Subido por adelaviuda

Dialnet-UnaBenevolenciaCoantradictoria-3417269

Anuncio
berceo-159.indd 1
Nº 159, 2º Sem., 2010, Logroño (España).
P. 1-376, ISSN: 0210-8550
BERCEO
159
SOCIALES Y HUMANIDADES.
BERCEO. REVISTA RIOJANA DE CIENCIAS
BERCEO
159
BERCEO
revista riojana de
ciencias sociales
y humanidades
159
159
14/01/11 15:31
Berceo
159
183-204
Logroño
2010
UNA BENEVOLENCIA CONTRADICTORIA. LOS MECANISMOS
DE INTEGRACIÓN DE LOS PRESOS POLÍTICOS
EN EL FRANQUISMO
MIRTA NÚÑEZ DÍAZ-BALART*
RESUMEN
El franquismo creó un sistema legal para encarcelar miles y miles de
adversarios políticos pero también para sacarlos de las prisiones. De ese
modo, los oponentes a la dictadura recibían un tratamiento de reeducación
para la sumisión. Las nuevas leyes permitían una imagen de benevolencia
apropiada para la propaganda gubernamental, destinada al público interior
y exterior.
Palabras clave: Franquismo, sistema legal, presos políticos, propaganda
institucional y supuesta benevolencia.
A contradictory benevolence. The ways Francoism embedded political
prisoners. Francoism created a legal system to put thousands and thousands
of political opponents in jail but also to send them out. By these ways, opponents to dictatorship received an educational treatment for submission in
prisons. The new laws permitted an image of benevolence, appropriate for
governmental propaganda to be bound for internal and external public.
Key words: Francoism, legal system, political opponents, institutional
propaganda and supposed benevolence.
* Mirta Núñez Díaz-Balart complementa su dedicación docente como profesora titular
en la universidad Complutense de Madrid con una labor investigadora variada y profunda.
La investigación se ha centrado en dos líneas de interés en el ámbito contemporáneo: la
historia del periodismo español e historia de España, con especial atención a la II República,
la Guerra Civil y la dictadura franquista. Como resultado de ello ha escrito, en solitario, 23
artículos en revistas científicas, más ocho prólogos o introducciones a diversos libros y seis
libros, en solitario o como coautora, entre los que destaca: La gran represión. Los años de
plomo del franquismo, en el que también desarrolla una labor de coordinación (Barcelona,
Flor del Viento, 2009). Sus anteriores libros, de la que es autora en solitario son: Los años del
terror. La política de exterminio y represión del general Franco (Madrid, Oberon, 2003) y La
disciplina de la conciencia. Las Brigadas Internacionales y su artillería de papel (Barcelona,
Flor del Viento, 2006). Es coautora, junto a Antonio Rojas Friend, de un libro precursor en la
temática de la represión en Madrid, Consejo de Guerra., Los fusilamientos en el Madrid de la
posguerra, 1939-1945 (Madrid, compañía Literaria, 1997),
183
Mirta Núñez Díaz-Balart
El disfraz jurídico con el que el franquismo pretendió cubrir su iniquidad tenía una cara y su cruz. En una ósmosis continua, la desbordada masa
de población entraba en las instituciones penitenciarias -contabilizada oficialmente en 280.000 presos en el año 1939- y tenía necesariamente que
contar con una salida para el sobrecargado estado.
Un extenso aparato también penitenciario aligeraría dicha carga a través de indultos, libertades condicionales o conmutaciones de penas. En ese
trasiego institucional, los presos adquirían las pautas del nuevo régimen
que les permitiría sobrevivir desde la sumisión. La traumática experiencia
vivida, aprendidas las lecciones a palo y tentetieso, la mayoría quedaría
sometida y segregada. Además, la inseguridad jurídica para aquellos considerados enemigos del régimen, les dejaba incapacitados para cualquier
batalla institucional y esta situación se agravaba según se bajaba el escalafón social.
El régimen vende propaganda con la benevolencia jurídica pero busca
beneficios como el económico, que logra aligerando el peso sobre el erario
público. El régimen utiliza el altavoz de la prensa sometida para hacer propaganda con su generosidad a través de indultos, libertades condicionales
o conmutaciones. Se trataba de conducir al preso político a una reinserción
a través de unos mecanismos jurídicos arbitrarios que mantenían encima de
sus cabezas la espada de Damocles.
La Orden Circular de 25 de enero de 1940 (Presidencia) por la que se
constituyen Comisiones para el Examen de Penas1 pone los cimientos del
aparato de conmutación de penas, cuyo propósito real se describe soterradamente, en su tercer punto: “En forma alguna podrán hacerse propuestas
de conmutación que implique agravamiento de la pena impuesta”. Esto
torpedearía el objetivo central de reducir los años de cárcel de los penados
y con ello, la carga económica y social del Estado. Para comprobar que se
cumple la finalidad requerida, se supervisa ese propósito: “Las Autoridades
judiciales darán cuenta semanalmente al Ministerio de quien dependen las
causas examinadas (…)”. Esa voluntad oficial facilitaba la actuación al realizarla de oficio, “sin necesidad de que los interesados la soliciten”.
El segundo punto aclara que las “Comisiones provinciales se limitarán
al estudio de los hechos que se declaren probados en los Resultandos de
las sentencias, sin entrar en el análisis de la prueba de cada proceso”. Se
da por válido lo sentenciado en aquellos consejos de guerra, en condiciones draconianas para el detenido, cuyas posibilidades de defensa constituían una farsa.
Nuevamente, se evita precisar el destinatario colectivo de la medida,
que no era otro que el preso político: “Es propósito fundamental del nuevo
Estado liquidar las responsabilidades contraídas con ocasión de la criminal
traición que contra la Patria realizó el marxismo al oponerse al Alzamiento
1. B.O.E. nº 26, de 25 y 26 de enero de 1940.
184
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Berceo
Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de
los presos políticos en el Franquismo
Lám. 1. Circular de 25 de enero de 1940 sobre Examen de Penas y constitución de Comisiones
juzgadoras “de las responsabilidades contraídas con ocasión de la criminal traición que
contra la patria realizó el marxismo al oponerse al Alzamiento del Ejército y la Causa
nacional”.
