berceo-159.indd 1 Nº 159, 2º Sem., 2010, Logroño (España). P. 1-376, ISSN: 0210-8550 BERCEO 159 SOCIALES Y HUMANIDADES. BERCEO. REVISTA RIOJANA DE CIENCIAS BERCEO 159 BERCEO revista riojana de ciencias sociales y humanidades 159 159 14/01/11 15:31 Berceo 159 183-204 Logroño 2010 UNA BENEVOLENCIA CONTRADICTORIA. LOS MECANISMOS DE INTEGRACIÓN DE LOS PRESOS POLÍTICOS EN EL FRANQUISMO MIRTA NÚÑEZ DÍAZ-BALART* RESUMEN El franquismo creó un sistema legal para encarcelar miles y miles de adversarios políticos pero también para sacarlos de las prisiones. De ese modo, los oponentes a la dictadura recibían un tratamiento de reeducación para la sumisión. Las nuevas leyes permitían una imagen de benevolencia apropiada para la propaganda gubernamental, destinada al público interior y exterior. Palabras clave: Franquismo, sistema legal, presos políticos, propaganda institucional y supuesta benevolencia. A contradictory benevolence. The ways Francoism embedded political prisoners. Francoism created a legal system to put thousands and thousands of political opponents in jail but also to send them out. By these ways, opponents to dictatorship received an educational treatment for submission in prisons. The new laws permitted an image of benevolence, appropriate for governmental propaganda to be bound for internal and external public. Key words: Francoism, legal system, political opponents, institutional propaganda and supposed benevolence. * Mirta Núñez Díaz-Balart complementa su dedicación docente como profesora titular en la universidad Complutense de Madrid con una labor investigadora variada y profunda. La investigación se ha centrado en dos líneas de interés en el ámbito contemporáneo: la historia del periodismo español e historia de España, con especial atención a la II República, la Guerra Civil y la dictadura franquista. Como resultado de ello ha escrito, en solitario, 23 artículos en revistas científicas, más ocho prólogos o introducciones a diversos libros y seis libros, en solitario o como coautora, entre los que destaca: La gran represión. Los años de plomo del franquismo, en el que también desarrolla una labor de coordinación (Barcelona, Flor del Viento, 2009). Sus anteriores libros, de la que es autora en solitario son: Los años del terror. La política de exterminio y represión del general Franco (Madrid, Oberon, 2003) y La disciplina de la conciencia. Las Brigadas Internacionales y su artillería de papel (Barcelona, Flor del Viento, 2006). Es coautora, junto a Antonio Rojas Friend, de un libro precursor en la temática de la represión en Madrid, Consejo de Guerra., Los fusilamientos en el Madrid de la posguerra, 1939-1945 (Madrid, compañía Literaria, 1997), 183 Mirta Núñez Díaz-Balart El disfraz jurídico con el que el franquismo pretendió cubrir su iniquidad tenía una cara y su cruz. En una ósmosis continua, la desbordada masa de población entraba en las instituciones penitenciarias -contabilizada oficialmente en 280.000 presos en el año 1939- y tenía necesariamente que contar con una salida para el sobrecargado estado. Un extenso aparato también penitenciario aligeraría dicha carga a través de indultos, libertades condicionales o conmutaciones de penas. En ese trasiego institucional, los presos adquirían las pautas del nuevo régimen que les permitiría sobrevivir desde la sumisión. La traumática experiencia vivida, aprendidas las lecciones a palo y tentetieso, la mayoría quedaría sometida y segregada. Además, la inseguridad jurídica para aquellos considerados enemigos del régimen, les dejaba incapacitados para cualquier batalla institucional y esta situación se agravaba según se bajaba el escalafón social. El régimen vende propaganda con la benevolencia jurídica pero busca beneficios como el económico, que logra aligerando el peso sobre el erario público. El régimen utiliza el altavoz de la prensa sometida para hacer propaganda con su generosidad a través de indultos, libertades condicionales o conmutaciones. Se trataba de conducir al preso político a una reinserción a través de unos mecanismos jurídicos arbitrarios que mantenían encima de sus cabezas la espada de Damocles. La Orden Circular de 25 de enero de 1940 (Presidencia) por la que se constituyen Comisiones para el Examen de Penas1 pone los cimientos del aparato de conmutación de penas, cuyo propósito real se describe soterradamente, en su tercer punto: “En forma alguna podrán hacerse propuestas de conmutación que implique agravamiento de la pena impuesta”. Esto torpedearía el objetivo central de reducir los años de cárcel de los penados y con ello, la carga económica y social del Estado. Para comprobar que se cumple la finalidad requerida, se supervisa ese propósito: “Las Autoridades judiciales darán cuenta semanalmente al Ministerio de quien dependen las causas examinadas (…)”. Esa voluntad oficial facilitaba la actuación al realizarla de oficio, “sin necesidad de que los interesados la soliciten”. El segundo punto aclara que las “Comisiones provinciales se limitarán al estudio de los hechos que se declaren probados en los Resultandos de las sentencias, sin entrar en el análisis de la prueba de cada proceso”. Se da por válido lo sentenciado en aquellos consejos de guerra, en condiciones draconianas para el detenido, cuyas posibilidades de defensa constituían una farsa. Nuevamente, se evita precisar el destinatario colectivo de la medida, que no era otro que el preso político: “Es propósito fundamental del nuevo Estado liquidar las responsabilidades contraídas con ocasión de la criminal traición que contra la Patria realizó el marxismo al oponerse al Alzamiento 1. B.O.E. nº 26, de 25 y 26 de enero de 1940. 184 Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Berceo Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de los presos políticos en el Franquismo Lám. 1. Circular de 25 de enero de 1940 sobre Examen de Penas y constitución de Comisiones juzgadoras “de las responsabilidades contraídas con ocasión de la criminal traición que contra la patria realizó el marxismo al oponerse al Alzamiento del Ejército y la Causa nacional”. 