motor que desempeñaron algunas metrópolis en el desarrollo económico, regional y nacional. E n realidad, la migración de las zonas rurales hacia la ciudad transformó a América latina de forma irreversible. El proceso de metropolización se inició lentamente, cobró impulso y siguió desarrollándose hasta nuestros días. Las analogías que podrían establecerse basadas en las cifras con otros procesos similares en Europa y en los Estados Unidos son tan sólo en apariencia. El fe- n ó m e n o presenta características culturales y sociales específicas y cada ciudad afectada se constituyó en un polo concreto. Centro/periferia: la ciudad de las m a s a s La inmigración provocó cambios profundos en las ciudades. Los grupos de inmigrantes sufrieron un largo proceso de enfrentamiento adaptación y asimilación recíproca con la sociedad urbana «normalizada» (sobre todo con las clases populares y la pequeña clase media). Se trata de un proceso que todavía sigue vigente y del cual se siguen observando actualmente las consecuencias en la vida cotidiana y política de las ciudades. La formación de las masas urbanas corrió parejas con la industrialización. En algunos lugares se formó un proletariado industrial, con sus organizaciones sindicales, que posteriormente se convertirían en la élite de las clases populares. Los otros mecanismos de socialización en el medio urbano fueron tradicionalmente la industria de la construcción, los servicios urbanos y el pequeño comercio. Las nuevas masas urbanas fueron integrándose así de m o d o paulatino durante las décadas posteriores paralelamente a la evolución del contexto económico y político. La industrialización y las actividades urbanas aceleraron también el desarrollo de las clases medias, cuya importancia aumentó en la mayoría de las ciudades. Puede afirmarse que el bienestar y la movilidad social caracterizan todo este período a pesar de las crisis económicas y sociales. A comienzos de los años sesenta, las hipóte- 362 sis según las cuales existía un desarrollo armonioso siguiendo la vía abierta por los países industrializados, fueron objeto de una revisión crítica. Las teorías «desarrollistas», así c o m o su contrapartida sociológica, las teorías de la m o dernización, se basaban en efecto en la capacidad de expansión de la industria. En este proceso, la «marginación» debía ser sólo un fenómeno transitorio, vinculado a la transferencia de la población rural hacia las actividades industriales. Ahora bien, ya en esa época se comprueba que una parte creciente de la población está empleada en actividades que son a la vez poco productivas y escasamente lucrativas. La situación se agravó en los centros urbanos en los que se concentraba en esa época el 60 % de las personas desempleadas y subempleadas. Los cambios urbanos de este período se caracterizan por la influencia material, cultural y tecnológica que ejercen los Estados Unidos. E n las principales ciudades que disponen de m e dios materiales y financieros suficientes se produce un proceso dual de extensión de las periferias y de verticalización de los centros. Las m e trópolis adoptan una configuración hecha de rascacielos, centros comerciales y grandes cinematógrafos con toda la simbologia de la sociedad de consumo. L a mayor actividad comercial y la demanda de locales comerciales y de oficinas justifica la inversión en los centros m e diante la construcción de las llamadas «torres» («Silencio» en Caracas, «Latinoamericana» en México, etc), que dejan la ciudad colonial o europea definitivamente a sus pies. La extensión de las tramas urbanas que yuxtaponen nuevos barrios y actividades comerciales, crea una nueva «centralidad» basada en funciones financieras e internacionales y hace que los centros tradicionales (Avenida Paulista en Sao Paulo, por ejemplo) se queden anticuados. A pesar de la existencia formal de numerosos planes de urbanismo, el ordenamiento de las ciudades es el resultado de intervenciones de tipo sectorial: se modernizan las infraestructuras (agua, electricidad), se reemplazan los tranvías y se desarrolla el transporte por carretera mediante la construcción de vías rápidas («periférico» de México, autopistas de Caracas) y ferrocarriles subterráneos7. El desarrollo de las redes viárias y la formación espontánea del servicio de transportes colectivos provoca un cambio de escala en la urbanización. Las implantaciones industriales y Graciela Schneier las nuevas redes urbanas rebasan ampliamente los límites administrativos creando así «regiones metropolitanas», que son auténticas conurbaciones que absorben en su esfera económica y social a los municipios o ciudades vecinos. Este cambio de escala acelera la disolución del modelo de ciudad europea. E n oposición a una jerarquía rígida centroperiferia, se desarrollan configuraciones múltiples. L a imagen de la «ciudad-hongo» refleja adecuadamente esta expansión vertiginosa y multidireccional del tejido urbano, asociada a la desintegración de la «centralidad» tradicional (Sao Paulo), su desplazamiento (Caracas), a su consolidación (Buenos Aires), o al proceso de «barraquismo» (México). L a dispersión periférica se efectúa siguiendo tres ejes: los nuevos tipos de habitat de lujo de las clases adineradas, «autocentrados» y vistosos («Copacabana» e «Ipanema» en Río; «Providencia» en Santiago de Chile; «El Pedregal» en México; «Miraflores» y «Monterrico» en Lima; «Chapinero» en Bogotá, etc.); los suburbios de casitas unifamiliares y los agrupamientos de viviendas precarias. E n los años sesenta se estima que vivían en viviendas precarias el 35 % de los habitantes de Caracas, el 25 % de los de Lima y el 38 % de los de Río de Janeiro. Estas cifras siguieron aumentando en los años posteriores. Este habitat precario, asociado al desempleo y al subempleo, es una de las dimensiones fundamentales de la pobreza en las ciudades, que irá agravándose con las políticas económicas y sociales de las décadas siguientes. El desarrollo de las clases medias instaladas en el centro de las ciudades causó numerosos problemas en materia de vivienda. Las clases medias, que tradicionalmente estaban instaladas en el centro, se vieron obligadas a dispersarse por las periferias, en pequeñas casas individuales, en grandes bloques de casas o en «ciudades jardín» o, incluso, en ciudades periféricas -Ciudad Satélite (México) o Ciudad Kennedy (Bogotá). Algunas capas medias o m á s acomodadas se fueron a vivir a edificios de apartamentos, generalmente fruto de operaciones de especulación inmobiliaria. Este tipo de habitat, inició una transformación profunda de las relaciones de vecindad y los reemplazó por un vecindario modelo, basado en el individualismo y la movilidad social. Haciafinesde este período, se constataba la existencia de una crisis generalizada de los ser- América latina: una historia urbana vicios públicos en la mayoría de las ciudades: hospitales, escuelas, y también infraestructuras (electricidad, agua, etc.). El sistema de transporte arrojaba ya un déficit importante y, a pesar de numerosas acciones del sector público, aparecieron graves distorsiones entre las necesidades de la población y los servicios ofrecidos. Durante los años setenta, en la mayoría de estos países la crisis mundial transforma los comportamientos económicos y sociales que habían imperado durante m á s de 40 años. El endeudamiento y los programas de ajuste m o dificaron el «perfil» económico y productivo del Estado, así c o m o sus relaciones con el mercado y la sociedad. C o n miras a reclamar el pago de la deuda, a partir de 1982 los países «dominantes» imponen el control de las economías latinoamericanas por parte del Fondo Monetario Internacional, con todas las consecuencias para el desarrollo de estas naciones derivadas de la carga de una deuda importante. El Estado, regulador y árbitro social, acepta una triple tendencia a la liberalización, la privatización y la «transnacionalización» del sector público que deja m u y poco margen a lo social. 363 la, por ejemplo, aproximadamente el 70 % de los trabajadores del sector informal pertenecían a hogares pobres, y la situación ha seguido empeorando. La disminución de la oferta de empleos y la reducción de los salarios causaron en todas partes un descenso del nivel de vida y una sobrecarga de trabajo doméstico (que debe compensar la disminución de las compras y de las actividades en el exterior) así c o m o un hacinamiento de las familias. Las mujeres se ven particularmente afectadas: las de la clase media comienzan a trabajar en el sector de los servicios y las que no tienen estudios se dedican al servicio doméstico (que disminuye) o a la venta a m b u lante. También prolifera el trabajo de los niños. Los sectores populares sufren las consecuencias de un mayor empobrecimiento y una disminución de la protección social (vinculada al trabajo fijo) que contribuye a debilitar las familias. Los vínculos de solidaridad pierden fuerza y se producen situaciones extremadamente conflictivas en las periferias pobres, superpobladas y desprovistas de los servicios básicos, en las cuales ha aparecido un gran número de actividades informales nuevas (recuperación de materiales, ropa vieja, aprovechamiento de basuras, etc.), que compiten con las pequeñas actividades tradicionales de subsistencia. Inmigrantes, marginados, Este proceso general se ha visto aún m á s habitantes y ciudadanos acentuado por la creciente inoperância de la inLa crisis tiene efectos devastadores para las cla- tervención del Estado, que abandona sectores ses populares y las zonas tradicionalmente des- enteros de la asistencia social y tiende a deleprovistas de equipamientos colectivos. Pero garlos a las colectividades territoriales. For tosus efectos también se dejan sentir entre las cla- das partes se han aplicado medidas compensatorias en materia de empleo y ayuda alimentases medias. Esta re formulación, aplicada por dictaduras ria, con miras a restituir a estos Estados una o democracias (las «democraduras») puede re- cierta legitimidad social y evitar una intensifivestir modalidades diferentes pero en todos los cación de los conflictos sociales. casos ha supuesto una transferencia de riqueza El empobrecimiento generalizado y la pérhacia los grupos económicos m á s privilegiados, dida de toda esperanza, el hacinamiento al cual así c o m o la transformación de las reglas que se ven condenadas familias enteras que ya no regían el mercado del trabajo (nuevas relacio- pueden pagar sus alquileres ni reembolsar sus nes caracterizadas por la proliferación de con- deudas, la malnutrición que se agrava, la dismitratos eventuales, el debilitamiento de los sin- nución de la escolaridad, son otros tantos factodicatos y el crecimiento del sector informal). res que contribuyen a acelerar la crisis física y A pesar de las escasas informaciones de que psicológica de las familias cuyos miembros se se dispone, numerosos estudios han señalado ven precipitados a la desesperación y la violenque el aumento del empleo en el sector infor- cia. Por las calles de las ciudades latinoamerimal coincide con una reducción de los ingresos canas deambulan sin rumbo niños abandonamedios. En 1980, del 75 al 80 % de los emplea- dos y jóvenes sin futuro, las revueltas y el pillados del sector informal tenían ingresos inferio- je son cada vez m á s frecuentes y el consumo de res al mínimo legal. E n Costa Rica y Venezue- droga se va extendiendo. 364 El análisis comparado de encuestas realizadas con veinte años de intervalo (1966/1985) sobre la demografía y la estructuración social y espacial de las «poblaciones» de los barrios populares de la periferia de Santiago de Chile, permite trazar la imagen de lo que constituye hoy la nueva realidad de las ciudades latinoamericanas. Mientras que en la segunda mitad del decenio de los sesenta, en los barrios populares el desempleo apenas superaba la media de toda la ciudad, en 1985 alcanzaba un 39 %, superando en un tercio dicha media. Durante este período, el número total de personas subempleadas se multiplicó por cuatro en Santiago de Chile y por cinco en las «poblaciones». El desempleo afecta sobre todo a las capas jóvenes de la población (menos de 30 años) y su porcentaje estimado es de alrededor del 50 %. H o y en día, el término «obrero» no puede aplicarse a los habitantes de estos distritos ya que dependen de los programas de empleo mínimo o son desempleados. Casi las tres cuartas partes de los hogares están por debajo de los umbrales de pobreza extrema y m á s de la mitad se encuentran en una situación de indigencia absoluta. El parecido físico de las construcciones (materiales, etc.) entre los dos períodos disimula un fuerte aumento de la densidad de ocupación de las viviendas. El «allegado» (persona que vive en el hogar de otra familia) es, junto con el desempleado, una de las figuras dominantes de la escena urbana. Esta situación es radicalmente diferente del fenómeno de la familia extendida que se dio en los años sesenta, y obedece más bien a un proceso generalizado de degradación de los centros de las ciudades. La tasa de hacinamiento es, en efecto, reveladora: en el 41 % de los hogares hay m á s de tres personas por habitación, y las camas del 24 % de los hogares son compartidas por dos o m á s personas. La naturaleza y el comportamiento de los habitantes ya no se explican por sus orígenes rurales, sino que obedecen a la dinámica de la estructura urbana. E n 1985, menos del 40 % de los pobladores eran emigrantes (en comparación con el 58 % en 1968). Esta población urbana cultiva los valores de la educación, la movilidad y el ascenso social y la anima el deseo de integrarse en la sociedad moderna. Por último, cabe señalar otra característica, que no es la menos importante: la inmovilidad espacial que se debe a la vpz a la exclusión eco- Graciela Schneier nómica, a la segregación social y a la carestía de los medios de transporte. Los países latinoamericanos, convertidos en su mayor parte en democracias, decidieron en los años ochenta reestructurar sus economías para hacer frente a la crisis mundial y satisfacer las exigencias de los organismos económicos internacionales. C o n ello, asumían u n riesgo social y político m á x i m o . E n el capítulo siguiente intentaremos explicar concisamente esta circunstancia, al examinar los distintos tipos de respuesta - a veces simples expedientes- que han utilizado los diversos países latinoamericanos para encarar estas situaciones. Las soluciones que, a pesar de su diversidad, corresponden a lo que se puede denominar los modus vivendi engendrados por la crisis en que se halla sumida América latina. Ill Construcción y administración, o el modus vivendi Desde sus orígenes, y en particular en el siglo X X , las ciudades han sido un lugar de experimentación social y de creación política y cultural. Sin embargo, para comprender la situación que impera hoy en las ciudades, se requiere una comprensión previa de la crisis que afecta a la vez a los estados nacionales, al modelo de acumulación de capital y a las relaciones Estado/ sociedad imperantes durante los últimos 30 o 40 años, en particular en las ciudades. Esto se manifiesta en la evolución de las políticas de urbanismo y, en especial de la vivienda. Hasta los años cuarenta, aproximadamente, salvo algunos grandes proyectos urbanísticos, la intervención del Estado en el sector del urbanismo y de la vivienda fue limitada. El acceso a la vivienda se hacía a través de la oferta del mercado y las barracas (conventillos, etc.) construidas para satisfacer la demanda, constituían tradicionalmente el habitat reservado a las capas pobres de la población. La influencia de las reformas sociales, se manifestó en ciertas experiencias de viviendas baratas, de ciudades obreras y de cooperativas en las ciudades industrializadas («vilas operaias» en Brasil, «casas baratas» en Argentina). Sin embargo, hubo conflictos urbanos que enfrentaron a arrendatarios y propietarios, y durante esta época se produjeron numerosas «huelgas de alquiler». América latina: una historia urbana 365 Plano de Brasilia y de sus ciudades satélite, por Oscar Niemeyer. L a forma del centro de la ciudad ha sido denominada «Pájaro de Niemeyer». Extraído de Ramón Gutiérrez, El Urbanismo del Siglo X X en América, 1971. El Estado y los municipios reaccionaban casi siempre apoyando a los propietarios y reprimiendo a los arrendatarios. La importancia de las polémicas sobre la índole y las causas de la ocupación ilegal, es la crisis de un pensamiento que desde hace varios años fundaba sus análisis en el carácter marginal y autónomo de estas prácticas, en u n sisteD e las barracas a las ocupaciones de m a dominado por el régimen de la propiedad terreno: las ciudades autoconstruidas privada. Paralelamente a este tipo «legal» de habitat poAhora bien, esta ilegalidad ha adquirido bre, aparece u n nuevo sistema cada vez m á s distintas formas, en particular en función del dinámico: el barraquismo (villas miseria, cha- régimen de propiedad de la tierra y, sobre todo, bolas, etc.) que elude el control de la adminis- de los distintos tipos de infracciones de las nortración local y de los propietarios de terrenos; m a s : transacciones pseudolegales en parcelas las «favelas» de Río, las «barriadas» del Perú, clandestinas o «piratas», invasión de tierras, las «poblaciones» de Chile, las «villas miseria» etc. Estas últimas representan un tipo particude Argentina o los «ranchos» de Venezuela, son lar de la ocupación llamada ilegal y consisten otros tantos ejemplos de viviendas «atípicas», en prácticas colectivas concertadas de ocupaconstruidas por sus ocupantes con materiales ción de terrenos que tienden a la formación de de desecho o, a veces, con los desperdicios de la un barrio. Según un análisis ya clásico (y a m ciudad. pliamente difundido), en Lima, donde las baLas expresiones «urbanización ilegal» o «ciu- rriadas han experimentado un desarrollo exdad ilegal» que estuvieron tan en boga, designan traordinario, los investigadores distinguieron la aparición de estos barrios al margen del dere- tres tipos básicos de ocupación: invasiones graduales («ocupaciones hormiga») de partículacho escrito y a veces en contradicción con él. 366 res; acciones colectivas de carácter político, que las distingue de cualquier otro tipo de acceso ilegal, y ocupaciones más o menos autorizadas por los poderes públicos. E n general, las invasiones se producen en situaciones de apertura política que incitan a los Estados a ampliar su base popular y encontrar una solución a los conflictos provocados por los problemas de la vivienda. U n ejemplo ya clásico del carácter político de las invasiones son los «campamentos» que aparecieron en Santiago de Chile entre 1968 y 1972: unas 400.000 personas se establecieron por la fuerza y organizaron comunas libres en la ciudad. E n cambio los períodos de represión política, durante los cuales los barrios populares se ven sometidos a medidas de control y de expulsión, no son propicios a las invasiones. Se estima que en el período de la dictadura (1976-1982) alrededor de 120.000 habitantes ilegales fueron expulsados de Buenos Aires. E n todos estos casos, el Estado siempre se ha encontrado en el centro de la cuestión de la tierra: tolerancia, supervisión y colaboración son prácticas públicas que se observan en todas las ciudades. En Lima, la gestión de las barriadas ha corrido a cargo desde un principio de la Presidencia, y su denominación oficial es «pueblos jóvenes». El impacto de la revolución cubana, y el clim a de inestabilidad política que caracteriza a estos países, incrementó la intervención pública. Fue entonces cuando bajo la influencia de la Alianza para el Progreso, surgió por primera vez una convergencia en las políticas urbanas, designadas en un principio c o m o políticas de la vivienda. El objetivo de estas políticas fue doble: disminuir el desempleo mediante una m o vilización de la industria de la construcción y resolver, mediante la asignación de fondos específicos, el problema del alojamiento de familias de bajos ingresos que no pueden encontrar una vivienda en las condiciones del mercado. Sin embargo, la intervención de los poderes públicos se dirigía m á s bien a solucionar el problema político planteado por los que vienen a instalarse a las ciudades, considerados c o m o una amenaza para el orden público. Se observa una toma de conciencia gradual por parte de los organismos públicos y los políticos con respecto al problema social de la «marginación» y la «vivienda irregular». Desde los años sesenta hasta nuestros días Graciela Schneier dos tendencias se entrecruzan y se completan en las políticas públicas relativas a la vivienda popular. Por una parte, los Estados nacionales y los organismos internacionales han abandonado la noción de «derecho a la vivienda» -concebida c o m o una vivienda «completa»- que ha sido sustituido por un «derecho a establecerse», o «derecho al refugio» y que se asimila a veces al «derecho a la ciudad». La evolución de los programas del Banco Nacional de la Vivienda del Brasil ( B . N . H . ) , creado en 1964 por el gobierno militar, ha sido ejemplar a este respecto. Este Banco, destinado en un principio a la financiación de las viviendas populares y sometido a normas de rentabilidad, se ha convertido en uno de los primeros bancos del país contribuyendo esencialmente con su acción a alojar a las clases medias. Aunque también ha realizado algunos proyectos para los sectores populares, éstos se han dirigido fundamentalmente hacia la obtención de solares y servicios. La inexistencia de políticas públicas específicas para la vivienda popular se ha subsanado muchas veces con acciones de tipo social o administrativo para tratar de solucionar el barraquismo. Estas medidas han obedecido alternativamente a lógicas de integración o de eliminación de este tipo de habitat según las ciudades, los emplazamientos, los objetivos sociales o políticos de los gobiernos, etc. Otro factor condicionante ha sido la aparición de organizaciones populares que se han convertido en actores de pleno derecho en las ciudades. Habida cuenta del papel de clientela electoral que pueden desempeñar los marginados de las barriadas, las políticas de integración se han aplicado más bien en países en los que el juego democrático hace que diferentes partidos se disputen los votos de estas poblaciones. E n cambio, los regímenes autoritarios dan preferencia a las medidas de erradicación de estas barriadas. La explosión demográfica registrada en C a racas a partir de los años sesenta es resultado de esta doble lógica: por una parte, destrucción y prohibición de las barracas para dejar el c a m p o libre a la política de grandes obras públicas de la dictadura de Pérez Jiménez (años cincuenta); por la otra, «autorización», o incluso «promoción» (mediante actividades de ordenación) de la ocupación ilegal de las colinas que dominan la ciudad construyendo «ranchos», des- América latina: una historia urbana pues del retorno a la democracia. Treinta años después, el 60 % de esta metrópoli está constituido por un habitat «irregular», «marginado», cuya gestión se lleva a cabo mediante intervenciones específicas de los municipios, los organismos públicos, y los dos partidos mayoritarios, así c o m o de la acción de las asociaciones de vecinos de los barrios. 367 El principal interés de estas políticas en favor del sector informal reside en su bajo costo presupuestario, ya que requieren esencialmente medidas administrativas y reglamentarias que abarcan la asistencia técnica, la capacitación, la legalización de ciertas prácticas o el respeto de un mínimo de protección social. La heterogeneidad del sector -en el que se encuentran a la vez vendedores ambulantes, propietarios de pequeños establecimientos transportisLa administración en tiempos de crisis: tas y trabajadores en pequeños talleres- favoreel sector informal y los movimientos urbanos ce las reivindicaciones corporativas. Muchas Hacia mediados de los años setenta, aparecen de ellas pueden resolverse a nivel local provotres grandes temas de la crisis urbana: la priva- cando una descentralización de los conflictos, tización, la descentralización y la participa- que contribuye a reforzar la estabilidad política. El retorno a la democracia ha puesto en un ción. Los diferentes procesos de privatización de primer plano la importancia de los electores del los servicios públicos (agua, basuras, etc.) y de sector informal, que no sólo son m u y numerodescentralización administrativa y territorial sos sino que además han conseguido u n cierto afectaron a las ciudades y modificaron los equi- grado de organización. Así, la participación de librios tradicionales. Los municipios, que son los trabajadores informales en los gobiernos loorganismos tradicionalmente «dominados», cales ha empezado a adquirir una importancia obtuvieron nuevas competencias y responsabi- no desdeñable c o m o es el caso, desde hace polidades y cargaron con todo el peso de la crisis co, de la Federación de Vendedores Ambulantes de Lima. urbana. Las políticas de integración se reforzaron El paradigma de una sociedad altamente durante los años ochenta bajo la presión de las movilizada por sus luchas urbanas domina la reivindicaciones de la población y de las re- reflexión sobre la ciudad en los años setenta: comendaciones de los organismos internacio- c o m o polo no institucionalizado de la socienales (Conferencia Internacional sobre los Es- dad, los «marginados» urbanos desempeñaron tablecimientos H u m a n o s , celebrada en V a n - un papel importante durante todo este período, couver en 1976), que ponen de relieve la im- en las manifestaciones por el derecho a la tieportancia de la pobreza y la dimensión de esta rra, las ocupaciones organizadas, las asociaciocreación de la ciudad. Estas políticas hacen nes para la autoconstrucción, las revueltas conhincapié en la necesidad de una «participa- tra las crisis de los transportes («quebras-queción» que se haría extensiva a nuevos actores bras» de trenes, incendio de autobuses, etc.). de la vida urbana: el sector informal y las orga- Sin embargo, en todos los países, salvo quizás nizaciones populares. en el Brasil, se tiende a una disminución de las A pesar de sus dimensiones, el sector infor- acciones colectivas y a una mayor diversificamal fue ignorado hasta los años ochenta. H o y ción. día la situación ha cambiado radicalmente y Los movimientos de los años ochenta se camuchos gobiernos, c o m o el del Perú, dan prio- racterizan por diferencias significativas en relaridad a ese sector en sus políticas. H a y razones ción a las modalidades de participación de los económicas pero también ideológicas que ex- años anteriores, que procuraban, a la inversa, plican el nuevo interés que reviste el sector in- potenciar la acción colectiva y la lucha por la formal para quienes deciden las políticas. La conquista del poder. H o y , los movimientos urinterpretación tradicional, que insiste en la in- banos se inspiran en una voluntad de integrasuficiente creación de empleos formales en las ción social y valoran al m á x i m o la diversidad, actividades modernas, ha sido sustituida por el pluralismo y la autonomía de las fuerzas que enfoques que realzan el carácter de «empresa- las componen. rio capitalista» de numerosos trabajadores del Se distinguen dos lógicas, que son m á s bien sector informal y la necesidad de que el Estado complementarias que opuestas. En primer luno intervenga, puesto que frena el desarrollo. gar, la que reivindican los nuevos movimientos 368 sociales -feministas, ecologistas, regionalistas, étnicos (indios, negros), culturales (rock nacional) o éticos (derechos h u m a n o s ) - , todos los cuales tienden a definir nuevas modalidades de acción política. Así, en el Brasil la Iglesia Católica aglutina y encabeza un gran número de nuevos grupos sociales que denuncian abiertamente las carencias que sufren las poblaciones. El trabajo de las «comunidades eclesiais de base» y de las pastorales obreras, en zona urbana por ejemplo, constituyen el primer paso de un poderoso movimiento urbano que tendrá consecuencias decisivas para la evolución de las ciudades brasileñas y que ofrece una alternativa humanista en materia de gestión urbana. La otra lógica se manifiesta en un conjunto de valores y de comportamientos que están m á s bien vinculados a la degradación de las condiciones sociales. Guarda relación con las estrategias de supervivencia y abarca toda una serie de soluciones colectivas destinadas a satisfacer las necesidades esenciales en materia de salud, vivienda, urbanismo (cantinas c o m u nitarias, compras de alimentos, etc). Se trata de intentos de mitigar la debilidad y la desarticulación de los sectores populares en el contexto de la crisis. Entre ambas lógicas aparecen formas nuevas de solidaridad y de organizaciones de base, provocadas por las catástrofes: los contraproyectos que la población damnificada opuso a los programas de reconstrucción del centro de México después del terremoto son un ejemplo del dominio que ejercen los ciudadanos latinoamericanos sobre sus ciudades. C o n la democratización, los movimientos urbanos se ven frenados en la mayoría de los países. Su acción debe tener en cuenta el vigoroso retorno de los partidos políticos, que enarbolan reivindicaciones urbanas y se apoderan de los municipios de las principales metrópolis (Lima, Sao Paulo, Montevideo...). Estos nuevos poderes democráticos hacen frente hoy a un desafío crucial. Por una parte, las burocracias aceptan el diálogo oficioso con los nuevos interlocutores que acceden a un reconocimiento institucional (se crean secretarías de la juventud, de los pobladores, etc) y, por otra parte, se registra una descentralización de los conflictos a nivel de los municipios que t o m a n a su cargo la mayor parte de las políticas llamadas de «compensación» en beneficio de los sectores m á s afectados. Esta politización Graciela Schneier del movimiento urbano ha ido paralela a un agravamiento de la crisis social. E n Río de Janeiro, por ejemplo, la desorganización de las potentes asociaciones de vecinos, se debe en parte a su incorporación en el gobierno municipal. H o y en día se observa un doble proceso en las ciudades latinoamericanas: el Estado se ha retirado del c a m p o social, y sectores enteros de la actividad estatal han sido descentralizados o privatizados, mientras que una administración urbana improvisada diariamente ha sustituido las políticas urbanísticas. El peligro estriba en la fragilidad del apoyo popular, en los límites del juego democrático, en el deterioro permanente de la situación económica y en la tentación, para las fuerzas llamadas «nuevas», de caer en la demagogia. Esta visión de u n ambiente urbano disperso se basa en u n cambio gradual en el enfoque conceptual de la situación, de «políticas urbanísticas» a «gestión urbana» y consecuentemente a medidas para satisfacer las «necesidades básicas»; de la construcción de viviendas a la rehabilitación de barriadas y de la «propiedad de la vivienda» a la «regularización de la construcción ilegal», con el Estado delegando su responsabilidad a las autoridades locales, y los municipios a los barrios y asociaciones de vecinos. En los albores del siglo xxi M u c h a s de nuestras ideas estereotipadas sobre las ciudades latinoamericanas han perdido actualidad y el análisis del nuevo contexto es m á s necesario que nunca. E n los albores del siglo XXI se están produciendo diversas transformaciones sociales, ecológicas y culturales. América latina seguirá siendo la región m á s urbanizada del Tercer M u n d o y continuará afirmando su vocación de «continente de las megalopolis». E n el año 2000, u n habitante de cada tres (salvo América Central y El Caribe) vivirá en ciudades de m á s de 4 millones de habitantes (en 1970, la proporción era sólo de 1 de cada 5). Los nuevos ciudadanos ya no serán los inmigrantes rurales que componían en los años 60 entre el 35 y el 50 % de la población de las ciudades, sino sus hijos nacidos en su mayoría en las barriadas populares, o sea. personas 369 America latina: una historia urbana ^ ,-t i*f i£^'*-sm. *&ÄJ ' • ' ™ : '- > * Rio de Janeiro. U n a favela rodeada por la ciudad moderna. t¡ Gmicr/Rapho. ' ; J ™ s ': J> ï* W S j | i | CHf P F B - ^ p v : ^ 370 completamente urbanizadas. Educadas en la metrópolis y con acceso a la enseñanza escolar y a las «luces de la ciudad», se encuentran hoy sin empleo y con escasas posibilidades de participación social. Por su parte los hijos de las clases medias ven derrumbarse los proyectos de movilidad social que se suponía que la ciudad iba a ofrecerles. Las ciudades han perdido toda homogeneidad. Presenciamos hoy una desintegración del espacio urbano. Por una parte, grandes grupos de población no integrada, inmovilizada en barrios dispersos y, por otra parte, un proceso de «atrincheramiento» de las clases acomodadas que protegen su privilegios en barrios «fortificados» y prácticamente inaccesibles. Se esboza así una especie de proceso de «tribalización» de las ciudades, caracterizado por una multiplicación de «microestados»: junto a las «urbanizaciones privadas» y los «country clubs» que viven en régimen de autarquía, hay barrios enteros, e incluso ciudades - c o m o la célebre Villa El Salvador, barriada de Lima, que tiene unos 300.000 habitantes- que viven casi, o totalmente, al margen de toda legalidad. Los «caciques urbanos» tienen sus propias esferas de influencia en las que distribuyen el trabajo, recaudan sus tributos y protegen a los suyos (como ocurre en Río de Janeiro, con los patrones de la lotería clandestina y de las «escolas de samba», o en Colombia con los «barones de la droga»). América latina se encuentra hoy atravesada por tendencias a la internacionalización de sus m o d o s de vida y de su cultura por las medidas que impone el rigor económico. Y dado que, tal c o m o ocurre en los países centrales, los espacios de la modernidad coexisten fácilmente con los espacios tradicionales o arcaicos (mano de obra barata, actividades artesanales, etc.), América latina está acelerando la división de su territorio con la creación de verdaderos enclaves. La introducción no planificada de innovaciones tecnológicas (cable, redes informáticas, etc.) ha acelerado las tendencias a la segregación espacial y se observa el surgimiento de lógicas modulares de organización del territorio urbano que expresan la idea de «metrópoli de crecimiento ilimitado». Los sistemas urbanos evolucionan así a diario hacia una sucesión de islotes unifuncionales de actividades (administrativas, comercial, residencial, etc.), conectados entre sí por redes y circuitos, etc. Graciela Schneier Verdaderos sistemas invisibles, las nuevas tecnologías de la información y comunicación hacen posible esta nueva espacialidad aparentemente homogénea e igualitaria: la televisión, por ejemplo, llega hoy prácticamente a todos los hogares metropolitanos, desde la torre de viviendas a las barriadas. Esto da lugar a una manipulación política y cultural intensa, provocando una internacionalización poderosa de la imagen que se hacen de sí mismos los habitantes de las ciudades: los prototipos de belleza, las modas vestimentarias y las maneras de expresarse se calcan del modelo norteamericano o del de las élites metropolitanas. Este proceso se ve reforzado por una doble tendencia hacia la privatización de las iniciativas culturales del Estado y hacia el consumo individual de los mensajes transmitidos por los medios de comunicación. El ciudadano, sustraído a la influencia del contexto urbano, deja de ser latinoamericano para convertirse en habitante de la «aldea planetaria». Esta «democracia televisiva», corre pareja con una acumulación de tecnologías m á s « m o dernas» (cable, informática, etc.) que favorece la instalación de zonas privilegiadas, disociadas del entorno urbano (social, histórico y natural). Este modelo es fomentado por la intervención activa de quienes se han integrado en el sistema mundial y por la complacencia pasiva, el deseo mimético y los fantasmas de la m o vilidad social de que están imbuidas las poblaciones urbanas. La trama urbana tradicional -mezcla sutil de plazas, calles, centros, paseos y vida nocturna- de las ciudades latinonamericanas, legado de una mezcla de tradiciones coloniales, debe hoy aceptar estas condiciones y someterse a ellas. La tensión modernidad/crisis afecta a los grupos de distintas maneras. La ciudad impone la ruptura y la aparición de nuevos m o d o s de vida, un espacio seriado y una reorganización espacial en términos de consumo: unos pueden adaptarse a los modelos dominantes, otros improvisan m o d o s de integración, hay los que se niegan a integrarse, y hay otros, enfin,que son excluidos. Ello hace que las ciudades del subcontinente se caractericen por una dualidad fundamental: afinesde siglo, serán «norteamericanas» por su avidez de consumo y latinoamericanas por su escaso poder adquisitivo. Si hasta hoy la fe en un destino c o m ú n unía a los latinoamericanos es de temer que bajo el im- 371 América latina: una historia urbana pacto de esta reorganización planetaria sólo algunos países - o quizá sólo algunos «territorios»- se beneficien de la inserción privilegiada en los circuitos mundiales. ¿ C ó m o se establecerán en el futuro las nuevas articulaciones? ¿Mediante qué mecanismos? ¿Cuáles serán las nuevas formas de vida urbanas? ¿Quiénes son hoy, en estas condiciones, los actores capaces de proponer alternativas a una evolución de esta índole, y en nombre de qué proyecto? Traducido del francés Notas 1. Con este término se describen actividades en pequeña escala, de localizaciónflexible,que no son objeto de ninguna reglamentación oficial y utilizan esencialmente la m a n o de obra familiar. 2. El rancho en Venezuela y la favela en Brasil son los equivalentes a las barracas o chabolas. El «condominio fechado» es un tipo específico de multipropiedad, vigilada rigurosamente, que dispone de numerosas instalaciones deportivas y de esparcimiento. Se trata de un tipo de habitat para las clases medias o acomodadas que se ha desarrollado m u c h o en los últimos años en Río de Janeiro, por ejemplo, para protegerse de la violencia y la miseria, y que favorece un cierto tipo de identidad social. 3. Las músicas urbanas permiten entender hoy los sincretismos culturales que se manifiestan en las ciudades latinoamericanas: la música «chicha» de metrópolis c o m o Lima o Santiago de Chile, es una mezcla de música andina y tropical ejecutada con instrumentos electrónicos. 4. Ver Bataillon C . y Panabière, L . 5. Ver Chesneaux, J. 6. U n o s de los mecanismos típicos de ascensión social en las ciudades en crecimiento es el paso de los servicios de la vida urbana (conserjes, camareros, etc.) al pequeño comercio que se difundió m u c h o en esa época. 7. Todos los ferrocarriles subterráneos («metros») se construyeron recientemente, salvo el de Buenos Aires, que se construyó en 1914. Bibliografía B A I R O C H , Paul. De Jericho à México: villes et économies dans l'histoire. París, Gallimard/Arcadis, 1985. M . La estructuración de las capitales centroamericanas. San José: E D U C A . 1988. BATAILLON, C . y PANABIÈRE, L. GARCÍA D E L G A D O , Daniel. México aujourd'hui. París: Publisud, 1988. «Política económica y actores sociopolíticos»: Le Monde Diplomatique, edición latinoamericana. Tercer año n ú m s . 21. 22. 1988 y 4 . ' año, n ú m . 27, 1989. CALDEIRA, V . , PEREYRA M . y R . , y DOS SANTOS, C . Sao Paulo. París. IFA, nov. 1987. 