185
Berceo
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Mirta Núñez Díaz-Balart
del Ejército y la Causa nacional”. Unas veces usando la voz activa y otra la
pasiva, es el enemigo marxista -ya adversario único- el causante teórico del
estado de cosas sobre el que se ven abocados a actuar.
La ley se convierte en el perfecto método para llevar a cabo, sin reconocerlo, una recalificación de las sanciones impuestas por delitos relacionados con la oposición al golpe militar y la consecuente guerra civil. El
régimen, desde sus inicios, sentía horror ante una posible inseguridad
jurídica, de ahí que lo ya sentenciado en el primer consejo de guerra fuera
incuestionable. El conjunto de las concesiones creaba un halo de esperanza como bien dibujaban las palabras de Juana Doña. Cuando se difunde el
fallecimiento de Pío XII en 1959, las presas políticas esperaban, según los
usos y costumbres ya conocidos, un indulto:
“La prisión deliraba y ni siquiera se paraba a ver las condiciones del
mismo. Las presas políticas no querían hacerse demasiadas ilusiones, temían
quedar encasilladas en los múltiples apartados de la disposición. Varias compañeras que llevaban diecinueve años de prisión se encontraban incursas en él,
si los rumores se hacían realidad… Quedarían en prisión las reincidentes, las
conmutadas de pena de muerte y las condenadas por trabajos clandestinos en
los últimos años… La alegría y la congoja les embargaba al mismo tiempo”2.
¿UN ACTO DE CONTRICIÓN INSTITUCIONAL?
No se han reconocido errores ni cuántas sentencias han acabado en
ejecuciones o en penalidades con resultado de muerte o enfermedades
gravísimas por las condiciones en que se desarrollaba la reclusión. De
hecho, no se permitía reexaminar aquellos “procesos cuyas penas se hallen
totalmente cumplidas”. Aquellos procesos eran tan burdos que, ocasionalmente, permitían una fácil comprobación de sus errores:
“Un día su hermana Pilar leyó en un periódico que habían detenido a los
autores de la muerte del vecino por la que le habían condenado. Cuando se
enteró Gonzalo la (sic) dijo a su hermana que fuera a ver a su abogado y le
enseñara el periódico. Inmediatamente cursaron la petición para que le conmutaran la pena”3. (El resultado fue que le dejaron la pena en 30 años).
La orden vuelve a entregar la última palabra a la justicia militar. Las
Comisiones de Examen de Penas, constituidas en cada capital de provincia,
están integradas por un Jefe del Ejército, un funcionario militar, con categoría no inferior a la de Capitán y un funcionario judicial, aclarando la
preferencia de unos (militares) frente a otros. Las particularidades de
Marina y Aviación se resolverían con comisiones específicas. El procedimiento establecía que “las propuestas serán elevadas por la Comisión a las
2. DOÑA, Juana, Desde la noche y la niebla (Mujeres en las cárceles franquistas),
Madrid, de la Torre, 1978.
3. CALCERRADA BRAVO, Justo, ORTIZ MATEOS, Antonio, Julia Manzanal
¨Comisario Chico”, Madrid, Fundación Domingo Malagón, 2001, p.144.
186
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Berceo
Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de
los presos políticos en el Franquismo
Autoridades judiciales militares” y éstas darán cuenta al ministerio, adonde
se elevará la propuesta de conmutación.
Se establece una nueva clasificación de delitos y sanciones ya dictadas
que pretende ser exhaustiva. Los delitos se subdividen por grupos y dentro
de cada grupo, se numera según la gradación del delito. A las propuestas
de conmutación se les añadía las de las penas accesorias por lo que “la
conmutación de penas principales lleva consigo igualmente la de las accesorias de la pena primitiva, que serán sustituidas con las que correspondan
a la nueva pena”4.
Los delitos, todos de carácter político, tenían una expresión imprecisa
como los que habían sido condenados por ser “jefes destacados de la revolución roja”, a juicio de los miembros del ejército vencedor. El término
revolución roja tergiversa a la defensa de la legalidad y el carácter pluripartidista de las fuerzas que lo defendían. Todos los que hubiesen desempeñado cargos públicos relevantes bajo la legalidad republicana, estaban
comprendidos en el grupo de los delitos de máxima gravedad, por lo que
quedaban fuera de la propuesta de conmutación: “los miembros de los
gobiernos, diputados, altas autoridades y gobernadores civiles rojos sentenciados por rebelión” (Grupo I, 2º); “de los masones calificados que hayan
intervenido activamente en la revolución roja”(Grupo I, 3º), “de los jefes
más destacados de la revolución roja, aunque no hayan sido diputados ni
miembros del Gobierno o autoridades oficiales”(Grupo I, 4º).
Un punto álgido de arbitrariedad era el enjuiciamiento de “los militares
profesionales notablemente destacados por su odio y actividad contra el
Movimiento Nacional” (Grupo I. 13). Es decir que aquellos profesionales
leales que actuaron en el desempeño legal del cometido que les era
supuesto, se encuentran en el grupo en el que no se puede elevar propuesta alguna de conmutación, “por la enorme gravedad de los hechos”. El
punto 8º es paradigmático:
“De los generales, jefes y oficiales profesionales que, por sus antecedentes
y actividades anteriores a favor de la revolución roja, fueron alma del movimiento marxista, así como aquellos que, de análoga ideología, favorecieron el
triunfo de los rojos en sus guarniciones o centros donde servían o se destacaron en los servicios prestados a la revolución roja”.
La responsabilidad supuestamente contraída en el desempeño de
cargos en las instituciones del Estado, como en el aparato judicial: “De los
presidentes y vocales de Tribunales que condenaron a penas capitales y de
los Fiscales que lo solicitaron” (Grupo I, 10) o en el aparato penitenciario:
“De los jefes u oficiales de Prisiones responsables que entregaron, de buen
grado, presos sometidos a su custodia para ser asesinados”.
4. Las accesorias recibirán su propio proceso de conmutación. En el artículo 1º del
Decreto de 6 de noviembre de 1942 (Mº del Ejército, B.O.E. de 25 y 26 de noviembre
de 1942).
