Subido por Diego Torres

DESCIFRANDO EL ANTICRISTO

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DESCIFRANDO EL ANTICRISTO DE NIETZSCHE
DECIPHERING THE ANTICHRIST OF NIETZSCHE
Diego Omar Torres Moreno*
Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología
_________________________________________________________
RESUMEN
El presente trabajo tiene como propósito lograr una interpretación de la crítica de
Nietzsche en su obra el Anticristo. La época moderna aportó grandes innovaciones
que fracasaron y afectaron al propósito emancipador del hombre. La ciencia, la
economía y la política perdieron el rumbo y se antepusieron a la autonomía del
hombre. Asimismo, el absolutismo racional y teológico, lo sometieron con ideas
dogmáticas. Sin embargo, ante el caos moderno, el ejemplo de Jesús invita a
descubrir un nuevo sentido de vida enfocado en el reconocimiento y la
preocupación hacia el otro, teniendo como base el amor de Dios. La modernidad es
un fenómeno amoral que debe combatirse con una revolución ética orientada a los
hombres y a las nuevas fuerzas modernas hacia el bienestar común de la humanidad.
Palabras claves: Nietzsche, modernidad, moral, hombre, autonomía, ciencia,
deshumanización
ABSTRACT
The purpose of this work is to achieve an interpretation of Nietzsche's critique in
his work Antichrist. The modern era brought great innovations that failed and
affected the emancipating purpose of man. Science, economics and politics lost
their way and preceded the autonomy of man. Likewise, rational and theological
absolutism submitted him with dogmatic ideas. However, in the face of modern
chaos, the example of Jesus invites to discover a new sense of life focused on the
recognition and concern for the other, based on the love of God. Modernity is a
moral phenomenon that must be fought with an ethical revolution that orients men
and new modern forces towards the common welfare of humanity.
Keywords: Nietzsche, modernity, moral, man, autonomy, science, dehumanization
I. INTRODUCCIÓN
La modernidad, identificada como una época de grandes avances
significativos en la humanidad tales como la democracia, la ciencia, la tecnología y
la economía. Teniendo como meta al hombre como fin de sus planes.
Paradójicamente tuvo el encubrimiento despiadado de los fracasos de la misma
modernidad, camuflados bajo un ambiente de progreso y prosperidad falaz. El
hombre emancipado de la Ilustración y queda a merced de las nuevas ideas que
buscan nuevamente someterlo y domesticarlo de acuerdo a los intereses de
ilustrados. El enfoque humanista que planteaba la modernidad fue rechazado por
sus mismas propuestas. Por desdicha, fueron capaces de implantarse en la
mentalidad de cada individuo, reduciéndolo a un determinismo y parámetros
morales que limitan la libertad natural de vivir. El virus del modernismo, una vez
expandido proporcionó las bases del desligamiento del hombre con la historia, con
el mundo, con la sociedad y consigo mismo. Estos factores despertaron el interés y
el cuestionamiento de diversos pensadores. Asimismo, Nietzsche encabeza la
rebelión contra la modernidad con sus imponentes críticas. Queda claro que la
modernidad es un ‘proyecto inacabado’ (Habermas) que se verá reflejado en años
posteriores con la Posmodernidad.
El objetivo de este trabajo es lograr una interpretación de la crítica de
Nietzsche en su obra el Anticristo. Así mismo, suscitar el interés, reflexión y crítica,
ya que en nuestros días se vuelve necesario adoptar una postura crítica al mundo.
Para efectos de una mayor compresión, se desarrollará en 3 partes: I.
Introducción: se describirá la problemática dentro de la obra; así mismo, el objetivo
y el aporte del presente trabajo. II. Marco teórico: se presentarán los siguientes
temas: la modernidad: ¿fracaso o progreso?, religión: ¿salvación o perdición?, el
deber por el deber: la nueva moral moderna, y el camino incierto del hombre
moderno. III. Conclusiones: se desarrollarán las interpretaciones finales del trabajo
académico y una propuesta ante la problemática.
Considero este análisis, como un aporte a la reflexión filosófica. Sin
embargo, no está demás al lector alcanzarnos sus críticas y sus juicios que ayudarán
a aclarar la complejidad de la obra.
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II. MARCO TEÓRICO
1. Modernidad: ¿Fracaso o progreso?
1.1.La enfermedad del modernismo
El inicio de la época moderna, época de promesas y de la reafirmación del
hombre como constructor de la historia, el cual buscaba incesantemente la manera
de tener una vida más pacífica. Como consecuencia, surgían innovaciones con el
propósito de servir al hombre. Sin embargo, estas fueron claramente superiores al
hombre, el cual sentía un control sobre sí mismo y sobre todas las condiciones. El
surgimiento de la razón como absoluto, que permitía tomar decisiones más
acertadas, las nuevas ciencias, que explican aquello que desconoce el hombre, la
tecnología que facilitaba el desenvolvimiento en la vida práctica, la economía que
posibilita materialmente vivir una vida digna y los proclamados derechos humanos
que protegían la dignidad del hombre contra todo aquello que intente atentar contra
esta; son vistos como grandes avances para el desarrollo de la sociedad, pero
dejaron de lado su fundamentación: el hombre. Asimismo, estos inventos se fueron
independizando cada vez más de él y comenzaron a fundamentarse sobre ellas
mismas, sobre sus propios intereses, dejando de lado toda finalidad propuesta en su
origen. Se convirtieron en enemigas del hombre sin que él lo sepa. La innovación
en la época moderna y el ambiente de prosperidad solo fueron promesas que
posteriormente demostrarían una incapacidad de dominio de las nuevas fuerzas: el
excesivo razonamiento provocaba un pensamiento utilitarista, la mala utilización
de la ciencia se enfocaba en intereses económicos, la pluralización de los derechos
provocaba la relativización de los actos, el materialismo económico se convirtió en
una competencia por conseguir la mayor cantidad de bienes, y la imposición de la
tecnología, concluiría en un reduccionismo del hombre a ser dependiente de las
máquinas. En consecuencia, se encuentra a merced de las nuevas fuerzas que el
mismo inventó. El modernismo era la superación de las antiguas fuerzas que
oprimían al hombre como la teología, la fe, Dios; en cambio, todo parece indicar
que existen nuevas fuerzas que cumplen el mismo propósito. Y es peor aun cuando
se reflexiona y uno se cuestiona: ¿Cuál de estas fuerzas hace más daño?
Ciertamente, las fuerzas modernas. De igual modo, nuestro autor considera que
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seguimos siendo influenciados por fuerzas que creímos superadas, pero que hoy en
día se les denomina con otro nombre y mantienen la misma modalidad de dominio.
Es entonces esta superación, un engaño descarado que atentó en gran medida contra
la libertad y la autonomía, y condicionó el estilo de vida bajo ciertas condiciones,
aparentemente progresistas, que permitían o prohibían desenvolverse de tal manera
en la sociedad. El engaño moderno más grande: El hombre es dueño de su vida.
Esto quiso decir Nietzsche al afirmar que ‘‘sufrimos la enfermedad del modernismo
de esa paz insana, de esa cobarde transacción, de toda esa virtuosa porquería del
moderno sí y no’’ (Nietzsche, 2012, p.19). Sin duda, hay una contradicción evidente
entre la idea de progreso y los resultados finales. Por ejemplo las guerras reflejan
con mayor exactitud el fracaso moderno: La guerra surge por una falta de raciocinio
al no considerar la existencia de otra alternativa que solo la violencia y además, en
ocasiones sugiere que es por el bienestar y progreso de una nación, a su vez, esta
puede surgir por intereses económicos de por medio, asimismo en la guerra se
emplean tecnología armamentística y esta al mismo tiempo, puede ser
potencializada por los avances mal enfocados de la ciencia, y por último, en el
ambiente bélico, los derechos humanos cuya función es salvaguardar la dignidad
del hombre, son vulnerados. Todo en la modernidad ha fracasado y tiende a seguir
empeorando. No existe un verdadero progreso: el absolutismo de la razón como
verdad, el desarrollo tecno-científico inmerso en la actividad humana, las
condiciones económicas discriminan a los hombres, los derechos humanos son mal
entendidos y aplicados; todas prometían con certeza que la humanidad caminaba
por el buen sendero cuando en realidad esta había perdido la dirección. De igual
forma, nuestro autor considera que todo el surgimiento moderno tenía como
propósito cooperar con el hombre para potenciar su libertad y lograr un enorme
desarrollo en la sociedad; sin embargo el carácter emancipador de las propuestas
fue invertido y los resultados desentendían al hombre de la vida y de su naturaleza,
oprimiéndolo de tal modo que perdiera todo interés en vivir. Todo ello quiso decir
Nietzsche al sostener que ‘‘el progreso es una idea moderna, lo cual equivale a decir
que es una idea falsa’’ (Nietzsche, 2012, p.21). La vida se ha tornado cruel,
entonces, el único propósito del hombre moderno es sobrevivir ante la dominación.
