Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA Small, Christopher. Música: sociedad: educación: un examen de la función de la música en las culturas occidentales, orientales y africanas, que estudia su influencia sobre la sociedad y sus usos en la educación. Madrid: Alianza, 1989. Ficha bibliográfica Capítulo 8 Los niños como consumidores La propuesta del autor en este capítulo, es interpretar a la luz de sus investigaciones sobre la naturaleza y la función de la música en Gran Bretaña y en otras sociedades occidentales; las críticas formuladas por Ivan Illich y otros críticos de la educación como lo son Paul Goodman, Everett Reimer, Jules Henry, Edwin Mason, Neil Postman y Charles Weingartner. Desde este posicionamiento, comienza examinando algunos Resumen: de los supuestos subyacentes en el sistema de escolarización al cual se encuentran hoy sometidos casi todos los jóvenes del mundo industrializado, para después mirar más de cerca a la educación musical tal como hoy se la practica. Su intención es hacer visible de qué manera se relacionan estos supuestos con la visión general del mundo del hombre occidental. El punto donde se aproximan en forma más significativa los dos conceptos gemelos de la relación productor-consumidor y del conocimiento como algo esencialmente externo a quien conoce y aparte de él, se encuentra en el campo de la escolarización, recuperando este concepto de Iván Illich que lo diferencia del concepto de educación. Para él, la escolarización no sólo es esencialmente un bien de consumo que una comunidad compra para beneficio de sus miembros más jóvenes sino que además, los proveedores de esta mercancía están en una situación de monopolistas; ya que quienes la reciben no tienen otra alternativa que aceptar lo que se les ofrece. De la misma manera que cualquier otro proveedor monopolista intentará disfrazar la falta de una verdadera opción dando al producto una serie de marcas que parecen diferentes, también el sistema occidental de escolarización ofrece diferentes marcas que son, en todo lo esencial, el mismo producto. En Inglaterra estas marcas reciben los nombres de escuela pública, independiente, preparatoria, global, secundaria de tipo clásico y de orientación profesional, pero lo que ofrecen es siempre lo mismo: un conocimiento de confección que se le da al alumno para que lo consuma, porque se le considera incapaz de crearlo por sí mismo. Viene dispuesto en paquetes que se llaman cursos, cada uno de los cuales tiene un índice del contenido, que es el programa, y sólo se los puede abrir en el aula y en presencia de un maestro, y eso solamente una vez que el Pág.1 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA alumno demuestre que ya antes ha consumido el contenido de otros paquetes más simples. Pero las críticas de Illich no se limitan al campo de la educación; lo que a él le preocupa es que todos los servicios sociales están sufriendo los mismos procesos. La intención que expresa el autor en este material es la de volver a interpretar, a la luz de las investigaciones sobre la naturaleza y la función de la música en esta y en otras sociedades, las críticas formuladas por Illich y tantos críticos de los conceptos actuales de educación, tales como Goodman, Reimer, Postman entre otros. Se propone comenzar por examinar algunos de los supuestos subyacentes en el sistema de escolarización al cual se encuentran hoy sometidos casi todos los jóvenes del mundo industrializado, para después mirar más de cerca la educación musical tal como hoy se la practica, y ver de qué manera se relacionan estos supuestos con la visión general del mundo del hombre occidental. La idea del conocimiento como entidad independiente, o sea, como algo que existe fuera de cualquiera que conozca e independientemente de que alguien lo conozca o no, traspasa de un extremo al otro la totalidad del sistema de escolarización. En realidad esta idea era esencial para que la ciencia occidental pudiera emprender su tarea de colonización del universo físico; ahora se ve también que determina la naturaleza toda del proceso de escolarización. Así como en la ciencia se ignora el factor vivencial, lo mismo sucede con la escolarización; el maestro o maestra, se ve obligado a transmitir a sus alumnos, este cuerpo de información abstracto, sin considerar por lo general la calidad de la experiencia que, al hacerlo, inflige a sus alumnos. La monotonía general de la mayoría de los ámbitos escolares es un elocuente testimonio de la falta de interés por la experiencia en la búsqueda del conocimiento abstracto. Con frecuencia se ha señalado que la propia estructura física del aula escolar ortodoxa ya deja en claro desde antes de que se haya pronunciado una sola palabra cuál es la dirección de la cual ha de provenir el conocimiento. Los textos, los encerados y la mayor parte de lo que se ha dado en llamar tecnología educacional sirven para confirmar a los alumnos en su condición de consumidores de conocimiento, lo mismo que los exámenes, que manifiesta o encubiertamente, constituyen el norte del aprendizaje. El aislamiento físico de la escuela, y del aula dentro de la escuela, revela también en forma metafórica el carácter remoto de la mayor parte de lo que se espera que éstos aprendan. Según el autor en la fragmentación de la vida en la sociedad occidental; la escuela produce su propia variedad de fragmentación, en la forma de asignaturas, como también en la fragmentación del día escolar. La escuela, lo mismo que la sociedad como tal, basa su práctica en el supuesto de que estas subdivisiones son algo inherente a la estructura de la realidad externa, un supuesto que no tiene en cuenta el hecho de que sus límites están cambiando constantemente, y se mantienen tercamente inciertos si se intenta definirlos en forma precisa. El signo externo y visible de la asignatura es el programa, una especie de índice que establece lo que se le exige aprender al estudiante, y sobre lo cual Pág.2 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA versará el examen. El programa reduce la visión que el estudiante tiene del conocimiento, y lo priva precisamente de esos territorios imprecisos y limítrofes de las materias, que son los más interesantes y los más gratificantes si, le permiten llegar a enterarse de su existencia. Los llamados cursos interdisciplinarios, formados por fragmentos tomados de diferentes materias para organizar con ellos un programa nuevo, constituyen una respuesta cada vez más popular a este problema. Pero un programa nuevo no hace más que definir una materia nueva, y una vez más el estudiante se encuentra limitado a una postura que no es la suya, tal ves diferente de la antigua, pero no menos rígida. Lo que sigue faltando es la libertad para establecer cada uno sus propias conexiones y su propia asignatura, que coincida con sus propios intereses y necesidades. Otro rasgo indeseable de los programas es la inercia; es prácticamente imposible organizar un programa que de antemano dé margen para los avances en el conocimiento, si se producen, o para la evolución de las artes o para la