187
Berceo
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Mirta Núñez Díaz-Balart
La prensa era objeto de especial atención pues “los instigadores al crimen por la prensa o la radio”, estaban comprendidos en el mismo grupo
que los “ejecutores materiales de asesinatos” (Grupo I, 6º) o “los jefes y
miembros de checas que aplicaron penas de muerte o tormentos” (Grupo
I, 1º).
Las actividades propagandísticas tenían una penalidad añadida que
podía conducir, con un trato benevolente, a los veinte años y un día de
prisión: “Los que sin ser dirigentes, se hayan constituido en meros agitadores o propagandistas del marxismo o de los partidos revolucionarios durante el Movimiento” (III, 9º). La conmutación por doce años y un día a veinte años incluía delitos de propaganda contraria a los sublevados (IV, 3º):
“De los que en territorio nacional hayan vertido especies (sic) 5 contra el
Movimiento durante la guerra o después de ella, produciendo perturbación”. Esa peligrosidad se compartía con individuos cuyo delito, a ojos de
los vencedores, era tener malos antecedentes (por tener algún tipo de activismo político, sindical o ciudadano o formar parte de un comité de fábrica, más penalizado aún si producía material de guerra).
Los daños a los bienes de la Iglesia Católica son puestos al mismo nivel
que los producidos al Estado en infraestructuras claves como los puentes y
vías de comunicación (Grupo I, 16º): “Los cabecillas o inductores de incendios y destrucciones de iglesias y conventos”.
Nadie quedaba fuera de la lupa y mucho menos, aquellos que “voluntariamente han formado parte de pelotones de ejecución, aunque lo hayan
hecho en cumplimiento de sentencia de los llamados Tribunales de Justicia
marxista” (Grupo I, 11º). Aunque en el transcurso de una guerra es difícil
de dilucidar dicho grado de voluntariedad.
Tampoco en el grupo II era posible la conmutación “por la gran
importancia del delito”, que había recibido la condena a muerte o reclusión perpetua. Éste podríamos denominarle el capítulo de las denuncias.
En sus dieciséis instrucciones, las denuncias y sus presuntas consecuencias son determinantes para la condena, tal como expresa la primera
consideración: “De los que denunciaron a otros y como consecuencia de
la denuncia, fueron asesinados, constándoles su casi seguro fin”. En el
punto 16, los comisarios, presidentes de Comités y miembros de los mismos con malos antecedentes, aún cuando no conste que, por su intervención o denuncia, se hubieran producido muertes a adictos a la Causa
Nacional o daños a la misma”.
Se trataba de descabezar todo el organigrama institucional de la República,
desde cualquier apartado de la pirámide donde no se hubiese actuado en
favor de los sublevados. Los que desempeñaron cargos públicos, desde concejal a diputado, estaban en primera fila de culpabilidad. El escalafón de
responsabilidades supuestas iba desde “los jefes y autoridades que ejerciendo
5. La expresión “verter especies” debe entenderse como “difundir noticias”.
188
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Berceo
Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de
los presos políticos en el Franquismo
el mando, que pudieron evitar
asesinatos, ejecuciones o daños
graves y no lo evitaron o se congratularon de ello” (II, 2º). Se utiliza el conocido mecanismo propagandístico del totum revolutum
mezclando además, delitos comunes y políticos:
El séptimo punto está dedicado a “los que fueran autores de
violaciones o atropellos de parecida repugnancia o crueldad” o,
en el punto 15, “los que hayan
tomado parte en la rebelión,
cometiendo robos o saqueos de
importancia”.
Aquellos que hubieren prestado servicio de armas en el
ejército rojo y en todo el escalafón de las fuerzas de orden
público, desde militares profesionales a aquellos procedentes
de las milicias, eran juzgados
con especial dureza.
Las rebajas de pena se concentran en los grupos III al VI.
Para que se conmute la pena por
veinte años y un día, se mezclan
delitos de opinión con aquellos
otros que se desarrollaron presuntamente en el ámbito estrictamente militar, por parte de profesionales leales. La legislación
lo admite todo en su propósito
de hacer crecer la bola de las
responsabilidades: “Los que,
Lám. 2. Orden del 12 de abril de 1941 sobre la
sin probarse que fueron ejecuurgencia del examen de penas.
tores materiales de asesinatos y
con buenos antecedentes, estuvieron con los asesinos en el momento de la
ejecución e intervinieron en el traslado, despojo o enterramiento, sin ser
sepultureros de oficio”.
El penúltimo grupo, el quinto, estaba destinado a la reducción de las
penas comprendidas entre seis años y un día a doce años. Las sanciones castigaban a “los que por primera vez, en la zona nacional, hayan vertido especies contra el Movimiento, sin producir perturbación durante la guerra o
después de ella”. El coste de un exabrupto era muy alto. Lo que se perseguía
era a aquellos que buscaban “provocar el descontento contra el régimen”.
Berceo
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
189
Mirta Núñez Díaz-Balart
El sexto y último grupo lo forman los sancionados preventivamente,
es decir, antes de hacer efectivo el delito. La tenencia de armas, el desempeño de puestos burocráticos en zona republicana, aunque fuese
durante poco tiempo o la presencia en servicios judiciales o en el ámbito
del abastecimiento, sectores claves en periodo de guerra, implicaban sanciones por periodos más cortos.
El punto de partida del aparato jurídico de la benevolencia había dedicado mucha precisión al ajuste de la tabla de delitos y de los delincuentes
pero, aún así, necesitó de ulteriores precisiones.
LAS MANOS ATADAS DE LAS COMISIONES
Las Comisiones, que se establecían en cada capital de provincia, examinarían de oficio, los fallos de los Tribunales militares, para ajustarlos a
las nuevas normas. La jurisdicción aérea y la marina tenían sus propios
organigramas. Se dan por válidas y probadas las sentencias del primer consejo de guerra, que la Comisión no podía entrar a discutir. Esto constituía,
sin duda, los pies de barro del nuevo escenario jurídico. Se da con ello
carta de fe a las sentencias de aquellos consejos de guerra que aliñaban
sentencias gravísimas con el objetivo de segar cabezas republicanas o
domeñarlas a base de penalidades carcelarias.
