Subido por edwinturciosmiranda

Incesto Tratamiento victimas Batres

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INDICE
Introducción
I.
Los antecedentes...................................................................1
II.
Del incesto y el incesto padre/hija.......................................12
III. El síndrome del acomodo del abuso sexual y Modelos de
tratamiento...........................................................................15
 Modelo dirigido a víctimas de incesto y abuso sexual......19
 Terapia Género sensitiva para hombres abusivos............33
IV.
De los/as terapeutas............................................................34
Conclusión
Resumen
El incesto... después de quince años. Tratamiento de
víctimas y perpetradores
Gioconda Batres M.
Costa Rica
Directora
Programa Regional de Capacitación Contra la Violencia Doméstica
ILANUD

Introducción
En esta exposición intento articular mi experiencia con sobrevivientes de incesto, a la luz
de sus vivencias. El cómo ellas han experimentado el incesto y sus procesos de
sanación. Estructurar, desde mi percepción nuevos aportes a la teoría y a la práctica de
la psicoterapia con víctimas y sobrevivientes, a la vez en la docencia de esta misma
práctica. Y sin ser muy pretensiosa, examinar la respuesta social e institucional frente al
incesto en los países en que he trabajado. Examinar brevemente cómo surgió el
tratamiento del incesto en Costa Rica.
I.
Los antecedentes
Inicié mi trabajo con víctimas de incesto en forma sistemática, en el año 1986. En mi
consulta privada y en casa de una amiga convoqué el primer grupo de adolescentes y
sus madres. Posteriormente y ante la carencia absoluta de terapeutas con
entrenamiento en violencia doméstica y género, preparé por seis meses a un grupo de
profesionales a quienes les propuse en 1991 la idea de la Fundación Ser y Crecer de la
que fui presidenta y como tal, formulé todos los modelos de tratamiento que se
utilizaron. En la actualidad, no conozco el trabajo de esa organización y por tanto no
puedo avalarlo.
En 1990 inicié la dirección de un Programa Regional de Capacitación contra la Violencia
Doméstica en el ILANUD, muchas de las personas preparadas por las capacitaciones del
programa, trabajan actualmente en centros hospitalarios de Costa Rica con
sobrevivientes y siguen los modelos por mí propuestos, aún no tenemos reportes de su
trabajo, y este encuentro tiene como propósito ese intercambio.
En 1997 inicié un curso de posgrado, denominado pasantía, que desarrollamos una vez
al año. Terapeutas que se beneficiaron, se interesan por la terapia sensible al género y
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la aplican con éxito. Esta pasantía está disponible para América Latina y ha sido
desarrollada en Nicaragua, Honduras, Guatemala y Paraguay. En setiermbre de 1999, se
forma la asociación Latinoamericana y del Caribe de terapéutas género-sensitivas.
Desde sus inicios mi trabajo tomó como marco teórico la terapia genero – sensitiva, y la
propuesta para tratamiento de los traumas, de larga data. En mi libro: Del Ultraje a la
Esperanza. Tratamiento de las secuelas del incesto, aparece el primer reporte de
esta propuesta, que es la que utilizo con gran éxito hasta la actualidad. He elaborado un
manual de tratamiento, que guía a la o el terapeuta, sesión por sesión en el trabajo de
elaboración terapéutica, con cuestionarios, tareas y técnicas dirigido esto a facilitar el
trabajo.
En cuanto a los Ofensores
Algunas iniciativas recientes en Centroamérica, impulsadas por el movimiento de
mujeres y de hombres, han llamado la atención sobre la necesidad de formar equipos
en las instituciones responsables en cada país, para que se encarguen de atender a los
ofensores. En este sentido, el Programa Regional de Capacitación contra la Violencia
Doméstica del Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del
Delito y el Tratamiento del Delincuente (ILANUD), ha sido pionero desarrollando talleres
de capacitación desde 1991, en este tema.
En realidad, el cambio sobre la perspectiva que se tenía acerca de la violencia sexual, se
inició en los años 70’s en los Estados Unidos, con ofensores sexuales encarcelados.
Desde entonces una gran cantidad de programas nuevos han surgido, no sólo para
ofensores sexuales en prisión, sino en libertad condicional o previos al ingreso en
sistemas penitenciarios.
En Costa Rica y como producto de una pasantía desarrollada con el Ministerio de Justicia
y Gracia en 1992, comenzó el Programa para Ofensores Sexuales, dentro del sistema
penitenciario, del que mañana les hablará una funcionaria de dicho Ministerio. Otros
esfuerzos posteriores son los ejecutados por el Hospital Nacional de Niños/as y otras
organizaciones que participan en la mesa redonda.
II.
Del incesto y el incesto padre/hija
La palabra incesto con toda la fuerza de su significado ha ido desapareciendo de los
códigos centroamericanos. Con el incesto nos pasa como con todo descubrimiento que
ponga en cuestión a lo hegemónico cuando avanza lo suficiente, una oleada de silencio
y desprestigio se desata con el claro propósito de preservar el silencio.
Si la palabra incesto les asusta, escuchemos lo que significa para una sobreviviente:
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“El incesto y el abuso sexual es la peor consecuencia de haber nacido. Es nacer para
tener una experiencia fatídica de desde entonces reclamarle a la vida; ya no por lo
ocurrido, sino también por la otra cara del mundo.
Es sentirse casi muerta como sobre un campo donde están las tumbas. Para volver a
nacer, alguien nos tiene que convencer de que ese poder destructor tiene en algún
lugar del mundo un oponente, el poder del amor y la esperanza. Las pequeñas dosis de
vida son insuficientes, si alguien no nos ayuda a acumularlas en sacos de protección y
fuerza. Iniciar el proceso de reconstrucción personal, es un acto de osadía y un desafío
a la muerte y por muy triste que resulte de esa muerte que deja el incesto no se sale
sin ayuda, sin gritos, sin convocar a algún otro ser a vestir tu luto”.
Por incesto yo entiendo: “Toda agresión de índole sexual, indirecta o directa entre una
niña o niño y un adulto o adulta, que mantenga con la niña o el niño lazos
caracterizados por la amistad, confianza, afecto, parentesco o autoridad. Si estos lazos
tienen que ver con el cuidado, protección y guía de la niña y niño los considero de
características similares a los consanguíneos”. Esto incluye profesionales, amigos(as) de
la familia, personas relacionadas con la educación y orientación de niñas(os) y con sus
cuidados físicos y afectivos, y que por su rango representan para la niña o niño una
autoridad.

El incesto padre/hija
El incesto más frecuente es el incesto padre/hija. Las estadísticas son contundentes. En
países en donde los mecanismos de recolección de la casuística ha mejorado, como en
Costa Rica y Nicaragua donde las cifras respaldan esta verdad. En el resto de los países
centroamericanos aún es nebuloso el tema y las estadísticas deficientes. La precaria
estructuración de las instituciones hace que los registros señalen al padrastro como el
principal victimario, lo que ha sido usado para protegerse del horror que representa la
verdad de que las niñas están siendo abusadas por aquellos con los que tienen lazos
sanguíneos.
Estos subregistros también obedecen a otras consideraciones de tipo práctico, tales
como que el padre es la figura más amenazante y poderosa en la familia como en la
sociedad y eso pesa a la hora de tomar la decisión de realizar la denuncia. Todos estos
factores inciden en los registros siempre parciales y aún deficientes de la región.
El padre, el padrastro, hermano, tío, abuelo, maestro, médico y otros, son, sin duda,
patriarcas con poder inmenso frente a la pequeña víctima. El incesto padre/hija
representa el paradigma de la victimización sexual femenina. Este gran poder del padre,
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del padre adoptivo, del padrastro produce impotencia y terror, ya que es el adulto más
poderoso de la vida de la niña.
La conciencia de que el incesto es un acto despreciable, traumático y destructivo, es un
hecho reciente. Las sociedades han sido reticentes para aceptar esta verdad, a pesar de
que cientos de mujeres abusadas sexualmente transitaron y transitan por los
consultorios de nuestros eminentes padres de la psiquiatría y la psicología (y de
respectivas eminencias femeninas, pero ciegas por paradigmas masculinos).
Frente a tanta deliberada ignorancia, a la que contribuyen algunas teorías, las
explicaciones no pueden ser de índole teórica. Debe haber un velo ideológico en quien
aceptó haber cambiado el sexo y parentesco de los ofensores, para evitar un sesgo
contra los padres. En esto del incesto alguien necesita ser protegido y es que el incesto
es fundamentalmente una atrocidad cometida por los hombres, ni aún las deficientes
estadísticas actuales pueden ocultarlo.
Si vivimos y procedemos de sociedades patriarcales, sexistas y misóginas, lo más propio
es que este sistema haya creado estructuras, instituciones y ciencia para protegerse y
aceptar que los patriarcas, en forma oculta, abusan desde hace milenios a las niñas, a
sus hijas, en el celestial hogar, ha sido difícil de aceptar por defender este prestigio y el
poder, han mentido sobre el incesto. Esto nos remite a la actualidad. Frente a los gritos
de las sobrevivientes, las denuncias de las organizaciones, una orquestada respuesta
social sigue negando la existencia del incesto y de sus secuelas, reaccionando con
indiferencia y hasta sorna ante las evidencias. No parece haber cambiado mucho
nuestra actitud, desde que en la cultura Etrusca una princesa clamaba por no ser
abusada por el poderoso soberano. Y eso pasó hace cinco mil años.