experiencia creciente del maestro. Este último punto se relaciona de forma vital con la ideología que fundamenta la organización de un programa que tiene que ver con eliminar en la medida de lo posible los elementos esencialmente humanos de la situación. El programa hace de maestros y alumnos elementos tan intercambiables como son los obreros en la línea de montaje, e incluso como las partes de los productos que montan. El programa se organiza sobre la base de una progresión lineal y lógica, en la que cada detalle de la información procede del anterior, de una manera que de hecho tiene muy poca relación con la manera en que realmente se aprende. Siguiendo con el análisis el autor propone una metáfora geográfica, según la cual podría describirse un programa como una visita guiada de una zona, en tanto que el plan de estudios, es decir, la totalidad de todo aquello que se espera que aprenda un alumno en los años que pasa en la escuela, es la visita guiada de todo un territorio, para la cual se designan expertos, encargados de guiar a los alumnos en grupos. El problema con los expertos es, naturalmente, que cada uno de ellos tiene una visión del mundo que no va más allá de su propia especialidad; y al acercarse al terreno, va en busca de aquellos rasgos que le interesan. Aquí, una vez más, se vuelve a ver con toda claridad que el conocimiento es tanto función del que conoce como de lo conocido, ya que aunque el terreno tiene una existencia real, lo que este experto sabe de él será distinto de lo que saben los expertos en otras cosas, que mirarán el mismo terreno en busca de algo diferente. El plan de estudios especifica la naturaleza de la visita guiada, y decide cuáles son los expertos que actuarán como guías. A los alumnos se los conduce de un lado a otro; sin preguntarles si eso les interesa o no; e independientemente de que hayan asimilado o no la información o de que tal vez desearan detenerse algo más sobre un punto que les ha llamado la atención o movilizado la imaginación; y una vez terminada la visita se les exige a todos que demuestren que han visto las mismas cosas al mismo tiempo y desde el mismo punto de vista. Pero, según el autor por más cuidadosamente planeada que haya sido la Pág.3 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA visita, por más expertos que sean quienes la idearon, es imposible que pueda resultar una fuente de experiencia útil para todos. Cada vida tiene su propia lógica, su propio fondo de vivencias y de analogías, y no hay dirección externa que pueda sustituir a la lógica interna de esa experiencia. Finalmente, un programa da por supuesta la existencia de algún tipo de medida o estándar absoluto del mérito, externo a cualquier alumno, y mediante el cual se han de evaluar todos sus logros. Hoy por hoy se habla mucho, y con mucha preocupación, de que el nivel de los estándares está bajando; pero quizá fuera más realista que la preocupación se centrara en la relación de esas normas con el mundo real del alumno. El autor sostiene que la idea de estándares o normas es, una consecuencia natural de ese concepto abstracto del conocimiento con el que se ha tropezado a cada paso en su investigación, y que se oculta tras la construcción de un programa; son una medida del grado de asimilación de conocimiento por el alumno. Se considera que el maestro es quien posee el conocimiento, en tanto que el alumno lo necesita, y si quiere obtenerlo debe avenirse a los términos que le plantea el maestro (o mejor dicho, la institución docente); jamás se tiene en cuenta la probabilidad de que sea capaz de obtenerlo por sí mismo, y mucho menos de crearlo. El nivel rígidamente intelectual en que se espera que se mantenga la escuela es un signo más de la fragmentación de la vida en la sociedad. Las metáforas pueden variar, pero el supuesto básico sigue siendo el mismo; los alumnos son el objeto-ajeno del experimento científico, sobre el cual hay que operar. La naturaleza toda, e incluso la existencia misma de la industria de la investigación educacional se articula sobre este supuesto. La mayor parte de la investigación en el campo educacional, y los métodos que de ella se derivan, tratan a los niños como objeto-ajeno, de un niño no se espera que comprenda en modo alguno los procesos que se le imponen, lo que se espera es que se someta pasiva y confiadamente a lo que se hace por él y que se crea que todo eso es, por su propio bien. El fallo básico del modelo abstracto del conocimiento es que no importa lo que se haga, los alumnos, como todos los seres humanos, seguirán teniendo experiencias, y no se puede impedir. No se pueden detener los procesos de la experiencia, y sin embargo, la escuela parece expresamente pensada para hacerlo, ya que los aparta de su experiencia del mundo y se los limita a la del mundo hermético del aula y del patio de recreo. El objetivo de la escolarización, es la producción de un bien, de algo que sea tan valioso como sea posible. Del producto de la escolarización se espera que cobre vida en forma plena sólo después de haberse completado el proceso de producción; si es un producto de calidad, será capaz de venderse a una cotización tan alta como el mercado lo admita. De acuerdo con lo que expresa el autor la educación musical asume al mismo tiempo la naturaleza de la música occidental y de la educación occidental, y estas dos últimas asumen la de la sociedad occidental. Aquí, como en la educación general, el concepto dominante es el del producto. Si, la música es un producto, el músico se encuentra en la paradójica posición de ser no sólo el proveedor de ese producto, sino también, en cuanto es alguien que ha pasado por un proceso de escolarización, de ser él mismo un producto. El Pág.4 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA número de jóvenes productos de las escuelas de música que van en busca de la atención del público aumenta año tras año, en tanto que la preocupación por los estándares se vuelve más apremiante. Probablemente sea verdad, que los niveles de actuación e interpretación se están elevando; ya que las exigencias técnicas se hacen día a día más rigurosas, y el joven virtuoso sale al mercado con un bagaje técnico que les cortaría el aliento a los grandes interpretes del pasado. Es frecuente que las exigencias a los jóvenes de una eficiencia técnica que nunca es suficiente les maten toda musicalidad; muchos instrumentistas jóvenes serían mucho mejores músicos si estuvieran menos obsesionados por cuestiones de técnica. Aquí es mucho lo que hay que aprender de otras culturas musicales. Además de los efectos negativos, del exceso de profesionalización de la música, esta situación podría ser tolerable sí se diera únicamente en la formación del músico profesional, pero la formación de profesionales es, lamentablemente, lo que en muy gran medida se toma como modelo para la educación musical en general, incluso la de esa amplia mayoría que no tiene la menor intención de hacer de la música una carrera. Este modelo se ve reforzado en muchos establecimientos de formación de enseñantes con lo que se completa el círculo vicioso