Perfecciona tus cualidades Salomon Michán Mercado Copyright 2016 by Smashwords Edition El principal propósito de la vida del hombre es esforzarse constantemente para perfeccionar sus cualidades (Gaón de Vilna) Dedicatoria Dedico este libro a toda esa gente en el mundo que desea afinar y perfeccionar sus cualidades. Pido al Creador del Mundo que nos ayude a cumplir con nuestra misión en este hermoso mundo. Agradezco a mi querido amigo Zury Attie, por haberme otorgado la oportunidad de sacar este hermoso libro a la luz. Doy gracias a Dios por haberme permitido publicar un libro más, con el que estoy seguro de que quien lo lea tendrá una mejor perspectiva de esta vida, y con los consejos escritos, podrá disfrutar de esta maravillosa existencia, perfeccionando sus cualidades. Ruego a Dios que siga dándome la oportunidad de enaltecer Su Nombre y que todos y cada uno de nosotros podamos cumplir con Su Voluntad a cada momento de nuestra vida. Salomón Michán M. Autor: Salomón Michán Mercado [email protected] Edición tipográfica: Salomón Michán Mercado Michán Editorial Corrección y revisión: Lic. Alfonso Roldán [email protected] Diseño de Portada: Estela Hachuel de Sande [email protected] ISBN: 9781370869510 Copyright © 2018 Todos los derechos reservados. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita del titular del Copyright, bajo las sanciones que establezca la ley, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante cualquier alquiler o préstamos públicos. Salomón Michán Mercado [email protected] 5247-3912 La edición e impresión de este libro, fue donado en Recuerdo de las Bodas de Oro de Nuestros Padres y abuelos: Abud y Mery Attie Donado por sus hijos y nietos 20 - Enero – 2018 5 – Shebat - 5778 Salomón Michán M. Leyes de Tebilat Kelim (Leyes sobre la Inmersión de utensilios) Leyes de Bishul en Shabat (Leyes de cómo preparar y manejar los guisados en Shabat) Leyes de Maajalé Akum (Leyes sobre la cocción de alimentos por medio de un gentil) La dieta del Rambam (Manual basado en las enseñanzas del Rambam y otros Jajamim acerca de qué, cómo y cuándo comer) Midat Yaakob (Exposiciones sobre “Medida por medida” de cada Perashá) Tefilát Hashlá Hakadosh (Comentarios sobre la Tefilá escrita por el Shlá Hakadosh) Pensar en el prójimo (2 tomos) (Obra que trata sobre la Mitzvá de pensar en el prójimo) Purim, descubriendo a Dios con alegría (Todo lo relacionado con la fiesta de Purim) La Tefilá (Libro que nos enseña cómo conectarnos con Dios por medio de la plegaria) Maasé Rafael (Enseñanzas de las Perashiot de la Torá, unidas con historias sorprendentes de la vida real) El respeto al Bet Hakneset y los libros de Torá (Reflexiones, Halajot, explicaciones sobre el respeto al Bet Hakneset) Historias sorprendentes del judaísmo (3 tomos) (Más de 350 historias y narraciones sorprendentes de la vida real y actual de diferentes temas sobre el judaísmo) La alegría y el éxito (Reflexiones, consejos y guía práctica para adquirir felicidad y alegría auténticas en la vida) También esto es para bien, Gam Zu Letobá (Libro donde se explica, con base en cada Perashá de la Torá, el famoso dicho de: “¡También esto es para bien!”) 101 enseñanzas del judaísmo, con buen humor (101 enseñanzas del judaísmo, unidas con un muy buen humor) Vive agradeciendo (Libro donde se explican los secretos para vivir felices adquiriendo el sentimiento de ser agradecidos por todo lo que tenemos) 365 reflexiones para la Vida (365 Reflexiones para vivir mejor, más alegre y positivo) Las Berajot traen Berajá (Libro que trata sobre la grandeza, la importancia y la explicación de las Berajot. Así mismo, se explica cada una de las Berajot que recitamos.) La Razón De Vivir (Libro que explica cuál es el objetivo de la vida y cuál es la finalidad de la existencia del ser humano este mundo.) El privilegio de ser mujer (Libro que trata sobre el rol, la misión y el propósito de la mujer en este mundo; así mismo, expone la importancia que tiene la mujer para su casa e hijos) Keter Itzjak, las 13 Coronas del Bar Mitzvá (Libro que expone todo lo relacionado sobre el día del Bar Mitzvá. Incluye Halajot, explicaciones sobre los Tefilín, etc. Asimismo, trata sobre el tema de la alegría de las Mitzvot) El poder del habla (Libro que expone el tema sobre el poder del habla, su fuerza y cómo debemos utilizarla según la Torá ) Éste y demás libros del autor pueden solicitarse llamando al teléfono: 52473912 o escribiendo al correo electrónico: [email protected] Preguntaron al Gran Matemático árabe Al-Khawarizmi sobre el valor del ser humano, y éste respondió: ““Si tiene ética, entonces su valor es de 1. Si además es inteligente, agréguele un cero y su valor será de 10. Si también es rico, súmele otro 0 y será de 100. Si por sobre todo eso es además una bella persona, agréguele un 0 más y es igual a 1000. Pero si pierde el 1, que corresponde a la ética, perderá todo su valor, pues solamente le quedarán los ceros. Así de sencillo: sin valores éticos y principios sólidos, no queda nada. Índice Dedicatoria Índice Índice detallado Introducción Prefacio Prólogo Vinimos al mundo a perfeccionarnos Imitando a Dios Debemos medir cada una de nuestras cualidades En busca de la perfección El trabajo de toda una vida Comienza con un enfoque de crecimiento personal Estudio de Musar Derej Eretz, educación Malas palabras Arrogancia, buena autoestima y humildad La arrogancia o presunción La autoestima La humildad El enojo El odio La envidia Saber perdonar (maabir al Midotav) Apiádate de los demás Conformarse con lo que se tiene La ambición y el deseo Vivir alegre Hakarat Hatob, ser agradecido Ama los reproches La agilidad - la flojera El recato Ser ordenado La importancia de la higiene personal La paciencia Las 13 enseñanzas de Rab Israel de Salanter Una pequeña reseña del Rabino Israel Lipkin Conclusión Índice detallado Dedicatoria Índice Índice detallado Introducción El judaísmo otorga enorme valor al desarrollo personal Los líderes de Israel fueron escogidos por sus cualidades ¿La Torá habla sobre perfeccionar nuestras cualidades? Prefacio Es posible perfeccionar nuestras cualidades “Así soy yo…” ¿Cuál es tu proyecto para este año? ¿Hombre o animal? Eres capaz de cambiar tus cualidades ¿Por qué es necesario hacerse el Brit Milá? Moshé Rabenu transformó sus virtudes y cualidades El cambio radical de Rish Lakish La superación del Yehudí Hoy es el mejor día de tu vida Tenemos las mejores cualidades El Yehudí es especial El Yehudí es hijo del rey Prólogo Entendiendo el tema Los cinco pasos para perfeccionarnos Vinimos al mundo a perfeccionarnos ¿Cuál es el principal propósito de la vida del hombre? ¿Realmente es ese el propósito de esta vida? ¿Sobre qué habló Rab Yejezkel Levinshtein? Tenemos la Torá junto con la orden de perfeccionarnos Las Mitzvot refinan nuestro carácter Estudiar Musar (ética, cualidades) Dios nos ayuda a perfeccionar nuestras cualidades Imitando a Dios Y andarás en sus caminos… Debemos imitar a Dios; no basta con copiar sus actos ¿Usted es Dios? Así como Dios es bondadoso, nosotros debemos serlo Debemos medir cada una de nuestras cualidades Midot significa “medidas” y “cualidades” El carácter y la personalidad son llamadas Midot Encamina tus cualidades para servir a Dios Utiliza las cualidades con inteligencia En busca de la perfección Dios nos creó para beneficiarnos imitando Su perfección Somos capaces de lograr la perfección Cambiemos nuestra naturaleza, no sólo los hechos ¿Por qué perfeccionarnos no es una Mitzvá? La Torá se divide en dos Analiza qué es lo correcto en esta vida El trabajo de toda una vida ¿Cómo se alcanzan esos objetivos? Elévate poco a poco El comienzo del desarrollo personal es el autoconocimiento Piensa bien y eso influirá en que mejores Las Mitzvot nos ayudan a perfeccionarnos Aprende de las narraciones de la Torá El Libro de Bereshit no enseña sobre el desarrollo personal Sé un ejemplo, sé correcto, sé un caballero No es raro que el hijo lo haga igual Tu eres como te comportas Comienza con un enfoque de crecimiento personal Entendamos qué es el jeshbón hanefesh (introspección) La introspección El balance espiritual ¿Cómo comenzar? Manual de introspección Mi Registro Diario ¡Elévate tú! Una buena Midá Estudio de Musar El estudio de Musar corrige las cualidades La humildad se adquiere con Musar Todo el que no estudia Musar, es como el que no tiene Dios Analiza la conducta de nuestros Jajamim Estudiar para aplicarlo ¿Para qué estudiar Musar? Si no enseñó Musar, no tiene una categoría tan elevada ¿Qué estudiar en esa media hora? Incluso en tiempos de luto hay que estudiar Musar Consejos para estudiar Musar Dedica tiempo a leer historias de Jajamim Derej Eretz, educación ¿Qué es el Derej Eretz, según la Torá? Si no hay Derej Eretz, no hay Torá Conducirse con el Derej Eretz que la Torá pide La Torá no escribe las conductas de Derej Eretz La Torá nos enseña mucho acerca del Derej Eretz Derej Eretz al momento de comer Derej Eretz con la gente Derej Eretz en la manera de hablar Derej Eretz relacionado con la sociedad Derej Eretz en la forma de vestir y con orden Derej Eretz con el anfitrión (Oreaj) Tener un orden personal Malas palabras Muy grave error es hablar con palabras negativas Groserías, majaderías Enseña a tus hijos a hablar bien Arrogancia, buena autoestima y humildad La arrogancia, una buena autoestima y la humildad La arrogancia o presunción La definición de la arrogancia y/o presunción Los riesgos de la arrogancia La actitud de la Torá hacia la arrogancia La autoestima La autoestima consta de dos componentes principales Valorar las propias virtudes inspiran confianza La autoestima es un valor de la Torá La humildad ¿Qué es la humildad? Las ventajas de ser humilde La humildad es la base de todas las buenas cualidades Cómo trabajar para adquirir humildad La carreta vacía Resumen del capítulo El enojo Quien se enoja es como si cometiera idolatría Es peor el enojo que el pan en Pesaj La gravedad de enojarse ¿Quieres ser amado por Dios? No instruyas cuando estés enojado El enojo en el hogar El enojado y el ebrio Cuando estás enojado, no mides las consecuencias Momentos en que debes enojarte El enojo y el mal humor son dañinos Barreras y Tefilá para no caer en el enojo El enojo daña a la Parnasá y a la riqueza ¿Por qué tuviste larga vida? De quien se enoja, la sabiduría se aleja Algunos consejos para no enojarse El odio 1. Odiar sin motivo No se ha construido el tercer Bet Hamikdash ¿Qué significa odiar? 2. Odio por envidia ¿Realmente lo perdonas? ¡¿Ayudar al enemigo?! La Torá nos enseña a conseguir la amistad ¿Hasta dónde puede llegar el odio? La envidia Somos nosotros los que nos alejamos de la felicidad Trabajar para alejarnos de la envidia Deseamos tener lo que tienen los demás ¡Para que el otro no tenga! La enseñanza de la serpiente y la luciérnaga La buena envidia “Lo sufrió en carne propia…” Las enseñanzas de Koraj Saber perdonar (maabir al Midotav) El gran pago para quien sabe perdonar El mejor negocio en este mundo Dios cedió y perdonó sus pecados Mi cabeza esquivaba cada ola que venía Llovió porque Rabí Akiba era Maabir Al Midotav No estaba pecando, sino Maabir Al Midotav Ser Maabir Al Midotav aumenta años de vida Es peligroso el rencor Nunca guardar rencor Olvidar lo pasado, incluso si sufrimos mucho Apiádate de los demás A todo el que se apiada de las criaturas, se apiadan de él Dile lo que quiere escuchar El liderazgo de Moshé Tener buen ojo Pensar en los demás El objetivo que debemos alcanzar en esta vida Conformarse con lo que se tiene El pago de quien se conforma con lo que tiene Quien ama el dinero, nunca se saciará de él Quien anhela el dinero no podrá comer La pobreza: la mejor virtud que puede tenerse “Que se vuelva fea, que se vuelva linda…” Dime con quién te juntas… La ambición y el deseo La ambición es hambre Vanidad de vanidades, todo es vanidad El dinero es una necesidad como el papel higiénico Vivir alegre Estamos obligados a vivir con alegría Fuentes sobre la alegría en nuestra Torá Alegría: el arma para combatir los problemas ¿Con qué empiezo a acercarme a la Torá? El enfoque central del Judaísmo ¿Por qué es tan valiosa la alegría para Dios? Hakarat Hatob, ser agradecido Ser agradecido Sé agradecido con Dios El mejor o el peor día de mi vida Sé agradecido aun cuando te hagan sufrir Agradece a tu esposa El Jajam invita a un goy a dormir en su casa Agradece al chofer que te llevó Incluso a los animales debes agradecer Sé agradecido aun por las cosas materiales Debo agradecimiento a las plantas Incluso con lo material debes ser agradecido Sé agradecido con los dueños de la casa A los suegros debemos mucho agradecimiento Agradece incluso después de muchos años Fue a la Levayá de un hombre que nadie conocía Ser malagradecido es síntoma de presunción Ama los reproches Poca gente sabe recibir los reproches Rab Ashel pedía que le reprocharan Ama los reproches El verdadero reto Cómo reprochar a los alumnos Reprochar a la pareja La agilidad - la flojera La gran categoría de la agilidad El Baal HaMidot (El hombre de la conducta intachable) La gravedad de la flojera (el perezoso) Conclusión El recato Sé recatado en tus acciones y forma de ser ¿En qué consiste la Mitzvá de Tzeniut? Ser ordenado La importancia del orden Las ventajas de tener todo en orden o ser ordenado Buenos hábitos en el uso del tiempo La importancia de la higiene personal La higiene personal La higiene se divide en varios aspectos La paciencia El arte de ser paciente La paciencia es una herramienta fundamental para vivir Las 13 enseñanzas de Rab Israel de Salanter 1. Autenticidad 2. Agilidad 3. Diligencia 4. El respeto 5. La tranquilidad 6. La serenidad 7. La higiene 8. Paciencia 9. Orden 10. Modestia 11. Rectitud 12. Austeridad 13. Silencio Una pequeña reseña del Rabino Israel Lipkin Conclusión Introducción El judaísmo otorga enorme valor al desarrollo personal Si nos dijeran que hiciéramos una lista de aquellas cosas con las cuales generalmente se asocia el judaísmo, podríamos sugerir la observancia del Shabat, las restricciones alimenticias (Kashrut), el Brit Milá (la circuncisión) y varios otros ideales, y Mitzvot (preceptos) específicas de la religión judía. Sin embargo, hay un concepto común a muchos pueblos y culturas que también ocupa un lugar central en el judaísmo: el desarrollo personal y la perfección de las cualidades. La globalidad del judaísmo y su enfoque singular hacia el desarrollo personal se basa en el mandato Divino de esforzarse por lograr la perfección de nuestro carácter. Aunque a muchos nos cueste admitirlo, todos tenemos defectos. No existe ningún ser humano que sea absolutamente perfecto —algunas personas se enojan con facilidad, otras son poco misericordiosas o tacañas, y la lista puede seguir extendiéndose—. Por supuesto, hay personas que son renuentes a invertir el tiempo y la energía necesarios para crecer y refinar las cualidades personales. Pero incluso esas personas que eligen no dedicarse a la auto superación, sin ninguna duda reconocerán que se trata de un esfuerzo válido. Incluso las personas que poseen buenos atributos, como la bondad, consideración, generosidad, escrúpulos, etc., tal vez podrían llegar a sobresalir en estas áreas si tan solo se dedicaran a trabajar en ellas un poco más. El judaísmo da enorme valor al concepto y a la práctica del desarrollo personal. La Torá requiere que cada persona se esfuerce por lograr la perfección y que no se sienta satisfecha con su estatus personal. La más famosa y dramática ilustración del compromiso judío con el desarrollo personal la encontramos en los diez días que se extienden desde Rosh Hashaná hasta Yom Kipur, cuando los judíos de todo el mundo efectúan un balance personal de la manera en la cual están utilizando los atributos con los cuales fueron creados, a fin de corroborar si se encuentran en el camino correcto para lograr cumplir su misión en la vida. Otro momento del año con un significado similar —aunque menos conocido —, es el periodo de siete semanas entre Pesaj y Shabuot, cuando los judíos ponen toda su atención en el refinamiento de sus cualidades personales y de su dedicación al estudio y a la práctica de la Torá. Pero el enfoque global del judaísmo sobre el desarrollo personal es que, en esencia, se trata de un esfuerzo continuo de toda la vida —día a día, hora a hora —, ya sea en el hogar, en la escuela, en la oficina e incluso durante las “vacaciones”, tal como lo ilustra la siguiente historia de lo ocurrido en un campamento judío de verano: Era el partido estelar de beisbol de la “Guerra de Color” de la división mayor, y cientos de campistas y miembros del equipo estaban sentados en las tribunas y de pie al borde de la cancha observando un juego muy emocionante. El marcador estaba empatado 1 a 1 y David Tepper se encontraba en la segunda base. David tenía quince años, estaba en la cabaña de los mayores del campamento y posiblemente era el mejor jugador de su equipo. Sus compañeros se animaron cuando él tomó el primer turno en segunda base, mientras que el siguiente lanzador se dirigía a home. El bateador se balanceó y efectuó un lanzamiento hacia el campo. David rodeó la tercera base y se dirigió hacia la principal, en tanto el público lo alentaba. Cuando David se deslizaba en la base final, el receptor atrapó el tiro y lo agarró afuera de ésta. —¡Safe! —gritó el árbitro. Era obvio que el receptor estaba molesto. Dijo al árbitro que había tocado al corredor antes de que llegara a home. Pero el árbitro no cambió su decisión. El equipo de David desbordaba emoción. Ahora estaban a la cabeza del juego y en posición de ganar algunos puntos cruciales en la Guerra de Color. Tal vez una victoria en el partido estelar les daría el impulso necesario para ganar el torneo. David se demoró en ponerse de pie y sacudirse el polvo. Mientras se acercaba a la base, sus compañeros lo rodeaban dándole palmadas afectuosas en la espalda y felicitándolo. Pero evidentemente, él era el único que no parecía estar entusiasmado. En silencio, atravesó a la multitud y se dirigió al árbitro. —Yo estaba fuera de la base —le dijo suavemente. El árbitro no estaba seguro de haber oído correctamente y le preguntó: —¿Qué dijiste? —Dije que estaba afuera de la base, —respondió David—. Estoy seguro de que me tocó antes de que llegara a la base. De repente, todos se quedaron callados. Muchas personas habían estado suficientemente cerca como para oír la conversación y el rumor sobre la confesión de David se propagó rápidamente. El árbitro analizó el tema en silencio. Después de lo que pareció un tiempo muy largo, el árbitro aclaró su garganta y dijo: —Bueno, yo soy un ser humano y puedo equivocarme. Si estás seguro de que te atrapó antes de que llegaras a la base, entonces tú quedas afuera. El partido terminó empatado. En la última noche del campamento, el coordinador se dirigió a los campistas y al equipo, y dijo: —Después de estas ocho semanas de campamento, regresamos a nuestros hogares con muchos recuerdos. Pero hay algo en especial que debemos recordar y es el momento en que David Tepper dijo la verdad después de que el árbitro le diera la carrera. [1] En este incidente hubo tres héroes. David podría haber aceptado en silencio el punto ganador argumentando que esa fue la decisión del árbitro. El árbitro podría haberse negado a aceptar que se había equivocado al marcar el punto. Finalmente, el coordinador principal enfatizó delante de todo el campamento cómo el final del juego dejó una lección para toda la vida respecto a la manera en la cual nuestras cualidades personales definen el rumbo de nuestra vida. Imaginemos cuán trascendental es lo que está en juego cuando nuestro comportamiento y nuestros atributos verdaderamente importan: en nuestras relaciones interpersonales con la familia, con los amigos, con los maestros, con los colegas y con Dios mismo. Para algunos de nosotros, desarrollar nuestro potencial puede parecer semejante a llegar a la cima de una montaña imposible de escalar. Sin embargo, no sólo este objetivo puede conseguirse, sino que es este mismo desafío lo que nos permite cumplir con nuestra misión en este mundo.[2] Los líderes de Israel fueron escogidos por sus cualidades Nos cuenta el Midrash, en Shemot Rabá,[3] que cuando el Rey David fue pastor sacaba a pastar primero al ganado más joven para que comiera la hierba más blanda; en segundo lugar, al ganado más viejo, a fin de que el pasto no fuera tan duro para ellos; y por último, a los animales fuertes, para que éstos terminaran con la pastura más recia. Al ver Dios el orden en que David trabajaba y que mostraba su gran compasión, decidió que este pastor era el indicado para reinar sobre el Pueblo de Israel. Algo similar nos dice el Midrash:[4] “¿Por qué Moshé Rabenu fue elegido por Dios para ser pastor?”. Y responde que Dios no da grandeza a la persona hasta que la pone a prueba en cosas pequeñas. Cuando Moshé fue pastor, una oveja huyó y él fue tras ella hasta alcanzarla, justo en el pozo de agua. Moshé exclamó: “De haber sabido que corrías en busca de agua, no te hubiera perseguido”. Regresó cargando a la oveja en hombros, con gran compasión. Al ver esto, Dios lo eligió como líder del Pueblo de Israel. Vemos que Dios da gran importancia a las cualidades, al grado que éstas llevan al liderazgo de todo el Pueblo de Israel. ¿La Torá habla sobre perfeccionar nuestras cualidades? Diversas fuentes señalan la importancia del desarrollo personal para el judaísmo. Aunque el refinamiento de las cualidades personales en la mayoría de los casos no está ordenado explícitamente por la Torá, no se debe a que esto carezca de importancia fundamental. De hecho, el gran sabio y místico, Rabí Jaim Vital, escribe que el refinamiento de las cualidades personales es el requisito previo necesario para la Torá, porque, sin refinar sus cualidades, la persona simplemente no puede cumplir con la Torá. Las cualidades personales no están incluidas dentro de las 613 Mitzvot, pero pueden llevar a su adecuado cumplimiento o a su profanación… Por tanto, podemos ver que la persona debe ser aún más cuidadosa de mantenerse alejada de las malas cualidades que de cumplir con los mandamientos positivos y negativos, porque cuando logre refinar sus propias cualidades será capaz de cumplir con facilidad todas las Mitzvot.[5] Prefacio Es posible perfeccionar nuestras cualidades El hombre, por su propia naturaleza, debe constantemente tratar de perfeccionarse a sí mismo. Cuando no asciende en la perfección, está descendiendo. La persona crece o se estanca; no hay punto medio. La vida es como una escalera eléctrica que baja; si uno se queda parado, baja; si uno camina, se queda en el mismo lugar. Sólo si hace el esfuerzo adicional de correr, ascenderá. Está escrito en la Guemará: “Dijo Rabí Shimón Bar Yojai: ‘Vi gente que vive en constante superación personal en esta vida (Bené Aliá) y realmente son muy pocos’. Si hay mil, mi hijo y yo estamos dentro de ellos. Si son cien, mi hijo y yo estamos dentro. Y si sólo existieran dos, somos mi hijo y yo”.[6] Cabe preguntar: ¿qué quiso decir Rabí Shimón Bar Yojai con eso? Y además cabe la pregunta: ¿acaso eso es humildad? Aparentemente eso demuestra orgullo y presunción. La respuesta es: Rabí Shimón Bar Yojai vivía con ese deseo y voluntad de superarse día a día. Y eso no revela presunción, ya que ellos eran personas que sentían estar todavía en constante trabajo de superación, y alguien que se supera día a día manifiesta que todavía no es perfecto; eso precisamente significa “humildad”. “Así soy yo…” Mucha gente vive equivocadamente pensando: “Así soy yo y no puedo cambiar”. Esto es un gran error, ya que vinimos a este mundo a superarnos en todos los sentidos de la palabra: mejores seres humanos, más bondadosos, más amables, mejorar nuestra relación con el prójimo, mejorar nuestra habla, etcétera. ¿Cuál es tu proyecto para este año? Una de las preguntas más recurrentes que hacemos a nuestros conocidos al comienzo de un año nuevo, es: “¿Cuáles son tus proyectos para el próximo año?”. Generalmente, tenemos proyectos sobre nuestras vacaciones, nuestros asuntos comerciales o algún otro deseo que queremos realizar. Pocas veces vemos personas que proyectan mejorar sus modales o perfeccionar su conducta.[7] Debemos saber que cada día que pasa y no hay en él alguna mejora de cierta virtud o de determinada cualidad, se considera perdido. Si a alguien le preguntamos su edad, podrá contestar que tiene 30, 40 o incluso 80 años. Pero esa edad es relativa, pues si dice que tiene 30 años, significa que ya no los tiene; es decir, esos años ya se fueron… Pero si aprovechó esos 30 años de vida, ya sea al mejorar su conducta, perfeccionar alguna cualidad buena o haberse deshecho de alguna negativa, etc., entonces sí tiene realmente 30 años de vida, pues en ese tiempo adquirió algo que vale mucho. ¿Hombre o animal? Hay una diferencia muy grande entre el animal y el hombre, el ser humano. La palabra “animal” se traduce al hebreo como Behemá. Nuestros Jajamim (Sabios) explican así la raíz de esta palabra: Ba Má, que significa: “¿Qué hay en él?”. Es decir, un animal nunca tendrá aspiraciones de mejorar sus cualidades o conducta. Lo que tiene es lo que es; nunca será mejor ni más perfecto. Algunos piensan que el hombre es un animal más, pero que se diferencia del resto por su capacidad racional. Sin embargo, eso es erróneo. La mayor diferencia entre el ser humano y el animal es que el primero puede cambiar y mejorar sus conductas, para el bien o para el mal. Dice el Talmud que un toro que ha corneado tres veces o más merece la pena de muerte. Podríamos preguntar: ¿por qué no conversamos con él o le enseñamos cómo tratar a los demás y no dañarlos? Sabemos que no es posible, ya que el animal carece de esa facultad de mejorar y perfeccionar sus cualidades. Pero el ser humano tiene la fuerza de perfeccionar sus cualidades, virtudes, etc. El problema es que, si intentamos corregir a alguien, inmediatamente nos contesta: “Yo soy así”. Esto es un error que mucha gente comete. Es verdad que podemos tener virtudes malas o pésimas cualidades; pero con esfuerzo y dedicación podemos cambiar radicalmente esas conductas para bien. Debemos vivir con la mentalidad de mejorar día a día y perfeccionar nuestras virtudes a cada momento de nuestra vida. Eres capaz de cambiar tus cualidades El ser humano nace con características especiales, que pueden ser muy malas o muy buenas. Su trabajo en la vida es aprender a explotarlas para bien. Así dice la Guemará:[8] “Quien nace bajo la influencia de Marte, será un derramador de sangre”. Es decir, tendrá una influencia que le llevará a sentir gusto por derramar sangre. La persona podría utilizar esa característica para hacer lo malo, o para lo bueno, como convertirse en Shojet (matarife) o Mohel (quien realiza el Brit Milá (la circuncisión). Es nuestro trabajo de todos los días utilizar todo lo que tenemos para bien. ¿Por qué es necesario hacerse el Brit Milá? Preguntan los Jajamim: “¿Para qué nos ordenó Dios que nos hagamos el Brit Milá?”. Dios quiere enseñarnos que la persona no es perfecta y debe perfeccionarse a sí misma. En otras palabras, nadie nace perfecto, sino que debe mejorar sus cualidades. Moshé Rabenu transformó sus virtudes y cualidades Está escrita una historia increíble acerca de Moshé Rabenu:[9] Cuando Moshé Rabenu sacó a los Yehudim de Egipto, los pueblos vecinos se sorprendieron por el “gran hombre” debido a quien ocurrieron tantos milagros y maravillas. Un rey árabe que quería investigar la fuerza de Moshé Rabenu mandó a algunos pintores expertos para dibujar el rostro del líder hebreo. Éstos dibujaron exactamente el rostro del pastor de Israel y lo mostraron al rey. El monarca llamó entonces a los hombres más expertos en interpretar los rostros de los seres humanos y les entregó el dibujo de Moshé Rabenu para que con base en el retrato explicaran su gran fuerza, virtudes y cualidades. Todos le dijeron: “Este hombre es un individuo malo, presumido, amante del dinero y enojón, y posee las peores cualidades del mundo”. El rey pensó que tal vez estaban burlándose de él; fue tanta su furia que los dibujantes y los “expertos” se llenaron de temor y empezaron a echarse la culpa uno al otro. Uno decía que estaba mal dibujado, el otro que estaba mal interpretado… Entonces el rey mismo quiso ir hasta donde estaba Moshé Rabenu para conocerlo y verificar si el dibujo era correcto. El rey tomó el dibujo y fue al desierto de Sinai. Cuando vio a Moshé Rabenu se dio cuenta de que era idéntico al retrato que tenía en la mano. Pensó que los dibujantes habían estado en lo correcto, pero que los intérpretes se habían equivocado. Antes de regresar a su país, el rey pudo platicar con Moshé Rabenu. Le contó todo lo que había hecho y le dijo que el dibujo que tenía en su mano era correcto y ahora se había dado cuenta de que los intérpretes estaban equivocados. En ese momento le dijo Moshé Rabenu algo increíble: “Los dibujantes y los intérpretes están en lo correcto. Pero quiero que sepas que, conforme a mi naturaleza, todas esas virtudes malas estaban arraigadas dentro de mí. Yo debía ser malo y tener las peores cualidades: presumido, enojón, etc. Incluso pienso que a los intérpretes les faltó agregar peores virtudes de ese dibujo sobre mí… Pero, con el tiempo, he trabajado con todas mis fuerzas en mi propia superación personal y he gobernado mis deseos y ambiciones, hasta llegar a ser lo que soy ahora”. En otras palabras, Moshé Rabenu atestiguó sobre sí mismo que tenía malas cualidades, que era enojón, etc., pero pudo vencerlas y ser otra persona, totalmente distinta. El cambio radical de Rish Lakish Cuenta el Talmud[10] que Rabí Yojanán, aparte de haber sido un gran Talmid Jajam (erudito en el Talmud), era muy bello. En una ocasión estaba Rabí Yojanán bañándose en el río y pasó por ahí el mayor asaltante de la ciudad, que era llamado Rish Lakish. Al ver de lejos a Rabí Yojanán pensó que era una mujer, ya que su belleza lo hacía resplandecer. Rish Lakish, queriendo tomar “a esa mujer”, no lo pensó dos veces y dio un inmenso salto hasta llegar junto a Rabí Yojanán, “la mujer que quería”. Al verlo de cerca Rish Lakish y al darse cuenta de que era “un Jajam muy bello”, le dijo que tanta belleza debería haber sido entregada a las mujeres, ya que en un hombre era un desperdicio. Rabí Yojanán respondió a Rish Lakish que si él hacía Teshubá (se arrepentía) y se acercaba a la Torá, el Rabí arreglaría que su hermana, que era mucho más bella que él, se casara con el asaltante. Y así pasó: Rish Lakish comenzó a estudiar Torá y se hizo un Talmid Jajam muy grande. Vemos de esta historia que hasta el hombre más malvado, como lo era Rish Lakish, es capaz de corregir sus malas virtudes y convertirse en un gran Talmid Jajam; todo depende de la voluntad que tenga para ello. Muchas veces queremos perfeccionar al mundo y nos olvidamos de perfeccionarnos a nosotros mismos. Así lo dijo alguien muy sabio: “El hombre todo lo perfecciona en torno suyo; lo que no hace es perfeccionarse a sí mismo”. Si lo malo que dicen de ti es verdad, corrígete; si es mentira, ríete… La superación del Yehudí “El Yehudí debe superarse toda su vida.” Un verdadero Yehudí debe conocer sus debilidades y pasar su vida corrigiéndolas, sin jamás permitirse pensar que ha hecho ya lo suficiente. Naturalmente, tampoco nunca debe sentirse inferior a nadie. Un hombre muy sabio dijo en una ocasión: “Yo no sé cómo superar a los demás. Lo único que sé es cómo superarme a mí mismo”. Él se decía: “Hoy soy mejor que ayer; mañana todavía seré superior”. Un verdadero Yehudí consagra todo su tiempo al perfeccionamiento de sí mismo. Por ello el estudio de Musar (ética judía) constituye un proceso sin fin… Solía decir Rab Israel de Salant (1809-1883): “Es más fácil estudiar todo el Talmud que cambiar una sola cualidad”. Hoy es el mejor día de tu vida Hoy es el mejor día de tu vida, porque hoy es el único día que existe. Todos los días del pasado son parte del banco de memoria de tu mente. Todos los días futuros todavía no han existido. Por tanto, hoy tiene que ser el mejor día de tu vida. La manera en la cual experimentes el día será diferente si decides verlo como el mejor día de tu vida, ahora mismo. Hoy es el único día que tienes para elegir lo que vas a pensar, decir y hacer hoy. Piensa en esto: ¿Cuáles son algunas cosas significativas que puedes pensar, decir o hacer hoy, de acuerdo con tu realidad, en este día especial de tu vida? Considera algunos actos pequeños, dar un verdadero paso hacia adelante, algo que puedas llegar a hacer. Incluso si en verdad no lo haces hoy, pensar en ello te eleva hoy mismo. Nunca podemos elegir la naturaleza misma de cada día. Cada día, Dios nos envía desafíos singulares. Por tanto, los desafíos exactos que experimentas hoy serán experimentados solamente una vez. Hoy es el único día de tu vida en el cual serás capaz de destacarte en aprovecharlo… Las personas que aspiran a tener conciencia espiritual serán capaces de seguir creciendo y desarrollándose cada día.[11] Tenemos las mejores cualidades En cierto museo se muestran los animales más salvajes del mundo. Allí es posible ver a un gran león, a la serpiente más venenosa, al tigre más feroz… Al final del recorrido hay un vestíbulo donde se ve un letrero que dice: “Ahora verás al animal salvaje más peligroso y que ha hecho más daño a la humanidad”. Y al entrar… hay un espejo. El “animal” más salvaje de la Tierra es el hombre. Podemos comprobar esto con el Holocausto: los alemanes eran considerados las personas más intelectuales, académicas y cultas que vivían en Europa, ¡y se convirtieron en salvajes al asesinar a más de seis millones de judíos, incluyendo niños…! Por otro lado, el hombre puede llegar a niveles muy elevados, incluso mayores que el de los ángeles. Cada uno escoge dónde quiere explotar su potencial. El Yehudí es especial Antes de que Dios nos diera la Torá, dijo: “Y ustedes serán para Mí un pueblo de reyes”. Con esta frase, Dios nos da una introducción de por qué en la Torá existen restricciones. Él quiere un pueblo de reyes. Un rey no puede vestir como quiere, ni comer como quiere, ni tampoco ir a donde quiere. Para que el rey se distinga entre los demás, debe comportarse diferente de ellos. En un mensaje que mandó el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Barack Obama, al Pueblo Judío con motivo de Rosh Hashaná del año 5771 (8 de septiembre de 2010), dijo: “A lo largo de la historia, el Pueblo Judío ha sido ‘Luz para las naciones’”. No nada más Yeshayahu (Isaías) dijo que Israel es “Luz para las naciones”, sino que uno de los hombres más influyentes del mundo no judío también lo reconoció. El Yehudí es hijo del rey Imaginemos que un gran rey ve a un hombre tirado sobre un montón de basura. Está sucio, con la ropa desgarrada y, al parecer, sufriendo todo tipo de enfermedades. Le falta todo; no tiene casa, tampoco familia ni amigos. El rey siente compasión por este hombre y decide que ayudarle a ser un hombre normal. Y más que eso, lo pondrá a su lado. Para eso, ordena a sus ministros y servidores poner “manos a la obra”. Primero, lo bañan y le quitan toda la suciedad pegada al cuerpo, para ver que es una mancha o una herida en la piel y que es en verdad una suciedad adherida. Luego lo llevan con los mejores doctores del reino para curarlo de todas las enfermedades que adquirió. Ahora ya es un hombre sano y fuerte… Por orden del rey, lo visten con prendas finas, y lo coronan con piedras preciosas y diamantes. No sólo eso, sino que el rey también lo nombra su primer ministro y le entrega parte de sus tesoros. Ordena a toda la corte tratar a este nuevo ministro con todos los honores del reino, y le entrega a su hija, la princesa, como esposa. De la noche a la mañana, este hombre pasa de ser un mendigo sucio y enfermo para elevarse hasta convertirse en el futuro rey del lugar. Y sucede que, mientras está vestido con las prendas reales y adornado con brillantes y piedras preciosas, mientras a su paso lo reverencian todos los súbditos del rey, tal como si él mismo fuera el soberano, ve a lo lejos a unos niños jugando en una montaña de basura, tirándose unos a los otros pelotas de barro y suciedad. Y el hombre siente envidia, tanta, que se quita las ropas, se saca de encima todo ese disfraz de realeza y se pone a jugar con ellos. Vuelve a ensuciarse y está feliz, jugando con los niños… ¿Hay algún límite para el castigo que merece este hombre? Ha despreciado el honor del rey y sus ministros haciendo su propia voluntad, ensuciando su cuerpo, manchando aquello que el mismo rey ordenó limpiar. Arrojó al vacío los regalos del rey prefiriendo a cambio una montaña de basura… Es exactamente lo mismo que sucede con cada uno de nosotros. Debemos saber que somos hijos del Rey del mundo. Dios nos ha escogido como Pueblo de Reyes; somos de la realeza. Y así debemos comportarnos… Prólogo Entendiendo el tema Mucha gente piensa —incluso nosotros mismos, que estamos leyendo este libro— que la Torá significa el cumplimiento de Mitzvot, cumplir Shabat, ayunar en Yom Kipur, etc., y todo el tema de perfeccionar nuestras cualidades, es algo extra y complemento a la Torá. Seguramente conocemos mucha gente experta en los temas de Halajá, gente que ya ha terminado todo el Shas (todos los tratados del Talmud), pero es difícil conocer gente que sea experta en temas de ética y perfección de cualidades. Dijo el Gaón de Vilna: “El principal propósito de la vida del hombre es esforzarse constantemente por perfeccionar sus cualidades. Y si no, ¿para qué es la vida?”.[12] La pregunta es: ¿por qué no damos la debida importancia al tema de perfeccionar las cualidades, siendo esto tan importante? Incluso no sabemos qué es una cualidad ni sabemos describir cuáles son algunas de ellas. Hay tres razones básicas por las cuales resulta tan importante trabajar en las cualidades. La primera es que toda la razón y el propósito de que estemos en este mundo son para perfeccionar nuestras cualidades, así como explica el Gaón de Vilna. Rab Jaim Luzzato explica que el objetivo de Dios al crear este mundo fue “dar”. Por cuanto que Dios es perfecto y no necesita nada, quiso crear el mundo con esa única intención. Dios nos creó para conectarnos a Él, por medio de igualarnos a sus cualidades. Es decir, cuando nos igualamos a Dios, al comportarnos igual que Él, es cuando nos conectamos con su Presencia. El trabajo del cuerpo para asemejarnos a Dios es perfeccionar nuestras cualidades. ¿Cómo se mide el valor de la persona? Dependiendo de cómo reacciona a cualquier situación que se le presenta. Podemos usar Kipá y Tzitzit, pero cómo nos comportamos dependerá de nuestras cualidades. ¿Cómo podemos semejarnos a Dios? Por medio de igualar e imitar Sus caminos. Así como Dios es bondadoso, nosotros debemos ser bondadosos. Así como Dios es piadoso, debemos serlo nosotros. Al asemejarnos a Dios, nos conectamos con Él. El segundo motivo es que nuestra esencia y lo que realmente valemos y somos son nuestras cualidades. Nosotros somos lo que hablamos. De acuerdo con la forma en que nos comportemos, es lo que somos. Como dicen los Jajamim, el hombre no vale más porque tenga dinero en el banco, pues lo único que vale de la persona es su manera de comportarse. El tercer motivo es que, por medio de nuestras cualidades, mostramos nuestro cumplimiento de la Torá. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Si alguien tiene malas cualidades, se le complicará cumplir con la Torá. Por ejemplo, a una mujer vanidosa y presumida seguramente se le dificultará cumplir la Mitzvá de Tzeniut (recato); es decir, por medio de una mala cualidad no podrá cumplir una Mitzvá de la Torá. O por ejemplo, un hombre que tiene muchos deseos principalmente por la comida, se le dificultará el Kashrut. O un hombre con muchos deseos de vestirse con las mejores marcas de ropa, se le dificultará cumplir la Mitzvá de Shaatnez (la prohibición de usar ropas de lana con lino). En otras palabras: el trabajo de cumplir las Mitzvot está conectado con la perfección de cualidades. Muchos de nosotros tenemos un gran defecto; decir y pensar: “¡Así soy yo!”. ¿Por qué es un gran defecto? Porque esa frase —que muchos utilizamos— nos limita para perfeccionarnos y va contra toda la finalidad de la creación del mundo, ya que el solo hecho de haber nacido con ese tipo de cualidades es precisamente la tarea que debemos perfeccionar en este mundo. Los cinco pasos para perfeccionarnos Mencionaremos a continuación varios pasos para llegar a la perfección personal y el mejoramiento de nuestras cualidades. Sin embargo, aunque pareciera muy fácil y podamos pensar que sólo basta con seguir esos pasos, realmente se necesita de trabajo y esfuerzo durante toda una vida. 1. Motivación. Si no estamos motivados, nunca llegaremos a nada. Para cualquier ámbito en la vida, debemos tener motivación para lograr algo. No importa por qué uno está motivado; lo importante es lograr la motivación. 2. Entender qué es lo ideal. Si entendemos que al perfeccionar nuestras cualidades seremos mejores personas, más queridas, más aceptadas por la sociedad, lograremos una mejor vida y, por supuesto, nos haremos queridos por Dios. Esto es algo que nos ayudará a seguir este camino. 3. Conciencia. Debemos estar conscientes a cada momento de cómo estamos comportándonos. Tengamos presente en cada situación de nuestra vida la manera de mejorar y no caer en el error. 4. Conocer el lugar o la situación más fáciles para aplicar alguna buena cualidad. Nuestros Jajamim nos enseñan que no debemos tratar de perfeccionarnos de un día al otro, sino poco a poco. Nuestro comienzo debe ser el escalón más fácil de las escaleras de la vida. Es decir, debemos comenzar con la virtud más fácil que pueda haber para nosotros y luego continuar con las demás. 5. Seguir trabajando con nuestra personalidad y no parar nunca. Perfeccionar nuestras cualidades es un trabajo de toda la vida.[13] Vinimos al mundo a perfeccionarnos ¿Cuál es el principal propósito de la vida del hombre? El Gaón de Vilna dice: “Todo el servicio a Dios depende del mejoramiento del carácter, ya que las cualidades personales son como vestimentas para las Mitzvot y son los principios generales de la Torá. Y a la inversa, todas las transgresiones provienen de cualidades personales que no han sido trabajadas y mejoradas”.[14] Dicen los Jajamim: “Cuando no posees buenas cualidades personales, entonces tampoco posees Torá y Mitzvot, porque toda la Torá depende de la corrección de las cualidades personales”.[15] Y las famosas palabras del Gaón de Vilna: “El principal propósito de la vida del hombre es esforzarse constantemente por erradicar sus malas cualidades. Y si no, ¿para qué es la vida?”.