Las teorías que culpan a las niñas y/o a las madres aún están vigentes. Se enseñan en
nuestras universidades como única alternativa teórica. El patriarcado y sus defensores,
sus apologistas, suelen burlarse de nuestras demandas, cuestionamientos y teorías. No
hay evidencia clínica que los convenza. Usaron sus importantes experiencias clínicas
para apoyar toda clase de teorías y mitos y ahora, muy convenientemente, no nos creen
la nuestra y hasta inventan un síndrome, “el de la memoria inducida” para acusarnos de
manipuladoras de cerebros y memorias.
He observado con atención y amor a las sobrevivientes en terapia y con asombro y
dolor confirmé que todas ellas tienen un nivel profundo de perturbación, dolor, rabia e
impotencia. Todas ellas llegan a la consulta atrapadas en esta red de injusticias.
Como el incesto inicia generalmente cuando la niña es pequeña, 5, 6, 7 años, aunque
hay suficientes casos estremecedores de niñas abusadas desde los primeros meses de
vida, las víctimas sufren de grandes quebrantos y alteraciones en las etapas de
desarrollo.
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El sentido del yo, de ser persona debe ser construido en un ambiente impredecible, con
relaciones corruptas, como son las que establece el padre ofensor, caracterizadas por el
control totalitario, el terror cotidiano, el aislamiento y el secreto impuesto. Así las
sobrevivientes enfrentan grandes dilemas en esa familia, en la cual deben desarrollar
una identidad, su capacidad de autonomía, su imagen y estima. En este ambiente en
donde se le trata como esclava o como una niña prostituta, porque se le exige aceptar
el abuso a cambio de cariño, cuál imagen corporal sana puede crecer. Debe desarrollar
defensas para la vida, cuando su cuerpo debe estar noche y día a disposición del
abusador, ¿Qué posibilidad tiene de adquirir confianza cuando sus relaciones están
dictadas por la traición? ¿Cuál autonomía puede gestarse, cuando su voluntad, su no,
es permanentemente quebrantado?
El abuso, por lo contrario, congela a la víctima en un estado precario del yo, en donde la
posibilidad entre la vida y la muerte es una constante. Sus síntomas son los gritos
disfrazadas de los secretos jamás contados, los secretos que fueron tan terribles que no
pueden ser dichos con palabras. Sus síntomas hablan de estos horrores.
El abusador con sus palabras, coloniza su lenguaje, el lenguaje del amor y del desamor,
convirtiéndolo en el cotidiano. Ella habla con metáforas como una forma de inventar una
manera de comunicarse que el ofensor no haya mancillado.
Debe creer en la justicia cuando para ella no llega, en la humanidad aunque nadie la
escucha. Aceptar que frecuentemente no existe reparación que los ofensores, sus
padres, son insensibles, indiferentes a sus reclamos, que crecieron en soledad y peligro.
Reconocer que la impunidad protege a los ofensores, que la justicia es una gran
cómplice y que la comunidad de patriarcas en complicidad, se mantiene silente ante las
atrocidades, aunque todos/as sepan cuál es la verdad. No surgirán de los privilegiados
las acciones por el cambio, el movimiento de mujeres debe encargarse de estas tareas,
y solo cuando tenga independencia gubernamental será contestatario.
La sobreviviente debe cargar sentimientos de culpa, difíciles de desarticular aún en
terapia, porque la culpa la salva del hecho dantesco de aceptar, que de niña, estuvo en
manos de un padre que en vez de cuidarla la explotó y esclavizó. Así, prefiere pensar
que ella es la mala, antes que ver como tal a la persona de quien ella depende. Los
sentimientos de culpabilidad cumplen una función protectora frente a sentimientos
insoportables.
Desconectarse de sus sentimientos, de su cuerpo es una tarea frecuente y
extraordinaria de la mente cuya función es sobrellevar el dolor que causa el incesto.
Disfrutar del cuerpo es algo prohibido, ellas no confían ni en su cuerpo ni en
manifestaciones del mismo. El cuerpo no se lleva, no se siente, no se ama. Por ser éste
en el cual ha recaído directamente la ofensa. La atención sin intenciones sexuales es
desconocida. Un hombre que no busque el contacto sexual no es de fiar y aquel cuyas
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intenciones son sexuales, representa al padre, lo que deposita un descarnado dilema en
los hombros de la sobreviviente.
Para la sobreviviente estas pérdidas son desconsolantes. Se pulverizan los supuestos
básicos que necesita todo ser humano para crecer. Las personas necesitan creer que las
cosas malas les suceden a las demás, suponer la existencia de la justicia y que el
mundo tiene significados. La aceptación de las pérdidas que el incesto deja siempre
produce resistencia y un profundo dolor. Admitirlas es reconocer que no tenemos poder
para cambiar lo que pasó, ni control sobre quienes nos infringieron ese dolor.
IV. El síndrome del acomodo del abuso sexual y Modelos de Tratamiento.

El síndrome del acomodo del abuso sexual.
Como las víctimas de incesto y abuso sexual tienen diversas conductas y reacciones al
trauma, que resultan inexplicables ante los ojos, muchos(as) autores(as) han estudiado
estas respuestas y han descrito un síndrome, es decir, un conjunto de manifestaciones
físicas y emocionales, que explica las respuestas que las víctimas desarrollan.
Un síndrome es entonces, un conjunto de síntomas y signos que obedecen a varias
causas, en este caso, obedece al abuso sexual. La comprensión de este síndrome, es de
gran ayuda para explicar las conductas de las víctimas a la policía, los(as) familiares,
los(as) juzgadores(as) y todas las personas que deben intervenir.
¿Por qué las víctimas guardan el secreto?
El secreto es muy importante para el ofensor, así podrá seguir abusando sin ser
descubierto. Por lo tanto, él usará todas sus artimañas: la manipulación, amenazas,
violencia, aislamiento de la víctima, la culpabilización, o el amor que la niña le tiene a un
padre, por ejemplo; para que este se mantenga oculto. Además recordemos que no hay
testigos, es la palabra de la niña contra la del ofensor.
Las niñas y los niños son dependientes de las personas adultas y nadie les prepara para
el hecho que serán víctimas de abuso por parte de alguien en quien confían. Entonces
quien define lo bueno y lo malo, lo que se debe decir, es la persona adulta, el abusador,
que les dice también falsos conceptos para que se silencien.
En el incesto una persona omnipotente impone su voluntad a una niña, que es
impotente y débil por razones de edad, nivel de desarrollo, la niña abusada debe
enfrentarse a su vulnerabilidad y su necesidad emocional que es usada contra ella. El
acceso absoluto del abusador elimina su sentido de poder. Aprende que no posee un Yo
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Las(os) niñas(os) sienten que cuando un secreto se guarda así, debe haber algo
terrorífico y peligroso. El ofensor le dice que estará segura(o) si se calla y ella o él
depende de esta persona. Aunque la niña(o) no sepa que eso es malo por el hecho de
ser sexual, si sabe que es algo horrible que le está pasando, por lo malo y peligroso de
“ese secreto”.
Aveces las(os) niñas(os) quieren hablar, pero en la sociedad no se les ha creído.
Tampoco en las familias se acostumbra hablar de estos temas y no se abre con facilidad
la posibilidad de expresar los sentimientos con el debido respeto.
Ella o él sabe que no le creerán, que les castigarán y más. Las personas adultas deben
cambiar, respetar la palabra de las(os) niñas(os), reconocer que el hogar no es seguro,
hablar con ellas y ellos. De otra manera las(os) niñas(os) seguirán callando sus
angustias.
¿Cómo se sienten las víctimas?
Muchas veces por esa ignorancia e irrespeto, las personas adultas consideran que si
las(os) niñas(os) no hablaron es porque querían la situación. Esto desconoce la realidad
infantil de subordinación de las niñas y los niños respecto de las personas adultas.
Aveces nisiquiera un(a) adolescente tiene poder para decirle a un padre abusivo que no
desea alguna situación.
El abuso incestuoso, empieza cuando la(el) niña(o) es pequeña(o) y va entonces esto
aniquilando sus fuerzas y su seguridad desde muy temprano. Su vergüenza crece y la
intimidación es enorme. Entonces ella o él se sienten cada vez más indefensa(o),
vulnerables, sola(o), impotentes, creen que nunca podrán librarse y dejan de pensar en
que tienen alguna salida. También se creen culpables y se odian.
Como conocedoras y conocedores de este proceso, debemos reconocer que la niña y el
niño no tienen más alternativa que someterse sin protestas. El ofensor sabe que la niña
y el niño son incapaces de resistirse y cómo él busca la sumisión, esta situación le gusta
mucho.
¿Por qué cuando las niñas o los niños revelan su secreto, lo hacen tiempo después y
parecen poco convincentes?
Los interventores tienen como labor obtener información para elaborar los informes,
evaluar situación, dar tratamiento; su testimonio es importante como parte de la
investigación de los delitos. Entonces deben conocerse todas las alteraciones que sufre
la memoria, los sentimientos y la conducta de la niña(o) abusada(o), y que son
elementos que deben tomarse en cuenta en el interrogatorio.