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Mabogunje miento, aunque por desgracia fuera poca la atención que prestara al contexto social de los La actual preocupación del Gobierno Federal cambios. Las Campañas W A I no pudieron dar Militar por lograr una estrategia de moviliza- respuesta a los «por qué» de su incumbencia y, ción para alentar y proseguir en forma efectiva en la cuarta campaña, fue ya obvio que el moviel desarrollo nacional trasciende a la organiza- miento perdía dinámica. ción espacial del país, algo que hay que tener La estrategia actual, destinada a situar las m u y presente. Después del confuso modelo reformas sociales nacionales en el contexto de consumista que caracterizó la política guberna- la población movilizada, tanto en las áreas rumental del último régimen civil, no cabe sor- rales c o m o en las urbanas es tal vez m á s intimiprenderse de que la imagen dante, aunque es a la vez pública de Nigeria sea la de probable que su repercuProfesor Akin L . Mabogunje, ex profeun pueblo indisciplinado, sión en las condiciones sosor de Geografía y Director del Prograindividual y, socialmente, m a de Estudios de Planificación de la ciales y económicas sea Universidad de Ibadán, Nigeria. Trabaun pueblo que ha perdido m á s duradera, con tal de jó como consejero y consultor de los gotodo comedimiento y que que se lleve a cabo en forbiernos federal y estatal en Nigeria soha echado por los suelos su m a conveniente y constanbre problemas de desarrollo urbano. H a publicado diversos libros, entre ellos: propia estima, por lo que te. Las tres metas del moviUrbanización en Nigeria (1968), Planisólo respeta las modas y miento, es decir, la justicia ficación Regional y Desarrollo Nacional costumbres ajenas, en vez social, la autoconfianza y la en África Tropical ( 1967), y El Proceso de Desarrollo (1981). de enorgullecerse de los varecuperación económica lores que son de su propio nacional podrán alcanzarse acervo. Estas llagas profunmás rápidamente con una das y omnipresentes han población movilizada que calado en lo m á s hondo del con otra que no lo esté. E n sistema social de la nación, consecuencia, es pertinente aunque sólo nos hayamos dado cuenta de ellas preguntarse: ¿ C ó m o se moviliza a la poblacuando ya habían causado daños irreparables a ción? ¿Cuál es el papel de la geografía en esta nuestra reputación en todo el m u n d o . Ahora tarea? ¿ C ó m o se logra esa movilización en un nos sería m u y difícil negar que la imagen que se marco urbano? ¿Quéfinalidadespueden espetiene de Nigeria en el extranjero es más negati- rarse de una comunidad urbana movilizada? va que positiva. Este artículo tiene por objeto responder a Pero las cosas no siempre han sido así. Es, estas preguntas y está dividido en seis partes. por lo tanto, comprensible que los regímenes La primera considera la naturaleza de la orgaque sucedieron al último gobierno civil no pu- nización movilizadora, teniendo en cuenta tandiesen ignorar la necesidad perentoria de enca- to los aspectos estáticos y estructurales c o m o rar estos problemas. La administración Buhari los dinámicos o funcionales del concepto, aplilo intentó a través de reformas de comporta- cados especialmente a las comunidades urba- Introducción R I C S 125/Set. 1990 374 nas. La transformación dinámica se refleja en las tres secciones siguientes, en las que se examinan la organización de las comunidades urbanas en las épocas precolonial, colonial y postcolonial y los logros en cada una de ellas. Sin pasar por alto, obviamente, que en el último período, en la mayor parte de las ciudades de Nigeria, se evidenció una grave crisis de organización. E n la quinta parte del artículo se examinan las acciones que habría que emprender para rectificar la situación, especialmente en el contexto del actual esfuerzo de movilización masiva. La sexta y última sección sitúa estas acciones en el ámbito de los cambios sociopolíticos que deben acompañar la transición hacia la Tercera República. Akin L. Mabogunje sición de las estructuras o acciones en secuencias dirigidas al logro de determinadosfinessociales. Para comprender una determinada organización es necesario observarla desde dos puntos de vista, el estático y el dinámico. El estático contempla a las organizaciones con independencia de su ambiente y, por lo tanto, sin problemas de interacción con otras. Desde el punto de vista dinámico, las organizaciones son dependientes, de algún m o d o , de su a m biente y, por lo tanto, interactivas con otras. Sin embargo, esos puntos de vista no son sólo conceptuales sino también y principalmente heurísticos, ya que en la vida real una organización no puede existir exclusivamente en una sola dimensión. N o obstante, la estática nos permite examinar la estructura de la organización y, al m i s m o tiempo, la dinámica nos da u n conocimiento profundo de los cambios y las Naturaleza de la organización transformaciones funcionales. movilizadora Las comunidades urbanas, en tanto que enAl considerar la naturaleza de una organiza- tidades organizadas, pueden así apreciarse desción dedicada a la movilización de sus m i e m - de estas dos perspectivas. Mientras el análisis bros, es conveniente empezar con el concepto estático hace que podamos observar las neceside lo que es un ejército. Se dice que una de las dades de organización en las diferentes etapas evoluciones m á s significativas de la historia del desarrollo de la ciudad, el análisis dinámico mundial reside en el cambio que experimenta insiste en la especificidad histórica y en la imel arte de la guerra, desde la noción de guerrero portancia de captar la organización en el ámbia la de soldado. Los guerreros de las sociedades to de las circunstancias socioeconómicas de deprimitivas constituían bandas sueltas con enor- terminados períodos. mes variaciones en cuanto a fortaleza y debiliE n el caso de las ciudades de Nigeria, puede dad, a valentía y cobardía, a fervor e indiferen- hablarse de tres amplios períodos históricos: cia. C o n frecuencia ellos mismos se abastecían precolonial, colonial y postcolonial. Cada u n o en armas y combatían a las órdenes de un jefe, de ellos está estrechamente relacionado con la pero con escasa dirección, entrenamiento o dis- forma dominante de producción, que es la que ciplina. El cambio fundamental que acabó plas- determina el ambiente interactivo en que se mándose en el soldado moderno y el ejército produce la organización de las comunidades moderno fue la idea de organización. Sería la urbanas. Sin embargo, hay que admitir que el misma que llevó a encuadrar a los combatien- concepto de m o d o de producción ha sido m u y tes en pequeñas unidades, agrupadas sucesiva- controvertido al aplicarlo al análisis de la situamente en otras cada vez mayores que consta- ción social, y no sólo en Nigeria, sino en toda rían de un número m á x i m o de unidades m á s África. E n parte esta controversia tiene su oripequeñas capaces de ser controladas por una gen en el intento de definir un m o d o de producpersona. D e este m o d o , un gran cuerpo de ejér- ción único, a partir de una ascendencia africacito puede ser movilizado, entrenado e incor- na basada en las relaciones parentales en una porado sin mayor esfuerzo a una máquina de época en que los científicos sociales que estuguerra poderosa y a la vez flexible. diaban otras regiones empezaban a darse cuenEsta estrategia militar de movilización de ta de la gran importancia de este tipo de relalas personas por medio de la organización, ha ción entre pueblos no africanos. A pesar de influido en otros ámbitos del comportamiento estas críticas, no hay duda de que antes de la social de manera comparable a c o m o se ha he- época colonial, las relaciones parentales pudiecho el asentamiento de pueblos y ciudades. D e ron proporcionar el mecanismo m á s extendido este m o d o , la organización se remite a la dispo- de la integración económica y de la organiza- 375 La organización de las comunidades urbanas en Nigeria U n mercado en Ibadan, Nigeria: «La crisis urbana y la debacle organizativa postcoloniales, M . Rihoud/Magnum ción social en toda Nigeria. C o n la era colonial, el capitalismo y cierta forma de intercambio de bienes, se convirtieron también en un mecanism o vital. Sin embargo, el capitalismo no logró desplazar completamente el mecanismo anterior tan anclado en las relaciones parentales y que había sido característica esencial del período colonial mientras desaparecía el m o d o sincrético de producción. El período postcolonial ha sido considerado de manera general c o m o la continuación del colonial. E n cuanto a Nigeria, es posible argumentar que aunque ese tratamiento sea legítim o , la reciente crisis económica y el estilo y estrategia seguidos para resolverla pueden indicar que el país está en el umbral de la superación de la herencia colonial. Esto tiene que ver con la movilización de las comunidades, tanto rurales c o m o urbanas, para lograr un impulso m á s decidido al desarrollo, aún en el marco capitalista, pero que presagia un cambio cualitativo, o categórico, de nuestro m o d o de producción. Por consiguiente, consagraré el resto de este artículo a exponer la organización de nuestras comunidades urbanas en el contexto del m o d o operativo de producción que funcionó durante cada uno de los tres períodos. El objetivo es señalar los antecedentes de la crisis actual de nuestra vida urbana y también hacer hincapié en los factores que hay que tener m u y presentes al diseñar las estrategias necesarias para solucionar la crisis. La organización urbana en la formación social precapitalista Al comentar la formación de las ciudades precapitalistas y preindustriales, Sjöberg (1965) observa que su organización espacial muestra la tendencia típica de la élite a residir en el centro o cerca del m i s m o , mientras que las clases m á s bajas y los grupos marginales son empujados hacia la periferia. Sin embargo, hay que destacar que el modelo territorial de estas ciu- 376 dades refleja también una mayor diversidad basada en las diferencias ocupacionales y étnicas. D e m o d o típico, cada grupo ocupacional vive y trabaja en una calle o barrio particulares que con frecuencia llevan el nombre de la profesión u oficio al que se dedican. Los grupos étnicos, por su lado, forman también subsistemas territoriales relativamente autosuficientes y cuentan con frecuencia con espacios que los aislan unos de otros. Esta amplia caracterización de la organización interna de las ciudades preindustriales, al parecer queda ejemplificada por una de las más antiguas descripciones detalladas de una ciudad precolonial de Nigeria, Kano. Tras visitarla, en febrero y marzo de 1851, Heinrich Barth, el infatigable explorador alemán del Sudán occidental, nos dejó la siguiente descripción: «Procedo ahora a enumerar los barrios, cuyos nombres no dejan de tener interés. En prim e r lugar debo observar que los barrios ubicados al norte de la laguna Jakara, que cruza la ciudad de este a oeste, están habitados principalmente por gente Hausa o, c o m o los llamaban sus conquistadores, «Habe», del singular «Kado», mientras que los barrios del sur están habitados en su mayor parte, aunque no exclusivamente, por los Fulbe, llamados Fellani por la raza conquistada.» (Barth, 1857, pág. 507.) En total, Barth identificó unos 29 barrios al norte de Jakar, siendo Dala el más antiguo y el más importante en términos comerciales, ya que en él residen asimismo todos los ricos comerciantes, árabes y bereberes (principalmente en Ghadasiye). Barth destacó también a T u dun-Makera (el barrio de los herreros) y a R u n fawa (el barrio de los talleres). Al sur de Jakara anotó unos 46 barrios, incluyendo a Agadesawa (zona que originalmente perteneció a los nativos de Agades); Yola, el barrio principesco de la ciudad, llamado por este motivo madaki-nKano; Ghaladanchi, el barrio donde reside el ghaladima; Shuramshi, el barrio donde vive el hijo mayor del gobernador, cuyo título, «chirom a » - n o m b r e kanuri que procede de «shu rom o » - , dio nombre al barrio; y Naserawa (probablemente destinado, m á s adelante, a ser el barrio de Nasara o de los cristianos), (Barth, 1857, págs. 508-509). Smith, en su descripción de la ciudad de Daura, en el siglo XVIII, antes de la conquista Akin L. Mabugunje de Fulani, anota que la ciudad estuvo tradicionalmente dividida en 27 distritos, algunos de los cuales eran, además, segmentos de otros más grandes. D e ellos, unos siete quedaban total o parcialmente fuera del antiguo m u r o de la ciudad. L a denominación de los distritos tiene un interés considerable. Así, en el U n g u w a n Sarkin Pawa, cerca del antiguo mercado H a u sa, estaba el recinto tradicionalmente reservado al Sarkin Pawa (Jefe Carnicero) de Daura, quien administraba el mercado local en n o m bre del jefe. El Sarkin P a w a funcionó c o m o cabeza del distrito, inmediatamente al sur del mercado, donde tenía su recinto oficial. El Sarkin Tafarki, a cargo del peaje de las caravanas y de las rutas, administraba el distrito que se extendía entre la parte posterior del palacio y el pozo Kusugu. Otros distritos, administrados por los funcionarios mayores, que residían en el lugar, eran el Unguwar Liman, bajo la autoridad del Limamin Daura; el Unguwar Kaura. bajo el Kaura; el Unguwar Fada Babba, bajo el Fada Babba; y el Unguwar Makada, bajo Serkin M a k a d a , el jefe tambor (Smith, 1978, pág. 66). Hay otras pruebas que parecen confirmar que gran parte de los centros urbanos, no sólo en el país Ilausa sino también en otras zonas del norte de Nigeria, estuvieron en ese m o m e n to organizados internamente en forma similar. Mientras que la ciudad tenía una administración central bajo la autoridad del Sarkin o, más tarde, del emir, la organización del distrito no sólo fue la base de la administración detallada y de la función judicial, a cargo de jefes nombrados, sino también de la movilización popular que asumía las responsabilidades colectivas, c o m o el mantenimiento de algunas partes del muro de la ciudad. En el país Yoruba, Johnson observó que muchos pueblos estaban organizados en barrios y que cada uno era administrado por un jefe que residía en el m i s m o , quien además era responsable del concejo del pueblo ante el Oba. Sin embargo, Johnson comenta luego sobre el estado de los pueblos Yoruba en el siglo xix, lo siguiente: «Debe sorprender al observador más desprevenido que ha viajado por el país Yoruba que estas reparticiones del país, que se suponen más atrasadas en cuanto a inteligencia - o sea, Ijesa, Ekiti, Ife y otras provincias-, tengan mejores calles que las 377 La organización de las comunidades urbanas en Nigeria otras m á s ilustradas. Los ancianos atribuyen esto al efecto de las guerras intertribales. Es el caso de Abeokuta, que estaba bien distribuida. Sin embargo, desde que empezaron a llegar refugiados a las calles de estos pueblos originalmente agricultores, se descuidó el alineamiento de las casas, ya que cada uno quería simplemente aposentarse cerca de los otros miembros de su aldea, agrupándose junto a sus familiares, en cualquier espacio disponible, alrededor del jefe del lugar. Se puede decir lo m i s m o de todos los pueblos del país Y o ruba que han sufrido las vicisitudes de la guerra. Años después, la gente parecía haber perdido el arte de aposentarse y de ponerle nombre a las calles, c o m o es el caso de los pueblos Ijesa y Ekiti» (Johnson, 1921, pág. 93). El significado de estas observaciones no fue claro para nosotros hasta la preparación del primer Censo Nacional después de la independiencia (1962-1963). cuando se procedió a la tarea de dividir la entonces Región Occidental en zonas numeradas de manera idónea. Las instrucciones iniciales dadas al jefe de campo fueron utilizar trazos permanentes, c o m o son calles y caminos, para demarcar las áreas enumeradas. Quienes trabajaron en las áreas de Ilesa, Ikiti e Ijebu volvieron para indicar que la población local protestaba por el uso de las calles c o m o límites para dividir sus barrios en partes. Las calles fueron campos de interacción m á s que de alineación y hubo que diseñar los límites de las áreas de enumeración para preservar la integridad de la organización del barrio. En términos funcionales, la organización del barrio o del distrito de estas diversas c o m u nidades urbanas se basó en las relaciones parentales. Esta relación crea los mecanismos necesarios para integrar virtualmente todos los aspectos de la vida social y económica y determina el acceso a la tierra y los modos básicos de producción, creando así las bases de la ubicación residencial de cada familia. También controla el acceso a las especialidades resultantes de la organización de los oficios, evidenciando una fuerte concentración espacial en las ciudades precoloniales. Esto apuntala la movilidad social en la ciudad y ejerce, por lo tanto, una fuerte influencia en el status y los procesos de redistribución de la sociedad. La disciplina so- cial, que facilita la rápida movilización de la población de esas ciudades en la guerra o en las tareas de la paz, está, por lo tanto, fuertemente anclada en el marco de la justicia social y de la autoconfianza interna, inherente a la operación de las relaciones parentales y a la organización de los distritos y barrios. La urbanización colonial y disolución de los vínculos parentales El sometimiento colonial de Nigeria por Inglaterra, iniciado en 1861 con la anexión de Lagos y continuado después con m á s fuerza en el periodo posterior a 1884, ha sido descrito en términos económicos c o m o parte del proceso global de incorporación de las economías periféricas tradicionales al sistema capitalista mundial. Entiéndese por capitalismo la forma de producción que depende de la operación de un mercado libre y autorregulado para lograr dar valor de cambio a mercancías y servicios, de m o d o que se cree un mecanismo de control altamente descentralizado capaz de coordinar e integrar las actividades económicas en grandes zonas. Esta función de control del mercado en la forma capitalista de producción alienta la división del trabajo y la especialización geográfica de la producción y, a través de la competencia, estimula la adopción de nuevas tecnologías y la organización de un espacio económico razonablemente eficiente. E n consecuencia, el capitalismo aumenta considerablemente las posibilidades de creación de prosperidad material en toda la sociedad y tiende siempre a aumentar la producción. En términos sociales, el capitalismo sólo progresa rápidamente con una profunda división de la sociedad en dos clases, la de los capitalistas y la de los trabajadores. La primera clase une a aquellos que a través de la administración del capital entran en el proceso de acumulación económica con una participación, siempre creciente, del excedente producido socialmente gracias al empleo de la clase trabajadora que va perdiendo gradualmente el acceso a otros medios de sustento, particularmente la tierra, y que termina dependiendo exclusivamente de la venta de su fuerza de trabajo. C o n el tiempo, y con ese m o d o de producción, la clase capitalista se convierte en 378 la clase dominante y mantiene una relación m u y especial con el Estado y con los aparatos estatales en general. Sin embargo, puesto que el trabajo en sí no deja de tener influencia, el Estado capitalista se convierte en el escenario del conflicto y de una lucha de clases continua, de los que surgen diversas contradicciones que, por ser inherentes al sistema, hay que tener m u y en cuenta si se pretende resolverlas. E n forma esquemática es posible apreciar mejor la misión del Estado colonial en Nigeria y su impacto en el nivel y la eficacia de la m o v i lización social. En primer lugar, el principio de la organización social promovido por el capitalismo es horizontal, lo m i s m o que entre las clases. E n consecuencia, su efecto en la orientación m á s vertical de las relaciones tradicionales parentales es catastrófico. En segundo lugar, el capitalismo se propone sustituir el valor de uso que la sociedad tradicional concede a los productos que necesita para satisfacer sus necesidades por el nuevo concepto de valor de c a m bio, determinado por la escasez y por el nivel de la d e m a n d a en el mercado. Así, Harvey argumenta que «si se acepta que el mantenimiento de la escasez es esencial para (preservar la integridad del valor de cambio y) el funcionamiento del sistema comercial, el resultado es que apropiación y explotación son necesariamente concomitantes al sistema de mercado» (Harvey, 1973, pág. 211). Finalmente, el énfasis que el capitalismo pone en los productos y los bienes básicos y sociales de la tierra (ambiente natural) y en los artículos comerciables, c o m o las naranjas y los mangos, tienen por objeto ocasionar rupturas sin precedentes en las relaciones sociales y en el bienestar personal. Tal c o m o indica Polany: «Permitir que sólo la mecánica del mercado dirija el destino de los seres humanos y su medio ambiente natural y sea también el parámetro de su capacidad de c o m p r a puede tener c o m o resultado la destrucción de la sociedad. Esa pretendida mercancía que es la "fuerza del trabajo" no puede ser atropellada, usada de manera indiscriminada ni utilizada sin afectar al ser h u m a n o que es el que de pronto se convierte en portador de tan peculiar bien. Al disponer de la fuerza de trabajo del hombre, el sistem a podría disponer a su vez de la entidad física, psicológica y moral del " h o m b r e " convertido en etiqueta. Sin la cubierta Akin L. Mabogunje protectora de las instituciones culturales, los seres h u m a n o s podrían perecer bajo los efectos de la exposición social; podrían morir víctimas de una aguda dislocación social debido al vicio, la perversión, el crim e n y el hambre. La naturaleza podría reducirse a su expresión m á s primitiva, con las vecindades y los campos sucios, los ríos contaminados, la seguridad militar c o m prometida, la capacidad de producción de alimentos y materias primas destruida. E n fin, la administración por el mercado del poder adquisitivo podría liquidar periódicamente las empresas, ya que la escasez y el exceso de dinero podrían dar c o m o resultado unos desastres comerciales, c o m parables a las inundaciones o las sequías de la sociedad primitiva» (Polany, 1975, pág. 73). Afortunadamente, debido a la situación de Nigeria, el capitalismo, que n o entra en sociedades calificadas de primitivas, tuvo que c o m petir, en cuanto a eficacia transformadora, con el vigor de las formaciones sociales precapitalistas que se encontró. Para el colonialismo, la consecuencia fue intentar lo que Lonsdale (1981) llamó la «articulación sincrética» de la economía indígena con el capitalismo externo. Se trata de un concepto cuyo significado puede estratificarse en tres niveles. E n la base y a nivel de la lógica productiva, antepone el precapitalismo a los m o d o s capitalistas de producción, el trabajo dependiente al asalariado, la producción para el consumo a la producción para el cambio y la distribución política a los recursos productivos distribuidos en el mercado. Las teorías de la economía dual se basan en esa dicotomía. A nivel de la lógica de clases, el modelo presenta una situación conflictiva de clase que, debido a los numerosos enfrentamientos a nivel de producción, es sumamente compleja y llena de recursos tácticos. Así, por ejemplo, la autonomía relativa que el trabajo asalariado de los emigrantes confiere a los jóvenes varones adultos, contra la opinión de la gente mayor de la comunidad, está restringida por el control que esta gente de m á s edad ejerce aún sobre las jóvenes adultas, al m e n o s hasta el m o m e n t o de su boda. El tercer nivel es el de la lógica política en virtud de la cual la liberalización económica exigida por el capitalismo y que ocasiona el trastorno de los derechos indígenas de propiedad y la subversión de los con- La organización de las comunidades urbanas en Nigeria **s^lll¡¿ §#ɧíl La vivienda tradicional en Nigeria. M . Riboud/Magnum. 379 380 troles familiares con respecto al trabajo, tuvo que luchar con la resistencia africana, recurriendo para ello a diversos artilugios y estrategias. E n el caso de Nigeria, por ejemplo, la estrategia de manipulación m á s importante a que recurrió el colonialismo británico tal vez haya sido el sistema de gobierno indirecto, concebido por Lugard para ocultar el intento de explotación de la autoridad colonial escudándose en lo que eran unas legítimas disposiciones administrativas indígenas. D e este m o d o , al c o m e n tar el papel de estas últimas en el marco del sistema administrativo indirecto, Lugard o b servó: «... aunque el poder del estado protector impone los impuestos (ya sea en forma directa c o m o el impuesto sobre la venta o, indirecta, c o m o los aranceles de aduana, etc.) y sea el Gobernador el quefijasu cuantía, será el gobernante nativo y sus representantes -dirigentes del distrito y del pueblo- quien establezca su distribución, guiados y ayudados por el «personal» británico. D e este m o d o el contribuyente pensará que se trata de un pago impuesto por su propio gobernante nativo, pese a que éste sabe que el ojo vigilante del F u n cionario del Distrito procurará que no haya exacciones no autorizadas y que se repare cualquier injusticia» (Lugard, 1965, pág. 207). D e esta forma, las autoridades coloniales tuvieron éxito, corriendo al lado de las liebres (los campesinos) y cazándolas con los sabuesos (los gobernantes nativos). Es obvio que la institución del impuesto, especialmente obtenido de forma pecuniaria, es uno de los medios m á s respetables para persuadir a la gente y apropiarse del excedente producido por la población dominada. E n esas circunstancias, todo ello llevó a ensalzar el valor de cambio y a iniciar el proceso de comercialización y monetarización de las relaciones sociales. T o d o empezó a tener una etiqueta y un precio. La tierra y el trabajo, en particular, empezaron a ser negociables. E n el caso de la tierra, no sólo se trató de arrendamiento, sino de la enajenación completa de los propietarios tradicionales. El proceso se aceleró tanto por la promoción o cultivo de las primeras cosechas estables c o m o por la introducción de un sistema jurídico que favorecía la comercialización y la propiedad privada Akin L. Mabogunje por encima de la colectividad y de la propiedad comunal. El desarrollo del transporte realzó la importancia de las actividades de cambio e imprimió una mayor movilidad geográfica al orden de las cosas. Prácticamente todas las comunidades sintieron las repercusiones de ese cuerpo cada vez m á s vasto de extranjeros que ya cohabitaba con ellas. Sobre estos extranjeros no pesaba ningún tipo de vínculos parentales o étnicos ni la obligación de unas relaciones tradicionales entre comunidades anfitrionas y extranjeros. Sólo la Pax Britannica crearía un vínculo entre ellas, garantizándoles en teoría los m i s m o s privilegios y, en todo caso, el m i s m o acceso a los recursos de la sociedad. E n las zonas urbanas, la administración instituyó la segregación, dando origen a la separación de los barrios o distritos para extranjeros gobernados por sus propios jefes. Los m á s famosos de estos barrios son los nórdicos, en las ciudades del sur, y los meridionales en las ciudades del norte. Pero, en todas partes, el carácter de los barrios de las ciudades de Nigeria se alteró espectacularmente y las relaciones sociales de su población crearon unos vínculos cada vez m á s monetarios que parentales, lo que es ahora evidente en la m a y o r parte de ellos. Fue el caso de los propietarios y de los arrendatarios. E n particular en los barrios m á s antiguos de las ciudades de Nigeria surgió un tercer grupo distinto de los otros dos y que comprende a quienes viven aún en recintos familiares y no pagan ningún alquiler ni derechos de propiedad individual. D e este m o d o , el sistema indirecto de gobierno, pese a conservar la apariencia externa de las disposiciones administrativas tradicionales, iba dando c o m o resultado unos cambios fundamentales en la estructura organizativa de las sociedades urbanas. Los lazos parentales se convirtieron entonces en una nueva forma de relación social basada en la clientela que se puso al orden del día. Los propietarios y terratenientes se convirtieron en patronos que ayudaban a sus arrendatarios y a otros de la vecindad para que tuvieran acceso a los recursos y privilegios sociales. U n o de los estudios m á s detallados de esta transformación de las relaciones sociales en el marco urbano es el de Sandra Barnes; «Patrons and Power», en el que la autora procura describir la vida en Mushin, suburbio del Lagos m e tropolitano, viéndose c ó m o la relación patrón- 381 La organización de las comunidades urbanas en Nigeria cliente brinda una red interdependiente y proporciona el mecanismo formal para mantener el orden y la gobernabilidad del vecindario urbano. Para decirlo con sus propias palabras: «En Mushin, la posesión de bienes raíces permite a los propietarios influir, hacia abajo, en los agricultores y, hacia arriba, en los funcionarios, ya que ambos grupos confían m u c h o en los propietarios privados para resguardarse en un ambiente en el que n o cuentan con muchos apoyos (pág. 27) ... En ciertos casos, estos vínculos comerciales entre líderes de Mushin constituyen una pirámide monolítica. D e la base hasta la cima, la relación de clientelismo vincula a los residentes comunes con los dirigentes del barrio, que a su vez son clientes de los dirigentes de distritos de m á s alto nivel. Hay grupos que ascienden utilizando los vínculos patrón-cliente. Estos desembocan invariablemente en el puñado de dirigentes de mayor rango que representan a Mushin en el exterior y dan a conocer el m u n d o exterior a Mushin» (Barnes, 1986, pág. 261). D e este m o d o , los vínculos de clientela hacen desaparecer las fronteras de clase, uniendo a ricos y pobres, y cruzan las líneas culturales, uniendo a individuos de diferentes grupos étnicos. También superan las líneas administrativas, uniendo a burócratas y solicitantes, adem á s de rebasar todo tipo de barreras profesionales, religiosas, de casta y otras. En suma, las redes de la clientela y otras diversas organizaciones están entre los agentes primarios de la integración política de la naciente sociedad urbana. Sin embargo, c o m o también lo observaba Barnes, una característica de la relación de clientela en la que tienen cabida las diversidades culturales y sociales de los participantes, consiste en que las partes son libres de organizar sus contactos, de optar por un determinado tipo de intercambio o de mantenerse al margen. Cuando el patrón y su cliente unen sus expectativas, la privacidad de cada relación proporciona una libertad de acción a cada uno, basada en sus propios impulsos y en un ámbito social m á s amplio que el de los compromisos políticos públicos. Esta libertad de acción ha ido convirtiéndose a medida que pasaban los años posteriores a la independencia, en un factor crucial de la desintegración progresiva del orden y la seguridad de las vecindades urbanas. La crisis urbana postcolonial y el fracaso de la organización Si bien el período colonial contempló la incorporación de la economía tradicional al sistema capitalista mundial, el período postcolonial profundizó en esa incorporación y acentuó la diferenciación entre las clases sociales a partir de los elementos sociales ya citados a los que ya sería dado utilizar el aparato estatal para mejorar su situación económica dentro del m o d o de producción neocolonial entonces prevaleciente. Murray observó lo siguiente: «Después de la independencia, el Estado se convirtió en una fuerza económica mayor, en ausencia de una clase capitalista, desempeñando un papel preponderante en el desarrollo económico. Los funcionarios estatales ... manejan grandes contratos y negocian el futuro del país con los representantes de las empresas de ultramar: la corrupción y el disfrute de grandes comisiones n o declaradas. Los servicios administrativos absorben la mayor parte de las asignaciones presupuestarias y los puestos estatales llegan a simbolizar toda la atracción que ejerce el sector "superior" de un país subdesarrollado: sueldos excesivos y en aumento, abundancia de equipos, diversiones de la vida urbana "civilizada", Mercedes-Benz, "bares-dancing", alcoholismo y semana de diez horas ... U n a nueva élite ... con acceso a estos privilegios y al ejercicio de las funciones estatales cada vez en aumento y que proporciona una base institucional a la dominación de "una burguesía administrativa".» (Murray, 1963, pág. 85.) Esta imagen de una economía en crecimiento dominada por una «burguesía burocrática» se perfila m á s nítidamente en Nigeria en el período posterior a la guerra civil. En la actualidad es instructivo observar cuántas de nuestras principales empresas nacionales y multinacionales tienen c o m o presidentes o c o m o jefes ejecutivos a personas que en una época u otra fueron secretarios permanentes a nivel federal o estatal. Sin embargo, esta burguesía burocrática incluye también a otros miembros de la élite, c o m o son los profesores universitarios, los maestros, los funcionarios militares retirados, los médicos, los abogados y otros profesionales supervivientes de las élites tradicionales que se 382 las arreglaron para salvar su crédito de la era colonial. Por otro lado, y aunque sea difícil afirmar que ha surgido una clase proletaria en las ciudades de Nigeria, no hay duda de que las desigualdades económicas y las procedentes de los ingresos han aumentado drásticamente en las dos últimas décadas, llevando a una considerable polarización de la población urbana. H a y una fuerte controversia sobre si los trabajadores y los pobres de las zonas urbanas tienen un marcado sentido de clase, sobre todo una conciencia de clase, por la manera c ó m o reaccionan frente a los hechos y acontecimientos ocurridos fuera de su lugar de trabajo. C o m o observa con justeza Johen (1980), hay pruebas claras de la resistencia de los trabajadores a la relación entre explotación y parasitismo de la clase privilegiada de Nigeria con respecto al actual modelo neocolonial de producción. Esta resistencia adopta la forma de acciones que son menos explícitas que las surgidas de protestas, manifestaciones y huelgas sindicales. Entre estas acciones están las respuestas personales de los trabajadores, c o m o los abandonos de trabajo, la huelga de celo, los sabotajes, los accidentes y las enfermedades, el uso de drogas, la creencia en otras soluciones utópicas y, m u y particularmente, el recurso al hurto y al robo. Claro que a lo largo de la historia económica de Nigeria, el nivel de alienación de los trabajadores c o m o consecuencia de su trabajo nunca fue tan agudo c o m o ahora. En la actualidad, si se quiere montar un negocio en Nigeria, una de las dificultades m á s arduas consistirá en la manera de protegerse para no ser despojado por los trabajadores a los que uno pretende ayudar al brindarles un empleo remunerado. Es necesario efectuar en el país estudios serios sobre el motivo por el que los trabajadores urbanos no tienen reparo en cometer actos negativos, sin pensar que están socavando así sus propias posibilidades de estabilizar y consolidar una política de empleo tan necesaria a su país. Se verán entonces en la tesitura de tener que revelar no sólo la actitud propia del trabajador frente al empleador, sino también la naturaleza y grado de su conciencia de clase. Estos comportamientos depredadores e individualistas de clase se extienden a las zonas residenciales y socavan el orden y la seguridad que habían alcanzado las aglomeraciones urbanas en los tiempos coloniales. El Estado ya no Akin L. Mabogunje es visto c o m o el instrumento de la clase dominante, en una actitud que busca perpetuar la desequilibrada distribución de los ingresos y la abundancia y conservar el dominio de la ideología capitalista y el poder político. El ejemplo que dan los diferentes grupos, militares o civiles, una vez en el gobierno es revelador de la utilización cínica del aparato estatal para obtener riquezas personales a costa de la colectividad. La codicia se ha convertido en una norma nacional, y las diferencias de clase sólo existen con respecto a las víctimas y según sea el escalafón. Tanto en la élite c o m o en las clases trabajadoras, el compromiso es mínimo y reina una gran indiferencia por la repercusión que puedan tener estas acciones en la sociedad civil y el interés nacional. D e este m o d o , la actual crisis urbana gira en torno al sentido de «anomia» que muchos residentes urbanos exhiben con respecto a asuntos que son de su interés a largo plazo en la ciudad. Esta indiferencia e incapacidad frente a una burocracia incompetente, ineficaz y explotadora, que no suministra electricidad en forma constante, ni da agua en forma regular, ni limpia sistemáticamente las calles, ni da seguridad permanente a las personas y a la propiedad, procede de un fracaso de la organización y de la creencia fatalista y la desesperación frente a la situación actual. La alienación social se refleja tanto en la acción de la élite c o m o de la clase trabajadora. La única diferencia radica en que mientras los miembros de la élite siempre podrán huir del país para disfrutar de unos beneficios mal ganados que han ido acumulando en el extranjero, los trabajadores no tienen esta alternativa y deben sufrir las consecuencias de una economía saqueada y despojada y de una sociedad cada vez más embrutecida y acosada. La movilización del vecindario y el marco de acción En este contexto uno debe examinar qué se puede hacer para reducir o minimizar el impacto de esta crisis y la excesiva desorientación social que está fomentando. Para ello será necesario recordar la naturaleza de la urbanización en la sociedad capitalista. D e acuerdo con Mollenkopf ( 1981 ), las ciudades en la sociedades capitalistas se concentran y tienen dos tipos de relación: la de producción y acumulación económi- La organización de las comunidades urbanas en Nigeria ca y la de reproducción y consumo social. Es por ello que la reproducción debe ser considerada en términos colectivos. Esto supone, en primer lugar, la reproducción práctica de las exigencias laborales en cuanto al consumo social, no sólo en términos sanitarios, sino también de servicios de vivienda, educacionales, sociales, culturales y recreativos. E n segundo lugar está la reproducción ideológica de las relaciones de clase capitalista promovida a través de las escuelas, el trabajo social y la política electoral, y también por medio de la represión y la coacción. Estas relaciones gemelas que encontramos en la ciudad nos permiten valorar c ó m o su gestión rebasa aquellas actividades formalmente definidas que son los concejos locales o municipales. Es evidente que la situación forzó a Cockburn (1977) a introducir el concepto de «estado local» c o m o u n mecanismo mejor para comprender c ó m o se gobierna en realidad una ciudad, en el sentido de que no es sólo el concejo el que representa al Estado a nivel local. H a y otras instituciones permanentes en toda la nación, c o m o la institución judicial, la policía y las fuerzas armadas que se encuentran en diversas formas en este nivel. También es el caso de otros departamentos del gobierno central que se ocupan de la salud, la vivienda, la educación, y el suministro de agua. Los hay también paraestatales para el suministro de electricidad, el transporte aéreo y ferroviario, los servicios postales y las telecomunicaciones. El conjunto de estos organismos locales constituye el Estado a nivel local. Gran parte de la insatisfacción y el descontento que en los últimos tiempos ha caracterizado la actitud y las relaciones de la población urbana con respecto al Estado tiene que ver con el nivel y la calidad de los diversos servicios, siendo diversos los organismos que asumen su responsabilidad a nivel local. E n este sentido estas manifestaciones pupulares de descontento pueden ser interpretadas c o m o el reflejo de alguna forma de lucha de clases. A u n así, y a menos que la gente se movilice y sus preocupaciones y quejas se canalicen adecuadamente, el descontento podrá no tener otro efecto sobre la situación reinante que la mera expresión de una furia ciega y unos denuestos inútiles. La movilización del vecindario se convierte así en un verdadero marco para acciones m á s determinantes y que tienen por objeto no sólo garantizar el or- 383 den, la disciplina social y la seguridad, c o m o en las épocas precolonial y colonial, sino también para conseguir una mayor participación que garantice un nivel m á s alto de eficiencia en los servicios colectivos de reproducción. Sin embargo, los vecindarios no son lo mism o que las áreas locales de gobierno. Son zonas compuestas de unidades que deben definir sus límites geográficos en forma ideal y clara y cuyo carácter social debe ser identifícable. L a m o vilización de la gente en este nivel, dentro de una ciudad, debe al menos alentar y mejorar los flujos de información y aumentar la perspectiva de una mayor participación global en el gobierno (algo distinto de la administración) de la ciudad. L a participación lleva naturalmente al cultivo de u n sentido comunitario y a la reducción de la anomia. Tal c o m o queda indicado, el «sentido comunitario n o es prerrogativa de los pueblos». Es instructivo saber que el interés por la movilización vecinal c o m o correctivo del alto grado de descontento en las ciudades capitalistas n o es algo nuevo, ni tampoco único en la situación de subdesarrollo de Nigeria. Sin duda, en un país c o m o Gran Bretaña, este m o v i miento tuvo c o m o fin estructurar formalmente dichos esfuerzos a través del gobierno local, reconociendo oficialmente la formación de concejos vecinales para usarlos c o m o «un perro guardián que informe sobre las condiciones locales, los deseos, los problemas, etc., de una forma tan detallada e íntima c o m o nunca habían conocido hasta entonces, alertándolos sobre la necesidad de que debían actuar y, lo que tal vez fuera m á s importante, previniéndoles clamorosamente cuando las cosas empezaban a ir mal». El Ministerio británico de M e d i o A m biente enumera las siguientes funciones para los concejos vecinales: a) organizar o estimular la autoayuda de la comunidad local para mejorar la calidad de la vida del conjunto de residentes (por ejemplo, retirar los desperdicios de los lugares en que se han abandonado); b) contribuir para que los miembros de la comunidad dispongan de las debidas instalaciones especiales (por ejemplo, instalando lugares de recreo); c) exponer ante las organizaciones operacionales (gobierno central y local, empresas con fábricas en la zona, etc.) las necesidades y los deseos de la comunidad local; y 384 d) realizar todo ello fomentando el sentido de responsabilidad comunal entre los residentes y especialmente los niños y los adolescentes cuyo idealismo potencial puede ser aprovechado (Reino Unido, 1971). Los concejos vecinales han sido contemplados así c o m o un medio de hacer una operación de cirugía estética a la democracia. D e ahí surgió el concepto de los mismos c o m o agentes activos en una relación de dirección-participación con la autoridad municipal, en la que ésta proporciona los fondos, el personal especializado y los locales, mientras que los otros dan a cambio el conocimiento del lugar, la organización local y la ayuda voluntaria. E n el contexto de Nigeria, no hay, con seguridad, razones para que el gobierno local de gran parte de las ciudades no pueda alentar la formación de comités o concejos vecinales. Claro que en algunas ciudades c o m o Ibadán esos comités ya existían. A c tualmente, su mayor preocupación es la seguridad y la solidaridad del vecindario. Sin embargo, n o hay razón para q u e estos comités vecinales no puedan ser utilizados para controlar la calidad de la educación primaria y el cumplimiento de la enseñanza, tratando de mantener el esfuerzo educativo, el servicio de salud, las normas ambientales, la vigilancia frente a los delitos y la mejora global de la vida social urbana, especialmente en los barrios m á s pobres. N a d a impide, sin duda, que el gobierno local utilice dichos comités incluso para mejorar las capacidades técnicas y las posibilidades de empleo de sus integrantes. Naturalmente, el hecho de organizar a las comunidades urbanas por medio de comités vecinales brinda una fabulosa oportunidad para movilizar a nuestras ciudades hacia una rápida transformación socioeconómica. Akin L. Mabogunje que hay diferencias significativas entre ambos. Tal vez lo m á s crítico es que mientras la organización de los barrios de las ciudades precoloniales fue la expresión de las relaciones sociales parentales o étnicas, en las emergentes ciudades postcoloniales capitalistas lo que se intenta es atenuar o reducir la discrepancia entre la heterogeneidad social reinante y el conflicto de clases en el marco de las organizaciones vecinales en que se produce. Otra distinción fundamental es que, mientras en las ciudades precoloniales los límites de los barrios están determinados y precisos, dependiendo del aumento de la ocupación parentai o étnica, en la ciudad postcolonial el sentido de vecindad es una función de uso e interacción social cuyos alcances geográficos hay que conocer antes de poderlos trazar. E n muchas ciudades hay zonas en las que el sentido de la vecindad es todavía incipiente y otras en las que ya está logrado. E n otras ciudades hay vecindades que son vestigios históricos que sufren transformaciones demográficas, mientras que también hay otras en las que la vida apenas si ha cambiado. Todo ello contribuye, a m a n e ra de pinceladas, a trazar la organización y la estructura social de las ciudades de Nigeria. A u n así, es m u y escasa la información concreta y definitiva de que se dispone con respecto a la estructura organizativa de las ciudades de este país. La tarea consiste en identificar, delimitar y trazar la estructura vecinal básica de las ciudades de Nigeria para lograr una m e jor visión de su organización. Nuestra esperanza es que trabajando con dichas estructuras vecinales se podrá tal vez movilizar a las poblaciones urbanas, motivándolas m á s efectivamente, no sólo para que se sumen a sus compatriotas rurales, sino también para que trabajen con m á s energía por una pronta recuperación de la economía nacional y la creación de una sociedad independiente y socialmente m á s jusConclusión ta, y también con objeto de hacer de la vida La idea de los concejos o comités vecinales nos urbana una experiencia sana, placentera, m á s ha permitido, por lo tanto, una visión casi c o m - segura y materialmente m á s gratificadora. pleta del diseño organizativo de la ciudad precolonial, precapitalista. Es obvio, sin embargo, Traducido del inglés 385 La organización de las comunidades urbanas en Nigeria Bibliografía B A R N E S , Sandra T.: Patrons and Power: Creating a Political Community in Metropolitan Lagos; Manchester University Press, Londres, 1986. J O H N S O N , Samuel. 