185 Berceo Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Mirta Núñez Díaz-Balart del Ejército y la Causa nacional”. Unas veces usando la voz activa y otra la pasiva, es el enemigo marxista -ya adversario único- el causante teórico del estado de cosas sobre el que se ven abocados a actuar. La ley se convierte en el perfecto método para llevar a cabo, sin reconocerlo, una recalificación de las sanciones impuestas por delitos relacionados con la oposición al golpe militar y la consecuente guerra civil. El régimen, desde sus inicios, sentía horror ante una posible inseguridad jurídica, de ahí que lo ya sentenciado en el primer consejo de guerra fuera incuestionable. El conjunto de las concesiones creaba un halo de esperanza como bien dibujaban las palabras de Juana Doña. Cuando se difunde el fallecimiento de Pío XII en 1959, las presas políticas esperaban, según los usos y costumbres ya conocidos, un indulto: “La prisión deliraba y ni siquiera se paraba a ver las condiciones del mismo. Las presas políticas no querían hacerse demasiadas ilusiones, temían quedar encasilladas en los múltiples apartados de la disposición. Varias compañeras que llevaban diecinueve años de prisión se encontraban incursas en él, si los rumores se hacían realidad… Quedarían en prisión las reincidentes, las conmutadas de pena de muerte y las condenadas por trabajos clandestinos en los últimos años… La alegría y la congoja les embargaba al mismo tiempo”2. ¿UN ACTO DE CONTRICIÓN INSTITUCIONAL? No se han reconocido errores ni cuántas sentencias han acabado en ejecuciones o en penalidades con resultado de muerte o enfermedades gravísimas por las condiciones en que se desarrollaba la reclusión. De hecho, no se permitía reexaminar aquellos “procesos cuyas penas se hallen totalmente cumplidas”. Aquellos procesos eran tan burdos que, ocasionalmente, permitían una fácil comprobación de sus errores: “Un día su hermana Pilar leyó en un periódico que habían detenido a los autores de la muerte del vecino por la que le habían condenado. Cuando se enteró Gonzalo la (sic) dijo a su hermana que fuera a ver a su abogado y le enseñara el periódico. Inmediatamente cursaron la petición para que le conmutaran la pena”3. (El resultado fue que le dejaron la pena en 30 años). La orden vuelve a entregar la última palabra a la justicia militar. Las Comisiones de Examen de Penas, constituidas en cada capital de provincia, están integradas por un Jefe del Ejército, un funcionario militar, con categoría no inferior a la de Capitán y un funcionario judicial, aclarando la preferencia de unos (militares) frente a otros. Las particularidades de Marina y Aviación se resolverían con comisiones específicas. El procedimiento establecía que “las propuestas serán elevadas por la Comisión a las 2. DOÑA, Juana, Desde la noche y la niebla (Mujeres en las cárceles franquistas), Madrid, de la Torre, 1978. 3. CALCERRADA BRAVO, Justo, ORTIZ MATEOS, Antonio, Julia Manzanal ¨Comisario Chico”, Madrid, Fundación Domingo Malagón, 2001, p.144. 186 Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Berceo Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de los presos políticos en el Franquismo Autoridades judiciales militares” y éstas darán cuenta al ministerio, adonde se elevará la propuesta de conmutación. Se establece una nueva clasificación de delitos y sanciones ya dictadas que pretende ser exhaustiva. Los delitos se subdividen por grupos y dentro de cada grupo, se numera según la gradación del delito. A las propuestas de conmutación se les añadía las de las penas accesorias por lo que “la conmutación de penas principales lleva consigo igualmente la de las accesorias de la pena primitiva, que serán sustituidas con las que correspondan a la nueva pena”4. Los delitos, todos de carácter político, tenían una expresión imprecisa como los que habían sido condenados por ser “jefes destacados de la revolución roja”, a juicio de los miembros del ejército vencedor. El término revolución roja tergiversa a la defensa de la legalidad y el carácter pluripartidista de las fuerzas que lo defendían. Todos los que hubiesen desempeñado cargos públicos relevantes bajo la legalidad republicana, estaban comprendidos en el grupo de los delitos de máxima gravedad, por lo que quedaban fuera de la propuesta de conmutación: “los miembros de los gobiernos, diputados, altas autoridades y gobernadores civiles rojos sentenciados por rebelión” (Grupo I, 2º); “de los masones calificados que hayan intervenido activamente en la revolución roja”(Grupo I, 3º), “de los jefes más destacados de la revolución roja, aunque no hayan sido diputados ni miembros del Gobierno o autoridades oficiales”(Grupo I, 4º). Un punto álgido de arbitrariedad era el enjuiciamiento de “los militares profesionales notablemente destacados por su odio y actividad contra el Movimiento Nacional” (Grupo I. 13). Es decir que aquellos profesionales leales que actuaron en el desempeño legal del cometido que les era supuesto, se encuentran en el grupo en el que no se puede elevar propuesta alguna de conmutación, “por la enorme gravedad de los hechos”. El punto 8º es paradigmático: “De los generales, jefes y oficiales profesionales que, por sus antecedentes y actividades anteriores a favor de la revolución roja, fueron alma del movimiento marxista, así como aquellos que, de análoga ideología, favorecieron el triunfo de los rojos en sus guarniciones o centros donde servían o se destacaron en los servicios prestados a la revolución roja”. La responsabilidad supuestamente contraída en el desempeño de cargos en las instituciones del Estado, como en el aparato judicial: “De los presidentes y vocales de Tribunales que condenaron a penas capitales y de los Fiscales que lo solicitaron” (Grupo I, 10) o en el aparato penitenciario: “De los jefes u oficiales de Prisiones responsables que entregaron, de buen grado, presos sometidos a su custodia para ser asesinados”. 4. Las accesorias recibirán su propio proceso de conmutación. En el artículo 1º del Decreto de 6 de noviembre de 1942 (Mº del Ejército, B.O.E. de 25 y 26 de noviembre de 1942). 