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Generalmente cuando el abuso se descubre, han pasado años, a veces inclusive no se
dice nunca. Las personas tienden a pensar que la situación descrita no es verdad, que
quien sufre abuso debió haberlo revelado antes. Muchas personas no creen porque
quizá algunas(os) de estas(os) niñas(os), se han visto como modelos “normales” y se
tiende a pensar que por eso no les hizo daño el abuso.
¿Por qué las(os) niñas(os), antes de que el abuso se conozca, actúan como si nada les
sucediera?
Por todas las razones que ya he mencionado: se sienten culpables y están bajo
amenaza, la sociedad y la familia no les creen, temen por su madre, sus hermanas(os),
la reacción de su familia o simplemente temen a su padre. Se enfrentan a un gran
dilema, que frecuentemente se resuelve “acomodándose” a la situación. Además el
padre les dice que esta relación es normal. La madre con sus miedos y ambivalencias, le
creerá con frecuencia al padre.
Sabemos que en la sociedad el sistema de justicia abandona con frecuencia a las
víctimas, las(os) niñas(os) son entonces doblemente dañadas(os), y la justicia queda
como la guardiana impotente de un secreto autoincriminador que ninguna persona
adulta responsable quiere creer.
¿Por qué las(os) niñas(os) se retractan?
Con frecuencia las niñas y los niños que han tenido la valentía de denunciar el abuso se
retractan. Muchas son las razones. Una es que deben proteger a la familia. Ellas(os)
después de la revelación constatan que el miedo, el caos, la coerción, son
consecuencias en la familia. Su madre no les cree o se pone incómoda. Las instituciones
les sacan del hogar y fragmentan la familia. El padre irá a prisión. Se les interroga y
obliga a probar todos los detalles del abuso, mientras papi queda en casa. Otra vez
tienen la horrible obligación de sostener a la familia.
A menos que las(os) niñas(os) y la familia tengan apoyo y se intervenga rápidamente,
las(os) niñas(os) se retractarán, admiten que se inventó la historia y los mitos y las
estadísticas falsas se nutrirán de estas cifras aduciendo con vehemencia, “que las(os)
niñas(os) mienten sobre el abuso sexual”.
Todos(as) quieren creer la mentira, y se confirma la expectativa social errada, de las
personas adultas, de que la familia es el lugar seguro por excelencia y, sostenerla es un
mandato elevado que debe estar sobre cualquier otra consideración.
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Psicoterapias breves con perspectiva de género.
Creo pertinente revisar algunos conceptos sobre las terapias con perspectiva de género
dado que la matriz terapéutica del tratamiento tiene elementos en común. Estas
psicoterapias breves se orientan fundamentalmente a la comprensión de las
determinantes actuales de la crisis. Sin omitir las consideraciones históricas, aluden a la
constelación de vínculos actuales, condiciones de clase, cultura, mitos, sexismo y
género. Aunque incluye la comprensión psicodinámica, propone que en los trastornos
psicológicos y/o su aparición influyen las estructuras sociales, el género y la
discriminación de las mujeres. Critica la tendencia del pensamiento psicodinámico de
catalogar toda conducta intelectual en términos de defensa contra impulsos
inconscientes, reduciendo todo lo cognitivo a racionalización que no moviliza
sentimientos
Incluyen generalmente:
-
Una teoría antropológica que se refiera a la construcción y desconstrucción de
seres concretos(as) que no ignora la experiencia, lo cultural, socioeconómico,
político, genérico, ideológico, que ocurre para dar cabida al ser humano,
hombre o mujer.
-
Los conceptos teóricos y técnicos de los métodos individuales encuentran
entera aplicación en contextos grupales.
-
Usa el juego de superposiciones entre distintas técnicas para obtener el aporte
específico de cada una de ellas.
Propone a veces que el lenguaje común psicoterapéutico cada vez dice menos y se usa
“para no pensar”. Por lo tanto toma la posibilidad de usar otros planos de comunicación,
como con el cuerpo, que faciliten el contacto consigo misma(o), y encontrar palabras
que logren acción, que abran enigmas. Se replantea las bases ideológicas y de la
psicoterapia, los conceptos sobre salud y enfermedad, sobre mujer y hombre.

Modelos de tratamiento
Ahora compartiré con ustedes: primero el modelo de tratamiento propuesto por mi
persona y luego la propuesta de Meiselman, ustedes encontraran grandes similitudes.
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Esquema planteado por BATRES, basado en el trabajo de Herman.
La Recuperación de los Síntomas Traumáticos
El tratamiento de las sobrevivientes exige que las(os) terapeutas modifiquen sus marcos
teóricos, una nueva guía para leer las teorías psicológicas tradicionales y los métodos de
investigación que acompañan a estas teorías. Este abordaje constituye un reto que es el
entender como el contexto social, el rango que ocupa la mujer en la sociedad,
contribuyen al origen y a la persistencia de los problemas de estas.
El mérito del movimiento de mujeres ha sido cuestionar la teoría y la práctica de las
ciencias de la conducta, introducir la perspectiva de género, no sólo en el abordaje
terapéutico sino también en la etiología de las dificultades de las mujeres. Sin embargo
la influencia del psicoanálisis Freudiano dentro de las teorías contemporáneas ha sido un
obstáculo para que teóricos(as) de la psicología y la psiquiatría reconceptualicen la
situación de las mujeres. Culpar a las víctimas ha sido una triste labor de la psicología y
la psiquiatría.
Todos los enfoques terapéuticos orientados a minimizar el suceso traumático o a
interpretar que este es una fantasía o deseo, representan para la sobreviviente una
segunda herida.
Hacer terapia es un arte que se aprende. Es una práctica científica que supone muchas
actitudes. Hacer terapia para sobrevivientes de incesto con éxito, requiere de una
experiencia clínica prolongada y de un entrenamiento especializado. En la terapia con
sobrevivientes de incesto nuestro papel es de facilitadoras(es) pero también de testigos.
Exige asumir actitudes más fraternales, menos interpretativas, más contingencia en los
sentimientos intensos, positivos y negativos que nos deposita la paciente.
Por muchos años he puesto en práctica el modelo terapéutico, que hoy validado
compartiré con ustedes, después de estos años el éxito del mismo ha sido admirado por
las(os) terapeutas de los distintos países donde se ha llevado a cabo, incluyendo el
nuestro.
Los procesos que exige la recuperación se completan a través de tres etapas:
1. Primera etapa: Seguridad hoy
En esta etapa que he denominado “seguridad hoy” es precisamente el momento
terapéutico para establecer las bases necesarias que permiten avanzar a la etapa de
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recuerdo y tiene que ver con la construcción de las mínimas condiciones para estabilizar
a la sobreviviente, prepararla para enfrentar crisis, equilibrar sus crisis fisiológicas y
somatizaciones e iniciar la construcción de alguna especie de esperanza.
Esta es la etapa en la cual se instauran la seguridad y algunos elementos básicos
conductuales y afectivos para establecer el manejo del presente.
“Las primeras sesiones proponen como meta, el restauramiento
del control y la seguridad, así como el implantamiento de la
alianza terapéutica. Se estimula la adquisición del control sobre el
entorno, el aumento de las destrezas para rodearse de personas
seguras, el rompimiento del aislamiento, la elaboración de planes
para su protección, autocuidado y desarrollo del propio valor e
importancia”
En la praxis, el desarrollo de este tipo de habilidades, planes y alianzas terapéuticas e
interpersonales, puede durar mucho tiempo. A veces, hasta un año.
Los principales objetivos de esta primera etapa se logran a través de la fijación de
metas. Éstas, para efectos de la (el) terapeuta y se dividen en: cognitivas, emocionales
y de conducta.
La idea de este tiempo terapéutico, es ayudar mediante el análisis racional, a las
integrantes del grupo o de la terapia individual, a identificar sus distorsiones
cognoscitivas, enseñándolas a manejar sus crisis depresivas, lo que les da mayor
capacidad de respuesta a su entorno real, el cual en general es muy caótico.
La función autonutriente se enfatiza en este período por medio de tareas que fijen la
atención en ellas mismas, en sus deseos, necesidades y placeres. Este tipo de técnicas
deben reutilizarse durante todo el proceso terapéutico. Para esto, como procedimiento
ideal, las participantes deben llevar un cuaderno para registrar sus actividades y
respuestas, lo cual sirve como memoria sustituta, dado que las sobrevivientes al estar
sumidas en grandes desesperaciones y dolores suelen olvidar muchos aspectos de su
terapia y tienen dificultades para observar sus progresos, además que disocian muy a
menudo los contenidos y sentimientos de la terapia.
Este es el momento de establecer y afianzar la alianza terapéutica. Proceso que sufre
altibajos durante todo el camino, por el gran miedo que tienen las sobrevivientes para
confiar en otras personas. Este vínculo deberá tener una fortaleza aceptable para las
sobrevivientes antes de que ellas inicien la discusión del abuso. Dicho de otra manera
ellas no deberán discutir ni revelar los detalles del incesto si no existe esta alianza con la
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(el) terapeuta y entre las integrantes si es un grupo. Desde mi experiencia consolidar
estos vínculos, requiere, aproximadamente, un año.