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El mayor daño de la modernidad surgió con la incapacidad del hombre de controlar
tanto poder.
1.2.La moral del débil
El hombre perdió la confianza en todo aquello que se hace llamar progreso
y dejó de un lado la esperanza de vivir un futuro mejor. Este reconoce que vive una
época trágica pero lucha constantemente por no tomarla como tal. La modernidad
ha dejado hombres indefensos, vulnerables. El hombre quedó desestimado, cayó en
un pragmatismo que radica en la permisividad, el conformismo y el pesimismo
excesivo. Ya no le satisface la modernidad. Ha quedado varado nuevamente, por
ende, debe buscar refugio en ideas abstractas que fundamenten un propósito por el
cual vivir. Así pues, algunos hombres viven para empeorar el mundo propagando
la vulgaridad y la barbarie, otros, viven fuertemente influenciados bajo la premisa
del progreso moderno y tienen un ideal que aparentemente es para el beneficio de
la humanidad, otros, viven ajenos a la realidad y ven en la religión un refugio ante
toda la sociedad podrida que se les presenta, y por último, existen otros, que solo
siguen mecánicamente las ideas de los tres anteriores. Son estos hombres dañinos
para una sociedad resignada al fracaso. Y son sus ideas, dañinas para el verdadero
progreso. Por ejemplo, la mediocridad, la vulgaridad, de a pocos se infesta en la
cultura y la redefine, los ideales son tan prometedores como los inicios de la
modernidad y de igual forma tienen una tendencia a fracasar en sus objetivos, la
religión renuncia a la realidad y crea falsas esperanzas sobre una vida distinta a la
material, y los seguidores cumplen el rol de difundir todas estas ideas para darles
mayor relevancia en la sociedad. Estos últimos, son los más peligrosos, porque
carecen de identidad, voluntad, libertad, opinión; son presos de creencias que no
son suyas, son seguidores de ideologías antihumanistas, sus actos son decididos por
los demás nunca por intención propia, aceptan la mediocridad como estilo de vida
y sumergen a los hombres vulnerables de la modernidad en este vicio. Asimismo,
son los representantes de la mediocridad, son la piedra que obstaculiza el camino
hacia una sociedad consiente y dispuesta a trascender, por ende hay que afrontarlos,
combatirlos y disminuir su influencia negativa en la mente colectiva. El rechazo
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hacia estos debe ser sin compasión, sin resentimientos; estos hombres infestan el
virus de la barbarie, de la mediocridad, del dogmatismo, de la ideología, de todas
esas ideas antihumanistas que empobrecen al hombre. Los derechos humanos han
colaborado para que permitamos estas atrocidades por parte de gente poco
capacitada y presa de creencias; los límites que tienen los derechos en la praxis son
evidenciados: se le permite a cualquier persona tener la libertad de pensar, opinar y
actuar como desee, muchos hombres aprovechan esto para difundir ideas no
beneficiosas o para dañar a otros, sin embargo, los derechos nos mandan a ser
tolerantes con ellos, porque estos hombres están utilizando su derecho a hacerlo y
hay que respetarlos, sin importar que sea bueno o malo. La pluralidad de los
derechos: otro fracaso moderno. La tolerancia mal enfocada es mera indiferencia.
La tolerancia no debe ser permitida, ya que es un refuerzo positivo para estos que
se sienten en la total libertad de influir engañosamente en los ciudadanos. Mientras
más se permita la propagación de estas ideas y de igual manera, mientras mayor sea
la cantidad de hombres afectados que las difunden, entonces, ya no quedará
verdaderos hombres en la sociedad. Por eso, nuestro autor considera que los débiles
son como ovejas de rebaño que siguen la corriente de las masas, creen
fervientemente en un ideal y no pueden pensar por ellos mismos, reconocen que
están siendo manipulados y sometidos, y aun así se mantienen en este estado, peor
aún arrastran a otros a pensar como ellos; por eso no hay que tenerles compasión ni
alentarlos con la tolerancia, hay que dejarlos fuera de todo plan de progreso, de
trascendencia social, porque como la misma evolución: solo el más fuerte
sobrevivirá y los débiles perecerán. Esto quiso decir Nietzsche al preguntarse si
‘‘¿Hay algo más perjudicial que cualquier vicio? sí; la compasión que experimenta
el hombre (…) hacia los débiles y los idiotas’’ (Nietzsche, 2012, p.20). Por el
contrario, la permanencia del débil en la sociedad es arriesgarse a decrecer como
unidad social. Una sociedad conformada por pseudo revolucionarios es proclive a
estructurarse bajo premisas antiprogresistas y antihumanistas. Lamentablemente, la
ficción ha superado a la realidad: la mediocridad se ha inmerso en la comunidad,
en la cultura y en la mente de los hombres. Los que lideran la sociedad están
contagiados de este virus, y las personas que los siguen se contagian de igual
manera. Ahora los hombres están divididos en aquellos que permanecen vacíos,
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relativistas, hedonistas, inmorales e interesados que se sumergen en la mediocridad
y la aceptan como estilo de vida, y por otro lado, en aquellos que reflexionan sobre
la misma, luchan constantemente por no sucumbir a las nuevas exigencias
barbáricas y buscan desesperadamente un lugar o una idea donde descanse la
tradición, los valores, la moral, la realización y el amor. Por eso muchos de estos se
refugian en el cristianismo. Claramente, la religión cristiana aporta sus enseñanzas
para satisfacer esa necesidad, sin embargo, las soluciones de esta no están enfocadas
precisamente a resolver las necesidades del hombre desde la realidad, sino que la
evitan y crean una especie de nueva realidad ajena a la material; peor aún invitan al
hombre a delegar su autonomía a una entidad superior. De esta forma, surge la idea
de un mundo más allá de la vida y el sometimiento a Dios para alcanzarlo. Esta es
la doctrina cristiana para aquellos hombres desorientados que buscan anteponerse
a la realidad: evitarla. Cuando las premisas teológicas llegan a monopolizar la vida
del hombre y su discernimiento, surge el problema de absolutizar la verdad y
rechazar cualquier pensamiento contrario a su postura; en consecuencia, este se
transforma en un débil que no aspira a buscar la verdad ni a trascender, sino solo
sumergirse en su doctrina y arrastrar a otros a creer, pensar, sentir y vivir de
determinada manera. La misericordia cristiana es la herramienta de difusión del
adoctrinamiento. Hoy se buscan hombres fuertes de voluntad, independientes,
autónomos y con amor hacia sí mismos, hacia los demás y hacia la Verdad.
Asimismo, nuestro autor considera que solo el débil puede ayudar al débil a ser aún
más débil y el mayor de todos es el cristiano que inculca su doctrina a los hombres
vulnerables y transforma su mentalidad en ignorancia y sumisión. La misericordia
cristiana es lo más tóxico para el hombre, porque le enseña a no vivir para uno
mismo, ya que siempre está ligado a una fuerza ajena a él que constantemente lo
juzga por cada pensamiento, sentimiento y acto que realice. Cuando el
adoctrinamiento esté tan inmerso en él, este divulgará a otras personas la doctrina
que aprendió y estas se contagiarán al igual que él y harán lo mismo, formando un
círculo sin fin de ignorancia y sometimiento. Esto quiso decir Nietzsche al afirmar
que ‘‘nada hay tan insano en nuestro insano modernismo, como la misericordia
cristiana’’ (Nietzsche, 2012, pp.25-26).
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2. Religión: ¿Salvación o perdición?
2.1. ¿Vivir creyendo o creer en vivir?: El cristianismo
Atrás quedaron los aires de esperanza y de progreso, ahora queda un
ambiente de confusión y de insatisfacción. La modernidad acabó saturando al
hombre. La incertidumbre sobre a dónde se dirige lo vuelve un neurótico. Por eso
se vio en la necesidad de buscar un mejor refugio para sobrellevar esta realidad en
la que vive, y lo encontró nuevamente en el cristianismo. Sin embargo, el hombre
deseaba una forma de sobrevivir en el mundo moderno, pero no contaba con que al
cristianismo no le importaba sobrellevar la realidad, sino que no la tomaba en
cuenta. No aportó en diferenciarse de las nuevas condiciones que rigen la sociedad,
en cambio, proporcionó el mismo método de dominación del cual el hombre
buscaba escapar. Asimismo, ninguna liberación debe tener su base en otra
dominación peor o igual a la anterior. El cristianismo estaba suprimiendo la realidad
y por ende, al hombre. Además, este odio a la realidad, viene acompañado por un
camuflado odio hacia los hombres. Asimismo, cuando se acepta este lado del
cristianismo, donde se deja toda autonomía y libertad en las manos de un ser Divino,
entonces ocurre una desnaturalización del hombre. El cristianismo doctrinario no
tiene un uso verdadero en la praxis, es inservible. Sin embargo, ciertamente, el
cristianismo también formó las bases de lo que hoy denominamos valores, la moral
y los derechos. Los valores son una necesidad al igual que los derechos. Los
derechos garantizan en la medida de lo posible, un ambiente seguro para convivir
entre hombres. Los valores componen los aspectos espirituales en el interior del
hombre que tiene su finalidad en su propia vida y en la vida común de la sociedad.