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Estructura social de la ciudad soviética Ovsei Irmovich Shkaratan Conviene examinar en primer lugar si la estruc- Examinemos en primer lugar el primer nivel, la tura social de la ciudad es un reflejo directo de estructura de la sociedad soviética, que se m a la estructura social del conjunto de la sociedad. nifiesta de m o d o tan claro en las relaciones urA mi juicio, es menester distinguir entre estruc- banas. turas nacionales o estatales, regionales y de m e Hasta ahora el debate que se ha efectuado nores dimensiones. En cada uno de esos niveles en la U R S S en torno a la «perestroika» se ha la estructura social no es un simple vaciado centrado sobre todo en el crecimiento econóde la estructura global de la sociedad h u m a n a . mico, la transparencia, la democracia, y las E n El Capital, K . Marx subraya una y otra vez relaciones entre las distintas nacionalidades. que, por ejemplo, la categoría de las relaciones Parte de los publicistas y sociólogos empezó a de producción opera no en examinar hasta cierto punel contexto de la vinculato el problema de la estrucO.I. Shkaratan es autor de numerosos ción entre un obrero y un tura social, pero únicamentrabajos científicos, entre ellos las sicapitalista determinados, te en relación con la crítica guientes monografías: La empresa industrial. Ensayos sociológicos. Moscú, de la burocracia. sino en el de las relaciones Mysl. 1978: Normas sociales y planificade clases y de una macroesE n el fondo de la cuesción social, M o s c ú , Proizdat, 1984. tructura social. D e aquí se obra colectiva; Revolución social y téctión puede formularse de la nica y procesos nacionales, Moscú, N a u desprende, por lo demás, siguiente manera: ¿Cuál es ka, 1987, obra colectiva; La revolución que es preciso estudiar la tecnológica y el destino de los jóvenes, la naturaleza del sistema microestructura de los gruMoscú, Znanie, 1989, obra colectiva, socioeconómico aplicado etc. pos y las relaciones dentro en la U R S S ? ¿De qué índode otras categorías, sobre le es la estructura social intodo, de las categorías soherente a ese sistema? ciopsicológicas. Este enfoSi reservamos el térmique de M a r x m e parece no «estalinismo» al m u n d o acertado. E n efecto, es pode la ideología, nos queda sible y necesario tener en cuenta que las relacio- para designar la realidad de las relaciones sones sociales se dan en múltiples niveles. Desde cioeconómicas la posibilidad de emplear conun punto de vista teórico, los elementos especí- ceptos c o m o «sistema administrativo», «sisteficos y las relaciones inherentes a cada uno de m a coercitivo» y «socialismo cuartelero». A m i dichos niveles pueden explicarse por las carac- juicio, estas palabras revelan la superficie del terísticas funcionales de los correspondientes fenómeno, pero no su esencia. Es evidente que subsistemas. sería erróneo considerar c o m o socialismo el asResulta, pues, que la estructura social de la pecto de las relaciones sociales que ha predomiciudad refleja naturalmente la estructura social nado ampliamente e influido en gran medida de la sociedad soviética, por una parte, y cier- en el establecimiento de formas cuartelero-retos elementos y relaciones específicas inheren- presivas de organización de la sociedad. Pero tes a ese organismo que es la ciudad, por otra. podemos afirmar con el m i s m o grado de seguriR I C S 125/Set. 1990 388 Ovsei Irmovich Shkaralan dad que tampoco se trata de capitalismo, al m e - ter transitorio. U n a transformación tal provoca la solución de la continuidad y la ruptura tanto nos en su forma clásica. Si buscamos a lo largo de la historia una de las tradiciones seculares relacionadas con la analogía de nuestra sociedad actual, cabe recor- actividad productiva y extraproductiva, c o m o dar la formación social transitoria que existió del estilo de vida en su conjunto. Desde luego, entre el comunismo primitivo y el comienzo de el r u m b o que adopte esa transición puede tener la sociedad dividida en clases. Siguiendo el diversas variantes. Algunas de ellas están unipensamiento de L. Morgan, Engels denominó das a formas confusas de organización econóesa sociedad una «democracia guerrera». E n mica y política de la sociedad y otras a una esella no existía aún la propiedad privada, pero sí pecie de carrera revolucionaria de obstáculos la heterogeneidad socioeconómica del trabajo que reniega de todas las formas anteriores de y la apropiación de la plusvalía por parte de los vida económica, social y política. Si el nivel de jefes y sus agentes. Surgieron así una minoría educación de la población y de las autoridades dirigente y relaciones de dominación y sumi- es bajo y si las reformas políticas se inician presión que se vieron reforzadas m á s tarde con la cipitadamente, es inevitable que se produzcan importantes deformaciones sociales que para aparición de la propiedad privada. M e permito observar de paso que para ex- muchas personas significarán un destino trágiplicar el fenómeno de la sociedad soviética m u - co. Esta variante prevaleció en la U R S S y dechos autores se sienten atraídos por la concep- terminó durante decenios el destino del pueblo ción marxista del m o d o asiático de producción soviético. c o m o formación socioeconómica milenaria, Comparto la opinión de que bajo la influencaracterística de inmensos territorios. Es bien cia de una serie de factores históricos se formó sabido que en esa forma de producción se prac- en nuestro país un sistema socioeconómico ticaba la explotación de una clase por otra sin particular, a saber, el sistema de socialismo de que se estableciera la propiedad privada. Según Estado (o socialismo monopolístico de EstaK . M a r x , en la mayoría de las principales for- do), en el que evidentemente aparecen los elem a s asiáticas, el principio unificador único quementos y las relaciones universales inevitables está por encima de todas las pequeñas comuni- en una determinada etapa transitoria de desadades actúa c o m o propietario supremo o pro- rrollo histórico, c o m o los que le son propios. Si pietario único y en consecuencia las comunida- se observa la sociedad soviética del interior o des reales aparecen tan sólo c o m o poseedores del exterior, se comprueba un m i s m o fenómehereditarios^. La plusvalía corresponde al prin- no malsano: la burocratización, el excesivo pocipio único supremo, es decir al Estado, perso- der del aparato de dirección y el fortalecimiennificado en el faraón, el zar, el kan. etc.; la pro- to del estatismo en detrimento de la sociedad piedad es en cierta forma inexistente desde el civil. A d e m á s , la burocracia soviética concenpunto de vista jurídico. Los límites entre la de- tra en sus m a n o s no sólo el poder político, sino, mocracia guerrera y las formas asiáticas con sus además, el económico. características de despotismo son, sin duda alC o n la liquidación de la propiedad privada guna, bastante relativas y difuminadas. Sin e m - y de las clases, pasaron a primer plano las relabargo, se puede formular la hipótesis de que la ciones en el ámbito del poder. E n una situación sociedad soviética es análoga a la democracia en que la propiedad no pertenece por así decirguerrera. lo a nadie, en la que es anónima, revisten una Si reflexionamos desde esta perspectiva so- importancia determinante para la diferenciabre el carácter de las relaciones sociales disimu- ción social las relaciones determinadas por la ladas bajo la envoltura del socialismo cuartele- función del trabajo en la organización de la soro, se puede pasar a la siguiente proposición. El ciedad y por la actividad administrativa. L a paso de una sociedad madura dividida en cla- propiedad socializada supone personas de cases a una sociedad igualitaria sin clases consti- racterísticas m u y específicas que encarnen los tuye un m o m e n t o histórico particular en la intereses de todos los asociados. Sin embargo, evolución de la humanidad. Es posible que el en la práctica, dichas personas se arrogan los sistema de relaciones sociales que se forma en plenos poderes que incumben al conjunto de ese m o m e n t o sea tan específico que surja una propietarios. Esos intermediarios disponen formación socioeconómica particular de carác- de los medios de producción y manejan la dis- Estructura social de la ciudad soviética 389 M O S C Ú en invierno. Pinkhassov/Magnun tribución de la renta nacional en función de sus intereses. Parte de los teóricos consideran a esa élite que detenta el poder c o m o una «clase nueva». A mi juicio se acercan m á s a la verdad los investigadores que estiman que esa élite forma una capa social aparte. Nuestra concepción de una formación transitoria supone que en una sociedad de ese tipo las capas sociales sustituyen a las clases: están los que m a n d a n , administran, regulan, distribuyen y los que ejecutan, producen bienes m a teriales y espirituales, y unos y otros reciben la parte de bienes y servicios que se les asigne. L a socialización de los medios de producción se traduce en la forma m á s simple: la estatificación de la propiedad. Según la teoría oficial, ésta pertenece a todo el pueblo. Pero en la realidad, pertenece a los distintos departamentos administrativos y cooperativas. Sigue siendo necesario darla al pueblo. Sin embargo, incluso los grupos que ejercen el poder no son, en términos estrictos, poseedores, sino m á s bien utilizadores que persiguen sus propios intereses individuales o de grupo. Precisamente debido a las relaciones de propiedad que se han formado, lo que determina las relaciones sociales dentro de la sociedad no son unas relaciones dicotómicas de clase, sino m á s bien la pertenencia a este o aquel estrato según se participe en el poder o no y en función de la índole del trabajo (creativo/no creativo, de dirección/de ejecución). Esto no significa que las relaciones de propiedad no figuren ya entre los factores de desigualdad social, sino que simplemente se manifiestan no en la oposición «poseedor/no poseedor», sino según un «continuum» que refleja el grado de apropiación de los medios de producción en función del puesto que se ocupe en el sistema socioeconómico de distribución del trabajo. Este principio jerárquico se manifiesta en toda la vida de la sociedad. C o n frecuencia se publican artículos sobre los privilegios de la «nomenklatura», los dirigentes. Esto es cierto, pero no es toda la verdad. En la práctica, para una sociedad de este tipo el ideal es que cada 390 persona ocupe su «nicho ecológico» social que le garantice la obtención de una determinada cantidad de bienes y servicios. La eficiencia en el trabajo sólo cumple entonces un papel secundario. L o esencial es la profesión, el puesto, la rama, e incluso la región y la ciudad donde vive la persona. Por ejemplo, un obrero excelente de la industria ligera recibirá un salario inferior y menos bienes que un obrero mediocre que trabaje en una fábrica de armas. Las estancias en sanatorios y centros de reposo, la calidad de la educación de los hijos y la posibilidad de beneficiarse de tratamientos personalizados, todo esto se ha asignado de manera centralizada a lo largo de decenios. Desde luego, la vida m i s m a se ha encargado de trastornar ese orden burocrático paradisíaco. Siempre ha existido una economía paralela que funciona según las leyes del mercado, pero que no era sino una economía secundaria, sin una importancia determinante. El hecho de que gran parte de la población esté satisfecha porque sus condiciones de vida estén «garantizadas» y exista una relativa estabilidad de la ecuación: «Poca eficacia en el trabajo/bajo nivel de vida», prueba que este tipo de organización social es algo natural, cuyas raíces están profundamente arraigadas en la historia del país, en el pasado reciente de pueblos que prácticamente no han conocido el capitalismo ni ninguna forma estable de propiedad privada ni han adquirido el hábito de un trabajo intenso. N o es casual que el término «paga» se vea sustituido con frecuencia por términos específicos c o m o «remuneración» o «gratificación», es decir, lo que el jefe da al subordinado según su propio parecer y no lo que el trabajador recibe por su trabajo, en función de su cantidad y calidad. Este tipo de relaciones ha marcado también profundamente todo el sistema de vida urbana. Paulatinamente se fueron desmoronando los lazos civiles que sólo se habían formado después de la abolición de la servidumbre y de que las ciudades obtuvieran algunos derechos de autonomía y. sobre todo, porque hacia los años treinta desapareció la autonomía personal desde el punto de vista de la economía. E n efecto, todos los trabajadores se convirtieron en servidores del Estado. Este decidía y sigue todavía decidiendo lo que se va a dar a una ciudad: qué empresas se han de construir, cuáles se han de cerrar, cuántos apartamentos será preciso construir y de qué clase, cuál será la anchura de las Ovsei Irmovich Shkaratan calles y qué se va a enseñar en las escuelas, etc. Todos los aspetos de la vida urbana se sometieron a normas. Existe un cúmulo de norm a s y reglamentos especiales, de instrucciones secretas y públicas, que regulan la vida de toda la ciudad. El resultado ha sido, desde luego, la desaparición de la autonomía de la población: la gente perdió la costumbre de ser autónoma y de adoptar decisiones. H a n desaparecido las tradiciones específicas que diferenciaban una ciudad de otra. E n el m o m e n t o de la llegada de M . S . Gorbachov a la dirección del país, las ciudades se habían transformado en tristes «vagones-dormitorio» próximos a las fábricas. Y debido a una política social determinada, esas fábricas se habían convertido en la gran mayoría de los casos en centros de trabajo nada o poco cualificado. M á s allá de lo que era objetivamente necesario conservar c o m o trabajos poco atrayentes, penosos o insalubres, habida cuenta la base técnica y organizativa de la producción, el sistema administrativo-burocrático mantuvo artificialmente un alto índice de empleo en actividades de ese tipo. Para lograrlo se adoptaron medidas abiertamente coercitivas, c o m o el régimen de pasaporte interno y el empadronamiento en una ciudad determinada. En definitiva se instauró un régimen en el que las personas están esclavizadas por un trabajo concreto. D e un total de unos 130 millones de trabajadores, casi 50 millones realizan un trabajo primitivo y con escasos alicientes. C o n salarios bajos, un obrero n o cualificado es m á s rentable que el m á s rentable de los robots. Al m i s m o tiempo no hay que olvidar los profundos cambios que se han producido incluso durante estos años de estancamiento. Por ejemplo, los habitantes de las ciudades que cuentan en la actualidad más de 50 años, desempeñaban en su juventud (es decir, a finales de los años cincuenta) un trabajo intelectual complejo en el 14 % de los casos, mientras que a mediados de los años ochenta esta proporción ha pasado a ser entre los jóvenes de 27 %. E n 1987 el porcentaje de trabajadores jóvenes (de menos de 30 años) en relación con el n ú m e ro total de trabajadores en el campo de la informática ascendía a 43,7 %, frente a 30,2 % en todos los demás sectores juntos2. Pasemos ahora a examinar las condiciones en las que se efectúa la reproducción cultural y social del habitante de las ciudades. Por tér- Estructura social de la ciudad soviética mino medio, cada uno disponía en 1987 de 14,7 metros cuadrados de espacio habitable, lo que representa un cierto progreso ya que 30 años antes prácticamente todos ellos vivían en lo que se denominaba «apartamentos colectivos», es decir, varias familias en un m i s m o apartamento, mientras que en la actualidad m á s del 85 % ocupan uno independiente. N o obstante, incluso hoy en día se dispone en nuestro país de 3,5 veces menos espacio habitable que en Estados Unidos 3 . El volumen de los distintos servicios por habitante es sumamente bajo. Basten estos datos: cada habitante gasta anualmente en servicios culturales 7,1 rublos y en educación física y deportes 0,46 rublos. Señalemos de paso que en la U R S S hay 2.500 piscinas, mientras que en Estados Unidos hay un millón. En centros de reposo y tratamiento o establecimientos sanitarios se gastan 6,7 rublos por año. C o m o resultado, suponiendo una distribución equitativa de las plazas, un habitante de la ciudad tiene en promedio la posibilidad de descansar o hacer una cura en un sanatorio o una pensión una vez cada 14 años, es decir, dos veces en toda su vida activa4. En las ciudades existen m u y pocos auténticos clubes que sean lugares de encuentro. Debido a la pobreza del medio urbano, durante el gobierno de Brezhnev tuvo lugar en Moscú la siguiente evolución: 391 dos de los años sesenta hasta mediados de los ochenta, el resultado era el m i s m o : la gente pasa casi todo su tiempo libre haciendo cola (la población del país pasa en la compra de víveres y productos industriales 36.500 millones de horas por año), trabajando en el jardín, preparando la comida, planchando, arreglando la vivienda, ocupándose de los niños y viendo la televisión. En todos los grupos sociales la lectura del periódico y ciertos elementos de la vida política incumben por lo general al marido. La mujer dedica a los quehaceres domésticos tres veces m á s tiempo que el marido. Tan sólo 3 % aproximadamente de padres jóvenes dedican tiempo a algo tan importante c o m o la educación de los hijos, es decir, pasear y charlar con ellos, enseñarles música e idiomas y habituarlos al trabajo. Para qué hablar de museos, teatros, deporte y creación artística: para la m a y o ría de los habitantes de la ciudad, incluso de M o s c ú y de Leningrado, era sólo un recuerdo de la juventud acompañado de la liberación de la rutina de la existencia6. Esta situación se debe a que durante m u chos años no se invirtieron adecuadamente los recursos para fomentar la industria y la realización del ser h u m a n o . H u b o una amplia reproducción de la estructura social, se mantuvo un elevado porcentaje de trabajadores no cualificados y no se crearon las condiciones necesarias para formar debidamente a los obreros e ingenieros bien cualificados que requiere la Número de visitas anuales por habitante5 alta tecnología ni a una élite creadora y h u m a nista. Teatros Museos Cines La situación era especialmente difícil para 1970 1,94 2,28 19,4 los intelectuales de las ciudades, privados en su 1985 1,56 1,99 13,3 mayoría de la posibilidad de difundir ampliamente su cultura y transmitirla a sus hijos. E n N o es casual que de los jóvenes moscovitas m i opinión, el problema de la educación y la que respondieron a la encuesta únicamente cultura a medias es una de las trágicas conse61 % estimara tener realmente acceso a los va- cuencias que m i país debe al socialismo cuartelero. H a y 6,5 millones de ingenieros en un país lores espirituales. ¡Y esto en Moscú! Esta situación general ha conducido a una que necesitaría c o m o m á x i m o entre 2 y 2,5 mireproducción deformada de la población. llones. D e generación en generación estas perCuando interrogaba a la gente en Leningrado, sonas han ganado cada vez menos, han perdido Kazan, Minsk y otras ciudades, y pedía a los el gusto por el trabajo creativo, se han descualijóvenes que anotaran lo que hacían en el tiem- ficado y han olvidado incluso sus conocimienpo libre, quedaba casi vacía la larga lista de po- tos profesionales. Desde comienzo de los años sibilidades que se proponían. Algunos incluso sesenta todas las encuestas sociológicas han rese enfadaban: ¿Acaso no saben los sociólogos velado que si bien el grado de educación y foren qué emplea su tiempo libre el ciudadano co- mación de un obrero mejoraba de año en año m ú n y corriente? Efectivamente, en las n u m e - durante su vida activa, no se garantizaba al inrosas encuestas efectuadas a partir de media- geniero la promoción en su carrera profesional. 392 Ovsei Irmovich Shkaratan En 1985 el sueldo de un ingeniero constructor ción de las contradicciones sociales, sobre todo era de 175 rublos, m á s primas variables del or- en las grandes ciudades. Puedo fundamentar den de 20 % del sueldo básico. E n esa misma esta afirmación en los resultados de las investiépoca un ajustador medianamente cualificado gaciones que he venido realizando desde m e ganaba entre 380 y 520 rublos. Difícilmente se diados de los años sesenta sobre la vida social podría encontrar un medio más eficaz de pri- de tres ciudades soviéticas: Kazan, gran ciudad var a las personas de todo deseo de realizar un industrial (más de un millón de habitantes), Altrabajo intelectual. N o es casual que según metevsk, ciudad industrial mediana (unos nuestras encuestas sólo 20 % de los ingenieros 125.000 habitantes) y Menzelinsk, una ciudad constructores puedan ejecutar autónomamente pequeña que es el centro administrativo de una un trabajo profesional. Son evidentes las conse- región agrícola. Estas ciudades están situadas cuencias para nuestro país de esta actitud hacia en el territorio de la República Socialista Soviélos intelectuales. tica Autónoma de Tartaria, que es en todos los Desde la Revolución de Octubre los intelec- aspectos una región típica del país, y en tres tuales han escuchado por primera vez, y en re- ocasiones diferentes - 1 9 6 7 , 1974-1975 y 1983- se efectuaron en ellas encuestas reprepetidas ocasiones, palabras elogiosas sobre su sentativas con una muestra de m á s de 7.000 utilidad social de labios del líder Gorbachov. Hasta ese m o m e n t o oían hablar con mayor fre- personas. cuencia de «intelectuales podridos y medroSegún dichas encuestas, el nivel de educasos» y del papel de liderazgo que la clase obrera ción de todas las capas sociales ha aumentado a desempeñaba en relación con la intelligentsia yun ritmo relativamente rápido. Así en Kazan, su educación. Es evidente que en el contexto de el porcentaje de obreros cualificados que hauna revolución científica y técnica todo ello ha bían terminado los estudios secundarios pasó constituido un obstáculo para un auténtico des- de 25,1 a 68,9% entre 1967 y 1983. Podría arrollo de la sociedad. pensarse que con ese crecimiento del potencial Esa «ideología» afectó especialmente a las de la población y en un clima en el que se prograndes ciudades y a los antiguos centros cultu- clamaba sin cesar el adelanto científico y técnirales que a la par de los centros análogos de los co, se aceleraría necesariamente la movilidad países de Occidente hubieran debido entrar en profesional. Pero no sólo no fue así, sino que una era de desindustrialización. En efecto, m u - experimentó una regresión. Si en 1974 el chas personalidades públicas e ideólogos ofi- 35,9 % de los encuestados no habían cambiado ciales consideraban perjudiciales, y las siguen nunca en su vida de profesión ni de situación considerando, incluso las propuestas m á s ano- social, en 1983 lo había hecho el 39,6 %; habían dinas de fomentar la informática, lo que supo- cambiado de oficio, pero por otro similar y, en ne una m e r m a de la importancia y el porcentaje consecuencia, de idéntica categoría social, 48,7 de trabajadores de las grandes empresas, ya que y 45,2 % respectivamente; por último, habían esas medidas implicarían necesariamente la cambiado de profesión y de categoría social 15,4 y 15,2% de los encuestados, respectivadisminución del porcentaje de obreros en el conjunto de la población. Así los planificadores mente. Y esa evolución lenta había tenido lugar de Moscú propusieron hace poco no sólo m a n - en una sociedad «habituada» a una movilidad tener el número de trabajadores, sino además social a gran escala (véase cuadro 1 ). reducir únicamente en 25 % el número de obreLa contradicción entre el mejoramiento del ros no cualificados, desde ahora... hasta el año nivel de educación y la reducción de las posibi2100. Esos mismos individuos, dinosaurios del lidades de lograr una mayor movilidad profe«comunismo científico», pidieron que para el sional se observaba también en la situación en año 2100 se reduzca en Moscú el número de las ciudades. Las encuestas mostraron una estudiantes y trabajadores científicos en com- orientación creciente hacia las actividades de paración con 1985. La profunda ignorancia de esparcimiento, la adquisición de bienes mateesos oscurantistas ha frenado y sigue frenando riales y la educación de los hijos. Sin embargo, en gran medida la buena marcha del país por un medio urbano poco desarrollado y, en conel derrotero universal del progreso moderno. secuencia, la imposibilidad casi total de realiLos largos años de lento crecimiento tecno- zarse fuera del ámbito de la producción, lógico tuvieron c o m o consecuencia la acentua- desembocan en la crisis del sistema de valores Estructura social de la ciudad soviética u a te s i - 3"! riß » I ti H Proyecto de Constantin Melnikov para el edificio del Ministerio soviético de la industria pesada. Moscú, 1934. D . R 393 394 Ovsei Irmovich Shkaralan C U A D R O 1. Estructura social de tres generaciones de habitantes de ciudades (Kazan, 1983) Capa social Indicación cronológica Padre del encuestado, a comienzos de la vida activa 1. Campesinos, miembros de un koljoz. trabajadores agrícolas 2. Trabajadores con trabajo no cualificado o poco cualificado 3. Trabajadores con u n trabajo cualificado. fundamentalmente físico 4. Obreros con un trabajo altamente cualificado, con funciones físicas e intelectuales para la aplicación de una técnica compleja 5. Trabajadores con una actividad intelectual poco cualificada (empleados no especialistas) 6. Trabajadores con una actividad intelectual cualificada que requiere estudios secundarios especializados 7. Trabajadores que efectúan una actividad intelectual cualificada que requiere estudios superiores 8. Trabajadores que efectúan una actividad intelectual altamente cualificada que requiere estudios superiores y formación complementaria 9. Trabajadores que efectúan una labor intelectual altamente cualificada de dirección TOTAL Encuestado a comienzos de su vida activa Encuestado a los 30 años de edad Encuestado en el momento de la encuesta Hijo mayor del encuestado en el m o m e n t o de la encuesta 19,0 6,9 0,9 0,3 0,8 16,6 10,3 5,1 5,5 8,3 36,0 58,8 56,1 54,8 50,2 1,1 2,9 2,9 3,4 1,7 4,1 1,9 2,2 2,1 4,5 9,0 7,7 10,8 9.9 8,9 10,2 9,8 15,3 15,8 21.7 1,5 1,2 4,9 5,8 2,8 2,5 0,5 100 1,8 100 2,2 100 1,1 100 100 de la joven generación. E n Kazan, de 1974 a 1983 el número de lectores habituales de obras literarias pasó de 68,3 a 63,3 % y el número de lectores de obras profesionales de 54,9 a 54,1 %. Es cierto también que el número de espectadores teatrales (por lo menos una vez al mes) pasó de 27 a 32,6 %. Sin embargo, en esa ciudad de más de un millón de habitantes sólo funcionaban durante estos años cinco teatros, una sala de conciertos y cinco museos, entre ellos algunos poco frecuentados por su temática histórico-revolucionaria. Ahora bien, se tra- ta de una antigua ciudad universitaria que cuenta con 80.000 estudiantes y 125.000 alumnos y que es capital de una república autónom a . La situación es m u c h o m á s compleja en las grandes ciudades nuevas y en las ciudades pequeñas y medianas. La inexistencia de un medio urbano desarrollado provoca una deformación de las relaciones. C o m o consecuencia, las capas sociales se desestructuran y pierden la posibilidad de manifestar sus intereses. Es difícil captar las expectativas de la población, condicionadas por 395 Estructura social de la ciudad soviética íí¿s#í%tí'- J ^ v ,»--rfWt_: "i-, El espacio urbano soviético en los años I960: bloques de hormigón invaden el c a m p o circundante, H . Cartier-Bresson/ Magnum. la pertenencia a una capa social, ya que no existen instituciones que canalicen las necesidades específicas de los grupos (capas) que componen la sociedad urbana. V o y a ofrecer algunos datos sobre esta mism a ciudad de Kazan, que caracterizan las condiciones de vida de las distintas capas sociales y sus respectivas diferencias en 1983, es decir, en vísperas de la perestroika. El personal directivo de los diferentes niveles ganaba por término medio 220,9 rublos, los obreros cualificados 180,3 rublos y la gran m a sa de empleados que realizaban un trabajo intelectual 155,3 rublos; para estas categorías de personas la proporción de quienes tenían apartamentos independientes o casa propia era de 89, 67,1 y 4 4 , 2 % respectivamente. Los datos relativos a la salud son los siguientes: el personal directivo toma anualmente un promedio de 7,9 días de licencia por enfermedad (sin contar los días que se toman para cuidar a parientes), los obreros cualificados, 9,9 y los empleados que realizan un trabajo intelectual, 10,4; el porcentaje de los que consideran malo su estado de salud se cifra en 5,9, 14,2 y 13,9 % respectivamente. Los datos relativos a la biblioteca familiar son: el personal directivo posee u n a media de 542,5 libros, los obreros cualificados 67,6 y la gran m a s a de intelectuales 186,7. El panoram a relativo a la frecuencia de lectura de obras literarias es el siguiente: en las tres categorías la proporción de los que leen regularmente (todos los días o varias veces por semana) es, respectivamente, de 81,1, 55,9 y 7 4 , 7 % . Para terminar, algunos datos sobre las vacaciones: las pasaron en el extranjero 5,7, 0,4 y 2 % respectivamente; en un sanatorio, una pensión o un centro de reposo: 17, 9,9 y 13,2%. C o m o se desprende de las cifras citadas, las diferencias sociales son evidentes, pero no revisten por sus dimensiones un carácter cualitativo. C o m o ya señalé, el problema estriba en otros aspectos: las diferencias en los bienes que se posee son consecuencia directa del puesto 396 que se ocupa y de la pertenencia a este o aquel sector de la economía. C o m o conclusión, voy a procurar exponer mi propia concepción de las estructuras sociales de una ciudad. Es inherente a la comunidad urbana una estructura social y espacial que se estudia aplicando el método de la ecología factorial. También en la U R S S esta orientación ha tenido cierto auge7. Sin embargo, dada la función básica de reproducción social de la ciudad, resulta que lo que moldea y organiza c o m o sistema las relaciones urbanas son los grupos de consumidores (= de consumo cultural) y las relaciones que se dan entre ellos8. Ovsei Irmovich Shkaratan cir, los fenómenos de desintegración de condiciones particulares, lo que, según esta teoría, guardaría relación con el proceso de reducción de las desigualdades dentro de la sociedad. ¿Cuáles son las primeras conclusiones que se pueden sacar del estudio de las relaciones sociales en la ciudad soviética? A una sociedad con estructuras sociales «autoritarias» corresponden ciudades despersonalizadas en las que las autoridades locales actúan c o m o representantes de la autoridad central y no c o m o portavoces de los intereses de la comunidad urbana. En u n socialismo estatal, se considera la ciudad no c o m o u n a comunidad territorial que se reproduce naturalNuestra tarea consistía en elaborar un indimente, sino c o m o una organización con u n fin cador del carácter de las actividades extraproespecial de tipo productivo. Se reprimen los ductivas (en otros términos, del carácter del elementos de autorregulación del sistema urbaconsumo). Dicho indicador determina el grado no, y los procesos espontáneos se reglamentan de intensidad del consumo según su diversifiy se transforman artificialmente en procesos cación. Durante la investigación es fácil registrar las ocupaciones del encuestado en su organizados. E n consecuencia, c o m o la ciudad ha perdido su «masa crítica» de espontaneitiempo libre. Se puede medir el grado de participación de la gente en esas actividades por la dad, en un determinado m o m e n t o queda condenada al estancamiento y cualquier innovafrecuencia con que las practican durante un peción resulta imposible. ríodo determinado: semana, mes, año (según el tipo de ocupación). El trabajo consiste en m e Todos estos factores influyen considerabledir la diversidad de las actividades extrapro- mente en la manera en que la ciudad cumple su ductivas de la gente por su grado de participa- función esencial, a saber, la reproducción soción en diferentes tipos de actividades. El tipo cial del individuo. Es evidente que la ciudad de ocupación (actividad) es una categoría genesoviética no ofrece en la actualidad las condiral empleada en la investigación para clasificar ciones indispensables para la constitución de las ocupaciones cotidianas en bloques según su los recursos h u m a n o s necesarios en los sectores proximidad funcional (por ejemplo, cuidado y de producción de alta tecnología. E n efecto, los educación de los hijos, actividades intelectuahabitantes necesitan distintas actividades de les y culturales). Si se elabora un continuum de esparcimiento, educación permanente, u n elelas actividades extraproductivas, la diversidad vado nivel de vida y servicios de gran calidad. de los tipos de actividad dentro de una misma En estas circunstancias, la principal orienclase aparece c o m o una relación de lo particutación para el desarrollo de la ciudad soviética lar a lo general. E n total se obtuvieron nueve es que los ciudadanos dejen de formar una m a grupos, establecidos según el grado de diversisa, una multitud indiferenciada, manipulada dad de las actividades extraproductivas (o de arbitrariamente por las autoridades locales, consumo en el sentido amplio del término). para convertirse en una comunidad autoorganizada de personas que dirijan cada vez en m a Según esos grupos, la distribución de los enyor medida su propio destino y el de la ciudad. cuestados mostró en todas las capas sociales una estructura bastante pobre de las actividaLas leyes promulgadas en los últimos años des (este punto se ha tratado anteriormente). han creado ciertas condiciones previas que faPor el contrario, se descubrió una baja relación cilitan esta nueva situación. E n las ciudades se entre las diferencias por capas sociales y grupos han creado distintas cooperativas. Sólo en de consumidores urbanos, lo que constituye al1988 el número total de cooperativas en fungo imprevisto (véase el cuadro 2). Para la intercionamiento se multiplicó por 5,5, elevándose pretación teórica de este fenómeno se recurre a el 1.° de enero de 1989 a 77.500. Esas cooperala teoría de Wesolowski sobre los fenómenos de tivas empleaban a 1.400.000 personas, es decir descomposición de la estructura social9, es denueve veces m á s que a comienzos de año, y se 397 Estructura social de la ciudad soviética C U A D R O 2. Tipología de las actividades extraproductivas de los representantes de las diferentes capas sociales (Kazan, 1974 y 1983; hombres), en porcentajes para cada renglón Personas 1 i 3 4 5 6 7 8 9 interrogadas % 11.8* 14.7 32.9 24.2 22.4 27.4 10,6 7,4 14,1 ÏZ5 3,5 7.4 4.7 4.2 0,0 1,1 0,0 1.1 85 95 100 100 Obreros con un trabajo cualificado 3,4 8.7 18.3 21.5 20.4 24.7 10,4 14,7 T43 13.3 7,7 9.3 5,5 3,2 1,6 0.5 1.3 624 953 100 100 Obreros con un trabajo altamente cualificado con actividades físicas e intelectuales 0.0 0.0 12.2 19.7 24.4 27.9 9,8 9.8 19.5 16,7 19,5 9.8 6.6 4,9 6.6 0,0 3,3 41 61 100 100 Trabajador con una actividad intelectual poco cualificada (empleado no especialista) 6.5 2.6 32.3 26.3 19.4 26.3 3,2 5,3 22,6 10,5 10.5 6.5 7,9 0.0 7.9 3.2 2.6 31 38 100 100 Trabajadores con una actividad intelectual cualificada que requiere estudios secundarios especializados 5.3 4.5 8.0 12.1 22,7 19,7 17,3 16,7 20,0 21.2 8.0 9,1 12,0 13,6 6.7 3,0 0.0 0.0 75 66 100 100 Trabajadores con una actividad intelectual cualificada que requiere estudios superiores Trabajadores con una actividad intelectual altamente cualificada que requiere estudios superiores v formación complementaria 1,1 5,0 19.8 21,7 15,4 18,5 22,0 17,8 10.4 12,5 14,3 12.1 8,5 7.1 2.8 0.5 1,1 182 281 100 100 0,0 2.9 7.8 9.7 11,8 26.2 9,8 16.5 16,7 22,5 ÏM TÏ6 20,6 5.8 9,8 3,9 1.0 2,8 102 103 100 100 2.9 0.0 5.7 5.0 20.0 25.0 17.1 17.5 11,4 273 17.1 2.5 17.1 20.0 8.6 2.5 0.0 0,0 35 40 100 100 TOTAL: 1974 1983 1.277 1.748 100 100 Capas sociales Obreros con un trabajo no cualificado o poco cualificado Trabajadores altamente cualificados con funciones directivas 9.3 21,3 9.8 6.5 * P o r e n c i m a de la línea: estadísticas de 1974; por debajo d e la línea: estadísticas de 1 9 8 3 l\v = 0 . 1 9 9 ( 1 9 7 4 ) ; 0 . 1 8 0 ( 1 9 8 3 ) ocupan de sectores m u y variados: producción, representaciones teatrales, actividades recreativas, deportivas y sanitarias, ingeniería y técnica, comercio, etc. En 1988 su producción de bienes y servicios representó 6.000 millones de rublos, es decir. 17 veces más que en 1987 10 . Así está desapareciendo de hecho el monopolio de la propiedad del Estado y se están formando empresas económicas independientes. Cabe prever que a fin de siglo el número de miembros de las distintas cooperativas oscilará entre 20 y 30 % de ciudadanos. Los producto- res individuales ocuparán un lugar m u y importante, sobre todo en materia de actividades recreativas, con lo que se diversificarán m á s aún los grupos sociales. La aparición de empresas económicas independientes, es decir, no estatales, dará a la comunidad urbana un carácter democrático; las ciudades podrán renacer c o m o comunidades autoorganizadas y autoadministradas que tienen su motivación, sus recursos y -lo que es m á s importante- sus objetivos de desarrollo propios (y no impuestos desde el exterior). En 398 Ovsei Irmovich Shkaratan ciertos aspectos van a acentuarse las diferencias sociales que existen en la sociedad urbana, o m á s exactamente van a revestir u n carácter abierto y transparente. V a a acentuarse el proceso de consolidación y politización de los grupos sociales así c o m o de t o m a de conciencia y abierta manifestación de sus intereses; los órganos de autoadministración local van a convertirse en el c a m p o de batalla de esos grupos y en el lugar en el que se conciliarán sus intereses en función de sus recursos. Esta evolución se verá facilitada por la Ley de Administración Descentralizada que se está preparando. Y a se han formado miles de asociaciones ciudadanas para la protección del medio cultural y de la naturaleza, así c o m o numerosos clubes políticos, complejos de viviendas para jóvenes, etc. Las relaciones de esas asociaciones con las autoridades locales son frecuentemente m u y tensas, ya que representan una protesta contra el poder de la administración y la burocracia. Pese a estas dificultades, tales asociaciones están aumentando y convirtiéndose en una fuerza cada vez m á s influyente en las ciudades. Traducido del raso Notas 1. Marx K... Engels, F . . Obras completas, tomo 46, parte I, pág. 463. E n los últimos años los orientalistas soviéticos al analizar esta idea prefieren calificar de estatal ese m o d o de producción. Las relaciones socioeconómicas se caracterizan porque quienes explotan a los pobres no son los propietarios sino quienes detentan el poder. El aparato estatal se apodera de los medios de producción y organiza y controla la producción y la distribución. Véase por ejemplo, Vasiliev, L.S.: Estado y m o d o estatal de producción en la antigua China, La sociedad}' el Estado en China, parte I, Moscú, 1981, págs. 37-39. en cifras- 1987. Moscú, 1988, págs. 191-192. 2. Investigaciones sociológicas, 1986. n ú m . 3, pág. 100, la URSS 6. La economía de la URSS en 1987, págs. 384-387; D u m n o v , 3. Investia, 7 de julio de 1988, pág. 3. La economía de la URSS en 1987; Anuario Estadístico, Moscú, 1988, pág. 475. 4. La economía de la URSS en ¡987, pág. 447; Argumentos y hechos, 1989, n ú m . 1, pág. 3; Tiempos Nuevos, suplemento de la revista, Perestroika y Derechos Humanos, diciembre de 1988, pág. 12. L.I., Putgaizer, V . M . , Shmarov, A.I., Cómo gasta el tiempo la población, Moscú, 1984. pág. 102; Investigaciones sociológicas, 1986, n ú m . 1, pág. 73-81. 7. Rukavishnikov, V . O . : La población de la ciudad, Moscú, 198U: Barbash, N . B . : Metodologia del estudio de la diferenciación territorial del medio urbano, Moscú, 1986, etc. 8. Publiqué una metodología de la determinación y descripción de esos grupos en: Soviet Sociology, vol. X I X , n ú m . 1 (verano de 1980). 5. Pravda, 30 de marzo de 1987; 9. Wesolowski, W . Klasy, warstwa Investigaciones sociológicas, 1987, iwladza. Varsóvia, 1966, n ú m . 4, pág. 51. págs. 185-193. 10. Argumentos y hechos, 1989, n ú m . 