La alianza terapéutica tiene características muy especiales, debe basarse en la
confianza, para permitir que la (el) terapeuta utilice metodología directiva y persuasiva,
sin que esto se convierta en un estilo de coerción, similar a la usada por el ofensor.
Debe tener flexibilidad para promover un control recíproco, en lugar de uno vertical, hay
que saber intervenir para proteger, sin violar la autonomía de la sobreviviente.
2. Segunda etapa: Recuerdo y duelo.
En la segunda etapa, la sobreviviente relata la historia del trauma. La alianza entre ella
y la (el) terapeuta debe estar fortalecida, es el tiempo durante el cual se escucharán los
horrores del pasado, que la paciente quiera narrar. Este período, debe tener la velocidad
e intensidad que la sobreviviente tolere y no ha de iniciarse si se están dando otras
crisis que le demanden a la cliente, mucha energía.
Además de los hechos, también pensamientos asociados a los mismos, serán
reconstruidos. Involucran el reconocimiento y aceptación de la ocurrencia del incesto,
pues se rompen viejos patrones de silencio y secreto. Las defensas útiles en el pasado,
serán desmanteladas, de manera que las sobrevivientes puedan reconocer lo que les
sucedió y trabajen el dolor, la ira, los mitos y hagan el duelo. Este reconocimiento y
aceptación, toma su tiempo.
En esta segunda fase la clienta empieza a verbalizar lo que permanecía hasta este
momento en imágenes, sueños, recuerdos intrusivos y sensaciones corporales.
Comienza a hablar de lo que nunca había dicho, de los secretos mejor guardados, las
vergüenzas, las acciones y los detalles del abuso y otros aspectos que nunca compartió
con nadie.
Es un momento de exigencias tanto para las clientas como para la (el) terapeuta. Un
tiempo en donde el recuerdo y el sentimiento son tan abrumadores, que la fuerza del
grupo y de la (el) terapeuta, deben constituirse como un soporte monolítico de apoyo,
dados los quebrantos emocionales que pueden presentarse.
Han de practicarse nuevamente las técnicas aprendidas en la primera fase dirigidas a
conseguir seguridad, la (él) terapeuta ha de estar muy alerta ante intentos de suicidio o
repliegues protectores y saber “tomar el pulso”, para moderar la velocidad del proceso,
tal cual lo necesitan las clientas.
La forma de reconstruir la historia del trauma puede ser verbal o escrita, pero esta
verdad escrita, debe ser leída después por la clienta en voz alta frente a la (él)
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terapeuta o al grupo, para no permitir que los sentimientos sean de nuevo disociados.
La narración puede ser revelada a través de dibujos.
La exploración de los sentimientos asociados a los traumas y el relato de los hechos, es
indispensable para la curación. La clienta necesita relatar con detalle el abuso. La (él)
terapeuta y el grupo, la ayudarán a darle la dimensión temporal a su experiencia. Ella
estará sintiéndolo como cuando era niña. Es importante recordarle que ahora es el
presente y que el peligro pasó. Ella es una adulta. Una carta de aliento escrita por ella a
la pequeña niña, es un elemento de apoyo conmovedor, un abrazo también, siempre y
cuando este de acuerdo.
Algunas clientas, sienten el dolor, la impotencia y el terror con tal intensidad, que no se
sienten capaces de poder continuar. Si esto sucede, es necesario, a veces, bajar el tono,
ir “pianísimo”, hasta que la clienta pueda sentir seguridad en el momento y establecer la
conexión con el presente y con el grupo y/o terapeuta, para proseguir.
Es conveniente que la clienta exprese el sistema de valores que le enseñó el abuso
sexual. Aquí la (él) terapeuta debe otra vez “suministrar un contexto cognitivo,
emocional y moral”. O sea, ayudar a reconocer las distorsiones cognitivas, contestar
interrogantes morales, cómo: “¿hay justicia en este mundo?, y otras preguntas similares
por cientos de veces, para ayudarla a soportar el dolor emocional. Facilitar una nueva
versión de los eventos la cual le permita encontrar la dignidad y el orgullo. Comprender
los sentimientos intensos de esta fase.
Después de la revelación, algunas esperan sentirse inmediatamente bien, pero la
función de la misma no es mágica, es necesario integrar el recuerdo, el tiempo, el
espacio y el ser. Es aprender que el pasado es el ayer y el presente es el hoy, en el cual
viven. La verdad expresada restaura. Permite a la clienta reconocerse como valiente,
digna, capaz de compartir esta denuncia testimonial.
El profundo significado de la cura mediante la palabra, es parte de la esencia de la
terapia y facilita la elaboración de los procesos primarios y secundarios de los traumas
en un ambiente de apoyo, seguridad y afecto, como debe ser este contexto terapéutico.
Narrar los dolores, no es de por sí curativo, es una fase indispensable por la cual hay
que atravesar, pero no la única. Los síntomas no desaparecerán por arte de magia.
Además, el hecho de abandonar los viejos mecanismos puede ser una pérdida para la
sobreviviente, quien inconscientemente obstaculiza su desaparición. Considerando y
respetando que esta ha sido la forma en que ha podido sobrevivir.
Las clientas que han estado sometidas a abusos crónicos, desarrollan una gran cantidad
de síntomas somáticos, y en este período pueden exacerbarse. Me refiero al insomnio,
cefaleas, problemas gastrointestinales y más. La medicación puede ser útil en este
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momento pero en forma transitoria. Los ansiolíticos y antidepresivos son los
mecanismos de elección. Esta fase suele transcurrir lentamente porque enfrentarse a
tanto dolor y recuerdos, fragmentados y olvidados, crea una gran resistencia. Además
aceptar el daño, les puede profundizar a las sobrevivientes, la sensación de humillación,
porque aún no pueden visualizar que sus vidas están llenas de valentía y de honor.
Los deseos de venganza y la ira, son emociones frecuentes en esta etapa, junto con el
deseo de ser recompensadas por los ofensores. Este tipo de necesidad de
compensación, de justicia, de que se les pida perdón, para sentirse así libres de culpa y
vergüenza, es totalmente válido. Pero por desventura casi nunca ocurre en la realidad.
Otras veces la sobreviviente intenta sustituir el enojo por el perdón. Esta es una fantasía
para exorcizar el trauma y adquirir poder. Pero esto no es posible a través del odio o del
amor. Y el perdón total nunca podrá ser dado si los perpetradores no lo han solicitado, o
han intentado restituir lo dañado y aceptado la totalidad de la responsabilidad.
Con estas conductas no lograrán obtener esa justa compensación y ese triunfo.
Paradójicamente el mismo se dará, cuando ella acepte el daño, el dolor y cuando no
necesite reparación alguna de sus perpetradores. Mientras exista esta fantasía de
victoria, el trauma seguirá ganando terreno.
La finalización de esta fase se puede medir, cuando la sobreviviente dirige su mirada
hacia el futuro, cuando el dolor no ocupa toda su vida. Las pesadillas traumáticas
desaparecen, se regula el sueño, hay momentos de intensa felicidad, los sentimientos
de placer emergen, los vínculos se disfrutan.
3. La tercera fase: Reintegración y Revaloración
Las tres etapas por las que transitan las sobrevivientes de incesto y abuso sexual en su
terapia, no se cumplen con rigidez esquemática en el proceso terapéutico. Se cruzan,
reaparecen y desaparecen procesos durante las tres fases, los énfasis en cada una de
ellas son diferentes. En la tercera etapa, el foco de la terapia es “ el desarrollo de deseo
y la iniciativa”, el cambio de valores, el resurgimiento de la alegría, el fortalecimiento de
los vínculos y la reconexión con las demás personas.
Las sobrevivientes han revelado sus traumas y revivido sus dolores. El testimonio les
permite a ellas y al grupo, sentir la gran valentía que poseen por haber sobrevivido a las
torturas. Ahora la sobreviviente empieza a perder la culpa y la vergüenza y a valorar sus
fortalezas. Asume con más claridad que la responsabilidad del abuso fue totalmente de
los adultos que la abusaron y empieza a apreciar las nuevas relaciones sobre todo, las
hechas en el grupo de acompañantes solidarias de su doloroso proceso.
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En este momento cuestiona los valores distorsionados enseñados por sus abusadores y
encuentra un sistema de valores personal, basado no en el odio, sino en la sabiduría
que implica el procesar el sufrimiento. Este es el punto para reconocer sus fuerzas. El
pasado ha quedado atrás, no sin dejar profundas huellas y sentimientos de dolor. Pero
ya no es el presente eterno. Es el tiempo de planes, cambios y nuevos programas de
vida. Es un período en donde un número importante de sobrevivientes desean romper
las reglas del silencio fuera del grupo o de la terapia individual. Necesitan confrontar a
sus abusadores, si lo hacen, porque lo necesitan para legitimar su dignidad o fortaleza,
deben estar preparadas para no esperar ninguna reacción positiva de la familia o los
ofensores. Sus familias se caracterizan por grandes disfunciones, negaciones masivas y
sus ofensores “han perdido la memoria”.