[16] La siguiente anécdota refleja la manera literal en la cual los grandes de la Torá adoptan estas palabras del Gaón de Vilna. En una oportunidad, un Rab importante (se dice que era Rab Jaim Frindlander) se acercó a Rab Elazar Menajem Man Shaj, el famoso Rosh Yeshibá y sabio de la Torá, con una pregunta estremecedora. A este Rab importante le habían diagnosticado una enfermedad terminal y los médicos pronosticaban que le quedaban tan sólo seis meses de vida. ¿De qué manera debía pasar el tiempo que le quedaba? Aquel Rab importante esperaba que el gran Rabino le sugiriera un régimen intensivo de estudio de Torá, para dedicar sus últimos meses de vida en este mundo solamente a búsquedas espirituales. Pero para su sorpresa, Rab Shaj le respondió: —Trabaja sobre tus cualidades personales, para superar algunas tendencias negativas. Y luego explicó: —El Gaón de Vilna nos dice que ese es el único propósito de nuestra existencia en este mundo. Si sólo te quedan algunos meses de vida, lo mejor es dedicar ese tiempo a cumplir con el propósito de la vida. ¿Realmente es ese el propósito de esta vida? Rab Shaj hace una pregunta muy interesante: “Todos sabemos que existen muchas otras Mitzvot, aparentemente más importantes que el hecho de cambiar las cualidades personales; por ejemplo, tenemos la Mitzvá de cumplir Shabat, Yom Kipur, Pesaj, comer Kasher, etc.; incluso, el mismo Mesilat Yesharim, donde se explica la finalidad de la existencia de la persona, dice que vinimos a este mundo a cumplir Mitzvot, servir a Dios y pasar las pruebas que recibimos. Entonces, ¿cómo es posible que el Gaón de Vilna nos diga: “El principal propósito de la vida del hombre es esforzarse constantemente por erradicar sus malas cualidades”? Contesta el mismo Rab Shaj algo hermoso:[17] “Cuando el Yétzer Hará nos incita a pecar o a dejar de cumplir alguna Mitzvá, no lo hace de manera directa y agresiva, sino manejando nuestras cualidades para mal”. Ejemplifiquemos sus palabras: el Yétzer Hará no nos dice que dejemos de ir al Bet Hakneset, sino que, por medio de la flojera que nos hace sentir, dejamos de ir al templo. O por ejemplo, el Yétzer Hará no nos dice que volteemos a ver a una mujer vestida sin recato, sino que nuestro deseo (utilizándolo el Yétzer Hará para hacernos pecar), nos provoca voltear a ver algo que la Torá prohíbe. Asimismo, podemos ver que la gente muy orgullosa y que posee la virtud de la envidia, se le dificultará cumplir las Mitzvot que tienen que ver con la ayuda al prójimo. Y así podemos ilustrar muchos otros ejemplos. Ahora ya podemos entender las palabras del Gaón de Vilna, que dicen: “El principal propósito de la vida del hombre es esforzarse constantemente por eliminar sus malas cualidades. Y si no, ¿para qué es la vida? Es decir, por medio de la perfección de las cualidades, podremos mejorar nuestro servicio a Dios. ¿Sobre qué habló Rab Yejezkel Levinshtein? Contó Rab Yehudá Ades: —Hace veintisiete años nos reunimos para una conferencia de graduados de la Yeshibá de Ponovitch. El discurso principal lo dio el Tzadik Rab Yejezkel Levinshtein, de bendita memoria. ¿Sobre qué tema decidió hablar Rab Yejezkel ante cientos de discípulos, que ya se habían desarrollado espiritualmente y llegaron a convertirse en directores de Yeshibot y rabinos? Él habló sobre los peligros del orgullo, de la manera en la cual este mal atributo influye sobre la persona apoderándose de todo su ser. Mis amigos me preguntaron: —¿Para esto vinimos dejando nuestros trabajos y nuestros estudios, para oír hablar sobre el orgullo? Yo les respondí: —¡Esa misma pregunta revela la importancia del tema! La persona no debe pensar que apenas está entrando a la vida y que tiene muchos desafíos por delante. Por el contrario, el Ari z´l afirma que el principal desafío en la vida de la persona es rectificar la imperfección de su temperamento. Rab Yejezkel Levinshtein vino a enseñarnos cuál es la tarea fundamental: trabajar sobre las cualidades personales; principalmente y antes que nada, sobre el orgullo.[18] Tenemos la Torá junto con la orden de perfeccionarnos Los principios judíos sobre el crecimiento personal tienen sus raíces en la Torá entregada por Dios. El Pirké Abot (La Ética de los Padres), libro que trata sobre temas éticos y del desarrollo del carácter, comienza con un resumen de la cadena de transmisión de la Torá desde el Monte Sinaí. Esta transmisión fue específicamente registrada en este tratado del Talmud y no en otro. ¿Por qué? Dios no dejó los temas de ética y de desarrollo de la personalidad en el dominio de la sabiduría humana, tal como ocurre en todas las demás sociedades. Por el contrario, los niveles de comportamientos éticos y de desarrollo de las cualidades personales están enraizados en la Torá. Solamente por medio del estudio y de la integración de los valores de la Torá podemos llegar a entender verdaderamente cómo convertirnos en “mejores personas”. Así como dice el Pirké Abot: “Moshé recibió la Torá en el Monte Sinaí y la transmitió a Yehoshúa, Yehoshúa a los Ancianos, los Ancianos a los Profetas y los Profetas la transmitieron a la Gran Asamblea”.[19] Rab Obadia de Bartenura explica: “Las enseñanzas éticas de los Sabios no son producto de su propia invención; por el contrario, son parte misma de la Torá, la cual constituye la palabra de Dios”. En otras palabras, el hecho de perfeccionar nuestras cualidades es parte de la Torá de Dios, la cual recibimos hace miles de años. Las Mitzvot refinan nuestro carácter Las Mitzvot (los mandamientos) fueron entregadas por Dios a todo el Pueblo Judío en el Monte Sinaí y gobiernan nuestra relación con Dios, con nuestro prójimo y con nosotros mismos. Una de las principales razones de las Mitzvot, tal como explica el Rambam, es que logremos perfeccionar nuestras cualidades personales.[20] Muchas Mitzvot alcanzan directamente el objetivo de refinar las cualidades personales: al invitar huéspedes, al dar Tzedaká y préstamos, al visitar al enfermo, al consolar a quien perdió a un ser querido, al organizar y asistir a funerales, al hablar diciendo la verdad y al honrar a los padres. Igualmente, la Tefilá (el rezo) ayuda a perfeccionar nuestras cualidades. La plegaria juega un rol central en nuestro desarrollo personal al permitirnos comunicarnos con Dios, ayudándonos a evaluar nuestros atributos y nuestros actos, y como el medio para pedir ayuda Divina en nuestra búsqueda de perfección. Así como las Mitzvot ayudan a perfeccionar nuestras cualidades, el mismo estudio de la Torá ayuda y contribuye a la perfección humana. Podemos ver esto con los grandes Jajamim. Realmente son un ejemplo de educación, virtudes y cualidades. Es increíble cómo un Gadol Hador (el Rab más importante de la generación) es capaz de comportarse con tanta humildad, modestia, sencillez, etc., sabiendo que es uno de los Sabios más grandes e importantes de este mundo. Esto se debe a que la misma Torá ayuda a perfeccionar las cualidades. El Jazón Ish dice que ser detallista y minucioso en las Mitzvot (cumplir las Mitzvot con todos sus detalles) es lo que atrae la perfección de las cualidades de manera automática. Estudiar Musar (ética, cualidades) El Gaón Rab Shlomó Volbe describe cómo Rab Yaacob Kanievski dedicó su vida a difundir la importancia del estudio de Musar (ética, cualidades y dignidad); él solía decir: —De un gran estudioso no necesariamente surge una buena persona. La única manera de pulir las imperfecciones es trabajando arduamente sobre las cualidades. Dios nos ayuda a perfeccionar nuestras cualidades No debemos pensar que estamos solos en este mundo y no tenemos herramientas para perfeccionar nuestras cualidades. Debemos saber que Dios nos ayuda a perfeccionarnos. Esto lo podemos ver en las diferentes acciones que vamos realizando en el transcurso de nuestra vida espiritual. 1. Los principios judíos de desarrollo personal tienen sus raíces en la Torá que fue entregada por Dios, en contraste con la sabiduría secular. 2. Las Mitzvot fueron entregadas por Dios a todo el Pueblo Judío para que todos y cada uno de sus miembros pudieran lograr la perfección de la personalidad. 3. La observancia de las Mitzvot requiere autocontrol, lo cual constituye el eje de todo el desarrollo personal. 4. La Teshubá (el arrepentimiento) nos permite corregir nuestros errores, recuperar nuestro potencial perdido y reconciliar nuestras relaciones con las otras personas y con Dios. 5. Recibimos oportunidades y desafíos orquestados por la Divinidad (Hashgajá Pratit) para ayudarnos a alcanzar el desarrollo de nuestro potencial. 6. La plegaria juega un rol central en nuestro desarrollo personal, al permitirnos comunicarnos con Dios y ayudarnos a evaluar nuestros atributos y nuestros actos. 7. El estudio de la Torá lleva hacia el perfeccionamiento personal y resulta especialmente útil el estudio de Musar (ética judía). 8. El estudio de la Torá no sólo nos ayuda a refinar nuestra personalidad, sino que puede ser el catalizador de un trabajo de toda la vida de desarrollo progresivo de la espiritualidad. 9. El hecho de imitar los atributos de Dios es nuestro mejor modelo de desarrollo personal. Imitando a Dios Y andarás en sus caminos… El perfeccionamiento de las cualidades personales es un valor reconocido universalmente. Al preguntar si el hecho de refinar las cualidades personales es un objetivo en el cual vale la pena invertir nuestro tiempo y esfuerzo, prácticamente todos —de manera unánime— estarán de acuerdo. Sin embargo, en el judaísmo el concepto de refinar las cualidades personales adquiere una profundidad y un significado mayor. Más que simplemente convertirse en una “mejor persona“, quien se esfuerza por mejorar sus cualidades personales está esforzándose por imitar los atributos Divinos y, por tanto, se apega aún más al Creador. El mayor modelo que guía nuestro desarrollo personal es Dios mismo. Hay una Mitzvá en la Torá respecto a seguir los caminos de Dios, así como está escrito: Vehalajtá Bidrajav, “Y andarás en sus caminos”.[21] Sin embargo, este mandato es difícil de entender. ¿De qué manera es posible imitar a Dios? A final de cuentas, Dios es un ser infinito y se encuentra fuera de la capacidad del entendimiento humano. ¿Qué es lo que nos están diciendo que debemos hacer? “Imitar a Dios” significa que debemos copiar las maneras y los actos que Dios nos reveló. Al actuar con nosotros de determinada manera, Dios nos está demostrando qué espera que hagamos. Explica el Talmud que debemos asemejarnos a los caminos de Dios. Así como Dios es piadoso, debemos serlo; así como Dios es misericordioso, nosotros debemos serlo; así como Dios favorece a los demás… también tú debes ayudar a los demás, etcétera.[22] Así lo explica el Minjat Jinuj: “La Torá nos obliga a apegarnos a los grandes Jajamim, para poder aprender de ellos su Torá y su comportamiento”.[23] Esto se debe a que los grandes Jajamim entienden muy bien el concepto de “imitar a Dios” y, por tanto, su manera de comportarse es un ejemplo de vida, de educación y de buenas virtudes. Sólo para poner un ejemplo de buenas cualidades, presentaremos una gran historia que sucedió con Rab Jaim Ozer, que en cierta ocasión caminaba por una calle acompañado de sus alumnos cuando se le apareció un Yehudí preguntándole dónde se encontraba determinada calle. Sin tomar en cuenta que esa dirección se encontraba lejos de donde ellos se hallaban, y que el Rab iba en otra dirección, tomó al hombre del brazo y caminó junto a él durante media hora, hasta que llegaron al lugar buscado. Preguntaron los alumnos al Rabino: —¿Tanto era lo que tenía que hacer? ¿Por qué usted dedicó tanto tiempo acompañando a esa persona? Mejor le hubiera explicado hacia qué dirección debía dirigirse, y en el peor de los casos, si no encontraba la calle, podría haberle preguntado a otra persona en el camino. ¿Por qué tuvo que acompañarlo personalmente? Contestó el Rab: —¿Acaso no se dieron cuenta de que era tartamudo y sintió mucha vergüenza al dirigirse a mí para preguntarme la dirección? De no haberlo acompañado, quizá hubiera debido avergonzarse nuevamente para pedir ayuda a alguien más. Seguro que, para evitar la vergüenza de un Yehudí, vale la pena recorrer un camino tan largo acompañándolo.[24] Esto no lo hace cualquier persona. Sólo quienes están dedicadas a imitar a Dios pueden llegar a estas categorías. Debemos imitar a Dios; no basta con copiar sus actos Podríamos pensar que basta con “copiar” las acciones que Dios hace. Así como Dios ayuda a sus hijos, debemos ayudar a nuestro prójimo. Pero esa no es la intención de la Torá, sino algo más profundo. Si entendemos más a fondo, la Torá nos quiere decir que nuestro ser, nuestro interior y nuestra naturaleza deban convertirse en una imitación de Dios. Para entender este gran mensaje, podemos mencionar lo que sucedió en una ocasión con el famoso filósofo Aristóteles. En una ocasión vieron que comía sin ninguna educación, salvajemente, y lo cuestionaron: —¿Cómo es posible que un gran filósofo sea capaz de comer de manera tan salvaje y con tan poca educación? El gran filósofo respondió: —Para la filosofía soy Aristóteles; para la gula soy como cualquier otro animal.[25] Vemos de aquí que la perfección humana no únicamente se logra al comportarse correctamente en lugares y situaciones específicas, sino que la naturaleza del hombre debe cambiar radicalmente.[26] ¿Usted es Dios? Cuentan que cierta señora tenía cuatro hijos y los llevó a una tienda de ropa. Esta mujer pidió que vistieran a sus chicos de pies a cabeza. Cuando se estaban vistiendo, en la puerta de la tienda un pequeño niño pobre miraba a aquellos. La madre pidió al niño pobre que entrara y pidió a los empleados que lo vistieran exactamente igual que a sus hijos: pantalón, camisa, zapatos, etcétera. Cuando el niño pobre quedó listo, totalmente vestido, arreglado y sumamente feliz, preguntó a la señora: —Disculpe: ¿usted es Dios? La señora respondió: —No soy Dios, pero soy la hija de Dios. El niño le dijo: —¡Ya sabía que eran parientes…! Esta historia nos enseña que debemos asemejarnos a Dios con nuestros actos, como lo hizo esta mujer. Y es exactamente lo que dicen los Jajamim: el valor de la persona no se mide conforme a su dinero o su posición social, ni tampoco de la cantidad de casas y coches que posee en este mundo, sino únicamente por su valor como persona, la manera en que se comporta con los demás. En otras palabras, sus cualidades. Quien se comporta con buenas cualidades, éstas provocan buenos resultados. Así como dijo un Jajam: “Los buenos resultados son provocados por las buenas cualidades”. Quien posee buenas cualidades podrá llegar muy alto en las acciones que realice. Y también ocurre lo contrario: quien posee malas cualidades puede caer mucho más bajo que quien no las posee.[27] Así como Dios es bondadoso, nosotros debemos serlo La siguiente historia ilustra hasta qué grado un gran Rab entendió la obligación de “imitar a Dios”: Rab Yejezkel Abramsky (1886-1976) era un estudioso y sabio de la Torá sumamente destacado. Luego de haber pasado por una cirugía, Rab Abramsky solía dar una caminata diaria por su barrio en Jerusalem para recuperar las fuerzas, y a menudo los niños del barrio lo seguían. Un día, Rab Abramsky notó que en el césped estaba sentada una pequeña niña de cinco años llorando. Él se inclinó y le preguntó: —¿Por qué lloras? —Porque Miriam dijo que mi nombre y mi vestido no son bonitos —le respondió la niña, y comenzó a llorar nuevamente. —¿Cómo te llamas? —le preguntó Rab Abramsky. —Shoshana —le respondió la niña suavemente. El Rab la miró y le dijo con firmeza: —Dile a tu amiga que tu nombre es bonito y también tu vestido es bonito”. La pequeña niña se fue corriendo alegremente, ya que había recibido los elogios de un rabino sumamente importante. Los niños que habían sido testigos de lo ocurrido, no podían creerlo. Rab Abramsky era famoso por su apariencia severa, la cual infundía respeto y reverencia, e incluso temor. Parecía algo fuera de lo común que él hubiera notado la presencia de esa niña, y mucho más, que se hubiera involucrado en un problema tan trivial. Algunos días después, alguien preguntó a Rab Abramsky por qué se había detenido a conversar con esa pequeña. Él respondió: —Los Sabios nos dicen que debemos imitar a Dios; así como Él es bondadoso y considerado, nosotros debemos serlo. El profeta dice: “Que el Eterno, Dios, borre las lágrimas de todos los rostros”.[28] ¿Por qué este versículo enfatiza la expresión “todos” los rostros? Porque se refiere a secar las lágrimas incluso del rostro de una pequeña niña de cinco años.[29] Debemos medir cada una de nuestras cualidades Midot significa “medidas” y “cualidades” La personalidad de cada individuo está conformada por numerosas cualidades, atributos y tendencias. En hebreo, las cualidades de la personalidad se llaman Midot, lo cual también significa “medidas”. Esto nos enseña que debemos medir cada una de nuestras cualidades para asegurarnos de que estamos usándolas de la manera correcta. ¿Cómo podemos saber cuál es la medida correcta de cada atributo? El Rambam explica lo siguiente:[30] “La manera correcta es el camino del medio en cada una de las disposiciones personales”; esto alude a aquella posición que se encuentra a una medida semejante entre ambos extremos, de manera que no se encuentra más cerca de una punta o de la otra. Por ello, los Sabios antiguos recomendaron que la persona constantemente evalúe sus cualidades, las calcule y las dirija hacia el camino del medio, para ser perfectos en la constitución física. ¿Qué significa esto? Que la persona no debe enfurecerse ni enojarse con facilidad, pero que tampoco debe ser como una persona muerta, sin manifestar ningún sentimiento, sino que debe seguir el camino del medio y enojarse solamente en aquellos asuntos en los cuales ello es adecuado. Este enfoque evitará que la persona reaccione de la misma manera en diferentes ocasiones. Igualmente, la persona no debe desear más alimentos que los necesarios para su salud y sin los cuales no podría vivir… De manera similar, la persona debe trabajar solamente para suplir sus necesidades… no debe ser frívola, ni melancólica y depresiva, sino estar satisfecha; y debe vivir con una expresión de tranquilidad y felicidad en el rostro. Ésta debe ser la guía para todas las demás cualidades personales. Este es el camino del sabio; cada persona cuyas disposiciones sigan el camino medio es llamada “sabia”. El enfoque de seguir el camino del medio en cada una de nuestras disposiciones es una obligación y la intención del versículo: “Seguirás Sus caminos”.[31] El carácter y la personalidad son llamadas Midot La palabra Midot, la cual también puede interpretarse como “cualidades”, en realidad corresponde literalmente al término “medidas”; por ejemplo, alto, largo, volumen, etc. ¿Qué relación guarda la palabra “medidas” con el carácter o conducta de la persona? Además, ¿por qué una mala cualidad se denomina en hebreo Mida Raá (“mala medida”) y no Ofi Ra(“carácter negativo”)? La respuesta se encuentra en las palabras de Rab Zamir Cohen, quien explica que, de acuerdo con la perspectiva del judaísmo, no puede denominarse a alguien como “personalidad” o “cualidad negativa”, así como el fuego no se puede calificar como algo malo, sino que en realidad depende del uso que se le da. Lo mismo sucede con las cualidades y el carácter de las personas: todo depende de la manera en que son aplicadas o utilizadas. Por ejemplo, si hacemos uso de la envidia sanamente, entonces podemos beneficiarnos con esa característica; pero si esa cualidad está en nuestra personalidad como característica habitual en todo momento, nos llevará a situaciones o momentos negativos de envidia. Así, nuestro deber es justamente eliminar el exceso de envidia llevándolo a la Midá, “medida” correcta. Esto significa que el carácter natural con que nacemos es habitualmente al que se llama “la personalidad”; y la manera práctica en la cual vivimos se denomina Midá, “medida”, “cualidad”. Esta es la razón por la cual los sabios del Musar (ética y moral judías) hablan muchas veces de “romper las Midot”, ya que cuando alguien descubre en su personalidad que alguna cualidad se desarrolló excesivamente y llegó a convertirse en negativa, debe romper esos excedentes para llevarla a la medida correcta. Por ejemplo, la apatía en exceso no es para nada beneficiosa; por eso los Sabios nos hablan de la “envidia sana” buscando de esta manera despertar el interés sano por los demás, aun cuando de esta forma se genera una sana competencia y lleva a la persona a pensar: “¿Cómo mi compañero pudo conseguir saber tanta Torá?”, o “¿Cómo pueden rezar con tanto entusiasmo? ¡También yo puedo lograrlo!”. Eso es envidia sana, ya que debido a ella, crecemos y nos esforzamos por aprender. En cambio, vivir mirando constantemente a los demás, atentos sólo a si cambiaron su coche o los muebles, sin duda eso es codicia negativa. Tomemos como ejemplo a la envidia (la siguiente idea es aplicable a las demás cualidades, pues cualquiera de ellas puede ser utilizada para bien o para mal): Varias veces nos preguntamos si realmente estamos preparados para salir al “campo de batalla” para luchar contra aquellas cualidades que arden en nuestro ser convirtiéndose en negativas; o sentimos que “la batalla” está perdida antes de salir a luchar. El Talmud, en el tratado de Shabat,[32] establece claramente que la personalidad con la cual nacimos no puede ser cambiada, pero sí debe ser orientada a la dirección positiva. Por ejemplo, quienes nacieron bajo la influencia del planeta Marte inevitablemente estarán ligados a la sangre, pero está en cada uno elegir qué tipo de relación tendrá con ella: puede elegir ser Shojet, Mohel, cirujano o —Dios libre— el peor de los asesinos. Ese es el trabajo que toca a cada uno: encauzar hacia el mejor camino nuestro carácter y personalidad. Jajam Ben Tzión Aba Shaul ilustró lo anterior con un ejemplo muy claro: resulta que cerca de un valle había un monte donde llovía muy seguido; el agua fue trazando un camino hacia un río. Así, toda el agua de lluvia pasaba por aquel camino sin beneficiar a nadie. Un campesino observó lo que sucedía y decidió obtener provecho de aquellas aguas, por lo que con mucho esfuerzo comenzó a trazar un nuevo surco en el camino del agua y consiguió que llegase directamente a su campo. Así fue como, poco a poco, el viejo cauce fue secándose y dio lugar a que aquel pequeño surco trazado por el hombre se convirtiera en el nuevo cauce del agua. Así ocurre con nuestra personalidad y carácter: quizá, si los dejamos fluir naturalmente, pueden hacer de nosotros seres sin rumbo cierto, e incluso provocar que nuestro potencial se desperdicie sin sentido alguno. Nuestro deber y obligación, por tanto, son “trazar surcos correctos” para permitir que nuestra personalidad nos ayude a crecer y florecer positivamente. [33] Encamina tus cualidades para servir a Dios Explica Rab Yehuda Leib Jasman que debemos encaminar nuestras cualidades —incluso si aparentemente son negativas— para servir a Dios en todos los aspectos. Por ejemplo, todos entendemos que “el deseo” es algo negativo y debemos alejarnos de él, pero hay situaciones o Mitzvot en que es necesario tener “deseo”, como al comer la Matzá en Pesaj. Tenemos una Mitzvá de comerla con deseo y apetito. Vemos de aquí que realmente es una gran labor trabajar en nuestras cualidades, ya que Dios nos pide que todas esas que tenemos (o nacimos con ellas) las utilicemos para bien.[34] Utiliza las cualidades con inteligencia Dice la Mishná en Pirké Abot: “Quien tiene esas tres cualidades: tienen buen ojo (ven el bien para los demás), es humilde y no desea todo lo que hay en el mundo”, se considera alumno de Abraham Abinu (nuestro Padre). Y quien se comporta al revés (es decir, tiene mal ojo hacia los demás, es orgulloso y desea todo lo que hay en este mundo), se considera como alumno de Bilam (el profeta que quiso maldecir a Israel).[35] Vemos de la Mishná que, dependiendo de cómo se comporte la persona, manifiesta en qué escuela estudió. Por ejemplo, si es una persona es humilde y ve el bien de los demás, significa que es alumno de Abraham Abinu; es decir, estudió en su escuela. Y si se comporta con orgullo y ve el mal para los demás, estudió en la escuela de Bilam. Cabe la pregunta: ¿acaso Bilam enseñaba a sus alumnos cómo ser orgullosos y maltratar a los demás? Seguramente él así se comportaba, pero es difícil entender que él enseñara eso a sus alumnos. Esto puede explicarse con las palabras de Rab David Cohen, Rosh Yeshibá de Jebrón: Conforme a la Kabalá, existen diferentes tipos de almas: Néfesh, Rúaj y Neshamá. Dicen el Gaón de Vilna y el Maharal de Praga: Existen tres miembros de la persona en los cuales se encuentra el intelecto, las cualidades, deseos, etcétera. En el cerebro (moaj), se encuentra el intelecto. En el corazón (leb) se encuentran las cualidades, virtudes, etc. En el hígado (cabed) se encuentran los deseos. Hay dos maneras de manejar estos miembros: La primera es utilizando primero el cerebro, que es el intelecto. Al tener una decisión que tomar, debe comenzarse con el cerebro y pensar si le conviene o no realizar determinada acción. Si es correcto, entonces que lo haga y ya utilizará el corazón, que son las cualidades, y luego el hígado, que son los deseos. Si se empieza con el cerebro y se analiza que sea conveniente lo que haga, entonces las cualidades y deseos serán utilizados para bien. Pero la segunda manera es comenzando por los deseos. Es decir, sin pensar si conviene lo que se hará, o no. Cuando se comienza con los deseos automáticamente las cualidades serán malas, ya que no se comienza con el intelecto. Así se cuenta que Aristóteles comía de forma sucia y repugnante, por cuanto que él comenzaba con los deseos y terminaba con el intelecto, pero cuando daba clases a sus alumnos comenzaba con el intelecto. Seguramente esta era la enseñanza de Bilam: no enseñaba una materia de malas cualidades, pero sí se comportaba comenzando con los deseos. Y es lo que los alumnos aprendían de él. La enseñanza es clara. En cualquier acción que realicemos, debemos comenzar primero con el intelecto y analizar qué es lo correcto por hacer.[36] En busca de la perfección Dios nos creó para beneficiarnos imitando Su perfección Explica Rab Moshé Jaim Luzzato que, pese a que Dios no necesitaba de la humanidad, Él nos creó para beneficiarnos con Su inherente bondad. La manera de llegar a merecer esta bondad es imitar la perfección de Dios. Al acercarnos a la perfección, somos más capaces de apegarnos a la Perfección Mayor y disfrutar de Su bondad infinita por toda la eternidad. Y estas son las palabras de Rab Moshé Jaim Luzzato:[37] “El propósito de Dios en la Creación fue brindar de Su bien a otro. Sólo Dios es la verdadera perfección, sin ninguna deficiencia, y no hay ninguna perfección comparable a Él…”. Esto también es cierto en otro sentido. El bien verdadero solo existe en Dios. Por tanto, Su sabiduría decretó que la naturaleza de Su verdadera obra de beneficencia fuera dar a Sus criaturas la oportunidad de apegarse a Él en el mayor grado posible. En consecuencia, a pesar de que las cosas creadas no pueden imitar la perfección de Dios por sí mismas, el hecho de poder apegarse a Él les permite participar de esta perfección, ya que son consideradas como parte de la perfección de Dios como resultado de su asociación con Él. De esta manera pueden obtener placer del verdadero bien en el mayor grado posible. Por tanto, el propósito de todo lo que fue creado fue dar existencia a una criatura que disfrutara del bien de Dios, de una manera en la cual esto pudiera ser posible. Tal es la explicación de Rab Moshé Jaim Luzzato. Así, el propósito de la creación de la humanidad es lograr la perfección, en la medida de sus posibilidades, apegándose a Dios, Quien es la máxima fuente de perfección. Y dado que Dios es la fuente de toda la perfección, debemos prestar atención a lo que sabemos sobre Él a fin de entender verdaderamente qué es la perfección. Para sintetizar: El Plan Divino para el mundo fue la creación de una criatura que pudiera lograr la perfección al imitar a Dios. De hecho, perfección implica apegarse a Dios. A pesar de que la persona no puede esperar lograr el nivel de perfección absoluta que tiene Dios, de todas maneras debemos aprender sobre la naturaleza de Su perfección. Perfección es algo que vamos construyendo por medio de nuestros propios actos y elecciones. Cuando elegimos trabajar en el refinamiento de nuestras cualidades personales, nos acercamos más a Dios y tenemos el mérito de lograr una conexión con Él. Debemos saber que no hay mayor satisfacción en este mundo que apegarse a Dios. Y la única manera de lograr un gran apego a Él es imitar su conducta, para así llegar a la perfección. Somos capaces de lograr la perfección El problema es que mucha gente suele decir que no es capaz de cambiar su manera de ser, “ya que así Dios me hizo”. Pero esto es un grave error. Cada uno de nosotros vinimos a este mundo a esforzarnos y a perfeccionar nuestras cualidades. El problema es que pensamos que somos como los gatitos que tuvieron una experiencia con el Rambam: Hubo una discusión entre el Rambam y otros sabios de su ciudad. Éstos opinaban que los animales pueden perfeccionarse hasta llegar a la categoría del ser humano y el Rambam opinaba que no es posible. Así que esos sabios adiestraron a 10 gatos para que fueran meseros en un salón de fiestas. El día de la prueba llegaron los 10 gatos uniformados con traje, corbata, etc., cargando la comida en las charolas para servirla a los invitados. Todos estaban sorprendidos de que realmente un animal pudiera perfeccionarse para comportarse como un ser humano. El Rambam, con su gran sabiduría, sacó de su bolsa un ratón y lo arrojó al piso. En ese momento, todos los gatos soltaron las charolas, la comida, etc., y se lanzaron a perseguir al ratón. Todos se dieron cuenta de que, efectivamente, un animal no puede superarse ni es capaz de perfeccionarse. Mucha gente piensa que es como estos gatos, que no pueden superarse, pero la realidad es otra: cada uno de nosotros tenemos la capacidad de llegar a ser como Moshé Rabenu. Cambiemos nuestra naturaleza, no sólo los hechos Excepto los niños pequeños, todos conocemos los conceptos llamados “comportarse bien” y “ser bueno”. En ocasiones, hasta pensamos que es exactamente lo mismo. “Quien es bueno, se comporta bien”, decimos. Pero resulta que hay una gran diferencia. Dios no sólo nos pide que nos comportemos bien, sino que nuestra naturaleza sea ser buenos. Para explicar esto en detalle, analicemos los siguientes ejemplos. Dios no sólo nos pide que ayudemos a un pobre cuando necesita ayuda, sino que nuestra naturaleza nos lleve a ayudar a ese pobre. Dios no sólo nos pide que actuemos con humildad, sino que seamos humildes por naturaleza. Dios nos pide que nuestra esencia cambie completamente y seamos buenos, refinados, piadosos, humildes, educados, etc., por naturaleza y por esencia, no únicamente actuando. Y eso dice el Pirké Abot:[38] Heve Az Kanamer…”, “Yehuda Ben Teima dice: Sé audaz como pantera y ligero como águila, rápido como ciervo y fuerte como león”. La pregunta es: ¿por qué no dice el Pirké Abot “Sé audaz, sé ligero, sé rápido y sé fuerte”, sin mencionar a esos animales? La respuesta es: para enseñarnos que no basta con ser rápidos; es decir, que debemos actuar no solamente con rapidez, sino que nuestra naturaleza debe ser rápidos como el ciervo. Así como el ciervo es rápido en sí y no necesita esforzarse para lograr la rapidez, nosotros debemos serlo también. Y así en todas las cualidades. Nuestra naturaleza debe cambiar desde la raíz.[39] Esto mismo podemos verlo con la afirmación del Talmud[40] respecto a que es posible medir o conocer a la persona en tres situaciones diferentes: Bekaasó, Bekisó, Bekosó; es decir, cuando está enojado, cuando tocan su dinero y cuando está alcoholizado. El hecho de cambiar la naturaleza y la esencia del ser humano significa que, incluso si alguien ha tomado mucho alcohol, está enojado o han tocado su dinero, sigue siendo un caballero, se comporta bien, actúa con ética y muestra las mejores cualidades. ¿Por qué perfeccionarnos no es una Mitzvá? Hay una gran pregunta sobre este tema: ¿por qué no se considera Mitzvá el hecho de perfeccionar nuestras cualidades, si ya dijimos que es la finalidad de nuestra existencia en este mundo? Primer motivo: no es posible medir el perfeccionamiento de nuestras cualidades; es decir, no hay alguna manera en que se pueda calcular. Por ejemplo, una persona que era muy orgullosa y después de un tiempo eliminó esa cualidad negativa no es algo que se pueda medir; no es como cualquier Mitzvá que se podría calcular. Segundo motivo: perfeccionarnos no es una acción, en el sentido de “hacer”, sino que es una acción de “ser”. Para entender esto, contó Rab Tzvi Rotberg que en una ocasión enfermó y debió permanecer en su casa. Un alumno fue a verlo para cumplir la Mitzvá de Bikur Jolim (visitar a los enfermos). Pero Rab Tzvi Rotberg decidió no recibirlo y pidió a su hijo que le dijera eso. A su hijo le pareció extraña la manera de comportarse de su padre, pero éste le dijo: —Voy a explicarte algo: el alumno que vino a visitarme cuida mucho cumplir cada una de las Mitzvot con mucho detalle, pero en esta ocasión únicamente vino para realizar la Mitzvá de Bikur Jolim, pero realmente no vino porque sus cualidades y su ser le dijeran que debía venir a verme. Y la verdad, no me gustaría ser el motivo para que él pueda cumplir con la Mitzvá. Vemos de estas palabras que perfeccionar las cualidades no es una acción, como cualquier otra Mitzvá: ponerse Tefilín (filacterias) o entrar a la Sucá (la cabaña en la festividad de Sucot), sino algo más profundo: es cambiar la esencia de la persona y cambiar el “ser” que somos. La Torá se divide en dos Cuando la Torá fue entregada en el Monte de Sinai, las Tablas de la Ley estaban divididas en dos. De un lado estaban las Mitzvot Ben Adam Lajaberó y, del otro lado, las Mitzvot Ben Adam Lamakom. Las Mitzvot Ben Adam Lamakom son todos esos mandamientos que Dios nos ordena concernientes a la persona y Dios. Por ejemplo, ponerse Tefilín, cumplir la Mitzvá de Sucá, tener fe en Dios, etcétera. Y las Mitzvot Ben Adam Lajaberó son todos esos mandamientos que debemos cumplir hacia el prójimo; por ejemplo, ayudar a los demás, dar Tzedaká, no robar, visitar al enfermo, etcétera. Mucha gente —equivocadamente— sólo se fija en las Mitzvot que tienen que ver con Dios y se olvidan del otro tipo de preceptos. Quien cumple con toda la parte de Ben Adam Lamakom (por ejemplo, cuida Shabat y las festividades, se pone Tefilín, etc.) y es una mala persona con los demás, les grita, los avergüenza, etc., no se considera como una persona íntegra en el judaísmo, ya que la Torá abarca la perfección en todos sus sentidos, desde las Mitzvot con Dios hasta las Mitzvot con la gente. Lo mismo podemos decir con las cualidades. Mucha gente puede cumplir con toda la Torá, todas las Mitzvot, Kosher, Shabat, ayunos… incluso con las Mitzvot relacionadas con el prójimo, pero se comportan de mala manera, son presumidas, orgullosas, envidiosas, guardan rencor, etc. A esas personas no se les puede llamar “íntegros”, ya que les falta una parte muy importante de la religión judía.[41] Analiza qué es lo correcto en esta vida En las enseñanzas del gran maestro Rab Shlomo Zalman Oyerbaj, el equilibrio y la razón ocupan un lugar preponderante. En sus discursos y escritos siempre había un mensaje claro: “En la vida hay cosas esenciales y otras secundarias” y debemos saber dar la prioridad correcta a las esenciales. Él solía decir: “Para hacer cosas por encima de las exigencias de la Halajá, primero debe estudiarse el tema a profundidad, analizando desde su origen en el Talmud hasta las opiniones de todos los comentaristas contemporáneos. Luego de tener bien claro el tema conociendo todas las ‘aristas’, si realmente la persona siente que desea asumir una exigencia mayor, puede ponerla en práctica; y si lo hace con ese cuidado y total honestidad, será bendecido”. Pero la realidad es que no resulta bueno salirse de la línea ni siquiera con exigencias, ya que no es tan simple ni sencillo apartarse de lo que la mayoría de la sociedad tiene como norma, dejando de lado lo establecido en el código de leyes del Shulján Aruj, imponiéndose para sí mismo algo que no está establecido. Este tipo de conductas generalmente suelen confundir a las personas y las lleva a dar más importancia a lo accesorio que a lo fundamental. Y eso es un grave error conceptual, particularmente si aquellas ideas personales terminan molestando o incomodando a quienes conviven con ellas, su familia cercana. Cierto Shabat, mientras Rab Shlomo Zalman Oyerbaj iba camino a la Yeshibá, presenció un episodio entre un hijo con su padre; tanto le molestó que ese Shabat dedicó la clase a hablar del hecho. Resulta que por la calle caminaba un padre cargando un pesado banco en su espalda y a su lado iba el hijo, erguido con orgullo de no cargar en Yerushalaim a pesar de haber Eruv (definición Halájica de un cerco perimetral que convierte los espacios públicos en un lugar cerrado permitiendo llevar cosas por las calles en Shabat). Rab Shlomo Zalman Oyerbaj reclamaba cuánta ignorancia manifestaba aquel hijo al hacer algo que no es Halajá (ley), como cargar el banco, transgrediendo así la Mitzvá de respetar y honrar a los padres, que es textual y explícita de la Torá, en un acto de necios, parecido a quien come la cascara y tira el fruto.[42] El trabajo de toda una vida ¿Cómo se alcanzan esos objetivos? Hemos estudiado la importancia del desarrollo personal y de los objetivos a los cuales debemos aspirar. ¿Pero cómo se alcanzan? El proceso no es sencillo. Corregir las fallas de carácter y las disposiciones negativas no es una tarea fácil. Es conocida la dificultad de lograr un verdadero cambio en la naturaleza interna de la persona. Mark Twai escribió en este sentido: “Los viejos hábitos no pueden arrojarse desde la ventana del piso superior. Deben ser obligados a bajar las escaleras, paso a paso”. Aunque nuestro objetivo es la perfección, el enfoque judío también incluye dar un paso a la vez, avanzando en un sendero de crecimiento a lo largo de toda la vida. Dijo Rab Yejezkel Levinshtein: “Es extremadamente difícil desarraigar la fuerza de las cualidades negativas del carácter”; y dijo Rab Israel Salanter: “Es más fácil aprender el Talmud de memoria que arrancar de raíz una sola cualidad negativa”. Esto se debe principalmente a que no poseemos solamente una cualidad, sino muchas, y cada una de ellas es muy profunda y todas están mutuamente conectadas. En consecuencia, la tarea es inmensa.[43] A pesar de la dificultad involucrada en el crecimiento personal, la Torá nos enseña que es imperativo que cada persona aspire constantemente a desarrollarse, así como dijo el Gaón de Vilna: “Una persona es llamada ‘en movimiento’ (holej), porque siempre está progresando de un nivel a otro. Si no asciende, inevitablemente cae, Dios no lo permita, porque es imposible que una persona se mantenga en el mismo nivel personal”.[44] A pesar de la enorme importancia de dedicar toda nuestra vida al desarrollo personal, nadie debe sentirse desalentado si hoy no logró ninguna superación personal. Nunca es demasiado tarde para comenzar a trabajar sobre uno mismo —o para continuar aspirando a mejorar—, incluso si en el pasado hemos fallado en nuestros intentos. Reveló Rab Israel de Salant que en una ocasión llevó una vez sus zapatos al zapatero para que se los arreglara. Ya era muy tarde y estaba oscuro. Al notar que la vela se estaba apagando, el Rab comprendió que para el zapatero sería difícil seguir reparando zapatos con esa luz tan tenue y le sugirió que tal vez debía dejar el trabajo para el día siguiente. —No se preocupe —le respondió el zapatero—. Puedo trabajar muy bien a la luz de la vela. Mientras la vela arda, es posible seguir arreglando zapatos. Rab Israel enseguida reconoció el profundo significado de las palabras del zapatero y las repitió una y otra vez: “Mientras la vela arda, él puede reparar lo que está roto…”. De la misma manera, mientras la chispa Divina de vida arda en la persona (mientras el alma esté en el cuerpo), puede seguir corrigiendo sus caminos. Nunca debemos perder la esperanza.[45] Una vez que hemos comprendido que la auto superación es una tarea de toda la vida, debemos entender que no debemos pensar en ella en términos de grandeza. La manera adecuada de superarse a uno mismo es ir realizando progresos pequeños, pero firmes, dar constantemente pequeños pasos y mejorar incluso en las cuestiones más pequeñas. Así como explica Rab Shlomo Volbe: “Es normal que una persona que desea corregir el mundo piense en un gran método de enorme amplitud, o una organización global por la paz o la justicia. Alguien que quiere superarse a sí mismo también piensa en grandiosos e impresionantes actos de bondad o santidad. ¿Qué perfección puede alcanzarse a partir de actos pequeños que apenas requieren algo de esfuerzo? Sin embargo, la verdad es que toda persona está conformada especialmente de actos pequeños. La práctica de la medicina sirve para ilustrar este punto: la cantidad del ingrediente activo en un remedio es muy pequeño, tal vez apenas de un miligramo. Si la medicina contuviera una dosis mayor de ese ingrediente, provocaría al paciente más daño que bien. Incluso podría llegar a morir… Este es el principio de base al trabajar sobre uno mismo: el método de trabajo de ninguna manera debe ser agobiante.[46] Elévate poco a poco Obviamente, no podemos esperar que trabajar en nuestra propia superación sea algo sencillo. La auto superación es un trabajo difícil y puede ser agotador. Pero al mismo tiempo no debe ser agobiante y ni siquiera pesado. El camino del desarrollo personal consiste en pequeños pasos. Si sientes que tu camino de desarrollo personal es una montaña infranqueable, entonces es posible que hayas colocado tus ambiciones demasiado elevadas para los pasos iniciales. Debemos saber y entender que incluso las pequeñas mejoras son valiosas. Al trabajar sobre nosotros mismos, es fácil desalentarnos porque no vemos suficiente progreso. Pero debemos seguir intentándolo y no darnos por vencidos. Cada pequeña mejora es un inmenso éxito.[47] Aprende a valorar incluso la mejora más pequeña. Si te enojas una vez menos que antes o con menor intensidad, eso es una mejora. Si hablas con más amabilidad a los demás, eso es una mejora. Si tus plegarias mejoraron, aunque sea un poco, eso es una mejora. Mientras más placer sientas con cada “gota” de mejora, más probable es que sigas intentándolo. No debes desalentarte por el fracaso, porque cada vez que falles habrás aprendido algo sobre ti mismo que puede ayudarte a crecer en el futuro. Esta es la regla: La auto superación no se alcanza a través de grandiosos y amplios pasos ni con grandes transformaciones en la personalidad. La clave de la auto superación se encuentra en actos y en cambios aparentemente menores. Rabenu Yona explica lo dicho por Rabí Yojanán Ben Zakay a sus alumnos: [48] “Observen cuál es la manera correcta de actuar. Hay que saber tomar una de las buenas cualidades y pulirla hasta alcanzar su máximo nivel posible, y no abarcar muchas, pero todas de modo ligero y sin perfección”. El comienzo del desarrollo personal es el autoconocimiento Explica Rab Shlomo Volbe que el autoconocimiento es un requisito previo para cualquier auto superación. Las puertas de la auto superación están fuertemente cerradas para quien no se conoce a sí mismo. Él vivirá su vida espiritual en paz, fallará como tantos fallan y realizará buenos actos como cada persona del Pueblo de Israel, y Dios no le negará la recompensa de cada individuo… pero no será una persona de verdad y de auto superación. Alguien que llega a conocerse a sí mismo se ve forzado a embarcarse en un camino de trabajo fructífero y de cambio profundo, tanto en su comportamiento como en sus cualidades.