187 Berceo Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Mirta Núñez Díaz-Balart La prensa era objeto de especial atención pues “los instigadores al crimen por la prensa o la radio”, estaban comprendidos en el mismo grupo que los “ejecutores materiales de asesinatos” (Grupo I, 6º) o “los jefes y miembros de checas que aplicaron penas de muerte o tormentos” (Grupo I, 1º). Las actividades propagandísticas tenían una penalidad añadida que podía conducir, con un trato benevolente, a los veinte años y un día de prisión: “Los que sin ser dirigentes, se hayan constituido en meros agitadores o propagandistas del marxismo o de los partidos revolucionarios durante el Movimiento” (III, 9º). La conmutación por doce años y un día a veinte años incluía delitos de propaganda contraria a los sublevados (IV, 3º): “De los que en territorio nacional hayan vertido especies (sic) 5 contra el Movimiento durante la guerra o después de ella, produciendo perturbación”. Esa peligrosidad se compartía con individuos cuyo delito, a ojos de los vencedores, era tener malos antecedentes (por tener algún tipo de activismo político, sindical o ciudadano o formar parte de un comité de fábrica, más penalizado aún si producía material de guerra). Los daños a los bienes de la Iglesia Católica son puestos al mismo nivel que los producidos al Estado en infraestructuras claves como los puentes y vías de comunicación (Grupo I, 16º): “Los cabecillas o inductores de incendios y destrucciones de iglesias y conventos”. Nadie quedaba fuera de la lupa y mucho menos, aquellos que “voluntariamente han formado parte de pelotones de ejecución, aunque lo hayan hecho en cumplimiento de sentencia de los llamados Tribunales de Justicia marxista” (Grupo I, 11º). Aunque en el transcurso de una guerra es difícil de dilucidar dicho grado de voluntariedad. Tampoco en el grupo II era posible la conmutación “por la gran importancia del delito”, que había recibido la condena a muerte o reclusión perpetua. Éste podríamos denominarle el capítulo de las denuncias. En sus dieciséis instrucciones, las denuncias y sus presuntas consecuencias son determinantes para la condena, tal como expresa la primera consideración: “De los que denunciaron a otros y como consecuencia de la denuncia, fueron asesinados, constándoles su casi seguro fin”. En el punto 16, los comisarios, presidentes de Comités y miembros de los mismos con malos antecedentes, aún cuando no conste que, por su intervención o denuncia, se hubieran producido muertes a adictos a la Causa Nacional o daños a la misma”. Se trataba de descabezar todo el organigrama institucional de la República, desde cualquier apartado de la pirámide donde no se hubiese actuado en favor de los sublevados. Los que desempeñaron cargos públicos, desde concejal a diputado, estaban en primera fila de culpabilidad. El escalafón de responsabilidades supuestas iba desde “los jefes y autoridades que ejerciendo 5. La expresión “verter especies” debe entenderse como “difundir noticias”. 188 Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Berceo Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de los presos políticos en el Franquismo el mando, que pudieron evitar asesinatos, ejecuciones o daños graves y no lo evitaron o se congratularon de ello” (II, 2º). Se utiliza el conocido mecanismo propagandístico del totum revolutum mezclando además, delitos comunes y políticos: El séptimo punto está dedicado a “los que fueran autores de violaciones o atropellos de parecida repugnancia o crueldad” o, en el punto 15, “los que hayan tomado parte en la rebelión, cometiendo robos o saqueos de importancia”. Aquellos que hubieren prestado servicio de armas en el ejército rojo y en todo el escalafón de las fuerzas de orden público, desde militares profesionales a aquellos procedentes de las milicias, eran juzgados con especial dureza. Las rebajas de pena se concentran en los grupos III al VI. Para que se conmute la pena por veinte años y un día, se mezclan delitos de opinión con aquellos otros que se desarrollaron presuntamente en el ámbito estrictamente militar, por parte de profesionales leales. La legislación lo admite todo en su propósito de hacer crecer la bola de las responsabilidades: “Los que, Lám. 2. Orden del 12 de abril de 1941 sobre la sin probarse que fueron ejecuurgencia del examen de penas. tores materiales de asesinatos y con buenos antecedentes, estuvieron con los asesinos en el momento de la ejecución e intervinieron en el traslado, despojo o enterramiento, sin ser sepultureros de oficio”. El penúltimo grupo, el quinto, estaba destinado a la reducción de las penas comprendidas entre seis años y un día a doce años. Las sanciones castigaban a “los que por primera vez, en la zona nacional, hayan vertido especies contra el Movimiento, sin producir perturbación durante la guerra o después de ella”. El coste de un exabrupto era muy alto. Lo que se perseguía era a aquellos que buscaban “provocar el descontento contra el régimen”. Berceo Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 189 Mirta Núñez Díaz-Balart El sexto y último grupo lo forman los sancionados preventivamente, es decir, antes de hacer efectivo el delito. La tenencia de armas, el desempeño de puestos burocráticos en zona republicana, aunque fuese durante poco tiempo o la presencia en servicios judiciales o en el ámbito del abastecimiento, sectores claves en periodo de guerra, implicaban sanciones por periodos más cortos. El punto de partida del aparato jurídico de la benevolencia había dedicado mucha precisión al ajuste de la tabla de delitos y de los delincuentes pero, aún así, necesitó de ulteriores precisiones. LAS MANOS ATADAS DE LAS COMISIONES Las Comisiones, que se establecían en cada capital de provincia, examinarían de oficio, los fallos de los Tribunales militares, para ajustarlos a las nuevas normas. La jurisdicción aérea y la marina tenían sus propios organigramas. Se dan por válidas y probadas las sentencias del primer consejo de guerra, que la Comisión no podía entrar a discutir. Esto constituía, sin duda, los pies de barro del nuevo escenario jurídico. Se da con ello carta