La justicia como valor universal se examina en este ciclo y se reconocen sus
limitaciones, pero la recompensa no gira alrededor de la denuncia, el sentido de
injusticia social es claro, pero es más importante la dignidad que se ha adquirido.
Surgen aquí deseos de reinvidicaciones sociales, de ayudar a niñas (os) y adolescentes,
en la prevención y tratamiento del incesto. Participan en grupos, protestas o luchas,
reactivan la búsqueda del cambio de la sociedad y sus instituciones. Es la época de los
amores. Terminan relaciones abusivas o se fortalecen vínculos ya existentes de buenas
relaciones. El afecto a la (el) terapeuta se transforma, hay menos magia y fantasía, pero
mayor ternura y amor. Es el tiempo de la vida.
La sexualidad vuelve a ser cuestionada pero exenta de distorsiones. Es aconsejable
recomendar un plan de “sexo seguro” que tenga que ver con lo que ella se puede
permitir en la relación sexual. Hay algunas formas de hacer el amor que la sobreviviente
nunca podrá tolerar.
La autonomía es un tema central. El análisis del papel tradicional de la mujer, es
revisado a la luz de nuevos deseos de respeto y libertad. La frase “nunca más me
abusarán” se convierte en su lema.
Estoy clara que no existe modo de compensar una atrocidad, pero sí de trascenderla
convirtiéndola en un regalo para otras(os).
La finalización de la terapia requiere de nuevos duelos, ahora manejados con una nueva
visión de la vida que los hace mucho menos dramáticos, no es un proceso fácil. La
terapia ha sido quizás, el sitio más seguro que hayan conocido. Donde aprendieron a
confiar, se develaron, aceptaron las pérdidas, reconocieron las injusticias. Pero también
el lugar que les permitió sentir que el afecto y la solidaridad son posibles. La (el)
terapeuta “fue como la madre que no tuve” dijo una integrante y las compañeras de
grupo “las hermanas, las amigas, el primer mundo con el que me conecté”.
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La vivencia de tantas atrocidades, no permite a nadie la felicidad completa, lo cual es
además una idealización del ser víctima. Ser sobreviviente significa entonces aprender a
vivir sin sucumbir en este mundo de injusticias, permitirse el valor de un poco de paz,
de la alegría de relaciones sanas. Asumir el presente y un futuro, soltar una buena
carcajada, apreciar el bien, pues han conocido lo que significa el mal.
Ahora el Modelo propuesto por MEISELMAN:
Principios Básicos de la Terapia de Reintegración.
La reconceptualización de los trastornos relacionados con el incesto incluidos en el
desorden de estrés postraumático agudo o crónico, con algunas características
especiales proporcionadas por el secreto y la confusión inherentes a la situación de
incesto, tiene numerosas implicaciones para los principios psicoterapeúticos que guían el
tratamiento de las sobrevivientes de incesto. Proporciona una base relativamente
racional para decir cuáles ideas y técnicas de diferentes escuelas de terapia son útiles
para tratar los efectos a largo plazo del incesto.
El uso del modelo del desorden de estrés postraumático proporciona un “mapa de ruta”
tanto para la clienta como para la o el terapeuta. La clienta está usualmente
experimentando miedo intenso, aflicción y enojo en el proceso de encontrar los
recuerdos reprimidos y necesita mucho de guías que le permitan visualizar el propósito
de la terapia y mantener una esperanza. Muchas de las etiquetas tradicionales que
calzan con el comportamiento de muchas sobrevivientes de incesto (limítrofe,
masoquista, narcisista, manipuladora, histérica, histriónica, y así sucesivamente), son
estigmatizadoras y no pueden ser compartidas con la clienta sin un riesgo considerable
de quebrantar la relación terapeútica. Estas etiquetas también son interpretadas por las
clientas como castigos por los trastornos relacionados con el incesto sin hacer nada por
explicar cómo el trastorno se originó. En contraste, las clientas aceptan usualmente la
analogía entre su situación, y una neurosis de guerra, ya que esto es relativamente no
estigmatizador y les da un marco conceptual para comprender los síntomas que hasta
este punto habían entendido como el ser “mala” o “loca”.
El término de la terapia de reintegración de Meiselman puede también ser compartido
con las clientas, dando tanto a la o el terapeuta, como a la clienta un sentido de metas
de su involucramiento terapeútico. La idea de que el trauma ha causado eventos que
pueden ser mal interpretados, y lleva a que los recuerdos sean transportados fuera de
la conciencia lo cual puede explicarse sin implicar que la clienta tiene necesariamente
personalidad múltiple. La terapia es un proceso de curación que gradualmente
reunificará estos elementos en una estructura del yo para que pueda reanudar el
crecimiento que fue detenido o distorsionado durante el período de la vida en el cual el
trauma ocurrió. Aunque ninguna palabra pueda describir la complejidad de la terapia
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con una sobreviviente de incesto, la reintegración, es un termino que ya goza de cierta
propagación en la literatura clínica y describe el trabajo central de esta terapia
propuesta por Meiselman.
La autora, establece algunos principios a tomar en cuenta al trabajar con sobrevivientes.
Principio 1: Establecimiento y mantenimiento de la relación terapeuta – clienta es
central para trabajar en los trastornos relacionados con el incesto.
En la tradición psicoanalítica, ha habido un gran énfasis en el establecimiento y
subsecuente análisis de la relación de transferencia como una clave para reinterpretar el
material inconsciente. Se le ha impuesto a la o el terapeuta mantener una distante
empatía con la clienta y revelar muy poco de sí misma(o), en la terapia, para servir de
“pantalla en blanco” en la cual la analizada proyecte sus afectos y fantasías que están
asociadas con las figuras parentales y maternales. Ferenczi 1932, quien continuó la
creencia de que los orígenes del trauma en los síntomas histéricos mucho después de
que Freud renunciara a la teoría de la seducción, fue el primero en notar que el rígido
mantenimiento de una posición distante autoritaria por parte de la o el analista estaba
relacionada con una exacerbación del “acting out” histérico de la clienta. Las víctimas de
trauma están en necesidad de un involucramiento más directo y estructurante que el
que la aproximación tradicional ha acordado con el fin de proveer la seguridad que
facilita el trabajar con asuntos difíciles y confusos sin sentirse abrumada(o).
La escuela humanista centrada en el cliente o la clienta, aboga por que el o la terapeuta
cultive y algunas veces exprese directamente una actitud de afecto y protección hacia la
clienta o el cliente. Rogers (1951) llamó a esta actitud “disposición incondicionalmente
positiva” y enfatizó que es importantemente relevante para el desarrollo de la confianza
de la clienta o el cliente arriesgar el abandono de las defensas neuróticas. En la
tradición psicoanalítica, este sentimiento sería llamado “contratransferencia positiva”, un
término que suena tan técnico que una(o) podría especular que habla de la necesidad
de la o el terapeuta de mantener una segura y protectora distancia con las clientas o los
clientes. Esta necesidad de distancia es válida y debería tomarse en cuenta por cada
terapeuta con una serie de límites razonables con respecto a la vida personal de la
clienta o el cliente. La evitación de relaciones duales es especialmente importante con
las sobrevivientes de incesto, ya que ellas ya han experimentado las mayores formas de
roles confusos. La o el terapeuta debe ser prudente sobre la comunicación con otras(os)
profesionales y miembros de la familia, no sólo conformarse con tener las formas de
consentimiento de la clienta sino también discutir en detalle lo que se va a comunicar y
el darle a ella un tiempo adecuado para expresar cualquier reacción negativa antes de
que las comunicaciones tengan lugar.
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La o el terapeuta debe ser predecible y confiable. El construir la confianza y el afecto
requeridos en la relación terapeútica para permitir el trabajo eventual sobre el material
sumamente amenazante será difícil, sino es que imposible, con un(a) terapeuta que
tiene un estilo inconstante. La clienta debe ser capaz de contar con un horario regular
de citas, ocasionalmente interrumpidas por las vacaciones y otras obligaciones
profesionales y personales. Se le debe a la clienta una explicación por ausencia o
cambio de horario, ya que su miedo de abandono puede ser agudizado. Ella también
necesita saber cómo hacer contacto entre las sesiones. Aunque ningún(a) terapeuta
puede garantizar estar disponible todo el tiempo, muchos(as) pueden dar su teléfono y
devolver llamadas. La predictibilidad es mucho más importante que pretender estar
instantáneamente disponible.
La o el terapeuta debe reconocer los aspectos del poder en la relación. Ya que el mal
uso del poder es una parte integral del abuso incestuoso, la clienta puede entrar en la
situación terapeútica con miedos asentados de ser lastimada por una figura de
autoridad o de ser emocionalmente atrapada en una forma que recapitule la posición de
la niña en la familia incestuosa. Mientras que un cierto tipo de autoridad es inherente en
el rol de la o el terapeuta, la clienta debe ser estimulada a mantener el control de su
terapia. La o el terapeuta puede sugerir interpretaciones de sus sentimientos, acciones,
y materiales de fantasía pero debe abiertamente reconocer que la clienta tiene la
libertad de aceptar o refutar las interpretaciones sin incurrir en el castigo, tal como ser
etiquetada como “resistente”. Aunque puedan surgir situaciones en las cuales se
requiera una firme y parental o maternal actitud, como en las crisis notables de suicidio,
en general la o el terapeuta debe respetar las decisiones de la clienta y jugar el rol de
guía en el lugar del de doctor(a), señalando alternativas de acción o formas de construir
eventos pero sin atentar coercionar a la clienta a llevar a cabo decisiones en torno a la
relación terapeútica; todavía necesitamos reconocer que un cambio tan profundamente
amenazante como la reintegración de la personalidad no es dado a ocurrir si la o el
terapeuta permanece como un(a) consulto(ra) técnico(a) distante.