[49] Debemos saber que cada persona es diferente, tal como lo explica el Rambam: Las personas tienen muchas clases diferentes de comportamiento; cada persona es diferente y alejada de las demás. Una persona puede enojarse fácilmente mientras otra casi nunca se enoja, o tal vez sólo se enoja una vez cada tantos años. Una persona puede ser sumamente presumida y otra en extremo humilde. Una persona puede buscar la lujuria, tratar permanentemente de satisfacer todos sus deseos, mientras que otra tiene un corazón puro y no desea ni siquiera las pocas cosas que requiere el cuerpo. Una persona puede desear riquezas, sintiéndose insatisfecha incluso al poseer todas las riquezas del mundo, y otra puede utilizar su dinero consciente y voluntariamente. Esto mismo ocurre con toda clase de comportamientos.[50] Pero debemos saber que a este mundo vinimos a trabajar, esforzarnos, perfeccionarnos y cumplir la Voluntad de Dios. Piensa bien y eso influirá en que mejores Como hemos mencionado, una de nuestras principales misiones en esta vida es perfeccionar nuestras cualidades y ser mejores seres humanos. Incluso si al principio no eres capaz de tener pensamientos elevados, esfuérzate por comportarte de la manera en la cual finalmente quisieras ser. Si quieres ser una persona más dadivosa, a pesar de que por dentro seas muy egoísta, finalmente lo lograrás si continúas brindándote a los demás. Este es el principio de auto creación: vas creándote a ti mismo por medio de tu comportamiento. Tener conciencia de esto te permitirá mejorar en cualquier área en que tengas deficiencias. Planifica realizar tantos actos como sea posible relativos a las cualidades positivas que deseas desarrollar. Después de actuar de manera positiva durante el tiempo suficiente, tus pensamientos comenzarán a ser consistentes con esos actos y tú te convertirás en una persona más positiva.[51] Las Mitzvot nos ayudan a perfeccionarnos Explica el Rambam: “Si bien todas las Mitzvot de la Torá cuentan con infinitos niveles de significado oculto, que a veces se encuentran completamente fuera de nuestra capacidad de entendimiento, ellas nos guían hacia la auto superación de nuestras cualidades”.[52] Analicemos algunas Mitzvot que, vistas de manera superficial, aparentemente no tener conexión con el desarrollo de la personalidad, pero que, sin embargo, al profundizar en ellas, proveen una nueva visión respecto al desarrollo personal. Cada mandamiento de la Torá tiene una dimensión que nos hace mejores y más refinadas personas. Esto es verdad respecto a las Mitzvot con las cuales el resto del mundo está de acuerdo, tal como no matar (aunque cabe mencionar que, para la Torá, esta prohibición es mucho más profunda y dice que alguien no debe avergonzar a su prójimo, porque eso es como matarlo). Otro ejemplo es el hecho que debemos cubrir el pan al hacer Kidush con vino. Nuestros Jajamim explican que el motivo es que, conforme al orden de importancia de las Berajot, el pan está primero y, debido a que se hace Kidush con vino, aquel se avergonzaría; por eso es necesario cubrirlo, para que “no vea” que se hace Kidush sobre el vino. La pregunta es obvia: ¿acaso el pan se avergüenza? ¿Alguna vez hemos visto al pan “ponerse rojo” de la vergüenza? ¡Sabemos que el pan no tiene sentimientos! La respuesta, como dice Rab Moshe Fainshtein, es: “La Torá quiere darnos un gran mensaje para la vida. Así como un pan —siendo éste algo material— podría avergonzarse, una persona puede avergonzarse por algún acto incorrecto que se realice contra ella”. En otras palabras, la Torá nos indica que un pan puede avergonzarse para enseñarnos cuánto cuidado debemos tener de no avergonzar a una persona. El Minjat Jinuj[53] escribe que nuestra ideología se forma a partir de nuestras acciones, no al contrario, como muchos piensan, que actuamos conforme a nuestra ideología; en realidad, dependiendo de los actos que realizamos es como se forma nuestra ideología. Es por eso que la Torá nos ordena llevar a cabo actos de bondad, alejarnos de la envidia y lo deseos, etc., ya que, por medio de esas acciones, formamos nuestra ideología. Con esto se entiende por qué los grandes Jajamim y la gente que realmente cumple la Torá como debe ser, son personas educadas, correctas, buenas, amables, etc., pues las acciones que la Torá nos pide hacer nos convierten en personas lo más perfectas posible.[54] Es lo que dice el Midrash: “La Torá se entregó para perfeccionar a la persona”.[55] De acuerdo con esto, si vemos que un “religioso” no se comporta de manera adecuada, esa no es la religión de Dios, pues la Torá que Él nos entregó convierte a la persona en un ejemplo de buena educación. Aprende de las narraciones de la Torá La narrativa de la Torá, desde la creación del hombre hasta las últimas palabras respecto a la transferencia del liderazgo del pueblo a Yehoshúa, está repleta de temas y detalles de los cuales se obtienen grandes lecciones sobre la manera de desarrollarnos como buenas personas… e incluso rectas. Dice Rab Shlomo Volbe: “En el libro Maalot HaTorá se cita al Gaón de Vilna, quien dice que los 613 mandamientos son solamente categorías generales, pero que hay infinitos detalles. Su prueba es que hay muchas partes de la Torá que no contienen en absoluto mandamientos”. Podemos ver esto en uno de los capítulos de la Torá, el cual no contiene ninguno de los 613 mandamientos, sino que presenta un completo libro de instrucciones sobre Jésed (buenos actos): Abraham, un hombre de cien años, gravemente enfermo en el tercer día posterior a su circuncisión, esperaba invitados. Cuando vio que nadie llegaba, se sintió tan mal que Dios le envió ángeles como visitantes. El Talmud deriva de aquí una Halajá: que recibir invitados es más importante que recibir a la Presencia Divina…[56] Ese capítulo fue escrito para enseñarnos de qué manera realizar un acto de Jésed.[57] El Libro de Bereshit no enseña sobre el desarrollo personal El tema que se analiza en el Séfer Bereshit (Libro de Génesis) es Yashrut, la rectitud, a ser un mentsch (“persona recta”, en Yidish). La Guemará tiene otro nombre para el Séfer Bereshit:[58] lo llama Séfer Hayashar, el Libro de la Rectitud, o Séfer Yesharim, el Libro de los Rectos, porque contiene las crónicas de Abraham, Itzjak y Yaakob, quienes representan el arquetipo de la rectitud. El Netziv de Volojin amplía esta idea Y dice que la grandeza de los patriarcas radica en su increíble rectitud y piedad en sus relaciones con los no judíos. Ellos trataron a todas las personas con tanta consideración y honestidad que se ganaron la profunda admiración de todos. El mundo entero los reconocía como justos. Los no judíos no tenían conciencia de la observancia de Abraham. Nunca lo vieron colocarse tefilín o estar de pie recitando la Amidá. Pero sí sabían de qué manera él les hablaba, cómo los miraba, cómo los trataba, cómo hacía negocios con ellos. Y veían en él una admirable rectitud.[59] Sé un ejemplo, sé correcto, sé un caballero “Se un ejemplo”: eso es lo que la Torá desea de ti. Ser un ejemplo implica tener una actitud de integridad, hacer lo correcto incluso si la letra de la ley no nos exige hacerlo. Ser correcto significa, por ejemplo, no estacionarse en los espacios reservados para gente especial. Ser correcto implica no estacionarse nunca en doble fila, ni siquiera si solamente necesitas correr un minuto a buscar algo en la calle. Ser correcto significa no llevar diecisiete productos a la caja registradora rápida, que está disponible solamente para clientes que llevan hasta diez productos. Ser un caballero significa no tocar el claxon en un barrio residencial a altas horas de la noche. ¿Por qué la gente que está en sus hogares debe sufrir la molestia de tal ruido, sólo porque tú quieres ahorrarte el trabajo de bajar de tu auto y llamar a la puerta de la persona que has ido a buscar? Ser un caballero es saludar a los demás mirándolos a los ojos. No es raro que el hijo lo haga igual Una vez escuché un cuento ameno, pero triste: un maestro llamó a un padre para informarle que su hijo de primer grado estaba todo el tiempo robando cosas. El padre, impactado, preguntó al maestro qué tipo de cosas estaba tomando su hijo. El maestro le explicó que tomaba los lápices de los otros niños. En este punto, el padre estaba totalmente aturdido. —De todas las cosas, ¡¿por qué lápices?! ¡Tenemos muchos en casa! ¡Yo traigo lápices de la oficina donde trabajo todos los días…! Como dije, es un cuento ameno, pero triste. Generalmente, los niños imitan la conducta de los padres. No será muy raro que el hijo crezca con cualidades buenas siendo el padre una buena persona. Asimismo, no será muy raro que el hijo sea un desvergonzado si así es su padre. Tu eres como te comportas Al nieto de Rab Shelomó Itzjakí (Rashí) se le conoce en el mundo de las Yeshibot y los Baté Midrash (Casas de Estudio) como Rabenu Tam, mientras que en realidad su nombre era Rabí Yaacob. ¿Por qué recibió aquel nombre? La respuesta está en el Hagaot Maharid, libro en el cual está escrito: “Me revelaron en un sueño, en el mes de Iyar de 5714, la razón del nombre ‘Rabenu Tam’. Resulta que Rabí Yaacob dispuso una norma para establecer que, en caso de fallecer la novia en su primer año de bodas, la dote nupcial debe ser regresada a su padre, a fin de evitando así la sentencia: Ve Tam Larik Kojajam, ‘Y se agotan inútilmente sus fuerzas’. A partir de entonces, asociado con la palabra ‘Tam’, comenzaron a llamarlo Rabenu Tam”. El Gaón Rab Yosef Zilbershtein dice: “De esta historia vemos cómo las personas adoptan nombres e identidades a partir de sus actos. Por eso muchos se sorprenderán al llegar al Cielo y oír que son llamados con extraños nombres; por ejemplo: ‘Perro’, el que se ganó por haber pasado su vida ‘ladrándole’ a su esposa con reclamos y bramidos; o quien sabe, ‘Gran corazón’; por su entrega incondicional para ayudar a los demás; o ‘Avestruz’, por su soberbia; o ‘Corazón caliente’ por su ira; y así a cada uno según sus conductas”.[60] A ti, ¿cómo te gustaría que te llamaran? Comienza con un enfoque de crecimiento personal Entendamos qué es el jeshbón hanefesh (introspección) ¿De qué manera logramos el valioso ideal del desarrollo personal? ¿Cuáles son los pasos que deben darse para lograr los cambios deseados en nuestro carácter? Es de fundamental importancia tener un plan para realizar un esfuerzo consistente y una inversión de tiempo y esfuerzo diaria para lograr la auto superación. Dice el Rambam: “La persona completa debe recordar constantemente sus cualidades de carácter, sopesar sus actos y examinar su personalidad cada día. Si ve que está tendiendo hacia un extremo, rápidamente debe corregir esa tendencia y no permitir que la mala cualidad se fortalezca cuando ella repite un mal acto… De manera similar, la persona debe dedicar constantemente su atención hacia sus cualidades más bajas para tratar de curarlas”.[61] Dice Rab Shlomo Volbe que, en verdad, es imposible formular un programa exacto de desarrollo personal que resulte adecuado para cualquier persona. A fin de trabajar en auto superación, cada persona debe desarrollar por sí misma un programa a medida de su personalidad y de sus necesidades individuales. De todas maneras, hay algunos componentes básicos que son tanto benéficos como cruciales para cualquiera que desee esforzarse por crecer y cambiar. Entre estos componentes se encuentran el estudio de textos que aborden estas ideas (obras de Musar), introspección y jeshbón hanefesh (realizar un balance personal de nuestra conducta). Sin embargo, no es suficiente con estudiar los textos. Debemos reflexionar sobre las ideas que estos contienen y analizar de qué manera aplicarlas a la vida. Una inversión de tiempo y energía en una introspección seria y regular puede ser el catalizador para un increíble desarrollo personal. La introspección La introspección tiene dos etapas: primero debemos profundizar en el libro que estamos estudiando o en una de las afirmaciones de nuestros Sabios, para entender el tema tal como cuando estudiamos el Talmud. En esta etapa debemos ser particularmente cuidadosos de no entender el tema como una alegoría que no puede ser interpretada en su nivel más claro y sencillo. El primer principio en el estudio del Musar es que la Torá no contiene solamente alegorías… En la segunda etapa, el estudiante debe comparar lo que aprendió de los Sabios o del libro con su propia situación y realidad, y debe intentar determinar en qué grado está alejado de lo que ha estudiado, y cuáles son los factores que provocan esa distancia.[62] El Mesilat Yesharim dice: “La regla es que una persona debe inspeccionar todos sus actos y controlar sus caminos para no quedarse con ningún mal hábito o mala cualidad; y obviamente con ninguna transgresión. Entiendo que es necesario que la persona realice un balance diario de sus actos, tal como los prominentes empresarios evalúan constantemente sus negocios para no terminar en ruinas. La persona debe designar momentos y horas para hacerlo, para que esta deliberación no sea algo esporádico, sino que, por el contrario, tenga gran consistencia, porque es algo muy efectivo”.[63] Para sintetizar: tal como un empresario diligentemente evalúa sus ganancias y pérdidas, así también la persona que desea triunfar espiritualmente debe evaluar de manera regular su nivel espiritual. El balance espiritual Antes de Rosh Hashaná debemos aclarar en dónde nos encontramos en el balance entre Mitzvot y transgresiones. Este es un proceso de dos pasos. Primero debemos intentar reconocer las expectativas de Dios, en su totalidad, y luego debemos descubrir dónde hemos sobresalido y dónde hemos fallado. Esto constituye parte del arte conocido como jeshbón nefesh (balance espiritual). Trágicamente, no estamos acostumbrados a evaluar nuestras empresas espirituales de manera profesional y minuciosa. ¿Acaso alguien puede reportar con precisión en qué difiere su perfil espiritual actual del que tenía hace cinco años? ¿Alguien puede detallar su último logro o fracaso espiritual, e identificar las raíces que lo provocaron? ¿Las personas se dan cuenta de cuáles comportamientos o factores ambientales influyen sobre su relación con Dios? No podemos llegar a entender al judaísmo ni a crecer espiritualmente sin esta evaluación, realizada de la manera adecuada.[64] ¿Cómo comenzar? Si tenemos muchos defectos en diferentes áreas y estamos confundidos sin saber por dónde comenzar, debemos tomar una sola cualidad y trabajar específicamente en ella. Todas las cualidades de la personalidad dependen unas de otras. Si corregimos una cualidad, esto automáticamente será un escalón en el camino para corregir otras. Para corregir una cualidad es necesario tener autodisciplina. Para superar un defecto, el intelecto debe regir sobre los deseos. Este factor ayudará a corregir muchas otras cualidades.[65] Manual de introspección He aquí las razones por las que debemos hacer una introspección diaria de nuestros actos y de nuestra personalidad: Este mundo es solamente un medio hacia una vida eterna; podemos lograr el mejoramiento de nuestros actos y de nuestro carácter sólo mientras estamos vivos. Si logramos utilizar el mundo y las situaciones que nos suceden para elevarnos espiritualmente, lograremos elevar todo nuestro entorno, el cual no es más que un medio para elevarnos, no un fin. Tenemos un alma, una chispa de santidad en un mundo material; debemos ayudarla a sentirse cómoda en la tierra haciendo que nuestros actos sirvan para conectarnos con la parte espiritual. Sólo mediante la introspección, es que hacemos conscientes nuestros actos y es ahí donde podemos trabajar en ellos. Gracias a la introspección podemos crear estrategias para mejorar en nuestro día a día y lograr la perfección ética. Nosotros somos los únicos responsables de nuestra vida. Si no nos hacemos conscientes de eso mediante la introspección y buscamos mejorarnos a nosotros mismos, nadie lo hará. La introspección ayuda a ver por dónde vamos en la vida, si la sociedad nos jala, si nuestros actos dependen de la sociedad, si nuestros objetivos son puramente materiales, y eso nos ayuda a redirigir nuestros caminos. Nos ayuda a ver qué tenemos en nuestros pensamientos, lo que influye en nuestro actuar. Una vez que hacemos consciente esto, ya no lo repetimos y logramos paz mental. No puede llegarse a la plenitud personal si no se perfeccionan los actos y los rasgos de carácter. Debemos trabajar en los dos simultáneamente. Gracias a estos ejercicios, día a día lograremos eliminar la guerra moral que se nos presenta a la hora de tomar decisiones. Una pequeña variación errónea en nuestros actos repercutirá mucho en nuestra finalidad; por eso hacer una introspección rigurosa nos ayudará a elegir correctamente. Cada ser humano tiene medios y herramientas distintas; cada uno debe buscar la perfección en función a lo que le fue dado, por lo que es muy difícil poner ejemplos. Cada uno debe inspeccionarse y buscar su perfección con base en sus situaciones. Los preceptos que Dios nos da deben servir como parámetro general al momento de hacer introspección. Uno de los beneficios de hacer introspección personal (para mejorar) es que, si nosotros queremos ayudarnos, Dios nos ayuda. De nosotros depende estar mejor y de que Dios esté con nosotros. “Está prohibido apiadarse de alguien que carece de conciencia.” La mediocridad es una de las razones por las que no hacemos introspección o creemos que no somos malos, y que con eso basta. En este trabajo no debemos compararnos ni conformarnos, pues el potencial, al igual que este trabajo, es algo personal. La Torá resalta que lo contrario de una persona que teme a Dios es la que no pone atención a sus actos. En consecuencia, si queremos acercarnos a Dios, la introspección nos ayudará mucho. Dentro de la introspección y el perfeccionamiento ético, es necesario verificar si las amistades son las óptimas; en caso de que no lo sean y no aporten nada constructivo, hay que tomar cartas en el asunto. De igual modo, es importante ver cómo se ocupan los tiempos y qué acapara más atención, para que, en caso de no sacarle el mayor provecho, poder arreglarlo. Sabemos que no nos gusta que nos vean inferiores; es parte de la naturaleza del hombre. El resultado de nuestros actos en el mundo forjarán nuestra personalidad en el Mundo Venidero. Un motivador para crecer debe ser no estancarnos, para que en el Mundo Venidero no tengamos que sufrir la vergüenza eterna. Debemos trabajar en el desarrollo personal permanente y no fijar objetivos en niveles ilusorios, como la posición económica o el honor. Una práctica importante es analizar cada acto y qué nos deja en el futuro, pues mientras mayor rendimiento nos deje en el futuro, mayor trascendencia tiene el acto. Debemos procurar hacer actos de ésos. La mejor almohada (la paz al final del día) es lograr la coherencia en nuestros actos y la conciencia tranquila. Mi Registro Diario Como muchos seguramente sabemos, estamos en el mes judío de Elul. Este mes, que precede a Rosh Hashaná, se caracteriza porque todos tratamos de hacer un esfuerzo extra para demostrar a Dios que somos buenos, que queremos seguir su camino y que “merecemos” un nuevo año de vida. Los judíos alrededor del mundo se preparan para enfrentar este mes de diversas maneras. Lo más conocido es que aumentamos nuestra Tefilá, nuestra Tzedaká y nuestra Teshubá (el arrepentimiento sincero y completo). Pero más allá de estos tres factores, que ciertamente son fundamentales, cada persona debe cambiar algo personal, algo en lo que sienta que deba mejorar, como dedicarse con un poco más de empeño a alguna Mitzvá determinada o una midá (cualidad) de su carácter. Para guiar este proceso, hace algunos años leí un libro que se llama: Jeshbón Hanefesh, del Rabino Mendel de Satanov. Este libro plantea todo un sistema que nos ayuda a dar seguimiento a nuestro plan de trabajo, no sólo del mes de Elul, sino de todo el año. En resumen, el sistema expuesto en este libro indica que cada uno debemos elegir 13 características o Mitzvot en las que queremos trabajar. Luego, meticulosamente, debemos elaborar una tabla de registro, para ir anotando los avances y los “fracasos” o “errores”. El plan consiste en dedicar una semana a trabajar cada uno de los aspectos elegidos y repetir ese mismo trabajo cuatro veces completando así las 52 semanas del año. Esto es, sin duda, un trabajo que requiere mucha disciplina y determinación. Se necesita constancia y esfuerzo. Hace algunos meses, me animé a intentar algo similar a lo planteado en este libro. Elegí algunas características o Mitzvot en las que quería mejorar y elaboré una tabla de Excel para registrar mi avance. Decidí llevar un registro diario y por fin empecé. Mientras llevaba a cabo mi pequeño plan de trabajo me di cuenta de algunas cosas interesantes. Lo primero fue que el solo hecho de tener que sentarme a completar mi registro me hacía estar más consciente de los aspectos en que debía trabajar. En el fondo sabía que, al final del día, de alguna forma iba a tener que darme cuenta de mis acciones, y eso lograba mantenerme más atento. Con el paso de los días empecé a analizar mi tabla, que ya contenía algunos éxitos y algunos “fracasos”. Y mi segundo descubrimiento fue que, aun cuando nadie tenía conocimiento de mi registro ni de los aspectos que el mismo contenía, me molestaba tener que llenar “fracasos” en las casillas. No tenía que ver con lo que pensaran los demás, porque nadie sabía de esto, sino que simplemente, como me imagino que ocurre a muchos, no me gusta fracasar. Y esas marcas negativas en mi tabla empezaron a convertirse en la mejor estrategia motivacional para lograr éxitos. Cada vez que llegaba la noche y debía marcar que había perdido la paciencia con los niños, o no había logrado hacer Tefilá, me sentía defraudado. Pero en lugar de sentarme frustrado, me convencía de que pondría más empeño al día siguiente para no tener que sentir de nuevo esa sensación. En fin, logré completar el registro por el tiempo que había predefinido, lo que por sí solo constituía un éxito enorme. Y confirmé que este tipo de sistemas son alcanzables para gente normal como yo, que no se necesitan niveles espirituales extraordinarios ni conocimientos increíbles, sino solamente voluntad y una cuota importante de honestidad para asumir nuestros errores. Entonces, ahora que estamos en Elul y que tenemos que demostrar que podemos, ¿por qué no intentarlo?[66] ¡Elévate tú! Cuando era un niño, Rabí Zalman Aharon (llamado el Razó), hermano mayor de Rabí Shalom Dov Ber de Lubavitch (el Rebe Rashab), se sentía molesto porque era notoriamente más bajo que su hermano menor. Un día, el Razó salió disimuladamente detrás de su hermano y lo empujó a una zanja poco profunda. Cuando el Rashab, sorprendido, se puso de pie desde el fondo de la zanja, el Razó aprovechó el momento y señaló que ahora él era más alto. Rabí Shmuel de Lubavitch, padre de ambos muchachos, observó todo el episodio. El Rebe pidió una silla e indicó al Razó que subiera a ella, y le preguntó: —Dime, ¿quién es más alto ahora? El Razó contestó vehementemente que, de nuevo, él era más alto. —¡Ajá! —dijo Rabí Shmuel—. ¡Ahora lo sabes! Para ser más grande que tu compañero, no hay ninguna necesidad de tirarlo a una zanja. ¡Simplemente tú debes elevarte! Una buena Midá Hace un par de años, cuando mi hija mayor entró por primera vez al Gan (kínder), me presentaron las Mitzvá Notes, es decir, una pequeña cartita que cada mamá escribe a la morá (maestra) para contarle sobre alguna Mitzvá o buena acción que haya realizado el niño o la niña en casa. Desde el primer momento, la idea me gustó. La morá leía estas notitas luego de la Tefilá y representaban un reconocimiento muy grande para los niños. Esto resultó ser una estrategia muy efectiva para motivar a los niños a comportarse de la manera deseada y para aumentar su autoestima. Cuando vine a vivir a México y mis hijos entraron al Gan, me encontré nuevamente con este increíble recurso para motivar a los niños. Aquí en México les llaman Midot Tovot, es decir, buenas cualidades o actitudes. Día a día, al mandar a mis hijos al Gan, escuchaba la pregunta: “¿Hoy llevamos Midá Tová?”. En muchas ocasiones, no recordaba nada especial o particular que, en mi opinión, mereciera ese reconocimiento; pero poco a poco fui entrenándome en el arte de ver y valorar los pequeños y mínimos avances de mis hijos. Tal vez dejar la toalla de las manos colgada en el baño no es nada difícil ni especial; sin embargo, si un niño suele dejarla tirada, el día que por algún motivo decide colgarla es un día para mandar una Midá Tová. Y ejemplos como ésos hay millones. Mientras pasaban los días y yo iba mandando estas notitas, me di cuenta de otra utilidad de este sistema. No sólo refuerza las acciones positivas de los niños, sino que refuerza en los padres la actitud de mantenerse enfocados en las cualidades y en las buenas acciones de sus hijos. En muchas ocasiones, especialmente en el ambiente de las morot (maestras), suele escucharse a los padres alegar por los comportamientos negativos de sus hijos, el desorden, la desobediencia, la lentitud, la hiperactividad y tantas otras cosas. Sin embargo, no es tan frecuente escuchar a los padres disfrutando de todo lo positivo que hacen sus hijos. En resumen, demasiadas veces ponemos el foco en lo negativo, en vez de destacar lo positivo. Al considerar esto, ¿no es acaso el sistema de las Midot Tovot una excelente forma de mantenernos enfocados en lo positivo? Aunque haya sido el peor día, cuando llega la hora de escribir la Midá Tová, tenemos forzosamente que encontrar algo bueno y destacable. Probablemente, mientras recorremos el día en nuestra memoria buscando algo para escribir, nos damos cuenta de que el peor día no fue tan malo, que a pesar de algunas travesuras y desordenes, hubo muchas cosas que el niño sí realizó de acuerdo con lo esperado, o incluso mejor. Me dediqué a reflexionar sobre esto un poco más y descubrí que muchas veces deberíamos escribir, aunque fuera mentalmente, una Mida Tová para nuestra pareja, para nuestros padres, hermanos, suegros, cuñados, amigos, vecinos… en fin, para toda la gente con la que nos relacionamos cotidianamente. Esta simple estrategia nos llevará a vivir más felices siendo ese tipo de persona que siempre encuentra algo positivo en el otro, que no se deja llevar por lo negativo y se mantiene firme en la actitud de buscar algo que destacar y algo que aprender de cada persona.[67] Estudio de Musar La Torá es una guía de vida, un instructivo con el que se nos enseña cómo debemos comportarnos durante toda nuestra vida. Por supuesto, para saber cómo debemos comportarnos, debemos estudiar la Torá. El estudio de la Torá incluye muchos temas; por ejemplo, las leyes para cumplir las Mitzvot, el estudio del Talmud, la historia de toda la humanidad para aprender de ella (desde la creación del mundo). Y una parte fundamental del estudio es el Musar, toda esa parte donde nuestros Sabios nos enseñan cómo debemos comportarnos de acuerdo con la ética judía, cuál es el camino correcto que debemos tomar en esta vida y, principalmente, cómo podemos perfeccionar nuestras cualidades. Por medio del estudio de Musar podremos comprender mejor la importancia de la perfección humana. El estudio de Musar corrige las cualidades Escribió el Gaón de Vilna: “Toda la vida de la persona es para romper (corregir) las malas cualidades que no ha podido corregir; por eso debe siempre esforzarse, ya que, si no se esfuerza, ¿para qué vive?”.[68] Continúa el Gaón de Vilna: “Quien no estudia Torá necesita un tratamiento para corregir sus cualidades: por medio del temor a Dios y el estudio de Torá todo el día se corrigen las cualidades”. Por otro lado, comentó Rab Jaim Vital: “La Torá sin buenas cualidades es como un Nézem zahab beaf jazir, ‘Un arete de oro en la nariz de un puerco’”. Es decir, un arete de oro, algo precioso, como la Torá, es como una persona sin buenas cualidades. De esto se entiende que el Gaón de Vilna y Rab Jaim Vital difieren, ya que el primero dice que por medio de la Torá es posible corregir las cualidades, y Rab Jaim Vital afirma que no basta con estudiar Torá para tener buenas cualidades. Contesta Simja Zisel de Kelem que estas opiniones realmente no difieren. Es verdad que quien estudia Torá con amor, este amor corrige las malas cualidades; pero si no estudia Torá con amor, no es posible corregir las malas cualidades. La pregunta que surge aquí es: ¿estudiamos Torá realmente por amor a la Torá?[69] Ya que quizá no estudiamos Torá con ese amor, debemos reforzarnos y estudiar Musar para corregir nuestras malas cualidades. Cambiar del mal al bien sin Musar es como querer ver sin tener ojos, o querer escuchar sin tener oídos, o querer caminar sin piernas; es decir, es imposible cambiar del mal al bien sin Musar. Así es como lo expresó en cierta ocasión el Saba de Kelem: “Quien no planea en Yom Kipur estudiar Musar, Yom Kipur no perdona sus pecados”. La explicación de esto ya fue mencionada: es imposible cambiar una mala cualidad sin el estudio de Musar.[70] La humildad se adquiere con Musar En una ocasión, Rab Israel de Salanter daba una clase de Torá a muchos alumnos. A la mitad de la clase, un alumno hizo una pregunta; Rab Israel permaneció en silencio unos minutos y dijo: —Tienes razón, no tengo respuesta. La clase de hoy ha terminado. La gente alrededor escuchó que Rab Israel de Salanter se dijo a sí mismo: “Israel, por cuanto tú estudias Musar”. Cuando preguntaron a Rab Israel el porqué de eso, contestó: —Yo tenía cinco respuestas para dar al alumno y todas ellas lo convencerían, y no podría refutarlas. Pero, la verdad, ninguna de ellas era auténtica y cien por ciento correcta. Por eso me dije a mí mismo: “Israel, por cuanto tú estudias Musar”, es decir, que el Musar hace que la persona sea recta y humilde. Todo el que no estudia Musar, es como el que no tiene Dios Dice la Guemará: “Dijo Rab Huná: Todo el que se ocupa únicamente en la Torá es como quien no tiene Dios”.[71] Explican los Jajamim que la persona que únicamente se ocupa de estudiar Halajot y no pone atención a corregir sus actos y arreglar sus malas conductas, se considera como si no tuviera un Dios.[72] Vemos de esto que no basta con estudiar mucho si no nos ocupamos en el estudio de Musar. Analiza la conducta de nuestros Jajamim Está escrito en Yeshayá Hanabí (el Profeta Isaías):[73] “Que tus ojos estén siempre observando a tus maestros”. Esto quiere decir que tenemos la obligación de analizar la conducta de nuestros Jajamim y tratar de imitar sus actos. Para llegar a este objetivo, tenemos que estudiar y observar sus hechos. Es decir, “dime a quién admiras y te diré cómo eres”. Estudiar para aplicarlo Cuentan de un joven al que le ofrecieron varias muchachas para salir con ellas y éste siempre las rechazaba, pues decía que no estaban en su nivel y categoría. Su Rab reparó en esto y se dio cuenta de que era debido a la presunción. Llamó al joven y le hizo estudiar libros de Musar que hablaban sobre la humildad. Y así hizo el alumno volviéndose experto en el tema de la humildad. Después de un tiempo, el Rab volvió a ofrecerle a una joven con la que ya había salido anteriormente, con la esperanza de que el estudio del Musar de la humildad hubiera cambiado su manera de ser. Después de que el alumno y la joven salieron nuevamente, el Rab le preguntó cómo le había ido, a lo que el muchacho respondió: —Rab, cuando yo no sabía nada de la humildad, no quise a esa joven. Pero ahora que ya soy experto en el tema y he estudiado Musar, y he crecido en Torá, con mayor razón la joven no está dentro de mi nivel y categoría. ¡Tal es la respuesta de la gente que estudia Musar u otros temas de Torá sin la intención de perfeccionarse![74] ¿Para qué estudiar Musar? Dice la Mishná en Pirké Abot: HaTorá Niknit bearbaim ushmone debarim… (Una de ellas es:) Hamakir et mekomó; “La Torá se adquiere con 48 cosas… (Una de ella es:) el que conoce su posición”.[75] ¿Qué significa: “conocer su posición”? Explican los Jajamim: “Que la persona conozca sus perfecciones y sus defectos, y no se considere más importante de lo que realmente es”.[76] Otra explicación es que la persona no se sienta más de lo que es, pues demuestra que tiene presunción.[77] Cuando la persona adquiere alguna posición importante o de alta categoría, corre un peligro muy grande, ya que puede adquirir vanidad y presunción. Es casi seguro que quien no estudia Musar fijándose un horario no podrá “conocer su posición”. Pero si estudia Musar, conocerá perfectamente sus defectos y podrá conducirse en el camino humilde y modesto.[78] Si no enseñó Musar, no tiene una categoría tan elevada Rab Yosef Shmuel, el autor de Hagaot Hashas, era un gran estudioso de la Torá y enseñó muchísima Torá a cientos de alumnos por varios años. Después de fallecer, regresó a este mundo a dar un mensaje a sus alumnos parándose frente a ellos. Cuando los alumnos lo vieron, se sorprendieron —no era para menos— y le preguntaron para qué se había molestado en regresar al mundo. El Rab contestó: —Cuando llegué al Bet Din Shel Mala (al Tribunal Celestial), decretaron que debía sentarme junto al Shlá Hakadosh. Pero cuando llegué a mi lugar, el Shlá Hakadosh se sorprendió del veredicto que habían dado para mí, ya que yo únicamente había enseñado Torá, pero no Musar; y él había enseñado Torá y también Musar. Así que el Shlá Hakadosh dijo que no era justo tenerme como compañero en el Shamaim (el Cielo). Así que se me ordenó bajar a este mundo para pedirles que estudien Musar. Por ese mérito tendré la oportunidad de sentarme junto al Shlá Hakadosh.[79] ¿Qué estudiar en esa media hora? Un hombre que trabajaba la mayor parte del día preguntó a Rab Israel de Salanter: —Jajam, sólo tengo media hora libre al día. ¿Qué debo estudiar en ese tiempo? Contestó el Jajam: —Debes estudiar Musar en ese horario, y al estudiar esto verás que tienes más de media hora al día disponible, en la que podrás estudiar otras cosas.[80] Incluso en tiempos de luto hay que estudiar Musar La Halajá prohíbe que una persona en luto, dentro de los primeros siete días posteriores al fallecimiento de su pariente, estudie Torá, pues ella alegra al corazón y al alma. Rab Israel Kanievsky, el famoso Staipeler, solía estudiar Musar todos los días. Cuando falleció su madre, preguntó al Jazón Ish si podía estudiar Musar. Y el sabio se lo permitió, e incluso le dijo que debía acostumbrar a su familia para que estudiara Musar, especialmente a sus hijos pequeños. No estudiar Musar todos los días puede “enfriar” a la persona, de la misma manera que si no hubiera estudiado durante tres meses. Esto puede compararse a la siguiente parábola: En una casa se limpia el polvo del piso día con día y tardan solamente cinco minutos. Pero si pasa una semana sin limpiarlo, por supuesto que no bastará con cinco minutos, ni siquiera veinte, ya que el polvo se habrá esparcido por toda la casa e incluso se habrá adherido en los pisos, puertas, techos, etcétera. Eso mismo pasa cuando una persona no estudia Musar por algún tiempo. Su alma empieza a ensuciarse cada vez más y es difícil limpiarla.[81] Consejos para estudiar Musar[82] Dedica un tiempo fijo para estudiar Musar y no cancelarlo por nada. Estudia un solo libro de Musar, máximo dos, al mismo tiempo. Después de haber caído en un pecado o mala cualidad, estudia ese mismo día un texto sobre ese tema para corregir esa falta. Estudia Musar de manera seria y concentrada, como si estuvieras estudiando Guemará. Después de estudiar el tema en tono serio, repasa esa misma parte con tono de melodía. Si te gustó mucho alguna frase o el texto te llenó, repítelo varias veces, incluso por varias semanas. Cuando estudies Musar, trata de sentir lo que estás leyendo y vívelo. Si es posible, extrae una enseñanza para aplicarla directamente en tu vida personal, a fin de mejorar inmediatamente en un punto específico. Que sea poco, pues el que quiere abarcar mucho no abarca nada. Dijo en una ocasión Rab Hilel de Kalmai: “Quien no estudia libros de Musar no puede ser Yehudí”.[83] Dedica tiempo a leer historias de Jajamim Contó Rab Itzjak Zilbershtein que en una ocasión encontró a uno de sus estudiantes leyendo historias y cuentos de Jajamim, y le preguntó el Rab: —¿Cómo dedicas tu valioso tiempo a leer historias y cuentos? El joven respondió, sonriendo: —Como padre de familia, tengo la obligación de educar a mis hijos. Para poder cumplir con esta Mitzvá, tengo que leer lo que voy a contarles. Ellos disfrutan mucho ese tiempo y siento que es una obligación no menos importante que mi estudio de Torá. Por medio del Musar, perfeccionamos nuestras almas. Derej Eretz, educación Debemos saber que la Torá es una guía que nos enseña a ser gente educada y con buenas virtudes, pues en la Torá y en los libros de los Jajamim están mencionadas las reglas de educación. Como dijo un Jajam: “La Torá es un manual sobre cómo debemos conducirnos, qué tenemos que hacer y de qué manera”. ¿Qué es el Derej Eretz, según la Torá? Dice la Mishná en Pirké Abot: Yafá Torá Im Derej Eretz, “Es buena la Torá con Derej Eretz…”.[84] Explica el Tiferet Israel que Derej Eretz quiere decir “ética y humildad”. Es decir, es buena la Torá con ética y humildad. El Midrash explica que Derej Eretz significa “Torá con buenos actos”.[85] Es decir, es buena la Torá con buenos actos. Si no hay Derej Eretz, no hay Torá Hay otra Mishná que dice: Im En Torá, En Derej Eretz; Im En Derej Eretz, En Torá, “Si no hay Torá, no hay Derej Eretz; si no hay Derej Eretz, no hay Torá”. [86] Pregunta el Maharal: “Si es así, ¿cómo puede empezarse con una de las dos? Si no hay Torá no hay Derej Eretz, y si no hay Derej Eretz no hay Torá”.[87] Contestan Rabenu Yoná y el Maharal[88] que la persona debe estar “preparada” para recibir la Torá, y esto es con Derej Eretz, ya que la persona necesita primero adoptar Derej Eretz, que es una categoría más baja, y luego deberá recibir la categoría más alta, que es la Torá. Si la persona no es propicia para recibir Derej Eretz, entonces no podrá ser capaz de recibir la Torá. Se concluye de estas palabras que la persona que no se “prepara” para recibir la Torá, no tendrá Derej Eretz verdadero. Y si después no se comporta con Derej Eretz, tampoco podrá recibir la Torá y se equivocará y errará en su comprensión, ya que le faltará la base de la Torá. Por eso, en los días en que el Pueblo de Israel salió de Egipto, se ocuparon de estudiar el Derej Eretz que la Torá nos pide; y esos 49 días antes de recibir la Torá, el Pueblo de Israel fue preparándose cada vez más para recibirla con santidad y pureza. Y hoy es lo que hacemos en los días de Sefirat Haomer, en que estudiamos Pirké Abot, para recibir la Torá “listos”, con Derej Eretz. El Jatam Sofer tenía la costumbre de que, antes de empezar su clase de Guemará, en clase estudiaban 15 minutos de Jobot Halebabot, para ablandar los corazones de los alumnos con Irat Shamaim (temor al Cielo).[89] Conducirse con el Derej Eretz que la Torá pide Explica Rab Isajar Tzbi que el Derej Eretz se aplica a todo tipo de acto y acción que realice la persona en cuestiones materiales; por ejemplo, trabajar, caminar, comer, acostarse, levantarse, etc. La persona debe conducirse con el Derej Eretz que determina la Torá, ya que, si no se conduce con el que determina la Torá, cada quien tomará decisiones que consideran correctas, pues el pensamiento y la visión de las personas están muy alejadas de la visión correcta, que es la de la Torá. Como podemos ver hoy, hay notables diferencias entre los puntos de vista de la gente, por lo que cada quien piensa estar en lo correcto. Entonces, quien se aleja del Derej Eretz que la Torá nos enseña está alejándose del Derej Eretz correcto y verdadero. Lo que la persona alejada de la Torá piensa que es correcto realmente no lo es, y sólo se conducen conforme a su pensamiento erróneo. “Todo el que se preocupa de comportarse con Derej Eretz tendrá asegurada una larga vida.”[90] La Torá no escribe las conductas de Derej Eretz En la Torá que recibimos directamente de Dios (la Torá Shebijtab, u Oral), no están escritos textualmente las conductas y los comportamientos que debemos seguir en la vida, y muchos Jajamim se cuestionan esto. La respuesta es la siguiente: como hemos explicado, las conductas y los comportamientos que debemos seguir son la preparación que necesitamos para poder recibir la Torá; por eso la Torá no se extiende tanto en explicarnos cuáles son las conductas correctas, ya que, cuando la estudiemos, ya debemos estar preparado con esas conductas correctas. Y cuando ya estudiamos la Torá, ella misma perfecciona y pule esas conductas que ya hemos adquirido. Así lo dicen los Jajamim: “Veintiséis generaciones se adelantó el Derej Eretz a la Torá”.[91] La Torá nos enseña mucho acerca del Derej Eretz Encontramos muchas menciones de los Jajamim que hablan sobre el Derej Eretz con que debemos conducirnos. Ya sea en la Guemará, los Midrashim; incluso existe un fragmento en la Torá Oral que se llama Masejet Derej Eretz. Por señalar algunas de las menciones de los Jajamim: En el momento que se recita el Kriat Shemá está prohibido realizar cualquier acto, ya que en ese momento se recibe el yugo de Dios. Los Jajamim establecieron que está permitido interrumpir el Kriat Shemá para saludar a alguna persona honorable.[92] Vemos también que la persona que no devuelve el saludo a la persona que se adelantó a saludarla se le llama “ladrón”, ya que está robando honor a la primera, incluso si en la realidad no le quitó nada físicamente.[93] Dice la Guemará que la persona debe ser suave para contestar y tratar de aumentar la paz entre la gente, incluso con los gentiles del pueblo, para ser querido por Dios y por la gente, y amado por todos.[94] Está escrito sobre Rabí Yojanán que nunca en su vida habló de cosas vanas y jamás encontraron a un hombre que estudiara como él.[95] Por otro lado, está escrito que Rabí Yojanán siempre adelantó el saludo a todos, incluso a los gentiles; es decir, él siempre saludó a todos antes de que lo saludaran. Imaginemos que una persona, que nunca habló cosas vanas y era quien mejor estudiaba Torá y tenía la mejor cualidad que nadie más en su vida, adelanta el saludo a los otros antes que ellos lo hagan. En el libro Menorat Hamaor está escrito que la persona debe conducirse con Derej Eretz, para ser querido por toda la gente; así como leemos: Kol Sheruaj Habriot Nojá Emenu; Ruaj Hamakom Nojá Emenu, “Cuando la persona es querida por la gente, es querida por Dios”.[96] Derej Eretz al momento de comer El Ben Ish Jay escribe mucho acerca del Derej Eretz al momento de comer; mencionaremos aquí algunas de sus enseñanzas.[97] Si dos personas están comiendo juntas y una de ellas interrumpió su comida por algún motivo, la segunda deberá dejar de comer hasta que aquella vuelva a comer (en el caso de que se enfríe la comida o se eche a perder, podrá continuar comiendo). Pero si son tres personas y una de ellas interrumpió su comida, las otras dos no deben interrumpir su comida por el otro. No debe mirarse a quien está comiendo ni lo que está comiendo, para no avergonzarlo. Si carias personas están comiendo y llega el platón con la comida para servirse, no debe mirar el platón para elegir qué servirse, sino que debe tomarse la ración sin escoger. Asimismo, no debe tomarse comida de la mesa, sino únicamente lo que se tiene enfrente. No debe tomarse un pedazo grande de comida y ponerse delante de uno; tampoco debe tomarse completa y comerla por completo. Si se está comiendo con cuchara, no debe llenarse e introducirla así a la boca. No debe tomarse un pedazo de comida mayor a una cabetzá (más de 60 gramos). Debe tenerse cuidado de no ensuciar la ropa al comer. Si se está comiendo con las manos, no hay que ensuciarse toda la mano, sino únicamente las yemas de los dedos; y debe comerse sólo con una mano, aunque lo más recomendable es comer exclusivamente con cuchara o tenedor. No deberá meterse un pedazo muy grande de comida a la boca. El tamaño máximo de alimento que debe introducirse debe permitir hablar perfectamente. Cuando se esté comiendo, hay que cuidar no ensuciar la barba o el bigote. No debe comerse ni tragar rápido, sino poco a poco, incluso si se está comiendo junto a una persona que así lo hace. No deben meterse los dedos a la boca mientras se come. No debe demostrarse mucho deseo o ambición por la comida. No debe servirse más comida de la mesa, sino hasta que se trague totalmente el bocado anterior. Debe esperarse un poco entre bocado y bocado. Si los compañeros de mesa terminaron de comer algún platillo, debe también concluirse el platillo, incluso si se queda uno con hambre, ya que no es Derej Eretz comer a solas enfrente de los demás. No debe tomarse bebida de un vaso sin dejar un poco de líquido en él. Tampoco debe tomarse un vaso tras otro. Todo el que traspasa estas reglas de Derej Eretz es llamado Gargarán, “glotón”. Si es un estudioso de la Torá, esto estará provocando un Jilul Hashem (profanación del Nombre de Dios). “La persona no debe apresurarse a comer como lo hacen los animales.”