18, págs. 3-4. ¿Puede revitalizarse la zona costera de Tokio? Hidenobu Jinnai hacia el m a r desempeñaban un sinnúmero de funciones y eran importantes por diversos conTokio, ciudad que a la par de Venecia una vez ceptos, en particular, porque en ellas se desenfue llamada «la capital del mar», se desarrolló volvía la vida cotidiana de la población. E n después de la guerra dejando completamente esos barrios se creaba una cultura urbana m u y de lado la zona costera. Sin embargo, la situa- animada, de m o d o que adquirían un aspecto ción ha empezado a cambiar y en la actualidad simbólico m u y específico. E n toda la ciudad puede decirse que súbitamente se ha tomado había lugares en los que la población podía esconciencia del agua. H a n cobrado especial inte- tar en estrecha relación con el agua. rés los parajes situados cerca del océano. Se oye Sin embargo, las ciudades de nuestro tiemdecir incluso que ha llegapo fueron construidas pendo «la hora de las zonas risando en que los intereses Hidenobu Jinnai es un arquitecto japobereñas». Felizmente se ha de la industria eran los m á s nés y profesor en la Universidad Hosei, comenzado una vez más a Departamento de Arquitectura, Tokio, importantes. C o m o conseJapón. H a publicado varios libros, enatribuir la debida imporcuencia, la zona costera se tre los que se encuentran Space Anthrotancia a los distritos de las convirtió en un lugar plagapoloçv of Tokyo ( 1 985, en japonés) y ciudades japonesas que coEthnie Tokyo (\9%1). do de instalaciones portualindan con el agua. N o obsrias, fábricas, depósitos, estante, en medio de este entaciones de carga y descartusiasmo un tanto exageraga, etc. Para la masa de la do por esas zonas, se ha población es difícil tener desfigurado en cierta medicontacto con el agua. C o n da lo m á s importante del forme esa zona se iba sepaproblema ya que se han rando de la población, su propuesto toda clase de imagen empezaba a deteideas diferentes y han coriorarse debido a factores brado vida propia distintos lemas. Es preciso como la contaminación característica del desarepensar el verdadero sentido de la revaloriza- rrollo industrial. ción del agua. N o obstante, al cabo de poco tiempo m u chas de esas instalaciones resultaron innecesarias por los cambios que se produjeron en la función de los puertos y en la estructura de la Las cuatro fases industria, lo que llevó a que se repensara la m a de revalorización de nera c ó m o se iban a aprovechar esos terrenos. la zona costera En la actualidad hay muchas zonas llenas de En realidad es natural que en nuestra época au- construcciones deterioradas y lúgubres, lo que mente el interés por el agua. En otro tiempo las facilita la recuperación de la zona costera. zonas de la ciudad que miraban hacia un rio o Aprovechando esta circunstancia favorable, a Introducción RICS 125/Set. 1990 400 partir de los años setenta las ciudades de Europa y los Estados Unidos empezaron a hacer todo lo posible para rehabilitar dichas zonas y construyeron locales comerciales e instalaciones de recreo, de m o d o que una vez más la población ha tenido acceso a esos parajes que una vez más se habían vuelto atractivos. Si los habitantes de Tokio han tomado conciencia de las zonas que colindan con el agua, se debe a un fondo social y económico que es básicamente similar, pero al m i s m o tiempo tiene características peculiares. El movimiento para revitalizar dichas zonas empezó a cobrar importancia a comienzos de los años ochenta. Para rehabilitarlas se han abordado diversos enfoques y adoptado toda una serie de medidas. Quisiera resumir la situación. En primer lugar, se ha intensificado el «sentimiento de familiaridad» con el agua, ya que la población exigía m á s lugares de esparcimiento. La megalopolis de Tokio, que había perdido sus zonas verdes y sus aguas, convirtiéndose en una jungla de cemento durante el desarrollo que caracterizó el período de crecimiento de la postguerra, era cada vez más una ciudad invivable, un yermo que se denominó «el desierto de Tokio». Empezaron luego a cambiar los valores y las prioridades de la sociedad. Se comenzó a exigir un entorno más rico y a proclamar la importancia de las zonas verdes y del agua, lema éste que es clave cuando se pretende tener una ciudad con un mejor aspecto y con mejores instalaciones de esparcimiento. A partir de los años setenta empieza a cobrar importancia el movimiento cívico que se propone recuperar las zonas costeras y los espacios verdes. El primer objetivo fueron las zonas verdes, pero paulatinamente se incluyó también el agua, y en la actualidad muchos distritos cuentan con parques en los que ésta se utiliza de m o d o creativo. Así, una vez m á s se ha prestado atención a las zonas ribereñas. También en T o kio esta tendencia es evidente en la revalorización del río Sumida, otros ríos y canales, así c o m o en los distritos situados en la bahía. El control y la regulación de la contaminación obligaron a muchas fábricas a desplazarse, lo que tuvo c o m o consecuencia positiva el mejoramiento paulatino de la calidad del agua que antes era sucia y fétida. Esto ha permitido a la población reunirse en las zonas ribereñas y utilizarlas c o m o a bien tengan. Se están constru- Hidenobu Jinnai yendo excelentes instalaciones recreativas de diferente tipo que explotan las características específicas de esos parajes. El movimiento para revalorizar el río Sumida es m u y dinámico, debido sobre todo a las múltiples actividades del movimiento cívico denominado «Club Río Sumida». C o m o ejemplo cabe citar la línea de transporte acuático entre Puente Azumabashi y el Muelle Takeshiba y los barcos de recreo «yakatabune», que son cada día m á s populares. Puede mencionarse además el Puente Sakurabashi destinado exclusivamente a peatones, que une las dos partes del Parque Sumida y pudo construirse gracias a un esfuerzo conjunto de los distritos de Taito y Sumida. E n ambas riberas se han construido embarcaderos especiales para que se conozca el agua. E n el distrito de Koto ha empezado a funcionar otra línea de transporte acuático que une el río Sumida y sus canales con la Bahía de Tokio. Hay además un parque acuático popular que representa un «foso Sendai». En el Parque Odaiba se reúnen los jóvenes que practican el surf, así c o m o excursionistas y amantes de la pesca. El resultado es un entorno exótico que contrasta con el perfil y los rascacielos de la ciudad, entre otros la Torre de T o kio. Al sur del Muelle Oi se encuentra el Parque de Aves Silvestres de la Bahía de Tokio, construido gracias a un movimiento cívico. Así pues, cada vez es más enérgica la exigencia de la población de un entorno natural constituido por las zonas que lindan con el agua. U n segundo movimiento que afecta dichas zonas es el intento de atraer nuevamente a la gente a esa área, construyendo edificios de apartamentos a lo largo del río Sumida y la Bahía de Tokio, distrito éste en el que la población sedentaria había disminuido constantemente a partir de la guerra. Desde el período Meiji gran parte de la zona situada en la desembocadura del río y la bahía era un distrito industrial ocupado por enormes construcciones de fábricas y depósitos, que han quedado desocupados al haber perdido su función original debido a los cambios de la estructura industrial y la racionalización del trabajo. Esos espacios vacíos se han convertido en un poderoso incentivo para atraer residentes al centro de Tokio, con la construcción reciente de edificios de apartamentos e instalaciones culturales y comerciales que integran la población y el agua. ¿Puede revitalizarse la zona costera de Tokio? 401 El área metropolitana de Tokio, la megápolis m á s densa del m u n d o , con 30,64 millones de habitantes en 1985 24.3 % de la población total de Japón. Sigue creciendo, D . R En la actualidad se está construyendo la 1990. E n la actualidad se está montando la es«Ciudad Fluvial 21», primer proyecto que apli- tructura de acero para las construcciones elevaca la llamada «estrategia de la ribera del río». das. A d e m á s , a lo largo de la ribera del río SuEse sitio estaba ocupado por una fábrica de la mida y de los canales del distrito de Koto se compañía Ishikawajima Harima y se está con- están construyendo muchos apartamentos. virtiendo en un parque acuático con pequeñas Algo que surgió m á s tarde y está cobrando laderas, en cuyo centro se elevan edificios de gran interés para la zona costera es la llamada apartamentos para 2.500 familias, con las co- «cultura del ático». Al igual que en el distrito rrespondientes instalaciones culturales y de Soho de Nueva York, existe en la zona costecomerciales. Su terminación está prevista para ra de Tokio una cultura creativa en la que los 402 áticos y depósitos se están utilizando c o m o galerías, estudios y teatros. Los inmensos depósitos con sus paredes de concreto, simples y sin adorno alguno, no sólo son económicos, sino que tienen una atmósfera refrescante y distinguida, además de ser un lugar adecuado para exponer arte moderno. El lema «renacimiento del centro de la ciudad» se oyó por primera vez hace unos cuatro años. La zona hace alarde de una cultura imponente e impetuosa, y el hecho de que apareciera en el centro de la parte oriental de la ciudad constituye un hito, ya que tradicionalmente el interés cultural se desplazaba hacia el este. C o m o esa área ha comenzado a difundir un incentivo cultural y artístico, es natural que allí se reúnan los jóvenes. En particular, zonas com o Takeshiba y Shibaura con sus innumerables depósitos se están convirtiendo en barrios de diversión a la m o d a , con cafés y restaurantes. Tal vez haya aparecido por fin una época de cultura en la que se aprecian debidamente la naturaleza y la tradición, y se atribuye importancia a un entorno sano. Cabe esperar que las zonas ribereñas de Tokio serán lugares agradables y ricos en incentivos, c o m o lo son en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, la situación actual no es del todo alentadora. H a surgido una cuarta tendencia que no tiene c o m o base el deseo de revaluar el agua. H a aumentado la demanda de oficinas c o m o consecuencia inevitable de la ola de internacionalización e informatización. Las zonas ribereñas se convirtieron de un m o m e n t o a otro en centro de atención c o m o posible emplazamiento de oficinas. Al m i s m o tiempo, conforme evolucionaba la tecnología, los lemas de la industria de la construcción son «edificios inteligentes», «ciudades inteligentes». Esta situación concuerda perfectamente con el aliento que da el Gobierno a la demanda nacional, por lo que la industria de la construcción ha conocido un nuevo auge. Así, pues, la nueva ordenación de esas zonas va a ser una de las tareas m á s importantes que habrán de abordar el Gobierno y las grandes compañías. U n o tras otro, han surgido «edificios inteligentes» en los distritos de C h u o y Minato, donde antiguamente existían grandes depósitos, por lo que está cambiando el perfil de la ciudad. Se teme que esta evolución pueda acabar con la «cultura del ático», lograda con tanto esfuerzo. C o m o respuesta a la creciente interna- Hidenobu Jinnai cionalización e informatización en Japón, existen planes para construir un segundo centro de la ciudad a lo largo de la zona costera, un área comercial con edificios residenciales, hoteles e instalaciones comerciales y culturales. El proyecto es la «Urbanización n ú m . 13», últimos terrenos que se han ganado al mar en la Bahía de Tokio. Parece que se están preparando planes para otras muchas urbanizaciones de ese tipo. En medio del auge de la construcción las zonas ribereñas se han convertido en c a m p o de batalla de ideas e intereses contradictorios. Era de esperar que el Japón se convertiría en una sociedad postindustrial y entraría en la edad del entorno y la cultura. Sin embargo, según la sociedad de la información, la prioridad en el desarrollo de Tokio es la economía. Este movimiento se refleja con toda claridad en las zonas ribereñas. D e todos m o d o s , la utilización de dichas zonas comprenderá sin duda alguna los tres elementos siguientes: 1) oficinas; 2) residencias; 3) instalaciones recreativas, entre otras los parques costeros. Cabe esperar que se puedan entrelazar esos elementos de m o d o armónico a fin de crear un conjunto atractivo. Sin embargo, en la actualidad es m u y fuerte la d e m a n d a de espacios de oficina. Existe el peligro de que las zonas ribereñas que finalmente estaban volviendo a la población, terminen por convertirse en una masa estéril de hierro y concreto. Sería vergonzoso que los sentimientos humanos se vieran ahogados por un entorno en los que sólo prospera la computadora. Sentido de la zona costera Según se ha señalado anteriormente, hay un sinnúmero de proyectos en dicha zona, que constituyen un elemento clave de la tendencia a incrementar la demanda nacional y revitalizar el clima comercial. Existe preocupación por que se pierda de vista el sentido que tiene una zona ribereña para el ser h u m a n o . Si esos temores se cristalizan, no es posible esperar que pueda construirse una ciudad humanizada. Así pues, es esencial reconsiderar el problema de dichas zonas, con plena conciencia de lo que significa la creación de u n espacio urbano atractivo. Para experimentarlo en carne propia y no de m o d o abstracto, ¿por qué no ir a visitar esos ¿Puede revilalizarse la zona costera de Tokio? ^9RS/SmB" ilLj¿ÍÍ ¿ Jf Y'-^ST^^rr 403 fe l-lll I TI La ciudad fluvial 21, que se construye en el marco de la «estrategia de las riberas del río», en Tokio, H . Jinnai, D . R 404 parajes? Se comprenderá así que esa parte de la ciudad abre la mente a amplias perspectivas. Se verá la «ciudad» cobijada dentro de la «naturaleza» en forma de agua. Hay fábricas y depósitos abandonados, así c o m o vías de tren enmohecidas entre las que crece la yerba. H a y muelles con barcos oxidados y a lo lejos extensiones de agua. Se puede visitar Tsukudajima para tener una idea de lo que era una aldea de pescadores en el período Edo. E n Odaiba se entra en contacto con un período más antiguo de la historia: fortificaciones construidas a finales del período Edo c o m o defensa contra los «buques negros» de Estados Unidos. Las zonas ribereñas están punteadas con lugares c o m o esos, en los que la corriente de la historia ha dejado su huella y en los que se ha acumulado la pátina del tiempo. Se está frente a extensiones de agua, lo mismo que ante la prolongación del tiempo. U n lugar que hace sentir la extensión de la historia, libera la mente y enriquece la imaginación. A d e m á s , c o m o se puede experimentar el océano que se abre ante los ojos, se tiene una sensación maravillosa que refresca y vigoriza física y mentalmente. El panorama de la ciudad es del todo diferente desde ese lugar. Otro incentivo de la zona es la manera c o m o refleja en forma sensible y clara los cambios de las estaciones y el paso del tiempo. En esta época en la que las personas están motivadas por la emoción y no por la fría lógica económica y funcional, las zonas ribereñas con su apariencia cambiante al ritmo de las estaciones son un sitio ideal que estimula la imaginación. Tal vez ni la emoción ni los sentimientos humanitarios tuvieron importancia cuando se construyeron las ciudades modernas a un ritmo frenético y precipitado. N o obstante, en la actualidad se valora la sensibilidad de la vida. Por ejemplo, percibimos en el crepúsculo los leves cambios del agua y del aire y gustosos pasamos algún tiempo contemplando la noche. E n otras palabras, puede decirse que los lugares que nos recuerdan las percepciones más humanas se encuentran en las zonas ribereñas. Precisamente por esta razón deberían ser fácilmente accesibles a toda la población. Esa zona es además, el lugar m á s adecuado para las personas que trabajan en los «edificios inteligentes», a fin de mitigar el estrés producido por la técnica. E n este sentido no se oponen los elementos de diversión y recreo, por Hidenobu Jinnai una parte, y funcionalidad de las oficinas, por otra, sino que más bien se complementan y enriquecen mutuamente. Revalorización del potencial marino Conforme avanzaba el desarrollo de la ciudad moderna, se fue olvidando durante largos años el valor de las zonas ribereñas. Actualmente tenemos una buena oportunidad de utilizar esas zonas, pero las personas directamente interesadas siguen indecisas en cuanto al tipo de espacio urbano que ha de crearse. Desde luego, otros proyectos urbanísticos en países extranjeros constituyen valiosos modelos. H a y mucho que aprender del período Edo de Tokio c o m o rica capital marina. La ciudad de Edo fue construida en estrecha relación no sólo con los ríos y canales que surcan la ciudad, sino además con el océano. Las zonas ribereñas eran parte integrante de la vida de la población antes de que en la era Meiji quedara ahogada por fábricas, depósitos y muelles. N o sólo se utilizaron para negocios relacionados con el comercio, la pesca, etc., sino que contaban con numerosos lugares de importancia religiosa, por no hablar de las instalaciones destinadas a esparcimiento y recreo. E n una palabra, en esas zonas se encontraban diversos sitios populares agradables y representativos. Prueba de ello son las muchas pinturas sugoroku y meisho de vistas famosas que muestran una profunda identificación con las zonas ribereñas. Por ejemplo, si consideramos la zona que se extiende desde la desembocadura del río Sumida hasta Haneda, a la que se presta cada vez mayor atención, vemos que hay muchas conexiones entre el mar y la ciudad, entre el agua y la tierra, y nos damos cuenta de que el océano hace atractiva la vista de la ciudad y enriquece la vida de la población. El panorama del mar desde las cimas de las montañas era magnífico. En el período Edo la tierra firme no se extendía tanto hacia el m a r c o m o hoy día y la cordillera estaba más cerca del océano. Subiendo a una pequeña colina se podía disfrutar del grandioso panorama de la Bahía de Edo y contemplar el océano por encim a de los techos de la ciudad. A d e m á s , se construían santuarios y templos en esos acantilados, considerados c o m o sitios con u n .Puede revitalizarse la zona costera de Tokio? 405 U n o de los numerosos planes de rehabilitación de los terrenos ganados al m a r en la bahía de Tokio: un segundo centro de la ciudad, proyecto de la Administración Metropolitana de Tokio, D . R . magnífico panorama y escogidos intencionalmente por su belleza. Se puede imaginar que vistos desde la otra dirección, esos santuarios religiosos eran puntos de orientación importantes para el marinero. Incluso si los templos no eran m u y elevados, en los bosques que los rodeaban había enormes ginkgos y otros árboles considerados sagrados. Puede verse, por consiguiente, que los planificadores habían pensado en su función de señales orientadoras. En la actualidad, conforme se gana cada vez más tierra al mar y se construyen edificios cada vez m á s elevados, los lugares para contemplar el océano ya no son las colinas o montañas, sino la Torre de Tokio y demás rascacielos. Así pues, los grandes edificios construidos a lo largo de las zonas ribereñas deberán tener terrazas de observación y restaurantes panorámicos para poder contemplar el hermoso panorama. Están proliferando los rascacielos diseña- dos c o m o edificios inteligentes que por motivos de seguridad impiden la entrada de personas no autorizadas. En el período Edo al descender de las m o n tañas hacia el mar se podía contemplar el m u n do de los chonin (mercaderes), que se extendía en derredor. A lo largo de la zona costera había espacios pintorescos de proporciones h u m a nas. E n todas partes podía verse una dramática creación de espacio. Al término de una callejuela el caminante se encontraba de repente ante un mar imponente. U n elemento importante de la ordenación moderna de la zona costera es crear una atmósfera vigorosa y animada. Por esta razón no es conveniente que dominen la costa únicamente rascacielos sin vida y edificios de oficinas. E n Boston y Nueva York se incorporaron los viejos muelles y edificios ricos en significación histórica para crear espacios animados, de fácil acceso y proporciones humanas. A m e n u d o se 406 ha dado acceso a la zona costera dejando detrás los edificios de oficinas, lo que permite su coexistencia. La zona costera de Edo se caracterizaba por los numerosos restaurantes de alta calidad y los establecimientos que alquilaban habitaciones. Era un lugar agradable que miraba al océano, donde el habitante de Edo podía descansar y divertirse. Las posadas de las diligencias de correos de Shinagawa eran una de esas zonas. Sencillas casas de té a lo largo de la costa de Tokaido ofrecían a los viajeros cómodos lugares de descanso. Sin embargo, en el Japón de hoy es difícil construir nuevos restaurantes o cafés al aire libre, debido a normas m u y estrictas. Es preciso en el futuro cambiar nuestro m o d o de pensar afinde recobrar la técnica y los conocimientos necesarios para construir buenos lugares de descanso a lo largo de la costa. En la actualidad podemos crear a lo largo de la zona costera un nuevo tipo de paisaje que no era posible durante el período Edo. En esa época existía la extravagante costumbre de diver- Hidenobu Jinnai tirse en un barco que navegaba a lo largo del río. Tokio tiene muchas zonas adecuadas para líneas de transporte urbano por agua y para barcos de recreo ya que la zona situada entre Shibaura y Haneda es m u y vasta y hay muchos canales construidos después del período Meiji. Es preciso utilizar plenamente esos recursos hídricos. A d e m á s , si continúa el desarrollo de áreas c o m o la Urbanización n ú m . 13, experimentaremos un nuevo panorama: contemplar las zonas comerciales de Tokio desde el otro lado del río. Y a en la actualidad es extraordinaria la vista de la ciudad desde la terraza de observación del Museo de Ciencias Marinas. Desde el paseo de la Urbanización n ú m . 13 se puede contemplar al atardecer un enorme sol enrojecido que se oculta plácidamente tras el muelle Shinagaw a y sus innumerables depósitos. También es hermosa la vista nocturna del centro de Tokio desde ese punto de observación. Traducido del inglés Planificación de una comunidad: Vidyadhar Nagar Balkrishna V . Doshi Antecedentes del proyecto Objetivos El proceso de urbanización de los países en de- La creación de Vidyadhar Nagar forma parte sarrollo se caracteriza en buena medida por las de los esfuerzos de la J D A para planificar coconstrucciones que se van agregando a los cen- rrectamente el desarrollo de la ciudad y solutros urbanos existentes. Los intereses económi- cionar los problemas que provoca la situación cos exigen que las actividades y, por consi- actual. Según las directrices elaboradas por la guiente, la población, se sitúen en esos centros Autoridad, deberían alcanzarse los siguientes urbanizados, pero el problema de su gestión, objetivos: por lo que atañe al abastecimiento de los servi- 1. Constituir un «modelo» de desarrollo urbacios básicos, la vivienda y no que pueda imitarse en el transporte, no cesa de otros lugares para proyecBalkrishna V . Doshi es un arquitecto de agravarse. tos similares de desarrollo. la India, director de la Fundación Vashtu-Shilpa para el Estudio e InvestigaLa reestructuración m a 2. Descentralizar las tención del Diseño Ambiental, que ha reaterial de las ciudades m e siones de la ciudad matriz lizado u n trabajo pionero en la diante vastos proyectos de por lo que atañe a la vivienconstrucción de casas de bajo costo y en planes de desarrollo ciudadano. Trabadesarrollo urbano sólo es da, las infraestructuras y jó con Le Corbusier en los años cinposible cuando los municilas actividades económicuenta y ha sido profesor en varias unipios poseen grandes supercas, y equilibrar las defiversidades norteamericanas. ficies de terreno. La Autociencias de la ciudad exisridad para el Desarrollo de tente. Jaipur (JDA) es una de las 3. Atender a las necesidapocas que son propietarias des de vivienda de u n secde una cantidad considerator entero de la sociedad y, ble de terrenos dentro de la en particular, de la clase ciudad. pobre urbana. C o n motivo del 250° aniversario de su fun- 4. Constituir un digno tributo al gran arquitecdación, la J D A decidió dedicar al arquitecto de to Vidyadhar Bhattacharya, que proyectó la la antigua Jaipur, Vidyadhar Bhattacharya, la ciudad amurallada de Jaipur en 1727. urbanización de 400 hectáreas situadas al noA d e m á s , las directrices estipulan que Vidroeste de esa urbe. Se propuso crear en ese lugar yadhar Nagar contará con los siguientes eleun municipio para 100.000 personas y denomi- mentos: narlo Vidyadhar Nagar en honor al arquitecto. En este artículo se expone la preparación En el plano municipal del plan básico para la creación de Vidyadhar Nagar, una ciudad símbolo de permanencia y 1) U n centro de oficinas gubernamentales; orden, de fe, calma y seguridad, y de posibilida- 2) oficinas institucionales; 3) oficinas comerdes socieconómicas. ciales; 4) una zona industrial; 5) una terminal RICS125/Set. 1990 408 Balkrishna V. Doshi de autobuses; 6) un centro sociocultural; 7,1) En el plano comercial un parque regional; 7,2) un parque dentro de la Se han proyectado los siguientes servicios para ciudad; y 7,3) un estadio. cubrir las necesidades de la población de este sector y hacer frente a la afluencia de las zonas Las condiciones de Vidyadhar Nagar próximas: Cines, hoteles, oficinas comerciales, espacios para el sector informal, esto es, carretiEn el plano residencial llas de m a n o , kioscos, etc., y comercio al por Según las estimaciones, se trata de proporciomenor. nar viviendas a una población de 100.000 a 150.000 personas, que abarca todos los sectores de la sociedad. A tal efecto se han estipulado Servicios comunitarios los siguientes parámetros. Todos los servicios necesarios para la vida coti1. Porcentaje de casas particulares y de aparta- diana de los residentes y, en particular, un cenmentos -para cada grupo 50 % de la totali- tro religioso, dharmshalas, centros comunitadad de residencias. rios, etc. 2. T a m a ñ o de los terrenos particulares: de 50 m : a 400 m 2 . Servicios públicos 3. Cinco categorías de apartamentos basadas en la estructura económica de la sociedad. Terrenos para casas particulares y oficinas para 4. Densidad residencial bruta: 375 personas el Servicio de Electricidad del Estado y el D e por hectárea. partamento de Ingeniería Sanitaria. 5. Altura máxima de los edificios: 18 m . A d e m á s , se han proyectado otros servicios 6. Porcentaje de superficie habitada (FAR): c o m o institutos, escuelas primarias y jardines 1,5 por casa de apartamentos. de infancia, centros comerciales adecuados según las necesidades de los barrios, etc. H a y que señalar, asimismo, que para todos los edificios Planificación de una comunidad: Vidyadhar Nagar 409 Uli ff rat i «.K T Ï;*, ,V 7 -jM^f .•1 /a izquierda: Ramganj Bazaar, en la antigua ciudad. U n ejemplo del estilo arquitectónico de Jaipur, B.V. Doshi, D . R . Arriba: «Imágenes de Vidyadhar Nagar». pintura de B . V . Doshi. D . R . 410 no residenciales, el F A R será solamente de 2,0 y la altura m á x i m a de 18 m . Balkrishna V. Doshi la superficie habitada y al uso diverso que se hace de la m i s m a durante las 2 4 horas del día. 3. La distinción espacial de cada nivel a u m e n Introducción ta gracias a espacios «de transición» adecuaLa planificación urbana en India, desde los dos (por ejemplo, las otlas, plataformas eletiempos de Mohenjodaro y Harappa hasta la vadas en la entrada de la casa, y q u e época m á s reciente de Jaipur, pone de relieve cumplen la función de un espacio de transiuna utilización eficaz de los escasos recursos de ción para actividades familiares). Estos esmanera coherente y respetuosa de las culturas y pacios diferencian astutamente los niveles los estilos de vida de India. El sentimiento de sin dificultar la circulación de las personas comunidad es siempre m u y fuerte en las ciudaen uno y otro sentido. des tradicionales. Cada vez se percibe con m a - 4 . L a visualización del medio ambiente en yor claridad que hay muchas lecciones que cada nivel puede resultar m u y clara debido aprender de las antiguas ciudades, en lugar de a la definición precisa de la jerarquía. adoptar sistemáticamente normas y principios 5. El margen de personalización y el uso múltibasados en las experiencias de Occidente. Del ple del espacio impiden la monotonía. estudio de nuestras ciudades se desprenden Las repercusiones en materia de utilización principios importantes de planificación tradi- de los terrenos y de costos son múltiples. Gracional que pueden seguir aplicándose hoy en cias a un alto porcentaje de propiedades privadía y que pueden crear una estructura urbana das y de responsabilidades en los niveles infeactiva y a escala h u m a n a . riores se logra u n mantenimiento mejor. E n contraste con los adormecidos suburbios A d e m á s , el uso múltiple del espacio contribuye residenciales de las ciudades contemporáneas, considerablemente a reducir los costos de consen la antigua ciudad de Jaipur abundan las acti- trucción y mantenimiento. vidades humanas que son el testimonio de una comunidad floreciente. Para comprender los elementos básicos de una comunidad así y po- Manifestación de la estructura der incorporarlos a nuestras propuestas, el jerárquica espacial Equipo de Planificación llevó a cabo un estudio sobre la ciudad vieja, que puso de relieve La escala y la interrelación de los espacios urbanos las lecciones siguientes. se reflejan tanto en la superficie c o m o en la concepción de los espacios. U n a utilización ingeniosa de estas dos dimensiones refuerza la manifestaJerarquía simbiótica ción espacial de la estructuración jerárquica. 1. La anchura de las calles y las dimensiones de de las actividades los espacios abiertos están en relación con la intensidad de su utilización por los residenEn contraposición con la segregación espacial tes (especialmente los niños y los ancianos) de las actividades residenciales, comerciales y y con el tipo de transportes. recreativas o de la demarcación basada en la estructura de clases, las ciudades antiguas repo- 2. El diseño de las calles y los espacios en cada san en distinciones basadas en un buen entennivel se integra a la trama estructural total dimiento de las sutiles y complejas jerarquías y teniendo debidamente en cuenta el uso múlcompatibilidades de las diversas actividades. tiple de los espacios en las distintas horas Por ejemplo: del día por los diversos grupos de edad de acuerdo con nuestras costumbres sociales. 1. Los diversos grados de intimidad y de vida pública están determinados por el orden es- 3. Los pequeños chowks (patios) y las calles repacial de los espacios y edificios públicos. sidenciales privadas favorecen la sociabili2. U n uso múltiple y simbiótico del espacio dad por medio de diversas actividades -las combina todas las actividades compatibles faenas domésticas de las mujeres, las conen cada grado de la jerarquía. Incluso los versaciones de los hombres y los juegos de conflictos de poca importancia se reducen los niños- que coinciden en el tiempo y el debido, entre otras cosas, a la segregación de espacio. Planificación de una comunidad: Vidyadhar Nagar 411 Vidyadhar Nagar (a la izquierda) está situada a unos 3 k m de la ciudad de Jaipur y queda unida a la ciudad madre por una calle-bazar, de la cual es una expresión contemporánea, B.V. Doshi. D.R. Un intenso aprovechamiento del terreno y una forma de construcción adecuada El aprovechamiento del terreno en las ciudades tradicionales es m u y intenso. Según algunos estudios, hasta un 75 % del terreno se aprovecha con fines privados. D e manera similar, el tipo de construcción de casas y calles es sumamente idóneo. A continuación se enumeran los rasgos m á s destacados. 1. El aprovechamiento óptimo de las tierras se ha logrado en parte gracias al uso múltiple de los espacios y en parte evitando ciertos «parques y terrenos públicos de juego» que han sido reemplazados por calles privadas y chowks cerrados. 2. M u c h o s espacios abiertos, que en otras condiciones habrían sido públicos, se encuentran en el interior de patios privados. 3. Las casas con fachadas estrechas y medianerías comunes se apiñan en torno a los patios privados que amplían los espacios utilizables a la vez que proporcionan buena luz y ventilación abundante, esencial en un clima cálido y seco. Muchos estudios han demostrado que esta form a de utilización de los terrenos es tres veces m á s eficaz que la forma más clásica con la casa en medio y un espacio alrededor. 4. El modelo de vivienda que ha surgido así facilita a sus ocupantes un mayor grado de personalización. 412 Balkrishna V. Doshi La unidad social y física m á s pequeña es la vivienda caracterizada por una casa con patio, adaptada al m o d o de vida introvertido de los indios, así c o m o a las condiciones climáticas áridas, con u n a insolación intensa y tormentas de tierra. D.v. Doshi. D R. E n términos m á s generales, el tipo de construcción de calles y chowks, delimitados por los edificios colindantes, les confiere un carácter más h u m a n o . Los espacios cerrados están convenientemente protegidos del sol cuando es necesario. Cohesión de los barrios La homogeneidad de nuestros barrios tradicionales, llamados comúnmente mohallas (vecindarios) o pols (barrios residenciales de una ciu- dad india tradicional) acentúa m u c h o el sentimiento de comunidad y da lugar a una intensa interacción social. Los grupos se basan en los denominadores comunes de casta, profesión o religión. La identidad propia de cada barrio se expresa materialmente en su estilo de construcción; además, está m u y bien diferenciada la entrada al barrio y a los callejones sin tráfico. Desgraciadamente, la concepción occidental de organización de las zonas residenciales en barrios separados y la segregación material de las actividades están dando que hacer a los planificadores indios. 413 Planificación de una comunidad: Vidyadhar Nagar N \ 4 • ^ > \ ^ \ 7 / / / N^ Sk \ fA ÜDDDDr | ( — I I — | \ DDDOD // /> A/y • • C D nnnn °oooam 1 -W \ y \¿ —ll—'<—' — I I i-innnni—i i D C3C3C3C3C3C3 D D D O D I n a a n a a 3^ El piano conceptual Praslar Sur Fl I 'iistu-Purush Mándala :::j±iiî±-: -:-i-f--r-f-r— :mmt Configuración de una ciudad indo-ana Estructura conforme a las Escrituras La organización en «9 manzanas., de la ciudad de Jai Antigua ciudad de Jaipur La planificación de la antigua ciudad de Jaipur tiene sus raíces en los principios religiosos que gobiernan la vida social en India desde hace milenios. El Mándala (diagrama). Vas tu (entorno) - Punish (energía) es un medio para construir en armonía con las fuerzas cósmicas y los grandes sistemas naturales. El Prastar es un concepto de planta urbana elaborado a partir del Mándala Vastu-Purush. El diagrama básico de «9 cuadrados» fue adaptado al lugar de Jaipur y aplicado de acuerdo con las Escrituras, B.V. Doshi, D . R . 414 Sin embargo, la estructura material rigurosa del sistema autóctono no impide la variedad, la flexibilidad y el crecimiento gracias a una gran diversidad de recursos. 1. La gran variedad de las dimensiones de los terrenos permite una fácil asimilación de grupos de clases diferentes dentro de cada grupo parental socialmente homogéneo. 2. C a d a barrio cuenta con servicios locales característicos que se organizan por consenso en función de las necesidades y prioridades de la comunidad, ya se trate de templos, dhobis (lavaderos), sacerdotes, escuelas, etc. 3. E n el interior de una estructura amplia, los habitantes tienen la posibilidad de organizar sus casas y servicios, manifestando así la condición y las prioridades de sus hogares. Así, pues, si se ha de planificar una ciudad satélite de 100.000 a 150.000 habitantes en las proximidades de una antigua ciudad tradicional c o m o Jaipur y en el estilo de Vidyadhar, no sólo habrá que reflejar lo que se expresa en Jaipur sino iniciar una nueva forma de vida adecuada para el siglo X X y los siglos sucesivos. U n a ciudad nueva construida afinalesdel siglo X X debe concebirse c o m o un lugar noble para una comunidad que se respete a sí m i s m a y que pueda vivir en condiciones de seguridad. Deberá crear una calidad de vida que fomente la participación de los ciudadanos de conformidad con la evolución del estilo de vida de las c o m u nidades humanas. Deberá generar una sensación de arraigo, de identidad personal y comunitaria para tratar de mantener constantemente el «ideal» de la vida h u m a n a . Por ende, el plano habrá de expresar creencias filosóficas y erigir los diversos elementos de la nueva ciudad de m o d o que cubra todas las necesidades de desarrollo h u m a n o . Los asentamientos humanos han manifestado casi siempre sus creencias en las fuerzas cósmicas y los valores que respetan. Aunque una actividad exija soluciones complementarias y a veces contradictorias, éstas deben combinarse para adaptarse a las actividades rápidas y lentas, activas y pasivas o diurnas y nocturnas c o m o partes integrantes del poblado. La forma de la ciudad debe seguir los principios de diversidad en la unidad, condensabilidad y extensibilidad, similares a los fenómenos biológicos en los que las extensiones y reproducciones están interrelacionadas. Balkrishna V. Doshi La estructura de los espacios, las calles, las viviendas y otras construcciones deben reflejar respeto por las creencias cosmológicas y, en particular, el sol, la luna y las estaciones. La orientación debe cumplir una función y proteger de la violencia del sol creando sombras y corrientes de aire o brisas en los espacios donde tengan lugar las actividades. Asimismo, las estaciones habrán de tenerse en cuenta para crear unos tipos de construcción que permitan aprovechar al m á x i m o cada espacio, ya sea abierto o cerrado. Es imperativo que estos conceptos estén presentes en la planificación de la ciudad para aprovechar y transformar todas las formas de energía y los recursos disponibles gracias a su preservación y a una utilización innovadora. Por ejemplo, las aplicaciones de la energía solar pueden reducir el consumo de combustible fósil, el proceso de recuperación del agua y la irrigación con poca evaporación pueden reducir la d e m a n d a de recursos hídricos y el empleo de materiales locales y nuevas técnicas de planificación y construcción pueden reducir la utilización de cemento y dar pleno empleo a m a n o de obra semicualifícada. D e manera similar, con un criterio adecuado se pueden mejorar los transportes, recurriendo en mayor medida a los medios locales de transporte, m á s económicos, al alcance de la mayoría de la población (locomoción a pie, bicicletas, motocicletas, etc.), lo que también puede reducir la superficie total de carreteras, facilitar la circulación y restarle peligrosidad y rebajar el ruido y la contaminación atmosférica. Si se aplica este planteamiento a la planificación de la ciudad así c o m o a las tierras, la flora, la fauna y las aguas que la rodean, Vidyadhar Nagar no sólo podrá convertirse en un fascinante trazado de construcciones con orientación ecológica, sino dar también un lugar preponderante a los centros cívicos y culturales de m o d o que se conviertan en la puerta de acceso a la ciudad y a su población. L a sensación que se experimente al entrar en la ciudad y el diálogo que se entable entre los edificios y sus habitantes deberán constituir una experiencia estética tan grata, al menos, c o m o la que produce la antigua Jaipur. Traducido del inglés El cuerpo cósmico Mary Douglas Según m i diccionario, la palabra microcosmo del cuerpo h u m a n o en los mismos términos es una metáfora del ser humano c o m o un pe- formales que se utilizan para designar las parqueño m u n d o , el epítome del macrocosmo o tes de un templo, una casa o el sistema planetauniverso. Es éste un sentido más vago que el de rio. La fuente principal de la riqueza de los símla doctrina de la analogía constante entre la na- bolos recíprocos es su carácter cerrado. Microturaleza universal y la humanidad. M e propon- c o s m o y macrocosmo limitan cada uno la go utilizarlo con un significado todavía más referencia al otro. El cuerpo tiene límites, tiene amplio y vago, para que comprendamos por entradas y salidasfijas;está limitado a una poqué vemos aquí o allá, dispersos y descoordina- sición erecta y la cabeza se halla situada en la dos, lo que llamaría «efectos cósmicos». Los parte superior. El modelo comienza con una efectos cósmicos no ilusg a m a estable de referentran ni ejemplifican nececias. Las limitaciones del Mary Douglas es profesora de H u m a n i sariamente u n e s q u e m a cuerpo h u m a n o no sólo exdades en la Fundación Avalon, Univerconceptual coherente. Sosplican el alcance de comsidad del Noroeste. H a publicado varios libros entre los cuales se encuentran tengo que surgen espontáplejas referencias recíproNatural Symbols (1970) Implicit Meaneamente c o m o una forma cas, sino que esclarecen nings ( 1975). Risk and Culture ( 1982) y directa de simbolizar cierta además algo que m e parece How Institutions Think ( 1986). clase de ideas. Si los vemos m u y intrigante en relación de m o d o fragmentario, no con la distribución de los podemos deducir que diefectos cósmicos. L o intechos fragmentos resultan resante es que no son unide la desintegración de una versales. metáfora más completa del ¿Por qué los efectos cósmicrocosmo. Podrían ser micos aparecen a veces en elementos de un microcosgran variedad y abundanm o que está a punto de cia y a veces en forma epiconvertirse en realidad. Podrían surgir esporá- sódica e intermitente? Señalaré en primer lugar dicamente sin llegar jamás a coligarse. Nos ca- algunos ejemplos del contraste entre efectos be sólo una certidumbre: los efectos cósmicos cósmicos ricos y pobres. Defenderé luego m i existen siempre que se utilice la estructura del explicación de las razones por las que en algucuerpo c o m o metáfora para aludir a estructuras nas sociedades no se atribuye al orden espacial combinadas más grandes. ninguna significación de esta índole. Sostengo Existe una gran variedad de efectos cósmi- que los efectos cósmicos ricos se sirven del cacos. Hay muchas maneras de representar en el rácter cerrado de los límites del cuerpo para espacio analogías formales entre distintos es- simbolizar el carácter cerrado de la comuniquemas conceptuales que proyectan recíproca- dad; que si la voluntad de encerrar a la comunimente microcosmo y macrocosmo. El efecto dad es débil, sólo se producirán efectos cósmicósmico mejor conocido es la representación cos frágiles; si la voluntad es crear una comuniR I C S 125/Set. 1990 416 dad totalmente abierta, habrá pocos signos de efectos cósmicos. E m p e c e m o s con los efectos cósmicos m u y poco desarrollados y consideremos el empleo de los términos «encabezamiento» o «pie» de una página y nuestra convención de alinear el eje norte/sur con la noción de cabeza y pie. Esto produce una ordenación de arriba hacia abajo: leemos comenzando por la parte superior de la página hacia la parte inferior. C o m o la m a n o que sostiene la página puede tomar cualquier dirección, el microcosmo potencial se libera de la orientación que indique. Podemos utilizar la palabra «libre» en contraposición con «anclada», para referirnos a cualquier representación lógica del cuerpo, transferible libremente. Algunos efectos microcósmicos sólo se han desarrollado en forma limitada, por ejemplo la referencia al cuerpo cuando hablamos de encabezamiento y pie de una página. Otros, por el contrario, son m u y ricos y abundantes. Se trata de entender por qué los efectos cósmicos ricos y sólidos alcanzan las plenas proporciones del microcosmo únicamente en algunas civilizaciones y no en todas. Los efectos cósmicos m á s ricos estarán unidos al movimiento de la tierra y los astros, poniendo así de manifiesto su referencia universal. Constituyen un marco formal para vincular las acciones del ser h u m a n o en tales situaciones al cambio periódico de las estaciones y a la aparición irregular de terremotos y tifones, una estructura metafórica permanente de sentido universal. A m e n u d o los templos, palacios y dem á s edificios públicos ejemplifican efectos cósmicos sólidos, pero no siempre. L o m i s m o sucede con las viviendas, por ejemplo, cuando la entrada está orientada obligatoriamente en cierta dirección: el este, la salida o la puesta del sol al oeste. Aunque la estructura principal puede estar orientada de ese m o d o , no necesariamente lo estará el interior. Los fulani, etnia nóm a d a de Nigeria, disponían todas las partes integrantes de su vivienda en lina m i s m a dirección: en todo nuevo campamento orientaban su hogar en dirección norte/sur para distinguir la precedencia masculina dentro de las generaciones, y en dirección oriente/occidente para el ordenamiento de las distintas generaciones1. Las casas de la región nororiental de Tailandia descritas por S. J. Tambiah utilizaban la dimensión superior/inferior según el grado de intimidad (los extraños sólo eran admitidos en los Mary Douglas niveles inferiores) y la dimensión oriente/occidente para indicar el prestigio: la entrada estaba orientada hacia el norte y la parte derecha hacia el oriente, siendo ésta la que merecía el mayor respeto2. U n ejemplo de efecto cósmico m u y limitado pero sólidamente anclado es la antigua granja irlandesa de County Claren, orientada de m o d o que en la parte occidental se reservaba una pieza que debían ocupar los padres al jubilarse cuando el hijo se hacía cargo de la granja. Así, el ocaso de su vida estaría iluminado por el sol poniente3. Cabe observar que estas referencias simbólicas -simples pero efectivas- pueden lograrse sin mayor dificultad porque las unidades residenciales están m á s o menos aisladas. Así, pueden orientarse hacia los puntos cardinales sin dar la espalda a las demás ni romper la perspectiva de una calle recta. U n campamento n ó m a da se establece tan a m e n u d o y las viviendas se desmontan con tanta facilidad que el aumento de su tamaño con el correr del tiempo n o presenta problema alguno. Sería m á s difícil respetar el esquema cósmico en un asentamiento densamente poblado. Si un edificio público importante se orienta sistemáticamente según los puntos cardinales, los edificios que estén situados a su alrededor tendrán que ser libres: podrán estar orientados hacia el interior en dirección del lugar público o hacia el exterior de éste, o bien ajustarse al modelo que se les imponga. Esto significa que para que los efectos cósmicos puedan verse en el emplazamiento de los edificios alrededor de un centro, es preciso que exista consenso, que se procure mantener el modelo y que haya espacio para ello. Los habitantes pueden ignorar la línea oriente/occidente, pero pueden