Las terapeutas génerosensitivas son especialmente conscientes de las desigualdades de
poder en las relaciones, lo cual no solo les permite obtener más empatía con la posición
de las mujeres y las(os) niñas(os) en una estructura familiar patriarcal sino que también
las lleva a abogar por una relación terapeuta – clienta, que sea más igualitaria que la
del modelo psicoanalítico. La libertad de la clienta para quedarse en terapia o partir,
para aceptar o refutar las interpretaciones de la terapeuta, y para expresar enojo con la
terapeuta dentro de los límites razonables es respetada.
Como en esta escuela, las(os) terapeutas cognitivo – conductuales (y racional –
emotivos) se ven a sí mismas(os) como una serie de expertas(os) consultores(as) a
quienes la clienta utiliza para resolver problemas específicos (Beck, 1976 y Ellis, 1962).
Su postura las(os) motiva a desenfatizar interpretaciones autoritarias del mundo interno
de la clienta y tomar una posición abiertamente didáctica, enseñándole a la clienta
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nuevas formas de construir sobre el comportamiento de otras personas y a ser asertivas
en sus relaciones.
Unificando los elementos de estas cuatro escuelas tradicionales que son percibidas
como benéficas para las sobrevivientes de incesto en terapia, podemos proponer las
siguientes recomendaciones:
1. El lazo entre la clienta y la o el terapeuta debe gradualmente desarrollarse en una
relación muy especial en la cual la o el terapeuta sienta un genuino afecto hacia la
clienta. La sobreviviente de incesto, quien ha sido traicionada en sus primeras
relaciones significativas, automáticamente desconfiará de la o el terapeuta y pasará
por muchos episodios de “prueba” pero eventualmente confiará y se desarrollará un
sentimiento de afecto cuasiparental o maternal.
2. La o el terapeuta deberá ser explícita(o) sobre los límites y lineamientos de la
relación terapeútica. Un(a) terapeuta afectuoso(a) nunca debe ser sexualizado(a);
aunque los sentimientos sexuales pueden inevitablemente suscitarse en algunas
clientas que son sobrevivientes de incesto, dada la experiencia con la confusión del
amor parental y la estimulación sexual, estos sentimientos no deben ser estimulados
por la o el terapeuta. Este o esta debe aclarar que su especial relación existe sólo
dentro de la relación terapeútica.
3. La o el terapeuta debe reconocer honestamente los errores, para así poder servir
como un modelo de cómo una persona madura puede aceptar responsabilidad sin
caer en un debilitamiento auto castigador.
4. La o el terapeuta debe estar alerta sobre la inversión de roles. El desarrollar un
afecto genuino por las clientas y desenfatizar la autoridad de la o el terapeuta puede
fomentar un uso juicioso de auto revelación con las clientas. Los sentimientos sobre
el comportamiento de la clienta son algunas veces (pero no siempre) relevantes para
el proceso de terapia, y muchas(os) terapeutas encuentran útil el contar anécdotas
de sus propias vidas para ilustrar un punto a para reasegurar a la clienta de sus
sentimientos empáticos. La o el terapeuta experimentada(o) sabe hasta dónde ir al
hacer alusiones de este tipo. Un cuidado especial se debe tener con las
sobrevivientes de incesto quienes han aprendido a jugar el rol de cuidadoras;
aunque ellas anhelan ser cuidadas y protegidas, se puede sentir incómoda en el rol
de clienta dependiente y automáticamente revertir en ser una cuidadora en donde la
o el terapeuta empiece a aparecer como necesitada(o): Si ella triunfa en ser la
confidente de su terapeuta respecto a los problemas personales cotidianos, tales
como divorcio, ella habrá repetido la situación que ocurrió en su familia de origen, y
la terapia entonces será finalizada o vastamente complicada.
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5. La o el terapeuta deberá reconocer el derecho de la clienta de marcharse y de
regresar. Dada las tempranas experiencias de traición por parte de los padres o
madres de quienes ella se sentía dependiente, el nivel de dependencia que se
instaura en ella puede convertirse en intensamente amenazante. La ansiedad puede
también incrementar en tanto que la terapia se aproxime a una etapa en la cual el
material reprimido amenace a atentar a la consciencia. Ya que la o el terapeuta se
puede sentir frustrada(o) por la partida de la clienta, es mejor que ella tiene el
derecho de hacerlo y de que puede regresar a terapia sin un sentimiento de
humillación a rechazo. Las tácticas de presión, tales como amenazar a la clienta de
cortar para siempre si ella se va, constituyen una experiencia de revictimización para
una persona que está ostentablemente tratando de aprender a insistir en sus
derechos personales.
Principio 2: Trabajar en los problemas presentes puede revelar áreas de resistencia o
bloqueo.
Ocasionalmente una clienta expresa inmediatamente un deseo de “trabajar en el
incesto”, pero esto es poco común en la práctica terapeútica. Aun cuando se inicia, tal
resolución es dada a perderse bajo la presión de los problemas emocionales más
comunes que típicamente acosan a una sobreviviente de incesto que está emergiendo
de un largo período de negación y reconocimiento de la necesidad de la terapia. Aún la
“experta en incesto” necesitará con frecuencia ser suficientemente flexible para cambiar
el curso y ayudar a la clienta a manejar su crisis inmediata.
Más comúnmente, una sobreviviente que entra a terapia es guiada a buscar ayuda por
problemas que ella no asocia con su abuso infantil, aún cuando la memoria del incesto
está accesible. Un fallo es apuntar su usual preocupación pondrá en riesgo la pérdida de
la clienta antes de que la empatía terapeútica pueda ser establecida; la resolución
exitosa de lo mismo también puede resultar en que la clienta deje la terapia sin trabajar
en el asunto del incesto directamente, pero al menos algún nivel de confianza habrá
sido establecido, de tal forma que ella pueda retornar si los problemas recurren. La
clienta puede entonces considerar la hipótesis de que sus dificultades están conectadas
a las tempranas experiencias de victimización.
El aceptar la agenda de la clienta no significa, sin embargo, que una evada del todo la
mención de los antecedentes del incesto. Para lograr esto se debe reforzar el patrón de
auto evitación de la clienta o hasta ser cubiertamente interpretada como evidencia de
que la o el terapeuta “no puede manejar” más revelaciones sobre el incesto. Lo que se
necesita es la ocasional reintroducción del tema del incesto en formas que eviten pero
que no coercionen a la clienta a descubrir las posibles conexiones entre el incesto y sus
problemas actuales. Aún si la clienta rehusa estas invitaciones, ella estará conformando
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un concepto de la o el terapeuta como una persona que ha creído en su confesión del
incesto y que confortablemente puede escuchar más al respecto en el futuro.
La o el terapeuta trabaja en los problemas actuales utilizando cualesquiera técnicas y
modalidades terapeúticas que ordinariamente serían utilizadas (consejería matrimonial
para los problemas maritales, desensibilización para fobias, y así sucesivamente) y
observa la respuesta de la clienta a estas intervenciones. Si el problema radica en las
tempranas experiencias de la clienta, se encontrarán áreas de mayor resistencia. Por
ejemplo, al trabajar con un problema marital, numerosos métodos pueden ser
empleados para estimular a la clienta a establecer sus necesidades directamente a su
esposo en lugar de recurrir a mensajes indirectos que socaven la relación. Cuando tal
asertividad en el entrenamiento se funda, la o el terapeuta debe arriesgarse a buscar la
raíz de los miedos que impiden el aprendizaje de nuevos comportamientos, en lugar de
solamente etiquetar a la clienta como resistente y no cooperadora.
En cada nueva área problemática que la clienta presente, su terapeuta introduce “las
soluciones simples” primero y luego la ayuda a analizar sus resistencias en tanto que
van emergiendo. En este proceso, una(o) puede introducir varias técnicas que pueden
ser útiles en el descubrimiento de motivos irreconocibles y necesitar del análisis de la
libre asociación de los sueños. El trabajo Gestalt, y la relajación con imágenes guiadas
son algunas de las técnicas que pueden ser consideradas, dependiendo de las áreas de
competencia y entrenamiento de la o el terapeuta. La o el terapeuta que este
aferrada(o) a cualquiera de estos métodos puede estar en desventaja, sin embargo, por
el hecho de que la sobreviviente de incesto puede reaccionar con desconfianza y
desapego, se necesita cierta flexibilidad por parte de la o el terapeuta.