Se debía tomar en cuenta “los antecedentes político-sociales y morales
o de conducta personal de los enjuiciados, antes del Movimiento, y a la
eficacia de su actuación en pro o en contra de la Causa Nacional” (9ª instrucción). El tamiz era tan fino para aplicar sobre lo ya juzgado que el
abanico de arbitrariedades era enorme.
La conformidad de la autoridad militar judicial era determinante para la
aceptación de la propuesta de conmutación de la Comisión Provincial de
Examen de Penas. Una orden correspondiente al 12 de abril de 1941
(Ministerio del Ejército) aclaraba que, si se daba el caso de disentimiento
entre la propuesta de la Comisión y la de la autoridades judiciales militares,
intervendría el ministerio del Ejército para su definitiva resolución.
Las aclaraciones legales para los casos de disentimiento se publican en
un lento goteo. La Orden Circular de 3 de junio de 1942, precisa que
“Cuando las Autoridades Judiciales de acuerdo con sus Auditores, consideren que la ubicación que se ha hecho por el Consejo de Guerra de las
normas citadas no es procedente, modificarán la propuesta”. La siguiente
instrucción se refería al caso contrario, en el cual cuando “las Autoridades
Judiciales no se muestren de acuerdo con sus Auditores… se elevarán los
autos al Consejo Supremo de Justicia Militar, que tiene en sus manos la
resolución final, sin vista pública”.
Ese mismo año, el ministerio del Ejército, con fecha 28 de septiembre,
había recordado que las propuestas de las Comisiones debían ser elevadas
a la Asesoría del ministerio del Ejército, “con el informe y parecer auditoriado por la Autoridad Judicial respectiva, previo informe de la Comisión
Central de Examen de Penas”.
190
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Berceo
Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de
los presos políticos en el Franquismo
Lám. 3. Orden del Ministerio del Ejército, de 28 de septiembre de 1942, sobre la revisión de
sentencias dictadas por delitos cometidos contra el Alzamiento Nacional.
191
Berceo
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Mirta Núñez Díaz-Balart
La advertencia de que “mientras no reciban aprobación ministerial no
serán puestos en libertad ni en prisión atenuada”6 nuevamente atemperaba
la voluntad de adelgazar la masa carcelaria. Antes de finalizar el año, a las
conmutaciones de las penas principales se añadirían “las accesorias de la
pena primitiva”7.
Hemos elegido algunos expedientes, hoy conservados en el Archivo
General Militar de Guadalajara. Se trata de mujeres condenadas a muerte
por consejo de guerra y después conmutadas a la pena inmediatamente
inferior, es decir, cadena perpetua. La orden del 25 de enero de 1940 iniciará un nuevo procedimiento para reducir la pena sin tocar las causas, los
“hechos probados”, de la primera sentencia militar.
La selección se ha realizado sobre tres modelos de expedientes de
conmutación entre los conservados en dicho archivo. Aquellos en los que
se solicita y que se procede a la conmutación de pena; otros en los que se
mantiene la pena sin variación y el segmento en los que existe disenso
entre las autoridades encargadas de dar el visto bueno a la propuesta de
conmutación8.
LA RUEDA DE LA FORTUNA
Las vicisitudes de un proceso tan prolongado y donde intervenían tantas posibles arbitrariedades en la catalogación de las sanciones, podía dar
lugar a situaciones como la que está presente en el caso de MARÍA GÓMEZ
PARAPAR9, de procedencia gallega, atrapada en el País Vasco en el final de
la guerra. María, una mujer en su madurez, ingresa en prisión con cuarenta y nueve años el día 19 de julio de 1937. En Bilbao, el consejo de guerra
la sentencia a pena de muerte con fecha 24 de agosto de 1937.
La conquista progresiva de las provincias cantábricas provoca que la
Auditoría Militar de Bilbao, incorpore las provincias de Vizcaya, Guipúzcoa
y Santander. Los “Hechos probados” son graves pero, en su breve relato,
hay una contradicción: “Que María Gómez Parapar tomó parte en el asalto
6. Orden del ministerio del Ejército, de 28 de septiembre de 1942.
7. D. 6 de noviembre de 1942 (Ministerio del Ejército).
8. Un estudio monográfico sobre las propuestas de conmutación elevadas a la
Comisión Central de Examen de penas (CCEP) concluye que, entre septiembre de 1942
y marzo de 1947, se revisaron y tramitaron expedientes de conmutación individual de
prácticamente 16.300 personas (entre ellas más de 800 mujeres) en Ángeles EGIDO
LEÓN, El perdón de Franco. La represión en el Madrid de la posguerra, Madrid, Los
Libros de la Catarata, 2009, p.90.
9. AGMG, CCEP, PM, caja nº 3.
192
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Berceo
Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de
los presos políticos en el Franquismo
Lám. 4 Esta miniatura medieval representa a través de La rueda de la fortuna el carácter
imprevisible de la suerte cambiante. En la escena de la izquierda, la Filosofia acompaña
a Boecio en la cárcel mientras que el doble rostro de Jano nos muestra la dualidad de
esta caprichosa diosa del destino (Walter, Ingo F. y Wolf, Norbert, Obras Maestras de la
Iluminación. Los manuscritos más bellos del mundo desde el 400 hasta 1600. Códices
Ilustres. Biblioteca Nacional de Francia. Taschen, Barcelona, 2005, p. 349).
193
Berceo
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Mirta Núñez Díaz-Balart
a la cárcel de Larrínaga el día 4 de enero10. Esta mujer es calificada como
el mayor de los delitos de comunista y de que “cotizaba para Socorro Rojo
Internacional, manifestándose en mítines y propagandas de carácter
izquierdista”. Es esto último y no lo primero lo que se subraya a mano, lo
cual reduce notablemente la catalogación de la sanción. Una NOTA
IMPORTANTE, con mayúsculas, acompañaba el resultando de la sentencia:
“La Comisión se cree en el caso de hacer constar que en el sumario no
aparecen más pruebas de cargo que un informe-denuncia no comprobado-La
procesada niega” (hay una anotación a mano): “Gravedad G. 4º.15 años”, es
decir, uno de los grupos donde se concentraban las conmutaciones más favorecedoras del recluso, con propuestas entre doce años y un día a veinte años.