Son principios para encontrar la Verdad, embellecen la existencia y engrandecen
las relaciones entre humanos. Tener valores asegura vivir bien con uno mismo y
con los demás. Asimismo, un hombre virtuoso se apodera de estos valores y los
considera parte central de su vida y no satisfecho con esto, divulga y demuestra con
su ejemplo a sumarse al camino de la trascendencia, porque en estos tiempos donde
el hombre se ha estancado en un individualismo y mecanicismo, los valores aportan
un nuevo estilo de vida. Y quizás sea, el amor cristiano, el valor más grande y más
necesitado en estos tiempos modernos. Es el amor el que permite dar sentido puro
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a todo pensamiento, sentimiento y acto, precisamente aquello que se ha perdido con
el excesivo razonamiento. Precisamente, el amor ágape, un amor puro, es el que
permite entregar todo de sí para que el otro sienta y experimente ese amor. Es un
amor sin fronteras, un amor dedicado a la preocupación del otro, a su bienestar y a
su crecimiento como persona. Un amor que llena, tanto a la persona que lo practica
como a la que recibe todo de él. Sin embargo, este debe ser nutrido, ejercitado a
través de la praxis para lograr su adquisición permanente. Por eso, el amor es un
arte: aprendemos a amar de otros y nos esforzamos por perfeccionarlo. No es una
norma amar a todo y todos, pero sí es una obligación moral querer siempre el
bienestar de todos. En cambio, una vida sin valores renuncia a una vida satisfactoria,
a forjar vínculos con las personas, a crecer espiritualmente, es decir, a dejar de ser
humanos. El bien común queda a un lado y se convierte en interés individual de
bienestar. Por otro lado, Nietzsche señala que los valores y los parámetros morales
que proponía el cristianismo no estaban acorde a la naturaleza del hombre, ya que
este es un ser libre; además contradecían su fuerza instintiva. Los valores actúan
como analgésicos para adormecer las fuerzas internas de los hombres. Los valores
son inventos cristianos que adoptó descaradamente la modernidad. Ningún hombre
debe aspirar a tener valores, estos son los primeros pasos hacia la desnaturalización.
Nada natural puede provenir de algo que me obliga a ser lo que mi naturaleza no
quiere que sea. Estos valores y normas, hechas por hombres, son tan vulgares,
porque no aceptan que la única realidad confiable y la única manera digna de vivir
que existe para el hombre es la de los instintos, de origen natural. Estos son ficticios,
hechos por hombre débiles. Aceptar estos requisitos morales para vivir una vida de
fraude y de sumisión, resulta en un renunciamiento a gozar con autonomía, es decir,
el reduccionismo del hombre a ser un medio. Esto quiso decir el autor al afirmar
que ‘‘todos los valores que sirven en el día a los hombres para resumir sus más
elevados deseos, son valores de decadencia’’ (Nietzsche, 2012, p.23). Sin duda,
sabemos que la cohesión social no se va a formar por individualidades dispersas en
la sociedad, sino por la unión entre personas con un vínculo en común, y no existe
mayor vínculo que el amor. Sin embargo, el desentendimiento de los valores
conlleva a una sociedad inmoral, caótica, sin límites, que produce graves daños en
todos sus miembros, y en el desarrollo de esta. En cambio, Los valores divulgados
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ampliamente por la religión cristiana fueron introduciéndose paulatinamente en el
plano político. Es por esta razón, que como medida de prevención, los derechos
humanos contribuyen temporalmente con mantener el orden social. La inclusión de
los derechos humanos garantiza que el hombre tenga límites establecidos en su
comportamiento ya que este es un ser complejo y capaz de cometer actos atroces.
La norma controla al hombre. Ahora existen normas que no dependen del sentido
moral de los ciudadanos, sino más bien obedecen a un carácter político. El ser moral
se ha vuelto una obligación normativa. La existencia de los derechos volvió
innecesarios a los valores. Los valores dejaron de ser la fuente de vinculación entre
hombres. Asimismo, los derechos establecen una relación artificial entre miembros
de la sociedad. Los actos morales no se fundamentan en el reconocimiento del
hombre como fin, ni en el bien común, todo lo contrario, se fundamentan en la
obligación de cumplirlas. Este pensamiento deja de lado toda posibilidad de
desarrollar una sociedad rica en valores y en relaciones humanas, y en cambio,
formar una sociedad mecanicanizada conformada por individuos ajenos a los otros
y con intereses egocentristas. Cumplir por interés. El cumplimiento debe ser
precedido por una actitud ética-política que tenga una tendencia a realizar lo bueno
reconociendo el valor de uno mismo y de cada hombre en la sociedad para de ese
modo lograr juntos como especie la anhelada felicidad colectiva. Por el contrario,
nuestro autor considera que los valores impuestos por el cristianismo eran de libre
elección y que eran aceptados solo por los débiles; en cambio, en la modernidad
son normas reconocidas en el ámbito político, son obligatorias, dejando de lado
cualquier capacidad de elección. La moral se volvía aún más pragmática. El ser
debía ser moral a la fuerza. Las nuevas normas morales convierten a todos los
miembros de la sociedad en débiles, porque estas son reconocidas y cumplidas por
todos. El hombre autónomo se extingue junto con su oportunidad de trascender. La
idea del superhombre queda descartada inmediatamente. Los nuevos líderes en la
política están inmersos en esta debilidad; no buscan el progreso de la humanidad ni
el bienestar de sus miembros. Los ideales se han perdido, gracias a esta falta de
desinterés. El nuevo hombre moderno es aquel que no se reconoce a sí mismo ni a
los demás. Él es un medio para las normas y el otro es un simple objetivo. Todo
ello quiso decir Nietzsche al afirmar que ‘‘nadie tiene ya hoy (…) un sentimiento
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de respeto para consigo mismo y para con sus iguales (…) ¡Nuestra política está
enferma de esta falta de valor!’’ (Nietzsche, 2014, p.121).
2.2.¿Cuál es el Dios de la modernidad?
La crisis del cristianismo se va haciendo cada vez más presente en la modernidad.
Los valores quedaron fuera de la vida del hombre, por ende también la religión fue
enterrada. La religión postulaba la influencia de un ser Divino llamado Dios, sin
embargo, el hombre reconoce que la existencia de este es provocada por una
contingencia ontológica. Los hombres por naturaleza son complejos, por lo tanto la
vida humana es igual de compleja. La carencia de Dios en todos los problemas que
surgen y que conforman la vida del hombre, lo vuelve un despropósito. El Dios
todopoderoso no puede solucionar las dificultades de los humanos. Y si lo hace,
solo beneficia a algunos. Hablamos de un Dios que no lo puede todo. Un Dios con
esas cualidades no es Dios. Hablamos de un Dios que es bueno y malo en ocasiones.