decidir crear una vez más un efecto libre de microcosmo dentro de cada casa. Si los edificios tienen que construirse frente a una roca, o alinearse a lo largo de un río sinuoso, la roca o el río facilitarán con frecuencia un alineamiento simbólico fijo. Los leles del río Kasai4 solían orientar sus casas hacia la plaza central de la aldea, circunscribiendo así un espacio público destinado a las danzas y ceremonias. L a principal línea de orientación de toda la región es el eje constituido por sus dos ríos m á s importantes. Para los leles la dirección «río arriba» tenía u n prestigio histórico ya que de allá habían venido sus antepasados y se habían extendido paulatinamente hacia el norte. La aldea m i s m a estaba orientada El cuerpo cósmico por el curso del río, de m o d o que si se preguntaba por alguien la respuesta solía ser que se encontraba arriba o abajo en función del río. A u n q u e la entrada de las casas podía estar orientada en cualquier dirección, en el interior se restablecía c o m o eje el curso del río. La parte posterior, la m á s alejada de la puerta, se consideraba «río arriba» y la entrada (a este efecto asimilada a una salida) siempre «río abajo». Si se preguntaba a alguien dónde estaba una calabaza o una cesta, respondía aplicando estas categorías según un punto de referencia. Por ejemplo, «río arriba» de la c a m a o «río abajo» del fogón. Así pues, la casa era tratada c o m o un río que corría hacia el exterior. La representación de estos mismos conceptos en el cuerpo de una persona enriquecía aún m á s la gama de significaciones que pasaban de una situación a otra. Los leles reconocían una dimensión arriba/abajo según la cual el alimento era llevado desde la boca a través del cuerpo hasta los órganos excretores. Esto les permitía hacer una referencia indirecta a los órganos genitales c o m o la parte del cuerpo orientada «río abajo». U n a taza o una calabaza tenían su parte «río arriba» en el fondo y su parte «río abajo» en el borde, manera ésta de hablar que no influía en su pensamiento m á s de lo que puede hacerlo el hablar de encabezamiento o pie de la página de un libro. Por consiguiente, para m í la utilización del simbolismo espacial de los leles es un ejemplo de efectos cósmicos libres que no están anclados en ningún eje establecido desde el exterior, sino que cada persona lleva en su propio cuerpo y hacer girar con éste o según la dirección en que ha decidido construir su casa. Pese a la repetición del m i s m o paradigma, estos efectos cósmicos no podrían calificarse de ricos. Entre los bereberes descritos por Pierre Bourdieu5, el contenido simbólico de la casa está anclado con mucha mayor fuerza y riqueza en la orientación exterior. La puerta mira hacia el este, de m o d o que salir de la casa constituye un movimiento de occidente a oriente. Esta es la dirección propicia para iniciar cualquier trabajo fuera de casa tratándose de las labores agrarias y comerciales propias del hombre. El interior es el ámbito de la mujer y está dividido de m o d o que forma un microcosmo de todo el universo. Sus efectos cósmicos están anclados también en el verdadero oriente y occidente, pero en sentido contrario. El occidente del exterior es el oriente del m u n d o interior. La luz 417 que entra por la puerta da sobre la pared occidental, que se convierte en el lado de la luz asociado con el oriente y con la vida. Quien entra en la casa penetra en un m u n d o invertido, sujeto a la mujer. Desde el interior, la casa es una versión contraria de las orientaciones del universo normal del hombre. Teniendo presentes estos ejemplos, podem o s volver a considerar la distribución de los efectos cósmicos. U n a explicación de su irregularidad podría ser simplemente la atención selectiva del observador. Los historiadores del arte se hanfijadom á s en los efectos microcósmicos de los edificios públicos, mientras los antropólogos prestaban mayor atención a la representación recíproca del cuerpo físico y del diseño de las casas en la arquitectura de la vivienda. Podría argüirse que hay una deformación profesional que hace centrar la atención en este o aquel aspecto. Si aceptamos esta observación, podríamos suponer implícitamente que, si un historiador del arte se pusiera a realizar un trabajo de c a m p o con los antropólogos, vería en todas partes efectos microcósmicos, por lo demás ricos. Pero esto no es posible, porque los antropólogos no los encuentran en todas partes. D e manera alternativa, podría argumentarse que existen diferencias entre la ciudad y el campo, debidas tanto al costo del espacio urbano c o m o a que los sistemas simbólicos dominantes suelen ser destruidos por la urbanización. Pero esto sería plausible si no hubiera sociedades que ejemplifican el microcosmo. Tal vez los efectos microcósmicos se vean disminuidos por la urbanización, pero lo contrario no es cierto: no se puede deducir que siempre están presentes en la arquitectura rural o tribal de la vivienda, pero que no siempre se conocen. T a m p o c o es cierto que los historiadores del arte permanezcan en las ciudades contemplando los edificios públicos, mientras que los antropólogos recorren las zonas pobres y rurales en las que todos los edificios son de vivienda. Detrás de todo esto hay algo m á s que la deformación profesional del observador. A decir verdad, no son muchos los antropólogos que han escrito sobre los efectos microcósmicos de la vivienda. La investigación antropológica en el ámbito de la arquitectura está apenas en mantillas6 y la correspondiente información es igualmente esporádica entre los antropólogos. M e gustaría suponer que si no se 418 ha hablado de efectos cósmicos es porque no existían. Esto da pie a investigar una cuestión más general en relación con las condiciones sociales en que suelen aparecer los efectos microcósmicos en el ámbito de la arquitectura, lo que resulta m á s provechoso que formular preguntas incompletas sobre los prejuicios del observador o hipótesis inconsistentes sobre la disminución del simbolismo en la vida urbana. M á s bien habrá de comenzar por preguntarse por qué una persona se une a otra y empieza a producir efectos microcósmicos. Estos se logran delimitando y deslindando conceptualmente el universo y reproduciendo los límites y divisiones en esquemas m á s pequeños y m á s grandes. U n esquema conceptual compartido que se proyecta en el espacio no es un logro gratuito. Incluso el planeamiento informal de una ciudad o una casa impone a la persona ciertas limitaciones. Pero en muchas comunidades los individuos toman a mal cualquier limitación. Es perfectamente posible que una c o m u nidad funcione sin concepción alguna de un m u n d o delimitado. N o hay razón para esperar que esa comunidad desarrolle efectos microcósmicos anclados en el ámbito de la arquitectura, independientemente de que sea urbana, campesina, pública o privada, poique sus miembros no querrán ni individual ni comunitariamente representar la dominación del todo sobre la parte. Si uno no utiliza el esquema conceptual, no intentará incorporárselo. El experimento podría hacerse en una situación típica del antropólogo de campo, por ejemplo, una comunidad tribal de Nueva Guinea o Africa en la que no puedan verse efectos microcósmicos. Es de esperar que dicha comunidad presente una concepción altamente individualista del derecho y la política. Esto no significaría que no proyecte ningún esquema conceptual sobre su espacio. Sin embargo, no se trataría de un esquema cerrado. Desde luego, podría tener efectos cósmicos no anclados, pero no trataría de proyectar un modelo sistemático de todo el cuerpo sobre el m u n d o . U n ejemplo de ello son los ares de Malaita, una de las islas Salomón 7 . Atribuyen a sus jardines, embarcaciones, casas y plataformas ceremoniales una significación social y metafísica, pero no para representar sistemas cerrados o estables. M á s bien proyectan esquemas conceptuales interesados en primer lugar en la ac- Mary Douglas ción y la posición, con una dimensión abierta y orientada de arriba hacia abajo. E n su cultura reconocen cuatro actividades distintivas: pesca, jardinería, sexualidad y homicidio. Consideran que cada una de ellas comprende un atacante y una víctima, un ganador y un perdedor; que cada una de ellas requiere que a la víctima se la saque de un plano inferior y se la exponga en uno superior antes de que, ya totalmente sometida, se coloque horizontalmente. Estas elaboradas estructuras simbólicas no escapan del todo a nuestra definición de efecto microcósmico, puesto que utilizan c o m o eje la verticalidad del cuerpo h u m a n o . El vencedor está arriba y el vencido yace horizontalmente, ya sea un pescado extraído del m a r y puesto en una e m barcación, ya el ñ a m e arrancado de la tierra, ya la hembra en el acto de copular, o bien el que ha muerto en una lucha ancestral. La diferencia principal radica en que en sus distintas series de representaciones importantes no se pretende reconocer ninguna delimitación del cosmos. D e conformidad con la tesis sostendia en este artículo, observamos que el pueblo de Malaita no está interesado en trazar límites alrededor de sus grupos de parentela. Es imposible decir qué es macrocosmo y qué microcosmo en este sistema de referencias recíprocas e igualmente imposible encontrar una delimitación del cosm o s que se representa. E n su vida cotidiana esos pueblos no se interesan por trazar límites alrededor de sus grupos de parentela, y muestran mayor interés por ampliar su influencia que por hacerla exclusiva. Tampoco se interesan por establecer derechos duraderos en relación con la propiedad de la tierra o de otros objetos. Entre ellos el poder político opera uniendo a la persona al ciclo de los intercambios ceremoniales: su ley es el derecho a circular y no a proyectar o encerrar. U n modelo estructural dominante que representa relaciones adversas -siempre u n o contra uno, siempre un ganador y un perdedor- es todo lo que se precisa para representar formalmente un individualismo competitivo. Tal vez sea un prejuicio, pero m e parece que en nuestra civilización la dimensión vertical está m á s cargada de significación que cualquier otra. El idioma mismo lo manifiesta: tratamos de mantenernos a la altura, de estar por encima de alguien o de algo, e infundimos ánimo diciendo sencillamente: ¡arriba! Desde el punto de vista arquitectónico, en una vivienda el «pi- El cuerpo cósmico 419 so superior» significa intimidad: en términos de bienes raíces «arriba» significa preciosas vistas desde áticos elevados, mientras que la planta baja es el área comercial de precio módico; «arriba» será siempre mejor que «abajo». Se necesitarían investigaciones sistemáticas para determinar si la presencia de efectos m i crocósmicos corre parejas con una visión jerárquica de la comunidad ideal, presentada c o m o sistema cerrado y ordenado. Por el contrario, no es de extrañar que una cultura individualista prefiera utilizar referencias verticales al cuerpo h u m a n o para ejemplificar la competición entre personas iguales que serán desiguales cuando una venza a la otra. E n resumen, sostengo que la desaparición del microcosmo en los tiempos modernos tiene m u y poco que ver con la urbanización. Es evidente que tampoco hace aparición en un gran número de entornos no urbanos. N o es la urbanización en sí m i s m a la que produce la desintegración del microcosmo. C o m o sabemos, la urbanización es compatible con las estructuras jerárquicas y en el curso de la historia ha corrido parejas con los sistemas imperiales. El m i crocosmo se deshace si los miembros de una colectividad quieren mantener abiertas sus posibilidades, se sienten libres para ir y venir, para unirse o no unirse, esperan ampliar el alcance de su influencia y no quieren que se les impongan limitaciones. La explicación de ello radica en algún aspecto de la teoría de los bienes colectivos. Traducido del inglés Notas 1. Stenning, D . , 1959 Savannah Nomads. A Study of the Wodabe Pastoral Fulani (Londres). 2. Tambiah, S.J., 1969 «Animals are good to think and good to prohibit», Ethnology 8:424-59. 3. Arensburg, C . y Kimball, S.T.. Family and Community in Ireland (Harvard University Press). 4. Douglas, Mary, 1963 The Lele of the Kasai (International African Institute, Oxford University Press). 5. Bourdieu, Pierre, 1971 «The Berber House or the World Reversed», en Changes and Communications: Melanges offertes à Claude Lévi-Strauss à l'occasion de son 60me anniversaire (Mouton). 6. Blier, Suzanne. 7. D e Coppet, Daniel 1976, «Jardins de vie, jardins de mort en Melanesie», Traverses: 166-177. Papel creador de las ciencias sociales. Segunda parte: panorama de oportunidades* Peter Lengyel El artículo que sigue es la continuación de «Papellos designios de la sociedad ya no se perciben creador de las ciencias sociales. Primera parte: haen términos «orgánicos», sino m á s bien mecácia un mejor reconocimiento de la base cognosci- nicos. Las partes móviles permiten el ensamtiva», aparecido en R I C S 122, die. 1989, pàgs. blaje de diferentes maneras para hacer que la 615-633. máquina funcione óptimamente. Esos enfoA.K. ques pragmáticos son relativamente recientes y evidencian una concepción de las sociedades c o m o vastos dispositivos cuyo mantenimiento Introducción y control plantean unos interrogantes m u y Estamos atravesando - c o m o frecuentemente complejos para los que n o hay respuestas preparadas de antemano. E n se observa- una era de deeste clima las ciencias soclive de las ideologías y de Peter Lengyel fue editor de esta Revista ciales tienen al parecer la aceleración de la historia. desde 1963 hasta 1984. Desde entonces gran oportunidad de poder Los grandes designios m o ha publicado International Social Science: the Unesco Experience (1986), contribuir al fin de manera vilizadores - y estabilizadoy es el editor adjunto de una nueva sedecisiva en tanto que inres- de antaño están todos rie, «World Society Studies», publicada dustria productora de copor lo menos parcialmente por la World Society Foundation, Z u rich, Suiza, desde 1990. nocimientos capaz de prodesacreditados. El nacionaporcionar los elementos lismo exacerbado, el sociabásicos que sirvan de guía a lismo dogmático, el ímpetu la formación de la política. del desarrollismo tercerE n este artículo partiremundista, los mercados sin m o s de lo que podría llacontrol, el culto de la persomarse una macrovista de la nalidad, el militarismo y el situación actual de la base populismo han perdido tocognoscitiva empírica de la dos gran parte de su crédito y legitimidad. E n cambio, lo que parece que se socioesfera mundial y distinguiremos tres zobusca cada vez m á s son soluciones pragmáticas nas: las economías mixtas redistributivas de a los problemas del funcionamiento de la socie- mercado ( E M I R E M ) y sus semiperiferias; las dad y del reparto de los beneficios que la mis- economías de capitalismo de Estado en rees1 m a genera. E n otras palabras, c ó m o hacer para tructuración ( E C E R E ) con sus semiperiferias , que las cosas funcionen a satisfacción de la m a - y la periferia en sí, matizando algunas caractesa de ciudadanos, de manera que los medios rísticas importantes de cada una. Pasaremos sigan siendo prometedores y no impidan al depués a considerar las cosas a nivel global pam i s m o tiempo el desarrollo de un orden nacio- ra advertir que la socioesfera mundial n o se nal capaz de garantizar c o m o mínimo la cohe- puede aprehender globalmente mediante la rencia y la seguridad en un m u n d o plagado de agregación de sus partes nacionales. L a arguriesgos e innovaciones. Desde esta perspectiva mentación seguirá pasando brevemente revista RICS 125/Set. 1990 422 a las capacidades científicas y a la estructuración profesional actuales, siguiendo la visión resumida de c ó m o mejorar la investigación empírica y controlarla a través de un esfuerzo empresarial decisivo. En la conclusión se procura poner en guardia contra una fe excesiva en el empirismo. El mundo en tres zonas En la socioesfera mundial operan unas potentes fuerzas de interdependencia y uniformización que no impiden, sin embargo, caracterizarse por áreas de ignorancia, agudos contrastes y discontinuidades. Desde nuestro punto de vista, estos contrastes no siempre concuerdan con los indicadores nacionales clásicos de desarrollo ni con las clasificaciones habituales de los regímenes. Ahora bien, al interesarnos sobre todo por lo que conocemos de las sociedades y que merece nuestra confianza y por los comportamientos respecto de la investigación empírica y sus aplicaciones, el hecho de pretender comprender sus repercusiones e interpretarlas nos lleva a una clasificación aproximada que no hace sino subrayar tales aspectos. Hay, no obstante, que recordar que, dentro de cada uno de los tres grupos de población agregados por países que hemos establecido se producen unas discontinuidades internas y agudas. Así, algunas élites urbanas de áreas periféricas están bastante fuertemente articuladas con áreas centrales, mientras que bolsas de áreas centrales y secciones centrales de su periferia siguen estando m u y aisladas de toda relación con respecto a datos y hallazgos de las ciencias sociales y a sus efectos reflexivos. L o que tratamos de identificar no son sólo algunas categorías indicativas sino también realidades psicológicas desde el punto de vista de las ciencias sociales c o m o industria del conocimiento más o menos ampliamente aceptada, condicionada para mayor facilidad del usuario y elemento en parte al menos constitutivo cuando no decisivo de cualquier forma de toma de decisión a distintos niveles. Con estas premisas generales en mente podemos aventurarnos más lejos. I) Economías mixtas redistributivas de mercado Las E M I R E M comprenden los 24 Estados miembros de la O C D E de Europa, América del Peter Lengyel Norte y el Pacífico2, con una población de unos 800 millones de habitantes. A éstos pueden sumarse los de la semiperiferia de Asia formada por Singapur, H o n g Kong, Taiwan, la República de Corea, Israel, Kuwait y los Emiratos del Golfo, con una población de unos 80 millones de habitantes; Sudáfrica, con otros 30 millones y, m u y probablemente, los 250 millones de la semiperiferia de América latina formada principalmente por Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Venezuela y México, m á s algunos Estados insulares del Caribe, Mediterráneo y Océano Atlántico, con una población total de alrededor de 1.200 millones de personas. Las E M I R E M contienen las áreas núcleo de Europa -principalmente el Reino Unido, Francia, Alemania, Austria, Países Bajos y Sueciaque han sido las más adelantadas en las ciencias sociales y que establecieron m u y pronto servicios de control e instalaciones de formación e investigación, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Japón, países a los que se exportaron con buenos resultados y en los que echaron profundas raíces, junto con zonas más aisladas y en las que se han asimilado peor, aclimatándose más recientemente. Los 24 Estados miembros de la O C D E poseen todos potentes servicios de observación estadística con series temporales en algunos casos que datan ininterrumpidamente de hace más de u n siglo y con ajustes graduales que toman progresivamente en cuenta las evoluciones. Su m i s m a pertenencia a la O C D E los alienta a estandarizar su cobertura y a hacerla tan comparable com o sea posible. Dichos Estados cuentan también con los centros m á s avanzados de formación e investigación para complementar, afinar y verificar empíricamente las estadísticas de los servicios estatales, aunque a este respecto hay países que se distinguen por figurar claramente en los primeros y en los últimos puestos y, entre éstos,figuranprincipalmente los de Europa del sur. La semiperiferia posee también por lo general una cobertura estadística cuando menos idónea, aunque su capacidad de investigación empírica es inferior y suele depender todavía mucho de la formación impartida por los países núcleo al respecto. Las E M I R E M , tras haber experimentado un rápido cambio social a lo largo de dos siglos, lo que les ha permitido interiorizar sus procesos c o m o hechos vitales permanentes, son hoy unos grandes consumidores del discurso inter- Papel creador de las ciencias sociales. Segunda parte: panorama de oportunidades pretativo y crítico de la ciencia social a efectos de orientación e identidad. Aunque inicialmente dieran la prioridad a enfoques globalistas tales c o m o el marxismo, la sociología de Weber o el funcionalismo estructural, generados por ellos mismos en tanto que epígonos de tradiciones filosóficas m u c h o m á s antiguas, son cada vez más numerosos los que se pronuncian hoy por la prueba empírica, y no necesariamente de gran coherencia y con un significado anecdótico. Lo que llama la atención acerca de ese material es una presentación que reviste la forma «científica» (generalmente cuantificada o inclusive con gráficos) que concuerda tanto con el lugar prevaleciente de la ciencia en las constelaciones culturales de las E M I R E M y con la concepción de la sociedad c o m o un dispositivo modulable. El hecho de que elementos esporádicos, tomados fuera de su contexto y sin extensión temporal o espacial, suelan ser a m e n u d o triviales, aunque quizás el hecho se tenga en cuenta, no impide que sean esgrimidos por unos medios de información y por unos intereses políticos o comerciales que no hacen sino ir a remolque de las tendencias. También es en las E M I R E M donde más lejos se ha llevado el condicionamiento de los datos, hallazgos y discursos dirigidos a diferentes grupos de consumidores de manera óptimamente asimilable. Nadie, desde los niños de la escuela hasta los profesionales altamente especializados, entre los lectores de la prensa popular y los manipuladores creativos de la ciencia social en sí, tiene por qué sentirse privado de la debida información, y ésta es cada vez más rápida bajo el impulso de las buenas comunicaciones y el establecimiento de extensas redes de computadoras. Al decir que los ciudadanos de las E M I R E M sufren de un exceso de información de datos brutos, rápidamente comentados, y de la gran cantidad de fuentes escrupulosamente buscadas en que suelen basarse las decisiones importantes, no se hace otra cosa que describir tan sólo un aspecto de la realidad. El otro consiste en los tabúes recalcitrantes que envuelven todavía a unos mitos profundamente arraigados y que perturban el «sentido común», descuidando las zonas más reacias a la cuantificación plausible o que han sido descartadas por su incapacidad en atraer los fondos necesarios a las investigaciones empíricas. Ejemplo de ello es la decisión gubernamental, tras el veto del 423 más alto nivel en el verano de 1989, de retirar la participación en una investigación valorada en 750 libras esterlinas sobre el comportamiento sexual en Gran Bretaña, copatrocinada por el Organismo de Enseñanza Sanitaria y el C o n sejo de Investigación Económica y Social y destinada a servir de orientación en el control de la epidemia de S I D A , so pretexto de que dicha investigación «invadiría la privacidad» y de que sus conclusiones podrían no ser «dignas de crédito»3. Efectivamente, todo el c a m p o del comportamiento sexual, del que se ha repetido que experimentó una «revolución» en Occidente estas últimas décadas, con obvias consecuencias sociales y epidemiológicas, escasea en datos según tres investigadores, siendo m u y pocos los progresos a este respecto desde las investigaciones ya desfasadas de Alfred Kinsey y sus colaboradores definalesde los cuarenta y comienzos de los cincuenta4. D e haberse prestado mayor atención a las demandas de los jóvenes, en este campo c o m o en otros muchos, se habrían señalado las formas de canalizar sus frustraciones de manera constructiva, especialmente en países c o m o Francia en que a finales de los sesenta parecía no haber ninguna causa que pudiera dar lugar a explosiones c o m o había sido la guerra de Viet N a m , en lugar de reaccionar con pánico adoptando reformas mal concebidas y precipitadas. Otro ejemplo es la censura de los libros de texto de historia en Japón, combatida sin éxito por Saburo Ienaga5. En las llamadas circunstancias postmodernas, el aparato oficial de seguimiento de las E M I R E M ha tenido también que ajustarse a multitud de fenómenos «espontáneos» o paradójicos o admitir que no alcanza a cubrirlos. El más importante de ellos es el surgimiento de una economía paralela o «subterránea» que, según se calcula, representa por lo menos el 20 % del producto nacional bruto en países c o m o Italia y cerca del 7,5 % en Gran Bretaña. Por definición, el funcionamiento de este sector no está declarado, y lo m i s m o vale para la inmigración ilegal, tan importante en Estados Unidos (donde se dice que ha contribuido a apreciables márgenes de error en el censo) y en menor grado en la Europa nordoccidental. El destinofinaly la repercusión real de pagos de transferencia estatales tales c o m o subsidios y seguro social que representan hasta el 40 % de los ingresos en algunos casos también suele estar poco claro, c o m o sucede con la parte oculta 424 del comercio internacional de trueque que, con un valor anual que según cálculos es superior a mil millones de dólares, equivale a más o menos la mitad del valor del comercio mundial corriente de productos6. Esas «pérdidas» disminuyen evidentemente el rigor del control estadístico y no se prestan fácilmente a investigación empírica. Al sumarse a la inestabilidad de los tipos de cambio de divisas, a los caprichos de los mercados de valores y a los sorprendentes cambios repentinos de conducta que pueden ser causa de disturbios que dejan perplejo, parecen incluso m á s «inexplicables». Si el control estrecho de la socioesfera tiene c o m o objetivo limitar la incertidumbe, su fracaso resulta inquietante. Las semiperiferias de los países de las E M I R E M son m e n o s exigentes a este respecto. Conscientes de las deficiencias de su aparato de control, tanto por la calidad c o m o por la cobertura de los datos, menos afinado que el centro a las creencias científicas, especialmente en el caso de los países m á s grandes, con unos impresionantes sectores de población que viven realmente en la periferia exterior, continúan e m pleando m é t o d o s improvisados, también siguen bastante apegadas a lo que han llegado a ser m á s bien unos valores del centro ya caducos, c o m o la familia numerosa, la ética del trabajo, el patriotismo o el espíritu de los pioneros. La semiperiferia comparte con la periferia una población juvenil y ansiosa que siente vivamente sus privaciones relativas, a diferencia de los habitantes de m á s edad y vida confortable típicas de todas las áreas industrializadas. Esa juventud, disparada hacia el éxito, aunque dotada con frecuencia de unos elementos educativos insuficientes, no se siente forzosamente inclinada a seguir una cadencia científica cautelosa. Cualesquiera que sean sus deficiencias, todo el arsenal de observación de las E M I R E M del núcleo es un poderoso revelador de las realidades sociosféricas. Aparte de fenómenos tales c o m o los que consuetudinariamente se van observando, dicho arsenal tiene capacidades lo suficientemente flexibles c o m o para dirigir la atención rápidamente a aspectos todavía inexplorados, en parte a través de los servicios centrales y en parte también ejerciendo presiones sobre fuentes intermedias (gobiernos nacionales, empresas, bancos, asociaciones del sector industrial, universidades, etc.). N o es ra- Peter Lengyel ro descubrir, buscando en los archivos de datos o en los registros de estos bajos niveles, que es fácil obtener una información m á s detallada de lo que aparece en las altas esferas. A los datos que se dispone en el c a m p o público -incluyendo los hallazgos de la investigación académica, con tal de tomarse la molestia de buscarlos en unas publicaciones por lo general oscuras- hay que sumar una información confidencial m u y abundante. Los gobiernos, los bancos, las c o m pañías de seguros, los servicios de asesoría, las empresas y otros órganos disponen de una buena parte de información c o m o resultado de comisiones especiales y de recogida de datos durante las operaciones. A u n q u e sea causa de preocupación de quienes se interesan por la protección de la privacidad y por los defensores de la transparencia en los asuntos públicos, dicha información brinda a sus detentores la capacidad de influir en el equilibrio del juego de las fuerzas sociales. Algunos datos no necesariamente agradables pueden salir así a la luz, contradiciendo o corrigiendo lo que los intereses creados -especialmente los de los gobiernos- desearían hacer creer al público. La variedad de fuentes de información, cualesquiera que sean sus inconvenientes, es una garantía importante del pluralismo y permite que el paisaje sociosférico se pueda iluminar desde ángulos m u y diversos. La información está ahí, pero ¿cómo se usa y qué significa? Este es el meollo del asunto. Ciertamente los actores sociales tienden a controlar cualquier información que puedan o tienen que hacerlo en aplicación de la ley y de las prácticas vigentes. Está claro también que estos actores tratan de usar la información de que disponen para hacer progresar sus intereses o justificar sus funciones. Es bastante fácil seleccionar datos para probar una causa o marcar el derrotero de una acción sin que haya necesariamente intenciones conspirativas. Así, los e m presarios tienden a seguir el curso que les dan indicadores tales c o m o los que publica semanalmente en las últimas páginas The Economist, mientras que los gobiernos prestan a su vez atención a otros en interés de la nación o para asegurarse ventajas electorales. Los grupos opuestos a las corrientes principales pueden tener m á s dificultades al respecto, aunque son muchos los que ya están avezados a entresacar lo que necesitan del acervo de informaciones disponibles, complementándolo con lo Papel creador de las ciencias sociales. Segunda parte: panorama que de por sí puedan obtener. N o obstante, la explosión de la información centrada en el e m pirismo «duro» y fragmentario estimula el oportunismo a corto plazo y los arreglos rápidos más que las políticas bien fundamentadas y a medio plazo en favor de toda la sociosfera. Los indicadores a que recurren los actores comerciales se dirigen hacia los beneficios y los mercados, sin mostrar los desequilibrios entre los sectores público y privado ni la necesidad de invertir en la protección del medio ambiente, en educación o en defensa. Los gobiernos parecen cada vez más tentados a dirigir desde atrás mediante una forma de definir los problemas que, según los sondeos de opinión, sea la que menos puede molestar al electorado. El pragmatismo lleva así a corregir las partes de un todo en lugar de proponer modelos globales. M á s adelante volveremos a tocar este punto. Puede que la mayor contribución del control y de la investigación empíricos haya consistido en dirigir las percepciones hacia una actuación de los sistemas sociales en forma de suministro de servicios, instalaciones y condiciones propias del bienestar de los ciudadanos y de la calidad de la vida. Hace apenas unos 50 años, cuando las nociones acerca del lastre del hombre blanco, el Lebensraum («el sueño de la vida»), la gloria nacional o el destino manifiesto ocultaban todavía el debate público, la percepción de los sistemas sociales en términos de actuación o rendimiento era algo todavía inmaduro. Esa percepción se fue agudizando con las políticas de bienestar estatal y de intervencionismo, fueran o no de inspiración keynesiana, que revelaron hasta qué grado las comunidades industriales avanzadas eran unos dispositivos m u y complejos cuya regulación exige un control y una vigilancia permanentes. Las cosas nunca son estáticas: los fracasos en un campo pueden repercutir acumulativamente hasta convertirse en rápidos fracasos domésticos y de competitividad internacional, c o m o se ha demostrado con las tendencias de postguerra de algunos países. El grado en que las ciencias sociales han penetrado en la configuración cultural general se confirma además con un reciente sondeo efectuado en Francia, Reino Unido, República Federal de Alemania, Italia y España, según el cual el 40 % de las personas mayores de 18 años consideran que las cuestiones económicas y políticas actuales son las de mayor prioridad en su panorama cultural de oportunidades 425 (56 % en la República Federal de Alemania), mientras que el 35 % se pronuncian por la historia (43 % y 45 % en Francia y Alemania, respectivamente) y el 22 % se inclinan por la psicología, la sociología y los campos asociados (27 % en Francia). El 73 % de la República Federal de Alemania y el 60 % del Reino Unido consideran que los libros son la fuente favorita de información en estos campos, lo que indica que la m o d a literaria sigue siendo m u y popular, mientras los grandes medios de comunicación van quedándose rezagados7. Estos son signos alentadores para las sociedades democráticas participativas. II) Economías de capitalismo de Estado ênfase de reestructuración El patrón contrasta aquí con el de las E M 1 R E M . U n a minoría de la población total (unos 450 millones) vive en los diez países del C A M E , divididos en dos grupos: los más industrializados (Unión Soviética, Polonia, República Democrática Alemana, Hungría, Rumania, Bulgaria y Checoslovaquia) y los países en desarrollo (Viet N a m , Cuba y Mongolia). La m a yoría (más de 1.000 millones) vive en China. La semiperiferia es comparativamente pequeña y está compuesta por la República Popular de Corea, Albania y Yugoslavia, país éste que ocupa un lugar intermedio (y que también tiene estatuto de observador ante la O C D E ) , y entre todos reúnen a unos 45 millones de habitantes. El total aproximado de 1.530 millones, si bien es más alto que el de las E M I R E M (1.200 millones), se inclina manifiestamente hacia zonas periféricas más pobres y cuya población es m u y superior a la que se puede hallar entre los 360 millones de la semiperiferia de las E M I R E M . En lo que concierne al control riguroso y a la participación en la circulación de la información, las E C E R E se sitúan, pues, en algún lugar intermedio entre los 800 millones del grupo de la O C D E y los 2.500 millones y pico de la periferia (véase más adelante). El capitalismo de Estado caracterizado por la planificación central que surge en la Unión Soviética en 1917 se implantaría mucho después en todos los demás sitios, con lo que las referencias a situaciones anteriores no pasan de allí y las series temporales de nueva cosecha tienden a ser cortas. En la medida en que esto lleva a establecer comparaciones entre la situa- 426 ción anterior y la ulterior, puede resultar bastante distorsionante, ya que los datos suelen ser inexactos y desproporcionados. Nuestros comentarios debieran interpretarse en función de un pasado que, en algunos casos, fue compartido con las economías de mercado y en otros casos con economías típicamente preindustriales. Las ortodoxias globalistas marxistas-leninistas que presidieron las revoluciones socialistas, si bien se consagraron a producir nuevas sociedades y un nuevo modelo de hombres, dieron los primeros pasos con metas de producción típicas de un industrialismo trasnochado. Los planes sucesivos establecieron unas cuotas a la producción que daban la medida del éxito o del fracaso. Dejando de lado muchas prácticas y acuerdos locales enrevesados, los organismos encargados de la planificación central se enfrentaron con un tremendo desafío en términos de retroalimentación depurada y adaptada a lo largo de siglos y que en cualquier lugar alertaba a los gobiernos respecto a hechos sin que éstos tuvieran que hacer grandes esfuerzos para averiguarlos. Los flujos de información así atrofiados, sobre todo en lo inmaterial, dificultaban la cuantificación. Se tendía a ocultar, o a mantener deliberadamente en secreto por razones ideológicas, los costos reales de los a u m e n tos brutos del producto en términos económicos y sociales. Se declaraba que las encuestas empíricas eran incompatibles con la dinámica social preordenada que no permitía contrastarlas con ninguna prueba fragmentaria, por no decir contradictoria. Había que liquidar las estructuras y los comportamientos heredados que se oponían al socialismo, sin por ello dejar de observar con sumo cuidado los que el nuevo sistema iba creando. El resultado fue que inclusive los países industrializados del C A M E , pasaron a ser sumamente deficientes en el suministro de datos empíricos. M u y poco, si acaso, se realizó mediante encuestas psicosociales, sondeos de opinión, análisis de mercado y de motivaciones y muéstreos o con respecto a los aspectos técnicos de la solución de los conflictos, por no hablar de la psicología o del control de lo que se suponía que no existía en absoluto: el despilfarro generalizado de la propiedad estatal, la corrupción, el clientelismo, el mercado negro, la delincuencia organizada o la fuga de cerebros debida a la emigración. Los problemas se definieron a partir de posiciones ideoló- Peter Lengyel gicas y las soluciones inspiradas por las mismas normas contemporizaban con la inercia, los intereses creados, los juegos de poder y los déficit crónicos. La sociedad civil arrastraba el paso de categorías monolíticas que alimentaban el discurso prescriptivo característico del limitado producto de comentarios e interpretaciones. Hasta un instrumento tan esencial c o m o las cuentas nacionales fue la expresión de una mezcla de parquedad y materialismo. Todas las E C E R E adoptaron un sistema de balance del producto material ( S B P M ) estándar sin ningún m o d o de ser contrastado y ajeno al sistema de cuentas nacionales (SCN) recomendado por las Naciones Unidas desde 1952 y prácticamente adoptado -con algunas revisiones- en todos los demás sitios. La referencia a las estadísticas de National Accounts Statistics, Main Aggregates and Detailed Tables, que publican periódicamente las Naciones Unidas y que se elabora con las cifras suministradas por los servicios centrales de estadísticas de los Estados m i e m bros, muestra que la información divulgada de S B P M es sumamente incompleta. Sólo Checoslovaquia, Polonia y Hungría facilitan últimamente algunos detalles m á s completos. T a m bién Hungría y Yugoslavia han procurado adaptarse a las normas de las cuentas nacionales. Por otra parte, el hecho de que la Unión Soviética y otras E C E R E presenten unos cuadros (parcialmente en blanco) de sólo una o dos páginas, en comparación con las 52 páginas de Estados Unidos, las 43 de Japón o las 20 de Jamaica8, es ciertamente un pésimo indicador de lo que realmente se controla o se tiene en existencias en los órganos centrales de las E C E R E , y más bien refleja la actitud de esos países respecto a la circulación de la información. N o cabe sorprenderse por ello de que los observadores nacionales y extranjeros sean cada vez más escépticos con respecto al significado de los datos del sector público que en lo concerniente a los de las E M I R E M , sobre todo al no haber fuentes de verificación ni pruebas de lo contrario. La manipulación del poder y el virtual monopolio de los datos se alian entre sí de manera que puedan aceptarse fácilmente. La enseñanza y la formación en materia de ciencias sociales en las E C E R E reflejan naturalmente y conforman en parte el suministro de los datos y los flujos de la información. Los programas básicos de enseñanza tienden a ser Papel creador de las ciencias sociales. Segunda parle: panorama sumamente teóricos, según se deduce del lugar predominante de lafilosofíay los elementos jurídicos, económicos, históricos y políticos. Es poca la enseñanza que se dispensa respecto a métodos empíricos, al análisis riguroso de los datos o a ciertas disciplinas modernas aplicadas. Al analizar recientemente los archivos históricos de las primeras etapas del régimen revolucionario, puede verse c ó m o rompen con este modelo, sin profundizar más allá de un nivel determinado por falta de datos empíricos que permitan archivar los testimonios en lugar de basarse en meras estimaciones o cálculos sin fundamento. Por consiguiente, en sus esfuerzos de reestructuración, las E C E R E tendrán que hacer frente también de manera urgente a sus capacidades de mantenimiento del control y de retroalimentación, yendo acostumbrando gradualmente a sus ciudadanos a la recepción y a la interpretación de fuentes variadas de información empírica que les sirvan para evaluar la dinámica de sus propias sociedades. Esto puede no ser fácil debido a una cierta inclinación hacia percepciones generalizadoras matizadas de tonos místicos, lo que puede explicar el renacer del interés actual en la Unión Soviética por el concepto de noosfera tal c o m o fuera concebida por Vernadsky y Teilhard de Chardin9. H a n sido hasta tres las generaciones educadas con enfoques globalistas. El que se pase ahora a un enfoque m á s empírico y libre de finalidades preordenadas puede constituir un desafío psicológico considerable. Por otra parte, los ciudadanos, especialmente los de las E C E R E europeas, tienen una educación suficiente y están al corriente de las condiciones que prevalecen en los países de la O C D E . Al haber salvado una forma de cambio radical pueden ser capaces de salvar otra prometedora de un rendimiento mejor para su trayectoria. Porque, después de todo, el socialism o constituye la perspectiva de m a y o r bienestar y mejor calidad de vida. Por ello, cualquier sistema mixto que pueda suceder a su expresión original debería en la práctica ser aceptado c o m o un arreglo pragmático con este fin. Pero, a medida que sigue adelante la perestroïka, sin duda con altibajos, será cada vez m á s urgente la necesidad de corrientes de información empírica sobre la estructura social, los resultados económicos o los factores de c o m portamiento. Los objetivos iniciales, como ese deseo de autodeterminación que buscan algu- de oportunidades 427 nas repúblicas de la Unión Soviética y Yugoslavia, inclusive si se materializan, m u y pronto se convertirán en una preocupación por c ó m o vivir en ese sistema de un m u n d o competitivo del que tan cuidadosamente han estado protegidas hasta ahora las E C E R E . E n ese punto, la ignorancia o las hipótesis apriorísticas respecto a los mecanismos nacionales y sus implicaciones no hacen sino obstaculizar el progreso futuro. Es, pues, previsible, que un mejor control y unas encuestas empíricas en las E C E R E tengan un futuro prometedor, junto con la adopción gradual de unas normas y prácticas que son moneda corriente de las E M I R E M y sus semiperiferias. Ello es parte del precio que hay que pagar por una mayor integración en la división internacional del trabajo y el comercio m u n dial. III) La periferia Se calcula en 2.500 millones las personas con las más altas tasas de crecimiento demográfico que viven en la parte del m u n d o no comprendida en los dos conjuntos anteriores de países y sus semiperiferias. D e ellas, cerca de la mitad vive únicamente en cinco grandes países -India, Indonesia, Pakistán, Bangladesh y Nigeria. En el otro extremo, son m á s de 25 los Estados insulares cuyas poblaciones no alcanzan los 2 millones y, en algunos casos, con menos de 50.000 habitantes, y unos 30 los países cuyas poblaciones ascienden a unos 