Sin embargo, la opción final fue considerarla en el Grupo II, nº 12, de la orden
citada, “por lo que no procede la conmutación de la pena de Treinta AÑOS”.
Cuando la Comisión hace la propuesta, nos encontramos ya en el 22
de octubre de 1942 y la presa ha pasado más de cinco años en la cárcel.
Una inquietante (pero frecuente) nota acompaña el proceso “ignorándose
en la actualidad en qué prisión se encuentra”.
El auditor concede su conformidad, acompañada de las siguientes observaciones “La Comisión se ha atenido estrictamente a la instrucción 2ª, de la Orden
de 25 de enero de 1940, pero cree un deber de conciencia llamar la atención
sobre la nota del anverso” (ya citado). El auditor se manifiesta conforme con la
Comisión y la propuesta de la autoridad judicial resulta aprobatoria.
Se retoma el paso con la propuesta de conmutación de la Comisión
Central de Examen de Penas que lo cataloga dentro del grupo cuarto en su
apartado 3º, con lo que se quedaba en quince años de reclusión menor y
accesorias de ésta. Esta consideración tenía un enunciado tan indefinido como
éste: “De los que en territorio nacional hayan vertido especies (nuevamente
se utiliza esta acepción poco habitual como sinónimo de noticias) contra el
Movimiento durante la guerra o después de ella, produciendo perturbación”.
El acuerdo se había tomado el 14 de diciembre de 1942 por unanimidad, lo
cual era muy importante dadas las vicisitudes del expediente. Las firmas del
auditor presidente, los vocales judicial y militar y el asesor del ministerio del
Ejército lo corroboran. No quedaba explícita la cárcel donde se encontraba
pero, al menos, sí la copia del “Comunicado a la prisión” para la feliz presa.
LA MECÁNICA BUROCRÁTICA PARA OTRA AFORTUNADA
El expediente de JUANA MELERO LÓPEZ11 es un buen ejemplo de
cómo los llamados “Hechos probados” de la sentencia se recuperan sin
10. Este fue uno de los sucesos más relevantes de represión irregular en el frente
norte durante la guerra civil. Hay un breve relato sobre dicha cárcel de José Mª Vicario
Calvo, miembro de una destacada familia de derechas, introducida en el mundo católico
seglar, cuyas actuaciones son consideradas quintacolumnistas, por lo cual fue encarcelado en AZCONA, José Manuel, Los desastres de la Guerra Civil española. La represión en
Bilbao (julio de 1936-junio de 1937). Sobre el testimonio inédito “Los crímenes del
Quilates. Recuerdos de mi cautiverio” de Don José María Vicario Calvo, Madrid, Servicio
de Publicaciones de la Universidad Rey Juan Carlos-Dykinson, 2007.
194
11. AGMG. CCEP. CAJA nº 154.
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Berceo
Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de
los presos políticos en el Franquismo
Láms. 5, 6, 7 y 8. Documentos fechados en 1942 del expediente de María Gómez Parapar,
condenada a pena de muerte como autora de un delito de adhesión a la rebelión “por tomar
parte en el asalto de la Cárcel de Larrinaga, el 4 de enero de 1937. Era comunista y cotizaba
para el Socorro rojo internacional (sic)”.
195
Berceo
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Mirta Núñez Díaz-Balart
Láms. 9 y 10. Documentos fechados en 1943 del Expediente de Juana Melero López, condenada a “la pena de muerte y conmutada por la de 30 años de reclusión mayor. Comenzó a
cumplir condena el 2-5-39 y dejará extinguida el 1-5-69, por delito de adhesión a la R.M
[Rebelión Militar]”.
retocarlos. Por lo tanto, no se discute si la comprobación de aquellos
hechos fue realizada de forma adecuada ni la búsqueda de pruebas sino
simplemente, se le va a aplicar una nueva plantilla con la finalidad ya señalada. La inicial condena dictada por el Consejo de Guerra Permanente nº 9,
sito en El Escorial (Madrid), la había condenado a pena de muerte, el 10
de noviembre de 1939. Esta sentencia ya había sido conmutada por la de
treinta años de reclusión mayor, con las accesorias de interdicción civil e
inhabilitación absoluta. La causa le había adjudicado el delito de adhesión
a la rebelión militar, cuya sentencia había sido ya aprobada por el Auditor
de Guerra del Ejército de Ocupación, y es sobre esta última sobre la que
se actúa para la conmutación de pena. La aún muy grave sentencia partía
de unos breves hechos probados, que se resumían así:
“Que la procesada JUANA MELERO LÓPEZ, destacada elemento de izquierdas y esposa de un Comisario Político rojo, en los primeros días de abril del año
1939, al practicarse un registro en su casa le fueron halladas dos pistolas cargadas
y abundantes municiones, cuyas armas, al parecer, son una de su marido y otra
de un miliciano rojo, y no las había entregado cumpliendo lo dispuesto en el
bando declarativo del Estado de Guerra, por haberle dado su marido para que
se las guardara hasta que volviera”.
La propuesta de conmutación para esta mujer se inserta en el grupo IV,
número 12, que prevé la pena de veinte años de reclusión menor más
accesorias. A la propuesta se la hacía pasar por el filtro de entregarlo a las
máximas autoridades: el auditor, en primer lugar y el capitán general de la
región correspondiente con un breve plazo entre ambos.
196
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Berceo
Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de
los presos políticos en el Franquismo
El curso favorable le lleva a manos de la Comisión Central de Penas
que se muestra aún más benévola, al plantear la conmutación por la de
doce años y un día de reclusión menor, a partir de estimar el caso en la
franja inferior del grupo correspondiente. La propuesta se eleva al asesor
del ministro de Ejército y es éste último el que dicta resolución. Lo que
nadie le quitaba a esta presa eran los años pasados, entre el 10 de noviembre de 1939 de la sentencia primitiva y el 1º de junio de 1943, bajo la
espada de Damocles.