Es un Dios condicional. Ha perdido hegemonía. Dios forma parte del pasado. La
autonomía no deposita su esencia en un valor superior, nada sano puede surgir del
sometimiento de esta. No aceptemos la existencia de un Dios condicional, pero
apoderémonos de los valores que Él y su religión profesan. Esta es la postura más
adecuada. Pero, si la fe y los valores no forman parte del hombre, ¿dónde debía
depositar su fe entonces? Es ahí donde la ciencia se involucra directamente para
realizar un cambio irreversible. La ciencia moderna es más práctica. Esta explica
con pruebas las inquietudes del hombre. Los problemas no encuentran solución por
gracia Divina, sino por un continuo hacer del hombre autónomo con la intervención
de la ciencia en el transcurso de la vida. Esta le da poder al hombre para ser Dios,
no necesita inventarse uno. La ciencia tiene para el hombre el mismo carácter divino
que Dios, pero esta es más confiable. El reemplazo de Dios es inevitable. No se
necesitan más respuestas que las proporcionadas por la ciencia. La razón es la nueva
fe y el nuevo Dios de la modernidad es la ciencia. Asimismo, nuestro autor
considera de igual manera que la ciencia desplazó la necesidad de un Dios y ella,
por la mano del hombre se convirtió en un absoluto: en un Dios. Precisa que, el
hombre no necesita refugiarse en ideas teológicas para explicar la realidad y
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fundamentarse a sí mismo en una fuerza superior. El hombre por la ciencia ha
alcanzado liberarse y ha logrado su autonomía. El hombre debe depositar su fe en
la ciencia, porque esta le permite entender la realidad de manera confiable, por el
contrario los misterios, promesas y contradicciones del cristianismo no brindan
satisfacción, sino sólo aturden al hombre moderno. La ciencia vuelve inservible a
Dios, porque cumple con las exigencias materiales de la realidad humana. Dios está
superado, la ciencia es el nuevo Dios, esta pone los límites, revaloriza al hombre,
desmiente a la vez que explica. La ciencia proporciona las herramientas para
entender la naturaleza y moldearla de acuerdo a la necesidad de cada uno, la idea
abstracta de Dios queda obsoleta. Por eso, no es un error afirmar que, la ciencia es
enemiga férrea de Dios. Hemos descubierto una nueva fe, donde Dios ya no es un
motivador en la vida, el hombre delega su autonomía a la ciencia, esta es la que
controla y pone las condiciones en la vida humana. El absoluto del hombre
moderno, la ciencia, ya no cumple su propósito de llevar al hombre a la libertad
prometida, ha sido secuestrada por el individualismo de estos tiempos. La ciencia
se ha vuelto un instrumento de poder. La ciencia no es el dios del hombre moderno,
sino su verdugo y su perdición. Esto quiso decir Nietzsche al afirmar que ‘‘La
ciencia [nos] hace iguales a Dios’’ (2014, p.138). Claramente, la ciencia es un gran
apoyo para el hombre, sin embargo, nuestra preocupación debe radicar en cómo
hacemos para proyectar estos valores cristianos a la ciencia, ya que la ejecución de
esta sin principios éticos, corrompe todo progreso. La ciencia debe estar sujeta a la
ética para que se reconozcan los límites y la finalidad de esta. La problemática surge
por una desviación de la ciencia por la influencia de las nuevas condiciones
modernas. Una ciencia guiada por intereses, condena la vida humana. Los intereses
de esta van guiados por el dinamismo económico. La ciencia sabe que la búsqueda
de la Verdad no va acompañada de ganancias monetarias. Esta reconoce que el
único modo de ganar es sumarse al mercado. Y esto implica utilizar los métodos
económicos. Otro aspecto del mal enfoque de la ciencia es el desarrollo
armamentístico que es tan perjudicial para la existencia de la humanidad, ya que a
medida que avanzan con sus innovaciones, más peligros tenemos toda la raza
humana de sucumbir a la autodestrucción y a la aparente futura extinción. La
experimentación nuclear y actualmente, la experimentación biológica, juega un
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papel decisivo en este proceso autodestructivo. Las naciones están en un conflicto
silencioso donde cada una tiene reservado un armamento de proporciones
inmensamente destructivas, que al mínimo problema con otra nación no dudará en
utilizar esta arma. Esta incertidumbre, es la angustia por parte de los hombres por
estar pendientes constantemente de las buenas o malas decisiones que sus líderes u
otros líderes ajenos a él, puedan tomar perjudicialmente para estos. El hombre vive
angustiado de que en cualquier momento pueda desaparecer. Podríamos decir que
tanto el mundo como el hombre existen y a la vez, no existen. La mala ciencia es
ahora la buena ciencia y esta es tan amiga como enemiga del hombre. Esta se ha
vuelto pragmática. Sin duda alguna, la ciencia debe ser regulada y puesta al servicio
del hombre hacia su bienestar. Además, no olvidemos que la ciencia esta manejada
por hombres, los cuales deben tener la capacidad y la preparación ética para buscar
un desarrollo pleno a la humanidad. La ética debe guiar a la ciencia hacia el buen
fin y esta última debe ayudar a darles un sentido práctico. Por ende, ética y ciencia
siempre deben ir de la mano.
2.3. Un ejemplo de hombre: Jesús de Nazaret
Dentro de todo el caos de la modernidad, la constante pérdida de
autenticidad y la inevitable extinción de la figura del hombre, un ejemplar surge de
entre las sombras para dar un mensaje revolucionario que involucra a todos los seres
humanos y los invita a interesarse por un verdadero cambio. La figura de Jesucristo
es ampliamente reconocida en todo el mundo como un ejemplo a seguir, su propia
vida fue y será, un testimonio sobre cómo y para qué hay que vivir la vida, un
hombre que demostró excepcionalmente la relación entre teoría y práctica, bien y
praxis, que dedicó su vida a la vida de los otros tanto física como espiritualmente.
Además, la necesidad de un buen ejemplo es tan necesario en la modernidad que
poco a poco se va haciendo de hombres cada vez más individualistas, hedonistas,
relativistas e interesados. El seguimiento de un buen ejemplo, de un hombre con
convicciones, de un hombre virtuoso, puede influir grandemente en nuestro pensar,
sentir y actuar. Asimismo, Jesús con su ejemplo demuestra a creyentes y no
creyentes la manera de sobreponerse a la vida con autonomía y discernimientos,
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además de siempre vivir y luchar por la igualdad y la propagación de los valores en
la sociedad; él es el punto de referencia para cualquier hombre que desee trascender.
En cambio, nuestro autor lo define como un hombre independiente, rebelde, que no
se dejaba llevar por la multitud, que rechazaba todas las estructuras establecidas en
su época y que se anteponía a la sociedad; un modelo de superhombre que
representaba verdaderamente a un cristiano y el estilo de vida que cada hombre
debía adoptar. Esto quiso decir Nietzsche al afirmar que ‘‘solo la práctica cristiana,
una vida tal como la vivió el que murió en la cruz, es lo cristiano’’ (2014, p.107).
Sin embargo, existe el pensamiento que ningún cambio puede venir a través del
ejemplo de otro hombre, es imposible ya que este es un ser egoísta por naturaleza,
toda acción que haga deber ser juzgada por todos los ángulos posibles y además,
las nuevas propuestas del modernismo establecen que solo un cambio puede ser de
carácter positivo por medio de la ciencia y la tecnología, dejando de lado al hombre
como ente influenciador provocando un ambiente materialista donde este no
encuentra auxilio para sus necesidades espirituales; debido a esto hace falta una
revisión del Nuevo Testamento donde ahí encontraremos las respuestas para
enfrentar y sobrevivir a todo este modernismo antiprogresista y antihumanista. Por
otro lado, es un gran error pensar que solo puede seguir a Jesús el que es cristiano,
lo increíble de su mensaje o mejor conocido como el Evangelio, es el
reconocimiento de que todos somos iguales a la mirada de Dios y que Él nos entregó
a su hijo para enseñarnos a vivir adecuadamente, en armonía, unidos con amor al
otro; no se basa en una creencia, sino en un reconocimiento de querer cambiar y
actuar, esos serían los principales pasos. El Evangelio nos enseña a elegir el buen
camino, a tomar al amor como base en nuestra vida práctica, a amarse a uno mismo,
amar al otro sin esperar nada a cambio; es un mensaje que pone al amor como un
valor superior que involucra todos los aspectos de la vida humana. Este mensaje
llena de sentido toda nuestra existencia, nos dio un propósito tan puro: amar y ser
amados. Por el contrario, una sociedad moderna donde los valores desaparecen con
cada nuevo invento, dificulta considerablemente mantenerse en ese camino, ahora
se debe pensar dos o más veces si uno ama o si desea hacer algún bien a algo o a
alguien, ya que la desconfianza y la excesiva racionalidad se apodera de nuestra
mente; el amor y el bien pasan por el método científico, por un análisis riguroso que
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evalúa las utilidades o beneficios que podemos recibir de ello. El amor es una
variable más a considerar. Del mismo modo, existe una economía relacionada a
amar el dinero, a lo material, a los bienes, consecuencia de la terrible competitividad
impuesta donde aquel que no posea más bienes que el otro es marginado por la
sociedad y por él mismo. También, el amor no se ha hecho presente con los
derechos humanos, estos son producto de un análisis interesado para preservar una
paz falaz e insana, un contrato. Los derechos son necesarios para protegernos de
hombres atroces, pero cuando estos son reconocidos como normas o son
vulnerados, se pierde todo respeto y amor hacia el otro. ¿Cómo podrá el hombre
sobrevivir a la modernidad? La fuerte voluntad al seguimiento de Jesús nos hará
trascender. Actuar siguiendo a Jesús de tal forma que tu vida sea un testimonio de
vida. El Evangelio no murió con la muerte de Cristo, no murió en la cruz; el
verdadero mensaje que Jesús transmite a todos los hombres es un modelo ideal para
vivir: ser fiel a uno mismo, rechazar cualquier absolutismo y procurar el bienestar
de los demás; todas estas teniendo como base el amor: a uno mismo, a la Verdad y
al otro Asimismo, este mensaje, sigue vigente directa o indirectamente en todos los
hombres que buscan un mundo mejor y consideran que ellos mismos pueden
contribuir a cambiarlo. Contrario a esta idea Nietzsche considera la crucifixión de
Jesucristo como la reafirmación más grande de todo su mensaje. Su muerte
representó la victoria de un hombre, decidido a vivir y a luchar por lo que en su
interior consideraba correcto, sobre el mundo, sobre toda la maldad, sobre el
resentimiento y sobre todas las fuerzas vitales que debilitan la voluntad intensa de
vivir. La manera de imponerse a la sociedad moderna es declarándole la guerra,
adoptar una filosofía del martillo y derrumbar todo aquello que se considere
absoluto y entorpezca la naturaleza del hombre. Asimismo, no involucrarse
completamente en las condiciones modernas que rigen, es más, vivir
contracorriente; ser solo el hombre independiente y autónomo contra el mundo. Ya
que el mayor daño hacia la modernidad es rechazándola, porque la modernidad
pierde cuando no consigue que el hombre se sumerja en ella. Todo esto quiso decir
nuestro autor al afirmar que ‘‘no ha habido más que un cristiano, y este murió en la
cruz (…) El Evangelio murió en la cruz’’ (Nietzsche, 2014, pp.106-107).