[98] No debe comerse de pie, sino que debe hacerse sentado junto a la mesa, de manera correcta. No es correcto chuparse los dedos; es decir, en el caso de que los dedos se ensucien con comida, no deben chuparse para limpiarlos, sino que deben limpiarse con servilleta. No debe eructarse frente a los demás. Todo esto deberá cumplirse incluso cuando se está comiendo a solas en la propia casa, y con mayor razón cuando se está comiendo con más gente. Derej Eretz con la gente Escribió Rab Yaakob Amdin (el Yabetz) algunas leyes de Derej Eretz hacia la gente, que mencionaremos aquí. Al estornudar, debe voltearse la cara para no hacerlo frente a los presentes, y para no ensuciar la comida ni a la gente presente. Muy importante es sonarse y limpiarse la nariz con mucho respeto y limpieza. Cuando alguien sienta la necesidad de sacar un gas de su cuerpo, debe alejarse de la gente que se encuentre alrededor. Cuando alguien bosteza, debe hacerlo muy recatadamente; es decir, sin abrir mucho la boca y sin hacer ruidos, cubriendo la boca. Así debe comportarse la gente, incluso cuando se encuentre a solas, para que no se acostumbre a siempre hacerlo de la manera inadecuada. No es correcto alzar las manos como lo hace la gente cuando está cansada. Muy importante es limpiarse bien los dientes al terminar de comer, a fin de que en ellos no queden restos de comida. La regla es: La persona necesita comportarse con la gente de la misma manera que se comportaría dentro del Bet Hakneset, ya que es mayor el respeto a la gente que al templo. Dice el Talmud que la persona que come en el mercado puede compararse a un perro, y hay quien opina que su testimonio no es válido.[99] La Guemará dio estas palabras para todo tipo de gente y no únicamente para las personas honorables. Derej Eretz en la manera de hablar Dice la Mishná en Pirké Abot:[100] “Un hombre no debe hablar frente a quien es más grande en edad o inteligencia”. De esta enseñanza se derivan las siguientes: No debe intervenirse en la plática del compañero. No hay que apresurarse a contestar. Respecto a lo que uno no sabe, deberá decirse que no se sabe. La persona debe reconocer la verdad, incluso va en contra ella misma. Derej Eretz relacionado con la sociedad Escribió el Rambam:[101] “No debe caminarse de manera erguida y con la cara alzada".102 Tampoco debe correrse por la calle como lo hace la gente imprudente. La vestimenta de un estudioso de la Torá debe ser muy bella y estar limpia, y está prohibido que ensucie sus ropas. No es bueno vestirse con ropas que llamen mucho la atención o con ropa de pobres, sino con ropas normales y lo que es común en la sociedad. La persona no debe gritar cuando habla; debe hacerlo de forma tranquila y con calma hacia la gente. Es importante tener cuidado de no hablar como la gente muy presumida. No debe escupirse en la calle. Sobre esto escribió el Ben Ish Jay[102] que quien escupe frente a alguien más tendrá que rendir cuentas en el Cielo por eso. Es muy importante llevar siempre consigo pañuelos desechables. Derej Eretz en la forma de vestir y con orden Cometen un grave error algunas personas religiosas al pensar que es señal de un estudioso de la Torá estar descuidado y sucio. Esto podría representar que lo único que le importa es estudiar Torá y no tiene tiempo para arreglarse a sí mismo. Ser un estudioso de la Torá y una persona religiosa nos obliga a estar siempre pulcros y bien arreglados. Como está escrito: “Todo estudioso de la Torá que tiene sucia la ropa merece la pena de muerte”.[103] La Guemará nos enseña que está prohibido verse al espejo (no se aplica en nuestros días, ya que era la costumbre únicamente de las mujeres, y un hombre no debe comportarse como lo hacen las mujeres); pero escriben los Jajamim que, si un hombre se ve en el espejo para revisar que está limpio y bien arreglado, está permitido.[104] Por ejemplo, uno debe revisar que está bien peinado, no sucio, bien vestido, con la camisa dentro del pantalón, etcétera. Incluso dijeron los Jajamim que está permitido tomar un Muktzé (tipo de utensilio que no se permite moverlo en Shabat) en Shabat, ya sea para arreglar el cuerpo o limpiarse, para verse honorable, y estar bien delante de la gente.[105] Rabí Pinjas Ben Yair describió un orden respecto a cómo poder servir a Dios. Comienza con “Torá”: la Torá nos lleva al cuidado, o Zehirut (no cometer pecados); el cuidado nos lleva a realizar Mitzvot, o Zerizut; realizar Mitzvot nos lleva a ser pulcros, Nekiut.[106] Explican los Jajamim que Nekiut se refiere a estar pulcros y limpios en las ropas y en el cuerpo.[107] En el libro Tiferet Israel se escribe: “Si sus ropas y su cuerpo están limpios, su interior y pensamientos seguramente también se encuentran limpios”.[108] Después de varios meses de que regresara el hijo de Rab Simja Zisel MiKelem, a quien había mandado a estudiar a una Yeshibá, su padre quiso poner a prueba qué tan bien había estudiado y si había aprovechado su estancia allá. Nosotros pensaríamos que la prueba que le hizo consistió en preguntas de Guemará, o si se sabía algún tratado de Mishnayot de memoria; pero la prueba que Rab Simja hizo a su hijo fue diferente: Le pidió que le diera su maleta y la abrió. Cuando vio que su ropa estaba organizada, sus camisas planchadas y sus pantalones bien doblados, se dio cuenta de que su hijo había aprovechado la Yeshibá y había estudiado bien.[109] Ordenar y arreglar bien los objetos personales demuestra el Derej Eretz de la persona. Como dijimos, si no hay Torá, no hay Derej Eretz. Arreglar bien la ropa y tener arregladas las cosas personales señala qué tan estudiosa de la Torá es la persona. Esto lo vemos en la Guemará respecto a que la persona debe vestir de tal manera que no se vea la costura de sus ropas;[110] esto es así incluso con la ropa interior, aunque no la gente no la vea. El orden y el Derej Eretz empiezan desde uno mismo. El Derej Eretz que debe seguir la persona es estar limpio en su cuerpo, tener adecuado su cabello y bien cortadas sus uñas.[111] Escribió el Rambam: “Una de las finalidades de la Torá… es la pureza y alejarse de la suciedad, para no parecer un animal.[112] Asimismo, la limpieza en la ropa y tener siempre el cuerpo pulcro es también una de las finalidades de la Torá”.[113] Escribió el Shlá Hakadosh que uno de los temas de Derej Eretz es que la persona mantenga su cuerpo limpio, tanto las partes del cuerpo que la gente ve como las que siempre están cubiertas. Dice la Guemará: “La persona debe lavarse las manos y los pies todos los días, para estar presentable ante Dios”.[114] Cuando la persona no está limpia, se compara a un animal, al que no le importa estar presentable. Asimismo, deberá cuidarse de no tener mal olor de boca, ya que esto es algo muy desagradable para la gente. Hay muchos lugares del mundo en que, en épocas de calor, es muy común que la gente sude mucho y, por tanto, despida malos olores. Debido a esto, hay Jajamim que permiten incluso bañarse en Tishá BeAb y en Yom Kipur.[115] Derej Eretz con el anfitrión (Oreaj) Está escrito en Masejet Derej Eretz:[116] “No es correcto que un invitado invite a otra persona a comer a la casa del anfitrión (En Oreaj Majnis Oreaj)”. Peor que esto es comer antes que un Talmid Jajam, es decir, primero debe comer la persona más honorable e importante en la mesa. Y algo mucho peor es que el invitado pida más comida al anfitrión, o pida comida de otro tipo, que le gusta más. Todo lo que diga el anfitrión, el invitado deberá hacer.[117] La persona no debe comportarse de manera extraña entre la gente, sino que debe actuar de la forma en que lo hace regularmente y no llamar la atención con su comportamiento. No hay que reír mientras todos lloran y no debe llorarse mientras todos ríen; no puede dormirse entre los que están despiertos, y no se debe estar despierto entre los que duermen; nadie debe estar de pie cuando todos están sentados y no se puede estar sentado cuando todos están de pie. La persona no debe comportarse de manera diferente de la costumbre del lugar donde se encuentre. Así como lo vemos con Moshé Rabenu, que cuando subió al monte para recibir la Torá, no comió pan, ya que ahí no existía la comida; y cuando los ángeles vinieron a visitar a Abraham, sí comieron pan, aunque ellos no necesitan alimentarse.[118] No es correcto entrar a una casa de repente, sin avisar, sino que deberá tocarse a la puerta y luego pasar. Esto ese hace incluso en la casa propia.[119] Cuando se entra a algún lugar, debe saludarse a todos los presentes y sentarse sin estar inclinado, y las piernas deben estar bien derechas. Si alguien tiene un lugar fijo para sentarse y un día se encuentra a otra persona ahí, el primero no debe quitarla, sino ceder el lugar.[120] Tener un orden personal Uno de los buenos consejos que nos dan los Jajamim es tener un plan para lo que se hará al otro día. Hay que hacer una lista detallada de qué tendrá que hacerse al día siguiente. Esto sirve para organizar las ocupaciones del día y no se olviden los pendientes.[121] Malas palabras Uno de los temas de gran importancia para demostrar la educación y las buenas cualidades de la persona es la manera de hablar. La gente ordinaria e inculta de la calle utiliza palabras sucias e inadecuadas para nuestra categoría, pues somos príncipes, los hijos del Rey de reyes. Muy grave error es hablar con palabras negativas Escribió Rab Moshe Jaim Luzzato en su famoso libro, Mesilat Yesharim: [122] “Dicen los Jajamim que, por hablar las personas palabras negativas, groserías, majaderías, etc., llegan muchos sufrimientos y problemas al mundo; y no sólo eso, sino que muchos mueren jóvenes por ese pecado”. Incluso si se han decretado setenta años de cosas buenas, las malas palabras tienen la fuerza de anular decretos como ése. Groserías, majaderías ¿Crees que decir groserías es algo realmente malo? “Para nada”, tal vez pienses. “Hay cosas peores. De hecho, todo el mundo las usa.” Pero, ¿es esto cierto? Aunque no lo creas, algunos se esfuerzan por no decir malas palabras. Y tienen en cuenta cosas que muchas personas ignoran. Por ejemplo: Las malas palabras no son sólo eso. Tu forma de hablar revela lo que hay en tu corazón. Ser malhablado demuestra que no te importan los sentimientos de los demás. Piensa: ¿eres así en realidad? Como dicen nuestros Sabios: “Las cosas que emanan de la boca salen del corazón”. Decir malas palabras daña tu imagen. En el libro Cuss Control se afirma: “La manera en que hablas puede determinar quiénes serán tus amigos, cuánto te respetarán tus familiares y compañeros de trabajo, cómo serán tus relaciones, cómo influirás en otras personas, si conseguirás un trabajo o un ascenso, y cómo te verán las personas que no te conocen”. En esta obra también se aconseja: “Pregúntate si tus amistades mejorarían si dejaras de decir palabrotas”. En su libro ¡Qué maleducado!, el doctor Alex Packer declara que las personas se cansan de escuchar a la gente que dice groserías todo el tiempo y que decir malas palabras no permite que te expreses con “ingenio, inteligencia o empatía”. Y agrega: “Si tu vocabulario es perezoso, vago o con poca imaginación, seguro que tu mente tampoco dará para mucho”. El lingüista James V. O. Connor nos dice: “Quienes dicen groserías normalmente son desagradables, críticos, cínicos, conflictivos y quejumbrosos”. Por otra parte, si reflexionamos, las personas que no suelen decir groserías son más tranquilas y maduras, y encuentran otras maneras y palabras para expresar lo que sienten. Por todo lo anterior, no estaría mal si nos preguntáramos: “¿Qué clase de persona prefiero ser?”. Sabemos que vivimos en un mundo donde tener una buena imagen es esencial para sobrevivir y, sin imaginarlo, el lenguaje que usamos puede impresionar más que cómo nos vestimos o cómo nos vemos; puede influir en conseguir o no un empleo, si te eligen como amigo o qué tanto te respetan. Seguramente alguna vez te ha pasado que conoces a alguien cuya buena apariencia se desvanece en cuanto abre la boca. Si dejas este mal hábito, estoy casi seguro de que tu autoestima va a mejorar, así como tu autodominio y, por consiguiente, tu seguridad y el respeto de los demás hacia ti. Enseña a tus hijos a hablar bien Las groserías son palabras que se utilizan para expresar enojo, fastidio, odio o desdén hacia algo o alguien. En el sentido cultural, son usadas para ofender o comunicarse de manera informal entre conocidos. En cada país son diferentes, pero todos reconocemos cuáles son y se nos ha enseñado a no decirlas, por lo menos en ciertas situaciones. En muchas familias se acepta hablar con groserías. Sin embargo, como padres debemos esforzarnos por brindar las mejores oportunidades de vida a nuestros hijos, darles un buen ejemplo y ayudarles a dar amor al mundo, no ofensas. Creo que si les damos esas herramientas, podremos estar tranquilos de haberles dado una base sólida sobre la cual construir su vida. Arrogancia, buena autoestima y humildad La arrogancia, una buena autoestima y la humildad Pocas personas se consideran a sí mismas arrogantes; muchas menos aspiran a ser humildes. En nuestro mundo competitivo, de constante ascenso de escalafones y de “no ser menos que el vecino”, el rasgo de la humildad parece contraproducente. Sin embargo, todos podemos reconocer el valor de tener una buena autoestima. ¿De qué manera interactúan estos tres conceptos: arrogancia, humildad y autoestima? ¿Cuánto debemos pensar en nuestra propia elevación personal y espiritual, y cuánto debemos pensar con humildad? Analicemos la perspectiva judía respecto a los peligros de la arrogancia, la necesidad de tener una buena autoestima y el elevado objetivo de la humildad. En el proceso, aclararemos de qué manera estos términos interactúan entre sí y cómo el entendimiento que la Torá nos proporciona sobre ellos puede ayudarnos a lograr el equilibrio fundamental en nuestra vida. La humildad es un atributo tan necesario para lograr la perfección del carácter que la Torá da testimonio de que es uno de los rasgos que caracterizaban a Moshé Rabenu, el mayor líder y profeta del Pueblo Judío. Para el judaísmo, la humildad no es cualquier asunto. Revisemos el marco necesario para eliminar la cualidad inaceptable de la arrogancia y equilibrar la autoestima y la humildad. La arrogancia o presunción La arrogancia, o presunción, es una cualidad que reconocemos fácilmente en los demás, pero no con tanta facilidad en nosotros mismos. Sin embargo, la Torá nos advierte que no debemos ser arrogantes. En esta sección analizaremos la definición de la arrogancia y la actitud judía hacia ella. La definición de la arrogancia y/o presunción Hay muchas definiciones sobre qué es la arrogancia, pero todas llegan al mismo mensaje. La opinión de Rab Moshé Jaim Luzzato es la siguiente: “El orgullo se muestra cuando alguien piensa demasiado bien de sí mismo y se considera digno de alabanzas. Puede haber muchas razones para esto. Algunas personas se consideran a sí mismas inteligentes; otras, apuestas; algunas, honorables; otras, grandiosas; otros, sabios. El principio es que siempre que alguien se atribuye a sí mismo cualquiera de las cosas buenas del mundo, se coloca en un riesgo inmediato de caer en el pozo del orgullo…”.[123] El Jobot Halebabot dice lo siguiente: “El orgullo es cuando una persona está orgullosa de su sabiduría, o una persona recta está orgullosa de sus actos, y considera estos logros como grandiosos ante sus propios ojos; siente que ya se ha realizado con lo que ha logrado; rebaja a otras personas; menosprecia a los grandes y sabios de la generación y se alegra ante los defectos ajenos”.[124] Los riesgos de la arrogancia El Mesilat Yesharim dice que, además del hecho de que claramente es algo malo, la arrogancia trae consigo ciertos riesgos que resultan perjudiciales para nuestros objetivos en la vida. El arrogante también es un mal alumno en la “Universidad de la Vida”. Es menos probable que pueda aprender de quienes lo rodean, porque siente que ya lo sabe todo. También es posible que no pida consejo a otras personas más sabias y experimentadas que ella misma.[125] Rabenu Yoná dice que la arrogancia provoca muchos pecados y lleva a que las inclinaciones más bajas de la persona la dominen, como está escrito: “Y tu corazón se volverá arrogante y olvidarás al Eterno, tu Dios”.[126] La persona arrogante sólo puede verse a sí misma y no puede someterse a la autoridad de nadie, ni siquiera la de Dios. Puesto que no se considera a sí misma en el contexto adecuado en relación con el mundo en el cual vive, pierde el control sobre sus instintos más bajos; siente una ilimitada sensación de tener derecho a todo y no puede soportar que alguno de sus caprichos no se cumpla. Los comentaristas encuentran en Hamán el epítome de la arrogancia y de la búsqueda de honor más allá de todo sentido. Hamán tenía todo lo que una persona puede llegar a desear: dinero, poder, familia y prestigio. Todo el país se prosternaba ante él… excepto un único judío, Mordejay. Millares de personas en las ciento veintisiete provincias del imperio persa le rendían homenaje; sin embargo, Hamán no tenía paz porque Mordejay, el judío, se negaba a prosternarse ante él. Dijo a su esposa: “Todo esto no tiene sentido cuando veo a Mordejay el judío sentado en el portón del rey”.[127] Rab Jaim Shmulevitz explicó que esa es la esencia de la búsqueda de honor. Es algo que existe solamente en la imaginación de quien busca honores. No soporta ser el segundo. Si no lo tiene todo, siente que no tiene nada y no puede disfrutar de lo que sí posee.[128] Así pasó con Alejando Magno, quien después de conquistar muchos países escuchó que aún había algunos que no conquistaba y se entristeció, y dijo: “Pobre de mí, que no he podido conquistar uno de esos países”. Rab Ezriel Tauber dice: “El egotismo gira en torno a la idea de ‘obtener aquello que yo deseo’. Debo poseer cualquier cosa de valor que tenga cualquier otra persona. Todos deben rendirse ante mi voluntad porque yo entiendo todo mejor que los demás. Esta es la actitud egotista…”.[129] Rab Israel de Salant dice: “No te sorprendas de que una persona con todos sus defectos y su pequeña estatura moral de todas maneras llegue a considerarse a sí misma mejor que sus contemporáneos. Porque mientras más la persona desea ser alabada y admirada, más crece su deseo por las alabanzas y oculta sus deficiencias, hasta el punto de no llegar a percibirlas. Y cuando crece el deseo de sentir que es mejor que los demás, su auto admiración resalta los defectos ajenos. Debido a su arrogancia ya no podrá percibir las virtudes de los demás y finalmente sólo podrá percibir sus propias virtudes y los defectos ajenos. De esta manera, la arrogancia llegará a llenar toda su alma sin que ella siquiera se dé cuenta”.[130] La actitud de la Torá hacia la arrogancia La misma Torá prohíbe que un rey sea orgulloso y presumido, como dice el versículo: “El rey judío no debe llegar a sentirse superior a sus hermanos, y no se alejará de los mandamientos ni hacia la derecha ni hacia la izquierda. De esta manera, él y sus descendientes tendrán un largo reinado en medio de Israel”. [131] Sobre esto explica el Rambán: “Con este versículo, la Torá alude a la prohibición contra la arrogancia, porque aquí la Torá intenta refrenar al rey de sentir arrogancia y altivez; y mucho más para el resto de nosotros, para quienes la arrogancia no es adecuada [como podría serlo para un rey]. La Torá advierte explícitamente a los que son más propensos a sentirse importantes y arrogantes antes que ser humildes como el resto de sus subordinados. Porque la cualidad de la arrogancia es despreciable y repugnante para Dios, incluso en un rey, porque sólo a Dios pertenecen la grandeza y la elevación…”. Explica Najmánides, en su famosa Igueret Harambán (Carta del Rambán) que, dado que la verdadera grandeza por encima de todos los seres pertenece tan sólo a Dios, la persona que siente eso sobre sí misma, en esencia está negando la existencia de Dios. Y no sólo eso: ser presumido y arrogante es una prohibición de la Torá, así como explica el Séfer Mitzvot HaGadol: “Después, cuando estaba repasando el primer capítulo del Tratado de Sotá (5a), encontré allí escrito de manera explícita: ‘¿Cuál es la fuente de la prohibición contra la arrogancia…? ...cuando se enaltezca tu corazón y olvides a Dios’”.[132] Resumamos el tema de la arrogancia y la presunción: La arrogancia es definida como una sensación aumentada de valor personal, en la cual la persona arrogante se ve a sí misma como si fuera mejor que otras personas debido a su riqueza o a sus logros, e incluso por sus rasgos de carácter”. El judaísmo considera que la arrogancia es ofensiva porque está enraizada en la idea de que nosotros somos la causa de nuestro propio éxito. En lugar de ello, debemos siempre reconocer que todas las bendiciones y el éxito son regalos de Dios y no dependen de nosotros. La cualidad de la arrogancia se desarrolla cuando la persona siente orgullo o que su éxito se debe a su propio mérito, y esto la lleva a negar el rol de Dios en su vida. La arrogancia también afecta nuestra búsqueda para cumplir con los objetivos de nuestra vida: evita que podamos aprender de los demás, provoca que los demás nos pierdan el respeto y generalmente contribuye a una vida egocéntrica. La autoestima La autoestima consta de dos componentes principales Si no debemos ser arrogantes, ¿eso significa que debemos considerar que no valemos nada? Mientras que la arrogancia es una cualidad autodestructiva que claramente está condenada por la Torá, las fuentes judías también dejan clara la importancia de reconocer nuestro propio valor. La arrogancia tiene sus riesgos, pero una baja autoestima también tiene sus propios peligros. Rab Abraham J. Twerski dice: “La autoestima consta de un componente principal: reconocer el valor y la capacidad propios.[133] El ingrediente básico para tener una autoestima positiva es reconocer el propio valor. Por el contrario, alguien que se siente poca cosa no considerará que ningún acto se encuentre por debajo de su dignidad”. Sin embargo, no es suficiente tener conciencia de nuestra propia importancia. También necesitamos tener confianza respecto a tener aquello que es necesario para desempeñar la tarea requerida. Valorar las propias virtudes inspiran confianza La clase de orgullo positivo (en asuntos espirituales), tal como el orgullo que siente el sabio por su sabiduría o el recto por sus buenos actos, es lo que lleva a la persona a agradecer a Dios por haberle otorgado esos regalos y a alegrarse por ellos, así como lograr todavía más determinación para buscar en el futuro niveles superiores de sabiduría y piedad…[134] Alguien con sana autoestima siente que tiene los medios para enfrentar la vida. Tiene la capacidad de pensar, aprender, tomar decisiones y enfrentar cualquier situación que la vida le presente.[135] La autoestima es un valor de la Torá La autoimagen positiva no es tan sólo una buena manera de evitar malas influencias, sino que, de hecho, es una obligación. El judaísmo considera que la autoimagen positiva es necesaria para el adecuado cumplimiento de las Mitzvot. Sin sentido del propio valor, la persona no tomará la responsabilidad de mantener su propia postura ante las demandas de los demás ni ante las demandas de sus propios bajos instintos. La humildad Es indispensable reconocer la grandeza personal; sin embargo, la arrogancia está prohibida. ¿De qué manera podemos desarrollar una autoestima positiva sin volvernos arrogantes? La respuesta es: ¡con humildad! Al contrario de la creencia popular, la humildad no se trata de auto negación o de sentirse menos que los demás, sino de una adecuada autovaloración. La verdadera humildad exige que la evaluación de nuestro propio valor y de nuestros logros sea el resultado de un razonamiento inteligente respecto a nuestro rol en el universo de Dios. En esta sección analizaremos a mayor profundidad qué es la verdadera humildad y de qué manera se adquiere. ¿Qué es la humildad? Ser humilde no es pensar que no eres nada, que no vales nada o eres un fracasado. Al contrario, para ser una persona exitosa en la vida debes tener una autoestima alta y sentirte bien contigo mismo. Entonces, ¿qué es ser humilde? Es entender que todo lo que logras en la vida es solamente por tener ayuda del Cielo, ¡ayuda de Dios! ¡Es saber que sin la ayuda de Dios eres literalmente inútiles! Es pensar que, aun con todos los logros de tu vida, en realidad no sabes si estás haciendo todo lo que tu potencial te da para hacer, o todo lo que Dios espera de ti. ¡Es posible hacer mucho más! Es no creer que vales más por tus talentos, ya que éstos fueron un regalo de Dios para ti, pero para usarlo en Su servicio, no para sentirte superior a los demás. Consiste en reconocer tus cualidades y saber reconocer tus carencias. Al reconocerlo, puedes llegar al auténtico Abodat Hashem (trabajo verdadero hacia Dios). El Hombre Humilde sabe que su misión en este mundo es rectificar esas carencias. Y por último, es saber que no eres perfecto y no enfocarte solamente en tus buenas cualidades, y estar orgulloso de ellas, sino darte el mismo tiempo para ver tus defectos, reconocerlos y trabajar para corregirlos. Rab Shimshon Rafael Hirsch explica: “Nuestras Sagradas Escrituras no conocen una virtud más elevada ni más noble que la humildad, la mentalidad que reside en las profundidades del espíritu que es totalmente inconsciente de su propia importancia. Cualquier cosa que la persona humilde sea, posea, desee o logre nunca se debe a su propio actuar, sino que es exclusivamente producto de un Ser Superior. La persona humilde se considera a sí misma como una criatura creada por el único Dios, como Su hijo y Su sirviente. La palabra ‘yo’, pronunciada enfáticamente, es completamente extraña a su línea de pensamiento y a su mentalidad”.[136] Rab Zelig Pliskin dice que la humildad significa reconocer que no eres perfecto.[137] Las ventajas de ser humilde Hay quienes piensan que una persona humilde es la que va por la vida taciturna, triste y con un carácter débil. Pero la verdad es exactamente lo contrario. Está escrito y lo leemos cada Shabat: Tob Shem, Mishemen Tob, “Es preferible un buen nombre que un buen aceite”. Dicen los Jajamim que es preferible tener un buen nombre que ser como un buen aceite. Los Jajamim explican que un aceite desempeña su función sólo si está arriba del agua. Para que un hombre pueda adquirir un buen nombre, dicen nuestros Sabios, no es necesario estar arriba de los demás, sino al contrario: es preferible tener un buen nombre y no ser como el aceite, que necesita estar arriba de “alguien” o “algo” para adquirir valor. “Todo el que se conduce con modestia, Dios lo eleva, y todo el que presume, Dios lo humilla. Todo el que persigue honores, los honores escapan de él. Y todo el que escapa de los honores, los honores lo persiguen.”[138] Una persona preguntó a Rab Bunim MiPishisja: —Los Jajamim dijeron que quien huye de los honores, los honores lo persiguen. Yo siempre escapo de los honores, ¡pero nadie me persigue para honrarme…! Y respondió Rab Bunim: —El que realmente quiere huir de los honores, no mira hacia atrás a ver si lo persiguen para honrarlo… Dice Rab Jaim Luzzato: “A la gente le agrada estar en compañía de una persona humilde. Ésta no se enoja ni pelea; mejor, hace todo en silencio y pacíficamente. ¡Feliz el que desarrolla esta cualidad personal!”. Ya dijeron los Sabios: “Aquello que es una corona sobre la cabeza de la sabiduría no es más que la planta del pie de la humildad”; porque el valor de la humildad supera cualquier sabiduría que pueda haber.[139] Dijo Rabí Janiná: “La Torá es comparada con el agua, como está escrito: ‘Todos los sedientos, vayan al agua’, para enseñarnos que, así como el agua fluye hacia los puntos más bajos, también la Torá reside solamente en quien es humilde en espíritu”.[140] El individuo que está preocupado por su imagen personal no tiene descanso. Estará constantemente preocupado por mantener su imagen ante los ojos de los demás y siempre habrá alguien más compitiendo por ese puesto tan deseado. Pero la persona que es humilde está libre para disfrutar del mundo de Dios, prestando atención a cada detalle y aprovechando su tiempo y sus recursos para acercarse más a Dios. Nadie puede quitarle lo que le es más importante: su conexión con el Creador. La humildad es la base de todas las buenas cualidades Está escrito en la Torá: Vayikrá el Moshé, “Y llamó a Moshe…”.[141] De acuerdo con la tradición, la letra Alef de la palabra Vayikrá, ”Y llamó”, debe escribirse más pequeña que el resto de las letras. La razón es que, de acuerdo con la explicación de Rab Yaacob Baal Haturim, dado que Moshé Rabenu, debido a su inmensa humildad, quiso escribir Viker El Moshé, “y se presentó a Moshé”, tratando de disimular que Dios lo convocó —siendo esto un gran mérito y honor —, escribió Viker, “se presentó”, algo más casual, sin tanto honor. Pero Dios le exigió que escribiera la Alef; por eso Moshe la escribió, pero más pequeña. El libro Keli Yakar trae, en nombre del Yalkut, que la Alef simboliza el estudio, como aparece en Iyob (Job): “Y tus Alef son sabiduría”.[142] Por eso es pequeña, a fin de aprender que para estudiar Torá debe tenerse humildad. También escribió Rab Yejezkel Levinshtein que el orgullo y la arrogancia son la madre y fuente de todas las malas cualidades, y todos los males que aquejan a la persona se generan del orgullo; lo mismo ocurre a la inversa: la humildad es la base de todas las buenas cualidades y la llave para alcanzar el máximo nivel espiritual. [143] Cómo trabajar para adquirir humildad 1. No te enojes El enojo es el principal impedimento para la humildad. Una persona humilde generalmente no se enoja con nadie. Por tanto, el hecho de trabajar para eliminar el enojo de nuestro carácter nos ayudará a ganar humildad. Sucedió con Rab Shemuel Eliahu de Zovolin que en su mesa de Shabat le comentaron que había un alumno ofendido por la ubicación en que le tocó sentarse, pues no era de las primeras posiciones. Les respondió el Rab que no se preocuparan por eso, y agregó: —La Mezuzá que seguro tiene en el dintel de la entrada de su casa posee mayor santidad que él, ya que está siempre parada allí y no se queja. [144] 2. Habla suavemente con todos Es conocida la famosa carta que escribió el Rambán (Igueret Harambán), en la cual leemos sobre esto: “Acostúmbrate a hablar siempre suavemente a todas las personas; al hacerlo, te salvarás del enojo. Cuando estás a salvo del enojo, puedes lograr humildad, la cualidad más importante de todas las cualidades positivas…”. Se cuenta sobre Rab Moshé Fainshtein que un día, en el salón de estudios, se alejó por un momento de su escritorio y, mientras él no estaba, uno de los estudiantes accidentalmente volcó un frasco de tinta sobre su libro del Talmud. El joven se sentía terriblemente avergonzado. Él y sus amigos rodearon el escritorio y esperaron nerviosos el regreso de Rab Moshé. Al ver lo que había ocurrido, Rab Fainshtein sonrió y dijo: —El azul es mi color favorito. ¡Ahora el libro se ve mucho más bello que antes! A continuación, el Rab se sentó y continuó escribiendo como si nada hubiera pasado.[145] 3. Aprovecha las oportunidades que te da la vida Dijo Rab Pliskin: “Tener conciencia del tamaño del universo, de las limitaciones de la mente humana y de la naturaleza temporal de la fuerza física y de la belleza, contribuye a sentir humildad”. La vida te provee muchos “maestros de humildad”. Mantén los ojos abiertos, porque las lecciones llegarán de diversas maneras. Desarrolla el hábito de decir: “Esta es una oportunidad para ganar humildad”. Cuando alguien no te hable con respeto, di: “Esta es una oportunidad para ganar humildad”. Si no haces las cosas tan bien como esperabas, di para ti: “Esta es una oportunidad para ganar humildad”. Cuando tomes conciencia de alguna debilidad o error, piensa: “Esta es una oportunidad para ganar humildad”.[146] 4. Entiende que eres muy vulnerable Una bella explicación sobre la humildad nos ofrece Rab Isajar Frand: “Hay una conocida Mishná al final de Masejet Sotá, donde se afirma que, cuando Rabí (Rabí Yehudá Hanasí, el compilador de la Mishná) murió, terminó la humildad en el mundo. En el Talmud, Rab Yosef cuestiona esta Mishná y dice que no es posible que esto sea cierto, porque ‘Yo estoy aquí’”. Este comentario de Rab Yosef requiere de una aclaración: En una oportunidad escuché una bella interpretación de este pasaje del Talmud. Rab Yosef no está diciendo: “Yo soy humilde. Por tanto, hay a mi alrededor personas humildes”. Lo que él estaba diciendo era algo diferente. En otra parte aprendemos que Rab Yosef se quedó ciego. Al perder la vista, olvidó todo lo que había estudiado. Este gran Sabio talmúdico, Rab Yosef, cuya opinión se encuentra en tantas páginas del Talmud, quien estudió tanto, quien enseñó tanto… olvidó todo al enfermar. Lo que en verdad Rab Yosef estaba diciendo era lo siguiente: “No digan que ya no es posible que haya personas humildes, porque yo estoy aquí. Mientras yo esté aquí, la gente puede mirarme y comprender lo que puede ocurrir a una persona. Que vean que una persona puede ser un Sabio del Talmud, saber toda la Mishná, tener cientos de estudiantes y, sin embargo, olvidarlo todo. Si la gente tiene esto presente en su mente, entonces todavía puede haber personas humildes. Porque la clave de la humildad es comprender que todo es un regalo que puede perderse en cualquier momento”.[147] Rab Shlomo Zalman Oyerbaj caminaba una vez por las calles de Jerusalem cuando de la parte trasera de un camión recolector de basura saltó uno de los trabajadores, se acercó a él para besarle la mano y regresó a su trabajo. —¿Quién sabe si él debía besar mi mano o yo besar la de él? —dijo Rab Shlomo a los estudiantes que lo rodeaban—. Observen mi vida. Yo nací de un padre sabio; mis padres me alentaron a estudiar Torá desde el día en que aprendí a leer; mi familia política es extraordinaria. Miren la inteligencia que Dios me otorgó y el apoyo que recibo de mi esposa. ¿Quién sabe cuánto se espera de mí? Debería estar cambiando el mundo. Sin embargo, este hombre probablemente nació de una pareja de padres diferentes de los míos. Probablemente él nunca haya tenido las oportunidades que yo tuve, la educación que yo recibí o la crianza que me brindó mi familia. Y sin embargo, vean cuánto él ha crecido. Él es más grandioso. Yo debería estar besar su mano. El comentario de Rab Shlomo Zalman condensa la manera en que una persona humilde ve el mundo:[148] Por una parte, reconoce sus logros, pero al mismo tiempo reconoce que todo su éxito y sus resultados son simplemente regalos que Dios le ha otorgado debido a Su bondad. 5. Busca las virtudes de los demás El Rambán (en su Igueret Harambán) también nos pide que desarrollemos la cualidad de valoración de la grandeza de los demás, hasta el punto de llegar a admirarlos, incluso si esa grandeza reside solamente en un área particular. Así lo dice: “Por tanto, te explicaré cómo debes actuar con humildad: todas tus palabras deben ser pronunciadas suavemente… considera a todos los demás más grandes que tú…”. Y así explica el Jobot Halebabot: A uno de los sabios le preguntaron: —¿Qué fue lo que te convirtió en el líder de la generación? Él respondió: —Nunca encontré a alguien sin llegar a reconocer alguna área en la cual fuera mejor que yo. Si la otra persona era más sabia, yo me decía que ella debía temer a Dios más que yo (porque tenía las herramientas para hacerlo), dado que es más sabia. Si era menos sabia, yo me decía que el día del Juicio (Final) su juicio será más suave que el mío… Si era más adinerada, yo me decía que, debido a su riqueza, tenía los medios para servir a Dios mejor que yo. Si era más pobre que yo, me decía que, debido a su opresión, él era mejor que yo. Por tanto honraba a todo el mundo y era humilde ante ellos.[149] 6. Sé humilde con cualquier persona Debes ser sumamente humilde ante todas las personas.[150] No sólo ante los mayores debes ser humilde, sino aun ante los pequeños. Si te comportas de esta forma beneficiarás a los demás, ya que serás agraciado ante los otros y tus actos serán ponderados, logrando de esta forma que los otros deseen imitar tu actuar; incluso cada uno bendecirá a sus hijos deseándoles que sean como tú. De esta manera santificarás el Nombre del Todopoderoso. 7. Ejemplos de personas humildes En su juventud, Rabi Akibá Iguer se ganó una sólida reputación como un genio que dominaba todas las áreas de la Torá. Cierto hombre rico que amaba la Torá y su estudio, tuvo el privilegio de casar a su hija con el sabio y, durante el periodo de compromiso, invitó a su futuro yerno a su ciudad, a fin de presentarlo a los sabios locales. Todos estaban emocionados de conocer al renombrado erudito y le hicieron todo tipo de preguntas sobre las dificultades que surgían durante el aprendizaje. Pero el novio se sentó allí en silencio, sin poder contestar a ninguna pregunta. Los estudiosos estaban sorprendidos y el suegro, decepcionado, sufrió un gran desdén de su comunidad, al grado que consideró anular el compromiso. El novio le pidió esperar un par de días más antes de tomar esa decisión. Pasado ese tiempo, el novio entró al Bet Hamidrash y demostró ante todos sus inigualables conocimientos. Respondió a todas las preguntas y resolvió todas las dudas que se le plantearon. Probó ser un erudito experimentado y de mente muy sagaz; y todos quedaron admirados. Pero les quedó una pregunta: ¿por qué no había contestado las preguntas en la otra ocasión? Había sucedido que, a su llegada a la ciudad, Rab Iguer se encontró con otro novio bendecido con muy buenas cualidades, aunque no de su mismo nivel. El suegro de ese muchacho también quiso presentarlo a la comunidad y, por supuesto, con mucha justicia recibió una cálida bienvenida. Rabí Akibá no quiso empequeñecer al otro joven y, por tanto, se presentó al principio como un ignorante, hasta que el otro novio partió de la ciudad. Sólo entonces Rab Iguer reveló su grandeza en Torá, ya que demostró la importancia de no hacer sentir mal a los demás. Escribió Rab Yonatán Aishbitz sobre él mismo: “Cada día que aumento mi estudio, me doy cuenta de lo poco que sé y de mi escasa sabiduría. Por cuanto que voy estudiando más, tengo más preguntas y descubro que sé menos que antes. Lloro porque a los ojos del mundo soy alguien muy grande, pero realmente soy poco, ya que si me preguntan, no sabría contestar”.[151] Sucedió una vez que Rabí Akibá Iguer y el Netibot (Rab Yaacob Loverman Meliza) viajaron a una ciudad en Europa para hablar de Torá. En aquella época se acostumbraba que, estando ya cerca de la ciudad, la gente quitaba los caballos de los carruajes en que viajaban los Sabios y los jalaban a mano, entre todos, para honrar a los distinguidos visitantes. ¡Cuál sería la sorpresa de la gente del pueblo cuando, al llegar, abrieron el carruaje y lo encontraron vacío! ¡Entre los que jalaban el carruaje estaban los dos Tzadikim (Justos)! ¡Cada uno lo había hecho por el honor del otro! El Gaón Rabí Akibá Iguer recibió cierta vez una carta de alguien que pretendía aprender con él. En el encabezado del escrito se dirigía al Tzadik con una larga lista de títulos y adjetivos de grandeza sobre Rabí Akibá Iguer. El Rab la leyó una y otra vez, especialmente la parte que hablaba de él. Intrigado al ver esto, uno de sus discípulos se le acercó y le preguntó: —Honorable maestro, ¿qué tiene de especial aquel párrafo para que usted lo lea y relea tantas veces? Rabí Akibá Iguer respondió: —Estoy tratando de comprender qué piensa esta persona que yo puedo llegar a ser, pues sé cuánto me falta para lograr alcanzar el lugar en que piensan que estoy.[152] Rab Aizik Sar decía que el pecado primigenio del hombre se debió a su poca humildad, ya que si hubiese sabido someterse al Creador, nunca hubiese pecado. Si analizamos levemente el tema veremos que la raíz de todos los males es la soberbia y el amor propio, que no nos permiten perdonar ni dejar pasar nada, midiendo constantemente el honor propio con el de los demás. Cuentan que Rab Yaacob de Lisa, autor del Netibot Mishpat, fue una vez invitado a la ciudad de Niklesheburg. Al llegar se presentó para saludar a Rab Mordejay Banet, autor del Javot Daat, quien era el Rabino del lugar. Rab Banet lo recibió con gran respeto y lo invitó a dictar una clase. Mucha gente se reunió para escucharlo. Durante la magistral exposición, Rab Mordejay le formuló una pregunta sobre algo que el Netibot había dicho. Rab Yaacob permaneció en silencio, como si no tuviese respuesta, e inmediatamente bajó del estrado dando por concluida su clase. Rab Banet volvió a su casa y de inmediato se puso a profundizar sobre aquella pregunta que él mismo formuló, y luego de analizar detenidamente todos los puntos, comprendió que realmente la pregunta no estaba bien fundamentada. Corrió para disculparse con el Javot Daat diciéndole que realmente la pregunta era errónea. Con gran sencillez, Rab Yaacob le respondió que desde el primer momento él sabía que tenía razón, pero prefirió ser un simple Rabino pasajero, el humillado, y no avergonzar en público al Rabino del lugar.[153] La carreta vacía Cuenta un hombre: Caminaba con mi padre cuando él se detuvo en una curva y, después de un breve silencio, me preguntó: —Además del canto de los pájaros, ¿escuchas algo más? Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí: —Estoy escuchando el ruido de una carreta. —Eso es —dijo mi padre—. Es una carreta vacía. Pregunté a mi padre: —¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vemos? Entonces mi padre respondió: —Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por el ruido. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace. Me convertí en adulto y hasta hoy, cuando escucho a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo lo que tiene, sintiéndose prepotente y haciendo menos a la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo: —Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace. Así dice la Guemará:[154] “La alcancía que no hace ruido es la que está llena; pero la alcancía que hace mucho ruido es la que está vacía, con tan sólo unas pocas monedas”. La humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitir a los demás descubrirlas. Y recuerda que existen personas tan pobres que lo único que tienen es dinero. Y nadie está más vacío que quien está lleno de sí mismo… Resumen del capítulo Para resumir este tema sobre la arrogancia, la autoestima y la humildad, hagámonos algunas preguntas y presentemos varias respuestas. ¿Pensar bien de sí mismo es arrogancia? Sí y no. Es bueno y correcto pensar bien de uno mismo. A final de cuentas, fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. La pregunta se enfoca más en cómo nos relacionamos con nuestras propias virtudes y éxitos: ¿somos nosotros mismos la fuente de nuestra grandeza, o es algo que recibimos de Dios como un regalo? Si tomamos el crédito para nosotros mismos, entonces podemos ser arrogantes, mientras que sentir gratitud hacia Dios es la base de la humildad. ¿La humildad y la autoestima son mutuamente excluyentes? Ser humilde no es sinónimo de tener baja autoestima. Ser humilde no significa ser un tonto. La humildad no es auto negación, sino adecuada autovaloración. La persona verdaderamente humilde reconoce su verdadero valor y está satisfecha consigo misma, pero también reconoce sus limitaciones y está consciente de que su existencia ocupa un lugar en el gran esquema de las cosas. ¿Por qué debo ser humilde? Ser humilde tiene muchas ventajas. Quien lo es resulta una compañía agradable y a la gente le gusta estar con ella. El humilde se gana el respeto verdadero y duradero de los demás. Ser humilde es también una experiencia liberadora, porque libera de la necesidad de mostrarse ante los demás como si se fuera más de lo que realmente se es. Con humildad logras liberarte para desarrollarte interiormente y te abres para aprender de los demás. Puesto que la humildad se fundamenta en la conciencia de no ser perfectos, obtener esta cualidad nos permite trabajar hacia la perfección, mejorando de manera constante. De todas estas formas, la humildad brinda a la persona alegría, serenidad interior y satisfacción consigo misma, con sus logros y con su rol en la vida. ¿De qué manera puedes lograr ser más humilde? El trabajo para construir la humildad comienza, antes que nada, eliminando a su opuesto. Primero es necesario eliminar la arrogancia del corazón, particularmente en su forma de expresión más nociva, que es el enojo. Adquirir más conciencia de las propias limitaciones también es una experiencia que ayuda a desarrollar humildad, al igual que el hecho de valorar las virtudes de los demás. El enojo Analicemos ahora la pésima cualidad del enojo, tan grave que hasta los Jajamim lo comparan con la idolatría, y conoceremos algunos consejos prácticos para salvarnos de esta terrible cualidad. Quien se enoja es como si cometiera idolatría Está escrito en la Guemará: “El que desgarra sus ropas por su enojo y el que rompe sus utensilios por su enojo, y el que arroja su dinero por enojo, se consideran como quien está haciendo Abodá Zará (idolatría)”.[155] El Rambam, al escribir esta Halajá, no pone condiciones como lo hizo la Guemará, sino que directamente escribe: “Todo el que se enoja se considera como si estuviera haciendo Abodá Zará (idolatría)”.[156] Cabe preguntar: ¿por qué es tan grave enojarse, hasta el grado que se considera como hacer idolatría? El Baal Hatania escribe que quien se enoja es considerado como el que hace idolatría.[157] Cuando la persona se enoja, se aleja de ella la Emuná (fe) en Dios; si la persona confiara y supiera que todo viene de Dios, no se enojaría nunca, pues todo lo que manda Dios es para bien. Aunque es sabido que hay libre albedrío y la persona que perjudica a otra puede decidir si dañarla o no, si pegarle o no, si robarle o no, de todas maneras la persona a la que daña o le pega, o le roba, ya tenía destinado recibir eso del Shamaim y Dios tiene varios mensajeros para mandar ese castigo a este mundo.[158] Cuando nos encontramos frente a alguien importante y honorable, por naturaleza nos comportamos con mayor respeto. Incluso cuando un padre debe regañar a su hijo y frente a ellos se encuentra alguien honorable, aquél se comporta con respeto y no se exalta ni se enoja en exceso, ya que le da pena y vergüenza enfurecerse ante una persona importante. Si estuviéramos conscientes de que Dios siempre se encuentra frente a nosotros, ¿cómo es posible que nos enojemos y nos enfurezcamos frente a Él? Está escrito en la Guemará: “Todo el que se enoja demuestra que no da importancia incluso a la Presencia Divina”. [159] En otras palabras, el enojo demuestra desprecio por la Presencia de Dios, pues quien se enoja no siente que Ella esté ahí. Si estuviera presente alguna persona honorable, no nos enojaríamos, y ahora que estamos sólo con Dios, sí nos enojamos.[160] Esto se aplica a enojarse con cualquier persona, desde la esposa o el esposo, los hijos, los amigos, trabajadores, etcétera.[161] Es peor el enojo que el pan en Pesaj Dicen nuestros Jajamim: “Es peor el enojo que el pan en Pesaj”. El pan en Pesaj está prohibido, incluso algo mínimo; pero sólo se prohíbe una semana al año. Sin embargo, el enojo también se prohíbe incluso en algo mínimo, y todo el año.[162] La gravedad de enojarse Dice la Guemará que quien se enoja olvida su olvido y aumenta la estupidez en su cabeza.[163] Escribió Rab Jaim Vital sobre su Jajam, el Arí Z´l: “Él se cuidaba muchísimo de no enojarse, más que de otros pecados, incluso si su enojo era para cumplir alguna Mitzvá”.[164] La explicación de lo grave que es el enojo es que cualquier pecado que cometa la persona perjudica sólo un miembro de su cuerpo; pero el que se enoja perjudica toda su alma y la cambia totalmente. E incluso si la persona hace Teshubá y trata de arreglar todo el enojo que dejó salir en el pasado, no le será útil. Todas esas Mitzvot que hizo en el pasado (en los tiempos que se enojó) se perderán, ya que el enojo convirtió su alma pura en impura. Lo que debe hacer la persona en esta situación es comenzar de nuevo y volver a hacer todo lo que hizo en el pasado, lo cual perdió con su enojo. En otras palabras: todo lo que la persona construyó, lo destruye con su enojo y deberá construir todo de nuevo. Todos hemos visto que, cuando alguien está enojado, no se encuentra en sus cinco sentidos, al grado que realiza actos incorrectos debido a su alteración, y puede llegar a tomar decisiones que pueden cambiar su vida para mal, pues su enojo lo saca de sus casillas. Así dice la Guemará:[165] “En tres situaciones se reconoce a la persona: BeKosó, BeKisó, BeKaasó, ‘En su copa (cuando está tomado), en su bolsa (se refiere al dinero), en su enojo’”. Es decir, cuando la persona está enojada, manifiesta su verdadera personalidad. Si cuando estás enojado no controlas tu instinto, demuestras que tu inteligencia es dominada por tu instinto; pero si cuando estás enojado te controlas y te conduces de la misma manera que cuando no lo estás, demuestras que tu inteligencia domina a tu instinto. ¿Quieres ser amado por Dios? Dice la Guemará que Dios ama a tres personas: una de ellas es quien no se enoja.[166] Evidentemente, la Guemará trata sobre personas que tendrían motivos para enojarse, ya que, si no se tienen, no hay ningún mérito en no enojarse. Así como escribió el Rambán en la carta que mandó a su hijo: “Compórtate siempre al hablar todas tus palabras con calma, a toda persona y en todo momento”. El Rambán no hace diferencia entre momentos en que uno debe enojarse o las personas con las que son propicias para ello, sino que en todo momento y a toda persona debe hablarse con calma. Igualmente, la persona no debe enojarse en ningún momento, incluso si hay motivo para ello. No instruyas cuando estés enojado Nos dice el Pirké Abot (La Ética de Nuestros Padres):[167] “No el enojado instruye”. Cuando el padre, el maestro, el educador, etc., están enojados, debido a eso no podrán enseñar, instruir, educar, etc., pues su enojo provocará que sus alumnos o hijos le tengan temor. Y este temor no les dejará crecer con esa educación que quieren implantar en ellos. El enojo en el hogar Cualquier persona tiene muchas pruebas y situaciones que la hacen enojar. En la mayoría de las ocasiones podemos pasar esas pruebas, pues sabemos que, si nos enojamos, podemos afectar nuestro nombre o nuestro negocio, etc. Pero podemos pensar que enojarnos en nuestra casa no nos afectará, ya que nos sentimos dueños de nuestra propia casa y de nuestra esposa, e incluso de nuestros propios hijos. Sobre esto dicen nuestros Jajamim: “Sé muy pacífico con toda persona, y con tu esposa mucho más”.[168] De aquí que, cuando el hombre llega a su casa y ve que su mujer está enojada y desesperada después de un día difícil y cansado con el hogar, los niños, los quehaceres, etc., debe comprenderla y hacer todo lo posible por entender su situación, y no enojarse porque ella está enojada. El enojado y el ebrio Dijo en una ocasión Rab Elihau Lopian: —Puede suceder que el enojón diga: “Cuando estoy enojado no soy culpable de nada, ya que hago cosas que no puedo controlar por mi enojo. Pero todos saben que cuando no estoy enojado soy una persona tranquila y serena”. Esto se compara a un hombre que se embriagaba seguido. En una ocasión que estaba así, destruyó todo lo que tenía a su alrededor. Cuando lo llevaron al juicio, el hombre dijo al juez que, por estar tomado, no estaba consciente de lo que hacía, y por eso no podía ser culpable, “ya que toda la gente sabe que, cuando no estoy borracho, soy la persona más cuidadosa de toda la ciudad”. El juez dictaminó en su contra y le dijo: —Tú mismo sabes que cuando estás borracho no estás en tus cinco sentidos y no puedes controlarte. Por eso debes cuidarte de no llegar a estar borracho. Pero por el hecho de que llegaste a emborracharte, eres culpable. Lo mismo puede decirse del “enojón”: la persona que quiere siempre estar tranquila y serena debe hacer lo posible para nunca llegar a enojarse.[169] Cuando estás enojado, no mides las consecuencias Como sabemos, la Torá nos relata las diez plagas que asolaron a Egipto. Sobre la segunda plaga, la de las ranas, la Torá dice que salió del río una rana y de ahí se infestó todo Egipto de ellas. Ranas, ranas y más ranas. Rashí explica que esa primera rana estaba molestando a alguien y le dio un palazo. De ahí salieron dos; les volvió a pegar y salieron cuatro; otro golpe y ya había ocho… luego 16, 32, 64, 128, 256, 516, 1024, 2048… La pregunta es: ¿por qué siguieron pegándoles? ¿Acaso no se daban cuenta de que estaban autodestruyéndose? ¿No comprendieron que estaban autoimponiéndose esa terrible plaga? Rab Jaim Shmulevitz dice algo tremendo: “La fuerza del enojo controla a la persona, a tal nivel que pierde el control totalmente y termina no sólo dañando a otros, sino dañándose a sí misma también”. Cuando estás enojado no mides las consecuencias; dices y haces cosas de las que vas a arrepentirte, pero ya no podrás corregir. Los egipcios perdieron el control; veían que estaban haciéndose un mal, pero “con tal de dar un palazo a esa maldita rana, no me importa nada”. Los Sabios dicen que quien se enoja es como si cometiera idolatría. Suena muy exagerado, pero la verdad es que ambos parten de la misma raíz: el enojo viene por la frustración de que no se cumplen las expectativas. Cuando alguien juega futbol americano y lo empujan (y con fuerza), no se molesta. ¡Pero si en la calle, al entrar en un negocio, levemente lo empujan (inclusive sin querer), puede regresar un fuerte golpe al culpable! ¿Por qué? Porque en el futbol uno espera que haya empujones, pero en la calle no lo tiene contemplado. ¡La frustración de no cumplir expectativas nos hace enojar! El que vive con Dios no sólo cree en Él, sino que vive con Él. Sabe que todo es por su bien y nunca se encuentra con expectativas no cumplidas, porque su expectativa es hacer lo que Dios quiere. Igual que el idolatra no cree en Dios, el enojón no cree en Él. Cierto, hay niveles, ¡pero hay que aprender de las ranas! Momentos en que debes enojarte Es sabido que Marán Rabenu Yosef Karo (1488-1575) estudiaba con un ángel que él mismo creó, y este ángel le dijo en una ocasión: “Cuídate mucho de siempre hablar con calma a las personas, y no te enojes por ningún motivo”. [170] Conforme a lo que hemos señalado, no está permitido enojarse absolutamente por nada. Pero cabe preguntar: En muchas ocasiones, es necesario enojarse con el hijo que hizo algo indebido, o con algún empleado que actuó de forma incorrecta, o con la gente de algún lugar para que mejoren sus actos. ¿Cuál es la forma adecuada de hacerlo? Sobre esto dice el Rambam: “El enojo es una cualidad muy negativa, al grado que uno debe alejarse de ella hasta el otro extremo y uno no debe enojarse incluso por motivos debido a los cuales lo lógico es hacerlo. Si la persona necesita demostrar enojo o miedo frente a alguien para que se comporte mejor o mejore sus actos, que demuestre enojo, pero que dentro de él esté tranquilo y en calma”.[171] Eso mismo dice Rab Jaim Luzzato: “Aun cuando quiera cumplir alguna Mitzvá, la persona no debe enojarse. Por ejemplo, que el maestro se enoje con el alumno para que estudie mejor Torá. Si quiere, que demuestre que está enojado, pero que lo haga únicamente en el exterior y, en su interior, que no se enoje”. [172] Hay una Mitzvá que nos indica igualar los caminos de Dios, la cual se llama: Vehalajtá Bidrajav, “E irás en Sus caminos”. Está escrito que Dios se enoja (Vaijar Af Hashem, Vejará Af…). Entonces, ¿cómo podemos “ir en Sus caminos”, si ya dijimos que no debemos enojarnos? Contestan los Jajamim que realmente para Dios no existe el enojo, sino sólo en sentido figurado. Y aunque está escrito que Dios se enoja, es únicamente en el exterior, por lo que sólo en apariencia se enoja.[173] El enojo y el mal humor son dañinos Dijo Rab Israel Salanter (1810-1883): “La cara de la persona es considerada Bor Birshut HaRabim, es decir, como un agujero en la vía pública”. Él explica que, así como un agujero en la vía pública puede dañar muy gravemente a alguna persona y está prohibido que alguien haga eso en plena calle, lo mismo ocurre cuando la persona tiene mala cara, de mal humor. “Cuando la persona está enojada y ‘de malas’, puede dañar mucho a la gente.” Barreras y Tefilá para no caer en el enojo Escribió Rabenu Yoná:[174] “Se sabe que el enojo es una virtud muy mala. Por eso uno debe cuidarse de no caer fácilmente en el enojo. Uno debe poner en la balanza si es válido o no enojarse por la situación que está pasando. Si no es válido enojarse, debe uno anular su pensamiento de enojarse. Si el motivo para enojarse es realmente válido, no debe la persona correr para enojarse, sino que debe esperar y sólo enojarse cuando sea muy necesario…”. Cuentan sobre el Saba de Kelem (Rab Simja Zisel MiKelem, 1824-1924) que él mismo “se puso una barda” para no caer en el enojo. Su fórmula era que no se enojaría de ninguna manera, aunque fuera muy necesario, sino únicamente si tenía puesta una ropa especial.[175] El Jafetz Jaim hacía mucha Tefilá a Dios para no caer en el enojo. Contó uno de sus alumnos que vio muchas veces al Jafetz Jaim ir al Midrash a media noche y se quedaba ahí un tiempo. Una vez el alumno se escondió entre los asientos del Midrash para ver qué hacía el Jafetz Jaim a esas horas. Cuando llegó la media noche, entró el Sabio y abrió el Aron Hakodesh (el gabinete donde se guarda el Séfer Torá) y comenzó a pedir a Dios que le ayudara a no enojarse nunca.[176] Dice la Mishná en Pirké Abot: Al Tehi Noaj Lijos, “Que no sea fácil hacerte enojar”.[177] El enojo daña a la Parnasá y a la riqueza Cuando el Yétzer Hará (el instinto negativo) provoca que nos enojemos, debemos estar conscientes de que, precisamente en ese momento, Dios quiere mandarnos Berajá y Parnasá (buen sustento), y el instinto negativo hace que nos enojemos en ese momento para que no nos lleguen, pues la persona que está enojada no es propicia para recibir riqueza.[178] Un hombre llegó con el Baal Shem Tob (1698-1760) quejándose de que no le iba bien económicamente. Le dijo el Sabio que el Zóhar nos enseña que una de las Segulot para adquirir un buen sustento es estar alegre, ya que el ministro (un tipo de ángel en el Cielo) que se encarga de éste tiene un nombre formado con las últimas letras del versículo: Poteaj Et Yadeja (el versículo que manifiesta que Dios manda el sustento a toda creación), y son las mismas últimas letras del versículo: Veaita Aj Sameaj (las letras son Jet, Tet y Jaf). Preguntó este hombre al Baal Shem Tob: —¿Cómo es posible estar alegre y contento cuando no se tiene un buen sustento económico? Le dijo el Baal Shem Tob: —¿Qué no se hace por dinero? ¿Por qué tuviste larga vida? En una ocasión preguntaron a Rab Eliahu Lopian (1876-1970): —¿Por qué tuviste larga vida? Y él contestó: —Desde mi niñez, nunca me enojé con nadie. Puede ser por eso… De quien se enoja, la sabiduría se aleja Dice la Guemará:[179] “Dijo Rish Lakish: ‘Toda persona que se enoja, si es sabia, la sabiduría se aleja de ella. Si es profeta, la profecía se aleja de ella’”. Sobre la sabiduría, aprendemos de Moshé Rabenu (nuestro Maestro) que se enojó con los jefes del ejército que trajeron “el botín” de la guerra que no les estaba permitido tomar y ordenó que lo quemaran. Y después está escrito: “…y dijo Elazar HaCohén: ‘Esta es la ley de la Torá que Dios ordenó a Moshé’”, demostrando que Moshé perdió la sabiduría, por lo que Elazar HaCohén tuvo que hablar en su nombre… “Impresionante habrá sido el escenario”, dice Rab Yehudá Leib Jasman en su libro Or Yohel. Tratemos de imaginar lo que ocurrió en ese momento en el campamento de Israel: seiscientos mil Yehudim están parados frente a Moshé Rabenu esperando escuchar de su boca las leyes que escuchó de Boré Olam (el Rey del Mundo), y Moshé Rabenu también está allí parado, pero en silencio… Y sale en su lugar Elazar y dice: “Esta es la ley de la Torá que Dios ordenó a Moshé”, y todos los ojos se clavan en Moshé Rabenu con un gran signo de interrogación: “Aquí está la persona que escuchó y aprendió las leyes, ¿por qué Elazar tiene que hablar y ocupar su lugar?”. ¿Y cuál es la verdadera causa? Toda persona que se enoja, si es sabia, la sabiduría se aleja de ella. Es como si Moshé hubiera desaparecido, como si ya no se encontrara entre nosotros; su sabiduría se evaporó y no tiene cómo enseñarnos la ley. Y todo porque su enojo estuvo fuera de lugar, porque se enojó más de lo debido, y eso no puede aceptarse en el Conductor del pueblo… Algunos consejos para no enojarse Recuerda la regla de Midá Kenégued Midá: de la misma manera en que te comportes con Dios, Él se comportará contigo. No olvides que el enojo afecta tu Parnasá (situación económica). Dedica tiempo fijo al estudio de la Torá. Date un tiempo para estudiar también Musar (ética y moral). Confía en Dios y pídele que te ayude. Da mucha, abundante Tzedaká si te enojas con rapidez. Guarda silencio si te ofenden. Si has de responder a las agresiones, entonces hazlo con palabras prudentes, sin insultos, sin agravios y, especialmente, sin alzar la voz. Habla en voz baja, hasta con dulzura, a aquel que te provoca. Verás cómo así eliminas tu propia amargura. Procura sonreír en todo momento. Aplaza tu respuesta. No respondas de inmediato. Si es posible, deja pasar una noche antes de dar tu contestación. Da un paseo, toma aire y ve a otro sitio, pero no respondas en ese momento. Escribe lo que tanto te ha dolido. Léelo luego en voz alta. Verás cómo probablemente no encuentras motivo real para tu enojo. En lugar de responder, repite versículos de Tehilim (Salmos). Guarda en tu armario “la ropa del enojo”. Solamente puedes expresar tu enojo cuando te hayas vestido con ese “uniforme” que tienes reservado para ello. Sé agradecido. Reconoce las bondades que recibes de Dios y los favores con que te agracia el prójimo. Una persona generosa y realmente agradecida difícilmente cae en el pozo del enojo. Y sobre todo, pide a Dios que te ayude, a ti a todos nosotros, a controlar nuestro enojo y a que siempre seamos personas tranquilas. Amén. El odio Está escrito en la Torá: Lo Tisná Et Ajija Bilbabeja, “No odies a tu compañero en tu corazón”.[180] Cuando se siente odio hacia otra persona, se está traspasando esta prohibición de la Torá. El odio incluye desear que al otro le vaya mal, no tener piedad del prójimo, o incluso experimentar dolor cuando le va bien al compañero. Dicen los Jajamim que, a fin de considerarlo como odio, no sólo se requiere maldecir a la otra persona, o faltarle al respeto o gritarle enfrente de la gente sino incluso en el corazón; no se le podrá odiar de ninguna manera.[181] Dios conoce perfectamente lo que pensamos y lo que está dentro de nuestro corazón. El Minjat Jinuj —el libro que explica las Mitzvot— nos explica esta Mitzvá así: “Esta Mitzvá viene a enseñarnos que debemos adquirir las cualidades de la clemencia y la humanidad hacia los demás”. Hay dos tipos de odio: 1. Odiar sin motivo Pregunta el Talmud:[182] “¿Por qué motivo fue destruido el primer Bet Hamikdash (el Templo Sagrado)?”. Y contesta: “Por tres motivos: los Yehudim hacían idolatría, asesinato y adulterio”. Prosigue el Talmud y pregunta: “¿Por qué fue destruido el segundo Bet Hamikdash? En esa época se estudiaba Torá, los Yehudim hacían favores y cumplían las Mitzvot”. Entonces ¿por qué fue destruido? Dice el Talmud: “Por cuanto que había odio sin fundamento entre los Yehudim”. Vemos del Talmud que pesa igual el odio sin motivo que la idolatría, asesinato y adulterio. Cabe preguntar: ¿por qué se llama “odio sin motivo”? ¡Aparentemente se odia a otro por el hecho de que haya causado algún daño! Uno de los motivos que ocasiona odiar a alguien es el hecho de que haya hecho algún mal, ya sea monetario, social, familiar, etc.; pero debemos saber que ese mal no viene de esa persona, sino únicamente de Dios, y lo mandó porque “la víctima” lo merecía. Ese hombre (o mujer) que aparentemente dañó a otro, quizá a nosotros mismos, fue únicamente un enviado de Dios. Dios organiza que la persona que decidió dañar a alguien sea exactamente a la que le tocaba recibir un daño. A final de cuentas, no es esa persona la culpable por dañar a la otra, ya que ésta merecía recibir ese daño y Dios lo mandó. Por eso es tan grave odiar a alguien; con esta acción se está renegando de que Dios haya mandado ese daño. No hay motivo para odiar a alguien, ya que todo lo manda Dios. No se ha construido el tercer Bet Hamikdash Dice el Talmud: “Toda generación en la que no se construye el Bet Hamikdash es como si se hubiera destruido en esa generación”.[183] Dice el Jafetz Jaim: “Todo el motivo de que se destruyera el segundo Bet Hamikdash fue por odio sin motivo, aunque había mucha Torá y favores. Nuestro trabajo de hoy para la construcción del tercer Bet Hamikdash, es amar al otro y arrancar la virtud del odio de nuestro interior.[184] Dijo un Jajam: ‘El Bet Hamikdash se destruyó por odio sin motivo y se construirá por amor sin motivo’”. ¿Qué significa odiar? Pregunta la Guemará: “¿Qué significa odiar al compañero?”. Y contesta: “Quien no habla a su compañero por tres días seguidos”.[185] Dice el Jafetz Jaim: “Muchas veces pasa que dos personas tuvieron algún roce pequeño, y por ese motivo dejan de hablarse varios días, aunque no es un odio de corazón. Sobre eso también se dice que tienen odio y se considera “odio sin motivo”; esa fue la razón de que se destruyera el Bet Hamikdash.[186] 2. Odio por envidia Este tipo de odio es muy grave, ya que desvía al compañero del buen camino para hacerlo quedar mal. La envidia es una de las peores virtudes, ya que es normalmente un sentimiento del corazón donde alguien ve al compañero y siempre quiere lo que tiene. Debemos saber que cada uno de nosotros posee las herramientas exactas que Dios le dio, para una finalidad determinada en esta vida. Para entender esto, veamos un ejemplo: Seguramente conocemos varios tipos de tijeras; hay, por ejemplo, de cirujano y de jardinero. Si un jardinero ve las tijeras de un doctor siente envidia, ya que no pesan, son más cómodas para cargar, etc. Pero si intenta realizar su labor, es decir, cortar las plantas del jardín, con las tijeras de doctor, nunca acabará y su trabajo será un fracaso. Asimismo, si un doctor utiliza tijeras de jardinero, no le servirán y no podrá cumplir su función. Así sucede con nuestra vida: Dios nos manda exactamente lo que necesitamos para cumplir la finalidad que Él ha determinado para cada uno. No veas lo que tiene el otro. Eso que él tiene no te sirve y no podrías cumplir tu finalidad en este mundo con ello. Podemos comparar esto con un hombre que va al sastre y, en lugar del traje que mandó hacer a su medida, prefiere que sea de una talla mayor, ya que el precio es el mismo y lleva más tela. Pero si el hombre se viste con esa ropa una talla mayor que la suya, los demás van a burlarse de él, la tela va a rasgarse y se verá mal. ¿Realmente lo perdonas? Dentro del texto que se dice en el Kriat Shemá Al Hamitá, el Shemá que se lee en la cama, decimos: “Perdono a toda persona que me haya dañado, que me haya hecho enojar, que haya pecado contra mí, que haya dañado mi cuerpo, mi dinero”, etcétera. Cuando decimos esto, ¿realmente los perdonamos o sólo lo decimos “de dientes para afuera”? ¡¿Ayudar al enemigo?! Nos dice la Torá: “Si ves el asno de tu enemigo caído debajo de su carga, ¿acaso te abstendrás de ayudarlo? Ayudar ayudarás con él”.[187] En este versículo, Dios nos dice que, si vemos a nuestro enemigo caído con su carga, debemos auxiliarlo. Imaginemos la escena aplicada a nuestra vida cotidiana. Si ves que al coche de tu peor enemigo, a la mitad de la calle, se le poncha una llanta, ¿qué harías? Seguramente seguirías tu camino y lo dejarías donde está, sin ayudarlo. Sobre esto nos dice la Torá que debemos ayudarlo. Y no sólo una vez, sino varias veces, así como dice el fin del versículo: “Ayudar ayudarás con él”.[188] Tal vez muchos de nosotros cumplimos Mitzvot, respetamos Shabat, nos ponemos Tefilín, ayunamos en Kipur, etc.; pero, ¿ayudar a nuestro enemigo? La Torá no es únicamente un libro de leyes que debemos cumplir con Dios, sino que es un libro que nos enseña la ética y moral que todo ser humano debería tener. Estas Mitzvot se conocen como: Mitzvot Ben Adam Lejaberó, “Mitzvot relacionadas entre la persona y el compañero”. Sobre esto está escrito: ¿Eizehu Guibor? Mi Sheose Soneo Ohabó, “¿Quién es el fuerte? Quien hace de su enemigo un amigo”.[189] La Torá nos enseña a conseguir la amistad Sobre este versículo dice el Midrash: “Dijo Rab Alexandri: Había dos hombres que tenían burros en su propiedad e iban en el camino juntos, y se odiaban entre sí. A un hombre se le cayó la carga que llevaba su burro. El otro hombre siguió su camino sin ayudarlo, ya que lo odiaba. Cuando continuó el camino, recordó el versículo que dice: ‘Si ves el asno de tu enemigo caído debajo de su carga, ¿acaso te abstendrás de ayudarlo? Ayudar ayudarás con él’. [190] Y pensó dentro de sí: ‘¿Acaso no lo ayudaré, si la Torá me obliga a hacerlo?’. En ese momento regresó con él y lo ayudó. El hombre vio que su ‘enemigo’ fue a ayudarlo y pensó: ‘Este hombre realmente sí es mi amigo y yo no lo sabía. Yo pensaba que nos odiábamos…’. En ese momento le ayudó y, después, fueron juntos a comer y beber como verdaderos amigos”. ¿Quién logró que se hicieran amigos? El versículo de la Torá.[191] ¿Hasta dónde puede llegar el odio? Contó Rab Eliahu Lopian una historia sorprendente: Había dos hermanas que, por algún motivo, tuvieron una discusión muy fuerte y debido a eso se odiaban mutuamente. Llegó el día en que una hermana estaba a punto de morir y quería arreglar todos sus pendientes; recordó que tenía una hermana a la que odiaba y ella también era odiada. En el hospital, pidió que llamaran a su hermana para que fuera a despedirse de ella en sus últimos momentos de su vida. La hermana, al escuchar que su familiar la llamaba, pensó que seguramente su hermana moribunda quería hacer las paces y arreglar sus disputas antes de irse de este mundo, y no llegar con deudas al Mundo Venidero. Inmediatamente fue al hospital y, cuando llegó a su cuarto, la hermana moribunda le pidió que se acercara. Cuando lo hizo, la hermana moribunda la sujetó y la abrazó muy fuerte. En ese momento, ésta reunió todas las fuerzas que le quedaban, abrió su boca y mordió a la otra en el oído, hasta que la hizo sangrar mucho, y dijo, con mucha alegría: —Toda la vida estuve esperando este momento y ahora que ya logré lo que quería, puedo morir con tranquilidad. ¡He logrado vengarme de ti, por lo que me hiciste hace tantos años![192] La envidia Somos nosotros los que nos alejamos de la felicidad ¿Cuál es la epidemia de proporciones mundiales que nos despoja de toda felicidad en la vida? Nuestros Sabios ya nos habían dado la respuesta. El Pirké Abot dice: “La envidia, el deseo material y la búsqueda de honor, sacan a la persona de este mundo”.[193] El mundo, tal como Dios lo creó, es feliz. Pero somos nosotros los que nos alejamos a nosotros mismos del mundo de la felicidad hacia el mundo del sufrimiento, por medio de estos tres deseos. Tenemos que alejarnos de la envidia, de los deseos materiales y de la búsqueda de honor a fin de transformar al mundo en un lugar de desbordante felicidad.[194] Además de la naturaleza destructiva de la envidia, el último de los Diez Mandamientos nos advierte no desear aquello que pertenece a otro: “No desearás la casa de tu prójimo… su esposa… su siervo…”.[195] Y para ello, hay ciertas herramientas: Dijo Rab Zelig Pliskin: “Nuestras vidas son tan breves y fugaces que no vale la pena desperdiciar nuestro tiempo sintiendo envidia de otro en ningún sentido”. [196] Dijo Rab Michel Berenbaum algo hermoso: “La envidia destruye la paz mental y la felicidad. La vida de una persona envidiosa está llena de sufrimiento y de resentimiento. Ella nunca está contenta con lo que tiene. Hay muchas personas que en verdad podrían disfrutar de la vida, pero tienen un gran problema. Cuando ven que otros son más ricos (o más felices, o más exitosos, o más atractivos, o más populares, etc.) pierden su paz mental”.[197] Dice la Mishná en Pirké Abot: “La envidia, los deseos y los honores sacan a la persona del mundo”.[198] Muchos explican que la Mishná habla sobre esas malas cualidades, que nos afectan para adquirir nuestro Mundo Venidero, debido a que nos alejan de la esencia y de la Voluntad de Dios. Y es totalmente real. Pero Rab Leib Jasman explica que no únicamente esas malas cualidades afectan nuestra parte espiritual, sino también la material, para este mundo. Es decir, las personas envidiosas, quienes buscan honores y siempre desean lo que tienen los demás, jamás llegarán a ser felices en este mundo y nunca vivirán tranquilas, ya que siempre estarán en busca de acumular más, de tener lo que tienen los demás, etcétera. En otras palabras, las malas cualidades nos alejan de vivir felices en este mundo y además nos aleja de la parte espiritual, de la Torá y las Mitzvot.[199] Trabajar para alejarnos de la envidia Contó Rab Itzjak Berkowitz: —Cierto verano nuestros vecinos decidieron ampliar su departamento. Comenzó el trabajo. Había ruido desde la mañana hasta la noche; todo era un desorden, los obreros estaban por todas partes y corríamos el riesgo de que mi familia comenzara a enfadarse. Comprendí que tenía que hacer algo para protegerme a mí mismo de tener un “ojo crítico”. Reuní a los miembros de mi familia y les dije: —Vamos a tomar este proyecto como si fuera nuestro. Vamos a considerarlo como si nosotros mismos estuviéramos ampliando nuestra casa. ¡Vamos a emocionarnos con cada nuevo paso! ¿Y saben qué? ¡Resultó! Ninguno de los niños sintió resentimiento, ni siquiera cuando una pesada puerta de madera atravesó la ventana de nuestro salón (¡Gracias a Dios en ese momento no había nadie allí!). Todos estaban muy emocionados y contentos por lo que pasaba a nuestros vecinos. Deseamos tener lo que tienen los demás Una de las causas que nos provocan sentir envidia es ver a otro superior a nosotros, ya sea en economía, en bienestar familiar, en alegría, en sociedad, en sabiduría y mucho más. Debemos saber que todo lo que tenemos es totalmente por decreto de Dios; es decir, Él manda a cada uno de nosotros lo que necesitamos, ni un gramo más ni un gramo menos. El problema es que nosotros pensamos que el compañero tiene más que nosotros y queremos lo que él posee. La envidia es capaz de llegar muy lejos, pues pensamos que lo que tiene el compañero es lo mejor y eso es lo que nos haría feliz. Pero la realidad es que todo lo que tenemos es exactamente lo que puede hacernos felices, y si tuviéramos lo del compañero, no podríamos serlo.[200] ¿Por qué nos duele ver que a nuestros compañeros les va bien en sus negocios? ¿Por qué nos duele que nuestros compañeros tengan buenos hijos y más educados que los nuestros? ¿Por qué nos duele que los demás siempre gocen alegrías y jamás sufran dificultades? El problema es que nuestra felicidad depende de la situación del compañero. Si el compañero se halla en nuestro mismo nivel, estamos tranquilos. Pero si nuestro compañero está arriba de nuestro nivel, ya nos sentimos intranquilos y podemos llegar a deprimirnos. Únicamente cuando vemos a la gente que está debajo de nuestro nivel, estamos más contentos. Pero el problema es que siempre vemos a la gente superior a nosotros y, así, jamás podremos ser felices, ya que siempre nos sentiremos inferiores a ellos. ¡Para que el otro no tenga! La envidia es capaz de querer perder algo para que el otro no lo tenga. Se cuenta de un rey que dijo a uno de los ciudadanos, que era muy envidioso con la gente, que le pidiera lo que deseara; pero con una condición, que uno de sus compañeros recibiría lo doble de lo que pidiera. El hombre pensó y se dijo: “Si pido un coche, a mi compañero le darán dos… Entonces no lo quiero… Si pido una mansión, a mi compañero le darán dos; entonces no lo quiero… Si pido joyas para mi mujer, a mi compañero le darán el doble; entonces no lo quiero”. Después de tanto pensar y analizar el caso, este hombre decidió pedir al rey que le quitara un ojo… La enseñanza de la serpiente y la luciérnaga Cuentan que una serpiente empezó a perseguir desesperadamente a una luciérnaga. Ésta huía rápido y con miedo de la feroz depredadora, pero la serpiente no pensaba cejar en su intento. Se evadió un día, pero el reptil no desistía. Dos noches y nada; al tercer día y ya sin fuerzas, la luciérnaga se detuvo y dijo a la serpiente: —¿Puedo hacerte tres preguntas? —No acostumbro hacer concesiones a nadie, pero, como voy a devorarte, puedes preguntarme. —¿Pertenezco a tu cadena alimenticia? —No. —¿Yo te hice algún mal? —No. —Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo? —¡Porque no soporto verte brillar! La buena envidia Debemos saber que hay una envidia correcta y buena, la cual debemos tener y aplicar. Trata sobre envidiar y tratar de alcanzar niveles espirituales y éticos que tienen los demás. Debemos anhelar los niveles buenos a los que han llegado los demás. Debemos esforzarnos en llegar a las categorías a las que han llegado los demás, de preferencia en el nivel espiritual. Por ejemplo, un compañero que estudió con nosotros en la misma escuela toda la vida y ahora ha llegado mucho más alto que yo en el nivel espiritual, ya se pone Tefilín todos los días; ya respeta Shabat, estudia Torá todos los días, cada vez da más Tzedaká, etcétera. Asimismo debe ser en niveles éticos; por ejemplo, pensar que nuestro compañero es más educado que yo, más bueno con los demás, creó una institución para ayudar a gente con problemas, etcétera. Esta es la envidia que la Torá permite, y no sólo eso, nos la exige, para poder superarnos día con día. Sobre esto dice la Guemará: “La envidia correcta aumenta sabiduría”.[201] Esto significa que el hecho de anhelar la sabiduría de los demás obliga y exige a uno mismo a superarse y eso provoca el esfuerzo necesario para mejorar y superarse, al grado que dicen nuestros Jajamim:[202] “La persona está obligada a decir: ‘¿Cuándo llegarán mis actos a los de Abraham, Itzjak y Yaakob?’. Esto significa que debemos anhelar y aspirar a realizar los buenos actos de nuestros antepasados. “Lo sufrió en carne propia…” Vivía no hace mucho tiempo atrás un Rab muy importante que también era Sofer, escriba, conocido como Rabí Moshe. Era muy famoso por su excelente escritura y más aún por su gran rectitud y santidad, con la que escribía todos sus trabajos. Por supuesto que, debido a su gran reputación, los más grandes sabios de su época intentaban por todos los medios que este Rab les escribiera sus Tefilín, mezuzot; y si alguien quería donar un Séfer Torá, este Rab era la primera dirección que todos buscaban. Precisamente un Rab muy destacado le encargó un Séfer Torá para su comunidad, por supuesto, Mehudar, o sea que se escribe con todos los detalles y con toda la concentración y preparación posibles. Cuando ya estaba terminado, Rabí Moshe lo entregó al Rab y éste le dijo que lo entregaría a las personas que revisan todo Séfer Torá. Como es la costumbre, el Escriba, al terminar la escritura de un Séfer Torá, lo revisa desde el principio hasta el final, y luego otras dos personas hacen lo mismo, para estar seguros de que está todo bien escrito. (Hoy, gracias al avance de la tecnología, también se revisa el Séfer Torá por medio de un programa de computadora.) El Sofer, Rabí Moshe, le dijo: —Es un gusto que lo revise, pero esté seguro de que no encontrará ningún error. Si llegara a encontrar alguno, yo le pagaré 20 rublos por cada equivocación… Comenzaron a revisarlo y uno de los encargados de revisar el Séfer, una persona muy mala y envidiosa, al ver que no podía encontrar error alguno decidió que él modificaría alguna palabra y la presentaría como un error del escriba. Así hizo y se presentó ante el Rab mostrándole que la palabra nega estaba mal escrita. El Rab citó de inmediato al escriba y le mostró el error encontrado. Cuando Rab Moshe, el Escriba, vio el error, dijo al Rab: —¡La persona que dijo haber encontrado un error es una mentirosa! Estoy seguro de que no había error alguno. Es más, recuerdo perfectamente los pensamientos de santidad que tuve al escribir esa palabra. Estoy convencido de que alguien modificó deliberadamente esa palabra. Por ello, ya que la palabra nega significa “lepra”, ¡que la lepra recaiga sobre ella…! Efectivamente, este hombre se volvió leproso y quedó a la vista de todos su maldad, y más aún, la santidad y la rectitud de Rabí Moshe.[203] Las enseñanzas de Koraj La Torá nos cuenta sobre Koraj, una persona muy justa, perteneciente a la familia de Leví (que participaba en el servicio del Bet Hamikdash), poseía mucha Torá y era muy rico también. La Torá le da su nombre a una Parashá, pero no precisamente por algo bueno... Toda la discusión que organizó y todo lo que implicó esto fue producto de la envidia que sintió al ver que su primo Elitzafán ben Uziel fue nombrado como príncipe. Koraj tenía un don especial: sabía hablar muy bien y sabía cómo convencer a la gente, a tal grado que atrajo a 250 representantes del Sanhedrín (suprema corte de justicia judía), personas muy grandes y elevadas de nuestro pueblo, quienes estuvieron de acuerdo con él. La pregunta es: ¿acaso podía discutirse contra Moshé Rabenu, quien dio su vida por todos ellos y los sacó de Mitzráim, partió el mar para ellos y les dio el man...? ¿Cómo es posible que una persona tan grande como Koraj haya hecho algo tan insólito como esto? Rashí responde y dice que “su ojo lo hizo equivocar”; es decir, él vio que, en un futuro, el Profeta Shemuel descendería de él, y eso fue lo que le dio fuerza para pararse frente a nuestro gran guía a fin de adjudicarse el honor que creía merecer. Por otro lado, tal vez podría explicarse lo que dice Rashí: “su ojo lo hizo equivocar”, de acuerdo con la explicación del Tosafot Yom Tob sobre la Mishná en Abot: “Rabí Eliezer Hakafar dice: La envidia, el deseo y el honor sacan a la persona de este mundo”.[204] Sobre esto explica el Tosafot Yom Tob que realmente estas tres cosas son una cadena. Cuando la persona voltea hacia el costado y mira “el pasto del vecino”, eso le provoca celos y, por consiguiente, desea tener lo mismo y más que su compañero. Por tanto, trata de imponerse para recibir ese honor, a fin de ser más que los demás. Eso significa “su ojo lo hizo equivocar”, al mirar el puesto que no le correspondía. Ahora bien, eso es respecto a Koraj, pero en cuanto a los otros 250 grandes de Israel que siguieron sus palabras, puede explicarse que su error fue precisamente dejarse llevar por lo que escucharon y juzgar inmediatamente a nada menos que Moshé Rabenu, y ni siquiera pensar en qué estaban haciendo y sobre quién estaban hablando. Eso los condujo hasta lo más bajo, lo cual causó que murieran todos de una manera muy triste y trágica. Hay varias lecciones que podemos aprender de todo esto: a) Que cada uno tiene que reconocer su lugar y no intentar ponerse por encima de los demás. b) Mirar lo que tienen los demás no es nada positivo, sino todo lo contrario. c) No debemos dejarnos llevar por lo que escuchamos, sino verificar que las cosas realmente sean como dicen. d) Las discusiones que no llevan buenas intenciones nos envuelven y no nos dejan ver las cosas con claridad. Saber perdonar (maabir al Midotav) El gran pago para quien sabe perdonar Está escrito en el Talmud: “Dios ama a tres tipos de personas: una de ellas es quien deja pasar lo malo que le hicieron (maabir al Midotav),[205] es decir, a quien no es rencoroso y sabe perdonar lo malo que le hicieron”. Ya sea que lo hayan avergonzado o dañado, que lo humillaron, que halaron mal de él, que lo insultaron, etcétera. Además, está escrito en el Talmud: Kol Hamaabir Al Mitodav, Maabirim Lo Al Kol Peshaav, “A la persona que deja pasar las cosas (quien no es rencoroso y sabe perdonar lo malo que le hacen), Dios también deja pasar sus pecados”.[206] Y no sólo los pecados que cometa sin querer, sino incluso los que haga con mala intención…[207] La explicación es la siguiente: Cuenta el Midrash:[208] “Dijo Rabá: Todo el que es Maabir Al Midotav, es decir, que deja pasar las cosas y no se fija en cada detalle de lo que le hacen, Dios le quita todos sus pecados”. Esto es Midá Kenégued Midá (de la misma manera que uno se comporta, así Dios se comporta con él). El mejor negocio en este mundo Dicen los Jajamim que el hecho de perdonar, ceder y no ser rencoroso (maabir Al Midotav) es el mejor negocio que podemos realizar en este mundo. Sabemos que Dios maneja el mundo de manera justa y correcta. Si pecamos, debemos recibir un castigo. Por supuesto que nadie quisiera recibir algún golpe de Dios. Pero incluso si alguien ha pecado y merece recibir castigo, tiene en sus manos una gran solución para no sufrir ninguna sanción. Se llama: “perdonar, ceder, y no ser rencoroso” (maabir al Midotav).[209] Y no sólo esto; dicen los Jajamim que en el momento que perdonamos, cedemos y toleramos a los demás, se despierta la misericordia del Cielo. Por cuanto que este mundo se comporta Midá Kenégued Midá (de la misma manera que uno se comporta, así Dios se comporta con él), tal como la persona perdona, cede y tolera a los demás, Dios se alegra y Él mismo se comporta así con todos sus hijos.[210] Dios cedió y perdonó sus pecados Cuenta la Guemará que Rab Huná estaba tan enfermo que iba a morir, y Rab Papa pidió a la gente de la Jebrá Kadishá (organización encargada de los funerales judíos) que fueran por él. Cuando llegaron los representantes de la Jebrá Kadishá, Rab Huná sanó y relató que en el Cielo decretaron que no debería morir, pues era una persona que perdonaba las cosas malas que le hacían; es decir, cedía ante lo malo que le hacían. Asimismo, Dios cedió y perdonó los pecados que había cometido.