El disenso
LAUDELINA ÁLVAREZ12 (no consta en el expediente un segundo apellido, lo que puede ser quizás, indicio de una filiación de ilegitimidad)
presenta en su expediente una rebaja abismal de la pena inicial. Condenada
a muerte en León por el consejo de guerra correspondiente, con fecha 17
de octubre de 1936, es decir, nada más caído el frente norte, empezó a
cumplir la pena el 2 de agosto de 1936, es decir, poco tiempo tuvo para
realizar actividades a favor de la República. Los “Hechos probados” así lo
constatan:
“Laudelina Álvarez, formando grupo con otros rebeldes a los cuales capitaneaba, y armada de una pistola recorrió los pueblos de Valdebimbre,
Villalobar y Banazolbe (sic), asaltando casas del personal de orden para
requisar armas así como varios establecimientos públicos, haciendo lo mismo
con la iglesia parroquial y domicilio de acción popular (sic) de Villalobar y
central telefónica de Benazolve, siendo de malos antecedentes y gran peligrosidad social”13.
La defensa de la legalidad de esta joven le iba a costar caro. Los focos
de la conspiración antirrepublicana quedan claramente enumerados: las
casas del personal de orden y establecimientos públicos donde se ocultaban
armas, la iglesia parroquial (cómo no) y la sede del partido Acción Popular,
integrante de la CEDA, metido hasta las cejas en la organización de la insurrección.
Una vez superada la crítica condena a muerte del consejo de guerra,
esta joven soltera de treinta años había logrado en su primera conmutación
pasar a treinta años. En esta segunda, la Comisión Provincial de Penas de
León solicita una conmutación a catorce años.
La catalogación en el nº 1, del Grupo IV, destinada a “los individuos de
malos antecedentes, miembros de comité de fábrica productora de armas y
municiones”. Algo que no era se asemejaba con lo que constaba como
hechos probados pero que tenía algún vínculo remoto con la acción presuntamente desarrollada por la joven. Para limar disonancias como ésta, la
instrucción 8ª de la Orden prevé:
12. AGMG. CCEP. CAJA nº 157.
13. Los subrayados fueron realizados a mano en el original.
197
Berceo
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Mirta Núñez Díaz-Balart
“En los casos no previstos en las citadas normas, los Tribunales militares
tendrán en cuenta lo que en ellas se establece, a fin de imponer la penalidad
procedente, buscando la adecuación de la pena por la señalada a hechos de
gravedad similar a los expresados en aquella relación”
La Comisión Central confirma la conmutación solicitada por la Comisión
Provincial. Finalmente, a la altura del 29 de julio de 1943, el ministro del
Ejército confirma que la pena definitiva “que debe cumplir el rematado”
(nunca el lenguaje burocrático fue tan explícito) es de catorce años de
reclusión menor. Cuando la Comisión Provincial de León inició su proceso,
Laudelina ya había pasado cerca de seis años en la cárcel.
El buen desarrollo aunque tardío de su expediente tuvo un tropiezo
que casi hunde su futuro. Uno de los eslabones claves del procedimiento
era el beneplácito del auditor, seguido del capitán general, en este caso, de
la VII Región Militar, cuya sede estaba en Valladolid. El auditor, cuya firma
reconocible delata que se trata de José Bermejo Gómez, reitera que “la
propuesta está acertadamente encajada en el número y grupo que se señala”. Sin embargo, el General (con firma ininteligible) “disiente del precedente dictamen del Auditor, favorable a la propuesta de conmutación”.
Como alternativa propone el Grupo 2º, en el nº 15.
Si hubiese triunfado esta perspectiva, no hubiera sido posible “elevar
propuesta de conmutación por pena inferior a la de reclusión perpetua”
puesto que la voluntad del capitán general la situaba entre “los que hayan
tomado parte de la rebelión, cometiendo robos o saqueos de importancia”.
Finalmente, imperó el propósito fundamental y se favoreció “al reo con la
modificación del criterio”.
El mantenimiento de las penas
Los expedientes en los que hay un mantenimiento de la pena inicial
representan un segmento notable. En estos casos, las comisiones y cargos
por los que ha pasado el expediente han decidido sustentar la pena que le
había impuesto el primer consejo de guerra.
ANASTASIA ELVIRA CORTÉS14 es presentada ante el tribunal militar
inmediatamente después de terminada la guerra, en este caso, el 26 de
junio de 1939. Los delitos atribuidos, si bien abyectos, no habían causado
la muerte a nadie. Como es habitual, se crea un saco donde se mezclan
varios delitos menores, que podríamos englobar en la transgresión de los
rituales respecto a los muertos y, otros considerados más graves, como la
participación en acciones de propaganda contra el adversario o el descubrimiento de las artimañas propagandísticas de los rebeldes ante la ciudadanía. Los delitos supuestos habían transcurrido en un amplio abanico
temporal entre la República, la Guerra Civil y la victoria franquista.
14. AGMG. CCEP. CAJA nº 96.
198
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Berceo
Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de
los presos políticos en el Franquismo
Los “Hechos probados” en el caso de esta presa relatan que era “de
ideas marxistas exhaltadas (sic), de mala conducta (sin precisar), insultaba
constantemente a las personas y al GMN (Glorioso Movimiento Nacional)”.
El comportamiento de ser supuestamente insidioso tenía gravísimas consecuencias ya que “…con anterioridad a éste (es decir, durante la República)
había sido una de las propagadoras en su barrio de la especie (o la noticia)
de que las personas de derechas repartían caramelos envenenados entre los
hijos de los obreros”; curiosamente, resurge aquí aquel torticero rumor por
el cual ya se había atacado al clero en Madrid en el año 1834; aunque ahora
en esta versión modernizada se le atribuía esta maldad a “las personas de
derechas”. También entre los hechos probados se añadía que “…después
del Movimiento se distinguió aún más en sus insultos e injurias quemando
en una ocasión, los panecillos que arrojaba la aviación Nacional sobre
Madrid”.