Cuando numerosas áreas de problema han sido trabajadas de esta forma, puede haber
algunas veces un sentimiento de que se ha alcanzado una meseta. Algunos problemas
de la superficie han sido mejorados, y la relación terapeuta – clienta ha madurado, pero
la clienta aún experimenta afectos e ideas persistentes que simplemente no son
explicables en términos de la historia de vida que ella ha descrito. La clienta puede
entonces sugerir finalizar, y su terapeuta debe de responder a esta petición resumiendo
su progreso más las razones del porqué ella o él cree que pueda haber más
descubrimientos en el futuro. El derecho de la clienta de tomar “una vacación de la
terapia” debe ser apoyado en esta coyuntura. Paradójicamente, el permiso para partir
puede hacer más fácil el hecho de que la clienta se quede en terapia o de regresar en
caso de que se halla ido. Se debe tener cuidado al asegurar a la clienta del interés
ininterrumpido y preocupación de su terapeuta por sus problemas restantes, ya que su
oferta para dejar la terapia puede ser una prueba del interés de la o el terapeuta en
continuar su lento y difícil trabajo a través de los asuntos relacionados con el incesto.
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Principio 3: Los recuerdos reprimidos y los afectos son gradualmente accesados y
reintegrados.
El “retorno de lo reprimido” es un evento que no puede ser precisamente predecido
pero puede ser facilitado por la confianza y la relación de protección que gradualmente
se ha establecido entre la clienta y la o el terapeuta. La seguridad provista por la terapia
le permite a la clienta relajar sus defensas hasta el punto donde el material reprimido
empezará a romperse sin ningún intento de obtenerlo. La percepción de la clienta sobre
la o el terapeuta como una persona fuerte que será capaz de ayudarla a través de
experiencias que pueden ser aterrorizantes puede eventualmente permitirle hacer
conscientes los componentes inaccesibles de su trauma.
El hacer consciente también puede ser estimulado por una amplia gama de eventos en
la vida de la clienta que no tienen conexión con el progreso de su terapia. Los eventos
que recapitulan aspectos de la situación traumática (por ejemplo, traición por una figura
de autoridad) o el pasar por ciertos pasajes de la vida, tales como una hija que alcance
la edad en la cual la clienta fue traumatizada, pueden precipitar la formación de
síntomas que es algunas veces acompañada del retorno de los recuerdos. Este proceso
puede ser acelerado por técnicas tales como la hipnosis o el psicodrama, pero la meta
de la o el terapeuta debe ser ayudar a la clienta a recobrar los recuerdos a una
velocidad lenta y manejable que le permita sentirse en control tanto como se pueda, “La
esencia del tratamiento debe ser ayudar a la víctima, en una forma controlada y segura,
para revocar el abuso y sus afectos originales y restaurar los exactos significados
adheridos al abuso: esto es, recontextualizar el trauma”.
La sobreviviente puede tornarse muy asustada e infantil en esta fase de la terapia,
requiriendo fuerte apoyo de su terapeuta y la provisión de claras explicaciones de los
eventos psíquicos que de otra manera serían interpretados por ella como signos de
enfermedad. El etiquetamiento por parte de la o el terapeuta de sus experiencias como
ya bien sabidas manifestaciones del desorden de estrés postraumático, aunque
retardado por muchos años por los mecanismos de negación y represión, brinda un
significado a los eventos que de otra forma parecerían sin sentido. La analogía de la
aflicción puede ser invocada para explicar cómo la clienta puede ahora lamentarse las
experiencias de pérdida en su infancia y gradualmente sanar los antiguos dolores que
han sido descubiertos en terapia.
Así como es de difícil esta etapa tanto para la clienta como para la o el terapeuta, las
experiencias atemorizantes están ocurriendo con un propósito. La sobreviviente está en
el proceso de recobrar las partes estranguladas de sí misma, aprendiendo a aceptar y
entender que pasó en el pasado, y haciendo calzar las piezas desmembradas de afecto
y memoria en un todo comprensible. Ella está moviéndose de una identidad basada en
estar sin precaución y de estar constantemente defendiéndose contra la erupción de
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pensamientos y sentimientos inaceptables a una que comprenda todos los aspectos de
su experiencia pasada - una reintegración de sí misma.
Principio 4: Las relaciones significativas deben ser restablecidas.
La resolución del desorden de estrés postraumático encubierto asociado con el incesto
no causará una disolución espontánea de los problemas de la sobreviviente con las
relaciones. Ya que sus dificultades con la confianza y la intimidad fueron moldeadas por
muchos años de “entrenamiento” en su familia de origen, requerirán de una
reprogramación específica y repetitiva si ella quiere modificar esos problemas habituales
y arraigados. Sin embargo, una vez que la clienta es aliviada de algunas de las
presiones internas creadas por los recuerdos y los afectos reprimidos, ella puede
empezar a trabajar más productivamente en tratar con nuevas ideas y comportamientos
que su terapeuta le pueda sugerir. Una clienta que halla resistido a las técnicas de
asertividad y entrenamiento, por lo tanto, puede ser más dada a cambiar luego de que
su convicción interna “maldad” halla sido aliviada.
Numerosas técnicas terapeúticas, desde la continuación de la terapia psicodinámica
hasta la reestructuración cognitiva hacía un entrenamiento conductual activo, pueden
ser utilizadas. Además, la clienta para ahora puede ser más dada a beneficiarse de la
consejería matrimonial, la terapia familiar, y la terapia de grupo, ya que su sentimiento
de estar amenazada por otras personas puede haber disminuido. No hay ninguna
prescripción precisa que pueda ser hecha para todas las sobrevivientes de incesto como
para los métodos que serán más beneficiosos – escuchar las prioridades y preferencias
de la clienta es más importante que intentar seguir una fórmula estableciendo cómo
debería ser la clienta ideal en la fase terminal de la terapia. También, la o el terapeuta
debe ser consciente de que una regresión a la prueba de la relación puede ocurrir en
cualquier fase de la terapia, aún en la fase final (“¿Vas a abandonarme ahora?”), y no
debe ser interpretada como que la terapia fue un fracaso.
En tanto que la clienta obtiene la habilidad de formar relaciones en las cuales encuentre
sus necesidades, su necesidad de terapia gradualmente se desvanecerá, y ella puede
solicitar una “vacación” o una reducción en el horario de las citas. Su deseo de ser
independiente de su terapeuta debe ser estimulado y apoyado, pero la o el terapeuta
también debe enfatizar que el regreso no significaría que ella ha fracasado y que deberá
iniciar su tratamiento terapeútico de nuevo desde el inicio. La seguridad de tener un
“hogar base” donde ella pueda regresar sin un sentimiento de fallo puede ayudar a la
sobreviviente de incesto a continuar tomando los riesgos psicológicos que son siempre
necesarios cuando una persona crece.
Terapia Género-Sensitiva para hombres abusivos
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Antecedentes
El tratamiento de ofensores sexuales juveniles provino de las experiencias con ofensores
adultos, especialmente de las desarrolladas en Estados Unidos en los años 80, a las que
se agregó el concepto del ciclo de la conducta abusiva sexualmente, explicada por S.
Lane (1997). El ciclo del abuso sexual ha sido un marco ideal para entender las
situaciones, pensamientos, sentimientos y comportamientos que componen la conducta
juvenil abusiva sexual.
Algunos programas de adultos utilizan este ciclo con modificaciones. Sin embargo, creo
al igual que otros(as) autores(as), que dar énfasis a los sentimientos de vulnerabilidad y
a los antecedentes históricos como factores etiológicos (abuso infantil) puede servir a
los ofensores adultos para justificar sus comportamientos abusivos.
G. Ryan y S. Lane (1997) proponen que la situación de los jóvenes ofensores es otra,
distinta a la de los ofensores adultos, dado que muchos de ellos son preadolescentes y
aún niños, en donde sí es importante confrontar experiencias de la infancia, exploración
que además nos ayuda en la prevención del abuso infantil. Las autoras han encontrado
que un modelo de tratamiento más holístico, que toma en cuenta el desarrollo de los
jóvenes, su contexto social, los patrones de funcionamiento, el desarrollo de las
conductas sexuales ofensivas y el análisis de otras perturbaciones concurrentes, puede
proporcionar a los y las terapeutas las mejores herramientas para identificar los riesgos
y trabajar hacia metas precisas. Personalmente creo que la inclusión de un análisis de
género aporta más claridad y nuevos elementos que explican la conducta ofensiva
contra las mujeres, las(os) niñas(os) y cómo los niños varones están también en la
misma categoría inferiorizada.
El tratamiento puede ser grupal o individual, pero siempre debe incluir un módulo que
establezca la empatía del(a) terapeuta con las víctimas, sus derechos como seres
humanos(as) y el respeto por la igualdad entre hombres y mujeres. Es decir, un modelo
sensible a la víctima., algunos conceptos fundamentales por tomar en cuenta en todo
modelo de tratamiento con ofensores sexuales son los siguientes:
1. El ofensor debe responsabilizarse de su conducta abusiva en un 100%.
2. El o la terapeuta debe ser entrenado(a) para evitar colusiones con el ofensor,
en contra de la víctima.
3. El o la terapeuta debe tener relación con otros(as) profesionales, como
jueces(as), trabajadores(as) para la protección de niños (as), personal de
hospitales y proteger la seguridad de las víctimas.
4. Solo profesionales entrenados en abuso sexual deben tratar estos casos.
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Las víctimas:
1. Deben recibir protección y apoyo.
2. La familia de la víctima debe ser tratada, apoyada y restituida.
3. La seguridad de las víctimas es el interés primario de la terapia con
ofensores.