[211] Mi cabeza esquivaba cada ola que venía Cuenta la Guemará[212] que se encontraba Rabán Gamliel en un barco y vio que otro se hundía. Rabán Gamliel sufrió por ese acontecimiento, ya que en el barco que se hundió se encontraba el famoso Rabí Akiba. Cuando Rabán Gamliel llegó a tierra firme, encontró a Rabí Akiba con vida. Le preguntó: —¿Quién te sacó de las aguas? Le contestó Rabí Akiba: —Se me presentó una madera y me encimé en ella y a cada ola que venía, mi cabeza la esquivaba. La Guemará concluye: “De aquí aprendieron los Jajamim que si viene gente mala sobre la persona, con la cabeza deben esquivarse”. Debemos analizar la profundidad y la enseñanza que quiere trasmitir la Guemará con esta historia. Si deseamos deducir alguna enseñanza, podríamos decir que la Guemará nos aconseja aprender a nadar. Pero la profundidad y la enseñanza de la Guemará es otra. Cuando Rabán Gamliel preguntó a Rabí Akiba: “¿Quién te sacó de las aguas?”, la intención de la pregunta era: “¿Qué mérito te sacó de las aguas?”. Y es lo que le contestó Rabí Akiba: “Esquivaba con la cabeza cada ola que venía”; es decir, cada vez que alguien quería dañarlo, en lugar de contestarle o faltarle el respeto “con la cabeza lo esquivaba”. Cuando la persona cede y se comporta Maabir al Midotav, deja pasar las cosas, eso puede salvarla de cualquier situación. Llovió porque Rabí Akiba era Maabir Al Midotav Cuenta la Guemará[213] que en una ocasión Rabí Eliezer recitó 24 Berajot y no recibió contestación. Después de eso, Rabí Akiba dijo: Abinu Malkenu En Lanu Melej Ela Ata, Abinu Malkenu Lemaanja Rajem Alenu, “Nuestro padre y nuestro rey, tú eres lo único que tenemos. Nuestro padre y nuestro rey, para Ti vivimos. Apiádate de nosotros”. En ese momento cayeron las lluvias tan deseadas. Y entonces salió una voz del Cielo que decía: “No llovió porque Rabí Akiba sea mayor que Rabí Eliezer, sino porque Rabí Akiba es Maabir Al Midotav”. Es decir, incluso si Rabí Akiba era un gran Jajam y merecía muchos honores, él cedía su honor y dejaba pasar las cosas que le hacían. No podemos decir que Rabí Eliezer tenía malas cualidades, sino que, por ser Jajam, debía dársele mucho respeto, así como a la gente estudiosa, igual que las enseñanzas de su Rab, Shamai; en cambio, Rabí Akibá seguía la conducta de Hilel, más sensible hacia la gente. No estaba pecando, sino Maabir Al Midotav Cuenta el Midrash[214] que en los tiempos de Rabí Tanjumá no caían lluvias. Rabí Tanjumá decretó un ayuno para que lloviera, pero no funcionó. Volvió a decretar otro ayuno, pero tampoco funcionó; y así una tercera vez. Rabí Tanjumá pidió que, para despertar la piedad del Cielo, cada persona tenía que hacer un acto bueno en el día. Llegó una persona con Rabí Tanjumá y le contó que un hombre estaba hablando con su exmujer (divorciada) y aparte estaba dándole dinero. Y esto despertó cierta sospecha en ellos, ya que pensaron que tenían una relación más en forma, y estaba totalmente prohibido porque ya estaban divorciados. Rabí Tanjumá mandó llamar a este hombre y quería una explicación sobre esto, ya que él había pedido que todos y cada uno del pueblo hicieran buenos actos, no lo contrario. Este hombre contestó a Rabí Tanjumá: —Hoy en la mañana salí de mi casa queriendo hacer un buen acto y vendí algo de mucho valor, especialmente para tener dinero a fin de hacer un buen acto en el día. En el camino encontré a mi exesposa, quien me pidió que le diera dinero, porque no está en buena situación económica. Incluso a pesar de que me divorcié de mi esposa, ya que no la quiero más, puedo ser Maabir Al Midotav. Por eso le di el dinero que tenía. Ser Maabir Al Midotav aumenta años de vida Cuenta la Guemará que el Malaj Hamavet (el Ángel de la Muerte, quien se encarga de llevarse a la gente de este mundo) frecuentaba a Rab Bibi Bar Abaye. Dijo el Malaj Hamavet a su ayudante que le llevara (que se la llevara de este mundo, es decir, que terminara con su vida) a Miriam, la peluquera. El ayudante se equivocó y le llevó a Miriam, la maestra de niños. Le dijo el Malaj Hamavet que se había equivocado. El ayudante le dijo que podía regresarla a este mundo y luego le traería a la Miriam correcta. Le dijo el Malaj Hamavet que ya no lo hiciera, ya que Miriam, la maestra de niños, había arriesgado su vida en un horno y, por tanto, él tenía derecho a no regresarla y que muriera por eso (aun cuando no tenía destinado morir). Dijo Rab Bibi Bar Abaye al Malaj Hamavet: —¿Acaso está permitido que hagas eso? Todos esos años que no vivió Miriam, la maestra de niños, ¿dónde quedaron o quién se los quedará? Contestó el Malaj Hamavet a Rab Bibi Bar Abaye: —Esos años que no vive la gente (como en este caso, por ejemplo) se van a los estudiosos de la Torá que son maabir al Midotav; es decir, a toda esa gente que cede y no es rencorosa regala años extra a los que tenían destinado vivir. [215] Es peligroso el rencor Cuenta Rab Jaim Ben Atar que había un hombre rico y poderoso que en una ocasión avergonzó a un estudioso de la Torá importante. Rab Jaim Ben Atar pidió a ese hombre que perdonara al hombre rico y que no guardara rencor contra él. Le contestó el estudioso de la Torá que ya lo había perdonado. ¿Cuál era el motivo por el que debía perdonarlo? Está escrito en el Zóhar Hakadosh que los pecados de la gente despiertan furia en el Cielo y, si no lo hubiera perdonado, se consideraría un grave pecado para el hombre rico; eso habría causado mucho dolor a la Shejiná (la Presencia Divina de Dios). Y todos podemos imaginar que no debe ser muy bueno cuando Dios sufre y la furia lo invade.[216] De aquí aprendemos que debemos siempre perdonas a los demás y no ser delicados ni rencorosos para perdonar. Y debemos llevarnos este mensaje: “Si quieres que Dios perdone tus pecados, debes aprender a perdonar a los demás”. [217] Nunca guardar rencor Cuentan de Rab Israel Salanter que en una ocasión viajaba en el vagón para fumar del tren. Se le acercó un Yehudí y le preguntó de forma brusca: —¿Cómo se atreve a abrir la ventana del tren, con el frío que hace? Rab Israel Salanter le contestó: —Yo no la abrí, pero con gusto la cierro. Y el hombre continuó diciéndole: —No se atreva a fumar, porque yo no lo tolero. Y el Rab le contestó: —No se preocupe; no haría nada para molestarlo. Después le dijo aquel Yehudí: —El asiento en que está usted sentado es mi favorito. Por favor, muévase. Rab Israel sonrió y le dijo: —Con mucho gusto. Finalmente, el tren llegó a su destino. Al bajar, miles de personas esperaban para recibir al Gadol Hador. Al ver esto, el Yehudí preguntó: —¿Quién es el Rabino que venía conmigo en el vagón? Y le dijeron: —Es el líder más grande de nuestra generación. Este Yehudí lo siguió hasta el hotel donde se hospedaba y se disculpó con él. Después le dijo que quería ser Shojet y que, por favor, lo examinara. —Si usted me da la semijá (título), podré tener parnasá decente para mi familia. Después de examinarlo, le dijo: —No estás preparado para ser Shojet. Lo mandó con su yerno a estudiar Shejitá (sacrificio ritual) y le pagó los estudios completamente, hasta que logró conseguir su objetivo. El yerno del Rab, sorprendido, le preguntó: —Suegro, ¿no era suficiente con haberlo perdonado? Y Rab Salanter contestó: —Yo he hecho de mi forma de vivir no guardar resentimiento hacia ninguna persona. Por tanto, hice todo lo que pude para limpiar mi corazón por completo. Olvidar lo pasado, incluso si sufrimos mucho Dice el Pasuk: Lo Tetaeb Mitzri, “No odies —alejes— a un egipcio”.[218] Aun cuando los egipcios nos hicieron sufrir mucho, mataban a los hijos del Pueblo de Israel, hacían trabajar a las mujeres, etc., de todos modos, no debemos odiarlos ni aborrecerlos. Explica Rashí: Mikol Vakol, que no debemos guardarles “nada de rencor, ni nada de odio”, incluso por lanzar a nuestros hijos al mar; por haber vivido en su tierra durante muchos años, les debemos un agradecimiento. Apiádate de los demás A todo el que se apiada de las criaturas, se apiadan de él Una de las más bellas cualidades es apiadarse de los demás, sin importar su nivel económico, si lo conocemos o no, y si es un ser humano o no. Vivir con el sentimiento de pensar en los demás, de apiadarse de gente necesitada, de brindar ayuda a gente que lo requiere, es una gran categoría y de gran nivel a los ojos de Dios, al grado que está escrito: Kol Hamerajem Al Haberiot, Merajamim Alav Min Hashamaim, “Todo el que se apiada de las criaturas (seres humanos, animales, vegetales), del Cielo se apiadan de él”.[219] Y así está escrito en el Talmud Yerushalmi: “Todo tiempo que seas piadoso con los demás, Dios será piadoso contigo”.[220] Escribe el Jafetz Jaim: “Dios puede comportarse de dos maneras hacia la gente. Una es de forma estricta y según como marque la ley cabal, y la otra manera es con piedad y misericordia”. Por supuesto que nadie de nosotros quisiéramos que Dios nos juzgara de forma estricta, ya que incluso los bueno actos no los hicimos como debieron ser hechos. Pero hay una solución para ser juzgados con piedad y misericordia: cuando nosotros mismos nos apiadamos de los demás y vemos por ellos, igualmente Dios nos tratará.[221] Dile lo que quiere escuchar Cuenta la Guemará[222] que un pequeño animalito al que iban a hacerle Shejitá (iban a sacrificarlo para comerlo) se lanzó sobre los hombros de Rebi Hakadosh para que lo ayudara y no lo mataran. Ese animalito estaba llorando porque iba a morir; pero Rebi Hakadosh le dijo: —¡Ve con el Shojet, ya que para eso fuiste creado! Cuenta la Guemará que por no haberse apiadado Rebi de él, el Sabio recibió doce años de sufrimientos. Preguntó el Mashguíaj de Lakewood, Rab Nathan: —¿Qué hizo mal Rebi? ¡Realmente ese animal había nacido para que le hicieran Shejitá y Rebi le dijo la verdad absoluta! Contestó el mismo Mashguíaj de Lakewood: —Cuando alguien viene a pedirte alguna ayuda, no debes rechazarlo o decirle algo que lo haga sentirse mal, ¡incluso aunque sea verdad! Cuando alguien pide tu ayuda, ofrécesela, aunque no sea propicio para eso o tengas algún motivo para rechazarlo. Está prohibido cerrarle un ojo o decirle: “¡Ve con el Shojet, ya que para eso fuiste creado!”. El liderazgo de Moshé La Torá únicamente nos cuenta cuatro historias de Moshé Rabenu que, sin embargo, son suficientes para saber quién era y en que categoría estaba. En cada una de las historias se demuestra cómo Moshé Rabenu vivía con esta cualidad de “sentir el sufrimiento del compañero”. Vaigdal Moshé Vayetzé El Ejav Vayar Siblotav (“Y creció Moshé y salió a ver a sus hermanos, y vio sus sufrimiento”).[223] Al ver Moshé el sufrimiento de sus compañeros, deseó ser él quien sufriera en lugar de ellos. Moshé sufría al ver a sus compañeros sufriendo. Vayar Ish Mitzrí Maké Ish Ibrí Meejav (“Y vio a un egipcio que estaba golpeando a un hebreo de sus hermanos”).[224] Moshé sufrió mucho al ver a un Yehudí ser golpeado por un egipcio. Vayetzé Bayom Hashení Vehine Shené Anashim Ibrim Nitzim (“Y salió al día siguiente y vio que esta vez dos hombres hebreos peleaban”).[225] Moshé Rabenu vio que entre hermanos peleaban (refiriéndose a Datán y Abiram) y sintió el dolor de la desunión. Cuando Moshé Rabenu escapó de Egipto, fue a Midián y observó que había algunas mujeres que no podían dar de beber a unas ovejas. Moshé Rabenu se involucró y dio de comer a esas ovejas, así como dice la Torá: Vayakom Moshé Vayoshian Vayashk Et Tzonam (“Y se paró Moshé y les auxilió, y luego dio de comer al ganado de ellas”).[226] Aunque en ninguna de las cuatro historias Moshé tenía que ver, él apoyó e hizo algo para resolver la situación. ¡Eso es liderazgo! Quien se une al dolor del compañero y hace algo para minimizar ese dolor, es un verdadero líder. Vemos que Moshé tenía esa virtud de sentir el sufrimiento del compañero y fue uno de los motivos por los que Dios lo eligió para sacar a los hebreos de Egipto. Tener buen ojo Una de las buenas cualidades sobre la cual nuestros sabios hablaron en reiteradas ocasiones en el Pirké Abot es el buen ojo (el optimismo). Rabenu Obadia Bartenura explica que el poseedor de esta cualidad es quien se siente feliz con lo que tiene, sin pretender cosas extra ni buscar aquellas que tienen sus compañeros más que él. Rab Shimshón Rafael Hirsh, en su comentario sobre el Pirké Abot dice: “Aquella persona que puede observar al semejante en sus cuestiones personales con cariño y voluntad, alegrándose cuando le va bien, sin conocer la codicia o la mezquindad es quien tiene esta bellísima cualidad”.[227] Pensar en los demás Han transcurrido ya varios años desde la desaparición física del Tzadik Rab Yaacob Israel Kanievski, autor del Kehilot Yaacob, más conocido como el Staipeler, y en su honor indicaremos aquí algunas valiosas enseñanzas de su conducta en el marco del hogar judío y su relación con los demás. Las puertas de su casa, en la calle Rashbam, en Bené Berak, estaban abiertas para todo el que buscara un consejo para saber cómo servir a Dios, o ante cualquier necesidad una Berajá. Pero no solamente las puertas de su casa permanecían abiertas; también su corazón lo estaba. Prueba de ello fueron sus últimos años de vida: mientras sus familiares y allegados pretendían no permitir que la gente llegase hasta él para que no se fatigara, contra la voluntad de todos él no lo permitía. Decía: “¿Quién sabe si hay alguien que pueda necesitar una palabra, un consejo o estimulo? ¿Cómo podríamos cerrar las puertas? ¿Quién sabe gracias a qué mérito Dios nos da vida?”. Así pasaba largas horas escuchando los problemas de todos y ayudando con sus cálidas palabras a superar las angustias, explicando a cada uno la razón y el sentido de sus sufrimientos. Cierta vez llegó un joven recién casado para que el Staipeler lo orientara en la forma de estudiar. Luego de haber recibido los consejos y el muchacho estaba a punto de retirarse, el Rab lo retuvo y le dijo: —No debes olvidar que tu ayuda en la casa es fundamental. El joven, algo sorprendido por la acotación, respondió: —Mi esposa se siente muy feliz y orgullosa de que yo dedique mi tiempo enteramente al estudio de la Torá mientras ella se ocupa de la casa. El Rab le dijo sin dudarlo: —Estoy seguro de que es así, pero tu deber como esposo es ayudar también en casa. En otra oportunidad, alguien le preguntó si pueden utilizarse los Tzitzit colgando hasta las rodillas o puede considerarse soberbia y exhibicionismo al cumplir la Mitzvá. El Rab respondió: —Si es por el orgullo, no hay problema. Pero no se deben hacer cosas que hagan sentir mal a la esposa (como excentricidades) y, aunque ella no reclame, es simplemente por el respeto que siente por su esposo. Sin embargo, no hay duda de que no le agrada verlo comportarse distinto de los demás haciendo el ridículo. Para él era claro que lo esencial de toda familia y hogar era saber poner el respeto y los buenos modales ante todo. Cierta vez llegó un hombre a fin de consultar por dos posibles candidatos para la hija. Uno se destacaba por su esmero y dedicación en el estudio y el otro por sus bellas cualidades como persona. ¿Cuál debía elegir? El Rab no le respondió directamente, pero le dejó claro su pensamiento: —Un hogar sin respeto y cualidades, más que un hogar, es un infierno.[228] El objetivo que debemos alcanzar en esta vida ¿Hay acaso una meta u objetivo sublime al cual todo ser humano debería aspirar? ¿Hay alguna cúspide desde la cual la persona puede pararse orgulloso de haber llegado a la cima para desde allí arriba observar el camino recorrido? Estas preguntas fue formulada al conocido Jazón Ish, un hombre de Torá, reconocido por todos como el más exigente en el cumplimiento de las Mitzvot. Y su respuesta fue más que contundente: —Haber pasado los setenta años sin haber ofendido o molestado a nadie en toda la vida. ¿Y a qué se refirió cuando dijo “sin haber ofendido o molestado”? Seguramente se refirió a que, desde la tierna juventud pasando por la adolescencia, llegado a la adultez, como esposo y padre, para luego, cuando ya uno va envejeciendo y las fuerzas ya no alcanzan para enojarse, puede sentirse orgulloso de haber superado todas las etapas sin haber errado siquiera una vez en el deber de respetar al semejante. Podemos pensar que es un objetivo imposible e inalcanzable, pero aquel poderoso gigante da fe de haberlo conseguido. Pero para lograrlo es imprescindible vivir atentos, revisando cada acción, sus derivaciones y consecuencias, de forma que nunca algún hecho termine repercutiendo o afectando negativamente a nadie. Y como ejemplo concreto de lo dicho, hay una historia vivida por el Gaón Rab Iser Zalman Meltzer, quien tenía tres yernos. Resulta que cuando estaba a punto de publicar su gran obra, el libro Eben Haezer, eran tiempos de guerra. En las calles llovían los proyectiles; nadie se atrevía a salir de su casa. Pero a pesar de todo, Rab Iser Zalman Meltzer sí lo hizo y, esquivando las bombas y las esquirlas, fue hasta la casa de uno de sus yernos. Intercambiaron palabras de Torá y luego regresó raudo a su hogar. Sorprendidos, sus familiares le preguntaron: —¿Qué había tan importante y urgente para arriesgarse de tal forma? Inicialmente trató de no responder, pero ante la insistencia, les explicó: —Resulta que en mi libro aparece una pregunta sobre un comentario del Rambam y de pronto recordé que la misma ya la había formulado a dos de mis yernos. Eso quedó plasmado en el libro. Y al tercero no se me ocurrió preguntarle. Fue por eso que salí de urgencia para poder agregarlo al libro antes de que se imprima. Imaginen qué podría pensar este Talmid Jajam al ver que a los demás sí les pregunté y a él no; ¿cómo se sentiría? Eso es vivir pensando en los demás… Conformarse con lo que se tiene Debemos aprender que el rico no es quien tiene mucho dinero, sino el que está contento con lo que tiene. Aquí aprenderemos la manera de estar contento con lo que tenemos y veamos el pago tan grande que Dios nos otorga al conformarnos con lo que nos manda; y con mayor razón no sólo al conformarnos, sino al estar contentos con lo que Él nos da. El pago de quien se conforma con lo que tiene Es sabido que Dios siempre se comporta Midá Kenégued Midá (medida por medida); es decir, conforme la persona se comporta, así Dios se comporta con ella. Cuando lleguemos al Mundo Venidero y nos juzguen, y vean que no estábamos conformes con lo que Dios nos daba, Él va a decir: “Así como tú no estabas conforme con lo que te mandé, y siempre querías más dinero, más viajes, más ropa, etc., te exijo ahora más Torá, más Mitzvot (preceptos), etc., ya que no estoy conforme con lo que hiciste en el mundo”. Pero a quien está conforme con lo que Dios le manda y todo lo que tiene lo recibe de buena manera, Dios le dirá: “Me conformo con las Mitzvot y la Torá que cumpliste en tu vida”. Vemos de aquí que quien en este mundo se comportó con esta cualidad de “conformarse con lo poco que tiene”, incluso si llega al Olam Habá con muy poca Torá y Mitzvot, será mucho a los ojos de Dios, ya que Él lo considerará como algo grande y no le exigirá tanto, de la misma manera que este hombre no exigió tanto. Por esto, el que “se conforma con lo poco que tiene” estará feliz en este mundo, ya que siempre se sentirá lleno y también será bienaventurado en el Olam Habá, pues incluso si ha hecho poco Dios lo verá como mucho.[229] Quien ama el dinero, nunca se saciará de él Escribió Shelomó Hamelej (el Rey Salomón): Oheb Kesef Lo Isba Kesef, “El que ama el dinero no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad”.[230] Quien anhela el dinero no podrá comer El Maharshá cuenta algo increíble:[231] Había una persona que deseaba en extremo el dinero y pidió a Dios que todo lo que tocara se convirtiera en plata. Dios cumplió su pedido y, cuando llegó la hora de la comida, tocó pan; pero éste se convirtió en plata y ya no tuvo qué comer. A esto se refiere el Rey Salomón: “Quien ama la plata, no se saciará de ella”. [232] La pobreza: la mejor virtud que puede tenerse Contó Rab Aharon Walkin que, cuando hablaban sobre parejas de novios, su abuelo, Rab David Walkin, siempre recordaba las palabras que escuchó directamente del Jafetz Jaim (Rab Israel Meir Kegan, 1838-1933) respecto a si la novia provenía de una familia pobre y sus padres no tenían casi nada de dinero. El Jafetz Jaim preguntaba: —Aparte de la buena virtud que tiene la novia de no poseer dinero y que viene de una familia pobre, ¿tiene otras virtudes? Esto es exactamente lo contrario de lo que vemos en nuestros días. Si hoy una mujer no tiene dinero y proviene de una familia muy pobre, se le dificulta casarse; pero en aquellos tiempos, el Jafetz Jaim lo veía como la mejor virtud, ya que esta mujer no está acostumbrada a tenerlo todo en la vida y, seguramente, todo lo que reciba la hará feliz. “Que se vuelva fea, que se vuelva linda…” Cuenta la Guemará un suceso muy interesante:[233] Rabí Mani vino con Rab Itzjak Elyashib y le dijo: —Mi esposa no es de mi agrado, ya que no es bella. Le preguntó Rab Itzjak: —¿Cuál es su nombre? Contestó Rab Mani: —Su nombre es Janá. Dijo Rab Itzjak: —Que Janá se haga linda y bella… Después de un tiempo volvió Rab Mani con Rab Itzjak a decirle que su esposa no era de su agrado (otra vez, pero por otro motivo), ya que desde que era bella se había vuelto presumida y no le hacía caso. Dijo Rab Itzjak: —Que Janá vuelva a hacerse fea… Y así pasó: Janá volvió a ser fea. Vemos de esta historia que Dios nos manda precisamente lo que necesitamos. Así, lo que no necesitamos no lo tenemos, ya que es lo mejor para nosotros. Sólo debemos tener fe en que Dios hace lo mejor por y para nosotros. Dime con quién te juntas… El Gaón de Vilna (Eliahu ben Shlomó Zalman Kremer, 1720-1797) siempre trataba de juntarse con gente pobre y se alejaba de los ricos y gente adinerada. Hacía esto para adquirir la virtud de conformarse con poco y disfrutar realmente lo que sí se tiene. La ambición y el deseo La ambición es hambre Todo mundo admira a la persona ambiciosa y la gente hace lo posible para que sus hijos estén llenos de ambición y empuje. Se ha dicho incluso que la ambición es la vida misma. ¿Es esto correcto? La ambición es hambre. Una persona hambrienta anhela alimento y una persona ambiciosa anhela los objetos de su ambición. Es un gran error pensar que la ambición es la vida. El hambre no es vida, es tan sólo el estímulo que el Todopoderoso ha implantado en sus criaturas a fin de recordarles que hagan lo necesario para mantenerse vivas. En forma análoga, todas las ambiciones de nuestro corazón sirven para bien o para mal. Si echamos una ojeada al reino animal, vemos que los animales hambrientos comen hasta que están satisfechos y no vuelven a comer de nuevo sino hasta que están hambrientos una vez más. El cerdo es tal vez una excepción, pues come todo el tiempo y en apariencia nunca está satisfecho. El ser humano sufre de una enfermedad similar. “El que ama el dinero nunca tendrá suficiente dinero.” Está eternamente hambriento y no es tan sólo el hambre de más dinero lo que lo domina todo el tiempo, sino que lo mismo sucede con todos sus deseos y ambiciones físicas: mientras más trata de satisfacerlos, más intensa se vuelve su hambre. Podemos muy bien preguntarnos: ¿por qué el ambicioso nunca obtiene satisfacción, aun cuando consigue lo que anhelado? Lo que está oculto aquí tiene un significado profundo y notable. Podemos ver que la ambición es el impulso de atraer hacia uno mismo lo que está en el exterior; en ello difiere de un impulso fisiológico como el hambre, que es simplemente la percepción de la necesidad de llenar el estómago, lo que es a todas luces una meta definida y limitada. Por otro lado, el que por su mala fortuna cae en manos de la ambición por el dinero o algún otro anhelo material, no necesita ninguna cosa conocida o definida; está gobernado por un impulso nuevo y artificial para extender sus dominios, para obtener lo que está fuera de sí mismo sólo porque está fuera de sí mismo: no desea el objeto en cuestión en virtud de un valor intrínseco que pudiese poseer, sino simplemente porque es percibido como algo que está más allá de su alcance. Se concluye —y ésta es la mejor indicación de la verdad de nuestro análisis— que tan pronto obtiene el objeto de su deseo, éste ya pierde interés para él, ya no tiene el poder de satisfacer su deseo; pero cuando la persona observa que su ambición no queda satisfecha, interpreta mal esto y se imagina que puede satisfacer su hambre obteniendo otras cosas, que están aún más allá de su alcance. Por tanto, transfiere su ambición a ellas. Es bien sabido que la gente rica generalmente desea dinero y está dispuesta a sacrificarse por él, más que la mayor parte de la gente pobre, tal como dicen nuestros Rabinos: “El que tiene cien quiere doscientos; el que tiene doscientos quiere cuatrocientos”. Es inútil decir que, de nuevo, se verá desilusionado. La persona que está en manos del deseo no sabe que su deseo está impulsado por el hecho de que el objeto anhelado es temporalmente inalcanzable y que, si tan sólo pudiese obtenerlo sin grandes dificultades, perdería todo su atractivo. Está convencida de que su felicidad depende de alcanzar ese objeto particular y que si tan sólo alcanzase esta meta sería feliz para siempre. Si sólo se diese cuenta de lo equivocado que está en esto, cesaría pronto su cacería. Hemos así descubierto la razón por la que el ambicioso nunca puede sentirse satisfecho: persigue una meta ilusoria y, por tanto, nunca puede obtener verdaderos y duraderos resultados. Este fenómeno es lo bastante asombroso como para intrigar al hombre más sabio. ¿Cómo una persona no aprende de la experiencia? Siempre anda en pos de fines materiales y siempre pasa por la desilusión de que éstos no le dan placer cuando los alcanza. ¿Por qué finalmente no cesa en su inútil búsqueda? Si ya se dio cuenta de lo vano de sus primeros intentos, ¿por qué no se percata de que sus nuevos esfuerzos no tendrán más éxito? ¿Dónde está el famoso intelecto de que se enorgullece tanto la raza humana? Vanidad de vanidades, todo es vanidad El más sabio de todos los hombres hizo referencia a este hecho notable en sus famosas palabras: Vanidad de vanidades, todo es vanidad. La vanidad es el deseo de las glorias de este mundo; lo que está fuera de una persona no puede tener un valor real para ella. Las “vanidades” son aquellas ocasiones en que alguien cree haber obtenido lo que desea su corazón, para encontrarse que no está realmente satisfecho. Que este proceso se repita una y otra vez es la más clara indicación de que “todo” —todo lo que pueda desear en el futuro— es también vanidad. Otra cosa que debemos observar es que el concepto de “poseer” propiedad puede a menudo ser muy engañoso. (Mi propiedad no es tan mía en el mismo sentido que lo son mis brazos y mis piernas o mis pensamientos.) Nadie puede nunca “poseer” un objeto exterior en forma tal que se una a él y sea parte de él, como su cuerpo, ya no se diga su alma. El concepto de la posesión debe ser definido en forma operacional y significa simplemente que ciertos objetos serán utilizados por la persona y que no serán tomados por otra persona sin su permiso. No es lógico que una persona desee unirse a lo que no es posible atarse; su deseo nunca puede ser satisfecho y tan sólo quedará adolorido. Feliz es la persona que desea incrementar las adquisiciones de su yo verdadero, de su alma: nada puede evitar que llene su deseo y no hay fuerza en este mundo que pueda privarlo de tales adquisiciones; así, se siente feliz en este mundo y lo será en el próximo.[234] El dinero es una necesidad como el papel higiénico En una ocasión, fue un hombre con Rab Jaim Zonenfeld para platicarle de los deseos y ambiciones que tenía por el dinero. Rab Jaim dio una conferencia en público sobre el tema y habló muy fuerte sobre el deseo del dinero, a fin de que la gente no tenga tanta ambición por el dinero. Se levantó una persona del público y dijo al Rab: —Pero el dinero es una necesidad y no se puede hacer nada sin él. Le dijo el Rab: —¡Tienes razón! También el papel higiénico es una necesidad; pero, ¿acaso existe alguna persona que invierta tiempo y esfuerzo en reunir mucho papel higiénico a fin de heredarlo a sus nietos, así como el dinero?[235] Vivir alegre Estamos obligados a vivir con alegría La Torá nos ordena ser felices: “Se alegrarán con todo el bien que Dios les ha dado”. Es decir, estamos obligados a sentir alegría con lo que nos es dado por Dios.[236] Pero, ¿por qué necesitamos una orden para alegrarnos, dado que automáticamente debiéramos ser felices cuando tenemos cosas buenas? Veamos: la naturaleza del hombre es querer más de lo que posee en el presente, así como dicen nuestros Jajamim: “El que tiene cien, quiere doscientos…”.[237] Nuestros momentos de felicidad están mezclados con tristeza por aquello que nos falta. La Torá, por tanto, nos ordena alegrarnos con lo que tenemos. Así, debemos esforzarnos por sentir alegría plena. La falta de alegría con lo que tenemos es destructiva, física y espiritualmente. [238] Fuentes sobre la alegría en nuestra Torá En cuanto a la alegría, encontramos una orden directa en la Torá: Vesamajtá Bejagueja, “…y te alegrarás en tus festividades”.[239] El Rey David dice en sus Salmos: Ibdu Et Hashem Besimjá, “Sirvan a Dios con alegría”.[240] Nuestros Sabios del Talmud nos dicen: Meshenijnas Adar Marbin Besimjá, “Cuando entra el mes de Adar, se aumenta la alegría”.[241] Al mencionar el Talmud la frase: “…se aumenta la alegría”, significa que siempre debemos estar alegres y que, en este mes, debemos aumentar esa alegría. Dice la Guemará: “La Presencia Divina no reposa sobre la gente angustiada ni sobre la gente triste, sino únicamente sobre la gente alegre”.[242] Maimónides (el Rambam) señala que la alegría es un fundamento muy importante en nuestro servicio a Dios, y la falta de ella una gran carencia.[243] Maimónides también dice en otro lugar: “No seas frívolo ni triste. Que tu estado de ánimo feliz se demuestre con una expresión facial placentera”.[244] Rab Jaim Vital enumera el hecho de sentirse constantemente feliz con lo que se tiene como una de las cuatro virtudes básicas del carácter que debemos adquirir en especial (las otras tres son: humildad, silencio adecuado y control de los deseos).[245] Conforme al Baal Shem Tov, no hay nada que cause más daño espiritual que la falta de alegría, pues la depresión abre la puerta a todo tipo de decadencia. Alegría: el arma para combatir los problemas Sabemos que entre las creaciones más importantes de Dios están el agua y las olas del mar. Ya también sabemos que nadie es capaz de retar o meterse con las vigorosas olas del mar. En Tehilim (Salmos) leemos: Mikolot Maim Rabím, Adirim Mishberé Yam, Adir Bamarom Hashem, “Aún más que el sonido de aguas abundantes son los poderosos rompeolas del mar, poderosos en la altura de Dios”.[246] Nos dice David Hamelej (el Rey David) que es posible protegerse de las aguas cuantiosas del mar con un simple “rompeolas”. Y no sólo esos “rompeolas” nos salvan de las olas gigantescas, sino que son capaces de controlar el mar para poder nadar en él y disfrutar de nuestra existencia. Para entender qué son esas aguas cuantiosas y esos “rompeolas”, analicemos una historia que relata la Guemará y que sucedió hace aproximadamente dos mil años: Rabí Gamliel viajaba en cierta ocasión en un barco y vio que otra embarcación estaba hundiéndose. Él estaba sufriendo mucho, ya que en la otra nave se encontraba el famoso Rabí Akibá. Cuando llegó Rabí Gamliel a tierra se encontró a Rabí Akibá estudiando Torá y le preguntó: —¿Quién te trajo hasta aquí? Le contestó Rabí Akibá que una tabla del barco se le presentó, se sentó en ella y, ante cada ola que le llegaba, él agachaba la cabeza. Así logró salir de ahí. Dice la Guemará: “De aquí aprenden los Jajamim: Si llegan problemas a la persona, debe agachar la cabeza y no pelear con ellos”.[247] Vemos de esta Guemará que las aguas cuantiosas a que se refieren los Jajamim son los problemas, las situaciones difíciles o los escenarios complicados por los que pasamos en nuestra vida. En seguida de esta historia, la Guemará nos cuenta otra en la que es Rabí Akibá quien viaja en el barco. Al igual que en la historia anterior, Rabí Akibá vio que otra nave estaba hundiéndose. Él estaba sufriendo, ya que en aquella embarcación se encontraba un Jajam muy grande llamado Rabí Meir. Cuando Rabí Akibá llegó a la ciudad, también lo hizo Rabí Meir. Rabí Akibá le preguntó cómo había llegado hasta ahí, cómo fue que se salvó, y Rabí Meir le dijo que una ola del mar lo había llevado a otra ola, ésta a otra y así sucesivamente hasta que llegó a tierra. De esta Guemará aprendemos que las aguas cuantiosas son la salvación para nuestra vida. Después de analizar estas historias, cabe hacer una pregunta: ¿Por qué en la primera vemos que las aguas cuantiosas son los problemas, y la solución a ellos es agachar la cabeza, mientras que en la segunda las aguas cuantiosas son las que pueden salvarnos de los problemas? La respuesta es que, realmente, las olas representan los problemas, situaciones difíciles, asuntos complicados por los que atravesamos en nuestra vida, etc. Pero si vemos a los problemas sólo como eso, entonces lo serán y debemos “agachar la cabeza” para salvarnos de ellos, así como vimos con Rabí Akibá, que eso hacía ante cada ola que le llegaba. Sin embargo, si vemos a los problemas como el medio para crecer, elevarnos y perfeccionarnos en la vida, saldremos de ellos con rapidez y alegría, así como vimos con Rabí Meir, que “de una ola a otra” llegó a tierra y se salvó. Las preguntas que surgen aquí son: ¿cómo podemos salvarnos de esas “aguas cuantiosas” que son los problemas? ¿Cómo podemos vivir tranquilos y felices después de recibir ciertos problemas en nuestra vida? ¿Cómo podemos elevarnos por medio de los problemas y situaciones difíciles que vivimos todos los días? De la Guemará anterior vemos que la solución es: “Agachar la cabeza y aceptar todo lo que nos pasa”. Asimismo, vemos que “un problema es capaz de elevarnos y perfeccionarnos en la vida, al grado que el mismo problema puede ser la solución para salir adelante”. Pero llegar a eso requiere algo más, ya que surge la pregunta: ¿cómo es posible “agachar la cabeza” y usar los mismos problemas como medios para alcanzar la perfección? Dice la Guemará: “Dijo Rabí Yojanán en nombre de Rabí Eliezer: La persona que quiere conservar sus bienes, que plante un árbol llamado Adar”.[248] La Guemará explica que, por ser el árbol “Adar” muy alto, la gente lo mirará, se correrá la voz de que es de tal persona y ya nadie se atreverá a robarlo. Por eso se conservarán sus bienes. Podemos explicar que ese árbol llamado “Adar”, el cual debemos plantar, es una alusión al mes de Adar, el de la alegría, tal como dice la Guemará: Mishenijnas Adar Marbim Besimjá, “Desde que empieza el mes de Adar, debe aumentarse en alegría”.[249] Sobre esto explica el comentarista Rashí que los milagros de Purim ocurrieron en Adar y, debido a ello, es un mes en que debemos aumentar la alegría. También, dado que es un mes de milagros, estamos contentos y por tal razón, cuando plantamos “el árbol de la alegría”, se conservan nuestros bienes y logramos el éxito en todo lo que hacemos. Por eso dice la Guemará que quien deba involucrarse en un juicio contra algún goy (un gentil, no judío), tiene que hacerlo en Adar,[250] ya que es un mes de alegría y, cuando la hay, todo sale bien. Igualmente, nuestros Sabios aconsejan que cuando la persona deba entablar un juicio contra un goy, que no lo haga en el mes de Ab, ya que el Mazal (la suerte) no es bueno. ¿Por qué? Dice la Guemará que en ese mes debemos disminuir la alegría. Por tanto, dado que no sentimos alegría, el juicio no saldrá bien para nosotros. Vemos de esto que cuando la persona está contenta y alegre, todo le sale bien. Por otra parte, la alegría puede “plantarse” no sólo en el mes de Adar, sino a lo largo de todo el año. Cuando la persona tiene problemas como los de Rabí Akibá, de los que nadie hubiera pensado que se salvaría, debe adquirir esos “rompeolas”, que son la única manera en que podemos salvarnos: el mes de Adar, que nos enseña a vivir con alegría. Y no sólo vamos a salvarnos de los problemas, sino que estos mismos nos ayudarán a elevarnos y salir de cualquier situación complicada en la vida. ¿Con qué empiezo a acercarme a la Torá? Una de las preguntas más básicas de la gente que comienza su acercamiento a la religión es: “¿Con qué empiezo a acercarme a la Torá?”. Hay varias opiniones de nuestros Jajamim. Antes de explicarlas, debemos saber que una no contradice a otra, sino que se complementan entre ellas y todas representan diferentes caminos para llegar a ser un buen Yehudí religioso. Shabat. Algunos Jajamim opinan que debe comenzarse con Shabat, y explican sus motivos: debido a que en este día se realizó el pacto entre Dios y el Pueblo de Israel, nosotros mismos nos conectamos con Él. Por tanto, quien cuida el día de Shabat como lo marca la ley, indudablemente se siente conectado con Dios. Así, un día a la semana nos desconectamos totalmente del mundo material y nos apegamos al mundo espiritual, lo cual produce en nosotros un sentimiento que nadie puede entender si no lo ha vivido. Taharat Hamishpajá. Otros Jajamim opinan que debe comenzarse con la pureza familiar. Debido a que ésta es fuente de santidad en la casa, constituye un buen comienzo para comenzar a vivir una vida espiritual. La pureza familiar no sólo es algo espiritual, sino que significa una vida plena y feliz con la pareja. El hecho de esperar el momento en que se permite estar con la pareja provoca amor mutuo e incomparable entre el hombre y la mujer. Kashrut. Hay Jajamim que aconsejan empezar con el Kashrut (leyes dietéticas judías). Debido a que éste purifica a la persona, provoca que la sangre suba al cerebro y la persona piense correctamente. No es lo mismo pensar con sangre creada de un animal Taref (prohibido) que con la creada de uno Kasher (puro). Estudiar Torá. La opinión que aconseja comenzar con el estudio de la Torá está basada en el hecho de que, por medio de este estudio, nos conectamos con Dios. La Torá es la guía que Él nos ordenó estudiar y cumplir. Y cuando la persona se dedica a estudiar la Torá se siente apegada a Dios, pues cuando la estudia Él le manda ayuda celestial para tener éxito en todo lo que haga. Hay otra opinión que es la base de toda la Torá: “Estar feliz toda la vida”. Cuando la persona está feliz, toda su vida se siente tranquila, jamás enfrenta problemas, no ve lo mismo que los demás (que se quejan de todo), etc., y eso automáticamente le hace apegarse a Dios. “Aunque la alegría no es Mitzvá ni estar triste es pecado, la alegría puede lograr lo que ninguna otra Mitzvá puede. Y lo que la tristeza puede provocar, ningún otro pecado puede alcanzarlo”.[251] Dijo Shlomó Hamelej (el Rey Salomón) en Mishlé (Proverbios): Ruaj Ish Yejalkel Majaleu, Veruaj Nejea Mi Isaena, “Un buen ánimo puede sostener la enfermedad, pero un mal ánimo, ¿quién lo soporta?”.[252] En la actualidad se recomienda a los enfermos llevar a cabo actos que les provoquen reír, pues un ánimo elevado y alegre les permite superar las dificultades de cualquier padecimiento. Por ello también se recomienda a los soldados entonar cánticos y provocar su propia alegría antes de salir a la guerra, ya que eso los llevará a la victoria. Así, pues, debemos infundir en nosotros esta alegría durante toda nuestra vida. El enfoque central del Judaísmo Algo sorprendente que aprendí cuando comencé a estudiar la Torá fue el enfoque central que nuestra religión pone en la felicidad. Tal como lo explicó una vez Rebe Najman, la gente se pone triste porque nada le sale bien, ¡pero no se da cuenta de que así le ocurre porque está triste! ¿Por qué es tan valiosa la alegría para Dios? Cuenta la Guemará[253] que Rab Beroka se encontró a Eliahu Hanabí (el Profeta Elías) en el mercado y le preguntó quién de toda la gente presente tenía parte en el Mundo Venidero.[254] Le mostró Eliahu Hanabí a dos personas y le aseguró que ellos estarían en el Mundo Venidero. Rab Beroka fue con esos dos hombres y les preguntó: —¿A qué se dedican ustedes? Ellos contestaron: —Somos gente alegre y alegramos a los demás. Cabe preguntar: ¿por qué es tan valioso para Dios que estemos alegres, al grado que eso provoca tener parte en el Mundo Venidero, como ya vimos?[255] 1. Es señal de a dónde hemos llegado Dice el Igueret Harambán (La Epístola del Rambán): “Habla con calma a todas las personas y en ese momento se alejará la presunción, y con eso se levanta la humildad y eso despierta el temor a Dios, y después de eso se sentirá la felicidad de lo que Él nos dio, y así podremos vivir contentos”. Vemos de aquí que la persona que grita, es presumida, tiene orgullo, es enojona, etc., no es capaz de sentir alegría pura. En otras palabras, cuando la persona adquiere temor a Dios, es decir, quien sabe que todo lo que pasa en el mundo es para bien y que Él da a cada uno de nosotros exactamente lo que necesitamos, llega a la felicidad. El hecho de ser feliz (sentir felicidad real y auténtica, no hablar banalidades o contar chistes) demuestra que la persona ha llegado a adquirir las virtudes de confiar en Dios y a temerle. La persona que no confía en que Dios le da exactamente lo que necesita estará triste, pues piensa que Él no le está dando lo que es bueno para ella. 2. Debemos saber a qué vinimos al mundo Esto es una regla en la vida: cuando cumplimos o estamos cumpliendo la meta y el propósito que nos hemos planteado, podemos lograr la felicidad, incluso si las cosas que pasan alrededor no son de nuestro agrado. Analicemos un ejemplo sobre esto: Un hombre debía viajar a otro país para cerrar un negocio de mucho dinero. Este hombre tuvo problemas con su maleta, el cuarto del hotel era de muy mala categoría, no pudo comer bien, antes de entrar a la cita, ensució su camisa, etc., pero al final de todo el negocio se cerró y ganó una suma considerable. Este hombre seguramente quedó contento con su viaje, aun cuando no comió bien, no durmió como quería y su ropa se ensució, por cuanto que la finalidad y el propósito de su viaje se cumplieron. Esto se aplica igual en nuestras vidas: debemos saber a qué vinimos a este mundo. Si vinimos a disfrutar de la vida y no pudimos hacerlo, no conseguiremos la felicidad. Si vinimos a este mundo a comer y no pudimos encontrar la comida que hemos buscado tanto tiempo, nunca llegaremos a sentirnos felices. Si vinimos a este mundo para ser millonarios y no lo hemos logrado, jamás podremos estar felices, ya que ese propósito no está cumpliéndose. Pero si sabemos que nuestro propósito en esta vida es estudiar Torá, cumplir Mitzvot, realizar buenos actos, etc., todo lo que pase alrededor no tendrá importancia, ya que no es nuestra finalidad en esta vida. 3. Hagamos que el anfitrión, que es Dios, nos vea contentos Cuando llegamos como invitados a casa de alguien y ponemos cara de disgusto y no demostramos alegría, nuestro anfitrión seguramente se sentirá mal, pues él quiere que sus invitados estén contentos. Eso mismo pasa con Dios. Cada uno de nosotros somos sólo invitados en este gigantesco mundo y Dios, que es el anfitrión, desea y nos exige que estemos contentos, pues de lo contrario hacemos sentir mal a nuestro Creador por no estar alegres en su mundo, el que nos da con todo su cariño y amor. 4. Recordemos que no hay un instante en que no estemos sirviendo a Dios En cada momento de nuestra vida estamos sirviendo a Dios, cuando comemos, dormimos, trabajamos, estudiamos, rezamos y todo lo demás. Tenemos la dicha de servir a Dios en cada momento y debemos estar felices de poder hacerlo. Debemos alegrarnos en cada momento que estamos sirviendo a Dios, y con esto, Él se alegra mucho, ya que Dios desea que la Torá y las Mitzvot sean dulces para nosotros. No basta con cumplir la Torá y las Mitzvot, sino que debemos hacerlo con alegría, al grado que cuando la misma Torá menciona las maldiciones, aprendemos que están escritas para la gente que cumple con Torá y Mitzvot, pero sin alegría. Eso puede ser más grave que no cumplir la Mitzvá. Hakarat Hatob, ser agradecido Ser agradecido Los Jajamim nos explican un concepto hermoso llamado Hakarat Hatob, el cual significa que debemos mostrar gratitud hacia cualquier persona, criatura, cosa, etc., que nos haya hecho un favor o nos haya ayudado alguna vez. Esto lo aprendemos de Moshé Rabenu (nuestro maestro) en los tiempos de las plagas de Egipto, que no quiso pegarle al agua para convertirla en sangre, ya que ésta, muchos años atrás, lo había salvado cargándolo en la canasta cuando era un bebé. Sobre esto podemos hacer varias preguntas: 1. ¿Cómo es posible tener gratitud con el agua siendo ésta algo que no tiene sentimientos ni vida? ¡Realmente el agua no siente nada! Para reforzar la pregunta, está escrito: “…un pozo del cual tomaste agua de ahí, no le arrojes una piedra”.