La palabra alzada en grito contra aquellos que bombardeaban Madrid
y que, a punto de entrar, utilizaban el ardid de tirar panes sobre una ciudad
asediada y hambrienta, no despertaba los mejores instintos. Aún sin mencionar la guerra, ésta vuelve a aparecer con esta dramática afirmación:
“Acudía todos los días a presenciar los fusilamientos que se habían en los
descampados de la calle Maiquez, burlándose después de los cadáveres a los
que blasfemaba, tirándoles piedras y golpeándolos. En una ocasión, dio varios
puntapiés a un agonizante; en otra ocasión, se burló de otro, poniéndole un
cigarro en la boca; otra vez en otra ocasión, profanaba el cadáver de la que se
suponía ser marquesa de Urquijo, levantándola las faldas, golpeándola y
haciendo todo objeto de burla; otra vez profirió insultos ante un cadáver de un
Guardia Civil haciéndole adoptar postura (borrado, posiblemente impropias)
en medio de grandes carcajadas; otras veces se contentaba con que le quitaba
las prendas de vestir a los muertos”.
Esta fijación de atribuciones necrófilas respecto a los asesinados nos
despierta una primera curiosidad respecto a la persona que estaba con la
condenada en tales menesteres y que, presuntamente, proporciona su testimonio de cargo. La transgresión del comportamiento civilizado con las
personas fallecidas, si bien aberrante, no conduce a la muerte pero, aún
así, se le aplica por parte de la Comisión Provincial de Examen de Penas,
la calificación en el grupo II, caso 5, por lo cual se mantiene la cadena
perpetua, y así se traslada a la Comisión Central, el 24 de febrero de 1943.
El auditor y el capitán general manifiestan su conformidad. El 19 de enero
de 1944 llega la comunicación oficial a la prisión de Saturrarán (Guipúzcoa),
donde se encuentra presa y culmina el círculo de la desesperanza.
Tampoco se lograba el propósito central de reducir la condena en el
expediente de GABRIELA CHACÓN INFANTE15, de Villafranca (Toledo). La
sentencia de pena de muerte por el delito de adhesión a la rebelión, había
sido dictada el 19 de septiembre de 1940, en un consejo de guerra
15. AGMG. CCEP. CAJA nº 178.
199
Berceo
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Mirta Núñez Díaz-Balart
celebrado en Ocaña (Toledo). El testimonio de sentencia la describe como
“de afiliación comunista, se significó en todo tiempo por su extremismo
revolucionario vociferando y reclamando la comisión de toda clase de crímenes, vistiendo de miliciana, visitando la prisión donde se encontraban,
ocultando el rostro, tomando parte directamente en el maltrato a los detenidos, golpeándolos brutalmente en medio de toda clase de insultos y
jactándose de los referidos hechos, tomando parte en registros y cacheos”.
Nosotros, que sí entramos en la sentencia, vemos en primer lugar que
la condición de comunista se convierte en el punto de partida de la sucesión de delitos atribuidos de forma imprecisa, atribuyéndole la “comisión
de toda clase de crímenes” (¿cuáles, exactamente?) e inicia el relato en el
que se precisa que vestía de miliciana. Resulta curioso que entre ellos “visitando la prisión donde se encontraban, ocultando el rostro” (¿entonces,
cómo se pudo saber con certeza?). La enumeración de los delitos que se
precisan son “participar en registros y cacheos, insultar, jactarse de los
hechos, vociferar… Si hubiera tomado parte directa en el maltrato a los
detenidos, ¿su fuerza femenina daría “para golpearlos brutalmente”?
La Comisión Provincial, en este caso, de Toledo, ratifica los treinta años
de reclusión mayor de la condena inicial, al colgarle el grupo segundo, en
su instrucción nº 6. Más de tres años después de la condena inicial, se
mantiene la sentencia y, para desgracia de la encarcelada, la Comisión
Central de Examen de Penas, la confirma, a la altura del 31 de enero de
1944. Este comunicado se hace llegar a la Prisión Central de Mujeres de
Saturrarán-Motrico, en Guipúzcoa.
Los años transcurridos entre la primera condena y la denegación de
conmutación llevó a una búsqueda del testimonio de sentencia. A la altura
del 3 de noviembre de 1943, la directora de la Prisión, Magdalena Larrondo
Oquendo transcribe el fallo dictado en la causa T.10148, de la que aclara
que esa sentencia (la primera) había sido conmutada “por su Excelencia el
Generalísimo el día 10 de marzo de 1941”.
El examen de las penas en ésta como en otras propuestas, bajo una
óptica supuestamente más benévola fue, sobre todo, una operación propagandística de gran envergadura. Tal como señala Ángeles Egido:
“…no sólo no se redujeron todas las condenas, sino que las que lo hicieron
apenas rebasaron el umbral de la pena inmediatamente inferior: 20 años y un
día de reclusión mayor. Del total de expedientes… cuya sentencia fue revisada
por la Comisión Central tras remitirle las propuestas la Comisión Provincial de
Madrid, se redujeron las penas a poco más de la mitad. La otra mitad quedó
con los 30 años de reclusión mayor…”16.
La sumisión y domesticación de la población por las fuerzas rebeldes
tuvo necesidad de sangre durante la guerra. En la posguerra no requería
las mismas necesidades y sobre todo, en la misma cantidad. Con la conmu-
16. EGIDO LEÓN, A., op. cit., p.155.
200
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Berceo
Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de
los presos políticos en el Franquismo
tación de penas lo que se necesitaba era aligerar el peso cuantitativo de
tantos presos. Llevarles la esperanza de una reducción en las condenas
contribuía al buen comportamiento en el interior de las cárceles y a su
integración una vez en la calle, en la dictadura. El recuerdo de su condena
sumado a la larga reclusión en condiciones penosas, cumpliría una misión
disuasoria respecto a cualquier veleidad política, al margen de la que había
tomado el poder.
Tras el mazazo de una condena desbordada, la siguiente etapa ocupaba la mayor parte del hálito de vida del preso y de su familia, ocupado en
lograr alguna de estas fórmulas jurídicas de reducción de pena, libertad
condicional o indulto. La familia o los correligionarios se convertían en
una gestoría externa para buscar papeles o contactos que sirviesen a este
propósito.