de fe a las sentencias de aquellos consejos de guerra que aliñaban sentencias gravísimas con el objetivo de segar cabezas republicanas o domeñarlas a base de penalidades carcelarias. Se debía tomar en cuenta “los antecedentes político-sociales y morales o de conducta personal de los enjuiciados, antes del Movimiento, y a la eficacia de su actuación en pro o en contra de la Causa Nacional” (9ª instrucción). El tamiz era tan fino para aplicar sobre lo ya juzgado que el abanico de arbitrariedades era enorme. La conformidad de la autoridad militar judicial era determinante para la aceptación de la propuesta de conmutación de la Comisión Provincial de Examen de Penas. Una orden correspondiente al 12 de abril de 1941 (Ministerio del Ejército) aclaraba que, si se daba el caso de disentimiento entre la propuesta de la Comisión y la de la autoridades judiciales militares, intervendría el ministerio del Ejército para su definitiva resolución. Las aclaraciones legales para los casos de disentimiento se publican en un lento goteo. La Orden Circular de 3 de junio de 1942, precisa que “Cuando las Autoridades Judiciales de acuerdo con sus Auditores, consideren que la ubicación que se ha hecho por el Consejo de Guerra de las normas citadas no es procedente, modificarán la propuesta”. La siguiente instrucción se refería al caso contrario, en el cual cuando “las Autoridades Judiciales no se muestren de acuerdo con sus Auditores… se elevarán los autos al Consejo Supremo de Justicia Militar, que tiene en sus manos la resolución final, sin vista pública”. Ese mismo año, el ministerio del Ejército, con fecha 28 de septiembre, había recordado que las propuestas de las Comisiones debían ser elevadas a la Asesoría del ministerio del Ejército, “con el informe y parecer auditoriado por la Autoridad Judicial respectiva, previo informe de la Comisión Central de Examen de Penas”. 190 Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Berceo Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de los presos políticos en el Franquismo Lám. 3. Orden del Ministerio del Ejército, de 28 de septiembre de 1942, sobre la revisión de sentencias dictadas por delitos cometidos contra el Alzamiento Nacional. 191 Berceo Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Mirta Núñez Díaz-Balart La advertencia de que “mientras no reciban aprobación ministerial no serán puestos en libertad ni en prisión atenuada”6 nuevamente atemperaba la voluntad de adelgazar la masa carcelaria. Antes de finalizar el año, a las conmutaciones de las penas principales se añadirían “las accesorias de la pena primitiva”7. Hemos elegido algunos expedientes, hoy conservados en el Archivo General Militar de Guadalajara. Se trata de mujeres condenadas a muerte por consejo de guerra y después conmutadas a la pena inmediatamente inferior, es decir, cadena perpetua. La orden del 25 de enero de 1940 iniciará un nuevo procedimiento para reducir la pena sin tocar las causas, los “hechos probados”, de la primera sentencia militar. La selección se ha realizado sobre tres modelos de expedientes de conmutación entre los conservados en dicho archivo. Aquellos en los que se solicita y que se procede a la conmutación de pena; otros en los que se mantiene la pena sin variación y el segmento en los que existe disenso entre las autoridades encargadas de dar el visto bueno a la propuesta de conmutación8. LA RUEDA DE LA FORTUNA Las vicisitudes de un proceso tan prolongado y donde intervenían tantas posibles arbitrariedades en la catalogación de las sanciones, podía dar lugar a situaciones como la que está presente en el caso de MARÍA GÓMEZ PARAPAR9, de procedencia gallega, atrapada en el País Vasco en el final de la guerra. María, una mujer en su madurez, ingresa en prisión con cuarenta y nueve años el día 19 de julio de 1937. En Bilbao, el consejo de guerra la sentencia a pena de muerte con fecha 24 de agosto de 1937. La conquista progresiva de las provincias cantábricas provoca que la Auditoría Militar de Bilbao, incorpore las provincias de Vizcaya, Guipúzcoa y Santander. Los “Hechos probados” son graves pero, en su breve relato, hay una contradicción: “Que María Gómez Parapar tomó parte en el asalto 6. Orden del ministerio del Ejército, de 28 de septiembre de 1942. 7. D. 6 de noviembre de 1942 (Ministerio del Ejército). 8. Un estudio monográfico sobre las propuestas de conmutación elevadas a la Comisión Central de Examen de penas (CCEP) concluye que, entre septiembre de 1942 y marzo de 1947, se revisaron y tramitaron expedientes de conmutación individual de prácticamente 16.300 personas (entre ellas más de 800 mujeres) en Ángeles EGIDO LEÓN, El perdón de Franco. La represión en el Madrid de la posguerra, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2009, p.90. 9. AGMG, CCEP, PM, caja nº 3. 192 Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Berceo Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de los presos políticos en el Franquismo Lám. 4 Esta miniatura medieval representa a través de La rueda de la fortuna el carácter imprevisible de la suerte cambiante. En la escena de la izquierda, la Filosofia acompaña a Boecio en la cárcel mientras que el doble rostro de Jano nos muestra la dualidad de esta caprichosa diosa del destino (Walter, Ingo F. y Wolf, Norbert, Obras Maestras de la Iluminación. Los manuscritos más bellos del mundo desde el 400 hasta 1600. Códices Ilustres. Biblioteca Nacional de Francia. Taschen, Barcelona, 2005, p. 349). 