que priva a la mayoría de los niños de tener ninguna experiencia musical importante en la escuela. Parece que se estuviera demasiado preocupado por la obtención de un producto final de buena calidad como para interesarse por la calidad de las vivencias de quienes se están formando como músicos. No parece que a quien aspire a la condición de profesional le quede otra opción que someterse a largos años de duro y árido esfuerzo para alcanzar eficiencia técnica que el profesional necesita para conseguir una audición, y que crean un abismo enorme entre el aficionado y el profesional, aunque se ha de entender que los alumnos que desean hacerlo constituyen una ínfima minoría; sus necesidades, tal como hoy se las entiende, están en oposición directa con las de aquéllos para quienes la música no es más que parte de una educación general. El conflicto produce en el maestro una incertidumbre básica en lo que toca a los objetivos. En cuanto al primer grupo de alumnos, se trata de producir ejecutantes de la música de la tradición occidental clásica, y de empaparlos tanto como sea posible en la historia y las convenciones compositivas de esa tradición. A los que orientan en otro sentido su interés por la música, la escuela tradicional de música poco tiene que ofrecerles; tienden a soportar una especie de caricatura de la preparación profesional, en que les hablan de la música sin hacerlos participar en su creación, ni siquiera en su recreación. El maestro suele considerarse afortunado si, como pasa a menudo, las clases de música no van más allá de los catorce años, y entonces puede concentrarse sólo en la pequeña minoría capaz y deseosa de aceptar lo que él puede ofrecer. En música, como en otros campos de la educación dominados por la idea de la producción, existe un elaborado sistema de control de calidades, destinado a evaluar todas las etapas del proceso productivo. En Gran Bretaña, y en aquellas partes del mundo que fueron europeizadas bajo su influencia, esta responsabilidad la ha asumido el Trinity College de Londres y la Associated Board of the Royal Schools of Music. Pág.5 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA Se mide la habilidad del alumno en las técnicas tradicionales, y principalmente en la armonía funcional tonal y el contrapunto concebido armónicamente, su capacidad para percibir las relaciones tonales dentro de la escala temperada, y su conocimiento del canon aceptado de las obras musicales de la tradición clásica. Exigir un tipo de conocimiento abstracto y estandarizado es parte de la naturaleza de programas y exámenes, y estos exámenes de música aseguran, una vez más, que lo que sale de las escuelas sea un producto estandarizado. Sin embargo últimamente se ha podido percibir cierta inquietud relacionada con esta exigencia de estandarización, y que en algunas ocasiones se han hecho intentos de “flexibilizar” o de “ampliar” los programas para dar mayor cabida a la individualidad. Estos intentos, generalmente, están condenados al fracaso, o por lo menos a un éxito muy modesto; como los exámenes son, por su naturaleza misma, herramientas de estandarización, al permitir cualquier manifestación perceptible de individualidad se destruiría toda comparabilidad estricta y de esa manera, se socavaría la función misma para la cual han sido ideados. Es probable que la estandarización de la enseñanza no sea más que un signo de la estandarización de la práctica musical a lo largo y a lo ancho del mundo de la música occidental. Es instructivo considerar, por el contrario, el entrenamiento de los músicos en el blues y en el jazz, las artes musicales que en nuestro siglo se han resistido más que otras a dejarse asimilar por el mundo convencional de la estética de Occidente. Estos músicos de jazz provenían de muy diversos ambientes, tanto musicales como sociales; cada uno de ellos aprendió como pudo los rudimentos de su instrumento, y a partir de ahí, librados a sí mismos, tuvieron que crear su propia manera de tocar, lo mismo que un músico africano, sin practicar escalas, arpegios ni estudios jazzístícos, sin hacer ejercicios con blue notes ni pasajes sincopados. Esto no quiere decir que el cultivo de su técnica no les exigiera mucha práctica y esfuerzo; pero el músico aprendía a tocar las figuraciones y los riffs, a valerse de las peculiaridades estilísticas y del color tonal que le parecían adecuados a sus propias necesidades expresivas, y a no hacer caso de lo que no necesitaba. Se practicaba mucho la imitación de los músicos a quienes se admiraba, ya fuera por haberlos oído en vivo o en grabaciones, y generalmente el músico de jazz crecía en el seno de una comunidad de músicos cuya orientación compartía. Este peculiar entrenamiento informal dejaba margen a una gran variedad en la producción de sonidos y en el sentido rítmico y tímbrico, a la inventiva individual y a la capacidad de improvisación. Los arreglos escritos se organizaban en función de las capacidades, el sonido individual y los procedimientos favoritos de los músicos que en ese momento integraban la banda. Quizá el hecho de que ahora existan, tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos, cursos formales de entrenamiento para músicos de jazz esté señalando el final del jazz como fuerza viviente; un arte verdaderamente vital se resiste a la codificación, al establecimiento de esos cánones que determinan el gusto y la práctica, y que por su propia naturaleza imponen las escuelas. Es importante según el autor reconocer que existen otros métodos de entrenamiento musical, tanto formales como informales, de igual validez que Pág.6 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA los de la tradición clásica de la música occidental y que los propios métodos de formación musical sacrifican elementos pertenecientes a la musicalidad esencial del hombre en persecución de los ideales del virtuosismo individual y de la estandarización de la técnica. Se ha de entender que el virtuosismo existe efectivamente en otras culturas musicales, pero es un subproducto del hecho de ir en pos de la música; solamente en la tradición cultural de Occidente se le convierte en un fin en sí mismo, y debería considerarse el precio que se paga por él, especialmente en lo que se refiere a la musicalidad compartida, a la capacidad de todos para participar activamente, no sólo escuchando ni siquiera dando expresión a las ideas de otros, sino en el propio proceso creativo. El autor afirma que no son sólo las obras maestras lo que inhibe la creación, sino también el hecho de que la enseñanza esté dominada por los valores y las convenciones técnicas del pasado. Las técnicas musicales que se enseñan, tanto en la escuela como en el conservatorio, son principalmente las de la era clásica de la música occidental. Además la mayor parte de la enseñanza en las técnicas clásicas se lleva a cabo por mediación de libros de texto, y los libros de texto tienen una inquietante manera de cobrar una seudovida propia, con lo cual relegan al último plano la obra de aquellos maestros sobre quienes ostensiblemente se basan. Según él esta manera de