Pastora, no Pastorita Un diminutivo injusto. La trayectoria artística de María Alvarado Trujillo fue tan larga como sus anécdotas, que evidencian la solidez de sus principios, la sincera conexión con su gente. Una artista con un lado humano y con un catálogo de canciones de lucha social que merecen la misma fama de sus huaynitos tristes. Por: Luis Francisco Palomino El nombre Pastorita Huaracina te sitúa en un paisaje bucólico, verde, lleno de ovejas que caminan a paso provinciano. El diminutivo te lleva a pensar en una niña de mejillas quemadas por el sol de Ancash, pastando en polleras y ojotas, cantando o silbando. Pero cuando la oyes, el ita no hace justicia, hay disrupción. Pastorita, niñita, sólo cierto porque María Alvarado Trujillo pisó escenarios desde sus doce, en 1942, antes de ser Pastorita, antes de convertirse en exponente de lo que hoy podríamos denominar “huayno emo”. “Entregar mi vida quisiera / a los filos de un cuchillo / a ver si de esa manera / se acaba mi existencia”, cantaría luego esta folclorista en sus conciertos, durante casi cincuenta años de vida artística, letra que ha sido repetida más de un millón de veces en YouTube, y que es de los primeros resultados que su motor de búsqueda pone ante los ojos de los cibernautas que digitan el pseudónimito de la nacida en Malvas, un viernes 19 de diciembre de 1930. “Cuando tu estés comiendo / los manjares de tu boda / a mí me estarán comiendo / los gusanos en mi tumba”, dice otro de los hits youtuberos de esta estrella del Callejón de Huaylas, maldita música de cantinas a horas en que las botellas ya no se piden con el verbo sino con dos dedos, con las muñecas desnudas, como si las voces del ande se hubieran anticipado al grunge depresivo de Kurt Cobain, a los chillidos de Luca Lozada, uno de esos vocalistas locales con polo de mimo y cerquillo cortavenas. No obstante el referido masoquismo de parte de sus seguidores, que han encumbrado aquellas tonadas tristes, dejar a la Pastorita Huaracina en ese lugar de “música para oír durante una decepción amorosa” sería impropio, pues esta cantante que murió hace dieciocho años también cedió su garganta a la lucha social y reclamó por los derechos de la mujer cuando ponerse un polo blanco con la palabra ‘Feminista’ inscrita no estaba de moda (todavía). Semblanza ¡Huelga!, eso pedía Pastorita Huaracina a mediados del siglo anterior. “Hizo un llamado a las mujeres. Si los hombres no cumplían con las responsabilidades compartidas, ellas debían hacer huelga general. Es asombroso, pues hoy las feministas en el mundo están hablando de eso. ¿Cómo una mujer con sólo tercer grado de primaria pudo tratar una temática que se usaría muchos años después para reivindicar los derechos de la mujer?”, se pregunta Luz Romero Alvarado, hija de la Pastora. Confirmo: en un clip que circula por Internet, se puede ver y oír a Pastorita en uno de sus multitudinarios shows, diciendo “No es un delito que el hombre sepa lavar, planchar y cambiar de pañales” (¡chúpate esa, Renato Cisneros!). Dicen que el sentido común es el menos común de todos, y Pastorita lo tenía, pero no se limitaba a la filosofía, también accionaba. Su hija, gestora del Movimiento Cultural Pastorita Huaracina, relata la siguiente anécdota (plano de televisor prendiéndose). 1990 y pico, la Municipalidad de Lima dispone el reordenamiento de sus calles, Camaná entre ellas, donde aún se ubica radio Santa Rosa. Allí, Pastorita conduce un muy sintonizado programa matutino. Al salir de sus instalaciones, se topa con policías municipales que están sacando a la fuerza a un grupo de vendedoras ambulantes de velas, varias de avanzada edad, e interviene a favor de estas. De pronto, uno de los serenos la mira fijamente, la reconoce y pide a sus colegas que paren el desalojo. No pueden hacerle algo así a Pastorita Huaracina. En otro relato la vemos también en radio Santa Rosa durante la siniestra dictadura de Alberto Fujimori. De acuerdo a su hija, Pastorita había reclamado por las violaciones a la libertad de expresión, y el castigo fueron amenazantes llamadas telefónicas, “¡Te vamos a matar, Pastorita!”, pero ella se mantuvo incólume, exculpó a su casa de trabajo y respondió que si querían represalias, que se las cobraran a ella, no a la radio, y que a María Alvarado Trujillo podían encontrarla todas las mañanas después de las ocho tomando desayuno en el restaurante El Chileno. ¿Qué la llevaba a actuar así? Luz Romero Alvarado cuenta que su madre tuvo que trabajar de empleada doméstica cuando llegó a la capital, donde soportó agresiones idiotas como “apestas a llama”. Esa versión adolescente de María Alvarado, pre-Pastorita, vio de cerca abusos a otras trabajadoras del hogar, y fue testigo de cómo muchos migrantes negaban su origen serrano y aseguraban haber nacido en “Lema”. Pero lo que para algunos era motivo de vergüenza, a ella la llenaba de orgullo, así que con las polleras bien puestas decidió hacerse embajadora de las tradiciones del ande, y nació la muy querida y popular y acaso legendaria Pastorita Huaracina. Triunfo andino “La vida de la Pastora reflejó la de muchas provincianas que trabajaron de empleadas domésticas. Y luego fulguró como artista y activista política, un camino similar al del Jilguero del Huascarán. Es de las primeras figuras que llegan a los coliseos, dio el trasvase para actuar en los teatros. Representa el triunfo del mundo andino”, explica el periodista José Vadillo, autor del libro ‘Apus musicales: Héroes de la canción andina peruana’. “Era mujer, era pobre y era serrana. ¡Imagínese! Esas tres cosas para enfrentar una Lima que no aceptaba al andino, menos al pobre y peor a la mujer. Ella luchó en ese contexto”, acota con admiración nuestra guía Luz Romero, y minutos después comparte un detalle sobre el interés intelectual de su progenitora: “Sus libros de cabecera eran de Jorge Basadre, José Carlos Mariátegui y José María Arguedas”. Bueno, con ese trío... Luz Romero lamenta que el Perú cuente con menos artistas como su madre, comprometidos con sus paisanos. “Y eso que todavía no se conocen mucho sus temas sociales como Laguna de Patarcocha, una denuncia contra una compañía norteamericana que dañó Cerro de Pasco, no se conocen sus temas sobre los próceres de la Independencia, sobre Micaela Bastidas, ni la canción que hizo pidiendo una universidad para Ancash”, apunta nuestra guía. Merecidamente, Pastorita Huaracina fue reconocida como Patrimonio Cultural Viviente de la Nación y recibió La Orden del Sol en el grado de Gran Cruz. Pero la medalla más grande se la cuelga a diario el pueblo peruano. En YouTube hay cientos de comentarios nostálgicos: “Pastorita, me recuerdas a mi mamá”. Recuerdos melancólicos de esas mañanas con la radio soplando un huaynito. Próximamente, Luz Romero pondrá en el ciberespacio el catálogo de lucha social de Pastorita. Obligatoria debiera ser la escucha de su música en los colegios. Como pocas veces, estamos ante una artista coherente, de las que hacen lo que dicen, de las que ser recordadas. Por ello, esta noche toca zapatear en el Parque de la Muralla, zapatear tan duro hasta que tiemble la tierra donde descansa la madre de todos los serranos, esta gran Pastora de Huaraz.