3 millones de habitantes o menos. Estos extremos de la escala llaman la atención respecto al criterio que rige la definición de la periferia en el contexto actual. U n o de ellos consiste no tanto en la cantidad de datos socioeconómicos, frecuentemente bastante abundantes, sino en la calidad. Es evidente que sea m á s fácil llevar el control de pequeñas comunidades, aun con instrumental comparativamente sencillo, que de las grandes. Pero los agregados resultantes no cuentan m u cho en el conjunto periférico ni tampoco el conocimiento que se precisa de las condiciones de los pequeños países contrarresta automáticamente sus problemas de marginalidad y aislamiento. E n países m á s grandes, la calidad de los datos es un problema importante y, sin e m bargo, instrumentos modernos tales c o m o los satélites de observación, sobre todo en lo concerniente a las series temporales que pueden verse seriamente distorsionadas por trastornos 428 intestinos, cambios en las normas de medición, guerras, ajustes territoriales u otras discontinuidades que afectan a la calidad. El aparato estadístico de Perú, por ejemplo, sufrió una serie de vicisitudes históricas y llegó por último a su madurez y perfección afinalesde los años setenta10. La precisión con que puede llevarse el control de la situación diez años después, cuando prevalecen la hiperinflación, la desmonetización, el terrorismo y el sector informal -que representa cerca del 50 % de la producción nacional y del 60 % de las horas de trabajo-, y cuando cerca de la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza absoluta y hay una situación de emigración y desgobierno generalizado, sólo puede ser objeto de conjeturas". La India posee ciertamente un sistema competente de control a nivel de los estados y de toda la India, junto con avanzadas capacidades empíricas de investigación universitaria, institutos y empresas comerciales. Si bien este aparato permite llevar un control aceptable del tercio y hasta la mitad de la población, según las localidades y los sectores, con especiales esfuerzos, por ejemplo, en favor de algunos grupos tribales, no vale lo m i s m o para el resto de las vastas masas rurales y urbanas. Incluso la calidad de los datos básicos no sólo se ve afectada por las dificultades de su recolección, hecha frecuentemente con escasísimos medios, sino también por el hecho de que a m e n u d o haya que definir categorías estándar de manera arbitraria, lo que plantea problemas tan debatidos c o m o el de imputar valores monetarios al autoconsumo del producto del campo, tener que definir el empleo, el desempleo y el subempleo, la alfabetización, los modelos de migración y otros muchos temas que, en condiciones bien estructuradas, e m a n a n m á s o menos espontáneamente del marco institucionalizado. Porque hay que admitir que el control socioeconómico tal c o m o ha ido evolucionando en unos ámbitos en los que las sociedades se han ido convirtiendo cada vez en dispositivos de suma complejidad no siempre está bien adaptado a la captación de las realidades de sectores todavía m u y tradicionales y «orgánicos». La vida en estas sociedades es más coherente e introvertida de lo que ha llegado a ser en circunstancias modernas. La religión, la costumbre, el clientelismo, el parroquianismo o las condiciones naturales siguen Peter Lengyel jugando papeles preponderantes en el drama de millones de personas que luchan por sobrevivir en ambientes rudos que ofrecen pocas oportunidades de escapar a rutinas antiquísimas. Aquí, el comportamiento religioso respecto a la enseñanza puede ser más importante que la educación formal; allá la higiene y las prácticas curativas populares pueden llevar a altos niveles de salud sin recurrir tanto a la medicina y a la farmacología científicas, mientras que en algún otro lugar la criminalidad y los desvíos asociado al hacinamiento y la privación de las personas pueden seguir vigentes y bajo el control sorprendente de la vigilancia del barrio y la cohesión familiar. L a «cultura de la pobreza» tiene sus equilibrios internos que desafían todo salvo una investigación antropológica esmerada, equilibrios tan discontinuos y difíciles de reconciliar con las agregaciones nacionales y subnacionales y que los instrumentos de observación de las ciencias sociales tratan de establecer y de los cuales dependerá su credibilidad operativa. Todo ello se aplica, por supuesto, n o sólo a la periferia en sí, sino también a los sectores periféricos de localidades que hemos clasificado con otras denominaciones, especialmente de China y América latina. Otro criterio de periferialidad es la falta, o en su lugar el silencio más completo, de efectos reflexivos de los flujos de información socioeconómica. En las E M I R E M , y en menor grado, aunque de m o d o decisivo, c o m o hemos visto, también en las E C E R E , los datos son los elementos que se buscan y su suministro es u n servicio público y privado reconocido en que se basan muchas de las decisiones que se toman cada día y la formación de la política a medio plazo. El público también responde a la información, frecuentemente de manera desenfadada, c o m o cuando se producen pánicos bursátiles y reacciona a los pronósticos políticos o a las noticias urgentes. Dependientes c o m o han llegado a ser de las redes tecnológicas, los grandes dispositivos sociales son también dependientes de los flujos de la información, incluso cuando esta información no transmite mensajes de importancia inmediata para el ciudadano medio. Ese no es el caso de la periferia, aislada c o m o está no sólo de la recepción de las informaciones sino también de su significado. Efectivamente, ¿de qué les sirve a las personas que apenas pueden sobrevivir, a los analfabetos o a la gente modesta que ejerce oficios humildes, co- Papel creador de las ciencias sociales. Segunda parte: panorama nocer abstracciones tales c o m o «formación de capital», «deuda nacional» o «expectativas de vida al nacimiento»? ¿ C ó m o pueden ellos sentirse concernidos por las disposiciones de control de la natalidad que asocian el menor tamaño de la familia al mayor bienestar individual, cuando la experiencia les dice que cuantos m á s hijos se tengan menos habrá que trabajar y que éstos son el único seguro con que podrán contar en casos de enfermedad y de vejez? Con arreglo a nuestros presupuestos los países periféricos son aquellos en los que sus flujos de información socioeconómica se limitan a una élite relativamente pequeña y típicamente urbana. Así, la agobiante masa de documentos técnicos y obras sobre la ciencia social que se publica en la India están escritos en inglés, idiom a que tan sólo domina el 25 % de la población del país. L a expansión de esta élite crea situaciones de semiperiferialidad. L a falta o el m u tismo de efectos reflexivos imprime cierta estabilidad en la resignación a las sociedades pobres, puesto que, de no ser así, la falta de referencias interpretativas de los elementos de información entre las masas podría tener consecuencias desastrosas. Por otra parte, esto también hace que la periferia sea insensible a los estímulos, confirmando su inmovilismo y su resistencia a la innovación. El ciclo de producción, difusión, recepción, interpretación y acción con respecto a los datos socioeconómicos es complejo y en sí m i s m o función del m e dio ambiente en que opera. ¿Un solo mundo? Según las cifras m á s aproximadas de las tres secciones anteriores, podemos conjeturar que el 30 % de la superficie de toda la sociosfera está brillantemente iluminada, mientras que del 15 al 20 % lo está de forma m á s intermitente y el resto se halla en una penumbra crónica. N o es de sorprender, entonces, que todavía sean incipientes los intentos de elaborar escenarios mundiales y evaluar la dinámica m u n dial. La inclinación cualitativa y cuantitativa exagera cualquier cosa transmitida en formatos estándar y aparentemente comparables, mientras que las áreas en que escasean los datos, sean espaciales o sustantivas, tienen una visión menguada. Aunque sólo tratáramos de producir una serie de fotografías sin seguir una se- de oportunidades 429 cuencia continua, c o m o debiera ser nuestra finalidad última, la situación actual de la base de datos haría que nos sintiéramos frustrados. N o es que falten observatorios internacionales con cobertura mundial o regional. Desde elfinalde la Segunda Guerra Mundial los observatorios han proliferado de manera inusitada, dando lugar a unos primeros informes m u y aproximativos que, de todas formas, eran reveladores de la condición de la sociosfera m u n dial. Entre ellos cabe destacar a las grandes organizaciones intergubernamentales tales c o m o las Naciones Unidas y sus organismos especializados, las comisiones económicas regionales, los bancos y los fondos de desarrollo, la O C D E , la Organización de Estados Americanos, el C A M E y otros muchos órganos, hasta una cifra de casi 300 12 , sin que en su totalidad cuenten con m á s de 100.000 funcionarios13, y de ellos, sólo un pequeño porcentaje trabaja profesionalmente en el manejo de los datos socioeconómicos publicados de m u y diversas formas. Las organizaciones intergubernamentales se basan ampliamente en lo que les suministran los Estados miembros a través de los canales oficiales, con todas las deficiencias y las vaguedades del caso. Sus propias capacidades de investigación o de verificación son débiles, por lo que tienen que tener cuidado en lo que construyen basándose en la información que obtengan por temor de reacciones gubernamentales negativas. Los informes de los grupos de inspección o de los expertos en el terreno y otras verificaciones minuciosas pueden poner a las organizaciones intergubernamentales en la vía de una mejor información que la que puedan tener interés en divulgar, sobre todo tratándose de temas potencialmente explosivos, por ser, c o m o es natural, los más espinosos. Por lo tanto, procurarán apoyar la sabiduría popular y documentarse acerca del statu quo, y expresarán los comentarios críticos que puedan publicar de una manera tan abstracta por sus generalidades que resulten operacionalmente neutros, con notables excepciones en campos particulares. Las organizaciones intergubernamentales que suelen ser las que están a la cabeza de la formación de la opinión mundial y que a veces se encierran en un extraño mutismo, han adquirido esa autoridad a la que regularmente rinden tributo las personas que las citan c o m o su mejor fuente. En parte estimuladas por lo que revelan las organizaciones intergubernamentales y en par- 430 te para hacer avanzar las cosas m á s de lo que aparentemente desearían, en parte también para colmar las lagunas y en parte para promover determinadas causas, son muchas las organizaciones no gubernamentales ( O N G ) y las instituciones académicas que también han entrado en el m u n d o de la observación de la sociosfera y de la competencia de comentarios, especialmente a partir de los años setenta. M u y dispares por su alcance, capacidades y resultados, y altamente concentradas en Europa Occidental y América del Norte, constituyen la prueba viviente de las crecientes preocupaciones interdependientes a medida que se va encogiendo perceptiblemente el espacio que le queda a la acción soberana de cada nación. Algunas, com o Amnistía Internacional y el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos se han dado a conocer, mientras que otras trabajan m á s en la sombra, c o m o muchos equipos académicos cuyas investigaciones son a largo plazo. Las conexiones por medio de computadoras han contribuido a aprovechar y c o m p l e m e n t a r los esfuerzos discretos, aunque también en este c a m p o las comunicaciones son cada vez m á s preponderantes dentro de las fronteras y entre las fronteras opuestas del Atlántico Norte. La característica c o m ú n m á s valiosa de las O N G es precisamente su independencia respecto a gobiernos y burocracias. También han llegado a convertirse en depositarias de conocimientos, buena voluntad y asociaciones de acción debido a la decepción generalizada respecto a la actuación de las organizaciones intergubernamentales y a su visión de las comunidades de Estados m á s que del continuismo de las situaciones y los problemas. Prosiguiendo sus campos de interés, ora con una perspectiva transnacional ora con perspectivas subnacionales, las O N G han desenterrado excelentes informaciones, c o m o en el caso de las minorías étnicas, el armamento y los estamentos militares (tema en el que se ha convertido en autoridad reconocida el Instituto Internacional de Investigaciones sobre la Paz, de Estocolmo), la libertad de prensa o la situación de las mujeres. E n la escena internacional de datos e información, sin e m bargo, las O N G pueden considerarse u n grupo vivaz, una espina en la carne de los que tienen cosas que ocultar, y concienciadoras m á s que importantes suministradoras de datos en general. Instituciones privadas tales c o m o los bancos, las corporaciones y los servicios de aseso- Peler Lengyel ría, probablemente tienen unos archivos acervos de datos m á s significativos. C o m o son raras las veces que los dejan trascender al dominio público, su efecto consiste sin embargo en contrarrestar los valores corrientes a cambio de ventajas particulares o anticiparse a ellos. A d e m á s , surgirían complicaciones a nivel mundial incluso si los datos de las fuentes nacionales fueran mucho m á s fiables que en la actualidad. Porque la sociosfera mundial es una cosa distinta de la suma de sus partes nacionales. Couvait y Pless exploraron recientemente esa tierra de nadie económica que explica los motivos por los que las cuentas del m u n d o n o se equilibran y el comercio es asimétrico. Identifican un enorme «agujero negro» hecho de las transacciones que eluden todo control nacional. La tercera parte de estas transacciones ocultas la atribuyen a buques mercantes que navegan bajo pabellón de conveniencia y los dos tercios restantes a las operacionesfinancierasdimanantes del comercio ilegal de drogas y armas, el cohecho, el fraude, la extorsión, la evasiónfiscaly los bancos sin domicilio que manejan «dineros calientes» o que blanquean ingresos sospechosos, o dimanantes del trabajo clandestino. Así, las exportaciones (o sea los barcos) salen de u n país determinado y nunca llegan al destino anunciado, mientras que las importaciones (por ejemplo, las drogas o las armas) cruzan diversas fronteras antes de llegar a unos consumidores sumamente cautos que no dan a conocer el origen de la mercancía. A d e m á s , los autores demuestran c ó m o los cuadros de la deuda mundial se prestan a engaño, ya que las fuentes son el reflejo de los esfuerzos conjuntos del Banco de Pagos Internacionales, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la O C D E , ya que créditos y débitos no concuerdan ni siquiera de manera aproximada 14 . Otro espacio social comparable es el de los refugiados, ya que, según las estimaciones bastante prudentes del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ascienden a unos 14 millones (el equivalente de la población de los Países Bajos). Los refugiados representan la exteriorización de los conflictos nacionales. Son una carga para la comunidad internacional, y ésta ni puede ni está dispuesta a resolver las situaciones que obligan a la gente a abandonar masivamente sus países. Fuera de los pagos de transferencia hechos para dar sustento a los refugiados m á s o menos temporal- Papel creador de las ciencias sociales. Segunda parte: panorama de oportunidades mente en campos o centros, hay otros costos ocultos resultantes de su reinstalación en los países que les brindan asilo, aunque en última instancia estos países pueden beneficiarse de la contribución de los recién llegados, personas m u y motivadas y por ello rentables para la economía y la sociedad. Sin embargo, las contradicciones entre ciudadanos de pleno derecho, ciudadanos de segunda clase y criterios de inmigración y de naturalización, m á s o menos restrictivos o generosos, privilegios de residencia o la concesión de permisos de trabajo, distorsionan sin lugar a dudas los datos de muchos países, contribuyendo no sólo al «agujero negro» económico (de m o d o característico a través de la economía sumergida), sino también a la desestabilización social, al ser fuente de injusticias y de resentimientos masivos. Los refugiados, tal c o m o se definen corrientemente, podrían no ser sino la punta del iceberg y su verdadera dimensión se va revelando gradualmente a medida que la evolución de la estructura de la sociosfera ofrece mayores oportunidades de movilidad personal. Y a se establece una clara distinción entre refugiados políticos y refugiados económicos, en la que los económicos se consideran migrantes voluntarios que no pueden beneficiarse de esa solidaridad legítima basada en razones humanitarias. Sin embargo, si bien el m u n d o es cada vez m á s interdependiente, ¿dónde hay que trazar precisamente la línea entre movilidad nacional y movilidad internacional? ¿Hasta qué punto se puede promover la liberalización en un campo, tal c o m o el del comercio o la inversión, mientras se restringe fuertemente en otros? Los cambios que se producirán en la Comunidad Económica Europea a partir de 1992, los que tienen lugar en Europa del Este c o m o resultado de la perestroika, los que es probable que acontezcan en la cuenca del Pacífico y en América latina, siempre que se realicen determinados planes ambiciosos, contribuirán todos a u n proceso de transformación que requiere unas capacidades empíricas de observación m á s agudas y m á s completas que las que poseemos actualmente. Hasta el discurso analítico e interpretativo en términos de sistemas mundiales15 o de sociedad mundial16 sigue siendo hasta la fecha provisional y abstracto. Habrá que mejorarlo y hacer que sea m u c h o más accesible, de manera que sirva a un número m u c h o mayor de agentes participantes. 431 Capacidades científicas y estructuras profesionales Hasta ahora hemos procurado establecer que: a) los datos y la base de la información empírica mediante la cual se aprehenden las realidades dinámicas de la sociosfera mundial es desproporcionalmente imperfecta en sus componentes nacionales; b) estas imperfecciones se amplifican al nivel de los agregados supranacionales que no abarcan importantes flujos y c) el ritmo de las transformaciones está rebasando las capacidades de observación. Cada día que pasa ignoramos m á s dónde estamos y m u c h o m á s aún hacia dónde podemos ir. ¿Qué hacer? La solución ideal, por supuesto, consistiría en mejorar todos los aspectos de la observación y del análisis, procurando sobre todo intensificar las capacidades periféricas y al m i s m o tiempo adaptarlas de manera que el control de los procesos y, especialmente, los transformativos, sean lo más significativos posible. E n la práctica, esa movilización a cargo esencialmente del Estado y de las organizaciones intergubernamentales, no se vislumbra aún en el horizonte, y en lugar de ello, el escepticism o que merecen las series de datos clave recopilados por los medios más sofisticados y durante m u c h o tiempo centralizados en círculos especializados, está desbordando hacia esferas m á s amplias. Entre las reducciones de las ayudas gubernamentales, la laxitud ocasionada por una tarea aparentemente imposible de mantenerse al día respecto a realidades evasivas y a ciertos efectos perversos de la explosión informativa, se obtiene una vez que ha contribuido a cierta regresión17. Es c o m o si la percepción de la relación incierta entre suministro de datos y actuación real de los sistemas sociales acabara por agotar la paciencia del aparato de observación. Y , sin embargo, vivimos supuestamente en una era en la que las industrias del conocimiento son cada vez m á s cruciales en esa m e z cla productiva que contribuye al crecimiento económico. ¿Por qué tendría la industria del conocimiento científico social que sufrir las consecuencias de tales circunstancias? Parte de la explicación se puede hallar en la estructura m i s m a y en los propios modelos de comportamiento de la comunidad científica. Ampliamente burocratizada por el hecho de servir al Estado, a las corporaciones y a las instituciones académicas, la comunidad científica 432 ha respondido demasiado a la lógica institucional para que se vea en ella a un grupo con intereses independientes ansioso de reaccionar ante los hechos que él m i s m o ha sacado a relucir. Claro que esas pruebas siguen todavía sirviendo, aunque sea a expensas del público, puesto que el control estatal e intergubernamental es la única parte del aparato de recolección de da• tos que funciona a escala remotamente industrial, mientras que el resto se halla m u y c o m partimentado, fragmentado y parcelado, con las contadas excepciones de empresas de colaboración tales c o m o los archivos de datos y las redes o consorcios, entre toda una serie de talleres artesanales. Eso a duras penas constituye el camino apropiado para un esfuerzo científico concertado capaz de complementar y quizás contradecir llanamente la retroalimentación de las fuentes oficiales. Las comparaciones con las ciencias naturales no son siempre apropiadas, pero la disciplina que se les impone por los imperativos del manejo de sus propias bases de datos contrasta agudamente con el separatismo pródigo cultivado por la comunidad científica social. Pueden encontrarse otras razones de esa pretendida debilidad operativa de las ciencias sociales. E n un texto anterior hemos examinado esta debilidad al establecer el contraste entre la tecnología en sí y la cuasi tecnología de las ciencias sociales, para concluir que la alianza m á s poderosa entre la base cognoscitiva de las ciencias sociales y la voluntad de acción ha operado hasta ahora en apoyo de las ideologías m á s que de los resultados directamente atribuibles al conocimiento aplicado18. L o que podem o s añadir aquí es que la eficiencia operacional está íntimamente ligada al rigor de la observación y del análisis. Así, la economía, que pasó de ser la ciencia «lúgubre» a la «reina» de las ciencias sociales, ha perdido últimamente todo crédito debido a haber fracasado a nivel macroeconómico al elaborar marcos de explicación que puedan abarcar satisfactoriamente el curso actual de los hechos. Ahora bien, ¿es que se puede culpabilizar a los economistas de que los datos de que disponen sean inexactos e incompletos? ¿Qué se puede esperar de una ciencia basada en cuantificaciones cuando las medidas convencionales, c o m o las basadas en el P N B , son cada vez m á s inadecuadas en la medida en que la contribución del sector terciario que representa hasta el 80 % del Peler Lengyel producto depende tanto de los cambios relativos de los precios, c o m o de las mejoras cualitativas y de la flexibilidad y no ya de las instalaciones fijas y de su capacidad de producción, características de los sectores primario y secundario? ¿ C ó m o abarcar unas economías paralelas y clandestinas, sobre todo cuando van m á s allá de las prácticas comunes para incluir elementos de innovación estructural y estrategias financieras? ¿Qué se debe hacer de las divisas cuando se convierten en bienes comerciales tales c o m o tripas de cerdo o granos de soja, cuyo valor de intercambio fluctúa, tal c o m o si fueran acciones, al albur de los rumores, los índices m á s que dudosos o los pánicos resultantes del manejo de las computadoras? Dichos desafíos tienen que añadirse ahora a lo que ha sido obvio durante largo tiempo, es decir, que las economías no operan claramente de tal forma que se puedan abstraer fácilmente de las matrices sociales de las que son expresión, según la célebre fórmula de cœteris paribus. H a y cosas que, decididamente, no siguen iguales, sobre todo a lo largo del tiempo. A d e m á s , hay que revisar las premisas primitivas de la motivación. Sin embargo, las ciencias económicas redistributivas y su principal aliada, la demografía, siguen gozando de muchos privilegios. Sus bases de datos no son sólo m á s dignas de crédito, sino que al m i s m o tiempo la prioridad constante de que gozan los mecanismos económicos en las políticas públicas y los incesantes cuidados y debates que se les prodiga realzan lo económico hasta una altura tal que no cabe extrañarse de que lo social quede arrinconado o en la p e n u m bra. N o es mera coincidencia que la economía sea la única ciencia social cuyos éxitos son coronados con el premio Nobel, además de ser también la ciencia mejor organizada profesionalmente. Sobre todo a partir de los años setenta, las ciencias sociológicas, por ser las que enfocan las diversas series de relaciones entre los grupos humanos, han dado pasos m u y importantes. Al analizar procesos tales c o m o la expansión y la contracción, la consolidación, la diferenciación, la especialización, la disolución, el igualamiento o la movilidad, han mejorado decisivamente su instrumentación y precisión, hoy objeto particular de evaluación científica. Ese progreso se ha logrado gracias a la elaboración de la estadística matemática, la convergencia de conceptos teóricos y de mediciones de sus Papel creador de las ciencias sociales. Segunda parte: panorama de oportunidades referencias empíricas, métodos cada vez m á s efectivos de selección de las muestras de población y basados en la comprobación retrospectiva para verificar hipótesis causales, análisis de métodos, procesamientos computadorizados de datos y un número cada vez mayor de personal bien preparado para efectuar investigaciones e interpretar las conclusiones, entre otras cosas. La brecha que separa las capacidades operativas de la economía de las ciencias sociológicas ha ido reduciéndose, aunque la comunicación y el provecho recíprocos sigan llenas de obstáculos. Es cierto que, con respecto a las bases de datos, las ciencias sociológicas están en desventaja desde el m o m e n t o en que series oficiales son notoriamente menos útiles en los campos en que operan que en los campos económicos 19 . C o m o resultado de todo ello, los sociólogos se enfrentan con una situación m á s comparable a la de los científicos respecto a la acumulación y al manejo de los datos. Desafortunadamente, distan m u c h o de estar adecuadamente estructurados, sobre todo de un país a otro, a este efecto, al hallarse dispersos en el terreno, sobre todo -aunque de ninguna manera únicamente- en las periferias, por lo que su impacto pierde necesariamente contundencia. Y puede que sea precisamente esto, y no las incapacidades operativas inherentes, lo que contribuya a la imagen de unas ciencias sociológicas entendidas c o m o ejercicios todavía m u y oscuros. Si las ciencias sociales, actualmente en su mejor nivel técnico, están ahí para contribuir de manera decisiva a la comprensión de las realidades y a la dinámica sociosférica, todavía les falta consolidarse considerablemente en sus estructuras profesionales de apoyo. H a n quedado ya atrás los días del investigador solitario y también los del erudito a quien incumbía la función del intérprete. Cualquier esfuerzo a m bicioso necesita hoy en día un trabajo de equipo y la ayuda de las computadoras, además de la contribución internacional. La referencia com ú n a los datos empíricos y las orientaciones respecto a metodologías rigurosas trasciende afortunadamente las inclinaciones tradicionales de cada materia y facilita la colaboración. Sin embargo, son muchas todavía las especializaciones que tienen que cristalizar y ser reconocidas c o m o articuladores esenciales de una e m presa a escala industrial. Cabe mencionar al respecto, no sólo las capacidades de las mate- 433 máticas analíticas y de la programación de computadoras, sino también las de los empresarios, divulgadores, financiadores, administradores y personal de relaciones públicas. La ciencia social tiene que seguir adoptando para sí los criterios que aconseja para los demás. En la sección siguiente comenzaremos a ver lo que en términos m á s amplios ello podría suponer para el control y la investigación empírica de la sociosfera mundial. Un vistazo a las oportunidades Varias corrientes van a fluir al vacío parcial creado por los realineamientos políticos resultantes de la desilusión respecto al funcionamiento real de la sociedad en los diferentes sistemas: el capitalismo de Estado, el sistema soviético, las diversas formas de desarrollism o 2 0 , el pleno empleo dentro del sistema de bienestar. Algunas de ellas pueden ser m u y peligrosas, sobre todo cuando representan reacciones (frecuentemente ingenuas o ignorantes) según la noción de que, si algo falla, es el extrem o opuesto el que debe funcionar bien. Oscilaciones pendulares de este tipo han sido causa de daños infinitos en el pasado al reemplazar un extremismo por otro y ocasionando muchas víctimas a cada cambio de rumbo, por no hablar del perjuicio que sufre el funcionamiento de las sociedades. Afortunadamente, hay indicios de que partes de la humanidad han m a d u rado ya lo suficiente c o m o para reconocer dichas locuras en su justo valor, mostrando que tienen la voluntad de tomar direcciones m á s moderadas y experimentales que eviten cruentas explosiones y discontinuidades abruptas. Las revoluciones no han pasado de m o d a ; m u chas de ellas han tenido lugar prometiendo la luna pero dando c o m o m u c h o lo que se podría haber perfectamente obtenido sin su violencia destructiva. Puede que buena parte del crédito de dicho clima pueda atribuirse a una mayor aceptación del enfoque científico social, en el sentido de que la administración de los dispositivos sociales complejos se reconoce c o m o un ejercicio difícil que no responde ya a lemas facilones previstos de antemano y a discursos intrascendentes. Queda, no obstante, el hecho obstinado de que la base cognoscitiva que las ciencias sociales son capaces de brindar, y que en condiciones de mejor organización y mayor apoyo 434 podrán ofrecer dentro de poco, todavía no ocupa el lugar que le correspondería en la combinación de las políticas. Algunas ciencias están sacando ventajas del esfuerzo de otras, y eso, sin duda, también es en parte culpa de la forma en que las ciencias sociales se han proyectado hasta el presente. E n cuanto a las ciencias naturales, el proceso de descubrimiento, aplicación, comercialización y mejora, en un principio aleatorio y derrochador, se h a ido racionalizando gradualmente hasta convertirse en esa maquinaria potente de investigación y desarrollo que conocemos hoy en día. Gran parte del crédito que ello supone no hay que atribuirlo a los gobiernos -excepto en lo que se refiere a los esfuerzos relacionados con la guerra- sino a la industria, por ser ésta la que ha fomentado el progreso tecnológico en todos los campos y en beneficio propio, c o m o es natural, aunque también, y en última instancia, sea en beneficio de todos. Para las ciencias sociales, la cuasitecnología disponible se generó en gran parte en esos bastiones de la investigación pura que son las universidades e instituciones similares, apoyándose directa o indirectamente de manera oficial, en la mayoría de los casos, y nutriéndose de todo el aparato de control estadístico sostenido por el Estado. Parece que llega ya la hora de que se emprenda un vasto esfuerzo empresarial de creación de un medio ambiente general en el que esta cuasitecnología, junto con sus imperativos de conducta y sus efectos de reflexión, pueda funcionar a escala mundial. La experiencia adquirida mediante la transferencia de tecnología debiera ser inspiradora en este contexto, ya que se ha aprendido m u c h o acerca de la tecnología c o m o portadora de cultura y de las dificultades frecuentemente no anticipadas de su transplante que pueden ser de ayuda decisiva. Cabe, pues, concebir el equivalente científico y social de la investigación y el desarrollo (I y D ) , que podemos llamar Operacionalización y Ensamblaje (O y E). Peter Lengyel sea tan sólo disponible en unos pocos idiomas y sobre todo en inglés, aunque es práctico para los especialistas, es un obstáculo para el círculo m á s amplio de los usuarios potenciales. Por lo tanto, hay que esforzarse decididamente en traducir y adaptar y también en desarrollar conceptos y glosarios en las lenguas nacionales. La forma particular de este discurso necesita llegar a distintos sectores de las comunidades por todos los medios disponibles. La presentación convencional literaria no basta. Los medios auxiliares, audiovisuales, gráficos y carteles m u rales, museos, revistas populares, y los que se dirigen a la juventud para familiarizarla progresivamente con la mecánica de la ciencia, debieran utilizarse a tal efecto. Habría que insistir en los programas que se basen en los medios de comunicación para responder a los interrogantes siguientes: ¿ C ó m o llevar a cabo el muestreo? ¿Qué se puede aprender de las series de datos? ¿ C ó m o trabajan los economistas? ¿Cuáles son los fundamentos de una buena administración? La operacionalización implica, pues, un conjunto acorde con las configuraciones culturales y las capacidades receptivas. M u c h o de lo que las ciencias sociales pueden ofrecer es bastante complejo, por lo que debe contemplarse con s u m o cuidado, aunque no sea nunca tan complicado c o m o se pretende por razones que más tienen que ver con las profesiones universitarias que con sus aplicaciones. Habría que iniciar la operacionalización en los centros m á s avanzados y que disponen del mejor acervo de conocimientos en investigación empírica y control. Sin embargo, habría que partir desde un comienzo de u n sentido de la colaboración que asociara cada fuente creativa a uno o m á s centros sobresalientes de investigación en campos que requieren transferencia de conocimientos y material. Dichas empresas conjuntas podrían ser el inicio de una red mundial de estaciones de investigación y control de apoyo mutuo que estuviesen pendientes de las necesidades y posibilidades locales. A este respecto, La operacionalización no significa tan sólo habrá que interpretar el término «local» con recopilar manuales del género «hágalo usted flexibilidad y en algunos casos podría abarcar mismo» y estuches con instrucciones, por más alguna subregión, c o m o el Caribe o Africa útiles que puedan parecer esos ejercicios, sino Oriental, y en otros un espacio contiguo que que implica un esfuerzo mucho m á s amplio y puede rebasar las fronteras nacionales siempre en diferentes niveles, encaminado a estimular que se den unas condiciones comparables, cola demanda de lo que ya es disponible y a cer- m o la Cordillera del Himalaya, el Valle del Niciorarse de su receptividad. El hecho de que el lo o el Sahel, mientras que en otros casos podría cuerpo de la documentación científica y social tratarse de unidades subnacionales tales c o m o Papel creador de las ciencias sociales. Segunda parte: panorama de oportunidades 435 las Repúblicas de la Unión Soviética o la Cuen- trializados, c o m o tampoco las que caracterizan ca Amazónica de Brasil. D e lo que se trata es de a las E M I R E M concuerdan siempre con las de identificar, cuando proceda, con pruebas y las E C E R E . H a y casos en los que la dependenajustes, la verdadera configuración de la so- cia al servir a las normas internacionales puede ciosfera mundial, con objeto de poner al descu- en realidad fomentar distorsiones, ya que los bierto las necesidades y oportunidades particu- países pueden sentirse impulsados a informar lares de cada c o m p o n e n t e . Sería con- sobre lo que difícilmente pueden observar, y traproducente limitarse a reproducir el modelo ello por razones de prestigio y c o m o marca de basado en los Estados nacionales, ya que con modernidad. E n otros casos pueden perderse ello sólo se tendería a perpetuar los errores y las importantes transformaciones c o m o consedistorsiones propias, precisamente, de las ac- cuencia del hecho de que las categorías corrientuales divisiones. tes de observación no les sean aplicables. Cada L a operacionalización estaría entonces vez la cautela se impone en todas partes ante compuesta de varias fases. Al comienzo consis- cambios cualitativos tales c o m o , por ejemplo, tiría en la transferencia y la condensación, con capacidades del personal o diseño y durabiliénfasis en el suministro de material en los idio- dad de los productos industriales. E n la perifem a s vernáculos. La segunda fase consistiría en ria puede ser de particular significado c o m o difundir dicho material entre las áreas cubier- componentes de una modernización que, debitas por las estaciones de investigación, a fin de do a su intangibilidad, suele pasar inadvertida. estimular la demanda de servicios de ciencias También puede ocurrir lo contrario, que se sociales. Se podría escoger una amplia g a m a de acumulen retrasos, acelerando así la espiral clientes potenciales: las autoridades naciona- descendente. Las estaciones locales de investiles, las empresas, las cámaras de comercio y si- gación, al procurar una operacionalización, demilares, k>s partidos políticos, las organizacio- berían preocuparse de estas cuestiones y elabones de bienestar y las organizaciones rar índices originales e instrumentos de caritativas, los grupos de acción, la prensa, los observación adaptados a las circunstancias. Si órganos industriales y agrícolas entre otros. el m u n d o está lleno de variedades, ¿por qué reRespecto a los gobiernos nacionales en sí, se flejarlo entonces de forma uniformada? podría suscitar en los ministerios el interés por El hecho de ensamblar la operacionalizarecurrir a servicios científicos sociales y auxi- ción debiera recaer estrictamente en estaciones liares en forma de contratos si se demuestra locales de investigación. Su principal preocuconvincentemente que resulta m á s eficiente y pación debiera consistir en recolectar y evaluar barato hacer ejecutar determinadas tareas por críticamente cuantos datos empíricos y análisis la estación local de investigación que por las pertinentes estén disponibles en la zona abarcaautoridades públicas. N o hay ninguna razón da. N o cabe duda de que hay casos en que eso para que los Estados tengan que cargar siempre podría hacerse con m u y poco esfuerzo debido a con todo el peso del control o de las encuestas. la s u m a escasez de datos que hay que examinar. C o m o en otros campos, ese peso se puede com- Sin embargo, es frecuente que resulte una tarea partir si hay ofertas competitivas. bastante intricada. Efectivamente, son muchos La tercera fase podría consistir en evaluar los datos escondidos en las publicaciones erulas categorías y las medidas convencionales ditas de que puede disponerse en el extranjero adoptadas a efectos de control. Dichas medi- o que se han archivado en dependencias guberdas, por lo general, se modelan directamente namentales. Sólo el hecho de encontrarlos puebasándose en la práctica corriente de los cen- de llevar un tiempo precioso y representar m u tros m á s adelantados y bajo la presión de las cha energía, mientras que evaluarlos -también organizaciones intergubernamentales que ne- en lo concerniente a las capacidades técnicas cesitan recopilar cuadros comparativos. Sin demostradas- podría plantear otros problemas embargo, es algo que no llega a determinar su delicados. E n cualquier caso, es indispensable validez en cualquier contexto. C o m o se dijo an- ensamblarlos c o m o forma de evaluar la base de teriormente, las categorías que pertenecen a la conocimiento, ya que la investigación suele lleestructura de las sociedades industrializadas y varse a cabo de forma desordenada y no acuque surgen de ella no siempre encajan con las mulativa y no lo es menos la manera de consérde los países preindustrializados o subindus- valos. 