encarar la educación artística está violentando tanto la realidad del arte como la del aprendizaje. Las técnicas y los propósitos creativos crecen al mismo tiempo porque se estimulan recíprocamente; no es sólo que Beethoven no hubiera podido, a los veinte años, tener la técnica necesaria para componer el Heilige Dankgesang, sino que ni siquiera podía haberla imaginado. Sólo usándolas sabe un artista qué técnicas va a necesitar; nadie más puede decírselo. Esto no quiere decir que nadie pueda enseñarle nada, sino que se le ha de dejar en libertad de decidir qué es lo que necesita aprender. Una manifestación contemporánea de la idea de que antes de hacer hay que saber, como también del concepto de que el conocimiento es externo a quien conoce e independiente de él es el auge de los sistemas de enseñanza programada, que ya sea que asuman la forma de máquinas o de libros ingeniosamente diseñados, comienzan por conceptos y tareas simples y van llevando al alumno, en pasos cuidadosamente planeados, a operaciones más complejas, para lo cual lo examinan en cada etapa y lo hacen volver al material precedente sí no puede responder correctamente a las preguntas. En este material el autor aclara que no se propone cuestionar en sus propios términos la eficacia de tales programas sino que; son los principios del sistema, como tales, los que son cuestionables. Las máquinas y los libros son recursos estrictamente lógicos, pero se trata de una lógica objetivada que desmiente la lógica de la experiencia individual que constituye el corazón del aprendizaje. Son, meros recursos para acelerar la visita guiada, y su fundamental ineptitud para un auténtico aprendizaje queda al descubierto cuando se los aplica a programas de creación artística. Si se exige que se sepa música antes de poder hacerla, y si el conocimiento tiene que ver con certidumbres que existen fuera de los sujetos, entonces se verán confinados a aprender aquella música de la cual es Pág.7 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA posible hablar con relativa certeza: la música del pasado, sobre la cual se tiene ya el veredicto de la posteridad y que no puede presentar sorpresas. La música del presente es demasiado diversa, demasiado cambiante, y sus valores demasiado inciertos, como para que sea posible presentarla de una manera que se parezca siquiera a la nítida forma encapsulada que es esencial para que uno pueda diseñar un programa o presentarse a un examen y aprobarlo. Lo único que se puede transmitir con cierto grado de objetividad, y con cierta posibilidad de que se le someta a una evaluación confiable son los procedimientos y las convenciones del pasado. El autor afirma entonces que las convenciones educacionales y los gustos musicales del presente se refuerzan recíprocamente, manteniendo a los alumnos eficazmente aislados del mundo de la música tal como es en la actualidad, turbulento, excitante, perturbador, posiblemente tan decadente como algunos dicen que es, lleno de buena música y de música mala, pero principalmente de música que no tiene méritos ni defectos particulares, pero que está viva y sigue creciendo y deja margen para que el individuo le responda directamente, sin mediación del juicio de las generaciones. Es raro encontrar en una escuela un profesor de música que esté bien familiarizado con la música de esta época. Algunas veces los programas de música dan un salto hacia adelante, con grandes gestos de renovación, pero invariablemente se limitan a aventurarse en aquellos territorios que han sido abandonados hace poco por la composición musical viviente; de tal manera, ahora que la composición dodecafónica, al menos en su forma clásica, es materia histórica, se vuelve posible codificar sus reglas y prácticas. El autor aclara que con lo expuesto en este material no intenta culpar de este estado de cosas a los profesores y maestros de música; la situación es tal que afecta a toda la cultura, a su concepto del conocimiento, su actitud hacia el arte y la consiguiente naturaleza de su sistema de educación. Por más bienintencionados que sean, los maestros están tan a merced de estos supuestos como sus alumnos y como sus empleadores, y no es posible hacer cambios radicales en un elemento de la cultura sin hacerlos también en los otros. La sociedad, la cultura musical y la educación se hallan en una situación inextricable de dependencia recíproca, y que todo cambio en una de ellas se refleja y se vuelve a reflejar en las otras. Una amarga experiencia ha demostrado que la influencia que la educación puede ejercer sobre la sociedad es pequeña, y aunque parecería que la de la música fuese aún más reducida, puede ser un punto de apoyo sobre el cual basar aquellos cambios en las actitudes fundamentales y en la organización del universo mental, que son necesarios para que la sociedad pueda liberarse de la garra opresiva de una visión del mundo que niega y desvaloriza la propia experiencia. En el arte nuevo se pueden distinguir vagamente los lineamientos de nuevas actitudes, y a éstas, si se estimula la creatividad de cada individuo, se les puede dar forma y realidad, poco a poco, en la mente de los alumnos. Capítulo 9 Los niños como artistas Pág.8 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA El autor se propone demostrar cómo tanto la música clásica como la ciencia de occidente se refieren a estados anímicos profundamente arraigados en los europeos, y por causa de los cuales se ha llegado al estado peligroso de las relaciones recíprocas y con la naturaleza. Sugiere que en la escolaridad, ha colaborado en la perpetuación de esos estados de ánimo en virtud de los cuales se ve a la naturaleza como un objeto de uso y al conocimiento como una abstracción que existe independientemente de la experiencia del sujeto cognoscente. Presentando otras culturas musicales intenta mostrar que son posibles diferentes estéticas de la música, que pueden constituirse en metáforas de visiones del mundo muy diferentes, Intenta demostrar cómo la nueva visión del arte puede servir como modelo para una nueva visión de la educación y, posiblemente, de la Resumen: sociedad. Las investigaciones realizadas por el autor se basaron en dos postulados: uno sostiene que el arte es algo más que la producción de objetos bellos o expresivos para que otros contemplen y admiren, sino que es un proceso por mediación del cual se explora el medio y se aprende a vivir en él. Que el arte, es una actividad tan vital como la ciencia y que penetra en ámbitos de la actividad humana que la ciencia es incapaz de tocar. El segundo postulado es que la naturaleza de la ciencia y el arte, sus técnicas y sus actitudes son un indicador de la naturaleza y de las preocupaciones de la sociedad que les dio nacimiento. Finalmente, el autor intenta proponer algunas direcciones que podrán tratar de seguir los maestros de música y otros educadores en relación con estas cuestiones investigadas. El autor afirma que el arte, la educación y la sociedad avanzan como sí cada uno estuviera atado a cada uno de los otros dos; para cada uno, la posibilidad de cambio es muy