[256] Pregunta Rab Eliahu Lopian: “¿Qué tiene de malo lanzar una piedra a un pozo? ¡Todos sabemos que el pozo no siente dolor, ni tiene sentimientos que puedan dañarlo!”. 2. Si Moshé Rabenu hubiera golpeado al agua para convertirla en sangre, habría ocasionado mucho Kidush Hashem (que la gente vea a Dios como alguien grande y que hace milagros); entonces, ¿por qué Moshé no quiso pegarle al agua, si esto hubiera ocasionado algo bueno? Los Jajamim nos enseñan algo hermoso: todas las cualidades que poseemos se ven influidas y se forman desde los sentimientos personales. Si nosotros no somos agradecidos incluso con cosas inertes (ya sea el agua, un pozo, una piedra, polvo, etc.), jamás llegaremos a ser agradecidos con los seres vivos. En otras palabras, si dañamos nuestros sentimientos (en este caso no sabiendo agradecer), eso influye directamente sobre nuestras cualidades. Vemos de estas palabras que el hecho de ser agradecidos con cualquier persona o cualquier cosa no es para que el otro, o esa otra cosa, se sientan bien, sino para trabajar en nuestras propias virtudes y cualidades.[257] Sé agradecido con Dios Para ser agradecido con Dios no es necesario haber pasado por situaciones muy complicadas o haber sido salvado por Él, sino que en las cosas más simples y cotidianas debemos tener ese sentimiento de gratitud para con Dios, ya que, si analizamos incluso lo más simple a nuestro entender, realmente es lo más importante. Por ejemplo, vemos el aire que Dios nos manda como lo más natural de la vida, pero sin él no es posible vivir. En cierta ocasión, un miembro de la familia entró en la casa de Rab Avigdor Miller en la ciudad de Nueva York y se asustó al encontrar al Jajam de pie con la cabeza sumergida en el agua del lavabo donde se lavan los platos. Cuando Rab Miller terminó de realizar tan extraña actividad, su familiar le pidió que explicara qué estaba haciendo. El Rab dijo: —Estaba caminando en la calle cuando quien me acompañaba se quejó de la contaminación del aire en esta ciudad. Me preocupó que su negatividad pudiera dañar mi valoración del gran regalo del oxígeno y de la respiración. Así que apenas llegué a casa, sumergí la cabeza en agua y no respiré durante un largo minuto. ¡Ahora nuevamente valoro la posibilidad de respirar…![258] ¡Cuánto debemos agradecer a Dios por todo lo que recibimos de Él a cada momento! Quien posee la cualidad de la gratitud no únicamente es agradecido con Dios, sino con cualquier persona que le haya beneficiado. Veremos a continuación qué debemos hacer incluso si ese alguien que nos ha beneficiado no es un ser humano, sino un animal o algo inerte. Dice Rabenu Bajye: “Todo el que es malagradecido con las personas, al final será malagradecido con Dios”.[259] Para ser agradecido con nuestros compañeros no es necesario que nos hayan hecho favores gigantes o nos hayan salvado la vida. Incluso en pequeñeces debemos ser agradecidos, así como dice el Midrash: “Quien abre la puerta al compañero le debe la vida”.[260] Aunque veamos esto muy exagerado, la Torá nos dice que este es el camino para llegar a la virtud de la gratitud. Mientras más agradezcamos al compañero, más veremos todo lo que tenemos, y así llegaremos a tener un mucho más elevado sentimiento de gratitud hacia Dios. El mejor o el peor día de mi vida —Papi, no te vemos mucho. Pasas mucho tiempo de viaje en seminarios y hace mucho tiempo que no convivimos. —¿Saben qué, niños? Este domingo va a ser “Domingo especial”. Y así fue. Ese domingo el papá se despertó temprano, los recibió con waffles y hot cakes. De ahí los llevó al parque. Jugaron con la pelota, corrieron, saltaron, ¡disfrutaron como nunca! Además de llevarlos al parque, ¡los llevó a las maquinitas! ¡Luego a comer pizza! Y para cerrar con broche de oro, ¿a dónde los llevó? ¡A tomar un helado! Llegaron a la heladería, pidieron sus helados y uno de los niños dijo a la señorita: —Un helado de vainilla con chocolate, por favor. Y la señorita respondió: —Perdón, pero ya no hay chocolate. Volteó el niño hacia su padre y le dijo, enojado y con ganas de llorar: —¡Este es el peor día de mi vida! ¿Saben qué sintió el papá? “Todo el día he estado dándote todo, llevándote aquí, trayéndote acá, jugando, etc.; ¿y lloras por un helado?” ¡Y esto es lo que muchas veces hacemos con Dios![261] Sé agradecido aun cuando te hagan sufrir Dice el Pasuk: Lo Tetaeb Mitzrí, “No odies… alejes, a un egipcio”.[262] Es decir, aunque los egipcios nos hicieron sufrir mucho, mataban a los Hijos del Pueblo de Israel, hacían trabajar a las mujeres, etc., de todos modos no debemos odiarlos ni aborrecerlos. Explica Rashí: Mikol Vakol (absolutamente nada); es decir, no debemos guardarles “nada de rencor ni nada de odio”, incluso si lanzaron a nuestros hijos al mar y los ponían en las paredes en lugar de ladrillos, pues vivimos en su tierra durante muchos años. Sólo por ello les debemos agradecimiento. Rab Yerujam de Mir explica esto con una fábula: Había un hombre que fue a un hotel con su familia. El hotelero, en vez de cobrarle los cien dólares que costaba el cuarto, le cobró mil. El dueño del hotel hacía trabajar a la esposa del hombre, golpeaba a sus hijos y se burlaba de él. Lo lógico habría sido que este hombre mandara quemar el hotel o, mínimo, que demandara al dueño. Así vivimos nosotros en Egipto. Nos hacían trabajar más de lo normal, hacían trabajar a las mujeres, mataban a nuestros hijos, y sin embargo, al final de todo la Torá nos dice que no guardemos rencor hacia ellos, ya que ahí nos dieron vivienda por muchos años. Esto es lo que la Torá nos enseña: a ser agradecidos, aunque nos hicieran sufrir tanto. Con mayor razón debemos agradecer a cualquier persona que no nos ha hecho nada malo… Agradece a tu esposa A una de las personas que más debemos agradecer mucho es a nuestra esposa. ¿Cuánto hace por nosotros? ¿Cuánto se esfuerza a fin de que esté la comida preparada para nosotros? ¿Cuánto se esfuerza para que nuestros hijos crezcan bien? La mujer es la clave de nuestra vida… Cuenta la Guemará que la esposa de Rabí Jiyá lo hacía sufrir mucho y, aun así, Rabí Jiyá le agradecía, le compraba cosas, le daba regalos, etcétera.[263] Cuando le preguntaron el motivo, contestó: —¡Es suficiente que ella atienda bien a mis hijos y basta eso para que yo le deba mucho! Si Rabí Jiyá agradecía tanto a su esposa, aunque muchas veces lo hacía sufrir, con mayor razón debemos nosotros agradecer tanto a nuestra mujer, que seguramente nos quiere mucho. Y no sólo por ser agradecidos con ella debemos atenderla bien, sino también por lo que dice la Guemará: si supiéramos cuánta Berajá nos llegaría si respetáramos a nuestra esposa como debemos, seguramente mejoraríamos mucho más nuestro comportamiento con ella… Dice la Guemará:[264] “Siempre uno debe respetar a su esposa, ya que la Berajá de la casa depende de la mujer”. ¿Quién en el mundo no quiere ser rico? La solución está en el respeto a la mujer. No busquemos en otros lugares; vayamos a la fuente de las bendiciones, que se llama “respetar a la esposa”. El Jajam invita a un goy a dormir en su casa Cuentan que cuando Rab Menajem Man Shaj vivía en Europa, su esposa sabía algo de medicina y estaba buscando un lugar para trabajar, a fin de tener un sustento y poder ayudar a la casa económicamente, con el objetivo de que su esposo pudiera estudiar Torá con tranquilidad. El dueño de un hospital vio que ella conocía de medicina y le ofreció trabajo en su hospital. Así pasó la esposa de Rab Shaj muchos años en la institución, con tan buen sueldo que podía mantener su casa. Pasaron muchos años y Rab Shaj y su familia fueron a vivir a Israel. Después de varios años, el doctor tuvo que ir a Israel a un congreso de medicina y recordó que ahí habían ido a vivir la señora y su esposo, así que cuando llegó a Israel preguntó por la familia Shaj. Cuando le dijeron dónde vivían, fue a buscarlos. Luego de tocar a la puerta de la casa, abrió el mismo Rab Shaj, que ya era el gran Jajam de la generación, y lo invitó a su casa para dormir, comer y más. Imaginemos que el gran Jajam de la generación invite a un goy a dormir en su casa y le proporciona todos los servicios que necesite. Y sólo porque, muchos años atrás, este doctor dio trabajo a su esposa… Agradece al chofer que te llevó Se cuenta que Rab Israel de Salanter, cada vez que bajaba de un coche, iba especialmente con el chofer a agradecerle por haberlo llevado. Por supuesto que el conductor no esperaba que Rab Israel le agradeciera, pero el Rab trabajaba en sí mismo para adquirir buenas virtudes. Esto mismo pasó en el año 2016, en México, con Rab Shmuel Kaminevsky, de 92 años de edad, que al bajar de un coche fue con el chofer (que no era judío) y le agradeció por haberlo llevado. El chofer sabía que Rab Shmuel era un personaje mundialmente reconocido y sabía que era una persona muy elevada. Rab Shmuel notó eso y le dijo que le pidiera una Berajá. Incluso a los animales debes agradecer Hay una fotografía muy famosa de Rab Elihau Lopian en que está dando leche a un gato. La historia detrás de esa imagen es la siguiente: En la Yeshivá de Rab Elihau había muchos ratones y decidieron traer a un gato para que se hiciera cargo de ellos. El mismo Rab Elihau Lopian daba de comer a ese gato, ya que éste, decía él, le hacía un favor al ahuyentar a los ratones de su Yeshivá. Dijeron a Rab Elihau que el simple hecho de traer al gato ya era un favor para el animal, pues podía comer muchos ratones y estaba asegurado su sustento en la Yeshivá. Explicó Rab Lopian que, en verdad, el gato podía comer ahí y ya se le hacía un favor al dejarlo quedarse en la Yeshivá, pero, a fin de cuentas, dado que el animal había hecho un favor al Rab, entonces él quiso alimentarlo personalmente.[265] Sé agradecido aun por las cosas materiales Cuentan que Rab Elihau Lopian tenía que doblar su Talet (prenda de cuatro puntas) e iba a hacerlo encima de una banca. Antes de poner su Talet sobre la banca, un alumno le dijo que la superficie estaba sucia y que iba a ir por una toalla para limpiarla, a fin de que no se ensuciara la prenda. Rab Elihau Lopian le dijo que no fuera por la toalla, sino que él mismo iba a ir por ella, pues, dado que esa banca lo atendió durante muchos años, le debía un agradecimiento muy especial y él mismo debía limpiarla.[266] Debo agradecimiento a las plantas Se cuenta sobre Rab Zeeb Gustman que todos los días regaba las plantas de su casa. Los alumnos tenían la duda de por qué lo hacía, pues el tiempo que se tomaba en regar seguramente podía utilizarlo en estudiar más Torá o hacer otras cosas más productivas. Y por supuesto, podía poner a alguna persona a que regara su jardín. Rab Zeeb explicó que, cuando era joven, Rab Jaim Ozer lo había llevado al bosque y le había mostrado todas las plantas diferentes que había ahí, y fue diciéndole cuál planta era buena para la salud, cuál era venenosa, cuál dañaba al cuerpo, cuál lo nutría, etc. el Rab no entendía para qué Rab Jaim Ozer le dijo todo eso y no le dio mucha importancia. Después de muchos años, mientras Rab Gustman vivía el infierno del Holocausto, tenía la necesidad de comer y, como no había alimentos, mucha gente se alimentaba de plantas. El Rab recordó aquella “lección sobre plantas” que había tomado tanto tiempo atrás y pudo diferenciar cuál planta era buena para la salud, cuál era dañina, cuál era venenosa, etc. Y por esa “lección”, pudo salvar su vida y la de muchos otros. Por tal motivo, después de muchos años, Rab Zeeb Gustman quiso personalmente regar su jardín, ya que debía agradecimiento a esas plantas que lo salvaron de la muerte.[267] Incluso con lo material debes ser agradecido Cuando Dios iba a mandar la plaga de la sangre y la de los piojos, Moshé no fue quien la inició, sino Aharón. Explican los Jajamim que, como el agua ayudó a Moshé a salvar su vida cuando estaba en la canasta y la tierra lo ocultó cuando mató al egipcio, nuestro maestro consideró que debía un agradecimiento a esas cosas materiales; por eso no podía convertir el agua en sangre y el polvo en piojos. Así, por cuanto que Dios aceptó que las plagas se realizaran por medio de Aharón, entendemos que Dios estaba de acuerdo con tal decisión. Sé agradecido con los dueños de la casa Cuentan que Rab Eliyahu Dessler iba caminando por la calle junto con un Rab muy importante. Cuando pasaron por una tienda de ropa, Rab Desler apuntó los precios de algunas ropas, como shorts, playeras, tenis, etcétera. El otro Rab no entendía por qué Rab Desler apuntaba eso, pues estaban hablando de Torá… y de repente Rab Desler apuntaba precios de shorts, playeras, etc., aunque no tenía hijos de esa edad. Rab Desler le explicó que en la tarde iba a comer con una familia que lo había invitado, así que, por cuanto que el Rab iba a tener que platicar con la señora de la casa, quien seguramente no iba a hablar de Torá, entonces se preparó con un tema que a ella le iba a interesar, como lo eran los precios de shorts, playeras, tenis, etc., de sus hijos pequeños. Esto es tener Hakarat Hatob cuando se invita a alguien a una casa. A los suegros debemos mucho agradecimiento El Midrash[268] nos relata que Dios dijo a Moshé que fuera a Egipto a liberar a su pueblo de la esclavitud. Moshé respondió a Dios que no podía aceptar esa misión si su suegro no le daba permiso, pues Yitró le había proporcionado su casa, comida, vestimenta, etc., y hasta que él no le diera ese permiso no podía salir de allí. Agradece incluso después de muchos años En la época de la Primera Guerra Mundial, Rab Eleazar Menajem Man Shaj era soltero (Bajur, estudioso de tiempo completo joven). En cierta ocasión, durante pleno invierno, cuando el frío calaba los huesos, pensó: “Ya no puedo más. Quizá tenga que dejar la Yeshivá”. De repente, apareció frente a él una mujer que le dijo: —Jovencito, toma este abrigo y úsalo. Hace mucho frío. Espero que sirva para calentarte. Cincuenta años después, cierto día los alumnos del Gran Rosh Yeshivá de Ponovitch lo vieron caminando sudoroso y diciendo: —Gracias a esa Tzadéket (mujer justa) me quedé en la Yeshivá y me convertí en lo que soy ahora. Sus alumnos le preguntaron: —¿Qué pasa, de dónde viene tan cansado? Y él les contestó: —Vengo de Guivataim, de la Levayá (sepelio) de esa santa mujer que me dio un abrigo hace 50 años. Fui y regresé caminando. Fue a la Levayá de un hombre que nadie conocía Hace algunos años, salió de su casa en Jerusalem Rab Shalom Yosef Elyashib para ir a la Levayá de un anciano que nadie conocía. —¿Qué hace Rab Shalom Yosef aquí? —alguien se acercó al Gadol (grande de la generación) para preguntarle. Rab Elyashib contestó con una sonrisa: —Cuando me comprometí, yo no tenía muchos amigos. Del lado de la novia sabía que habría muchísima gente; sin embargo, de mi lado eran muy pocos. Esto me preocupaba mucho. Un vecino lo notó y me preguntó: —¿Que te inquieta? Yo le contesté que temía que no viniera gente de mi lado. —¡No te preocupes! ¡Yo me encargo! El día de la boda, este vecino me llenó la fiesta de Bajurim que bailaron y me alegraron mucho. No volví a ver a este vecino. Hoy leí una esquela con el nombre del Niftar (hombre fallecido) y recordé que fue ese vecino que me alegró tanto. Por eso aquí estoy, para retribuir un poco de lo mucho que le debo. Ser malagradecido es síntoma de presunción La persona malagradecida muestra síntomas de presunción, pues piensa que todo lo merece y todo le corresponde. Toda la vida sentirá que debe recibir más y más. Jamás en su existencia llegará a ser feliz, porque nada la llenará pensando que se merece todo en la vida… Lo que no sabe es que nadie es capaz de llegar a esa categoría. Ama los reproches Una de las soluciones que se nos presentan día a día para perfeccionar nuestras cualidades y mejorar como personas es el hecho de que nos reprochen y corrijan nuestras malas acciones. Por supuesto que es una tarea difícil, pero aquí aprenderemos el gran valor que tiene recibir los reproches y cambiar por medio de ellos. Poca gente sabe recibir los reproches Dice la Guemará: “Dijo Rabí Tarfón: Me sorprendería si existe gente en el mundo que recibe los reproches”.[269] Ilustraremos esto con una parábola: Había una persona caminando y se le presentó un espejo en su camino. Cuando se vio en él, se dio cuenta de que estaba sucio, así que decidió limpiarse y arreglarse la ropa que llevaba puesta. Imaginemos lo siguiente: si alguien se ve en el espejo y nota que no tiene la corbata bien puesta; ¿sería lógico que golpeara el espejo y lo rompiera? Por supuesto que no, sino que en ese momento se arreglaría la corbata. Igual debemos comportarnos. Si alguien nos reprocha por algo, no debemos guardarle rencor o enojarnos con él, sino mejorar lo que nos hacen notar. Dice la Guemará: “¿Cuál es el camino que debe tomar la persona? Que ame los reproches. Siempre que hay reproches en el mundo, hay satisfacción en él, bondad y bendiciones llegan, y el mal se va de este mundo”.[270] Dijo Shlomó Hamelej: Al Tojaj Letz Pen Isnaeka, Hojaj Lejajam Veyeheabeka, “No reproches al burlón para que no te odie; reprocha al sabio para que te ame”.[271] Dicen los Jajamim: “Si tienes muchos amigos, y la mitad de ellos te reprochan y la otra mitad de alaba, deberás amar a los que te reprochan y odiar a los que te alaban, ya que los que te reprochan te llevan al Mundo Venidero, y los que te alaban te sacan de este mundo”.[272] Rab Ashel pedía que le reprocharan Rab Ashel contrató a un Abrej (estudioso de tiempo completo) para que estuviera siempre esté a su lado y, cuando viera que hacía algo indebido conforme a la Torá, se lo hiciera notar y le reprochara como correspondía. El Rab estaba consciente de que, por un lado, no era un ángel y que seguro podía equivocarse. Pero también era cierto que, en muchas ocasiones, como dicen los sabios, la persona no ve sus defectos y errores. En cuanto a las personas comunes, sus amigos tienen la función de hacerle ver sus faltas. Pero he aquí que este Rab sabía que la gente que lo rodeaba, por el respeto que le tenían, no le reprocharían y así podría creer siempre que era perfecto, que no cometía errores, que sus decisiones y acciones no tenían fisuras. Por ello contrató a este Abrej, para que lo acompañara a todos lados y no dejara de verlo y advertirle, por lo que él sabía y creía que estaba mal. Al menos tendría la oportunidad de replantearse las cosas. Cierto día, Rab Ashel llegó un poco tarde a la Tefilá (rezo). Era de esperar que, al término de la misma, el Abrej se acercase y le preguntara qué sucedió que le hizo llegar tarde. ¡Esa era su función! Sólo que en esta oportunidad no le dijo nada. Cuando el Rab le preguntó por qué no lo había hecho, éste le respondió con total sencillez: —¿Cómo podía yo decirle algo, si usted ingresó con Rabenu Itzjak y Rabenu Tam (Rishonim, quienes escribieron los Tosafot, por supuesto que ya hacía muchos años que habían fallecido. La época de los Rishonim abarca los años 1038 y 1575, ¡hace casi 500 años aproximadamente…!) El Rab le respondió muy asombrado: —¿Tuviste el mérito de verlos?... debo decirte que, efectivamente, un par de horas antes de la Tefilá estaba yo estudiando en un Tosafot la discusión entre Rabenu Itzjak y Rabenu Tam. El tema era muy profundo y tuve que esforzarme mucho para entender las dos opiniones. ¡Por ello llegué un poco tarde a la Tefilá…! Lo que el Rab no dijo fue que, precisamente por haber dedicado mucho esfuerzo para comprender sus palabras, estos dos Tzadikim bajaron del Cielo para acompañarlo y así retribuirle haberse esforzado y estudiado sus palabras… Pero por otro lado, vemos claramente que incluso personas sencillas pueden alcanzar grandes niveles.[273] ¡Que seamos dignos de tan gran privilegio! Ama los reproches Dice la Mishná en Pirké Abot: Oheb Et Hatojajot, “Ama los reproches”.[274] ¿Para qué debemos amar los reproches? Dicen los Jajamim: “Para que se termine el mal del mundo”.[275] El verdadero reto El Gaón de Vilna, quien fue uno de los Jajamim más grandes que tuvimos hace 250 años, aproximadamente, pidió al Maguid de Dubna que le reprochara en cualquier oportunidad que tuviera. En una ocasión le dijo: —¡No es sorprendente el hecho de estar encerrado en un cuarto estudiando Torá todo el día! ¡Lo sorprendente es estar en la calle haciendo negocios y estar mezclado con gente de todo tipo, y aun así estudiar Torá y cumplir las Mitzvot! [276] Cómo reprochar a los alumnos Rabí Lipe Zilberman enseñó a los maestros cómo reprochar a los alumnos: Aunque debe hacerle tomar conciencia de que ha actuado inadecuadamente, no hemos de tratarlo como un transgresor. El reproche en privado es más fructífero que el realizado en público. Conviene que el maestro anote en un cuaderno qué reprochar a cada alumno. Si un alumno lee con dificultades, no hemos de recalcarle su debilidad haciendo hincapié en los errores, sino ayudarle a superarse en la lectura. Se ha de permitir a los alumnos cuestionar lo que no entendieron. De todos modos, debe educárseles a no preguntar a la mitad de la explicación, sino al culminar. Si el maestro percibe que su explicación es incorrecta o reprochó a un alumno indebidamente, confesarlo contribuye a acrecentar el aprecio de los alumnos. El maestro debe evitar amonestar varias veces al mismo alumno. Si unas pocas amonestaciones no dan fruto, que intente otra técnica para corregirlo. Es primordial que el maestro sepa que, en ocasiones, la mala conducta del alumno es porque está deprimido. Por tanto, la única solución es estimularlo. Reprochar a la pareja A veces el marido siente necesario reprochar a su esposa (o viceversa). Para que el reproche sea aceptado, deben cumplirse ciertas condiciones: 1. Ninguno debe reprochar estando enfurecido, sino prorrogarlo para otro momento, ya que es común que al decirlo en tal estado se refute. Además, puede empeorar la discusión, pues al estar enfurecido se pierde totalmente el sentido común. 2. Cabe aclarar que al decir el reproche enfurecido es factible que se pronuncien palabras que lastiman al cónyuge y sea difícil de arreglar. Esta enseñanza también la aprendemos del siguiente suceso ocurrido en la Yeshivá de Kamenitz: Un alumno actuó de manera inadecuada. El Rabino interrumpió la clase y salió del aula. El alumno imaginó que sería castigado muy gravemente y que el maestro había ido a llamar al Rosh Yeshivá y al Mashguíaj para decidir su castigo. No obstante, después de quince minutos el Rabino regresó al aula y siguió con la clase. Al finalizar, se dirigió al alumno para pedirle que permaneciese en el salón hasta que los demás alumnos abandonaran el aula. El alumno pensó: “Ahora me va a castigar”. Sin embargo, el Rabino le dijo: —Debes saber que me causaste una gran ira y, si te sermoneaba en ese instante, te habría herido y humillado en extremo, y por el resto de tus días lo hubieras recordado. Por tanto, me vi forzado a salir del aula para calmare y, gracias a Dios, lo logré. Tampoco ahora te castigaré, sino que quiero pedirte que recapacites acerca de tu mala conducta y determines qué vamos a hacer. Este reproche influyó tanto en el alumno que desde entonces cambió totalmente su conducta. Con el correr de los años, este muchacho se convirtió en un gran erudito de la Torá. 3. Es imprescindible que ambos cónyuges sean objetivos y no se enfurezcan por el reproche propiamente dicho, ya que en varias ocasiones el orgullo impide que el reproche sea aceptado. 4. El reproche debe originarse por el amor entre ellos y siempre con la intención de mejorar su relación conyugal. Al provenir el reproche del amor entre ellos, es recibido de otra manera. Como enseñaron nuestros Sabios (Midrash, Parashat Noaj), un amor sin reproches no se considera amor. Así también lo aprendemos del versículo en Mishlé (Proverbios) 27:6: “Son fieles las heridas del que ama”. Es decir, aun si tu amigo te hiere con su reproche, debe ser más preciado para ti que los besos de un enemigo. 5. Antes de reprochar debe elogiarse al cónyuge, para aumentar las posibilidades de que el reproche sea aceptado. Esta enseñanza la aprendemos de nuestro Patriarca Yaacob que, antes de reprochar a los pastores, les habló amigablemente.[277] 6. Otro requerimiento trascendental es dividir el reproche en varias partes; o sea, no decirlo todo de una sola vez, hasta que el cónyuge cambie plenamente su conducta. 7. A su vez, el reproche será dicho sin elevar el tono de voz. Al respecto, hace más de cuarenta años caminé en Shabat junto a Rabí Arie Levin cuando, repentinamente, vimos a una persona no religiosa, corpulenta y alta, fumando en ese día sagrado. Temí que el Gaón le reprochase y provocara que el no religioso lo golpeara. El Rabino se le acercó para decirle: —Es Shabat. Está prohibido fumar. El joven aquel se enfureció y contestó al Rabino: —No soy judío y los gentiles pueden fumar en Shabat. El Rabino se afligió por su contestación y le dijo: —¿Por qué hablas de esta manera? Eres mi hermano. Te amo y no comprendo por qué mi hermano fuma en un día tan sagrado como Shabat. Al oír estas dulces palabras, el joven modificó plenamente su actitud. Se dirigió al Rabino y le dijo: —Querido Rabino: innegablemente soy judío. Pero ya intentaron reprocharme más de cien veces, aunque nadie pensó en mi bien. Muchas veces me han dicho que soy goy. Siento que usted es el primero que desea mi bien. Así que, si quiere, apagaré el cigarrillo inmediatamente. El Rabino le dijo: —Se prohíbe apagarlo. Inmediatamente soltó el cigarro de sus manos y dijo al Rabino: —No le prometeré que dejaré de profanar Shabat por el resto de mi vida. Sin embargo, puedo prometerle que no volveré a profanar este Shabat. De este suceso aprendí que, si el reproche se dice de todo corazón, dando la sensación de amor sincero, esto influirá verdaderamente. Recuerdo otro suceso del cual también podemos aprender esta enseñanza: En cierta oportunidad acompañé a Rabí Eliahu Lopian a rezar Minjá (el rezo vespertino) de Shabat en Yeshivat Hebrón. En el camino vimos varios vehículos que profanaban este día sagrado. De repente, el Gaón exclamó: —Debemos apiadarnos de ellos, porque nadie les enseñó la importancia de no profanar Shabat. Quiero regresar a la Yeshivá. Me apena ver a mis hermanos viajando en Shabat. Le contesté: —Ya hemos recorrido más de la mitad del camino. Debemos apresurarnos para llegar; así veremos menos profanación del Shabat. El Gaón concordó, mas su suspiro despedazaba todo corazón. Inmediatamente después, se detuvo frente a nosotros un auto. El conductor preguntó al Rabino: —¿Cómo se llega a la calle Yaffo? El Rabino estalló en llanto y le contestó: —¿Cómo puedo responder algo que está prohibido en Shabat? Mas por otro lado, ¿cómo puedo no contestar a un judío sabiendo la respuesta? Y estalló nuevamente en llanto. El conductor detuvo su auto, salió y se dirigió al Rabino diciéndole: —Nunca he escuchado un reproche tan verdadero. También mi madre respeta Shabat y continuamente me reprocha: ”¿Por qué profanas Shabat?”. Pero nunca la ha visto llorar... Siento que realmente usted se preocupa por mí; por ello, le prometo que de aquí en más no volveré a viajar en Shabat. Por favor, tome las llaves del auto, en Motzaé Shabat vendré a buscarlas. El Rabino le dijo: —Percibo que tu alma se ha enaltecido. Debo enseñarte que las llaves se consideran Muktze (artículos que no se permiten moverlos en Shabat). Por consiguiente, déjalas aquí, a un lado, y en Motzaé Shabat vendrás a buscarlas”. El judío cumplió la orden del Rabino. Rab Lopian, emocionado, se dirigió a mí para decir: —No voy a rezar Minjá en la Yeshivá. Me quedaré a conversar con él. Si quieres, puedes quedarte. El Rabino hizo varias preguntas a aquel hombre; por ejemplo, “¿A qué te dedicas? ¿Qué hace tu madre?”, y la plática se prolongó aproximadamente una hora. Todo esto aconteció en las cercanías de la Yeshivá. Los alumnos curioseaban estupefactos: ¿por qué su gran Rabino conversaba tanto con una persona no religiosa? Al finalizar la conversación, el Rabino lo bendijo y se despidieron. Después se dirigió a los alumnos diciéndoles: —Cuán errados están quienes creen que al tirar piedras a los vehículos en Shabat van a impedir que lo profanen nuevamente. La única forma de acercarlos a la Torá es demostrándoles que son nuestros hermanos y que los amamos con toda nuestra alma. La agilidad - la flojera La gran categoría de la agilidad La agilidad es una gran virtud, muy importante para la Torá, el cumplimiento de las Mitzvot y en general para cualquier aspecto en la vida. Esta virtud es básica para poder crecer en el Servicio a Dios, así como está escrito: Zerizim Makdimim LeMitzvot (apresurarnos en cumplir las Mitzvot). [278] Esto lo aprendemos de Abraham Abinu, cuando iba a sacrificar a su hijo Itzjak por orden de Dios. La Torá nos cuenta que Abraham se despertó temprano para cumplir la Voluntad de Dios. El hecho de ser ágil en el cumplimiento de las Mitzvot, demuestra amor por éstas y manifiesta que es un gusto cumplirlas. Y no sólo eso, sino también demuestra amor hacia Dios. La agilidad se logra al tener bien claro cuál es el propósito de cada acción que se realiza. Expliquemos esto: Abraham Abinu tenía la idea bien clara de que vinimos a este mundo a cumplir la Voluntad de Dios; por ello tuvo esa fuerza y voluntad de levantarse temprano para cumplir la orden de Dios. La agilidad es la base de todas las cualidades, para lograr la superación personal y la perfección como ser humano, por cuanto que ésta es la que nos motiva y nos lleva a cumplir con los cambios personales. Cuántas veces hemos dicho: “´Después lo hago”, “Mañana haré ese cambio”, “Comienzo la próxima semana”. Sobre esto escribe el Pirké Abot: “No digas: ‘cuando me desocupe lo hago’, ya que tal vez nunca te desocupes”.[279] Debemos reforzarnos en esta cualidad, principalmente en las Mitzvot. Por ejemplo, para llegar temprano a la Tefilá, para dar Tzedaká, etcétera. El Baal HaMidot (El hombre de la conducta intachable) La Yeshivá de Lakewood, Nueva Jersey, en los Estados Unidos, es hoy la más grande del mundo en su género. Cuenta aproximadamente con 6 500 alumnos y la cabeza de la institución es el Rosh Yeshivá, Rab Malkiel Kotler. Otro de los Rashei Yeshivot es Rab Yerujam Olshin, también conocido como el Baal HaMidot (“La Conducta Intachable”). Sucedió un Erev Shabat (víspera de Shabat) que Rab Yerujam invitó a comer a su casa a dos jóvenes solteros que estudiaban en el plantel. Es la costumbre de Rab Yerujam rezar en el primer Minián (temprano antes del anochecer), ya que así le da tiempo de cenar y posteriormente regresar a seguir estudiando en la Yeshivá. Cuando hubo terminado este primer Minián, Rab Olshin se percató de que tan sólo uno de esos dos jóvenes se había presentado y el otro no estaba. Por ende, decidió esperar unos minutos para ver si llegaba. Pero no fue así. Decidieron ir a casa, confiados en que este joven quizá se había adelantado y ya estaría allá. Tampoco fue así. En consecuencia, cenaron, cantaron y dijeron palabras de Torá, y después de rezar el Birkat Hamazón (la oración del pan) se levantaron y volvieron a la Yeshivá. Una vez de regreso, Rab Yerujam vio de reojo al segundo joven rezando apenas Arbit de Shabat (el rezo de la noche del sábado) e inmediatamente comprendió qué había sucedido. Así que rápidamente pidió a su hijo: —¡Corre a casa y dile a mamá que vamos a volver a cenar como si nada…! ¡Y no hay que mencionar que ya lo habíamos hecho…! Nuevamente Rab Olshin y este joven caminaron a casa, hicieron Kidush, cantaron, comieron y dijeron Divrei Torá… Y una vez que terminaron, el joven se despidió y regresó al dormitorio de la Yeshivá. Ya ahí se encontró con el otro muchacho invitado a cenar, y cada uno preguntó al otro: —¿Por qué no fuiste tú? —dijo el primero. —No, yo sí fui —contestó el segundo. —Entonces, ¿qué pasó? —se preguntaron ambos. Y así entendieron los dos la calidad humana de este Tzadik, Rab Yerujam Olshin, conocido como el Baal HaMidot, o el Comportamiento Impecable.[280] La gravedad de la flojera (el perezoso) Está escrito en Mishlé (Proverbios): “El perezoso no arará por el frío del invierno, buscará cosecha y no encontrará”.[281] El Rey Shelomó explicó en el libro de Mishlé el proceso y funcionamiento de todas las buenas cualidades, de manera tal que el hombre pueda alejarse de los comportamientos negativos y acercarse a las conductas deseadas. Entre estas cualidades nos describe la pereza (o flojera, en otras palabras), ya que la conducta perezosa es la causa y raíz de muchos males y tropiezos: hay perezosos respecto a sus viviendas, su cuerpo, su alma, y hay perezosos respecto a la Torá, al cumplimiento de los preceptos y a las buenas obras. La pereza en la vivienda es causa de muchos perjurios, ya que, si por alguna eventualidad se rompe algo en casa, si lo reparara inmediatamente podría hacer con un gasto mínimo, pero si deja pasar el tiempo y es negligente, al final deberá gastar mucho dinero en esta reparación, ya que el daño de seguro aumentará. El Rey Shelomó nos previene de un comportamiento perezoso de tal tipo, ya que esto puede traer consecuencias verdaderamente fatales como la pobreza. La pereza, cuando se refiere al cuerpo, también es algo perjudicial, ya que si la persona idealmente se esfuerza en todo lo referente a su salud, a su alimentación y su alegría por vivir de manera austera —siéndole suficiente para satisfacer sus necesidades, y no busca bienes superfluos—, entonces podrá con facilidad alcanzar lo que desea. Pero si incluso esto no intenta satisfacer por simple pereza hacia él mismo, entonces, aunque desee complacerse con bienes materiales, no obtendrá nada e incluso puede causarse daños, como atraer sobre sí enfermedades. Hay quien es perezoso a nivel anímico, en lo relativo al alma; es decir, no se esfuerza en el mejoramiento de sus cualidades y no piensa en corregir aquello que debe enderezar de su propia conducta, todo por simple holgazanería de tipo anímico; estas son personas de espíritu pesado, cuyo movimiento es lento. Existe además quien es perezoso en el estudio de la Torá y en el cumplimiento de los preceptos. Si esta persona no se preocupa por el estudio de la sabiduría divina y no trata de guardar las leyes entregadas por Dios, haciendo junto a esto buenas obras, ¿cómo podrá construir en este mundo su vida futura? ¿Cómo ameritará el Mundo por Venir? “El perezoso no arará por el frío del invierno, buscará cosecha y no encontrará”; es decir, el perezoso no se esfuerza en un momento específico con la fuerza necesaria en aquel preciso momento. Es necesario sobreponerse a todas las dificultades de nuestra realidad en este mundo y esforzarnos para mantener nuestro temple espiritual, del mismo modo que el agricultor se sobrepone al frío del invierno y con sus manos apretadas coge el arado para abrir el pedregal. Solamente así, y sólo con estos esfuerzos, podremos encontrar la cosecha en el momento que deba aparecer. Así como el campesino encontrará su producción, nosotros encontraremos nuestro Mundo Venidero. Todos estos ejemplos son traídos por Shlomo para desaprobar las conductas holgazanas de los perezosos, para desprestigiarlos frente al público y evitar de este modo que se dejen llevar por comportamientos negativos. De tal manera se crean dentro de las mentes y las expectativas humanas el sentimiento de presteza que defina sus obras y sus finalidades. En cambio, alaba mucho el Rey Sabio a la presteza que ejemplifica la hormiga, y además describe metafóricamente algunos detalles que acompañan a su actuar: “¡Ve donde se encuentra la hormiga, tú, perezoso; ve su comportamiento y aprende!”.[282] Con estas palabras Shlomo Hamelej quiere enseñarnos que, aun cuando la hormiga es uno de los seres vivientes más pequeños, de ella precisamente debe el ser humano aprender conceptos de sabiduría y seguir su conducta de presteza. La agilidad específica que la caracteriza es que ella acumula en un momento determinado para poder almacenar y comer en aquellos en que no puede hacerlo. A pesar de que la hormiga carece de rey, gobernador y conductor, es decir, que no hay en ella actividades supuestamente programadas por el intelecto, sino que todo funciona en ellas por el instinto, de estos seres podemos instruirnos sobre la virtud de la presteza. Dios puso delante de nosotros algo en la naturaleza que nos alerta sobre nuestras propias acciones y el modo de corregirlas; así también en el plano anímico y de mejoramiento de nuestras cualidades. Conclusión La cualidad de la agilidad, extensamente apreciada por el Rey Sabio, como hemos visto, es uno de los principales factores que pueden permitirnos obtener el Mundo por Venir, mientras que la censurada pereza puede hacernos perder todos los esfuerzos espirituales que hayamos conquistado. Por medio de la virtud de la agilidad podrás cumplir los preceptos y te llegará todo el bien y la bendición derivados de este cumplimiento, mientras que la pereza, madre de todos los vicios, te llevará a la perdición y a la maldición. La elección está en tus manos. [283] El recato Sé recatado en tus acciones y forma de ser Debemos saber que el recato no sólo se aplica en la vestimenta y no se limita a las mujeres, y tampoco es exclusivo del judaísmo. El recato se relaciona con cada una de las acciones y actividades que hacemos todos los días. El recato abarca desde cómo caminar, hablar, tratar a la gente con la que convivimos día a día, etcétera. ¿Nuestro tono de voz y gestos están calculados para atraer la atención de los demás? ¿Con nuestras acciones provocamos que otros nos observen? ¿Hablamos con modestia y reserva? ¿Nos vestimos para llamar la atención de los demás? La pregunta que debemos hacernos es: ¿buscamos que la gente nos mire? Debemos tomar en cuenta la clara ideología que debe tener cualquier persona: ser un ejemplo de comportamiento, de recato, de conducta, de finura. Así como una reina en algún país europeo, que no atrae la atención a su cuerpo ni a su posición, ni a su belleza, sino por el simple hecho de ser una reina ya es un honor, ¡cuanto más el judío, que representa al Rey de reyes! Lo mismo sucede con cada uno de nosotros: el hecho de ser un hijo (o hija) de Dios es un gran honor; y no sólo eso, sino una gran responsabilidad, por la cual debemos manifestar recato y finura ante los demás.[284] ¿En qué consiste la Mitzvá de Tzeniut? Al entender estas premisas, aclaramos la pregunta: ¿en qué consiste la Mitzvá de Tzeniut? Es la forma de vestir, comportarse y vivir que, al practicarla, nos da la oportunidad de proyectar nuestra interioridad, reservando la expresión de nuestro físico para las situaciones adecuadas. Es una manera de conducirse que emana de una visión profunda de quiénes somos y para qué fuimos creados. Es la clave para cualquier elevación espiritual auténtica. Está escrito en el Tanaj: “Dios te dice: ¿Qué Dios pide de ti? Hacer justicia, amar la bondad y encaminarse con recato ante tu Dios”.