436 Gran parte de la I y D de las zonas periféricas se hace por el mero hecho de investigar por investigar, teniendo m u y poco en cuenta sus posibles aplicaciones. Se trata, claro es, de un despilfarro de recursos que habrá que corregir. ¿ C ó m o se pueden financiar la O y E? Por supuesto, no cabe esperar que su funcionamiento se haga principalmente mediante subsidios directos o indirectos. Para que llegue a cualquier escala y tenga dinamismo será necesaria una buena basefinanciera.Al principio, lafinanciacióndebería proceder de las fuentes usuales, los gobiernos (que podrían ser renuentes), las O N G (incluyendo fundaciones, academias, consejos nacionales de investigación, etc.), la asistencia bilateral y el sector privado (por ejemplo, los bancos, las empresas, etc.). Ahora bien, una vez adquirido cierto impulso, la empresa tendría que alcanzar rápidamente un grado suficiente de autonomía y demostrar la utilidad de lo que ofrece. Los servicios de las ciencias sociales han justificado su viabilidad económica después de una práctica de ciertos años. Si su alcance ha permanecido hasta ahora limitado, se debe a que las ciencias sociales han quedado excluidas de la escena por determinadas circunstancias políticas o porque lo que tienen que ofrecer todavía no se reconoce c o m o útil. Ahora debe ser la propia comunidad científica social la que organice una labor empresarial capaz de transformar radicalmente la situación. Al ser bastante sombrías las perspectivas de los graduados de muchos países, lo que origina la conocida fuga de cerebros hacia el centro, podría incluso tratarse de medidas de autofinanciación. Las estaciones de investigación y control antes mencionadas debieran disponer idealmente de un personal especializado en varias materias y poder así atraer a talentos de diferentes localidades, de m o d o que se conviertan en puntos de referencia para los que ansian contribuir a una empresa prometedora y bien remunerada. La única característica que debe distinguir los esfuerzos empresariales colaborativos de la práctica convencional del sector privado comercial consiste en la revelación de los datos y conclusiones de dominio público. Sin esta precaución no puede haber ningún efecto reflexivo ni, en consecuencia, ninguna extensión espontánea del mercado de servicios o del aprendizaje. Si este mercado suele ser m u y estrecho o Peler Lengyel cuando prácticamente no existe, se debe en parte a la falta de entendimiento sobre lo que implican los servicios de las ciencias sociales y de su contribución al bienestar general, tanto a micronivel c o m o a macronivel de funcionamiento de la sociedad. El público, por lo tanto, tiene que mantenerse informado y hay que familiarizarlo siempre con el enfoque científico, en el c a m p o social c o m o en cualquier otro. Puede que la analogía sea m á s estrecha con la medicina que con la tecnología en sí. Cualquier persona que se tome la molestia puede ver una máquina funcionando mientras que la curación y la prevención de las enfermedades, con medicamentos o inyecciones, es m á s difícil de detectar. M u c h o dependerá de relaciones invisibles y hasta cierto punto inciertas de causa y efecto en las que lo que prima es la confianza y tan sólo después la demostración empírica de su eficiencia. L o que la ciencia social, c o m o la medicina, tiene que ofrecer forma parte del moderno arsenal de tratamientos para unos pacientes que suelen ignorar la causa de sus dolencias y cuya fe en los que los curan se va estableciendo paulatinamente según la reputación que tengan sus curadores. Las profesiones m é dicas suelen tropezar con dificultades para ganar algún renombre en los sitios en que sus prácticas entran en conflicto con las tradiciones populares o con percepciones opuestas. Los científicos sociales tienen que saber que van a tropezar con resistencias similares o incluso mayores, y que la única respuesta a esa situación consiste en la persistencia y la información del público. E n efecto, si lo que hacen no es esencialmente participativo y abierto, se sospechará que hacen el juego al poder y, a la postre, redundará en el rechazo que inevitablemente se suscitará. Conclusión: el empirismo no es en sí suficiente A lo largo de este texto hemos defendido la causa de la investigación y el control empírico de las realidades sociosféricas. H a sido así por lo imperfecto y frágil del conocimiento que todavía tenemos de esta materia y porque la sociosfera corre hasta cierto punto el peligro de ser contemplada c o m o una categoría residual, comprimida entre la biosfera y la tecnosfera, y a la que no se le reconoce su propia especifici- Papel creador de las ciencias sociales. Segunda parte: panorama de oportunidades dad. Pero tenemos que ser lúcidos respecto a los límites del empirismo y control que, aunque absolutamente necesarios, no son en absoluto suficientes. Es frecuente que su mérito principal sea negativo: revelan lo que no es, denuncian los errores de «sentido c o m ú n » y la opinión convencional, señalando los problemas y no las soluciones, observando las tendencias sin indicar necesariamente c ó m o canalizarlas o controlarlas. Para decirlo con una analogía m é dica, lo que hacen es diagnosticar más que curar. Ahora bien, es sabido que sin un diagnóstico claro no hay cura probable, y en la situación actual de la base de los conocimientos empíricos respecto a la sociosfera mundial, los diagnósticos tienen que preceder cualquier actuación política bien informada científicamente. Nuestro objetivo último debiera consistir en procurar elaborar un programa para la sociosfera mundial similar al que gradualmente se está elaborando para la biosfera. Los partidos y los movimientos «verdes» ya están poniendo de manifiesto los imperativos ecológicos. Se están convirtiendo en centros de atención de preocupaciones que tan sólo unos años atrás se consideraban c o m o algo remoto y hasta caprichoso: el efecto de invernadero, el agujero del ozono, la extinción de las especies, la eliminación de los residuos peligrosos, entre otros. La acumulación de pruebas científicas es la principal responsable de ello, apoyada por los movimientos de ciudadanos que han actuado c o m o acicate para los gobiernos en lo concerniente a las preocupaciones de los votantes y, por consiguiente, al hecho político de prestar atención a las cuestiones ambientales. Este precedente es m u y significativo, sobre todo porque refleja la madurez de tantos grupos de presión al interesarse por algo hasta conseguir que su interés se convirtiera paulatinamente en una gran corriente de opinión. La sociosfera, con sus contornos indefinidos y sus múltiples facetas, parece ser comparativamente menos específica y, por lo tanto, menos identificable c o m o causa. N o cabe duda de que es algo m u y impor- 437 tante, ya que antes c o m o ahora, gravita en torno a la lucha por obtener las oportunas asignaciones presupuestarias y también en torno al equilibrio de los poderes entre naciones y bloques. L o que configura en última instancia a estos temas eternos es, decisivamente, la percepción que de los mismos se tiene, basada en las corrientes informativas que cristalizan en imágenes de las diversas situaciones con que se enfrentan las comunidades. E n este m u n d o nuestro cada día m á s estrecho, es también cada vez menor la tolerancia que se tiene de las graves interpretaciones erróneas o de los errores de juicio. Por lo tanto, lo que hay que poner al alcance de los políticos y de los ciudadanos son datos de buena calidad que puedan ser reconocidos, si no c o m o la verdad, al menos c o m o una aproximación razonablemente objetiva de las realidades corrientes. Las conclusiones de la investigación empírica socioeconómica y el proceso de control llevan a corto plazo y de manera m u y directa a diversos tipos de oportunismo pragmático. Aunque con ello se presta a cierta flexibilidad dinámica y a cierta reactividad que pueden perfectamente mejorar el funcionamiento de la sociedad, no concuerda necesariamente con la concepción general de la política. Para que dicha concepción evolucione, las ciencias sociales tienen también que contribuir inteligentemente en sus modalidades interpretativa y analítica utilizando al m á x i m o todos los elementos empíricos de que dispongan21. Sólo de esa forma podrán desplegar plenamente su potencial creador. Lafinalidadúltima de dicha contribución podría consistir en la formación básica de los estadistas del m u n d o , tan diferente de la política internacional convencional com o lo es el politiqueo de la verdadera calidad de estadistas nacionales. Es sabiduría lo que necesitamos cultivar y la sabiduría no viene fácilmente ni tampoco puede emanar en las condiciones modernas de la ignorancia, ni florecer con ella. Traducido del inglés 438 Peler Lengyel Notas 1. Estas frases descriptivas se introducen para poner de relieve las características dinámicas de grupos de países que ya no se pueden describir adecuadamente como economías de mercado o economías de planificación central. 2. Los 24 países miembros de la O C D E se pueden subdividir en los 12 que constituyen la Comunidad Económica Europea (320 millones), su anillo externo de siete países (80 millones), Estados Unidos y Canadá (255 millones) y los tres países del Pacífico -Japón, Australia y Nueva Zelanda (140 millones). 3. «Fumbling in the dark with data», Londres, Sunday Times, 17 de septiembre de 1989, pág. B. 6. 4. M . Pollak, F. Dubois-Arber y M . Bochow: «La modification des pratiques sexuelles», La Recherche, 213, septiembre de 1989, págs. 1.100-1.111. 5. Cf. «A texbook warrior in Japan», International Herald Tribune, 1.° de noviembre de 1989, pág. 18. 6. Cf. Oxford International Countertrade Directory, Oxford, De Bard, 2 vols., anual desde 1988. 7. Citado por Le Monde, 17 de octubre de 1989, pág. 34. 8. Cf. National Accounts Statistics. Main Aggregates and Detailed Tables, 2 vols. United Nations, Nueva York, 1989. 16. Cf. V . Bornschier y P. Lengyel (eds.): World Society Studies I, C a m p u s , Frankfurt y Nueva York, 1990, sobre todo la introducción. 9. Cf. Nikita Moiseev: «El estudio de la noosfera: humanismo contemporáneo», Revista Internacional de Ciencias Sociales, 122. 17. Ver por ejemplo: «Economie data: Can experts count on U . S . figures?» International Herald Tribune, 31 de octubre de 1989, págs. 1 y 14. 10. F. González Vigil y otros: «Estructuras nacionales de los datos socioeconómicos primarios. VII: Perú, Revista Internacional de Ciencias Sociales, vol. X X X I I , n ú m . 4, 1980, págs. 857-901. 18. P. Lengyel: «Papel creador de las ciencias sociales. Primera parte: hacia un mayor reconocimiento de la base cognoscitiva» Revista Internacional de Ciencias Sociales, 122, págs. 615-632. 11. Cifras citadas de Le Monde, 10 de octubre de 1989, pág. 43. 12. Gérard Blanc: «L'évolution quantitative des organisations internationales: vers la croissance zéro?» en: Nicolas Jéquier (ed.). Les organisations internationales entre l'innovation et la stagnation, Lausanne, Presses Polytechniques Romandes, 1985, pág. 24. 13. Idem. N . Jéquier: Introduction, pág. 4 14. J.F. Couvrat y N . Pless: La face cachée de l'économie mondiale, Hatier, Paris, 1988. 15. Cf. Immanuel Wallerstein: El moderno sistema mundial, 1.1, 1979, t. II, 1984, Siglo xxi Editores de España, Madrid. 19. Inclusive los indicadores físicos son inadecuados. El compendio m á s completo disponible de unos de ellos, The World's Telephones, publicado anualmente por A T T , Whippany, N.J., Estados Unidos, se basa en datos que abarcan únicamente el 60 % de las instalaciones. 20. U n a excelente reseña al respecto puede verse en Francis X . Sutton: «Development ideology: its emergence and decline», Daedalus, invierno de 1989, págs. 35-37. 21. Yuri Afanasiev es m u y elocuente respecto a la necesidad de la contribución de los historiadores. Cf. Jean Daniel e Y . Afanasiev: Cette grande lueur à l'Est, París, Maren Sell, 1989, págs. 47-63. Notoriedad y obsolencia de las ciencias sociales: la innovación como deporte de equipo Mattei Dogan y Robert Pahre La ciencia no es en muchos respectos tan dis- profesores a los que se reconoce c o m o «estretinta del deporte. A algunos científicos se les llas», y son los que cosechan los beneficios en considera c o m o «estrellas» y atraen fácilmente forma de prestigio, ayudas a la investigación, a sus conferencias a vastas audiencias, sus horarios de enseñanza, nombramientos en las obras se venden m u c h o y los empleadores po- mejores instituciones y sueldos m á s altos. tenciales se los disputan. H a y equipos (facultaE n los deportes de equipo, por otra parte, des, institutos de investigación, departamen- hay dos clases de jugadores. Los hay que destos, universidades) cuyo predominio es incues- e m p e ñ a n las tareas m á s gratas, y se llevan tionable, mientras que otros sólo tienen éxito estadísticas sobre sus éxitos. Los porteros de algunas temporadas y otros, a su vez, se refu- fútbol y de hockey, por ejemplo, tienen m u y gian para siempre en la cola presente la lista de los jugade la clasificación. Sin e m dores contrarios con los goMattei Dogan es director de investigabargo, para seguir con la les que les han metido, y ción del Centro Nacional de Investianalogía, tenemos que re- gación Científica de París y es profesor también la recíproca es en la Universidad de California en Los conocer ante todo que hay cierta. Sin embargo, no es Angeles. Presidente del Comité de indos clases de deportes, el fácil cuantificar todas las vestigación de sociología comparativa deporte individual y el detareas, por lo que no se puede la Asociación Internacional de Sociología. 72, Bd. Aragon, 75013 París, porte de equipo. La ciencia de valorar la contribución Francia. suele ser contemplada code algún que otro jugador. Robert Pahre. titulado en economía m o parte del deporte indiEn el fútbol estadounidenpolítica, es profesor asistente en la Unividual, aunque en lo conversidad de Rochester. Department of se no hay ningún tipo de Political Science. University of Rochescerniente sobre todo a la estadística que mida los loter, Rochester, N . Y . 14627, E E . U U . ciencia social se la conciba gros individuales de los juAutores del artículo « C a m p o s híbridos c o m o un deporte de equien las ciencias sociales» (RICS, 121, pp. gadores de la línea de ata497-512). po, cuyos jugadores actúan que, pese a que esta línea en puestos m u y variados. está formada por cinco de los once jugadores del equipo. Sin línea de ataE n deportes individuales tales c o m o el tenis, la natación o las carreras de fondo, se resal- que, ningún juego iría m u y lejos y todos los deta a las estrellas y se las premia. En la comuni- fensas se verían atacados m u c h o antes de que dad universitaria son muchos los que se portan pudieran desprenderse del balón. c o m o si pensaran que la enseñanza y la investiEl avance científico se aproxima bastante gación son también deportes individuales. Pue- m á s al deporte de equipo. Dentro de cualquier den citarse estadísticas sobre las veces en que comunidad científica hay estrellas, y su imporaparece el nombre de algún autor, y los curricu- tancia investigadora queda reflejada en las eslum vitœ resumen los éxitos de la carrera en tér- tadísticas. Pese a ello, el avance de la ciencia se minos de publicaciones, nombramientos, pre- debe también al esfuerzo de unos investigadomios y otros parámetros m á s o menos cuantifi- res que equivalen a la línea de ataque, con frecables del éxito. H a y investigadores y cuencia en el anonimato. Convendría elaborar R I C S 125/Set. 1990 440 Mattet Dogan y Robert Fahre medidas que equivalieran científicamente a la «Las mayores revoluciones en los conceptos ayuda que le permite a un jugador de baloncesfundamentales de la ciencia se producen to hacer una canasta o a un futbolista meter un gradualmente. El trabajo de una sola pergol. sona puede jugar un papel sobresaliente en dicha revolución conceptual, y ello es así Los jugadores del equipo contribuyen a dar porque, c o m o en el caso de De Revolutioniforma a los debates universitarios mediante bus (de Copérnico), ese trabajo inicia la reuna investigación empírica que es esencial y volución con una pequeña innovación en que puede hacer modificar las tesis propuestas la que se presenta a la ciencia con nuevos por otros o a rechazarlas. La investigación del problemas o porque, c o m o en el caso de los equipo de jugadores puede que sólo se cite brePrincipia de Newton, la revolución finalivemente, ya que su contribución es absorbida za con la incorporación de conceptos derirápidamente por el patrimonio científico, sin vados de muchas fuentes. El grado de la que ello quiera decir que su trabajo carezca de innovación que cualquier persona puede importancia. producir es necesariamente limitado, ya H a yfilósofosde la ciencia, estudiosos de las que cada individuo tiene que emplear en ciencias naturales que han valorado el papel de su investigación los elementos que adquieestos jugadores de equipo. E n su obra señera La estructura de las revoluciones científicas, re con la enseñanza tradicional, no pudiendo reemplazarlos todos a lo largo de T h o m a s K u h n introdujo la distinción entre su vida» (Kuhn 1978). «ciencia normal» y «ciencia revolucionaria». K u h n ha sido a veces mal interpretado, dándose al término «normal» un sentido peyorativo, El conjunto de los instrumentos que hereda pese a que él mismo recalcara que «las revolu- el investigador, los conceptos y las teorías preciones no pueden serlo todo en la ciencia». Las vias, la acumulación de pequeñas y grandes inrevoluciones científicas, y éste es el caso de la novaciones, todo ello es lo que se denomina pafísica de Newton, tienen que ser desarrolladas y trimonio científico. C o m o sugiere el ejemplo exploradas antes de desglosarlas. Por ejemplo, de Newton, las principales contribuciones se las limitaciones de Newton sólo se han visto basan necesariamente en su patrimonio, includespués de que fueran muchos los científicos so cuando acaban sumándose a él. La investigaque las estudiaran y una vez valorada la revolu- ción llevada a cabo por científicos anónimos ción de Einstein. que han contribuido a dicho patrimonio permiM u c h o s de los que trabajan en ciencias so- tió la revolución de Newton. ciales parecen no valorar este punto. E n camLa mayoría de las innovaciones tecnológibio, proliferan las perspectivas teóricas, abun- cas son también acumulativas y hacen que sea dan las modas intelectuales y se aclama c o m o m á s dinámico el proceso de producción, m á s estrellas a los líderes de cada «revolución». O b - eficiente el instrumental y que se ahorre en gasviamente, debe fomentarse la crítica intelec- tos de mantenimiento. Estas innovaciones, por tual pero la «revolución continua», ya sea en la su naturaleza misma, dependen de u n vasto forma de Leon Trotsky o en la del gubernamen- cuerpo de trabajo previo, ya se den cuentan de tal Partido Revolucionario Institucional (PRI) ello o no los innovadores. Al estudiar la histode México, probablemente no es el objetivo ria de la tecnología, algunos han tratado de desmás aconsejable. enredar las fuentes de innovación tecnológica, C o m o han comprendido K u h n y otros, la llegando sin sorpresa alguna a la conclusión de mayoría de los progresos científicos se han lo- que «toda innovación se superpone a una vasta grado superponiendo capas sucesivas de sedi- red de desarrollos anteriores» (von Hippel mento. Incluso cuando el volcán ocasional de- 1988:132). Desenmarañar la innovación de su posita un gran volumen de sedimento, lo que patrimonio puede ser sumamente difícil. hace es agregar - y no quitar- lo que había Es interesante que, en la innovación tecnoantes. lógica, cuanto más se avanza, más se beneficia Incluso las revoluciones son acumulativas y a los distintos patrimonios. Las innovaciones van construyendo sobre el trabajo previo. E n son con toda probabilidad el resultado de múltiples perspectivas. las ciencias naturales, según K u h n : Notoriedad y obsolencia de las ciencias sociales: la innovación como deporte de equipo Patrimonios de las ciencias sociales 441 Cada disciplina formal posee su propio patrimonio: la acumulación del capital que representa el trabajo de muchos investigadores. Se La innovación en materia de ciencias sociales, trata de un patrimonio c o m ú n , aunque cada c o m o en ciencias naturales y tecnología, no concepto tenga sus creadores y sus prolongadoconstituye generalmente un progreso súbito, si- res a los que no es necesario citarlos cada vez no que es el resultado de un proceso y de acu- que se usa un término. Si tomamos el término mulación de trabajos en un campo afluente. de «concienciación» o el de «capital», no hay Los avances se van produciendo a grandes y a razón alguna que justifique precisar su origen pequeños pasos. El proceso es m á s acumulativo patrimonial. Lo m i s m o vale para las metodolode lo que se podría pensar. Comparemos, por gías. Si usamos tablas de dos por dos para geneejemplo, el gran provecho que sacan los histo- rar tipologías, no necesitamos citar a Paul Lariadores modernos del trabajo realizado por zarsfeld; podemos aplicar la teoría de los juegos otros investigadores a partir de los datos rudi- sin citar al Marqués de Condorcet o a John von mentarios proporcionados por antiguos histo- N e u m a n n y a Oscar Morgenstern. Podemos ser riadores c o m o Tucídides, Heródoto, Sima psicoterapeutas sin citar a Sigmund Freud. El Qian, el venerable Bede o Ari el Erudito. Sin estudio de la geografía histórica nos revela que embargo, todos ellos disponían c o m o mínimo las innovaciones metodológicas son rápidade algún patrimonio. Bede, escritor del siglo mente absorbidas por el patrimonio e incluso vin, utilizó las obras de unos cien autores, sin rechazadas o tan rápidamente absorbidas por contar la Biblia y otras fuentes de primera m a - los escritos no metodológicos que sirven de no. El patrimonio de la historia se remonta por transmisión a los métodos (Baker 1973:349) que es inútil remontarse a las fuentes. Hasta la lo menos a entonces. H a y autores que siguen preguntándose si en identidad del innovador llega a perderse en el las ciencias sociales también existen tales patri- anonimato. ¿Cuántos demógrafos modernos monios. Stanislaw Andreski (1972), por ejem- son capaces de recordar el nombre del primer plo, llegó a comparar las ciencias sociales con la investigador que utilizó correlaciones estadísti«brujería». Propongamos dos experimentos cas? ¿Cuántos economistas saben quién fue el para los escépticos. Imaginemos que tomamos primero en elaborar los modelos matemáticos un clásico de algún c a m p o determinado, c o m o de la economía? U n destino similar es el de los Moisei Ostrogorski con su Political Parties manifiestos y programas propuestos de inves(1902), y encubrimos su pensamiento de m o d o tigación, c o m o pasa con el artículo inspirado que pase por actual. ¿Sería aceptable dicho clá- de Karl Deutsch «Hacia un inventario de tensico hoy? ¿Y nos parecerían sus ideas, sus m é - dencias y patrones básicos en política intertodos y sus conclusiones pasados de m o d a y nacional comparativa» (1960). C o m o criterio desligados completamente de un vasto cuerpo suplementario, entonces, podemos ver que la de investigación que se ha perfeccionado, afi- innovación no es sólo novedoso, c o m o la nado, hasta el punto de invalidar o sustituir sus m o d a , sino que contribuye al patrimonio. ideas? N o s atrevemos a pensar que el jurado Poder explotar el patrimonio que se posee que examinaría las tesis del autor clásico abri- significa que cada investigador puede iniciar su garía serias dudas acerca de las capacidades de trabajo a un nivel m u y superior al de sus predenuestro candidatoficticio.T o m e m o s ahora co- cesores. El estudiante universitario de astronom o ejemplo el capítulo inicial de M a x Weber mía de nuestros días posee m á s conocimientos sobre «La dominación y la legitimidad» de que Copérnico o Newton; su equivalente en poEconomía y Sociedad, capítulo que sería ina- lítica comparativa sabe m á s que Montesquieu ceptable si se publicara en alguna revista im- o John Stuart Mill, y el candidato a doctor en portante actual. Las ideas han sido tan bien in- geografía, antropología o sociología tiene m á s tegradas en la sociología que su deficiente conocimientos que sus m á s ilustres antecesores organización, su vocabulario obsoleto y otros universitarios. La razón por la que los estudefectos estilísticos impedirían su publicación. diantes pueden tener m á s conocimientos -sin En honor de la justicia hay que decir que esos que ello suponga necesariamente, c o m o es nadefectos pueden ser atribuibles al hecho de que tural, disponer de las mismas capacidades de se publicara postumamente. razonamiento que sus antecesores- es sencilla 442 y se explica por el hecho de tener acceso al patrimonio de que se trata. Los gigantes también se apoyan en el patrimonio, y puede que hasta más que los estudiantes universitarios. Karl Marx se remite a A d a m Smith en 296 de las 1.721 páginas de su Teoría de la plusvalía, lo que significa que en más de una de cada seis páginas aprovecha el trabajo de ese investigador singular. A d e m á s de Smith, Ricardo y otras grandesfiguras,Marx se refirió también abundantemente y con cierta frecuencia de manera polémica, a investigadores m e nos conocidos de su tiempo. También ellos contribuyeron a su pensamiento, con lo que se demuestra que los gigantes pueden trepar sobre los hombros de los enanos. Muchos investigadores destacados del pasado han dejado unas huellas mucho m á s visibles que las de otros por haber sido precursores de los gigantes, como sucede con Feuerbach (véase la obra de Marx «tesis sobre Feuerbach») hasta La teoría de M . Ferrier de Jean-Baptiste Say. La innovación no se presenta en el vacío sino que se desarrolla a partir del patrimonio, combinada con la manera que tenga el científico de enfocar dicho patrimonio. «Puede que el arte m á s valioso del científico consista en desarrollar casi un sexto sentido basado en el profundo conocimiento de su propio campo, lo que puede decirle qué investigaciones son prometedoras y cuáles no» (de Solía Price 1975: 142). Los patrimonios sirven de asidero y de punto de referencia. Todos los investigadores conocen los clásicos de su patrimonio y son estos paradigmas los que sirven de referencia para medir la innovación. Por ejemplo, todos los sociólogos están familiarizados con unas pocas docenas de obras importantes y todos saben que la «buena sociología» se relacionará de alguna forma con las preocupaciones de dichos clásicos o con las de sus más recientes homólogos. A u n así, la dirección de la investigación siempre cambia. L a mayoría de sociólogos, incluyendo los mejores, no siempre han leído a Marx, Weber, Durkheim o Parsons, no habiéndolo hecho en todo caso desde los primeros años de su formación universitaria. Está claro que la innovación es un fenómeno de masa, c o m o puede comprobarse hojeando libros y revistas. El índice de Handbook of Sociology (Smelser, ed. 1988) da una lista de unos 3.000 nombres y es probable que no todos los innovadores de la sociología estén inclui- Mallei Dogan y Robert Pahre dos. Según nuestros propios cálculos, sólo el 3 o el 4 % de las 10.000 citas de esta obra provienen de las cinco «estrellas», Karl Marx, M a x Weber, Emile Durkheim, Talcott Parsons y Robert Merton, mientras que el 97 % restante se distribuye entre unas 3.000 personas. La American Political Science Review ha reseñado unos 100 libros en cada edición en los 10 años últimos, o sea, 400 por año. En los años sesenta la cifra era de casi 200 por año, con lo que se llega a 8.000 en un cuarto de siglo, sin incluir todos los libros publicados en la materia. Aunque sólo fuera innovador uno de cada cuatro libros, estimación modesta, tendríamos de todas formas 2.000 libros innovadores. L a cantidad de artículos de revistas que han sido innovadores en el m o m e n t o de publicarse debe de ser m u y grande. También podemos intentar calcular el volum e n del patrimonio de las revistas. Supongam o s que una revista de sociología publica cinco artículos por edición, o sea, 20 al año o 500 en un cuarto de siglo. Puede que sean alrededor de 100 las revistas en todo el m u n d o que tratan de sociología y que cuentan por los menos con 25 años de existencia. Por ello, la cantidad de artículos que reúnen entre todas asciende a los 50.000. N o todos los artículos tienen carácter innovador, por supuesto, aunque cabe suponer que aproximadamente la mitad del total de la innovación quefiguraen dichos artículos figura entre los 5.000 mejores lo que sigue siendo importante. En otro amplio campo, el de la psicología del desarrollo, son cerca de 2.000 los artículos, monografías, reseñas, libros y capítulos de libros publicados anualmente a comienzos de los ochenta (Cairns y Valsiner 1984). Extrapolando a partir de dichos ejemplos, concluiremos diciendo que el patrimonio actual de cada una de las ciencias sociales está compuesto de varios miles de libros y de decenas de miles de artículos, publicados en su mayoría en los últim o s 20 años. Hay quienes han pretendido cuantificar el volumen del patrimonio en un campo determinado. Si volvemos la vista a los años 1930-1955 del estudio sobre la opinión pública, Bernard Berelson escribe: «La primera edición de la bibliografía de Smith-Lasswell-Casey contenía 4.500 títulos desde el comienzo de 1934. La segunda edición contenía 3.000 para los nueve años de 1934 a 1943. Los recopiladores de Notoriedad y obsolencia de las ciencias sociales: la innovación como deporte de equipo 1943 destacaron 150 «títulos sobresalientes», de los que el 60 % aparecieron a partir de m e diados de 1934» (Berelson 1956:302). Esto significa que en 1943, el dos por ciento de todos los títulos publicados alguna vez eran considerados todavía «sobresalientes». Este bajo porcentaje revela, no obstante, un gran número en cifras absolutas, y muchos de los títulos tendrían que ser considerados sobre todo c o m o valiosos, aunque no fueran sobresalientes. H a y que tener también en cuenta que este gran cuerpo de trabajo ya existía en 1955. Desde entonces el estudio sobre la opinión pública ha aumentado explosivamente. La disquisición de Berelson sobre la investigación relativa a la opinión pública también ilustra el grado de trabajo que se ha acumulado. E n la reseña sobre la lista ilustrativa de los diez libros «más importantes» de 1930 y de los diez libros m á s importantes de 1955, Berelson observaba que, mientras los títulos m á s sobresalientes de 1930 se habían escrito a lo largo de un siglo, los de 1955 lo habían sido entre 1939 y 1953. Así, lo nuevo parece relegar lo viejo. Dicha estimación puede confirmarse ampliamente. La Biblioteca del Congreso cuenta con alrededor de 200.000 obras de geografía, 30.000 de antropología, 50.000 de psicología, 700.000 de economía, 200.000 de sociología, 200.000 de ciencias políticas, 300.000 de historia estadounidense y 600.000 de historia de otros países (American Library Association 1986). Las hay que son bastante antiguas, c o m o es natural, y no todas tuvieron un carácter innovador cuando aparecieron, aunque son m u chas las que han contribuido en mayor o menor medida al patrimonio cuando aparecieron por primera vez. Es imposible el estudio detallado de todo este patrimonio, pero las cifras dan una buena idea de la magnitud relativa en cada caso. N o cabe sorprenderse de que sean las obras históricas las que figuran en mayor número, y en la sola Biblioteca del Congreso la historia de Estados Unidos figura con m á s títulos que cualquier otra disciplina. La psicología, aunque parezca extraño, está poco representada aunque el análisis de las revistas probablemente confirmaría que es mucha realmente la investigación que aparece en revistas y no en libros. La mayor parte del trabajo contiguo a la investigación no tiene por qué citar a los clásicos, salvo raras excepciones. Sin embargo, y 443 dado que los clásicos están ahí, la tendencia de los investigadores es poner de relieve las contribuciones de unos pocos investigadores sobresalientes y olvidar las contribuciones m á s modestas que les sirvieron de base. El tiempo contribuye irremediablemente a este proceso, y las innovaciones menores son absorbidas por el patrimonio y quedan en gran parte c o m o influencias en unos pocos clásicos. Los clásicos siguen siendo la fuente principal del patrimonio, c o m o Miguel Angel y otros gigantes del arte siguen siendo la fuente del arte del Renacimiento. Sin embargo, el Renacimiento fue un vivero del que sobresalieron centenares de artistas de talento, c o m o puede comprobarse con el solo hecho de visitar los museos italianos. También por cada Mozart hubo docenas de compositores hoy caídos en el olvido. Lente de aumento Sucede rara vez en el ámbito de las ciencias sociales que alguna contribución importante se atribuya posteriormente a múltiples investigadores, aunque sea hoy frecuente en lo tocante a las ciencias naturales. Sin embargo, son los investigadores anónimos y los modestos progresos que a ellos se deben los que siempre desempeñan algún papel, por lo que es injusto resaltar tan sólo las contribuciones de las «estrellas», dejando en el olvido a centenares de investigadores. E n las ciencias naturales, los ganadores del Nobel «observan una y otra vez que los científicos eminentes son encomiados desproporcionadamente por sus contribuciones a las ciencias, mientras que los científicos relativamente desconocidos son elogiados raras veces por contribuciones comparables» (Merton 1973:443). Hasta los príncipes de la comunidad científica critican las exageraciones del «sistema de estrellato». A d e m á s de la justicia, el sistema de estrellato puede perjudicar realmente a la ciencia. R o bert Merton arguye que cuando dicho sistema se transforma en «ídolo patentizado, viola la norma del universalismo propia de la institución científica y frena el avance de los conocimientos. Pero casi nada se sabe de la frecuencia con que editores y árbitros, y otros cancerberos de la ciencia adoptan estas prácticas» (Merton 1973:457). El sistema basado en las estrellas puede también generar intolerancia y tiranía. 444 Mattet Dogan y Robert Pahre Podremos citar el caso extremo y célebre del que había que buscar la explicación del c o m estancamiento de la lingüística y la biología so- portamiento irracional y hasta cruel de seres viéticas c o m o consecuencia de las intervencio- que parecían normales en una especie de contanes de Stalin. Sin embargo, se presentan cons- gio al calor de las multitudes. tantemente casos m u c h o m e n o s extremos. La ley del rendimiento decreciente fue obra Todo investigador ha oído anécdotas terribles en 1815 de tres economistas que actuaron de acerca de la tiranía de cierto editor de revistas manera independiente unos de otros, Edward o de determinado líder de algún grupo en de- West, David Ricardo y T h o m a s Malthus. Bertil partamentos universitarios. Tal conducta pue- Ohlin, Erik Lindahl, Gunnar Myrdal y Michael de ser posible tan sólo por el valor que el siste- Kalecki pueden haberse anticipado a algunas m a basado en el estrellato imprime a los de las partes de la Teoría General de Keynes en investigadores considerados, valor m u y por en- varios años. cima del que de verdad se merecen. La simultaneidad de la invención sólo se El hecho de que sea la innovación simultá- produciría cuando la innovación está «en el ainea la que prevalece nos indica con toda clari- re». Esta frase es demasiado vaga, por supuesdad hasta qué punto puede prestar a error el to. Lo que realmente ocurre es que dos investique sólo se haga resaltar a las estrellas. Harriet gadores creativos y familiarizados ambos con Zuckerman escribe a este respecto: «La historia el mismo patrimonio, prosiguen lógicamente la de la ciencia está llena de episodios de descu- obra de sus predecesores avanzando en la misbrimientos m u y parecidos, obra independiente m a dirección. La simultaneidad no tendría luy con frecuencia simultánea de dos o más cien- gar sin esta lógica y no podría suceder sin un tíficos» (Zuckerman 1988:542). Por ejemplo, patrimonio sustancial sobre el que se asienten y Isaac Newton y Godofredo Leibnitz descubrie- construyan ambos innovadores. Los debates en ron en 1665-1666 el cálculo infinitesimal al la materia suelen ser los catalizadores de la acmismo tiempo. Paul Broca es conocido por su ción de varios investigadores en una misma didemostración de que las heridas causadas en rección. West, Ricardo y Malthus respondieron determinadas partes del cerebro podrían inha- los tres a los usos del razonamiento económico bilitar el lenguaje, pero su descubrimiento te- contemporáneo en el debate respecto a la ley de nía origen en Ernest Aubertin, quien tuvo la 1815 sobre el precio del maíz, aunque Ricardo desgracia de no hallar un caso clínico apropia- se sirviera de la ley del rendimiento decreciente do del fenómeno hasta después de Broca. El na- para atacarla y Malthus para defenderla. turalista Alfred Rüssel Wallace descubrió la Investigadores que trabajaban separadateoría de la evolución en Indonesia al m i s m o mente en Holanda, Bélgica, Austria, Suiza, C a tiempo que lo hacía Charles Darwin en Lon- nadá y Nigeria descubrieron casi simultáneadres con datos de Los Galápagos. Cuando Wal- m e n t e una nueva forma de democracia lace comenzó a escribirse con Darwin, Darwin caracterizada por una profunda segmentación se sintió obligado a publicar, no sólo su teoría, cultural y al m i s m o tiempo por una sorprensino las cartas y notas que revelaban que su dente estabilidad gubernamental: la democrateoría era anterior a sus relaciones con Wallace. cia consocietaria. Hay muchos casos así. Entre los 264 galardonaEl proceso de innovación simultánea es ubidos con el Premio Nobel estudiados por cuo y no se sitúa precisamente al final de la Zuckerman, «se descubrió que setenta de ellos escala. Es importante recordar que «los descuhabían participado de alguna forma en des- brimientos múltiples no se limitan a los grancubrimientos múltiples de otros premios N o - des descubrimientos ni a ninguna ciencia en bel, además de los galardonados con quienes particular, c o m o tampoco a ningún período dehabían compartido el premio» (Zuckerman terminado» (Zuckerman 1988:542). M u c h o s 1988:545). El virus del SIDA se descubrió poco investigadores han hecho la experiencia de desmás o menos al m i s m o tiempo, siendo sus des- cubrir que otro colega trabajaba sobre el m i s m o cubridores Luc Montagnier y el Dr. Gallo. L o tema de manera similar a la suya, haciendo un mismo ha sucedido con las ciencias sociales. descubrimiento simultáneo, grande o pequeño. Gustave Le Bon y Gabriel Tarde escribieron Tener en mente dichos descubrimientos nos sobre el comportamiento de la muchedumbre a ayuda a recordar la exageración del «sistema de finales del siglo XIX, llegando a la conclusión de estrellato» en la ciencia. Notoriedad y obsolencia de las ciencias sociales: la innovación como deporte de equipo El sistema de estrellato subestima muchísim o el papel de millares de investigadores. U n o s pocos ejemplos sacados de las ciencias sociales bastarán para ilustrar el problema. Cualquier comprensión del efecto de los mecanismos electorales en los sistemas de partido se basa en el trabajo de muchos investigadores, por no mencionar los debates parlamentarios sobre la representación proporcional. U n o puede nombrar a lumbreras tales c o m o Maurice Duverger, Ferdinand A . Hermens, Douglas W . Rae, Anthony D o w n s , David Butler, Giovanni Sartori, y otros muchos, desde T h o m a s Hare, en 1859, y John Stuart Mill, en 1862, hasta George van den Bergh, en 1956, y Enid Lakem a n y James Lambert, en 1955, pero todos ellos forman parte de la misma cordillera. N o tener en cuenta la cordillera, c o m o parece haber hecho William Riker en su bien conocido artículo publicado en 1982 en la American Political Science Review es exagerar la altura de los picos. Algunos de los m á s perspicaces han sido los propios políticos. N o hay democracia en que no haya habido centenares de personas que han contribuido al debate, desde las disquisiciones de Madison en las monografías del Federalist hasta los participantes en el debate político sobre la representación proporcional en Francia en 1986. Los problemas han sido estudiados m á s recientemente por un amplio grupo de investigadores en colaboraciones para Choosing an Electoral System, editado por Arend Lijphart y Bernard Grofman. La innovación masiva, los vastos patrimonios y el progreso acumulativo son obvios virtualmente en cada una de las partes de las ciencias sociales. T o m e m o s , por ejemplo, la documentación relacionada con las repercusiones de la tecnología en la sociedad y las tecnoestructuras. Aquí también se pueden citar algunas personalidades, entre una gran multitud: Federico Engels, Thorstein, Veblen, José Schumpeter, Lewis M u m f o r d , John Kenneth Galbraith, Jacques Ellul, Jean Fourastié, M e a dows y otros, del Club de R o m a . Sin embargo, son centenares los que han contribuido con su granito de arena al edificio y sería imposible distinguirlos a todos. La teoría económica de la incertidumbre y el riesgo no es diferente. Es cierto que en ella se incluye el trabajo de Bernoulli, Bayes, Kenneth Arrow, John Pratt, Oskar Morgenstern y John von N e u m a n n , Frank Knight, Howard Raiffa, 445 Michael Rothschild, Joseph Stiglitz, Jack Hirsleifer, Jacques Dreze, G . Debreu y George Akerlof. Sin embargo, la lista, aunque amplia, no es completa. Tendrían que añadirse muchos otros nombres, sobre todo en campos especializados de los mercados de capitales, la inversión, los mercados bursátiles y los seguros, por lo que la bibliografía completa sobre el tema incluiría docenas de artículos y u n n ú m e r o prácticamente parecido de autores representados. A d e m á s , dichos artículos se basan en un cuerpo m u c h o más vasto de obras que los especialistas de los diferentes campos especializados tendrían que dominar. U n cuerpo todavía más amplio de obras sirve de fundamento a todos estos artículos y libros, dejándolos poco a poco sin valor acumulativo, sin que por ello dejen de haber contribuido de alguna manera en su tiempo. H a y algunas partes de la literatura que pertenecen prácticamente a los modelos formales de las ciencias sociales, teniendo en sus aspectos no formales implicaciones para la psicología del conocimiento, el comportamiento de las organizaciones y otras especialidades. Estudios sobre las élites también son producto de muchos investigadores con contribuciones grandes y pequeñas. Dejando de lado algunas figuras anteriores a 1900, cualquier revista del tema incluiría a Moisei Ostrogorski, Vilfredo Pareto, Gaetano Mosca, Robert M i chels y M a x Weber, entre otros, con anterioridad a la Primera Guerra Mundial. En el período interbélico se sumarían las contribuciones de Moller von der Brück, Harold Lasswell, Joseph Schumpeter y otros. E n los años 1950 y 1960, la comprensión del tema fue aumentando aún, con contribuciones destacadas de Ortega y Gasset, Burnham, R a y m o n d Aron, Dorn, Hunter, Milovan Djilas, C . Wright Mills, Ralf Dahrendorf, Heinz Eulau, Susanne Keller, Meisel, Donald Matthews y otros muchos. E n los años 1970 y 1980, son más del centenar los investigadores que han ido edificando a partir de un patrimonio verdaderamente impresionante, junto con un amplio elenco que va de Robert Putnam hasta G . William Domhoff. A través de cada especialidad de toda disciplina encontramos un patrimonio así. Dicho patrimonio varía de tamaño, de edad y de importancia. ¿Es posible cuantificar satisfactoriamente las contribuciones de estos patrimonios? 