restringida si no se producen cambios correspondientes en los otros dos. De los tres factores, es la sociedad como, tal la que ejerce más influencia, pero como lo que configura la sociedad son las ideas, ninguna de ellas deja de tener cierto peso. Los maestros, tanto en la escuela primaria, en la secundaria o en la universidad, se ven obligados a trabajar dentro del marco de una organización que, pese a su diversidad aparente, obedece de hecho a propósitos sumamente unificados, a un control monopolista del mercado y, especialmente, que no se sustrae a la devoción a la ética de la producción. La organización escolar existe para servir a las necesidades de la sociedad. Por su parte, el arte existe en una relación muy ambigua con la sociedad, y generalmente se piensa que no tiene sobre ella más que un efecto muy tenue. En los últimos sesenta años aproximadamente se ha visto cómo los movimientos artísticos se suceden en una secuencia vertiginosa, sin ningún efecto visible sobre la trama Pág.9 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA de la sociedad. Pero por ejemplo, si la revolución en la música no se ha producido todavía, ni puede tampoco darse plenamente, mientras no cambien los valores de esta cultura, puede verse no obstante en la música de este siglo la forma de una sociedad a la cual éste aspira, de esa “sociedad potencial” de la que habla Duvignaud. El arte, como los sueños, no está limitado por la cronología, y no debe caerse en la trampa cientificista de equiparar las cosas que suceden después de con cosas que suceden a causa de cierto acontecimiento. Que hasta el momento no se le haya podido devolver a la música su perdido carácter comunitario no es culpa de los compositores, sino de la estética imperante, de la relación que prevalece entre el compositor, el intérprete y el público, de la posición que ocupan los compositores en la sociedad y de la que les corresponde en esta misma sociedad a la música y a las instituciones y mecanismos destinados a presentarla. Un compositor necesita un público, y para conquistar ese público se ve obligado, en la sociedad, a trabajar con músicos profesionales cuyo compromiso con la música no llega probablemente a ser total, a hacer que su obra se toque en salas de concierto, a apelar a un cuerpo de críticos cuyas percepciones, en su mayor parte, han sido configuradas por un marco de referencia estético que existe desde hace trescientos años, y cuya continuidad es una demostración de su persistencia. ¿Cuál es, la naturaleza de esta sociedad potencial? En primer lugar, está en otra relación con la naturaleza, ya no antagoniza con ella, sino que reconoce que la raza humana es parte de ese sistema, con el cual la cultura actual sólo puede verse en una relación de esencial hostilidad o, de explotación. Al aprender a vivir con la naturaleza, los occidentales pueden aprender a convivir consigo mismos. El conocimiento se libera de la avidez de dominio; el interés por conocer se sitúa en la adecuada perspectiva. El individuo encuentra su justa relación con la sociedad, sin dominarla ni dejarse dominar por ella, la sociedad halla que su verdadero papel es el del escenario esencial donde se representa la vida de los individuos, y entre individuo y sociedad evoluciona un conjunto de funciones que se refuerzan y favorecen unas a otras. Las organizaciones jerárquicas ceden su lugar a redes de individuos que cooperan, en cuya vida el arte vuelve a convertirse en un elemento tan esencial como la vivienda, y en las que quizá el arte, tal como hoy se lo conoce, se ve reemplazado por un ritual y un concepto a fines a la idea balinesa de “hacer todas las cosas lo mejor posible”. La relación entre la música y un concepto así de la sociedad se evidencia en A Rainbow in Curved Air, de Terry Riley, una obra en modo alguno de gran importancia, pero que es no-armónica, no contiene tensiones, ni desarrollo ni dramatismo alguno, existe totalmente en el presente y no exige, para escucharla, una concentración constante. En la funda del disco no se ofrece ninguna información musicológica referente al compositor ni a la obra, sino sólo una visión de la sociedad potencial. Es una versión ingenua pero atrayente, una visión que durante siglos ha fascinado a la cultura occidental, pero que ha cobrado nueva fuerza en esta Pág.10 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA época, a medida que crece la rebelión contra la visión científica del mundo. Una sociedad como la que prefigura la música contemporánea no existe, aunque muchas culturas de las llamadas primitivas están mucho más próximas a ella de lo que podría imaginarse. A quienes están convencidos más allá de toda probabilidad de cambio de que el hombre existe en inevitable conflicto con la naturaleza y con los demás de su especie, este libro no tiene nada que decirles, a no ser proporcionarles sólidas razones para su predecible rechazo de la “difícil” música moderna. Sin embargo, la presencia de estas ideas en la música de este siglo habla elocuentemente de su presencia en la matriz de la sociedad, aun cuando sea en forma latente. A quienes desean ver en la cultura un incremento de lo que Illich llama conviviality les corresponde considerar los posibles efectos de repensarse a la educación en función de líneas artísticas más bien que científicas. Entre los educadores de hoy se ha convertido en un lamentable lugar común admitir que poco puede hacer la escolarización para mejorar la suerte de los niños que provienen de medios deprimidos, por decirlo con el eufemismo convencional. En el mundo entero, allí donde prevalecen los métodos occidentales de escolarización, el resultado es el mismo; en la actualidad, parece que ni siquiera los países más ricos pueden permitirse un sistema de escolarización capaz de educar en forma adecuada a toda su población juvenil. Es relación con cuestiones vinculadas a la disciplina, el autor afirma que es común en la actualidad que diversos individuos y organizaciones, pertenecientes o no a los profesionales de la educación, deploren la falta de disciplina en las escuelas. Así mismo, respecto de la disciplina, considera que hay dos cosas claras, primero, que cualquiera que tenga bastante interés por hacer algo se disciplinará para hacerlo, y, de hecho, apenas si lo considerará como una disciplina. Y segundo, que antes de que nadie acepte la disciplina necesaria para emprender cualquier tarea, no sólo será necesario que quiera hacerla, sino también que sienta de alguna manera que puede ser capaz de hacerla. Por lo tanto, antes de que se llegue siquiera a hablar de disciplina, es necesario convencer a los alumnos de que son capaces de hacer lo que se les pide que hagan, y, en segundo lugar, asegurarse de que tienen algún deseo de alcanzar, la meta en que se les pide que pongan la mira. Por otro lado, hasta el comportamiento estudiantil más anárquico y destructivo puede ser considerado como una especie de investigación; la experimentación destructiva es un procedimiento científico respetable y aceptado, y algunos niños y jóvenes son expertos en experimentar destructivamente