15
2.4.¿Quién o quienes definen la Verdad?
Los avances en la modernidad provocaron desequilibrios en la identidad del
hombre en la sociedad. La inquietud formaba parte de la vida de este. El hombre
moderno no se sentía partícipe ni de su propia vida, ni de las decisiones de la
comunidad, en cambio, se consideraba un peón en los planes de las nuevas
condiciones. Aquellos hombres angustiados por el nuevo estilo de vida buscaban
desesperadamente maneras de sobrellevar este fenómeno, ya que las nuevas
condiciones no permitían un desarrollo espiritual de este y lo impulsaban a ser un
engranaje más en la enorme maquinaria moderna conformada por la triada:
economía, ciencia y política. El hombre no podía ser maquina las 24 horas del día,
un descanso de la modernidad era necesario. El único espacio donde el hombre
podía ser libre lo encontró en la religión, sin embargo entró a un terreno donde
obtuvo los mismos resultados mecánicos. La realidad moderna le era agotadora,
esta nueva realidad cristiana que se le presentaba, le brindaba felicidad y paz,
conceptos opuestos a la modernidad. El hombre quedó nuevamente a merced de
otras fuerzas. Entonces, no es un error afirmar que este hombre de la modernidad
queda vulnerable ante cualquier idea que le facilite la existencia. Y al observar que
la ciencia le proporcionaba una facilidad material temporal, entonces recurre
nuevamente al cristianismo el cual le promete una purificación espiritual. Estas
ideas prometedoras le fueron presentadas por mano del sacerdote a través de la
Iglesia. Esta nueva especie de hombre espiritual, llamó la atención del individuo
moderno ante todo el caos que le rodeaba. Los líderes espirituales causan en el
hombre un impacto tal como lo hicieron los avances de la ciencia y tecnología en
su momento. Sin embargo, no todo lo que parece oro tiene necesariamente que
serlo. El representante del cristianismo no representa a esta religión, un hombre que
malinterpreta el mensaje de Jesús y lo manipula a su conveniencia es igual de
detestable que los efectos negativos de las condiciones modernas. Este cristiano al
llevar el nombre de sacerdote lo involucra en un acto constante de corrupción
espiritual. Él tiene la función de pastor y adiestra a los hombres-ovejas a que sigan
unilateralmente su dogma. Sin embargo, este individuo que supuestamente su rol
es reforzar el vínculo entre Dios y hombre, hace lo contrario. El sacerdote debía
buscar una solución a la pobreza espiritual del hombre moderno, no someterlo de
16
la misma manera en que las nuevas condiciones modernas lo hicieron. Él debía dar
un respiro ante tanto individualismo, no debía ayudar a la deshumanización del
hombre, sino más bien debía ayudarlo a trascender. La confianza depositada por el
hombre en las palabras del sacerdote le dio derecho a manipularlo a su gusto para
sus propios fines. Si el absolutismo de la razón era peligroso en la modernidad,
también lo era el absolutismo teológico manifestado por el sacerdote. Este le
impuso al débil individuo en busca de ayuda, su doctrina, le dijo que la Verdad era
única y que los demás saberes eran ficción. Entonces, el mensaje de Jesús era
tergiversado: el amor se reemplaza por odio hacia la Verdad, el reino de Dios era
un lugar ficticio en el más allá, la fe debía ser ciega y el hombre sumiso. La
naturaleza del cristianismo se había vuelto corrupta, pragmática. Sin embargo, el
tremendo poder que tenía en la vida de los hombres, se iba reduciendo con los
avances modernos, por eso necesitaba de métodos para conseguir más adeptos a su
doctrina y no terminara relegada o extinta. El sacerdote vive con una angustia
constante de que otra nueva corriente sustituya nuevamente la fe cristiana y como
consecuencia pierda poder sobre las masas y el propósito en su vida. Por otro lado,
nuestro autor concuerda en ciertos puntos con el pensamiento expuesto, y considera
que la crisis del cristianismo en la modernidad surge con el desarrollo científico y
con los grandes descubrimientos que desenmascararon el ilusionismo de la fe y la
religión; el sacerdote no es ajeno a esto, ya que reconoce que existen nuevas fuerzas
que guían la vida del hombre. Este reconoce que las condiciones de vida ya no están
regidas por ideas espirituales, valores, moral; la ciencia se ha involucrado en el
modo de vivir del hombre y le ha dado una nueva cosa en que depositar su fe: el
desarrollo científico. Las ideas cristianas son incapaces de brindarle al hombre la
tranquilidad que exige, es decir, quedaron obsoletas; ahora las necesidades
espirituales son satisfechas por los resultados positivos de la ciencia. Entonces, para
mantener la influencia de la doctrina cristiana, el sacerdote empleó una fórmula de
decadencia donde los conceptos de verdad y falsedad fueron invertidos; como
consecuencia, ahora lo verdadero es aquello que contradice la propia naturaleza del
hombre y lo falso, todo lo que permite el goce e intensifica la vida. El sacerdote
busca monopolizar y manipular la sabiduría del mundo. Es incapaz de establecer lo
verdadero y lo falso, desde que se considera cristiano está obligado a aceptar y a
17
manifestar una verdad absoluta dejando de lado cualquier duda o reflexión sobre la
realidad que se le presenta. Todo esto quiso decir nuestro autor al sostener que ‘‘el
sacerdote ha reinado hasta ahora y ha determinado el concepto de lo falso y de lo
verdadero’’ (Nietzsche, 2012, p.32). Asimismo, el sacerdote utiliza la iglesia como
centro de reclutamiento y aprovecha este espacio para propagar ideas anticristianas
que difieren del propósito evangelizador del verdadero cristianismo. Estas ideas
tienen un carácter tanto de ficción como de maldad, ya que no dudo que la verdad
sobre el mensaje de Jesús no haya sido entendido, sino, intencionalmente
manipulado producto de mentes consumidas por el ego y el poder. La Iglesia se ha
convertido en un refugio donde el hombre moderno queda ensimismado y sin
capacidad de razonar. Así pues, la idea de pecado busca suscitar en los hombres
sentimientos de culpabilidad. La idea de un Reino de Dios que nos espera después
de la muerte, es una técnica de huida de la realidad. Vivimos en una realidad
material, los problemas que experimentamos son terrenales y asimismo, solo se
pueden resolver mediante la acción directa del hombre. El engaño de una vida en el
más allá da falsas esperanzas y no permite involucrarse directamente con la
realidad. Este Reino de Dios que Jesús propagó, no refiere a un plano después de la
muerte, sino, a un estado interno que no utiliza medios para alcanzarlo, todo lo
contrario, se adquiere mediante la reflexión sobre cómo hay que vivir correctamente
para poder sentirse divinizado. Estos conceptos tergiversados quedaron obsoletos
con la proclamación de la Buena Nueva de Cristo que reconoció la igualdad de
todos los hombres en el mundo a ser hijos de Dios y el motivo principal por el cual
se fundó la Iglesia fue formar hombres espiritualmente sanos que estén vinculados
con Dios y sigan el ejemplo de amor de Cristo con los otros. En cambio, al sacerdote
no le era provechoso este principio, así que, lo ‘modernizó’, y estableció el nuevo
objetivo de la Iglesia: engañar a la mayor cantidad de sus subordinados y
satisfacerse con ello. La modernidad y la Iglesia son dos caras de la misma
monedad. Ambos están en constante competitividad y quieren monopolizar la vida
del hombre. Por otro lado, el pensamiento del autor se asemeja al expuesto, ya que
considera que la Iglesia difundió ideas malinterpretadas maliciosamente del
verdadero mensaje que Jesús dio a conocer, en consecuencia surgen ideas como: el
pecado, la penitencia, la reconciliación con Dios y la vida en el más allá, las cuales
18
sirvieron como método de manipulación para las masas débiles. La doctrina
eclesiástica es la antítesis del buen mensaje que solo sirve a los intereses de esta y
no a las necesidades espirituales del hombre moderno. Así pues, también otra idea
errónea que difunde la Iglesia es la llegada del Reino de Dios, vista como el fin
último de la vida terrenal del hombre para trascender a una nueva en otro plano;
esta desnaturaliza el propósito de vivir: ahora es considerado un medio para tener
una recompensa en el más allá y no un fin que se fundamenta en la satisfacción pura
de experimentarla. La inmortalidad del hombre es un engaño que destruye toda
voluntad de vivir, aliena el sentido de la vida y reduce la vida material a un
despropósito. Todo ello quiso decir Nietzsche al afirmar que ‘‘solo en provecho
propio; se ha fundado la Iglesia sobre lo contrario del Evangelio (…) justo aquello
que el buen mensajero sentía por debajo de sí, por detrás de sí’’ (2014, pp.100-101).