193 Berceo Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Mirta Núñez Díaz-Balart a la cárcel de Larrínaga el día 4 de enero10. Esta mujer es calificada como el mayor de los delitos de comunista y de que “cotizaba para Socorro Rojo Internacional, manifestándose en mítines y propagandas de carácter izquierdista”. Es esto último y no lo primero lo que se subraya a mano, lo cual reduce notablemente la catalogación de la sanción. Una NOTA IMPORTANTE, con mayúsculas, acompañaba el resultando de la sentencia: “La Comisión se cree en el caso de hacer constar que en el sumario no aparecen más pruebas de cargo que un informe-denuncia no comprobado-La procesada niega” (hay una anotación a mano): “Gravedad G. 4º.15 años”, es decir, uno de los grupos donde se concentraban las conmutaciones más favorecedoras del recluso, con propuestas entre doce años y un día a veinte años. Sin embargo, la opción final fue considerarla en el Grupo II, nº 12, de la orden citada, “por lo que no procede la conmutación de la pena de Treinta AÑOS”. Cuando la Comisión hace la propuesta, nos encontramos ya en el 22 de octubre de 1942 y la presa ha pasado más de cinco años en la cárcel. Una inquietante (pero frecuente) nota acompaña el proceso “ignorándose en la actualidad en qué prisión se encuentra”. El auditor concede su conformidad, acompañada de las siguientes observaciones “La Comisión se ha atenido estrictamente a la instrucción 2ª, de la Orden de 25 de enero de 1940, pero cree un deber de conciencia llamar la atención sobre la nota del anverso” (ya citado). El auditor se manifiesta conforme con la Comisión y la propuesta de la autoridad judicial resulta aprobatoria. Se retoma el paso con la propuesta de conmutación de la Comisión Central de Examen de Penas que lo cataloga dentro del grupo cuarto en su apartado 3º, con lo que se quedaba en quince años de reclusión menor y accesorias de ésta. Esta consideración tenía un enunciado tan indefinido como éste: “De los que en territorio nacional hayan vertido especies (nuevamente se utiliza esta acepción poco habitual como sinónimo de noticias) contra el Movimiento durante la guerra o después de ella, produciendo perturbación”. El acuerdo se había tomado el 14 de diciembre de 1942 por unanimidad, lo cual era muy importante dadas las vicisitudes del expediente. Las firmas del auditor presidente, los vocales judicial y militar y el asesor del ministerio del Ejército lo corroboran. No quedaba explícita la cárcel donde se encontraba pero, al menos, sí la copia del “Comunicado a la prisión” para la feliz presa. LA MECÁNICA BUROCRÁTICA PARA OTRA AFORTUNADA El expediente de JUANA MELERO LÓPEZ11 es un buen ejemplo de cómo los llamados “Hechos probados” de la sentencia se recuperan sin 10. Este fue uno de los sucesos más relevantes de represión irregular en el frente norte durante la guerra civil. Hay un breve relato sobre dicha cárcel de José Mª Vicario Calvo, miembro de una destacada familia de derechas, introducida en el mundo católico seglar, cuyas actuaciones son consideradas quintacolumnistas, por lo cual fue encarcelado en AZCONA, José Manuel, Los desastres de la Guerra Civil española. La represión en Bilbao (julio de 1936-junio de 1937). Sobre el testimonio inédito “Los crímenes del Quilates. Recuerdos de mi cautiverio” de Don José María Vicario Calvo, Madrid, Servicio de Publicaciones de la Universidad Rey Juan Carlos-Dykinson, 2007. 194 11. AGMG. CCEP. CAJA nº 154. Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Berceo Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de los presos políticos en el Franquismo Láms. 5, 6, 7 y 8. Documentos fechados en 1942 del expediente de María Gómez Parapar, condenada a pena de muerte como autora de un delito de adhesión a la rebelión “por tomar parte en el asalto de la Cárcel de Larrinaga, el 4 de enero de 1937. Era comunista y cotizaba para el Socorro rojo internacional (sic)”. 195 Berceo Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Mirta Núñez Díaz-Balart Láms. 9 y 10. Documentos fechados en 1943 del Expediente de Juana Melero López, condenada a “la pena de muerte y conmutada por la de 30 años de reclusión mayor. Comenzó a cumplir condena el 2-5-39 y dejará extinguida el 1-5-69, por delito de adhesión a la R.M [Rebelión Militar]”. retocarlos. Por lo tanto, no se discute si la comprobación de aquellos hechos fue realizada de forma adecuada ni la búsqueda de pruebas sino simplemente, se le va a aplicar una nueva plantilla con la finalidad ya señalada. La inicial condena dictada por el Consejo de Guerra Permanente nº 9, sito en El Escorial (Madrid), la había condenado a pena de muerte, el 10 de noviembre de 1939. Esta sentencia ya había sido conmutada por la de treinta años de reclusión mayor, con las accesorias de interdicción civil e inhabilitación absoluta. La causa le había adjudicado el delito de adhesión a la rebelión militar, cuya sentencia había sido ya aprobada por el Auditor de Guerra del Ejército de Ocupación, y es sobre esta última sobre la que se actúa para la conmutación de pena. La aún muy grave sentencia partía de unos breves hechos probados, que se resumían así: “Que la procesada JUANA MELERO LÓPEZ, destacada elemento de izquierdas y esposa de un Comisario Político rojo, en los primeros días de abril del año 1939, al practicarse un registro en su casa le fueron halladas dos pistolas cargadas y abundantes municiones, cuyas armas, al parecer, son una de su marido y otra de un miliciano rojo, y no las había entregado cumpliendo lo dispuesto en el bando declarativo del Estado de Guerra, por haberle dado su marido para que se las guardara hasta que volviera”. La propuesta de conmutación para esta mujer se inserta en el grupo IV, número 12, que prevé la pena de veinte años de reclusión menor más accesorias. A la propuesta se la hacía pasar por el filtro de entregarlo a las máximas autoridades: el auditor, en primer lugar y el capitán general de la región correspondiente con un breve plazo entre ambos. 