con sus maestros. El autor propone avanzar reconociendo la capacidad creativa propia de las mentes jóvenes, y aprovechándola para hacer que pueda encontrar sus propias soluciones o, lo que es más fundamental aún, formular sus propias preguntas. La cuestión fundamental, sería que vale la pena saber reconocer, y que vale la pena hacer. El conocimiento científico ocupa un evidente lugar en tales cuestiones y la experiencia y la habilidad artística encontrarán una vez más su lugar adecuado. Así como el acto creativo está en el centro de toda actividad artística, en el centro de la educación musical se instala firmemente la Pág.11 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA actividad creativa, de la cual irradian todas las otras actividades, más tradicionales, que alimentadas por el trabajo de la creación, a su vez la realimentan: la práctica de la composición, de la notación, escuchar y tocar, estudiar la obra de otros músicos de diversos períodos, estilos y culturas. En todo esto no es necesario prestar tanta atención a los objetivos a largo plazo; la idea es que cada momento sea disfrutado por sí mismo, que cada logro genere su propio entusiasmo, su propia confianza, y que las habilidades se desarrollen cuando sean necesarias. Puede aceptarse como un hecho que buena parte de la música que se haga será simplemente volver a arreglar material ya conocido de los jóvenes compositores, que se servirán, de un fondo común de materiales. Hasta podría aceptarse que se abandone la persecución del virtuosismo como un fin en sí en favor de un cultivo global de la experiencia musical en cuanto prerrogativa de todos y accesible a todos. El escolar que define a la música como “lo que hacen los músicos” resume la situación actual en todas las escuelas, salvo una minoría. La música en el ámbito de lo escolar es demasiado importante para dejarla en manos de los músicos. Si es posible controlar el propio destino musical, hacer la propia música en vez de dejar que la hagan otros, entonces tal vez se pueda llegar igualmente a controlar a algún otro de los expertos que controlan la vida desde afuera. Eso puede significar la renuncia a alguna de las comodidades más complejas de la vida moderna, pero cada vez hay más personas que creen no solamente que quizá no estuviera tan mal hacerlo, sino incluso que, si no se hace voluntariamente, bien pueden perderse por razones de fuerza mayor. El autor retoma las palabras de Stephenson quien afirma que viajar con ilusión es mejor que llegar. Entonces se pregunta ¿en qué nivel de habilidad puede decir uno que ya sabe tocar el piano, pintar un cuadro o que es capaz de mantener una motocicleta? No existe más que la exploración constante del espacio físico, del espacio musical, del espacio visual y del espacio interior, que se lleva a cabo desde el momento en que por primera vez se pone la mano sobre un instrumento, se sostiene un pincel, se empuña una sierra o un martillo. Correr en pos del virtuosismo con el excluyente empeño que esto implica es perderse los placeres y las alegrías inesperadas de un viaje que es tanto más emocionante cuanto que no se sabe hacia dónde se va. AI permitir a los alumnos la oportunidad de hacer música en tiempo presente, puede introducirse en la escuela, por mediación de esta actividad un concepto que puede desbaratar la naturaleza instrumental y orientada hacia el futuro de la escuela, y su preocupación por conseguir un producto. Porque si se reconoce la capacidad creativa de los niños en el arte, se debe reconocer también su capacidad de crear otras formas de conocimiento y de formular sus propias preguntas, que más de una vez cortan de través los límites de las veneradas asignaturas y especialidades. El gran dilema de la cultura musical en la actualidad es la posición del compositor, que es una figura aislada, separada de la gran mayoría de la comunidad, que envía sus mensajes al vacío, preguntándose si alguien los escucha, condenado siempre a dirigirse a un público esencialmente pasivo, con quien la relación más íntima que puede alcanzar es la del productor que Pág.12 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA abastece a clientes que pagan para ir a un concierto. Ni siquiera tiene la satisfacción de sentir que está haciendo algo que la comunidad valore; para la gran mayoría de los compositores representa una dura lucha conseguir que su música se oiga. En otras culturas musicales las cosas no son necesariamente de esta forma, como también en la del siglo XVIII en Nueva Inglaterra donde todos son libres de participar en el trabajo creativo y al compositor se le valora como un miembro necesario de la comunidad. La posición del “profesional”, en la medida en que existe, es la de director, instructor o mentor más bien que la de productor, y su obra se vincula íntimamente con la comunidad de la cual es miembro, y tan importante. Su obra surge de la experiencia del pueblo y le da expresión, se arraiga en ella al mismo tiempo que la espiritualiza. Es posible restablecer a la música el carácter comunitario que ha perdido por ir en pos de objetivos que son en última instancia ilusorios, y la iniciación del proceso está dentro de las posibilidades de cualquier maestro de música. En este sentido la plenitud de tal carácter sólo puede darse en una sociedad plenamente comunitaria. Las artes, la educación y la sociedad se mueven como si existiera entre ellas una especie de trabazón recíproca; de las tres, la que al parecer tiene menos influencia es el arte, que, sin embargo, no deja de pesar sobre la forma en que la gente piensa, siente y percibe, cosas que finalmente tienen más importancia que lo que sabe, o lo que cree que sabe. Pero el verdadero poder del arte no reside en escuchar ni en contemplar la obra terminada, sino en el acto mismo de la creación. En el proceso de creación artística el creador se compromete por completo. El artista se pone una meta, única y a corto plazo, susceptible de ser realizada dentro del marco de la composición presente y echa a andar en pos de ella, reconociendo al mismo tiempo, como cualquier verdadero explorador, que quizá no puede saber hacia donde marcha mientras no haya llegado allí, y deleitándose con lo que le ofrece el nuevo territorio que va descubriendo. El autor recupera lo expresado por Herbert Read quien se refiere a otras implicaciones más amplias de la educación al afirmar que el propósito de una reforma del sistema de educación no es lograr que se produzcan más obras de arte, sino mejores personas y sociedades mejores. Pero puede ser que esa actividad artística en los niños sea el comienzo de una reforma más amplia. Una vez que se liberan en una dirección los poderes creativos, una vez que se rompen en un punto los grilletes impuestos a la actividad escolar, se inicia generalmente una especie de liberación interior, el despertar de una actividad superior. Una vez que se acepta que este tipo de enfoque no sólo es posible en la actividad artística, sino en el campo total de la educación, una vez que se abandona la idea de la educación como preparación para la vida y se