2.5. El esclavo de la moral es llamado cristiano
A través de la propagación de las ideas cristianas por parte de los sacerdotes
en la iglesia, se forman hombres basados en la fe a Dios y en la doctrina cristiana,
los cristianos. Estos transforman su pensamiento y su sentir a través de los
parámetros eclesiásticos. Pero lo absoluto gobierna su autonomía. El cristiano que
toma la doctrina cristiana como una fe ciega, no es cristiano del todo, se asimila a
un esclavo, en cambio, aquel cristiano que ve más allá de los mandatos y posee una
fe racional y que acepta la influencia de Dios y los mandamientos como medios
para lograr el fin último del hombre, es la representación de un verdadero cristiano.
Contrario a aquellos que caen en el fideísmo. Esta especie de cristiano es dañina
para la sociedad. Este no acepta que la humanidad está en un proceso constante en
la búsqueda de la Verdad. Él es un hombre que rechaza cualquier propuesta de
cambio. En cambio, un verdadero cristiano, reconoce el don que Dios le otorgó y
busca día a día implementarlo en su estilo de vida, este cristiano no busca cambiar
al mundo mediante doctrinas autoritarias, sino mediante el don más grande: el amor.
Un hombre que no busca rechazar o cambiar a ninguno que piense distinto de él,
sino más bien se preocupa por que el prójimo viva adecuadamente. Un hombre que
aporta espiritualidad a sus iguales y no odio o rechazo. Aquel cristiano puede
19
cambiar al mundo desde adentro de manera pacífica. El verdadero cristiano no se
encasilla en la idea del mas allá, porque reconoce que el reino de dios se encuentra
en la tierra, dentro de él y de su prójimo, y que cada uno lo puede adquirir si decide
cambiar por cuenta propia. Un hombre que su finalidad no es que crean en su Dios,
sino más bien que juntos podamos ser lo que Dios quiere que seamos: hermanos.
Este reconoce que el amor es el instrumento que Dios le dio para influir en los
corazones de las demás personas. Un hombre que reconoce los valores, no como
leyes, sino como medios para acercarnos los unos a los otros y por ende, a Dios. Un
hombre que no solo busca su crecimiento espiritual, sino que todos los hombres lo
experimenten. Porque su meta es crear una comunidad pacifica donde el amor es la
base que lo sostiene. Este cristiano reconoce que nadie puede crecer espiritualmente
si no es en compañía de otro hombre teniendo a Dios como vínculo. Porque no se
puede amar solo a uno mismo, el sentido del amor es que todos lo podamos
experimentar, por eso debe ser expresado a cada hombre para que sienta el ser
amado por otro hombre. La armonía entre amor a uno mismo y amor común, forma
el crecimiento espiritual. El amor es el valor más puro que el cristianismo puede
ofrecernos. En cambio, el cristiano doctrinario, aquel que vive atado a rituales que
poco o nada tiene que ver con el verdadero mensaje del cual se debía fundar el
cristianismo. Este cristiano tiene su base en la autocomplacencia y en el egoísmo,
este solo busca seguir las instrucciones doctrinarias a partir de una fe ciega que
imposibilita la expansión del conocimiento. No tiene discernimiento. Deja su
autonomía en manos de lo abstracto. Igualmente, Nietzsche considera que tanto el
cristiano como cualquier hombre que crea fervientemente en algo como en un ideal,
ideología, progreso o religión, renuncia a sí mismo, debido que al incorporar estas
ideas como absolutas, sus acciones de ambos no son motivados por una pasión o
por una decisión libre, por el contrario confían en la validez y permiten que estas
tomen el control de su vida; asimismo en el caso del cristiano, su fe y sus
convicciones lo limitan a vivir y actuar bajo una rigurosa base moral. La persona
pierde su autonomía y su identidad desde el momento que acepta un idea como
verdadera o como algo absoluto y cuando considera que esta debe influir
directamente en el transcurso de su propia vida; el cristiano al aceptar el
adoctrinamiento sepulta toda su libertad y le cede el control a ideas abstractas
20
contrarias a la naturaleza de la vida. El hombre creyente es esclavo de pensamientos
que no le pertenecen. Esto quiso decir el autor al afirmar que ‘‘el hombre de fe, el
creyente de toda especie es, por necesidad, un hombre dependiente, un hombre que
no puede ponerse como fin (…) solo puede ser un medio’’ (2014, p.156). Este tipo
de cristiano forma parte de lo que denominamos anteriormente: un hombre débil,
aquel que no se atreve a ver más allá de la cordillera, un hombre que cree saberlo
todo, que limita el conocimiento a una idea absoluta, que no busca el bienestar
común terrenal, sino que vive su día a día con la garantía de que otra vida en el más
allá lo espera. Este hombre representa el retroceso y el escepticismo moderno, el
egoísmo y el fanatismo juntos en un ser. Esta persona empobrece las mentes de los
más fervientes seguidores del verdadero mensaje cristiano y de aquellos que buscan
desesperadamente un refugio ante el terrible fenómeno de la modernidad.
Asimismo, se hacen llamar los mensajeros de Dios y enaltecen la figura de Cristo
con gran devoción, pero promulgan lo contrario a su Evangelio. Se han convertido
en anticristianos. El cristiano doctrinario es el innombrable anticristo. Aquel
individuo profético avecinado en los pasajes apocalípticos que toma su forma en el
cristiano moderno. Un ser que dejó de lado el amor para expresar odio y rechazo
ante la Verdad. Este individuo es, para aquella sociedad que busque una verdadera
comunidad cristiana donde el amor y la relación con Dios se manifiesten en todos
los campos, un peligro. Esta especie de cristiano aliena el verdadero sentido que
tiene el cristianismo en la sociedad e infecta a los hombres vulnerables de una falsa
doctrina manipuladora. Asimismo, no somete su doctrina a una reflexión, es más,
no le interesa saber si esta es verdadera o si tiene relación con la gran Verdad.
Manifiesta una gran indiferencia que considera como acto digno de su doctrina. La
Verdad, para este pseudocristiano es fantasía y blasfemia. Por otro lado, este
cristiano es considerado por el autor como el antagonista de la verdad, porque
renuncia a esta y a sí mismo, autoimponiéndose una fe ciega como mecanismo para
engañarse y rechazar cualquier saber distinto a su doctrina. Así pues, tanto el
cristiano como cualquier tipo de creyente se rehúsan a conocer más allá de lo que
se le presenta como realidad, porque en su interior reconoce que una sola duda
desmoronaría toda su fe, su creencia. También, este es incapaz de reconocer sus
sentimientos, sus instintos, porque los considera impuros y que no le pertenecen;
21
asimismo el autor menciona que esta negación no trata de rechazar un deleite
hedonista sin límites, sino, las manifestaciones inherentes en la naturaleza del
hombre: felicidad, sufrimiento, libertad, aspectos que permiten tener una
experiencia más completa de la vida y que el cristiano los sublima por miedo a vivir;
por ende, él está en constante negación consigo mismo y con la vida, él solo
reconoce esta última como un medio, una transición para llegar a una futura vida
en el más allá, desestimando la realidad material, y esta mentalidad le imposibilita
experimentar plenamente las ilimitadas sensaciones y goces que la esencia misma
de la vida otorga. Todo ello quiso decir el autor al afirmar que ‘‘el creyente no es
libre de tener en general una conciencia para resolver el problema de lo verdadero
y lo no verdadero: ser honesto en ese punto sería inmediatamente su ruina’’
(Nietzsche, 2014, p.157). Sin duda, esta nueva especie de cristiano nacido del odio
y del escepticismo, es la antítesis del cristianismo que Jesús fundó. Este
poscristianismo deja mucho que desear tanto de los miembros que lo conforman
como los fundamentos que manejan. Este nuevo cristianismo recluta ovejas y las
adiestra para que sigan manteniendo su estado de ovejas. Esta doctrina no aporta a
la superación ni a la autonomía. Esta se encarga de acumular la mayor cantidad de
animales en su ganado. Atrás quedó el propósito de elevación espiritual, ahora este
se sostiene por un fin egocentrista e interesado. El cristianismo, Dios, Jesús, el
verdadero cristiano, todos ellos están extintos, la modernidad y los propios intereses
del cristianismo, los han sepultado. Sin embargo, dentro de todo lo expuesto hasta
el momento sobre la religión cristiana, una pregunta invade fuertemente mi mente:
¿Cuándo el cristianismo dejó de ser lo que debió ser y cuándo volverá a ser lo que
debe ser? Anhelo el día en que hombres, muy al margen de nuestras creencias, nos
involucremos en el seguimiento a Jesús y seamos envueltos con amor y respeto en
nuestro estilo de vida para lograr una comunidad especialmente espiritual.