196 Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Berceo Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de los presos políticos en el Franquismo El curso favorable le lleva a manos de la Comisión Central de Penas que se muestra aún más benévola, al plantear la conmutación por la de doce años y un día de reclusión menor, a partir de estimar el caso en la franja inferior del grupo correspondiente. La propuesta se eleva al asesor del ministro de Ejército y es éste último el que dicta resolución. Lo que nadie le quitaba a esta presa eran los años pasados, entre el 10 de noviembre de 1939 de la sentencia primitiva y el 1º de junio de 1943, bajo la espada de Damocles. El disenso LAUDELINA ÁLVAREZ12 (no consta en el expediente un segundo apellido, lo que puede ser quizás, indicio de una filiación de ilegitimidad) presenta en su expediente una rebaja abismal de la pena inicial. Condenada a muerte en León por el consejo de guerra correspondiente, con fecha 17 de octubre de 1936, es decir, nada más caído el frente norte, empezó a cumplir la pena el 2 de agosto de 1936, es decir, poco tiempo tuvo para realizar actividades a favor de la República. Los “Hechos probados” así lo constatan: “Laudelina Álvarez, formando grupo con otros rebeldes a los cuales capitaneaba, y armada de una pistola recorrió los pueblos de Valdebimbre, Villalobar y Banazolbe (sic), asaltando casas del personal de orden para requisar armas así como varios establecimientos públicos, haciendo lo mismo con la iglesia parroquial y domicilio de acción popular (sic) de Villalobar y central telefónica de Benazolve, siendo de malos antecedentes y gran peligrosidad social”13. La defensa de la legalidad de esta joven le iba a costar caro. Los focos de la conspiración antirrepublicana quedan claramente enumerados: las casas del personal de orden y establecimientos públicos donde se ocultaban armas, la iglesia parroquial (cómo no) y la sede del partido Acción Popular, integrante de la CEDA, metido hasta las cejas en la organización de la insurrección. Una vez superada la crítica condena a muerte del consejo de guerra, esta joven soltera de treinta años había logrado en su primera conmutación pasar a treinta años. En esta segunda, la Comisión Provincial de Penas de León solicita una conmutación a catorce años. La catalogación en el nº 1, del Grupo IV, destinada a “los individuos de malos antecedentes, miembros de comité de fábrica productora de armas y municiones”. Algo que no era se asemejaba con lo que constaba como hechos probados pero que tenía algún vínculo remoto con la acción presuntamente desarrollada por la joven. Para limar disonancias como ésta, la instrucción 8ª de la Orden prevé: 12. AGMG. CCEP. CAJA nº 157. 13. Los subrayados fueron realizados a mano en el original. 197 Berceo Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Mirta Núñez Díaz-Balart “En los casos no previstos en las citadas normas, los Tribunales militares tendrán en cuenta lo que en ellas se establece, a fin de imponer la penalidad procedente, buscando la adecuación de la pena por la señalada a hechos de gravedad similar a los expresados en aquella relación” La Comisión Central confirma la conmutación solicitada por la Comisión Provincial. Finalmente, a la altura del 29 de julio de 1943, el ministro del Ejército confirma que la pena definitiva “que debe cumplir el rematado” (nunca el lenguaje burocrático fue tan explícito) es de catorce años de reclusión menor. Cuando la Comisión Provincial de León inició su proceso, Laudelina ya había pasado cerca de seis años en la cárcel. El buen desarrollo aunque tardío de su expediente tuvo un tropiezo que casi hunde su futuro. Uno de los eslabones claves del procedimiento era el beneplácito del auditor, seguido del capitán general, en este caso, de la VII Región Militar, cuya sede estaba en Valladolid. El auditor, cuya firma reconocible delata que se trata de José Bermejo Gómez, reitera que “la propuesta está acertadamente encajada en el número y grupo que se señala”. Sin embargo, el General (con firma ininteligible) “disiente del precedente dictamen del Auditor, favorable a la propuesta de conmutación”. Como alternativa propone el Grupo 2º, en el nº 15. Si hubiese triunfado esta perspectiva, no hubiera sido posible “elevar propuesta de conmutación por pena inferior a la de reclusión perpetua” puesto que la voluntad del capitán general la situaba entre “los que hayan tomado parte de la rebelión, cometiendo robos o saqueos de importancia”. Finalmente, imperó el propósito fundamental y se favoreció “al reo con la modificación del criterio”. El mantenimiento de las penas Los expedientes en los que hay un mantenimiento de la pena inicial representan un segmento notable. En estos casos, las comisiones y cargos por los que ha pasado el expediente han decidido sustentar la pena que le había impuesto el primer consejo de guerra. ANASTASIA ELVIRA CORTÉS14 es presentada ante el tribunal militar inmediatamente después de terminada la guerra, en este caso, el 26 de junio de 1939. Los delitos atribuidos, si bien abyectos, no habían causado la muerte a nadie. Como es habitual, se crea un saco donde se mezclan varios delitos menores, que podríamos englobar en la transgresión de los rituales respecto a los muertos y, otros considerados más graves, como la participación en acciones de propaganda contra el adversario o el descubrimiento de las artimañas propagandísticas de los rebeldes ante la ciudadanía. Los delitos supuestos habían transcurrido en un amplio abanico temporal entre la República, la Guerra Civil y la victoria franquista. 14. AGMG. CCEP. CAJA nº 96. 198 Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Berceo Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de los presos políticos en el Franquismo Los “Hechos probados” en el caso de esta presa relatan que era “de ideas marxistas exhaltadas (sic), de mala conducta (sin precisar), insultaba constantemente a las personas y al GMN (Glorioso Movimiento Nacional)”. El comportamiento de ser supuestamente insidioso tenía gravísimas consecuencias ya que “…con anterioridad a éste (es decir, durante la República) había sido una de las propagadoras en su barrio de la especie (o la noticia) de que las personas de derechas repartían caramelos envenenados entre los hijos de los obreros”; curiosamente, resurge aquí aquel torticero rumor por el cual ya se había atacado al clero en Madrid en el año 1834; aunque ahora en esta versión modernizada se le atribuía esta maldad a “las personas de derechas”. También entre los hechos probados se añadía que “…después del Movimiento se distinguió aún más en sus insultos e injurias quemando en una ocasión, los panecillos que arrojaba la aviación Nacional sobre Madrid”. La palabra alzada en grito contra aquellos que bombardeaban Madrid y que, a punto de entrar, utilizaban el ardid de tirar panes sobre