Marcos Ana, el preso que padeció veintitrés años en las cárceles franquistas por delito político, nos narra el sentir generalizado de los que estaban dentro de los muros, ante un proceso que los dividía. El joven comunista, cuya filiación real es Fernando Macarro Castillo, narra
magníficamente esta suerte de lotería que se desarrollaba a espaldas del
encarcelado:
“Casi todos los días, al atardecer, se leían los telegramas llegados de Madrid
(él estaba en ese momento en el penal de Ocaña) con los indultos y conmutaciones. Como, en general, los condenados formaban parte de procesos colectivos, si
de un expediente de ocho condenados, por ejemplo, llegaba la conmutación
de seis, quedaba claro que los otros dos estaban destinados a morir a la madrugada siguiente”17.
Marcos Ana lo vivió en sus carnes cuando, primero uno, y luego seis
presos más de su expediente fueron conmutados. Sería él, según intuyó por
el conocimiento práctico, el que sería ejecutado al día siguiente. Tras varios
días “en capilla”, término que indicaba la celda de aislamiento previa al
traslado al paredón, fue inesperadamente devuelto a la vida común. Un
telegrama le anunciaba la conmutación de la pena de muerte y la condena
a 30 años de prisión.
En el procesamiento de esta mujer se tomaban especialmente en cuenta aspectos menores: un atuendo que denotase ruptura con la tradición y
adhesión a los valores laicos (véase, el mono miliciano) o el desempeño
de funciones tradicionalmente masculinas. La persecución de los insurrectos buscaba arrancar de raíz la simiente del cambio, no sólo en la ley sino
en las costumbres. No se pararon en pensar que muchas de estas mujeres
encarnaban en sí el ideal tradicional de madre de familia, entregada al cuidado de esposo e hijos. La constatación de una vida familiar convencional
no impidió duras condenas con graves efectos sobre su descendencia.
17. ANA, Marcos, Decidme cómo es un árbol. Memoria de la prisión y la vida,
Madrid, Umbriel-Tabla Rasa, 2007, p.134.
201
Berceo
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Mirta Núñez Díaz-Balart
Miles y miles de personas encarceladas bajo el imperio de la jurisdicción militar, estaban sancionadas con condenas vertiginosas, por hechos
denunciados pero no probados. La otra cara de esa parodia de justicia es
que se palian los daños con otra estructura paralela que reduzca las penas
exorbitantes con que se había sancionado su oposición al golpe militar y
su respaldo a la República. Los indultos, las libertades condicionales y las
conmutaciones de pena forman un edificio jurídico adyacente destinado a
templar el pedernal de las sentencias militares. La esperanza pacificaba la
cárcel con la posibilidad de incorporarse a un proceso que reduciría los
años en prisión y permitiese salir antes en libertad. El testimonio de
Soledad Real, una presa catalana que pasó dieciséis años encarcelada, nos
habla de ello:
“Finalmente, el 16 de junio de 1957 quedó en libertad condicional, con
prohibición expresa de residir en Barcelona y provincia. Una vez casados, Sole
(Real) y Paco (su marido) se establecieron en Madrid, de donde él era originario, en una chabola del barrio del Lucero que pertenecía a sus padres…
Siempre bajo vigilancia policial y amenazada…”18.
Ni todos los condenados eran ejecutados, ni todas las cadenas perpetuas
culminaban con décadas de encierro. Existían salidas secundarias, legisladas
progresivamente, para que un sector de los encarcelados pudiera reingresar
en la sociedad por la puerta de atrás, tras haber sido convenientemente
tratados: un proceso de detención, encarcelamiento, juicio y reclusión, a lo
que se añadían las sanciones no tipificadas de hambre, falta de higiene, la
incertidumbre jurídica y la falta de una atención médica correcta.
Una etapa paralela comprendería la construcción de una legalidad que
taparía la arbitrariedad. Había que hacer leyes, órdenes o decretos para
disfrazar la voluntad de aligerar la carga carcelaria, sin dar el brazo a torcer
de un reconocimiento de las arbitrariedades cometidas. El único error que
se reconoce en la circular que institucionaliza la conmutación de pena es
que “ha faltado la uniformidad de criterio para enjuiciar y sancionar con
penas iguales delitos de la misma gravedad”.
El circuito prefigurado presuponía la posibilidad de una salida previa a
través de distintas fórmulas. Con la citada disposición se aplicaba una
nueva tabla de equivalencia entre los delitos y las sanciones. Desde las
propias fuentes del régimen, se insiste en presentar como benevolencia lo
que era, en realidad, una espita destinada a aligerar el peso económico y
social de la masa encarcelada. Se evita una rectificación de todo un aparato jurídico creado para segar o encadenar a los adversarios, lo que había
provocado el desbordamiento de las instituciones penitenciarias. Las nuevas posibilidades dentro del sistema, permiten sacudirse de aquellos casos,
en alguna medida, más asimilables, que ya habían obtenido su ración de
castigo.
18. HERNÁNDEZ HOLGADO, Fernando, “Soledad Real (1917-2006) Un apunte
biográfico” en Las ventanas de Soledad Real, Barcelona, Fundación Pere Ardiaca, 2009,
p. 69.
202
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
Berceo
Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de
los presos políticos en el Franquismo
El régimen se dotaba de un nuevo medio para mantener atada a la
población potencialmente insumisa; primero, para lograr una mejoría en la
situación penal y después, para evitar volver a prisión, bajo ningún concepto. Debemos leer el aparato creado, en clave del exhaustivo tratamiento de
reeducación al que se sometía a aquellos que habían caído en las redes
penitenciarias del nuevo estado. La propaganda que la dictadura hacía de
ello se abre paso, más allá de las instituciones penitenciarias, para lograr
un consenso coaccionado de la población.
203
Berceo
Núm. 159 (2010), pp. 183-204
ISSN 0210-8550
berceo-159.indd 1
Nº 159, 2º Sem., 2010, Logroño (España).
P. 1-376, ISSN: 0210-8550
BERCEO
159
SOCIALES Y HUMANIDADES.
BERCEO. REVISTA RIOJANA DE CIENCIAS
BERCEO
159
BERCEO
revista riojana de
ciencias sociales
y humanidades
159
159
14/01/11 15:31
Descargar