3. El deber por el deber: la nueva moral moderna
La modernidad, fue la era de la razón y superación de la teología. Se buscaba
dejar atrás los fundamentos cristianos implementados en la edad media como Dios,
la fe, los valores; por ende, Kant contribuyó con esto debido a su filosofía
22
racionalista del deber, que como su nombre lo dice, planteaba cumplir las normas
por ser la obligación de cada hombre, y no por un sentimiento interno o fundamento
divino, sino únicamente por la reflexión de la razón pura. Sin embargo, Nietzsche
sostiene que esta es ‘‘una filosofía de embuste influenciada bajo premisas
teológicas’’ (2012, p.28). Él considera que la filosofía moderna tomó el mismo
camino que la teología al caer en un absolutismo. La propuesta, significaba un
cambio, una superación de la fe cristiana, en cambio, esta fue reemplaza por otra fe
igual de peligrosa: la razón. Esta filosofía buscaba tanto superar radicalmente la
creencia cristiana, que terminó utilizando el mismo método de adoctrinamiento: el
absolutismo de la razón como Verdad. Esta propone hacerse cargo de los asuntos
prácticos de la vida del ser humano, y comprende que el único tratamiento para
lograrlo es imponiendo una disciplina; ya no se trataba de reflexión, o de cuestiones
internas del hombre; la filosofía había perdido su camino, su esencia, su propósito,
su autenticidad, su individualidad y su autonomía por sobre todas las cosas. La
filosofía es reflexión, no imposición. En su filosofía, Kant coloca al imperativo
categórico como absoluto que debe ser cumplido tal cual lo ordena; a su vez
reconoce que solo existe un bien y un mal dependiendo de si se cumple o no con la
norma y que la virtud como disposición habitual hacia el bien, es entendida como
un respeto continuo hacia la norma. Un enfoque mecanicista del deber no toma en
cuenta los aspectos internos del hombre, sus sentimientos, sus motivaciones, sus
objetivos; nada. Lo único que importa es ser correcto con la ley. Claramente, no se
estaría hablando de la virtud ni de las personas virtuosas propiamente dichas, ya
que en ningún momento se especula que deba existir un bien o un mal que no sea
en correspondencia con la norma, por lo tanto, la única realidad moral que conoce
el hombre serían las leyes y evidentemente, estas pueden ser un arma de doble filo,
porque muchas veces se ve contradicha por su realización en la praxis.
Análogamente, Nietzsche afirma que ‘‘una virtud ha de ser nuestra inversión,
nuestra defensa y nuestra necesidad personal; tomada en cualquier otro sentido, no
es más que un peligro’’ (2012, p.29). El autor refiere que la virtud entendida por
Kant, destruye el placer de la voluntad libre de elección, por esta razón, es necesario
que cada uno invente su propia virtud y su propio imperativo de acuerdo a sus
necesidades. La virtud aristotélica de la constante y perseverante inclinación para
23
hacer lo bueno que surge única y exclusivamente del interior de la persona en
relación con la Verdad del bien, nunca debe ser impuesto por fuerzas externas. Por
eso, un hombre virtuoso aunque reconozca la existencia de las normas, no necesita
tomarlas como obligación, porque hacer el bien forma parte de su estilo de vida.
Por otro lado, esta moral se introduce a la sociedad de manera pragmática y deja de
lado toda humanización del hombre y lo convierte en una máquina programada solo
para obedecer sin posibilidad de tener libertad y mucho menos trascender como
persona; como consecuencia todo esto se verá reflejado en una sociedad donde los
vínculos son inexistentes y los hombres olviden el reconocimiento de la persona
como fin y asimismo el ideal del bien común. El mecanicismo reduce todo
sentimiento de amor y respeto hacia el otro. El propósito de la sociedad es alienado,
el fin de la nueva moral es una sociedad aparentemente armoniosa bajo los cánones
del deber por el deber. Se ha perdido el ideal de crecer como sociedad, como pueblo
con una identidad definida hacia el bien común. La moral se ha vuelto pragmática.
Del mismo modo, Nietzsche sostiene que ‘‘la moral no es ya la expresión de las
condiciones de vida y de desarrollo de un pueblo, no es ya su instinto primordial de
vida, sino una cosa inmaterial contraria a la vida; es esa moral una perversión
sistemática de la imaginación’’ (2012, p.51). Él considera que la moral kantiana
reduce la autonomía del hombre al cumplimiento de las normas, convirtiéndolo en
un autómata del deber. Asimismo, en la sociedad ya no se busca el progreso ni
utilizar el valor de cada hombre para desarrollarse, por el contrario utiliza una moral
normativa que deja de lado la autenticidad de sus miembros. Quedó desestimado el
sentido moral y la libertad del hombre. Ahora solo son medios para un fin
interesado. Una sociedad que no propague los valores y donde los ciudadanos son
inmorales, es la cúspide de la modernidad. El desarrollo moral de las personas es el
núcleo de la conciencia social que permite consolidar el fin último de una sociedad,
sin embargo, el pensamiento kantiano y posteriormente la inclusión de los derechos
humanos en la política, obligaron al hombre a ser moral por la fuerza sin permitirle
reflexionar sobre un sentido moral propio; en consecuencia, el desarrollo de la
sociedad que antiguamente se creía al alcanzar una conciencia conjunta entre los
miembros, ahora es considerado por mantener prolongadamente un acuerdo
hipócrita entre hombres para convivir pacíficamente.
24
4. El camino incierto del hombre moderno
El hombre moderno tan lleno de esperanzas por un futuro prometedor, fue
consumido por sus propias creaciones: la ciencia lo engañó con avances para la
humanidad, sin embargo, en la práctica esta buscaba destruirlo, la moral proponía
una vida de paz entre hombres, en cambio, esta intentaba reprimir su libertad, y la
economía permitía que cada uno tenga la posibilidad de vivir dignamente, pero
provocaba la marginación de unos y la superioridad de otros. Asimismo, la vida,
por la que tantos hombres han luchado por preservar y enaltecer, queda a merced
de estas fuerzas y no hacen más que utilizarla como campo de experimentos donde
el hombre cumple el rol de conejillo de indias. El hombre ha quedado sin rumbo,
las nuevas ciencias no puede satisfacer completamente su necesidad de un
propósito. El hombre moderno va por la vida desorientado, él está físicamente, pero
su mente se encuentra en un profundo sueño de alimentado de promesas de vida.
La vida para él perdió sentido. La única finalidad que le provee la vida es tristeza,
sufrimiento, engaño, insatisfacción, tensión, estrés, angustia, preocupación. Sin
embargo, este pensamiento sobre la vida se encuentra condicionado por el ambiente
moderno; la vida es terrible cuando uno la deposita toda en la modernidad y en sus
avances. Dejar la vida a la merced del modernismo es tener el mismo destino que
los valores, la fe, la moral, la ética; es decir, su destrucción. Ciertamente, la vida es
compleja por el hecho de que somos complejos y vivimos en un ambiente igual de
complejo, pero esta tendrá sentido cuando uno mismo le dé ese sentido, mas no las
fuerzas condicionantes de la modernidad. No sabemos de dónde venimos ni para
qué estamos aquí, pero el simple hecho de que haya existido la vida y podamos
experimentarla a plenitud ocasiona un motivo para vivir aún más fuerte. El hecho
de que el hombre puede estar en relación con las cosas de su entorno, con la
Naturaleza misma, es en sí un privilegio. Así pues, Nietzsche sostiene que ‘‘el
género de la vida está ordenado de manera que favorezca los fenómenos mórbidos
y sobrexcite los nervios’’ (2012, p.44). El autor considera que la vida es un
constante caos y los estímulos que recibimos de esta activan nuestros instintos
innatos. Asimismo, todo lo que provenga de la Naturaleza y del mismo modo, todo
lo que experimentamos de esta en nuestro interior, es natural y por tanto no debe
25
ser oprimido o alienado cuando se sujeta a normas o leyes abstractas elaboradas por
el hombre. El hombre es por naturaleza, libre y dueño de sí mismo. Él es un fin. Por
otro lado, la idea de la autonomía del hombre pareciera cada vez más una quimera
a medida que avanzamos hacia la actualidad, se podría decir, que en este punto de
nuestras vidas existe un sometimiento por parte de las fuerzas anteriormente
mencionadas camuflado bajo una falsa autonomía. Así pues, el hombre cree ser
dueño de sus actos y de la vida que posee, pero vive rodeado e influenciado
constantemente por mecanismos de los cuales depende su manera de pensar, sentir
y actuar. Este se encuentra en una transición: de un interés por cumplir sin ningún
propósito solo con las exigencias de las condiciones gobernantes y además de
condicionarse por creencias aparentemente absolutas, a un interés por la vida que
solo contempla el vivir la naturaleza propia de uno como el mayor bien existente.