la ve como parte de la vida misma, una vez que se hace uno a la idea de que hay tantas maneras de adentrarse en el conocimiento como personas, de que la disposición lógica y rectilínea de los programas, con su progresión lineal de una a otra etapa, se basa en una fantasía sobre la forma en que aprenden los seres humanos, se revela el sinsentido de muchas de las discusiones que oponen la “excelencia” a la “igualdad de oportunidades”, Pág.13 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA Quizá aquí pueda ser de utilidad conocer las características de la educación musical y general en otras culturas, ya la tesis de este libro es que otras culturas de Oriente o África, tienen un caudal de experiencia y de sabiduría por lo menos equiparable al de Occidente, y que, así como el individuo puede aprender de otros, ninguna cultura puede sostener que no tiene nada que aprender del resto de la humanidad. Se puede aseverar confiadamente no sólo que cualquier teoría de la estética que se limite exclusivamente a la experiencia musical de la Europa posrenacentista será incompleta e incluso engañosa, sino también que cualquier sistema de educación que descuide las experiencias educacionales de otras culturas deformará la vida y la experiencia de aquellos a quienes pretenda educar. Cabe preguntarse qué sucede con Beethoven, Bach, Brahms y Webern, y con los otros grandes “clásicos”, con este nuevo enfoque de la educación musical que insiste más sobre el proceso de la creación que sobre el objeto artístico acabado. La respuesta debe ser que permanecerán o no, según la medida en que se les considere importantes para la vida de quienes toquen u oigan su música. Pero se les conocerá por lo que son: una parte del pasado que se puede amar y reverenciar, pero que no es necesario que se idolatre. Se les verá como hombres, no como espíritus etéreos. El autor afirma que, en todo caso, desde la época en que vivieron sólo ha habido una minoría de personas para las cuales su discurso ha sido accesible y que han compartido sus valores; esa minoría seguirá existiendo en tanto que exista en Occidente la clase media, y representará la cultura dominante en tanto que la clase media sea dominante, pero ya no se puede insistir en que sus valores son los únicos valores musicales. Se puede sostener que los grandes compositores clásicos ya no tienen otra importancia que la histórica en el mundo hacia el cual se avanza con tan inquietante velocidad. Sin duda, limitar la enseñanza, en esta época de cambios tan profundos como turbulentos, solamente a los valores tradicionales de la música occidental es correr el riesgo de limitar la imaginación de los alumnos a aquellos modos del pensamiento que han traído a la cultura occidental a su desastrosa situación actual. Es menester considerar por lo menos la posibilidad de que se dé un conflicto entre la “difusión” de Mozart y Beethoven y los verdaderos intereses de los alumnos. Según el autor el actual modelo de la educación, científico y de orientación pragmática, les está fallando desastrosamente a los jóvenes, por lo menos en Gran Bretaña, en muchos jardines de infancia y escuelas primarias se está intentando cambiar desde hace algún tiempo, pero una vez que llegan a los once o doce años, todos los niños se ven empujados a la escalera mecánica que los conduce a las notas más altas y al diploma, que les permitirán a su vez avanzar hacia un título superior y hacia las trampas del éxito, en tanto que los menos afortunados deben sufrir una desilusión que se les hace tanto más cruel cuanto que han sido formados en las expectativas generadas por una experiencia de la escuela primaria que armoniza mejor con la forma en que realmente se aprende. Mientras que la senda que lleva al éxito siga pasando por la puerta estrecha de la sala de exámenes, semejantes intentos de humanización están condenados a extinguirse al comienzo de la escolarización secundaria. Pág.14 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA La situación, que tan rápidamente cambia hoy en la sociedad, con su incertidumbre, su inestabilidad económica y sus reivindicaciones, exige que al modelo artístico de la educación se le dé oportunidad de cultivar aquellas capacidades que tan lamentablemente descuidadas están en el modelo actual. De acuerdo con el autor, el carácter comunitario de la vida artística, mito poética y ritual de Bali y del África negra, dice claramente en que sentidos Occidente sigue siendo una comarca subdesarrollada. Intenta demostrar cómo la música de este siglo presagia una sociedad que está pugnando por emerger de la antigua; quizá si los maestros pudieran aprender la lección del arte, y valerse de la experiencia del arte como modelo para su forma de tratar a los niños, se pudiera finalmente influir para que el fruto de ese nacimiento sea válido y robusto. Afirma que quizá pueda parecer absurdo que un movimiento así haya de iniciarse en las clases de música, pero es así solamente porque no se tiene en cuenta el poder del modo artístico de pensar; su influencia sobre la educación y, por mediación de ella, sobre la sociedad, puede ser pequeña, pero debido al poder del arte para cambiar las formas de percepción humanas, es real. El autor aclara que no se propone detallar aquí un proyecto de reforma del sistema educacional, ni cree que sea necesario, de lo que se trata es de reemplazar el sistema de educación por una comunidad educativa, y esto sólo se puede lograr a partir de los esfuerzos, tanto individuales como de pequeños grupos, por crear una fecunda diversidad y una bien trabada red de comunidades educativas, a partir de la exploración de la realidad por obra de exploradores que, con frecuencia, no sabrán cuál es su derrotero mientras no lo hayan completado. Propone pensar una situación en la que a todos no sólo se les permita, sino que se les estimule a trabajar en lo que les interesa bajo la orientación de los mayores, en un mundo que no esté ya limitado por los muros del aula, ni siquiera por los de la escuela. Hay poderosos argumentos que aconsejan que desde temprana edad se incorpore a los niños a la vida económica y política de la comunidad; gran parte del descontento de los jóvenes con la escuela tal como hoy se encuentra organizada debe de generarse en el total aislamiento en que ésta los mantiene respecto de esos aspectos de la vida, y en la naturaleza “como si” de todo el trabajo que en ella hacen. La práctica de que los niños vayan asumiendo poco a poco sus responsabilidades en la comunidad es característica de cualquier cultura de aldea y mucho podría aprenderse de ella. Si cada uno trabaja en la medida de sus fuerzas por alcanzar sus propios objetivos, no sería necesario un plan de estudios formal, ni pruebas de inteligencia ni de aptitudes, porque cada uno está constantemente poniendo a prueba su propia capacidad, ni tampoco ninguna selección por capacidades, ya que no hay criterios sobre los cuales basarla; habría quizá una mínima selección por edades, ya que parecería que la sociedad occidental fuese la única que se cree la fábula de que los niños mayores no