446 Citas, innovación y reputación Algunos dicen que la cantidad de citas que se hacen de los investigadores, según la lista de una publicación tal c o m o el Social Sciences Citation Index, es u n buen medio para medir la cantidad innovadora del trabajo del investigador. Evidentemente, la cantidad de citas guarda una correlación, bastante fuerte, con otros índices de calidad tales c o m o la reputación profesional y el hecho de ganar el premio Nobel, cuando esto sucede. Sin embargo, hay muchas razones para ser escéptico. Obviamente, citar a un autor n o equivale siempre a decir que sea innovador. Los índices de citas no indican si la obra se cita veinte veces en un artículo dado o solamente una vez, y sin embargo la diferencia es grande, c o m o todos los investigadores saben. Muchas de las citas tienen tan solo carácter superficial y sirven meramente para indicar que los investigadores que están trabajando en temas similares están familiarizados con el tema, o sirven tan sólo para procurar establecer una forma de filiación o legitimidad intelectuales. Podemos citar un ejemplo sin citar a su autor. «Desde Aristóteles, pasando por Locke, Rousseau y Tocqueville, hasta la serie de estudios contemporáneos, este análisis se ha intentado multitud de veces». En otros casos la herencia no se cita en absoluto, lo que falsea el recuento. Según dos especialistas en estudios de citas, esto «ocurre la mayor parte de las veces cuando el trabajo de un científico ha tenido una repercusión tan profunda en el campo que las ideas que ha llegado a formar parte del paradigma aceptado, por lo que la cita explícita ha dejado de ser necesaria» (Cole y Cole 1972:370). Dichas obras han pasado a formar parte del patrimonio anónimo. La cuestión merece más estudio, pero algunas conclusiones hacen pensar que las citas fugaces son numerosísimas. En un estudio de citas sobre la física teórica de la alta energía, por ejemplo, Moravcsik y Murugesan encontraron que: «Gran parte (dos quintos) de las referencias son superficiales. Esto plantea serias dudas acerca del uso de las citas c o m o medida de la calidad, puesto que entonces es bastante fácil que alguien o algún grupo aumente las cuentas de las citas por el solo Mallei Dogan y Robert Fahre hecho de mencionar trabajos a duras penas publicables sobre temas que de esa form a se citarán fugazmente y c o m o referencias de paso» (Moravcsik y Murugesan 1975:91). A d e m á s , la cita mecánica puede reforzarse a sí misma. Cualquier investigador, citado m e cánicamente, gana un estatus y éste dará a su trabajo futuro una notoriedad que redundará en un mayor mérito, c o m o sucede con el «efecto de halo». Cole y Cole notan que originalmente «los científicos ganan en notoriedad al publicar alguna investigación significativa. Después de haber ganado dicha notoriedad, gozan de un efecto de halo a medida que su investigación obtiene un interés adicional debido precisamente a esa notoriedad» (Cole y Cole 1972:370). C o n ello aumenta el número de citas del trabajo futuro a cuenta de dicho investigador, sea o no sea un innovador. D e esa m a nera se pone una vez más en tela de juicio la utilización de contar el número de citas c o m o forma de medir la innovación. M á s grave todavía es el hecho de que sea el número de citas de una obra lo que se tome en consideración, independientemente de la m a g nitud del c a m p o considerado. Si las innovaciones importantes son, c o m o es natural, m e n o s probables en los campos que cuentan con un número ingente de investigadores, los innovadores menores en dichos campos pueden sin embargo acaparar la mayor parte de citas por el solo hecho de que son muchos. U n innovador principal de la interfaz de especialidades, por otra parte, puede tener dificultad en hallar una gran audiencia, aunque podríamos esperar que los que lo citen lo hagan en forma m á s que superficial. Desde el punto de vista de las ciencias sociales en su conjunto, las citas son problemáticas también debido a que varía tanto la extensión de las disciplinas: la psicología es fácilmente la m á s amplia, mientras que la antropología, por ejemplo, es relativamente pequeña. Quiere decirse con ello que las innovaciones en psicología cuentan con m á s citas que la antropología. N a d a hay que demuestre que la innovación psicológica es por lo tanto m á s importante que la antropológica. Otro problema para la comparabilidad entre disciplinas reside en el hecho de que cada disciplina tenga sus propias normas de publicación y de cita. E n algunas ciencias naturales no Notoriedad y obsolencia de las ciencias sociales: la innovación como deporte de equipo es raro publicar veinte artículos o m á s al año. E n cierta forma, la norma de publicación puede presentar u n «hallazgo» singular, con sus respectivas explicaciones de pertinencia y repercusiones. E n muchas ciencias sociales, por otra parte, el artículo que se escriba sobre algún análisis regresivo sería inaceptable. También habría que observar que el SSCI mide sólo las citas que aparecen en los artículos y no en los libros. Son m u y variables las disciplinas a las que se consagran libros y artículos. En psicología priman sobre todo los artículos publicados en revistas especializadas, mientras que los historiadores plasman sus investigaciones en libros, escriban o no artículos. M u c h a s disciplinas pasan por épocas de transición. Los economistas publican cada vez menos libros hoy en día, aunque no es raro que recopilen sus trabajos y los agrupen en forma de libro, lo que revaloriza su obra. Los politólogos parecen seguir su ejemplo en campos orientados m a t e m á ticamente. U n a disciplina de transición o dividida c o m o es la ciencia política permite utilizar el SSCI, lo que multiplicará el grado de innovación respecto a la elección del público, subestim a n d o los progresos respecto a la teoría política. También varían las costumbres de los autores de recurrir a las citas. Broadus observa que: « D o s autores pueden servirse del m i s m o n ú m e ro de libros, folletos y artículos de revistas, aunque habrá uno que remita al lector a las citas de pie de página veinte veces y otro treinta» (Broadus 1971:236). Si al autor que publica m u c h o y cita m u c h o le gusta el trabajo de otro autor, a éste lo citarán m u c h o más que si el trabajo del primero fuera m e n o s prolífico, sin que ello modifique su valor. Evidentemente, las variaciones debidas a este factor pueden contar m u y poco en el caso de muchos investigadores, aunque siempre la idea que se forma será tendenciosa, ya que la mayor parte de autores no son citados con la m i s m a frecuencia. El resultado es que las citas parecen una m e dida curiosa y no podemos servirnos de ellas c o m o medida innovadora. N o s gustaría establecer una correlación entre «innovación» e «hibridación», aunque no sea éste el lugar de hacerlo. Sin embargo, esto nos recuerda que aunque los híbridos tienen m á s posibilidad de ser innovadores, no es absolutamente cierto que los investigadores de una sola disciplina tengan que ser menos productivos. Algunas de 447 esas cifras han sido importantísimas para sus respectivas disciplinas, pero de importancia relativamente ínfima para las d e m á s . N o a m C h o m s k y y Milton Friedman han sido citados cada u n o m á s de 3.500 veces entre 1981 y 1985, según el SSCI, cifra altísima. A m b o s son investigadores de una sola disciplina y son citados principalmente por colegas de su m i s m o campo. H a y otros grandes investigadores que son múltiples, y son muchos los que han alcanzado una gran celebridad en diversos campos. M a x W e b e r , también citado m á s de 3.500 veces en el m i s m o período, es un ejemplo famoso; Talcott Parsons, con un número de citas análogo, es célebre en sociología, ciencia política y antropología. Karl M a r x ha sido citado 1.500 veces entre 1981 y 1985, igual que Seymour Martin Lipset, y ambos son múltiples y su celebridad se extiende a muchos campos. El equilibrio entre ellos varió ligeramente entre 1966 y 1970, con 1.800 citas de Lipset y 1.100 de Marx. También hay investigadores a los que se cita casi siempre fuera de su propia disciplina, caso del economista M a n c u r Olson, con unas 1.000 citas sobre todo por parte de politicólogos. Entre los científicos sociales m á s citados a comienzos de los ochenta figuran personalidades tales c o m o B . F . Skinner (3.000), citado en filosofía, sociología, antropología, psicología y otras disciplinas; Paul Samuelson (3.0OO), m á s unidisciplinario que Skinner, pero citado igualmente c o m o economista y politicólogo; Robert Merton y Emile Durkheim (2.500 cada uno) han sido célebres fuera de la sociología. Durkheim es u n buen ejemplo de longevidad, en contraste con su contemporáneo, el geógrafo Paul Vidal de la Blache, citado solamente unas docenas de veces. Esta diferencia es comprensible, puesto que Durkheim es m á s teórico y Vidal de la Blache más descriptivo. H a y muchas sorpresas en el Social Sciences Citation Index. T h o m a s K u h n (2.700) es tan citado c o m o Aristóteles (1.500) y Platón (1.100) juntos. John Maynard Keynes es citado solamente 2.000 veces en el m i s m o período, m á s que Schumpeter (1.600), aunque m e n o s que Milton Friedman (3.500). Otros notables economistas quedan rezagados, c o m o Wassily Leontief (800) y Gordon Tullock (800). Las tresfigurascentrales de la antropología (Malinowski, Radcliffe-Brown y Evans-Pritchard) sólo suman entre los tres las mismas ci- 448 tas que el psicólogo O . F . Kernberg. Claramente la razón es que hay muchos m á s psicólogos que antropólogos, lo que también explica por qué Freud es citado 13.600 veces, m á s que cualquier otro investigador de las ciencias sociales, que sepamos. Las principales personalidades de la ciencia política en la década anterior (Gabriel A l m o n d , Robert Dahl, Karl Deutsche, David Easton, V . O . Key, Sidney Verba y K e n neth Waltz) tienen el m i s m o problema que sus colegas antropólogos. A cada uno lo citan m e nos de 500 veces en los últimos cinco años, e inclusive juntos, estos siete investigadores, son citados menos veces que Chomsky. Esto también refleja la diversidad de la ciencia política y la relativa coherencia de la lingüística. E n pocas palabras, dista de ser claro qué indica realmente la cantidad de citas. Puede depender sencillamente de la popularidad, c o m o en el caso de las casi 6.000 citas de Lenin en comparación con las 1.700 de Darwin y las 500 de Pareto. Este no es el orden de importancia respecto a la innovación. Resulta, por consiguiente, m u y difícil cuantificar la innovación. Podemos citar otros m u chos ejemplos, presentar ilustraciones, analizar el proceso general y discutir su importancia para el progreso científico. Lo que no podemos es cuantifícarla. N o podemos contar la cantidad de innovaciones y de innovadores. Cada investigador tiene que considerar su especialidad para evaluar hasta qué punto estamos hablando de este tema. Evidentemente, los investigadores contribuyen de forma dispar al desarrollo de las disciplinas científicas. La desigualdad entre ellos se ve amplificada por la tasa de supervivencia de una generación a la siguiente. Mattet Dogan y Robert Fahre ce mientras que gran parte del trabajo de campos superpoblados fallece apenas nace. Sería injusto preguntar cuántos libros y cuántos artículos siguen vivos todavía hoy. L o que importa es que la mayoría hayan sido innovadores al aparecer. Los editores y los árbitros de las revistas juzgaron que los artículos merecían ser publicados y juzgaron que valía la pena reseñar muchos de los libros en sus revistas. Podemos tomar c o m o ejemplo la ciencia política. Cada año se publican unas 300 revistas que tratan de esta disciplina. Se podría admitir generosamente que la mayoría de artículos de estas revistas aportan algo nuevo al tema; de no ser así, el consejo de redacción no los habría seleccionado entre tantos otros para publicarlos. Sin embargo, si uno fuera a una biblioteca y hojeara una revista de hace treinta años, encontraría que cerca del 90 % de todos los artículos han dejado de tener utilidad. Por supuesto, si uno mira solamente los artículos seleccionados en las doce mejores revistas de una materia, aparecería que dichos artículos han ido envejeciendo con mejor fortuna. Incluso así, los artículos innovadores publicados en ciencias políticas 30 años atrás hoy ya no tienen vigencia o la están perdiendo, en el sentido de que su contribución entra a formar parte del patrimonio. L a mortalidad de los artículos es m á s baja en historia y geografía que en sociología o economía. La esperanza m á x i m a de vida que pueden tener los artículos es la de los publicados en las revistas m á s prestigiosas, c o m o American Journal oj Sociology. D e los 43 artículos publicados en el volumen 56 de esta revista (1950-1951), 20 no fueron citados en absoluto en 1981-1985, por lo que aparentemente habían muerto. Del resto, la mayoría daban sus últimas boqueadas: 14 fueron citados sólo una vez en dicho quinquenio. Sólo cinco de los 43 artículos se acercaban o rebasaban el nivel de Obsolescencia una cita al año. D o s de ellos fueron citados cuade los investigadores tro veces cada uno, otro cinco, otro siete y el Casi toda la investigación va siendo menos ci- último ocho. Los que m á s han resonado son tada con el transcurso del tiempo. La innova- «Informal Factors in Career Advancement» ción acumulativa y el crecimiento de los patri- (Factores informales del ascenso en las carremonios se combinan para ir enterrando a los ras»), de Melville Dalton, y «The Diffusion of antiguos contribuidores. Obviamente, algunos Sexual Psychopath Lows» («La difusión de las duran m á s que otros, pero todos alfinalsucum- leyes sobre la psicopatía sexual»), de Edwin H . Sutherland. N o tenemos ninguna explicación ben y pasan a tener sólo un valor histórico. de la longevidad de dichos artículos. C o m o la Los científicos sociales no son inmortales. ciencia es una empresa acumulativa, las muerLa investigación innovadora se va fundiendo tes son perfectamente comprensibles. Las redentro del patrimonio a medida que desapare- Notoriedad y obsolencia de las ciencias sociales: la innovación como deporte de equipo 449 vistas han sido capas sedimentadas de conoci- lógicos se refuerza también gracias al trabajo mientos antes de convertirse en cementerios. metodológico de Erwin Scheuch sobre la «falaLo m i s m o pasa con los libros. Son muchos cia individualista» que tanta repercusión ha telos que en su tiempo tuvieron alguna novedad nido en la investigación exploratoria de los sodurante una generación y fueron ampliamente ciólogos, politicólogos y antropólogos sociales. citados. Después de incorporarse plenamente N o obstante, han sobrevivido algunos trabajos al trabajo de dicha generación se convierten en importantes al ataque combinado de los sofisparte de las muchas obras no citadas del patri- m a s tecnológicos y ecológicos. Sigue siendo monio y pasan la antorcha del conocimiento a importante la lógica de la investigación de Durkheim sobre el suicidio, aunque todos los la generación siguiente. El trabajo innovador más antiguo se va des- cálculos se hicieran manualmente. vaneciendo gradualmente. E n efecto, la obsoDicha longevidad no es fácil de explicar. lescencia es un aspecto importante del incre- Robert Merton hizo gran hincapié en las teomento de cualquier patrimonio. U n o puede rías de rango intermedio dentro de las ciencias determinar en parte mediante la tasa de obso- sociales, c o m o las teorías que mejor pueden lescencia hasta qué punto se progresa en u n combinar la teoría significativa y la prueba e m campo determinado. Es cierto que dicha tasa pírica. Parece que dichas teorías también son varía según las disciplinas. L a ciencia natural más longevas. H a y grandes teorías que sucumcrece «desde unafinísimacapa de su primera ben rápidamente ante los ataques de los espelínea de investigación, mientras que la filosofía cialistas y mueren prematuramente, mientras y la historia lo hacen desde el conocimiento, que proyectos menores van siendo rápidamenque puede ser bastante antiguo» (de Solía Price te absorbidos por los de rango intermedio. 1975:126). Lafilosofíade Aristóteles es intemOtros casos de longevidad muestran simpleporal, pero las ciencias naturales del mismo au- mente que siguen siendo importantes algunas tor están irremediablemente pasadas de m o d a ; cuestiones, y el enfoque amplio de los primeros su ciencia social se halla en algún lugar inter- investigadores puede todavía aportar impormedio entre los dos extremos. tantes puntos de vista. André Siegfried con su Muchos libros mueren mientras otros si- Crise britannique au XXe siècle, escrita en guen viviendo largo tiempo. Es difícil aseverar 1913, seguirá teniendo validez, mientras que la qué determina su esperanza de vida. La morta- economía británica sigue cuesta abajo. La prelidad puede producirse debido a razones tec- gunta de Werner Sombart de por qué no hay nológicas, lo que es una certeza en física, as- socialismo en Estados Unidos sigue intrigando tronomía o química. Las escalas de Lavoisier a muchos investigadores. Las cuestiones planparecen inadecuadas hoy en día. Las mejoras teadas por Alexis de Tocqueville y Lord Bryce metodológicas pueden surtir el m i s m o efecto. acerca de la democracia estadounidense tamEn las ciencias sociales, la mayoría de trabajos bién siguen siendo pertinentes. cuantitativos basados en los datos agregados y Por otra parte, hay innovaciones que caen publicados antes de 1950 están pasados de m o - en el olvido y son silenciadas durante muchos da hoy, una vez que W . S . Robinson, con su ar- años. John Mitchell ha sido el primero en hatículo «Ecological Correlation and the Beha- blar de ese tipo de estrellas conocido hoy c o m o vior of Individuals» («Correlación ecológica y los «agujeros negros» de 1783; el marqués de comportamiento de los individuos») ( 1950), lo- Laplace hizo unos planteamientos similares gró llevar a los investigadores del análisis eco- pocos años después. A m b o s han caído en el ollógico al campo de la investigación explorato- vido. Laplace dejó, no obstante, la idea de volria, campo que en sí mismo fue posible gracias ver a editar El sistema del mundo, aunque no se a los progresos técnicos. Sólo después de la re- publicaría de nuevo hasta 1928, cuando Suvolución de la computadora, veinte años des- brahmanyan Chandrasekhar descubrió los repués, sería de nuevo posible proceder a unos quisitos matemáticos con la ayuda de la mecáanálisis metodológicamente elaborados de los nica cuántica; el ruso Lev Davidovich Landau datos agregados, c o m o sostienen los autores de hizo un descubrimiento m á s o menos análogo y Quantitative Ecological Analysis in the Social al m i s m o tiempo. El profesor de ChandrasekSciences, editado por Mattei D o g a n y Stein har, el eminente astrónomo Sir Arthur EddingRokkan (1969). El renacer de los estudios eco- ton, y Alberto Einstein, impugnaron dicha con- 450 cepción y ésta volvió a caer en el olvido y no resurgiría más que hacia 1970, sin que desde entonces haya sido comunmente aceptada, si bien el trabajo inicial fue en última instancia una de las razones de que a Chandrasekhar le dieran el Premio Nobel en 1983. Robert M e r ton da ejemplos adicionales: «La historia de la ciencia abunda en ejemplos de trabajos básicos escritos por científicos relativamente desconocidos y que fueron olvidados durante años. Consideremos el caso de Waterston, cuyo trabajo clásico sobre la velocidad molecular sería rechazado por la Royal Society c o m o "nada más que una insensatez"; o el de Mendel, quien, sumamente decepcionado por la falta de reacción a sus trabajos históricos sobre la herencia, rehusó publicar los resultados de su investigación ulterior, o el de Fourier, cuyo trabajo clásico sobre la propagación del calor tuvo que esperar trece años antes de serfinalmentepublicado por la Academia Francesa» (Merton 1973:456-457). Se podrían dar otros muchos ejemplos de insurrección en las ciencias sociales. La teoría de los grupos de interés de Arthur Bentley nació muerta en 1909, aunque David Truman la resucitó en los años cincuenta. La Theory of Transportation (1984) de Charles Horton Cooley fue exhumada un siglo m á s tarde para el estudio de «Las ciudades gigantes c o m o puertos marítimos de entrada». El tratamiento m a temático de Cournot sobre la teoría económica sólo gozaría de prestigio 50 años después de su invención. El trabajo del economista ruso K o n dratieff sobre los ciclos económicos de 50 años sería resucitado al vencer el plazo de la depre- Mallei Dogan y Robert Pahre sión siguiente. Algunas resurrecciones son el resultado de una profecía confirmada. E n el artículo de Phillips Cutright, «Desarrollo de la política nacional: medición y análisis» (1963), se habían previsto los países que iban a ser democráticos en los próximos años y los países cuyas democracias serían derrocadas. Al leer el artículo hoy en día tenemos que admirar su perspicacia. También podemos observar que este artículo de gran importancia para la política comparativa se publicó en The American Sociological Review. Algunos libros muertos o moribundos han sido propulsores del progreso científico mientras eran asesinados. U n ejemplo importante es la tesis de Henri Pirenne, mejor formulada en Mahoma y Carlomagno, que ya no se acepta, pero que en su tiempo generó una abundante polémica. La ética protestante y el espíritu del capitalismo, de M a x Weber, tampoco aceptada por lo general hoy en día estimuló una gran investigación sobre los orígenes del capitalismo. La escuela de Fischer sobre los orígenes de la primera guerra mundial es otro caso de dicha «destrucción creativa», y se podrían dar otros muchos ejemplos. El progreso quiere decir que lo nuevo sustituye a lo viejo. N o importa lo sabio que pueda ser un científico, tanto su obra c o m o él m i s m o están condenados a la senilidad o a la decadencia. Sólo un Shakespeare o un H o m e r o son inmortales y, sin embargo, el primero puede no haber sido sino el pseudónimo del decimoséptimo conde de Oxford, mientras que el segundo puede no haber existido nunca c o m o persona real. Traducido del inglés Bibliografía Ediciones, S.A. American Library Association, 1986, Titles Classified by the Library of Congress Classification: B A K E R , A L A N R . H . , 1973, National Shelflist Count 1986. «Cliometric. Note on the Citation Structure of Historical Geography», The Professional A N D R E S K I , S T A N I S L A V , 1973. Las Geographer. 25 (4): 347-349 ciencias sociales como forma de (noviembre). brujería, Madrid, Taurus B E R E L S O N , B E R N A R D , 1956, «The Study of Public Opinion», en Leonard D . White (ed.) The Stale of the Social Sciences, Chicago, Chicago University Press, págs. 299-318. 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Servicios profesionales y documentales Calendario de reuniones internacionales La redacción de la Revista no puede dar ninguna información complementaria sobre estas reuniones. 1990 Marrakech (Marruecos) 31 agosto1 septiembre Padua (Italia) Consejo Internacional de la Acción Social: X X V Conferencia Internacional CIAS, Koestlergasse 1/29, A-1060 Viena (Austria) Fondazione Lanza; Programa sobre las dimensiones humanas del cambio global: Conferencia Internacional sobre las políticas de ética y m e dio ambiente. Dr. C. Poli, Fondazione Lanza, Via Dante 55, 35139 Padova (Italia) 9-13 septiembre Bath (Reino Unido) Liverpool Institute of Public Administration; International Association of Schools and Institutes of Administration: Conferencia anual. International Association of Schools and Institutes of Administration, 1, rue Defacqs, bte. 11, B-1050 Bruselas (Bélgica) 15-20 septiembre Egham (Reino Unido) Conferencias Pugwash sobre la ciencia y los problemas internacionales: X L Conferencia. Pugwash Conferences, Flat A, 64A Great Russell Street, London WC1 BJ, (Reino Unido). 19-22 septiembre La Habana (Cuba) Federación Internacional de Documentación: X L V Congreso. FID, Secretaría general, P.O. Box 90402, 2509 ML La Haya (Holanda). 2-4 octubre Trier (República Federal de Alemania) Association for Terminology and Knowledge Transfer; Centro Internacional de Información para la Terminología: II Congreso Internacional - La terminología y la ingeniería del Conocimiento. INFOTERM, P.O. Box, A-1021 Viena (Austria). 11-13 octubre Omaha (Estados Unidos) University of Nebraska: X V Conferencia anual de estudios europeos. European Studies Conference, University of Nebraska, Omaha, 68182 Nebraska (Estados Unidos de América). 5-8 noviembre Eidhoven (Holanda) Advanced Research Workshops: Cognitive Modelling and Interactive Environments. Prof. D.G. Bouwhuis, University of Technology, Institute for Perception, Research and Technical Psychonomics, Eidhoven (Holanda). 454 Servicios profesionales y documentales 13-16 noviembre Madrid (España) Instituto Internacional de Ciencias Administrativas: Conferencia internacional. USA, 1, rueDefacqz, ble. 11, B-1050 Bruselas (Bélgica). 13-14 Toulouse (Francia) Universidad de Toulouse le Mirail; Red América latina; Centro Nacional de la Investigación Científica: Coloquio internacional «Agricultura y campesinado en América latina - Mutaciones y recomposiciones». Université de Toulouse le Mirail; Réseau Amérique Latine, 5, Allée Antonio Machado, 31058 Toulouse Cedex (France). Viena (Austria) Centro Internacional de Información para la terminología: III Coloquio de I N F O T E R M - L a terminologia para la transferencia de conocimientos INFOTERM, P . O . Box 130, A-1021 Viena (Austria) Enero Kingston (Jamaica) Unión Geográfica Internacional; Comisión «Salud y desarrollo»: Reunión. Prof. Wilma Bailey, Dept. of Geography, University of West Indies, M o na, Kingston 7 (Jamaica) Primavera Praga (Checoslovaquia) U n i ó n Geográfica Internacional; Comisión «Geografía y administración pública»: Reunión sobre «Desarrollo local y gobierno local». Prof. Olga Viklakova, Ustav Statni Sprévy, Jungmannova 29, Postovni schrenka c. 45 11000 Praga (Checoslovaquia). [1-14 marzo Bangkok (Tailandia) U n i ó n Geográfica Internacional; Comisión «Población y geografía»: Coloquio. Dr. Ñ. Nakavachara, Dept. of Geography, Chulalongkorn University, Bangkok 10500 (Tailandia). 21-23 marzo Washington, D C (Estados Unidos) Population Association of America: Reunión. PAA, 1429 Duke Street, Alexandria, VA 22314-3402 América). 27 m a y o -3 junio Honolulu (Hawai) (Estados Unidos) Asociación Científica del Pacífico: X V I I Congreso ( T e m a : Hacia el siglo del Pacífico: los retos del cambio). PSA, Bishop Museum, P . O . Box 17801, Honolulu, Hawai 96817 (Estados Unidos de América). 18-23 agosto México, D F (México) Federación Mundial para la Salud Mental: congreso 1991 ( T e m a : el h o m b r e y la ciencia para la salud mental). Federico Puento Silva, C O M E C T A , A.C., Apt. postal 22-421, Tlalpan 14000, México, D F (México). Septiembre Europa Tribunal internacional del agua: Reunión. Tribunal Internacional del Agua, Damrak, 83-1, 1012 NL (Holanda). diciembre 1991 15-17 septiembre Occidental Padua (Italia) 24-28 septiembre Dublin (Irlanda) (Estados Unidos de Amsterdam U n i ó n Geográfica Internacional; G r u p o de estudio sobre los cambios del medio ambiente en las zonas kársticas: Conferencia internacional. Dr. Aldino Bondesan, Dipl. di Geografía, Universilá degli Studi di Padova, Via del Santo, 26, 35123 Padova (Italia). Federación Internacional para la vivienda, el urbanismo y la habilitación de los territorios: X L Congreso. FIHUAT, 43 Wassenaarseweg, NL-2596 CG La Haya (Holanda). Servicios profesionales y documentales Noviembre 455 Minia (Egipto) Unión Geográfica Internacional; Grupo de estudio sobre el hambre y la investigación de sistemas de producción alimentaría: Conferencia internacional sobre las zonas y lugares críticos. Prof. F.N. Ibrahim, Institute of Geoscience, University of Bayreuth, P.O. Box 3008, D-8580 Bayreuth (República Federal de Alemania). 20-24 enero Ibadan (Nigeria) Unión Geográfica Internacional; comisión «Salud y desarrollo»: Reunión. Dr. Bose, F. Iyun, Dept. of Geography, University of Ibadan, Ibadan (Nigeria). 30 abril2 mayo Denver (Estados Unidos) Population Association of America: Meeting. PAA, ¡429 Duke street, Alexandria, VA 22314-3402 (Estados Unidos de America). 9-14 agosto Washington (Estados Unidos) Unión Geográfica Internacional: X X V I I Congreso internacional. 27th IGU Congress Secretariat, 17th and M Streets, N . W . , Washington, D C 20036 (Estados Unidos de América). 1992 Libros recibidos Ciencia y conocimiento, documentación Capul, Maurice. Infirmité et hérésie: Perspective. Uppsala, The ScandinaLes enfants placés sous l'Ancien Ré- vian Institute of African Studies, gime. 1989. (Seminar Proceedings n u m . 22). Commission internationale d'histoire des mouvements sociaux et des France. Centre d'Information et de Pia, Américo; D e Buen, Nestor; Gistructures sociales. Innovation tech- documentation jeunesse. Contribuglio, Wagner (y otros). Estabilidad nologique et civilisation (XIXe et tion à l'étude du droit des jeunes à en el empleo, solución de conflictos XXe siècles). Paris, Editions du Cen- l'information. 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World Directory of Human Rights * Cómo obtener estas publicaciones: a) las publicaciones de la Unesco que lleven precio pueden obtenerse en la Oficina de Prensa de la Unesco, Servicio Comercial ( U P P / V ) , 7, place de Fontenoy, 75700 Paris, o en los distribuidores nacionales; b) las (»publicaciones de la Unesco pueden obtenerse en todas las librerías importantes o en la Oficina de Prensa citada. Números aparecidos Desde 1949 hasta 1958, esta Revista se publicó con el título de International Social Science Bulletin/Bulletin international des sciences sociales. Desde 1978 hasta 1984, la RICS se ha publicado regularmente en español y, en 1987, ha reiniciado su edición española con el número 114. Todos los números de la Revista están publicados en francés y en inglés. Los ejemplares anteriores pueden comprarse en la Unesco. División de publicaciones periódicas, 7, Place de Fontenoy, 75700 París (Francia). Los microfilms y microfichas pueden adquirirse a través de la University Microfilms Inc., 300 N Zeeb Road, A n n Arbor, M I 48106 (USA), y las reimpresiones en Kraus Reprint Corporation, 16 East 46th Street, Nueva York, N Y 10017 (USA). Las microfichas también están disponibles en la Unesco, División de publicaciones periódicas. Vol. XI, 1959 Vol. XVIII, 1966 N u m . 1 Social aspects of mental health* N u m . 2 Teaching of the social sciences in the USSR* N u m . 3 The study and practice of planning* N u m . 4 N o m a d s and nomadism in the arid zone* N u m . 1 H u m a n rights in perspective* N u m . 2 Modern methods in criminology* N u m . 3 Science and technology as development factors* N u m . 4 Social science in physical planning* Vol. XII, 1960 Vol. XIX, 1967 N u m . 1 Citizen participation in political life* N u m . 2 The social sciences and peaceful co-operation* N u m . 3 Technical change and political decision* N u m . 4 Sociological aspects of leisure* Num. Num. Num. Num. Vol. XIII, 1961 Num. Num. Num. Num. 1 2 3 4 Post-war democratization in Japan* Recent research on racial relations* The Yugoslav c o m m u n e * The parliamentary profession* Vol. XIV, 1962 Num. Num. Num. Num. 1 2 3 4 Images of w o m e n in society* Communication and information* Changes in the family* Economics of education* Vol. XV, 1963 Num. Num. Num. Num. 1 2 3 4 Opinion surveys in developing countries* Compromise and conflict resolution* Old age* Sociology of development in Latin America* 1 2 3 4 Linguistics and communication* The social science press* Social functions of education* Sociology of literary creativity Vol. XX. 1968 N u m . 1 Theory, training and practice in management* N u m . 2 Multi-disciplinary problem-focused research* N u m . 3 Motivational patterns for modernization* N u m . 4 The arts in society* Vol. XXI, 1969 Num. Num. Num. Num. 1 2 3 4 Innovation in public administration Approaches to rural problems* Social science in the Third World* Futurology* Vol. XXII, 1970 Num. Num. Num. Num. 1 2 3 4 Sociology of science* Towards a policy for social research* Trends in legal learning* Controlling the human environment* Vol. XVI, 1964 Vol. XXIII, 1971 N u m . 1 Data in comparative research* N u m . 2 Leadership and economic growth* N u m . 3 Social aspects of African resource development* N u m . 4 Problems of surveying the social science and humanities* N u m . 1 Understanding aggression N u m . 2 Computers and documentation in the social sciences* N u m . 3 Regional variations in nation-building* N u m . 4 Dimensions of the racial situation* Vol. XVII, 1965 Num. Num. Num. Num. 1 2 3 4 M a x Weber today/Biological aspects of race* Population studies* Peace research* History and social science* Vol. XXIV, 1972 Num. Num. Num. Num. 1 2 3 4 Development studies* Youth: a social force?* The protection of privacy* Ethics and institutionalization in social science* 462 Vol. XXV, 197 î N u m . 1/2 Autobiographical portraits* N u m . 3 The social assessment of technology* N u m . 4 Psychology and psychiatry at the crossroads Vol. XXVI, 1974 N u m . 1 Challenged paradigms in international relations* N u m . 2 Contributions to population policy* N u m . 3 Communicating and diffusing social science* N u m . 4 The sciences of life and of society* Vol. XXVII, 1975 N u m . 1 Socio-economic indicators: theories and applications* N u m . 2 The uses of geography N u m . 3 Quantified analyses of social phenomena N u m . 4 Professionalism in flux Vol. XXVIII, 1976 N u m . 1 Science in policy and policy for science* N u m . 2 The infernal cycle of armament* N u m . 3 Economics of information and information for economists* N u m . 4 Towards a new international economic and social order* Números aparecidos N ú m . 4 La historiografía moderna Vol. XXXIV, 1982 Núm. Núm. Núm. Núm. 91 92 93 94 Imágenes de la sociedad mundial El deporte El hombre en los ecosistemas Los componentes de la música Vol. XXXV, Núm. Núm. Núm. Núm. 95 96 97 98 1983 El peso de la militarización Dimensiones políticas de la psicología La economía mundial: teoría y realidad La mujer y las esferas de poder Vol. XXXVI, 1984 N ú m . 99 La interacción por medio del lenguaje N ú m . 100 La democracia en el trabajo N ú m . 101 Las migraciones N ú m . 102 Epistemología de las ciencias sociales Vol. XXXVII, 1985 Núm. Núm. Núm. Núm. 103 International comparisons 104 Social sciences of education 105 Food systems 106 Youth Vol. XXIX, 1977 N u m . 1 Approaches to the study of international organizations N u m . 2 Social dimensions of religion N u m . 3 The health of nations N u m . 4 Facets of interdisciplinarity Vol. XXX, 1978 Vol. XXXVIII, 1986 Núm. Num. Num. Num. 107 108 109 110 Time and society The study of public policy Environmental awareness Collective violence and security Vol. XXXIX, 1987 N u m . 1 La territorialidad: parámetro político N ú m . 2 Percepciones de la interdependencia mundial N u m . 3 Viviendas humanas: de la tradición al modernismo N ú m . 4 La violencia Num. Num. Num. Num. Vol. XXXI, 1979 Vol. XL, 1988 N ú m . 1 La pedagogía de las ciencias sociales: algunas experiencias N ú m . 2 Articulaciones entre zonas urbanas y rurales N ú m . 3 Modos de socialización del niño N ú m . 4 En busca de una organización racional Núm. Núm. Núm. Núm. Vol. XXXII, 1980 111 112 113 114 115 116 117 118 Ethnic phenomena Regional science Economic analysis and interdisciplinarity Los procesos de transición Las ciencias cognoscitivas Tendencias de la antropología Las relaciones locales-mundiales Modernidad e identidad: un simposio Vol. XLI, 1989 N ú m . 1 Anatomía del turismo N ú m . 2 Dilemas de la comunicación: ¿tecnología contra comunidades? N ú m . 3 El trabajo N ú m . 4 Acerca del Estado N ú m . 119 El impacto mundial de la Revolución francesa N ú m . 120 Políticas de crecimiento económico N ú m . 121 Reconciliar la biosfera y la sociosfera N ú m . 122 El conocimiento y el Estado Vol. XXXIII, 1981 Vol. XLII. 1990 Núm. N ú m . 123 Actores de las políticas públicas N ú m . 124 El campesinado 1 La información socioeconómica: sistemas, usos y necesidades N ú m . 2 En las fronteras de la sociología N ú m . 3 La tecnología y los valores culturales • N ú m e r o agotados CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTIFICAS Arbor E N E R O 1990 Migue! A F E B R E R O 1990 Quintanilla Nota editorial En el 5 0 9 Federico Mayor Aniversario del Julio Abramczyk DIRECTOR Mario Bunge Pedro Salvador La labor investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Pedro Lain Entralgo Augusto Pi i CStC Ruiz C S I C una síntesis de tradición y futuro Media centuria en la balanza de la ciencia española Alejandro Nieto El C S I C durante un ensayo de valoración Vuruvw organismo Natividad Carpintero Santamaría Tolef S 28006 MADRID (91) 261 66 51 La fisión nuctear y la Untón Manuel Garcia Velarde Una década de divulgación científica Soviética, 1949 Georgí Flerov en España La Barraca de la recuerdos de un científico Vicente Ortega Algo más que Ciencia el periodo de la consolidación Francisco Fernandez Buey Ñolas democrática para el estudio de la difusión de Eduardo Primo Yufera Transición REDACCIÓN Científicas en el cuatrienio 1984 87 Sunyer y la unidad funcional del Emilio Muñoz Miguel ángel Quintamlla un filósofo que defiende la idea del progreso científico ingenieros Reflexiones sobre la SUSCRIPCIONES Servicio de Publicaciones del CSIC formación en ingeniería Virruvio 8 - 28006 M A D R I D la obra de Antonio Gramscí en León España hacer en la Filosofía de la Olive Q u é hace y qué Telef (91) 261 2 8 33 en el C S I C Julio R Villanueva La Carlos Sánchez del ñio La Universidad en la encrucijada la Manuel Calvo Hernando investigación científica en España década de los 90 y periodismo en Europa y y el C S I C Jose Rubio Carracedo La ética Enrique Gutiérrez Rios El Consejo Superior de ante el reto de la posimodernidad Luis Garagalza Mayr F K Moisés González García Investigaciones Científicas S u Elgin C gestación y su influjo en el Philosophy and Other Arts and 'TOMMASO desarrollo científico español Sciences Mathematica » Manuel Lora Tamayo Recuerdos Investigaciones Cienp'icas en su 50° Aniversario Reconceptions in Jose L Lujan López Galton, Jose Sala Catalã Sánchez Ron 1907-1937 G J La Junta para Investigaciones Cientificas Navarro V y Portela E La revolución cientifica Enrique Lewy Bañuelos L ESCUELA Rodríguez Palacios INSTITUTO Historia de una Historia del Eloy Rada Hooke Robert descripciones fisiológicas de los cuerpos diminutos realizadas después Alberto Elena López Pinero J M y Antiseri D pensamiento filosófico y científico Micrografia O algunas Ampliación de Estudios e ochenta años Campanella Sebastián Alvarez Toledo Reale Francis Herencia y eugenesia M La mitología occidental Anna Estany G o o d m a n N y del Consejo Superior de Ciencia América mediante Cristales de aumento con observaciones y disquisiciones sobre ellas SFC Gamella Manuel Parques tecnológicos e innovación empresarial Renovación Educativa /foo\ O.OÍCM pmffWíioito J cufcum Revista de la CEPAL Santiago de Chile Abril de 1990 N ú m e r o 40 SUMARIO Desarrollo, crisis y equidad. Osear Altimir. 1 Políticas macroeconómicas: en busca de una síntesis. Daniel Schydlowsky. 29 Una estrategia industrial y tecnológica para Brasil. João Paulo dos Reis Velloso 37 Las estructuras sociales y la democracia en los años noventa. Marshall Wolfe. 55 La creciente presencia de la mujer en el desarrollo. Miriam Krawczyk. 73 La participación desigual de la mujer en el m u n d o del trabajo. Irma Amagada. 87 D e la reforma agraria a las empresas asociativas. Emiliano Ortega. 105 La industria de bienes de capital: situación y desafíos. Jorge Beckel. 123 Población y desarrollo en el Istmo Centroamericano. Andras Uthoff. 139 Desarrollo y cambio social en Suécia. Villy Bergström. 159 Orientaciones para los colaboradores de la Revista de la CEPAL. 168 Publicaciones recientes de la CEPAL. 169 Director: Ricardo Pozas Horcasitas Editora: Sara Gordon Rapoport Órgano oficial del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, Torre II de Humanidades 7o. piso, Ciudad Universitaria C . P. 04510 VOL. LI / N U M . 4 OCTUBRE-DICIEMBRE / 1989 PRESENTACIÓN I. Movimientos sociales El Movimiento Verde: una exploración socio-histórica JOHAN G A L T U N G Diez tesis acerca de los movimientos sociales A N D R É G U N D E R FRANK y M A R T A FUENTES El juicio al sujeto: un análisis de los movimientos RAFAEL GUIDO y O T T O FERNÁNDEZ sociales en América Latina Del petitorio urbano a la multiplicidad de destinos FERNANDO CALDERÓN G . y M A R I O R. D O S SANTOS Los movimientos populares y la transformación JOE FOWERAKER del sistema político mexicano El regreso del líder: crisis, neoliberalismo y desorden SERGIO Z E R M E Ñ O Derechos sociales, organización de intereses y corporativismo en Brasil MARÍA HERMINIA TAVARES DE ALMEIDA II. E c o n o m í a y política de un sexenio Los saldos de la política económica M A R I O RAMÍREZ R A N C A Ñ O neoliberal El Estado mexicano y el 6 de julio de 1988 BERTHA LERNER DE SHEINBAUM La dificultad de perder: el partido oficial en la coyuntura SILVIA G Ó M E Z TAGLE de 1988 III. Sección bibliográfica Enfoques de la transición a la democracia en América Latina. Revisión polémica y analítica de alguna bibliografia JEAN FRANÇOIS P R U D ' H O M M E y MARTIN P U C H E T A N Y U L Informes y suscripciones: A r m i d a V á z q u e z A . Teléfono 5 5 0 - 5 2 - 1 5 ext. 2 9 4 9 O Revista semestral patrocinada por el Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) Programa patrocinado por el Quinto Centenario del Descubrimiento de América. Junta de Asesores: Presidente: Aníbal Pinto. Vicepresidente: Angel Serrano. Vocales: Rodrigo Botero, Fernando H . Cardoso, Aldo Ferrer. Enrique Fuentes Quintana, Celso Furtado, Norberto González, David Ibarra, Enrique V . Iglesias, José Matos Mar, Francisco Orrego Vicuña, Manuel de Prado y Colón de Carvajal, Luis Angel Rojo, Santiago Roldan, Gert Rosenthal, Germánico Salgado, José Luis Sampedro, María Manuela Silva, Alfredo de Sousa, María C . Tavares, Edelberto Torres-Rivas, Juan Velarde Fuertes, Luis Yañéz-Bamuevo. Secretarios: Andrés Bianchi. José Antonio Alonso. Director Osvaldo Sunkel Director Adjunto: Vicente Donoso Secretario de Redacción: Carlos Abad Consejo de Redacción: Carlos Bazdresch, A . Eric Calcagno, José Luis Garría Delgado, Eugenio Lanera, Augusto Mateus, Juan Muñoz Número 17 Enero-Junio 1990 SUMARIO EL TEMA CENTRAL: «ESTRATEGIAS Y POLITICAS INDUSTRIALES» POLITICAS INDUSTRIALES NACIONALES Casos latinoamericanos • José Tavares de Araújo Jr Lia Haguenauer y João Bosco M . Machado, Pwteçào. competitividade e desempenho exportador da economia brasileira nos anos SO. • Alejandro Jadresic: Transformación productiva, crecimiento y competitividad internacional. Consideraciones sobre la experiencia chilena. • José Manuel Salazar y Eduardo Donan: La reconversión industrial y el Estado concertador en Costa Rica. • Jacques Marcovitch: Política industrial e tecnológica no Brasil: U m a avaliação preliminar. Casos europeos • Miltel Buesa y José Motero: Crisis y transformación de la industria española: base productiva y comportamiento tecnológico. • Rafael Myro: La política industrial y la recuperación de la industria española. • Jaime Andrez: A política industrial em Portugal. • Paolo Guemeri: Patrones de especialización comercial y competitividad internacional: el caso italiano. Analisis de Procesos Sectoriales de Reconversión Industrial • Jorge Méndez: La industria metalmecánica y la reestructuración industrial en Colombia. • Roberto Bisang: Tansformación productiva y competitividad internacional. El caso de las exportaciones siderúrgicas argentinas. • Eduardo Argnedas: Reconversión de la industria química: una opción para el desarrollo de Costa Rica. • Jorge Bedel: Cooperación técnica industrial en el ámbito empresarial latinoamericano. Y L A S SECCIONES F U A S D E • Reseñas temáticas: Examen y comentarios -realizados por personalidades y especialistas de los temas en cuestión- de un conjunto de artículos significativos publicados recientemente en los distintos países del área iberoamericana sobre un mismo tema. Se incluyen ocho reseñas realizadas por Lia Haguenauer, Eugenio Lahera. Alejandro Rofman. María Jesús Vara (latinoamericanas); Pablo Bustelo, Claudio Cortellesse, Pascual Díaz, Fernando Luengo y Arturo González Romero (españolas). - Suscripción por cuatro números: España y Portugal, 6.600 pesetas; Europa, 56 dólares; América Latina, 45 dólares y resto del mundo, 65 dólares. Agencia Española de Cooperación Internacional Revista Pensamiento Iberoamericano Avenida de los Reyes Católicos, 4 28040 M a d n d Teléfono: 583 83 91 Télex: 412134 C I B C E Fax: 583 83 10 r S! O Da ^ 3 a Ir §- •s 3 g- c 0 3 Z •-» ¡3 a 3 S n_ CL 3 "H. P *e O O DD r+ >u O •se O CL *0 S. o P D- N 2 P_ rr C c/i CL 3 ^. ses ^b DD p~ on M tn n > 0 00 > Q m Z n m a > t-1 O Z n !» z> 00 G H 2* 5' p > 0 Z w c/i 0 S °° ZC 2c m > W jj" > Z• < p>° Cog 5 2£-o t-1 S 0^ Sm S: g cripi m < 3 n in' 1 g D C 0" C/ï V) S ft 3 n ta o £L Z Í. SCO ** o o SO VD O >—•' T3 P •-t P CO D 2 n >—< o- ^ i — i BSC DD 3 3 pi CL p 5 7 8 HOJ La Revista internacional c/e ciencias sociales se publica en marzo, junio, septiembre y diciembre. Precio y condiciones de subscripción en 1990 Países industrializados: 5.000 ptas. o 45 $. Países en desarrollo: 3.000 ptas. o 27 $. Precio del número: 1.500 ptas. o 15 $. Se ruega dirigir los pedidos de subscripción, compra de un número, así c o m o los pagos y reclamaciones al Centre Unesco de Catalunya: Mallorca, 285. 08037 Barcelona Toda la correspondencia relativa a la presente debe dirigirse al Redactor ¡ele de la Revue internationale des sciences .sociales Unesco, 7 place de Fontenoy. 75700 Paris. Los autores son responsables de la elección y presentación de los hechos que figuran en esta revista, del m i s m o m o d o las opiniones que expresan no son necesariamente las de la Unesco y no comprometen a la Organización. Edición inglesa: International Social Science Journal (ISSN 0020-8701) Basil Blackwell Ltd. 108 Cowley Road. Oxford O X 4 ÍJF ( R . U . ) Edición francesa: Revue internationale des sciences sociales (ISSN 0304-3037) Editions Eres 19. rue Gustave-Courbet 31400 Toulouse (Francia) Edición china: Ciiioji slieliiii kexue zuzhi Gulouxidajie Jia 158. Beijing (China) Edición árabe: Al-Ma/al/a Addawlva HI Llitni al Ijtiinaiya Unesco Publications Centre 1, Talanl Harb Street. El Cairo (Egipto) Hogar del Libro. S.A. Ramelleres. 17,08001 Barcelona Imprime: Grinver, S.A. A v . Generalität. 39. 08970 Sant Joan Despi Depósito legal. B . 37.323-1987 Printed in Catalonia ISSN 0379-0762 "' Unesco 1990