una ciudad asediada y hambrienta, no despertaba los mejores instintos. Aún sin mencionar la guerra, ésta vuelve a aparecer con esta dramática afirmación: “Acudía todos los días a presenciar los fusilamientos que se habían en los descampados de la calle Maiquez, burlándose después de los cadáveres a los que blasfemaba, tirándoles piedras y golpeándolos. En una ocasión, dio varios puntapiés a un agonizante; en otra ocasión, se burló de otro, poniéndole un cigarro en la boca; otra vez en otra ocasión, profanaba el cadáver de la que se suponía ser marquesa de Urquijo, levantándola las faldas, golpeándola y haciendo todo objeto de burla; otra vez profirió insultos ante un cadáver de un Guardia Civil haciéndole adoptar postura (borrado, posiblemente impropias) en medio de grandes carcajadas; otras veces se contentaba con que le quitaba las prendas de vestir a los muertos”. Esta fijación de atribuciones necrófilas respecto a los asesinados nos despierta una primera curiosidad respecto a la persona que estaba con la condenada en tales menesteres y que, presuntamente, proporciona su testimonio de cargo. La transgresión del comportamiento civilizado con las personas fallecidas, si bien aberrante, no conduce a la muerte pero, aún así, se le aplica por parte de la Comisión Provincial de Examen de Penas, la calificación en el grupo II, caso 5, por lo cual se mantiene la cadena perpetua, y así se traslada a la Comisión Central, el 24 de febrero de 1943. El auditor y el capitán general manifiestan su conformidad. El 19 de enero de 1944 llega la comunicación oficial a la prisión de Saturrarán (Guipúzcoa), donde se encuentra presa y culmina el círculo de la desesperanza. Tampoco se lograba el propósito central de reducir la condena en el expediente de GABRIELA CHACÓN INFANTE15, de Villafranca (Toledo). La sentencia de pena de muerte por el delito de adhesión a la rebelión, había sido dictada el 19 de septiembre de 1940, en un consejo de guerra 15. AGMG. CCEP. CAJA nº 178. 199 Berceo Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Mirta Núñez Díaz-Balart celebrado en Ocaña (Toledo). El testimonio de sentencia la describe como “de afiliación comunista, se significó en todo tiempo por su extremismo revolucionario vociferando y reclamando la comisión de toda clase de crímenes, vistiendo de miliciana, visitando la prisión donde se encontraban, ocultando el rostro, tomando parte directamente en el maltrato a los detenidos, golpeándolos brutalmente en medio de toda clase de insultos y jactándose de los referidos hechos, tomando parte en registros y cacheos”. Nosotros, que sí entramos en la sentencia, vemos en primer lugar que la condición de comunista se convierte en el punto de partida de la sucesión de delitos atribuidos de forma imprecisa, atribuyéndole la “comisión de toda clase de crímenes” (¿cuáles, exactamente?) e inicia el relato en el que se precisa que vestía de miliciana. Resulta curioso que entre ellos “visitando la prisión donde se encontraban, ocultando el rostro” (¿entonces, cómo se pudo saber con certeza?). La enumeración de los delitos que se precisan son “participar en registros y cacheos, insultar, jactarse de los hechos, vociferar… Si hubiera tomado parte directa en el maltrato a los detenidos, ¿su fuerza femenina daría “para golpearlos brutalmente”? La Comisión Provincial, en este caso, de Toledo, ratifica los treinta años de reclusión mayor de la condena inicial, al colgarle el grupo segundo, en su instrucción nº 6. Más de tres años después de la condena inicial, se mantiene la sentencia y, para desgracia de la encarcelada, la Comisión Central de Examen de Penas, la confirma, a la altura del 31 de enero de 1944. Este comunicado se hace llegar a la Prisión Central de Mujeres de Saturrarán-Motrico, en Guipúzcoa. Los años transcurridos entre la primera condena y la denegación de conmutación llevó a una búsqueda del testimonio de sentencia. A la altura del 3 de noviembre de 1943, la directora de la Prisión, Magdalena Larrondo Oquendo transcribe el fallo dictado en la causa T.10148, de la que aclara que esa sentencia (la primera) había sido conmutada “por su Excelencia el Generalísimo el día 10 de marzo de 1941”. El examen de las penas en ésta como en otras propuestas, bajo una óptica supuestamente más benévola fue, sobre todo, una operación propagandística de gran envergadura. Tal como señala Ángeles Egido: “…no sólo no se redujeron todas las condenas, sino que las que lo hicieron apenas rebasaron el umbral de la pena inmediatamente inferior: 20 años y un día de reclusión mayor. Del total de expedientes… cuya sentencia fue revisada por la Comisión Central tras remitirle las propuestas la Comisión Provincial de Madrid, se redujeron las penas a poco más de la mitad. La otra mitad quedó con los 30 años de reclusión mayor…”16. La sumisión y domesticación de la población por las fuerzas rebeldes tuvo necesidad de sangre durante la guerra. En la posguerra no requería las mismas necesidades y sobre todo, en la misma cantidad. Con la conmu- 16. EGIDO LEÓN, A., op. cit., p.155. 200 Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Berceo Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de los presos políticos en el Franquismo tación de penas lo que se necesitaba era aligerar el peso cuantitativo de tantos presos. Llevarles la esperanza de una reducción en las condenas contribuía al buen comportamiento en el interior de las cárceles y a su integración una vez en la calle, en la dictadura. El recuerdo de su condena sumado a la larga reclusión en condiciones penosas, cumpliría una misión disuasoria respecto a cualquier veleidad política, al margen de la que había tomado el poder. Tras el mazazo de una condena desbordada, la siguiente etapa ocupaba la mayor parte del hálito de vida del preso y de su familia, ocupado en lograr alguna de estas fórmulas jurídicas de reducción de pena, libertad condicional o indulto. La familia o los correligionarios se convertían en una gestoría externa para buscar papeles o contactos que sirviesen a este propósito. Marcos Ana, el preso que padeció veintitrés años en las cárceles