tienen nada que enseñar a los más pequeños. No se necesitaría, investigaciones sobre las etapas de la maduración y la “disposición al aprendizaje”, ya que sobre esos puntos cada uno tomará sus propias decisiones, Este concepto de la comunidad educacional es el del centro de recursos Pág.15 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA gratuitamente accesibles para todos, los alumnos ya no son el objeto de la instrucción, de los maestros sino agentes activos, cuyas investigaciones constituyen el plan de estudios, cuya experiencia es el programa; ellos están haciendo la investigación: en sí mismos, entre ellos y en el mundo que los rodea. El propósito principal de un maestro es ayudar a sus alumnos a que aprendan a vivir en el mundo, y la práctica del arte en su sentido más amplio es una importante herramienta en ese aprendizaje, que por lo demás debe seguir toda la vida. Aprender a vivir en el mundo incluye, sin duda, la exploración de la naturaleza, pero una exploración que se despoja de la urgencia de dominio que desde sus comienzos en el siglo XVI, ha sido el motor de la ciencia occidental. El camino hacia una verdadera ciencia, hacia un verdadero conocimiento de la naturaleza pasa por una exploración afectuosa, similar a la que el artista hace de sus materiales. En tales condiciones, el papel del maestro cambiará fundamentalmente; le ofrecerá más estímulos, a la vez que más gratificaciones. Liberado de la necesidad de mantener su rol como fuente de todos los conocimientos, el maestro podrá relajarse y participar en las investigaciones de sus alumnos. Libre de las restricciones artificiales que impone la situación del aula, podrá llamar la atención sobre la lección que enseñan las autenticas restricciones impuestas a la condición humana, y que Occidente da la impresión de haber olvidado o, por lo menos, de las que no parece haber hecho caso en su empeño por dominar la naturaleza. En realidad, el rol del maestro profesional será mucho más el de un coordinador de los recursos didácticos que el de una fuente de conocimientos, y una de las habilidades más importantes que tendrá que cultivar en esta situación es la de saber cuándo ha de intervenir y cuándo mantenerse al margen. El hombre sigue siendo parte indisoluble de la naturaleza, no sólo en la medida en que es un ser físico con necesidades corporales y portador de una herencia animal, sino también, depende de la inteligencia que penetra en su totalidad el mundo natural. En todas las culturas ha sido tarea del arte, la religión y el ritual mantener el contacto con aquella inteligencia; solamente en la sociedad occidental, se ha llegado a negar la inteligencia de la naturaleza y a contemplar como deseable la posibilidad de hacer de ella una esclava de los deseos, del hombre virtualmente ilimitados. Para que llegaran a ser posibles los métodos de la ciencia moderna, la naturaleza tuvo que morir, y el hombre debió escindirse totalmente de ella. Este proceso se completó aproximadamente a comienzos del siglo XVII, y es interesante que fuera también por aquel entonces cuando las dos palabras ciencia y arte, adquirieron los significados especializados que hoy poseen. El autor expresa que, tal como señala Raymond Williams, antes de aquella época, y durante mucho tiempo después en ciertos textos, las palabras correspondían simplemente a los significados de conocimiento y habilidad, respectivamente. Ninguna de las dos tenía el sentido de actividad altamente especializada que tiene hoy, mientras que el uso de las palabras científico y artista para denotar a quienes profesionalmente las practicaban se remonta sólo a comienzos del siglo XIX, cuando la ciencia en el sentido moderno, empezó a prevalecer en la totalidad del conocimiento, y el arte quedó finalmente relegado al margen de la Pág.16 Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Departamento de Apoyo Documental Tel: (0221) 425-1800 e-mail: [email protected] MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA cultura occidental, reservado a la contemplación de las ahora devaluadas emociones e intuiciones. Pero el arte es igualmente, y en un sentido profundo, conocimiento, en tanto que la ciencia en un sentido profundo es habilidad, e idealmente, el conocimiento y la habilidad deberían ser fundamentalmente complementarios y simétricos. Es un lugar común señalar que ciencia y arte se complementan, pero lo que en la práctica socava esta complementariedad es el hecho de que en la cultura occidental, el arte en cuanto medio de exploración ha sido desvalorizado en favor de la ciencia, y se le ha privado de su función de principal fuente de la acción. Esta asimetría se genera en la avidez de poder del mundo occidental moderno, y en la manifiesta capacidad de la ciencia para alimentar esa avidez y conceder aquel dominio sobre la naturaleza que fue prometido en el Antiguo Testamento. Sin embargo, tal cosa sólo es posible cuando se reconoce que el conocimiento consciente es, en el mejor de los casos, parcial, e incluso engañoso, cuando se lo amputa de sus fuentes profundas en ese vasto interior de la mente que se llama el inconsciente. Esta riqueza de la experiencia es un derecho de todos, pero en la cultura occidental este derecho le está vedado a la mayoría, en aras de la persecución del poder y de los objetivos de la ciencia y de la tecnología, y les está vedado principalmente a todos los que, desde los cinco o seis años hasta los catorce, e incluso hasta los dieciséis o más, se ven obligados a someterse a la escolarización. Una experiencia tal puede sobrevenir mediante el trabajo de creación artística, ya sea pintando, tallando, o en cualquier otro tipo de hacer como puede ser escribir, danzar o actuar, y sobre todo en la música, puesto que de todas las actividades artísticas de la raza humana ninguna hay que nos ponga en contacto más estrecho con las fuentes del mito o de la magia, del ritual y de la religión, ni que perfile más sutilmente las formas de esa sociedad potencial que todavía está fuera de nuestro alcance. El creador llega a saber que hay un momento, al comienzo de un proyecto, en que es necesario alcanzar una ingenuidad total, disolver en la intención creativa toda complejidad y refinamiento, toda anticipación e incluso toda crítica. Quizá no sepa con precisión qué es lo que quiere hacer; las líneas del proyecto sólo se van perfilando cuando se trabaja en él. Por eso, emprender una tarea artística es un acto de fe que la razón consciente no entiende del todo, y que incluso puede rechazar. Por eso también la idea de que al arte pueda caberle un papel en la misión de liberar a la sociedad de su enfermizo espejismo de poder es un acto de fe, pero cualquier maestro que no tenga al menos una chispa de esa fe no puede hacerse cargo de la educación musical de nadie. El autor finaliza el capítulo afirmando que se tiene la posibilidad de contribuir a la curación de la grieta fatal que aqueja a la cultura; considerando la escisión entre ciencia y arte, entre verdad y valor, entre proceso y producto, entre mente y materia, el cisma es esencialmente el mismo. Pág.17