[285] Explican los Jajamim las palabras “encaminarse con recato ante tu Dios”, que esto significa que debemos ser recatados en lo que concierne a las Mitzvot y nuestras acciones hacia Dios. Mientras más discreta sea la acción, más honor daremos a Dios, ya que si se realizan actos en público y para llamar la atención, podría llegar a perderse la esencia de que se hacen por honor a Dios y únicamente se hacen por honor propio. Ser ordenado Debido a que Rab Israel de Salanter, Rab Volbe y muchos otros Jajamim enumeran al orden y la limpieza entre las principales cualidades y conductas del ser humano, explicaremos en breve cómo debemos conducirnos en estos temas. La importancia del orden El orden refleja lo que uno mismo es. El Feng Shui lo describe como “una técnica de organización de espacio para obtener el máximo rendimiento de energías”, pero también el orden es un hábito, por ejemplo, en la familia: desde la infancia nuestros padres comienzan a enseñarnos el orden. Recordemos cuando nos enviaban a recoger y ordenar nuestra recámara o nuestros juguetes en la sala; en la infancia esto tenía un motivo, pues obviamente era para hacernos un bien y no para molestarnos, sino para aprender un valor muy importante: el orden. Por otro lado, podría decirse que para el orden hay un pequeño rival y éste se llama desorden, pues genera caos en nuestra vida cotidiana, trae consigo desorganización de tiempos y serias consecuencias. pues incluso se llega a etiquetar a las personas desordenadas y afecta el ambiente tanto personal como laboral. Un síntoma es que la persona desordenada se siente sin fuerza de voluntad para realizar sus actividades cotidianas; se siente fracasada; puede generar incluso una gran depresión, sin saber el motivo. Además, podría repercutir en la salud corporal y mental, tanto que puede provocar problemas respiratorios y mucho cansancio, tal como lo describe el Feng Shui. Cuando llegamos a un lugar y observamos que está sucio y desordenado, se siente desánimo y baja disposición de realizar cualquier cosa. Esto también lleva a bajo rendimiento, ya sea laboral o escolar; además se presenta una sensación de estar enfermo y enfrentar problemas, pues es posible que no impere un ambiente próspero. Realmente la única manera de que las cosas que realizamos funcionen es darles orden. A veces puede parecer difícil llevarlo a cabo, pues el orden también implica sacrificio, organización, limpieza y disciplina. La importancia del orden y la limpieza son valores muy importantes para nosotros, que nos serán de mucha utilidad a la hora de buscar un trabajo, conseguir un ascenso o hasta una pareja. Las ventajas de tener todo en orden o ser ordenado a) Con el orden tenemos un espacio limpio y bien organizado. b) Podemos encontrar fácilmente las cosas que buscamos. c) El orden nos permitirá ahorrar tiempo al buscar algo cuando lo necesitemos. d) Cuando tengas visitas, no habrá necesidad de pasar vergüenzas, o bien correr a recoger todo y desordenar en otro lado antes de abrir la puerta de la casa o la oficina. e) Además, si necesitamos buscar unas llaves, una pluma, o el celular de manera urgente, podremos encontrarlos fácil y rápidamente. Así suele ocurrir en las mujeres con las bolsas de mano, o con los estudiantes con sus mochilas. f) El orden también nos lleva a ser personas puntuales. g) El orden nos da tranquilidad, serenidad, salud y comodidad. h) El orden se conjunta con la alegría. Siempre el orden va de la mano con la alegría y la armonía. i) El orden nos hace disfrutar de cualquier espacio, así lleguemos cansados del tránsito vehicular, la oficina, la escuela o cualquier otro lugar. j) También el orden nos permite ser personas responsables, maduras y crear buenos trabajos, a más de ser parte del éxito. “El orden es la virtud más preciosa para el buen equilibrio de la vida y para la buena armonía de la vida en común.” Buenos hábitos en el uso del tiempo Un profesor, ante su grupo de filosofía, sin decir nada tomó un frasco grande y vacío de boca ancha, y procedió a llenarlo con pelotas de golf. Luego preguntó a sus alumnos si estaba lleno y le dijeron que sí. Después, el profesor introdujo canicas dentro del frasco y lo removió. Las canicas llenaron los espacios vacíos entre las pelotas de golf. Volvió a preguntar a los estudiantes si el frasco estaba lleno y ellos dijeron de nuevo que sí. Luego, el profesor tomó una caja con arena y la vació dentro del frasco. Por supuesto, la arena llenó los espacios vacíos y el profesor preguntó nuevamente si el frasco estaba lleno. En esta ocasión los estudiantes respondieron con un “¡Sí!” unánime. Los estudiantes reían. Entonces él les explicó: —Este frasco representa la vida. Las pelotas de golf son las cosas importantes. Son ésas que siguen dando sentido a nuestra vida, aunque perdamos todas las demás. Las canicas son las otras cosas que también importan, pero que no son tan esenciales como las primeras. La arena representa las cosas no esenciales, aunque llamen nuestra atención de muchas maneras... Si ponemos la arena en el frasco primero, no habrá espacio para las canicas ni para las pelotas de golf. Lo mismo ocurre con nuestro tiempo de vida: si gastamos demasiado tiempo en las cosas secundarias, no quedará suficiente espacio para las esenciales. Presten atención, pues, a las cosas que consideren cruciales en su modo de ver la vida. Siempre habrá tiempo para hacer otras cosas menos importantes… Ocúpense en primer lugar de las pelotas de golf, de las cosas que realmente deben importarles. Establezcan sus prioridades. ¡El resto es sólo arena! Uno de los estudiantes levantó la mano y preguntó qué representaba el café. El profesor sonrió y dijo: —¡Qué bueno que lo preguntas! Significa que, por muy ocupada que parezca estar la vida, siempre hay lugar para una taza de café con un amigo. La importancia de la higiene personal La higiene personal La limpieza personal debe ser considerada parte de la rutina diaria de toda persona, pero, aunque parece obvio, muchos desconocen los beneficios de la adecuada limpieza corporal, que nos ayuda tanto con nuestra salud como con nuestra apariencia. Aquí explicaremos por qué este buen hábito es tan importante. Porque sólo al conocer la importancia de la higiene personal somos capaces de tomar las decisiones más adecuadas en cuanto a métodos y productos para nuestro cuidado personal. El propósito principal de la higiene es el de prevenir enfermedades y mantener o mejorar la apariencia, un aspecto de capital importancia a nivel social, puesto que ningún ser humano acepta el mal olor corporal. La higiene personal puede dividirse de acuerdo con la zona o acción que realicemos. Conforme a la prestigiosa Clínica Mayo de los Estados Unidos, estos son los tipos de higiene que practicamos comúnmente: Afeitado: se refiere a la remoción del vello de ciertas zonas de nuestro cuerpo. Baño: sirve para higienizar el cuerpo en su totalidad. Lavado: implica la limpieza de las manos antes de manipular alimentos y después de usar el baño, o limpiar heridas. Cepillado de los dientes: la higiene oral previene las enfermedades dentales y el mal aliento. Productos: es la aplicación de productos destinados a mantener la limpieza y/o evitar el mal olor durante el día. La higiene varía en cada persona dependiendo de los hábitos adquiridos desde la infancia; por eso cabe resaltar su importancia y práctica continua desde edades tempranas, a fin de que en la vida adulta se mantengan los hábitos de limpieza, con el fundamental objetivo de mantener la salud y realzar la imagen. Cuidado de la salud bucal. Lava tus dientes al menos dos veces al día, cuanto te levantes y vayas a dormir, aunque siempre es mejor higienizar la boca también después de cada comida. El cepillado de los dientes y el uso de hilo dental nos ayudan a eliminar el mal aliento y remover las bacterias que se acumulan en la boca debido a los restos de comida. Higiene corporal. Debemos bañarnos al menos una vez por día, con jabones antibacteriales, a fin de purificar nuestra piel de gérmenes y eliminar la transpiración y los olores que nuestro cuerpo produce naturalmente. Para ello, también debemos usar desodorante y ropa limpia. La higiene corporal también incluye el lavado del cabello, limpiar y cortar las uñas, limpiar los oídos, etcétera. Lavado de manos. Es esencial que nos lavemos las manos con agua y jabón varias veces al día, antes de comer, luego de llegar de la calle, acariciar animales, tocar dinero o estar en contacto con personas enfermas. El lavado de manos es importantísimo para prevenir infecciones y enfermedades a causa de los gérmenes que rondan en el ambiente. La higiene se divide en varios aspectos La higiene se divide en: Higiene individual: comprende el mantenimiento del buen estado de salud del individuo: incluye el aseo del cuerpo y la vestimenta, higiene de los alimentos, etcétera. Higiene general o pública: se refiere a la higiene de la población: salubridad del suelo, construcción de viviendas higiénicas, suministro de agua potable, eliminación de residuos, inspección de los alimentos, servicios sanitarios, etcétera. Higiene social: comprende la higiene en las edades de infancia, pubertad, juventud y vejez; los preceptos profilácticos que deben observarse en las profesiones, en la industria y en toda clase de trabajo. La paciencia El arte de ser paciente La paciencia es la calma o tranquilidad que tiene alguien para esperar y técnicamente se desarrolla con el tiempo. Es algo que va aprendiéndose poco a poco. Sin embargo, la realidad es que hay personas más pacientes que otras. ¿Por qué es importante aprender a serlo? Porque en la vida, y particularmente en el área profesional, todo tiene su momento. Muchos piensan que “es fácil” ser paciente, pero no lo es, especialmente en un mundo de cambios tan rápidos como el que estamos viviendo. Acostumbrados a la inmediatez, el hecho de “esperar” un poco por algo puede convertirse en una tortura. Sin embargo, también es cierto que esos momentos de espera son los que pueden servir como ejercicio. A veces la paciencia tiene que ver con esperar que nos asignen el destino que nos interesa, cambiarnos de línea aérea o ascender en el escalafón. Cualquiera que sea el caso, se requiere de tiempo y capacidad de espera. Hoy por hoy, ser paciente tiene matices distintos. Hemos tenido que aprender a esperar la respuesta de un cliente y a disfrutar el tiempo mientras hacemos fila para pagar las compras. Pero cuando se trata de algo más personal, como ver a alguien importante en la vida o reunirme con los amigos, nos declaramos impacientes. Esa es la lección, evidentemente. La paciencia nos fortalece, nos permite “ver” cosas que no podríamos percibir si lo que esperamos sucediera de inmediato. Y cuando somos capaces de esperar por algo que de verdad queremos, cuando somos pacientes y disfrutamos el momento, entonces la recompensa es mil veces más satisfactoria.[286] La paciencia es una herramienta fundamental para vivir Hace tiempo, mientras buscaba algo para leer en la biblioteca de mi casa, encontré un libro llamado Paciencia, escrito por el Rabino Zelig Pliskin. Muchos se preguntarán si es necesario que un libro completo trate sobre esta característica. Mi respuesta es: definitivamente un solo libro es poco. Cada persona, desde el rol que esté viviendo, puede darse cuenta de que la paciencia es una herramienta fundamental para vivir la vida con más felicidad. Si eres hijo, debes tener paciencia para entender a tus padres; si eres esposo o esposa, tendrás que ejercitarte en este aspecto para mantener el Shalom Bait (armonía en el Hogar); si eres padre, la paciencia será una de tus mejores amigas. En fin, como amigo, profesor, tía, abuelo, cliente... todos necesitamos de esta importante característica. Leí varias páginas del libro y desde entonces lo mantengo siempre cerca de mí. Yo trabajo en el Gan de una de las escuelas religiosas de México, en una Kitá (curso) de 22 niñas de cinco a seis años. Mi misión es repasar la lectura en hebreo con cada una de ellas, los cinco días de la semana. Sin duda, es una actividad un poco monótona, pues se usa el mismo libro todos los días y la mayoría de las niñas van en la misma sección del libro, por lo que hay días en que es posible que lean alrededor de 15 veces la misma página. Es conocido que, si hay algo en lo que debamos trabajar, entonces Dios nos manda situaciones para que podamos hacerlo. En este caso, me pareció evidente que el hecho de que se me asignara esta labor en el Gan tenía que ver algo con mi necesidad de trabajar en la cualidad de la paciencia. Así que decidí aprovechar la oportunidad, y en eso estoy… El otro día, mientras leía con una niña que se desconcentra con facilidad, llegué casi al tope de mi paciencia, y de repente, decidí sacar paciencia de donde ya no creí tenerla, tomarlo con calma y tratar una vez más. En ese momento recordé la canción que mis hijos cantan con tanta alegría y de la cual probablemente entienden poco: una del CD Un Mejor Yehudí, que dice: “Tener paciencia, saber esperar, llegará el momento; ¿para qué desesperar?”. Sí, lo logré: di a esa niña el tiempo que necesitaba y me sentí feliz de haber dado un paso adelante. Inmediatamente me llegó una pregunta a la cabeza: “¿Por qué no logro tener esa misma paciencia con mis propios hijos?”. Hace tiempo un amigo me comentó sobre un dicho sobre esto. Las palabras textuales no suenan lindas, pero, en profundidad, lo que nos dice es que, con las personas más cercanas —los amigos o la familia—, muchas veces nos damos permiso para ser lo que llamaríamos “nuestro verdadero yo”: el impaciente, el enojón, el flojo, entre otras cosas; mientras que con los desconocidos somos “nuestro mejor yo”. Nos importa más dejar a alguien desconocido plantado que a un amigo, porque creemos que, después de todo, éste nos comprende mejor. Nuestros Jajamim dicen que el Jésed (bondad) comienza por casa. Y así también me parece que debe ser con el trabajo de nuestro carácter. No quiero decir que no debemos hacerlo con el resto de las personas, pero, ¿por qué no empezar por casa? ¿Por qué no tener la misma paciencia que tengo con las niñas del Gan con mis hijos? ¿Por qué no ser tan paciente con mi esposa o con mi marido como con ese cajero del banco, al que ni siquiera conozco? En definitiva, ¿por qué no ser mi mejor yo con las personas que más quiero? [287] Las 13 enseñanzas de Rab Israel de Salanter A continuación conoceremos las 13 enseñanzas sobre ética y moral de Rab Israel de Salanter. Tengamos en cuenta estas enseñanzas para afirmarnos en el camino de la corrección y la perfección personales. 1. Autenticidad No digas nada a menos que estés totalmente seguro de que es la verdad. Los mentirosos parecen tener éxito —temporalmente—, pero a la larga no se confía en ellos. Al mentiroso no se le cree ni aun cuando dice la verdad. Recuerda: tu reputación depende de la veracidad de tus palabras. La verdad es una carga pesada; por consiguiente, son pocos quienes la sostienen.[288] Si agregas algo a la verdad, estás disminuyéndola.[289] 2. Agilidad Un minuto es demasiado valioso para ser malgastado. No malgastes tu tiempo. Procura estar ocupado siempre, realizando algo útil y bueno. “Tiempo es vida”; no lo desperdicies. Mantente atento a tus responsabilidades y obligaciones, para no caer en la pereza. 3. Diligencia Decide qué debes hacer y luego hazlo con entusiasmo. Entrénate a decidirte a seguir por un camino y, una vez que tomes la resolución, no vaciles; llévala a cabo sin demora. Si tienes dificultades para tomar una determinación, pide consejo, pero no permanezcas en un estado mental de confusión. La ociosidad cansa más que el trabajo.[290] 4. El respeto Sé amable con todas las personas. Puede que alguien no sea tu amigo, pero es un ser humano, igual que tú. Respeta a todo ser humano, incluso si es diferente de ti, no comparte tus ideas o se opone a tus ideas u opiniones. Nunca olvides que todo ser humano es valioso, por el solo hecho de haber sido creado a semejanza de Dios; Tzelem Elokim. No persigas tu propia fama, pues la gente no respeta a los vanidosos. Recuerda la enseñanza de Ben Zomá: “¿Quién es el hombre honorable? ¡Quién honra a los demás!”.[291] Es mejor honrar a una persona sin dinero que al dinero sin persona.[292] El renombre inmerecido trae más vergüenza que honor (Jafetz Jaim). No hay persona más dependiente de otros que el que busca honores (Rabí Israel Salanter). 5. La tranquilidad Conserva siempre la calma y la serenidad. Demuestra tener calma en todo lo que hagas. No permitas que las cosas insignificantes perturben tu tranquilidad mental y paz espiritual. Debes disciplinarte a tener la vista puesta a lo lejos, lo cual significa mirar adelante y pensar en las cosas que realmente trascienden en la vida. Cuando hagas eso, tu equilibrio mental no se perturbará por los problemas diarios de la vida. No te precipites, pues podrías encontrarte con molestias inesperadas que pueden hacerte perder la tranquilidad mental. No odies a una persona para mantener el amor de otra (Séfer Jasidim). 6. La serenidad Los sabios hablan pausadamente. Fomenta este hábito; te comprenderán y te comprenderás mejor. Recuerda el consejo del Rey Salomón: “Las palabras de los sabios se hablan con suavidad”.[293] Dirígete con dulzura y sé noble con los demás; aun cuando tengas derecho a enojarte con alguien, ¡no exageres! 7. La higiene Respeta tanto a tu cuerpo como a tus vestimentas. Mantente limpio en todo momento. La Torá requiere que nuestros hogares, vestimentas y calles estén limpias. Nuestra higiene personal y el aseo de nuestros cuerpos son imprescindibles. No provoquemos que los lugares públicos estén sucios. Cuando Hilel se despedía de sus alumnos, éstos le preguntaron: —¿Adónde se dirige? —A cumplir una Mitzvá —les respondió. —¿Cuál Mitzvá? —preguntaron. Respondió: —A asearme en el baño. ¿Esta es una Mitzvá? Si en los teatros y aceras hay alguien encargado de limpiar y cepillar las estatuas de los reyes, ¿no debemos nosotros, que fuimos creados a semejanza de Dios, tener el mismo cuidado por nuestros cuerpos?[294] 8. Paciencia Hay un momento para todo en la vida; no pretendas adelantarlo. Es imposible evitar algunos problemas. Debes empeñarte en mantener la paciencia aun cuando te enfrentes a un disgusto que no puedes eludir. Cuando pierdes la paciencia, el fastidio parece peor de lo que realmente es y, como resultado, sufres aún más. Si tu inconveniente no puede ser solucionado de inmediato —por ejemplo, una enfermedad—, ¿por qué agregar preocupación e impaciencia, y sufrir más? Con fe no hay preguntas; sin fe no hay respuestas (Jafetz Jaim). 9. Orden Maneja tu tiempo y tus objetos personales con orden. Planifica y organiza; así concretarás tus proyectos con éxito. Guarda todo en su lugar, ordenadamente, para que no pierdas tiempo, esfuerzo y paciencia al buscarlo. Todo lo que emprendas, hazlo de manera organizada y metódica. Esfuérzate en concentrarte en lo que haces y no te distraigas con otros objetivos y pensamientos. Un rabino fue a visitar a su hijo que estudiaba en una Yeshivá. Fue directamente a su dormitorio y encontró que su cama, su vestimenta y sus efectos personales estaban guardados cuidadosamente, cada cual en su lugar. Al retirarse preguntó el Rosh Yeshivá: —¿No va a ver a su hijo, ya que vino hasta aquí? —No hace falta —contestó el padre—. Si hay orden en su cuarto, también debe haberlo en su cabeza. 10. Modestia No eres perfecto. Reconoce tus propias debilidades e ignora los errores de tu prójimo. Para ser humilde y evitar la arrogancia, intenta aprender de otra persona. Nota que toda persona posee conocimientos o virtudes que tú no tienes. Reconoce tus limitaciones y no menosprecies las buenas cualidades de tus compañeros. Nadie puede vanagloriarse de ser “lo más grande que hay”. Moshé, el máximo profeta, fue la persona más humilde de la historia. 11. Rectitud Haz siempre lo que es correcto, especialmente en lo que respecta a tus obligaciones. Ten en cuenta la enseñanza de Hilel: “Aquello que te es odiado a ti, no lo hagas a tu compañero”.[295] Si deseas ser justo con tus semejantes, comienza cediendo y renunciando. Pronto te percatarás de que la felicidad eterna proviene no de recibir, sino de entregar; no engañando sino brindándose; no en la búsqueda de placeres, sino deleitando a los demás y siendo generoso, no envidioso. Quienes aman y practican la justicia son rectos y su conciencia está limpia. 12. Austeridad No malgastes tu dinero innecesariamente; a otras personas les sería de vital importancia. Hay muchas personas que, a pesar de tener suficiente y ser ricos, sienten envidia de los demás. Esta clase de gente es desafortunada y nunca será feliz. Es siempre bueno seguir la enseñanza de Ben Zomá: “¿Quién es el hombre rico? El que se alegra con la parte que tiene”.[296] No emplees el dinero sino para hacer el bien, para ti y para los demás. No malgastes aquello que tiene valor. El Tzadik vigila su dinero cuidadosamente, pues le es preciado y Kasher. “Dinero Kasher” es aquel ganado honestamente. La persona prudente es práctica en lo económico, pero no es avara. El dinero es un medio para un objetivo. No lo ames como fin en sí mismo. 13. Silencio Piensa antes de hablar y no hables a menos que tengas algo importante que decir. Muchas personas entran en conflicto por decir cosas que no deben. Por tanto, antes de abrir la boca, piensa, y luego ábrela. Toma conciencia de aquello que estás por decir. Pregúntate: “¿Esto que estoy por decir traerá beneficio alguno a mí o a otros?”. Si la respuesta es “No”, o si no estás seguro, es preferible el silencio. Es mejor permanecer callado que lamentarse. El ser humano posee numerosas pasiones. Uno de sus rasgos más poderosos y únicos es su facultad de hablar. Hay personas que desarrollan pasión por hablar mucho, responder mal, emplear un idioma perverso e insultar hiriendo los sentimientos ajenos. Si deseas ser sabio, aprende a manejar los silencios. Más fácil es retractarse de lo que no se dice que de lo que sí se ha dicho.[297] Una pequeña reseña del Rabino Israel Lipkin El Rabino Israel Lipkin (Rab Israel de Salanter) fue un genio promotor del movimiento que universalizó el estudio sistemático del Musar (introspección ética) convirtiéndolo en parte de los estudios diarios de las Yeshibot lituanas y de todo estudioso de la Torá. El estudio del Musar se concentra en la búsqueda del individuo por mejorar su conducta con Dios y con sus semejantes. A este fin hay textos clásicos como el Mesilat Yesharim, Tomer Deborá, Orjot Tzadikim, Shaaré Teshuvá, Jovot Halebabot, etc., escritos en diferentes épocas. Al leer estos textos, unos renglones o siquiera una frase, y repetirla una y otra vez, el alumno trata de tomar conciencia de sus limitaciones y fallas morales a fin de mejorarlas. El ánimo en la casa de estudio cuando comienza el espacio diario dedicado al Musar cambia de discusiones abiertas a argumentos del Talmud, con un tono elevado de la voz a un sentimiento aplacado y pensativo, con una melodía tenue y lastimosa parecida a la que los Maguidim (rabinos que predicaban sermones éticos) utilizaban cuando se dirigían al público en los pueblitos de Europa oriental. Nacido en 1810, en las cercanías de Kovno, estudió en Salant con el Rabino Zvi Hirsh Broide (1822) y e1 Rabino Zundel, quien influyó mucho en él, dada su profunda filosofía ética. Como resultado de esta educación, rechazó los muchos ofrecimientos que se le hicieron para otorgarle el puesto de Rabino y se autolimitó a la educación del pueblo en todos los niveles. Creó una Yeshivá (1828) en Kovno, en la cual agregó el estudio metódico de Musar, así como el estudio analítico profundo (Pilpul) del Talmud. Por aquella época hubo una epidemia de cólera en Vilna y él estuvo a la cabeza de quienes se hallaban empeñados en la lucha. Cuando vio que su decisión acerca de la obligatoriedad de comer en Yom Kipur para salvar vidas no era acatada, pronto él mismo subió al púlpito de la sinagoga y comió delante de la gente. Viajó a Alemania (1857) por razones de salud y allí (en Koenigsberg) estableció cursos para alumnos universitarios. Más tarde vivió en la ciudad de Memel, donde publicó una revista de temas de Torá, llamados Tebuná. Mientras estaba en Alemania, adoptó la ciudadanía, estudió el idioma local y lo empleó en sus discursos. Al volver a Kovno en 1877, estableció un Kolel (un lugar de estudio de tiempo completo para hombres casados). Sus alumnos establecieron Yeshivot propias en distintos lugares de Lituania: Kelem, Slabodka, Telz y Volojin. También publicaron algunos de sus sermones y cartas que les envió desde Alemania en Even Israel, Or Israel, lgueret HaMusar. Falleció en 1883. Cierta vez un alumno invitó a Rabí Israel a pasar la cena de Shabat con él. Rabí Israel respondió que no participaría a menos que conociera previamente el programa de la noche. El anfitrión le contestó que cuidaba en todos los detalles de la Halajá. —La carne es glatt kosher —contó—. La cocinera es muy minuciosa y recatada, viuda de un sabio, y mi esposa entra con frecuencia a la cocina para controlar lo que ocurre. Los viernes en la noche cenamos como en una fiesta. Entre plato y plato estudiamos Torá, a fin de que la comida no sea como para quienes se dedican sólo a comer; estudiamos en forma fija el Shulján Aruj; entonamos Zemirot y así disfrutamos hasta altas horas de la noche. Una vez que Rabí Israel escuchó todo, aceptó la invitación en forma condicional: que redujera el programa por dos horas. Sin otra alternativa, el alumno aceptó. Llegó la noche, comieron plato tras plato y en menos de una hora ya se lavaban las manos para recitar Birkat Hamazón. Antes de comenzar esta bendición, el alumno se dirigió a su maestro y le preguntó: —¿Hubo algo malo en mi cena? Rabi Israel no respondió, pero pidió que llamaran a la viuda cocinera, y le dijo: —Discúlpeme, señora, si hice que se apurara y se cansara esta noche sirviendo la comida sin pausa. —¡Al contrario! Que Dios lo bendiga —contestó le viuda—. Quisiera que usted estuviese invitado todas las semanas. El dueño de la casa suele pedir cenas que terminan tarde de noche y yo ya estoy cansada de mi trabajo, que se extiende todo el día, y mis piernas ya no pueden más. Hoy, gracias a usted, terminaron rápido y ya estoy libre para irme a casa. Rabi Israel se dirigió a su alumno: —Aquí está tu respuesta. Tu conducta respecto a la comida es excelente… siempre y cuando no hieras a otra persona.[298] Conclusión Escribió el Maharal de Praga: La Torá es un manual de cómo debemos conducirnos, qué tenemos que hacer y de qué manera. Abraham Abinu volvió de la prueba de la Akedá y ya lo esperaba otra prueba. Nuestra matriarca Sará, que lo acompañó decenas y decenas de años en todas las situaciones, en las buenas y en las mejores, pasó con él pruebas que no fueron para nada fáciles. Además, fue una mujer de un nivel muy elevado y, en profecía, superaba al mismo Abraham Abinu. “Ya no estaba”, Abraham dijo palabras de esped por ella; lloró por ella y ni para eso dispuso del tiempo necesario. Tuvo que encontrar un lugar donde enterrarla, involucrarse en una negociación dura y agotadora con los habitantes de Jet, gente ambiciosa que con su verborrea intentaron ponerle muchas dificultades. Trataron de convencerlo de que enterrara a Sará entre ellos. Como está escrito, “En lo mejor de nuestras tumbas entierra a tu muerto. ¿Qué mejor que esto te podemos ofrecer?”. Sin embargo, Abraham sentía la responsabilidad de oponerse a esta propuesta y no aceptar de ninguna manera que Sará fuera enterrada en medio de idólatras. Y aquí se manifiesta la gran personalidad de Abraham: a pesar del gran sufrimiento en el que se encontraba, la presión, la situación en general, sumado todo a las dificultades que le presentaron los habitantes de Jet, en ningún momento perdió la paciencia, la serenidad, la cualidad de hablar en forma respetuosa cuidando las normas de cortesía que se acostumbraban en aquellos tiempos. Hizo sus pedidos en un lenguaje muy amable. “Si son tan amables, escúchenme… y concrétenme una entrevista con Efrón. …Si tú pudieras escucharme…”. Además, saludaba inclinándose con reverencia, como era la costumbre en ese tiempo. No mostró ninguna queja, ningún signo de enojo. Todo lo hizo en forma tranquila y con educación. No perdió la claridad y la serenidad, mostrando un control total sobre sus sentimientos. Este evento es relatado en la Torá con detalle para enseñarnos cómo debemos vivir. Nos enseña que la educación es algo básico y elemental e importante para toda persona, y que en cualquier situación que nos encontremos está prohibido perder la calma y la serenidad. No es una conducta para personas selectas. Es una obligación para todos. Es una parte de la forma de ser de una persona íntegra. Estamos en una época en la que los conceptos de respeto y educación no son muy populares en la cultura general que nos rodea. Estamos en una generación acostumbrada a realizar expresiones bajas y vulgares, y en muchos casos hace lo que se le antoja. Se habla de forma agresiva, despectiva, a gritos. Hace unos días iba yo caminando por la calle y un grupo de muchachos, de entre catorce y quince años de edad, caminaba por ahí. De repente, sin razón alguna, se pusieron a gritar y luego a reírse, y nuevamente a gritar y cada vez de manera más escandalosa. Hace un tiempo, nadie se hubiese atrevido a hacerlo. Era obvio que una persona normal no actuaría así. ¡¿Gritar en la calle!? ¡¿Molestar a la gente!? Había una vergüenza natural y sentido común que impedía actuar de esa manera. Hoy esa vergüenza ya desapareció y cada uno hace lo que se le antoja. Además, gran parte de la educación que recibe hoy el mundo nace en la televisión, en las películas y en otros medios de comunicación, y todo se origina en los artistas de Hollywood que, por alguna razón, no nos enseñan a tener buenas cualidades, delicadeza, respeto por el prójimo, etc., sino que todo gira alrededor de la fuerza física, la agresividad. El más fuerte golpea, o el que dispara primero es el vencedor y el elogiado por todos. Por eso, no es para asombrarse que esta generación se vea como se ve. Recordemos cómo se respetaba a las personas mayores. Era como un temor que se originaba en la admiración por los mayores. Hace tiempo había respeto por el padre y la madre, se les hablaba en tono suave, y no en vano la Torá puso un énfasis especial en el respeto que debe tenerse a los padres, ya que este sentimiento es una condición elemental para que los padres puedan transmitir la tradición de la Torá y las bases de la fe a las generaciones siguientes. En general, para toda educación es necesario que haya respeto hacia los padres, para que así los hijos acepten lo que ellos enseñan y los vean con admiración. Hoy ocurre exactamente lo contrario: escuchamos con frecuencia quejas de maestros y maestras acerca de cómo los alumnos se relacionan con sus mentores, cómo se atreven a decirles palabras que hace un tiempo ni siquiera les habrían cruzado por la cabeza. Por ejemplo, “Lo que está haciendo no es justo”, “¿Por qué me hiciste eso?”. Hace tiempo, sólo por decir estas frases o similares se recibía lo merecido. Hoy es ilegal castigar físicamente a los niños y adolescentes, y hasta uno puede recibir un castigo de los tribunales. Sin embargo, tenemos que expresar de forma enérgica nuestra indignación por esas conductas o palabras. Hace tiempo, cuando un niño se pasaba de la raya en casa, los padres le decían: “Vamos a contarle esto a tu maestro”. Hoy no parece una amenaza tan terrible. En algunos casos, el moré (maestro) necesita la ayuda de los padres, y a veces ni eso es suficiente. Entonces, ¿a dónde vamos a llegar y qué resultados podemos esperar de esta forma de educar? Además, hay padres que se creen muy inteligentes y a veces se expresan contra los maestros y la dirección del colegio con palabras despectivas, y lo hacen delante del niño. De esta forma no hay ninguna posibilidad de que el niño aprenda a respetar y valorar a los maestros cuando sus propios padres los desprecian. Esta clase de conducta es muy destructiva frente a cualquier autoridad y resta fuerza a la influencia que puede tener el maestro sobre sus alumnos. De ahí el camino a desviarse es muy corto. Los padres tienen la responsabilidad de cuidar el honor de los maestros hasta donde sea posible y reaccionar con indignación ante cualquier falta de respeto, ya sea en casa o el colegio, sin permitir que los hijos hablen todo lo que se les ocurra. Sólo así recibirán el mensaje claro de que esta clase de conductas están descalificadas por completo. En cambio, si el hijo escucha del padre palabras de desprecio o expresiones no tan agradables, ¿qué podemos esperar del hijo? Tenemos que poner énfasis sobre la educación y el respeto en la casa y a la escuela. Tenemos la obligación de enseñar a nuestros hijos a hablar con palabras adecuadas y no de forma vulgar. Sentir vergüenza es una de las señales del Pueblo de Israel, misericordiosos, vergonzosos y siempre dispuestos a hacer favores. Esto es algo a lo que no podemos renunciar. Ocurrió hace aproximadamente cincuenta años algo que en la actualidad dudo que pudiera ocurrir: Mi tío, Rab Hagaón Aharón Shwekey, que llegó a Éretz Israel y fue uno de los miembros del Bet Din de Tel Aviv, estaba caminando cierto Shabat por las calles de esa ciudad y se cruzó con un grupo de personas que estaban subiendo al camión en pleno Shabat. Pidió permiso al conductor para decir unas palabras a los pasajeros y empezó a explicarles con palabras dulces la santidad del Shabat y la obligación de cuidarlo. Cuando terminó de hablar, las personas bajaron del camión y el mismo chofer le besó la mano. Si esto ocurriera hoy, ¡quién sabe si no lo arrojarían del camión o escucharía algún improperio del chofer! Así era como hace un tiempo se respetaba a una persona mayor, aunque pensara distinto de nosotros. Ocurrió en México que una persona era tradicionalista y empezó a acercarse a la Torá. Sin embargo, cuando tuvo que decidir en qué colegio inscribir a sus hijos, buscó hacerlo en una escuela donde la educación estaba muy lejana del camino de la Torá. Un importante activista comunitario fue a hablar con él para convencerlo de que inscribiera a sus hijos en una escuela religiosa. Y para convencerlo le dijo: —Ven, voy a mostrarte algo. Iremos a la hora del recreo al colegio donde tú quieres inscribir a tus hijos y veamos lo que ocurre ahí. Este padre aceptó la propuesta y fueron al colegio a esa hora y lo que vieron ahí no fue nada agradable: empujones, gritos; los jovencitos intentaban entablar amistad con las señoritas… y fueron testigos de varias escenas de falta de respeto y educación. El activista preguntó a este papá: —¿Así quieres que se eduquen tus hijos? El padre aquel respondió rotundamente que no. El activista le dijo: —Ahora vamos a un colegio religioso, también en el momento del recreo. Y ahí vieron un panorama totalmente distinto: los niños corrían y jugaban en un ambiente normal y sano, sin empujones, sin gritos; Con los niños en su edificio y las señoritas en el suyo, sin entablar amistad entre ellos. Este hombre se convenció en seguida respecto a dónde le convenía inscribir a sus hijos: en la escuela religiosa. Hoy está cobrando con creces las satisfacciones que ellos le provocan.[299] [1] Rab Shimon Finkelman, The Gift of Speech, ArtScroll Publications. [2] Ver Rambam (Maimónides), Halajot Teshubá (Las Leyes del Arrepentimiento) 5:2. [3] Shemot Rabá 2, 2. [4] Midrash Rabá 2, 3. [5] Rab Jaim Vital, Shaaré Kedushá 1, 2. [6] Masejet Sucá 45b. [7] Rab Moshe M. Hoffer. [8] Masejet Shabat 156a. [9] Tiferet Israel, al final del tratado de Mishná Kidushín. [10] Masejet Babá Metziá 84a. [11] Basado en Rab Zelig Pliskin, Life is Now, ArtScroll Publications, págs. 33-34; y en Rab Reuben Leuchter. [12] Gaón de Vilna, al principio de su libro Eben Shelemá. [13] Rab Arturo Kanner. [14] Gaón de Vilna, en Eben Shelemá 1. [15] Orjot Tzadikim, en la introducción. [16] Gaón de Vilna, en Eben Shelemá 2. [17] En su libro Majshebet Musar. [18] Rab Yehudá Ades, Discurso en la Convención de Rabinos Sefaraditas, 1986 (este discurso aparece en la página de Internet: http://morashasyllabus.com/Spanish/Syllabus.htm, Crecimiento y Desarrollo Personal). [19] Pirké Abot 1:1. [20] Ver Rambam (Maimónides), Halajot Teshubá (Las Leyes del Arrepentimiento) 5:2. [21] Debarim (Deuteronomio) 28:9. [22] Masejet Sotá 14. [23] Minjat Jinuj Mitzvá 434. [24] Rab Itzjak Silverstein. [25] Rab David Pinto, Pajad David, núm. 350, Perashat Bo. [26] Nota del autor. [27] Tnuat Hamusar 5, 373. [28] Yeshayahu (Isaías) 25:8. [29] Rab Pesaj Krohn, Along the Maggid’s Journey, pág. 106. [30] Rambam, Halajot Deot (Leyes de la Conducta) 1:4-5. [31] Debarim (Deuteronomio) 28:9. [32] Masejet Shabat 156a. [33] Pajad David, Rab David Pinto, núm. 376, Perashat Balak. [34] Or Yahel 3, 182. [35] Pirké Abot 5. [36] Escuchado de Rab Yehoshúa Hilu B. [37] Derej Hashem 1:2:1. [38] Pirké Abot 5:20. [39] Rab De Peterburg, Cocbé Or 32. [40] Masejet Erubín 65. [41] Nota del autor. [42] Pajad David, Rab David Pinto, núm. 290, Perashat Vayerá. [43] Or Yejezkel (Darké Avodá), pág. 182. Observación de Rab Reuben Leuchter. [44] Gaón de Vilna, Mishlé (Proverbios) 15:24. [45] Introducción a Tnuat HaMusar, pág. 316. [46] Alé Shur, vol. II, pág. 189. [47] Rab Reuben Dessler, Tnuat HaMusar, vol. V, pág. 174. [48] Pirké Abot 2:9. [49] Rab Shlomo Volbe, Ale Shiur I, pág. 141. [50] Rambam (Maimónides), Halajot Deot 1:1. [51] Ver Minjat Jinuj, Mitzvá 16. [52] Ver Rambam, Halajot Temurá 4:13. [53] Sobre la Mitzvá 16. [54] Rab Itzjak Vinshtein, en Imré Daat 139, 140. [55] Bereshit Rabá, Perashá 44. [56] Masejet Shebuot 35b. [57] Rab Shlomo Volbe, Shiurei Jumash, pág. 137. [58] Masejet Abodá Zara 25a. [59] Rab Isajar Frand, Una oferta que no puedes rechazar, pág. 120. [60] Pajad David, Rab David Pinto, núm. 322, Perashat Jukat. [61] Rambam, Shemoné Perakim, Capítulo 4. [62] Ver Rab Shlomo Volbe, Ale Shiur, Vol. I, pág. 88. [63] Rab Moshé Jaim Luzzato, Mesilat Yesharim, cap. 3. [64] Yehuda Mendelson, “Convertirse en un judío profesional”, The Jewish Observer, 1993. [65] Rab Yosef Hurwitz, Madregat HaAdam (citado en Consultando con el Sabio, de Rab Zelig Pliskin, pág. 315). [66] Carol Ergas, http://www.aishlatino.com/b/umf/48419577.html [67] Carol Ergas, http://www.aishlatino.com/b/umf/48419757.html [68] Sobre el versículo en Mishlé 4:13. [69] Mijtav MeEliyahu, Jélek 3, pág. 291. [70] Nefesh Shimshón HaTorá Vekinianá, pág. 339. [71] Masejet Abodá Zará 17b. [72] Tob Halebanon; lo menciona el libro Jobot Halebabot, Jelek 1, en la introducción, pág. 47. [73] Yeshayá 30:20. [74] Bené Binyamín (Mejudadim Bepijá 85). [75] Pirké Abot 6:6. [76] Dérej Jaim. [77] Midrash Shemuel. [78] Rab Shlomo Wolve, sobre Tzidkatam Omélet Laad. [79] Rab Yehudá Zeb Segal (Irá Vadaat 2, pág. 76), Mishel haAbot, Jélek 2, pág. 9. [80] Leshijnó Tidreshú, “Musar”. [81] Leshijnó Tidreshú, Musar. [82] Alé Shiur, Jélek 2, pág. 175. [83] Mishel haAbot, Jélek 3, pág. 264. [84] Pirké Abot 2. [85] Midrash Rabá 12, 15. [86] Pirké Abot, al final de Perek 3. [87] En su libro Derej Jaim. [88] Derej Jaim, pág. 154. [89] Jut Hameshulash, pág. 89. [90] Menorat Hamaor, pág. 396. [91] Vayikrá Rabá 9. [92] Mishná en Berajot 2a. [93] Masejet Berajot 6b. [94] Masejet Berajot 17a. [95] Masejet Sucá 28a. [96] Pirké Abot 3. [97] Perashat Behar, año uno. [98] Menorat Hamaor. [99] Masejet Kidushín 40b. [100] Pirké Abot 5:7. [101] Halajot Deot 5, 8. [102] Vayikrá 10. [103] Masejet Shabat 114a. [104] Ver Shulján Aruj, Yoré Deá, Simán 182. [105] Ver Shulján Aruj, Simánim 243 y 334. [106] Masejet Abodá Zará 20b. [107] Raabad, en su libro Baalé Hanefesh. [108] Al final de Masejet Sotá, Saif Katán 104. [109] Otzrot Hamusar, pág. 492. [110] Masejet Shabat 114a. [111] Menorat Hamaor, pág. 440. [112] Moré Nebujim 3, 41. [113] Moré Nebujim 3, 34. [114] Masejet Shabat 50b. [115] Deberá consultarse con una autoridad rabínica para conocer los detalles de esta ley. [116] Talmud, Derej Eretz, Zutá, Perek 8. [117] Talmud, Derej Eretz Rabá, al principio del Perek 6. [118] Masejet Babá Metziá 86b. [119] Masejet Nidá 16b. [120] Menorat Hamaor, pág. 445. [121] Notrikon (del Pri Megadim), al principio de 106, 3. [122] Mesilat Yesharim, cap. 11. [123] Mesilat Yesharim (La Senda de los Justos), cap. 11. [124] Jobot Halebabot (Los Deberes del Corazón), Shaar Hakniá, cap. 9. [125] Mesilat Yesharim, cap. 11. [126] Shaarei Teshuvá (Las Puertas del Arrepentimiento) 1:27. [127] Meguilat Esther 5, 3. [128] Rab Efraim Nisenbaum, Power Lines, Targum Press. [129] Rab Ezriel Tauber, Autoestima. [130] Rab Israel Salanter, Or Israel, Carta 30. [131] Debarim (Deuteronomio) 17:20. [132] Séfer Mitzvot HaGadol, Mitzvá Negativa núm. 64. [133] Angels Don’t Leave Footprints (Los ángeles no dejan huellas), ArtScroll Publications, pág. 11. [134] Jobot Halebabot, Shaar HaKeniá, cap. 9. [135] Rab Abraham J. Twerski, Angels Don’t Leave Footprints, pág. 11. [136] Rab Shimshon Rafael Hirsch, Comentario a Mishlé (Proverbios) 22:4. [137] Begin Again Now, pág. 148. [138] Masejet Erubín 13b. [139] Rab Moshé Jaim Luzzatto, Mesilat Yesharim, cap. 22. [140] Masejet Taanit 7a. [141] Vayikrá 1:1. [142] Iyob 33:33. [143] Pajad David, Rab David Pinto, núm. 206, Perashat Vayikrá. [144] Pajad David, Rab David Pinto, núm. 206, Perashat Vayikrá. [145] Rab Shimon Finkelman, Five Great Lives (Cinco Grandes Vidas), ArtScroll Publications. [146] Rab Zelig Pliskin, Begin Again Now, Z. Pliskin Publishers. [147] Rab Isasjar Frand, Rab Frand sobre la Parashá, Parashat Sheminí, ArtScroll Publications. [148] Rab Dan Roth, Relevance, , págs. 94-95, Feldheim Publishers. [149] Jobot Halebabot, Shaar Hakeniá, cap. 10. [150] Pirké Abot 4:4. [151] Yearot Dbash 2, 3. [152] Pajad David, Rab David Pinto, núm. 269, Perashat Beahalotejá. [153] Pajad David, Rab David Pinto, núm. 269, Perashat Beahalotejá. [154] Masejet Babá Metziá 82b. [155] Masejet Shabat 105b. [156] Rambam, en Halajot Deot. [157] Igueret Hakodesh, Perek 25, pág. 276. [158] Guemará en Julín 7b y en Yomá 38b. [159] Guemará en Nedarim 22b. [160] Otzrot Hamusar, pág. 713. [161] Ubajartá Bajaim. [162] Rab Pinjas Mardonka. [163] Masejet Nedarim 22b. [164] Shaar Rúaj Hakodesh, págs. 33 y 34. [165] Masejet Erubín 65b. [166] Masejet Pesajim 113b. [167] Pirké Abot 2. [168] Talmud, Derej Eretz, Zutá 3. [169] Leb Eliahu. [170] Maguid, Mesharim, al final de Perashat Ekeb. [171] Rambam, Halajot Deot, Perek 2, Halajá 3. [172] Mesilat Yesharim, Perek 11. [173] Rab Jaim Luzzato, en su libro Joker Umekubal. [174] Rabenu Yoná, sobre la Mishná en Pirké Abot 2:10. [175] Tenuat Hamusar, Jelek 2, pág. 45. [176] Haser Kaas Milibeja, Jelek 1. [177] Pirké Abot 2. [178] Bené Binyamin. [179] Masejet Pesajim 66b. [180] Vayikrá 19:17. [181] Torat Cohanim. [182] Masejet Yomá 9b. [183] Yerushalmi, Masejet Yomá 1a. [184] Jafetz Jaim, en Ahabat Israel 2. [185] Masejet Sanedrín 27b. [186] Jafetz Jaim, en Ahabat Israel 2. [187] Shemot (Éxodo) 23:5. [188] Masejet Babá Metziá 32. [189] Abot de Rabí Natán 23. [190] Shemot 23:5. [191] Midrash Tanjumá Yashan. [192] Al final de Lel Eliahu, Bereshit (Génesis) sobre el Pasuk Ketzet Hashemesh Bigburato. [193] Pirké Abot 4:21. [194] Rab Eliahu Dessler, Mijtav MeEliahu. [195] Shemot (Éxodo) 20:13. [196] Rab Zelig Pliskin, Las Puertas de la Felicidad, pág. 323. [197] Rab Michel Berenbaum, Sijot Musar, citado en Las Puertas de la Felicidad, pág. 322. [198] Pirké Abot 4:21. [199] Or Yahel 3, 160. [200] Rambam. [201] Masejet Babá Batrá 21a. [202] Taná Debé Eliahu 25. [203] Los Meshalim de Rab Shebadrón, CCLXXXIV. [204] Pirké Abot 4:21. [205] Masejet Pesajim 113b. [206] Masejet Rosh Hashaná 17a. [207] Ver Shaaré Kedushá 1, 6. [208] Aparece en el libro Otzar Hamidrashim, Mijá 4. [209] Orot Elim, el autor del Pelé Yoetz, en nombre de Rab Moshé Cordobero (aparece en el libro Etzot Lediná, pág. 69). [210] Shemirat Halashón 1, Shaar Hazejirá 2. [211] Masejet Rosh Hashaná 17a. [212] Masejet Yebamot 121a. [213] Masejet Taanit 25b. [214] Vayikrá Rabá 34, 14. [215] Masejet Jaguigá 4b y 5a. [216] Jidá, en Kikar Laaden Derej Eretz, Zutá 8 (aparece en el libro Etzot Lediná, pág. 69). [217] Ver Ramá 606, 1, y Mishná Berurá 606, 8. [218] Debarim (Deuteronomio) 23:8. [219] Masejet Shabat 151b. [220] Yerushalmi, Masejet Babá Kamá 8, 7. [221] Ahabat Jesed 2, 3. [222] Masejet Babá Metziá 85a. [223] Shemot (Éxodo) 2:11. [224] Shemot 2:11. [225] Shemot 2:13. [226] Shemot 2:17. [227] Pajad David, Rab David Pinto, núm. 375, Perashat Jukat. [228] Pajad David, Rab David Pinto, núm. 328, Perashat Ekev. [229] Libro Jasdé Abot. [230] Kohelet (Eclesiastés) 5:9. [231] Maarshá en Babá Batrá 25b. [232] Kohelet (Eclesiastés) 5:9. [233] Masejet Taanit 23b. [234] Selección extraída del libro En busca de la verdad, de Rab Eliyahu Dessler, Editorial Jerusalem de México. [235] Ikbé Jaim. [236] Debarim (Deuteronomio) 26:11. [237] Kohelet Rabá 1, 34. [238] Rab Mordejay Gifter, en Pirké Torá 2, 107. [239] Debarim 16:14-15. [240] Tehilim (Salmos) 100:2. [241] Masejet Taanit 29a. [242] Masejet Shabat 30b. [243] Halajot Lulab 8, 15. [244] Rambam, Halajot Deot 1:4 y 2:7. [245] Shaaré Kedushá 1, 2. [246] Tehilim (Salmos) 93:4. [247] Masejet Yebamot 121a. [248] Masejet Betzá 15b. [249] Masejet Taanit 29a. [250] Masejet Taanit 29b. [251] Rab de Karlin. [252] Mishlé (Proverbios) 18:14. [253] Masejet Taanit 22a. [254] Rab Beroka quería saber quién tiene Mundo Venidero, a fin de aprender el secreto para adquirirlo (Maarshá). [255] Escuchado de Rab Shaul Credi. [256] Masejet Babá Kamá 92a. [257] Otzrot Hatorá, Hagadá de Pesaj 278. [258] Rab Zelig Pliskin, Las Puertas de la Felicidad. [259] Rabenu Bajye, Shemot (Éxodo) 1. [260] Midrash Tanjumá, Shemot 16. [261] Rab Charlie Harari. [262] Debarim (Deuteronomio) 23:8. [263] Masejet Yebamot 63a. [264] Maséjet Babá Metziá 59a. [265] Otzrot Hatorá, Hagadá de Pesaj 280. [266] Otzrot Hatorá, Hagadá de Pesaj 370. [267] Otzrot Hatorá, Hagadá de Pesaj 279. [268] Shemot Rabá 4:2. [269] Masejet Arajín 16b. [270] Masejet Tamid 28. [271] Mishlé 9:8. [272] Abot de Rabí Natán 29. [273] Rab Shalom Shebadrón. [274] Pirké Abot 6. [275] Abot de Rabí Natán 29. [276] Otzrot, Hatorá Vayikrá 251. [277] Ver Bereshit (Génesis) 29. [278] Masejet Pesajim 4a. [279] Pirké Abot 2:4. [280] Por Shimon Alkon. [281] Mishlé 20:4. [282] Mishlé 6:6. [283] Rabenu Bejaye, sobre Parashat Ree. [284] Nota del autor. [285] Mijá (Miqueas) 6:8. [286] Lía Vicencio, Coach para el Mejoramiento Continuo. [287] Carol Ergas, http://www.aishlatino.com/b/umf/48418607.html [288] Meiri, Mishlé 3:18. [289] Masejet Sanhedrín 29. [290] Tzavaat Gueonei Israel. [291] Pirké Abot 4:1. [292] Tzemaj Tzedek. [293] Kohelet (Eclesiastés) 9:17. [294] Vaikrá Rabá 34:3. [295] Masejet Shabat 31. [296] Pirké Abot 4:1. [297] Ibn Gabirol. [298] Extraído de Banim Atem, de Rab Daniel Oppenheimer. [299] Rab David Shwekey.