4. La comunicación entre el ofensor y la víctima siempre debe respetar la
voluntad y deseo de la víctima y sólo darse si el ofensor acepta su total
responsabilidad.
V.
De las (os) terapeutas
Es cierto que hacer psicoterapia con sobrevivientes es desgastante. Somos las(os)
testigos de enormes injusticias y crímenes de horror. Oír día tras día las pesadillas
infantiles, contadas tal cual fueron vividas, acompañarlas por los oscuros túneles de sus
vidas imprimiéndoles esperanza, no es tarea fácil. Mantenerse firme en la confianza de
su recuperación cuando ellas se desbaratan llenas de imágenes dolorosas, exhaustas
por los síntomas, aterradas por la desconfianza, el miedo al suicidio, la automutilación,
la furia o la anestesia afectiva, atenta contra nuestro equilibrio y nos agota. No contar
con el poder de sanarlas rápidamente, como ellas quisieran, nos aturde.
Existe además un problema de fondo. Con las sobrevivientes debemos romper todos
nuestros valores seguros, poblarnos de ofensores sádicos, mirar a nuestros padres y a
nuestros compañeros, investigarnos como víctimas, reconocernos en nuestra
subordinación. Más que un problema de Contratransferencia es un miedo a la ruptura
con el patriarcado y los patriarcas.
Aquellas terapeutas que pudimos hacerlo, y aún así seguimos con contradicciones,
tenemos grandes satisfacciones. Ser terapeuta de sobrevivientes nos inspira, ellas nos
entregan su espíritu y valor. Aprender de quienes decidieron denunciar la barbarie y
asumir el valor por la vida con inmenso coraje, en medio del silencio sepulcral del
patriarcado y sus patriarcas es un privilegio y un honor.
Algunos principios fundamentales se deben respetar por parte de las(os) terapeutas a la
hora de trabajar con ofensores sexuales:
1. Haber recibido entrenamiento en género, violencia doméstica y conductas
sexuales abusivas.
2. Haber trabajado con víctimas o atender víctimas periódicamente.
3. Haber revisado sus estereotipos sexistas y sexuales.
4. Creer en el trabajo grupal.
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5. Sentirse cómodo(a) con las variaciones en la concepción sobre la relación
terapeuta-cliente.
6. Comprometerse en el cambio social.
7. Pueden ser de ambos sexos, preferiblemente facilitar grupos en parejas
mixtas.
8. Estar dispuestos(as) a asistir a juicios o emitir dictámenes periciales.
Otras características del tratamiento:
1. La terapia con hombres abusivos es individual o grupal. La terapia de pareja
y familiar solo podrá realizarse bajo estrictas condiciones, en el tiempo en
que el hombre abusivo ya no utilice estrategias de control o violencia.
2. Hacer terapia con hombres abusivos es hacer terapia por las víctimas
directas o indirectas.
3. Muchos hombres no van voluntariamente a la terapia, lo cual es parte de la
dinámica con estos pacientes.
4. Otros modelos terapéuticos, especialmente los intrapsíquicos, no son
adecuados para estos problemas de violencia.
5. La compañera o víctima debe ser entrevistada para corroborar la historia
que relata el paciente.
6. Se deben desestimular todos los comentarios del hombre dirigidos a culpar
a las víctimas.
7. El estilo confrontativo de esta intervención debe hacerse con empatía y
respeto.
8. El enojo contra el cliente no es, en absoluto, terapéutico. Deben cuidarse las
reacciones contratransferenciales.
9. Existen límites con la confidencialidad.
10. El patrón de fantasías desviadas y masturbación asociada debe ser
examinado.
11. Las motivaciones sobre poder y dominación deben ser analizadas.
¿Qué pasa hoy?
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Desde 1991, inicié un programa de capacitación a terapeutas en el tratamiento de las
víctimas del incesto. Con ese trabajo he conversado con terapeutas uruguayos (as),
paraguayos (as), del Caribe y de América Central. Mis libros han recorrido otros países,
México, Ecuador, Chile, Argentina y Europa. Mi impresión dolorosa, fue que aún en los
países que visité, el trabajo con sobrevivientes de incesto no se realiza. Aún existe la
tendencia de incluir estos traumas en el gran canasto de los otros aspectos de la
psicoterapia. La mayoría de los(as) terapeutas entrenados(as) no tienen ninguna
formación en la teoría del género y/o tienen serias dificultades para comprenderla. Al
final de esta pasantía, pocos(as) clínicos (as) han podido articular la teoría de género
con la práctica terapéutica. Amén de severas deficiencias que he observado en su
formación como terapeutas. Aún haciendo esfuerzos inauditos, muchos(as) de ellos(as)
no podrán alcanzar buen desempeño como terapeutas pues cuentan con grandes
lagunas en el abc de la psicoterapia.
La teoría del género suele ser tan ajena a los(as) psicólogos(as) y psiquiatras que
recibieron formación tradicional, como lo es la Protagonia para mí.
Costa Rica es el país que desde los organismos no gubernamentales ha desarrollado,
formas más estructuradas de tratamiento para las víctimas de incesto. En el resto de los
países el tema sigue siendo una curiosidad irrelevante.
El trabajo con ofensores corre la misma suerte. A pesar de que las leyes sobre Violencia
doméstica de la región ordenan al Estado trabajar en la rehabilitación de las ofensas,
ninguna reglamenta quién lo va a ejecutar, a excepción de Hardom. De tal manera que
esta población sólo está recibiendo atención en Costa Rica, sin que sea esta aún
suficiente.
Los retos que conocí al inicio de mi trabajo siguen aún vigentes; solamente que ahora
somos más enfrentándolos.
CONCLUSIÓN
En la voz de una sobreviviente quiero compartir lo que para ella significa su proceso de
recuperación:
“Que intimidante resulta acudir donde una profesional ha reconocerte humillada,
traicionada, destrozada y más. La sola presencia de otro ser humano diferente a una
por no haber sido abusada, te hace sentir el contraste y la posibilidad de ser juzgada.
Pero mi terapeuta me explicó aquello de la fuerza de nosotras y en lo personal creo que
esa fuerza me ha permitido reconocer las escasas velas que empezaron a encenderse
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en un momento de mi vida. Me sentí tratada con amor y respeto por primera vez en mi
vida, por primera vez alguien trataba mi dolor con luto como el mío, con reclamo
avasallante, y me daba un abrazo como posibilidad de consuelo, revelándome además
que muchas otras esperaban por mi intento de luchar para sentirse también vivas.
Nunca imaginé que yo podría conocer el otro poder: el poder de la luz. El poder moral
que da saberse creída en su historia y que permite que regresemos al mundo a ayudar
o otras y otros, la capacidad de volver a llorar por otra tragedia de incesto aunque esta
fuera la número mil, escuchar y a la vez enardecerse contra el mundo que lleva y carga
consigo ofensores y complicidad me regaló un poco de su propio poder. El de saberme
portadora de sentimientos legítimos válidos y justos. Me regaló a la vez la posibilidad de
saberme yo misma historia: niña, adulta, mujer...
Gracias por darme vida, gracias por darme corazón, escudos, razones, motivos y nuevas
maneras de caminar en este mundo con el que aún no comulgo, pero que hoy lo habito
con consciencia, voluntad y poder propio”.
RESUMEN
Esta ponencia es un intento de articular la experiencia recogida por la Dra. Gioconda
Batres con sobrevivientes de incesto, luego de 14 años de experiencia. Se tratan varios
puntos fundamentales:




Antecedentes del tratamiento del incesto en Costa Rica.
La forma cómo las sobrevivientes de incesto y abuso sexual han experimentado el
incesto y sus procesos de sanación.
Los aportes a la teoría y a la práctica de la psicoterapia con las mismas.
Un análisis de la respuesta social e institucional frente al incesto en los países en
que ha trabajado.
En este documento se ofrecen las definiciones sobre abuso sexual e incesto, junto a
algunas estadísticas que apoyan la ocurrencia de éstos. Estas cifras demuestran que es
el padre el victimario más frecuente y el lugar la propia casa familiar; denunciando así el
incesto padre–hija como el de mayor ocurrencia.
Siguiendo el hilo de lo anterior, nos hace referencia a las secuelas que se presentan en
las sobrevivientes de estos abusos, que se pueden agrupar en el síndrome de estrés
post–traumático, pero esta categoría no es suficiente. Así nos propone una teoría y una
explicación sobre la respuesta que las sobrevivientes desarrollan, describiendo el
síndrome del acomodo del abuso sexual infantil, compuesto por las siguientes
categorías:
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




El secreto
La impotencia
Atrapamiento y acomodo
Divulgación retrasada conflictiva y no convincente
Retractación
Desde los inicios de su trabajo con su primer grupo de sobrevivientes en 1986 y hasta la
actualidad, la perspectiva terapéutica con la cual se ha abordado el tema ha sido la de
género–sensitiva, la que se analiza en la ponencia. Desde esta, la autora nos propone
un modelo terapéutico, donde revalora la relación terapeuta – pacienta/e y términos
psicoterapeúticos como la trasferencia y contratransferencia, entre otras cosas.
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