La vida es material, no hay nada más allá que la realidad que percibimos, por lo
tanto, es menester aceptarla y reconocerla como la única forma que tiene el hombre
de experimentar su existencia. Por lo tanto, como único ser que tiene conciencia
sobre este hecho, es libre de vivirla como guste. El hombre existe en el mundo, no
se sabe las razones, pero sabe que vino aquí y que tiene libertad y autonomía.
Semejantemente, Nietzsche considera que el hombre no necesita de un fundamento
externo a él para poder ejercer su libertad y voluntad, así pues, ahora los aspectos
que lo dominan son los mecanismos internos, los instintos. Aquellos instintos con
los que nacimos y forman parte esencial de nuestra vida. Porque estos aspectos
internos siempre seguirán un fin propio de la naturaleza. La supresión o la
limitación por valores o la moral no tiene sentido, ya que tenemos naturalmente una
libertad absoluta sin cadenas, que nunca se rigió y nunca debe regirse por algo
externo a la Naturaleza ni al hombre. Todo ello quiso decir el autor en su afirmación
‘‘el hombre (…) no es el coronamiento de la creación, (…) lo hemos vuelto a
colocar entre los animales’’ (Nietzsche, 2012, p.33). Por otro lado, un aspecto que
se encuentra arraigado en la psique del hombre moderno y que limita en gran
medida en cómo se desenvuelve en la sociedad es la influencia y las contradicciones
de la moralidad, la primera, porque debe actuar de acuerdo a los valores y las bases
morales establecidas en una sociedad, y la segunda, porque estos valores no
predominan en la comunidad, y en cambio la inmoralidad queda impune y es
26
naturalizada, además de reconocida como una ‘nueva moral’ que permite tener
mayores posibilidades. Ante esta discrepancia, se podría decir que solo el hombre
puede decidir si los valores y la moral son esenciales o útiles, y no ideas
tradicionales estacionarias que buscan influir en las decisiones prácticas; además
ningún otro ser se rige bajo estos cánones, por ende queda aún más claro que él es
el único que tiene la última palabra sobre si debería prevalecer momentáneamente
o perecer para siempre. Claro está que si se niegan los valores, no esperemos
grandes desarrollos en el ser humano, ya que las invenciones de la modernidad
necesitan de una base moral para orientarlas hacia un verdadero fin que posibilite
un verdadero progreso, sin víctimas, sin malicia, sin autodestrucción; siempre
pensando en el bien común. En cambio, Nietzsche refiere que para superar la moral
occidental se debe invertir la tabla de valores, mediante una nueva en la que se sitúa
los nuevos valores que supongan una afirmación radical a la vida. El hombre
durante el transcurso de su historia ha ido moldeando los valores de acuerdo a las
exigencias y necesidades de cada uno, lo cual quiere decir que este es creador y
disponedor
de los valores, las tradiciones, las normas y que solo él puede
mantenerlos vigentes o de lo contrario, rechazarlos completamente. Los valores
limitan como toda creencia. La moral no forma parte de la naturaleza del hombre,
por lo tanto no hay que aceptarla. El hombre debe aceptar solo lo que provenga de
la Naturaleza y asimismo, lo que provenga de él mismo. Esto quiso decir el autor al
sostener que ‘‘nosotros mismos (…) somos ya una transmutación de todos los
valores’’ (2012, p.32). Por el contrario, esta idea abre el campo a un relativismo
absoluto, donde cada uno forja en su interior lo que es correcto y lo que no es, sin
tomar en consideración la Verdad. Se forman ciudadanos sin sentido moral y con
una libertad irracional, sin límites. Los valores deben estar insertados en cada
hombre a lo largo y ancho de su vida, solo así, se puede aspirar a un verdadero
cambio tanto en lo personal como en lo social. En cambio, si estos son vistos como
normas que uno debe seguir por mera orden o capricho, se estaría cometiendo un
error, ya que estos son necesarios para establecer una buena relación con uno
mismo, una sincera relación entre hombres y lograr vivir una vida adecuada donde
tanto individuo como sociedad estén unidos y dispuestos a conseguir un fin que
beneficie a ambos.
27
III. CONCLUSIONES
Después de un análisis exhaustivo del Anticristo de Nietzsche, se ha llegado
a las siguientes conclusiones:
La modernidad fue un fenómeno con grandes avances que prometió una
época de paz a todos los hombres, pero que lamentablemente fracasó y afectó su
participación en la historia. Las nuevas condiciones modernas como la ciencia, la
economía y la política infestaron negativamente la mentalidad de los hombres y
formaron individuos mecánicos perjudiciales para el progreso de la sociedad. Los
débiles, un grupo de hombres que surgieron en la modernidad, siguen ideologías
dañinas con el propósito de obstaculizar el avance de la comunidad y contagiar a
las masas con estos pensamientos.
El pensamiento absolutista de la razón influyó en el absolutismo teológico,
considerado un refugio contra el caos moderno, pero fue tergiversado y adoptado
como una fuerza más que somete al hombre con ideas dogmáticas. Por desgracia,
consecuencia de ello fue el surgimiento de individuos e instituciones infestados por
el odio y envidia procurando una nueva religión absoluta que rija en todos los
ámbitos de la vida del hombre. La idea de Dios fue reinterpretada en la modernidad,
tomando el nombre de ciencia, donde el hombre encontró soluciones prácticas a sus
insatisfacciones.
A pesar de todos estos cambios y promesas, la ciencia instrumentalizada por
el poder, nos ha conducido a la cultura de la muerte y la autodestrucción. Las
fuerzas económicas utilitaristas, han convertido al individuo en una herramienta
más y a los bienes materiales como un valor superior al hombre. La política nos da
un ambiente normativo y carente de democracia, que deja la actuación del hombre
en un mecanicismo de la norma, imposibilitando el desarrollo moral propio y la
participación en la sociedad.
El propósito del hombre moderno, parece incierto, pero Jesús nos permite
ver un modelo a seguir, nos invita a una revolución espiritual para que el hombre
encuentre un nuevo sentido de vida en la convivencia con el otro, y en la realización
personal, teniendo como base el amor producto de la vinculación con Dios.
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En vista de la incapacidad del hombre para manipular las nuevas fuerzas con
responsabilidad. Se hace necesaria, hoy más que nunca, la integración de la ética en
el ámbito político, económico y científico, con el propósito de orientar al hombre
hacia el bien común. Sin embargo, para asegurar que esta incorporación ética se
implante y perdure en la posteridad, se debe considerar a las nuevas generaciones y
a las instituciones socializadoras fundamentales. Ya que, implementar una
educación familiar y académica que priorice la formación integral de los jóvenes,
es asegurar la formación de los líderes del futuro. La fuerza moral de un líder es
indispensable, permite controlar las diversas y divergentes fuerzas humanas y
direcciona, todos sus esfuerzos, al beneficio de la humanidad. Esta ética basada en
el ejemplo puede cambiar el pensamiento y el hacer de los hombres en la sociedad.
Finalmente, ante la desorientación moral de los individuos y la ausencia de modelos
ejemplares en la sociedad, se invita a participar del seguimiento de Jesús
implementando el amor en cada acto bueno que se realice, para influenciar
positivamente en nuestro entorno y formar, juntos como miembros de una misma
sociedad, una comunidad cohesionada en base al amor, el respeto y la reciprocidad.
Este nuevo enfoque redefine el sentido de nuestra vida y permite descubrir que el
propósito de esta se encuentra en el otro, en la preocupación por el bienestar del
prójimo. Prioriza alcanzar un desarrollo íntegro de la persona antes que un
desarrollo material. Lograr esta revolución es un camino demasiado largo e incierto
y aunque existan distractores u obstáculos en el camino, hay que elegir siempre lo
mejor y buscar la perfección. Elijamos fielmente ser lo que debemos ser.
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FUENTES BIBLIOGRÁFICAS
Nietzsche, F. (2012). El anticristo. España: Brontes
Nietzsche, F. (2014). El Anticristo. Perú: Ebisa
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