franquistas por delito político, nos narra el sentir generalizado de los que estaban dentro de los muros, ante un proceso que los dividía. El joven comunista, cuya filiación real es Fernando Macarro Castillo, narra magníficamente esta suerte de lotería que se desarrollaba a espaldas del encarcelado: “Casi todos los días, al atardecer, se leían los telegramas llegados de Madrid (él estaba en ese momento en el penal de Ocaña) con los indultos y conmutaciones. Como, en general, los condenados formaban parte de procesos colectivos, si de un expediente de ocho condenados, por ejemplo, llegaba la conmutación de seis, quedaba claro que los otros dos estaban destinados a morir a la madrugada siguiente”17. Marcos Ana lo vivió en sus carnes cuando, primero uno, y luego seis presos más de su expediente fueron conmutados. Sería él, según intuyó por el conocimiento práctico, el que sería ejecutado al día siguiente. Tras varios días “en capilla”, término que indicaba la celda de aislamiento previa al traslado al paredón, fue inesperadamente devuelto a la vida común. Un telegrama le anunciaba la conmutación de la pena de muerte y la condena a 30 años de prisión. En el procesamiento de esta mujer se tomaban especialmente en cuenta aspectos menores: un atuendo que denotase ruptura con la tradición y adhesión a los valores laicos (véase, el mono miliciano) o el desempeño de funciones tradicionalmente masculinas. La persecución de los insurrectos buscaba arrancar de raíz la simiente del cambio, no sólo en la ley sino en las costumbres. No se pararon en pensar que muchas de estas mujeres encarnaban en sí el ideal tradicional de madre de familia, entregada al cuidado de esposo e hijos. La constatación de una vida familiar convencional no impidió duras condenas con graves efectos sobre su descendencia. 17. ANA, Marcos, Decidme cómo es un árbol. Memoria de la prisión y la vida, Madrid, Umbriel-Tabla Rasa, 2007, p.134. 201 Berceo Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Mirta Núñez Díaz-Balart Miles y miles de personas encarceladas bajo el imperio de la jurisdicción militar, estaban sancionadas con condenas vertiginosas, por hechos denunciados pero no probados. La otra cara de esa parodia de justicia es que se palian los daños con otra estructura paralela que reduzca las penas exorbitantes con que se había sancionado su oposición al golpe militar y su respaldo a la República. Los indultos, las libertades condicionales y las conmutaciones de pena forman un edificio jurídico adyacente destinado a templar el pedernal de las sentencias militares. La esperanza pacificaba la cárcel con la posibilidad de incorporarse a un proceso que reduciría los años en prisión y permitiese salir antes en libertad. El testimonio de Soledad Real, una presa catalana que pasó dieciséis años encarcelada, nos habla de ello: “Finalmente, el 16 de junio de 1957 quedó en libertad condicional, con prohibición expresa de residir en Barcelona y provincia. Una vez casados, Sole (Real) y Paco (su marido) se establecieron en Madrid, de donde él era originario, en una chabola del barrio del Lucero que pertenecía a sus padres… Siempre bajo vigilancia policial y amenazada…”18. Ni todos los condenados eran ejecutados, ni todas las cadenas perpetuas culminaban con décadas de encierro. Existían salidas secundarias, legisladas progresivamente, para que un sector de los encarcelados pudiera reingresar en la sociedad por la puerta de atrás, tras haber sido convenientemente tratados: un proceso de detención, encarcelamiento, juicio y reclusión, a lo que se añadían las sanciones no tipificadas de hambre, falta de higiene, la incertidumbre jurídica y la falta de una atención médica correcta. Una etapa paralela comprendería la construcción de una legalidad que taparía la arbitrariedad. Había que hacer leyes, órdenes o decretos para disfrazar la voluntad de aligerar la carga carcelaria, sin dar el brazo a torcer de un reconocimiento de las arbitrariedades cometidas. El único error que se reconoce en la circular que institucionaliza la conmutación de pena es que “ha faltado la uniformidad de criterio para enjuiciar y sancionar con penas iguales delitos de la misma gravedad”. El circuito prefigurado presuponía la posibilidad de una salida previa a través de distintas fórmulas. Con la citada disposición se aplicaba una nueva tabla de equivalencia entre los delitos y las sanciones. Desde las propias fuentes del régimen, se insiste en presentar como benevolencia lo que era, en realidad, una espita destinada a aligerar el peso económico y social de la masa encarcelada. Se evita una rectificación de todo un aparato jurídico creado para segar o encadenar a los adversarios, lo que había provocado el desbordamiento de las instituciones penitenciarias. Las nuevas posibilidades dentro del sistema, permiten sacudirse de aquellos casos, en alguna medida, más asimilables, que ya habían obtenido su ración de castigo. 18. HERNÁNDEZ HOLGADO, Fernando, “Soledad Real (1917-2006) Un apunte biográfico” en Las ventanas de Soledad Real, Barcelona, Fundación Pere Ardiaca, 2009, p. 69. 202 Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 Berceo Una benevolencia contradictoria. Los mecanismos de integración de los presos políticos en el Franquismo El régimen se dotaba de un nuevo medio para mantener atada a la población potencialmente insumisa; primero, para lograr una mejoría en la situación penal y después, para evitar volver a prisión, bajo ningún concepto. Debemos leer el aparato creado, en clave del exhaustivo tratamiento de reeducación al que se sometía a aquellos que habían caído en las redes penitenciarias del nuevo estado. La propaganda que la dictadura hacía de ello se abre paso, más allá de las instituciones penitenciarias, para lograr un consenso coaccionado de la población. 203 Berceo Núm. 159 (2010), pp. 183-204 ISSN 0210-8550 berceo-159.indd 1 Nº 159, 2º Sem., 2010, Logroño (España). P. 1-376, ISSN: 0210-8550 BERCEO 159 SOCIALES Y HUMANIDADES. BERCEO. REVISTA RIOJANA DE CIENCIAS BERCEO 159 BERCEO revista riojana de ciencias sociales y humanidades 159 159 14/01/11 15:31